Este Verano He Conocido a Una Persona Muy Especial

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Este verano he conocido a una persona muy especial, una mujer con sus hijos , su marido , el hijo de este , sus trabajos temporales, sus creencias, sus dichas y como no, sus desdichas. Os la presentaré, su nombre María, como más de una ¿verdad?. ¿Nuestro encuentro? Casual, como Pero, algo hizo que dejara huella y me planteara compartirlo con vosotr@s. Me ha gustado conocerla, al igual que a mucha otra gente en mi vida; pe antes y un después de este verano, o quizás en mi vida. Intenté sonreír a cada una de sus palabras, presentía que era lo que ella necesitaba, y su voz me hacía sentir. Le mostré mi silencio cuando no era necesario terminar la frase, mi conversación cuando había tensión en sus recuerdos, mi apoyo y mi confianza cuando no hacía falta aceptar su conducta, cuando su tono de voz atenuaba en un susurro su No sé, si he conseguido estar a la altura de estos momentos de mi vida, pero os aseguro que se ha ganado un trocito en mi corazón. Supongo que en algún lugar estará escrito, para la mayoría de nosotr@s siempre es más fácil, en un momento de tensión, contar nuestros desventuras a un desconocid@, y aunque esto aparentemente, no solucione nada, en nuestro interior conseguimos un suspiro, un desahogo. Esta persona, con un nombre y una vida, pero anónimo para nosotros, nos escucha y sin juzgarnos, nos ofrece su tiempo, su compañía y quizás algo que no aprendemos a valorar, lo más important Era verano, hacía calor, ni en la orilla del mar corría una suave brisa, mamas en las toallas y tumbonas, los niños, jugaban y reían en la arena. Nunca nos habíamos visto, y por lo que he aprendido en la vida, tampoco creo que nos volvamos a ver. Era el momento de que se cruzaran nuestras vidas, y así ocurrió. Estoy pensando que esto se pierde con la edad, ¿verdad? Cuando eres niño, no te preocupa lo más mínimo no saber el nombre del niño con quien estás jugando, solo te quieres jugar, pasar el rato, reír y quedar la mayoría de veces para otra tarde, que casi siempre, nunca llega. Nos hacemos adultos, y necesitamos mucho más tiempo para poder empezar a sonreír, y a intercambiar un saludo, y si algún , empezamos a charlar con un desconocid@. Los niños, por el contrario, sólo requieren proximidad. En fin, mi encuentro con María me hizo recordar momentos de mi vida, que pensé había sobrevalorado. La escuche cuando contaba que antes era más tímida, pero por el bien de sus hijos tuvo que lanzarse a la aventura como ella misma definía, y empezar hablar con todo el mundo. Me contó que tuvo que aprender a sonreír a todos, aunque el día no acompañara... A mostrar serenidad ante comentarios que llevaran dirección de agraviarla. Me hizo ver que no merece la pena discutir con tu pareja por asuntos que no sean realmente personales, y que no vale a tomarse todo a lo personal. Y entender que a los hijos les ayudas a venir a este mundo, pero sin escritura de propiedad. Que ellos tienen que vivir su vida, y tú la tuya. Sí! Sí! Hay que procurar enseñarles lo que esta bien, pero hay que entender que tienen derecho a decidir.

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Es sentir el yo que llevamos dentro. Siempre hacia delante, siempre hay que subir un escalón más, dar un paso más. La música no deja de sonar, así que sigamos caminando.

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Este verano he conocido a una persona muy especial, una mujer con sus hijos , su

marido , el hijo de este , sus trabajos temporales, sus creencias, sus dichas y como no, sus desdichas.

Os la presentaré, su nombre María, como más de una ¿verdad?. ¿Nuestro encuentro? Casual, como

Pero, algo hizo que dejara huella y me planteara compartirlo con vosotr@s. Me ha gustado

conocerla, al igual que a mucha otra gente en mi vida; pe

antes y un después de este verano, o quizás en mi vida.

Intenté sonreír a cada una de sus palabras, presentía que era lo que ella necesitaba, y su voz me

hacía sentir. Le mostré mi silencio cuando no era necesario terminar la frase, mi conversación cuando había

tensión en sus recuerdos, mi apoyo y mi confianza cuando no hacía falta aceptar su conducta, cuando su tono

de voz atenuaba en un susurro su

No sé, si he conseguido estar a la altura de estos momentos de mi vida, pero os aseguro que se ha

ganado un trocito en mi corazón.

Supongo que en algún lugar estará escrito, para la mayoría de nosotr@s siempre es más fácil, en un

momento de tensión, contar nuestros desventuras a un desconocid@, y aunque esto aparentemente, no

solucione nada, en nuestro interior conseguimos un suspiro, un desahogo. Esta persona, con un nombre y

una vida, pero anónimo para nosotros, nos escucha y sin juzgarnos, nos ofrece su tiempo, su compañía y

quizás algo que no aprendemos a valorar, lo más important

Era verano, hacía calor, ni en la orilla del mar corría una suave brisa, mamas en las toallas y

tumbonas, los niños, jugaban y reían en la arena. Nunca nos habíamos visto, y por lo que he aprendido en la

vida, tampoco creo que nos volvamos a ver. Era el momento de que se cruzaran nuestras vidas, y así ocurrió.

Estoy pensando que esto se pierde con la edad, ¿verdad? Cuando eres niño, no te preocupa lo más

mínimo no saber el nombre del niño con quien estás jugando, solo te quieres jugar, pasar el rato, reír y

quedar la mayoría de veces para otra tarde, que casi siempre, nunca llega. Nos hacemos adultos, y

necesitamos mucho más tiempo para poder empezar a sonreír, y a intercambiar un saludo, y si algún

, empezamos a charlar con un desconocid@. Los niños,

por el contrario, sólo requieren proximidad.

En fin, mi encuentro con María me hizo recordar momentos de mi vida, que pensé había

sobrevalorado. La escuche cuando contaba que antes era más tímida, pero por el bien de sus hijos tuvo que

lanzarse a la aventura como ella misma definía, y empezar hablar con todo el mundo. Me contó que tuvo que

aprender a sonreír a todos, aunque el día no acompañara... A mostrar serenidad ante comentarios que

llevaran dirección de agraviarla.

Me hizo ver que no merece la pena discutir con tu pareja por asuntos que no sean realmente

personales, y que no vale a tomarse todo a lo personal. Y entender que a los hijos les ayudas a venir a este

mundo, pero sin escritura de propiedad. Que ellos tienen que vivir su vida, y tú la tuya. Sí! Sí! Hay que

procurar enseñarles lo que esta bien, pero hay que entender que tienen derecho a decidir.

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Conforme pasa la vida amiga mía, me decía, te rodeas de gente nueva, a la que puedes gustarle o no,

sea quien sea!. Y que aunque te adaptes a las nuevas condiciones de tu vida, no tienes el por que cambiar los

pilares que te han llevado hasta este punto. Si siempre has dicho las cosas claras, y ahora haces lo mismo,

seguramente

palomitas que pululan a

su alrededor...

En otras palabras, que la vida no es tan diferente a cuando eras niñ@, que no cambiamos la vida, sino

nuestra manera de vivirla, apliquemos las normas de nuestros hijos, no nos tomemos la vida a lo

personal, que al fin y al cabo, como dijo mi

Me aconsejó colocarme un saco roto en la espalda, y echar en su interior muchos momentos que se

cruzan en tu día a día, así al seguir caminando me explicó-, estos caerán al suelo que vas dejando atrás, y

dormiras mejor sin tener que llevar tanta carga en tu vida.

Trato hecho!,

Autor: Marisa Tormo (2013)