Espiritualidad cristiana y acompañamiento

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Espiritualidad Cristiana y acompañamiento Cursos Bíblicos Dr. Heriberto Puello Barragan Médico - Neurólogo

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Espiritualidad Cristiana y acompañamiento

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Espiritualidad Cristiana

y acompañamiento

Cursos Bíblicos

Dr. Heriberto Puello Barragan

Médico - Neurólogo

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CONTENIDO

I. En camino hacia la madurez cristiana: 1. Interés creciente por el acompañamiento

espiritual;2. La maduración de la personalidad creyente.

II. Historia de la dirección espiritual: 1. Crisis de la dirección espiritual y nuevo

planteamiento; 2. Acompañar espiritualmente el proceso de iniciación cristiana; 3.

Aportaciones de los documentos del magisterio.

III. Acompañamiento espiritual y tipos de acompañamiento: 1. Acompañamiento

ordinario; 2. Acompañamiento sistemático; 3. Acompañamiento extraordinario.

IV. Naturaleza y articulación del acompañamiento espiritual: 1. Actitudes requeridas;

2. La entrevista personal; 3. Funciones del acompañante espiritual; 4. Medios que

facilitan el acompañamiento.

V. Acompañamiento y madurez cristiana: 1. Acompañar la conversión; 2. Acompañar

el proceso de maduración cristiana; 3. Madurez y ascesis.

VI. Acompañamiento y discernimiento vocacional: 1. El proceso de discernimiento; 2.

El acompañamiento del discernimiento vocacional; 3. Pasos en el discernimiento

vocacional.

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En camino hacia

la madurez cristiana

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1. INTERÉS CRECIENTE POR EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL.

La preocupación por la vida espiritual ha sido una constante en la vida de la Iglesia, ha

adquirido formas distintas a lo largo de la historia, ha padecido crisis más o menos

profundas y se está recuperando con fuerza en las últimas décadas. La visión teológica

del Vaticano II, al tiempo que puso en crisis la clásica dirección espiritual, también

facilitó las bases del nuevo planteamiento del acompañamiento espiritual.

La formulación de la catequesis como itinerario de fe, el aporte de las ciencias

psicopedagógicas y la necesidad de personalizar la fe ante los retos del mundo

contemporáneo han contribuido al interés por el diálogo espiritual. En consecuencia, el

papel del catequista y del animador de grupos o comunidades cristianas, sobre todo si

están en procesos básicos de iniciación o formación, tiene unos perfiles nuevos, entre los

que destaca la preocupación personal por cada componente y su crecimiento en la fe.

En la actualidad, cada día cobra más vigor la concepción de la persona como un todo

dinámico, formado por los componentes de la personalidad, los cambios psicológicos y las

influencias del entorno socio-cultural. El conjunto de la existencia humana se entiende

como un proceso en el que el éxito conlleva superar no pocas dificultades; además nadie

puede suplantar a la persona en la difícil y apasionante tarea de hacerse cargo de su vida.

El acompañamiento espiritual puede ayudar a tomar conciencia y a buscar salidas, pero

sólo el interesado puede responder desde sí mismo a su propia maduración, a la voluntad

de Dios y a los retos que desde fuera le llegan. Este cambio de enfoque en la dirección

espiritual está avalado por múltiples estudios desde diferentes puntos de vista y por la

experiencia eclesial de muchas personas y grupos.

La maduración humana y cristiana tiene mucho que ver con las crisis y dificultades que se

van presentando, y con las decisiones que el interesado va tomando después de un

discernimiento apropiado. Por esta razón el acompañamiento espiritual es algo para toda la

vida, configurado de forma distinta en cada etapa, y que tiene que ver con los aspectos

nucleares del catecumenado de adolescentes, jóvenes y adultos.

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2. LA MADURACIÓN DE LA PERSONALIDAD CREYENTE.

Sabemos que la fe consiste básicamente en la orientación específica de la vida según el

Dios de Jesucristo. A lo largo de las diferentes etapas de la vida la persona va

configurando las relaciones consigo misma (identidad), con los demás (relaciones

interpersonales) y con Dios (trascendencia). Esta configuración depende de los siguientes

factores: la visión del mundo, las relaciones con los otros, la conciencia moral y la

capacidad simbólica. La maduración no se va consiguiendo de forma lineal; por el

contrario, es la activación de estructuras lo que produce el avance. En este camino hay

elementos que permanecen, elementos que se reformulan y elementos nuevos que se

incorporan; este movimiento adquiere forma espiral y aumenta en complejidad, pero

también en relación y unidad de todas las capacidades humanas.

En estos dinamismos propios de la persona que crece hay que situar los contenidos de la

fe, pues el paso de una fe sociológica o incipiente a una fe personal o madura no es

únicamente un proceso de interiorización, ya que importan los contenidos del mensaje

cristiano en lo que tienen de cosmovisión, valores, celebración y compromiso.

La meta de la madurez espiritual para el cristiano podría formularse con los siguientes

rasgos: la vivencia de la relación personal con Dios Padre, la superación del egoísmo, la

docilidad al Espíritu Santo, la distinción entre el bien y el mal, las relaciones fraternas y

comprometidas, y la centralización en Cristo y su evangelio en la vida cotidiana. Para

alcanzar esta meta es necesaria la cooperación de los elementos humanos y divinos y la

superación de múltiples obstáculos, tales como las heridas del pecado, las frustraciones y

los miedos, la afectividad desordenada, el poco conocimiento de sí mismo y la experiencia

inadecuada de Dios.

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Historia de la

dirección espiritual

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La palabra de Dios es, en muchas ocasiones, una invitación del Padre a sus hijos

débiles, ignorantes y pecadores, para que recompongan su existencia y den una

respuesta nueva; el mismo Pablo es enviado a Ananías para que este le inicie en el

camino del evangelio (He 9,6-19). Los escritos paulinos refieren constantemente cómo

el Espíritu Santo que habita en cada creyente (lCor 3,16) guía su caminar (Rom 8,14);

el seguidor de Jesús tiene que examinarse desde el interior y comprobar en qué

medida aparecen en su vida los «frutos del Espíritu» (Gál 5,22). Los evangelizadores

de las comunidades del Nuevo Testamento se preocupan de aquellos que evangelizan

como una madre se preocupa por sus hijos (He 20,30; 1Tes 2,7.11-12).

A partir de las enseñanzas de los apóstoles y de la vida de las primeras comunidades

surgen creyentes con fuerte interés por profundizar la vida cristiana junto a maestros

experimentados en la vida interior y en los caminos del Espíritu. En el cristianismo de

Oriente esta relación de maestro-discípulo se estructura alrededor del desierto como

lugar geográfico y espiritual, y los núcleos del aprendizaje cristiano son la penitencia,

el combate contra el mal, la docilidad al espíritu y la búsqueda incesante de la paz

interior; la meta es el hombre espiritual.

En Occidente también se vive esta experiencia, matizada por dos elementos

importantes: el carácter apostólico de la vida cristiana y la respuesta a los retos que la

evolución socio-histórica va presentando. Innumerables figuras de santos fundadores

se podrían aducir como iniciadores de una determinada espiritualidad de vida

religiosa, presbiteral y laical, que ha permanecido vigente en las comunidades e

instituciones por ellos fundadas.

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1. CRISIS DE LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL Y NUEVO PLANTEAMIENTO.

La figura tradicional del director espiritual no es fácilmente entendible y

aceptable, tanto en la situación socio-cultural como en el contexto eclesial actual3.

Por un lado, los creyentes maduros sienten la necesidad de una fe más

personalizada, comunitaria y en constante discernimiento; por otra parte, cuesta

admitir todo lo que es autoridad, dirigismo o imposición. Esta nueva sensibilidad y

la teología conciliar y posconciliar nos instan a encontrar una nueva formulación

de la relación espiritual, que asegure su función y sea aceptada por los

parámetros culturales actuales y de la pedagogía no directiva.

Provenientes del mundo de la psicopedagogía han aparecido los términos

consejero, orientador y acompañante. También hoy es evidente que los caminos de

Dios no resultan fáciles de descubrir ni de aceptar; aquí aparece la figura del

acompañante espiritual para ayudar a leer con fe la realidad personal desde la

confianza, la relación interpersonal de ayuda y la fidelidad a Dios ya la persona a la

que se acompaña. Únicamente creyentes con fe madura y experimentada, además de

apropiada formación teológica y espiritual, pueden realizar este ministerio dentro de la

comunidad cristiana. La formación psicopedagógica ayudará mucho al acompañante

espiritual en una mejor comprensión y realización de su misión. Ante todo, el que

pretenda ayudar a otros en los caminos del Espíritu necesita ser persona de

evangelio, con gran confianza en las posibilidades de la gracia y en las posibilidades

de la persona comoimago Dei, y con un saber hacer que permita a las personas que

orienta llegar a descubrir la voluntad de Dios para con ellos.

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2. ACOMPAÑAR ESPIRITUALMENTE EL PROCESO DE INICIACIÓN

CRISTIANA.

Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha recogido todos estos

aspectos en la institución del catecumenado de la vida cristiana (SC

64), que trata de llevar adelante la iniciación cristiana por la conjunción

de los siguientes aspectos: la historia personal y social, el mensaje del

evangelio, la iniciación a la vida litúrgico-sacramental y la presencia

comprometida según los valores del evangelio4.

La iniciación cristiana trata de poner las bases del crecimiento

permanente en la fe, que ha de durar toda la vida; la madurez cristiana

depende de la vida de oración cotidiana, de una fe personalizada, de la

identificación eclesial, del compromiso transformador de la sociedad y

del discernimiento espiritual del estilo y estado de vida, con todos sus

componentes: profesión, trabajo, uso del dinero, empleo del tiempo,

militancia, etc.

La etapa siguiente en la vida espiritual se da cuando se siente a Dios

como protagonista definitivo de la propia vida y se asumen con amor

las limitaciones o fracasos, poniendo en Dios la esperanza. Se vive

con gran libertad interior, no desorientan las experiencias de desierto

(noches), la oración es principalmente contemplativa y se siente gran

paz interior, sin que falte el compromiso con la justicia y la solidaridad.

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3. APORTACIONES DE LOS DOCUMENTOS DEL MAGISTERIO.

Dios mismo está presente y actuante en el interior de cada creyente, y cada cristiano busca decidir

su vida según la voluntad de Dios, dentro de la Iglesia y al servicio de la única misión (LG 12, 31,

41; GS 14).

Pablo VI en la Evangelii nuntiandi se refiere a los «sacerdotes que, a través del sacramento de la

penitencia o a través del diálogo pastoral, se muestran dispuestos a guiar a las personas por los

caminos del evangelio, a confirmarlas en sus esfuerzos, a levantarlas si están caídas y a

atenderlas siempre con discernimiento y disponibilidad» (EN 46).

La catequesis está al servicio del progreso de la vida de fe. Afirma el Directorio general de pastoral

catequética (DCG), de 1971: «La fe, que es única, se encuentra con mayor o menor intensidad en

los fieles, según la gracia dada a cada uno por el Espíritu Santo e impetrada constantemente en la

oración (cf Mc 9,23), y según la respuesta que cada uno otorga a esta gracia. Además, la vida de

fe se encarna en diversas situaciones a medida que se desarrolla la existencia del hombre,

mientras este llega a la madurez y acepta las responsabilidades de su vida. Por tanto, la vida de fe

admite varios grados, ya sea en la aceptación global de toda la palabra de Dios, ya sea en su

explicitación y aplicación a las diversas tareas de la vida humana, según la madurez y las

diferencias de cada hombre. Tal aceptación, explicación y aplicación a la vida del hombre son

distintas según se trate de párvulos, de niños, de adolescentes, de jóvenes o de adultos. La

catequesis tiene la función de ayudar, en el decurso de la existencia humana, el despertar y el

progreso de esta vida de fe hasta la plena explicación de la verdad revelada y su aplicación a la

vida del hombre» (DCG 30, 34; cf DV 8; CD 14).

La catequesis educa para que la totalidad del hombre responda a Dios. «Según esto, la

catequesis, educadora de esa fe, ha de cuidar –por igual–esas dos dimensiones: conversión y

conocimiento, entrega confiada y homenaje del entendimiento y voluntad, experiencia vital y

verdad revelada, fides qua (actitud con la que se cree) y fides quae (mensaje en el que se cree)»

(CC 129). «La catequesis ha de reconciliar desde el interior los dos aspectos, tratando de superar

la dicotomía (cf CT 22) que muchas veces nos afecta» (CC 130). «Se trata, por tanto, de que el

hombre entero (CT 20) se vea impregnado por la palabra de Dios, ya que la catequesis apunta a

alcanzar el fondo del hombre» (CT 52 y CC 131).

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El proceso catequético y el acto catequético (CC c. V) exigen una

personalización de la fe por parte del catequista respecto de cada uno de

los componentes de su grupo. «Al final de un proceso catequético, los

cristianos han de desembocar ordinariamente en una comunidad cristiana

inmediata e integrarse plenamente en ella. La comunidad irá manteniendo

su vida de fe y en ella vivirán el don de la comunión con los hermanos y

serán impulsados a una vida cotidiana que sea coherente con la fe que

profesan y celebran» (CC 287; cf CC 248).

La espiritualidad propia del catequista tiene las siguientes referencias: «El

catequista descubre la acción del Espíritu Santo no sólo en el catequizando

sino dentro de sí mismo, como fuente de la espiritualidad exigida por su

tarea» (CF 61). «En el fondo, ¿hay otra forma de comunicar el evangelio

que no sea la de transmitir a otro la propia experiencia de fe?» (EN 46).

Los textos que hemos citado a modo de ejemplo nos manifiestan

claramente que la educación de la fe supone una relación interpersonal en

clave espiritual entre el catequista y cada uno de los catequizandos.

Las Orientaciones sobre pastoral de juventud (OPJ) de la Conferencia

episcopal española matizan aún más la necesidad del acompañamiento

espiritual al diseñar la figura del catequista de jóvenes, al subrayar la

importancia del cultivo de la espiritualidad cristiana y al situar lo vocacional

dentro de la pastoral juvenil.

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«Por pastoral juvenil entendemos toda aquella presencia y todo conjunto de

acciones con las cuales la Iglesia ayuda a los jóvenes a preguntarse y descubrir el

sentido de su vida, a descubrir y asimilar la dignidad y exigencia del ser cristianos;

les propone las diversas posibilidades de vivir la vocación cristiana en la Iglesia y

en la sociedad, y les anima y acompaña en la construcción del Reino» (n. 15).

El período de catequesis constituye la segunda etapa del proceso evangelizador de

los jóvenes, tiene un carácter de formación cristiana integral y fundamental y

encamina a la meta de la confesión de la fe. «La catequesis es como el noviciado

de los cristianos, el período de maduración de la conversión. La etapa en la que los

convertidos se inician en todos los aspectos de la comunidad, para poder

integrarse en ella como sujetos activos de la misma» (Proyecto Marco, 75). «Al

animar al compromiso por el reino de Dios, ha de presentar todas las vocaciones

desde donde se puede servir a este reino –laical, laical consagrada, ministerio

sacerdotal, vida religiosa y monacal– y ayudar en el discernimiento vocacional» (cf

OPJ 32; ChL 58).

Todos los aspectos que aquí hemos seleccionado piden una evangelización de la

juventud, articulada en la relación catequista-catequizando y en el equilibrio entre

vida-reflexión, acción y celebración. Las cuestiones de fondo del itinerario de fe, la

inserción en la comunidad cristiana y el discernimiento vocacional no serán

posibles sin el acompañamiento personal, como el elemento que más puede

potenciar la catequesis con jóvenes y dar unidad a los elementos constitutivos del

proceso de maduración de la fe.

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Acompañamiento

Espiritual y tipos de

acompañamiento

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No es fácil dar una definición de lo que se entiende por acompañamiento

espiritual; intentaremos decir en qué consiste el acompañamiento, a través

de los distintos elementos que se ponen en juego. Entendemos por

acompañamiento la relación estable entre el acompañante y el acompañado

para discernir juntos la voluntad de Dios respecto del acompañado, y así este

pueda alcanzar la plenitud de la vida cristiana5.

La ayuda como clarificación, motivación y orientación que un creyente puede

recibir de otro se entenderá como mediación del Espíritu Santo, que es el

auténtico artífice de la vida interior. La relación de acompañamiento puede

presentarse de tres formas distintas según la situación de las personas y el

objetivo principal de la misma relación de ayuda.

1. ACOMPAÑAMIENTO ORDINARIO. Es fruto de la preocupación constante

del catequista por los componentes de su grupo. Periódicamente se

entrevistará con cada catequizando para interesarse por los diferentes

aspectos de su vida (familia, estudios, relaciones, etc.) que tengan que ver

con la fe; especialmente comentarán cómo va comprendiendo los temas que

tratan, las relaciones con los demás componentes del grupo, la vida de

oración, el proyecto de vida y los problemas o dificultades que van surgiendo

y que se desean compartir.

Conviene que este diálogo espiritual se realice unas tres veces al año. En

general, los catequizandos valoran la atención personal que los animadores

de grupo les prestan en estos momentos.

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2. ACOMPAÑAMIENTO SISTEMÁTICO. La sistematicidad de este tipo de

acompañamiento viene marcada por las etapas del seguimiento de Jesús y

sus respectivas actitudes. Consiste en recorrer en la propia historia el

camino que Jesús hizo en obediencia a la voluntad del Padre y entrega a

los hermanos.

Se acompaña la comunión en la vida y misión de Jesús para llegar así al

encuentro con el Padre y con los hermanos. Los momentos significativos de

este itinerario de fe son la conversión, el estar con Cristo para conocer la

voluntad del Padre y el compromiso con los más necesitados, la opción por

la comunidad de fe y el compromiso con el Reino.

Cada una de las etapas significativas del seguimiento van pidiendo

actitudes nuevas que únicamente se pueden dar desde el sentirse

alcanzado por la persona, mensaje y causa de Jesús. Esta identificación

con la persona de Jesucristo lleva a la disponibilidad vocacional; un aspecto

constitutivo del acompañamiento sistemático es el discernimiento

vocacional, desde la actitud de disponibilidad a lo que Dios

quiera, expresado a través de las urgencias de la comunidad eclesial y de

los más necesitados.

El acompañamiento pondrá constantemente en relación los aspectos de la

madurez humana y la madurez cristiana. En la medida en que se

necesiten, según la situación y sensibilidad de cada persona, se abordarán

los temas oportunos para un crecimiento armónico en la fe, sin retrocesos ni

lagunas.

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3. ACOMPAÑAMIENTO EXTRAORDINARIO. Es aquel que se realiza en

situaciones especiales, por las opciones que va a tomar la persona o por

situaciones especialmente problemáticas en el aspecto psicológico, moral o

religioso. En estos casos se requiere la presencia del especialista en uno u

otro campo y, con frecuencia, los datos que puede aportar un

psicodiagnóstico.

En el campo de la catequesis y de la pastoral estamos llamados a atender

los dos primeros tipos de acompañamiento. El primero de ellos, el

acompañamiento ordinario, pertenece a los catequistas; ahora bien,

difícilmente un catequista puede acompañar a otros si a su vez no es

acompañado.

Sería deseable que los catequistas de adolescentes y jóvenes vivieran el

acompañamiento sistemático; aquí es donde los sacerdotes, religiosos y

laicos cualificados pueden desempeñar una función muy valiosa y

necesaria.

Conviene distinguir el sacramento de la reconciliación y el acompañamiento

espiritual, aunque puede vivirse de forma relacionada. El sacramento de la

reconciliación es para el perdón de los pecados, situado en el proceso de

conversión. El acompañamiento espiritual se refiere a otros muchos

aspectos de la vida, tales como las experiencias, sentimientos, dificultades,

dudas, criterios, etc., en la formación de la personalidad cristiana; con

frecuencia el diálogo espiritual concluye con la celebración del sacramento

de la reconciliación.

Page 17: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

Naturaleza y

articulación del

acompañamiento

espiritual

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La vida cristiana se puede definir como encuentro con el Padre en el seguimiento de Cristo por la

docilidad al Espíritu Santo; de este modo Dios nos va haciendo semejantes a su Hijo, en medio

de las dificultades interiores y exteriores al creyente y con la ayuda de las mediaciones eclesiales

(IPe 4,12; Rom 8,5-13; Gál 5,22-23). La meta personal y comunitaria al servicio de la cual está el

acompañamiento personal es la perfección cristiana como plenitud en Cristo (Ef 4,13).

1. ACTITUDES REQUERIDAS. a) Por parte del acompañante. El acompañante también es

seguidor de Jesús, pero con la misión de ayudar a otros en el mismo itinerario de fe que él ha

recorrido y recorre. Debe sentirse muy identificado con aquel a quien trata de servir en la

comunidad eclesial. Como dice el evangelista Juan, debe dar fe de lo que «ha visto y oído», es

decir, debe tener competencia experiencial. El mismo debe estar constantemente a la escucha

de Dios y disponible a la voluntad del Padre, para poder iniciar a otros en esta misma actitud.

A esta competencia espiritual debe unir el acompañante la preparación teológica y espiritual

necesaria y específica; con todo, no puede olvidar que es la propia vida el elemento que más

puede ayudar a otros6.

b) Por parte del acompañado. En la base del acompañamiento espiritual está el que el

acompañado sepa básicamente de qué se trata, quiera esta relación de ayuda y tenga confianza

en el acompañante. Una persona únicamente se fía de otra si esta tiene autoridad moral por su

experiencia, formación y coherencia de vida. Esta confianza se da con facilidad al comienzo de la

relación, pero debe mantenerse a lo largo de ella cuando el conocimiento entre las personas sea

más completo y real.

El acompañado no puede nunca olvidar que es él quien tiene que responder y tomar las

decisiones oportunas; por ello debe evitar pasar al acompañante la responsabilidad que a él le

corresponde o hacer de este un mero confidente para recabar apoyo afectivo. De la adecuada

manera de situarse acompañante y acompañado dependerá el éxito de la relación de ayuda.

La persona acompañada también necesita fiarse de las orientaciones y propuestas que le pueda

hacer el acompañante; con creatividad y personalización tratará de llevarlas a la práctica.

Page 19: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

2. LA ENTREVISTA PERSONAL. Constituye el cauce normal por el que se

vehicula la relación de ayuda como acompañamiento espiritual. La persona que

busca ayuda y orientación ha de sentirse acogida y escuchada en su situación con

sus problemas y limitaciones. En este contexto de confianza una persona

comunicará lo profundo de ella, y podrá ser eficazmente ayudada a encontrar la

solución a sus problemas7.

Las actitudes requeridas en el acompañante son: coherencia entre lo que dice y

hace, aceptación incondicional de la persona que va a orientar y empatía para

hacerse cargo del modo como la otra persona vive desde dentro su situación.

La escucha atenta por parte del acompañante ayuda al acompañado a escucharse

a sí mismo y a Dios en las situaciones concretas que vive; esta experiencia da

unidad a la vida personal, al tiempo que la clarifica.

Durante la entrevista las intervenciones del acompañante tenderán a que la otra

persona perciba mejor en qué consiste su problema, reciba los datos oportunos

para reestructurar la situación y encuentre los medios para seguir avanzando en la

maduración humana y cristiana.

Para facilitar la comunicación, sobre todo en las primeras entrevistas, es

conveniente utilizar la técnica de entrevistas semidirigidas; esta técnica consiste en

facilitar a la persona que va a venir a la entrevista algún tipo de instrumento

(preguntas, texto, cuestionario, etc.) que le facilite la comunicación hasta que vaya

adquiriendo más confianza y facilidad en la comunicación de la vida interior.

Al terminar una entrevista debe fijarse con flexibilidad la fecha de la siguiente y

deben proponerse las tareas concretas y prácticas como conclusión de la relación

de ayuda. La siguiente entrevista comenzará por el comentario del resultado

conseguido en la práctica de lo propuesto.

Page 20: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

3. FUNCIONES DEL ACOMPAÑANTE ESPIRITUAL.

El objetivo último del acompañamiento espiritual está en el descubrimiento del paso de Dios por la

vida del creyente; el acompañante se siente instrumento de una acción en la que el Espíritu Santo

es el protagonista, y el acompañado busca con la ayuda recibida la voluntad de Dios en su vida 8.

Para que esto sea posible deben ponerse en juego las siguientes funciones:

a) Atención a todo lo que pasa en la vida cotidiana de la persona: sentimientos, vivencias,

pensamientos, dificultades, logros, avances, retrocesos, etc. Interesa situar los aspectos concretos

dentro del conjunto de la historia personal, y dar a ésta unidad.

b) Iluminar la existencia del acompañado desde la palabra de Dios, la persona de Jesús y su

evangelio. Atención especial merecen la resonancia y sentimientos que la contemplación de los

ministerios de la vida de Jesucristo van suscitando en el creyente. El análisis de estos sentimientos

ayuda a entender el paso de Dios por la persona e historia de cada creyente.

c) Apoyar afectivamente al acompañado en sus problemas, crisis y dificultades. Al realizar este

apoyo el acompañante evitará caer en los defectos que dificultan el crecimiento interior: el

paternalismo y el dirigismo. El paternalismo consiste en dar primacía a los sentimientos protectores

y de simpatía que siente el acompañante, más que al crecimiento del acompañado o a la

búsqueda conjunta de la voluntad de Dios; este modo de proceder revelaría en el acompañante

una personalidad inmadura y adolescente. El dirigismo viene producido por la personalidad

impositiva del acompañante y por la personalidad débil del acompañado; esta forma de proceder

busca lo mejor, pero no respeta los ritmos de maduración de la persona orientada y, a la larga, la

ayuda prestada resulta poco eficaz.

d) Ayudar al crecimiento interior. Estamos ante el tema común y nuclear del acompañamiento

espiritual; en la relación de ayuda, el acompañante cuidará especialmente la actitud de conversión,

el progreso en el seguimiento de Jesús, el camino de oración, la superación de los defectos, la

actitud de disponibilidad, la constancia en los compromisos y la veracidad del discernimiento

vocacional. Esta tarea pide al acompañante un gran equilibrio, percepción objetiva de la situación y

tacto pedagógico para no agobiar ni forzar los ritmos personales del acompañado. Una vez más, la

sinceridad y la confianza son la base para que el proceso vaya adecuadamente.

Page 21: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

4. MEDIOS QUE FACILITAN EL ACOMPAÑAMIENTO. La vida cristiana es el contenido

fundamental del acompañamiento, pues esta es la que tiene que ser convertida, iluminada y

transformada. El creyente acompañado debe sentir de una u otra forma que su persona y su

vida cotidiana son lo fundamental en el diálogo espiritual; en la existencia se da el encuentro de

la gracia de Dios y la cooperación humana que propicia la maduración de la personalidad

cristiana. Esta maduración comprende ineludiblemente la experiencia de Dios, el

descubrimiento de la comunidad, la formación de la conciencia moral, el compromiso social y la

llamada vocacional. Estos aspectos estructurantes de la persona no se adquieren de golpe, ni

de una vez para siempre, pues el aprendiz necesita ser iniciado, comprender, asimilar,

fundamentar, optar y encarnar el nuevo sentido de la existencia. Para poder acompañar la

formación integral de la persona resultan de gran interés los siguientes medios:

a) El proyecto personal. Es un escrito personal que recoge los aspectos nucleares de la vida

personal: la fundamentación de la persona en Dios, los ámbitos por donde transcurre la vida

(familia, amigos, centro, calle, parroquia, trabajo, ocio, etc.), los medios que se van a poner

para dirigir la vida (horario, oración, vida sacramental, lecturas, defectos que se van a corregir,

actitudes que se van a potenciar, etc.) y las metas hacia las que se va. Para que los

adolescentes y jóvenes elaboren el proyecto personal necesitan motivación, un guión y

bastante asesoramiento. Los proyectos de grupo se pueden hacer a partir de los proyectos

personales. La entrevista puede ser una buena ocasión para revisar el proyecto personal a fin

de hacerlo más operativo.

b) Los temas que se tratan en el grupo de fe. En este caso la entrevista personal servirá para

personalizar los temas que se van desarrollando en el grupo. Cada persona tiene sus ritmos,

sensibilidad, motivación y posibilidades; según estos condicionamientos, se verá el mejor modo

de ir pasando temas por el corazón e ir incorporando a la vida lo que se va viendo

comunitariamente. Sin esta dimensión los diálogos en el grupo pueden resultar superficiales,

impersonales y poco comprometidos.

Page 22: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

c) Las cuestiones personales. Estas son propias de cada persona según su

historia, situación actual, problemática y planteamientos de futuro. En ningún

caso se perderá la visión de conjunto, pues tanto la persona como el seguimiento

de Jesús tienen un sentido unitario. Las cuestiones principales son las que se

refieren a la madurez personal, el seguimiento de Jesús, la experiencia de Dios,

el sentido eclesial, los compromisos, el estilo de vida y el discernimiento

vocacional. Conviene secuencializar de forma pedagógica cada uno de estos

aspectos estructurantes en indicadores que permitan ver los pequeños pasos que

se pueden dar para ir avanzando, saber lo que se ha recorrido y lo que falta para

llegar a la meta.

d) Los contenidos del acompañamiento9. Por contenidos entendemos los núcleos

del mensaje cristiano referentes a la maduración personal del cristiano. Los

principales son: la persona a partir de una visión cristiana, la aceptación de los

contenidos específicos de la fe, el sentido comunitario de la fe (compartir la vida,

la acción evangelizadora y celebración), la convergencia de la existencia, las

tareas y las convicciones del seguidor de Jesús, la maduración en la vida afectiva

(relaciones interpersonales, sexualidad, sentido comunitario y compromiso

social), la actitud de disponibilidad respecto a la voluntad de Dios y al servicio del

Reino, el progreso en la vida de oración (de la oración reflexiva a la

contemplativa, y de esta a la oración afectiva y unitiva) y los compromisos

apostólicos intra y extra eclesiales.

Page 23: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

Acompañamiento

y madurez cristiana

Page 24: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

El término madurez humana alude a la integración de los aspectos físicos,

psíquicos, sociales, morales y espirituales de la persona y a su plena vivencia

en el contexto socio-cultural en que se está. La madurez espiritual se da por la

incorporación a Cristo y el ejercicio de las virtudes teologales: fe, esperanza y

caridad. La madurez humana y cristiana se integran perfectamente. La ruptura

interior de la persona en lo humano (la posmodernidad como cultura del

fragmento) y la separación entre lo humano y lo espiritual es lo que puede

impedir en mayor medida la realización personal como algo unitario y singular.

La madurez humana tiene mucho que ver con la integración interior de las

inclinaciones, los deseos, los criterios y los proyectos; cuando la intención, la

afectividad y las actuaciones son convergentes podemos hablar de persona

madura y realizada. Este tipo de personas verán con claridad qué decisiones

tienen que tomar, y sentirán la alegría y fuerza necesarias para llevarlas a la

práctica. Si todo esto se percibe como expresión del proyecto de persona que

uno es como imagen de Dios, la energía interior para superarse, amar a los

demás y transformar la realidad será muy grande. Por el contrario, cuando la

tarea de ser y hacerse persona crea perplejidad interior, dudas permanentes,

tensiones y desasosiego, algo importante necesita clarificación o motivación; en

muchos casos se debe a que por un lado se quiere crecer y ser cristiano, y por

otro se vive dominado por pasiones, egoísmos o intereses incompatibles con la

fe. No hay que olvidar que la madurez psicológica, la madurez moral y la

madurez espiritual caminan paralelas, son convergentes y repercuten

directamente en el sentimiento de felicidad personal.

Page 25: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

1. ACOMPAÑAR LA CONVERSIÓN. Cada persona tiene que elegir

en su vida entre el camino del bien y el camino del mal (Prov 2,19;

Jer 21,8; Dt 30,15-16); en el Nuevo Testamento el camino es

Jesucristo mismo (Jn 14,6) como revelación definitiva de Dios como

Padre y del hombre como hijo de Dios (He 9,2; 19,9.23; 24,14.22).

Cristo nos invita a todos a la conversión (Mc 1,15; Lc 13,1-5; Mt

18,3) y a la renuncia al egoísmo (Mc 8, 34-35).

La falta de conversión en la vida cristiana se manifiesta en vivir según

la carne y no según el Espíritu (lCor 1, l0ss.); esto lleva a un uso

inadecuado de la libertad (1Cor 9,41) y a la autosuficiencia. En

consecuencia, uno cree que lo sabe todo y que todo lo hace bien

cuando está fallando en lo fundamental; es la ceguera que produce la

soberbia y el vivir proyectados en el propio yo. Al olvidarse de que todo

viene de Dios y debe ser interpretado desde él, no se acoge el

evangelio en todas sus exigencias (lCor 3,1ss; Ef 4,14), se vive en

permanentes dudas de fe, e incluso cuando se vive la fe se hace con

criterios de honor y poder, no de servicio y amor incondicional (lCor

13,1-11).

Page 26: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

2. ACOMPAÑAR EL PROCESO DE MADURACIÓN CRISTIANA. La

madurez de la personalidad cristiana se da cuando las virtudes

teologales actúan como principio estructurante de la existencia dando

unidad a los sentimientos, pensamientos y comportamientos, y

centrándolos en Dios y su proyecto (Rom 11,20; Jn 20,28; Gál 2,20).

Una de las primeras consecuencias de la vida teologal es el sentimiento

de que Dios existe y es para nosotros un Padre misericordioso, atento y

bondadoso (Rom 4,21; 14,5; 1Tes 1,5); la experiencia de Dios conlleva

la percepción nítida de lo que construye positivamente a la persona, y

de lo que deshumaniza a uno mismo y a los demás (lCor 14,20; Heb

5,14; Rom 12,2).

La apertura a la novedad de Dios y a los valores éticos desde lo nuclear

de la persona es el mejor camino para que el Espíritu Santo pueda

actuar en el corazón del creyente, ayude a conocer los misterios de la

vida de Cristo (Col 1,27; Ef 1,9) y vaya configurando al creyente con la

persona de Jesucristo (1Tes 5,23).

Page 27: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

La madurez cristiana incluye también la eclesialidad como pertenencia y

referencia a la comunidad de los que tienen el Espíritu del Señor resucitado. Ser

miembro activo de la Iglesia implica colaborar en su propia edificación (Ef

2,20ss.) y trabajar por extender el reino de Dios en medio de los quehaceres

temporales.

La madurez humana va apareciendo por la superación de elementos que

parecen opuestos, pero que se integran en una síntesis armónica; estos

binomios son: los deseos y la adaptación de la realidad, lo objetivo y lo subjetivo,

la autonomía personal y la cooperación solidaria, la necesidad de ser aceptado y

las tareas que hay que desempeñar, los impulsos y el dominio de sí mismo, etc.

El hilo conductor que va ayudando a resolver adecuadamente estas antítesis es

la maduración de la afectividad; cuando el amor se entiende principalmente

como don y amor oblativo se ha madurado básicamente. La forma de entender y

vivir la sexualidad y el grado de sensibilidad social ante las injusticias que

padecen los más desfavorecidos constituyen los mejores termómetros de la

madurez de la personalidad, pues difícilmente se puede ser responsable en las

relaciones con los demás si personalmente no se ha alcanzado esta madurez. El

resultado final de este camino de madurez es el sentimiento de felicidad, la

confianza radical y la esperanza que ayudan a sentir la vida y el futuro con

optimismo existencial. Este sentimiento básico tiene capacidad estructurante de

la personalidad, y es generador de energías necesarias para superar

adecuadamente los problemas.

Page 28: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

3. MADUREZ Y ASCESIS. Todos los seres humanos percibimos

dentro de nosotros enfrentamientos y rupturas entre los diferentes

componentes (físico, psíquico, social, ético, religioso, etc.) de la

vida humana. La ascesis se orienta y sirve a la recomposición de la

unidad interior de la persona y a la necesidad de preparar el

terreno para que el Espíritu Santo nos cambie por dentro y nos

santifique. La vocación cristiana consiste en descubrir y cumplir la

voluntad de Dios; ahora bien, la aceptación de la voluntad de Dios

implica la superación de muchos egoísmos y limitaciones. Hay

enfoques, actitudes y comportamientos básicamente incompatibles

con la voluntad de Dios, con la dignidad humana o con el respeto a

otras personas, y nuestro corazón se siente inclinado a «hacer el

mal que no quiere y no hacer el bien que quiere»; por esto se

necesita la ascesis, para recomponer la unidad interior y querer de

corazón lo que Dios quiere.

Lo importante para un cristiano es la plena unión con Dios en lo

que los místicos llaman los desposorios espirituales; pero para ello

se necesita un camino en verdad, bondad y amoroblativo. Al

servicio de estos requisitos está la ascesis.

Page 29: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

Acompañamiento y

discernimiento

vocacional

Page 30: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

La existencia cristiana se nos presenta con frecuencia

como toma de decisiones en situaciones poco claras y-

conflictivas. La propia persona del creyente, la vida

eclesial y lo que sucede a nuestro alrededor son los tres

ámbitos donde se ejerce el discernimiento. La distancia

entre la realidad concreta que somos y vivimos y la

plenitud del horizonte escatológico nos obliga a estar en

permanente discernimiento.

La persona de Jesús es la gran referencia para el

discernimiento cristiano; por el sacramento del bautismo,

sus seguidores hemos recibido su Espíritu (Rom 8,9), que

nos posibilita el vivir conforme a lo que somos: hijos de

Dios y hermanos entre nosotros. No hay posibilidad de

discernir adecuadamente si no se está convertido a la

persona de Jesús y a su evangelio. La conversión, la

oración personal y la actitud de completa disponibilidad

nos permiten distinguir las emociones auténticas del

Espíritu de las que no lo son.

Page 31: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

1. EL PROCESO DE DISCERNIMIENTO. En el libro de los Ejercicios

espirituales (nn. 168-189) san Ignacio de Loyola nos ha precisado

desde su experiencia el proceso de discernimiento cristiano, que

consta de los siguientes aspectos:

a) Estado de libertad interior por dominio propio y el don del Espíritu (n.

21). Esta situación se expresa por el deseo del más y mejor (n. 25)

respecto de la voluntad de Dios, la disposición para «sentir y gustar de

las cosas interiormente» (n. 2), es decir, desde la afectividad.

b) Para avanzar en el camino del discernimiento hay que comenzar por

pedir con la cabeza y el corazón la gracia que se desea alcanzar (n. 91).

La acogida de la palabra de Dios desde lo profundo del corazón y la

contemplación de los misterios de la vida del Señor son el contenido

fundamental de los Ejercicios espirituales. Al misterio cristiano se llega a

través de la oración contemplativa y afectiva, para ser transformados por

aquello que contemplamos.

c) «Hacernos indiferentes» (n. 23) a todo lo que no es Dios y su reino;

todo lo demás es relativo e innecesario, y se asume si ayuda a hacer la

voluntad de Dios y a construir su reino. Por lo mismo, todo deseo,

seguridad o decisión que no se confirme desde Dios debe revisarse.

Page 32: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

d) Actitudes ante las elecciones. Se pueden tener dos actitudes, una

adecuada y otra inadecuada. La actitud cristiana se da cuando el cristiano

se dispone «mirando para lo que soy creado, es a saber, para alabanza

de Dios nuestro Señor y salvación de mi alma» (n. 169). La actitud no

evangélica es la que elige primero los medios, y luego trata de acomodar

la voluntad de Dios a los propios intereses (n. 169).

e) Comprobar las consolaciones y desolaciones en el «conocimiento

interior» del Señor y en el compromiso con su proyecto. Se trata de ver

qué cosas nos llenan de amor a Jesucristo, nos dan paz y alegría y

aumentan las virtudes teologales (n. 316). Las experiencias de

consolación llevan a amar todas las cosas en y desde Dios, y a buscar la

salvación personal y de los demás, y a confirmar las decisiones que se

han tomado. Por el contrario, las experiencias de desolación se

manifiestan en ceguera, tristeza, frialdad para las cosas de Dios, y en

falta de amor y esperanza; en consecuencia, la persona se siente atraída

por todo lo terreno (n. 317); la desolación es manifestación de la acción

del mal espíritu en nosotros.

A partir de las mociones interiores, del examen de razones y motivos a

favor y en contra de una elección y en un tiempo tranquilo se puede hacer

una elección como voluntad de Dios. Después debe llevarse la elección a

la oración para que Dios la confirme (nn. 179-183).

Page 33: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

2. EL ACOMPAÑAMIENTO DEL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL.

Nos centramos ahora en el discernimiento vocacional al que cada creyente está llamado

como maduración de su vocación bautismal12. La referencia obligada es Jesús de

Nazaret, por dos motivos principales; él tuvo una vocación única como mesías de Dios, y su

persona es para nosotros la referencia de toda vocación.

Para Jesús lo último y definitivo fue hacer la voluntad del Padre, expresada como la llegada

y realización del reino de Dios; Jesús vivió desde su experiencia original y recorrió un

camino histórico para encontrar la expresión de la voluntad del Padre: la praxis del amor a

los más pobres como amor preferencial y conflictivo.

Jesús también animó el proceso vocacional de sus discípulos, desde la primera llamada

hasta el envío misionero poco antes de la ascensión (Mt 28,16-20). Jesús «eligió a los que

quiso» y en el grupo de los elegidos coincidieron personas muy distintas; él les invitó a la

radicalidad evangélica y a formar comunidad para la misión.

El seguimiento vocacional de Jesús, entonces y ahora, tiene unas notas muy específicas:

relativizarlo todo por el Reino, que sea para13 siempre, en favor de los más pobres y en

gratuidad. La dinámica del seguimiento no es la de conocer para seguir, sino la de seguirlo

para mejor conocerlo y amarlo. Sólo es posible permanecer en el seguimiento vocacional

de Jesús si su persona, vida, mensaje y causa enamoran nuestro corazón; únicamente así

la renuncia y los esfuerzos se viven en positivo y para dar cabida a la utopía del evangelio.

Sabemos que la vocación tiene estructura dialogal, llamada y respuesta; la vocación es la

iniciativa de Dios para una misión. Si la vocación es auténtica ayuda a vivir, a realizarse. No

es posible llegar a percibir la llamada de Dios sin un conocimiento interno de la persona de

Jesús en la oración contemplativa y en la praxis del seguimiento; elegir es ante todo ser

elegido por el estilo de vida de Jesús y su proyecto liberador.

Page 34: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

3. PASOS EN EL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL.

a) La iniciativa en la llamada vocacional parte de Dios (Le 5,10). Se inicia la

andadura vocacional cuando el creyente percibe que su proyecto de vida

tiene que ver con el proyecto de vida de Jesús. No se trata de tener fe, sino

de que toda la vida esté en referencia a él y a su causa.

b) La seducción de Cristo (Flp 3,8). Supone que la persona de Jesús

aparece como lo más importante, como la novedad que recrea y resitúa

todas las cosas. Produce el efecto de descentrar a la persona de sus

egoísmos e intereses para abrirle un horizonte nuevo.

c) La vocación se vive en el mundo, sin ser del mundo, para transformar el

mundo (Jn 17,15). La vida cristiana se entiende como un estilo alternativo

de vida, basado en los valores del evangelio: ser, servir y compartir. La

sociedad suele moverse, en gran parte, por los intereses del tener, dominar

y competir. La confrontación de uno y otro estilo lleva al conflicto y a la

praxis transformadora de la realidad. Las dificultades no se pueden superar

sin la ayuda de la gracia, el discernimiento de lo bueno y la toma de

partido.

d) «Los gritos de los más pobres» (GS 1). Cuando lo que sucede a nuestro

alrededor deja de percibirse ingenuamente, algo importante ha ocurrido en

la conciencia. La capacidad crítica iluminada por la fe nos permite descubrir

las causas del mal y hacer de la propia vida una respuesta liberadora. Los

sufrimientos y las penas de los marginados no nos dejan indiferentes, pues

a través de ellos percibimos la misma voz de Dios que llama y envía.

Page 35: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

e) La llamada relativiza todo lo que no es Dios y la justicia de su reino (Mt 19,21). El

seguimiento de Jesús como llamada vocacional nos invita a quitar del corazón todo lo que

nos impida responder de forma pronta, libre y generosa. Cada vocacionado verá los

autoengaños que le acechan a la hora de discernir y de tomar opciones. Los principales

autoengaños son: no vivir la fe como llamamiento personal, entender la radicalidad del

evangelio como algo optativo, no sentirse urgido por las necesidades de los más

pobres, querer tener plena claridad intelectual para tomar decisiones, miedo a elegir por

cerrar otros caminos y reservarse facetas de la vida al margen de los planteamientos

creyentes.

f) La vivencia de la vocación consiste en la identificación con Cristo (Gál 2,20). Cuando

Pablo exclama «y ya no vivo yo, pues es Cristo el que vive en mí», siente la seducción de

Cristo y el corazón inflamado por el amor a todos los hombres. La confianza absoluta en

Dios Padre misericordioso y la identificación gozosa con la cruz desde el servicio humilde es

lo único que da las fuerzas necesarias para responder a la llamada de Dios con constante

fidelidad.

g) Con Cristo resucitado, cabeza y primogénito de la nueva humanidad. Cristo

resucitado, cabeza de la nueva humanidad y primogénito de los hermanos, va haciendo

camino. ¿Cómo continuar su misión? ¿Cómo servir más y mejor a su causa? La respuesta a

estos interrogantes vocacionales son posibles desde la experiencia de que el Resucitado

está presente y actuante en medio de nosotros como primicia.

h) «Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). La presencia del Señor es

para que nos animemos a vivir del amor, de la entrega y la gratuidad. Construir el reino de

Dios en este momento supone una forma nueva de ver y hacer. Ser testigos y enviados

hasta el extremo del orbe para construir la fraternidad. Las vocaciones cristianas son

misioneras, pues son servicio fraternal a todos los hombres y mujeres, empezando por los

más pequeños y sencillos. El vocacionado sabe que Dios nunca le fallará y que siempre será

para él sostén y fuerza .

Page 36: Espiritualidad cristiana y acompañamiento

G R A C I A S