España Peregrina Año i num 2 marzo de 1940
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E S P A Ñ AP E R E G R I N A
JUNTA DE CULTURA E S P A Ñ O L A
2S U M A R I O
Juan Larrea..................... Introducción a un Mundo Nuevo (II) . . . .Emilio Prados................. La voz cautiva..............................................José Manuel Gallegos__ Semana Santa (1937)................................
Homenaje a Antonio MachadoPoema inédito del poeta..................................
Palabras de J. Bergamín, C. Pellicer, A. Reyes, J. Xirau y J. Puche...
José Renau....................... Sobre la crisis ideológica del artePierre Mabille................. Aléxico y España..........................Gerard de Nerval............ Canto de un español...................
Crítica y Polémica
Una buhardilla y un manifiesto.............................................................Como un solo poeta, por Juan Larrea................................................Ensimismamiento y alteración, de José Ortega y Gasset, por José Ma
nuel Gallegos......................................................................................Alerta a los pueblos, del Gral. Vicente Rojo, por Adolfo S. Vázquez. Todo un hombre, de Miguel de Unamuno, por Paulino Masip..............
Estafeta Mexicana Memorias de Ultratumba
Registro bibliográfico, por Agustín Millares
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J U N T A DE C U L T U R A E S P A Ñ O L AD I N A M A R C A 8 0-----M E X I C O , D . F .
PRESIDENCIA:José Bergamín
Escritor.José Carner
Escritor, Ministro Plenipotenciario.Juan Larrea
Archivero, Bibliotecario y Arqueólogo.
VOCALES:Juan M. Aguilar
Catedrático de la Universidad de Sevilla.Roberto F. Balbuena
Pintor y Arquitecto.Corpus Barga
Periodista.Pedro Carrasco Garrorena
Director del Observatorio Astronómico de Madrid. Decano de la Facultad de Ciencias.
José Gallegos RocafullProfesor de la Universidad de Madrid.
Rodolfo HalffterCompositor.
Emilio HerreraIngeniero Aeronáutico.
Manuel MárquezDecano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid.
Agustín MillaresCatedrático de Paleografía de la Universidad de Madrid.
Tomás Navarro TomásDirector de la Biblioteca Nacional de Madrid. Prof. de la Universidad de Colúmbia, U. S. A.
Isabel O. de PalènciaEscritora, Ministro Plenipotenciario.
Pablo PicassoPintor.
Augusto Pi y SuñerDirector del Instituto de Fisiología de la Universidad de Barcelona.
Enrique RiojaProf. de Biología de la Facultad de Madrid.
Luis A. SantullanoDe la Junta para ampliación de estudios.
Ricardo VinosDirector de la Escuela de Orientación Profesional de Madrid.
Joaquín XiraitDecano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona.
SECRETARIO:Eugenio Imaz
Escritor.
E STA TU TO S DE LA JU N TA D E CU LTU RA E SP A Ñ O L A
iL a J u n ta d e C u ltu ra E sp añ o la re p re s e n ta la vo lun
ta d de a s e g u ra r la p ro p ia fisonom ía e s p ir i tu a l de la c u l tu ra españo la , favo rec iendo su n a tu ra l desa rro llo y. consecuen tem ente , la de u n ir y ay u d a r en su s tra b a jo s a los in te le c tu a les españo les ex p a triad o s .
nE s m isión de la J u n ta s u p lir con su p re sen c ia ac
tiv a y v ig ila n te y con u n e s p ír i tu colectivo de s a c r if icio la acc ión de los o rg an ism o s ofic iales, de las institu c io n es de to d o géne ro y de los estím ulos y ex igencias del am b ien te , que en la in te g rid a d de la v ida españo la p ro m o v ían y a se g u ra b a n el desenvo lv im ien to de n u e s tra c u l tu r a . .
mEs p ro p ó s ito de la J u n ta e v i ta r la d isg reg ac ió n de
los in te lec tu a les ex p a triad o s , estab leciendo e n tre ellos re lac ió n c o n s ta n te , su sc itan d o y apoyando c ie r ta s in ic ia tiv a s . coord inando o tra s , y p ro cu ran d o , p o r todos los m edios a su a lcance , que se es tab lezcan en el d es tie rro los ó rg an o s de c rea c ió n , e x p re s ió n y conserv ac ió n de la c u l tu ra españo la que se ju z g u en necesarios.
IV
Com pete a la J u n ta es ta b lece r co laboración e in te rcam b io con la s en tidades e in s tituc iones c u ltu ra le s del e x tra n je ro y con su3 cen tro s de investigac ión y en señ an z a p a r a co n seg u ir que. p o r su in term ed io , se m a n te n g a n y am p líen aque llas re lac iones cu ltu ra le s que son ind ispensab les p a r a su p ro p io desarro llo .
V
Es asim ism o m isión de la J u n ta p rom over y h acer e fec tivas am istad es y apoyos a la c u l tu ra españo la en el e x t ra n je ro p o r aquellos m edios que en c a d a p a ís y en eada m om ento p a re z c a n m ás indicados p a r a conse
g u irlo . Con es te ob je to , la J u n ta p rom ove rá la creación de ag ru p ac io n es de “ A m igos de la C u ltu ra E sp añ o la” en su sede c e n tra l, en las localidades donde funcione u n a delegación de la J u n ta , y en aquellos o tro s lugares que se estim e conven ien te .
V I
L a J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la se conside ra in teg ra d a p o r aquellos españo les en los que co n c u rra la doble c a lid a d : de e s ta r d es te rrad o s y de se r creadores o m an tenedores de la c u l tu ra españo la . De todos ellos hará u n a re lac ió n nom in a l. L a J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la se considera ig u a lm e n te in te g ra d a p o r aque llas entidades que, desa rro llan d o u n a ob ra cu ltu ra l , m a n if ie s te n bu adhesión a la J u n ta y se p re s te n , s i a ello se les re q u ir ie ra , a co lab o ra r a sus fin e s en la fo rm a que en cada caso se determ ine .
vnL a J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la se r ig e p o r u n di- !
rec to rio , in teg rad o p o r sus fundado res y p o r la s personas ¡ que estos v ay a n designando . E s te d irec to rio p o d rá dele- I g a r todas o a lg u n as de sus funciones en u n S ecre tariado { o C om isión E jecu tiv a .
V II I
L a sede c e n tra l de la J u n ta de C u ltu ra E spañola e s tá a c tu a lm en te en M éxico, D. F . Se es ta b lece rán delegac iones de la J u n ta en los pa íses donde se considere opo rtuno . S us m odalidades de constitu c ió n y funcionam ien to se d e te rm in a rá n en cad a caso.
IX
L a J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la , a s í como las Delegaciones que se v ayan estab leciendo , se so m ete rán a las disposiciones legales v igen tes en los pa íses respectivos, que les p e rm ita n a d q u ir ir u n a p erso n a lid ad ju r íd ic a con la que p u ed a n h ac er adqu isiciones, ce leb ra r c o n tra to s , etc-
ESPAÑA PEREGRINAJ U N T A DE C U L T U R A ESPAÑOLA
R egistrado como artícu lo de 2» clase en la A dm in istración de Correos de M éxico, D . F ., con fecha 28 de febrero de 1940
Tomo I 15 de Marzo de 1940 Núm. 2
I N T R O D U C C I O N A U N M U N D O N U E V O
IIPor Juan LARREA.
Las tres ciudades
Cuando el curso progresivo de la historia produjo en tiempos antiguos el relajamiento del bloque cultural establecido en el oriente mediterráneo y el acento político vino a cargar de lleno sobre este mar, Roma fué adquiriendo el auge oportuno para convertirse en el centro de gravedad de la entidad cultural nueva. Granado el Imperio y consolidada su vida política queda constituido geográficamente el organismo plurimembre propio para el desenvolvimiento de un nuevo ciclo histórico. Luego de llevarse a cabo esta operación preliminar y sólo entonces, es proyectada desde tierras asiáticas la chispa síntesis que había de infundir un estado de espíritu a ose cuerpo, mundo o complejo vital preparado para animarse originalmente al recibirla: el cristianismo.
La generación cultural realizóse, pues, en dos distintas etapas o tiempos: uno previo, de carácter predominantemente material, cesáreo, que ha predispuesto el medio, y °fro complementario, de orden espiritual, que ha prestado unidad al conjunto. Es decir, se ha realizado de idéntico modo a como en el capítulo anterior hemos visto, en hipótesis, desarrollarse el proceso evolutivo de las dos columnas relacionadas con la creación del mundo nuevo, y de la uusma manera como el pensamiento dua- usta ha imaginado que se efectuaba la generación de cada sér humano: concepción del cuerpo al cual, en cierta fase de su des
arrollo viene a atribuírsele el alma que, según ese pensamiento, le corresponde.
La Roma cesárea arde en la fe de Cristo hasta transformarse en la incandescente Roma pontifical cuya' autoridad prevalece sobre la de los monarcas de la tierra. Convertida en el centro político-espiritual del mundo visible, en la ciudad por antonomasia, asume exclusivamente la virtualidad metafórica que el lenguaje sagrado, de honda esencia poética, asigna a la urbe preponderante. En ella se fija la ilusión de eternidad segregada por el instinto social de perduración que crea a su imagen y semejanza el mito de la ciudad eterna; y sobre ella recae la sucesión total de las ciudades sagradas precedentes, las tradicionales Babilonia y Jerusalem que tan importante oficio metafórico desempeñan en ambos Testamentos. Roma, ciudad máxima, corazón y cerebro del mundo cristiano: hacia ella confluyen los ojos de los vivientes dentro del área cultural de que es núcleo capita- licio.
Bajo su predominio político-espiritual, la cristiandad, absorbida por exigencias de un estado de conciencia basado preferentemente sobre la realidad subjetiva (espiritual), ve transcurrir siglos de evolución lenta, paulatina, imperceptible. La conciencia humana se desenvuelve durante ese tiempo dentro de un área estrecha. En el sentir de los que entonces participan en los afanes vivientes, la historia carece de finalidad, no tiene movimiento significante. Quizá la más inmediata evidencia que sobre ellos actúa
es la naturaleza tstática del mundo en que se mueven, con el consiguiente ideal adinámico que por simple trasposición esa naturaleza formula. Existe en el fondo de toda cosa, por efecto de la apariencia inmediata, un agua estancada cuya tersura refleja la bóveda del cielo, una superficie donde se imagina la existencia de un elemento complementario sin el cual el entendimiento no puede comprender, por injustificable, la realidad efectiva del mundo en que vive. Fragmentada la conciencia en tantos trozos como individuos, y no teniendo dentro de ellos elemento alguno universal en que fijarse, el fenómeno de la vida, envuelta en sombras, no admite para su explicación más hipótesis que la de una razón exclusivamente personal. Mas como lo insuficiente del conocimiento excluye, por su evidencia, toda posibilidad de disimulo, la justificación lógica del universo no puede concebirse sin la existencia de otro SER diferente del hombre, síntesis de lo universal, del otro platillo de la balanza indispensable para el equilibrio y de cuya Conciencia absoluta el hombre sólo participará en el más allá abstracto de otra vida a la que se designa con el nombre de cielo, ámbito natural donde la luz se ilimita. Los dos aspectos tradicionales de la dualidad entre cuyos términos no existe solución de continuidad concretamente perceptible, quedan si cabe aún más perfectamente delimitados: Dios y hombre; cielo y tierra. Tan remoto es su abolengo que en el nombre de Adán con que en el primordial apólogo sagrado se designó, frente a Dios, al primer hombre, se halla presente el concepto tierra.
Edad Media. Mientras van teniendo lugar en la cristiandad las vicisitudes que prestan fisonomía propia a cada uno de sus miembros componentes, mientras éstos van derivando el latín hacia los moldes de un localismo lingüístico diverso en cada comarca, Roma reina inmutablemente sobre el mundo interior, sobre el estado de conciencia que pudiera llamarse mediterráneo. A ella, foco absoluto de la vida religiosa, conducen todos los caminos. Es preciso el transcurso de no poco tiempo, la babeli- lación, babilonipación o confusión de lenguas con cuanta alteración mental lleva esto implícito, y como consecuencia el de
bilitamiento de la suerte de vasallaje que Roma ejerce sobre los espíritus de entonces, para que éstos adquieran la latitud de volverse hacia otro lugar e interesarse, siquiera en forma retrospectiva y con cierta inconfesable añoranza, por otra ciudad sagrada: jerusalem. Esto ocurre cuando descoyuntada, descompuesta, la fuerza nuclear de Roma, se activa el proceso de desintegración que no sólo da origen a los diferentes romances sino que empieza a despegar las distintas regiones de su capital. Se registran entonces las Cruzadas. Verdaderos ríos humanos se dirigen a rescatar la ciudad santa caída en manos de los enemigos de la fe, de los secuaces de Mahoma, dando curiosa y encubierta forma al afán de expansión que preside al desarrollo de todas las sociedades humanas. Las ciudades sagradas se hacen entonces dos.
Mas he aquí que completando el proceso dislocatorio de la noción del presente, acaparado antes por Roma, y ajustándose así a una ley elemental de equilibrio, surge prestigiosamente del fondo de una imposible leyenda una tercera y última ciudad de carácter sagrado: Compostela. Hacia ella, como hacia Roma y Jerusalem, empiezan a conducir desde entonces los caminos que canalizan los pasos de una peregrinación ininterrumpida. Hay miles de hombres arrastrados por no se sabe qué recónditos y misteriosos anhelos que, desafiando los numerosísimos peligros e indescriptibles penalidades que tan prolongada aventura lleva consigo, ceden a un ansia viajera y salen en busca de algo para ellos necesario, de algo que corresponde a la realidad sujetiva de innumerables seres humanos y que, por lo visto, no se encuentra en las ciudades más conspicuas, Jerusalem y Roma.
La cristiandad posee desde entonces tres ciudades de carácter religioso y dinamismo peregrinante, tres focos sociales diferenciados: una al oriente, otra en el centro, la tercera en el extremo occidente. Las tres se hallan construidas sobre tres sepulcros correspondientes, en esa tenebrosa época de muerte de la conciencia, a tres distintas modalidades de una misma esperanza en la resurrección: el de Cristo, el de Pedro y el de Santiago. ¿Qué más allá de la muerte distinto a los que ofrecen Roma y Jerusalem
sugiere Compostela, la ciudad de la estrella, para que así los cristianos se desvíen buscando intuitivamente algo de que por lo visto carecen los otros dos centros urbanos?
Ahora bien, si Roma, dueña absoluta del presente, reina sobre el espacio de tiempo en que se dilata el ciclo cultural que determina su existencia, y si Jerusalem designa incontestablemente el pasado, el punto de origen de ese mundo o entidad cultural, ¿qué puede significar dentro de un lenguaje rudimentario, formulado en alusiones y elementales sobreentendidos, esa tercera ciudad embrionaria situada al extremo de la ruta solar, si no es el futuro, el natural y luminoso punto de destino de ese ciclo? Si la primera se enclava en los dominios del Padre, al oriente, de donde el sol procede —Asia—, y si la segunda marca el zenit en el centro del mundo del Hijo —Europa—, ¿qué puede indicar la tercera ciudad si no es el futuro mundo del Espíritu a donde la luz se dirige cuando en los otros lugares reinan las tinieblas? ¿Qué, por tanto, sino América?
Tómese una regla, un planisferio y mídase. Compostela se encuentra en la avanzada de Europa más próxima cd Continente americano. Una increíble leyenda, un afán interior, una intuición extra racional, sirvieron de motivo para que desde las profundidades de la cristiandad acudieran innumerables peregrinos al sepulcro presumido de Santiago y que, después de visitarlo, obedeciendo sin duda a una imantación del Nuevo Mundo, se acercaran ritualmente a las orillas del océano, proveedor de sus simbólicas insignias de peregrino, para escrutar el insondable horizonte como si inquirieran ese más allá, esos nuevos orbes a que se refiere la extraordinaria profecía civil del poeta español Séneca. Y al hacerlo así aquellos hombres, encarnación de un ansia de resurrección de la conciencia humana, estaban situados en el lugar más próximo a América. Siguiendo el itinerario ’deal que trazan los anhelos impersonales de toda aquella masa humana, Colón, siglos después, desembarcará en el Nuevo •” undo. Y al hacerlo así cumplirá la más grandiosa, compleja e impersonal profecía en acción de que existe indicio.
Si esa tácita profecía se refiere realmente a la existencia de un mundo nuevo en que se cifran las esperanzas globales, indiferenciadas, de la muchedumbre y en particular las más elevadas del secular esplritualismo humano ¿no es lógico que su formulación se distinga por su carácter nuevo y por superar la conciencia entonces vigente de manera que corresponda al estado de conciencia más desarrollado que con el tiempo había de venir a comprender aquel lenguaje a posteriori? Dentro del orden creador ¿no son los vegetales antes en el tiempo que los animales que de ellos se nutren? No existe filosóficamente pero alguno que oponer a este singular fenómeno y sí, en cambio, mucho que admirarse con su perfección asombrosa. Conviene recordar, en efecto, que todo cuanto se refiere al futuro, al mundo nuevo, así como a la destrucción del mundo actual, ha sido'siempre designado en el lenguaje subjetivo de nuestra cultura, tal como aparece en los libros sagrados, por medio del símbolo de las ciudades o enjambres humanos viviendo en sociedad.Jerusalem, Babilonia. Sión---- son otrostantos conceptos simbólicos que juegan lo mismo en el Antiguo Testamento que en el Nuevo, y particularmente, por lo que a éste se refiere, en su codicilo: el Apocalipsis. ¿Qué mucho que cuando deba entrar en trance de cumplimiento ese fin de mundo y ese principio deshaciendo la dualidad antinómica de los dos mundos, convergiendo las realidades abstractas y las concretas hacia un solo lugar, se identifiquen también el lenguaje abstracto de los libros en que se explaya la realidad espiritual y el lenguaje concreto de los hechos exteriores de manera que a la noción espiritual de ciudad responda como un eco la existencia real y efectiva de una ciudad? Esta metáfora natural y elemental que designa a su vez una organización social de orden colectivo, sale así de los dominios abstractos para tomar cuerpo en el reino de lo concreto. De este modo se desindividualiza el fenómeno pro- fético de acuerdo con la esencia profunda de la realidad colectiva, la cual se manifiesta también en la substitución del individuo por la masa de personas sin nombre que tomaron parte en la gesta profètica compostelana. Todo ello es de una natura
leza tan compleja y perfectamente adecuada a las exigencias de la actual inteligencia consciente, concuerda con ella en forma tan complementaria que, una vez percibido, no es posible desentenderse de su verdad mientras no aparezca otra hipótesis mejor para substituir su apremiante evidencia.
Resulta así que, si uno de los patronos de España, la Virgen del Pilar, se relaciona manifiestamente con el Nuevo Mundo, Santiago, ya vinculado a él por la aparición de Zaragoza, se nos muestra a su vez particularmente relacionado con ese nuevo mundo que se revelará un 12 de octubre, día en que se celebra la conjunción de los dos términos de la dualidad de nuestro subjetivo nacional, como corresponde al mundo de la unidad o mundo universal que presagian. Los dos elementos figurados, cada cual por su parte y ambos mancomunados, designan una sola y misma cosa.
Confirmando estas perspectivas sucede que, dentro de la dualidad judeo-cristiana cielo-tierra, Compostela se halla situada materialmente en el Finisterre, al final de la tierra y, por consiguiente, en la suma cercanía del otro término, junto al cielo o reino prometido de Dios, de la Unidad. Y que su nombre anunciador, Compostela, (vulgarmente campo de la estrella, es decir, cielo), lleva en sí el elemento celeste que guía a los magos junto a la cuna del nacimiento donde se ofrece pai en la tierra a los hombres de buena voluntad, Venus, el lucero brillante de la mañana. Y así como Roma se encuentra en el centro del mar interior (subjetivo) y Jerusalem en las tierras asiáticas que conducen a ese mar, Compostela se encuentra en el territorio que bañan ambos mares pero a orillas del océano o mar universal (objetivo). Nótese al pasar cómo esta misma exposición escrita se caracteriza por ofrecer en visión objetiva un elemento exteriorizado que hasta el presente pertenecía al mundo imaginario, poético, en cuyos dominios el sujeto se desenvuelve.
La coherencia es todavía más completa. Según la substancia teológica de que vive el pensamiento cristiano, la unidad es trina, se compone de tres elementos. Tres son, en efecto, por lo que al presente nos toca, las ciudades que místicamente auguran en el
mundo suyo su fruto futuro o nuevo mundo donde hallará verdadera realización, indicando que el mundo universal o de la unidad habrá de constar de tres elementos, de tres bloques previamente distribuidos en el tiempo y correspondientes al Padre, al Hijo y al Espíritu. Sólo la aparición del tercer elemento puede resolver en definitiva el antagonismo virulento consubstancial al mundo de la dualidad; consubstancial por cuanto que la ausencia del tercer elemento regulador implica que la esencia dinámica del universo, al no estar establecido el trifásico ciclo rotatorio, se traduzca en la lucha constante entre los dos términos situados en oposición continua y amenudo violenta. De aquí que la guerra sea inherente a ese mundo así como que con él termine.
En términos generales puede decirse, pues, que a la clave histórica representada civilmente por el mito de las dos columnas corresponde, como término complementario dentro del mundo de la dualidad en que se han plasmado, otra clave histórica de carácter religioso, constituida por la existencia de las tres ciudades, la cual, frente a la dualidad mediterránea, lleva en sí el contenido tridimensional de la universalidad oceánica.
¿Cómo sorprenderse entonces de que a orillas de esa universalidad se divisen estas realidades que establecen una solución de continuidad en la evolución de la conciencia empezando a resolver la antinomia que parecía irreductible? ¿Pueden legítimamente rechazarse bajo el pretexto de que tales realidades no eran hasta el presente conocidas? ¿Acaso no ignoraba el hombre durante muchos siglos cosa tan íntima e inmediata para cada uno de sus individuos como la circulación de la sangre? Además, el plus ultra de España ¿no afirmaba la esperanza en un más allá? ¿Recusaremos porque sí ese más allá cuando se nos aparece como tal en forma enteramente inédita? ¿Podrá repugnarnos, por otra parte, que la vida histórica, correspondiente a un estado de conciencia insuficientemente desarrollado, se vista de imágenes como los sueños puesto que como en ellos existe una realidad reprimida que no puede manifestarse sino de modo metafórico o indirecto? ¿No es correcto del todo atribuir la noción mezquina que de ciertos
aspectos profundos de la realidad tiene todavía la conciencia humana a la naturaleza dual del mundo en que vive identificada con uno de los dos términos y deducir que existe un tercer elemento clave de la realidad de la que estas revelaciones son testimonio, es decir, que existe en el orden espiritual un verdadero Nuevo Mundo?
*
Santiago es en lengua española el santo por antonomasia: el único en quien el carácter sagrado se consustancia con el nombre. ¿A qué es debido tan excepcional realce?
Sin duda a sus legendarias intervenciones sobrenaturales a favor del pueblo cristiano en la lucha que éste mantuvo durante ocho siglos contra los mahometanos invasores. No son una ni dos, ni son Clavijo ni Coim- bra las solas veces en que, montado en su caballo blanco, la tradición nos le muestra viniendo en auxilio de los cristianos que en esta península sostuvieron el choque occidental contra la avalancha agarena. A él se le atribuyen las difíciles victorias ganadas en última extremidad. Véasele montado en su caballo sin mancha, en el equus, como una personificación del espíritu de equidad, en equilibrio como el fiel de la balanza de la justicia y blandiendo ésta su espada, sembrando el pavor y desbaratando los ejércitos infieles. El es el Salvador de España, el santo de los santos, el dique providencial que contuvo la formidable marea sarracena para acabar arrollándola. Modelo de guerreros cristianos, a su inspiración fué debida la creación de la Orden Militar que lleva su nombre. La interminable guerra de la reconquista, guerra al mismo tiempo de religión, conoció por él un final victorioso.
Obsérvese que el sentido de la enconadísima lucha religiosa sostenida en la península tiene un carácter muy definido. Frente a. la cristiandad triunfante y sus afirmaciones pacíficas, allá en las lóbregas profundidades de la edad media prende en el pueblo árabe un afán irreprimible de dominación y de conquista. No contento con señorear en el lado sur del mediterráneo, pretende adueñarse de Europa. Invade a Espa
ña, penetra en Francia, se apodera de Jerusalem, irrumpe en los Balkanes por el oriente. Durante muchos siglos constituyó la pesadilla de Roma que veía en él un peligro siempre inminente de intrusión devastadora. Puede decirse que la realidad mediterránea se manifiesta en la pugna entre estos dos elementos de la dualidad medieval cuyo punto de colisión occidental es España.
¿Qué es lo que contiende espiritualmente en tierras españolas? Una doctrina de paz contra una doctrina material de guerra. Mahoma, auténtico inventor de la guerra santa, opone a la mansedumbre del crucificado su dogma pagano de índole sensual y violencia bélica, su elevación de la fuerza a suprema categoría histórica. De este modo santifica los instintos primarios e irra- tionales de conquista justificándolos con razones de espíritu. Mas éste queda así pervertido, sometido -al arbitrio de la materia. La proyección espiritual de tal sistema, su manera de concebir la perfección paradisíaca, nos revela la naturaleza de su contenido profundo. Al paraíso intelectual, abstracto, de espíritus puros y cuerpos santificados, Mahoma opone un paraíso sensual dominado por el espectro corpóreo. Esta calidad antinómica, verdadera inversión de valores, fué causa de que los pueblos cristianos consideraran durante la edad media a Mahoma y a sus huestes como una personificación del Anticristo.
Sucede, pues, que la edad media española se caracteriza fundamentalmente en el plano filosófico por ser una lucha de una doctrina de paz contra una doctrina guerrera y anticaritativa de fuerza, o sea, contra una modalidad pseudo espiritualizada de la esencia de Hércules, siendo Santiago el defensor de los cristianos contra esa sistemática violencia. Aparece aquí ya planteada la misma batalla agresiva de la fuerza contra la defensiva del más allá de la fuerza que acabamos de ver desarrollarse durante la guerra civil.
Más aún, tenemos que sólo después de consumada en 1492 la expulsión de los moros se descubre el Nuevo Mundo. De otro modo: sólo cuando es vencido por completo y estirpado el mito de la fuerza, cuando son quebrantadas en su proyección espiritual las columnas de Hércules, aparece en
figura de nuevo continente el apetecido más allá. Las intervenciones de Santiago desaparecen por completo de la vida nacional. Se extinguen las peregrinaciones. En cambio, para que en el aspecto subjetivo no quede duda alguna, Santiago vuelve a aparecer, a hacer acto legendario de presencia en América, en el solar de su promesa, en el Cuzco, la Nueva Castilla, donde volvió a prestar auxilio a los conquistadores cristianos.
¿Cabe mayor perfección, mejor musical acuerdo, en la trama significativa de estas figuras? Más allá de la fuerza, Nuevo Mundo, América, son elementos que están en constante juego sutil y profundísimo. Una vez más los motivos espirituales vienen a confirmar el tema básico. Ahora es la existencia de Compostela o ciudad de Santiago, situada en la punta del Finisterre y en las proximidades de América la que indica que el nuevo mundo a que sirve de hito, ese cielo metafórico, se halla más allá de la fuerza, más allá del mundo grecolatino, más allá de la tierra de Adán, en el reino verdadero del espíritu.
¿Casualidad? La palabra ROMA, derivada del griego, significa fuerza.
*
El Apocalipsis ejerció, como es notorio, una considerable influencia sobre las imaginaciones medievales. A él se debieron en buena parte los terrores del año mil. Y a su poderosa imaginería puede atribuirse, sin duda, la forma que tomó en España el mito de Santiago al aparecer montado en su caballo blanco atropellando moros como el Verbo de Dios cuando lucha en la revelación apocalíptica contra el dragón y sus secuaces. Mas si esto explica el modo como se comporta uno de los elementos que intervienen en el maravilloso drama poético mostrándonos, además, la vía por la que a él logró entrada, nada nos enseña sobre los inmediatos determinantes de los siguientes hechos que son, sin embargo, apocalípticamente complementarios:
El enigmático número 666, número de hombre, que, según el Apocalipsis, corresponde a la bestia en que se manifiesta la
fuerza en su grado más agresivo, coincide en griego, como muchas veces se ha señalado, con el nombre de Mahoma, profeta de la fuerza.
Mahoma, los mahometanos, son arrojados del territorio peninsular donde Santiago suplanta por anticipado la figura del Verbo, inmediatamente antes de que aparezca el Nuevo Mundo, la prenda significativa de la Jerusalem celestial. Se suceden, pues, en España las mismas etapas apocalípticas: vencimiento de la bestia y descubrimiento de la universalidad cifrada en el Nuevo Mundo.
Ocurrió todo ello inmediatamente después de la unificación de la península, a saber, cuando se realizó políticamente la unión de los múltiples reinos en una misma institución y personas y cuando, en el mismo año que los agarenos, fueron a su vez expulsados los judíos. De esta manera España en el lindero de la unidad se desprendió de los dos elementos de la dualidad del viejo mundo de Abraham, —elementos que hoy contienden sintomáticamente en Jerusalem—, de las dos religiones que con el cristianismo integraron la trinidad peninsular.
Cuando este conjunto solidario de hechos se realiza, el escudo de los Reyes Católicos ostenta no menos sintomáticamente el águila del Apocalipsis, tratado del fin de la multiplicidad babilónica con su confusión lingüística y su consecuente ideal de fuerza- Una sola lengua nacional reina desde entonces, el Verbo de la Unidad, el castellano.
Tan concretas coincidencias autorizan a afirmar que España muestra en la distribución de ciertos elementos esenciales de su historia, en las postrimerías de la edad media, un evidentísimo parentesco con las figuras apocalípticas .constituyendo una primera traducción a lenguaje histórico del contenido esencial de ese admirable tratado imaginativo. Los dos lenguajes se unifican. Clave y figura del mundo en su tendencia a la universalidad, España es entonces anuncio ignorado de aquello que hoy, y solamente hoy, después de su realización, se nos muestra en perspectiva visible. La dualidad aparente que forman los elementos objetivos de la historia y los subje
tivos del pensamiento imaginativo generan en aquel momento una entidad intermedia. Dios y César convergen hacia una futura identificación moviéndose dentro de un área de realidades complementarias aunque en apariencia dispares. Los extremos, —objetivo y subjetivo—, se tocan situando a la conciencia en pleno plano poético, dentro de la misteriosa y revolucionaria dimensión cuya presencia produce, para empezar, el vértigo.
¿Un paso más allá?Decimos que Compostela, la ciudad se
pulcral de Santiago, anuncia la realización del prometido cielo, siendo por tanto una primera imagen de la ciudad que del cielo baja en el Apocalipsis. Conducidos por la estrella contenida en la palabra de su nombre —¿no estamos en el plano del Verbo?—y al modo como los Magos se acercaron a la humanidad recién nacida de Cristo, concurrieron a ella innumerablemente aquellos hombres en quienes adquiría realidad dinámica durante la edad media la aspiración a un orden de luz, maravillosamente nuevo, a un amanecer del espíritu.
Como consecuencia de una metáfora plástica, si no por otras razones, a la nebulosa estelar que cruza nuestro cielo diósele el nombre de Camino de Santiago.
Pues bien, resulta que hasta hace muy poco la astronomía afirmaba que nuestro universo, el universo que se mueve por ese camino de Santiago, se dirigía hacia la constelación de Hércules, de la fuerza. Recientes cálculos realizados en este umbral de la universalidad, en los primeros albores del mundo nuevo, nos afirman, y así consta en los manuales de astronomía, que nuestro universo se dirige —por el celeste camino de Santiago— hacia la constelación de la
Lira, de la Poesía, esto es, de la creación en su realidad dinámica y visión directa tal como, según el Génesis, era perceptible en el paraíso antes de que fuera de él arrojada la fabulosa pareja que perdió de este modo la visión de Dios, de la Unidad creadora.
¿No asegura, por cierto, el Apocalipsis, que el cielo antiguo desaparecerá como un libro que es arrollado y que aparecerá, en cambio, un cielo nuevo?
El que pueda explicar que explique.Por nuestra parte, nos contentaremos con
subrayar la extrema riqueza de esta síntesis; poética integrada por elementos de toda suerte, y de carácter prácticamente universal: objetivos, subjetivos, históricos, legendarios, geográficos, cósmicos, filosóficos, religiosos, engranándose armónicamente dentro de un único orden poético, en movimiento y, en verdad, maravilloso. ¿Podría ser otro el modo de dar testimonio fehaciente de la realidad universal? ¿No nos hallamos acaso en plena poesía, en plena dimensión creadora? ¿No es significativo a este respecto que todos los poetas de España y de América se hayan encontrado junto al pueblo español en su cruento sacrificio? ¿Podría ser acaso de otro modo?
Mundo nuevo, conciencia nueva.Cielo nuevo...Y como consecuencia el grave e inevitable
trastorno de la idea de tiempo, en cuanto que se vislumbra la esencia simultánea de cosas que la historia registra como sucesivas. ¿Mas no nos dice "el ángel fuerte” del Apocalipsis, aquel cuyas piernas “son como dos columnas de fuego” y tiene en su mano un librito, aquel que “juró por el que vive para siempre jamás, que ha criado el cielo y las cosas que están en él y la tierra y las cosas que están en ella y el mar y las cosas que están en él”, es decir, por el Creador, “que el tiempo no será más”?
L A V O Z C A U T I V APor Emilio PRADOS.
I
Como el agua pregunta.Como la misma lumbre se resbala.
Si tajaran el pecho; si cercenaran la garganta:¡qué hondo estanque redondo encontrarían!
Quieta el agua profunda de la sangre:¡qué crisálida eleva de su centro!¡qué luí votiva o cinta interrogante!
Como un cisne, allí en medio,—¡qué fecunda palma!— vive la voz cautiva.
IIUltima Lucha
Pero, ¿quién llama?¿qué solemne espectrosu presencia real atemoriza en tanto golpe?La carne no contiene su quebranto; suben desmelenadas las hordas de sus pulsos.Contra paredes, hielos u horizontes empeñará combates resistiendo.¡Oh, las sienes, que espanto!
Ya llegan.Multitudes aprietan cielos de lucha, estrellas íntimas. Devastan las ciudades ráfagas sin viento.Las ventanas claman.El humo o sombra insiste calcinando.Huye fugaz sueño perseguido.
Y esa voz. . . ¿a quién llama?
—Escuchad.Aquí estoydentro del pecho: ¡abridme!
Que las tumbas despeguen sus pétalos unidos. Que gritos de ceniza eleven braços ¡Viva la luç, el aire!¡Oh turbión de la sangre!¡Oh desmandada fuer ça que dominas!: que pise el cuerpo tierra firme.¿Dónde van altas yedras por las nubes?
Pero vienen; ya llegan.¡Oh triunfadora lucha!¡Oh dura bocanada de la Muerte,tu arboleda se rinde,tus torres se desploman ya vencidas!¡Qué torrentes de vida se levantan de tus sombras caídas!
Canta.Canta el violento impulso de este encuentro.Canta el calor del hombre.
¡Oh solemne espectro, emerge pronto del escombro o de la carne!
IIICanto
Ancha lengua que subes.Destructora conciencia aguda que no perdonas: trabaja, lame, pule o edifica tu ardiente vasallaje.
Abrete segura, hoja o cabellera que tu voluntad grita. Ataca, punça, desmorona la carne, el canto o el cemento.Sube, enróllate, aprieta con tu asfixiante estrago la cal o la mentira, la fibrosa entraña, los caños de la vida, la madera o el yeso.¡Gubias por el aire!
Cruje, crujan, que crujan abajo, arriba, en el blando costado.Húndete en las profundas negras galerías.Te hundas en las tronchadas aguas descendentes, en el papel más blanco, en el turbio secreto.Salta.Cruje, crujan, que crujan:¡no descanses!¡Oh espeso manto de tu ardiente aliento, asciende,revuélvete en el suelo, que agoniza!
Ancha lengua que subes.Tela que sin memoria, enloquecida, devastas cuerpos, ríos y ciudades:Vuelve, que vuelvas, vuelva,que te llaman las torres, las crujientes venas, la piedra en las campanas: - Ven,que vengas, _ - •que vuelvas, rompedora de sombras.¡Oh! ¡Clávate en los pechos!Tus buriles se pierdan por la sangre.¡Más hondo!¡Más arriba!¡Libértala!¡Liberta su edificio!¡Oh luz desmelenada!¡Destructora conciencia!¡Ancha lengua que subes por el viento!
(1934)
S E M A N A - S A N T A(1937)
Por José Manuel GALLEGOS.
Para la gente, para la inmensa mayoría de la gente, ser católico ¿es un baldón de ignominia o una singularísima honra? Comprendo de sobra que este dilema carece de sentido. Y, sin embargo, es en esa forma, ni tan zafia ni tan absurda como a primera vista parece, cómo las gentes resumen el juicio que les merece la conducta de los católicos.
Sin sospecharlo o con plena conciencia, el certero instinto popular pone el dedo en la Haga. Porque si iihputa a gloria o deshonra del catolicismo lo que hacen o dejan de hacer los católicos ¿no afirma por esto mismo la terrible responsabilidad que sobre ellos pesa como obligada consecuencia de su vocación divina? Y ¿no es esto calar hasta al ser más hondo y puro del católico?
Esta obligación de dar testimonio de Cristo, consustancial al católico, es la verdad profunda que inspira y justifica las recriminaciones, las injurias a veces, que se hacen a los católicos. Se les exige que sean lo que deben ser. Y cuando no lo son, la gente tropieza en ellos como en piedra de escándalo. Sincero y ferviente homenaje a la verdad, esos reproches, gritos de dolor y de desilusión.
Pero les falta, para su completa exactitud, recoger otro aspecto primario y fundamental del catolicismo, pues no es éste invención y conducta humanas, sino revela- ción y gracia divinas. Esos escándalos, con todas sus consecuencias, han sido previstos
el plan divino de la salvación de los nombres. Más aún, forman parte integrante de ese plan que necesita para desenvolverse con toda su generosa amplitud vencer los obstáculos de toda clase que le ponen los hombres.
Lo comprendí con más claridad que nun- ca en la Semana Santa de 1937, en plena guerra contra España, cuando la conducta de muchísimos católicos españoles sacudía de indignación a los aue no lo eran y llena
ba de confusión y de dudas a muchos que . siempre lo habían sido. Me refugié entonces en el recuerdo de la Pasión de Cristo y ella me dió la clave para acercarme al lado misteriosamente divino de hechos y palabras bajamente humanas.t : *
En los altares, cada día se crucifica a Cristo. No pasa un minuto sin que se realice en el mundo, en este mundo, la verdad divina del cristianismo. Pasión, muerte, resurrección de Cristo y sólo de Cristo. Y redención de los hombres. Como Dios quiere y en la forma que quiere.
Del altar a la Cruz, de la misa a la Pasión. Una y la misma realidad. Por esta sola vez, el sacerdote es también la víctima. Cristo se entrega a los esbirros. Es la voluptad del Padre. Cumplirla le pareció, momentos antes, cáliz amargo. Pero ya pasó. Su vida por la de todos los hombres. Yo soy; pues si a mí buscáis, dejad ir a éstos.
Estos son los que entonces constituyen con El el germen de la Iglesia. A su cabeza está el que será el primer Papa, Pedro. Y Pedro, que no es el que va a morir, saca la espada para impedir que muera el. Maestro. Si el medio es malo, el fin es aún peor. Quiere matar y no morir. Y el misterio divino exige morir y no matar.
Los soldados que prenden a Jesús son emisarios de toda la humanidad. De los hombres de todos los tiempos y de todos los países. No conocen a Cristo la mayor parte. Y los que han oído algo de El, le odian. Pero son suyos. Se los ha dado el Padre. Y el rescate de su ignorancia y de su odio es la muerte del Justo.
Pedro aún no lo sabe. Sin embargo, días antes, Caifás le había comprendido. El enemigo fué más clarividente que el discípulo. El pueblo necesita la muerte del Justa. Y hay que salvar al pueblo. En nombre del pueblo habló Caifás. Y Caifás dijo
que era necesario que un hombre muriese por el pueblo. Terrible verdad que, una vez por todas, va a hacerse patente en el Calvario.
En esta hora de plenitud, la presienten todos. Más que nadie el pueblo. Su frenesí deicida es ansia de salvación. Contenida en el pecho mucho tiempo, sale a borbotones de los labios en esta hora redentora. ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Está cumpliendo su deber. En la pasión pone lo que debe poner: su ignorancia, su miseria, su pecado.
Cristo en el centro, alrededor el pueblo. Y es el pueblo con su intuición profunda —odio y amor, crueldad y compasión— el instrumento de que se sirve la voluntad del Padre. Pilato, el cobarde, se rinde a las exigencias del pueblo, que le obliga a hacer justicia. La justicia divina que está sobre la humana. Sería absurdo invocar leyes humanas, cuando está a punto de cumplirse el fallo de Dios. Pilato se lava las manos y deja libre el curso de la justicia divina.
Todos viven como les corresponde esta hora única. Todos, menos Simón Pedro. Simón Pedro, que tenía espada, sacóla e hirió al siervo del Pontífice y le cortó la oreja derecha. Si los discípulos que huyeron secundan el gesto de Pedro, su violencia sacrilega hubiera sido un nuevo obstáculo para la realización del eterno plan divino. Los únicos creyentes que entonces existen no cooperan, sino que se oponen a los designios divinos. Punzante revelación que ya jamás podrá olvidarse. Junto a Cristo, la debilidad humana de los suyos. Cuando Dios impone morir, los hombres que le siguen prefieren matar.
Pero Cristo está allí. Mete tu espada en la vaina. El vaso que el Padre me ha dado ¿no lo tengo de beber? Sólo Cristo puede ser el redentor y El quiere morir.
•
Noche de conciliábulos y misterios. Mientras el pueblo brama en la calle, los poderosos intrigan en los palacios. Por un momento han depuesto sus sempiternas rivalidades. Herodes y Pilato se han reconciliado. Nacionalistas y romanos fraternizan. Todos están ya de acuerdo. Les une el miedo. Han comprendido que si ellos no acaban con Cristo, Cristo acabará con ellos. Y su poder es lo primero.
Pero son cobardes y no quieren confesar públicamente sus fines. Necesitan ocultar con palabras altisonantes su intenciones podridas. Maestros en el arte del disimulo, pronto las encuentran. La defensa de la nación. El prestigio de la autoridad. Y, sobre todo, el honor de Dios. Vuelan las consignas, que una gran parte del pueblo cree cándidamente. Ellos, los poderosos, no defienden sus privilegios, ni pretenden robustecer sus poderes vacilantes. Se sacrifican por la buena causa. Cristo es un agitador. Desprecia las tradiciones patrias. Fomenta el descontento contra la dominación romana. Y, ¡pecado de los pecados!, es un blasfemo. Guerra santa. En nombre de Dios hay que matar a Cristo.
En pleno éxito de la maniobra, Pedro quiere intervenir. ¿Para desbaratarla? ¿Para decir a gritos la verdad y, si no era oído, morir con Cristo? En esta hora suprema, Cristo tiene que estar solo, terriblemente solo. Abandonado de todos. También del que será su Vicario, Pedro sigue sin comprender nada de la terrible verdad que tiene ante los ojos. Ahora que se le ha pasado el furor bélico, pretende conseguir con la astucia lo mismo que antes quiso obtener con la violencia. Que no muera Cristo, que la redención no se consume.
Llega en un momento oportuno. Uno tras otro se han enfrentado con Cristo todos los poderes de este mundo. De este mundo, que es lo único que Cristo no quiere salvar. A este mundo, a los poderes de este mundo, Cristo no tiene nada qué decirles. Calla. Tercamente. Obstinadamente. Sus palabras no cabrían en ese ambiente cerrado, sin aire y sin libertad. Si quieren saber de él, que pregunten al pueblo. Siempre habló en la plaza pública.
De ella huye Pedro. ¿Por qué la deja? ¿A qué viene al palacio del poder temporal el que dentro de muy pocos días va a recibir plenos poderes espirituales? Dejar la calle por el palacio ¿no es ya trocar la verdad lisa y llana por la componenda y «1 amaño? ¿Qué tendrá qué decir Pedro allí donde Cristo guarda el más completo silencio?
El Pedro que entra en casa del soberano pontífice es el de los días aciagos. Aquel
que en una ocasión quiso disuadir a Cristo de que muriera en la cruz. Y Jesús le dijo: Apártate de mí, Satán; me eres escándalo, porque no entiendes lo que es de Dios, sino lo que es de los hombres. Ahora también sus pensamientos son humanos. Pedro va a pactar con los poderes de este mundo. Pedro va a hacer política. Una política sacrilega, dispuesta a ceder lo único inalienable: la libertad, para evitar lo único inevitable: la muerte de Cristo. Si aquel zorro viejo que había conseguido por treinta dineros que Judas vendiera a su Maestro, llega a ponerse al habla con Pedro ¿qué concesiones no le hubiera arrancado?
Jesús tiene atadas las manos. Lo primero que han hecho los poderes de este mundo es encadenarlo. Quizá llegaran a tolerarlo, si permaneciera siempre así, callado y quieto. Pero El va a morir, quiere morir. Es libre. Nadie ni nada podrá arrancarle su libertad. Las intenciones políticas de Pedro no prosperarán. Allá abajo, en la portería, ante una humilde criada, una, dos, tres veces, Pedro niega y reniega de su Maestro. Huye despavorido. Canta el gallo. Cristo triunfó.
»
Ni de Cefas, ni de Pablo, ni de Apolo. De Cristo. Unicamente de Cristo. Por El y con El contra todo y para todos. La fe, ingrávida, espiritual, divina, estaría siempre en vilo, si no tuviera el apoyo de la palabra de Cristo. Sólo Tú tienes palabras de vida eterna, reconocía Pedro. Vida eterna, fuera del tiempo, fuera de este mundo.
Quien empieza a vivirla, no tiene más Que un camino: el de la Cruz. Morir con Cristo. Negarse a pactar con el mundo. Y salvar al pueblo, que es el dón que el Pa- dfe ha hecho a Cristo. Pasión y muerte, siempre pasión y muerte. En el altar. En el corazón de cada creyente sincero.
Sin compasión humana. Solo. Terriblemente solo. A los pies, el mundo; detrás, el diablo; dentro, Cristo. El sacrificio empie- za. ¡Cómo duele! El mundo tira hacia abajo. Se rompe con el mundo. El demonio ti- ra hacia atrás. Se lucha con él. Cristo empuja hacia adelante. ¡Cómo cuesta seguirle! Cada tirón, una desgarradura. Cada paso, una caída. Adelante. Siempre adelante.
Y viene la gran tentación. Pedro, el mismo de la pasión, a evitar el sacrificio. En vez de pasión y muerte, política. A entrar en negociaciones con el mundo. La libertad a cambio del privilegio. Crucifixión, no; protección. ¿Y el pueblo? El pueblo para el César. A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.
¡Cómo duele! Y Cristo, aún más callado que en casa de Caifás. No quiere ahorrarnos ninguno de sus dolores. Y ahora Pedro no está en la portería. Lo han subido arriba, al estrado principal, se sienta a la mesa de los poderosos de este mundo. Confusión impura y cegadora.
¡Luz! ¡Luz! ¿Es ya la muerte? ¡Si aún no nos han crucificado! Pero ya empiezan. Latigazos de palabra. Almas en la picota, como cabezas de condenados. Penas que, como espinas, se clavan muy adentro. ¡Dios mío, Dios mío; por qué me has abandonado! ¿Dónde está Cristo?
La cabeza da vueltas y más vueltas. Oscuridad. Angustia. Duda. ¿No quiero seguir a Cristo? ¿Por qué entonces en su nombre me condenan? Un relámpago de comprensión. Se está cumpliendo el misterio. El divino misterio de la humana debilidad de los cristianos. De todos los cristianos. De los que se sacrifican, en su desfallecimiento; de los que persiguen, en su incomprensión. Cristo, y sólo El, muere. Cristo y sólo El, redime.
Un suspiro de alivio. Aún sigue la tormenta, pero ya no es tan negra. ¿Crees? Creo. Lo que Pedro enseña. Ni más ni menos de lo que Pedro enseña. ¿Obedeces? Obedezco. Voy en busca del cielo por el camino que Pedro me traza, con los pastores que Pedro me da. Pero mi fe y mi obediencia me hacen libre para amar a Cristo y lo que El amó. Con mi libertad he de defender mi vida de cristiano.
Sólo Cristo es inconmovible y lo que se basa en El Junto a Cristo, la debilidad de los suyos. Unas veces sacan la espada o declaran la guerra santa y otras —Pedro también lo hizo— lloran lágrimas de arrepentimiento. En ellos y de ellos triunfa la gracia de Cristo. ¿Política clerical? No. ¿Pactar con el mundo? No. ¿Abandonar al pueblo? No.
Hombres de poca fe, ¿por qué dudáis?
H O M E N A J E A A N T O N I O M A C H A D O
El primero de los actos organizados por la Junta de Cultura Española tuvo lugar en los salones de su nueva casa, el sábado 24 de febrero. Estuvo dedicado a la conmemoración del altísimo poeta Antonio Machado en el primer aniversario de su muerte, acaecida en el destierro, como se sabe, el 22 de febrero de 1939. Ocurrió la pérdida irreparable en Collioure, playita mediterránea situada a pocos kilómetros de la frontera española, en cuyo cementerio y a cargo de una comisión de la que forma parte un delegado de la Junta de Cultura, los restos del poeta aguardan junto a los de su madre, a que el pueblo español, arrojado infamemente del solar de sus mayores, pueda reintegrarse en cuerpo y alma, por entero, a los hogares que en legitimidad le pertenecen.
Se caracterizó el homenaje por su deliberada ausencia de todo artificio. Creyó la Junta de Cultura servir de modo más perfecto a la memoria del poeta suprimiendo en absoluto toda preparación. Limitóse a dar ocasión, por medio de una sencilla convocatoria, a que se manifestara improvisadamente, en selectísima intimidad, la emoción que embargaba a los reunidos frente al retrato, ornado de claveles rojos, del ilustre poeta.
El resultado, a juicio de la asistencia, fué notable. Conducido el cambio de recuerdos e impresiones por José Bergamin, inmediatamente adquirió la gran altura debida de la que no decayó ni un solo instante. Mexicanos y españoles se sucedieron en el uso de la palabra, con igual felicísima inspiración. Los poetas Xavier Villaurrutia y Carlos Pellicer leyeron con emoción insuperable varios poemas por ellos elegidos. La palabra española brotó de este modo espontánea, auténtica, maravillosamente, a través de sus naturales medios de expresión, de la comunión establecida entre los allí congregados con la verdad transcendente de nuestro pueblo.
En homenaje al ilustre desaparecido, ESPAÑA PEREGRINA se honra publicando a continuación, apenas retocada, la versión taquigráfica de la sesión inolvidable.
Mas no sin antes ofrecer a sus lectores el siguiente poema inédito, de Antonio Machado, escrito hace ya muchos años, un adiós a los campos de Soria, donde dejaba el cuerpo de su amada mujer muerta:
A d i ó s , campos de Soria donde las rocas sueñan, cerros del alto llano, y montes de ceniza y de violeta. Adiós, ya con vosotros quedó la flor más dulce de la tierra. Ya no puedo cantaros, no os canta ya mi corazón, os r e ía .. .
José BERGAMIN:
Nos reunimos aquí esta tarde para conmemorar el primer año de la muerte de don Antonio Machado. Pocos días antes de llegarme a París la noticia de que había muerto, tuve yo carta suya en que, contestando agradecido a aquellos amigos que en Francia le ofrecían sus propias casas en el campo —el profesor Cohén, Jean Richard Bloch, Jouvenel y tantos otros— me confiaba el poeta todavía sus proyectos, sus esperanzas. Viene ahora a mi recuerdo, al recordarle, aquél presentimiento melancólico que me hizo detener la pluma cuando escribía sobre él para Hora de España, evocando las últimas horas en que estuvimos juntos. Era en Barcelona al empezar el otoño sangriento de 1938. Visitaba yo al poeta en aquella amplia casa, mejor palacio, en que vivía, rodeado de un viejo jardín romántico. Por aquellos vericuetos frondosos discurríamos su hermano José y yo, hablando íntimamente de don Antonio; y comentábamos cómo su dramático destino le impedía gozar de todo aquello que había deseado siempre. En efecto, el poeta que vivió la mayor parte de su vida, desde que perdiera su infancia, en humildes cuartuchos pequeños, reducidos, vivía de la nostalgia de jardines inmensos, de estancias apartadas, de inacabables galerías; y ponía un dejo melancólico en nuestro discurrir presente el que fuese ahora, cuando el poeta apenas si podía andar_ por ellas, cuando las amplias estancias y galerías, las avenidas del jardín solitario, le llegasen, las tuviese tan cerca; como si su irónico destino le cercase con ellas por la muerte. No me atreví yo entonces a escribir eso tan enteramente como ahora lo digo y como entonces lo pensaba sin querer pensarlo; por eso detuve mi pluma al escribirlo; y al suceder, después, meses después tan sólo, la muerte del poeta, recordaba, como ahora lo recuerdo, este triste presagio. La muerte fué cercando su vida poco a poco con lo que más hubiera deseado; y fué trayéndole, como recuerdo infantil, como juguete de niño, aquellos jardines, aquellas inmensas estancias y largas ga- lerías, para llevarle, y llevárnosle dulcemente por días, apartándole del vivir en que apuraba su nostalgia.
Daba el reloj las doce... y eran doce golpes de azada en tierra...■ ■■¡Mi hora! —grité—- .. . El silencio Tne respondió: —No temas; tú no verás caer la última gota que en la clepsidra tiembla.
Dormirás muchas horas todavía sobre la orilla vieja, y encontrarás una mañana pura amarrada tu barca a otra ribera.
Murió Antonio Machado en el destierro; y exactamente como él lo presagiaba: en pleno mediodía. Había muerto asesinado Federico Gar
cía Lorca al amanecer. Don Miguel de Unamúno preso en su casa, en aquél "angosto gabínetiia" de su Salamanca, que sus amigos recordaremos siempre, murió al caer la tarde. No nos parece: vaga y sin sentido esta relación en el tiempo de morir de nuestros tres poetas. Es significativa.
“Mataron a Federico, cuando la luz asomaba". Y era natural que así fuese en quien al dar su vida como testimonio de la verdad porque inocentemente moría, uniendo al del pueblo español su propio destino, moría con la esperanza: “cuando la luz asomaba”. Murió, en cambio, don Miguel de Unamuno acercándose al atardecer, como si todo el sentido y razón de su agonia se perfilase de este modo, por el morir, ante la noche oscura; entrando en ella por la muerte al clarear de la estrellada. La noche oscura y clara de San Juan y de Fray Luis en la que don Miguel hondamente vió y pensó y sintió el destino de España. Moría don Antonio Machado cuando “daba el reloj las doce y eran doce golpes de azada en tierra”. “En la desnuda tierra”. Muerte plenamente esclarecida, la suya, como plenamente esclareció con su palabra, el sentido total y humano de nuestro pueblo. Fué plenitud humana la de su poesía, la de su palabra firme, luminosa. Poesía que en su palabra tuvo siempre seguros contornos de pensamiento.
Aquella palabra honda, clara, de esta poesía popular y española de don Antonio Machado, es la que vamos a repetir aquí esta tarde en su memoria, con el fervor de su recuerdo; y vamos a avivar a este recuerdo, como brasa al soplo de su voz, todas nuestras mejores esperanzas, las que fueron las suyas. Duerme el poeta para siempre "sobre la orilla vieja" y hoy encontramos, “una mañana pura", que amanece “su barca atada a otra ribera"; a esta ribera nuestra. Don Antonio se fué, su barca vacía está aquí con nosotros. Su barca, atada a esta ribera, evoca, recoje sus palabras. Escuchémoslas cuando como ahora:
en el ambiente de la tarde flota ese aroma de ausencia que dice al alma luminosa: nunca, y al corazón: espera.
Xavier VILLAURRUTIA:
Lee los poemas de Antonio Machado, Recuerdo infantil, Yo escucho los cantos y Copla elegiacas.
Carlos PELLICER:
Hace dos años y medio vi por primera y única vez en Valencia a Antonio Machada Se celebraba el Congreso de Escritores antifascistas; No lo volví a ver nunca más. Hace veinte años se me había encargado mi primer trabajo literario, una selección para la publicación en México-, de los poemas de Antonio Machado. Aunque e r a '
muy muchacho, por primera vez aprendí a reflexionar sobre la poesía. En el curso de literatura, en el preparatorio, había oído leer un magnífico poema de Rubén Darío dedicado a Machado. Un soneto, Caracol, un canto de vida y esperanza. A esa edad, a no ser uno un Alfonso Reyes, dice muchas tonterías. De las notas que yo puse al frente de la selección, no me atrevo a recordar sino cinco renglones de una donde se afirma que tanto Machado como Rubén Darío tenían una sensible preocupación de la muerte. Al cantor de los cisnes le horrorizaba no saber a dónde vamos ni de donde venimos. Y citaba yo el mismo poema a que se ha referido José Bergantín.
Daba el reloj las doce... y eran docegolpes de azada en tierra...
Carlos Pellicer lee a continuación los poemas Retrato y Tarde de Primavera.
Alfonso REYES.
No puedo negarme a la invitación tan amable de mi amigo José Bergantín, pero conste que yo no venía dispuesto a hablar sino a escuchar. En efecto, mi propósito era el de recoger, en las conversaciones que aquí han de desarrollarse, ia visión del último Antonio Machado, el que yo ya no conocí.
Mis últimos encuentros con don Antonio datan de muchos años, de muchos lustros; de allá cuando él aparecía de tiempo en tiempo en Madrid, porque estaba metido en su Soria fría, donde, además del calor de su poesía, le acompañaban aquellas sus constantes inquietudes de meditador y estudiante de filosofía, aspecto sobre el cual la crítica no siempre ha insistido y de que queda testimonio en sus versos. No me refiero sólo a la atmósfera filosófica de su pensamiento, sino a sus aficiones estudiosas, a sus lecturas de libros de filosofía (recuérdese, en uno de sus poemas, la mención de Los datos inmediatos de la conciencia, de Bergson).
No es esta la ocasión de hacer una revisión de aquella poesía que parece agua para la sed del alma, agua bebida en el manantial y echado de bruces sobre el suelo.
Todos aquí conocen ya la calidad de esta obra poética, donde lo que más sorprende es que Machado haya podido alcanzar, con recursos tan elementales y sencillos, tan exquisitos efectos artísticos. Y esto es más notable en una época como la que vió nacer aquella poesía, época en la cual se abusaba un poco de lo que, tomándolo a mala parte, se ha llamado literatura. Esta virtud estética de Machado no es más que una prolongación de su forma ética. En Machado la probidad era virtud de la conducta y también del pensamiento. Sólo escribió cuando tenía algo que decir. Su bondad fué tan grande que le llevó a las alturas de la heroicidad (siempre probo) sin usar de
las actitudes histriónicas de la heroicidad. Pero, repito, todo esto lo saben ustedes y no es necesario extenderse sobre ello.
Para traer alguna aportación, por modesta que sea, a estas conversaciones, quiero sólo referirme aquí a esa nostalgia de grandes patios y jardines que José Bergamin acaba de señalarnos como una visión de fondo constante en el espíritu de Machado. Según él nos dijo. Machado logró realmente vivir en ese ambiente durante sus últimos días de Cataluña. Pero yo quiero señalar el hecho de que aquella nostalgia era, en efecto, una nostalgia verdadera, es decir: un recuerdo. Es, en suma, el recuerdo de su infancia pasada entre los patios y jardines de aquella casa sevillana llamada la casa de Pilatos, donde el parque se escalona en terrazas a distintos niveles a la manera de Italia; dulce ambiente de naturaleza que el gran español sólo encontró otra vez en los días que precedieron a su muerte.
José BERGAMIN:
Es exacto lo que acaba de decirnos ahora Alfonso Reyes. Vivía en el poeta esa nostalgia de jardines y galerías, como las de! alma, por un claro recuerdo de niñez: el de Sevilla. Y también es exacto que fué en él determinante de su vida y de su poesía el afán humano de la verdad. Y esto es filosofía y ética. Pues todos le vimos igualmente “hundir sus manos puras en el agua serena' para “alcanzar los frutos encantados” de ese saber que el vió ‘en el fondo de la fuente”, soñando. Eué siempre la poesía la que dió expresión verdadera a su pensamiento; pero fué también siempre este pensamiento, hondo, vivo, español, el que dió raíces vivas, filosóficas y morales a su poesía. Así dialogaba consigo mismo como dialogaba con don Miguel de Unamuno que le dijo, al separarse de él por última vez en 1936, tan sólo estas palabras : “Estoy ciego, estoy ciego'. Cuando el propio don Antonio me contaba este último diálogo entre él y don Miguel, veía yo trascender de su recuerdo aquél dialogar con las sombras vagas que siempre convivieron, para el poeta, con esta otra sombra quijotesca de Unamuno. Sombras que están ahora también esta tarde con nosotros, sombras magistrales de Abel Martín y Juan de M aireña. Este dramático dialogar entre sombras ponía en don Antonio y en don Miguel aquél acento claro y hondo de un pensar y sentir español que es también un diálogo y del que se ha dicho que expresa el dramático dialogar íntimo de todo lo español como la yustaposición de lo estoico con lo cristiano. Esta es la línea viva del estilo esencial de España en la palabra de su pueblo por sus filósofos y poetas. Así, en don Migue! de Unamuno y don Antonio Machado, dialogaba sombríamente este dramático modo español de ser humano y, por lo popular, divino.
Como ahora lo estamos recordando en su imagen aquí retratada, vemos que esta imagen que la
fotografía nos ofrece, demasiado sombríamente dura, tiene un perfil estoico, senequista; pero si esta misma figura pudiese volverse hacia nosotros y mostrarnos su rostro enteramente, veríamos en él aquél otro aspecto cristiano, evangélico, que encendía de amor y de bondad su imagen viva.
No insisto más en esto. La vida del poeta fué un ejemplo de este doble sentir y pensar tan español, tan popular español, que es lo estoico- cristiano. Entre Unamuno y él había una cruz trazada como un símbolo. En esta cruz no amaba mucho don Antonio ver clavado a su Cristo vivo; en esta cruz lo contemplaba en cambio don Miguel, agonizante, como el Justo, como el claro reflejo lunar de la justicia eterna. Pero no fué para ninguno de los dos, esta cruz, la cruz de la espada de Pedro, la cruz de Roma. Cristianos y estoicos, uno y otro, dialogaron dramáticamente toda su vida entre sí y consigo mismos, expresándose por la palabra española, en su raiz y en su forma, como espejo de este pueblo español que inmortalizaron por su palabra misma, cuando él, con su sangre, los ha inmortalizado a ellos.
Ved: aquí ha quedado un libro abandonado sobre un sillón vacío; son las poesías de don Antonio que vamos a seguir leyendo. Mas por ese hueco se acercan a nosotros con la sombra querida, las otras dos sombras filosóficas de Juan de Mai- rena y de Abel Martín. Las tres forman ahora, para nosotros, viva, como una sola sombra. Sombra magistral, amistosa y clara. Esta tarde que nosotros exprimimos la penumbra de un sueño
en nuestro vaso", brindémosle con el vaso del poeta “de pura sombra —¡oh pura sombra!— Heno".
Algún día. serán estos que expuse aquí temas de conversación en esta casa. Entretanto, ya que he de recoger la alusión que Alfonso Reyes acaba de hacemos, tan certeramente, sobre la resonancia filosófica y moral del maestro, dejemos la palabra a un filósofo que acompañó a don Antonio Machado en su última salida dolorosa de España.
Joaquín XIRAU:
Dice que, efectivamente, tuvo el raro privilegio de ser de los últimos españoles que estuvieron en trato personal con Machado. Había sido desde hace su adolescencia una de sus grandes admiraciones, lo había conocido en Segovia y en Madrid. 1 ero en Barcelona tuvo ocasión por azares de su Pestiño trágico, de vivir durante seis meses con i * X luego le cupo el honor de acompañarle hasta ■a frontera. No hablará por tanto de filosofía, ni Poesía, ni de la íntima conjunción en que ambas estuvieron en la mente, en la voz y en los escritos ue don Antonio. Se limitará a contar unos cuantos hechos cotidianos, íntimos y familiares, de su ultima estancia en Barcelona. Vivía, en efecto, en una vieja casa romántica siglo XIX, al pie de la montaña y cara al mar, rodeada de jardines muy rondosos, viejos y abandonados, llenos los ca
minos de hoja seca, con su madre una vieja andaluza, bellísima, su hermano y su cuñada. Su hermano José era para él un cirineo y casi un doble.
Las tardes de los sábados y domingos, en compañía de algunas personas más, solían reunirse en un salón muy siglo XIX, lleno de cornucopias y de dorados, en el cual tocaban y cantaban, también don Antonio, sobre todo canciones populares españolas, andaluzas, castellanas, gallegas, bailes y danzas catalanas y se mezclaba la música con lecturas no sólo de clásicos, sino sobre todo de poesías y coplas populares. Veía don Antonio en esas coplas una gran profundidad de pensamiento y tenía la idea de que probablemente en ellas estaba el germen de una filosofía española. Sus versos están llenos de coplas, muy revestidas de dignidad poética y de simbolismo francés, pero por dentro hay el esqueleto de la copla: la sentencia. Machado estaba físicamente decaído, pero tenía la cabeza firme y el espíritu sano, lleno de bondad. Difícilmente se hablaba de cualquier persona sin que respondiera enseguida: buena persona. Un hombre que dice de los demás buena persona es que es él “buena persona".
Estas pequeñas tertulias eran constantemente interrumpidas por apagones de luz y bombardeos de la aviación italiana. Rehecha la luz, volvían la copla y la conversación. En aquel ambiente romántico lleno de verdadera, íntima poesía no desaparecía nunca la serenidad.
La actitud de don Antonio era digna, señorial, perfecta, pero en nada, en nada, ligeramente optimista ni histriónicamente heroica. Aguantaba en aquel rincón de España por dignidad humana, pero sobre, todo —y lo repetía constantemente— por patriotismo. Su patriotismo era silencioso, pero auténtico y verdadero. Voy a contar una anécdota que revela esta actitud suya digna, serena, al mismo tiempo heroica y pesimista: venían constantemente del frente de batalla espléndidos jóvenes que le traían presentes —corderos, panes, tabaco— de la intendencia m ilita r... Una vez, en los días optimistas en que las tropas republicanas atravesaron el Ebro, llegaron algunos de aquellos jóvenes, gallardos, sonrientes. Le traían un cordero. En el comedor romántico, más amplio que esta sala, don Antonio les preguntó: ¿Que tal, muchachos, cómo va eso? —Muy bien, don Antonio, esto va muy bien—. Si, claro, esta va bien —contestó— y volviéndose a mí añadió: como el irlandés del cuento. Y me contó el cuento del irlandés. Con conciencia plena de la tragedia, don Antonio seguía allí, sereno y resignado. Eií cierto sentido, en efecto, las cosas iban muy bien. En medio de la hecatombe moral del mundo, en aquel rincón de España se mantenía íntegra la dignidad.
No había tabaco, no había te. A los ingleses que venía enviados por los amigos cuáqueros les ofrecíamos tila. No quiero insistir en detalles, sino pasar más bien al final de la epopeya silenciosa de Machado. Un día, un domingo, el último do
mingo que estuvimos allí, seguía la misma imperturbable tertulia. Ese día los bombardeos apenas nos dejaban cantar. Estaban casi permanentemente treinta aviones rociando bombas. La música seguía.
Al día siguiente recuerdo que al bajar hacia Barcelona, por la calle Muntaner hubo una alarma de bombardeo y nos metimos en el refugio del Ministerio de la Guerra. Nos dimos cuenta que el Ministerio empaquetaba y preparaba la evacuación. Entonces fui a la Facultad donde ese día, lunes, se dieron con normalidad todas las clases. Lo digo en honor de aquellos muchachos y muchachas que hasta el último momento siguieron sonrientes, comentando a San Agustín o haciendo etimologías.
El señor Xirau cuenta las diversas gestiones que hizo hasta conseguir que don Antonio Machado y su familia se salvaran con un grupo de intelectuales de la Facultad de Letras de Barcelona y destaca e! papel primordial que tuvo Puche en aquella salvación. Relata después la llegada a Gerona, la instalación en unja hermosa casa perdida en medio del campo, donde pasaron varios días ignorantes de cuanto pasaba (sólo por rumores conocieron la caída de Barcelona). Eran unos días magníficos. Con la paz del campo parecía imposible que hubiera guerra. Allí se reanudaron las tertulias y se hicieron incluso proyectos para la reorganización de la labor intelectual. Don Antonio pasaba las horas al pie de la ventana contemplando el campo de Cataluña. Deseaba vivamente verlo para cantarlo. No le había sido posible visitarlo antes por la carencia de vehículos. Esa contemplación del campo era su mayor placer, lo miraba, lo acariciaba con la mirada. Al cabo de unos días salimos de aquel rincón solitario. Descansamos de noche en la vieja casa solariega del mas Faixat. Cerca de la frontera los chóferes de las ambulancias que nos conducían nos dejaron en medio de la carretera, sin maletas ni dinero, al entrar la noche en un alto acantilado cerca del mar en medio de la muchedumbre que se apretujaba. El frío era intenso. Llovía abundantemente. Cuarenta personas. Mujeres. Niños. La madre de don Antonio, de ochenta y ocho años, con el pelo calado de agua, era una belleza trágica. Entramos en Francia sin dinero ni documento alguno. Nos dieron pan blanco y queso. Al cabo de unos días, estando en París, el señor Xirau supo con dolor inmenso la muerte de don Antonio y la de su madre.
José BERGAMIN
El doctor Xirau nos ha hablado de la amistosa ayuda médica y personal que prestara a don Antonio Machado durante la guerra y en sus últimos meses y días, nuestro amigo el doctor Puche. Voy a leeros unas palabras del poeta que me sirven de invitación al doctor Puche para que él mismo os pueda contar su recuerdo.
“Soy viejo y enfermo —escribía M achado- viejo, porque paso de los sesenta, que son muchos años para un español; enfermo, porque las visceras más importantes de mi organismo se han puesto de acuerdo para no cumplir exactamente su función. Pienso, sin embargo, que hay algo en mí todavía poco solidario de mi ruina fisiológica, y que parece implicar salud y juventud de espíritu...
Y añadía estar, por ello: “al lado de la España joven y sana, de todo corazón al lado de! pueblo, de todo corazón también enfrente de esas fuerzas negras —¡y tan negras!— ...Porque: “En España lo mejor es el pueblo. Por eso la abnegada y heroica defensa de Madrid, que ha asombrado al mundo, a mí me conmueve pero no me sorprende. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos —nuestros harinas— invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva. En España no hay modo de ser persona bien nacida sin amar al pueblo. La democracia es entre nosotros un deber elementalísimo de gratitud”.
Por haber estado al del pueblo cumpliendo su deber, estuvo el doctor Puche al lado de don Antonio Machado todo el tiempo de nuestra lucha. El mismo va a contarnos como.
José PUCHE:
Después de las palabras que acabo de escuchar resulta anacrónico habiaros de los achaques de un viejo amigo... Mas no temáis que os cuente la historia clínica de don Antonio.
Yo no le conocí hasta que el olvido de su deber a que se abandonaron algunas personalidades médicas, me ascendieron a la categoría de notabilidad suplente. Esto me llevó a asistir a don Antonio Machado. Sentía yo por él la gran admiración que todos los españoles tenían. A esa admiración se debe quizá que me lo imaginara como un hombre poderoso, fuerte. Mas pronto me di cuenta de que tenía ante mí una máquina gastada... Fui prestando a don Antonio una asistencia más de amigo que de médico, teniendo él la comprensión de un paciente inteligente y yo ciertas tolerancias para el enfermo, llegando incluso a un acuerdo para que pudiese transgredir a veces mis disposiciones.
Tanto en su estancia en Valencia como en Barcelona pude apreciar cómo la dignidad extraordinaria de que todo momento daba pruebas le impedía pedir a sus amigos nada. Se prestaba a sufrir todas las privaciones por atender en primer término a unas sobrinitas que con él vivían, después a_ su madre y a su hermano, reservando para sí el último lugar. Cualquier dádiva que recibía de sus amigos era para ellos. La dignidad le acompañó en todos sus actos. Muchas veces le serví yo de elemento de enlace con los jóvenes que deseaban obtener de don Antonio unas cuartillas, una dedicatoria, una consigna de aliento para el
frente... Se trabó entre nosotros una amistad entemecedora y me fué dado pasar grandes ratos en su casa y apreciar su bondad sin límites.
Recuerda después el doctor Puche a la madre de don Antonio que cuidaba a éste como a un niño de pocos años, con preferencia a sus otros hijos, probablemente porque era el hijo enfermo.
Finalmente, el doctor Puche refiere las tres últimas visitas médicas que hizo en Barcelona, ya en los momentos angustiosos, en vísperas de su caída. Eran visitas médicas a tres personalidades ilustres y representativas de la República. A la primera de estas personalidades a quien visitó la encontró desasosegada, impaciente, dando visibles muestras de querer salir pronto de la ciudad amenazada y aun de España. A la segunda de estas personalidades, la de más poderosa salud y resistencia física, la encontró como derribada de su habitual firmeza y confianza, aunque sobreponiéndose noblemente a su momentánea depresión. Don Antonio Machado era la tercera de estas personalidades. Y en él creí ver, por su calma, por su serenidad en aquellas horas dramáticas, dice el doctor Puche, la más auténtica expresión del alma española.
Carlos PELLICER:
Lee los poemas de Antonio Machado, El violero, Yo voy soñando caminos. Cante hondo, d un olmo seco, Yo amo a Jesús.
José BERGAM IN:
Creo que debemos señalar como significativo Para nosotros que la primera conversación tenida en esta casa se haya verificado a la sombra gloriosa de Antonio Machado. Esta reunión será,
por ello, la mejor introducción a la vida intelectual que queremos hacer en esta casa, españoles y mexicanos juntos. Todos los que aquí estamos reunidos hoy en nombre del poeta, hemos sentido esta emoción fraterna. Yo os, invito a los que aquí estáis, a continuar en esta conversación permanente que es para nosotros esta casa. Conversación en que todas las ideas puedan verificarse en el diálogo a esta sombra excelsa del poeta que hoy evocamos por su muerte. Pero como esta evocación, como la del retrato fotográfico, parece demasiado ensombrecida por la atención que le prestamos esta tarde a sus últimos días, a sus últimas horas dolorosas, quiero que recordemos este acto recordando otros versos suyos, que subrayan el verdadero y vivo sentido de estos poemas que acaba de leernos Pellicer, con la afirmación, siempre española, de la esperanza:
Sabe esperar, aguarda que la marea fluya —así en la costa un barco—sin que el partir te
(inquiete.Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya; porque la vida es corta y el arte es un juguete.Y si la vida es cortay no llega la mar a tu galera,aguarda sin partir y siempre espera,que el arte es largo y, además, no importa.
Esta afirmación, siempre española, de la esperanza; este verso final que nos dice que el arte que vivió, que amó el poeta, no importa, o importa lo que puede importarnos un juguete, debe acudir ahora como llamada a nuestro corazón, a nuestro pensamiento. Y afirmar por esta palabra española de la esperanza ese otro algo que sí importa—esa sola cosa que importa—y que todos llevamos grabada en nuestro corazón y en nuestro pensamiento.
EN MEMORIA DE ANTONIO MACHADO, víctima del destierro, no olvidemos que en los campos de concentración de Francia o bien diseminadas en sus albergues y ciudades cuando no incorporados a las penosísimas compañías de trabajo, sufren indeciblemente desde hace ya más de un año, numerosos compañeros y amigos nuestros cuyo mayor deseo sería incorporarse a nuestras actividades honradas. Mas no nos contentemos con dedicarles un recuerdo conmovido. Que todos, y en particular los ya colocados, hagan lo posible y lo imposible por facilitar el viaje y acomodo de alguno de los que lucharon en nuestras filas con tanto desinterés como denuedo. Es esta una inexcusable obligación moral que sobre todos pesa. Que nuestros amigos americanos nos ayuden, por su parte, en este empeño justo, provechoso y verdaderamente humanitario.
R EF LEX IO N E S SOBRE L A CRISIS ID EO LO G ICA D E L A R T E
La reciente Exposición Internacional del Surrealismo —así denominada por sus organizadores—, a pesar de su confusionismo como conjunto surrealista, nos da la oportunidad de actualizar viejos temas de polémica a la claridad con que los años van afirmando, rotunda y silenciosamente, la razón interna de los hechos artísticos.
Aparte de otros aspectos críticos que me llevarían muy lejos de mi propósito y que, por otra parte, han sido ya abordados con gran agudeza, una de las cuestiones que más diáfanamente puede plantearse sobre esta plataforma circunstancial, es la cuestión capital de la ideología del arte, de esa tendencia a la unidad espiritual que anima a todos los iniciadores de ismos y a cuya tendencia, en los momentos de mayor exaltación y fiebre experimental, se intenta dar cuejrpo teórico, conciliando en lo posible todo lo que de contradicción existe entre pensamiento y acción y entre éstos y la realidad circundante.
Me apasiona en extremo todo lo que se refiere a esta cuestión. Una exposición, un lienzo, una manifestación artística cualquiera, han provocado siempre en mí, como hechos humanos, por encima de su apreciación estética o especulación profesional, las más variadas reacciones psíquicas. Confieso sinceramente que dentro del campo de lo que podría llamar finalidad de mi impulso crítico subjetivo, desde hace tiempo, y más agudamente desde que viví la exaltada plasticidad del drama español, toda manifestación artística que he presenciado me ha producido un profundo sentimiento de insatisfacción, de esa mezcla de angustia y de remordimiento que se siente ante los hechos solitarios, recogidos en sí mismos, al margen del cauce viril por el que discurre el vertiginoso curso de la historia contemporánea. Y sólo me ha salvado del des-
Por José RENAU I
aliento la firme creencia de que la situación de los hechos jamás es definitiva o irremediable, de que toda transformación ulterior de las cosas no depende de leyes fatales, sino de la voluntad determinada y concreta del hombre actuando sobre condiciones objetivas dadas.
Contrariamente al punto de vista general de la crítica de arte y hasta de la posición que adoptan la mayoría de los artistas ante su obra, llego a estas conclusiones por vía casi exclusivamente sentimental, por uno de esos extraños trances psicológicos en que el hombre, como contemplador, se desindividualiza, abstrayéndose de sus propios intereses, se desintelectualiza, perdiendo la noción de las categorías abstractas, y se reintegra a su complejidad instintiva y vital.
He comprobado que todos estos destellos de delirio crítico no son consecuencia directa de una conciencia teórica de los problemas y de las cosas. Las sensaciones recibidas en un tal estado vienen de fondos más imponderables, como de un instinto humano anterior a toda teoría, a toda sistematización, a toda conciencia racional de los hechos artísticos.
Me admira extraordinariamente, por inverosímil o artificiosa, la facultad de abstracción. la facilidad para penetrar en la obra de arte al primer intento con propósitos puramente intelectuales, pasando por encima de la actividad que irradia toda obra como hecho, con la fría actitud del disector que penetra el maravilloso mecanismo anatómico abstrayéndose, por necesidad profesional, del drama humano que tiene entre sus manos. Desde mi punto de vista, en el artista menos que en nadie, es lícito ese exclusivismo parcelador de la realidad. Yo diría que, en última instancia, quien no sea capaz de contemplar y apreciar su propia obra como hombre, como
simple espectador, no será capaz de crearla como artista. Porque estoy plenamente convencido de que lo substancial en el arte comienza allí donde termina el interés profesional, allí donde la obra deja de ser un valor intelectual para transformarse en un fenómeno autónomo que ocupa su lugar preciso en la vida de los hombres, como una roca, un día de sol o una conmoción sentimental. . .
Y es precisamente en esta contraposición del sentido subjetivo de la obra de arte con su naturaleza real en el tiempo y en el espacio, emancipada ya de los intereses especulativos del artista, donde se realiza el profundo drama en que se debate el arte de nuestros tiempos.
*
El movimiento artístico de los primeros veinte años del siglo actual contiene una intensa preocupación teórica.
Además de los estímulos y propósitos subjetivos que movían al artista en su reacción contra el pintoresquismo desaforado del impresionismo, nos plantea por primera vez preocupaciones, por así decirlo, extraartísticas.
El cubismo, como movimiento fundamental de esta época y a pesar de haber sido, en el sentido literal de la palabra, el movimiento artístico más absolutamente abstracto. más deliberadamente ligado a las leyes puras del espíritu, se manifiesta con una fuerte voluntad de contemporaneidad; en su teoría alude frecuentemente al anacronismo del arte en boga, a la falta de coherencia entre éste y la vida moderna. Pretende captar el espíritu de la época a través de la expresión individual de esa geometría lírica del espíritu apoyándose en hechos y realidades exteriores: en el maqui- nismo, en el ritmo de la vida industrial y urbana. Pretende recoger el espíritu eterno del arte clásico conjugándolo con una fuerte tendencia actualizante, tomando en consideración toda una serie de cambios sobrevenidos, tanto en la realidad exterior, en la psicología del artista, como en ciertas pretendidas necesidades espirituales de las gentes.
Esta conciencia de la realidad exterior, esta percepción de los cambios y de las necesidades en que se justificaban social y filosóficamente los cubistas, a pesar de su unilateralidad, tienen, en la historia de las ideologías artísticas, un valor considerable, pues reconocen ya el principio de una dialéctica entre la facultad creadora y un mundo exterior objetivo e independiente de la voluntad del artista.
Este intento, en la última y más ortodoxa etapa del cubismo, terminó en la vía muerta de la inteligencia pura. Los cubistas se dieron cuenta, pero sin acertar las causas, de que a pesar de su voluntad de contemporización con la realidad, los principios abstractos les llevaban a un vacío en el que se asfixiaban por falta de ambiente humano.
El movimiento cubista al plantear valientemente una situación psicológica de los artistas, exacerbaba y ponía al descubierto la descomposición intelectual de estos tiempos. El fracaso en el propósito de iniciar y- desarrollar una gran era de arte, llenó de escepticismo a los artistas y puso ya de manifiesto que la complejidad y fermentación de la realidad humana y social en esa época no podía ser captada ni asimilada partiendo de la plástica misma y de sus leyes.
Se comenzó a hablar francamente del arte de minorías, a transformar el escepticismo que produce la impotencia, en un resentimiento hacia la sociedad, incapaz de comprender y estimular todo lo que partiese de la inteligencia. La voluntad teórica de cerrar el círculo total de un movimiento artístico se fué debilitando y se llegó a la dispersión, a la atomización del sistema en mil teorías individuales.
Dadá y los surrealistas, sumando a este escepticismo la tremenda exacerbación de sentimientos negativos que produjo la caída de todo un orden psicológico y moral después de la gran guerra, arremetieron furiosamente contra todo lo que pudiera oler a racionalismo, a plástica pura, lanzándose por el camino de una mayor complejidad y extensión en las relaciones entre el mundo exterior y la conciencia subjetiva del artista.
Pero partiendo también de la especulación puramente intelectual, quisieron desviar el impulso artístico hacia esa parte que se
manifiesta en el hombre a través de sus sentimientos irracionales, sacando a la luz, como elementos para la creación, toda la infraestructura de la condición humana.
El intento, pese a sus graves deformaciones éticas y a su tendencia fuertemente nihilista, fué, quizás, la más audaz aproximación a una dialéctica revolucionaria del arte: Pretendieron crear todo un movimiento universal de disconformidad con el espíritu burgués, penetrar en la psicología de Jas gentes con un espíritu disolvente, creyendo, de esta manera resolver la contradicción entre la conciencia —subconsciencia (sic)— social o política y la conciencia intelectual, cerrando así el círculo ideológico de una teoría revolucionaria del arte.
Para el observador profundo de aquellos movimientos —saludables en su tiempo y en el ambiente espiritual de su tiempo— un aspecto queda claro sobre todos los demás: el impulso por romper los círculos viciosos del arte y sacar la cabeza al aire fresco de la vida. El camino fué unilateral y el resultado no podía ser positivo. Tanto Dadá como el surrealismo fracasaron en su intento de conmocionar al mundo.
¿Cuál es la situación actual? Los surrealistas, que contrariamente a los puristas sostuvieron que no era posible un arte independiente de la vida, un arte que se justificase en sí mismo, viven hoy sumidos en la más absurda paradoja que conoció la cultura de todos los tiempos. Convertida su teoría en un modus vivendi en un bluff publicitario, siguen sosteniendo a estas alturas sus principios teóricos. Pero sus afirmaciones viven cínicamente fuera, de sus obras. Todo su actual verbalismo político se expresa en una confusión muy poco surrealista, ligando los pocos valores que se salvaron del naufragio, a la política de los auxiliares más activos de la reacción antipopular. Y estas son o lo que parece, las consecuencias últimas de la solución surrealista a las contradicciones entre la conciencia política y la conciencia intelectual.
La extraordinaria complejidad y rapidez con que actualmente se suceden los acontecimientos, desconcierta al pensamiento, lleva al fracaso todas las teorías que tienden a fundamentar empíricamente un movimiento artístico.
Esa continua sucesión de ismos nos demuestra también, por una parte, el carácter agudo de la descomposición espiritual que reina entre los intelectuales y, por otra, el carácter violento y decisivo de los acontecimientos.
La impotencia intelectual para dar forma plástica, poética o literaria a estos hechos de una violencia psicológica sin precedentes, ha producido en los artistas un decaimiento total en sus esfuerzos por fundamentar su actitud creadora sobre una teoría o sistema de orden filosófico.
Los movimientos c u b i s t a , futurista, constructivista, surrealista, vivos todavía y aún jóvenes muchos de sus animadores, pertenecen ya a la historia. Salvados los valores plásticos que crearon, de indudable significación en el progreso de la expresión artística, han dejado como tales una experiencia negativa, dispersando a los artistas y creando en cada uno de ellos un problema individual angustioso.
El individualismo más cerrado reina hoy en el terreno del arte y la reacción psicológica de la mayoría de nuestros artistas jóvenes, a consecuencia de estos desastres, es buscar una salida individual, la de encontrar una precaria paz interior en la que condicionar y estimular su actividad artística.
En la mayoría de los casos esta actitud de aislamiento no es más que un intento de fuga ante ese cúmulo de acontecimientos que cada día se aparecen como más inaccesibles.
íío trato de definir ahora la naturaleza y dimensiones exactas de esa realidad, cosa por demás arriesgada y problemática; creo que sobre todos nosotros gravita de una manera evidente esa gigantesca presencia que nos apabulla y desconcierta. Es precisamente la actitud ética del artista frente a esa realidad, lo que yo considero de valor capital en los fundamentos psicológicos del arte contemporáneo.
En general, esos fracasos a que más arriba me refiero han matado en la conciencia del artista todo afán de contemporaneidad. El tiempo ha sido desterrado de entre los factores psicológicos de la creación artística, realizándose una retirada hacia los valores eternos del arte. Aquélla se hace cada
vez más intelectualista; el espacio abierto de la realidad humana es substituido por la realidad de las cuatro paredes de museo. Allí todo está quieto. Nada cambia. Allí están los valores clasificados en una penumbra de eternidad que no plantea problemas incómodos ni disyuntivas que hayan de ser afrontadas heroicamente.
Esa mentalidad neo-académica en los artistas que podíamos llamar museólogos les hace ver en la realidad objetiva simples referencias a la otra realidad absoluta y eterna de las cuatro paredes. La teoría débilmente fundamentada de este estado psicológico se resume en una serie inarticulada de justificaciones y añoranzas trasplantadas del ambiente de otras épocas, abstrayendo de ellas, desde luego, la realidad histórica correspondiente.
Hay otro tipo de artista que rehuye por principio toda inquietud teórica o humana, escondiendo la cabeza bajo el caparazón de un blando sensualismo, entregándose al exclusivo placer físico de pintar.
En oposición a esta ideología difusa y negativa de los artistas puros, existe una corriente saludable, una fuerza irresistible que atrae a buena parte de artistas a la lucha al lado de las fuerzas positivas que mueven la historia contemporánea. Pero la revolución, su teoría, sus principios y sus realidades no pueden ofrecer —sería contradictorio y antidialéctico— una fórmula acabada y madura por la que puedan encauzar su producción. De este hecho se deriva la paradoja de que muchos artistas, quizás psicológicamente más simples que los anteriores, menos estragados por la especulación intelectual, y, por lo tanto, más sanos en principio, creen encontrar una solución mágica a su drama profesional entregándose a las cómodas fórmulas de un pretendido arte de masas, confundiendo lo que es un hecho de propaganda política al servicio de los intereses inmediatos que va creando la marcha del proceso revolucionario con la verdadera misión del arte, puesto al servicio de una elocuencia cósmica más profunda, más humanamente creadora. Por eso, la profunda satisfacción ética que se siente de estar en estrecho contacto con la realidad de los hechos vivos, no logra saciar Plenamente, en los más inteligentes, esa in
quietante fiebre de creación por llegar a una forma de expresión más emocional y exaltada.
Entre estos dos distintos caminos para escamotearse del verdadero drama que la realidad plantea al artista, salvando las distancias y diferencias de naturaleza, los últimos tienen de bueno 1q que de bueno tiene la justeza humana de los propósitos, la utilidad y eficiencia social de su obra. Los otros se contentan con la precaria delectación de minorías desmoralizadas, condenadas a la desaparición inevitable por la decadencia de toda una época histórica de civilización y de cultura. Pero ni de lo uno ni de lo otro quedará nada de pie en el espacio histórico, como expresión de una gran época de inquietudes, de turbulencias creadoras y revolucionarias.
*
Es indudable que un arte nuevo no puede ser improvisado de la noche a la mañana por ningún pueblo, por ningún cerebro o sensibilidad privilegiados, por ninguna teoría particular o general.
Quitando al acto de creación artística ese absoluto y literal sentido que se le ha venido dando, y ambientando su alcance dentro de una justa relatividad, es indudable que el artista no es independiente del medio en que vive ni extraño, en principio, a los métodos, modas y modos de expresión de su época. Sobre esta base, todo cambio ideológico, lento o repentino, no puede determinar el abandono radical de las formas de expresión ancladas en su sensibilidad por otras más adecuadas o eficientes con relación a la nueva necesidad expresiva. La historia del arte no nos informa de ningún caso de esta naturaleza. Y aunque el acelerado ritmo de los cambios de todo orden sobrevenidos en los tiempos actuales no tengan precedente alguno, creo que esto no puede alterar los fundamentos esenciales de esa mecánica de las formas técnicas de expresión que tiene sus propias leyes físicas, relativamente independientes de la conciencia creadora del artista.
El artista —y aquí no hago más que expresar una posición personal— debe partir de la conciencia de esta contradicción teóri
camente inconciliable, como punto de partida, como situación psicológica frente a la realidad de nuestros tiempos. En consecuencia, el artista no puede aspirar deliberadamente a lo definitivo. Su ambición debe encauzarse por la vía de un aprendizaje penoso, a una larga etapa de experimentación, de lucha tenaz, consigo mismo en primer lugar, por ir superando los valores expresivos que aprendió o heredó, para ir vitalizándolos con nuevos registros de expresión humana, organizando lentamente el caos antiartístico y viril de nuestra realidad, transformándolo en valores de expresión superior. De ahí que el aceptar como irremediable la contradicción que en un principio tiene que haber forzosamente entre la obra y la posición ideológica y psicológica del artista frente a esa realidad, sea la posición más justa.
A esta altura del problema, la honradez intelectual no es una facultad innata de orden simplemente ético o instintivo. Para el artista de hoy la honradez es una posición difícil, nada ventajosa desde el punto de vista material ni, lo que es peor aún, con respecto a esa relativa paz interior a que todos aspiramos. Ser honrados significa, más que nada, el reconocimiento de los extremos contradictorios en que se apoya el drama del artista creador, representa el atreverse a vi
vir plenamente dentro de esta contradicción, a desnudar ante el mundo esa falta de paralelismo entre la voluntad humana del artista y la realidad material de su obra.
Esta posición determina en mi conciencia intelectual dos convicciones íntimas. En primer lugar, que el nuevo orden social y humano que amanezca de esta conmoción que cruza el mundo tendrá su expresión plástica en razón directa al heroísmo intelectual del artista, a su capacidad, en esta etapa de lucha, para ir asimilando su naturaleza psicológica a las nuevas fuerzas que van abriendo paso a la historia de los hombres, en la medida en que vaya afirmando su voluntad creadora por descubrir y expresar el esencial fondo humano y la intención cósmica que impulsa a estas fuerzas. Y, por último, la seguridad de que cuando todo lo que hoy sucede pertenezca al pasado, el documento emocional y humano de nuestros días no lo constituirán esas calidades plásticas o valores poéticos acabados de nuestros inteligentes, sensibles o geniales artistas, sino todas aquellas obras cuyos colores y formas expresen la emoción con que el artista se debate en medio de la tremenda contradicción, su voluntad de ser, de hacer constar el valor humano de su gestión creadora por encima de toda derrota histórica de las tendencias particulares de las escuelas, de los ismos decadentes.
LA FU ND ACIO N RO CKEFELLER DE M ADRID
Transcribimos de una carta de un ilustre catedrático madrileño a otro no menos eminente:
"Supongo que tendrá usted noticias de allá por la prensa y amigos, pero creo pcdeile dat algunas de interés ti7 17 de ociub'e si celebró ante el tribunal militar número l, el juicio sumarísimo de urgencia “contra profesores y colaboradores del Instituto Nacional de Física y Química". (Fundación Rockefeller.) Base principal de la acusación: “haber construido aparatos para la aviación retardando con ello el final de la guerra”. Los profesores y colaboradores acusados, en número de dieciocho (más los rebeldes, entre los que se cuentan Enrique Moles, Pérez Vitoria, etcétera), fueron vituperados por el fiscal “por haber prestado a los rojos su con- curso inteligente, inteligencia de que carecían éstos” . .. Resultado: a González Nú- ñei, Sarabía, Pina, A. Prieto y a Segis, el mozo, 20 años de presidio. A Teresa Toral y a I. Caamaño, 12 años. A los demás penas que caen dentro del indulto del F de octubre. Mientras Bru y Velayos han vuelto tranquilamente a sus cátedras, a Crespi le tienen, como a nosotros, fuera del escalafón. Como usted ve, es una monstruosidad”.
M E X I C O Y E S P A Ñ AFierre M ASILLE
TESTIMONIOS AJENOS
La guerra de España constituye el acontecimiento sensacional que servirá de test para apreciar los diversos componentes de la realidad colectiva de hoy y de mañana. Es un fenómeno misterioso. La importancia que le atribuyo podrá parecer excesiva a los espíritus superficiales que ignoran la virtud mágica que adquieren ciertos territorios en ciertos momentos. No se atribuya mi emoción ai salvajismo ni a la duración de la guerra civil. Porque si sólo se tratara de hacer cálculos basados en el número de muertos, la guerra de 1915 ocuparía el primer lugar; si hubiera que referirse al carácter inumundo de la pugna exterminadora de mujeres y niños,' nadie duda que aventuras como las de Etiopía o China son más repulsivas aún.
El valor realmente único del combate proviene de que los acontecimientos se formulan con nitidez casi simbólica. La lucha de un pueblo desprovisto hasta entonces de todos los conocimientos y de todas las técnicas modernas, sin más fuerza que su alzamiento y su conciencia, contra todas las internacionales de opresión, contra todas las potencias europeas y mundiales (cristianismo, capitalismo, pseudodemocracias liberales), reviste un aspecto homérico en que se siente latir un mito. Característica es la llegada espontánea de combatientes de todos los países del orbe: no de los especuladores —codiciosos los habrá habido ciertamente—, sino de todos los desesperados, de cuantos sufren; estos desdichados habían reconocido en ese drama el suyo propio, su última esperanza en la tierra de una vida a la postre humana. También diría que consiguió la adhesión inmediata de todas las sensibilidades exentas de podredumbre. No era más elevado el número de probabilidades que existían para que la humanidad recosiese las hazañas de un puñado de exaltados reunidos antaño en torno de un agitador judío. Y, sin embargo, se han construido muchos siglos de esperanza sobre tales personajes y no sobre el virtuoso Marco Aurelio. Habida cuenta de todos ¡os cómputos, de los cálculos más distintos, de los impulsos sensibles, profundos y controlados, me atrevo a afirmar que hemos asistido a la creación
de un mito inmenso. La España revolucionaria no es la expresión integral del Bien —el futuro atenuará sus flaquezas—, pero contiene el Bien. El ímpetu portentoso que arrebata a la humanidad hacia la conciencia de su destino ha tomado allí forma de ejemplo.
Si hubiera triunfado España, Europa entera hubiera podido salvarse. Pero el curso de las civilizaciones no ha sido turbado una vez más por milagro de ningún género; el destino se cumple, los viejos mueren, el esfuerzo balbuciente del futuro debe encontrar por sí mismo la fuerza con que ha de labrarse su devenir. Transcurridos trescientos sesenta años, los vencedores de América se ven impulsados a pedir asilo a los pueblos que sufrieron sus más rudos asaltos. Los vencidos van a llevar a ciudades de nombres idénticos a las de su patria el peso inmenso de su dolor y la fuerza contagiosa de su rebeldía. México, donde aún emergen en un cielo inflamado los antiguos templos del sol, donde las razas se han mezclado ventajosamente para el indígena regenerado, se dispone a aceptar fraternalmente la tarea de llevar a feliz término la obra renovadora. Este país que ha estirpado de su superficie laboriosa la mala roña: nobleza y clero que un mal viento le había transportado, es digno de ser investido de la misión suprema. Puesto que el curso de los siglos ha dado al Atlántico el valor que tuvo antaño el Mediterráneo, se forma allí una agrupación humana susceptible de soportar la carga de una civilización. Entre los Estados Unidos, filial del imperialismo anglosajón, y México, se renovarán las luchas y los canjes que dieron razón de ser a nuestro occidente cristiano.
(Del libro: Egregores, ou la vie des civilisations, acabado de imprimir en París el 6 de septiembre de 1938, bajo la siguiente dedicatoria: “Dedico estas páginas a los combatientes de España revolucionaria aplastados por el peso de un mundo de muerte. Primeros vividores de la gran Leyenda en que se forjará la nueva conciencia de los hombres".)
C A N T O D E U N E S P A Ñ O LPor Gérard de Nerval.
(1805-1855)
Día terrible, días de dolores.¡Ay, España está avasallada!¡La libertad de nuestra patria sucumbe con sus defensores!
En vano, ¡oh fortuna enemiga!, de los crímenes de la tiranía pretendíamos vengarnos.¡Esfuerzos vanos! ¡España entera doblega su cabera altiva bajo banderas extranjeras!
Vuelven ya aquellos días de llanto y desventura en que contento del mal, de la común tortura, el vicio palmeteaba por nuestra desunión.¡Tornando a aparecer con nuevos crímenes, basando su poder en un montón de víctimas, hemos visto alearse la Superstición!
A todos los secuaces de su furor impío grita rabiosamente el fanatismo odioso:"Asolemos, amigos, el culto aborrecido "que el hombre a pesar nuestro rinde a la verdad."¡Matad, exterminad, un dios os da asistencia,"mereced el gran nombre de salvadores de la Iglesia!"De nuestros derechos preteridos declaróos protectores,"¡que todo se hunda con tal de que seamos vencedores!"
¡Así su tropa sanguinaria, sembrando la muerte y el terror, en nombre de un dios de paç nos impone la guerra!
¿Europa no se ha conmovido? ¿Alentando nuestra esperança no han tomado todos nuestra defensa contra tan bárbaro enemigo?
¡Ah, todo se derrumba, todo expira, vana defensa, inútiles esfuerzos!¡Ya están contentos! ¡Ya tienen el Imperio! ¡Ya reinan sobre montañas de muertos!
La libertad dormida sobre sus laureles ha cesado de ampararnos.¡Temed, tiranos, la hora en que despierte pues ha de ser para vengarnos!
C H A N T D ’ U N E S P A G N O L
Jour terrible, jours de douleurs. — Hélas! l’Espagne est asservie! — La liberté de la patrie — Expire avec ses défenseurs!
En vain, ó fortune ennemie!, — Des crimes de la tyrannie — Nous avions voulu nous venger. — Vains efforts! L’Espagne entiére — Incline sa tète altiére— Sous les drapeaux de l’étranger!
lis reviennent, ces jours de pleurs et d’infortune — Oü, content du malheur, de la douleur commune, — Le vice applaudissait à la división. — Déjá repa- raissant avec de nouveaux crimes, — Assurant son pouvoir d’un monceau de victimes, — On a vu s’élever la Superstition!
A tous les partisans de sa fureur impie — L’odieux fanatisme en sa rage s’écrie: — “Amis, foulons aux pieds ce cuite détesté — Que l’homme malgré nous rend à la vérité. — Massacrez, egorgez, un dieu vous favorise, — Méritez le grand nom de sauveurs de l’Eglise. — De nos droits méprisés montrez vous protecteurs, — Que tout tombe, pourvu que nous soyons vainqueurs!"
Ainsi leur troupe sanguinaire, — Semant la mort et la terreur, — Au nom d’un dieu de paix nous apporte la guerre!
Et l’Europe n a pas frémi? — Et ranimant notre espérance, — Tous n’ont pas pris notre défense? — Contre ce barbare ennemi!
Ah! c’en est fait, tout tombe, tout expire, — Vaine défense! Inútiles efforts!— lis sont contents! lis ont l’empire! — lis régnent sur des tas de morts!
Sur des lauriers, la liberté sommeille — Et cesse de nous protéger. — Tyrans, craignez qu’elle ne se réveille — Car ce sera pour nous venger!
FASTOS CULTURALES
U N A B U H A R D I L L A Y U N M A N I F I E S T O
En este mes de marzo, el día trece exactamente, se cumple el primer aniversario de la creación en París de la Junta de Cultura Española. Cataluña acababa de sucumbir ante la compleja coalición de occidente. Los campos de concentración, etapa preliminar del éxodo —para muchos, ay, inacabable—, hallábanse en su máximo apogeo. París se poblaba de fugitivos españoles. La Agregación Cultural a la Embajada de España, obligada por falta de medios a trabajar en sordina durante la guerra, movilizó inmediatamente a sus allegados y amigos para ponerse a funcionar a pleno rendimiento. Las circunstancias no admitían dilaciones. De esta manera pudo ser el primer organismo que llevó un consuelo material, reducido pero precioso, a los intelectuales recién llegados. La desde entonces histórica buhardilla de la Avenida George V, salvada providencialmente del cataclismo y en la que, cinco pisos por encima de la oficina de Falange, hubo de instalarse la oficiosa Agregación Cultural al reconocimiento de Franco, convirtióse en foco activo por donde pasaban diariamente centenares de personas buscando más que un auxilio material el calor de una esperanza.
Cuando la traición casadista consumó la derrota y vióse, por otra parte, que el silencio de las personas que hubieran podido señalar un rumbo era definitivo, en aquella estrechísima buhardilla entró en actividad una idea grande e imperiosa: era necesario preparar la sucesión de los organismos españoles de orden cultural que el destierro invalidaba creando un instrumento adecuado a las circunstancias inéditas en que la emigración española iba a tener que desenvolverse. El problema de nuestra cultura presentaba para su resolución dos aspectos distintos. Por una parte era indispensable facilitar en un clima favorable la continuidad y desarrollo de dicha cultura, tanto más cuanto que la península, sometida a la tiranía de la letra que mata, quedaba inepta para todo florecimiento en el orden del espíritu. En segundo lugar, enmudecidos los cañones, la lucha por los hondos principios humanos sostenidos por la República, asumía nuevos caracteres, recayendo sobre los intelectuales el peso de la próxima jomada. Por fortuna, el carácter de nuestra emigración era totalmente distinto al de las ya conocidas. Para los rusos y alemanes tanto como para los italianos y austríacos, el extranjero empieza por completo allí donde con las fronteras de su patria acaba la vigencia económica de su lenguaje. No así para los españoles. Allí donde acaba España empieza Hispanoamérica, todo un continente hermano donde la lengua española, cuerpo efectivo de nuestra cultura, reina libremente de extremo
a extremo. Por la fuerza de las circunstancias y tendiendo a resolver espontáneamente los dos aspectos del problema referido, a América habían de afluir en gran número nuestros compatriotas. Era imprescindible, pues, favorecer, en primer término, la distribución de nuestros intelectuales en las diferentes repúblicas, creando entre ellos un espíritu verdadero de solidaridad, independiente de todo partidismo político, uniéndolos entre sí, con vistas a una organización ulterior, por vínculos espirituales. El fenómeno inmediatamente político se hallaba condenado a inevitable descomposición desde el momento que en el destierro desaparecían los fundamentos materiales que en la península determinaban su necesidad y su forma. La política de partidos, asiéndose a cuantos incidentes a ello se prestaran, habría de dividir a los emigrados con las actuaciones personales de quienes, responsables en buena parte de la derrota, no se habrían de resignar a abandonar la escena sin antes fomentar hasta el último extremo el espíritu de división del que dependía su supervivencia. Como tal cosa favorecía el juego de nuestros mortales enemigos, fué consigna en aquella histórica buhardilla la declaración de guerra a la baja política generadora de división, a todo lo que tienda a distraernos de las realidades profundas que llevamos con nosotros, selladas con la sangre caudalosa de nuestros caídos innumerables.
Existía, pues, una visión perfectamente clara del problema en sí, así como de los medios adecuados para su solución correcta, y existía un puñado de intelectuales con plena conciencia de sus deberes y, por tanto, convencidos de que lo más urgente en aqyellos instantes del general sálvese el que pueda, era olvidarse de sí mismos para consagrarse por iniciativa propia a las exigencias de nuestra razón colectiva.
Después de varios cambios de impresiones se citó a un grupo de intelectuales entonces en París a una reunión que tuvo lugar el lunes 13 de marzo en los locales de que el Centro Cervantes disponía en el número 179 de la rué Saint-Jacques. A ella acudieron los señores Bergamín. Gallegos, Márquez, Pi y Suñer (Don Augusto), Xirau, Castro, Bonilla, Balbuena, Aguilar, Larrea, y la representación de Picasso. Se habló mucho de nuestra cultura y de América, presente en aquel acto, por feliz coincidencia, en la persona de Fernando Gamboa, de la Legación de México. Y se tomó el acuerdo de crear una entidad apta para mantener vivo el espíritu español en la emigración, lo más sintética • posible, en la que se hallaran representados en el menor número de personas los varios sectores de nuestra intelectualidad, en
tidad que se designaría con el nombre de Junta de Cultura Española.
Desde aquel día, la Junta, establecida en la Avenida George V, ha ido sin cesar creciendo. Mil obstáculos le han salido al paso siempre que se ha tratado de realizar sus fines. Mas como la realidad a fin de cuentas manda y como el problema no era ilusorio sino real y efectivo y la voluntad de aquel grupo de personas se encontraba en íntima relación con su naturaleza y orientaciones, contra todo y contra todos la junta ha ido prosperando. Y seguirá adquiriendo, estamos seguros, cada vez mayor desarrollo de acuerdo con las tareas históricas verdaderamente importantes que está llamada a acometer y con el porvenir sin límites que aguarda a la causa española unlversalizada. Pronto o tarde acabarán formando parte activa y entusiasta de ella toodos los intelectuales españoles que no se hayan extraviado definitivamente. Instalada hoy en los hermosos locales de la calle Dinamarca, no puede menos de acordarse con emoción de aquella pajarera colgada sobre los tejados de París en la que tuvieron lugar sus humildísimos comienzos.
Por aquellos mismos días del mes de marzo de 1939, el mismo grupo de personas sacudidas interiormente por los sucesos que entonces ocurrían en España y con objeto de concretar y poner a salvo aquello que constituía el verdadero espíritu popular español separándolo de ciertas graves impurezas y claudicaciones tan comprensibles como lamentables puesto que, sin más propósito que salvar una personal actitud, debilitaban al pueblo español en su lucha a muerte o vida, juzgó oportuno suscribir una declaración colectiva que, por razones de conveniencia general, se decidió entonces conservar inédita. Como esas razones han desaparecido, aprovechamos esta fecha de aniversario para hacerla pública.
El pueblo español ha luchado más de dos años Por su independencia y libertad defendiendo su Ley, expresión única de su voluntad, en las instituciones republicanas que legítimamente le representaban. Y en los azares dolorosos de su gloriosa lucha se ha encontrado ahora, de repente, prisio- uero de dos traiciones: la de los que primero le atacaron —vencedores en el espacio por la fuerza prestada de sus armas invasoras, a tal traición debida— y la de aquellos otros que leales, al parecer, hasta el presente, se levantan hoy, para apuñalarle por la espalda y ampararse con el ofrecimiento de su cuerpo asesinado como trinchera de una paz que comercia con sangre el solicitado Perdón de sus enemigos.
Tal hecho de traición, traiciona a los mismos Que lo cometen, mostrándolos ante la historia como los más viles y necios; pues es claro para todo juicio que al traicionar así a su pueblo y su
Ley —la del último Gobierno legitimo de España— pierden aquello mismo que pretextaron querer salvar: las últimas posibilidades de una paz digna, condicionada a los dos extremos en que aquel Gobierno las mantenía: la salvación de miles de vidas humanas y las garantías inexorables de la independencia española.
De dónde arranca la responsabilidad personal que ha provocado con su conducta indigna tales hechos sangrientos, no es éste el momento de precisarlo, basta tanto no se discriminen debidamente todos estos hechos. Pero sí puede señalarse, desde abora, con evidencia dolorosa, la deserción de su deber público en quien no pudo mostrárnoslo sino enmascarado por el eufemismo de una dimisión ejecutada fuera de lugar y tiempo. Entretanto todos aquellos que tal responsabilidad comparten puedan ir sufriendo la condenación del juicio histórico que a su conducta corresponde, nosotros, españoles, que no hemos querido permanecer neutrales nunca, ni un instante, en esta trágica contienda que b'a sacrificado nuestra patria a los designios extranjeros, utilizadores de tales traiciones y engaños, declaramos, una vez más en estos momentos solemnes, cuando agoniza, en Madrid, en España entera, nuestro pueblo español sacrificado, que estamos con él, como siempre estuvimos, por la verdad y la justicia que deja con su sangre como siembra de fe y de esperanza. Afirmamos que gracias a este sublime esfuerzo heroico que aun sostiene en pie nuestro pueblo, solo, ante todos —y contra todos— preso de la doble traición cainita de unos militares de casta, y de quienes secundaron, serviles y cobardes, su empeño; preso en la cadena internacional de persecución y mentira en que doblemente se le encierra y acosa para asesinarle; afirmamos de nuevo, que por esta generosa sangre popular inocente se enciende el horizonte español de luminosa esperanza y que, gracias a ella, España podrá encontrar, tal vez en fecha no muy distante, la paz de su independencia nacional y su libertad popular verdaderas.
París, marzo 1939.
José Bergamín, Juan Larrea, Roberto Fernández Balbuena, José Manuel Gallegos, Rafael Sánchez Ventura, Eugenio Imaz, José Puche, Antonio Porras, Eduardo Ligarte, Emilio Prados, B. F. Osario Tafall, Victorio Macho, Manuel Márquez, Juan M f Aguilar, Corpus Barga, Paulino Masip, Andrés Herrera, Leonardo Martin Echevarría, Luis A. Santullano, A. Agramunt, etc.
C O M O U N S
Reproducimos, por los interesantes datos que contiene, este artículo aparecido en “ Voz de Madrid" el I3 de agosto de 1938.
La casualidad ha contribuido no hace mucho a poner de manifiesto la voluntad que anima a los combatientes de la República. Obligadas algunas unidades del Ejército español a trasponer la frontera, cada uno de los soldados que las componían hubo de escoger libremente ante las autoridades francesas la zona peninsular a que deseaba ser repatriado. De la totalidad de 14,874 milicianos que dos distintos éxodos colocaron en este trance, 13,977 optaron por la República, con sus atroces quiebras, y sólo 897 por el "paraíso" franquista.
Cierta falaz propaganda pudo pretender hasta esos días que los milicianos peleaban esclavizados por el terror. Desde entonces la opinión mundial sabe a qué atenerse sobre la libre determinación de quienes derraman su sangre por defender la causa que estiman digna del supremo sacrificio. Por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, decía Don Quijote.
Por elocuente que haya sido el resultado de tan espontáneos plebiscitos no excluye, sino al contrario, la conveniencia de explorar más a fondo el sentido con que se está produciendo la caudalosa hemorragia hispánica. En realidad nadie mejor que esa sangre podría revelárnoslo; la sangre. el fluyente labio espiritual de la vida misma. Contra lo que pudiera parecer, no ofrece tal empresa dificultades invencibles si se admite que entre la palpitación de la sangre del pueblo y la proyección intuitiva del lenguaje español, tal como se realiza a través de sus poetas, existe una correspondencia íntima, es decir, si se da por sentado que así como en su día el Verbo Hispánico se manifestó por la boca de nuestros vates del Siglo de Oro y más tarde por los que cantaron la guerra de la Independencia, hoy el genio popular, confundidas sus raíces con la sangre de todos, brota de los labios de los poetas que se exaltan, que imprecan, que se angustian.
AI alcance de cualquiera se halla la Antología publicada en 1932 por Gerardo Diego bajo el título Poesía Española 1913-1931. En ella se contienen dieciséis nombres, después de eliminado el de Fernando Villalón, fallecido hacía ya algún tiempo, número que no tardó en disminuir cuando Federico García Lorca, el poeta más popular de España, el que por serlo, por encarnar materialmente al pueblo de que era genio y figura, com
O L O P O E T A
Por Juan LARREA.
partió su misma suerte en Granada y fué como él asesinado. Su sangre, puesta también en libertad más allá de sus naturales fronteras, clama y da testimonio revelando el sentido de los acontecimientos a que se ha visto mezclada. Ese clamor es corroborado por los sentimientos popularmente democráticos, de sobra conocidos, que animaban en vida a Federico y, sobre todo, por la significación profunda de su obra, incluso en ese aspecto recóndito que probablemente escapó a la conciencia del artista. Véase, por ejemplo, su Grito hacia Roma, proferido contra la pervertida ciudad que si fué algún tiempo sede de virtudes espirituales, propugnadora de la caridad, de la humildad, de la mansedumbre cristianas, hoy dice: pa%, paz, paz, entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita,
ciudad donde un hombre se orina sobre una (deslumbrante paloma.
Difícil es concebir una imagen más gráfica de! envilecimiento en el escarnio del espíritu a que. en el sentir de Lorca, podia llegar la ciudad que era el centro espiritual de un mundo que se ha condenado a sí mismo y está en la actualidad ejecutando la sentencia. Ahora bien, ¿por qué ese grito de execración que agita iracundamente al poeta?
Porqueno hay más que un millón de herreros forjando cadenas para los niños que han de venir, porqueno hay más que un millón de carpinterosque hacen ataúdes sin cruz.porqueno hay más que un gentío de lamentos que se abren las ropas en la estera de la bala.
La profecía no puede ser más precisa. ¿Y por qué tan terribles castigos?Porque queremos que se cumpla la voluntad de que da sus frutos para todos. (la Tierra
He aquí alzada proféticamente contra Roma, mucho antes de que existiesen las odiosas razones que hoy existen, la voz del pueblo que quiere los frutos pacíficos de la Tierra para los hombres todos, voz que al servir de vehículo a la profecía de manera tan evidente como justa autentifica a la persona a que sirvió de medio expresivo. Voz del pueblo, sólo a los enemigos del pueblo, a sus monstruosos verdugos, podía ser dado sofocarla.
Poco después, la muerte de don Miguel de Unamuno, ocurrida en Salamanca a fines de 1936,
redujo a catorce, dentro de esa Antología, el número de poetas vivos. ¡ Pobre don Miguel! De nada le valieron aquellas sus primeras reacciones favorables que, víctima de la propaganda, prodigó al movimiento franquista. El, que a su modo representaba también a España, la España que, a fuerza de hallarse con ella identificado, le dolía como su cuerpo mismo, no tardó en ser objeto de excomunión, miembro amputado de la colectividad que, al arrojar de sí a la figura representativa de España, reveló su engañoso contenido. ¡Pobre don Miguel, contradictor nunca escarmentado! No se dió cuenta de que la España quíesta trágica vez le rodeaba no era ya su España. Tan grave paso en falso le llevó a precipitarse en el abismo que él mismo había imaginado al escribir:
No un manojo, una manada es el fajo del fajismo: detrás del saludo, nada; detrás de la nada, abismo.
La oleada de bajezas que barrió y barre la península, la misma que ahogó la voz de Lorca porque encarnaba al pueblo, condenó a silencio a Unamuno, lo arrastró, arrinconándole hasta su muerte, inevitable porque representaba a España. No fué ello obstáculo, sin embargo, para que su recuerdo haya sido utilizado como medio de propaganda ‘‘comercial” por los modernos mercaderes de Venecia que han vendido no un kilo sino cantidades inmensas de la carne de su pueblo.
Por encontrarse en vida los restantes poetas aportan directamente su testimonio. Helos aquí:
Antonio Machado, mantenedor eminente del sacro fuego, firme en la brecha espiritual, inclinado entrañablemente a la cabecera del pueblo que sufre, por amor del cual ha llegado a escribir: Siempre que advirtáis un tono seguro en mis palabras, pensad que os estoy enseñando algo que creo haber aprendido en el pueblo.
Juan Ramón Jiménez, haciendo causa común desde el primer momento con la defensa popular, abandonó su legendario retraimiento para actuar 'aliente y meritísimamente en el Madrid amenazado. Más tarde se trasladó a América donde sigue militando con tesón acrecido en las filas espirituales del pueblo.
fosé Moreno Villa, batallador literario en España y fuera de España. En la actualidad se encuentra en México, en la Nueva España, combatiendo en todos los terrenos y con la totalidad «e medios a su alcance.
Pedro Salinas, esforzado e infatigable luchador de la libertad. En Norteamérica, donde en la actualidad sostiene su batalla, ni a él el tiempo le apacigua ni él da paz a su razón ni a su mano.
Dámaso Alonso, leal y eiemplarmente firme en su puesto desde el primer día, contribuye con sus Huchas armas culturales a la defensa de los valo- resf del espíritu.
luán 1,arrea, el que esto escribe, que todo lo dejó para tomar parte decidida en la contienda.
Rafael Alberti, el alma lírica de Madrid sitia
do, de donde aun enfermo no ha consentido salir por afán de compartir hasta el final su suerte y la de sus heroicos defensores a quienes con sus escritos y alocuciones sostiene y enardece.
Emilio Prados, voz sin reposo, atormentada, profunda, donde la tragedia ha encontrado, con su clima natural, el instrumento en carne viva que fielmente la expresa.
Vicente Aleixandre, el poeta enfermo que sigue viviendo en Madrid junto a la línea de fuego, oponiendo al cercano enemigo su fe y su aliento invencibles.
Luis Cernuda, alistado en un principio como miliciano en el Guadarrama, hoy en Londres defendiendo la causa republicana con la autoridad que le confiere su alta calidad artística.
Manuel Altolaguirre, el benjamín de antaño, entregado hoy sin limitación a las mil actividades líricas, dramáticas, etc., que le inspira su acendrado entusiasmo comunicativo.
¿Cabe más concluyente plebiscito? Compacto escuadrón de poetas que no se ha contentado con manifestar simpatías platónicas sino que se ha lanzado a lo recio de la pelea; apostolado del alma del pueblo, que viene a dar testimonio indiscutible, a calificar con su. presencia, confirmando el sentido que arrojan las vidas y las muertes de don Miguel y de Federico, el carácter de la lucha que sostiene el pueblo de España, a señalar, el platillo de la balanza en que cargan su acento creador las realidades positivas del espíritu.
Frente a este veredicto, sirviendo de excepción a la regla general, se encuentran dos nombres en la Antología: Manuel Machado y Gerardo Diego. Si se considera al primero ea función de Antonio, su hermano, podría pensarse que a su figura incumbe calificar cuanto el bando en que milita tiene de Caín.
A Gerardo Diego, el recopilador de la Antología, ha correspondido en este Apostolado el papel de Judas. Sí, de Judas, triste es para, mí decirlo. No sólo ha traicionado a la Poesía.en sí y en la persona de los poetas que figuraron desinteresadamente en su selección, sino que mientras todos ellos han abrazado la suerte de su pueblo, mientras García Lorca, asesinado, profería .su Grito hacia Roma, Gerardo Diego se ha atrevido a cantar públicamente, según se me asegura, a las Alas Italianas, a la aviación criminal que lacera la carne viva del pueblo de España: Ello ha servido para que asi resalte con absoluta in- dubitabilidad el valor del referéndum poético realizado, al patentizar que Gerardo Diego estaba lejos de dejarse llevar, cuando verificó su selección, por otras simpatías que no fueran las sinceramente artísticas.. ■ • • ->
Idéntico resultado arroja, confirmando el anterior, la segunda Antología de Gerardo- Diego (Madrid, ¡9141, más amplia que la que acaba de ser examinada. Si el bando faccioso se enriquece con el nombre de 'Eduardo Marquina, al de! pueblo se incorporan los de Antonio Espina, Juan fosé Domencbina, León Felipe, Ernestina de Champourcin. . . ■ .
La conclusión que se desprende de este escrutinio, abrumadora para la causa facciosa, es que la voluntad manifestada por el pueblo español a través de sus poetas coincide exactamente con la que arroja el plebiscito de los milicianos de la República. Ambos forman, al completarse, un todo indivisible que, como consecuencia, no consiente duda alguna sobre el lugar que ocupa en la contienda el alma española y con ella, en modo positivo, la virtualidad creadora de la vida. Allí donde se encontrare el cuerpo se encontrarán las águilas, decía el Evangelio de Jesús. Allí donde se encuentra el pueblo se encuentran los poetas, traduce en su lenguaje España; los poetas que en estos furiosos días de ira se hacen lenguas de fuego, cuando no como Federico García Lorca, ensordecedoras lenguas de sangre. Así se atreve a decir Altolaguirre:
Fuera de si mi voz canta el ardiente delirio de este incendio apasionado, canta su rojo fuego vengativo.Canta el odio de un pueblo que renace desgarrando una entraña de verdugos.
Ese fuego es el mismo que hace a Moreno Villa fundirse con el miliciano en una aleación más próxima del acero de cañón que del bronce de
. campana:Converso con vosotros porque estáis en mis
( venas,en mi garganta y en mi frente y porque yo a mi vez estoy viviendo en el gatillo de vuestro fusÜ.
Por su parte, Emilio Prados se ha compenetrado de tal modo con la materialidad de su pueblo que entre su persona y la capital de España no existe solución de continuidad:
Ay, ciudad, ciudad sitiada, ciudad de mi propio pecho, iDónde comienzas, Madrid, o es Madrid que eres mi cuerpoT
La aptitud de algunos de los poetas contenidos en la Antología tiende tanto en estos momentos a la acción directa como al canto lírico. Por renunciar a cuanto no sea mera y positiva contienda han hecho éstos la suprema renunciación: la del cultivo de la poesía. En ellos se formulan silencios o semisilencios tanto más reveladores cuando que provienen de poetas en cuyos labios ciertos ecos de la tragedia se expresaron profé- ticamente con anterioridad a los sucesos sangrientos. La profecía inspiró, por ejemplo, a Aleixan- dre, autor de! libro tan sintomáticamente titulado Espadas como labios, donde resuena con anticipación la voz destrozada del pueblo español, de su Verbo victimado, presente con mayor intensidad aún si cabe, en su último libro, de título también muy significativo: La Destrucción o el Amor.
En el mismo caso se encuentra Salinas, a través de cuya oersonalidad se manifiesta la exacta realidad de Víspera del Gozo, característica de la Es
paña de hoy; realidad aún más visible, por más concretamente plasmada, en su libro Razón de Amor, aparecido muy pocas semanas antes del estallido de julio del año 36. Termina este libro con tres poemas titulados cuán significativamente: Fin de Mundo, Suicidio hacia arriba y La felicidad inminente. Léense en este último los siguientes versos con acento, modalidad y significación de salmo:
Me estremeceun gran temblor de víspera y de alba.Escogido estoy para la hazaña del gran gozo del mundo.
Porque viene a luchar su lucha en mí.Veo su doble rostro,su doble ser partido, como el nuestro,las dos mitades fieras, enfrentadas.
Así también Larrea, gran parte de cuya obra parece estar en íntima relación con el sentido profundo y aun inconsciente que está pugnando por abrirse paso en estos días que vivimos.
¿Qué otra cosa con más autoridad que la condición profètica determinante de tales vaticinios podría dar testimonio de la naturaleza del Espíritu que mueve a los humanos instrumentos donde se transforma en música y expresión el hondo aliento del pueblo? Día ha de llegar en que ciertos aspectos desapercibidos de la poesía española, como los apuntados aquí tan a la ligera, serán analizados a fondo para maravilla de unos y confusión de otros. ¿Podrá causar extrañeza que, si se acerca para España el nuevo mundo del Espíritu, se vislumbren ya algunos chispazos característicos comparables a aquellas aves que anunciaron a los navegantes de Colón, consumada la travesía la proximidad del nuevo mundo de América?
Mientras tanto, y puesto que de poesía se trata, fuera injusto olvidar a un gran número de poetas que por razones de diversa índole, cuando no por la invencible de la edad, no tuvieron cabida en las Antologías de Gerardo Diego. Con el mismo entusiasmo y frecuentemente con no menores méritos, militan en las filas del pueblo: Miguel Hernández, fosé Maria Quiroga Pla, Pedro Garfias. Rosa Chacel, José Herrera Petere, Juan Chabás, Arturo Serrano Piafa, Juan Gil- Albert. Ramón Gaya, Antonio Aparicio, Lorenzo Varela, etc. Ha bastado que el vendaval patriótico sacudiera el árbol popular para que haya surgido por todas partes un armonioso resonar de labios y de pechos, un estremecimiento de canciones que se trasmiten de español a español hasta hacer de España un inmenso crisol poético al rojo siempre vivo. Así ha nacido el Romancero de la Guerra Civü, como nació el romancero clásico cuando nuestros antepasados batallaban contra idéntica morisma y contra idénticos imperialismos invasores. Recita el miliciano, la moza, el muchachuelo, recita el frente y la retaguardia; brota la poesía de las trincheras en las noches
espantosas de angustia, rima con el borboteo febril de las heridas, irrumpe bajo el cielo derrumbado de los bombardeos, entre violentas execraciones, violentos optimismos y anhelos, no menos violentos, de bien y de justicia; emana de una voluntad poética irrazonada que revela el contenido de estos hombres que se enfrentan a las máquinas de la muerte con un romancillo entre los labios.
No es esto todo. El pueblo español, tan sumamente abandonado en otros aspectos, goza en el dominio de la Poesía de todas las ayudas. Al coro de gargantas peninsulares ha venido a sumarse un sonoro rumor de versos e imprecaciones que, vueltas hada el corazón de nuestro pueblo, emiten todas las latitudes. No es sólo España, es el orbe hispánico el que se encuentra en orden unánime de batalla. Es César Vallejo, muerto simbólicamente con el nombre de España eternizado en su último suspiro y dejando un libro: España, aparta de mí este cáliz; son Gabriela Mistral, Vicente Huidrobo, Pablo Neruda, autor del bello libro: España en el Corazón y todos los demás poetas chilenos que han colaborado en el homenaje a la Madre España; son Enrique González Martínez Alfonso Reyes, Xavier Villaurrutia, Maples Arce, Carlos Pellicer, Octavio Paz, mexicanos, autor
A P O T E O S I S D E
Todos los medios son buenos para remediar, siquiera aparentemente, la carencia total de poetas que hoy se deja sentir en España. Después de elevar en alas de la fuerza al bajisonante José María Pemán hasta la Presidencia de la Real Academia Española, no se ha tenido escrúpulo en encumbrar de oficio a Adriano del Valle para hacer de él un figurón con que disimular ilustres ausencias. En los vericuetos de la tragicomedia franquista se ha extraviado, sin duda, el sentido de lo ridículo.
Por muy grotesco que parezca, el acto de la consagración pública de Adriano del Valle se celebró “en las proximidades de la plaza Mayor”, centro de España”, reuniendo a "poetas y escri
tores de todas las provincias presididos por jerarquías de la Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N. S., y académicos de la Historia Y de la Lengua”.
La reseña del aparatoso simulacro, tal como aparece en el N® 143 de Domingo, no tiene desperdicio.
Eduardo Llosent y Marañón (?) ofreció el acto. Dionisio Ridruejo (?) “hizo una oración Poética que terminó con las palabras de Rubén Uario en el Responso a Verlaine, llamando a Adriano padre y maestro mágico”. Ni más ni menos.
Eugenio d’Ors “estudió los dos valores disímiles por él alumbrados a la mayor gloria de la Poesía española contemporánea: Ramón de Bas- terra y Adriano del Valle”.
"En un verdadero torneo literario dieron su
este último del libro a España Bajo tu clara sombra; es el cubano Nicolás Guillén, que ha dado a luz su España, poema en tres cantos y una esperanza; son decenas, centenares de poetas los que llevados por una intuición libre de todo compromiso han venido de todas las Repúblicas americanas a dar testimonio colectivo, a congregarse en tomo a este lecho de dolor donde —pobre el que no sienta— algo de importancia definitiva está naciendo.
Gran parte de estos hombres carecían en 1936 de una posición política determinada. Ha bastado, sin embargo, que unos generales atacaran al pueblo para que en su casi totalidad los poetas del orbe hispánico tomaran inmediatamente partido. Porque en España no se trata hoy de política en el sentido vulgar de la palabra, sino de vida y muerte, materia de que la sensibilidad poética entiende más que la del resto de los hombres. Algo hay en España en estado naciente y algo que, después de condenarse para siempre, está muriendo. Así se explica que los poetas de todas las latitudes, en contraste con la posición equívoca que mantienen otros hombres de profesiones menos desinteresadas, hayan acudido a congregarse a España, unánimemente, como un solo poeta, como ese sumo Poeta que se llama Verbo Hispánico.
L E S P E R P E N T O
homenaje al poeta: Manuel Machado, PedroMourlane Michelena, Pedro Laín Entralgo, Pablo Sebastián, Diego Romero, Alvaro Cunqueiro, Manuel Halcón, Manuel Augusto, Antonio Maricha- lar, Claudio de la Torre, Antonio Tovar, y leyeron bellísimas poesías en su honor Federico de L'rrutia, Margarita Pedroso, Josefina de la Torre y Manuel Machado”. En su casi totalidad muy señores nuestros.
Nos es de antiguo conocida la opinión que merece a algunos de los aquí mencionados la poesía y la persona de Adriano del Valle, verdadero poeta alumbrado y objeto de la conmiseración del Parnaso en pleno. Lo que no evita que se encuentren aquí engrosando el coro de a su vez conmiserables figurantes, en esta consagración centrohispánica refrendada por un alegre revolotear de ángeles custodios y otras zarandajas de Real Academia y de las J. O. N. S. (¿De qué calibre era esta vez el revólver, Antonio Mari- cbalar?) Las jerarquías mandan.
Y esas jerarquías no se han contentado con asesinar a Federico García Lorca. El ultraje de la poesía tenía que alcanzar las cumbres del escarnio.
Que la mentira sea de tal magnitud que, sobrecogidos, nadie se atreva a ponerla en duda, nos enseña Mein Kampf, arte de hacer pasar gato por liebre.
Mas ni siquiera se trata de gato esta vez sino de ratón; ratón auténtico, categórico, lo mismo antes del parto, que en el parto y después del parto del montaraz Eugenio d’Ors.
LIBROS Y ESPECTACULOSJOSE ORTEGA Y GASSET
E N S I M I S M A M I E N T O Y A L T E R A C I O N(Espasa-Calpe Argentina. Buenos Aires, 19)9.)
D. José Ortega y Gasset ha roto, por fin, su pertinaz silencio de cuatro años y publica un libro. No ha podido —nos dice— ni darle figura más noble, ni más depurada entraña. Le urgía publicarlo. Seguramente por razones más hondas que la que él mismo confiesa: “he decidido hacer concurrencia a esos piratas del Pacífico y publicar yo esos libros suyos, que son míos".
La remuneración de sus derechos de autor se la habrán podido piratear, pero la propiedad intelectual, no. Cada una de las líneas del libro atestigua su origen. El mismo estilo brillante y sugestivo, la misma pulcritud intelectual al plantear los problemas, las mismas disgresiones, felicísimas a veces, para atacar el tema de flanco, la misma táctica de dejar el ánimo en suspenso y aplazar la solución para otra conferencia u otro libro ...
En este, en la primera parte de este, D. José Ortega arremete briosamente contra los sociólogos y entre verdades como puños que les suelta, justas y_ exactas, se le escapa esta sorprendente afir- mación: “La sociología, en efecto, no está a la altura de los tiempos, y, por eso, los tiempos, mal sostenidos en su altitud, caen y se precipitan". ¿Qué significa esto? ¿Es que afirma en serio que la crisis por que atraviesa Europa y el mundo obedece simplemente a la frivolidad de los sociólogos? ¿Es que la inquietud, la angustia, el fervor con que los hombres gritan, combaten y matan, no tiene más causa que la pseudo-sociología y que todos se aquietarían como por ensalmo, en cuanto que un sabio, el mismo Ortega, por ejemplo, les dijese clara y certeramente qué es la sociedad y qué es lo social? ¿A qué espera entonces para decirlo, y cómo no lo ha dicho en estos tres años de guerra en que tanta falta nos hacía?
Tal vez porque estábamos alterados y él mismo estaba ensimismado. La crítica de los sociólogos no es más que la introducción al tema central de su conferencia que versa toda ella sobre ensimismamiento y alteración. La alteración no es tan sólo ni principalmente, la acción de alterar o alterarse, sino la actitud del “que está siempre atento a lo que pasa fuera de él, a lo otro que él”. Alteración es, pues, en cierto sentido, lo contrario al narcisismo. El ensimismamiento da al hombre la posibilidad de meditar, que es su atributo esencial. En cambio, "la alteración le obnubila, le ciega, le obliga a actuar mecánicamente en un frenético sonambulismo".- Hace del hombre un mono, pues son, en efecto, esas, “diablescas bestefuelas” las que nos dan el más alto ejemplo de constitutiva alteración.
Si el Sr. Ortega hablara tan sólo del pensador y para pensadores, sería tal vez más explicable este prurito de edificar una vez más _ la clásica torre de marfil. Y aun en este caso, ¿cómo podrá pensar el hombre que jamás ha abierto con estupor sus pupilas para que en ellas se refleje el inquietante misterio de la naturaleza o de la vida? ¿Ni qué vigor podrá tener el pensamiento que no se nutra de un interés alterado, de una pasión por lo otro, aunque ese otro sea el mismo sujeto pensante? Y ¿cuál será la verdad del pensamiento que no recoja el logas, la voz de las cosas?
Cuando fija el sentido que va a darle a la palabra alteración, el Sr. Ortega comete un pequeño error de traducción, sin ninguna importancia en sí mismo, pero de enorme trascendencia por lo que implica. Dice que alteración viene de alter, que él traduce lo otro, cuando significa, en realidad, el otro, el prójimo. La alteración no puede significar entonces un estar disperso y como perdido por el mundo, sino la preocupación y solicitud por la vida de los demás. No querer egoístamente encerrase en sí mismo para a solas saborear los propios pensamientos, sino abrirse fraternalmente a los demás para compartir con ellos sus angustias y sus sufrimientos.
Es verdad que hay dos maneras de vivir: en sí y fuera de sí. Fuera de sí viven todos los que aman, los que se entregan con alma y vida a las ideas y a las personas, a lo otro y a los otros que él. Precisamente porque aman, se enteran de verdad de lo que son las personas y las cosas. En la comunión o comunidad que el amor establece quedan patentes los secretos más herméticamente cerrados a la pura y fría especulación. ¿Cómo una Santa Teresa, por ejemplo, que jamás se ensimismó en el estudio de la Teología, llegó a construir una y de la más alta calidad, sino porque salió fuera de sí por amor de Dios? ¿E* que rompía su intimidad porque la agrandaba y enriquecía hasta meter dentro dé ella nada menos que a Dios?
Como los alterados conocen de distinta manera que los ensimismados, hablan también de modo distinto. Es difícil discernir en sus palabras lo que es estrictamente personal y lo que es eco de pensamientos e inquietudes compartidas más o menos conscientemente por todos. Don José Ortega se aparta de este camino con visible repugnancia por horror de la demagogia. Pero además del demagogo hay el profeta. Y hay todo el problema de la creación de la cultura. ¿Podrá nunca ser creador un ensimismamiento si no lo fecunda el otro o lo otro, la alteración?
Exactamente como los ensimismados, los alterados aciertan unas veces y otras se equivocan, porque no es reflexión lo que les falta, sino ensimismamiento. Pero acierten o se equivoquen, viven hasta sus raíces la dramática peripecia que es la vida humana. Dentro de sí evidentemente se está más seguro. "Cuando el hombre se pone “Fuera de si” es que aspira a descender y recae en la animalidad". Don José Ortega parece que no admite más que un fuera de sí y no ve que el punto culminante del peligro y riesgo de la vida humana está precisamente en la dirección que toma el hombre cuando sale fuera de sí. Al salir fuera de sí puede perderse en el mundo, en la animalidad, pero también puede encontrarse en el prójimo, en la colectividad, en Dios.
Quizá el vacío más grande del pensamiento de Don José Ortega, la causa y explicación de todos sus otros vacíos, sea justamente esta ausencia de perspectivas divinas, que persiste a lo largo de toda su obra.
José Manuel GALLEGOS.
GENERAL VICENTE ROJO: ALERTA A LOS PUEBLOS
(ESTUDIO político-militar del periodo final de la guerra española-- Ed. Anicetto López.—Buenos Aires).
Tan vivo, tan caliente está aún el drama de nuestro pueblo, que el ex Jefe de Estado Mayor Central de la República Española, al ofrecernos su testimonio no puede sustraerse al temblor angustioso y al aliento febril y apasionado de los días de lucha Y en buena hora. Porque ¡ay! de aquellos que traten de hundirse en nuestra tragedia, andando sólo a través de planos y de cartas. En nuestro drama hay que sumergirse en su entraña ardiente. Y quemarse.
Vamos, pues al libro, con nuestra experiencia viva de español y ex combatiente. Vamos pronto, con la cicatriz abierta, al mismo corazón de la tragedia.
A lo largo de todo el libro avanzan dos corrientes que se acercan y se alejan, poniéndonos al desnudo la contradicción interna de un español honrado, con fe en su pueblo, pero con una fe limitada y cercenada por las aristas del militar, del profesional de la guerra. De ahí proviene su exaltación fervorosa del combatiente y su desprecio, su declaración de odio coñtra la retaguardia. Estas dos corrientes se mueven, en su Perfil y en su latir más profundo, envueltas en una atmósfera amarga, a la que de vez en cuando el general Rojo hace llegar algunos rayos de luz y de esperanza.. Su profesión de fe, al abrir las primeras pá-
Bnas, nos alientan en su lectura: “extinguida la jucha, sin renunciar a ninguno de los ideales que defendió y conservando las creencias y la fe en fes destinos del pueblo”, encontramos, ahora, en el
anónimo, al ex Jefe de Estado Mayor del Ejército Popular.
Y con esta fe entra en la última fase de ia guerra española, comenzando por presentamos un cuadro general de la situación política y militar antes de la batalla y retirada de Cataluña. Al analizarla, después de pintamos un panorama, crudo, lleno de obscuras traiciones y de turbias encrucijadas, Rojo se pregunta^ ¿Por qué no se dejó hacer al Gobierno una auténtica política de guerra? Era la misma pregunta que, estérilmente, se hacían los soldados que permanecían algunos días en la retaguardia.
Rojo rompe este silencio, tímidamente. El que sepa leer entre líneas o el que haya sentido en su carne el drama de nuestro pueblo, comprende en seguida qué extensión tienen las críticas y las acusaciones veladas de Rojo. Cuando él arremete contra los que obstaculizaron y debilitaron la autoridad del Gobierno y del Ejército, sabemos a quiénes alcanza esta responsabilidad histórica. Pero aunque Rojo intenta desenterrar la verdad lo hace tan débilmente que a veces la verdad se escurre y aparece ante nuestros ojos una retaguardia podrida, unos dirigentes vencidos y un pueblo que no está a la altura de la grandeza y del heroísmo de su Ejército. ¡Y eso no! Los que impedían fuese una realidad las medidas salvadoras que el pueblo venía reclamando casi desde el comienzo de la guerra —y que justamente son las que Rojo señalaba— fueron las momias de la vieja política, que después de una sorda y turbia labor de descomposición se alinearon al lado de los traidores casadistas. Fueron los que hoy, muertos ya para siempre política y humanamente, quieren hacer de sepultureros de nuestro pueblo, del brazo de los monarquizantes.
Y sigamos adelante. La situación militar después del terrible desgaste sufrido en la batalla del Ebro, era muy difícil. Militarmente se había previsto cuanto era posible. De la zona Centro-Sur debía llegar una ayuda salvadora mediante una serie de operaciones escalonadas que comenzarían con un desembarco en Motril.
Y cuando todo está ultimado, el edificio construido laboriosamente se desploma. Miaja de acuerdo con el Jefe de la Flota, se opone terminantemente a la operación.
La batalla de Cataluña comenzamos a perderla al suspender la operación sobre Motril. Y yo añadiría: Y España. Rojo asoma de nuevo, uno de los frutos de su contradicción: Es inocente culpar a nadie de lo ocurrido; el hecho era efecto de un sistema absurdo en el ejercicio del Mando militar y en la dirección de la guerra. Esto es sólo una verdad a medias y es necesario señalar verdades enteras. Era efecto del trabajo de los que, hundidos en la sombra, temerosos de verle la cara al pueblo, no cesaban de conspirar y traicionar. Aprovechando la grave situación que se avecinaba, comenzaron a salir a la luz sus actividades. La actitud de Miaja fué un grave y mortal síntoma. Con esta situación política y militar, el telón del drama se alza. Y el drama
se desarrolla sobre dos escenarios. Mientras en uno el Ejército Popular, en un esfuerzo desesperado y heroico lucha contra la superioridad aplastante de los invasores, en el otro el peso de la acción lo llevan los enemigos de dentro, descomponiendo, retorciendo y rompiendo, finalmente, ios hilos de la resistencia del pueblo.
Rojo nos lleva al primer escenario. Toda su descripción del curso de la batalla podría suscribirla, por exacta y por honrada, cualquiera que haya vivido los hechos. En medio de la derrota aparece una vez más la gloria de nuestro Ejército conservándose basta el último momento en manos del mando sin una violencia, sin una -protesta.
En pleno desastre, Rojo, cargado de temores, de desesperanza, llega al dilema crucial: ¿Liquidar la guerra o continuarla? Su posición era la de una renuncia terminante a la lucha. Creemos en su honradez, pero su actitud, era totalmente ciega. Abrumado, desbordado por la culminación de la tragedia, su fe se desvaneció y cayó. Cayó, eso sí, para levantarse del brazo que le tendiera el Presidente Negrín. La guerra no podía terminar más que con la solución aprobada por las Cortes en Figueras. Era la solución justa, humana y digna.
Liquidada la batalla de Cataluña, la otra faz sombría, obscura de nuestra guerra iba a florecer. Como en los días más difíciles, maduro ya el fruto, salieron a la superficie los odios enconados, los resentimientos, arrastrados todos por el agua turbia de la traición. Y estalló la insurrección ca- sadista.
Rojo condena el movimiento, su_ esterilidad, su sed de sangre. Pero rehuye llamarle por su verdadero nombre. Inútilmente, navega por el Diccionario en busca de otro calificativo. La insurrección tiene un nombre. Y es este: TRAICION.
El llamado Consejo Nacional de Defensa entregó a España, no por error ni torpeza. Consciente, deliberadamente, después de un largo- proceso de descomposición y de conspiración, Casado y Besteiro se alzaron para entregar a España y a su pueblo, obedeciendo órdenes de Chamberlain y Daladier. Esta es la verdad lisa, llana y tremenda.
Como para mitigar la indignación y la amargura que este episodio vergonzoso le produce, Rojo dedica un capítulo a exaltar las virtudes del combatiente español, que espera paciente y ennoblecido sobre los campos de concentración, las nuevas cárceles de la sociedad moderna. Justo el elogio. Bien merecido. Y valioso por venir de quien viene. Pero que quede claro para el señor Rojo esto que se esfuma a lo largo de su libro. Y es que si verdaderamente el Ejército fué lo más abnegado, lo más puro y lo más noble de nuestra guerra, lo fué por ser la flor de nuestro pueblo. Por esto no es justo señalar el hondo valor humano de nuestros combatientes en oposición a todo lo que quedaba fuera, desconociendo sus raíces y su procedencia. Los que no se salvaban del desastre porque nada fiemen que ver
con nuestro pueblo ni con su Ejército era toda aquella “charca” tan bien definida por Negrín, de batracios sociales y políticos desmoralizados y cuya incapacidad de abnegación y de sacrificio nos había conducido al desastre.
Después de esto, próximo ya el final del libro, Rojo asoma una vez más su alma, anegada en su terrible contradicción. Y como arrepentido o como si intentara salvar de un tirón todo lo insalvable, afirma que la causa de nuestra derrota se debe “al fracaso de los sistemas y los procedimientos seguidos en el desarrollo de la doctrina democrática”. De esta tremenda realidad, según él, nadie es culpable.
Y naturalmente, no estamos de acuerdo. Las causas de nuestra derrota son dos, fundamentalmente. La primera y más decisiva, procede de fuera, es: la cobardía, la traición y la complicidad de los gobiernos que elaboraron la fórmula de la No intervención. Todos ellos, al dejarnos con las manos vacías, indefensos, inermes, contribuyeron a estrangularnos. La responsabilidad más grave alcanza a los gobiernos de Inglaterra y de Francia, forjadores y animadores de esta política criminal. Salvamos, en cambio, de acuerdo con Rojo, a la U. R. S. S„ por su ayuda decidida y a México. La segunda causa, la hemos expuesto a lo largo de esta nota: es la acción interior y disolvente de los traidores y derrotistas. Por encima de una y de otra, queda limpia y clara la grandeza de nuestro pueblo. Nada puede obscurecer su gloria.
Y ahora, al cerrar las últimas páginas del libro de Rojo, rendimos homenaje a su sinceridad española y nos alegramos de que el ex Jefe de Estado Mayor Central, esté con nosotros en la hora de la fe, de la esperanza y de la confianza en nuestro pueblo.
Adolfo S. VAZQUEZ.
TODO UN HOMBRE, DE DON MIGUEL DE UNAMUNO, EN EL TEATRO ARBEU
Un actor español emigrado, Benito Cibrián, ha elegido para su presentación en México la obra dramática de don Miguel de Unamuno. Todo un hombre.. Como es sabido, esta comedia —empleo el vocablo en su sentido más genérico— proviene de la novela Nada menos que todo un hombre y pasó a la escena adaptada por Julio de Hoyos, escritor discreto y respetuoso.
Don Migue! solía hablar mal de la adaptación realizada por Julio de Hoyos. Cometía injusticia, pero era explicable que cayera en ella. En la elaboración imprescindible, para que la masa novelística se aviniera a los ritmos y módulos de la escena, don Miguel no intervino o intervino muy poco o intervino menos de lo que hubiera querido o, a su juicio, Julio de Hoyos intervino demasiado porque aunque los extraños aoenas veíamos las huellas del adaptador, don Miguel las veía, como es natural, y, como es —era— na
tural también en él, le sacaban de quicio. El hombre más singular, por vocación de serlo, que España ha parido no podía soportar la presencia cié manos ajenas en una creación de su espíritu y Julio de Hoyos fué víctima inocente de su rencor, atemperado, de vez en vez, por las relativamente cuantiosas liquidaciones económicas percibidas, argumentos a los que aquel gran don Miguel, tan humano, no era insensible.
Don Miguel se veía traicionado o, por lo menos, escamoteado, y, en cierto modo, tenía razón. Todo un hombre es la menos unamunesca de sus obras dramáticas. Unamuno está en ella integro, total, en cuerpo y alma, como a él le gustaba estar, como él quería pasar a la otra vida, con su barbita blanca y sus gafas y su chaleco cerrado y su sombrero redondo y su perfil de buho. Pero no está solo. Comparte el ámbito con una sombra suave, tenue, dulcemente luminosa que pule aristas, enguanta ángulos, lima esquirlas y, por su influencia, Unamuno, sin dejar de ser él, se presenta adobado y, hasta me atrevería a decir un poco, no mucho, amaestrado. Pero, a la vez, por esa protesta contra Julio de Hoyos don Miguel completa su identidad radical con Alejandro Gómez, protagonista de la comedia, hombre —todo un hombre según él— de soliloquio, de principio y fin en sí mismo, de "cuando estoy conmizo está todo el mundo en mi”.
La aparición de don Miguel de Unamuno sobre una escena mexicana nos ha producido placer veteado de melancolía nostálgica, si no hay redundancia en la conjunción de estos dos vocablos. Don Miguel se nos perdió para siempre en el torrente de sangre y de fuego que anegó nuestra patria —aun no han descendido sus caudales- durante tres años. Murió del dolor que tantas veces había gritado por su boca, su dolor de España, y murió, como exigía su destino, crucificado en su propia cruz, el mástil tendido al filo de las dos mitades de nuestro ser nacional, un brazo sobre una mitad y el otro sobre la otra. Pese a las presencias impuras la realización dramática nos lo muestra con mayor viveza que los libros. Si él siempre es él, en el teatro, y aun en esta obra, nos aparece más de bulto y real. La música del diálogo tiene tal fuerza unamunesca, a pesar de todo, que las voces prestadas no la empañan y es su voz aguda, metálica, un poco gangosa, la que nuestros oídos oyen.
Los actores españoles que, con Benito Cibrián y Pepita Meliá en cabecera, interpretaron Todo un hombre, pusieron en el empeño talento, estudio y pasión. El público los premió con grandes aplausos merecidos. Nuestra gratitud de emigrados, por la velada, no podía expresarse con las palmas rituales. Vaya entera en estas líneas.
Paulino MASIP.
B I B L I O T E C A S
La prensa de México ha publicado el siguente telegrama de Madrid:"El Director General de Archivos y Bibliotecas, señor Artigas, ha visitado al Ministro
de Justicia para ofrecerle la instalación en las cárceles de España, de bibliotecas que faciliten libros para lectura de los reclusos.
El señor Bilbao acogió con todo cariño la idea y la trasladó a la Dirección General deprisiones.
También dijo el señor Artigas que estaba dispuesto a que se pongan al frente de las bibliotecas carcelarias funcionarios especializados del Cuerpo de Bibliotecarios”.
¿Cabe confesión más explícita de que media España está en la cárcel? ¿Cuándo de otro modo se pensaría en instalar bibliotecas públicas servidas por el Cuerpo de Bibliotecarios? Más aún: ¿no quiere esto decir que la mayoría de los que en España leen se encuentran encarcelados? ¿No queríais cultura?, parece decir siniestramente el régimen franquista.
La Junta de Cultura Española, mientras tanto, ha empezado a recibir libros enviados por sus favorecedores. Raro es el día en que no llega un paquete. Reiteramos, sin embargo, a nuestros amigos, la necesidad que sentimos de formar un fondo bibliográfico considerable. Una vez más nos dirigimos a su generosidad. Ayúdesenos a oponer a la movilización bélica de nuestros enemigos la defensa natural del espíritu.
E S T A F E T A
En cordial intimidad, sin invitación protocolaria, el domingo 11 de febrero se abrieron a los miembros de la Junta de Cultura los nuevos locales de que ésta dispone en Dinamarca 80.
Se distinguió la reunión por la cordialidad que reinó entre todos los asistentes, mexicanos y españoles, que pudieron admirar a su sabor la Casa de la Cultura Española con sus magníficos salones, su biblioteca incipiente, sus espléndidas terrazas y su sección deportiva, compuesta de frontón y piscina.
Los concurrentes, esta fué la impresión de todos, se sintieron como en su propia casa, augurio felicísimo para las tareas de orden cultural que se preparan.
Bajo los auspicios del Gobierno Mexicano y con asistencia de su representación oficial en la persona del licenciado García Téllez, Secretario de Gobernación, se reunió en México, de los días 14 al 17 de febrero la Conferencia Panamericana de Ayuda a los Republicanos Españoles. Concurrieron delegaciones de los Estados Unidos, Argentina, México, Cuba, Uruguay, Chile y Puerto Rico, del Comité Internacional de Coordinación, de la Oficina Internacional por la Infancia, etc. La Junta de Cultura Española, hondamente preocupada por la situación lastimosa que aflige a los intelectuales refugiados en Francia, no sólo destacó observadores que hicieran valer sus puntos de vista sobre los diferentes aspectos del problema, sino que tuvo la satisfacción de albergar en sus locales, recientemente abiertos, a las diferentes comisiones deliberadoras de la Conferencia.
En la elaboración de las conclusiones aprobadas, la Junta de Cultura ha visto con agrado triunfar el criterio emigratorio por ella sostenido en la última Conferencia Internacional reunida en París, en junio de 1939, y que no fué tomado en consideración entonces.
M E X I C A N A
José Bergamín, en representación de la Junta, dirigió la palabra a los congresistas en la sesión plenaria de clausura, para agradecerles sus afanes en favor de los emigrados españoles y afirmar una vez más la identificación de los intelectuales que la Junta representa con nuestro pueblo.
La Junta de Cultura Española nombró una delegación compuesta por los señores Millares, Iglesias y Larrea, para representarla en las sesiones del IV Congreso Mexicano de Historia celebrado últimamente en la ciudad de Morelia. Por inoportuna indisposición de los otros dos delegados sólo pudo asistir a ellas el señor Ramón Iglesia, quien presentó un trabajo sobre la crónica de López de Gomara que fué muy apreciado por los doctos congresistas.
Hemos tenido el gusto de recibir entre nosotros al Secretario de la Comisión Argentina de Ayuda a los Intelectuales Españoles, señor Nor- berto A. Frontini, a cuya actividad y entusiasmo extraordinarios se deben algunas de las mejores satisfacciones experimentadas por la Junta, en relación con la República Argentina. La víspera de su marcha la Junta se reunió en fraternal almuerzo de despedida, para reiterar a Norberto A. Frontini el testimonio de su amistad y de su reconocimiento.
También hemos tenido la satisfacción de saludar en los Delegados que Chile ha enviado al Congreso Panamericano de Ayuda, a nuestros amigos de la Alianza de Intelectuales de Santiago, señores Barrenechea y Calvo, que nos trasmitieron saludos y noticias abundantes de nuestros compañeros de Chile.
ESPAÑA PEREGRINA, publicación mensual de la Junta de Cultura Española, pretende ser el órgano de expresión de cuantos estiman que la lucha por los altos principios que animaron a la República ba entrado en una fase no por discreta y laboriosa menos importante que la que con tanto heroísmo se libró en la península. Las cartas de aliento y adhesión, las iniciativas e indicaciones de toda especie, las colaboraciones de calidad, así como las suscripciones, serán recibidas con verdadero agradecimiento.
M E M O R I A S D E
LA VERDAD SOBRE LA ESPAÑA DE FRANCO
Por A. V. PHILLIPS.
Con este título el diario News Chroni- cle de Londres, publicó el 19 de enero último el artículo que traducimos a continuación.
El señor A. V. Phillips es uno de los pocos periodistas ingleses que, después de haber hecho reportajes de la Guerra Civil Española, permaneció en Madrid bajo el régimen de Franco.
En agosto pasado se decidió a regresar a Inglaterra a fin de pasar unas vacaciones cortas, y cablegrafió a sus amigos para que lo esperaran. No llegó y todos los esfuerzos que se hicieron para lograr comunicarse con él fracasaron. Ahora acaba de llegar a Londres y ha explicado su silencio forzado: Franco retuvo a este inglés, durante los cuatro meses transcurridos, sin otorgarle siquiera el formulismo de un juicio y por sospechar que sus simpatías se hallaban del lado republicano.
El señor Phillips relata aquí —exclusivamente para el NEW S CHRONICLE— sus experiencias y nos ofrece un cuadro de lo que ocurre en la España de Franco.
Me soltaron de la cárcel después de 130 días de prisión y pude salir al fin de Madrid hace unas dos semanas. Había vivido allí cerca de trece años. Hicieron el viaje conmigo sólo siete personas, nin- gona_ de ellas española. A la generalidad de los españoles les es imposible conseguir permiso para salir del país.
. Dejaba una tierra en donde se supone que reina ia paz y me preparaba para entrar en un País en guerra. Mas para mí la elección no eradudosa.
España ha salido de una guerra cruel, pero sus consecuencias continúan.
Franco ha perdido excelentes oportunidades de ser generoso. Después de ganar la guerra pudo caber ganado al pueblo. Pero fracasó en ello. Pudo Paber tomado a Madrid en el sentido más am- Plio de la palabra. Mas no lo ha logrado.
Sólo en Madrid hay unas cien mil personas en a Putcel, o sea un 10% de la población total.
En la casa en que yo vivía, un edificio de 24 apartamentos, no menos de seis tenían algún •arnilíar en la cárcel.
Lo mismo ocurre en el resto de España. Es- ando en la cárcel de Porlier vi llegar presos de
j lala.8a, Avila y otras ciudades y todos contaban a misma historia. Los de Málaga decían que ha- la 6,000 reclusos en una de las cárceles de allí.
U L T R A T U M B A
Puede asegurarse, a mi juicio con bastante fundamento, que las cárceles de España contienen en la actualidad de uno a dos millones de hombres.
Franco cuando habla sobre el particular afirma que es ésta una de sus mayores preocupaciones, pero, asegura al mismo tiempo, que no puede pensarse en una amnistía.
Su única solución para el problema es la redención por el trabajo. Lo cual estaría bien a su modo si los castigos impuestos fuesen justos. Pero las sentencias de 20 y 30 años sobrevienen por los pretextos más fútiles.
Existe inevitablemente una corriente subterránea en contra de Franco. Debe conocerla y temerla. Aún está vigente la ley marcial y ha de pasar tiempo antes de que sea levantada.
No existe, sin embargo, peligro de rebelión. El pueblo tiene un agudo sentido político y sabe que sería inútil. Más aun:- están todos esperando que se solucione la contienda entre la Falange, los nacional-sindicalistas, los requetés y los tradi- cionalistas.
Los últimos son monárquicos, desde luego, y gran parte del pueblo está con ellos porque existe la creencia que el rey daría, al regresar, una amnistía. En estas circunstancias la monarquía recibiría el apoyo del millón o dos millones de personas que se encuentran en las cárceles y de los cinco a diez millones que las esperan a las puertas con los brazos abiertos.
Las dificultades entre la Falange y los Requetés van ahondándose y me imagino que no terminará el año sin que haya ocurrido algo serio entre ellos.
Se hacen todavía en Madrid unas mil ejecuciones por mes. Se observa en tomo de ellas el más profundo silencio. Se reúne a los prisioneros de las cárceles de Madrid durante la noche y se les concentra en Porlier. De allí son llevados, en grupos, al Cementerio del Este, en donde se oyen, de madrugada, los tiros de fusil. A veces sacan hasta cuatro grupos y las calles resuenan con gritos de: “¡Viva el socialismo!” “Viva el comunismo!”
No podría decir el número exacto de ejecuciones realizadas en Madrid, pero creo poder asegurar que pasan de 40,000, ya que fueron hechas en masa durante los primeros meses de la ocupación de Franco.
Franco se refirió, en su discurso del primero de año, a la matanza de 100,000 de sus hombres, lo que se esgrime por la España fascista como justificación de ejecuciones en la misma gran escala. Pero estoy seguro de que dicha suma ha sido sobrepasada ya.
Con tantos trabajadores en prisión —los brazos más hábiles— la agricultura y el trabajo en general
se encuentran en situación desastrosa. Además, existe tal carencia de materias primas que puede decirse que la industria se halla prácticamente paralizada.
La consigna de la España nacionalista es: “España : Una, Grande, Libre”, pero puede estar seguro Franco de que España no es ninguna de esas cosas. Con su política de odio en lugar de amor y perdón no hace más que dividir el país en grupos de opresores y oprimidos. España no será nunca una nación libre mientras sus cárceles sigan conteniendo muchedumbres.
¿Cuánto tiempo pasará sin que Franco se aperciba de ello? Si no despierta pronto a estas realidades puede estar seguro de que le esperan muy graves complicaciones.
EL SEXTO ANIVERSARIO DE LA ENTREVISTA DE JOSE ANTONIO CON
EL D IC E ITALIANO
M A D R ID .— L o s p e r ió d ic o ? r e c u e r d a n q u e h o y s e c u m p le n s e is a ñ o s de l a e n t r e v i s t a q u e s o s tu v o e n R o m a e l f u n d a d o r d e l a F a l a n g e , J o s é A n to n io P r im o d e R iv e r a , c o n e l D u c e d e I t a l i a . E r a n lo s d ía s e n q u e e l m á r t i r p r e p a r a b a l a fu n d a c ió n d e l m o v im ie n to q u e t a n h o n d a r e p e r c u s ió n h a b ía d e t e n e r m á s t a r d e e n e l p o r v e n i r p o l í t ic o y s o c ia l de E s p a ñ a . P e r o a n t e s d e e n c a u z a r d e f in i t i v a m e n te l a o r g a n iz a c ió n , J o s é A n to n io m a n tu v o u n a e x te n s a e n t r e v i s t a c o n B e n i to M u s s o lin i , e l g e n i a l c r e a d o r d e l f a s c is m o i t a l i a n o .
L a f e c h a , d e c o n s ig u ie n te , t i e n e u n c a r á c t e r h i s tó r ic o y c o n s t i t u y e u n o d e lo s g ra n e le s f a s to s p a r a e l m o v im ie n to y l a c a u s a d e F a l a n g e E s p a ñ o la T r a d i c io n a l i s t a y d e la s J . O. N. S.
D iez d ía s m á s ta r d e , e n e l T e a t r o d e l a C o m e d ia . d e M a d r id . s e c e l e b r a b a e l a c to f u n d a c io n a l d e F a l a n g e , in t e r v in i e n d o e n é s te l a s m á s r e l e v a n t e s f i g u r a s d e l m o v im ie n to q u e n a c ía . H a b la r o n R u iz d e A ld a y A lfo n s o G a rc ía V a ld e c a s a s , c e r r a n d o e l h i s tó r ic o c o m ic io u n d i s c u r s o p r o f é t i c o cíe J o s é A n to n io P r im o d e R iv e r a . \
( E x c é l s io r ” , f e b r e r o 14 d e 1940.)
R ecuérdese que un m es después de esa v is ita de José Antonio Primo de R ivera a M ussolini, el 31 de m arzo de ese m ism o año de 1934. se realizó la otra fam osa en trev ista confesada públicam ente por A ntonio Goicochea. Je fe de Acción Española. Según la m inuta que de esta últim a se conserva, el Duce o freció a los com isionados dinero y arm as, aceptados con agradecim iento, para provocar la guerra c iv il, con e l asesinato de cien tos de m iles de españoles, y fac ilitar la suprem acía ita liana . ¡A cendradísim o españolism o!
LA CULTURA EN ARMAS
E n e l c o n g r e s o e x t r a o r d i n a r i o d e l S in d ic a to E s p a ñ o l U n iv e r s i t a r io , c e le b r a d o e n E l E s c o r ia l , b a jo la p r e s id e n c ia d e l d e le g a d o n a c io n a l s e ñ o r G u i ta r te . y c o n a s i s t e n c i a d e l g e n e n a l M u ñ o z G ran d 'e , m in i s t r o S e c r e ta r io de F a l a n g e lo s c o n s e je r o s e s tu d i a r o n lo s t e m a s : “J u v e n tu d y U n i v e r s id a d , “J u v e n tu d y e l M u n d o " , “J u v e n tu d y R e v o lu c ió n , “ M ilic ia s U n i v e r s i t a r i a s " y “S in - a ic a c ió n O b ü g a to r i a ” . E n s u d is c u r s o e l g e n e r a l M u ñ o z G ra n d ’e. d i jo : “T o d o lo q u e h a g a m o s e n m e jo r a d e n u e s t r o p a ís de n a d a s e r v i r á s i n o te n e m o s u n e jé r c i to f u e r t e y p o d e ro s o q u e t e n g a a r a v a a^ to d o s n u e s t r o s e n e m ig o s . P a r a l o g r a r e s t e e j é r c i t o h a y q u e d o ta r lo d e a r m a s p a r a e l c o m b a te y s e m b r a r e n t r e s u s c o m p o n e n te s l a i n t e r i o r s a t i s f a c c ió n q u e le s p e r m i t a i r h a c i a la m u e r te c o n a l e g r í a . P e r o n o e s
p o s ib le s o s t e n e r u n a o f ic ia l id a d p r o f e s io n a l que s a t i s f a g a la s n e c e s id a d e s d e l a n a c ió n e n a r m a s . n i se d e b e r e c u r r i r o t r a v e z a l s is te m a p a s a d o , e n q u e s ó lo e l v a lo r l e g e n d a r io de n u e s t r a r a z a , e n c a r n a d o e n lo s a l f é r e c e s p r o v is io n a le s . r e s o lv ió la s m á s d i f í c i le s s i tu a c io n e s . E s p r e c is o o b te n e r l a o f ic ia l id a d p o r s e le c c ió n e n t r e lo s a u e , r e u n ie n d o u p a a d e c u a d a b a s e de c u l t u r a , p o s e a n a q u e l la s o t r a s d e a u s te r id a d , g r a n d e z a m o r a l y c o n o c im ie n to s m i l i t a r e s q u e le s p e r m i t a n e n c u a d r a r la s u n id a d e s o r g a n iz a d a s e n l a m o v il iz a c ió n b a jo l a g u í a d i r e c ta de l a o f ic ia l id a d p r o f e s io n a l . L o s c e n t ro s d e e n s e ñ a n z a s u p e r io r h a n d e s e r , p o r c o n s i g u ie n te , lo s q u e n o s p ro p o r c io n e n , m e d ia n te la a d e c u a d a in s t r u c c ió n p r e m i l i t a r , lo s o f ic ia le s d e l e jé r c i t o e s p a ñ o l” .
( “N o v e d 'ad és” , f e b r e r o 14 de 1940.)
M A D R ID , f e b r e r o 25. ( T r a n s o c e a n . ) — E l s in d ic a to de la s U n iv e r s id a d e s e s p a ñ o la s c o m u n ic a q u e p r ó x im a m e n te s e h a r á o b l ig a to r i a l a i n s t r u c c ió n p r e m i l i t a r p a r a toc tos lo s e s tu d ia n tç s .
P o r e l S in d ic a to E s p a ñ o l U n iv e r s i t a r io se ha a c o r d a d o la c r e a c ió n de C e n t ro s de A cció.n H is p á n ic a . h a b ié n d o s e p r o p u e s to a u e e l p r im e r o de e llo s s e c r e e e n G a lic ia , v l a f u n d a c ió n e n M ad r id d e l C o le g io de A m é r ic a , e n e l a u e r e c ib i r á n in s t r u c c ió n 30 a lu m n o s a m e r ic a n o s a u e . a c a b a s e n d e r e c ib i r s e e n A m é ric a .
( “N o v e d a d e s ” , 15 f e b r e r o 1940.)
M A D R ID , f e b r e r o 7. (A .P .)— L a “G a c e ta O fic i a l ’ p u b lic a u n d e c r e to d e l g e n e r a l F r a n c o , el c u a l a u t o r i z a a lo s o f ic ia le s p r o v is io n a le s qpe s i r v ie r o n a c t iv a m e n te e n lo s e j é r c i t o s n a c io n a l i s t a s , a e x a m in a r s e a f in d e o c u p a r 4.000 e m p le o s d e m a e s t r o s d e e s c u e la .
( “ E x c é ls io r " . 8 f e b r e r o 1940..)
P r e s id id a p o r F r a n c i s V e u b e k e , h a v is i ta d o a l g e n e r a l F r a n c o la c o m is ió n d e c a tó l ic o s b e lg a s q u e f u e r o n a M a d r id c o n e l e x c lu s iv o o b je to de h a c e r le e n t r e g a de u n a e s p a d a a u e le re g a la n lo s c a tó l ic o s b e lg a s a l J e f e d e l E s t a d o e sp a ñ o l.
( “N o v e d a d e s ” . 8 f e b r e r o 1910..)
LA HISPANIDAD EN MARCHA
M A D R ID , f e b r e r o 24. (A . P . ) — L u ig i F e d e rz o - n i. p r e s id e n te d e la R e a l A c a d e m ia d e I t a l i a , l le g ó p a r a i n a u g u r a r e l 27 d e l a c t u a l e l I n s t i t u t o I t a l i a n o d e C u l tu r a .
E l C a l i f a d e M a r ru e c o s h a o to r g a d o c o n d e c o ra c io n e s d e l a O rd e n de l a M e d a h u ia a y a - r io s c a t e d r á t i c o s d e l a U n iv e r s id a d d e M adrid , y h a n o m b ra d o C o m e n d a d o r e s a lo s re ç to rç s . B e r m e jo y R o d a x . y o f ic ia le s a lo s s e ñ o r e s F e* r r á n d iz y S o sa . A d o n P ío Z a b a la le h a o to rg a d o la G ra n C ru z d e d ic h a O rd e n .
( “N o v e d a d e s ” , 26 e n e r o 1940,)
PENETRACION JESUITICA
E n el t e a t r o e s p a ñ o l h a s id o l e íd a p a r a per e s t r e n a d a e n b re v e , l a o b r a d r a m á t i c a E sp a fi: ' bien maridada, d e la q u e e s a u t o r e l p a d r e .ie- s u í t a A u g u r io S a lg a d o .
( “N o v e d a d e s ” . 16 f e b r e r o 1940.)
E n la n u m e r o s a m a t r í c u l a a u e h a s id o r e g i s t r a d a e n la s d iv e r s a s F a c u l t a d e s de M a d r id , se n o ta e l in g r e s o d e n u m e r o s a s m u c h a c h a s . E n F i lo s o f í a de 900 m a tr ic u la d o s , l a m i ta d s o n m u j e r e s : e n F a r m a c ia h a v i n s c r i t a s 460: e n C ie n c ia s . 281: 101, en M ed ic in a , v 81 e n D erecho- De este número estudian C iencias y Letras unas doscientas re lig iosas. E stas cifras se refieren solam ente a la capital de España.
(“N o v e d a d e s ” . 13 e n e r o 1940.)
R E G I S T R O B I B L I O G R A F I C O ' 11(1939-1940)
Pop A gustiu MILLARES CARLO.
A b re v ia tu ra s :
A. I .I .E .:— A n a le s d e l I n s t i t u t o d e I n v e s t ig a c io n e s E s t é t i c a s . ( U n iv e r s id a d N a c io n a l d e M éx ic o .)
AJP.t— A r te s P l á s t i c a s . D i r e c to r : M a n u e l R o d r í g u e z L o z a n o . M éx ico .
B. B . M .j— B o le t ín B ib l io g r á f ic o M e x ic a n o . M é x ico . ( I n s t i t u t o P a n a m e r i c a n o de B ib l io g r a f í a y D o c u m e n ta c ió n . )
E. y C .:— V é a s e n ú m e r o 4.
E. P .í— V é a s e n ú m e ro 6.
Ev«t— E v e n ts . A M o n th ly R e v ie w o f W o r ld A f- f a i r s . S p e n c e r R o d n e y , E d i to r . N e w Y o rk .
H. R .:— H is p à n ic R e v ie w . N e w Y o rk .
L. de 31.:— L e t r a s d e M éx ico . G a c e ta l i t e r a r i a y a r t í s t i c a . M e n s u a l. E d i t a d a p o r O. G. B a r r e d a .
Lnm .:— L u m in a r . R e v i s ta d e o r ie n ta c ió n d in á m ic a . D i r e c to r : Pe< ïro G r in g o i r e . M éx ico .
Jí. E .:— -V éase n ú m e r o 9.
B*!— R u ta . R e v i s t a m e n s u a l d e l i t e r a t u r a . D ir e c to r : J o s é M a n c is id o r .
B- d. C. A .:— -V éase n ú m e r o 8 .
B* F . H .:— R e v i s t a d e F i l o lo g ía H is p á n ic a . B u e n o s A ir e s .— N u e v a Y o rk .
R* H . m . í— R e v i s t a H i s p á n ic a M o d e rn a . N u e v a Y o rk .— B u e n o s A ire s .
B- M. s . :— R e v i s t a M e x ic a n a d e S o c io lo g ía . P u b l ic a d a p o r e l I n s t i t u t o d e I n v e s t i g a c i o n e s S o c ia le s de l a U n iv e r s id a d N a c io n a l A u tó n o m a . M éx ico .
Bom.ï— V é a se n ú m e r o 11.
s*-:— S p e c u lu m . A J o u r n a l o f M e d ie v a l S tu d ie s . C a m b r id g e . M a s s a c h u s e t t s .
T*-— T iem p o . R e v i s ta M e x ic a n a d e C ie n c ia s S o c ia le s y L e t r a s . D i r e c to r : J o a q u ín R a m íre z C a b a ñ a s . M éx ico , 1940.
T- X.t— T i e r r a N u e v a . R e v i s t a d e L e t r a s U n iv e r s i t a r i a s . M éx ico . U n iv e r s id a d N a c io n a l A u tó n o m a .
(. . a « L i b r o s , f o l l e t o s y a r t í c u l o s d e a u t o r e s] í ï r a n ^e r o a s o b r e t e m a s e s p a ñ o l e s , b . L i b r o s , f o - n a l? s . / a r t í c u l o s d e a u t o r e s e s p a ñ o l e s . E n p r e - i ^ r a c ió n : I n v e n t a r i o d e l a p r o d u c c i ó n h i s p á n i c a r ï ^ B i 'ç n d i d a e n t r e 18 d e j u l i o d e 1936 y 31 hro<? • s i e m b r e d e 1938. c o n e x c l u s i ó n d e l o s l i • de r o I l e to s y a r t í c u l o s r e f e r e n t e s a l a G u e r r a b iir.li' spj l ñ a » l o s c u a l e s s e r á n o b j e t o d e u n a B i-
¿ o g ra f fa e s p e c i a l , q u e p u b l i c a r á M ig u e l F e r r e r . < R evista de!» Catalans d ’ Am erica, n ú m . 2,n °v . 1 9 3 9 ). p á g s . 9 6 -9 7 .)
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