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EL ESPACIO INSURGENTE Retratos de la espacialidad de la resistencia social
en la Argentina contempornea
Estudio de caso: Movimiento de Trabajadores Desocupados
de San Francisco Solano (MTD Solano)
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Mster: La ciudad: Polticas Proyectos y Gestin
Alumna: Patricia Pintos
Director: Jordi Borja
Universidad de Barcelona Abril de 2003
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...Los piqueteros, sean lo que sean o lo que sern siendo, puesto que
su identidad se hace sobre la marcha no son de ninguna manera, como se
ha dicho a veces con apresuramiento, los desaparecidos de la democracia.
Al contrario: son los nuevos aparecidos del Sistema (de un sistema que es, no
importa como se llame a s mismo atendiendo slo a la formalidad de sus
instituciones, profundamente antidemocrtico), en el doble sentido del trmino:
son algo que el Sistema ha hecho aparecer a la vista de todo el que quiera ver,
y son un fantasma: al contrario de lo que deca Videla de los desaparecidos
(los desaparecidos son simplemente desaparecidos: no son, no estn), ellos
son y no son, estn y no estn, al mismo tiempo. Ni incluidos ni excluidos,
atravesando calles, rutas, barrios y ciudades con su protesta, reordenando el
espacio pblico mediante el desorden, con su demanda de un imposible que
sin embargo es lo ms real que tenemos hoy, se puede decir que no son
tanto desterritorializados como desterritorializantes: desbordan los lmites
acadmicos los cientistas sociales no saben qu hacer con ellos, as como
los institucionales el poder no sabe cmo tratarlos, qu derechos darles o
negarles, si reprimirlos como disolventes o recibirlos en la Casa Rosada, e
incluso los afectivos: la clase media no sabe si amarlos u odiarlos, si
fastidiarse porque estorban el paso de su automvil, o prestarles atencin
porque quiz sospecha confusamente que le estn mostrando el rostro temido
de su no tan lejano futuro (y en ese sentido s son una vanguardia, una
anticipacin)...
Extractado de El cero y el Infinito de Eduardo Grner
Publicado en Pgina 12, Edicin 28/09/2001
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Indice
Presentacin
Captulo I: La condicin espacial de la Resistencia Social 1.1. El debate sobre la Accin Colectiva 1.2. El Espacio como Producto Social 1.3. Espacio y Espacialidad Social 1.4. Elementos para una teora de la espacialidad de la resistencia
Captulo II: El contexto de la resistencia social en la Argentina 2.1. Sealamientos introductorios sobre el contexto 2.2. Apogeo y crisis del proyecto neoliberal en la Argentina de los noventa
2.2.1. La primera reforma del Estado: Eficientizacin del gasto y fundamentalismo del mercado
2.2.2. La segunda reforma del Estado: Crisis de competitividad y flexibilizacin laboral
2.2.3. Recesin, crisis de gobernabilidad y debacle del modelo 2.3. Los resultados de una dcada dolorosa
Captulo III: El corte de rutas. Nuevo espacio de representacin pblica de la resistencia social
3.1. La protesta cambia de signo 3.2. El corte de Ruta y sus primeros actores 3.3. La protesta social en los tiempos del Piquete
3.3.1. Las dimensiones del fenmeno piquetero 3.3.2. Quien es quien en el mapa piquetero 3.3.3. Los piquetes y la opinin pblica
Captulo IV: La experiencia piquetera del MTD Solano 4.1. La experiencia piquetera del MTD Solano 4.2. El ciclo de la protesta en el MTD Solano 4.3. Los elementos de la identidad piquetera
4.3.1. La cuestin identitaria en el MTD Solano 4.3.1.1. La Horizontalidad
4.3.1.1.1. La horizontalidad en la prctica
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4.3.1.2. La Autonoma 4.3.1.3. La Territorialidad
Captulo V: Trayectos espaciales de la resistencia social. Entre la visibilidad meditica y la resistencia en el territorio
5.1. Lo espacial como formalizacin del discurso 5.2. La transfiguracin del espacio pblico de la protesta social 5.3. El espacio social de las prcticas cotidianas de la resistencia
5.3.1. Los proyectos de economa solidaria 5.3.2. Los proyectos sociales y culturales
Reflexiones Finales Bibliografia
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Presentacin
Columnas de piqueteros avanzan sobre las calles del centro porteo, otras cortan el paso en
los puentes de acceso a la Capital o paralizan las principales rutas del pas. Bombos y
pancartas dominan el sonido y el color del mensaje. En todos los casos se trata de gente
reclamando por derechos ciudadanos fundamentales como el trabajo y la dignidad social. En
todos los casos se trata de personas que aprenden a luchar por esos derechos. Las
expresiones de esta lucha son parte ya del imaginario social de los argentinos y han
transformado de manera ms o menos permanente la relacin de los ciudadanos en el
espacio social, en donde se deconstruyen las formas y lugares tradicionales que tena la
protesta callejera y aparecen otras nuevas, pletricas de civismo y de desafos hechos al
poder.
Descontento, desintegracin, negacin y reclamo narran sobre el espacio pblico-ciudad las
contradiciones y miserias de una Argentina postergada que paga el costo de aos de
aplicacin de polticas neoliberales. ...De este modo los piquetes constituyen nuevas formas
de ordenamiento del espacio y el tiempo, afectando marcadamente la visibilidad del espacio
pblico y convocando la atencin sobre nuevos temarios... (Daniel Saur, 2002).
El formato que inaugura la protesta piquetera se torna novedoso no slo por su estrecha
vinculacin al mensaje de clase que instala en las calles, tambin descubre un campo de
indagacin que ubica a la transformacin del espacio social de la resistencia como una de
las particularidades ms radicales del fenmeno.
La conmocin social vivida en la Argentina a partir de diciembre de 2001 como resultado del
desencuentro de la poltica y la sociedad, fue el punto de inicio para este trabajo. Jordi Borja
apelando a la mayutica, procur la inquietud y apel al descubrimiento. El producto escrito
y sus desmanes son de mi exclusiva responsabilidad.
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Captulo I La condicin espacial de la Resistencia Social
Y vi cuntos ramos, cuntos estaban junto a mi, no eran
nadie, eran todos los hombres no tenan rostro, eran pueblo,
eran metal, eran caminos. Y anduve con los mismos pasos
de la primavera en el mundo.
Fragmento de Las tierras y los hombres de Pablo Neruda
Embarcados en la tarea de indagar en los itinerarios tericos y empricos del enfoque de la
espacialidad de la resistencia social, hemos descubierto -no sin sorpresa- que el mismo est
en camino de constituirse en un verdadero aporte del campo de la geografa social y cultural
a la Teora de la Accin Colectiva. A lo largo de la dcada pasada, investigadores
provenientes de la geografa1 y de otras disciplinas afines han explorado sobre la relacin
existente entre los fenmenos de accin colectiva y la espacialidad social de sus prcticas y
estrategias.
En trminos de encuadrar tericamente nuestro trabajo desde la lnea argumental accin
colectiva / espacio social / espacialidad de la resistencia; y de ofrecer una nueva perspectiva
a esta problemtica, comenzaremos por hacer una rpida revisin de las corrientes de
pensamiento de la accin colectiva evaluando en qu medida sus contenidos resultan
pertinentes a este enfoque; nos detendremos luego a analizar las connotaciones y
posibilidades de la categora Espacio, a fin de dotarla del sentido de constructo social que le
diera la escuela francesa de sociologa urbana; y ms tarde a definir los alcances de la
espacialidad de la resistencia social, en lnea con los aportes realizados en la ltima dcada
por gegrafos anglosajones e iberoamericanos; finalizando con una propuesta de abordaje a
este esquema epistemolgico que introduce nuevos elementos de discusin y servir de
referente instrumental para el estudio de caso.
1 Nos referimos a Doreen Massey (1992), Paul Routledge (1997), Pile & Keith (1997), Sharp, Routledge, Philo & Paddison (2000) y Ulrich Oslender (2002); entre otros.
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1.1. El debate sobre la Accin Colectiva
En lo que hace al plano del debate terico2 sobre la accin colectiva, que da cuenta ...del
modo en que los individuos se deciden a actuar en aras de un beneficio colectivo... (Tarrow;
1997: 33) el mismo ha transcurrido en los ltimos aos3 siguiendo los lineamientos de dos
tradiciones4 intelectuales fuertemente contrastadas en sus enfoques y contenidos: la
desarrollada en Estados Unidos que desde la Teora de la movilizacin de recursos (TMR)
enfatiza la nocin de estrategia y la europea, conocida como Perspectiva de la Identidad
Colectiva5 (PIC) o de lo Nuevos Movimientos Sociales, que pone su acento en la nocin de
identidad. En realidad, por la naturaleza de sus enfoques las teoras se presentan como
complementarias, lo que ha llevado a algunos autores a buscar un punto de equilibrio que
permita capitalizar desde una suerte de teora unificadora, las contribuciones de ambas6.
En la Teora de la movilizacin de recursos (TMR) la accin colectiva es analizada como la
creacin, consumo, intercambio, transferencia o distribucin de recursos entre grupos y
sectores de una sociedad, entendiendo por recursos a todos aquellos bienes o valores
(materiales o no) a los que un determinado sector de la sociedad le asigna ese
reconocimiento (Melucci; 1999).
Los conflictos que mueven a la accin colectiva son considerados ...como formas de lucha
por el control de los recursos: la movilizacin de un grupo es un modo de recoger y de
invertir recursos con vistas a ciertos fines... (Melucci; 1999: 34).
Los movimientos sociales son analizados como fenmenos de articulacin utilitaristas, esto
es en trminos de individuos que estratgicamente evalan la relacin de los costos y
beneficios de su integracin a las filas de una determinada accin colectiva, priorizando as,
por sobre otras cuestiones, la maximizacin del autointers como elemento motivacional de
la accin7. Tarrow dir ms tarde -en una suerte de revisin de los preceptos clsicos de la
2 La intencin en este apartado es la de presentar los puntos ms salientes del debate sobre la accin colectiva que nos permita situar la cuestin de la espacialidad social de la resistencia, por lo que apenas constituye una referencia somera y a sabiendas excesivamente simplificada de los respectivos marcos epistmicos de las corrientes de pensamiento mencionadas. 3 Hacia finales de los aos sesenta las investigaciones se despegan de las limitaciones tericas que impedan ver a la accin colectiva como un sistema de relaciones. 4 Excluimos deliberadamente los enfoques de las teoras psicosociales basados en hiptesis de frustracin-agresin por cuanto ubican los fenmenos de la accin colectiva en el plano de la irracionalidad y por tanto invalidan un abordaje que considere los marcos estratgicos de la movilizacin colectiva. 5 Entre los referentes de la Teora de la Movilizacin de Recursos es dable citar a autores como Coleman, Gamson, Stinchcombe, Oberschall, McCarthy y Tilly; mientras que la Perspectiva de la Identidad Colectiva est representada por autores como Touraine, Offe, Alberoni y Melucci, entre los ms reconocidos. 6 Al respecto puede consultarse el trabajo de Gerardo MUNCK Algunos problemas conceptuales en el estudio de los movimientos sociales. En: Revista Mexicana de Sociologa, 3/95. En este artculo el autor plantea que la sntesis de los problemas que aborda cada teora podra resumirse en tres temas: la formacin de actores, la coordinacin social y la estrategia poltica. 7 En este aspecto es notable la influencia de Mancur Olson (1965) y de los presupuestos de la rational choice, al abordar a los movimientos sociales desde el clculo estratgico de individuos movidos por especulaciones racionales de autointers.
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TMR- que ...el problema de la accin colectiva es social y no individual, pues gira sobre la
coordinacin de la accin colectiva necesaria para resolver el problema de los costos de
transaccin... (Munck; 1995: 20).
Resulta una perspectiva de gran utilidad para estudiar la dinmica de las redes organizativas
de los movimientos, como tambin para analizar los mecanismos de gestin de la propia
accin; sin embargo adolece de la consideracin de los procesos culturales e ideolgicos
que asignan identidad a un determinado movimiento social.
En un intento por aportar a una visin sistmica respecto del contexto poltico en que se
producen las movilizaciones sociales, Tarrow ensaya una aproximacin a la cuestin de la
accin poltica de los movimientos; para ello desarrolla la nocin de estructura de
oportunidades polticas que utiliza para designar ...a las dimensiones consistentes -aunque
no necesariamente formales, permanentes o nacionales- del entorno poltico, que fomentan
o desincentivan la accin colectiva entre la gente. El concepto de oportunidad poltica pone
el nfasis en los recursos exteriores al grupo -al contrario que el dinero o el poder- que
pueden ser explotados incluso por luchadores dbiles o desorganizados... (Tarrow; 1997:
49). Sostiene que explicando el cuando de la oportunidad poltica, es posible entender el
por qu de la accin. An reconociendo lo valioso del aporte, esta perspectiva desplaza el
foco de atencin hacia el mbito poltico y reduce la consideracin del papel de la sociedad
civil.
Por su parte, la Perspectiva de la Identidad Colectiva o de lo Nuevos Movimientos Sociales
se aproxima al tema de la accin colectiva desde un enfoque completamente diferente: el de
la identidad. Identidad que segn algunos autores de esta corriente, es la viva expresin de
la estructura de conflicto de la emergente sociedad post-industrial (Touraine, 1978;
Habermas, 1976; Offe, 1988).
Alberto Melucci, uno de los intelectuales que ms ha aportado al desarrollo de esta teora
expresa que ...los movimientos son sistemas de accin en el sentido de que sus estructuras
son construidas por objetivos, creencias, decisiones e intercambios, todos ellos operando en
un campo sistmico. Una identidad colectiva no es sino una definicin compartida del campo
de oportunidades y constricciones ofrecidas a la accin colectiva. Compartida quiere decir
construida y negociada mediante procesos continuos de activacin de relaciones sociales
que conectan a los actores... (Melucci; 1999: 38).
Bajo esta mirada que reconoce la pluralidad de los marcos relacionales en que se entretejen
las redes de actores que dan sustento a la conformacin de un movimiento social, la nocin
de identidad colectiva se constituye en un proceso consustancial a la accin, no en su
antecedente.
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La aparicin de este nuevo campo de reflexin involucrante de los novedosos lenguajes de
una sociedad en plena transformacin, dio lugar a partir de los aos ochenta en Europa, a
una cantidad de estudios interesados por los movimientos de gnero, las reivindicaciones en
materia de las identidades sexuales, las movilizaciones estudiantiles y ecologistas (por citar
slo algunos de los ms recurrentes).
Para Habermas (1993), tras los argumentos que identifican a nuevos actores confrontando
por nuevos temas se trasluce un potencial de conflicto que sita a los antagonismos
contemporneos en un status poltico muy diferente al de la lucha de clases, donde el
desplazamiento de los ejes conflictuales desde el sistema econmico-industrial al sistema
cultural ha sido determinante.
Melucci (1994) ofrece una lectura ms cautelosa del tema, conviniendo en que la
transformacin de los escenarios, las demandas y los actores no conllevan un cambio en los
ncleos de las estructuras de conflicto contemporneas. Aceptarlo, significara resignar la
pregunta central en la comprensin de los movimientos sociales, la que repara en el carcter
sistmico de los mismos. Al decir del propio autor ...si no existe un espacio analtico para
mantener abierta la pregunta sobre los conflictos antagonistas, sta deja de plantearse sin
que se haya dado respuesta al problema, pero tambin sin haber demostrado su inutilidad...
(Melucci; 1994: 122).
Esta ltima reflexin de Melucci nos resulta til para plantear al menos dos limitaciones
presentes en ambas corrientes de pensamiento. La primera refiere a la debilidad de estas
herramientas analticas para dar cuenta de situaciones de conflicto en sociedades
perifricas como la nuestra; donde a la vez que se incorporan las expresiones de la
emergente sociedad post industrial, conviven causales de conflictos -superadas hace tiempo
en los pases centrales- muy acendradas todava, expresando a las claras las asimetras
estructurales propias del capitalismo perifrico. La segunda limitacin, y en la que
particularmente hace eje nuestro trabajo, es la consideracin a-espacial de los fenmenos
de accin colectiva.
Este es un punto particularmente observable en los trabajos realizados desde la Perspectiva
de la Identidad Colectiva, por cuanto el espacio ha oficiado histricamente como factor de
cohesin social y contribuido a la consolidacin de identidades. El espacio social pontifica
las referencias colectivas, le da un valor y un significado a lugares y smbolos culturales; y
todo ello crea identidad. A partir de lo dicho, nos manifestamos en el sentido de que el
espacio no puede ser considerado como mero contexto de las prcticas sociales (como
tampoco lo es la consideracin del tiempo); sino que por el contrario, las prcticas sociales
son espaciales y viceversa.
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1.2. El Espacio como Producto Social
Espacio y tiempo, afirma Harvey, son categoras bsicas de la existencia humana. Sin
embargo, para la experiencia fctica cotidiana el espacio ha sido un objeto de
banalizacin; un dato cargado de formalizaciones materiales externas -o indirectamente
vinculadas- al campo de lo social; lo que le ha valido la adjudicacin de un sinnmero de
significados y atributos que operan naturalizando su condicin.
La manipulacin desprejuicida del concepto lo ha subordinado casi siempre a una categora
del orden material como lo es la dimensionalidad (extensin, forma, volumen, direccin,
distancia, etc.) o le ha instituido formas sustantivas del tipo: espacio natural, espacio del
hombre, espacio de poder; que contribuyen a desdibujar la potencia ontolgica de una de
las categoras relacionales ms cargadas de contenido de las ciencias sociales.
Coincidimos con Milton Santos, uno de los gegrafos contemporneos fundamentales, en
que ...El problema es encontrar las categoras de anlisis que nos permitan su
conocimiento sistemtico, es decir, la posibilidad de proponer un anlisis y una sntesis
cuyos elementos constituyentes sean los mismos... (Santos; 1996: 27).
A la sazn, y aspirando a construir significantes para nuestro trabajo, repasaremos los
tpicos fundamentales de una tradicin terica que ha producido una verdadera ruptura
conceptual, aportando a la comprensin del espacio como producto social.
Las aportaciones de la escuela francesa de sociologa urbana8 a la conceptualizacin de
categoras analticas como espacio y tiempo transformaron radicalmente la perspectiva que
asuma al espacio (social) como un mero dato de la realidad, para atribuirle un significado
nuevo y relevante en trminos de condicin significante y producto de la actividad social.
En su propuesta de conceptualizacin del espacio social a partir de tres dimensiones, Henri
Lefebvre9 transforma el espacio-dato de las tradiciones positivistas en una categora
analtica multidimensional que es a la vez expresin de las relaciones de produccin,
representacin simblica de las prcticas materiales y reconocimiento del imaginario social
en procura de un sentido nuevo para las prcticas espaciales.
Esta revisin terica y ontolgica del espacio le permite a Lefebvre distinguir tres
dimensiones interconectadas en la que cada una rene y refuerza el carcter de las dems,
8 En Francia, la saga de acontecimientos devenidos del llamado Mayo Francs, (en alusin a las movilizaciones sociales de Mayo de 1968), deriv en un proceso de renovacin intelectual de las ciencias sociales que finalmente dio lugar a una nueva corriente de pensamiento, conocida como la escuela francesa de sociologa urbana (representada por intelectuales de la talla de Henri Lefebvre, Jean Lojkine, Christian Topalov, Edmond Preteceille, Nicos Poulantzas y Manuel Castells, entre otros), la que encarn una profunda revisin de enfoques, mtodos y contenidos que cuestinaban abiertamente la larga tradicin y el carcter de los enfoques de la escuela de Chicago en temticas como la sociabilidad y la integracin social. 9 The production of space. (1974/1991)
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al tiempo que reivindica la unicidad y complejidad de su significado: las prcticas espaciales,
las representaciones del espacio y los espacios de representacin.
a) Las prcticas espaciales: refieren a las formas devenidas de la generacin, uso y
apropiacin del espacio, e involucran al conjunto de prcticas materiales que configuran
los flujos, transferencias e interacciones fsicas y materiales (Harvey, 1998) que tiene
lugar sobre el espacio y atravesndolo a fin de proveer las condiciones para la
produccin y reproduccin social. Este tpico, como el que sigue permiten identificar y
dimensionar las lgicas particulares de los sujetos sociales que establecen relaciones
asimtricas por el control del espacio.
b) Las representaciones del espacio: describen al conjunto de representaciones simblicas,
de cdigos y saberes tcnicos que posibilitan una representacin isomrfica (real o
deseada) de las prcticas materiales y permite que las mismas se comuniquen y
comprendan. Este es el espacio legible (Oslender, 2002) de los mapas y las
estadsticas; pero tambin el espacio-proyecto de la planificacin: el que establece el
orden que tienen o deben tener las cosas dentro de un sistema de poder y regulacin.
Disciplinas como la geografa, la arquitectura, la agrimensura, la ecologa social, la
ingeniera y la propia planificacin procuran abstraer desde los anclajes subjetivos de
personas y saberes disciplinares las particularidades de los sistemas de relaciones que
se entretejen en el espacio.
Pero lejos de ser un espacio transparente y homogneo, el espacio abstracto se nos
presenta como un sitio de lucha y resistencia en cuyo terreno se articulan las
contradicciones socio-polticas (Oslender, op. cit.).
c) Los espacios de representacin: son los espacios en los que la vivencia material se
recrea a travs de la imagen que sta proyecta, y a la vez un espacio de ruptura donde
imaginar nuevos significados y posibilidades para las prcticas espaciales. Por su
naturaleza fuertemente ligada a la condicin situacional de los individuos, estn
saturados de smbolos y cdigos e indisolublemente vinculados a la memoria atvica.
Es, al decir del propio Lefebvre ...el espacio dominado -y por ello pasivamente
experimentado- que la imaginacin busca cambiar y apropiarse. Recubre el espacio
fsico y hace uso simblico de sus objetos... (Lefebvre; 1991: 38).
Lefebvre caracteriza estas tres dimensiones como lo percibido, lo concebido y lo vivido
respectivamente. Las relaciones dialcticas entre ellas las exhibe como un todo
interconectado e interdependiente, que como seala Harvey retomando la teora del
socilogo francs ... constituyen el punto de apoyo de una tensin dramtica, a travs de la
cual puede leerse la historia de las prcticas espaciales... (Harvey; 1998: 245).
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Tomando como base las herramientas conceptuales desarrolladas por Lefebvre y
aportaciones ms recientes de autores del pensamiento postmoderno10, gegrafos y
socilogos anglosajones e iberoamericanos han avanzado en la formulacin de una
perspectiva acerca de lo que podra llamarse una teora de la espacialidad de la resistencia
social, tal la denominacin que se ha dado a los estudios sobre fenmenos de accin
colectiva que consideran al espacio no como un dato contextual de la realidad sino como un
significante de la propia accin. De eso nos ocuparemos en los tpicos que siguen.
10 Nos referimos a la obra de David Harvey La condicin de la posmodernidad. Investigacin sobre los orgenes del cambio cultural, un clsico que aborda con notable sensibilidad analtica el pasaje de la modernidad a la posmodernidad en trminos de las transformaciones econmico polticas y culturales en la sociedad del capitalismo tardo, en ella dedica varios captulos a examinar ...la experiencia del espacio y el tiempo como un nexo mediador de singular importancia entre el dinamismo del desarrollo histrico-geogrfico del capitalismo y los complejos procesos de produccin cultural y de transformacin ideolgica... (Harvey; 1998: 11); por su parte Edward Soja en su libro Thirdspace. Journeys to Los Angeles and other real-and-imagined places (1996) reconceptualiza la trada lefebvriana del espacio percibido, concebido y vivido al proponer ...una nueva conceptualizacin de la sociedad en lo que denomina una trialctica ya que, segn expresa, el pensamiento que tenemos acerca del mundo ha venido constituyndose dialcticamente sobre dos elementos: historicidad y socialidad (tiempo y ser) en detrimento de la espacialidad (espacio)... (Perdoni, 2000).
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1.3. Espacio y Espacialidad Social
...la espacialidad sera un momento de las relaciones sociales geografizadas, el
momento de la incidencia de la sociedad sobre una determinada disposicin
espacial [...] Es el valor atribuido a cada fraccin del paisaje11 por la vida -que
metamorfosea el paisaje en espacio- lo que permite la selectividad de la
espacializacin...
(Santos; 1996: 70-71).
Con esta frase Milton Santos ensaya una aproximacin ontolgica al concepto de
espacialidad social, entendindola como acto y potencia de las relaciones sociales en su
despliegue siempre cambiante en el espacio. La enorme importancia de este momento
categorial nos pone frente al ejercicio de una idiosincrasia material o simblica de los sujetos
sociales realizndose en el proceso de construccin de su devenir histrico.
Pero la espacialidad no desdea al espacio, es su precondicin estructural, la huella
perdurable de sucesivas generaciones con sus vidas, la herencia cultural que nos deja la
historia; as lo reconoce el autor cuando seala ...La espacializacin no es tan solo el
resultado del movimiento de la sociedad, porque depende del espacio para realizarse. En su
movimiento permanente, en su bsqueda incesante de geografizacin, la sociedad est
subordinada a la ley del espacio preexistente... (Santos; 1996: 70-71); de all que las formas
que asume la espacialidad de las relaciones sociales en cada momento y lugar, modelan el
espacio social de una manera particular, lo sobreconstruyen, lo reinventan; legitiman y
ponen en cuestin sus formas y mecanismos de organizacin; y en definitiva, como proceso
que se reinventa y cuestiona constituye el motor de la transformacin de las formaciones
sociales de cada tiempo, y de los espacios que las contienen.
El repertorio de elementos que dan contenido a la espacialidad social es bien conocido en el
plano de lo material y se hace visible en el sistema de fijos y flujos que despliegan las
organizaciones sociales; y aunque no constitutivas del mundo material: la cultura, la
identidad, los smbolos, la comunicacin, la ciudadana, el poder, etc.; se transforman en
significantes de espacialidad y en instrumentos ponderados de transformacin del espacio
social.
11 Milton Santos introduce la nocin de paisaje como la materializacin de un instante de la sociedad y lo diferencia del espacio, por cuanto ste contiene el movimiento; en sus palabras El trabajo muerto (acumulado) y la vida se dan juntos, pero de maneras diferentes. El trabajo muerto sera el paisaje. El espacio sera el conjunto del trabajo muerto (formas geogrficas) y del trabajo vivo (el contexto social). (Milton Santos; 1996: 69-70).
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1.4. Elementos para una teora de la espacialidad de la resistencia
Si bien como decimos, el esfuerzo por conformar un cuerpo de teora sobre la espacialidad
de la resistencia tiene poco ms de una dcada de desarrollo sistemtico, encontramos ya
en un trabajo de Manuel Castells de comienzos de los aos ochenta -todava impregnado
del ropaje conceptual propio del materialismo histrico- algunas referencias que nos remiten
a esta perspectiva: "El espacio no es el 'reflejo de la sociedad', es la sociedad. Por tanto, las
formas espaciales, al menos en nuestro planeta sern producidas por la accin humana [...]
Al mismo tiempo, las formas espaciales sern enmarcadas por la resistencia de las clases
explotadas, por los sujetos oprimidos y por las mujeres dominadas. Finalmente, de vez en
cuando, los movimientos sociales aparecern retando la estructura espacial y por tanto
intentando crear nuevas funciones y nuevas formas" (Castells, 1983: 4, citado por Marc
Zimmerman; 1998: 15-16).
Ms cercano a nuestros das, Harvey encuentra en los movimientos sociales el elemento
catalizador para una oposicin transformadora del espacio social articulado en torno al
capitalismo Son muchos los movimientos que se oponen a la destruccin del hogar, la
comunidad, el territorio y la nacin por obra del avance constante de los flujos de capital [...]
Y de tanto en tanto, estas resistencias individuales pueden consolidarse en movimientos
sociales que tienen como fin liberar el espacio y el tiempo de sus materializaciones actuales
y construir una especie de sociedad diferente en la que valor, tiempo y dinero aparecen bajo
formas nuevas y muy distintas. Movimientos de toda clase -religiosos, msticos, sociales,
comunitarios, humanitarios, etc.- se definen directamente en funcin de un antagonismo
respecto del poder del dinero y de las concepciones racionalizadas del espacio y el tiempo
en la vida diaria (Harvey; 1998: 264-265).
Lo que parece distinguir a los fenmenos de accin colectiva de la actualidad es la creciente
y cada vez ms compleja conciencia espacial de los individuos en los procesos de
despliegue de estrategias resistenciales, al incorporar desde la prctica y el discurso al
espacio social (escenario mediatizado por las condiciones de produccin y reproduccin
social) y a la espacialidad (su forma catalizadora) como factores que contribuyen a modelar
la arena poltica en la que se dirimen los conflictos de dominacin-resistencia.
Este ha sido precisamente el tema de inters para una nueva corriente de gegrafos
anglosajones e iberoamericanos que ha puesto su atencin en el desarrollo de herramientas
analticas que intentan aportar a la comprensin y explicacin de la pluralidad de procesos
de apropiacin de los espacios y la configuracin de lo que podra denominarse una
espacialidad de la resistencia.
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Si bien todos los aportes que hemos considerado como antecedentes para este trabajo,
confluyen en la preocupacin por posicionar al espacio social en una nueva frontera
epistemolgica que procura reconstruir las mutuas determinaciones entre espacio y accin
colectiva, queda claro que los alcances de su consideracin son mltiples y no lineales.
An reconociendo el carcter inescindible de los procesos que estructuran la relacin
espacio-resistencia, y que identifican a un tiempo la consideracin del espacio social como
objeto de la lucha por el control material del mismo y sus significantes (espacio objeto) y
como vehculo de las prcticas resistenciales, en tanto medio de expresin (espacio
vehculo); la mayora de los trabajos consultados slo hacen eje en alguna de estas dos
aristas.
Es dable verificar, por otro lado, enfoques que reparan en cuestiones escalares de la
resistencia, como es el caso de los estudios microsociolgicos que abordan conflictos de
intereses en la escena barrial o local12 (aunque sus races casi siempre la trascienden); o
bien el de los movimientos antiglobales tan en boga en estos das, que en pos de la
construccin de un contrapoder al hegemonismo del capital globalizado movilizan y
congregan en un mismo sitio a colectivos sociales procedentes de distintas latitudes13.
Como vemos, bajo todas las formas en que se entabla esta relacin consustancial est el
sentido de las luchas sociales por la preeminencia entre local y global, por la pugna entre
intereses individuales y colectivos, por la contingencia entre pblico y privado, por el balance
de fuerzas entre dominacin y resistencias de todo tipo.
Ulrich Oslender14, basado en la conceptualizacin lefebvriana del espacio como producto
social y en enfoques de la espacialidad de la resistencia de autores britnicos como Doreen
Massey (1992) y Paul Routledge (1997), nos ofrece una lectura muy interesante acerca del
movimiento social de las comunidades negras en el Pacfico Colombiano15, poniendo en
evidencia las rupturas que existen entre las formas de representacin del espacio devenidas
12 Nos referimos a trabajos que indagan en la construccin de identidades colectivas referenciadas a un conflicto de intereses por el uso del espacio local o microlocal; citamos por caso el trabajo de Ana Mara Murgida Territorialidad e identidad: construcciones sociales durante una protesta social en el que la autora refiere a una protesta de vecinos ante la eventual colocacin de torres de alta tensin en el casco urbano de la localidad de Ezeiza (Gran Buenos Aires). 13 El movimiento anti global, una de las formas de la accin colectiva transnacional (Sikkink; 2000: 48), ha sido caracterizado por Jaime Pastor como un "movimiento de movimientos". La lucha de las organizaciones que lo integran apunta a desarrollar una contrahegemona", un nuevo internacionalismo rebelde y anticapitalista (Jaime Pastor, 2001). Jornadas de protesta como las vividas en Gnova, Quebec, Gotemburgo, Barcelona y recientemente en el Foro Social Mundial de Porto Alegre se han constituido en conos de esta modalidad de resistencia. 14 Este autor utiliza el enfoque de la espacialidad de la resistencia en sus artculos: La lgica del ro: estructuras espaciales del proceso organizativo de los movimientos sociales de comunidades negras en el Pacfico Colombiano. En: Pardo, M. (ed.), Accin colectiva, Estado y Etnicidad en el Pacfico Colombiano, Bogot: 2001, ICANH, pp. 123-148. y Espacio, lugar y movimientos sociales: hacia una espacialidad de la resistencia. En: Scripta Nova. Revista Electrnica de Geografa y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona. Vol. VI, N 115, Junio de 2002. 15 Definidas por Oslender como organizaciones tnico-territoriales.
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de planes estatales que focalizan en el potencial econmico de la regin (espacio legible
que articula una lgica de visualizacin hegemnica) y los espacios de representacin16,
que en lnea contraria a los primeros, articulan la historia y la vida de quienes residen, y
constituyen espacios vividos culturalmente potentes, con identidades establecidas en torno a
un medio acutico estructurador de las relaciones sociales. Esta ruptura en la identificacin
de ambos espacios ha movilizado formas de accin colectiva que bajo una prctica poltica
de confrontacin-negociacin reivindica las identidades histricas all constituidas y organiza
la lucha por el control social de los contenidos espaciales reales e intangibles que las
mismas corporizan.
Esta misma lnea ha sido aplicada al anlisis de las transformaciones del espacio social en
Chiapas. En un estudio reciente de Rosa de la Fuente Fernndez17 la autora expone de qu
manera el accionar poltico del Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional (EZLN) en el
campo de la lucha por los derechos indgenas, gesta la institucionalizacin de un contra-
espacio que cuestiona las territorialidades legalmente establecidas. Los contenidos
espaciales de la resistencia son en este caso muy potentes, el espacio social trasciende por
mucho la condicin escenogrfica de los rituales de la confrontacin y su posesin material
se transforma en un objetivo central de la lucha; en palabras de la propia Fernndez: ...la
apropiacin de parte de los terrenos de la sede del Instituto Nacional Indigenista, en San
Cristbal de las Casas, y la creacin de una territorialidad diferente en la Sede de las
Regiones Autnomas Pluritnicas, contestando los lmites legales, espaciales y temporales,
es un ejemplo de cmo al tiempo que se fortaleca el discurso y la accin poltica del
movimiento indgena los espacios se disputaban, contestaban y redefinan.
Posteriormente y en paralelo a la evolucin de la capacidad del EZLN, la creacin de
espacios de resistencia como los municipios rebeldes y posteriormente los municipios
rebeldes autnomos cuestionaron la tradicional organizacin del espacio social,
desarrollando con mayor o menor autonoma proyectos de organizacin del espacio social y
poltico al margen del Estado... (Fernndez; 2001: 6).
Estos escenarios de conflicto, devenidos en nuevas formas de contra-espacio no son ajenos
a la Argentina reciente. A diferencia del proyecto zapatista o de la lucha campesina del
movimiento de los sin tierra de Brasil, el carcter de los nuevos movimientos sociales no
16 Oslender define con claridad el significado del ro en la percepcin del espacio social de los habitantes del Pacfico colombiano ...el ro se vuelve el espacio social per se de interacciones humanas cotidianas y el referente simblico de la identidad de la gente y de los grupos que se han asentado en sus orillas. El ro corre adems por las imaginaciones de las comunidades negras y se ve reflejado en las mltiples formas discursivas en que ellas se refieren a su entorno y su mundo, adquiriendo el ro as un papel central en los procesos de identificacin colectiva... (Oslender; 2002: 10). 17 Rosa de la FUENTE FERNNDEZ, Cartografa de la resistencia. Transformaciones del espacio social en Chiapas En Revista: CEMOS Memoria (Edicin virtual). Revista mensual de poltica y cultura N 157. Marzo de 2002. Direccin electrnica: http://www.memoria.com.mx/157/Fuente.htm
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atiende a la reapropiacin material de la tierra18, en nuestro pas las formas emergentes de
la protesta social desarrollan discursos y repertorios de accin que cuestionan y enfrentan la
legitimidad poltica de la clase gobernante -horadando en su frgil base de sustentacin- y el
orden econmico establecido a partir del imperio del modelo neoliberal.
De lo que se trata entonces en este trabajo es de demostrar que en la Argentina de la ltima
dcada junto a las formas hegemnicas de apropiacin y control del espacio social se
entretejen espacialidades subalternas que configuran y organizan espacios de resistencia
que cuestionan y desafan las bases de un modelo poltico que prescinde de los sectores
populares (y a la postre, deslegitimado socialmente) y ejercen una identidad proyectiva en
los planos real y simblico.
De la variedad de modos de expresin surgidos en este perodo: estallidos sociales, cortes
de ruta, cacerolazos y asambleas populares (estas dos ltimas como las formas ms
recientes, especializadas y focalizadas), optamos por trabajar con el movimiento piquetero,
por considerar que encarna un proyecto19 con una manifestacin espacial potente, que ha
reinventado sus prcticas a lo largo del tiempo -y por lo tanto se ha recreado como
movimiento social- y porque articula niveles de proyeccin poltica, productiva, formativa y
meditica, inditos en otras expresiones populares de corte histrico en la Argentina.
Dada la pluralidad y heterogeneidad de organizaciones que integran el movimiento
piquetero, restringiremos el estudio de caso al Movimiento de Trabajadores Desocupados de
Francisco Solano, del Partido de Quilmes (en adelante, MTD Solano) que integra el
Movimiento de Trabajadores Desocupados Anbal Vern.
Sin perder de vista las categoras lefevbrianas del espacio, aunque si haciendo una re-
lectura intencionada para nuestro enfoque, nos procuramos un modo de visualizacin poco
usual de la accin colectiva, menos ligado a las formalizaciones clsicas de la protesta y
ms situacionalizado en los aspectos que la convierten en un proyecto transformador del
espacio social. Segn nuestro planteo esto nos lleva a considerar dos planos de anlisis:
1. El espacio social de la representacin pblica de la resistencia, conforma uno de los
escenarios ms claros en el establecimiento de las relaciones de dominacin y
resistencia, y tanto desde la produccin de la identidad material y simblica de sus
protagonistas (el nosotros) como desde lo percibido por su alter-poltico (el otro, el
dueo formal y legal del poder) y la opinin pblica (observador pasivo, que en general
18 Los conflictos por la posesin material de la tierra tienen un alcance acotado espacialmente y se relacionan con reivindicaciones territoriales de algunos grupos indgenas. 19 Proyecto, en el sentido que lo denota Sartre (1996) no implica entender al grupo social como igualacin de los actores que lo integran, sino como actores que comparten ideas y acuerdan modos y mtodos para expresarlas.
17
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sonyResaltadoparafrasear para justificar estudio de marchas y plantones
sonyNota adhesivaparafrasear
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cuestiona los mtodos y criminaliza a los sujetos de la accin) es el espacio ritual de la
protesta.
Consideramos aqu el repertorio de la accin colectiva (Tilly, 1986; Melucci, 1999) inaugurado por los grupos piqueteros, que identifica los principales rasgos de la
dimensin expresiva de la protesta (Jordi Borja, 2002):
a) los elementos msticos de la identidad: la construccin de un sistema de accin
comporta una inversin emocional que hace al reconocimiento de los actores entre s
y permite una identificacin mutua de expectativas, oportunidades y restricciones que
consolida imaginarios comunes respecto a los fines, medios y mbitos de la accin20.
Los actores sociales: Incorporamos dentro de este tpico al sistema de actores.
b) las formas de expresin: Cada sistema de accin produce formas expresivas que le
son particulares. En el caso de los movimientos piqueteros, estos han desarrollado
un repertorio de itinerarios, lugares y mtodos que son concomitantes con la faz
simblica y discursiva que desarrollan.
c) la impronta espacial-temporal: Nos referimos aqu a la reconstruccin de la
cartografa de la resistencia en la escala nacional con un sentido diacrnico. Este
es un aspecto significativo en trminos de comprender la lgica y dimensin espacial
del Proyecto Piquetero21, y en la evolucin de los centros de conflicto que han ido
jalonando el proceso de deterioro socioeconmico de la Argentina reciente.
d) la naturaleza de las demandas: Desde la conformacin de este movimiento, es
posible observar una variacin en el tipo de demandas (conformando un amplio
espectro que va desde la defensa de las fuentes de empleo a la asistencia social
primaria) y los mecanismos de gestin instrumentados para viabilizarlas.
e) el destinatario / interlocutor de las demandas: Las formas de relacionamiento con los
responsables gubernamentales ha sido un factor determinante en la estabilizacin o
agudizacin de los conflictos con los grupos piqueteros.
f) los formatos discursivos: El lenguaje trasunta los contenidos ideolgicos de la accin
colectiva y como tal es el medio de expresin ms utilizado por los actores para
marcar las disfuncionalidades del sistema que se cuestiona.
g) las estrategias de comunicacin: Este ha sido un factor diferencial del movimiento
piquetero respecto de otras formas histricas de la protesta social, sin dudas
20 Melucci (1999), op. Cit. 21 Paula Lenguita utiliza esta advocacin para referirse a ...una trayectoria consensuada y revitalizada por el conjunto de sus miembros, bajo la figura de identidad de s que han construido.... Paula LENGUITA (2001) Los desafos tericos de la "identidad piquetera. Programa de investigaciones econmicas sobre tecnologa, trabajo y empleo. (CEIL-PIETTE). Publicado en: http://www.ceil-piette.setcip.gov.ar/docpub/ponencias/lenguitapiq.html#nota*
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sonyResaltadomeollo para explicar porque marchan as
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favorecido por las posibilidades que ofrece la sociedad de la informacin an en un
pas perifrico como el nuestro.
h) los efectos polticos: Reparamos en los distintos niveles de efectividad poltica de la
protesta que definen los marcos diferenciales en la transformacin del estado de
cosas que se cuestiona.
2. El espacio social de las prcticas cotidianas de la resistencia, involucra las diversas
formas de articulacin de los actores a su espacio cotidiano (localidad, barrio) desde la
perspectiva de la construccin y consolidacin de la resistencia social. Esencialmente
nos referimos a las actividades polticas y sociales de base comunitaria desarrolladas
por los grupos piqueteros, como:
a) la organizacin de la resistencia en el territorio (participacin en asambleas, mesas
barriales y mesas de delegados),
b) las actividades ligadas a la instrumentacin de una economa solidaria no clientelar
(proyectos productivos empleando los recursos obtenidos de los planes sociales
nacionales) y
c) la formacin de los integrantes del movimiento (formacin doctrinaria y educacin
popular).
La intencin es realizar una lectura sobre las formas en que estas actividades inciden en
la formacin de una identidad social-locacional, tratando de valorar su incidencia en las
prcticas de representacin pblica de la accin colectiva.
Un lugar importante lo ocupa la propia percepcin de los actores involucrados, en
relacin a cmo la participacin en el movimiento social reconfigura los espacios de
interaccin social, creando nuevas centralidades, lugares de referencia barrial (propios
del colectivo piquetero o abiertos a la comunidad en su conjunto) y las formas de
relacin establecidas con otros sectores de la poblacin que no integran el movimiento.
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sonyResaltadopara marchas
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Captulo II El contexto de la resistencia social en la Argentina contempornea
las interrupciones de calles por los piqueteros, los cacerolazos de las llamadas clases medias urbanas,
el asedio sistemtico a los bancos por los ahorristas, las asambleas barriales, la autogestin por los trabajadores
de las fbricas quebradas, y las redes de economa solidaria (red global del trueque) constituyeron una nueva configuracin
del movimiento de los movimientos.
Toni Negri, Pgina 12, Febrero de 2003
2.1. Sealamientos introductorios sobre el contexto
Nos resulta imposible ensayar una explicacin sobre el actual estado de crisis que vive la
Argentina y su vinculacin con los fenmenos de accin colectiva que nos ocupan, sin antes
revisar la sucesin de acontecimientos polticos y econmicos que a lo largo de casi tres
dcadas la fueron cimentando.
La debacle que tradujo la ltima crisis de diciembre de 2001 no es sino el desenlace de un
largo proceso cclico22 de crisis econmico-financiera, pero tambin poltica, institucional,
social, tica, cultural y moral (Oszlak, 2001). Los orgenes de este proceso se remontan a
mediados de los aos setenta, donde comienza a perfilarse un cambio de rgimen que
cierra el ciclo del modelo de acumulacin basado en la sustitucin de importaciones y se
consolida ms tarde -a inicios de los noventa- con la implantacin definitiva del proyecto
econmico-social de corte neoconservador.
Esto nos lleva a coincidir con Tarrow (1997) en que las condiciones para la conformacin o
el fortalecimiento de un fenmeno de accin colectiva estn fuertemente ligadas (aunque no
de manera exclusiva) con la estructura de oportunidades polticas que resultan de la
conjuncin de recursos exteriores al grupo. Las propiedades del sistema poltico crean el
marco de oportunidades para la movilizacin social, oportunidades que segn el autor, se
definen por el juego de al menos cuatro condiciones: la mayor o menor permeabilidad del
poder, las transformaciones en las estructuras de alianzas polticas, la existencia de aliados 22 Claudio Lozano (2001) explica el derrotero de la crisis como el de una historia signada por las diferentes formas que asume la violencia: la violencia sobre los cuerpos (a travs del Terrorismo de Estado devenido en brutal genocidio), la violencia de la moneda (hiperinflacin) y la violencia de la destruccin del tejido productivo (hiperdesocupacin).
20
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influyentes y los niveles de organicidad -en trminos de cohesin o divisin- entre las lites
dominantes.
Sin desconocer la larga historicidad del proceso que enunciamos, centraremos nuestra
atencin en los cambios producidos en la etapa de neoliberalizacin plena encarnada por el
ascenso del menemismo al poder y su continuidad en el proyecto aliancista, entendiendo
que esta etapa conjuga la profundizacin de factores crticos -a la postre devenidos en un
marco de oportunidades polticas- como la crisis del rgimen de acumulacin y la crisis de
representacin del sistema poltico, a partir de los cuales se han organizado y ensanchado
los fenmenos de accin colectiva en los ltimos diez aos.
2.2. Apogeo y crisis del proyecto neoliberal en la Argentina de los noventa
2.2.1. La primera reforma del Estado: Eficientizacin del gasto y fundamentalismo del mercado
A comienzos de los aos ochenta, la frgil democracia argentina se vio enfrentada al desafo
de recuperar y consolidar sus instituciones al tiempo que procuraba enmendar en la
sociedad los efectos de las expresiones ms oscuras del poder autoritario vivido en los aos
previos. Este desafo comprometi los esfuerzos de casi toda una dcada, en la que fue
preciso reconstruir la confianza de la relacin entre un Estado institucionalmente dbil y la
expresin de una sociedad civil ya largamente desmembrada y oprimida.
La restauracin del sistema democrtico result -desde esta lgica- en una suerte de
refundacin efmera del Estado paternalista, por cuanto se llev a cabo en momentos en
que el mundo desarrollado consolidaba su transicin hacia nuevas formas de organizacin
poltica y econmica.
La sucesin de eventos internacionales iniciada por la crisis capitalista de los setenta y
seguida de cerca por la consolidacin de la hegemona del poder mundial en un solo pas
(tras la cada del comunismo sovitico), constituyeron el germen de la profunda
transformacin operada en el capitalismo global, cuyas dimensiones tecnolgica,
econmica, cultural, poltico-institucional y fsico-ambiental, contribuyeron a conformar un
nuevo escenario mundo, hasta entonces desconocido.
Como primera manifestacin de este escenario, la relativa autonoma de los Estados
nacionales se transforma dramticamente, para dar paso a un orden de fronteras abiertas
que instaura una nueva lgica: la del mercado global.
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En lnea con hacer funcionales las nuevas reglas de juego, los acuerdos firmados en el
Consenso de Washington23 sentaron las bases programticas de las polticas de ajuste
neoliberal diseadas por los organismos internacionales de crdito, que deban ser
aplicadas por los gobiernos latinoamericanos con el apoyo financiero y el asesoramiento de
aquellos. Pero el carcter estructural de las reformas, no slo implic un profundo cambio en
el desenvolvimiento de la escena macroeconmica, sino que asumi un carcter
transformador de las estructuras de poder al afianzar sin mayores prembulos lineamientos
propios de un status ideolgico en abierta confrontacin con el modelo paternalista vigente
hasta entonces24.
El proceso de reforma estructural del Estado impulsado durante el primer perodo de
gobierno de Carlos Sal Menem (1989-1995) atendi -prximo al discurso ideolgico del
Consenso de Washington- a la convergencia de cuatro factores25: la crisis terminal del
Estado Benefactor, debilitado ya durante la dictadura por la financierizacin extrema de la
economa; el estado de emergencia en que se produjo el recambio presidencial (estallido
hiperinflacionario, ingobernabilidad y adelantamiento en el traspaso del poder); la creciente
influencia de los grupos econmicos que culminar en la entronizacin definitiva de la lgica
mercado; y finalmente, el personal estilo de gobierno de Menem, menos proclive al dilogo y
la concertacin y ms cercano al personalismo, propio de sus pocas de caudillo de la
provincia de La Rioja.
La crtica encendida hacia la ineficiencia histrica del Estado Benefactor populista
contrastaba con el discurso eficientista y modernizador impulsado por el establishment
poltico y econmico de la poca, lo que permiti -al menos en los comienzos- impulsar las
polticas de reforma con un cierto marco de consenso entre los distintos sectores de la
opinin pblica.
23 ...Entre los elementos de este consenso se incluyen una amplia reforma del Estado (privatizacin de las empresas pblicas, reforma fiscal, severa contencin del gasto pblico y eliminacin de los subsidios al consumo y a los intereses productivos ineficientes; dejar que los precios alcancen su nivel correcto dando prioridad al mantenimiento del equilibrio macroeconmico; reformas orientadas al mercado (desregulacin y desmonopolizacin del sector privado, flexibilizacin el mercado laboral); y una reinsercin competitiva en la economa mundial (liberalizacin del comercio, promocin de las inversiones extranjeras).... (Cintia Russo, 1997: 1). 24 Puede afirmarse entonces que ...las reformas estructurales de la economa, verdaderas operaciones de ingeniera institucional a gran escala, han resultado en la limitacin del poder discrecional del estado, y en la desestatizacin de la economa, pero tambin de la sociedad y de la poltica. Ese movimiento desestatizador ha cambiado el mapa de cada una de las esferas de accin social (poltica, economa, sociedad civil) en las cuales se desempean los distintos actores relevantes de la gobernabilidad. Tambin ha alterado equilibrios pre-existentes entre poltica, sociedad y economa. Como resultado de dichos cambios, la capacidad integradora de la poltica se ha visto resentida. (Instituto Internacional de Gobernabilidad). 25 Para la enunciacin de las bases contextuales de la Reforma seguimos el planteo realizado por Daniel GARCA DELGADO en su trabajo: La reforma del Estado en la Argentina: de la hiperinflacin al desempleo estructural Revista del CLAD Reforma y Democracia. No. 8 (Mayo 1997). Caracas.
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sonyResaltadoPara Ulises- estilo personalista de gobernar
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El proyecto del menemismo, que recin comenz a lograr indicadores mnimos de
estabilidad a comienzos de 1991 con el lanzamiento de la convertibilidad26 y el desembarco
de Cavallo al ministerio de Economa, articul el proceso de reforma al paradigma neoliberal
del Estado mnimo27 y centr su artillera en una doble estrategia: por un lado, el repliegue
del Estado en su faz de productor desarrollista y asignador de recursos (ruptura de la matriz
estado-cntrica); y por otro, el avance decidido hacia un nuevo modelo de Estado con un rol
de facilitador y co-constructor28 de la lite econmica dominante de capital nacional y
transnacional (anclaje de la matriz mercado-cntrica29).
Por lo primero, se dio comienzo a una fase de reconversin y racionalizacin de la
administracin central consistente en una recuperacin minimalista de los roles clsicos
del Estado: educacin, justicia, seguridad y administracin30; transfiriendo mayores
responsabilidades a las provincias, aunque no siempre acompaadas de los recursos
econmicos necesarios para hacerles frente. En forma paralela se impuls el desguace del
aparato productivo estatal a travs de las operatorias de privatizacin y concesionamiento
de empresas pblicas productoras de bienes y servicios (tanto deficitarias como
superavitarias) induciendo -por el propio peso y naturaleza de los activos transferidos- a un
importante cambio en la estructura de poder interno31.
Este ltimo aspecto tuvo aristas de convergencia con el segundo eje de la reforma (el que
promovi la reestructuracin del Estado hacia la nueva modalidad neoconservadora); ya que
se aspiraba a que la eficientizacin del gasto (uno de los argumentos ms utilizados para
justificar el proceso privatizador) junto a una mayor apertura y desregulacin de la
economa, generaran las condiciones para el ingreso y radicacin de capitales extranjeros. A
26 Con la puesta en vigencia de la Ley de Convertibilidad de Domingo Cavallo la poltica monetaria tambin tuvo su hora (que se prolong por ms de once aos). Con ella se estableca la paridad cambiaria peso-dlar, considerada por propios y extraos (nos referimos al establishment econmico local e internacional) como uno de los xitos ms rutilantes de todo el perodo de crecimiento de la economa a lo largo de la era menemista. 27 Tambin se le ha dado la denominacin de Estado Ausente, en alusin al desentendimiento progresivo del Estado respecto de asignaturas que histricamente fueran de su responsabilidad; las que ahora pasan a ser resueltas en el mercado. 28 O tambin rentstico financiero como eufemsticamente denominan Alfredo Eric Calcagno y Eric Calcagno al rgimen de valorizacin financiera que asume al endeudamiento pblico como instancia de realizacin de ganancias extraordinarias en moneda dura (dlares) por parte de los sectores ms beneficiados de ese proceso: la cpula empresarial. Alfredo Eric CALCAGNO y Eric CALCAGNO El Monstruo bicfalo de la renta financiera. En: Revista Nueva Sociedad. N 179. Caracas. Mayo-Junio de 2002. 29 Marcelo CAVAROZZI (1994) "Transformaciones de la poltica en Amrica Latina Contempornea", Ponencia presentada en el XIV Congreso Latinoamericano de Sociologa, ALAS, Caracas, Venezuela. 30 La reforma administrativa produjo entre 1989 y 1991 una prdida de 147.000 puestos de trabajo en la administracin central (pasando de 347.000 a 200.000) bajo la modalidad dominante del retiro voluntario, operatoria financiada con la anuencia y los recursos provenientes de prstamos de organismos multilaterales de crdito. 31 Alfredo Eric Calcagno y Eric Calcagno atribuyen a este proceso un rol determinante en el balance de fuerzas entre actores polticos y econmicos por el control del poder interno ...Los compradores de empresas privatizadas integran la elite del poder econmico y pueden influir fuertemente en el poder poltico [...] Dados el sistema de financiamiento de los partidos polticos, los enormes costos de hacer poltica, la ausencia de operaciones del tipo mani puliti y la posibilidad de provocar golpes de mercado, puede suponerse que su influencia en el poder poltico ser cada vez mayor.... Alfredo Eric Calcagno y Eric Calcagno. Op. Cit.
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su vez, ambas estrategias deban apuntar al reestablecimiento del supervit fiscal que
permitiera la transferencia de recursos para hacer frente al pago de los servicios de la
Deuda Externa.
Esta primera fase de reformas (o Plan de Ajuste Estructural como tambin se lo ha
designado) no estuvo exenta de enfrentamientos con el sector obrero; por el contrario,
protestas como la promovida por el sector ferroviario a comienzos de 1991, muestra a las
claras la metodologa empleada por el gobierno de Menem para la resolucin de los
conflictos...segn las atribuciones otorgadas por la ley que limitaba el derecho de huelga,
declara la medida ilegal por afectar a un servicio pblico y avanza con despidos masivos,
interviene el sindicato ferroviario, comienza el cierre de talleres y de cuatro ramales, y
acelera la privatizacin de otros, levantndose el paro en un proceso de negociaciones en el
que el sindicato a esta altura slo demandaba la reincorporacin de los cesanteados...
(Carlos Acua; 1993: 16-17).
El movimiento sindical, identificado histricamente con el costado popular del peronismo de
la primera hora, se haba mostrado contrario al giro desregulacionista de las polticas
econmicas durante el gobierno de Alfonsn, lo que lo llev a sostener una lucha en
adhesin a las polticas nacionalistas, estatistas, pro-obreras y redistributivas que
constituan las banderas del peronismo. El ascenso al poder del justicialismo menemista lo
forz a replantear su papel dentro del partido32. La adscripcin mayoritaria de un sector del
sindicalismo con el gobierno (que lo posiciona como negociador en el proceso de reforma
econmica) y la abierta ruptura de otro, provocaron a partir de 1992 la divisin del
movimiento obrero en dos centrales sindicales: la histrica Confederacin General del
Trabajo / CGT (que ms tarde mostrar fisuras internas) y la Central de los Trabajadores
Argentinos / CTA en franca disidencia con la primera y el gobierno, que propone la
conformacin de un nuevo sindicalismo ms prximo a los problemas de los trabajadores.
Durante un tiempo (1991-1994), el pas logr recuperar el crdito internacional y afianz un
nivel de crecimiento del 6 al 7 %, mientras que la estabilizacin del nivel general de precios
al consumidor -basada en la estabilidad de la moneda y la liberalizacin comercial-
contribuy al mejoramiento del salario real de los trabajadores; pero una vez finalizado el
32 Los costos del reposicionamiento del sindicalismo dentro del partido fueron muy altos, Marina Farinetti resea la sucesin de eventos que debieron afrontar: ...la regulacin de las huelgas del sector pblico, la prohibicin de los aumentos salariales no asociados a incrementos en la productividad, la descentralizacin de las negociaciones colectivas, la privatizacin de las empresas estatales y la flexibilizacin de los contratos de trabajo. Ms all de los costos reales de estas medidas, es destacable el costo simblico que la conversin programtica del PJ ha tenido para el sindicalismo peronista... (Farinetti; 1999).
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trienio, el modelo de acumulacin comenz a acusar los primeros sntomas de agotamiento
de su fase expansiva33.
La ocurrencia de la crisis cambiaria mexicana (1995) y en menor medida el impacto del
aumento de las tasas de inters en EE.UU. fueron construyendo los argumentos para
explicar los problemas de la economa argentina y el derrumbe del ciclo de crecimiento de
los aos previos. Como corolario de ello, los capitales que otrora reconocan en la Argentina
a una de las economas emergentes ms dinmicas, comenzaron a retirarse de la escena
nacional, incidiendo significativamente en la escalada del dficit fiscal, que pasa a
constituirse en un dato permanente del segundo perodo de gobierno de Carlos Menem.
2.2.2. La segunda reforma del Estado: Crisis de competitividad y flexibilizacin laboral
El rescate de la alicada competitividad y el combate del desempleo justificaron -hacia
mediados de 1996- la aplicacin de una segunda batera de reformas. Pasado ya el xito de
las reformas pro-mercado, el gobierno busc articular una serie de medidas, conocidas
como de flexibilizacin laboral que le otorg a las empresas una creciente capacidad para
imponer condiciones a los trabajadores. La aplicacin de estas medidas, supuestamente
orientadas a disminuir el costo argentino de la ecuacin de rentabilidad empresarial y a
favorecer la insercin de los desocupados en el mercado de trabajo; slo signific un envite
a la precarizacin de las condiciones de contratacin: la modificacin de la jornada laboral,
la ampliacin de la disponibilidad horaria, la decisin unilateral en el recorte de los salarios y
la restriccin de los beneficios sociales y derechos laborales (como el pago de aguinaldo en
cuotas, vacaciones en cualquier poca del ao, reduccin en las indemnizaciones, etc.).
Martha Mancebo describe claramente la particularidad del marco de aplicacin de estas
polticas ...Los ajustes efectuados por otros pases han sido va la cada del salario, o el
desempleo, o el escape a la precarizacin laboral y la informalidad, o el desempleo con
cobertura social. La Argentina parece combinar los primeros tres mecanismos soslayando el
ltimo, definiendo as un cuadro social inslitamente regresivo y altamente conflictivo...
(Mancebo; 1998: 186).
Hacia los aos 1993 y 1994 comienza a verificarse las derivaciones en el empleo de la
primera fase de reformas (donde tiene una fuerte incidencia la disminucin en el tamao
del Estado, la reestructuracin de empresas post privatizaciones, y en general la reduccin
33 Para entonces, la capacidad de endeudamiento estaba llegando a su lmite, al igual que el ingreso de fondos frescos en concepto de la venta de las joyas de la abuela como se denomin irnicamente a la venta de empresas pblicas que sirvi durante un tiempo para dar liquidez al sistema.
25
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del personal contratado por la actividad privada34). En los doce meses que van de mayo de
1994 a mayo de 1995, la tasa de desocupacin abierta alcanza niveles hasta entonces
desconocidos en el pas, pasando del 10,7% al 18,4%. De aqu en ms, la continuidad del
fenmeno recesivo en materia de empleo expresa la notoria desaceleracin experimentada
en el crecimiento de la economa, y el impacto negativo de las polticas laborales aplicadas
durante la segunda fase de reformas.
Para entonces, las voces de descontento comienzan a multiplicarse en una opinin pblica
que se muestra desencantada con el modelo y distante del gobierno que se arroga su
paternidad. Desencanto, que tambin da por tierra con el fetichismo discursivo de lo privado,
que lo venera hasta el cansancio como la solucin a todos los males de una sociedad
signada por la ineficiencia de lo pblico. Por si algo faltara, la sucesin de escndalos de
corrupcin que salpicaron al entorno presidencial durante el proceso de privatizaciones
contribuy a socavar an ms la imagen pblica de la administracin Menem y a atenuar -en
el balance global- el exitismo desbordante de los primeros aos.
2.2.3. Recesin, crisis de gobernabilidad y debacle del modelo
Lo que sigue, es una serie de tortuosos prolegmenos a la crisis terminal del modelo. Una
vez superados los remezones del efecto Tequila, el pas volvi a transitar por una senda
que repetir la frmula deuda-dependiente35 utilizada como mecanismo excluyente para la
reproduccin del sistema; y con ello, se precipitar el derrumbe de la quimera cavallista de
completar toda una dcada a un ritmo de crecimiento del 7% anual, necesario para contener
el creciente desempleo y hacer manejable el pago de los servicios de la deuda externa.
A pesar del leve repunte experimentado por la economa a partir del segundo semestre de
1996, que dio inicio a una nueva fase de inversin y crecimiento interno y a la expansin de
las exportaciones, ste no result lo suficientemente slido como para contrarrestar la
fragilidad de un esquema general de crecimiento atado a los vaivenes externos, de all que
el encadenamiento de nuevas crisis monetarias, financieras y cambiarias como las del
34 Alfredo Eric Calcagno y Eric Calcagno (Op. Cit.) citan la magnitud del deterioro del sector industrial atribuyndolo a las dificultades para competir mano a mano con los productos manufacturados del exterior, en virtud de la sobrevaluacin del peso del orden de 40% al 50%. Esto se hace evidente en la merma de la participacin relativa de la industria en el PBI, que pasa del 32% en 1976 al 17% en 1998. 35 Claudio Lozano sostiene que en esta perspectiva deuda-dependiente, la estrategia de crecimiento se relaciona con ...una mayor compra de productos en el exterior en relacin a lo que se vende; una elevacin sustancial de la transferencia de utilidades (dado el peso que tiene el capita extranjero); un aumento en los pagos de fletes y seguros; un incremento de la prdida de divisas debido al gasto de turismo en el exterior y la multiplicacin de los montos asociados a la fuga de capitales que, de manera sistemtica, realizan los agentes ms importantes de la economa local. Lo expuesto, que ni siquiera computa los dlares necesarios para afrontar el stock de deuda externa que ya tiene el pas, sirve para indicar la abultada insuficiencia de dlares que exhibe la economa local... (Lozano; 2001: 6).
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sudeste asitico (1997-1998), Rusia (1998), Brasil y Ecuador (1999), y Turqua (2001)
transformaron en recurrentes los procesos de inestabilidad econmico-financiera y
derribaron el mito del ...nuevo tigre sudamericano, que crecera inconteniblemente a
partir de las sabias recetas neoliberales... (Aronskind; 2000: 41). Con este escenario, a
partir de 1998 Argentina ingresa en una larga fase recesiva que se prolonga hasta nuestros
das.
Hacia el final del segundo perodo de gobierno de Menem, la conjuncin de crisis
econmica, desocupacin estructural, corrupcin, impunidad y manipulacin poltica del
sistema institucional en beneficio de la cpula gobernante, gener un clima de malestar
creciente en gran parte de la sociedad argentina que ms tarde se trasuntara en las
elecciones presidenciales de 1999.
La Alianza conformada entre la Unin Cvica Radical (U.C.R.) y el Frente por un Pas
Solidario (FRE.PA.SO.) capitaliz el desnimo y malestar de la gente en una propuesta en la
que se articulaban valores como la honestidad y transparencia, con un proyecto de
gobierno ms apegado a la resolucin de los problemas sociales del momento y menos
alineado a los intereses corporativos del establishment econmico, propio de la
administracin anterior. Este fue el plafn que le permiti a la Alianza ganar las elecciones
en octubre de 1999, de la mano de Fernando de la Ra.
Sin embargo, el ejercicio del poder demostrara rpidamente la incapacidad para cumplir las
promesas electorales. El argumento de la herencia de un abultado dficit fiscal, fue utilizado
para aplicar una poltica de ajuste ortodoxa que tuvo como correlato una mayor retraccin
del consumo, la profundizacin del panorama recesivo y una muy notable baja en la
recaudacin fiscal.
Pero el contexto no poda ser peor, la falta de apoyo de los grupos econmicos dominantes
en la escena local, la desconfianza de los inversores externos y las calificadoras de riesgo y
el fantasma del default econmico, llevaron a de la Ra a ensayar una desesperada
sucesin de ministros en el rea de economa que slo sirvi para profundizar nuevas
polticas de ajuste salidas de la ortodoxia ms pura -como la denominada Dficit Cero de
Domingo Cavallo- y para demostrar la incapacidad manifiesta de la figura presidencial y su
entorno para torcer el rumbo de un modelo econmico a punto de desmoronarse.
La precipitada cada del gobierno aliancista finalmente llega en diciembre de 2001 y puede
ser explicada por la convergencia de al menos dos factores determinantes: aquellos que
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derivan del cuadro de situacin terminal de la economa, y los propios de la crtica situacin
poltica que caracteriz al breve perodo de la administracin de la Ra36.
En relacin al contexto econmico, el pas se encontraba al borde de la cesacin de pagos
de la deuda externa37, exhiba dramticos indicadores de achicamiento del aparato
productivo y un agudo y constante proceso de deterioro social.
En lo poltico, se reconoce una crisis de representacin38 que no slo hace referencia a la
ineptocracia supina de su artfice directo, sino a la deslegitimacin profunda de las
instituciones que han servido de soporte al gobierno de turno. Esta responsabilidad no es
exclusiva de las estructuras partidarias; por el contrario como bien seala Lozano ...es
evidente el deterioro no slo de estas representaciones y consecuentemente del
Parlamento, sino tambin la Justicia, de las estructuras sindicales, de la Iglesia, de las
organizaciones sociales, etc. Es decir, defino como crisis de representacin el hecho de que
el conjunto de las instituciones que se supone representan intereses colectivos o de carcter
pblico son percibidos por el conjunto de la sociedad como instituciones subordinadas a
intereses de carcter privado... (Lozano; 2001).
Ambos factores crticos tuvieron su desenlace en el campo de la democracia de las calles,
ganado -no sin dolor- por la cultura cvica que se apoder de ellas en los episodios de
diciembre de 2001. Este fue sin dudas un punto de inflexin por la magnitud de sus
consecuencias (ya que determin la dimisin de un presidente elegido dos aos antes), y un
hito de ejercicio democrtico para los distintos sectores de la sociedad civil que all
convergieron (cacerolazos multitudinarios, manifestaciones de masas, marchas y cortes de
rutas). Pero fue apenas el corolario a un largo proceso de composicin de un actor colectivo
nacional movilizado por rutas y ciudades, por pequeos pueblos y calles en una dcada de
luchas sociales.
36 Para ilustar el tenor de la crisis poltica que afect a la Alianza gobernante, basta recordar que a menos de un ao de producida la asuncin de la misma al gobierno (octubre de 2000), el Vicepresidente Carlos Chacho lvarez renuncia a su cargo ante la expresa falta de voluntad del Presidente de la Ra para investigar un caso de supuestos sobornos a Senadores Nacionales para la aprobacin de una reforma laboral; circunstancia que medra el equilibrio de fuerzas de la coalicin gobernante y deteriora la imagen pblica de los principales referentes polticos respecto a los valores de transparencia y honestidad que haban sido sus banderas durante la campaa electoral. 37 Durante la fugaz presidencia de Adolfo Rodrguez Sa a finales de diciembre de 2001, ste declara el default de la deuda pblica sin mediar advertencia previa a los acreedores y tenedores de bonos. 38 Claudio LOZANO Contexto econmico y poltico de la protesta social de la Argentina contempornea. En: Observatorio Social de Amrica Latina - OSAL N 5. CLACSO, Buenos Aires, Septiembre de 2001.
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2.3. Los resultados de una dcada dolorosa
Tras la crisis de diciembre de 2001, buena parte de los polticos que a comienzos de los
noventa apoyaron sin reservas la aplicacin del modelo neoliberal, comenzaron a mostrarse
decididamente crticos (aunque no auto-crticos) de sus resultados. Recientemente el propio
Eduardo Duhalde -en su momento vicepresidente de Menem y actualmente a cargo de la
presidencia- se expresaba contrario al modelo en estos trminos ...en Argentina se
acabaron los modelos de ajuste [...] hoy se hace patria trabajando, potenciando la actividad
econmica, creando riqueza y repartindola como corresponde...39. Esto deja a las claras
que ante las dolorosas evidencias de un pas en ruinas, el modelo ha ido perdiendo a
algunos de sus progenitores; pero an guarda los estigmas de sus flagrantes desaciertos.
Como evidencia de ello, la mencionada estrategia de crecimiento deuda-dependiente
neoliberal dej como herencia para los tiempos venideros el compromiso de pago de una
deuda externa que ha crecido ms all de lo razonable. Triste panorama si se piensa en que
los miles de millones de dlares girados al exterior en el contexto de la ms dramtica
involucin de los indicadores sociales slo han servido para cumplir en parte (y apenas)
con el pago de los onerosos intereses40.
A su vez, por si la decadencia de un sistema y la incapacidad de pago de los compromisos
externos no fueran costos suficientes a los errores cometidos en el pasado, se asiste a la
intromisin de los funcionarios del Fondo en cuestiones de poltica interior ...hace tiempo
que las misiones del FMI ya no tienen ms como eje el examen de las posibilidades del
repago de los prstamos externos. Imponen medidas de poltica, tales como la estructura
del presupuesto nacional, la privatizacin de empresas y bancos, la flexibilizacin laboral...
(Calcagno y Calcagno; 2002: 82).
El grfico que sigue es por dems elocuente de la ligazn existente entre el proceso de
endeudamiento externo y la lgica rentstica financiera del gobierno durante la dcada de los
noventa. (obsrvese que para el ao 2001 casi se haba triplicado el monto de la deuda con
que Menem inici su mandato).
39 Declaraciones de Duhalde a la prensa en ocasin de la ceremonia de botadura de un buque granelero en la planta industrial del Astillero Ro Santiago. Fuente: DyN, 31 de enero de 2003. 40 En el ao 2001 el pas hizo pagos en concepto de intereses de la deuda por U$D 11.921 millones, mientras que las amortizaciones vencidas ese mismo ao ascendieron a U$D 13.108 millones. Para poder dimensionar el impacto de la transferencia al exterior de estos recursos, slo es necesario sealar que el pago de intereses era equivalente al 24% del total de gastos de la administracin nacional. Fuente: Ministerio de Economa de la repblica Argentina.
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Evolucin de la Deuda Externa Argentina 1975-2001
125.052
141.929
110.613
99.14785.908
72.42562.972
61.337
61770
62843
5833651422
58324
49326
46171
45069
4363435671
19034 27162
8085 1366311822
9739
146.338
145.289139.783
0
20000
40000
60000
80000
100000
120000
140000
16000019
75
1976
1977
1978
1979
1980
1981
1982
1983
1984
1985
1986
1987
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
Mill. U$D
Dictadura Alfonsn Menem D. Ra
Fuente: Perodo 1975-1990: Instituto de la CTA e IDEP en base a informacin del Ministerio de Economa. Perodo 1990-2001: "Estimaciones Trimestrales del Balance de Pagos y de Activos y Pasivos Externos", Ministerio de Economa.
En el ao 2002 -durante el momento ms lgido de la crisis- el pas efectu pagos al exterior
(FMI, Banco Mundial y BID) por 4.300 millones de dlares41. Durante todo ese ao la
administracin Duhalde realiz ingentes esfuerzos por recomponer las relaciones con el
Fondo Monetario -muy deterioradas a partir del anuncio unilateral de default de Rodrguez
Sa- a fin de alcanzar un nuevo acuerdo que posibiltara refinanciar los vencimientos y
destrabar el acceso a nuevos crditos. Simultneamente y como contracara, el proceso de
deterioro social de las capas de menores recursos continu profundizndose alcanzando
valores hasta entonces desconocidos para nuestra sociedad. Los indicadores sociales
resultan por dems ilustrativos de esta situacin:
Sealamos antes la incidencia que el proceso de reforma del Estado y la reestructuracin
econmica tuvieron en el comportamiento de la estructura ocupacional. En trminos generales y al cabo de una dcada fatdica, se evidencia que la desestabilizacin del trabajo
estable, la irrupcin de formas legalizadas de precariedad, el incremento de la desocupacin
abierta y de las distintas formas de subocupacin, la extensin horaria de la jornada laboral
(sobreempleo) y el estancamiento o descenso de los niveles salariales, han conducido hacia
formas cada vez ms flexibles del mercado laboral; consolidando un ...nuevo campo de
fenmenos vinculados a los procesos de inclusin-exclusin: la creciente fragmentacin y 41 Datos del Diario Pgina 12. Edicin del sbado 1 de Febrero de 2003. Nota: Como para no envidiarle la herencia a Lula.
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debilidad de la sociedad salarial en su base material reproductiva... (Agustn Salvia y
Silvana Tissera; 2000)42.
La crisis terminal del modelo deja como resultado niveles de desocupacin sin precedentes,
alcanzando para mayo de 2002, una tasa del 21,5%. La sensible recuperacin registrada en
la medicin de octubre del mismo ao, con el 17,8% (unas 2,5 millones de personas sin
trabajo) no debe ser interpretada como una seal de recuperacin genuina del mercado de
trabajo, por cuanto surge de considerar como ocupados a los beneficiarios de los Planes
de Jefes y Jefas de Hogar Desocupados que reciben 150 lecop (bonos nacionales)
mensuales.
Situacin Ocupacional en la Argentina 1990 - 2002
0
2
4
6
8
10
12
14
16
18
20
22
24
May-90
May-91
May-92
May-93
May-94
May-95
May-96
May-97
May-98
Oct-98 Ago-99
May-00
May-01
May-02
Tasa Desocupacin Tasa Subocupacin
Mayo / 95 Tequila
Dic. / 01 Estallido
Oct. / 98 Recesin
Menem DuhaldeDe la Ra
Fuente: Instituto Nacional de Estadsticas y Censos (INDEC) - Encuesta Permanente de Hogares - Onda de Mayo (28 aglomerados urbanos). A partir de la onda de Mayo de 1994, en el rubro subocupacin el INDEC distingue entre subocupacin demandante y no demandante, que para este trabajo han sido agrupadas.
En la misma onda de octubre de 2002, la Encuesta Permanente de Hogares (EPH)43 arroja
que la pobreza alcanza al 57,5% de los argentinos (unos 21 millones), de los cuales el 27,5% (10 millones) se encuentran en condiciones de indigencia.
42 Agustn SALVIA y Silvana TISSERA (2000) Heterogeneidad y Precarizacin de los Hogares Asalariados en Argentina durante la Dcada del 90. Trabajo elaborado en el marco de las actividades investigacin conjuntas que llevan adelante los equipos de los proyectos Crisis y Metamorfosis de los Mercados de Trabajo Urbanos en la Argentina de los 90 (UBACyT EC 001), y del proyecto Cambio Estructural y Desigualdad Social (UBACyT AS 021-CONICET). 43 La Encuesta Permanente de Hogares (EPH) es un procedimiento de relevamiento estadstico bianual (mayo y octubre) realizado para los 31 aglomerados urbanos ms importantes. Segn definicin del Instituto Nacional de
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Los datos del Instituto Nacional de Estadsticas y Censos muestran que en tan slo un ao
(entre octubre de 2001 y octubre de 2002) 6.960.000 personas cayeron bajo la lnea de la
pobreza, lo que indica que en Argentina cada da, 19.068 personas se convierten en nuevos
pobres.
Estos datos nos enfrentan a un fenmeno dual: por un lado, la profundizacin de las
condiciones de empobrecimiento por ingresos de los grupos pertenecientes al segmento de
pobreza estructural y por otro, la difusin de la pobreza sobre otros grupos que no la sufran
antes (clase media y media-baja); lo cual ilustra que la poblacin bajo condicin de pobreza
no slo se ha extendido y se ha vuelto ms diversa en su composicin, sino que adems ha
empeorado cualitativamente su condicin.
Evolucin de las lneas de pobreza e indigencia en Argentina 1998-2002
32,6 32,834,9
30,8
41,140,6
42,544,4
49,751,4
57,5
7,8 9,4 9,110,5
14,9 15,3 16,417,4
20,521,9
27,5
0
5
10
15
20
25
30
35
40
45
50
55
60
May-98 Oct-98 Oct-99 Oct-00 Oct-01 Ene-02 Feb-02 Mar-02 Abr-02 May-02 Oct-02
%
Incidencia de la Pobreza Incidencia de la Indigencia
Fuente: Elaboracin propia en base a informacin pblica (EPH, CNPV 2001,INDEC y SIEMPRO).
En los aos de oro del Modelo lleg a profetizarse que los beneficios del crecimiento
econmico a mediano plazo tendran un efecto derrame hacia los sectores situados en la
base de la estructura social; pero muy contrariamente a este axioma, la realidad se ha
Estadsticas y Censos (INDEC) ...la medicin de la pobreza con el mtodo de la "Lnea de Pobreza" (LP) consiste en establecer, a partir de los ingresos de los hogares, si stos tienen capacidad de satisfacer -por medio de la compra de bienes y servicios- un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias consideradas esenciales.... Por su parte, ...El concepto de "Lnea de Indigencia" (LI) procura establecer si los hogares cuen