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LOLA GARCÍA-AJOFRÍN El alumnado español cambió de color. Y de acento. Y multiplicó sus culturas. Esta heterogeneización de las aulas en la última década impli- ca también un cambio de actitud que convierta la pluralidad en valor añadido. Así lo entiende Victori- no Mayoral (Almoharín, Cáceres, 1940), presidente de la Liga de la Educación y la Cultura Popular y la Fundación CIVES. Le gusta re- currir a la Constitución para ex- plicarlo, posiblemente por su larga trayectoria política. Fue miembro del Cuerpo Superior de Adminis- tradores Civiles del Estado; conse- jero de Presidencia y Trabajo y de Educación, Juventud y Deportes de la Junta de Extremadura de 1993 a 2000; delegado Federal de Edu- cación del PSOE de 1979 a 1989; portavoz de la Comisión sobre Régimen de las Administraciones Públicas; y diputado en las legisla- turas II, III y IV. “Lo establece el art. 14 cuando se refiere a la igualdad de todos los ciudadanos ‘sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social’”, expone en el prólogo del libro que acaba de presentar la Liga de la Educación, Interculturalidad y ciudadanía: Red de Escuelas Inter- culturales. En la práctica, con este y otros proyectos, también lleva años puesto manos a la obra. ¿Cuáles son los rasgos de una escuela intercultural? La escuela intercultural es un intento riguroso para dar una res- puesta positiva a la pregunta de cómo gestionar acertadamente la diversidad que se ha ido creando en el seno de las comunidades es- colares como consecuencia de las nuevos cambios acaecidos en las modernas sociedades abiertas, que son crecientemente plurales, no solo debido a las migraciones de un mundo económicamente globaliza- do sino también por el respeto que se ha ido afianzando en los sistemas democráticos a los valores y liberta- des de todas las personas. Se trata de una reacción cons- tructiva ante el cambio que la diver- sidad social origina en las relaciones de los miembros que integran los colectivos escolares y comporta evidentemente partir inequívoca y necesariamente de la existencia de comunidades escolares que deben ser construidas y preservadas. No se trata de resolver un problema de mera coexistencia entre los in- dividuos diferentes entre sí, como puede ocurrir con los usuarios de transporte público, sino de convi- vencia practicada en una actividad esencialmente educativa, como es la que se debe realizar en las escue- las. Significa educar practicando un diálogo que asume, valora y respeta las diferencias. ¿Y lo que no es? No es, pues, solamente evitar la discriminación o el choque entre personas que pertenecen a etnias, culturas, nacionalidades, religiones o ideologías distintas. Erradicar la xenofobia, el racismo con los dife- rentes comportamientos sectarios excluyentes no basta, aunque sea imprescindible, para convertir en intercultural a una escuela. El plus que aporta la interculturalidad con- siste en resaltar la centralidad que en el proceso educativo tienen las prácticas de diálogo y de los proce- dimientos democráticos en las rela- ciones interpersonales, el respeto al pluralismo asumido como toleran- cia y también como valor construc- tivo, el reconocimiento mutuo de la dignidad de todos y cada uno de los miembros de la comunidad escolar, como ciudadanos libres e iguales en derechos, y la garantía de la acepta- ción de las personas y de los colecti- vos diferentes. Por otra parte la escuela inter- cultural debe afrontar su labor con realismo y con rigor, huyendo de fantasías irrealizables y asumiendo que han de ser abordadas situacio- nes extraordinariamente difíciles y complejas que requerirán el es- fuerzo de todos los implicados y de modo especial de los equipos de educadores. ¿Donde está el límite entre el derecho a la diferencia de todos y una sociedad construida como proyecto común? La interculturalidad no es un programa más especializado o una actividad complementaria de las que habitualmente se plantean para enriquecer la actuación educativa. Se trata, por el contrario, de un mo- delo integral que debe ser construi- do en profundidad. A una sociedad abierta que asume y practica los valores democráticos como modo de vida debe corresponder un mo- delo de escuela igualmente abierta, diametralmente opuesta a aquella que construye un muro acorazado sobre idearios cerrados, excluyentes o reduccionistas de toda diversidad. En el seno de tales escuelas abiertas ha de desarrollar su actividad una comunidad escolar que se reconoce y acepta en sí misma como plural y diversa. Es en este ámbito en el que se debe organizar el proceso edu- cativo intercultural. Nuestra pro- puesta incorpora como rasgos de- finitorios que permitan reconocer a quienes integran la Red de Escuelas Interculturales que queremos pro- mover hasta 17 características per- fectamente compartidas. Conforme a ellas, la interculturalidad es tarea que concierne al equipo directivo, al claustro de profesores, al centro en su totalidad y, en consecuencia, a su proyecto de convivencia y a su programación anual; a las relacio- nes profesor alumno, al aprendizaje de las lenguas y por supuesto, a la valoración positiva de la diversidad cultural. También proponemos que la educación para la ciudadanía en valores no ha de tener una posición marginal respecto a las restantes materias, sino que el centro ha de otorgarle significativa relevancia por su contribución al proyecto de interculturalidad. ¿Cómo trabajan desde la Liga de la Educación y la Cultura Popular para conseguirlo? El libro Interculturalidad y Ciudadanía y su propuesta de configurar una Red de Escuelas Interculturales que permita el re- conocimiento, el intercambio de buenas prácticas y el apoyo mutuo entre centros que asuman y traba- jen la interculturalidad da continui- dad al trabajo que en este campo viene realizando la Liga Española de la Educación y la Cultura Po- pular desde hace seis años, cuando iniciamos el proyecto de sensibiliza- ción denominado ‘Por una escuela intercultural’, en el año 2005. Año tras año hemos venido elaborando publicaciones y recursos didácticos para promover la interculturalidad escolar, en 2005, ‘Esta es mi escuela’; en 2006, ‘Buenas prácticas. Escuela y Convivencia intercultural’; en 2007 ‘Entre vidas. Tan lejos, tan cerca’ y en 2008 y 2009 ‘Por una escuela inter- cultural’. En otro orden de activida- des relacionadas con la integración de inmigrantes venimos realizando diversos programas de alfabetiza- ción y aulas de español, centros de apoyo y orientación a inmigrantes y aulas abiertas interculturales. Finalmente, en las Jornadas Cívicas Europeas 2010, ‘Por una ciudadanía social europea’, orga- nizadas por la Fundación Cives en Málaga con ocasión de la presiden- cia española de la Unión Europea y con su apoyo, 700 representantes de organizaciones no gubernamen- tales de 21 países de la Unión Eu- ropea aprobaron las conclusiones del taller sobre “Interculturalidad en el marco de la convivencia civil europea”, ampliamente comparti- das y divulgadas en el espacio de la Unión. Para que la escuela de hoy sea real- mente intercultural, ¿qué hace falta? ¿Una legislación que lo regule, una es- trategia pedagógica o recursos? Las tres cosas son necesarias. Por lo que se refiere a la legislación, ya sabemos que la LOE incorpora la interculturalidad como uno de “Se trata de educar practicando un diálogo que asume, valora y respeta las diferencias” VICTORINO MAYORAL, PRESIDENTE DE LA LIGA DE LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA POPULAR 17 de marzo de 2011 32 ESCUELA Núm. 3.898 (464) Entrevista “No se trata de resolver un problema de mera coexistencia, como si fuera el transporte público, sino de convivencia practicada en una actividad esencialmente educativa”

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las. Significa educar practicando un diálogo que asume, valora y respeta las diferencias. ¿Donde está el límite entre el derecho a la diferencia de todos y una sociedad construida como proyecto común? La interculturalidad no es un programa más especializado o una actividad complementaria de las que habitualmente se plantean para L OLA G ARCÍA -A JOFRÍN

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LOLA GARCÍA-AJOFRÍN

El alumnado español cambió de color. Y de acento. Y multiplicó sus culturas. Esta heterogeneización de las aulas en la última década impli-ca también un cambio de actitud que convierta la pluralidad en valor añadido. Así lo entiende Victori-no Mayoral (Almoharín, Cáceres, 1940), presidente de la Liga de la Educación y la Cultura Popular y la Fundación CIVES. Le gusta re-currir a la Constitución para ex-plicarlo, posiblemente por su larga trayectoria política. Fue miembro del Cuerpo Superior de Adminis-tradores Civiles del Estado; conse-jero de Presidencia y Trabajo y de Educación, Juventud y Deportes de la Junta de Extremadura de 1993 a 2000; delegado Federal de Edu-cación del PSOE de 1979 a 1989; portavoz de la Comisión sobre Régimen de las Administraciones Públicas; y diputado en las legisla-turas II, III y IV. “Lo establece el art. 14 cuando se refi ere a la igualdad de todos los ciudadanos ‘sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social’”, expone en el prólogo del libro que acaba de presentar la Liga de la Educación, Interculturalidad y ciudadanía: Red de Escuelas Inter-culturales. En la práctica, con este y otros proyectos, también lleva años puesto manos a la obra.

¿Cuáles son los rasgos de una escuela intercultural?

La escuela intercultural es un intento riguroso para dar una res-puesta positiva a la pregunta de cómo gestionar acertadamente la diversidad que se ha ido creando en el seno de las comunidades es-colares como consecuencia de las nuevos cambios acaecidos en las modernas sociedades abiertas, que son crecientemente plurales, no solo debido a las migraciones de un mundo económicamente globaliza-do sino también por el respeto que se ha ido afi anzando en los sistemas democráticos a los valores y liberta-des de todas las personas.

Se trata de una reacción cons-tructiva ante el cambio que la diver-sidad social origina en las relaciones de los miembros que integran los colectivos escolares y comporta evidentemente partir inequívoca y necesariamente de la existencia de comunidades escolares que deben ser construidas y preservadas. No se trata de resolver un problema de mera coexistencia entre los in-dividuos diferentes entre sí, como puede ocurrir con los usuarios de transporte público, sino de convi-vencia practicada en una actividad esencialmente educativa, como es la que se debe realizar en las escue-

las. Signifi ca educar practicando un diálogo que asume, valora y respeta las diferencias.

¿Y lo que no es?No es, pues, solamente evitar la

discriminación o el choque entre personas que pertenecen a etnias, culturas, nacionalidades, religiones o ideologías distintas. Erradicar la xenofobia, el racismo con los dife-rentes comportamientos sectarios excluyentes no basta, aunque sea imprescindible, para convertir en intercultural a una escuela. El plus que aporta la interculturalidad con-siste en resaltar la centralidad que en el proceso educativo tienen las prácticas de diálogo y de los proce-dimientos democráticos en las rela-ciones interpersonales, el respeto al pluralismo asumido como toleran-cia y también como valor construc-tivo, el reconocimiento mutuo de la

dignidad de todos y cada uno de los miembros de la comunidad escolar, como ciudadanos libres e iguales en derechos, y la garantía de la acepta-ción de las personas y de los colecti-vos diferentes.

Por otra parte la escuela inter-cultural debe afrontar su labor con realismo y con rigor, huyendo de fantasías irrealizables y asumiendo que han de ser abordadas situacio-nes extraordinariamente difíciles y complejas que requerirán el es-fuerzo de todos los implicados y de modo especial de los equipos de educadores.

¿Donde está el límite entre el derecho a la diferencia de todos y una sociedad construida como proyecto común?

La interculturalidad no es un programa más especializado o una actividad complementaria de las que habitualmente se plantean para

enriquecer la actuación educativa. Se trata, por el contrario, de un mo-delo integral que debe ser construi-do en profundidad. A una sociedad abierta que asume y practica los valores democráticos como modo de vida debe corresponder un mo-delo de escuela igualmente abierta, diametralmente opuesta a aquella que construye un muro acorazado sobre idearios cerrados, excluyentes o reduccionistas de toda diversidad. En el seno de tales escuelas abiertas ha de desarrollar su actividad una comunidad escolar que se reconoce y acepta en sí misma como plural y diversa. Es en este ámbito en el que se debe organizar el proceso edu-cativo intercultural. Nuestra pro-puesta incorpora como rasgos de-fi nitorios que permitan reconocer a quienes integran la Red de Escuelas Interculturales que queremos pro-mover hasta 17 características per-

fectamente compartidas. Conforme a ellas, la interculturalidad es tarea que concierne al equipo directivo, al claustro de profesores, al centro en su totalidad y, en consecuencia, a su proyecto de convivencia y a su programación anual; a las relacio-nes profesor alumno, al aprendizaje de las lenguas y por supuesto, a la valoración positiva de la diversidad cultural. También proponemos que la educación para la ciudadanía en valores no ha de tener una posición marginal respecto a las restantes materias, sino que el centro ha de otorgarle signifi cativa relevancia por su contribución al proyecto de interculturalidad.

¿Cómo trabajan desde la Liga de la Educación y la Cultura Popular para conseguirlo?

El libro Interculturalidad y Ciudadanía y su propuesta de confi gurar una Red de Escuelas Interculturales que permita el re-conocimiento, el intercambio de buenas prácticas y el apoyo mutuo entre centros que asuman y traba-jen la interculturalidad da continui-dad al trabajo que en este campo viene realizando la Liga Española de la Educación y la Cultura Po-pular desde hace seis años, cuando iniciamos el proyecto de sensibiliza-ción denominado ‘Por una escuela intercultural’, en el año 2005. Año tras año hemos venido elaborando publicaciones y recursos didácticos para promover la interculturalidad escolar, en 2005, ‘Esta es mi escuela’; en 2006, ‘Buenas prácticas. Escuela y Convivencia intercultural’; en 2007 ‘Entre vidas. Tan lejos, tan cerca’ y en 2008 y 2009 ‘Por una escuela inter-cultural’. En otro orden de activida-des relacionadas con la integración de inmigrantes venimos realizando diversos programas de alfabetiza-ción y aulas de español, centros de apoyo y orientación a inmigrantes y aulas abiertas interculturales.

Finalmente, en las Jornadas Cívicas Europeas 2010, ‘Por una ciudadanía social europea’, orga-nizadas por la Fundación Cives en Málaga con ocasión de la presiden-cia española de la Unión Europea y con su apoyo, 700 representantes de organizaciones no gubernamen-tales de 21 países de la Unión Eu-ropea aprobaron las conclusiones del taller sobre “Interculturalidad en el marco de la convivencia civil europea”, ampliamente comparti-das y divulgadas en el espacio de la Unión.

Para que la escuela de hoy sea real-mente intercultural, ¿qué hace falta? ¿Una legislación que lo regule, una es-trategia pedagógica o recursos?

Las tres cosas son necesarias. Por lo que se refi ere a la legislación, ya sabemos que la LOE incorpora la interculturalidad como uno de

“Se trata de educar practicando un diálogo que asume, valora y respeta las diferencias”

VICTORINO MAYORAL, PRESIDENTE DE LA LIGA DE LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA POPULAR

17 de marzo de 201132 ESCUELA Núm. 3.898 (464)

Entrevista

“No se trata de resolver un problema de mera coexistencia, como si fuera el transporte público, sino de convivencia practicada en una actividad

esencialmente educativa”