Escrito en el agua (Planeta Internacional) (Spanish Edition) · asiento trasero de la autocaravana...

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ÍndicePortadaSinopsisDedicatoriaCitasLaPozadelasAhogadasPRIMERAPARTE2015LaPozadelasAhogadas,deDanielleAbbott19932015LaPozadelasAhogadas2015

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19932015LaPozadelasAhogadasSEGUNDAPARTE2015LaPozadelasAhogadas19932015LaPozadelasAhogadas2015TERCERAPARTE2015LaPozadelasAhogadas2015CUARTAPARTE2015AgradecimientosGuardaelfinalensecretoNotasCréditos

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Sinopsis

Pocosdíasantesdemorir,NelAbbottestuvollamando a su hermana, pero Jules no cogióel teléfono, ignoró sus súplicas de ayuda.AhoraNelestámuerta.Dicenquesaltóalrío.YJulessevearrastradaalpequeñopueblodelos veranos de su infancia, un lugar del quecreía haber escapado, para cuidar de laadolescente que su hermana deja atrás. PeroJules tiene miedo. Mucho miedo. Miedo alagua, miedo de sus recuerdos enterradoslargotiempoatrás,ymiedo,sobretodo,desucertezadequeNelnuncahabríasaltado…

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Paratodaslasconflictivas

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Eramuyjovencuandomepartieronendos.Haycosasqueunadeberíaolvidar;otrasqueno.Lasopinionesdifierenalrespecto.

EMILYBERRY,TheNumbersGameAhorasabemosquelosrecuerdosnoestánfijosnicongelados,comolostarros

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deconservasenlaalacenaquemencionaProust,sinoquesetransforman,sedisgregan,sereensamblanyserecategorizanconcadaactoderecordar.

OLIVERSACKS,Alucinaciones

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LaPozadelasAhogadas

Libby

—¡Otravez!¡Otravez!Los hombres vuelven a atarla. Ahora, de

otraforma:elpulgardelamanoizquierdaaldedogordodelpiederecho;elde laderecha,al del izquierdo. La cuerda alrededor de lacintura.Estavezsonellosquieneslametenenelagua.

—¡Por favor!—comienza a suplicar ella,pues no sabe cuánto tiempo más va a podersoportarlanegrurayelfrío.

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Quiere regresar a una casa que ya noexiste, aunaépocaen laqueella y su tía sesentabandelantedelachimeneaysecontabanhistorias la unaa la otra.Quiere estar en lacama de su casita de campo, quiere volver aserniñayadisfrutardeloloraleñaquemaday de la fragancia de las rosas y la dulcecalidezdelapieldesutía.

—¡Porfavor!Sehunde.Para cuando la sacandel agua

porsegundavez,tieneloslabiosamoratadosysualientoyasehaextinguidoporcompleto.

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PRIMERAPARTE

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2015

Jules

Queríasdecirmealgo,¿no?¿Quéera?Tengola sensación de que desconecté de estaconversación hace mucho tiempo. Perdí laconcentración, estaba pensando en otrascosas,preocupándomedemisasuntos,dejédeescucharte y perdí el hilo. Bueno, ahora yatienes mi atención. Pero no puedo dejar depensar que me he perdido algunas de lascuestionesmássignificativas.

Cuando han venido a decírmelo, me he

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enfadado.Alprincipiomehesentidoaliviada,pues cuando dos agentes de policía aparecenen la puerta de tu casa justo cuando tú estásbuscando el billete de tren para salir e ir atrabajar, temes lo peor. He temido que lehubiera sucedido algo a alguien que meimportara:misamigos,miex,lagenteconlaque trabajo. Pero no tenía nada que ver conellos, me han dicho, sino contigo. De modoque,porunmomento,mehesentidoaliviada,yluegomehancontadoloquehabíapasado,loquehabíashecho,quetehabíasarrojadoalagua, y me he sentido furiosa. Furiosa yasustada.

Hecomenzadoapensarenloquetediríacuando llegara, pues sabía que lo habíashechoparafastidiarme,paramolestarme,paraasustarme, para desestabilizar mi vida. Parallamar mi atención y llevarme de vuelta allíadonde querías que estuviera. Pues aquí lotienes,Nel,ya lohasconseguido:estoyenellugar al que nunca quise regresar para

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ocuparme de tu hija y para tratar de ponerordenenelmalditolíoquehasorganizado.

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LUNES,10DEAGOSTO

Josh

Algo me ha despertado. Cuando me helevantadodelacamaparairalcuartodebaño,hevistoquelapuertadeldormitoriodemamáypapáestabaabiertay,almirardentro,mehedado cuenta de que mamá no estaba en lacama.Papáestabaroncandocomosiempre.Eldespertador indicaba que eran las 4.08. Hesupuesto que mamá debía de haber ido a laplantabaja.Lecuestadormir.Últimamentelescuestaaambos,peroéltomaunaspastillastanfuertesqueunopodríaacercarseasucamaygritarlealoídoynoconseguiríadespertarlo.

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He ido a la planta baja procurando nohacerruidoporqueporlogeneralenciendeeltelevisor y se queda dormida viendo esosanunciosrealmenteaburridossobremáquinasqueloayudanaunoaperderpesooalimpiarel suelo o a cortar los vegetales de muchasformas distintas. Pero el televisor no estabaencendidoyellanoseencontrabaenelsofá,demodoquedebíadehabersalidodecasa.

Lohahechoalgunasveces.Pocas,queyosepa,aunque tampocopuedoestaral tantodedónde se encuentra todo el mundo a cadamomento. La primera vez me dijo que sólohabía ido a dar un paseo para aclararse lacabeza,perohubootramañanaen laquemedespertéy, almirar por la ventana, vi que elcochenoestabaaparcadodondesolía.

Seguramentevaadarpaseosalaorilladelríooavisitar la tumbadeKatie.Yo lohagode vez en cuando, aunque no enmitad de lanoche. Me daría miedo hacerlo en laoscuridad y, además, me sentiría raro, pues

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esoesloquehizolapropiaKatie:selevantóen mitad de la noche y fue al río y ya novolvió.Aun así, comprendo por qué lo hacemamá:eslomáscercadeellaquepuedeestarenlaactualidad,apartede,talvez,sentarseensu dormitorio, otra cosa que sé que enocasioneshace.EldormitoriodeKatieestáallado del mío y a veces puedo oír llorar amamá.

Me he sentado en el sofá para esperarla,pero debo de haberme quedado dormidoporquecuandoheoídolapuertayahabíaluzfuera y, al mirar el reloj de la repisa de lachimenea,hevistoqueeranlassieteycuarto.Heoídocómomamácerrabalapuertatrasdesíyluegosubíacorriendolaescalera.

La he seguido al piso de arriba yme heparado delante de su dormitorio, mirando atravésdelapuertaentreabierta.Ellaestabaderodillasjuntoalacama,enelladodepapá,ytenía el rostro enrojecido como si hubieraestadocorriendo.Conlarespiraciónjadeante

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ysindejardesacudirleelhombro,hadicho:—Alec,despierta.Despiertaya.NelAbbott

estámuerta.Lahanencontradoenelagua.Sehaarrojado.

Norecuerdohaberdichonada,perodebodehaberhechoalgúnruido,porqueellasehavueltohaciamíysehapuestodepie.

—¡Oh,Josh!—haexclamadoacercándosea mí—. Oh, Josh... —Las lágrimas hancomenzado a caer por su rostro y me haabrazadocon fuerza.Cuandomeheapartadodeella todavía estaba llorando,pero tambiénsonreía—.Oh,cariño—hadicho.

Papá se ha incorporado en la cama,frotándose los ojos. Le cuesta horroresdespertarsedeltodo.

—No lo entiendo. ¿Cuándo...? ¿Quieresdeciranoche?¿Cómolosabes?

—He salido a comprar leche —harespondido ella—. Todo el mundo estabacomentándolo... en el colmado. La hanencontradoestamañana.—Sehasentadoenla

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camayhaempezadoallorarotravez.Papálehadadounabrazo,peroellaestaba

mirándome a mí, y él tenía una extrañaexpresiónenelrostro.

—¿Adónde has ido? —le he preguntadoyo—.¿Dóndehasestado?

—Acomprar,Josh.Acabodedecirlo.«Estásmintiendo—hequeridocontestarle

—.Hasestadofueravariashoras.Nohasidoacomprarleche.»Hequeridodecirleesoperono he podido, porque mis padres estabansentados en la cama mirándose entre sí, yparecíanfelices.

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MARTES,11DEAGOSTO

Jules

Lorecuerdo.Cojinesapiladosenelcentrodelasiento trasero de la autocaravana paradelimitar la frontera entre tu territorio y elmío, de camino a Beckford para pasar elverano,túnerviosayexcitada—temoríasdeganasporllegar—,yyoconelrostroverdeacausadelmareoeintentandonovomitar.

Noessóloquelohayarecordado,esqueademáslohesentido.Estatardehesentidoesemismomareomientrasibaencorvadasobreelvolante como una anciana, conduciendorápido ymal, desplazándome al centro de la

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carretera al tomar las curvas, frenando conexcesiva brusquedad, corrigiendo el rumbocada vez que veía un coche en direccióncontraria. He notado esa cosa, esa sensaciónque tengo cuando veo una furgoneta blancaviniendoensentidocontrarioporunadeesasestrechas carreteras y pienso: «Voy a dar unvolantazo, voy a hacerlo, voy a invadir sucarril. No porque quiera, sino porque debohacerlo», como si en el último momentoperdiera la voluntad. Es como esa sensaciónqueunatienecuandoseacercaalbordedeunprecipicio o del andén de una vía de tren ynota que la empuja una mano invisible. ¿Ysi...?¿Ysidieraunpasoadelante?¿Ysigiraraelvolante?

(Al fin y al cabo, tú y yo no somos tandistintas.)

Loquemehasorprendidoes lobienquelo he recordado. Demasiado bien. ¿Cómo esquepuedorecordarconsemejanteperfecciónlas cosas que me sucedieron cuando tenía

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ochoañosy,encambio,meresultaimposiblerecordarsihehabladoonoconmiscolegassobreelcambiodefechade laevaluacióndeun cliente?Las cosas que quiero recordar semeolvidan,ylasqueintentoolvidarnodejande acudir a mi mente. Cuanto más meacercabaaBeckford,más incontestable sehavuelto eso, y el pasado, sorprendente eineludible,hasalidodisparadohaciamícomolosgorrionesdeunseto.

Todaesaexuberancia,eseincreíbleverde,elrelucienteeintensoamarillodelaaulagadela colina, ha penetrado en mi cerebro y hatraídoconsigountorrentederecuerdos:papállevándomealaguacuandoyo teníacuatroocinco años; tú saltando de las rocas al río,cadavezdesdemásymásaltura;pícnicsenlaarenosa ribera de la poza; el sabor de lacrema de protección solar en la lengua; esegordopezmarrónquepescamosenlaslentasycenagosasaguasquehayríoabajo,másalládelMolino; tú regresandoacasaconunhilo

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de sangre en una pierna tras haber calculadomalunodeesossaltosy,después,mordiendoun trapo mientras papá te limpiaba el corteporque no ibas a llorar, no delante de mí;mamá ataviada con un vestido veraniego decolor azul celeste, descalza en la cocina,preparando gachas de avena para desayunar,con las plantas de los pies de un oscuro yherrumbroso color marrón. Papá sentado enla riberadel río,dibujando.O,másadelante,cuando éramos algomayores, tú vestida conunos vaqueros cortos y la parte de arriba deun bikini bajo la camiseta, escapándote denocheparaveraunchico.Nounocualquiera,sino el chico. Mamá, más delgada y frágil,durmiendo en el sillón del salón, papádesapareciendoparadarlargospaseosconlaesposadelpastor,rolliza,pálidaytocadaconuna pamela. Recuerdo también un partido defútbol. Los calientes rayos del sol sobre elagua, todas las miradas sobre mí y yoparpadeando para contener las lágrimas, con

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sangreenlosmuslosylasrisasdelosdemásresonando en mis oídos. Todavía puedooírlas.Y,pordebajodetodoeso,elrumordelacorriente.

Estaba tan profundamente absorta en esasaguasquenomehedadocuentadequehabíallegado.Ahíestaba,enelcorazóndelpueblo.Habíasucedidotanderepentecomosihubieracerradolosojosymehubierantrasladadoporarte de magia y, cuando he querido darmecuenta, estaba recorriendo despacio susestrechas calles repletas de vehículos cuatropor cuatroy atisbandoconel rabillodelojolas fachadas de piedra y los rosales,avanzando en dirección a la iglesia, endirecciónalviejopuente,concuidadoahora.Hemantenidolosojospuestosenelasfaltoyheintentadonomirarlosárbolesnielrío.Heintentado no hacerlo, pero no he podidoevitarlo.

Tras aparcar a un lado de la carretera yapagarelmotor,he levantado lamirada.Ahí

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estabanlosárbolesylosescalonesdepiedra,cubiertos de musgo verde y resbaladizos acausadelalluvia.Semehapuestolacarnedegallina.Yherecordadoesto: la lluviaglacialcayendo sobre el asfalto, unas centelleanteslucesazulescompitiendoconlosrelámpagospara iluminar el río y el cielo, nubes dealiento formándose delante de unos rostrosasustadosyunniñopequeño,pálidocomounfantasma y que no deja de temblar, subiendolosescalonesendirecciónalacarreteradelamanodeunamujerpolicíaquetienelosojosabiertoscomoplatosyvuelve lacabezaaunlado y a otro mientras llama a alguien agritos. Todavía puedo sentir lo que sentí esanoche, el terror y la fascinación. Todavíapuedo oír tus palabras en mi cabeza: «¿Quédebe de sentirse al ver morir a tu propiamadre?¿Puedesimaginártelo?».

Heapartado lamiraday, tras arrancardenuevoel coche, hevuelto a la carreterayhecruzadoelpuentedondeelcarrildalavuelta.

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He esperado la llegada de la curva. ¿Laprimera a la izquierda? No, ésa no, lasegunda.Ahíestaba,esaviejamoledepiedra,laCasa delMolino. Sintiendo un picor en lafría y húmeda piel y con el corazónlatiéndomepeligrosamenterápido,hecruzadola verja abierta y he enfilado el camino deentrada.

Había un hombre mirando su teléfonomóvil.Unpolicíauniformado.Sehaacercadoalcocheyyohebajadolaventanilla.

—Soy Jules —he dicho—. Jules Abbott.Soy...suhermana.

—¡Oh! —Parecía incómodo—. Sí, claro.Porsupuesto.Verá,ahoramismonohaynadieen la casa—ha dicho volviéndose hacia ella—.Lachica...,susobrina...hasalido.Noestoysegurodedónde...—Hacogidolaradiodesucinturón.

Yo he abierto la puerta del coche y hebajado.

—¿Le importaqueentreen lacasa?—he

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preguntadoconlamiradapuestaenlaventanaabierta de la que solía ser tu antiguahabitación.Todavíapodíaverteahí,sentadaenel alféizar con los pies colgando. Dabavértigo.

Elpolicía sehamostrado indeciso.Sehaapartadounmomentoyhadichoalgoenvozbajaa travésde su radio.Luegosehavueltootravezhaciamí.

—Sí,estábien.Puedeentrar.Laoscuridadme impedía ver la escalera,

pero podía oír el agua y oler la tierra quequedabaalasombradelacasaydebajodelosárboles,deloslugaresalosquenollegabalaluz del sol, así como el hedor acre de lashojas pudriéndose, unos olores que metransportabanaotraépoca.

Alabrirlapuertacasiesperabaoírlavozde mamá llamándome desde la cocina. Sinsiquiera pensarlo, he sabido que tenía queterminar de abrirla con la cadera porquerozabaconelsueloyseatascaba.Heentrado

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en el vestíbulo y he cerrado tras de mí altiempo que mis ojos trataban deacostumbrarsealaoscuridadytiritabaacausadelrepentinofrío.

Enlacocinahabíaunamesaderoblebajola ventana. ¿Era la misma? Lo parecía, peronopodíaser,el lugarhacambiadodemanosmuchasvecesdesdeentonces.Podríahaberloaveriguado si me hubiera metido debajo yhubiera buscado las marcas que tú y yodejamosahí,perolasolaideahahechoquesemeaceleraraelpulso.

Recuerdoelmodoenquelosrayosdelsolla iluminaban por las mañanas, y que tú tesentabas en el lado izquierdo, de cara a lacocinaAga, desde donde podías ver el viejopuente perfectamente enmarcado por laventana. «Qué bonita», decía todo el mundosobrelavista,aunquenollegabanavernada.Nuncaabríanlaventanayseasomaban,nuncabajabanlosojosalarueda,pudriéndoseensusitio, nuncamirabanmás allá de los dibujos

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quetrazabanlosrayosdelsolenlasuperficiedel agua, nunca veían lo que en realidad eraésta, con su color negro verdoso y llena deseresvivosycosasmuertas.

He salido de la cocina y, enfilando elpasillo,hepasadojuntoalaescaleraymeheinternado en la casa.Me he topado con ellastan repentinamente que me he sobresaltado:las enormesventanasquedabanal ríoy casiparecían meterse en él. Era como si, alabrirlas,elaguafueraaentraryaderramarsesobre el amplio asientodemaderaquehabíadebajo.

Recuerdo.Todosesosveranos,mamáyyosentadaseneseasiento,recostadasenpilasdecojines con los pies en alto y los dedosgordos casi tocándose, algún libro en lasrodillas y un plato con aperitivos cerca,aunqueellanuncalostocaba.

Nohe podidomirarlo; verlo otra vez asíme ha hecho sentir desconsolada ydesesperada.

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Elyesodelasparedeshabíasidoretiradopara dejar a la vista el ladrillo desnudo quehabíadebajo,y ladecoraciónera típicade ti:alfombras orientales en el suelo, pesadosmueblesdeébano,grandessofásysillonesdepiel y demasiadas velas. También, por todaspartes,laspruebasdetusobsesiones:enormesreproducciones enmarcadas de la Ofelia deMillais, hermosa y serena, con los ojos y laboca abiertos y flores en lamano, laHécatede Blake, El aquelarre de Goya, o el Perrosemihundido de ese mismo pintor. Estareproduccióneslaquemásodiodetodas,conesepobreanimalesforzándoseenmantenerlacabezaporencimadelamarea.

Ha comenzado a sonar un teléfono. Lostimbrazos parecían proceder de debajo de lacasa.Siguiendosusonido,hecruzadoelsalóny he descendido unos escalones; creo queantes ahí había un trastero lleno decachivaches.Un año se inundó y todo quedócubierto de lodo, como si la casa hubiera

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pasadoaformarpartedellechodelrío.Heentradoenloquehabíasconvertidoen

tu estudio. Estaba lleno de cosas: equipofotográfico, pantallas, lámparas y cajasdifusoras, una impresora. En el suelo seapilabanpapeles,librosycarpetas,ycontralapared había una hilera de archivadores. Yfotografías, claro está. Tus fotografíascubrían cada centímetro de yeso. A un ojoinexperto podría parecerle que estabasobsesionadaconlospuentes:elGoldenGate,el puente de Nankín sobre el tío Yangtsé, elviaductoPrinceEdward...Pero siunamirabaconatención,podíaverque lo importantenoeranlospuentes,yquelasfotosnomostrabanningunafijaciónporesasobrasmaestrasdelaingeniería.Siunamirababienpodíaverque,además de puentes, también había imágenesdel cabo Beachy, el bosque de Aokigahara,Preikestolen...Lugaresa losquepersonassinesperanza iban a poner fin a sus vidas.Catedralesdeladesesperación.

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Frentealaentrada,imágenesdelaPozadelasAhogadas.Una tras otra, desde todos losángulos y todas las perspectivas posibles:pálidoycubiertodehieloeninvierno,conelacantilado negro y severo; o centelleante enverano, convertido en un oasis exuberante yverde; o apagado y silíceo, con nubes grisesde tormenta en el cielo. Montones deimágenesque terminabanfundiéndoseenunasolayque suponíanunmareanteasaltoa losojos.Mehesentidocomosiestuvieraahí,enese lugar,comosimeencontraramirandoalaguadesdeloaltodelacantilado,percibiendoese terrible estremecimiento, la tentación delolvido.

Nickie

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Algunas se habían metido en el aguavoluntariamente y otras no y, en opinión deNickie—aunquenadieselopreguntaría,puesnunca nadie lo había hecho—,NelAbbott lohizo resistiéndose. Pero nadie se lo iba apreguntar,ni tampoconadie ibaaescucharla,asíquenohabíaninguna razónparaqueelladijera nada. Y menos todavía a la policía.Aunque no hubiera tenido problemas conellosenelpasado,nopodíahablarlesdeeso.Erademasiadoarriesgado.

Nickie tenía un apartamento encima delcolmado.En realidad, era pocomás que unahabitación con una cocina abierta al salón yun cuarto de baño tan pequeño que apenasmerecía ese nombre. Nada especialmentedestacable, ymenos aúndespués de toda unavida, pero contaba con un cómodo sillónjuntoalaventanadesdeelqueveíaelpueblo,yahíeradondesesentabaycomíaeinclusoaveces dormía, porque últimamente apenaspodía dormir, de modo que no tenía mucho

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sentidometerseenlacama.Sesentabayobservabael iryvenirde la

gentey,sinoloveía, losentía. Inclusoantesde que las luces estroboscópicas tiñeran deazul los alrededores del puente, ella habíasentido algo. No sabía que se trataba de NelAbbott.Alprincipio,no.Lagentepiensaquelas visiones son cristalinas, pero no es tansencillocomoeso.Loúnicoquesabíaeraquealguien había vuelto a aparecer en el agua.Con la luz apagada, Nickie permaneciósentada, observando: un hombre con unosperros subió corriendo la escalera y luegollegóuncoche;nodelosdepolicía,sinounonormal, de color azul oscuro. El inspectorSeanTownsend,pensóella,yteníarazón.Éstey el hombre de los perros descendieron losescalonesyluegollegótodalacaballeríaconlas luces destellantes encendidas pero lassirenas apagadas. No hacían falta. No habíaningunaprisa.

El día antes, al amanecer, Nickie salió a

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buscar leche y el periódico y todo elmundoestaba hablando sobre ello y diciendo cosascomo:«Otra,eslasegundadeesteaño».Perocuando mencionaron de quién se trataba,cuando mencionaron el nombre de NelAbbott,Nickiesupoalinstantequelasegundanoeracomolaprimera.

Porunmomentoestuvotentadadeiravera Sean Townsend y decírselo. Pero, poramable y educado que fuera el joven, seguíasiendo un policía y el hijo de su padre, demodoquenoeradefiar.Nickienisiquieralohabría considerado si no hubiese sentidocierta debilidad por él. La vida del inspectorhabía estado marcada por la tragedia y sóloDiossabíaquémásdespuésdeeso,ysiemprese había portado bien con ella; había sido elúnico que lo había hecho la vez que laarrestaron.

La segunda vez, para ser sincera. Esohabía sucedido ya hacía tiempo, unos seis osiete años. Ella prácticamente había

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renunciadoalnegociodespuésdesuprimeracondenapor fraude,ysóloatendíaaalgunosclientes regulares y a las aficionadas a labrujería que acudían de vez en cuando parapresentarles sus respetos a Libby, aMay y alas demás mujeres del agua. Hacía algunaslecturas de tarot, un par de sesiones deespiritismoenveranoy,enrarasocasiones,lepedían que contactara con algún pariente oalgunadelasnadadoras.Noobstante,noteníaningúnnegociopropiamentedicho,nodesdehacíamucho.

Pero entonces le recortaron la prestaciónpor segunda vez, de modo que tuvo quevolveratrabajar.Conlaayudadeunodeloschicos que hacían de voluntarios en labiblioteca, creó una página web en la queofrecía lecturas a un precio de 15 libras pormedia hora. En comparación, era un buenprecio:SusieMorgan,ladelatelevisión,quetenía de vidente lo que ella de bombero,cobraba 29,99 por veinteminutos, y por ese

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precio los clientes ni siquiera llegaban ahablar con ella, sino con unmiembro de su«equipodevidentes».

Alaspocassemanasdetenerenmarchalapágina web, un empleado de la oficina delconsumidor ladenunció a la policíapor«nohaberproporcionadolasdebidascláusulasdeexclusión de responsabilidad exigidas por laLeydeProteccióndelConsumidor». ¡LeydeProtección del Consumidor! Nickie dijo queno sabía que tenía que proporcionar dichascláusulasdeexclusiónderesponsabilidad.Lapolicía le explicóque la leyhabía cambiado.Ella les preguntó que cómo diantre iba asaberlo, y eso les hizo mucha gracia, claroestá: «¡Pensábamos que habrías tenido unavisión!¿Esquesólopuedesverelfuturo?¿Elpasadono?».

El inspector Townsend —por aquelentonces, unmero agente— fue el único quenoserio.Fueamableconellayleexplicóqueel cambio sedebíaa lasnuevas regulaciones

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de la Unión Europea. ¡Regulaciones de laUniónEuropea!¡ProteccióndelConsumidor!Tiempo atrás, lasmujeres comoNickie eranprocesadas(perseguidas)acausade las leyesen contra de la brujería y los médiumsfraudulentos. Ahora eran víctimas de losburócrataseuropeos.¡Cómohabíancaídolospoderosos!

De modo que Nickie clausuró la páginaweb, renegó de la tecnología y volvió alsistema tradicional, si bien últimamente yacasinadieibaavisitarla.

Tenía que admitir que el hecho de quefueraNel lamujerquehabían encontrado enelagualehabíasupuestociertosobresalto.Sesentía mal. No exactamente culpable, porquenohabíasidoculpasuya,peronopodíaevitarpreguntarse si no habría contado demasiado,si no habría revelado demasiadas cosas.Aunasí, nadie podía culparla por haber iniciadotodoeso.NelAbbotthabíaestadojugandoconfuego, estaba obsesionada con el río y sus

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secretos,yesetipodeobsesiónnuncaterminabien. No, Nickie jamás le había dicho a Nelquefueraenbuscadeproblemas,ellasólolehabía señalado la dirección adecuada. Y noera como si no se lo hubiera advertido,¿verdad? Lo que ocurría era que nadie laescuchaba. Nickie le había dicho que habíahombres en ese pueblo que la condenaban auna nada más ponerle los ojos encima,siempreloshabíahabido.Perolagenteoptabapormirarhaciaotrolado.Anadielegustabapensar enelhechodequeel aguadeese ríoestaba infectada con la sangre y la bilis demujeres perseguidas e infelices; todos labebíanadiario.

Jules

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Nuncacambiaste.Deberíahaberlo sabido.Dehecho,losabía.AdorabaslaCasadelMolinoy el agua y estabas obsesionada con esasmujeres, con lo que hicieron y con laspersonas que dejaron atrás. Y ahora esto.Sinceramente, Nel, ¿de verdad hacía faltallevarlotanlejos?

En el piso de arriba, he vacilado ante lapuerta del dormitorio principal. Mis dedoshan rodeado lamanijayhe respiradohondo.Era consciente de lo que me habían dicho,pero también te conocía y me costabacreerlos.Estabaconvencidadeque,alabrir,teencontraría dentro, alta y delgada y nadacontentadeverme.

La habitación estaba vacía. Daba lasensacióndequehabíasidodesocupadahacíapoco, como si acabaras de escabullirte yhubieras ido corriendo a la planta baja parapreparar una taza de café. Como si fueras aregresar en cualquier momento. Todavíapodíaolertuperfumeenelaire,rico,dulcey

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anticuado, como uno de los que solía llevarmamá,OpiumoYvresse.

—¿Nel? —He dicho tu nombre en vozbaja, como si quisiera invocarte como a undemonio. Sólo he obtenido silencio porrespuesta.

Al fondo del pasillo estaba «midormitorio», la habitación en la que solíadormir yo: lamás pequeña de la casa, comocorrespondía a la más joven de las dos.Parecíaaúnmáspequeñadeloquerecordaba;también más oscura y triste. Estaba vacíasalvo por una única cama sin hacer y olía ahumedad, como la tierra. Nunca llegué adormirbienenestahabitación,nuncamesentírelajada en ella. Algo nada sorprendente,teniendo en cuenta lo mucho que a ti tegustabaaterrorizarme.Terecuerdosentadaalotroladodelaparedarañandoelyesoconlasuñas, o pintando símbolos en la parteposterior de la puerta con esmalte de colorrojosangre,oescribiendolosnombresdelas

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mujeres muertas en la condensación de laventana.Y luego estaban todas esas historiasque contabas de brujas siendo llevadas arastras al agua, de mujeres desesperadasarrojándose de los acantilados, de un niñoaterrorizado que se escondió en el bosque yviocómosumadresesuicidabalanzándosealvacío.

Yo nome acuerdo de eso. Claro que no.Cuando examino mi recuerdo del niño, medoy cuenta de que carece de sentido: es taninconexo como un sueño. Lo de que mesusurrarasaloídono sucedióuna fríanocheenelagua.Dehecho,nuncaestuvimosaquíeninviernoynuncahubofríasnochesenelagua.Yyonuncaviaunniñoasustadoenelpuenteen mitad de la noche. ¿Qué habría estadohaciendo ahí yo, que también era una niña?No, se trataba de una historia queme habíascontadotú.Medijistequeelniñoseescondióentrelosárbolesyque,allevantarlamirada,vio a su madre arrojándose al silencioso

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vacío con los brazos extendidos como sifueran alas y que el grito que escapó de loslabiosdelamujerseapagóencuantoimpactóconelagua.

Ni siquiera sé si realmente huboun niñoqueviomorirasumadreositeloinventastetodo.

He salido de mi antigua habitación y heregresadoalatuya;ellugarqueocupabastúyel lugar que, a juzgar por su aspecto, ocupaahora tu hija. Un auténtico caos de ropa ylibros. Había una toalla húmeda tirada en elsuelo,tazassuciasenlamesilladenoche,yelaire estaba viciado por el humo rancio y elempalagoso olor de unos lirios que estabanmarchitándoseenunjarrónjuntoalaventana.

Sin pensarlo, he comenzado a ordenar lahabitación.Hehecholacamayhecolgadolatoallaenelbañocontiguo.Estabaderodillas,recogiendounplatosucioquehabíadebajodela cama, cuando he oído tu voz y ha sidocomosiunpuñalmeatravesaraelpecho.

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—¿Qué cojones te crees que estáshaciendo?

Jules

Mehepuestodepie conuna sonrisa triunfalporque lo sabía. Sabía que estabanequivocados, sabía que no estabas realmentemuerta. Ahí estabas tú, en el umbral de lapuerta, diciéndome que me largara de unaPUTAvezdetuhabitación.Teníasdieciséisodiecisiete años, me habías cogido por lamuñecaytusuñaspintadasseclavabanenmipiel: «¡He dicho que te LARGUES, Julia!¡Vacaburra!».

Mi sonrisa se ha desvanecido porqueobviamente no eras tú, sino tu hija, cuyoaspecto era prácticamente el mismo que tú

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tenías cuando eras adolescente.Estaba de pieenelumbral,conunamanoenlacadera.

—¿Qué estás haciendo? —ha vuelto apreguntar.

—Lo siento—he dicho—. Soy Jules. Nonosconocemos,perosoytutía.

—No te he preguntado quién eres —hareplicado ella,mirándome como si yo fueraestúpida—, sino qué estás haciendo. ¿Qué eslo que estás buscando? —Ha echado unvistazoalapuertadelcuartodebañoy,antesde que pudiera responder, ha añadido—: Lapolicía está en el piso de abajo—y, tras darmedia vuelta, ha vuelto a marcharse por elpasillo con sus largas piernas, un andarperezosoylaschanclasgolpeandoelsuelodebaldosasacadapaso.

Yohesalidocorriendotrasella.—Lena —he dicho, poniendo una mano

sobre su brazo.Ella lo ha apartado de golpecomo si la hubiera quemado y me hafulminadoconlamirada—.Losiento.

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La adolescente ha agachado la mirada altiempo que se masajeaba con los dedos ellugar en el que la había tocado. En las uñashabíarestosdeunaviejalacaazulylasyemasparecíanpertenecerauncadáver.Haasentidosinmirarmealosojos.

—Lapolicíatienequehablarcontigo—haafirmado.

Lena no es como esperaba. Supongo quehabía imaginado que me encontraría a unaniñaapesadumbradaynecesitadadeconsuelo.Pero no es así, claro está. No es una niña,tiene quince años y ya casi es una adulta.Encuanto a lo del consuelo, no parecíanecesitarloparanada;o,almenos,nodemí.Alfinyalcabo,eshijatuya.

Los detectives estaban esperándome en lacocina, de pie junto a la mesa, mirando elpuenteporlaventana.Unhombrealtoconunaincipiente barba entrecana y, a su lado, unamujer unos treinta centímetros más baja queél.

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Elhombrehadadounpasoadelanteconlamanoextendidamientrasmemirabafijamenteconunosojosdecolorgrispálido.

—Inspector Sean Townsend —se hapresentado. Al estrecharle la mano, headvertido en ella un ligero temblor. Su pielera fría y ajada, como si perteneciera a unhombremuchomayor—.Lamentosupérdida.

Quéextrañome resultaoír esaspalabras.Me las dijeron ayer, cuando vinieron acomunicármelo.YyocasiselasdigoaLena,pero ahora parecían tener otro sentido. «Supérdida.» «Ella no está perdida—he queridodecirles—. No puede estarlo. No conocen aNel,nosabencómoes.»

ElinspectorTownsendhapermanecidounmomento a la espera de que yo dijera algo.Era alto, delgado y de facciones afiladas.Parecía como si una pudiera cortarse si seacercaba demasiado a él. Todavía estabamirándolo cuandomehedado cuentadequelamujermeobservabaconunaexpresiónde

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compasiónenelrostro.—Sargento Erin Morgan —ha dicho—.

Losientomucho.Tenía lapielaceitunada, losojososcuros

yelpelotannegrocomoelaladeuncuervo.Lo llevaba recogido, pero algunos rizoshabíanescapadoylecaíanporlafrenteypordetrás de las orejas, dándole una aparienciaalgodesarreglada.

—LasargentoMorganserásuenlaceconla policía —me ha informado el inspectorTownsend—.Ella lamantendrá informadadelosavancesdelainvestigación.

—¿Hay una investigación? —hepreguntadoestúpidamente.

Lamujer ha asentido y, con una sonrisa,mehaindicadoquemesentaraalamesadelacocina,cosaquehehecho.Lospolicíassehansentadofrenteamí.ElinspectorTownsendhabajado la mirada y se ha frotado la muñecaizquierda con la palma derecha con unosmovimientos rápidos y bruscos: uno, dos,

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tres.La sargento Morgan ha comenzado a

hablar. Su tono tranquilo y reconfortante noencajaba con las palabras que salían de suboca.

—El cuerpo de su hermana fuedescubiertoayerpor lamañanaenel ríoporun hombre que había salido a pasear a losperros —ha empezado. Su acento eralondinense,ysuvoztansuavecomoelhumo—. Las pruebas preliminares sugieren quellevabaenelaguaapenasunashoras.—Sehavuelto hacia el inspector y luego otra vezhacia mí—. Iba completamente vestida y susheridas sonconsistentescon lasdeunacaídadel acantilado que se eleva por encima de lapoza.

—¿Creenquesecayó?—hepreguntado.Mimiradahapasadodelosdospolicíasa

Lena,quemehabíaseguidoalaplantabajayse encontraba en el otro lado de la cocina,apoyadaenlaencimera.Ibadescalzayvestida

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conunasmallasyunacamisetainteriorenlaque semarcaban sus pronunciadas clavículasyunosincipientespechos.Nosignorabacomosi todo eso fuera normal y banal. Como sifuera algo que sucediera todos los días.Sujetaba un móvil en la mano derecha ynavegaba con el pulgarmientras envolvía supequeño cuerpo con el brazo izquierdo, queapenas tenía la anchura demimuñeca.Teníauna boca grande y de expresión severa, lascejasnegras,yunosmechonesdepelo rubiooscurolecaíanporlacara.

Debe de haber notado que estabamirándola,porquederepentehalevantadolosojoshaciamíyloshaabiertocomoplatos,demodoqueheapartadolavista.

—Túnocreesquesecayera,¿verdad?—ha dicho haciendo unamueca con los labios—.Sabesquenofueasí.

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Lena

Estaban todos mirándome y yo queríagritarlesydecirlesqueselargarandenuestracasa. De mi casa. Es mi casa, nuestra casa,nunca será de ella. De la tía Julia.Me la heencontradoenmihabitación,registrandomiscosas antes incluso de que nos hubiéramosconocido. Luego ha intentado mostrarsesimpáticaymehadichoquelosentía,comosiyofueraacreermequeleimportaunamierda.

No he dormido en dos días y no quierohablar con ella ni con nadie. No quiero suayuda ni sus jodidas condolencias. Tampocome apetece nada escuchar absurdas teoríassobre lo que le pasó amamáelaboradasporgentequenisiquieralaconocía.

He procurado mantener la boca cerrada,perocuandohandichoqueprobablementesehabía caído me he enfadado porque estaba

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claroquenohabíasidoasí.Nosecayó.Ellosno lo comprenden. No fue un accidentefortuito, lo hizo adrede. Bueno, supongo queahora ya no importa, pero creo que todosdeberíanalmenosadmitirlaverdad.

—Nosecayó.Setiró—leshedicho.Lamujerpolicíahacomenzadoentoncesa

hacerme estúpidas preguntas sobre por quéaseguraba yo algo así, y que si mi madreestaba deprimida y si lo había intentadoalgunaotra vez con anterioridad, y,mientrastanto, la tía Julia me miraba con sus tristesojoscastañoscomosiyofueraunaespeciedebichoraro.

—Yasabenqueestabaobsesionadaconlapoza, con todo lo que sucedió ahí y la gentequemurióenél.Losaben.Inclusoellalosabe—hedichomirandoalatíaJulia.

Ella ha abierto la boca y ha vuelto acerrarla, igual que un pez. Una parte de míqueríacontárselotodo,explicárselocontodolujo de detalles, pero ¿de qué serviría? No

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creoqueseancapacesdecomprenderlo.Sean —el inspector Townsend, como se

suponequehede llamarlocuandose tratadeasuntos oficiales— ha empezado entonces ahacerle preguntas a Julia: ¿cuándohabló conmimadreporúltimavez?¿Cuáleraelestadode ánimo de ésta? ¿Había algo que lapreocupara?YlatíaJulialehamentidocomosinada.

—Hacíaañosquenohablabaconella—hadicho,ysurostrosehasonrojadoalhacerlo—.Noteníamosrelación.

Ella sabía que estaba mirándola y eraconsciente de que yo sabía que estabamintiendo, de modo que ha ido poniéndosecada vez más y más colorada. Luego haintentado desviar la atención dirigiéndose amí:

—¿Porqué,Lena,porquédiríastúquesearrojó?

Me la he quedadomirando un largo ratoantesdecontestar.Queríahacerlesaberquela

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teníacalada.—Me sorprende que me hagas esa

pregunta—hedicho—.¿Nofuistetúquienledijoamimadrequesentíaimpulsossuicidas?

—No,no,nolohice,noasíexactamente...—hacomenzadoadecirella,negandoconlacabeza.

«Mentirosa.»Lamujer policía ha empezado a explicar

entonces que por el momento no teníanningunapruebaqueindicaraquehubierasidoun acto deliberado y que no habíanencontradoningunanota.

Nohepodidoevitarreírme.—¿Creenquedejaríaunanota?Mimadre

nunca habría dejado una jodida nota. Esohabría sido algo demasiado prosaico paraella.

Juliahaasentido.—Eso es... es cierto. No me cuesta

imaginarme a Nel queriendo que todo elmundo se preguntara... Le encantaban los

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misterios,y lehabríaencantadoserelcentrodeuno.

Al oír eso me han entrado ganas deabofetearla. «Zorra estúpida —me habríagustado decirle—. Esto también es culpatuya.»

Entonces lamujerpolicíaseha levantadoy ha comenzado a servir vasos de agua paratodoelmundoy,cuandomehaofrecidouno,ya no he podido soportarlo más. Sabía queestabaapuntodellorarynopensabahacerlodelantedeellos.

Meheidoamihabitacióny,trascerrarlapuertaconelpestillo,meheenvueltoconunabufanda y he empezado a llorar tansilenciosamente como he podido. He estadointentandonosucumbiralimpulsodedejarmellevaryvenirmeabajo,porquetemoque,silohago,yanopodrédarmarchaatrás.

Hetratadodenopensarenello,peroaunasílaspalabrasnodejandedarvueltasenmicabeza: «Lo siento, lo siento, lo siento, ha

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sido culpa mía». Mirando la puerta de mihabitación, me he puesto a pensar en esemomentodeldomingoporlanocheenelquemamávinoadarmelasbuenasnoches.

—Paseloquepase,sabeslomuchoquetequiero,¿verdad,Lena?—dijo.

Yo me di la vuelta y me puse losauriculares,perosabíaqueellaseguíaahídepie,mirándome.Eracomosipudierasentirsutristeza,yenesemomentomealegréporquecreíaqueselamerecía.Ahoradaríacualquiercosa, lo que fuera, por poder levantarme yabrazarlaydecirlequeyotambiénlaquieroyquenofueculpasuyaenabsolutoyquenuncadeberíahaberdichoqueloera.Siellateníalaculpadealgo,tambiényo.

Mark

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Ha sido el díamás caluroso del añohasta lafechay,comolaPozadelasAhogadasnoerauna opción viable por razones obvias,Markhaoptadopor iranadarríoarriba.Habíauntramo delante de la casita de los Ward conguijarros de color herrumbroso en la orilladondeel ríoseensanchabay lacorrienteerarápidayfresca.Enelcentro,sinembargo,lasaguas eran profundas y lo suficientementefríasparadejarte sin respiraciónyhacerqueteardieralapiel.Unfríodeesosquetehacensoltarunacarcajadadelaimpresión.

Y lo ha hecho, ha soltado una carcajada.Era la primera vez que lo hacía en meses.También era la primera vez en todo esetiempoqueibaanadar.Elríohabíapasadodeser una fuente de placer a un lugar trágico,perohoyhavuelto a ser comoantes.Hoy leha parecido adecuado ir a nadar. Desde elmomento en el que se ha despertado—másligero, con la cabeza más despejada, más

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relajado—,hasabidoqueeraunbuendíaparaello.Noeratantocomosisehubieraquitadounpesodeencima,sinomásbiencomosialfinsehubieraaflojadounaprensaqueparecíahaber estado presionándole las sienes yamenazandosucorduraysuvida.

Unamujerpolicíafueaverloacasa.Unaagente muy joven de apariencia dulce y untanto aniñada que le hizo querer contarlecosasquenodebería.CallieAlgo,sellamaba.Marklainvitóaentraryleexplicólaverdad.LedijoquehabíavistoaNelsalirdelpubeldomingo por la tarde. No mencionó que élhabía ido ahí con la intención deencontrársela,esonoeraimportante.Tambiénle dijo que habían hablado, pero que sólo lohabían hecho un momento porque Nel teníaprisa.

—¿De qué hablaron? —preguntó lapolicía.

—Suhija,Lena,esunademisalumnas.Elsemestrepasado tuve algunosproblemas con

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ella;asuntosdedisciplina,ese tipodecosas...Enseptiembrevolveráaestarenmiclase.Esun añomuy importante para Lena porque letoca sacarse el certificado de enseñanzasecundaria, de modo que quería asegurarmedequenoíbamosatenermásproblemas.

Suficientementecierto.—Medijo que no tenía tiempo, que tenía

otras cosas que hacer. —Eso también eraverdad, aunque no toda ni nada más que laverdad.

—¿No tenía tiempo para comentar losproblemas de su hija en la escuela? —lepreguntólaagente.

Mark se encogió de hombros con unasonrisatriste.

—Algunos padres se implican bastantemásqueotros—dijo.

—¿Sabeadóndefuecuandosemarchódelpub?¿Cogióelcoche?

Élnegóconlacabeza.—No,creoquesefueacasa.Sealejóapie

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enesadirección.Laagenteasintió.—Y¿despuésdeesoyanovolvióaverla?

—preguntó.Marknegóconlacabeza.Demodo que una parte era cierta y otra

mentira, pero en cualquier caso la agentepareció quedar satisfecha: le dio una tarjetacon un número de teléfono para que pudierallamarla y le dijo que se pusiera en contactoconellasiqueríaañadiralgomás.

—Asíloharé—afirmóélconunasonrisadeorejaaoreja,yelladiounrespingo.Élsepreguntó si no la habría exageradodemasiado.

Mark se ha metido en el agua y se hasumergidohastaquesusdedoshanacariciadoelsuavey limoso lechodel río.Unavezahí,haencogidoelcuerpohastahacerseunovilloy, luego, con un repentino movimientoexplosivo, ha salidodenuevoa la superficieparacogeraire.

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Echarádemenoselrío,perohallegadoelmomento demarcharse.Tiene que ponerse abuscarun trabajo, tal vez enEscociaoquizámás lejos aún: Francia, o puede que Italia.Algún lugar en el que nadie sepa de dóndeprovieneoquéhasucedido.Sueñaconhacertabularasa y comenzardenuevo sinmáculaalgunaensupasado.

Al llegar a laorillaha empezadoanotarque la prensa volvía a apretarle las sienes.Todavíanoestáfueradepeligro.Todavíano.Aúnestáelasuntodelachica.Éstaaúnpuedecausarle problemas, aunque si ha estadocallada todo ese tiempo, no parece probablequeahoravayaa romper su silencio.PuedendecirsemuchascosassobreLenaAbbott,peroeslealymantienesupalabra.Ytalvezahora,libre de la tóxica influencia de su madre,acabeconvirtiéndoseenunapersonadecente.

Ha permanecido un rato sentado en laorilla del río con la cabeza inclinada,escuchandoelmelódicorumordelasaguasy

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sintiendolosrayosdelsolenloshombros.Laeuforiaquesentíasehaidoevaporandojuntoconelaguaquemojabasuespalda,peroensulugar ha quedado otra cosa. No exactamenteesperanza, pero sí la silenciosa premonicióndequeéstaesalmenosposible.

De repente ha oído un ruido y halevantado la mirada. Alguien se estabaacercandoamí.Hareconocidosufiguraylaagonizantelentituddesupaso,yelcorazónhacomenzadoalatirleconfuerza.Louise.

Louise

Había un hombre sentado a la orilla del río.Al principio ella ha pensado que estabadesnudo, pero cuando se hapuestodepie hapodido ver que llevaba un bañador, corto y

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ajustado.Hanotadoasimismoquesefijabaenél,ensucarne,ysehasonrojado.EraelseñorHenderson.

Paracuandohallegadoasulado,élyasehabía atado una toalla a la cintura y, trasponerseuna camiseta, hadadounpasohaciaellaconlamanoextendida.

—¿Cómoestá,señoraWhittaker?—Louise—hadichoella—.Porfavor.Él ha agachado la cabeza con unamedia

sonrisa.—¿Cómoestás,Louise?Ellahaintentadodevolverlelasonrisa.—Yasabes...—Peroélno losabía.Nadie

losabía—.Ellostedicen...¡Ellos,hayquevercómohablo!Merefieroa los terapeutas...Tedicen que habrá días buenos y díasmalos, yquehayqueapechugarconello.

Markhaasentido,peroluegohaapartadolamiradayellasehadadocuentadequesusmejillassesonrojaban.Sesentíaviolento.

Leocurríaatodoelmundo.Antesdeque

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suvidasehicieraañicosnosehabíapercatadode lo incómodo que era el dolor, de loinoportunoque resultabapara todos aquellosconquieneslapersonadelutointeractuaba.Alprincipio era algo que la gente reconocía,respetaba y tenía en cuenta. Al cabo de untiempo, sin embargo, se convertía en unobstáculoyse interponíaen laconversación,enlasrisas,enlavidanormal.Todoelmundoqueríaolvidarsedeelloyseguirconsuvida,y ahí se quedaba una, en medio del camino,impidiendoelpaso,conelcadáverdesuhijamuertaarastras.

—¿Qué talestáelagua?—hapreguntadoella, y él se ha sonrojado todavía más. Elagua, el agua, el agua... En ese pueblo eraimposible escapar de ella—. Supongo quefría...

Él ha sacudido la cabeza como un perromojado.

—¡Brrr! —ha dicho, y se ha reído contimidez.

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Entre ambos había un asunto que estabanevitandoy ellaha tenido la sensacióndequedebíaabordarlo.

—¿Te has enterado de lo de lamadre deLena?—Comosihubierapodidonohacerlo.Comosialguienpudieravivirenesepuebloynohaberseenterado.

—Sí,esterrible.Realmenteterrible.Estoyen shock —ha dicho él, y se ha quedadocallado.PerocomoLouisenohacontestado,haseguidohablando—:Bueno...,esdecir...,séque tú y ella... —Sus palabras han idoapagándoseyhaechadounvistazoasucocheporencimadelhombro.Semoríadeganasdemarcharse,elpobrecillo.

—¿No nos llevábamos muy bien? —haseñaladoLouise,quiennodejabadejuguetearcon la cadenitaque llevaba al cuello, tirandoadelanteyatrásdelcolgante,unpájaroazul—.No,enefecto.Perodetodosmodos...

«De todos modos» era lo máximo queestabadispuestaadeciralrespecto.Lodeque

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no se llevaban bien era un ridículoeufemismo, pero tampoco hacía falta entraren detalles. El señor Henderson conocía laenemistad que había entre ambas y ella nopensabafingirquesesentíainfelizporqueNelAbbott hubiera encontrado su final en lasaguasdelrío.Nopodíaniquería.

Louise opinaba que los terapeutas nodecían más que chorradas, y estabaconvencidadequenovolvería adisfrutar deundíabuenoelrestodesuvida.Sinembargo,enlasúltimasveinticuatrohorashabíahabidoocasionesen lasque lehabíacostadoquenosenotaralaalegríaquesentía.

—Supongo que, de un modo retorcido,resulta extrañamente adecuado, ¿no? —hadichoelseñorHenderson.

Louisehaasentidocongestoadusto.—Talvezesloquelehabríagustado.Tal

vezesloquequería.Markhafruncidoelceño.—¿Crees que...? ¿Crees que fue

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deliberado?Louisehanegadoconlacabeza.—Laverdadesquenotengoniidea.—No. No. Claro que no. —Él se ha

quedado un momento callado y luego haproseguido—:Bueno,almenosahora loqueestaba escribiendo no se publicará, ¿no? Ellibroeseenelqueestabatrabajandosobrelapoza..., no llegó a terminarlo, ¿verdad? Asíquenopuedeserpublicado...

Louiselohafulminadoconlamirada.—¿Esocrees?Yodiríaquelaformaenla

que ha muerto lo ha vuelto todavía máspublicable. ¿Lamujer que estaba escribiendoun libro sobre la gente que hamuerto en laPozadelasAhogadasseahogaenelmismo?Estoy segura de que alguien querrápublicarlo.

Marksehamostradohorrorizado.—PeroLena... Seguro queLena... Ella no

querráque...Louisesehaencogidodehombros.

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—¿Quién sabe? —ha dicho—. Supongoqueenese caso sería ellaquien recibiera lasregalías. —Tras decir eso, ha exhalado unsuspiro—.Bueno,deberíairvolviendoacasa,señorHenderson.

Ella le ha dado unas palmaditas en elbrazoyélhacolocadolamanoencimadeladeLouise.

—Lo siento mucho, señoraWhittaker—ha dicho, y ella no ha podido evitar sentirseconmovida al ver que había lágrimas en losojosdelpobre.

—Louise—hareplicadoella—.LlámameLouise.Y,losé,séquelosientes.

Louisehaenfiladoelcaminodevueltaacasa.Esepaseoarribayabajodelsenderodelríolellevaba horas —y con ese calor parecíatodavía más largo—, pero no se le ocurríaotraformadeocuparsusdías.Noeraquenotuviera cosas que hacer. Debía ponerse en

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contacto con los agentes inmobiliarios ybuscar escuelas. Tenía asimismo una camaquedeshaceryunarmario llenoderopaquemeter en cajas. Y también un hijo quenecesitaba los cuidados de una madre.Mañana,quizá.Mañanaharíatodasesascosas.Hoy se limitaría a pasear junto al río y apensarensuhija.

Hoyhahecholoquehacíatodoslosdías.Ha rebuscado en su inútil memoria señalesque le hubieran podido pasar por alto.Banderas rojas que hubiera ignoradodespreocupadamente. Ha buscado pruebas oindiciosdetristezaenlafelizvidadesuhija.Porque la verdad era que nunca se habíanpreocupado por Katie. Ésta era inteligente,capaz, resuelta, y poseía una voluntad dehierro.Sehabíazambullidoenlaadolescenciacomo si nada, sin dejarse llevar por susvaivenes emocionales. En todo caso, eraLouise quien a veces se había sentido tristeporque Katie apenas parecía necesitar a sus

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padres. Nada conseguía alterarla. Ni laescuela, ni la empalagosa atención querequeríasuemocionalmentenecesitadamejoramiga, ni su repentina y casi sorprendenteentrada en la belleza adulta. Louise todavíapodía recordar con claridad la intensa yafrentosa vergüenza que ella había sentidocuando los hombres comenzaron a mirar sucuerpo al llegar a la adolescencia. Katie, encambio,nohabíamostradonadadeeso.Eranépocas diferentes, solía decirse Louise a símisma.Ahoralaschicaserandistintas.

No, ella y su marido Alec no se habíanpreocupado por Katie. Lo habían hecho porJosh.Éstesiemprehabíasidounniñosensibleynervioso,peroalgoparecíahabercambiadoese año. Había algo que lo inquietaba. Sehabíavueltomásreservado,másintrovertido.Sediría inclusoque cadadía lo era unpocomás. Temían un posible acoso escolar, elempeoramiento de sus notas, las oscurassombras que había bajo sus ojos por las

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mañanas.Ylaverdades—laverdaddebeser—que,

mientras estaban preocupándose de su hijo,habíasidosuhijaquienhabíatropezado.Ynose habían dado cuenta. No habían estado ahípara cogerla. La culpa que sentía Louise eracomounapiedraenlagarganta.Siempreteníala sensación de que terminaría ahogándola,peronuncallegabaahacerlo.Ni loharía.Demodo que tenía que seguir respirando.Respirandoyrecordando.

La noche anterior a su muerte, Katieestuvomuy callada. Josh se había quedado adormir en casa de su amigo Hugo. Entresemana no solían permitírselo, pero ese díahicieron una excepción porque estabanpreocupados por él y querían aprovechar laoportunidadparahablardeelloconKatie.Lepreguntaronaéstasisehabíadadocuentadelo inquieto que parecía su hermanoúltimamente.

—Supongoqueestápreocupadoportener

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queiralinstitutoelañoqueviene—dijoella,pero lo hizo sin mirar a sus padres,manteniendo la mirada en el plato y con unligerotemblorenlavoz.

—Peroelinstitutonodeberíaasustarlo—repusoAlec—.Lamitaddesuclaseestaráahí.Ytútambién.

YLouiserecordabaque,cuandoAlecdijoeso,losdedosdelamanodesuhijaapretaroncon un poco más de fuerza el vaso de aguaque sujetaban. Y también que tragó saliva ycerrólosojosporunsegundo.

Fregaron los platos juntas porque ellavavajillas estaba estropeado. Louise loslavabayKatie los secaba.Recordabahaberledichoasuhijaquenopasabanada,quepodíahacerloellasolasiteníadeberes,yqueellalehabía contestado que ya los había terminadotodos. Louise recordaba asimismo que cadavezquesuhijacogíaunodelosplatosqueledabaparasecarloparecíadejarquesusdedosrozaran los de sumadre un pocomás de lo

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necesario.Pero ahora Louise no podía estar segura

de si realmente recordaba todas esas cosas.¿Había bajado Katie la mirada al plato?¿Habíacogidoconmásfuerzaelvasodeaguao dejado que sus dedos rozaran más tiempolosdesumadre?Ahoraleresultabaimposiblesaberlo con seguridad. Todos sus recuerdosparecían estar sujetos a la duda, a lamalinterpretación.Nosabíasiesosedebíaalshock de habersedado cuenta deque todo loque había dado por seguro no lo era paranada, o si su mente había quedadopermanentemente empañada a causa de todaslas drogas que había tomado los días y lassemanas posteriores a la muerte de Katie.Louisehabíaengullidopuñadosypuñadosdepastillas en busca de unas pocas horas dealiviotraslasque,inevitablemente,terminabaencontrándosedenuevoenplenapesadilla.Alcabo de un tiempo tomó la decisión de queesos ratos de olvido no compensaban el

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horrorquesuponíaredescubrirunayotravezlaausenciadesuhija.

Tenía la sensación de que podía estarsegura de una cosa: cuando Katie le dio lasbuenas noches, sonrió y la besó comosiempre. Luego la abrazó, no más fuerte nimásratodelohabitual,ydijo:

—Queduermasbien.¿Cómo pudo, sabiendo lo que estaba a

puntodehacer?ElcaminoanteLouisesehadesdibujadoa

causade las lágrimasqueoscurecensuvista,de modo que no ha reparado en el precintohasta que ha llegado a su lado: «CORDÓNPOLICIAL. NO PASAR». Se hallaba ya a mediocaminodelacimadelacolinayhatenidoquedarunampliorodeoporlaizquierdaparanoperturbar el último trozo de tierra que NelAbbotthabíapisado.

Con los pies doloridos y el cuerocabelludo empapado de sudor, Louise haseguidoavanzandopesadamentehastallegara

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la cima y luego ha empezado a descender lacolina en dirección a la bienvenida sombradonde el sendero atravesaba la arboleda quehabíaa laorillade lapoza.Másomenosunkilómetroymediodespués,hallegadoporfinal puente y ha subido los escalones queconducían a la carretera.Ungrupode chicasseacercabaporlaizquierday,comosiemprehacía, no ha podido evitar buscar a su hijaentre ellasyhamirado aver si descubría sureluciente cabello castaño u oía el sonido desurisa.Selehavueltoaromperelcorazón.

Las chicas avanzaban con los brazosalrededordeloshombrosdesuscompañeras,formando un confuso amasijo de carneaterciopelada, y Louise ha visto que en elcentroestabaLenaAbbott.Lena, tan solitariaen esos últimos meses, se había encontradocon una repentina fama. Ahora ella tambiénsería observada, compadecida y, pocodespués,dejadadelado.

Louiseleshadadolaespaldaalaschicasy

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ha comenzado a subir la colina de vuelta acasa.Ha agachado los hombros y la barbillaconlaesperanzadepasardesapercibidayquenolavieran,pueslavisióndeLenaAbbotteraparaellaalgoterriblequellevabaasumenteimágenes espantosas. La chica, sin embargo,la ha divisado y ha empezado a llamarla agritos:

—¡Louise! ¡SeñoraWhittaker! ¡Por favor,espere!

Louise ha intentado caminar más rápido,perolepesabanlaspiernas,sucorazónestabatan desinflado como un viejo globo, y Lenaerajovenyfuerte.

—Me gustaría hablar con usted, señoraWhittaker.

—Ahorano,Lena,losiento.Ellalahacogidodeunbrazo,peroLouise

lohaapartado.Nopodíamirarla.—Lo siento mucho. Ahora no puedo

hablarcontigo.Louise se había convertido en un

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monstruo.Unacriaturavacíaquenoeracapazde consolar a una chica que acababa dequedarse sin madre, o que —peor, muchopeor— no podía mirarla sin pensar: «¿Porqué no tú? ¿Por qué no fuiste tú la queaparecióenelagua,Lena?¿Porquénofuistetú?¿PorquémiKatie?Ellaeraamable,dulce,generosa,trabajadorayresuelta.Mejorquetúen todos los aspectos. Nunca debería haberterminadoenelagua.Deberíashabersidotú».

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LaPozadelasAhogadas,deDanielleAbbott

(Inédito)

Prólogo

Cuando tenía diecisiete años, salvé a mihermanademorirahogada.

Pero, lo crean o no, no fue ahí dondeempezótodoesto.

Hay personas que se sienten atraídas porel agua,que conservanun sentido vestigial yprimigenio del lugar por el que fluye. Creoqueyosoyunadeellas.Lasocasionesen lasquemesientomásvivasonaquellasenlasque

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estoycercadelagua,aquellasenlasqueestoycercadeestaagua.Ésteesellugarenelqueaprendíanadar,el lugarenelqueaprendíahabitarlanaturalezaymicuerpodelaformamásdichosayplacentera.

Desde quememudé aBeckford en el año2008, he nadado en el río casi a diario, eninvierno y en verano, a veces con mi hija yotras sola, y ha terminado por obsesionarmela ideadequeeste lugar,paramídeéxtasis,pueda ser para otros un lugar de temor yhorror.

Cuando tenía diecisiete años, salvé a mihermanademorirahogada,peromuchoantesde eso yo ya estaba obsesionada con la pozadeBeckford.Amispadres lesgustaba contarhistorias,sobretodoamimadre,yfueenbocade ésta que oí por primera vez la trágicahistoria de Libby, el estremecedor asesinatoque tuvo lugar en la casita de campo de losWard o el terrible relato del chico que viosaltar al vacío a su madre. Le pedía que me

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contara esas historias una y otra vez, yrecuerdolaconsternacióndemipadre(«Esashistoriasnosonparaniñas»)y la resistenciade mi madre («¡Claro que lo son! Formanpartedelfolcloredelpueblo»).

Eso plantó una semilla en mí y, muchoantes de que mi hermana se metiera en elagua, mucho antes de que yo cogiera unacámaraomiplumasurcaraelpapel,mepaséhoras soñando despierta e imaginando cómodebieron de suceder esas historias, quédebierondesentirsusprotagonistas,cuánfríadebíadeestarelaguaesedíaparaLibby.

De adulta, el misterio que me haconsumido es, claro está, el de mi propiafamilia.Nodeberíaserunmisterio,peroloes,pues a pesar de mis esfuerzos por construirpuentes entre ambas, mi hermana hace añosquenomedirigelapalabra.Enelpozodesusilencio,heintentadoimaginarquéfueloquela llevó al río enmitad de la noche, pero nisiquiera yo, conmi singular imaginación, he

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conseguidoaveriguarlo.Yesquemihermananuncafuedadaaldramatismonia losgestosexagerados. Podía, eso sí, ser taimada,maliciosa y tan vengativa como el aguamisma, pero sigo confundida.Me pregunto sisiempreloestaré.

Durante el proceso de intentarcomprenderme a mí misma, así como a mifamilia y las historias que nos contábamos,decidíquetrataríadeencontrarlesunsentidoa todas las historias de Beckford y queescribiría los últimos momentos de todas lasvidasde lasmujeresqueacudierona laPozadelasAhogadasdeBeckfordtalycomoyolosimaginaba.

Elnombremismodellugaryaestácargadodeconnotaciones,y,sinembargo,¿quées?Unrecodo del río, eso es todo. Un meandro. Lohallarássilosiguesentodassuscurvasysusgiros,suscrecidasysusinundaciones,dandoytambién quitando vida. El río estáalternativamente frío y limpio o estancado y

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contaminado. Serpentea a través del bosque,corta como el acero las colinas Cheviot y,entonces, justo al norte de Beckford, sucorriente se ralentiza y, por un momento,descansaenlaPozadelasAhogadas.

Éste es un paraje idílico: los robles dansombra al sendero, las hayas y los plátanossalpican las laderas de las colinas y, en laribera sur, hay una orilla arenosa enpendiente.Un lugarpara jugara las palas ollevara losniños; el sitio idóneoparahacerunpícnicundomingosoleado.

Pero las apariencias engañan, pues setrata de un lugar mortal. El agua, oscura yespejeante, oculta lo que hay debajo: algasque pueden enredarse en tus extremidades yarrastrarteal fondo,opuntiagudasrocasquepueden clavarse en tu carne.Y, aun lado, seelevaelgrisacantiladodepizarra:undesafío,unaprovocación.

ÉsteesellugarquealolargodelossiglossehacobradolasvidasdeLibbySeeton,Mary

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Marsh, Anne Ward, Ginny Thomas, LaurenSlater, Katie Whittaker y más, muchas más,anónimasysinrostro.Yoqueríapreguntarporqué y cómo; saber qué es lo que sus vidas ysusmuertesnosdicensobrenosotrosmismos.Hay quienes preferirían no hacer esaspreguntas,quienespreferiríanacallar,ocultar,silenciar.Peroyonuncahesidodelasquesequedanconlabocacerrada.

Enestetrabajo,estasmemoriasdemividaydelapozadeBeckford,hequeridocomenzarno con mujeres ahogándose, sino nadando.Porqueahíesdondeempieza:conlasbrujasysu ordalía del agua. Allí, en mi poza, esteparaje pacífico y hermoso a menos de unkilómetro de donde me encuentro sentadaahora mismo, es adonde las llevaban, lasataban y las tiraban al río para que sehundieranonadaran.

Algunos dicen que esas mujeres dejaronalgodesímismasenelaguayqueéstaretieneparte de su poder, pues desde entonces ha

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atraídoasusorillasalasdesafortunadas,lasdesesperadas, las infelices, las perdidas.Vienenaquíanadarconsushermanas.

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Erin

Beckford es una localidad jodidamenteextraña. Es hermosa y tiene partesimpresionantes de verdad, pero es extraña.Pareceestardesconectadadecuantolarodea.Por supuesto, se encuentra a kilómetros detodo y hay que conducir durante horas parallegaraalgúnlugarcivilizado.Eso,enelcasode que se considere Newcastle un lugarcivilizado,algodeloqueyomismanoestoytan segura. Beckford es, pues, una localidad

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extraña, llena de gente peculiar y con unahistoria realmente insólita.Y enmedio de lamismaestáeserío,yesoesloqueresultamásextrañodetodo:pareceque,alláadondevayauna, sea cual sea la dirección que tome, dealgúnmodosiempreterminatopándoseconelrío.

También hay algo un poco extraño en elinspector. Es de la localidad, de modo quecabíaesperarlo.Lopensénadamásverloayerpor lamañana,cuandosacaronelcadáverdeNelAbbottdelagua.Estabadepieenlaorilla,conlosbrazosenjarrasylacabezaagachada.Estabahablandoconalguien—queresultóserelmédicoforense—,perodesdelejosparecíaque estuviera rezando. Eso fue lo que pensé:un cura. Un hombre alto y delgado ataviadoconropaoscurayconelaguanegraalfondo,el acantiladode pizarra a su espalda y, a suspies,unamujerpálidayserena.

No estaba serena, por supuesto, sinomuerta.Noobstante,surostronoparecíaestar

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deformado por ninguna mueca ni teníamagulladuras.Siunanomirabaelrestodesucuerpo, las extremidades rotas o la columnapartida,supondríaquesehabíaahogado.

Me presenté y de inmediato pensé quehabía algo extraño en el inspector: sus ojosllorosos y el ligero temblor de sus manos,queintentabareprimirfrotándoselapalmadeunacontra lamuñecade laotra,mehicieronpensar en mi padre esas mañanas «despuésde»,enlasquehabíaquemantenerlavozbajaylacabezagacha.

Mantener la cabeza gacha parecía unabuena idea en cualquier caso. Me habíatrasladado apresuradamente desde Londrestrasunadesacertadarelaciónconunacolegayllevaba en el norte menos de tres semanas.Para ser honesta, lo único que quería eradedicarmeamiscasosyolvidarmedetodoelasunto.Estabaconvencidadequealprincipiosólo me encargarían tareas rutinarias, demodo que me sorprendió cuando me

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incluyeron en el equipo que investigaba elcaso de una muerte sospechosa. Una mujercuyo cadáver había sido encontrado por unhombrequeestabapaseandoasusperros.Ibacompletamentevestida,demodoquenohabíaidoanadar.

—Lomásseguroesquesehayatirado—measeguróelinspector—.LahanencontradoenlaPozadelasAhogadasdeBeckford.

Fue una de las primeras cosas que lepreguntéalinspectorTownsend:

—¿Creequesehatirado?Él me miró un momento, como si me

estudiara, y luego señaló lo alto delacantilado.

—Vayamosahíarriba—dijo—,busquealagentede lapolicía científicaypregúntele sihandescubiertoalgo:pruebasdequehubieraalguna pelea, sangre, un arma... Su teléfonomóvil seríaunbuenpuntodepartida,yaquenolollevaencima.

—Voy.

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Mientras echaba a andar, le dirigí unvistazo a la mujer y pensé en lo triste queparecíasurostrodesnudoysinmaquillaje.

—Se llama Danielle Abbott —dijoTownsendalzandounpocolavoz—.Viveenel pueblo. Es una escritora y fotógrafabastante exitosa. Tiene una hija de quinceaños.Asíque,respondiendoasupregunta:no,nocreoqueseaprobablequesehayatirado.

Subimos juntos a lo alto del acantilado.Para hacerlo hay que tomar el sendero quesale de la pequeña playa y bordea la pozahasta que tuerce a la derecha, atraviesa unapequeña arboleda y luego inicia unapronunciada pendiente que lleva a la cima.Algunas partes del sendero estabanembarradas y podían verse las marcas quehabían dejado las botas al pisar y resbalar,borrandolosrastrosdelashuellasdepiesquehubierapodidohaberconanterioridad.En loalto,elsenderotuercedegolpealaizquierday,trasdejaratráslosárboles,conducedirecto

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al borde del acantilado. Al verlo, se merevolvióelestómago.

—¡Diosmío!Townsendechóunvistazopor encimade

mihombro.Casiparecíahacerlegracia.—¿Esqueledanmiedolasalturas?—Siento un miedo perfectamente

razonable a tropezar y precipitarme al vacío—repuse—. ¿No debería haber algunabarrera?Noesqueseamuyseguro.

El inspector no respondió y siguióadelante con paso decidido, acercándose alborde del acantilado. Yo fui detrás de él,pegadaalosmatorralesdeaulagaparanoverla cristalina superficie del agua que habíaabajo.

Elagentedelapolicíacientífica—velludoy con la cara pálida, tal y como siempreparecenser—noteníamuybuenasnoticias.

—Nohay sangre, ni armas, ni señales deque tuviera lugar ninguna pelea —declaróencogiéndosedehombros—.Tampocorestos

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debasurareciente.Encuantoasucámara,estádañada.YenellanoestálatarjetaSD.

—¿Sucámara?Velludosevolvióhaciamí.—¿Puedecreérselo?Instalóunacámarade

esasque se activan con elmovimiento comopartedelproyectoenelqueestabatrabajando.

—¿Porqué?Seencogiódehombros.—¿Para filmar a las personas que venían

aquíarribayverquéhacían?Avecesrondanpor el lugar bichos raros, ya sabe, por lahistoria del sitio.O quizá quería filmar a unsuicidaenelacto...—Hizounamueca.

—¡Diosmío!Y¿alguienhadestrozadosucámara?Esoparece...inoportuno.

Eltipoasintió.Townsendexhalóunsuspiroysecruzóde

brazos.—Cierto, aunque eso no significa

necesariamente nada. Su equipo ha sidodestrozadoconanterioridad.Elproyectoenel

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que trabajaba tenía sus detractores en elpueblo.Dehecho,nisiquieraestoysegurodequellegaraareemplazarlacámaradespuésdelaúltimavez.—Elinspectorseacercóunparde pasos al borde del acantilado y echó unvistazo. La cabeza comenzó a darme vueltas—.Perohayotra,¿no?Ocultaenalgúnlugardeahíabajo.¿Alguienlahavisto?

—Sí,pareceestarintacta.Lallevaremosalacomisaría,pero...

—Enellanoencontraremosnada.Velludovolvióaencogersedehombros.—Puedequelaveamoscaeralagua,pero

nonosmostraráquésucedióaquíarriba.

Habían pasado más de veinticuatro horasdesde entonces y no parecíamos estar máscerca de averiguar lo que realmente habíasucedido allí arriba. El móvil de Nel Abbottnohabíaaparecido,locualresultabaextraño.Aunquequizánotanto.Sihabíasaltado,cabía

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la posibilidad de que antes se hubieradeshechodeél.Osi,porelcontrario,sehabíacaído, podía ser que todavía estuviera en elagua,talvezsehubierahundidoenelcienoose lo hubiese llevado la corriente. Y si laempujaron,quienquieraquelohubierahechopodría habérselo quitado antes, claro está,aunque,ajuzgarporlafaltadeseñalesdequehubieratenidolugaralgunarefriegaenloaltodel acantilado, no parecía probable quealguienselohubieraquitadoporlafuerza.

Después de llevar a Jules (NO Julia, alparecer) al hospital para que realizara laidentificación oficial del cadáver, me heperdido. A ella la he dejado en la Casa delMolino y, cuando creía que estabadirigiéndomedevueltaalacomisaría,mehedadocuentadequenoeraasí:dealgúnmodo,después de cruzar el puente debo de haberdado una vuelta en algún lugar y me heencontradodenuevoconelrío.Encualquiercaso, cuando estaba consultando en elmóvil

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quédirecciónsesuponíaquedebía tomar,hevisto aungrupode chicas caminandopor elpuente. En un momento dado, Lena, unacabezamásaltaquelasdemás,sehaseparadodeellas.

He dejado el coche y he ido tras ella.Había algo que quería preguntarle, algo quesu tía había mencionado, pero, antes dealcanzarla, ha comenzado a discutir conalguien, una mujer de unos cuarenta y picoaños.Enunmomentodado,Lenalahacogidodel brazo y la mujer lo ha apartado y se hallevado lasmanos a la cara, como si tuvieramiedo de que le pegara. Luego se hanseparadoabruptamenteyLenasehaidohacialaizquierdaylamujersehamarchadocolinaarriba.YoheseguidoaLena,peroellasehanegadoadecirmeaquésehabíadebidotodoeso.Hainsistidoenquenohabíapasadonadamalo, quenohabía sidoningunadiscusiónyque, de todos modos, tampoco era de miincumbencia.Sehamostradobravucona,pero

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su rostroestabacubiertode lágrimas.Yomeheofrecidoallevarlaacasa,peroellamehadichoquemefueraalamierda.

Demodoqueesohehecho.Heconducidode vuelta a la comisaría y le he contado aTownsend mis impresiones sobre laidentificación formal que Jules Abbott habíahechodelcadáver.

En términos generales la identificaciónhabíasidoextraña.

—Nohallorado—lehecontadoaljefe,yélhahechounlevemovimientoconlacabezacomo diciendo: «Bueno, eso es normal»—.Noha sidonadanormal—he insistido—.Sushock no era en absoluto normal. Se hacomportadodeunmodorealmenteraro.

Él se ha removido en el asiento. Estabasentadodetrásdeunescritorioenunpequeñodespachoquehabíaalfondodelacomisaría,einclusosucuerpoparecíademasiadograndeparaesaestancia,comosial levantarsefueraagolpearselacabezaconeltecho.

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—¿Enquésentido?—Es difícil de explicar. Era como si

estuvierahablandosinhacerningúnsonido.Ynomerefieroasollozossilenciosos.Hasidomuy extraño. Movía los labios como siestuviera diciendo algo... O, mejor dicho,como si estuviera hablando con alguien.Manteniendounaconversación.

—Pero¿nohaoídonada?—Nada.Townsend ha echado un vistazo a la

pantalladelportátilque teníadelantey luegohavueltoamirarmeamí.

—Y¿esohasidotodo?¿Nolehacontadonada?¿Algoquepuedaresultarnosútil?

—Ha preguntado por un brazalete. Alparecer, Nel tenía uno que pertenecía a sumadre y que llevaba siempre puesto. O, almenos,lollevabalaúltimavezqueJulesvioaNel,locualsucedióhaceaños.

Townsend ha asentido al tiempo que serascabalamuñeca.

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—Nohemosencontradoningunoentresuspertenencias, lo he comprobado. Llevaba unanillo,peroningunajoyamás.

El inspector se ha quedado en silenciotanto rato que he pensado que tal vez laconversaciónhabíaterminado.Estabaapuntodemarcharmedeldespachocuandoderepentehadicho:

—Debería preguntarle a Lena por elbrazalete.

—Ésaeramiintención—hecontestado—,pero ella no se ha mostrado especialmenteinteresadaenhablarconmigo.—Yentonceslehe contado lo de nuestro encuentro en elpuente.

—Esa mujer —ha dicho él—.Descríbamela.

Y eso he hecho: cuarenta y pocos años,algo rellenita, pelo oscuro, con un cárdiganlargodecolorrojoapesardelcalor.

Townsend se me ha quedado mirandolargorato.

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—¿Ybien?¿Lesuena?—hepreguntado.—Oh, sí—ha respondido él, mirándome

comosifueraunaniñaparticularmentecortita—.EsLouiseWhittaker.

—¿Yellaes...?Élhafruncidoelceño.—¿Es que no ha leído el expediente del

caso?—Pueslaverdadesqueno—hedichoyo.

Mehanentradoganasdeseñalarleque,comolocal que era, ponerme al día de cualquierantecedente que pudiera ser relevante podíaconsiderarsequeerasutrabajo.

Élhaexhaladounsuspiroyhacomenzadoateclearalgoensuordenador.

—Deberíaponerselaspilascontodoesto.Écheles un vistazo a los archivos. —Hapulsado la tecla «Intro» con especial fuerza,como si estuviera utilizando unamáquina deescribirynouniBookconpintadecaro—.Ytambién debería leer el manuscrito de NelAbbott.—Ha levantado lamirada haciamí y

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hafruncidoelceño—.¿Elproyectoenelqueestaba trabajando? Si nome equivoco, iba aser una especie de libro ilustrado. ConfotografíasynarracionessobreBeckford.

—¿Unahistorialocal?Élhaexhaladounsonorosuspiro.—Algo así. Su interpretación sobre los

acontecimientos. De una selección de losmismos. Su..., digamos, visión de las cosas.Como le he comentado, no es algo que lehiciera especial ilusión a la gente local. Encualquier caso, tenemos copias de lo quehabía escrito hasta el momento. Uno de losagentes le conseguirá una. Pídasela a CallieBuchan, la encontrará en recepción. Lacuestiónesqueunodeloscasossobrelosqueescribió fue el deKatieWhittaker, una chicaque se suicidó el pasado junio. Katie eraamiga íntima de Lena Abbott, y Louise, sumadre,habíasidoamigadeNel.Alparecer,sedistanciaron a causa del enfoque del trabajodeésta.Y,másadelante,cuandomurióKatie...

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—Louise le echó la culpa—he dicho—.Laconsiderabaresponsable.

Élhaasentido.—Sí,asíes.—Entonces debería ir a hablar con ella,

conLouise.—No —ha contestado él sin apartar los

ojos de la pantalla—. Ya lo haré yo. Laconozco.Llevé la investigación de lamuertedesuhija.

Havueltoaquedarsecalladodurantelargorato. En ningún momento ha dicho que elencuentro hubiera terminado, demanera quealfinalhesidoyoquienhahablado.

—¿Alguna sospecha sobre la posibilidaddequehubieraalguienmásinvolucradoenlamuertedeKatie?

Élhanegadoconlacabeza.—Ninguna. No parecía haber ninguna

razón clara, pero, como bien sabe, muchasvecesno la hay.Almenos, nounaque tengasentido para aquellos que el suicida deja

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detrás. Sí escribió una nota de despedida.—Townsendsehapasadounamanoporlosojos—.Fueunaauténticatragedia.

—Entonces ¿este año han muerto dosmujeres en ese río? —he dicho—. ¿Dosmujeres que se conocían, que estabanrelacionadas...? —El inspector no harespondido, tampoco me ha mirado, y nisiquieraestoyseguradequemehayaoído—.¿Cuántas personas hanmuerto en el río? Entotal,quierodecir.

—¿Desde cuándo? —ha preguntado él,negando otra vez con la cabeza—. ¿Hastadóndequierequeretrocedamos?

Lodicho:jodidamenteextraño.

Jules

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Siempretehetenidounpocodemiedo.Túlosabías y disfrutabas de ello, disfrutabas delpoderqueteproporcionabasobremí.Poresocreoque,apesardelascircunstancias,habríasdisfrutadodelodeestatarde.

Mehanpedidoqueidentificaratucadáver.Lenasehabíaofrecidovoluntaria,perolehandicho que no, de modo que he tenido queaceptaryo.Nohabíanadiemás.Y,sibiennoqueríaverte, sabíaquedebíahacerlo,porqueesoseríamejorque imaginarte; loshorroresque es capaz de concebir una mente sonsiempre mucho peores que la realidad. Ynecesitaba verte porque ambas sabemos queno me lo habría creído, que no habría sidocapaz de convencerme de que habíasmuertohastaquelovieraconmispropiosojos.

Yacíassobreunacamillaenmediodeunafría sala y una sábana de color verde pálidocubría tu cuerpo. Un hombre joven vestidocon una bata nos ha saludado a mí y a lasargentoconunmovimientodecabeza.Ellale

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ha devuelto el saludo. Cuando el tipo haextendido lamanoparaapartar la sábana,nohe podido evitar contener el aliento. Norecuerdo haberme sentido así de asustadadesdequeeraniña.

Estabaconvencidadequetelevantaríasdeunsalto.

Pero no lo has hecho. Estabas inmóvil yhermosa. Tu rostro siempre fue muyexpresivo —ya fuera por alegría o pormalicia—, y todavía podían percibirse restosdeello; túeras todavía tú, todavíaperfecta,yde repente he tomado conciencia: habíassaltado.

¿Túhabíassaltado?¿Túhabíassaltado?Esaspalabrassonabanmalenmiboca.Tú

no saltarías. Nunca lo harías, ése no es elmododehacerlo.Esoesloquetúmedijiste.Elacantiladonoes lobastantealto.Sólohaycincuentaycincometrosdesde la cimahastaelagua,sialguiensaltapuedesobrevivirala

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caída. De modo que, si alguien pretendehacerlo,dijiste,sirealmentepretendehacerlo,hade asegurarse.Debehacerlode cabeza.Sialguien realmentepretendehacerlo,nohadesaltar:hadetirarsedecabeza.

Y, a no ser que realmente pretendahacerlo,añadiste,¿porquésaltar?Nohayqueirdeturista.Anadielegustanlosturistas.

Quienlohagapuedesobreviviralacaída,peroesonosignificaquevayaahacerlo.Aquíestás tú, al finyal cabo,y túno te tirastedecabeza.Lohicistedepie,yasíestásahora:tuspiernas están rotas, tu espalda está rota, túestásrota.¿Quésignificaesto,Nel?¿Significaque de repente te entró miedo? (Algo nadahabitualenti.)¿Nopudistesoportarlaideadetirarte de cabeza y arruinar tu hermosorostro?(Siemprefuistemuyvanidosa.)Noleencuentroelsentido.Noesnormalentihacerloquedijistequenoharías,irencontradetimisma.

(Lena dijo que aquí no hay ningún

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misterio,pero¿quésabráella?)Tehecogidodelamanounmomentopara

sentirla entre las mías, no sólo porqueestuviera muy fría, sino también porque noreconocía su forma, su tacto. ¿Cuándo fue laúltima vez que lo hice? ¿Quizá cuando mecogiste tú la mía en el funeral de mamá?Recuerdo haberme apartado de ti y habermevuelto hacia papá. Recuerdo la cara quepusiste. (¿Qué esperabas?) Mi corazón sevolviódemaderaysulatidoseralentizóhastaconvertirseenuntristetamborileo.

Alguienhadichoalgo:—Losiento,peronopuedetocarla.Podíaoírelzumbidodelfluorescenteque

habíaeneltecho,iluminandotupiel,pálidaygrissobreelacerodelacamilla.Hecolocadoun pulgar encima de tu frente y luego lo hepasadoporelcostadodeturostro.

—No la toque, por favor.—La sargentoMorganestabajustodetrásdemí.Podíaoírsurespiración, lenta y regular, por encima del

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zumbidodelosfluorescentes.—¿Dónde están sus cosas? —he

preguntado—.Laropaquellevaba.Susjoyas.—Se las devolverán más adelante —ha

señalado la sargento Morgan—, después dequelapolicíacientíficalashayaanalizado.

—¿Habíaunbrazalete?—hepreguntado.Ellahanegadoconlacabeza.—Nolosé,perotodoloquellevabaselo

devolverán.—Debería haber un brazalete—he dicho

en voz baja con los ojos puestos en ti—.Unbrazalete de plata con el cierre de ónice.Pertenecía a mamá y tenía grabadas susiniciales:«SJA».SarahJane.Mamálollevabasiempre.Y luego tú.—La sargento semehaquedado mirando—. Es decir, ella. QuierodecirquelollevabaNel.

He vuelto a bajar lamirada hacia ti, a tudelgadamuñeca,allugarenelqueelcierredeónice debería haber descansado sobre lasvenasazules.Queríavolveratocarte,sentirtu

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piel. Tenía la impresión de que podíadespertarte. He susurrado tu nombre y heesperado que te estremecieras y que tus ojosse abrieran con un parpadeo yme siguieranpor la sala. He pensado que tal vez debíabesarte por si, como en La bella durmiente,esoconseguíadespertarte,loquemehahechosonreírporquetúhabríasodiadola idea.Atinuncatefueelroldeprincesa,nuncaejercistedebellezapasivaalaesperadeunpríncipe,túerasotracosa.Túsiempre teponíasdepartede la oscuridad, de la pérfida madrasta, delhadamalvada,delabruja.

En esemomento, he notado lamirada dela sargento y he apretado los labios parareprimirunasonrisa.Teníalosojossecosylagarganta vacía, de modo que cuando te hesusurrado no ha salido ningún sonido demiboca:

—¿Quéhasqueridodecirme?

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Lena

Debería haber ido yo. Soy su familiar máscercano, su hija. La persona que la quería.Debería haber ido yo, pero no me lo hanpermitido.Me han dejado sola, sin nada quehacer salvo quedarme sentada en una casavacíayfumarhastaquesemehanterminadoloscigarrillos.Heidoalatiendadelpuebloacomprar más (la mujer gorda que atiende avecesmepideelcarnetdeidentidad,peroyosabíaquehoynoloharía),yentonceshevistoa Tanya, a Ellie y a las otras. Venían encontradirecciónporlacarretera.

Suvisiónmehapuestoenferma,demodoque me he limitado a agachar la cabeza, hedadomediavueltayhecomenzadoacaminarlomás rápido que he podido, pero ellasmehan visto, me han llamado y han apretado a

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correr para alcanzarme. No sabía lo quepensaban hacer. Cuando han llegado a milado,sinembargo,hanempezadoaabrazarmeyadecir lomuchoque lo sentían,yElliehatenido el descaro de derramar algunaslágrimas falsas. Yo he dejado que merodearan, me abrazaran y me acariciaran elpelo. Lo cierto es que el contacto físicosentababien.

Hemos cruzado el puente. Ellas hanpropuestoiralacasitadecampodelosWardatomaralgunaspastillaseiranadar.

—Seríacomounvelatorio.Unaespeciedecelebración—haafirmadoTanya.

Jodida idiota. ¿De veras cree que hoytengo ganas de colocarme e ir a nadar a eserío?He intentadopensaralgoque responder,pero entonces he visto a Louise porcasualidad y he podido alejarme de ellas sindecir palabra, y no ha habido nada quepudieranhaceralrespecto.

Alprincipiohepensadoquenomehabía

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oído,perocuandohellegadoasuladomehedado cuenta de que estaba llorando y noquería que la viera. La he cogido del brazo.No sé por qué, sólo pretendía evitar que semarchara, nome apetecía queme dejara ahícon esas zorras mirando y fingiendo que sesentían tristes cuando en realidad estabandisfrutandodetodoeljodidodrama.Ella,sinembargo, ha tratado de liberarse tirando demisdedosunoauno.

—Losiento,Lena,ahoranopuedohablarcontigo. No puedo hablar contigo —me hadicho.

Yo he querido contestarle algo como:«Hasperdidoa tuhijayyoamimadre.¿Nonosdejaesoencondicionesdeigualdad?¿Esquenopuedesperdonarme?».

Peronolohehecho,yentoncesesainútilmujer policía ha aparecido y ha intentadoaveriguar acerca de qué estábamosdiscutiendo,asíquelehedichoadóndepodíairseyheregresadoacasa.

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PensabaqueJuliayaestaríadevueltaparacuando yo llegara. ¿Cuánto tiempo se puedetardareniraldepósitodecadáveres,esperaraqueapartenuna sábanaydecir«Sí, es ella»?DudoqueJuliasehayasentadoasuladoylehayacogidodelamanoparaconsolarlacomohabríahechoyo.

Debería haber ido yo, pero no me handejado.

Mehetumbadoenlacamaensilencio.Nisiquierapuedoescucharmúsicaporqueahoratodo parece tener este nuevo significado queantesnopercibía,yenestosmomentosresultademasiado doloroso para hacerle frente. Noquiero estar llorando todo el rato, hace quemeduelaelpechoylagarganta,ylopeoresquenadievieneaayudarme.Yanohaynadieque pueda ayudarme. Así pues, hepermanecidotumbadaenlacamafumandouncigarrillotrasotrohastaqueheoídolapuertadeentrada.

Ella no me ha llamado ni nada de eso,

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peroyoheoídocómoentrabaenlacocinayse ponía a abrir y a cerrar armarios,rebuscando entre las cazuelas y las sartenes.Esperabaquevinieraamihabitación,peroalfinal me he aburrido y he empezado asentirmemalporhaberfumadotanto,y teníamuchamuchahambre,demodoquehe idoalaplantabaja.

Ella estaba removiendo algo en el fogóny,cuandosehadado lavueltaymehavisto,se ha sobresaltado. Pero no ha sido comocuandoalguientedaunsustoyluegoteríes;la expresión de miedo ha seguido siendoperceptibleensurostro.

—¡Lena!—haexclamado—.¿Estásbien?—¿Lahasvisto?—lehepreguntado.Ella ha asentidoyhabajado lamirada al

suelo.—Parecía...ellamisma.—Esoesbueno—hedicho—.Mealegro.

Nomegustapensarqueella...—No. No. Y no lo estaba. Magullada,

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quiero decir.—Se ha dado la vuelta hacia lacocina—. ¿Te gustan los espaguetis a laboloñesa?—mehapreguntadoacontinuación—. Estoy preparando..., eso es lo que estoyhaciendo.

Megustan, peronohequeridodecírselo,demodoquenohecontestado.Envezdeeso,lehepreguntado:

—¿Porquélehasmentidoalapolicía?Ellasehavueltodegolpe,ydelacuchara

demadera que sostenía en lamano ha caídounpocodesalsarojaenelsuelo.

—¿Qué quieres decir, Lena? Yo no hementido...

—Síque lohashecho.Leshasdichoquemi madre y tú no hablabais nunca, que noteníaiscontactoalgunodesdehacíaaños...

—Yasíes.—Surostroysucuellosehanruborizado,ylascomisurasdelabocasehancurvadohaciaabajocomolasdeunpayaso.Yentonceslohevisto,hepercibidoesafealdadde la que hablaba mamá—. Nel y yo no

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tuvimosningúncontactosignificativodesde...—Tellamabamuyamenudo.—Nomuy amenudo.Ocasionalmente.Y,

encualquiercaso,nohablábamos.—Sí, yame dijo que te negabas a hablar

conellapormásquelointentara.—Es un poco más complicado que eso,

Lena.—¿En qué sentido? —he respondido—.

¡Di!—Ella ha apartado lamirada—. Esto esculpatuya,¿sabes?

Ella ha dejado a un lado la cuchara y hadadounpardepasoshaciamíconlosbrazosenjarrasyunaexpresióndepreocupaciónenel rostro, como una profesora que está apuntodedecirtelodecepcionadaqueestácontuactitudenclase.

—¿Quéquieresdecir?—hapreguntado—.¿Quéesculpamía?

—Ella trató de ponerse en contactocontigo,queríahablarcontigo,necesitaba...

—Nelnomenecesitaba.Nuncalohizo.

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—¡Era infeliz! —he replicado yo—. ¿Esquenisiquierateimporta,joder?

Ella ha retrocedido un paso y se halimpiadolacaracomosilehubieraescupido.

—¿Porquéerainfeliz?Yono...Nuncamedijoquefuerainfeliz.

—Y¿quéhabríashechotúsitelohubieradicho? ¡Nada! No habrías hecho nada, comosiempre. ¡Comocuando la abuelamurióy túte portaste fatal con ella, o cuando nosmudamos y ella te invitó a visitarnos, ocuando te pidió que vinieras para micumpleaños y ni siquiera contestaste!Simplemente la ignorabas, como si noexistiera. A pesar de que sabías que ella noteníaanadiemás,apesar...

—Te tenía a ti —ha dicho Julia—. Yonuncasospechéquefuerainfeliz.Yo...

—Pues lo era. Ya ni siquiera quería ir anadar.

Ellasehaquedadomuyquietayhavueltola cabeza hacia la ventana como si hubiera

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oídoalgofuera.—¿Qué?—hapreguntado,peronoestaba

mirándome a mí. Era como si estuvieramirandoaotrapersona,osureflejo—.¿Quéhasdicho?

—Que dejó de nadar. Siempre iba a unapiscinaoalrío,todoslosdías,eraloquemásle gustaba, era una nadadora. Todos y cadauno de los días, incluso en invierno, cuandohaceun fríodecojonesyhayque romperelhielo de la superficie. Y, de repente, dejó dehacerlo.Sinmás.Asídeinfelizsesentía.

Julia se ha quedado callada unmomento,ahí de pie, mirando por la ventana, como sihubieravistoaalguien.

—¿Sabes...?¿Sabes sihabíacontrariadoaalguien?¿Osi alguienestabamolestándola aella,o...?

Henegadoconlacabeza.—No. Me lo habría dicho. Me habría

advertido.—¿Seguro? —ha preguntado Julia—.

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PorqueyasabesqueNel...,tumadre...avecespodíaseralgodifícil,¿verdad?Esdecir,sabíacómo sacar a la gente de sus casillas, cómocabrearla.

—¡Esoesmentira!—hereplicado,aunquesí que a veces lo hacía, pero sólo con losimbéciles, sólo con aquellos que no lacomprendían—.Túnolaconocíasparanada,tú nunca la entendiste. No eres más que unazorra celosa. Lo eras de joven y todavía loeresahora.Diosmío,nosirvedenadahablarcontigo.

Me he marchado de casa a pesar de queestabamuriéndomedehambre.Mejormorirsede hambre que sentarse con ella a comer.Habríasidocomounatraición.Nohedejadodepensarenmimadreahísentada,hablándoleal teléfono sin que nadie contestara al otrolado de la línea. Maldita zorra. Una vez meenfadéconmamáyledijequeporquénolodejabaestaryseolvidabadeella.

—Está claroquenoquiere sabernadade

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nosotras.—Esmihermana,miúnica familia—me

contestó.—¿Yyo?—lepreguntéentonces—.¿Qué

haydemí?Yotambiénsoyfamilia.Ellaserioyrepuso:—Túnoeresfamilia.Túeresmásqueeso.

Erespartedemí.Una parte de mí ha muerto y ni siquiera

me han dejado verla. No me han permitidocogerla de la mano, ni darle un beso dedespedida,nidecirlecuántolosiento.

Jules

NoheidodetrásdeLena.Lociertoesquenoqueríahacerlo.Noséloquequería,demodoque me he quedado ahí de pie, en los

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escalones de la entrada, frotándome losbrazosconlasmanosydejandoquemisojosseacostumbraranpocoapocoalaoscuridadreinante.

Sabía loquenoquería:noqueríadiscutircon ella, no quería seguir escuchándola.¿Culpamía?¿Cómopodíaseresoculpamía?Nunca me dijiste que fueras infeliz. Si lohubieras hecho, te habría escuchado. En micabeza,estabas risueña.Simehubierasdichoque habías dejado de ir a nadar, Nel, habríasabido que algo iba mal. Nadar era esencialparatucordura,esofueloquemedijiste;sinello, te vendrías abajo. Nada te manteníaalejada del agua, del mismomodo que nadapodíaarrastrarmeamíaella.

Salvo que algo lo hizo. Algo debió dehacerlo.

De repente he sentido un hambre voraz.Por alguna razón, de pronto tenía untremendoapetitoquesaciar.Hevueltoaentraren la casa y me he servido un plato de

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espaguetis a la boloñesa, y a continuaciónotro,yluegountercero.Hecomidoycomidohasta que, asqueada conmigo misma, hesubidoalpisodearriba.

Me he arrodillado en el cuarto de bañocon la luzapagada.Unacostumbrequehabíaabandonado hacía mucho, pero tan antiguaque casi me ha resultado reconfortante. Derodillas en la oscuridad, he empezado avomitar con losojos llorososy lasvenasdela cara a punto de estallar por la tensión.Cuando por fin he sentido que ya no teníanada más dentro, me he puesto de pie, hetirado de la cadena y me he mojado la caraprocurando no ver mi mirada en el espejo,sóloparaterminarviéndolaenelreflejodelabañeraqueteníadetrás.

Hace más de veinte años que no mesumerjoenelagua.Despuésdehaberestadoapunto de ahogarme, hubo varias semanas enlas que inclusome resultaba difícil bañarme.Cuandocomenzabaaolermal,mimadretenía

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quemetermealafuerzaenlabañera.Hecerradolosojosyhevueltoaecharme

agua en la cara. De repente he oído que uncoche aminoraba la velocidad en la calle ypor unmomentomi corazón ha empezado alatir con más fuerza, pero ha vuelto acalmarse cuando el coche ha acelerado denuevo.

—No viene nadie—he dicho en voz alta—.Nohaynadaquetemer.

Lenatodavíanohabíaregresado,peronoteníaniideadeadóndepodíairabuscarlaeneste pueblo al mismo tiempo familiar ydesconocido.Mehemetido en la cama,peronopodíadormirme.Cadavezquecerrabalosojosveía tu rostro azul ypálidoy tus labiosamoratados. En mi imaginación, éstosretrocedíanhastadejaralavistalasencíasy,apesardequeteníaslabocallenadesangre,nodejabasdesonreír.

—¡Ya basta, Nel!—he dicho otra vez envoz alta, como una pirada—. ¡Basta de una

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vez!He esperado tu respuesta, pero lo único

que he oído ha sido el silencio; un silencioroto por el sonido del agua, el ruido de lacasamoviéndose,rechinandoycrujiendoporla corriente del río.A oscuras, he buscado atientaselteléfonomóvilquedescansabasobrelamesilladenocheyhellamadoalbuzóndevoz.«Notieneningúnmensajenuevo—mehadicho una voz electrónica—, y tiene sietemensajesguardados.»

Elmásrecientelorecibíelmartes,menosdeunasemanaantesdequemurieras,alaunay media de la madrugada: «Julia, soy yo.Necesito queme llames. Por favor, Julia. Esimportante.Necesitoquemellamesencuantopuedas, ¿de acuerdo? Yo..., esto..., esimportante.Bueno,adiós».

He pulsado el «1» para que el mensajesonaradenuevo.Yluegohevueltoahacerlovarias veces más. He escuchado tu voz, nosólo su ronquedad y ese leve pero irritante

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acento transatlántico. Te he escuchado a ti.¿Quéestabasintentandodecirme?

Me dejaste un mensaje en mitad de lanoche y yo lo escuché a primera hora de lamañana,dándomelavueltaen lacamaalverel delator resplandor blanco del móvil.Escuchétusprimerastrespalabras:«Julia,soyyo», y colgué. Estaba cansada, me sentíaalicaída y no quería oír tu voz. Escuché elresto más tarde. No me pareció extraño nitampoco particularmente intrigante. Era unade esas cosas que solías hacer: dejarmemensajes crípticos para despertar mi interés.Lo habías hecho durante años y, cuandovolvíasallamarmeunmesodosdespués,medaba cuenta de que no había ninguna crisis,ningúnmisterio,ningúngranacontecimiento.Sólo estabas tratando de llamarmi atención.Eraunjuego.

¿Verdad?Hevueltoaescucharelmensajeunayotra

vezy,ahoraquelohacíacomoesdebido,no

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podíacreerquenomehubierapercatadoantesde la ligera faltadealientode tuvozyde lainusitada suavidad de tu tono. Hablabas conpalabrasvacilantes,titubeantes.

Teníasmiedo.¿De qué tenías miedo? ¿De quién tenías

miedo?¿Delagentedeestepueblo,esosquese paran y miran pero no ofrecen suscondolencias, esos que no traen comida nienvíanflores?Noparecequeteechenmuchodemenos,Nel. ¿O talvez teníasmiedode tuextraña,fríayenojadahija,quenolloraportie insiste en que te suicidaste, sin pruebas nimotivos?

Mehe levantadode lacamayhe idoa lahabitación de al lado, la que últimamenteocupabas tú.De repenteme he sentido comounaniña.Depequeña solía hacer eso, ir a lahabitación contigua. Por aquel entoncesnuestros padres todavía dormían en ella. Lohacía las noches en las que tenía miedo,cuandohabíasufridounapesadilladespuésde

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haberescuchadoalgunadetushistorias.Abríalapuertadeunempujónymemetíadentro.

La atmósfera de la habitación se me haantojado cargada y cálida, y la visión de tucamasinhacerhaprovocadoquerompieraallorar.

Me he sentado en el borde, he cogido tualmohadadelinogrispizarraconunribetedecolorrojosangreylaheabrazadoconfuerzamientras recordabaconclaridadaqueldíaenelqueentramoslasdosporelcumpleañosdemamá. Le habíamos preparado el desayunoporqueestaba enfermay estábamoshaciendounesfuerzoparaintentarllevarnosbienentrenosotras.Esas treguasnuncadurabanmucho:tú te cansabas de tenerme a tu lado y notardabas en dejar de prestarme atención, demodo que yo terminaba regresando junto amamá,yentoncestequedabasmirándomeconlos ojos entornados, desdeñosa y dolida almismotiempo.

Yo no te comprendía, pero si por aquel

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entoncesmeparecíasextraña,enlaactualidadme resultabas completamente ajena. Ahoraestoy sentada aquí, en tu hogar, entre tuscosas, y es la casa lo que me resultareconocible,notú.Notehereconocidodesdeque éramos adolescentes, desde que tú teníasdiecisiete años y yo trece. Desde aquellanoche en la que, como un hacha cayendosobre un trozo demadera, las circunstanciasprovocaron una amplia y profunda fisuraentreambas.

Perohastaseisañosmástardenovolvistea dejar caer el hacha y nos separamos deltodo.Acabábamosdeenterraramamá,ytúyyoestábamosfumandoeneljardínapesardeser una fría noche de noviembre. Yo estabadeshecha por el dolor, pero tú habías estadoautomedicándote desde el desayuno y teníasganas de hablar. Estabas diciéndome algosobreunviajequequeríashaceraNoruega,aPreikestolen, un acantilado de seiscientosmetrossobreunfiordo,yyoestabaintentando

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noescucharteporquesabíadequéibalacosay no quería oír nada al respecto. En unmomentodado,alguien,unamigodepapá,sedirigióanosotras:

—¿Estáis bien ahí fuera, chicas? —nospreguntóarrastrandoligeramentelaspalabras—.¿Ahogandolaspenas?

—Ahogando, ahogando, ahogando... —repetiste. Tú también estabas borracha. Memirasteconlospárpadoscaídosyunaextrañaluz en los ojos—. Juuulia —dijiste,arrastrando las letras de mi nombre—.¿Algunavezpiensasenello?

Pusisteunamanosobremibrazoyyo loaparté.

—¿Pensarenqué?—repusealtiempoqueme ponía de pie. Ya no quería estar mástiempocontigo,queríaestarsola.

—Enaquellanoche.¿Has...habladoalgunavezconalguiensobreello?

Di un paso para alejarme de ti, pero mecogistedelamanoylaapretasteconfuerza.

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—Vamos, Julia... Sé honesta. ¿No huboalgunapartedetialaquelegustó?

Después de aquello, dejé de hablarcontigo.Y,segúntuhija,enestoconsistequeyomeportarafatalcontigo.Túyyocontamoslascosasdeformadistinta,¿verdad?

Dejé de hablar contigo, pero eso noimpidió que tú siguieras llamándome. Medejabas extraños mensajes en los que mehablabasdetutrabajo,detuhija,deunpremioque habías ganado o de un galardón que tehabíanconcedido.Nuncadecíasdóndeestabaso con quién, aunque a veces oía ruidos defondo, música o tráfico; en alguna ocasión,voces. A veces borraba losmensajes y otraslosguardaba.Enocasioneslosescuchabaunay otra vez, tantas, que incluso varios añosdespuéspodíarecordartuspalabrasexactas.

A veces eras críptica, otras parecíasenfadada; repetías viejos insultos, retomabasantiguas discusiones largo tiempo olvidadas,desenterrabas agravios pasados. ¡El impulso

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suicida! Una vez, en el calor del momento,cansadade tusobsesionesmórbidas, te acusédetenerunimpulsosuiciday,bueno,yanuncadejastedeechármeloencara.

Avecesteníaseldíasensibleroyteponíasahablardenuestramadre,denuestrainfanciao de la felicidad que habíamos disfrutado yluego perdido. Otras estabas animada, feliz,hiperexcitada.«¡VenalaCasadelMolino!—merogabas—.¡Ven,por favor!Teencantará.Por favor, Julia, ya es hora de que dejemostodoesoatrás.Noseastestaruda.Yaeshora.»Yentoncesmeenfadaba:«¿Yaeshora?».¿Porqué tenías que ser tú quien decidiera cuándoponer punto final a los problemas entreambas?

Loúnicoquequeríaeraquemedejarasenpaz,olvidarmedeBeckford,olvidarteati.Meconstruíunavidapropia.Máspequeñaquelatuya, claro está (¿cómo iba a ser de otromodo?), pero mía. Buenos amigos,relaciones, un pequeño apartamento en un

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encantadorsuburbiodelnortedeLondres.Unempleo de trabajadora social que meproporcionaba una finalidad; un empleo queme consumía yme llenaba, a pesar del bajosueldoylaslargashoras.

Queríaquemedejarasenpaz,peronolohacías.A veces llamabas dos veces al año y,otras, dos al mes, perturbándome,desestabilizándome, desquiciándome. Tal ycomosiemprehabíashecho.Eraunaversiónadultadelosjuegosalosquesolíasjugardepequeña. Y, mientras tanto, yo no dejaba deesperar esa llamada a la que sí podríaresponder,lallamadaenlaquemeexplicarasporquétehabíascomportadocomolohicistecuandoéramos jóvenes, la llamadaen laqueme dijeras cómo podías haberme hecho esedañooporquénohabíashechonadamientrasmehacíandaño.Unapartedemíqueríateneruna conversación contigo, pero no antes dequemedijerasquelosentías,noantesdequesuplicaras mi perdón. Sin embargo, tu

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disculpa nunca llegó, y todavía estoyesperando.

Heabiertoelcajónsuperiordelamesillade noche. Había postales sin escribir —fotografías de lugares en los que habíasestado, quizá—, condones, lubricante y unanticuado encendedor de plata con lasiniciales«LS»grabadasenunlado.«LS.»¿Unamante? He vuelto a mirar alrededor de lahabitaciónymehedadocuentadequeenestacasa no hay fotografías de hombres.Ni aquíarribanienlaplantabaja.Inclusoloscuadrossonprácticamentetodosdemujeres.Ycuandome dejabas mensajes hablabas de tu trabajo,delacasaydeLena,peronuncamencionastea ningún hombre. Los hombres jamásparecieronserimportantesparati.

Aunque hubo uno, ¿verdad?Hacemuchotiempo hubo un chico que sí fue importantepara ti. Cuando eras adolescente, solíasescaparte de casa por las noches, tedescolgabasporlaventanadelcuartodelavar

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hasta la orilla del río y, llenándote de barrohasta los tobillos, rodeabas la casa y subíashasta llegar a la carretera, donde estabaesperándoteél.Robbie.

Pensar en Robbie, en ti y en él, ha sidocomo recorrer a toda velocidad el puenteperaltado: mareante. Robbie era alto,corpulento y rubio, con una perpetua muecaburlonaenloslabios.Teníaunmododemirara laschicasque lasdesarmabaporcompleto.Robbie Cannon. El macho alfa, el líder, coneseoloralinceyasexo,brutalymalvado.Túdecíasque loquerías, aunqueamínuncamepareció amor. Tú y él estabais o bien unoencimadelotroobieninsultándoos,nohabíatérmino medio. Entre vosotros jamás habíapaz.Norecuerdomuchasrisas.Perosí tengoelrecuerdoclarodeverosaambostumbadosen la orilla de la poza, con las extremidadesentrelazadas,lospiesenelagua,élencimadeti,hundiendotushombrosenlaarena.

Algo en esa imagenme ha sacudido,me

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ha hecho sentir algo que no había sentidodesde hacía mucho. Vergüenza. La sucia ysecreta vergüenza del voyeur, mezclada conalgo más, algo que no he podido ni hequerido identificar. He intentado apartar laimagendemí,perohe recordadoqueésanofuelaúnicaocasiónquelovicontigo.

De repente me he sentido incómoda, asíque me he levantado de tu cama y hecomenzado a deambular por la habitación,mirando las fotografías. Están por todaspartes. Por supuesto. En la cómoda heencontrado algunas enmarcadas en las quesales tú, bronceada y sonriendo, en Tokio yBuenos Aires, de vacaciones esquiando y enplayas, con tuhijaenbrazos.En lasparedes,reproducciones enmarcadas de portadas derevistas que fotografiaste tú, una historia enThe New York Times, los premios querecibiste. Aquí están: todas las pruebas de tuéxito,laspruebasdequemesuperasteentodo.Trabajo, belleza, hijos, vida. Y ahora has

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vueltoasuperarme.Inclusoenestoganas.Unafotografíahahechoquemedetuviera

degolpe.EnellaaparecéistúyLena.Éstayanoeraunbebé,sinounaniñapequeñadeunoscinco o seis años, o quizá mayor, nunca sédeterminar la edad de los niños. Estásonriendo, mostrando sus pequeños dientesblancos,yhayalgoraroenella,algoquehahechoquesemeerizaraelvello;algoensusojos, en la expresión de su rostro, le da laaparienciadeundepredador.

La reaparición de un antiguo miedo hahecho que empezara a sentir el pulso en elcuello. Me he tumbado en la cama y heintentado no escuchar el agua, pero inclusoconlasventanascerradasyestandoenelpisode arriba, su sonido era ineludible. Podíanotarcómohacíapresióncontralasparedesyse filtraba por las grietas del enladrillado,anegándolo todo. Podía saborearla, turbia ysuciaenmiboca,humedeciendomipiel.

Enalgúnlugarde lacasamehaparecido

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oír que alguien reía, y sonaba exactamentecomotú.

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AGOSTODE1993

Jules

Mamá me compró un traje de baño nuevo,uno anticuado con un estampado de cuadrosguingaazulesyblancos.Sesuponíaqueteníaunairea loañoscincuenta,algoasícomoeltipo de bañador que podría haber llevadoMarilyn. Yo estaba gorda y pálida y no meparecíaprecisamenteaNormaJean,peromelo puse de todos modos porque mamá sehabía tomado muchas molestias paraencontrarlo. No era fácil encontrar un

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bañadorparamí.Me puse unos pantalones cortos azules y

una camiseta blanca extralarga encima delbañador.CuandoNelbajóparaalmorzarconsuspantalonesvaqueros cortadosyunbikinianudadoalcuello,memiróydijo:

—¿Esquevasaveniralríoestatarde?—enuntonoquedejabaclaroquenoqueríaquelohiciera,yluegovioamamáyañadió—:Yono pienso cuidar de ella, ¿de acuerdo? Voyallíparaestarconmisamigos.

—Sébuena,Nel—ledijomamá.Paraentonces,mamáestabaenremisión,y

tan frágilqueunabrisaunpoco fuertepodíatumbarla. Su piel aceitunada se habíaamarilleado comoel papel viejo, yNel y yoteníamos estrictas instrucciones de nuestropadredequedebíamosLlevarnosBien.

PartedeLlevarnosBienconsistíaenHacerCosas Juntas, de modo que, sí, iría al río.Todo elmundo lo hacía. En realidad, era loúnico que se podía hacer. Beckford no era

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como la playa, no había parque deatracciones,nisalóndejuegosrecreativos,nisiquieraunapistademinigolf.Estabaelagua:esoeratodo.

Pasadas unas pocas semanas del verano,unavezque las rutinassehabíanestablecido,unavezquetodoelmundohabíaaveriguadoaquélugarpertenecíayconquiénencajaba,unavez que los foráneos y los locales habíantenido tiempo de relacionarse y se habíanentablado amistades y enemistades, la gentecomenzabaajuntarseengruposalolargodelaorilla del río.Losmás jóvenes solían ir anadar al surde laCasadelMolino,donde lacorrienteeramáslentaysepodíapescar.LoschicosmalosacudíanalacasitadecampodelosWard, donde tomaban drogas, manteníanrelaciones sexuales y jugaban con tablas degüija para intentar contactar con espíritusenojados. (Nelmecontóque,siunase fijababien, todavía podía encontrar restos de lasangre de Robert Ward en las paredes.) La

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mayoríade lagente, sinembargo, se juntabaen la Poza de las Ahogadas. Ahí los chicossaltaban de las rocas, las chicas tomaban elsol, sonaba música y se hacían barbacoas.Alguiensiempretraíacervezas.

Yo habría preferido quedarme en casa,bajo techo, lejos del sol. Habría preferidotumbarme en la cama a leer, o jugar a lascartas conmamá, pero no quería que ella sepreocupara por mí, pues tenía cosas másimportantes por las que hacerlo. Deseabademostrarlequepodíasersociable,quepodíahaceramigos.QuepodíaEncajar.

SabíaqueNelnoquerríaquefuera.Enloque a ella respectaba, cuanto más tiempopasara yo en casa, mejor, pues menosprobableseríaquemevieransusamigos;yoera el ser amorfo que la avergonzaba: Julia,laniñagorda,feayrarita.Noestabacómodaen mi compañía, y siempre caminaba unospocos pasos por delante de mí o diez pordetrás; su incomodidad cuando yo estaba

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cercaerasuficientementeobviaparallamarlaatención. Una vez que las dos salimos de latienda del pueblo juntas, oí que uno de loschicoslocalesdecía:

—Debedeseradoptada.EsimposiblequeesazorragordasealahermanadeNelAbbott.—Luegoserieronyyobusquéconsueloenlamirada de mi hermana, pero lo único queencontréfuevergüenza.

Aqueldía fui al río sola.Llevéunabolsacon una toalla y un libro, una lata de Coca-Cola light y dos barritas de chocolateSnickers, por si me entraba hambre entre elalmuerzoy lacena.Medolíanelestómagoylaespalda.Queríadarmediavueltayregresaralaprivacidaddemipequeña,frescayoscurahabitación, donde podría estar sola. Sin quemevieranadie.

LosamigosdeNelllegaronjustodespuésdemí.Habíancolonizado laplaya, esaorillaarenosa con forma de media luna. Era elmejor lugar para sentarse, pues hacía

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pendienteypodíasestartumbadaconlospiesen el agua. En ella había tres chicas, doslocales y una llamada Jenny que era deEdimburgo y tenía una preciosa pielmarfileña y el pelo oscuro cortado porencimadeloshombros.Aunqueeraescocesa,noteníaningúnacentoyloschicossemoríanpor ligársela porque corría el rumor de quetodavíaeravirgen.

TodosloschicossalvoRobbie,claroestá,pues él sólo tenía ojos para Nel. Se habíanconocido dos años antes, cuando él teníadiecisiete y ella quince, y ahora su relaciónveraniegaeraestable,sibienteníanpermitidosalir con otras personas el resto del año,porquenoerarealistaesperarqueélfuerafielcuando ella no estaba cerca. Robbie medíauno ochenta y cinco, era guapo y popular,jugaba mucho al rugby y su familia teníadinero.

Cuando Nel había estado con Robbie, aveces regresaba a casa conmoratones en las

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muñecas o en lo alto del brazo. Cuando lepreguntaba cómo se los había hecho, ella sereíaymedecíaquecómocreíayo.Robbiemeprovocaba una extraña sensación en elestómago y no podía evitar quedarmemirándolo fijamente cada vez que estabacerca. Trataba de no hacerlo, pero no podíaevitarlo.Enunmomentodado,sediocuentaycomenzó a mirarme fijamente él a mí. Él yNelbromeabanalrespectoy,aveces,alfijarlavistaenmí,élserelamíaysereía.

Los chicos también estaban en la poza,pero en el otro lado. Nadaban, trepaban porlas rocas, se empujaban al agua, reían ysoltaban tacos y se llamabanmaricas unos aotros. Así parecía ser siempre: las chicas sesentabanaesperaryloschicoshacíaneltontohastaqueseaburríaneibanahacercosasconellas (que a veces se resistían y otras, no).Todas las chicas salvo Nel, que no teníamiedodetirarsedecabezaalaguaymojarseel pelo, que disfrutaba de la dureza y la

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agresividad de los juegos de los chicos, queselasarreglabaparaseralmismotiempounomásdeellosyelmáximoobjetodesudeseo.

Yo no me junté con los amigos de Nel,claroestá.Extendímitoallabajolosárbolesymeacomodéencimasola.Aciertadistanciademí había otro grupo de chicas más jóvenes,másomenosdemiedad,yreconocíaunadeellas de veranos anteriores. Ella me dirigióuna sonrisa y yo se la devolví. Cuando lasaludé con la mano, sin embargo, apartó lamirada.

Hacía calor yme entraron ganas de ir alagua.Podíaimaginarexactamentecómoseríasentirlaenlapiel,suaveylimpia,asícomoelchapoteo del cieno bajomis pies o la cálidaluz anaranjada en mis párpados al flotar enplancha.Mequitélacamiseta,peroaquellonofue suficiente para mitigar el calor. Me dicuenta de que Jennymemiraba, arrugaba lanarizyluegobajabalosojosporquesabíaquehabíavistosuexpresióndeasco.

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Lesdilaespalda,metumbédeladoyabrímilibro.EstabaleyendoElsecreto.Memoríapor tener un grupo de amigos como el dellibro, tan estrechamente unido, cerrado ybrillante. Quería tener a alguien a quienseguir, alguien que me protegiera, alguiendestacable por su cerebro, no por sus largaspiernas. También sabía, sin embargo, que, sihabía personas así por los alrededores o enLondres,noquerríanseramigasmías.Yonoeraidiota,perotampocobrillante.

Nelsí.Ella vino al río a media tarde. Oí cómo

llamabaasusamigosyloschicoslallamabanaelladesdeloaltodelacantilado,sentadosenel borde, balanceando las piernas y fumandocigarrillos. Eché un vistazo por encima delhombroyvicómosequedabaenbañadorysemetía poco a poco en el agua, dejando queésta salpicara su cuerpo y disfrutando de laatenciónquedespertaba.

Los chicos descendieron el acantilado a

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travésdelaarboleda.Yometumbébocaabajoymantuvelacabezagachaylosojosfijosenla página que estaba leyendo, a pesar de queveía borrosas las letras.Deseé no haber ido,deseéquenadierepararaenmí,peronohabíanadaquepudierahacersinllamarlaatención,literalmente nada. Mi corpulencia informe yblanca no pasaba desapercibida en ningunaparte.

Los chicos tenían una pelota de fútbol ycomenzaronajugarconella.Podíaoírcómose lapedíanentresí,elchapoteode lapelotaalcaerenelaguao las risasde laschicasalsersalpicadas.Y,derepente,notéeldolorosoimpacto de la pelota en el muslo. Todos seecharonareír.Robbielevantólamanoyvinocorriendohaciamípararecogerla.

—Losiento, lo siento—dijoalacercarsea mí con una amplia sonrisa—. Lo siento,Julia,noqueríadarte.

Recogió la pelota y vi cómo miraba lamarcarojayembarradaenmicarne,páliday

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marmórea como la grasa fría de un animal.Alguien dijo algo sobre una gran diana, sí,algocomoqueeramás fácildarleamiculoquemeterlaporlapuertadeungranero.

Volví a mi libro. Al poco, la pelotaalcanzó un árbol que estaba a sólo unosmetros.

—Losiento—exclamóalguien.Yo los ignoré, pero volvió a suceder. Y

luego otra vez. Me di la vuelta. Estabanapuntándome a mí. Prácticas de tiro. Laschicas se partían de risa, y las carcajadas deNeleranlasmásaltasdetodas.

Me incorporé e intenté decirles quepararan.

—Sí, está bien. Muy divertido. Ahora yapodéis parar. ¡Vamos! ¡Ya basta! —exclamé,perootro lediounapatadaa lapelotayéstasaliódisparadahaciamí.

Extendí los brazos para protegerme lacarayelbalónmegolpeóenlacarne.Fueunimpacto fuerte y doloroso. Noté que las

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lágrimasacudíanamisojosymepusedepie.Las otras chicas, las más jóvenes, tambiénestabanmirando.Unadeellassehabíallevadounamanoalaboca.

—¡Ya basta! —gritó—. Le habéis hechodaño.Estásangrando.

Yo bajé la mirada. Tenía sangre en lapierna.Unhilorecorríael interiordelmusloendireccióna la rodilla.Noeraeso, losupede inmediato, nomehabíanhechodaño.Loscalambres en el estómago, el dolor deespalda..., y durante toda la semanamehabíasentido más abatida de lo habitual. Estabasangrando, y no un poco, sino de formaabundante: tenía los pantalones cortosempapados. Todos estaban observándomefijamente. Las chicas dejaron de reír ycomenzaron a mirarse entre sí con la bocaabierta,amediocaminoentreelespantoy lahilaridad.AdvertíqueNel tambiénmeestabaobservando y entonces apartó la vista. Casinotécómoseencogía.Sesentíaabochornada.

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Avergonzada demí.Me apresuré a ponermelacamiseta,mecoloquélatoallaalrededordela cintura y me marché renqueandotorpemente por el sendero. Mientras mealejaba, pude oír cómo los chicos volvían areírse.

Esanoche,fuianadar.Tarde.Mucho,muchomás tarde.Antes de eso, estuve bebiendo.Miprimeraexperienciaconelalcohol.Ytambiénpasaronotrascosas.Robbievinoabuscarmeysedisculpópor laformaen laqueélysusamigossehabíancomportado.Medijocuántolo sentía, y luegocolocóunbrazo alrededordemishombrosyañadióquenoteníaporquésentirmeavergonzada.

De todosmodos,más tarde fui a la Pozade lasAhogadas,yNelmesacóa rastrasdelagua.Me llevó a la orilla,me puso de pie ymediounafuertebofetada.

—Maldita zorra gorda y estúpida..., ¿se

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puedesaberquéestabashaciendo?¿Quécoñoestásintentandohacer?

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2015

MIÉRCOLES,12DEAGOSTO

Patrick

La casita de campo de los Ward no erapropiedad de losWard desde hacía casi cienaños,ytampocodePatrick.Enrealidad,yanoparecía ser propiedad de nadie. Patricksuponía que probablemente pertenecía alayuntamiento local, si bien nadie la había

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reclamado. En cualquier caso, él tenía unallave,demodoquesesentíaalgodueñodelamisma. Pagaba las pequeñas facturas deelectricidadydegas,yunospocosañosantesélmismohabíapuestounapuertaconcerrojodespuésdequeunosgamberrosecharanabajola vieja.Ahora sólo él y su hijo Sean teníanllaves,demodoqueellugarestuvieralimpioyordenado.

Sólo que a veces no echaba el cerrojo y,en realidad, ya nunca estaba seguro de si lohabía echado o no. Ese último año habíacomenzado a sentir cada vezmásmomentosdeconfusiónenlosqueloacometíaunpánicotan atroz que se negaba a hacerle frente. Aveces olvidaba palabras o nombres y lellevaba un largo rato recordarlos. Viejosrecuerdos ferozmente vivaces yperturbadoramente ruidososvolvían a salir ala superficie y rompían la paz de suspensamientos, veía sombrasmoviéndose conelrabillodelojo.

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Patrickibaríoarribacadadía,yaformabaparte de su rutina: se levantaba temprano,recorría casi cinco kilómetros por la riberahasta la casita de los Ward y a veces sequedaba ahí pescando durante una o doshoras. Eso lo hacía menos en los últimostiempos. No era sólo que además estuvieracansadooqueledolieranlaspiernas,sinoquecarecíadelavoluntadnecesaria.Habíadejadode obtener placer de cosas que antes se loproporcionaban. Pero todavía le gustaba ir acomprobarcómoestabatodoy,cuandonoledolían las piernas, hacía el camino de ida yvuelta en un par de horas. Esta mañana, sinembargo, se hadespertado con la pantorrillaizquierda hinchada y dolorida, y la sordapalpitación que sentía en la vena erapersistente como un reloj. Así pues, hadecididocogerelcoche.

Sehalevantadodelacama,sehaduchado,sehavestidoy,derepente,harecordadoconcierta irritación que tenía el coche en el

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garaje. Se había olvidado por completo derecogerloeldíaanterior.Mascullandoparasí,ha cruzado renqueando el patio parapreguntarle a su nuera si podía dejarle elsuyo.

La esposa de Sean, Helen, estaba en lacocinafregandoelsuelo.Enépocadeclases,a esas horas ya habría salido de casa: es ladirectora de la escuela y siempre se asegurade estar sentada en su despacho a las siete ymedia cadamañana. Pero ni siquiera durantelas vacaciones escolares es de las que sequedanenlacamahastatarde.Noformapartedesunaturalezaserociosa.

—Te has levantado temprano—ha dichoPatrick al entrar en la cocina, y ella hasonreído.

A causa de las arrugas de sus ojos y lasmechas grises que salpicaban su corto pelocastaño,Helenparecíamayorde los treintayseis añosque tiene.Mayorymás cansadadeloquedebería,hapensadoPatrick.

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—Nopodíadormir—harespondidoella.—¡Oh,losiento,querida!Helensehaencogidodehombros.—¿Qué se le va a hacer?—Ha dejado la

fregona en el cubo y la ha apoyado en lapared—.¿Quieresque teprepareuna tazadecafé, papá? —Así era como lo llamabaúltimamente.Al principio, aPatrick ese tratoafectuoso le había resultado extraño, peroahora le gustaba; el tono de su voz alpronunciar la palabra lo enternecía. Él le hacontestadoquese llevaríaalgodecaféenuntermo y le ha explicado que quería ir ríoarriba—.No teacercarása lapoza,¿verdad?—lehapreguntadoella—.¿Sóloyocreo...?

Élhanegadoconlacabeza.—No. Claro que no. —Se ha quedado

callado—.¿CómollevaSeanelasunto?Ellasehaencogidodehombrosdenuevo.—Yasabes.Nohablamuchodeltema.

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Sean y Helen vivían en la casa que antañoPatrick había compartido con su esposa.Cuando ésta murió, Sean y Patrick vivieronjuntos en ella. Mucho después, tras elmatrimonio de Sean, reformaron el viejogranero que había al otro lado del patio yPatrick se mudó allí. Sean protestóargumentando que él y Helen eran quienesdebíanhacerlo,peroPatricknoleshizocaso.Quería que estuvieran en su antigua casa, legustabalasensacióndecontinuidad,laideadeque los tres formaran su propia pequeñacomunidad,unaqueerapartedelpueblo,perotambiénungrupoaparte.

CuandohallegadoalacasitadelosWard,Patricksehadadocuentadeinmediatodequealguienhabíaestadoallí.Lascortinasestabancorridasyhabíandejado lapuertadeentradaligeramente entreabierta. En el interior, haencontrado la cama sin hacer. En el suelohabía vasos vacíos con restos de vino y uncondón flotaba en el retrete. En un cenicero

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habíacolillasdecigarrillosdetabacodeliar.Hacogidounaylahaolidoenbuscadelolordelamarihuana,perosólohapercibidoeldelaceniza.Tambiénhabíaotrascosas,restosderopaybaratijas:uncalcetínazul,uncollardecuentas.Lo ha recogido todo y lo hametidoen una bolsa de plástico. Ha quitado lassábanasdelacama,halavadolosvasosenelfregadero,hatiradolascolillasenelcubodelabasurayha cerradoconcuidado lapuertatras de sí. Lo ha llevado todo al coche y hadejado las sábanas en el asiento trasero, labasura en el maletero y las baratijas en laguantera.

Ha cerrado el coche con llave y se hadirigidohacialaorilladelrío,encendiéndoseuncigarrillodecamino.Lapiernaledolíay,al inhalar,hanotado la tensiónenelpechoyel humo caliente en el fondo de la garganta.Ha tosido imaginando que podía sentir elescozoracreensuscansadosyennegrecidospulmones.Depronto,sehasentidomuytriste.

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Esosestadosdeánimoloacometíandevezencuandoyloatenazabanconunafuerzatalquederepenteseencontrabaasímismodeseandoquetodollegaraasufin.Todo.Haechadounvistazoalríoysehasorbidolanariz.Nuncaha sido unode esos que ceden a la tentaciónderendirseysesumergenenelaguaparaquetodo desaparezca, pero es lo suficientementehonesto para admitir que a veces incluso élsienteelatractivodelolvido.

Para cuando ha regresado a casa, ya eramedia mañana y el sol estaba en lo alto delcielo.Enelpatio,Patrickhadivisado lagatacallejeraalaqueHelenhabíaestadodandodecomer.Semovíaperezosamenteendireccióna la mata de romero que había debajo de laventanadelacocina.Haadvertidoqueteníaellomountantoarqueadoylabarrigahinchada.Estaba preñada. Tendría que hacer algo alrespecto.

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JUEVES,13DEAGOSTO

Erin

Los vecinos de mierda que tengo en elapartamento de mierda que he alquiladotemporalmenteenNewcastleestabanteniendolamadredetodaslasdiscusionesalascuatrode la madrugada, de modo que he decididolevantarme e ir a correr. Cuando ya estabavestida y preparada, he pensado: «¿Por quésalir a correr aquí cuando puedo hacerloallí?».Así que he conducido hastaBeckford,he aparcado delante de la iglesia y me hedirigidoalsenderodelrío.

Alprincipiohasidoduro.Trasdejaratrás

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lapoza,hayquesubirlacolinayluegobajarlapendienteporelotrolado,perodespuésdeesoelterrenosevuelvemuchomásllanoyesidealparacorrer:fresco—aesahoratodavíano aprieta el calor del verano—, tranquilo,pintoresco y sin ciclistas, a años luz deltrayectoquehacía juntoalRegent’sCanaldeLondres, esquivando bicis y turistas todo elrato.

Unospocoskilómetrosríoarriba,elvallese ensanchaba y se extendía hasta la colinaverde de enfrente, en la que se podíandistinguirlasovejaspastando.Hecorridoporun terreno llano con pequeños guijarros,yermo salvo por unos pocos tramos conhierbay laubicuaaulaga.Avanzaba rápidoyconlacabezagachahastaque,cuandollevabamás o menos un kilómetro y medio, hellegado a una pequeña casita de campo untanto apartada de la orilla del río y con ungrupodeabedulesenlapartetrasera.

Heaminoradolamarchapararecobrarel

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alientoymehedirigidoaledificioaecharunvistazo. Era un lugar solitario, en aparienciadesocupado, pero no abandonado. Habíacortinas,parcialmentecorridas,ylasventanasestabanlimpias.Heechadounvistazodentroyhevistounpequeñosalónamuebladocondossillonesverdesyunamesitaentreambos.Heintentadoabrirlapuerta,peroestabacerrada,demodo queme he sentado a la sombra delescalónde laentraday lehedadountragoala botella de agua que llevaba encima.Estirando los músculos de las piernas yflexionandolostobillos,heesperadoquemispulsacionesymirespiraciónsenormalizaran.Enlabasedelmarcodelapuerta,hevistoquealguienhabíagrabadounmensaje:«Annie laloca estuvo aquí», y una pequeña calavera allado.

Unoscuervospeleabanenlosárbolesquehabíadetrásdelacasita,peroapartedeesoydelocasionalbalidodealgunaoveja,elvalleestaba en calma y la paz era absoluta. Me

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consideroamímismaunachicadeciudaddelacabezaa lospies,peroestesitio—apesardeloraroquees—terminaporenamorarte.

El inspector Townsend ha convocado lareunióninformativaparapocodespuésdelasnueve.Noéramosmuchos:unpardeagentesuniformadosquehanestadoayudandoconlosinterrogatoriosalosvecinos,lajovenagenteCallie,Velludo,elpolicíadelacientíficayyo.Townsend estuvo presente en la autopsiarealizadaporelforenseynoshapuestoaldía,si bien la mayoría de los datos eran deesperar. Nel murió a causa de las heridassufridas en la caída. No había agua en lospulmones (no se ahogó, sino que murió alimpactarconelagua).Ynoteníaheridasqueno pudieran ser explicadas por la caída (niarañazos ni moratones que parecieran fuerade lugar o que sugirieran que alguien máshabía estado implicado). También tenía unacantidad importante de alcohol en la sangre(equivalenteaunostresocuatrovasos).

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Callie nos ha puesto al día sobre losinterrogatoriosalosvecinos,aunquetampocohabíamuchascosasquecontar.SabemosqueNelestuvoenelpubbrevementeeldomingoporlatardeyquesemarchódelmismosobrelas siete. También que estuvo en la Casa delMolinoalmenoshastalasdiezymedia,horaalaqueLenasefuealacama.Nadielahabíavistodespuésdeeso.Tampoconadielahabíavisto involucrada en ningún altercado losúltimos días, aunque está ampliamenteaceptadoquenocaíamuybien.A los localesno lesgustaba la actitudde esa forasteraquese comportaba como si tuviera derecho ainstalarseensupuebloparacontarsuhistoria.¿Quiénsehabíacreídoqueera?

Velludo había estado revisando la cuentadecorreoelectrónicodeNel.Alparecer,éstahabía abierto una dedicada en exclusiva a suproyecto para que la gente le enviara sushistorias. En general, sólo había recibidoinsultos.

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—Lo cierto es que tampoco se trata decosaspeoresdeloquemuchasmujerestienenque soportar en internet en circunstanciasnormales —ha dicho encogiéndose dehombros con aire de disculpa, como si élfuera responsable de todos los idiotasmisóginosquepululanporelciberespacio—.Seguiremos investigando los correos, claro,pero...

El resto del testimonio de Velludo, sinembargo,haresultadoserbastanteinteresante.Paraempezar,hademostradoqueJuliaAbbottnos habíamentido: el teléfonodeNel seguíadesaparecido, pero el registro telefónico delasllamadasquehabíarealizadoindicabaque,sibiennousabaamenudoelmóvil, síhabíahecho once llamadas al teléfono de suhermana en los últimos tres meses. Lamayoríahabíanduradomenosdeunminuto,aveces,dosotres;ningunadelasllamadasera,pues, particularmente larga, pero tampocohabíacolgadodeinmediato.

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Velludo también había conseguidodeterminar la hora de la muerte. La cámaraescondidaentrelasrocasdelaorilla—laqueno había sufrido daños— había registradoalgo. Nada gráfico ni revelador, sólo unmovimientoborrosoen laoscuridadseguidodeunchapoteo.Segúnesaimagen,las2.31delamadrugada era la hora a la queNel habíacaídoalagua.

Pero Velludo se ha guardado lo mejorparaelfinal.

—Hemos conseguido obtener una huelladel estuche de la otra cámara, la que estádañada—ha dicho—.No coincide con la denadie que tengamos fichado, pero tal vezpodríamospedirlesaloshabitantesdelpuebloquefueranpasándoseporcomisaríaparaquepudierandescartarseasímismos.

Townsendhaasentidodespacio.—Sé que esa cámara ya había sufrido

algunosdaños en el pasado—haproseguidoVelludo encogiéndose de hombros—, de

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modo que es probable que no obtengamosnadaconcluyente,pero...

—Aunasí,averquéaverigua.Lodejoensusmanos—hadichoTownsend,mirándomea mí—. Yo hablaré con Julia Abbott sobreesas llamadas.—Luegosehapuestodepieyhacruzado losbrazosybajado labarbilla—.He de informarlos de que esta mañana herecibido una llamada de la comisaríaprovincial. —Ha suspirado profundamente ylos demás hemos intercambiado miradas.Sabíamos lo que venía a continuación—.Teniendo en cuenta los resultados de laautopsiaylaausenciadepruebasfísicassobrela posibilidad de que hubiera algún tipo dealtercado en ese acantilado, estamosobligados a no «malgastar recursos» —hapronunciado esas palabras dibujando unascomillas con los dedos en el aire—investigandoloquecasiconseguridadseaunsuicidio o una muerte accidental. Soyconsciente de que todavía queda mucho

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trabajoporhacer,perotendremosquehacerlocon rapidez y eficacia. No vamos a poderdedicarlemuchotiempoaesto.

No ha sido exactamente una sorpresa.Hepensadoenlaconversaciónquetuveconéleldíaenquemeincluyeronenelcaso:«Lomásseguro es que se haya tirado». Todo eranprecipitaciones, pues; bien de acantilados,bien a la hora de extraer conclusiones.Algoprevisible, teniendo en cuenta la historia dellugar.

Aun así, no me gustaba. No me gustabanadaquesehubieranencontradodosmujeresen el agua en el transcurso de unos pocosmeses y que encima se conocieran entre sí.Estaban conectadas, tanto geográfica comopersonalmente.Porejemplo,atravésdeLena,queeralamejoramigadeunaylahijadelaotra. Ella había sido la última persona quehabíavisto a sumadrevivay era la primeraen insistir en que todo eso —no sólo lamuertedesumadre,sinotambiénelmisterio

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que la rodeaba— era lo que «ella habíaquerido». Qué comentario más extraño paraunaadolescente.

Selohecomentadoalinspectoralsalirdela comisaría y él me ha mirado de formaamenazante.

—Sólo Dios sabe qué debe de estarpasandoporlacabezadeesachica—hadicho—. Estará intentando encontrarle algúnsentido. Estará... —Se ha interrumpido degolpe.

Una mujer venía en nuestra direcciónmascullando algo para sí. En realidad, másquecaminarparecíaquefueraarrastrandolospies.Vestíaunabrigonegroapesardelcalory llevaba el pelo gris con mechas de colorpúrpura y las uñas pintadas con laca oscura.Parecíaunagóticaentradaenaños.

—Buenos días, Nickie —ha dichoTownsend.

Lamujer ha levantado la vista hacia él yluego me ha mirado a mí entornando unos

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ojosenmarcadosporunasprominentescejas.—Mmpf —ha mascullado,

presumiblemente a modo de saludo—. ¿Hasaveriguadoalgo?

—¿Averiguadoalgosobrequé,Nickie?—¡Sobre quién lo ha hecho! —ha

farfullado la mujer—. ¡Sobre quién laempujó!

—¿Quién laempujó?—herepetidoyo—.¿Se refiere a Danielle Abbott? ¿Acaso tieneinformación que pueda sernos de utilidad,señora...?

Ella me ha fulminado con la mirada yluegosehavueltohaciaTownsend.

—¿Quién diantre es ésta? —le hapreguntado al inspector señalándome con elpulgar.

—Es la sargento Morgan —ha dicho élcon serenidad—. ¿Hay algo que quierascontarnossobrelaotranoche,Nickie?

Ellahavueltoamascullaralgo.—No vi nada —ha respondido entre

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gruñidos—. E incluso si lo hubiera hecho,vosotrostampocomeescucharíais,¿verdad?

Luego ha seguido adelante calle abajo,arrastrandolospiesysindejardemascullar.

—¿De qué va todo esto? —le hepreguntado al inspector—. ¿Es alguien conquiendebamoshablardeformaoficial?

—Yo no me tomaría muy en serio aNickie Sage—ha contestado él negando conla cabeza—. No es alguien precisamentefiable.

—¿Yeso?—Dice que esmédium, que puede hablar

conlosmuertos.Tuvimosalgunosproblemascon ella en el pasado, fraude y cosas así.Tambiénaseguradescenderdeunamujerquefue asesinada aquí por unos cazadores debrujas —ha añadido con sequedad—. Estálocadeatar.

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Jules

Estaba en la cocina cuando ha sonado eltimbredelapuerta.Hemiradoporlaventanayhevistoal inspectorese,Townsend,depieen losescalonesde laentrada,con lamiradalevantadahacia lasventanas.Lenaha llegadoal vestíbulo antes que yo, ha abierto y hadicho:

—Hola,Sean.Townsendhaentradoenlacasarozandoel

delgado cuerpo de Lena y reparando (esimposible que no lo haya hecho) en lospantalonesvaqueroscortadosylacamisetadela lengua de los Rolling Stones que llevaba.Luegohaextendidolamanohaciamíyyoselaheestrechado.Teníalapalmaseca,perohepercibidounbrillopocosaludableensupiel,y bajo sus ojos eran visibles unas oscurasojeras.Lenaselohaquedadomirandoconlos

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párpadosentornados,sehallevadolosdedosa la boca y ha comenzado a morderse lasuñas.

Yo lo he guiado a la cocina y Lena havenido detrás de nosotros. El inspector y yonos hemos sentado a la mesa y ella se haapoyado en la encimera. Ha cruzado untobillo sobre el otro. Luego ha cambiado lapiernasobrelaquehabíaapoyadoelpesodelcuerpoyhavueltoacruzarlos.

Townsendnolahamirado.Hatosidoysehafrotadolamuñecaconlapalmade laotramano.

—Laautopsiayahaterminado—hadichoenun tonodevozbajo.Hamirado aLenayluegoamí—.Nelmurióacausadel impactodelacaída.Nohayningunaindicacióndequenadie más estuviera implicado. Hemosencontradoalgodealcoholensusangre...—habajado todavíamás el volumende su voz—,suficienteparamermarsuscapacidadesyquesupasofuerainestable.

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Lena ha hecho un ruido. Un largo yestremecedor suspiro.El inspector ha bajadolamiradaalasmanos,quehabíacruzadoantesíenlamesa.

—Pero...Nelcaminabaporeseacantiladoconelpasosegurodeunacabra—hedicho—.Ypodíabeberseunospocosvasosdevinosinque le afectaran. De hecho, podría haberseterminadounabotellay...

Élhaasentido.—Talvez.Peroesanoche,allíarriba...—No fue un accidente —ha dicho Lena

bruscamente.—Nosesuicidó—hereplicadoyo.Ella me ha mirado con los ojos

entornadosyunamuecaenloslabios.—¿Ytúquésabes?—mehapreguntado,y

luego se ha vuelto hacia el inspector—.¿Sabes que Julia te mintió? Os dijo que notenía ningún contacto con mi madre, peromamáintentóllamarlanosénicuántasveces.Ella nunca contestaba, ella nunca le devolvió

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las llamadas y ella nunca...—Se ha quedadocallada, mirándome—. Ella es... ¿Se puedesaberporquéestásaquí?Noquieroqueestésaquí.

Luego se ha marchado de la cocinacerrando la puerta con un fuerte golpe. Uninstante después también se ha oído unportazoensuhabitación.

El inspector Townsend y yo hemospermanecido un momento sentados ensilencio.Heesperadoquemepreguntaraporlasllamadas,peronohadichonada;teníalosojos cerrados y su rostro continuabainexpresivo.

—¿No le extraña lo convencida que estádequeNellohizoapropósito?—hedichoyoalfin.

Él se ha vuelto hacia mí con la cabezaligeramente ladeada, pero ha seguido sindecirnada.

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—¿No tienen ningún sospechoso en lainvestigación? Es decir..., no parece que anadieleimportequehayamuerto.

—¿Y a usted sí? —ha dicho él conserenidad.

—¿Qué clase de pregunta es ésa? —Henotadoquemirostrocomenzabaasonrojarse.Sabíaloqueveníaacontinuación.

—SeñoritaAbbott—hadicho—.Julia.—Jules. Me llamo Jules. —Estaba

retrasandoloinevitable.—Jules—harepetido,ysehaaclaradola

garganta—. Tal y como Lena acaba demencionar, aunque usted nos dijo que nohabía tenidoningúncontactoconsuhermanaenaños,losregistrostelefónicosdelmóvildeNelnoshanreveladoque,sóloenlosúltimostres meses, ella hizo once llamadas a suteléfono.—Yo he apartado la mirada con elrostro sonrojado por la vergüenza—. Oncellamadas.¿Porquénosmintió?

(«Siempre está mintiendo —has

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murmurado en un tono amenazante—.Siempre.Siemprecontandocuentos.»)

—No lesmentí—he replicado—. Nuncahablé con ella.Es lo que ha dichoLena: ellamedejabamensajes,peroyonuncarespondía,de modo que no les mentí—he repetido, sibien inclusoamímismamehaparecidounaexplicación débil, poco convincente—.Mire,nopuedepedirmequese loexplique,porquees imposible que un desconocido puedacomprenderlo.Nel y yo teníamos problemasdesdehacíaaños,peroesono tienenadaqueverconsumuerte.

—¿Cómopuedesaberlo?—hapreguntadoTownsend—. Si no hablaba con ella, ¿cómopuedesaberconquétienequeversumuerte?

—Yo sólo... Tome —he dicho,ofreciéndole mi móvil—. Cójalo. Escucheustedmismosusmensajes.

Me temblaban las manos y, cuando elinspector ha extendido un brazo para cogermi teléfono, he visto que las suyas también.

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Haescuchadotuúltimomensaje.—¿Por qué no le devolvía las llamadas?

—me ha preguntado entonces con algoparecido a la decepción en el rostro—.Parecíaalterada,¿nocree?

—No, yo... No lo sé. Parecía... Nel. Unasveces estaba feliz, otras triste, algunasenfadada,enmásdeunaocasiónhabíabebidomás de la cuenta... Todo eso no quería decirnada.Ustednolaconocía.

—¿Guarda los mensajes de las otrasllamadas que le hizo? —me ha preguntadoentonces,endureciendoligeramenteeltono.

No los guardaba. No todos. Pero él haescuchadolosquesíteníaaferrándosecontalfuerza al móvil que los nudillos se le hanpuesto blancos.Cuando ha terminado,me hadevueltoelaparato.

—No los borre. Puede que necesitemosvolver a escucharlos.—Se ha puesto de pieempujando la silla hacia atrás y yo lo heseguidoalvestíbulo.

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Enlapuerta,sehavueltohaciamí.—Hededecirquemeresultaextrañoque

no le contestara —ha declarado—. Que nointentara averiguarporquénecesitabahablarconustedconesaurgencia.

—Pensaba que sólo quería llamar laatención—hedichoyoenvozbaja,yélsehadadolavuelta.

Hasta que ha cerrado la puerta no lo herecordado. Inmediatamente, he salidocorriendodetrásdeél.

—¡Inspector Townsend! —he exclamado—. Había un brazalete. El brazalete de mimadre. Nel siempre lo llevaba. ¿Lo hanencontrado?

Élsehavueltohaciamíyhanegadoconlacabeza.

—No hemos encontrado nada. Lena lecontó a la agente Morgan que, a pesar dellevarlo amenudo, no se lo ponía todos losdías. —Y, bajando la cabeza, ha añadido—:Aunque, claro, supongo que usted no podía

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sabereso.Luego, tras echar un último vistazo a la

casa,sehametidoensucocheyharecorridopoco a poco el camino de entrada dandomarchaatrás.

Jules

Así que, de algún modo, esto ha terminadosiendo culpa mía. Eres increíble, Nel. Ya noestásaquí,probablementehas sidoasesinada,y todo el mundo me señala a mí. ¡Si yo nisiquiera estaba aquí! De repente, me hesentido de mal humor, reducida a mi yoadolescente. Me han entrado ganas degritarles.¿Cómopuedeserestoculpamía?

Cuando el inspector se ha marchado, hevueltoaentrarenlacasay,unavezdentro,he

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vistomi imagen en el espejo del vestíbulo yme ha sorprendido verte a ti devolviéndomela mirada (más vieja y no tan guapa, peroseguíassiendotú).Hesentidounapunzadaenel pecho y, al llegar a la cocina, hecomenzadoallorar.Sitefallé,necesitosabercómo. Puede que no te quisiera, pero nopuedo haberte tenido abandonada de estemodo, haberte proscrito así. Quiero saber sialguientehizodañoyporqué;quieroquelopague.Quieroponerfina todoestoparaquequizá tú puedas dejar de susurrarme al oído«Nosalté,nosalté,nosalté».Tecreo,¿vale?Y —susúrralo— quiero saber que estoy asalvo.Quierosaberquenadievaavenirapormí.Quierosaberquelaniñaqueestoyapuntode acoger bajomi ala es sólo eso, una niñainocente,nootracosa.Noalgopeligroso.

NohedejadodepensarenelmodoenelqueLenamirabaal inspectorTownsendyeneltonodesuvozcuandolohallamadoporsunombredepila(¿sunombredepila?).Mehe

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preguntado si lo que les ha dicho sobre elbrazaleteeracierto.Amímehasonadofalso,pues todavía recuerdo cómo te apresuraste areclamarlo, a hacerlo tuyo. Es posible quesólo insistieras en quedártelo porque sabíascuánto lo quería yo. Cuando lo encontrasteentre las cosasdemamáy te lopusiste en lamuñeca,mequejéapapá(sí,contandocuentosotra vez) y pregunté por qué tenías quequedártelo tú. «¿Por qué no?—replicaste—.Soylamayor.»Y,cuandosehubomarchado,sonreístemientrasloadmirabasentumuñeca.«Mesientabien—dijiste—.¿Noteparecequeme sienta bien?—Y, pellizcándome la grasadelbrazo,añadiste—:Dudoqueatitecupieraenesebrazotanrollizo.»

Me he secado las lágrimas de los ojos.Solías meterte conmigo de esa forma; lacrueldad siempre se te dio bien. Algunaspullas —sobre mi tamaño, o lo lenta oaburrida que era— podía ignorarlas. Otras—«Vamos, Julia... Sé honesta. ¿No hubo

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algunaparte de ti a la que le gustó?»—eranpinchosquesemeclavabanprofundamenteenlapielyqueyanopodíaretiraranoserquequisieravolveraabrirlasheridas.Laúltima,que me susurraste al oído el día queenterramos a nuestra madre, hizo que meentraran ganas de estrangularte con mispropias manos. Y, si me hacías eso amí, sierascapazdehacermesentirasí,¿aquiénmáspudistedespertarleinstintoshomicidas?

He bajado a las entrañas de la casa, a tuestudio,ymehepuestoa revisar tuspapeles.He comenzado con las cosas mundanas. Enlosarchivadoresdemaderacolocadoscontrala pared he encontrado carpetas con tuexpedientemédicoy el deLena, así comoelcertificado de nacimiento de ella, en el que,por cierto, no aparece el nombre del padre.Sabíaqueéseseríaelcaso,porsupuesto;éseeraunode tusmisterios, unode los secretosqueguardabasconmáscelo.Ahorabien,¿quenisiquieraLenalosepa?(Hedepreguntarme,

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concrueldad,siacasotampocotúlosabías.)Había también informes escolares de la

escuela Montessori de Park Slope, enBrooklyn,ydelaescuelaydelinstitutolocalde Beckford. También las escrituras de lacasa, un seguro de vida (del cual Lena es labeneficiaria)yextractosdecuentasbancariasydefondosdeinversión.Lastípicascosasdeunavidarelativamenteordenada,sinsecretosescondidosniverdadesocultas.

En los cajones más bajos he encontradolos archivos relativos al «proyecto»: cajasrepletasdecopiaspreliminaresdefotografíasy páginas de notas. Algunas estabanmecanografiadas; otras, escritas en tinta azulo verde con tu letra de trazo delgado einseguro,y llenasdepalabras tachadasyquehabías vuelto a escribir en mayúsculas ysubrayadas,comolosdesvaríosdeunteóricode laconspiración.Una loca.Adiferenciadelos otros archivos, los administrativos,ningunodeéstosestabaenorden,eratodoun

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completo caos, estaba todomezclado. Comosi alguien lo hubiera revuelto en busca dealgo.Derepentehesentidouncosquilleoenlapiel y se me ha secado la boca. La policíahabía registrado tus cosas, claro. Tenían tuordenador, pero aun así tambiéndebierondequererveresto.Puedequebuscaranunanota.

Heechadounvistazoalaprimeracajadefotografías.Lamayoríaerandelapoza,delasrocas, de la pequeña playa arenosa... Enalgunashabíasescritocosasenlosmárgenes,códigos que no podía descifrar. Tambiénhabía fotos de Beckford: de sus calles y suscasas(lasbonitasdepiedra,perotambiénlasfeas).Unadeéstaslahabíasfotografiadounay otra vez. Se trataba de una sencilla casaeduardiana adosada con las cortinas sucias amedio echar. Había imágenes del centro delpueblo,delpuente, delpub,de la iglesia, delcementerio...YdelatumbadeLibbySeeton.

Pobre Libby. De pequeña, estabasobsesionada con ella. Yo odiaba esa historia

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triste y cruel, pero tú siempre queríasescucharla una y otra vez. Querías escucharcómoLibby,todavíaniña,erasumergidaenelagua acusada de brujería. «¿Por qué?»,pregunté yo en una ocasión, y mamá meexplicó que «ella y su tía teníanconocimientossobrehierbasyplantas.Sabíancómohacermedicina».Amíesomeparecióuna razón estúpida, pero las historias de losadultosestabanllenasdecrueldadesestúpidas:niñospequeñosrechazadosenlapuertadeunaescuela porque su piel era de un colorequivocadoogentegolpeadaoasesinadaporvenerar aldios equivocado.MásadelantemecontastequelodeLibbynosehabíadebidoalamedicina,sinoaquesedujo(meexplicastelapalabra)aunhombremayorylopersuadióparaqueabandonaraa suesposay a suhijo.Eso no hizo que disminuyera la fascinaciónquesentíasporella;paratieraunapruebadesupoder.

Una vez, cuando tenías seis o siete años,

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insististeenponerteunadelasantiguasfaldasdemamápara ir a lapoza; laarrastrasteportodo el camino de tierra, aunque la llevabaspor debajo de la barbilla. Trepaste por lasrocasysaltastealaguamientrasyojugabaenlaplaya.TepusisteahacerdeLibby:«¡Mira,mamá! ¡Mira! ¿Crees que me hundiré o memantendréaflote?».

Todavíapuedover cómo lohaces,puedorecordar la excitación en tu rostro y puedosentir la suavemanodemamáen lamía, asícomolacálidaarenaenlasplantasdelospiesmientras te observábamos. Aunque esto notiene ningún sentido: si tú tenías seis o sieteaños, yo debía de tener dos o tres. Esimposiblequepuedarecordarlo,¿no?

Me acordé del encendedor con lasinicialesgrabadasqueencontréenelcajóndetumesilladenoche.«LS.»¿EsporLibby?¿Deverdad, Nel? ¿Tan obsesionada estabas conuna chica muerta hace trescientos años quehicistequegrabaransusinicialesenunadetus

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pertenencias? Quizá no. Quizá no estabasobsesionada.Quizásimplementetegustabalaideadesercapazdesostenerlaentupalma.

Hevueltoamirarlascarpetasenbuscademás cosas sobre Libby. He revisado páginasimpresas con texto y fotos, impresiones deviejos artículos de periódico, recortes derevistas... Aquí y allá, he ido encontrándomecon tus indelicados garabatos en el borde delaspáginas,quepor logeneralson ilegibles,rara vez descifrables. Algunos nombres loshabíaoídoyotrosno:LibbyyMary,AnneyKatieyGinnyyLauren,y,ahí,enloaltodelapáginadedicada aLauren, habías escrito contintanegra:«Beckfordnoesunlugarpropiciopara suicidarse. Beckford es un lugar en elquelibrarsedemujeresconflictivas».

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LaPozadelasAhogadas

Libby,1679

Ayerdijeronmañana,demodoquehallegadoel momento. Ella sabe que no tardarán.Acudirán a buscarla para llevarla al agua ysumergirla. Ella quiere que suceda, lo desea,se muere de ganas. Está cansada de sentirsetan sucia, del picor en la piel. Sabe que enrealidad eso no hará nada por sus llagas,ahora pútridas y malolientes. Necesitaríasaúco,o talvezcaléndula.Noestáseguradequéseríamejor,odesinoseráyademasiado

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tarde. La tíaMay lo sabría, pero ya no estáaquí,lacolgarondelahorcahaceochomeses.

A Libby le gusta el agua, adora el río apesardequeledamiedolapartemáshonda.Ahora estará suficientemente fría paracongelarla, pero al menos conseguirádeshacersedelosinsectosquetieneenlapiel.Cuando la arrestaron, le afeitaron la cabeza,pero el pelo le ha crecido un poco y ahoratiene bichos reptando por todas partes ymetiéndoseporcualquiersitio.Puedenotarlosen las orejas, en las comisuras de los ojos yentre las piernas. Se rasca hasta hacersesangre. Le sentará bien deshacerse de ellos,asícomodelolorasangreyasímisma.

Llegan por la mañana. Dos hombres,jóvenes, bruscos y malhablados. Ha sentidosus puños con anterioridad. Esta vez, no.Tienen cuidado porque han oído lo que hadichoelhombre,elquelavioenelbosqueconeldiabloentresuspiernasabiertas.Seríenyla abofetean, pero también le tienenmiedo y,

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encualquiercaso,estáyamuydesmejorada.Ellasepreguntasiélestarápresenteyqué

pensará.Tiempoatráslaencontrabahermosa,peroahoraseleestánpudriendolosdientesytiene la piel cubierta de cardenalesamoratados como si ya estuviera mediomuerta.

La llevan a Beckford, donde el río girabruscamenterodeandoelacantiladoyluegolacorrienteseralentizayelaguasevuelvemásprofunda.Ahíesdondelasumergirán.

Esotoñoysoplaunvientofrío,peroelsolbrilla con fuerza y se siente avergonzada dequeladesnudenaplenaluzdeldíadelantedetodosloshombresylasmujeresdelpueblo.Leparece oír sus gritos ahogados de horror osorpresa ante lo que se ha convertido LibbySeeton.

Estáatadaconcuerdaslobastantegruesasybastasparaprovocarlenuevasheridasymássangre en las muñecas. Sólo los brazos. Laspiernas, no. Luego le atan una cuerda

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alrededordelacinturaparaque,sisehunde,puedansacarlaotravez.

Cuandolallevanalaorilladelrío,ellasevuelve y lo busca con la mirada. Los niñosgritan al pensar que se ha vuelto paramaldecirlos, y los hombres la empujan alagua. El frío la deja sin aliento. Uno de loshombres tieneunapértigayse laclavaen laespalda, empujándola más y más adentro,hasta que no puede mantenerse de pie. Seadentra en el río hasta que todo su cuerpoquedasumergidobajoelagua.

Sehunde.El frío es tan intenso que se olvida de

dónde está. Abre la boca para dejar escaparun grito sofocado, pero sólo consigue tragaraguanegra.Comienzaaahogarseyforcejeayagitalaspiernas,peroestádesorientadaynoencuentraellechodelríobajosuspies.

Lacuerdatiraconfuerza,clavándoseleenlacintura,desgarrándolelapiel.

Cuandolasacanalaorilla,estállorando.

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—¡Otravez!Alguienpideunasegundaordalía.—¡Se ha hundido! —exclama una voz de

mujer—.Noesningunabruja,noesmásqueunaniña.

—¡Otravez!¡Otravez!Los hombres vuelven a atarla para la

segunda ordalía. Ahora, de otra forma: elpulgardelamanoizquierdaaldedogordodelpiederecho;eldeladerecha,aldelizquierdo.La cuerda alrededor de la cintura. Esta vezsonellosquieneslametenenelagua.

—¡Por favor!—comienza a suplicar ella,pues no sabe cuánto tiempo más va a podersoportarlanegrurayelfrío.

Quiere regresar a una casa que ya noexiste, aunaépocaen laqueella y su tía sesentabandelantedelachimeneaysecontabanhistorias la unaa la otra.Quiere estar en lacama de su casita de campo, quiere volver aserniñayadisfrutardeloloraleñaquemaday de la fragancia de las rosas y la dulce

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calidezdelapieldesutía.—¡Porfavor!Sehunde.Para cuando la sacandel agua

porsegundavez,tieneloslabiosamoratadosysualientoyasehaextinguidoporcompleto.

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LUNES,17DEAGOSTO

Nickie

Nickie se ha sentado en su sillón junto a laventana para ver cómo salía el sol y selevantaba la neblina matutina de las colinas.Apenashadormidoentodalanocheporculpadelcalorydelparloteode suhermanaen suoído. A Nickie no le gusta el calor. Es unacriatura hecha para climas más fríos: lafamiliadesupadreproveníadelasHébridas,erandelinajevikingo.Y,porpartedemadre,procedíandelestedeEscociaysetrasladaron

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al sur empujados por las cazas de brujas.Puede que la gente de Beckford no se locreyera y se burlara de ella y lamenospreciara, pero Nickie sabía quedescendía de brujas. Podía trazar una líneadirecta hasta sus antepasados, de Sage aSeeton.

Tras ducharse, desayunar y vestirse derespetuosonegro,Nickiehaidoprimeroalapoza.Unalargaylentacaminataalolargodelsendero. Ha agradecido la sombra que leproporcionaban los robles y las hayas. Aunasí, el sudor se le metía en los ojos y se leacumulaba en la parte baja de la columna.Cuandohallegadoalapequeñaplayadelladosur,sehaquitadolassandaliasysehametidohasta los tobillos. Luego se ha inclinado y,conlasmanos,sehamojadounpocolacara,el cuello y la parte superior de los brazos.Tiempo atrás, habría subido a lo alto delacantilado para presentar sus respetos aaquellas que habían caído y a aquellas que

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habían saltado y a aquellas a las que habíanempujado, pero sus piernas ya no se lopermitían, de modo que, si quería decirlesalgo a las nadadoras, tendría que hacerlodesdeallíabajo.

Nickie se encontraba en esemismo lugarlaprimeravezquesusojosseposaronenNelAbbott. Sucedió dos años antes y ella estabahaciendo eso mismo, remojándose pararefrescarse, cuando de repente divisó a unamujer en lo alto del acantilado. Vio cómocaminaba adelante y atrás. Una vez. Y luegootra.A la tercera,Nickiesintióuncosquilleoen las palmas de las manos. «Algo turbio»,pensó.Vio cómo lamujer se agachaba hastaponerse de rodillas y luego, cual serpientereptandosobresubarriga,searrastrabahastallegar almismo borde y se quedaba con losbrazoscolgando.

—¡Eh!—exclamó Nickie con el corazónenlaboca.

La mujer bajó la mirada y, para su

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sorpresa,sonrióylasaludóconlamano.Después de eso, comenzó a verla a

menudo.Nelpasabamuchotiempoenlapoza,tomando fotografías, dibujando, escribiendocosas.Acualquierhoradeldíaodelanoche,hiciera el tiempo que hiciese. Desde suventana, Nickie la veía cruzar el pueblo endirecciónalapozaenmitaddelanoche,bajounaventiscaocuandollovíaconlasuficientefuerza como para calarla a una hasta loshuesos.

Aveces,Nickieselacruzabaenelsenderoy Nel no pestañeaba. Ni siquiera se dabacuenta de que tenía compañía, así de absortaestaba en la tarea que tenía entre manos. ANickie le gustaba eso. Admiraba laconcentración de lamujer, lamanera en quesutrabajolaconsumía.Tambiénlegustabaladevoción que sentía por el río. Hubo untiempoenqueaNickielegustabameterseenelaguaenlascalurosasmañanasdeverano,sibienesosdíasyahabíanquedadoatrás.Nel,en

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cambio, nadaba al amanecer y al anochecer,enveranooen invierno.Sinembargo,ahoraque lo pensaba, hacía días que no la veíanadando; al menos, un par de semanas. Oquizámás.Ha intentado recordar cuándo fuelaúltimavez,peronohapodido,enparteporculpadelincesanteparloteodesuhermanaaloído,quelenublabaeljuicio.

Desearíaquesecallara.TodoelmundopensabaqueNickieerala

ovejanegradelafamilia,peroenrealidadésaera su hermana Jean. A lo largo de suinfancia, todos decían que Jeannie era labuena y elogiaban que hiciera lo que lemandaban. Al cumplir los diecisiete, sinembargo, no se le ocurrió otra cosa quehacersepolicía.¡Policía!Supadreeraminero,porelamordeDios.Unatraición,esofueloquedijosumadre,queeraunatraiciónatodala familia, a toda la comunidad. Sus padresdejaron de dirigirle la palabra, y se suponíaqueNickietambiéndebíacortartodarelación

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con ella. Pero no fue capaz. Jeannie era suhermanita.

Menudabocazatenía.Éseerasuproblema:no sabía cuándo debía cerrarla. Después dedejar la policía y antes de marcharse deBeckford, Jean le contó una historia que lepuso los pelos de punta y, desde entonces,Nickie había estado mordiéndose la lengua,escupiendo al suelo y murmurandoinvocaciones de protección cada vez quePatrickTownsendsecruzabaensucamino.

Hasta el momento, había funcionado.Estaba protegida. Jeannie, en cambio, no.DespuésdeeseasuntoconPatrickysuesposay todos los problemas que hubo después,JeanniesetrasladóaEdimburgoysecasóconun hombre inútil. Juntos, se pasaron lossiguientesquinceañosbebiendoalcoholhastamorir.Devezencuando,sinembargo,Nickietodavía la veía y hablaba con ella.Últimamente, con más frecuencia. Jeanniehabíavueltoa ser lamismacotorradeantes.

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Ruidosayconflictiva.Insistente.Esas últimas noches, desde que Nel se

ahogó, Jeanniehabía estadoparloteandomásque nunca. A Jeannie le habría gustado Nel,habríavistoalgodesímismaenella.ANickietambién le gustaba. Le gustaban susconversaciones,legustabaelhechodequelaescuchara cuando hablaba. Escuchaba sushistorias, pero no hizo caso de susadvertencias. Al igual que Jeannie, Neltampocosabíacuándodebíamantenerlabocacerrada.

Lacosaesque,aveces,digamosdespuésde una lluvia torrencial, el río crece y lacorriente remueve la tierra y saca a la luzcosas perdidas: los huesos de un cordero, labota de agua de un niño, un reloj de orocubierto de cieno, un par de gafas con unacadenita de plata. Un brazalete con el cierreroto.Uncuchillo,unanzuelo,unplomo.Latasy carritos de supermercado. Escombros.Objetos con importanciayotrosquecarecen

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deella.Yesoestábien,asísonlascosas,asíeselrío.Elríopuedeviajaralpasado,sacarlotodo a la luz de nuevo y regurgitarlo en lasorillas a plena vista de todo el mundo. Lagente, en cambio, no puede. Las mujeres nopueden. Cuando una comienza a hacerpreguntas y a poner pequeños anuncios entiendasypubs,cuandounacomienzaatomarfotografíasyahablarcon losperiódicosyahacerpreguntassobrebrujas,mujeresyalmasperdidas, no está buscando respuestas, sinoproblemas.

Nickielosabíabien.Trassecarse lospies,havueltoaponerse

las sandalias y ha empezado a recorrerlentamente el sendero, los escalones y elpuente de vuelta al pueblo. Para entonces yaeranlasdiezpasadas,casilahora.Haidoalatienda,sehacompradounalatadeCoca-Colay seha sentadoenelbancoquehayenfrentedelcementerio.Nopensabaentrar—laiglesiano era un lugar para ella—, pero quería

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verlos. Quería ver a los dolientes, a losmirones,alosdesvergonzadoshipócritas.

Sehaacomodadoenelbancoyhacerradolosojos.Lehaparecidoquelohacíasóloporun momento, pero cuando ha vuelto aabrirlos,lagenteyaestaballegando.Havistoa la joven policía, la nueva, dándose aires ymirandoaunladoyaotrocomounasuricata.Ella también era una espectadora. Nickie havisto a la gente del pub: el propietario, laesposadeésteylajovenquetrabajabadetrásde la barra. Y a un par de profesores de laescuela, el gordodesaliñadoy el guapo, conlas gafas de sol puestas. También ha visto alos Whittaker, a los tres, que parecían estarprofundamenteafectados:elpadre,encorvadopor el dolor, y el chico aterrorizado de supropia sombra. Sólo la madre iba con lacabezaalta.Yaungrupitodechicas jóvenesque iban graznando como gansos. Tras éstascaminaba un hombre, un feo rostro delpasado. Nickie lo conocía, pero no ha

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conseguidorecordardequé.Lahadistraídoelcochedecolorazuloscuroquehaaparecidoderepenteysehametidoenelaparcamientoprovocándole un cosquilleo en la piel y lasensacióndeunacorrientedeairefrescoenlanuca.Laprimeraenbajardelvehículohasidolamujer,HelenTownsend, tananodinacomoun pájaro marrón, que lo ha hecho por lapuerta trasera. Su marido ha descendido delasientodelconductor,ydelladodelcopilotolo ha hecho el padre de éste, Patrick, con laespalda erguida como un sargento mayor.PatrickTownsend:hombredefamilia,pilardela comunidad, expolicía. Escoria. Nickie haescupido en el suelo y ha recitado unainvocación.Hanotadoque el viejo se volvíahaciaella,yentoncesJeannielehasusurradoaloído:«Apartalamirada,Nic».

Nickieloshacontadoalentraryhavueltoa hacerlo cuando han salido media horadespués. En la puerta se ha formado unpequeño tumulto de gente empujándose y

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dándosecodazos,yentonceshasucedidoalgoentre el profesor guapo y Lena Abbott. Hanintercambiadounapalabrafugaz.Nickielohavisto y se ha dado cuenta de que la mujerpolicía tambiénloveía.SeanTownsend,muypor encima del resto, revoloteaba alrededorde la gente para mantener el orden. Sinembargo,hayalgoenloquenohareparado.Como uno de esos trucos en los que unoaparta la vista de la bola un momento y derepentetodoeljuegocambia.

Helen

Helenseha sentadoa lamesade lacocinayha llorado sin hacer ruido, sacudiendoligeramente los hombros con las manoscruzadas en el regazo. Sean ha

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malinterpretadoporcompletolasituación.—No tienes por qué ir —ha dicho

apoyando con cuidado una mano en suhombro—.Nohayrazónparaquelohagas.

—Sí tieneque ir—ha intervenidoPatrick—. Tiene que hacerlo, y tú también. Todostenemos que ir. Somos parte de estacomunidad.

Helenhaasentidoyluegosehasecadolaslágrimasde losojos con laparte inferiordelaspalmasdelasmanos.

—Claro que voy a ir —ha dicho,aclarándose la garganta—. Claro que voy ahacerlo.

No se sentía apesadumbrada por elfuneral,sinoporqueesamañanaPatrickhabíaahogadoalagataenelrío.Estabapreñada,lehabía dicho, y no podían permitir que se lesllenara la casadegatos.Seríanunamolestia.Teníarazón,claro,peroesonoquitabaquelehubierasentadomal.Porsalvajequefuera lagata, Helen había comenzado a considerarla

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una mascota. Le gustaba verla cada mañanacruzando el patio, olisqueando la puerta deentradaalaesperadealgodecomer,matandoperezosamente las abejas que revoloteabanpor la mata de romero... Pensar en ella hahecho que las lágrimas volvieran a acudir asusojos.

—No tenías por qué ahogarla. Podríahaberla llevado al veterinario para que lasacrificara—haseñaladodespuésdequeSeansubieraalpisodearriba.

Patrickhanegadoconlacabeza.—No hacía falta —ha dicho con

brusquedad—. Así ha sido mejor. Todo haterminadomuyrápido.

PeroHelenhavistoensusantebrazos losprofundos arañazos que atestiguaban laviolencia con que la gata se había resistido.«Me alegro —ha pensado—. Espero que tehayahechomuchodaño.»Luegosehasentidomal,porque,porsupuesto,élno lohahechoparasercruel.

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—Serámejor que te cure eso—hadichoentonces, señalando las marcas que Patrickteníaenlosbrazos.

Élhanegadoconlacabeza.—Nopasanada.—Sí que pasa. Las heridas podrían

infectarse. Y vas a mancharte la camisa desangre.

Demodoquelohasentadoalamesadelacocina, le ha limpiado las heridas, les haaplicado antiséptico y luego ha puesto tiritasen lospeorescortes.Mientras tanto,élnohadejado de mirarle el rostro y ella haimaginado que debía de sentirse algoarrepentido porque, cuando ha terminado, lehabesadolamanoyhadicho:

—Buenachica.Eresunabuenachica.Entonces ella se ha puesto de pie y se ha

acercadoalfregaderoy,apoyandolasmanosenlaencimera,sehaquedadomirandoporlaventanalosadoquinesbañadosporelsolysehamordidoellabio.

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Patrick ha suspirado y, bajando el tonohasta convertirlo casi en un murmullo, haseñalado:

—Mira,querida,séqueestoesdifícilparati. Lo sé. Pero tenemos que ir todos juntoscomo la familia que somos, ¿verdad?Tenemos que apoyar a Sean. Esto no tienenadaqueverconquesintamospenaporella.Tansólosuponedejartodoeseasuntoatrás.

Helen no podría decir si han sido laspalabras que él ha pronunciado o sentir sualientoenlanucacuandolohahecho,peroselehaerizadoelvellodetodoelcuerpo.

—Patrick—hadichovolviéndosehaciaél—. Papá. Necesito hablar contigo sobre elcoche,sobre...

Justoenesemomento,Seanhacomenzadoadescenderruidosamentelaescalera,bajandolosescalonesdedosendos.

—¿Sobrequé?—Da igual —ha dicho ella, y él ha

fruncidoelceño.Ellahanegadoconlacabeza

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—.Noimporta.Hasubidoalpisodearribaysehalavado

lacaraysehapuestoelpantalóndecolorgrisoscuroque suele reservar para las reunionesdel comité escolar. Luego se ha pasado uncepillo por el pelo intentando no ver suimagen en el espejo. No quería admitir nisiquiera para sí que tenía miedo; no queríahacer frente a aquello a lo que tenía miedo.Habíahalladoalgunascosasenlaguanteradelcoche, cosas a las que no encontrabaexplicación, y tampoco estaba segura dequereruna.Lohabíacogidotodoy—estúpidae infantilmente— lo había escondido bajo lacama.

—¿Estás lista? —le ha preguntado Seandesdelaplantabaja.

Ella ha respirado hondo, obligándose amirarsureflejo,supálidoylímpidorostroysusojosclaroscomoelcristalgris.

—Estoylista—hacontestadoparasí.

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Helen se ha sentado en el asiento trasero delcoche de Sean, y Patrick en el del copiloto,juntoasuhijo.Nadiehadichonada,peroporel modo en que su marido no dejaba detocarselamuñecadeunbrazoconlapalmadela mano del otro, ella ha notado que estabanervioso. Debía de sentirse afligido, claro.Todo eso —esas muertes en el río—despertabadolorososrecuerdosparaélyparasupadre.

Al cruzar el primer puente, Helen habajado lamirada hacia las aguas verdosas yhaintentadonopensarenellaluchandoporsuvida.Lagata.Estabapensandoenlagata.

Josh

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He tenido una discusión con mamá antes desalirdecasaparairalfuneral.Aliralaplantabaja, me la he encontrado en el recibidorpintándoseloslabiosfrentealespejo.Llevabapuestaunablusaroja.«Nopuedesllevaresoaun funeral —le he dicho—, es una falta derespeto.»Ellasehalimitadoasoltarunarisitay luego ha ido a la cocina y ha continuadohaciendosuscosascomosiyono lehubieradichonada.Peroyonopensabadejarloestar.No nos conviene llamar todavía más laatención.Lomásseguroesquelapolicíaestépresente (la policía siempre acude a losfunerales de las personas que mueren deforma sospechosa). Ya era suficientementemaloqueyoleshubieramentido,yquemamátambiénlohubierahecho.¿Quéibanapensarcuando la vieran aparecer vestida como sifueraaunafiesta?

La he seguido a la cocina. Ella me hapreguntado si quería una taza de té y le hecontestadoqueno.Luego lehedichoqueno

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creía que debiera ir al funeral. «¿Por quéno?»,harespondidoella.«Nisiquiera tecaíabien—lehedicho—.Todoelmundosabequeno te caía bien.»Ellame hamirado con unasonrisitairónicaenloslabiosyhareplicado:«¿Ah, sí? ¿Lo saben?». «Yo voy porque soyamigodeLena»,heañadidoentonces,aloqueella ha replicado: «No, no lo eres». En esemomento, papá ha bajado y ha intervenido:«Nodigaseso,Lou.Claroque loes».Luegolehadichoalgoamamáenvozmuybajaparaqueyonopudieraoírloyellahaasentidoyhasubidoalcuarto.

Papáme ha preparado una taza de té queyonoqueríaperoquemehetomadodetodosmodos.

—¿Crees que la policía estará en elfuneral? —he preguntado, aunque sabía larespuesta.

—Supongo que sí. El señor TownsendconocíaaNel,¿no?Y,enfin,supongoqueunbuen número de gente del pueblo querrá

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presentar sus respetos, tanto si la conocíancomo si no. Sé... sé que es una situacióncomplicada,perocreoquees importantequeintentemos hacer un esfuerzo común, ¿no teparece?—Yonohedichonada—.Ysupongoque tú querrás ver a Lena para decirle lomuchoquelosientes,¿verdad?Imaginacómodebedeestarsintiéndose,lapobrecilla.

He continuado sin decir nada. Él haextendido la mano para pasármela por lacabeza y despeinarme, pero yo lo heesquivado.

—Papá—hedichoentonces—,¿recuerdasque la policía nos hizo preguntas sobre lanochedeldomingo?¿Sobredóndeestábamosytodoeso?

Élhaafirmadoconlacabezay,alhacerlo,me he dado cuenta de que echaba un vistazodetrás de mí para comprobar que mamá noestabaescuchándonos.

—Lesexplicastequenohabíasoídonadainusual, ¿no? —ha preguntado, y yo he

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asentido—.Lesdijistelaverdad.Noestoysegurodesihadicho«Lesdijiste

laverdad»entonointerrogativooafirmativo.Yo quería decir algo, quería hacerlo en

voz alta. Quería decir «¿Y si...? ¿Y si hizoalgomalo?», para que papá pudiera decirmelo ridículo que estaba siendo, para quepudiera gritarme: «¡¿Cómo puedes siquierapensareso?!».

—Mamá fue al colmado —he dicho alfinal.

Élmehamiradocomosifueraidiota.—Sí,ya losé.Esamañanafueacomprar

leche. Josh... ¡Oh! ¡Ya estás aquí! —haexclamado mirando por encima de mihombro—. Mírala. Así está mejor, ¿no teparece?

Se había cambiado la blusa roja por unanegra.

Estabamejor,peroyotodavíatemíaloquepudierapasar.Temíaquedijeraalgooqueseriera enmitad de la ceremonia, algo así. En

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esemomentoteníaenelrostrounaexpresiónqueencontrabarealmentemolesta.Noeraquediera la impresión de estar feliz ni nada deeso, sino más bien... Era algo parecido a laforma en la quemira a papá cuando le ganaunadiscusión,comocuandoledice:«Yatehedicho que sería más rápido coger la A68».Eracomosihubierademostradoque tenía larazón sobre algo y no pudiera quitarse esaexpresiónganadoradelacara.

Cuando hemos llegado a la iglesia todavíahabíamuchagente en la puerta, y esomehahechosentirunpocomejor.HevistoalseñorTownsend y creo que él me ha visto a mí,peronohavenidoadecirmenada.Estabaahídepie,mirandoa sualrededor,hastaque,derepente, se ha quedado quieto observandocómoLena y su tía cruzaban el puente.Lenateníaunaspectorealmenteadulto,distintodelquesueletener.Peroestabaigualdeguapa.Ha

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pasado por nuestro lado y, al verme, me hasonreído con tristeza. Me han entrado ganasde acercarme a ella y darle un abrazo, peromamá estaba aferrada a mi mano con talfuerzaquenohepodido.

No tendría que haberme preocupado porque mamá pudiera reírse. En cuanto hemosentrado en la iglesia, ha comenzado a llorar.Sollozaba con tanta fuerza que la gente sevolvía paramirarnos. No tengo claro si esohamejoradooempeoradolascosas.

Lena

Estamañaname sentía feliz. Tras apartar lassábanas,mehequedadounmomentotumbadaen la cama. El calor del día comenzaba aapretarysabíaque ibaaserundíahermoso.

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Casi me ha parecido oír cantar a mamá.Entonces,mehelevantado.

En la parte trasera de la puerta de midormitorio colgaba el vestido que pensaballevar. Era de mamá, de Lanvin. Ni en unmillóndeañosmehabríadejadoponérmelo,pero no creo que hoy le hubiera importado.Nohabíasidolavadoensecodesdelaúltimavez que lo había llevado ella, de modo quetodavíateníasuolor.Cuandomelohepuesto,hasidocomosentirsupielcontralamía.

Mehelavadoysecadoelpeloyluegomeloherecogido.Normalmentelo llevosuelto,peroamamálegustabaquemelorecogiera.«Supersofis», decía en ese tonoque adoptabacuandoqueríaquepusieralosojosenblanco.Mehe sentido tentadade ir a suhabitación aporsubrazalete—sabíaqueestaríaguardadoahí—,peronohepodidohacerlo.

Nohesidocapazdeentrarallídesdequemurió.Laúltimavezqueestuvedentrofueeldomingoporlatarde.Estabaaburridaytriste

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porKatie,portantoentréensuhabitaciónenbuscadealgodehierba.Noencontrénadaenla mesilla de noche, así que miré en losbolsillos del abrigo que colgaba en suarmario,puesavecesguardabacosasenellos.No esperaba que llegara a casa tan pronto.Cuando me pilló, no parecía cabreada, sinomásbientriste.

—Nopuedesregañarme—ledije—.Estoybuscando drogas en tu habitación, de modoque no puedes cabrearte conmigo. Eso teconvertiríaenunaabsolutahipócrita.

—No—repusoella—.Esomeconvertiríaenunapersonaadulta.

—Eslomismo—dijeyo,yellaserio.—Sí, esposible, pero elhechoesqueyo

puedofumarhierbaybeberalcoholytúno.Y¿porquédiantreestás intentandocolocarte túsola un domingo por la tarde? Es un pocotriste,¿no?—Yluegoañadió—:¿Porquénovasanadaroalgoasí?Llamaaalgunaamiga.

Y entonces perdí los estribos con ella

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porque sonó como si estuviera diciendo lomismo que Tanya, Ellie y todas esas zorrasdecían de mí: que soy triste, que soy unaperdedora,quenotengoamigosahoraquelaúnica persona a la que le caía bien se habíasuicidado.

—¡¿Quéjodidaamiga?Notengoninguna,¿recuerdas?¿Noteacuerdasdeloquelepasóamimejoramiga?!—ledijeagritos.

Ella se quedó muy callada y alzó lasmanos talycomohace—hacía—cuandonoquería enzarzarse en una discusión conmigo.Pero yo no lo dejé estar, no quería hacerlo.Seguí gritándole y diciéndole que nuncaestaba en casa, que me dejaba sola a todashoras, que era tan distante conmigo queparecíaquenisiquieraquisieraqueestuvieracerca de ella. Ella negó con la cabeza yrepuso:

—Esonoescierto,noescierto—yluegoañadió—: Lamento si últimamente he estadodistraída, pero hay algunas cosas que no

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puedoexplicarte.Hayalgoquehedehacer,ynopuedoexplicartelodifícilquees.

Yolecontestéconfrialdad:—No necesitas hacer nada, mamá. Me

prometiste que mantendrías la boca cerrada,asíquenotienesquehacernada.PorelamordeDios,¿esquenohashechoyasuficiente?

—Lenie —dijo ella—. Lenie, por favor.No lo sabes todo. Soy tu madre, tienes queconfiarenmí.

Entonces le dije algunas imbecilidadesacerca de que nunca se había comportadocomo una auténticamadre y de qué clase demadretienedrogaencasaytraehombresporlas noches. También que, si hubiera sido alrevés, sihubiera sidoyoquien seencontraraen una situación como la de Katie, Louisehabríasabidoquéhacer,habríasidolamadreque su hija necesitaba y habría hecho algo,habría ayudado. Y eran todo sandeces, claroestá,porqueerayoquiennoqueríaquemamádijera nada y ella me lo recordó, y luego

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señalóque,encualquiercaso,habíaintentadoayudar. Entonces comencé a gritarle y adecirle que era todo culpa suya y que si lecontaba algo a alguien me marcharía y yanuncavolveríaahablarconella.Se lo repetíuna y otra vez: «Ya has hecho suficientedaño».Laúltimacosaque ledijefuequeeraculpasuyaqueKatieestuvieramuerta.

Jules

Eldíadetufuneralhahechocalor.Losrayosdelsolcentelleabanenlasuperficiedelaguayla luz era demasiado brillante y el airedemasiadodensoacausadelahumedad.Lenay yo hemos ido caminando a la iglesia. Ellaiba unos pasos por delante de mí, y ladistancia entre nosotras ha ido haciéndose

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mayoramedidaqueíbamosavanzando.Nosemedabiencaminarcon tacones;enLena,encambio, parece algo natural. Estaba muyelegante y muy guapa, y se la veía muchomayor de los quince años que tiene. Llevabaunvestidonegrodecrepéconescoteventana.Hemoshechoeltrayectoensilenciomientrasel río serpenteaba a nuestro lado, cenagoso,hosco y silencioso. El aire cálido olía aputrefacción.

Altorcerlaesquinaendirecciónalpuente,he sentido temor por la gente que pudieraestar en la iglesia. Temía que no aparecieraabsolutamente nadie y que Lena y yo nosviéramos obligadas a sentarnos solas, sinnadaentrenosotrassalvotupresencia.

Hemantenido la cabeza gacha y los ojospuestosen lacarretera,concentradaenponerun pie delante del otro, tratando de notropezar en el asfalto desigual. La blusa quellevaba (negra y sintética, con un lazo en elcuello, completamente inadecuada para el

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tiempoquehacía)semepegabaalapartebajade la espalda. Además, han empezado allorarme los ojos. «No importa que se mecorra el rímel —me he dicho—. La gentepensaráqueheestadollorando.»

Lenanohallorado.O,almenos,nolohahecho delante de mí. A veces me parece oírsus sollozos por la noche, pero por lasmañanas baja a desayunar con los ojosdespejadosyunaactituddespreocupada.Entraysaledelacasasindecirunapalabra.Laoigohablar en voz baja en su dormitorio, pero amí me ignora: se encoge cuando me veaparecer,gruñeantemispreguntas,rehúyemiatención... No quiere saber nada de mí.(Recuerdo cuando tú viniste a mi habitacióndespuésdequemurieramamá.Queríashablary yo te eché. ¿Es esto lo mismo? ¿Estáhaciendolomismoqueyo?Nolosé.)

Cuando nos acercábamos al cementerio,he reparado en unamujer que estaba sentadaen un banco al otro lado de la carretera. Al

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verme,mehasonreídodejandoa lavistasusdientes podridos. Me ha parecido oír quealguien se reía, pero sólo eras tú en micabeza.

Algunasde lasmujeres sobre lasquehasescritoestánenterradasenestelugar,algunasde tus mujeres conflictivas. ¿Lo eran todasrealmente?Libbysí,claroestá.A loscatorceaños sedujo a un hombre de treinta y cuatroañosylopersuadióparaqueabandonaraasuquerida esposay a suhijopequeño.Ayudadapor su tía, la bruja May Seeton, y losnumerosos demonios que conjuraron, Libbyengatusó al pobre e inocente Matthew pararealizar una serie de actos antinaturales.Ciertamente conflictiva. De Mary Marsh sedecía que practicaba abortos. Y Anne Wardera una asesina. Pero ¿qué hay de ti, Nel?¿Quéhicistetú?¿Aquiénleestabascausandoproblemas?

Libbyestáenterradaenelcementerio.Túsabías dónde.Ella y las demás.Me enseñaste

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las lápidas, rascaste el moho para quepudiéramos leer las palabras que habíaescritas en ellas. Guardaste un poco —demoho, quiero decir— y te colaste en mihabitación y pusiste una brizna bajo mialmohada. Luego me dijiste que lo habíahechoLibby.Por lasnochescaminabapor laorilla del río,me contaste; si una aguzaba eloído, podía oírla llamando a su tía, a May,para que fuera a rescatarla. PeroMay nuncaaparecía:nopodía.Noestáenel cementerio.Despuésdeobtenersuconfesión,lacolgaronen la plaza del pueblo; su cadáver estáenterrado en el bosque, extramuros, y conclavos en las piernas para que no puedavolveralevantarsenuncajamás.

Al llegar a la parte más alta del puente,Lena se ha vuelto hacia mí sólo por unsegundo. Su expresión —de impaciencia,puedetambiénqueconunasomodepena—separecía tanto a la tuya que he sentido unestremecimiento. He tenido que apretar con

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fuerza los puños ymorderme el labio: «¡Nopuedo sentir miedo! ¡No es más que unaniña!».

Medolíanmucholospies.Sentíaelpicordel sudor en el nacimiento del pelo. Queríaarrancarme la blusa. Quería arrancarme lapiel. Cuando hemos llegado a la iglesia, hevistoquehabíaunapequeñamultitud reunidaen el aparcamiento que hay enfrente. Alvernos, se han vuelto todos hacia nosotras yhancontempladocómonosacercábamos.Mehepreguntadoquésentiríasimearrojaraporencima de los muros de piedra: seríaaterrador, sí, pero sólodurante unmomento.Mehundiríaenelbarroydejaríaqueelaguame rodeara por completo; sería un auténticoalivio poder refrescarse, así como dejar desentirlasmiradasdelagente.

Una vez dentro, Lena y yo nos hemossentadounaalladodelaotra(aunpalmodedistancia) en el banco de la primera fila. Laiglesia estaba llena.En algún lugar a nuestra

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espalda, una mujer no paraba de sollozardesconsoladamente. El pastor ha habladosobre tu vida, ha enumerado tus logros y hadestacadoladevociónquesentíaspor tuhija.A mí me ha mencionado de pasada. Fui yoquien ledio la información,asíquesupongoque no puedo quejarme de que el discursohaya sonado superficial. Yo podría haberdichoalgo,quizádeberíahaberlohecho,peronosemehaocurridocómopodríahablardetisintraicionaralgo;ati,oamímisma,oalaverdad.

Elserviciohaterminadodeformaabruptay,antesdequepudieradarmecuenta,Lenayaestaba de pie. He ido detrás de ella por elpasillocentral.Poralgúnmotivo, laatenciónquenosdedicaba lagente resultabamásbienamenazante y para nada alentadora. Heintentado nomirar los rostros que se habíanvuelto hacia nosotras, pero no he podidoevitarhacerlo: lamujerque sollozabacon lacara arrugada y roja, Sean Townsend

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mirándomedirectamentea losojos,unjovencon la cabeza inclinada, un adolescenteriéndose tras su puño. Un hombre violento.Mehedetenidodegolpeylamujerquehabíadetrásdemíhatropezadoconmitalón.

—Lo siento, lo siento —ha murmuradoellaaltiempoquemerodeaba.

Yonomehemovido,noherespirado,nopodía tragar saliva, mis entrañas se hanlicuado.Eraél.

Más viejo, sí, y más feo —estaba muydemacrado—, pero resultaba inconfundible.Un hombre violento. Me he quedado unmomentoalaesperadequesevolvierahaciamí y me viera. He pensado que, si lo hacía,pasaría una de estas dos cosas:me echaría alloraromeabalanzaríasobreél.Heesperado,pero no lo ha hecho. Él estaba mirando aLena, observándola con atención. Misentrañaslicuadassehanheladodegolpe.

He seguido avanzando a ciegas,abriéndomepasoentre lagente a empujones.

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Élpermanecíaaunladoconlosojostodavíapuestos enLena.Estabaobservando cómo sequitaba loszapatos.Loshombresmirana laschicas con el aspecto de Lena de muchasformas:condeseo,conapetito,conaversión...Yonopodíaversusojos,peronohacíafalta.Sabíaloquehabíaenellos.

Me he dirigido hacia él con un nudoformándoseenmigarganta.Lagentesefijabaen mí con pena o confusión. No meimportaba. Tenía que llegar a su lado... Y,entonces,sehadadolavueltadegolpeysehamarchado.He visto cómo recorría el pasillorápidamenteysalíadelaiglesiaendirecciónal aparcamiento.Yome he quedado inmóvil,sintiendocómoelairellegabadegolpeamispulmones y el subidón de adrenalina meaturdíalacabeza.Élsehametidoenuncocheverdedegrantamañoyhadesaparecido.

—¿Jules? ¿Está bien? —La sargentoMorgan ha aparecido a mi lado y me haapoyadounamanoenelbrazo.

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—¿Ha visto a ese hombre? —le hepreguntado—.¿Lohavisto?

—¿Quéhombre?—hadichoellamirandoasualrededor—.¿Quién?

—Esunhombreviolento—hedicho.Ellasehamostradoalarmada.—¿Dónde, Jules? ¿Alguien le ha hecho...,

lehadichoalgo?—No,yo...no.—¿Qué hombre, Jules? ¿De quién está

hablando?Las algas me han hecho un nudo en la

lengua y se me ha llenado la boca de lodo.«Lorecuerdo.Séde loqueescapaz»,queríadecirle.

—¿Aquiénhavisto?—mehapreguntadoella.

—ARobbie.—Finalmentehepronunciadosunombre—.ARobbieCannon.

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AGOSTODE1993

Jules

Me había olvidado. Antes del partido defútbol,sucedióotracosa.Yoestabasentadaenmitoalla,leyendomilibro.Todavíanohabíanadiemásamialrededoryentonces llegastetú.ConRobbie.Comoyoestabadebajodelosárboles,nomeviste.Temetistecorriendoenel agua y él fue detrás de ti. Estuvisteisnadando, salpicándoos y besándoos. En unmomentodado,éltecogiólamanoytellevóal borde del agua, se tumbó encima de ti,

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empujó tus hombros, arqueó la espalda ylevantó lamirada.Me pilló observándoos.Ysonrió.

Luego, por la tarde, regresé sola a casa.Mequitéeltrajedebañoconelestampadodecuadrosguingaylospantalonesazulescortosylodejétodoenremojoenlapila.Luegomepreparé un baño ymemetí dentro pensandoque «nunca me libraría de ello, de toda esahorriblepiel».

«Una chica corpulenta. Un hipopótamo.Conunaspiernascapacesdearrancarun747agolpedepedal.Podría jugar en la primeralíneadelaseleccióninglesaderugby.»

Era demasiado grande para los espaciosque habitaba, siempre los desbordaba.Ocupaba demasiado espacio. Me sumergí enelaguayelnivelascendió.Eureka.

Devueltaenmihabitación,memetíenlacama y me quedé un rato ahí tumbada,regodeándomeenmi tristezay sintiendounaautocompasiónmezcladaconculpaporquemi

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madre yacía en la cama de la habitacióncontigua, muriéndose de cáncer de mama, yyosólopodíapensarenquenoqueríaseguirasí,noqueríavivirdeestemodo.

Mequedédormida.Medespertómipadre.Teníaque llevar a

mimadrealhospitalparahacerlemáspruebase iban a pasar la noche en la ciudad porqueempezarían temprano.Habíandejadoalgodecenaenelhorno,medijo.

Nelestabaencasa.Losabíaporquepodíaoírmúsicaenlahabitacióndeallado.Alcabode un rato, la música se detuvo y lo que oífueron voces, primero bajas y luego másaltas, y también otros ruidos: gemidos,gruñidos, una brusca inhalación de aire. Melevantéde lacama,mevestíy salí alpasillo.La luz estaba encendida, y la puerta deldormitorio de Nel, ligeramente entreabierta.La habitación estaba a oscuras, pero podíaoírla a ella. Estaba diciendo algo. Estabapronunciandosunombre.

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Sin apenas atreverme a respirar, meacerqué a la puerta. A través de la rendija,pude distinguir las siluetas de sus cuerposmoviéndose en la oscuridad. Era incapaz deapartar la mirada. Los estuve observandohasta que él dejó escapar un fuerte gruñidoanimal. Luego comenzó a reírse y supe quehabíanterminado.

En la planta baja, todas las luces estabanencendidas. Fui de habitación en habitaciónapagándolas todas y luego me dirigí a lacocina y abrí el frigorífico. Me quedémirando loqueconteníay,conel rabillodelojo, divisé una botella de vodka abierta ymedio llena que había sobre la encimera.Copié lo que le había visto hacer a Nel: meserví medio vaso de zumo de naranja yterminé de llenarlo con vodka. Luego mepreparé para el desagradable sabor amargoque había experimentado al probar vino ycerveza, pero al darle un trago descubrí queeradulceyenabsolutoamargo.

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Meacabélabebidayluegomeservíotra.Disfrutaba de la sensación física que meproporcionaba: la calidez se extendía pormiestómago y mi pecho, haciendo queaumentara la temperatura de mi torrentesanguíneo,quemicuerposerelajarayqueladesdicha que había sentido esa tarde sedisipara.

Fui al salón y contemplé el río por laventana, esa lustrosa serpiente negra quereptaba por debajo de la casa. Me resultósorprendente cómo, de pronto, me di cuentadequemiproblemano era nimuchomenosinsalvable. Tuve un repentino momento declaridad.Noteníaquearreglarmicuerpo,éstepodía ser fluido.Como el río. Puede que noresultara tan difícil, después de todo. ¿Acasonopodíamatarmedehambreymovermemás(en secreto, cuando nadie me viera)?Transformarme,pasardegusanoamariposa,convertirme en una persona distinta,irreconocible,detalformaquelachicafeay

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ensangrentada quedara en el olvido. Merenovaría.

Volví a la cocina para servirme otrovodka.

Eneseinstanteoíunospasosenelpisodearriba que recorrían el pasillo y luegodescendían la escalera. Yo regresé al salón,apagué la lámpara y, sentándome sobre lospies,me agazapé en la oscuridad del asientodelaventana.

Lo oí entrar en la cocina y abrir elfrigorífico.No,elcongelador:oícómocogíahielo de la bandeja y se servía algo líquido.Luego lo vi pasar de nuevo, pero de repentesedetuvoydiounpasoatrás.

—¿Julia?¿Erestú?Yo no dije nada. Contuve la respiración.

No quería ver a nadie —y, desde luego, noquería verlo a él—, pero Robbie ya estababuscandoatientaselinterruptory,cuandolaslucesseencendieron,loviahídepie,vestidotan sólo con unos calzoncillos. Tenía la piel

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intensamentebronceada, los hombros anchosy un torso que se estrechaba al llegar a lacintura. La línea de vello del abdomendescendía hasta desaparecer por debajo delbóxer.Mesonrió.

—¿Estás bien?—preguntó. Al acercarse,pudeverqueteníalosojosunpocovidriososy que su sonrisa parecía más estúpida yperezosa de lo habitual—. ¿Por qué estássentadaaquí,enlaoscuridad?—Vioentoncesmi vaso de vodka y su sonrisa se hizo másamplia—. Ya me parecía a mí que quedabapocovodka...

Seaproximó,chocósuvasoconelmíoyluegosesentóamilado,pegandosumusloamipie.Yomeaparté,bajélospiesalsueloyme dispuse a levantarme, pero él apoyó unamanoenmibrazo.

—Eh, espera —dijo—. No te vayas.Quierohablarcontigo.Queríapedirteperdónporlodeestatarde.

—Nopasanada—repuse,peronotécómo

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mirostrosesonrojaba.Nolomiré.—No, lo siento. Esos chicos se han

comportado como unos imbéciles. Lo sientomucho,deverdad.

Yoasentí.—Noesnadadeloqueavergonzarse.Yo me encogí. Todo mi cuerpo ardía de

vergüenza. Una pequeña y estúpida parte demíhabíaconfiadoenquenolohubieranvistoo que no se hubieran dado cuenta de lo queera.

Él me dio un apretón en el brazo y memiróconlosojosentornados.

—Tienes un bonito rostro, Julia, ¿losabías? —Se rio—. Lo digo en serio, lotienes. —Me soltó el brazo y me rodeó loshombrosconelsuyo.

—¿DóndeestáNel?—dije.—Durmiendo—contestó.Lediounsorbo

asubebidaehizounchasquidoconloslabios—. Creo que la he agotado. —Acercó micuerpo al suyo—. ¿Has besado a un chico

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algunavez,Julia?—mepreguntó—.¿Quieresbesarme?

Volvió mi cara hacia la suya y pegó suslabios a los míos. Noté su lenguaadentrándose en mi boca, caliente y babosa.Penséqueibaatenerunaarcada,peroledejéhacerlo sólo para ver cómo era. Cuandomeaparté,élmesonrió.

—¿Tehagustado?—mepreguntó.Su cálido aliento olía a humo rancio y a

alcohol.Volvióabesarmeyyolecorrespondítratandodesentirloquefueraquesesuponíaque debería sentir. Su mano se deslizóentonces por dentro de la cintura de lospantalones de mi pijama. Profundamenteavergonzada, intentéapartarmeencuanto susdedos empezaron a recorrer la grasa de mibarrigaendirecciónalasbragas.

—¡No!—creígritar,peroenrealidadfuepocomásqueunsusurro.

—No pasa nada —dijo él—. No tepreocupes.Nomeimportaunpocodesangre.

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Alterminar,seenfadóconmigoporqueyonodejabadellorar.

—¡Oh, venga ya! ¡No te ha dolido tanto!Nollores.Vamos,Julia,dejadellorar.¿Notehagustado?Haestadobien,¿verdad?Estabasmuymojada.Vamos,Julia.Bebeunpocomás.Ten. Toma un trago. ¡Por el amor de Dios,deja de llorar! Pensaba que estaríasagradecida.

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2015

Sean

HellevadoaHelenyamipadreacasa,perocuandohemosllegadoalapuerta,hevaciladoencruzarelumbral.Ocasionalmenteacudenamimente extrañospensamientos yme cuestadeshacerme de ellos.Me he quedado delantede casa mientras mi esposa y mi padre memirabanconexpectacióndesdedentro.Leshedichoquecomieransinmí,queteníaqueiralacomisaría.

Soyuncobarde.Ledeboamipadremás

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que esto. Hoy más que nunca, debería estarcon él. Helen lo ayudará, claro está, pero nisiquieraellapuedecomprendercómodebedeestar sintiéndose, la profundidad de susufrimiento. Y, sin embargo, no puedosentarmeconél,nopuedomirarloalosojos.Por alguna razón, ni él ni yo podemosmirarnosa losojoscuandoesnuestramadrequienocupanuestrospensamientos.

Hevueltoacogerelcoche,peronoheidoa la comisaría, sino de vuelta al cementerio.Mi madre fue incinerada, no está enterradaahí. Mi padre llevó sus cenizas a un «lugarespecial». Nuncame ha contado exactamenteadónde, aunque me prometió que algún díame llevaría allí. No llegó a hacerlo. Antessolía preguntarle por ello, pero, como lemolestaba,alcabodeuntiempolodejéestar.

La iglesia y el cementerio estabandesiertosynoseveíaanadiesalvoalaviejaNickieSage,quesealejabadespacioconpasorenqueante.Trasaparcarelcoche,he tomado

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el sendero que rodea el muro de piedra endirección a los árboles que hay detrás de laiglesia.CuandohealcanzadoaNickie,estabaapoyadaenlaparedconunamanoyresollabadeformaruidosa.Sehavueltodegolpe.Teníalacararojaysudabaprofusamente.

—¿Qué quieres? —me ha preguntadorespirandotodavíacondificultad—.¿Porquémesigues?

Yohesonreído.—Noestoysiguiéndote.Tehevistodesde

elcocheyhepensadoquepodríaacercarmeasaludarte.¿Estásbien?

—Estoybien,estoybien.—Noloparecía.Ha apoyado el cuerpo en la pared y halevantado la mirada al cielo—. Luego caeráunatormenta.

Yoheasentido.—Huelealluvia.Ellahaechadolacabezahaciaatrás.—¿Has terminado ya con lo de Nel

Abbott? ¿Has dado carpetazo al asunto? ¿La

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hasrelegadoalahistoria?—El caso todavía no está cerrado —he

dicho.—Todavía no. Aunque lo estará pronto,

¿verdad? —ha replicado, y luego hamasculladoalgomásenvozbaja.

—¿Quéhasdicho?—Yalotienestodobienatado,¿no?—Ha

vuelto lacabezahaciamíymehaclavadoeldedoíndiceenelpecho—.Sabesqueestonoha sido como lo de la última vez, ¿verdad?Esto no ha sido como lo deKatieWhittaker.Estohasidocomolodetumadre.

Yoheretrocedidounpaso.—¿Quésesuponequesignificaeso?—le

he preguntado—. Si sabes algo, deberíascontármelo. ¿Es así? ¿Sabes algo sobre lamuertedeNelAbbott?

Ella ha apartado la mirada y ha vuelto amascullar algo. Sus palabras eranininteligibles.

Se me ha acelerado la respiración y he

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sentido cómo mi cuerpo comenzaba aacalorarse.

—Nomencionesamimadredeesemodo.Yhoymenos todavía. ¡Por el amor deDios!¿Quétipodepersonahacealgoasí?

Ella ha desestimado mi comentarioagitandounamanoenelaire.

—Oh, nunca escucháis, vosotros nuncaescucháis—hadicho,yluegohaempezadoaalejarse por el sendero sin dejar de hablar yextendiendo de vez en cuando el brazo paranoperderelequilibrio.

Yo estaba enfadado con ella, pero, másque eso, me sentía desconcertado y casiherido. Nos conocíamos desde hacía años ysiempre había sido educado con ella. Nickiehabía cometido algunos deslices, sí, pero nomeparecíaunamalapersonay,desde luego,nuncalahabríaconsideradoalguiencruel.

He emprendido el camino de vuelta alcoche, pero antes de llegar he cambiado deideayhedecididoiracomprarunabotellade

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Talisker.Amipadrelegusta,aunquenobebemucho. He pensado que luego podríamostomar una copa juntos en compensación porlo de antes, por haberme marchado de esemodo. He intentado visualizar la escena: losdos sentados a la mesa de la cocina, con labotella entre ambos y los vasos en alto parabrindar. Me he preguntado por qué —porquién— brindaríamos. La mera idea me hapuesto nervioso y entonces ha comenzado atemblarmelamano.Heabiertolabotella.

El olor delwhiskyy el calor del alcoholen el pecho me han traído a la menterecuerdos de fiebres infantiles y sueñosangustiososde losquemedespertabaconmimadre sentada en el borde de la cama,apartándome el pelo húmedo de la frente oaplicándomeVicksVapoRub en el pecho.Hahabidoépocasenmividaenlasqueapenashepensado en ella, pero últimamente ha estadoocupando mis pensamientos más y más, ynuncatantocomoenestosúltimosdías.Seme

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aparece su rostro; algunas veces estásonriendo,otrasno.Enocasionesextiendelosbrazoshaciamí.

La tormenta de verano ha empezado sin queme diera cuenta. O tal vez he dado unacabezada.Sóloséque,derepente,lacarreterase asemejaba a un río y los truenosparecíansacudirelcoche.Hearrancadoelmotor,perome he percatado de que la botella dewhiskyqueteníaenelregazoestabasólodosterciosllena,demodoquehevueltoaapagarlo.Bajoelestruendodelalluviatormentosapodíaoírmi respiración y, por un momento, me haparecido oír también la de otra persona.Estaba convencido de que, si me daba lavuelta, vería a alguien ahí, en el asientotrasero del coche. Por un instante, he estadotansegurodeesa ridícula ideaquenomeheatrevidoamoverme.

Hedecididoentoncesqueunpaseobajola

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lluviameayudaríaadespejarme.Heabiertolapuerta del vehículo y, tras comprobar a mipesar el asientode atrás, he salido fuera.Mehequedadoinstantáneamentecaladoycegadoporlalluvia.Unrayobifurcadohaatravesadoel aire y en ese segundo he visto a Julia,empapada, medio caminando, mediocorriendo en dirección al puente. He subidodenuevo al coche y le he hecho señales conlas luces. Ella se ha detenido. He vuelto ahacerle señales y, con paso indeciso, ella hacomenzadoacaminarenmidirección.Sehadetenido a pocosmetros del vehículo.Yo hebajadolaventanillaylahellamado.

Ella ha abierto la puerta y ha entrado.Todavía llevaba la ropa del funeral, aunqueahoraestabaempapadayselehabíapegadoasupequeñocuerpo.Sí sehabíacambiado loszapatos. He advertido asimismo que se lehabíahechounacarreraenlasmediasypodíaverunpequeñocírculode carnepálida en larodilla.Mehachocadoporquehastaentonces

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la había visto siempre con el cuerpocompletamente cubierto: mangas largas ycuellos altos, sin un centímetro de piel a lavista.Inalcanzable.

—¿Qué está haciendo aquí? —le hepreguntado.

Ella ha bajado lamirada a la botella quedescansaba sobre mi regazo, pero no hahecho ningún comentario. En vez de eso, haextendido las manos, ha atraído mi rostrohaciaelsuyoymehabesado.Hasidoextrañoyexcitante.Henotadoelsabordelasangreensulenguay,porunsegundo,hesucumbidoalbesoantesdeapartarmeconviolenciadeella.

—Lo siento —ha dicho secándose loslabios y bajando la mirada—. Lo sientomucho. No tengo ni idea de por qué lo hehecho.

—No—herespondido—.Tampocoyo.E, incongruentemente, ambos nos hemos

echadoa reír.Alprincipio,connerviosismo,y luego con ganas, como si el beso hubiera

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sido el chiste más gracioso del mundo.Cuando hemos parado, ambos hemos tenidoquesecarnoslaslágrimasdelacara.

—¿Quéestáshaciendoaquí,Julia?—Jules—meha corregido ella—.Estaba

buscando a Lena. No estoy segura de dóndeestá...—Lahenotadodistinta,menoscerrada—. Estoy un poco asustada —ha dicho, yluego se ha reído de nuevo como si ahoraestuvieraavergonzada—.Estoymuyasustada.

—¿Asustadadequé?Se ha aclarado la garganta y se ha

apartadoelpelomojadodelacara.—¿Dequétienesmiedo?Ellaharespiradohondo.—Yo no... Sé que esto te sonará extraño,

pero había un hombre en el funeral, unhombrequehereconocido.EranoviodeNel.

—¿Ah,sí?—Quiero decir..., no recientemente. Hace

siglos.Cuandoeranadolescentes.Notengoniideadesimásadelantevolvieronaverse.—

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Han aparecido dos manchas de color en susmejillas—.Nuncalomencionóenningunodesus mensajes telefónicos, pero estaba en elfuneral, y creo...No puedo explicar por qué,perocreoquepodríahaberlehechoalgo.

—¿Hechoalgo?¿Estásdiciendoquecreesquepodríaestarimplicadoensumuerte?

Ella me ha mirado con expresiónimplorante.

—No puedo asegurarlo, claro está, perotienes que investigarlo, tienes que averiguardóndeestabacuandomuriómihermana.

Semehaerizadoelvellode lanucay laadrenalina se ha abierto paso a través delalcohol.

—¿Cómosellamaesehombre?¿Dequiénestáshablando?

—RobbieCannon.Me he quedado en blanco unmomento y

luegohecaído.—¿Cannon? ¿Un tipo del pueblo? La

familia tenía concesionarios de coches, con

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muchodinero.¿Ése?—Sí.Ése.¿Loconoces?—Noloconozco,perolorecuerdo.—¿Lorecuerdas...?—De laescuela. Ibauncursoporencima

delmío.Buenoconlosdeportes.Yseledabanbienlaschicas.Nomuyinteligente.

Jules ha inclinado la cabeza hasta que labarbillacasihatocadosupecho.

—Nosabíaquetúhubierasidoalaescuelalocal—hadichoentonces.

—Sí —he respondido—. Siempre hevividoaquí.Túnomerecordarás,peroyoatisí.Yatuhermana,claro.

—¡Oh!—ha dicho ella, y, de repente, laexpresióndesurostrosehacerradosobresímisma como si diera un portazo, y hacolocadounamanoen lamanijade lapuertadispuestaamarcharse.

—Un momento —he pedido—. ¿Qué tehace pensar que Cannon le hizo algo a tuhermana? ¿Ha dicho o hecho algo? ¿Alguna

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vezfueviolentoconella?Jules ha negado con la cabeza y ha

apartadolamirada.—Sólo sé que es peligroso. No es una

buenapersona.Ylohevisto...mirandoaLena.—¿Mirándola?—Sí, mirándola. —Ha girado la cabeza

haciamíyhaclavadosusojosenlosmíos—.No me ha gustado el modo en que la hamirado.

—Estábien—hedicho—.Yo,esto...Veréloquepuedohacer.

—Gracias.Ellasehavueltoparaabrirlapuerta,pero

leheapoyadounamanoenelbrazo.—Yotellevaré.De nuevo ha echado un vistazo a la

botella,peronohadichonada.—Deacuerdo.

Hemos tardado apenas un par deminutos en

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llegara laCasadelMolinoyningunode losdoshahabladohastaelmomentoenqueJuleshaabierto lapuertadelcoche.Yonodeberíahabercomentadonada,peroqueríahacerlo.

—Teparecesmuchoaella,¿sabes?Ella se ha quedado estupefacta y ha

mostrado su sorpresa con una estentóreacarcajadaentrecortada.

—Nomeparezcoennadaaella.—Sehasecado una lágrima de la mejilla—. Soy laanti-Nel.

—No estoy de acuerdo —he contestado,peroellayasehabíamarchado.

Norecuerdohaberconducidohastacasa.

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LaPozadelasAhogadas

Lauren,1983

Para el treinta y dos cumpleaños de Lauren,queibaatenerlugaralcabodeunasemana,irían a Craster. Sólo ella y Sean, porquePatrickteníaquetrabajar.

—Esmilugarfavoritodetodoelmundo—le dijo a su hijo—. Hay un castillo, y unahermosaplaya,yavecessepuedenver focasen las rocas. Y después de la playa y elcastillo, iremosaunahumaderoycomeremosarenquesconpanmoreno.Elparaíso.

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Seanarrugólanariz.—CreoquepreferiríairaLondres,averla

Torreyatomarhelado—anunció.Sumadre se rio y le dijoquedeacuerdo,

quequizápodríanhacereso.Al final, no hicieron ninguna de las dos

cosas.Eranoviembre,losdíaserancadavezmás

cortos y desapacibles, y Lauren estabadistraída. Era consciente de que estabaactuando de forma distinta de la habitual,peroeraincapazdedejardehacerlo.Así,porejemplo, se encontraba a símisma sentada ala mesa de la cocina desayunando con sufamiliay,derepente, sentíacómoel ruborseextendía por su piel y el rostro comenzaba aarderleyteníaqueapartarlamiradaparaquenadie se diera cuenta. También apartaba lacaracuandosumaridoibaadarleunbeso;elmovimiento de su cabeza era casiinvoluntario, escapaba a su control, de talmodo que los labios de Patrick apenas

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llegabanarozarlelamejillaolacomisuradeloslabios.

Tres días antes de su cumpleaños, hubounatormenta.Estuvoformándosedurantetodala jornada: empezó a soplar un fortísimoviento por el valle y el agua de la poza seagitófuriosamente.Porlanoche, la tormentaalfinalestallóyelríoamenazócondesbordarsus márgenes y sobre sus aguas cayeronnumerososárboles.Llovíaacántarosytodoelmundoparecióquedarsumergidobajoagua.

El marido y el hijo de Lauren dormíancomobebés,peroellaestabadespierta.Enelestudio de la planta baja, se sentó alescritorio de su marido con una botella delwhisky escocés favorito de éste. Se bebió unvasoyarrancóunapáginadeuncuaderno.Sebebió otro vaso, y luego otro, y la páginaseguía en blanco. Ni siquiera podía decidirqué clase de tratamiento utilizar: «querido»parecía despectivo, y «queridísimo», unamentira. Tras casi haberse terminado la

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botellaysinhaberllegadoaescribirnadaenlapágina,salióalacalle,bajolatormenta.

Conlasangreespesaacausadelalcohol,el dolor y la ira, sedirigióhacia lapoza.Elpueblo estaba vacío y todas las persianascerradas. Sin que nadie la viera o lamolestara, subió por el embarrado yresbaladizo sendero que conducía alacantilado. Una vez allí, esperó. Esperó queacudiera alguien. Rezó para que, de algúnmodo,elhombredelquesehabíaenamoradose hubiera dado cuentamilagrosamente; que,de algún modo, hubiera advertido sudesesperación y fuera allí a salvarla de símisma. Pero la voz que oyó llamando sunombre con temerosa desesperanza no era laquequeríaoír.

De modo que, al final, se acercó alprecipicioy,conlosojosabiertoscomoplatos,searrojóalvacío.

EraimposiblequeLaurenpudierahaberlovisto; era imposible que supiera que su hijo

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estabaallíabajo,ocultoentrelosárboles.Era imposible que supiera que, tras

despertarseacausadelosgritosdesupadreyel portazo en la entrada, se había levantado,había descendido corriendo la escalera yhabía salido a la calle bajo la tormenta conlospiesdescalzosylasdelgadasextremidadescubiertasúnicamenteporelfinoalgodóndesupijama.

Sean vio que su padre subía al coche yllamóasumadreagritos.Patricksevolvióylechillóqueentraradenuevoencasa.Luegocorrióhaciaély,alllegarasulado,loagarróconfuerzaporelbrazoytiróparaobligarloaentrarencasa,peroelchicolesuplicó:«Porfavor,porfavor,nomedejesaquí».

Patrickcedió.Locogióenbrazos,lollevóal coche y lo acomodó en el asiento trasero.Seanpermanecióallíencogidodemiedoysincomprenderquéestabasucediendo.Cerró losojos con fuerza. Cuando llegaron al río, supadreaparcóenelpuentey ledijo:«Espera.

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Esperaaquí».Pero estabaoscuro y lasgotasde lluvia que caían sobre el techo del cochesonabancomosifueranbalas,ySeannopodíaevitar la sensacióndequehabíaalguienmásenelvehículoconél,e incluso leparecíaoírsu respiración irregular. Así pues, salió delcocheyapretóacorrer.Albajarlosescalonesde piedra, tropezó y cayó al senderoembarrado. Tras ponerse de pie, siguiócorriendo, dando tumbos en la oscuridad ybajolalluviaendirecciónalapoza.

Más adelante, en la escuela, circuló unahistoria:queéleraelchicoquehabíavistoasumadresuicidarsesaltandoalvacío.Noeracierto.Élnovionada.Cuandollegóalapoza,supadreyaestabaallí,sacándoladelagua.Élnosabíaquéhacer,demodoqueretrocedióysesentódebajodelosárboles,conlaespaldaapoyadaenunrobusto troncoparaquenadiepudierasorprenderlopordetrás.

Le pareció que permanecía allí muchotiempo. Al rememorarlo, se preguntaba si no

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se habría quedado dormido, aunque con laoscuridad,elruidoyelmiedonoparecíamuyprobable. Lo que sí recordaba era que en unmomento dado se le acercó una mujer:Jeannie, de la comisaría. Tenía una manta yunalinternaylocondujodevueltaalpuente.Unavezallí,leofreciótédulceyesperaronasupadre.

Luego,Jeannielollevóasucasaencocheylepreparóunatostadaconqueso.

Pero era imposible que Lauren hubierapodidosabernadadeeso.

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Erin

Traselfuneral,hevistoquemuchagentequehabíaacudidoalservicioseabríapasoparairadecirleunaspocaspalabrasalpadredeSeanTownsend, un hombre al que me habíanpresentado muy brevemente como PatrickTownsend.Lagenteleestrechabalamanoysequitaba el sombrero al saludarlomientras élpermanecía allí como un general en undesfile, con la espalda erguida y unaexpresiónimpasible.

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—Menudo capullo, ¿eh?—le he dicho alagenteuniformadoqueestabaamilado.

El poli se ha vuelto haciamí y seme haquedadomirandocomosiyoacabaradesalirdedebajodeunapiedra.

—Muestrealgoderespeto—hareplicadoenvozbaja,ymehadadolaespalda.

—¿Cómo dice? —he contestado yo conlosojospuestosensucogote.

—Esunoficialaltamentecondecorado—hadichoelpoli—.Yviudo.Suesposamurióaquí, enel río.—Sehavueltootravezhaciamíy,sinmanifestarlamenordeferenciahaciamirango,hasoltado—:Demodoquedeberíamostraralgoderespeto.

Me he sentido como una jodida idiota.Aunque,¿cómoibaasaberyoqueelSeandelrelato de Nel Abbott era el Sean de lacomisaría? No conocía los nombres de suspadres. Joder. Nadie me lo había dicho, ycuando leí la obra de Nel Abbott tampocopresté tanta atención a los detalles de un

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suicidio que tuvo lugar hace más de tresdécadas. Teniendo en cuenta lascircunstancias,noparecíaseralgodemasiadoapremiante.

En serio: ¿cómopuedenadiedepor aquíllevarlacuentadeloscadáveres?Escomolaserie de televisión Los asesinatos deMidsomer,sóloqueconaccidentesysuicidiosy grotescos ahogamientos misóginos en vezde gente cayendo en un pozo de purines ogolpeándoseentresíenlacabeza.

Despuésdeltrabajo,hevueltoalaciudad.Unoscuantospensabaniralpub,perograciasa mi metedura de pata con lo de PatrickTownsend, mi condición de forastera mepesabamás que antes.Y, de todosmodos, elcaso no había terminado, ¿verdad?No habíanadaquecelebrar.

Mehesentidoaliviada,comocuandounafinalmenteaveriguaenquépelículahavistoaun actor antes o algo difuso ha estadomolestándola y de repente todo se vuelve

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claro. La extrañeza del inspector —los ojosvidriosos, las manos temblorosas, suensimismamiento— ahora tiene sentido. Lotiene si se conoce su historia. Su familia hasufrido casi exactamente lomismoque estánsufriendo ahora Jules y Lena; el mismohorror, el mismo shock. Los mismosinterrogantes.

He vuelto a leer el capítulo que escribióNelAbbottsobreLaurenTownsend.Tampocoes que cuente muchas cosas. Era una esposainfelizenamoradadeotrohombre.Nelhabladesuenajenamiento,desuaireausente.Puedeque estuviera deprimida.En el fondo, ¿quiénsabe?TampocoeslapalabradeDios,sólosetrata de la versión de Nel Abbott de suhistoria. En mi opinión, es necesaria unaextraña vanidad para ser capaz de coger latragediadeotrapersonayescribirlacomositeperteneciera.

Al releerla, no he comprendido cómoSean pudo quedarse allí. Aunque no la viera

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caer,élestabaallí.¿Quécojoneslehaceesoauno? También es verdad que debía de serpequeño.¿Seisosieteaños?Losniñospuedenbloquear los traumas como ése. El padre, encambio,no.Ypaseaporelríoadiario,lohevisto. Imagínatelo. Imagina pasear cada díapor el lugar enelquehasperdidoa alguien.Yo soy incapaz, no podría hacerlo. Aunquesupongoqueyonuncaheperdidodeverdadanadie.¿Cómovoyasaberloquesuponesentirundolorcomoése?

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SEGUNDAPARTE

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MARTES,18DEAGOSTO

Louise

EldolordeLouiseeracomoelrío:constantey siempre cambiante. Se agitaba, crecía,fluctuaba; algunos días era frío, oscuro yprofundo; otros, rápido y deslumbrante. Susensación de culpa también era líquida y sefiltraba por las grietas cuando intentabacontenerla.Teníabuenosymalosdías.

Ayerfuealaiglesiaparavercómometíana Nel bajo tierra. En realidad —y deberíahaberlo sabido—no lo hicieron. Pero sí vio

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cómo la introducían en el horno crematorio,demodoquepodíaseguirconsiderándoseunbuen día. Incluso el arrebato emocional quehabía sufrido —pues, a su pesar, no habíadejadode llorardurante toda laceremonia—habíasidocatártico.

Hoy, en cambio, iba a ser un día demierda. Lo había sentido nada másdespertarse. No se trataba tanto de unapresencia como de una ausencia. La euforiaque había sentido al principio, la vengativasatisfacción, ya estaba menguando. Y, ahoraque Nel había sido reducida a cenizas, aLouise no le quedaba nada. Nada. No podíadejar su dolor y su sufrimiento ante ningunapuerta,porqueNelyanoestaba.Ytemíaque,alfinal,elúnicolugaralquepudierallevarsutormentofuerasupropiohogar.

Hogar, asimismo, de su marido y de suhijo.Demodoque,sí,hoyibaaserundíademierda, pero tenía que hacerle frente. Lohabíadecidido:había llegadoelmomentode

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seguir adelante. Debían marcharse antes dequefuerademasiadotarde.

Louise y su marido, Alec, llevabansemanasdiscutiendosobreeso;unaspequeñasdiscusiones en voz baja, así eran las queteníanúltimamente.Aleccreíaqueseríamejormudarse antes de que comenzara el nuevocurso. Así, argumentaba él, Josh podríaempezar el próximoañoescolar enun lugarcompletamente nuevo donde nadie sabríaquiénera.Ydondenotendríaquehacerfrentecadadíaalaausenciadesuhermana.

—Y¿asíyanuncatendráquehablarsobreella?—preguntóLouise.

—Hablará sobre ella con nosotros —respondióAlec.

Estaban en la cocina, discutiendo en untonodevozbajoytenso.

—Tenemos que vender esta casa ycomenzardenuevo—resolvióAlec—.Sí,yalosé—dijoalzandolasmanoscuandoLouiseempezóaprotestar—.Séqueéstaessucasa...

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—Vaciló un instante y apoyó sus manosrepletasdemanchascausadasporelsolenlaencimera,aferrándosea lamismacomosi lefueralavidaenello—.Tenemosqueempezardenuevo,Lou.TenemosquehacerloporJosh.Sifuéramossólotúyyo...

Si fueran sólo ellos dos, pensó ella,seguiríanlospasosdeKatieypondríanpuntofinalatodoeso.¿No?NoestabaseguradequeAlec fuera capaz de hacerlo. Antes solíapensar que ambos progenitores podíancomprenderesetipodeamorqueselotragaauno, pero ahora se preguntaba si sólo seríanlas madres quienes lo hacían. Alec sentía eldolor, claro está, pero Louise no estabasegura de que sintiera la desesperación.O elodio.

De modo que estaban comenzando aaparecer fisuras en un matrimonio quesiempre había considerado inquebrantable.Aunque, claro, antes ella no sabía nada.Ahora, en cambio, le resultaba obvio: no

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había matrimonio que pudiera sobrevivir auna pérdida semejante. El hecho de queninguno de los dos hubiera sido capaz deimpedir la tragedia era algo que siempre seinterpondría entre ambos.Peor aún, elhechodequeningunodelosdoshubierasospechadonada, que ambos se hubieran acostado, sehubieran dormido y, a la mañana siguiente,hubierandescubiertolacamadesuhijavacíayniporunsegundohubieran imaginadoquepudieraestarenelrío.

No había esperanza para Louise, y poca,pensabaella,paraAlec.PeroJosheradistinto.Joshecharíaenfaltaasuhermanaelrestodesuvida,peroaúnpodíaserfeliz: losería.Lallevaría consigo, pero también trabajaría,viajaría,seenamoraría,viviría.Yparaesolomejor era estar lejos de allí, lejos deBeckford, lejos del río. Louise sabía que enesosumaridoteníarazón.

Ensufuerointerno,ellayalosabía,perono había querido aceptarlo. Ayer, sin

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embargo, después del funeral, se sintióatenazada por el terror al ver el rostrodemacradoe inquietodesuhijo.Lafacilidadconlaquesesobresaltabaaloírunruidoalto,encogiéndose como un perro asustado enmedio de la muchedumbre. El modo en queconstantemente se volvía hacia ella, como sihubieraretrocedidoasuprimerainfanciayyanofueraunchicodedoceañosindependiente,sino un niño pequeño asustado y necesitado.Teníanquellevárselodeallí.

Ahora bien, ése era el lugar en el queKatie había dado sus primeros pasos,pronunciadosusprimeraspalabras,jugadoalescondite, dado volteretas en el jardín,peleado con su hermano para despuésreconfortarlo, reído y cantado y llorado ymaldecidoysangradoyabrazadoasumamáalllegarcadadíadelaescuela.

Pero Louise había tomado una decisión.Aligualquesuhija,eraunapersonaresuelta,aunque el esfuerzoque suponía era inmenso.

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Aunquesólofueraparalevantarsedelamesade la cocina, caminar hasta el pie de laescalera,subirla,apoyarlamanoenlamanijadelapuerta,abrirlayentrarensuhabitaciónpor última vez. Porque ésa era la impresiónque tenía. Ésa era la última vez que sería lahabitación de su hija. A partir de mañana,seríaotracosa.

El corazón de Louise se había vuelto demadera; no latía, sólo le causaba dolor alrozarconel tejidoblando,desgarrándole lasvenas y los músculos, inundándole el pechodesangre.

Buenosymalosdías.Nopodíadejarlahabitaciónasí.Pordura

que fuera la ideademeter en cajas las cosasde Katie, guardar su ropa, descolgar susfotografías de las paredes, borrar supresencia,ocultarlaalavista,peorerapensaren que unos extraños pudieran ocupar esahabitación.Peor era imaginarlos tocando suscosas, buscando pistas ymaravillándose ante

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lo normal que parecía todo, lo normal queparecíaKatie.«¿Ella?Imposible.Nopuedeserellalaqueseahogó.»

Demodoqueloharía:recogeríalascosasde la escuela que había en su escritorio yguardaría el bolígrafo que en otro tiempohabíasujetadoelpuñodesuhija.Doblaríalasuavecamisetagriscon laqueKatiedormía,haría su cama.Cogería los pendientes azulesque la tía favoritadeKatie lehabía regaladoporsucatorcecumpleañosylosguardaríaensujoyero.Sacaríalamaletagrandeynegradelo alto del armario del pasillo y la llenaríaconlaropadeKatie.

Loharía.Estaba de pie en medio de la habitación

pensandotodoesocuandohaoídounruidoasuespalday,alvolverse,havistoaJoshenelumbraldelapuerta,observándola.

—¿Mamá? —ha llamado con la vozentrecortada, blanco como un fantasma—.¿Quéestáshaciendo?

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—Nada, cariño, sólo... —Louise ha dadounpasohaciasuhijo,peroélharetrocedido.

—¿Vas... vas a recoger su habitaciónahora?

Ellahaasentido.—Voyacomenzar—hadicho.—¿Qué vas a hacer con sus cosas?—ha

preguntado él alzando todavía más la voz,ahorayaquebrada—.¿Lasvasadar?

—No, cariño. —Se ha acercado a él yentonceshaextendido lamanoparaapartarleun mechón de pelo de la frente—. Loguardaremostodo.Novamosadarnada.

Élparecíapreocupado.—Pero¿nodeberíasesperarapapá?¿No

debería estar él aquí? No deberías estarhaciendoestotúsola.

Louisehasonreído.—Sólo voy a comenzar —ha dicho tan

animadacomohapodido—.Pensabaqueestamañana estarías en casa de Hugo, de modoque...

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HugoeraamigodeJosh,posiblementeelúnico que tenía. (Y cada día Louise dabagraciasalSeñorpor laexistenciadeHugoyla familia de éste, que acogían a su hijosiemprequenecesitabaevadirse.)

—He ido, pero entonces me he dadocuenta de queme había dejado el móvil, asíquehevuelto apor él.—Loha sostenido enaltoparaenseñárseloasumadre.

—Estábien—hadichoella—.Buenchico.¿VasaquedarteacomerencasadeHugo?

Élhaasentidoy,trasunamagodesonrisa,sehamarchado.Ellahaesperadohastaoírelportazo en la entrada antes de sentarse en lacamaypermitirsellorarabiertamente.

En la mesilla de noche había una viejagoma de pelo tan dada de sí y gastada queparecía que estaba a punto de romperse. Enella todavía había enredados unos cuantospelos del precioso cabello oscuro de Katie.Louiselahacogidoylehadadolavueltaenlamano,entrelazándolaentresusdedosy,tras

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sostenerlaenalto,sehapuestodepieysehadirigido al tocador, ha abierto el joyero depeltre con forma de corazón y la ha metidodentro. Se quedaría ahí con sus brazaletes ysus pendientes; no tiraría nada, lo guardaríatodo.Noahí,peroenalgúnlugar.Viajaríaconellos.NingunapartedeKatie,nadaquesuhijahubiera tocado, languidecería en lospolvorientosestantesdeunatiendadeobjetosdesegundamano.

AlrededordelcuellodeLouisecolgabaelcollarqueKatiellevabaeldíaquemurió,unacadenadeplataconunpequeñopájaroazul.ALouiselemolestabaquehubieraescogidoesapiezaenparticular.Nuncahabríapensadoquese trataba de su favorita. Creía que preferíalospendientesdeoroblancoqueellayAleclehabían regalado por su trece cumpleaños, yloscualesadoraba,oelbrazaletetrenzadodelaamistad(«brazaletede la fraternidad»)queJosh le había regalado (¡con su propiodinero!) en Grecia, durante sus últimas

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vacaciones. Louise no comprendía por quéKatie había escogido ese collar, un obsequiode Lena, a quien últimamente ya no parecíaestar tan unida. En el pájaro había unainscripción(muypocopropiadeLena):«Conamor».

Aquel día no llevaba más joyas. Unospantalonesvaqueros,unachaquetademasiadogruesa para una noche veraniega, y losbolsillos llenos de piedras. Y también lamochila. Cuando la encontraron, estabarodeada de flores y su puño todavía estabaaferrado a algunas de ellas. Como Ofelia.Como el cuadro que colgaba de la pared encasadeNelAbbott.

LagentedecíaqueculparaNelAbbottporlo que le había sucedido a Katie era, en elmejordeloscasos,desproporcionadoy,enelpeor, ridículo y cruel. Sólo porque Nelescribiera y hablara sobre la poza, tomarafotografías, realizara entrevistas, publicaraartículosen laprensa localo inclusohablara

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enunaocasiónconunprogramaderadiodela BBC sobre el mismo; sólo porque serefiriera al lugar como «propicio parasuicidarse», sólo porque se refiriera a susqueridas «nadadoras» como gloriosasheroínas románticas, comovalientesmujeresquehabíanencontradounapacíficamuerteenun hermoso lugar de su elección, Nel nopodíaserconsideradaresponsable.

PeroKatienosecolgódelapartetraseradelapuertadesudormitorio,nosecortólasvenasnitomóunpuñadodepastillas.Escogióla poza. Lo que resultaba verdaderamenteridículoera ignorareso, ignorarelcontexto,ignorarlosugestionablequepuedeseralgunagente: la gente sensible, la gente joven. Losadolescentes —los jóvenes buenos,inteligentesyamables—seembriaganconlasideas. Louise no comprendía por qué Katiehabía hecho lo que había hecho, nunca locomprendería,perosí teníaclaroquesuactonohabíasucedidodeformaaislada.

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El terapeuta al que había visto en apenasdos sesiones le había dicho que no debíabuscar una razón; que tal vez nunca podríacontestar a esa pregunta, que nadie podría;que, en muchos casos en los que alguien sequitalavida,nohayunaúnicarazónyquelavidanoestansimple.Louise,desesperada,lehabía señalado que Katie no sufríadepresionesnitampocoestabasiendoacosada(habían hablado con la escuela y habíanrevisadosucuentadecorreoelectrónicoydeFacebook;nohabíanencontradonadamásquecariño).Se tratabadeunachicaguapa, le ibabien en la escuela, tenía ambición y empuje.Noera infeliz.Avecespodíaseralocadayamenudo excitable. Era temperamental: teníaquinceaños.Pero,engeneral,nosemostrabareservada. Si hubiera estadometida en algúnproblema,selohabríacontadoasumadre.Selocontabatodo,siemprelohabíahecho.

—Nome escondía nada—le había dichoLouise al terapeuta, y advirtió cómo éste

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apartabalamirada.—Esoes loquepiensan todos lospadres

—dijoélenvozbaja—,ymetemoquetodoslospadresestánequivocados.

Despuésdeeso,Louisenovolvióaacudiralterapeuta,peroeldañoyahabíasidohecho.Se había abierto una fisura y la culpa habíacomenzadoafiltrarseporella;alprincipionoeramásqueungoteo,peroluegoseconvirtióenuna inundación.Noconocíaa suhija.Poreso lo del collar lemolestaba tanto, no sóloporque se lo había regalado Lena, sinotambién porque se había convertido en unsímbolodetodoloquedesconocíadelavidadeKatie.Cuantomáspensabaenello,másseculpaba a sí misma: por estar demasiadoocupada,porconcentrarsedemasiadoenJosh,por no haber conseguido proteger a supequeña.

La marea de la culpa crecía y crecía, ysólo había una forma demantener la cabezapor encima, de evitar no ahogarse, y era

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encontrar una razón, señalarla, decir: «Ajá.Eso fue». Su hija tomó una decisión sinsentido,peroesosbolsillos llenosdepiedrasyesasmanosaferradasaflores...Laeleccióntenía un contexto.Y ese contexto se lo habíaproporcionadoNelAbbott.

Louisehadejadolamaletanegrasobrelacama,haabiertoelarmarioyhaempezadoadescolgar la ropa deKatie: sus camisetas devivos colores, sus vestidos de verano, lasudadera con capucha de un sorprendentecolorrosaquellevótodoelinviernopasado.Suvisiónsehavueltoborrosayhaprocuradopensarenalgoparadetener las lágrimasqueestaban acudiendo a sus ojos. Ha buscadoalgunaimagenenlaqueconcentrarsumente,demodoquehapensadoenelcadáverdeNelen el agua y ha aceptado el escaso consueloquehapodidoencontrarenello.

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Sean

Me ha despertado el ruido de una mujerllamándomeagritos,unruidodesesperadoylejano.Alprincipiomehaparecidoqueestabasoñando,peroluegomehanlevantadoconunsobresalto unos golpes fuertes y cercanos,inoportunos y reales. Había alguien en lapuertadeentrada.

Me he vestido a toda prisa y me hedirigidoalaplantabaja,echandounvistazoalreloj de la cocina al pasar por delante. Erapocomás demedianoche; no debía de llevardurmiendomásdemediahora.Losgolpesenlapuertapersistíanyheoídoaunamujerqueme llamaba a gritos. Una voz que conocíapero que no conseguía situar. He abierto lapuerta.

—¡¿Has visto esto?!—ha gritado LouiseWhittaker, enfureciday conel rostro rojo—.

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¡Te lo dije, Sean! ¡Te dije que estabasucediendo algo!—El esto al que se referíaeraunfrasquitodeplásticonaranjacomolosque se utilizan para los medicamentos conreceta,yenunladohabíaunaetiquetaconunnombre:DanielleAbbott—. ¡Te lo dije!—harepetido Louise, y entonces ha empezado allorar.

Yo la he hecho entrar, pero ya erademasiado tarde: antes de que pudiera cerrarlapuertadelacocinahevistoqueseencendíaunaluzeneldormitoriodelprimerpisodelacasademipadre.

He tardado un momento en comprenderqué era lo que estaba diciéndome Louise.Estabahistérica,hablabadeformaatropelladayloquedecíanoteníasentido.Hetenidoquesacarle la información poco a poco. Susfraseseranentrecortadas,jadeantesyfuriosas.Habíandecididoponeralaventalacasa,pero,antesdeenseñarla,debíarecogerlahabitaciónde Katie porque no quería que unos

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desconocidos deambularan por ella tocandosuscosas.Hacomenzadoesta tarde.Mientrasestaba empaquetando la ropa de su hija, haencontrado el frasquito naranja.Ha sucedidoal descolgar un abrigo, el verde, uno de losfavoritos de Katie. Ha oído un ruido y, almeterlamanoenelbolsillo,hadescubiertoelfrasco con pastillas. Se ha quedadoestupefacta, sobre todo al ver que el nombreque figuraba en la etiqueta era el de Nel.Nunca antes había oído hablar delmedicamento (Rimato), pero ha buscadoinformación en internet y hadescubierto queson una especie de pastillas para adelgazar.«Laspastillasnoestándisponibleslegalmenteen el Reino Unido. Estudios en EstadosUnidos vincularon su uso a depresión ypensamientossuicidas.»

—¡Setepasóporalto!—haexclamado—.Medijistequenoteníanadaenlasangre.Medijiste queNel Abbott no tenía nada que verconello.Ymira.—Hagolpeadolamesacon

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el puño haciendo que el frasquito diera unsalto—. Estaba suministrándole drogas a mihija.Drogaspeligrosas.Ytúnohicistenadaalrespecto.

Ha sido extraño, pero durante todo eltiempo que ha estado diciéndome eso,atacándome, me he sentido aliviado porqueahora había una razón. Si Nel le habíasuministrado drogas a Katie, podíamosseñalarlas y decir: «Mirad, ésta es la razónporlaquepasó.Poresounajovenbrillanteyfeliz perdió su vida. Por eso dos mujeresperdieronsusvidas».

Resultabareconfortante,pero tambiéneramentira.Yosabíaqueloera.

—El resultado de los análisis de sangrefuenegativo,Louise—leheexplicado—.Nosé durante cuánto tiempo esta medicina...¿Rimato, se llama? No sé cuánto tiempopermanece el Rimato en el organismo.TodavíanosabemossiesoesRimato,pero...—Mehepuestodepie,hesacadounabolsade

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plásticotransparentedeuncajóndelacocinay la he abierto delante de Louise. Ella hacogido el frasquito de lamesa, lo hametidoen la bolsa y yo la he cerrado—. Podemosaveriguarlo.

—Y entonces lo sabremos —ha dicho,aspirandoruidosamenteunagranbocanadadeaire.

Lociertoeraquenolosabríamos.Aunqueencontráramos restos de la droga en suorganismo, aunque descubriéramos algo quese nos hubiera pasado por alto, no nos diríanadaconcluyente.

—Sé que ya es demasiado tarde —haañadido Louise—, pero quiero que esto sesepa.Quiero que todo elmundo sepa lo quehizo Nel Abbott. Podría haberles dadopastillasaotraschicas...Tienesquehablarcontuesposasobreesto.Comodirectora,deberíasaberquealguienestávendiendoestamierdaen su escuela. Tienes que registrar lastaquillas,tienesque...

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—Tranquilízate, Louise.—Mehe sentadoasulado—.Porsupuestoquenostomaremosestoenserio.Loharemos.Peronohayformade saber cómo llegó este frasco amanos deKatie. Es posible que Nel Abbott adquirieralaspastillasparatomarlasellamisma...

—¿Y...? ¿Qué estás diciendo? ¿Que Katielasrobó?¡¿Cómoteatrevessiquieraasugerireso,Sean?!¡Túlaconocías...!

La puerta de la cocina ha dado unasacudida —se quede atascada, sobre tododespuésdequellueva—yluegosehaabiertodegolpe.EraHelen, desaliñada—pantalonesdechándalycamiseta—ydespeinada.

—¿Quésucede?¿Quéhapasado,Louise?Ella ha negado con la cabeza pero no ha

dicho nada. Se ha cubierto la cara con lasmanos.

Yo me he puesto de pie y me he vueltohaciaHelen.

—Deberías volver a la cama—he dichomanteniendolavozbaja—.Nohaynadadelo

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quepreocuparse.—Pero...—Sólo necesito charlar un rato con

Louise.Nopasanada.Vealacama.—Estábien—harespondidoconreceloal

tiempoque echabaunvistazo a lamujer quelloraba frente a la mesa de la cocina—. Siestásseguro...

—Loestoy.Helen se ha marchado de la cocina y ha

cerrado la puerta tras de sí. Louise se hasecado las lágrimas y se me ha quedadomirando de un modo extraño, como si sepreguntara de dónde venía mi esposa. Yopodríahaberlecontestadoquenoduermebienyquemipadretambiénsufredeinsomnio,demodo que a veces se sientan juntos a hacercrucigramas o a escuchar la radio. Podríahabérselo explicado, pero de repente la ideame ha resultado agotadora, demodo que, envez de eso, he continuado con laconversación:

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—NocreoqueKatierobaranada,Louise.Claroqueno.Perotalvezpudo...,nosé,cogerlas pastillas sin querer. Quizá sintiócuriosidad. ¿Dices que estaban en el bolsillode un abrigo? Es posible que las cogiera yluegoseolvidaradeellas.

—Mi hija no cogía cosas de las casas delos demás —ha respondido Louiseamargamente,yyo lohe ratificado.No teníasentidodiscutirleeso.

—Mañanaaprimerahoramepondréconesto. Enviaré las pastillas al laboratorio yrepasaremos los análisis de sangre de Katie.Sisemepasóalgoporalto,Louise...

Ellahanegadoconlacabeza.—Sé que no cambia nada. Sé que no la

traerá de vuelta —ha dicho en voz baja—.Peromeayudaríaacomprender.

—Loentiendo.Claroquesí.¿Quieresquete lleve a casa?—lehe preguntado—.Puedodevolverteelcochemañanaporlamañana.

Ella ha negado de nuevo con la cabeza y

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mehaofrecidounatrémulasonrisa.—Estoybien—hacontestado—.Gracias.

El eco de sus gracias —del todoinjustificadas, inmerecidas— ha resonado enel silencio de la cocina después de que sehubiera marchado, y me he sentido muydesdichado.Heagradecido,pues,oírelruidodelospasosdeHelenenlaescaleraynotenerqueestarsolo.

—¿Qué sucede? —me ha preguntado alentrar. Se la veía pálida ymuy cansada, conunas ojeras oscuras comomoratones debajode los ojos. Se ha sentado a la mesa y haextendidoelbrazoparacogermede lamano—.¿QuéestabahaciendoLouiseaquí?

—Ha encontrado algo —he explicado—.Algo que cree que podría tener algunarelaciónconloquelepasóaKatie.

—¡¿Qué?!¡Oh,Diosmío,Sean!Yohedejadoescaparunresoplido.

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—No debería... Supongo que todavía nodeberíaentrarendetalles.—Ellahaasentidoyme ha apretado la mano—. Dime una cosa:¿cuándo fue la última vez que confiscasteisdrogasenlaescuela?

Ellahafruncidoelceño.—Bueno, al final del trimestre le

encontramos un poco de marihuana a esapequeñasabandija,IainWatson,peroantesdeeso... hace bastante tiempo. Bastante. Enmarzo,creo,pillamosaLiamMarkham.

—Fueronpastillas,¿no?—Sí. Éxtasis o, en cualquier caso, algo

que pretendía pasar por éxtasis y Rohypnol.Loexpulsamos.

Yo recordaba vagamente el incidente,aunquenoeraeltipodecosasenlasquesolíaimplicarme.

—¿Ha habido algo más desde entonces?No habrás visto por ahí ningunas pastillasparaadelgazar,¿verdad?

Ellahaenarcadounaceja.

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—No. En cualquier caso, nada ilegal.Algunas de las chicas toman esas azules,¿cómo las llaman? Alli, creo. No requierenreceta, aunque imagino que no es legalvendérselas a menores. —Ha arrugado lanariz—.Lasvuelvehorriblementeflatulentas,pero al parecer ése es un precio aceptableparaconseguirunespacioentrelosmuslos.

—¿Unqué?Helenhapuestolosojosenblanco.—¡Un espacio entre los muslos! Todas

quieren tener unas piernas tan delgadas quelosmuslosno se toquen.Laverdad,Sean, esque en ocasiones creo que vives en otroplaneta.—Havueltoaapretarmelamano—.Yavecesdesearíavivirenélcontigo.

Luegonoshemosidoalacamajuntosporprimera vez en mucho tiempo, pero no hepodidotocarla.No,despuésdeloquehice.

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MIÉRCOLES,19DEAGOSTO

Erin

Velludo, el agente de la policía científica,apenas había tardado unos cinco minutos enencontrarelcorreoelectrónicoconelrecibodelaspastillasparaadelgazarenlacarpetadecorreonodeseadodeNelAbbott.Hastadondesabía, ésta había comprado las pastillas sóloen una ocasión, a no ser, claro está, quetuviera otra cuenta de correo que ya noutilizara.

—Extraño, ¿verdad? —ha comentado unagente uniformado (uno de los más viejos,

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cuyo nombre no me había molestado enaprender)—. Era una mujer muy delgada.Nunca habría imaginado que pudieranecesitarlas.Lagordaeralahermana.

—¿Jules?—he dicho yo—. Jules no estágorda.

—Bueno, ahora ya no, pero deberíahaberlavistotiempoatrás—hareplicado,ysehaechadoareír—.Eraunavaca.

Jodidamenteencantador.Desde que Sean me comentó lo de las

pastillas, he estado repasando el expedientedel caso de Katie Whittaker. Estaba todobastanteclaro,aunque,talycomosuelepasarenestoscasos,lapreguntadeporquélohabíahecho seguía sin respuesta. Sus padres nohabíansospechadoquelesucedieranada.Susprofesores decían que tal vez había estadoalgodistraídayunpocomásreservadadelohabitual, pero no habían divisado ningunabandera roja. El resultado de los análisis desangreeranegativo.Nohabíaantecedentesde

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autolesiones.La única cosa —y tampoco muy

importante— era una supuesta riña con sumejor amiga, LenaAbbott. Un par de chicasdelaescueladeKatieasegurabanqueLenayKatie habían discutido sobre algo. Louise, lamadre de Katie, decía que últimamente seveían mucho menos, pero no pensaba quehubiera habido ninguna discusión. En casocontrario, sostenía, Katie lo habríamencionado. Habían tenido peleas en elpasado—las adolescentes siempre las tienen—,yKatie siempre se lo había contado a sumadre. Y, en el pasado, siempre habíanterminadohaciendolaspaces.Despuésdeunade esas riñas, Lena se había sentido tan malquelehabíaregaladoaKatieuncollar.

Sinembargo,esaschicasdelaescuela—Tanya No-sé-qué y Ellie No-sé-cuántos—afirmaban que había pasado algo gordo,aunque no podían decir qué era. Sólo sabíanque,másomenosunmesantesde lamuerte

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deKatie, ella yLena se habían enzarzado enloquecalificabandediscusiónviolenta,yqueun profesor había tenido que separarlasfísicamente. Lena lo negaba en redondo yaseguraba que Tanya y Ellie se la teníanjurada y que sólo estaban intentandometerlaen problemas.Louise, por su parte, no habíaoído hablar de esa pelea, y el profesorimplicado—MarkHenderson—afirmabaqueen realidad no había sido tal y quemás bienestabanjugando,tomándoseelpelolaunaalaotra. En unmomento dado, la cosa se habíaacaloradoyél leshabíadichoquebajaranelvolumen.Esohabíasidotodo.

La primera vez que leí el expediente delcaso de Katie no le prestémucha atención aesa parte, pero ahora no dejaba de volver aella. Había algo extraño. ¿Las chicas suelenpelearse en broma? Parece algo más propiodeloschicos.Puedequehubierainteriorizadomás sexismo del que estaba dispuesta aadmitir.Sinembargo,almirarlasfotografías

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deesaschicas—guapas,posando...;Katie,enparticular,muyarreglada—,nomedieron laimpresión de ser de las que se pelean enbroma.

AlaparcarelcochedelantedelaCasadelMolino, he oído un ruido y he levantado lamirada. Lena estaba asomada a una de lasventanasdelprimerpisoconuncigarrilloenlamano.

—¡Hola,Lena!—heexclamado.Ellanohadichonada,perodeformamuy

deliberada ha apuntado y ha lanzado elcigarrillo en mi dirección. Luego se haretiradoyhacerradolaventanadegolpe.Nomecreolodelapeleaenbroma:algomediceque,cuandoLenaAbbottsepelea, lohacedeverdad.

Julesmehaabierto lapuerta sindejardemirar con nerviosismo por encima de mihombro.

—¿Va todo bien? —le he preguntado.Teníamalaspecto:ojerosa,macilenta,carade

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sueño,pelosinlavar.—No puedo dormir —ha dicho en voz

baja—.Pormásquelointento,noloconsigo.Arrastrando los pies, se ha dirigido a la

cocina, ha puesto en marcha el hervidor deaguaysehasentadoalamesadejándosecaersobrelasilla.Meharecordadoamihermanatressemanasdespuésdehaberdadoaluzasusgemelos: apenas tenía fuerzas paramantenerlacabezaerguida.

—Talvezdeberíairalmédicoparaquelerecetara algo—le he sugerido, pero ella hanegadoconlacabeza.

—No quiero dormir demasiadoprofundamente —ha replicado abriendomucho los ojos, lo que le ha conferido unaspectoalgomaníaco—.Necesitoestaralerta.

Podríahaberledichoquehabíavistomásalertaenpacientesenestadodecoma,peronolohehecho.

—Quería hablar con usted sobre eseRobbie Cannon por el que preguntó —he

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dicho, y ella se ha estremecido y hacomenzadoamorderseunauña—.Lohemosinvestigado un poco y tenía razón con lo dequeesviolento.Tieneunpardecondenasporviolencia doméstica, entre otras cosas. Perono estuvo implicado en la muerte de suhermana. Fui aGateshead (la localidad en laque vive) ymantuve una pequeña charla conél.LanocheenlaqueNelmurió,élestabaenManchestervisitandoasuhijo.Mecontóquehacía años que no la veía, pero que cuandoleyó en el periódico local que había muertodecidióvenirapresentarsusrespetos.Parecíabastantesorprendidodequelepreguntáramosporello.

—Ha...—Suvozapenaseraunsusurro—.¿NosmencionóamíoaLena?

—No.No lo hizo. ¿Por qué lo pregunta?¿Es que ha estado aquí? —He recordado laforma vacilante con la queme ha abierto lapuerta, mirando por encima de mi hombrocomositemieralallegadadealguien.

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—No.Esdecir,nocreo.Nolosé.Noheconseguidosacarlenadamássobre

eltema.Estabaclaroqueporalgunarazónesetipo la asustaba, pero noha querido decirmeporqué.Mehabríagustadoprofundizarmás,perolohedejadoestarporqueteníaquetratarotroasuntoincómodo.

—Estoesunpocodifícil—lehedicho—.Me temo que debemos volver a registrar lacasa.

Ella sehaquedadomirándome fijamente,horrorizada.

—¿Por qué? ¿Es que han descubiertoalgo?¿Quéhapasado?

Lehecontadolodelaspastillas.—Oh,Diosmío.—Hacerradolosojosy

haechado lacabezahaciaatrás.Puedequeelagotamientolahubieraembotado,peronohaparecidosorprenderse.

—Las compró en noviembre del añopasado,eldía18,atravésdeunapáginawebnorteamericana. No hemos encontrado

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registros de ninguna otra adquisición depastillas,perotenemosqueestarseguros...

—Estábien—hadicho—.Deacuerdo—yse ha frotado los ojos con las puntas de losdedos.

—Unpardeagentesuniformadosvendránestatarde.¿Levabien?

Ellasehaencogidodehombros.—Bueno, si tienenquehacerlo... ¿Cuándo

dicequelascompró?—El 18 de noviembre —he repetido,

comprobandomisnotas—.¿Porqué?—Essólo...Esedíaeselaniversariodela

muertedenuestramadre.Parece...Oh,no sé.—Ha fruncido el ceño—. Parece extraño,porque por lo general Nel siempre mellamaba el 18, y el año pasado no lo hizo.Luego averigüé que se encontraba en elhospitalparaunaapendicectomíadeurgencia.Me extraña que tuviera tiempo para comprarpastillas para adelgazar cuando estaba en elhospital para someterse a una operación de

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urgencia.¿Estáseguradequefueel18?De vuelta en la comisaría, lo he

comprobado con Velludo. La fecha eracorrecta.

—Puedequelascompraraconelmóvil—ha sugerido Callie—. Los hospitales sonrealmenteaburridos.

PeroVelludohanegadoconlacabeza.—No, he comprobado la dirección IP, y

quienquiera que hiciera la compra lo hizo alas cuatro y diecisiete de la tarde ymedianteun ordenador conectado al router de la Casadel Molino. De modo que se hizo desde lacasaocercadeella.¿Sabesaquéhorafuealhospital?

No lo sabía, pero no me costóaveriguarlo. Tal y como me había dicho suhermana,NelAbbottingresóenelhospitallamadrugada del 18 de noviembre parasometerse a una apendicectomía de urgencia.Permaneció allí todo ese día y también lanochesiguiente.

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Nelnopudocomprarlaspastillas.Fueronadquiridasporotrapersonacon su tarjetadecréditoydesdesucasa.

—Lena—lehedichoaSean—.TuvoqueserLena.

Élhaasentidoconexpresiónadusta.—Vamosatenerquehablarconella.—¿Quiere hacerlo ahora? —he

preguntado,yélhavueltoaasentir.—Nohayquedejarparamañanaloquese

pueda hacer hoy —ha dicho—. ¿Qué mejormomentoqueinmediatamentedespuésdequela chica haya perdido a su madre? Menudodesastredesituación.

E iba a empeorar todavía más. Estábamos apuntodesalirde lacomisaríacuandonoshaabordadounasobreexcitadaCallie.

—¡Lashuellas!—hadichocasisinaliento—. Hemos encontrado una coincidencia.Bueno, no exactamente una coincidencia,

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porquenosecorrespondenconlasdeningúnvecino,sólo...

—Sólo ¿qué? —ha preguntado elinspector.

—Un lumbreras decidió echarles unvistazoalashuellasdelfrascodelaspastillasy compararlas con la que encontramos en lacámara,yasabe,laestropeada.

—Sí,recordamoslacámaraestropeada—hacontestadoSean.

—Bueno, pues hemos hallado unacorrespondencia.Y,antesdequelodigan,noes con las de Nel Abbott ni las de KatieWhittaker. Alguien más manipuló ambosobjetos.

—Louise —ha afirmado Sean—. Tienequehabersidoella.LouiseWhittaker.

Mark

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Mark estaba cerrando la cremallera de sumaletacuandohallegadolaagentedepolicía.Una distinta. También mujer, pero un pocomayorquelaanterior,ynotanguapa.

—Sargento Erin Morgan —se hapresentado estrechándole la mano—. Mepreguntabasipodríahablarunmomentoconusted.

Élnolahainvitadoaentrar.Lacasaestabamuy desordenada y él no estaba de humorparamostrarsecortés.

—Estoy haciendo lamaleta para irme devacaciones—ha contestado—. Esta tarde mevoy en coche a Edimburgo a recoger a miprometida.IremosapasarunosdíasaEspaña.

—Serárápido—haaseguradolasargentoMorgan, echandounvistazo al interior de lacasaporencimadesuhombro.

Élhaentornadolapuertaysehanquedadohablandoenelescalóndelaentrada.

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Markhabíasupuestoquedebíadetratarsede nuevo deNelAbbott.Al fin y al cabo, élhabía sido una de las últimas personas enverla viva. La había visto fuera del pub,habían hablado brevemente y luego se habíafijado en cómo se alejaba en dirección a laCasa del Molino. Estaba preparado para esaconversación.Noparalaquehantenido.

—Séqueensumomentoyahablaronconusted,peronecesitamosaclararalgunascosassobrelosacontecimientospreviosalamuertedeKatieWhittaker—hadicholamujer.

Mark ha notado que se le aceleraba elpulso.

—¿Cómo? Eh, sí, claro... ¿Qué quieresaber?

—Tengo entendido que tuvo usted queintervenirenunadiscusiónentreLenaAbbotty Katie algo así como un mes antes de lamuertedeésta.

Mark ha notado que se le secaba lagargantaylecostabatragarsaliva.

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—Nofueunadiscusión—haexplicado,yse ha cubierto los ojos con una mano paraprotegerlos del sol—. ¿Por qué...?Lo siento,pero ¿aquéviene sacar otra vez esto ahora?Creíaque lamuertedeKatie fueconsideradaunsuicidio.

—Sí—lo ha interrumpido la sargento—.Así es, y eso no ha cambiado. Sin embargo,hemos descubierto algunas, digamos,circunstancias alrededor de su muerte queantes desconocíamos y que tal vez requieranmásindagaciones.

Mark se ha dado la vuelta de golpe paraentrarenelrecibidoryhaabiertolapuertadeun empujón con tanta fuerza que ésta harebotadodevueltaaél.Lapresiónquesentíaenel cráneoestabaaumentandoyel corazónle latía con fuerza. Tenía que ponerse a lasombra.

—¿SeñorHenderson?¿Seencuentraustedbien?

—Estoy bien. —Mientras sus ojos se

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acomodaban a la oscuridad del recibidor, seha vuelto otra vez hacia la policía—. Estoybien. Se trata de un ligero dolor de cabeza,esoestodo.Essóloqueelresplandordelsol...

—¿Porquénotomaunvasodeagua?—leha sugerido la sargento Morgan con unasonrisa.

—No—ha respondidoél,dándosecuentaal instantede lohoscoqueha sonado—.No,estoybien.

Hahabidounsilencio.—¿Ladiscusión,señorHenderson?¿Entre

LenayKatie?Markhanegadoconlacabeza.—Nofueunadiscusión...,yaselodijeala

policía en su momento. No tuve quesepararlas. Almenos, no en el modo que sesugirió. Katie y Lena eran muy amigas,podíanserexcitablesyvolubles,exactamentedelmismomodoquemuchaschicas,ochicos,deesaedad.

Lasargento, todavíadepiebajoelsolen

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elescalóndelaentrada,eraahoraunasiluetasinrostro,unasombra.Éllapreferíaasí.

—Algunos de los profesores de Katiecomentaron que las semanas anteriores a sumuerte parecía distraída, quizá incluso algomás reservada de lo habitual. ¿Lo recuerdaustedasí?

—No —ha dicho Mark parpadeandolentamente—. No. No lo creo. No creo quehubieracambiado.Yonoadvertínadadistinto.No lo vi venir. Nosotros..., ninguno denosotrosloviovenir.

Su tono de voz era bajo y tenso, y lasargentolohapercibido.

—Lamentosacartodoestodenuevo—hadicho—.Imaginoloterribleque...

—Nolocreo.Yoveíaaesachicaadiario.Era joven y brillante, y... era una de mismejores estudiantes. Todos le teníamosmucho...cariño.—AMarkselehatrabadolalenguaalpronunciaresaúltimapalabra.

—Losientomucho,deverdad.Lacuestión

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es que han salido a la luz nuevos datos ytenemosqueinvestigarlos.

Élhaasentido.Teníaquehacer esfuerzospara oír a la sargento a causa de lasmartilleantes pulsaciones de sangre en losoídos. También notaba todo el cuerpo frío,como si alguien le hubiera vertido gasolinaencima.

—SeñorHenderson, ha llegado a nuestroconocimiento que Katie podría haber estadotomandounadroga,unmedicamentollamadoRimato.¿Sabeustedalgoalrespecto?

Mark sehaquedadomirándola fijamente.Ahora quería ver sus ojos. Quería leer suexpresión.

—No... Yo... ¿No dijeron que no estabatomando nada? Eso aseguró la policía en sumomento. ¿Rimato? ¿Qué es eso? ¿Es... unadrogarecreativa?

Morganhanegadoconlacabeza.—Unapastillaparaadelgazar—hadicho.—Katienoestabagorda—hareplicadoél,

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dándose cuenta al instantede lo estúpidoqueha sonado—. Aunque las adolescentes nodejan de hablar todo el rato sobre ello,¿verdad? Me refiero al peso. Y no sólo lasadolescentes.Lasmujeresadultastambién.Miprometidasiempreestáquejándose.

Eraverdad,peronotodalaverdad.Comosuprometidayanoerasuprometida,yanolaoía protestar por su peso, ni estabaesperándolo para acompañarlo aMálaga. Ensu último correo electrónico, enviado hacíaya unos meses, ella le había deseado que sepudrieraylehabíadichoquenuncaolvidaríacómolahabíatratado.

Ahorabien,¿quéhabíahechoélquefueratan horrible? Si hubiera sido un hombrerealmente espantoso, un tipo frío, cruel einsensible, habría seguido con ella paraguardar las apariencias. Al fin y al cabo, lehabría resultado conveniente. Pero no era unhombremalo.Erasóloque,cuandoamaba,lohacía con todo su ser. ¿Quédiantre tenía eso

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demalo?

En cuanto la mujer policía se ha marchado,Markhacomenzadoadarvueltasporlacasaabriendo cajones y hojeando libros en buscade algo que sabía muy bien que no iba aencontrar. La noche del solsticio de verano,enfadadoyasustado,habíahechounahogueraen el jardín trasero a la que había echadotarjetas y cartas. También un libro y otrosregalos. Si miraba ahora por la ventana,todavía podía ver los restos del fuego, lapequeña zonade tierra quemadadondehabíaerradicadotodorastrodeella.

Alabrirelcajóndelescritoriodesusalónsabía exactamente lo que iba a encontrar,porque ésa no era la primera vez que hacíaeso. En otras ocasiones había buscado ybuscadoalgoquelehubierapodidopasarporalto,avecespormiedoy,amenudo,presadeldolor. Aunque aquella primera noche había

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sidoexhaustivo.Sabíaqueeneldespachodeladirectorade

la escuela había fotografías. Un archivo,ahora cerrado, pero que seguían guardando.Él tenía una copia de la llave del edificio deadministración y sabía muy bien dóndebuscar.Yquería—necesitaba—llevarsealgoconsigo.Sentíaquenoeraningunatrivialidad,sino algo esencial, pues de repente el futuroera muy incierto. Al girar la llave en lacerraduradelapuertatraseraycerrarlacasa,ha tenido la sensación de que ya nuncavolveríaahacerlo.Quizánoregresaría.Quizáhabía llegado el momento de desaparecer ycomenzardenuevo.

Haconducidohastalaescuelayhadejadoel coche en el aparcamiento vacío. A veces,HelenTownsendibaallíatrabajardurantelasvacacionesescolares,perohoynohabíaseñalalgunadesucoche.Estabasolo.Haentradoenel edificio y ha dejado atrás la sala deprofesores de camino al despacho de Helen.

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La puerta estaba cerrada, pero cuando haempujado la manija hacia abajo hadescubiertoquenolohabíanhechoconllave.

Ha abierto y, al instante, ha percibido eldesagradable olor químico del productousadoparalimpiarlamoqueta.Hacruzadolahabitaciónhastaelarchivadoryhaabiertoelcajónsuperior.Habíasidovaciado,yelcajónde debajo estaba cerrado con llave. Con unaprofunda sensacióndedecepción, sehadadocuenta de que alguien lo había reordenadotodoyque, por tanto, no sabía dóndebuscarexactamente y que ese viaje tal vez hubierasido en vano. Ha salido a toda velocidad alpasilloparacomprobarque todavíaestuvierasolo—loestaba,suVauxhallrojoeraelúnicovehículo en el aparcamiento—, y luego havuelto al despacho de la directora. Concuidado de no tocar nada, ha abierto loscajonesdelescritoriodeHelendeunoenunoen busca de las llaves del archivador.No lasha encontrado, pero sí havisto otra cosa: un

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abalorio con el que no se imaginaba a ladirectora. Algo que le resultaba vagamentefamiliar. Un brazalete de plata con un cierredeóniceyunainscripciónenlaquesepodíaleer«SJA».

Sehasentadoyselohaquedadomirandodurante largo rato.Pormásque lo intentaba,eraincapazdesaberquésignificabaelhechodequeestuvieraesoallí.Nosignificabanada.No podía significar nada. Mark ha vuelto adejar el brazalete en el escritorio, haabandonado su búsqueda y ha regresado alcoche.Teníalallaveenelcontactocuandohacaído en la cuenta del momento en el quehabía visto ese brazalete por última vez. Lollevaba Nel cuando la vio fuera del pub.Habían hablado unosminutos.Y luego habíavisto cómo se alejaba endirección a laCasadelMolino.Pero,antesdeeso,antesdequesemarchara, Nel había estado jugueteando connerviosismo con algo que llevaba en lamuñeca.Ahí,estabaahí.Markhavueltosobre

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suspasos,haregresadoaldespachodeHelen,haabiertoelcajón,hacogidoelbrazaleteyselo ha guardado en el bolsillo. Mientras lohacía,hasidoconscientedeque,sialguienlehubiera preguntado por qué, no habría sidocapazdeexplicarlarazón.

Ha pensado que era como si estuvieraahogándose e intentara aferrarse a algo,cualquier cosa, para salvarse. Como sihubiera extendido los brazos para tratar decogerse a un flotador pero sólo hubieraencontradounasalgasysehubieraagarradoaellasdetodosmodos.

Erin

Elchico,Josh,estabadepiedelantedesucasacuando hemos llegado, como un pequeño

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soldado de guardia, pálido y vigilante. Hasaludado con educación al inspector y a míme hamirado con recelo. Tenía en lamanouna navajamultiusos y no dejaba de abrir ycerrarnerviosamentelahoja.

—¿Está tu mamá en casa, Josh? —le hapreguntadoSean.

Elchicohaasentido.—¿Por qué quiere volver a hablar con

nosotros? —ha preguntado a continuación,soltandounpequeñogalloalalzar lavoz.Sehaaclaradolagarganta.

—Sólonecesitamoscomprobarunpardecosas—hadichoSean—.Nohay nada de loquepreocuparse.

—Estabaen lacama—haanunciadoJoshal tiempoque susojospasabandel rostrodeSean al mío—. Esa noche. Mamá estabadurmiendo.Todosestábamosdurmiendo.

—¿Qué noche? —he preguntado yo—.¿Dequénocheestáshablando,Josh?

El chico se ha sonrojado y ha bajado la

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miradaasusmanosyhaseguidojugueteandocon su navaja. Era un niño que todavía nohabíaaprendidoamentir.

A su espalda, su madre ha abierto lapuerta.MehamiradoprimeroamíyluegoaSean,yhaexhaladounsuspiroaltiempoquese pasaba los dedos por las cejas. Su rostrotenía el color del té claro y, cuando se havuelto para hablar con su hijo, me he dadocuentadequeteníalaespaldaencorvadacomouna anciana. Le ha hecho a su hijo una señaparaqueseacercara.

—¿Ysiquierenhablar tambiénconmigo?—heoídoquedecíaelchico.

Ella lehaapoyado lasmanos firmementeenloshombros.

—No querrán, cariño —ha asegurado—.Vete.

Josh ha cerrado la navaja y se la haguardadoenunbolsillodelpantalónvaquerosinapartarlamiradademí.Yolehesonreído,pero él ha girado sobre sus talones y se ha

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marchado en dirección al sendero,volviéndose una única vez justo cuando sumadre estaba cerrando la puerta detrás denosotros.

He seguido a Louise y al inspector hastaunamplioyluminososalónquedabaaunodeesosmodernosporchesacristaladosdelíneasrectasqueparecenuniralaperfecciónlacasaconel jardín.Fuera,hevistounaconejerademadera en el césped y gallinas bantam debonitos colores, negro, blanco y dorado,deambulandoycomiendoporelpatio.Louisenoshaindicadoquenossentáramosenelsofáyluegoellasehaacomodadoenelsillónquehabía delante. Lo ha hecho lenta ycuidadosamente, como si estuvierarecuperándosedeuna lesióny tuvieramiedodehacersemásdaño.

—Bueno—lehadichoaSean levantandounpocolabarbilla—.¿Quéesloquequieresdecirme?

Éllehaexplicadoquelosnuevosanálisis

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desangrehanarrojadolosmismosresultadosque losoriginales:nohabía restosdedrogasenelorganismodeKatie.

Mientrasloescuchaba,Louisenegabaconlacabezaconevidenteincredulidad.

—Peronosabescuántotiempopermaneceenelorganismoesaclasededroga,¿verdad?O cuánto tiempo tardan en manifestarse losefectos, o en desaparecer. No puedesdesestimaresto,Sean...

—No estamos desestimando nada, Louise—le ha contestado él—. Sólo estoyrefiriéndoteloquehemosencontrado.

—Pero, en cualquier caso... Bueno,suministrar drogas ilegales a alguien, a unaniña, es un delito, ¿no? Sé...—Se ha pasadolosdientessuperioresporellabioinferior—.Ya sé que ya es demasiado tarde paracastigarla por ello, pero debería hacersepúblico,¿nocrees?Merefieroaloquehizo.

El inspector no ha dicho nada.Yome heaclarado lagargantayLouisemeha lanzado

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unamiradaasesina.—Por lo que hemos averiguado en

relaciónconlacompradelaspastillas,señoraWhittaker, Nel no fue quien las compró.Aunqueseusósutarjetadecrédito,no...

—¿Qué está sugiriendo? —ha replicadoalzandolavoz—.¿AcasoinsinúaqueKatielerobólatarjetadecréditoaNel?

—No, no —he replicado yo—. Noestamosdiciendoeso...

La expresión de su rostro ha cambiadocuando se ha percatado de lo que implicabaeso.

—Lena—haafirmadoentoncesechándosehacia atrás en el sillón con una mueca desombríaresignaciónenloslabios—.LohizoLena.

Sean le ha explicado que tampocoestábamossegurosdeeso,peroquesindudase lo íbamos a preguntar, pues esa mismatarde Lena tenía que acudir a la comisaría.Luego ha querido saber si había encontrado

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algomásentrelasposesionesdeKatie.Louisehaignoradoporcompletosupregunta.

—Es esto —ha dicho inclinándose haciadelante—.¿Notedascuenta?Si juntamos laspastillas, este lugar y el hecho de que Katiepasara tanto rato en casa de los Abbott,rodeada de todas esas fotografías y esashistorias y...—Suvoz ha ido apagándose.Nisiquiera ella parecía completamenteconvencidadeloqueestabadiciendo.

Y es que, aunque tuviera razón y esaspastillashubieranprovocadodepresiónensuhija,elhechodequeellanosehubieradadocuentaseguíasincambiar.

Nolehedichoeso,claroestá,puesloquequería preguntarle ya era lo bastante difícil.Dando por sentado que la visita habíaterminado y suponiendo que ya nos íbamos,Louisesehapuestoenpie.Yoleheindicadoquetodavíahabíaalgomás.

—Hay otra cosa que queríamospreguntarle.

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—¿Sí?—Ha permanecido de pie con losbrazoscruzados.

—Queríamos saber si nos permitiríatomarunamuestradesushuellasdactilares.

Ella me ha interrumpido antes de quepudieradarlemásexplicaciones:

—¿Paraqué?¿Porqué?Sean se ha removido en su asiento con

inquietud.—Hemosencontradounacorrespondencia

entre las huellas dactilares presentes en elfrasquitoquemedisteyunadelascámarasdeNelAbbott,ynecesitamosestablecerporquérazón—haexplicado—.Esoestodo.

Louisehavueltoasentarse.—Bueno,probablemente sondeNel—ha

sugerido—.¿Nolesparece?—NosondeNel—hecontestadoyo—.Lo

hemoscomprobado.Ytampocodesuhija.Ellahadadounrespingoaloíreso.—ClaroquenosondeKatie.¿Quédiantre

ibaaestarhaciendoellaconlacámara?—Ha

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hechounamuecaconloslabios,sehallevadolamanoalacadenaquellevabaalrededordelcuello y ha comenzado amover el colgante,unpequeñopájaroazul, adelanteyatrás.Porúltimo,haexhaladounsonorosuspiro—.Sonmías,claroestá—hadeclaradoalfinal—.Sonmías.

Sucedió tres días después de que su hijamuriera,segúnnoshacontado.

—Fui a casa de Nel Abbott. Yo estaba...Bueno,dudoquepuedanimaginarelestadoenque me encontraba, pero pueden intentarlo.Llamé a la puerta con los nudillos, pero ellanomeabrió.Nodesistíycontinuéaporreandola madera y llamándola a gritos hasta queacabó abriéndome Lena. —Louise se haapartado un mechón de pelo de la cara—.Estaba llorando, sollozando, prácticamentehistérica. Todo un drama... —Ha tratado desonreír,peronohapodido—.Ledijealgunascosas que, en retrospectiva, tal vez fueronexcesivamentecrueles,pero...

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—¿Quécosas?—lehepreguntado.—Yo... No recuerdo los detalles. —Su

compostura estaba empezando adesmoronarse. Se le había acelerado larespiración y sus manos se aferraban confuerzaalosbrazosdelsillón,unesfuerzoqueestaba volviendo de un color amarillento lapielaceitunadadesusnudillos—.Neldebiódeoírme.Salióymedijoque lasdejaraenpaz.Dijoquelamentabamipérdida—aldecireso,Louise ha soltado una especie de gañidosarcástico—, pero que no tenía nada que vercon ella, ni tampoco con su hija. RecuerdoqueLena estaba en el suelo, eso lo recuerdobien. No dejaba de hacer un ruido como...como el de un animal.Un animal herido.—Louise ha hecho una pausa para recobrar elaliento antes de continuar—. Entonces Nel yyo comenzamos a discutir. Fue un pocoviolento.¿Tesorprende?¿Nohabíasoídoestoantes? —ha preguntado dirigiéndose a Seanconunamediasonrisa—.PensabaqueNelya

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te lo habría contado, o tal vez Lena. Sí, yo...Bueno,nolleguéapegarle,peromeabalancésobreellaytuvoquesujetarmeparaquenolohiciera.Exigíverlasimágenesdesucámara.Quería... No deseaba verlas, pero no queríaquelastuvieraella...Nopodíasoportar...

Louisesehavenidoabajo.Ser testigo del sufrimiento de alguien es

algo terrible. Resulta violento, entrometido,unaviolación.Y,sinembargo,lohacemossincesar; tenemos que hacerlo. Sólo hay queaprender a lidiar conello comosepueda.Elinspector lo ha hecho inclinando la cabeza ypermaneciendo muy quieto. Yo, mediante ladistracción: me he puesto a observar por laventana cómo las gallinas deambulaban ycomían por el césped. He mirado lasestanterías de libros repletas de interesantesnovelas contemporáneas y libros de historiamilitar. Me he fijado en las fotografíasenmarcadas que había en la repisa de lachimenea.Lafotodelabodaylafamiliaryla

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deunbebé.Sólouno,vestidodeazul.¿DóndeestabalafotodeKatie?Heintentadoimaginarloqueseríaretirarlafotografíaenmarcadadetu hija muerta de su puesto de honor yguardarla en un cajón. Cuandome he vueltohacia Sean, he visto que su cabeza ya noestaba inclinada, sino que estabafulminándome con la mirada. Me he dadocuentaentoncesdequehabíaunrepiqueteoenlahabitaciónydequeyoera lacausante:eraelruidodelosgolpesqueestabadandoconelbolígrafo sobre el cuaderno. No estabahaciéndolo adrede. Todo mi cuerpo estabatemblando.

Después de lo que ha parecido un ratomuylargo,Louisehavueltoahablar:

—No podía soportar la idea de que Nelfuera la última persona en ver ami hija.Medijo que no tenía imágenes de ella, que lacámara no funcionaba y que, aunque hubierasido así, estaba en lo alto del acantilado, demodo que no podría... haberla capturado.—

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Louise ha exhalado entonces un profundosuspiroquehaestremecidotodosucuerpo,delos hombros a las rodillas—.No la creí.Nopodía arriesgarme. ¿Y si había algo en lacámarayloutilizaba?¿Ysimostrabamihijaal mundo, sola y asustada, y...? —Se hadetenido y ha respirado hondo—. Le dije...¿Lena no te lo ha contado?—ha preguntadoentonces, dirigiéndose a Sean, y luego hacontinuado—: Le dije que no descansaríahasta que pagara por lo que había hecho, yluegomemarché.FuialacantiladoytratédeabrirlacámaraparacogerlatarjetaSD,perono pude. Intenté entonces sacarla de sutrípode,peroalhacerlomerompíunauña.—Ha alzado la mano izquierda y nos hamostradoeldedoíndice:lauñaestabamelladayeramáscortaquelasdemás—.Entoncesledi unas cuantas patadas y la golpeé con unapiedraymefuiacasa.

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Erin

Cuando hemos salido de la casa, Josh estabasentadoenlaaceradeenfrente.Haobservadocómo nos dirigíamos al coche y, cuando yanos habíamos alejado unos cuarenta y cincometros, ha cruzado rápidamente la calle y sehametidoencasa.Elinspector,ensumundo,nohaparecidodarsecuenta.

—¿«Nodescansaría hasta queNel pagarapor lo que había hecho»? —he repetidocuandohemosllegadoalcoche—.¿Esonolepareceunaamenaza?

Sean me ha mirado con su ya familiarexpresión vacía, esa irritante apariencia deestarenotrolado,ynoharespondido.

—Esdecir,¿noleresultararoqueLenanisiquiera mencionara ese episodio? ¿Y Josh?¿Lo de que estaban todos durmiendo? Está

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claroqueeramentira...Élhaasentidosecamente.—Sí.Esoparece.Peroyonodaríamucho

créditoalashistoriasdeunniñoafligidoporla muerte de su hermana—ha dicho en vozbaja—. Ignoramos qué está sintiendo oimaginando, y qué cree que debería o nodecir. Sabe que nosotros sabemos que sumadre le guardaba rencor a Nel Abbott, eimagino que teme que la culpemos de sumuerteyladetengamos.Hadetenerencuentalomuchoquehaperdidoya ese chico.—Hahecho una pausa—. En cuanto a Lena, si enrealidad estaba tan histérica como Louise hasugerido, es posible que no recuerde conclaridad el incidente, casi con seguridadapenas recuerda poco más que su propiazozobra.

Por lo demás, estaba costándomerelacionar la descripción que Louise habíahechodeLena—unabestiaaulladorayherida—con lachicahabitualmente reservadayen

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ocasiones venenosa que había conocido. Meparecíaextrañoquesureacciónantelamuertedeunaamiga fuera tanextrema, tanvisceral,cuando la que estaba teniendo ante la de sumadre era tan contenida. ¿Era posible queLena se hubiera visto tan afectada por elsufrimientodeLouiseysuconviccióndequeNeleralaculpabledelamuertedeKatiequehubierallegadoacreérseloellamisma?Sentíunhormigueoenlapiel.Noparecíaprobable,pero¿ysi,aligualqueLouise,Lenaculpabaasu madre de la muerte de su amiga? ¿Y sihabíadecididohaceralgoalrespecto?

Lena

¿Por qué los adultos siempre hacen laspreguntas equivocadas? Las pastillas. Eso es

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loúnicoquelesinteresaahora.Esasestúpidaspastillasparaadelgazar.Semehabíaolvidadoincluso que las había comprado. Fue hacemucho. Y ahora han decidido que LASPASTILLASSONLARESPUESTAATODO,demodoquehe tenidoque ir a la comisaríadepolicía,acompañadaporJulia,enelpapeldeadultaresponsable. Esomeha hecho reír.Más bien es la persona adulta másirresponsable posible en esta situación enparticular.

Mehanllevadoaunasaladelfondodelacomisaríaquenoseparecíaennadaalasquese ven en televisión. No era más que unaoficina. Todos nos hemos sentado alrededorde una mesa, y esa mujer —la sargentoMorgan— me ha hecho algunas preguntas.Sobre todo, ella. Sean también ha hechoalguna,perosobretodolashahechoella.

Les he contado la verdad. Compré laspastillascon la tarjetademamáporqueKatiemelopidió,yningunadelasdosteníaniidea

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dequeeranmalas.O,encualquiercaso,yonolosabía,ysiKatiesí,nuncamedijonada.

—No pareces muy preocupada por laposibilidad de que las pastillas pudierancontribuir al estado de ánimo negativo deKatie al final de su vida —ha dicho lasargentoMorgan.

Casimemuerdolalengua.—No —le he contestado—. No me

preocupa eso.Katie no hizo lo que hizo porningunapastilla.

—Entonces¿porquélohizo?Debería haber sabido que me lo

preguntaría, de modo que he seguidohablandodelaspastillas.

—Ni siquiera tomó tantas. Sólo unaspocas, probablemente no más de cuatro ocinco.Cuenta lasquequedan—lehedichoaSean—.Estoyseguradequeelpedidoeradetreintaycinco.Cuéntalas.

—Lo haremos —ha asegurado él, y acontinuación me ha preguntado—: ¿Le

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suministrastepastillasaalguienmás?—Yohenegadocon lacabeza,peroélha insistido—:Estoesimportante,Lena.

—Sé que lo es—he dicho—. Ésa fue laúnica vez que las compré. Estaba haciéndoleun favor a una amiga. No fue nadamás queeso.Deverdad.

Élsehaechadohaciaatrásenlasilla.—Está bien —ha asentido—. Lo que no

consigocomprenderesporquéquerríaKatietomar unas pastillas como ésas. —Me hamirado a mí y luego a Julia como si ellapudiera saber la respuesta—. No es quesufrieradesobrepesoprecisamente.

—Bueno, tampoco era delgada —hedicho,yJuliahahechounruidoextraño,algoa medio camino entre un resoplido y unarisotaday,cuandomehevueltohaciaella,hevisto que estaba mirándome como si meodiara.

—¿La gente decía eso de ella? —me hapreguntado la sargento Morgan—. ¿En la

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escuela?¿Habíacomentariossobresupeso?—¡Oh, por el amor de Dios...! —Estaba

costándome no perder los nervios—. No.Nadie acosaba aKatie. ¿Sabe qué?Ella solíallamarmezorra flaca todoel rato.Se reíademí porque, ya sabe... —me he sentidoavergonzadaporqueSean estabamirándome,pero ya había empezado, de modo que heterminadolafrase—,bueno,porquenotengotetas. Así que me llamaba zorra flaca y, aveces, yo la llamaba a ella vacaburra, yningunadelasdoslodecíaenserio.

No lo han pillado. Nunca lo hacen. Y elproblemaesquenopuedoexplicárselocomoes debido. A veces, ni siquiera yomisma loentiendo,porque lodenoserdelgadanoeraalgo quemolestara realmente aKatie. Jamáshablaba de ello como hacen las demás. Yonunca he tenido que esforzarme para estardelgada,peroAmy,EllieoTanyasí.Siempreestán comiendo pocos carbohidratos, oayunando, o haciendo una purga... alguna

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estupidezdeesas.AKatie,sinembargo,noleimportaba. A ella le gustaba tener tetas. Legustabaelaspectodesucuerpo.O,almenos,siemprehabía sidoasí.Hastaque...Bueno, laverdad es que no sé qué fue... Algúncomentario estúpido en Instagram o unaobservación idiota de algún cromañón de laescuela.Lacuestiónesque,derepente,erauntemaquelaincomodaba.Fueentoncescuandome pidió las pastillas. Sin embargo, paracuandolasrecibí,ellayadabalaimpresióndehaberlo superado, y me dijo que de todosmodosnofuncionaban.

Meha parecidoque lo había dejado todoclaro y que, por lo tanto, el interrogatoriohabía terminado, pero entonces la sargentoMorgan ha cambiado completamente deasunto y me ha preguntado por el día queLouise vino a casa al poco de la muerte deKatie. Y le he dicho que sí, que claro querecuerdoesedía.Fueunodelospeoresdemivida.Todavíamealteroalrecordarlo.

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—Nunca he visto a nadie en el estado enque se encontraba Louise ese día —les hedicho.

La sargento ha asentido y luego hapreguntadoconmuchaseriedadeinterés:

—Cuando Louise le dijo a tu madre que«no descansaría hasta queNel pagara por loque había hecho», ¿tú qué pensaste? ¿Qué teparecióquequeríadecirconeso?

Yentoncesheperdidolosnervios.—No quería decir nada, pedazo de

imbécil.—Lena.—Seanme ha reprendido con la

mirada—.Vigilatuvocabulario,porfavor.—Estábien, lo siento,pero, ¡porelamor

deDios!, lahijadeLouiseacababademorir.No sabía lo que estaba diciendo. Estabadesquiciada.

Estaba lista para marcharme de una vez,peroSeanmehapedidoquemequedara.

—Pero no tengo por qué hacerlo,¿verdad?Noestoyarrestada,¿no?

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—No, Lena, claro que no —me haconfirmadoél.

He seguido hablando con Sean porque élmecomprendía.

—Mira, Louise no hablaba en serio.Estaba completamente histérica.Completamente enajenada. Lo recuerdas,¿verdad? ¿Recuerdas su estado? Es decir,claro que decía todo tipo de cosas.Todos lohacíamos. Creo que todos nos volvimos unpoco locos después de la muerte de Katie.Pero,porelamordeDios,Louisenolehizodañoamamá.Honestamente,creoquesiaqueldía hubiera tenido una pistola o un cuchillo,quizáselohabríahecho.Peronolostenía.

Queríadecirtodalaverdad.Enserio.Noalamujerpolicía,nitampocoaJulia,perosíaSean.Peronopodía.Habríasidounatraición,ydespuésde todo loqueyohabíahecho,nopodía traicionar aKatie ahora.Demodoquehecontadotodoloquepodía.

—Louisenolehizonadaamimadre,¿de

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acuerdo? No lo hizo.Mamá tomó su propiadecisión.

Mehepuestodepieparamarcharme,perola sargento Morgan todavía no habíaterminado.Sehaquedadomirándomeconesaextraña expresión en el rostro, como si nocreyerauna solapalabrade loque lesestabadiciendo,yentoncesmehadicho:

—¿Sabes lo queme resulta más extraño,Lena?Nopareces sentir lamenorcuriosidadpor saber por quéKatie hizo lo que hizo, nipor qué tu madre hizo lo que hizo. Cuandoalguien muere así, la pregunta que todo elmundo se hace es «¿Por qué?». ¿Por quéharían eso? ¿Por qué se suicidaron cuandotenían tantascosaspor lasquevivir?Pero túno. Y la única razón que se me ocurre paraelloesqueyalosabes.

Sean me ha cogido del brazo y me hasacado de la habitación antes de que pudierareplicar.

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Lena

Juliaqueríallevarmeacasaencoche,perolehe dicho que prefería dar un paseo. No eracierto,peroa)Noquería estar en el coche asolas con ella, y b) He visto a Josh dandovueltasencírculosconsubicialotroladodelacalleysabíaqueestabaesperándome.

—¿Passsa,Josh?—lehedichocuandosehaacercado.

Cuandoteníanueveodiezaños,comenzóa decir «¿Passsa?» a la gente en vez de«Hola», y Katie y yo siempre se lorecordábamos. Solía reírse, pero esta vez nolohahecho.Parecíaasustado.

—¿Quétehanpreguntado?—hadichoenuntonodevozsusurrante.

—No pasa nada, no te preocupes. Han

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encontrado unas pastillas que Katie tomó ycreenquepueden teneralgoquevercon... loque sucedió. Obviamente, están equivocados.Notepreocupes.

Lehedadounpequeñoabrazoyél sehaapartado, cosa que nunca hace.Normalmenteaprovecha cualquier excusa para arrimarse amíocogermedelamano.

—¿Te han preguntado por mamá? —hadicho.

—No. Bueno, supongo que sí. Un poco.¿Porqué?

—No lo sé —ha contestado, pero sinmirarmealacara.

—¿Porqué,Josh?—Creoquedeberíamoscontarlo.Heempezadoanotarunasprimerasgotas

decálidalluviaenlosbrazosyhelevantadolamiradaalcielo.Estabacompletamenteoscuro.Seacercabaunatormenta.

—No,Josh—hedicho—.No.Novamosacontarlo.

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—Tenemosquehacerlo,Lena.—¡No! —he repetido, agarrándolo del

brazomás fuertede loquepretendía,yélhagritadocomouncachorroalque lehubieranpisado la cola—. Hicimos una promesa. Túhicisteunapromesa.

Élhanegadoconlacabeza,demodoqueleheclavadolasuñasenelbrazo.

Sehaechadoallorar.—Pero¿dequésirveahora?Le he soltado el brazo y he apoyado las

manos en sus hombros, obligándolo amirarmealacara.

—Unapromesaesunapromesa,Josh.Lodigoenserio.Noselocuentesanadie.

Enciertomodo,sinembargo,teníarazón.No le estábamos haciendo ningún bien anadie. No había ningún bien que hacer. Aunasí,nopodía traicionarla.Y, sidescubrían lode Katie, harían preguntas sobre lo quesucedió después, y no deseaba que nadie seenteraradeloquehicimosmimadreyyo.Lo

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quehicimosyloqueno.No quería dejar a Josh así, ni tampoco

quería volver todavía a casa, de modo que,trasrodearleloshombrosconelbrazo,lehedadounreconfortanteachuchónyluegolohecogidodelamano.

—Vamos—le he dicho—. Ven conmigo.Séalgoquepodemoshacer,algoquenosharásentirmejor.—Élsehasonrojadoyyomeheechadoareír—.¡Esono,malpensado!

Entonces él también se ha reído y se hasecadolaslágrimasdelacara.

Hemoscaminadoensilenciohastalalindesur del pueblo, Josh empujando su bici amilado. No había nadie cerca y la lluvia caíacada vez conmás fuerza. He notado que, enocasiones, Joshmeechabaun furtivovistazoporquemi camisetamojada transparentaba yno llevaba sujetador. Finalmente, me hecruzadodebrazosyélhavueltoasonrojarse.Yo he sonreído pero no he dicho nada. Dehecho, no hemos hablado hasta que hemos

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llegadoalacalledondeviveMark.—¿Qué estamos haciendo aquí? —ha

preguntado Josh, y yo me he limitado asonreírle.

Cuando hemos llegado a la puerta de lacasadeMark,élhavueltoapreguntar:

—¿Qué estamos haciendo aquí, Lena?—Parecíaestarasustadodenuevo,perotambiénexcitado.

Yo, por mi parte, he comenzado a sentirunmareantesubidóndeadrenalina.

—Esto—hedicho,yhecogidounapiedraque he encontrado debajo de un seto y la hearrojadotanfuertecomohepodidoalagranventanadelafachadafrontaldelacasa,conloque se ha abierto un pequeño agujero en elcristal.

—¡Lena! —ha exclamado Josh, mirandofrenéticamente a nuestro alrededor por sialguiennoshabíavisto.

Peronohabíasidoasí.Yo lehesonreídoy,trascogerotrapiedra,hevueltoahacerlo

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mismo.Estavez,todoelpaneldecristalsehahechoañicosyéstoshancaídoalsuelo.

—Vamos—lehedichoaJoshdándoleunapiedra.

Y, juntos, hemos procedido a romper loscristalesde todas lasventanasde lacasa.Eracomosiestuviéramoscolocadosdeodio.Nosreíamosygritábamosyllamábamosdetodoaesedesgraciadodemierda.

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LaPozadelasAhogadas

Katie,2015

Decaminoalrío,sedeteníadevezencuandopara coger una piedra o un trozo de ladrillodelsueloyluegometerloensumochila.Hacíafríoyaúnestabaoscuro,aunquesisehubieravuelto y hubiese mirado en dirección al marpodríahabervistounatisbode luzgrisenelhorizonte.Nosevolvió,niunasolavez.

Al principio caminaba rápido para poneralgo de distancia entre ella y su casa.Descendiólacolinaendirecciónalcentrodel

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puebloporqueantesdeiralríoqueríapasearuna última vez por el lugar en el que habíacrecido. Pasó por delante de su escuela deprimaria (que no se atrevió a mirar por sialgún recuerdo de su infancia hacía que sedetuviera), de la tienda del pueblo, todavíacerrada,delparqueenelque supadrehabíaintentado infructuosamente enseñarle a jugaracríquet.Delascasasdesusamigas.

En Seward Road había una casa enparticular que visitar, pero no se sintió confuerzas para pasar por delante, demodo queescogió otro camino. Su paso fueralentizándoseamedidaquesucargasehacíamás pesada y la carretera ascendía endirecciónalcascoantiguo,dondelascallesseestrechabanentrecasasdepiedraenvueltasderosastrepadoras.

Dejóatráslaiglesiaycontinuósucaminoendirecciónalnortehastaelpuntoenelquelacarretera torcíabruscamentea laderecha.Cruzó el río y se detuvo un momento en el

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puenteperaltado.Desdeahí,echóunvistazoalaaceitosa y relucienteaguaqueavanzabaatoda velocidad por encima de las piedras. Ypudo ver, o quizá imaginar, la oscura siluetadelviejomolino,consuenormeruedapodridaeinmóvildesdehacíamediosiglo.Pensóenlachicaquedormíadentroytuvoquecolocarlasmanos, moradas a causa del frío, sobre labarandilla del puente para que dejaran detemblarle.

Luego descendió el empinado tramo deescalones de piedra que conducía de lacarretera al sendero de la orilla del río.Siguiendo ese camino podía llegar hastaEscociasiquería.Lohabíahechounavez,unaño antes, el pasado verano. Ella y cincoamigaslorecorrieroncontiendasdecampañay sacos de dormir. Lo hicieron en tres días.Porlasnochesacampabanjuntoalrío,bebíanvinoilícitobajolaluzdelalunaysecontabanhistoriasdelrío,deLibby,deAnneytodaslasdemás. Por aquel entonces no podría haber

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imaginado que un día recorrería el mismocaminoquerecorrieronellas,quesudestinoyeldeesasmujeresestaríaentrelazado.

El kilómetro que había desde el puentehastalaPozadelasAhogadaslohizotodavíamás lentamente. La mochila pesaba más queantes,ylasduraspiedrasseleclavabanenlacolumna. Lloró un poco. Por más que lointentaba,noconseguíadejardepensarensumadre,yesoeralopeor,lopeordelopeor.

Debajodel follajede lashayasquehabíaen la orilla del río, el camino estaba tanoscuro que apenas podía ver dónde colocabael pie, y, por alguna razón, eso le resultóreconfortante. Pensó que quizá deberíasentarse unmomento, quitarse la mochila dela espalda y descansar, pero sabía que nopodía, porque si lo hacía saldría el sol y yaseríademasiadotarde,nadahabríacambiadoy habría otro día en el que tendría quelevantarse antes de que amaneciera ymarcharse de casa dormida. Así pues,

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continuóponiendounpiedelantedelotro.Unpiedelantedelotrohastaquellegóal

límite forestal.Un pie delante del otro. Saliódel sendero y dio un pequeño traspié en laorilla.Unpiedelantedelotroy,finalmente,semetióenelagua.

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Jules

Estabas inventándote cosas. Reescribiendo lahistoria, recontándola desde tu propio puntodevista,ofreciendotuversióndelaverdad.

(Eseorgullodesmedido,Nel...Ese jodidoorgullo.)

NosabesloquelesucedióaLibbySeetony, desde luego, no sabes lo que pasó por lamente de Katie cuando murió. Tus notas lodejanclaro:

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La noche del solsticio de verano, KatieWhittaker se suicidó en la Poza de lasAhogadas.Encontraronsuspasosen laorillasurdelaplaya.Llevabaunvestidodealgodónverde y una simple cadenita alrededor delcuellodelaquecolgabaunpájaroazulconlainscripción: «CON AMOR». En la espalda,cargaba una mochila llena de piedras yladrillos. Los análisis realizados tras sumuertehanconfirmadoqueestabasobriaynohabíatomadodrogas.

Katie no tenía antecedentes deenfermedades mentales o autolesiones. Erabuenaestudiante,guapaypopular.Lapolicíano ha encontrado pruebas de acoso, ni en lavidarealnienlasredessociales.

Katie procedía de una buena casa y unabuenafamilia.Katieeraquerida.

Estabasentadaconlaspiernascruzadasen

elsuelodetuestudio,hojeandotuspapelesenla penumbra vespertina en busca de

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respuestas. En busca de algo. Entre las notas—desorganizadas y caóticas, garabatosapenas legibles en los márgenes, palabrassubrayadas en rojo o tachadas en negro—también había fotografías. En una carpetabarata de papel manila he encontrado dosreproducciones en papel fotográfico de bajacalidad: Katie con Lena, dos niñas pequeñassonriendo a la cámara, sin hacer muecas niposes, vestigio de una lejana e inocente eraanterioraSnapchat.Floresy tributosdejadosen la orilla de la poza, ositos de peluche,baratijas.Huellasenlaarenadelaorilla.Lassuyas no, supongo. No son las de Katie,¿verdad?No,debedetratarsedetuversióndelas mismas, de una reconstrucción. Seguistesuspasos,¿aquesí?Caminastepordondeellalohabíahecho,nopudisteresistirlatentacióndesentirloqueelladebíadehabersentido.

Eso siempre te obsesionó. De pequeña,estabas fascinada por el acto físico, losdetalles truculentos, las vísceras. Hacías

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preguntasdeltipo:«¿Dolerá?¿Durantecuántotiempo? ¿Qué debe de sentirse al impactarcontralasuperficiedesdeesaaltura?¿Notaráuna cómo los huesos de su cuerpo sefracturan?». No pensabas tanto, creo, en elresto:enloquellevabaaalguienairaloaltodel acantilado o a la orilla de la playa y loimpulsabaaseguiradelante.

Alfondodelacarpetahabíaunsobrecontunombregarabateado.Dentroheencontradouna nota escrita en papel rayado con letratrémula:

Hablaba en serio cuando nos vimos ayer.

No quiero que la tragedia de mi hija seconviertaenpartede tumacabro«proyecto».No es sólo que me parezca repulsivo queobtengas un beneficio económico de él. Ya tehe dicho una y otra vez que creo que lo queestás haciendo es PROFUNDAMENTEIRRESPONSABLE, y la muerte de Katie esPRUEBADEELLO.Si tuvierasunmínimode

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compasión,dejaríasahoramismoloqueestáshaciendo y aceptarías que aquello queescribes,publicasydicestieneconsecuencias.Noesperoquemeescuches (nohasmostradola menor señal de haberlo hecho en elpasado).Perosicontinúasporestecamino,notengo ninguna duda de que alguien te haráescuchar.

No estaba firmada, pero estaba claro que

la había escrito lamadre deKatie. Te estabaadvirtiendo, y no era la primera vez. En lacomisaría, he oído que la mujer policía lepreguntaba aLena por un incidente sucedidoalpocodelamuertedeKatieenelqueellatehabíaamenazadoytehabíadichoqueteharíapagar por lo que habías hecho. ¿Era eso loquequeríasdecirme?¿Leteníasmiedoaella?¿Pensabasqueibaaporti?

La idea de que esa mujer de miradadesquiciadayenajenadaporeldolorestuvieradándote cazame ha resultado espeluznante y

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he sentido miedo. Ya no quería estar aquí,entre tus cosas. Me he puesto de pie y, alhacerlo,hetenidolasensacióndequelacasase movía, que se inclinaba como un barco.Podía sentir cómo el río empujaba las palasdelarueda,instándolaaquesemoviera,yelagua se filtraba por grietas ensanchadas poralgascómplices.

Heapoyadounamanoenelarchivadoryhesubidolaescaleraqueconducealsalón.Elsilencio zumbaba en mis oídos. Al llegararriba,mehequedadounmomentoinmóvilalaesperadequemisojosseacomodaranalaluz y, por un segundo,meha parecidover aalguienenelasientodelaventana,justoenellugar en el que yo me sentaba de pequeña.Sólo ha sido un instante y luego hadesaparecido,peromicorazónhacomenzadoa latir con fuerzayhenotadounhormigueoenelcuerocabelludo.Alguienhaestadoaquí,o alguien había estado aquí. O alguien iba avenir.

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Heidoalfrigoríficoyhehechoalgoquecasinuncahago:meheservidounabebida;unfríoyviscosovodka.Hellenadounvasoymelohebebidorápidamente.Henotadocómoelardiente líquidodescendíapormigargantayllegabaamiestómago.Luegomeheservidootro.

Lacabezamedabavueltasyhetenidoqueapoyarme en la mesa de la cocina. SupongoqueestabapendienteporsivolvíaLena.Habíadesaparecido otra vez tras negarse a que latrajeraacasaencoche.Unapartedemílohaagradecido, pues no quería compartir unespacioconella.Mehedichoamímismaqueesosedebíaaqueestabaenfadadaconella—por suministrarle pastillas a otra chica yburlarse de su cuerpo—, pero en realidadestaba asustada por lo que había dicho lamujer policía: queLena no sentía curiosidadpor las muertes de su amiga y de su madreporque ya conocía su razón. No podía dejardeversucaraenesafotodelpisodearriba,

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con sus dientes afilados y su sonrisadepredadora.¿QuésabíaLena?

He regresadoal estudioymehevueltoasentar en el suelo; he cogido las notas quehabíaestadomirandoantesyhecomenzadoareordenarlas para intentar establecer algúntipodeorden.Intentarencontrarleunsentidoatunarrativa.Cuandohellegadoalafotografíade Katie y Lena, me he detenido. Había unamanchade tintaen lasuperficie, justodebajodelabarbilladeLena.Lehedadolavueltaala foto. En el dorso habías escrito una únicafrase. La he leído en voz alta: «A veces, lasmujeres conflictivas pueden cuidar de símismas».

Enunmomentodado, lahabitación sehaoscurecido.Helevantadolamiradayungritosehaquedadoatascadoenmigarganta.Nolahabía oído, no había oído la puerta ni suspasos al cruzar el salón. De repente, unasombra ha aparecido en el umbral de lapuerta, bloqueando la luz y, desde donde yo

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estaba sentada, su perfil era el de Nel.Entonces la sombra ha entrado en lahabitación y he visto que se trataba de Lena.Teníaalgunasmanchasdetierraenlacara,lasmanossuciasyelpeloenredado.

—¿Con quién estás hablando? —hapreguntado. No dejaba de saltar de un pie aotro, como si estuviera sobreexcitada ohistérica.

—Noestabahablando,estaba...—Síqueestabashablando—hadichocon

una risita—.Tehe oído. ¿Conquién...?—Depronto,sehaquedadocalladay,alrepararenla fotografía que yo tenía en las manos, lamueca de suficiencia ha desaparecido de suslabios—.¿Quéestáshaciendoconeso?

—Sólo estaba leyendo...Quería...—Antesde que tuviera tiempo de pronunciar laspalabras,ellayahabíallegadoamiladoyyomeheencogido.

Rápidamente,sehaabalanzadosobremíymehaquitadolafotografíadelasmanos.

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—¿Quéestáshaciendoconesto?—Estabatemblando y tenía los dientes apretados y elrostro rojo de ira. Me he puesto de pie—.¡Esto no tiene nada que ver contigo! —Entoncesmehadadolaespalda,hacolocadolafotografíadeKatiesobreelescritorioyhacomenzadoaalisarlaconlapalmadelamano—. ¿Qué derecho tienes a hacer esto? —hapreguntadoconvoztrémula,volviéndoseotravez hacia mí—. ¿Husmear en sus cosas,tocarlotodo?¿Quiéntehadadopermiso?

Sehaadelantadounpasoy,alhacerlo, lehapropinadounapatadaalvasodevodkaqueestabaenelsuelo.Éstehasalidodespedidoysehahechoañicoscontralapared.Ellasehapuesto de rodillas y ha empezado a recogerlasnotasqueyohabíaestadomirando.

—¡No deberías estar tocando esto! —Surabia era tal que casi escupía al hablar—.¡Estonotienenadaquevercontigo!

—Lena—hedicho—.No.Derepente,haretrocedidodeunsaltoyha

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soltado un pequeño grito ahogado. Habíaapoyado la mano en un trozo de cristal yestaba sangrando. Aun así, ha cogido unpuñado de papeles y se ha aferrado a ellos,llevándoselosalpecho.

—Ven aquí —he dicho, intentandocogérselos—.Estássangrando.

—¡Aléjatedemí!—Haapiladolospapelesenelescritorio.

Mehan llamado laatención lamanchadesangrequehabíadejadoenlahojasuperioryla palabra en negrita que había impresa:«Prólogo» y, más abajo, «Cuando teníadiecisieteaños, salvéamihermanademorirahogada».

Hesentidoentoncesqueunarisahistéricanacíaenmiinteriory,derepente,heestalladoenunacarcajadatanaltaquehasobresaltadoaLena. Se ha quedado mirándome atónita. Yohe seguido riéndome ante la expresión defuria de su hermoso rostro y la sangre quegoteaba de sus dedos al suelo. Me he reído

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hastaquelaslágrimashanacudidoamisojosy todo se ha vuelto tan borroso como siestuvierasumergida.

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AGOSTODE1993

Jules

Robbiemedejóenelasientode laventanayentonces me bebí el resto del vodka. Nuncaantes había estado borracha, y desconocía larapidezcon laqueelestadodeunacambiaypasa de la euforia a la desesperación, deencontrarse arriba a encontrarse abajo. Derepente, toda esperanza parecía perdida, y elmundounlugarsombrío.Noestabapensandoconclaridad,peroamímedabalaimpresiónde que el hilo de mis pensamientos tenía

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muchosentido.Elríoeslasalida.Sigueelrío.Notengoniideadequépretendíacuando,

caminando a trompicones, me desvié delcamino para ir a la orilla y tomé el senderodel río. Avanzaba totalmente a ciegas; lanocheparecíamásoscuraquenunca.Sinluna,silenciosa. Incluso el río estaba tranquilo.Reptabaami lado lustroso, lúbrico.No teníanada de miedo. ¿Qué sentía? Humillación,vergüenza. Culpa. Lo habíamirado, lo habíaobservado, lo había visto contigo y él mehabíavistoamí.

Desde la Casa del Molino hasta la pozahay unos tres kilómetros, demodo que debíde tardar un rato en llegar. No solía andarrápido,pero,enlaoscuridadyeneseestado,debí de hacerlo todavía más lentamente.Supongo, pues, que nome seguiste. Pero enunmomentodadoapareciste.

Para entonces, yo ya estaba en el agua.Recuerdo el frío alrededor de los tobillos, ydespués en las rodillas, y después hundirme

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poco a poco en la negrura. Luego el fríodesapareció y todo mi cuerpo comenzó aarder. El agua me llegaba al cuello. Ya nohabíaescapatoriaynadiepodíaverme.Estabaoculta, estaba desapareciendo. Sin ocupardemasiado espacio, sin ocupar nada deespacio.

Alpoco,elcalorempezóaabandonarmicuerpo y regresó el frío. No lo sentía en lapiel, sino en los huesos, pesado como elplomo.Estabacansada.Laorillaparecíaestarmuy lejos. No estaba segura de si podríavolver. Agité las piernas pero no conseguíatocarelfondo,demodoquepenséquetalvezpodría limitarme a flotar un rato, sinpreocupaciones, sin que nadie me prestaraatención.

Medejéllevar.Elaguamecubriólacaraynotéquealgopasabapormilado,rozándome.Era suave, como el pelo de una mujer. Derepente noté una opresión en el pecho y, alabrir labocapara coger aire, nopudeevitar

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tragar agua. En algún lugar a lo lejos, habíauna mujer gritando. «Es Libby —dijiste—,puedesoírla.Aveces,por lasnoches,puedesoír cómo suplica.» Forcejeé, pero algo meapretaba las costillas; de repente, sentí unamano en el pelo que tiraba de mí hacia elfondo.Sólolasbrujasflotan.

No era Libby, claro está, sino tú,llamándome a gritos. Y era tu mano la quetenía en la cabeza, hundiéndome. Forcejeé.¿Estabahundiéndomeosacándomedelagua?Teagarrasteamiropa,clavastelasuñasenmipiel, me dejaste arañazos en el cuello y losbrazos a juegocon losqueRobbiemehabíadejadoenlaspiernas.

Alfinal,llegamosalaorilla.Yomequedéde rodillas en la arena, respirando condificultad,ytúpermanecistedepieamilado,gritándome:

—¡Gorda estúpida! ¿Qué estabashaciendo?¿Quécojones intentabashacer?—Tearrodillaste ami ladoy, al rodearme con

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los brazos, oliste el alcohol en mi aliento ycomenzaste a gritarme otra vez—: ¡Tienestrece años, Julia! No puedes beber, nopuedes... ¿Qué estabas haciendo? —Tushuesudosdedosseclavaronenlacarnedemisbrazosymesacudisteconfuerza—.¿Porquéestás haciendo esto? ¿Por qué? Parafastidiarme,¿eseso?¿Paraquemamáypapáse enfaden conmigo? Dios mío, Julia, ¿sepuedesaberquédiantretehehecho?

Mellevasteacasa,mesubistearastrasporla escalera y me preparaste un baño. Yo noqueríameterme dentro, pero túme obligastede todos modos, quitándome la ropa a lafuerza y metiéndome en el agua caliente. Apesar del calor, no dejaba de temblar. Noquería tumbarme. Permanecí sentada,encorvada, con los rollizos pliegues de mibarriga incómodamentea lavistamientras túmeechabasaguacalientesobrelapielconlasmanos.

—Dios mío, Julia. Eres una niña. No

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deberías...Nodeberíashaber...—Noparecíasencontrar las palabras. Me limpiaste la caracon un paño. Entonces sonreíste. Estabasintentando ser amable—. No pasa nada. Nopasa nada, Julia. No pasa nada. Lamentohaberte gritado.Y también lamento que él tehaya hecho daño, de verdad. Pero ¿quéesperabas?¿Quédiantreesperabas?

Dejé que me bañaras. Tus manos eranmuchomássuavesdeloquelohabíansidoenlapoza.Mepreguntécómopodíasestarahoratan tranquila, pensaba que estarías másenfadada.No sólo conmigo, sino también enmi nombre. Supuse que debía de estarreaccionandodeformaexageradaoquetúnoqueríaspensarenello.

Me hiciste jurar que no les contaría anuestrospadresloquehabíapasado.

—Prométemelo, Julia. No se lo contarás.No le contarás esto a nadie. ¿De acuerdo?Nunca. No podemos hablar de ello, ¿vale?Porque...porquenosmeteríaatodosenunlío,

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¿de acuerdo? No hables de ello. Si no lohacemos,serácomosinohubierapasado.Noha pasado nada, ¿de acuerdo? Nada.Prométemelo. Prométeme, Julia, que nuncahablarásdeello.

Yocumplímipromesa.Tú,no.

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2015

Helen

Decaminoalsupermercado,HelenhavistoaJoshWhittaker. Ibaen subici completamenteempapadoyteníalaropamanchadadebarro.Al llegar a su altura, ha aminorado lavelocidaddelcocheyhabajadolaventanilla.

—¿Estásbien?—haexclamadoHelen,yéllahasaludadoconlamanoyhamostradolosdientes amodode sonrisa (un extrañomododesonreír,hapensadoella).

Luego Helen ha seguido adelante

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lentamente, observándolo por el espejoretrovisor. El chico avanzaba despacio,moviendo el manillar de un lado a otro. Devez en cuando, se ponía de pie sobre lospedalesparamirarporencimadelhombro.

Joshsiemprehabíasidounpocoextraño,ylatragediarecientenohabíahechomásqueexacerbar las cosas.Despuésde lamuertedeKatie, Patrick lo llevó a pescar un par deveces. Lo hizo como un favor a Louise y aAlec, para que dispusieran de un poco detiempoparasí.Según lecontóPatrick luego,habían pasado horas y horas en el río y elchicoapenashabíaabiertolaboca.

—Deberían llevárselo lejos de aquí —ledijoPatrick—.Deberíanmarcharse.

—Túnolohiciste—lecontestóella,yélasintió.

—Es distinto —repuso—. Yo tenía quequedarme,teníatrabajoquehacer.

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Trasjubilarse,sehabíaquedadoporellos;porellayporSean.Noporellos,sinoparaestarcercadeellos,porqueerantodoloquetenía:ellos, la casa, el río. Pero el tiempo estabaagotándose. Nadie decía nada porque así eraesafamilia,peroPatricknoestababien.

Helen lo oía toser por las nochesy, cadavezconmásfrecuencia, tambiénveíapor lasmañanaslomuchoquelecostabamoverse.Lopeor, sin embargo, era que sabía que no setrataba de algo únicamente físico. Patrickhabíasidotodasuvidaalguienconunamentemuy despierta y ahora se había vueltoolvidadizo, a veces incluso parecía confuso.Lecogíaelcocheaellayluegonorecordabadónde lo había dejado, o a veces se lodevolvía lleno de cosas, como el otro día.¿Basuraquehabíaencontrado?¿Baratijasquehabíacogidoenalgúnlugar?¿Trofeos?Noselo preguntó, no quería saberlo. Estabapreocupadaporél.

Y, para ser honesta, también estaba

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preocupadapor símisma.Últimamentehabíaestado dispersa, distraída, actuaba de modoirracional. A veces pensaba que se estabavolviendoloca.Queperdíalarazón.

No era ella misma. Helen era práctica,sensata y decidida.Consideraba sus opcionescon cuidado y luego actuaba. Su suegrosiempredecíaquese regíaporelhemisferioizquierdo del cerebro. Últimamente, sinembargo, no era ella misma. Losacontecimientos del último año la habíantrastornado y desestabilizado. Ahora seencontrabacuestionandocosasdesuvidaquenuncahabríaesperadoponerenentredicho:sumatrimonio, su vida familiar, o incluso sucompetenciaprofesional.

TodocomenzóconSean.Primero,conlassospechas que ella sentía, y luego —víaPatrick—, la terrible constatación. El pasadootoño había descubierto que sumarido—suserio,firmeyrematadamentemoralmarido—no era ni muchomenos quien ella creía. De

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inmediato, la abandonaron su pensamientológicoysudeterminación.¿Quépodíahacer?¿Marcharse? ¿Abandonar la casa y susresponsabilidades? ¿Debía darle unultimátum? ¿Llorar, persuadirlo? ¿Debíacastigarlo? Y, en ese caso, ¿cómo? ¿Haceragujerosensuscamisasfavoritas,rompersuscañas de pescar por la mitad, quemar suslibrosenelpatio?

Todas esas cosas parecían poco factibles,imprudentesotansóloridículas,demodoquele pidió consejo a Patrick. Él la convenciópara que se quedara. Le aseguró que Seanhabía entrado en razón, que lamentabaprofundamente su infidelidad y que seesforzaríaparaganarsesuperdón.

—Mientras tanto —le dijo—, élcomprenderá (ambos lo haremos) queduermas en la habitación de invitados demicasa.Te sentarábiendisponerdeunpocodetiempo para ti. Y estoy seguro de que serábeneficiosoqueéltengaunapequeñamuestra

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deloquepodríaperder.Casiunañodespués,Helenaúndormíaen

casadesusuegrolamayoríadelasnoches.La equivocación de Sean, como ahora lo

llamaban, sólo había sido el principio.Después de trasladarse a casa de Patrick,Helencomenzóa sufrirun terrible insomnioysusnochesseconvirtieronenundebilitantey angustioso infierno. Algo que, descubrióentonces, su suegro compartía. Él tampocopodíadormir; lesucedíadesdehacíaaños, ledijo.Demodoquecompartíansusdesvelosypasaban el tiempo juntos: leyendo, haciendocrucigramas, haciéndose compañía ensilencio.

Ocasionalmente, si Patrick había tomadountragodewhisky,legustabahablarsobresuvidacomopolicíay sobrecómoeraanteselpueblo. A veces le contaba cosas que leresultaban perturbadoras. Historias del río,viejos rumores, repugnantes cuentos largotiempo enterrados y ahora rescatados y

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propagados como si fueran ciertos por NelAbbott. Historias sobre su familia, cosasdolorosas.Mentiras que podían considerarsefalsedadesdifamatorias,sibienPatrickledijoque no llegaban a ser calumnias y que noacabaríanenningúntribunal.

—Susmentirasjamásveránlaluzdeldía.Yomeencargarédeeso—leaseguróunavez.

Sólo que ése no era el problema. Elproblema,explicóPatrick,eraeldañoqueyahabíacausadoNel:aSean,alafamilia.

—¿De veras crees que se habríacomportado delmodo en que lo hizo si ellano hubiera estado llenándole la cabeza conesas historias, haciéndolo dudar sobre quiénes y de dónde viene? Sean ha cambiado,¿verdad,querida?Yesellaquienlohahecho.

AHelenlepreocupabaquePatricktuvierarazónyquelascosasyanuncavolvieranasercomohabíansido,peroélleaseguróquesíloserían.Tambiénseencargaríadeello.Ledioun apretón en la mano, le agradeció que lo

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hubieraescuchadoy, trasdarleunbesoen lafrente,añadió:

—Eresunabuenachica.Duranteuntiempo,lascosasmejoraron.Y

luegofueronapeor.JustocuandoHelenhabíaconseguidodormirporlasnochesmásdeunpar de horas seguidas, justo cuando habíacomenzado a sonreírle a su marido comohacíaantes, justocuandocreíaquesufamiliaestabavolviendoasuantiguoyreconfortanteequilibrio,KatieWhittakermurió.

Katie Whittaker, una celebridad en laescuela, una estudiante diligente y educada,una chica sin preocupaciones. Resultó algosorprendente,inexplicable.Yhabíasidoculpasuya. Le había fallado a Katie Whittaker.Todos lo habían hecho: sus padres, susprofesores, toda la comunidad.No se habíandadocuentadequeKatienecesitabaayuda,dequenoerafeliz.MientrasHelenestabasumidaensusproblemasdomésticos,aturdidaporelinsomnio y azotada por las dudas sobre sí

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misma,unade laspersonas a su cargohabíasucumbido.

Para cuando Helen ha llegado alsupermercado, había dejado de llover.El solhabía salido y el vapor que emanaba delasfaltollevabaconsigounoloratierra.Helenharebuscadolalistadelacompraensubolso:ibaacomprarunapiezadeterneraparacenar,verduras, legumbres. También les faltabaaceitedeoliva,caféyjabónparalalavadora.

De pie en el pasillo de las conservas,mientrasbuscabalamarcadetomatetroceadoqueconsiderabalamássabrosa,haadvertidoque una mujer se acercaba a ella y,horrorizada, se ha dado cuenta de que setratabadeLouise.

Caminaba en su dirección a paso lento,con una expresión vacía en el rostro,empujando un enorme carrito de la compraprácticamentevacío.AHelenlehaentradoelpánico y, dejando su propio carrito, se haapresurado a salir al aparcamiento, donde se

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ha escondido en el coche hasta que ha vistoqueeldeLouisepasabaporsuladoysalíaalacarretera.

Se ha sentido estúpida y avergonzada;sabíaquenoerapropiodeella.Unañoantesno se habría comportado de un modo tandespreciable. Habría hablado con Louise, lahabría cogido de las manos y le habríapreguntado por su marido y por su hijo. Sehabríacomportadoconhonradez.

Helen no era ella misma. ¿Cómo, si no,podía explicar las cosas que pensabaúltimamente,laformaenlaqueactuaba?Todaesa culpay esas dudas resultaban corrosivas.Estaban cambiándola, desvirtuándola. No eralamujerquesolía ser.Tenía la impresióndeestar transformándose, de estar mudando lapiel, y no le gustaba la crudeza que habíadebajo,no legustabasuolor.Lahacíasentirvulnerable,ledabamiedo.

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Sean

Después de la muerte de mi madre, estuvevariosdíassindecirnada.Niunasolapalabra.O, en cualquier caso, esome ha contadomipadre. No recuerdo mucho de esos días, laverdad, aunque sí el modo mediante el quepapá me sacó de mi silencio, que fuesosteniendo mi mano izquierda sobre unallamahastaquesoltéungrito.Fuecruelperoefectivo.Yluegodejóquemequedaraconelencendedor.(Loguardédurantemuchosañosysolíallevarloconmigo.Hacepocoloperdí,norecuerdodónde.)

Eldoloroelshockafectanalaspersonasde formas extrañas. He visto a gentereaccionar a malas noticias riéndose, conaparenteindiferencia,conira,conmiedo...ElbesodeJulesenelcochedespuésdelfuneral

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no se debió a la lujuria, sino al dolor, a lanecesidad de sentir algo —cualquier cosa—que no fuera tristeza. De igual modo, mimutismodeniñofueprobablementeresultadodel shock, del trauma. Perder a una hermanapuede que no sea lomismo que perder a unprogenitor, pero sé que Josh Whittaker sesentía muy cercano a su hermana, de modoquedetestolaideadejuzgarlo,deinterpretarlo que dice o hace o la forma en que secomporta.

Erin me ha llamado para decirme quehabíahabidounaltercadoenunacasasituadaenlaperiferiasurestedelpueblo.Unavecinahabíatelefoneadodiciendoque,alllegarasucasa, había visto las ventanas de la casa encuestión rotas y a un niño en bicicletaabandonando el lugar. La casa pertenecía auno de los profesores de la escuela local,mientras que el chico —moreno, con unacamiseta amarilla y una bici roja— estababastantesegurodequesetratabadeJosh.

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Me ha resultado fácil encontrarlo. Estabasentadoenelmurodelpuente,conlabicicletaapoyadaenelmismo,laropaempapadaylasperneras manchadas de barro. No ha salidocorriendoalverme.Entodocaso,diríaquehaparecidoquesesentíaaliviadocuandomehasaludado, mostrándose tan educado comosiempre.

—Buenastardes,señorTownsend.Yolehepreguntadosiestababien.—Te vas a resfriar —le he dicho

señalando su ropa mojada, y él ha mediosonreído.

—Estoybien—harespondido.—Josh—he dicho entonces—, esta tarde

no habrás estado en Seward Road, ¿verdad?—Él ha asentido—. No habrás pasado porcasadelseñorHenderson,¿no?

Él se ha mordido el labio inferior y susojos de color castaño claro se han abiertocomoplatos.

—No se lo diga a mi mamá, señor

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Townsend,porfavor.Porfavor,noselodigaamimamá.Yaestápasándolobastantemal.

Semehaformadounnudoenlagargantay he tenido que contener las lágrimas. Es unchico tan pequeño y de apariencia tanvulnerable...Mehearrodilladoasulado.

—¡Josh! ¿Qué diantre has estadohaciendo? ¿Había alguien más contigo?¿Algún niño mayor, quizá?—he preguntadoesperanzado.

Él ha negado con la cabeza, pero lo hahechosinmirarmealacara.

—PorqueantestehevistohablarconLenadelante de la comisaría. Esto no tendrá nadaqueverconella,¿verdad?

—¡No!—haexclamadoconundolorosoyhumillantegallo—.No.Hesidosóloyo.Sóloyo. He tirado piedras a sus ventanas. A lasventanasdeese...cabrón.—Hapronunciadolapalabra cuidadosamente, como si fuera laprimeravezqueladecía.

—Y ¿se puede saber por qué has hecho

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eso?Entoncesmehamiradoalosojos.Ellabio

inferiorletemblaba.—Porqueselomerecía—haafirmado—.

Porqueloodio.Ysehaechadoallorar.—Vamos —he dicho, cogiendo su

bicicleta—.Tellevaréacasa.Peroélsehaagarradoalmanillar.—¡No!—haexclamadoentre lágrimas—.

Nopuede.Noquiero quemamá se entere deesto.Nipapá.Nopuedenenterarsedeesto,nopueden...

—¡Josh! —He vuelto a agacharme y heapoyadounamanoenelsillíndesubicicleta—. No pasa nada. No es algo tan malo. Losolucionaremos. De verdad. No es el fin delmundo.

Aloíreso,haempezadoallorarconmásfuerza.

—Usted no lo entiende. Mi mamá nuncameperdonará...

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—¡Claroque lohará!—He reprimidounimpulsodereírme—.Estoysegurodequeseenfadará un poco, pero no has hecho nadaterrible.Nolehashechodañoanadie...

Sushombroshancomenzadoatemblar.—No lo entiende, señor Townsend. No

entiendeloquehehecho.

Al final, lo he llevado de vuelta a lacomisaría.Noestabasegurodequéotracosapodíahacer.Élnoqueríaqueloacompañaraacasa y no podía dejarlo a un lado de lacarretera en ese estado. Lo he llevado aldespachodelfondo, lehepreparadounatazade té y le he pedido a Callie que fuera acomprarleunasgalletas.

—No puede interrogarlo, señor—me hadichoellaalarmada—.Nosinlapresenciadeunadultoresponsable.

—No estoy interrogándolo —herespondido con irritación—. Está asustado y

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todavíanoquiereiracasa.Esaspalabrashantraídounrecuerdoami

mente:«Está asustadoynoquiere ir a casa».YoeramáspequeñoqueJosh,teníaseisaños,yunamujerpolicíasosteníamimano.Nuncasécuálesdemisrecuerdossonreales.Heoídotantas historias sobre esa época y de tantasfuentes, que me resulta difícil distinguirmemoria de mito. En ese recuerdo, sinembargo, estaba temblando y tenía miedo, yhabíaunamujerpolicíaamilado,corpulentay reconfortante, sujetándome de un modoprotector contra su cadera mientras unoshombreshablabansobremicabeza.

—Estáasustadoynoquiereiracasa—lesdecíaella.

—¿Puedesllevárteloatucasa,Jeannie?—preguntaba mi padre—. ¿Podrías llevártelocontigo?

Eso es: Jeannie. La agente de policíaJeannieSage.

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Los timbrazos demi teléfonome han hechovolverenmí.

—¿Señor?—Era Erin—. Otro vecino havisto a una chica corriendo en la direcciónopuesta.Unaadolescente,pelo largoyrubio,pantalonesvaqueroscortosycamisetablanca.

—Lena.Claro.—Sí, eso parece. ¿Quiere que vaya a

buscarla?—Dejémosla por hoy—he dicho—. ¿Ha

conseguido ponerse en contacto con elpropietario,elseñorHenderson?

—Todavíano.Heestadollamándolo,peromesaltaelbuzóndevoz.Cuandohehabladoantes con él, me ha dicho algo de que teníauna prometida enEdimburgo, pero no tengosunúmero.Puede inclusoqueya estén enunavión.

LehellevadolatazadetéaJosh.—Mira —le he dicho—, hemos de

ponernos en contacto con tus padres. Sólo

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necesito decirles que estás aquí y que teencuentras bien, ¿de acuerdo? No tengo quedarlesmásdetalles,noahoramismo,sólolesdiré que estabas alterado y que te he traídoaquíparaconversar.¿Teparecebien?—Élhaasentido—.Luegopuedescontarmequées loque te preocupa tanto y ya veremos quéhacemos.—Élhavueltoaasentir—.Enalgúnmomento, sin embargo, tendrás queexplicarmeaquéhavenidolodelacasa.

Joshlehadadounsorboasuté.Todavíano se había recuperado del arrebatoemocional de antes y de vez en cuando aúnhipaba. Permanecía aferrado con ambasmanos a la tazay suboca semovía como siestuviera intentando encontrar las palabrasquequeríadecirme.

Finalmente,halevantadolacabeza.—Haga lo que haga, alguien se va a

enfadar conmigo —ha dicho, y luego hanegado con la cabeza—.No, en realidad esono es cierto. Si hago lo correcto, todo el

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mundo se enfadará conmigo, y, si hago loincorrecto, no lo harán. No debería ser así,¿verdad?

—No—hecontestado—,nodebería.Ynoestoysegurodequetengasrazónconeso.Nose me ocurre ninguna situación en la quehacer locorrectoconsigaquetodoelmundoseenfadecontigo.Talvezunaodospersonas,pero, si es lo correcto, algunos lo veremosasí,¿no?Yteestaremosagradecidos.

Élhavueltoamorderseellabio.—El problema es que el daño ya está

hecho—hadichootravezconvoztrémula—.Esdemasiado tarde.Esdemasiado tardeparahacerlocorrecto.

Se ha echado a llorar de nuevo, pero nocomoantes.Yanolohacíaamocotendidoydespavorido.Ahorallorabacomoalguienquelo ha perdido todo; alguien que ha perdidotodaesperanza.Estabadesesperado,yesomeresultabainsoportable.

—Josh, he de avisar a tus padres. He de

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hacerlo—heinsistido,peroélsehaaferradoamibrazo.

—Porfavor,señorTownsend.Porfavor.—Quiero ayudarte, Josh. De verdad. Por

favor,dimequéesloquetepreocupatanto.(Recuerdo estar sentado en una cálida

cocina, no lamía, comiendouna tostada conqueso. Jeannie estaba allí, sentada ami lado.«¿Por qué no me cuentas qué ha pasado,cariño? Cuéntamelo, por favor.» Yo no dijenada.Niunapalabra.Niunasolapalabra.)

Josh, en cambio, estaba listo para hablar.Tras secarse los ojos y sonarse la nariz, hatosidoysehasentadomuyerguidoenlasilla.

—EssobreelseñorHenderson—hadicho—.ElseñorHendersonyKatie.

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JUEVES,20DEAGOSTO

Lena

Lo del señorHenderson comenzó como unabroma.Unjuego.YalohabíamoshechoantesconelseñorFriar,elprofesordebiología,ytambién con el señor Mackintosh, elentrenadordenatación.Sólohabíaquelograrque se sonrojaran. Nos turnábamos paraintentarlo.Unadenosotrasdosibay,sinoloconseguía,letocabaalaotra.Podíamoshacerlo quequisiéramosy cuandoquisiéramos, laúnica regla era que la otra tenía que estarpresente, ya que, si no, no sería verificable.Nunca incluimos a nadie más. Era algo

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nuestro,deKatieymío.Norecuerdodecuáldelasdosfuelaidea.

Con Friar, yo fui primero y me costóapenas treinta segundos. Me dirigí a suescritorio y le sonreí y me mordí el labiocuando él estaba explicando algo sobre lahomeostasis. Me incliné hacia delante paraquesemeabrieraunpoco lablusay¡bingo!Con Mackintosh costó un poco más porqueestabaacostumbradoavernosenbañador,asíque tampoco iba a perder el juicio por unpoco de piel. Sin embargo, al final Katie loconsiguió mostrándose dulce y tímida y unpocoavergonzadaalhablarledelaspelículasdekung-fuquesabíamosquelegustaban.

Con el señor Henderson, en cambio, lahistoriafuedistinta.KatiefueprimeroporquehabíaganadolarondadelseñorMac.Esperóhastadespuésdeclasey,mientrasyoguardabamis libros muy despacio, se acercó a suescritorio y, tras sentarse en el borde, seinclinó un poco en su dirección con una

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sonrisaycomenzóahablar.Él,sinembargo,empujólasillahaciaatrásysepusoenpiedegolpe.Ellasiguióconsunúmero,peroyasinentusiasmo. Luego, cuando nos estábamosmarchando, Henderson nos miró como siestuviera furioso. Cuando lo intenté yo,bostezó.Meesforcéalmáximoacercándomea él y sonriendo y tocándome el pelo y elcuello y mordisqueándome el labio inferior,pero él bostezó abiertamente. Como siestuvieraaburriéndolo.

No podía quitarme de la cabeza elmodoenquemehabíamirado,comosiyonofueranada, como si yo no fuera en absolutointeresante.Ya no quería seguir jugando.Noconél.Noeradivertido.Secomportabacomoungilipollas.

—¿Eso crees?—preguntó Katie, y yo ledijequesí,yelladijoquedeacuerdo.Yesofuetodo.

No descubrí que había roto las reglashastamuchodespués.Mesesdespués.Notenía

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ni idea, de modo que, cuando Josh vino averme el día de SanValentín con la historiamáshilarantequehabíaoídonunca,leenviéaKatie un mensaje con la imagen de unpequeñocorazón.

«Meheenteradodelodetuchurri—escribí—.KW&MHxrasiempre.»Unoscincosegundosdespués,recibíunmensajequedecía:«Borraeso.Nolodigoenbroma.Bórralo».«¿Q coño t pasa?», lecontesté,yellavolvióaescribirme:«Bórralo ahora o juro quenunca volveré a hablar contigo». «Joder —pensé—.Tranquilízate.»

A la mañana siguiente, en clase, meignoró.Nisiquieramedijo«hola».Alsalir,laagarrédelbrazo.

—¿Katie? ¿Qué es lo que sucede?—Ellame metió en el lavabo prácticamente aempujones—. ¿Qué cojones pasa? —dije—.¿Aquéveníaeso?

—Nada—repusoenvozbaja—.Sólomeparecióqueeracutre,¿vale?—Ymemiróde

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esa forma tan habitual en ella últimamente,comosiellafueraunaadultayyounaniña—.¿Porquémeescribisteeso?

Estábamos al fondo del cuarto de baño,debajodelaventana.

—Joshvinoaverme—leexpliqué—.Mecontó que os había visto a ti y al señorHendersoncogidosdelamanoenelparque...—dije,ycomencéareír.

Katienoserio.Sediolavueltaysequedódelantedellavamanos,mirandosuimagenenelespejo.

—Y ¿qué te contó exactamente? —mepreguntóal tiempoquesacabael rímeldesubolso. Su voz sonaba extraña. No parecíaenfadada ni molesta. Era más bien como situvieramiedo.

—Me dijo que había estado esperándotedespuésdelaescuelayquetehabíavistoconelseñorHenderson,yqueibaiscogidosdelamano...—Comencé a reír otra vez—. Por elamor de Dios, no es para tanto. Sólo estaba

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inventándose historias porque quería unaexcusaparaveniraverme.EraeldíadeSanValentín,demodoque...

Katiecerrólosojos.—¡Dios!Eres tan jodidamentenarcisista...

—declaró en voz baja—. Siempre crees quetodoestárelacionadocontigo.

Mesentícomosimehubieraabofeteado.—¿Qué...? —Ni siquiera supe qué

contestar.Eso era impropio de ella. Todavía estaba

intentando saber qué decir cuando ella dejócaerelrímelenellavabo,seagarróalbordedelmismoyrompióallorar.

—¡Katie...! —Coloqué la mano en suhombro y ella sollozó todavía más fuerte.Luego la rodeé con los brazos—. ¡Oh, Diosmío!¿Quésucede?¿Quéhapasado?

—¿Esquenotehasdadocuentadequelascosas son distintas? ¿No te has dado cuenta,Lenie?

Claro que me había dado cuenta. Desde

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hacía algún tiempo se comportaba de unmododiferente,más distante. Siempre estabaocupada.Teníadeberes,demodoquenonosveíamos después de clase; o iba a comprarconsumadre,asíquenopodíaveniralcine;oteníaquehacerdecangurodeJosh,demaneraquenopodíaveniracasaesanoche.Tambiénse comportaba de forma distinta en otrascosas.Estabamáscalladaenlaescuela.Yanofumaba. Había comenzado a hacer dieta.Parecía desconectar de nuestrasconversaciones como si le aburriera lo queestuvieracontándole,comosituvieramejorescosasenlasquepensar.

Claroquelohabíanotado.Yestabadolida.Peronoibaadecirnada.Mostrarleaalguienque una está dolida es lo peor que puedehacerse, ¿no? No quería parecer débil onecesitada.Nadie quiere estar al lado de unapersonaasí.

—Yo pensaba...No lo sé,K, pensaba queestabasaburridademíoalgoasí.

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Ella lloró todavía más fuerte y yo laabracé.

—No —dijo—. No estoy aburrida de ti.Peronopodíacontártelo.Nopodíacontárseloanadie...

De repente, se deshizo de mi abrazo, sedirigió al otro lado del cuarto de baño y sepuso de rodillas. A cuatro patas, comprobóquenohubieranadieenningúncubículo.

—¿Katie?¿Quéestáshaciendo?Hasta entonces no me di cuenta. Así de

perdidaestaba.—¡Oh, Dios! —dije al tiempo que ella

volvía a ponerse de pie—. ¿Estás...? ¿Estásdiciendo que... —bajé el tono de voz— hayalgo entre vosotros? —Ella no respondió,perosemequedómirandodirectamentealosojosysupequeeracierto—.Joder.¡Joder!Nopuedes... Esto es una locura. No puedes. Nopuedes, Katie. Tienes que ponerle fin... antesdequesucedaalgo.

Ella me observó como si yo fuera algo

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tonta,comosisintieralástimapormí.—Yahasucedido,Lena—repusoconuna

media sonrisa, y comenzó a secarse laslágrimas de la cara—. Ha estado sucediendodesdenoviembre.

Alapolicíanolehecontadonadadeeso.Noeraasuntosuyo.

Han venido a casa por la noche, cuandoJulia y yo estábamos cenando en la cocina.Corrección: yo estaba cenando. Ella estabajugueteando con la comida del plato comosiemprehace.MamámehabíaexplicadoqueaJulia no le gustaba comer delante de otraspersonas; era algo que le venía de cuandoestaba gorda. Las dos permanecíamos ensilencio. No habíamos dicho nada desde quellegué a casa ayer y la encontré hurgandoentrelascosasdemamá,demodoquehasidounalivioquesonaraeltimbre.

Cuando he visto que eran Sean y lasargento Morgan —o Erin, tal y como sesupone que he de llamarla ahora que nos

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vemos tanto—, he pensado que debía de serpor lo de las ventanas rotas, aunque me haparecido asimismo que el hecho de quevinieran los dos era algo exagerado. Heoptadoporadmitirmiculpadeinmediato.

—Pagaré los daños—he dicho—.Ahorapuedopermitírmelo,¿no?

Julia ha fruncido los labios como siconsiderara que yo era una decepción paraella. Se ha puesto de pie y ha recogido losplatosapesardequenohabíacomidonada.

Seanhalevantadosusillayharodeadolamesaconellaparasentarseamilado.

—Yallegaremosaeso—haseñaladoconuna expresión triste y seria en el rostro—.Primero tenemos que hablar contigo sobreMarkHenderson.

Me he quedado helada y el estómagomehadadounvuelcocomocuandounasabequeestáapuntodesucederalgo realmentemalo.Losabían.Mehesentidodevastadayaliviadaalmismotiempo,peromeheesforzadopara

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que mi rostro permaneciera inexpresivo einocente.

—Sí —he dicho—. Ya lo sé. Me hecargadosusventanas.

—Y ¿por qué lo has hecho? —hapreguntadoErin.

—Porque estaba aburrida. Porque es ungilipollas.Porque...

—¡Ya basta, Lena!—me ha interrumpidoSean—. Deja de hacerte la tonta. —Parecíaestarbastantecabreado—.Sabesquenoesdeesode loqueestamoshablando,¿verdad?—Yonoherespondidoymehevueltohacia laventana—. Hemos tenido una conversaciónconJoshWhittaker—hadicho,yelestómagoha vuelto a darme un vuelco. Supongo quesiemprehabíasabidoqueJoshnoseríacapazdepermanecerensilencioparasiempre,peroesperabaquedestrozarlasventanasdelacasadeHendersonlosatisficieraalmenosduranteun tiempo—. ¿Lena? ¿Me estás escuchando?—Sean se ha inclinado hacia delante. He

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advertidoquelasmanosletemblabanunpoco—. Josh ha hecho una acusación muy seriasobre Mark Henderson. Nos ha dicho quemantuvo una relación con Katie Whittaker,una de carácter sexual, en los mesesanterioresalamuertedeésta.

—¡Menudaestupidez!—hereplicado,yheintentado reírme—. Eso es una auténticaestupidez. —Todo el mundo estabamirándome y me ha resultado imposible nosonrojarme—.Esunaestupidez—herepetido.

—¿Por qué iba a inventarse una historiaasí, Lena?—meha preguntadoSean—. ¿PorquérazónelhermanopequeñodeKatiehabríadeinventarseunahistoriacomoésa?

—No lo sé—he dicho—.No lo sé. Perono es cierto. —Estaba mirando la mesamientras intentabapensaruna razón,peromirostroestabacadavezmássonrojado.

—Está claro que no estás diciendo laverdad,Lena—hadichoErin—.Loque estámenosclaroesporquédiantremientessobre

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algoasí.¿Porquéprotegesaunhombrequeseaprovechódetuamigadeesemodo?

—Oh,porelamordeDios...—¿Qué? —ha preguntado, acercando su

cara a lamía—.Por el amor deDios, ¿qué?—Había algo en ella, en el hecho de que sehubieraaproximadotantoyenlaexpresióndesu rostro, que hacía queme dieran ganas deabofetearla.

—Élnoseaprovechódeella.¡Katienoeraunaniña!

Erin se ha mostrado entonces muysatisfecha consigo misma y me han entradomás ganas aún de abofetearla. Ella hacontinuadohablando.

—Sinoseaprovechódeella,¿porquéloodiastanto?¿Estabascelosa?

—Creo que ya es suficiente —ha dichoJulia,peronadielehahechoelmenorcaso.

Erin seguía hablando, buscándome lascosquillas.

—¿Lo querías para ti? ¿Es eso? ¿Estabas

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cabreada porque pensabas que eras la másguapaydeberíashabersidotúquienrecibieratodalaatención?

Yentoncesyanohepodidomás.Sabíaquesinosecallabaibaapegarle,demodoquelohesoltado:

—Claro que lo odiaba,maldita zorra.Loodiabaporquelaalejódemí.

Todo el mundo se ha quedado unmomentocallado.LuegoSeanhadicho:

—¿Laalejódeti?¿Cómohizoeso,Lena?Nohepodidoevitarlo.Estabajodidamente

cansadayestabaclaroqueseibanaenterardetodosmodosahoraqueJoshhabíaabiertosubocaza. Aunque, sobre todo, estaba harta deseguirmintiendo.Demodo que, sentada ahí,enlacocina,alfinalhetraicionadoaKatie.

Se lo había prometido. Después dediscutir, después de que ella me jurara quehabíanrotoyqueyanoestabanviéndose,mehizo prometerle que, sucediera lo quesucediese, lo que fuera, nunca le revelaría a

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nadie la relación que habían tenido. Fuimosjuntas a lapozaporprimeravezdesdehacíasiglos,nossentamosenunlugardebajodelosárbolesdondenadiepodíavernosyellallorócogidaamimano.

—Sé que piensas que está mal y que nodebería haber estado con él —dijo—. Loentiendo. Pero lo amaba, Lena. Y todavía loamo.Élloeratodoparamí.Noquieroquelehagandaño.Noquiero.Nopodríasoportarlo.Por favor, no hagas nada que pueda hacerledaño.Porfavor,Lenie,guardaelsecretopormí.Noporél.Séqueaélloodias.Hazlopormí.

Yloheintentado.Deverdad.Nohedejadodemordermelajodidalengua.Inclusocuandomimadrevino amihabitaciónparadecirmeque la habían encontrado en el agua; inclusocuando Louise vino a casamediomuerta dedolor; incluso cuando ese desgraciado demierda declaró a los periódicos locales lobuena estudiante que era y lo mucho que la

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querían y la admiraban estudiantes yprofesores por igual; incluso cuando seacercó amí en el funeral demimadreymeofreciósuscondolencias.

Pero llevo meses mordiéndomela ymordiéndomela y mordiéndomela y, si nodejodehacerlo,terminaréarrancándomeladecuajoyatragantándomeconella.

Asíqueselohecontado.Sí,KatieyMarkHenderson tenían una relación. Comenzó enotoño. Acabó en marzo o abril. Volvió acomenzar a finales de mayo, creo, pero nopor mucho tiempo. Ella terminó la relación.No,notengopruebas.

—Iban con mucho cuidado —les heexplicado—. No se enviaban correoselectrónicos, ni mensajes de texto, ni seescribían por Messenger, ni usaban ningúnmedio electrónico. Era una regla que tenían.Eranmuyestrictosalrespecto.

—¿Losdos,oél?—hapreguntadoErin.Lahefulminadoconlamirada.

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—Bueno,nuncalohabléconél.Esofueloqueellamedijo,queerasuregla.

—¿Cuándo lo descubriste, Lena? —hapreguntado Erin—. Tienes que remontarte alprincipiodetodo.

—No, en realidad no creo que tenga quehacerlo —ha dicho de repente Julia, de piejunto a la puerta. Se me había olvidadoincluso que estaba en la cocina—. Creo queLena estámuy cansada y deberían dejarla enpaz por ahora. Podemos ir mañana a lacomisaríayseguirconesto,o,siloprefieren,puedenvenirustedesaquí,peroporhoyyaessuficiente.

Me han entrado ganas de abrazarla. Porprimera vez desde que la conozco, he tenidola sensación de que Julia estaba demi parte.Erinibaaprotestar,peroSeanhaintervenido:

—Sí,tienerazón—ysehapuestodepieyhansalidotodosalpasillo.

Yoheidodetrásdeellos.—¿Osdaiscuentadeloquesupondráesto

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parasumadreysupadrecuandoseenteren?—he preguntado cuando han llegado a lapuerta.

Erinsehavueltohaciamí.—Bueno, al menos ahora tendrán una

explicación de por qué lo hizo —hacontestado.

—No, no la tendrán. No tendrán ningunarazón —he replicado—. No había ningunarazónparaquehiciera loquehizo.Loestáisdemostrando vosotros ahora mismo. Convuestra presencia aquí, estáis demostrandoqueloquehizonohaservidoparanada.

—¿Quéquieresdecir,Lena?Se han quedado todos mirándome

fijamente,expectantes.—Nolohizoporqueél lehubierarotoel

corazónoporquesesintieraculpableninadadeeso.Lohizoparaprotegerlo.Pensabaquealguien los había descubierto. Pensaba queiban a denunciarlo y que aparecería en losperiódicos.Pensabaquehabríaunjuicio,que

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sería condenado y que iría a la cárcel poragresiónsexual.Pensabaquelepegarían,oloviolarían, o lo que sea que les pase a loshombres como él ahí dentro. De modo quedecidiólibrarsedelaprueba—heexplicado.

Para entonces, había empezado a llorar yJuliasehaacercadoamíymeharodeadoconlosbrazossindejardesusurrar:

—Chisss,Lena.Nopasanada,chisss.Perosíquepasaba.—Eso es lo que estaba haciendo —he

dicho—.¿No loentendéis?Estaba librándosedelaprueba.

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VIERNES,21DEAGOSTO

Erin

Lacasitadecampoquehayjuntoalrío,laquevicuandosalíacorrer,seráminuevohogar.Al menos, durante un tiempo. Hasta quehayamos zanjado este asunto conHenderson.Ha sido Sean quien lo ha sugerido. Me haoído contarle a Callie, la agente, que estamañanaestabatanexhaustaquecasimesalgodelacarretera,yhadicho:

—Bueno, eso no podemos permitirlo.Deberías quedarte en el pueblo. Puedesalojarte en la casita de los Ward. Está ríoarriba y no vive nadie en ella.No es lujosa,

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peronotecostaránada.Estatardetedarélasllaves.

EncuantoSeansehamarchado,Calliemehasonreído.

—La casita de campo de losWard, ¿eh?CuidadoconAnnielaloca.

—¿Cómodices?—Esa casa junto al río que Patrick

TownsendutilizacomocabañaparapescarseconocecomolacasitadecampodelosWard.PorAnnieWard.Esunade lasmujeres.—Y,bajando el tono, ha añadido—:Dicen que, siuna se fijabien, todavíapuedever sangre enlas paredes. —Yo no tenía ni idea de quéestaba hablando Callie, y ella debe de habernotadomi perplejidad, porque ha sonreído yha dicho—: No es más que una de esashistoriasdeBeckford,unadelasantiguas.

Noobstante,yonoteníamuchointerésenlashistoriasantediluvianasdeBeckford,teníaotrasmásactualesdelasquepreocuparme.

Henderson no contestaba al teléfono, y

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habíamos tomado la decisión de dejarlo enpazhastaqueregresara.SilahistoriadeKatieWhittaker era cierta y se enteraba de queestábamosalcorriente,cabíalaposibilidaddequenoregresara.

Mientras tanto, Sean me ha pedido queinterrogueasuesposa,quien,comodirectoradelaescuelalocal,eslajefadeHenderson.

—Estoy seguro de que no albergaba lamenor sospechasobreMarkHenderson—hadicho—.Y creo que tiene una buena opiniónsobreél,peroalguiendebehablarconella,yobviamente no puedo ser yo. —Luego haañadidoqueHelenestaríaenlaescuelayqueestaríaesperándome.

Siestabaesperándome,desdeluego,nolohademostrado.Laheencontradoensudespachoa cuatro patas en el suelo, con la mejillapegadaalamoquetagrisymirandodebajodeuna biblioteca. He tosido educadamente y,

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alarmada, ella ha levantado la cabeza degolpe.

—¿SeñoraTownsend?—he dicho—.SoylasargentoMorgan.Erin.

—¡Ah, sí! —ha respondido ellasonrojándoseyllevándoseunamanoalanuca—. Es que he perdido un pendiente —haañadido.

—Parecequeambos—heseñaladoyo.Ellahasoltadounaespeciederesoplidoy

mehaindicadoquemesentara.Antesdehacerlopropio,hatiradodeldobladillodesublusay se ha alisado los pantalones grises. Si mehubieran pedido que visualizara a la esposadel inspector, habría imaginado a unamujermuy distinta: atractiva, bien vestida,probablemente deportista (una corredora demaratones, una triatleta). Helen, en cambio,llevaba ropa más apropiada para una mujerveinte años mayor. Estaba pálida y tenía lasextremidades flácidas, como alguien queapenassaleoveelsol.

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—¿Quería hablar conmigo sobre MarkHenderson? —ha preguntado frunciendo unpocoelceñoantelapiladepapelesqueteníadelante. Nada de cháchara ni preámbulos,pues. Directamente al grano. Puede que esofueraloquealinspectorlegustabadeella.

—Sí.Creoqueyaconoce lasacusacionesquehanhechoJoshWhittakeryLenaAbbott.

Ella ha asentido y ha apretado con talfuerza sus delgados labios que he tenido laimpresióndequedesaparecían.

—Mi marido me lo contó ayer. Puedoasegurarle que era la primera vez que oíaalgo semejante. —He abierto la boca paradecir algo, pero ella ha proseguido—:Contraté a Mark Henderson hace dos años.Tenía excelentes referencias y, hasta elmomento, sus resultadoshansidobuenos.—Y, pasando algunas de las hojas que teníadelante,haañadido—:Puedodarledetalles,siquiere. —Yo he negado con la cabeza y, denuevo,ellahaseguidohablandoantesdeque

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pudiera hacerle ninguna pregunta—: KatieWhittaker era concienzuda y trabajadora.Tengo aquí sus notas. Es cierto que hubo unpequeñobajónlapasadaprimavera,perodurópoco ymejoró de nuevo para cuando... paracuando... —Se ha pasado una mano por losojos—.Paraverano.—Sehahundidounpocoensusilla.

—¿De modo que no tuvo usted ningunasospecha?¿Nohuboningúnrumor?

Ellahainclinadolacabezahaciaunlado.—Oh,yonohedichonadasobrerumores.

Sargento..., eh..., Morgan. Los rumores quecirculan por cualquier instituto de educaciónsecundaria lepondrían lospelosdepunta.—Luego ha añadido con una pequeñacontracciónenlaboca—:Estoyseguradequepuede usted imaginar las cosas que dicen,escriben y tuitean sobre mí y la señoritaMitchell, laprofesoradeeducaciónfísica.—Se ha detenido un momento y luego hapreguntado—: ¿Ha conocido usted al señor

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MarkHenderson?—Sí.—Entoncesentiendeloqueestoydiciendo.

Esjoven.Guapo.Laschicas(siempresonlaschicas) dicen todo tipo de cosas sobre él.Todo tipode cosas.Perohayqueaprender ahacer oídos sordos. Y creo que yo lo heconseguido.—Unavezmáshequeridodeciralgo,peroellahaseguidohablando—:Hedeañadir, además, que me resultan sumamentesospechosas esas acusaciones. Sumamentesospechosas,tantoporsuorigencomoporelmomentoenelquehansidohechas...

—Yo...—Sinomeequivoco,laacusaciónlahizo

primero Josh Whittaker, pero mesorprendería que no fuera Lena quien estádetrás de todo esto. Josh la adora. Si Lenahubiera decidido que quería desviar laatención de sus propios actos (como, porejemplo,haberadquiridodrogasilegalesparasu amiga), estoy segura de que podría haber

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persuadido a Josh para que contara esahistoria.

—SeñoraTownsend...—Otra cosa que deberíamencionar—ha

continuado sin permitir que la interrumpiera—esquehuboalgoentreLenaAbbottyMarkHenderson.

—¿Algo?—Un par de cosas. En primer lugar, a

veces el comportamiento de Lena puede serinapropiado.

—¿Enquésentido?—Le gusta flirtear. Y no sólo conMark.

Parece que le han enseñado que es el mejormododeconseguir loquequiere.Muchasdelaschicaslohacen,pero,enelcasodeLena,Markpareciópensarquehabíaidodemasiadolejos.Ellalehizocomentarios,lotocó...

—¿Lotocó?—Enelbrazo,nadaserio.Digamosquese

le acercó demasiado. Tuve que hablar conella.—Helenhaparecidoencogerseunpoco

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alrecordarlo—.Lellamélaatención,aunqueporsupuestoellanoselotomóenserio.Creoquedijoalgoenplan:«Yalegustaríaaél».—Mehe reído al oír eso, y ella ha fruncido elceño—. Esto no tiene nada de divertido,sargento. Este tipo de cosas pueden ser muydañinas.

—Sí,porsupuesto.Losé.Losiento.—Sí, bueno... —Ha vuelto a fruncir los

labios; ciertamente, está hecha toda unainstitutriz—.Sumadretampocoselotomóenserio. Lo cual no resulta sorprendente —y,alzando la voz al tiempo que un inflamadoruborascendíaporsucuelloylesonrojabaelrostro, ha añadido—: Nada sorprendente.Todo ese flirteo, esos interminablesparpadeos y movimientos de pelo, esainsistente y fastidiosa expresión dedisponibilidadsexual...,¿dóndecreeustedqueLena aprendió todo eso? —Helen harespiradohondoysehaapartadounmechónde los ojos—. En segundo lugar, hubo un

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incidente en primavera —ha dicho ya mástranquila,máscomedida—.Estaveznohuboflirteo, sino hostilidad. Mark tuvo queexpulsar a Lena de su clase por decirgroseríasycomportarsedeunmodoagresivoy bastante ofensivo durante una discusiónsobreun textoqueestabanestudiando...—Habajado la mirada a sus notas—. Lolita, creoqueera—haañadidoenarcandounaceja.

—Bueno,esoes...interesante—hedicho.—Ciertamente. Puede incluso sugerir de

dónde sacó la idea de esas acusaciones—haseñaladoHelen,locualnoteníanadaqueverconloqueyoestabapensando.

Alanochecer,heconducidohastamicasitadecampotemporal.Bajolaluzcrepuscular,éstaparecía mucho más solitaria, los radiantesabedules que había detrás resultaban ahorafantasmales, y el rumor del río, másamenazador que animado. Las riberas y la

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ladera de la colina que había al otro ladoestabandesiertas.Allínadiepodíaoírtegritar.Cuando el otro día pasé corriendo, vi unpacíficoeidílicolugar.Ahorameparecíamásbienunadesoladacabañacomolasdecientosdepelículasdeterror.

Heabiertolapuertayheechadounvistazoal interior, intentando no fijarme en si habíasangreen lasparedes.El lugar,sinembargo,estabaordenadoyteníaelastringenteolordealguna especie de producto de limpiezacítrico.Lachimeneaestabalimpiayasuladohabía una pila de leña cuidadosamentedispuesta. Y poco más. Era más una cabañaque una casita de campo. Sólo tenía dosespacios:unsalónconunacocinaabiertayundormitorio con una pequeña cama doblesobre laquehabíandejadosábanas limpiasyunamantadoblada.

Tras abrir las ventanas y la puerta paralibrarmedeloloralimónartificial,hecogidounadelascervezasquehabíacompradoenel

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supermercado de camino a aquí y me hesentado en el escalón de la entrada acontemplarcómoloshelechosdelacolinadeenfrentepasabandelcolorbroncealoroconla puesta de sol. A medida que las sombrasiban alargándose, henotado cómo la quietudse transformaba en soledad, y he cogido mimóvilsinsabermuybienaquiénibaallamar.Entonces he descubierto que —claro— notenía cobertura. De inmediato, me he puestode pie y he comenzado a deambular de unladoaotroagitandoelmóvilenelaire.Nada,nada,nada,hastaquehellegadoalaorilladelrío y han aparecido un par de rayas. Me hequedado ahí un momento, mojándome lospiesmientras contemplaba lanegra corrientedelrío,rápidaypocoprofunda.Nohedejadode pensar que me parecía oír la risa dealguien, pero no era más que el aguadeslizándose ágilmente por encima de lasrocas.

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Hetardadosiglosendormirmey,cuandomehedespertadodegolpeardiendofebrilmente,ya había oscurecido por completo. Era unaoscuridaddeesasenlasqueresultaimposiblever tupropiamanodelantede tusojos.Algome había despertado, estaba segura. ¿Unruido?Sí,unatos.

Heextendidoelbrazoparacogerelmóvily, sin querer, lo he tirado de la pequeñamesilla de noche. El ruido que ha hecho alcaer al suelo ha resonado increíblementefuerte en medio de ese silencio. Lo herecogidoatientas,derepenteatenazadaporelmiedo.Estaba convencida de que si encendíala luzveríaaalguiendepieen lahabitación.Enlosárbolesquehabíadetrásdelacasa,heoídoelululardeunalechuzayluegootravezlarisadealguien.Elcorazónhacomenzadoalatirme con fuerza y he sentido miedo dedescorrer la cortina que había sobre elcabecero de la cama por si al otro lado del

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cristalhabíaalguienmirándome.¿Qué cara esperaba ver? ¿La de Anne

Ward? ¿La de su marido? Ridículo.Mascullando para mí unas palabrastranquilizadoras, he encendido la luz y hedescorrido las cortinas. No había nada ninadie.Eraevidente.Hesalidodelacama,mehe puesto unos pantalones de chándal y unasudadera y me he dirigido a la cocina. Heconsideradolaposibilidaddeprepararmeunataza de té, pero lo he pensadomejor cuandohedescubiertounabotelladewhiskyTaliskermedio vacía en la alacena.Mehe servido unpardededosyme lohebebidocon rapidez.Luegomehepuestolaszapatillasdeportivas,hemetidomimóvilenelbolsillo,hecogidouna linterna de la encimera y he abierto lapuertadeentrada.

Laspilasdelalinternadebíandeestarcasigastadas,pueselhazdeluzeradébilyapenasalcanzabaunmetroymedioodos.Másallá,la oscuridad era absoluta. Tras dirigir la

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linterna al suelo para ver dónde ponía lospies,hesalidoalanoche.

El rocío había empapado la hierba. Alcabodeunospocospasos,tantomiszapatillasdeportivas como losbajosdemispantalonesde chándal estaban completamente mojados.He rodeado poco a poco la casita viendocómo el haz de la linterna danzaba por laplateadacortezade losabedules,unacohortede pálidos fantasmas. El aire era suave yfresco, y una ligera llovizna me besaba elrostro. He vuelto a oír la lechuza, el leverumordel ríoy el rítmico croardeun sapo.Cuandoheterminadoderodearlacasa,mehedirigidohacia laorilladel río.El saposehainterrumpidodegolpey,denuevo,he tenidola impresión de que alguien tosía. El sonidoeralejano,procedíadelaladeradelacolina,alotroladodelrío,yenrealidadestaveznomehaparecidotantounatos,sinomásbienunbalido.Eraunaoveja.

Sintiéndome algo avergonzada, he vuelto

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aentrarenlacasa,meheservidootrowhiskyy he cogido el manuscrito de Nel Abbott demi bolsa. Tras acurrucarme en un sillón delsalón,hecomenzadoaleer.

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LaPozadelasAhogadas

AnneWard,1920

Yaestabaencasa.Estabaahí.Nohabíanadaque temer fuera, el peligro estaba dentro.Estaba a la espera, había estado a la esperatodoesetiempo,desdequeélhabíaregresado.

Al final, sinembargo, loque inquietabaaAnne no era el miedo, sino la culpa. Elconocimiento de lo que deseaba, frío y durocomo un guijarro del río; el sueño al que seentregabapor lasnochescuando lapesadillareal de su vida se volvía insoportable. La

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pesadilla era él, tumbado a su lado en lacama, o sentado junto al fuego con las botaspuestasyunvasoenlamano.Lapesadillaerapillarlomirándola y ver el ascoen su rostro,comosi ella fuera físicamente repugnante.Elproblemanoerasóloella,losabía,sinotodaslasmujeres,todoslosniños,losancianos,todohombre que no se hubiera unido a la lucha.Aun así, le dolía ver y sentir—más fuerte ymás claramente que ninguna otra cosa en suvida—cuántolaodiaba.

Aunque no podía decir que no se lomereciera,¿verdad?

La pesadilla era real, estaba viviendo ensu casa, pero era el sueño lo que laobsesionaba, aquello que se permitía a símismadesear.Enelsueño,ellaestabasolaenlacasa;eraelveranode1915yélacababademarcharse.En el sueño, estaba anocheciendoylaluzdesaparecíapordetrásdelaladeradelacolinaquehabíaalotroladodelrío,y losrinconesdelacasacomenzabanaoscurecerse

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y,derepente,oíaquellamabanalapuerta.Setratabadeunhombreuniformadoqueacudíapara llevarle un telegrama, y ella sabía deinmediato que su marido ya no regresaría.Cuando se entregabaa esa ensoñación, no leimportaba cómo había sucedido. No leimportaba si había muerto como un héroe,salvando a un amigo o huyendo del enemigocomo un cobarde. Le daba igual, siempre ycuandoestuvieramuerto.

Habríasidomásfácilparaella.Ésaeralaverdad,¿no?¿Porquéélnodeberíaodiarla,pues? Si hubieramuerto, ella habría lloradosumuerte,lagentehabríasentidolástimaporella:sumadre,susamigos,loshermanosdeél(en caso de que le quedara alguno). Lahabríanayudado, lehabríandadosuapoyoyellalohabríasuperado.Ellahabríaestadodeduelo mucho tiempo, pero al final habríapasado página. Habría cumplido diecinueve,veinte, veintiún años, y todavía tendría todaunavidapordelante.

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Él tenía razón al odiarla. Tres años, casitresañoshabíaestadoahífuera,hundidoenlamierda y la sangre de hombres cuyoscigarrillos había encendido, y ahora elladeseaba que nunca hubiera regresado ymaldecíaeldíaenelqueesetelegramanuncallegó.

Lo había amado desde que tenía quinceaños y no podía recordar cómo era la vidaantesdeconocerlo.Élteníadieciochocuandoestalló la guerra y diecinueve cuando semarchó,ycadavezqueregresabaestabamásviejo; no unos meses, sino años, décadas,siglos.

La primera vez, sin embargo, él todavíaeraélmismo.Porlasnochesllorabaytiritabacomo si tuviera fiebre. Le dijo que no queríaregresar,queteníademasiadomiedo.Lanocheanteriorasumarcha,ellaloencontróenelríoy tuvo que llevarlo a rastras a casa. (Nuncadebería haber hecho eso. Debería haberlodejado allí.)Había sido egoísta por su parte

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detenerlo.Ahoramiraloquehabíaprovocado.Lasegundavezque regresóacasa, yano

lloraba.Permanecíaensilencio,encerradoensí mismo y apenas la miraba salvodisimuladamente, de reojo y por debajo deunos párpados entornados. Y nunca cuandoestaban en la cama. Una noche, le dio lavuelta yno sedetuvoni siquieracuandoellase lo suplicó, tampoco cuando comenzó asangrar.Poraquel entonces, él ya laodiaba;al principio ella no se dio cuenta, pero encuanto le comentó lo triste que se sentía porcómotratabanaesaschicasencarceladas,losobjetoresdeconcienciaytodoeso,éllediounbofetón, le escupió y la llamó maldita putatraidora.

La tercera vez que volvió a casa ya noestabarealmenteahí.

Yellasupoqueyanuncaregresaría.Yanoquedaba nada del hombre que había sido. Yellanopodíamarcharse,nopodíaenamorarsede otra persona porque él era lo único que

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habíaparaella,yahorahabíadesaparecido...Había desaparecido, pero todavía se sentabajuntoalfuegoconlasbotaspuestas,bebiendosin parar y mirándola como si fuera elenemigo, demodo que comenzó a desear queestuvieramuerto.

¿Quéclasedevidaesésa?Anne habría deseado que hubiera otra

forma. Habría deseado conocer los secretosque las otras mujeres conocían, pero LibbySeetonhacíamuchoqueestabamuertayseloshabía llevado consigo. Anne sabía algunascosas, claro está, la mayoría de las mujeresdelpueblolassabían.Sabíanquésetascogery cuáles dejar, y les habíanadvertidoquenotocaranjamáslahermosadama,labelladona.Ella sabía dónde crecía, pero también susefectos,ynoqueríaqueélperecieraasí.

Él tenía miedo todo el rato. Ella podíaverlo,podíaleerloensurostrocadavezqueleechaba un furtivo vistazo: los ojos siemprepuestos en la puerta, el modo en que al

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anochecermiraba por la ventana, intentandovermásalládellímitedelbosque.Teníamiedoyestabaalaesperadequellegaraalgo.Yloesperaba en el lugar equivocado, porque elenemigo no estaba ahí fuera, sino que yahabía entrado en casa y se sentaba ante suchimenea.

Ella no quería que él tuviera miedo. Noqueríaqueélvieralasombrasobresucabeza,de modo que esperó hasta que estuvodurmiendoensusillaconlasbotaspuestasylabotellavacíaaunlado,yactuósilenciosayrápidamente.Colocólahojadelcuchilloensunuca y se la hincó con tanta fuerza que élapenassedespertó.

Mejorasí.Quedó todo hecho un asco, claro está, de

modoqueluegofuealríoalavarselasmanos.

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DOMINGO,23DEAGOSTO

Patrick

El sueño que Patrick tenía con su esposasiempre era el mismo. Era de noche y ellaestaba en el agua. Tras dejar a Sean en laorilla,élsesumergíaynadabaynadabahaciaella,pero,poralgunarazón,encuantoestabasuficientementecercaparaalcanzarla,Laurensealejabamásyél teníaqueseguirnadando.Enelsueño, lapozaeramásanchaqueen lavida real. No era una poza, era un lago, unocéano.Élteníalasensacióndeestarnadando

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durante horas, y sólo cuando se sentía tanagotado que estaba seguro de que él mismoterminaría ahogándose, conseguía alcanzarlay tirar de ella. Al hacerlo, el cuerpo de suesposarotabadespacioenelaguahastaquesurostro quedaba a la vista y, entonces, éladvertía que en su desfigurada yensangrentada boca había una sonrisa.Siempre era igual, sólo que, anoche, cuandoelcuerpogiróenelagua,el rostroeraeldeHelen.

Se ha despertado presa de un terriblepavor y con el corazón latiéndole con tantafuerzacomosifueraaestallar.Sehasentadoen la cama con la palma de la mano en elpechoysinquererreconocersupropiomiedoni que éste se mezclaba con una profundasensación de vergüenza. Ha descorrido lascortinasyhaesperadoqueelcieloseaclararay pasara del negro al gris antes de ir a lahabitacióndeHelen.Luegohaentradoenellacon sigilo y, después de coger

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cuidadosamenteel taburetequehabía juntoaltocador, lohacolocadoal ladode lacamayse ha sentado en él. Ella le daba la espalda,igual que en el sueño, y él ha reprimido elimpulsodeapoyarlelamanoenelhombroydespertarlasacudiéndoseloparaasegurarsedeque su boca no estuviera llena de sangre ydientesrotos.

Cuandoporfinsehamovidoysehadadola vuelta, Helen se ha sobresaltado al ver aPatrick ahí sentado y se ha dado un fuertegolpecontralaparedalecharlacabezahaciaatrásconviolenciaacausadelsusto.

—¡Patrick!¿Quésucede?¿LehaocurridoalgoaSean?

Élhanegadoconlacabeza.—No.Nopasanada.—Entonces...—Yo... ¿me dejé algo en tu coche?—ha

preguntado—.Merefieroalotrodía.Recogíalgunascosasen lacasitadecampoyqueríatirarlas,peroentonces lagata...medistrajoy

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creoquemedejélabolsaenelcoche.¿Esasí?Ellahatragadosalivayhaasentido.Tenía

los ojos negros: sus pupilas estaban tandilatadasqueapenasseveíansusirisdecolorcastañopálido.

—Sí, yo... ¿En la casita de campo?¿Cogisteesascosasenlacasitadecampo?—Ella ha fruncido el ceño como si estuvieratratandodeencontrarlesentidoaalgo.

—Sí.En la casita de campo. ¿Qué hicisteconellas?¿Quéhicisteconlabolsa?

Helensehaincorporado.—La tiré—ha dicho—.Era basura, ¿no?

Parecíabasura.—Sí,sólobasura.Ella ha apartado la mirada y luego ha

vueltoamirarlo.—Papá, ¿crees que había vuelto a

empezar?¿Queélyella...?¿Crees...?Patrick se ha inclinado hacia delante y le

haapartadoelpelodelafrente.—Bueno, no estoy muy seguro. Quizá.

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Creoqueesposiblequefueraasí.Peroahoraya ha terminado, ¿no? —Él ha intentadoponerse de pie, sin embargo sus piernas hanflaqueado y ha tenido que apoyarse con unamanoenlamesilladenoche.Podíanotarqueella estaba mirándolo y se ha sentidoavergonzado—.¿Quieresunatazadeté?—lehapreguntadoentonces.

—Ya la prepararé yo —ha dicho Helenapartandolassábanas.

—No, no. Quédate donde estás. Yo meencargaré.—Alllegaralapuerta,sehavueltohacia lacama—.¿Alfinal te librastedeello?¿Deesabasura?—hapreguntado.

Helenhaasentido.Entonces, poco a poco, con las

extremidadesentumecidasyunatirantezenelpecho, Patrick ha descendido la escalera y,trasentrarenlacocina,hallenadoelhervidorde agua y se ha sentado a lamesa con granpesar. Que él supiera, Helen nunca antes lehabíamentido,peroestababastantesegurode

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queacababadehacerlo.Tal vez debería estar enfadado con ella,

pero sobre todo lo estaba con Sean, porquehabía sido el error de éste lo que los habíaconducido a esa situación. ¡Helen ni siquieradeberíaestarenesacasa!Deberíaestarensuhogar, en la cama de su marido. Y él nodeberíahaberseencontradoenesaposición,laignominiosaposiciónde tenerque limpiareldesaguisadodesuhijo.Laindelicadaposicióndedormirenlahabitacióncontiguaaladesunuera.Derepente,hasentidounpicordebajodel vendaje del antebrazo y se ha rascadodistraídamente.

Y, sin embargo, si era honesto —ysiempre intentaba serlo—, ¿quién era él paracriticar a su hijo? Todavía recordaba lo quesignificaba ser un hombre joven indefensoante los vaivenes de la biología. Él habíaescogido mal y todavía se avergonzaba deello. Eligió una belleza, una débil y egoístabelleza,unamujerquecarecíadeautocontrol

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en casi todos los aspectos. Una mujerinsaciable que se embarcó en un rumboautodestructivo y, cuando pensaba ahora enello, laúnica cosaque lo sorprendía eraquehubieratardadotantoensuceder.PatricksabíaqueLaurennuncahabíacomprendidocuántasveces había estado peligrosamente cerca deperderlavida.

Haoídounospasosenlaescaleraysehadado la vuelta. Helen estaba en el umbral,todavía vestida con el pijama y con los piesdesnudos.

—¿Papá? ¿Estás bien?—Él se ha puestode pie para preparar el té, pero ella le hacolocadounamanoenelhombro—.Siéntate.Yoloharé.

Él había escogido mal la primera vez,perono la segunda.PorqueHelen, la hija deun colega tranquilo, sencillo y trabajador,habíasido laeleccióndeél.Patrick supoverdeinmediatoqueellaseríaunamujerestable,cariñosa y fiel. Tuvo que convencer a Sean.

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Éste se había enamorado de una mujer a laque había conocido cuando todavía eraaprendiz de policía, pero su padre sabía queesonoduraríay,cuandosealargómásdeloprevisto,éllepusofin.AhoramirabaaHelenysabíaquehabíaescogidobienparasuhijo:ella era honesta, modesta e inteligente, y noestaba nada interesada en las trivialidades delos famosos y los cotilleos que parecíanconsumir a la mayoría de las mujeres. Noperdía el tiempo viendo la televisión oleyendo novelas, trabajaba duro y no sequejaba. Era una persona de trato afable ysonrisafácil.

—Aquí tienes. —Estaba sonriéndolecuando le ha dado la taza de té—. ¡Oh!—haexclamadoy,trasaspiraraireconfuerzaentrelosdientes,haañadido—:Esonotienebuenapinta.—Estabamirandosubrazo,el lugarenel que él se había apartado el vendaje y sehabía rascado. Debajo, la piel estaba roja ehinchadaylaheridaoscura.

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Tras coger agua caliente, jabón,antiséptico y vendajes nuevos, Helen le halimpiado la herida y ha vuelto a vendársela.Cuandohaterminado,Patricksehainclinadohaciadelanteylehadadounbesoenlaboca.

—Papá —ha dicho ella, apartándolocuidadosamente.

—Losiento—hadichoél—.Losiento—yhavueltoasentirvergüenza,ahoradeformaabrumadora,ytambiénira.

Las mujeres siempre lo decepcionaban.Primero Lauren y más tarde Jeannie, una yotra vez. Pero no Helen. Ella no. Y, sinembargo, esa mañana le había mentido. Lohabía visto en su rostro, su cándido rostrodesacostumbrado al engaño, y él se habíaestremecido.Ha vuelto a pensar en el sueño:Lauren rotando en el agua, la historiarepitiéndose a sí misma, sólo las mujeresempeorando.

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Nickie

Jeannie le ha dicho que ha llegado elmomento de que alguien haga algo alrespecto.

—Para ti es fácil decirlo —le harespondido Nickie—. Y has cambiado lacantinela, ¿no? Antes siempre decías quedebíamantenerlabocacerradapormipropiobien. ¿Ahora me pides que abandone todaprecaución? —Jeannie no ha contestado—.Bueno, en cualquier caso, lo he intentado.Sabesquelohehecho.Heestadoseñalandoladirecciónadecuada.Yledejéunmensajealahermana, ¿no? No es culpa mía si nadie mehace caso. ¿Que soy demasiado sutil, dices?¡Demasiado sutil! ¿Qué quieres?, ¿que vayalargándolo todo por ahí? ¡Mira adónde tellevóatieso!—Sehanpasadotodalanoche

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discutiendo al respecto—. ¡No es culpa mía!No puedes decir que lo es. No era miintención que Nel Abbott se metiera enproblemas.Lecontéloquesabía,esoestodo.Como tú me habías estado diciendo quehiciera. No puedo ganar contigo, esimposible.Noséniporquémemolesto.

Jeannieestabasacándoladequicio.Nosecallaba.Y,lopeordetodo,bueno,lopeorno,lopeoreranodormirnada,perolosegundopeor era que con toda probabilidad teníarazón. Nickie lo había sabido desde elprincipio,desdeesaprimeramañana,sentadajuntoasuventana,cuandolosintió.Otra.Otranadadora. Entonces ya lo pensó. E inclusoconsideró la posibilidad de hablar con SeanTownsend. Pero, a juzgar por cómo habíareaccionado éste cuando le mencionó a sumadre —rápidamente gruñó enojado y sumáscara de amabilidad desapareció—, habíahechobienenmorderselalengua.Alfinyalcabo,erahijodesupadre.

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—Entonces ¿quién? ¿Quién, hermanita?¿Con quién se supone que he de hablar? Lamujerpolicía,no.Esonisiquieralosugieras.¡Son todos iguales! Iría directa a su jefe,seguro.

Si la mujer policía no, entonces ¿quién?¿La hermana de Nel? Nada en ésta le habíainspirado confianza. La chica, sin embargo,eradistinta.«Noesmásqueunaniña», lehadichoJeannie.

—¿Y qué? Tiene más brío en su dedomeñique que la mitad de la gente de estepueblo—hareplicadoNickie.

Sí,hablaríacon la chica.Pero todavíanoestabaseguradequéibaadecirle.

Nickie aún tenía las páginas de Nel.Aquellas en las que habían trabajado juntas.Podíaenseñárselasalachica.Estabanescritasamáquina,noamano,peroseguroqueLenareconocíalaspalabrasyeltonodesumadre,¿no?Porsupuesto,enellasnosecontabanlascosas tal y como Nickie creía que deberían

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haberse contado.Ése era unode losmotivospor los que habían reñido. Diferenciasartísticas.Nelsehabíaofendidoyhabíadichoque si Nickie no podía contarle la verdadestabanperdiendoel tiempo,pero¿qué sabíaelladelaverdad?Estabantodossimplementecontandocuentos.

«¿Todavíaestásaquí?—lehapreguntadoJeannie—. Pensaba que ibas a hablar con lachica.»

—Está bien. Tranquila. Ya lo haré. Másadelante.Cuandoestélista—leharespondidoNickie.

AvecesdeseabaqueJeanniesecallaradeuna vez y otras anhelaba más que nada queestuviera allí, en la habitación, sentada conella junto a la ventana. Deberían haberenvejecido juntas, sacándose de quicio enpersonaenvezde tenerquepelearsea travésdelasondasespacialescomohacíanahora.

Tambiénlehabríagustadoque,cuandoseimaginaba a su hermana, no la viera con el

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aspectoqueteníalaúltimavezquehabíaidoaeseapartamento.SucedióunpardedíasantesdequeJeanniesemarcharadeBeckfordparasiempre.Aparecióensupuertatodavíapálidapor el shock y temblando de miedo. Habíaacudido para contarle que Patrick Townsendhabía ido a verla y le había dicho que, siseguía hablando, si seguía haciendopreguntas, si continuaba intentando arruinarsureputación,seaseguraríadequelehicierandaño.

—Noloharéyo—lehabíadicho—.Yonotetocaríapornadadelmundo.Haréqueotroseencarguedel trabajosucio.Ynosólouno.Measegurarédequeseanunoscuantosyquecadaunodeellossetomesutiempo.Yasabesque conozco a mucha gente, ¿verdad, Jean?No tienes ninguna duda de que conozco apersonascapacesdehacercosasasí,¿verdad,chica?

Depieenesamismahabitación,JeannielehabíahechoprometeraNickie,lehabíahecho

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jurarquelodejaríaestar.—Nohaynadaquepodamoshacerahora.

Nodeberíahabertedichonada.—Pero...elchico—habíadichoNickie—.

¿Quépasaconelchico?Jeanniesesecólaslágrimasdelosojos.—Ya lo sé. Ya lo sé. Me pone enferma

pensarenello,pero tenemosquedejarloahí.Tienes que permanecer callada y no decirnada. Lo que Patrick pueda hacerme a mí,Nicks, también te lo hará a ti. No estábromeando.

Jeanniesemarchóunpardedíasdespuésyyanuncaregresó.

Jules

«Vamos,séhonesta.¿Nohuboalgunapartede

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tialaquelegustó?»Mehedespertadocontuvozenmicabeza.

Era media tarde. No puedo dormir por lasnoches,estacasasebalanceacomounbarcoyel sonido del agua resulta ensordecedor. Poralgunarazón,dedíanoestanmalo.Enalgúnmomento,debodehabermequedadodormidaporque me he despertado con tu voz en micabeza, preguntándome: «¿No hubo algunaparte de ti a la que le gustó?». ¿«A la que legustó» o «que lo disfrutó»? ¿O era «que lodeseaba»? Ahora no puedo recordarlo. Sólorecuerdoretirarlamanoquesujetabasconlatuyayalzarlaparapegarte,y laexpresióndeincomprensiónenturostro.

Arrastrando los pies, he recorrido elpasillohastaelcuartodebañoyheabiertoelgrifo de la ducha. Estaba demasiado agotadapara desnudarme, de modo que me hequedado ahí sentada mientras el vapor ibaacumulándoseenlaestancia.Luegohevueltoa cerrar el grifo y me he acercado al

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lavamanosymehemojadolacara.Cuandohelevantado la mirada, he visto que habíanaparecidodosletrasenlacondensaciónquesehabíaformadoenlasuperficiedelespejo:una«L»yuna«S».Hesentidotantomiedoquemeheechadoallorar.

EntoncesheoídoqueseabríalapuertadelahabitacióndeLenayluegoquellamabaalapuertadelcuartodebaño.

—¿Qué?¿Quésucede?¿Julia?Heabiertolapuertafuriosa.—¿Qué estás haciendo? —le he

preguntado—. ¿Qué estás intentandohacerme?—Heseñaladoelespejo.

—¿Qué?—Parecíamolesta—.¡¿Qué?!—Lo sabes muy bien, Lena. No sé qué

creesqueestáshaciendo,pero...Ella me ha dado la espalda y ha

comenzadoaalejarse.—Joder,estáscompletamentepirada.Mehequedadomirandolasletras.Noeran

imaginaciones mías, estaban definitivamente

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ahí: «LS». Era el tipo de cosas que tú solíashacer todo el tiempo: dejarme mensajesfantasmales en el espejo o dibujar diminutospentagramasconlacadeuñasrojaenlapartetraseradelapuertademihabitación.Dejabascosas para asustarme. Te encantabaaterrorizarme y debes de habérselo contado.Debesdehaberlohecho,yahoraellatambiénlohace.

¿Por qué «LS»? ¿Por qué Libby Seeton?¿Porquéesaobsesiónconella?Libbyeraunajoven inocente, una mujer arrojada al aguaporhombresqueodiabanalasmujeresyquelas culpaban de cosas que ellos mismoshabíanhecho.Sinembargo,Lenapensabaquetú te habías tirado por voluntad propia, demodoque,¿porqué,Libby?¿Porqué«LS»?

Envuelta en una toalla, he recorrido elpasillohastatudormitorio.Parecíaestarigualquesiempre,perohabíaunolordistintoenelaire,algodulce.Nose tratabade tuperfume,sinodeotracosa.Algoempalagosoyconun

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marcadoyexageradoaromaarosas.Elcajónde tu mesilla de noche estaba cerrado y,cuandoloheabierto,todoestabacomoantes,con una excepción. El encendedor en el quehabían grabado las iniciales «LS» habíadesaparecido. Alguien había estado ahí.Alguienselohabíallevado.

He regresado al cuarto de baño y, trasmojarme la cara, he borrado las letras delespejo.Alhacerlo,tehevistodetrásdemíconese mismo gesto de incomprensión en elrostro.MehedadolavueltayLenahaalzadolasmanoscomoprotegiéndose.

—Dios mío, Julia. Tranquilízate. ¿Sepuedesaberquétepasa?

Yohenegadoconlacabeza.—Yosólo...Yosólo...—Túsólo¿qué?—Hapuesto losojosen

blanco.—Necesitounpocodeaire.

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Peroenelescalóndelaentradacasivuelvoallorarporquehabíaunasmujeres—dos—enla verja, vestidas de negro e inclinadas, conlos miembros entrelazados de un modoextraño.Unadeellashalevantadoentonceslamirada hacia mí. Era Louise Whittaker, lamadre de la chica que había muerto. Se haseparado de la otra mujer, gritándoleenfurecidamientraslohacía:

—¡Déjame! ¡Déjame en paz! ¡No teacerquesamí!

Laotra le ha dicho adiós con lamano; uhola amí, no lo tengo claro.Luegohadadomediavueltaysehaalejadolentamenteporelsendero.

—Maldita chiflada —ha dicho Louisemientras se acercaba a la casa—. Es unaamenaza,esaSage.Nolehagacaso.Niladejecruzarlapuertadesucasa.Esunamentirosayuna timadora, lo único que quiere es dinero.—Se ha quedado un momento callada pararecobrar el aliento y ha fruncido el ceño—.

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Bueno. Tiene usted un aspecto casi tanmalocomo mi estado de ánimo. —He abierto labocaparadeciralgo,perohevueltoacerrarla—.¿Estásusobrinaencasa?

Laheacompañadodentro.—Voyaavisarla—hedicho,peroLouise

ya estaba al pie de la escalera, llamando aLena.Luegohaidoalacocinaysehasentadoalamesaparaesperarla.

Al cabo de un momento ha aparecidoLena.Sutípicaexpresión,esacombinacióndealtivezyaburrimientoquetantomerecuerdaati, había desaparecido. Ha saludado a Louisedócilmente, aunque ni siquiera estoy segurade si ésta se ha dado cuenta porque estabamirandohaciaotrolado,alríooaalgúnsitiomásallá.Lenasehasentadoalamesayseharecogido el pelo haciéndose un nudo en lanuca. Luego ha levantado la barbillaligeramente, como si estuviera preparándoseparaalgo,unaentrevista.Ouninterrogatorio.Yo bien podría haber sido invisible a juzgar

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por la atención que me prestaban, pero detodos modos me he quedado en la cocina,juntoalaencimera,entensiónyapoyandoelpeso sobre el metatarso del pie por si teníaqueintervenir.

Louise ha parpadeado despacio y por finsumiradasehaposadosobreLena,queselahasostenidounsegundoantesdebajarlasuyaalamesa.

—Lo siento, señoraWhittaker. Lo sientomucho.

Louisenohadichonada.Laslágrimashancomenzadoa caerpor los surcosde su cara,siguiendo loscauces formados trasmesesdeimplacabledolor.

—Lo siento mucho —ha repetido Lena.Ahora ella también estaba llorando. Se habíavuelto a soltar el pelo y había comenzado aenrollarunmechónenundedocomounaniñapequeña.

—Mepreguntosialgunavezsabrásloquesupone darte cuenta que no conocías a tu

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propiahija—hadichoLouisealfiny,conunestremecimiento, ha respirado hondo—.Tengotodassuscosas.Suropa,suslibros,sumúsica. Las fotografías que atesoraba.Conozco a sus amigos y a la gente queadmiraba.Séqué legustaba.Pero ésanoeraella.Porquenosabíaaquiénamaba.Teníaunavida, toda una vida, de la que yo no sabíanada. La parte más importante de ella no laconocía.—Lenahaintentadodeciralgo,peroLouise ha seguido hablando—: La cosa es,Lena, que tú podrías haberme ayudado.Podrías habérmelo contado. Podríashabérmelodichocuando teenteraste.Podríashabervenidoamíyhabermeavisadodequemihijasehabíametidoenalgo,algoquenoera capaz de controlar, algo que tú sabías,tenías que saberlo, que terminaría resultandoperjudicialparaella.

—Pero yo no podía... no podía... —Denuevo, Lena ha intentado decir algo y, denuevo,Louisenolahadejado.

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—Incluso si hubieras sido losuficientemente ciega o lo suficientementeestúpidaonegligenteparanover lodelicadaqueeralasituaciónenlaquesehabíametido,podríashabermeayudadoamí.Podríashabervenido a verme después de su muerte yhabermedichoquenosehabíadebidoaalgoqueyohubierahechoodejadodehacer.Queno era culpa mía ni de mi marido. Podríashaber evitado que nos volviéramos locos.Pero no lo hiciste. Elegiste no hacerlo.Durante todoeste tiempo,nohasdichonada.Durante todo este tiempo, tú... Y, lo que espeor, todavía peor, has dejado que él...—Suvozsehaalzadoyluegosehadesvanecidoenelairecomosifuerahumo.

—¿Se saliera con la suya? —Lena haterminadolafrase.Yanoestaballorando.Halevantado la voz, y su tono ya no era débil,sino fuerte—. Sí. Lo hice.Y es algo quemeponeenferma,meponejodidamenteenferma,perolohiceporella.Todoloquehehechoha

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sidoporKatie.—Nopronunciessunombredelantedemí

—hadichoLouise—.Noteatrevas.—¡Katie,Katie,Katie!—Lenasehamedio

levantadoysehainclinadohaciadelantehastaque su cara ha quedado a unos pocoscentímetros de la nariz de Louise—. Yo laquería, señora Whittaker —ha dicho luegovolviendo a sentarse—.Usted sabe lomuchoque la quería. Hice lo que ella deseaba quehiciera.Hiceloquemepidió.

—No tecorrespondíaa ti,Lena, tomar ladecisióndeocultaralgotanimportantecomoesoamí,sumadre...

—¡Nofuedecisiónmía,sinosuya!Séqueustedpiensaquetienederechoasaberlotodo,pero no es así. Ella no era una niña, no eraunaniñapequeña.

—¡Era mi niña pequeña! —La voz deLouisehapasadoaserungemido,unaullido.

Me he dado cuenta entonces de que mismanos estaban aferradas con fuerza a la

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encimeraydeque tambiényoestabaapuntodellorar.

Lena ha vuelto a hablar en un tono mássuave,casisuplicante.

—Katie tomó una decisión. Tomó unadecisión y yo la respeté. —Y, en un tonotodavía más suave, como si supiera que seencontraba en terreno peligroso, ha añadido—:Yyonosoylaúnica.Joshtambiénlohizo.

Louise ha alzado lamano y ha pegado aLena una vez, muy fuerte, en la cara. Elbofetón ha resonado en las paredes de lacocina. Yo he dado un salto adelante y heagarradoelbrazodeLouise.

—¡No!—he exclamado—. ¡Ya basta! ¡Yabasta! —y he intentado ponerla de pie—.Tienequemarcharse.

—¡Déjala! —ha dicho entonces Lena. Ellado izquierdo de su cara estabacompletamente rojo, pero su expresión eraserena—. No te metas en esto, Julia. Puedepegarmesiquiere.Puedearrancarmelosojos

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otirarmedelpelo.Puedehacerloquequiera.¿Quémásdaya?

Louise tenía la boca abierta y he podidoolersualientoagrio.Lahesoltado.

—Josh no dijo nada por tu culpa —hadicho—. Porque tú le dijiste que no dijeranada.

—No,señoraWhittaker—lehacontestadoLenaconmuchatranquilidadaltiempoqueseapoyaba la palma de la mano derecha en lamejilla para aliviar el dolor—. Eso no escierto. Josh guardó su secreto por Katie.Porqueellaselopidió.Yluego,másadelante,porquequeríaprotegerlaaustedyasupadre.Pensóquelesharíademasiadodañosaberqueellahabíaestado...—Hanegadoconlacabeza—.Todavíaespequeño,pensó...

—Nomedigas loquepensabamihijonilo que intentabahacer—ha replicadoLouise—.Nolohagas.—Sehallevadounamanoalagarganta.Unactoreflejo.No,nohasidounacto reflejo: ha cogido el pájaro azul que

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colgabadesucadenaconelpulgaryelíndice—.Esto...—hadicho,aunquehasidomásunbufidoqueunapalabra—noseloregalastetú,¿verdad? —Lena ha vacilado un momentoantesdenegarconlacabeza—.Esdeél,¿noescierto?Fueélquienseloregalóaella.—Louise ha empujado su silla hacia atrásarrastrándolaporlasbaldosas,sehapuestodepie y, de un tirón, ha roto la cadena y la hadejado con fuerza sobre la mesa, delante deLena—.Élselaregalóytúhasdejadoqueyolallevarapuestaalrededordemicuello.

Lena ha cerrado los ojos y ha vuelto anegarconlacabeza.Ladócilypesarosachicaquehabíaentradoenlacocinaarrastrandolospies unos pocos minutos antes habíadesaparecidoyensulugarhabíaotrapersona,alguien mayor, alguien adulto encomparación con la desesperación y ladesmesurainfantilesdeLouise.Derepente,hetenidounclarorecuerdodeticuandoerasunpocomásjovendeloqueLenaesahora.Fue

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unadelaspocasocasionesenlasquedistelacarapormí.Habíaunaprofesoraenlaescuelaquemeacusódehabercogidoalgoquenomepertenecía, y recuerdo que la regañaste. Conserenidady sin alzar la voz, le dijisteque seequivocabaalacusarmesinpruebas,yellasesintió intimidada por tus palabras. Recuerdolo orgullosa que me sentí de ti, y ahora hetenidolamismasensaciónylamismacalidezsehaextendidopormipecho.

Louise ha vuelto a hablar otra vez en untonodevozmuybajo.

—Explícame una cosa entonces —hapedido sentándose de nuevo—. Ya que laconocías tanbien, yaque la comprendías tanbien..., si Katie quería a ese hombre y si éltambién la quería a ella, ¿por qué, entonces?¿Por qué hizo lo que hizo? ¿Qué le hizo élparaempujarlaallevaracaboalgoasí?

Lena se ha vuelto hacia mí. Parecíaasustada,creo,oquizátansóloresignada.Nohepodidointerpretarbiensuexpresión.Meha

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mirado un segundo antes de cerrar los ojos,exprimiendo unas lágrimas que hancomenzadoa caerlepor lasmejillas.Cuandohavueltoahablar,sutonodevozeramásaltoymástensoqueantes.

—Élnolaempujóaello.Nofueél.—Hasuspirado—.Katieyyodiscutimos—hadicho—. Yo quería que lo dejara, que dejara deverlo. No me parecía que estuviera bien.Pensaba que iba a meterse en problemas.Pensaba...—Hanegadoconlacabeza—.Sóloqueríaquedejaradeverlo.

Undestellode comprensiónha aparecidoen el rostro de Louise; en ese momento hacaídoenlacuenta,ytambiénlohehechoyo.

—La amenazaste —ha dicho—. Conhacerlopúblico.

—Sí —ha afirmado Lena en un tono devozapenasaudible—.Lohice.

Louise sehamarchado sindecir unapalabra

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más.Lenasehaquedadosentada,mirandoelríoporlaventana,sinllorarnihablar.Yonotenía nada que decirle, ningún modo deestablecercontactoconella.Hereconocidoenella algo que sé que yo también tenía, algoquequizátodoelmundotieneaesaedad:unainaccesibilidad esencial. He pensado en loraro que es que los padres crean conocer ycomprendera sushijos.¿Acaso recuerdan loque era tener dieciocho años, o quince, odoce?Te recuerdo a ti con diecisiete y amícon trece y estoy segura de que nuestrospadresnoteníanniideadequiéneséramos.

—He mentido. —La voz de Lena hainterrumpidoelhilodemispensamientos.Nosehabíamovido,seguíamirandoelagua.

—¿A quién? ¿AKatie?—Ella ha negadoconlacabeza—.¿ALouise?¿Sobrequé?

—No tiene ningún sentido contarle laverdad —ha dicho ella—. Ahora ya no. Esmejorquemeculpeamí.Almenos,yoestoyaquí.Necesitaalgúnsitioenelquevertertodo

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eseodio.—¿Qué quieres decir, Lena? ¿De quéme

estáshablando?Ellahavueltosus fríosojosverdeshacia

míymehaparecidotodavíamayorqueantes.Tenía el mismo aspecto que tú la mañanasiguiente a que me sacaras del agua.Cambiada,cansada.

—No amenacé a Katie con hacerlopúblico. Nunca le habría hecho eso. Yo laquería. Parece que no comprendéis lo quesignifica eso, es como si no tuvierais lamenorideadeloqueeselamor.Habríahechocualquiercosaporella.

—Entonces,sitúnolaamenazaste...Creo que sabía la respuesta antes de que

contestara.—Fuemamá—hadicho.

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Jules

La habitación parecíamás fría; si creyera enespíritus, habría asegurado que te habíasunidoanosotras.

—Como he dicho, discutimos. Yo noqueríaquesiguieraviéndolo.Ellaafirmóqueno le importaba lo que yo pensara, que esoerairrelevante.Medijoqueeraunainmadura,que no comprendía lo que era tener unarelación de verdad.Yo la llamé zorra; ella amí, virgen. Fue una pelea de ésas. Estúpida,horrible. Cuando Katie se marchó, me dicuenta de quemamá estaba en su habitación,justo en la puerta de al lado. Había pensadoque se encontraba fuera, pero no. Lo habíaoídotodo.MedijoqueteníaquecontárseloaLouise. Yo le supliqué que no lo hiciera, leexpliquéquearruinaríalavidadeKatie.Yellasugirió entonces que quizá lo mejor sería

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hablar conHelenTownsend, pues al fin y alcabo Mark estaba haciendo algo indebido yHelen era su jefa. Dijo que tal vez podíanhacerquelodespidieransinqueelnombredeKatie saliera a la luz.Yo le dije que eso eraunaestupidez,yellasupoqueteníarazón.Nopodían despedirlo sin más, debía hacerse deforma oficial. La policía se implicaría. Y elcasoiríaalostribunalesyseharíapúblico.Eincluso si elnombredeKatienoaparecíaenlos periódicos, sus padres lo descubrirían ytodoelmundoenlaescuelaseenteraría...Estetipo de cosas no pueden mantenerse enprivado. —Lena ha respirado hondo,exhalando lentamente—. En ese momento ledijeamamáqueKatiepreferiríamorirantesquepasarportodoeso.

Lena se ha inclinado hacia delante y haabierto la ventana de la cocina, luego hametido lamanoenelbolsillode la sudaderaconcapuchaquellevabapuestayhasacadounpaquetedecigarrillos.Haencendidounoyha

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expulsadoelhumofuera.—Se lo supliqué.Lo digo en serio, se lo

supliqué de verdad.Mamáme dijo que teníaque pensarlo. Y que yo debía convencer aKatieparaquedejaradeverlo,quesetratabadeun abusode poder y que estabamuymal.Meprometió que ella no haría nada, quemedaría tiempo para persuadir a Katie. —Haaplastadoelcigarrilloapenasempezadoenelalféizardelaventanaylohatiradoalagua—.Yo la creí.Confiaba en ella...—Se ha vueltohaciamí—.Perounpardedíasdespués,lavienelaparcamientodelaescuelaconelseñorHenderson. No sé de qué estaban hablando,peronoparecíaunaconversaciónamigable,ysupequeteníaquedecirlealgoaKatie,porsiacaso, teníaque saberlo, estarpreparada...—Suvozsehaquebradoyhatragadosaliva—.Muriótresdíasdespués.

Lenahasorbidoporlanarizyluegoselahalimpiadoconeldorsodelamano.

—Lacosaesque,cuandohablamosluego

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deello,mamámejuróquenisiquieralehabíamencionado a Katie a Mark Henderson. Medijoqueestuvieronhablandosobremí,sobrelosproblemasqueyoestabateniendoenclase.

—Entonces...Unmomento,Lena,hayalgoquenoentiendo.¿Estásdiciendoquetumadrenolosamenazóconsacarloalaluz?

—Yo tampoco lo entendí. Ellame jurabaquenohabíadichonada,peropodíaverquesesentíamuyculpable.Yosabíaqueeraculpamía, pero ella no dejaba de actuar como sifuera suya. Dejó de nadar en el río y seobsesionóconlaideadecontarlaverdad.Noparabadedecirunayotravezqueestabamaltener miedo a afrontar la verdad o a que lagente supiera la verdad, no dejaba de hablarsobreello...

(No estaba segura de si eso era algoextraño o perfectamente consistente: tú nocontabas la verdad, nunca lo hacías; lasnarracionesquehabíasestadoescribiendonoeranlaverdad,erantuverdad,acordecontus

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motivaciones.Sialguiendeberíasaberlo,soyyo.Heestadoenlapartesuciadetuverdadlamayorpartedemivida.)

—Peronolohizo,¿no?Noselocontóanadie, ni escribió sobreMarkHenderson.Ensu...relatosobreKatienolomenciona.

Lenahanegadoconlacabeza.—No, porque no le permití hacerlo.

Discutimos y discutimos y yo no dejaba dedecirle que me encantaría ver a esedesgraciadodemierdaen lacárcel,peroqueeso habría roto el corazón de Katie. Y que,además, supondría que había hecho lo quehabíahechopornada.—Hatragadosaliva—.Aver, ya lo sé.Séque loqueKatiehizo fueuna estupidez, algo jodidamente inútil, peroestaba intentando protegerlo. Y acudir a lapolicía habría supuesto que su muerte nosignificara nada. Sin embargo, mamá seguíahablandosobrelaverdadynoparabadedecirque era una irresponsabilidad dejarlo estar.Ella..., no sé...—Ha levantado los ojos hacia

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míy,conunamirada tanfríacomolaque lehabíadedicadoantes aLouise,ha añadido—:Habrías sabido todo esto si hubieras habladoconella,Julia.

—Losiento,Lena,lolamentotanto...,peronoséporqué...

—¿Sabes cómo sé que mi madre sesuicidó?¿Sabesporquéestoyseguradeello?—Yo he negado con la cabeza—. Porque eldía que murió tuvimos una discusión.Comenzó por nada, pero terminó tratandosobreKatie,comotodo.Yoempecéagritarley a decirle que era unamalamadre y que sihubiera sido una buena persona podríahabernos ayudado, podría haber ayudado aKatie, y que nada de eso habría pasado. Ellame respondió que había intentado ayudar aKatie,queundía lahabíavistoaúltimahoradelatarderegresandoapieacasayquehabíadetenido el coche a su lado y se habíaofrecido a llevarla. Me explicó que Katieestabamuyalteradayquenoquería contarle

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porqué, ymamá le contestó: «No tienes porquépasarporesto túsola—ledijo—.Puedoayudarte—yañadió—:ytumadreytupadretambiénpueden».Cuandolepreguntéporquéno me lo había contado antes, no quisodecírmelo.Lepreguntéentoncescuándohabíasucedido eso, y me dijo que el día delsolsticiodeverano,el21dejunio.Ésafuelanoche en la que Katie fue a la poza. Sinquerer, mi madre terminó de empujarla ahacerlo.Y,conello,Katiehizolopropioconmimadre.

Hesentidoquemeacometíaunaoleadadetristeza tan violenta que me ha parecido queiba a caerme de la silla. ¿Ocurrió así, Nel?Despuésdetodoeso,¿tearrojasteylohicisteporque te sentías culpable y desesperada?¿Estabasdesesperadaporquenoteníasanadiea quien acudir? (No a tu enojada y doloridahijay,desdeluego,noamí,puessabíasquesime llamabas yo no te contestaría.) ¿Tandesesperadaestabas,Nel?¿Tetiraste?

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HesentidolamiradadeLenayhesabidoqueellapodíapercibirmivergüenzaydarsecuenta de que finalmente lo pillaba, quecomprendía que también yo tenía parte deculpa. Aun así, no parecía victoriosa nisatisfecha,sinosólocansada.

—No le conté a la policía nada de estoporque no quería que nadie lo supiera. Noquería que nadie culpara a mi madre, o, encualquiercaso,nomásdeloqueyalohacen.Ella no lo hizo por odio.Yya había sufridobastante,¿no?Sufrióporcosasquenodeberíahaber sufrido porque no eran culpa suya.Nisuyanimía.—Unapequeñaytristesonrisasehaformadoensuslabios—.Tampocotuya.NideLouiseodeJosh.Nofueculpanuestra.

He intentado abrazarla, pero ella me harechazado.

—No—ha dicho—. Por favor, yo sólo...—Sus palabras se han ido apagando poco apoco. Ha levantado la barbilla—. Necesitoestarsolaunrato.Voyadarunpaseo.

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Hedejadoquesemarchara.

Nickie

Nickie ha hecho lo que Jeannie le ha dichoquehicierayhaidoahablarconLenaAbbott.Habíarefrescado—unindiciodequeeseañoelotoño llegaríaantes—,demodoquesehapuestosuabrigonegro,hametidolaspáginasen el bolsillo interior y ha emprendido elcaminohacia laCasadelMolino.Cuandohallegado, sin embargo, ha descubierto quehabía otras personas y no estaba de humorparamultitudes.Menos todavíadespuésde loque le había dicho esa mujer, LouiseWhittaker, acerca de que lo único que leimportabaeraeldineroyexplotareldolordelos demás, lo cual no era nada justo. Ésa no

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habíasidonuncasuintención;sialgunavezlagente la escuchara... Se ha quedado un ratofueradelacasa,observando,perolaspiernasle dolían y tenía la cabeza llena de ruido, demodo que ha dado media vuelta y haregresado a su apartamento. Algunos díasnotalaedadquetiene,yotros,ladesumadre.

Noteníaestómagoparaafrontareldíayelesfuerzo que conllevaba. De vuelta en suhabitación, se ha echado una cabezada en susillóny luegosehadespertadoyhapensadoquelehabíaparecidoveraLenadirigiéndosehacia la poza, pero debía de haber sido unsueño, o una premonición. Más tarde, sinembargo —mucho más tarde, cuando yaestaba oscuro—, ha estado segura de quehabíavistoalachicacruzandolaplazacomoun fantasma. Un fantasma con un propósito,avanzandoa todavelocidad. Inclusodesdesupequeño y oscuro apartamento, Nickie hapodidosentirelaireabriéndoseasupasoylaenergía que despedía su cuerpo, y eso le ha

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levantadoelánimoyhahechoqueseolvidarade su edad. Aquélla era una chica con unamisión. Tenía fuego en su interior, erapeligrosa. Alguien con quien era mejor nometerse.

VeraLenaasíleharecordadoasímismaañosantes,ylehandadoganasdelevantarseybailar, de ir a aullarle a la luna. Y, sí, eraposible que sus días de bailoteos hubieranterminado,pero,conosinél,hadecididoqueesanocheiríaalrío.Queríasentirdecercaatodas esas mujeres y chicas conflictivas,peligrosasyvitales.Queríasentirsuespíritu,bañarseenél.

Se ha tomado cuatro aspirinas y, trascoger su bastón, ha descendido lenta ycuidadosamenteporlaescalerayhasalidoalcallejónquedaalapartetraseradelcolmado.Luego ha cruzado la plaza en dirección alpuente.

Ha tenido la sensación de que tardabamucho rato; últimamente, tarda mucho en

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hacer cualquier cosa.Nadie la advertía aunade ello cuando era joven, nadie le decía lolenta que se volvería y lo mucho que laaburriríasupropialentitud.Nickiehapensadoentoncesquetalvezdeberíahaberloprevisto,ysehareídoparasíenlaoscuridad.

Podía recordar una época en la que suspiernas eran veloces como las de un galgo.Por aquel entonces, cuando era joven, ella ysu hermana solían hacer carreras río arriba.Corrían a toda velocidad con las faldasmetidas en las bragas y notando cada roca ycadagrietadeldurosuelobajolasfinassuelasde sus playeras. Eran imparables. Másadelante,muchomásadelante,másviejasyunpoco más lentas, solían encontrarse en elmismo sitio, río arriba, y paseaban juntas, aveces durante kilómetros, a menudo ensilencio.

En uno de esos paseos vieron a Laurensentada en los escalones de la casa de AnneWardconuncigarrilloenlamanoylacabeza

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reclinada en la puerta. Jeannie la llamó y,cuandoLauren levantó lamirada,vioqueunladodesucara teníaelcolorde lapuestadesol.

—Es un demonio, su marido —dijoJeannie.

Dicenque,cuandounahabladeldemonio,siente su calor.Y, en efecto,mientrasNickieestaba ahí de pie, recordando a su hermanacon la mirada puesta en el río, los codosapoyados en la fría piedra del puente y labarbilla descansando sobre las manos, lo hasentido.Lohasentidoantesdeverlo.Nohabíapronunciado su nombre, pero tal vez lossusurros de Jeannie habían conjurado alSatanásdelpueblo.Nickiehavueltolacabezayahíestaba,caminandohaciaellaporelladoeste del río, con un bastón en la mano y uncigarrillo en la otra. Nickie ha escupido alsuelo como siempre hace y ha recitado suinvocación.

Lonormalseríaquelohubieradejadoahí,

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peroesanoche—yquiénsabeporqué,talvezestaba sintiendo el espíritu de Lena, o el deLibby, o el deAnne, o el de Jeannie—sehadirigidoaél.

—Yafaltapoco—haafirmado.Patrick se ha detenido y ha levantado la

mirada como si estuviera sorprendido deverla.

—¿Cómo? —ha preguntado con ungruñido—.¿Quéhasdicho?

—Hedichoqueyafaltapoco.ÉlhadadounpasohaciaNickieyellaha

vuelto a sentir cómo el espíritu furioso yardientequenotabaensucuerposeextendíaypasabadesuestómagoalpechoydeéstealaboca.

—Últimamente han estado hablandoconmigo.

Patrick ha hecho un gesto con la manocomo desestimando su comentario y harespondido algo que ella no ha podido oír.Luego ha seguido su camino, pero ella

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continuaba sin poder acallar al espíritu, demodoquehavueltoadirigirseaél:

—¡Mihermana!¡Tuesposa!YNelAbbotttambién. Todas ellas. Han estado hablandoconmigo. Y ella tenía tu número, ¿verdad?¿NelAbbott?

—Cierra la boca, vieja chiflada —hasoltadoPatrick.

Hahechounamagodeabalanzarse sobreella yNickie se ha sobresaltado. Entonces élsehareídoysehadadodenuevolavuelta.

—La próxima vez que hables con tuhermana—ha dicho por encima del hombro—,salúdalademiparte.

Jules

HeesperadoenlacocinaaqueLenavolviera

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acasa.Lahellamadoalmóvilylehedejadomensajesdevoz.Estabamuypreocupaday,enmicabeza,mehasregañadopornohaberidodetrás de ella, como tú habrías hechoconmigo.Túyyocontamosnuestrashistoriasdeformasdistintas.Esoloséporqueheleídotus palabras: «Cuando tenía diecisiete años,salvé a mi hermana de morir ahogada». Túerasheroica,sincontexto.Noescribistesobrecómohabíallegadoyoallí,nisobreelpartidodefútbol,nisobrelasangre,nisobreRobbie.

Tampoco sobre la poza. «Cuando teníadiecisieteaños, salvéamihermanademorirahogada», dices. ¡Menuda memoria másselectiva,Nel! Todavía puedo sentir tumanoen mi nuca, forcejear contigo, la agonía demis pulmones al quedarse sin aire, el fríopánico cuando, incluso en mi estúpido,desesperadoyebrioestupor,medicuentadequeibaaahogarme.Erastúquienimpedíaquesalieradedebajodelagua,Nel.

No durante mucho rato. Cambiaste de

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parecer.Rodeastemicuelloconelbrazoymellevaste a la orilla, pero siempre he sabidoqueunapartedetihabíaqueridodejarmeahí.

Me dijiste que nunca hablara de ello,mehicisteprometerlo«pormamá»,demodoquelo apartédemimente.Supongoque siemprepensé que algún día, en un futuro lejano,cuando fuéramosviejasy tú fuerasdistintaylolamentaras,volveríamosahablardeltema.Hablaríamos sobre lo que sucedió, sobre loque hice yo y lo que hiciste tú, sobre lo quedijisteycómoterminamosodiándonoslaunaa la otra. Pero nunca me dijiste que lolamentabas.Ynuncameexplicasteporquémetrataste a mí, tu hermana pequeña, como lohiciste. Nunca cambiaste, tan sólo fuiste y temoriste,yahorasientocomosimehubieranarrancadoelcorazóndelpecho.

Estoydesesperadaporvolveraverte.

He estado esperando a Lena hasta que,

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derrotada por el agotamiento, finalmentemehe ido a la cama. Desde que he regresado aeste lugarme está costandomuchodormir yestoycomenzandoapagar lasconsecuencias.Me he desplomado sobre el colchón y hepermanecido en un estado de duermevelahastaqueheoídolapuertaenlaplantabajaylos pasos de Lena en la escalera. Luego heoído cómoentraba en sudormitorioyponíamúsicalobastantealtaparaqueyopudieraoíraunamujercantando.

Thatblue-eyedgirlSaid‘Nomore’Andthatblue-eyedgirlBecameblue-eyedwhore.

Lentamente, he vuelto a quedarme

dormida. Cuando he vuelto a despertarme,seguía sonando música, la misma canción,ahoratodavíamásalto.Queríaqueparara,memoríaporquelohiciera,peroeraincapazdelevantarme. Me he preguntado incluso si

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estaba despierta; pues, en ese caso, ¿qué eraese peso que sentía en el pecho,aplastándome? No podía respirar, no podíamoverme,sólooíaalamujer.

Littlefish,bigfish,swimminginthewater.Comebackhere,man,gimmemydaughter.

Derepente,elpesohadesaparecidoyme

he levantado de la cama furiosa.He salido atrompiconesalpasilloy,agritos,lehedichoa Lena que bajara la música. Cuando hellegadoasuhabitación,sinembargo,hevistoque no había nadie dentro. Las luces estabanencendidas, la ventana abierta, y habíacigarrillosenelceniceroyunvasojuntoalacamavacía.Lamúsicaparecíasonarcadavezmásaltay lacabezamepalpitabaymedolíala mandíbula. He encontrado el puerto deliPody lohedesenchufadode la pareddeuntiróny, al fin, al fin, loúnicoquehepodidooírhasidoelsonidodemipropiarespiración

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ylaspulsacionesenmissienes.Heregresadoamidormitorioyhevuelto

a llamar a Lena. Al no obtener ningunarespuesta, he telefoneado a Sean Townsend,peromehasaltadoelcontestador.Enlaplantabaja, la puerta de entrada estaba cerrada conllaveytodaslaslucesestabanencendidas.Heido de habitación en habitación apagándolasunaauna,caminandoatrompiconescomosiestuviera borracha o drogada. Luego me hetumbadoenelasientodelaventanaenelquesolía sentarme a leer libros con mamá ydondehaceveintidósañostunoviomevioló,yhevueltoaquedarmedormida.

Hesoñadoqueelríocrecía.Yoestabaenelpisodearriba,enlahabitacióndenuestrospadres, tumbada en la cama con Robbie allado. Fuera, llovía a cántaros y el río nodejabadecrecery,dealgúnmodo,sabíaquela planta baja de la casa estaba inundándose.Alprincipiopocoapoco,apenasunhilillodeagua que se filtraba por debajo de la puerta.

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Luego más rápidamente: el agua sucia abríade golpe todas las puertas y las ventanas y,tras anegar la planta baja, alcanzaba losescalones.Dealgúnmodo,podíaverelsalónsumergido en un agua verde y turbia; el ríoreclamaba la casa, el agua llegaba al cuellodelPerrosemihundido, sóloque ahorayanoera un animal pintado, sino real. Tenía losojos blancos abiertos como platos por elpánicoyhacíatodoloposibleparanomorirahogado.Yotratabadelevantarmedelacamapara ir a salvarlo, pero Robbie lo impedíatirándomedelpelo.

Me he despertado con un sobresalto,todavía asustada por la pesadilla. Heconsultado la hora en elmóvil: eran las trespasadas.Heoídoalgo,aalguienmoviéndoseporlacasa.Lenaestabaaquí.GraciasaDios.He oído el ruido de sus chanclas golpeandolos escalonesmientras bajaba. Al llegar a lapuertade lacocina, sehadetenido.Elmarcoencuadraba su figura y la luz que había a su

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espaldailuminabasusilueta.Entonces ha comenzado a caminar hacia

mídiciendoalgo,peroyonopodíaoírla,yheadvertidoquenollevabalaschanclas,sinoloszapatosdetacónquesehabíapuestoeldíadelfuneralyelmismovestidonegro,queestabaempapado. El pelo se le pegaba a la cara yteníalapielmuygrisyloslabiosamoratados.Estabamuerta.

Me he despertado con un grito ahogado.El corazón me latía con fuerza y el asientodebajodemíestabacompletamentemojadodesudor. Confundida, me he incorporado y, almirarloscuadrosqueteníadelante,hetenidola sensacióndeque semovíanyhepensado:«Todavía estoy dormida, no puedodespertarme, no puedo despertarme», demodoquemehepellizcado lapiel tan fuertecomo he podido, clavándome las uñas en lacarne del antebrazo hasta que he vistoauténticasmarcasyhesentidoauténticodolor.La casa estaba a oscuras y en silencio salvo

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poreldébilrumordelrío.HellamadoaLena.Luego he subido corriendo al piso de

arriba. La puerta de su habitación estabaentreabiertaylaluz,encendida.Elinteriorseveía exactamente igual que unas horas antes;nadiehabíatocadoelvasodeaguanilacamasin hacer ni el cenicero. Lena no estaba encasa. No había estado en casa. Se habíamarchado.

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TERCERAPARTE

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LUNES,24DEAGOSTO

Mark

Yaeratardecuandohallegadoacasa,lasdosdelamadrugadapasadas.SuvuelodeMálagahabíasufridounretrasoyluegohabíaperdidoel ticket del aparcamiento y había tardadounosexasperantescuarentaycincominutosenencontrarelcoche.

Ahora desearía haber tardado más,desearíanohaberencontradoelcocheyhabertenidoquequedarseenelhotel.Asísehabríaahorrado eso al menos una noche más.

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Porque, en cuanto ha descubierto en laoscuridad que habían roto todas las ventanasde su casa, ha sabido que no iba a poderdormir. Ni esa noche ni ninguna. Se habíaterminado el descanso, ya nunca habríatranquilidad.Habíasidotraicionado.

También desearía haber sido más frío,másduro,yhaberseguidoconsuprometida.Así, cuando fueran a por él, podría decir:«¿Yo? Acabo de regresar de España. Cuatrodías en Andalucía con mi prometida. Unamujeratractiva,profesional,yde veintinueveaños».

Aunque tampoco habría importado, ¿no?Noimportaría loquedijera, loquehicieraocómo viviera su vida: lo crucificarían detodosmodos.Alosperiódicos,alapolicía,alaescuelaoalacomunidadnolesimportaríaque no fuera ningún pervertido que sededicara a perseguir a chicas a las quedoblaba la edad.No les importaría que él sehubiera enamorado y ella de él. La

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reciprocidad de sus sentimientos seríaignorada.LamadurezdeKatie,suseriedad,suinteligencia, su decisión..., ninguna de estascosas importaría. Lo único que tendrían encuentaseríalaedaddeél,veintinueveaños,yladeella,quince,yledestrozaríanlavida.

Ha permanecido inmóvil en el jardíndelantero mirando las ventanas tapadas contablonesdemaderaysehaechadoallorar.Sihubiera habido algo más que romper, lohabríahechoélmismoen esemomento.Ahídepie,lahamaldecidoaellayhamaldecidoel día en que la vio por primera vez,muchomáshermosaquesusestúpidasydesenvueltasamigas. Ha maldecido el día en que ella seacercó poco a poco a su escritorio,balanceandoconsuavidadsusanchascaderasy,conunasonrisaen los labios, lepreguntó:«SeñorHenderson,¿puedopedirleayudaconalgo?». El modo en que se inclinó hastaquedar lo suficientemente cerca para oler supiel, limpiay sinperfume.Alprincipioél se

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quedó desconcertado y se enfadó, puespensaba que ella estaba jugando con él.Provocándolo. ¿No había sido ella quienhabía empezado todo eso? ¿Por qué deberíaser únicamente él, pues, quien sufriera lasconsecuencias? Ahí de pie, con lágrimas enlosojosyunnudodepánicoen lagarganta,haodiadoaKatieyasímismoyelestúpidolíoenelquesehabíametidoydelcualahoranoveíaescapatoriaalguna.

¿Qué podía hacer? ¿Entrar en casa,empaquetarelrestodesuscosasymarcharse?¿Huir? Tenía la cabeza embotada. ¿Adóndepodíair?Y¿cómo?¿Estaríanyavigilándolo?Seguro que sí. Si retiraba dinero, ¿seenterarían? Si intentaba volver a marcharsedelpaís,¿estaríanesperándoloenlafrontera?Se ha imaginado la escena: el agente deaduanasmirandolafotografíadesupasaportey descolgando un teléfono, los hombresuniformados sacándolo a rastras de una coladeturistas,lasmiradasdecuriosidaddeéstos.

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¿Sabrían, cuando lo vieran, qué era? No untraficante dedrogasni ningún terrorista.No,él debía de ser otra cosa: algo peor. Hamirado las ventanas traseras y ha imaginadoque estaban dentro de su casa, esperándoloahí,yqueyahabíanregistradosuscosas,suslibrosy suspapeles;queya lohabíanpuestotodopatasarribabuscandopruebasde loquehabíahecho.

Ynohabríanencontradonada.Hasentidoentoncesundébilrayodeesperanza.Nohabíanada que encontrar. Ni cartas de amor, nifotografías en su ordenador portátil, niningunapruebadequeellahubiera llegadoapisar esa casa (él se había deshecho de lassábanas hacía mucho y había limpiado ydesinfectadotodalacasaparaborrarhastaelmenor rastro de ella). ¿Qué pruebas podíantener, salvo las fantasías de una adolescentevengativa? Una adolescente que habíaintentado ella misma ganarse sus favores yhabía sido rechazada categóricamente. Nadie

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sabíaenrealidadloquehabíapasadoentreély Katie, y nadie tenía por qué saberlo. NelAbbott era cenizas, y la palabra de su hijavalía más o menos lo mismo que la de sumadre.

Ha apretado los dientes y ha metido lamano en el bolsillo para coger sus llaves,luegoharodeadolacasayhaabiertolapuertatrasera.

EllasehaabalanzadosobreMarkantesdequeéste tuviera tiempo de encender la luz. Enmedio de la oscuridad, él apenas ha podidodistinguirlay sólohavistouna confusióndefauces,dientesyuñas.Sehadeshechodeellagolpeándola, pero la chica ha vuelto aatacarlo. ¿Qué otra opción ha tenido? ¿Quéotraopciónlehadejadoella?

Yahorahabíasangreenelsueloynoteníatiempo de limpiarla. Estaba amaneciendo.Debíamarcharse.

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Jules

Semehaocurridode repente.Hasidocomounaepifanía.Mesentíaaterrorizadaehistéricay, un momento después, ya no, porque losabía.No dónde estaba Lena, sino conquiénestaba.Y,coneso,podíacomenzarabuscarla.

Me encontraba en la cocina, aturdida yestupefacta. Los policías acababan demarcharse,habíanvueltoalríoparacontinuarcon la búsqueda. Me habían dicho que mequedaraahí,porsiacaso.Porsiacasovolvíaa casa. «Siga llamándola—me habían dicho—, y no apague el teléfono. ¿De acuerdo,Julia? No apague el teléfono.» Me hablabancomosifueraunaniña.

Pero supongo que no puedo culparlos,

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pueshanestadohaciéndomepreguntasquenopodía contestar. Sabía cuándo había visto aLena por última vez, pero no podía decircuándohabíasidolaúltimavezqueellahabíaestadoencasa.Ni tampoco sabíaqué llevabapuesto cuando se había marchado, nirecordabaquéllevabapuestocuandolahabíavisto esa última vez. No era capaz dedistinguirsueñoderealidad:¿lamúsicahabíasidorealolohabíaimaginado?¿Quiénhabíacerrado la puerta? ¿Y encendido las luces?Los agentes se me han quedado mirandorecelosos y decepcionados: ¿por qué habíadejadoquesemarcharasiestaba tanalteradadespués de su discusión con LouiseWhittaker? ¿Cómo podía ser que no hubieraido detrás de ella para consolarla? He vistolas miradas que se han dirigido entre sí, lacrítica implícita: «¿Cómo puede esta mujerejercerdetutoradenadie?».

Tú también estabas en mi cabeza,regañándome:«¿Porquénohasidodetrásde

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ellacomofuiyodetrásde ti?¿Porquénolahas salvado como yo te salvé a ti? Cuandotenía diecisiete años, salvé a mi hermana demorir ahogada». Cuando tenías diecisieteaños,Nel,meempujasteametermeenelríoymemantuvistedebajodelagua.(Otravezesaviejadiscusión, ese tiray afloja: túdices, yodigo,túdices,yodigo.Yaestabacansándomedeella,noqueríavolveratenerla.)

Y entonces ha sucedido. Presa delcansancio y la enfermiza excitación delmiedo, he visto algo, he atisbado algo. Hasido como si algo se hubiera movido, unasombra justo fuera de mi línea de visión.«¿Fui realmente yo quien te condujo alagua?», has preguntado. ¿Fuiste tú o fueRobbie?¿Ounacombinacióndeambos?

El suelo ha parecido inclinarse y me heagarrado a la encimera de la cocina para nocaerme. «Una combinación de ambos.» Hetenidolasensacióndequenopodíarespiraryhe notado una tirantez en el pecho, como si

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estuviera a punto de sufrir un ataque depánico. He creído que iba a desvanecerme,pero no ha sucedido. He seguido de pie,respirando. «Una combinación.» He subidocorriendo la escalera en dirección a tudormitorio y he cogido esa fotografía en laqueestás conLenayellamira a cámaraconsusonrisadedepredador.¡Ahí!Ésanoerestú.Ésanoestusonrisa.Eslasuya.LadeRobbieCannon. Ahora me doy cuenta, la vi en surostro cuando estaba encima de tu cuerpo yempujabatushombroscontralaarena.Esoeslo que ella es, quien Lena es. Es unacombinación de vosotros dos. Lena es hijatuya,y tambiéndeél.LenaeshijadeRobbieCannon.

Jules

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Me he sentado en la cama con la fotoenmarcada en las manos. Tú y ella memirabaisconunasonrisayesohaprovocadoquecomenzaranaacudirardienteslágrimasamisojos, hastaque, al final, he roto a llorarporticomodeberíahaberhechoentufuneral.He pensado en ese día y en elmodo en queRobbie miró a Lena. Malinterpreté porcompletoesamirada.Noeradepredadora,eraposesiva. No lamiró como a una chica a laqueseducir,a laqueposeer.Yalepertenecía.¿Acasohabíavenidoaporella,para llevarseloqueeralegítimamentesuyo?

No ha sido difícil de encontrar. Su padreteníaunacadenadeostentososconcesionariosde cochespor toda la zonanordeste.CannonCars, se llamaba la empresa. Ahora ya noexiste, hace años que quebró, pero enGateshead hay una versión de pacotilla máspequeña y triste. He encontrado una webpésimamente diseñada con una fotografía de

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élenlapáginadeinicio,tomadahacetiempo,a juzgarporsuapariencia.Enella se loveíamenos barrigudo que ahora, y en su rostroaún podía distinguirse algún resto del chicoapuestoycruelquehabíasido.

Nohe llamadoa la policíaporque estabasegura de que no me harían caso. Me helimitadoacogerlasllavesdelcocheymehemarchado.Mientrasme alejaba deBeckford,mehesentidocasisatisfechaconmigomisma:lo había descubierto, estaba tomando elcontrol, el cansancio que me habíaamodorrado estaba disipándose y misextremidadesporfinserelajaban.Derepente,me he sentido hambrienta, tremendamentehambrienta,ymeherecreadoenlasensaciónmordisqueándome la parte interior de lamejillahastadisfrutardelsabormetálicodelasangre. Una vieja parte de mí, una reliquiafuriosaysinmiedo,hasalidoalasuperficieyme he imaginado a mí misma arremetiendocontra él y clavándole las uñas. Ya me veía

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como una amazona arrancándole lasextremidadesunaauna.

Elgaraje se encontrabaenunazonademalamuertedelaciudad,debajodelosarcosdelasvíasdel tren.Un lugarsiniestro.Paracuandohellegado,mivalentíasehabíaesfumado.Metemblaba lamanoal extenderlapara cambiarde marcha o accionar el intermitente, y elsaborque teníaahoraen labocaeradebilis,nodesangre.Heintentadoconcentrarmeenloque tenía que hacer —encontrar a Lena,ponerlaasalvo—,perotodamienergíasehavisto socavada por el esfuerzo que suponíaignorar los recuerdos que no había dejadosalira lasuperficieenmediavida,recuerdosqueahoraemergíancomotrozosdemaderaaladeriva.

He aparcado en la acera de enfrente delgaraje.Habíaunhombredepiedelantede lapuerta fumando un cigarrillo (joven, no era

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Cannon). He salido del coche y, con piernastrémulas,hecruzado lacalleparahablarconél.

—Me gustaría hablar conRobertCannon—hedicho.

—Ése es su carro, ¿no? —ha dicho élseñalandoelcochequehabíadejadodetrásdemí—. Puede meterlo directamente en elgaraje.

—No,noessobreesosobreloquequierohablarconél...¿Estáaquí?

—¿Noquierehablarsobresucarro?Estáen la oficina —ha dicho, señalando a suespalda con un movimiento de cabeza—.Puedeentrarsiquiere.

Heechadounvistazoalcavernosoespaciooscuroysemehacontraídoelestómago.

—No —he contestado con tanta firmezacomo he podido—. Preferiría hablar con élaquí.

El hombre ha chasqueado la lengua y hatiradosucigarrilloamediofumaralacalle.

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—Ustedmisma—hadicho,yhaentrado.Yo he metido una mano en el bolsillo y

entoncesmehedadocuentadequemehabíadejado el móvil en el bolso. Éste seencontraba en el asiento del copiloto delcoche,demodoquemehedadolavueltaparair a buscarlo a sabiendas de que, si lo hacía,no regresaría; si llegaba a la seguridad delasiento del conductor, perderíacompletamente la valentía que me quedaba,pondríaenmarchaelmotorymeiría.

—¿Puedo ayudarla en algo? —Me hequedadoparalizada—.¿Quierealgunacosa?

Me he vuelto y ahí estaba él, más feoinclusoqueeldíadelfuneral.Surostrohabíaengordadoyparecíaabatido,algosubrayadopor una nariz morada y surcada por venasazulesqueseextendíanporsusmejillascomoun estuario. Su forma de andar, inclinándosede un lado a otro como un barco, me haresultadofamiliar.Alllegarjuntoamí,semehaquedadomirando.

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—¿Teconozco?—¿EresRobertCannon?—hepreguntado.—Sí—hadichoél—.SoyRobbie.Por una fracción de segundo, he sentido

lástimaporél.Hasidoelmodoenelquehapronunciadosunombre.Robbieesunnombrede niño, el de un pequeño que juega en eljardín trasero y trepa a los árboles.No es elnombre de un perdedor con sobrepeso, untipoarruinadoque regentaunsórdidogarajeenunazonademierdade laciudad.Hadadounpasohaciamíymehaalcanzadosuolorasudor y a alcohol. Toda lástima se haevaporadoencuantomicuerpoharecordadoel peso del suyo aplastándome y dejándomesinrespiración.

—Mira, cariño, estoymuy ocupado—hadicho.

Hecerradoambospuños.—¿Estáaquí?—hepreguntado.—¿Está aquí, quién? —Ha fruncido el

ceñoy luegohapuesto losojosenblancoal

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tiempoquemetíalamanoenelbolsillodesuspantalones vaqueros para sacar un cigarrillo—. ¡Ah, joder! No serás amiga de Shelley,¿verdad?Yalehedichoasumaridoquehacesemanas que no veo a esa fulana, así que, sihasvenidoporeso,yapuedesirtealamierda,¿deacuerdo?

—LenaAbbott—he dicho en un tono devozquecasieraunmurmullo—.¿Estáaquí?

Él sehaencendido sucigarrillo.Algohaparecido relucir detrás de sus anodinos ojosmarrones.

—Estás buscando a..., ¿quiéndices? ¿A lahija de Nel Abbott? ¿Quién eres tú? —Hamirado a su alrededor—. Y ¿por qué creesquelahijadeNelpuedeestaraquí?

No estaba fingiendo. Era demasiadoestúpidoparahacerlo.No sabíadóndeestabaLena.Nosabíaquiénera.Mehedadolavueltapara marcharme. Cuanto más tiempo mequedara,mássepreguntaríaalrespectoymáscosasterminaríadiciéndoleyo.

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—Unmomento—hadicho,colocándomeunamanoenelhombro.

Yo me he vuelto de golpe, apartando sumanodemí.

—¡Eh, tranquila!—haexclamadoalzandolasmanosymirandoaunladoyaotrocomosi esperara refuerzos—. ¿Qué está pasandoaquí?¿Eres...?—Haaguzadolamirada—.Yoatitehevisto...Estabasenelfuneral,¿no?—Y, finalmente, ha caído—. ¿Julia? —En surostro se ha dibujado una sonrisa—. ¡Julia!¡Joder! No te había reconocido... —Me hamiradode arriba abajo—. Julia. ¿Porquénohasdichonada?

Me ha ofrecido una taza de té.Yome heechado a reír y no podía parar. He estadoriendohastaquelaslágrimashancomenzadoa surcar mis mejillas. Él, mientras tanto, hapermanecido ahí de pie, riéndose un poco alprincipio,peroalmomentosudesconcertadaalegría se ha apagado y se ha quedadomirándome sin comprender qué estaba

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pasando.—¿Qué sucede? —ha preguntado

finalmente,irritado.Yomehesecadolosojosconeldorsode

lamano.—Lena se ha escapado—he dicho—. La

he buscado por todas partes y he pensadoque...

—Bueno, pues no está aquí. ¿Por quédiantre has pensadoque podía estar aquí?Nisiquiera conozco a esa niña. La primera vezque la vi fue en el funeral.La verdad es quemedejó un poco alucinado lomucho que separece a Nel. —Su expresión ha pasadoentonces a ser un facsímil de pesar—.Lamenté oír lo que le había ocurrido. Deveras,Julia.—Haintentadovolveratocarme,peromehe apartado.Ha dado un paso haciamí—.Yo sólo... ¡Nopuedo creermeque seastú! Has cambiado mucho.—Una fea sonrisaha aparecido en su rostro—. Yo te desfloré,¿no?—Sehareído—.Haceyamuchotiempo.

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Flores.Algobelloyperfumadoqueestabaamillonesdekilómetrosdesubabosalenguaen mi boca y sus sucios dedos abriéndosepasoenmiinterior.Mehanentradoganasdevomitar.

—No, Robbie —he dicho, y me hasorprendido cuán clara ha sonado mi voz,cuán alta y serena—. Nome desfloraste: meviolaste.

La sonrisa ha desaparecido de suestropeado rostro. Ha echado un vistazo porencima del hombro antes de dar otro pasohacia mí. Yo he sentido una oleada deadrenalina y, al tiempo que se aceleraba mirespiración, he apretado los puños y me hemantenidofirme.

—¿Cómo?—hadichoél—.¿Queyoqué?Yonunca...Yonoteviolé.

Ha susurrado la palabra violé como situvieramiedodequealguienpudieraoírnos.

—Yoteníatreceaños—hereplicado—.Tedijequepararas,nodejédellorar,yo...—He

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tenidoquecallarmeporquehenotadounnudoen la garganta ahogandomivozynoqueríaecharmeallorardelantedeestecabrón.

—Llorasteporqueeratuprimeravez—haaclaradoélenvozbajayenuntonozalamero—. Porque duele un poco. En ningúnmomentodijistequenoquisierashacerlo.Nodijistequeno.—Y,luego,yaenuntonomásaltoytajante—:Zorramentirosa,nuncadijisteque no. —Ha comenzado a reírse—. Podíatirarme a quien quisiera, ¿te acuerdas? LamitaddelaschicasdeBeckfordibandetrásdemí con las bragas empapadas. También metiré a tu hermana, que era la que estabamásbuenadetodas.¿Deverdadcreesqueteníalanecesidaddeviolaraunagordacomotú?

Se locreíadeverdad.Mehedadocuentadequecreía todasycadaunade laspalabrasque acababadedecir y, en esemomento,mehesentidoderrotada.Durantetodoesetiempo,él no se había sentido culpable. No habíatenido el menor remordimiento ni por un

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segundo porque en su cabeza lo que habíahechonoeraunaviolación.Durantetodoesetiempo, él había creído que había estadohaciéndoleunfavoralachicagorda.

He empezado a alejarme de él. A miespalda,élseguíahablandoymaldiciendoenvozbaja:

—Siemprefuisteunapirada.Siempre.Nopuedo creer que ahora vengas diciendo estasgilipolleces,diciendoque...

Me he detenido de golpe a unos pocosmetrosdelcoche.«¿Nohuboalgunapartedetialaquelegustó?»Algohabíacambiado.SiRobbie no pensaba que me hubiera violado,¿cómo ibas a pensarlo tú? ¿Aqué te referíasentonces,Nel? ¿Qué estabaspreguntándome?Siaalgunapartedemílegustó¿elqué?

Me he dado la vuelta. Robbie todavíaestabadetrásdemíconlasmanoscolgandoaloscostadoscomodospedazosdecarney labocaabierta.

—¿Ellalosabía?—lehepreguntado.

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—¿Qué?—¡¿LosabíaNel?!—hedichoagritos.Élhahechounamuecadedesprecio.—SiNel sabía¿qué?¿Que te follé?Estás

de broma, ¿verdad? Imagina lo que habríadicho si le hubiera contado que me habíacepillado a su hermanita pequeña justodespuésdecepillármelaaella.—Seha reído—.Le conté la primera parte, queme tirastelostejos,queestabasborrachayquetehabíasinclinadosobremímirándomecontutristeygordo rostro, suplicándome: «Por favor...».Siempre que estaba con ella, tú andabasmerodeando a nuestro alrededor como unaperrita, observándonos, espiándonos. Inclusocuando estábamos en la cama a ti te gustabamirar, ¿verdad? ¿Acasopensabasquenonosdábamos cuenta?—Se ha reído de nuevo—.Claro que lo hacíamos. Solíamos bromearacerca de que eras una pequeña pervertida,unatristegorditaalaquenuncahabíantocadoni besado y a la que le gustaba ver cómo su

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hermanase lopasababien.—Hanegadoconlacabeza—.¿Violarte?Nomehagas reír.Túquerías que te hicieran lo mismo que a tuhermana,melodejastejodidamenteclaro.

Me he imaginado a mí misma, sentadadebajo de los árboles o de pie ante la puertadesuhabitación,mirando.Élteníarazón.Losmiraba, pero no con lujuria ni con envidia,sinoconunaespeciedehorrendafascinación.Los miraba del modo en que lo hacen lasniñas, porque eso era yo. Una niña que noquería ver lo que estaban haciéndole a suhermana (esoera loqueparecía,queestabanhaciéndotealgo),peroquenopodíaapartarlamirada.

—Ledijequehabíasintentadotirarmelostejos y, que al ser rechazada, habías salidocorriendo.Entoncesellafueabuscarte.

Las imágenes se han sucedido en micabeza:el sonidode tuspalabras, el calordetuira,lapresióndetusmanosmanteniéndomedebajodelaguayluegoagarrándomedelpelo

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ysacándomealaorilla.«Zorra, zorra estúpida y gorda, ¿qué has

hecho?¿Quéestabastratandodehacer?»¿O fue «Estúpida zorra, ¿qué estabas

haciendo?»?Y luego: «Sé que te ha hecho daño, ¿qué

esperabas?».He llegado al coche y, a tientas y con

manostrémulas,hebuscadolasllaves.Robbietodavía estaba detrás de mí y seguíadiciéndomecosas.

—Sí, corre, fulana mentirosa. En ningúnmomento has pensado que la niña pudieraestar aquí, ¿verdad?Noha sidomásqueunaexcusa, ¿a que sí? En realidad, has venido averme.¿Acasoqueríasprobarotravez?—Heoídocómo reíamientras se alejaba, y luego,desde el otro lado de la calle, ha añadido amodo de despedida—: Ni lo sueñes, cariño.Estavezno.Puedequehayasperdidoalgodepeso,perosiguessiendounjodidofeto.

Hearrancadoelcocheymehedispuestoa

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salir pitando de allí, pero el motor se haparado.Maldiciendo,hevueltoaarrancarloy,pisando con fuerza el acelerador, me healejado calle abajo intentando poner tantadistancia como fuera posible entre Robbie yyoyloqueacababadesuceder.Eraconscientede que debería estar preocupándome porLena, pero era incapaz de pensar en elloporque lo único que podía pensar era esto:«Túnolosabías».

Túnosabíasquemehabíaviolado.Cuando me dijiste «Lamento que te haya

hechodaño»,tereferíasaquelamentabasqueme hubiera rechazado. Cuando dijiste «¿Quéesperabas?», querías decir que claro quemehabíarechazado,yonoeramásqueunaniña.Y cuando me preguntaste «¿No hubo algunapartedetialaquelegustó?»,notereferíasalsexo,sinoalagua.

Semehacaídolavenda.Heestadocegadayconanteojeras.Túnolosabías.

He aparcado el coche a un lado de la

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carretera y he comenzado a sollozaratormentada por ese espantoso y terribledescubrimiento: tú no lo sabías. Todos estosaños, Nel, he estado atribuyéndote la mayorde las crueldades, y ¿qué habías hecho paramerecerlo? Todos estos años, nunca te heescuchado.Yahorameparece imposiblequeno me hubiera dado cuenta, que nocomprendiera que cuando me preguntaste«¿No hubo alguna parte de ti a la que legustó?» estabas hablando del río, de aquellanocheenelrío.Queríassaberloquesesentíaalabandonarseunamismaalagua.

He dejado de llorar. En mi cabeza, hasmurmurado: «No tienes tiempo para esto,Julia»,yhesonreído.

—Yalosé—hedichoenvozalta—.Yalosé.

Ya no me importaba lo que pensaraRobbie.Medabaigualquesehubierapasadola vida creyendo que no había hecho nadamalo;esoesloquehacenloshombrescomo

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él. Y ¿qué más daba lo que pensara? Él nosignificabanadaparamí.Lo importante erastú,loquesabíasyloqueno,yelhechodequehubiera estado castigándote toda tu vida poralgoquenohabíashecho.Yahorayanoteníaformadedecirtequelosentía.

UnavezenBeckford,hedetenidoelcocheenelpuente,hesubidolosescalonescubiertosdemusgo y he paseado por el sendero del río.Era primera hora de la tarde, comenzaba arefrescar y se había levantado una brisa. Noera un día perfecto para nadar, pero habíaestadoesperandomuchotiempoyqueríaestarahí contigo. Ahora era el único modo quetenía para estar cerca de ti, lo único quemequedaba.

Me he quitado los zapatos y me hequedadounmomentoenlaorillavestidaconunos pantalones vaqueros y una camiseta.Finalmente, he empezado a caminar hacia

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delante,unpiedelantedelotro.Hecerradolosojos y he dejado escapar un grito ahogadocuando mis pies se han hundido en el fríobarro, pero no me he detenido. He seguidoadelantey,cuandomicabezasehasumergidoenelagua,mehedadocuenta,nosinmiedo,dequemesentababien.Asíera.

Mark

La sangre ha comenzado a filtrarse a travésdelvendajequeMarkllevaenlamano.Noselo había puestomuy bien y, por más que lointentara, no podía dejar de aferrarse alvolante con demasiada fuerza. Le dolía lamandíbula y sentía asimismo un cegador yalarmante dolor detrás de los ojos. Volvía anotar lapresiónde laprensaen lassienes; la

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sangreapenaspodíacircularporlasvenasdesucabezaycasileparecíaoírcómosucráneoempezaba a agrietarse. En dos ocasiones hatenido que aparcar a un lado de la carreteraparavomitar.

No tenía ni idea de qué dirección debíatomar. Al principio se ha dirigido hacia elnorte,devueltaaEdimburgo,peroamitaddecaminoha cambiadode idea. ¿No esperaríanque fuera en esa dirección? ¿No habría unabarricadaenlaentradadelaciudady,cuandose detuviera, linternas iluminándole la cara,unas ásperas manos sacándolo a rastras delcocheyunavozdiciéndolequelopeorestabaporllegar?Hadadomediavueltayhatomadouna ruta distinta. El dolor de cabeza leimpedíapensar.Teníaquedetenerse,respirar,trazar un plan. Ha salido de la carreteraprincipalysehadirigidohacialacosta.

Todo lo que había temido se estabacumpliendo. Ha imaginado el futuro que leesperaba y no ha podido evitar reproducirlo

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en su mente una y otra vez: la policía en lapuerta,losperiodistashaciéndolepreguntasagritos mientras se lo llevaban al cochepatrullaconlacabezacubiertaconunamanta.Las ventanas destrozadas de nuevoinmediatamente después de haber sidoreparadas. Insultos vejatorios en las paredes,excrementosenelbuzón.Eljuicio.¡Oh,Dios,el juicio...! La mirada de sus padres cuandoLena hiciera sus acusaciones, las preguntasque le haría la fiscalía: ¿cuándo, dónde ycuántasveces?Lavergüenza.Lacondena.Lacárcel. Todo aquello sobre lo que habíaadvertidoaKatie, todo loque lehabíadichoque tendría que afrontar. No sobreviviría aello.Ledijoquenosobreviviríaaello.

Él no había esperado verla ese viernes dejunioporlatarde.Sesuponíaqueellaibaairaunafiestadecumpleaños,algodeloquenopodía librarse. Recordaba haber abierto la

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puertayhabernotadoladescargadefelicidadquesiempresentíaalverla.Actoseguido,sinembargo, procesó la expresión de su rostro:inquietud,recelo.Esatardelohabíanvistoaélhablando conNelAbbott en el aparcamientode la escuela. ¿De qué habían hablado? ¿PorquéledirigíasiquieralapalabraaNel?

—¿Queme han visto? ¿Quién?—A él lepareciódivertido,creyóqueellasentíacelos.

Katie apartó lamirada y se frotó la nucaconlamano,talycomosiemprehacíacuandosesentíanerviosaocohibida.

—K,¿quésucede?—Ella losabe—dijoKatieenvozbajay

sin mirarlo. Él tuvo la sensación de que elsuelodesaparecíabajosuspiesycaíaalvacío.Laagarródelbrazoylediolavueltaparaquelomiraradirectamentealosojos—.CreoqueNelAbbottlosabe.

Y entonces se lo contó todo. Todas lascosassobrelasquelehabíamentido,lascosasqueellahabíaestadoocultándole.Hacíameses

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queLenalosabía,ysuhermanotambién.—¡Dios mío! ¡Dios mío, Katie! ¿Cómo

haspodidonodecírmelo?¿Cómohas...?¡Porel amor de Dios! —Nunca antes le habíagritado. Podía ver lo asustada y alterada queestaba, pero no podía dejar de gritar—. ¡¿Esque no entiendes lo que me harán? ¿Noentiendes lo que es ir a la cárcel como unjodidodelincuentesexual?!

—¡Noloeres!—exclamóella.Él volvió a agarrarla por los brazos

(incluso ahora, al recordarlo, le ardía elrostrodevergüenzaporello).

—¡Sí que lo soy! Eso es exactamente loquesoy.Esoesenloquemehasconvertido.

Markledijoquesemarchara,peroellasenegó. Suplicó, imploró. Le juró que Lenanunca hablaría, que nunca le diría nada anadie. «Lena me quiere, jamás me haríadaño.» Había convencido a Josh de que larelaciónhabíaterminadoydequeenrealidadnunca había pasado nada; le había dicho que

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noteníanadadeloquepreocuparseyque,sidecía algo, lo único que conseguiría seríaromperleselcorazónasuspadres.¿YNel?

—Ni siquiera estoy segura de queNel losepa—le explicóKatie—. Lename dijo quetalveznoshabíaoído...—Suspalabrasfueronapagándose y él notó por su mirada que leestabamintiendo.

Nopodíacreerla.Nopodíacreernadadeloquelehabíadicho.Esahermosachicaquelo había embelesado y embrujado no era defiar.

Él le dijo entonces que lo suyo habíaterminado y, tras ver cómo su expresión seentristecía,sevioobligadoadesembarazarsedesuabrazoyaapartarladesí,suavementealprincipioyconmásfirmezadespués.

—No, escucha... ¡Escúchame! No puedoseguir viéndote. Así no. Nunca más, ¿loentiendes?Lonuestrohaterminado.Nuncahapasado nada. No hay nada entre nosotros.Nuncahahabidonadaentrenosotros.

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—Por favor, no digas eso, Mark, porfavor. —Ella comenzó a sollozar con tantafuerzaqueapenaspodíarespirar,yesoaéllepartióel corazón—.Por favor,nodigaseso.Yotequiero.

Markflaqueóydejóque loabrazaray lobesara. Su determinación estaba remitiendo.Ellapegósucuerpoaldeély,de repente,éltuvo una clara imagen de otro cuerpohaciéndolo, y no uno, sino varios: cuerposmasculinos pegándose a su golpeado,fracturado y violado cuerpo. Lo vio y laapartóbruscamente.

—¡No! ¡No! ¿Tienes idea de lo que hashecho? ¿Me has arruinado la vida, loentiendes?Cuandoestosalgaalaluz,cuandoesazorrase locuentea lapolicía,y lohará,mi vida habrá acabado. ¿Sabes lo que leshacenaloshombrescomoyoenlacárcel?Losabes,¿verdad?¿Creesquesobreviviréaeso?Noloharé.Mividahabráacabado.—Élvioelmiedoyeldolorenel rostrodeKatiey,aun

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así,añadió—:Ytodohabrásidoportuculpa.Cuando sacaron su cuerpo de la poza,

Mark se castigó a sí mismo. Durante variosdías,apenaspodíalevantarsedelacama,y,sinembargo,teníaquelidiarconelmundo,iralaescuela, mirar su silla vacía, ser testigo deldolor de sus amigos y de sus padres y nomostrarelsuyopropio.Él,quelaqueríamásquenadie,nopodíallorarlacomomerecía.Nitampoco como merecía él, pues, a pesar deque se castigaba a sí mismo por lo que lehabíadichoenplenoataquede ira, sabíaqueesonohabíasidoenrealidadculpasuya.Nadade eso lo era. ¿Cómo podía serlo? ¿Quiénpodíacontrolardequiénseenamoraba?

Markhaoídoungolpe,sehasobresaltadoy,al dar un volantazo enmedio de la carreterapara volver a su carril, ha derrapado en elarcén. Luego ha mirado por el espejoretrovisor.Puedequehayapasadoporencima

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dealgo,peronohavistonadasalvoelasfaltovacío. Ha respirado hondo y ha vuelto aapretar con fuerza el volante, haciendo unamueca al sentir la presión en la herida de lamano. Ha encendido la radio y ha subido elvolumenalmáximo.

Todavíanoteníaniideadequéibaahacercon Lena. Inicialmente había pensadodirigirse al norte, hasta Edimburgo,deshacerse del coche en un aparcamiento ycoger un transbordador para marcharse alcontinente europeo. La encontrarían pronto.Bueno, tarde o temprano. Aunque se sintierafatal, teníaquerecordarseasímismoquenohabíasidoculpasuya.Habíasidoellaquienlohabía atacado a él, no al revés. Y cuando élhabíaintentadorepelersuataqueyesquivarla,ella había vuelto a abalanzarse sobre él,gritandoyclavándolelasuñas.Élhabíacaídoal suelo de la cocina, sumaleta había salidodespedida sobre las baldosas y, como porobradeunadeidadconunenfermizosentido

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del humor, de uno de los bolsillos de lamaleta había caído entonces el brazalete.Esebrazaletequehabíallevadoencimadesdequelo había cogido del escritorio de HelenTownsend,esacosacuyopoder todavía teníaque desentrañar había salido rodando por elsueloentrelosdos.

Lena se lo había quedadomirando comosi fueraunobjetoalienígena.Y,a juzgarporla expresión de su rostro, bien podría habersido resplandeciente kriptonita verde. Luegola confusión había pasado y había vuelto aabalanzarse sobre él, sólo que esta vez teníaunastijerasenlamanoeintentabaclavárselasen la cara y en el cuello.Él había alzado lasmanos para defenderse y ella le había hechouncorteenuna.Ahorapalpitabafuriosamentealcompásdesuaceleradopulso.

Pum,pum,pum.Havuelto amirar por elespejoretrovisor—nohabíanadiedetrás—y,derepente,hapisadoelpedaldelfreno.Sehaoídoeldesagradableperosatisfactoriogolpe

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delachicaimpactandocontraelmetalyluegotodohavueltoaquedarensilencio.

De nuevo, ha aparcado a un lado de lacarretera,peroestaveznoparavomitar,sinopara llorar. Por sí mismo, por su vidaarruinada. Ha llorado de frustración ydesesperaciónsindejardegolpearelvolanteconlamanoderechaunayotravez,hastaqueha comenzado a dolerle tanto como laizquierda.

Katie tenía quince años y dos meses laprimera vez que se acostaron. Otros diezmeses y habría sido legal. Nadie podríahaberlesdichonada,almenos legalmente.Élhabría tenido que dejar el trabajo y algunaspersonas les habrían tirado piedras y loshabríaninsultado,peroélpodríahabervividoconeso.Ambospodríanhaberlohecho.¡Diezjodidos meses! Deberían haber esperado. Éldeberíahaberinsistidoenqueesperaran.Katieera quien tenía prisa, quien no era capaz demantenersealejadadeél,quienhabíaforzado

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las cosas, quien quería hacerlo suyo. Erainnegable.Yahora ella yano estabay era élquienibaapagarporello.

La injusticia de la situación loencolerizaba y hacía que la carne le ardieracomosilehubieranvertidoácidoencima.Laprensaseguíaapretándoleelcráneocadavezmás y más, y ha deseado que Dios se loaplastaray—comoella,comoKatie—poderterminardeunavezcontodo.

Lena

Al despertarme, me he asustado. No sabíadónde estaba. No podía ver nada. El lugarestabacompletamenteaoscuras.Porelruido,el movimiento y el olor a gasolina, al finalme he dado cuenta de queme encontraba en

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un coche. La cabeza me dolía, y también laboca. Hacía calor y el aire estaba viciado.Algosemeclavabaenlaespalda,algoduro,comountornillometálico,yhedeslizadounamano hasta la espalda para intentar cogerlo,peroestabasujeto.

Ha sido una pena, porque lo que enrealidadnecesitabaeraunarma.

Estaba asustada, pero sabía que no podíapermitir que el miedo me dominara.Necesitaba pensar con claridad.Con claridady rapidez, pues tarde o temprano el cochepararía y entonces sería él o yo, y enmodoalguno pensaba permitir que se cargara aKatieyamamáyamí.Nidecoña.Teníaquecreérmelo,demodoqueme lo repetíaunayotravez:esoibaaterminarconmigovivayélmuerto.

En las semanas que han pasado desde lamuerte de Katie, he pensado muchas formasde hacerle pagar a Mark Henderson lo quehabíahecho,peronuncahabíaconsideradoel

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asesinato.Semehabíanocurridootrascosas:hacer pintadas en las paredes de su casa,romper las ventanas de la misma (eso lo hehecho),llamarasunoviaparadecirletodoloque Katie me había contado: cuántas veces,cuándo, dónde, o que le gustaba llamarla«niña mimada del profesor». También penséen juntar a algunos chicos de un cursosuperior al mío para darle una paliza. O encortarle lapollaymetérselaen laboca.Peronoenmatarlo.Nohastaeldíadehoy.

¿Cómo he terminado aquí? No puedocreer loestúpidaquehe sidodedejarque sehiciera con el control de la situación.Nuncadebería haber acudido a su casa, no sin unplanclaro,nosinsaberexactamentequéibaahacer.

Ni siquiera lo he pensado, he idoimprovisandosobre lamarcha.Sabíaque ibaa regresar de sus vacaciones porque se lohabía oído comentar a Sean y a Erin. Y,despuésde todo lo queLouise había dichoy

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delaconversaciónquehabíatenidoconJuliaacercadequenoeraculpamíanidemamá,hepensado: «¿Sabes qué? Ha llegado la hora».Sóloqueríaplantarmedelantedeélyhacerlecompartir parte de la culpa. Quería que loadmitiera,queadmitieraloquehabíahechoyque estabamal.Así pues, he ido a su casa y,como ya había roto la ventana de la puertatrasera, no he tenido ningún problema paraentrar.

El lugar olía mal, como si se hubieramarchado sin sacar la basura o algo así.Duranteunrato,mehequedadoenlacocinayhe utilizado la linterna del móvil paraorientarme,pero luegohedecididoencenderla luz porque ésta no podía verse desde lacalley,encasodequesusvecinoslohicieran,pensaríanqueMarkhabíavueltoacasa.

Olía a suciedad porque estaba sucio. O,más bien, directamente asqueroso: en elfregadero había platos con restos todavíapegados y envases de comida preparada, y

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todas las superficies estaban cubiertas degrasa.Tambiénhabíamontonesdebotellasdevino tinto vacías en el cubo de reciclaje.Noera para nada como me lo esperaba. Por laapariencia de Mark en la escuela —siemprebien vestido y con las uñas bien cortadas ylimpias—,pensabaqueseríamásquisquillosoconlalimpieza.

Hepasadoalsalónyheechadounvistazousando de nuevo mi móvil. Ahí no heencendido la luz por si podía verse desde lacalle. Era del todo convencional. Mueblesbaratos, montones de libros y cedés, ningúncuadroen lasparedes.Convencional, sucioytriste.

El piso de arriba era todavía peor. Eldormitorioeradirectamentenauseabundo.Lacamaestabasinhacer,losarmariosabiertos,yolíamal.Setratabadeunolordistintodeldelaplantabaja,eraagrioysudoroso,comounanimal enfermo. Tras correr las cortinas, heencendido la luz de lamesilla de noche. Era

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todavíapeorquelaplantabaja.Parecíaqueenese sitio viviera un anciano: paredes de unespantosocoloramarillo,cortinasmarronesyropa y papeles por el suelo. He abierto uncajónyhevistounostaponesparalosoídosyun cortaúñas. En el cajón inferior habíacondones, lubricante y unas esposasacolchadas.

Mehesentidoasqueada.Alsentarmeenlacama,mehedadocuentadeque,enlaesquinaopuesta,lasábanaestabaunpocoretiradayenel colchón podía verse una mancha marrón.Hepensadoque ibaavomitar.Eradoloroso,físicamentedoloroso, pensarqueKatiehabíaestado ahí, con él, en esahorriblehabitaciónde esa asquerosa casa. He decididomarcharme.De todosmodos, lode irahísinun plan había sido una idea estúpida. Heapagadolaluzyhedescendidoalaplantabajay,cuandoyacasiestabaenlapuertadenuevo,he oído un ruido fuera. Unos pasos en elsenderodelaentrada.Yentonceslapuertase

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haabiertoyhaaparecidoél.Teníaunaspectohorrendo, con la cara y los ojos rojos, y labocaabierta.Sinpensarlo,meheabalanzadosobreél.Queríaarrancarlelosojosdesufeacara,queríaoírlogritar.

Noséquéhapasadoentonces.Sehacaído,creo, y yo me he quedado de rodillas en elsuelo,yalgohasalido rodandodesumaletaen mi dirección. Una pieza de metal, comounallave.Heextendidolamanoparacogerlaymehedadocuentadequenoeraunobjetodentado,sinoliso.Unaro.Unarodeplataconuncierredeónicenegro.Lehedadolavueltaenlamano.Podíaoírelfuertetictacdelrelojde la cocinayel sonidode la respiracióndeMark.

—Lena—ha dicho, y yo he levantado lamiradaymehedadocuentadequeMarkteníamiedo. Me he puesto de pie—. Lena —havueltoadecir,yhadadounpasohaciamí.

Yohenotadoquemislabiosformabanunasonrisa porque con el rabillo del ojo había

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atisbado otro objeto plateado y afilado, y hesabido exactamente lo que iba a hacer. Iba arespirarhondopararecomponermey,cuandovolviera a decir mi nombre, cogería lastijeras que descansaban sobre la mesa de lacocinaylasclavaríaensujodidocuello.

—Lena—harepetidoextendiendolamanohaciamí.

Acontinuación,todohapasadoconmucharapidez.Hecogidolastijerasyloheatacadocon ellas, pero él es más alto que yo y halevantadolosbrazos,ydebodehaberfalladoporque no está muerto, sino conduciendo, yyoestoyencerradaaquíconunchichónenlacabeza.

Hecomenzadoagritar,locualhasidounaestupidez pues, vamos a ver, ¿quién iba aoírme? Podía notar que el coche circulabadeprisa,peroaunasíhegritado«¡Sácamedeaquí, sácamede aquí, cabróndemierda!», altiempo que golpeaba con los puños la paredmetálicadelmaletero.Y,derepente,¡bang!,el

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cochesehadetenidoyyohesalidodisparadacontra el fondo delmismo y he empezado allorar.

No se ha debido tan sólo al dolor. Poralguna razón, no podía dejar de pensar entodasesasventanasquerompimosJoshyyo,ylomuchoqueesohabríamolestadoaKatie.Ella habría odiado esto. Todo: que suhermanosehubieravistoobligadoacontarlaverdad después de meses de mentir, que yohubiera sufrido estas heridas y, sobre todo,esasventanasrotas,puesesoeraloquetemía.Ventanasrotasylapalabrapedófiloescritaenlasparedesdelacasaymierdaenelbuzónyperiodistas en la acera y gente escupiendo ysoltandopuñetazos.

He llorado por el dolor y he lloradoporqueme sentíamal porKatie y por cómotodo esto le habría roto el corazón. «Pero¿sabesqué,K?—hesusurradocomounaloca,como Julia mascullando para sí en laoscuridad—. Lo siento. Lo siento de veras,

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porque no es esto lo que se merece. Ahorapuedodecirloporquenoestásyyoestoyenelmaletero de su coche con la bocaensangrentada y la cabeza abierta y puedodecirlocategóricamente:MarkHendersonnose merece que lo acosen o le peguen. Semerecealgopeor.Séqueloamabas,peronosóloarruinótuvida.Tambiénhaarruinadolamía.Élasesinóamimadre.»

Erin

Estaba en el despacho del fondo con Seancuandohemosrecibidolallamada.Unapálidajoven con gesto afligido ha asomado lacabezaporlapuerta.

—Hay otra, señor. Alguien la ha vistodesde lo alto de la colina. En el agua..., una

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chicajoven.A juzgar por la expresión que ha puesto

Sean,mehaparecidoqueibaavomitar.—Esimposible—hedichoyo—.Lazona

está llena de agentes uniformados, ¿cómopuedehaberotra?

Para cuando hemos llegado, había unamultitudenelpuenteylosagenteshacíantodoloposibleparamantenera lagenteahí.Seanhaempezadoacorreryyoheidodetrásdeél.Hemospasadoatodavelocidadpordebajodelos árboles. Yo quería aminorar el paso,quería detenerme.Loúltimoquedeseaba eraver cómo sacabanel cuerpode esa chicadelagua.

Peronoeraella,sinoJules.Yaestabaenlaorilla cuando hemos llegado. He oídoentonces un extraño ruido parecido algraznidodeunaurraca.Mehallevadounratodarmecuentadequelohacíaella,Jules.Erael

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castañeteodesusdientes.Todaella temblaba.Teníalaropaempapadaypegadaasudelgadocuerpo,yésteestabadobladosobresímismocomounatumbonaplegable.Lahellamadoyella ha levantado la vista hacia mí. Sus ojosinyectados en sangre me han miradoinexpresivamente, como si no pudieraenfocarmebienono registraraquiénerayo.Seansehaquitadolachaquetayentoncesselahapuestosobreloshombros.

Ellamascullabaalgocomosiestuvieraentrance.Nodecíanadainteligible,eracomosini siquiera hubiera advertido que estábamosahí.Tansólopermanecíasentada,temblandoymirando con expresión amenazadora el aguanegramientrasmovía los labioscomoeldíaque vio el cadáver de su hermana en lacamilla, sin pronunciar ningún sonido perocon determinación, como si estuvieramanteniendounadiscusiónconunadversarioinvisible.

El alivio, por escaso que éste fuera, ha

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durado apenas unos minutos antes de queestallara la siguiente crisis. Los agentes quehan idoacasadeMarkHendersonadarle labienvenida tras sus vacaciones la hanencontrado vacía. Y no sólo eso, sino quetambiénhandescubierto restosde sangre.Enlacocinaparecíahabertenidolugarunapelea.Habíamanchasdesangreenelsueloyenlasmanijas de las puertas. Además, el coche deHendersonhabíadesaparecido.

—¡Oh, Dios mío! —ha dicho Sean—.Lena...

—¡No! —he exclamado yo, intentandoconvencermeamímismatantocomoaél.Herecordado la conversación que tuve conHenderson la mañana antes de que semarchara de vacaciones. Había algo raro enél,algodébil.Algoherido.Nohaynadamáspeligrosoqueunhombreasí—.Nopuedeser.Habíaagentesenlacasa,estabanesperándolo,nopuedehaber...

Sinembargo,Seanhacomenzadoanegar

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conlacabeza.—No, no había ningún agente. Anoche

hubo un accidente en la A68 y hacían faltahombres. Se tomó la decisión de reubicarrecursos. No había nadie en casa deHenderson,nohastaestamañana.

—Joder.¡Joder!—Sí. Al llegar a casa y ver las ventanas

rotas, debió de sacar la conclusión correcta.QueLenaAbbottnoshabíacontadoalgo.

—Y ¿luego qué? ¿Fue a casa de ella, lacogióyselallevódevueltaalasuya?

—¿Cómocojonesquieresquelosepa?—me ha respondido Sean—. Esto es culpanuestra.Deberíamoshaberestadovigilandolacasa, deberíamos haber estado vigilándola aella... Es culpa nuestra que Lena hayadesaparecido.

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Jules

El policía—uno que no había visto antes—queríaentrarencasaconmigo.Era joven,deunosveinticincoañostalvez,sibiensurostroimberbe y querúbico le daba un aspectotodavíamásjuvenil.Poramablequefuera,heinsistidoenquesemarchara.Nodeseabaestarsola con un hombre en casa, por inofensivoqueélpudieraparecer.

He subido al primer piso y me hepreparado un baño. Agua, agua por todaspartes.Nosentíaningúngrandeseodevolverasumergirmeenagua,peronosemeocurríamejormododequitarmeelfríodeloshuesos.Me he sentado en el borde de la bañeramordiéndome el labio inferior para quemisdientescesarandecastañeteary,conelmóvilenlamano,nohedejadodellamaralnúmerode Lena, pero sólo he conseguido oír una y

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otravez el alegremensajede su contestador.En él, su voz estaba llena de una luz que yonuncahabíavistocuandohablabaconmigo.

Cuando la bañera ha estado medio llena,mehemetidoenelaguaapretandolosdientespara vencer el pánico y con el pulso de micorazónacelerándoseamedidaquemicuerpoibahundiéndose.«Nopasanada,nopasanada,no pasa nada.» Eso fue lo que me dijiste.Aquella noche, cuando estábamos aquí lasdos, tú echándome agua caliente encima ytranquilizándome. «No pasa nada—dijiste—.No pasa nada, Julia. No pasa nada.» Sí quepasaba algo, claro está, pero tú no lo sabías.Tú sólopensabasqueyohabía tenidoundíaterrible: se habían reído de mí, me habíanhumillado,había sido rechazadaporelchicoque me gustaba y, por último, en un actoextremadamente melodramático, había ido ala Poza de las Ahogadas y me había metidodentro.

Estabas enfadada porque creías que lo

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había hecho para hacerte daño, para meterteen problemas. Para que mamá me quisieramás; todavíamásde loqueya lohacía.Paraque te rechazara. Porque habría sido culpatuya, ¿no? Me habías amedrentado y sesuponía que debías estar vigilándome, y esohabíasucedidomientrascuidabasdemí.

Hecerradoelgrifoconelpieyhedejadoque mi cuerpo se deslizara en la bañerasumergiendo los hombros, el cuello y, alfinal, la cabeza. Podía oír los sonidos de lacasa distorsionados, amortiguados,deformados por el agua.Un repentino golpeha hecho queme irguiera bruscamente en elfrío aire. He aguzado el oído. Nada. Estabaimaginandocosas.

Nada más sumergirme de nuevo, sinembargo, he estado segura de oír un crujidoen la escalera y unos pasos, lentos yregulares, recorriendoelpasillo.Hevueltoaincorporarmeymeheagarradoa losbordesde la bañera.Otro crujido.Lamanija de una

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puertaalaccionarse.—¿Lena?—hepreguntadoentoncesenun

tonodevozquehasonado infantil,aflautadoydébil—.¿Erestú,Lena?

Elsilenciohapitadoenmisoídosymehaparecidooírvoces.

Tuvoz.Otradetusllamadastelefónicas,laprimera.Laprimeradespuésdenuestrapeleaenelvelatorio,despuésdelanocheenlaqueme hiciste esa terrible pregunta (una semanamás tarde, tal vezdos).Me llamaste a últimahora de la noche y me dejaste un mensaje.Estabas llorosayarrastrabas laspalabras.Tuvozapenas era audible.Medecíasque ibas avolveraBeckfordparaveraunviejoamigo.Tenías que hablar con alguien y yo no tedirigíalapalabra.Enaquelmomentonolediimportancia.Medabaigual.

Sólo ahora lo comprendo, y me heestremecido a pesar de la calidez del agua.Durante todo este tiempo, he estadoculpándote a ti, pero debería haber sido al

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revés.Fuisteaveraunviejoamigo.Fuisteenbusca de consuelo porque yo te habíarechazado, porque no quería hablar contigo.Demodoqueacudisteaél.Mehesentadodenuevoenvolviendoconfuerzalasrodillasconlos brazos y han empezado a sacudirmeoleadas de dolor: te fallé, te hice daño, y loquememataesquenuncallegasteasaberporqué. Te pasaste toda la vida tratando decomprender por qué te odiaba tanto, y loúnicoqueyoteníaquehacereradecírtelo.Loúnico que tenía que hacer era contestar a tusllamadas.Yahoraesdemasiadotarde.

De repente he oído otro ruido, más alto.Un crujido o un arañazo. Esta vez no eranimaginacionesmías.Habíaalguienenlacasa.He salido de la bañera y me he vestido tansilenciosamentecomohepodido.«EsLena—mehedicho—.Loes.EsLena.»Hemiradoenlas habitaciones del piso de arriba, pero enellas no había nadie, y en cada espejo miaterrorizado rostro seburlabademí. «Noes

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Lena.NoesLena.»Tenía que ser ella, pero ¿dónde debía de

estar? En la cocina, tendría hambre. Seguroque, cuando fuera a la planta baja, me laencontraría con la cabeza metida en elfrigorífico. He descendido la escalera depuntillas, he cruzado el vestíbulo dejandoatrás la puerta del salóny, con el rabillo delojo, lo he visto. Una sombra. Una figura.Habíaalguienenelasientodelaventana.

Erin

Cualquier cosa era posible. Cuando una oyecascos,lomásprobableesqueseancaballos,peronopuededescartarlaposibilidaddequeenrealidadseancebras.Nosinmás.Poreso,mientras Sean iba con Callie a echar un

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vistazo a casa de Henderson, yo había sidoenviada a hablar conLouiseWhittaker sobreesa «discusión» que había mantenido conLenaantesdequeéstadesapareciera.

CuandohellegadoacasadelosWhittaker,Josh me ha abierto la puerta, como siempreparece hacer. Y, también como siempre, haparecidoalarmarsealverme.

—¿Quésucede?—hapreguntado—.¿HanencontradoaLena?

Henegadoconlacabeza.—Todavíano.Peronotepreocupes...Él ha girado sobre sus talones y sus

hombros se han hundido. Lo he seguido alinteriordelacasa.Alpiedelaescalera,sehavueltootravezhaciamí.

—¿Ha huido por culpa de mamá? —haquerido saber. Susmejillas se han sonrojadounpoco.

—¿Porquépreguntaseso,Josh?—Mamá la hizo sentir muy mal —ha

respondido con amargura—. Ahora que la

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madredeLenanoestáviva,mamáleechalasculpas de todo lo ocurrido a Lena. Esestúpido.Laculpaestansuyacomomía,peroleechalasculpasaelladetodo.YahoraLenahadesaparecido—haafirmadoalzandolavoz—.Hadesaparecido.

—¿Con quién estás hablando, Josh?—hapreguntadoLouisedesdeelpisodearriba.

Su hijo la ha ignorado, de modo que herespondidoyo:

—Conmigo, señora Whittaker. LasargentoMorgan.¿Puedosubir?

Louiseibavestidaconunchándalgrisquehabía visto mejores días. Llevaba el pelorecogidoyteníaelrostrodemacrado.

—Está enfadado conmigo —ha dicho amododesaludo—.MeculpadequeLenahayahuido.—Lahe seguido por el descansillo—.ÉlmeculpaamíyyoculpoaNelyaLena.Nosalimosdeesebucle.

Me he detenido en la puerta deldormitorio. La habitación estaba

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prácticamente vacía. En la cama no habíasábanas. Los armarios habían sido vaciados.En las paredes de color lila pálido todavíaeranvisibleslascicatricesdelBlu-Tackreciénretirado.Louisehasonreídoconcansancio.

—Puede entrar. Ya casi he terminado.—Entonces se ha arrodillado para retomar latareaquedebodehaberinterrumpido,queeracolocarlibrosencajasdecartón.

Mehearrodilladoasuladoparaayudarla,pero ella ha apoyado una firmemano enmibrazo.

—No, gracias. Preferiría hacer esto yosola. —He vuelto a ponerme de pie—. Nopretendo ser maleducada —ha dicho acontinuación—, es sólo que no quiero queotras personas toquen sus cosas. Es unatontería,¿verdad?—haañadidolevantandolamiradahaciamí.Losojoslebrillaban—.Peroquiero que solamente ella las haya tocado.Quieroquequedealgodeellaenlascubiertasdeloslibros,enlassábanas,enelcepillopara

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el pelo... —Se ha callado un momento y harespirado hondo—. Parece que no estoyhaciendomuchosprogresosencuantoalodepasarpáginayseguiradelante...

—No creo que nadie espere que lo haga—hedichoenvozbaja—.Tod...

—¿Todavía no? Eso implica que en unmomentodadoyanomesentiréasí.Loquelagentenoparece tenerencuentaesqueyonoquierodejardesentirmeasí.¿Porquédeberíadejar de hacerlo? Mi tristeza no me resultaninguna carga. Su peso es... el adecuado,meaplasta lo justo. Mi enojo es limpio, mereafirma. Bueno... —Ha suspirado—. Salvoqueahoramihijopiensaquesoyresponsablede la desaparición de Lena. A veces mepregunto si cree que fui yo quien empujó aNelAbbottdesdeeseacantilado.—Hasorbidopor la nariz—. En cualquier caso, meconsidera responsabledelhechodequeLenasequedaraasí.Sinmadre.Sola.

Hepermanecidoenmediodelahabitación

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con los brazos cuidadosamente cruzados,intentando no tocar nada. Como si estuvieraen la escena de un crimen, como si noquisieracontaminarnada.

—Es huérfana de madre, pero ¿qué haydel padre?—hedicho—. ¿Deveras cree queLenanotieneniideadequiénes?¿SabesiellayKatiehablaronalgunavezalrespecto?

Louisehanegadoconlacabeza.—Estoyseguradequeno losabe.Esoes

lo que Nel siempre decía. A mí me parecíararo, como muchas de las decisionesparentalesdeNel.Nosóloraro,sinotambiénirresponsable. Es decir, ¿y si surgía algúnproblemagenético?Unaenfermedad,algoasí.Y, encualquier caso,meparecía injustoparaLena no darle la opción de conocer a supadre.Siseleinsistía,ylohicecuandoellayyonos llevábamosbien,Nel decía que habíasido un rollo de una noche con alguien quehabía conocido al poco demudarse aNuevaYork.Asegurabaqueno teníani ideadecuál

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era su apellido. Al pensar más tarde sobreello, llegué a la conclusión de que debía desermentira,porquehabíavistounafotografíadecuandoestabamudándoseasuapartamentodeBrooklynybajolacamisetayaeravisiblesubarrigadeembarazada.

Louise ha dejado de apilar libros y hanegadoconlacabezadenuevo.

—Demodoque,eneseaspecto,Joshtienerazón: Lena está sola. No tiene más familia,aparte de la tía. O, al menos, ningún otrofamiliar del que yo haya oído hablar. Encuantoalosposiblesnoviosdelamadre...—Ensuslabiossehadibujadounatristesonrisa—.Nelmeconfesóenunaocasiónquesóloseacostaba con hombres casados porque erandiscretosypocoexigentesynuncainterferíanensuvida.Manteníasusaventurasenprivado.Notengoningunadudadequehabíahombres,peronolocomentabaenpúblico.Siempreselaveía sola.Solao con suhija.—Hadejadoescapar un pequeño suspiro—. El único

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hombre con el que he visto a Lena servagamenteafectuosaesSean.

Louise se ha sonrojado ligeramente aldecir su nombre y luego ha apartado lamirada, como si se le hubiera escapadoalgoquenodeberíahaberexplicado.

—¿Sean Townsend? ¿De verdad? —Ellanoha contestado—. ¿Louise?—Sehapuestode pie para coger otra pila de libros delestante—. ¿Qué está diciendo, Louise?¿Insinúa que hay algo... inapropiado entreSeanyLena?

—¡Dios mío, no! —Se ha reídodébilmente—.ConLenano.

—¿Con Lena no? Entonces... ¿con Nel?¿EstádiciendoquehuboalgoentreSeanyNelAbbott?

Ella ha fruncido los labios y ha apartadolamirada, así que no he podido ver bien suexpresión.

—Porque, como puede imaginarse, esosería altamente inapropiado. Investigar la

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muerte sospechosa de alguien con quien unohamantenidounarelaciónsería...

¿Qué sería? ¿Poco profesional, pocoético, motivo de despido? Es imposible queSeanhayahechoeso,esimposiblequenomelo haya dicho. Yo habría visto o advertidoalgo, ¿no? Y entonces he recordado suexpresiónlaprimeravezque lovi,depieenla orilla de la poza con el cadáver de NelAbbott a sus pies, con la cabeza inclinadacomosi estuviera rezandoporella.Losojosllorosos, lasmanos trémulas,elaireausente,la tristeza. Eso era debido al recuerdo de sumadre,¿no?

Louisehaseguidoguardandoloslibrosencajasensilencio.

—Escúcheme—hedichoentoncesalzandola voz para que me hiciera caso—. Si tieneustedconocimientodequehubieraalgúntipoderelaciónentreSeanyNel,debe...

—Yo no he dicho eso —ha replicadomirándomedirectamentea losojos—.Yono

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he dicho nada semejante. Sean Townsend esun buen hombre.—Seha puesto de pie—.Yahora,simedisculpa,tengomuchascosasquehacer, sargento.Creoqueesprobablequeyaseahoradequesevaya.

Sean

Losagentesde lapolicíacientíficahandichoque la puerta trasera estaba abierta. No sólosincerrojo,sinoabierta.Nadamásentrar,misfosas nasales han percibido el fuerte olormetálico. Callie Buchan ya estaba dentro,hablandoconlosagentes.Cuandomehavisto,mehahechounapregunta,peronolaheoídoporque yo estaba intentando escuchar otracosa. Algo que parecía el gimoteo de unanimal.

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—Chisss—hedicho—.Escucha.—Han registrado la casa, señor —ha

dichoCallie—.Aquínohaynadie.—¿Henderson tiene perro? —le he

preguntado. Ella me ha miradoinexpresivamente—.¿Hayalgúnperro,algunamascotaenlacasa?¿Algunaseñaldealguna?

—No. Ninguna señal. ¿Por qué lopregunta?

He vuelto a aguzar el oído, pero ya nopodía oír nada y he tenido una sensación dedéjà vu: ya había vivido eso antes, ya habíahecho todo eso antes. Ya había oído elgimoteo de un perro y había cruzado unacocina ensangrentada para salir a la calle,bajolalluvia.

Sólo que ahora no estaba lloviendo y nohabíaningúnperro.

Callieestabamirándomefijamente.—¿Señor?Ahíhayalgo.—Haseñaladoun

objeto en el suelo, unas tijeras quedescansaban sobre una mancha de sangre—.

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No parece que esa sangre se debiera a unmero arañazo, ¿verdad? Es decir, puede quenoseaarterial,peronotienebuenapinta.

—¿Hospitales?—Hasta elmomento, nada, ningún rastro

deningunodelosdos.En ese instante, sumóvil ha sonado y ha

salidofueraparacogerlallamada.Yo he permanecido inmóvil en la cocina

mientras los dos agentes de la científicatrabajabanensilencioamialrededor.Hevistocómounodeellosrecogíaconunaspinzasunlargopelorubioquesehabíaenganchadoenelbordedelamesa.Hesentidounarepentinaoleadadenáuseasy lasalivaha inundadomiboca. No lo entendía: había visto peoresescenas que ésa —mucho peores— y habíapermanecido impasible. ¿No? ¿Acaso nohabía estado en cocinas más ensangrentadasqueésa?

Mehefrotadolamuñecadeunamanoconlapalmadelaotraymehedadocuentadeque

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Calliehabíaasomadolacabezaporelumbraldelapuertayestabadiciéndomealgo.

—¿Podemos hablar un momento, señor?—Laheseguidofueray,mientrasmequitabalosprotectoresdeplásticodeloszapatos,ellamehacontadolasnovedades—.Tráficotieneel cochedeHenderson—hadicho—.Bueno,no lo tiene,perohaconseguido imágenesdesuVauxhallrojo.—Habajadolamiradaasucuaderno—. Es un poco raro porque laprimera imagen,captadapocodespuésde lastres de la madrugada, lo sitúa en la A68 endirección norte, hacia Edimburgo, pero unpar de horas después, a las cinco yveinticinco, estaba dirigiéndose al sur por laA1 a la altura de Eyemouth. ¿Es posible quetalvez...dejaraalgo?—Haqueridodecirsitalvezselibródealgo.Dealgoodealguien—.¿Oquizásóloestáintentandoconfundirnos?

—Ocambiódepareceracercadecuálerael mejor lugar al que huir—he dicho—. Osimplementeleentróelpánico.

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Ellahaasentido.—Yestádandovueltascomounpollosin

cabeza.Nomehagustadoesaidea.Noqueríaque

estuvierasincabeza,niélninadie.Loqueríatranquilo.

—¿En las imágenes se ve si hay alguienmásenelcoche,enelasientodelcopiloto?—hepreguntado.

Ellahanegadoconlacabeza.—No. Aunque... —Su voz ha ido

apagándose.Por supuesto, eso no quería decir que no

hubieraotrapersonaenelcoche.Sóloqueesapersonanoibaerguida.

Denuevohe tenidoesaextrañasensacióndehaberestadoallíantesymehavenidoalacabeza el fragmento de un recuerdo que noparecíapropio.Aunque,¿cómopodríaserdeotra persona? Debía de ser parte de unahistoriaquemehabíacontadoalguienquenorecordaba. Era la imagen de una mujer

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tumbada en el asiento de un coche.Enferma,con convulsiones, babeando. Ni siquierallegabaaserunahistoria,nopodíaacordarmedelresto.Sólosabíaquepensarenellomeharevuelto el estómago. He descartado elpensamiento.

—Newcastle parece la posibilidad másobvia —ha dicho Callie—. Quiero decir siestá huyendo, claro. Aviones, trenes,transbordadores... El mundo a sus pies. Loextraño es que desde ese avistamiento de lascinconohayningunaimagenmás.Oseaque,o bien ha parado, o bien ha salido de lacarretera principal. Puede que haya tomadocarreterassecundarias,talvezladelacosta...

—¿No tenía una novia?—hepreguntado,interrumpiendo su discurso—. ¿Una mujerqueviveenEdimburgo?

—Lafamosaprometida—hadichoCallieenarcando las cejas—. Me he adelantado,señor. Unos agentes han ido esta mañana abuscaraesamujer,TraceyMcBride,sellama,

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yahoraestántrayéndolaaBeckfordparaquepodamos interrogarla. Ya le advierto, sinembargo,queTraceyaseguraquenohavistoaMarkHendersondesdehacemucho.Casiunaño,dehecho.

—¿Cómo? Pensaba que acababan de irjuntosdevacaciones.

—Eso fue lo queHenderson dijo cuandohabló con la sargento Morgan, pero Traceynos ha explicado que no le ha visto el pelodesde que su relación terminó el pasadootoño.Dice que la dejó de forma inesperadaporquesehabíaenamoradodeotramujer.

Tracey no sabía quién era esa mujer ni quéhabíahecho.

—Tampoco quise saberlo—me ha dichoabruptamente una hora después. Estabasentada en la comisaría, sorbiendo su té—.Yo... me quedé bastante hecha polvo, laverdad.Unminutoestoymirandovestidosde

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novia y, al siguiente, me dice que no puedecasarseconmigoporquehaconocidoalamorde su vida. —Me ha sonreído con tristeza,pasándoselosdedosporsucortopelooscuro—. Después de eso, ya no quise saber nadamásdeél.Borrésunúmero,dejédeseguirloen las redes sociales, etcétera. ¿Podríaexplicarmeaquéviene todoesto?¿Esque leha sucedido algo?Nadie quiere decirme quédiantreestápasando.

Henegadoconlacabeza.—Lo lamento, pero ahoramismono hay

muchoquepuedacontarle.Encualquiercaso,no creemos que haya sufrido daño alguno.Sólo queremos encontrarlo porque tenemosquehablarconél sobrealgo.Ustedno sabráadóndepodríahaberidosinecesitaraescapar,¿verdad?¿Padres,amigosenlazona...?

Ellahafruncidoelceño.—Esto no tendrá que ver con esa mujer

muerta, ¿verdad? Leí en los periódicos quehubootrahaceunaodossemanas.Esdecir...,

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noestaba...Ésanoeslamujeralaqueestabaviendo,¿verdad?

—No,no.Notienenadaqueverconeso.—¡Ah, vale!—Haparecido aliviada—.O

sea,habríasidoalgomayorparaél,¿no?—¿Porquédiceeso?¿Esquelegustaban

laschicasjóvenes?Traceysehamostradoconfundida.—No,esdecir...¿Quéquieredecirconlo

de jóvenes? Esa mujer tenía..., no sé, unoscuarenta, ¿no es cierto? Mark no habíacumplidotodavíalostreinta,asíque...

—Entiendo.—¿De verdad no puede decirme qué

sucede?—hainsistido.—¿Mark fue alguna vez violento con

usted?¿Enalgunaocasiónperdiólosestribosoalgoasí?

—¿Qué? Dios mío, no, nunca. —Haechado la espalda hacia atrás con el ceñofruncido—.¿Lohaacusadoalguiendealgo?Porque él no es así. Es egoísta, sin duda

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alguna,peronounamalapersona.Noenesesentido.

Luego la he acompañado al coche en elque unos agentes estaban esperándola paraacompañarla a casa. No podía dejar depreguntarme en qué sentido era MarkHenderson una mala persona y si habíaconseguido convencerse a sí mismo de queestarenamoradoloabsolvía.

—Antesmehapreguntadoadóndepodríahaber ido Mark—me ha comentado Traceycuando hemos llegado al coche—. Es difícildedecir sin conocer el contexto, pero semeocurreunsitio.Nosotros...O,mejordicho,mipadre tiene una casa en la costa. Mark y yosolíamos ir a menudo los fines de semana.Estábastante aislada,nohaynadie alrededor.Mark siempre decía que era el esconditeperfecto.

—¿Estádesocupado,eselugar?—Bueno, no se usa mucho. Antes

dejábamoslallavedebajodeunamaceta,pero

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a principios de este año descubrimos quealguien había estado utilizando la casa sinnuestro permiso (encontramos tazas sucias,basura en el cubo..., cosas así), demodoquedejamosdeesconderlaahí.

—¿Cuándo fue la última vez que sucedióeso?Me refiero a la última vez que alguienusólacasasinsupermiso.

Ellahafruncidoelceño.—Oh,Dios.Yahaceun tiempo.Creoque

abril. Sí, abril. En las vacaciones de SemanaSanta.

—Y¿dóndeestáeselugarexactamente?—EnHowick—hadicho—.Esunpueblo

muy pequeño, sin nada destacable. Está en lacosta,aunospocoskilómetrosdeCraster.

Lena

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Cuandomehadejadosalirdelmaletero,sehadisculpado.

—Lo siento,Lena, pero ¿quéquerías quehiciera?

Yohecomenzadoareírme,peroélmehadicho que cerrara la boca con el puñoapretadoyhepensadoqueibaapegarmeotravez,demodoquelehehechocaso.

Nos encontrábamos en una casa junto almar. Estaba situada justo en el acantilado ytenía un jardín rodeado por un muro y unamesacomolasdelasterrazasdelospubs.Lacasa parecía estar cerrada y no había nadiealrededor. Desde donde yo estaba no podíaverningúnotroedificio,sólounsenderoqueno llegaba a ser un auténtico camino.Tampocoseoíaruidodetráficoninada;sólolas gaviotas y las olas chocando contra lasrocas.

—Gritarnoteservirádenada—hadichocomosimehubieraleídoelpensamiento.

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Luegome ha agarrado del brazo, me hallevadoalamesaymehadadounpañuelodepapelparaquemelimpiaralaboca.

—Notepasaránada—haasegurado.—¿De verdad?—he preguntado, pero él

haapartadolamirada.Durantemucho rato, hemos permanecido

tansóloahí sentadosunoal ladodelotro, élcon las manos todavía en mi antebrazo. Supresa ha ido aflojándose poco a poco amedida que su respiración se ralentizaba.Yono he retirado el brazo. De nada habríaservido forcejear. No había llegado elmomento. Estaba asustada. Mis piernas nodejaban de temblar debajo de la mesa y noconseguía que pararan. Aunque, en realidad,tenía la sensación de que se trataba de algobueno, o incluso útil. Me sentía fuerte, delmismo modo que cuando él me encontróanoche en su casa y peleamos. Sí, vale, élhabía ganado, pero sólo porque yo no habíaido a matarlo directamente, porque no sabía

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bien con qué estaba lidiando. Eso había sidosóloelprimerasalto.Sipensabaquemehabíaderrotado,lollevabaclaro.

Sisupiera loquehabíaestadosintiendoylas cosaspor lasquehabíapasadonohabríaestado sujetándome el brazo. Habría salidocorriendoparasalvarsuvida.

Me he mordido con fuerza el labioinferiorhastasentirelsabordelasangreenlalengua y me ha gustado. Me ha gustado susabormetálicoymehagustado la sensacióndelasangreenmilenguaydeteneralgoconloqueescupirle.Cuando llegaraelmomentoadecuado. Antes tenía muchas cosas quepreguntarle, pero no sabía por dóndeempezar,demodoquemehelimitadoadecir:

—¿Porquélohasguardado?—Hetenidoque esforzarme mucho en mantener la vozserena y evitar que se me quebrara, o quetemblara,flaquearaodelataradealgúnmodoque estaba asustada. Él no ha dicho nada, demodo que he vuelto a preguntárselo—: ¿Por

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qué guardaste su brazalete? ¿Por qué no lotiraste?¿Olodejasteensumuñeca?¿Porquételollevaste?

Élmeha soltado el brazo, pero no se havueltohaciamíyhaseguidomirandoelmar.

—Nolosé—hacontestadoconcansancio—.Honestamente,notengoniideadeporquélo cogí. Como póliza de seguro, supongo.Sólo es un clavo ardiendo al queme agarrépara poder utilizarlo en contra de alguien siera necesario... —De repente, se hainterrumpidoyhacerradolosojos.

Yonosabíadequéestabahablando,peroteníalasensacióndequehabíadestapadoalgoy había surgido una oportunidad. Me heapartadounpocodeél.Yluegounpocomás.Élhavueltoaabrirlosojos,peronohahechonada, ha continuado mirando el agua con elrostro inexpresivo. Parecía agotado.Derrotado.Comosi lohubieraperdido todo.Me he echado hacia atrás en el banco. Podíasalircorriendo.Puedosermuyrápidacuando

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lonecesito.Hedirigidounvistazoporencimadelhombroalsenderoquehabíadetrásde lacasa.Teníaunabuenaoportunidaddeescapardeélsilocruzaba,saltabaelmurodepiedraysalía corriendocampoa través.Si hacía eso,élnopodríaseguirmeconelcochey tendríaposibilidadesdehuir.

Nolohehecho.Apesardeserconscientede que tal vez era la última oportunidad quetenía,mehequedadoahísentada.Hepensadoque, llegado elmomento, seríamejormorirsabiendoloquelehabíasucedidoamimadrequenollegarasaberlonuncaypasarmetodala vida preguntándomelo. Creo que eso nopodríasoportarlo.

Me he puesto de pie. Mark no se hamovido. Se ha limitado a mirarme mientrasyorodeabalamesaymesentabadelantedeél,obligándoloamirarmealacara.

—¿Sabes que pensaba que me habíadejado? Me refiero a mamá. Cuando laencontraron y vinieron y me lo contaron,

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penséquehabíasidodecisiónsuya.Penséquehabía decidido morir porque se sentíaculpableporloquelehabíapasadoaKatie,oporqueestabaavergonzadaporello,o...Nolosé. Quizá porque el agua ejercía mayoratracciónenellaqueyo.

Élnohadichonada.—¡Eso fue lo que creí! —he exclamado

tanfuertecomohepodido,sobresaltándolo—.¡Creíquemehabíaabandonado!¿Sabescómosientaeso?Yahoraresultaquenofueasí.Ellanodecidiónada.Tútuvistelaculpa.Túmelaquitaste,igualquehicisteconKatie.

Él me ha sonreído. He recordado quesolíamospensarqueeraatractivoysemeharevueltoelestómago.

—YonotequitéaKatie—hareplicado—.Katienoeratuya,Lena.Eramía.

Me han entrado ganas de gritarle yarañarle la cara. «¡No era tuya! ¡No lo era!¡No lo era!» Me he clavado las uñas en lasmanos tan fuerte como he podido y me he

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mordido el labio para volver a saborear lasangremientrasélsejustificaba.

—Nunca me había considerado a mímismo una persona capaz de enamorarse deunachica joven.Nunca.Pensabaque lagenteasí era ridícula. Tristes perdedores entradosenañosquenopodíanconseguiraunamujerdesuedad.

Mehereído.—Asíes—hedicho—.Teníasrazón.—No, no.—Ha negado con la cabeza—.

Esonoescierto.Noloes.Mírame.Nuncahetenido ningún problema en conseguirmujeres. Siempre me han tirado los tejos.Ahoraniegasconlacabeza,perolohasvisto.¡PorelamordeDios,sihastatúlohashecho!

—¡Yunamierda!—Lena...—¿De verdad crees que me interesabas?

Eresuniluso.Eraunjuego,era...—Hedejadodehablar.

¿Cómo explicarle algo así a un hombre

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comoél?¿Cómoexplicarlequenoteníanadaque ver con él y sí todo contigo? ¿Que—almenos paramí— era algo que tenía que verconmigo y con Katie y con las cosas quepodíamoshacerjuntas?Lagentealaqueselohacíamos era intercambiable. No tenían lamenorimportancia.

—¿Sabes lo que es tener el aspecto quetengoyo?—lehepreguntado—.Esdecir, séquepiensasqueestásbuenooloquesea,perono tienes ni idea de lo que es ser como yo.¿Sabes lo fácil que me resulta que laspersonas hagan lo que yo quiero o que sesientanincómodas?Loúnicoquehedehaceres mirarlas de un determinado modo, ocolocarme cerca de ellas, o meterme losdedos en la boca y chupármelos, einmediatamentepuedovercómosesonrojan,oselesponedura,oloquesea.Esoesloquehice contigo, gilipollas. Estaba tomándote elpelo.Noestabainteresadaenti.

Élsehaburladoconunarisitaescéptica.

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—Deacuerdo, está bien—ha dicho—.Sitú lo dices, Lena... Entonces ¿qué es lo quequerías? Cuando amenazaste contraicionarnos,cuando lo soltaste todoagritopeladoparaque tumadrepudieraoírte, ¿quéesloquequerías?

—Quería...quería...Nohepodidodecirlequéeraloquequería

porque lo que quería era que las cosasvolvieranasercomoantes.QueríavolveralaépocaenlaqueKatieyyosiempreestábamosjuntas, cuando pasábamos todas las horas detodos los días la una con la otra, cuandonadábamos en el río y nadie nos miraba ynuestros cuerpos eran únicamente nuestros.Queríavolveralaépocaanterioraesejuego,antesdequedescubriéramosloquepodíamoshacer.Peroesoessóloloqueyoquería.Katieno. A Katie le gustaba que la miraran. Paraella, el juegono era sóloun juego; era algomás. Ya al principio, cuandome di cuenta ydiscutimosporello,medijo:«Túnosabeslo

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que se siente, Lena. No puedes imaginar loqueesquealguientedeseetantoqueseacapazdearriesgarlotodoporti.Todo.Sutrabajo,surelación, su libertad. No comprendes lo quesesiente».

He notado que Henderson estabaobservándomealaesperadequedijeraalgo.Yoqueríaencontrarunmododecontarloquepensaba, dehacerle ver queKatie no sólo sehabíasentidoatraídaporél,sinotambiénporelpoderqueteníasobreél.Mehabríagustadoser capaz de explicárselo para borrar esamiradadesurostro,laqueinsinuabaqueéllaconocíayyono;onodeverdad.Peronohepodido hallar las palabras y, en cualquiercaso,nohabríasidotodalaverdad,puesnadiepodíanegarqueellaloquería.

Hecomenzadoasentirundolordetrásdelosojos,unaintensapunzadaquemeindicabaque estaba a punto de llorar otra vez y, albajarlamiradaparaqueélnovieralágrimasenmis ojos, he descubierto que, en el suelo,

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justo entre mis pies, había un clavo. Unolargo, de unos nueve o diez centímetros porlomenos.Hemovidoelpieligeramentehastacolocarloencimadelapuntayentonceslohepisadoparaqueselevantaraelotroextremo.

—Estabas celosa, Lena —ha dichoHenderson—. Ésa es la verdad, ¿a que sí?Siempreloestuviste.Creoqueteníascelosdenosotrosdos,¿no?Demí,porquemeeligióamí, y, de ella, porque yo la elegí a ella.Ningunodelosdostequeríaati,demodoquenoslohicistepagar.Túytumadre,tú...

He dejado que hablara, he permitido quesiguieraengañadoysoltarasussandeces,ynomehaimportadoqueestuvieratanequivocadorespecto a todo porque lo único en lo quepodía concentrarme era en la punta de eseclavoquehabíalevantadodelsueloconelpie.He deslizado lamano debajo de lamesa. Enesemomento,Markhadejadodehablar.

—Nuncadeberíashaberestadoconella—he replicado mirando por encima de su

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hombroparaintentardistraerlo—.Ylosabes.Tienesquesaberlo.

—Ellamequería,yyoaella.Conlocura.—¡Eres un adulto! —le he espetado

manteniendolamiradaenelespacioquehabíadetrásdeél,yhafuncionado:porunsegundo,haechadounvistazoporencimadelhombroyyohedeslizadoelbrazoentremispiernasyhe estirado los dedos hasta que he notado elfríometal.Luegohevueltoaerguirlaespalday me he preparado—. ¿De verdad crees queimporta lo que sintieras por ella? Erasprofesor suyo. Le doblabas la edad, joder.Eras tú quien se suponía que debía hacer locorrecto.

—Ella me quería —ha repetido conexpresiónabatida.Patético.

—Erademasiadojovenparati—hedichoyo,agarrandoconfuerzaelcuerpodelclavo—.Erademasiadoparati.

Entoncesmeheabalanzadosobreél,peronohesido lobastante rápida.Alponermeen

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piedeunsalto,semehaquedadoatrapadalamano debajo de lamesa apenas un segundo.Markhareaccionadodeprisay,agarrándomedelbrazoizquierdo,hatiradodemítanfuertecomo ha podido y me ha tumbadoparcialmentesobrelamesa.

—¿Quéestáshaciendo?—Sehapuestodepiesinsoltarmeymehacolocadodecostado,retorciéndome el brazo a la espalda. Yo hegritado de dolor—. ¡¿Qué es lo que estáshaciendo?!—havueltoadecir,retorciéndomeun pocomás el brazo y abriéndome el puñoconlosdedos.

Ha cogido el clavo de mi mano y, trasempujarmesobrelamesa,mehaagarradodelpelo y se ha colocado encima de mí. Hesentido entonces la punta de metalarañándome la garganta y el peso de sucuerpo sobre el mío, tal y como debió desentirloellacuandoestabanjuntos.Henotadounaccesodevómitosubiendoporlagargantay,trasescupirlo,hedicho:

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—¡Era demasiado buena para ti! ¡Erademasiado buena para ti! —Lo he repetidounayotravezhastaquesupesomehadejadosinrespiración.

Jules

Un chasquido. Un chasquido y un siseo, unchasquidoyunsiseo,yluego:

—Oh,estásahí.Mehe tomado la libertaddeentrar,esperoquenoteimporte.

Era esa anciana, la del pelo púrpura y eldelineadornegro, laquedicesermédium, laque deambula por el pueblo escupiendo ymaldiciendo a la gente, la que había vistojusto el día anterior discutiendo con Louisedelante de la casa. Estaba en el asiento de laventana, balanceando sus hinchadas

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pantorrillasadelanteyatrás.—¡Claro que me importa! —he dicho

alzando la voz para que no notara que mehabía asustado y que, estúpida yridículamente, todavía estaba asustada—. Meimporta mucho. ¿Qué cojones está haciendoaquí?—Chasquidoysiseo,chasquidoysiseo.Tenía un encendedor en la mano. Era elencendedor plateado con las iniciales deLibby grabadas—. Eso es... ¿De dónde lo hasacado? ¡Es el encendedor deNel!—Ella hanegadoconlacabeza—.¡Síqueloes!¿Cómoha llegado a sus manos? ¿Es que ha estadollevándosecosasdeestacasa?¿Ha...?

Ella ha hecho un gesto con su gorda yostentosamente enjoyada mano para que mecallara.

—¡Oh, vamos, tranquilízate! —Me haofrecidounasuciasonrisamarrón—.Siéntate.Siéntate, Julia. —Ha señalado el sillón quetenía delante—.Vamos, siéntate unmomentoconmigo.

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Mesentía tanatónitaquehehecho loqueme decía. He cruzado la habitación y me hesentado mientras ella se revolvía en suasiento.

—No es muy cómodo esto, ¿no? Le iríabien algo más de relleno. ¡Aunque algunospodrían decir que ya tengo suficiente con elmíopropio!—Sehareídodesuchiste.

—¿Qué es lo que quiere? —le hepreguntado—. ¿Por qué tiene el encendedordeNel?

—Oh, no. Este encendedor no es deNel.Mira aquí. —Ha señalado la inscripción—.¿Loves?«LS.»

—Sí, ya lo sé. «LS», Libby Seeton. PeronopertenecióaLibby,¿verdad?Nocreoquefabricaran ese tipo de encendedores en elsigloXVII.

Nickiehasoltadounacarcajada.—¡NoesdeLibby! ¿Haspensadoque las

iniciales «LS» eran por Libby? ¡No, no, no!Este encendedor perteneció aLauren.Lauren

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Townsend.Desoltera,LaurenSlater.—¿LaurenSlater?—¡Así es! Lauren Slater, luego Lauren

Townsend.Lamadredesuinspector.—¿LamadredeSean?—Hepensadoenel

chico subiendo los escalones, el chico delpuente—.¿LaLaurendelrelatoeslamadredeSeanTownsend?

—Así es. No es que seas muy perspicaz,¿verdad? Y no es un relato. No sólo eso, almenos. Lauren Slater se casó con PatrickTownsend y tuvo un hijo al que quería conlocura. Todo le iba de maravilla. ¡Sólo que,entonces (o eso quiso la poli quecreyéramos), la mujer va y se tira!—Se hainclinado hacia delante y me ha sonreído—.Pocoprobable,¿no?Esodijeensumomento,pero,claro,amínadiemeescucha.

¿EraSeanesechico?¿Eldelosescalones,elqueviocaerasumadre,onoviocaerasumadre, según a quien creyera una? ¿Era esocierto, Nel? ¿No se trataba de una mera

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invención? Lauren era la que tuvo unaaventura,laquebebíademasiado,lalibertina,la mala madre. ¿No era ésa su historia?Laurenesaquellaencuyaspáginasescribiste:«Beckford no es un lugar propicio parasuicidarse. Beckford es un lugar en el quelibrarse de mujeres conflictivas». ¿Quéestabasintentandodecirme?

Nickieseguíahablando.—¿Loves?—haconfirmadoseñalándome

conundedo—.¿Loves?Esoesloquequierodecir.Nadiemeescucha.¡Túestásahísentaday yo estoy delante de ti y ni siquiera meescuchas!

—Estoy escuchando. Lo hago. Es sóloque...noloentiendo.

Ellahacarraspeadoindignada.—Bueno,simeescucharas,loentenderías.

Este encendedor —chasquido, siseo—pertenecíaaLauren,¿deacuerdo?Tienesquepreguntarte entonces por qué tu hermana loteníaahíarribaconsuscosas.

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—¿«Ahí arriba»? Así pues ¡sí que haestado en la casa!Usted lo cogió, usted...Unmomento,¿fueusted?¿Haestadoenelcuartodebaño?¿Escribióalgoenelespejo?

—¡Escúchame!—Sehapuestodepiecongran esfuerzo—. No te preocupes por eso.Esonoesimportante.

Entonceshadadounpasohaciamí,sehainclinadohaciadelanteyhavueltoaaccionarel encendedor. La llama ha parpadeado entrenosotrasdos.Lamujerolíaacaférequemadoydemasiadoa rosas.Yomehe echadohaciaatrásparaalejarmedesuoloraanciana.

—¿Sabes para qué lo utilizó él? —hadicho.

—¿Aquiénserefiere?¿ASean?—No, idiota. —Ha puesto los ojos en

blancoyhavueltoaacomodarseenelasientode la ventana, que ha crujido penosamentebajo su peso—. ¡A Patrick! El padre. No loutilizaba para encenderse sus cigarrillos.Después de que su esposa muriera, cogió

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todas sus cosas (toda su ropa, y sus fotos, ytodoloqueposeía),lasllevóalpatiotraseroylas quemó. Lo quemó todo. Y esto —haaccionadoelencendedorunavezmás—esloqueutilizóparaencenderelfuego.

—De acuerdo —he dicho. Mi pacienciaestaba agotándose—. Pero todavía no loentiendo.¿PorquéloteníaNel?Y¿porquéselollevóusted?

—Preguntas, preguntas... —ha soltadoNickieconunasonrisa—.Bueno,encuantoapor qué lo tengo yo... Necesitaba algo suyo,¿no?Parapoderhablarconella.Antesoíasuvoz altay clara, pero..., ya sabes, a veces lasvocesenmudecen,¿no?

—No tengo ni la menor idea —hereplicadofríamente.

—¿Nomecrees?Noseráporquetúnuncahas hablado con losmuertos, ¿verdad?—Hasoltadouna risitade complicidady semehaerizadoelvellodelanuca—.Necesitabaalgopara invocarla. ¡Ten! —Me ha ofrecido el

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encendedor—.Telodevuelvo.Podríahaberlovendido,¿no?Podríahabercogidodetodoyhaberlo vendido. Tu hermana tenía algunascosas caras, ¿verdad? ¿Joyas y demás? Peronolohice.

—Muyamabledesuparte.Ellahasonreído.—Vamosalasiguientepregunta:¿porqué

tenía tuhermanaesteencendedor?Bueno,nopuedodecirloconseguridad.

Lafrustraciónsehaapoderadodemí.—¿De verdad?—he dicho con desdén—.

¿Acaso no habla con los espíritus? Pensabaque eso era lo suyo.—Hemirado alrededorde la habitación—. ¿No está ella aquí ahora?¿Porquénoselopreguntadirectamente?

—No es tan fácil, ¿verdad? —harespondido herida—.He intentado invocarla,pero ha enmudecido. —Podría habermeengañado—. No hace falta ponerse así. Sóloestoy tratandode ayudar.Loúnico que estoyintentandodecirte...

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—¡Bueno,puesdígamelodeunavez!—laheinterrumpidoyo—.¡Suéltelo!

—No te enfades, mujer —ha dicho ellahaciendopucheros con labarbilla trémula—.Esloqueestabahaciendo.Simeescucharas...ElencendedoreradeLauren,yPatrickfuelaúltima persona que lo tuvo. Y eso es loimportante.No sé por qué lo teníaNel, peroes el hecho mismo de que lo tuviera lo queresultadestacable.¿Noloves?PuedequeellaseloquitaraaPatrick,oquizáélselodio.Encualquier caso, eso es lo importante. Laurenloes.Todoesto,lodetuNel,notienequeverconKatieWhittaker y ese estúpido profesor,ni tampococon lamadredeKatieninadadeeso.EstárelacionadoconLaurenyPatrick.

Mehemordidoloslabios.—¿En qué sentido está relacionado con

ellos?—Bueno...—Seharemovidoenelasiento

—. Ella estaba escribiendo sus narracionessobre ellos, ¿no?Y la deLauren se la contó

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Sean Townsend porque, al fin y al cabo, sesupone que él fue testigo de todo. Así pues,ellapensabaqueélestabacontandolaverdad;¿porquénohabríadehacerlo?

—¿Y por qué no habría de hacerlo él?¿AcasoestádiciendoqueSeanmintiósobreloquelehabíapasadoasumadre?

Ellahafruncidoloslabios.—¿Has conocido al padre? Es un

demonio. Y no quiero decir en el buensentido.

—Entonces ¿Seanmintió sobre lamuertedesumadreporquetienemiedodesupadre?

Nickiesehaencogidodehombros.—No puedo decirlo con seguridad, pero

esto es loque sé: lahistoriaqueoyóNel (laprimera versión, en la que Lauren salecorriendo en plena noche y su marido y suhijovandetrásdeella)noeracierta.Yasíselodije.Porque,verás,miJeannie (éstaesmihermana) estuvo presente. Aquella nocheestuvo ahí... —De repente, Nickie ha metido

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una mano dentro de su abrigo y hacomenzado a buscar algo mientras seguíahablando—:Lacosaesque le conté aNel lahistoriadeJeannieyellalapusoporescrito.

Finalmente, ha sacado un montón depapelesymeloshaofrecido.Yoheextendidolamanoparacogerlos,peroellahaapartadoelbrazo.

—Unmomento—hadicho—.Tienes quecomprenderqueesto—haagitadolaspáginasen alto— no es toda la historia. Porque, apesardequeyoselocontétodo,ellanoquisoescribirlo tal cual. Una mujer testaruda, tuhermana.Enparte,por esomegustaba tanto.Fueentoncescuandotuvimosnuestropequeñodesencuentro.—Havueltoaacomodarseenelasiento y ha comenzado a balancear laspiernas con más energía—. Le hablé deJeannie, que trabajaba de policía en la épocaen la que Lauren murió. —Ha tosidoruidosamente—. Mi hermana no creía queLaurencayeradelacantiladosinquenadie la

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empujara,porquehabíaotrascosasquehabíaque tener en cuenta. Sabía que el marido deLauren era un demonio y que le pegaba yluego decía que ella se encontraba con suamanteenlacasitadecampodeAnneWard,apesardequenuncanadie levioelpeloaesesupuestotipo.Alparecer,ésafuelarazón,¿loves? El tipo al que supuestamente Laurenestaba viendo huyó y, presa de ladesesperanza,elladecidiótirarse.—Nickiehadesestimadola ideaconunmovimientode lamano—.Tonterías.¿Conunniñodeseisañosencasa?Tonterías.

—Bueno, en realidad —he dicho—, ladepresiónesalgocomplicado...

—Bufff... —Me ha silenciado con otromovimiento de la mano—. No había ningúnhombre.Ningunoquenadiedeaquí llegaraavernunca.PodríapreguntárseloamiJeannie,pero está muerta. Y sabes quién la mató,¿verdad?

Cuandofinalmentehadejadodehablar,he

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oídoelrumordelaguaenmediodelsilencio.—¿Está diciendo que Patrick mató a su

esposa y queNel lo sabía? ¿Y que luegomihermanaescribiósobreello?

Enojada,Nickiehachasqueadolalengua.—¡No! Ya te lo he explicado. Escribió

algunas cosas, pero no todas. Y por esodiscutimos,porqueestabadispuestaaescribirlascosasquemecontóJeanniecuandoestabaviva, pero no las que me contó cuando yahabíamuerto.Locualnotienesentido.

—Bueno...—No tiene el menor sentido. Tienes que

escucharme.Y, si nome escuchas amí—hadicho, ofreciéndome las páginas—, puedesescucharatuhermana.Porqueélselascargóatodas.Enciertomodo,PatrickTownsendsecargóaLauren,yamiJeanniey,sinoestoyequivocada,tambiénatuNel.

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LaPozadelasAhogadas

Lauren,otravez,1983

Lauren enfiló el camino hacia la casita decampo de Anne Ward. Últimamente iba cadavez con más frecuencia; allí encontraba unatranquilidadqueningúnotrositiodeBeckfordparecía ofrecerle. Y sentía una extrañaafinidad con la pobre Anne. También ella sehabía visto atrapada en un matrimonio sinamorconunhombrequeno lasoportaba.Enese lugar,Laurenpodíanadar y fumar y leersinquenadielamolestara.Porlogeneral.

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Unamañana, vio a dosmujeres paseandopor delante. Las reconoció: Jeannie, unacorpulenta policía de rostro rubicundo, y suhermana Nickie, la que hablaba con losmuertos. A Lauren le caía bien esta última.Eradivertidayparecíaamable.Aunquefueraunatimadora.

JeannielasaludóenvozaltadesdelejosyLauren lo hizo con la mano de un mododisplicente para evitar que se acercaran.Normalmente,sehabríaacercadoaellas,perotenía la cara hecha un desastre y no leapetecíadarlesexplicaciones.

Fue a nadar. Era consciente de estarhaciendo cosas por última vez: un últimopaseo,unúltimocigarrillo,unúltimobesoenlapálidafrentedesuhijo,unúltimobañoenelrío(openúltimo).Alsumergirseenelagua,sepreguntósiseríaasí, si sentiríaalgo.Ysepreguntóadóndehabíaidoapararsuespíritucombativo.

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FueJeanniequienllegóprimeroalrío.Estabaen la comisaría viendo la tormenta cuandorecibió la llamada: Patrick Townsend,histérico e incoherente, diciendoagritos porlaradioalgosobresuesposa.SuesposayLaPozade lasAhogadas.CuandoJeannie llegó,el chico estaba debajo de los árboles. Alprincipiopensóqueestabadurmiendo,peroencuantoelniñolevantólamiradaadvirtióquesusojosnegrosestabanabiertoscomoplatos.

—Sean—dijoella,quitándosesuabrigoyenvolviéndolo con él. El chiquillo estabaamoratadoytodosucuerpotemblaba.Teníaelpijama empapado y los pies descalzos ycubiertosdebarro—.¿Quéhapasado?

—Mi mamá está en el agua —respondióSean—. He de quedarme aquí hasta que élvuelva.

—¿Quién? ¿Tu padre? ¿Dónde está tupadre?

Seansacósudelgadobrazodedebajodel

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abrigo y señaló un punto a espaldas de lapolicía. Jeannie se volvió y vio a Patrickarrastrándose por la orilla, sollozandoentrecortadamente y con el rostro deformadoporeldolor.

Jeanniefuecorriendohaciaél.—Señor, yo... La ambulancia está de

camino. El tiempo estimado de llegada es decuatrominutos...

—Demasiado tarde —repuso Patrick,negandoconlacabeza—.Esdemasiadotarde.Hamuerto.

Otros llegaron: técnicos sanitarios yagentesuniformados, yunoodos inspectoressénior.Seansehabíapuestodepiey,envueltocon el abrigo de Jeannie como si fuera unacapa,seaferróasupadre.

—¿Podríallevarloacasa?—lepreguntóaJeannieunodelosinspectores.

Elniñoempezóallorar.—Por favor. No, no quiero... No quiero

irme.

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—¿Puedes llevártelo a tu casa, Jeannie?—dijoPatrick—.Estáasustadoynoquiereiracasa.

Luego se arrodilló en el barro y,cogiéndole la cabeza al niño con ambasmanos, le susurró algo al oído. Para cuandovolvió a incorporarse, Sean parecía habersecalmado.El chiquillodeslizóunamanoen ladeJeannieysefueconellasinecharlavistaatrás.

Unavezensuapartamento,JeannielequitóaSeanlaropamojada,loenvolvióenunamantay lepreparóuna tostadaconqueso.Élcomióensilencioyconcuidado, inclinándosesobreelplatoparanotirarmigasalsuelo.Cuandohuboterminado,preguntó:

—¿Sevaaponerbienmamá?Jeannie eludió contestarle y comenzó a

retirarlosplatos.—¿Tienesfrío,Sean?—lepreguntó.

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—Estoybien.Ella preparó té y puso dos terrones de

azúcarencadataza.—¿Quieres contarme qué ha pasado? —

preguntó, y el niño negó con la cabeza—.¿No? ¿Cómo has llegado al río? Estabascubiertodebarro.

—Hemosidoencoche,peroyomehecaídoenelsendero—dijoél.

—Está bien. Entonces ¿has ido con tupadreocontumadre?

—Hemosidotodosjuntos.—¿Lostres?Seanarrugóelrostro.—Había una tormenta cuando me he

despertado. Eramuy fuerte, y se oían ruidosrarosenlacocina.

—¿Quéclasederuidosraros?—Como... como los que hace un perro

cuandoestátriste.—¿Comoungimoteo?Seanasintió.

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—Pero no tenemos perro porque no meestá permitido. Papá dice que no lo cuidaríabienyqueal final tendríaqueencargarseél.—Diounsorboasutéysesecólosojos—.Yonoqueríaestarsoloporquemedabamiedolatormenta, así que papá me ha metido en elcoche.

—¿Ytumamá?Elchiquillofruncióelceño.—Ella estaba en el río y he tenido que

esperar bajo los árboles. Se supone que nodebohablardeello.

—¿Quéquieresdecir,Sean?¿Quéquieresdecir con lo de que se supone que no debeshablardeello?

Élnegóconlacabezay,trasencogersedehombros,yanodijounapalabramás.

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Sean

Howick. Cerca de Craster. La historia noestaba tanto repitiéndose a sí misma comojugandoconmigo.NoestálejosdeBeckford,apocomásdeunahoraencoche,peronuncavoy.Novoyalaplayanialcastillo.Nuncaheidoacomerlosfamososarenquesdelfamosoahumadero. Eso era cosa de mi madre, sudeseo.Mi padre nuncame llevó, y ahora yonuncavoy.

CuandoTraceymehadichodóndeestaba

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lacasaymehaindicadoellugaralqueteníaque ir,me he sentido conmovido.Y tambiénculpable.Mehesentidodelmismomodoquecuando pensaba en la propuesta decumpleañosquemehabíahechomimadre,laqueyorechacéparairalaTorredeLondres.Si no hubiera sido tan ingrato, si hubieradicho que quería ir con ella a la playa, alcastillo, ¿estaría todavía aquí?, ¿habrían sidodistintaslascosas?

Ese viaje nunca realizado fue una de lasmuchas cuestiones que ocuparon mi mentedespués de la muerte de mi madre, cuandotodo mi ser se vio consumido por laconstrucción de un nuevo mundo, unarealidadalternativaenlaqueellanomoría.Sihubiéramos hecho el viaje a Craster, si yohubiera ordenado mi habitación cuando mehabía pedido que lo hiciera, si no hubieraensuciadodebarrominuevacarteraparairalaescuelacuandohabíaidoanadarríoabajo,si hubiera escuchado a mi padre y no le

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hubiera desobedecido tan a menudo. O, másadelante, me preguntaba si quizá deberíahaberle desobedecido, si debería habermequedadodespiertohastatardeenvezdeirmeala cama. Tal vez entonces podría haberlaconvencidoparaquenosemarchara.

Ninguno de mis escenarios alternativosresolvió la cuestión y, finalmente, algunosañosmás tarde, llegué a comprender que nohabíanadaquehubierapodidohacer.Loquemimadrequería no era queyohiciera algo,eraqueotrapersonahicieraalgo,oquenolohiciera: lo que quería era que el hombre alque amaba, el hombre con el que se veía ensecreto, el hombre con el que había estadotraicionando a mi padre, no la dejara. Esehombrecarecíaderostroydenombre.Eraunfantasma, nuestro fantasma. Mío y de mipadre. Nos dio un porqué, algo que nosproporcionóciertoalivio:nohabíasidoculpanuestra.(Habíasidodeél,odeella;deambos:de mi traidora madre y de su amante.

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Nosotros no podríamos haber hecho nada;simplemente, no nos quería lo suficiente.)Élnos proporcionó una razón para levantarnosporlamañana,unarazónparaseguiradelante.

YentoncesaparecióNel.Laprimeravezquevinoacasa,preguntó

pormi padre. Quería hablar con él sobre lamuerte de mi madre. Ni él ni yo estábamosaquel día, de modo que habló con Helen, yésta se mostró tajante: «No sólo Patrick nohablará con usted —le dijo—, sino queademásnoapreciarálaintromisión.Tampocolo hará Sean, ni ninguno de nosotros. Es unasuntoprivado—añadió—y formapartedelpasado».

Nelignorósuadvertenciaeintentóhablarconmipadredetodosmodos.Lareaccióndeéste la intrigó.No se enfadó tal y como ellahabía esperadoquehiciera, ni le explicóquese trataba de algo muy doloroso y que nosoportaba tener que hablar sobre ello.Simplemente ledijoquenohabíanadade lo

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quehablar,quenohabíapasadonada.Esofueloqueélledijo.Quenohabíapasadonada.

Asípues,porúltimomeabordóamí.Fueenplenoverano.YohabíatenidounareuniónenlacomisaríadeBeckfordy,alsalir,melaencontré apoyada en mi coche. Llevaba unvestido tan largo que barría el suelo con él,unassandaliasdecueroensusmorenospiesyesmalte de color azul en las uñas de losmismos. La había visto por el pueblo conanterioridad y había reparado en ella; erahermosa, resultaba difícil no hacerlo. Perohastaentoncesnolahabíavistodecercaynome había dado cuenta de lo verdes que eransusojosyde la aparienciadeotredadque leproporcionaban. Era como si no fueraexactamentedeestemundoo,desdeluego,nodeestelugar.Erademasiadoexótica.

Ella me contó lo que mi padre le habíadicho,lodeque«nohabíapasadonada»,ymepreguntósiyotambiénpensabalomismo.Yole expliqué que no lo decía en serio, que no

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quería decir en realidad que no hubierapasado nada. Sólo quería decir que nohablábamos sobre ello, que pertenecía alpasado.Lohabíamosdejadoatrás.

—Bueno, claro que lo han hecho—dijoella sonriéndome—. Y lo comprendo, pero,verá, estoy trabajando en este proyecto, unlibro,yquizátambiénunaexposición,yyo...

—No—repuse—.Esdecir, sé loqueestáhaciendo, pero yo, o, mejor dicho, nosotrosno podemos formar parte de ello. Esvergonzoso.

Ella se apartó un poco, pero no dejó desonreír.

—¿Vergonzoso?Quéextrañapalabraparareferirse a ello. ¿Qué es lo que resultavergonzoso?

—Paranosotros lo es—le aseguréyo—.Para él. —«Para nosotros» o «para él», norecuerdobienquédije.

—¡Oh! —En ese momento, la sonrisadesapareciódesurostroysuexpresiónpasóa

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serafligida,preocupada—.No.Noes...No,noes algo vergonzoso. No creo que ya nadiepienseasí,¿verdad?

—Él,sí.—Por favor —dijo entonces—. ¿No

podríahablarconmigo?Creo que debí de apartarme de ella,

porquecolocóunamanoenmibrazo.Yobajélamiradaymefijéen losanillosdeplatadelosdedos,elbrazaletedelamuñecaylalacadeuñasazuldesconchada.

—Por favor, señor Townsend..., Sean.Hacemuchotiempoquequierohablarcontigodeesto.

Ella había vuelto a sonreír. Su modo dedirigirseamí,directoe íntimo,hizoquemeresultara imposible negarme. Supe entoncesquemehabíametidoenproblemas,queellasehabía metido en problemas, el tipo deproblemasqueyohabíaestadoesperandotodamividaadulta.

Así pues, accedí a contarle lo que

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recordabasobre lanochede lamuertedemimadre.Ledijequemeencontraríaconellaensu nuevo hogar, laCasa delMolino.Le pedíquemantuviéramoseseencuentroenprivado,puesamipadrenoleharíagracia,nitampocoami esposa.Ellahizounapequeñamuecaaloír la palabra esposa y volvió a sonreír.Ambossupimosentoncesloqueibaasuceder.La primera vez que fui a hablar con ella nollegamosahablar.

De modo que tuve que volver. Y luegoseguíhaciéndoloynuncallegábamosahablarsobre ello. Me pasaba una hora con ella, odos, pero cuandomemarchaba era como sihubieranpasadodías.Aveces temíahabermeabstraídoyperdido lanocióndel tiempo.Enocasiones me sucede.Mi padre dice que meausentodemímismo,comosifueraalgoquehiciera a propósito, algo que pudieracontrolar, sin embargono es así.Siempre lohehecho,desdequeeraniño:enunmomentoestoyaquíy,alsiguiente,yano.Nolohagode

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forma deliberada.A vecesme doy cuenta dequelohehechoypuedovolverenmí;aprendía hacerlo hace mucho tiempo: me toco lacicatrizdelamuñeca.Porlogeneralfunciona.Nosiempre.

Alprincipioevitécontarlelahistoria.Ellainsistía, pero resultaba agradablemente fácilde distraer. Yo imaginaba que estabaenamorándosedemíyquenosmarcharíamos—ella,Lenayyo—,quedejaríamoselpueblo.Imaginaba que al fin me estaría permitidoolvidar. ImaginabaqueHelennome lloraría,que pasaría página con rapidez con alguienmás adecuado a su inalterable bondad.Imaginaba que mi padre moriría mientrasdormía.

Poco a poco, ella fue sacándome lahistoria y me quedó claro que se sintiódecepcionada. No era lo que quería oír.Queríaelmito,lahistoriadeterror,queríaelniñoqueviocaerasumadre.Medicuentadeque,paraella,abordaramipadrehabíasido

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elentrante,yoeraelplatoprincipal.Yoibaaser el corazón del proyecto, pues así fuecomo empezó todo para ella, con Libby yluegoconmigo.

Consiguió sacarme cosas que no queríacontarle. Sabía que debería callármelas, perono podía. Sabía que estaba metiéndome enalgo de lo que no sería capaz de salir. Sabíaqueestabavolviéndomeimprudente.Dejamosde vernos en la Casa delMolino porque lasvacacionesescolareshabíanempezadoyLenasolía estar en casa. Comenzamos a ir a lacasitadecampo, locualeraarriesgado,peroenelpueblonohabíaningúnhotel enelquereservar habitaciones. ¿A qué otro lugarpodíamosir?Nuncasemepasóporlacabezaquedebieradejardeverla.Poraquelentonces,esomeparecíaimposible.

Mi padre da sus paseos al amanecer, demodoquenotengoniideadeporquéfuealacasitadecampoaquellatarde.Perolohizo,yviomicoche.Trasesperarentrelosárbolesa

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que Nel se hubiera marchado, se encaróconmigoymepegó.Metiróalsueloagolpesyluegosepusoadarmepatadasenelpechoyen el hombro. Yo me hice un ovillo y meprotegí la cabeza, tal y como me habíanenseñadoquedebíahacerenesassituaciones.Nomedefendí,puessabíaquepararíacuandohubiera tenido suficiente, y cuando supieraqueyoyanopodíaaguantarlomás.

Luego cogió mis llaves del coche y mellevó a casa. Helen se puso hecha una furia:primero conmi padre por la paliza y luegoconmigo cuando le expliqué la razón de lamisma. Nunca antes la había visto enfadada,no así. Hasta que no fui testigo de su rabia,fría y aterradora, no comencé a imaginar loque podía llegar a hacer, la venganza quepodía emprender. Imaginé que hacía lasmaletasysemarchaba,imaginéquedimitíadelaescuela,elescándalopúblico,elenfadodemi padre. Ése era el tipo de venganza quesupuse que podía llevar a cabo. Pero me

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equivocaba.

Lena

He soltado un grito ahogado y, tras cogertanto aire como he podido, le he clavado elcodo en las costillas. Él se ha retorcido dedolor, pero no me ha soltado. Su cálidoaliento en mi rostro hacía que me dieranganasdevomitar.

—Demasiado buena para ti—he seguidodiciéndole—. Ella era demasiado buena parati, demasiado buena para que la tocaras,demasiado buena para que te la follaras... Lecostastelavida,desgraciadodemierda.Nosécómolohaces,nosécómopuedeslevantartecadamañana,cómopuedesiratrabajar,cómopuedesmirarasumadrealosojos...

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Henotadoelclavoarañándomeelcuelloyhe cerrado los párpados, convencida de queibaaclavármelo.

—Notienesniideadeloquehesufrido—haasegurado—.Niidea.

Luego me ha agarrado por el pelo, hatiradocon fuerzaymeha soltadode repentede tal forma que me he golpeado la cabezacontralamesa.Sinpoderevitarlo,finalmentehecomenzadoallorar.

Marksehaapartadodemíysehapuestode pie. Ha retrocedido unos pasos y acontinuaciónha rodeado lamesaparavermebien desde el otro lado. Se ha quedado ahí,observándome,yyohedeseadomásquenadaenelmundoque la tierra se abrieray semetragara. Cualquier cosa sería mejor quepermitir que me viera llorar. Me heincorporado. Estaba sollozando como unaniña que hubiera perdido su muñeca, yentoncesélhaempezadoadecir:

—¡Yabasta!¡Yabasta,Lena!Nolloresasí.

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Nolloresasí...—Yerararoporquetambiénélestaballorandoynodejabadepedirmeunayotra vez—: Deja de llorar, Lena, deja dellorar.

Lo he hecho y nos hemos quedadomirandoelunoalotro,ambosconlágrimasymocosennuestrosrostros.Éltodavíateníaelclavoenlamano,yhadicho:

—Yonolohice.Loquepiensasquehice...Yo no toqué a tu madre. Pensé en hacerlo.Pensé enhacerle todo tipode cosas, peronolohice.

—Síque lo hiciste—he contestadoyo—.Tienessubrazalete,tú...

—Ella vino a verme—ha replicado él—.Después de que Katie muriera. Me dijo quedebía confesar la relación que habíamantenido con ella. ¡Por Louise! —Se hareído—.Comosiatumadreleimportaraunamierda. Como si a ella le importara unamierda nadie. Sé por qué quería que lohiciera. Se sentía culpable por haber metido

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ideasenlacabezadeKatie,sesentíaculpabley quería que otra persona asumiera la culpa.Esa zorra egoísta quería cargármela toda amí.

Heechadounvistazoalclavoquellevabaen la mano y me he imaginadoabalanzándome sobre él, quitándoselo yclavándoselo en el ojo. Tenía la boca seca yme he relamido. Mis labios tenían un saborsalado.

Élhaseguidohablando:—Lepedíquemedieraalgodetiempo.Le

dije que hablaría con Louise, pero que antesdebía tener claro lo que iba a decirle, cómoiba a explicárselo.—Ha bajado lamirada alclavoy luegohavueltoasubirlahaciamí—.Verás,Lena,yononecesitabahacerlenada.Elmodode lidiarconmujeresasí,conmujerescomo tu madre, no es recurriendo a laviolencia, sino apelando a su vanidad. En elpasado he tratado con mujeres como ella,mujeres maduras, de más de treinta y cinco

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años, que ya están perdiendo su atractivojuvenil. Quieren sentirse deseadas. Puedeolerse su desesperación a kilómetros. Teníaclaro lo que debía hacer, aunque pensar enellomedierarepelús.Teníaqueponerlademilado.Seducirla.Camelármela.—Hahechounapausaysehapasadoeldorsodelamanoporla boca—. Pensé en hacerle algunasfotografías comprometedoras. Amenazarlacon humillarla. Pensé que tal vez así medejaríaenpaz,medejaríaconmipena.—Haalzado ligeramente la barbilla—. Ése era miplan,peroentoncesHelenTownsendintervinoyyanotuvequehacernada.

Ha tirado el clavo a un lado. He vistocómo éste rebotaba en la hierba y al finalquedabaapoyadocontraelmuro.

—¿De qué estás hablando? —hepreguntado—.¿Quéquieresdecir?

—Te lo contaré, lo haré, sólo... —Haexhalado un suspiro—.Yono quiero hacertedaño,Lena.Nunca lohequerido.Anoche,en

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casa, tuve que pegarte cuando me atacaste;¿qué otra cosa podía hacer? Pero no serepetirá.No,anoserquemeobliguesaello,¿de acuerdo?—Yo no he contestado nada—.Esto es lo que necesito que hagas. NecesitoquevuelvasaBeckfordyledigasalapolicíaque ayer huiste haciendo autostop o lo quesea. Nome importa lo que les cuentes, perotienesquedecirlesquementistesobremí.Quete lo inventaste todo. Diles que lo hicisteporque estabas celosa, o porque estabasenajenada por el dolor, o quizá tan sóloporque eres una pequeña zorra vengativa enbusca de atención, me da igual, siempre ycuandolesdigasquementiste,¿deacuerdo?

Me lo he quedado mirando con los ojosentornados.

—¿Quétehacepensarqueharíaalgoasí?En serio, ¿qué cojones me haría hacer algosemejante? Además, ya es demasiado tarde,fueJoshquienhablóconellos,noyo...

—Entonces diles que Josh mintió.

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Explícalesquetúledijistequelohiciera.Dilea Josh que ha de retractarse. Sé que puedeshacerlo. Y creo que lo harás porque, en esecaso, no sólo no te haré daño, sino queademás te contaré lo que quieres saber—hadicho mientras deslizaba una mano en unbolsillo de sus pantalones vaqueros y sacabael brazalete—.Túhaces estopormí, yyo tecontaréloquesé.

He caminado hasta la pared. Estaba deespaldas a él y no podía dejar de temblarporquesabíaque,siquería,podíaabalanzarsesobremíyacabarconmigo.Peronocreíaquequisierahacerlo.Lonotaba.Loqueélqueríaerahuir.Hetocadoelclavoconlapuntadeunpie. La pregunta era: ¿iba a permitir que lohiciera?

Lehedado laespaldaa laparedymehevuelto hacia él. He pensado en todas lasestúpidas equivocacionesquehabía cometidohasta llegar aquí y no pensaba cometer otra.He simulado miedo, he simulado

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agradecimiento.—¿Meloprometes?...¿Medejarásvolver

a Beckford? Por favor, Mark, ¿me loprometes?... —He simulado alivio, hesimulado desesperación, he simuladoarrepentimiento.Loheembaucado.

Él se ha sentado y ha dejado el brazaleteenmediodelamesa.

—Loencontré—hadichoderepente,yyomeheechadoareír.

—¿Lo encontraste? ¿Dónde? ¿En el ríoquelapolicíaestuvorastreandodurantedías?Vamos,nomejodas...

Élhapermanecidoun segundo inmóvilyluego ha levantado la mirada y se me haquedadomirandocomosimeodiaramásquea nadie en el mundo. Cosa que con todaprobabilidaderaasí.

—¿Vasaescucharmeono?Heapoyadolaespaldaenlapared.—Teescucho.—FuialdespachodeHelenTownsend—

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ha dicho—. Estaba buscando...—ha parecidoavergonzado— algo de ella. De Katie.Quería...algo.Algoquepudieraconservar.

Estaba intentandoquesintiera lástimaporél.

—¿Y...?—Noestabafuncionando.—Buscando la llave del archivador, eché

unvistazoenelcajóndelescritoriodeHelenyahíestaba.

—¿Encontraste el brazalete de mi madreenelescritoriodelaseñoraTownsend?

Élhaasentido.—Nomepreguntescómollegóallí.Pero

situmadrelollevabaeldíadesumuerte...—La señora Townsend —he repetido

estúpidamente.—Séquenotienesentido—hadichoél.Salvo que sí lo tenía. O podía tenerlo si

meparabaapensarlo.Nuncalahubieracreídocapaz. Es una zorra estirada, sí, pero nuncahabría imaginadoque fuera capazdeagredirfísicamenteanadie.

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Mark se me ha quedado mirandofijamente.

—Hay algo que se me escapa, ¿verdad?¿Qué hizo? ¿Qué le hizo a Helen? ¿Qué lehizotumadre?

Yo no he dicho nada. Le he dado laespalda. Una nube ha pasado por delante delsolyhesentidounfríocomoelquesentíensu casa aquella mañana, por dentro y porfuera, calándome hasta los huesos. Me heacercadoa lamesa,hecogidoelbrazaletey,deslizándolopormimano,melohepuestoenlamuñeca.

—Bueno —ha dicho él—. Ya te lo hecontado. Te he ayudado, ¿no? Ahora es tuturno.

Mi turno.Heregresadoa lapared,meheagachadoyhecogidoelclavo.Mehevueltootravezensudirección.

—Lena—hadichoMark, y por cómohapronunciado mi nombre y por cómorespiraba, rápida y superficialmente, he

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notado que tenía miedo—. Te he ayudado.He...

—CreesqueKatiesesuicidóporquetemíaque yo la traicionara, o porque temía que lohicieramimadre;quealguienostraicionaraytodoelmundoseenterara,ellasemetieraenun lío y sus padres se quedaran destrozados.Perosabesqueenrealidadnoesasí,¿verdad?—Él ha agachado la cabeza con las manosagarradasalbordedelamesa—.Túsabesqueésanoeslaverdaderarazón.Larazónesqueteníamiedode loquepudierapasartea ti.—Haseguidomirandoalamesainmóvil—.Lohizo por ti. Se suicidó por ti. Y ¿tú qué hashecho por ella? —Sus hombros habíancomenzadoatemblar—.¿Quéhashecho?Hasmentido una y otra vez, la has desestimadopor completo, como si no significara nadapara ti, como si no fuera nadie para ti. ¿Nocreesquesemerecíaalgomejor?

Conelclavoenlamano,meheacercadoala mesa. Podía oírlo lloriqueando,

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lloriqueandoypidiendoperdón.—Lo siento, lo siento, lo siento—estaba

diciendo—.Perdóname.Dios,perdóname.—Unpocotardeparaeso,¿nocrees?—he

replicado.

Sean

Estabaamediocaminocuandohacomenzadoacaeruna ligera lloviznaque,de repente, seha convertido en un auténtico aguacero. Lavisibilidadhapasadoaserprácticamentenula,de modo que he tenido que aminorar lavelocidad al máximo. Uno de los agentesenviadosalacasadeHowickmehallamadoylehecontestadoconelmanoslibres.

—Aquí no hay nada —ha dicho por lacrepitantelínea.

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—¿Nada?—No hay nadie. Hemos encontrado un

coche,unVauxhallrojo,peronirastrodeél.—¿YLena?—Nohayrastrodeningunodelosdos.La

casa está cerrada. Estamos mirando.Seguiremoshaciéndolo...

El coche estaba allí, pero ellos no. Esosignificabaquedebíandehaber ido a algunaparteapie.¿Porquéhabríanhechoalgoasí?¿Acaso se le había estropeado el coche? SiHendersonhabía llegadoa lacasaysehabíadado cuenta de que no podía entrar yrefugiarse, ¿por qué no había forzado laentrada? ¿No era mejor eso que salircorriendo?A no ser que alguien los hubierarecogido. ¿Un amigo? ¿Alguien estabaayudándolo? Sí, cabía la posibilidad de quealguien estuviera echándole un cable parasacarlo del apuro, pero se trataba de unprofesor de escuela, no de un criminalhabitual. Me costaba imaginar que tuviera

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amigoscapacesdeimplicarseenunsecuestro.Noestabasegurodesiesomehacíasentir

mejoropeor,pues,siLenanoestabaconél,no teníamos ni idea de dónde se encontraba.Nadielahabíavistoencasiveinticuatrohoras.Esaideaerasuficienteparaquemeentraraelpánico. Tenía que encontrarla sana y salva.Después de todo, a su madre ya le habíafalladoporcompleto.

Después del incidente conmi padre, dejédeveraNel.Dehecho,novolvíapasarotromomento a solas en su compañía hasta quemurió Katie Whittaker, y entonces no tuveotra elección. Tuve que interrogarla por elvínculodesuhijaconKatie,ytambiénporlasacusacionesqueLouiseestabahaciendo.

La interrogué como testigo, lo que, porsupuesto, fue muy poco profesional por miparte. Ciertamente, una gran parte de micomportamiento durante el año pasadomereceríaesadescripción,perodesdequemeinvolucréconNel,esoparecióconvertirseen

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algo inevitable. No había nada que pudierahaceralrespecto.

Volver a verla resultó doloroso porque,casideinmediato,sentíquelaNeldeantes,laquesonreíatancándidamente,laquemehabíacautivado,yanoestabapresente.Noeratantoque hubiera desaparecido como que habíareculado,sehabíaescondidoenotrapersona,en alguien que yo no conocía. Lasensoñaciones a las que me había entregadoociosamente—unanuevavidaconellayconLena, dejar a Helen sin que sufriera— meparecieron vergonzosamente infantiles. LaNel que me abrió la puerta ese día era unamujerdistinta,extrañaeinalcanzable.

Elsentimientodeculpaeraperceptibleenella, pero se tratabadeunaculpa amorfa, noespecífica. Seguía comprometida con sutrabajoe insistíaenquesuproyectosobre laPoza de lasAhogadas no tenía nada que vercon la tragedia de Katie y, sin embargo,continuaba irradiando ese sentimiento de

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culpa. Todas sus frases comenzaban con«Deberíahaber...»,o«Deberíamoshaber...»,o«No me di cuenta...», pero no llegó amencionarquédeberíahaberhechoodequéno se dio cuenta. Sabiendo lo que sé ahora,imagino que su culpa estaba relacionada conHenderson;debíadesaberosospecharalgoy,aunasí,nohabíahechonada.

Después del interrogatorio, la dejé en laCasa del Molino y me dirigí a la casita decampo, donde estuve aguardándola másesperanzado que a la expectativa. Ella llegópasada la medianoche, no del todo sobria,llorosa y presa de los nervios. Después, alamanecer, cuando hubimos terminado el unoconelotro,fuimosalrío.

Nel estaba sobreexcitada, casi frenética.No dejaba de hablar sobre la verdad con lapasión de una fanática. Decía que estabacansada de contar cuentos y que sólo leinteresabalaverdad.Laverdad,todalaverdadynadamásquelaverdad.

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—Sabes perfectamente que, a veces, enestoscasos,nohayquebuscarningunaverdad—le dije yo—. Nunca podremos saber aciencia cierta qué se le pasó a Katie por lamente.

Ellanegóconlacabeza.—Noeseso,noessóloeso,noessólo...

—Su mano izquierda se aferró a la míamientras la derecha dibujaba círculos en latierra—.¿Porquémantienetupadreestacasa?—susurró sinmirarme—. ¿Por qué cuida deellacomolohace?

—Porque...—Siésteesellugaralqueveníatumadre,

siésteesellugarenelquelotraicionó,¿porqué,Sean?Notienesentido.

—Nolosé—dije.Yo mismo me lo había planteado, pero

nuncaselohabíapreguntado.Nohablábamossobreello.

—Y ese hombre, ese amante: ¿por quénadie conoce su nombre? ¿Por qué nadie lo

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vionunca?—¿Nadie?Queyonoloviera,Nel,no...—Nickie Sage me ha dicho que nadie

llegóaverlonunca.—¿Nickie? —No pude evitar reírme—.

¿HasestadohablandoconNickie?¿HasestadoescuchandoaNickie?

—¿Por qué todo elmundo ignora lo quedice?—merespondióella—.¿Porqueesunaanciana?¿Porqueesfea?

—Porqueestáloca.—Ah,claro—murmuróparasí—.Lastías

estamospiradas...—¡Oh, vamos, Nel! ¡Es una estafadora!

¡Aseguraquehablaconlosmuertos!—Sí.—Susdedossehundieronmásenla

tierra—. Sí, es una timadora, pero eso noconvierte en mentira todo lo que sale de suboca.Te sorprendería saber cuántas cosasdelasquediceresultanplausibles.

—Hacelecturasenfrío,Nel.Y,entucaso,ni siquiera necesita hacerlo. Sabe lo que

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quieresdeella,sabeloquequieresoír.Ella se quedó en silencio. Sus dedos

dejaron de moverse y entonces lo dijo.Apenasfueunmurmullo,unsusurro:

—¿Porqué ibaa imaginarNickiequeyoquierooírquetumadrefueasesinada?

Lena

Nohabíalugarparalaculpa.Todoelespacioestaba ocupado por el alivio, el dolor y esaextraña sensación que una tiene cuando sedespierta de una pesadilla y se da cuenta deque no es real. Aunque eso no era del todocierto, pues, en este caso, la pesadilla seguíasiendo real. Mamá seguía estando muerta.Aunque al menos ahora sabía que no habíadecidido morir. No había decidido dejarme.

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Alguien la había matado, y eso ya era algoporquesignificabaquehabíaunacosaqueyopodía hacer al respecto, por ella y por mí.Podía hacer todo lo que fuera posible paraasegurarme de que Helen Townsend pagaraporloquehabíahecho.

Iba corriendo por el sendero de la costaconelbrazaletedemamáenlamuñeca.Temíaque cayera por el acantilado al mar. Queríametérmelo en la boca por seguridad, tal ycomoloscocodriloshacenconsuscrías.

Correrporelresbaladizosenderoparecíapeligroso, porque podía caerme, pero almismotiempotambiénseguro,puesteníaunabuena perspectiva en ambas direcciones, demodoquesabíaquenohabíanadiedetrásdemí.Porsupuestoquenohabíanadiedetrásdemí.Noveníanadie.

No venía nadie; ni a por mí ni paraayudarme.YyonollevabaencimaelmóvilynoteníaniputaideadesimelohabíadejadoencasaoenelcochedeMark,odesiéstelo

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había cogido y lo había tirado. En cualquiercaso,ahorayanopodíapreguntárselo,¿no?

No había lugar para la culpa. Debíaconcentrarme.¿Aquiénpodíaacudir?¿Quiénibaaayudarme?

A lo lejos he visto unos edificios y heempezado a correr tan rápido como hepodido. Me he permitido imaginar que ahíencontraría a alguien que supiera qué hacer,alguienquetuvieratodaslasrespuestas.

Sean

Mi teléfonomóvilhacomenzadoavibrarensufunda,devolviéndomealarealidad.

—¿Jefe?—EraErin—.¿Dóndeestás?—Decaminoa la costa. ¿Dónde estás tú?

¿TehadichoalgoLouise?

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Hahabidounalargapausa.Tanlargaque,porunmomento,hepensadoquenomehabíaoído.

—¿TehadichoLouisealgosobreLena?—Eh...,no.—Noparecíamuyconvencida.—¿Quésucede?—Tengo que hablar contigo, pero no

quierohacerloporteléfono.—¿Qué pasa? ¿Es Lena? Dímelo ahora,

Erin,nomehagasperdereltiempo.—Noesurgente.NoessobreLena.Es...—Por el amor deDios, si no es urgente,

¿porquémellamas?—Necesito hablar contigo en cuanto

regreses a Beckford —ha dicho en un tonofrío y enojado—. ¿Me has oído? —haañadido,yhacolgado.

Elaguacerohacomenzadoaamainaryheacelerado.Serpenteandoatodavelocidadporestrechas carreteras flanqueadas por altossetos, he vuelto a tener esa sensación demareo, la de ir demasiado deprisa por una

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montaña rusa y estar aturdido a causa de laadrenalina.Traspasarconrapidezpordebajodeunestrechoarcodepiedraybajarporunapendiente, he vuelto a ascender por lacarretera hasta la cima de una colina y, alfinal, ahí estaba: un pequeño puerto conbarcosdepescasubiendoybajandoamerceddelaimpacientemarea.

El pueblo estaba tranquilo,presumiblemente gracias al pésimo tiempoquehacía.AsíqueesoeraCraster.Elcochehaaminoradolavelocidadsinquenisiquieramediera cuenta de que era yo quien estabafrenando. Al aparcar, he visto unos pocostranseúntes ataviados con voluminososanoraks caminando fatigosamente entre loscharcos. He seguido a una pareja joven quecorría para guarecerse de la lluvia y heencontrado a un grupo de pensionistasreunidos alrededor de sus tazas de té en unacafetería.LeshemostradofotografíasdeLenaydeMark, perono loshabíanvisto.Mehan

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dichoqueyaselohabíapreguntadomenosdemediahoraantesunagenteuniformado.

Mientras volvía al coche, he pasado pordelantedelahumaderoalquemimadrehabíaprometido llevarme para comer arenques.Como a veces hacía y nunca conseguía, heintentadovisualizarsurostro.Creoquequeríarevivir su decepción cuando le dije que nodeseabair.Queríasentireldolor;elquesintióellaentoncesyelquesentíayoahora.Perosetratabadeunrecuerdodemasiadoconfuso.

He conducido el kilómetro que más omenos había hasta Howick. La casa ha sidofácil de encontrar; era la única que había enese lugar, precariamente asomada al mardesde lo alto del acantilado. Tal y comoesperaba,unVauxhallrojoestabaaparcadoenlapartetrasera.Elmaleteroestabaabierto.

Encuantohedescendidodelcoche—congran lentitud a causa del temor que sentía—,unodelosagenteshavenidoparainformarmede las novedades: dónde estaban buscando,

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qué habían hallado. Habían hablado con laguardiacostera.

—Hay muy mala mar, de modo que, sialguno de los dos se hubiera metido, lacorrientepodríahaberloarrastradoyllevadomuy lejos de aquí en un corto espacio detiempo —ha dicho—. Por supuesto, todavíano sabemos cuándo llegaron aquí, o...—Mehaconducidoalcocheyheechadounvistazoalmaletero—.Comopuedever—haindicado—,parecequealguienhaestadoaquídentro.

Ha señalado unamancha de sangre en lamoqueta y otra en la ventanilla trasera. Unpelo rubio se había enganchado en lacerradura.Eraigualqueelqueencontraronenlacocina.

Luego me ha enseñado el resto de laescena: manchas de sangre en la mesa deljardín, en el muro, en un clavo oxidado. Lehabía fallado, igual que le fallé amimadre;no,asumadre.Lehabíafalladotalycomolehabíafalladoasumadre.Hesentidoentonces

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cómo mi mente comenzaba a divagar denuevoyhe tenido la sensacióndequeperdíaelcontrolhastaque,derepente:

—¿Señor? Acabamos de recibir unallamada. Es la dependienta de una tienda delpueblodeallado.Dicequehaaparecidoensuestablecimiento una chica completamenteempapadayunpocomaltrecha.Alparecer,notiene ni idea de dónde se encuentra y le hapedidoquellamaraalapolicía.

Había un banco delante de la tienda y ellaestaba sentada en él con la cabeza inclinadahacia atrás y los ojos cerrados. Iba con unacazadora de color verde oscuro demasiadogrande para ella. Al detenerse el coche, halevantadolamirada.

—¡Lena!—He bajado del vehículo de unsaltoyhecorridohaciaella—.¡Lena!

Su rostro estaba fantasmagóricamentepálido, salvo por una mancha de reluciente

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sangre en la mejilla. Ella no ha dicho nada,sólo se ha encogido en el banco como si nomereconociera,comosinotuvieraniideadequiénsoy.

—Lena, soy yo. Lena.No pasa nada, soyyo.

Al ver que su expresión no cambiaba yque, al extender la mano, ella se encogíatodavíamás,me he dado cuenta de que algoibamal.Podíaverme.Noestabaenestadodeshock, sabía quién era yo. Sabía quién era ymeteníamiedo.

Un recuerdo ha acudido de golpe a mimente,unamiradaquehabíavistounavezenel rostro de sumadre y otra vez en el de lamujerpolicía,Jeannie,lanochequemellevóa su casa. No era sólo miedo, sino tambiénotra cosa. Miedo e incomprensión, miedo yhorror.Meharecordadoalaformaenlaqueenocasionesmemirabaamímismo,comosihubiera cometido el error de verme en elespejo.

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Jules

CuandoNickiesehamarchado,hesubidoatuhabitación.Tucamaestabasinhacer,demodoqueheidoatuarmarioyhecogidounodetusabrigos, el de lana de cachemira de colorcaramelo, más suave y lujoso que cualquiercosaqueyohubierapodido soñarnuncaconposeer.Me he envuelto en él y aun así teníamás frío que cuando estaba en el agua.Entoncesmehetumbadoentucamaunlargorato, demasiado agarrotada y cansada paramoverme. Me sentía como si estuvieraaguardando a que mis huesos entraran encalor, mi sangre volviera a circular y micorazón se pusiera de nuevo en marcha.Estabaesperandooírteenmicabeza,perohas

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permanecidoensilencio.«Por favor, Nel —he pensado—, por

favor,háblame.»Hedichoquelolamentabayheimaginado

tugélidarespuesta:«Durantetodoesetiempo,Julia, loúnicoquequisefuehablarcontigo».Y luego: «¿Cómo pudiste pensar eso demí?¿Cómo pudiste pensar que podría haberignorado una violación y que me habríaburladodetiporello?».

Nolosé,Nel.Losiento.Como he seguido sin oír tu voz, he

cambiado de táctica. «Entonces háblame deLauren —he dicho—. Háblame de esasmujeres conflictivas. Háblame de PatrickTownsend. Dime lo que fuera que estuvierasintentandoexplicarme.»Perohas seguidosindecirnada.Casipodíasentirtuenojo.

Entonces mi móvil ha sonado y en supantalla azulada he visto el nombre de lasargentoMorgan.Porun segundo, nomeheatrevido a responder. ¿Qué haría si le había

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pasado algo a Lena? ¿Cómo podría expiartodas las equivocaciones que había cometidosi ella también había muerto? Con manotrémula,hecontestado.Yentoncesmicorazónha comenzado a latir de nuevo, impulsandosangrecaliente a travésdemis extremidades.¡Estabaasalvo!Lenaestabaasalvo.Lahabíanencontrado.Estabantrayéndolaacasa.

Me ha parecido que pasaban horas y máshoras hasta que he oído el portazo de uncochefuerayhesidocapazdelevantarmedelacamadeunsalto,quitarmetuabrigoybajarcorriendo.Lasargentoyaestabaahí,alpiedela escalera, mientras Sean ayudaba a Lena abajardelcoche.

Éstallevabaunachaquetadehombresobreloshombrosy teníael rostropálidoy sucio.Peroestabaentera.Estabaasalvo.Estababien.Salvo que, cuando ha levantado la cara ynuestrasmiradas se han encontrado, he visto

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queeramentira.Caminabaconlentitud,colocandolospies

con mucho cuidado, y he sabido cómo sesentía.Llevabalosbrazosrodeandocongestoprotector su cuerpo. Cuando Sean haextendidounamanoparaguiarlaadentrodelacasa, ella se ha encogido. He pensado en elhombre que se la había llevado y en sustendencias. El estómago seme ha revuelto ynotado en la boca el sabor del vodka connaranja, y he sentido un aliento cálido en lacaraylapresióndeunosdedosinsistentesenlaspartesmássuavesdemicarne.

—Lena—hedicho,yellamehasaludadoconunmovimientodecabeza.

He visto entonces que lo que me habíaparecido tierra en su cara era en realidadsangre.Alrededordelabocayenlabarbilla.Heextendidounamanoparacogerunadelassuyas, pero ella se ha abrazado a sí mismatodavía con más fuerza, de modo que la heseguido por los escalones de entrada. En el

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vestíbulo,noshemosquedadomirandolaunaa la otra.Ella ha sacudido los hombros y hatiradolachaquetaalsuelo.Yomeheinclinadopara recogerla, pero la sargento se me haadelantado y se la ha dado a Sean. Headvertido asimismo que lo miraba de unmodoquenohepodidoidentificar,casidiríaqueconrabia.

—¿Dónde está él?—le he preguntado envozbajaaSean.Lenasehabíainclinadosobreelfregaderoparabeberaguadirectamentedelgrifo—.¿DóndeestáHenderson?—Sentíaunsimpleysalvajeimpulsodehacerdañoaesehombre que se había aprovechado de laposición de confianza que ocupaba. Queríaponerlelasmanosencima,retorcerleelcuelloy arrancarle la piel a tiras; hacerle lo que semerecenloshombresasí.

—Estamos buscándolo —ha dicho—.Tenemosagentebuscándolo.

—¿Qué quiere decir que estáisbuscándolo?¿Noestabaconella?

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—Sí,pero...Lena todavía estaba inclinada sobre el

fregadero,bebiendoagua.—¿La habéis llevado al hospital?—le he

preguntadoaSean.Élhanegadoconlacabeza.—Todavía no. Lena ha dejadomuy claro

quenoqueríair.Había algo en su rostro que no me

gustaba,algooculto.—Pero...—Nonecesitoiralhospital—haseñalado

ellaentoncesmientrasseerguíaysesecabalaboca—.Noestoyherida.Estoybien.

Estaba mintiendo. Sabía exactamente quéclase de mentira estaba contando porque yomisma había contado esas mentiras. Porprimeravez,mehevistoamíenella,noati.Suexpresióneraalmismotiempotemerosaydesafiante; me he dado cuenta de que estabaaferrándose a su secreto como si fuera unescudo. Una piensa que el dolor y la

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humillación serán menores si nadie máspuedeverlos.

Sean me ha cogido del brazo y me haguiadofueradelahabitación.Envozbaja,mehadicho:

—Ha insistido en que quería venirprimero a casa.Nopodemosobligarla aquela examinen si no quiere. Pero tú deberíasllevarla.Tanprontocomoseaposible.

—Sí, por supuesto que lo haré. Perotodavía no comprendo por qué no habéisdetenidoaHenderson.¿Dóndeestá?

—Se ha ido —ha dicho Lena, que derepente se encontraba a mi lado. Sus dedoshan rozado losmíos.Estaban tan fríoscomolosdesumadrelaúltimavezquelostoqué.

—¿Adónde? —he preguntado—. ¿Quéquieresdecirconquesehaido?

—Simplemente se ha ido—ha declaradosinmirarmealosojos.

Townsendhaenarcadounaceja.—Tenemos a agentes buscándolo. Su

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cochetodavíaestáallí,asíquenopuedehaberidomuylejos.

—¿Adónde crees que ha ido, Lena?—lehe preguntado tratando de que nuestrasmiradas se encontraran,peroellaha seguidoapartandolasuya.

Sean ha negado con la cabeza con unaexpresióntriste.

—Loheintentado—hadichoenvozbaja—. No quiere hablar. Creo que simplementeestáagotada.

LosdedosdeLena sehanagarradoa losmíosyhaexhaladounprofundosuspiro.

—Lo estoy. Sólo quiero dormir.¿Podemos hacer esto mañana, Sean? Memueropordormir.

Lospolicíassehanmarchadoasegurándonosque volverían para que Lena hiciera unadeclaraciónformal.Hecontempladocómosealejaban en dirección al coche de Sean.

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Cuando la sargento se ha sentado en el ladodel copiloto, ha cerrado la puerta con tantafuerza que me ha sorprendido que laventanillanoserompiera.

Lenamehallamadodesdelacocina.—Estoy famélica—ha dicho—. ¿Podrías

volver ahacerunos espaguetis a laboloñesacomolosdelotrodía?—Eltonodesuvoz,susuavidad, eran nuevos; me resultaban tansorprendentescomoeltactodesumano.

—Claro que puedo—he dicho—. Ahoramismolospreparo.

—Gracias.Yovoyairunmomentoarriba.Necesitodarmeunaducha.

Lahecogidodeunbrazo.—Lena,no.Nopuedes.Primerotienesque

iralhospital.Ellahanegadoconlacabeza.—No,deverdadqueno.Noestoyherida.—Lena. —No he conseguido que me

miraraalosojos—.Antesdeducharte,tienesquedejarqueteexaminen.

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Ella se ha mostrado confundida unmomento y luego ha dejado caer loshombros, ha negado con la cabeza y se haacercado a mí. A mi pesar, he comenzado alloraryellameharodeadoconlosbrazos.

—No pasa nada —ha dicho—. No pasanada, no pasa nada —tal y como tú hicisteaquellanoche,despuésdelagua—.Nomehahechonada.Noha sucedidonadade eso.Nolo comprendes. Henderson no era ningúndepredadorsexualninadaparecido.Sóloeraunpobretipo.

—¡Oh,graciasaDios!—heexclamado—.¡GraciasaDios,Lena!

Y nos hemos quedado abrazadas un ratohastaquehedejadodelloraryhaempezadoahacerloella.Hasollozadocomounaniñaysudelgado cuerpo se ha desplomado y se hadeslizado entre mis brazos hasta quedararrodilladaenelsuelo.Yomeheagachadoasu lado y he intentado cogerla de la mano,peroellalateníaapretadaenunpuño.

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—Todosaldrábien—heasegurado—.Deunmodouotro,lohará.Yocuidarédeti.

Ella semeha quedadomirando sin decirnada; no parecía ser capaz de hablar. En vezdeeso,haextendidolamanoyhadesplegadolos dedos hasta dejar a la vista el tesoro quehabía dentro: un brazalete de plata con uncierre de ónice, y entonces ha encontrado suvoz.

—No se tiró —ha dicho con los ojosrelucientes. He sentido cómo la temperaturade la habitación caía en picado—.Mamá nomedejó.Nosetiró.

Lena

Hepermanecidoenladuchalargoratoconelagua tan caliente como he sido capaz de

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soportar.Meherestregadoconfuerza lapielparaeliminartodorastrodelúltimodía,delaúltima noche, de la última semana; paraeliminar todo rastro de él, así como de suasquerosacasaydesuspuñosydelhedordesucuerpo,desualiento,desusangre.

Julia ha sido amable conmigo cuando hellegadoacasa.Noestabafingiendo,selaveíaclaramentecontentadequehubieraregresado,estabapreocupadapormí.ParecíapensarqueMarkhabíaabusadosexualmentedemí,comosi creyera que era una especie de pervertidoque no podía dejar de acosar a chicasadolescentes.Eneso ledoy la razónaMark:la gente no comprende su relación con K,nuncalohará.

(Hayunapequeñayretorcidapartedemíque,enciertomodo,desearíacreerenelmásallá para que pudieran volver a estar juntos.Ahítalveznotendríanproblemasyellaseríafeliz. Por más que lo odie a él, me gustaríapensar en la posibilidad de que Katie sea

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feliz.)Cuandomehesentidolimpiao,almenos,

lo más limpia que me ha parecido queconseguiríaestar,heidoamihabitaciónymehesentadoenelalféizardelaventana,porquees ahí donde piensomejor.Me he encendidoun cigarrillo y he intentado pensar quédebería hacer.Quería preguntárselo amamá,me moría por hacerlo, pero no podíaacordarmedeellaporquecomenzaríaallorarotra vez, y ¿de qué le serviría eso?No sé sidecirleaJulialoqueMarkmecontó,sipuedoconfiarenqueharálocorrecto.

Tal vez. Cuando le he asegurado quemamánose tiró,esperabaquemedijeraqueestabaequivocada,oloca,oloquefuera,peroellasimplementelohaaceptado.Sinhacermemáspreguntas.Comosiya losupiera.Comosisiemprelohubierasabido.

Ni siquiera sé si lo que me ha contadoMark es cierto, aunque habría sido bastanteextrañoinventarsealgoasí.¿Porquéseñalara

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la señora Townsend cuando había gentemucho más obvia a quien culpar? ComoLouise, por ejemplo. Aunque quizá él ya sesentía lo bastante mal por los Whittaker,despuésdeloqueleshabíahecho.

No sé si estaba mintiendo o diciendo laverdad,pero,encualquiercaso,semerecíaloque le he dicho y lo que le he hecho. Semerecíatodoloquelehapasado.

Jules

CuandoLenahavueltoalaplantabajaconelrostroylasmanoslimpias,sehasentadoalamesa de la cocina y ha comido vorazmente.Luego, cuando ha sonreído y ha dicho«Gracias»,me he estremecido, porque ahoraquelohevistonopuedodejardeverlo.Tiene

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lasonrisadesupadre.(¿Quémástienedeél?,mepregunto.)—¿Qué sucede?—hadichode repente—.

Estásmirándomefijamente.—Lo siento —he respondido,

sonrojándome—.Essólo...Mealegrodequeestés en casa.Me alegro de que estés sana ysalva.

—Yotambién.He vacilado un momento antes de

proseguir:—Sé que estás cansada, pero necesito

preguntarte algo, Lena. Sobre lo que hapasadohoy.Sobreelbrazalete.

Ellahavueltoelrostrohacialaventana.—Sí,yalosé.—¿Lo tenía Mark? —Ella ha vuelto a

asentir—.Y¿túselohasquitado?Haexhaladounsuspiro.—Élmelohadado.—¿Porquételohadadoati?¿Porquélo

teníaélenprimerlugar?

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—No lo sé.—Se ha vuelto haciamí conunamirada inexpresiva e inescrutable—.Mehadichoqueselohabíaencontrado.

—¿Que se lo había encontrado? ¿Dónde?—Ellanohacontestado—.Tenemosque ir alapolicíaycontárselo.

Lena se ha puesto de pie y ha llevado suplatoalfregadero.Deespaldasamí,hadicho:

—Hemoshechountrato.—¿Untrato?—Élmedaríaelbrazaletedemamáyme

dejaríavolveracasasiempreycuandoyo ledijeraalapolicíaquehabíamentidosobreélyKatie—ha explicado al tiempo que lavabalos platos. Su tono de voz me ha parecidoincongruentementeligero.

—Y¿él ha creído que harías eso?—Ellahaalzadosusdelgadoshombrosendireccióna las orejas—. Lena, dime la verdad.¿Piensas...? ¿Crees que Mark Henderson fuequienmatóatumadre?

Entoncessehavueltohaciamí.

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—Estoydiciendolaverdad.Ynolosé.ÉlmehacontadoqueloencontróeneldespachodelaseñoraTownsend.

—¿Helen Townsend?—Lena ha asentido—. ¿La esposa de Sean? ¿La directora de laescuela?¿Porquéibaellaatenerelbrazalete?Noloentiendo...

—Tampoco yo, la verdad—ha dicho envozbaja.

Hepreparadotéy,trassentarnosalamesade la cocina, hemos estado sorbiendo denuestrastazasensilencio.YoteníaelbrazaletedeNel en lamano. Lena permanecía delantedemícon lacabeza inclinaday loshombrosvisiblementehundidos.Heextendidoelbrazoyherozadosusdedosconlosmíos.

—Estás agotada —he afirmado—.Deberíasirtealacama.

Ellahaasentidoyha levantado lamiradahaciamíconlosojosentornados.

—¿Puedes subir conmigo,por favor?Noquieroestarsola.

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La he seguido por la escalera hasta tuhabitación, no la suya. Se ha tumbado en tucamay,trasapoyarlacabezaenlaalmohada,hadadounaspalmaditassobreelcolchónparaqueyohicieralopropioasulado.

—Cuandonostrasladamosaquí,nopodíadormirsola—haexplicado.

—¿Por los ruidos? —he preguntadotumbándome a su lado y cubriéndonos aambascontuabrigo.

Ellahaasentido.—Todosesoscrujidosygemidos...—¿Ylashistoriasdemiedodetumadre?—Asíes.Solíaveniraquíydormirjuntoa

mamá.Semehaformadounpequeñonudoenla

gargantaquemeimpedíatragarsaliva.—Yotambiénhacíaesoconmimadre.

Ella se ha quedado dormida y yo hepermanecidoasulado,mirandosurostro.En

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reposo,eraexactamenteigualqueeltuyo.Mehanentradoganasdetocarla,deacariciarleelpelo,detenerconellaungestomaternal,perono quería despertarla, ni alarmarla, ni hacernada equivocado. No tengo ni idea de cómohacerdemadre.Nuncaenmividahecuidadode un niño.Me gustaría que pudieras hablar,que pudieras decirme cómo debocomportarme, qué debo sentir. Con ellatumbada a mi lado, creo que he sentidoternura, pero la he sentido por ti, y tambiénpor nuestra madre, y cuando de pronto susojosverdessehanabiertoconunparpadeoysemehanquedadomirandofijamente,meheestremecido.

—¿Porquésiempreestásmirándomeasí?—ha susurrado con unamedia sonrisa—. Esmuyextraño.

—Lo siento—hedicho, yme he dado lavueltahastaquedartumbadadeespaldas.

Ellahadeslizadosusdedosentrelosmíos.—No pasa nada —ha respondido—. Lo

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extrañoestábien.Loextrañopuedeserbueno.Noshemosquedado tumbadas ahí, una al

ladodelaotra,conlosdedosentrelazados,yhe oído cómo su respiración se ralentizaba,luego se aceleraba, y después volvía aralentizarseotravez.

—Lo que no comprendo—ha susurrado—esporquélaodiabastanto.

—Yono...—Ellatampocolocomprendía.—Lo sé —he asentido—. Sé que no lo

entendía.—Estás llorando —ha murmurado

extendiendolamanoparaacariciarmelacaraysecarmelaslágrimasdelamejilla.

Y entonces se lo he contado. Todas lascosas que debería haberte contado a ti se lashe contado a tu hija. Le he explicado que tehabíafallado,quehabíapensadolopeordeti,quemehabíapermitidoamímismaculparte.

—Pero ¿por qué no se lo dijiste a ella?¿Porquénoleexplicasteloquehabíapasado?

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—Era complicado —he contestado, y henotadoqueellasetensabaamilado.

—¿En qué sentido complicado? ¿Cuáncomplicadopuedeser?

—Nuestra madre estaba muriéndose.Nuestrospadresestabanmuymalynoqueríahacernadaquepudieraempeorarlasituación.

—Pero... pero él te violó—ha dicho ella—.Deberíahaberidoalacárcel.

—Yo no lo vi así. Era joven,más que túahora,ynosólomerefieroalosaños,aunqueeso también. Era ingenua, carecía porcompleto de experiencia, no tenía ni idea denada. Por aquel entonces no hablábamos deconsentimiento del mismo modo que laschicasdehoyendía.Pensé...

—¿Pensastequeloquehabíahechoestababien?

—No, pero no creo que fuera conscientedeloquerealmentemehabíahecho.Creíaqueunaviolacióneraalgoquetehacíaunhombremalvado, un hombre que te asaltaba en un

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callejónenmitaddelanoche,unhombrequeteponíauncuchillo en lagarganta.Nocreíaqueloschicoslohicieran.NolosqueibanalinstitutocomoRobbie,loschicosguapos,losque salen con la chica más hermosa delpueblo.Tampococreíaquepudieranhacérteloen tu propio salón, ni que luego te hablaransobreelloytepreguntaransilohabíaspasadobien.Sólopenséqueyodebíadehaberhechoalgo mal, que no había dejado lo bastanteclaroquenoqueríaquepasaraeso.

Lena se ha quedado callada un rato, perocuandoha vuelto a hablar lo ha hecho enuntonodevozmásaltoeinsistente.

—Deacuerdoquenoquisierasdecirnadaen el momento, pero pasado un tiempopodrías haberlo hecho. ¿Por qué no se locontastemásadelante?

—Porque la malinterpreté —he dicho—.La juzgué mal. Pensé que ella sabía lo quehabíaocurridoesanoche.

—¿Pensaste que ella lo sabía y que no

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habíahechonada?¿Cómopudistepensaresodeella?

¿Cómopuedoexplicareso?¿Cómopuedoexplicarquecogítuspalabras—todaslasquemedijisteesanochey lasquemedijistemásadelante:«¿Nohuboalgunapartedetialaquele gustó?»— y me conté a mí misma unahistoria sobre ti que para mí tenía sentido yquemepermitíaseguirconmividasin tenerqueafrontarloquehabíasucedidorealmente?

—Pensaba que ella había escogidoprotegerloaél—hesusurrado—.Pensabaquelohabíaelegidoaélantesqueamí.Nopodíaculparloaélporquenopodíasiquierapensarenél.Silohubieraculpadoyhubierapensadoenél,loquemehabíahecho,habríapasadoaserreal.Demodoque...,envezdeeso,penséenNel.

—No te entiendo.No entiendo a la gentecomo tú, que siempre escoge culpar a lamujer.Sihaydospersonashaciendoalgomalyunadeellasesunachica,hadeserculpade

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ésta,¿no?—hadichoLenaenunfríotonodevoz.

—No,noesasí,noes...—Sí que lo es. Es como cuando alguien

tieneunaaventura.¿Porquélaesposasiempreculpa a la otra mujer? ¿Por qué no odia almarido?Esélquienlahatraicionado,élquienhabía juradoquererlaycuidarlay loqueseaporsiemprejamás.¿Porquénoesaélaquienempujan desde lo alto de un jodidoacantilado?

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MARTES,25DEAGOSTO

Erin

Hesalidotempranodelacasitadecampoparair a correr río arriba. Quería alejarme deBeckfordyaclararmelamente.Sinembargo,apesardequelalluviahabíalimpiadoelaireyelcieloeradeunperfectocolorazulpálido,la bruma que enturbiaba mi cabeza se haoscurecidoysehavueltotodavíamásespesa.Nadaenestelugartienesentido.

Para cuando Sean y yo dejamos ayer aLenaen laCasadelMolino,yoyaestaba tan

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cabreadaquemeencaréconélallímismo,enelcoche.

—¿Qué había exactamente entre tú y NelAbbott?

Élpisóelfrenocontantafuerzaquepenséque iba a salir disparada a través delparabrisas. Nos detuvimos en medio de lacarretera,peroaSeannoparecióimportarle.

—¿Quéhasdicho?—¿No esmejor que aparques a un lado?

—le sugerí al tiempo que echaba un vistazoporelespejoretrovisor,peroélnohizocaso.Me sentía como una idiota por haberlosoltadoasí,sinningúnpreámbulonitantearelterreno.

—¿Acaso estás cuestionando miintegridad?—En su rostro había unamiradaque no había visto antes, una dureza con laque hasta ese momento no me habíaencontrado—.¿Ybien?¿Loestáshaciendo?

—Alguien lo ha sugerido —dije yo,manteniendo mi tono de voz totalmente en

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calma—.Mehaninsinuadoque...—¿Insinuado?—repitióconincredulidad.

UncochedetrásdenosotrostocóelclaxonySeanvolvióapisarelacelerador—.Demodoquealguien loha insinuadoy túhaspensadoque sería apropiado interrogarme alrespecto...

—Sean,yo...Al llegar al aparcamiento de la iglesia,

detuvoelcocheunmomento,seinclinósobremíyabriólapuertadelpasajero.

—¿Has visto mi hoja de servicios, Erin?—preguntó—.Porqueyosíhevistolatuya.

—Nopretendíaofenderte,pero...—Saldelcoche.Apenas tuve tiempo de cerrar la puerta

detrás de mí antes de que él volviera aarrancar.

Para cuando he comenzado a subir la colinaquehayalnortede lacasitadecampoestaba

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yasinaliento,demodoquemehedetenidouninstante en la cima para recobrarlo. Todavíaera temprano—apenas lassieteenpunto—ytodoelvalleeramío.Perfectaypacíficamentemío.Heestiradolosmúsculosdelaspiernasymehepreparadoparaeldescenso.Hesentidola necesidad de esprintar, de volar, deagotarme. ¿No era ése elmodode encontrarclaridad?

Seanhabía reaccionadocomounhombreculpable. O como un hombre ofendido. Unhombrequepensabaquesu integridadestabasiendocuestionada sinpruebas.Heaceleradoelpaso.Cuandomeechóencaraladiferenciaentre nuestros respectivos historiales, teníarazón.Elsuyoesimpecable,mientrasqueyoaduraspenashabíaconseguidoevitarquemeecharanporhabermeacostadoconunacolegamás joven. Ahora estaba esprintando,corriendo a toda velocidad ladera abajo conlosojospuestosenelsenderoylaaulagaquehabíaaambosladosdesdibujándosecadavez

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más. Él tiene un historial de detencionesimpresionante y es altamente respetado entresus colegas. Como Louise dijo, es un buenhombre. Con el pie derecho, he pisado unaroca en el sendero y he salido disparada.Alcaeralsuelo,mehequedadounmomentosinrespiración. Sean Townsend es un buenhombre.

Haymuchosporahí.Mipadreeraunbuenhombre. Era un respetado agente de policía.Eso no evitaba que nos diera palizas a mishermanos y amí cuando perdía los estribos,perobueno...Cuandomimadresequejóaunodeloscolegasdemipadredespuésdequeéstele rompiera lanarizamihermanomenor,elcolegadijoque«Hayunadelgada líneaazul,[1] querida, y me temo que no se cruza asícomoasí».

Mehe puesto de pie ymehe sacudido latierra de la ropa con las manos. Podía nodecir nada. Podía permanecer en el ladocorrecto de la delgada línea azul, podía

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ignorar las insinuaciones y las indirectas deLouise, podía ignorar la posible conexiónpersonal deSean conNelAbbott. Pero, si lohacía, estaría ignorando asimismo el hechoque,dondehaysexo,haymotivo.Él teníaunmotivo para librarse de Nel, y su esposatambién.Hepensadoen lacaradeéstaeldíaen que fui a hablar con ella a la escuela, elmodo en que habló sobreNel y sobre Lena.¿Quéeraloquedespreciaba?¿Su«insistenteyfastidiosa expresión de disponibilidadsexual»?

Hellegadoalpiedelacolinayherodeadola aulaga; la casitade campoestaba a apenasunos cientos de metros y he visto que habíaalguien fuera. Una figura corpulenta yencorvada que iba ataviada con un abrigooscuro.NosetratabadePatricknitampocodeSean.Alacercarme,mehedadocuentadequeera esa vieja gótica, lamédium, la pirada deNickieSage.

Estabaapoyadaenlapareddelacasacon

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el rostro morado. Parecía que estuviera apuntodesufrirunataquealcorazón.

—¡Señora Sage! —he exclamado—. ¿Seencuentraustedbien?

Ella ha levantado la mirada hacia mí y,respirando fatigosamente, se ha caladotodavíamássusombreroblandodeterciopelohastalascejas.

—Estoy bien —ha contestado—, aunquehacíamuchoquenocaminabahastatanlejos.—Mehamiradodearribaabajo—.Parecequehayaestadoustedjugandoenelbarro.

—Oh,sí—hedicho,intentandosacudirmeinfructuosamente el resto de la tierra quellevaba encima—. He sufrido una pequeñacaída. —Ella ha asentido. Al levantarse, hepodidooírelsilbidodesurespiración—.¿Legustaríaentrarysentarse?

—¿Aquí?—Ella ha señalado la casa conunmovimiento de la cabeza—.Creo que no.—Se ha alejado unos pasos de la puerta—.¿Sabe lo que pasó ahí dentro? ¿Sabe lo que

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hizoAnneWard?—Asesinó a su marido —he respondido

—.Yluegosearrojóalrío,justoahí.Nickiesehaencogidodehombrosy,con

paso bamboleante, ha comenzado a caminaren dirección a la orilla. Yo he ido detrás deella.

—Fuemásunexorcismoqueunasesinato,enmi opinión.Estaba librándose del espíritumaligno que había poseído a sumarido.Metemoqueabandonóelcuerpodeéste,peronoel lugar. ¿No tiene problemas para dormiraquí?

—Bueno,yo...—Nomesorprende.Nomesorprendeen

absoluto.Yopodríahabérselodicho...,aunqueustednomehabría escuchado.Este sitio estállenodemaldad.¿PorquécreequeTownsendloconsiderapropioylocuidacomosifuerasulugarespecial?

—Notengoniidea—hedicho—.Pensabaquelousabacomocabañaparapescar.

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—¡Pescar!—haexclamadocomosinuncahubiera oído nada más ridículo en toda suvida—.¡Pescar!

—Bueno,enrealidadlohevistopescarenelrío,asíque...

Nickiehacarraspeadoyhadescartadomiidea con un movimiento de la mano.Estábamos en el borde del agua. Con laspuntas de los pies, se ha quitado los zapatossin cordones y, al meter los dedos de unhinchadoymoteadopieenelagua,hadejadoescaparunarisitadesatisfacción.

—Elaguaestáfríaaquíarriba,¿verdad?Ylimpia.—De pie en el río, con el agua a laalturadelostobillos,hapreguntadoentonces—: ¿Ha ido a verlo? ¿A Townsend? ¿Le hapreguntadoporsuesposa?

—¿SerefiereaHelen?Ella se ha vuelto hacia mí con una

expresióndesdeñosaenelrostro.—¿LaesposadeSean?¿Esatipaconcara

de amargada? ¿Qué tiene que ver ella con

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nada? Esa mujer es tan interesante como lapintura secándose en un día húmedo. No, laquedeberíainteresarleeslaesposadePatrick,Lauren.

—¿Lauren? ¿La que murió hace treintaaños?

—¡Sí, Lauren, la que murió hace treintaaños! ¿Acaso cree que los muertos noimportan? ¿Que los muertos no hablan?Deberíaoírlascosasquetienenquedecir.—Sehaadentradounpocomásenelríoysehainclinadoparamojarselasmanos—.Aquíes.Éste es el lugar al queAnnievenía a lavarselas manos, así, ¿lo ve? Sólo que ella nuncadejóde...

Yoestabaperdiendoelinterés.—Deboirme,Nickie.Necesitodarmeuna

duchaeiratrabajar.Hasidounplacerhablarconusted—hedichodándome lavueltaparamarcharme.

Estaba ya a medio camino de la casitacuandoheoídoquemellamaba:

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—¿Cree que los muertos no hablan?Deberíaescuchar,talvezoiríaalgo.¡EssobreLauren sobre quien debe indagar, ella fuequienempezótodoesto!

Lahedejadoenel río.Miplanerapillartemprano a Sean; he pensado que, si mepresentaba en su casa para recogerlo yllevarlo a la comisaría, lo tendría cautivo almenosquinceminutos.Nopodríahuirdemíni echarme del coche. Eramuchomejor queabordarloenlacomisaría,dondehabríaotraspersonasalrededor.

Lacasitadecamponoestálejosdelacasadelos Townsend. Siguiendo el río, apenas debede haber unos cinco kilómetros, pero comono hay una carretera directa entre amboslugares, he tenido que conducir hasta elpuebloyluegovolveratrás,demodoquenohellegadohastalasochopasadas.Demasiadotarde.Nohabíaningúncocheenelpatio.Yase

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había marchado. Sabía que lo sensato seríadarlavueltaydirigirmealacomisaría,perotenía la voz de Nickie —y también la deLouise— en la cabeza, y se me ha ocurridocomprobarsi,porcasualidad,Helenestabaencasa.

No estaba. He llamado a la puerta variasveces y nadie ha contestado. Cuando ya medirigía de vuelta al coche, he pensado quepodíaprobarenlacasadePatrickTownsend.Tampoco ha contestado nadie. He echado unvistazo por la ventana delantera, pero no hepodidovermucho,sólounahabitaciónoscuray aparentemente vacía. He regresado a lapuertayhellamadootravez.Nada.Alprobarlamanija,sinembargo,lapuertasehaabiertoy eso me ha parecido algo tan válido comounainvitación.

—¡¿Hola?! —he exclamado—. ¿SeñorTownsend?¿Hola?

Nohahabidorespuesta.Mehedirigidoalsalón, un espartano espacio con el suelo de

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madera oscura y las paredes desnudas; elúnico elemento decorativo era una seleccióndefotografíasenmarcadasquehabíasobrelarepisa de la chimenea. Patrick Townsend enuniforme—primerodelejército, luegode lapolicía—yuna seriede instantáneasdeSeancuando era pequeño y después adolescente,sonriendo con rigidez a la cámara con lamisma pose y la misma expresión en todas.TambiénhabíaunafotografíadeSeanyHeleneldíadesuboda,depiedelantede la iglesiadeBeckford.Aélseloveíajovenyapuesto,ytambién infeliz. Helen estaba prácticamenteigual que hoy en día, quizá un poco másdelgada.Encualquiercaso,parecíamás felizysonreíacon timideza lacámaraapesardesufeovestido.

Sobre un aparador de madera colocadoenfrente de la ventana había una serie dedocumentos enmarcados: certificados,menciones,diplomas...Unaltardedicadoaloslogrosdepadreehijo.Queyoviera,nohabía

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fotografíasdelamadredeSean.—¡¿Señor Townsend?! —he vuelto a

exclamar al salir del salón. Mi voz haresonadoenelvestíbulo.

El lugar parecía abandonado y, sinembargo,estaba inmaculadamente limpio:nohabíaunamotadepolvoenlosrodapiésnienla barandilla. He subido la escalera. En elprimer piso había dos dormitorios, uno allado del otro, tan poco amueblados como elsalóndelaplantabaja,peroconaparienciadeestar habitados. Ambos. En el principal, consu gran ventana con vistas al valle quedesembocaba en el río, estaban las cosas dePatrick:unoslustrososzapatosnegrosjuntoalapared, sus trajes colgadosdel armario.Enla puerta de al lado, junto a una camaindividual cuidadosamente hecha, había unasillaconunaamericanacolgadadelrespaldo.Era la que llevabaHelen el día en que fui averlaa laescuela.Yenelarmariohabíamásropa suya: negra, gris, azul marino y sin

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formas.Mi móvil ha emitido un pitido

ensordecedorenmediodelsilenciofunerariodeesacasa.Teníaunmensajedevoz,eraunallamadaperdida.DeJules.«SargentoMorgan—decía—, necesito hablar con usted. Esbastante urgente. Iré a verla. Yo..., esto...,necesito hablar con usted a solas. La veréluegoenlacomisaría.»

Tras guardar el móvil en el bolsillo, heregresado a la habitación de Patrick y heechado otro vistazo a los libros de lasestanterías y también dentro del cajón de sumesilla de noche. Ahí también habíafotografías. Éstas eran antiguas, de Sean yHelen juntos, pescando en el río cerca de lacasitade campo,SeanyHelen apoyados conexpresión de orgullo en su nuevo coche,Helen de pie delante de la escuela, conaparienciaalmismotiempofelizeincómoda,Helenenelpatioconungatoen losbrazos...Helen,Helen,Helen.

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Heoídoun ruido, un clic, el ruidodeunpestilloabriéndose,yluegouncrujidoenlostablones demadera del suelo.Hedejado conrapidezlasfotografíasensusitioyhevueltoacerrarelcajón.Despuésmehedirigidotansilenciosamente como he podido aldescansillo, y ahí me he quedado inmóvil.Helenestabaalpiedelaescalera,mirándome.Sostenía un cuchillo de mondar en la manoizquierdayestabaapretandolahojacontantafuerzaquecaíangotasdesangrealsuelo.

Helen

HelennoteníaniideadeporquéErinMorganestabadeambulandoporcasadePatrickcomosi le perteneciera, pero, por el momento, loque le preocupaba era la sangredel suelo.A

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Patricklegustabaquelacasaestuvieralimpia.Ha cogido un paño de la cocina y hacomenzado a limpiarla, aunque sólo haconseguido salpicarmásel sueloacausadelprofundo corte que se había hecho en lapalma.

—Estabapicando cebolla—lehadicho ala sargento amodo de explicación—.Me haasustado.

Esonoeraexactamentecierto,pueshabíadejado de cortar cebollas al oír el coche deErinaparcandoenelpatio.Conelcuchilloenla mano, se había quedado completamentequieta mientras ésta llamaba a la puerta, yluegohabíaobservadocómosedirigíahacialacasadePatrick.Sabíaqueélestabafuera,demodo que ha supuesto que la sargento semarcharía.Peroentoncesharecordadoque,alsalir esamañana, no había cerrado la puertacon llave, de manera que, todavía con elcuchillo en la mano, había cruzado el patioparacomprobarlo.

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—Es un corte muy profundo —haafirmado Erin—. Tiene que limpiárseloenseguidayvendárseloadecuadamente.

Luego ha bajado la escalera, se haacercado a Helen mientras ésta limpiaba elsuelo y se ha quedado ahí de pie como situviera algún derecho a estar en casa dePatrick.

—Sepondráhechounafuriasiveesto—ha dicho Helen—. Le gusta que la casa estélimpia.Siemprelehagustadoasí.

—Y usted... le hace las tareas del hogar,¿no?

Helenlahafulminadoconlamirada.—Sóloloayudo.Élhacelamayoríadelas

cosas,peroestáhaciéndosemayor.Ylegustaque las cosas estén impecables. Su difuntaesposa—hadicholevantandolamiradahaciaErin— era una pazpuerca. Ésa es la palabraqueélutiliza.Unapalabraanticuada.Yanosepuededecirguarra,¿verdad?Espolíticamenteincorrecto.

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HelensehapuestodepieysehaquedadomirandoaErinconelpañoensangrentadoenla mano. La herida de la mano le ardía conintensidad,casicomosifueraunaquemadura,yparecía tenerelmismoefectocauterizador.Yanoestabaseguradeaquiéndebíatemer,odequé sentirse exactamente culpable, pero síhatenidolasensacióndequedebíahacerqueErin se quedara un rato allí y averiguar quéera lo que quería. Debía retenerla, a serposible, hasta que Patrick hubiera regresado,pues estaba segura de que él querría hablarconella.

Helen ha limpiado elmango del cuchilloconelpaño.

—¿Leapeteceríaunatazadeté,sargento?—hapreguntado.

—Meencantaría—harespondidoErin.Sualegresonrisasehadesvanecidoalver

cómoHelencerraba lapuertadeentradaconllaveyseguardabaéstaenelbolsilloantesdedirigirsealacocina.

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—Señora Townsend... —ha comenzado adecir.

—¿Lo quiere con azúcar? —la hainterrumpidoHelen.

La formade lidiar con situaciones comoésaeradescolocandoa laotrapersona.Helen losabíabiendespuésdeañosdepolitiqueoenelsectorpúblico.Unanodebehacer loque losdemásesperanquehaga,puesesolosponedeinmediatoaladefensiva.Y,cuandomenos,asíconsigue ganar tiempo. Así pues, en vez demostrarse enfadadae indignadapor elhechodequeesamujerhubieraentradosinpermisoen casa de su suegro, ha optado porcomportarseconellaconabsolutaeducación.

—¿Lo han encontrado? —le hapreguntadoaErinmientrasledabasutazadeté—. A Mark Henderson, quiero decir. ¿Haaparecidoya?

—No—harespondidoella—.Todavíano.

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—Elcocheabandonadojuntoalacantiladoyningúnrastrodeélporningunaparte...—Haexhalado un fuerte suspiro—. Una nota desuicidio puede considerarse una admisión deculpa, ¿no? Ciertamente, eso es lo que va aparecer. Qué desastre. —Erin ha asentido.Estaba intranquila y Helen lo notaba. Nodejaba de echar vistazos a la puerta y demoverconnerviosismolamanoenelbolsillo—.Seráterribleparalaescuelayparanuestrareputación. La reputación de todo el pueblovolveráaversemancillada...

—¿Esésa la razónpor laqueNelAbbottle caía tan mal? —ha preguntado entoncesErin—. ¿Porque mancilló la reputación deBeckfordconsutrabajo?

Helenhafruncidoelceño.—Bueno,ésaesunadelasrazones.Como

ledije,eraunamalamadre.Era irrespetuosaconmigoyconlastradicionesylasreglasdelaescuela.

—¿Era ella una guarra?—ha preguntado

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Erin.Helensehareídosorprendida.—¿Cómodice?—Mepreguntabasi,utilizandosutérmino

políticamente incorrecto, usted pensaba queNelAbbotteraunaguarra.Heoídodecirquetuvo aventuras con algunos de los hombresdelpueblo...

—Nosénadadeeso—hareplicadoHelen,perosurostrosehabíasonrojadoyhatenidolasensacióndequehabíaperdidolaventaja.

Sehapuestodepie,hacruzado lacocinahasta la encimera y ha vuelto a coger elcuchillo mondador. De pie frente alfregadero,halimpiadolasangredelahoja.

—No puedo decir que conozca lospormenoresde lavidaprivadadeNelAbbott—hadichoenvozbaja.Podíasentir losojosde la mujer policía, mirándole el rostro, lasmanos. Y podía sentir asimismo cómo elruborseextendíadesucuelloasupecho.Sucuerpo la estaba traicionando. Ha intentado

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mantener el tono de voz sereno—. Sinembargonomesorprendería lomásmínimoque fuera promiscua. Era una buscadora deatención.

Quería que esa conversación terminara.Quería que la sargento se marchara de sucasa,queríaqueSeanestuvieraallí,yPatrick.De repente, ha sentido la necesidad de ponerlascartassobrelamesa,confesarsuspropiospecadosypedirlesaellosqueconfesaranlossuyos. Era cierto que se habían cometidoerrores, pero los Townsend eran una buenafamilia.Eranbuenagente.Noteníannadaquetemer. Se ha vuelto hacia la sargento con labarbilla alzada y la expresiónmás altiva queha sido capaz de adoptar, pero las manos letemblaban tanto que ha pensado que iba acaérsele el cuchillo. ¿Seguro que no teníanadaquetemer?

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Jules

Por la mañana, he dejado a Lenaprofundamente dormida en la cama de sumadre. Le he escrito una nota en la que ledecíaquenosveríamosen lacomisaríaa lasonce para su declaración.Yo tenía que hacerunascosasantes.Yhabíaconversacionesqueera mejor que las mantuvieran tan sólo losadultos.Ahoradebíapensarcomounamadre.Debía protegerla, evitar que sufriera másdaños.

Decaminoalacomisaría,mehedetenidopara llamaraErinyavisarladequeestabaapunto de llegar. Quería asegurarme de queseríaconellaconquienhablaría,ytambiéndequeloharíamosasolas.

«¿Por qué no es aél a quien empujan deun jodido acantilado?» Anoche Lena estuvohablándome sobre Sean Townsend. Me lo

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contó todo: queSean se había enamoradodeNel y —creía Lena— su madre también unpoco de él. Su relación había terminadotiempoatrás;Nel le explicóa suhijaque lascosashabían«seguidosucursonatural»,peroLena no llegó a creerla. En cualquier caso,Helendebiódedescubrirloysevengó.Ahorametocabaamíestarindignada:¿porquéLenano había dicho nada antes? Sean estaba acargodelainvestigacióndelamuertedeNel.Esoeraalgocompletamenteinapropiado.

—Éllaquería—dijoLena—.¿Elhechodeintentaraveriguarquélepasónoloconvierteenunabuenapersona?

—Pero,Lena,¿notedascuentadeque...?—Esunabuenapersona,Julia.¿Cómoiba

adeciralgo?Lohabríametidoenunlío,ynoselomerece.Esunbuenhombre.

Erinnohacontestadoamillamada,demodoque le he dejado un mensaje y he seguido

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conduciendo en dirección a la comisaría. Alllegar, he aparcado delante y he vuelto allamar, pero tampoco ha contestado, por lotantohedecidido esperarla.SiSeanmeveía,me inventaría una excusa. Fingiría quepensabaque la declaracióndeLena era a lasnueveenvezdealasonce.Yasemeocurriríaalgo.

Pero,alparecer,noestabaenlacomisaría.Ninguno de los dos había llegado. El agentequemehaatendidoenrecepciónmehadichoque el inspector Townsend estaría enNewcastle todo el día y que no estaba muyseguro del paradero de la sargentoMorgan,pero que imaginaba que llegaría de unmomentoaotro.

De vuelta en el coche, he sacado tubrazaletedelbolsillo.Lohabíapuestoenunabolsa de plástico para protegerlo. Paraproteger lo que fuera que hubiera en él. Lasprobabilidades de que hubiera alguna huelladactilaro restosdeADNeranmínimas,pero

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almenos era algo.Había alguna posibilidad.La oportunidad de obtener una respuesta.Nickie dijo quehabíasmuertoporquehabíasdescubierto algo sobre Patrick Townsend;Lena, que lo habías hecho porque te habíasenamorado de Sean y él de ti, y que HelenTownsend, la celosa y vengativa Helen, nohabía querido aceptarlo. Allá donde mirara,sóloveíaamiembrosdelafamiliaTownsend.

Metafóricamente.Literalmente,hevistolafigura de Nickie Sage por el espejoretrovisor. Iba arrastrando los pies por elaparcamiento,deformalentaydolorosa,conel rostro sonrosado bajo un gran sombreroblando. Al llegar a la parte trasera de micoche,sehaapoyadoenélyhepodidooírsutrabajosarespiraciónatravésdelaventanilla.

—¿Está bien,Nickie?—le he preguntadosaliendodelcoche.Ellanomeharespondido—. ¿Nickie?—De cerca, parecía estar en lasúltimas.

—Necesito que me lleven en coche—ha

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dicho—.Llevohorasdepie.La he ayudado a subir. Tenía la ropa

empapadadesudor.—¿Dóndediantrehaestado,Nickie?¿Qué

haestadohaciendo?—Caminando—ha respondido ella entre

resuellos—. Hasta la casita de campo de losWard.Escuchandoelrío.

—Es usted consciente de que el río pasajustopordelantedesucasa,¿verdad?

Ellahanegadoconlacabeza.—No es el mismo río. Podría pensarse

que lo es, pero cambia.Ahí arriba tieneotroespíritu.Aveceshayquehacerunaexcursiónparaoírsuvoz.

He girado a la izquierda antes del puenteendirecciónalaplaza.

—Poraquí,¿verdad?Ella ha asentido, todavía respirando con

dificultad.—Talvezdeberíapedirleaalguienquela

llevelapróximavezquetengaganasdehacer

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unaexcursión.Ella se ha reclinado en el asiento y ha

cerradolosojos.—¿Estás ofreciéndote voluntaria? No

pensabaquefuerasaquedarteenelpueblo.Cuando hemos llegado frente a su

apartamento, hemos permanecido unmomento sentadas en el coche.No he tenidovalor para pedirle que saliera y subiera a sucasadeinmediato,demodoqueheescuchadosus explicaciones de por qué deberíaquedarme en Beckford, por qué sería buenopara Lena estar cerca del agua y por quénunca oiría la voz de mi hermana si memarchaba.

—No creo en esas cosas, Nickie—le hedicho.

—Claro que sí —ha replicado ellaairadamente.

—Está bien. —No iba a discutir—.Entonces¿ha idoa lacasitadecampode losWard? Ahí se aloja Erin, ¿no? No la habrá

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visto,¿verdad?—Puessí.Veníadecorrerdealgúnlado,y

luego se ha marchado corriendo a otro.Andabacompletamentedesencaminada.Nohadejado de darme la lata sobre HelenTownsend,apesardeque lehedichoquenoera por ella por quien debía preocuparse.Nadie me escucha. Lauren, le he dicho, noHelen.Peronuncameescuchanadie.

MehadadoladireccióndelosTownsend.La dirección y una advertencia: «Si el viejocreequesabesalgo, teharádaño.Hasdeserlista».NolehedichoaNickielodelbrazalete,ni tampoco que era ella, y no Erin, quienandabacompletamentedesencaminada.

Erin

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Helen no dejaba de mirar hacia la ventanacomo si estuviera esperando que aparecieraalguien.

—Está esperando que vuelva Sean, ¿no?—lehepreguntado.

Ellahanegadoconlacabeza.—No.¿Porquéhabríadevolver?Estáen

Newcastle,haidoahablarconsussuperioressobre el desaguisado de Henderson. ¿Es quenolosabía?

—No me lo dijo —he contestado yo—.Debió de pasársele. —Ella ha enarcado lascejas en una expresión de incredulidad—. Avecespuedeseralgodistraído,¿verdad?—heproseguido yo. Sus cejas se han enarcadotodavíamás—.Aver,noquierodecirqueesoafecte su trabajo ni nada parecido, aunque aveces...

—Haga el favor de callar —ha soltadoelladerepente.

Su comportamiento era imposible deinterpretar. Pasaba de la educación a la

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exasperación, de la timidez a la agresividad;estaba enfadada un minuto, asustada alsiguiente. Me ponía muy nerviosa. Esapequeña, apocada y anodina mujer que seencontrabadelantedemímeasustabaporqueno tenía ni idea de qué pensaba hacer acontinuación.¿Ibaaofrecermeotratazadetéoaatacarmeconelcuchillo?

De repente ha echado la silla hacia atrásprovocando que sus patas chirriaran contralas baldosas, se ha puesto de pie y se hadirigidoalaventana.

—Hace mucho rato que ha salido —hadichoenvozbaja.

—¿Quién?¿Patrick?Ellamehaignorado.—Sale a pasear todas las mañanas, pero

normalmente no está tanto tiempo. No seencuentrabien.Yo...

—¿Quiere ir a buscarlo? —le hepreguntado—. Si lo desea, puedoacompañarla.

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—Vaaesacasitadecampocasiadiario—ha proseguido, hablando como si yo noestuvieraahí,comosinopudieraoírme—.Noséporqué.ÉseeraellugaralqueSeansolíallevarla. Ahí era donde ellos... Oh, no lo sé.Noséquéhacer.Yanoestoyseguradequéeslocorrecto.

Sumanoderechasehacerradoenunpuñoy he visto que en el inmaculado vendajeblanco estaba comenzando a formarse unamancharoja.

—Me alegré tanto de la muerte de NelAbbott...—hadicho—.Todoslohicimos.Fueunauténticoalivio.Peroéstehaduradopoco.Y ahora no puedo evitar preguntarme si nonos ha causado todavía más problemas. —Finalmente,sehavueltohaciamí—.¿Porquéestá aquí? Y, por favor, no me mienta. Noestoydehumorparaello.—Seha llevado lamanoalacaray,alpasárselaporlaboca,hamanchadodesangresuslabios.

Yomehemetidolamanoenelbolsilloy

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hecogidomimóvil.—Creoqueyaeshoradequememarche

—hedichoponiéndomedepiedespacio—.HevenidoaquíparahablarconSean,perocomonoestá...

—Noesdistraído,¿sabe?—hadichoella,desplazándose hacia la izquierda ybloqueándomeelpasoalcorredorquedabaala puerta de entrada—. A veces su mente seabstrae, pero eso es otra cosa. No; si no ledijo que iba aNewcastle es porqueno se fíadeusted,y,siélnolohace,noestoyseguradequedebahacerloyo.Sólovoyapreguntárselounavezmás:¿porquéestáaquí?

He asentido, haciendo un esfuerzoconsciente para dejar caer los hombros ymostrarmerelajada.

—Como le he dicho, quería hablar conSean.

—¿Sobrequé?—Sobre una acusación de conducta

inapropiada —he contestado—. Por su

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relaciónconNelAbbott.Helen ha dado un paso hacia mí y he

sentidounaintensapunzadadeadrenalina.—Habrá consecuencias, ¿verdad? —ha

preguntadoconunatristesonrisaenelrostro—. ¿Cómo pudimos imaginar que no lashabría?

—Helen —he dicho—, sólo necesitosaber...

He oído la puerta de entrada cerrarse degolpe y he retrocedido con mucha rapidezpara poner algo de espacio entre ambas altiempoquePatrickentrabaenlacocina.

Porunmomento,nadiehahablado.Él semehaquedadomirando fijamente a los ojos sindejar de mover la mandíbula mientras sequitabalachaquetayladejabaenelrespaldodeunasilla.LuegohavueltolaatenciónhaciaHelen.Al reparar en sumanoensangrentada,hareaccionadodeinmediato.

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—¿Qué ha pasado? ¿Te ha hecho algo?Querida...

Ella se ha sonrojado y algo se me haremovidoenlabocadelestómago.

—Noes nada—seha apresurado a decir—. No es nada. No ha sido ella. Se me haresbalado la mano cuando estaba picandocebolla.

PatrickhamiradolaotramanodeHelenyha visto que todavía estaba sosteniendo elcuchillo.Concuidado,selohacogido.

—¿Qué está haciendo ella aquí? —hapreguntadosinmirarme.

Helenhainclinadolacabezaaunlado,hamirado a su suegro y luego ha vuelto amirarmeamí.

—Ha estado haciendo preguntas —haseñalado—. Sobre Nel Abbott.—Ha tragadosaliva—. Y también sobre Sean. Sobre suconductaprofesional.

—Sólo necesito aclarar algo. Es unacuestión relativa a la investigación sobre la

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muertedeNelAbbott.Patrick no parecía interesado. Se ha

sentadoalamesadelacocinasinmirarme.—¿Sabesporquétrasladaronaéstaaquí?

—ha comenzado a decirle a Helen—. Lopregunté.Todavíaconozcoagente,claroestá,y hablé con uno demis antiguos colegas deLondres.Élme contó que la apartaron de supuesto en la policía de la ciudad por haberseducidoaalguienmásjovendelcuerpo.Ynoa cualquiera. ¡A una mujer! ¿Puedesimaginártelo? —Su sardónica risa ha dadopasoaunasecatosdefumador—.Yaquíestáahora, persiguiendo a tu señor Hendersonmientras ella es culpable exactamente de lomismo.Abusó de su poder para obtener unagratificación sexual. Y todavía mantiene suempleo.—Sehaencendidouncigarrillo—.¡Yahora viene aquí y dice que quiere hablarsobrelaconductaprofesionaldemihijo!

Finalmente,mehamirado.—Deberían haberla expulsado

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completamente del cuerpo, pero, como esmujer,comoesunalesbiana,permitieronquese saliera con la suya. Eso es lo que llamanigualdad —ha dicho en tono de burla—.¿Puedeimaginarseloquehabríapasadosisehubiera tratado de un hombre? Si hubieranpillado a Sean acostándose con uno de sussubordinados,habríasidopuestodepatitasenlacalle.

Yoheapretadolospuñosparacontenereltemblordelasmanos.

—¿Y si Sean hubiera estado acostándoseconunamujerquehaaparecidomuerta?—hepreguntado—. ¿Qué cree que le pasaríaentonces?

Semovía rápido para ser un anciano. Sehapuestodepiedegolpehaciendoquelasillacayeraalsueloyharodeadomicuelloconlamanoenloquemehaparecidomenosdeunsegundo.

—Cuidadocon loquedice,malditazorra—hasusurrado,echándomesualientoahumo

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agrio.Lehedadounfuerteempujónenelpecho

ymehasoltado.A continuación, ha retrocedido con las

manosaloscostadosylospuñosapretados.—Mi hijo no ha hecho nada malo —ha

aseguradoenvozbaja—.Demodoque,si lecausa problemas, yo se los causaré a usted.¿Lo comprende? Se los devolveré conintereses.

—Papá —ha intervenido Helen—. Yabasta.Laestásasustando.

Él se ha vuelto hacia su nuera con unasonrisa.

—Yalosé,querida.Esloquepretendo.—Se ha vuelto de nuevo hacia mí y me hasonreído—. Es lo único que comprendenalgunas.

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Jules

Hedejadoelcocheenunmargendelcaminoque conduce a la casa de los Townsend. Notenía por qué hacerlo, pues había muchoespaciopara aparcar en el patio, peromehaparecidoqueera loquedebíahacer.Tenía lasensación de que se trataba de una misiónfurtiva, como si debiera sorprenderlos. Elarrojoqueapareció eldíaquemeenfrenté amivioladorhabíaregresado.Conelbrazaleteen el bolsillo, he comenzado a recorrer elsoleado patio decidida y con la espaldaerguida. Había ido allí en nombre de mihermana, para arreglar las cosas. Estabaresuelta.Noteníamiedo.

No lo tenía, hasta que Patrick Townsendme ha abierto la puerta con el rostrodesfigurado por la ira y un cuchillo en lamano.

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—¿Quéquiere?—hapreguntado.Heretrocedidounpardepasos.—Yo...Élestabaapuntodecerrarmelapuertaen

las narices y yo estaba demasiado asustadaparadecirleloquenecesitaba.«Secargóasuesposa—mehabíadichoNickie—,ytambiénatuhermana.»

—Yoiba...—¿Jules? —he oído que exclamaba

entoncesunavozdesdeel interiorde la casa—.¿Esusted?

Laescenaeradantesca.Helenestabapresente,consangreenlamanoyenlacara.YtambiénErin, esforzándose en fingir que tenía lasituación bajo control. Me ha saludado conunaalegresonrisa.

—¿Qué está haciendo aquí? Se suponíaquedebíamosencontrarnosenlacomisaría.

—Sí,losé,yo...

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—Suéltelo de una vez —ha masculladoPatrick.Yo he sentido un ardiente cosquilleoen la piel y me ha comenzado a faltar elaliento—. ¡Menuda familia, la de losAbbott!—ha dicho alzando la voz al tiempo quesoltabaelcuchillosobrelamesadelacocina—.Meacuerdodeusted,¿sabe?¿Dejovennoeraobesa?—SehavueltohaciaHelen—.Erauna gorda asquerosa. ¿Y los padres?¡Patéticos!—Se ha vuelto haciamí otra vez.Lasmanosme temblaban—. Supongo que lamadre tenía una excusa, pues estabamuriéndose, pero alguien debería habersehecho cargo de ellas. Usted y su hermanahacían lo que les daba la gana, ¿verdad? ¡Ymire lo bien que han salido las dos! Ella,mentalmenteinestable,yusted...Bueno,¿ustedquées?¿Cortita?

—Ya basta, señor Townsend —ha dichoEriny, cogiéndomedelbrazo,ha añadido—:Vamos, la llevaré a la comisaría. Lena tienequeprestardeclaración.

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—Ah,sí,lachica.Ésaterminaráigualquesu madre. Tiene su misma pinta de sucia, lamismamala lengua,yunadeesascarasque,alverlas,unodeseaabofetear...

—Dedica mucho tiempo a pensar en lascosas que le haría a mi sobrina adolescente,¿no?—hedichoenvozalta—.¿Leparecequeesoestábien?—Volvíaasentirmeenojada,yPatrick no estaba preparado para ello—. ¿Ybien? ¿Se lo parece? Viejo asqueroso. —Acontinuación,me he vuelto hacia la sargento—.Enrealidad,todavíanoquieromarcharme—he dicho—, pero me alegro de que estéaquí, Erin, creo que es adecuado, porque nohevenidoparahablarconél—heseñaladoaPatrick con un movimiento de la cabeza—,sinoconella.Conusted,señoraTownsend.—Y,conmanostrémulas,hecogidolapequeñabolsa de plástico del bolsillo y la he dejadosobre la mesa, junto al cuchillo—. Queríapreguntarlecuándocogióestebrazaletedelamuñecademihermana.

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Helenhaabiertounosojoscomoplatosyhesabidoqueeraculpable.

—¿Dedóndehasalidoelbrazalete,Jules?—hapreguntadoErin.

—DeLena.SelodioHenderson,queselocogió a Helen. Quien, a juzgar por la claraexpresióndeculpadesurostro,seloquitóamihermanaantesdematarla.

Patrick ha dejado escapar una sonora yfalsacarcajada.

—¡Se lo ha dadoLena, a quien se lo dioMark,quelocogiódeHelen,aquienselodioelhadadelputoárboldeNavidad!Losiento,querida —se ha disculpado dirigiéndose aHelen—, lamento mi vocabulario, peromenudasartadetonterías.

—Estabaensudespacho,¿verdad,Helen?—HemiradoaErin—.TendrásushuellasysuADN,¿no?

Patrickhavueltoareírentredientes,peroHelenparecíaacongojada.

—No,yo...—hadichoal finmientrassus

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ojos pasaban de mí a Erin y de ésta a susuegro—.Estaba...No...—Harespiradohondo—. Lo encontré —ha respondido finalmente—,peronosabía...nosabíaqueeradeella.Yosólo... lo guardé. Pensaba llevarlo a objetosperdidos.

—¿Dónde lo encontró, Helen? —hapreguntadoErin—.¿Enlaescuela?

Ella ha mirado a Patrick y luego a lasargentocomosiestuvieraconsiderandosilamentirasesostendría.

—Creoque...sí,enlaescuela.Y,esto...,nosabíadequiénera,demodo...

—Mihermanasiemprellevabapuestoesebrazalete —he dicho—. Tiene grabadas lasiniciales de mi madre. Me cuesta un pococreerqueno supieradequién era, queno sediera cuenta de que se trataba de algoimportante.

—No lo sabía—ha repetido Helen, perosu tonodevoz eramásdébil, y su rostrohacomenzadoasonrojarse.

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—¡Claroquenolosabía!—haexclamadoPatrick de repente—. Claro que no sabía dequién era o de dónde había salido. —Se haapresuradoaacercarseaellaylehacolocadola mano en el hombro—. Helen tenía elbrazalete porque yome lo dejé en el coche.Fueundescuido.Ibaatirarlo,queríahacerlo,pero...últimamenteestoyalgoolvidadizo.Mehevueltoolvidadizo,¿verdad,querida?—Ellanohadichonada,permanecía inmóvil—.Melodejéenelcoche—havueltoadecirPatrick.

—De acuerdo —ha asentido Erin—. Y¿usteddedóndelosacó?

Él le ha contestado mirándomedirectamenteamí.

—¿Dedóndecreequelosaqué,soidiota?Seloarranquéaesazorradelamuñecaantesdeempujarlaporelacantilado.

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Patrick

La amaba desde hacíamucho, pero nunca lohabía hecho tanto como en ese momento enqueellahasalidoensudefensa.

—¡Esonofueloquepasó!—Helensehapuestodepiedeunsalto—.Esonofue...¡No!¡Noasumaslaculpadeesto,papá,esonofueloquepasó!Túno...Túnisiquiera...

Patrick ha sonreído y le ha ofrecido unamano.Ella se lahacogidoyél lahaatraídohacia sí. Ella era suave, pero no débil. Sumodestiaysuabiertasencillezresultabanmásestimulantesquecualquierbellezasuperficial.En ese momento, le ha resultadoconmovedorayhanotadoqueaumentabanloslatidosdesudebilitadoyviejocorazón.

Todoelmundosehaquedadocallado.Lahermana estaba llorando en silencio,farfullandopalabrassinemitirsonidoalguno.

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LasargentolohamiradoaélyluegoaHeleny, a juzgar por la expresión de su rostro, haparecidocomprenderlo.

—¿Está usted...? —Ha negado con lacabeza, sin saber qué decir—. SeñorTownsend,yo...

—¡Vamos!—Derepente,Patricksesentíairritable y se moría por apartarse de laevidenteafliccióndelamujer—.PorelamordeDios,esunaagentedepolicía,hagaloquetienequehacer.

Erin ha respirado hondo y ha dado unpasohaciaél.

—Patrick Townsend, queda ustedarrestado como sospechoso por el asesinatodeDanielle Abbott. Tiene derecho a guardarsilencio...

—Sí, sí, sí, está bien —ha dicho él condesgana—.Yame sé todo eso.Diosmío, lasmujeres como usted nunca saben cuándodeben dejar de hablar.—Luego se ha vueltohacia Helen—: En cambio, tú, querida, tú sí

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sabes. Tú sabes cuándo hablar y cuándopermanecercallada.Dilaverdad.

Ella ha comenzado a llorar, y en esemomento no había nada en el mundo que élhubieraqueridomásqueestarasuladoenelpisodearribaunaúltimavezantesdequeselo llevaran lejosde ella.Lehadadounbesoen la frente y, antes de seguir a la sargentofueradelacasa,sehadespedidodeella.

Patricknuncahabía sidodadoamisticismos,corazonadas o presentimientos, pero, si erahonesto,teníaquereconocerqueesolohabíavisto venir: el día del Juicio, el final de lapartida.Lohabíasentidomuchoantesdequesacaran del agua el cadáver de Nel Abbott,pero lo había considerado un mero síntomade la edad. Últimamente, su cabeza habíaestado jugándole numerosas malas pasadas,incrementando los colores y los sonidos desus viejos recuerdos y emborronando los

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contornosdelosnuevos.Sabíaqueesoeraelprincipiodel largoadiósyqueestabasiendocarcomidodedentroafuera,delcorazóna lacáscara. Al menos, se sentía agradecido porhaber podido atar algunos cabos sueltos yhabertomadoelcontrol.Ahorasedabacuentadequeésaeralaúnicaformadesalvaguardaralgodelavidaquehabíanconstruido,sibiensabíaquenotodoelmundosaldríaindemne.

Cuando lo han llevado a la sala deinterrogatorios de la comisaría deBeckford,hapensadoquelahumillaciónseríamayordeloquepodríasoportar,peronohasidoasí.Hadescubierto que, en parte, lo que hacía másllevadera la situación era una sorprendentesensacióndealivio.Queríacontarsuhistoria.Siéstaibaasaliralaluz,debíaserélquienlacontaramientras tenía tiempoy todavía teníaelcontroldesumente.Ynoerasóloalivioloquesentía,sinotambiénorgullo.Durantetodasuvida,unapartedeélhabíaqueridoexplicarlo que había sucedido la noche que Lauren

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murió, pero nunca había sido capaz dehacerlo.Habíaguardadosilencioporamorasuhijo.

Hahabladoconfrasescortasysencillasyhasidomuyclaro.Haexpresadosuintenciónde hacer una confesión completa de losasesinatos de Lauren Slater en 1983 y deDanielleAbbotten2015.

EldeLaurenhasidomásfácil,claroestá.Era una historia muy simple. Discutieron encasa. Ella lo atacó, él se defendió y, en elcurso de esa defensa, ella resultó herida degravedad y él no pudo hacer nada parasalvarla. En un esfuerzo por ahorrarle a suhijolaverdady—haadmitido—ahorrarseasí mismo la pena de cárcel, la llevó al río,cargó con su cuerpo hasta lo alto delacantiladoylatiró,yasinvida,alagua.

La sargento Morgan lo ha escuchadoeducadamente,perolohainterrumpidoenesepunto.

—Y ¿su hijo estaba con usted en esos

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momentos?—Élnovionada—harespondidoPatrick

—. Era demasiado pequeño y estabademasiado asustado para entender qué estabasucediendo. No vio a su madre sufrir dañoalguno,nitampocolaviocaerdelacantilado.

—¿Noviocómoustedlatiraba?Patrick ha tenido que hacer un gran

esfuerzoparanosaltaralotroladodelamesayabofetearla.

—No vio nada. Tuve que llevarlo en elcocheporquenopodíadejaraunniñodeseisaños solo en casa durante una tormenta. Situviera hijos, lo comprendería. No vio nada.Estaba confundido, de modo que le conté...una versión de la verdad que tuviera sentidopara él.Un relato al que pudiera encontrarleunsentido.

—¿Unaversióndelaverdad?—Le conté un cuento. Eso es lo que se

hace con los niños y las cosas que no soncapaces de comprender. Le conté un cuento

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con el que pudiera vivir, uno que hiciera suvida soportable. ¿Esqueno se da cuenta?—Pormásquelointentaba,nopodíaevitaralzarla voz—. No iba a dejarlo solo. Su madrehabíamuertoy,siyohubiera idoa lacárcel,¿qué habría sido de él? ¿Qué clase de vidahabría tenido? Los servicios sociales sehabríanhecho cargode él.Yhevisto loqueles sucede a esos niños: no hay ninguno queno se quede perturbado o no se convierta enunpervertido.Loheprotegidotodasuvida—ha dicho Patrick con el pecho henchido deorgullo.

La historia de Nel Abbott era,inevitablemente, menos fácil de contar.Cuandodescubrió que había estado hablandoconNickie Sage y se había tomado en seriolasacusacionesquehacíaéstasobrelamuertedeLauren,sepreocupó.Noporquepudieraira lapolicía.ANelnole interesaba la justiciani nada de eso. Sólo estaba interesada enexplotar esa historia en su insustancial arte

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con fines sensacionalistas. Lo que lepreocupaba a él era que pudiera decir algoque afectara a Sean. De nuevo, estabaprotegiendoasuhijo.

—Es lo que hacen los padres —haseñalado—. Aunque puede que usted no losepa. Tengo entendido que el suyo era unborrachuzo.—PatrickhasonreídoalverqueErin se encogía ante su comentario—. Alparecer,podíaseralgoirascible.

Luego ha confirmado que una nochequedó con Nel Abbott para hablar de lasacusaciones.

—Y¿ellaaccedióaencontrarseconustedenelacantilado?—hapreguntadolasargentoMorganconincredulidad.

Patrickhavueltoasonreír.—Ustednolaconoció.Notieneniideadel

alcance de su vanidad, de su presuntuosidad.LoúnicoquetuvequehacerfuesugerirlequeledetallaríatodoloquesucedióentreLaurenyyo.Quelemostraríacómosedesarrollaron

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losterriblesacontecimientosdeesanocheallímismo, en el lugar en el que se produjeron.Contaría la historia como no había sidocontada nunca antes, y ella sería la primerapersonaenoírla.Luego,encuantolatuveallíarriba,fuefácil.Ellahabíaestadobebiendoysupasoerainestable.

—¿Yelbrazalete?Patrickseharemovidoensuasientoyse

haobligadoasímismoamiraralasargentodirectamentealosojos.

—Hubo cierto forcejeo y tuve queagarrarla del brazo cuando intentó apartarsedemí.Elbrazaleteselecayódelamuñeca.

—¿No ha dicho antes que se lo arrancó?—Ellahabajadolamiradaalasnotas—.«Selo arranqué a esa zorra de la muñeca», hadicho.

Patrickhaasentido.—Sí. Estaba furioso, lo admito. Estaba

furioso por que hubiera estado manteniendounaaventuraconmihijo,poniendoenriesgo

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sumatrimonio.Ellalohabíaseducido.Inclusolos hombres más fuertes y morales puedenencontrarseamerceddeunamujerque se leofrezcadeesaforma...

—¿Dequéforma?Élhaapretadolosdientes.—Ofreciendo una suerte de abandono

sexual que tal vez no encuentran en casa. Estriste, lo sé, pero sucede. Estaba furioso poreso.Elmatrimoniodemihijoesmuyfuerte.—Patrickhavistocómolasargentoenarcabalascejasyhatenidoquecontrolarse—.Estabafuriosoporeso.Learranquéelbrazaletedelamuñecaylaempujé.

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CUARTAPARTE

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SEPTIEMBRE

Lena

Pensaba que no querríamarcharme, pero nopuedo mirar al río cada día y cruzarlo decaminoalaescuela.Nisiquierameapeteceyanadarenél.Encualquiercaso,ahoraelaguaestá demasiado fría. Mañana nos vamos aLondres,yacasitengolamaletahecha.

Alquilaremos la casa. Yo no queríahacerlo.Noqueríaquehubieragenteviviendoennuestrashabitacionesyocupandonuestrosespacios,peroJulesmehadichoque,sinolo

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hacíamos,eraposiblequealguien laocuparailegalmente, o que comenzara a caerse apedazos y no hubiera nadie para recogerlos.Esas ideas tampoco me hacían gracia, demodoquealfinalheaccedido.

Todavía será mía. Mamá me la dejó, demodo que cuando tenga dieciocho años (oveintiuno,oalgoasí)será legalmentemía.Yvolveré a vivir aquí. Sé que lo haré.Volverécuandonoduela tantoyno laveaalládondemire.

MeasustairaLondres,peroyamesientomejoralrespectoqueantes.Jules(noJulia)esrealmente extraña, siempre lo será; estápirada.Peroyotambiénsoyunpocoextrañayestoypirada,demodoqueesposiblequenosvaya bien. Hay cosas de ella queme gustan.Cocina y me da la lata con pequeñeces, meregaña por fumar, me hace decirle adóndevoy y cuándo volveré.Tal y comohacen lasmamásdelosdemás.

En cualquier caso, me alegro de que

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vayamos a vivir las dos solas, sinmarido ni—supongo— novios ni nada de eso. Y, almenos,en laescuelaa laque irénadie sabráquién soy ni nada sobre mí. «Puedesreinventarte a ti misma», dijo Jules, lo cualmeparecióunpocofuerade lugarporque,aver, ¿qué hay demalo enmí? Pero entiendoquéqueríadecir.Mehecortadoelpeloymiaspecto es distinto. Cuando vaya a la nuevaescuela enLondres yano seré la niñabonitaque caemal a todo elmundo. Sólo seré unachicanormal.

Josh

Lenahavenidoadespedirse.Sehacortadoelpelo.Todavíaestáguapa,peronotantocomoantes.Lehedichoquemegustabamáscuando

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lo llevabamás largo,y ella seha reídoyhadichoqueyacrecerá.Luegomehadichoquela próxima vez que nos viéramos volvería aestar largo, y esome ha hecho sentir mejorporque al menos piensa que volveremos avernos,algodeloqueyonoestabatanseguroporqueellaestaráenLondresynosotrosnosvamos a Devon, que no está precisamentecerca.Peroellahadichoquenoestátanlejos,asólocincohorasoalgoasí,yquedentrodeunos años ella tendrá carnet de conducir yvendráabuscarmeparaverenquéproblemaspodemosmeternos.

Hemos estado un rato sentados en mihabitación. Era un poco raro porque nosabíamos qué decirnos. Le he preguntado sihabía tenidomás noticias y ella no ha dichonada, y he añadido que me refería al señorHenderson y ha negado con la cabeza. Noparecía querer hablar sobre ello. Ha habidomuchos rumores. En la escuela dicen que lomatóyloempujóalmar.Yocreoqueesoson

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chorradas, pero si fuera verdad tampoco laculparía.

Sé que aKatie le habría hecho realmenteinfelizquelepasaraalgoalseñorHenderson,pero no se ha enterado, ¿verdad? No existeningúnmás allá. Lo único que importa es lagentequesequedaaquí,ycreoquelascosashan mejorado. Mamá y papá no son felices,peroestánmejor,secomportandeotromodo.¿Sesientenaliviados,quizá?Escomosiyanotuvieran que estar preguntándose por qué.Pueden señalar algo y decir: «Ahí, ésa es larazón». «Algo a lo que aferrarse», dijoalguien,ymedoycuentadequeesasí,aunqueno creo que para mí nada de esto llegue atenerelmenorsentido.

Louise

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Las maletas estaban en el coche, las cajashabían sido etiquetadas, y justo antes delmediodía entregarían las llaves. Josh y Alechabían ido a dar una vuelta rápida porBeckford para despedirse de la gente, peroLouisesehabíaquedadoallí.

Algunosdíaseranmejoresqueotros.Louise se había quedado para despedirse

de la casa en la que había vivido su hija, laúnica casa que ésta conocería. Tenía quedecirleadiósalatabladeestaturadelarmarioquehabíadebajodelaescalera,alescalóndepiedra del jardín en el que Katie se habíacaídoysehabíahechouncorteenlarodilla,ydonde por primera vez Louise tuvo queafrontar el hecho de que su hija no seríaperfecta, que estaría manchada, marcada.Teníaquedespedirsedesudormitorio,dondeella y su hija se sentaban a charlar mientrasKatie se secaba el pelo con el secador y seponíalápizdelabiosydecíaqueluegoiríaa

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casa deLena, y que si había algún problemaen que se quedara ahí a dormir. ¿Cuántasveces,sepreguntabaahora,esohabíasidounamentira?

(Lo que no la dejaba dormir por lasnoches—unade tantascosas—eraaqueldíaenelríoenquesesintiótanconmovidaalverlágrimas en los ojos de Mark Hendersoncuandoésteleofreciósuscondolencias.)

Lena fue un día a despedirse y llevóconsigoelmanuscritodeNel,lasfotografías,las notas y unamemoriaUSB con todos losarchivosinformáticos.

—Hagaloquequieraconello—ledijo—.Quémelo si lo desea. Yo no quiero volver averlo nuncamás.—ALouise le hizo ilusiónque Lena hubiera ido a su casa, y todavía lehacíamásilusiónelhechodequenovolveríaa verla nunca más—. ¿Cree que podráperdonarme?—lepreguntóLena—.¿Loharáalguna vez? —Y Louise le dijo que ya lohabía hecho. Pero era mentira, sólo lo hizo

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porbondad.La bondad era su nuevo proyecto.

Esperabaque le sentaramejor a su almaquela ira.Y, encualquier caso, sibien sabíaquenunca podría perdonar a Lena —por haberencubierto la situación, por mantener elsecreto, por meramente existir, mientras quesu propia hija ya no lo hacía—, tampocopodíaodiarla.Porque,sialgoestabaclaro,sialguna cosa en ese horror no admitía dudaalguna,eraelamorqueLenasentíaporKatie.

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DICIEMBRE

Nickie

LasmaletasdeNickieestabanhechas.Las cosas se habían tranquilizado en el

pueblo. Siempre era así con la llegada delinvierno, pero mucha gente también habíapasado página. Patrick Townsend estabapudriéndoseensucelda(¡ja!),ysuhijohabíahuidoenbuscade algodepaz.Buena suerte.LaCasadelMolinoestabavacía.LenaAbbotty su tía se habían marchado a Londres. LosWhittaker también se habían ido.Al parecer,su casa estuvo en el mercado menos de unasemana antes de que apareciera una familia

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conunRangeRover,tresniñosyunperro.Lascosastambiénsehabíantranquilizado

ensucabeza.Jeannieyanolehablabatanaltocomoantesy,cuandolohacía,setratabamásde una conversación que de una diatriba.Últimamente, Nickie pasaba menos tiemposentada delante de la ventana y más en lacama.Se sentíamuy cansaday las piernas ledolíanmásquenunca.

Aldíasiguiente,porlamañana,viajaríaaEspaña para pasar dos semanas al sol.Descanso y esparcimiento, eso era lo quenecesitaba.Eldinerohabíasidounasorpresa:diezmillibrasesterlinasqueNelAbbotthabíadejado en herencia a Nicola Sage, deMarshStreet, Beckford. ¿Quién lo habría pensado?Aunque tal vez a Nickie no debería haberlesorprendidotanto,puesenrealidadNeleralaúnicaquelahabíaescuchado.¡Pobrecilla!Depocolehabíaservido.

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Erin

He vuelto justo antes de Navidad. No puedodecir exactamente por qué, salvo que habíaestadosoñandoconel ríocasi cadanoche,ypenséqueunviaje aBeckford tal vezpodríaexorcizareldemonio.

He dejado el coche junto a la iglesia y,enfilando hacia el norte desde la poza, hesubido hasta el acantilado, he pasado pordelante de unos pocos ramos de florespudriéndose en su celofán, y no me hedetenidohastallegaralacasitadecampo.Selaveíadejadaytriste,conlascortinasechadasy la puerta manchada de pintura roja. Heprobado a abrirla, pero estaba cerrada conllave, de modo que he dado media vuelta y,pisando la crujiente hierba helada, me hedirigido al río, que hoy tenía un color azul

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pálido,corríasilencioso,ydecuyasuperficieemanaba una fantasmal neblina. El fríoconvertía mi aliento en pequeñas nubesblancas y hacía que me dolieran las orejas.Deberíahabertraídounsombrero.

He venido al río porque no tenía otrolugar al que ir ni nadie con quien hablar.Lapersona con la que realmente quería hacerloeraSean,peronosabíadóndeencontrarlo.Mehabían dicho que se había trasladado a unlugar llamado Pity Me, en el condado deDurham; parece un nombre inventado, perono lo es.[2]El pueblo estaba ahí, pero él no.Ladirección quemehabían dado resultó serla de una casa vacía con un letrero de «SEALQUILA» fuera.Me puse incluso en contactocon la cárcel HMP Frankland, que es dondePatrick pasará el resto de sus días, pero medijeronqueelancianonohabíatenidoningúnvisitantedesdesullegada.

Quería preguntarle a Sean por la verdad.Pensaba que, ahora que ya no estaba en la

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policía,meladiría.Pensabaquetalvezseríacapaz de explicarme cómo había vivido lavida que había tenido y si, cuandosupuestamente estaba investigando la muertedeNel, ya sabía lo de supadre.No sería tanraro. Al fin y al cabo, había estadoprotegiendoasupadretodasuvida.

El río en sí mismo no me ha ofrecidorespuesta alguna. Cuando un mes atrás unpescador sacó un teléfono móvil del barrodonde había plantado sus botas de agua, mesentí esperanzada. Pero el móvil de NelAbbott no nos dijo nada que no hubiéramosaveriguado ya gracias al registro de lasllamadas realizadas. Puede que en el aparatohubiera fotografías comprometedoras,imágenes que hubieran podido explicar todolo que seguía inexplicado, pero no teníamosforma de acceder a ellas. El teléfono nisiquieraseencendía,elcienoyelaguahabíancorroídosuinterioryyanofuncionaba.

Cuando Sean se marchó, tuvimos que

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enfrentarnos a una montaña de papeleopendiente, una investigación y algunaspreguntas sin responder: qué sabía Sean,desde cuándo, y por qué cojones todo elasuntohabíasidollevadotanmalcomohabíasido posible. Y no sólo el caso deNel, sinotambiéneldeHenderson:¿cómodiantreselashabíaarregladoésteparadesaparecerdelantedenuestraspropiasnarices?

En cuanto a mí, no he dejado de pensarunayotravezeneseúltimo interrogatorioaPatrick y en la historia que me contó: elbrazalete que le había arrancado aNel de lamuñeca,elbrazoporelquehabíaagarradoaésta, el forcejeo que mantuvieron en lo altodel acantilado antes de empujarla... Elproblema es que ella no teníamoratones allídondeélhabíadichoquelahabíaagarrado,nimarcasenlamuñecadelaquesupuestamentelehabía arrancado el brazalete, ni señalesdeque hubiera habido refriega alguna.Además,elcierredelbrazaleteestabaintacto.

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Señalé todo eso en su momento, perodespués de todo lo que había pasado y de laconfesión de Patrick y la dimisión de Sean,todo el mundo estaba más preocupado poreludir responsabilidades y endilgar culpas aotrosqueporescucharme.

Mehesentadojuntoalríoyhesentidolomismo que llevo sintiendo desde hace untiempo: que todo esto, la historia deNel—ytambién la de Katie— está incompleta,inacabada.Nunca he llegado a ver realmentetodoloquehabíaporver.

Helen

Helen teníauna tíaquevivíaa lasafuerasdePityMe,alnortedeDurham.Estatíateníaunagranja, y Helen recordaba haber ido a

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visitarla un verano y haber dado de comer alos asnos trozos de zanahoria y recogidomoras en los setos. La tía había fallecido yHelennoestabaseguradesilagranjatodavíaexistía. En cuanto al pueblo, era más feo ypobredeloquerecordaba,ynohabíaningúnasnoalavista,peroerapequeñoyanónimoynadieleprestabalamenoratención.

Encontró un trabajo para el que estabasobrecualificada y un pequeño apartamentoconpatiotraseroenunaplantabajaenelqueporlatardedabaelsol.Cuandoenunprimermomento habían llegado al pueblo habíanalquilado una casa, pero, al cabo de unaspocassemanas,undíaHelenselevantóyvioque Sean se había marchado, de modo quedevolvió las llaves al casero y comenzó abuscardenuevo.

No intentó llamarlo. Sabía que noregresaría.Sufamiliaestabarota,siempre loestaríasinPatrick;éleraelpegamentoqueloshabíamantenidounidos.

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Su corazón también había quedadodestrozado de una forma en la que no legustaba pensar. No había ido a visitar aPatrick.Sabíaquenodebíasentir lástimaporél;habíaadmitidohaberasesinadoasuesposayaNelAbbottasangrefría.

No, a sangre fría, no. Eso no es exacto.Helen sabía que Patrick veía las cosas entérminos muy blancos o muy negros, y quecreía de veras que Nel Abbott era unaamenazapara su familia,para suunión.Y loera.Demodoqueactuó.LohizoporSean,yporella.Esonoestandespiadado,¿no?

Perocadanocheteníalamismapesadilla:Patricksosteniendoasugataatigradabajoelagua. En el sueño, él tenía los ojos cerradosperolosdelagataestabanabiertos,ycuandoelpobreanimalmovíalacabezahaciaHelen,ésta podía ver que sus ojos eran de unbrillante color verde, exactamente como losdeNelAbbott.

Dormía mal y se sentía sola. Unos días

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antes,habíarecorridotreintakilómetroshastael centro de jardinería más cercano paracomprar unamata de romero.Y luegohabíaconducidohasta laprotectoradeanimalesdeChester-le-Street en busca de una gataadecuada.

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ENERO

Jules

Resulta extraño sentarse cada mañana adesayunar delante de una versión tuya dequinceaños.Tienetusmismosmalosmodalesenlamesayponelosojosenblancoigualquetú cuando se le dice. Se sienta con los piessobre el asiento de la silla y las huesudasrodillas flexionadas y sobresaliendo a cadalado,exactamenteigualquehacías tú.Adoptala misma expresión ensoñadora cuando seabstrae escuchando música o pensando. Noescucha. Es tozuda e irritante. Cantaconstantemente y lo hace desafinando, igual

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quemamá.Tienelarisadepapá.Mebesaenlamejillacadamañanaantesdeiralaescuela.

No puedo compensarte por las cosas quehice mal: mi negativa a escucharte, miinsistencia en pensar lo peor de ti, miincapacidad para ayudarte cuando estabasdesesperada,mi negativa a, siquiera, intentarquererte.Comonohaynadaquepuedahacerahora por ti, tendré que expiar mi culpamedianteunactodematernidad.Muchosactosdematernidad.Nopudeserunahermanaparati,perotratarédeserunamadreparatuhija.

En mi diminuto y ordenado apartamentode StokeNewington, Lena siembra el caos adiario. Requiere un enorme esfuerzo devoluntadnoponersenerviosa,perolointento.Recuerdo la versión osada demímisma queresurgióeldíaquemeencaréconelpadredeLena; me gustaría que regresara esa mujer.Megustaríaquehubieramásdeesamujerenmí, más de ti en mí, más de Lena. (CuandoSeanTownsendme dejó en casa el día de tu

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funeral, me dijo queme parecíamucho a ti.Yoloneguéyledijequeeralaanti-Nel.Antesmeenorgullecíadeeso.Yano.)

Procurodisfrutardelavidaquellevocontu hija, puesto que es la única familia quetengooquejamástendréya.Disfrutodeellayme consuelo con esto: el hombre que teasesinó morirá en la cárcel, dentro de nomucho.Estápagandopor loque lehizoa suesposa,yasuhijo,yati.

Patrick

Patrick ya no soñaba con su esposa.Actualmenteteníaunsueñodiferenteenelqueesedíaensucasasedesarrollabadeunmododistinto.Envezdeconfesar,cogíaelcuchillode mondar de la mesa y se lo clavaba a la

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sargento en el corazón. Y, cuando terminabacon ella, comenzaba con la hermana de NelAbbott. La excitación iba en aumento, hastaque, por fin saciado, sacaba el cuchillo delpechode lahermanay,al levantar lamirada,veía aHelen con lágrimas cayéndole por lasmejillasysangregoteandodelasmanos.

—¡No, papá! —le decía ella—. ¡La estásasustando!

Cuando se despertaba, siempre era en elrostro de Helen en el que pensaba, en suexpresión de congoja cuando él les dijo loquehabíahecho.SesentíaagradecidopornohabertenidoqueverlareaccióndeSean.Paracuandosuhijo regresóaBeckfordesa tarde,Patrick ya había hecho una confesióncompleta. Seanhabía ido a visitarlo una vez,cuando estaba en prisión preventiva. Dudabaquefueraavolveraverlo, locual le rompíaelcorazón,puestodoloquehabíahecho,lashistoriasquehabíacontadoylavidaquehabíaconstruido,todohabíasidoporél.

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Sean

Nosoyquiencreoser.Noeraquiencreíaser.Cuando todo comenzó a desmoronarse,

cuando yo comencé a hacerlo a causa de lascosas que Nel no debería haber contado, lomantuve todo en pie, repitiéndome: «Lascosassoncomoson,comosiemprehansido.Nopuedenserdistintas».

Yoeraelhijodeunamujersuicidaydeunbuenhombre.Cuandoeraelhijodeunamujersuicidaydeunbuenhombre,mehiceagentede policía,me casé con unamujer decente yresponsable y llevaba una vida decente yresponsable.Todoerasencilloyestabaclaro.

Había dudas, obviamente. Mi padre me

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dijoque tras lamuertedemimadremepasétresdíassinhablar.Peroyoteníaelrecuerdo—oloqueyopensabaque loera—dehaberhablado con la amable y dulce Jeannie Sage.Ellame llevó a su casa esanoche, ¿no? ¿Nonossentamosacomerunatostadaconqueso?¿No le dije que habíamos ido al río todosjuntos?«¿Juntos?—mepreguntóella—¿Lostres?»Yopensé entonces que seríamejor nodecirnadamás,puesnoqueríaempeorar lascosas.

Amímeparecíarecordarnosalostresenelcoche,peromipadremedijoquesetratabadeunapesadilla.

En lapesadilla,noera la tormenta loquemedespertaba,sinolosgritosdemipadre.Ylos de mi madre. Estaban diciéndose cosashorribles el uno al otro. Ella: «Fracasado,bruto»; él: «Zorra, puta, no sirves para sermadre». Entonces oía un sonido agudo, unabofetada.Ydespuésotros ruidos.Y luegoyanadamás.

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Sólolalluvia,latormenta.Luegovolvía aoír algo: laspatasdeuna

sillasiendoarrastradaporelsueloylapuertatrasera abriéndose.En lapesadilla, descendíalaescaleraymequedabadepiedelantede lapuerta de la cocina conteniendo el aliento.Entoncesvolvíaaoírlavozdemipadre,másbaja, refunfuñando.Yotra cosa: losgemidosde un perro. Pero nosotros no teníamosningúnperro.(Enlapesadilla,mepreguntabasimis padres no estarían discutiendo porquemi madre había traído a casa un perrocallejero.Ellasolíahacercosasasí.)

Enlapesadilla,cuandomedabacuentadequeestabasoloencasa,salíacorriendofueray veía amis padresmetiéndose en el coche.Estabandejándome,abandonándome.Amímeentraba el pánico, salía corriendo hacia elvehículo y subía al asiento trasero.Mi padreme sacaba gritando y maldiciendo. Yo meaferrabaalamanijadelapuertaypataleabayleescupíaamipadreenlamano.

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En la pesadilla, había tres personas en elcoche:mipadreconduciendo,yoenelasientotrasero y mi madre en el del copiloto. Altomarunacurvacerrada,elcuerpodeellasemovía y su cabeza se inclinaba a la derecha,de tal forma que podía verla y podía verasimismo la sangreque teníaenelpeloyenun costado de su rostro. Ella intentaba deciralgo,peroyonocomprendíaloquedecía.Suspalabras sonaban extrañas, como si estuvierahablandoenunidiomadesconocido.Surostrotambién parecía extraño, caído de un lado ycon la boca torcida y los ojos en blanco,como si estuvieran vueltos hacia atrás. Lalengua le colgaba como si fuera la de unperro; una saliva rosada y espumosa leresbalabaporunadelascomisurasdelaboca.En la pesadilla, ella extendía un brazo y metocaba una mano y, aterrorizado, yo meencogíaenmiasientoymeaferrabaaunadelas puertas intentando alejarme de ella lomáximoposible.

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Mipadremedijoquelodequemimadreextendiera un brazo haciamí había sido unapesadilla. Que no había sucedido. Que eracomo esa vez que yo decía recordar habercomido arenques ahumados en Craster conmamá y con él, pero por aquel entonces yosólo tenía tres meses. Si recordaba elahumadero,decía,erasóloporquehabíavistounafotografía.Lodemimadreextendiendoelbrazoeraalgoasí,medijo.

Eso tenía sentido. Nome quedé del todoconvencido,peroalmenosteníasentido.

A losdoceaños,meacordédeotracosa:recordaba la tormenta y salir corriendo bajola lluvia, pero esta vez mi padre no estabasubiendoalcoche,sinometiendoamimadreen él, acomodándola en el asiento delcopiloto.Esaimagenmevinoalacabezaconabsolutaclaridad,noparecía formarpartedeninguna pesadilla. La calidad del recuerdoparecía distinta. En él, yo estaba asustado,pero era unmiedo diferente,menos visceral

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queelquesentíacuandomimadreextendíaunbrazo hacia mí. Ese nuevo recuerdo meperturbaba, de modo que le pregunté a mipadreporél.

Él me dislocó el hombro empujándomecontralapared,perofueloquepasódespuésloquesemequedaríagrabado.Dijoquedebíaenseñarmeunalección,demodoquecogióuncuchillo para filetear y me hizo un cortelimpio de un lado a otro de la muñeca. Eraunaadvertencia.

—Esto es para que te acuerdes—dijo—.Para que nunca te olvides. Si lo haces, lapróximavezserádistinto.Teharéuncorteenla otra dirección. —Colocó la punta delcuchilloenmimuñecaderecha,enlabasedelapalmadelamano,ylaarrastrólentamenteendirecciónalcodo—.Así.Noquierovolvera hablar sobre esto, Sean. Ya lo sabes. Yahemos hablado bastante sobre ello. Nomencionamos a tu madre. Lo que hizo esvergonzoso.

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Mehablódelséptimocírculodelinfierno,donde los suicidas son transformados enarbustos espinosos de los que comen lasarpías.Lepreguntéquéeraunaarpíayélmecontestó que mi madre lo era. Me quedéconfundido: ¿era ella un arbusto espinoso ounaarpía?Penséenlapesadilla,enellaenelcoche extendiendo el brazo hacia mí con labocaabiertaylasalivaconsangrecayéndoledeloslabios.Noqueríaquesemecomiera.

Cuandosemecuróelcortedelamuñeca,descubríquelacicatrizeramuysensibleyesome resultó bastante útil. En cuanto me dabacuenta de que me había quedado absorto enmispensamientos, la tocaba,y lamayoríadelasvecesmedevolvíaalarealidad.

Siemprehubounafallaahí,enmiinterior,entre mi comprensión de lo que sabía quehabíapasado,loquecreíaseryoyloqueerami padre y una extraña y escurridizasensación de inexactitud. Al igual que laausenciadedinosauriosenlaBiblia,setrataba

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de algo que no tenía sentido y que, sinembargo,sabíaqueteníaquesercierto.Teníaqueserlo,porquemehabíandichoqueambascosas lo eran, tanto Adán y Eva como losbrontosaurios. A lo largo de los años huboocasionalesmovimientosde tierrasyavecessentíaeltemblordelsuelosobrelafalla,peroelterremotonollegóhastaqueconocíaNel.

Al principio, no. Al principio, lo únicoque importaba era ella, nosotros dos juntos.Nel aceptó con cierta decepción la historiaque yo le conté, la que yo creía cierta.Después de lamuerte deKatie, sin embargo,cambió. La muerte de Katie la volviódiferente. Comenzó a hablar más y más conNickieSageydejódecreerloqueyolehabíacontado. La historia de Nickie encajaba máscon la idea que tenía ella de la Poza de lasAhogadas como un lugar de mujeresperseguidas, rebeldes e inadaptadas quehabían incumplido losmandatos patriarcales,ymipadreeralapersonificacióndetodoello.

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Ella me dijo que creía que mi padre habíamatado a mi madre y entonces la falla seensanchó; todo empezó a cambiar de sitio y,cuanto más lo hacía, más imágenes sueltasacudían a mi mente, primero en forma depesadillasyluegocomorecuerdos.

«Esa mujer te hundirá», dijo mi padrecuandoseenteróde lonuestro.Nelhizomásqueeso.Medeshizo.Silaescuchaba,sicreíasuhistoria,yoyanoeraeltrágicohijodeunamadre suicida y un decente hombre defamilia,sinoelhijodeunmonstruo.Másqueeso,peorqueeso:eraelniñoqueviomorirasu madre y no dijo nada. Era el chico, eladolescente, el hombre que protegía a suasesino,quevivíaconésteyloquería.

Meresultabadifícilseresehombre.LanochequeNelmurió,nosencontramos

en la casita de campo, comohacíamos antes.Yo me sentía perdido. Ella deseabafervientemente que yo supiera la verdad,medijo que me liberaría de mí mismo, de una

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vida que yo no deseaba. Pero también estabapensandoensímisma,enlascosasquehabíadescubiertoyenloquesignificaríanparaella,para su trabajo, para su vida, para su lugar.Eso, más que nada: su lugar ya no era unlugar propicio para suicidarse; era un lugarenelquelibrarsedemujeresconflictivas.

Emprendimosapieelcaminode regresoal pueblo juntos. Lo habíamos hecho amenudo en otras ocasiones (desde que mipadre nos había descubierto en la casita decampo,yoyanoaparcabael coche fuera; envezdeeso,lodejabaenelpueblo).Ellaestabaalgomareadaporelalcoholyelsexoyporelhecho de albergar un propósito renovado.Tienes que recordarlo, me dijo. Tienes quemirarlo y recordarlo, Sean. Lo que pasó.Ahora.Denoche.

Estaballoviendo,ledijeyo.Cuandomurióestaba lloviendo. No era una noche claracomoésta.Deberíamosesperaraquelloviera.

Ellanoqueríaesperar.

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Llegamosa loaltodelacantiladoymiramoshaciaabajo.Nolovidesdeaquí,Nel, ledije.No estaba aquí. Estaba abajo, entre losárboles. No pude ver nada. Ella estaba en elbordedelacantilado,deespaldasamí.

¿Lloraba?,mepreguntóNel.Cuandocayó,¿oístealgo?

Cerré los ojos y la vi en el coche,extendiendo su brazo hacia mí mientras yointentaba alejarme de ella. Me encogí en elasiento, pero ella extendió todavía más elbrazoy tratédeapartarla.ConmismanosenlapartebajadelaespaldadeNel,laapartédeunempujón.

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Agradecimientos

Lafuentedeesteríoenparticularnoestanfácildeencontrar,peromiprimeragradecimientotienequeserparaLizzyKremery Harriet Moore, proveedoras de extrañas ideas y firmesopiniones,exigenteslistasdelecturaseinagotableapoyo.

Encontrar la fuente fue una cosa; seguir el curso del río,otramuydistinta: gracias amis excepcionales editoras,SarahAdamsySarahMcGrath,porayudarmeaencontrarelcamino.Gracias también a Frankie Gray, Kate Samano y DanyaKukafka,portodosuapoyoeditorial.

Gracias a Alison Barrow, sin cuya amistad y consejo talveznuncahabríaconseguidosuperarlosúltimosdosaños.

Porsuapoyoysuánimo,susrecomendacionesdelecturasy sus brillantes ideas, gracias a SimonLipskar, Larry Finlay,GeoffKloske,KristinCochrane,AmyBlack,BillScott-Kerr,Liz Hohenadel, Jynne Martin, Tracey Turriff, Kate Stark,LydiaHirtyMaryStone.

Por sus sorprendentes y hermosos diseños de cubiertas,

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graciasaRichardOgle,JayaMiceliyHelenYentus.Gracias a Alice Howe, Emma Jamison, Emily Randle,

CamillaDubiniyMargauxVialleron,portodosutrabajoparaqueestelibropuedaleerseendocenasdeidiomasdistintos.

Gracias a Markus Dohle, Madeleine McIntosh y TomWeldon.

Por sus observaciones profesionales, gracias a JamesEllson, exintegrante de la policía del área metropolitana deManchester, y a la profesora SharonCowan, de la FacultaddeDerecho deEdimburgo.Huelga decir que cualquier erroren lo relativo a procedimientos legales o policiales esúnicamentemío.

GraciasalashermanasRooke,deWindsorClose,porunavidadeamistadydedicación.

Gracias al señor Rigsby, por todos sus consejos y suscríticasconstructivas.

GraciasaBenMaiden,porayudarmeamantener lospiesenelsuelo.

Gracias a mis padres, Glynne y Tony, y a mi hermanoRichard.

Graciasatodosycadaunodemissufridosamigos.YgraciasaSimonDavis,portodo.

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#paulahawkins#escritoenelagua

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Notas

[1]Thin blue line en el original, es asimismo una expresióncoloquialusadaparareferirsealcuerpodepolicía.(N.delt.)

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[2]PityMepodríatraducirsecomo«Compadéceme».(N.delt.)

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EscritoenelaguaPaulaHawkinsNosepermitelareproduccióntotaloparcialdeestelibro,nisuincorporaciónaunsistemainformático,nisutransmisiónencualquierformaoporcualquiermedio,seaésteelectrónico,mecánico,porfotocopia,porgrabaciónuotrosmétodos,sinelpermisoprevioyporescritodeleditor.Lainfraccióndelosderechosmencionadospuedeserconstitutivadedelitocontralapropiedadintelectual(Art.270ysiguientesdelCódigoPenal)DiríjaseaCEDRO(CentroEspañoldeDerechosReprográficos)sinecesitareproduciralgúnfragmentodeestaobra.PuedecontactarconCEDROatravésdelawebwww.conlicencia.comoporteléfonoenel917021970/932720447Títulooriginal:IntotheWater

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Fotografíadelaportada:©2013RobertoMachadoNoa/GettyImages,©AlexMustard/NaturePictureLibraryy©ThorstenHenn/GettyImagesFotografíadelaautora:©AlisaConnanFotografíadeguardas:©andreiuc88/ShutterstockDiseñodelacubierta:RichardOgle/TW©PaulaHawkins,2017©porlatraducción,AleixMontoto,2017©EditorialPlaneta,S.A.,2017Avda.Diagonal,662-664,08034Barcelona(España)www.editorial.planeta.eswww.planetadelibros.comFragmentodeAlucinacionesdeOliverSacks:©2012,OliverSacks,usadoconelpermisodeTheWylieAgency(UK)Limited.TraduccióndelacitaalespañoltomadadeOliverSacks,Alucinaciones,trad.castellanadeDamiánAlou,Anagrama,Barcelona,2013(N.delt.)CancióndeDownbytheWaterdePJHarvey,reproducidaconelpermisodeHotHeadMusicLtd.Todoslosderechosreservados.Primeraediciónenlibroelectrónico(epub):mayode2017ISBN:978-84-08-17301-4(epub)Conversiónalibroelectrónico:Àtona-VíctorIgual,S.L.

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