Escobar y Castaño

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    La Catedral y Montecasino: espacios para las memorias

    ciudadanas y espejos del Estado colombiano?

    Alba Nelly Gmez

    [email protected] de Antropologa

    Universidad de Antioquia

    Franz [email protected]

    DocenteDepartamento de Humanidades

    Universidad Jorge Tadeo Lozano

    Andrs [email protected]

    Departamento de AntropologaUniversidad de Antioquia

    Anne-Marie Van [email protected]

    DocenteMaestra en Turismo

    Universidad de Lovaina

    Julio 20 de 2013

    Resumen:

    La reutlizacin o destruccin de sitios de vivienda como Montecasino o de reclusin comoLa Catedral, muestra qu tanto de recuerdo y qu tanto de olvido resultan necesarios paravolver a comenzar un proyecto de ciudadana no slo en Antioquia, sino en un Estadocolombiano caracterizado por su frgil institucionalidad. La comprensin de la relacin deenfrentamiento o complicidad entre mafia-Estado, debe incluir el anlisis de lapermisividad de actores legales con prcticas ilegales. Es decir, las justificacionesseoriales que se hacen de algunos victimarios, y la jerarquizacin moral de las vctimas(del lado legal o ilegal) del conflicto.

    Palabras clave: Narcotrfico, Paramilitarismo, Memoria, Ciudadana, Ilegalidad, Culturaseorial

    Montecasino and La Catedral: places for no bad memories?

    Abstract:

    Re-use or destruction of places like Montecasino and La Cathedral could show how much itneeds to forget or to remember, in order to "start again" a Colombian citizenship when theState is known for its historical weak. Conflict or collusion between the mafia and the

    mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]
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    State, must be understood in the context of landlords legal justifications of illegal actions,and the victims discrimination from a moral point of view. The physical spaces ofmemory, its reuse or their destruction are the result and not the cause of the conflicts thathoused.

    Key words:drug lords, paramilitarism, memory, citizenship, illegal, landlords

    Introduccin: sobre la mala imagen del pas y el espejo de la memoria

    En el ltimo lustro, la opinin pblica en Colombia (los temas del da enprensa, radio yredes sociales, dado que en la televisin salieron por bajo rating los debates) se vio animadapor la polmica en torno al alto rating que tuvieron series de televisin que dramatizabanparte de los hechos violentos ocurridos entre la dcada de 1980 y la primera dcada delsiglo XXI, que tuvieron como protagonistas (segn el filtro meditico de las noticias) anarcotraficantes, guerrilleros y paramilitares. Entre esas series basadas en hechos realesse encuentran El cartel de los sapos (2008), El cartel de los sapos 2 (2010), Escobar. Elpatrn del mal(2012),Los tres canes(2013), y est en produccin, para el 2014, otra seriebasada en la vida de alias El Mexicano, muerto en 1989.

    Polmica de revisionismo histrico que no surgi con la versin cinematogrfica de Elcartel de los sapos (2012), ni en torno a series de ficcin como La viuda de la mafia(2004), Sin tetas no hay paraso(2006),Las muecas de la mafia(2009),El capo(2009),El Capo 2 (2013), y, eventualmente, El Capo 3 que se anuncia para 2014. Como laindustria del cine en Colombia es incipiente y no genera esos revuelos mediticos, quedanpor fuera de esas consideraciones, filmes de mayor profundidad dramtica y sociolgicacomoEl rey(2004), Sumas y restas(2005) oLos colores de la montaa(2010), o seriadosde televisin excepcionales como Tiempos difciles(1997) yLa mala hierba(1982).

    Dos personajes que fueron, en parte, pasados por alto en los dramatizados quereconstruyeron la historia para no repetirla, fueron la mansin de los hermanos Castaoconocida como Montecasino, y la crcel en donde estuvo recluido (que no preso) PabloEscobar y su banda, conocida como La Catedral (ver localizacin en Anexo). La polmicaque rode a esos dramatizados que miraban al pasado, es anloga al silencio que se guarden su momento, por miedo o complicidad, frente a los hechos ocurridos en Montecasino yLa Catedral. Los dramatizados se construyeron sobre el supuesto de que los malos(narcotraficantes, paramilitares, guerrilleros) deban recibir un castigo al final del seriado,con el fin de que se reestableciera simblicamente en la ficcin televisiva la armona socialque supuestamente reinaba en Antioquia y Colombia. Armona que los criminales, con susactos malvados contra la gente buena e indefensa, habran fracturado en las dcadas de1980 y 1990 (cf. Semana & Caracol 2008; Angulo 2012; Semana 2013).

    En este escrito tratamos de sustentar la tesis de que el dramatismo y moralismo de esaspolmicas mediticas pone el nfasis en los rboles (los malos, los hroes, y eventualmentealgunas vctimas destacadas) y, en consecuencia, no se enfoca en el bosque que los cultivy los vio crecer. Ese bosque, o esas condiciones de reproduccin del olvido y el recuerdoselectivo, es la convivencia entre ciudadana e ilegalidad, entre tradicin autoritaria ymodernidad regulada por el Derecho, que caracteriza la formacin de la nacin colombiana.

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    Espacios de la vida cotidiana (Montecasino) o de reformatorio social (La Catedral) no sonslo el escenario de una obra ya terminada, con actores desaparecidos y parcialmenteolvidados, sino tambin unos espejos que hoy se pretende que devuelvan una buenaimagen no slo de lo que somos como nacin, sino de lo que aparentemente fuimos.Consideramos necesario llamar la atencin hacia la manera como se construyen los olvidos

    y nfasis de la memoria oficial y la popular que conserva, reutiliza o relega al olvido esosespacios y, por ende, los hechos y personajes que dieron vida o recrearon la muerte en esosescenarios.

    Las ciudadanas y el conflicto colombianoEl mircoles 13 de enero de 1988, cuando ocurri el atentado al edificio Mnaco (lugar deresidencia ocasional de Pablo Escobar), result notorio, a nivel nacional (en los mediosde comunicacin con sede en Bogot), que el peligroso delincuente Pablo Escobar y sufamilia vivan en uno de los barrios ms prestigiosos (El Poblado) de la ciudad de Medellny no haban sido reconocidos por las autoridades ni los vecinos que lo buscaban desde1984, con millonaria recompensa incluida (Salazar 2001; Kien&Ke 2011a).

    Montecasino y La Catedral puede ser interpretadas como dos expresiones mnimas perodicientes del lujo y la borrosa lnea que ha separado histricamente legalidad e ilegalidad enColombia. Tanto Montecasino como lo que queda de la crcel conocida como La Catedral,en buena medida derrumbada a dos dcadas de haber sido cerrada (Pablo Escobar y subanda fueron recluidos all el 19 de junio de 1991 y se fugaron el 21 de julio de 1992); sonsitios que hoy son visitados por turistas nacionales y extranjeros, por curiosos, porhabitantes de la zona o estudiosos de temas relacionados con el narcotrfico o elparamilitarismo y que tratan de ser resignificadospor sus nuevos propietarios.

    Los visitantes nacionales o extranjeros que van en plan de turismo a ese tipo de sitios sonescasos, al punto de que no se puede hablar de que exista una infraestructura y unmerchandisingque permita transformar en espectculo memorable,souveniro mementolosacontecimientos o sus protagonistas. En la experiencia turstica no slo se ponen en juegosupuestos mercantiles (oferta, demanda, consumo), sino tambin identidades sociales o laautenticidad tanto de lo memorable como del horror, trivializada al tiempo quefomentada por la globalizacin (Cunin 2006; Salazar 2006). Son experiencias tocadas porinterculturalidad, y maneras de interactuar con el otro que lo acercan o alejan de la propiaidentidad al moderno. A lo que hay que agregar el peso del pasado en el presente, quefunciona de diferente manera para nacionales o extranjeros.

    Es decir, los conflictos pueden seguir siendo latentes para el visitante colombiano, por loque puede preferir no recordar o seleccionar parte de los hechos en los que el sitio tuvoalgn rol (refugio o punto de planificacin de actos violentos), o que hizo parte de lasociedad que legitim o justific algunos de esos actos (Salazar 2001; Kien&Ke 2011b);mientras que para el extranjero es una memoria y una historia ajenas, de la que no esproducto o que no lo afecta en su construccin de identidad o valoracin como parte de unasociedad.

    As, la venta de camisetas (en sitios de artesanas) con imgenes del Patrn (PabloEscobar) puede ser ofensivo o extico para un visitante forneo, pero para el nacional

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    puede ser una muestra de cmo se homenajea un antihroe que le sali el paso a la ley, quese puede entender como opresiva y selectiva (la ley es para los de ruana, o hecha la ley,

    hecha la trampa) y no como la garanta que ofrecera un Estado de Derecho(Garca 2011,2012). Tal vez por lo anterior es que los tours en torno a la vida y obra de Pablo Escobarhasta mediados del 2012 eran no oficiales y no guiados por profesionales en turismo (VV.

    AA. 2012b); y entre ellos se contaba alias El Osito (Roberto Escobar), que para el 2013abandon su labor de gua de la memoria del bandido.

    Si bien el turismo alrededor de la vida de bandidos es un fenmeno tan viejo como las fotostomadas a Jesse James recin muerto, y luego vendidas como postales (en 1882), y lasperegrinaciones que se hicieron a la casa donde fue ultimado; as como las fotos de turismoque se tomaron al cadver de John Dillinger (1934); el contexto en el que estos bandidosfueron convertidos en leyendas populares giraba en torno al mito estadounidense delindividuo hecho a s mismo, rebelde frente a la legalidad cuestionada popularmente porlos efectos de la Guerra Civil o por la Gran Depresin; pero no era el contexto de unatendencia socialde considerar deseable desacatar la mayor parte del tiempo el mbito legal,desde el Estado mismo o por parte de los ciudadanos en Colombia.

    Para el caso colombiano, ms que el dilema moral o de legitimidad social de hacer turismoy entretenimiento como lo que para otros sigue siendo un recuerdo cruel; el punto es que loque el nacional comprende como ciudadana o ilegalidad condiciona la valoracin de lo quereconoce a simple vista. Y dependiendo de cmo entienda esos supuestos modernos del serciudadano (ser sujeto de un Estado de Derecho, con responsabilidades, autonoma moral eigualdad poltica, cf. Dahl 1999; Touraine 2001), consume o no una versin oficializada oestandarizada de su historia que puede ser recreada con algunos lugares comunes o frasesde cajn por el gua o los guiones mediticos que narran a los espacios.

    En esa medida, tanto en la poca en que Montecasino o el lugar en que existi La Catedralfueron el escenario de prcticas criminales como hoy que tratan de ser usados para prcticasms ciudadanas (refugio para ancianos, un canal de televisin local, reparacin paravctimas), la indignacin con lo que ocurra en el lugar presupone haber sido formadospreviamente, al menos, como sujetos de un Estado de Derecho, o como sujetos de unamemoria colectiva o nacional.

    Jess Antonio Roldn, alias 'Monoleche', mano derecha de Vicente Castao y asesino de suhermano Carlos Castao por encargo del primero en el contexto de la negociacin de pazde narcotraficantes convertidos en paramilitares durante los dos gobiernos de lvaro Uribe(2002-2010), resumi en una confesin la historia parainstitucional de Montecasino: "Noes posible que en 20 aos ningn fiscal se diera cuenta de que esa casa se compr con platadel narcotrfico. Eso lo saba todo el mundo (El Tiempo, 2012).

    A su turno, la reutilizacin de esos espacios tiene que ver con algo ms que un cambio dedueos. Se puede interpretar como el intento por generar un nuevo comienzo de la memoriacolectiva (no slo local sino nacional) basada, no en la evocacin de hechos dolorosos, sinoen la apelacin a un porvenir desconectado del pasado (Snchez 2003).

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    En los medios de comunicacin de la poca (radio, prensa y televisin, pues las redessociales slo apareceran dos dcadas despus), que luego han servido de base pararecordar la poca de manera melodramtica y amarillista (Semana & Caracol 2008) sepresentaba como noticia o novedad lo que la gente de a pie viva como cotidianidad: elreclamo de derechos supone la violacin de normas del Estado de Derecho, no la aplicacin

    de las mismas, puesto que la ley no garantiza derechos sino privilegios (Palacios & Safford2002; Garca 2011, 2012; Palacios 2012). Detrs de las noticias de orden pblicoproducidas por enfrentamientos armados entre grupos guerrilleros y el Estado, o de estoscon grupos paramilitares, y en medio de todo el dinero del narcotrfico acogindose a uno uotro bando victorioso, se poda encontrar lo poco que era valorada la normatividad queregulara o sancionara las conductas violentas de unos u otros.

    La ley no slo se aplicaba selectivamente como ha sido costumbre desde la Colonia (Garca& Revelo 2011), sino que adems los patrones (narcotraficantes, paramilitares, guerrilleros,polticos locales) haban creado sus propias leyes bajo las cuales la frontera entre lo legal ylo ilegal, entre la autoridad y lo autoritario, entre la protesta social y la amenazacomunistase haban disuelto, dando como resultado una ciudadana con una tica laxa ypragmtica, que acompa el surgimiento y auge del narcotrfico y su tica criminal (Nio1995; Abad 1995; Betancourt 1998; Thoumi 2002; Romero 2006; Camacho 2006; Garca2011, 2012; Angulo 2012). Pero que adems fue el teln de fondo para la legitimacin de lacultura poltica seorial que tuvo sus mximas expresiones en la paz bipartidista firmada en1903 para acabar con la Guerra de los Mil Das, y el otro pacto bipartidista que fue elFrente Nacional (1958-1974) que acab con la guerra partidista (1945-1953), a costa dereducir el debate poltico a un reparto burocrtico.

    Como afirman diferentes voces en el documental Los tiempos de Escobar. Lecciones deuna poca (Angulo 2012), el surgimiento de los capos del narcotrfico (o de losparamilitares, aunque ese sigue siendo un tema vergonzante) no fue visto de maneranegativa por el comn de las gentes o las lites polticas y econmicas. Porque nuncaamenaz las relaciones seoriales de dominio de esas lites, legitimadas por el Estado deDerecho, como si se ha credo que lo hace la protesta social. Varios de los polticos yperiodistas que recuerdan y hacen balance de la dcada de 1980 en ese documental,plantean, palabras ms, palabras menos, que el error de los capos del narcotrfico fue el deocupar el lugar de privilegio que por dcadas tuvieron las lites polticas y econmicas(Isaza 2008). Y no porque eso fuera un delito, sino porque todos asumen que as era comofuncionaba el pas, con base en el dominio corporativo ms que en la disputa ideolgica

    entre propuestas polticas de izquierda y derecha (Senz 1994, 2002; Palacios 1999;Gonzlez 2008).

    Para hacerse a una idea de lo que la gente de la poca (en la dcada de 1980 y 1990) podaver o sentir al pasar por lugares como Montecasino (fortn de las autodefensas de loshermanos Castao), el edificio Mnaco abandonado al comenzar la segunda dcada delsiglo XXI (Air Photo Colombia 2010), o al observar por prensa y televisin a La Catedral(la crcel de Pablo Escobar), resulta prudente tomar distancia de los conceptos deciudadana clsicos (Dahl 1999; Touraine 2001). Estos ltimos presuponen una historia enla que se construyeron instituciones republicanas (igualdad ante la ley) sobre lasmonrquicas, que no fue el caso colombiano en el que las normas republicanas se

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    construyeron en funcin del pragmatismo caudillista, relaciones sociales de seoro yservilismo, y un liberalismo econmico rentista sobre la tierra y de monopolios (Palacios2012). Dicho de otra manera la revolucin liberal ni siquiera ha llegado a Colombia(Palacios 1999; Gonzlez 2008).

    Sobre ese teln de fondo, el problema no es fctico o noticioso: que ocurrieran unos hechosy que la gente se diera por enterada, sino el cmo eran valorados por la ciudadana esoshechos, el problema de la memoria no slo social sino meditica que no slo recuerda yexalta sino que tambin olvida o empequeece hechos (CNMH 2013). Al informar queen esos lugares son el referente de macabras historiascomo secuestros o asesinatos conleones o mutilacin y destruccin de cuerpos de enemigos (Castao 1994; Testigo directo2010; Kien&Ke 2011b; Semana 2012), los comunicadores mediticos presuponen que lomacabro y la ciudadana no hacen parte del mismo sistema de valores. Se asume que laciudadana no pudo convivir con la maldad, como se dice desde el marco amarillista ycristiano con el que se han hecho algunos documentales que funcionan como sustitutosde la memoria colectiva (cf. Semana & Caracol 2008).

    En la formacin del Estado liberal soportado sobre normas de Derecho, se supone unalegitimidad cultural que cuestiona o acepta la razn de ser de esas abstracciones formales.Esa legitimidad estaba dada por el supuesto de que las desigualdades coloniales de castashabran de terminarse al surgir la igualdad jurdica y poltica entre ciudadanos. Pero comoesa igualdad slo se dio entre las lites, y al interior de partidos seoriales en pugna, elreconocimiento de los derechos humanos, justicia laboral, el reparto de los latifundioscoloniales o la participacin poltica fueron temas que siempre fueron visto con recelo porlas lites de los dos partidos tradicionales, dado que implicaban asumir al Derecho y no a latradicin de castas como los reguladores del orden social (Palacios 2012).

    Las expresiones coloquiales acerca de cunto es mucha riqueza o qu tanto es legtimoindignarse por la pobreza o la impunidad, puede pasar de ser comentarios sueltos de unmomento a un turista que visita Montecasino o La Catedral, a una manera de analizar yexplicar el por qu unos u otros podan tomar la ley en sus manos y salirse con la suya, almenos por algn tiempo. Es un supuesto de la formacin ciudadana en el primer mundo queun gobierno es legtimo porque atiende o, por lo menos, no censura las inconformidades desus ciudadanos.

    Pero en el contexto seorial tercermundista esa legitimidad reposaba, o reposa,parcialmente, sobre el supuesto de que gobernar es un privilegio reservado a algunos, y, porende, las inconformidades que se permiten atender o las que les llevan a preocuparse por lalegitimidad (no la legalidad) de sus posiciones de poder tambin se basan en lo que tienenderecho a la inconformidad y los que por su naturaleza (origen socieconmico, tnico o degnero) deben soportar diferencias o jerarquas (Romero 1999; Palacios & Safford 2002;Palacios 2012). En resumen, si las minoras tnicas, regionales o sexuales puedencuestionar polticas pblicas (minera, educacin, salud) de manera pblica y contestataria,o si de preferencia esas polticas pblicas se asumen como cuestionables por la va dellobby que los empresarios o grupos de poder tradicionales llevan a cabo con losadministradores del Estado, por ser sus financiadores, prestamistas o de la misma clasesocial (Senz 1994, 2002; Archila 2006).

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    Al asumir que la nocin liberal ideal de ciudadana (individuo que es sujeto de un Estado deDerecho y es consciente de sus deberes y derechos constitucionales), resulta asombroso,para no decir que una patente muestra de complicidad, el que se aceptara tcitamente quepersonajes como Fidel, Vicente o Carlos Castao, o Pablo Escobar, fueran simultneamente

    reconocidos y buscados por polticos, gente del comn y comerciantes para tener negocios,y desconocidos e ignorados cuando se trataba de verlos como los responsables deasesinatos y atentados contra sus conciudadanos.

    Ahora bien, si se comprende mejor en qu ha consistido la historia a nivel de institucionespolticas del Estado o la cotidianidad de la gente en el municipio o el barrio, resulta menossorprendente ponerse en el lugar de quienes convivieron o se beneficiaron del capital o lasinfluencias de los Castao o Escobar. No se trata, obviamente, de justificar las conductas deunos u otros, sino de diferenciar el juicio moral que incrementa o aminora el peso de unhecho histrico (Snchez 2003), del contexto histrico en el cual esos hechos no fueronvalorados en su momento de la misma manera, ni siquiera por los mismos que hoy en dalos condenaran o justificaran retrospectivamente. Es un precepto metodolgico para tomardistancia de los anacronismos histricos propios de todo ejercicio de la memoria individualo colectiva (o dramatizada mediticamente).

    Desde la poca colonial, el Estado no tuvo una presencia soberana o efectiva sobre todo elterritorio. Ya fuera porque no poda tener una presencia continua o constante defuncionarios, o porque la autoridad monrquica era filtrada por los poderes locales. Una vezque se dio la separacin del imperio espaol, en las primeras dcadas del siglo XIX, lasituacin no vari sustancialmente hasta casi un siglo despus. En esa medida, se pudo darla aparente paradoja de que se formularan o cambiaran constituciones polticas en el sigloXIX a la luz de guerras civiles. No se entenda que la Constitucin estuviera por encima delos partidos polticos, sino que eran los intereses locales o de clases seoriales traducidos enpartidos polticos los que se crea que deban configurar el Estado de Derecho (Palacios &Safford 2002; Gonzlez 2010; Palacios 2012).

    El resultado fue que en algunas regiones o centros urbanos la zona andina del Tolima a losSantanderes, centros urbanos de la Costa Caribe y unas fracciones del occidente ligado a lacolonizacin paisa o las lites ligadas al monocultivo en el Valle del Cauca- el Estadocolombiano ha regulado, o al menos ha sido el referente del reclamo de derechos y deberes,en lo relativo al orden social, el monopolio de la violencia legtima y el impartir justiciadesde un tribunal.

    En consecuencia, la percepcin que se tiene en esas regiones del pas con respecto a lasinstituciones del Estado es que funcionan relativamente bien, pese al pesimismo histricode que la ley es para los de ruana o que hecha la ley, hecha la trampa. Eso claro , si setoma en cuenta que los niveles de violencia han sido histricamente bajos en comparacincon otras zonas del pas, y que se asume que deben ser respetadas ciertas instancias deinstitucionalidad (que van del voto para la mujer en la dcada de 1950 a la eleccin popularde alcaldes en la dcada de 1980) que son base de la gobernabilidad.

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    Sin embargo, el poder econmico y militar de paramilitares como los Castao o denarcotraficantes como Pablo Escobar no residi en el mbito urbano, sino en el rural. Y fueprecisamente en las regiones menos integradas al orden institucional o la dinmica delcapitalismo y su mundo asalariado, que parte de la Costa Caribe, la Costa Pacfica, losLlanos Orientales, parte del suroccidente y la Amazona, se articularon al Estado o el

    mercado por las redes del clientelismo poltico, y luego se han convertido en el botn que sedisputan los actores armados. Esto ltimo, en funcin de que se trata de zonas con recursosnaturales explotables por mano de obra poco calificada, o porque son corredores para eltrfico de estupefacientes. Otra cosa es que el capital financiero tuviera maneras dereproducirse (lavado de activos) no slo a nivel local sino internacional (bancos en EstadosUnidos y Europa).

    En las zonas marginales a la legalidad, la nocin de ciudana no es un tema abstracto dederechos y deberes constitucionales, sino un tema de negociacin cotidiana con los diversosactores que regulan la vida social, ya sean legales (polica, ejrcito, jueces) o ilegales(ejrcitos irregulares que administran el poder econmico local, ya sea por cobrarle vacunaa la empresa privada o por apropiarse de los recursos estatales). All los niveles de violenciason ms altos y sobre todo ms tolerados (a la pregunta de por qu amenazaron oasesinaron a un vecino se puede escuchar la respuesta justificatoria: por algo sera. .. debeser que algo deba). Las instituciones estatales (jueces, alcaldes, concejos, la mismapolica) o estn ausentes o tiene el permiso de funcionar gracias a que actan en paralelocon intermediarios que detentan el poder local. Entonces, el orden ilegal permite integrar alas regiones marginales o marginadas, al tiempo que dicha integracin supone un nivel deviolencia que al presentarse en los sectores donde el Estado tiene presencia efectiva, seconvierten en noticia o escndalo, dado que se asume que la ilegalidad es tolerable en elmbito no integrado pero inmerecida en los espacios ms institucionalizados (Gonzlez2010; Garca & Revelo 2011; Palacios 1996, 2012).

    En consecuencia la nacin colombiana y los ciudadanos correspondientes a ese Estado -nacin, respondieron a un doble y contradictorio discurso. Por un lado, la igualdad quesupona crear un Estado de Derecho en el que la ley se sobrepona a los privilegioscoloniales, y por otra parte la preservacin de distinciones seoriales sobre las que seconstitua la identidad de clase de esa misma dirigencia de ancestro colonial.

    Como lo seala Jos Luis Romero (1999, 2001a, 2001b), de ese desencuentro surgieronnaciones en las que convivan el proyecto de modernizacin sin modernidad que copiaba laforma de la modernidad europea (luego norteamericana) ms que su contenido (eleccionessin disputa ideolgica real, liberalismo econmico con subvencin estatal, educacindiferenciada); con un proyecto de discriminacin racial y cultural hacia el pueblo cuya

    cultura no poda ser la base del proyecto de nacin dado que se trataban de un cmulo deprcticas folclricas o ancdotas locales que al sustentarse sobre la comunidad y latradicin y no sobre el individualismo o la competitividad liberal, resultaban contrarias alos valores liberales y las prcticas burguesas. Tal distincin habra de transformarse haciafinales del siglo XX cuando la democratizacin del consumo llev a generar proyectos denacin menos decimonnicos y ms sintonizados con las solidaridades mediticas y elconsumo.

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    Es en ese cruce entre una cultura premoderna anclada en los privilegios, el honor, elreconocimiento social y un individualismo exacerbado, que se afianz una lgica dehacienda que estructur luego las relaciones, en apariencia, urbanas y modernas. Elconcepto de patrn sali de su mbito patriarcal y rural para incluir a los nuevos jefeslegales o ilegales (guerrilla, paramilitares, narcotraficantes) cuyas acciones de cada a la

    sociedad y a la vista de actores externos al mbito nacional quedaron reducidos a jefes degrupos criminales (carteles de la droga o ejrcitos privados).

    En realidad, se trat de un remplazo de patrones legales por otros menos legales. Lotradicional o normal fue que hubieran lderes polticos de los partidos tradicionales quehasta casi el fin (oficial en 1974 e institucional en 1990) del Frente Nacional, acomodabanla ley a su permanencia en el poder o la exclusin de nuevas corrientes polticas por mediode la cooptacin, el miedo, el fraude o la violencia (contra los socialistas en 1930, contralos comunistas en 1950 o contra la izquierda organizada en la dcada de 1980) (Palacios2012). Y sobre ese modelo no result excepcional que llegaran nuevos patrones quereprodujeran esa lgica conservadora de privilegios, paternalismo y autoritarismo seorial:mensajeros de empresa que hacen favores personales al jefe, muchachas de serviciodomstico a medio camino entre la servidumbre y el ser asalariadas; senadores, alcaldes oconcejales en ejercicio que se excusan detrs de su cargo para evadir una multa de trfico ouna investigacin por corrupcin, por citar slo algunos ejemplos, que no sonexcepcionales.

    Pero ahora los subordinados no fueron los inferiores de clase, los de ancestro campesino,sino que esa lgica feudal fue reproducida por mafiosos del paramilitarismo o delnarcotrfico con los empresarios y polticos que estaban habidos del capital ilegal, que loscelebraban en privado y los negaban en pblico (Thoumi 2002). Por lo anterior es que noha sido extrao escuchar o leer que el gran error que cometieron narcotraficantes oparamilitares no fueron tanto la violacin sistemtica de la ley o los derechos humanos,como haber tratado de usurpar el espacio poltico que por tradicin haba correspondido alas clases seoriales dirigentes (Isaza 2008).

    Es en ese contexto que resulta menos dramtico el constatar en dnde estaban ubicadosespacios como la hacienda Montecasino (en medio del barrio de la lite paisa), quinespudieron ser sus visitantes en tiempos de negocios del narcotrfico y masacres de dirigentesde izquierda, as como no resulta tan extrao que la percepcin de la gente a comienzos dela dcada de 1990 no era que Pablo Escobar se hubiera sometido a la justicia, sino que lajusticia haba decidido ceder a las presiones violentas de Escobar para torcer la ley a sufavor (Salazar 2001; Baquero 2012). Y que como eso era lo que haban hecho los patroneslegales por dcadas, no resultaba extrao que tambin lo demandara un patrn de lailegalidad.

    Dicho de otra manera, la concepcin del poder entre la gente comn y corriente queconstruy tneles, garitas, calabozos o bvedas, visit o haca el mantenimiento de lasinstalaciones de Montecasino, el edificio Mnaco, La Catedral o la Hacienda Npoles(celebrada sta ltima en un documental de 1978 cuyos extractos se pueden ver enhttp://youtu.be/JyTJjbBVXHs); no supone un concepto de ciudadana ni institucional, nicrtica de esa institucionalidad, ni revisionista de los ideales del liberalismo clsico, pues

    http://youtu.be/JyTJjbBVXHshttp://youtu.be/JyTJjbBVXHshttp://youtu.be/JyTJjbBVXHs
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    eso implicara que el Estado moderno habra asentado races de igual manera sobre todo elterritorio nacional.

    O que los ideales de modernidad del Estado de Derecho habra sido comunes a lasdiferentes constituciones polticas del siglo XIX, o que no habran estado en cuestin

    durante las guerras civiles del siglo XIX, o las diversas guerras surgidas al abrigo del FrenteNacional (1958-1974) que pretendi y consigui acabar con la disputa bipartidista de lasdcadas de 1940 y 1950, pero a costa de excluir la poltica (disputa ideolgica) de lademocracia y la oposicin del juego democrtico. Ms bien podra decirse que no se tratabade que hubiera una gran distancia o diferencia entre ilegalidad y ciudadana en las dcadas1970, 1980 y 1990; sino que fue en medio de la cruenta guerra que fue claro hasta qupunto los derechos y los deberes ciudadanos se haban ganado o disputado de maneraviolenta. Que el clientelismo era una de las maneras de ejercer derechos negados por laforma misma como se administraba el Estado, y que la violencia armada era una de lasformas en que se buscaba preservar la vida ante el no monopolio de la violencia legtimapor parte del Estado (Palacios 2012).

    En ese contexto conflictivo, ms que comprender el pasado, se tratara en el presente deolvidarlo por la disyuntiva entre reconocerse en esa deformacin del concepto clsico deciudadana o Estado, como parecera mostrarlo un hecho reciente que aunque anecdticoresulta muy diciente. En Colombia la mayor sintona en televisin corre por cuenta de losdos canales privados: RCN y Caracol, que son a su vez una extensin de grandes emporioseconmicos (multi) nacionales.

    El mircoles 12 de septiembre de 2012, en el horario estelar o prime time (que facturamillones de pesos por cada segundo de comerciales) se disputaban la sintona el realityProtagonistas de Nuestra Tele (RCN) y Escobar. El patrn del mal (Caracol). En elprimero se presentaba un cara a cara entre los participantes que permanecan en concurso,del que se derivaban amenazados que podan luego ser sacados de la casa estudio por

    el voto de los televidentes. Y en el segundo se recreaba el conocido como magnicidio (yluego calificado de crimen de lesa humanidad) de Luis Carlos Galn ocurrido el 18 deagosto de 1989, con un ingrediente aadido que era el de superar la noticia del hecho con elcontexto familiar y delincuencial que tal hecho implic. El resultado fue que el reality legan en rating a la recreacin dramtica de la realidad histrica, pues result msangustioso que resultara amenazados los hasta ese momento annimos Sara, Anglica,Edwin, Jhoan o Sebastin y pudieran salir del concurso para ser tema del da y pasar luegoal olvido; que revivir cmo se cumpli la amenaza que la mafia de la poca hizo efectivasobre Galn. Eso por el lado del gran capital que se maneja en esos horarios de la televisinnacional. En este caso, recordar poda ser vivir, pero pareciera que era preferible el olvido yel presentismo emocional.

    En el mbito ms barrial, es de anotar la reaccin de indignacin y resignacin(paternalista: qu se puede esperar de esa pobre gente) que se dio a raz d e la publicacinde un lbum de monas o lminas que surgi a raz del seriado sobre la vida de PabloEscobar (Oquendo 2012), que muestra la pervivencia de la condescendencia y admiracinque en su momento despert esa figura delictiva y patronal.

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    No se trata, por tanto, slo de que se preserven o no las instalaciones fsicas que albergarona dos ramas de la delincuencia organizada de unas dcadas atrs, sino tambin de qu tipode ciudadanos y ciudadana, as como de memoria de ese ser ciudadano, se confrontan otoman distancia con esos hechos cuyo efecto se pretende ausente en el presente, al menosen un nivel superficial del cese de la violencia de aquella poca en el mbito urbano.

    Narcotrfico y paramilitares en Medelln: La Catedral y Montecasino

    La construccin de vnculos y regulaciones sociales, o dicho de otra manera, la constitucinde la nacin colombiana y, en buena medida, de la sociedad antioquea no se ha realizadoal margen o a pesar del conflicto armado, sino precisamente teniendo como teln de fondoel vocabulario, los principios y los valores de una guerra entre diferentes actores, adiferentes niveles y con diferente intereses por ms de medio siglo.

    Diversos analistas han sostenido que el auge del negocio de la marihuana en la dcada de1970, de la cocana y la herona en la dcada de 1980, y del paramilitarismo y la guerrillafinanciados por el narcotrfico en las dcadas de 1990 y las primeras dcadas del sigloXXI, no habra sido posible sin un tejido social tan frgil como el que dej la violenciabipartidista y el remedio anti-institucional del Frente Nacional escogido para conjurarla

    Pablo Escobar y Fidel Castao se conocieron en el bajo mundo del hampa de Medelln en1977. Ni Escobar ni Castao provenan de hogares de escasos recursos en los que se leshubieran negado oportunidades de formacin, o un espacio de desarrollo familiar. Ambostuvieron la posibilidad de educarse pero Castao, hacia los 14 aos (1965), dej el colegiopara aventurarse en negocios o trabajos por su cuenta, as como Escobar a los 18 aos(1967) se retir de la universidad en que comenzaba a cursar estudios en economa.

    Las historias de vida Castao o Escobar no es diferente de las de otros prsperos yreconocidos empresarios del Valle de Aburr que han incurrido en la compra de polticos,jueces o han creado su propio ejrcito privado para resguardarse de la genrica yomnipresente inseguridad en la ciudad.

    Pablo Escobar se convirti en la dcada de 1970 en El Patrn merced a la calculadafinanciacin de obras de beneficencia y la consolidacin de un cuerpo de guardia privadoque extenda su influencia en la polica, el ejrcito, los polticos y algunos jueces.Entretanto, Castao dej la vida de bajo mundo para convertirse a finales de la dcada de1970 en un marchant de arte en Europa, con todo lo que ello implicaba en trminos deestilo de vida: fumar puros y no pielroja, saber degustar vino y tener una cava, adems deuna residencia digna de la manera como se perciba a s mismo, que conseguira en elmismo ao en que comenz su tragedia personal. No obstante, en forma paralela, FidelCastao segua atendiendo a sus fincas y viviendo la vida de un hacendado, la de un patrnrural.

    Pero en 1981 fue secuestrado y muerto el padre de Castao por parte de la guerrilla de lasFARC. El rescate fue pagado pero el padre habra sido asesinado por la guerrilla. Desdeentonces, la falta de un aparato institucional que le respondiera o hiciera justicia ante elagravio, fue la justificacin que Castao encontr para comenzar a formar un ejrcito

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    particular para vengar la muerte de su padre, y atacar a la guerrilla o, ms precisamente,todo el que tuviera algn tipo de afinidad o cercana social con la guerrilla o sus presuntosideales polticos; es decir, la guerra contra la guerrilla se aliment de los viejosresentimientos contra el comunismo y las reformas sociales (Romero 2006). El ejrcito delclan Castao se financi con el dinero proveniente del trfico de cocana, negocio en el que

    comparta intereses con Pablo Escobar. Dos dcadas despus, el vicepresidente FranciscoSantos en acto pblico, y luego el ya exministro de justicia Fernando Londoo, declararanpblicamente que el Estado le haba fallado a los Castao y los haba dejado si otra opcinque la autodefensa, dejando de lado la expropiacin de tierras por va violenta, o losasesinatos selectivos de civiles (Londoo 2007).

    Argumento similar se utilizaron cuando apareci el informe del Grupo de MemoriaHistrica (CNMH 2013) en el que se haca un balance de las vctimas (muertos, heridos,lisiados, desplazados, violaciones) de la guerra entre 1958 y 2012. Contra la idea de que laciudadana y el Estado fueron parte del conflicto por complicidad, comodidad oindiferencia, se argument que el Estado le fall a quienes armaron a las autodefensas, y sedefendi heroicamente de la arremetida de los comunistas-terroristas. Pero de fondo nohaba responsabilidad alguna de los administradores del Estado ni de la ciudadana toleranteen el abandono de las vctimas a su propia suerte. El conflicto, por tanto, no pasa de ser unenfrentamiento parainstitucional (entre guerrilleros, paramilitares, mafiosos), dado que elEstado es neutral y no beneficia a quienes lo cooptan en perjuicio de quienes le haganreclamos (salud, educacin, tierras, participacin poltica), que son atendidos por la va dela beneficencia, el populismo o el mercado, dado el peligro siempre presente de que laizquierda (o sea, el comunismo) se tome el poder(Rangel 2013; Monsalve 2013; Santos2013).

    Una historia ms o menos conocida, pese a los mltiples intereses que destacan algunoseventos y ocultan otros, es la de cmo Pablo Escobar por su lado intentaba figurar en lapoltica nacional con nombre propio entre 1982 y 1983, y no en cuerpo ajeno como haranlos paramilitares dos dcadas despus (Romero 2011); y la de cmo los dilogos de paz delgobierno de Betancur (1982-1986) de los que surgi un partido poltico de izquierda con elque la guerrilla de las FARC se esperaba que politizara por la va civil sus peticiones ydiscurso, se vio diluido, entre otras cosas, por la cruzada vengativa del clan Castao no slocontra la guerrilla sino contra todo aqul que consideraran su colaborador o simpatizante, loque serva como fachada poltica del lavado de activos y el desplazamiento forzado de lapoblacin civil (Camacho 2006; Romero 2006). Tanto la empresa de Escobar como la deCastao no fueron ajenas a polticos y militares que toleraron o incluso recibieron apoyo delos dineros del narcotrfico para sus campaas o sus confrontaciones con la guerrilla.

    Menos conocido o debatido ha sido el hecho de que valores ticos y estticos delnarcotrfico y del paramilitarismo estaban presentes en el tejido social y dificultaron lalucha del Estado contra esas empresas criminales. No es extrao, en ese contexto, que laguerra a muerte librada entre el Estado y Pablo Escobar luego de su fuga de la crcelconocida como La Catedral, contara con la colaboracin de los llamados Pepes(Perseguidos por Pablo Escobar), entre los que se encontraban paramilitares ynarcotraficantes, mezclados con la fuerza pblica con la anuencia de quienes representabanla legalidad, hecho que nunca ha sido reconocido pues mostrara lo delgada que fue la lnea

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    entre la legalidad e ilegalidad cuando de acabar con Pablo Escobar se trat (Reyes 2000;Morales & La Rotta 2009; VV. AA. 2010; Baquero 2012).

    De ese pasado oscuro de colaboraciones de bajo perfil, fue que sali el exoficial de lapolica Danilo Gonzlez. El oficial fue ascendido a coronel luego de hacer parte del Bloque

    de Bsqueda que literalmente caz a Pablo Escobar el 2 de diciembre de 1993, luegocolabor en el desmantelamiento del Cartel de Cali en 1994-1995, y entr en estrechosvnculos con el Cartel del Norte del Valle al punto de colaborar en el asesinato delexcandidato presidencial lvaro Gmez (1995) y el secuestro en 1996 Juan Carlos Gaviria,hermano del expresidente Csar Gaviria. Muri como hombre millonario y sin serprocesado judicialmente el 25 de marzo de 2004, abaleado a sus 50 aos en medio de susescoltas (Arrzola 2008).

    Y el ms reciente botn de esos vnculos ha sido el oficial de la polica Mauricio Santoyo,el primer General de la Repblica condenado en Estados Unidos a 13 aos de prisin porvnculos con narcotraficantes. El exjefe de seguridad del expresidente lvaro Uribe (2002-2008) entreg informacin reservada a la cpula del Estado a Diego Fernando Murillo aliasDon Berna, jefe de la Oficina de Envigado, que tom el lugar de Escobar en el bajomundo de Medelln luego de su muerte (El Espectador 2012). Huelga decir queprcticamente no hay declaraciones de asombro por el hecho de que, en Colombia, elexgeneral Santoyo no tuviera investigacin alguna por los mismos hechos que fuecondenado en Estados Unidos.

    De vuelta a La Catedral, encontramos que fue construida a partir de adecuaciones hechas auna edificacin que iba a ser usada como lugar de rehabilitacin de jvenes consumidoresde basuco: Centro de rehabilitacin hogares Claret. El centro nunca entr enfuncionamiento, fue construido entre enero y mayo de 1991, y postulado por la alcalda deEnvigado como posible lugar de reclusin de Pablo Escobar, despus de los acercamientosde este con el presidente Csar Gaviria a travs del sacerdote eudista Rafael GarcaHerreros. La crcel se entrega oficialmente al Sistema General de Crceles el 11 de junio de1991. Las instalaciones fueron modificadas a instancias de Pablo Escobar con toda suertede lujos y comodidades, que disfrutaron o fueron conocidas por toda clase de visitas depersonajes pblicos, prostitutas o personajes propios del bajo mundo que visitaron el lugar.Para Pablo Escobar, el sitio era un lugar privilegiado para vigilar no slo quin llegaba,sino a la fuerza pblica que los vigilaba. El ejrcito y guardias que los custodiaban hacancaso omiso de las irregularidades, puesto que estaban advertidos de que si optaban por ladenuncia saba que su vida o la de sus familiares no estaba garantizada por el Estado al queservan (Salazar 2001; Baquero 2012).

    La hacienda Montecasino, avaluada extraoficialmente en 35 millones de dlares, no fueconstruida por los Castao, sino que fue comprada a la familia de William Halaby Meja(Medelln 1918-2010), un empresario de la industria textil, con compaas como Halaby yTextles Colibr. En este punto vale anotar que se ha planteado que el declive en la empresatextil a finales de la dcada de 1970, abon el terreno para que el dinero del narcotrfico seconvirtiera en deseable y compensara las prdidas en el nivel de vida alcanzado hastaentonces por empresarios y trabajadores, pues es precisamente para esa poca que la casa esvendida a los Castao y, por su lado, Escobar asciende en su carrera poltica luego de

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    haberse hecho reconocer en obras de beneficencia pblica como barrios y canchas de ftbol(Soto 2012)

    La familia de Halaby estaba conformada por su esposa, tres hijas y dos hijos varones(Charles Edwin y William Halaby), estos ltimos adems de participar en los negocios de

    su padre incursionan en la comercializacin de narcticos y forman alianzas con FidelCastao. Para 1981, Fidel y Vicente Castao compran el predio y afianzan sus negocios conlos hijos de William Halaby.

    El mayor de los hijos (Charles), cuando contaba con 56 aos, fue objeto de dos atentados enuna semana, el segundo de los cuales le cost la vida el 5 de septiembre de 2001 en elparqueadero de la Clnica de las Amricas (Medelln). Charles haba sido accionista delperidico El Mundo y fue obligado a vender sus acciones por el Foro por la vidaGuillermo Canodurante el gobierno de Virgilio Barco, y vale recordar que el asesinato deGuillermo Cano ocurri el 17 de diciembre de 1986, apenas comenzando ese gobierno(Castro 2011; Kien&Ke 2011b).

    En Montecasino, que conserva una nfima parte del lujo que lo caracteriz, as comotneles, fosos de tortura, calabozos y caja fuerte; se planearon asesinatos de candidatospresidenciales como los de Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo y se entrenaron a sussicarios, se fundaron los Pepes, se reunan los comandantes del Bloque Metro y el BloqueCacique Nutbara organizaciones armadas con presencia en Medelln, y se plane elatentado contra el Edificio Mnaco donde resida la familia de Pablo Escobar (Morales yLa Rotta 2009; Kien&Ke 2011a, 2011b; El Tiempo 2012; Baquero 2012).

    En La Catedral, ubicada en la montaa, en zona rural del municipio de Envigado, PabloEscobar ajustici y mand ajusticiar y torturar, por problemas de dinero y lealtades enmedio de la guerra con el Cartel de Cali, a antiguos socios suyos, especficamente a losjefes de bandas de narcotraficantes que se haban iniciado con el mismo Escobar: FernandoEl Negro Galeano y su hermano Mario, y los hermanos Gerardo Kiko y WilliamMoncada.

    Los Galeano y los Moncada eran conocidos por los Castao, y fue tal vez la mejor excusaque encontraron estos ltimos para declararle la guerra a Escobar. La guerra contra elEstado la haba ganado Escobar cuando se cambiaron leyes a su antojo, con el fin determinar con el narcoterrorismo y los secuestros de notables de la lite colombiana. Sureclusin en La Catedral fue formal, puesto que una vez que haba logrado imponer suscondiciones para someterse a la autoridad, bien poda seguir controlando las cuotas que lepagaban los dems narcotraficantes por seguir con su negocio.

    Lo extrao no era que La Catedral fuera un nuevo refugio para las actividadesdelincuenciales del capo, sino que de verdad creyera el gobierno de turno que con ofrecerle8 aos de prisin como mximo al hombre ms rico del pas, el delincuente iba a pasar dePatrn-hacedor-de-la-ley a pen-ciudadano-sometido-a-la-ley. Eso sin contar con que noslo fue visitado por otros narcotraficantes, sino tambin por futbolistas, actrices y polticos(Salazar 2001; Baquero 2012). Una vez que Escobar y su banda se fugaron de la crcel, fuecreado un grupo lite del ejrcito con gente de afuera de Antioquia, el Bloque de Bsqueda,

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    que por accin y omisin, uni esfuerzos con organismos de inteligencia de Estados Unidosy los Pepes creados por los Castao en Montecasino.

    La Catedral ha sido demolida en su mayor parte y poco queda del sitio de recre que algunavez unos ingenuos y escandalizados periodistas reportaron a la opinin pblica con sus

    cmaras. La Catedral ahora es administrada por monjes benedictinos, el terreno fueentregado en comodato a los sacerdotes por la alcalda de Envigado.

    Por su parte, Montecasino ha sido entregado por la alcalda de Medelln a la empresa localde televisin Telemedellin como sede desde finales del ao 2011, el sitio adems deprestarse para las grabaciones del canal, cumple las funciones de Canal-Parque, laspersonas pueden hacer picnics en una extensa zona verde y participar de los programas quepromueve la alcalda: cine, yoga y recreacin (Aguirre 2011). En Octubre de 2012, la CorteSuprema de Justicia dictamin que la casa debe pasar al Fondo para la Reparacin deVctimas (VV. AA. 2012).

    A comienzos del 2012, alias Monoleche, quien fuera jefe de seguridad de VicenteCastao Gil, denunci ante magistrados de la sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior deMedelln que la propiedad todava era emblemtica del legado de los Castao, pues lehaban ofrecido 10 mil millones de pesos para que no denunciara Montecasino ante fiscalesde Justicia y Paz (VV. AA. 2012). Una dcada antes, en el 2002, empresarios antioqueosle ofrecieron a Vicente Castao 40 mil millones de pesos por la propiedad, pero el negociono se concret (VV. AA. 2012). Un ao antes de ese ofrecimiento de los empresarios, en el2001, Carlos Castao adelantaba la campaa de legitimacin social del paramilitarismo,fruto de lo cual fue la entrevista publicada como el libro Mi confesin, en la quereconoca y justificaba masacres y asesinatos.

    Por otro lado, la entrega por parte de la alcalda a los administradores: La Catedral a lossacerdotes benedictinos y Montecasino a Telemedelln; no se da en el plano totalautonoma, las acciones que se efecten en los sitios estn demarcadas por programasmunicipales que definen tanto el cmo se conciben los sitios, hasta las acciones que puedenllevarse a cabo en ellos.

    A continuacin miremos como administradores y programas municipales hacen de estosdos sitios vinculados a la historia del narco-paramilitarismo sitios de ciudadanizacin.

    Nuevos espacios para la construccin de ciudadana?

    Es necesario aclarar que el Cartel de Medelln no desaparece con la muerte del Capo, elCartel es una estructura flexible compuesta por subgrupos (Clanes) con direccinsemiautnoma que trabajan de forma coordinada para garantizar las condiciones del trficode estupefacientes y el orden social favorable para el lavado de activos y la no delacin delas acciones de sus integrantes. Lo que produjo el asesinato de Escobar y los clanes fieles al fue una reconfiguracin del Cartel, de una estructura centralizada a una menos visible ytraslapada por las conexiones con sectores del Estado y la sociedad civil, por un manto delegitimidad. La Oficina de Envigado fue la organizacin que tomo la riendas de las

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    organizaciones delincuenciales que aglomeraba el Cartel bajo la direccin de Pablo EscobarGaviria (Morales & La Rotta 2009).

    La Catedral y sus alrededores han estado asociados con acciones de la Oficina de Envigado,despus de la muerte de Pablo Escobar los predios quedan en manos de los herederos del

    Cartel de Medelln. Lderes de la zona hacen referencia al estigma con el que carga elsector. Para Alfredo Tamayo, presidente de la Asociacin Ecolgica Valle de La Miel, queagrupa a varios de los propietarios de parcelas en este sector, la construccin de la ermita esun acto de fe. Desde sus valores de catlico convencido (que comparta el periodista quetitul la nota), deseaba desde antes que se creara el refugio benedictino, que la zona seconociera como el monasterio o la ermita de la Virgen, pero no con el estigma de LaCatedral, lo que se vivi con Pablo Escobar. Para el efecto, haban levantado una cruz,como acto de presencia, como acto de fe. Deseaban que la zona se convirtiera en un lugarde paz y de progreso para Envigado y que no siga con ese sealamiento que no la dejaprogresar (Milln s.f.)

    La administracin municipal en vista de los obstculos que generaba para los inversionistassacar provecho de los predios rurales donde estaba ubicada La Catedral, decide enviar a losmonjes benedictinos, en cabeza del sacerdote Gabriel de Jess Jaramillo, para queexorcicen el lugar y retiren el estigma de la zona. Ante esto el sacerdote Gabriel GilbertoJaramillo comenta: Que se vaya el diablo de este lugar y entre Cristo, para cambiar elestigma de violencia y narcotrfico que tiene hoy Envigado; tenemos la santa intencin decambiar la imagen de la zona(Avendao 2008).

    La absoluta discontinuidad entre los valores religiosos y aquellos valores pragmticos quese tradujeron en ubicar al capo de la mafia en La Catedral, es compartida por la clasepoltica local al momento de su inauguracin como sitio de oracin en 2007. AfirmabaHctor Londoo, el entonces alcalde de Envigado: Lo que queremos es convertir unterreno donde funcion una crcel de dolor, en un centro de oracin. Lo entregamos encomodato a la comunidad religiosa para el disfrute de la comunidad . El alcalde haba sidoacompaado en la liturgia por varios candidatos a la Alcalda y al Concejo del municipio(Correa 2007).

    Al poner los hechos y lugares en el contexto de los valores morales absolutos delcatolicismo, pareciera evidente que siempre hubo una clara diferencia entre quienes hacanla maldad (narcos, paramilitares) y quienes los combatan (el bien, o sea, los policas y elgobierno). Pero ese juicio moral impide, precisamente, que se comprenda el por qu, comose dijo al comienzo, altos oficiales de la polica, polticos y empresarios combatieron a unosmalos pero alindose con otros menos malos, con los que luego se hicieron negocios o

    franca amistad. Es ms, por qu hubo religiosos que aceptaron las ofrendas de losnarcotraficantes y las consideraron bienvenidas por ir destinadas a obras de beneficencia,como el Padre Garca Herreros o el mismo Cardenal Lpez Trujillo. Dicho de otra manera,los valores catlicos hicieron parte de la identidad de quienes hacan la maldad, pero el

    punto es que no era vista ni como una maldad ni como ilegal, porque ste ltimo conceptodependa de que se cumpliera o no con la vieja sentencia familiar pragmtica que rezaConsiga plata honradamente, mijo. Y si no puede, consiga plata (Riao 2006).

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    Por otra parte, hay que comprender la funcin dada por los benedictinos al rea, en elcontexto del inters municipal de hacer del sector un rea de potencial desarrollourbanstico. Envigado es reconocido como unos los municipios con mayor nmero deviviendas estratificadas en nivel 5 y 6 en el Valle de Aburra1. En palabras de AlfredoTamayo Lo que queremos es convertir a esta zona, en un polo de desarrollo urbanstico

    para el bien de Envigado(Milln s.f.).Pero el propsito no se queda all, la intensin de ocupar el rea donde estuvo ubicada LaCatedral trasciende la valorizacin de predios y la especulacin de precios ante posiblesproyectos de vivienda. Los sacerdotes y la administracin municipal consideran que el sitiodebe ser exorcizado para que la ciudadana de Envigado perdone y este en paz. Para ello seconstruye el ancianato, se instala la presencia de la Virgen Desatanudos2, Virgen quecumplir la misin de facilitar a partir de trasformaciones urbano-culturales cambios encomportamientos y visiones de los habitantes/visitantes sobre el presente de Envigado y surol como ciudadanos: Aqu se cometieron muchos actos que el pas conoce. Asesinaronpersonas. Por eso estamos haciendo oracin de expiacin por todo lo que aqu sucedi,oracin de liberacin por todo lo que aqu pas, explica el padre Gabriel Gilberto de JessJaramilo(Avendao 2008).

    Los exorcismos realizados con la llegada de los monjes, la colocacin de una Cruz para queDios entre al sitio, las oraciones de liberacin y la presencia de la Virgen Desatanudos;buscan LIMPIAR el sitio de los hechos con los que se le vincula y retirar los referentes conlos que se asocia La Catedral. Del mismo modo exige que los ciudadanos generen unapostura de perdn y olvido (Avendao 2008). Esta comprensin confesional del pasado esapenas comprensible desde la perspectiva religiosa de los actuales residentes de lo que fueLa Catedral, hoy Monasterio Santa Gertrudis. El mal no reside en la estructura social

    (ciudadana con tica laxa), sino en su encarnacin material en los criminales y sus actos.El perdn laico, se supone, est basado no en la nocin de una disputa moral entre buenos ymalos, sino en el hecho de que la justicia aplic el Derecho en el castigo (y parece noimportar que Pablo Escobar no fue buscado para ser juzgado sino cazado). Se puedeplantear como hiptesis que la prevalencia del juicio moral (bondad vs maldad) sobre eljurdico (culpable vs inocente) revela lo ajeno que resulta la legitimidad del Estado en ellugar y la memoria de los visitantes.

    La hacienda Montecasino por su parte, fue entregada a Telemedelln en el marco delprograma de Urbanismo Social, programa que se gest en la administracin del ex alcaldeSergio Fajardo (2004-2007), y que tuvo continuidad en las administraciones de suspredecesores hasta la fecha (Soto 2012). El programa de Urbanismo Social pretendebsicamente dos cosas: Transformar el Espacio Urbano de la ciudad de Medellnconstruyendo nuevas edificaciones en los sectores ms vulnerables de la ciudad para llevaroportunidades, y modificar el comportamiento de los ciudadanos a partir de esasconstrucciones y la recuperacin de espacios pblicos para la paz (Echeverri, 2005).

    1Envigado recibe la mayor parte de sus impuestos de la recaudacin proveniente del impuesto predial.

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    De acuerdo con la coordinadora del rea cultural de Telemedillin la administracin deMontecasino se les encomend con un propsito explicito: para resignifacarle, es decir,explica: la alcalda entrega la hacienda con la condicin de que el espacio searesignificado, donde se ponga mucho movimiento, porque aqu ocurrieron hechos

    dolorosos de violencia, y la propuesta de nosotros es convertirla en la anttesis de lo quepas(Mara Uribe, entrevista 11-12-2012).

    El objetivo de resignificar el sitio, pasa tambin por la modificacin en las formas deusarle: nuestro inters es mostrar lo que Telemedellin est haciendo, cul es su agendacultural, cules son sus programasConvertir el lugar en un Espacio para la convivencia

    un lugar donde la gente llega y toca la guitarra, se dan un besito, se come unas galletas, nohace nada una zona de distencin donde las personas se sientan tranquilas, en confianza

    (Ibd.). En el espacio hay exposiciones, yoga, cine, picnics, con los cuales se buscaolvidar los usos de los lugares, a los que hay que darles [a la hacienda] nuevas costumbresy nuevos usos(Mauricio Mosquera, Gerente Telemedelln, entrevista 11-12-2012).

    El programa de Urbanismo Social entiende las intervenciones sobre el espacio urbano comoparte integral del plan por transformar prcticas e interacciones sociales. La apuesta porEspacios Pblicos que inciten a la reunin y la distencin, son entendidos como espaciosque aportan al mejoramiento de la convivencia.

    La administracin a cargo de Telemedelln hace hincapi en la RESIGNIFICACIN dellugar, dicho de otro modo, desligar al sitio de los hechos histricos con los que se lerelaciona, para poder convertirle en un espacio pblico para la convivencia. La promocinde nuevos usos bajo la lgica de imprimir movimiento al lugar y el desinters por elpasado reciente al que ligado el sitio, son los mecanismos a travs de los cuales, asumenellos, se produce lo que entienden por resignificacin.

    Eplogo

    El bnker en donde estuvo Hitler, su esposa y lo que quedaba del Tercer Reich est hoy enda sepultado por un aparcamiento, en medio de un conjunto de edificios de apartamentosque se encuentran donde estuvo alguna vez el edificio de la Cancillera, y que en 1988 fuedestinado a edificios por el que todava era el gobierno comunista de Alemania del Este3.Por otra parte, el lugar sobre el que estall la bomba de Hiroshima conocido como elMemorial de la Paz de Hiroshima, Cpula de Genbaku o Cpula de la Bomba Atmica, esel nico edificio que no fue destruido cerca del lugar donde explot la primera bombaatmica el 6 de agosto de 1945. El lugar fue preservado por los propios habitantes deHiroshima en el mismo estado en que qued despus de la explosin, y en 1996 ingres allistado del Patrimonio Mundial de la UNESCO4.

    En Berln no hay referente fsico ni intencin alguna de conmemorar la muerte del otrorapresidente electo, que sac a Alemania de las humillantes condiciones impuestas en el final

    3Mayor informacin enhttp://www.exordio.com/1939-1945/codex/vsoldado/Bunker.html;

    http://www.youtube.com/watch?v=X1rMPMS2GfkConsultados el 5 de octubre de 20124http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=45692&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html

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    de la guerra de 1918. El costo de ese renacimiento fue demasiado alto para considerarlo unreferente de la identidad actual de la nacin alemana. Por su parte, los japoneses, al menosa nivel institucional, pues el cambio generacional lleva aparejados nuevas expectativas ynuevas valoraciones del legado de quienes vivieron la guerra y sus secuelas; procuran noolvidar el punto de quiebre que los llev de ser un imperio a la ofensiva y luego en

    repliegue, a una nacin invadida y reinventada por las tradiciones democrticasoccidentales.

    Qu tanto se debe olvidar y qu tanto se debe conmemorar no es un problema que sesolucione desde frmulas preestablecidas en algn cdigo moral, o que sea definible desdealguna reflexin tica o discernible desde un sistema poltico considerado progresista o mscivilizado. Una comprensin ligera o superficial del papel que cumple la memoria en lareunificacin de una nacin surgida en medio del conflicto y que ha hecho de ese conflictouna de sus marcas de identidad histrica (Snchez 2003), puede llevar a considerar que elproblema de cmo llegamos a justificar niveles de barbarie, impunidad o ilegalidad que, enapariencia, llegaban para equilibrar una manera sectaria y poco institucional de constituir elEstado y la ciudadana desde el siglo XIX.

    Porque la justificacin de entonces o la indignacin de ahora suponen un sistema de valoresque no se constituy de cara a los acontecimientos violentos de la poca, o merced a lasreutilizaciones de lugares como Montecasino o la remodelacin de La Catedral. Tienenantecedentes en todos los niveles de articulacin de los sujetos con el Estado (el voto, laeducacin con manuales aprobados por los ministerios de educacin, la militancia o el odiobipartidista), as como en todos los niveles en que el Estado fue sustituido por mediadoreslegales o ilegales (clientelismo, economa informal nutrida por mafias locales, justiciaimpuesta de manera selectiva por la guerrilla o los paramilitares).

    Y en la medida en que esas irregularidades con las que funciona el Estado o se define elser ciudadano en un nivel formal (voto) sin mayor contenido (los derechos sociales sondemandados en espacios de clientelismo o ilegalidad), la preservacin o modificacin fsicade los que fueran refugios de la criminalidad sern apenas un cambio de fachada deestructuras sociales frgiles y que recurren al conflicto violento para mediar sus intereses.El punto no es que sea impensable hacer turismo con el recuerdo de los bandidos, sino quela manera de narrar esas vidas exculpe a la sociedad que se benefici de ellos, y no slo lospadeci. El lugar comn segn el cual recordar es vivir, puede ser ampliado a cuestionescomo recordar qu y para vivir cmo. La presente y siguientes generaciones (si deciden

    mantener o no a Montecasino y La Catedral como estn ahora) debern afrontar esaspreguntas que las generaciones anteriores respondieron a su modo, y como consecuencia deello nos legaron (o no) espacios como los discutidos en este escrito.

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    Anexo

    Ubicacin del municipio de Medelln

    Fuente:http://www.asocoltrauma.org/medellin.html

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    Fuente de las imgenes: Plano de Medelln: https://maps.google.com/maps?ie=UTF-

    8&q=la+catedral+localizaci%C3%B3n+mapa&fb=1&gl=co&hq=la+catedral&hnear=0x8e3f9bfd2da6

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