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UNIVERSIDAD DE LAS AMÉRICAS EDU-394 TIEMPOS DIFÍCILES Hacia el siglo XV, el norte de Europa era una vasta e incierta región. Se desconocía el tamaño y forma de la Tierra; el hemisferio occidental no existía, y de hecho no había mapas de África y Asia, de las muchas áreas estaban señaladas con la eterna advertencia: “Tierra de dragones”. Dios gobernaba el mundo; era el creador de un universo cuyo centro era el hombre. La naturaleza constituía algo sombrío y misterioso. No había más que unas cuantas leyes científicas; en general, el mundo se regía por los arbitrarios milagros de la divina omnipotencia. La pausa y meta divina de la vida era la redención de los pecadores para hacerlos llegar el reino celestial que Adán y Eva habían perdido; el mundo material era tan sólo un terreno de prueba. La gente se estremecía ante un dios poderoso que había enviado a su propio hijo a sufrir el atroz suplicio de morir en la cruz; ante la inescrutable voluntad que había ordenado la muerte de cientos de miles por una peste inexplicable; ante un dios airado que mostraba su presencia en el roce de las hojas secas, en el aullido de las bestias lejanas, perdidas en la oscuridad del bosque, y en el vuelo de las aves a través de la luna. El temor campeaba por doquier; el incentivo de la vida recta era más bien el temor al fuego del infierno y no el deseo del paraíso. Se medía la virtud humana y con castigos se inculcaba el saber; con cilicios y ayunos los ascéticos ganaban el cielo. La herejía se castigaba con la hoguera. Muchos de los crímenes se castigaban con el estrangulamiento, ante el piadoso regocijo del pueblo. Europa era todavía esencialmente agrícola; la vida rural se amoldaba al ciclo de las estaciones. Los granos eran e alimento principal, del que se comía en abundancia en tiempo de la siega si el cielo había sido propicio; la cosecha debía dividirse en dos partes: una para almacenarla hasta la siguiente cosecha y otra para sembrar. El ganado y los bueyes, que en el verano daban leche y fuerza de (1) “Tiempos Difíciles”(Atlas Culturales del Mundo) (2) Vida y Obra de Martín Lutero

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TIEMPOS DIFÍCILES

Hacia el siglo XV, el norte de Europa era una vasta e incierta región. Se desconocía el tamaño y forma de la Tierra; el hemisferio occidental no existía, y de hecho no había mapas de África y Asia, de las muchas áreas estaban señaladas con la eterna advertencia: “Tierra de dragones”.

Dios gobernaba el mundo; era el creador de un universo cuyo centro era el hombre. La naturaleza constituía algo sombrío y misterioso. No había más que unas cuantas leyes científicas; en general, el mundo se regía por los arbitrarios milagros de la divina omnipotencia. La pausa y meta divina de la vida era la redención de los pecadores para hacerlos llegar el reino celestial que Adán y Eva habían perdido; el mundo material era tan sólo un terreno de prueba.

La gente se estremecía ante un dios poderoso que había enviado a su propio hijo a sufrir el atroz suplicio de morir en la cruz; ante la inescrutable voluntad que había ordenado la muerte de cientos de miles por una peste inexplicable; ante un dios airado que mostraba su presencia en el roce de las hojas secas, en el aullido de las bestias lejanas, perdidas en la oscuridad del bosque, y en el vuelo de las aves a través de la luna.

El temor campeaba por doquier; el incentivo de la vida recta era más bien el temor al fuego del infierno y no el deseo del paraíso. Se medía la virtud humana y con castigos se inculcaba el saber; con cilicios y ayunos los ascéticos ganaban el cielo. La herejía se castigaba con la hoguera. Muchos de los crímenes se castigaban con el estrangulamiento, ante el piadoso regocijo del pueblo.

Europa era todavía esencialmente agrícola; la vida rural se amoldaba al ciclo de las estaciones.

Los granos eran e alimento principal, del que se comía en abundancia en tiempo de la siega si el cielo había sido propicio; la cosecha debía dividirse en dos partes: una para almacenarla hasta la siguiente cosecha y otra para sembrar. El ganado y los bueyes, que en el verano daban leche y fuerza de trabajo, apenas vivían con la paja que el otoño con objeto de aprovechar su carne y se le racionaba a fin de que alcanzara para el largo invierno El sacrificio otoñal era época de fiesta y alegría; en seguida la Naturaleza suspendía todas las actividades y la gente se encerraba en sus estrechas habitaciones, donde mataban el tiempo hasta la llegada de la primavera, hilando, tejiendo, remendando la ropa y arreglando las herramientas.

El 11 de noviembre era el día de San Martín, patrono de la bebida y de la alegría; era un día de celebración, muy semejante a los muchos otros festivales que desde los tiempos primitivos han marcado el paso del otoño al invierno.

(1) “Tiempos Difíciles”(Atlas Culturales del Mundo)(2) Vida y Obra de Martín Lutero

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La noche del 11 de noviembre de 1483, en la aldea minera de Eisleben, en Sajonia, nace el segundo hijo de Juan y Margarita Lutero; en honor al santo que velaba durante tan fausto acontecimiento, le pusieron Martín al niño.

Quizá los santos y demonios medievales velaban también por el niño, quizá no; lo cierto es que este hijo de unos campesinos de Sajonia presidiría una nueva era a la que él mismo daría vida.

Mientras al otro lado de los Alpes, en la tibia Italia, el Renacimiento había trocado en la mente de los hombres la promesa del paraíso futuro por los placeres de la vida en la Tierra; al otro lado del Rin había cesado la guerra entre Francia e Inglaterra. Más lejos aún, en el remoto Portugal, un aventurero genovés, Cristóbal Colón, trataba de obtener el apoyo de una corte escéptica a favor de un plan con el cual se llegaría a las riquezas del Asia por una ruta occidental a través del océano.

En 1453, Constantinopla, que por más de mil años había sido una plaza fuerte de la cristiandad en el Oriente, cayó en manos de los turcos; uno de los resultados de esta aparente catástrofe fue que una oleada de eruditos griegos fugitivos invadiera el sur de Europa buscando abrigo y refugio en el occidente cristiano; llevaban consigo una herencia de antigüedad clásica y un nuevo punto de vista intelectual.

En el siglo XII, los europeos habían tropezado con el saber griego, pero a través de traducciones del árabe; más ahora lo tenían a la mano en el original griego: los estudiosos empezaron a ver los antiguos escritos bajo una luz nueva. No tardaron mucho en dirigir su atención a la fuente y origen del cristianismo, el Nuevo Testamento, y descubrieron discrepancias entre los textos griegos originales y la Vulgata latina de San Jerónimo, que desde el siglo VI había sido la versión aceptada de la Biblia.

El revivir del conocimiento antiguo y de la literatura y el arte de otros tiempos había traído consigo una nueva actitud hacia el ser humano y respecto a su lugar en el universo. Anteriormente, los logros de la humanidad habían sido vistos como un reflejo de la voluntad divina; en cambio, ahora se les consideraba dignos de atención por sus propios méritos.

A esta actitud o modo de ver las cosas se le conoce con el nombre de humanismo; a él se aunó el espíritu crítico del escolasticismo de fines del Medioevo (o la búsqueda de la verdad mediante la lógica), y de esa unión nació una concepción diferente de la relación entre la fe y la razón, entre la revelación y el conocimiento. La teología escolástica partía de la creencia de que dios era accesible a la razón humana, al grado de que en el siglo XIII el hombre había tenido confianza en el poder de su razón para entender los designios de Dios. Los hombres del siglo XV ya no estaban tan seguros de ello.

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Merced a la invención de la imprenta no sólo se propagó el pensamiento cristiano, sino también las ideas paganas y seculares, las cuales llegaron cada vez más a una población que iba aprendiendo a leer y escribir. No faltó entre los opulentos quien tildara a la imprenta de vulgar (lo cual, a veces, fue cierto) y que expresara temores de una disminución en la calidad artística del material impreso; por su parte, los estudiosos no compartían estos temores: muchos de ellos unieron sus fuerzas a las de los impresores y el resultado fueron magníficos ejemplares de los clásicos antiguos. Hacia 1500 había en Europa unos nueve millones de libros; cincuenta años antes, había menos de 100.000 manuscritos hechos penosamente uno a uno. Ningún otro invento revolucionó jamás la vida intelectual y la sociedad tan rápida y profundamente. Cuanta más gente leía, más se propagaban las inquietudes de independencia, más se aceleraba el intercambio de ideas y con él las críticas a la sociedad y a la iglesia.

En ninguna parte eran más agudas las críticas ni la independencia más fieramente defendida que en la tierra de Martín Lutero, Alemania, cuya creciente riqueza se cifraba en el comercio y en la industria y cuyo vigor se basaba en su firme burguesía.

El trono de Alemania, o mejor dicho, el del Sacro Imperio Romano Germánico, del cual formaban parte los territorios alemanes, lo ocupó casi toda la segunda mitad del siglo XV el emperador de la casa de Habsburgo Federico III, monarca indolente y débil cuyo reinado presenció pocos logros, a excepción del matrimonio de su hijo, el futuro Maximiliano I, con María de Borgoña, y la resultante adquisición para el trono de Hamburgo de las propiedades de su consorte, entre las que se encontraban Holanda.(1)

A petición de su padre, Lutero inició el estudio del derecho, pero al cabo de unos meses se retiró a un monasterio, esto debido a que en su interior surgieron diversas inquietudes, la muerte de una amigo en repentinas y trágicas circunstancias le hicieron pensar en si el hombre estaba preparado para su muerte. Poco después se vio atrapado en una tormenta, lo que lo hizo pensar que en cualquier momento dios dejaría caer su mano sobre él, pidió a dios que lo librara, y luego cayo al suelo exclamando -¡Auxíliame, auxíliame, amada Santa Ana, y me haré monje!

En aquellos tiempos la gente creía que, mientras más solitaria y quieta fuera su vida más santidad se adquiría. Por esta razón se reunían grupos de hombres con la idea de vivir retiradas y mejores que los demás.

Fue así como Lutero ingreso a un Monasterio Agustino, cuando este entró al monasterio la puerta se cerró tras él, quedándole al frente un capítulo obscuro y penoso de su vida.

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No fue la pereza ni la glotonería lo que lo motivo a hacerse monje, sino un profundo miedo a la muerte. Por esta razón se sentía ansioso de obedecer a todas las reglas y convertirse en un monje piadoso. Es por eso que el estudio diligente de la Biblia por parte de Lutero lo llevó a cuestionarse sobre distintos asuntos que la iglesia planteaba, no fue cosa fácil para él comprender que las mejores de las buenas obras de uno nada contribuyen hacia la adquisición de la paz y la vida eterna. La vida del monasterio no hacia al hombre santo y perfecto. Por el contrario Lutero parecía descubrir más y más pecado en su desdichado corazón. A menudo le asaltaba el pensamiento de que se había impuesto una tarea imposible, y clamaba por ayuda a la Virgen María y a Santa Ana. La Angustia de su alma era muy honda y real, y Lutero se desanimaba de ver que no recibía paz de los santos a los cuales rezaba.

Durante muchos años La Iglesia de Roma había enseñado al pueblo acerca de los méritos, la ayuda y las intercesiones de muchos santos. Esta fue una de las doctrinas cuya falsedad demostrara Martín Lutero más tarde, pues el descubrió con su Biblia que el pecador recibe su ayuda directamente del salvador cuyos méritos son los únicos que lo pueden salvar.

Al fundarse la universidad de Wittenberg; Martín Lutero fue llamado como profesor. Había sido recomendado por su fiel amigo, el abad. Comenzó a dictar cátedra inmediatamente. Los estudiantes mostraban gran interés cuando él les explicaba la palabra de dios.

Lutero ganó de esta forma gran fama como predicador, y un gran conocedor de la Biblia, precisamente ser un conocedor y estudioso de la Biblia lo hizo paulatinamente se fue dando cuenta que una de las enseñanzas equivocadas que se habían introducido por la iglesia después de los tiempos apostólicos aseguraba que las personas podían ganar méritos especiales en el reino de los cielos viviendo vida de monasterio. La iglesia parecía olvidar que la expiación fue hecha por Cristo para todos los pecadores y que la fe en él es lo único que trae salvación. En vez de ello, la iglesia, gradualmente y a través de un largo período de tiempo, venía dando mayor y mayor énfasis a las buenas obras como necesarias para la salvación. El monje y la monja, se creía, ganaban méritos en el cielo haciendo ciertas cosas en la tierra. La repetición constante de ciertos rezos ganaban méritos en el cielo haciendo ciertas cosas en la tierra. La repetición constante de ciertos rezos ganaba méritos.

La observancia de las reglas establecidas por la iglesia, ganaba méritos. Pero peor aún, la iglesia cayó en idolatría, pues enseñaba que se debía orar a las imágenes de los santos que habían muerto, enseñaba a venerar huesos de santos y mártires y, con especial énfasis, urgían los rezos a la Virgen María, madre de Jesús. Se cambió la práctica original de la iglesia en lo referente a la cena del señor. Se daba al pueblo sólo el pan, mientras el sacerdote se tomaba el vino. Se explicaba eso diciendo que, después de la consagración, el vino quedaba convertido en sangre de

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Cristo y no se debía correr el riesgo de que ésta pudiera ser derramada por lo feligreses al tomar la comunión.

Estas enseñanzas no fueron adoptadas por la iglesia todas de una vez. La aceptación fue un proceso gradual que tomó siglos. Así, la gente no se daba cuenta de que la iglesia no estaba ya enseñando como Cristo había enseñado. Aún cuando se llegó al punto en que el papa otorgaba indulgencias (la promesa de que el castigo temporal por los pecados sería acortado y amenguado) a las personas que daban dinero, tal cosa era aceptada por casi todo el pueblo.

En los siglos XIII y XIV la iglesia añadió cinco sacramentos (Bautismo, Matrimonio, y Extremaunción) a los originalmente instituídos por Cristo.

La doctrina del purgatorio penetró en la iglesia mucho después de la muerte de los apóstoles. Se creía que el purgatorio era un sitio de tormento donde iban las almas después de la muerte a recibir castigo por sus culpas hasta que estaban listas para entrar al cielo.

Se creía, además que las buenas obras antes de la muerte acortaban el tiempo a pasar en el purgatorio, y los rezos, obras y donativos de amigos y parientes ayudaban también a acortar el período de castigo después de muerta la persona. Era ésta una doctrina sin base alguna en las sagradas Escrituras, pero ganó fuerte arraigo en la iglesia.

Aunque en cada generación siempre había algunos que mostraban desacuerdo con esa doctrina, el papado se hizo tan fuerte que respondía con la muerte a aquellos que se le oponían abiertamente. Juan Hus, de Bohemia, fue un caudillo importante que murió por tratar de señalar la falacia de algunas enseñanzas. Otros como Savonarola en Italia y Jerónimo de Praga, sufrieron igual suerte.

Lo peor, sin embargo era que la Iglesia Romana no fomentaba la lectura de la Biblia por el pueblo. La Iglesia misma, y no la palabra de dios, era la autoridad. Puede decirse que aún hoy la diferencia entre la Iglesia Luterana estriba en que la primera dice que la iglesia es la autoridad en materia de doctrina, mientras la {ultima afirma que ese puesto corresponde a la Biblia.

Debido a esas doctrinas sin base bíblica, el papado romano estaba verdaderamente en la tiniebla y la iglesia era culpable de muchos pecados. Se necesitaba una luz en la tiniebla. Lenta, pero seguramente, el espíritu Santo guiaba a Martín Lutero hacia la luz. Su visita a Roma donde descubrió las condiciones que prevalecían dentro de la iglesia fue un paso importante para que Lutero se diera cuenta que la iglesia se había llenado de muchas malas prácticas, no sólo en Alemania sino que también en Roma, en el Centro de la Cristiandad.

Debe entenderse claramente que en esta época Lutero no tenía intención alguna de romper con la iglesia para dar comienzo a un movimiento aparte. Su intención era hacer todo lo posible en la dirección espiritual de sus discípulos y oyentes en Wittenberg. Quería enseñar la

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verdad, aunque la verdad no estuviera de acuerdo con lo que alegaban los jefes de la iglesia.

El 18 de Octubre de 1512, al recibir el grado de doctor en teología, prometió solemnemente estudiar las Sagradas escrituras con fidelidad, enseñarlas y predicarlas en su pureza y corrección y, con la ayuda de dios, defenderlas contra interpretaciones falsas.

LAS NOVENTA Y CINCO TESIS

El papa en Roma había recibo el título de “Santo Padre”, pero muchas veces sus acciones no estaban en consonancia con este honor. Parecía poco preocupado por la condición del alma de la gente, e indiferente ante el problema de si conocían o no al Cristo crucificado. Lo más importante era la recaudación de dinero a cambio del cual se concedía perdón de pecados (o indulgencias como se le llamaban). No se hacía mención de la confianza en los méritos de Cristo.

León X, en aquella época papa, necesitaba gran cantidad de dinero, no sólo para mantener su lujosa vida mundana, sino también para reconstruir la gran catedral de San Pedro. El papa quería que la catedral eclipsara su antigua magnificencia. Para obtener los fondos necesario envió vendedores de indulgencias, investidos por el poder papal para conceder perdón de pecados de acuerdo con el dinero que recibieran. Era éste un descarado intento de hacer creer a la gente que podían comprar su propia salvación. No hay base alguna para tal enseñanza en las Escrituras, las cuales, por el contrario, recuerdan al hombre que sólo puede salvarse por la fe en Cristo.

Uno de estos vendedores de indulgencias, llamado Tetzel, llegó a la vecindad de Wittenberg con su desvergonzado negocio. Entraba en cada pueblo con gran pompa.

Sacerdotes, monjes, monjas, autoridades locales, jóvenes y viejos, ricos y pobres, lo recibían con toques de campanas y alegre música, y lo escoltaban hasta la iglesia. Allí comenzaba él a ponderar su mercancía. Cantaba así

-Cuando la moneda en mi cofre daPurgatorio afuera asaltando el alma va

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Podían comprar el perdón de sus pecados, y el de los pecados de otros-vivos o muertos-se les aseguraba.Una gran preocupación se apoderó del espíritu de Lutero ante la propaganda de esta mala práctica. Comenzó a tratar de hacer comprender a la gente que sus cartas de indulgencias de nada servían.La posición de Lutero al asunto llenó de ira a Tetzel. El mercader lo acusó de hereje y trato de intimidarlo para que abandonara la lucha. Pero la voluntad de Lutero era indomable. Estaba determinado a defender las Escrituras contra esta Herejía de Roma y nada podía desviarlo de su camino.El 31 de Octubre de 1517-Víspera del día de Todos los Santos-Lutero hizo definitivamente sus objeciones a la práctica de la venta de indulgencias y se defendió contra las acusaciones de herejía que le lanzaba Tetzel. Era costumbre de aquellos tiempos celebrar una festividad con debates teológicos. Los debates eran anunciados a la puerta de la iglesia, donde se colocaba la indicación de la hora y el asunto a tratar. El debate de Lutero había de cubrir noventa y cinco tesis que él se proponía defender. Las noventa y cinco tesis fueron clavadas en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg. Al poco tiempo una multitud se había congregado en torno a ellas, con asombro y expectación. Entre los ataques que lanzó contra la iglesia estaba la práctica de la venta de indulgencias.

Debido a esto Lutero fue condenado a la Bula Papal, lo que significa que se excomulgó a Lutero y sus seguidores.

Este suceso fue de gran importancia para que se produjese la Reforma Religiosa, y dio pie para que se gestaran nuevos cuestionamientos a la Iglesia Católica, como los hechos por Juan Calvino, Enrique VIII, lo que generó a su vez una respuesta por parte de la Iglesia con la Contrarreforma de la Iglesia Católica.

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