Eran soldados disfrazados

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ron al edificio de Marina Nacional y Cir- cuito Interior en la Ciudad de México y se apoderaron del Centro de Operación y Control de Luz y Fuerza. Tras desalojar a una veintena de trabajadores ocuparon las oficinas administrativas y desplega- ron un cerco ante una eventual embes- tida del Sindicato Mexicano de Electri- cistas (SME). Dos días después, con base en datos de la Secretaría de Seguridad Pública, Re- forma informó que efectivos de la Unidad para el Reestablecimiento del Orden Pú- blico supervisados desde un helicóptero por el comisionado de la PF, Facundo Ro- sas, tomaron las instalaciones en sólo cin- co minutos. El funcionario reportó el ope- rativo a su jefe Genaro García Luna en tiempo real. Sin embargo, de acuerdo con un expe- diente de justicia militar elaborado a par- tir de los testimonios de algunos solda- dos que participaron en aquel sabadazo, las unidades militares fueron concentra- das desde temprano en el Centro de Man- do de la PF en Iztapalapa. Ahí, precisa el documento, se les dotó de uniformes de la PF nuevos y equipos antimotines. El teniente de zapadores Marcos Ge- rardo Espinosa Pérez, en ese tiempo co- mandante en el Tercer Batallón de Inge- nieros de Combate de Santa Lucía, Estado de México, expuso, por ejemplo, que él participó en las operaciones de resguar- do de instalaciones en el Valle de México e Hidalgo. La participación de tropas del Ejército disfrazadas de policías federales, dijo, se prolongó varios meses: “Yo creía que eso era ilegal. Cuando me dijeron que iba como PF le pegunté a mi comandante si íbamos a reprimir una huelga. Y como somos un batallón de ar- mas, entonces exigí mi nombramiento y sólo recibí una respuesta verbal: es una orden.” Misión cumplida Las imágenes de la incursión policiaca fueron ampliamente difundidas, en espe- cial los videos entregados a El Universal, que los subió a su portal de internet un día después del operativo. Los supuestos policías federales llega- ron a las oficinas centrales de la empresa, en la capital del país, a bordo de patrullas y autobuses particulares. La ocupación se diseñó por medio del monitoreo de las cá- maras de vigilancia urbana y se coordinó con sobrevuelos de helicópteros. Tras su arribo al edificio de Luz y Fuer- za, las tropas cercaron el inmueble. Minu- tos después llevaron varios tráileres con mamparas metálicas y en tres horas mon- taron un muro de contención. Luego los mil 500 elementos se desplegaron en el interior del inmueble y reforzaron la vigi- lancia en las zonas de acceso. El testimonio del teniente Espinosa Pérez deja en claro que los supuestos po- licías federales en realidad eran soldados zapadores de combate entrenados en el uso de explosivos, apoyos logísticos, atrin- cheramientos y fortificaciones para en- frentamientos armados. El despliegue militar se realizó del modo similar en las instalaciones de Luz y Fuer- za del Distrito Federal, el Estado de México, Puebla, Morelos e Hidalgo. En ninguno de esos puntos encontraron resistencia. En la Ciudad de México los integrantes del SME optaron por concentrarse en su edificio gremial, en Insurgentes Sur. Des- de ahí los líderes llamaban a sus afiliados a no caer en provocaciones: “La verdad, durante el tiempo que du- ré, lo único que hacían era que iban y co- locaban sus mantas. Yo nunca vi que hu- biera violencia ni agresiones como para enviarnos pues, aunque desarmados, so- mos soldados de armas. Ellos exigían lo que les correspondía, pues. Nunca nos agredieron”, según el reporte del tenien- te Espinosa. –¿Usted ya estaba ahí como policía fe- deral? –pregunta el reportero al militar. –Nada más disfrazado, sin ningún ofi- cio de comisión a la PF, con el mismo suel- do y 30 pesos (diarios) de raciones en che- que que teníamos que ir a cobrar a un banco (para adquirir alimentos). –¿Cómo les pagaban la nómina? –A unos en depósito y a otros en che- que, pero las raciones las manejaba un in- tendente, que nos daba un cheque que te- níamos que cobrar en Banjército por ser comandantes de destacamento. Con el efectivo pagábamos a los soldados las ra- ciones. Era lo único que nos daban. “Estábamos en condiciones infrahu- manas. Los muchachos dormían en el sue- lo, principalmente en los baños, junto a las tazas o en las regaderas. Podían llevar al- gún colchón o cobija comprados con su di- nero, pero no podíamos llevar ningún equi- po militar, porque la misión era que nadie se diera cuenta de que éramos militares.” –¿Cuántos elementos eran? –Mi batallón estaba orgánico, desple- gado. Unos 800 elementos, más otros regi- mientos. Por la zona militar había bastan- tes. Pero la orden era no dejarlos entrar (a los trabajadores) y que se mantuviera en secreto (que ellos eran soldados). Sobre los 30 pesos de ración abunda: “Es una cantidad que nos corresponde, pero como estábamos en esa situación, no sé si Luz y Fuerza o la CFE nos daban unos alimentos pagados; no sé de qué área del gobierno, y nos daban en especie. “Fue de las cosas que nos daban en especie y eso también me obligó a exigir. Cuando es en especie, a veces faltan co- sas, hay que procurarnos más cosas. Tam- poco había sanidad, teníamos que conse- guir algún medicamento… había muchos motivos urgentes y necesarios para salir (de las instalaciones).” Durante los meses que estuvo disfraza- do de policía federal, el teniente Espinosa fue removido a diferentes instalaciones: de Tultitlán y Ecatepec, en el Estado de Méxi- co, a Tizayuca, Hidalgo. En ese último desti- Germán Canseco Luz y Fuerza. Operativo militar REPRESIÓN Los “policías federales” que tomaron las instalacio- nes de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro la noche del 10 de octubre de 2009 en realidad eran sol- dados disfrazados, según se desprende del testimonio de un teniente de zapadores que semanas después fue sometido a la justicia militar por “abandono de servicio de armas”. Marcos Gerardo Espinosa Pérez, quien hoy se encuentra libre bajo caución, comenta que así como esas mentiras del gobierno federal hay otras: por ejemplo, hablar de policías federales caídos cuando en realidad se trata de militares. Eran soldados ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA E ran las 11 de la noche del 10 de octubre de 2009 cuando varios batallones militares disfrazados de policías federales tomaron las instalaciones de Luz y Fuer- za del Centro en la Ciudad de México. Una hora después, justo a la me- dianoche, el gobierno calderonista anun- ció la extinción de la dependencia y ade- lantó su fusión operativa con la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Los militares tomaron de manera si- multánea las instalaciones estratégicas de la compañía en varias entidades para evitar que los trabajadores boicotearan el suministro de energía eléctrica en el cen- tro del país. La noche de ese sábado 10 de octu- bre cientos de militares disfrazados de agentes de la Policía Federal (PF) llega- disfrazados Germán Canseco

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Eran soldados disfrazados

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ron al edificio de Marina Nacional y Cir-cuito Interior en la Ciudad de México y se apoderaron del Centro de Operación y Control de Luz y Fuerza. Tras desalojar a una veintena de trabajadores ocuparon las oficinas administrativas y desplega-ron un cerco ante una eventual embes-tida del Sindicato Mexicano de Electri-cistas (SME).

Dos días después, con base en datos de la Secretaría de Seguridad Pública, Re-forma informó que efectivos de la Unidad para el Reestablecimiento del Orden Pú-blico supervisados desde un helicóptero por el comisionado de la PF, Facundo Ro-sas, tomaron las instalaciones en sólo cin-co minutos. El funcionario reportó el ope-rativo a su jefe Genaro García Luna en tiempo real.

Sin embargo, de acuerdo con un expe-diente de justicia militar elaborado a par-tir de los testimonios de algunos solda-dos que participaron en aquel sabadazo, las unidades militares fueron concentra-das desde temprano en el Centro de Man-do de la PF en Iztapalapa. Ahí, precisa el documento, se les dotó de uniformes de la PF nuevos y equipos antimotines.

El teniente de zapadores Marcos Ge-rardo Espinosa Pérez, en ese tiempo co-mandante en el Tercer Batallón de Inge-nieros de Combate de Santa Lucía, Estado de México, expuso, por ejemplo, que él participó en las operaciones de resguar-do de instalaciones en el Valle de México e Hidalgo. La participación de tropas del Ejército disfrazadas de policías federales, dijo, se prolongó varios meses:

“Yo creía que eso era ilegal. Cuando me dijeron que iba como PF le pegunté a mi comandante si íbamos a reprimir una huelga. Y como somos un batallón de ar-mas, entonces exigí mi nombramiento y sólo recibí una respuesta verbal: es una orden.”

Misión cumplida

Las imágenes de la incursión policiaca fueron ampliamente difundidas, en espe-cial los videos entregados a El Universal, que los subió a su portal de internet un día después del operativo.

Los supuestos policías federales llega-ron a las oficinas centrales de la empresa, en la capital del país, a bordo de patrullas y autobuses particulares. La ocupación se diseñó por medio del monitoreo de las cá-maras de vigilancia urbana y se coordinó con sobrevuelos de helicópteros.

Tras su arribo al edificio de Luz y Fuer-za, las tropas cercaron el inmueble. Minu-tos después llevaron varios tráileres con mamparas metálicas y en tres horas mon-taron un muro de contención. Luego los

mil 500 elementos se desplegaron en el interior del inmueble y reforzaron la vigi-lancia en las zonas de acceso.

El testimonio del teniente Espinosa Pérez deja en claro que los supuestos po-licías federales en realidad eran soldados zapadores de combate entrenados en el uso de explosivos, apoyos logísticos, atrin-cheramientos y fortificaciones para en-frentamientos armados.

El despliegue militar se realizó del modo similar en las instalaciones de Luz y Fuer-za del Distrito Federal, el Estado de México, Puebla, Morelos e Hidalgo. En ninguno de esos puntos encontraron resistencia.

En la Ciudad de México los integrantes del SME optaron por concentrarse en su edificio gremial, en Insurgentes Sur. Des-de ahí los líderes llamaban a sus afiliados a no caer en provocaciones:

“La verdad, durante el tiempo que du-ré, lo único que hacían era que iban y co-locaban sus mantas. Yo nunca vi que hu-biera violencia ni agresiones como para enviarnos pues, aunque desarmados, so-mos soldados de armas. Ellos exigían lo que les correspondía, pues. Nunca nos agredieron”, según el reporte del tenien-te Espinosa.

–¿Usted ya estaba ahí como policía fe-deral? –pregunta el reportero al militar.

–Nada más disfrazado, sin ningún ofi-cio de comisión a la PF, con el mismo suel-do y 30 pesos (diarios) de raciones en che-que que teníamos que ir a cobrar a un banco (para adquirir alimentos).

–¿Cómo les pagaban la nómina?–A unos en depósito y a otros en che-

que, pero las raciones las manejaba un in-

tendente, que nos daba un cheque que te-níamos que cobrar en Banjército por ser comandantes de destacamento. Con el efectivo pagábamos a los soldados las ra-ciones. Era lo único que nos daban.

“Estábamos en condiciones infrahu-manas. Los muchachos dormían en el sue-lo, principalmente en los baños, junto a las tazas o en las regaderas. Podían llevar al-gún colchón o cobija comprados con su di-nero, pero no podíamos llevar ningún equi-po militar, porque la misión era que nadie se diera cuenta de que éramos militares.”

–¿Cuántos elementos eran? –Mi batallón estaba orgánico, desple-

gado. Unos 800 elementos, más otros regi-mientos. Por la zona militar había bastan-tes. Pero la orden era no dejarlos entrar (a los trabajadores) y que se mantuviera en secreto (que ellos eran soldados).

Sobre los 30 pesos de ración abunda:“Es una cantidad que nos corresponde,

pero como estábamos en esa situación, no sé si Luz y Fuerza o la CFE nos daban unos alimentos pagados; no sé de qué área del gobierno, y nos daban en especie.

“Fue de las cosas que nos daban en especie y eso también me obligó a exigir. Cuando es en especie, a veces faltan co-sas, hay que procurarnos más cosas. Tam-poco había sanidad, teníamos que conse-guir algún medicamento… había muchos motivos urgentes y necesarios para salir (de las instalaciones).”

Durante los meses que estuvo disfraza-do de policía federal, el teniente Espinosa fue removido a diferentes instalaciones: de Tultitlán y Ecatepec, en el Estado de Méxi-co, a Tizayuca, Hidalgo. En ese último desti-

Ger

mán

Can

seco

Luz y Fuerza. Operativo militar

REPRESIÓN

Los “policías federales” que tomaron las instalacio-

nes de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro la

noche del 10 de octubre de 2009 en realidad eran sol-

dados disfrazados, según se desprende del testimonio

de un teniente de zapadores que semanas después

fue sometido a la justicia militar por “abandono de

servicio de armas”. Marcos Gerardo Espinosa Pérez,

quien hoy se encuentra libre bajo caución, comenta

que así como esas mentiras del gobierno federal hay

otras: por ejemplo, hablar de policías federales caídos

cuando en realidad se trata de militares.

Eran soldados

ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA

Eran las 11 de la noche del 10 de octubre de 2009 cuando varios batallones militares disfrazados de policías federales tomaron las instalaciones de Luz y Fuer-za del Centro en la Ciudad de

México. Una hora después, justo a la me-dianoche, el gobierno calderonista anun-ció la extinción de la dependencia y ade-lantó su fusión operativa con la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

Los militares tomaron de manera si-multánea las instalaciones estratégicas de la compañía en varias entidades para evitar que los trabajadores boicotearan el suministro de energía eléctrica en el cen-tro del país.

La noche de ese sábado 10 de octu-bre cientos de militares disfrazados de agentes de la Policía Federal (PF) llega-

disfrazados

Germán Canseco

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no sus superiores encontraron un pretexto para someterlo a la justicia militar.

Los “crímenes” del teniente

En marzo de 2010 el teniente Espinosa Pé-rez había hecho varias observaciones a sus superiores sobre las condiciones en que estaban los soldados a su cargo. Acos-tumbrado a invertir de su bolsa, como la mayoría de los comandantes del Ejérci-to, el teniente utilizaba su auto particular para desplazarse y se comunicaba única-mente con su teléfono celular.

Cuando explicaba las razones de sus sa-lidas para ir a Banjército, comprar víveres para sus hombres o medicamentos, siem-pre se ponía en contacto con el mando a tra-vés de su teléfono. Una vez, estando en Tiza-yuca, perdió la comunicación porque se le acabó el saldo. Eso motivó que lo acusaran de abandono de servicio de armas.

“Mi salida de las instalaciones fue una necesidad. Todo comandante tiene la obli-gación de cumplir la misión, pero viendo por su gente. Para cumplirla se requieren factores de alimentación, comunicación, buena moral. La comunicación, cuando es mala, pone en riesgo la misión y a la gen-te. Uno puede hablar de un teléfono y se pueden captar cosas, alguien puede escu-char. La comunicación militar debe ser rá-pida, directa y segura.

“Yo no tenía comunicación, porque era mi teléfono personal, era del Valle de México y no tenía saldo. Perdí comunica-ción con el mando en la Ciudad de México. Cuando pude recargué 20 pesos; al regre-sar, ya me estaban esperando para llevar-me a un Ministerio Público militar.”

Ante la fiscal castrense el teniente Es-pinosa explicó su situación y aprovechó para narrar el resto de las deficiencias, así como las condiciones en que él y sus su-bordinados se encontraban, en un intento por demostrar que no estaba en “un servi-cio de armas”, sino de disfraz. La fiscal re-criminó al teniente; le dijo que no parecía educado en el Colegio Militar.

“Se lo dije ahí, lo he repetido en los jui-cios y lo sostengo: están muy equivocados si creen que ser del Colegio Militar impli-ca estar callado, sumiso, aceptando injus-ticias. Debo ser disciplinado y honorable, por eso no puedo ser agachado”, advierte el entrevistado.

Por la falta de saldo, el teniente Espino-sa Pérez es procesado en el Juzgado Cuar-to Militar, donde se radicó el expediente 248/2010, en el que se hallan asentados do-cumentales y testimonios que confirman la presencia militar con disfraz de PF en las instalaciones de Luz y Fuerza.

En mayo de 2010, dice, se trasladó a una base militar de Irapuato a visitar a su hijo de tres años procreado con una capi-tana odontóloga del Ejército. Había acor-

dado con su pareja que visitaría al menor como cada semana, pero esa vez, cuando se aproximaba a la puerta de las instala-ciones, la mujer gritó que se quería robar al menor.

Dice que los policías militares le pidie-ron detenerse. Él aceptó. Recuerda que co-menzaron a llegar oficiales de más alto rango, hasta que el coronel José Raúl Cele-dón, juez militar, amenazó con procesarlo por insubordinación.

“Le dije que era una violación a mis de-rechos, pues en todo caso se trataba de un asunto familiar y yo tenía derecho de visita y convivencia con el niño. Pero así es en el Ejército, deciden hasta en derecho de fami-lia”. El pequeño estaba asustado y lloraba, comenta, por lo que se lo regresó a su ma-dre. La mujer no lo denunció.

Por esos días el teniente fue enviado a Miahuatlán, Oaxaca. Quedó bajo las órde-nes de un amigo de Celedón, hasta que éste lo acusó de insubordinación por el inciden-te de Irapuato. El coronel dijo que Espinosa Pérez lo había amenazado de muerte.

“Con el poder que tienen los generales y conociendo al Ejército, ¿usted cree que por más enojado que estuviera iba a ame-nazar de muerte a un oficial”?, cuestiona el teniente.

Una patrulla de Policía Militar llegó por él en mayo de 2010 a Miahuatlán. Fue trasladado a la Ciudad de México donde además del proceso por abandono de ser-vicio hoy enfrenta la causa 154/2010 en el Juzgado Sexto Militar. Desde el incidente en Irapuato no ha vuelto a ver a su hijo.

Montaje y negligencia

Disfrazar a militares de policías se ha vuelto una práctica común en el gobier-

no de Felipe Calderón, aun en los opera-tivos contra el narco. El teniente Espino-sa asegura que muchos de los muertos en esa guerra que se cuentan como ele-mentos de la PF, en realidad eran solda-dos disfrazados.

Egresado del Heroico Colegio Militar, con 19 años de servicio y una hoja inmacu-lada hasta antes de su detención, Espinosa Pérez asegura que jamás tuvo problemas de ningún tipo, mucho menos deserciones, heridos o muertos entre sus hombres. Todo comenzó, dice, cuando lo enviaron al servi-cio de la PF que no le correspondía.

Hoy forma parte del Agrupamiento de Militares Procesados Libres Bajo Caución de la Primera Región Militar, asentado en el Campo Militar Número Uno.

Se describe como zapador, ciento por ciento de armas. Y cuenta: “Soy operativo. Le voy a comentar algo: muchos de los ope-rativos, por falta de una cabeza lógica, sa-na y limpia, llegan a realizar asaltos. No se hace estudio de inteligencia. Matan y dicen que el muerto es narcotraficante. Todos sa-bemos que se debe hacer un estudio de in-teligencia antes de hacer una tontería.

“He sido instructor en el Colegio Mi-litar, también docente, siempre instruí lo mejor que pude. En el Ejército hay gente profesional, lo que falta es quitar lo arbi-trario, lo corrupto y muchos vicios.”

–¿Cómo piensan los generales?–Es una mentalidad muy negativa, ce-

rrada y posesiva. Ellos mandan y se ha-ce lo que dicen. Si un general se equivoca, vuelve a mandar; las consecuencias son siempre para los de abajo. Si uno es co-mandante y se te muere alguien, es tu cul-pa, no de quien dio la orden.

La situación de Espinosa Pérez es pe-culiar. Traído de Miahuatlán cuando se encontraba franco, no pudo recoger sus posesiones, pero le han exigido que porte uniforme, insignias y credenciales en las diligencias. No puede ir por ellas, pues si va más allá de 80 kilómetros se configura el delito de abandono de plaza. Si usa un uniforme ajeno, también es delito.

Asegura que en el caso de abandono de servicio, el juez ya se dio cuenta de que no era un destacamento de armas, que los documentos aportados por la fiscalía en su contra no tenían firmas ni sellos, que estaban hechos al vapor, incluso tenían fechas equivocadas.

“Yo, la verdad, sí pedí que me aclararan la situación (de la asignación a PF) porque creía que era una cosa ilegal. La huelga… la protesta es una cosa normal del trabaja-dor que quiere defender su trabajo, y en el Ejército estamos para garantizar la seguri-dad interna y externa de la nación, no para reprimir trabajadores. Pienso que por eso empecé a tener problemas con el mando, porque no me gustaba someterme a esas órdenes.”

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El teniente Espinosa. Acusaciones

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