Envejecer

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Acercamiento al texto de DOMINGO MORATALLA, Agustín, “Bioética y envejecimiento. La gestión del cuidado en una sociedad liberal” en Gerontología. Actualización, innovación y propuestas, Madrid,Pearson Educación, 2005

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ENVEJECER

Y consiento en mi morir con voluntad placenteraJorge Manrique

Y consiento en mi vivir con voluntad placenteraJorge Guillén

Acercamiento al texto de Agustín Domingo Moratalla, “Bioética y envejecimiento. La gestión del cuidado en una sociedad liberal” en Pinazo Hernandis, Sacramento y Sánchez Martínez, Mariano, directores, Gerontología. Actualización, innovación y propuestas, Pearson Educación, Madrid-2005, pp 539 a 562La decisión de comenzar por el trabajo de Domingo Moratalla se debe a que nos llamó vivamente la atención encontrar en él justo lo que ibamos buscando, expresado de manera clara y radical, esto es: la exigencia que impone la vejez a la bioética en las sociedades desarrolladas.El texto nos demandó cautela al comienzo porque parecía ampliar el problema del envejecimiento de la investigación, docencia y práctica biomédica al estudio de las ciencias sociales, exigiéndonos frenar la lectura ante preguntas como: ¿y el peso de la vejez para la vida? Todas estas ciencias, y las que quepa enumerar, lo ven como objeto, ¿los sujetos que las hacen no forman parte del mismo equipo humano lanzado a envejecer? ¿Por qué persistir en plantearlo como problema? Sin embargo, estas preguntas y otras empezaron a encontrar respuesta y propuesta, de manera radical, como expresa el mismo autor.La cautela inicial de la lectura bebe en los reservas que invaden a las sociedades industrializadas y desarrolladas, tales que la llevan a temer la vejez y a ignorar la muerte. Es frecuente leer en textos que se ocupan de la muerte, en otros artículos de esta misma obra por ejemplo, que en estas sociedades el ser humano llega a la edad adulta sin haber conocido la muerte. Y expresa analfabetismo de realidad global querer seguir ignorando que en el vasto mundo más allá de las fronteras del mundo desarrollado, se convive con la muerte desde que se nace y el derecho a la vida y a la vida digna es quebrantado bajo la misma complicidad global. Decía Galileo que dejar de ser geocentrista es muy difícil. Ignoramos la muerte más allá de nuestras fronteras, la muerte de los menos afortunados en nuestras fronteras y guardamos en la asepsia hospitalaria la de los cercanos y afortunados. Ante este panorama se desplegaba la cautela en el inicio de la lectura. Y se desmoralizaba pensando: la vejez, como realidad de las sociedades industrializadas, adquiere más relevancia...como objeto de estudio y problema.No es así sin embargo, el trabajo aborda una realidad vital, categorizándola: “no solo se ponen a prueba las ciencias sociales y las ciencias biomédicas sino las creencias culturales y los valores morales de una sociedad” (p 541-2), ante un “dinamismo que tampoco resulta indiferente para determinar el estatuto de la Bioética” (p 542). Porque el envejecimiento pone a prueba las dos dimensiones en las que se desarrolla la Bioética contemporánea: “pone a prueba la Bioética fundamental porque muestra la insuficiencia de una ética de principios construida para resolver conflictos y no para prevenir problemas” (ibíd). Y “pone a prueba la Bioética clínica ya que abre el camino de la deliberación clínica y biomédica a dimensiones sociales, políticas y morales”, y tomando de Rivera Casado “pone a prueba hasta qué punto nuestras sociedades consideran a los mayores no solo como pacientes, usuarios o clientes de los servicios sociosanitarios, sino

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como ciudadanos y protagonistas de los mismos” (ibíd). Asumido así, no nos hallamos solo ante un desafío médico, psicológico o social,i sino ante un desafío moral que atañe a todos: imposible cuestionar nuestra condición y responsabilidad moral, implicaría tanto como cuestionarnos en nuestro fundamento humano. ii

Desafío moral que, consecuentemente, exige un acercamiento responsable, pues el protagonista, el viejo, no deja de ser persona en su sentido más radical. Ni tampoco el que está “contemplando como se viene la muerte”, en palabras de Jorge Manrique, añadimos.Plantea el autor el triple desafío que la vejez exige de la Bioética:

1. Reconocer las edades de la vida. Todas no tienen el mismo razonamiento moral, por lo tanto, en términos también morales, corrigen la propuesta del racionalismo moderno de establecer como patrón la razón del sujeto adulto. Recordando a Emmanuel Mounier en su Tratado del carácter: “Tan importante como la capacidad de juicio, son las prácticas, los hábitos y las virtudes sociales” (citado en p 543).2. Construir organizaciones sociales adecuadas a las edades de las personas. No bastan estructuras sociales o sanitarias, pues nos encontramos ante una dimensión nueva exigida por el dinamismo de la vejez que implica una “teoría propia y específica en la dirección, gestión y administración de instituciones para mayores” (ibíd) y un consecuente perfil profesional con formación integral centrado en esta realidad.3. El tercer desafío, más global, es consecuencia de admitir la realidad de los otros dos: el envejecimiento de las sociedades occidentales genera un dinamismo propio con todas sus implicaciones de decisión social, política y económica, por parte de los viejos y hacia ellos. De ahí que “condiciona de una manera decisiva las estrategias de inversión que realizan tanto los laboratorios farmacológicos como los responsables en salud pública de organismos, no solo nacionales, sino supranacionales” (p 544). Tema este del que las sociedades están tomando paulatina conciencia.

De modo que, si se persiste en plantear la gestión del cuidado de un modo naturalista: resolver los problemas de las personas dependientes, persistimos y pervivimos de modo insuficiente ante la realidad amplia y compleja, objeto de la nueva sociedad del conocimiento. Frente a esta ya amanerada solidaridad, se hace obligada la responsabilidad, es decir, un esfuerzo de reconocimiento de riesgos y oportunidades y un esfuerzo de asunción real, decidida y gallarda de los mismos, que permita reconocer y enfrentar los desafíos mencionados y aquellos que la propia dinámica de la vejez genere.Desarrolla nuestro autor dos aspectos más a los que dedicaremos unas líneas. Vejez como tiempo de aprendizaje y magisterio y Justicia social y organización del cuidado.Tiempo de aprendizaje y magisterioEl envejecimiento también es tiempo de aprendizaje. Otra vez Jorge Manrique tan reconocido como maestro por Antonio Machado: “nuestras vidas son los ríos”, aprendizaje maduro para reconocer la finitud: “que van a dar a la mar”. Afirma Domingo Moratalla que en la dinámica del envejecimiento “la finitud transforma la evolución biológica en narración autobiográfica”,(p 546) pues se adquiere plena conciencia de esta condición biográfica de la vida humana. Vamos a darle una visión panorámica a este enriquecedor aspecto que aborda nuestro autor tomando esta distancia: la vejez, y la muerte, nos devuelven la condición heroica que la Edad Antigua y Medieval vivieron como consustancial a la vida.La aseveración de Rilke: el género humano opta por lo fácil y lo fácil de lo fácil, nos enfrenta a la manifestación de la narración biográfica de la vejez que, gracias a su equipaje de debilidad biológica, se enriquece heroicamente, necesariamente. La

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naturaleza, dios, el misterio, nombres se le han dado, que no queremos controvertir, no hace nada en vano, y para evitar alguna crispación podemos decirlo de otra manera: la naturaleza resuelve los problemas antes de plantearlos, es decir, la debilidad atesora mayor fortaleza, de ahí la condición biográfica que expone nuestro autor, de ahí la condición heroica que añadimos. De ahí la condición generosa de la vida: exigente; que no se despide del hombre sin haberle dado antes la ocasión de vivir riesgos y oportunidades, tal la vejez y la muerte misma. Si nuestra condición histórica y cultural no lo facilitan, se asegura con la vejez y la muerte que no quedemos desvalidos ni sustraídos a esa oportunidad. Por esta razón nos ofusca que nuestras sociedades caminen muy lentas en el reconociendo de estas oportunidades y riesgos y agradecemos a Domingo Moratalla que haga una revisión serena de la vejez y una proposición acorde a nuestro momento y circunstancia de sociedades liberales.En su revisión contempla el autor los conceptos de la modernidad de autonomía y heteronomía, “Una ética de la ancianidad puede despertar a la filosofía moral del sueño dogmático de la autonomía como capacidad total o de la heteronomía como incompetencia plena” (p 549), citamos la glosa de Ricoeur que Masiá realiza y Domingo Moratalla abunda: “El límite me desengaña de la pretensión de constituirme en lo último, me abre a lo que se anuncia en el horizonte, se hace más profunda la existencia al ahondar en su limitación... (De ahí que) Se trata de una autonomía implicada íntimamente en la heteronomía, en el mejor sentido, no extrínseco, de la palabra” (p 550)Justicia social y organización del cuidadoEl título invita a ser conscientes de la construcción social del envejecimiento; la medida de la conciencia de las exigencias que descubre el envejecimiento permite evaluar la importancia de la justicia social en las sociedades liberales y “pone a prueba los axiomas del individualismo metodológico y del atomismo social como criterios metodológicos en ciencias sociales” (p 555).Recuerda el autor que los sistemas sociales europeos, si bien tienen cierta envergadura de complejidad, desconocen la realidad social, la ontología social. Algo semejante a lo que les ocurre a las ciencias sociales. Este desconocimiento permite que se penalice lo que la realidad y la historia desarrollan en su desenvolvimiento, así ciertas decisiones de la vejez o aquellas que dan cuenta de los múltiples modelos de familia en las sociedades liberales.Corto alcance de las teorías filantrópicas, de las teorías estatalistas y de las teorías libertarias o atomistas. Las primeras por jugar con el azar, dejando la dinámica de la vejez en las manos únicas de la familia; las segundas por desentenderse en su atención de la realidad social dinámica y compleja y, las últimas por ver en el viejo una carga, un des-ocupado, un consumidor.Esta situación, en coherencia con la nueva sociedad del conocimiento desarrolla un puente mediador: la sociedad civil “voluntarios y sus organizaciones no gubernamentales, como alternativas al indivualismo liberal y al estatalismo paternalista. Y también aparecen nuevas empresas y servicios sociosanitarios con la finalidad de solucionar los problemas psicológicos, culturales, sociales, económicos y sanitarios de las personas mayores” (p 556). No exenta de riesgos si se atiene a lo que proclaman los nuevos gestores de servicios cuando reducen toda organización social a “economía, eficacia y eficiencia”. En pervivencia de un desajuste si no escucha la exigencia de justicia social de la vejez y propicia una profesionalización acorde para atenderla. Porque “la responsabilidad social no es únicamente una exigencia que los otros tienen respecto a nosotros, sino una obligación que nosotros tenemos respecto a ellos” (p 557)

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Si hablamos de los costes que esto implicaría, el riesgo latente está en “situar el problema en la sociedad civil y entender esta en términos de simple economía de mercado”. Ya que “lo realmente difícil es no confundir economía de mercado con sociedad de mercado, empezar a trabajar en términos de justicia social y empezar a cuestionar la ontología social en la que están trabajando actualmente las ciencias sociales” (ibíd). Hacer frente a la real complejidad que la vejez nos presenta con un planteamiento transdisciplinar e interdisciplinar. Ortega y Gasset insistió: Yo soy yo y mis circunstancias, si no las salvo a ellas tampoco me salvo yo.

Asunción VelillaBioética y Biopolítica

Máster Ética y DemocraciaUniversidad de Valencia

2012-2013

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i Una bicera en la que atendemos a nuestros ancianos o un cerco de ceguera con el que José Saramago noveliza para el presente el mito de la caverna en su Ensayo sobre la ceguera. De esa amplitud creemos que son nuestras reservas ante la vejez y la muerte.

ii Aún cuando nuestras reservas ante la vejez y la muerte favorezcan ese caldo de cultivo.