Entrevista a Novak D

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ENTREVISTA A NOVAK DJOKOVIC Suena increíble que con una infancia tan angustiosa el serbio haya fabricado una personalidad risueña, locuaz. Bailar para olvidar, que le dicen. El paisaje montañoso de Zvecane, un municipio de la región norte de Kosovo, fue el escenario donde Srdjan Djokovic moldeó un ferviente espíritu de esquiador. Durante muchos años, sus zigzagueos sobre las laderas blanquecinas no sólo lo llevaron a ganar trofeos, sino también a encontrar en ese deporte una manera de subsistir siendo instructor. Conoció a Dijana, una rubia montenegrina que aparentaba danzar con los esquíes en sus pies, y prontamente se enamoraron; al tiempo, juntos se trasladaron al monte Kopaonik, un centro de esquí en los Alpes Dináricos, donde además de disfrutar de la nieve comenzaron a administrar una de las mejores pizzerías y pastelerías de la zona. En esa campiña, exenta de francotiradores y bombardeos, Novak, el primero de los tres hijos varones de la pareja, hizo sus primeras travesuras."Aprendí a jugar al tenis antes que a leer y a escribir", describió Djokovic, tiempo después. Y esa frase, de disparatada, no tiene nada. Porque más allá de la influencia que su padre quiso ejercer, el pequeño Nole ni siquiera le prestó atención al esquí y sí encontró en la raqueta una compañía, como si fuera una espada, una protección. A los 4 años, el esmirriado Novak comenzó a golpear pelotitas en las canchas del Partizan Tennis Club, en Belgrado. Hasta que una mañana soleada se presentó ante Jelena Gencic, que había formado a Monica Seles -N° 1 del mundo, ganadora de 9 Grand Slams- y Goran Ivanisevic -llegó a N° 2 y conquistó Wimbledon-. "Nunca olvidaré aquel día. Se acercó a mí con un bolso de tenis con todo lo necesario para un entrenamiento profesional. Yo me interesé por quién se lo había preparado. Me dijo que él mismo. Le pregunté qué quería ser de mayor. Y me contestó muy serio, sin dudarlo: «El número uno del mundo». La misma respuesta que años antes me había dado Seles", rememoró la entrenadora, una suerte de segunda madre de Novak, que era tan obstinado y eléctrico que en los crudos inviernos, mientras no practicaba en la academia de Gencic, jugaba sobre el piso de cemento de una pileta olímpica vacía que durante esa estación no se utilizaba por los altos costos de climatización.Pronto, con la evolución a la vista de todos, el crecimiento deportivo de Novak se convirtió en el foco de atención familiar. El odio étnico, las escalofriantes sirenas y los bombardeos repentinos prácticamente marcharon en paralelo con una filosofía pacífica que los Djokovic se empeñaban en adoptar. No fue nada fácil, claro. "Siempre digo que de cierta forma el tenis nos salvó la vida a todos", contó Dijana, la madre de Novak, con los ojos humedecidos. Decenas de veces se repitió la situación en aquellos tristes años en Belgrado: niños practicando tenis mientras a la distancia arreciaban los ataques. Nadie quería llorar, pero pocos vencían el temor. "Necesitábamos alguna forma de ponernos de pie, de aislar los pensamientos", narró Djokovic, que el 10 de junio de 1999, al enterarse por radio de que se suspendían las detonaciones, subió corriendo a la terraza de su casa, eufórico y gritando: "¡Nos salvamos, nos salvamos!" Aquel día, con alivio aunque con incertidumbre por lo que vendría políticamente en una región que todavía presentaba edificios en llamas y una economía que se hundía, los padres de Nole entendieron que el futuro de su hijo debía continuar en otro lado. Novak dejó su país, viajó a Munich y se sumó a la academia dirigida por Niki Pilic, un ex tenista croata que se había

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ENTREVISTA A NOVAK DJOKOVIC

Suena increíble que con una infancia tan angustiosa el serbio haya fabricado una personalidad risueña,

locuaz. Bailar para olvidar, que le dicen.

El paisaje montañoso de Zvecane, un municipio de la región norte de Kosovo, fue el escenario donde

Srdjan Djokovic moldeó un ferviente espíritu de esquiador. Durante muchos años, sus zigzagueos sobre

las laderas blanquecinas no sólo lo llevaron a ganar trofeos, sino también a encontrar en ese deporte una

manera de subsistir siendo instructor. Conoció a Dijana, una rubia montenegrina que aparentaba danzar

con los esquíes en sus pies, y prontamente se enamoraron; al tiempo, juntos se trasladaron al monte

Kopaonik, un centro de esquí en los Alpes Dináricos, donde además de disfrutar de la nieve comenzaron

a administrar una de las mejores pizzerías y pastelerías de la zona. En esa campiña, exenta de

francotiradores y bombardeos, Novak, el primero de los tres hijos varones de la pareja, hizo sus primeras

travesuras."Aprendí a jugar al tenis antes que a leer y a escribir", describió Djokovic, tiempo después. Y

esa frase, de disparatada, no tiene nada. Porque más allá de la influencia que su padre quiso ejercer, el

pequeño Nole ni siquiera le prestó atención al esquí y sí encontró en la raqueta una compañía, como si

fuera una espada, una protección. A los 4 años, el esmirriado Novak comenzó a golpear pelotitas en las

canchas del Partizan Tennis Club, en Belgrado. Hasta que una mañana soleada se presentó ante Jelena

Gencic, que había formado a Monica Seles -N° 1 del mundo, ganadora de 9 Grand Slams- y Goran

Ivanisevic -llegó a N° 2 y conquistó Wimbledon-. "Nunca olvidaré aquel día. Se acercó a mí con un bolso

de tenis con todo lo necesario para un entrenamiento profesional. Yo me interesé por quién se lo había

preparado. Me dijo que él mismo. Le pregunté qué quería ser de mayor. Y me contestó muy serio, sin

dudarlo: «El número uno del mundo». La misma respuesta que años antes me había dado Seles",

rememoró la entrenadora, una suerte de segunda madre de Novak, que era tan obstinado y eléctrico que

en los crudos inviernos, mientras no practicaba en la academia de Gencic, jugaba sobre el piso de

cemento de una pileta olímpica vacía que durante esa estación no se utilizaba por los altos costos de

climatización.Pronto, con la evolución a la vista de todos, el crecimiento deportivo de Novak se convirtió

en el foco de atención familiar. El odio étnico, las escalofriantes sirenas y los bombardeos repentinos

prácticamente marcharon en paralelo con una filosofía pacífica que los Djokovic se empeñaban en

adoptar. No fue nada fácil, claro. "Siempre digo que de cierta forma el tenis nos salvó la vida a todos",

contó Dijana, la madre de Novak, con los ojos humedecidos. Decenas de veces se repitió la situación en

aquellos tristes años en Belgrado: niños practicando tenis mientras a la distancia arreciaban los ataques.

Nadie quería llorar, pero pocos vencían el temor. "Necesitábamos alguna forma de ponernos de pie, de

aislar los pensamientos", narró Djokovic, que el 10 de junio de 1999, al enterarse por radio de que se

suspendían las detonaciones, subió corriendo a la terraza de su casa, eufórico y gritando: "¡Nos

salvamos, nos salvamos!" Aquel día, con alivio aunque con incertidumbre por lo que vendría políticamente

en una región que todavía presentaba edificios en llamas y una economía que se hundía, los padres de

Nole entendieron que el futuro de su hijo debía continuar en otro lado. Novak dejó su país, viajó a Munich

y se sumó a la academia dirigida por Niki Pilic, un ex tenista croata que se había destacado en los años

70. "Imagínense cómo nos sentimos cuando se fue de casa. Nosotros no éramos millonarios y no

podíamos seguirlo. Fue duro", expresó Dijana al diario Ideal, de Granada."En aquellos días tuve mucho

miedo, nunca sabíamos si las bombas caerían en nuestras casas, en nuestras cabezas... Pasé un

cumpleaños llorando porque escuchaba que afuera caían las bombas. Es el período que no queremos

recordar. Pero por todo lo que sufrí, hoy valoro la vida mucho más. Igual, yo amo mi país", explicó

Djokovic. Luego de su estadia en Alemania, practicó en la escuela de Riccardo Piatti, en Torino, hasta

que en 2003 se hizo profesional.

Los cambios del Guason

Con la velocidad de un lince, Djokovic progresó tanto que hasta la TV nacional serbia se interesó en él

cuando era un desconocido. Algunos lo tildaron de niño prodigio. Sus respuestas abrigaban una madurez

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distintiva. Como cuando lo interrumpieron practicando y le preguntaron cuándo se tomaría un respiro para

disfrutar de los juegos de alguien de su edad que fuera normal, no dudó: "Puedo hacerlo por la noche. En

el día, me entreno para ser número 1". Una vez inmerso en el circuito, se transformó en una de las joyas

precoces. Encontró en el eslovaco Marian Vajda no sólo a un entrenador, sino a un sostén anímico. El

público lo amó por sus virtudes tenísticas y por los trofeos que fue acumulando, pero sobre todo por su

carisma. Las magistrales y divertidas imitaciones de Nadal, de la rusa Sharapova o de Andy Roddick -con

todos los tics correspondientes- motivaron ovaciones en plena pista y luego los videos hicieron furor en

Internet. Incluso, aún hay gente que no puede concebir aquella delirante caracterización de Sharapova en

pleno estadio central de Flushing Meadows, minutos después de perder su primera final de US Open en

tres ajustados sets frente a Federer. "¿De dónde sacó ánimo para bromear?", decían en Nueva York.

Claro que no todos los jugadores aceptaron jocosos ser imitados, y Djokovic se ganó el mote de engreído

en los vestuarios. Pero el público lo celebró y lo bautizó The Joker (El Guasón, en las series de Batman).

Su arrebato de calidad y osadía lo llevó a ascender rápidamente en el ranking y se ubicó en el centro de

la escena. Los flashes lo apuntaron, la fama tocó su puerta. "OK, soy popular y me hago cargo. Mientras

me quieran, todo estará bien. Cuando no lo hagan, lo aceptaré", decía Novak, no bien cumplidos los 20

años, despojado de cualquier tipo de mesura en su discurso. A medida que los números de su cuenta

bancaria aumentaron, el serbio pasó a ser una suerte de celebridad, se radicó en la glamorosa

Montecarlo (hoy sigue allí) y hasta Robert De Niro lo invitó a cenar en el restaurante de comida japonesa

que administra en Manhattan. Pero semejante recompensa, que incluyó cuatro títulos en 2008 (uno de

ellos, su primer Grand Slam, el Australian Open) y cinco en 2009 (más otras cinco finales), empezó a

perder bronces en el camino. Las alergias en primavera (el circuito de ATP se desarrolla mayormente en

los meses cálidos de cada país) y la aguda sinusitis que lo obligó a una cirugía lo hicieron retroceder.

También fue perjudicial el intento de cambiar el estilo del saque en un momento inoportuno (contrató al

norteamericano Todd Martin, pero la sociedad fue un fracaso). No la pasó bien; es más, algunos de sus

colegas se mofaban cuando Nole se lamentaba por estar lastimado. "¿Qué le pasa? ¿Tiene gripe aviaria,

ántrax, un resfriado común? Por favor, está fingiendo", ironizó Roddick. Pero aquélla no fue otra de sus

actuaciones; en las jornadas calurosas, Djokovic lucía como un pez fuera del agua, con bocanadas

desesperantes. Se sospechó que padecía asma, pero tenía el tabique desviado y buscó una solución

para poder respirar mejor; probó haciendo yoga junto con su angelical novia Jelena Ristic (una joven

serbia estudiante de finanzas) y hasta se animó a diversos ejercicios con una cantante de ópera. También

lo perturbaron algunas alteraciones de su vida privada. Dijo haber tocado fondo emocionalmente, pero el

martirio fue pasajero y lo elevó. "Hay períodos de crisis que te hacen más fuerte", le contó al diario

español El País.

Un audaz embajador

El potencial de Djokovic era irrefutable. Pero apretar las clavijas en su disciplina y descubrir que sus

alergias se producían por ser celíaco fueron determinantes. Las escaladas en bicicleta por las empinadas

calles de Montecarlo fortalecieron su cuerpo. Pero hubo un punto de inflexión. El secreto de Novak fue

haberse acercado a mediados de 2010 a Igor Cetojevic, un doctor recibido en la Universidad de Sarajevo

y acupunturista, adorador de la medicina tradicional china. Los cambios alimenticios y los consejos

orientales que Cetojevic había adoptado en Pekín definitivamente influyeron en la maquinaria del serbio.

Un régimen, con menos hidratos y sin pizzas, pastas ni pan, lo ayudó a perder peso y a transformarlo en

un tenista fibroso, con extraordinaria flexibilidad, cobertura de la cancha, potente y con recuperaciones

cinematográficas (además de tener un revés a dos manos hiriente y ser muy hábil para leer el juego rival).

Se adaptó a su nueva raqueta Head. Y los avances resultaron concretos: en diciembre pasado fue el líder

de la conquista serbia de la Copa Davis (las calles de Belgrado vivieron un festejo casi sin precedente y el

gobierno le entregó al tenista un pasaporte diplomático), y en lo que va del increíble año se mantuvo

invicto hasta las semifinales de Roland Garros (cayó ante Federer) y logró 8 títulos; entre ellos,

Wimbledon, el más prestigioso de todos. Tal es el furor que causó que el director del Banco Nacional de

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Serbia está estudiando la posibilidad de ilustrar los billetes de 2000 dinares con el rostro de Djokovic.

Varias ex glorias del tenis, como Björn Borg y John McEnroe, se quitaron el sombrero y hasta Federer lo

aduló: "Este chico tiene madera para ser número 1 por mucho tiempo tiene un juego completo y

mentalmente es muy fuerte".¿Cómo pudo convertirse abruptamente en el hombre que intimida con ser el

dominador del futuro próximo? "La nutrición influye en cómo juego. Importa lo que como y bebo antes de

los partidos. Además, algo hizo clic en mi cabeza, en mi vida privada pasaron cosas que me afectaron. El

tenis es un deporte muy mental y cuando uno no es estable, pierde la confianza, pierde todo", contó

Djokovic, a los 24 años convertido en estrella. Vladimir Petrovic, embajador de Serbia en Washington, dijo

a Sports Illustrated: "Novak es la figura más grande de relaciones públicas de nuestro país que jamás

hemos tenido. Es la cara positiva de la nueva Serbia democrática". Pese a todo, Nole nunca renegó de

sus raíces; se involucró en la sociedad, visitó Kosovo en varias oportunidades y donó mucho dinero para

monasterios históricos. Incluso la Iglesia Ortodoxa de Serbia le entregó la más alta distinción, la medalla

de Santo Sava. Y es el espejo de los jóvenes en un país que los necesita.Más allá de sus bufonadas, dice

ser un joven común, amante del fútbol y de las películas de acción, que les tiene temor a las alturas y se

describe como un romántico. Desde hace un año y medio lo viste Sergio Tacchini, la tradicional marca

italiana que lucieron grandes campeones como Jimmy Connors, Pete Sampras y Gabriela Sabatini. Se

abrió una cuenta en Twitter ( @DjokerNole , con más de 235.000 seguidores), donde es uno de los

deportistas top más activos. Y encabezará al rival argentino en las semifinales de la Copa Davis, en

septiembre."Si la gente me ve entre los grandes, Rafa y Roger, grandioso. Sería un sueño convertirme en

leyenda como ellos, como McEnroe, Borg, Sampras, Agassi... pero debo ir de a poco. Intento ser positivo,

ya sufrí bastante durante mi infancia. Puedo decir que el tenis me salvó la vida, porque en otro contexto

viviría asustado y pensando en las bombas. Pero por suerte todo aquello pasó; no lo olvido, pero pasó. Y

ahora quiero divertirme y que mi familia sea feliz.". Novak Djokovic, el joven que resistió valientemente el

odio étnico y los bombardeos, y construyó una figura magnética que no tiene techo.

EN NUMEROS

Con 24 años, 1 mes y 12 días se convirtió en el mejor tenista del mundo, siendo así el 25°

jugador en llegar a la cima del ránking del ATP de forma oficial.

2003 es cuando debutó como profesional.

41 partidos permaneció invicto en 2011. Quedó apenas uno por debajo del mejor arranque de

temporada: los 42 de John McEnroe en 1984.

26 títulos en singles logró en su carrera, incluidos tres Grand Slams.

28 millones de dólares embolsó solamente en premios por torneos.

Novak Djokovic es uno de los tenistas del circuito que más utiliza Twitter. En su cuenta publica desde

saludos para "los familiares de aquellos que perdieron sus vidas durante los bombardeos en Yugoslavia

de 1999" hasta una foto con sus perros o con Juan Martín del Potro, uno de sus amigos del circuito. "Es

bueno verte jugando bien de nuevo", le escribió al tandilense en mayo.

EL BUEN VECINO

"Djokovic es un tipo fantástico. Primero, porque es vecino: tiene el departamento al lado del mío, en

Montecarlo. Una vez subimos juntos el ascensor. «Hola, ¿qué hacés?», se sorprendió. «Bien, hace 40

años que resido acá», le dije. Entonces, yo me bajo del ascensor y él también. «Uh, ¿dónde vivís» , le

digo. Y era justo al lado. Me llama neighbor (vecino). Lo veo siempre. Es un buen pibe."

Guillermo Vilas.