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E L U C I D A R I O 289 ENTRE LA ILUSTRACIÓN Y EL LIBERALISMO: ÚBEDA EN LA OBRA DEL HISTORIADOR MIGUEL RUIZ PRIETO Y LA HEMEROTECA LOCAL Entre la ilustración y el liberalismo: Úbeda en la obra del historiador Miguel Ruiz Prieto y la Hemeroteca Local E X T R A C T O A B S T R A C T LOS MANUSCRITOS DE RUIZ PRIETO: DESDE UN ARCA CON TRES LLAVES A LA IMPRENTA El viernes 14 de abril de 1899, el mismo día en que un siglo después comenzaría la breve historia de la Segunda República Española, cuan- do todavía sangraban las heridas del desastre co- lonial del 98, la prensa de Úbeda se hacía eco del fallecimiento de don Miguel Ruiz Prieto. Un ilustre abogado y periodista de la época, Manuel Muro 1 , le dedicó una emotiva columna en el pe- riódico El Ideal Conservador. Este texto, que re- producimos en el anexo documental, ponía de manifiesto vagos detalles de la vida de este his- toriador ubetense. Un hombre que pasó por la vida intentando pasar desapercibido. «El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados». J. P. RICHTER Para Clara Vilar Atienza. In memoria. En este trabajo se estudian las aportaciones que hizo el historiador ubetense del siglo XIX Ruiz Prieto para entender la época de la historia de Úbeda que va desde finales del XVIII al desastre colonial de 1898. Se analizan las tesis historiográficas recientes referidas a la ciencia histórica y se contrastan con la metodología que utilizó Ruiz Prieto en su obra escrita. También se aportan datos biográficos del personaje y se inserta un anexo documental referido a su vida y a su obra. Las fuentes consultadas son históricas e historiográficas, prestando especial relevancia a los datos que ofrece la prensa ubetense de finales del siglo XIX. MARÍA ANTONIA BONACHERA VILAR. Universidad Carlos III. Madrid ADELA TARIFA FERNÁNDEZ. Instituto de Estudios Giennenses. Jaén In this paper, contributions made by 19 th century history researcher, Mr Miguel Ruiz Prieto, are studied in order to understand the history of Úbeda in the period of time between the end years of 18 th century and the 1898 colonial disaster. Recent historiography thesis referred to historic sciences are analysed and compared to the methodology used by Mr. Ruiz Prieto in his published works. Moreover, biographical data from this person are added and a documental appendix referring to his life and work has been inserted. All checked sources are historic, paying special attention on the data provided by press made in Úbeda in the end of the 19 th century. 1 Manuel Muro García había nacido en Cazorla, el 12 de noviembre de 1876. Casi toda su vida la pasó en Úbeda, ciudad en la que contaba con grandes afectos. Fue un hom- bre de grandes inquietudes intelectuales: abogado, licen- ciado en Filosofía y Letras, historiador y periodista. Ocupó cargos políticos (fue diputado provincial) y obtuvo recono- cimientos múltiples por sus trabajos, nombrado académico de la Historia, y de Bellas Artes. También fue cronista de Úbeda. Murió en esta ciudad en 1929. Puede verse sobre él: «Los cronistas locales. Manuel Muro, cronista de Úbeda», Don Lope de Sosa, II, 1914, nº XIX, p. 2002; J.A. MORENO: «Glorias que se van: Manuel Muro García ha muerto», en Don Lope de Sosa, XVII, 1929, nº 200, pp. 227-230; G. TO- RRES NAVARRETE: «los cronistas oficiales de Úbeda», Ibiut, 1983, n1 7, pp. 89, y M. SALAS CABALLERO: «Semblanza de don Manuel Muro», Ibiut, 1990, nº 52, pp. 4-5, y nº 53, pp. 4-5. También A. VALLADARES REGUERO: Temas y autores de Úbeda, Úbeda, 1992, pp. 425-426. ELUCIDARIO. Nº 1 (Marzo 2006). págs. 289 a 320 Seminario bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá E

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ENTRE LA ILUSTRACIÓN Y EL LIBERALISMO: ÚBEDA EN LA OBRA DELHISTORIADOR MIGUEL RUIZ PRIETO Y LA HEMEROTECA LOCAL

Entre la ilustración y el liberalismo: Úbeda en la obra delhistoriador Miguel Ruiz Prieto y la Hemeroteca Local

E X T R A C T O

A B S T R A C T

LOS MANUSCRITOS DE RUIZ PRIETO: DESDE

UN ARCA CON TRES LLAVES A LA IMPRENTA

El viernes 14 de abril de 1899, el mismo díaen que un siglo después comenzaría la brevehistoria de la Segunda República Española, cuan-do todavía sangraban las heridas del desastre co-lonial del 98, la prensa de Úbeda se hacía ecodel fallecimiento de don Miguel Ruiz Prieto. Unilustre abogado y periodista de la época, ManuelMuro1, le dedicó una emotiva columna en el pe-riódico El Ideal Conservador. Este texto, que re-producimos en el anexo documental, ponía demanifiesto vagos detalles de la vida de este his-toriador ubetense. Un hombre que pasó por lavida intentando pasar desapercibido.

«El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados».J. P. RICHTER

Para Clara Vilar Atienza. In memoria.

En este trabajo se estudian las aportaciones que hizo el historiador ubetense del siglo XIX Ruiz Prieto paraentender la época de la historia de Úbeda que va desde finales del XVIII al desastre colonial de 1898. Seanalizan las tesis historiográficas recientes referidas a la ciencia histórica y se contrastan con la metodologíaque utilizó Ruiz Prieto en su obra escrita. También se aportan datos biográficos del personaje y se inserta unanexo documental referido a su vida y a su obra. Las fuentes consultadas son históricas e historiográficas,prestando especial relevancia a los datos que ofrece la prensa ubetense de finales del siglo XIX.

MARÍA ANTONIA BONACHERA VILAR. Universidad Carlos III. Madrid

ADELA TARIFA FERNÁNDEZ. Instituto de Estudios Giennenses. Jaén

In this paper, contributions made by 19th century history researcher, Mr Miguel Ruiz Prieto, are studied inorder to understand the history of Úbeda in the period of time between the end years of 18th century and the1898 colonial disaster. Recent historiography thesis referred to historic sciences are analysed and compared tothe methodology used by Mr. Ruiz Prieto in his published works. Moreover, biographical data from thisperson are added and a documental appendix referring to his life and work has been inserted. All checkedsources are historic, paying special attention on the data provided by press made in Úbeda in the end of the19th century.

1 Manuel Muro García había nacido en Cazorla, el 12de noviembre de 1876. Casi toda su vida la pasó en Úbeda,ciudad en la que contaba con grandes afectos. Fue un hom-bre de grandes inquietudes intelectuales: abogado, licen-ciado en Filosofía y Letras, historiador y periodista. Ocupócargos políticos (fue diputado provincial) y obtuvo recono-cimientos múltiples por sus trabajos, nombrado académicode la Historia, y de Bellas Artes. También fue cronista deÚbeda. Murió en esta ciudad en 1929. Puede verse sobreél: «Los cronistas locales. Manuel Muro, cronista de Úbeda»,Don Lope de Sosa, II, 1914, nº XIX, p. 2002; J.A. MORENO:«Glorias que se van: Manuel Muro García ha muerto», enDon Lope de Sosa, XVII, 1929, nº 200, pp. 227-230; G. TO-RRES NAVARRETE: «los cronistas oficiales de Úbeda», Ibiut,1983, n1 7, pp. 89, y M. SALAS CABALLERO: «Semblanza dedon Manuel Muro», Ibiut, 1990, nº 52, pp. 4-5, y nº 53, pp.4-5. También A. VALLADARES REGUERO: Temas y autores deÚbeda, Úbeda, 1992, pp. 425-426.

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Sobre la trayectoria vital de Ruiz Prieto, muypoco conocida hasta fechas recientes 2, el perio-dista citado aludía a sus muchos méritos profe-sionales, jubilado como Teniente Coronel de In-fantería, y realzaba su importante actividadintelectual. En relación a este último aspecto,que es el que ahora nos ocupa, Manuel Muroescribió esto: «Entre la infinidad de apuntes sueltosy notas dispersas, ha dejado concluidas una HistoriaEclesiástica de Úbeda y una Historia General de lamisma ciudad, ambas inéditas, las cuales revelan laasiduidad y paciencia de su autor. Ignoramos cual seasu última voluntad respecto a dichas obras suyas perosería muy de desear que fueran a parar a manos depersona inteligente, versada en ciencias históricas, yque conociera, especialmente, la historia de nuestropueblo, pues así es posible que alguna vez vieran laluz pública aquellos importantes trabajos, perfecta-mente limados y depurados, y de tal suerte no resulta-ra estéril e infructuosa la labor del Sr. Ruiz Prieto, elcual, aficionado también a la Arqueología, a la Nu-mismática y a las Ciencias Naturales, llegó a reunirun buen número de objetos prehistóricos y de mone-das antiguas, y una preciosa colección de conchas deverdadero mérito»3. Desconocemos el destino quetuvieron aquellas magníficas colecciones arqueo-lógicas que atesoró en vida Ruiz Prieto aunquesospechamos que nada queda de ello. Afortu-nadamente sí se conservaron sus escritos, quecompró a la familia el Ayuntamiento de Úbeda.Estos escritos permanecieron muchos años in-éditos, en el lugar que todavía hoy tienen asig-nado: la histórica «arca de las tres llaves» queestá en las dependencias del Ayuntamiento deÚbeda. Allí durmieron estos papeles cargados dememoria hasta 1982, año en que se editaroncompletos por vez primera. Aunque antes, amodo de fascículos coleccionables, se había rea-lizado una primera edición incompleta que tuvocomo promotor al humanista giennense AlfredoCazabán Laguna.

Esta iniciativa de Cazabán, muy valiosa, des-graciadamente se quedó a medio camino. Sí sepublicaron los cuadernillos de la primera partede la obra con un formato que indicaba la ideade Cazabán: paginarlos convenientemente paraque pudieran encuadernarse al término de la pu-

blicación. El ambicioso proyecto de una obra quehubiera tenido tres voluminosos tomos, en «pa-pel satinado superior y con caracteres nuevos... distri-buidos en 40 o 42 pliegos de impresión de 16 pági-nas...» quedó muy menguado finalmente, aun-que sí salió la edición de lujo que se publicitabaen la propaganda inicial, que fue de 25 ejempla-res «numerados y con el nombre del suscriptor en laprimera página, empleando papel vergé y versales decabeza de capítulo fundidas expresamente». El pre-cio de la edición económica era la mitad que elde la de lujo: los cuadernillos se vendieron a 50céntimos y a una peseta los de lujo. Pero no vie-ron la luz los tres tomos anunciados. Tampocose cumplió la previsión de que el propio Cazabánrealizara un detallado prólogo y la biografía deRuiz Prieto al término de la edición, y quedó enel tintero editar una gran parte de los manuscri-tos originales, caso de la miscelánea histórica queabordaría el tema de las fiestas, supersticiones,callejeros, fiscalidad, instrucción pública, etc. Losmotivos de este cambio respecto al ambiciosoproyecto inicial no los sabemos con certeza: cabeimaginar que pudiera deberse a problemas depresupuesto o a que la empresa desbordara lacapacidad de Cazabán, hombre que abarcabamuchos asuntos relacionados con la cultura dela provincia. De este modo una parte de los ma-nuscritos de Ruiz Prieto tuvieron que esperarmejor ocasión.

Mientras llegaba tal oportunidad se produjola aludida compra de la obra realizada por elayuntamiento a una de las sobrinas carnales del

2 En 1999 nos encargó la Universidad de Granada elEstudio preliminar de la Historia de Úbeda de M. Ruiz Prie-to. Además de comentar la obra y aportar ilustraciones a laépoca estudiada, procedimos a elaborar su biografía. Fueuna empresa complicada, pues este personaje era poco dadoa hablar de sí mismo y no dejó descendientes directos. Pesea esta dificultades pudimos localizar en los archivos loca-les, y en otros de diversas localidades españolas, datos sufi-cientes para realizar dicha biografía, publicada en 1999 poriniciativa del Ayuntamiento de Úbeda y de la Universidadde Granada. que puede consultarse en M. RUIZ PRIETO: His-toria de Úbeda (publicada por A. Cazabán), Estudio prelimi-nar de A. Tarifa Fernández, en la colección Archivum, Univ.de Granada, Granada, 1999, pp. IX-CLI.

3 El Ideal Conservador, Úbeda 14 de abril de 1899 (ar-chivo privado de L. Monforte).

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historiador. Esta sobrina, María Ráez, casada conun profesor de dibujo de la Escuela de Artes yOficios de Úbeda, vendió los escritos de su tío enagosto de 1926 por la cantidad de mil quinien-tas pesetas. La intención del ayuntamiento eraeditar la obra completa en breve plazo pero tam-poco cuajó ese proyecto: los manuscritos de RuizPrieto empezaron un largo sueño en el arca delas tres llaves4. Un sueño afortunado después detodo pues posiblemente este arca los salvó de laquema, destino que tuvieron infinidad de fon-dos documentales de los archivos de Úbeda du-rante la guerra del 36.

Terminada la guerra civil hubo un intentonuevo para publicar los escritos de Ruiz Prieto:en 1940 siendo alcalde Lorenzo Lechuga, se aco-metió la labor de mecanografiar la parte de estaobra que había quedado inédita. El propio alcal-de hizo esta tarea y de ella hay alguna copia enÚbeda, pero la edición no fue posible. No esta-

ban los tiempos para gastos en el ayuntamientoubetense de la posguerra; la reedición tendríaque esperar. Y esperó muchos años.

La siguiente edición, muy limitada en la ti-rada, se hizo en 1982 por iniciativa de la asocia-ción «Adelpha-Úbeda». El libro lo editó la aso-ciación «Pablo de Olavide». No fue una ediciónfacsímil de la de Cazabán pero sí sacó a la luz laparte inédita. Su estudio introductorio fue muybreve y no se acometió elaborar la biografía delautor. Pasarían luego bastantes años hasta quela obra de este importante escritor ubetense al-canzara una proyección extraprovincial, en lareedición de la obra que se hizo por iniciativade la universidad de Granada, con la colabora-

4 Detalles de esta venta al ayuntamiento pueden verseen G. TORRES NAVARRETE: «Los cronistas oficiales de ÚbedaI», Ibiut, año II, nº 6. Hemos sabido que en 1930, por ini-ciativa de Rafael Gallego Díaz y del Ayuntamiento se in-tentó realizar esta reedición, pero tampoco se materializóel proyecto.

Primera edición de la obra de Ruiz Prieto

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ción de ayuntamiento de Úbeda en 1999: era latercera edición de los manuscritos de Miguel RuizPrieto, en la que tuvimos el honor de colaborarrealizando el Estudio Preliminar y seleccionan-do las ilustraciones que acompañan al libro His-toria de Úbeda, editada en la colección Archivumde la Universidad de Granada. Al realizar estetrabajo pensamos que por fin se había hechojusticia a la memoria de Miguel Ruiz Prieto yrecordamos las palabras que le había dedicadotras su muerte el periodista Manuel Muro, conel que comenzábamos este artículo. Él, que almenos tuvo la satisfacción de ver cómo salía ala calle la primera edición con parte de los apun-tes históricos de Ruiz Prieto, se hubiera sentidofeliz al constatar que sus agudas impresionessobre el interés que tendrían los manuscritos deRuiz Prieto para generaciones posteriores eranmuy acertadas y sobre el gran mérito que tuvoeste cronista de Úbeda, al que se refiere así: «Afi-

cionado constante y devotísimo de la buena lectura, elSr. Ruiz Prieto. Sin hacer ningunos estudios oficiales,sin ostentar título alguno académico, llegó a poseerconocimientos nada comunes en asuntos históricos yuna extensa y variada cultura general relativamenteprofunda que hacía su conversación interesante yamena... Descanse en paz el bravo soldado, el traba-jador infatigable, el amigo leal, el hombre modesto,enemigo de aparatosas exhibiciones, cuyo rasgo carac-terístico fue la constancia en el trabajo. Lamentamoshondamente la pérdida del amigo y acompañamos asu familia en el justo dolor que la embarga, pidiendoal propio tiempo al altísimo por la salud del alma delfinado»5. Hermosa despedida de un hombre bue-no a su leal amigo. Palabras cargadas de senti-miento que nos invitan a la reflexión en estostiempos de crisis de las humanidades. Tiemposen los que se publican muchos libros pero se leepoco y se desprecia la cultura de la disciplina yel esfuerzo en la que se formó Miguel Ruiz Prie-to, el primer archivero que tuvo la ciudad deÚbeda.

En este trabajo pretendemos acercarnos a lasaportaciones que hizo el historiador Ruiz Prietopara entender una época de Úbeda: desde fina-les del XVIII al desastre colonial de XIX. Vamosa aproximarnos a las tesis historiográficas recien-tes referidas al valor de la historia. Vamos a daralgunas pinceladas sobre la vida y la obra de estepersonaje jiennense decimonónico y vamos aenlazar los datos que él nos dejó escritos referi-dos a «su tiempo presente» con lo que sobreaquellos años nos cuenta la prensa local deÚbeda.

Nuestras fuentes de información serán muydiversas: archivísticas, historiográficas y fondosde la hemeroteca. Para elaborar este trabajo re-currimos fundamentalmente a los datos queaporta este historiador ubetense y a otros ob-tendremos de la prensa local de la época. Tam-bién recabamos noticias procedentes del expe-diente militar de Ruiz Prieto conservado en elArchivo Militar de Segovia y aportamos noticiasque proceden de la consulta de libros eclesiásti-

3ª Ediciónde la obra.Universidad de Granada y Ayuntamiento de Úbeda

5 El Ideal conservador, artículo de M. Muro, 14 de abrilde 1899.

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cos parroquiales de la ciudad de Úbeda6. Paracubrir los objetivos trazados iniciamos nuestrotrabajo realizando unas consideraciones previassobre La historia de Úbeda que escribió Ruiz Prie-to; haremos una valoración que tienen las His-torias locales a la hora de reconstruir nuestropasado; comentamos la mentalidad de historia-dor que tenía Ruiz Prieto y construiremos unpuente que nos permita realizar un recorrido porla vida y en tiempo histórico de este escritor. Enla siguiente fase del trabajo trazaremos unaspincelas que ilustren la imagen que da Ruiz Prie-to sobre Úbeda entre la Ilustración y el Libera-lismo, cerrando la investigación de la mano dela prensa local, para cubrir los silencios que dejóeste cronista en lo relativo al tiempo que él vi-vió. Así las breves noticias que el nos ofreció delfinal dramático del siglo XIX español, más car-gado de silencios que de voz en sus escritos, enun acto seguramente premeditado, nos llevaráa buscar datos en la prensa local. Ello nos per-

mite realizar un breve apunte histórico sobre laprensa jiennense decimonónica y, más particu-larmente, sobre los periódicos que se editabanen Úbeda en tiempos de Miguel Ruiz Prieto.

UNAS CONSIDERACIONES INICIALES SOBRE LA

HISTORIA DE ÚBEDA DE MIGUEL RUIZ PRIETO

Cualquier lector que se acerque hoy a la his-toria que dejó escrita Miguel Ruiz Prieto perci-birá que estos documentos no se ajustan estric-tamente lo que se entiende actualmente comoun método histórico científico. Sin embargo alcontrastar su obra con otras historias locales deaquellos años hay que afirmar que estamos anteun buen historiador que hizo una buena «histo-ria posible»7. Ruiz Prieto fue fiel a una larga tra-dición historiográfica que valoraba la historialocal y que, desde ella, se aproximaba a una ima-gen de la historia de España unitaria, en la quese ensalzaban valore éticos universales como lapaz, la convivencia, el respeto a las tradiciones yel orgullo de sentirse español. Hoy todo eso yano está de moda. Pero hoy no es ayer.

Tengamos presente que Ruiz Prieto no pasópor al Universidad antes de hacerse historiador.Eso sí que se nota, pero también se nota queposeía una notable cultura en el conocimientode la historia general de España. Otro mérito máses el de haber escrito sabiendo para quién escri-bía: era consciente de la baja formación culturalque tenían muchos de los lectores de la Úbedadecimonónica. Unos lectores a los que él pensa-ba captar para que entendieran sus escritos. Poreso explica todo con paciencia y evita recurrir aciertos tecnicismos que, sin duda, a él le resulta-ban familiares8. Aparcó pues su vanidad al ser-vicio de la mejor divulgación de la historia de

6 Hemos localizado las partidas de bautismo y defun-ción en el archivo parroquial de San Nicolás. La partida desu matrimonio se encuentra en el archivo parroquial de S.Pablo.

7 Puede verse A. BENÍTEZ CANO: «La historia posible»,Actas de Hespérides, Huelva, 1988, pp. 9-12.

8 J. PRO RUIZ: «Sobre el ámbito territorial de los estu-dios de historia», en Historia a debate, T. III, Santiago deCompostela, 1992, pp. 63 y ss.

Página del periódico El Ideal Conservador con unartículo a la memoria de Miguel Ruiz Prieto

(14-IV-1899. Archivo de L. Monforte.

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su pueblo, regalando a sus paisanos el goce deconocer las excelencias que tenían sus antepa-sados, unos hombres honestos, leales y valien-tes. Esto a la altura de 1898, en plena crisis delas conciencias tras el desastre colonial, era unbuen regalo para los ubetenses. Y un mérito más:en este libro hay mesura literaria; no se abusade la fácil lisonja y se busca el equilibrio entre elrelato frío, objetivo de acontecimientos históri-cos y el calor humano que desprenden sus pro-tagonistas, los hombres y mujeres que habita-ron en Úbeda desde la noche de los tiempos hastafinales del XIX9, cuando el autor concluye estacrónica.

La Historia de Ubeda de Ruiz Prieto se inscri-be pues en el modo propio de escribir la historiaque tuvieron la mayoría de los escritores del si-glo XIX. En consecuencia, si nos aproximamos aeste libro con una visión crítica y comparativarespecto a las tendencias científicas actuales apli-cadas al ámbito de la Historia, cabe afirmar queestamos ante métodos ya desfasado historiográ-ficamente. Pero, como hemos advertido, cosabien distinta en situarnos en aquella época ycomparar esta historia local con otras del mo-mento. En tal caso hay que afirmar sin temor aequivocarnos que estamos ante una de las me-joras crónicas de la historia local escrita por in-vestigadores autodidactas del XIX. De hechotodos los historiadores que han seguido inves-tigando en temas de historia de Úbeda hanrecurrido a este libro como fuente bastante fia-ble. En consecuencia, estamos ante un escritorautodidacta; ante un aficionado a investigar enla historia, disciplina a la que se aproxima trashaber leído muchos libro y haber ordenado ytrascrito miles de documentos de los archivos deÚbeda. Un valor añadido a la labor que realizóen estos archivos es que algunos de los docu-mentos que trascribió sólo se conocen gracias aél pues fueron terribles los expolios que pade-cieron los archivos ubetenses entre finales delXIX y la fecha actual.

Miguel Ruiz Prieto escribe básicamente ba-sándose en lo que encuentra en documentos dearchivo, aunque es evidente que para él teníamayor relevancia unos papeles que otros. Por

eso el resultado de su obra es ante todo la elabo-ración de una historia-relato de relevante con-tenido político y escaso interés socioeconómico.Es decir, una historia literaria y narrativa, mati-zada con algunos rasgos pesimistas. No en vanobebe de fuentes de la historiografía clásica y en-laza estos datos con lo que le cuentan los docu-mentos originales que encuentra en el ArchivoHistórico Municipal de Úbeda. Su método paraordenar, por vez primera, aquel impresionantearchivo también queda transparentado al hilodel relato: estamos ante un cronista-historiadorque de modo paralelo va iniciándose en el ofi-cio de archivero. Oficio difícil, que le desbordó yque hizo a su manera, con mas voluntarismoque acierto, pero de un modo muy meritoriodados los parcos apoyos con los que contó.

Volviendo a su libro de Historia local, nopuede afirmarse que esta obra sea totalmente«científico», en el más estricto sentido del tér-mino, pero sí que es de una inmensa utilidadpara los científicos actuales que hoy quiere cons-truir la historia de Úbeda. Cabe achacar a RuizPrieto como fallo que raramente entrara en eluso de métodos propios del verdadero historia-dor: no cuantifica series estadísticas, no inter-preta ni se implica críticamente en los hechosrelatados. Así para la escuela de los Anales, Mi-guel Ruiz Prieto sería un paradigma del concep-to positivista de la historia tradicional. Pese a todoesta historia local no es una mera historialocalista, pues es notable su permanente aproxi-mación a la historia de España cuando relataacontecimientos sucedidos en Úbeda.

A la vista del modo en que Ruiz Prieto cons-truyó sus relatos queda claro que estamos anteun gran lector de libros de historia y que sólodespués de asimilarlos se atrevió a escribir unahistoria de su pueblo. En ello se separa del mé-todo propio de la mayoría de los historiadoreslocales autodidactas que raramente se preocu-pan por relacionar la historia de su pueblo conlo que acontece en el resto de España. Dandopor sentado que Ruiz Prieto leyó mucha histo-

9 Una visión de final de siglo en M. TUÑÓN LARA: Espa-ña, la quiebra de 1898, Madrid, 1986.

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ria otra cuestión distinta sería averiguar qué tipode libros que le gustaba leer a este personaje,militar de profesión e historiador por devoción.Esta cuestión es relevante dado que, como he-mos advertido antes, Ruiz Prieto no pasó por launiversidad y que fueron esos libros los que leformaron para hacerse historiador. Por la citasque hace y por el método que utiliza, es claroque le atrajeron los viejos cronicones y que lahistoria político-militar era su preferida, perotambién tenía formación en temas artísticos, geo-gráficos y etnológicos. Era pues un aficionado aestudiar temas que actualmente se integra den-tro del área de la llamadas Ciencias Sociales aun-que desconocía la metodología que hoy se re-quiere para investigar en este campo.

Sin renunciar a ejercer la crítica sobre el fon-do y la forma que Ruiz Prieto dio a su relatohistórico, cosa que haremos, para empezar avalorar lo que nos dejó escrito hemos de reite-rar lo antes apuntado: que gracias a él se salvó

una parte de la memoria colectiva del pueblo deÚbeda. Ello es así, entre otros motivos, porquelos avatares oscuros de la historia que vino trasél elevaron sus manuscritos a la categoría de«fuente primaria» pues en muchos casos lastranscripciones que pacientemente realizó de do-cumentos inéditos de los archivos locales son hoylas únicas que queda. Valga como triste pruebade lo que afirmamos las hogueras que se hicie-ron en la Plaza de Santa María el año 36 en lasque grupos incontrolados de republicanos que-maron casi todo el archivo de la Iglesia Colegial,por mencionar sólo un ejemplo puntual de loque fue aquella catástrofe para el patrimonio do-cumental de Úbeda10. Por este motivo los escri-

10 Para más datos remitimos a J. PASQUAU: Biografía deÚbeda, Úbeda, 1989. También en A. TARIFA FERNÁNDEZ: «LaSemana Santa de Úbeda. La Historia de la Cofradía de nues-tro Padre Jesús Nazareno en sus actas Capitulares», enVV.AA: Archivos y fondos documentales para la historia de laSemana Santa de Andalucía, Málaga, 2003, pp. 2003; «Losfondos documentales del archivo conventual de la Purísi-

Plano de Úbeda. Primer tercio del siglo XX

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tos de Ruiz Prieto son el último testimonio deuna parte de la historia de Úbeda definitivamenteperdida. Por este motivo estamos ante un librode historia que tiene múltiples ángulos de valo-ración. Pero ¿qué valoración hace Ruiz Prietode la disciplina histórica?

EL CONCEPTO DE DISCIPLINA HISTÓRICA

EN RUIZ PRIETO

No siempre se ha entendido el método dedisciplina histórica con criterios similares a losactuales. También nosotros hemos de aceptar elhecho cierto de que pasados unos años todas«nuestras historias», las construidas con los ri-gurosos métodos presentes, acaso no serán bienvaloradas. Y es que, como sucede en todas laciencias, el cambio en el tiempo es uno de suselementos fundamentales. Y ese cambio tambiénafecta al método.

La historia, que es el arte de discurrir sobreel pasado; el arte de conciliar minuciosidad y ri-gor, para construir una trama coherente, queinterprete los hechos de una manera entendibleal lector, hoy ha evolucionado en la búsquedade nuevas metas; de nuevos objetivos. En estecamino se han dado giros a veces de cientoochenta grados: se ha buscado lo cuantificable,se ha renunciado a considerar la cifra una cate-goría suprema, y se ha girado de nuevo hacianuevos meandros que conduzcan a la llamada«historia total». Entre tantas vueltas y revueltasa veces se pierde el norte de lo que se pretendelograr. A veces, en ese camino, muchos ciuda-danos normales se escapan del hábito sano deleer libros de historia porque no los entienden.Así de simple: no son capaces de seguir las com-plejas explicaciones que aplican los padres de lasnuevas escuelas historiográficas cuando escribenlibros dirigidos más que a construir a destruir,lanzando ataques duros contra cualquier escri-tor autodidacta que se atreva a redactar una his-toria de su ciudad recurriendo al método mássencillo: la cronología como espina dorsal; lanarrativa política como fundamento, la tradicióncomo atractivo y la anécdota como aditivo para

captar al gran público. Como eso no es «cienciahistórica», muchos han optado por darle formanovelada, temiendo sufrir las críticas de los gran-des sabios de la historia que viven en el Olimpo.El resultado de ello es que cada vez se leen me-nos libros buenos de historia y se compran másnovelas históricas, no siempre buenas. Precisa-mente el mérito de historias como la que escri-bió miguel Ruiz Prieto es que todos la entendíany que muchos de sus lectores, apasionados porlos fascículos que sacaba Cazabán, fundían rea-lidad y ficción, esperando con ilusión cada nue-va entrega, que se vendía a 50 céntimos a prin-cipios del siglo XX. Ruiz Prieto, que nunca seplanteó en qué escuela historiográfica se le en-cuadraría, que nunca pasó por la universidad niobtuvo un título oficial, difundió más la historiade Úbeda en tiempos de analfabetismo generali-zado que lo que se hace hoy cuando muchos«científicos» rigoristas la escriben ajustándose amétodos correctos pero pocos ciudadanos «titu-lados» se interesan por aprenderla. En conse-cuencia, si los historiadores y los periodistas ac-tuales aceptamos que en algo nos estamos equi-vocando, pues en el tiempo presente no sobranlos lectores apasionados por los temas de histo-ria, antes que atacar a los viejos cronistas porsus fallos metodológicas acaso deberíamos des-tacar las virtudes que tenían sus escritos cuandofueron capaces de tener tanta difusión en épo-cas de grandes dificultades económicas y demuchas carencias editoriales. Por ello, si no que-remos que la historia y el periodismo lo siganhaciendo los que no son historiadores ni perio-distas, deberíamos buscar el punto de encuen-tro que permita hacer atractivas e inteligibles laspublicaciones actuales de historia a cualquier ciu-dadano.

Concluimos esta aproximación al pensa-miento que tenía Ruiz Prieto sobre la importan-

ma concepción, Carmelitas Descalzaz, de Úbeda», en actasXIII congreso de Hespérides: Archivos andaluces, Osuna, 1996,Sevilla, pp. 121-133, y A. TARIFA y A. LINAJE: «Crónica deun convento de clausura durante la guerra civil. La comu-nidad de Santa Clara de Úbeda de 1936-1942», en BoletínIEG, nº 153, homenaje a Manuel Caballero Vénzala, 1997, pp.43-60.

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cia que tiene la disciplina histórica de una ma-nera rotunda: quien dedicó una gran parte desu vida a leer y escribir historia, a trabajar en unarchivo sin percibir sueldo y a formar una bue-na biblioteca, es evidente que tenía claras lasideas sobre el valor que tiene la historia. Cree-mos es sería una injusticia y un imperdonableerror minusvalorar sus méritos. Como es un gra-ve error descalificar los estudios de historia localque realizaron tantos cronistas de antaño. No esnuestra norma recurrir a la descalificación ni leerlo que otros escriben con mente inquisitorial. Losque así lo hagan acabarán quemándose en supropia hoguera. Afirmamos pues que para losinvestigadores actuales siguen siendo válidas einteresantes las historias locales y que sólo des-de la soberbia y la ignorancia se puede menos-preciar a los investigadores locales, de ayer a hoy,que dedican su tiempo a escribir crónicas docu-mentadas en archivos de los pueblos11. Nuestraobligación es la de agradecer su trabajo y divul-garlo. Sólo así se evitará que aumente la peli-grosa tendencia que lleva a confundir el oficiode historiar con rigor con el de inventar relatosnovelados que pretenden hacerse pasar por ve-rídicos. Hay pues que recuperar todo lo buenoque tienen las viejas historias bien documenta-das que escribieron nuestros antepasados, comolo es la de Miguel Ruiz Prieto12.

MIGUEL RUIZ PRIETO Y SU TIEMPO.SEMBLANZA PERSONAL

Cualquier viajero que hoy recorra la ciudadde Úbeda podrá localizar la casa natal del histo-riador ubetense Miguel Ruiz Prieto pues una pla-ca conmemorativa en la fachada recuerda queeste ilustre ubetense nació allí, el 18 de diciem-bre de 1831. La casa se ubica en la calle de SanNicolás, lindera a la parroquia del mismo nom-bre. Sus padres eran agricultores humildes, quelabraban una tierras localizadas en el lugar lla-mado «El Campillo». El niño fue bautizado eldía siguiente de su nacimiento en la parroquiade San Nicolás. Recibió las aguas bautismales demano de cura Francisco Mª Herera, quien leimpuso estos nombres: Miguel María Nicolás de

Jesús. Los padrinos fueron los abuelos paternos13.En ese barrio y en esa casa creció nuestro perso-naje, compartiendo juegos con sus cuatro her-manos. No es pues extraño que, llegada la horade escribir la historia de Úbeda, esta parroquia ysu entorno sean estudiados con especial interéspor Ruiz Prieto.

Su infancia y primera juventud transcurrendurante las Regencias de María Cristina y Es-partero y en los comienzos del reinado de Isabel

Casa en la que nació Miguel Ruiz Prieto, en la calleS. Nicolás, de Úbeda

11 A. TARIFA FERNÁNDEZ: «Miguel Ruiz Prieto: un histo-riador ubetense del siglo XIX para el siglo XXI», Boletín delIEG, nº CLXXII, Jaén, 1999, pp. 23-60. En este trabajo rea-lizamos una inicial aproximación a valor historiográfico quehoy tiene la obra de Ruiz Prieto.

12 RUIZ PRIETO, M. Historia de Úbeda. Estudio prelimi-nar de Adela Tarifa Fernández. Granada, 1999, páginas XI-XXVII, Op. cit.

13 Archivo parroquial de San Nicolás, Libro de bautis-mo nº 18 (1827-34), fls. 172-173.

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II. Pasados los años, ya como historiador, se hizoeco de los acontecimientos políticos más impor-tantes de esta etapa, caso de la abolición de losprivilegios señoriales la desamortización de Men-dizábal, y las guerras carlistas. Otros sucesos im-portantes vinculados a militares no pasaron porsu pluma. Tal es el ejemplo de dura represión deEspartero en el bombardeo de Barcelona. Res-pecto al clima de subversión general que pade-ce España, tampoco Ruiz Prieto se empeña enrelatarla. Su formación escolar fue escasa, aun-que el historiador Juan Pasquau Guerrero nosrevela que por entonces había en Úbeda muybuenos maestros, destacando entre ellos la figu-ra de Don Felipe Santiago Morenilla «que desde1842 (en que por oposición obtuvo la plaza demaestro en Úbeda) venía desempeñando sumagisterio con celo e inteligencia»14, nosotrosno tenemos constancia de que Ruiz Prieto fueraalumno de este maestro pero, por las fechas enlas que nos movemos, tampoco es descartable.

Curiosamente los años de su infancia y ju-ventud casi ponen punto final a la historia escri-ta por él pasado el tiempo, pues decidió acabarsu «historia civil de Úbeda» en 1851, sólo unaño después de haber comenzado su vida demilitar profesional y apenas quince desde queabandonara Úbeda por primera vez. Es como sila historia de Úbeda se detuviera al poco tiempode abandonar él la ciudad: con apenas treintarenglones resumió los sucesos de Úbeda entre1851-1886. Casi nada escribió pues de la histo-ria que más conocía, porque era la historia de sutiempo, que él vivió en primera línea, en el fren-te, mirando a la muerte. Resulta pues evidenteque a Ruiz Prieto le gustaba más escribir sobreel pasado que sobre el presente. No es pues unacasualidad que se le considerara en la prensa localun arqueólogo apasionado pero que, por el con-trario, a él no le atrajera escribir en la prensa delmomento. Nuestro trabajo en la prensa de Úbedapuso al descubierto que en las escasas ocasionesque colaboraba en periódicos era por invitación,siempre trataba temas de arte y firmaba a vecescon las iniciales. No le interesaba la política comotema de trabajo. Era un historiador pero no unperiodista. ¿Por eso no escribió casi nada sobre

14 J. PASQUAU GUERRERO, Biografía de Úbeda, Úbeda,1982, pp. 473-74. Este historiador ubetense, Juan Pasquau(1918-78) constituye un nuevo ejemplo de lo importanteque es hacer buena historia local .

15 L. DÍAZ DEL CORRAL: El liberalismo doctrinario, Ma-drid, 1956.

la historia del tiempo presente? Pero ¿por quéactuaba así?. Sólo podemos aventurar hipótesis:acaso le repugnara la política del momento y ensu gesto de ignorarla hubiera algo de exilio inte-rior. No sería extraño. Muchos españoles encon-traron el ese tipo de exilio un refugio para nomorir de angustia observando el angosto cami-no por el que transcurría la historia de Españade la segunda mitad del siglo XIX. Pero volva-mos a 1835, cuando a Ruiz Prieto le llega la horade servir a la Patria.

En 1835 Miguel Ruiz Prieto salió de su ciu-dad por vez primera para hacer el Servicio Mili-tar. Este hecho cambió su vida pues terminóorientando su carrera profesional por los cami-nos del ejército. Ello le llevó a recorrer en pocosaños gran parte de la geografía española (nosconsta que con 19 años ya había estado en Ca-taluña)15. No tenemos certeza de las causas queimpulsaron a don Miguel a quedarse en el Ejer-cito, pero hemos de imaginar que fue la únicaopción que encontró para no volver a la pobre-za que le esperaba ejerciendo la labor de campe-sino en Úbeda junto a su padre. Como tantosjóvenes que convirtieron entonces la vida mili-tar en oficio, en él pesó como una losa el destinode la historia de España. Realmente no nos pa-rece que la personalidad de Ruiz Prieto fueramuy compatible con la milicia, pero es evidenteque cumplió con su deber en todo momentocomo se demuestra en el rápido ascenso y en lasdistinciones que recibió a lo largo de su dilatadacarrera militar. Ruiz Prieto, como la mayoría delos militares profesionales de entonces, pertene-cía a la llamada «clase de tropa». Es decir, sinestudios en academia. Estos orígenes militaresle enaltecen pues tuvo que demostrar muchasveces su valía para llegar a oficial de alto rangocuando se retiró. Si analizamos la situación deEspaña en aquellos años hemos de destacar lastensiones políticas y las convulsiones y divisio-

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nes internas que tenía la tropa militar como ras-gos claves. Una España dividida entre conserva-dores y liberales y marcada por las guerras car-listas, los pronunciamientos militares, lascontiendas en África y las revueltas de obreros ycampesinos era el telón de fondo en el que nues-tro personaje se movió.

Nos consta que Ruiz Prieto era un hombrede ideología liberal y que, guiado por mandosliberales, participó en los sucesivos pronuncia-mientos que protagoniza el ejercito, circunstan-cia que le facilita el ascenso en el escalafón. Lavida militar obligó a Ruiz Prieto a recorrer granparte de España y el norte de África, algo que lesepara de la mentalidad de sus paisanos, tan ape-gados al microcosmos local. En Cataluña, ascen-dió a Cabo por 1ª elección y luego, en octubrede 1853, a Sargento. La Vicalvarada de 1854 levalió otro ascenso, al grado de Sargento 1ª. Comobuen liberal, simpatizó con dicho pronuncia-miento. Así se explica que, en alusión a su his-toria de Úbeda, sólo habla de «un pequeño al-boroto» al hablar de la citada revolución16.

Al situarnos en la Úbeda de mediados delXIX apreciamos algunos rasgos de revitalizaciónurbana tras la larga crisis en la que esta ciudadse sumió desde finales del siglo del Renacimien-to. Hacia 1854 Úbeda sigue anclada en el pasadoen muchos aspectos, caso de las pésimas condi-ciones en las que estaban los caminos de accesoa esta ciudad, tema claramente expuesto en lagran obra de Pascual Madoz17. Pero algo se no-taba el efecto de la desamortización; Ruiz Prietodice al respecto que la agricultura progresó, lapoblación creció y la ciudad se embelleció conmejoras de plazas y más condiciones higiénicas.Un progreso breve y más aparente que real. El98 estaba a la vuelta de la esquina.

Hacia 1855 la vida militar de Ruiz Prieto seintensifica: e1 de julio de ese año sale a opera-ciones hallándose el 5 de septiembre en la Sie-rra Bluna (Barcelona) a las órdenes del Tenien-te Coronel D.Gregorio Novella. Las acciones queallí realizó le son recompensadas con la conce-sión de la Cruz Sencilla de M.Y.L., mantenién-dose en esa operación militar hasta fanales de

año18. Poco tiempo después, en el Rif, el azarhizo coincidir en Marruecos a Ruiz Prieto y aPedro Antonio Alarcón. En los meses de julio yagosto de 1856, Ruiz Prieto se halla, en la ac-ción de la Loma de Mezquita a las ordenes delTeniente Coronel D. Isidro Chinequi. En el año1859 participa de lleno en la Guerra de África yfue herido gravemente en una rodilla, por lo quelogra más condecoraciones y es ascendido aSubteniente de Infantería. La obligada convale-cencia le permitió al fin volver a Úbeda. En suciudad es recibido con grandes muestra de ad-miración y cariño por paisanos y familiares,mientras se recupera de sus heridas. En el añosiguiente ya ha vuelto a su Batallón. En septiem-bre fue nombrado Abanderado, pero el esfuerzoque realiza hace que se resienta de su recienteherida. Le conceden nueva licencia para resta-blecerse en Úbeda, donde estuvo algunos mesesde 1861, volviendo a su puesto en noviembrede ese año.

Poco tiempo después volvió a la guerra, par-ticipando en nuevas revueltas liberales19, espe-cialmente en la que acabó derrocando a IsabelII20, mientras un nuevo ascenso se añade a suhoja de servicios, y vuelve a su ciudad con unpermiso por «asuntos propios», en 1869. Su re-greso al pueblo como un triunfador hemos deimaginarla: se le acoge en foros intelectuales pesea sus humildes orígenes, mientras los intelec-tuales liberales más notables de entonces ocu-pan el ayuntamiento al grito de «Arriba la liber-tad y abajo lo existente». Son personajes

16 Para una visión general: C. MARICHAL: La revoluciónliberal y los partidos políticos en España. 1834-44, Madrid 1980.

17 P. MADOZ: Diccionario geográfico-estadístico de España,Madrid, 1845-50.

18 Esta Cruz la creó Fernando VII en 1829 para pre-miar con ella a un ilustre cirujano militar llamado CarlosLuis Benot. En M. RUIZ PRIETO, Estudio introductoria de A.Tarifa, op. cit., p. 54.

19 Por estas fechas España mejoró algo. A ello aludeel historiador R. Carr como la «Sociedad de la opulencia»,el R. CARR: España 1808- 1978, pp.260-72.

20 L. ULLOA, M. CISNEROS y otros: La Casa de Borbón, T.V de la Historia de España dirigida por L. Pericot, Barcelona,1973, pp. 308-11.

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brillantes de entonces Eugenio Madrid, Francis-co García Pretel y Juan de Dios Molina, quienacabaría manteniendo estrechos lazos de amis-tad con Ruiz Prieto, al igual que sucedió con elinsigne médico Balbino Quesada, quien le aten-dió en su última enfermedad.

La historia de España seguía su aceleradacarrera mientras en Paris estallaba la Comuna yse instauraba una nueva república: un nuevo reyllega y se va muy pronto, desengañado de losespañoles, Amadeo I. Con la misma precipita-ción se implantó la primera Republica, difuntaapenas nacida por ensayar precipitados fede-ralismos21. Con la entrada de Pavía en las CortesConstituyentes disparando al aire se iniciaba unanueva era: La Restauración devolvió el trono alos Borbones. Canovas y Sagasta estaban ahoraen el timón del barco. Viejos románticos revolu-cionarios como Pedro Antonio de Alarcón sehacían conservadores22. Miguel Ruiz Prieto si-gue fiel a sus ideas liberales, acaso porque nun-ca fue un romántico. Para él todos estos aconte-cimientos políticos citados, y lo que les siguieron,sirvieron para mejorar su ya brillante hoja ser-vicios: en noviembre de 1874 Ruiz Prieto está apunto de escribir otra de las páginas gloriosas desu carrera militar, en las guerras carlistas. Ennoviembre de ese año, fue destinado al TercerCuerpo del ejército del norte, que se hallaba enel distrito de Burgos, a las órdenes del Excmo.Sr. General D. Juan Villegas, siendo nombradoAyudante en su Batallón. Por orden de 4 demayo, se le impuso la Cruz Sencilla de SanHermenegildo (con antigüedad del 22 de juliode 1872).

Por las operaciones de los días 10, y 11 deenero de 1875, que culminan con la toma deBalmaseda, fue recompensada con el grado deComandante de Infantería. Después participó enoperaciones para el levantamiento del sitio dePamplona, Villasana de Mena, defensa del Fuertedel Mercadillo, del Pendón y Cueto, por cuyoshechos recibió el agradecimiento del Rey. El 27de julio de 1875 estaba en la acción del MonteCaladilla y el 10 y 11 de agosto en la de Villaver-de, Sierra Escrita, donde asistió a la toma de Or-duña. El 13 de noviembre, fue agregado al Se-

gundo Cuerpo del Ejército, a las órdenes delExcmo. Sr. General D. José Echevarría. Pocodespués fue honrado con la Cruz Roja de 1ª cla-se de Mérito Militar. Recibe otras distinciones,como la Medalla de S. M. el Rey Don AlfonsoXII, siendo declarado «Benemérito de la Patria»en julio de 1876. De ese mes es su ascenso aComandante de Infantería, pasando tras ello ala situación de reemplazo, en Úbeda. Su largacarrera militar entra ya en la recta final cuandonuestro personaje ha cumplido 47 años. ParaEspaña y para Ruiz Prieto fueron años de inten-sidad y de esperanza. El turnismo Canovas-Sa-gasta y los éxitos contra el carlismo daban unatregua a la atormentada historia del siglo XIXespañol. En Úbeda se publican ya bastantes pe-riódicos, como luego veremos. La mayoría erande conservadores o liberales, pero los federalistarepublicanos están en la retaguardia: en 1875sale El Trovador de la Loma dirigido por uno delos mejores periodistas de entonces, Luis Garri-do Latorre. Ruiz Prieto apreciaba a este perio-dista y compartió con él, ya en Úbeda, sucesosnotables que por entonces acontecían en el en-torno, como fue el paso rápido por la estaciónde Vilches de la destronada reina Isabel II. Porentonces las calles más importantes de la ciudadestaban en obras, caso de El Real, y la poblaciónaumenta hasta alcanzar los 4.500 vecinos.

Desde 1878 la vida militar de Miguel RuizPrieto sigue, pero ya con menos batallas a lasespaldas. Se casa Alfonso XII por amor con suprima María de las Mercedes, muerta prematu-ramente en 1878. Al año siguiente contrajomatrimonio Miguel Ruiz Prieto, que estaba des-tinado en Menorca entonces, con la joven Ma-ría Hernández Quesada, veinticinco años más

21 Ruiz Prieto presto juramento a Amadeo en febrerode 1871, pasando a Málaga, y, luego en abril, al Batallón deBaeza nº 76. El 10 de septiembre por orden del Gobiernode la República, emprendió la marcha con el Cuadro de suBatallón para Jaén, con el fin de ayudar al de Reserva deaquella capital. En 1874, fue baja en este batallón con des-tino a la Reserva de Lucena nº 78 con ascenso a Capitán.

22 Muy interesante es la obra de L. MARTÍNEZ KLEISER:Pedro Antonio de alarcón. Un viaje por el interior de su alma y alo largo de su vida, Madrid, 1943.

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joven que él. Fueron testigos Balbino Quesaday Juan de Dios Molina, amigos y magníficos ex-ponentes de la intelectualidad que brillaba en laÚbeda de finales del XIX. La boda, celebrada enla parroquia de San Pablo de Úbeda, la oficióotro gran intelectual: el prior Galey23. La lunade miel fue corta: nuestro protagonista tiene des-tino en Mahón y pasa al año siguiente de nuevoa África. En 1880 se le galardona con la Placa dela Real Orden de San Hermenegildo, siendo des-tinado poco después, en 1884, a Úbeda, en laEscala de Reserva, donde permanece hasta suretiro definitivo del Ejercito en 1889.

Desde entonces Ruiz Prieto reside en el do-micilio familiar de la calle de San Nicolás. Es unhombre poco dado a hacerse notar en los círcu-los socioculturales de Úbeda pero que no puedepasar desapercibido. Sus paisanos admiran y res-petan a este héroe, convertido en un hombretriste y solitario, viudo prematuramente, que seapoya en la familia que tiene en la ciudad, espe-

cialmente en su hermana Teresa con la que vive,y en un grupo selecto de amigos. Está jubiladodel ejercito con el rango de Teniente Coronel,un alto grado militar logrado con gran trabajo.En adelante Miguel Ruiz Prieto llena sus díasvolcándose en sus grandes aficiones: la investi-gación histórica y el coleccionismo de piezas ar-queológicas. También pasaría largos ratos con-versando con amigos de mentalidad liberal ensu mayoría, que pertenecía a clases humildes yse habían hecho a sí mismos. A todos les dolíaEspaña en los últimos años del XIX.

La enfermedad sorprendió a Ruiz Prietomientras escribía su Historia de Úbeda y orde-naba los fondos del archivo municipal. Trabajóhasta el final y pudo incluir noticias puntualesde la historia que vivía en primera persona has-ta 1897, fecha en la que cerró su impresionante

Parroquia de S. Pablo, de Úbeda, donde contrajo matrimonio Miguel Ruiz Prieto

23 Archivo Parroquial de San Pablo, Libro de desposo-rios nº 10 (1878-91), fl. 46.

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crónica. Una enfermedad «larga y penosa» a laque aludía el periodista Manuel Muro, le hizomuy duros sus últimos tiempos: lo mató uncáncer de esófago el 12 de abril de 1899.El parte médico lo hizo notar así «tu-mor mediastino con estrechamien-to de esófago». No dejó hijo y, porlos datos que consultamos, no tes-tó. Sus restos reposan en el Ce-menterio de San Ginés en una se-pultura humilde24. Nunca cobrólos 100 duros que el ayuntamien-to de Úbeda le había asignado porejercer la tarea de archivero mu-nicipal en 1898. El reconocimien-to económico fue simbólico. El reco-nocimiento social, tardío y tacaño. To-davía hoy la ciudad de Úbeda está endeuda con este historiador pues también se pue-den, y se deben, dar honores a los muertos. Nohubo honras fúnebres oficiales entonces. No hayhoy ninguna biblioteca o archivo que lleve sunombre, ni premio histórico-literario que lomencione ni ninguna estatua que lo recuerdeen la monumental Úbeda. El nombre de unacalle y una placa perdida en una casa cualquierade la calle San Nicolás son señales difusas quepocos ciudadanos ven y que muy pocos sabenvalorar. Contemporáneo de Alfredo Cazabán, aquien Ruiz Prieto llamaba cariñosamente en unescrito «el estudioso joven D. Alfredo Cazabán»,no tuvo cualidades sociales que le hicieran pro-yectarse para la posteridad. Por eso su obra es-tuvo tanto tiempo dormida. Hora es de que sunombre figure más veces en las publicacionesprovinciales. Cazabán sabía bien por qué su obradebía ser divulgada y escribió esto en el pros-pecto propagandístico de la edición primera, lade 1906: «El ilustrado y erudito Teniente Coronelgraduado, comandante del armada de Infantería,nuestro pisano D. Miguel Ruiz Prieto... tras muchosdías, muchos meses, muchos años... coronó su empeñoy lo coronó de modo tan gallardo que asombra hoyconsiderar la labor de aquel trabajador infatigable,reunida y explanada en tres gruesos volúmenes ma-nuscritos, que contienen unas dos mil páginas en cuartode diminuta letra del autor»25. Es evidente que Ca-zabán admiró y valoró a Ruiz Prieto y por eso

puso su empeño en que su obra llegara a los ube-tenses. Él, que tantas anotaciones hizo en los ma-

nuscritos originales de Ruiz Prieto, supo re-conocer el mérito de este trabajo y com-

prendió la generosidad que tuvo RuizPrieto al dedicarle a sus paisanos losúltimos diez años de una vida fra-guada en el campo de batalla.¿Acaso fuero estos últimos añoslos mejores años de su vida? Esposible porque sólo entonces li-bremente eligió el lugar y las per-sonas con las que quería vivir y

morir. De hecho pensamos quesólo en esos diez últimos años hizo

lo que realmente hubiera queridohacer siempre: leer, estudiar y escri-

bir la Historia de Úbeda. Una historia que,como buen ubetense, dedicó a sus paisanos26.

ANTES DE LA ILUSTRACIÓN: UN

RECORRIDO GENERAL POR LA HISTORIA DE

ÚBEDA DE RUIZ PRIETO

La obra de Ruiz Prieto es ante todo un im-presionante intento por construir la «historiatotal» de una ciudad de Jaén, Úbeda, que hun-de sus raíces en la noche de los tiempos. Ya ad-vertimos antes que como historiador no cum-plió con los métodos que hoy se exige a quieninvestiga científicamente, pues no crea tramasargumentales, no selecciona con rigor lo rele-vante, no maneja el tiempo-espacio bien, ni ana-liza la casualidad, ni interpreta críticamente loshechos. Pese a todo su relato es finalmente unbuen relato histórico. Su historia de Úbeda enbuen libro de historia local si lo comparamos conotros de su tiempo.

24 Registro civil de Úbeda, libro de entierros de 1899,fl. 155, y Archivo parroquial de San Nicolás, libro de di-funtos nº 25, fl. 269r.

25 A. TARIFA: Estudio introductorio...Op. cit, pg. XLIII.26 TORRES NAVARRTE, Ginés. «Los cronistas oficiales de

Úbeda I». Ibiut II (1983), nº 6.página 8 y ss;. RUIZ PRIETO,M. Op.cit. Estudio preliminar de Adela Tarifa Fernández,páginas LI-LXX; A. CAZABÁN LAGUNA: Apuntes para la histo-ria de Úbeda (1887), ed, facsímil, Úbeda, 1986.

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Nuestro escritor no elaboró una historia bus-cando reconstruir una realidad social total de suciudad con buen manejo del tiempo histórico,sino que usa un modelo tradicional, una crono-logía linealmente ordenada en la que coloca lossucesos que a él le parecen más relevantes de lahistoria de Úbeda. Cronología en la que ubicalos más importantes eventos. Seleccionandoejemplos anteriores al siglo XIX notamos comopara él con los Reyes Católicos acaba inexora-blemente la Edad Media, aunque luego no en-cuentra sucesos tan relevantes que le facilitenseparaciones entre la edad moderna y contem-poránea. Por ello, opta por otra vía para marcarsus capítulos y sus tiempos de la historia: hayuna España de los Austrias y otra de los Borbo-nes. Casi inalterable es que separe la historia ci-vil de la eclesiástica, cual si se tratará de dosmundos diferentes, imbuido sin duda por lascorrientes desamortizadoras y liberales del sigloXIX. Luego, en la segunda parte, su historia ecle-siástica, el tiempo breve se señala según ordenfundacional que tuvieron las once parroquiasabiertas al culto en el tránsito de la Úbeda, mu-sulmana a la cristiana, o según el orden de anti-güedad de fundación de los conventos. Lógica-mente el orden es una categoría importante enla vida de este disciplinado militar. De lo que nose le puede acusar es de inventarse la historia:busca la fuente y sólo tras leerla cuenta lo quesabe. No es pues un «viejo cronista» al estilo delos famosos cronicones del siglo XVII.

Empeñado en la idea de que sólo sucedenlas cosas relatadas en documentos que lee y enla teoría de que lo que se cuenta en tales docu-mentos es verídico, nuestro historiador abordacon cierta brevedad lo referido a la Úbeda anti-gua anterior a los visigodos porque le faltan fuen-tes históricas directas y sabe que las historiográ-ficas se basan en los falsos cronicones, en los queno cree. Tampoco se fía de las fuentes cristianasantiguas plenamente pues le consta que no sonimparciales en esas épocas. Pasa veloz pues porla antigüedad y atempera el paso progresivamen-te, cuando hay más documentos que estudiaren los archivos27. Eso sucede con el tratamientoque le da a la Edad Media y al siglo XVI. Luego,

tras relatar con detalles la Guerra de Granada,Ruiz Prieto se percata de que para su ciudad losdías de gloria se alejan: cuenta las visitas a laciudad de Carlos I y Felipe II, monarcas que tu-vieron como secretarios a ubetenses ilustres(Francisco de los Cobos, Juan Vázquez de Moli-na y Juan Vázquez de Salazar) y ya entra conpereza en los dramáticos años de los siglos XVIIy XVIII. A partir de este momento, el autor selimita a dar cuenta de algunas noticias, entre-sacadas de las Actas Capitulares. Al período bor-bónico, que ocupa el capitulo VII, y último de la

27 Una prueba de lo que decimos son esta citas de suHistoria de Úbeda: «no tenemos datos para apreciar si losfenicios y griegos se establecieron en esta localidad, pero esprobable, por los restos de cerámica fabricadas con arcillasy areniscas rojas y mica que se encuentran». (ya vimosque fue muy aficionado a la arqueología, y más especial-mente a la numismática, y que reunió su propia colecciónparticular recorriendo los edificios en ruinas de su ciudad ylos campos del entorno más próximo). De los cartaginesessólo nos dice Ruiz Prieto que puede referirse a ellos la lla-mada «torre de Ibiut» o Asdrúbal, que todavía estaba enpie en vida de este historiador, pegada al antiguo Alcazar.Una torre que fue demolida hacia 1850. En sus cimientos,según Ruiz Prieto, se encontraron enterramientos, vasijas«de tipo celta» y otras piezas de adorno, alguna de oro.Sobre el destino de estos restos nos dice este historiadorlocal que no se les dio más importancia «que el valor queles concedió un platero; nada se conservó ni estudió, salvolas vasijas que pudimos recoger del dueño del terreno enque se asentaba la torre». Un testimonio muy esclarecedorpara justificar el vació histórico antes aludido, añadiendoel mismo autor al respecto que también se habían destro-zado en su época otros posibles vestigios romanos, como lapuerta del postigo del Alcázar, y parte de los minados deagua de los que se abastecería la población. Alude ademása las numerosa tumbas antiguas que han sido destruidas,sin hacer estudios sobre su origen, y remarca el hecho delas numerosas villas romanas que existirían en las proxi-midades de Úbeda, siendo el centro de «numerosa pobla-ción diseminada». Sin embargo este historiador, aunquereconoce tener una buena colección de monedas ibéricas«halladas en la ciudad y sus alrededores, lo mismo que ro-manas, republicanas e imperiales», admite que eso no bas-ta para escribir una historia de Úbeda en la época romana,advirtiendo con la honradez y el rigor histórico que le ca-racteriza: «Sentimos no haber podido adquirir noticias denuestra Úbeda en esta época, aunque creemos que duran-te la paz que siguió al imperio de Augusto, fue adquiriendoimportancia, aumentándose su población», y romanizán-dose. Luego alude a la decadencia de Bajo Imperio y a lasinvasiones bárbaras, sin aportar otros datos concretos so-bre Úbeda en esa época.

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primera parte, sólo dedica unas cuarenta pági-nas, de las que en diez trata de forma monográ-fica la Guerra de la Independencia. Su prosa essencilla, fluida, y alejada de artificios.

En definitiva, Miguel Ruiz Prieto es un buenteórico de la historia de su ciudad pero no es unteórico indiferente a lo que se encuentra, biense trate de hechos políticos o de expolios patri-moniales. Acaso sea el tema de los expolios enel patrimonio de Úbeda en el que este cronistase muestra más combativo: le duele mucho estedrama, dejando al descubierto su afición haciala arqueología y hacia los papeles escritos; notiene reparo en señalar a los responsables de ello,aunque nunca lo hizo con acritud. De haber vi-vido el desastre que Úbeda sufrió en su patri-monio durante la guerra del 36 es muy posibleque hoy tuviéramos mejor conocimiento de loque entonces sucedió. Al menos su vida, muydura, no coincidió en el tiempo con este inmen-so drama. Hubiera sido para él bien difícil desuperar.

Como todo ser humano, al escribir deja aldescubierto algunas de sus fobias: tolera a losmusulmanes pero no quiere a la raza judía. Res-peta la llegada de otros pueblos extranjeros a sutierra pero detesta a los franceses. Estos hechosrestas objetividad histórica a algunos capítulos.En la narración afluyen su ideología política li-beral, su espíritu cristiano, su escaso apego a lomaterial y esa fina ironía propia de su carácter,que tanto le identifica con los ilustrados del XVIII.Detesta la incultura y no siente simpatía haciadeterminadas manifestaciones de religiosidadpopular, tan cargadas de superchería y fanatis-mo. En lo relativo a la guerra Ruiz Prieto esmoderado: no la ensalza como meta, pero sí lautiliza como referente obligado en su tiempohistórico. Es claro que los hechos de armas sonvitales para señalar las épocas brillantes y lasdecadentes de su ciudad, pero no disfruta rela-tando crueldades. Sus ejes conductores son re-yes o guerreros, líderes que controlan las rien-das del Estado. Sólo coyunturalmente atraviesanla escena actores secundarios: noticias sobre lasituación económica, rogativas públicas y epi-demias.

Como ya apuntamos antes, a Ruiz Prieto nole gusta construir historias en las que él tengarango de protagonista: elige el silencio para losdías en que él tuvo conciencia de quien era yhacia dónde le llevaba el destino, y acaba conurgencia su «historia civil» del siglo XIX. No leinteresa hacer historia de «su tiempo presente».Respecto a su «historia eclesiástica», es una guíamagnífica en la que describen los principalesmonumentos e instituciones que tuvieron quever con el poder temporal y espiritual de la Igle-sia en Úbeda, comenzando por las parroquias yacabando con las cofradías. Su manera de escri-bir lo aleja del catolicismo tradicional pues nocomparte la acumulación de tierras por parte delclero, no participa en los ritos de la religiosidadpopular, ni cree que la Iglesia deba cubrir lasnecesidades sociales de los ciudadanos. Sin em-bargo, tuvo amigos entre el clero, porque el res-petaba la libertad de pensamiento, y existían enÚbeda figuras del clero de gran cultura y talanteabierto que el admiraba, caso del escolapio Pa-dre Vinagre, del polígrafo Muñoz Garnica, y elPrior Galey28.

Concluimos esta somera valoración señalan-do otros méritos de la obra de Ruiz Prieto: Supatriotismo es contenido pues no le ciega el amora la patria nativa. Ello se puede deber a que via-jó mucho por su carrera militar y así tuvo unhorizonte referencial más universal para escri-bir su historia. No es pues su obra una historiameramente localista. La obra ofrece una visiónunitaria y conciliadora de la historia de España,algo interesante si tenemos en cuenta que él laescribió en un tiempo de intenso enfrentamien-to y tensión política y social, con el desastre del98 a las puertas. Es de gran mérito por ello queno se sirviera de la escritura para incitar al ren-cor ni para fomentar la desesperanza, algo muyfrecuente en el espíritu romántico y nacionalis-ta de la época. No toca en su obra las heridasmás recientes como las guerras de África finise-culares o el desastre de Cuba. Es, por tanto, una

28 Ya vimos que este sacerdote ofició su boda, en RUIZ

PRIETO, M. Historia de Úbeda, Estudio preliminar de AdelaTarifa Fernández, op. cit,, pp. LXXII y ss.

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historia de Úbeda que va más allá de otras es-critas por los eruditos locales, por su rigor cien-tífico, por su amplitud de horizonte histórico ypor los valores que transmite.

Para finalizar, antes de detenernos en la ima-gen que ofrece Ruiz Prieto de Úbeda a finalesdel Antiguo Régimen, cabe destacar otra conce-sión que hace Ruiz Prieto a sus paisanos escri-biendo sobre las virtudes que tenían los primiti-vos pobladores cristianos de Úbeda, a los queretrata como un pueblo honesto, recio, valientey leal a la Corona. Sin embargo, no es nuestrohistoriador muy dado a abusar de la fácil lisonjani a retóricas innecesarias. Estas circunstanciasfacilitan el ritmo ágil y ameno que tiene el rela-to e inclinan al lector a dar por válido lo queRuiz Prieto cuenta. Aunque no siempre lo quecuenta sea lo que realmente sucedió. Pero eneste problema los historiadores actuales hemosde ser tolerantes pues sabemos que nadie es due-ño de la verdad absoluta y que tras nosotros ven-drán nuevos investigadores que lo harán mejor.Esperemos que ellos también sean tolerantes connuestros errores.

DE ESPAÑA A ÚBEDA: ENTRE EL ANTIGUO

Y EL NUEVO RÉGIMEN

Una de la mejores síntesis de como era Es-paña a finales del siglo XVIII y comienzos delXIX la encontramos en un libro de DomínguezOrtiz, Sociedad y Estado en el siglo XVIII. En estaobra se sintetiza la realidad histórica de Españaentre 1789 y los primeros años del siglo XIX,época en la que el Antiguo Régimen agoniza,aunque bastantes de sus rasgos eran bienreconocibles todavía, escribiendo al respecto que«el reinado de Carlos IV se nos aparece como elprimer acto de un drama que con violentas osci-laciones se prolongaría durante medio siglo». Eraéste el epílogo de la Edad moderna y el comien-zo de la contemporánea. En estos años el des-prestigio de la corona era ya un hecho incues-tionable y ello fue tanto por culpa de rey mismo,que también, sino de la profunda antipatía queel pueblo sentía hacia la reina María Luisa, y del

favorito de las monarcas, Manuel Godoy, con-vertido en el amo y señor de los destinos de Es-paña. Eso explica en parte que un personaje tanoscuro como el Príncipe de Asturias, futuro Fer-nando VII, encontrara tantos apoyos en este mo-mento crucial de la Historia, porque se vio en élla oportunidad de acabar con Godoy, un hom-bre tan odiado que se suelen olvidar con fre-cuencia las labores de gobierno positivas en lasque intervino, caso de la abolición de ciertos im-puestos, preludio de la igualdad fiscal, o la reha-bilitación de los expósitos, con las reales célulasde 20 de enero de 1794 y 11 de diciembre de1796, por citar algunos ejemplos. Otro de losmotivos del odio del pueblo hacia sus gobernan-tes fueron las terribles hambrunas que Españapadeció en los finales del siglo XVIII y principiodel XIX, en coincidencia con años de guerrasexteriores. Paro, hambre, enfermedad, levas parala guerra, fiscalidad abusiva pusieron en el pun-to de mira a Godoy y a la reina María Luisa, ace-lerando la revolución social. Así viviremos unfinal de siglo tormentoso, con brotes de conser-vadurismo dentro de los tradicionales estamentosprivilegiados, la nobleza y el clero, mientras queel pueblo llano ponía sus esperanzas en Fernan-do VII.

En el plano exterior, los pactos que hizoGodoy con la Francia revolucionada nos llevóprimero a una desastrosa guerra contra GranBretaña, una de cuyas peores consecuencias fueel bloqueo de nuestras costas que fue la puntillaa la ya debilitada influencia en América. El cam-bio de alianzas a finales del XVIII, pactando conNapoleón, fue el final de la carrera política deGodoy. Una nueva trampa de Francia que sabíade la intrigas de familia en España y pensabasacar partido de ellas. Tras el motín de Aranjuez,considerado por Domínguez Ortiz como «el pri-mer pronunciamiento victorioso de nuestra His-toria», se produjo en cadena la caída de Godoy,la abdicación de Carlos IV y la efímera corona-ción de Fernando VII. Todos fueron marionetasmanejadas por Napoleón para logras sus fines.En ellos España sólo era una pieza del gigantes-co puzler de su Imperio. Lo que nunca imaginóeste gigante es que el pueblo español, desarma-

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do y hambriento, en un lugar cercano a Úbeda,en Bailén, derrotaría al coloso y que aquello eraen principio de su final. ¿Pero cómo era el Rei-no de Jaén a finales del XVIII y comienzos delsiglo XIX? ¿Qué sucedía entonces en Úbeda?

Acaso en el reino de Jaén fue donde la po-breza y el hambre que sufrían gran parte de lastierras de Andalucía se notaron con mayor fuer-za en este final de siglo, como puso de relieve ensu excelente historia el Dean Mazas, contrastan-do con el esplendor de épocas antiguas. Pero estefenómeno no se dio por igual en todas las zonasdel llamado «Santo Reino». Resulta muy indi-cativo al respecto que el descenso de poblaciónen el reino de Jaén fue muy desigual según co-marcas. Con la excepción de lo sucedido en lasnuevas poblaciones de Sierra Morena, pues sonun caso especial, lo que aconteció en Jaén a co-mienzos del XIX desde el punto de vista demo-gráfico fue más bien una concentración delhabitat urbano en detrimento de aldeas y pue-blos pequeños, algo similar a lo que sucedía enCórdoba. La expansión del olivar era ya muynotable a finales del XVIII en algunas ciudades;aunque todavía las tierras de «pan llevar» eranpredominantes en los grandes pueblos y ciuda-des de Jaén.

En lo relativo a la ciudad de Úbeda, la obrade Ruiz Prieto dedica bastantes páginas a estaépoca. De sus informaciones deducimos que supaisaje urbano seguía recordando al pasado y elrural se caracterizaba por el predominio de lastierras dedicadas a cultivos de cereales y legu-minosas. Estas cosechas se arruinaban año trasaño por la sequía, la langosta y los rebañosincontrolados de conventos, sin olvidar la durafiscalidad que pesaba sobre todas las produccio-nes. El olivar estaba creciendo pero no era nadacomparable al monocultivo actual. Siguiendo loque nos relata este historiador, vemos los prin-cipales problemas que tuvo esta ciudad durantelos años del reinado de Carlos IV, marcados porlas reiteradas calamidades naturales, escasez depastos en las dehesas y otras adversidades queconvirtieron en catastrófico a 1793, amenazaÚbeda de epidemias de peste y asolada por laguerra exterior: «En 1793 no hubo cosecha, y se trató

de acudir a la superioridad, para que no se apremia-ra a los labradores y se les concediesen moratorias. Sedijo en una junta que el vecindario de Úbeda se com-ponía de 11.992 personas, y que el trigo se había ven-dido a más de 60 reales la fanega»29.

La lucha contra la Francia de la Convenciónse plantea como una ofensiva para defender a lapatria del anticlericalismo revolucionario. La re-gulación de los jornales para los hombres y lasmujeres aceituneros, y las mejoras introducidaspara combatir las epidemias como el empleo deplantas olorosas o el saneamiento de las aguasno frenan la crisis económica de la ciudad hacia1803. Las autoridades municipales fortalecen elcordón sanitario e incrementan las rogativas ala Virgen de Guadalupe pero el hambre y la es-casez no frenan las muertes ni las subidas delprecio del cereal. Ruiz Prieto recurre aquí al tes-timonio oral de sus abuelos que le relataron sien-do niño, aquellos horrores «La gente hambrientadevoraba hasta las cosas más inmundas y moríanmuchos en medio de la más tremenda desesperación»30.Es claro que no está satisfecho con el derroteroque van tomando algunos acontecimientos enÚbeda cuando agoniza el siglo XVIII, aunque surelato, basado ya casi exclusivamente en lo quecuentan las actas capitulares, todavía tienenatisbos de esperanza. Veamos cuales fueron susúltimos renglones para cerrar la puerta del XVIIIy abrir la del XIX: «Se creó por suscripción un fondopara socorro de la cuadrilla de escopeteros, mandadaformar para perseguir contrabandistas y malhecho-res. Se dio gran impulso a la repoblación y conserva-ción del arbolado y replantación del paseo público,consignando para ello, a petición del síndico D. Mar-tín de Zayas, en agosto de 1799, 6.000 reales del so-brante de Propios»31. Lo peor estaba por venir, enel tiempo que a él le tocó vivir. Así abrimos lapuerta del siglo XIX en Úbeda, contemplado bajola lupa de los que de él dejó escrito Miguel RuizPrieto.

29 M. RUIZ PRIETO, Op, cit., pg. 20730 Ibidem, pg. 208.31 Ibidem, pg. 208.

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ÚBEDA EN EL SIGLO RUIZ PRIETO: TIEMPO

DE SILENCIO

«Se advierte primeramente (En Úbeda) la grandesproporción que existe entre el desarrollo de las fa-cultades imaginativas y reflexivas... abundan los hom-bres de claro y luminoso talento y poderosa reflexión,y las ciencias de la observación y análisis se cultiva-rían aquí con provecho, si no lo impidiera una malacualidad nuestra, la pereza... Nuestra inactividad ofalta de energía es tal, que apenas aparece su antítesismoral, la osadía... Otra singularidad de nuestro ca-rácter es el contraste en las facultades afectivas; tene-mos todos un amor tan grande a nuestra tierra, unculto tan fervoroso por nuestra ‘patria chica’,... queno sabemos abandonarla, no conociéndose aquí ten-dencias migratorias; y si alguna vez la dejamos, aun-que estemos lejos, preferimos vivir la vida de Úbeda, yen reuniéndose algunos ubetenses, realmente se vive.Y no obstante ese culto de sus hijos por nuestro pue-blo, el sentimiento de solidaridad moral es tan débilque rara vez aparece el altruismo generoso; apenassobresale uno cualquiera de nosotros en la actividadsocial... se presenta un fenómeno bien característico:todos aplicamos el más minucioso análisis crítico paraachicar el prestigio moral de quien se trata...Úbedatiene un peculiar aspecto económico; la idea de que lacirculación de riqueza por la aplicación del capital asus fines propios es el fundamento sólido para el desa-rrollo progresivo de un pueblo, es idea que no ha lle-gado a conquistar adeptos entre los ubetenses; aquí setiene la virtud incomparable del ahorro, asiento segu-ro del bienestar familiar... por el afán avariento yahogadizo, no parece sino que contamos también conque nos han de enterrar con nuestras riquezas, y siem-pre tememos que sean pocas para la eternidad de laotra vida..»32. Esta crítica imagen de Úbeda, querescatamos de la prensa local, con todas la mati-zaciones que queramos hacer al texto, fue la queMiguel Ruiz Prieto conoció en la última etapade su vida, cuando instaló su residencia definiti-va en la ciudad natal, eligiendo morir en ella.También es cierto que nuestro historiador no seajusta al perfil humano que de un modo tan cru-do relata el genial escritor Miguel Molina: él síhabía viajado mucho, no fue hombre perezosoni dado a disfrutar achicando el prestigio moralde otros. De su afán por atesorar riquezas tam-

poco hay indicios: lo que coleccionaba era mo-nedas antiguas con las que nada se podía com-prar. Pero es seguro que, de haber leído este tex-to, como acaso lo hizo, comprendió la crítica alas mil maravillas. Nuestra pregunta es ésta: real-mente, ¿cómo transcurrió el siglo XIX en Úbeda?

Los acontecimientos más relevantes de lavida política local hasta mediados del siglo XIXnos los han contado diversos historiadores loca-les. Todos consultaron la obra de Ruiz Prieto, queusó como fuente de información casi exclusivalas actas capitulares del ayuntamiento. Sabemospor esta fuente histórica de los durísimos añosde comienzos del XIX, cuando llegaron a Úbedanoticias de la forzada renuncia al trono de Car-los IV a favor de su hijo Fernando, y de la cesiónque éste hace de la Corona española a NapoleónBonaparte. Estos sucesos abren la puerta a otrade las etapas más dramáticas que vive la ciudad,durante la guerra de la Independencia. En Úbe-da, como en tantos lugares de España, se levan-tó la población contra la ocupación francesa yhubo participación en la batalla de Bailén, actoque se celebró en Úbeda con fiestas religiosas alos patronos locales,«en desagravio a las profana-ciones a templos e imágenes y otros excesos cometidospor los franceses»33. Pero estas manifestaciones dereligiosidad popular no fueron muy escuchadasen el cielo pues la ciudad fue saqueada en nu-merosas ocasiones por las tropas francesas, quie-nes cometieron múltiples tropelías y causarondaños irreparables en los archivos locales y elpatrimonio artístico. Ruiz Prieto escribió bastan-tes páginas patrióticas en denunciado la inva-sión francesa, exclamando con tono épico «lle-gará día en que se levanten los pueblos, hambrientosde justicia y moralidad, y rompan violentos los obstá-culos que cierran el secreto de la verdad y la razón»34 .

El miedo a los franceses deja a Úbeda casidesierta por algún tiempo. Así, cuando éstos la

32 Fragmentos de un artículo del filósofo ubetenseGabriel Molina, titulado «El carácter ubetense», publicadoen el periódico local La Opinión (29-IX-1896).

33 M. RUIZ PRIETO, Op. cit., pp. 212-215.34 Ibidem, pg. 209.

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ocupan, se encuentran una ciudad casi fantas-ma, por lo que recurren a amenazar a todos losvecinos huidos con la confiscación de sus bienessi no regresan inmediatamente. Hubo ubeten-ses afrancesados, que sirvieron a la causa napo-leónica muy eficazmente, sobre todo en la tareade la recaudación de impuestos. Esta dura pre-sión fiscal, unida a la escasez de cereales duran-te algunos años de gran esterilidad, llevaron alpueblo a una situación límite hacia 1812, añoen que se vendía la fanega de trigo a 135 reales.La miseria era entonces terrible. En septiembrede este año 1812 huyeron los franceses de Úbe-da, dejando la ciudad en un lamentable estado.Además de esto Úbeda pasa por una etapa muydura a causa de una coyuntura climática adver-sa, y de la división de la sociedad local en dosbandos, contrario y favorable a José I Bonapar-te, afirmando Ruiz Prieto que la ocupación fran-cesa había costado a Úbeda «una pérdida de másde veinte millones».

Aunque la entrada de las tropas de Fernan-do VII, el 21 de septiembre de 1812, fue en he-cho jubiloso, poco mejoraron las cosas para lamayoría de los ubetenses: volvieron a repetirsehechos de revanchismo y violencia contra losafrancesados y a realizarse presiones para reca-bar impuestos dirigidos al ejercito del «Desea-do», lo que provocó brotes de violencia social,duramente reprimida. En este ambiente se juróen Úbeda la Constitución de 1812, colocándoseal año siguiente una lápida conmemorativa deeste acontecimiento en el Mercado, frente alAyuntamiento. Lápida que pronto fue arranca-da y «ahogada» en la fuente de la plaza de Tole-do, cuando Fernando VII se proclama monarcaabsolutismo y se niega a acatar la Constituciónliberal que antes había jurado. Y que nuevamen-te se volvió a colocar, tras el pronunciamientode Riego en 1820. Todo un símbolo de lo quefue este siglo para la vida política nacional y lo-cal. Todo esto lo cuenta nuestro historiador conlenguaje sencillo, sin querer manifestar su pun-to de vista, aunque éste aflora, como aflora suprofesión de militar pues dedica al tema de laguerra un espacio mucho mayor que a cualquierotro asunto. Su posicionamiento liberal es cla-

ro. Veamos, como botón de muestra, el tono iró-nico y despreciativo con el que se refiere al ab-solutista Fernando VII: «El ‘muy amado rey’, agra-decido al heroico pueblo que le conservó el trono aban-donado por él, premió tantos sacrificios apenas pisó latierra española borrando de una plumada el periodode lucha... se quitó la lápida de la Constitución, quefue llevada en unas parihuelas al pilar de la fuente dela plaza de Toledo, para que se ahogara su memoria...Úbeda ya no se acordaba del regocijo que causó la cons-titución de 1812, Pedía las cadenas a voces y a vocestambién injuriaba la libertad que se le había concedi-do»35. Un retrato nada favorable al rey y muycrítico con sus paisanos. No se mordía la lenguaDon Miguel.

Dedica elogios a las medidas tomadas por losliberales tras el pronunciamiento de Riego, vol-viendo a cargas contra el absolutismo tras la en-trada en España de «los Cien mil Hijos de SanLuis». En la llamada «Década Ominosa» todaslas plagas bíblicas se ceban sobre la ciudad y sonrecogidas en la crónica de Ruiz Prieto: cuentaque mientras que la cárcel de Úbeda estaba alcompleto en 1826, siendo la mayoría de los pre-sos políticos, la administración era caótica, acen-tuada la crisis tras algunos años de sequía, como1825, 1832 y 1833, y por las numerosas epide-mias que atacaron al pueblo, especialmente decólera. Epidemias que trataron de paliarse recu-rriendo a las ancestrales rogativas públicas. Pesea ello Úbeda reunió algún dinero, en agosto de1833, para celebrar seis días de fiestas por la pro-clamación a trono de la infanta Isabel, que ha-bía nacido en octubre de 1830. Este desastrosoreinado lo cierra Ruiz Prieto de este modo: «Elrey D. Fernando falleció el 29 de septiembre... la cole-gial de santa María... ser prestó a costear el túmulo lomás decente posible, La ciudad a su vez se obligó acostear la cera y la música...no faltó oposición por al-gunos... Tal era el estado de la población,... se hablóde una orden superior para que en los pueblos dondedebiera verificarse la proclamación de doña Isabel II,como reina, se economizara todo gasto que no fueraindispensable, indicando también al ayuntamiento lasmediadas que había que tomar para mantener el or-

35 Ibidem, pg. 222.

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den y evitar perturbaciones, pues ya se había iniciadola lucha con el infante D. Carlos...»36. Miguel RuizPrieto ya está a punto de cerrar su larga historia:sólo diez páginas nos separan de 1886, cuandoel concluyó su Historia civil. Le acompañaremoshasta el final. Luego recurriremos a algunas no-ticias de la prensa par cubrir sus silencios elegi-dos hasta finales del XIX, pues él murió con eldesastre del 98 a cuestas. Ya lo advertimos an-tes, a D. Miguel no le gustaba ejercer como pe-riodista.

Durante la regencia de María Cristina la po-lítica local no trajo demasiadas mejoras a Úbe-da. Como novedad de los tiempos aparecen me-rodeando por Úbeda algunas partidas de carlistas.Ello obliga a las autoridades a crear milicias dedefensa y a cerrar las puertas de la ciudad paraevitar entradas de tropas carlistas, que tomabanrehenes y numerosos botines. Por entonces sevenden bienes desamortizados de los conven-tos. Unas ventas que se hicieron muchas vecescon métodos fraudulentos. En general hubo bas-tantes signos de anarquía, siendo muy peligrosacualquier salida al campo, por la permanentepresencia de salteadores en los caminos. Sólohacia 1840 se dictaron bastantes normas para elmejor gobierno local (policía urbana, alumbra-do público y obras en los caminos). Sin embargoera muy difícil que prosperase cualquier inicia-tiva de gobierno liberal por los constantes en-frentamientos partidistas. En 1834, con Isabel IItodavía niña, Úbeda sufre una situación adver-sa, que relata así Ruiz Prieto: «El año 1834 fuemuy aflictivo para Úbeda, porque a las revueltas polí-ticas y la escasez de recursos, se añadió la presencia dela epidemia de cólera, para impedir la cual se habíanhecho rogativas, acordadas en el mes de abril. El 19de julio declararon los médicos que había en la ciu-dad casos de cólera; se prohibió enterrar cadáveres enlas iglesias, y se mandó poner en uso el cementerio quese había señalado junto a la ermita de san Ginés, enel haza de Catalina Mata. En los libros del archivoconsta que la epidemia no hizo tantos estragos comoen otras poblaciones, pero nuestros padres contabanque hubo muchísimas víctimas, amén de las que oca-sionó la miseria»37. Este interesante documentonos aporta pistas para entender la resistencia al

cambio de los ciudadanos, que no aceptaban laorden que diera Carlos III para clausurar los en-terramiento en iglesias. También nos indica lavisión de la historia del tiempo presente que em-pieza a tener D. Miguel, quien se fía más de loque le contaron sus padres, de la historia oral,que de lo que escribían los políticos del XIX endocumentos oficiales. Otro detalle interesante esel notar algo que aflora con frecuencia en susescritos: las alusiones a la pobreza que padecesu pueblo durante largos periodos de la historia.En esta línea vamos a reproducir otro texto denuestro historiador alusivo al año siguiente: «Enel año 1835, se hacen constar los apuros del munici-pio y la miseria del pueblo, por la escasez de las cose-chas en los años anteriores, y se da cuenta de quemuchos pobres se morían de hambre. Se fundó unhospicio para albergar a los pobres con aprobación dela reina gobernadora, por real orden de 17 de marzo.Igualmente se nombró una junta para el régimen ydirección de las escuelas de primeras letras»38. No esla primera ni la última vez que Ruiz Prieto dedi-ca parte de su relato a las escuelas y los maestrode Úbeda, lo que indica cuánto le interesaba talasunto, así, llegado el año de 1846 alude a lamejora de la ciudad apoyándose en estos signos:«Este año se hicieron mejoras en la población, se au-mentaron sus rentas, se dio mayor impulso a la ins-trucción pública, tanto por parte del ayuntamientocomo por la inteligente gestión de D. Felipe SantiagoMorenilla, que desde 1842... venía desempeñando sumagisterio con celo, inteligencia y cariñosa solicitud,que la presente generación recuerda con deleite. Mo-renilla fue un modelo de hombre honrado, maestrointeligente y cariñoso, y dejó discípulos tan eminentes,que después han sido y son verdaderos apóstoles de laenseñanza»39. Este profundo respeto a un maes-tro nos parece algo remoto, tristemente desapa-recido y nos aproxima mucho a los valores hu-manos que poseían nuestro personaje, quiencontinúa su crónica aportando detalles intere-santísimos sobre la educación que se impartía

36 Ibidem, op. cit, pg. 232.37 Ibidem, pg. 233.38 Ibidem, pp. 233-234.39 Ibidem, pg. 239.

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en Úbeda durante el reinado de Isabel II40. Perovolvamos al año en que esta reina empieza aregir los destinos de España.

Sobre 1843 Ruiz Prieto cuenta que fue pési-mo para Úbeda: la ciudad padece huracanes, pla-ga de langosta, y constantes enfrentamientospolíticos, lo que hizo que el ejercito tuviera queasegurar el orden público. Poco a poco las ten-siones se fueron suavizando, lo cual permitió quese tomaran algunas medidas acertadas de gobier-no local. Medidas entre las que destacan las deprotección a la muchedumbre de pobres que te-nía la ciudad: más de 1.500 familias pasabanhambre en 1849. Precisamente la revolución de1854 tuvo como telón de fondo el tema de laabolición del llamado impuesto de los consumos,que provocó en Úbeda importantes disturbiospopulares. Pero nuestro historiador tiene yamucha prisa por acabar esta historia que se lehace periodismo entre las manos, resumiendolargos e importantes sucesos que él vivió direc-tamente, como militar, con frases como ésta:«Están tan próximos los sucesos de 1854 y 1868, quenos abstenemos de hacer juicios por falta de compe-tencia, y sólo hacemos ligeras indicaciones»41. Noso-tros sabemos, por otras fuentes consultadas quehasta que estalla la revolución de 1868, que aca-bó con el reinado de Isabel II, Úbeda no progre-sa y es manifiesta la corrupción política, aunquetambién había políticos honrados que poníantodo su empeño en paliar la pobreza de los másdesfavorecidos. Uno de los momentos más du-ros fue el año de 1855, cuando una epidemia decólera mató a gran número de vecinos. Noso-tros terminamos la imagen que ofrece Ruiz Prietosobre la Úbeda de estos años respetando la lite-ralidad de los último que escribió en su historiacivil. Prisa, mucha prisa, tenía nuestro historia-dor ahora, cuando resume en pocos renglonesvarios años de turbulenta historia de España: «Larevolución de 1868, tuvo por un lado progresos libe-rales y por otro graves consecuencias. Trajo el aban-dono de la corona de España por Isabel II, una guerracivil desastrosa, y otra separatista, en Cuba, más de-sastrosa aún. Vino luego la nueva monarquía con D.Amadeo de Saboya, Renuncia de éste al poco tiempo, ypor sorpresa llegó la república, que se sostuvo dos años,

40 Ibidem, añade que «había en la población dos maes-tros de latinidades: D. Basilio torres y D. Felipe García. Elprimero fue director de un colegio de Latinidades de se-gunda enseñanza, que se estableció en el conventos de laTrinidad... y se abrió con solemnidad el 1 de octubre de1846. En él se admitieron niños pobres, por solo los dere-chos de matrícula...».

41 Ibidem, pg. 241. Remitimos al apartado que dedica-mos a la biografía de Ruiz Prieto, en la que aludimos a suparticipación hechos revolucionarios de la época.

42 Ibidem, pp. 241-242.

entre tremendas convulsiones. La reacción se hizo enmedio de tanta agitación, Se proclamó al príncipe donAlfonso XIII, hijo de doña Isabel II, rey de España;joven caballeroso y valiente. Concluyó la guerra civil ehizo pensar y sonar las más halagüeñas esperanzas,que quedaron agostadas en flor con su prematuramuerte en el mes de noviembre de 1885. su esposa lareina doña María Cristina, quedó de regente en el rei-no, y poco después, el 17 de mayo de 1886, dio a luzun príncipe, al que se puso por nombre Alfonso XIII,que vive bajo la cariñosa tutela de su virtuosa e inteli-gente madre. Quiera Dios que el augusto niño esté lla-mado a restablecer la paz y tranquilidad de esta tra-bajada nación, y a aumentar en la historia lasbrillantes páginas que enaltecen a sus antecesores losAlfonsos»42. Ruiz Prieto, que no tuvo hijos, pare-cía redactar un cuanto para acabar una historialarga, seria y rigurosa. Se trataba de un epílogo,nada más. Creemos que él sabía mientras redac-taba estos renglones que el futuro de España noera tan esperanzador como quiso plasmarlo. Perosoñar no cuesta nada. Nosotros descubrimosotras cara de esta historia repasando lo que cuen-tan algunos periódicos locales desde 1886 hasta1898, el año del desastre colonial, cuando a RuizPrieto ya lo llamaba la muerte.

UN FINAL DE SIGLO EN CRISIS Y UNA PRENSA

EN AUGE EN LA CIUDAD DE LOS CERROS

Según nos cuentan los periódicos y algunoscronistas locales, tras revolución «Gloriosa», quetantas expectativas de cambio había levantadoente sectores progresistas, en Úbeda hubo pocasmejoras. Respecto a la primera República (1873-74), sus descalabros pasaron en la ciudad sin

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pena ni gloria, aunque ya es bastante que no seprodujeran sucesos graves en el orden públicocon el cambio de régimen. Cuando dimite el úl-timo gobierno republicano, en enero de 1874,Úbeda será gobernada por sectores conservado-res, que, según la versión que nos ofrece el his-toriador local Juan Pasquau, hacen lo que pue-den por aliviar la pobreza de muchísimos vecinosy adecentar el deteriorado casco urbano43. Tam-bién se traslada ahora el Ayuntamiento a la sedeactual, ubicándose en él los importantes fondosdel archivo histórico municipal, que fue orde-nado por vez primera por Miguel Ruiz Prieto.En este estado de cosas fue proclamado rey Al-fonso XII y Úbeda celebra fiestas en diciembrede 1874 por este motivo. Luego hubo de todoun poco: fiestas por los dos matrimonios del reyAlfonso XII, y por el nacimiento de su herederopóstumo, Alfonso XIII; funerales por la prema-tura muerte de la primera reina, María de lasMercedes y la de Alfonso XII. También son díasde luto los que coinciden con la helada de loscampos en 1876 y plaga de langosta de 1877, ycon la terrible sequía de 1882. Este año se esta-bleció la audiencia de lo criminal en Úbeda,mientras que los conflictos en Cuba comienzana hacerse notar en los bolsillos de los contribu-yentes. Mucho peor fue el año de 1885, atacadade nuevo la ciudad por una epidemia de cóleramorbo. Epidemia que guarda relación con eldeplorable estado sanitario de la ciudad, y quehabía denunciado claramente en un artículo dela prensa local uno de los seis magníficos médi-cos que tenía Úbeda: el higienista que moderni-zó el hospital de Santiago, Joaquín María Cua-dra44. El mecenazgo que ejercen algunosubetenses ilustres, como Don José Gallego Díaz(nombrado Director General de Obras Públicasen 1886), el Senador Don Ignacio Sabater, o elpolítico y escritor Don Eugenio Madrid, por ci-tar algunos ejemplos, hace posible que se llevena cabo mejoras en la ciudad, especialmente enlo relativo a reformas urbanas. Reformas que vancambiando la fisonomía de Úbeda lentamente:se construyen los jardines de «La Coronada»,llega la luz eléctrica, se hacen gestiones para edi-ficar un mercado de abastos, etc. Pero las rivali-dades políticas entre conservadores y liberales

entorpecen estas iniciativas, agravada la situa-ción por más epidemias, como la de viruela en1887, y años de sequía, caso de 1891. Y el siglose cierra en la política local con asuntos comoéstos: en sesión de cabildo de 11 de agosto de1897 se manifiesta el dolor y la indignación porel asesinato de Cánovas, figura clave de la Res-tauración. Se acuerda celebrar funerales por sualma y poner su nombre a una calle; en noviem-bre de 1898 se adhiere la ciudad a la petición delos dominicos de Sevilla de canonizar al BeatoDiego de Cádiz. Para entonces el desastre de Cubaya se ha consumado. Un desastre que afectó pro-fundamente a Úbeda, removiendo los cimientosde su conciencia colectiva45. ¿Cómo se ve estodesde la prensa local que hemos consultado?

Comencemos por reconocer que la prensaubetense de finales de siglo era bastante nutriday de alta calidad. En ella se refleja el alto nivelcultural de los intelectuales de Úbeda durante elsiglo XIX. Es asombroso contemplar el númeroy la calidad literaria de los periódicos que salie-ron el Úbeda durante la segunda mitad de estacenturia, abarcando todas la tendencias políti-cas. Tal es el caso de El Orden, (1869) y El Liber-tador (1896), de orientación carlista; La Ruleta(1881) y El Cantón Granadino (1890), de ideolo-gía republicana federal, El defensor de Úbeda(1889) y El defensor de La Loma (1898) y El IdealConservador, conservadores, o La Opinión (1890),órgano del partido liberal y el periódico de ma-yor difusión entonces, sólo por poner algunos

43 Con carácter general remitimos a J. PASQUAU GUE-RRERO, Biografía de Úbeda, Úbeda, 1958, y A. TARIFA

FERNÁNDEZ, Breve historia de Úbeda, Málaga, 2004. Tambiénen A. Tarifa y M. BONACHERA, «Úbeda 1896-1897. Roman-ticismo y Realismo entre el archivo y la hemeroteca», enObra colectiva, homenaje al profesor J. Smolka, Univ. deGranada, Granada, 2005; M. BONACHERA: «Un periódicoubetense en la Guerra de Cuba. El Ideal conservador (1898)»,Boletín del IEG (en prensa).

44 Aluden a él J. VALLADARES, Temas y autores de Úbeda,Úbeda, 1992 y R. QUESADA, Úbeda, hombres y nombres, Gra-nada, 1982.

45 Para más detalles concretos de sucesos de estos añosrecogidos en las actas capitulares, remitimos a la obra de G.TORRES NAVARRETE, Historia de Úbeda en sus documentos (7vols.), Úbeda 1998-1999.

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ejemplos. Solían salir semanalmente, con sólocuatro páginas de gran tamaño, y una tirada nosuperior a 300 ejemplares. En circunstancias es-peciales se editaban números extraordinarios,como sucedió con el publicado por La Opinión el29 de septiembre de 1896, para conmemorar lasferias, y el que sacó El Ideal Conservador, en juliode 1898, para recaudar fondos con destino lossoldados heridos en la guerra de Cuba. Otrosextraordinarios magníficos se editaron en 1891,con motivo del centenario de la muerte de SanJuan de la Cruz, o en vísperas de Semana Santa.Todos son verdaderas joyas para el historiadoractual, porque en ellos se refleja perfectamentela realidad social y la mentalidad colectiva deÚbeda. Aunque no todos los ubetenses pudie-ran pagar los pocos céntimos que costaban, nisupieran leerlos.

De la mano de estos periódicos y de otrasfuentes históricas llegamos al desastre del 98,cuando los vecinos de Úbeda recaudan fondospara sus soldados y habilitan un hospital de gue-rra para los que llegan heridos Un año para elpesimismo y las «reuniones patrióticas» mien-tras escasean los alimentos y la Virgen de Gua-dalupe recorre las calles en procesión votiva,como en plena Edad Media. Por entonces la ciu-dad rondaba los 16.000 habitantes, cifra oscilantesegún la coyuntura económica, como demues-tra un estudio demográfico-sanitario que hizoel excelente médico local Balbino Quesada, ami-go de Ruiz Prieto, contrastando el número denacimientos y defunciones entre 1880-1884. Desus conclusiones se extrae la evidencia de queÚbeda pierde 707 habitantes en esos cuatro años.su economía permaneció estancada en modelosdel Antiguo Régimen, contribuyendo a ello elpésimo estado de los caminos y puentes que con-ducían a Úbeda. De ellos dijo Madoz que soncasi todos de herradura y que «se ponen intran-sitables en tiempo de lluvia y nieve, hasta el ex-tremo de perecer algunas caballerías que que-dan como enclavadas en el lodo».

Mediado el siglo XIX se estaba construyen-do una carretera que uniría Baeza con Úbeda,camino de La Carolina. Respecto a los puentes,los más vitales para Úbeda eran el famoso Puen-te Viejo sobre el Guadalquivir, en estado ruino-so y el Puente de la Reina. Sobre el río Jandulillahabía un puente antiquísimo, muy estrecho ypeligroso para los viajeros. El mejor de todos erael Puente Nuevo, a dos leguas de Úbeda, por elque pasaba la nueva carretera que iba a comu-nicar La Loma de Úbeda con la llamada carrete-ra general de Andalucía. A estas difíciles comu-nicaciones con el exterior había que unir el riesgode los numerosos bandoleros que vagaban porlos campos entonces. Esto explica que sólo lle-gara el correo a la ciudad tres veces por semana,teniendo Úbeda una administración de Correosde quinta clase, dependiente de la de Bailén.También explica la permanente preocupación delas autoridades por hacer llegar a Úbeda una lí-nea de ferrocarril. Un proyecto fracasado comotantos otros. En lo referente a grupos sociales

Portada de El Cantón Granadino (20-VII-1873).Archivo de Agustín Palacios

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cabe reseñar las abismales diferencias que habíaentre los ricos, que eran pocos, y la gran masade población pobre, que notó el ataque del Esta-do liberal a las comunidades religiosas y cofra-días que se ocupaban de la caridad. El Estado nosupo o no pudo asumir ese problema social, aun-que se crearon algunas instituciones laicas dedi-cadas a la beneficencia, caso de la Junta de Da-mas que se ocupaba, con poco éxito por cierto,de la Casa-Cuna, ubicada entonces en el hospi-tal de Santiago. En general en los años finalesdel siglo los sectores sociales marginados pasa-ron uno de sus peores momentos porque el mo-delo político liberal no les atendió lo necesario.Sus desgracias las solían olvidar disfrutando delos festejos que se organizaban en la ciudad. Laafición más extendida era la taurina, dándose laparadoja de que en plena crisis de subsistenciase construyó en Úbeda una magnífica plaza detoros, usando el espacio, y hasta parte de los ma-teriales, del desaparecido convento de SanNicasio. Desde 1847 hubo notables fiestas tauri-nas en este coso, por el que pasaron las más im-portantes figuras del toreo de la época, caso de«Lagartijo», que tomó en esta plaza la alternati-va en 1865. Generalmente se destinaban partede los beneficios de esta fiesta a la beneficencialocal.

Se ha afirmado en algunas fuentes escritasque en España hasta poco antes de consumarseel desastre del 98 nada parecía turbar la apaciblevida de los rincones de sus pueblos. Pero eso noera así en modo alguno. La prensa de la época estestigo del triste final de siglo que se avecinaba ylos hombre inteligentes que vivieron estos añostambién lo notaban, caso de Miguel Ruiz Prieto.Lo que sí parece suceder es que otros muchosciudadanos, y la mayoría de los políticos, practi-caban la táctica de la avestruz, tapando la cabe-za ante el peligro. Esa es la sensación que pareceemanar de las fuentes históricas que hemos con-sultado en el caso que nos ocupa, permitiéndo-nos detectar un antes y un después del desastreen Úbeda, ello a la luz de su prensa local, unaprensa por cierto de larga vida y que en su mo-mento tuvo peso específico en el periodismoandaluz46.

Algunas noticias que tomamos de El Eco Eb-detense47, en 1861, no llaman la atención. Era un«Semanario de Literatura y Artes», y se le nota.En la sección de anuncios se promocionan nu-merosos libros y revistas de temas religiosos,como El Año Cristiano de Croisset. Otras obrasanunciadas son la famosa Historia General de Es-paña del padre Mariana y ediciones del Dicciona-rio de la Lengua. Hay preocupación por la culturaes este modesto semanario. El precio del granoen el mercado era de 33 reales la arroba de tri-go, 22 la cebada y 37 los garbanzos. La carnemás cara era la de ternera y la más barata, la decabra. El periódico se editaba en la imprentaMartínez y compañía, en Úbeda. Pero no todoera cultura y arte: en el número 2, de 4 de sep-tiembre, se felicita al ayuntamiento por sus ges-tiones para establecer un telégrafo, y nos cuen-tan que «Si el gobierno de S.M. tiene en cuenta, comoes de esperar, que nuestra población es la más impor-tante de la provincia, después de la capital, por su ve-cindario, su riqueza, su comercio y situación topográ-fica, creemos que nuestras aspiraciones... se verán cum-plidas...». ¿Era cierta esa información que colocaa Úbeda como la población más importante? Enel número siguiente este semanario se implicadirectamente, en su editorial, en la defensa delos «interesas materiales de nuestra localidad», de-jando claro que no habrá progreso hasta que nose mejoren las comunicaciones de Úbeda, queeran pésimas. En otro número, al hablar de lospreparativos para la feria de San Miguel, se ofre-

46 La prensa local es una de las fuentes históricas másmaterialmente amenazadas de una desaparición total in-minente. Hay bastante desidia institucional para protegereste tesoro documental, algo que no entendemos. Agrade-cemos en este punto la labor que realizan personas parti-culares de Úbeda que custodian estas fuentes y nos hanpermitido consultarlas. Nuestra gratitud a D. Natalio Rivas,D. Luis Monforte, D. Agustín Palacios, Dña Rosa Liaño yD. J. A. Almagro por las facilidades que obtuvimos paraconsultar sus archivos privados.

47 Una reseña sobre este periódico en A. PALACIO

MARTÍNEZ: «Villanueva del Arzobispo y El Eco Ebdetense»,en La Moraleja, Villanueva del Arzobispo, marzo de 1999,pg. 47. Es la publicación más antigua de Úbeda. Se inicióen agosto de 1861 y tuvo un vida corta, hasta el 29 dediciembre de 1861. Costaban ocho reales tres meses de sus-cripción.

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cen más noticias esperanzadoras, como los arre-glos en las calles, especialmente en la de La Tri-nidad «para las Escuelas Pías que verificarán en bre-ve su apertura..en el Casino primitivo, modelo de buengusto, y... en el de Artesanos, donde se oyen las entu-siastas notas que arroja el magnífico piano que aca-ban de traer, y donde ejercita su habilidad y conoci-mientos... el siempre deseado D. Juan de la Cruz Mo-reno». Pero de todos los acontecimientos citados,lo que más interesa a la redacción de este sema-nario es la apertura del colegio de Escolapios,que fue inaugurado solemnemente el domingo6 de octubre de 1861, bajo la presidencia hono-rífica del Marqués de la Rambla. Los actos pro-gramados para tan importante evento culmina-ron con una función religiosa y «a la una del díase repartirá una limosna a los pobre en el patio delcolegio», una noticia que nos instala en la reali-dad de una ciudad con más sombras que lucescuando avanzaba el siglo XIX. El año finaliza casia la vez que se clausura este semanario, que de-dica la editorial de su último número a hablarde la moda y el lujo, al que sigue un artículofirmado por Juan de Dios Molina, una necroló-gica al párroco de Rus, Juan Casado, muerto alos 28 años. En ese mes navideño todo se vendemás caro en la plaza48. Y la vida sigue.

En la década de los 80 otro semanario estéen la calle: es El Ubetense, «periódico semanal, lite-rario y de intereses locales». La suscripción trimes-tral costaba 1,25 pesetas. En el número 18, de31 de agosto de 1884, especial interés tiene unacolumna en la que se resume la vida municipal,y la miscelánea, que firma el periodista Juan Ruizdel Valle. En números sucesivos sabemos sobreel proyecto de ornato de algunos edificios queacomete el ayuntamiento, caso del hospital deHonrados Viejos del Salvador. En una nota diri-gida al Gobernador se le informa de que «en estalocalidad sólo existía un Hospital administrado por elayuntamiento», un tema relevante en tiempo deepidemias, cuando todos los recursos sanitarioseran pocos. Precisamente el mismo periódicocuenta que «el 29 de los corrientes, nuestro respeta-ble y querido amigo D. Balbino Quesada, acompaña-do de su apreciable familia, se marchó a los baños deArchena para encargarse de la dirección facultativa

de los mismos»49. Úbeda perdía por un tiempo auno de sus mejores médicos, Archena ganabaotro. El tema de las aguas medicinales estaba enpleno auge y el cólera la principal preocupación.El ayuntamiento lanza circulares para extremarlas medidas que evitaran el contagio, incluida lade habilitar locales que hicieran de hospitalesimprovisados llagado el caso, declarando que «losmédicos matriculados que existen en la localidad sonseis y un practicante... (y que) en esta localidad hayun antiguo edificio denominado la Ermita de Madrede Dios del Campo, distante unos dos kilómetros ex-tramuros de la población, el cual puede servir de laza-reto...»50. El cólera, aquella epidemia que recor-daban amargamente los padres de Ruiz Prieto,avanzaba implacable desde Madrid y Alicante.El alcalde teme que la feria sea causa de conta-gio y se habla de suprimirla ese año, pero el cla-mor popular ante el jolgorio pudo más que elsentido común: con gigantescas letras se anun-cia que la «La antigua y acreditada feria de esta Ciu-dad que estaba suspendida por orden superior, se cele-brará desde el día 29 del actual, en los términos decostumbre»51. Firman el bando el alcalde, Fran-cisco A. Torrente, y el secretario, Juan de DiosMolina. Hubo feria y llegó el cólera que mató amuchos ubetenses. Estos temas los podemos con-trastar con los que ofrece otro periódico ubeten-se coetáneo del anterior, La Ruleta, «periódico po-lítico joco-serio», que se publicaba los jueves. Enel número 143, con poco humor, se habla delcólera, y se trata el tema de la persecución polí-tica a los periodistas críticos con el gobierno.Hay largos «apuntes sobre el tratamiento preventivoy curativo del cólera morbo asiático, según la escuelahomeopática del Dr. d. Pedro Braum»52. Nada cuen-ta de la conveniencia de prohibir una feria.

48 Hemos consultado los número de este semanarioen la biblioteca de Agustín Palacios, a quien agradecemossu amabilidad.

49 El Ubetense, 31 de agosto de 1884. Archivo de A.Palacios.

50 Ibidem, 7 septiembre de 1884.51 Ibidem, 28 de septiembre de 1884.52 La Ruleta, 31 de julio de 1884. Archivo de L.

Monforte.

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Así nos trasladamos a otro periódico y a otradécada, la de los 90, de la mano de una publica-ción de los liberales que tuvo más larga vida: LaOpinión. Nos enteramos, por un número de 18de agosto de 1895, de que en Úbeda se vendelas afamadas «píldoras del Tajo» que curan to-das las calenturas intermitentes; se habla de lapatria y de la guerra de Cuba, afirmando que«los que vuelvan traerán la aureola envidiable delguerrero que luchó con denuedo... allá en la mortíferamanigua»; se celebra el éxito de las ferias de Al-mería; se lamenta la muerte del reconocido in-dustrial afincado en Úbeda Juan Antonio Gutie-rrez, y se dice que en Granada se ha constituidouna sociedad «con objeto de proceder a la construc-ción de una Gran Vía, como la tienen todas las pobla-ciones modernas...»53. Sin duda era más cosmopo-lita este periódico, que se vendía dentro y fuerade Úbeda a 1,50 pesetas el trimestre. Un perió-dico que nos anuncia en otro número, de 1896,que «Ayer vio la luz en nuestra ciudad un nuevo se-manario con el título de El Libertador, el cual propa-gará y defenderá las doctrinas del partido tradiciona-lista»54. Por la prensa sabemos que la gripe cau-sa estragos entre los vecinos de Úbeda y la fi-loxera daña los viñedos. Que un niño fue atro-pellado «por uno de los carros que hacen el serviciode transportes entre esta ciudad y la Estación de Bae-za». Y que el carnaval hace que el pueblo olvidesus problemas durante tres días.

Ese mismo año de 1896 salió a la calle unnúmero extraordinario de La Opinión. El motivode este extraordinario fue celebrar las ferias deSan Miguel y la conquista cristiana de la ciudad.Este periódico tenía sesenta páginas ilustradasque hacen desfilar ante nosotros el paisaje deÚbeda de hace más de cien años,55. Costaba unapeseta, precio inalcanzable para la mayoría delos obreros y campesinos. Es pues un periódicoshecho y por y para la burguesía local pero nosha dejado uno de los mejores testimonios de loque era un buen periodismo y un retrato mag-nífico de Úbeda poco antes de que el desastredel 98 acabara con cualquier optimismo.

Así nos acercamos al final de la vida de RuizPrieto, atacado por una cruel enfermedad el mis-mo año que se consuma el desastre colonial del

98, suceso con el que cerramos este trabajo. Enun año en que unos, como Eugenio Madrid,defienden el progreso y otros se niegan a acep-tar que la luz eléctrica cambie sus vidas, excla-mando: «Con petróleo se alumbraron nuestros abue-los, con petróleo nuestros padres, y una lámpara depetróleo iluminaba la alcoba de nuestra santa madrela noche en que nosotros vinimos al mundo. Quere-mos pues morir a la luz del petróleo...»56. Por enton-ces no habían mejorado casi nada las comunica-ciones con el exterior, fracasado un proyecto deferrocarril, Úbeda tenía una estafeta de quintaclase, subalterna de Bailén, saliendo el correosólo tres veces a la semana. Dos diligencias ha-cían dos viajes diarios a la estación de Baeza.Esas eran las únicas posibilidades de asomarseal exterior, además de la oportunidad que brin-daban las ferias de San Miguel, con sus inevita-bles espectáculos taurinos, atracción de vecinosy forasteros57. No es extraño que una feria, la de1896, fuera el motivo de la publicación de unperiódico como éste, retrato de una ciudad enlos últimos años del siglo XIX. Hagamos un rá-pido recorrido por su páginas.

Preside la portada del periódico, bajo el epí-grafe «Úbeda monumental», una fotografía dela fachada principal del Salvador, tumba de Fran-cisco de los Cobos, dedicándose además al temala primera colaboración literaria firmada porGarcía Pretel. Este columnista58 termina su ex-

53 La Opinión, 18 de agosto de 1895. archivo de A. Pa-lacios.

54 Ibidem, 23 de febrero de 1896.55 Un fenómeno no exclusivo de su época. Por ejem-

plo, en la nuestra, aparte lo críptico de las críticas de algu-nos suplementos literarios de diarios, se ha observado quelos poetas escriben solamente para poetas su poesía, en esesentido a cual más distintos y distantes de sus predecesorestan populares, pongamos por caso Zorrilla, Bécquer yCampoamor.,

56 J. PASQUAU GUERRERO, Biografía de Úbeda, Op. cit, pg.493.

57 Ibidem, pp. 496-8 y 473-6. Esta época está tratadaen A. TARIFA FERNÁNDEZ, «Úbeda en la época contemporá-nea. Mentalidad y memoria colectiva desde la peña de SanMiguel», en El Toro de Caña. Revista de cultura tradicional dela provincia de Jaén, núm 2 (1997), pp. 309-48.

58 Biografiado a renglón seguido por el director Coco,con fotografía incluida.

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posición con siete renglones, en los cuales sinembargo deja traslucir algo de pesimismo des-pués de lo mucho por él vivido: «El siglo XIX, elsiglo del vapor y del buen tono, como sarcásticamentele llamó un poeta contemporáneo, no legará a los ve-nideros ninguna de esas creaciones del arte que enno-blecen el alma y elevan el espíritu, juzgándolo por elcontrario de groseras materialidades... El ateo no puedeser artista». También se recoge una interesantecarta, una carta escrita por un religioso, el padreÁngel Vinagre Alonso a Rafael Gallego Díaz, so-bre el tema de Úbeda durante la dominación«árabe». Por ella sabemos de la notable bibliote-ca que entonces tenían en la ciudad los Escola-pios. Entre sus fondos había una colección deobras musulmanas editadas por Codera, acopia-das gracias a la generosidad del Ministerio deFomento y el generoso mecenazgo de GallegoDíaz59. Miguel Ruiz Prieto, ya muy enfermo, fueinvitado a colaborar. Sólo puso sus iniciales parafirmar un magnífico artículo sobre el conventode la Trinidad. El género poético, entonces muyen boga, llega de la pluma de Antonio Almen-dros Aguilar. Luego se retratan para la posteri-dad los políticos locales, y con optimismo pocofundado, nos cuenta que Úbeda había progresa-do mucho desde el 68.

Este número extraordinario está plagado desemblanzas biográficas que nos permiten cono-cer a la oligarquía local del momento, caso dedon Bernardo Orozco y Moreno, marqués de LaRambla, y don Pedro Pasquan González, de par-tido conservador, Adriano Moreno y L. GarridoLatorre, ya citado, uno de los mejores periodis-tas del momento, fundador de numerosos pe-riódicos de tendencia federalista (El Trovador dela Loma, transformado en publicación literaria,La Crónica Ubetense, La Nueva Propaganda, El Can-tón Granadino, entre otros). Hombre pues tancomprometido como apasionado este notario-periodista-político federalista, que padeció poralgún tiempo las iras de Clarín y Sánchez Pérezen El Solfeo de Madrid, para acabar luego gozan-do de la amistad de ambos, hasta el extremo dehaberle presentado el director de ese periódicode la Villa y Corte para la Sociedad de Escritoresy Artistas Españoles. Biografiados son otros

muchos hijos notables de aquella Úbeda finise-cular. Así Balbino Quesada, médico, escritor cien-tífico, al que califica como «un obrero infatiga-ble en la lucha por la vida», y el Prior Galey, unhumanista cristiano que era entonces párrocode San Pablo de Úbeda. Naturalmente encon-tramos un artículo dedicado a Alfredo Cazabán,del que se dice es «el hombre que ha realizado elmilagro de vivir de la pluma». También es muy bue-no el retrato humano del insigne político y es-critor don Eugenio Madrid Ruiz, de quien se re-produce un poema que reza así: «Mi biografía.Cursé en el Instituto provinciano/ siendo Muñoz Gar-nica director./ Luego estudié la facultad mayor/ en laCentral, en tiempo de Moyano./ Fui después progre-sista y miliciano,/ provincial diputado y senador./Siempre tuve a Sagasta- por mi honor-/de jefe indis-cutible y soberano./ No me dio la política un real/ yhasta el billete que en el tren tomé/ data fue diminutaen mi caudal./ Jamás de credo ni opinión mudé,/ nien el querer a mi país natal./ Éste soy yo,/ ya me cono-ce usted». En cuanto a la semblanza personal deGallego Díaz, acaso el hombre más influyenteque Úbeda tuvo en esa época, la hace AdrianoMoreno, que dice sobre este político: «...el señorGallego, en fin, con Serrano y con Benavides60, es unode los hombres más importantes de la provincia ennuestro siglo». Naturalmente que el propio Ga-llego regala al número una larga colaboración,que es un lujo para el historiador de cualquierépoca, titulada Las murallas de Úbeda. Efectiva-mente sabía mucha historia ese político. Pero detodas las colaboraciones que recoge este perió-dico, ninguna más oportuna para el momentoque la que realiza el radical republicano GabrielMolina: ingeniero, orador, filósofo, en el artícu-lo El carácter ubetense fue el único ubetense ilus-trado que en ese año de 1896 percibe claramentela crisis de España mirando a sus paisanos. Su

59 Pasquan Guerrero dedica un capítulo de su libro(pp.563-75) a personajes ubetenses, donde tienen su lugarlas reseñas de algunos de los colaboradores que vamos acitar. De Gallego Díaz, nacido en 1843, consta tuvo varioscargos públicos, y estaba en posesión de la Gran Cruz deIsabel la Católica.

60 Antonio, el ministro, de conocida familia de Villa-carrillo, hermano del cardenal-arzobispo de Zaragoza.

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artículo, casi al final del número, echa por tierralas glosas laudatorias que han venido proliferan-do en otras colaboraciones. Él ve a los ubetenses«desproporcionados en el desarrollo de las facultadesimaginativas y reflexivas», sin conciencia social,apáticos, perezosos, apegados al terruño de for-ma enfermiza, profundamente envidiosos deléxito ajeno, carentes del estímulo empresarial,patológicamente ahorrativos, como si pensarandisfrutar en la tumba de sus riquezas acumula-das. Los ubetenses son, en fin, la antítesis de losvalores fenicios, y la sombra de «las razas indiasde las que se dice...entierran con su cuerpo gran partede sus bienes». Muy crítica esta colaboración peroilustrativa del drama que se avecinaba tras esaferia de San Miguel de 1896. La guerra de Cubaya había empezado pero pocos querían ver eldesastre que se avecinaba. Solo un divertido ar-tículo titulado Mi papelera, de Eugenio Madrid,pleno de humor crítico, inteligente, se burla delos vicios sociales del momento. La realidad eraotra: los marqueses de Cullar de Baza, residen-tes en su palacio de la Plaza de san Pedro, sonretratados en «noche de recepción grande», ylos marqueses de los Bussianos celebran otrafiesta en la galería alta de su mansión de la Tri-nidad. Sólo en estas ocasiones aparece una ima-gen femenina. Las mujeres eran, casi exclusi-vamente, los ángeles del hogar. La mitad de lapoblación de Úbeda era invisible para la prensadel XIX, cuando los habitantes rondaban los diezy nueve mil, muchos de ellos pobres jornaleros.Y así llegamos al último acto, el desastre del 98magníficamente reflejado en otro periódico deÚbeda61.

UN DRAMA POLÍTICO Y UN PERIÓDICO

EXTRAORDINARIO: EL IDEAL CONSERVADOR

(1898)

Conocer las causas que llevaron a España aldesastre, material y espiritual, finisecular, y ana-lizar sus consecuencias hasta nuestra historia másreciente, sigue siendo algo muy complicado. Peroacaso sean los periódicos del momento los me-jores medios para intentarlo al menos. Precisa-mente el número extraordinario que publicó El

Ideal Conservador para recabar fondos destinadosa los soldados que luchaban en Cuba es un mag-nífico ejemplo de lo que afirmamos62. Es un pa-tético periódico, recaudador de calderilla paraunos soldados españoles agonizantes allende elocéano. Es un retrato del contraste que existíaentre la España real y profunda de cada puebloy la España que defendían los políticos y losintelectuales63 de Madrid, a quienes los árbolesno dejaban ver el bosque.

Cuando Úbeda celebraba las ferias de SanMiguel del año 1897 las cosa para España ibande mal en peor en el asunto cubano. En eneroMartínez Campos había sido sustituido por elduro Weyler; éste fue destituido en octubre de1897 por Sagasta, asesinado Cánovas64. Los cam-bios políticos internos repercuten en el giro deguerra de Cuba65 cuando la cuenta atrás ha em-pezado. En el Ayuntamiento de Úbeda se siguenlos acontecimientos con preocupación y en unasesión extraordinaria, de 25 de abril de 1898, seabrió una suscripción, englobada en la nacionalpara llevar ayuda a los españoles que resistíanen las últimas colonias. El ayuntamiento enca-bezó la suscripción tres mil pesetas. Tres díasdespués, a las cuatro de la tarde, tenía lugar unanueva reunión patriótica de las «fuerzas vivas»66.

61 Agradecemos la consulta de este número extraor-dinario a Dña. Rosa Liaño. Archivo de Juan Pasquau.

62 Con mayor amplitud se trata el tema de Úbeda enel 98 en M.A, BONACHERA: «Un periódico ubetense en laGuerra de Cuba: El Ideal Conservador» (1898), en BIEG, nº190 (en prensa), y «Úbeda y el desastre colonial del 98 enla prensa local», en Revista de la Feria de Dos Hermanas , DosHermanas (Sevilla), 2005.

63 Cfr., J-L. CALVO CARILLA, La cara oculta del 98. Místicose intelectuales en la España del fin de siglo, 1895-1902 (Madrid,1998); y José Andrés Gallego, Un 98 distinto (Madrid-Ávila,1998).

64 El ayuntamiento ubetense expresó su indignaciónpor el crimen, según queda reflejado en el Archivo Históri-co Municipal, Actas Capitulares, 11 de agosto de 1897. Enseptiembre se acordó dar su nombre a la calle del Rastro.

65 Puede consultarse R. CARR, España, 1808-1975 (Bar-celona, 1988) 337-72. Un curioso trabajo para conocer elambiente que se vivía en Cuba es el de Enrique Pérez Pi-queras, «Diario de operaciones en Cuba, por el teniente deinfantería don Enrique Piqueras Conesa», en la Revista dehistoria militar 49 (1997) 201-22.

66 AUM, Actas Capitulares, 25 y 28 de abril de 1898.

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Así llegamos a nuestro otro número de la pren-sa local: el extraordinario de El Ideal Conservadorde 189867.

Este periódico cual salió a la calle en junio,habiendo sido editado en la imprenta La Loma,de Santiago Hernández, ubicada en el número21 de la calle Real. Son diez y ocho hojas paratreinta y cuatro colaboraciones, todas pesimis-tas, muy alejadas del espíritu desenfadado y tran-quilo que rezumaba su colega de dos años atrás.A algunos colaboradores de entonces se unie-ron firmas nuevas. Echamos de menos la plumadel ácrata Gabriel Molina. También faltan Pre-tel, el padre Vinagre, Ruiz Prieto, León Esteban,López Almagro, el sacerdote Godoy, Ruiz delValle, Juan Malo, Díaz Hidalgo, Gallego, DiegoMoreno, Coco, Leandro Sanmartín y García Ga-liano. ¿Dónde están ahora? Las colaboraciones

desprenden dolor, pesimismo, rabia infinita, re-signación, pero por encima de todo victimismo.La culpa del desastre la tienen los otros, espe-cialmente esos diablos llamados yaquees, carga-dos de oro, pero sin honor. Y puestos a destacaralguna colaboración, vamos a quedarnos con lasfirmas que repiten, por ser de los que habíanescrito en el «antes», en el optimismo de 1896,cuando ya se está en el «después», dos años mástarde.

Eugenio Madrid, uno de los hombres másde Úbeda, traza un dramático paralelismo entre«la noche triste de Hernán Cortés, el 1 de juliode 1520, y esta otra triste noche del 30 de abrilde 1898, cuando una nación ambiciosa y falaz,que odia a España y desdeña a Europa, logra lamás deleznable victoria en Cavite». Sáez Que-sada, que se deleitaba en poesías sobre las bellasmujeres de Úbeda, ahora compone una oda, ti-tulada Despedida, imaginándose el dolor de lossoldados que iban a una muerte segura. Gabrielde la Poza, al que antes vimos responder a lascríticas de su tocayo Molina con un canto enfer-vorizado a las grandezas ubetenses, apenas seatreve sino a mandar un billete de cien pesetas ala redacción, con cinco renglones de versos ri-piosos. Pasquan, tan sincero defensor de la au-tenticidad de todo lo ubetense en 1896, arreme-te ahora contra los gobernantes ineptos que en-viaron al suicidio a los españoles, pero advierteque no es ético aprovecharse del desastre colo-nial para derivar al régimen un «delito de lesapatria». Francisco Moya, que glosó a la ciudad

Portada de El Ideal Conservador (10-XII-1897).Archivo de Luis Monforte

67 Ibidem, Actas Capitulares: El 23 de junio de 1897se habla de los alistamientos, coincidiendo con un trancede carestía generalizada en la ciudad. El tema seguirá ocu-pando muchas páginas en los libros de cabildos de los pri-meros meses del decisivo año siguiente, tramitándose elalistamiento de los mozos comprendidos entre los veinte ylos cuarenta años. Ahora los ecos de lo que venía aconte-ciendo en el resto de España llegaban con prontitud aÚbeda. Los días resultaron largos, especialmente largos apartir del 18 de abril, cuando los Estados Unidos exigieronformalmente a España la renuncia a su soberanía sobre laisla de Cuba, y más desde el 15 de julio, día en que se rin-dieron las tropas que defendían Santiago. Es en ese inter-medio en el que fueron enviadas las colaboraciones inte-grantes del número en cuestión de El Ideal Conservado quenos ocupar, que consultamos en el archivo de J.A. Almagro.

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ENTRE LA ILUSTRACIÓN Y EL LIBERALISMO: ÚBEDA EN LA OBRA DELHISTORIADOR MIGUEL RUIZ PRIETO Y LA HEMEROTECA LOCAL

en un largo poema, rememorando la época ama-ga en que «sufristes bajo el Islam la triste suertede esclava», manda otro a «la memoria de los ma-rinos que murieron en las aguas de Cavite». A estosversos sigue un encendido artículo del director,Manuel Muro, todo un símbolo de la nostalgiadel pasado, con el victimismo aludido como te-lón de fondo, hablando de la necesidad de «nues-tra regeneración». Cazabán y Garrido Latorre,con ingenio e inteligencia, nos regalan a su vezuna poesía que conecta con el sentir popular:dos supuestas cartas de una pareja de novios,Geromo y Aniya, separados por la guerra. Adria-no Moreno, buen conocedor ya en 1896 del pro-blema nacional, demuestra de nuevo estar a laaltura de la época en su artículo Patria y demo-cracia. Luego de fustigar con saña a los EstadosUnidos, advierte que cada revolución trae otrasañadidas; Ignacio Coco cambia su tono literarioen Dos cuartillas para la patria, inflamadas de con-servadurismo, evocadoras desde Covadonga aSan Marcial, pese a que antes él entendiera elconservadurismo como algo definitivamente ol-vidado. Y J. D. Molina, que había participado enlas revoluciones anteriores, escribe Mi convicción,reclamando sangre y justicia. Se remonta lejos,«desde la insolente explotación de los fenicios hastalos yanquis». Está convencido de que España ga-nará, porque le asisten la razón y el derecho,aunque no tenga cañones ni dólares. Pero apro-vecha la ocasión para cargar sobre la responsa-bilidad de los gobernantes, a los que acusa decorruptos e ineptos, por mandar pobres barcosde madera expuestos al fuego americano. Tam-bién reproduce este número especial una dolo-ra autógrafa de Campoamor. El periódico se cie-

68 Acta capitular del 14 de septiembre. El comandantemilitar había solicitado unos locales para acoger a los sol-dados que volvían heridos. El consistorio ofreció treintacamas en el hospital de la beneficencia, o instalar a los mozosen sus propios domicilios y ser asistidos allí mismo. Algu-nas ermitas, Madre de Dios y Virgen del Pilar, fueron sana-torios improvisados. Y en fin, las corridas de toros en cues-tión, se destinaron a obtener recursos en beneficio de lostales repatriados.

rra con el agradecimiento de la redacción a to-dos los colaboradores en clave poética, firmadapor Manuel Roca Quesada, a saber «en estos acer-bos días/ de pena y desventura,/ de tristezas y amar-guras/ que España va pasando,/ cuando de todos sushijos/ auxilios pide e implora/ y gotas de sangre llo-ra,/ sangre tan escasa ya».

Nosotros ponemos ya punto final a este tra-bajo. Ruiz Prieto guarda silencio. Un cáncer deesófago mina su vida. Imaginamos que estasnoticias triste serían especialmente duras paraél, que pasó su vida en lejanos frentes de bata-lla. Es evidente que esta Úbeda derrotada queretrata el periódico no es ya la ciudad festiva quevimos en el periódico anterior. Era una ciudadcon menos orgullo, con más pobreza y rencor.Pero tenía que seguir caminando, pidiendo li-mosna para atender a los soldados enfermos quellegaban. Se suprimieron las fiestas del Corpuspara recaudar dinero a tal fin. Pero no se supri-mió la feria de San Miguel, con sus esperadascorridas de toros. Eso sí, los beneficios de la fies-ta taurina se destinaron a los soldados68. Ni elcólera antes ni la guerra ahora impidieron queel pueblo se echara a la calle cuando San Mi-guel, el santo guerrero, les volvía a llamar parasu feria. Todo un símbolo.

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