Ensayo Montagne

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Cometarios sobre los ensayos de Montagne Es de saberse que la labor docente es actualmente ardua, no sólo en el grado de preparación necesario para ejercerla, sino también en el reto que implica contribuir con eficacia en la formación de futuros ciudadanos, personas que guarden y practiquen valores, sean capaces de desempañarse con honradez y sobre todo, adquieran una consciencia que les ayude a ser felices. Actualmente vivimos una crisis docente en el aspecto de carecer de vocación, ya porque se desconoce los alcances y características de la carrera magisterial, o bien se ingresa con el interés económico por delante. No se trata de caer en el idealismo romántico de trabajar sacrificadamente a cambio de una paga mísera o inexistente –porque toda labor de calidad merece un salario justo– sino más bien de contribuir con un verdadero compromiso por la educación. Montagne, a pesar de la antigüedad de sus escritos, nos advierte de la necesidad apremiante de evitar la acumulación de conocimiento sin aplicación o valoración que transforme la mente y la ética de quien lo adquiere. Esa advertencia sugiera que ya en su época el enciclopedismo y la pedantería ya eran un problema de la educación, un obstáculo que impedía la formación adecuada de los estudiantes. Alguien hábil en la memorización y mecanización fácilmente cae en la actitud soberbia de creerse todo un intelectual. Entre más logros académicos colecciona, mayor es su separación de la realidad, se considera todo un genio incomprendido que deja de socializar y se la pasa criticando con severidad cualquier opinión o corriente de pensamiento opuesta o distinta a la suya. Más aun, descalifica a las personas contrarias a sus ideas y se vuelve terco e intransigente al trabajar en equipo. Este es el camino para evitar el verdadero aprendizaje y la aportación auténtica a la sociedad. Qué actual resulta su apreciación en nuestros tiempos, numerosos docentes y profesionistas mantienen esa actitud cerrada. Cuando un maestro cae en ese error, se aleja de sus alumnos, crea un ambiente de antipatía que provoca en ellos verdadera fobia o rechazo a la 1

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Pedagogia

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Cometarios sobre los ensayos de Montagne

Es de saberse que la labor docente es actualmente ardua, no sólo en el grado de preparación necesario para ejercerla, sino también en el reto que implica contribuir con eficacia en la formación de futuros ciudadanos, personas que guarden y practiquen valores, sean capaces de desempañarse con honradez y sobre todo, adquieran una consciencia que les ayude a ser felices.

Actualmente vivimos una crisis docente en el aspecto de carecer de vocación, ya porque se desconoce los alcances y características de la carrera magisterial, o bien se ingresa con el interés económico por delante. No se trata de caer en el idealismo romántico de trabajar sacrificadamente a cambio de una paga mísera o inexistente –porque toda labor de calidad merece un salario justo– sino más bien de contribuir con un verdadero compromiso por la educación.

Montagne, a pesar de la antigüedad de sus escritos, nos advierte de la necesidad apremiante de evitar la acumulación de conocimiento sin aplicación o valoración que transforme la mente y la ética de quien lo adquiere. Esa advertencia sugiera que ya en su época el enciclopedismo y la pedantería ya eran un problema de la educación, un obstáculo que impedía la formación adecuada de los estudiantes. Alguien hábil en la memorización y mecanización fácilmente cae en la actitud soberbia de creerse todo un intelectual. Entre más logros académicos colecciona, mayor es su separación de la realidad, se considera todo un genio incomprendido que deja de socializar y se la pasa criticando con severidad cualquier opinión o corriente de pensamiento opuesta o distinta a la suya. Más aun, descalifica a las personas contrarias a sus ideas y se vuelve terco e intransigente al trabajar en equipo. Este es el camino para evitar el verdadero aprendizaje y la aportación auténtica a la sociedad. Qué actual resulta su apreciación en nuestros tiempos, numerosos docentes y profesionistas mantienen esa actitud cerrada. Cuando un maestro cae en ese error, se aleja de sus alumnos, crea un ambiente de antipatía que provoca en ellos verdadera fobia o rechazo a la materia que imparte. ¡Cuántos de nosotros podemos contar con al menos un ejemplo de alguien así en nuestro paso por la escuela!

Igualmente Montagne advierte del deterioro de la figura del profesor, reduciéndose el respeto y autoridad moral que gozaba antaño en el aula, no solo como ejemplo de conducta ética, sino también por su dominio en todos los temas que integraban su cátedra. No obstante su enorme conocimiento, no era arrogante, por el contrario buscaba enseñar transmitiendo la sabiduría del uso racional de lo aprendido con una sencillez cercana a la sensibilidad artística. Si bien podía ser estricto, era con la finalidad de inculcar disciplina personal, responsabilidad y compromiso por el trabajo. Lo anterior nos advierte la urgencia de no repetir esos malos ejemplos en nuestra labor docente, así como conducirnos con propiedad a fin de recuperar, al menos en lo individual, esa imagen en nuestros educandos. Es un reto de gran magnitud considerando que actualmente vivimos un deterioro de la sociedad como resultado de la dinámica moderna de consumismo, con una economía que reduce los tiempos de

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estancia con los hijos, los cuales están cada vez más expuestos a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) con un bombardeo de información que nadie es capaz de canalizar ante el gigantesco caudal de datos que se incrementa diariamente de forma exponencial.

En sus ensayos, el autor nos remonta a la necesidad de desarrollar en cada uno de nosotros esa consciencia de no dejarse llevar únicamente por el supuesto prestigio que la acumulación de conocimientos tiene en los círculos sociales. Los constantes halagos, no todos con la mejor intención, provocan la falsa idea que la erudición es sinónimo de sabiduría. Cuando la gente ve títulos acumulados, medallas, reconocimientos, escucha recitaciones de memoria de largos pasajes, inmediatamente causa fascinación, se traduce en ejemplo moral, en autoridad intelectual cuya opinión es incuestionable y se acepta sin algún análisis. Desafortunadamente todos hemos sido testigos de personas así, en algún momento queda evidenciada su incapacidad para resolver verdaderos problemas, tener empatía por sus semejantes, tratar con amabilidad, aceptar sugerencias y no se diga una corrección. Incluso quienes le rodean miran con extrañamiento y condenan al que se atrevió a poner en duda al experto.

En el entorno escolar, los docentes somos formados y luego formamos a nuestros alumnos con especial privilegio en su retención memorística. Los “aplicados” son aquellos que pueden recitar largas definiciones, contestar los exámenes de preguntas cerradas con mínimos fallos, participan cuando nadie más quiere hacerlo. Sus logros son motivo de orgullo y justifican su labor, a pesar de un numeroso resto del grupo que tiene resultados apenas suficientes. Sobran las disculpas: “no ponen atención, son demasiado inquietos, carecen de los antecedentes porque su maestro del grado anterior no les enseñó los temas, los padres de familia no cooperan, el programa tiene demasiados temas”. De ninguna manera estoy eliminando el impacto e influencia de estas situaciones, que sin duda contribuyen a un bajo rendimiento escolar (todos las hemos padecido en mayor o menor medida), tampoco hago a un lado el esfuerzo que los niños hacen al obtener excelentes notas, ellos no tienen la culpa del formato en que se elaboran los exámenes y las planificaciones de clase.

Estos ensayos nos ayudan a comprender una lección que es tan obvia que solemos olvidar: cada día pasan por las aulas mentes que buscan nuestra guía para dar sus primeros pasos en la vida. No deben tener en nosotros a una enciclopedia viviente que busca reproducirse en ellos, que se consuela con obtener sus manifestaciones de buena memoria, sin darnos cuenta que tratamos con personas. Es una posición soberbia que nosotros nos veamos como transmisores de conocimientos, vivimos en una era de la información en la cual basta con teclear cualquier palabra en un buscador de internet para saturarse con millones de datos. Los niños saben hacer esto desde edades tempranas, ya en una computadora, tableta o teléfono móvil. Cuántos de nosotros no salimos de nuestra ignorancia en cuestiones tecnológicas mediante la experta asesoría de un pequeño. Ningún profesor, por más preparado que esté, podría competir siquiera con esa fábrica supermasiva de saberes, que no deja de crecer todos los días.

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Montagne, a pesar de los años que han pasado, nos recuerda que la esencia de la educación está en la ética, la conciencia y la reflexión crítica. No se busca guardar en la memoria únicamente los datos, las biografías, los hechos, las definiciones. Cuando se carece de un propósito correcto para usar lo que sabemos, resulta inútil en primera instancia o hasta dañino, pues quien lo posee puede aplicarlo con egoísmo, tratando de conseguir sus objetivos a toda costa. Por fortuna sucede más lo primero, la mente sólo acumula sin cesar durante la etapa escolar. Eso provoca una de las mayores preguntas que atemorizan a todos los profesores: “¿para qué aprendo esto?”. Las respuestas son tan variadas como inútiles, porque no dejan satisfecho a ningún alumno.

Sin embargo, a pesar de las deficiencias de la educación, si hay saber útil, el problema es que su adquisición es aleatoria, con un escaso control del docente. Otros conocimientos son aprendidos por experiencias paralelas o ajenas a la escuela, algunos de ellos llegan a ser tan significativos que marcan la vida de las personas. Son pocos los que se obtienen de la vida académica, por eso también son pocas las personas que mantienen una preparación continua, es decir, que no sujetan su aprendizaje sistemático a la estancia en un plantel. Para la mayoría resulta un alivio egresar y se contentan con aplicar lo inmediato, olvidando poco a poco los contenidos de sus distintas materias.

De ninguna manera estoy insinuando que los programas de estudio deban reducirse a un mínimo que convierta a los estudiantes en operadores, ejecutores de órdenes o mano de obra calificada. Mi reflexión está en el ámbito de hacer significativos esos conocimientos, que se despierte la curiosidad de un modo productivo, dejar de darle los conceptos al alumno para que los memorice, sino que los trate de entender, los desmenuce, los analice, los cuestione. Cuando el proceso es más consciente e involucra una participación activa, dejan en la mente de la persona una huella difícil de borrar. Sería ingenuo pensar que se retenga la información eternamente, pero el entrenamiento intelectual deja en el cerebro auténticas destrezas que se aplicarán en todos los ámbitos de la vida.

Y para que todo esto sea en provecho de la sociedad, debe ir de la mano de la ética, inculcada a través del ejemplo en lugar de más memorización de leyes, principios, definiciones jurídicas de los derechos humanos y los valores. Esto implica mayor compromiso de los educadores mediante la rectitud, la honestidad, la empatía, la tolerancia y el civismo. Los niños podrán absorber mejor las actitudes de verdadera integridad cuando las vean en práctica, de otro modo sólo son hipocresía y buenas intenciones. Es indispensable aprender a respetar la ley a la par de exigir nuestros derechos, sobre todo si es por convicción y no por miedo al castigo. Un docente que cuida sus palabras, sus acciones, su trato hacia los demás, su apariencia (y no me refiero a la vanidad) y su salud, enseña más que con discursos elocuentes. No olvidemos que a temprana edad años de los menores son de aprendizaje por imitación, desde el hogar adquieren múltiples hábitos y actitudes junto con sus primeros pasos y palabras. Descuidar esa etapa tan importante explica en gran parte sus futuros problemas, desencuentros, frustraciones y fracasos en los siguientes niveles.

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Abracemos con cariño, entusiasmo y compromiso esta noble labor del magisterio. Montagne nos lo recuerda para que así podamos transmitir con efectividad auténtico conocimiento a quienes confían en nosotros para llegar a ser mejores personas, contentas de aprender y con disposición de hacerlo toda su vida.

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