Engels y Marx Sobre La Revolucion, La Guerra y El Ejercito en La Sociedad

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"Los filósofos han interpretado el mundo solamente en unos determinados aspectos; sin embargo, de lo que se trata es de cambiarlo". Esta máxima de Karl Marx en su Theses on Feuerbach, al principio de su carrera literaria, proporciona una de las claves para la comprensión de su teoría. Estaba orientada fundamentalmente a la acción; el análisis teórico se convierte en estéril si no existe un trabajo preliminar y una preparación para el asalto revolucionario final. Para hacer que la revolución del proletariado fuera una realidad, Marx y Engels prestaron una gran atención en sus escritos a los problemas tácticos y a las consideraciones de carácter militar en sus escritos.

Esta parte crucial de sus estudios fue durante mucho tiempo olvidada dentro de la literatura sobre el marxismo. La omisión se debió en parte a que la inmensa cantidad de material relacionado con los problemas militares está muy disperso en sus escritos y no está disponible en una sola obra, como es el caso de El Capital, que constituye el estudio básico de la teoría económica marxista. Para poder realizar un análisis de Marx y Engels como pensadores militares, además de tener en cuenta el momento histórico en el que vivieron, resulta de una gran importancia examinar la correspondencia que mantuvieron entre ambos, así como numerosos escritos publicados en periódicos.

Los errores básicos de interpretación de su doctrina, son también los responsables de la falta de atención a sus concepciones militares. Sus ideas sobre estrategia y táctica militar pueden parecer ajenas al espíritu de estos pensadores radicales, quienes se declaraban enemigos de la máquina militar, la casta militar y el estado militar; quienes anticiparon que el orden socialista traería consigo un milenio de paz; y cuya posición como independientes del estado difícilmente sugeriría una consideración realista del poder militar y del planeamiento de campañas específicas. Sin embargo, en los últimos escritos de Engels, expresó su repulsa a la posibilidad de una futura guerra mundial, que amenazaría con destruir los avances conseguidos no sólo por la clase trabajadora y por los movimientos socialistas, sino por la propia civilización occidental. El previo unas mayores posibilidades para el triunfo del socialismo si los cambios se hacían mediante votaciones en vez de a través de convulsiones violentas. Y que incluso sería un grave error considerar a los protagonistas de la lucha de clases de carácter internacional como pacifistas.

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El marxismo reemplazó las utopías iniciales de las décadas de 1820 y 1830 no solamente en un nuevo concepto "científico" del desarrollo social, sino también en una evolución más realística de las fuerzas políticas. El nuevo análisis pretendía ser eminentemente práctico, es decir, una "ciencia aplicada". Las consideraciones estratégicas constituían el corazón de su teoría política. Aunque las generaciones posteriores dieron una gran importancia, sobre todo al enorme legado teórico que Karl Marx y Friedrich Engel dejaron tras de sí los problemas históricos específicos y sus análisis, parece que también tuvieron un gran interés para ellos. De hecho, uno de los análisis concretos que desarrollaron los dos en conjunto fue un estudio sobre la guerra y sobre los problemas de organización militar.

Los escritos de Marx y Engels fueron ganando en significancia y perspectiva conforme se iban desdibujando los parámetros y problemas de la guerra del siglo XX. Marx y Engels pueden ser considerados como los predecesores de la guerra total moderna. El descubrimiento por parte de las doctrinas nacionalsocialistas de que la guerra moderna poseía una naturaleza cuádruple (diplomática, económica, psicológica, y sólo como último resorte, la militar) era ampliamente conocida por Engels y Marx. Ellos sabían muy bien que las campañas podían perderse mucho antes de que se disparara un solo tiro, por lo que se decidieron a actuar con antelación en los frentes económicos y psicológicos. Durante la crisis de 1857, Engels escribió a Marx: "Una depresión económica prolongada podría utilizarse en beneficio de una estrategia revolucionaria astuta, como un arma para ejercer una presión continua... con objeto de enardecer al pueblo...de la misma manera que un ataque de la caballería resulta más impresionante si los caballos comienzan a galopar unos quinientos pasos antes del enemigo para efectuar la carga". Para Marx y Engels en la guerra se debía combatir con diferentes medios, dependiendo de la circunstancias. En palabras del militante sindicalista Georges Sorel, un ataque de carácter generalizado desembocaría en una batalla napoleónica, como en la Guerra de Crimea que puede considerarse como el preludio de las grandes guerras internacionales. Para Marx y Engels los fenómenos históricos no son más que la consecuencia global y dinámica de las fuerzas socio-políticas actuando en el mundo moderno. Esta perspectiva les dio una capacidad de penetración en asuntos militares muy superior a la que tuvieron sus predecesores, hasta el punto de que a ellos se debe el especial carácter de las revoluciones modernas.

Más significante incluso para el desarrollo de las políticas de índole revolucionaria fue la evolución de los padres del socialismo hacia el estudio de los asuntos internacionales en general. Pronto comenzaron a constatar que la revolución alemana de 1848 había sido un rotundo fracaso como consecuencia de sus implicaciones internacionales. De hecho, desde los primeros días en que se publicó el periódico Neue Rheinische Zeitung, en el que Marx

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Marx participó como editor "para producir el periódico más radical , más brioso y más individualista de la primera revolución alemana", los dos amigos se dieron perfecta cuenta hasta qué punto la política exterior, la guerra y los temas internacionales están interconectados. También llegaron a la conclusión de que el futuro de las revoluciones europeas no podría depender de los esfuerzos de un solo país. Esto encaminó su atención a una concienzuda reflexión sobre las relaciones entre socialismo, política militar y asuntos extranjeros, porque sin una comprensión perfecta de estas relaciones, no sería posible llevar a cabo ninguna estrategia revolucionaria realista. Todo ello constituye una de las mayores contribuciones de Marx y Engels, pasaría por alto a menudo por sus analistas, puesto que dieron una nueva dimensión al cambio social, yendo más allá de la típica etapa insurreccional de un golpe de estado aislado (Putsch) para trasladarse al plano de la política de ámbito mundial. La guerra y la revolución (establecidas de forma inequívoca en nuestros días como dos movimientos gemelos) fueron contemplados desde ese momento como íntimamente interrelacionados por estos dos teóricos del mundo de la revolución.

I

Si se reconoce la naturaleza esencialmente militante y activista del socialismo moderno, los papeles que desempeñan sus líderes van cambiando con el tiempo; es por eso por lo que la figura de Friedrich Engels gana relevancia cuando se le compara con su amigo y camarada, Karl Marx. Engels no sólo escribió una buena parte de los estudios históricos que han sido atribuidos a Marx, sino que el "Carnot de la futura revolución", como se le ha llamado, tenía una idea mucho más clara del impacto de los avances técnicos en materia militar en la historia. Engels predijo muchos de los cambios importantes que se produjeron posteriormente, no sólo en tiempo de paz sino también en la guerra, y contribuyó de esta forma, aunque indirectamente, a la creación de conceptos y técnicas de estrategia militar que se desarrollarían varias décadas después.

Con un carácter y un temperamento opuestos en muchos aspectos, Marx y Engels son el prototipo de una amistad de corte clásico. A lo largo de casi cuarenta años, el trabajo literario de uno complementó el del otro. Establecieron entre ellos una división natural del trabajo. Marx se destacó por su trabajo profundo y de investigación siguiendo la rígida tradición intelectual de sus antecesores y fue sin duda el pensador más sistemático de los dos. Sin él, los escritos de Engels habrían estado faltos de dirección y de síntesis. Marx era también el mejor como estratega político, con un cierto don para calibrar una determinada situación, especialmente en momentos revolucionarios, una cualidad que le faltaba a su amigo y colaborador y que le llevó a veces a conclusiones apresuradas. No obstante fue el sombrío Marx, quien "luchó contra el espíritu de su tiempo como lo hizo

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hizo Jacob con el ángel y cuyo trabajo se vio lentamente recompensado", y admiraba la fuerza de Engels. "El puede trabajar a cualquier hora del día, alimentarse o ayunar; escribe y compone con una incomparable facilidad".

Aunque Engels aceptó a jugar un papel secundario, su contribución fue crucial para el trabajo de ambos en su conjunto. Sus estudios en Inglaterra cuando era joven y sobre todo su libro The Condition of the Working Class in England fueron los pilones donde se basó su teoría socialista. Durante toda su vida se dedicó a seleccionar todo aquello que él consideraba de valor, seleccionándolo y combinándolo con mano firme y sentido común. Su mentalidad era fundamen-talmente práctica. Hijo de un industrial de Renania-Palatinado, y durante una buena parte de su vida empresario por cuenta propia (aunque en contra de su natural inclinación), en la ciudad de Manchester, tuvo un contacto de primera mano con la naturaleza del creciente sistema industrial, pero sobre todo era un hombre de acción.

Engels dijo de su propio estilo que, como si se tratara de la artillería, "cada artículo golpeaba y explotaba como un proyectil". La terminología que empleaba no era un mero juego de palabras. Incluso en sus escritos más abstractos, Engels hizo un amplio uso de términos y experiencias de carácter militar, porque él se consideraba a sí mismo por naturaleza un soldado y un guerrero. Orgulloso de su servicio en el ejército prusiano, y especialmente del papel activo que desempeñó en la primera insurrección de Badén de 1849, prestó su atención al estudio de la ciencia militar durante todos los años que estuvo en el exilio en Inglaterra, con el fin de prepararse para la próxima revolución.

Los escritos de Engels relacionados con temas militares son los más extensos de todo su trabajo literario. Escribió con sumo cuidado algunos tratados sobre las campañas, detallados estudios sobre armas y tácticas, apuntes biográficos de líderes militares y revisó y criticó numerosos libros sobre la guerra e instituciones militares. A lo largo de toda su obra muestra una sorprendente familiaridad con las acciones y escritos de los grandes líderes militares de la historia. Al mismo tiempo, su juicio independiente y original es sorprendente. En su análisis acerca de campañas específicas o de desarrollos tecnológicos, iba más allá del de reconocidos expertos en la materia, y sus artículos en periódicos sobre temas militares tienen hoy en día un extraordinario valor. Incluso críticos militares contemporáneos suyos y que eran sus adversarios, respetaban sus opiniones. Sus artículos sobre la Guerra de Crimea en el New York Tribune fueron atribuidos al General Winfield Scott, que era uno de los candidatos para la presidencia de los Estados Unidos. Otro de sus artículos, denominado Po and Rhine fue considerado durante mucho tiempo como un trabajo del general prusiano Von Pfuel.

Sobre sus escritos militares se pueden decir lo que un comentarista dijo en una ocasión sobre Clausewitz: "Es un crítico genial. Sus opiniones son tan claras y sólidas como el oro. Es un ejemplo de cómo la grandeza del pensamiento estratégico

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estratégico consiste en la simplicidad". De hecho, Clausewitz impresionó a Engels, quien escribió a Marx en Septiembre de 1857: "Entre otras cosas, ahora estoy leyendo la obra "De la Guerra", de Clausewitz. Es una filosofía extraña, pero es muy bueno. Sobre la cuestión de si la guerra debería considerarse un arte o una ciencia, la respuesta que da es que la guerra es más parecida a un negocio. La lucha es a la guerra lo que el pago al contado es a un negocio, de manera que todo está dirigido a eso, y cuando tenga lugar, debe ser decisivo".

El énfasis que dio Clausewitz a la acción decisiva y a la ofensiva táctica, incluso en situaciones de defensiva estratégica, se convirtieron en una herramienta imprescindible de la estrategia revolucionaria. La militancia y la preparación para la acción ofensiva fue un axioma para Engels y, gracias a su influencia, también lo fue para Marx.Sin embargo, más allá de estos conceptos fundamentales, sus concepciones sobre los temas militares fueron cambiando, lo que les llevó a ser más realistas, más circunspectos y también dar una interpretación más dinámica de los acontecimientos políticos y militares de su tiempo.

II

Como ha sucedido a menudo a lo largo de la historia, las revoluciones de 1848 han sido mal interpretadas y subestimadas en su espíritu y en su alcance. El radicalismo de 1848 fue eminentemente militante. En realidad fueron ecos de la gran convulsión provocada por la Revolución Francesa, pero todos ellos acabaron en derrotas. Después de unos comienzos victoriosos, las desavenencias dividieron a las fuerzas revolucionarias y la clase media, políticamente inmadura, sucumbió ante una experimentada casta imperante. El movimiento revolucionario se extinguió sin haber obtenido ningún resultado palpable. Sin embargo, estas guerras civiles en Europa tuvieron una gran importancia desde el punto de vista militar. La lucha se desarrolló en barricadas, aunque en Alemania y Austria también se extendió a los campos de batalla tradicionales. Los rebeldes eran conducidos a menudo por oficiales profesionales que habían abandonado los ejércitos austríaco y prusiano para unirse a los revolucionarios, lo que en el siglo XX se hubiera denominado, influencias "bolcheviques".

Entre estos pioneros militares de la revolución figuran personajes pintorescos como el aventurero Otto Von Corvin. George Weydemeyer, uno de los primeros seguidores de Marx y Engels, había sido oficial de artillería del ejército prusiano y, después de emigrar a Estados Unidos, llegó a ser coronel del ejército de la Unión durante la Guerra Civil. Friedrich Wilhelm Rüstow, oficial prusiano que también se convirtió en revolucionario, fue acreedor de una gran reputación internacional como historiador militar, crítico y profesor, gracias a su actuación como Jefe del Estado Mayor de Garibaldi durante la conquista de Sicilia y en la marcha sobre Ñapóles. De hecho, la literatura militar contemporánea muestra a estos luchadores de las barricadas como una fuerza muy impor-

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tante y peligrosa, tan desconcertante para las fuerzas militares profesionales como lo fueron los rífenos para los ejércitos de España y Francia en sus colonias del Norte de África, a principios del siglo XX. Cavaignac, que fue el primero en alcanzar la victoria en París en Junio de 1848, al romper el mito de la guerra de las barricadas, se le consideró un genio militar. Se emplearon más de 53.000 hombres del ejército prusiano para poder derrotar a los insurrectos de Badén.

A pesar de su fracaso, o tal vez como consecuencia del mismo, las revoluciones de 1848, fueron el punto de arranque del socialismo científico. Investigar en su significado, sus antecedentes históricos y las consecuencias estratégicas de carácter militar, fueron los temas centrales de los escritos de Marx y Engels durante los primeros años de su exilio. Las lecciones aprendidas como consecuencia de la derrota se convirtieron en las directrices para una futura estrategia de insurrección. Estas directrices fueron elaboradas en primer lugar en los brillantes análisis de las revoluciones de 1848-49 en Europa Central, escritos por Engels y editados por Marx y que fueron publicados en una serie de artículos en el New York Tribune en 1851-1852. "La insurrección es un arte como la guerra... y está sujeta a ciertas reglas... En primer lugar, no llevar a cabo nunca una insurrección a menos que se esté totalmente preparado para afrontar las consecuencias... Además, una vez comenzada la insurrección, hay que actuar con la mayor determinación y de forma ofensiva. La defensiva es la muerte para una fuerza armada... Sorprenda a su antagonista... Aproveche cada éxito que obtenga para mantener alta la moral... En palabras de Danton, el gran maestro de la política revolucionaria, ¡audacia, audacia y audacia!".

Una vez que la revolución hubiera pasado, Marx y Engels remarcaban claramente que todo intento revolucionario sería inútil y peligroso. Se opusieron a Schapper y Wilrich, quienes en 1850 proponían volver a la violencia, y advirtieron a las clases trabajadoras del peligro que entrañaba cualquier intento golpis-ta que sólo beneficiaría a los sistemas reaccionarios. Hasta que las condiciones fueran favorables, ellos insistían en llevar a cabo una estrategia de preparación ante un lucha eventual. Sin embargo, Engels esperaba impacientemente el momento de la revancha y "del gran duelo a muerte entre la burguesía y el proletariado"; él sabía muy bien que el mayor peligro para esa empresa estaba en precipitarse en la acción. La paciencia y la oportunidad eran los requisitos prin-cipales para una estrategia adecuada.

Las implicaciones de las ideas de Marx y Engels sobre las tácticas revolucionarias pueden entenderse mejor si se analiza su sistema filosófico, basado en una interpretación materialista de la historia y en un énfasis de las condiciones económicas reinantes como claves para llegar a entender la dinámica sociopolí-tica. En el Manifiesto Comunista esta teoría fue aplicada de forma tosca a toda la historia moderna. También fue plasmada en numerosos ensayos relacionados con temas contemporáneos. Según esta teoría, el apogeo y el fracaso de los movimientos populares de 1848 estuvieron condicionados por causas económicas. Engels escribió en una introducción al libro de Marx "La lucha de clases en Francia,

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Francia, 1848-50" que fue reeditada en 1895: "La crisis comercial mundial de 1847 fue la consecuencia de las revoluciones de Febrero y Marzo, y la prosperidad económica que se produjo a mediados de 1848, alcanzando su apogeo en 1849 y 1850, fue un hecho revitalizante de la reacción europea. Esto resultó ser decisivo. Una nueva revolución sólo sería posible como consecuencia de una nueva crisis".

El advenimiento de una nueva crisis económica era para Marx y Engels la llamada de atención para la revolución. La depresión de 1857 supuso para ellos la esperanza de que la reacción europea daría paso a una nueva situación revolucionaria. A Engels le encantaba la idea de que pronto podría dejar sus negocios por el campo de batalla y su silla de despacho por un caballo. "Nuestro momento se aproxima: la lucha a vida o muerte. Mis estudios militares podrán ser puestos rápidamente en práctica. Estoy estudiando intensamente las tácticas y la organización de los ejércitos prusianos, austríaco, bávaro y francés. Aparte de esto, practico el montar a caballo". Sin embargo, el propio Engels reconocía que las crisis crónicas no conducen ni a la revolución ni a la guerra.

Aunque a veces con dificultades, Marx y Engels procuraron no caer en un modo de vida característico de su situación de emigrantes y, por el contrario, convirtieron su exilio en un cúmulo de experiencias productivas. La primera década de su exilio en Londres, ellos la denominaron Weltpolitische Lehrjahre y tuvieron un profundo contacto con la cultura y la sociedad de la clase media del siglo XIX. Apartados de su mundo limitado y particularista de su fragmentada Alemania y de los partidos políticos franceses, los dos adquirieron un visión más amplia. "Lo único que puede servir como base para establecer las tácticas correctas de la clase progresista es un análisis objetivo de cada una de las inte-rrelaciones de todas las clases sociales de una determinada sociedad".

Marx efectúa este análisis objetivo de las fuerzas sociales en su obra maestra The Eighteenth Brumaire. La lección táctica de la gran derrota de la segunda Revolución Francesa a manos de "Napoleón el Pequeño", es la necesidad de desarrollar la "energía democrática" de la gente del campo. "Todo en Alemania dependerá de la posibilidad de que la revolución del proletariado esté apoyada por una especie de segunda edición de la Guerra de los Campesinos"; estas frases fueron escritas por Marx en una carta a Engels, quien llegó a la misma conclusión en su estudio denominado The German Peasant War. A partir de este momento, el campesinado, como posible aliado o fuerza influyente en una revolución social, ocupó un lugar preferente en sus consideraciones. En concreto, las perspectivas de una revolución en Rusia fueron analizadas casi exclusivamente en base a una participación masiva de los campesinos. Recibieron con entusiasmo la emancipación de los siervos, lo que representó un punto de inflexión en la historia política que contribuiría a una nueva redistribución de las fuerzas revolucionarias. Marx escribía: "En la próxima revolución rusa se unirá a los rebeldes". En adelante, la revolución rusa se convirtió en un factor permanente de sus especulaciones políticas.

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Las conclusiones más profundas de Marx y Engels provienen de sus estudios de las revoluciones de 1848 y se basaban en otra hipótesis fundamental marxis-ta: la historia del mundo es la historia de la lucha de clases. Todas las sociedades existen en un estado de paz civil relativa. La máscara de la paz civil oculta tanto la constante lucha de clases como el hecho de que la clase predominante mantiene su temporal monopolio del poder mediante la coerción física, económica e ideológica de las clases oprimidas. Durante cualquier crisis, esta tenue y aparente cohesión social se deteriora rápidamente y desemboca en un estado de guerra civil en la que las clases oprimidas se alzan contra sus opresores. Por lo tanto, las fronteras entre la paz civil y la guerra civil son ilusorias.

Desde esta perspectiva, la lucha de clases en cualquier sociedad puede ser proyectada sobre el ámbito internacional donde las clases dominantes se declaran la guerra unas a otras. En sus primeros escritos en los años revolucionarios, Engels analizó el modelo francés de 1793. No sólo la guerra alimentaría a la revolución, sino que la revolución forzaría al resto de Europa a entrar en guerra. Engels confiaba en que la revolución proporcionaría la moral y la fuerza física necesaria para conducir al pueblo combatiente a la victoria. Aunque las revoluciones de 1848-1849 probaron el fracaso de los postulados de 1793, la idea de que guerra y paz, guerra civil y paz social existían permanentemente en todas las sociedades, constituyó el dogma central del análisis marxista.

III

Fue en los años del exilio cuando los expatriados descubrieron también sus propios lazos nacionales. Sin duda, Engels era más franco en sus expresiones de lealtades profundas y de un sincero patriotismo; pero incluso Marx, a menudo de forma inconsciente, revelaba unas claras predisposiciones nacionalistas en sus ataques a sus adversarios políticos. Lo que es más significante es que los líderes socialistas comenzaban a hacer uso de sus convicciones nacionalistas y, al mismo tiempo, a dar cada vez más importancia a los asuntos internacionales. Tomaron buena nota del nacionalismo que comenzaba a surgir en el centro y este de Europa y, de hecho, confiaban en que estos movimientos independen-tistas renovarían los impulsos revolucionarios que acabarían con la apatía política que había seguido al colapso de las revoluciones de 1848. Producto de tales esperanzas fue el gran entusiasmo de Engels por la Revolución Húngara, bajo el liderazgo de Louis Kossuth, quien en aquel momento y a diferencia de su posterior opinión, le consideraba como "una combinación de Dan ton y Carnet". Parece ser que los informes que diariamente escribía Engels en el periódico Neue Rheinische Zeitung sobre la campaña militar en Hungría despertaron en él su interés por las tareas del Estado Mayor.

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Marx y Engels comenzaron a pensar en términos de política internacional mucho antes de que los representantes de los partidos políticos de la clase media se emanciparan de sus puntos de vista estrictamente nacionalistas. Toda acción política en cualquier país era contemplada desde una óptica europea global. Esta orientación internacional fue en un principio dogmática, pero no pasó de ser un burdo intento en la realidad. Las divisiones políticas eran consideradas según la fórmula de las dos Europas: reacción frente a revolución, zarismo contra el Oeste progresista. Durante mucho tiempo Francia fue considerada como la cuna de la revolución. En política internacional lo que Marx y Engels recomendaban encarecidamente en 1848 era una alianza de las potencias occidentales para combatir contra Rusia. Cuando se produjo el esperado choque en el Este y el Oeste durante la Guerra de Crimea, se convirtió en un conflicto entre el Zar y Napoleón, en el que Inglaterra apoyaba a Francia. A pesar de todo, ellos seguían confiando en que en tiempo de guerra se desencadenarían las fuerzas de la revolución.

La Guerra de Crimea proporcionó a Engels la primera oportunidad de analizar en detalle los problemas militares de aquel tiempo. Intentó convertirse en un analista militar profesional, pero no logró el ser contratado para esa labor en el periódico londinense Daily News. Los únicos artículos que se publicaron fueron en el New York Tribune, firmados por Karl Marx, aunque en realidad estaban escritos por Engels. En ellos se podía apreciar un gran conocimiento técnico del material y un agudo sentido estratégico, y fueron bien recibidos por los lectores americanos.

Al principio de la guerra, Engels confiaba plenamente en una acción rápida y enérgica por parte de las fuerzas aliadas en el Mar Negro y, en combinación con los suecos y daneses en el Báltico, produciría la destrucción de las fuerzas navales rusas y la captura de sus fortificaciones costeras. El gigante sin ojos se vería así forzado a arrodillarse ante ese gran movimiento en tenaza y una inminente revolución interna acabaría pronto con la dinastía Romanov. Pero la indecisa actitud de Prusia y Austria creó numerosas dificultades a los Aliados. La movilización austríaca neutralizó por algún tiempo una parte importante del ejército ruso, pero el retraso que se produjo en la participación activa del ejército de Habsburgo, impidió toda acción importante de las fuerzas aliadas durante cinco meses. Para Engels este retraso fue un grave error táctico, pero tanto él como Marx tenían la sospecha de que Palmerston era un aliado secreto de "su amigo el Zar Nicolás", coincidiendo en este sentido con las declaraciones del escocés David Urguhart.

Un análisis detallado de la organización y de las características tácticas del ejército enemigo, llevó a Engels a la conclusión de la neta superioridad de las fuerzas aliadas. En la batalla de Inkerman, la superioridad de su artillería y caballería quedó bien patente. La infantería rusa, aunque había demostrado su eficacia contra los insurgentes turcos y polacos, fue absolutamente incapaz de enfrentarse a las técnicas y tácticas modernas que llevaban

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llevaban a cabo las unidades pequeñas. Muchos años después, Engels calificaba la Guerra de Crimea como "una lucha desesperada entre una nación con técnicas de producción primitivas y otras con tecnología de vanguardia". Engels confiaba plenamente en una vic-toria aliada, pero no llegó a prever las duras críticas que se originaron en el seno del ejército inglés como consecuencia del desastroso suministro de alimentos, equipos y asistencia médica y que provocaron un gran escándalo en toda la sociedad británica.

Un aspecto importante de la Guerra de Crimea fue el papel desarrollado por las fortificaciones y la guerra de sitios que provocaron. Para un observador superficial, este hecho podría haber indicado un cambio en el arte de la guerra, una vuelta atrás desde el tiempo de Napoleón al siglo XVII. Pero después de la caída de Sebastopol, Engels llegó a la conclusión de que "...eso sería absolutamente falso. Las fortificaciones hoy en día no tienen más importancia que la de ser centros para el apoyo a los movimientos del ejército. Su valor es relativo. Nunca más constituirán un factor independiente en las campañas militares, sino que como máximo representarán unas posiciones valiosas que habrá que evaluar si merece o no la pena defenderlas". Por esta razón, llegaba a la conclusión de que los rusos habían actuado correctamente al evitar una batalla abierta y al considerar la seguridad de su ejército más importante que el valor abstracto de una fortaleza. Inmediatamente antes de la Guerra de Crimea, no sólo había leído numerosos trabajos de los principales teóricos militares desde Napoleón, sino que también había estudiado profundamente la campaña de éste en Rusia. Estaba en condiciones de predecir hasta qué punto podía ser difícil para las fuerzas aliadas conquistar toda Rusia después de conquistar Crimea. Los problemas logísticos en este vasto territorio no parecían tener solución y de ahí el deseo aliado de finalizar esa guerra cuanto antes.

Ante este callejón sin salida, la respuesta de Engels fue recurrir a la estrategia revolucionaria. "Una guerra de principios", parecía ser para él la solución, tanto para los aliados como para Rusia, apelando por un lado a las fuerzas revolucionarias de los crecientes nacionalismos de Alemania, Polonia, Finlandia, Hungría e Italia, y por otro, al Paneslavismo. Estas posibilidades de guerra ideológica fueron tenidas en cuenta por algunos de los protagonistas de la Guerra de Crimea. El propio Napoleón III confesó a la Reina Victoria que una prolongación de la guerra le hubiera obligado a llamar a filas a los pueblos que estaban luchando por su independencia. Pero ni el Zar Nicolás ni Napoleón estaban dispuestos a ceder ante los movimientos nacionalistas que serían decisivos en los conflictos del siglo XX. El final de la Guerra de Crimea en 1856, acabó con las esperanzas de Engels de un gran movimiento revolucionario. Tanto Engels como Marx coincidían en el peligro que representaba el Bonapartismo, de manera que junto con el Paneslavismo se convirtieron en sus temas principales de análisis, de los asuntos europeos.

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Su temor a las ambiciones expansionistas y nacionalistas de Rusia estaba ínti-mamente ligado a su odio por su absolutismo reaccionario, cuya intervención militar había contribuido al fracaso de las revoluciones de 1848. La dura contro-versia mantenida entre Karl Vogt y Marx requirió todas las energías de este último durante dieciocho meses y vino a demostrar que las ideas de la seguridad de Alemania estaban en la base de la lucha de Engels y Marx contra este paneslavista. Vogt había sido uno de los líderes de la izquierda en la Asamblea de Frankfurt y, después de su disolución, emigró a Suiza. La causa de la controversia fue un artículo escrito por Vogt en un periódico durante la Guerra Franco-Austria-ca de 1859. El sostenía que la derrota de Austria beneficiaría a Alemania; por lo tanto, los esfuerzos diplomáticos alemanes deberían estar encaminados a apoyar a Bonaparte. Marx hizo público el rumor de que Bonaparte ayudaba econó-micamente al periódico en el que escribía Vogt y que éste había mantenido negociaciones secretas con el Príncipe Jerome Bonaparte para hacerle partícipe del plan francés que consistía en poner a un hermano del Zar de Rusia en el trono de Hungría. Marx acusaba a Vogt de no preocuparse si "Bohemia, situada en el mismo corazón de Alemania, se convertía en una provincia rusa". Engels se incorporó también a la polémica. En su opinión, la renuncia Alemana de Bohemia significaría el fin de la existencia de la nación alemana, ya que la vía directa entre Berlín y Viena pasaría por territorio ruso. Diversas consideraciones estratégicas, culturales y económicas convencieron a Engels de que todos los territorios al este y sudeste de Europa, y que en el pasado habían sido con-quistados por Alemania, deberían volver a ser alemanes. Se opuso con todas sus energías a la disolución de las grandes naciones con fuerte abolengo cultural y a la creación de estados pequeños incapaces de mantener su propia existencia nacional independiente, aún cuantos estos alegaran su derecho a la autodeter-minación.

El Bonapartismo planteó diferentes problemas a Engels desde el punto de vista analítico. El reconocía que su verdadera fortaleza y peligro estaba en su atractivo demagógico hacia un expansionismo económico de una clase media descontenta y en el "patriotismo" de las masas revolucionarias. Engels hizo un cuidadoso análisis de las implicaciones militares de las ambiciones de Napoleón en dos artículos, Po and Rhine and Savoy y Nice and the Rhine. En el primero atacó las tesis comúnmente aceptadas en aquellos días, y que mantenían expertos militares como el General Von Willisen en su Italian Campaign of the Year 1848, según las cuales el Rin debería ser defendido en el Po, puesto que lo consideraba como parte integrante de Alemania. En un análisis de los ríos del norte de Italia y de las posiciones estratégicas de las fortificaciones italianas, Engels demostró que el control del valle de Po no era imprescindible para la defensa de la frontera sur de Alemania. Además, en su opinión, tras unos supuestos argumentos militares, las verdaderas motivaciones para estas estrategias eran las ambiciones políticas para la construcción de un nuevo Sacro Imperio Romano y de una Alemania que pretendía erigirse en arbitro de Europa. Advirtió contra la política anexionista de esa nueva Alemania que la convertiría en la nación más odiada de Europa.

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También resulta muy interesante el análisis de Engels sobre la posible estrategia a adoptar en el caso de una campaña en el oeste. Intentó probar que Francia, al tener fortificado París, podría abandonar su tradicional pretensión de llegar hasta la margen izquierda del Rin. Como en el caso de las demandas germa-no-austriacas en el norte de Italia, Engels no estaba de acuerdo con las alegaciones francesas de considerarlo como la. frontera natural. La estrategia de las campañas francesas estuvo dirigida principalmente a la defensa de París y la razón de ello fue la centralización de Francia en todos los órdenes de la actividad política y económica, que convertía a París en la clave para la supervivencia del país. La rendición de la capital significaría la derrota nacional. Sin embargo, la fortificación de París, que consistía en tres anillos defensivos concéntricos diseñados por Vauban, resultaba ser exagerada y se traducía en una diversificación inútil de fuerzas militares. Engels consideraba que el verdadero peligro para la seguridad de Francia estaba en su débil frontera con Bélgica, porque "la historia se encargará de demostrar que en caso de guerra la neutralidad de Bélgica no es más que papel mojado". Basándose en esta evaluación realista, Engels elaboró un plan para desarrollar con éxito una campaña militar. Con París fortificado, Francia podía actuar de forma ofensiva en la frontera belga. "Si esta ofensiva no tuviera éxito, el ejército podría establecerse en la línea Oise-Aisne; sería inútil para el enemigo seguir avanzando, ya que el ejército invasor desde Bélgica estaría demasiado debilitado como para atacar París. En la retaguardia del Aisne, o en el peor caso del Marne, el ejército francés del norte actuaría ofensivamente y esperaría la llegada de otras fuerzas". Cincuenta y cinco años más tarde el contraataque de Gallieni en el Marne se ajustó perfectamente a la predicción de Engels.

Durante la Guerra Franco-Prusiana, Engels volvió a demostrar su maestría analítica desde el punto de vista estratégico. En una serie de artículos escritos para el periódico londinés Pall Mall Gazette, recomendaba que el ejército prusiano que se dirigía a Chálons debería marchar rápidamente hacia la frontera belga. Este consejo, entre otros, fue uno de los que permitieron a Moltke obtener la decisiva victoria en Sedan.

En su obra Savoy, Nice and the Rhine destacó otro elemento de la estrategia militar, cuya total importancia no se llegó a comprender hasta la Primera Guerra Mundial: El espectro de una guerra de dos frentes que se produjo como resultado de la alianza franco-rusa. En palabras de Engels, "la tierra del Rin padecerá una guerra que dejará a Rusia las manos libres desde el Vístula al Danubio". Rusia seguía siendo la principal amenaza para la libertad en Europa, aunque Engels abrigaba la vana esperanza de que ese peligro sería pronto eliminado por un nuevo aliado de la revolución: los siervos liberados. "La lucha que ha comenzado ahora en Rusia entre las clases dirigentes de la población rural y los campesinos

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campesinos está ya minando todo el sistema de política exterior ruso. Este sistema era sólo posible cuando en Rusia no existía ninguna actividad política interna; pero ese tiempo ya ha pasado".

Pero los planes de Napoleón III no eran rechazables tan fácilmente. Engels estudió en detalle la hipótesis de una invasión francesa a Inglaterra y la defensa de las Islas Británicas. En este sentido publicó una serie de artículos en dos periódicos especializados en temas militares (Darmstádter Allgemeine Zeitung y Volunteer Journal of Lancashire and Cheshire). Algunos de estos artículos fueron reeditados en forma de panfletos en 1861 con el título de Essays Addressed to Volunteers. Engels tenía una gran simpatía hacia los fusileros y le gustaba su forma de desplegar y desenvolverse en el campo de batalla, pero llegó a la conclusión de que los fusileros ingleses no se podían comparar con el nuevo ejército francés, al que calificaba como "la mejor organización militar de Europa".

El gran episodio militar de los años siguientes fue la Guerra Civil Americana. Al contrario que la mayoría de los militares europeos, que en aquella época mostraron muy poco interés por aquella larga y amarga lucha, (parece ser que Moltke dijo que no merecía la pena estudiar los "movimientos de hordas armadas"), Engels la consideraba como "un drama sin precedentes en los anales de la historia militar". Fue una guerra revolucionaria, no sólo por haberse utilizado por primera vez los ferrocarriles y vehículos blindados a lo largo de una gran área de operaciones, sino también por lo que supuso en el mundo entero la abolición de la esclavitud. En el prefacio de la primera edición de El Capital, Marx escribía: "De la misma manera que en el siglo XVIII, la Guerra de la Independencia Americana actuó de toque de alarma para la clase media europea, en el siglo XIX la Guerra Civil Americana ha tenido el mismo efecto en la clase obrera".

Aunque las simpatías de Engels estaban de parte del Norte, sentía un cierto temor por su descuidada organización que contrastaba con la profunda formalidad del Sur. En una carta a Marx de fecha 5 de Noviembre de 1862, le expresaba que él "no podía sentir ningún entusiasmo por un pueblo que ante un problema tan colosal, consiente ser derrotado a menudo por un cuarto de su población". Dudaba incluso sobre el resultado de la guerra. Fue Marx quien le advirtió de la conveniencia de no centrarse únicamente en los aspectos militares de esa guerra. Únicamente cuando Lee, a pesar de ser un admirador de su estrategia, fue derrotado, y Grant, como Napoleón, venció en su Jena, capturando a todo el ejército enemigo, Engels reconoció la excelente disciplina y moral de las tropas del Norte, que en su opinión habían entrado en guerra adormecidas y con desgana.

El apogeo de Prusia bajo el liderazgo de Bismarck hizo que los pensamientos de Engels se dirigieran una vez más a los campos de batalla europeos. La breve Guerra Danesa demostró a Engels que, como él había previsto, la infantería alemana era superior a la danesa y que "las piezas de fuego prusianas, tanto la fusilería

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fusilería como la artillería, eran las mejores del mundo". A pesar de todo, infravaloró el poder militar de Prusia. De hecho, en un artículo escrito en la víspera de la batalla de Kóniggrátz y que fue publicado en el Manchester Guardian, llegó a predecir la derrota de Prusia en esa guerra. Atacó duramente los planes de Moltke para esa campaña, aunque al día siguiente de la batalla tuvo que reconocer que "a pesar de que los prusianos habían pecado contra todas las leyes en cuanto a conducción de la guerra, no lo habían hecho del todo mal". El más grave error de Engels fue su errónea valoración de la situación interna de Prusia. Las revueltas que se produjeron como consecuencia de las reformas del ejército, al principio de la década de 1860, las había interpretado erróneamente, como les ocurrió a otros muchos socialistas, creyendo que se produciría la desintegración del ejército y serían un preludio de la revolución. Engels reconocía que "si se escapa esta oportunidad.... tendremos que guardar nuestro equipaje revolucionario y dedicarnos al estudio de la pura teoría". Había pasado otra oportunidad óptima para la revolución, y al día siguiente de la batalla de Kóniggrátz, Engels reconoció rápidamente el hecho.

Dada su incondicional admiración por el ejército prusiano, aceptó las consecuencias políticas de aquella victoria. En una carta a Marx le comentaba: "El hecho palpable es que Prusia tiene quinientas mil armas de fuego y el resto del mundo no llega a quinientas. Ningún ejército puede ser equipado con armas de retrocarga en menos de dos, tres, o incluso cinco años. Hasta entonces Prusia es invencible. ¿Sería lógico pensar que Bismark no va a aprovechar este momento? Por supuesto que lo hará". Engels reconocía en Bismark al verdadero Bonapar-tista, más peligroso que Napoleón III, y se lamentaba que la unificación alemana había sido "ahogada temporalmente con prusianismo"; al mismo tiempo, despreciaba el rechazo de algunos líderes socialistas, como Wilhelm Liebk-necht, "a contemplar los hechos como son". Engels, por el contrario, volvió a criticar a Bismark basándose en la situación creada tras los éxitos prusianos.

La capacidad de análisis de los acontecimientos históricos de Marx y Engels se enfrentaba a una prueba. Durante su exilio habían aprendido a contemplar las transformaciones de las clases sociales y de las naciones en el más amplio contexto europeo y a basar su estrategias revolucionarias "en un determinado estado de desarrollo". Las consecuencias de los conflictos europeos, como la rebelión de Sepoy, y la Guerra Civil Americana, no fomentaron en ellos la idea de que se aproximaba la anhelada revolución. Marx, y fundamentalmente Engels, llegaron a la conclusión de que esas guerras limitadas no eran el preludio de lo que ellos esperaban; por el contrario, a corto plazo estos conflictos tuvieron un efecto reaccionario, como señaló Marx al referirse a la Guerra Italiana de 1859. Puesto que los ejércitos de las principales potencias europeas aumentaban constantemente su poder y sus capacidades técnicas, Engels comenzó a considerar que solamente una guerra a nivel mundial podría provocar la deseada revolución, aunque la idea de un Armagedon no era deseada en absoluto.

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La Guerra Franco-Prusiana enfrentó a los revolucionarios con un dilema. Francia y Alemania eran los dos países europeos con mayor agitación de la clase trabajadora. La guerra traía consigo demasiados riesgos para el movimiento socialista. En 1888 Engels advertía que la destrucción de una futura guerra mundial "dejaría a toda Europa roída como si hubiera pasado sobre ella una plaga de langosta" y que la devastación que se produciría sería varias veces superior a la de la Guerra de los Treinta Años. No se consideraba a la guerra como un medio adecuado para los fines revolucionarios, pero en aquellos momentos el movimiento revolucionario se había quedado sin una estrategia adecuada.

IV

Enfrentado a este tipo de incertidumbres acerca del futuro del movimiento revolucionario, Engels se dedicó a estudiar otros aspectos de la relación entre el militar y la sociedad, como el papel del militar en un estado revolucionario. En opinión de Engels, los límites de la futura revolución no estaban muy bien defi-nidos. Pero todos estos conceptos no tuvieron muy buena acogida e incluso eran opuestos a los que defendían otros líderes de partidos socialistas. Sin embargo, sus proposiciones eran nítidas y eran el producto de toda una vida de estudio sobre la guerra, además de configurar el futuro desarrollo del radicalismo en Europa. La política militar de Engels se basaba en la doctrina del ejército democrático, la nación en armas y en el convencimiento de su progresiva reali-zación. En la obra de Engels titulada The Military Question and the German Working Class ya aparecían claramente estos conceptos. Ellos fueron las líneas maestras de su pensamiento durante los siguientes treinta años. El estudio de toda la problemática militar en Prusia, considerada como un conflicto constitucional entre los conservadores y la creciente burguesía liberal, fue un tema básico para el partido de los trabajadores. El aviso de Engels al pro-letariado para que luchara por su propia emancipación política, fue para apoyar a la burguesía contra las fuerzas reaccionarias (que querían constituirse en un nuevo tipo de estado bonapartista en el que tanto los trabajadores como los capitalistas renunciaban a todo vestigio de poder político). Lo que dio a este tipo de estudios su especial significancia fue no sólo su sagaz valoración de los puntos fuertes y débiles de la clase media, así como los detalles técnicos relativos a la historia de la organización del ejército prusiano desde las Guerras Napoleónicas, sino su apoyo real a las reformas del ejército a la vista del aumento de la población y de la riqueza de Prusia y, especialmente, teniendo en cuenta el potencial militar de sus vecinos. Las acusaciones de Engels estaban dirigidas fundamentalmente a la burguesía, que había perdido su ventaja política y había fracasado en dominar al ejército durante estos años críticos. Engels achacaba posteriormente a este hecho la responsabilidad del estancamiento del desarrollo democrático en Alemania a partir de 1870. A su juicio, el gran impulso que tuvo el ejército fue una parte integrante del desarrollo social.

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En estudios realizados anteriormente, como en los artículos escritos en el New American Cyclopaedia, Marx y Engels habían definido las bases sociales y las condiciones que regulaban la organización militar, tanto en el pasado como en el presente. Después se dieron cuenta de que el propio ejército podría servir de agente social de primer orden; incluso serviría de canal a través del cual emergería la sociedad democrática. La fórmula era simple y no hacía mas que seguir las tendencias históricas introducidas por la Revolución Francesa. La emancipación de la burguesía y del campesinado había abierto el camino para el nuevo ejército de masas. El servicio militar obligatorio, si se practicaba con carácter general, garantizaba el disponer de un ejército fuerte y eficaz para la defensa de la nación frente al mundo exterior. Por la misma razón, era necesario cambiar el carácter de las fuerzas armadas, transformándolas, a partir de un servicio a cargo de profesionales o mercenarios, en un ejército del pueblo. Engels exclamó orgullosamente en 1891: "Contrariamente a lo que parece, el servicio militar obligatorio aventaja al sufragio universal como agente democrático. La fortaleza real de la democracia social alemana no reside en el número de sus votantes sino en sus soldados. Una persona se convierte en votante a los veinticinco años, y soldado a los veinte; pero, sobre todo, es un joven que puede influir poderosamente en reclutar seguidores del partido político correspondiente. En 1900, el ejército será, una vez más, el elemento más reaccionario del país y mayoritariamente socialista, porque ese es su destino inevitable".

Obviamente Engels se equivocó al estimar el poder y la dinámica interna de las instituciones ya establecidas; en no menor medida también se equivocó al predecir el momento en el que se producirían las grandes transformaciones históricas. Esto se debió a que estaba convencido de la total identidad de la democracia y el estado socialista. La defensa de Engels hacia el ejército de milicias era muy similar a la de muchos liberales del siglo XIX. Al igual que Engels, ellos proponían la milicia como una alternativa a los ejércitos permanentes, que en el siglo XVIII los formaban mercenarios profesionales. Con esta defensa, lo que Engels pretendía era profesionalizar al ejército y convertirle en una institución realmente democrática.

Sin embargo, esta convicción no le llevó a subestimar las necesidades militares del estado capitalista, especialmente ante la perspectiva de una constante amenaza de guerra mundial. El suponía que la decisión final en cuanto a una guerra generalizada en Europa, dependería de Inglaterra, ya que podía hacer un bloqueo a Francia o a Alemania, con lo que, faltos de materias primas, acabarían sometiéndose a los deseos ingleses. En una ocasión escribió a August Rebel en Octubre de 1891: "No podemos pretender que la actual organización militar alemana sea modificada completamente mientras exista el peligro de guerra". En una serie de artículos titulados Can Europe Disarm1?, él sugería como medida

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medida para evitar la guerra, "la disminución gradual del servicio militar mediante un acuerdo internacional"; este servicio no debería ser superior a dos años. Coherente con esta convicción, afirmaba posteriormente que "esta limitación puede ser aceptada por cualquier gobierno actual sin poner en peligro la seguridad de su país"; aunque él consideraba que el sistema de milicia era el objetivo final, advertía a Marx que "sólo una sociedad comunista podría llegar a tener un sistema de milicia total, pero incluso esta aproximación sería únicamente asintótica".

Si las ideas finales de Engels acerca de la guerra y la revolución se contradecían o no con sus preceptos revolucionarios de los primeros tiempos, es una cuestión que hoy en día sigue abierta. Tanto los socialistas que aspiraban a una evolución pacífica como los revolucionarios, hermanos gemelos en el conflicto, le aclamaban como su maestro. Como luchador y soldado, Engels encontró dificultades para acomodarse a reformas lentas y tediosas. Al mismo tiempo, era demasiado astuto como para no reconocer que todo conflicto dependía de las armas disponibles, y que cada sociedad y cada período histórico exigían diferentes métodos y estrategias. Engels consideraba que los ejércitos estaban también sujetos a las leyes del mercado, como si se tratara de una empresa de tipo eco-nómico. Por ello, de la misma manera que Marx, relacionaba los cambios en los medios de producción con las transformaciones en las relaciones sociales, e investigaba el impacto de los cambios tecnológicos en la organización militar. Sobre todo en su artículo titulado "Anti-Dühring", Engels aplicó los principios materialistas a las cuestiones puramente militares. Aunque los escritos de Engels no tuvieron un gran impacto en el pensamiento militar del siglo XIX, sus análisis de la problemática militar como consecuencia de sus investigaciones de tipo económico y social, dejaron una huella importante en las siguientes generaciones de investigadores militares. En el artículo referido anteriormente, escribía: "No son las creaciones libres del ingenio de los generales, lo que ha revolucio-nado la guerra, sino las invenciones de armas mejores y los cambios en el elemento humano, los soldados; el campo de acción donde se mueven los generales está limitado por las adaptaciones de los métodos de lucha a las nuevas armas y de los combatientes". Los cambios ocurridos en la sociedad y en la tecnología militar, alteraron la guerra e impusieron, además, cambios en la estrategia revolucionaria.

Incluso al final de sus días, Engels no perdió la esperanza de que se produjera la revolución . Prestó mucha atención a los cambios necesarios en la estrategia revolucionaria, y lo dejó plasmado al modificar la introducción de la nueva edición de su libro Class Struggle in France 1848-1850. En él afirmaba: "Los métodos de lucha de 1848 resultan hoy en día totalmente obsoletos". Habían pasado ya los días de las barricadas y de las revueltas callejeras. De hecho, Engels llegó a señalar que "incluso durante el período de luchas en las calles, las barricadas tenían un efecto más moral que material". Si las barricadas se pueden mantener hasta hacer tambalear la confianza de los militares en sí mismos, la victoria está

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asegurada; el caso contrario, significa la derrota. Pero en 1849 las oportunidades de éxito habían disminuido. "Las barricadas habían perdido su atractivo; los soldados ya no veían detrás de ellas a ciudadanos, sino a rebeldes... los oficiales habían acumulado experiencia en la táctica de las luchas callejeras. Nunca más se volvieron a producir enfrentamientos directos sin disponer siquiera de unos improvisados parapetos, sino que el ejército trataba siempre de atacar por los flancos y para ello se servía de los jardines, callejuelas y casas". Para entonces mucho había cambiado y todo en favor de los militares, mientras que la situación de los insurgentes era cada día peor. Los modernos armamentos, los productos de tecnología avanzada y la industria pesada, no podrían ser en adelante improvisados. Los planes urbanísticos de las grandes ciudades a partir de 1848 preveían la construcción de calles rectas, largas y anchas que las hacían más adecuadas para el uso de los modernos cañones y rifles. Las clases dirigentes no esperaban que los revolucionarios levantaran barricadas en los nuevos barrios de la clase trabajadora. "De esta manera, la forma de enfrentarse a su enemigo sería en formación en línea como en los tiempos de Federico II, o en columnas de divisiones completas, al estilo de las batallas de Wagram y Waterloo. Ha pasado el tiempo de las revoluciones llevadas a cabo por pequeñas minorías que enardecían a las masas inconscientes. Cuando de lo que se trata es de una transformación completa de la organización social, las masas deben participar y deben comprender qué es lo que está en juego; eso es lo más importante que nos ha enseñado la historia en los últimos cincuenta años".

Lo que se pretendía en aquellos momentos era la conquista legal del estado. Sólo había una forma de que las crecientes fuerzas militantes socialistas pudieran ser detenidas: mediante una confrontación a gran escala con los militares, una sangría como la de 1871 en la Comuna de París. Este primer intento hacia una República Socialista ha sido elogiado a menudo como la mejor lección para los revolucionarios europeos de las décadas siguientes. Marx lo había analizado cuidadosamente en su Civil War in France. Estos estudios sobre la Comuna apenas influyeron en las ideas de Engels acerca de los aspectos militares de la estrategia revolucionaria. Aunque podía producirse una nueva Comuna de París, ante la amenaza de un golpe de estado llevado a cabo por las fuerzas reacciona-rias, esto no encajaba con sus teorías. En la última etapa de su larga carrera, anhelaba el triunfo del socialismo como consecuencia de un proceso democrático, de la misma manera que creía en la victoria de la democracia a través del servicio militar universal.

La nación en armas se había convertido en el ideal militar de Engels. Consideraba inútiles las campañas para destruir el militarismo en la sociedad europea del siglo XIX. Por el contrario, defendía la erradicación de sus tradiciones feudales y el culto a las tendencias democráticas, propiciadas por el servicio militar obligatorio. Es interesante observar como sus ideas coincidían con las de sus enemigos, los Ministerios de la Guerra y los Estados Mayores de las potencias europeas, que depositaron también su fe en la nación en armas, aunque temían su susceptibilidad a la contaminación socialista.

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Sin duda Engels habría estado totalmente de acuerdo con uno de sus discípulos mas brillantes, el socialista francés Jean Jaurés, quien en su Armée Nouvelle afirmaba: "Los gobiernos estarán mucho menos preparados por llevar a cabo políticas arriesgadas, si la movilización del ejército supone la movilización de toda la nación....Si una nación que desea la paz, es agredida por gobiernos aventureros y depredadores en busca de un sustancioso botín, o con el fin de desviar la atención de sus propias dificultades internas, nos encontraremos frente a una guerra de carácter nacional... la nación en armas representa el mejor sistema para llevar a cabo la defensa nacional de forma global. La nación en armas es una nación que está necesariamente motivada por la justicia. Todo esto traerá a Europa una nueva era y, con ella, las esperanzas de justicia y paz".

La historia se encargaría de probar que ese ideal estaba equivocado. Pero si Engels exageró el poder de la ideología socialista en las masas europeas, no cabe duda de que acertó en su comprensión de la dinámica del servicio militar obligatorio. Se dio cuenta mucho mejor que sus contemporáneos conservadores y liberales, de la interrelación de los factores políticos y militares, y de las esferas civil y militar, hasta el punto de que sus ideas siguen constituyendo una guía del pensamiento y la estrategia revolucionaria en las últimas décadas del siglo XX.

NOTA: Mark von Hagen ha revisado el ensayo elaborado por Sigmund Neumann que

apareció en la versión original del libro Makers of Modem Strategy.