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servir al pueblo Semanario del Partido Comunista Revolucionario de la Argentina 258 CUADERNOS DE DIFUSION DEL MARXISMO LENINISMO MAOISMO SUPLEMENTO 258 Engels El origen de la familia (2 da edición) MAYO JUNIO 2018 _258.qxp:Maquetación 1 06/03/18 00:27 Página 1

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  • servir al puebloSemanario delPartido ComunistaRevolucionario de la Argentina

    258CUADERNOS DE DIFUSION DEL MARXISMOLENINISMOMAOISMO

    SUPLEMENTO

    258

    EngelsEl origen de la familia (2da edición)

    MAYOJUNIO 2018

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  • El libro El origen de la familia, la propiedad privada y elEstado fue escrito por Engels en dos meses: desde fines de

    marzo hasta fines de mayo de 1884. Al revisar los manuscritos deMarx, Engels descubrió un guion detallado del libro del científicoprogresista norteamericano L. H. Morgan Ancient Society(La sociedad antigua). Marx lo había hecho en 1880-1881,acompañándolo de gran número de notas críticas y opinionespropias, así como de suplementos tomados de otras fuentes. Altomar conocimiento del guion y convencerse de que el libro deMorgan confirmaba la concepción materialista de la historia queMarx y él habían elaborado y sus concepciones de la sociedadprimitiva, Engels estimó necesario escribir un trabajo especial,utilizando en vasta escala las observaciones de Marx, así comoalgunas conclusiones y datos concretos del libro de Morgan. Engelsconsideraba que eso sería “en cierto grado un cumplimiento deltestamento” de Marx. Al escribir el libro, Engels se valió denumerosos y variados datos suplementarios tomados de susinvestigaciones en problemas de la historia de Grecia, Roma, laantigua Irlanda, los antiguos germanos, etc.En 1890, al haber reunido más datos sobre la historia de la

    sociedad primitiva, Engels emprendió la preparación de la cuartaedición del libro, que apareció en Stuttgart en 1891. Al realizar estetrabajo, estudió las publicaciones más recientes y, en particular, lostrabajos del científico ruso M. Kovalevski, introdujo en el textoinicial muchas enmiendas y modificaciones, como tambiénadiciones considerables, sobre todo en el capítulo de la familia,cuyas conclusiones reproducimos aquí casi íntegramente (lossubtítulos y las notas son nuestros, hoy). �

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    Presentación

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    Como hemos visto, hay tres for-mas principales de matrimonio, quecorresponden aproximadamente a lostres estadios fundamentales de la evo-lución humana. Al salvajismo corres-ponde el matrimonio por grupos; a labarbarie, el matrimonio sindiásmico1;a la civilización, la monogamia con suscomplementos, el adulterio y la pros-titución. Entre el matrimonio sindiás-mico y la monogamia se intercalan,en el sentido superior de la barbarie,la sujeción de las mujeres esclavas alos hombres y la poligamia.

    Según lo ha demostrado todo lo an-tes expuesto, la peculiaridad del pro-greso que se manifiesta en esta suce-sión consecutiva de formas de ma-trimonio consiste en que se ha ido qui-tando más y más a las mujeres, perono a los hombres, la libertad sexual delmatrimonio por grupos. En efecto, elmatrimonio por grupos sigue existien-do hoy para los hombres. Lo que es pa-ra la mujer un crimen de graves con-secuencias legales y sociales, seconsidera muy honroso para el hom-bre, o a lo sumo como una ligera man-

    Federico Engels

    El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado(extracto)

    1. Primigenia familia patriarcal, unida a la apropiación particular de ciertos bienes,en la que la mujer ha pasado a pertenecer a un solo hombre, aunque el vínculo sedisuelve fácilmente de una u otra parte y los hijos todavía pertenecen a la mujer.A su vez el hombre, aunque ya vive con una mujer, conserva el derecho a lapoligamia (pluralidad de esposas) y a la infidelidad ocasional, mientras secastiga, fuertemente, el adulterio de la mujer.

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    cha moral que se lleva con gusto. Perocuanto más se modifica en nuestra épo-ca el heterismo2 antiguo por la pro-ducción capitalista de mercancías, ala cual se adapta, más se transformaen prostitución descocada y más des-moralizadora se hace su influencia. Y,a decir verdad, desmoraliza mucho mása los hombres que a las mujeres. Laprostitución, entre las mujeres, no de-grada sino a las infelices que caen ensus garras y aun a éstas en grado mu-cho menor de lo que suele creerse. Encambio, envilece el carácter del sexomasculino entero. Y así es de advertirque el noventa por ciento de las vecesel noviazgo prolongado es una verda-dera escuela preparatoria para la infi-delidad conyugal.Caminamos en estos momentos ha-

    cia una revolución social en que las ba-ses económicas actuales de la mono-gamia desaparecerán tan seguramentecomo las de la prostitución, comple-mento de aquélla3. La monogamia na-ció de la concentración de grandes ri-quezas en las mismas manos –las deun hombre–y del deseo de transmitir

    esas riquezas por herencia a los hijosde este hombre, excluyendo a los decualquier otro. Por eso era necesariala monogamia de la mujer, pero no ladel hombre; tanto es así, que la mo-nogamia de la primera no ha sido elmenor óbice para la poligamia desca-rada u oculta del segundo. Pero la re-volución social inminente, transfor-mando por lo menos la inmensamayoría de las riquezas duraderas he-reditarias –los medios de producción–en propiedad social, reducirá al míni-mum todas esas preocupaciones detransmisión hereditaria. Y ahora cabehacer esta pregunta: habiendo nacidode causas económicas la monogamia,¿desaparecerá cuando desaparezcanesas causas?Podría responderse no sin funda-

    mento: lejos de desaparecer, más biense realizará plenamente a partir de esemomento. Porque con la transforma-ción de los medios de producción enpropiedad social desaparecen el tra-bajo asalariado, el proletariado, y, porconsiguiente, la necesidad de que seprostituyan cierto número de mujeres

    2. Derivado de la palabra griega hetera, como se llamaba a las cortesanas de Atenas que,por ser tales, podían lograr refinada educación y cultura. Al respecto escribe Engels:“Las casadas espartanas y la flor y nata de las heteras atenienses son las únicasmujeres de quienes hablan con respeto los antiguos, y de los cuales tomáronse eltrabajo de recoger sus dichos… Pero el hecho de sólo para convertirse en mujer fuesepreciso antes hacerse hetera, es la condena más severa de la familia ateniense”.

    3. Como se vio en la experiencia de revoluciones dirigidas por el proletariado, como larusa o la china del siglo pasado.

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    La prostitución, entre las mujeres, no degrada sino a las infelices que caen en susgarras y aun a éstas en grado mucho menor de lo que suele creerse. En cambio,envilece el carácter del sexo masculino entero. Y así es de advertir que el noventa porciento de las veces el noviazgo prolongado es una verdadera escuela preparatoriapara la infidelidad conyugal. Federico Engels

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    que la estadística puede calcular. Des-aparece la prostitución, y en vez de de-caer, la monogamia llega por fin a seruna realidad, hasta para los hombres.En todo caso, se modificará mucho

    la posición de los hombres. Pero tam-bién sufrirá profundos cambios la delas mujeres, la de todas ellas. En cuan-to los medios de producción pasen aser propiedad común, la familia indi-vidual dejará de ser la unidad econó-mica de la sociedad. La economía do-méstica se convertirá en un asuntosocial; el cuidado y la educación de loshijos, también. La sociedad cuidará conel mismo esmero de todos los hijos, se-an legítimos o naturales. Así desapa-recerá el temor a “las consecuencias”,que es hoy el más importante motivosocial –tanto desde el punto de vistamoral como desde el punto de vista eco-nómico– que impide a una joven sol-tera entregarse libremente al hombrea quien ama. ¿No bastará eso para quese desarrollen progresivamente unasrelaciones sexuales más libres y tam-bién para hacer a la opinión públicamenos rigorista acerca de la honra delas vírgenes y la deshonra de las mu-jeres?4 Y, por último, ¿no hemos vistoque en el mundo moderno la prosti-

    tución y la monogamia, aunque anta-gónicas, son inseparables, como polosde un mismo orden social? ¿Puede des-aparecer la prostitución sin arrastrarconsigo al abismo a la monogamia?Ahora interviene un elemento nue-

    vo, un elemento que en la época en quenació la monogamia existía a lo sumoen germen: el amor sexual individual.Antes de la Edad Media no puede ha-

    blarse de que existiese amor sexual in-dividual. Es obvio que la belleza per-sonal, la intimidad, las inclinacionescomunes, etc., han debido despertar enlos individuos de sexo diferente el de-seo de relaciones sexuales; que tantopara los hombres como para las muje-res no era por completo indiferente conquién entablar las relaciones más ínti-mas. Pero de eso a nuestro amor sexualindividual aún media muchísima dis-tancia. En toda la antigüedad son lospadres quienes conciertan las bodas envez de los interesados; y éstos se con-forman tranquilamente. El poco amorconyugal que la antigüedad conoce noes una inclinación subjetiva, sino másbien un deber objetivo; no es la base,sino el complemento del matrimonio.El amor, en el sentido moderno de lapalabra, no se presenta en la antigüe-

    4. Esto también pudo comprobarse en las revoluciones socialistas del siglo pasado.El posterior retroceso en estas y otras conquistas, con la restauración delcapitalismo en los ex países socialistas, no hace más que mostrar cuán ligado a labase económica está el desarrollo de la familia y de las relaciones entre el hombrey la mujer en general.

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    dad sino fuera de la sociedad oficial.Los pastores cuyas alegrías y penas deamor nos cantan Teócrito y Moscos oLongo en su Dafnis y Cloe son simplesesclavos que no tienen participaciónen el Estado, esfera en que se mueve elciudadano libre. Pero fuera de los es-clavos no encontramos relaciones amo-rosas sino como un producto de la des-composición del mundo antiguo aldeclinar éste; por cierto, son relacio-nes mantenidas con mujeres que tam-bién viven fuera de la sociedad oficial,son heteras, es decir, extranjeras o li-bertas: en Atenas en vísperas de su ca-ída y en Roma bajo los emperadores.Si había allí relaciones amorosas entreciudadanos y ciudadanas libres, todasellas eran mero adulterio. Y el amor se-xual, tal como nosotros lo entendemos,era una cosa tan indiferente para el vie-jo Anacreonte, el cantor clásico del amoren la antigüedad, que ni siquiera le im-portaba el sexo mismo de la personaamada.Nuestro amor sexual difiere esen-

    cialmente del simple deseo sexual, deleros de los antiguos. En primer térmi-no, supone la reciprocidad en el seramado; desde este punto de vista, lamujer es en él igual que el hombre, alpaso que en el eros antiguo se está le-jos de consultarla siempre. En segun-do término, el amor sexual alcanza ungrado de intensidad y de duración quehace considerar a las dos partes la fal-ta de relaciones íntimas y la separa-

    ción como una gran desventura, si nola mayor de todas; para poder ser eluno del otro, no se retrocede ante na-da y se llega hasta jugarse la vida, locual no sucedía en la antigüedad sinoen caso de adulterio. Y, por último, na-ce un nuevo criterio moral para juz-gar las relaciones sexuales. Ya no se pre-gunta solamente: ¿Son legítimas oilegítimas?, sino también: ¿Son hijasdel amor y de un afecto recíproco? Cla-ro es que en la práctica feudal o bur-guesa este criterio no se respeta másque cualquier otro criterio moral, pe-ro tampoco menos: lo mismo que losotros criterios, está reconocido en teo-ría, en el papel. Y por el momento, nopuede pedirse más.

    Del feudalismo al capitalismoLa Edad Media arranca del punto

    en que se detuvo la antigüedad, con suamor sexual en embrión, es decir, arran-ca del adulterio… Por lo común, la fu-tura del joven príncipe es elegida porlos padres de este si aún viven o, en ca-so contrario, por él mismo, aconsejadopor los grandes feudatarios, cuya opi-nión, en estos casos, tiene gran peso. Yno puede ser de otro modo, por su-puesto. Para el caballero o el barón, co-mo para el mismo príncipe, el matri-monio es un acto político, una cuestiónde aumento de poder mediante nue-vas alianzas; el interés de la casa es loque decide, y no las inclinaciones delindividuo. ¿Cómo podía entonces co-

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    Caminamos en estos momentos hacia una revolución social en que las baseseconómicas actuales de la monogamia desaparecerán tan seguramente comolas de la prostitución, complemento de aquéllas.. Federico Engels

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    rresponder al amor la última palabraen la concertación del matrimonio?Lo mismo sucede con los burgueses

    de los gremios en las ciudades de la EdadMedia. Precisamente sus privilegios pro-tectores, las cláusulas de los reglamen-tos gremiales, las complicadas líneasfronterizas que separaban legalmenteal burgués, acá de las otras corporacio-nes gremiales, allá de sus propios cole-gas de gremio o de sus fieles aprendi-ces, hacían harto estrecho el círculodentro del cual podía buscarse una es-posa adecuada para él. Y en este com-plicado sistema, evidentemente no erasu gusto personal, sino el interés de lafamilia lo que decidía cuál era la mu-jer que le convenía mejor.Así, en los más de los casos, y hasta

    el final de la Edad Media, el matrimo-nio siguió siendo lo que había sido des-de su origen: un trato que no cerrabanlas partes interesadas. Al principio, sevenía ya casado al mundo, casado contodo un grupo de seres del otro sexo.En la forma ulterior del matrimoniopor grupos, verosímilmente existíananálogas condiciones, pero con estre-chamiento progresivo del círculo. Enel matrimonio sindiásmico es regla quelas madres convengan entre sí el ma-trimonio de sus hijos; también aquí,el factor decisivo es el deseo de que losnuevos lazos de parentesco robustez-can la posición de la joven pareja enla gens y en la tribu. Y cuando la pro-piedad individual se sobrepuso a la pro-

    piedad colectiva, cuando los interesesde la transmisión hereditaria hicieronnacer la preponderancia del derechopaterno y de la monogamia, el matri-monio comenzó a depender por ente-ro de consideraciones económicas. Des-aparece la forma de matrimonio porcompra; pero en esencia continúa prac-ticándose cada vez más y más, y de mo-do que no sólo la mujer tiene su pre-cio, sino también el hombre, aunqueno según sus cualidades personales,sino con arreglo a la cuantía de sus bien-es. En la práctica y desde el principio,si había alguna cosa inconcebible pa-ra las clases dominantes, era que la in-clinación recíproca de los interesadospudiese ser la razón por excelencia delmatrimonio. Esto sólo pasaba en lasnovelas o en las clases oprimidas, queno contaban para nada.Tal era la situación con que se en-

    contró la producción capitalista cuan-do, a partir de la era de los descubri-mientos geográficos, se puso a con-quistar el imperio del mundo median-te el comercio universal y la industriamanufacturera. Es de suponer que es-te modo de matrimonio le convenía ex-cepcionalmente, y así era en verdad.Y, sin embargo –la ironía de la histo-ria del mundo es insondable–, era pre-cisamente el capitalismo quien habíade abrir en él la brecha decisiva. Altransformar todas las cosas en merca-derías, la producción capitalista des-truyó todas las relaciones tradiciona-

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    les del pasado y reemplazó las costum-bres heredadas y los derechos históri-cos por la compraventa, por el “libre”contrato. El jurisconsulto inglés H.S.Maine ha creído haber hecho un des-cubrimiento extraordinario al decir quenuestro progreso respecto a las épo-cas anteriores consiste en que hemospasado from status to contract [de sta-tus a contrato], es decir, de un ordende cosas heredado a uno librementeconsentido, lo que, en cuanto es así, lodijo ya el Manifiesto Comunista.Pero para contratar se necesita gen-

    tes que puedan disponer libremente desu persona, de sus acciones y de sus bien-es y que gocen de los mismos derechos.Crear esas personas “libres” e “iguales”fue precisamente una de las principa-les tareas de la producción capitalista.Aun cuando al principio esto no se hi-zo sino de una manera medio incons-ciente y, por añadidura, bajo el disfrazde la religión, a contar desde la Refor-ma luterana y calvinista quedó firme-mente asentado el principio de que elhombre no es completamente respon-sable de sus acciones sino cuando lascomete en pleno albedrío y que es undeber ético oponerse a todo lo que cons-triñe a un acto inmoral. Pero, ¿cómoponer de acuerdo este principio con lasprácticas usuales hasta entonces paraconcertar el matrimonio?Según el concepto burgués, el ma-

    trimonio era un contrato, una cues-tión de Derecho, y, por cierto, la más

    importante de todas, pues disponía delcuerpo y del alma de dos seres huma-nos para toda su vida. Verdad es que,en aquella época, el matrimonio eraconcierto formal de dos voluntades;sin el “sí” de los interesados no se ha-cía nada. Pero harto bien se sabía có-mo se obtenía el “sí” y cuáles eran losverdaderos autores del matrimonio.Sin embargo, puesto que para todoslos demás contratos se exigía la liber-tad real para decidirse, ¿por qué no eraexigida en éste? Los jóvenes que debí-an ser unidos, ¿no tenían también elderecho de disponer libremente de símismos, de su cuerpo y de sus órga-nos? ¿No se había puesto de moda, gra-cias a la caballería, el amor sexual?¿Acaso en contra del amor adúltero dela caballería, no era el conyugal su ver-dadera forma burguesa? Pero si el de-ber de los esposos era amarse recípro-camente, ¿no era tan deber de losamantes no casarse sino entre sí y conninguna otra persona? Y este derechode los amantes, ¿no era superior al de-recho del padre y de la madre, de losparientes y demás casamenteros y apa-readores tradicionales? Desde el mo-mento en que el derecho al libre exa-men personal penetraba en la Iglesiay en la religión, ¿podía acaso detener-se ante la intolerable pretensión de lageneración vieja de disponer del cuer-po, del alma, de los bienes de fortuna,de la ventura y de la desventura de lageneración más joven?

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    En cuanto los medios de producción pasen a ser propiedad común, la familiaindividual dejará de ser la unidad económica de la sociedad. La economíadoméstica se convertirá en un asunto social; el cuidado y la educación de loshijos, también. La sociedad cuidará con el mismo esmero de todos los hijos,sean legítimos o naturales.. Federico Engels

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  • 12 / Engels / El origen de la familia

    Por fuerza debían de suscitarse estascuestiones en un tiempo que relajabatodos los antiguos vínculos sociales ysacudía los cimientos de todas las con-cepciones heredadas. De pronto había-se hecho la Tierra diez veces más gran-de; en lugar de la cuarta parte de unhemisferio, el globo entero se extendíaante los ojos de los europeos occiden-tales, que se apresuraron a tomar pose-sión de las otras siete cuartas partes. Y,al mismo tiempo que las antiguas y es-trechas barreras del país natal, caían lasmilenarias barreras puestas al pensa-miento en la Edad Media. Un horizon-te infinitamente más extenso se abríaante los ojos y el espíritu del hombre.¿Qué importancia podían tener la re-putación de honorabilidad y los respe-tables privilegios corporativos, trans-mitidos de generación en generación,para el joven a quien atraían las rique-zas de las Indias, las minas de oro y pla-ta de México y del Potosí? Aquella fuela época de la caballería andante de laburguesía; porque también ésta tuvosu romanticismo y su delirio amoroso,pero sobre un pie burgués y con mirasburguesas al fin y a la postre.Así sucedió que la burguesía na-

    ciente, sobre todo la de los países pro-testantes, donde se conmovió de unamanera más profunda el orden de co-sas existente, fue reconociendo cadavez más la libertad del contrato parael matrimonio y puso en práctica suteoría del modo que hemos descrito.

    El matrimonio continuó siendo ma-trimonio de clase, pero en el seno dela clase se concedió a los interesadoscierta libertad de elección. Y en el pa-pel, tanto en la teoría moral como enlas narraciones poéticas, nada quedótan inquebrantablemente asentado co-mo la inmoralidad de todo matrimo-nio no fundado en un amor sexual re-cíproco y en contrato de los espososefectivamente libre. En resumen: que-daba proclamado como un derecho delser humano el matrimonio por amor;y no sólo como derecho del hombre(droit de l’homme), sino que tambiény, por excepción, como un derecho dela mujer (droit de la femme).Pero este derecho humano difería

    en un punto de todos los demás dere-chos del hombre. Al paso que éstos enla práctica se reservaban a la clase do-minante, a la burguesía, para la claseoprimida, para el proletariado, se re-ducían directa o indirectamente a le-tra muerta, y la ironía de la historia con-firmase aquí una vez más. La clasedominante prosiguió sometida a lasinfluencias económicas conocidas y só-lo por excepción presenta casos de ma-trimonios concertados verdaderamen-te con toda libertad; mientras que éstos,como ya hemos visto, son la regla enlas clases oprimidas.

    El futuro de la familiaPor tanto, el matrimonio no se con-

    certará con toda libertad sino cuan-

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    do, suprimiéndose la producción ca-pitalista y las condiciones de propie-dad creadas por ella, se aparten las con-sideraciones económicas accesoriasque aún ejercen tan poderosa influen-cia sobre la elección de los esposos. En-tonces el matrimonio ya no tendrá máscausa determinante que la inclinaciónrecíproca.Pero dado que, por su propia natu-

    raleza, el amor sexual es exclusivista–aun cuando en nuestros días ese ex-clusivismo no se realiza nunca plena-mente sino en la mujer–, el matrimo-nio fundado en el amor sexual es, porsu propia naturaleza, monógamo. He-mos visto cuánta razón tenía Bacho-fen cuando consideraba el progresodel matrimonio por grupos al matri-monio por parejas como obra debidasobre todo a la mujer; sólo el paso delmatrimonio sindiásmico a la mono-gamia puede atribuirse al hombre ehistóricamente ha consistido, sobretodo, en rebajar la situación de las mu-jeres y facilitar la infidelidad de loshombres. Por eso, cuando lleguen a des-aparecer las consideraciones económi-cas en virtud de las cuales las mujereshan tenido que aceptar esta infidelidadhabitual de los hombres –la preocupa-ción por su propia existencia y aún máspor el porvenir de los hijos–, la igual-

    dad alcanzada por la mujer, a juzgar portoda nuestra experiencia anterior, in-fluirá mucho más en el sentido de ha-cer monógamos a los hombres que enel de hacer poliandras5 a las mujeres.Pero lo que sin duda alguna desapa-

    recerá de la monogamia son todos loscaracteres que le han impreso las re-laciones de propiedad a las cuales de-be su origen. Estos caracteres son, enprimer término, la preponderancia delhombre y, luego, la indisolubilidad delmatrimonio.La preponderancia del hombre en el

    matrimonio es consecuencia, sencilla-mente, de su preponderancia económi-ca, y desaparecerá por sí sola con ésta.La indisolubilidad del matrimonio

    es consecuencia, en parte, de las con-diciones económicas que engendraronla monogamia y, en parte, una tradi-ción de la época en que, mal compren-dida aún, la vinculación de esas con-diciones económicas con la monogamiafue exagerada por la religión. Actual-mente está deteriorada ya por mil la-dos. Si el matrimonio fundado en elamor es el único moral, sólo puede sermoral el matrimonio donde el amorpersiste. Pero la duración del accesodel amor sexual es muy variable segúnlos individuos, particularmente entrelos hombres; en virtud de ello, cuan-

    5. Se refiere al estado de la mujer casada con dos o más hombres, propio de lassociedades donde todavía impera el hogar doméstico comunista y, con él, elmatriarcado.

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    Cuando nuevas generaciones de hombres y mujeres libres “aparezcan, enviarán alcuerno todo lo que nosotros pensamos que deberían hacer. Se dictarán a sí mismassu propia conducta, y, en consonancia, crearán una opinión pública para juzgar laconducta de cada uno. ¡Y todo quedará hecho!”. Federico Engels

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    do el afecto desaparezca o sea reem-plazado por un nuevo amor apasiona-do, el divorcio será un beneficio lo mis-mo para ambas partes que para lasociedad. Sólo que deberá ahorrarse ala gente el tener que pasar por el ba-rrizal inútil de un pleito de divorcio.Así, pues, lo que podemos conjeturar

    hoy acerca de la regularización de las re-laciones sexuales después de la inminentesupresión de la producción capitalistaes, más que nada, de un orden negati-vo, y queda limitado, principalmente, alo que debe desaparecer. Pero, ¿qué so-brevendrá? Eso se verá cuando haya cre-cido una nueva generación: una gene-ración de hombres que nunca se hayanencontrado en el caso de comprar a cos-ta de dinero, ni con ayuda de ningunaotra fuerza social, el abandono de unamujer; y una generación de mujeres quenunca se hayan visto en el caso de en-tregarse a un hombre en virtud de otrasconsideraciones que las de un amor re-al, ni de rehusar entregarse a su amantepor miedo a las consideraciones econó-micas que ello pueda traerles. Y cuandoesas generaciones aparezcan, enviaránal cuerno todo lo que nosotros pensa-mos que deberían hacer. Se dictarán así mismas su propia conducta, y, en con-sonancia, crearán una opinión públicapara juzgar la conducta de cada uno.¡Y todo quedará hecho!Pero volvamos a Morgan, de quien

    nos hemos alejado mucho. El estudiohistórico de las instituciones sociales

    que se han desarrollado durante el pe-ríodo de la civilización excede de los lí-mites de su libro. Por eso se ocupa muypoco de los destinos de la monogamiadurante este período. También él ve enel desarrollo de la familia monogámi-ca un progreso, una aproximación dela plena igualdad de derechos entre am-bos sexos, sin que estime, no obstante,que ese objetivo se ha conseguido aún. Pero –dice–: “Si se reconoce el he-

    cho de que la familia ha atravesado su-cesivamente por cuatro formas y se en-cuentra en la quinta actualmente, seplantea la cuestión de saber si esta for-ma puede ser duradera en el futuro.Lo único que puede responderse es quedebe progresar a medida que progre-se la sociedad, que debe modificarse amedida que la sociedad se modifique;lo mismo que ha sucedido antes. Es pro-ducto del sistema social y reflejará suestado de cultura. Habiéndose mejo-rado la familia monogámica desde loscomienzos de la civilización, y de unamanera muy notable en los tiempos mo-dernos, lícito es, por lo menos, supo-nerla capaz de seguir perfeccionándo-se hasta que se llegue a la igualdad entrelos dos sexos. Si en un porvenir leja-no, la familia monogámica no llegasea satisfacer las exigencias de la socie-dad, es imposible predecir de qué na-turaleza sería la que le sucediese”. �

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    REVOLUCIONARIO DE LA ARGENTINA

    cuadernos de difusión del marxismo–leninismo–maoísmo

    Ultimos Cuadernos publicados150 Gramsci: Espontaneidad y conciencia / 151 Mao: Temas filosóficos / 152–153: Guevara: Marx y Engels (I y II)/ 154–155: O. Vargas: Los ignorados (I y II) / 156–157 Lenin: Sobre la cooperación (1 y 2) / 158 Marx–Engels:Manifiesto del Partido Comunista / 159 Marx: Crítica al programa de Gotha (1) / 160–161 O. Vargas: Somos elpartido del comunismo (1 y 2) / 162 Marx: Crítica al programa de Gotha (2) / 163 Mao: Las clases en el campo/ 164 Guevara: La transición socialista / 165 Mao: Contra el culto a los libros / 166 Mao: La transiciónsocialista / 167–168 Mao: El frente único (1 y 2) / 169 Engels: Economía Política / 170 Gramsci: La caída de latasa de beneficio / 171 Mao: La unidad del Partido / 172 Myrdal: China: La revolución continuada / 173 Mao:Como tratar los errores / 174 O. Vargas: La lucha de ideas / 175 P.C. de China: Dos caminos en el socialismo /176–177 N. Podvoiski: Lenin y la insurrección / 178 Lenin: Los revolucionarios y los compromisos / 179 PCR: El clasismo revolucionario / 180–181 Lenin: Sobre el sindicalismo (1 y 2) / 182 Mao: Corrijamos las ideas ymétodos erróneos / 183-184-185-186 Lenin: El Estado y la revolución (1, 2, 3 y 4) / 187-188 PCR: El caracter de la revolución (1 y 2) / 189-190 Serge: Sobre la represión (1 y 2) / 191-192 Lenin: Sobre el antiparlamentarismo (1 y 2) / 193-194 PCR: La rebelión agraria (1 y 2) / 195 Guevara: La conciencia revolucionaria / 196-197 Vargas:El marxismo y la revolución argentina / 198-199 Lenin: Los revolucionarios y las elecciones (1 y 2) / 200 Lenin:Los revolucionarios y los pactos electorales / 201 Lenin: Organización sindical y organización revolucionaria / 202-203 Mao: Combatir las frases hechas del Partido (1 y 2) / 204 Engels: El origen de las clases / 205 Engels:El origen del Estado / 206 Mao: Las tareas de la revolución / 207 O. Vargas: Che: un coloso de la revolución / 208 Mao: La reforma agraria y el movimiento de masas / 209-210 O. Vargas: La importancia del movimientocampesino (1 y 2) / 211 Zhou Enlai: Tareas de la revolución china / 212 Zhou Enlai: Protagonistas de larevolución china / 213 Marx: Salario, inflación y crisis / 214 Stefan Zweig: Lenin y el tren sellado / 215 PCR:Crítica del capitalismo dependiente / 216 PCR: El camino de la revolución / 217 O. Vargas: Los aportes de MaoTsetung (1) / 218 O. Vargas: Los aportes de Mao Tsetung (2) / 219 Guevara: Debates sobre economía política /220 Lenin: Biografía de Carlos Marx / 221 Lenin: Biografía de Federico Engels / 222 Krupskaia: Aprendamos de Lenin / 223 Marx: El método de la economía política / 224 Mao/Lenin: Sobre el estudio / 225 Mao: Laconstrucción del Partido Comunista / 226 Mao: Atender las necesidades de las masas / 227 Dimitrov: Sobre losmilitantes / 228 Lenin: Los recolucionarios y las instituciones burguesas / 229 Marx-Engels: Sobre “El capital” /230 PCR: La década kirchnerista / 231 PCR: La línea de hegemonía proletaria / 232 José Díaz: La Españarevolucionaria / 233 Zhou Enlai: Aprender de Mao Zedong / 234 Zhou Enlai: Sobre el nuevo arte y literatura /235 José Díaz: Por la unidad de los obreros / 236 Mao: Las clases en la revolución china / 237 Mao: Sobre la práctica (I) / 238 Mao: Sobre la práctica (II) / 239 Mao: La reforma agraria en China / 240 José Díaz: Laselecciones de 1936 en España / 241 Mao: Sobre los comités del partido / 242 Mao/Lenin: Las mujeres y larevolución / 243 Mao: Sobre el partido / 244-245-246 Lenin: El imperialismo (1, 2 y 3) / 247 Mao: Contra elsubjetivismo / 248 Mao: Contra el sectarismo / 249 Lenin: Sobre el partido / 250 Mao: Investigaciones rurales /251 Mariátegui: la cuestión indígena / 252 Marx–Engels: La propiedad burguesa / 253 Lenin: Tesis de abril /254 Lenin: El marxismo y la insurrección / 255 Recabarren: La Rusia obrera y campesina / 256 Mao/Lenin:La Juventud / 257 Mella: Mensaje a los estudiantes /

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