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100 P ENDVLO XXIII Lectura crítica del cartel de Toros en la historia reciente de Málaga Miguel Díaz Casado de Amezúa

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Lectura crítica del cartel de Toros en la historia reciente

de Málaga

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Vivimos tiempos globales en los que una fritanga de

bollería industrial sabe exactamente igual en la Ciu-

dad del Paraíso que a cinco mil kilómetros de ella.

Somos espectadores de un gran teatro interna-

cional en el que se prefi eren las tradiciones impor-

tadas (yo opto por los Huesos de Santo a Hallowen)

encontrándonos inmersos en un ciclo de negación

de lo autóctono ya que parece que defenderlo es ser

chovinista o, lo que es peor, inculto. Nada es mejor,

nada es peor: cada tradición es propia de cada país

y eso le signifi ca de los demás.

Con esto quiero reivindicar la España de pan-

dereta y castañuela desprendida de todo estigma de

analfabetismo, y romper la idea que lo ajeno es mejor

que lo propio ya que por todos es conocido que las

marcas “España” y “Andalucía” levantan pasiones

allá donde vayan. Independientemente del debate

toros sí o toros no, no se puede negar que una de las

manifestaciones culturales con más arraigo de este

país son las corridas de toros. Y esto ocurre por dos

razones muy sencillas de comprender.

Primera, el toreo a pie proviene del pueblo y

mientras sea así, perdurará; y segunda, la Fiesta es

pura verdad, no hay teatro: vida y muerte unidas y

enfrentadas entre sí, el toro y el torero, la fuerza y la

inteligencia.

Andalucía es tierra de toros. Como escribe el

Maestro Antonio Gala en su libro Andaluz: “en

España hay una trinidad —el toro, el torero y la

muerte— que, querámoslo o no, nos signifi ca”. Por lo

tanto, la Tauromaquia nos estigmatiza hasta tal punto

que muchos de nosotros siendo pequeños hemos

jugado, y seguimos haciéndolo de mayores, al toro.

A los afi cionados nos preocupa todo lo que

acontezca alrededor de la Fiesta de tal forma que

sentimos la necesidad de salir en su defensa cuando

vemos que está siendo arremetida continuamente

con realidades muy a medias e interesadas desde

los medios de comunicación no especializados. Sólo

pedimos que se nos respete tal y como hacemos los

taurinos con quienes no lo son. Por esto he seleccio-

nado la foto que encabeza esta refl exión.

Para comenzar esta aportación a la Tauroma-

quia haremos con un breve recuerdo del toro bravo,

razón de nuestra tradición y devoción.

El uro se conocía en toda Europa hasta tal punto

que tenía una gran relevancia e importancia social.

Ya en tiempos de asirios y persas (mil años antes de

Cristo) se realizaban cacerías de toros. Así encon-

Lectura crítica del cartel de Toros en la historia reciente de Málaga / Miguel Díaz Casado de Amezúa / p. 100-119

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tramos símbolos como este bronce cretense, datado

entre 1700 y 1450 antes de Cristo, que representa

el hombre saltando al toro, probablemente durante

una ceremonia religiosa según se recoge en el deta-

lle explicativo de The National Gallery en Londres.

Desde estonces hasta la actualidad la evolución

temporal y genética ha favorecido de tal forma a la

raza que la ha transformado en la de toro bravo de

lidia, la que conocemos hoy día y es necesaria para

comprender los distintos conceptos del toreo: el

moderno sumamente artista del gran Morante, la

maestría de Manolete o la valentía y torería de Padilla.

Para ello es trascendental recordar dos momen-

tos históricos:

Primero, aparición de las normas de la lidia: se

datan las primeras reglas escritas de la lidia del toro

bravo a mediados del siglo XIII estando recogidas

en las Siete Partidas y en las que la brega se reali-

zaba por nobles a caballo quienes lo hacían, princi-

palmente, como entretenimiento y ejercicio militar

gracias a la agresividad del animal.

A mediados del siglo XVIII se profesionaliza el

toreo a pie. Pedro Romero en Ronda, Pepe-Hillo en

Sevilla y las “Reglas” de Paquiro de 1836 son esen-

ciales para comprender que el toro bravo de lidia es

más que un animal: es el animal por excelencia.

Segundo momento a destacar: la cabaña brava

y sus castas fundacionales. Cinco son las castas

en las cuales se basa el toro actual (Jijona, Nava-

rra, Cabrera, Vazqueña y Vistahermosa) que sur-

gen del proceso de selección del toro durante siglos

para ir acomodando la fi ereza y su agresividad (de

todos es conocido que este animal servía también

como guardián de fi ncas y así evitar robos de cose-

chas) a la bravura necesaria para realizar el toreo a

pie actual. De estos cinco troncos salen numerosas

ramas con la diversidad de ganaderías de bravo que

existen actualmente.

Pues bien, todo lo concerniente a lo largo de

la historia sobre este magnífi co, exclusivo y único

animal es motivo de estudio y curiosidad. El traje

de torear, los diferentes reglamentos, las tradiciones

y un largo etcétera en que el también tienen cabida

los carteles de toros: desde las simples voces de un

pregonero en tiempos remotos a auténticas obras

de arte las cuales sirven para anunciar el evento que

se va a producir. El primer cartel conocido es de

Sevilla datado en 1762, le seguirían las viñetas hasta

la aparición del fotograbado a fi nal del siglo XIX y,

en la actualidad, la impresión digital que permite la

mecanización impersonalizada de los anuncios, el

clásico “corta y pega” que banaliza el rito.

Si analizamos los carteles veremos que no fal-

tan los datos básicos y lógicos (plaza, fecha, gana-

dería y matadores) pudiéndose ampliar con los de

las cuadrillas, picadores, orígenes de los actuantes,

precios de localidades, normas de comportamiento,

fotografía vs dibujo artístico y una gran variabilidad

de circunstancias que el observarlos supone una

delicia ya que marcan costumbres de la época: efec-

tivamente son testigos sociales. Además, con el paso

del tiempo la cabaña brava ha ido evolucionando

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conforme al gusto del público y, sobre todo, del

torero pasando del toro agresivo inicial a la dualidad

público torista o torerista de los ochenta fi nalizando

en el actual toro artista, sin olvidarnos del raquí-

tico de la posguerra y todo ello totalmente infl uen-

ciado desde fi nales del siglo XIX por Joselito quien

perpetuó la exigencia, más que disposición, de los

maestros de escoger el tipo de toro a lidiar según

su origen, gusto y posibilidades de éxito dejando el

resto de ganaderías para aquellos toreros de menor

nivel o menos solicitados por el público.

Para contribuir al conocimiento de la Fiesta voy

a presentarles un recuerdo crítico de la evolución del

cartel de toros en la historia actual de la provincia de

Málaga en el cual podrán observar las infl uencias

sociales, artísticas y económicas en las décadas corres-

pondientes y es que la visualización de esta publicación

taurina se puede realizar de dos formas complementa-

rias: como mero documento informativo y publicita-

rio y/o como elemento artístico y cultural.

De los más tradicionales que encontramos, y

se repetirá a lo largo de todos los años, es el anun-

ciador de la Goyesca de Ronda, corrida especial y

elitista donde las haya al ser descrita en reiteradas

ocasiones con el tópico de ser la ciudad “cuna del

toreo y de los toreros machos”. Siempre relacionada

con las fi estas locales de Pedro Romero, la emisión

de proclamas carteles se realiza en papel y tejidos,

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siempre con exquisito cuidado para dar

más realce, si cabe, al evento.

Además de los datos fundamentales,

en ellos se refl ejan los detalles que, por des-

gracia, se están perdiendo: nombres y divi-

sas de los toros, nombres de picadores y

cuadrillas, precio de las localidades y nor-

mas de comportamiento de obligado cum-

plimiento por el público.

En otro orden ya se realizan octavillas

dedicadas a atraer el turismo que empezaba

a resultar motor de la economía. De hecho

se presentaban carteles exclusivamente en

inglés, con errata incluida (“youn”), en los

cuales la fi nca se traducía como “ranch” y

los picadores “picadors”. Con cuadrillas

y banderilleros no se atrevieron y para los

cuales el lector puede dar rienda suelta a su

imaginación aunque más adelante lo des-

cubriremos.

En la década de los 60 existe una con-

solidación turística. En tiempos en que

era inalcanzable la televisión para toda la

población, los eventos para divertimento

seguían siendo el fútbol y los toros. Con

la frase destacada de “entradas especiales

para niños menores de ocho años y mili-

tares” el empresario se aseguraba un lleno

de localidades para ver a la fi gura de turno,

refl ejo de un pueblo necesitado de mitos, y

que además serviría como enganche para

espectáculos futuros. Cierta envidia sana al

observar en él que se podía asistir al des-

encajonamiento de las reses, hecho vetado

hoy día en numerosas plazas y que tiene

gran interés para el afi cionado.

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Un debate abierto actualmente es

el de la edad de acceso al espectáculo

taurino. En la década que nos ocupa

se solventa con gran diligencia: “los

niños que no sean de pecho pagarán

la entrada” , siendo precio especial

de la misma para ”señoras, militares

sin graduación y niños con pantalón

corto” lo cual nos hace pensar cuán

era el poder adquisitivo de estos gru-

pos sociales.

La plaza de toros de Marbella se

inauguró en las Fiestas de San Ber-

nabé el 11 de Junio de 1964. Para ello

se confeccionó un cartel en el cual des-

tacaban los retratos de los actuantes,

los dos primeros más veteranos con

un aire de dandy casposo de película

americana de la época y el tercero de

turno, el más joven, El Cordobés con

su amplia sonrisa espejo de la tragi-

comedia política, social y económica

española del momento en la cual,

recordemos, no existía la clase media.

El precio de la corrida inaugural

supuso 800 ptas. Un sueldo en aquellos

tiempos que muy pocos se lo podían

permitir. De ahí que existieran los

espontáneos, como el propio Manuel

Benítez, quienes buscaban la oportuni-

dad de librarse del hambre a pesar de

que su osadía les podía costar la cogida

o 500 ptas y la imposibilidad de asistir a

un espectáculo en el plazo de dos años

por Reglamento vigente. De ahí la céle-

bre frase ¡más cornadas da el hambre!

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Detalle del texto del cartel de la corrida inaugural de la plaza de Marbella

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En este cartel también se refl eja, como en

años anteriores, las normas de cumplimiento para

los espectadores y publicadas en el BOE de 23 de

Marzo de 1962: “no se dan contraseñas de salida”,

para volver a entrar se sobreentiende y colar algún

conocido sin posibles, práctica muy extendida y

aún no resuelta.

La Feria de Málaga se proclamó en 1970 con un

pase por la espalda a tinta sobre tela y en el cual se

anuncian las famosas bodegas Quitapenas, proba-

blemente patrocinadores de la emisión del mismo.

En otras fechas veríamos la también celebérrima

¡“Cerveza Victoria, malagueña y exquisita!”

En los años 70 ya se ha construido Puerto

Banús y la Plaza de Marbella, denominada “Nueva

Andalucía”, hace anunciar sus eventos en trilingüe:

castellano, inglés y francés lo que signifi ca que el

espectáculo taurino seguía siendo un estímulo a la

economía local y nacional . Plazas de toros de pue-

blo como Mijas programaban espectáculos al efecto.

En carteles de este período se atreven a traducir el

concepto de cuadrilla y subalterno a “assistant bull-

fi gther” pero lo que resulta llamativo es que no se

traducen las “NOTAS” de interés para el público (

al ser relativas a las ordenanzas del festejo) entre las

que se recoge que “queda terminantemente prohi-

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bido a los espectadores proferir insultos o palabras

que ofendan la moral…” de los lidiadores; luego

abuchear a un torero cuando el respetable estima

que no ha estado a la altura exigible de valentía y

arte viene de muy lejos.

Quisiera destacar un cartel que hoy día tiene

especial relevancia. Se trata del debut con pica-

dores en 1976 de “la srta. de Vélez Mari Fortes”.

Esta mujer fue de las primeras en osar entrar en el

exclusivo mundo taurino de “hombres”. Pues bien

esta torera es la madre del reciente matador Saúl

Jiménez Fortes. Podemos entonces extraer esta

refl exión: ¿el torero se hace o se nace? La adqui-

sición de entradas se podía hacer por teléfono (el

500.009) o bien directamente en un bar, práctica

ésta bastante habitual.

Pero no hay nada como la majestuosidad de

Ronda. En la corrida Goyesca del año 1972 actua-

ron Bienvenida, Dominguín y Ordoñez presenta-

dos en un cartel de sobria factura con ribetes y

colores al estilo del traje goyesco, la presencia en

imágenes de Pedro Romero y del Maestro de Ronda

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a quien se le impondría la Gran Cruz de Bene-

fi cencia de manos del Sr. Utrera, Subsecretario

de Trabajo. Ordoñez, descrito presuntuosamente

en este cartel como “el mejor torero del mundo”

(con permiso de Belmonte, Joselito, Manolete, El

Viti…) y toreó su única tarde de dicho año en esta

corrida, cuyos emolumentos fueron a varias insti-

tuciones de benefi cencia.

A lo largo de los años 80, Manolo Ortiz, Pepe

Ortiz, Curro Álvarez y el Maestro Miguel Márquez

establecieron una forma personal en la lidia del toro

bravo que infl uyó a partir de entonces en la brega

del toro bravo en los años venideros. Este “equipo”

recorrió numerosas plazas dejando su buen hacer

y sabor allá donde fueron. De ahí salió este cartel,

retrato y folclore resumidos en él. Fue la reconocida

“Cuadrilla del arte”. En la década posterior tiene

lugar el máximo apogeo de los cambios en el con-

cepto del toreo, lo cual repercute en toda la Fiesta.

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Se habla del toreo más profesional frente al arte, más

técnico frente al duende. Toreo de valentía y maes-

tría de Ruiz Miguel, por ejemplo. Se ponen de moda

dos tipos de festejos claramente diferenciados: los de

toreros técnicos, entre los que estaban los carteles de

toreros-banderilleros, frente a los artistas.

El público se decanta por los primeros quedando

los artistas para un grupo selecto de incondicionales

y fervorosos afi cionados siendo relegados a carteles

conocidos como “de Arte o Gitanos”. Para aludir a

los “técnicos” elijo uno muy frío de la corrida con-

curso de Ronda de 1990 (lo cual demuestra que en

esta ciudad en su historia reciente existieron corridas

fuera de la tradicional goyesca) en el que se anuncia

Roberto Domínguez, gran torero que puso de moda

el descabello del animal casi como una suerte frente

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al acoso al mismo. Solo ante el toro, genufl exo, lim-

pio y certero, desterró de las plazas el espectáculo

del fallo al apuntillar al toro, bochornoso e indigno

para todos. A destacar para bien el apelativo con que

se proclamaba que este tipo de festejo era “sólo para

afi cionados”. Teóricamente tendrían que abstenerse

desapegados, ignorantes y otros colectivos ya que

esto signifi caba explícitamente que, en defi nitiva, no

iban a comprender nada: pasaríamos de ver el espec-

táculo procaz de masas, como el “salto de la rana”

de años anteriores, a la maestría de la Tauromaquia.

Para signifi car a los artistas elijo un cartel de Curro,

Paula y Pepe Luis Martín, de confección más cer-

cana a las musas y el duende aunque para disfrutar

de las mismas hubiese que asistir a muchas corri-

das sin ápice de esperanza, aunque siempre quedaba

la duda de que si la inspiración rondaba esa tarde

la plaza posiblemente podría vivirse un faenón o el

regusto eterno de una media verónica de cualquiera

de ellos ya que con ella se justifi caba el precio de la

localidad. Moraleja: no es igual torear en la plaza que

hacer la faena campera.

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Un joven novillero malagueño llamado Juan

Ramón Romero, hijo de Juan también torero de

Málaga, actúa en la Feria de Málaga de 1983; obsér-

vese el detalle que se realiza en fechas distintas a

la que se celebra actualmente. Muchos años más

tarde, en Atarfe tomaría la alternativa de manos del

Maestro Ponce y Manzanares de testigo.

Mención especial es la alternativa de un bar-

bilampiño Joselito, recalcándose en el aviso “de 16

años de edad y triunfador en Las Ventas” lo cual

era un sello de garantía para el afi cionado que-

dando demostrado por su gallardía y mando en los

años posteriores, de hecho ha recibido la medalla a

las Bellas Artes recientemente.

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Otra situación que se ha venido repitiendo en las

diferentes décadas es el perfi l solidario de los tore-

ros: jugarse la vida ante el toro donando el dinero

bien merece un reconocimiento. Para ello expongo

la publicación del muy querido en Málaga Capea,

el padre. Llama la atención porque dicho modelo

se repetiría para este tipo de eventos y sólo cambia-

rían la imagen del actuante, como por ejemplo la del

malogrado Julio Robles.

Qué importancia tiene las Escuelas Taurinas

para el conocimiento y desarrollo del toreo. En

Málaga existe como tal y cabe mención una octavi-

lla de la misma que invita a asistir a la exhibición de

sus alumnos en la que están retratados, entre otros,

unos jovencísimos Javier Conde y Ricardo Ortiz,

éste hijo de Manolo Ortiz banderillero de la men-

cionada previamente “cuadrilla del arte”. Si nos

interesamos por los subalternos vemos que actúa

como tal la hoy torera de la tierra Mary Paz Vega.

Un nexo común actualmente en los anuncios es

la triste frase resumen: “acompañados de sus cuadri-

llas de picadores y banderilleros” con lo cual queda-

ban relegados a segundo plano el resto de actuantes

pero quienes son también fundamentales en la lidia

del toro bravo. Este hecho conlleva una llamada de

atención. El afi cionado a la Tauromaquia es sensible,

tanto que es capaz de notar cualquier gesto o com-

portamiento que ocurra en la plaza y darle explica-

ción, incluso sin reglas escritas. Pero la masa va a ver

toros y poco le importa lo demás. Para ejemplo, un

botón. Pocos de los asistentes sabían que el brindis

de Manzanares —hijo— a su subalterno Juan José

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Trujillo este 15 de agosto pasado fue porque éste

celebraba su alternativa como torero aunque pos-

teriormente, por menor suerte, tuvo que pasar a

hombre de plata en donde está cosechando grandes

triunfos. ¿Y por qué ocurre esto? Muy sencillo, por-

que por desgracia se ha perdido la labor divulgativa

y cultural del cartel de toros de antaño, la cual quiero

reivindicar con este escrito. En él se anunciaba prác-

ticamente todo. En su descargo decir que en la Feria

de Málaga y en otras corridas notables se vienen edi-

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tando y regalando unos programas de mano muy

interesantes para el afi cionado y para los que deseen

serlo en el que se recogen reseñas y noticias del fes-

tejo que se va a presenciar: cultura.

En los últimos tiempos asistimos a otro elemento

pernicioso: el fenómeno clenex. Se impone el pañuelo

de papel frente al de tela. En Málaga se llegaron a pedir

las orejas del triunfo a voz en cuello, en tiempos de la

Feria del Chanquete que, afortunadamente, erradicó el

equipo gubernativo de La Malagueta con D. José Luis

Fernández Torres a la cabeza, dejándose a un lado el

bamboleo del tradicional sonador. Aparte de la emi-

sión del cartel ofi cial se suele proporcionar un pañuelo

recordatorio del festejo o de la Feria con una letanía en

sus cantos (“con este pañuelo pida la oreja”) aunque

carecen de los tejidos y terminaciones de hace tiempo.

En todos estos años se produce una revolución

con competitivas estadísticas periodísticas de ver qué

toreros superan el centenar de corridas por año: canti-

dad por calidad, balanza desequilibrada; muchos son

los que están en las preferencias de los públicos pero

falta el símbolo. Pasan años sin que el pueblo tenga un

espejo. De Espartaco al fenómeno de la exclusividad

de José Tomás quien consigue que sea un aconteci-

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miento especial cada vez que torea. Es absolutamente

tan único como su tauromaquia, la cual arrastra fi eles

allá donde va. En consonancia, se anuncia con car-

teles encargados a grandes pintores, creadores que

con su arte dan un fuerte aldabonazo en la defensa

de la Fiesta. Es puro símbolo, tanto él como su toreo:

fuente y caudal de pasiones bravas. Único es el torero

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y única su idiosincrasia. Es la simbiosis perfecta ele-

vando el nivel de ambos, cartel y torero, por encima

del resto de los mortales: del pase de lidia rutinario

volvemos al toreo en su esencia más pura. Se cie-

rra el círculo espiritual: vuelve el mito extático, ese

que es necesario para el pueblo y que lo encumbra

en el limbo de los dioses elevando emociones enar-

decidas a su paso. Dicen que José Tomás es el torero

de los intelectuales, refl ejo del momento histórico del

que forma parte y pasa de ser hombre terrenal a otra

dimensión superior: incontestable necesidad de su

existencia para comprender que la pasión del toreo

es, nuevamente, vida y muerte lo cual ocurre irrepeti-

blemente en un solo momento, real pero eterno, en la

memoria de un afi cionado hasta tal punto que el sim-

ple recuerdo del mismo hace afl orar la emoción como

si estuviera sucediendo en ese mismo instante. Es, en

defi nitiva, el Arte del Toreo.

Dicha situación redunda igualmente con Caye-

tano en Ronda. Para presentar el movimiento social

y taurino de esta ciudad en los últimos años se

escogen carteles elegantes y con pinturas que nada

tienen que ver con los dibujos de grandes pases tau-

rinos sino más bien con simbología para represen-

tar a la Fiesta quedando patente que ésta evoluciona

sin perder un ápice de rito y tradición.

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Con todo lo expuesto quisiera justifi car que

debemos ser capaces de mantener nuestras tradicio-

nes y mejorarlas, siendo este homenaje para todos los

que colaboran en la confección de un cartel taurino

ya que con su contribución ayudan a la difusión de

la Fiesta, bajo el respeto más absoluto. Que actuales

y futuras generaciones comprendan que, ante todo,

el torero y el afi cionado respetamos al toro y por esto

no se debe permitir una trivialización de la Tauroma-

quia porque es única. Debemos volver a señalar cos-

tumbres centenarias en los carteles ya que, también,

son el medio de conocimiento y evaluación social,

económica y costumbrista del pueblo. Debemos

volver a recoger notas tan simpáticas como obvias

porque son vehículos de instrucción (por ejemplo

la que recuerda que “está prohibido lanzar objetos

al ruedo” ya que los extranjeros, y otros que no lo

son, creen que es tradicional arrojar almohadillas

al albero al fi nalizar el festejo) del público o aquella

de que “una banda de música amenizará el espec-

táculo”. Un festejo taurino es un caudal de sensa-

ciones: color, música, emoción, contraste, miedo,

alegría… tanto como su cartel anunciador. Sólo así

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es posible la magia del pase perfecto “ de cartel”, de

escuchar en la plaza al espectador impaciente que

tras el primer tanteo del matador de turno espeta

“música maestro” y le responda otro desde el ten-

dido contrario “pues cómprate una radio”, de sentir

el vuelo de los vencejos con la música del silencio o

del vendedor ambulante del tendido uno, sí aquel

que se jactaba de saber inglés cuando anunciaba

sus productos en la canasta de mimbre: “¡ay! ¡Llevo

er schócola, el purillo, er tabaco, er cacahué y las

pipas!” obviando el aspecto peyorativo del mismo.

Años de tradición.

Y el origen de todo esto es el enigmático toro

bravo de lidia, el único animal salvaje al que se le

permite defender su vida ante un jurado popular y

si es bravo, con lo que esta palabra en toda su exten-

sión signifi ca, vuelve al campo para padrear.

El toro es mimado durante su existencia, en

extensiones de campo para él que, si no estuvie-

ran vírgenes, a saber de cuántos ladrillos estaría

cubierta. Hemos sabido proteger y mejorar esta

especie nuestra durante siglos. Custodiémosla.

Los carteles que se reproducen pertenecen

a la colección del autor del artículo.

Los dibujos taurinos son obra de

Dª. Pilar García Millán, a la que

agradecemos muy sinceramente el

habernos permitido su reproducción.