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El profesor y los medios informativos en una clase no directiva. EL PROFESOR Y LOS MEDIOS INFORMATIVOS EN UNA CLASE NO- DIRECTIVA Nuestra pedagogía está fundada en esta verdad de base: La superioridad del aprendizaje sobre la enseñanza. Se conoce el adagio rogeriano: <<la enseñanza mata el aprendizaje>> Hay que comprenderlo bien. El maestro es en su clase el agente principal de un cierto número de informaciones. Sabe cosas que los alumnos no saben y recibe de hecho un status de <<experto>>. Podrá aportar al alumno su saber bajo forma de exposiciones magistrales más didácticas.... pero al tener la administración de un saber en la clase transformada en auditorio, interviene un nuevo factor: el hecho capital de una pregunta que devuelva la iniciativa al grupo así como el control. La cuestión esencial que plantea la afirmación de Rogers es la siguiente: ¿Cómo provocar la iniciación de si en los alumnos, sin la cual toda información corre el riesgo de ser un parásito? ¿Hay que suprimir la lección magistral? C on frecuencia pasamos rápidamente sobre la falsa oposición entre no-directivo y didáctico: ser no-directivo no quiere decir <<no hacer nada>> Hemos visto anteriormente lo simple que sería delimitar el problema a esta ecuación. Cierto, la actitud no-directiva excluye una cierta forma de didactismo. Insistiremos sobre este punto, que no debe tener dificultad para nuestros lectores. La primera conversación del maestro pasa por <<las vías del silencio>> y la tentación de <<hablar sobre>> es siempre amenazante. Al comparar no-directividad y no-didactismo es el rol de alguna forma expectativo del profesor, lo que se quiere justamente señalar. Pero cuando la cuestión se formula en

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 El profesor y los medios informativos en una clase no directiva.

 

EL PROFESOR Y LOS MEDIOS INFORMATIVOS EN UNA CLASE NO-DIRECTIVA

Nuestra pedagogía está fundada en esta verdad de base: La superioridad del aprendizaje sobre la enseñanza. Se conoce el adagio rogeriano: <<la enseñanza mata el aprendizaje>> Hay que comprenderlo bien. El maestro es en su clase el agente principal de un cierto número de informaciones. Sabe cosas que los alumnos no saben y recibe de hecho un status de <<experto>>. Podrá aportar al alumno su saber bajo forma de exposiciones magistrales más didácticas.... pero al tener la administración de un saber en la clase transformada en auditorio, interviene un nuevo factor: el hecho capital de una pregunta que devuelva la iniciativa al grupo así como el control. La cuestión esencial que plantea la afirmación de Rogers es la siguiente: ¿Cómo provocar la iniciación de si en los alumnos, sin la cual toda información corre el riesgo de ser un parásito?

  

¿Hay que suprimir la lección magistral?

 

Con frecuencia pasamos rápidamente sobre la falsa oposición entre no-directivo y didáctico: ser no-directivo no quiere decir <<no hacer nada>> Hemos visto anteriormente lo simple que sería delimitar el problema a esta ecuación. Cierto, la actitud no-directiva excluye una cierta forma de didactismo. Insistiremos sobre este punto, que no debe tener dificultad para nuestros lectores. La primera conversación del maestro pasa por <<las vías del silencio>> y la tentación de <<hablar sobre>> es siempre amenazante.

 

Al comparar no-directividad y no-didactismo es el rol de alguna forma expectativo del profesor, lo que se quiere justamente señalar. Pero cuando la cuestión se formula en condiciones sanas que no conducen a la alienación del grupo, hemos demostrado cómo una actitud verdaderamente no-directiva conduce al profesor a proporcionar, de la mejor forma, las informaciones de las cuales, en el seno del grupo, es el principal experto. Es una vergüenza mal entendida para un profesor el saber sobre algunas cuestiones precisas menos que sus alumnos (la situación no-directiva mostrará aveces esta aparente inferioridad). Pero sería irrealista y, por ello, antipedagógico que un profesor tuviera el <<complejo>> de saber habitualmente más que ellos.

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La ambivalencia del estatuto de experto.

 

La eficacia de la aportación profesoral dependerá sobre todo de que

el profesor se niegue a sacar provecho de su condición de experto principal para establecer su prestigio. Los estudios de los treinta últimos años en psicología social han puesto de manifiesto que, tanto en los grupos restringidos como en los más vastos, junto a los líderes (cuyo status y cuyo papel en la dinámica de los grupos son hoy día bien conocidos) existe otra categoría de personajes, cuya presencia tiene un peso considerable en la evolución de las relaciones dentro de un grupo: la categoría de <<expertos>> Las observaciones directas y las experiencias de laboratorio han demostrado la profunda ambivalencia del status de experto dentro del grupo. Estas constataciones científicamente establecidas corroboran, por otra parte, las simples observaciones del buen sentido.

 

En cualquier agrupo humano dedicado a una tarea particular quien está informado sobre los datos del problema o sobre los elementos de su solución se convierte en objeto de atracción para los otros miembros. En términos de Psicología social se dirá que este personaje goza de un status <<de prestigio>> Tenemos un ejemplo clásico de las sesiones de <<grupos de diagnóstico>>: cuando, tras las mutuas presentaciones, el grupo descubre entre sus miembros a un psiquiatra o a un psicoterapeuta, por ejemplo, se solicita con frecuencia a este último para que dé su parecer, desde el comienzo, sobre el interés de la operación y para que diagnostique el estado del grupo. Si accede a esta solicitud, el grupo tomará por una parte cierta seguridad en cuanto a la ejecución de la tarea, pero, por otra parte, el conjunto de su dinámica se hallará bajo la dependencia de este personaje y de la solución que él aporte. Más tarde volveremos sobre este tema tan importante de la seguridad. En el curso de la evolución, esta dependencia puede transformarse en una verdadera sujeción del grupo al hombre <<providencial>> cuya experiencia o cuyo saber han permitido poner en marcha la tarea. Entonces es cuando puede manifestarse, respecto al <<experto>>, el resentimiento que constituye el segundo término de la ambivalencia.

 

Volviendo a la relación maestro-alumno, nos contentaremos con recordar que ningún profesor deberá perder jamás de vista la ambigüedad de su status dentro del grupo humano que es la clase. Incluso cuando abandona en manos del grupo, colocado en régimen de autodirección, el leadership y las funciones que le son propias, no por ello quedarán, sin embargo, eliminadas las ocasiones de conflictos. Puesto que el profesor debe hacer honor a su <<status de experto>> en el grupo.

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Además de inevitable, el conflicto es también, en cierto sentido, deseable, a condición de ser objeto de una serena elucidación por parte de los interesados. Como ya lo hicimos notar, el profesor es el profesor. No tiene por qué desempeñar otro papel que éste. La solución de las dificultades psicológicas derivadas de su superioridad en el plano del saber dependerá esencialmente de esta congruencia de la persona con el personaje que mantendrá al profesor a igual distancia de la voluntad de poder, de la farsa y del <<complejo de inferioridad>>.

 

La Enseñanza ocasional.

 

El profesor dispone de muchos medios para poner su saber a

disposición del Grupo que lo solicita. Ya dimos un ejemplo de enseñanza ocasional. En el régimen no-directivo, donde la confección de los programas y la elección de los temas dependen en gran parte de la decisión de los alumnos, el profesor se verá obligado a multiplicar este tipo de intervención.

 

Una vez liberado el personaje omnisciente del <<profesor que por defender su prestigio nunca podrá quedar mal>>, el maestro podrá solicitar del grupo el plazo necesario para la verificación de un hecho histórico o para la preparación de una cuestión muy especial: lo alumnos comprenderá perfectamente, y sin tratar de sacar provecho, que el profesor no sea una máquina automática de responder a cualquier cuestión. Este método mostrará a los alumnos que la calificación profesional de un profesor no ha de hacerse según el tipo de erudición ilustrado por jeu des mille francs o por l'Homme du XX siecle. Hay que añadir que como todo profesor conocedor de su oficio entrará en esta forma de trabajar, a primera vista incoherente y arriesgada, pero que será esta la mejor ocasión de llevar a cabo el ideal mismo de su función pedagógica: pensar en voz alta para los demás, improvisar manteniendo el rigor de la argumentación y hacer prueba de un uso inteligente, ingenioso y coordenado del saber; a esto se llama <<ser maestro>>, indiscutiblemente.

 

El Curso.

 

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A petición del grupo, el profesor se verá obligado a preparar un

verdadero curso, que podrá extenderse a un número relativamente importante de horas. Desde el momento en que sea respetada la iniciativa del grupo y se eluciden las motivaciones reales de la demanda, el profesor no-directivo, no tiene ninguna razón para negarse a la petición de los alumnos. Dará, pues, su curso.

 

La única condición es que no pierda de vista que el curso no es nunca un fin en sí mismo y mucho menos un ídolo al que haya que sacrificar todo, sino sólo un instrumento de trabajo común, entre otros muchos posibles.

Después de analizar la lectura correspondiente:

1)Rescate 5 ideas principales de la lectura anterior. Puede retomar los mapas mentales, mapas conceptuales, cuadro sinóptico.

2)Prepara una clase NO DIRECTIVA en la que se usen los medios informativos y electrónicos. Si no está frente a grupo puede solicitar ayuda algún maestro para la elaboración del proyecto de clase.

Aspectos a evaluar:

1.-El rescate e interpretación de las ideas más importantes del autor.

2.- La originalidad del proyecto de evaluación y la aplicación de lo rescatado de la lectura.

Calificación máxima 5 puntos. ver rúbricas.