Elisa Ruiz Garcia - Las Prácticas de Lectura de Una Reina - Isabel I de Castilla

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  Las prácticas de lectura de una reina: Isabel I de Castilla Elisa Ruiz García Universidad Complutense Un intento de reconstrucción de los libros leídos por la Reina Católica tiene necesariamente que contemplar las condiciones circunstantes: su desarrollo vital en Castilla durante la segunda mitad del Cuatrocientos, su condición femenina, y su estatuto privilegiado de infanta y, luego, de reina, tres parámetros ineludibles a la hora de enjuiciar su actividad en este campo. Por otra parte, la captación de un mensaje escrito es una operación compleja que puede ser realizada de diversas maneras. En consecuencia, la valoración de las prácticas de lectura de un individuo se deberá establecer en función de las formas ejercitadas por él en lo que se refiere al contenido y al modo de ejecución. 1. La educación de la Reina La primera infancia de doña Isabel transcurrió en la villa de Arévalo, donde habitó hasta el año 1461, fecha en la que fue trasladada a la corte de Enrique IV. Por tanto, en aquel lugar debió de recibir la instrucción elemental al uso, consistente en unas nociones de doctrina cristiana, el conocimiento de las letras y los rudimentos de su trazado, amén de la forma de descodificación, dada su condición femenina y su linaje 1 . No existe documentación que acredite los primeros pasos de la futura reina en el mundo del saber, pero cuando dejó Arévalo tenía diez años, edad más que suficiente para que ya dominase las técnicas de la lectura y de la escritura 2 . La falta de otros testimonios sobre la educación recibida nos impide conocer cuál fue el alcance de su formación. Se suele esgrimir el conocimiento del latín gracias a un aprendizaje tardío. El conocido pasaje de Hernando de Pulgar, incluido en una carta dirigida a doña Isabel, es empleado como argumento contundente, amén de otras alusiones al mismo tema 3 . Las palabras del cronista confirman un propósito de la soberana en tal sentido, pero no prueban que el intento culminase con el dominio de la lengua de Cicerón. Es más, el encargo de traducciones de textos de su interés -entre otras razones- me inclina a pensar que poseyó tan sólo unos rudimentos del idioma hegemónico en el campo de la cultura. El hecho de que estuviese en la corte de su hermano de padre desde los diez años y su condición de infanta, que no de princesa, refuerzan la hipótesis de que no recibiese una educación sólida en

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Relación de las lecturas que hacía Isabel La Católica.

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  • Las prcticas de lectura de una reina: Isabel I de Castilla

    Elisa Ruiz Garca

    Universidad Complutense

    Un intento de reconstruccin de los libros ledos por la Reina Catlica tiene necesariamente que contemplar las condiciones circunstantes: su desarrollo vital en Castilla durante la segunda mitad del Cuatrocientos, su condicin femenina, y su estatuto privilegiado de infanta y, luego, de reina, tres parmetros ineludibles a la hora de enjuiciar su actividad en este campo.

    Por otra parte, la captacin de un mensaje escrito es una operacin compleja que puede ser realizada de diversas maneras. En consecuencia, la valoracin de las prcticas de lectura de un individuo se deber establecer en funcin de las formas ejercitadas por l en lo que se refiere al contenido y al modo de ejecucin.

    1. La educacin de la Reina La primera infancia de doa Isabel transcurri en la villa de Arvalo, donde habit hasta

    el ao 1461, fecha en la que fue trasladada a la corte de Enrique IV. Por tanto, en aquel lugar debi de recibir la instruccin elemental al uso, consistente en unas nociones de doctrina cristiana, el conocimiento de las letras y los rudimentos de su trazado, amn de la forma de descodificacin, dada su condicin femenina y su linaje1. No existe documentacin que acredite los primeros pasos de la futura reina en el mundo del saber, pero cuando dej Arvalo tena diez aos, edad ms que suficiente para que ya dominase las tcnicas de la lectura y de la escritura2.

    La falta de otros testimonios sobre la educacin recibida nos impide conocer cul fue el alcance de su formacin. Se suele esgrimir el conocimiento del latn gracias a un aprendizaje tardo. El conocido pasaje de Hernando de Pulgar, incluido en una carta dirigida a doa Isabel, es empleado como argumento contundente, amn de otras alusiones al mismo tema3. Las palabras del cronista confirman un propsito de la soberana en tal sentido, pero no prueban que el intento culminase con el dominio de la lengua de Cicern. Es ms, el encargo de traducciones de textos de su inters -entre otras razones- me inclina a pensar que posey tan slo unos rudimentos del idioma hegemnico en el campo de la cultura. El hecho de que estuviese en la corte de su hermano de padre desde los diez aos y su condicin de infanta, que no de princesa, refuerzan la hiptesis de que no recibiese una educacin slida en

  • materia literaria. Adems las peripecias de su azarosa vida en el perodo juvenil tampoco contribuyeron a que adquiriese una formacin autodidacta. La temprana boda y los difciles aos de su advenimiento al trono no le concedieron tregua en orden a disfrutar de un ocio inteligente. Frente a estos datos objetivos se alza una opinin generalizada: los estudiosos le suelen asignar una gran aficin por distintos gneros literarios4. A mi juicio, la atribucin a su persona de una competencia en el manejo del latn y de un gusto por la lectura de esparcimiento responde ms bien a una imagen conformada por los cortesanos de su tiempo y por una historiografa benevolente.

    La desmitificacin de una visin idlica -la representacin de una reina vida lectora y amante de los libros- no resta un pice al peso especfico de una figura histrica de vala cierta y probada por los hechos, pues la bibliophilia, en una acepcin etimolgica del trmino, no es virtud imprescindible para un gobernante. Sus mritos discurrieron por otras vas. Sin embargo, muchos han considerado de buen tono adjudicarle una aficin que sera un adorno ms en el marco de un retrato complaciente y poco realista. El hecho de que su amor por la lectura y los libros est por demostrar -y la ausencia de cualquier mencin a este respecto en su testamento y codicilo es bastante significativa- no es bice para que ella tuviese una clara idea de la funcin primordial desempeada por la lectura y la escritura en el plano personal y en el poltico.

    2. Los libros de doa Isabel Sin duda alguna, la documentacin referente a los efectos de la soberana contenidos en

    diecisis arcas y guardados en la habitacin ms ntima, llamada recmara o retrete, constituye un testimonio fidedigno en lo que respecta a su personalidad5. All doa Isabel conservaba con toda probabilidad una parte valiosa de su ajuar y, sobre todo, los objetos ms estimados y privados, por cierto, almacenados de manera catica. Haba enseres de todo tipo, pero particularmente joyas y reliquias, bienes que eran altamente considerados de acuerdo con la mentalidad de la poca. La mayora de dichos objetos remite a una cosmovisin medievalizante, en la que an predomina el concepto de tesoro como forma de expresar unos valores potenciales, pero pecaramos de injustos si no reconocisemos que tambin all se encontraban elementos propios de un coleccionismo eclctico6, aunque fuese de manera incipiente. Tal tendencia supona una muestra de modernidad. Ciertamente, exista un fuerte contraste entre dos mundos ideolgicos y estticos durante la poca en la que le toc vivir a doa Isabel. Y ella tuvo conciencia de que estaba en una encrucijada.

    Los libros hallados en esos receptculos de madera eran sus ejemplares propios. Es probable que algunas de tales obras suntuosas nunca fueron ledas y apenas contempladas. Si se practica un desglose de los ciento y un7 libros, es posible distinguir cuatro bloques temticos:

    Sagradas Escrituras Libros de rezo Obras de espiritualidad y de doctrina cristiana Otras obras

    El primer grupo constaba de tres Biblias manuscritas y en pergamino. Al menos dos estaban en latn, de la tercera no se indica la lengua.

  • El siguiente apartado es el ms nutrido e importante. He incluido bajo el epgrafe de libros de rezo todos aquellos ejemplares destinados a la celebracin de actos de culto y al ejercicio de prcticas devocionales. Su distribucin es como sigue: 5 Breviarios, 33 Devocionarios, 6 Diurnales, 14 Libros de Horas, 1 Misal, y 3 Salterios, lo cual supone 62 ejemplares de esta naturaleza8. Creo que las cifras hablan por s solas. Ciertamente, la donacin de libros lujosos de contenido religioso fue un uso instaurado en las clases poderosas. Esta costumbre explicara, al menos en parte, el gran nmero de obras de esa naturaleza que he contabilizado hasta el momento presente en la documentacin simanquina.

    El tercer bloque comprende obras cuya finalidad era mejorar la formacin espiritual y doctrinal de los fieles; su nmero supera la veintena volmenes. Entre ellas se encuentran ttulos muy representativos de la corriente religiosa llamada Deuotio moderna, tales como un Contemptus mundi o las Meditationes uitae Christi de Ludolfo de Sajonia.

    El resto de los libros, algo ms de una docena, era de naturaleza variada. Un ejemplar de molde de las Siete Partidas y un Sumario de leyes y ordenanzas del reino cubran el mbito del derecho. Tambin se encontraban en esas arcas una versin del conflicto diplomtico protagonizado por Alfonso de Cartagena en tiempos de Juan II, la famosa Altercain que se fyso entre los enbaxadores de Castilla y el concylio de Basilea, y un manuscrito en latn titulado Remedio contra las cosas beninosas, ttulo que hace suponer se tratase de un prontuario de carcter mdico. Asimismo, tenan all su asiento dos obras dedicadas a su persona: una traduccin de Trogo Pompeyo hecha por Hernn Nez de Guzmn y una composicin de carcter panegrico, probablemente de Carlo Verardi. Y poco ms.

    El contenido de los libros que estaban a su disposicin, y que eran tan celosamente custodiados por ella, revela que las lecturas de la Reina se nutrieron bsicamente de literatura de temtica religiosa, dejando a un lado aquellos tratados y escritos que hubo de conocer para el desempeo de su funcin como gobernante. En su reserva personal no figuraba un solo ttulo de carcter histrico, cientfico o filosfico ni, por supuesto, obras de ficcin o de esparcimiento. El resultado de la clasificacin por materias de este fondo facilita enormemente la tarea de averiguar la naturaleza de sus lecturas9.

    El patrimonio librario de la Reina no puede ser valorado en su justa dimensin si no son tenidos en cuenta otros factores determinantes que modulan la relacin de doa Isabel con el mbito de la cultura escrita. Ciertamente, la posesin de una serie de ejemplares no es una prueba irrefutable de que la titular fuese una persona amante de la lectura, mxime si ni siquiera la palabra biblioteca resulta apropiada para designar un cmulo de manuscritos e impresos diseminados e incorporados a un ajuar cuantioso y variopinto. En realidad, la existencia de tales bienes constituye simplemente un hecho objetivo. Por tanto, ser preciso recurrir a otras vas de informacin con el fin de precisar su autntica disposicin a este respecto. En una persona dedicada a la vida pblica resulta difcil distinguir las actitudes privadas de las que no lo son, pero a pesar de ello en su acontecer vital se vislumbra un primer espacio intelectual, el de la intimidad10 que, luego, va ensanchando su crculo de accin hacia otros campos a travs de actuaciones de clara intencionalidad poltica. En definitiva, creo que hay unos parmetros susceptibles de ser utilizados para averiguar elpapel desempeado por la cultura escrita en su vida como simple particular y en su tarea como gobernante. Tales unidades de medida estaran representadas por su condicin de mujer lectora, por su produccin escrita manual, por su labor de mecenazgo en el campo del libro, por su actitud ante una nueva tecnologa grfica y por su capacidad de obtener rendimiento de letras, textos e imgenes en funcin de sus intereses terrenales y espirituales. Aqu slo examinar el punto primero.

  • 3. El canon de lecturas de la Reina Cuando se examina el contenido de los ejemplares, se comprueba algo que ya sabamos

    por otros conductos, a saber, que uno de los valores predominantes de la cosmovisin de la soberana era la religiosidad11, aspecto sobre el que Gmez Manrique reconvino con mesura a la interesada en unos conocidos versos:

    El rezar de los Salterios, y el dezir de las Horas dexad a las oradoras que estn en los monesterios. Vos, seora, por regir vuestros pueblos y regiones, por hazerlos bien bevir, por los males corregir, posponed las oraciones12.

    Las palabras del poeta respondan a una realidad si nos atenemos a los datos que proporciona su inventario, segn vimos. Tal vez la tnica general de ese conjunto refleje lo que era estimado como literatura ideal para la condicin femenina, sobre todo si la interesada perteneca a un estrato social elevado. Basta con leer el breve tratado de Hernando de Talavera dedicado a doa Mara Pacheco, condesa de Benavente, para que expenda bien su tiempo13. El plan de vida propuesto por el fraile jernimo se asemejaba al tipo de jornada que se desarrollara en un convento14. Si tenemos en cuenta que el Arzobispo de Granada fue confesor de la soberana y ejerci una direccin espiritual muy activa, comprenderemos mejor cules fueron las relaciones de doa Isabel con la lectura. Los libros guardados celosamente en las arcas eran los que le deberan guiar para acercarse al modelo de una reina ejemplar a lo divino. sta era la autntica biblioteca personal de doa Isabel. La presencia de tales textos en su entorno prximo se debe valorar en su justa medida. Por tanto, convendr revisar algunos juicios emitidos sobre sus aficiones literarias.

    Aun a sabiendas del profundo sentimiento cristiano de la soberana, un surtido tal resultara sorprendente, si no tuvisemos en cuenta la incidencia de los regalos efectuados por los sbditos, como ya anticip. Mxime cuando en una de las entradas se lee lo siguiente: Un libro aforrado en carmes pelo en que rreaba [de] contino Su Alteza15. Esta noticia nos confirma que para su uso diario le bastaba con un simple ejemplar. En consecuencia, la acumulacin y custodia personal de tales piezas indica su alto valor simblico y econmico. Dichos objetos eran considerados como autnticas joyas en el plano espiritual y material.

    Por otra parte, disponemos de una va colateral para conocer cules eran los libros que doa Isabel consideraba ms adecuados para una mujer de situacin social semejante a la suya. Se trata de los asientos de cargo que registran los regalos enviados por la soberana durante una de sus frecuentes estancias en la ciudad de Granada, concretamente en los aos de 1500 y 1501, a dos de sus hijas, alejadas de la corte castellana por razn de sus enlaces

  • matrimoniales. A doa Mara, reina de Portugal, en un envo le mand, entre otros objetos varios y lujosos, diecisiete libros y un pergamino con las palabras de la Consagracin16; a doa Catalina, princesa de Gales, veintids ejemplares17. Una simple lectura de ambas relaciones evidencia que hay trece ttulos que se repiten en ambos casos. Hasta el momento presente no he encontrado documentos similares a los anteriores referidos a sus otras dos hijas, aunque cabe suponer que tambin tuviese el mismo gnero de atencin con ellas. Como de doa Juana la Loca se conserva un inventario de sus bienes18, resulta posible conocer los ttulos de las obras que posey. Dejando a un lado los libros de rezo (Breviarios, Devocionarios, Diurnales, Libros de Horas, Misales, etc.) que se encuentran abundantemente representados en dicha relacin, hay una coincidencia significativa en las siguientes obras:

    1. Thomas de Kempis, Contemptus mundi. 2. Domenico Cavalca, Espejo de la cruz. 3. Pedro Jimnez de Prjano, Lucero de la vida cristiana. 4. Clemente Snchez de Vercial, Sacramental. 5. Jacobo Vorgine, Flos sanctorum. 6. igo de Mendoza, Vita Christi fecho por coplas. 7. Anicio Manlio Boecio, De consolatione de Boecio. 8. Regimiento de prncipes.

    Los siete primeros ejemplares eran impresos, el octavo un manuscrito. Tambin aparecen en este inventario algunos otros ttulos muy caractersticos, tales como la Vita Christi de Ludolfo de Sajonia, el Carro de las donas de Francesc Eiximenis o la Visin deleitable de Alfonso de la Torre.

    Respecto de la primognita, doa Isabel, tan slo tenemos la referencia de los bienes que quedaron en Castilla a su fallecimiento. Esta relacin denota unos intereses de lectura muy parecidos.

    La repeticin de ttulos en el marco de los libros regalados por doa Isabel indica, a mi modo de ver, una clara predileccin suya por las obras en cuestin. Ahora bien, queda por averiguar si la eleccin de esta temtica concreta era espontnea o, por el contrario, inducida. Creo que la figura de fray Hernando de Talavera fue muy influyente en tal sentido. A este jernimo se debe un tratado titulado De cmo han de vivir las monjas de san Bernardo en sus monasterios de vila. En el captulo sptimo del mismo propone un catlogo de lecturas que merece ser tenido en cuenta, por ello lo cito in extenso:

    Sean siempre la leccin en romance, porque la leccin que no se entiende, ni se lee ni se oye como debe, ni aprovecha mucho leerse. Sea la leccin de los santos Evangelios, y an de todo el Testamento Nuevo; sea de los cinco libros de Salomn, sea de Tobas, de Ester y de la santa Judit; sea de las Vidas de los santos; sea de los Morales de san Gregorio y de sus Dilogos; sea de la Vida de Nuestro Seor Jesucristo, que compuso fray Francisco Jimnez, santo fraile menor, patriarca que fue de Jerusaln, sea de Natura anglica y De las donas que escribi el mesmo; sea del libro que escribi san Juan Buenaventura de cmo los novicios han de ser enseados en la santa religin [Forma de los novicios]; sea del libro que ensea cmo se han de haber los religiosos en todo lugar y en todo tiempo y en toda ocupacin [Enseamiento de los religiosos];

  • sea del libro que ensea cmo se han de guardar el corazn [Enseamiento del corazn], que es un libro muy provechoso; sea de la Regla que escribi el glorioso mi padre san Hiernimo a la santa virgen Eustaquio y la Epstola que le escribi de cmo se ha de guardar la castidad, y de su santa muerte y muy devoto pasamiento de esta vida, y de los milagros que Nuestro Seor hizo por l [Vida y trnsito de san Jernimo]; sea del libro que escribi vuestro dulce padre san Bernardo a su santa hermana Florentina [La manera del bien vivir]; del libro que escribi san Agustn de la vida del cristiano [Doctrina cristiana]; tem, del Espejo del pecador, del Soliloquio; de las oraciones de los padres y de las instituciones de los monjes [Instituciones de Casiano?]; del Espejo de los legos; y otros libros devotos y provechosos19.

    Casi la totalidad de las obras enumeradas figur en las distintas partidas del patrimonio librario isabelino, incluido el propio manuscrito portador de la cita20. Esta circunstancia tal vez denote la existencia de un canon de lecturas femenino auspiciado o, al menos, considerado beneficioso por el futuro prelado. El hecho de que las destinatarias de esta recomendacin fuesen unas monjas no es bice, pues las seglares pertenecientes a una clase social privilegiada tenan un plan de vida espiritual anlogo al de las fminas consagradas a Dios, como ya se ha indicado al hablar de la Condesa de Benavente. El denominador comn era ser partcipes de un mismo gnero, por oposicin al masculino, con independencia de su estado. La direccin ejercida por el confesor de la Reina tal vez se materializ ocasionalmente en la indicacin de obras concretas. Por ejemplo, doa Isabel regal a dos de sus hijas un ejemplar del Enseamiento del corazn y otro probablemente a su propio esposo. Pues bien, en el catlogo de Talavera dedicado a las monjas, ese ttulo figura distinguido con el siguiente juicio crtico: es un libro muy provechoso.

    El crculo familiar femenino se cierra con la figura de la hija poltica de la soberana, doa Margarita de Austria. La esposa del prncipe don Juan, al morir ste, recibi en la ciudad de Granada los bienes de su Cmara que le pertenecan. El acto protocolario se celebr el 28 de septiembre de 1499 en presencia de los embajadores venidos a la Pennsula para la ocasin. En un memorial se registraron los distintos objetos: entre ellos figuraban veinte libros21, cinco de ellos en castellano. Estos ltimos eran: unas Horas manuscritas que le haba dado la Reina, un Isopete, unos Evangelios, unas Coplas de la Pasin y otras sobre la Vita Christi. Aunque slo en dos casos se indica que los ejemplares eran de molde, hay que suponer que en realidad lo fueran los cuatro. Tras su marcha de Castilla la desdichada princesa sigui cultivando su aficin. De hecho, logr reunir una magnfica coleccin de libros a lo largo de su vida. En el inventario correspondiente, del cual se conservan varias copias espaciadas en el tiempo, se incluyen, en medio de un riqusimo y variado surtido, algunas obras en castellano22. Si se comparan los ttulos de los fondos de la Reina Catlica con los que figuran en la librera de su nuera, se observa que ambas damas tenan unos gustos literarios muy distintos. La coleccin de doa Margarita era, en parte, fruto de una herencia patrimonial notabilsima: la de los duques de Borgoa. No obstante, se percibe en ella una pasin biblifila a travs de las adquisiciones que realiz y una verdadera aficin por la lectura. En cualquier caso, su biblioteca refleja una mentalidad muy distinta de la atribuible a doa Isabel.

    En definitiva, el seguimiento de los ejemplares de uso privado de la Reina Catlica y de

  • los regalados por ella permite conocer sus preferencias en materia de lectura. Ciertamente, los ttulos coinciden con el canon femenino vigente en la poca. El conjunto de obras enviadas por doa Isabel a sus hijas refleja cules eran los libros que se consideraban de buen tono y adecuados para unas damas de su rango en el seno de la corte castellana.

    4. Or y ver: formas de apropiacin de lo escrito La recepcin de un texto puede efectuarse por va auditiva o visual. Como es sabido, el

    primer procedimiento fue muy utilizado por personas alfabetizadas en los medios aristocrticos, ya que el manejo del ejemplar y la descodificacin de la escritura supona un esfuerzo que se delegaba con frecuencia en un servidor capaz de ejecutar el encargo con destreza. Resulta imposible averiguar si la Reina Catlica acudi a este procedimiento pues no hay constancia documental, pero se puede conjeturar que as lo hiciese ocasionalmente, dados los hbitos de la poca y su incesante actividad. Ante la ausencia de datos no considerar esta opcin, en cambio, me centrar en la otra vertiente de la cuestin.

    La manera visual de acceder a un texto no responde a un procedimiento nico. En efecto, existe una amplia tipologa que va desde una aproximacin rpida al escrito hasta una inmersin profunda en el mismo con el fin de alcanzar distintos objetivos. En lo que respecta a la figura que venimos analizando, cabe suponer que su acercamiento a un texto ofreciese variantes: una lectura superficial con el fin de captar globalmente el contenido; una lectura informativa cuando se tratase de conocer los distintos aspectos de un asunto; una lectura receptiva en el caso de degustar el mensaje transmitido; y una lectura iterativa23 si la pieza sobre la que se deslizaba la mirada tena un carcter litrgico o eucolgico. Las dos primeras modalidades estaran vinculadas al ejercicio de las funciones pblicas de la Reina; las otras dos formaran parte del mbito de su privacidad. Por ejemplo, la forma de recepcin de la Vita Christi de Ludolfo de Sajonia -obra por la que ella sinti una especial predileccin a juzgar por sus desvelos para que fuese traducida, copiada lujosamente y, finalmente, impresa- tuvo que ser eminentemente fruitiva. Otro tanto sucedera, en mayor o menor escala, con algunos de los ttulos que formaron parte de su canon de lecturas. Por supuesto, la variedad que he denominado iterativa debi de ser la practicada con ms asiduidad, dada su religiosidad. En consecuencia, me voy a detener en el anlisis de esta vertiente.

    El hecho de dirigirse a Dios por la va de la plegaria conllevaba realizar esta accin de acuerdo con determinados requisitos24. De ah que el fiel debiese reunir determinadas condiciones para que se actualizase el mecanismo garante de la operatividad suplicatoria. En este mbito hay que considerar dos aspectos:

    -La manera de orar

    -La actitud corporal

    El primer punto comprende las dos formas de establecer comunicacin con las instancias sobrenaturales, esto es, la elevacin interior del alma o, en su defecto, la deprecacin que se hace con palabras. Esta segunda va de contacto verbal se expresaba por lo general en las fuentes latinas mediante el vocablo dicere25, lo cual subraya el aspecto oral de la performance o ejecucin, con frmulas del tipo: Si quis deuote dixerit. La utilizacin de legere en su lugar es excepcional. Las versiones en lengua verncula privilegian el uso del trmino rezar, en el sentido etimolgico de recitar, pero a veces se recurre al verbo leer26. Aunque no se especifica de manera explcita, cabe suponer que la diccin o la lectura fuese oralizada27, bien de manera musitada o en voz alta.

  • Con relativa frecuencia los seglares se servan de libros piadosos compuestos en latn. La explicacin de este hecho quiz resida en que los interesados practicaban un tipo de lectura que Paul Saenger denomina phonetic literacy, esto es, una pronunciacin slaba por slaba con un recorrido secuencial desde el principio hasta el fin del escrito propuesto28. Tal modalidad no implicaba una comprensin gramatical del texto, sino una captacin global del significado29. Este gnero de descodificacin sera habitual entre los laicos con escasa o nula formacin en lengua latina. El desconocimiento del canal empleado para dirigirse a Dios no constituira un obstculo insalvable, antes al contrario, la enunciacin de un mensaje crptico podra ser interpretado en clave de mayor eficacia, al igual de lo que sucede con las frmulas cabalsticas. Un buen ejemplo de este recurso se encuentra en la Oracin de san Agustn, la cual comienza: Thetagramathon, titulus triumphalis passionis Ihesu Christi. Y ms adelante incluye la frmula doxolgica en lengua griega: Agios o theos, agios ysquiros, agios athanatos30.

    El otro aspecto que el fiel deba observar en el momento de dirigirse a Dios en privado era su disposicin mental y su actitud fsica. La diccin de unas secuencias, rimadas o en prosa, no deba convertirse en un acto realizado mecnicamente, sino que requera una participacin psquica del sujeto. De ah la continua apelacin a la idea de devocin bajo distintas formulaciones lingsticas. El modo de lectura o recitacin practicado se completaba con el aparato gestual desplegado. Esta teatralidad, fiel trasunto de la liturgia oficial, se aplicaba a las prcticas religiosas realizadas en la intimidad, entendiendo por tal el rezo de las Horas cannicas y el cultivo de otras devociones particulares de los individuos. La participacin del laico en el hecho religioso se consegua por la va del sentimiento. Los misterios de la fe eran objeto de una experiencia subjetiva ms que de un conocimiento teolgico.

    Para que el ejercicio de la devocin privada se realizase en las mejores condiciones posibles, se requeran tres enseres: un reclinatorio31, un soporte escrito y una representacin icnica. Este atrezzo facilitaba que el fiel entrase en situacin escnica. La persona practicante en una actitud adecuada y, ante su vista, el soporte del texto en conexin con la imagen requerida constituan el decorado ideal. El fiel estableca una relacin entre ambos elementos, ya que eran indispensables para poner en funcionamiento el mecanismo de la incorporacin afectiva del orante al asunto contemplado durante el rezo. Por lo general, en las rbricas se insiste en que el creyente est de rodillas32 y ante una representacin figurada. Los ejemplos que aqu podramos citar como ilustracin de esta disposicin son muy numerosos. En el Cuatrocientos el modelo de postura ideal del orante fue difundido sobre todo a travs de las distintas versiones que desarrollaban de manera plstica la escena de la Anunciacin. Los artistas convirtieron el tratamiento de este asunto en un tpos que se aplicaba por doquier, hasta el punto de que la representacin del thalamus Virginisconstituy un tipo de aposento femenino que debera ser imitado por aquellas mujeres que pudiesen permitirse el disfrute de un mbito privado o locus amoenus preconizado por los seguidores de la Deuotio moderna, quienes aspiraban a una privatizacin del culto y a su celebracin en el interior de la propia casa33. El recogimiento y silencio necesarios se podran alcanzar en el retrete ms quito de ruido en palabras de fray Hernando de Talavera. El autor de la Imitacin de Cristo defenda la misma postura: Cierra tu puerta sobre ti y llama en tu favor a Jess tu amado. Est con l en tu aposento, que no hallars en otro lugar tanta paz34. Estas citas denotan cmo el dormitorio fue considerado una especie de lugar sagrado.

    La imitacin del modelo postural vinculado a la Virgen Mara adquiri adems otros valores simblicos en el caso de la Reina Catlica. Por ello no es de extraar que su propia imagen fuese reproducida como orante en varias ocasiones. Representaciones de cuerpo

  • entero se encuentran en una carta de Hermandad expedida en el famoso convento romano de Santa Mara sopra Minerva35 y en el Libro Blanco custodiado en el Archivo de la Catedral de Sevilla36. En el primer testimonio doa Isabel, coronada, aparece arrodillada al pie de la Cruz y detrs de ella se encuentra el General de la Orden de los dominicos, fray Leonardo de Mansuetis, en calidad de intermediario. La escena, trazada en el campo interno de una S, reproduce un esquema iconogrfico tpico: la imagen de la orante ante una efigie sagrada. El documento est fechado en 1477. El retrato es de tipo convencional y carece de cualquier referencia a la persona fsica all pintada. Centrado en la orla est el escudo de armas reales, inscrito en un tondo laureado.

    El mismo asunto es tratado en el Libro Blanco de la catedral hispalense, ya citado, en la parte que contiene la constitucin de un patronato por mandato de la Reina para celebrar la victoria de Toro de 1477. Al comienzo del texto y en una gran inicial, es representada la Virgen Mara coronada con el Nio en brazos. A los pies de ella, se encuentra la figura de doa Isabel en oracin, de rodillas y con la corona en el suelo37. En la orla est el escudo con el guila de san Juan y las armas de ambos monarcas. Los dos testimonios, prximos en el tiempo, son muy semejantes por su temtica, tratamiento artstico e intencionalidad en el mensaje conceptual transmitido38. Otro ejemplo posterior es un dibujo de Juan Guas proyectado para la Capilla de San Juan de los Reyes, y cuyo original se conserva en el Museo del Prado. En l figura doa Isabel arrodillada en un reclinatorio. Ante su vista tiene un grueso libro de rezo -probablemente un Breviario- protegido por una funda. Tambin resulta de gran inters el magnfico Misal custodiado en la Capilla Real de Granada, ya que es uno de los pocos manuscritos atribuibles a su persona con certeza. Es obra de Francisco Flrez segn reza en el colofn datado en 1496. Una representacin de la Maiestas Domini y una escena con la Crucifixin ocupan una doble pgina. El escudo real, emblemas, iniciales historiadas con santos y dos vietas con retratos de doa Isabel completan la ornamentacin. En uno de ellos la soberana est de rodillas, mostrando el libro a san Juan Evangelista; y en el otro es representada como orante en un reclinatorio ante un altar.

    Los ejemplos citados, librarios y documentales39, testimonian que la modalidad de lectura que ms ejercit doa Isabel fue probablemente aquella vinculada a prcticas devocionales y realizada de una manera iterativa y musitada. Es cierto que las fuentes aducidas como prueba podran ser el fruto de una acomodacin a las modas artsticas del momento o la consecuencia de un plan tendente a valorar polticamente su religiosidad, ahora bien en la documentacin se encuentran otros indicios indubitables. Por un lado est el testimonio de un oficial de la Contadura que registra aspticamente la existencia de un libro aforrado en carmes pelo en que rreaba [de] contino Su Alteza, segn se anticip; por otro, la mencin de algunos objetos destinados a tal fin. La prctica de la lectura vespertina de textos devocionales no ofrece dudas gracias a asientos de gastos de su Cmara: Costaron seis libras de velas blancas de era para el candelero de Su Alteza de rezar [...] dozientos e setenta e siete maravedes e medio40. Asimismo, doa Isabel encarga un candelero de rezar de plata al orfebre Juan de Oate41. De igual manera la imagen de una reina en trance de leer se completa con el objeto descrito en el asiento siguiente:

    Una piedra de viril para leer, de la una parte llana y de la otra tunbada, guarneida de plata dorada, con un cabo d'ello mismo, en que est figurada una muger. Pes todo junto dos onas y dos ochavas y media. Est en una caxa de cuero con unos cordones de seda negra42.

  • Probablemente la vista cansada, primer sntoma de una madurez fisiolgica, le obligaba a servirse de un berilo a modo de lente de aumento, confeccionada con una cara convexa o tunbada43. El uso de tal instrumento indica una prctica de la lectura a ttulo personal. La escenografa se puede reconstruir imaginariamente con los siguientes elementos: en primer trmino, un reclinatorio, al fondo, un pao de devocin, y en manos de doa Isabel, un libro de rezo.

    5. A modo de conclusin Los juicios expresados hasta aqu en lo que respecta a las relaciones de doa Isabel con el

    patrimonio grfico se circunscriben a su comportamiento en el plano de la intimidad. A tal fin el examen del canon de sus libros preferidos, propios o regalados a sus seres queridos, hapermitido describir el rea de sus intereses. Ahora bien, la posesin o la donacin de unos ejemplares no constituye una prueba que acredite la condicin de lectora de la interesada. En verdad, el segundo aspecto de la cuestin ha sido determinar el ejercicio real de esta tcnica y las formas de apropiacin de los textos, actividad que presupone la penetracin en un imaginario concreto segn el gnero escogido. En este caso se observa un claro predominio de la modalidad de lectura iterativa, reglada en el tiempo y vinculada a unas devociones y actos de culto, lo cual no invalida la prctica de las otras variantes alternativas sealadas por parte de la interesada.

    Si traspasamos el umbral de la privacidad, la actitud de la Reina difiere enormemente. En el terreno poltico ejerci una labor impagable en pro de la cultura escrita. Ciertamente, desde este ngulo desarroll una meritoria e indiscutible labor. A tal fin patrocin la composicin de textos jurdicos mediante encargo a expertos de su confianza. Asimismo, estimul la recopilacin y produccin de obras de diversos gneros en el crculo de los letrados ms prximos a su persona ya que los hombres de pluma fueron sus mejores aliados a la hora de materializar y difundir su ideario sobre la cosa pblica. A travs de la documentacin conservada se observa que, al hilo de las circunstancias, sugera u ordenaba la ejecucin de escritos, en un sentido intelectual o material. Tales creaciones tomaron cuerpo en forma de documentos, libros de mano e impresos. En verdad, doa Isabel fue consciente de que la cultura escrita era un instrumento muy valioso al servicio del poder. En la poca pocos gobernantes fueron tan clarividentes como ella a la hora de emplear un medio de comunicacin privilegiado. La Reina Catlica saba los objetivos que quera alcanzar y procur siempre los medios ms adecuados a sus fines. En definitiva, su inters por promocionar el libro y la lectura fue sobre todo de carcter poltico en el plano humano y de significacin soteriolgica en el divino.

  • Notas

    1 Se ha postulado que tales enseanzas fuesen impartidas por algn fraile franciscano a causa de la

    existencia de un convento prestigioso de dicha orden en esa poblacin. En el testamento de Juan II se dispona que la Reina madre se ocupase de la buena crianza de los hijos de ambos bajo la supervisin de fray Lope de Barrientos, el prior jernimo Gonzalo de Illescas y el camarero Juan de Padilla. Esta tutela debi de ser ms nominal que efectiva. Conviene tener presente el hecho de que doa Isabel no fue educada como futura heredera de la Corona por existir otros pretendientes con mejores derechos.

    2 Vase Nicasio SALVADOR MIGUEL, La instruccin infantil de Isabel, infanta de Castilla

    (1451-1461) en Julio Valden Baruque (Ed.), Arte y cultura en la poca de Isabel la Catlica, Valladolid: mbito Ediciones-Instituto de Historia Simancas, 2003, pp. 155-77.

    3 El cual reza as. Mucho deseo saber cmo va a Vuestra Alteza con el latn. Dgolo, seora,

    porque ay algund latn tan ahareo que no se dexa tomar de los que tienen muchos negoios, aunque yo confo tanto en el yngenio de Vuestra Alteza que, sy lo tomys entre manos, por sobervio que sea, lo amansarys. Cito por la edicin de Burgos, Fadrique Biel de Basilea, c. 1485.

    4 Dada la abundancia de bibliografa en tal sentido, me limito a citar la contribucin ms reciente:

    Nicasio SALVADOR MIGUEL, El mecenazgo literario de Isabel la Catlica en Isabel la Catlica. La magnificencia de un reinado. Catlogo de la Exposicin celebrada en Valladolid con motivo del V Centenario, Salamanca: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales-Junta de Castilla y Len, 2004, pp. 75-86.

    5 Sobre esta cuestin remito a un trabajo mo titulado Los libros de Isabel la Catlica. Arqueologa

    de un patrimonio escrito, Salamanca: Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2003.

    6 Sobre esta cuestin vase Dario FRANCHINI et alii, La scienza a corte. Collezionismo eclettico,

    natura e immagine a Mantova fra Rinascimento e Manierismo, Roma: Bulzoni, 1979, pp. 80-86.

    7 Uno de los asientos es un cultre de pergamino y por ello no lo contabilizo.

    8 Si se tiene en cuenta las unidades de idntico tipo halladas en otros fondos isabelinos, su nmero

    se incrementa notablemente. Por ejemplo, los Breviarios ascienden a 21 y los Libros de Horas a 27.

    9 En el lote global son citados como impresos veintiuno, y de mano, cincuenta y dos, lo cual

    representa un porcentaje de 28,7% y 71,3% respectivamente, de acuerdo con los tems en los que este particular se explicita, pero las cifras son algo engaosas por cuanto que hay veintiocho libros sin especificar la tcnica de produccin y sospecho que en una gran parte eran manuscritos. Otro tanto cabe decir de la lengua en que estas obras estaban compuestas.

  • 10 El carcter itinerante de la corte dificultaba la posibilidad de disponer de manera permanente de

    un recinto o aposento dedicado al cultivo de actividades lecto-escriturarias. Los continuos desplazamientos no habran permitido a doa Isabel disfrutar de unas estancias de tales caractersticas. Durante su reinado las pertenencias de su propiedad eran objetos portables. El hecho mismo de que su ajuar estuviese en arcas evoca un gnero de vida en el que no prevaleca la idea de sedentarismo, al margen de que estos receptculos constituyesen una parte del mobiliario habitual en la poca.

    11 Rasgo de su personalidad que se debe interpretar como una manifestacin ms de su ntima

    conviccin de la tarea mesinica de su misin, de acuerdo con el principio arraigado en la poca de que el soberano era un vicario de la divinidad.

    12 Regimiento de prncipes, Madrid: El Crotaln, 1984 (reproduce el texto de la edicin de Zamora,

    Antonio de Centenera, 1482).

    13 Avisacin a la virtuosa y muy noble seora doa Mara de Pacheco, condessa de Benavente, de

    cmmo se deve cada da ordenar y occupar para que expienda bien su tiempo, Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial (RBME), ms. b.IV.26, ff. 1r-27v.

    14 La nica diferencia resida en que doa Mara tena que obedecer al magnfico seor conde ya

    que segn este autor las mugeres son naturalmente hechas para ser regidas y subjectas.

    15 Archivo General de Simancas (AGS), Contadura Mayor de Cuentas (CMC) 1. p., leg. 189, pl.

    1, s/f.

    16 AGS, CMC 1. p., leg. 156, pls. 58, 90, 98 y 102. Un segundo envo compuesto por siete libros

    fue ordenado por la Reina, pero no se curs debido a su fallecimiento (AGS, CMC, leg. 178, pl. 331r-v).

    17 AGS, CMC 1. p., leg. 156, pls. 227, 228, 230 y 231.

    18 Este documento fue publicado por Jos FERRANDIS en Datos documentales para la historia del

    arte espaol, Madrid: CSIC, 1943, vol. III Inventarios reales, pp. 220-235.

    19 RBME, ms. a.IV.29. El texto del opsculo fue editado por Olegario GONZLEZ HERNNDEZ

    en el artculo titulado Fray Hernando de Talavera. Un aspecto nuevo de su personalidad, Hispania Sacra, 13 (1960), pp. 143-74. La cita procede de esta edicin, p. 157. Las identificaciones de los ttulos incluidas en parntesis angulares son mas.

    20 El cual aparece registrado en las relaciones de libros procedentes de la Capilla Real. Como parte

    de la librera del confesor de la Reina tambin fue enviada a ese mismo lugar, podra conjeturarse que el ejemplar hubiese pertenecido al autor. Ahora bien en el listado hecho por el interesado no figuraba esta pieza.

  • 21 AGS, Patronato Real (PR). Capitulaciones con la Casa de Austria, leg. 1, f. 7.

    22 Vase Marguerite DEBAE, La Bibliothque de Marguerite d'Autriche. Essai de reconstitution

    d'aprs l'inventaire de 1523-24, Lovaina-Pars: d. Peeters, 1995. He manejado tambin el magnfico inventario manuscrito que se encuentra en Pars: Bibliothque Nationale, ms. Cinq Cents de Colbert, 131.

    23 El carcter repetitivo de esta clase de lectura origina que el proceso de verbalizacin del texto no

    coincida necesariamente con la inteleccin del contenido. En cambio, la ejecucin propicia la retencin mnemnica y, por tanto, el aprendizaje de la estructura lingstica.

    24 Los cuales son indicados en los libros de rezo y, particularmente, en los Devocionarios bajo la

    forma de elementos paratextuales.

    25 En algn caso se encuentra en su lugar recitare.

    26 En alguna ocasin se contempla la eventualidad de que el fiel sea analfabeto, en cuyo caso se

    recomienda que si ste no supiere leer, tryala [la oracin] sobrescripta en pergamino virgen.

    27 El empleo de los verbos dicere y recitare (rezar) abona esta hiptesis.

    28 Books of Hours and the Reading Habits of the Latter Middle Ages, Scrittura e civilt, 9 (1985),

    pp. 240-241.

    29 A lo cual contribuan las ilustraciones que con frecuencia completaban la parte escrita.

    30 Reproduzco la grafa de los manuscritos.

    31 Tipo de mueble que se introduce en los hogares de las personas acomodadas por esta poca. Se

    encuentra representado por doquier en los aposentos.

    32 A veces se indica que el interesado est genuflexo en tierra o que sus rodillas estn desnudas, para

    aadir un punto de mortificacin corporal. Este sacrificio sera valorado positivamente por la instancia superior invocada.

    33 El concepto de espacio interior encierra a veces un valor simblico en referencia al alma.

    34 Toms de KEMPIS, Imitacin de Cristo, trad. Juan Eusebio Nieremberg, Barcelona: Ed. Balmes,

    1940, I, 20, 8. En el Evangelio Cristo invita a sus discpulos a que se retiren para orar.

  • 35 AGS, PR, 27-94.

    36 Vol. I, f. 148r.

    37 El tema de la Coronacin de la Virgen siempre tiene como referente la figura de la Reina. Por

    ejemplo, en los Libros de Horas se aprovecha la pgina donde se desarrolla plsticamente este asunto para insertar elementos textuales o icnicos relacionados con doa Isabel en la orla o bien en la hoja contigua. Tal sucede en el Breviario conservado en la British Library (Add. Ms. 18851, f. 437r). En el manuscrito hispalense la Virgen es representada con la corona y la soberana con la suya depositada en el suelo en seal de respeto y acatamiento ante la Madre de Dios. Obsrvese que el Nio bendice a la orante.

    38 Sobre los aspectos estudiados en este apartado remito a mi trabajo: Claves del documento

    artstico bajomedieval en Castilla en Catlogo de la Exposicin El documento pintado, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2000, pp. 15-43 y 100-145.

    39 La relacin se podra enriquecer con otras muestras figurativas realizadas sobre distintos soportes.

    40 El libro limosnero de Isabel la Catlica, transcripcin y edicin por Eloy BENITO RUANO,

    Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 1996, vol. II, asiento 166.

    41 Antonio de la TORRE Y DEL CERRO, Cuentas de Gonzalo de Baeza, Tesorero de Isabel la

    Catlica (1477-1504), Madrid: CSIC, 1955-56, vol. II, p. 110.

    42 AGS, CMC 1. p., leg. 30-6, f. 9.

    43 Hay otras menciones de lupas y de lentes en la documentacin conservada.

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