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El taller como dispositivo de formación profesional de los/as trabajadores/as sociales. La experiencia de la U.N.Cuyo,
Mendoza, Argentina
Pérez Chaca, María Valeria. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional de Cuyo. [email protected]
Resumen:
El taller en la formación de los/as TS se sustenta fundamentalmente en una mirada
que valora todos los saberes y experiencias apuntado a superar modos tradicionales de
enseñanza; desde una metodología participativa que promueve una relación equitativa
entre los/as participantes, resolviendo las jerarquías docente-alumno/a, permitiendo a
cada participante interpelar, aportar y disentir durante el proceso de enseñanza-
aprendizaje, en un ambiente creativo, lúdico y democrático.
Pensado como instancia integradora, reflexiva, que anuda teoría y práctica como
fuerza motriz del proceso pedagógico, orientado a un diálogo constante con la realidad
social, desde un equipo de trabajo formado por docentes-estudiantes-supervisores, en
el cual cada uno/a hace aportes específicos problematizando dicha realidad; valora los
saberes que convergen para lograr una construcción colectiva del aprendizaje. Palabras clave:
Trabajo social – taller – formación profesional
1. Objetivos o propósitos:
Pensar la formación profesional de los/as trabajadores/as sociales nos lleva a
preguntarnos no sólo por el qué sino por el cómo y el desde dónde comprendemos el
proceso de aprendizaje. A quiénes involucra y de qué modo.
En ese sentido, desde nuestra experiencia en el Departamento de Prácticas
Profesionales de Trabajo Social, entendemos que el desafío consiste en lograr una
propuesta pedagógica que apunte a generar condiciones para crear procesos educativos
que involucren tanto a docentes como a estudiantes en una construcción colectiva del
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mismo. Pero también implicando a los supervisores de campo1 y a docentes de otros
cátedras o departamentos cuyos contenidos resulten significativos para el momento de
formación en que se encuentren los/as alumnos/as.
Así, como docentes investigadoras, nos proponemos indagar acerca del lugar del
taller en la formación profesional como dispositivo que permite la reflexión crítica de
la práctica de los estudiantes y las intervenciones profesionales y los aportes que
puede realizar a la práctica docente.
2. Marco teórico:
Actualmente existen al interior del Trabajo Social varios autores que trabajan la
temática del Taller como dispositivo de formación y para pensar la práctica profesional
(Dora García, Olga Lucía Vélez Restrepo, Reina Candelo, Gracia Ortiz y Bárbara Unger,
Daniel Prieto Castillo, Graciela Jasiner y otros).
Para Dora García (2001) el taller es entendido como tiempo espacio para la vivencia,
la reflexión y la conceptualización. En este sentido expresa, “el taller puede convertirse
en un lugar de vínculos, de participación, donde se desarrollan distintos estilos de
comunicación y por ende, un lugar de producción social de objetos, hechos y
conocimiento” (García, 2001, p.20). En este sentido, el taller puede constituir un lugar
privilegiado para poner en acto los ejes en los que sustenta el Departamento de
1 Trabajadores/as sociales que desde las diferentes instituciones acompañan y supervisan las prácticas pre-profesionales de los/as estudiantes, conformando un equipo junto al supervisor/a docente.
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Práctica (ordenanza 9/12) en tanto se busca crear un espacio de enseñanza
aprendizaje que se caracteriza por un contacto intencionado con la realidad, lo que
implica la conceptualización e interpretación de fenómenos y problemas sobre los que
se interviene a partir de la proposición de estrategias fundadas teóricamente; a partir
del encuentro de saberes que convergen en un espacio de construcción colectiva.
Pues “la relación pedagógica es básicamente una relación social, sustentada en la
comunicación y valoración mutua de los interlocutores que afecta su intercambio; es
parte de la enseñanza y pone condiciones al aprendizaje […] es necesario tener presente
que el sujeto educativo no sólo tiene necesidades de aprendizaje, sino que también
deseos; no sólo recibe información, sino que también la construye y que es en esa
construcción donde se realiza el aprendizaje, podríamos decir donde aprende y no
solamente conoce” (Edward, 1992, p.8)
Esto exige repensar nuevas formas de construir espacios socio-educativos, en los
que se ponga el acento en los derechos humanos, la aceptación de la diversidad y del
otro como un igual en términos de derechos pero con sus particularidades y
singularidades. En otras palabras, implica “refundar el saber pedagógico sobre la base
de producción de conocimientos teóricos y prácticos para sustentar la determinación
de necesidades de aprendizaje y sustentar la comprensión de los procesos de
aprendizaje, tomando en consideración las identidades individuales, culturales y
sociales de los sujetos” (Edwards, 1992, p.10). Lo cual requiere también desarrollar
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habilidades (personales, pedagógicas, docentes) para operar en escenarios cada vez
más complejos.
3. Metodología:
La propuesta se enmarca a partir de la experiencia docente y de investigación
llevada a cabo en la carrera de Trabajo Social en la Facultad de Ciencias Políticas
Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza, Argentina). Más precisamente
en el trabajo desarrollado desde el proceso de conformación del Departamento de
Prácticas Profesionales de Trabajo Social llevado a cabo en el año 2013 y de los
estudios y resultados obtenidos de proyectos de investigación titulado “El lugar del
taller en la formación profesional: Estudio y sistematización del taller como dispositivo
que participa en la reflexión sobre la intervención/práctica profesional”. El mismo es
un proyecto anual (en desarrollo) del cual participan docentes, estudiantes y
graduados/as. Es investigación aplicada cuya metodología se ha centrado en análisis
bibliográfico, talleres con docentes y grupos focales con estudiantes.
En cuanto al taller propiamente, compartimos con Olga Vélez Restrepo (2003) que
hay algunos elementos estructurantes del mismo y adquieren relevancia en un
proceso de formación profesional: el estatus de colectividad grupal; la intencionalidad;
el proceso de producción–construcción como contexto generador de su dinámica
interna; lo relacional; las actividades prácticas; las emociones y el ámbito
conversacional.
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De este modo, los talleres se piensan desde una lógica flexible, dinámica,
reconociendo las particularidades y demandas de los grupos. Pues, como afirma
Alfredo Ghiso (1999) “el taller como dispositivo requiere de creatividad permitiendo la
generación de conocimientos nuevos y no se pueden generar conocimientos nuevos
con dispositivos estereotipados y fosilizados” (p. 144).
De este modo para la planificación de los mismos se tiene en cuenta:
Contenidos conceptuales: saber (elementos teóricos)
Contenidos procedimentales: saber hacer (metodologías)
Contenidos actitudinales: subjetivo.
A su vez, están previstos 6 momentos: Momento preliminar; Apertura; Trabajo
grupal; Elaboración; Cierre; Evaluación (individual y grupal).
4. Discusión de los datos, evidencias, objetos o materiales:
Si bien no hay aún datos acabados de la experiencia docente y de la misma
investigación surgen elementos que nos llevan a interrogarnos acerca del uso del taller
como dispositivo formativo.
Desde esta concepción del proceso de enseñanza – aprendizaje, en la que
entendemos que el conocimiento es una construcción colectiva, permanente,
ratificable y rectificable, pues es esencialmente socio-histórica; apostamos a que los/as
estudiantes tengan una mirada crítica y comprensiva de los procesos sociales y de la
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relación con los sujetos con los que se vinculan en la práctica profesional, entendiendo
que ambos operan con marcos ideológicos y conceptuales propios.
Por lo tanto el taller aparece así como un dispositivo que permite que los/as
estudiantes asuman y desarrollen un papel protagónico como sujetos del proceso
educativo que requiere compromiso y dedicación a la práctica y una actitud crítica y
reflexiva frente al conocimiento y a la realidad.
En este sentido, los talleres pueden surgir como un espacio propicio para el
ejercicio crítico y reflexivo de interrogantes y nuevas problematizaciones en función de
los cuales el aprendizaje sea puesto en valor como significativo, valioso, necesario y
relevante.
Coincidimos así con Ghiso (1999) que “los talleres como dispositivos de
investigación (y de formación), tienen sus regímenes, normas, indicaciones y
procedimientos que permiten o facilitan el quehacer intencionado. Estas reglas
distribuyen y relacionan los componentes del dispositivo permitiendo que los
diferentes haceres acontezcan (el hacer ver, hablar, recordar, conceptuar, analizar)”
(p. 143). De allí que devengan algunos interrogantes que se plantea dicho autor y que
nos resulta interesante para la discusión como: “¿Quién fija las reglas del dispositivo?
¿Desde qué paradigmas se fijan? ¿Con qué intereses? ¿En relación a qué sujetos? Es al
descubrir estos interrogantes cuando nos damos cuenta que todo dispositivo y sus
multilíneas atraviesan los umbrales práxicos y entran en espacios éticos,
epistemológicos, políticos y estéticos” (Ghiso, 1999, p.143). Para afirmar luego que
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asumir entonces este tipo de dispositivo, no exime al investigador ni al docente de
plantearse e interrogarse por las dimensiones éticas y políticas del proceso. Lo cual
para nosotros son directrices en la formación profesional.
Por otra parte, también nos preguntamos ¿qué pasa con el lugar para la reflexión
de la práctica del taller? La vorágine en la actividad cotidiana que desarrollan los
docentes muchas veces dificulta la reflexión continua y sistemática acerca de los
talleres. Por lo cual también se plantea como desafío dentro de la formación y de la
práctica docente al darle al taller la visibilidad y relevancia necesarias a partir, no sólo
de la experiencia adquirida, sino también por los resultados obtenidos en las
investigaciones realizadas.
5. Resultados y/o conclusiones:
Entendemos que el taller como dispositivo pedagógico puede constituirse en un
espacio privilegiado no sólo de formación profesional para los/as trabajadores sociales,
sino también de análisis y reflexión de las prácticas y de la construcción colectiva de
conocimientos. En el cual, sobre todo el/la/los/as docentes o coordinadores a cargo
del mismo no pierdan de vista las dimensiones que se ponen juego como son: el poder,
la comunicación, la corporalidad, lo teórico, la emocionalidad, lo ético, la implicación
de los actores participantes. Estando atentos a la intencionalidad y direccionalidad del
dispositivo para lo cual requiere maniobrabilidad del mismo.
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Así, destacamos la importancia de la función docente en la instancia de mediación
pedagógica, siendo fundamental la tarea de habilitar y sostener espacios de
construcción del pensamiento crítico, de convergencia de saberes, de reflexiones
fundadas.
Destacamos también la riqueza de los talleres en la formación, en tanto propenden
a la apropiación crítica y reflexiva de los conocimientos teóricos y su puesta en juego
en los escenarios de la realidad de manera grupal; y porque además es un dispositivo
en el que se trabajan instrumentos y contenidos significativos para la formación
profesional adquiridos en las otras materias curriculares, apuntado a contribuir a la
generación de habilidades y competencias (saber + un saber hacer complejo) que
instrumente a los/as estudiantes para los numerosos desafíos que deberán enfrentar
como profesionales y/o investigadores al momento de intentar comprender e
intervenir en la realidad social.
Además, estimula el trabajo en equipo, el desarrollo de actitudes solidarias,
flexibles y cooperativas, el compromiso con la tarea sumado a los aspectos socio-
afectivos necesarios también en el proceso de formación.
Algunas ventajas que concluimos que proporciona esta metodología de
aprendizaje en función del análisis de los resultados de trabajo de campo:
1. Promueve una educación integral e íntegra simultáneamente en el proceso de
aprendizaje el Aprender a aprender, el Hacer y el Ser.
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2. Supera el concepto de educación tradicional en el cual el/a estudiante ha sido un
receptor/a pasivo, bancario del conocimiento
3. Gira en torno a la concepción de un sujeto activo: los/as estudiantes en los talleres
son creadores/as de su propio proceso de aprendizaje.
4. Permite la creación de espacios reales de comunicación, participación y autogestión
en las entidades educativas y en la comunidad.
5. Promueve relaciones competitivas por la producción conjunta.
6. El aprendizaje no es sólo un acto intelectual, sino también emocional, afectivo y
vivencial.
7. El origen del conocimiento está en la pregunta, en la problematización de un saber,
con la pregunta en términos de Freire, “nace también la curiosidad y con la
pregunta se incentiva la creatividad”
6. Contribuciones y significación científica de este trabajo:
Consideramos que la formación universitaria requiere de sujetos con competencias
académicas, sustentadas y fundadas científicamente; pero también, con el desarrollo
de habilidades y destrezas que le permitan poner constantemente en juego / tensión
los conocimientos, los aspectos teórico-epistemológicos, metodológicos y las
dimensiones ético-políticas y la praxis.
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Así, entendemos que a partir de este trabajo apuntamos a ´realizar un aporte a la
reflexión de una propuesta de formación que no sólo promueve estos aspectos sino
que los fortalece y enriquece; involucrando a todos los actores como “sujetos de
conocimiento y acción capaces de verse y ver al que los ve” (Ghiso, 1999, p. 144). Esto
es, pensar nuevas formar de enseñar, sin desterrar necesariamente modos
tradicionales, pero pensando que el desafío de hoy es generar verdaderos procesos
democratizadores en los ámbitos académicos, reconociendo los sujetos del
aprendizaje que hoy se presentan, reconociéndolos no sólo como sujetos de derechos
sino fundamentalmente como actores fundamentales y necesarios del proceso de
conocimiento, el cual es conjunto, colectivo, históricamente situado,
indispensablemente objetivo, jamás neutral.
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