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Katya Patricia Rosado Vera

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INDICE

El rol de la mujer en la actualidad

Opresión de género

Historia “el origen de la opresión de la mujer”

Formas de opresión y explotación

Lucha de la mujer contra el patriarcado

Mujer actual

El papel de la mujer en el ámbito laboral

Teorías erróneas sobre la opresión a las mujeres

Bibliografía

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EL ROL DE LA MUJER EN LA ACTUALIDAD

A lo largo de la historia, las mujeres fueron agredidas física y mentalmente de una manera violenta y extrema, pues eran consideradas como objetos, se le denigraba y alienaba de la sociedad, después de la lucha de las teóricas feministas por la igualdad y ver la incorporación de la mujer en la sociedad, el día de hoy ya no hay una subordinación tan llamativa, es decir, ya no la vemos como tal, pues las mujeres están en subordinación pero de una manera inconsciente, debido a la psique que se tiene desde pequeña, de tal forma que se vuelve un hábito el aceptar los estereotipos del papel de la mujer y el hombre en el hogar, por ejemplo; cuando una mujer llega del trabajo lo que hace es seguir trabajando, pues tiene que ver la comida, los platos, la ropa, etc., mientras que un hombre al llegar del trabajo lo que hace es sentarse a ver la tele en lo que su mujer lo llama para cenar.

A lo que queremos llegar con esto es que la subordinación de las mujeres por la dominación de los hombres, siempre seguirá existiendo, mientras éstos no cambien su mentalidad acerca de que ellos también pueden hacer las labores de las mujeres. Se dice que ya no se le discrimina a la mujer, porque ahora tiene las mismas ofertas laborales de los hombres y se le da su lugar en la sociedad, por lo que pareciera que ya no hay tal opresión, sin embargo no en todo lugar se respeta el cambio de mentalidad, y siguen habiendo familias conservadoras machistas, y esto a largo plazo impide el desarrollo de la sociedad, en armonía.

OPRESION DE GÉNERO

El hombre y la mujer han llevado roles sociales totalmente distintos desde tiempos muy remotos hasta la actualidad, por lo que hace tiempo se comenzó con una lucha de sexos, y de reconocimiento para saber quién era más fuerte, por lo cual, comenzó en una gran presión social, quien era más competente a los ojos de la sociedad, dando como resultado, el cierre de culturas arraigadas por tramar ser mejor que los demás, sobre todo de hombres y mujeres, del uno y del otro.

A lo largo de la historia se ha analizado y reinterpretado varios aspectos y periodos para integrar a las mujeres y a las relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres, esto contribuye a entender las distintas construcciones de feminidad y masculinidad sus variaciones a través del tiempo y sus complejas relaciones, entre clase, género, raza y etnicidad, se hace hincapié en las experiencias, prácticas y representaciones de las mujeres y los hombres para descifrar como diferentes ideas sobre género han sido elementos importantes en la construcción de la ciudadanía, el nacionalismo y en ideologías en torno a la política, el trabajo y la belleza, se utilizan diferentes perspectivas históricas, historia social, laboral, cultural y vida privada, pero su eje central en el análisis de género.

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El punto inicial de partida inicial fue la invisibilidad de las mujeres como actores sociales e históricos y que “mujer”, “hombre”, “feminidad” y “masculinidad” son construcciones históricas y culturales.

HISTORIA “EL ORIGEN DE LA OPRESION DE LA MUJER”

La opresión de la mujer es característica de las relaciones sociales a partir del surgimiento de la propiedad privada de los medios de producción. Esto significa que, durante un largo período de la historia de la humanidad, antes de las sociedades divididas en clases sociales, la mujer ejerció en pie de igualdad con el hombre, o con ventajas en relación a él, sus derechos sociales.

En el llamado comunismo primitivo, los bienes materiales eran colectivos, pertenecían a la comunidad, y se obtenían a partir de la recolección de alimentos y de la caza, la agricultura y la domesticación de animales. Como no existía propiedad privada de los medios de producción, tampoco existían clases sociales. En la familia primitiva, el matrimonio se realizó, durante un largo período, a través de grupos familiares que creían compartir la misma descendencia, donde los hombres eran maridos y las mujeres, esposas. No existía la monogamia. Los hombres eran padres de todos los niños y las mujeres, madres. En un sistema como ese, la descendencia sólo podía ser verificada a través de la madre, lo que originó el matriarcado. La importancia de la mujer, como reproductora y único pilar seguro de la descendencia familiar, se extendía también a las tareas que desempeñaba en la comunidad: la transformación de los alimentos y el desarrollo de la agricultura.

El matriarcado fue sustituido por el patriarcado cuando el desarrollo de la agricultura, del pastoreo y las técnicas de fundición de metales para crear nuevos instrumentos propició el surgimiento del excedente de producción. Por un lado fueron los hombres quienes pasaron a controlar las más sofisticadas técnicas e instrumentos de producción, controlando también los excedentes que generaban. Por otro, como en los matrimonios por grupos era imposible determinar la descendencia paterna, la sociedad se readecuó para que los hombres pudiesen legar a sus hijos legítimos los bienes que acumulaban en vida. Para garantizar la herencia, surgió la monogamia.

Para Federico Engels, en su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, el desmoronamiento del derecho materno, o sea, el matriarcado, supuso “la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”. Apartada de la producción social, la mujer se refugió en el mundo doméstico, donde la tarea de reproductora de seres humanos, que en el pasado fue su principal triunfo, se volvió su grillete más pesado. A partir de ahí, en los distintos modos de producción (esclavismo, feudalismo y capitalismo) de las sociedades divididas en clases, la historia de la mujer fue la historia de su opresión.

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FORMAS DE OPRESION Y EXPLOTACION

Esa opresión-explotación de las mujeres se manifiesta de varias formas: la reproducción y el mantenimiento de la fuerza de trabajo a través del trabajo doméstico no remunerado y la utilización de la mano de obra femenina con salarios más bajos, propiciando mayor extracción de plusvalía (más beneficio para la clase dominante, la burguesía).

Estas dos categorías (opresión y explotación) se combinan, son distintas. La opresión ataca a todas las mujeres en su desarrollo profesional, derecho al trabajo, su libertad para decidir sobre su vida y disponer de su cuerpo. Para justificar la opresión, se creó el mito de la inferioridad femenina, presentándose en mayor o menor énfasis dependiendo de la época histórica. Actualmente, la tesis de inferioridad es disfrazada por el concepto de “desigualdad”.

Pero, aunque la opresión es común a todas las mujeres, las trabajadoras son más oprimidas que las mujeres burguesas, la doble jornada de trabajo es un buen ejemplo. En cuanto a la mayoría de las asalariadas se refiere, después de trabajar en la oficina, en la fábrica o en el campo, debe cumplir sus tareas domésticas; mientras que las mujeres burguesas o de clase media, aunque trabajen, pueden relegar a otras mujeres esa segunda actividad. Las mujeres burguesas, en síntesis, utilizan la opresión de su sexo para explotar a las trabajadoras. Por eso, si hay afinidad en la lucha genérica contra la opresión, esa unidad está limitada por el papel que cada clase social ocupa en la producción. Solamente las mujeres trabajadoras, por el hecho de ser oprimidas y explotadas, pueden luchar de forma consecuente contra la opresión.

Por su naturaleza, basada en la desigualdad y la explotación, el capitalismo es incapaz de acabar con la opresión femenina. La igualdad entre hombres y mujeres sólo podrá lograrse a partir de una revolución socioeconómica y política que derrumbe este sistema. Las trabajadoras y trabajadores deben unirse en la lucha por la emancipación de la mujer.

LA LUCHA DE LA MUJER EN CONTRA DEL PATRIARCADO

Hasta mediados del siglo XX las mujeres estuvieron excluidas de las filas de la discusión de los asuntos públicos, así como del derecho al sufragio, por ello pugnaron por alcanzar lo que consideraban un acto de justicia elemental: la toma de decisiones colectivas para convertirse en interlocutoras de la política.   Específicamente a lo que significó alcanzar en un primer momento la ciudadanía plena para después lograr el acceso a la llamada igualdad democrática.   Las mujeres que deseaban participar habían levantado su voz para poder elegir a sus gobernantes y acceder al espacio de la política formal.

Hace diez años se analizaban textos feministas acerca de, “que significa ser mujer, cómo varía en el tiempo y en el espacio la concepción cultural de la categoría mujer y cómo

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influye esa idea en la situación de la mujeres en cada sociedad”.   El desarrollo de la idea necesita del concepto de género y del concepto de relaciones de género, es decir, de las distintas definiciones de hombre y mujer, con los correspondientes atributos aceptados de la feminidad y la masculinidad.

El feminismo propone a la mujer un compromiso político y un cambio para si y para el mundo. El feminismo plantea un compromiso para la plena apreciación de lo que las mujeres inscriben, articulan e imaginan en formas culturales: las intervenciones en el campo del sentido y la identidad que proceden de ese lugar llamado “la mujer” o “lo femenino”. El feminismo se refiere también a una revolución teórica en la comprensión de los conceptos de arte, cultura, mujer, subjetividad, política, etc., pero no implica la unidad en el campo teórico en la perspectiva adoptada o en la posición política. El feminismo se ha identificado con un movimiento de mujeres, lo cual es importante desde el punto de vista histórico, pero en el momento actual su autonomía como lugar en el que se sitúa la cuestión del género adquiere un significado político y teórico especial.

El proyecto feminista, su examen teorético de las distintas formas de ser hombre o mujer y su oposición a las opciones convencionales no es, desde luego, una empresa fácil, dado que pide ni más ni menos que el desmantelamiento de las bases que sostienen las relaciones sociales cotidianas y la mayoría de las instituciones y estructuras de poder, así como de los fundamentos teoréticos de las divisiones convencionales de género.   Y ello es así porque el establecimiento de una diferencia de categorías entre las mujeres y los hombres, si las primeras son una cosa, los segundos serán todo lo contrario.  

A la vez juega un papel importante la cultura cuando aporta elementos que nos facilitan entender lo permanente y lo variable; por eso se puede considerar que siempre están en continua creación, recreación y producción humana, no se queda estática que sino que es transformadora.   Por ser la cultura producida, y recreada por los seres humanos nos facilita poder acercarnos a los seres que la construyen y a los espacios de construcción privado y público, en el contexto permanente de toda cultura, en las partes sociales de la cotidianidad vemos su influencia y determinación en cuanto a las identidades de género: femenino y masculino. Esta identidad hace que cada persona se identifique a sí misma como hombre o como mujer en función de sus características físicas.   Decía Bem (1978), que la identidad de sexo se ha basado tradicionalmente en tres componentes: la preferencia sexual, la identidad de género y la identidad de rol sexual. Sau (1993), señala que el género tiene una doble vertiente: la colectiva, en cuanto que implica la adaptación de las personas a las expectativas de la sociedad y, por lo tanto, a los roles de género; y la individual, referida a cómo vive cada uno su propio género y mantiene su individualidad respecto a los demás.   “la igualdad a sí mismo, la unidad y la persistencia de la propia individualidad como mujer, varón o ambivalente, en mayor o menor grado, en especial tal como es experimentada en la conciencia acerca de sí mismo y en la conducta, la identidad de género es la experiencia personal del rol de género y este es la expresión pública de la identidad de género”.

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La opresión de género se ha ido marcando a través de los tiempos y de la misma historia, debido a que al paso de los años, se ha consumado una larga pelea entre hombres y mujeres, dando lugar a una guerra interminable de sexos, y por lo tanto de roles, ya que el hombre ha ido dejando huella como el sexo fuerte y la mujer como el sexo sumiso y dejado, por lo cual actualmente con la lucha de equidad de género no se dan pautas de convivencia y de acuerdos entre el uno y el otro.

Actualmente la distinción entre lo femenino y lo masculino es solo parte de un amplio estudio, por lo que en este país con tantos cambios que van desde la democracia hasta el cambio de roles en cuanto al matrimonio, ha marcado fuertes declaraciones de que las mujeres pretenden actuar como hombres para que se les reconozca ante la sociedad y que no siga el papel de ser el sexo débil, y si se toma como referencia los hechos históricos en el país acorde al machismo, la mujer era la dejada, y ahora al quererse salir de dicha situación, reacciona de la misma manera haciendo o tratando de humillar o minimiza al hombre, es ahí donde se encuentra en plena insatisfacción de ambos, ya que el hombre comienza a actuar de la misma manera como mujer para que no vuelva a caer en la misma situación de ser el golpeador, el fuerte, el que imponía fuerza y voluntad, y la mujer como hombre para que se le tuviera un poco de respeto en cuanto a la cultura arraigada que se encuentra en el país.

MUJER ACTUAL

En la actualidad la vida de las mujeres es cada día más interesante y retadora, está cambiando. Algunas parecen llevar mejor los retos y el estrés que esto implica; otras, no tanto. En realidad están enfrentando un cambio en la definición de lo que es ser mujer y esto implica pelearse con siglos de tradición que según algunos, dirían: "Si no está roto, ¿por qué arreglarlo?" Sin embargo y para su ventaja, para muchas mujeres y hombres la entrada de las mujeres en la sociedad actual ha sido una enorme bendición.

El rol de las mujeres hoy en día es otro, es más completo gracias a que están más preparadas; han demostrado una y otra vez que hacemos un buen papel dentro del mercado laboral.

El cambio inició como una consecuencia gradual que sobrevino luego de este hecho histórico: La Segunda Guerra Mundial. Al dejar los hombres sus países, oficinas y puestos de trabajo, en ese momento ese vacío fue llenado por las mujeres, aquellas mismas que habían estado limitadas por la tradición a ejecutar solamente tareas hogareñas.

La fuerza de la historia, el peso de la tradición femenina que vamos heredando y transmitiendo de una mujer a otra no ha podido remover por completo la expectativa principal de ser mujer: casarse, tener hijos y atender su hogar.

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A ello debemos sumar carreras universitarias, mujeres profesionales, competidoras agresivas, comprometidas y aguerridas. Cumpliendo las expectativas otrora reservadas para los hombres y lo estamos haciendo bien.

Las familias han venido a pagar el costo del nuevo rol femenino, al cual todavía no nos acostumbramos del todo. Así como ha cambiado tanto la "definición de puesto" para los sexos, debido a que los hombres se encuentran invadidos en sus espacios y ya no se espera lo mismo de ellos dentro del hogar, las familias han sufrido terribles transformaciones, que en consecuencia han resultado en sociedades aun intentando comprender, para poder acomodarse.

Dentro de muchas familias, se sigue esperando que -como se hiciera en el hogar de su infancia y como lo hicieron sus madres- la mujer siga siendo quien realice las tareas del hogar.

La mujer ha logrado incorporar a las tareas de siempre (de madre, esposa y ama de casa) las nuevas que implican ser una profesional. Es realmente admirable lo que lograron hacer. Ésas son las mujeres de hoy. O por lo menos, es lo que la actualidad, el mundo moderno y las nuevas tendencias están permitiéndoles escoger, conocer, expandir su mundo y saber que existe una amplia gama de opciones y formas de vida.

EL PAPEL DE LA MUJER EN EL AMBITO LABORAL

Los inicios de las mujeres en el ámbito laboral se remontan al siglo XIX con la industrialización. En principio la mano de obra era masculina, pero con el progresivo crecimiento de la industria, la población femenina se incorporó al trabajo. Las mujeres se vieron obligadas a compaginar las tareas domésticas con el empleo fuera de casa.Ya en el siglo XX, con el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial, las mujeres acabaron remplazando a los hombres en las fábricas, ya que estos se encontraban en el frente. Esta situación sentó un precedente: la mujer era capaz de realizar el trabajo que hasta entonces sólo había hecho el hombre.De forma gradual, la población femenina ha ido sumándose al mercado laboral. Primero ocupando puestos tradicionalmente femeninos, como maestra, secretaria, enfermera o puericultora, hasta la situación laboral actual, en que las mujeres nos encontramos prácticamente en todos los sectores profesionales.

Una de las mayores injusticias por las que atraviesan las personas de género femenino es la diferencia que se produce con la mujer y el empleo, ya que aún no se han adquirido los mismos derechos que los hombres, escenario negativo para el que la ONU reclama cada vez más la atención.  El trabajo de la mujer y el hombre es igual pero no es tratado como tal. No sólo no acceden a los mismos puestos de trabajo sino que no reciben iguales

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remuneraciones a pesar de tener las mismas tareas. 

Las diferencias de género siguen siendo evidentes en muchos países de América Latina y a pesar del trabajo que realizan algunas organizaciones a favor de los derechos humanos, y particularmente de la mujer, trabajan para que la historia de la mujer y el trabajo deje atrás las desigualdades, y sobre todo, la violencia.

 El índice de participación de las mujeres en el mercado de trabajo ha sido creciente, a lo largo de los últimos años se ha detectado la presencia creciente de mujeres con una elevada preparación en el mundo laboral público y privado, las mujeres con una titulación superior encuentran, en general, una realidad menos discriminatoria por razones de género en el ámbito de la administración del estado que en los empleos privados.  cada vez se escribe más sobre las empresarias y las ejecutivas, mostrándolas como prototipo de los avances de las mujeres en el mundo laboral.

 El acceso de las mujeres al mercado laboral puede representar un progreso respecto a condiciones previas, al aumentar su autonomía personal y económica y mejorar, de este modo, su capacidad de negociación al interior de la pareja y familia. la generación de ingresos propios, la ampliación de las relaciones interpersonales y el aprendizaje de nuevas competencias debilitan la habitual dependencia de las mujeres respecto de los hombres, y dirigen las relaciones sociales de género existentes hacia otras con mayor potencialidad de equidad.

Las características del sistema de relaciones de género propio de las sociedades actuales no sólo llevan a que hombres y mujeres entren en condiciones de desigualdad al proceso de reorganización del trabajo hoy en curso. Además, se ven afectados de diferente manera por dicho proceso, dado que su característica determinante, la flexibilidad, se apoya en una estructura de relaciones sociales desiguales entre los géneros. de manera bastante clara, la inequidad de género pasa a formar parte de la estrategia flexibilizada del mercado laboral, que se apoya en la necesidad de las mujeres de compatibilizar trabajo remunerado y trabajo reproductivo y en la segregación sexual del mercado de trabajo, con ocupaciones masculinas y femeninas a las que se atribuye distinto valor. Para las mujeres el empleo atípico o flexible es atractivo, en la medida en que les permite ejercer un trabajo remunerado que es a la vez compatible con las tareas de cuidado, culturalmente asignadas al sexo femenino. Influyen en esta dirección las necesidades monetarias de las familias y el deseo de muchas mujeres de autoafirmarse y generar ingresos propios.

TEORIAS ERRONEAS SOBRE LA OPRESION A LAS MUJERES

El movimiento de las mujeres de los años sesenta y setenta produjo sus propias teorías acerca de la opresión de las mujeres. Es necesario considerar lo que era incorrecto en ellas, ya que de este modo podremos ver más claramente lo que significa la perspectiva del marxismo revolucionario.

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El patriarcado:

La teoría del patriarcado es la perspectiva dominante en el movimiento de las mujeres.

Sostiene que la opresión de las mujeres es un resultado de la dominación masculina y algo completamente diferente de la división de la sociedad en clases económicas. Ve a “los hombres” como beneficiarios de la opresión en todas las sociedades, y mantenedores de esa opresión incluso si la revolución socialista tiene lugar. Rechaza por “reduccionistas” los intentos de explicar la opresión de las mujeres a partir de la dinámica de las sociedades de clases. A partir de aquí, se extrae la conclusión de que la lucha por la liberación de las mujeres es algo completamente separado (aunque paralelo) de la lucha por la revolución de la clase trabajadora y por el socialismo.

La teoría es “hegemónica” en el sentido de que pocas feministas la ponen en duda y ha sido adoptada sistemáticamente por sectores de la izquierda reformista fuera del movimiento de las mujeres. De hecho, aunque unas pocas figuras en el movimiento de las mujeres (por ejemplo Sheila Rowbotham) intentaron oponerse al término “patriarcado”, hoy es un concepto habitualmente considerado como incuestionable.

Tuvo gran aceptación porque, como ha observado Lindsey German, “el éxito de la teoría del patriarcado se debe a que cada cual puede interpretarla a su manera. Prospera en los imprecisos sentimientos tan queridos por sectores del movimiento de las mujeres antes que sobre un análisis material…”

Sin embargo, su base teórica es realmente muy débil. Ya que, si las mujeres han estado siempre oprimidas por los hombres, la pregunta que surge es ¿por qué? ¿Cómo es que el sexo masculino ha sido capaz de subordinar al femenino de esta forma?

A no ser que las teóricas del patriarcado puedan responder a estas preguntas, no pueden explicar la opresión de las mujeres. Por lo tanto no pueden decir cómo ha de vencerse. Se llega así, no a una teoría de la liberación de las mujeres, sino a una perspectiva que ¡excluye cualquier liberación real!

Un intento de explicación consiste en atribuir la opresión de las mujeres a factores ideológicos. Ahora, ciertamente, el hecho de que la ideología imperante considere a las mujeres como subordinadas refuerza su subordinación: los hombres crecen viéndose a sí mismos como el sexo superior y muchas mujeres crecen aceptándolo. Pero, ¿de dónde viene la ideología misma de la subordinación de las mujeres?

Los partidarios de la teoría no pueden explicar esto y, a menudo, acaban abandonando cualquier explicación materialista, afirmando, por ejemplo, que el materialismo histórico es erróneo, que las ideologías existen por derecho propio, como “diferentes modos de discurso”.

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Otras teóricas del patriarcado intentan explicar la opresión de las mujeres de forma materialista. Pero recurren a un materialismo que abstraen de la sociedad de clases. Todo lo que permanece entonces como la base de la opresión de las mujeres es la diferencia biológica entre ellas y los hombres. Es esto, al parecer, lo que permite a los hombres conspirar exitosamente para subyugar a las mujeres. Según una de estas teóricas, Heidi Hartmann, los hombres “controlan el trabajo de las mujeres y restringen su sexualidad”.

Hartmann llega incluso a tratar de reclutar a Engels para su causa.13 Cita un famoso pasaje de Los orígenes de la familia donde Engels escribe que:

El factor determinante en la historia es… la producción y reproducción de la vida inmediata… Por un lado la producción de los medios de existencia, de comida, vestimenta y techo y los instrumentos necesarios para esta producción. Por otro lado la producción de los seres humanos mismos, la propagación de la especie. La organización social en la que las personas de una época histórica concreta viven está determinada por ambos tipos de producción.

Heidi Hartmann ve los dos “modos” de producción como entidades de igual importancia y afirma que no hay una conexión necesaria entre cambios en un “modo” y cambios en el otro.

Engels claramente pensaba de otra forma, ya que él mismo continúa diciendo que cuanto más se desarrolla una sociedad de clase es menos posible la coexistencia de los dos tipos de producción. Surge una sociedad en la que “las relaciones familiares están enteramente subordinadas a las relaciones de propiedad”.

De hecho es absolutamente confuso hablar de “dos modos”.

El modo de producción en cualquier sociedad está constituido por la unión de fuerzas y relaciones de producción. El primer término del conjunto, ejerce continuamente presión para cambiar el segundo término. Cada incremento en la capacidad de los seres humanos para controlar la naturaleza, produce nuevas relaciones entre los seres humanos mismos y, por tanto, comienza a transformar las relaciones de producción preexistentes. O cambia la sociedad o las nuevas formas de controlar la naturaleza han de ser abandonadas. Hay siempre una tensión, una dinámica en el modo de producción que determina la forma de la historia humana.

No existe una tensión semejante inherente al “modo de reproducción”. Los seres humanos no están continuamente descubriendo nuevas formas de reproducirse (clonando en una época, poniendo huevos en otra, pariendo en una tercera). Estas nuevas formas de reproducción no están continuamente surgiendo contra la barrera de las relaciones existentes entre las personas.

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La forma en que los humanos se reproducen es relativamente estática.14 Si se percibe esto como factor de desarrollo de la historia humana, entonces no puede haber ningún cambio en ella, ningún desarrollo. Si las “fuerzas de reproducción” determinan las “relaciones de reproducción”, entonces la opresión de las mujeres realmente es algo que debe haber existido siempre (y que existirá siempre).

Pero las “relaciones de reproducción” (por ejemplo las relaciones familiares) de hecho cambian. Cambian, con el resto de las relaciones humanas, como resultado de lo que sucede en la esfera de la producción material.

Como hemos señalado antes, cuando en las sociedades precapitalistas las áreas más importantes de la producción material pueden ser cubiertas incluso por mujeres embarazadas o con responsabilidad en el cuidado de los hijos, entonces encontramos sociedades en las que las mujeres tienen alto prestigio e igualdad (o incluso superioridad a los hombres).

Las relaciones de reproducción —la familia— resultan de las condiciones materiales de producción, no de algún “modo de reproducción”.

Una vez se comprende esto, se puede ver cómo el capitalismo prepara el terreno para la abolición de la opresión de las mujeres. Produce un desarrollo de las fuerzas productivas tan inmenso que, por un lado, la producción puede ser llevada a cabo por cualquiera, por mucho que las muy crudas “realidades biológicas” puedan ser un impedimento para ello; por otro lado crea, por primera vez, la tecnología para transformar la biología humana (control de fertilidad, etc.). Pero el capitalismo mismo impide la realización completa de estas potencialidades.

La teoría del patriarcado se niega a reconocer esto. De hecho, nos presenta la sociedad actual como un cuadro formado por dos cosas bastante diferentes. Una es el afán de acumular capital por medio de la explotación. La otra, un complot de los hombres de todas las clases para dominar a las mujeres de todas las clases.

La lógica de la teoría del patriarcado consiste en que aunque percibe el papel que juega la lucha de clases, no considera que ésta tenga nada que ver con la opresión de las mujeres que depende de una segunda lucha, la de todas las mujeres contra todos los hombres. De esta forma, si realmente se busca acabar con la opresión de las mujeres, en la práctica se vuelve la espalda a la lucha de clases.

La teoría encaja hábilmente con la necesidad tanto de la tendencia separatista como de la reformista dentro del movimiento de las mujeres. La tendencia separatista puede verse a sí misma como la aplicación consistente de la teoría. Son las personas que toman seriamente el punto de vista de la historia como una lucha de poder entre sexos. Tanto si es una cuestión de culpar a todos los hombres de los crímenes sexuales, de oponerse a

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“instituciones masculinas” como los sindicatos, de intentar formar áreas de sexualidad femenina liberada, como si se trata de contraponer “valores femeninos” a la agresión del macho que causa guerras nucleares, las partidarias del separatismo son capaces de pasar a la ofensiva contra las feministas que ven que la colaboración con algunos hombres es importante.

Pero la tendencia reformista puede usar también la teoría del patriarcado. Ya que hay dos campos de batalla distintos, entonces se puede luchar en un terreno mientras se llega a un compromiso en el otro. Por lo tanto, la manera en que en Gran Bretaña se habla de “luchar contra los valores patriarcales” ha sido utilizada para justificar la colaboración entre los líderes sindicales y un futuro gobierno laborista con el fin de conservar los salarios con una “política de control de los salarios feminista”. De ahí, la forma en que las mujeres en la burocracia sindical pueden aceptar la idea de sindicalistas profesionales nombrados desde arriba, que reciben el doble o el triple del salario medio, que no están sujetos a revocación, etc., siempre que hay una “estructura profesional adecuada para las mujeres” dentro de la burocracia.

BIBLIOGRAFÍA

Fernández, A. M. T., Ramos, E. C. y Porter, S. (2006). Orden social e identidad de géner. México

siglos XIX y XX. México. CUCSH-UdeG.

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McGRAWHILL, L. (2000). Género, Identidad y Lugar. México. Ediciones Cátedra.

Rubio, R. M. A., Meza, C., Avalos, T. A., Padilla de la Torre, M. R., Patiño, B. P., Díaz, C. O. M.,

y Galindo, L. C. (2005). Espacios de género. México.

Federico Engels, en su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”

Http:// www.correntroig.org/spip.php?article3279&lang=ca

Fecha de conclusión: 28·02·2014

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