El Revolucionario - Jon Lee Anderson

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El revolucionario Este martes murió Hugo Chávez, uno de los personajes más complejos y provocadores de la política mundial. Con los años, su personalidad sólo fue acentuando sus particulares rasgos. El 2001, Jon Lee Anderson -cronista de New Yorker y autor de la biografía del Che Guevara- pasó varias semanas con el presidente de Venezuela. Este perfil es el resultado de ese trabajo. En 12 años, las cosas no cambiaron mucho. por Jon Lee Anderson La clínica siquiátrica del doctor Edmundo Chirinos está en un distrito que antaño fue uno de los más refinados de Caracas. Chirinos es un hombre bajo, ya en sus 60, que tiene ojos traviesos y cejas pobladas. Por su consultorio han desfilado profesionales de alto rango y prominentes figuras políticas. Me dijo que desde 1958, cuando Venezuela se convirtió en una democracia multipartidista, ha tenido el gusto de conocer a siete de sus presidentes, que han llegado a ser sus amigos o sólo sus pacientes. Hugo Chávez es uno de esos presidentes y amigos personales. Dice que es el hombre más honesto que ha conocido. Chirinos quería conversar conmigo acerca del Presidente Hugo Chávez y me dijo que la manera más discreta de hacerlo era a través de un cuestionario diseñado por uno de sus colegas. Este exponía 50 rasgos personales que tanto se le podían atribuir al Libertador Simón Bolívar como al Presidente Chávez o a ambos. Comenzó a leer el cuestionario y enfatizó algunas de esas semejanzas: “Es una persona difícil y malhumorada cuando se siente frustrado. Cuando uno menos lo espera, saca su buen humor y platica con familiaridad con desconocidos y amigos por igual. En ocasiones es injusto con sus opiniones, pero en otras es demasiado tolerante. Su carácter es impredecible y desconcertante. Prefiere

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"El Revolucionario" de Jon Lee Anderson en "El dictador, los demonios y otras crónicas" (2010)

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El revolucionarioEste martes murió Hugo Chávez, uno de los personajes más complejos y

provocadores de la política mundial. Con los años, su personalidad sólo fueacentuando sus particulares rasgos. El 2001, Jon Lee Anderson -cronista deNew Yorker y autor de la biografía del Che Guevara- pasó varias semanas conel presidente de Venezuela. Este perfil es el resultado de ese trabajo. En 12años, las cosas no cambiaron mucho.

por Jon Lee Anderson

La clínica siquiátrica del doctor Edmundo Chirinos está en un distrito queantaño fue uno de los más refinados de Caracas. Chirinos es un hombre bajo, yaen sus 60, que tiene ojos traviesos y cejas pobladas. Por su consultorio handesfilado profesionales de alto rango y prominentes figuras políticas. Me dijoque desde 1958, cuando Venezuela se convirtió en una democraciamultipartidista, ha tenido el gusto de conocer a siete de sus presidentes, que hanllegado a ser sus amigos o sólo sus pacientes. Hugo Chávez es uno de esospresidentes y amigos personales. Dice que es el hombre más honesto que haconocido.

Chirinos quería conversar conmigo acerca del Presidente Hugo Chávez y me dijoque la manera más discreta de hacerlo era a través de un cuestionario diseñadopor uno de sus colegas. Este exponía 50 rasgos personales que tanto se le podíanatribuir al Libertador Simón Bolívar como al Presidente Chávez o a ambos.

Comenzó a leer el cuestionario y enfatizó algunas de esas semejanzas: “Es unapersona difícil y malhumorada cuando se siente frustrado. Cuando uno menoslo espera, saca su buen humor y platica con familiaridad con desconocidos yamigos por igual. En ocasiones es injusto con sus opiniones, pero en otras esdemasiado tolerante. Su carácter es impredecible y desconcertante. Prefiere

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abrazar sueños que parecen imposibles en lugar de confrontar las durasrealidades de la vida”.

Cuando llegamos al rasgo 14 del cuestionario, que tenía que ver con la vanidad,Chirinos afirmó: “Esto es cierto, Chávez tiene rastros de narcisismo”. En lanúmero 15 -¿Manifiesta un autoritarismo desenfrenado que predispone a lagente en su contra?-, me miró y dijo: “Sí, esta característica es muy pronunciadaen Hugo”. Y así recorrimos todo el documento, en el que Chirinos describió aChávez como hiperactivo e imprudente, impuntual y que sobrerreacciona a lascríticas, rencoroso, políticamente astuto y manipulador, que nunca duerme másde dos o tres horas por noche.

Cuando me despedí, me enfatizó que el presidente venezolano está mentalmentesano y normal: “Excepto por su poder, el presidente no es muy diferente a ustedo a mí”.

Chávez es un “creole mestizo”, como lo era Bolívar, y esto a pesar de que muchoscuadros que pintan al “Libertador” lo muestran como un hombre de piel blanca.Los rasgos de Chávez son de color bronce oscuro; tiene labios sobresalientes;ojos profundos debajo de densas cejas; cabello negro y rizado; una larga nariz enforma de hacha. Parece tener una memoria casi fotográfica. Es todo un aduladorcon las personas con las que se ha encontrado tan sólo una vez y se dirige a ellaspor sus nombres. También es un bromista empedernido y con poco tacto. En unencuentro con Putin en Moscú, se puso en posición de karate antes de saludarlo.Putin quedó perplejo. “Escuché que eres cinta negra -le dijo Chávez-. Yo soybeisbolista”.

Conversé con Chávez largo y tendido por primera vez en su residencia, unamansión estilo hacienda, conocida como La Casona. Eran cerca de las nueve dela noche y Chávez se encontraba sobre el césped en una mesa de madera, bajoun árbol de mangos. Llevaba zapatillas, jeans negros y una larga camisa tipotúnica. Papeles, bolígrafos y un par de celulares estaban sobre la mesa. Unempleado nos trajo café expreso, jugo de mango y galletas saladas. Chávez es unadicto a la cafeína. Cuando sus asistentes se dieron cuenta de que tomaba unos26 expresos al día, bajaron la ración a 16.

Me acordé de las observaciones del doctor Chirinos sobre la sensibilidad deHugo Chávez y su tendencia a llorar, y le pregunté al presidente si compartía latrágica visión acerca de la vida que tenía Bolívar.

Y es que Chávez habla siempre de su voluntad de morir al servicio de la patria yse especula que tiene complejo de mártir. Había meditado sobre eso días atrás,

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durante una ceremonia oficial para depositar una corona en la tumba del“Libertador”. Chávez llegó a la ceremonia acompañado de los presidentes deMéxico y Colombia. Ambos usaban chalecos antibalas, pero Chávez no.

Le pregunté por qué. “Nunca uso”, me respondió. Este asunto vuelve paranoicosa sus guardaespaldas. Tanto, que hasta el mismo Fidel Castro, según Chávez, leha dicho que se cuide mejor. “Es posible que tenga algo de eso ese sentidotrágico de la vida”, me reconoció.

Chávez es un showman natural. Durante su acostumbrado programa de radio ytelevisiónAló, Presidente, que se transmite en vivo y dura horas y horas,acostumbra a regañar a sus críticos, amenaza a sus enemigos, canta, recitapoesía, tira chistes y generalmente exagera su actuación. De manerainsoportablemente detallada, les dice a sus televidentes todo lo que ha hecho oestá por hacer; rememora su infancia; lee a Marx; la Biblia, y sobre todo,Bolívar. Cuando ha estado de viaje, señala sobre el mapa los lugares que havisitado, exalta su belleza y describe la gente que encuentra. Estas cosas peganbien con los venezolanos de origen pobre, pero otros consideran sus monólogoscomo algo muy irritante. “¿Viste a nuestro príncipe payaso la otra noche?”, esuno de los típicos comentarios después de Aló, Presidente. Muchos venezolanosde tez blanca y de la clase media desprecian a Chávez. Un financiero deimpecable ascendencia ibérica me dijo, con cara de disgusto, “que se sentíaavergonzado de tener a ese mono como presidente”.

Chávez está prácticamente aislado de los líderes de negocios de Venezuela, ysegún me dijo un ex funcionario del Departamento de Estado: “Esta gente,probablemente, nunca antes se había encontrado con alguien como él, aexcepción tal vez del muchacho mandadero de la casa”.

La oposición a Chávez está aún desorganizada y fragmentaria, sin embargo, hahabido protestas y huelgas de sindicatos que sienten que él está tratando dediluir su poder. Cada vez que se siente desafiado, Chávez se pone a la defensiva ytilda a sus críticos de “oligarcas” y “mentirosos”, y los acusa de conspirar parasabotear al gobierno.

Rumores de movimientos dentro de las Fuerzas Armadas en contra de Chávezsiempre están circulando por Caracas, pero parecen provenir del FrenteInstitucional Militar, constituido por oficiales retirados del ejército y dirigidopor Fernando Ochoa Antich. “Yo soy de aquellos que creen que eventualmentelas Fuerzas Armadas serán un factor desestabilizador para el régimen de HugoChávez”, me explicó. “Estamos convencidos de que una Venezuela democrática

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y pluralista no puede existir con Chávez. No hay otras alternativas mientrasChávez esté sobre el escenario”.

Por su parte, Chávez afirma que la mayoría de los miembros de las FuerzasArmadas de Venezuela le son leales. Aunque a mí me reconoció personalmenteque no en “un ciento por ciento”.

Hugo Chávez fue el segundo de seis hijos de Elena Frías y Hugo de los ReyesChávez, ambos pobres y profesores de primaria en el estado occidental deBarinas. Hugo hijo era un ávido beisbolista y lector de historia. Ingresó alejército como cadete a los 17 años y se graduó de la academia militar deVenezuela en 1975, con un título en artes y ciencias. Fue asignado a un batallónque tenía como órdenes aplastar el levantamiento liderado en Barinas por laneorganización maoísta “Bandera Roja”. Chávez ha dicho que fue durante lacampaña antiguerrilla en Barinas cuando comenzó a sentir simpatía por elpueblo y la causa revolucionaria.

Ni él ni sus amigos tenían la menor idea de qué iban a hacer, pero a principiosde los 80 fundaron la organización secreta Movimiento RevolucionarioBolivariano. Por ese tiempo, el hermano mayor de Hugo, Adán, un profesoruniversitario de marxismo, lo introdujo con Douglas Bravo, uno de los líderesguerrilleros más famoso de Venezuela. Adán Chávez era miembro del partido deBravo, conocido como el Partido de la Revolución Venezolana, que abogaba poruna toma revolucionaria marxista en Venezuela en una alianza entre civiles ymilitares.

Hugo Chávez trabajó con Douglas Bravo hasta poco antes del intento de golpede Estado en 1992. Bravo me dijo que Chávez había traicionado sus principiosizquierdistas a favor de un atentado puramente militar. El Presidente Chávezcuenta una historia diferente: dice que Bravo rompió relaciones con él mástarde, después de que decidiera buscar el poder por medio de la urna electoralen lugar de la pistola. De cualquier forma, esta ruptura es emblemática de losproblemas de Chávez con algunos izquierdistas de Venezuela, los cuales tienenreparos acerca de sus antecedentes militares, sus políticas proempresa y susamistades con personas de variadas filosofías políticas.

En ciertos barrios bajos de Caracas, algunos impacientes militantes de izquierdahan formado una cuasi guerrilla clandestina y armada. Hasta ahora, se handedicado a actividades de “limpieza social”, como la ejecución de traficantes dedrogas. Una diputada de la bancada chavista, Marelis Pérez Marcano, me dijoque le preocupa el paso lento del cambio: “Mi gran miedo es que el climarevolucionario generado por el Presidente Chávez comenzará a caerse.

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Necesitamos estimular a la gente, mantener viva la llama de la revolución”. Poreso, está ayudando a organizar comités de ciudadanos. “Con estos mecanismos,la revolución será irreversible. Si a Chávez intentan removerlo por la fuerza, lagente será capaz de salir a las calles y defenderlo”.

Chávez nació en una casa de adobe con suelo de tierra en Sabaneta, un pueblopequeño rodeado con pastos, palmeras y palos de mango, pero su familia semudó hace un tiempo a la ciudad de Barinas, capital del Estado. En 1988,mientras corría para la presidencia, su padre hacía campaña para gobernadordel estado. Y ganó. El padre del Presidente Chávez no se ha sentido muy bien-tiene cáncer de próstata- y sus hijos lo ayudan con sus labores de gobernador.Sus hijos Narciso, hombre de negocios; Argenis, ingeniero eléctrico; Aníbal,profesor de inglés, y Adeliz, banquero, han sido considerados una pandilla deladronzuelos cuyas actividades han avergonzado a Chávez.

La mansión de su padre, el gobernador de Barinas, es una versión pequeña deLa Casona: una casa laberíntica, con columnatas y un jardín lleno con árboles.Primero me recibió el hermano más joven de Chávez, Adeliz, un hombre de 40años, con una gran mandíbula y pelo liso. Vestía terno gris y una corbatafloreada. También tenía un anillo de oro con diamante. Recién se habíaconvertido en vicepresidente corporativo del Banco Sofitasa.

Cuando Adeliz se retiró, don Hugo y doña Elena entraron en la oficina. Elpresidente Chávez heredó el color de piel de su padre, pero su cara y gruesamandíbula las heredó de doña Elena. En ese día, ella era la que más hablaba:“Algunas veces creo que Hugo ha sido enviado por Dios para ayudar a su pueblo,pero está solo en esto. Yo le rezo a Dios y la Virgen que lo cuiden por mí, porquetiene muchos enemigos”. Ella y su marido acababan de regresar de Cuba, suprimer viaje fuera de Venezuela. Fidel los había tratado magníficamente.

Pocos días después, el presidente me invitó a acompañarlo en un viaje alinterior. Nuestra primera parada fue en Barinas, donde Chávez abrió una nuevasección de la autopista. Cuando los helicópteros tocaron tierra, la gente quebróel cordón de seguridad y se lanzó como enjambre sobre Chávez, gritando sunombre. Sostenían pancartas y cartas dirigidas a él. Chávez repartía besos yapretones de mano. Dos soldados que estaban detrás de Chávez llenaban lossacos con las cartas que la gente les lanzaba.

Ya era pasada la medianoche cuando retornamos a Caracas.

A la mañana siguiente, Chávez fue a La Esmeralda, un puesto de avanzada en lajungla amazónica y a una hora y media de vuelo de Maracaibo en el jet

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presidencial. En La Esmeralda se encuentra una misión salesiana, un cuartel dela Guardia Nacional, unas casas con techos de hojalata y palmera, un muelle.Algunas monjas y misioneros, soldados, funcionarios civiles y un grupo demuchachos y muchachas indígenas, todos descalzos, esperaban por Chávez en lapista. Había llegado a La Esmeralda para dar a las aisladas comunidadesindígenas una flota de ambulancias para ríos, hechas de fibra de vidrio y conmotores fuera de borda.

Al tiempo que la ceremonia comenzaba, representantes de varias comunidadesindígenas deambulaban cerca, esperando una oportunidad para hablarle. Derepente, un grupo de unos 30 indios yanomami apareció corriendo desde elbosque. Usaban taparrabos y sus torsos desnudos y piernas estaban cubiertoscon pintura negra de guerra. Emitían gritos y agitaban sus armas. En medio delgrupo, un pequeño yanomami gritaba en un castellano apenas inteligible.Estaba hiperventilado. Finalmente, comprendí que estaba informando de laqueja de varias villas que habían sido excluidas de la entrega de las ambulanciasflotantes.

La escena de los yanomami había pasado inadvertida para Chávez. Aún estabadiscurseando y diciéndoles a los otros indígenas reunidos que ellos eran losoriginales venezolanos, y que todos los venezolanos, sean indios, negros oblancos, tenían los mismos derechos bajo la nueva Constitución. “Yo soy blanco,negro e indio, así como la mayoría de los venezolanos”, les gritó.

En el vuelo de retorno a Caracas, Chávez me llamó a su compartimientoprivado. Sacó su agenda y me propuso que llegara por la mañana a su oficina enel Fuerte Tiuna. Le pregunté acerca de las cartas. Se puso a reír. Me dijo quetenía un equipo especial de asistentes que hacía un sumario de todas las cartascada noche, y cada mañana él pasaba por ellas. “¿Todas las cartas?”, le pregunté.“Todas”, me aseguró.

El Fuerte Tiuna es un lugar calmado, limpio, con césped bien cortado y barracasy caballerizas recientemente pintadas. Los soldados saludan a cualquiera que secruza con ellos. Hay una estatua de bronce de Simón Bolívar en el atrio deledificio del Ministerio de Defensa, que muestra al Libertador en el campo debatalla. Los balcones de varios pisos de oficinas dan hacia este atrio. La mañanaque vi aquí a Chávez llevaba un uniforme militar, incrustado de listones ymedallas.

“¿Sabías que este es el cuarto donde estuve prisionero el 4 de febrero de 1992después que me rendí?, me dijo. “Me senté exactamente sobre ese sofá”, agregó,y señaló hacia un sofá. “Todo está exactamente igual”. Me dijo cómo había

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persuadido a los comandantes militares para que le permitieran estar en vivopor televisión y dirigirse a sus camaradas que todavía combatían. Chávez explicóque no ensayó nada. “Todo lo que sabía era que no quería aparecer ante lanación luciendo como un Noriega cuando se rindió a los gringos. Derrotado ycon un número colgándome del cuello”. Me dijo que de repente una “vozinterior” le empezó a hablar. “No sé qué habrá sido. Mi subconsciente o algo”.Las palabras simplemente le brotaron, continuó diciéndome. Y de repente, medijo palabra por palabra el discurso que había dado esa noche.

Le pregunté por los problemas que ahora enfrentaba estando en el poder ydibujó una serie de flechas en un papel. Los dibujos representaban sus“acciones” y sus “obstáculos”. Me dijo que había ganado la primera fase de larevolución, la fase política, que incluía la victoria presidencial y el exitosoreferéndum para la nueva Constitución. La siguiente fase, dijo, era la revoluciónsocioeconómica. Luego dibujó una flecha recta y otra que giraba hacia un lado.La flecha recta, dijo, era “la revolución”, y la otra, la flecha flexible, representaba“el reformismo”.

“Tal vez dentro de dos años seremos capaces de decir que la revoluciónbolivariana triunfó sobre sus obstáculos”, dijo y señaló la flecha recta. “O que sele obligó a desviarse y terminó siendo una reforma”, agregó, indicando la flechaflexible. “Pero eso sería perjudicial, porque necesitamos una revolución y si nola alcanzamos ahora, surgirá más tarde, pero con otra cara. Tal vez de la mismaforma como cuando salimos a medianoche con las pistolas”.

Chávez admitió que todavía “había confusión y malentendidos”, especialmenteen Estados Unidos, sobre lo que exactamente eran sus políticas. “Hasta hacepoco -dijo-, lo que se estaba argumentando o debatiendo, aquí y en el exterior,era cómo domar a Chávez. Tratémoslo bien para ver si lo podemos domar”.Comenzó entonces a reírse y dijo: “Pero parece que esta bestia no es domable”.