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311 Título do Livro EL ARTE RUPESTRE EPIPALEOLÍTICO DEL MOLINO MANZÁNEZ El resultado obtenido se reßeja en la siguiente tabla de valores: Nuevamente son los taxones minorita- rios los que marcan pautas diferenciales respec- to al comportamiento general. Por una parte, los grupos que presentan un comportamiento estático mayoritario son los bóvidos y los équi- dos. Con relación a los primeros, de las tres Þ- guras de esta serie, dos aparecen representadas sin movimiento y ambas se pueden considerar al mismo tiempo como elementos ajenos a las características generales de los zoomorfos de esta segunda etapa. Una de ellas pertenece a la minoritaria categoría ZS (el bóvido de la estación El Toro) y la otra, aunque está cla- siÞcada como ZEC (estación Iluro), se trata de una Þgura ajena a las características gene- rales de la serie; en primer lugar, por ser una de las dos Þguras que aparece representada en perÞl absoluto y en segundo lugar, porque se localiza en la zona norte del conjunto donde los zoomorfos son la categoría minoritaria. Sin embargo, el bóvido en actitud de movimiento (estación Bar) se integra perfectamente en la morfología característica de los ZEC, esta- bleciendo el criterio diferencial únicamente mediante la indicación de la cornamenta. Estas características invitan a pensar, posiblemente, además de en una autoría diferente para las dos primeras Þguras, en una diferencia tempo- ral del proceso de realización, aunque siempre dentro de la etapa cronocultural que venimos analizando. Respecto al équido, caben pocas conjeturas debido a lo reducido de la muestra. Finalmente, los taxones restantes, cápridos y cérvidos, presentan siempre porcentajes de Þ- guras en movimiento superiores a los animales estáticos, los cápridos en su totalidad y los cér- vidos con porcentajes de dinamismo que casi triplican a los de quietud en animales machos y casi lo duplican en las hembras. Este gusto por la actitud dinámica, pensamos que debe poner- se en relación con la imbricación que esta serie de representaciones presenta con el mundo de la caza y de la propia etología animal, en la lí- nea de lo que se ha venido argumentando en apartados anteriores, tanto al analizar las agru- paciones escénicas como los elementos o sím- bolos de relleno que se disponen en algunos de estos animales. Argumentos que en conjunto contribuyen a reforzar la consideración de que nos encontramos ante el acto cultural de gru- pos sociales cuya base económica presenta aún un alto grado de dependencia de la caza como recurso de subsistencia. Sobre la ubicación que tiene cada espe- cie en función de la actitud que muestran, se constata que los bóvidos estáticos se localizan en el sector Heineken y en el Mariposas, mien- tras que el único animal de esta tipología en movimiento se localiza en el sector Simpson. Los caprinos aparecen todos en movimiento en sus respectivos sectores de aparición (Can- grejos, Heineken y Molino). El único caballo documentado, localizado en Grilling, muestra una actitud estática. Por su parte, los ciervos en movimiento son más numerosos en los sec- tores Grilling, Cangrejos y Simpson, mientras que en Heineken esta proporción se invierte, ya que la serie mayoritaria es la de los ciervos es- táticos. Las ciervas, en los sectores en que este animal aparece de forma individual (Ventas y Friegamuñoz), siempre están en movimiento. El sector Cangrejos también muestra exclusi- vamente ciervas en movimiento y Þnalmente, en los sectores Simpson Comecocos, Grilling y Heineken, la actitud dinámica de las ciervas es la numéricamente más importante. La pers- pectiva empleada ofrece pocas variantes, con un predominio absoluto de la representación frontal para los motivos antropomorfos, lo que contribuye deÞnitivamente a la falta total de movimiento que se observa en estas Þgu- ras. Respecto a los zoomorfos, las variantes son muy escasas. La tónica general es que el ani- mal se represente de perÞl absoluto (Ripoll et alii, 1999: 217) en la zona del tronco, mientras que las orejas o cornamentas y las extremida-

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El resultado obtenido se reßeja en la siguiente tabla de valores:

Nuevamente son los taxones minorita-rios los que marcan pautas diferenciales respec-to al comportamiento general. Por una parte, los grupos que presentan un comportamiento estático mayoritario son los bóvidos y los équi-dos. Con relación a los primeros, de las tres Þ-guras de esta serie, dos aparecen representadas sin movimiento y ambas se pueden considerar al mismo tiempo como elementos ajenos a las características generales de los zoomorfos de esta segunda etapa. Una de ellas pertenece a la minoritaria categoría ZS (el bóvido de la estación �El Toro�) y la otra, aunque está cla-siÞcada como ZEC (estación �Iluro�), se trata de una Þgura ajena a las características gene-rales de la serie; en primer lugar, por ser una de las dos Þguras que aparece representada en perÞl absoluto y en segundo lugar, porque se localiza en la zona norte del conjunto donde los zoomorfos son la categoría minoritaria. Sin embargo, el bóvido en actitud de movimiento (estación �Bar�) se integra perfectamente en la morfología característica de los ZEC, esta-bleciendo el criterio diferencial únicamente mediante la indicación de la cornamenta. Estas características invitan a pensar, posiblemente, además de en una autoría diferente para las dos primeras Þguras, en una diferencia tempo-ral del proceso de realización, aunque siempre dentro de la etapa cronocultural que venimos analizando. Respecto al équido, caben pocas conjeturas debido a lo reducido de la muestra. Finalmente, los taxones restantes, cápridos y cérvidos, presentan siempre porcentajes de Þ-guras en movimiento superiores a los animales estáticos, los cápridos en su totalidad y los cér-vidos con porcentajes de dinamismo que casi triplican a los de quietud en animales machos y casi lo duplican en las hembras. Este gusto por la actitud dinámica, pensamos que debe poner-se en relación con la imbricación que esta serie de representaciones presenta con el mundo de

la caza y de la propia etología animal, en la lí-nea de lo que se ha venido argumentando en apartados anteriores, tanto al analizar las agru-paciones escénicas como los elementos o sím-bolos de relleno que se disponen en algunos de estos animales. Argumentos que en conjunto contribuyen a reforzar la consideración de que

nos encontramos ante el acto cultural de gru-pos sociales cuya base económica presenta aún un alto grado de dependencia de la caza como recurso de subsistencia.

Sobre la ubicación que tiene cada espe-cie en función de la actitud que muestran, se constata que los bóvidos estáticos se localizan

en el sector Heineken y en el Mariposas, mien-tras que el único animal de esta tipología en movimiento se localiza en el sector Simpson. Los caprinos aparecen todos en movimiento en sus respectivos sectores de aparición (Can-grejos, Heineken y Molino). El único caballo documentado, localizado en Grilling, muestra una actitud estática. Por su parte, los ciervos en movimiento son más numerosos en los sec-tores Grilling, Cangrejos y Simpson, mientras que en Heineken esta proporción se invierte, ya que la serie mayoritaria es la de los ciervos es-táticos. Las ciervas, en los sectores en que este animal aparece de forma individual (Ventas y Friegamuñoz), siempre están en movimiento. El sector Cangrejos también muestra exclusi-vamente ciervas en movimiento y Þnalmente, en los sectores Simpson Comecocos, Grilling y Heineken, la actitud dinámica de las ciervas es la numéricamente más importante. La pers-pectiva empleada ofrece pocas variantes, con un predominio absoluto de la representación frontal para los motivos antropomorfos, lo que contribuye deÞnitivamente a la falta total de movimiento que se observa en estas Þgu-ras. Respecto a los zoomorfos, las variantes son muy escasas. La tónica general es que el ani-mal se represente de perÞl absoluto (Ripoll et alii, 1999: 217) en la zona del tronco, mientras que las orejas o cornamentas y las extremida-

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des delanteras y traseras aparecen pareadas en perspectiva biangular recta (Ripoll et alii, 1999: 217). Tan sólo rompen con esta dinámica el bóvido de la estación �Iluro� en el sector Ma-riposas y el animal que embiste de los dos que aparecen luchando en el panel 9 de la estación �Gran Capullo� del sector Grilling (Fig. 18), pues ambas Þguras fueron representadas ente-ramente en perÞl absoluto. Otra de las excep-ciones viene impuesta por la pequeña cierva de la estación �Tanya� del sector Heineken, que fue representada en perÞl absoluto excepto las orejas, que aparecen en perspectiva biangular oblicua (Ripoll et alii, 1999: 217). Este tipo de perspectiva se utilizó igualmente en el bóvido del tipo ZS documentado sobre la estación �El Toro� y en el que aparece en la estación �Bar� dentro del sector Simpson. Finalmente, hay que apuntar que la cornamenta de la cabra de la estación �El Rebaño� también fue represen-tada en perÞl absoluto.

En deÞnitiva, tan sólo seis animales (el 6,06%) de toda la serie presentan variantes res-pecto al tipo de perspectiva mayoritariamente empleada. De ellos, cinco están localizados en sectores de la zona sur (bóvidos de �El Toro� y �Bar�, cérvidos de �Gran Capullo� y �Tanya� y cáprido de �El Rebaño�) y el restante perte-nece a la zona norte (bóvido de �Iluro�). Aña-diremos que, a pesar de la escasa variedad en el estudio de la perspectiva, todos los bóvidos documentados (el 100% de la serie) presentan variantes respecto al tipo dominante.

Por especies, el perÞl absoluto se emplea en uno de los bóvidos (el 33,33%), y la perspec-tiva semitorcida o biangular oblicua, en los dos restantes (el 66,66%). El porcentaje se polariza con relación al único caballo documentado y al taxón de los ciervos machos, entre los que es exclusivo el empleo de la perspectiva biangular recta en cuernos, orejas y extremidades. Muy próximo a estos valores está el correspondiente a las ciervas, pues salvo los casos ya comen-tados del animal en lucha de �Gran Capullo�

en perÞl absoluto, que porcentualmente sólo supone el 1,56% de esta especie, y de la cier-va de �Tanya� con empleo diferencial de pers-pectiva absoluta en extremidades y semitorcida en las orejas (1,56%), el resto de la serie utili-za con uniformidad la perspectiva dominante (96,87%). Finalmente, entre los cápridos, el

empleo parcial del perÞl absoluto se da en una sola Þgura (33,33%), y el resto (66,66%) aplica la habitual biangular recta en cuernos y patas, mayoritaria del conjunto gráÞco badajocense. Porcentajes que en todos los casos entran en franca distorsión con los resultados del estudio de perspectivas que fue empleado en las Þguras

de la etapa anterior, entre las que nunca se uti-lizó la biangular recta y sí, de modo preferente, el perÞl absoluto y la perspectiva semitorcida.

7.3.3 Recursos estilísticos en las representaciones epipaleolíticas del Molino Manzánez

El uso de las irregularidades del soporte ya fue detectado como recurso durante la etapa paleolítica y durante ésta se va a mantener su uso aunque con un enfoque diferente. Si en la fase anterior estas irregularidades eran utilizadas para generar sensación de volumen en algunas Þguras como en la cabeza de caballo de la esta-ción �Noel�, en ésta cambia el concepto de uso y las irregularidades de la superÞcie se emplean como complemento de la escena y no como parte integrante de la Þgura. Así, vemos cómo las grandes grietas son utilizadas como autén-ticas líneas de suelo sobre el que se apoyan los

animales, que ya no aparecen ßotando etéreos sobre la superÞcie de representación (Fig. 70).

Junto a estos atisbos de paisaje, la con-cepción escénica, como vimos en apartados an-teriores, se ha desarrollado con esta nueva etapa. En un buen número de casos (�Trío�, �Cardus�, �Grilling�, �Cangrejos�, �Prohibido�, etc.), no

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Fig. 70: ZEC apoyado sobre línea de suelo imaginaria formada por una grieta. Estación XVIII �Nube Negra�

se produce una simple acumulación de Þguras sobre la superÞcie, sino que se detectan esce-nas ordenadas en las que se reßejan a modo de instantáneas, en algunos casos, los más, acon-tecimientos relacionados con la etología animal (huidas, luchas, cópulas), en otros, estructura-ciones de orden social o familiar y, Þnalmen-te, planteamientos escénicos de interpretación indeterminada. En estos últimos se respetan mutuamente los espacios de representación ocupados indistintamente por antropomorfos y zoomorfos, que en casos singulares como el de la estación �Heineken�, incluso llegan a presen-tar similar número de representaciones de cada una de las tipologías básicas (11 antropomorfos

e igual cantidad de zoomorfos).El movimiento es otro de los rasgos que

mejor singularizan al grupo de zoomorfos de esta segunda fase del conjunto gráÞco del Moli-no Manzánez. Un movimiento que se consigue mediante la conßuencia de varios recursos esti-lísticos. En primer lugar, la posición angular de

las patas del animal, tanto traseras como delan-teras, con respecto al óvalo corporal, generando con ello la sensación de dinamismo (Fig. 71).

La colocación, casi conformando una línea imaginaria, de los cuellos estirados y los rabos enhiestos refuerza en gran medida el movimiento generado por la disposición de las extremidades. Pero es sobre todo la repre-sentación de la Þgura en diagonal respecto a la horizontal imaginaria que rige la escena la que imprime en mayor medida la sensación de di-namismo a modo de auténtica carrera.

Un panorama escénico y actitudinal que a Þn de cuentas no es sino el reßejo de la rea-lidad social, cultural y económica que rodea al

autor de estas representaciones y que incardi-na la segunda fase de este complejo gráÞco del Molino Manzánez hacia concepciones artísti-cas e interpretativas vigentes en otros ciclos artísticos peninsulares y en una amplia serie de representaciones, creemos que aún mal carac-terizadas. En este sentido, podemos señalar el

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arte levantino, las Þguras morfológica, técnica y cronológicamente mal deÞnidas de los gran-des conjuntos de arte rupestre al aire libre o en cueva, como el del valle del Côa, la Gruta de Escoural, de la Meseta (cueva Palomera de Burgos), o un notable grupo de Þguras que, a pesar de haber sido deÞnidas como arte es-quemático, presentan características técnicas, estilísticas y formales que las alejan de los ele-mentos deÞnidores clásicos de este estilo de

arte prehistórico. Una serie de propuestas que se retomarán en el apartado Þnal de este capí-tulo en el que, además de tratar de justiÞcar el porqué del encuadre cronológico que venimos aplicando a esta segunda fase gráÞca del Moli-no Manzánez, se buscará caracterizar un nuevo ciclo artístico, en el que tengan cabida todas las Þguras citadas anteriormente, basado en la aÞ-nidad al complejo zoomorfo epipaleolítico del conjunto badajocense.

Fig. 71: ZEC en actitud dinámica con las extremidades en oblicuo respecto al cuerpo ovalado. Estación CXIV �Palo al sur�

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7.4 CARACTERÍSTICAS MORFOLÓGICAS DEL CONJUNTO GRÁFICO EPIPALEOLÍTICO DEL MOLINO MANZÁNEZ

7.4.1 Introducción

La caracterización morfológica de la serie de motivos encuadrados en la segun-da fase cronológica del Molino Manzánez pasa por un análisis independiente de cada una de las dos principales tipologías de Þguras establecidas en la misma: antropomor-fos y zoomorfos. En el capítulo 5 se establecieron los elementos básicos que conÞgu-ran esta caracterización y que para el grupo de los antropomorfos comprende:

� Cabezas� Extremidades superiores e inferiores� Presencia de detalles anatómicos concretos (manos, pies, sexo, etc.)

Mientras que para el conjunto de los zoomorfos, además de los aspectos ya tratados de los rellenos anatómicos y de las actitudes estáticas o dinámicas de las Þguras, se compone de:

� Cabezas� Orejas o cornamentas� Cuellos� Extremidades delanteras y traseras� Sexo� Cola

Por regla general se trata de Þguras, que a diferencia de las paleolíticas, se representan completas en todos estos rasgos básicos y cuando se detecta la falta de alguno, hay que achacarlo más a cuestiones derivadas del estado de conserva-ción del grafema que a la propia intencionalidad por parte del autor de omitirlo. No obstante, en ambas tipologías se contemplan estas circunstancias, como por ejemplo en uno de los antropomorfos menores de la estación �Prohibido�, en el que intencionadamente fueron omitidas las piernas (Fig. 46, motivo 4 del calco), o en la Þgura acéfala de la estación �El Toro� (Fig. 59), en la que nunca fue repre-

sentada la cabeza, dejando a la Þgura incompleta y sin posibilidad de identiÞca-ción. Acciones como ya hemos dicho minoritarias que no alcanzan el 7% de este conjunto gráÞco y que, al igual que sucedía con las características técnicas y con los recursos estilísticos empleados, supone un nuevo elemento de ruptura con la dinámica observada para las Þguras paleolíticas que, en la línea de lo documentado en el arte mueble cantábrico (Corchón, 1986) o mediterráneo (Villaverde, 1994), mostraba un escaso interés por la representación de animales de cuerpo entero.

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7.4.2 Características morfológicas de los antropomorfos epipaleolíticos del Molino Manzánez

7.4.2.1 Cabezas

Respecto al conjunto de 61 Þguras restantes, la cabeza recta fue empleada en 35 ocasiones, esto es, en el 50% de las Þguras an-tropomorfas; la redonda, en 20, el 28,57% del conjunto, y Þnalmente las circulares se docu-mentan en seis motivos que suponen el 8,57% del total (el 12,85% restante corresponde a los casos anecdóticos comentados con anteriori-dad). Su distribución tipológica, atendiendo al porcentaje de Þguras sobre las que fue repre-sentado cada uno de los formatos deÞnidos,

queda reßejada en la siguiente tabla:

Fig. 72: Gráfico comparativo entre la forma de las cabezas en cada una de las tipologías de antropomorfos del Molino Manzánez

A la hora de analizar las características de esta zona anatómica, se pueden considerar como anecdóticas su ausencia en la Þgura del tipo ACCI de la estación �La Danza�, que fue intencionadamente representada sin cabeza, las siete Þguras que no han conservado la cabe-za, seis del tipo ACCI (�Cieno�, �Lanzadera�, panel 2 de �Prohibido�, panel 3 de �Iluro� y panel 4 del �Turco�) y una del ACC0 (�Hei-neken�) y la única que muestra una cabeza en forma horizontal (la Þgura 12 del panel 2 de la

estación �Mariposas�) (Fig. 73).

CABEZA RECTA CABEZA REDONDA CABEZA CIRCULAR OTROS

ACCI 48,78% 21,9% 9,75% 19,51%

ACCX 63,63% 36,36% 0% 0%

ACC0 44,44% 38,88% 11,11% 5,55%

Fig. 74: Distribución porcentual de los formatos de cabezas sobre cada tipología de antropomorfos

Fig. 73: Antropomorfo de cuerpo circular y cabeza en horizontal en la estación �Mariposas�

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Las cabezas rectas, conÞguradas como una simple prolongación del eje que compar-timenta la estructura oval corporal, son con mucho las más utilizadas en todos los forma-tos antropomorfos, destacando por encima de todos su empleo en los ACCX. Le sigue en presencia el tipo de cabeza redonda, que se conforma con un ensanchamiento redondea-do del eje corporal y relleno completamente de piqueteado. Mayoritariamente es utilizado en los ACC0, aunque los ACCX alcanzan un porcentaje muy aproximado al anterior. Fi-nalmente las cabezas circulares, realizadas mediante un círculo piqueteado sin rellenar que se coloca en el extremo superior del eje corporal, son las menos utilizadas, quizá por la mayor complejidad que implica su confec-ción, y tienen su mayor reßejo también entre el tipo ACC0, debiendo destacar que no se ha documentado, para representar esta zona ana-tómica en la tipología ACCX.

Desde criterios de distribución espacial, se estudiará el reparto en función de los por-centajes absolutos de presencia, establecidos por tipologías, aunque reßejando el compara-tivo numérico en una tabla de datos, evitando de esta manera distorsiones derivadas de los

diferentes valores que muestran cada una de las series estudiadas.

En los sectores con coincidencia, las ca-bezas rectas son numéricamente superiores, en la zona norte, únicamente en el sector Maripo-sas, invirtiéndose esta proporción en Isla Nueva e Isla Molino respecto a las cabezas con forma redonda y presentándose en igualdad en Es-padas. Este reparto se matiza atendiendo a las proporciones a través de las cuales se observa que el sector Mariposas es el único que mantie-ne la predominancia de uso en las cabezas rec-tas, debido posiblemente a la alta presencia en este sector de Þguras tipo ACCI y ACCX. Así mismo la desproporción respecto a los sectores

donde era minoritaria su presencia en relación al uso de las cabezas redondas se agranda, y en el sector Espadas pasa a ser proporcionalmente minoritario. Así mismo, el rango de proporcio-nes hace que en Isla Molino el uso de las cabe-zas circulares pase a ser mayoritario.

En la zona sur, el rango de proporciones hace que en ninguno de los sectores en los que se produce la coincidencia de dos o tres tipos de cabezas, la forma recta sea la más usada a pesar de ser la numéricamente superior en Heineken. Por su parte, la forma redondeada es la más usa-

ZONA SECTORESCABEZA RECTA CABEZA REDONDA CABEZA CIRCULAR OTROS

Nº % Nº % Nº % Nº %

NORTE

ESPADAS 1 2,85 1 5

FRENTE ISLA NUEVA 1 5

ISLA MOLINO 2 5,71 4 20 2 33,33 1 11,11

ISLA NUEVA 1 2,85 2 10

MARIPOSAS 21 60 7 35 1 16,66 5 55,55

MOLINO 2 5,71 1 11,11

MOLINO DA VOLTA 1 2,85

SUR

CANGREJOS 1 5 1 11,11

COMECOCOS 1 16,66

FRIEGAMUÑOZ 1 16,66

GRILLING 2 5,71

HEINEKEN 5 14,28 4 20 1 16,66 1 11,11

TOTAL 35 100 20 100 6 100 9 100

Fig. 75: Tabla de distribución de tipologías de cabezas de antropomorfos en el Molino Manzánez

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da en este mismo sector, mientras que la más regular en cuanto a presencia es el tipo circular. Evidentemente, la mayor proporción de Þguras ACC0 en la zona sur explica estos resultados.

7.4.2.2 Extremidades superiores e inferiores

26 Þguras (37,14%) y ya en mucha menor pro-porción los brazos hacia abajo que aparece tan sólo en nueve antropomorfos (12,85%).

Por tipologías, su uso queda reßejado en la tabla siguiente en la que se ve el número total de Þguras de cada categoría de antropomorfo que usan cada modelo de disposición de brazos y a su lado el porcentaje de su presencia respec-to al total de cada forma de colocar los brazos (datos en rojo) y el porcentaje respecto al total de Þguras de cada tipología. (Fig. 76)

Así, vemos que los brazos hacia arriba son mayoritariamente usados entre las Þguras ACCI, aunque proporcionalmente su mayor frecuencia de uso se da entre los antropomor-fos ACCX. Respecto a los brazos colocados hacia abajo, son prácticamente exclusivos de los antropomorfos ACCI, con un uso anecdótico en los ACC0 y nunca fue usado en los ACCX. Finalmente, el modelo horizontal nuevamente vuelve a ser empleado con una mayor asiduidad en las Þguras ACCI, aunque proporcionalmen-te su uso está equilibrado en los tres formatos.

Pasando ahora a la forma de colocación de las piernas, se constata que las más nume-rosas son las Þguras con las piernas hacia aba-jo que han sido registradas en 61 ocasiones (87,14%), mientras que la presencia de las otras dos posiciones (horizontal y hacia arriba) puede considerarse casi como anecdótica, con única-mente una Þgura por cada tipología (el 1,42% de la serie respectivamente).

En los ACCI se utilizó exclusivamente el formato hacia abajo para conÞgurar las ex-tremidades inferiores (36 veces). Mayoría que se mantiene en los otros dos tipos de antro-pomorfos (ACC0 en 15 grafemas y ACCX en 10 ocasiones), aunque estos últimos admiten

Fig. 76: Grafico de interacción entre configuraciones de brazos y piernas

Tanto extremidades superiores como inferiores han sido clasiÞcadas en tres catego-rías basadas en su colocación respecto al óvalo corporal:

� Arriba� Abajo� Horizontal

La serie más numerosa es la de Þguras con los brazos hacia arriba que se documenta en 31 ocasiones (44,28%), le sigue el formato

de brazos en horizontal que se representó en

ARRIBA ABAJO HORIZONTAL DESAPARECIDO

ACCI 14 45,16 34,14 8 88,88 19,91 16 61,53 39,02 3 75 7,30

ACC0 10 32,25 55,55 1 11,11 5,55 6 23,07 33.33 1 25 5,55

ACCX 7 22,58 63,63 4 15,38 36,36

Fig. 77: Distribución de los modelos de brazos en función de la tipología de los antropomorfos

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esporádicamente piernas en horizontal (una re-presentación en ACCX) y piernas hacia arriba (un solo caso en la tipología ACC0).

El análisis del grado de interacción con relación a los brazos (Fig. 76) reßeja que el bi-nomio más representado es, en los tres tipos de antropomorfos, el de brazos hacia arriba con piernas hacia abajo (ACCI en 14 ocasiones, ACC0 en ocho y ACCX en seis). Le sigue en importancia el modelo de antropomorfos con los brazos en posición horizontal y las piernas hacia abajo (doce, cinco y cuatro ocasiones, res-pectivamente). Del resto de posibilidades, le si-guen proporcionalmente las Þguras que tienen brazos y piernas hacia abajo, modalidad que tan sólo fue utilizada por los tipos ACCI en ocho Þguras y por los ACC0 en una única represen-tación. Finalmente, y con tan sólo una única representación, aparecen las combinaciones de Þguras con brazos en horizontal y las piernas arriba (tipo ACC0) y brazos hacia arriba y pier-nas en horizontal (tipo ACCX).

Con relación a la distribución espacial de los modelos de disposición de las extremi-dades vistos hasta el momento, el estudio, al igual que se hizo con anterioridad para las ca-bezas, se basará en una tabla comparativa en

la que queda reßejado el número de Þguras y el porcentaje absoluto que supone respecto a al implantación de un determinado modelo de extremidad en cada sector.

Dada la práctica uniformidad del empleo del modelo de piernas hacia abajo en la mayor parte de los antropomorfos, poco es lo que el análisis de distribución aporta al estudio, ya que los máximos porcentajes vienen a coincidir con los sectores de mayor acumulación de esta clase de motivos, con independencia de la tipología a la que pertenezcan. Tan sólo los casos anecdó-ticos de la Þgura con piernas en horizontal del sector Mariposas y la que muestra las piernas hacia arriba del sector Cangrejos rompen lige-

ramente con esta monotonía tipológica.Por su parte, la disposición de los bra-

zos presenta una mayor variabilidad y por tanto permite deÞnir mejor posibles criterios de dis-tribución. (Fig.78)

La mayor presencia de Þguras con bra-zos hacia arriba se reßeja también en la dis-tribución espacial. Por el norte, su presencia destaca sobre todo en los sectores Mariposas e Isla Molino como respuesta a que lógica-mente son los que más Þguras antropomorfas reúnen y porque las tipologías mayoritarias

SECTORARRIBA ABAJO HORIZONTAL DESAPARECIDA

Nº % Nº % Nº ZONA Nº %

NORTE

ESPADAS 2 3,27

FRENTE ISLA NUEVA 1 1,63

ISLA MOLINO 6 9,83 3 42,85

MARIPOSAS 31 50,81 1 100 2 28,57

MOLINO 3 4,91

MOLINO DA VOLTA 1 1,63

ISLA NUEVA 3 4,91

SUR

CANGREJOS 1 100 1 1,63

COMECOCOS 1 1,63

GRILLING 2 3,27

HEINEKEN 10 16,39 1 14,28

FRIEGAMUÑOZ 1 14,28

TOTAL 1 100 61 100 1 100 7 100

Fig. 78: Tabla de distribución de las figuras con los diferentes modelos de disposición de las extremidades inferiores

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en estos sectores son los formatos ACCI y ACCX. Por el sur, es en Heineken donde se repite este proceso, aunque ahora la impor-tancia numérica de las Þguras con brazos ha-cia arriba decrece a favor de las que presentan los brazos en horizontal, sin embargo porcen-tualmente el mayor valor de la serie recae en los motivos con brazos hacia abajo. De forma global, los antropomorfos con brazos hacia arriba aparecen sobre todo en los sectores de la zona norte, cuya presencia porcentual dobla en valor (50,94%) a la que se acumula en los sectores de la zona sur (23,52%). Igual sucede con el modelo de brazos hacia abajo, aunque en este caso los rangos de proporción prácticamente igualan su presencia en ambas zonas. Finalmente, aunque numéricamente la

presencia de Þguras con los brazos en posi-ción horizontal es mayoritaria en el norte, los datos porcentuales invierten el valor de la dis-tribución y conÞrman la tendencia hacia una mayor presencia de este formato en los secto-res de la zona sur con especial incidencia en Heineken.

7.4.2.3 Detalles anatómicos

Este último apartado hace referencia, por una parte, a la presencia de falo en las Þgu-ras de antropomorfos y, por otra, a la existencia de remates en forma de pies y manos para las extremidades.

El sexo se indica explícitamente en las representaciones humanas en 55 ocasiones (79%), no aparece en ocho Þguras (el 11%) y ha desaparecido por cuestiones de mala con-servación en otras siete (10%) (Fig. 80).

Fig. 79: Tabla de distribución de figuras con los diferentes modelos de disposición de las extremidades superiores.

SECTORARRIBA ABAJO HORIZONTAL DESAPARECIDA

Nº % Nº % Nº ZONA Nº %

NORTE

ESPADAS 1 11,11 1 3,84

FRENTE ISLA NUEVA 1 11,11

ISLA MOLINO 4 12,90 1 11,11 3 11,53 1 25

MARIPOSAS 21 67,74 2 22,22 10 38,46 1 25

MOLINO 2 22,22 1 3,84

MOLINO DA VOLTA 1 3,22

ISLA NUEVA 1 3,22 2 7,69

SUBTOTAL 27 50,94 7 13,20 17 32,07 2 3,77

SUR

CANGREJOS 2 7,69

COMECOCOS 1 3,84

GRILLING 2 6,45

HEINEKEN 2 6,45 2 22,22 5 19,23 2 50

FRIEGAMUÑOZ 1 3,84

SUBTOTAL 4 23,52 2 11,76 9 52,94 2 11,76

TOTAL 31 100 9 100 26 100 4 100

Fig. 80: Gráfico de distribución de antropomorfos con indicación sexual explícita

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De este primer conteo se deduce que la Þgura masculina fue representada mayori-tariamente en el conjunto gráÞco del Molino Manzánez, muy por encima de las femeninas, entendiendo como tales a aquéllas en las que el órgano sexual no aparece.

Por tipologías, el falo fue representado en 33 antropomorfos ACCI, en 12 ACC0 y en 10 ACCX, aunque porcentualmente la tipología en la que la representación del falo es mayorita-ria respecto a las demás es la ACCX, que alcan-za el 90,9% de Þguras masculinas. Le sigue en importancia el grupo ACCI con un 80,48% y cierra la serie el conjunto de los ACC0 donde la Þgura masculina alcanza tan sólo el 66,66%. A la inversa, apuntar que las Þguras en teoría fe-meninas o con ausencia de falo no aparecen en la tipología ACCX, mientras que resulta mayo-ritaria porcentualmente en el grupo de los an-tropomorfos ACC0, donde suponen el 16,66% de la serie, bastante por encima del 9,75% que agrupa el conjunto de representaciones asexua-das de la tipología ACCI (Fig. 81).

Desde el punto de vista de la ubica-ción de estas Þguras sobre el yacimiento, está claro que es en la zona norte donde más Þ-guras masculinas se agrupan, ya que aquí la categoría antropomorfo es mayoritaria, por lo

que el análisis se hará en función de los da-tos porcentuales. En este sentido, las Þguras con indicación de sexo, aunque están bastan-te equilibradas en las dos zonas, pasan a ser mayoritarias en la zona sur, donde suponen el 82,35% de los grafemas antropomorfos, fren-te a la zona norte, donde los motivos mascu-linos alcanzan sólo el 77,35%. A la inversa, las Þguras asexuadas son mayoría en la zona norte, llegando al 11,32% de representación, frente al 5,88% que se documenta en la sur.

Tipológicamente, el reparto de Þguras entre ambas zonas resulta también signiÞcati-vo. El 100% de los tipos ACCI y ACCX re-partidos en los sectores de la zona sur apare-

cen con la representación sexual. Tan sólo los ACC0 masculinos son porcentualmente menos importantes en esta zona que los situados en el norte, porcentaje que se mantiene en términos similares para las Þguras femeninas, a pesar de que la tipología ACC0, mayoritaria en lo que se reÞere a los antropomorfos en los que no fue representado el falo, es el tipo que más se repi-te en la zona sur. De ello se deduce una cierta intencionalidad por concentrar las Þguras en teoría femeninas en la zona norte del yacimien-to, frente a la que los elementos masculinos co-bran mayor importancia presencial (Fig. 82).

Fig. 81: Gráfico de la presencia o ausencia de indicación sexual por tipologías de antropomorfos. En azul: figuras con falo, rojo: figuras con falo desaparecido, amarillo: figuras asexuadas

Fig. 82: Distribución zonal de los antropomorfos con y sin indicación sexual. Amarillo: sin indicación, rojo:desaparecida, azul: figuras masculinas

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Centrando el análisis al ámbito espacial de los sectores, se puede apreciar que en los de la zona sur son monotemáticos, agrupan-do íntegramente Þguras masculinas (Heineken, Grilling, Friegamuñoz, Cangrejos) o asexuadas (Comecocos), frente a los del norte, que admi-ten mucha más variedad, con sectores en los que las Þguras asexuadas son monotemáticas (Molino da Volta) o aparecen en porcentajes

similares a las masculinas (Espadas), con inde-pendencia de que se trate de Þguras de diferen-te tipología. De igual modo, presencia mixta se documenta en los sectores Isla Molino, Moli-no y Mariposas, aunque ya con porcentajes de presencia masculina más amplios que los que muestran las Þguras asexuadas. Finalmente, tan sólo dos sectores de la zona norte son mo-notemáticos respecto a la presencia de Þguras masculinas (Isla Nueva y Frente a Isla Nueva), que signiÞcativamente son los que más cerca están de la zona sur. Así mismo, es interesan-te reseñar que los sectores más extremos del conjunto gráÞco, Molino da Volta por el norte y Friegamuñoz por el sur, son monotemáticos

en este apartado, pero en la línea de las tenden-cias de distribución observadas para las Þguras con y sin presencia de falo, Molino da Volta cierra el yacimiento por el norte con la presen-cia exclusiva de Þguras asexuadas, mientras que Friegamuñoz lo hace por el sur con presencia exclusiva de Þguras masculinas. (Figs. 83 y 84).

Con relación a la presencia de manos y pies, el número de antropomorfos sobre los que han sido representados es muy minoritario ya que sólo cinco (el 7%) de las 70 Þguras apa-recen con este tipo de detalles anatómicos de manera clara (Fig. 85).

De ellas, cuatro pertenecen a la tipología ACCX y la restante, al formato ACCI, y todas localizadas en sectores encuadrados en la zona norte del Molino Manzánez. Las primeras, en

Fig. 83: Distribución por sectores norte de las figuras con y sin presencia de falo

Fig. 84: Distribución por sectores sur de las figuras con y sin presencia de falo

Fig. 85: Presencia de detalles anatómicos (manos, pies) en la serie de figuras antropomorfas epipaleolíticas

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los sectores Mariposas (tres de ellas en la esta-ción �Cieno� y la restante en la estación �Chic-ken Run� del sector Espadas) y la Þgura ACCI, en la estación �Lanzadera� del sector Molino. La diferencia se reaÞrma al comprobar que la Þgura ACCI es la única asexuada que muestra la indicación tan sólo de las manos, mientras que los ACCX, son todos Þguras masculinas y muestran los remates tanto en extremida-des superiores como inferiores. Es interesante apuntar también que el naturalismo anatómico que se deriva de la presencia detallada de ma-nos y pies en estas Þguras se refuerza con la presencia de cabezas redondeadas en tres de las cuatro Þguras ACCX, mientras que la única Þ-gura ACCI resuelve la cabeza de forma más es-quemática mediante una simple prolongación del trazo. En función de estos datos se podría conjeturar que las Þguras más naturalistas, en este caso los ACCX, marcan la pauta del estilo en el resto de las representaciones antropomor-fas y, por tanto, su cronología debería ser ante-rior a las dos restantes tipologías, que podrían considerarse como evoluciones esquematiza-das del anterior modelo que en algunos casos mantienen elementos derivados de la tipología originaria como las representaciones de las ma-nos o las formas redondeadas de las cabezas. La secuencia estratigráÞca de las superposicio-nes que se estableció con anterioridad (Fig. 43) conÞrma los planteamientos cronotipológicos que se derivan del estudio de las características morfológicas de la serie de antropomorfos del Molino Manzánez.

7.4.3. Características morfológicas de los zoomorfos epipaleolíticos del Molino Manzánez

A lo largo de los apartados anteriores centrados en la temática, la técnica y el estilo de las representaciones zoomorfas de la segunda

fase del conjunto gráÞco del Molino Manzá-nez, hemos venido aportando datos referidos a diversos detalles anatómicos de estas Þguras, ya que la presencia o ausencia de los mismos o su forma de disposición con relación al cuerpo han servido para determinar y ubicar los di-ferentes taxones faunísticos o para establecer patrones estilísticos en cuanto al margen de movilidad de la Þgura. Por ello, en este nuevo apartado el análisis se centrará básicamente en determinar la variabilidad formal (en los casos en que sea posible) y los factores de presencia/ausencia de los diferentes rasgos anatómicos establecidos en el capítulo 5 y que se estudiarán a continuación.

7.4.3.1 Cabezas, cornamentas y cuellos

En el primer apartado (cabezas), la va-riabilidad viene impuesta por su presencia o ausencia en la Þgura y, en el caso de que exista, por la forma de la misma, esto es, si está resuel-ta de forma más esquemática como una simple prolongación lineal del cuello (cabeza recta) o se individualiza de él mediante un quiebro del trazo (cabeza en ángulo). Respecto a las corna-mentas, se incidirá únicamente en su forma, ya que los datos sobre su presencia en las Þguras y distribución en el yacimiento fueron desarro-llados al abordar el análisis de los taxones y su ubicación en el conjunto gráÞco del Molino Manzánez. Finalmente en relación al cuello, la variante está impuesta por su presencia y la for-ma de resolverlo, bien mediante un único trazo (cuello simple) o con dos (cuello doble).

Respecto a las primeras, los animales con cabeza (77) son mayoritarios con relación a los acéfalos (22). De entre los primeros, 64 Þguras presentan la cabeza en ángulo y las 13 restantes se conÞguran como una mera prolongación lineal del cuello (cabeza recta). Sobre los acéfalos, seis de ellos lo son porque las condiciones de con-

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servación de la roca soporte impide atestiguar si en su día fue o no grabada la cabeza y los 16 res-tantes, se trata de Þguras en las que la cabeza fue omitida deliberadamente por el autor (Fig. 86).

Evidentemente, la presencia de corna-mentas es uno de los elementos claves que

Finalmente, respecto al tipo de cuello que muestran estas Þguras, el más utilizado es el cuello simple, que se documenta en 63 oca-siones, seguido del doble, que aparece en 19 Þguras y Þnalmente las otras 16 no presentan cuello o bien porque desapareció a causa del

Fig. 86: Tipología de cabezas de zoomorfos epipaleolíticos del Molino Manzánez

han sido utilizados para identiÞcar los taxones faunísticos representados en la segunda fase del conjunto de grabados badajocense. Por tanto, su distribución tipológica se ciñe casi exclusivamente a los animales machos, salvo aquéllos que, a pesar de carecer de cornamen-ta, son identiÞcados como tales por medio de la presencia explícita del sexo (dos Þguras de ciervo en los sectores de Grilling y Cangre-jos) y de cuya distribución ya dimos cuenta en apartados anteriores de este mismo capítulo. El tipo de cabeza a la que se asocian las cor-namentas es indiferente en su morfología para las especies de cabras y bóvidos, ya que en el sur, donde se dan los dos formatos (angular y recta), el número de estos animales está equi-librado con relación a cada una de ellas. No sucede lo mismo en lo referido al taxón cier-

vo, en el que la cabeza angular es mayoritaria numéricamente (11) frente a los animales que la muestran con forma recta (ocho) o aqué-llos que aparecen sin cabeza (cuatro) ya que se da la paradoja de que en estos casos existe cornamenta que arranca directamente desde el óvalo corporal.

Fig. 87: Modelos de representación de cuellos sobre los zoomorfos epipaleolíticos del Molino Manzánez

estado de conservación o bien porque nunca fue representado (Fig. 87).

Con relación a las especies que utilizan cada una de estas modalidades, en los bóvidos es mayoritario el uso del cuello doble (66,6%), frente al simple, que aparece representado en un sola Þgura (33,33%). Por su parte, en la úni-ca representación de caballo de esta segunda fase gráÞca del Molino Manzánez, se utilizó el tipo simple (100%), mientras que con rela-ción a los cápridos el porcentaje se invierte en proporción al que presentan los bóvidos, ya que en este taxón el cuello simple es propor-cionalmente el más utilizado (66,66%), frente al doble (33,33%). Finalmente, apuntar que entre las ciervas es mayoritaria la modalidad de cuello simple (81,13%), frente a porcentajes mucho más reducidos de cuellos dobles o desapareci-

dos (9,43% respectivamente), una despropor-ción que se reduce notablemente para los cier-vos, entre los que sigue siendo mayoritario el empleo del cuello simple (53,84%), pero en por-centajes más próximos a los que se derivan de la presencia de animales en los que fue utilizado el modelo de cuello doble (34,61%) y ya algo más

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alejados del porcentaje de animales en los que se obvió la presencia del cuello (11,53%).

Por úlltimo, apuntar que los patrones de distribución de cada modalidad obedecen cla-ramente a los derivados de la ubicación de los taxones sobre los que mayoritariamente fueron

en importancia proporcional. Así, en Heineken y Simpson los animales con cuello doble son más numerosos que la muestra de los que no tienen cuello, al contrario de lo que se registra en Grilling y Comecocos, donde los animales sin cuello son mayoritarios respecto a los de cuello doble (Fig. 88).

7.4.3.2 Extremidades delanteras y traseras

Salvo las ya citadas representaciones con las extremidades en perÞl absoluto localizadas en las estaciones �Iluro�, �Gran Capullo� y �Tanya�, el resto de los zoomorfos epipaleo-líticos del Molino Manzánez presentan las ex-tremidades pareadas tanto en el tren delantero como en el trasero, salvo los casos en los que se ha perdido alguna de ellas o ambas por cuestio-nes de conservación. Desde un punto de vista estilístico, se resuelven de forma muy sumaria mediante un simple trazo ya sea piqueteado o inciso en función del tipo de técnica empleada en la ejecución de la Þgura. Tan sólo en las dos representaciones de la estación �El Toro�, exis-te un atisbo de despiece en ambas extremidades conseguido mediante un progresivo aÞnamien-to de la pata desde la zona alta hasta la pezuña (Fig. 1). En las 94 Þguras restantes, la única cla-siÞcación que puede establecerse es que la pata presente un trazado totalmente recto o descri-ba un recorrido ligeramente curvado, salvo una única excepción documentada en la Þgura 18 de la estación �Cangrejos�, que consiste en que las patas delanteras tienden a unirse conÞgu-rando un esquema circular (Fig. 89).

Atendiendo a la serie completa de Þ-guras zoomorfas, las extremidades delanteras presentan un formato recto en 45 ocasiones (sumando las veces en que aparecen indepen-dientemente una o dos patas con este formato), frente a las 31 en total que fueron representa-das mediante un trazo curvo, mientras que en

Fig. 88: Distribución proporcional por sectores de los diferentes formatos de representación de cuellos en los zoomorfos epipaleolíticos del Molino Manzánez

representados. Así, los cuellos simples son ex-clusivos en la zona norte y representan el 100% de la modalidad en los sectores Friegamuñoz y Ventas de la zona sur. En ningún sector apare-cen el cuello doble o el desaparecido como for-matos exclusivos, sino que se reparten con el resto de las modalidades. Así, en el sector Can-grejos sólo aparecen los formatos cuello simple y doble, aunque este último en una proporción menor respecto a los primeros, a pesar de lo cual es la serie proporcionalmente más impor-tante de toda la zona de aparición de anima-les con el cuello conÞgurado mediante doble

trazo. En el resto de los sectores (Comecocos, Grilling, Heineken y Simpson), comparten es-pacio Þguras cuyo cuello ha sido representado mediante alguno de los tres formatos. En to-dos, el predominante siempre, tanto numérica como proporcionalmente, es el cuello simple; mientras que los otros dos modelos se alternan

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22 Þguras se han perdido a causa del estado de conservación. Por su parte, las extremidades traseras se documentan en 43 ocasiones con un formato rectilíneo, en 38 con formato curvo y en 18 Þguras no se han conservado.

Por especies y comenzando por los bóvi-dos, el formato de patas rectas fue utilizado en dos de las tres representaciones de esta especie localizadas en el conjunto gráÞco badajocen-se (�Iluro� y �El Toro�), ya que en la restan-te se empleó exclusivamente el modelo curvo �Bar�. Los tres cápridos estudiados presentan cada uno un modelo distinto, el realizado en Þ-liforme de la estación �Michael Night� aparece exclusivamente con formato recto para patas delanteras y traseras, el localizado en la estación �Rebaño� fue representado con ambas extre-midades en trazo curvo, mientras que el de la estación �Cangrejos� presenta las delanteras en trazo circular y las traseras con forma rectilínea. En el caballo de �Grilling�, a las patas se les dio el mismo tratamiento mixto, las delanteras en formato recto y las traseras en circular. Con

relación a los cérvidos, los animales hembras de esta especie presentan formatos mixtos en

nueve Þguras repartidas exclusivamente en sec-tores de la zona sur (Ventas, una; Comecocos, tres; Heineken, tres y Grilling, dos); las extre-midades delanteras y traseras resueltas median-te una línea recta en veinte ocasiones, una de ellas situada en el sector Molino de la zona nor-te y el resto repartidas entre sectores de la zona sur (Heineken, nueve; Simpson, cinco; Grilling, tres; Friegamuñoz, una y Cangrejos, una). Por su parte, las ciervas en las que se utilizó el trazo curvo en ambas extremidades suman un total de doce a las que se podría unir el animal que pre-senta las patas delanteras formando un círculo y las traseras con forma curva de la estación Cangrejos (Fig. 89, todas ellas en sectores de la

zona sur (Grilling, dos; Cangrejos,cuatro; Co-mecocos, cuatro y Heineken, tres). Finalmente, en los ciervos se invierte la relación anterior ,ya que muestran una menor utilización del trazo recto en las patas delanteras y traseras de las que tan sólo se localizan seis Þguras repartidas por los sectores Cangrejos, una; Grilling, tres y Heineken, dos, mientras que los animales que emplean las patas resueltas en trazo cur-vo suman nueve representaciones distribui-das exclusivamente en sectores de la zona sur (Cangrejos, dos; Heineken, dos; Simpson, dos y Grilling, tres). Por último, los ciervos en los que fueron empleados indistintamente ambos formatos son tan sólo dos Þguras localizadas respectivamente en Heineken y en Simpson.

El análisis de la interrelación existente en-tre el carácter estático o dinámico del animal y el tipo de trazo empleado en sus extremidades (Fig. 90) da pie a plantear que el formato curvo en ambas extremidades fue utilizado preferen-temente a la hora de representar animales en movimiento, mientras que los formatos mixtos o exclusivamente rectilíneos en las extremidades

Fig. 89: Figura zoomorfa con las patas delanteras configurando un círculo. Estación CVII �Cangrejos�

PATAS RECTAS PATAS CURVAS MIXTO

ESTÁTICO 15 3 6

DINÁMICO 15 21 8

Fig. 90: Tipo de formato de extremidad en relación a la actitud de los zoomorfos epipaleolíticos del Molino Manzánez

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fueron empleados indistintamente en la conÞgu-ración de animales estáticos o en movimiento.

7.4.3.3 Sexo

Con relación a la representación del ór-gano sexual, su presencia es francamente mi-noritaria en la iconografía zoomorfa epipaleo-lítica del Molino Manzánez, ya que tan sólo en seis Þguras (el 6,06%) aparece explícitamente indicado el sexo. De ellas, cinco son ciervos (83,33%) y la restante (16,66%) es un cáprido, todas localizadas en sectores de la zona sur (Cangrejos, Heineken, Simpson y Grilling). De este grupo, tan sólo cuatro de las Þguras presentan además cornamenta (el cáprido de la estación �Cangrejos� y los ciervos de �Cha-lupa�, �Asesinato� y �Cardus�), mientras que las dos restantes, no (ciervos de las estaciones �Grilling� y �Cangrejos�). En función de estos datos parece que el indicador sexual no fue de-terminante a la hora de plantear la característica sexual de un zoomorfo en el Molino Manzá-nez, ya que esta peculiaridad obedece más a la presencia o no de la cornamenta que a la propia existencia de la verga del animal. No obstante, la aparición de animales con el sexo claramen-te indicado y sin cornamenta en las estaciones �Grilling� y �Cangrejos�, creemos que obede-ce al deseo de representar animales jóvenes, aunque también cabría la posibilidad de plan-tear que se trate de cérvidos que hubieran per-dido la cornamenta tras el desmogue. Aceptar esta segunda posibilidad nos permite a su vez considerar que, si los grabados zoomorfos epi-paleolíticos del Molino Manzánez responden al

reßejo de pautas de comportamiento animal, el periodo que los ciervos no muestran la corna-menta se prolonga aproximadamente entre los meses de octubre a abril, mientras que alcanzan la plenitud de crecimiento de las cuernas entre agosto y septiembre. Por tanto, en función de estas pautas se podría considerar la posibilidad

de que los grabados se estuviesen realizando durante todas las épocas del año, aunque con especial intensidad en los meses Þnales de ve-rano y comienzo del otoño, período en el que el río ofrece sus mínimos en cuanto a niveles de caudal, lo que a su vez daría lugar a una uti-lización masiva de todas las superÞcies rocosas que en determinados sectores del yacimiento quedan aisladas o incluso sumergidas durante los períodos de crecida del Guadiana.

7.4.3.4 Cola

Excepto en el bóvido del tipo ZS de la estación �El Toro�, que muestra una cola de aspecto más naturalista (Fig. 1), caída hacia abajo tal y como se puede observar habitual-mente este tipo de animales, todos los demás la resuelven mediante un simple y corto trazo que arranca desde el óvalo corporal en la parte opuesta a la cabeza. Aparece en los dos tercios de los zoomorfos documentados (66), mientras que los 33 restantes, o bien no la tienen por cuestiones de conservación (26 Þguras) o por-que nunca fue representada (siete Þguras).

Entre las especies estudiadas en la se-gunda fase de este conjunto gráÞco, existen taxones en los que es ineludible la presencia de colas (bóvidos y equinos con el 100%). En el resto, los animales pueden o no haber sido representados con este apéndice. Así, entre los cápridos es mayoritaria la existencia de Þguras con cola (66,66%), frente a las cabras, que se grabaron sin ella (33,33%). Para las ciervas, los animales con cola son mayoría (39) que supo-nen el 73,55% de las Þguras frente a las que no

la llevan (14), que porcentualmente alcanzan el 26,45% de la serie. Entre los ciervos, los ani-males con cola siguen siendo más numerosos (17) que los que no la tienen (nueve), aunque en términos de porcentaje la diferencia no es tan acusada como la que presentan las Þguras hembras (65,38% frente a un 34,61%).

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Con relación a las zonas de localización preferente de las Þguras con cola, su presencia es minoritaria tanto numérica como porcentual-mente en los sectores de la zona norte, donde tan sólo suponen un 33,3%. Contrariamente, la zona sur es más proclive a la representación de anima-les que ostentan este apéndice. Así, en los sec-tores más meridionales (Friegamuñoz y Ventas) sólo fueron representados animales con cola (en este caso sólo ciervas), mientras que en el resto, numéricamente, esta serie de animales es siempre mayoritaria. No obstante, su reparto porcentual hace matizar esta consideración (Fig. 91).

Tal y como se reßeja en la tabla, tan sólo en los sectores Grilling y Simpson los porcen-

SECTORCON COLA SIN COLA

Nº % Nº %

NORTEMOLINO 2 6,06%

MARIPOSAS 1 1,51%

SUR

CANGREJOS 8 12,12% 4 12,12%

COMECOCOS 6 9,09% 3 9,09%

FRIEGAMUÑOZ 1

GRILLING 19 28,78% 5 15,15%

HEINEKEN 22 33,33% 16 48,48%

SIMPSON 8 12,12% 3 9,09%

VENTAS 1 1,51%

Fig. 91: Reparto porcentual por sectores de animales con y sin presencia de cola

tajes de animales en los que aparece la cola es superior al de los que no la tienen. En Cangre-jos y Comecocos, los porcentajes se equilibran, para invertirse a favor de los animales que no presentan cola o que no se ha conservado en el sector Heineken.

Finalmente, apuntar que la presen-cia de la cola no es un elemento claramente asociado a la actitud estática o dinámica del animal, ya que los porcentajes de aparición en relación a una u otra están bastante equili-brados, de tal manera que el porcentaje de zo-omorfos estáticos con cola supone el 72,41% de la serie, mientras que el de los dinámicos alcanza el 72,22%.

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7.5 LA FASE 2 DEL CONJUNTO DE GRABADOS DEL MOLINO MANZÁNEZ EN EL CONTEXTO DEL ARTE RUPESTRE PENINSULAR

A lo largo de todo este capítulo hemos venido apuntando la cronología epipaleolítica del conjunto de representaciones antropomorfas y zoomorfas de la que se ha considerado como segunda fase de grabados del Molino Manzánez. Este encuadre cronológico está basado en tres tipos de argumentos:

� EstratigráÞco� Morfológico-estilístico� Contextual

Se trata de argumentos que por sí solos no determinan con rigor un en-cuadre cronológico concreto, pero que en conjunto se esgrimen como la mejor prueba de que estas manifestaciones artísticas responden a los planteamientos gráÞcos de los grupos de cazadores recolectores del Holoceno Inicial.

7.5.1 El argumento estratigráfico

En este caso se trata de un planteamiento enteramente objetivo, ya que como veremos a continuación, se ha constatado en diferentes estaciones que las Þguras de esta segunda fase se superponen a los motivos incisos Þliformes de la primera etapa paleolítica y, a su vez, están infrapuestas a grafemas esquemáticos piqueteados claramente encuadrables en momentos cronológicos correspon-dientes a sociedades de economía productora.

Con relación a las superposiciones sobre Þguras paleolíticas, éstas se pro-ducen tanto con antropomorfos como con zoomorfos. Así, hemos de señalar que en el panel 2 de la estación �El Carro�, un antropomorfo tipo ACCI (Þgura 8 en el calco general) se superpone claramente a un haz de trazos Þliformes paleo-líticos que queda interrumpido por el brazo superior derecho del antropomorfo (Fig.92).

De manera similar, en el panel 3 de la estación �La Danza�, otra Þgura antropomorfa tipo ACCI aparece sobre una serie de trazos Þliformes sueltos que

inauguraban la secuencia estratigráÞca de este conjunto de grabados. Por su parte, como se citó anteriormente, también entre los zoomorfos se

detectan superposiciones sobre grafemas Þliformes encuadrables en la serie paleo-lítica. En esta línea, un ZEC de la estación �Heineken� (nº 42 del calco general) se superpone por la zona de las patas a un haz rectilíneo ÞÞforme. Otro ZEC, el nº 1 del panel 1 de la estación �El Huevo�, superpone su cola a un pequeño haz en Þliforme rectilíneo (Fig. 93). Por su parte, el animal de cuerpo circular nº 1 del panel

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Fig. 92: Calco del ACCI superpuesto a un haz de trazos filiformes y detalle de la zona en macrofotografía. Estación CXLII �El Carro�

Fig. 93: Calco del panel 1 de la estación LXXX �El Huevo�

Fig. 94: Calco de la estación �Mochuelo� y foto de detalle de la superposición sobre el haz de filiforme

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2 de la estación �La Rampa� corta a una serie de trazos Þliformes rectilíneos de Þliación paleolí-tica. Finalmente, la cierva nº 3 del panel 1 de la estación �Mochuelo� se superpone a un haz de Þliformes en la zona del pecho (Fig. 94).

Esta serie de superposiciones eviden-cian que la base cronológica para el conjunto de motivos de la segunda fase de grabados del Molino Manzánez debe arrancar al menos des-de la etapa Þnal del grupo de grabados paleo-líticos que en el capítulo anterior se llevó hasta los momentos Þnales del Magdaleniense.

Por su parte, el límite temporal que deli-mita el Þnal de esta segunda fase de Þguras vie-ne establecido por las infraposiciones de estos motivos respecto a los grafemas esquemáticos. Éstas son más abundantes que las superposi-ciones e igualmente se constata que tanto an-tropomorfos como zoomorfos han quedado por debajo de la serie de grabados esquemá-ticos que constituyen la tercera etapa de la se-cuencia estratigráÞca establecida en el conjunto gráÞco del Molino Manzánez.

Fig. 95: Fotografía de detalle de la superposición del antropomorfo de cuerpo lineal sobre ACCI. Estación CXLII �El Carro�

Entre los antropomorfos, se han detec-tado infraposiciones en seis estaciones, cuatro de la zona norte (�Cieno�, �El Carro�, �Rojo� y �Lanzadera�) y dos de la sur (�Heineken� y �Tortuguino�), que agrupan un conjunto de 22 Þguras de las tres tipologías establecidas. Destacar en primer lugar que nueve de ellas (el 40,9%) son superposiciones en las que antro-pomorfos de cuerpo lineal cubren a los propios antropomorfos de cuerpo circular (tres Þguras de cada tipo, respectivamente, en las estaciones �Cieno�, �El Carro�, �Lanzadera� y �Heine-ken�) (Fig. 95).

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En este sentido, este tipo de superposi-ción que no se ha documentado sobre las Þgu-ras de tipo zoomorfo contribuye a reforzar el planteamiento de que las Þguras ACC poseen un valor antropomórÞco frente a las otras hi-pótesis planteadas. Así mismo, la circunstancia de que en un elevado número de ocasiones se superpongan Þguras antropomorfas de cuerpo lineal sobre Þguras antropomorfas tipo ACC y que este tipo de superposición no se establezca nunca con las Þguras zoomorfas es indicativo de que el signiÞcado y posiblemente la funcio-nalidad de las Þguras ACC de la segunda etapa sigue vigente para las gentes que grabaron so-bre ellas los antropomorfos de cuerpo lineal. En función de este hecho, el objetivo de la su-perposición se puede tomar en dos sentidos, bien como renovación del valor antropomórÞ-co que ya estaba presente en el panel, o bien en sentido contrario, como anulación de la Þgura anterior a favor de la nueva que se graba por encima. Optar por una de las dos propuestas nos conduce de lleno a planteamientos de con-tinuidad o ruptura entre los grupos humanos responsables de cada una de las tipologías an-tropomorfas que se superponen. Si optamos por la primera, aceptamos que se produce un proceso de transición no traumático, según el modelo de evolución interna de las socieda-des autóctonas deÞnido por Soares (Soares, 1995: 27-37), en el que se renueva el mundo simbólico, pero se mantienen los valores sig-niÞcativos y funcionales que tradicionalmente habían tenido no sólo las Þguras, sino también las estaciones en las que aparecen. Optar por la segunda implica aceptar una ruptura con la tra-dición iconográÞca precedente que se trata de anular mediante el proceso de superposición. Un acto que no es sino el reßejo de un mun-do en crisis en el que nuevos grupos humanos, con nuevos planteamientos sociales, económi-cos y religiosos, se imponen a los grupos que tradicionalmente habían estado ocupando es-tos territorios (Zilhão, 1993: 5-63). Con inde-

Fig. 96: Antropomorfo ACCI infrapuesto a motivo en ángulo. Estación CLXXXV �Tortuguino�

pendencia de la aceptación de cualquiera de los planteamientos expuestos, lo que se deduce es la larga vigencia temporal de las Þguras ACC y, en consecuencia, de toda la serie iconográÞca

que la acompaña integrando la segunda fase de este conjunto de arte rupestre badajocense. Si entre estas Þguras se están marcando opciones de ruptura o continuidad con elementos sim-bólicos propios de sociedades de economía productora, al menos desde el punto de vista iconográÞco, su uso debe mantenerse hasta la

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llegada de estos nuevos grupos sociales, que en Extremadura no parece que estén claramente implantados hasta el tránsito entre el VI y el V milenio a.C (Cerrillo y otros, 2002: 107).

Pero no sólo se documentan superposi-ciones entre Þguras antropomorfas, ya que los ACC aparecen infrapuestos a otra variada serie de motivos. Así, en cinco ocasiones, todas en la

estación �Heineken�, se documentan infraposi-ciones respecto a las grandes Þguras ovales de la etapa posterior que en algún caso también cortan a motivos zoomorfos, como veremos posterior-

mente. Trazos piqueteados (tres veces), círculos (una vez) y grafemas ondulados (dos veces) son también otros de los motivos que aparecen por encima de Þguras ACCI y ACCO en las estacio-nes �Heineken�, �Cieno� y �El Carro�. Final-mente, añadir una Þgura piqueteada en ángulo que se superpone a la zona inferior del ACCI de

la estación �Tortuguino� (Fig. 96) y una grafía indeterminada en trazo Þliforme, posiblemente de la Edad del Hierro, que cruza por encima del ACC0 de la estación �El Rojo�.

Los zoomorfos infrapuestos a Þguras esquemáticas se localizan en doce estaciones, todas situadas en la zona sur y repartidas entre los sectores con mayor presencia de animales:

Cangrejos, Comecocos, Gri-lling, Heineken y Simpson. Se trata por lo general de estacio-nes de gran formato con una importante cantidad de Þgu-ras sobre su superÞcie, como es el caso de �Heineken�,

�Grilling�, �Trío�, �Cangre-jos�, �Esterilla�, �Zacho� o �Simpson�. No obstante, también aparecen sobre pe-queñas estaciones con muy pocos motivos, como sucede en �Bar�, �Kail� o �Rudolf �, en las que claramente las Þgu-ras zoomorfas debieron cons-tituir un marcado referente y en las que evidentemente la superposición se realizó de manera intencionada. En este sentido, se debe desta-car la detectada en la estación �Kail�. En su único panel se representó una interesante escena en la que un animal

herido deja un rastro de sangre que sale de su boca, escena que posteriormente fue práctica-mente �anulada� por medio de una intensa se-rie de pequeños golpes sueltos alargados que se superponen fundamentalmente sobre la parte anterior de esta representación (Fig. 97).

Pero, salvando estos casos más excep-cionales, en la mayor parte de las estaciones se documentan superposiciones provocadas por la intensa ocupación gráÞca que se produce en las superÞcies citadas durante la etapa posterior

Fig. 97: Nube de golpes superpuesta a la parte anterior del animal herido. Estación CLII �Kail�

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a la que ahora tratamos. Evidentemente, el es-pacio es el mismo, pero mientras entre las Þgu-ras integradas en la misma etapa cronológica, ya vimos cómo se producía una clara selección de la superÞcie de representación con el obje-tivo de respetar el marco escénico y la vigencia funcional de los grafemas preexistentes, en las etapas posteriores estos motivos ya han dejado de ser �importantes� desde el punto de vista simbólico o funcional. Por tanto, no es necesa-rio mantener intacto el espacio que ocupaban y en consecuencia se produce la superposición en la que los nuevos grafemas cortan literalmente Þguras que ya estaban representadas sobre la superÞcie. Así, esquemas ondulados se super-ponen a Þguras ZEC en las estaciones �Gri-lling� y �Heineken�, al igual que las estructuras lineales cerradas (ELC) en formato de óvalo de gran tamaño que cortan a los zoomorfos de las estaciones �Heineken� y �Simpson� o en for-mato de círculo más pequeño como los locali-zados sobre los ZEC de las estaciones �Trío�, �Zacho� o �Cangrejos� o sobre el ZS de la es-tación �El Toro�. Finalmente, grafemas mucho más simples como golpes de piqueteado suelto, manchas o trazos se superponen sobre ZEC piqueteados o Þliformes en �Rudolf � (Fig. 58) y �Bar� (Fig. 96) �Rebaño� y �Heineken�.

Mención especial merece la superposi-ción detectada en la estación Cangrejos, ya que en este caso la Þgura que cubre al zoomorfo de esta segunda etapa es un reticulado en tra-

zo inciso Þliforme, cronológicamente fecha-do en la Edad del Hierro y que literalmente �encarceló� al animal sobre el que se dispuso. Ello implica que los motivos de esta estación serían perfectamente visibles en este momen-to y de hecho pensamos que el autor del reti-culado no sólo reconoció la Þgura, sino que la valoró signiÞcativamente como lo que era, la representación de un animal a la carrera, so-bre la que quiso inßuir simbólicamente de al-guna manera (¿magia de la caza?) colocándole encima el grafema reticulado.

Recapitulando lo apuntado anteriormen-te, se puede plantear que el marco cronológico en el que se circunscribe la serie de Þguras de

esta segunda fase de grabados del Molino Man-zánez comenzaría con la llegada del Holoceno, prácticamente sin solución de continuidad con el conjunto de grabados paleolíticos de la pri-mera etapa. Este aparato simbólico se manten-dría vigente hasta la llegada a la zona de nuevos grupos sociales con economías productoras que acabarían ocupando intensamente, al me-nos desde un punto de vista gráÞco, todo el área del Molino Manzánez, tras un proceso que no acertamos a deÞnir como continuista o rup-turista en función de los datos aportados por el conjunto gráÞco, pero que pone Þn, en torno a la transición entre el VI y el V milenio a. C., a la segunda fase iconográÞca de los grabados del conjunto badajocense.

7.5.2 El argumento morfológico-estilístico

Si bien para las Þguras antropomorfas

del tipo ACC no hemos podido establecer pa-ralelos con otros grupos de arte rupestre por ser éstas unas tipologías muy singulares que hasta el momento sólo hemos detectado en el conjunto gráÞco del valle del Guadiana, no su-cede lo mismo con el grupo de los zoomorfos cuyo precedente más inmediato son las Þguras

Fig. 98: Superposición de trazo curvo piqueteado sobre ZEC. Estación CDXXXVIII �Bar�

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del valle del Tajo, actualmente inundadas por la presa de Fratel (Varela, 1989; 2001). Desde un punto de vista cronológico, la última pro-puesta de Varela encuadra estas Þguras entre el Período II (Estilizado estático) y el Período III (Estilizado dinámico). El primero lo sitúa a caballo entre el Epipaleolítico y el Neolítico y en él �se detecta una creciente estilización y se representan pocos cérvidos y cápridos con el interior de los cuerpos subdivididos por la �linea de la vida�, listado mediante trazos para-lelos horizontales o rellenos de piqueteado. Se identiÞcan también escenas de celo y cópula, bandos de cérvidos y los primeros testimonios de actividad cinegética�. El segundo es ya ple-namente neolítico, en el que surgen �los prime-ros antropomorfos representando a hombres o divinidades� y una �fauna muy variada (pe-rros, venados, cabras, corzos, caballos, jabalíes, lobos, aves, serpientes, tal vez un oso,�), en general de pequeñas dimensiones, con los cuer-pos representados casi siempre en volumen, re-llenos de piqueteado� y mostrando un soplo de vitalidad y de movimiento hasta entonces desconocido�.

En el primer grupo, quizá podríamos encuadrar la escena de cópula de la estación �Cardus�, las manadas de ciervos de �Trío� o �Grilling� y posiblemente también, aunque se sale fuera de los taxones establecidos por Vare-la, el bóvido estático tipo ZS de la estación �El Toro�. El resto pertenecería según este autor a la tercera etapa ya plenamente neolítica.

Desde nuestra óptica personal, pensa-mos que esta propuesta debe ser matizada, en el sentido de que toda esta serie de animales del conjunto gráÞco del Molino Manzánez (ZS y ZEC) pertenecen a una misma etapa crono-cultural que responde a los planteamientos so-cioeconómicos de grupos cazadores recolecto-res epipaleolíticos, en la que tan sólo intuimos una posible secuenciación cronológica (desde los ZS a los ZEC), aunque tampoco se descarta la convivencia, desde el punto de vista estilís-

tico, de ambas tipologías. Con la primera op-ción, las Þguras ZS marcarían el tránsito con las representaciones paleolíticas y los zoomorfos ZEC prolongarían la serie gráÞca epipaleolítica hasta la etapa de transición con el mundo de la neolitización. Lo que hasta el momento no nos es posible saber es en qué momento se pro-

duce la introducción de los ZEC en relación con las escasas Þguras subnaturalistas que se localizan en el yacimiento. No obstante, desde criterios técnicos, el mantenimiento del trazo inciso Þliforme en la confección de algunos animales de cuerpo circular invita a conside-rar la posibilidad de que nos encontremos con

una pervivencia del antiguo modo paleolítico de hacer representaciones y, por tanto, con un margen temporal no muy amplio entre el Þnal de esta etapa y la llegada del nuevo formato de zoomorfos.

Los paralelos muebles vuelven a ser los mejores referentes para tratar de ajustar la cro-nología y el ámbito socioeconómico y cultural de la segunda etapa de grabados badajocenses. Así, el bóvido grabado sobre una plaqueta de Levanzo (Sicilia), hallado en el nivel 3 precerá-mico fechado en el 9694+/- 910 a.C. (Graziosi, 1964: 42), es posiblemente uno de los mejores paralelos para el bóvido ZS de la estación �El Toro� (Fig. 99).

Fig. 99: Bóvido grabado en una plaqueta proveniente de Levanzo. (Tomada de Olaria, 2001: fig. 5)

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Fig. 100: Placa nº 20664 de la Cueva de Parpalló con representación de dos bóvidos de estilo avanzado. (Tomada de Villaverde, 1994)

La conÞguración oval de la cabeza y so-bre todo la forma y posición de la cornamenta, con las dos astas avanzadas en un trazo on-dulado que arrancan desde un punto común,

son elementos de una Þliación clara. De igual modo, el excesivo alargamiento del cuerpo y la forma de resolver la zona posterior del ani-mal (cola, cuartos traseros) refuerzan los la-

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zos morfoestilísticos entre ambas Þguras. Una morfología que ya comienza a hacerse evidente también en algunas plaquetas de la Cueva de Parpalló enmarcadas en el Þnal de la secuencia magdaleniense (Villaverde, 1994: 146), como la referenciada con el nº 20664, en la que se pue-den contemplar tres bóvidos en perÞl absolu-to, cuya estructura corporal y especialmente la forma y colocación de la cornamenta pueden considerarse como un magníÞco precedente

para la Þgura que estamos tratando (Villaverde, 1994: 145, lám. XXXII) (Fig. 100).

Todo ello, reßejo de un estilo que al me-nos para el ámbito mediterráneo se desarro-llará después del Þnal del arte paleolítico, con especial vitalidad en el arte rupestre nordafrica-no, que mantiene en ciertos casos y de manera patente algunos de los elementos que caracteri-zaron el arte rupestre paleolítico mediterráneo (Graziosi, 1964: 42) (Fig. 101).

Fig. 101: Cabezas de bóvidos paleolíticos y epipaleolíticos en el ámbito mediterráneo. (Según Graziosi, 1964: fig. 3)

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En esta misma línea de continuidad es-tilística y Þgurativa debemos entender fechas como las del caballo pintado en negro de la cueva de Sotarriza (Cantabria) (González y San Miguel, 2001: 133-135, Þg. 42) que, con un es-tilo que estos autores clasiÞcan sin duda como paleolítico, es fechado por cronología absolu-ta en el límite Preboreal-Boreal (8890 +/-90 BP/ 8083-7694 calBC) (Moure, González, 2000:468), haciendo de este modo vigentes en la cornisa cantábrica las propuestas de conti-nuidad estilística que Graziosi plantea para el ámbito mediterráneo.

Por su parte, las Þguras zoomorfas de cuerpo circular (ZEC) muestran una aproxima-ción tentadora al grupo de Þguras de la Sala de las Pinturas de la burgalesa Cueva Palomera (Corchón y otros, 1997b), que incluye perÞ-les incompletos de cápridos, ciervos, équidos y uros de estilos sintéticos y perÞles apenas deÞnidos junto a Þguras antropomorfas en-marcadas en un arco temporal referenciado por las dataciones directas entre 11416-10961 calBC correspondiente a un contexto cultural magdaleno-aziliense (Corchón, 2002: 128). Un conjunto en el que, además de destacar la ya temprana presencia de la Þgura humana, en un proceso similar al que se documenta en el con-junto gráÞco del Molino Manzánez, debemos señalar la utilización de estructuras de tenden-cia oval en las conÞguraciones corporales de las Þguras zoomorfas, marcadamente visible en el ciervo nº 27 de este mismo panel (Fig. 102).

Unas referencias estilísticas que también observamos en los zoomorfos de construcción geométrica y tendencia esquemática que carac-terizan el horizonte transicional del arte mueble del suroeste francés (Murat, Pégourié, Boire del Rey, Pont d�Ambon) (D�Errico, 1994).

De igual modo, aunque no le falte atre-vimiento a la propuesta, la forma en que se resuelven las cornamentas de algunos de los ciervos del Molino Manzánez, especialmente la de los ejecutados en técnica Þliforme, en la que se estructuran, a ambos lados de un eje cen-tral simple o doble, series paralelas de trazos en perpendicular (Fig. 9, motivos 1 �Rudolf �, 4 �Heineken�, 6 �Señorino�, 8 �Asesinato�,

9 �Pachuli�, 10 �Chalupa�, 12 �Meona�, 13 �Mil y una rayas�), podrían tener un referente aproximado en las series de incisiones lineales paralelas dispuestas en perpendicular a un eje central del arte mueble de este horizonte a ca-ballo entre el tardiglaciar y el Holoceno. Los ejemplos son muchos y entre ellos podríamos citar las series incisas de la placa nº 26 del ya-cimiento segoviano de la Peña de Estebanvela, localizada en el nivel II fechado entre 9950 +/- 40 BP y 11400 +/- 120 BP (Ripoll, 2003: 274, Þg. 10), o las que aparecen sobre las placas de los conjuntos franceses de Rochedane (Doubs) (D�Errico, 1994), Abri Pagés (Lot) (Couraud y Lorblanchet, 1986), Dufaure (Landes) (Straus y otros, 1995) o Espèlugues (Hautes Pyreneés) (Thévenin, 1983) entre otros, también cronoló-gicamente encuadrados entre el Magdaleniense Final y el Aziliense (Fig.103).

Al margen de las conexiones con el arte mueble y parietal bien fechado cronológica-mente en horizontes postglaciares, se van a pro-poner a continuación una serie de paralelos con Þguras para las que no se tiene un marco crono-lógico absoluto de referencia, pero que encajan aceptablemente desde criterios morfológicos y estilísticos con los animales de la segunda fase iconográÞca del conjunto badajocense. Estos paralelos nos permitirán por un lado seguir re-

Fig. 102: Calco del ciervo de cuerpo oval de Cueva Palomera. (Según Corchón y otros, 1997b)

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Fig. 103: Detalle de la cornamenta del ciervo filiforme de la estación �El Señorino� y calcos de las plaquetas azilienses de Rochedane (según A. Thévenin, 1983)

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aÞrmando la propuesta cronológica epipaleolí-tica para esta serie de grabados, pero además, ampliar el marco geográÞco en el que estas ma-nifestaciones aparecen contextualizadas. Con ello se propone que el arte rupestre de los gru-pos cazadores recolectores holocénicos no se ciñe exclusivamente al valle del Guadiana, sino que su extensión es mucho más amplia, inte-grando Þguras que habían quedado enmascara-das por su encaje en las series artísticas tradicio-nales (arte paleolítico, arte esquemático o arte levantino) y que a tenor de los datos proporcio-nados por los grabados del Molino Manzánez deberán ser convenientemente revisadas.

En el valle del Côa, junto a la gran serie de grabados de indiscutible cronología paleo-lítica, se han documentado algunos otros que desde un punto de vista morfológico y estilís-tico están más próximos a las representaciones que estamos analizando en el Guadiana o a las que también fueron estudiadas en el valle del Tajo (Varela, 2001). Los zoomorfos de las ro-cas 3 (sector izquierdo), 4 (sector izquierdo), de la Canada do Inferno (Martinho y Varela, 1997: 268-269), el bóvido de la roca 32, el cier-

vo de la 33 o los cápridos de la 36, también de la Canada do Inferno (Martinho y Varela, 1997: 294-297) (Fig. 104) y la cabra incisa de la roca 6 del valle de Cabrões o el ciervo herido de la roca 1 de este mismo valle (Martinho, 1999: 132,133-138,139), son posiblemente la eviden-cia de la prolongación en tiempos holocénicos de la utilización gráÞca de este yacimiento. Un conjunto en que, a diferencia de lo que sucede en los valles del Tajo y Guadiana, la ocupación iconográÞca por parte de grupos de economía productora es prácticamente inexistente, lo que a su vez, en cierta medida, viene a reforzar el planteamiento cronológico epipaleolítico atri-buido a las Þguras de referencia.

No obstante, a la vista de los datos pro-porcionados por los recientes descubrimientos de los abrigos de Melia (Castellón) (Martínez y Guillem, 2003) y el Barranco Hondo (Cas-tellote, Teruel) (Utrilla y Villaverde, 2004), de-bería ser preciso realizar una nueva revisión crítica respecto a la atribución cronológica de una buena parte de los grabados Þliformes del conjunto portugués, un aspecto sobre el que volveremos a incidir más adelante.

En un ámbito territorial aún más cerca-no nos ubicamos ahora en el Abrigo del Cas-tillo en el cacereño Parque Natural de Monfra-güe. Descubierto por los maestros nacionales de la localidad de Torrejón el Rubio, D. Lean-dro Nieto y D. Manuel de Carlos, en abril de 1970 (periódico Hoy en su edición para Cáceres del día 3 de junio de 1970), se trata de uno de los conjuntos más repetidamente estudiados de Extremadura (Beltrán, 1973 y 1976; Rivero, 1973, García Mogollón, 1974, Rubio, 1991). A pesar de ello, existía una Þgura de ciervo in-frapuesta a los antropomorfos del panel princi-pal que había pasado inadvertida en la práctica totalidad de los estudios, siendo citada única-mente por D. Manuel Rubio Andrada que lo describe como �venado en tinta plana rojiza, posición algo forzada y tamaño más bien pe-queño� (Rubio, 1991: 48).

Fig. 104: Cabra de la roca 36 del valle de Cabrões. (Tomada de Martinho, 1999)

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Los estudios más detallados llevados a cabo por el Colectivo Barbaón durante los años 1997 a 2000 en el ámbito del Parque (Colectivo Barbaón, 1998) han permitido ahondar sensi-blemente en la caracterización de esta Þgura. Se trata de una Þgura de cérvido de 19,4 cm de longitud máxima entre paralelas por 9,9 cm de altura máxima entre paralelas, orientada a la izquierda mirando hacia la entrada del abri-go. Está realizada en tinta plana empleando un pigmento de tonalidad castaña muy desvaído especialmente en la mitad delantera de la Þgu-ra. Sobre su pequeña cabeza, resuelta muy su-mariamente, aparece una gran cornamenta en perspectiva semitorcida. A partir de la cabeza, la Þgura se prolonga en un trazo curvado que deÞ-ne un largo cuello para Þnalizar, sin solución de continuidad, en el cuerpo del animal de forma ovoide y completamente relleno de pigmento. Desde aquí arrancan cuatro trazos lineales para conÞgurar las patas y un pequeño apéndice en la zona trasera, muy afectada por una grieta del soporte, que muestra la cola del animal.

La Þgura está claramente infrapuesta a dos de los antropomorfos de trazo grueso de

pigmento anaranjado, a una pequeña Þgura ra-diada y a un corto trazo vertical realizados en trazo Þno y con un pigmento de tonalidad rojo vinosa similar al que se empleó en la confec-ción de la serie de antropomorfos alineados de trazo Þno presentes en este mismo panel. El análisis de las superposiciones de este abrigo, que será objeto de una futura publicación, ha determinado la existencia de cuatro fases dia-crónicas en la ejecución de las representacio-nes; secuencia que puede ser ampliada a cinco, una vez se determine la posición que ocupa en la misma una serie de motivos grabados en tra-zo Þno, descubiertos durante la última campa-ña de documentación de arte rupestre realizada

en el Parque de Monfragüe entre septiembre y octubre de 2002. Los antropomorfos anaran-jados de trazo grueso forman parte del reper-torio Þgurativo de la segunda etapa, mientras que las Þguras en rojo vinoso de trazo Þno in-tegran la tercera. Por tanto y dejando al margen la cronología de las representaciones grabadas, la Þgura del ciervo que nos ocupa constituiría la fase más antigua de las representaciones pin-tadas de este abrigo (Fig. 105).

Fig. 105: Panel principal del abrigo del Castillo. Parque Natural de Monfragüe, Cáceres

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El estilo general de la Þgura, sus propor-ciones, la estructura oval del cuerpo, la forma y perspectiva empleada para representar la corna-menta en la Þgura cacereña muestran evidentes paralelos con algunos ciervos (p. ej.: el ciervo nº 50 de la estación XVIII �Nube Negra�) en particular, y con las Þguras zoomorfas en gene-ral, de la segunda fase del conjunto de grabados badajocense.

Sin salir del ámbito de la región extre-meña, citamos a continuación un nuevo abrigo con una interesante secuencia iconográÞca. Se trata de un abrigo publicado por D. Antonio González Cordero y D. Manuel de Alvarado Gonzalo, localizado en el desÞladero de acceso a la solana del Valle de Santa Lucía. En su único panel se distribuyen por aproximadamente un metro cuadrado de superÞcie medio centenar de Þguras realizadas con pigmentos rojo, negro y blanco (González y de Alvarado, 1993: 20) (Figura 105).

El interés por este abrigo se centra en la evolución técnica y estilística documentada

Fig. 106: Ciervo pintado en negro e infrapuesto a motivos esquemáticos en el abrigo del Paso del Pablo. (Tomado de González y Alvarado, 1993)

en el mismo. La serie comienza con una Þgura naturalista pintada en negro que según los au-tores de la publicación �pertenece a la fase más antigua de toda la composición� (González y de Alvarado, 1993:20). Ocupa la zona central del panel y puede identiÞcarse como un cier-vo orientado a la derecha con las extremidades inferiores bastante mal conservadas, especial-mente las traseras. No sucede lo mismo con el tronco, que aparece muy bien deÞnido hasta rematar en la parte delantera en una pequeña cabeza, bastante afectada por una grieta, de la que surge una gran cornamenta. La siguiente fase contiene al menos dos escenas separadas. En la primera, un individuo mantiene sujeto mediante un cabo el hocico de un gran bóvido y por debajo aparece otra en la que un conjunto de cánidos, que ambos autores advierten que pudieran tratarse de lobos, persiguen a una ca-bra o un corzo. La tercera y última de las fases está constituida por Þguras exclusivamente es-quemáticas (ramiformes, puntos, barras, etc.). Atendiendo exclusivamente a criterios temáti-cos, las dos primeras fases representan escenas y motivos más propios de grupos cazadores recolectores que de sociedades productoras. Además es evidente que existen unas ineludi-bles conexiones técnicas y estilísticas entre el cérvido negro de la fase antigua del Paso del Pablo con algunos otros identiÞcados clara-mente como levantinos, un estilo de arte rupes-tre que estudios recientes vienen considerando como el sistema de expresión gráÞca de las so-ciedades epipaleolíticas del oriente peninsular (Alonso, A, 1999: 102-103). Así mismo com-partimos las reservas de los autores respecto a la posible interpretación como una escena de domesticación del personaje que mantiene su-jeto al bóvido mediante un cabo, habida cuenta de los paralelos que pueden buscarse en esce-nas como las de Mallata I (Colungo, Huesca) o Selva Pascuala (Cuenca) (Alonso, 1985). Estas características, además de las puramente esti-lísticas, nos llevan a diferenciar y a situar en un

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estadio claramente anterior a las Þguras de la tercera fase puramente esquemática.

Los dos ejemplos citados ponen de ma-niÞesto la existencia de una fase anterior a la implantación del arte rupestre esquemático tradicional. En ambos casos se produce un proceso similar al registrado en el conjunto de grabados del Guadiana, donde unas represen-taciones técnica y temáticamente diferenciadas, y sociológicamente incardinadas con socieda-des de economía depredadora, preceden sin solución de continuidad a la llegada de las gra-fías plenamente esquemáticas que, como pare-ce demostrarse en otras zonas de la geografía peninsular, se corresponden claramente con la expansión de las nuevas sociedades con base económica productora (Baldellou y Utrilla, 1999: 35-36).

Un rápido vistazo al panorama artístico de la Península Ibérica nos permite constatar igualmente que esta serie de Þguras, funda-mentalmente zoomorfas con representaciones de taxones de fauna salvaje (ciervos, cabras, ca-ballos, bóvidos, etc.), con un estilo que reßeja ciertas concesiones al naturalismo y en el que sistemáticamente se usa la tinta plana para con-Þgurar unos cuerpos masivos alejados de las habituales estructuras lineales que se repiten en los zoomorfos del arte rupestre esquemáti-co tradicional, no sólo son desconocidas, sino que además reaÞrman el carácter epipaleolítico de esta serie de manifestaciones y por ende del conjunto Þgurativo de la segunda fase del Mo-lino Manzánez.

Con esta premisa retornamos al valle del Côa, más concretamente a la zona de Faia, una zona encajada en un entorno granítico en el que han sido localizados ocho lugares con arte rupestre, con una amplia secuencia cronológica desde el Paleolítico hasta el Neolítico o la Edad del Cobre (Martinho, 1999: 152-160). En este entorno, el abrigo 1 ofrece dos Þguras zoomor-fas pintadas en rojo que responden al patrón morfológico que venimos apuntando: cuerpos

ovalados rellenos en tinta plana, perspectiva torcida en cornamenta y extremidades, cierta sensación de movimiento en la Þgura conse-guida mediante la posición oblicua de las patas respecto al óvalo corporal (Fig. 107).

Ante la falta de superposiciones y la existencia en los abrigos cercanos de motivos de arte esquemático tradicional, estas Þguras, aunque con interrogantes, fueron atribuidas al Neolítico por los autores del estudio (Martin-ho, 1999: 158). No obstante, consideramos que la existencia de una Þgura antropomorfa trans-portando un arco localizada en el abrigo nº 3 (Fig. 108), más que con el arte rupestre esque-mático, entronca con el tipo de antropomorfo naturalista deÞnido recientemente como �Tipo

Centelles� (Villaverde, López, Domingo y Mar-tínez, 2002: 181-183). Ello remitiría las repre-sentaciones de Faia que estamos comentando a un contexto relacionado directamente con el arte levantino, algo que no debe ser descarta-ble a la vista de los paralelos ya presentados del abrigo del Paso del Pablo o el ciervo herido de

Fig. 107: Zoomorfos de cuerpo circular del abrigo 1 de Faia, Côa. (Tomado de Martinho, 1999)

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la roca 1 del vale de Cabrões. Por tanto estas representaciones de Faia, que cuentan con un precedente claramente paleolítico al igual que hemos visto en el conjunto del valle del Gua-diana, quedarían enmarcadas en tradiciones pictóricas que, a la luz de las últimas propuestas (Mateo, 2002; Baldellou y Utrilla, 1999; Alon-so y Grimal, 1999) y de los recientes hallazgos como los del Barranco Hondo de Castellote (Martínez y Guillen, 2003), parecen encuadrar-se mejor con modelos de vida depredadores previos a la introducción del mundo simbólico

esquemático de las sociedades productoras. Cambiando de escenario nos traslada-

mos ahora al abrigo de Selva Pascuala (Alonso, 1985). En él se observa una escena que presen-ta cuatro caballos, estando uno de ellos sujeto por un antropomorfo esquemático mediante una cuerda (Fig. 109).

Fig. 108: Arquero del abrigo de Faia 3, Côa. (Tomado de Martinho, 1999)

Sin entrar a considerar si se trata de una escena de caza o de domesticación, la atención que prestamos a estas Þguras se debe principal-mente a la morfología que muestra precisamente el caballo sujeto. Nuevamente nos encontramos con cuerpos masivos y desproporcionados, con tendencia al alargamiento, uso de la perspectiva torcida en pezuñas, rellenos en tinta plana, la particular cadencia de la cola y una peculiar for-ma de rematar las extremidades, mediante un éntasis muy acusado entre el muslo y la pata. Una morfología que tiene un inexcusable pare-

cido con la que presentan los animales del arte mueble aziliense francés (Pont d�Ambon) (Fig. 110) o con los zoomorfos subnaturalistas del Molino Manzánez (estación �El Toro�) (Fig. 1), o del valle del Tajo (Varela, 2001).

Figuras con características similares apa-recen en el núcleo jienense de Aldeaquemada,

Fig. 109: Abrigo de Selva Pascuala. (Fotografía tomada de la base de datos EUROPREART)

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más concretamente en los abrigos de la Tabla de Pochico y Prado del Azogue (Soria y Ló-pez, 1999: 165-169). En el primero han sido documentados cérvidos y cápridos de cuerpo masivo con forma oval, rellenos de tinta plana, con patas y cornamentas en perspectiva torci-da, siendo visible en algunos de ellos las carac-

Fig. 110: Calco de la plaqueta de Pont d�Ambón. (Tomada de Beltrán, 1991: fig. 2)

Fig. 111: Calco de los zoomorfos de cuerpo oval del Abrigo del Pochico, panel 4. (Según Soria y López, 1999)

terísticas ßechas clavadas en su cuerpo que ya hemos visto en el cérvido de la roca 1 del valle de Cabrões, en los cérvidos de la Sarga o en el jabalí de Cova Remigia . Apuntar también la existencia de una superposición de un conjun-to de barras paralelas esquemáticas sobre uno de estos animales asaeteados (Fig. 111).

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Esta misma estructura morfológica pre-sentan los dos zoomorfos identiÞcados como cápridos del Prado del Azogue, con cuerpos desproporcionadamente gruesos rellenos de tin-ta plana, alargados, de tendencia oval, largo rabo y extremidades cortas, posicionadas en �V� las delanteras y paralelas las traseras (Fig. 112).

Toda esta serie de Þguras son clasiÞca-das como levantinas (Soria y López, 1999: 170), en respuesta a inßujos foráneos a la zona pro-venientes posiblemente de focos albacetenses a través del norte de la Sierra del Segura. Las

consideran como un arte esencialmente cine-gético originado por poblaciones en las que el arte levantino era el vehículo de expresión de unos rituales originados en el Epipaleolítico, que perviven, al menos en esta zona de Jaén, hasta el Neolítico Medio (4380 � 3540 a.C) se-gún estos autores. No obstante, matizan que se trata de un Neolítico entroncado aún con sociedades más depredadoras que productoras, habida cuenta de la ausencia en el registro ar-queológico de pólenes de cereal y la acusada supremacía de las actividades cazadoras reco-lectoras como medio de subsistencia.

Pero no sólo son los criterios morfológi-cos los que se pueden paralelizar con otras se-ries artísticas del arte rupestre peninsular, sino también los recursos estilísticos que fueron empleados en las representaciones zoomorfas

Fig. 112: Calco de las cabras del abrigo del Prado del Azogue. (Según Soria y López, 1999)

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del Molino Manzánez, ya comentados en apar-tados precedentes, tienen también su reßejo fundamentalmente en el arte rupestre levanti-no. Así, los utilizados para imprimir movimien-to a las Þguras, colocando las patas en posición oblicua respecto al cuerpo o situando el animal en posición inclinada respecto a la horizontal imaginaria del panel, se repiten sistemática-mente en ambos ciclos artísticos (Fig. 113).

Fig. 113: Animales en movimiento. Izquierda: arte levantino; derecha: Molino Manzánez

De igual modo, los accidentes naturales del soporte (oquedades, grietas, resaltes, etc.) que, como vimos en el Molino Manzánez, son utilizados como complemento a la representa-ción, en el sentido de conÞgurar suelos o líneas de horizonte, aparecen también en esceniÞca-ciones de arte rupestre levantino empleados con el mismo criterio (Utrilla y Villaverde, 2004: 96) (Fig. 114).

Fig. 114: Utilización de una grieta del soporte para configurar la línea del suelo en el que apoya el animal. Arriba, ciervo del �Raco Molero�; abajo, ciervo de la estación �Nube Negra�

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7.5.3 El argumento contextual

Las prospecciones intensivas que desde mediados de los años 90 se vienen realizando en la zona de inundación de la presa de Alque-va (Silva, 1999), han permitido documentar una extensísima nómina de yacimientos de ocupa-ción que abarcan todos los períodos prehistóri-cos presentes en el conjunto gráÞco del Molino Manzánez y que constituyen un excelente mar-co contextual para cada una de las fases diacró-nicas establecidas en el mismo (Fig. 115).

Fig. 115: Plano de la zona de inundación de la presa de Alqueva con localización de yacimientos paleolíticos y epipaleolíticos. Fuente EDIA

Entre ellos no faltan localizaciones que coinciden cronológicamente con el grupo de grabados de la segunda fase del conjunto artís-tico badajocense que venimos tratando en este

capítulo. En relación con él, se han documen-tado 25 yacimientos: Retorta, Retorta 1, Monte Rocanito 21, Monte Rocanito 22, Penhascos, Moinho Novo 1, Luz 2, Luz 10, Malhada do Mercador 1, Malhada do Mercador 2, Monte da Charneca 10, Chancudo 2, Chancudo 3, Mon-te Alvaceira, Juromenha 7, Monte da Ribeira 9,

Horta da Cabeça, Barca da Fidalga, Porto da Junta, Monte do Zebro 8, Monte do Anastacio Manuel, Moinho Gato 1, Heredade da Varza 4, Porto Mirinho, Sapateiros 2 (EDIA, 2002) (Fig. 116).

En todos los casos se trata de peque-ños asentamientos al aire libre que responden a patrones de caracterización similares: poca extensión debido posiblemente a su carácter estacional, ocupación de pequeñas plataformas ligeramente elevadas y muy próximas al propio cauce del Guadiana o de alguno de sus aßuen-

Fig. 116: Distribución del poblamiento epipaleolítico en la zona de inundación de la presa de Alqueva

tes menores (Alcarrache) (Fig. 117), escasa po-tencia estratigráÞca y conjuntos artefactuales, fundamentalmente líticos, de poca entidad nu-mérica, aunque en su defecto muy signiÞcati-

vos desde el punto de vista tipocrónico. Esta serie de yacimientos en la que no

faltan los precedentes cronológicamente más inmediatos como el sitio de Chancudo 3 donde fue documentado un tecnocomplejo atribuido al Magdaleniense Superior Final, pone Þn a una situación ilógica en la que el territorio del in-

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Fig. 117: Yacimientos y material lítico en la zona de inundación de la presa de Alqueva. (Fuente EDIA, 2002)

Fig. 118: Cérvidos multitrazo: izquierda, Gruta de Escoural; derecha, placa de San Gregori

terior portugués y por extensión el extremeño era considerado como una zona prácticamente desierta entre el Þnal del Paleolítico y la llegada del Neolítico (Almeida y otros, 1999: 36). Una

situación de todo punto anormal, sobre todo teniendo en cuenta que, aunque enmascaradas en entornos paleolíticos, existían manifestacio-nes artísticas que encajaban plenamente con modelos epipaleolíticos. Nos referimos en este caso a las cabezas de ciervas (Mario Varela, el autor del estudio, las identiÞca como cabezas

de caballos) grabadas en multitrazo de la Gru-ta de Escoural (Lejeune, 1997; Varela, 1999), cuyo mejor referente es la plaqueta grabada epipaleolítica de San Gregori de Falset (Fullola

y otros, 1990) (Fig. 118).Así mismo, la existencia de una datación

de 8220+/-40 BP anunciada por el equipo ex-cavador de la Cueva del Conejar en las II Jor-nadas de Arqueología en Extremadura, aunque descontextualizada desde el punto de vista es-tratigráÞco, suponía otro atractivo indicio que

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apuntaba a que el despoblamiento de esta zona se debía fundamentalmente a carencias en la in-vestigación y no a la falta real de ocupación, so-bre todo teniendo en cuenta un panorama tan rico, extenso y variado como el que muestra el registro arqueológico peninsular en la primera mitad del Holoceno: Meseta Norte (Corchón, 2002; Bernardo de Quirós y otros, 1997); País Vasco (Barandiarán, 1997), Asturias (Adán y otros, 2001), Cuenca del Ebro (Cava, 1995), Galicia (Llana y otros, 1992; Ramil, 1997), Li-toral portugués (Raposo, 1994); Arco Medi-terráneo (Fortea, 1973; Aura y Pérez, 1995), Andalucía (Asquerino, 1987), Portugal interior (Zilhão, 1992).

Pero de entre todos estos yacimientos epipaleolíticos localizados en el regolfo de la presa de Alqueva, debemos destacar, por sus peculiaridades tecnológicas y por las datacio-nes absolutas obtenidas, el yacimiento de Barca do Xerez de Baixo (Fig. 117). Es una pequeña ocupación situada aguas abajo en la margen de-recha del Guadiana, a escasa distancia de los grabados del Molino Manzánez, que aprove-cha una plataforma coluvionar recortada por pequeños cursos de agua intermitentes. Fue la erosión provocada por uno de estos pequeños cauces durante las lluvias torrenciales del año 1998 la que permitió el hallazgo del yacimien-to, al quedar visible en el perÞl de la arroyada. Objeto de sucesivas campañas de excavación hasta su inundación deÞnitiva en el año 2003, cuenta con tres niveles arqueológicos separa-

dos por estratos arcillosos estériles que han proporcionado utillaje lítico sobre cuarcita y cuarzo, hogares y restos de fauna (ciervo, caba-llo y conejo), fechados por AMS a partir de dos fragmentos de carbón provenientes de la cama-da 2 en 8.640 +/- 50 BP (Beta 120607) (Almei-da y otros, 1999:30-31). La existencia de este yacimiento pone de maniÞesto unos patrones tecnológicos y poblacionales para el epipaleo-lítico de esta zona del interior peninsular radi-calmente distintos a los detectados en el litoral atlántico, en los estuarios del Sado o del Tajo o en las zonas interiores del país vecino al norte del Tajo (Zilhão, 1992), aunque sus cronolo-gías, como las obtenidas por Luis Raposo en el

yacimiento de Palheiroes de Alegra en el litoral alentejano (8700 +/- 100 BP, 8400 +/- 70 BP y 8802 +/-100 BP) (Raposo, 1994), indiquen similares momentos de ocupación.

En la línea de los trabajos de P. Utrilla y M. J. Calvo para los abrigos con arte rupestre aragoneses (Utrilla y Calvo, 1999), o los de J. Aparicio y J.G. Morote para la manifestacio-nes prehistóricas en el área levantina (Aparicio y Morote, 1999), pensamos que este conjunto de lugares de ocupación y las dataciones abso-lutas obtenidas (es signiÞcativa la coincidencia de las fechas de Barca de Xerez y de la Cueva del Conejar) se constituyen como un marco de referencia contextual y cronológico perfecta-mente admisible para las representaciones an-tropomorfas y zoomorfas de la segunda fase de grabados del Molino Manzánez.

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7.6 CONCLUSIÓN

A lo largo de todo este capítulo, partiendo de unas manifestaciones es-tratigráÞcamente bien deÞnidas, con un contexto arqueológico contundente y enmarcadas en un conjunto gráÞco coherente que les lleva incluso a estructurar su propio espacio de representación desde criterios puramente temáticos (antro-pomorfos al norte del Arroyo del Perro y zoomorfos al sur del mismo), hemos tratado de poner de maniÞesto la existencia de un panorama iconográÞco com-plejo y diversiÞcado que no queda reducido al simple entorno del valle del Gua-diana. Nos enfrentamos con criterios morfológicos, estilísticos e iconográÞcos que exceden con mucho este marco geográÞco y que, al margen de denomina-ciones de talante cronológico (epipaleolítico, mesolítico, aziliense, etc.) o estilísti-co (levantino, esquemático, etc.), son producto de las necesidades simbólicas de grupos sociales inmersos en economías con una fuerte dependencia de la caza y la recolección, en todo caso herederas de las ya existentes en el arte paleolítico, pues sus modos de vida son prácticamente análogos. Consideramos que, por encima de visiones reduccionistas y excesivamente clasiÞcadoras, debe empezar a considerarse la necesidad de integrar todo este conjunto de manifestaciones bajo una misma unidad interpretativa. La imposición técnica impuesta por el uso de la pluma, la utilización del grabado o el empleo de cualquier otro instrumento o técnica a la hora de representar las Þguras, no debe ser un argumento que sirva para asignar una Þgura a una determinada cronología. La atribución debe hacerse tomando como base la temática, la ideología que se expresa a través del lenguaje gráÞco con el que tratan de explicar su universo mítico sobre la vida, la muerte, la renovación y la fertilidad y que existe en función de las relaciones que establecen los seres humanos con su entorno social y natural en el que la caza constituye la plasmación prioritaria (Olaira, 2001: 227) y que tiene su reßejo en que todavía la serie zoomorfa de este conjunto gráÞco sigue siendo porcentualmente más im-portante que la antropomorfa. Una actividad en la que la progresiva importancia que va adquiriendo el grupo humano en defensa de su territorio de captación, de una mayor organización social y de una más estrecha colaboración en la ex-plotación de recursos es el origen de la cada vez más activa presencia de la Þgura humana en el arte rupestre que se hace evidente no sólo en el número, sino en

la variabilidad iconográÞca que presenta la amplia serie de Þguras vinculadas a los motivos zoomorfos que estamos tratando (desde las Þguras tipo Centelles de Faia, hasta los antropomorfos tipo ACC en el caso del Molino Manzánez, las diversas tipologías antropomorfas del arte levantino o las Þguras del más puro estilo esquemático del abrigo de Selva Pascuala).

En línea con lo que venimos manteniendo, creemos que es en este marco in-terpretativo donde encuentran también sentido representaciones tradicionalmente

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consideradas como arte esquemático pero que encierran un fuerte sentido escénico conjugado con importantes dosis narrativas como las de la Coquinera de Obón (Teruel) (Perales y Picazo, 1998), el Paso del Pablo (Cáceres) (González y Alvarado, 1993) o la Tinada del Ciervo I (Alba-cete) (Mateo, 2003: 56) (Fig. 119), entre otros muchas. Una muestra que responde a criterios de selección desde el punto de vista de la lejanía geográÞca, que nos permite insistir en la idea de que el arte de las sociedades cazadoras-recolec-toras holocénicas no se trata de un fenómeno restringido, sino que alcanza una gran extensión a lo largo y ancho del territorio peninsular. En los paneles seleccionados se repiten escenas na-rrativas, con ciertas dosis de naturalismo, en la que se utilizan conceptos morfológicos básicos ya presentes en el conjunto del valle del Gua-diana, como la forma de resolver la cornamen-ta de los cérvidos, escenas en las que se suelen constatar infraposiciones respecto a grafemas de carácter puramente simbólico (Coquinera y Paso del Pablo) y en las que la caza, fundamen-talmente la del ciervo, se convierte en nexo te-mático común para todas las representaciones.

Por todo ello pensamos que el arte ru-pestre de la segunda fase del conjunto gráÞco del Molino Manzánez es, a nuestro entender, una muestra más de ese amplio conjunto de manifestaciones artísticas que, desde múltiples variantes iconográÞcas, son el reßejo del mun-do mítico de los grupos cazadores recolectores postpaleolíticos que va a mantenerse vigente hasta la extensión de la serie de representa-ciones esquemáticas de los grupos producto-res. Un lenguaje gráÞco consecuencia de una ideología diferenciada que rompe con el pen-samiento mítico zoomorfo para transformarse en un incipiente pensamiento religioso basado en una cosmogonía telúrica en la que la Ma-

ter (materia) pasa a ser la causante y el origen de todo lo existente (Olaria, 2001: 224) y cuya consecuencia evidente en el Molino Manzánez no sólo son las nuevas tipologías simbólicas que aparecen en el yacimiento, sino también la práctica desaparición en el panorama ico-nográÞco de las representaciones animales tal y como veremos en el siguiente capítulo en el que se caracterizará la tercera fase de motivos grabados del conjunto gráÞco badajocense.

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Fig. 119: Escena de caza en la Tinada del Ciervo. (Según Mateo, 2003)

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