El Proletariado Español y La Trayectoria Del PCE

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Jesús Ríos Sánchez Macarena Trujillo Montes Historia de la España Reciente, Universidad de la Laguna. El proletariado español y la trayectoria del PCE Desde la posguerra hasta el desarrollismo de la década de 1960 1. Introducción: En este trabajo se pretende analizar los aspectos que van a caracterizar al movimiento obrero español dentro del abanico cronológico que transcurre desde la posguerra (1940) hasta los años del desarrollismo (1960). Bajo una división del marco de tiempo ya citado, establecemos los diferentes contextos históricos tanto nacionales como internacionales que influyeron de una manera u otra en la actuación del movimiento obrero. Así mismo, se incorporan las estrategias llevadas a cabo por el Partido Comunista Español, que se convierte en la organización más apegada a la clase trabajadora de nuestro país y, tal y como se ha dicho, también se tendrán en cuenta las circunstancias exteriores que empujarán y someterán al partido para que éste tome una u otra dirección, tal y como pasó con el establecimiento de la guerra fría donde se condena internacionalmente el comunismo, que obligará al partido a cambiar de estrategia tanto organizativa como de actuación. La década de la posguerra supondrá una maniobra dura y golpista contra la clase trabajadora y algunos movimientos libertarios como el anarquismo o el comunismo, que pasarán directamente de la legalidad a la clandestinidad. Del mismo modo y como se explicará en las siguientes páginas, el objeto o fin de estos movimientos va a cambiar, ya que éste en principio venía definido en un interés particular de realizar una revolución social, y ahora gira hacia un objetivo nacional, que es hacerse responsables del derrocamiento de la dictadura franquista. Como parte anexa al trabajo y en comunión con los movimientos libertarios, se dedica un apartado especial al anarquismo español que, aunque más débil en fuerzas que el comunismo, es un movimiento que no desapareció en 1939. Por otra parte, analizamos los estigmas más graves que el franquismo acometió contra el pueblo español: Detenciones, desahucios, y fusilamientos serán elementos característicos de la fuerza represiva que utilizara la dictadura contra todo aquel que considere un enemigo a la patria. En cuanto a los trabajadores, en condiciones laborales pésimas, van a ser protagonistas de sucesivas huelgas generales contra el régimen. En este sentido abordaremos las grandes acciones de la fuerza colectiva obrera, como la sucedida en Barcelona en la primavera de 1951, o bien la de Asturias de 1958 y, todo ello en relación con la actitud del partido comunista (PCE).

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Trabajo sobre la trayectoria del PCE en España bajo el manto de las condiciones de la clase obrera.

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Jesús Ríos Sánchez Macarena Trujillo Montes

Historia de la España Reciente, Universidad de la Laguna.

El proletariado español y la trayectoria del PCE Desde la posguerra hasta el desarrollismo de la década de 1960

1. Introducción:

En este trabajo se pretende analizar los aspectos que van a caracterizar al movimiento obrero español dentro del abanico cronológico

que transcurre desde la posguerra (1940) hasta los años del desarrollismo (1960). Bajo una división del marco de tiempo ya citado,

establecemos los diferentes contextos históricos tanto nacionales como internacionales que influyeron de una manera u otra en la

actuación del movimiento obrero. Así mismo, se incorporan las estrategias llevadas a cabo por el Partido Comunista Español, que se

convierte en la organización más apegada a la clase trabajadora de nuestro país y, tal y como se ha dicho, también se tendrán en cuenta

las circunstancias exteriores que empujarán y someterán al partido para que éste tome una u otra dirección, tal y como pasó con el

establecimiento de la guerra fría donde se condena internacionalmente el comunismo, que obligará al partido a cambiar de estrategia

tanto organizativa como de actuación.

La década de la posguerra supondrá una maniobra dura y golpista contra la clase trabajadora y algunos movimientos libertarios como el

anarquismo o el comunismo, que pasarán directamente de la legalidad a la clandestinidad. Del mismo modo y como se explicará en las

siguientes páginas, el objeto o fin de estos movimientos va a cambiar, ya que éste en principio venía definido en un interés particular

de realizar una revolución social, y ahora gira hacia un objetivo nacional, que es hacerse responsables del derrocamiento de la dictadura

franquista. Como parte anexa al trabajo y en comunión con los movimientos libertarios, se dedica un apartado especial al anarquismo

español que, aunque más débil en fuerzas que el comunismo, es un movimiento que no desapareció en 1939.

Por otra parte, analizamos los estigmas más graves que el franquismo acometió contra el pueblo español: Detenciones, desahucios, y

fusilamientos serán elementos característicos de la fuerza represiva que utilizara la dictadura contra todo aquel que considere un

enemigo a la patria. En cuanto a los trabajadores, en condiciones laborales pésimas, van a ser protagonistas de sucesivas huelgas

generales contra el régimen. En este sentido abordaremos las grandes acciones de la fuerza colectiva obrera, como la sucedida en

Barcelona en la primavera de 1951, o bien la de Asturias de 1958 y, todo ello en relación con la actitud del partido comunista (PCE).

 

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2. La década de la posguerra: Represión y repliegue.

La paz de Franco, instaurada a partir del 1 de Abril de 1939 tras derrotar a la II República, supondrá un duro golpe para todos los

movimientos libertarios de la nación, que ahora se verán obligados a pasar de la legalidad a la clandestinidad, donde tendrán que

reorganizarse para las nuevas movilizaciones sociales con destino a derrocar el nuevo fascismo que se levanta sobre el espíritu del 18

de Julio, día conmemorativo sobre la victoria de los vencedores hacia los vencidos.

El carácter del régimen satisfacía las necesidades de los grandes terratenientes y los grupos más reaccionarios de la burguesía que,

apoyados en el Ejército y la Iglesia consiguieron imponerse a través de una violenta y sangrienta guerra civil que llevó al caos de la

precariedad y el hambre a toda una población. La nueva dictadura franquista echó por tierra todas las conquistas laborales conseguidas

por los trabajadores, abolió la Constitución de 1931 y el Parlamento, emancipó todas las instituciones democráticas sobre las que se

levantaba el país, puso punto y final a las autonomías de Cataluña y el País Vasco y declaró en el terreno de la ilegalidad a todos los

sindicatos obreros y partidos políticos.

En un principio, la élites de la Nueva España, dispusieron de la maquinaria estatal para acabar con el movimiento obrero, partícipe

principal de la resistencia al alzamiento. Se construyó todo un mecanismo legal e institucional para represaliar a todas las

organizaciones y sus implicados/as, si bien, el proceso comenzó en la zona nacional cuando todavía el conflicto no había finalizado.

Leyes como la “Ley de represión de la masonería y el comunismo” (1940) o la “Ley de las Responsabilidades Políticas” (1939)

legalizaron, regularon y legitimaron todo el proceso de depuración, represión y control social.

Los bienes de sindicatos y partidos fueron confiscados, mientras, las cárceles se iban ocupando, la mayoría de las veces, en condiciones

de hacinamiento y escaso cuidado higiénico, a lo que habría que sumar los fusilamientos, las torturas y las privaciones excesivas de

manutención y visitas que sufría la población reclusa. Durante algunos años, las instituciones judiciales estuvieron militarizadas, hasta

que el cambio de rumbo en la contienda mundial obligó al régimen a hacer un “lavado de cara”, modificándose las competencias

militares y civiles en el ámbito tribunal. Con el exilio, el asesinato y la ilegalidad, el franquismo consiguió por unos años hacer

desaparecer el fuerte movimiento obrero, y cuando resurgió, éste operaría con otras dinámicas, lo que es comprensible, puesto que las

condiciones sociales y económicas, y la situación política en el que se hallaban inmersas, no eran las mismas.

En los primeros años de posguerra, la dictadura encarceló a centenares de miles de personas que ahora se veían sometidas al

hacinamiento, a la enfermedad, al hambre y a la represión en campos de concentración. Por otro lado, la situación económica del país

no podía ser más caótica, ya que la autarquía causó estragos en el país con la emergencia del mercado negro, además, la innecesaria

exportación de víveres y de materias primas a las potencias del Eje en los años que siguen, hundió más la economía del país.

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En el campo, las aldeas y pueblos fueron testigos de numerosos crímenes contra los campesinos, muchos de los cuales tuvieron que

aislarse en los montes o huir hacia las ciudades. Así, también se liquidó la Reforma Agraria emprendida por la República, obligando

entonces a los campesinos a devolver las parcelas concedidas con anterioridad a los terratenientes, para de esta manera satisfacer sus

ambiciones latifundistas. De esta manera se produjeron desahucios en masa que muchas veces iban acompañados de detenciones y

fusilamientos y, los que huyeron a las ciudades, acabaron viviendo en barrios pauperizados y chabolistas en condiciones de

hacinamiento. Por si no fuera poco, el fascismo español arremetió contra los representantes del pensamiento ilustre en nuestro país,

muchos de los cuales tuvieron que huir desprovistos de todo, aunque otros no corrieron la misma suerte, como el caso de Federico

García Lorca, Juan Peset o Miguel Hernández.

Diversos estudios han constatado el desgano vital de los trabajadores, lo que contrasta con el aumento de la jornada laboral y con la

férrea disciplina cuasi militar implementada en las fábricas. La carestía del nivel de vida y la bajada de salarios, unido a las condiciones

laborales y políticas debieron influir en a la hora de no rendir en el trabajo, ya que las expectativas de mejora eran nulas, incluso algunos

actuarían con cierto sentimiento de venganza pasiva, ya que también se ha constatado pintadas reivindicativas y hurtos en las

empresas.Con la legislación laboral de la Nueva España, las diferencias entre clases aumentaron.

El estado pasó a controlar los salarios y el sindicalismo con una firme intención de controlar socialmente al proletariado. Los

empresarios agradecieron al régimen la “paz social” y el mantenimiento de sus privilegios con la fidelidad y la colaboración. Los

salarios estuvieron bastantes años por debajo de la media anterior a la guerra. Las condiciones laborales eran muy deficientes:

condiciones antihigiénicas, escasos baños y vestuarios, sistemas de ventilación inexistentes, alto nivel de riesgos laborales, atención

médica muy escasa…Está constatado, que ante la carestía de viviendas, las zonas rurales de las periferias urbanas, enviaban

trabajadores a las fábricas que volvían tras acabar la jornada.

A grandes rasgos, la pasividad, la resignación, la falta de alternativas y el miedo eran los sentimientos expresados por la clase obrera.

Podemos exceptuar las huelgas “de brazos caídos” y otros tipos de protesta. Las elecciones sindicales, por parte del electorado obrero,

muchas veces eran rechazadas como método para no colaborar con el régimen, pero, sobre todo en las grandes zonas industriales

donde no había tantos falangistas, muchos se presentaban a las elecciones a pesar de no cumplir con la ideología política y la fidelidad

que exigían los altos jerarcas sindicales. Veían el sindicalismo vertical como una manera de intentar mejorar sus condiciones, no sin

represión y negativas continuas por parte de la patronal y el estado.

En lo que respecta al movimiento comunista, los años de posguerra con la represión como premisa fundamental impuso una de las

etapas más difíciles para el Partido Comunista (PCE) español, ya que muchos de sus militantes se vieron detenidos en campos de

concentración, y muchos de los cuales salieron bien para ser fusilados, bien para cumplir largas condenas en las cárceles. Gran parte de

los cuadros comunistas se encontraban dentro del Ejército de Cataluña, que pasaron la frontera al ser imposible la resistencia y no

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pudieron reintegrarse a la zona Centro-Sur republicana por prohibición del gobierno francés, con lo que se vieron sometidos a un exilio

forzoso.

La derrota republicana definitiva supuso una nueva organización del Partido acorde con la situación favorable al fascismo español,

entonces, éstos pasarán de haber protagonizado la reacción contra los sublevados en la guerra civil a luchar contra el franquismo en la

sombra. En primer lugar, el PCE tratará de reactivar la unidad de acción de la clase obrera y el Frente Popular, tanto desde los partidos

democráticos como desde los trabajadores. Como consecuencia de las numerosas detenciones, los comunistas que cayeron dentro de

las cárceles pronto emprenderán una organización desde dentro manteniendo por medio de métodos astutos contactos con el interior,

tal y como pasó desde una cárcel madrileña donde Domingo Girón, Eugenio Mesón, Daniel Ortega y otros pudieron dirigir la actividad

de los comunistas en Madrid en relación con José Cazorla y Enrique Sánchez, que por entonces se encontraban fuera de la represión

franquista. Sin embargo, al paso del tiempo serán fusilados y en 1940 se producirá la caída del Comité en Madrid, que será aprovechado

por la policía franquista para introducir a agentes en las filas del Partido, sirviéndose entre otras cuestiones del provocador Quiñones,

que asestó un golpe durísimo al partido ya que

La propaganda también fue un medio utilizado por el PCE, que realizó una labor de edición clandestina de documentos y libros clásicos

de corte marxista-leninista. Además también se sirvió de propaganda política entre la emigración: En México, Uruguay, Chile y

Argentina comenzaron a publicarse revistas y periódicos del partido.

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3. Los años que conciernen a la Segunda Guerra Mundial.

Respecto a la intervención o no de España en la Segunda Guerra Mundial, la política de la dictadura amenazó con meter de lleno a

España en ésta al lado de las potencias del Eje. En los manifiestos del Comité Central de agosto de 1941 y Septiembre de 1942, el PCE

llamaba a crear la Unión Nacional de todos los españoles para aunar esfuerzos en impedir la entrada de España en la guerra y oponerse

entonces a la ayuda que la dictadura pensaba otorgar a las potencias fascistas. Entre sus medidas destaca la petición a los trabajadores

y al pueblo a boicotear la producción destinada a Alemania y la campaña contra el reclutamiento de la División Azul organizada por

Franco e integrada en el Ejército alemán para la guerra contra la URSS. Todo ello bajo la consigna “Ni un hombre, ni un arma, ni un

grano de trigo para Hitler”.

Además, cuestión clara es el hecho de que la política de no intervención era también conveniente para la mayoría del país, incluyendo a

los sectores conservadores y católicos, a militares y a importantes grupos capitalistas españoles que estaban ligados al capital

anglo-americano. Entre estos factores y otros que no analizaremos, se consiguió frenar la política belicista de Franco y Falange. Por

otra parte, la política de Unión Nacional no sólo estaba orientada con el único objetivo de impedir la entrada de España en la contienda,

sino a entablar el camino hacia el derrocamiento de la dictadura franquista y el posterior establecimiento de la Democracia en España-

Esta política preconizada por el PCE ganaba su confianza en base de que la amalgama de fuerzas opuestas al régimen ahora era más

amplia que las fuerzas que anteriormente habían luchado al lado de la República, y por ello el Comité central del PCE propuso en el

manifiesto de septiembre de 1942 un programa susceptible de ser aceptado por las fuerzas de izquierda y derecha dispuestas a luchar

contra el franquismo. El punto esencial de ese programa era crear un gobierno de Unidad Nacional que una vez consiga derrocar la

dictadura llevara a cabo unas elecciones para que el pueblo, a través de la libertad y la democracia, decidiese el futuro régimen del país.

Los inicios de 1943, marcados por la victoria soviética de Stalingrado dió comienzo con el cambio de signo de la guerra a favor de la

URSS, cuestión que alentó nuevas esperanzas a las fuerzas libertarias oprimidas por la dictadura franquista. Gran parte del pueblo

español confiaba en que la derrota mundial y definitiva del fascismo acabaría también con la dictadura en España. En este contexto, el

deber de los partidos democráticos de la oposición era acrecentar y reactivar el espíritu de lucha y combatir entonces aquellas actitudes

pasivas y a la espera que surgieron bajo la imposición del terror fascista.

El PCE, para reforzar el trabajo del movimiento volvieron al país varios dirigentes del Partido, entre ellos Santiago Álvarez, miembro del

Comité Central y Sebastián Zapirain, más darte detenidos y condenados a largos años de cárcel. Además, también se incrementó su

labor en las zonas agrarias de Galicia, Asturias, Andalucía y Levante, donde había un fuerte movimiento guerrillero opositor al régimen.

En esta línea se consiguió también ampliar la red de propaganda clandestina comunista. “Mundo Obrero” se editaba en Madrid,

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Andalucía, Galicia y Asturias. También se publicaron “Unidad” en Málaga, “El Obrero” en Canarias, “Verdad” en Valencia y otros

periódicos.

Paralelamente, el Partido en pro de conseguir la deseada unidad antifranquista creó Juntas de Unión Nacional para la lucha por el

derrocamiento de la dictadura de Franco y Falange. Sin embargo, sus esfuerzos cayeron en saco roto por ausencia de apoyos

internacionales con la declaración por parte de EEUU, Reino Unido y Francia apostando por una solución pacífica al problema español,

que debía ser obra de los mismos españoles. En 1946, el PCE ingresó en la Alianza de Fuerzas Democráticas organizada por varias

ramas de oposición al régimen, sin embargo, resultó imposible convertir la Alianza en un órgano de unidad y de acción contra el

franquismo.

A principios de marzo de 1951 se produjo un boicot a la Compañía de Tranvías como protesta a la subida de tarifas de éstos. Así, el 4 de

marzo el PSUC publicó un manifiesto donde se hacía una llamada a los trabajadores para la huelga general contra la compañía de

tranvías en una gran acción contra el régimen franquista. El manifiesto plasmaba las cuestiones más sentidas por la clase trabajadora:

la lucha contra la carestía de la vida, contra el terror y contra la política de la dictadura. Esta idea fue acogida y puesta en práctica por los

trabajadores que declararon la huelga general el día 12 de marzo, cuyo inicio se gestó en las fábricas textiles de Pueblo Nuevo y se

extendió a toda Barcelona, parándose las industrias textil, metalúrgica, química, de la construcción y otras tantas.

La huelga producida en la capital catalana produjo pánico en el gobierno, que volcará toda su fuerza represiva en Barcelona, ocupada por

la Policía Armada y la Guardia Civil. La policía detuvo a colectivos en masa y el gobierno envió al puerto barcelonés cuatro buques de

guerra. La huelga general duró hasta el día 14, cuando los obreros decidieron reanudar el trabajo en las empresas y fábricas.

Pese a la intentona de redoblar fuerzas contra los huelguistas, el gobierno desistió bajo la amenaza de la clase obrera de ir de nuevo a

huelga. Los trabajadores percibieron sus salarios y sueldos de los días de huelga, y la mayoría de los detenidos fueron puestos en

libertad, con lo que la huelga general tuvo una perspectiva positiva entre éstos. Aunque la huelga estuvo declarada contra la carestía de

la vida como premisa principal, también era símbolo de protesta contra el régimen como culpable de esa carestía. A partir de esta

movilización en Barcelona se abre una nueva etapa de lucha contra el régimen, ya que a ésta le siguen otras protestas obreras y

populares en Vizcaya, Álava, Navarra, Madrid y Guipúzcoa.

Entre los participantes de éstas manifestaciones populares y movilizaciones de masas destacan, al lado de los obreros veteranos, la

nueva generación de trabajadores nacida en el franquismo y los campesinos recientemente incorporados a la industria, así como miles

de empleados, funcionarios, estudiantes e intelectuales. Mientras tanto, el régimen tiene una fisura interna, detectada en el paulatino

alejamiento y desintegración de Falange, que dejaba de ser la fuerza principal de la dictadura debido a la desastrosa situación

económica y la pérdida del protagonismo fascista en el orden mundial.

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El conglomerado jerárquico de la Iglesia seguirá apoyando a la dictadura, sin embargo, algunos sectores católicos, seglares y

eclesiásticos empezaban a diferenciarse del régimen adoptando actitudes un tanto críticas con la creación de las llamadas

Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC) que, a través de sus órganos de prensa como el semanario “Tú”, criticaban algunos

aspectos de la política social de la dictadura. Con todo ello, se pretendía establecer las bases de una oposición católica como alternativa

al régimen franquista.

En el verano de 1951, el General hizo ciertos cambios ministeriales en los que ya se hicieron patente el menor peso de Falange en el

gobierno. Por el contrario, llamó a hombres representantes de la derecha católica y del tradicionalismo para intentar así aplacar la

oposición que se levantaba paulatinamente contra el régimen bajo una tendencia “liberalizadora”. Con el pacto entre España y Estados

Unidos en 1953 se desató una denuncia desde el CC del PCE y el Secretariado del PSUC en una declaración conjunta de octubre de ese

mismo año, donde se anunciaban las falacias franquistas de que el pacto militar llevaría consigo una lluvia de dólares sobre España,

frente a lo que el PCE y el PSUC afirmaban que ese pacto sólo beneficiaría a los multimillonarios estadounidenses, a Franco y a los

grandes oligarcas españoles, ya que además llevaría consigo el descenso del valor adquisitivo de la peseta y el crecimiento de la

inflación y los impuestos con todas sus consecuencias. En esta línea también condenaban el emplazamiento de bases de guerra

aeronavales de Estados Unidos en el suelo español que se estipulaba en el pacto, ya que España podía verse arrasada de la noche a la

mañana por una guerra ajena a sus intereses nacionales.

El trienio de 1956, 1957 y 1958, supuso un incremento de las peticiones salariales, seguro de paro y seguridad social,

fundamentalmente en Cataluña y Euskadi. Por esta época, socialistas y anarquistas estaban de capa caída, mientras el PCE, desde el

exterior y desde el interior, casi monopolizaba la acción política ilegal, aunque muchos obreros dirigían sus acciones al margen del

partido. En Asturias en 1958, provocaron que algunos artículos del Fuero del Trabajo fueran eliminados, creándose una situación

similar al estado de excepción a nivel provincial.

En el mismo año, se aprueba una nueva regulación de la “negociación colectiva”, lo que se ha querido presentar en ocasiones como la

existencia de un sistema de participación de los trabajadores en sus normas paccionadas. Nada más lejos de la realidad, pues esta

nueva normativa respondía al intento de disuadir las respuestas huelguistas (1956-1958) y a la necesidad de incrementar la

productividad. (Hasta la fecha, las empresas habían basado sus beneficios en una explotación extrema de la mano de obra, pero los

ritmos productivos no se asemejaban a los de los estados europeos.) Así, la esencia de la nueva negociación colectiva era mantener bajo

el salario base o garantizado y establecer complementos vinculados a la productividad. Curiosamente, este último objetivo es el que

cíclicamente solicitan los liberales. La falsa negociación colectiva instaurada se caracterizaba por dos grandes elementos: el primero,

que la representación de los trabajadores se debía desarrollar a través del Sindicato Vertical; y el segundo que, una vez había acuerdo

—o si no lo había— era el Ministerio de Trabajo el que lo tenía que aceptar, o bien fijar otras condiciones, para publicarlo como

“convenio colectivo”. La Ley de Contratos Colectivos supuso un punto de inflexión dentro de la conflictividad obrera.

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Si antes era el gobierno quien fijaba los salarios, ahora, sería el empresario quien dispusiera de ello, cosa, que fue tomada por la clase

obrera como motivo para seguir luchando. Ahora, no era el gobierno a quien había que presionar, sino al empresario de la fábrica, si la

lucha era colectiva y beneficiosa, se conseguían las aspiraciones a las que se pretendían llegar. Casi siempre eran mejoras salariales,

debido a la subida del coste de la vida, a la creación de nuevas necesidades por la incipiente sociedad de consumo y a los bajísimos

salarios que ya de por sí cobraban los obreros.

4. Los años del desarrollismo

Durante estos años, se producen cambios ingentes en la sociedad española: 5 millones de personas emigran desde sus lugares de

origen, principalmente son población que habita en zonas rurales. 2 millones de ellos, lo hacen dentro del territorio nacional,

principalmente hacia Cataluña, Euskadi, País Valenciano y Baleares. El nuevo modelo aperturista, posibilitó que la economía girara en

torno al turismo, al envío de remesas de los emigrantes que trabajaban en el extranjero (principalmente desde Francia, Suiza y

Alemania) y a la productividad industrial y del sector servicios. Un ejército de obreros, expoliado por la dictadura de su patrimonio

cultural y organizativo, trabajaba en las fábricas por unos salarios bajísimos, mientras, la riqueza del país no paraba de aumentar. En

1970, más de dos tercios de la población vivía ya en zonas urbanas (municipios de más de 10.000 habitantes).

La contestación obrera, cambió y se modificó. Las personas ahora viven en un contexto de bonanza económica, donde la sociedad de

masas y de consumo se va estableciendo (el proceso se hace plenamente en 1969). Si en la República se pedía repartir el trabajo y los

recursos, esta nueva clase obrera, pide aumentar sus salarios, mejorar sus condiciones y, como alternativa a la dictadura, un sistema

político democrático como los países europeos occidentales.

Uno de los pilares básicos del desarrollismo franquista, fue la aplicación progresiva del fordismo para aumentar la productividad de los

trabajadores. Para suplir la falta de tecnología, se aumentaron las horas extras, y para evitar costes en formación, se acudía a la

población rural para re-colocarla en trabajos que no requerían mucha capacidad formativa. La automatización del trabajo, fue escasa y

lenta, limitándose a las grandes industrias del país y no de manera generalizada. Las condiciones laborales eran homogéneas, pero la

diversificación laboral era enorme. No se pagaba por los conocimientos y la formación, sino por el trabajo realizado dentro de la fábrica,

es decir, por su capacidad de movimiento. Los obreros eran plenamente intercambiables, y los empresarios pasaron a ocupar la pérdida

de control del trabajo por parte de los obreros, este tipo de fordismo español, hacía por una parte que el movimiento obrero se

desarticulase, pero por otra, lo hacía proclive a la movilización. Lo desarticulaba debido a la represión política y a la disciplina bélica

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implantada dentro de las fábricas por los patrones, pero, lo aupaba ya que todos trabajaban por un salario casi igual, vivían en la misma

zona, trabajaban en las mismas condiciones (muchas horas, porcentaje alto de riesgos laborales..), y muchos compartían un origen

común: emigrante rural. Todo ello potenció la conciencia de clase y la identidad colectiva dentro de un marco solidario e igualitario.

Los barrios chabolistas de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, son sustituidas con viviendas sociales, quedando

expuestos a la especulación, con una carencia de equipamientos sociales y de zonas verdes, así como con un perfil de barrio

aislacionista respecto al resto del conjunto urbano. A pesar de todo, las chabolas siguieron existiendo. Fue en estos barrios, donde se

pasó de una clase campesina pobre, a una también pobre clase obrera. Los salarios fabriles, ofrecían más oportunidades que el campo,

pero las condiciones seguían siendo deplorables. Para encontrar trabajo o vivienda, se tejían las redes personales que se construyen

entre ellos dentro de los suburbios, es decir, la solidaridad familiar y vecinal era muy fuerte, siendo los barrios obreros muy

homogéneos en cuanto a cultura relacional e identitaria. Se crearon asociaciones de vecinos, casas regionales fundadas por los

emigrantes que llegaban desde más lejos...etc La vida pública se hacía en los bares, los portales, las asociaciones, la calle... La

movilización era de la fábrica al barrio y del barrio a la fábrica. Paradójicamente, los que estaban en mejor situación, eran los primeros

emigrantes que se marcharon de sus tierras en los cuarenta y los cincuenta, debido a las persecuciones políticas, a la imposibilidad

campesina de cumplir sus aspiraciones colectivas (poseer tierras) que la Guerra dibujó de nuevo y al estar reprimidos en el seno de su

comunidad de origen por pertenecer a los estratos más bajos. Fueron estos, lo que tejieron redes con la vieja clase obrera urbanita, y los

que, también tendieron lazos de continuidad con sus comunidades de origen, por ello, las noticias que enviaban, se convertían en un

aliciente para seguir sus pasos, además, no se sentirían solos si un amigo, vecino o familiar que ya había emigrado, lo ayudaba a

establecerse.

Se recrudecen las luchas obreras, en un ambiente, en el que ha llegado a la adultez la primera generación nacida tras la guerra. El éxito

en la contención del movimiento obrero clandestino, fue solo temporal, y solo duró desde finales de la década de los cincuenta hasta

1962, cuando los obreros protagonizan la primera gran oleada de huelgas tras 1939. El epicentro, tiene lugar en la minería asturiana,

pero, se extiende al resto de minerías y a las fábricas de todo el país. El gobierno, declaró el estado de excepción en Asturias, Vizcaya y

Guipúzcoa, además en enviar a Asturias a negociar a un alto jerarca sindical. Hasta el verano, la situación no estuvo más o menos

controlada, teniendo que ver en ello la declaración del estado de excepción en todo el territorio nacional debido a la celebración del

Contubernio de Múnich. Como ya ocurrió en 1951 y 1957 con las protestas obreras, Franco cambió en julio de gobierno.

Durante la década de los 60, las huelgas aumentaron, y, junto a ellas se comenzaron a realizar otra serie de acciones. Recogidas de

firmas para pedir demandas, concentraciones en la vía pública, encerramientos en iglesias... El desarrollismo económico, introdujo a

una sociedad con bajos salarios obreros en un consumismo mayor. Lavadoras, frigoríficos y coches, eran metas alcanzables para los

obreros. Sus peticiones se consideraban legítimas debido al crecimiento económico del país. No se entendía que el salario casi no

superara al del período anterior a la guerra, y que las condiciones laborales fueran muy malas, con unas rígidas relaciones entre

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empresario y obrero, envueltas en una disciplina militar. Las negativas continuas de la patronal y del estado de mejorar las condiciones

laborales, a menos que la conflictividad fuera muy explosiva, incluyendo represiones, cargas y encarcelamientos, provocaban que

obreros tuvieran una identidad de hostilidad, recelo y miedo hacia ambas autoridades.

El renacer de la cultura colectiva obrera en los años 60, fue facilitado por la solidaridad existente ante las medidas represoras de

patronos y del estado, a la masificación en barrios periféricos y municipios adyacentes a las grandes capitales industriales y a la mayor

conciencia de clase debido a la política desarrollista y a la contención de las aspiraciones obreras (a veces, concesiones con lucha). Los

jurados de empresa, permitieron la existencia de convenios colectivos, que, aunque sesgados y controlados por la clase empresarial y el

estado, muchas veces, se elegían representantes obreros auténticos, que aunque no podían hacer mucho, favorecieron la agrupación y

organización obrera y visualizan que el sindicalismo franquista y el empresariado, eran dos caras de la misma moneda.

CCOO comenzó a organizarse durante la década de los 60. Desde su fundación, pretendió ser una plataforma aglutinante de todo el

movimiento obrero, por ello, socialistas, comunistas y anarquistas colaboraron en su formación y difusión. El sindicato, se movía dentro

de la legalidad y fuera de ella. Por un lado, hacía todo lo posible para conquistar las reclamaciones a través de las cauces sindicales de la

dictadura, cuando esto fallaba, no dudaban en usar la ilegalidad (huelgas, concentraciones, manifestaciones) para lograr sus objetivos.

Activistas políticos, no necesariamente ligados al movimiento obrero, participaron también con vistas a derribar la dictadura. Los

sucesos de 1962 harán que CCOO se extiendan por todo el territorio.El régimen respondió a la expansión de las Comisiones con la

represión: ilegalización en 1967, despidos, detenciones y torturas, además de condenas de cárcel por Tribunal de Orden Público.

El Proceso 1001, contra diez dirigentes de las Comisiones, fue un hito destacado de esta espiral represiva. Las sucesivas elecciones

sindicales, le darán cada vez más poder, hasta que las de 1975, en candidaturas “unitarias y democráticas”, visualizan su

predominancia dentro del mundo laboral antifranquista, e incluso, también en el mundo social y político. CCOO, siempre promulgaba

una defensa férrea de los derechos de manifestación pacífica, de huelga, de un salario digno..etc, además, hacía suyas las

reivindicaciones ejerciendo los derechos prohibidos directamente. Estará dentro de la Junta, para luego crear junto a la Plataforma, la

Platajunta, como movimiento aglutinador de muchas fuerzas distintas ideológicamente para acabar con la dictadura. El movimiento

obrero, fue el mayor motivo de la erosión de la dictadura. El recrudecimiento de la represión ante el auge de la contestación obrera,

aunque desmovilizó a sectores ya pasivos de la sociedad, alentó a los obreros activos a pelear más, a la vez que, cada vez conseguían

más simpatizantes fuera de los barrios industriales debido a sus acciones encaminadas a la transgresión del orden y al establecimiento

de la democracia.

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5. El anarquismo español:

A modo de apunte, en este apartado nos dedicamos a analizar la aparición de la primera generación anarquistas clandestinos bajo el

régimen de la dictadura franquista. El mantenimiento del activismo clandestino se debe a tres factores fundamentales: Uno casi

paradójico, ya que la misma represión franquista ejerce un fortalecimiento de la ideología anarquista dentro del mismo movimiento

clandestino y otro basado en la esperanza albergada dentro de estos grupos de oportunidades de movilización. A partir de aquí, una de

las primeras cuestiones a manipular cuando tratamos el anarquismo español es analizar el por qué este movimiento decae de forma

generalizada durante el franquismo cuando, sin embargo, durante la II República y la guerra civil tomaron una postura activista y de

movilización antifranquista actuando desde la periferia.

La respuesta a esta cuestión es fruto de la combinación de varios factores: La represión franquista por supuesto, que pisoteó al

movimiento cuanto pudo, no obstante, también la división ideológica que afectó al anarquismo del exilio y del interior, o bien la falta de

apoyo internacional. En este sentido cabría analizar cómo sobrevive y se mantiene el movimiento durante la dictadura, que aunque sus

fuerzas se volvieron más débiles no se propició el fatal final que condujera a su desaparición en 1939.

El movimiento anarquista moderno, dentro del caso español se inicia en 1868 con la visita de Giuseppe Fanelli -delegado de la Alianza

Internacional de la Democracia Socialista- a Madrid en vista para reclutar a nuevos militantes para la I Internacional (Londres, 1864),

con la posterior creación bajo su influencia de la Federación Regional Española, la sección española de la Asociación Internacional de

Trabajadores. Posteriormente y al cabo del tiempo, ésta fue cambiando de nombre como espejo de la evolución del mismo movimiento,

hasta que, en 1910 se crea la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) en Barcelona como un organismo coordinado y unitario de

resistencia al capital. Bien es cierto que la vida del movimiento rondará de nómada entre la legalidad y la ilegalidad, aunque durante la

mayor parte de su existencia se organizará en la clandestinidad, donde se pondrá a la cabeza de diversas redes de sociedades y grupos

libertarios.

Sus activistas se concentrarán especialmente en Cataluña, Zaragoza, Andalucía, Valencia y Madrid, y su papel tanto en la II República

como en la Guerra Civil es elemental si atendemos a que llegó a contar con cerca de dos millones de militantes a la par que organizaba

una revolución social y cultural en la forma de colectivizaciones agrarias e industriales. La dura represión de la década de 1940 supuso

un efecto muy negativo sobre el movimiento libertario, ya que con la Ley de Responsabilidades Políticas del 9 de febrero de 1939

declaró fuera de ley tanto la CNT como otros grupos libertarios (la FAI, Federación Anarquista Ibérica). La filosofía de posguerra, el

espíritu del 18 de Julio, dirigido desde los vencedores contra los vencidos fue un factor que perseguirá desde este momento a tanto

aquellos grupos que se intentaban reconstruir como a aquellos que habían sido partícipes en el pasado de éstos.

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En el caso de la CNT, de los quince comités creados hasta 1952, doce fueron prácticamente destruidos en su totalidad, no obstante, la

central pudo reconstruirse en la clandestinidad convirtiéndose, como ya hemos dicho antes, en la cabeza de una poderosa red de

sociedades y grupos libertarios. La represión transformó de arriba abajo el propio movimiento, ya que la CNT tuvo que ingeniárselas en

clandestinidad optando por la proliferación de grupos locales a los que había que informar con regularidad y a los que continuamente se

le pedían retribuciones para llevar a cabo la labor asistencial de posguerra. Esta estrategia acabó siendo un desastre, ya que al fin y al

cabo la policía fue capaz de infiltrarse dando continuos golpes a los grupos libertarios, haciendo así caer el esfuerzo en saco roto. Del

mismo modo, la actuación policial de corte represiva en los primeros años de vida del franquismo provocó la reducción de iniciativas y

acciones que fueron confiadas tan sólo a unos pocos.

Durante la posguerra, la CNT clandestina dedicó parte de sus esfuerzos a una labor asistencial de posguerra. Las aportaciones

económicas conseguidas por los grupos locales y los comités se destinaba, principalmente, a la liberación de presos encarcelados y dar

ayudas a los condenados a muerte. Por otro lado, desde la CNT también se prestaba ayuda a los familiares de éstos dando lugar así a

una verdadera misión emocional por las vidas salvadas y las ayudas prestadas, cuestiones que hicieron al movimiento más solidario y

colectivizado. La experiencia de la guerra civil dio un giro profundo a sus objetivos: que dieron un salto desde lo particular a lo general:

de querer conseguir una revolución cultural se pasó por optar la responsabilidad nacional o general de liberar a España del franquismo.

Por tanto, el trienio del terror (1947-1949) se llevó consigo la dispersión y desorganización de la CNT, ya que muchos de los militantes

que habían salido de la cárcel y no tenían posibilidad de exiliarse, se centraron en sus familias y en su trabajo adoptando por abandonar

su posición activista que tuvieron durante la primera posguerra. La primera represión causó un verdadero escarmiento para los

militantes libertarios que tuvieron que soportar años duros en las cárceles españolas, donde existió el hacinamiento, el hambre y la

enfermedad como premisas fundamentales. Este daño moral hizo que muchos anarquistas aparcaran su activismo político en contra del

régimen y que, por el contrario, se exiliaron o se dedicaron a su familia y su trabajo.

Sin embargo, muchos otros supieron superar estas barreras creadas a causa de la represión y reactivaron una paulatina movilización a

mediados de 1960. Esta reactivación arrancó a partir de pequeñas reuniones de amigos, y a causa de su reducido número fortalecieron

su propia protección respecto al régimen.

El franquismo, levantado sobre un régimen antidemocrático tanto en teoría como en la práctica, evidencian pocas o nulas las

oportunidades políticas dadas al cambio emprendidas por los movimientos colectivos y libertarios. El régimen, de carácter central,

escoge como prerrogativa mantener el control sobre la sociedad a partir de los agentes del Estado, que por otro lado emprenderán una

misión de represión contra sus opositores políticos. Por tanto, las oportunidades más asequibles para estos movimientos clandestinos

surgirán cuando reine la inestabilidad entre los sectores que componen el poder, los cuales, también de carácter cerrado van a mantener

una pugna por el control del poder. En este caso nos referimos, por ejemplo, al final de la hegemonía del nacionalsindicalismo de

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Falange como consecuencia del nuevo orden mundial tras la segunda gran guerra y el posterior dominio del nacionalcatolicismo. Por

añadidura, la crisis económica que creó el modelo autárquico y las sucesivas protestas estudiantiles en la década de los 50, propició la

salida definitiva de falangistas y entrada en masa de los llamados tecnócratas y el Plan de Estabilización Económica (1959). Un segundo

periodo de inestabilidad, marcado desde 1969 por la lucha entre reformadores y continuadores, con el posterior nombramiento del

llamado gobierno monocolor exclusivo de los segundos.

La intensidad del activismo anarquista se hace notar en estas dos etapas de conflicto interno del régimen, es decir, entre los periodos

1944-1947 y 1969-1975. En el primer caso, los comités nacionales de la CNT clandestina e ilegal propiciaron y participaron en alianzas

antifranquistas con otros grupos políticos y sindicales. La segunda etapa de actividad se aferra a esa movilización “general” y sostenida

por las nuevas generaciones de jóvenes libertarios que responden al clima antiautoritaria internacional de 1968. Sin embargo, en este

apartado sólo abordaremos el análisis de esa primera generación de actividad anarquista.

La actuación en clandestinidad del anarquismo español se puede percibir como una actividad de alto riesgo por las consecuencias que

realizarla acarrea -torturas, persecuciones, condenas a muerte etc.- dentro de un franquismo férreo y represivo. Ante estas

circunstancias hemos de tener en cuenta las emociones que en estos movimientos predominan en relación con los hechos tanto

nacionales como internacionales, ya que marcan el rumbo de su reactivación o anquilosamiento. Por ejemplo, la declaración de guerra

por parte de Inglaterra y Francia a Alemania fue una noticia que proporcionó un nuevo aliento a estos grupos, ya que aquellos países

que no intervinieron durante la guerra civil española ahora se veían involucrados en una lucha contra el fascismo, lo que podía tener

claras repercusiones para la resistencia. Con el cambio de signo de la guerra a favor de los aliados, la esperanza se infló a grosso modo,

donde pensaron que a la dictadura le quedaba poco tiempo de vida. De hecho, en septiembre de 1945 la CNT del interior repartía unas

octavillas donde se afirmaba el advenimiento de la liberación de España, sin embargo, esta esperanza se vino abajo tras la publicación

en marzo de 1946 de una nota en la que se anunciaba que Estados Unidos, Francia y Reino Unido apostaban por una solución pacífica al

problema español que debía ser obra de los propios españoles. Solos de nuevo. Además, el régimen supo adaptarse al nuevo orden

mundial, donde ya no había cabida para el fascismo, y donde se buscó un nuevo asiento en el escenario internacional, explotando para

ello el papel anticomunista en medio de una guerra fría, donde el problema español era de segunda importancia respecto a la batalla

mantenida entre la ideología capitalista y comunista.

Pese a todo, la esperanza del anarquismo no se hizo de cristal, el optimismo seguía vivo por las consecuencias s de la misma

movilización. La actividad de la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas (ANFD) creada en 1944 por socialistas, republicanos y

anarquistas mantenía contacto con los monárquicos cuyo diálogo convergió en un posible cambio de rumbo político para el país. Esto,

unido al pacto entre los grupos antifranquistas de España y el Pleno Nacional de Secretarios celebrado en 1946 supusieron una

estabilidad para los movimientos antifranquistas. Sin embargo, este optimismo se desinfló al tiempo que se rompe con el diálogo con

los monárquicos a partir de 1947, tras lo que la ACFD se desintegró y con ella, al traste con esta oportunidad de oposición al régimen.

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A partir de la década de 1950 se produjeron hechos que iban a facilitar la emersión de nuevas generaciones opositoras. La movilización

estudiantil de 1956 y la posterior concesión desde el Ministerio del Trabajo de algunos aumentos salariales, la apertura a la

negociación entre empresarios y trabajadores y la Ley de Convenios Colectivos de 1958 que amplió la negociación a las condiciones

laborales. A partir de la huelga minera de 1962, la legislación del régimen estableció una división entre conflictos políticos y laborales,

al tiempo que concedió algunas estructuras horizontales de trabajadores en el Sindicato Vertical y, por último, las elecciones sindicales

de 1966 propiciaron la conquista de nuevos espacios de movilización para el mundo laboral.

La movilización de Asturias en 1962 y las posteriores entonaron una nueva canción esperanzadora para los anarquistas que veían que

la vulnerabilidad del régimen se acrecentaba. Sin embargo, tras la dura represión los anarquistas estaban anquilosados, la CNT y el

movimiento obrero español quedó un poco desvinculados de esta nueva generación opositora y, especialmente desde el exilio se

impulsó un intención por aunar estos nuevos cuadros de opositores en potencia que, según estos carecían de perspectiva. Por otro lado

existía la inquietud del terreno ganado por el Partido Comunista dentro de la oposición, ya que éstos ejercían una buena influencia

sobre Comisiones Obreras y conquistaron parte del ámbito sindical que el anarquismo siempre había manejado con anterioridad.

La indignación fue el sentimiento escogido como instrumento en el discurso de los movimientos opositores al régimen. Los

anarquistas durante la posguerra aclamaban una estrategia dramaturga expuesta tanto a un público interior (el pueblo español) y uno

exterior (las potencias aliadas) con el fin de reproducir en éstos la misma indignación que ellos sentían para así conseguir refuerzos y

apoyos. Dentro de este marco, la oposición se presenta como la alternativa legítima ante la ilegitimidad del régimen. Este discurso fue

utilizado por ejemplo en 1945, la oposición del régimen pedía ayuda exterior para, de acuerdo con lo pactado en la Carta del Atlántico y

la Conferencia de Crimea, acabar con el estado satélite en el que se había convertido España para las potencias del Eje. Este discurso

tuvo su reflejo en la propaganda anarquista donde se representaba al régimen como esclavista, irresponsable, autoritario, injusto y

tiránico.

En este sentido y por contraposición, el sistema legítimo era la República arrasada por el fascismo, y desde ahí se abogaba por la

restitución de la Constitución de 1931 junto con el resto de libertades cívicas que venían predispuestas. Estas peticiones y propuestas

se realizaban a través de la vía diplomática y política que constituía la Alianza Antifranquista formada por las fuerzas democráticas y

clandestinas del país. A partir de los años sesenta la CNT renacía después de su época de repliegue, en un momento en el que el

régimen cambiaba su discurso legitimador, titulando el franquismo de desarrollista para convencer a las potencias desde fuera, en un

intento por desnaturalizar los conceptos liberales como democracia, La oposición al régimen, y dentro de ésta los libertarios, no

dudaron en denunciar esa falsa desarrollista.

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En esta etapa, los anarquistas a través de la indignación en su discurso movilizará y tomará interés por un nuevo público doméstico: las

juventudes inconformistas. Se defendía la paz, la democracia y el bienestar de una España en la que estos valores habían sido

apropiados por el régimen. Las bases de la transformación hacia esa nueva España debía asentarse sobre los sindicatos y municipios,

es decir, aquellos centros revolucionarios de tradición libertaria como reivindicadores de la verdadera democracia, si bien competirán

con el PCE en la absorción de este nuevo público inconformista y reivindicativo..

Por último, la clase obrera en España, se formó más rápido que en otros países debido a la escasa, tardía y desigual industrialización,

incluso, cuando explicamos este período, estudiamos su proceso de formación (tras la desintegración, aunque no desaparición después

la Guerra), que también es su proceso de desaparición como agente social, es decir, en tres décadas, observamos, que se industrializa el

país con niveles nunca antes visto, con un porcentaje de obreros tampoco antes visto, y con una posterior desafección de la clase

trabajadora a la cultura subversiva, ya que relega todas sus aspiraciones al status quo, quedando sus sindicatos y partidos, con altas

cuotas de poder político y económico y creándose una brecha jerárquica, lo cual, unido a la terciarización de la economía y a la entrada

en el postfordismo, acabaría de lleno con la identidad de clase como factor político determinante en la sociedad.

6. Bibliografía

- “La otra cara del milagro español. Clase obrera y movimiento obrero en los años del desarrollismo”. Xavier Domènech Sampere.

- Emociones, identidad y represión, el activismo anarquista durante el franquismo. Eduardo Romanos. - “El movimiento obrero durante el franquismo. De la resistencia a la movilización (1040-1975)”. Pere Ysàs. Universidad

Autónoma de Barcelona. - Historia de España en el siglo XX. Madrid. Casanova y J. Gil Andrés-

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