EL PROCESO DE TRANSFORMACIÓN DEL SIMPLEMENTE SOMOS»

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EL PROCESO DE TRANSFORMACIÓN DEL INDIVIDUO EN MASA: «YA NO SOY, SIMPLEMENTE SOMOS» por Rodolfo Ybarra La guerra interna en el Perú nos legó a grandes poetas, muchos de ellos anónimos contra su voluntad, presos, torturados y vejados en las mazmorras de un Estado que estableció leyes draconianas y la mordaza para silenciar la queja, la protesta y, cómo no, el agitprop de los sectores radicalizados convertidos en la resilencia y que tuvieron en Jovaldo y Edith Lagos a los mártires e inmolados en una lucha intestina que, quiérase o no, tendrá que recordarse como una de las épocas más importantes y dolorosas de la historia del Perú, juntamente con la guerra con Chile y la invasión española. Ya no soy, simplemente somos de Osmán Morote Barrionuevo es un poemario proletario o social, une chanson de geste. Una lágrima y un grito. Palabra y puño. Un testimonio expreso sobre la realidad social, el amor de clase, la brega, la solidaridad, los contratiempos históricos, el amor, el desamor, los «quereres», el olvido, pero también el reencuentro, el agradecimiento [...]. [...] Aquí el poeta Morote nos abre la puerta a la realidad del Perú real, el Perú que no está en las estadísticas y que sobrevive como puede. El Perú no oficial que tuvo que enfrentarse al Perú de cartón piedra y cuyos más de 60 mil muertos, más de 6400 fosas comunes, miles de desaparecidos y vejados, aun después de muertos, esperan justicia, la reparación del Estado y la plena reconciliación de las fuerzas beligerantes que nunca dejaron de ser la base social de nuestra nación fragmentaria. El libro se inicia con una presentación donde se señala el elemento político-artístico, motor de la Sinfonía Revolucionaria, título que también nos hace recordar a Liszt, Schumann, Beethoven, etc., y del avance en la construcción de un arte popular que ha permitido que este poemario esté en nuestras manos al igual que muchas obras de arte pensadas y concretadas desde las más modestas materias primas, como una miga de pan, un pedazo de madera o cerámica, que dan testimonio de sus autores y de su tiempo cuando era «delito grave tener un lápiz o un papel» y porque el artista florece en la adversidad y se curte en la soledad. Continúa con el texto autobiográfico que da título al libro: «Ya no soy, simplemente somos»

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EL PROCESO DE TRANSFORMACIÓN DEL INDIVIDUO EN MASA: «YA NO SOY,

SIMPLEMENTE SOMOS»

por Rodolfo Ybarra

La guerra interna en el Perú nos legó a grandes poetas, muchos de ellos anónimos contra su voluntad, presos, torturados y vejados en las mazmorras de un Estado que estableció leyes

draconianas y la mordaza para silenciar la queja, la protesta y, cómo no, el agitprop de los sectores radicalizados convertidos en la resilencia y que tuvieron en Jovaldo y Edith Lagos a los mártires e inmolados en una lucha intestina que, quiérase o no, tendrá que recordarse como una de las épocas más importantes y dolorosas de la historia del Perú, juntamente

con la guerra con Chile y la invasión española.

Ya no soy, simplemente somos de Osmán Morote Barrionuevo es un poemario proletario o social, une chanson de geste. Una lágrima y un grito. Palabra y puño. Un testimonio expreso sobre la realidad social, el amor de clase, la brega, la solidaridad, los contratiempos históricos, el amor, el desamor, los «quereres», el olvido, pero también el reencuentro, el agradecimiento [...].

[...] Aquí el poeta Morote nos abre la puerta a la realidad del Perú real, el Perú que no está en las estadísticas y que sobrevive como puede. El Perú no oficial que tuvo que enfrentarse al Perú de cartón piedra y cuyos más de 60 mil muertos, más de 6400 fosas comunes, miles de desaparecidos y vejados, aun después de muertos, esperan justicia, la reparación del Estado y la plena reconciliación de las fuerzas beligerantes que nunca dejaron de ser la base social de nuestra nación fragmentaria.

El libro se inicia con una presentación donde se señala el elemento político-artístico, motor de la Sinfonía Revolucionaria, título que también nos hace recordar a Liszt, Schumann, Beethoven, etc., y del avance en la construcción de un arte popular que ha permitido que este poemario esté en nuestras manos al igual que muchas obras de arte pensadas y concretadas desde las más modestas materias primas, como una miga de pan, un pedazo de madera o cerámica, que dan testimonio de sus autores y de su tiempo cuando era «delito grave tener un lápiz o un papel» y porque el artista florece en la adversidad y se curte en la soledad. Continúa con el texto autobiográfico que da título al libro: «Ya no soy, simplemente somos»

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donde se apunta el proceso vital y el reconocimiento cosmogónico «Soy del país donde nace el agua», entender de dónde venimos, hacia dónde vamos y qué es lo que se debe o se tiene que hacer. La psicología del autoreconocimiento para dar el paso seguro a la convicción humana. La tercera ley de Newton, acción-reacción, aplicada a la vida.

En «Memorable Recepción» se narra la mofa de la soldadesca con respecto a los prisioneros de guerra para quienes jamás existió el Convenio de Ginebra en su artículo común 3 «relativo a los conflictos armados no-internacionales» y donde se señala el derecho humanitario que todo arrestado debe tener; normas que no se respetaron en nuestro país y causaron vejaciones y un maltrato con pocos precedentes en la Historia universal.

No obstante, estos primeros lineamientos que dan forma a Ya no soy, simplemente somos, son los poemas los que nos van a entregar el astro del poeta que proyecta en «Estas manos», el papel imperioso de la construcción, el trabajo y el esfuerzo, la metáfora de la acción y la vida. Veamos algunos pasajes: «Estas manos/ viejas, raquíticas, caídas, / beben luz/ de un sol que hoy estalla, / de un viento oriental/ que las agita, de una esperanza

universal/ que las retoña»; texto escrito en 1965, lo que nos señala que la poesía es una lejana compañera en la vida de Morote Barrionuevo.

En «Palabras y Silencios» se asiste a un (auto)dictado, extrasístole de la soledad, el apartamiento, el ostracismo, la extrapolación donde la puntuación deja de ser el símbolo escritural para convertirse en sustantivo que subsiste con el yo poemático: «De palabras y silencios/ se construyen los cantos,/ los besos, los caminos.// No hay llanto ni risa/ infinitos.// He nacido coma/ un rayo jocundo/ entre mis ojos/ ha vivido/ punto y coma// me extingo/ marcando con peñascos/ el abra/ por el que derrama/ hacia nuevas tierras/ la sangre feraz/ de mis montañas/ punto final».

Los designios y la demiurgia también tienen lugar y se convierten en una voz interna, una metaconciencia consejera que le devuelve la voz rapsódica a través del eco o la resonancia magnética: «Corrientes profundas/ levantan cada ola/ lanzándolas/ a horadar

negros peñascos. // ¿Por qué yo? / reclama una de ellas. / ¡Porque

puedes! / ¡Porque debes!»

El optimismo no puede bajar la guardia. No se puede perder el rastro de Virgilio para atravesar la oscuridad. El derrotero trazado hace de guía y de plano cartográfico: «Y aún/ si mil cielos/ juntaran sus tormentas/ aporreándote violentas/ con sus puños, // clavando en las rocas/ tu cabeza, tus carnes/ y tu sombra,// que jamás/ se debilite/ tu optimismo.// El mundo marcha hacia adelante».

La higiene y la profilaxis espiritual del guerrero ante lo inevitable: «Hay que arrojar/ todas las sombras/ y los lastres, / despiojarse/ y descostrarse,/ rebosar el corazón/ de fuego/ y armar/ con los rayos del sol/ cada nervio,/ cada músculo/ desde los

pelos/ hasta el centro del cerebro».

La confianza en sí mismo en lo nebuloso del camino: «A ti que llevas/ tormentas/ en el alma/ prefiérelas a la podrida calma».

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La visión estroboscópica que invierte el continente del contenido y que se emparienta en el mensaje con el cuento «Axolotl» de Julio Cortázar donde el observador pasa a ser observado, donde se transmuta la idea a fuerza de insistir y luchar por ellas: «Muros yermos,/ sonrisas agrietadas,/ sin flores, sin niños,/ sin cantos ni esperanzas,/ donde el grito sordo/ es de las cadenas/ por suelos arrastrando/ las huellas que no andan,/ pegados a las rejas/ los dedos que no abren/ al sol ni a una ventana,/ criadero de sombras/ engordadas por la ausencia,/ tú cárcel, no la mía».

También hay lugar para el retruécano y las formas clásicas de la poesía donde la música resuena a río caudaloso, a mar inflamado, a tierra o deslizamiento de tierra: huaico, y se apodera del pentagrama de lectura, aunque sin dejar de lado el mensaje, que permanece inamovible irradiando una extraña belleza: «De no querer/ no quieras/ que el querer/ debe quererse,//que simulando querer/ y no queriendo/ un malquerer es que se tiene// ¿Y un malquerer/ para qué quieres?// ¿para llorar al querer que languidece/ o aferrarte sin sentido a su cadáver?// Cuando quieras que tu querer florezca».

En «Gotita fresca» la metáfora es alegoría, unidad, siembra, cosecha y sobre todo suma: «Rueda gotita/ fresca, / tierna/ semilla/ del agua, / rocío/ sobre la flor,/ lágrima/ en la mejilla.// Breve/ si marchas sola/ solo/ en suspiro/ acabas.// Agarrada/ de las manos/ de gota/ en gota/ devienes ola».

La memoria y el dolor ante la pérdida de un ser querido: «Cuando el árbol cae". En memoria de Papá Melanio: "Cuando/ poblado de fatigas/ finalmente/ el viejo árbol/ cae, // yace su tronco inmóvil, silencioso, / empapado en las lágrimas del bosque».

Y el amor, el motor de Dante Alighieri, que en sus diversas formas ha atravesado el libro y la vida misma de quien escribe estos poemas, se deja mostrar como un sol en el horizonte cuando apunta: «Regresa/ y si agresiva insistes/ que tus manos se deleitan/ con los pálidos colores de mis manos/ podré decir que sí, / el fuego quema, / ¡El fuego quema!»

Y en el penúltimo texto, sol de perihelio que se repite: «Mas la carta que sale/ de tus manos/ diáfana, vibrante/ como una brasa encendida/ siempre, / cuando llega/ y cuento todas sus palabras/ bebo vida/ y el calor me invade/ y siento que la sangre/ como un corcel galopa,/ siento que estás conmigo/ y reposas tu cabeza/ en mi hombro/ diciéndome ¡te quiero!/ y yo no digo nada/ tan solo me incendio de amor».

En tiempos en que la poesía es simulación, latrocinio y se ha convertido en un commodity, un momento de catarsis, entremés y divertimento, la publicación de un poemario que habla con voz natural, sincera y sin muchos ambages (¿cómo se podría orlar al dolor?) de la tierra, los ríos, la realidad de los pueblos, etc., tiene que celebrarse, más si se trata de la voz de un preso político en una cárcel del Perú, para quien la poesía no es mercenarismo o elucubración de la palabra por la palabra sino que deja de lado el egoísmo, la mezquindad y el individualismo, muy propio de estos tiempos y origen de los grandes males de esta sociedad, para convertirlos en pluralidad, integrarlos en el seno de su pueblo y convertirse finalmente en la expresión redentora y señera «Ya no soy, simplemente somos» o, lo que es lo mismo: el esperado proceso de transformación del individuo en masa, la hermandad de los pueblos, la avenencia, la cohesión, el amalgamiento, la Fuenteovejuna.

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LA POESÍA PROLETARIA DE OSMÁN

por Teodosio Olarte

La poesía, no cabe duda, es un acto de alta sensibilidad que corresponde a personas de profundo sentimiento humano. Y esta sensibilidad se forma con la constante observación y participación de la vida en una apasionada actitud que solo los cultores de la poesía pueden lograrlo. Porque los poetas son observadores; y como tal, sensibles; los hombres sensibles son imaginativos; hombres imaginativos son creadores y los creadores son hombres transformadores. Esta última categoría es el papel que cumplen los verdaderos revolucionarios porque no solo se trata de observar y conocer, plantear o criticar la realidad; de lo que se trata es de transformarla, razón por la que nuestra realidad social necesita y merece este tratamiento. Y este es el caso de Osmán Morote Barrionuevo, poeta proletario

que ha entregado su vida al camino revolucionario que no es otra cosa que la perseverancia en la transformación continua de nuestra realidad hacia una nueva sociedad justa, haciendo de su vida una entrega total a esta causa que la mantiene, en brega constante, convirtiendo actualmente su situación de preso político y prisionero de guerra en una trinchera de combate a través del arte de la palabra: la poesía.

Precisamente, este libro que tenemos a la mano corrobora estas afirmaciones desde el título: Ya no soy, simplemente somos; expresión que muestra un yo poético donde el autor se incluye, despojándose de su individualidad, en un conjunto integrado de quienes luchan, perseveran, avanzan y transforman. Esa es la poesía proletaria, donde la voz del poeta, como un relámpago que ilumina y resuena en todos los confines, es la voz de la clase organizada que, a su vez, es la voz del pueblo; por eso el "somos". Y porque "simplemente somos" es una realidad que nadie puede negar; tan clara y contundente como que ha sido la historia de nuestro país en las últimas décadas del siglo pasado y que no se puede callar ni ocultar. Por eso, Osmán nos manifiesta en el poema Palabras y Silencios (p. 26): "Vivir es marchar/ rompiendo/ los silencios/ poner de sello/ el tiempo/ entre palabras dichas,/construir uno a uno/ los rugidos/ espantando los vacíos,/ llenándolos de pueblo". En esta posición sus versos son los de un militante que se siente comprometido en ese "somos" de la clase que a través de su organización proclama: "En esta inmensa fragua/ fuimos llenándonos de mundo/ y la realidad infinita/ nos hizo su instrumento" (poema Forja y fragua, p. 30). Pero esta voz se acrisola aún más en esa otra inmensidad del "somos" popular que es la que hace la historia: "Millones son los que mueven/ hacia adelante la rueda,/ miriadas de puños rebeldes/ chispas de inmensa hoguera./ Son la luz misma del mundo,/ ante ellos todo se inclina,/ garantes de la historia/ su larga marcha caminan" (poema Lluvia, p. 25). Y no es solo la actitud del poeta que troquela palabras para expresar lo que siente, es fundamentalmente la posición del luchador por conquistar el futuro con la seguridad de quien tiene el credo y la fe en un porvenir socialista: "Llegará el tiempo, exacto,/ la luz arribará precisa/ al fondo de los ojos/ y todo el paisaje crecerá/ de niños trigo forjando las espigas/ maíz mujeres organizándose en mazorca/ la chispa obrera en el parir del orto./ No podrán impedir que nuestra risa/ florezca nuevamente entre el pueblo" (poema No podrán, p. 43). Pero no es fácil conquistar las alturas, este camino requiere de esfuerzos y sacrificio, sin embargo, para el poeta revolucionario en las palabras de Osmán: "Ascender/ es siempre un reto". (poema Caminito de mi pueblo, p. 29).

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El poemario por su excelencia verbal presenta un lenguaje literario que abunda en metáforas e imágenes; pero su originalidad está en el tema revolucionario, el tema de una nueva sociedad socialista.

Finalmente, Osmán nos habla a todos con esa generosidad del poeta que nos alienta con su vehemencia, fortaleciendo nuestro entusiasmo a través de la arenga fraterna que nos conmueve y contagia: "que jamás/ se debilite/ tu optimismo. / El mundo marcha/ hacia adelante" (poema Optimismo, p. 32). De esta manera nos compromete a transitar el camino por donde las masas van.

Esta es la poesía proletaria del coraje, la poesía del "somos" socialista y del advenimiento de una nueva sociedad justa, sin explotados ni explotadores. La poesía del espíritu indoblegable para un futuro que nadie puede negar en su sano juicio cuando se trata del bienestar general.

PRESENTACIÓN

Desde inicios de la década del 80 del siglo pasado, como parte del intenso y profundo proceso, de fondo campesino, en todo el país, la actividad cultural y artística en las prisiones logró un desarrollo en calidad y vastedad nunca antes presentado en toda nuestra historia.

La brega de miles de prisioneras y prisioneros políticos y de guerra, provenientes de todos los rincones de nuestro territorio, guiada por la ideología del proletariado internacional y su aplicación concreta a la realidad peruana, fue creciendo en amplitud y diversidad, consiguiendo un nuevo hito de madurez colectiva en la primera mitad de los años 90, cuando el Dr. Abimael Guzmán Reinoso, nuestro Maestro, definió certeramente el rumbo a seguir en Arte, Ciencia y Cultura.

Este esfuerzo colectivo constituye un osado y vigoroso caudal del arte del proletariado y de las masas populares. Centenares de himnos, marchas y canciones prepararon el terreno para dar, luego, los primeros pasos hacia la Sinfonía Revolucionaria; aprender a capturar y manejar la voz, el espacio, los colores, las dimensiones del movimiento, nos dieron varios y reconocidos frutos en la danza, los coros, el teatro, trepar alturas en la poesía, la pintura, y transformar todo tipo de material en obras de arte, desde la miga de pan, el tallado y escultura en hueso, el trabajo en piedra, conchas marinas y semillas, los tejidos y bordados, la cerámica y joyería, y punzantes papeles donde concretar masivos testimonios, relatos, las primeras pruebas de fuerza en la literatura. El «atreverse» ha permitido, en estos tiempos, plasmar la primera parte del Mural sobre el Papel de la Mujer en la historia, una Maqueta para el futuro Monumento a los Héroes del Pueblo, y trabajos ejemplares de Análisis y Crítica literaria.

La porción del material poético que presento hoy se trabajó, con el que otros hermanos de clase concretaron, en condiciones duras y de riesgo, cuando los carceleros impusieron que era delito grave tener un lápiz o un papel, y siempre intentaban sorprendernos para incautar nuestros materiales, así como amontonarnos sanciones. Estoy convencido de que esa brega nos mantuvo vivos, hizo que curásemos nuestras heridas, y sirvió a que todos los afectos y convencimientos, buscaran las manos y las bocas para que, aprendiendo de otros, probando una y otra vez, pudiésemos construir astillitas de luz, gérmenes de gritos, semillas de futuro.

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Pero además que construyéramos aún más intensos y profundos sentimientos con las masas, más allá de las distancias, más allá de todo tiempo.

Mi homenaje y ofrenda a quienes nos faltan y a quienes hoy bregan sirviendo al proletariado y el pueblo, al futuro.

Mi profunda gratitud a María, el amor de mi vida y a los familiares y amigos que han apoyado para que esta edición se haga realidad.

OSMÁN MOROTE BARRIONUEVO

E.P. de Ancón

YA NO SOY, SIMPLEMENTE SOMOS

Nuestros padres nos trajeron al mundo en las frías y fértiles orillas del Huatanay bordeando el Cuzco. Crecimos asombrados por la dimensión de las rocas de granito gris oscuro, extraídas, labradas y pulidas con los músculos miles de esclavos quechuas, aymaras, pocras, chankas y de otras latitudes, para construir los palacios de los grandes señores conocidos como incas. Esas piedras fueron luego base y cimiento de casonas de los conquistadores españoles, cuyos siervos habían sido antes los señores.

Fui criado a la fluctuante luz de los fogones. Mi ama, una pequeña, hermosa y sólida joven campesina, aromosa y tierna, me alimentó con papas primerizas, anchos y abundantes choclos y queso hecho con la leche de vacas pausadas y amigables, con el aderezo todo de sabrosos y mágicos relatos.

Para frenar mis riesgosas aventuras intentó disciplinarme contándome al oído los castigos horrendos y pavorosas rutas infernales para los desobedientes y rebeldes. Me inundó también con la historia de personajes fabulosos y malignos espíritus nativos y extranjeros: desfilaron sotanas y puntiagudas capuchas franciscanas, con el puñal filudo en pos de grasa humana y necias almas, cabezas voladoras de amantes torturados por sus gozos incestuosos, silenciosas y dóciles siervas de los curas, cuyas huellas clandestinas se transforman en las de cascos de una mula; inmundos gamonales sin corazón ni vértebras de hombre, que se tragan la alegría, las infancias y manchan todo de amargura. Y dominando todos los paisajes, solemnes, majestuosos, los Apus milenarios, a los que la gente rendía la suerte de sus vidas y ganados y los crédulos escuchaban sus respuestas en el maqauchi o los fuegos fatuos.

Más tarde, arrimándome a sus pechos, en largas noches e interminables madrugadas, fui diluyendo con mis crecientes dudas la parte mágica de todas las historias. Y los demonios tortuosos y agresivos, los sombríos fantasmas que crecen cuando crees, después de arañarme, se asustaron, escaparon y escondieron para no enfrentarme cara a cara. Entonces las verdaderas historias afloraron.

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Los padres nos construyeron con más paciencias que impaciencias. Descubrimos cada letra en animosa brega, aprendimos a leer en las imprentas y a escribir en las paredes sosteniendo los reclamos de la gente.

De mis abuelos primitivos logré un espíritu inquieto, aventurero, el ser impenitente e incansable trashumante, marchando intrépido a descubrir nuevos mundos, visitando los tenebrosos fondos de todos los océanos, arribando a desconocidas y misteriosas playas, conquistando los polos o el centro mismo de la tierra. Azarosos viajes, cribados de peligros, dejaron nuestros libros y los riesgos literarios se hicieron más mortales.

Soy del país donde nace el agua. Aprendí a lavarme la cara, endurecer la piel y ordenar mis cabellos, con su sobria y filuda lengua líquida, que me ha entregado un rostro, una sombra, un sentido de los vientos y ha llenado todos mis túneles y cauces con tumultuosas corrientes y a veces renegridos remolinos. Algunas noches escucho en mi sangre el bramar del río, reluciente de luna y ojos de volcán preñado, ansiosos de mundo. Y otras noches solo es un susurro, un canto bajito, para no turbar el sueño de los brotes tiernos.

Con el hallazgo de un tesoro, que buscaba afanosamente y sin saberlo, el Manifiesto, todo se hizo fácil de comprender y explicar. Del porqué el aguacero solo golpea las espaldas de los pobres, de cómo la crisis, que despelleja y exprime a los obreros y campesinos, engorda a unos cuantos ricos, que se apoyan y protegen sus palacios, caudales y derechos señoriales, con una inmensa y pareciera poderosa maquinaria, erizada de fusiles, jueces, burócratas lustrosos y artífices de engatusar incautos. Ello me ayudó a una experiencia inicial de ser parte de la vanguardia inevitable y necesaria; el ejemplo de nuestro padre inspiraba, más tarde la comprensión sería plena.

La vida me urgió llegar a Huamanga, para nacer de verdad.

Desde entonces ya no hay demonios sino para explicar sus razones sociales y el camino para derrotarlos.

Soy un pueblo que no se queda quieto, que no se satisface con supervivir y cultivar las lágrimas ni renunciar a la alegría y los cantos de libertad sobre la tierra. Yendo en pos del alba hemos ido labrando todos los senderos con nuestras febriles y obstinadas huellas. Y nuestros árboles creciendo nos dieron vigorosos y hermosos frutos, sin embargo, el fragor de los días nos quitó algunos muy preciados, dejándonos dolorosos y profundos surcos, el zigzagueante camino y el costo que hay que pagar por el futuro.

Y concentrando todas las jornadas, el haber visto mucho y soportado todo, el haber renacido de cenizas, haber logrado la luz del sol y el color y sabor del trigo, ha hecho más sólido y pleno el amor al fuego y más consciente y decidido el servicio al pueblo.

Ya no soy, simplemente somos.

noviembre, 2006

TRASLADO Y NACIMIENTO

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(5 de junio de 1992)

El Estado impone su seguridad, por encima de todo: enmarrocados con las manos a la espalda, encapuchados, cubiertos con una toldera amarrada con sogas, y encima cadenas atando a todo el amasijo humano.

El avión de transporte ronca interminablemente, sacudiéndose a veces, mientras los policías de traslado caminan sobre los prisioneros, golpeando a los que se mueven, presionándolos y provocándolos: «¡Grita terrorista de mierda!, ahora di ¡Viva el presidente Gonzalo!». El oficial da una patada en las costillas de uno de los prisioneros que balbucea algo, limitado por el trapo que cubre su cabeza, y le exige: «¿Tú quieres gritar? Ahora vas a aprender conmigo. Grita ¡Viva el presidente Fujimori!, grita carajo». La golpiza, el dolor causado por los grilletes cortando las muñecas, se mezcla con la asfixia, provocando en los prisioneros una sensación de agonía. ¿Dónde y cuando terminará?

El avión finalmente aterriza tras horas de vuelo. Después de un rato empiezan desatando cadenas, sogas, quitan la toldera. Luego, gritando, arrastran a los prisioneros, de uno en uno, por la rampa del avión.

El Ejército se hace cargo de la prosecución del traslado. A la orden de su oficial, los soldados cogen como un bulto al primer prisionero, tomando impulso lo arrojan a la tolva de uno de los camiones. Allí otros soldados, pateándolos como una pelota, los llevan hasta el fondo. Así proceden con todos, los amontonan como sacos de papa. Cuando el oficial grita: «Este es uno de los cabecillas», entonces los golpes se multiplican. Actúan como una horda brutal, ensañándose con prisioneros inermes, casi todos heridos de bala, semidesnudos, semiasfixiados, pero ninguno de los ellos se queja. Esos prisioneros son parte del contingente que asumió el compromiso de Resistencia Heroica en Canto Grande.

El convoy militar marcha lentamente, por una carretera llena de huecos. Los soldados nerviosos gritan y golpean. Odian y temen. Después de dos horas los camiones finalmente se detienen. Bajan a los prisioneros, los conducen a empujones y golpes hasta una superficie de cemento donde los obligan a tirarse al suelo. Alguien da la orden de que saquen las capuchas. Los prisioneros se sientan, tragan bocanadas de aire frío y jadean ansiosamente hasta normalizar la respiración. Han sido casi 12 horas desde que se inició el traslado.

El viento helado enfría los cuerpos, está oscureciendo, y se hallan en un patio con construcciones altas, por los cuatro costados. Arriba un cielo azul oscuro, donde empiezan a brillar estrellas.

Un hombre cenizo, que dice ser funcionario del INPE, grita: ¡Aquí se respetan los derechos humanos! Resulta una burla sangrienta. Junto al cenizo un policía de rostro colorado, ríe torvamente. Es el comandante García, director del Penal. ¿De qué penal?

Varios soldados traen cantinas y echan sopa, arroz, mazamorra, todo revuelto. Los policías encargados abren las marrocas mientras exigen: «¡Ya, coman rápido!». Los prisioneros no se mueven. La sed quema sus gargantas y el hambre estruja sus estómagos; pero ninguno de ellos acepta ni aceptará que los traten de esa forma. El comandante colorado mira a los

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prisioneros bravuconamente, espera un rato, y luego grita: «i Si no quieren comer llévenlos a sus celdas!».

Los prisioneros se levantan lentamente, con dificultad, rechazando que los jalen. Caminan apoyándose mutuamente, arrastrando las piernas heridas, sosteniendo a los más graves, cargándolos para no dejar que ningún policía los toque. Avanzan mordiéndose los labios para soportar el dolor. Una manada de policías sigue a cada uno, hasta que llegue a la celda destinada. Cierran la reja con prisa. Los oficiales regresan a comprobar reiteradamente los candados, como temiendo que se abran solos. Odio y miedo.

Dentro de las celdas de cemento y piedra, el frío arrecia. Con la débil luz que ingresa desde los pasadizos ubican en los pisos unos esqueléticos colchones enanos y un par de raídas y delgadísimas frazadillas. Allí se echan y tratan de cubrirse. El frío y los dolores se van alejando, mientras se hunden en el sueño.

(6 de junio de 1992)

Escuché la voz del compañero Roberto que llamaba y luego voces que respondían de celdas vecinas y llamaban, a su vez, a otras.

Abrí los ojos, contemplando unos delgados rayos de sol que ingresaban por una pequeña ventana enrejada encima de lo que resultó un tanque de agua y debajo un baño. Cada movimiento del cuerpo me provocaba dolor intenso, por eso decidí no hacer nada por el momento. Solo el recuerdo del día anterior y la interrogante de dónde podían habernos traído para aislarnos. No tenía idea de la ruta seguida. Pero nada debilitaría el espíritu colectivo que nos animaba. No podrían quebrantarlo.

¿Qué hora sería? Recordé que la policía nos había despojado de los relojes. Intenté calcular. Debía ser las ocho de la mañana. Las voces llegaban de diversos pabellones. Esperaban la voz de mando para la formación matutina. Todos los que pudieran ponerse de pie debían hacerlo, los demás desde el lecho. Movido por intensa emoción me levanté, y temblando de dolor me aproximé a la ventana que daba al pasadizo.

Cuando el llamado a formación retumbó, un tropel de «sinchis» fusil en mano, ingresó gritando por el pasadizo. El Teniente que los encabezaba, entre palabras soeces, exclamó: ¡Aquí carajo, no van a hacer como en otros lugares! ¡Si empiezan les meto bala!

La respuesta que obtuvo fue clara y directa: ¡Si vas a disparar hazlo de una vez, o cállate y vete! El policía sorprendido no supo cómo reaccionar.

La voz del mando se escuchó potente y retadora: ¡Compañeros!, con absoluta sujeción... El Himno del Proletariado Internacional irrumpió: «Arriba los pobres del mundo...» Y las consignas prosiguieron, una a una.

En las celdas estábamos frente a las ventanas enrejadas, con el puño en alto, agitando y cantando. Los heridos graves desde sus camas, en el suelo. La voz de los 83 prisioneros políticos y de guerra tiñó de rojo el día en que empezaba a nacer una nueva Luminosa Trinchera de Combate. Frente a cada uno de nosotros, un fusil apuntándonos y listo a disparar. Las groserías e imprecaciones se deshacían en el aire y no lograban mancharnos.

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El oficial gritó algo y se fueron retirando, sin dejar de lanzarnos maldiciones. Fue nuestro primer combate cara a cara y vencimos. Incluso prisioneros, pero vencimos.

Yanamayo, Puno, 5-6 de junio de 1992

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ESTAS MANOS Estas manos Estas manos Son fuerza aprendiendo viejas, raquíticas, caídas, sobre fuerza, a estar encallecidas beben luz amanecer compañeras de un sol que hoy estalla, tras la agonía, de la tierra y las semillas de un viento oriental vedlas son un signo que las agita, aquí o en lejanía, de que la preñez madura. de una esperanza universal son hijas

que las retoña. del pueblo,

de la Clase,

del Partido.

Huamanga, abril de1965 Pág. 28

LLUVIA

(Recitarlo y cantarlo caminando) Para nuestro querido maestro Dr. Abimael Guzmán Reinoso

Los Labios febriles de anchos desiertos clamaban tu nombre, las bestias sedientas hacia el horizonte. Despobladas las ramas arañaban con furia la espalda del viento, los ojos cual ascuas devoraban celajes, les dolía tu ausencia.

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Los de arriba exprimían y el oro con sangre en los cráneos bebían su sequía a palos arrugando molía la piel dura del campo. En los senos resecos no encontraban las crías la ternura, el sustento, y engordaba la lágrima, el hambre mordía los pulmones del pobre ¡Lluvia: ¡Lluvia! Imprecantes profetas con el lomo inundado por astutos demonios anunciaban diluvios de metales hirvientes que erizaban de espanto. Rebelarse, juraban, tenía un triste destino ¡cien mil leguas de olvido! y en cada ojo clavada cual lanza infamante una estéril montaña Temblorosos, sombríos, los creyentes crujían despojados de aliento, cribados de miedo partían, huían sin más rumbo que el frío sin más ruta que el llanto. ¡Lluvia! ¡Lluvia! ¡Lluvia! El que nunca desmaya convocaba, unía, amarraba distancias, con la luz en sus puños afirmaba los signos de tu pronta presencia. De raíces antiguas, profundas corrientes, extraía la historia de la lenta agonía de caducos imperios

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que en disturbios se hunden. Del nuevo orden que en lucha aprendiendo en batallas tras fracasos se impone, con rojo acero conquista, construye, defiende las moradas del hombre. En su mente crecía el oleaje dorado de los campos de trigo, y el futuro brotaba fragante, optimista, de los niños en ronda. ¡Hasta que tú llegaste! ¡Hasta que tú llegaste! ¡Hasta que tú llegaste! El trueno voló en pedazos la languidez, el lamento, los rayos abrieron paso a la rugiente tormenta. En recio ataque llegaste inundando a la sequía, torrencial era tu marcha que la tierra estremecía. Forja, el maestro, tu sangre, tu espíritu indomable para conquistar futuro, defenderlo, florecerlo. Su luz, un hilo al inicio, brillantes alas despliega, las ciegas sombras aullando su negra cola repliegan. Con finos dedos perforas las gruesas costras de escoria, belicosa la aurora irrumpe anunciando el nuevo día. y al caminar la mañana su fuerza barre el atraso, las ventanas abren sus brazos de gritos se pueblan los campos.

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¡Lluvia! El niño coge en la fuente de tus hermosos pezones la leche con que la vida robustece sus razones, exprime sobre su lengua la miel fresca, el rocío, como si en fiero desierto se descolgará un río. Ansiosos los fértiles suelos al campesino se entregan, sienten la fuerza fecunda que hace imborrable la brega. En el vientre de los surcos tras parir prestas semillas crecen los brotes cual barcos que hacia la playa navegan. Tus aguas por las quebradas bajan saltando las brumas, bañan oscuros peñascos perfilándolos de espuma. Sobre tus húmedas huellas la arena lanza su abrazo, palpitando crece un bosque al desborde de tus pasos. ¡Lluvia! Si en la memoria se pierde la luz, la chispa, la hoguera, y en las raíces no queda el caudal de tu energía Si los de abajo no cuidan el sembrío de los días volverán los malos tiempos a engarfiarse de la vida y habrá ́ otros que opriman e impongan contra el pueblo nuevamente su sequía, su sequía nuevamente. ¡Lluvia! ¡Lluvia! ¡Lluvia! ¡Lluvia! (Fuga)

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Galopando inicia el sol seguro de su tarea, su cabellera es incendio cual rojísima bandera que hermosa y desafiante heroína de las batallas brilló ayer y brilla hoy, más aún lo hará́ mañana. Millones son los que mueven hacia adelante la rueda, miríadas de puños rebeldes, chispas de inmensa hoguera. Son la luz misma del mundo, ante ellas todo se inclina, garantes de la historia su larga marcha caminan. ¡Lluvia! ¡Lluvia! ¡Lluvia!

Trabajada de mayo a setiembre 1994 Corregida y concluida noviembre 2001

Piedras Gordas, grabada en versión final, abril 2005 Pág. 33

PALABRAS Y SILENCIOS I De palabras y silencios se construyen los cantos, los besos, los caminos. No hay llanto ni risa infinitos. He nacido coma un rayo jocundo entre mis ojos ha vivido punto y coma me extingo marcando con peñascos el abra por el que derrama hacia nuevas tierras

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la sangre feraz de mis montañas punto final II Digo te amo, tú me miras, grito, aúllo, tú meditas, hiervo de volcanes, tú sonríes, mientras tus tardes revoloteando juegan construyendo su nido en mis cabellos. Soy el árbol donde habitas. III Vivir es marchar rompiendo los silencios, poner de sello el tiempo entre palabras dichas, construir uno a uno los rugidos, espantando los vacíos, llenándolos de pueblo. Vivir es avanzar febril por cada ruta y encontrar en los rastros del silencio las respuestas, todas. IV Silencios y palabras, sucesión inevitable que ofrece sus matices y su color al tiempo. Calma, escucha. Silencios son palabras concentradas, disparos esperando, exclamación inmóvil que encasquillada aguarda

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en la garganta su momento. V El silencio es intermedio de voces que se encrespan para marchar de nuevo. Entre el solemne juramento y el clamor de multitudes, en la palabra amable y la explosión que aturde o la ausencia que reclama, los silencios son palabras y éstas silencio interrumpido. Por eso amo tus silencios como amo tus palabras. Y gozo cuando callas o clavas martillando tus dulzuras en mi boca. VI Un cálido abrazo. Y todas las palabras se enlazan concentradas en el viejo lenguaje de mis manos haciéndose en tu piel sólo la yerba enraizada en la montaña.

Yanamayo, septiembre 1996 Pág. 36

CAMINITO DE MI PUEBLO

Para Vida, gota fresca y cristalina Amo tu largo traje, remiendos de yerba y polvo, tu esqueleto filudo y áspero tronco abierto azotado por los vientos. Camino, naces, te forja como herrero a la espada un pueblo con sus bravuras y anchas pisadas hondas

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que se acumulan marcadas por las ojotas viejas de tanto conocer mundo. Caminito de mi pueblo, caminito compañero. Partir, inefable ruptura, empieza en la despedida, alforjas plenas de adioses, trémulos besos y abrazos, sobre tareas cumplidas reencuentro comprometido y en las tristezas del ojo no gota, toda la lluvia amarrada, contenida. Entonces, ¡Hasta la vuelta!, culebra gris es la prisa que careciendo de pies no espera, gira y se estira saltando sobre las brumas. Caminito de mi pueblo, caminito compañero. Ascender es siempre un reto, apremios, acometidas contra escarpadas laderas, músculos que echan candela, tambores broncos, latidos de una fragua que encabrita, por la piel resbala un río, es la vida turbulenta que se empeña y se entrega. Paso a paso se construye, paso a paso se conquista, y a medida que se avanza crecemos como montaña. Si el cuerpo febril trepida la convicción la estimula, no concluye la tarea en cuesta sino en la meta. Caminito de mi pueblo, caminito compañero.

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Pugnando se alcanza el abra, garganta de quietas cumbres, donde la niebla se aloca y vigila la saywa inmóvil. Hasta la fatiga ceja cuando a los ojos se extiende fragoroso el paisaje: abismos que se descuelgan, pampas tejidas de hombres, masas sembrando el trigo, y en la azul lejanía nuevas cumbres que yerguen cogiendo trozos de cielo. Cuando los dedos del sol delinean nuevo horizonte de prietos labios afloran las sonrisas cual banderas. Caminito de mi pueblo, caminito compañero.

Piedras Gordas, abril del 2008 Pág. 39

FORJA Y FRAGUA Para Katia Isabel

Las montañas nos dieron sus lecciones y nuestro joven corazón al marchar fue aprendiendo, con risas y lágrimas, sin despreciar ninguno de los puntos cardinales. El fuego forjó entre sus moldes nuestros firmes y flexibles esqueletos, de anchas vetas salieron los metales con su entonar constante el gran himno de la tierra.

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En esta inmensa fragua fuimos llenándonos de mundo y la realidad infinita nos hizo su instrumento. Ha sido al resplandor de los volcanes que entendemos lo que fuimos, somos y seremos, materia en movimiento en un rumbo inexorable.

Yanamayo, 13 de agosto 1994 Pág. 40

PORQUE DEBES El mar une sus manos, estira su cuerpo y agita todos sus músculos, sus más simples e infinitas gotas. Corrientes profundas levantan cada ola lanzándolas a horadar negros peñascos. ¿Por qué yo? reclama una de ellas. ¡Porque puedes! ¡Porque debes!

Yanamayo, 7 de agosto 1996 Pág. 41

OPTIMISMO Y aún si mil cielos juntaran sus tormentas aporreándote violentas con sus puños, clavando en las rocas tu cabeza,

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tus carnes y tu sombra, que jamás se debilite tu optimismo. El mundo marcha hacia adelante.

Yanamayo, 22 de octubre 1996 Pág. 42

EMERGERÁN Golpea violento el oleaje remeciendo las peñas húmedas y oscuras. Cuánta vida rebosa entre sus grietas, cuántos mares escancian sus bocas insaciables. Emergerán desde el abismo las corrientes inauditas y de los túmulos que el pasado adora no quedará piedra sobre piedra.

Yanamayo, 29 de octubre 1996 Pág. 43

OTEA LOS RÍOS Otea

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los ríos impetuosos que horadando braman. Sé parte del torrente, huella de sus pies infatigables, sangre fragorosa que en la esperanza bulle. Sé piedra entre piedras de sus cimientos vastos, risa redonda, lágrima en el mapa de sus broncos juramentos. Sé tuerca y vértebra en la construcción sin pausa para conquistar los cielos por asalto.

Yanamayo, 15 de febrero 1997 Pág. 44

VIENTO DE PUNA Viento de puna frenético arisco tropel de puños y de bocas. Hasta en la herrumbrosa áspera piel de los barrotes, que clavan, aprisionan, crucifican mi ventana, vibras, aúllas, cuando irrumpes en la celda enana. Sacudes la noche y los calmos, lentos y espesos pliegues de mi sueño y encrespas el hondo torrente de todas mis sangres. No dejas espacio para los descansos del lápiz filudo o la hoja albina hambrienta de historias

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ni el ojo alargado rastreando la marcha de los idos años. Hermanas, hermanos, sus miradas francas y manos honradas que siempre nos faltan. La herida abierta en la tez del agua, y el fuego que late profundo en el fulcro de la gran montaña.

Yanamayo, 30 octubre 2001 Pág. 45

PARA SEGUIR MARCHANDO (VIII) Para seguir marchando, pues marchar y combatir de nuevo es el signo de la Clase, hay que despojarse de inútiles arreos, reajustar todas las filas, principalmente las ideas. Para replegarse y después ascender hacia la nueva cumbre, pues replegarse y ascender es el camino de la Clase, hay que arrojar todas las sombras y los lastres, despiojarse y descostrarse, rebosar el corazón de fuego y armar con los rayos del sol cada nervio, cada músculo, desde los pelos hasta el centro del cerebro.

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Para seguir construyendo el futuro hay que arrojar la vista y nuestro esfuerzo hacia delante y traspasar el horizonte. Para seguir marchando hay que bregar y combatir de nuevo.

Yanamayo, agosto-octubre 1996 Pág. 47

ÁRBOL RECIENTE

Con la urgencia de sus largos viajes y el ansioso acopio de respiros los vientos y pájaros salvajes iniciaron a llegarme, habitarme y transitarme haciéndose mi follaje inevitable. Soy árbol reciente apenas reclutado por la pampa, pugnando por crecer mis ramas y estirar mi abrazo. Un pedazo mío a veces se marcha tras la curva migrante, bulliciosa, de sus vuelos, hasta disolverse en horizonte. Y en el marrón oscuro de mi piel es el sol que labra el arrugado mapa de montañas

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que surcan nuestra tierra. Así aprendí lo que era norte, que marchabas con la luz, habías de volver,

por eso siempre, siempre te esperaba.

Yanamayo, 1 de agosto 1994 Pág. 48

CONFÍA A ti que llevas tormentas en el alma prefiérelas a la podrida calma, no las rehúyas, son inevitables, con vigor enfréntalas y aprende a manejarlas. Confía en que tras ellas vendrán mayores y más grandes tempestades. Ese es el curso del progreso de la sociedad humana.

Yanamayo, septiembre 1996 Pág. 49

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TU CÁRCEL, NO LA MÍA

Muros yermos, sonrisas agrietadas, sin flores, sin niños, sin cantos ni esperanzas, donde el grito sordo es de las cadenas por suelos arrastrando las huellas que no andan, pegados a las rejas los dedos que no abren al sol ni una ventana, criadero de sombras engordadas por la ausencia, tu cárcel, no la mía

Yanamayo, septiembre 2001 Pág. 50

DE QUERERES

0 De no querer no quieras que el querer debe quererse, que simulando querer y no queriendo un malquerer es que se tiene ¿Y un malquerer para qué quieres? ¿para llorar al querer que languidece o aferrarte sin sentido a su cadáver? Cuando quieras que tu querer florezca. 00 Con el querer que enseñaban aprendimos a querernos y queriéndonos llegamos a saberlo insuficiente

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¿Por qué sólo entre un puñado? ¿Por qué sólo hasta la muerte? El querer que hoy cultivamos, el del fuego que camina, nace, marcha y crece, arde sin pausa, no termina.

Yanamayo, 16 de enero 2002 Pág. 51

PIEDRAS GORDAS

En dos tiempos, de sentencia y ejecución Sentencian las madrugadas encarceladas se arrastran ni huellas solo una mancha de niebla gris fatigada.

Construyeron su odio en cemento rutas ausentes de cielo planchas de acero con huecos simulando ser ventanas puertas contraplacadas que ciegan y sellan celdas gruesos muros de concreto que estrechan menudos patios corona de alambre y púas concertinas oxidadas donde maquinan que presos colgados al sol desangren.

Sentencian lerdas mañanas que entre sombras se escurran viudas y chuecas voces brazos y gritos castrados.

Traman palabras mudas silencios que traguen hombres

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pesadas ruedas quebrando los dientes antes que muerdan y sombras que habiten sombras entre perpetuas cadenas.

Sentencian anémicas tardes, encharcadas en la inercia, que impiden el tiempo corra y que respire la vida.

Malditos sus negros sueños de rellenarnos los poros y atragantarnos la boca con huecos, asilamiento y toneladas de olvido

Sentencian noches deformes deshilachando los rostros descuartizando las horas y arrugas que se acumulan.

Nuestra será la aurora que con sus gritos sacuda y anchos pasos aplaste el plan de quebrar rodillas y hacer de los hombres bestias.

Ya empezó la tarea.

Piedras Gordas, 15 de abril 2005 Pág. 53

CANTARÁ EL GALLO

Sobre los pellejos de carnero se extiende huesuda la fatiga, acurruca múltiples jornadas entre las cálidas arrugas del renegrido poncho centenario. Oleaje turbulento, denso, arrastran las noches prematuras, los pudo ser, las metas inconclusas, los amores crecientes

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cuyos fuegos quedaron fracturados. Todos los granos de enrojecidos ojos buscan recuperar su espiga, los gritos a sus madres bocas, el cañón caliente sus balas perdidas. El viento, un danzante ebrio, se estrella entre rocas y ondula las puyas de la paja brava. Que cruja las vigas, que cubra de manchas el cuarto creciente y sus uñas claven la infame oscurana. Cuando no haya tiempo, sobre los tejados cantará el gallo ¡Ya llega la cría! ¡Es un nuevo año!

Piedras Gordas. 10 mayo 2005 Pág. 55

MADERA Y FUEGO

Hay luz y calor cuando aceptas que danzando en ti mis chispas se renueven y un bosque infatigable de rojas, vivas, llamas besándote devoren tu corteza, los círculos que son tu edad madura y célula tras célula, generaciones sucesivas de tus frondosas ramas, proyectos gigantescos de mi explosiva hoguera,

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concluyan cual huesos incrustados ardiendo como ceras. Imprégname con tus resinas fieras, de optimismo viste puro color de fuego. Sigamos marchando cada día riendo como dos niños abrazados entregándose la vida. Saben los caminos que incluso de cenizas germinan y renacen los cantos, y el futuro florece y se despliega con madera y fuego.

Piedras Gordas, 10 mayo 2005 Pág. 56

GOTITA FRESCA

Para Teresita Rueda gotita fresca, tierna semilla del agua, rocío sobre la flor, lágrima en la mejilla. Breve si marchas sola sólo en suspiro acabas. Agarrada de las manos de gota en gota devienes ola.

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Piedras Gordas, agosto 2005

Pág. 57

NO PODRÁN El viento no se sujeta a la brida ni que lo claven a la estaca. Rebelde, fiero guerrero, es el fuego que se somete encadenado a sombras. Llegará el tiempo, exacto; la luz arribará precisa al fondo de los ojos y todo paisaje crecerá de niños trigo forjando las espigas. Maíz mujeres organizándose en mazorca, la chispa obrera en el parir del orto. No podrán impedir que nuestra risa florezca nuevamente entre el pueblo.

Piedras Gordas, junio 2006. Pág. 58

EL OFICIO DE CONTAR

0 Ocre arcilla agredida clavada por bayonetas en el hueso que corría y el diente que masticaba, cuántas fracturas, cuántas, aguas sangrando, playas de esparcida cabellera y manos siempre sedientas. 00 Cuántos los ojos, cuántos, llenos de tanto mirar, cielos que se han apagado, mundos que están por llegar,

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cuántos puños, millones que no cansan de sembrar chispas sobre los troncos, nuevo incendio a galopar. 000 Y entre ambas orillas la vida empuja sus aguas, un pueblo estalla la aurora sobre los rostros del mar.

Piedras Gordas, 14 de junio 2006 Pág. 59

CUANDO EL ÁRBOL CAE

En memoria de papá Melanio Cuando poblado de fatigas finalmente el viejo árbol cae, yace su tronco inmóvil, silencioso, empapado en las lágrimas del bosque. Entonces tardes magras, brumas desvaídas y el color de las distancias que arrastran, disuelven, desvanecen las figuras, lo cubren sin pausa. Mas en amaneceres como el de hoy, abrazando su recuerdo y cubriéndolo de sol las semillas plenas lo renacen con el trabajo febril del agua que forja y desbroza primaveras.

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Y vuelve, en múltiples retoños, a elevarse su espíritu, su vigorosa presencia, en el himno ardoroso de la tierra.

Piedras Gordas, 16 de abril 2007 Pág. 60

DE NAUFRAGIOS

1 Comienzan los naufragios cuando la columna se fractura y el astillar deja los restos pudriéndose, batidos por vagabundas brumas desvaídas e inasibles. Su espumar salobre y envejecido castra, sin crías ya no crecen, sus heridas olvidaron sangrar sólo supuran. Renegar de sí mismas siempre torna su trayecto en ciénaga sin bordes

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y sin rostro. 2 Quien no halla una salida ni una razón para sus vueltas, sólo pantano que no brilla, quien no encuentra en los caminos un motivo una urgencia un ideal sólo extravío ya soldó sus huesos y su aurora a la amarra de la inercia y agoniza y se hunde lentamente sin llegar jamás a fondo. 3 Son cual barcos zozobrados sus fantasmas no escudriñan mares a surcar ni vientos que hinchen sus velas ni playas desiertas de arenas febriles y cuerpos dispuestos a yacer sus huellas ni en desnudas manos gaviotas urgiendo una tarde fresca que encienda memorias sin rumbos sin puertos sus horas se hunden sin olas

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amantes de nada vacías de todo y de t o d o s. 4 Con las fauces de su odio, que no duerme y los tortura, a dentelladas siguen arrancándonos los años, mas no han logrado impedir que nuestro barco siga superando los naufragios. Y persistiendo en el rumbo y en la meta surque a puerto. La navegación en los mares depende del timonel.

Piedras Gordas, septiembre 2007 Pág. 63

JÓVENES Retando a los dioses, arrebatándoles el fuego, los jóvenes siempre han sido los primeros en atreverse a incendiar los cielos.

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Llenándose de mundo escudriñan las verdades y lo nuevo; rojo sol que insurge es su bandera. Siempre sus ávidos golpes revientan lo caduco cual podrido fruto y aperturan anchas ventanas al encrespado viento, barriendo polvo y sombras, cultivando el futuro en cada puño. Siempre optimistas y rebeldes o no serían jóvenes.

Piedras Gordas, octubre 2007 Pág. 64

MAESTRO Enseña siempre y aprende sin fatiga, muestra descarnadamente los problemas, nunca engaña, critica a fondo los errores, no concilia, no exalta los obstáculos, señala los caminos de salida. Hace comprender que el llanto y maldiciones confunden, ciegan, la molicie ahueca, el trabajo esforzado llena. Saluda y estimula todo avance, educa con su propio ejemplo.

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Piedras Gordas, 30 de setiembre 2010. Pág. 65

RENOVARSE

De madrugada al chorro de agua fría, con una piedra áspera, partida, me refriego la noche acumulada. La piel estira y grita palpitante al desnudarla de células sombrías. Oscuros fragmentos se resbalan, caen los desechos, cáscara vacía de una vida fecunda intensa y consumida. Que vibra y canta mientras se renueva e inunda de urgencias cuando el sol la seca y con sus rayos colorea.

Piedras Gordas, 15 de febrero 2008 Pág. 66

GOLPEA

Golpea en el viento y labra una tormenta en la abulia. Golpea las prietas sombras y despeja

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los caminos. Golpea, golpea, golpea. Si no golpeas no caen las vendas, las ataduras. Golpea la puerta dura para que ingrese el alba.

Piedras Gordas, 15 de febrero 2008 Pág. 67

AGUA Jamás confíes en el agua que no corre ni crece y nunca late, el marasmo deforma su rostro y castrada no trepa las arterias, no captura las alturas y no vuela. Jamás si no derrama en sucesivas explosiones cascadas de transparentes e instantáneas flores. Estancada, cría charca, pudre,

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hiede, corrompe la vida y las ideas. El agua que fluye es fértil, sus manos con ternura abrazan las semillas, sus saltos el entrechocar de sus corrientes siembran la humedad que alimenta los colores. El agua que vibra en cada diminuta gota, que horada lápidas eternas, vive, grita, calma la sed, limpia la mente, sacude inercias metafísicas. ¡Cómo entusiasma y emociona el agua fresca y clara con la que lava su cara la mañana!

Piedras Gordas, 11 de abril 2008 Pág. 69

POETAS

Para César, Javier y Jovaldo Quedaron recostados

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sobre su último poema el que no llegaron a ensillar ni galopar, les desangraron la mano en granito pensativa, el perfil de la canoa sigilosa y decidida, la isla diminuta erguida y florecida. Reposan hoy sus cráneos sobre las cumbres fragorosas, albureas páginas caudal de la memoria, sin ninguna soledad la compañía de multitudes pasadas presentes y futuras cargando en bandolera sus innúmeros poemas que leen, cantan, y disparan mientras marchan por todos los caminos con todas las bocas de la tierra.

Piedras Gordas, 28 de setiembre 2008 Pág. 70

NUESTRO TIEMPO

Potro brioso infatigable nuestro tiempo galopa en sus minutos. Nada sirve llorar sólo bregamos vivirlo intensamente colmando sus esquinas y sus huecos. Al fin, su último segundo sellará la plenitud

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de lo que tu amor con el mío, el de la clase, han construido como ofrenda para aquellos que nos llegan con sus propios tiempos sus urgencias y sus metas.

Piedras Gordas, 14 octubre 2008 Pág. 71

HUAICO

A quienes les tocó morir este año, en los lavaderos de oro

En silentes y empinadas oquedades encrespado turbio empoza deforme culebra parida por lluvias frenéticas y oscuras, sólo espera una mínima fractura un mal rayo que taje la última estaca detenida. Al desfogarse grandísimo, arrancando con sus uñas duras

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el costillar de la montaña, las rocas ciegas se vuelcan desgajadas de su alveolo, árboles rodando cual naves que naufragan, carrizos arrastrados por la inercia de la soga que los ató para cercar el espacio de las chozas, doblados y oxidados clavos mordiendo inútiles los huecos que atraviesan en hileras la arrugada calamina que servía de techo de sombrero de cabeza. Entre ariscas olas de revueltas tierras renegridas hombres mujeres y niños ancianos y anónimos desmembrados del día la luz y de la risa extienden sus mejillas cuarteadas desteñidas flacos y agónicos sus brazos los senos estirados luidos sus dedos por la extrema urgencia de excavar innúmeros minúsculos túneles avaros. El viejo paisaje fue borrado por el huaico. Y el sollozo muerde aprieta los puños se organiza entre la cola que marcha a enterrar los muertos que encontraron este año. El único que ríe, Don Cenzano, diente de oro, no deja de contar una a una las pepitas que caen en su mano.

Piedras Gordas, 13 de marzo 2009 Pág. 73

¡HOLA OLA!

Para Teresita, Alexandra y Carolina ¡Hola ola! Sin pausas sin prisas sin dudas

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sin olvidos. Siempre joven fresca y clara nunca sola. Ola ola ola, agarradas una de otra, infatigables, sudorosas, cuando asoman su perfil por mi ventana. Sé llegó de nuevo el mar con todas sus hijas con todas sus bocas con todas sus horas con todas sin falta.

Piedras Gordas, 1 de mayo del 2009 Pág. 74

MADRE Elemental semilla arcilla de los puños fuente primeriza. Madre Clase brega luz que labras sobre el viento de los años y los siglos en tus hijos las águilas gigantes. Madre constructora de las rutas los cantos y la lluvia

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nuevamente es hora, vístenos con la sonrisa y calidez del alba que anuncia un mundo nuevo.

Piedras Gordas, 10 de mayo 2009 Pág. 75

DE LLEGAR Y DE PARTIR Le. vida impone el vuelo. Abren sus alas el agua, los hombres, sus palabras, en viaje interminable. Ni los cuerpos que la muerte envuelve permanecen quietos. La luz gira y estira sobre la piel de los vientos e ilumina los fragmentos de adioses y partidas, tus te amo,

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ya voy, y mis esperas, temblando de emoción sabiendo llegas. Cada vuelo tiene de llegar y de partir, nunca termina.

Piedras Gordas, 19 julio 2009 Pág. 76

VUELVE A DECIR Vuelve a decir me amas que al escucharte entiendo como tu amor crepita deshaciendo leños y cómo pueden devorando silencios florecer quereres como el tuyo. Repite en diferentes tonos y deja que tu sombra se disuelva en el tazón oscuro de mi sombra. Regresa y si agresiva insistes que tus manos se deleitan con los pálidos colores de mis manos podré decir que sí, el fuego quema, ¡El fuego quema! Prueba, bebe, muerde, enciende, no paralices tus impulsos ni por un segundo, que cada hecho remache tus palabras y tus asaltos dejen hondas huellas. Aprendí, como tú, de los caminos a ser hambriento

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e insaciable. Vuelve a decir me amas y en diferentes tonos, que al escucharte entiendo. Pág. 77

DE CAMINOS Y DE HUELLAS Viejos soles descolgándose arrastraron sus ansiosos días, A sus espaldas montañas sucesivas inundándose de sombras. Y todo el caudal de gritos, juramentos, maldiciones, su bronco vozarrón menguó sólo a murmullos, cual río voraz que se descuelga luego de tragarse toditas sus orillas. Mudaron al fin frenéticos los rastros, modo urgente de vivir de vientos y tarucas, y la dorada ruta chispeante de vivaces, leves, y gráciles vicuñas. Desde todos los extremos de la nieve, surcando sus arrugas pensativas, las distancias vastas no se cansan, ni aguardan, sólo bregan a beberse a grandes sorbos toditito el horizonte. A mí me basta enredar entre los dedos

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el latido constante y el rumbo de sus prisas, y ser mota de polvo, surcándome el paisaje, con todos sus relámpagos con todas las huellas con todos sus caminos.

15 octubre 2010 22 febrero 2018

Pág. 79

DIEGO Arcilla modelada por la Clase y su vanguardia. Era Diego águila de las montañas, puño que encabeza la protesta, fervorosamente joven marchando y afirmando, besando a la luna y disparando. Piel fértil, belicosa, de marrones y sedientas pampas, ojos encendidos de mochica, obrero a la hora del alba y de la huelga, aprendió a no dudar, dejó el torno, los caminos lo esperaban. Entonces marchó construyendo cada uno de los días, aprendiendo de oprimidos y explotados la razón y el sentido

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de la brega y los pasos colectivos. Era Diego su pueblo, su nación, y con ellos el asalto contra la molienda redoblada del trapiche, que tritura a los hombres como cañas y sangra plusvalía. Ásperas, firmes y febriles manos de constructor, transformador de cielos, hermano, camarada, tú, el de la sangre que se empuña, dejaste el overol y ascendiste, poncho al hombro, a las montañas grises, a las azules, que nunca se fatigan en las distancias largas. Hoy reposas en el fulcro del Huaylillas, mas nos acompañas siempre, tu memoria nos anima. Y otros Diegos germinan hoy mismo, asumiendo las tareas de la ruta que la Clase ha fijado.

Piedras Gordas, 8 marzo 2011 Pág. 81

PATIO Patio, enmallado por pedazos, para reducir la marcha, fraccionar los pasos y estrujar palabras con una soga de cuchillas y de odio en la garganta para alejarnos más del cielo y el vuelo de los pájaros.

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“Tierras de nadie” y murallas grises te rodean y aíslan. Aquí disputo el territorio al celador y a las hormigas aquí sembré y coseché dos rosas rojas en puñados de tierra clandestina. Aquí hablo con mi Maestro, hablo con mis madres, hermanas y mis hijas, hablo con la Clase y con el pueblo, y escucho y aprendo sus lecciones. Hablo contigo, y te digo y te escucho porque eres mi viento, mi piel, mi caudal creciente en todos los momentos en que vivo, sangro y grito. con todas las bocas y todos los ojos que hemos compartido siempre.

Piedras Gordas, 9 enero 2011

POEMAS MUSICALIZADOS

EJEMPLO DE LEALTAD

En memoria de nuestra inolvidable Teresa

Para Elenita y Osmnán Efrain Recuerda, siempre recuerda, a los que faltan y esperan a los que esperan y claman que continúes la brega y dejaron a tus ojos

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la tarea de mirar. No olvides que esa sangre fue un incansable luchar, no aquietes jamás tu marcha hacia la meta final. Que la vida en ti florezca su ejemplo de lealtad y el fuego te ponga el sello: nunca arrió las banderas, no se detuvo jamás.

Pentagonito, noviembre de 1993

HOY TE VEO Hoy te veo los ojos más hondos, más extensos y encrespados sus mares infinitos, donde la luz cae y reverbera como un pez dorado que navega entre sus olas. Hoy te siento vibrante entre mis manos como un fuego que retoñando me retoña, quemando cada una de mis dudas, incendiando mis noches y trayéndome los días.

Yanamayo, 7 de octubre 1997

MAS LA CARTA

Para María Mas la carta que sale de tus manos diáfana, vibrante, como una brasa encendida siempre,

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cuando llega y cuento todas sus palabras bebo vida y el calor me invade y siento que la sangre como un corcel galopa, siento que estás conmigo y reposas tu cabeza en mi hombro diciéndome ¡te quiero! y yo no digo nada tan sólo me incendio de amor.

Yanamayo, 7 de agosto 1997

CANCIÓN DEL REENCUENTRO Llegaste como siempre morando en tus pupilas el canto de la vida y la amplitud del día se ensancha cuando extiendes en nosotros tu alegría. Regresaste nuevamente trayendo en tus cabellos un viento de caminos y entre tus labios risas desplegándose de rojos como un bosque de banderas. Y en tu corazón la hoguera, la que nos une y ama, la que te habita obrera y en su espesura el fuego protegiendo sin descanso tus mil retoños de ternura, tus mil retoños de ternura.

Pentagonito, noviembre 1993

LOS ARRIEROS Cuando la tarde se cansa y en silencio la noche llega atan su andar los arrieros y las mulas ramonean.

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Hierven y endulzan su mate con un manojo de estrellas tienen de techo el cielo y de lecho ancha tierra. Y al hundirse entre las aguas lentas y oscuras del sueño, a los que aman recuerdan, recordando es que navegan.

Yanamayo, 9 de mayo 1999

Nunca se encresparon tantos ceños juntos y décadas sombrías

crepitaron en el fuego,

nunca las infinitas manos se juntaron tanto

y noches sin fondo parieron tanta aurora

NUEVA SIEMBRA

PIEDRAS GORDAS, ANCÓN