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EL PROBLEMA AGRARIO EN LOS ÚLTIMOS AÑOS DEL VIRREINATO, 1800-182.1 Enrique FLORESCANO El Colegio de México A FINES del siglo XVIII, junto a la vigorosa expansión del lati- fundismo, se presentan otros fenómenos que hacen más ostensibles las deformaciones creadas por esta institución: insuficiencia de las tierras de comunidad para satisfacer el incremento de la población indígena; aparición de una gene- ración de indios, mestizos e individuos del grupo de las castas que nacen sin tierras y sin posibilidad de obtenerlas por otros medios distintos a la usurpación, el despojo o la violencia; aumento del número de desocupados, vagos y "errantes"; es- tancamiento de los salarios de los peones del campo y aumen- to constante de los precios; frecuentes y devastadoras crisis agrícolas (1785-86, 1796-97, 1801-02 y 1809-10), que por u n lado incrementan las ganancias de los hacendados y por otro sumen en la desesperación al resto de la sociedad y afectan a las principales actividades económicas. En la agricultura, lo mismo que en el comercio o en las manufacturas, el desarro- llo económico que se experimenta en el último cuarto del siglo XVIII pone en cuestión las viejas estructuras y provoca una crisis de crecimiento. Esta crisis que desajusta y hace evi- dentes las contradicciones de la estructura colonial, provoca la aparición de la crítica, que en el caso del problema agra- rio centra su ataque en el sistema de la gran propiedad. Criticas al sistema de la gran propiedad antes de la guerra de independencia Por los años 1777-78 u n fraile franciscano, Juan Agustín de Morfi, recorrió parte de los actuales estados de México, 477

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EL PROBLEMA AGRARIO E N LOS ÚLTIMOS AÑOS DEL

VIRREINATO, 1800-182.1 E n r i q u e F L O R E S C A N O

El Colegio de México

A F I N E S de l siglo XVIII, j u n t o a la vigorosa e x p a n s i ó n del l a t i -fundi smo, se presentan otros f e n ó m e n o s que hacen m á s ostensibles las deformaciones creadas por esta ins t i tuc ión : insuf ic iencia de las tierras de c o m u n i d a d para satisfacer el incremento de l a p o b l a c i ó n i n d í g e n a ; a p a r i c i ó n de una gene­r a c i ó n de indios , mestizos e i n d i v i d u o s del g r u p o de las castas que nacen s in tierras y sin pos ib i l idad de obtenerlas por otros medios dist intos a la u s u r p a c i ó n , el despojo o la v iolencia ; aumento de l n ú m e r o de desocupados, vagos y "errantes" ; es­tancamiento de los salarios de los peones del campo y aumen­to constante de los precios; frecuentes y devastadoras crisis agr í co la s (1785-86, 1796-97, 1801-02 y 1809-10), que por u n lado incrementan las ganancias de los hacendados y por o t ro sumen en la desesperac ión a l resto de l a sociedad y afectan a las principales actividades económicas . E n la agr icul tura , l o mi smo que en el comercio o en las manufacturas, el desarro­l l o e c o n ó m i c o que se exper imenta en el ú l t i m o cuarto del siglo XVIII pone en cuest ión las viejas estructuras y provoca u n a crisis de crecimiento. Esta crisis que desajusta y hace evi­dentes las contradicciones de la estructura colonia l , provoca l a a p a r i c i ó n de l a crítica, que en el caso de l problema agra­r i o centra su ataque en el sistema de l a g ran propiedad.

Criticas al sistema de la gran propiedad antes de la guerra de independencia

Por los a ñ o s 1777-78 u n fra i le franciscano, Juan A g u s t í n de M o r f i , r ecor r ió parte de los actuales estados de M é x i c o ,

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H i d a l g o , Querétaro , Guanajuato , Zacatecas, Durango , Coa-h u i l a y Texas. E n todas partes, pero especialmente en Que­r é t a r o y Guana juato , observó a s imple vista los males derivados de la concentrac ión de la prop iedad : extensas y fértiles tierras en poses ión de u n solo d u e ñ o , incultas o dedi­cadas al pastoreo y cr ía de ganado menor, casi siempre des­cuidadas por el ausentismo de su propietar io , y pueblos de indios miserables, s in tierras y ahogados en sus l ímites por la pres ión de las haciendas. H e a q u í los comentarios que le p rovocó su vis i ta a la hacienda de " L a Er re " , cercana al pue­b l o de Dolores y prop iedad de d o n Juan A n t o n i o L u n a Go-rráez Beaumont y Navarra , Mariscal de Castilla, M a r q u é s de Soria, Vizconde de B o r o b i a y A l g u a c i l M a y o r del t r i b u n a l y rea l audiencia de cuentas de la c iudad de M é x i c o :

Esta hacienda es del mariscal de Castilla, que la tiene des­tinada para cría de ganado menor. La casa es grande con una plaza a su frente para jugar toros en ella cuando viene el dueño a visitarla; la capilla cómoda y la habitación no de las peores; las oficinas espaciosas y acreditando todo la opulencia que go­zaron sus propietarios. A poca distancia de la casa está la viña y huer ta . . . mas todo tan desatendido y abandonado que ins­pira furor contra su dueño, viendo un terreno que demuestra de m i l modos su feracidad, despreciado de quien más se interesa en su cultivo. Seguramente que bien cultivado aquel solo pe­dazo que circula el casco de la hacienda pudiera hacer u n opu­lento mayorazgo... pero todo se sacrifica a la desidia que causan a los propietarios estas dilatadas posesiones, cuyo desor­den es la principal cansa de la despoblación de las Américas. .. [Después de salir de la hacienda de "La Erre", dice Morf i ] , llegamos al pueblo de Dolores. . . está situado a las orillas del río en un terreno muy hermoso con todas las condiciones para hacer felices a sus habitantes; mas por un abuso insoportable de las haciendas no tienen aquellos miserables un palmo de tierra para hacer sus siembras, pues las pertenencias de la "lí" llegan hasta las goteras del lugar.1

1 J U A N AGUSTÍN DE M O R F I , Viaje de indios y diario del Nuevo México. México, Ant igua Librer ía Robredo, 1935, pp. 46-47. Véase también FRAN-

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Las cr í t icas de M o r f i son apenas una muestra de lo que vendr ía de spués , sobre todo a p a r t i r de la g ran crisis agr íco la de 1785-86. E n esos años los habitantes de l a Nueva E s p a ñ a comprendieron de i n m e d i a t o "que a ú n m á s que la parcial perdida de las cosechas", lo que hizo intolerable los efectos de l a crisis fue 'Ta i l i m i t a d a l i b e r t a d de los l abradore s . . . [para elevar a l m á x i m o ] los precios del ma íz y . . . los abusos de vender o no s egún su a r b i t r i o " . Si en ocasiones anteriores los intereses pol í t icos y sociales que m a n t e n í a n u n i d a a la o l i g a r q u í a h a b í a n silenciado la crít ica, esta vez, como sus miembros resultaron afectados, la c o n d e n a c i ó n contra los "agricultores monopolistas y ocultadores de semillas" fue ge­nera l . E l v i r rey , todos los miembros de la Iglesia, los comer­ciantes, los mineros, el " c o m ú n de la c iudad" , la sociedad entera p a r t i c i p ó en el ataque contra los hacendados. Y natu­ra lmente , la causa de los mineros, de los comerciantes y de l a o l i g a r q u í a se convir t ió en la causa de los pobres:

L a causa de que se t ra ta [dec ía e l obispo de Puebla e l 9 de n o v i e m b r e de 1785], es de Dios , de l Rey, d e l b i e n p ú b l i c o y c o m ú n de los pueblos, y p r i n c i p a l m e n t e de los pobres, cuyo socorro y a l i v i o e n sus respectivas necesidades nos e s t á expresa­m e n t e m a n d a d o p o r las sagradas e s c r i t u r a s . . . [Por e l lo condena como] reprobadas e i l íc i tas , todas las especies de estancos o m o n i p o l i o s (sic), o cualesquiera o t r a n e g o c i a c i ó n d i r i g i d a a abar­car, los granos y semillas a f i n de venderlas a precios m á s subidos cuando sea m a y o r su escasez.2

Pocos años m á s tarde, el tono y la p r o f u n d i d a d de l a crí­t ica contra la gran hacienda se vuelven m á s severos. E n 1791 el v i r r e y Revi l lagigedo escr ib ió :

cois CHEVALIER, "Survivances seigneuriales et présages de la révolution agraire dans le nord du Mexique (Fin du XVIII et XIXe siècles)", Revue Historique, C C X X I I , julio-sept., 1959 , pp. 1-18.

2 Gaze tas de Mexico. Suplemento del martes 6 de diciembre de 1785, t. I , pp. 451-453 .

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. . . las tierras realengas [tierras baldías pertenecientes a la coro­na] sufren notables usurpaciones y las de privado dominio están distribuidas en grandes haciendas que abrazan centenares de leguas, correspondientes a casas religiosas, clérigos, mayorazgos y sujetos particulares cuyo número es muy menor comparado... con el de los demás vasallos. Hay pueblos españoles, y aún de indios, que permitidas sus erecciones en distritos de las grandes haciendas, no tienen otros términos que el de los canales de sus casas, y en una palabra, la agricultura es un ramo estancado en manos muertas y en pocos contribuyentes. Perjudicada la causa pública, no lo está menos el Real interés, cuyos fomentos se experimentarían a medida de los que recibiesen los vasallos pobres dándoles tierras para el cultivo y cría de ganados...

E n 1793, Revil lagigedo volv ió sobre el mismo tema en u n i n f o r m e a l rey sobre la s i tuac ión de l a Nueva E s p a ñ a :

. . . la mala distribución de las tierras es también un obstáculo para los progresos de la agricultura y comercio en estos reinos, y más cuando pertenecen a mayorazgos cuyos poseedores están ausentes o son descuidados.3

Sin embargo, l a cr í t ica m á s certera y pro funda del l a t i ­f u n d i o y sus deformaciones v i n o directamente de l obispado de M i c h o a c á n . E n 1799, M a n u e l A b a d y Queipo, por encar­go del obispo fray A n t o n i o de San M i g u e l , escr ib ió una Representación sobre la inmunidad personal del clero en la que se lee l o que sigue sobre el p rob lema agrario:

Ya dijimos que la Nueva España se componía con corta di­ferencia de cuatro millones y medio de habitantes, que se pue­den dividir en tres clases: españoles, indios y castas. Los espa­ñoles componían un décimo del total de la población y ellos solos tienen casi toda la propiedad y riquezas del reino. Las otras dos clases, que componen los nueve décimos, se pueden

3 EDUARDO ARCILA FARÍAS, El Siglo ilustrado en América. Reformas económicas del siglo XVIII en Nueva España. Caracas, Ediciones del M i ­nisterio de Educación, 1955; cita los dos textos en las pp. 271-272 .

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d i v i d i r en dos tercios, los dos de castas y u n o de ind i o s puros . I n d i o s y castas se o c u p a n en los servicios domés t i co s , e n la agri­c u l t u r a y e n los min i s te r io s o r d i n a r i o s d e l comercio y de las artes y oficios. Es decir , que son criados, sirvientes o jorna leros de la p r i m e r a clase. P o r consiguiente, resulta entre ellos y la p r i m e r a clase aquel la o p o s i c i ó n de intereses y de afectos que es regular en los que nada t i e n e n y los que lo t i e n e n todo , entre los dependientes y los s e ñ o r e s . . . [Por e l lo , para r e m e d i a r esa s i t u a c i ó n , p r o p o n í a ] l o p r i m e r o , la a b o l i c i ó n genera l de t r i b u ­tos en las dos clases de i n d i o s y castas. L o segundo, l a a b o l i c i ó n de i n f a m i a de derecho que afecta las referidas castas; q u e se d e c l a r a r á n honestas y honradas, capaces de obtener los empleos civiles que n o r e q u i e r e n nobleza, si los mereciesen p o r sus bue­nas costumbres. Lo tercero, división gratuita de todas las tierras realengas entre los indios y las castas. Lo cuarto, división gra­tuita de las tierras de comunidades de indios entre los de cada pueblo. Lo quinto, una ley agraria semejante a la de Asturias y Galicia, en que por medio de locaciones y conducciones de veinte o treinta años, en que no se adeude el real derecho de alcabala, se permita al pueblo la apertura de tierras incul­tas de los grandes propietarios, a justa tasación en caso de desavenencia, con la condición de cercarlas y las demás que pa­rezcan convenientes para conservar ileso el derecho de propie­

dad.4

En 1804, el obispo fray Antonio de San Miguel, en un in­forme que d e j ó inconcluso al m o r i r , le p r o p o n í a al rey nueve "leyes capaces de sacar al pueblo americano del estado mise­rable de inerc ia en que yace". Estas leyes son, en l o esencial, las mismas que p r o p o n í a A b a d y Queipo en 1799, como puede comprobarse por su lectura :

Primera. U n a ley para d i v i d i r las tierras de las comunidades de los ind io s en d o m i n i o y p r o p i e d a d entre ellos mismos, de­jando s ó l o e n c o m ú n los ej idos y montes que los pueblos nece­sitan, a j u i c i o de los intendentes .

4 JOSÉ M A R Í A L U I S M O R A , Obras sueltas. México, Edi tor ia l Porrúa, 1963; incluye la Representación completa en las pp. 175-213.

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Cuarta. D i v i s i ó n g r a t u i t a de las t ierras realengas entre i n ­dios, castas y e s p a ñ o l e s p o b r e s . . .

Quinta. U n a ley agraria que conceda a l pueblo u n a equi­valencia que le falta , p e r m i t i é n d o l e a b r i r las tierras incultas p o r m e d i o de locaciones y conducciones (sic) de ve inte o t r e i n t a años , exenta d e l derecho de alcabala p o r convenir con los gran­des propie tar ios , o p o r justa t a s a c i ó n e n caso de desavenencia, con l a c o n d i c i ó n de cercarlas y con todas las d e m á s condiciones convenientes para conservar ilesa la p r o p i e d a d misma, cuyo va­lor i n t r í n s e c o t o m a r á necesariamente u n incremento grande por este m e d i o en benef ic io de los s e ñ o r e s . 5

L a a f i r m a c i ó n de A b a d y Queipo e n e l sentido de que é l r e d a c t ó e l escrito sobre la i n m u n i d a d personal del clero " p o r encargo de l l i m o , señor d o n fray A n t o n i o d e San M i g u e l " , la s i m i l i t u d en la letra y en el e sp í r i tu de las leyes que p r o ­pone San M i g u e l con las de A b a d y Queipo y la siguiente a c l a r a c i ó n que San M i g u e l apunta en el escrito de 1804: " Y a propuse a S. M . , el asunto de cinco leyes, e n el i n f o r m e que le hice con mi cabildo (del cual formaba parte A b a d y Quei­p o ) , en noviembre 11 de 1799, sobre la i n m u n i d a d personal de l clero americano", son pruebas que parecen otorgarle a A b a d y Queipo la pa tern idad sobre estas leyes. Sin embar­go, A b a d y Queipo no se c o n f o r m ó con "proponer por p r i ­mera vez —como él dice— ideas liberales y benéficas en favor de las A m é r i c a s y de sus habitantes, especialmente de aquellos que no t ienen prop iedad y en favor de los indios y las cas­tas". Convencido de que esas ideas "const i tuyen la base p r i n ­c ipa l de u n gobierno l i b e r a l y b e n é f i c o " , s i gu ió " p r o m o v i é n ­dolas con celo y e n e r g í a " , hasta que en dic iembre de 1804, e n u n a repre sentac ión que hizo el rey a nombre de los labra­dores y comerciantes de V a l l a d o l i d , r e d a c t ó la mejor y m á s acabada crít ica que u n h o m b r e de su t iempo escribiera c o n -

5 ERNESTO L E M O I N E , " U n notable escrito postumo del obispo de M i choacán, fray Antonio de San Miguel , sobre la situación social, econó­mica y eclesiástica de la Nueva España en 1804". Boletín del Archivo General de la Nación. Segunda Serie, t . V , 1964, N ú m , 1, pp. 33-55.

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t ra e l sistema de la gran propiedad. H e a q u í una parte de ese d o c m n e n t o :

Las t ierras m a l d iv id idas desde e l p r i n c i p i o se a c u m u l a r o n e n pocas manos, t o m a n d o la p r o p i e d a d de u n p a r t i c u l a r (que d e b í a ser l a p r o p i e d a d de u n pueb lo e n t e r o ) , c ierta f o r m a i n ­d i v i d u a l opuesta en g r a n manera a la d i v i s i ó n y que p o r t an to s iempre ha e x i g i d o y exige en e l d u e ñ o facultades cuantiosas.

26. L a i n d i v i s i b i l i d a d de las haciendas, d i f i c u l t a d de su ma­n e j o y fa l ta de p r o p i e d a d en el pueblo , p r o d u j e r o n y a ú n pro­d u c e n efectos m u y funestos a la a g r i c u l t u r a misma, a la pobla­c i ó n y a l Estado en general . A l a agr i cu l tura , p o r l a i m p e r f e c c i ó n y crecidos costos de su c u l t i v o y benef ic io y a ú n m u c h o m á s p o r e l poco consumo de sus frutos, a causa de l a escasez y miseria de los consumidores . A la p o b l a c i ó n , p o r q u e p r i v a d o el pue­b l o de medios de subsistencia, n o ha p o d i d o n i puede aumen­tarse en la tercera parte que exige l a ferac idad y abundanc ia de este suelo. Y a l Estado en general , p o r q u e r e s u l t ó y resulta t o d a v í a de este sistema de cosas u n p u e b l o d i v i d i d o en dos clases de i n d i o s y castas, la p r i m e r a aislada p o r unos pr iv i l eg ios de p r o t e c c i ó n , que si le f u e r o n út i l e s en los m o m e n t o s de la o p r e s i ó n , comenzaron a serle nocivos desde e l ins tante mismo q u e cesó, que ha estado y es tá i m p o s i b i l i t a d a de t r a t a r y con­t r a t a r y m e j o r a r su f o r t u n a , y p o r consiguiente env i lec ida en la i n d i g e n c i a y la miser ia ; y la o t ra , que descendiente de esclavos, l l e v a consigo la marca de l a esclavitud y de l a i n f a m i a , q u e hace Í inde leb le y p e r p e t ú a la s u j e c i ó n a l t r i b u t o ; u n p u e b l o seme­j a n t e y que p o r o t ra parte se h a l l a genera lmente disperso en montes y barrancas, es c laro p o r sí mi smo, que n o puede tener a c t i v i d a d n i e n e r g í a , costumbres, n i i n s t r u c c i ó n . Es claro que debe estar en c o n t r a d i c c i ó n c o n t i n u a con los mismos labradores, q u e t r a b a j a r á poco y m a l y se r o b a r á t o d o lo q u e pueda, como sucede de o r d i n a r i o y es u n p r o d i g i o que n o haya en esta ma­ter ia m u d i o m á s excesos.6

Sin embargo, a pesar de que A b a d y Queipo perc ib ió con gran lucidez las contradicciones económica s y sociales que ha-

6 JOSÉ M A R Í A L U I S M O R A , Obras sueltas; incluye la Representación completa. Véanse las pp . 2 2 3 - 2 2 4 .

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b í a engendrado el sistema de l a gran propiedad, sus leyes agrarias no contienen n i n g ú n ataque sustancial a l l a t i f u n d i o . N i n g u n a de las tres leyes que propone en su escrito de 1799 y que el obispo San M i g u e l a d o p t a r á como suyas en e l ma­nuscrito de 1804, atacan el m a l en su raíz. Só lo l a ley que A b a d y Queipo y San M i g u e l enumeran en q u i n t o lugar afecta, pero m u y l igeramente, la gran propiedad. E n esta ley ambos proponen que se pe rmi ta a l pueblo ocupar las tierras incultas de los grandes propietarios mediante arrendamientos (o locaciones como se dice en la ley) de 20 a 30 años , i n d i ­

cando con la e x p r e s i ó n "a justa tasac ión en caso de desave­nencia" , que ese arrendamiento p o d r í a ser impuesto por el gobierno en caso que los propietarios no accedieran a el lo vo luntar iamente . Salvo esta propos ic ión , A b a d y San M i g u e l dejan, como ellos dicen, "ileso el derecho de p r o p i e d a d " . Nada hay pues en estas leyes que de verdad inqu ie ta ra a los propietarios.

E n cambio, en las otras dos leyes, A b a d y San M i g u e l sientan las soluciones a que a c u d i r á el pensamiento l i b e r a l de l siglo XIX para "resolver" e l problema agrario: 1) reparto g ra tu i to de las tierras b a l d í a s que sean pertenencia de la Co­rona a los indios , castas y e spañoles que carecieran de ellas (ley segunda de A b a d y cuarta de San M i g u e l ) ; y 2) d iv i s ión

de las tierras de c o m u n i d a d de los pueblos y repar to gra­t u i t o de ellas, en prop iedad part icular , a los indios de cada pueblo (ley cuarta de A b a d y p r i m e r a de San M i g u e l ) .

L a p r i m e r a so luc ión no era nueva, pues a pr inc ip ios del siglo XVI fue frecuentemente u t i l i zada por la Corona para dotar, mediante mercedes, a pueblos e ind iv iduos i n d í g e n a s que carec ían de tierras; m á s tarde, cuando en 1687 se l i m i t ó e l fundo legal de los pueblos a 600 varas (504 met ro s ) , se dispuso que si el pueblo era m á s grande de lo n o r m a l , o si aumentaba l a p o b l a c i ó n , el v i r rey o l a audiencia le repar t i ­r í a n la t i e r ra necesaria. Sin embargo, si en 1799 y 1804 A b a d y San M i g u e l p r o p o n e n nuevamente el reparto de tierras de l Estado es porque a d e m á s de que las disposiciones anteriores no se c u m p l í a n , l a hacienda h a b í a despojado o cercado en

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l í m i t e s m u y estrechos a muchos pueblos, y sobre todo, por­que l a p o b l a c i ó n de indios y castas h a b í a aumentado bastante ent re 1750 y 1800 y no d i s p o n í a de tierras.

L a segunda so luc ión fue m á s radical , novedosa y trascen­dente . Rad ica l porque afectaba la in tegr idad , la base funda­m e n t a l de los pueblos de indios , que, como se ha dicho, resi­d í a e n la prop iedad comunal de la t ierra . Novedosa porque c o n t r a l a tendencia de toda la leg i s lac ión colonia l que bus­caba conservar y proteger la p rop iedad comunal , esta ley pro­p o n í a la r epar t i c ión a t í tulo i n d i v i d u a l de esa propiedad. Y trascendente, porque fue esta idea l a que f ina lmente adopta­r o n los hombres de la Re forma a l decretar, en 1857, l a des­a m o r t i z a c i ó n de la propiedad c o m u n a l i n d í g e n a .

Pero A b a d y Queipo no sólo propuso ideas que m á s tarde s e r í a n representativas del pensamiento l i b e r a l mexicano; las exp l i ca y las razona con los argumentos propios del liberalis­m o . L a m e j o r prueba de esto la encontramos precisamente en las razones que expone para proponer l a d iv i s ión de las t ierras de comunidad . E n la parte de su Representación que precede a las leyes agrarias dice:

El color, la ignorancia y la miseria de los indios los colocan a una distancia inf inita de un español. E l favor de las leyes en esta parte les aprovecha poco y en todas las demás les daña mucho. Circunscriptos en el círculo que forma un radio de seis­cientas varas que señala la ley a sus pueblos, no tienen propie­dad individual La de sus comunidades, que cultivan apremiados y sin interés inmediato, debe ser para ellos una carga tanto- más odiosa, cuanto más ha ido creciendo de día en día la dificultad de aprovecharse de sus productos... Separados por la ley de la cohabitación y enlace con las otras castas, se hallan privados de las luces y auxilios que debían recibir por la comunicación y trato con ellas y con las demás gentes. Aislados por su idioma y por su gobierno el más inútil y tirano, se perpetúan en sus costumbres, usos y supersticiones groseras, que procuran man­tener misteriosamente ocho a diez indios viejos que viven ocio­sos a expensas del sudor de los otros, dominándolos con el más puro despotismo. Inhabilitados por la ley de hacer un contrato subsistente, de empeñarse en más de cinco pesos, y en una pala-

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bra de t r a t a r y contratar , es imposible que adelanten en su ins­trucción, que mejoren de fortuna, ni den un paso adelante para levantarse de su miseria. S o l ó r z a n o , Fraso y los d e m á s autores regnicoletas, a d m i r a n la causa ocu l ta que convier te en Dano de los i n d i v i d u o s todos los pr iv i l eg ios l ibrados en su favor. Pero es más de admirar que Unos hombres como estos no hayan per­cibido que la causa de aquel Dano existe en los mismos privile­gios. Ellos son una arma ofensiva... (contra) los indios sin que jamás sirva para defensa de ellos. Esta concurrencia de causas constituyó a los indios en un estado verdaderamente apático, inerte e indiferente para lo futuro, y para casi todo aquello que no fomenta las pasiones groseras del momento.7

D e l texto anter ior resulta que A b a d y Queipo ve en la propiedad comuna l de los pueblos y en la leg i s lac ión protec­tora que mant iene a los indios en cal idad de menores de edad, la causa fundamenta l de su s i tuac ión " i n e r t e " , de su falta de interés por "progresar" y lo que los c iñe poderosa­mente a sus tradiciones. Pero lo curioso es que para sacar al i n d i o " d e l miserable abat imiento en que se ha l l a y condu­c ir lo a la f e l i c idad" , A b a d y Queipo y el obispo San M i g u e l p roponen las mismas medidas que h a r á n suyas los hombres de la R e f o r m a : d iv i s ión de las tierras comunales, " u n a ley que establezca u n a igua ldad c i v i l absoluta de l a clase de los indios con la clase de los e s p a ñ o l e s " (segunda ley de A b a d y p r i m e r a de San M i g u e l ) , y " l i b r e p e r m i s i ó n de avecindarse en los pueblos de indios y construir en ellos casas y edificios pagando e l suelo, a todas las clases de e spañoles , castas e i n ­dios de otros pueblos" (sexta ley de A b a d y Q u e i p o ) . E n suma, para A b a d y Queipo, San M i g u e l , y m á s tarde para el g r u p o de liberales, l a so luc ión de l a miseria, d e g r a d a c i ó n y atraso en que v i v í a n los indios no estaba en la g ran hacienda que los explotaba y les robaba sus tierras, sino en los mismos indios y en la leg i s lac ión que los pro teg ía . Por el lo , en lugar de atacar e l l a t i f u n d i o , propus ieron leyes que a l destruir la barrera mater i a l (tierras de comunidad) y legal (leyes pro-

7 Ibid., p. 205.

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leccionistas) que aseguraba al menos su subsistencia, c rear ía la s i tuac ión adecuada para que abandonaran sus tradiciones milenarias y se " i n c o r p o r a r a n a la c iv i l izac ión" . L a l iga entre las ideas de A b a d y Queipo con las ideas agrarias, y sociales en general, de l l iberal i smo mexicano del siglo XIX, es eviden­te. Só lo el m a n i q u e í s m o y l a d e m o n o l o g í a que hace presa de nuestros historiadores de spués de cada t r i u n f o de eso que se ha dado en l l amar "nuestra trayectoria revo luc ionar ia " ( I n ­dependencia, Re forma y R e v o l u c i ó n ) , ha i m p e d i d o reconocer esa f i l iación y explicar su significado. Los liberales, por l o d e m á s , no l a negaron tan enfá t i camente . J o s é M a r í a L u i s M o r a , l l amado " e l teórico del l iberal i smo mexicano" , no sólo n o v io en A b a d y Queipo el s o m b r í o excomulgador de H i ­dalgo que nos h a n p i n t a d o los historiadores posrevolucio­narios, sino que a d e m á s de incorporar sus escritos en la edi­c ión de 1837 en su Obras sueltas, r econoc ió en él a u n " h o m b r e de ta lento claro, de c o m p r e n s i ó n vas t í s ima y de pro­fundos conocimientos sobre el estado m o r a l y pol í t ico del p a í s " .

Pero a d e m á s de los dos caminos propuestos por A b a d y San M i g u e l para resolver el problema agrario, los años cru­ciales que van de 1799 a 1809 v i e ron germinar una tercera vía , ésta sí revolucionar ia , puesto que p l a n t e ó la pos ib i l idad de confiscar los l a t i fundios cuando su existencia se opusiera " a l b i en general " o cuando vulnerara los derechos "supremos de la sociedad". L a a p a r i c i ó n de esta tercera so luc ión, que só lo t r iunfar í a u n siglo m á s tarde, como la a p a r i c i ó n de ata­ques cada vez m á s violentos contra el l a t i f u n d i o , son otras tantas manifestaciones del desajuste social produc ido por e l crecimiento e c o n ó m i c o desequil ibrado del ú l t i m o cuarto del siglo XVIII. N a d a t iene pues de e x t r a ñ o que esa tercera v ía la genere el g rupo de criol los liberales, los hombres que s in estar en la s i tuac ión del i n d í g e n a , sent ían , por su i lustra­c ión y por su c o n d i c i ó n de ciudadanos de tercera clase, m á s ter r ib le y v ivamente l a o p r e s i ó n del e spaño l .

E n los pr imeros meses de l a ñ o de 1806, el edi tor de l pe­r iód i co de la naciente opos i c ión , el Diario de México, Carlos

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M a r í a Bustamante, f u t u r o insurgente y amigo de "hombres subversivos" como el l icenciado Francisco P r i m o de Verdad y Ramos, d i r i g ió al v i r rey u n escrito en el que atacaba vio­lentamente a l "corto n ú m e r o de crueles monopolistas que en los años de escasez aumentan su f o r t u n a a expensas de la sangre del desvalido" y p r o p o n í a l a creac ión de graneros pú­blicos y de u n a especie de banco refaccionario que protegiese a los agricultores pobres y acabara con el "monopol i s ta la­b r a d o r " . S in embargo, como su proyecto no fue atendido, o para presionar a que se le escuchara, en marzo del mismo a ñ o p u b l i c ó en el Diario de México u n escrito t i t u l a d o "Re­flexiones sobre el derecho de prop iedad" , que seguramente d e b i ó haber provocado el efecto de u n a b o m b a entre los ha­cendados. E l ar t ículo no tiene f i r m a . Pero como Bustamante a lude en u n a nota ad junta a l proyecto que envió al v i r rey a otros "papeles ú t i l e s " sobre el problema agrario y como antes de pub l i ca r las Reflexiones se las env ió a su amigo y protector el l icenciado Verdad , que era S índ ico Procurador d e l C o m ú n de la C i u d a d de M é x i c o , y éste las a p r o b ó , todo hace pensar que el autor de las Reflexiones es el mismo Bus­tamante. H e a q u í las partes esenciales de este documento revo luc ionar io que por p r i m e r a vez plantea, en re lac ión con el l a t i f u n d i o y el m o n o p o l i o de granos, el d i lema de interés pa r t i cu l a r versas interés general de la sociedad:

Los hombres , en la m a y o r parte , v i v e n e n g a ñ a d o s sobre la

idea que se f o r m a n d e l derecho de p r o p i e d a d , creyendo que, a

e x c e p c i ó n de ciertas infracciones demasiado visibles de la ley

n a t u r a l o de la r e l i g ión , en c u a l q u i e r o t r o caso les es p e r m i t i d o

d i sponer a r b i t r a r i a m e n t e de sus i n t e r e s e s . . .

E n t r e los bienes que poseemos hay unos que son siempre

necesarios, o que l o son solamente para c ierta clase de personas;

hay otros q u e son necesarios a todas, y a l a sociedad en gene­

r a l e n t o d o t i e m p o . N o t iene nada de e x t r a ñ o el retener los

p r i m e r o s e n algunas circunstancias, reservando e l expendio o

uso de ellos para cuando la o c a s i ó n lo ex i j a ; pero llegada és ta

( a q u í e l a u t o r se ref iere a l a r e t e n c i ó n y o c u l t a m i e n t o que ha­

c í a n los hacendados de sus granos e n t i empos de escasez y ca­

re s t í a ) , l a r e t e n c i ó n es viciosa, c rue l e i n h u m a n a ; es emplear

LOS Ú L T I M O S AÑOS D E L V I R R E I N A T O 489

el derecho de propiedad, protegido por la legislación, en per­juicio del público, cuyo beneficio es el principal objeto de las leyes...

El hombre no puede vivir sin alimentarse, y entre los ali­mentos hay algunos. . . que son siempre indispensables. Ejercer sobre éstos aquellos arbitrios que emplea ordinariamente la codicia para hartarse de dinero, es un atentado superior a toda expre s ión . . .

Es preciso, pues, confesar que hay en toda sociedad u n dere­cho ingénito e inenajenable, un derecho preminente sobre los bienes que son necesarios a su conservación. . .

Todos los políticos están convenidos en que los bienes territo­riales, fuera de los que se llaman comunes, pertenecen por un derecho superior a toda excepción, a las sociedades o cuerpos políticos establecidos en su recinto, y este es el fundamento de esas leyes sabias y humanas que señalan una porción de tierra competente a los pueblos que carezcan de ellas, aún cuando esas tierras pertenezcan a otros particulares por una posesión inme­morial... Pues si las leyes no refrenasen oportunamente esos excesos y se dejase a los propietarios una libertad ilimitada en virtud del derecho de propiedad ¿no se seguirían las terribles calamidades que son consiguientes a la hambre y escasez? ¿No se verían violadas las leyes, atropelladas las autoridades, expues­tas la seguridad personal y la muchedumbre incapaz de sujeción por ser compelida de la indigencia?

En vista de unas verdades tan manifiestas es difícil encon­trar la razón en que se fundan algunos labradores y cosecheros para ocultar sus semillas, esperando el tiempo de la mejor venta. . .

Los primeros expendedores de granos son ordinariamente los hacenderos pobres que necesitan dinero para la habilitación de sus labores; son aquellos que poseen pequeños terrenos y que hallándose alcanzados las más veces no pueden sacar de sus po­sesiones todo el (beneficio) que ellas darían teniendo los soco­rros necesarios. A l contrario, el hacendado opulento, el que tiene proveídas sus arcas de moneda, el que habiendo ocurrido a todos los gastos que exige una grande hacienda ha sacado de ella todo lo que puede producir, el que por último n i dejará de subsistir con esplendidez n i hará parar las labores por fal­ta de venta, éste es el que suele incurrir en la retención de

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granos y el que acostumbrado al regalo se ha h e d i ó insensible a la miser ia en que p o r su causa yacen sumergidos los d e m á s . . .

Fácilmente se conoce ya que las ventajas que logran los ocultadores de granos en sus ventas tardías son el resultado de la estudiosa retardación de éstas, son el fruto de los criminales arbitrios que para ello emplean, y no, como aseguran, de las circunstancias del tiempo,8

Así , a fines de la Colonia , al mismo t iempo que el l a t i ­fund io se expande, que se suceden terribles y devastadoras crisis agr íco las y que las práct icas m o n o p ó l i c a s se vuelven m á s intolerables, crecen el n ú m e r o y el tono de las crít icas contra el l a t i f u n d i o y sus deformaciones, hasta c u l m i n a r con el ataque a su fundamento : e l derecho de propiedad.

La crítica de la, situación agraria y el rompimiento de la unidad en la oligarquía

Por o t ra parte, lo i m p o r t a n t e en esas críticas no es su vo­l u m e n , sino su procedencia. Los críticos del l a t i f u n d i o y del acaparamiento de granos en esta época son pr inc ipa lmente los miembros de la o l i g a r q u í a colonia l . Por pr imera vez algu­nos de sus miembros m á s prominentes expresan que sus inte­reses no coinciden con el de los hacendados y manif iestan p ú b l i c a m e n t e su desacuerdo contra el l a t i f u n d i o y las prác­ticas m o n o p ó l i c a s . L a respuesta de los hacendados, que no tarda en venir , hace t o d a v í a m á s profundas esas diferencias en el seno de la o l i g a r q u í a .

pEntre 1785 y 1810 los grandes hacendados hablan en efec­to de " r u i n a y decadencia" de l a agr icul tura . Pero las razo­nes que dan para expl icar esa r u i n a son todas ajenas al "esforzado gremio de labradores" . H e a q u í la pr imera , que r e p e t i r á n incansablemente sus sucesores en el siglo XIX: la ociosidad, desidia, indolencia , y en suma, " l a n i n g u n a ap l i -

8 Diario de México. Marzo de 1806, núms. 157, 159, 161, 163, 165, 166 y 171. Artículo t i tu lado "Reflexiones sobre el derecho de propiedad".

L O S Ú L T I M O S A Ñ O S D E L V I R R E I N A T O 491

cac ión que ponen los indios y d e m á s castas en l a agr icultura ' ; . A lgunos hacendados d i r á n t ambién , como los liberales del siglo XIX, que la causa de que los indios "se entreguen a la ociosidad y abandonen el cu l t ivo de las t ierras" radica en la excesiva protecc ión que les otorgan las leyes. Pero la ma­yor í a co inc id i rá en a f i rmar que una de las principales causas de la "decadencia de la agr icul tura y carest ía de las cosas m á s necesarias",

. . . h a sido la p r o h i b i c i ó n que ú l t i m a m e n t e se p u b l i c ó (1785) de no poder f i a r a los ind io s de cinco pesos para a r r iba . Ellos, con­forme a u n a a n t i g u a costumbre, p e d í a n h a b i l i t a c i ó n an t i c ipada de m a y o r cant idad a cuenta de su t raba jo y los labradores y ganaderos, p o r n o carecer de gente en sus operaciones precisas, h a c í a n esos p r é s t a m o s , en unas partes en reales efectivos y en otras en r o p a s . . . , pero hab iendo fa l tado esa h a b i l i t a c i ó n , ha fa l lado t a m b i é n e l t raba jo de los indios , p o r q u e és tos e n m u ­chas partes d e l r e i n o nada q u i e r e n hacer s ino se les a n t i c i p a a b u n d a n t e m e n t e l a paga, a n o ser en aquellos casos que los precisa la necesidad de m a l c o m e r . . . p o r este m o t i v o . . . hay algunos l a b r a d o r e s . . . resueltos a abandonar la a g r i c u l t u r a . . . 9

A veces los agricultores se que jan t a m b i é n del desinterés y ociosidad de los e spañoles recién llegados, que repelen los oficios y el t rabajo de los campos. Pero estas críticas p r o n t o van dejando el lugar a otras m á s trascendentes, que atacan las deformaciones del sistema colonia l . As í , cuando los agri­cultores se ven por u n lado abrumados por las quejas que despiertan sus práct icas m o n o p ó l i c a s , y por o t r o impotentes para evitar los efectos de la ca ída b r u t a l de los precios en los a ñ o s de buenas cosechas, se vuelven no contra las l imi tac io­nes estructurales del mercado que no pueden modi f icar , sino contra la po l í t i ca de la Corona que hace m á s dif íci l el co-

9 Luis CHÁVEZ OROZCO (Ed.) , Cuadro de la situación económica novo-hispana (Documentos para la Historia Económica de México, Vo l . I I , 1934) , pp. 69-70.

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mercio i n t e r i o r y opone u n a barrera a la e x p o r t a c i ó n de los excedentes. 3 0

L a crít ica mayor de los hacendados, s in embargo, no se concentró tanto en las l imitaciones del comercio i n t e r i o r , como en los obs tácu los que la Corona o p o n í a a l "comercio de unas posesiones con otras". Para los agricultores de l a Nueva Es­p a ñ a eran " i n f i n i t o s los ramos que con ap l i cac ión p o d r í a n enriquecer e l re ino y dar salida a varios frutos para las islas [de l Caribe] y a ú n para la E u r o p a . . . ¿Cuánto s surt imientos t a n cuantiosos de harinas p o d r í a n hacer los cosecheros para la Habana y d e m á s Islas si se les auxiliase y se les quitase los impedimentos que t ienen para poderlo ejecutar?" A l reflexio­nar sobre estas l imitaciones , u n c o n t e m p o r á n e o l legó a decir:

L o que se saca . . . de las observaciones referidas es que, a

e x c e p c i ó n de las granas y a ñ i l e s que se ex t raen en r e t o r n o de

los g é n e r o s y f ru tos de l a Europa , los d e m á s ramos que d e b í a n

hacer u n comercio r e c í p r o c o entre los dos reinos apenas alcan­

zan a l s u r t i m i e n t o de e s t e . . . Dios n o l o p e r m i t a , pero e l des­

cuido con q u e se m i r a n estos d o m i n i o s en estos p u n t o s t a n

esenciales, n o i n d i c a otros fines que l a d e s o l a c i ó n y u n a catás­

trofe f u n e s t a . . . ¡ P o b r e r e i n o ! 1 1

Esos impedimentos , como lo s e ñ a l a b a n los hacendados, no los h a b í a creado la Naturaleza, sino la pol í t ica comercial de l a Corona: eran las alcabalas e impuestos que gravaban l a ex t racc ión de los productos ; la pol í t ica de favorecer a unas colonias en d e t r i m e n t o de otras; la p r o h i b i c i ó n de intercam­b ia r productos entre las colonias, y las guerras en que se em­p e ñ a b a la m e t r ó p o l i y que elevaban excesivamente los art ícu­los de i m p o r t a c i ó n e i m p e d í a n la salida de los productos nativos. Por el lo , para sacar a la agr icu l tura de l a decadencia en que d e c í a n que se encontraba, p e d í a n la supre s ión de to­das las l imitac iones originadas por esa po l í t i ca : que "se p r o h i -

10 ibid., p . 75. 11 H I P Ó L I T O VILLARROEL, México por dentro y juera bajo el gobierno

de los virreyes. México, Imprenta del C. Alejandro Valdez, 1831, p. 140.

LOS ÚLTIMOS AÑOS DEL VIRREINATO 493

b a n rigurosamente las introducciones extranjeras en nuestras islas de Bar lovento de aquellos frutos que per judican a los de este r e i n o " ; que se q u i t e n las trabas a l comercio exter ior y se reduzcan los impuestos y "derechos [pr inc ipa lmente el de alcabala], supr imiendo tota lmente los del ma íz y los que se cargan sobre aquellos efectos [utensilios de labranza] que se d i r i g e n a las haciendas y labores"; y " l i b e r t a d conveniente de emplear la t ierra en los usos m á s provechosos para el r e i n o " .

I De esta manera, a l buscar los hacendados argumentos que los defendieran de la creciente cr í t ica que se a b a t í a sobre ellos, poco a poco fueron pasando a l a disidencia, pero m u ­cho m á s seria, porque atacaba los intereses de l a m e t r ó p o l i y a b r í a u n boquete m á s en la u n i d a d de la o l i ga rqu ía .

Los hacendados no eran los ún ico s que se sent ían agra­viados por l a pol í t ica de la m e t r ó p o l i . Los comerciantes del poderoso Consulado de l a c iudad de M é x i c o h a b í a n hecho de l a cr í t ica una act iv idad po l í t i ca y algunos no ocultaban su franca r e b e l d í a a las leyes sobre l i b e r t a d de comercio impues­tos por l a Corona. Los mineros, que estaban en mejor situa­c ión , cont inuamente se que jaban p o r las p é r d i d a s que les ocasionaba el m o n o p o l i o del azogue o las frecuentes guerras que les i m p e d í a n exportar sus metales y rec ib i r instrumentos europeos. Nada tiene pues de e x t r a ñ o que en los escritos que c r i t i c a n las trabas que se oponen a l desarrollo de la Colonia , aparezcan unidos comerciantes, mineros y hacendados, aun­que siempre encabezados por los primeros . U n ejemplo es el famoso i n f o r m e que el Consulado de comerciantes de Mé­x ico e n v i ó a l rey en 1788 (editado por L u i s Chávez Orozco con el t í tu lo de Cuadro de la economía novo-hispana en 1788). O t r o , m á s ampl iamente d ivulgado , l o constituyen los escritos de A b a d y Queipo y de H u m b o l d t , cuyas críticas a l a p o l í t i c a e c o n ó m i c a de l a m e t r ó p o l i reproducen las que re­cogieron directamente de los miembros de l a o l i ga rqu ía .

Por o t r a parte, el desarrollo e c o n ó m i c o de los años 1770-1800 y l a po l í t i ca de l i b r e comercio a l a que entró l a Nueva E s p a ñ a desde 1789, i m p u l s a r o n y forta lecieron intereses eco-

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n ó m i c o s que pronto se opusieron a los de la m e t r ó p o l i . U n e jemplo, aunque t o d a v í a no estudiado, es el de los propie­tarios de obrajes y talleres de manufacturas populares de a l g o d ó n y lana que, gracias a las guerras en que se v i o com­p r o m e t i d a la m e t r ó p o l i en el ú l t i m o cuarto del siglo XVIII, gozaron de u n a barrera proteccionista que a l entó l a e x p a n s i ó n de sus productos. E n 1802, cuando los comerciantes de la p e n í n s u l a se enteraron de que los obrajes y ar te sanías de la Nueva E s p a ñ a se h a b í a n m u l t i p l i c a d o enormemente y esta­ban produciendo ar t ículos que antes se i m p o r t a b a n , p i d i e r o n que se supr imieran . Este problema, y la controversia que sus­citó, m o s t r ó una vez m á s a los novohispanos que el desarrollo de la C o l o n i a chocaba abiertamente con el interés de la me­trópol i .

O t r o caso, m á s conocido, fue el ascenso de u n nuevo grupo de comerciantes criollos y provincianos, como consecuencia de las leyes sobre l i b e r t a d de comercio que arrebataron el mo­n o p o l i o de la venta de productos importados a los comercian­tes de la c iudad de M é x i c o . A p a r t i r de entonces (1789), los comerciantes de Veracruz, Puebla, Guadala jara y otras regio­nes del nor te demandaron la creación de consulados inde­pendientes en sus propias provincias, en t ra ron en pugna con los "monopolis tas de l a c iudad de M é x i c o " , que estaban u n i ­dos con los monopolistas de Cád iz , e in tegraron u n grupo desligado de los intereses de la m e t r ó p o l i .

L a o p o s i c i ó n de intereses met rópo l i - co lon ia y el surgi­m i e n t o de nuevos grupos cuyas actividades entraban en con­f l i c to con los intereses de la o l i g a r q u í a co lonia l , favoreció la causa de los criol los . Para éstos, en tanto que desplazados por los e spaño le s de los principales cargos civiles, mi l i tares y re l i ­giosos, era evidente que h a b í a una o p o s i c i ó n fundamenta l entre el interés de la m e t r ó p o l i y el de la Colonia . Pero los nuevos grupos emergentes, y algunos miembros importantes de la o l i g a r q u í a sólo empezaron a aceptar esa rea l idad cuan­do v i e r o n que la Colonia , a pesar de las guerras que la man­ten ían p r á c t i c a m e n t e incomunicada de la pen ínsu la , se des­arrol laba a u n r i t m o sorprendente. A fines de l siglo XVIII, la

LOS Ú L T I M O S AÑOS D E L V I R R E I N A T O 495

c e r t i d u m b r e de que la Colonia p o d í a sobrevivir indepen­d ientemente de la m e t r ó p o l i h a b í a cobrado adeptos en los pr incipa les grupos y clases de l a Nueva E s p a ñ a . Y precisa­m e n t e en el momento en que esta idea comenzaba a echar ra í ce s firmes entre los americanos, l a Corona les p r o p o r c i o n ó el a rgumento que convir t ió esa idea en u n a verdad irreba­t i b l e .

E l 12 de dic iembre de 1804 esta l ló la guerra entre E s p a ñ a e I n g l a t e r r a y esto agud izó la ya precaria s i tuac ión económi­ca de la m e t r ó p o l i . Como otras veces, la Corona buscó resol­ver sus dif icultades financieras acudiendo a las colonias. Pero en esta oca s ión , en lugar de los p ré s t amos voluntar ios o for­zosos a que generalmente recurr ía , el 26 de dic iembre de 1804 e x p i d i ó u n a real cédu la que mandaba recoger, en calidad de p r é s t a m o , el capital que se sacara de l a venta de los bienes ra í ce s que pose í a la Iglesia, así como el capi ta l c irculante que é s t a pose í a o administraba en las colonias. A cambio de ello o f rec í a regresar los capitales y pagar u n tres por ciento anual sobre la cant idad to ta l tomada en p r é s t a m o , garantizando el pago de la deuda mediante la hipoteca de la renta del tabaco, de l impuesto de alcabalas y del resto de sus ingresos hacen-darios.

La Real cédula de Consolidación, o Real cédula sobre ena­jenación de bienes raíces y cobro de capitales de capellanías y obras pías para la consolidación de vales se h a b í a aplicado ya en E s p a ñ a , en 1798. A h í tuvo al parecer buenos resultados p o r q u e la p r i n c i p a l r iqueza de la Iglesia la cons t i tu ían sus bienes ra íces y no sus capitales; de manera que al confiscar y vender esas propiedades el Estado obtuvo u n doble bene­f i c i o : por u n lado conseguir d inero para sus arcas, y por o t ro t ransfer i r l a p rop iedad de "manos muertas" a "manos vivas", es decir, a los particulares, a quienes para alentarlos a la compra de las propiedades confiscadas se les e x i m i ó del pago de impuestos. Pero en la Nueva E s p a ñ a la s i tuac ión era ra­d ica lmente diferente. Mientras que la prop iedad raíz de la Iglesia se estimaba entre 3 y 5 mi l lones de pesos (cifra m u y d i s c u t i b l e ) , los capitales por concepto de cape l l an ía s y obras

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pías que el la adminis traba se calculaban en m á s de 45 m i l l o ­nes. Pero l a diferencia mayor entre l a Iglesia de l a m e t r ó p o l i y la de la Co lon ia era que en la Nueva E s p a ñ a esos capi­tales, en lugar de permanecer inmóvi le s o consumirse en "manos muertas" , eran prestados por los juzgados de cape­l l an ía s y conventos a miles de agricultores y a u n n ú m e r o m á s reduc ido pero i m p o r t a n t e de mineros, artesanos y co­merciantes. E n otras palabras, l a ap l i c ac ión en la Nueva E s p a ñ a de la real c é d u l a de conso l idac ión e q u i v a l í a a segar la p r i n c i p a l fuente de crédi to de la agr i cu l tura y de otras actividades económicas importantes . Peor t o d a v í a : como la m a y o r í a de las haciendas y ranchos de l a Co lon ia estaban sobrecargadas de censos y cape l l an ía s y u n a gran parte de sus d u e ñ o s eran insolventes o incapaces de r e d i m i r esas hipote­cas, la exigencia de pagar esas deudas para enviar el capi ta l a la Corona e q u i v a l í a a incautar esas propiedades y a r r u i ­nar a sus propietar ios de una vez y para siempre. Por últi­mo, la rea l cédula , a d e m á s de poner en crisis la e conomía , se presentaba como el golpe m á s terr ib le y j a m á s osado antes contra la Iglesia novohispana, el p i l a r m á s estable y respe­tado de l a sociedad colonia l . De a h í que, como l o expresara A b a d y Queipo, la e x p e d i c i ó n de esta c é d u l a fuera consi­derada por los novohispanos como " e l m á s grande, el m á s grave y el m á s interesante de cuantos [ p r o b l e m a s ] . . . se h a n ofrecido en l a Nueva E s p a ñ a desde la conquista hasta h o y " . 1 2

E l resultado fue impres ionante : p o r p r i m e r a vez una de­cis ión de l a Corona casi p r o d u j o la u n a n i m i d a d en l a Co­l o n i a . . . pero contra la m e t r ó p o l i . C o n l a e x c e p c i ó n del alto clero, de los funcionarios y de l consulado de comerciantes de M é x i c o , casi todos los grupos y clases de l a sociedad co lonia l o l v i d a r o n por u n m o m e n t o las diferencias que los separaban y presentaron u n frente u n i d o a la ap l i cac ión de

12 para lo anterior y lo que sigue sobre la Real Cédula de Conso­lidación, véanse R O M E O FLORES CABALLERO, La contrarrevolución en la Independencia. México, E l Colegio de México, 1969, pp . 28-65. Estas pá­ginas contienen el único estudio publicado sobre u n tema tan importante.

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la rea l cédula . E l rechazo y la protesta se expresaron en d i ­versas formas que t o d a v í a no h a n sido estudiadas, pero su m a n i f e s t a c i ó n m á s conocida fueron las famosas Representa­ciones d ir igidas al rey y a l v i r rey por los grupos m á s afecta­dos: representac ión de los labradores y comerciantes de V a l l a d o l i d de M i c h o a c á n ; del Real T r i b u n a l de M i n e r í a ; d e l A y u n t a m i e n t o de la c iudad de M é x i c o ; del cabildo ecle­s iá s t ico de M i c h o a c á n ; de los labradores y comerciantes de T e h u a c á n ; de los labradores de M é x i c o ; del A y u n t a m i e n t o de Puebla; de l A y u n t a m i e n t o de P á t z c u a r o ; del A y u n t a ­m i e n t o de V a l l a d o l i d . . . E n todas esas Representaciones ( t o d a v í a no publicadas, a pesar de su impor tanc ia e n o r m e ) ,

las protestas contra la ap l i c ac ión de la real cédu la se d ie ron la m a n o con viejos y grandes agravios que los afectados se sin­t i e r o n obligados a representar en ese m o m e n t o : Se acusa a l rey de desconocimiento de la rea l idad novohispana; se pone en duda su catolicismo; se hace b u r l a de los "beneficios" cjue otorga a las colonias; le advierten que la real c é d u l a s ó l o p r o d u c i r á la p é r d i d a de vasallos y fieles para el Estado y l a Iglesia; le recuerdan que la Nueva E s p a ñ a c o n t r i b u í a m á s de lo que d e b í a a la m e t r ó p o l i (más de 8 mil lones anua­les) s in rec ib i r beneficios; le anunc ian la r u i n a i n m i n e n t e que afectará a la agr icu l tura y a la e c o n o m í a en general como consecuencia de la ap l i c ac ión de l real decreto; y de paso analizan la s i tuac ión de la C o l o n i a y proponen otras medi­das para impulsar su desarrollo y ayudar a la Corona.

C o n todo, n i esas n i otras protestas i m p i d i e r o n que se apl icara en la Nueva E s p a ñ a l a real c é d u l a de conso l idac ión , que estuvo vigente de l 6 de septiembre de 1805 al 14 de enero de 1809, en que la Regencia, de spués de examinar " m u y detenidamente las representaciones de varios cuerpos y muchos part iculares" , o r d e n ó que cesaran sus efectos. E n ese lapso se depositaron en las cajas de conso l idac ión alre­dedor de 12 mil lones de pesos, s e g ú n las estimaciones m á s fundadas. Esa cant idad no resolv ió , n i m u c h o menos, los pro­blemas económicos de l a m e t r ó p o l i . E n cambio, como l o a d v e r t í a n las representaciones, p r o v o c ó una crisis económica ,

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l l e n ó de temor a los novohispanos por el f u t u r o del país , c reó desafecciones y aceleró los procesos que se venían ges­tando.

Para la agr icul tura de la Nueva E s p a ñ a , la ap l i cac ión de l a real c é d u l a fue una catástrofe que afectó tanto a los gran­des hacendados como a los p e q u e ñ o s labradores, pero espe­cia lmente a estos ú l t imos . L a real c é d u l a d i s p o n í a que todas las fincas urbanas y rurales gravadas con hipotecas o censos pertenecientes a capitales de cape l l an ía s y obras pías , debe­r í a n c u b r i r de inmedia to el i m p o r t e de los rédi tos vencidos, entregando una parte del adeudo al contado y la otra en plazos. E n caso de que los adeudos n o fueran pagados por l o menos hasta una tercera parte del to ta l , la real cédu la ordenaba que se remataran las propiedades. Así , por efecto de la v o l u n t a d de u n monarca distante que ignoraba la si­t u a c i ó n de la Colonia , los agricultores se enfrentaron a la mayor crisis de su historia , pues la m a y o r í a tenía gravadas sus haciendas y ranchos con censos e hipotecas que databan de muchos años atrás . Los m á s ricos, como el heredero del m a r q u é s de Santa Cruz de Iguanzo, el m a r q u é s de San M i ­gue l de Aguayo, el mariscal de Castil la, los herederos del m a r q u é s de l Val le y del m a r q u é s de Rivascacho, el m a r q u é s de la Co l ina , Gabr ie l de Yermo, Diego R u l l , M a n u e l R i n c ó n Ga l l a rdo , los hermanos Fagoaga, el m a r q u é s de U l u a p a y muchos otros grandes propietarios fueron obligados a pagar cantidades que f luctuaban entre 450 000 y 20 000 pesos. Pero estos ricos propietarios, aunque protestaron y entabla­r o n pleitos, p u d i e r o n pagar esas sumas porque sus propie­dades, a d e m á s de inmensas, eran de las mejores del país , y porque muchos de ellos eran acaudalados mineros y comer­ciantes. E n cambio, para los medianos y p e q u e ñ o s agricul­tores la rea l cédu la no p o d í a s ignif icar o t ra cosa m á s que r u i n a o p é r d i d a de sus propiedades, como lo prueba la larga serie de noticias publicadas en las Gazetas de México y el Diario de México sobre remates y subastas de ranchos, ha­ciendas y ganado. Muchos de ellos, como dec ían franca­mente los labradores de Tepeaca, n o p o d í a n pagar sus h i -

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potecas " n i en uno , n i en diez, n i en cincuenta a ñ o s " ; pero somet i éndose a la rea l orden, p o n í a n sus propiedades a dis­pos i c ión del monarca para "venderlas, quemarlas, y use de ellas". Por o t ra parte, los que p u d i e r o n pagarlas vendiendo otros bienes, quedaron sin fondos para habi l i tar las , de ma­nera que gran parte de las medianas y p e q u e ñ a s propiedades que n o fueron rematadas redu je ron sus cultivos o quedaron eriazas. Esta s i tuac ión te r r ib le que p a d e c i ó la agr i cu l tura entre 1805 y 1809 expl ica en parte el ascenso inconten ib le de los precios de los productos agrícolas en esos años , que a su vez p r o v o c ó mayor tens ión y descontento en el campo y en las ciudades.

L a miner ía , el comercio y las manufacturas, aunque me­nos afectadas que la agr icul tura , res int ieron sin embargo la r e d u c c i ó n del capi ta l c i rculante por causa de los pagos a las cajas de conso l idac ión , lo cual " m i n o r ó el g i ro de los nego­cios" y para l i zó muchas actividades. A d e m á s , como algunos de los más prominentes mineros y comerciantes p o s e í a n enor­mes haciendas cargadas de hipotecas, t u v i e r o n que sustraer cap i ta l de sus actividades productivas para r e d i m i r sus deu­das. Con todo, puede decirse que los efectos m á s sensibles de la ap l i cac ión de la real c é d u l a de conso l idac ión no fueron económicos , sino m á s b i e n sociales y pol í t icos .

Pasado el m o m e n t o en que los grupos afectados por la real cédu la parecieron unirse para protestar contra su apl i ­cac ión, cada u n o a p r o v e c h ó el malestar que ésta h a b í a pro­pagado para promover sus intereses y a f i rmar su s i tuac ión po l í t i ca en re l ac ión con los otros grupos y la m e t r ó p o l i . E n este sentido la real c é d u l a de conso l idac ión fue u n reactivo que def in ió los grupos en pugna y clarif icó sus intenciones.

a real c é d u l a de conso l idac ión volv ió n í t ida , por ejem­plo , la p r o f u n d a d iv i s ión que esc indía a la Iglesia, tanto en el aspecto e c o n ó m i c o y social (alto y bajo c l e ro ) , como en las ideas que sustentaban algunos de sus miembros . C o n excepc ión de los obispos y cabildos eclesiásticos de Michoa-c á n y Puebla, que se manifestaron en contra de la real orden, los d e m á s miembros de l a l to clero la apoyaron expresamente,

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o le d ie ron su apoyo tácito , reconociendo así su l iga con los intereses de la m e t r ó p o l i , a los que d e b í a n su pos ic ión p r i ­vilegiada. E l arzobispo, Francisco Javier Lizana, q u i e n poco m á s tarde sería n o m b r a d o v irrey , f o r m ó parte incluso de la j u n t a encargada de hacer c u m p l i r la real orden. E n cambio, la Representación f i rmada por A b a d y Queipo, que expre­saba la o p i n i ó n de los hacendados y comerciantes de Val la-d o l i d , pero sobre todo las ideas liberales de la Iglesia de esa reg ión , fue considerada por los encargados de aplicar l a o rden como "sumamente irrespetuosa e insolente" , casi sub­versiva, pues h a c í a u n repaso de los males que p a d e c í a la Co lon ia a t r ibuyendo su or igen a l a admin i s t r ac ión de l a m e t r ó p o l i . Esa crít ica, no hay que o lv idar lo , d e b i ó ser escuchada por los curas y pár rocos de las villas y pueblos m á s pobres; d e b i ó de haber alentado a curas que, como H i ­dalgo, a d e m á s de par t i c ipar de esas ideas, fueron t a m b i é n afectados en sus bienes por la real c é d u l a de conso l idac ión . Por ú l t i m o , esa d iv i s ión de intereses e ideas que m i n a b a a l a Iglesia le i m p i d i ó considerar, en tanto que cuerpo e ins­t i tuc ión, e l s ignificado p r o f u n d o que e n t r a ñ a b a la real cé­d u l a : el ataque de l Estado a los privi legios tradicionales de l a Iglesia. Só lo e l cabi ldo eclesiást ico de V a l l a d o l i d a l u d i ó a l tema sobre el cual g i r a r í a g ran parte de la v i d a del pa í s d e s p u é s de consumada la independencia : " ¿ Y nos podremos lisonjear [decían sus representantes] con la seguridad de que n o se p e n s a r á en nuevas exacciones, y que en lo sucesivo gozaremos de qu ie ta y pac í f i ca poses ión del resto de nues­tros bienes?"

Por su parte, el g r u p o de criol los que se h a b í a atrinche­rado en el cabi ldo de l a c iudad de M é x i c o , encontró en el descontento que p r o d u j o l a rea l c é d u l a de conso l idac ión la o p o r t u n i d a d de hacer escuchar su voz. E n su Representación los criollos h i c i e ron constar su o p o s i c i ó n a l a real orden, f u n ­dados en los m ú l t i p l e s d a ñ o s que rec ib i r í a el pa í s y solici­t a ron que fuera revocada. E l v i r rey r e s p o n d i ó que las órde­nes eran terminantes , les r e c o m e n d ó se excusaran de tomar "voz por e l r e ino t o d o " , y los acusó de e m i t i r juic ios "de-

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masiado avanzados" en re lac ión a los d a ñ o s que p r o d u c i r í a el c u m p l i m i e n t o de la real orden. N o obstante, la au tor idad de l v i r r e y t a m b i é n fue puesta a prueba en esta ocas ión, y no t an to por los criollos, como por los comerciantes del Consu­lado de M é x i c o , los oidores de la real audiencia y los altos funcionar ios que integraban la élite de l a o l i g a r q u í a espa­ñ o l a en la Colonia . Este grupo poderoso si b i e n a p r o b ó la e j e c u c i ó n de la orden, acusó al v i r rey de l levar la a cabo con demasiada rigidez y de aumentar el descontento contra la m e t r ó p o l i . D e t r á s de esas acusaciones estaba el hecho de que el v i r r e y I t u r r i g a r a y , apoyado en E s p a ñ a por el g rupo de Godoy , que era opuesto al de los comerciantes y funciona­rios, se res i s t ía a plegarse a los intereses de éstos, que t rad i -c iona lmente or ientaban la pol í t ica de los virreyes en la C o l o n i a . Esta pugna sorda entre criollos, e spaño le s y v i r rey fue u n a p r e m o n i c i ó n de lo que ocurr i r í a m á s tarde. E n 1808, el e jérc i to francés i n v a d i ó E s p a ñ a y o b l i g ó a los reyes a abdicar la Corona en favor de N a p o l e ó n . Los criollos, to­m a n d o o t r a vez la "voz por todo el r e i n o " , so l ic i taron la r e u n i ó n de u n congreso integrado por los cabildos que diera s o l u c i ó n a l prob lema creado por l a p r i s ión de los reyes. E l v i r r e y I t u r r i g a r a y , sin apoyo f i rme en E s p a ñ a , pa rec ió acce­der a la p e t i ó n de los criollos y esto p r o v o c ó la reacc ión u n i f i c a d a de l g rupo e spaño l (comerciantes, funcionarios , la­t i fundistas y alto c l e ro ) , que por mano precisamente de u n l a t i fundi s ta , Gabr ie l de Yermo, depuso a l v i r rey y e n c a r c e l ó a los criollos del cabi ldo de M é x i c o que ya ma­q u i n a b a n u n a consp i rac ión .

E n t r e los papeles incautados a l padre M e l c h o r de Ta la ­mantes, p r i n c i p a l conspirador j u n t o con el l icenciado P r i m o de V e r d a d y Francisco Azcára te , se e n c o n t r ó u n proyecto a l que se ha l l amado " P l a n de Independencia" . E n él se apun­t a n algunas ideas que h a b r í a n de ejecutarse en caso de t r i u n ­far l a causa de los conspiradores. Las ún ica s que se ref ieren a l p r o b l e m a de la t i e r ra son las siguientes:

502 ENRIQUE FLORESCANO

8. Extinguir todos los mayorazgos, vínculos, capellanías y cualquiera otras pensiones pertenecientes a individuos existen­tes en Europa, incluso el estado y marquesado del Valle.

10. Extinguir la consolidación, arbitrar medios de indemni­zar a los perjudicados, y restituir las cosas a su estado primitivo.

11. Extinguir todos los subsidios y contribuciones eclesiás­ticas, excepto las de media anata y dos novenos.

12. Arreglar los ramos de comercio, minería, agricultura e industria, quitándoles las trabas.13

Es evidente que en el texto citado no f i g u r a n los dos problemas agrarios principales de l a é p o c a : e l l a t i fund i smo y la s i tuac ión de los indios . E l p u n t o 8 se refiere a una de las formas que a s u m i ó el l a t i f u n d i o , el mayorazgo, pero só lo propone la s u p r e s i ó n de los pertenecientes a i n d i v i d u o s ra­dicados en Europa . E l 10 parece querer restaurar l a i n f l u e n ­cia que tenía la Iglesia sobre el crédi to agr íco la , a l reco­mendar " r e s t i t u i r las cosas a su estado p r i m i t i v o " . E l 11, sin embargo, parece sugerir la supre s ión del diezmo, que era una de las principales contribuciones que se pagaban a la Igle­sia. Por ú l t i m o , las expresiones del p u n t o 12, "arreg lar " las principales actividades económicas de la Colonia , entre ellas la agr icu l tura , " q u i t á n d o l e s las trabas", parecen refe­rirse a las alcabalas y d e m á s derechos que las en torpec í an . E n suma, nada hay a q u í sobre el problema de los indios s in tierras; nada sobre el l a t i f u n d i o ; nada sobre los peones de las haciendas; nada sobre el m o n o p o l i o de granos que ejer­cían los hacendados y acaparadores en todas las ciudades del re ino. Claro, se trataba de u n proyecto de conspiradores y n o de u n programa de gobierno. Sin embargo, en todo él se per­cibe esa reticencia que m o s t r a r á m á s tarde el c r io l lo para abordar el prob lema agrario.

1 : ' J . E . HERNÁNDEZ Y DÁVALOS, Colección de documentos para la his­toria de la guerra de Independencia de México de 1808 a 1821. México, 1877, 6 vols. t . I , p. 493.

LOS Ú L T I M O S AÑOS D E L V I R R E I N A T O 503

De la esperanza a la frustración, 1810-1821

E l problema agrario, sin embargo, estaba m á s presente que nunca en la Nueva E s p a ñ a de esos años . Desde 1790 los precios de los productos agr ícolas no h a b í a n cesado de au­mentar y en todas las ciudades crecía el n ú m e r o de reven­dedores y las crít icas contra ellos. E n el campo, una s e q u í a tenaz a b a t i ó las sementeras en 1808, 1809 y 1810 y convi r t ió a los indios en hombres hambrientos y desesperados. E n sep­t iembre de ese ú l t i m o año , cuando la crisis agr ícola era m á s intensa, el cura H i d a l g o lanzó en Dolores el g r i to que des­a t ó la esperanza en esa masa de miserables. N o p r o n u n c i ó la palabra t ierra ; b a s t ó con que denominara al opresor para que los indios de los pueblos y los s in t ierra , los vagabundos y los peones de las haciendas, se un ie ran a él e integraran ese grupo que sólo los insurgentes se atrevieron a l l amar e jérc i to . E l contingente que sa l ió con H i d a l g o de Dolores apenas sumaba 600 hombres semidesnudos y casi s in armas; dos días de spués llegaba a 5 000; a los cinco d ías de c a m p a ñ a eran 8 000 y al mes c o m p o n í a n u n e jérc i to de 80 000 hom­bres, en su mayor parte de indios e ind iv iduos de las castas. Sus capitanes y oficiales, en cambio, eran todos criollos. E n V a l l a d o l i d (hoy M o r e l i a ) , el centro de donde salieron las ideas liberales de A b a d y Queipo y del obispo San M i g u e l y donde fue educado H i d a l g o , se proc lamaron los primeros decretos sociales de la insurgencia: abo l i c ión de la esclavi­t u d , del t r i b u t o y de las cargas que pesaban sobre indios y castas. Pero nada se d i j o de la t ierra . Sin embargo, los indios s iguieron combatiendo. Só lo hasta llegar a Guadalajara, casi a l cumplirse tres meses de c a m p a ñ a , H i d a l g o tocó el pro­blema de la t ierra en el siguiente decreto:

DON MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA, GENERALÍSIMO DE AMÉRICA, ETC. Por el presente m a n d o a los jueces y justicias d e l d i s t r i t o de

esta capi ta l , que i n m e d i a t a m e n t e procedan a l a r e c a u d a c i ó n de las rentas vencidas hasta e l d í a , p o r los a r rendamientos de las t ierras pertenecientes a las comunidades de los naturales , para que e n t e r á n d o l a s e n la caja N a c i o n a l se ent reguen a los refe-

5 0 4 E N R I Q U E F L O R E S C A N O

ridos naturales las tierras para su cultivo, sin que para lo suce­sivo puedan arrendarse, pues es m i voluntad que su goce sea únicamente de los naturales en sus respectivos pueblos.

Dado en m i Cuartel General de Guadalajara el 5 de Di­ciembre de 1810.

Por mandato de su Alteza Lic. IGNACIO RAYÓN, Secretario1 4

Este decreto no es, n i de lejos, el documento agrario de donde arranca " e l pensamiento social mexicano" , como afir­m a n algunos historiadores; tampoco puede servir de base para calif icar de " r e v o l u c i ó n agrar ia" al m o v i m i e n t o insur­gente. E l decreto de H i d a l g o , el ú n i c o por cierto que se co­noce de él sobre el problema de la t ierra , se l i m i t a a ordenar que los justicias cobren las rentas vencidas hasta esa fecha a las personas que ten ían arrendadas las tierras de los i n ­dios; y que en lo sucesivo no se arr ienden m á s porque es su v o l u n t a d que sean cultivadas ú n i c a m e n t e por los indios de los pueblos. Es decir, H i d a l g o no manda res t i tu i r las tierras despojadas a los indios , n i ordena que se les dote de nuevas tierras (como p r o p o n í a n las leyes agrarias de A b a d y Queipo y del obispo San M i g u e l ) , n i ataca el l a t i f u n d i o . Simple­mente se l i m i t a a corregir u n a s i tuac ión que observó en los alrededores de Guadala jara y por el lo su decreto sólo ob l i ­gaba a las justicias " d e l d i s t r i to de esta capi ta l " .

Sin embargo, quienes v io lentando la h i s tor ia han quer ido ver en H i d a l g o " u n Zapata de sotana", han encontrado en el s iguiente comentario de A b a d y Queipo sobre el m o v i ­m i e n t o que d i r ig ía H i d a l g o la prueba de que los insurgen­tes estaban animados por "motivaciones agrarias":

. . . en cuanto el cura Hidalgo y sus secuaces intentan persuadir y persuaden a los indios que son los dueños y señores de la tierra, de la cual ios despojaron ios españoles por conquista y que por el mismo medio ellos la restituirán a los mismos indios,

1 4 Documentos para la guerra de Independencia. México, Secretaría de Educación Pública , 1945, p . 19.

LOS Ú L T I M O S AÑOS D E L V I R R E I N A T O 505

e l proyecto d e l cura H i d a l g o const i tuye u n a causa p a r t i c u l a r de g u e r r a c i v i l , de a n a r q u í a y d e s t r u c c i ó n . . . 1 5

Pero esta a f i r m a c i ó n de A b a d y Queipo, ya convert ido en enemigo de la causa insurgente, como otras referencias de l a prensa insurgente y e s p a ñ o l a a l problema de l a t ierra , só lo c o n f i r m a n la ut i l i zac ión de ésta como arma po l í t i ca c ircunstancial , como ins t rumento para atraer a los indios o espantar a los criollos y españoles . D e n t r o de esta caracte­r i zac ión cae t a m b i é n el famoso " p l a n de completa desola­c i ó n " que algunos historiadores le a t r ibuyen a Morelos , y que mandaba des truir "todas las obras de presas, acueductos, caser íos y d e m á s oficinas de los hacendados pudientes, crio­llos o gachupines, porque como se ha dicho, a la corta o a la larga h a n de proteger con sus bienes las ideas del d é s p o t a que aflige a l r e i n o " . Este p lan , como se ve, es u n recurso táct ico y no u n programa agrario. L a prueba es que cuando en e l mismo documento se habla del l a t i f u n d i o y de la con­veniencia de d i v i d i r las grandes haciendas entre p e q u e ñ o s propietarios , n o se alude a los indios . H e a q u í la parte alu­d ida de ese documento :

D e b e n t a m b i é n inut i l i zar se todas las haciendas grandes cu­

yos terrenos l a b o r í o s pasen de dos leguas cuando m u c h o , p o r q u e

e l benef ic io p o s i t i v o de la a g r i c u l t u r a consiste en q u e muchos

se d e d i q u e n c o n s e p a r a c i ó n a benef ic iar u n c o r t o t e r reno que

pueda asistir con su t r aba jo e i n d u s t r i a , y n o e n que u n só lo

p a r t i c u l a r tenga m u c h a e x t e n s i ó n de t ierras in f ruc t í f e ra s , es­

clavizando m i l l a r e s de gentes para que las c u l t i v e n p o r fuerza

e n la clase de g a ñ a n e s o esclavos, cuando p u e d e n hacer lo como

p r o p i e t a r i o s de u n te r reno l i m i t a d o , con l i b e r t a d y benef ic io

suyo y d e l p ú b l i c o . 1 6

C o n todo, l a verdad es que H i d a l g o y Morelos fueron los caudil los de l a insurgencia que m á s cerca estuvieron de

15 LUGAS A L A M Á N , Historia de México. México, Ed. Jus, 1942 , 5 vols. t . I I I , p . 531.

16 Documentos para la guerra de Independencia, Op. cit.} p p . 60-64 .

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l a masa andrajosa y desesperada que los seguía . Esos indios y castas s in tierras, abatidos por tres siglos de servidumbre, fueron los que le d i e r o n al m o v i m i e n t o insurgente su con­tenido popular , su fuerza y su carácter telúrico.

Esa fuerza era algo que brotaba en efecto de la t ierra . Pero no p a s ó m á s a l lá de incendiar haciendas y descabezar gachupines porque sus dirigentes, los criollos, lo i m p i d i e r o n . Desde el p r i m e r instante, cuando H i d a l g o cae en el vér t igo de la r evo luc ión y se ident i f i ca con el pueblo y accede a sus violencias, A l l e n d e y los d e m á s criollos le reclaman su adhe­sión a la fuerza salvaje que amenaza con arrastrarlo y mo­dif icar el sentido de la revo luc ión . L o mismo h a r á n m á s tarde con Morelos los licenciados criollos que lo rodean y que a c a b a r á n por des t i tu i r lo como caudi l lo de la causa po­pular . Y es que los criollos, como repetidamente lo expresan en sus proclamas y manifiestos, só lo q u e r í a n despojar a los gachupines del mando, " s in u l t r a j a r sus personas y hacien­das", s in modi f i ca r el orden de cosas establecido. E n p r i m e r lugar porque lo que ellos buscaban en la independencia era sobre todo u n cambio pol í t ico , no social; en segundo, por­que temían , q u i z á tanto como los españoles , el desbordamien­to de esa masa de desesperados; y en tercero, porque muchos de ellos eran hacendados o hi jos de latifundistas. Por eso, a medida que se fueron alejando de la causa popular le d i e r o n la mano a los miembros de la o l i g a r q u í a que estaban dis­puestos a consumar la independencia sin modi f icar el o rden existente. E n cambio, la causa de los hombres s in t i e r ra se re fug ió en las m o n t a ñ a s , se f r a g m e n t ó en p e q u e ñ a s partidas de jefes y caudil los locales y f ina lmente fue an iqu i l ada por el compromiso que en 1821 sellaron los criollos y los miem­bros de la o l i g a r q u í a . Los historiadores, m á s interesados en los aspectos pol í t icos de "nuestra gesta revo luc ionar ia " , y en aportar su c o n t r i b u c i ó n a l a i d e o l o g í a of ic ia l , h a n o lv i ­dado, al i gua l que los criol los de entonces, esas partidas de desarrapados que con sus guerri l las m a n t u v i e r o n la lucha cuando los e jérc i tos insurgentes fueron derrotados.

E n todo caso, si en algo in f luyó la causa popular , fue

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en l a u n i ó n entre criollos y realistas. Fue a p a r t i r de las depredaciones que los e jércitos de H i d a l g o cometieron en los bienes, propiedades y vidas de los blancos, cuando los cr io l los que d i r i g í an la insurgencia, y los e spañoles y crio­llos que la c o m b a t í a n , comprendieron que aquello p o d í a de­generar en u n a lucha de "proletar ios contra propietar ios" , como dec ía A l a m á n . L a prueba de que n i n g u n o de los dos bandos estaba dispuesto a llegar a esos extremos, es que al consumar jun to s la independencia en 1821 n i siquiera toma­r o n en cuenta los acuerdos que sobre l a t i e r ra propusieron los d iputados a las Cortes de C á d i z , n i los que se p r o m u l ­garan en la Cons t i tuc ión de 1812.

E l 26 de mayo de 1810, las Cortes, reunidas entonces en la isla de L e ó n , exp id ieron u n real decreto que l iberaba a los ind io s de los t r ibutos y cargas que pesaban sobre ellos y or­denaba que se les repar t ieran tierras en los siguientes tér­m i n o s :

Y en cuanto a r e p a r t i m i e n t o de t ierras y de aguas, es igual­

m e n t e nuestra v o l u n t a d que e l v i r r e y , a l a mayor brevedad

pos ible , t o m e las m á s exactas notic ias de los pueblos que tengan

necesidad de ellas, y con arreglo a las leyes, a las diversas y

repetidas c é d u l a s de la mater ia , y a nuestra R e a l y dec id ida vo­

l u n t a d , proceda i n m e d i a t a m e n t e a repar t i r l a s con e l m e n o r per­

j u i c i o q u e sea posible de tercero, y con l a o b l i g a c i ó n a los pue­

blos de ponerlas s in la m e n o r d i l a c i ó n en c u l t i v o . 1 7

Este decreto de las Cortes no fue d ivulgado en la Nueva E s p a ñ a sino hasta que los indios s in t i e r ra abrazaron la causa de H i d a l g o . E l intendente de Guana juato , Juan Ma­n u e l R i a ñ o , lo d io a conocer en el m o m e n t o preciso en que las tropas de H i d a l g o se d i s p o n í a n a tomar por asalto a Gua­na jua to , el 26 de septiembre de 1810, "para volver a ganar, si era posible, los á n i m o s de la gente del pueb lo" . M á s tar-

17 R A F A E L DE A L B A , La Constitución de 1812 en Nueva España. Mé­xico, 1912-13, 2 vols., t . I I , pp . 79-81.

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de, el 5 de octubre de ese mismo año , fue publ icado por el v i r rey Venegas en la capita l con el mismo p r o p ó s i t o .

E l 19 de dic iembre de 1810, mientras la r evo luc ión se propagaba con gran í m p e t u en la Nueva E s p a ñ a , se leyó en las Cortes u n papel de Juan L ó p e z de Cancelada, enemigo jurado de los insurgentes, en que solicitaba "que se conce­diesen ejidos a los pueblos de A m é r i c a que no los t i e n e n " . E l sentido de esta propos i c ión , como de otras semejantes, lo reveló e l d i p u t a d o mexicano G u i r i d i y Alcocer en su inter­venc ión de l 9 de enero de 1811:

¿Y c u á l es l a causa de que haya desaparecido en A m é r i c a la

t r a n q u i l i d a d ? N o es o t r a que las quejas de sus h a b i t a n t e s . . .

S e ñ o r , las proh ib ic iones , las l imi tac iones embarazan m u c h o a los

americanos: su terreno es feraz e n la superf ic ie y r i q u í s i m o en

sus e n t r a ñ a s ; mas se les ha p r o h i b i d o cr iar muchas plantas ¡y

a ú n se les h a m a n d a d o muchas veces aserrar las cepas! E s t á n

dotados de ta lento perspicaz y de i l u s t r a c i ó n nada vulgar , y con

todo , es m u y corto e l n ú m e r o de americanos que e s t á n coloca­

dos con respecto de los europeos, que a l l á ocupan los puestos

superiores, v i r re ina tos , intendencias , togas, grados m i l i t a r e s . . .

E l ú n i c o m o d o de salvar las A m é r i c a s es acud i r a curar esta l la­

g a . . . 1 8

Así , m á s con el deseo de apagar la r evo luc ión que de ha­cer jus t ic ia , las Cortes o torgaron el 9 de febrero de 1811 l i b e r t a d a "los naturales y habitantes de A m é r i c a " para "sem­brar y c u l t i v a r cuanto la naturaleza y el arte Ies proporcio­nase en aquellos climas y del mismo m o d o promover la indus t r i a , manufac tura y las artes en toda su e x t e n s i ó n " . Pero aparte de conceder l i b e r t a d a los criol los para empren­der en las colonias todo t i p o de actividades, las Cortes, y los d iputados mexicanos en part icular , se ocuparon del pro­blema de l a t ierra , pues lo consideraban esencial para impe­d i r que los indios se sumaran a los e jérc i tos de la insurgen-

18 Diario de ¡as sesiones y actas de las Cortes 1810-1813) t . I I , p p . 318-319.

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cia. As í , en l a ses ión de l 4 de a b r i l de 1812, el d i p u t a d o Cas t i l lo propuso:

Que con e l ob je to de hacer a los ind ios propie tar ios y est imu­

lar los a l t raba jo , se les r e p a r t a n porciones de t i e r ra a cada i n d i ­

v i d u o que sea casado o m a y o r de v e i n t i c i n c o a ñ o s . . . e l cual

r e p a r t i m i e n t o d e b e r á hacerse de la m i t a d de tierras de c o m u n i ­

d a d de cada pueblo , y donde n o alcanzare se p o d r á n r e p a r t i r

las realengas o b a l d í a s . 1 9

Esta so luc ión es semejante a l a que p r o p o n í a n A b a d y Que ipo y el obispo de San M i g u e l , pues dispone el reparto i n d i v i d u a l de las tierras de c o m u n i d a d y la ut i l izac ión de las realengas o b a l d í a s cuando a q u é l l a s no fueran suficien­tes. Pero para esas fechas (1812), el problema no sólo era o torgar tierras a los indios , sino a las castas, que con entu­siasmo y en g r a n n ú m e r o se sumaban a l a revoluc ión . Por eso, en la ses ión del 20 de nov iembre de ese año , el d i p u ­tado por Nuevo M é x i c o , Pedro Bautista P ino , dec ía :

Las castas, Señor , los o r i g i n a r i o s d e l A f r i c a , que sin ellos n i

los cabecillas atizadores h u b i e r a n p o d i d o dar u n paso a l a inde­

p e n d e n c i a . . . Estos, que son mi l lones , se h a l l a b a n s in p r o p i e d a d

t e r r i t o r i a l y ahora s in esperanza de tener la j a m á s , s e g ú n e l de­

creto de V . M . de 13 de marzo de 1811 [que c o n c e d í a e l r epar to

de t ierras a los ind io s pero e x c l u í a a las cas tas ] . . .

E n consecuencia, el d i p u t a d o P ino p r o p o n í a que todos los habitantes de A m é r i c a , especialmente las castas y los i n ­dios, v i v i e r a n en poblaciones y que a "cada f ami l i a se le s e ñ a l a r a el terreno competente a la subsistencia necesaria". 2 0

Sin embargo, n i éstas n i otras medidas que las Cortes propus ie ron para dotar de prop iedad a los indios y las cas­tas se h i c i e r o n efectivas. N i durante la guerra de indepen­dencia, n i cuando se c o n s u m ó ésta. Por o t ra parte, las Cortes

19 Ibid., t . X I I , p. 407. 20 Ibid., pp . 161-163. Tex to de l a s dos citas anteriores.

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s i lenciaron el problema del l a t i f u n d i o . Só lo se a tacó a los mayorazgos, que eran u n problema grave en E s p a ñ a . Sobre los de Nueva E s p a ñ a , los diputados J o s é Ignacio Beye de Cisneros, J o s é Eduardo C á r d e n a s y M a r i a n o M e n d i o l a dije­r o n , en la ses ión del 29 de febrero de 1812, que su valor e x c e d í a los 30 mil lones de pesos fuertes y propusieron su venta por el estado de todos los que no fueran cultivados o habitados por sus dueños . Pero t o d a v í a en 1822, una comi­s ión encargada de estudiarlos p r o p o n í a al emperador I t u r -b ide que los suprimiera , alegando que su existencia estaba " e n cont rad icc ión con nuestra gloriosa independencia" .

E n suma: en 1808 u n grupo de criollos f r aguó una cons­p i r a c i ó n con el p ropós i to de suplantar a los e spañoles en los puestos de dirección de la Colonia . E n ese mismo a ñ o la o l i g a r q u í a e spaño la , y los criollos unidos a ella, descubrieron e l complot , encarcelaron a los sediciosos y pusieron ellos a su v irrey . E n 1810 otros criollos, aprovechando la confus ión que estos acontecimientos y los de E s p a ñ a h a b í a n creado en l a Colonia , decidieron que h a b í a llegado el momento de realizar su v ie jo anhelo. Pero esta vez, en lugar del complot c i tad ino , l l a m a r o n en su a u x i l i o a los indios y castas, a los hombres m á s desesperados de la Colonia , y p romovieron una guerra general. D u r a n t e ésta, las banderas que elevaron no fueron las de los hombres sin tierras que les daban su fuerza y su sangre, sino otra vez la v ie ja bandera de los criollos. C o n H i d a l g o y con Morelos t u v i e r o n la o p o r t u n i d a d de en­cabezar y hacer t r i u n f a r una guerra de "proletar ios contra propie tar ios " , pero sus intereses fueron m á s fuertes y al f i n , s in la fuerza de los hombres sin t ierra , que h a b í a n perdido la esperanza en ellos y los h a b í a n abandonado o luchaban solos por su causa, f i r m a r o n u n pacto con sus enemigos. E n todo el lo poco tuvo que ver el problema de la t ierra , salvo como recurso para atraer a los indios y castas a los campos de batal la .