El poblamiento de la costa de Granada en el marco de la formación del Estado islámico.
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Transcript of El poblamiento de la costa de Granada en el marco de la formación del Estado islámico.
CT]ADERI\OSDE
MADix¿r AL-zAHRlt
voL.
3
cónooBA L99T
CIJADERNTOS DE MADINAT AL_ZAHRÁ'
SUMARIO. ACTAS DE LAS II JORNADAS DE MADINAT AL-ZAHRA
AL-ANDALUS ANTES DE MADiNAT AL-ZAHRA
S. GUTIERREZ LLORETL;r fornuciín de Tucltnlr dade la pu'iferia del Estado Islámico Pág. 9
A. MALPICA CUELLO - A. GOMEZ BECERRA
"Donde n//n.¿/ dnÍe.t h¿bía entr¿da tn ejírcito...,E/ pob/arniento de la costa de Granac/a en el rnarco
de la fornución del Estado lslátnico Pá9. 23
V. SALVATIERRA CUENCA _J. C. CASTILLO ARMENTEROSE/ poblaniento ntral: ¿Histórico o internporal?
El caso del arrol,o del Salado, Jaín Pág. 47
M. ACIEN ALMANSA'Utnar lb¡t Haf:ttn. Un problema bistariográfico Pá9.71
E. MANZANO MORENOSeñore¡ 1 ernires: Fantilias ari¡locráticas 1, soberanía ltltejtl en Al-Andalu¡ Pág. 97
A. CANTO GARCIADe la Ceca Al-Andalu a la de A[adtnat al-Zabra' Pág. 111
CHRISTIAN E\)rERTPrecarsares de A'Iadlnat a/-Zahra'. Los Pa/acir¡¡ 0melas )t 'abbásie¡
de oriente 1' sa ceremonial attlico Pág. I23
PATRICE CRESSIEREl Renacin¡iento de la esutlttu'a de capiteles en la ípoca entiral:
entre occidente 1 oriente Pág. 161
ALFONSO JIMENEZLa Qibla extrauiada Pás.189
. CRONICA DEL CONJUNTO
A. VALLEJO TRIANOCrí¡uca, aña 1991 Pás.213
ACTAS DE LAS II JORI{ADASDE MADIxar nr-znunÁ'
AL-ANDALIJS ANTESDE MADIXAT AL-ZAFIRA
"DONDE NUNCA ANTES HABIA ENTRADO UN EJERCITO...,EL POBLAMIENTO DE LA COSTA DE GRANADA EN ELMARCO DE LA FORMACION DEL ESTADO ISLAMICO
A. MALPICA CUELLOA. GOMEZ BECERRA
INTRODUCCION
La adopción del rérmino i.rlatttización para defi-nir la consoiidación del también llamando E¡tado
i¡/ánico en territorios peninsulares y, conseclrente-
menre, el final cle una larga transición, por lodemás apenas conocida y estudiada, es, en últimotérmino, un mecanismo protector para cierta his-
toriografía que prefiere una cualificación de corte
cultural. Salvando 1as distancias oportunas, es
similar, qlre no igr-1al, zr 1o que sucede con el de
ronnnjzdcjín. En este caso se trata de la cultura o,
por mejor clecirlo, de la civilización romana; en
aquél de la religión islámica. Es explicable porque
clentro cle la categorización que se viene haciendo
por esa historio¡¡rafía, el Islam es comprehensivo y
adopta, bajo un manto religioso, una cultura secu-
lar. Sin embargo, salvo en este sentido religioso,que, por otra parte, no es único, se ha señalado con
un ahínco sospechoso la falta cle originalidad del
mundo islámico. Tal empeño, alejado de toda con-
sicleración científica, ticne una carga tremenda-
mente negativa. Pero, además, ¿acaso cabe utllizarel concepto de originalidad, que es claramente
representativo de una época en la que el individuoy, en consecuencia, la sociedad pueden ser creado-
res y, por tanto, originales, como plasmación de
unas libertadesl Y en caso de que no se admita tal
supuesto, ¿es qlre el mundo romano fue una crea-
ción ¿x nato a nivel.es culturales?
Por ese camino se va directamente hacia el
absurdo más total y sólo se consigue lo que real-
mente se pretende, que el proceso histórico no sea
desvelado.
Creemos qlre es preciso arricular de otraforma la discusión. Ante todo. teniendo en clrentaqLle nos encontfamos con un nivel eminentementepolítico, habrá que destacar las interacciones de
las diferentes clases sociales empeñadas en hege-
monizar el proceso político en su favor. Porqr-re
creemos que existe un acuerdo manifiesto en que
el Estado llamado islám.ico es una or¡¡anizaciónpolítica cle clase. Los diversos intereses de clase se
enfrentan necesariamente cuando no hay hegemo-nía por parte de una clase o de un bloque de cla-ses; pero siempre hay un antagonismo que obligaa permanentes reajustes. Sucede que el nivel poií-tico es ei que nos muestra tales aspectos de laactuación del Estado. En otro orden de cosas ape-
nas hay manifestaciones de cuestiones que pode-mos considerar, por 1o demás, básicas. La existen-cia de cualquier Estado perpetúa y reproduce la de
clases dominadas, explotadas y expoliadas. Confrecr-rencia estas relaciones suelen desaparecer en
los análisis al uso. Es más, normalmente, parece,
por ejemplo, más importante examinar la produc-ción agrícola obtenida que la vida misma de 1os
campesinos. Ni siquiera se ha estudiado la rela-ción entre el Estado y las clases dominadas, siendo
incluso excepcional e1 trabajo acerca de 1a expre-
sión más evidente de la acción del Estado sobre
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las clases sociales, que sirve para su desarrollo ypara el control de éstas y que es Iafi:calidad (l).
Por otra parte, cuando descendentos (empleamos
conscientemente el té¡mino en sentido peyorati-vo) del nivel político, en el que el Estado se revis-te de legitimidzrci y aírn de moralidad, y llegamosa 1a realiclad de la explotación, no siempre es posi-ble hacerlo con suficiente cl¿rridad como paraponer de manif:iesto la violencia que se genera. Se
suele aducir el problema de las fuentes. Se ha
diclro, con crerta razón, que las escritas represen-tan el nivel del Estado y de la acción política,mientras que se ha abogado por una utilización de
las que genéricamente podemos llamar arqueoló-gicas, a condición de que éstas no se reduzcan a
Lrn concepto tradicional y formalista. Pero tampo-co cabe duda de que en cuanto de¡cenderna¡ a veces
se pierde la capacidad de examinar la explotación.Con frecuencia, como ha puesto de relieve Chris\lickham (2), el arqueólogo está más atento a las
fuerzas productivas qr-re a las relaciones de produc-ción. Por cllierer llegar a un nivei más material, se
da el caso de que se conoce con más detalle ymejor el territorio que los hombres que lo ocupan.Y este extremo es imposible de mantener. Uncerritorio es la expresión po/ítica de una organiza-ción de poblamiento, que se basa en :una redlidadecanóttit'a. En él importa destacar tanto el nivel de
las fi-rerzas prodr-rctivas como las relaciones de pro-ducción.
Desde tales planteamientos es conveniente elanálisis de territorios más o menos homogéneos,que permitan el estudio de un proceso cle largaduración, pero asimismo en el que se expresen las
contradicciones más importantes. A este respecto,no cabe duda de que los planteamientos quevamos a hacer quieren ser una aportación al obli-¡¡ado examen de un período y, por ende, de unproceso de gran importancia, el final del mundoantiguo y el nacimiento de una nueva sociedad,basada no sólo en unas estructuras políticas dife-rentes ni tampoco en una cultura distinta, aunquese la haya catalogado de poco original, sino en
unas formas de explotación diferentes, porque, en
efecto, el Estado islámico implantado en al-Anda-lus se basaba en la explotación.
LA ZONA OBJETO DE ANALISIS:LA COSTA DE GRANADA
Aunque en reiteradas ocasiones hemos defini-do esta zona, parece obligado volver a hacerlo de
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nuevo. No debe entenderse como una reiteración.ni tampoco considerarse como un lugar común,sino como el deseo de establecer una relación dia-léctica entre el hombre. considerado como ser
social. y el medic, Físitt-,.
Como es sabido, la costa de Granada se abre
ai Mediterráneo qlre le sirve de vía de comunic;r-ción esencial. Pero al mismo tiempo se asientasobre ia montaña. Ambos elementos conforman el
conjunto y 1e dotan de una fuerte personalidad.Está separado de la alta montaña, de tierras en las
que las nieves permanecen buena parte de1 año, laSierra Nevada, por un profundo surco por donde
discurre el río Gu¿rdalfeo, el único curso de agua
que merece tal nombre, mientras que más al O, el
río Verde, el Seco y el Jate conducen agutr ocasio-
nalmente, procedente de las masas calizas de laAlmijara. E1 Guadalfeo tiene como fuentes deprovisión las aguas del deshielo de la Sierra Neva-da y cle 1as lluvias que recogen 1as cumbres menos
elevadas. Hasta pasar el denominado Tajo de los
Vados no se llega a la llanur¿r litoral que conoce-
mos actualmente como ve¡¡a de Salobreña-Motril.Es la más extensa de cuantas existen en la costa de
Granada. Más al E el medio calizo de Sier¡a de
Lijar y e1 esquistoso de 1a Contraviesa han forma-do diferentes llanuras, apenas extendidas, por las
que casi no cliscurren aguas superficiales.
La alternancia de relieves diferentes, como unmedio litológico muy distinto, han generadounos paisajes muy peculiares que han condiciona-do (y a su vez han consentido) los asentamientos
humanos. En los medios calizos, más abruptos ycon barrancos muy encajaclos, no hay apenas ocu-pación, mientras clue en los restantes es mayor, en
especial en torno a las llanuras costeras.
Así pues, en cuanto a su base física hemos de
destacar que se trata de un espacio inclinado al
mar, pero elevado. Dicho de otra forma, no se
puede hablar apenas de tierras llanas, salvo en
concadas áreas y siempre a las orillas del mar. Este
ha estzrdo, sin embargo, presente de manera cons-
tante. En cuanto elemento regulador de las tem-peraturas y generador de humedad ha sido esen-
cial, por no hablar de las posibilidades de comu-nicación con el exterior clue ha ofrecido a lo largodel tiempo. Asimismo la cadena montañosa coste-ra, mlry pegada a la línea marítima y orientada en
esa dirección, ha impuesto su ley. En pocos kiló-metros las eievaciones son importantes. La pen-
cliente es una abrum¿rdora realiclad, hasta el puntoc1r-re la relación entre las áreas interiores y las pró-xim¿rs al nrar se han regiclo por el1a, organizrindosela vida humana a partir de sr-r existencia. Los cur-sos cle agua que bajnn muy encajados por los vallestransvers¿rles al e je montañoso, han ¡¡e ne radosr¿rncles aluvionamientos ¿r1 1legar ur la costa. Aeste respecto, sabemos que la deforest¿rción es unhecho inducl¿rble , con tiempo ace le r¿rdo en los últi-mos siglos, h¿rsta ei punto que desde el siglo XVIh¿rst¿r Ia actualidad hay nr-rmerosos tesrimonios que
lo ¿rv¿rlan. La introducción cle nuevos cultivos o sr-L
genertrlización, como e s e I caso de 1a vid, elempleo masivo cle 1eñ¿r para procesos cle tr¿rnsfor-
mación de tipo preindustrial, como ocur¡e con laobtención del azúcar, las práctic'.rs ganaderas abu-siv¿rs son sólo explicaciones causales, pero que no
nos hablan ni de la ampiitud ni de los ritmos delproceso. De esta forma, se h¿rn ido formanclo lla-nur¿1s costeras de ori¿¡en aluvinl, sin apenasinfltre ncia marina, clue gr7rl.r, nnc/a se han analizaclcr
¿r niveles geofísicos (i), clue no históricos ni trrque-
o1ógicos, salvo aleunos trabajos aírn incipientes(ri). En toclos los c¿1sos, por lo que sabemos hasta
ahora, las tierras bajas han crecido a partir delcleterioro de las altas, sol¡re toclo por 1as ya men-t ionit,l.r: Jrlor.st.rt ionrs.
El comportamiento cle los sr,relos ha sido clife-
rente . Dejanclo a Lrn lado los cietríticos, formados,
segúrn I'remos dicho a partir cle la destrucción de la
capa vegetal y el posterior ¿lrrastre cle tierra, nos
fijaremos en aquéllos de 1as ¿ireas cle montaña que
hirn permitido 1¿r vicla agrícola y ganadera. Losprocedentes cle un meclio c¿rlizo se fueron deterio-r¿rnclo hast¿r el extremo de quedar 1¿r roca desnuda,
mientras que las alte¡¿rciones de los esclr-ristos hansupuesto c1r-re la roca maclre se degrade, formandounos suelos con grancles pieclrtrs. Tenclríamos que
añadir las posibiliclades hídric¿rs de c¿rcla uno cle
ellos. Mientras que en 1os c¿rlizos apenas hzry esco-
rrentí¿r superficial y se forman capars subterráneas
de aguir, en los esquistos, al ser impermeables,existe. Ahora bien, no hay un úr"rico medio litoló-gico, trunque nos encontremos el predominio de
uno Ll otro. Sin embargo, existe una clara aclaptzr-
ciírn ¿r cacla uno de ellos en un medio físico exi-gr,ro. De este moclo, se observa como regla general
la ocupaci<in a{¡rícola de las tierras de esclr-ristos,
dejanclo las calizas pirra establecer los asentamien-
tos y extender los cr-rltivos de secano. En realiclacl,
1a mayorítr cle 1os núrcleos, clesde luego en época
medieval, se hallan en la zona de contacto entreias calizas y 1os escluistos. Este l-recl-ro hay quetenerlo en cuenta, porque no siempre fue así en
etapas anteriores. Asimismo, el comportamientode cada uno cle los suekrs es dife¡ente en cuanto a
la erosión, segírn ya hemos señalaclo. En cualquiercirso. lrs fue rlrct (lc rcsurlje ncil ,Lparcre n pret isa-
mente en el contacto de ambos medios litológicos
¡ además, los esquistosos producen renclimientosagrícolas aclecr-rados a condición cle que se les rie-gue de forma constante.
El establecimie nto de estos asentamientossignifica de manera inmediata 1a generación cle unsistema agrícola mr-ry peculiar. Se puecle decir clue
parte de un hecho importante: la tr¿rnsformación
del medio físico. Se basa en ia creación de un eco-
sistema propio, aunclLre ada¡':,tado. En él es fr-rnd¿r-
mental el agua, como quecla dicho. Es tanto como
h¿rblar cle 1¿r necesiclacl cle Lrna técnic¿r más o
menos clepuracla para conselalrirla, conducirla yalmacenarla.
.,Cómo y cuánclo se estableció este sistemalSeguramente en el proceso de consoliclación delEst¿rclo is1¿ímico, que acelera una tendencia y
moclifica otras en función clel interés cle clase.
Este proceso indudablemente cristaiizó luego de
una larga transición en la que diférentes moclos de
producción pugnan entre sí, en la que, por consi-gr-Liente, distintas clases sociales se enfrentan. La
plasmación política se realiza a través del Estado
y, en consecuencia, se verifica en la organizaciónespacial del poblamiento, en el territorio; pero no
sólo nos h¿rbla de esto. sino de los mecanismos cle
dominación social y económica.
UN PUNTO DE PARTIDA.LAS CAMPAÑAS DE AL-NÁSIR EN LACOSTA DE GRANADA
'Al¡cl al-Rahmán III tendrá que llevar ¿r cal¡cr
Jos expediciones contra la Costa de Granada para
someterla y clesligarla de 1a obecliencia cle 1os
Banr-r Hafshn.
En 913 realizó la primera, si bien como con-
secuencia cle las acciones emprencliclas en 1a vecin¿
Alpujarra. Tras 1a tom¿r de hisn Srh¡ljÍ, el impo-nente castillo de Jubiles, en pleno corazón de lacomarca alpujarreña, ei hijo de Umar ibn Hafsun,Ya'far, que se encontraba en Salobreña, huye de
2)
esta plaza. El texto que aparece^en Ibn Hayyándice textualmente: "El maldito Ya'far, l-iijo prefe-rido y heredero de su perverso padre, que esraba
en Salobreñ¿r, asustado con estos triunfos sucesi-vos, huyó de allí de nocl're, uniéndose a su padre
en su capital de Bobastro" (i).Más aclelante leemos: "Yia)ó enronces an-
Nasir a la ciuclacl de Salobreña, donde hizo comoen ic,s lugores mencionaclos, guarneciendo con sus
hombres tocla 1a fortaleza que conquistaba y cui-dando sus intereses, con lo que atajó el mal en 1a
cora cle Elvira, cuya población quedó unánime-menre sujeta" (6).
En Ia Crínica Anónilt¿ se mencion¿ esra cam-paña contra Jubiles, con variantes por 1o que res-
pecta a Salobreñ¿r, qr-re ahora no aparece citzrda,
sino un¿r n¡¿d,na YarTía en su lugar: .Por otrapor,", üfor, el hijo de Umar ibn Hafsún, que se
hallaba en la ciudad de Yarisa, asustado por esras
ininterrumpidas conquistas, l-rr-ryó por la noche de
esta ciudad a ¡eunirse con slr padre" (7).
Es evidente la confusión en este úlrimo caso,
ya que en otra ocasión farTía es mencionada en lamism¿r Crónicd, en otro contexto geográfico, el cle
.la co¡a de Jaén (8).
De cualquier forma, todo parece indiczrr quela acción conrra Salobreña y, en consecuencia, con-tra la Costa, que estaba bajo control, como vere-
mos, de los Banü Hafsün, fue una derivación de la('¿mprña tonrru l,r AlpLrjarra.
Diez años más tarde , en 923,la acción militares m/rs directa, es decir, tiene como objetivo únicola Costa. Es la denominada de Jate. Desde la zonade los Montes de Málaga el ejército de Abd al-Rahmán III avanza en dirección E, conrra Jate, e1
puerto cle Almuñécar y Moscaril. A1 igual que en
el caso anterior, e1 relato de esta campaña aparece
en varios autores árabes. El texto más completo es
el qr-re aparece en el Aluc1tabas-V: ,,Hafs b. 'Umar
b. Hafsün, hermano de Sulaymán, se le rindió en
Ia fonaleza de Cámara, una de e1las, y an-Nasir ledio el amán y lo estableció en una de aquéllas, porrazones de conveniencia política, relacionadas conél y su hermano, avanzando luego contrzr la forta-leza de Jete, el puerto de Almuñécar y Ia fortalezade Moscaril. Por el camino, sus troprs cruzaronescabrosidades donde nlrnca antes había entradoun ejército, pero Dios le a11anó su aspereza, ydesde allí cayó sobre Jete, fortaleza de las másinexpugnables, c1r-Le rodeó y sintió hasta apoderar-
26
se cle sus arrabales y clominzrr sus contornos, sinque se 1e ¡esistiera más que su alcaz;rba, rindién-dosele los más enriscados castillos de la zona, yconciliándose sus pavorosos corazones" (!).
Como se verá, esta segunda inrervenciónadquiere una mayor relevancia que la anterior.Ahora nos encontramos ¿nte una cirmpaña quetendrá como objetivo fundamental la Cosra ¡¡ra-nadina, en concreto el triángulo formado por las
fortalezas de Jate y Moscaril, y el puerto cle
Almuñécar. No es, pues, casual que se le denomi-ne cantpaña de Jete, alrnque también se dirigierahacia otros puntos fuertes en 1os cercanos Montesde Málaga, clestacando la ocupación cle Cámara.Este mismo nombre aparece en otras fuentes,como 1a Crónic¿t Anónin¡t (10) y el Balln de lbn'Idári (11).
Hay, volviendo ¿1 texto de Ibn Hafsun. unpasaje que merece especial atención por nuesrraparte. Se trata del momento en qlre este autor se
refiere a1 recorrido por los Montes de Málaga queemprende Abd al-Ruhmán III, en es¡os té¡minos:
"Por e1 camino cruzaron escabrosidades dondenlrnca antes había entrado un e jército...". De j,rn-
do a un lado las dificultacles de la topo¡¡rtrfía clue
debieron de salvar las tropas y qlre es evidentepara cualquiera que conozca esra zona de SierraAlmijara, lo más significativo es la afirmación delcronista de que nos encontramos ¿1nre el hecl-ro de
que es la primera vez que un ejército penetra en laregión. El texto árabe clice: "Iam yaqtahimah¿r
iayS qablahu" (12), por lo que la traducción es
del todo punto correcta en el empleo del términoejército para el ár:,be f a1i.
No debe de tratarse de r-rn hecho toralmen¡ecierto, sino más bien de una im.rgen que nos ofre-ce Ibn Hayyán clel territorio hacia el cual enfila su
ejército al-Nasir. No se conforma con hacernos verque se traraba de una zona en estos momentosrebelde al poder del Estaclo cordobés, sino c1r-re
parece concel¡ir a éste como el primero en inten-tar doblegar a sus pobladores. Dicho de otromodo, parece tratarse de un "territorio al margendel Estado,.
Esta interpretación es válida si se roma comopunto de referencia general e1 momento de transi-ción hacia una sociedad islámica. Este proceso(13) adquiere en al-Andalus el carácter de unalucha entre diferentes modos de organizaciónsocial y económica, cuyo estallido final será la pri-
mera fitnd. El resultado será el triunfo de una de
las partes en conflicto, 1a representada por el Esta-do omeya, o sea las poblaciones islamizadas, quese enfrentó a las restantes: los elementos que se
hall¿rban en evolución hacia una sociedad feudal yaquéllos que representaban a las comunidades quehabían escapado al control de 1os poderes del esta-
do y de los señores. Ni que decir tiene que res-
ponden a filiaciones étnicas o culturales determi-nadas. Se trata de un proceso mucho más comple-jo (14), en el que aparece parte de la población de
origen indígena que, encuadrada en comunidadesde aldea, ha ido evolucionando hacia una organi-zación diferente, 1o mismo que parte de los iinajespertenecientes a tribus árabes o bereberes fueronasim ilando características propiamen te feudales.
La expresión más clara de esta lucha, recogidaen las fuentes escritas, es la actuación militar de
los sucesivos emires omeyas y, en la última fase,
de1 que sería califa, a partir de 929,'Abd al-Rahmán III. Es así como aparece cla¡amente refle-ja<lo un territorio erizaclo de castillos (ba¡un).
Estas construcciones no son, sin e mbargo, laexpresión de la resistencia a un poder que intentadobiegar a una población indígena. Manuel Acién(1i) ha elaborado una primera distinción de estas
fortificaciones en atención a su funcionalidad, quedesde luego está ligada a una determinada socie-dad. De este modo, distingue entre los refugiosrurales levantados por comunidades que han esca-
pado a cualqr-rier control po1ítico, las edificacioneslevantadas por los elementos señorializados -losa¡/1ab- o mn¡tah¿t al-hu¡In,las construidas por los
grlrpos islámicos e incluso los del Estado. Precis¿-mente al segundo grupo se han adscrito 1os casti-llos que aparecen citados en las fi-rentes escritas en
1a Costa de Granada; en concreto los de Jate yMoscaril, que se hallan en el territorio en e1 queno había penetrado ningún ejército. Es posibleque dentro de esa última categoría entrase asimis-mo el castillo de Juliana, qlre se encuentra en las
proximidades de1 actual pueblo de Mecina-Tedel(término municipal de Murtas), en e1 otro extre-mo de la Costa. Es mencionado por Ibn Hafsun en
a/-Alac¡tabis 111, cuando es tomado por el emir'Abd Al1áh (16). Con anrerioridad, en el sigloVIII, hay una mención^en al-'Udn, geógrafo delsiglo XI, a Ltna qarl.z Yillana, pero no a tn hirn(17), aunque se menciona un hecho substancial, larebelión contra el poder estatal por parte de ungrupo árabe afincado enla zona.
Centremos, por ahora, nuestra atención en ios
castillos que aparecen en el área occidental. Ya
tuvimos ocasión de realizar una somera descrip-ción de los bavTn de Jate y de Moscaril en trabajos
anteriores (18). En el caso de la fortaleza de Jatees posible su identificación con los restos que se
han prospectado en el denominado Peñón de Los
Castillejos, en la línea divisoria de 1as provinciasde Granada y MáIaga, en la margen de¡echa delrío Jate, que desemboca en el núrcleo actual de La
Herradura (término municipal de Almuñécar).Además de unos elementos claramente defensivos,
de entre los que destacan las murallas y algunas
torres, se puede observar un despoblado a sus pies.
Su carácter de fortificación, apoyada en unas
características naturales que le hacen merecer el
calificativo de )nexpugnable qte le da Ibn Hayyán,no impide que se consiclere como un asentamien-
to más complejo. El propio texto del historiado¡árabe 1o señala con detalle: "... y desde allí cayó
sobre Jate , fortaleza de las más inexpugnables que
rodeó y sitió hasta apoderarse de sus arrabales ydominar sus contornos, sin que se le resistiera más
que su aIcazaba...r, Q9).La abundancia de cerámi-ca recuperada en superficie, amén de las estructu-ras visibles, posiblemente casas, son una pruebade que no estamos ante un hi¡n el.emental, sinoante un conjunto más complicado. La descripciónde 1os restos que hemos prospectado, necesaria-
mente somera para no ser reiterativos, puede ser
otra evidencia más de que nos hallamos ante unasentamiento estable y permanente.
En efecto, el yacimiento se halla en una eleva-
ción rocosa de formidable aspecto, desde su base
hasta su cumbre. En un primer escalón hay restos
de muros de mampostería, posiblemente de
viviendas. La cerámica y ios materiales de cons-
trucción encontrados nos permiten señalar unaocupación humana de cierta intensidad. En unextremo del mismo, cerca de la roca, se puedeidentificar un aljibe, que ha perdido, fruto de una
destrucción, la bóveda; se aprecia en é1, pese aestar casi totalmente enterrado, el enlucido de sus
paredes interiores, para darle estanqueidad.
En un segundo escalón, a media altura, hay
otro aljibe, que tiene como característica esencial
el que está encajado en una grieta de la roca, sien-
do por su base más estrecho que en 1a parte alta.
Además, se percibe en sus paredes interiores un
21
hormigón de factura simila¡ aI rptrs tigninunt, gue
es utilizado por los romanos para impermeabiiizarconstrucciones hidráulicas. Su bóveda, práctica-mente intacta, está formada por lajas de piedraunidas con mortero. Es de una gran solidez y de
una factura bastante primitiva. No lejos de é1 hay
un hueco en lzr roca, posiblemente un peqLreño
silo.
En la cima del peñón, que alcanza 1os 982 m.,enconrramos otro gran allibe, con sus paredes
enlucidas y 1a bóveda destruida. Los escasos restos
visibles nos h¿rbl¿rn de una ocupación permanente.
Es, pues, eviclente que no se trata cle un asen-
tamiento eventual, sino que hay que hablar de un
lugar poblaclo de manera estable.
En cuanto zr Moscaril, hemos podido identifi-car algunas estrlrcturas en el denominado PicoMosca¡il. Es 1a principal de la margen derecha de
la cuenca del río Verde, dominando todo su entor-no, en el que destaca Almuñécar, y el acceso a laciuclacl descle el interior. Ar-rnque también ha sido
objeto de una breve descripción por nuestra parte(20), es conveniente abundar en ella.
Se encuentr¿r situado en una plataforma caliza
de forma más o menos alargada qlre corona el cita-do monte. En su extremo más oriental, e1 que da
al río Verde, y en una peqr-reña elevación, puede
observarse 1a existenci¿r de un recinto que, cerraclo
en 1a mayor parte de slr perímetro por e1 corte de
1a misma roca, conserva los restos de un muro de
piedra seca hacia el S. En 1a ladera que existe en
esta dirección debió de desarrollarse un poblado,según se desprende de los abundantes restos de
murosl también cle piedra sec¿r, y de fragmentosde tejas. Pero no se trata de las únicas construc-ciones en superficie. En el extremo oriental de laplataformzr, en un risco separado por un pequeña
vaguada del despobiado y sin relación directa con
é1, encontramos un nlrevo refr-rgio. Se aprecian 1os
restos de una torre de mampostería con un hormi-gón con abunclante cal. Completa este ¡ecinto las
bases de dos muros de piedra clue lo cierran.
Es posible qlre nos encontremos ante dos con-jr-rntos diferentes. Más clifícil resulta determinarsu relación temporal. En efecto, para el primercr
de los recintos defensivos podemos suÉlerir unacronología próxima a 1o tardorromano, según se
desprende de la cerámica recogida en slrperfic;e y
en la encontrada en el poblado qlre se 1e asocia.
Pero no es fácil hacer mayores precisiones, habida
28
cuenta de su escasez y fragmentación. Sin embar-go, casi nada podemos clecir del segundo. La pros-pección apenas si nos ha proporcionado cerámic¿
y resulta muy aventurado adelantar una cronolo-gía sicluiera aproximada. De todas formas, parece
oportuno hacer algunas consideraciones al respec-
to. Ante todo este segundo recinto se halla, como
hemos dicho, en el extremo más oriental del yaci-miento, siendo posible incluso la visualización del
Peñón de los Castillejos o, 1o que es lo mismo, el
/cisn S¿t. Presenta similitudes evidentes la torremencionacla con éste, con Lrna técnica constfucti-va muy parecida. Ciertamente no son elementos
suficientes para confirmar la identificación de este
segundo recinto clefensivo de Moscaril con e1 cit¿-do hisn, pero plantear tai hipótesis parece obliga-da, teniendo en cuenta tanto 1as referencias escri-
tas, de las que se infiere una estrecha relaciónentre Jate y Moscaril, como las pocas probabilida-des de clue el primero de los recintos defensivos se
encontrara ocupaclo en estos momentos a tenor de
la cerámica aparecida en su slrperficie.Sea como fuere, de 1o que no cabe duda es de
que Jate, Moscaril, Almuñécar, y, tal vez, Salobre-ña, forman parte de un mismo complejo defensivo
en los momentos finales de la primera f)tna, que
vendría a cerrar todo el sector occidental de Iacosta granadina. Si hacemos caso al relato que nos
ofrece Ibn Hayyán y que, en este punto concreto,no varía substancialmente del ofrecido por otrasfuentes árabes, puede decirse que el hisn SAt ejer-ce, en cierto sentido, como cabeza de este territo-rio. Es el castillo mejor defendido de Ia zona,mencionándose incluso 1a existencia de una qasaba
y de uno o varios "arrabales" (21) dependientesde é1, llegando, por otra parte, a ser la úrnica forta-leza a la que se refiere la Crínic,z anínitta (22).
Volviendo al tema de los detendadores de
estos ttxtrtahit al-ha¡in, 1as fuentes sólo van a
mencionar, como ya hemos visto, a los BanüHafshn. Sin embargo, no es suficiente para resol-
ver la cuestión, pues, según es conocido, éstos,
fuera de su núrcleo original de Bobastro, van a
extender su poder mediante alranzas, a vecesreforzadas con vínculos matrimoniales (23). Es
muy probable que la fortificación del territorio en
torno a Jate tenga como protagonista a algúngrupo de señores (allabl opuesto a la política de
islamización impuesta desde el Estado omeya,finalmente aliado a los Banu Hafstrn.
Ahora bien, como tendremos ocasión de expo-
ner a continuación, este panof¿1ma que las fuentes
escritas y la arqueolo¡¡ía muestran para el sector
occidental de la Costa no engloba a todo el terri-torio.
LA COSTA ORIENTAL
Hay un hecho que no puede pasar por alto al
referirnos a las fuentes que nos relatan las campa-
ñas milirares ¿e ,tb¿ al-Rahmán III. Se trara de
la ausenci¿r de noticias sobre la zonr Lomprenclida
entte las desembocacluras de los ríos Guadalfeo y
Grande, es decir, la Sierra de Lújar y toda la fran j,r
costera de la Contraviesa.
Esra fálta cie reférencias escritas puede hacer
pensar en la inexistencia de r-rn conflicto abierto
entre slrs pobladores y el Estac'lo, pero en manera
algr,rntr ller'¿r a la conclusión cle que nos encontra-
mos ¿1nte un territorio ya islamizado y bajo su
cont¡ol. Como es sabiclo, e1 proceso de islamiza-ción de al-Andalus va a servirse cle los meclios
urbanos clue presttrrán a menr-rdo slr ¿tpoyo al Esta-
do y que a l¿r vez van a ser promoviclos por los
propios emires (2,i). Pocas posibilidacles se daban
en este sector cosrero, en el que hay Llna escasa
presencia nrbana, incluso para 1a época nazarí(25). Recordemos cllre los únicos pllntos de toda
1a Costa qr-re pr,reclen calificarse de ciudades, en
época romana y medieval, sor-r Almuñécar y Salo-
breña. Ambas, precisamente, ¿lparecen como focos
de resistenci¿r al Estado omeya. Una situación de
margir-ralicltrcl con respecto a este último que tam-
biér-r se desprende de los primeros datos arclueoló-
gicos que poseemos sobre la zona.
La prospección ha permiticlo hallar variosyacimientos medievales, ninguno de ellos recor¡i-
clo por las fuentes escritas. Sin embargo, queda
por realizar un an¿ílisis arqueológico, en verdad
difíci1, de las alque¡ías de los últimos tiemposnazaríes, recogidas en las fr-re ntes escritas de l¿r
primera época castellan¿r. Los testimonios docll-mentales. fundamentalmente de conteniclo fiscal,
sólo nos permiten una cat¿rcte¡ización elemental,pero en modo al¡¡r-rno poclemos l-racer precisiones
cronoló¡¡icas. Sólo un examen atento cle los actua-
les pueblos y cortijos, que son los directos herede-
rosj en la mayoría cle los c;rsos, de l¿rs anteriores
alqr,rerízrs, poclrti arrojar alguna luz. Como prr,reba
de ello, baste decir c1r,re hemos encontrado cerámi-
ca de primera época en e1 cortijo de Pinillos, sede
de la alquería nazarí de Pinos, y otra califal en
Gualchos, qlre era asimismo lugar habitado en las
mismas fechas que la antes cit¿rda. De todas for-mas) como ya hemos plresto cle relieve, es mucho
1o que queda por rcalizar en este sentido. No debe
de olvidarse que se tr¿rta de zonas en plena pro-
ducción en lzr mayoría de los casos y, por ende,
difíciles de prospectar.
Son los castillos localizados, amén del ya
mencionado cle Juliana. LlLre tlene unas c¿recterís-
ticas simil¿rres a las cle los bt¡in ciel área occiclen-
tal, pero que, rezrlmen,., .r,i'mis rrlacion.r.lo con
la zona alpujarreña propiamente dich¿r. Menciónaparte merece el conjunto territorial integraclo
por los restos hallados en los Picos del Castillejo,en plena Sierra de Lújar, y en Lagos, aldea c¿si
despoblada en 1a actualidad, que pertenece al tér-mino municipal de Vélez Benar,rdalla, y qlre apa-
rece en la documentación castell¿rna como t¡ti¡har,
según se ha estudiado en otra parte (26). Hal¡lare-
mos, plLes, clel castillo de Olías, también en Sie¡ra
de Lú jar (término municipal de Orgiva) y del
situado en la Raml¡la clel Valenci¿rno (térmir-ro de
Son'i1án).
Sobre ellos yzr f-iemos adelant¿rdo algunosaspectos en trabajos ¿rnteriores (27), señalando su
relación con el poblamiento rural de época medie-val, plrdiénclose ambos englobar dentro cle los
hu.¡tn destinados ¿r servir de refugio a comunida-
á., .u-p"ri.¿rs. En efecto, se trata cle recintos más
acordes con est¿l fur-rción que con la de albergar
tropas. No existen en ellos restos de construccio-nes qlre permitan otra su¡rosición. Se reducen a
algunos muros perimetrales, de mayor importan-cia en el caso de Olías, y a depósitos (cistern¿r en
éste; aljibe en el de la Rambla del Valenci¿rno).
Parece evidente su integración con la red cle
alclr-rerías, que se aÉf rupan en torno a ellos. Dejarán
de tener un papel importante y ocuparán otrosecundario ante el reforzamiento de la defensa cle
primera línea en la Costa en época nazarí.
Aunclr,re , según hemos advertido, Julianzr no
estír dentro clel conjr,rnto costero lrofi¿menteclicho y hay qr-re adscribirla sobre todo al mundo
alpujarreño, parece conveniente clescribir el casti-
llo a grandes r¿rsÉaos, con objeto de establecer r-rn
punto cle comparación con los estucliados.
Situado en la margen izquierda de la rambla
de Cojáyar, frente ai pueblo actual de Mecin,r
29
Tedel, antigua aiquería documentada en riemposnazaríes, sobre un espolón rocoso, forma unamplio recinto amurallado, del que só1o quedanalgunos paños de tapial montados sobre mampos-tería, y tres torres de igual factura. En su inte¡iorexisten dos grandes al¡ibes de hormigón, conbóvedas de lajas de piedra unidas por un sólidomampuesto y enlucidos en su interior. La cerámi-ca recogida en superficie muestra una ocupacióndesde fechas califales y en épocas posteriores, perolas referencias en las fuentes escriras no dejanlugar a dudas sobre la existencia de una qaDta a
finales del siglo VIII (28), si bien más tarde se
habla de una fortaleza o hitn, en concrero en época
dei emir'Abd Alláh, cuando los primeros enfren-tamientos tienen lugar en el proceso de formacióndel Esrado islámico (29).
Por su complejidad estructural, por su rela-ción con el poblamiento (recuérdese qr-re se hablaprecedentemente de :un^ qdt)d, que no cle un hisn)y por el desar¡ollo i'ristórico que puede seguirse a
través de las fuentes, se debe trarar de un casrillode ocupación permanente, probablemente relacio-nado con algún grupo árabe, inmerso quizás en
un proceso de señorialización.Por el momento, los yacimienros encontrados
en Lagos (término de Vélez Benaudalla) no hansido estudiados. El situado en los Picos del Casti-llejo no puede entenderse como una fortificación,sino más bien como un refugio temporal. No hayestructuras defensivas claramenre definidas nitampoco elementos para almacenamiento del agua(aljibes o cisternas), sólo se observan las bases de
muros de mampostería, que no completan un cir-cuito defensivo. Pero la cerámica allí enconcradanos habla de una presencia de primera época yuna fase final en el califato. El asentamiento de lazona baja, en la zona de cultivo de la aldea, mues-tra una contemporaneidad y continuidad pobla-cional con el Castillejo. Es más que probable queambos estuviesen en relación y habrá que profun-dizar en e1 estudio de ellos con respecro a lo quehemos prospectado en torno a La zona costera, en
concreto e1 de EI Maraute y la Herrería (términomunicipal de Motril), con una cronología biendiferente, porque mientras éste es romano, aquélal.canza su plenitud en tiempos califales. No cabe
desechar la idea cle que las explotaciones minerasde Sierra de Lú1ar contribuyesen a la formacióndel poblamiento en época romana y algunos de los
j0
elementos existentes posteriormente perviviesen.Pero parece que e1 asentamienro de Lagos estáunido a 1a existencia de una estructura agraria enla que el regadío es relevanre.
Como se habrá podido apreciar, junto a losbastTn han ido apareciendo orros yacimientos degran importancia. Todo ello nos ha permitidohace¡ una primera interpretación de la estrucrurade poblamienro y su evolución con anterioridad alperíodo nazarí, que es mejor conocido (30). Nosreferimos tanto a 1os de cronología califal, como a
los anteriores. Entre ambos momentos, como tra-taremos de demostrar, hay elementos suficientespara pensar que existió una transformación en ias
formas de ocupación del espacio.
La mayoría de los yacimientos encontrados enesta área oriental de la Cosra, muy especialmentelos situados en Sierra de Lú1ar y en los escalones
montañosos más inmediatos, fueron darados enun primer momento de forma genérica cr¡mo ,z/ta-
ntedieua/e¡. Es explicabie porque en los momentosiniciales de nuestro trabajo no había suficientesdatos para hacer mayores precisiones cronológicas,sobre todo cuando aún no se había trabajado a
fondo sobre la cerámica de primera época islámi-ca. Pero Lrna mayor atención a este período, gra-cias especialmente a 1a proliferación de estudiosde esta temática, nos ha permitido establecer unasprime ras distinciones cronológicas para esrosase ntamientos.
De este modo, mientras que unos presenranuna secuencia amplia que iría desde finales de1
mundo tardorromano hasta época califal, comoocurre en Pico Aguila (Gualchos-Casrell de Ferro)(31) y en e1 ya mencionado de los Picos de Casri-llejo (Vé1ez Benaudalla), para orros casos, sinembargo, las fechas son mucho más vagas, comosucede con el Peñón de Pedro Vélez, sobre la ram-bla de Alcázar (término de Orgiva), o rienen unaexistencia mucho más corta, como en el Castille-jo, próximo a la actual Vélez Benaudalla, o en elsituado en las proximidades del barranco de Polo-pos. Estos dos, pero especialmente el último, hande situa¡se en el período emiral, mientras que e1
Peñón de Pedro Vélez es el que plantea másdudas de los tres. Destaquemos, finalmente, quelas mayores precisiones cronológicas nos vienendadas por la aparición de la cerámica vidriada deépoca califal al marcar el fin de los de más exrensa
secuencia. En todo caso, seña1a el punto último de
L1n proceso no muy bien conociclo hasta el presen-
te, que procuraremos ir desvelando. De cualquierforma, cabe adelantar que hay caminos cl¿rros en
lu: moJrlos .lc .rrenr¡mirnto.Por lo general, 1os yacimientos señalados se
hallan en lugares elevados, incluso a veces a ¿rlti-
tucles consiclerables, como ocurre en los Picos del
Castillejo, y de difícil acceso. Siempre están en
r-rna posición mzrrginal con respecto a las dos prin-cipales vías de comunicación de la zona: la líneade costa y el río Guadalfeo. Además, se les añade
una predilección por reocupar xntigLros asenta-
mientos prehistóricos. Ar-rnque no hay un yaci-miento igual a otro, los hemos venido denomi-nancio .de altura', de acuerdo con 1tl que vienesiendo habitual en la historiografía actual. El tér-mino, si bien sólo se refiere a una situación topo-gráfica, en¡¡loba una realid¿rd más compleja. En
efecto, cu¿rndo hablamos de ellos lo hacemos en
comparación con los asent¿rmientos de épocas
¿rnteriores y posteriores, en doncle el estabieci-miento en áreas ll¿rn¿rs es una realidad, pero tam-bién en los que se aprecia una estrategia de ocupa-
ción bien diferente . Por cle pronto, mientras que
en aquél1os cabe hablar de un aprovechamiento de
los recursos naturales y una posible dedicacióneconómica no esencialmente agrícola (quizás el
pastoreo), en éstos la vida agraria, basada en Lrna
producción campesina que explota áreas de rega-
dío y clue permite un comercio mr-Ly intenso. Es
evidente que las rel¿rciones con el poder variaban
de uno a otro modelo. No se puede ex¡':,liczrr ia
situación primera sin tener en cuenta que los lazos
de1 Estado eran ciertamente flex:ibles con respecto
a las unidades territoriales, mientras que en laseglrnda hay una relación expresacla a través de la
fiscalidad.
Hay qr-re plante'.rr, llegados este pr-rnto, el ori-gen cle este poblamiento que hemos denominadocle altura. Sr-rrgió de las ruinas del poblamientoanterior. el romano. Pero este tema no nos es
conocido con detalle, carentes como estamos de
un estuclio sobre su formación y evolución. Sin
embargo, cont¿rmos con elementos para esbozar la
gran crisis qlre plrso fin al mismo. En síntesis, la
ordenaciór-r del territorio en época romana de laCosta de Granada parece justificarse en función de
la explotación de los principales recLrrsos econó-
micos, en base a las actividades comerciales: lariqueza pesqllera, con Lrna importante factoría de
salazones excavada en Almuñécar (32),la agricul-tura de 1os bordes aluviales cle los ríos Guadalfeo
y Verde, y, por último, la minería de 1as sierras
interiores, entre las que destaca especialmente la
de Lúrjar. E1 agotamiento cie esta organización eco-
nómica, comprensible a partir cle la generaliza-
ción del comercio y la existe ncia de un Estado que
impone unas cargas impositivas, se evidencia en
época bajoimperial. Así se deduce de algunosdatos de los que disponemos sr.rcixs ir v¿rias exca-
vaciones arqueológicas concretas llevadas a cabo y
por el trabajo de prospección realizado. De un
lado, se percibe una 7>aralización de las actividades
de la factoría de salazones de Almuñécar entre
fines del siglo IV o principios clel siglo V; de otro,la desaparición, en fechas aproximaclamente simi-lares, cle un importante nítmero de asentamientos
rurales ordenaclos en torno a la vega clel Guadal-
feo, presumiblemente dedicados a ia agricultura,y cle otros en el área de Sierra cle Lújar, seélura-
mente más relacionaclos con ia mine¡ía.Por lo que respecta a la consabicla crisis urba-
na en este período, poco es lo que podemos decir,
plres estamos faltos de actuaciones arqueológicas
en las dos ciudades coster¿1s. En todo caso, aun
suponiendo una importante regresión, lógica al
tratarse estos núcleos de verdaderos centros recto-
res del sistema en crisis. no tenemos dudas sobre
una cierta pervivencia en nlrestra zona, conservan-
do cuando menos su función portuaria. De no ser
así, no se explica la presencia de materiales cerá-
micos tardíos de importación en yacimientosromanos situ¿rdos junto a la 1ínea de costa. Se
constata, pues, la pervivencia de asentamientos
ligados a la navegación, como en e1 caso de Salo-
breña (el peñón exterior) y en el de La Rijana(Gualchos-Castell de Ferro), hasta bien entrado el
siglo VI e incluso posteriormente. Las actividadesmarítimas debieron prolongarse hasta época
árabe, como se desprende de la entrada de Abdal-Rahman I en Almuñécar, pero no podemosprecisar ni su entidad ni su radio. Lo que parece
evidente es que lzr comunicación mediterránea iríamás en sentido S-N clue en E-O. El hiato que se
ol¡serva en yacimientos como El Maraute y La
Rijana no significa la desaparición de una pobla-
ción, sino el cambio de modelo organizat.ivo. Es
decir, estos puntos de atraque debieron percler su
función, siendo ordenado el espacio a partir de
asentamientos más interiores, en los que Ia dedi-
l1
cación aÉlrícola y minern desapareció en beneficicrde una economí¿r de aprovechamie nto de losrecursos de.l monte y posiblemente ganaclera.
En este contexto, de1 que sólo hemos señaladcr
las líneas generales, es en el que debe enmarcarseel nuevo patrón cle asent¿rmiento. No es fírcilcleterminar e1 momento en que sucede, pero toclolleva a pensar que no ocilrrirá, al menos comol-iecho consolidado, anres del siglo VII. Posible-mente la fecha en la clue el proceso ya ha culmina-do está relacionada con la clesaparición de las
estructuras estatales que los bizantinos intentaronprolongar en esta parte cle la Península. A partirde ese momento, l-ray que pensar en que se desa-
rrollasen Élrllpos de rin carácter eminentemenreseñoritr1, principalmente en e1 secror occidental cle
la Costa, y que hubiese comunidades establecid¿rs
en asentamientos de altura, en el oriental.Planteada así la cuestión, habría qr-re detener-
se en las rel¿rciones cllre con anterio¡iclad a la pri-merafitna se establecieron entre ambos grupos. La
localiz¿rción de 1os asentamientos en elevzrcioncs,
en algunos casos de consideración, pone de mani-fiesto que sus ocupantes vivían, como hemospuesto ya de relieve, del :a/tas, sin que la agricul-tllra oclrpara un lugar preponclerante , al menos en
el sentido qr-re iuego poclrá verse para las alqueríasislámicas ya plenamente instaladas. Es posible,pues, pensar que estas comunidades no sólo vivenal margen del Estado, sino, ¿rclemás, de la presión
de los grupos señorializanres. Esta íilrima situa-ción no hay c1r-re descartar que se produjese en
¿rlsúrn momento, pero, de hecho, no significó unaprofunda alteración de 1as estructuras de base, porlo clue l-ray que sospechar que no fuese nada más
que cJe manera epidérmica y ocasional. Las formascle r.icla preclominantes vienen indicadas, al menos
en el ¿íre¿r cle Sierra cle Lújar y la verriente meri-clion¿rl de l¿r Contraviesa, por 1as modalidades de
los asentamientos. Así. los dos htniln más caracre-
rísticos, el cle Olías y el .le la R.rmbla .lel Valen-ciano, inciependientemente del momenro en quese edific¿rran, qlle no se puecle precisar, aunqLre
hay restos cer¿ímicos que podemos calificar gené-ricamente de altomedievales (zrnteriores, portanto, al siglo X), presenran unas caracterísricasfuncionales que nos obligan a fensJr qlrc sc rr¿tande refugios de comunidades campesinas.
Problema aparte es el de la exisrencia de ¿rsen-
tamientos en zonas llanas y parn las que hay c¡ue
32
suponer una dedicación fi-rndamenralmente agrí-cola. Su análisis arqueoló¡¡ico, sin embargo, es
extremad¿rmente difícil, habida cuenta de clue es
sobre estas áre¿rs sobre las que con mayor fuerzaha actuado un proceso de transformación del pai-saje en los últimos tiempos. Se clebe a la conjun-ción de un rápido desarrollo de los cultivos de
regaclío y de los comple jos urbanísticos (3 j).Afortunaclamente hemos podiclo resc¿rtar algunosdatos de indudable interés. Así, hemos localizadoun asentamiento que parece enlazar con el mundota¡dorromano en el escalón mont¿rñoso que rodea
la rambla cle Castell de Ferro, concreramenre en
las proximiclades del cortiio de 1os Pastores (3,i).TaI vez de parecidas car¿rcrerísticas sea el yaci-miento del cortijo clel Cura, en las elevacionesmontañosas que cierran por el N los Llanos de
C¿rrchuna (Motril). Pero no es menos cicrto quelos restos cerámicos hallados son de escasa rele-vancia, 1o que nos impide hacer muchas más pre-cisiones. Por lo demás, hay clue reseñar que las
vegas de la zona occidental, mucho más amplias ycon una continuada vida urbana, debieron de con-tar con asentamientos de tales características. Nose podría explicar sin ellos la pervivencia de las
ciuclades y el mantenimienro de los grupos seño-
rializados, que se e ncast illarán en la primera fitna .
LA ISLAMIZACION DE LA COSTADE GRANADA
De lo señalado hasta ahora se puede sacar laimpresión cle que en 1a Costa de Granada se asis-
te , durante el período alromedieval, a 1a confron-tación de dos realidades sociales cliferenres quehemos definiclo a muy grandes rasÉios. Como se
verzí, una de ellas represenra a 1os elementos quepodemos delinir como feudalizantes, que opon-drán una clara resistencia a la implantación de lasociedad y del Estado islámicos zr lo iargo de los
siglos IX y X.Aho¡a bien, nada impicle pensar en la existen-
cia de sectores favorables a la islamización en los
medios urbanos de nuestra zona. Es probable c¡uc
la debilidad de éstos llevaría a su sumisión final a
los a¡bAh aliados a los Banür Hafsun, pero, en todocaso, parece lógico pensar en al¡¡ún germen cle
población proclive a1 entendimienro con el Estack¡
islámico y 1o que él represenra. Téngase en cuenraque las ciudades existen y no son ajenas a la vida
comercial. En el anterior sentido pueclen interpre-tarse l¿rs notici¿1s clue ofrece Ibn al-Jatib y analiz.r-
ba Bencherifi recientemente (3i). Se reflere ¿r la
¿lctitucl de un secror de la poblnción de Bobastro
que , encabezado por su abisftr.', decide, mientr¿rs se
cles¿rrrolla la campaña clr 9l l. pactrr con Abd al-
Rahmán, kr que supondrá r-rna sangrienta inter-venciírn cle 1os contrarios al gobierno cordobés.
!,st:r postr-rra venclría a coinciclir con la adoptacla
por otros mlLchos sectores urbanos de al-Ancl¿rlus
(36). Pero en nllestro caso hay clue plarntear ciert¿rs
cuestiones, porque se conectan en el tiempo con lavictorios¿r camptrña cle Jate , de la que ya hemos
l'rtrbl'.rclo, y, por tanto, cabe pensar en que est¿r
acción milit¿r se llev¿rra ¿r efecto con objeto cle
merm¿rr l¿rs fi,re rzas cle krs ocupantes de Bobastro.
En suma, la implantación del est¿rdo omeya
en la zona parece que será posible un¿1 vez vencida
l¿r resistencia de sus pobladores, o, mejor clicho, de
los grr,rpos que contnrlan k¡s rnu¡uth¿t a/-basin delírrea occidental. Es evidente clue los homb¡es del
otfo sector costero no debieron ¿lceptar sin más su
encuadramiento por parte clel Estado corclobés,
pero, en todo caso, cle existir una o¡:rosición, no
ciebió cle revestir las c¿rracterísticas cle un conflictcr
¿rbierto. De cr-ralclr-rier modo, no htry clue poner e1
¿lcento en un proce so exclr-rsiv¿rmente político,sino que ctrbe penstrr c1r-re adquirier¿r diversas for-mas, siendo funcl¿rmental 1a captación cle 1os
pobladores de estos asentamientos elevaclos a par-
tir de un¿r mayor regr-rlarizactón de las actividades
comerci¿rles y agr:ícolas.
Ibn Hayyán nos informa algr.rnos años después
rlr l.r r.tnr¡.rit¡ tlr ()l i. qttc ticrt,rnrrntc no termi-nó con r,rn rriunfo pleno .le Abd el-Rahmán III,en concrero en 942, del rrcrmb¡¿micnro Je qober-
n¿rclores ( trlutta/; siny.. itt)/) entre los que se
enclieutril e1 de l¿rs fortalez¿rs de Jate, Salobr:eñ.r y
sus clepenclencias (17). Se trata, clesde luego, de
r-rna señ¿rl inecluívoca cle la asimil¿rción al Estaclo
islirmico cle la zona. Ya el pocJe r central se ha
hecho con Ia principal fc¡rtaleza ler'¿rntacla por los
dt:hih para aftan¿ar su dominio. Pero el c¿rlifa cor-
clobés cuenta asimismo con las ciuc'lacles de Salo-
breña y Almuñécar. Incluso el hecho de clue se
hable de rn gobottad,tr que control'¿ no sóIo /tt.v7u,
sino sus dependencias, es inclicativo del papel cle
organizaclor del espacio que tenían las estructur¿rs
castr¿rles y las urbanas.
Al mar¡¡en cle estos problemas que atañen al
ciesarrollo cle un nuevo modelo de organización
del poblamiento, qlle, como se verá, ve ndrá acom-
pañado de un¿r fortificación de la Costa, clebemos
asimismo destacar 1as modificaciones en los núcle-
os de pobltrción y en el registro cerámico clue las
P¿lrenriza.En efecro, la prospección arqr-reológica y, en
algunos casos, la excavación, har-r permiticlo cons-
t.rtar la reactivación, sobre unas bases nuevas y a
partir de re¿rlidades clistintas, clel poblamiento en
aquellas hre¿s en las que se había producido r-Lna
regresión ¿r finales del Mr,rndo Antiguo.Así, las intervenciones arqueológicas de
urgencitr llevadas a cabo en 1os yacimientos cle "ElMaraute, (Motril) (38) y cle La Rijtrna (Gualcl¡os-
Castell cle Ferro) (19) han puesto de manifiestocómo los asentamientos que habían sufriclo los
efectos de ln clespoblación parcial cle la vega baja
clel Guadalfeo, en el c¿rso clel primero, o cle la
línea de costur, lo clue es aplicable a los clos, son
reocupzrdos a p¿lrtir clel siglo X, aunque r-ro hay
nn¿1 superposición cle niveles ni, por t¿rnto, conti-nuiclad estrict¿rmente topoéjráfica. No ptrrece que
sean fenómenos aislados, sino que responcie a un
proceso que se puede aplica¡ al ílrea costera, al
menos en sll p¿1rte oriental. De hecho, a estos clos
asentamientos clebe cle añaclirse alguno más, como
ocurre con el hallado en las proximid¿rcles clel cor-
tijo de La Reala, por encima de Carchr-rna (Gual-
chos-Castell de Ferro), en cloncle hay r-rna fáse
romana y otra califal.Hav un hecho seguro y qr-re, de entrada, hace
pensar en 1a intensificación clel poblamiento en
las zonas más llanas: e1 abanclono clelinitivo cle los
asentamientos de altura en torno al siglo X. Esto
parece demostrado en los c¿rsos de Pico Aguila yde los Picos de El Castillejo. En ¿rmbos la aperi-
ción cle las cer¿ímicas viclriadas, algunas incluso
decoradas con la técnica del verde y manÉi¿neso,
nos sitúan en el límite final cle su ocupación. Pero
hay más, el volumen cle estas cerámicas claramen-
te califáles no es mLly importante. Algo similarparece que ocllrrió con otro yacimiento cie parcci-
das c¿rracterísticas a los anteriores, el cle Los C¿rsti-
llejos (Vélez Benar-rdalla). Aun sin contar con
cerámic¿r calif¿rl vidriacla, los ¡.:,aralelos con ia cerá-
mic¿r ¿r torno proceclente de El Maraute permiten
tal suposición.
t)
Llegados a este punto, cabe pre¡¡untarse si nos
encontramos, al referirnos al abandono de 1os esta-
blecimientos de altura, x Lrn proceso inici¿do a
raíz de la penetración cjel Estado califal o si ya
había indicios en ta1 senticlo con anterioridad.Descie luego, no podemos relacionar de formaautomática 1a fase final de estos asentamienros con
la actr,ración política del califato, que es elmomento írltimo del proceso. Como se ha señala-
do, la aparición de la cerámica califal no dejalugar a dudas sobre la existencia de tal fenómeno
en 1a primera mitad del siglo X. Pero ¿qué ocurre
con yacimientos como el de I Peñón de PedroVélez, en los que recogida de materiales de super-
ficie no nos lleva más tarde de la época emiral?.La respuesta no es fáci1. De aceptarse las cronolo-gías aportaclas por esta cerámica, habría que expli-car a continuación el porqlré del abandono. Pudo
obedecer a múrltiples factores, no teniendo que
interpretar forzosamente como Lln desalojo a las
zonas llanas. TaI vez se clebiera t¿rmbién a Lrn rea-
grupamiento de las poblaciones en los asenta-
mientos mejor defendidos con motivo de la pr.i-
mera fitna. AI respecto llama 1a atención que sean
los dos yacimientos situados en los lugares más
altos e inaccesibles los que con seguridad lleganhasta el siglo X.
La transformaciones de este siglo no sólo van
a afecrar a los modos de ocupación de1 territorio,sino también trl registro cerámico, como ya hemos
venido apuncando. En un análisis anterior (,10) se
l-ra puesto de m¿rnifiesto que, por encima de afini-dades evidentes, la cerámica califal cle la Costa
suponía una clara ruptura con 1a anterior. Esto no
se refiere sólo a 1a ya mencionada cerámica vidria-da y a las nuevas formas a torno zrparecidas, sino
que afecta a l¿r misma cerámica a torneta. Unhecho que, sin ducla, ha de conectarse con la gene-
ralización de las actividades comerciales, quedebió de permitir la presencia de nuevas form¿rs
cerámicas, en un mayor porcentaje procedentesdel medio urbano, independientemente de que se
f¿rbricaran o no en la propia Costa.
Por lo clue respecta a las ciud¿rcles costeras
poco o nada podemos decir desde un punto estric-tamente arqueológico. Pueden pensarse, a parrirde todo 1o anteriormente dicho, en un desarrollode 1as mismas a partir del siglo X. De todas for-mas, parece oportlrno reclam¿rr una mayor ¿rten-
i4
ción para estos momentos a la hora de realizarnuevas intervenciones, si fueran posibles, en los
medios urbanos.
Las fortificaciones también suf¡en un proceso
de cambio. EI hisn de Jate v¿r a mantenerse, alrn-
clue controlado directamente por el Estado. Nocor¡erá igual suerte el otro de los ununab¿t a/-hasln del área occic'lentzrl, el cle Moscaril, qlre va a
ser desalojado tras la campaña cle al-Nasir, hecho
que no se infiere tanto de las informaciones escri-tas (41) como de la prospección arqueológica. En
efecto, no se h¿r hallado cerámica alguna cle épocas
posteriores a la qr-re estudiamos. De todas formas,
al-Udrr (12), en el siglo XI, nos hablará de un
!uz' cle AIaíkarll. Por lo que respecta a los httln-refugio clel área oriental ya hemos señalado que
vzrn a seguir teniendo igual firnción en relacióncon las alquerías cle su entorno, sin que ello supu-siera que estuvie¡an libres cle todo conrrol esr¿rtal.
Conviene señ¿rl¿rr que este destino parece qlle va ¿1
ser comparticlo por el hisn de Juliana (Murtas),ocupando una posición central con respecto las
alquerías más septentrionales de la Costa, muycerca ya de la Alpu jarra.
Nos interesa destacar ahora que aparece unnuevo tipo de fortificación y que se asemeja bienpoco a los /ltsiln preexistentes o a los complejos de
carácter ciefensivo. De su existencia tenemospruebas gracias a la intervención arqueológica de
urgencia llevada a cabo en el yacimiento de La
Rijana (,13). Sin entrar en cletalles sobre 1a etapa
nazarí de esta fortificación, que, desde luego, es
su principal momento de ocr:pación, cenrraremos
nuestra atención en los vesrigios que se pr,reden
datar en época califal. Nos referimos a la platafor-ma rectangular de hormigón, construida con latécnica de la tabila, situada en el extremo SO de
la lengua rocosa en donde se enclrentra el asenta-
miento medieval. Serviría más tarde de base para
levantar una torre en época casteliana, segura-mente a mediados del sigio XVI, así como la uri-lización cle un¿r parte de la misma para un aljibeque se le adosó. Aunque l¿rs dif-erencias entre la
torre, hecha en mampostería y reforzada en sus
esqr-rinas con sillares, y la base de hormigón era
eviclente a simple vista, apenas habí¿r sido objerode análisis, aún contando con varios rrabajos ela-
borados anteriormente (44). Las actuaciones qlre
se llevaron a cabo. refiriéndonos únicamente a la
époctr califal, se concretaron en Lrn¿l limpieza en e1
interior clel aljibe y en un soncleo en lzr esquina SO
exterior. En éste se percibió Ia existencia de unestribo c1r-re reforzaba la cimentación. Se pudo asi-
mismo observar cómo entre éste y el muro N cle 1a
platafbrma de hormigón hal¡ía un reparación de
piedras, l¿r cu¿rl parece que había roto parte clel
pavimento cle cal grasa que ia rodeaba. El rellenojunto a esta reparación permitió identificar algu-nos materiales prehistóricos, procedentes del pró-ximo yacimie nto, y algunos dat¿bles en época
califal. Por su parte, la limpiezar clel relleno delaljibe, procedente en su mayor parte del derruml¡ede Ia torre, posibilitó observar cómo aquél era una
aclaptación posterior, probablemente contemporá-nea a la construcción de la torre, y que originarix-mente encerraba una construcción de planra mr-ry
distinta, qr-re contaba, a1 menos, con una divisióninterna. Así pr.res, parece kr más razonable pensar
en Lrn¿l cronología califal para la primera consrruc-ciírn cle La Rijana. Es posible qr-re también a este
período pertenezca la aclaptación del rerreno efec-
tuada para facilitar la subida a la meseta rocosa
clesde las c:rlas que 1¿r rodean y que debía re¿rliz¿rrse
descle el extremo SE. Los resultados de estas inter-venciones permiten corrobor¿rr que la ocupacióncalifál se Localizó sobre todo en el extremo S delyacimiento, e1 más cercano zrl mar, a diferencia c'le
Ia nazarí, qLle supuso una transformación más
amplia. Es en ese extremo en donde se edifica Ia
plataforma de hormigón, clominando las dos calas
que la rodean, La Rijana al O y La Rijanilla o Calade1 Pino al E.
Es, pues, una obra ciestin¿rda al control de lanavegación y en concreto de los dos magníficosfondeaderos qlre representan ambas calas, que nosólo permiten resguarclarse de los vientos, sean de
levante o de poniente, sino clue además se trara de
uno de los pocos puntos en los que es posibleabastecerse de agua clulce en 1¿r misma orilla. Unproblema disrinto es saber en beneficio de quiénse realizaba este control. Parece que 1o más razo-nable es que lo fr,rese del propio Esrado, en primerlugar por las características del edificio del sigloX, que parece aclaptadzr a aposentar a una pequeñaguarnición más c1r,Le a 1a de servir de defensa de
contingentes mayores, aunque esto no implicaque 1zr plataforma, por sus características topográ-ficas, sin,iera de refugio ocasional a la población
cle los ¿rlrededores, en especial a la relacionada conlas actividades marineras. Sirv¿r la comparación cle
estas estrlrcturas defensivas con 1os /:ttsttn-refugios
más cercanos, como los de Olías y el de la rambladel Valenciano. En ellos, como dijimos, no hayrestos de la solidez de los que existen en la Ri jana,
situada precisamente en una de las zonas menospobladas, los acantilados entre Calahonda y Cas-
tell de Ferro. En e11a sólo contamos con un asenta-
miento, el mencionado cle Pico Aguila, que,según ya hemos puesto de relieve, se abandona en
estos momentos, sin que pueda, por el momento,afirm¿rrse clue oriÉlinase un ase ntamiento en ellitoral. Sobre la línea cle cost¿1 no tenemos darosprecisos hasta época nazarí. En esas fechas, a tra-vés de 1a documentación castellana posterior a Iaconquista, encontramos referencias a 1a pesquería
de 1a Rijana, con la que quizás haya que relacio-nar la refortificación de1 lugzrr.
En suma, se trata de un nuevo tipo de estrllc-tura castral cle époczr califáI, distinta de las ante-riores que hemos visto en nllestra zona de estudio.Incluso es posible qlre no sea la única, sino queresponda a un modelo más o menos planificado de
todo el conjunto territorial. De hecho contamoscon un paralelo en Lln punto cercano. Nos referi-mos a1 edificio que preside el Castillejo de Orgiva(45). Aunque muy arrasado por la construcción de
un cortijo en este siglo, presenta similitudes evi-dentes con el de 1a Rijana, tanto por la técnic¿constfuctiva como por su planta rectangular. Es
incluso posible pensar en una cronología similarteniendo en cuenta que hemos recogido abundan-te ce¡ámica califál en superficie. Tén¡¡ase en cuen-ta además que esta estructura defensiva ocupa unazona de paso obligado de la Alpujarra a 1a Costa,tanto a través de1 río Guad¿rlfeo, como por losbarrancos interiores que llevan a los alrededores
de Castell del Ferro.
Hemos de anotar asimismo que se ha halladouna moneda de la época de al-Hakan II en la torredel Zabullón, entre la Rijana y Calahoncla, cons-trucción que se fecha, tal como la conocemos hoy,
en el siglo XVI con seguriclad. Aunque encontra-da luego de r-rn expolio y sin contexto arqueológi-co, nos hace pensar en una posible fortificación de
la Costa, claro está que en relación con los otroscltrtos ya expuestos, que tendría como fin¿rlidad elcontrol del tráfico comercial, la vida agrícola y lapesca en tiempos califales.
It
NOTAS
L l)e gran interés es el artículo de Barceló, Micluel, "Unestuclio sobre la estructura fiscal 1'proceclimicntos conta-
bles clel Emirato de Córdoba". A¡¡¿ Histu'irt et Archeo/ogi-
c¿t lIe¿/jeu / i¿, 1 -(r ( 1 9¡i1- L 9¡i 5), pp. I 5 -7 2.
2. \ülickham, Chrjs, "L Italia et I'AIto Meclioevo". Archnlo-
git llediu'a/t, XV (1988), pp. 105-l2.1, espec. p. 106.
3. Hoff-mann, Ccrc1, Ho/ozátttratigrdphie lr¿/ K¡iste¡tlit¡ients-
/tgttng .t D t/er dilr/¿///.t¡.¡cher,\l ittr/n¡urkiisÍt. Brernen,1 988.
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histri¡icas". Clr:o ¿/e confarent)a.t lrouuniada.r cot ¡nalit.'o del
V Cuieuarin de la ircorpartciír de S¿llhrcñ¿ a la Carnu cle
Ca.¡tjlh (l:i89-l 9891. Salol¡reña, 1990, pp. 55-83.Nlalprca Cuello, Antonio y May, I'honas, "La prospec-
ción 1' los rccursos naturales. El paisaje vegetal de 1a zona
de S¿lobreña". II Enruntros sobrt Arqnuiogía 1 Pttrilturtu.La prosptúrht arqrulígiu. Salobreña, 1991 (en prens¿).
5. Ibn Hayyán, Críttird ful ca/iJa Abd¿rrabn¿n lll an-Na)rntrc /os ¿tíias 912 1 912 (a/-llnqubi: V). Traduc. Viguera,
M.'Jesúrs y Corriente, Federico, Ztrtgoz,a, I98i, p. 57.
ó. Ibn Hayyan , CríniL¿ t/e/ ulifa..., p. 62.
1. [] na Crínic¿t L/ilíiliilLt de/ caliJa AhJ ¡/-Ra/:a¿7t¡ lll a/-Nt-7ii-. Edic. y traduc. Levi-Provcngal, E. y García Gómez,
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8. Jirrénez Mata, M." Carmen, L¿ Gr¿ttt¿/a it/,ín¡ica. Coutri-
l¡t¡itít t ¡r tstruilo geográ[io-po/ítita-adn¡iristr¿tittt a tr¿uí¡ ¿le
t)
LO
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t2
/a topotirttitr. Granacla, 1990,pp. 109y 1Ll.Ibn Havyán, Críniu c/e/ rtliJa..., pp. 1i2-1.13.
Liu Crítica L/il¡iliud..., pp. L1t0-1.11.
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Bttlzrt / ila3rlú, tracluc. por Fagnan, E., Argel, L!01-190.1, 2 vols., rol. II, pp. 101-105.Ibn Hayyán, A/-llrqnbas V. Ed. Chalmet¿, P., N{aclricl,
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1!. Un examen clc csta problemática en Acién Almansa,Manuel, "La ibrmación y destrucción de al-Anclalus".Ilistorit dt /o: preh/o.r le E.tpaña, Tiarras Jronteriza.r (l).
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mismo autoL: "De la conquista musulmana a la época
nazarí,, en t\I'í/aga (tn/. Il). Historia. Granada, 198.i, pp.
16t)-i10.li. Acién Almansa, Manuel, .Poblamicnto y fbrtificacrón...",
pp. 1:12 y ss.
16. A/-Xtryttbi:,1,11, traduc. Guraieb, Joscr E., en Cta¿leruo: de
Hi.¡toria de E.rpaD;2, XXXI-XXXII (1960), p. 1lti.11. Sánchez N{a¡rínez, Manuel, .La cora cle Ilbira (Granada y
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pp. )-¡i1, espec. pp. t9-60.18. I'Ia\rica Cuello, Antonio, .Primeros elementos cle análisis
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a fines cle la Edad Media". Altttitícar. Arqleo/ugld t H)tt,tr)¿, ll, A|n¿ñécar, 198+. fp. 1-5-lr)(). cslÉc. l¡f ]8t-lliti y 397; y Ma$ica CuLello, Antonio y Gtímez Becerra,
Antonio, "La ibrm¿ción cle un tc¡ritorio fionterizo medie-
J6
val: la costa cle Gr¿nacla cle la época musulmanu a la con-
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19. Ibn Hayyán, Cnínin del calif a..., p. f .i3.
20. Ma$ica Cuello, Antonio y Gómez Becerra, Antonio, "Laformación...", p.250.
21. Ibn Hayyán, Crín)ca Jel n/i.fu..., p. f .i3.
2¿. I ut ,r', ti..t ,tr''t t .r.... p. I ll .
21. Acién Almansa, ManLLel, "De la conquista musulnrana..,',
24. Acién Almansa, Manuel, "Madlnat al-Zthrá' en el urba-
nisno rrusulm án,. C¡t"t¡/eruo.¡ de lla¿l.uat a/ Z¿/:ri'. I(198u), pp. L 1-26.
25. Maipica Cuello, Antonio, .EstLuctuLa cle poblarmicnto cle
1a Costa de Gran¿da a flnes cle 1¿r Ecl¿cl Media".5¡z¿ll¿¡H j,,u,)..t. Vllr loSLrr. 1,1, l5s-1H6.
26. Malpica Cuello, Antonio, "El territo¡io de la costa o¡i.ntal de G¡anada en época nazarí a la luz cle un testimuniucasrellano cle mecliados del siglo XVI'. (En prensa).
21 . Malpica Cuello, Antonio, "Castrllos y sistemas dcfensjvos
cn las ta a,is alpujarreñas de Sáhil y Suhayl: Un análisis
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t. III, pp. li7-180, 1' Ma\rica Cuello, Antonio y Gómcz
Becerra, Antonio, "La lormación...', pp. l:i9-2i0.28. Sánchez Martínez, Manuel, "La cora clc Ilbr ra (Granada y
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1937, p. l'15.
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14 Gómez Bccerra, Antonio y Malpica Cuello, Antonio, "Elpoblamiento mediev¿I...", y Gómez Becerra, Antonro,
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A comienzos del siglo XVI, en el Apeo de Tmillas, aparece
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1984,$410y88,i.Sánchez Martínez, Manuel, .La cora de Ilbira...,, p. 57.
Malpica Cuello, Antonio y Gómez Becerra, Antonio, Urza
cala...
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!8, y Reyes Castañeda, José Luis de los y Rubio Prats,
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rul Espáñlld. Madrid, 1987, t. II, pp. 219-249.
Una primera aproximación a esta fo¡tificactón la reiltzó
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archéologrque". Nlílanges de la Casa de Velázqaez. XIX(1983), pp. 89-124.
Recienremcnre el l\oblrmiento dr l¿ zon¿ ha sidu obiero
de investigación por Trillo San José, Carmen, La A/!uja-rra a fines de la Edad hledia. Granada, 1991.
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El Peñin fu Lo.r Casti/lej()t JttÍt (A/¡¡¡ttñícdr). llettut ¡lt.¡tntttitn.r d¿l ¿scnt¿t¡¡tinto,
L,í¡¡¡. 2: P in lht.¡nri/ ( A/n¡¡tñic¿r). Vi¡ta desfu ¿/ NE. A .rt.r /tiet .re enuziltrrl la antigtrtt a lquerfu i¡/án¡ jca de Ttr j//¿t¡.
4i
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J: Pi¡os Jel La.rt)l/e.jt, (V1/t: dt Bn¿tdtll¡t)
L¿iut. 1: \/i.¡t¡t tírett de [t I?ijana (G¡t¡ltha¡-Caste// de Ferrt)
i+-,.j:-:.+="'i!::;+ÉÉ=::-::'i=:-::':-'r"-':=-
14
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