El petróleo del siglo xxi diario de navarra

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Cómo el conocimiento se ha convertido en el motor de la economía y la sociedad del siglo XXI, y sus consecuencias.

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El petróleo propició el desarrollo de la II revolución industrial, y transformó el paisaje del mundo. Impulsó un gran crecimiento del mundo occidental, bajo un modelo de desarrollo donde el consumo daba centralidad al trabajo como elemento de cohesión social. Este modelo, ahora en fase de agotamiento, está siendo sustituido por otro, cuyo combustible es la súper-abundancia de información y conocimiento, propiciadas por la “revolución digital”. Sus autopistas son internet y la electrónica digital. Entramos en la economía de la conexión y el conocimiento. La clave ahora estriba en que, en un mundo más escaso en recursos, la principal aportación de valor reside en la capacidad de gestionar el conocimiento disponible, para generar soluciones innovadoras. Alinear conocimiento y organización es el reto para instituciones y empresas. La tecnología digital proporciona abundancia de conocimiento y recursos para construir soluciones antes impensables. La conectividad fruto del efecto red, facilitan y abaratan la generación y la escalabilidad de dichas alternativas. ¿Cuáles son las consecuencias de este nuevo modelo en términos de cambio social, y cómo afecta a las relaciones de poder, la economía, el trabajo, o la educación?. El aumento exponencial de conocimiento disponible genera un aumento de la complejidad social. Vivimos en un mundo cada vez más complejo, y por tanto más difícil de entender. La paradoja es que, tal como señala el profesor Innerarity, la abundancia de conocimiento nos sumerge en un desconocimiento mayor, puesto que lo que podemos saber es, en términos relativos, mucho menos que antes en relación a todo el conocimiento disponible. Aceleración de los procesos de cambio, debido a la constante renovación del conocimiento y la tecnología disponibles, lo que obliga a un aprendizaje y renovación permanentes. Las organizaciones no son ajenas a este fenómeno de cambio acelerado y a sus consecuencias. Un enorme desafío en términos de gestión. Tomar decisiones se vuelve más difícil. Prever todas las consecuencias se vuelve arduo, tener éxito en un proyecto, se torna en algo casi aleatorio. Este es el gran reto que nos impone la complejidad. La incorporación masiva de tecnología en todo tipo de procesos, está expulsando del mercado de trabajo a ingentes cantidades de trabajadores, debilitando a la clase media. La centralidad del trabajo, como elemento de distribución de riqueza y de cohesión social, queda en cuestión. La conclusión más poderosa es que no podemos seguir gestionando el mundo con los parámetros conocidos, pues se muestran ineficaces para la gestión en esta época dominada por las redes, el conocimiento y la complejidad. La política, la economía, y las relaciones humanas se han visto alteradas por la emergencia de la sociedad-red, una nuevo forma de organización subyacente a la estructura social. Sus características: ser global, estar basada en el intercambio de información y conocimiento, y poseer una estructura horizontal, compuesta por múltiples nodos interactuando. La centralidad de las estructuras de poder, se ve afectada por una dinámica que es multipolar y compleja. El efecto red neutraliza, en buena medida, su capacidad de decisión. En las empresas, los esquemas de gestión del modelo industrial, son rígidos e incapaces de asumir los rápidos cambios del entorno. La solución es dotarse de estructuras organizativas más abiertas, donde la responsabilidad compartida permite absorber mejor la complejidad.

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Los consumidores ya no son receptores pasivos. Gracias a la conectividad digital, tienen, de facto, voz y voto en el diseño de productos y servicios, son “prosumidores”. Esto se traduce en necesidad de innovación constante. Los activos intangibles, como el conocimiento, el capital social, relacional e intelectual, o la imagen asociada a la marca, son las principales fuentes de aportación de valor al negocio. La mayoría de las empresas más valoradas en el mundo, no fabrican nada tangible. Gestionar estos activos demanda invertir en el capital humano y talento, que son los que aportan inteligencia, conocimiento, e ideas. Motivación intrínseca, responsabilidad compartida, identificación con la tarea, y aprendizaje dentro del trabajo, son las claves de su productividad. La transformación del sistema educativo es la gran asignatura pendiente para aumentar y mejorar el stock de capital humano, la verdadera riqueza de la sociedad. Ello dependerá de la mejora del capital social de todos y cada uno de los individuos de la misma, no solo de unos pocos. Educar para la sociedad del conocimiento implica formar personas autónomas, con recursos de aprendizaje propios, capaces de analizar críticamente la información. Saber deja de ser relevante, para dar paso a ser capaz de acceder al conocimiento requerido al momento. Un aprendizaje centrado en el alumno, basado en la motivación intrínseca, sus capacidades propias, y en la auto-responsabilidad, son los ejes que deben informar esta transformación. Implica un cambio de mentalidad que aún no estemos preparados para asumir. Adaptar nuestra economía y las bases de nuestro entramado social a los cambios que he señalado, nos llevará algún tiempo y mucho esfuerzo. ¿llegaremos a tiempo para evitar aun daños mayores a los ya sufridos desde el inicio de la crisis? ¿Estamos preparados para esta e-volucion?.