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22— , Octubre-Diciembre, 2007 Reloj de las Escuelas Pías en Villapresente (Reocín). El mecanismo del tiempo Un viaje al interior de los relojes públicos de Cantabria

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22— , Octubre-Diciembre, 2007

Reloj de las Escuelas Pías en Villapresente (Reocín).

El mecanismodel tiempo

Un viaje al interior de los relojes públicos de Cantabria

, Octubre-Diciembre, 2007—23

JESÚS DE CASTROFotos: MANUEL ÁLVAREZ

y archivo DANIEL MATO

La Real Academia Española afirma en sudiccionario que tiempo es la “duración delas cosas sujetas a mudanza”, y añade enla segunda acepción que también se tra-ta de la “magnitud física que permite or-

denar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pa-sado, un presente y un futuro”. Los relojes públicos hanjugado un papel esencial en la sociedad de los siglosprecedentes para medir este intangible, pero algunos deellos parecen tener en Cantabria un presente de olvidoy un futuro que amenaza con arrinconar para siempresus maravillosas entrañas mecánicas, mudándolas enmasa informe de chatarra. Daniel Mato Jara, miembro,al igual que su hermano gemelo, de la tercera genera-ción de relojeros especializados en estas grandes má-quinas de precisión, propone la elaboración de un ca-tálogo de estos ingenios, junto con la urgente recupe-ración de los que se hallan inhabilitados por falta de re-paración y mantenimiento.

El reloj de Correos y Telégrafos de Santander fue reparado para la inauguración oficial del busto de Alfonso XIII.

El relojero de Santoña, Mariano López, con el aparato encar-gado por el Ayuntamiento de Torrelavega en 1878.

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Aunque parezca una enfermedad denuestros días, la preocupación por eltiempo, la obsesión por medirlo, y elsiempre fallido afán de controlar su de-curso parecen ser tan antiguos como la

propia especie humana; y desde luego los meca-nismos para observarlo eran ya conocidos por lasantiguas civilizaciones. Nuestros anónimos antepa-sados prehistóricos dejaron marcas en cavernas ymonumentos megalíticos como resultado de su per-cepción sobre los movimientos del sol y la luna, quepermitieron acotar las estaciones y el tránsito no-che-día.

La búsqueda de una mayor precisión era inelu-dible, y así llegó el indefectible reloj de sol, como losque aún se ven en algunas fachadas solariegas deCantabria. Otros artilugios inspirados en la natura-leza, como el reloj de arena; el de fuego, a base develas o mechas; y el reloj de agua, o clepsidra, se in-corporaron más adelante a la medición del tiempo.

Pero, durante siglos, tan sólo los poderosos y lossabios accedían a estos instrumentos, y los utiliza-ban para fortalecer su poder o su influencia sobrela organización social. Y así debió de ocurrir hastael siglo X, en el que la historia sitúa al monje Ger-berto de Aurillac, quien llegaría más adelante a serel papa Silvestre II, construyendo el primer reloj me-cánico con ruedas dentadas, lo que convirtió a suartífice en sospechoso de brujería. Eran las prime-ras apariciones “del más sensacional, el más so-brecogedor invento de los hombres”, según el no-bel Camilo José Cela.

Dicen las crónicas de la Alta Edad Media que lavida en aquellos años se acompasaba al ritmo delas campanas que tañían los monjes en los mo-nasterios. Pero llegaron las ciudades, y con ellas la

pareja de hecho entre la campana y el reloj mecá-nico; hasta la palabra inglesa que nombra al reloj,clock, proviene de la francesa cloche, que significacampana (del latín clocca). La gestión del tiempose organizó con las ruedas, piñones, linternas, pén-dulo, pesas, muelles y garruchas, entrelazando suintimidad en las torres de los ayuntamientos, domi-cilio conyugal desde el que el reloj y la campanaorganizaban los ritmos diarios del burgo, cantadospor el bronce y visibles ante todos merced a la po-sición de las agujas sobre la esfera, más o menosartística en función de la importancia, y el presu-puesto, del lugar.

Muchos habitantes de los pueblos y ciudades deCantabria siguen escuchando esos tañidos proce-

El reloj de la catedral deSantander dispone de

una imponente esfera decasi dos metros de

diámetro, y sumecanismo es uno de losmejores ejemplares de la

industria relojeraespañola, aunque

actualmente ha sidosustituido por uno

eléctrico.

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dentes de sendas torres en edificios civiles o reli-giosos, y buena parte de ellos realizan aún el ruti-nario gesto de comprobar su sincronía con el relojque tengan más a mano. Algunas de estas perso-nas todavía contestan, cuando algún despistado lespregunta la hora: “Ahí la tiene”, mientras le señalanel gran reloj que preside la plaza o lugar público enel que se encuentran.

Porque los relojes públicos, que a partir del si-glo XIV fueron proliferando en toda Europa, no só-lo eran –y son– un prodigio de la mecánica de pre-cisión, sino que regulaban totalmente las activida-des, oficiales y privadas, ocupaban los lugares pre-ponderantes de los edificios más destacados, y lle-gaban a representar el poder, no sólo del edificio

que les acogía sino de la propia ciudad en la quemarcaban las horas, cuyos golpes de campana re-sonaban por valles y montañas.

El primer reloj mecánico de la época moderna,con plenas garantías de precisión, fue el H1, crea-do por Harrison en 1735. Desde entonces las má-quinas de medir el tiempo han cimentado su presti-gio sobre los rigores de la ciencia, pero sin olvidarsus connotaciones de poder. Cuando se sublevaba

�� El de la Parroquia de la Inmaculada, de los Padres Redentoristas, data de 1900. Ala izquierda, Roberto Mato durante su montaje.

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Daniel engrasa el relojde Monte, ubicado

en la torre de laparroquia (en la foto

de la derecha)

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una ciudad y los reyes, príncipes o autoridades con-seguían doblegarla, el primer castigo era quitarlesa los ciudadanos su reloj o campana, como símbo-lo de sometimiento. Existen, además, miles de imá-genes guardadas en la memoria colectiva que ilus-tran recuerdos, como las gentes del campo hacien-do un alto en su labor a la hora del Ángelus, o el ca-so de relojes que se pararon a la hora exacta en laque ocurrió una catástrofe.

RELOJEROS DE VOCACIÓNDaniel Mato Jara ha trabajado, recientemente,

en la hostelería y en la industria, pero se considerarelojero, tal vez uno de los pocos que quedan enCantabria capaces de recuperar y mantener las nu-merosas máquinas de medir el tiempo instaladas entorres y edificios públicos de nuestra región. Lo espor vocación, por experiencia y por tradición fami-liar, heredada de su abuelo, Emilio Mato Gravalos,y de su padre, Bernardo Mato Piovich, a quienacompañaba en sus trabajos de reparación y man-tenimiento desde los trece años.

Tenía Daniel 18 años cuando su progenitor hu-bo de ser ingresado a causa de una afección car-diaca, y él, junto con su hermano gemelo Roberto,se vio frente al reto que marcaría su vocación. Supadre había aceptado el encargo de reponer en per-fecto estado de funcionamiento el reloj que presidela torre de Caballerizas, en La Magdalena, y que fueretirado al realizar obras de mejora y remodelación.Los dos jóvenes procedieron a desmontar, limpiar,ajustar, arreglar –en algún caso– y volver a montartodas las piezas con éxito total.

Otros ilustres marcadores del tiempo en San-tander, como los relojes del Ayuntamiento, la Cate-dral, la iglesia de Santa Lucía, y del Mercado deMéxico completaron su formación mostrándole sussecretos, y terminaron de fortalecer su entusiasmopor los fascinantes artilugios.

En el Mercado de México el trabajo consistió eninstalar un reloj totalmente nuevo, comenzando pordesembalar, identificar y seleccionar todas las pie-zas para proceder al montaje y puesta en marchade la maquinaria.

En el caso de la Catedral, para reparar el reloj,cuya imponente esfera tiene 1,90 metros de diáme-tro, se aprovechó la restauración del templo. Traba-jaron en la propia torre, bajo la campana, que fuedotada de un nuevo tiro y tratamiento anticorrosivo,cambiando las techumbres que sujetan las trans-misiones y tiros de campana simultáneamente a lareparación de la maquinaria.

Santa Lucía dispone, a su vez, de un reloj fabri-cado en 1889 del que hubo que arreglar las dos es-feras laterales, fuera de servicio, y desmontar laspiezas para su limpieza y conservación. Otras in-tervenciones de los Mato han reparado, ajustado yafinado relojes como el que preside el edificio deCorreos y Telégrafos, el del Instituto Santa Clara, olos de edificios religiosos como la Iglesia de la Com-pañía de María, la Parroquia de Monte, o la de la In-maculada, de los Padres Redentoristas, además delos que realzan las sedes de Ayuntamientos comoPiélagos o Villacarriedo.

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La primera intervenciónde los hermanos Matofue para ayudar a su

padre en elacondicionamiento delreloj de Caballerizas,

fabricado en 1900. A laizquierda, Daniel Mato

ajusta las agujas del relojde la Compañía de

María, fechado en 1868.

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LA EXPERIENCIA DE ABIONZOAbionzo es para Daniel Mato una palabra casi

mágica, porque en esta localidad carredana, y másen concreto en la torre de su iglesia, se desarrollóen 2004 su experiencia más interesante como re-lojero, la que le ha enseñado hasta qué punto esprofunda su pasión por los relojes mecánicos. Es-te ha sido también su último trabajo en esta mate-ria, ya que no ha podido conseguir, desde enton-ces, encargos ni apoyos suficientes para continuarsu labor.

Reconoce Daniel que ha sido el mayor reto desu vida profesional, un trabajo que le rompió los es-quemas, pues lo que halló al acceder a lo alto de latorre fue un muro de ladrillo que tapiaba la maqui-naria del reloj. Al derribar el tabique apareció antesu vista lo que describe como “una joya encerra-da en una camisa de fuerza”. A fecha de hoy este relojero afirma no haber encontrado en Cantabriaun reloj que pueda igualarlo. Se trata de una ma-quinaria datada en 1861 y elaborada en Baltimore(EE UU), que forma un reloj de tres cuerpos, pre-parado para sonar en las horas, las medias y loscuartos y que, cosa infrecuente para la época de suconstrucción, cuenta con segundero propio (la pre-cisión de medir el tiempo en segundos se generali-zó a partir del siglo XVIII).

Hubo de instalar su taller en el campanario, don-de sufrió el efecto combinado, a veces casi diabóli-co, del viento sur que ascendía en remolino desdela base de la torre y hacía volar los planos, remata-do por las trombas de agua que barrían el habitá-culo a través de la maltrecha cubierta. Entre tantascomplicaciones, el invierno se hizo con el valle y elrelojero tuvo que acomodarse en el pueblo, dondeconvivió con sus habitantes y aprendió infinidad dehistorias sobre el propio reloj, sobre los vecinos dela localidad y sobre sí mismo, mientras ejercía eseoficio “solitario y romántico”.

Daniel recibió su más íntima recompensa oyen-do de nuevo las campanadas del histórico instru-mento, y demostrando a toda la comarca queAbionzo volvía a ser el pueblo del reloj. Atrás que-daban innumerables jornadas en las que, tras de-rribar la “camisa de fuerza”, hubo que evaluar cui-dadosamente los destrozos de la maquinaria, des-montar, clasificar y limpiar cada una de sus piezas(llegó a reunir cerca de 350), reparar las deterio-radas, sustituir las irrecuperables, sanear el cha-sis y volver a montar cada uno de los elementos,ajustando, engrasando y verificando su funciona-miento. También fue preciso reponer la esfera y re-habilitar el campanario, preparando un nuevo so-porte para las campanas, una de las cuales pesa400 kilos.

PATRIMONIO Y SENSIBILIDADTres años después de aquel trabajo, Daniel

Mato sigue llamando, sin resultados hasta el mo-mento, a las puertas de las instituciones y orga-nismos ofreciendo su experiencia y amor por losrelojes mecánicos en forma de proyectos. En pri-mer lugar propugna la elaboración de un rigurosoy documentado catálogo que sirva de referencia

para conocer la totalidad del patrimonio existentey el estado actual de las piezas, y para ello ofrecesus conocimientos.

Entretanto sugiere varias actuaciones impres-cindibles, desde su punto de vista, como la urgenterecuperación del reloj mecánico de la Catedral, uncarillón de tres cuerpos (con juego armónico decampanas), que data de 1950, y que ha sido susti-tuido por otro eléctrico, a pesar de tratarse de unode los mejores ejemplares mecánicos de la indus-tria relojera española, elaborado en fabricación deserie limitada en los talleres alaveses de la casaViuda de Murua, la última empresa en fabricar estetipo de maquinarias en España.

También opina que algunos relojes públicosprecisan atención urgente, como el de Santa Lu-cía, el de los Redentoristas, o el del colegio públi-co Agapito Cagigas, en Camargo, entre otros. Hayque pensar que estas máquinas de precisión nodescansan nunca, y producen un promedio de65.700 toques de campana y 8.760 vueltas de

El reloj de Abionzo.A la derecha,

desmontado y, arriba,tras la restauración.

minutero al año, de ahí que precisen un ajuste fre-cuente y un servicio adecuado de mantenimientoy conservación.

Existen más proyectos, pues Daniel ha pro-puesto, igualmente, rehabilitar el habitáculo del re-loj que preside el Instituto Santa Clara para expo-ner en él ante el público –conjuntamente con el pin-tor Roberto Orallo– una muestra de pintura y relo-jería. Incluso ha diseñado un posible itinerario di-dáctico-turístico que bien podría denominarse“Santander desde las torres”, y que permitiría a losvisitantes apreciar de cerca las maravillas mecáni-cas que mueven estos relojes, al tiempo que ob-servan la ciudad desde puntos de vista diferentesa los habituales.

Otra curiosa iniciativa que ha elaborado per-mitiría recuperar el reloj de Pomaluengo, en el mu-nicipio de Castañeda, un Kadeco francés de doscuerpos, de tal manera que la esfera permanece-ría en su lugar habitual presidiendo la esbelta torre,mientras que la maquinaria se colocaría en la an-tigua entrada principal del edificio, a la vista de losvisitantes, y sin dejar de funcionar, incorporandoincluso un dispositivo que iluminaría la torre pordentro.

¿Son delirios de un soñador impenitente o po-drían materializarse con un poco de esfuerzo y desensibilidad?

MADRID, LONDRES Y CANTABRIAInteresado en conocer los mejores relojes públi-

cos de España, Daniel se puso en contacto con losencargados de conservar el reloj de la Puerta del Sol,en Madrid, ese del que millones de personas estánpendientes cada noche de san Silvestre, y que cuen-ta, además, con una espectacular maquinaria, cons-truida en Londres por el relojero leonés José Rodrí-guez Losada, y donada al pueblo de Madrid e insta-lada en 1866. Le invitaron a verlo, le mostraron sufuncionamiento, se interesaron por su trabajo, y lecontaron el riguroso mantenimiento que se realiza enesa comunidad a todos los relojes públicos.

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El reloj del Ayuntamientode Villacarriedo.

A la derecha, el delInstituto Santa Clara, de

Santander.

La instalación del reloj del Ayuntamiento de Santan-der, en 1966. El de la derecha de la foto es EmilioMato colocando las agujas.

El gran reloj que preside la fachada del Ayuntamiento de Santanderes una excelente máquina de precisión, fabricada en Inglaterra en1819, a la que, cada tres días, había que dar cuerda, manualmen-te, con una manivela de 90 centímetros. De esto se ocupaba, jun-

to con el resto del mantenimiento, el padre de Daniel y de Roberto, Bernar-do Mato, desde que accedió al oficioso puesto de relojero municipal –es de-cir, a la concesión del Ayuntamiento para el mantenimiento de los relojes pú-blicos dependientes del consistorio–, hacia 1975, labor que siguió desem-peñando hasta el año 1997, con la ayuda, desde 1990, de sus dos hijos.

Este reloj, que cumple ya 188 años marcando el compás de las horas,minutos y segundos en la capital de Cantabria, conoció varios emplaza-mientos desde su llegada a Santander, antes de alcanzar su actual ubica-ción. Cuentan las crónicas que sus primeras campanadas sonaron desdela espadaña de la iglesia de la Compañía de Jesús, siendo más adelantetrasladado a la sede del antiguo Ayuntamiento, donde, hacia 1840, se lle-gó a levantar expresamente una torre para su instalación. El emplazamien-to actual lo ocupa desde 1966.Y quiso el destino que, para colocarlo en lomás alto de la fachada central del consistorio, se recurrió a uno de los másprestigiosos mecánicos de aquellos años, Emilio Mato Gravalos, padre deBernardo y abuelo de Daniel y de Roberto, quien lo dejó perfectamente ajus-tado, calibrado y en funcionamiento. Tres generaciones de una familia vin-culadas a un reloj que ha presenciado momentos capitales en los dos últi-mos siglos de la historia de Santander.

Las credenciales de la gran máquina eran impresionantes a comienzosdel siglo XIX, y lo son todavía hoy: una tonelada larga de peso, y práctica-

Tres generaciones de relojeros cun ingenio de precisión inglés

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En la capital se ha valorado siempre esta par-te del patrimonio. Ya en 1788, Carlos III aprobó lacreación de la Real Fábrica de Relojería, que fun-cionó en la calle de Fuencarral hasta 1793, y lascrónicas reales informan asimismo de que, al ini-ciar su reinado Fernando VII, en 1814, aceptó lausual plantilla de cuatro relojeros de cámara.Y ha-blando de Londres, tan sólo hay que acercarse alBig Ben cualquier día del año, a cualquier hora,para comprobar que, además de un orgullo nacio-nal y una referencia inevitable, es un reclamo tu-rístico de primer orden. ¿No podemos imitarles enCantabria? ■

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El de la iglesia de SantaLucía (a la izquierda),se restauró en 1992.

A la derecha,el Ayuntamiento dePiélagos, presidido

por su reloj.

mente dos metros de diámetro en su esfera hacen de este re-loj uno de los aparatos mecánicos más singulares de cuan-tos han medido el tiempo en Cantabria. Tiene como piezasprincipales dos tambores de rebobinado, ruedas de transmi-sión, de engranaje y de sierra, veleta de compensación y unáncora conectado con la péndula, entre otras. Los periódicosde los años 80 y 90 recogen sus peculiaridades en prolijos ar-tículos que se ilustran con las fotografías de un sonriente Ber-nardo Mato accionando la manivela que sirve para dar cuer-da al reloj, ante una serie de poleas y engranajes encajadosen una estructura metálica. Como todo gran reloj fabricado sinescatimar en la calidad y cantidad de sus nobles materiales,y que se precie de llevar las cuentas de la historia, se le atri-buye personalidad propia, incluyendo la sensibilidad frente alas condiciones climáticas, “en invierno tiene tendencia a re-trasarse”. Su exquisita precisión también era a veces amena-zada por las irreverentes palomas que, al posarse formandogrupos sobre la aguja del minutero, conseguían detener su gi-ro infinito, y hacían subir a Bernardo hasta la torre para rea-nudar la marcha de la aguja.

Actualmente, el reloj del Ayuntamiento, que comenzó dando las campanadas de las horas y fue sustituido, siendo alcalde ManuelGonzález Mesones, por un carillón que lanzaba canciones montañesas a los cuatro vientos, ha enmudecido. Sigue marcando la hora,pero Daniel Mato, que visitó por última vez sus entrañas en 1997 acompañando a su padre, piensa que el ingenio que accionaba lasagujas ha quedado arrinconado. La esfera permanece, pero en el interior de la torre el impulso eléctrico ha desplazado a la vieja alqui-mia mecánica.

Recorte de la prensa local en el que aparece Bernardo Mato dandocuerda al reloj del Ayuntamiento de Santander, en 1984.

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