El liberalismo político: de Kant a Mill · interpretarla mejor que el resto: el Estado como tal...

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Universidad Nacional de Villa María Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Sociales Licenciatura en Ciencia Política Teoría Política II El liberalismo político: de Kant a Mill Autor: Martínez, Manuel

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Licenciatura en Ciencia Política

Teoría Política II

El liberalismo político: de Kant a Mill

Autor: Martínez, Manuel

Universidad Nacional de Villa María Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Sociales

Licenciatura en Ciencia Política

En este trabajo analizaré comparativamente la teoría política del autor inglés John Stuart Mill

con respecto al alemán Immanuel Kant. Ambos escritores de cuño liberal, comenzaré por

caracterizar brevemente esta ideología que nace con el inglés John Locke hacia finales del Siglo

XVII y que supondrá un piso común de acuerdo de principios entre los autores que aquí se

abordan, pero que, a la vez, significa un referente común para distanciarse del iusnaturalismo

lockeano. Luego, a partir de un análisis comparativo de los autores en torno a las categorías de

publicidad, ética y racionalidad, buscaré trazar las diferencias entre estas dos corrientes

paradigmáticas del liberalismo para, en última instancia, analizar los postulados políticos

concretos de uno y otro y así identificar si por caminos, principios y motivaciones diversas,

llegan a propuestas políticas similares. Para ello, utilizaré los textos de J. S. Mill “Sobre la

Libertad” (1859), “Sobre el Gobierno Representativo” (1860) y “El Utilitarismo” (1863) y las

obras “Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?” (1784), “Teoría y Praxis” (1793) y “La

Paz Perpetua” (1795) de Immanuel Kant, agregando a estos textos consideraciones de teóricos

que citaré oportunamente y notas de clase.

Partiendo de una antropología pesimista, que entiende que los hombres se mueven por

motivaciones egoístas e individualistas, Locke va a formular las consecuencias del momento

histórico que empieza con el quiebre con la Edad Media. Aquello que organiza y en torno a lo

que gira la vida en sociedad es el trabajo. El hombre, entonces, tiene derecho a disfrutar del

producto de su trabajo, materializándose la libertad en la propiedad privada. La emergencia del

Estado resulta de la necesidad de proteger la libertad de los hombres, esto es, garantizar la

propiedad privada. De aquí se desprende la concepción de Locke del mercado, mecanismo

igualmente natural que la competencia, que va a regir la vida en sociedad. Defendiendo un tipo

de gobierno representativo, Locke va a darle preeminencia al Poder Legislativo a partir de

defender la existencia de Derechos Naturales inalienables comunes a todo individuo sobre los

cuales se construye el Poder para asegurar su cumplimiento. El Estado es para garantizar un

cúmulo de Derechos y cualidades naturales del hombre, que pre-existen en un estado de

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Licenciatura en Ciencia Política naturaleza pre-social, pero que se encuentran siempre en tensión: la emergencia del Estado no

tiene que suponer la aparición de “la política”, ya que en el estado de naturaleza (el que se busca

continuar, con el agregado de un Estado garante de la propiedad) había orden sin política. El

Estado encuentra límites en el individuo, garantizando el ámbito de la individualidad libre de

intromisiones exógenas y reprimiendo conductas que puedan ocasionar atentados contra la libre

y armónica convivencia social. Encontramos aquí 4 pilares sobre los que se asienta el

liberalismo que nos servirán para caracterizar las teorizaciones de los autores propuestos: 1) Los

Derechos Naturales fundamentales de la persona; 2) La propiedad privada y el libre mercado; 3)

El gobierno representativo; 4) Concepción del hombre como egoísta que busca placer y evitar

dolor: “Por consiguiente, el grande y principal fin que lleva a los hombre a unirse en Estados y

ponerse bajo un gobierno, es la conservación de su propiedad, cosa que no podían hacer en el

estado de naturaleza por faltar en él muchas cosas (…)”1

Locke da el puntapié para que la teoría política comience a hablar de Individuo, documentando

las consecuencias del triunfo de la burguesía en su propio país y como principal ideólogo de la

Revolución Inglesa de finales de Siglo XVII. El Parlamentarismo previamente instalado

encontraba una teoría que lo respalde, otorgando a la burguesía una fuerte estabilidad al lograr,

luego del ascenso económico, hegemonizar la herramienta política. En Europa continental la

situación era diferente, ya que la burguesía emergente no lograba hacerse del poder político por

la vía institucional, proceso que estalla en Francia con la Revolución de 1789. La obra de Kant

comienza antes de la Revolución Francesa y termina después y, por lo tanto, permea toda la

obra posterior del autor. Por el otro lado, John Stuart Mill escribe hacia mediados del Siglo

XIX, habiendo leído la obra kantiana y (en muchas ocasiones) en contra de ella. Mill se nutre de

la ética y metafísica kantiana para cuestionarla desde un utilitarismo reformulado. Pero antes de

adentrarnos en el análisis específico entre autores, cabe mencionar una serie de interpretaciones

que ambos actores también comparten. En primer lugar, siguiendo a Habermars, podemos decir

que la noción central e incuestionable del mercado, si bien tiene su origen en la mencionada

teoría de John Locke al naturalizar la propiedad y ubicar al Estado fundamentalmente como su

garante, la excede: Kant, como filósofo precursor de la Ilustración, ubica a la Razón como

herramienta principal para la emancipación del individuo, pero asocia la emancipación política,

social y económica a la aparición del mercado. Existe una vinculación necesaria entre Mercado,

1 KANT, Immanuel, “Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil”, Alianza Editorial, Cap. 9,

Pag. 32.

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Licenciatura en Ciencia Política Emancipación social, política y económica y Razón. El núcleo argumentativo tanto de Kant

como de Mill no cuestiona este principio. La condición de Ciudadano (como sujeto partícipe de

la planificación pública y de derecho) se restringe, entonces, al propietario. Resulta interesante

observar cómo en la teoría kantiana el propietario deviene en sujeto exclusivo pero no

excluyente, ya que la existencia de no propietarios no se debe, desde esta perspectiva, a

condiciones estructurales que devienen en sometimiento, sino a “ausencia de luces”, proceso

(guiado) que progresivamente madura asegurando bajo ciertas condiciones particulares la

publicidad (que es eminentemente racional, ya que se compone de sujetos con Razón). Ya

veremos cómo Mill busca superar la propuesta kantiana al comprender la crítica estructural de

los socialistas al concepto del filósofo prusiano. En segundo lugar, ambos autores van a trabajar

teóricamente “el problema” de las masas: lo que en Kant resulta una amenaza para el buen

gobierno representativo (estupefacto ante las consecuencias sociales de la Revolución Francesa)

en Mill el peligro es la opinión pública como conjuro de las individualidades, abordado en

“Sobre la Libertad” y, al mismo tiempo, peligro de toda democracia representativa. La “tiranía

de las mayorías” resulta una amenaza, en mayor o menor medida, para ambos autores.

Como referenciamos previamente, la Revolución Francesa disloca el pensamiento kantiano que

veía en la historia una teleología atravesada por la Razón que requería de la maduración de la

moralidad para transformaciones materiales. Leemos en “La Paz Perpetua” (1795): “El

problema del establecimiento del Estado tiene solución, incluso para un pueblo de demonios,

por muy fuerte que suene (siempre que tengan entendimiento), y el problema se formula así:

[ordenar una muchedumbre de seres racionales que, para su conservación, exigen

conjuntamente leyes universales, aun cuando cada uno de ellos tienda en su interior a eludir la

ley, y establecer su constitución de modo que, aunque sus sentimientos particulares sean

opuestos, los contengan mutuamente de manera que el resultado de su conducta pública sea el

mismo que si no tuvieran males inclinaciones]”2. Sumado a esta redefinición de la política,

identificamos en esta cita una premisa ética que hace al núcleo axiológico del autor, esto es,

actúa de manera tal que tu acción pueda ser aplicada como ley universal por todo ser humano.

Vemos cómo en Kant lo importante es la voluntad a priori antes que las consecuencias que ese

accionar suponga. Y aquí radica la principal diferencia en la ética comparativamente con Mill:

el utilitarismo reformulado del inglés, que toma de Bentham el rechazo a la noción de Derechos

2 KANT, Immanuel, “Sobre la Paz Perpetua”, Editorial Tecnos, Suplemento Primero, Pag.

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Licenciatura en Ciencia Política Naturales (y, con esto, rechazo a verlos como fundamento del orden social) adopta una moral

consecuencialista, en la que lo prioritario es el efecto que produce cualquier acción y no las

motivaciones que la explican. Sin embargo, Mill cuestiona el eminente individualismo radical

de Bentham en el sentido que su moral no re restringe al propio sujeto sino que piensa en lograr

el mayor placer y menor dolor en la comunidad toda. Si una acción me es provechosa en mi

particularidad pero supone un malestar para la mayoría, esa acción no es moralmente aceptable

desde el utilitarismo que defiende John Stuart Mill. Lo que este autor va a tratar de demostrar

más tarde es que el principio universal ético que sostiene Kant no puede explicarse sin el

utilitarismo: “(Kant, con su imperativo categórico) virtualmente reconoce que el interés

colectivo de la humanidad, o al menos de la humanidad de modo indiscriminado, debe

estar presente en la mente del agente cuando decide conscientemente acerca de la

moralidad de una acción. De lo contrario, sus palabras carecerían de significado, ya

que el que una máxima, incluso la más egoísta, no pueda ser adoptada, como cuestión

de posibilidad fáctica, por todos los seres racionales (…) no puede mantenerse de

forma plausible. Para que el principio kantiano tenga algún significado habrá de

entenderse en el sentido de que debemos modelar nuestra conducta conforme a una

norma que todos los seres racionales pudiesen aceptar con beneficio para sus intereses

colectivos”3

Mill busca quitar definitivamente el velo moralista kantiano de priorizar la

voluntad a priori aduciendo que necesariamente hay un cálculo de intereses al momento de

definir aquella voluntad, al mismo tiempo que sostiene que no hay posibilidad lógica ni física de

llevar a cabo el imperativo propuesto.

Como mencionamos anteriormente, la opinión pública (conformada sólo por propietarios) juega

en Kant un rol fundamental, ya que logra articular los intereses racionales de la sociedad con la

política representativa, permitiendo moralizar a ésta última. Con fuerte impronta lockeana, Kant

sostiene que el Estado permite la existencia del Derecho, por lo que el fin del Estado no es la

felicidad del pueblo, sino el apego de los mismos al derecho. La invitación a razonar

constantemente viene acompañada con la exhortación a obedecer, a sabiendas que “la política

no puede dar un paso sin la anuencia de la moral”. Kant confía en la existencia de una Ley

3

MILL, John Stuart, “El Utilitarismo”, en

http://ateismopositivo.com.ar/John%20Stuart%20Mill%20-%20El%20Utilitarismo.pdf, pag. 32.

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Licenciatura en Ciencia Política Universal que permite compatibilizar los intereses particulares con los generales, y es a través

de esta deducción trascendental que justifica la existencia de pocos representantes que puedan

interpretarla mejor que el resto: el Estado como tal debe asegurar el funcionamiento libre del

mercado y la libre expresión, garantizando una sociedad de propietarios conformando la opinión

pública que asegure, a su vez, el apego a la ley. La opinión pública permite, a largo plazo,

corregir los errores del Estado, ya que la Razón perfecciona de manera indefectible al Derecho a

través de cierta evolución cultural. Pero, mientras tanto, aquello que posibilita un mejor

funcionamiento del propietario con apego a la moral y que tiene más posibilidades de evitar

algún tipo de guerra, es el mismo Estado representativo de una sociedad no universal que

interpreta por la totalidad. El Estado debe legislar moralmente pero no sobre la moral del

individuo, ya que ésta naturalmente debe moldearse y no por imposición paternalista. Los

socialistas del Siglo XIX van a cuestionar fuertemente la publicidad propietaria

kantiana, aduciendo que “(…) la base de la idea de la publicidad burguesa no satisface

esos presupuestos (de la convergencia entre opinión pública, racionalidad e intereses

generales) y que, para satisfacerlos, necesitaría otra base (…)”4. Mill se hará eco de

esto y reconocerá la puja que se desarrolla hacia adentro de la opinión pública cuando

ésta excede a los propietarios: “Porque los irreconciliables intereses que, con la

ampliación del público, fluyen a la esfera de la publicidad se procuran su propia

representación en una opinión pública escindida y convierten a la opinión pública

dominante en cada momento en un poder coactivo, a pesar de que, en otros tiempos,

tenía que ser ella la encargada de disolver todo tipo de coacción en la única coacción

de la inteligencia”5. Mill va a entender que hegemonizar la opinión pública es un arma

para manejar a las masas: el poder del soberano es sustituido por el de la opinión

pública. La amenaza ahora no es el Estado limitando la libre expresión, sino la

masificación de la opinión pública que avanza sobre la opinión de las minorías. Si en

Kant había una caracterización de la sociedad burguesa post-Revolución, partiendo de

una filosofía de la historia en la que las luces de la razón avanzarían constantemente

sobre la oscuridad con la base de una sociedad de propietarios, en Mill hay un

sinceramiento que cuestiona el constante progreso: las mayorías son proletarias y

4 HABERMARS, Jurgen, “Historia y crítica de la opinión pública”, Editorial Gustavo Gili,

Cap.15, Pag 162.

5 Ibid. Pag. 164.

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determinan, indefectiblemente, la opinión pública. Asimismo, las masas representan las

mayorías que ahora tienen influencia sobre la opinión pública y que amenaza la

expresión del resto. El liberalismo se vuelve reaccionario: sus instituciones permitieron

la inclusión de las masas que ahora acechan la estabilidad propia del capitalismo, por lo

que defender la restricción de la representatividad de las mayorías es la tarea a la que se

aboca Mill, y de allí el voto censitario: “Por lo tanto, uno de los peligros más grandes

de la democracia (y de toda forma de gobierno) consiste en los intereses siniestros de

los que poseen el poder: este peligro es el de una legislación de clase (…)”6 Entre Kant

y Mill la publicidad deja de ser herramienta indispensable para el progreso para

transformarse en elemento potencialmente disruptivo del orden establecido, a la vez que

lleva al individuo a amoldar su pensamiento a la ortodoxia. Ambos autores aducen la

necesariedad de la libertad de expresión, pero Mill va a reconocer que la opinión

pública de su tiempo (ampliada respecto a la que pensaba Kant) ya se encuentra

hegemonizada por las mayorías y es indispensable establecer contrapesos: “Es tan

nocivo, o más, cuando (el poder) se ejerce de acuerdo con la opinión pública que

cuando se ejerce contra ella”7. El objetivo de Mill es hacer del gobierno de las

mayorías, el gobierno de todos (priorizando la opinión y el voto ilustrados): “Hombre

por hombre, la minoría debe hallarse tan completamente representada como la

mayoría. Sin esto, no hay igualdad en el gobierno (…)”8.

Sobre esta distinción (marcada fuertemente por el contexto en que escriben ambos

teóricos) desarrollan distintos modelos teóricos de inclusión progresiva de las masas,

noción temporal que es compartida. En este sentido, John Stuart Mill refiere a cierta

diseminación de la cultura a través de la educación y el sufragio universal pero

censitario, donde votan los más instruidos para que prime la razón. Kant, partiendo del

progreso como proceso indetenible, entiende que es necesario excluir a las masas de la

política e ir incluyendo de manera progresiva. Si bien en este punto podemos notar que

Kant antes que liberal es conservador, el núcleo rector de su teoría no difiere demasiado

6 MILL, John Stuart, “Sobre el gobierno representativo”, Cap 6, Pag. 182.

7 MILL, John Stuart, “Sobre la Libertad”, Editorial Alianza, Pag. 77.

8 MILL, John Stuart, “Sobre el gobierno representativo”, Cap 6, Pag. 190.

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con la de Mill: existe en ambos una necesidad imperiosa del Estado de cultivar, a través

de la educación, a las masas, entendiendo que aquello que explica las diferencias en la

sociedad es principalmente cultural. Consecuentemente, la idea de votantes más

instruidos que otros, común a los autores, supone otras dos cosas: en primer lugar, que

el burgués prioriza siempre (o casi siempre) la racionalidad (contenida necesariamente

en él, al ver en el comercio una actividad por definición bienhechora) por sobre las

pasiones egoístas. Esto no contradice el principio, también común a los autores, de ver

al individuo como ser particularista que busca auto-preservarse y obtener placer

eliminando el dolor, sino que refleja la apuesta que hacen al raciocinio individualista (en

un caso, mediante una moral a priori, en otro a través del utilitarismo de Mill) como

elemento clave en el desarrollo humano, naturalizando el principio esbozado por Locke

en el que se asocia al burgués trabajador con la racionalidad. En segundo lugar, según lo

dicho, lo que explica la existencia de grandes masas que realizan el estupidizante trabajo

manual es la racionalidad ausente.

Nace aquí la cuestión institucional que necesitan resolver nuestros autores, esto es,

¿cómo ordenar coherentemente la representación de la sociedad en el Parlamento?; si

las mayorías son irracionales, ¿cómo lograr una adecuada representatividad que no

obstaculice el necesario desarrollo de la razón en el Estado? Como señalaba más arriba,

Kant limita a propietarios (sujetos artífices de los recursos que permiten su auto-

subsistencia) pero explicita la necesariedad de la publicidad de los actos de gobierno y

el papel preponderante de la opinión pública, que encuentra una frontera a la crítica a la

hora de obedecer. A diferencia de Rousseau, el pueblo no es el soberano supremo, ya

que para Kant en la democracia no hay división de poderes al ser las mayorías las que

gobiernan sobre el resto. Un gobierno (ya sea Monárquico o Aristocrático)

representativo de la ciudadanía es la propuesta kantiana para garantizar la propiedad

mediante el derecho y permitir el libre desarrollo de la actividad privada que debe

guiarse bajo principios morales en función de encauzar el progreso. La confianza en el

perfeccionamiento del orden social a partir de asegurar las libertades individuales y el

tráfico mercantil lo llevan a erigirse como uno de los máximos exponentes del

liberalismo. En Mill ya aparece muy claro algo que insinuaba Kant, esto es, el Estado

subordinado a la sociedad, ya que existe debido a los vicios de los privados y no a sus

virtudes. Pero la sociedad ampliada que analizaba Mill (meramente representativa de

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manera parlamentaria, recordemos que aun no existían los partidos políticos) planteaba

la discusión central de incluir o no a las masas en política. En línea con su maestro

Comte, piensa cómo articular institucionalmente una sociedad burguesa con tanta

pobreza tanto cultural como económica, aceptando de la misma forma que el comercio

estructura armoniosas relaciones sociales. La razón no va a emerger desde la opinión

pública para trabajar sobre la representatividad, ahora es la misma opinión pública

donde radica el mayor peligro, con masas que dejan de pensar para repetir. La opinión

pública, entonces, debe ser guiada. El gobierno representativo no refleja ya los intereses

propietarios sino que es atendido como el mejor modo para que gobiernen los mejores y

contener a las mayorías, a diferencia de “(…) las falsa democracia, que en vez de dar la

representación a todos, la da tan solo a las mayorías locales y la opinión de la minoría

instruida puede carecer por completo de interpretes en el cuerpo representativo”9. La

democracia es inevitable, y desde el utilitarismo de Mill se argumenta que

especulativamente, bajo un gobierno representativo que incluya a los sectores

minoritarios ilustrados, este sistema democrático permite evitar que gobiernen los

déspotas. El gobierno directo de las mayorías sería, al igual que en Kant, un despotismo,

pero asegurando la representatividad para contenerlas y así instruir progresivamente es

la mejor forma de gobierno. La democracia, si bien supone mayorías con falta de

ilustración, a la vez permite su expresión evitando el caótico efecto que produciría la

lucha de facciones. Como interpretamos con Habermars, aquí vemos cómo el entramado

institucional es elaborado en función de asegurar la estabilidad del régimen de

propiedad privada, incuestionable, pero con la novedad de que el Estado ahora tiene

capacidad de generar políticas que fomenten el bienestar para la mayoría, actuando

dentro de la lógica del libre mercado. Aquello que va a definir la participación o no del

Estado es la utilidad y, como casi siempre los privados pueden hacer mejor por sí

mismos que una institución pública, esa participación será fuertemente limitada. Pero lo

que interesa remarcar es, nuevamente, cómo el utilitarismo logra rechazar la estatalidad

a través de argumentos que hacen a la tecnología de gobierno: el liberalismo

reformulado que encuentra argumentos en el utilitarismo para garantizar el libre

9 Ibid. Pag. 210.

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funcionamiento de la sociedad civil. Si en Locke los Derechos Naturales fundamentaban

mecanismos de limitación a la intervención estatal, Kant hará lo mismo partiendo de su

filosofía de la historia atravesada por la racionalidad y Mill, acompañado por un

liberalismo económico que ganaba terreno desde mediados del Siglo XVIII, defenderá

la idea de que hay lugares donde el Estado no debe meterse por el simple hecho

(utilitario) que pueden generarse mayores riquezas sin él y que es necesario preservar la

individualidad del sujeto en sociedad. Nuevamente, y por caminos diversos, el

liberalismo encuentra un principio que permite limitar la acción del Estado respecto del

individuo.

A modo de conclusión, entiendo que el liberalismo político como modelo teórico de

organización social surgido al calor del ascenso de la burguesía, encuentra diversas

reformulaciones en Kant y en Mill que responden a las complejidades particulares de su

época debido a la inconsistencia estructural de postulados comunes a ambos autores.

Con esto quiero sostener que la incapacidad del liberalismo para, sobre la base de un

sistema capitalista de poseedores (de capital económico y social) y desposeídos,

armonizar intereses, no responde a errores en lo que respecta a la ingeniería institucional

sino, principalmente, a condiciones estructurales donde la existencia misma de dueños

de los medios de producción que actúan libremente en el mercado supone la existencia

de proletarios que solo tienen para ofrecer su fuerza de trabajo. La noción compartida de

Kant y Mill de ilustración “guiada”, de encasillar la problemática en lo educacional y

cultural, no es más que un argumento (naturalizado y fuertemente extendido) que

invisibiliza (dejando sin cuestionar la estructura económica) una contradicción central

capitalista, basada en la creencia ya comentada de que en la burguesía está contenido el

elemento racional que hace al progreso. La representatividad deviene en herramienta de

contención de las mayorías excluidas del progreso. La intervención resulta

contradictoria, ya sea porque el Estado tiene su génesis a partir de la protección de la

propiedad mediante el derecho y debe limitarse a ello, ya sea porque es más eficiente la

libre actividad de los privados. La virtud kantiana reside en actuar moralmente

ateniéndose a respetar al derecho, la prudencia en Mill está en el cálculo racional entre

medios y fines. En este sentido, el desapego con el iusnaturalismo lockeano no supone

desacralizar la propiedad, sino que es asegurada como elemento fundamental en ambos

casos. Si en Mill lo importante es el efecto producido por una acción y en Kant lo

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volitivo de la misma, en ambos casos es moralmente inaceptable cuestionar en la

práctica el libre mercado, el gobierno representativo y la privacidad de la propiedad.

Pensar la teoría de John Stuart Mill como una actualización (marcada fuertemente por la

temática de su época) del liberalismo originario de Locke que dialoga con la obra

kantiana, resulta una manera interesante para interpretar en perspectiva al liberalismo

como modelo teórico que demuestra una y otra vez gran capacidad para desplegarse

bajo diversas condiciones históricas y económicas, naturalizando nociones básicas que

explican sus propias limitaciones.

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Bibliografía

KANT, Immanuel, “Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil”, Madrid, Editorial

Alianza, 1991.

KANT, Immanuel, “Sobre la Paz Perpetua”, Madrid, Editorial Tecnos, 1998.

MILL, John Stuart, “El Utilitarismo”, en

http://ateismopositivo.com.ar/John%20Stuart%20Mill%20-%20El%20Utilitarismo.pdf.

MILL, John Stuart, “Sobre el gobierno representativo”, Biblioteca de la Facultad

de Derecho de la Universidad de Sevilla.

MILL, John Stuart, “Sobre la Libertad”, Madid, Editorial Alianza, 2005

HABERMARS, Jurgen, “Historia y crítica de la opinión pública”, Mexico,

Ediciones G. Gili.