EL HUMANISMO.

‘’El Humanismo es un movimiento intelectual, filológico, filosófico y artístico europeo estrechamente ligado al Renacimiento cuyo origen se sitúa en el siglo XV en la península Itálica (especialmente en Roma, Venecia y Florencia).  Retoma el antiguo humanismo griego del siglo de oro y mantiene su hegemonía en buena parte de Europa hasta fines del siglo XVI, cuando se fue transformando y diversificando a merced de los cambios espirituales provocados por la evolución social e ideológica de Europa, fundamentalmente al coludir con los principios propugnados por las Reformas (luterana, calvinista, etc.), la Contrarreforma católica, la Ilustración y la Revolución francesa del siglo XVIII. El movimiento, fundamentalmente ideológico, tuvo así mismo una estética, el clasicismo renacentista, plasmada, por ejemplo, en un nuevo tipo de letra, la redonda conocida como letra humanística, imitada de la letra uncial latina antigua, que vino a sustituir poco a poco a la letra gótica

El Humanismo respaldaba, ante el teocentrismo de la teología escolástica medieval y el canon eclesiástico de prosa, que imitaba el pobre latín tardío de los Santos Padres y el simple vocabulario y sintaxis de los textos bíblicos traducidos, el antropocentrismo y los studia humanitatis, una formación íntegra del hombre en todos los aspectos fundada en las fuentes clásicas grecolatinas, muchas de ellas recién descubiertas entonces y previamente entrevisto gracias al trabajo de traductores como Averroes y a la infatigable búsqueda de manuscritos por eruditos humanistas en los monasterios de toda Europa, que accedieron así a un latín más puro, brillante y genuino, y al redescubrimiento del griego gracias al forzado exilio a Europa de los sabios bizantinos al caer Constantinopla y el Imperio de Oriente en poder de los turcos otomanos en 1453.’’

Debido a lo anterior, el humanismo se vio en la función de renovar y desarrollar todas las disciplinas que le facilitaran la mejor comprensión y entendimiento de los autores mencionados, a quienes eran considerados reales ejemplos a seguir ante la Edad Media y sus perjuicios contaminantes que rodeaban su entorno, pues se caracterizó por imponer al hombre como valor central.

Muchos de los ingredientes filosóficos de nuestra tradición, ya se trate de Vives, Cervantes o Gracián, radican precisamente en el Humanismo menospreciado sistemáticamente por la historia del pensamiento, por Descartes, Hegel, Heidegger, e insuficientemente conocido por la filosofía italiana española. Según el filósofo nacido en Milán en 1902, hay que tener presente el carácter anti metafísico, ingenioso e inventivo de nuestro Humanismo, su crítica al lenguaje abstracto y al saber apriorístico, así como su defensa de la función filosófica del verbum imaginativo y del sermo communis. Este ensayo está escrito como una introducción al problema de la palabra en el Humanismo, señala la eficacia de la retórica y el devenir de sus funciones filosóficas dentro de la tradición latina. Explica además por qué los humanistas no partes del problema de los entes ni de una concepción a priori, sino del proceso histórico en el cual se nos manifiesta la realidad.

Por otra parte, <<los humanistas señalan que no es la razón, sino el ingenio, la facultad incentiva del hombre>>. Gracias al ingenio somos capaces de remediar

incesantemente el desorden y el vacío significativo, creando los nuevos mundos exigidos por las múltiples necesidades y situaciones históricas.

Fueron Vives y Gracián quienes, adelantándose a Vico precisaron el alcance filosófico del ingenio del ingenio, del lenguaje y del pensamiento ingenioso y de su función cognoscitiva, retórica, literaria y moral.

Hablar es crear el mundo del hombre. El lenguaje, el mundo y la relación unitaria entre palabra y cosa son sensibles al movimiento constante de la realidad, cuyo discurso no es abstracto, sino transformación metafórica. Los humanistas consideraron al hombre unido al mundo. El centro de la gravedad de ambos es el lenguaje en cuanto respuesta a la pregunta sobre la verdad del ser.

El humanismo – que en los términos más sencillos implica la creencia en la unidad de la raza humana y en el potencial del hombre para perfeccionarse a través de sus propios esfuerzos – tiene una larga y variada historia que se remonta a los profetas hebreos y los filósofos griegos. El conocido aforismo de Terencio: ‘’Nada de lo humano me es ajeno’’, constituyó una expresión del espíritu humanista, ratificada muchos siglos más tarde por la frase de Goethe: ‘’El hombre no lleva en sí no sólo su individualidad sino toda la humanidad, con todas sus posibilidades, ero las limitaciones externas que operan sobre su existencia individual determinan que sólo pueda materializar esas posibilidades en escala restringida.

A lo largo de la historia algunos humanistas creyeron en la bondad innata del hombre o en la existencia de Dios, y otros no. Algunos pensadores humanistas destacaron particularmente la necesidad de desarrollar al máximo la individualidad para conquistar la mayor armonía y universalidad. Pero todos los humanistas han compartido la fe en la perfectibilidad del hombre, y han interpretado, creyeran o no en la necesidad de la gracia divina, que aquella dependía de los esfuerzos personales del hombre. Incluso algunos humanistas no religiosos como Vico y Marx expandieron este concepto hasta el punto de decir que el hombre plasmaba su propia historia y es creador de sí mismo.

El humanismo siempre surgió como una reacción contra una amenaza que se cernía sobre el género humano: en el Renacimiento, contra la amenaza del fanatismo religioso; en el Iluminismo, contra la amenaza del nacionalismo extremo y de la esclavización del hombre por la máquina y los intereses económicos.

La actual renovación del humanismo constituye la respuesta a una forma agudizada de esta última amenaza – el temor de que el hombre se convierta en esclavo de las cosas, en prisionero de circunstancias que él mismo ha creado – y a la amenaza totalmente nueva que las armas nucleares plantean a la existencia física del género humano.

Como humanistas, todos los autores de este movimiento tienen una preocupación común por el hombre y por el pleno desarrollo de sus posibilidades, y una actitud crítica hacia la realidad política, en particular hacia las ideologías. Esto último tiene primordial importancia. Hoy, más que nunca, observamos que términos tales como libertad, socialismo, humanismo y Dios se emplean en forma alineada, puramente ideológica, sin que importe quién los utiliza.

En síntesis, quizá no sea exagerado afirmar que nunca en los últimos cien años se asistió un estudio tan vasto e intenso del problema del socialismo humanista como el que se registra en la actualidad, siendo el movimiento del humanismo quien dio inicio a una época de florecimiento cultural, de extensión del conocimiento del hombre, del cultivo de inteligencia, del espíritu crítico e investigación.

La garantía del futuro humanista del socialismo reside sólo en el mismo pueblo, en sus actos. Contrariamente a lo que sucedía en los siglos pasados, cuando el hombre era arrastrado a través de la historia como un sacrificio de sus propias necesidades.