El hacer del arquitecto javeriano. Segunda muestra
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Arquitecto javeriano
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inicios de la facultad
Segunda muestra
El hacer del
Arquitecto javeriano
Segunda muestra
vol. i
inicios de la facultad
El hacer del Arquitecto javeriano Segunda muestra. Vol. I. Inicios de la FacultadEditorial Pontificia Universidad Javeriana
Vargas Caicedo, Hernando
El hacer del arquitecto javeriano: segunda muestra /
Hernando Vargas Caicedo; coordinación editorial Bibiana
Arcos Arciniegas y Marie Claire Paredes Mendiola. — 2a ed.
— Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2015.
2 v. : ilustraciones, fotos y planos ; 24 cm.
Incluye referencias bibliográficas.
ISBN: 978-958-716-750-4 (obra completa)
Contenido : Vol. 1. Inicios de la Facultad.
Vol. 2. Proyectos de egresados.
1. PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA. FACULTAD
DE ARQUITECTURA Y DISEÑO - PROYECTOS. 2.
ARQUITECTURA COLOMBIANA - DISEÑOS Y PLANOS. 3.
ARQUITECTURA COLOMBIANA - FOTOGRAFÍAS. I. Arcos
Arciniegas, Patricia Bibiana, Ed. II. Paredes Mendiola, Marie
Claire, Ed. III. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de
Arquitectura y Diseño.
CDD 720.9861 ed. 21
Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad
Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J.
dff. Enero 16 / 2015
Vice–Gran CancillerP. Carlos Eduardo Correa Jaramillo, S. J.
RectorP. Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S. J.
Vicerrector AcadémicoLuis David Prieto Martínez
Vicerrectora de InvestigaciónConsuelo Uribe Mallarino
Vicerrector de Extensión y Relaciones InterinstitucionalesP. Luis Fernando Álvarez Londoño, S. J.
Vicerrector del Medio UniversitarioP. Luis Alfonso Castellanos Ramírez, S. J.
Vicerrectora AdministrativaCatalina Martínez de Rozo
Secretario GeneralJairo Humberto Cifuentes Madrid
FACULTAD DE ARQUITECTURA Y DISEÑO
Decano AcadémicoGiovanni Ferroni del Valle
Decano del Medio UniversitarioP. Antonio José Sarmiento Nova, S. J.
Directora del Departamento de ArquitecturaLuz Mery Rodelo Torres
Director de la Carrera de Arquitectura Jorge Jaramillo Villegas
Secretaria de Facultad Mónica Narváez Jácome
AutorHernando Vargas Caidedo
Coordinación editorialBibiana Arcos Arciniegas
Marie Claire Paredes Mendiola
Asistencia editorialMaría Margarita Mancera Porras
Carolina Silva Jaramillo
Comité editorial (2011-2013) Octavio Moreno Amaya, David Burbano González, Bibiana
Arcos Arciniegas, Lorenzo Fonseca Martínez, Antonio Yemail
y Hernando Vargas Caicedo
Comité editorial (2013-2014) Giovanni Ferroni del Valle, Luz Mery Rodelo Torres, Marie
Claire Paredes Mendiola, Lorenzo Fonseca Martínez, Antonio
Yemail y Hernando Vargas Caicedo
Corrección de estilo .Puntoaparte
Andrés Barragán, Camila Pinzón y Cesare Gaffurri Oldano
Dirección de arte.Puntoaparte
Mateo Zúñiga
Diagramación .Puntoaparte
Lina Martín Guzmán y Julián Güiza Cubides
Acerca de la autoría de los textosLos contenidos expresados en el libro pertenecen a la autoría
de Hernando Vargas Caidedo y no necesariamente reflejan
las opiniones y juicios de la Pontificia Universidad Javeriana.
Acerca de las imágenesTodas las imágenes de los proyectos fueron autorizadas por
las diversas fuentes consultadas (entrevistas, libros, revistas,
impresos, fotografías).
FotografíaDavián Martínez y Laura Berrío Flórez
ImpresiónPanamericana Formas e Impresos S.A.
ISBN de la colección978-958-716-750-4
ISBN del volumen I978-958-716-751-1
Editorial Pontificia Universidad JaverianaCarrera 7 núm. 37-25 oficina 1301
Edificio Lutaima, Bogotá, Colombia
Tel. (57) (1) 320 8320 ext. 4752
www.javeriana.edu.co/editorial
Facultad de Arquitectura y Diseño
ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADESCONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS
EN AMÉRICA LATINA
MIEMBRO DE LA RED DE
EDITORIALES UNIVERSITARIAS
DE AUSJALwww.ausjal.org
Autor: Hernando Vargas Caicedo
El hacer del
Arquitecto javeriano
Segunda muestra
vol. i
inicios de la facultad
PRESENTACIÓN p. 6
INTRODUCCIÓN p. 8
ANTECEDENTES E INICIOS
1. Los jesuitas y la arquitectura p. 12
2. Principios de la Javeriana y su Facultad de Arquitectura p. 18
El hacer del Arquitecto javerianoSegunda muestra VOL. I
Tabla de contenido
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DE MAESTROS Y EGRESADOS
3. Abriendo campos. Arbeláez y la Facultad de 1955 a 1970 p. 24
4. Arturo Londoño. Las cosas de tecnología p. 41
5. Ramiro Cardona. Arquitecto y sociedad p. 44
6. El padre Borrero, S. J. Educación en lo superior y para lo superior p. 47
7. El padre Tulio Aristizábal, S. J. Historia del arte para los novicios p. 50
8. Pedro Polo Verano. Del oficio a la multidisciplina p. 52
9. Alfonso Delgado. De la burbuja universitaria a la realidad exterior p. 56
10. Rafael Uribe Rivera. Para tener arquitectos ciclotímicos p. 59
11. Leopoldo Combariza. Traducir a las estrellas p. 63
12. Jaques Mosseri. Arquitectura y urbanismo p. 67
13. Álvaro Botero. Arquitectura militante p. 70
14. Alberto Samudio. Un lugar con olor a chocolate p. 74
15. Gonzalo Delgadillo. De la crayola al rapidógrafo p. 78
16. Juan Guillermo Consuegra. Información para construir p. 81
17. Álvaro Arias y Luis Fernando Serna. De condiscípulos a socios p. 83
18. Rafael Esguerra Cleves. El juego de los prototipos p. 86
19. Antonio Manrique. Arquitectura como educación p. 89
20. Octavio Moreno. Ser mejor que sí mismo p. 93
INFOGRAFÍA p. 96
BIBLIOGRAFÍA p. 98
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El hacer del Arquitecto javerianoSegunda muestra VOL I
Presentación
En el 2014 se cumplen cuatro años del lanzamiento de la primera edición de la colección El Hacer del ARQUITECTO Javeriano con el libro Primera muestra
del ejercicio profesional, que buscaba, en primer lugar, reconocer el trabajo de nuestros egresa-dos y en segundo término, estrechar los lazos de pertenencia con su alma máter convocando a los exalumnos a reconocerse como miembros de una familia profesional y de una comunidad educativa.
En esa primera oportunidad, bajo la dirección ma-
gistral de los arquitectos Octavio Moreno Amaya,
Decano Académico, y David Burbano González,
Director del Departamento de Arquitectura, se
emprendió la inmensa tarea de convocar a todos
nuestros egresados para participar con sus pro-
yectos profesionales en la selección de los traba-
jos que dieran cuenta de su diversa y destacada
actividad en nuestro país. Y cuando decimos in-
mensa, nos referimos a que debimos partir casi
desde cero: desde restablecer el contacto y cons-
truir una base de datos actualizada, pasando por
realizar el contacto personalizado para divulgar
el proyecto y motivar la participación de nuestros
profesionales, hasta concretar el proyecto edito-
rial y hacer el lanzamiento del primer libro.
El reto no fue en ningún modo abrumador y caó-
tico como podría pensarse, dada la magnitud de
la empresa; por el contrario, fue una labor desa-
fiante que por sus dimensiones y alcances, per-
mitió la construcción de vínculos de identidad
y afecto con nuestros egresados, lo cual nos lle-
nó de grandes satisfacciones y logros. Es precisa-
mente por esta razón que con el mayor ánimo
nos embarcamos a inicios del 2011 en la audaz
tarea de comenzar la segunda publicación de la
colección, esta vez teniendo como base una rica
experiencia producto de nuestro primer traba-
jo, y con una meta más osada y de largo alcance:
publicar un volumen de la muestra de proyec-
tos como resultado de la segunda convocatoria
a egresados para continuar con el propósito de
visibilizar el ejercicio de nuestros profesionales.
Adicionalmente se creó un volumen, que nos per-
mitiera poner este proyecto en contexto con la
tradición y el valioso aporte que la Compañía de
Jesús ha hecho al desarrollo de la arquitectura
colombiana que, desde su particular visión igna-
ciana, contribuyó a la formación de una sociedad
“para los demás, en todo amar y servir, educando
personas competentes, conscientes, compasivas y
p. 7
Presentación
Padre Antonio José Sarmiento Nova, S. J.
Decano del Medio Universitario - Facultad de Arquitectura
y Diseño, Pontificia Universidad Javeriana.
Giovanni Ferroni del Valle
Decano Académico - Facultad de Arquitectura y
Diseño, Pontificia Universidad Javeriana.
comprometidas”; visión que se encuentra latente
hoy en los templos, colegios y claustros universi-
tarios que se conservan y alzan por todo el terri-
torio nacional como embajadores visibles de su
legado histórico y perenne.
Un ejemplo importante del acervo cultural de
la Compañía de Jesús lo hallamos en la Manzana
Jesuítica, construida al suroccidente de la Plaza de
Bolívar en Bogotá, en la que encontramos el Colegio
Mayor de San Bartolomé, el Museo de Arte Colonial
y el Templo San Ignacio. La importancia histórica y
el valor artístico de este enclave es solo una peque-
ña muestra que deja en evidencia el enfoque igna-
ciano de buscar la excelencia en todas las cosas que
se emprendan, por medio de un acto voluntario de
explotar todo el potencial humano para el “mayor
servicio de Dios y el bien de las almas”.
El presente volumen se encuentra dividido
en dos grandes capítulos. El primero de ellos, de-
nominado Antecedentes e inicios, nos remite a
la estrecha relación que existe entre los jesuitas y
la arquitectura y nos presenta el invaluable apor-
te de la Compañía a través de la conformación de
las misiones y los colegios que se establecieron en
nuestro territorio después del periodo de la con-
quista, obras que tuvieron como fundamento y eje
transversal la Ratio Studiorum o plan de estudios, do-
cumento que regenta todo el plan formativo de sus
instituciones educativas con un marcado acento
humanista, impactando directamente a todas las
futuras generaciones de nuestro país. El segundo
capítulo, De maestros y egresados, nos ofrece un
ilustrado panorama, a partir de una importante
y juiciosa recopilación testimonial que realiza el
autor sobre eventos y personas que dieron vida a
nuestra Facultad; esto lo hace para mostrarnos su
génesis y fundación, y en especial los retos y parti-
cularidades del quehacer durante los primeros años,
resaltando lo que significa la enseñanza de la ar-
quitectura bajo la tutela de la pedagogía ignaciana
y la educación integral.
Esperamos que esta nueva entrega los cau-
tive tanto como a todos los que participamos en
su elaboración y que cada uno de los textos que
fueron escogidos y evaluados minuciosamente
por los profesionales expertos que integraron
el equipo editorial, a quienes quiero expresarles
mi gratitud por la maravillosa labor que reali-
zaron, los deje con una invitación tácita a pro-
fundizar sobre los orígenes y la evolución de
nuestra Facultad y de la arquitectura desde la
extraordinaria visión de la Compañía de Jesús.
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Sin duda, existe una tradición jesuítica en arquitectura, como parte de una alta cultura en la Compañía, base y resulta-do de sus tareas misionales formando
territorios para nuevas sociedades. La impronta de dicho compromiso comunitario se expresa recurrentemente en programas, acciones y for-maciones, con ideales de servicio y vinculación con las causas públicas. Sin partir de hipótesis o prefiguraciones, esta búsqueda se ha centra-do en la memoria documentada como material para proponer posibles lecciones aprendidas.
El programa de Arquitectura de la Javeriana se
formó dentro del auge del movimiento moderno
en Colombia y como tal heredó preocupaciones
sobre ciudad, arquitectura y vivienda que perma-
necieron en la base de su enseñanza y sus prác-
ticas. Con la visión de Carlos Arbeláez Camacho
se abrió un sólido camino para conocer, cuidar y
querer el patrimonio con extensos significados.
El rigor docente de las primeras décadas corres-
pondía a modelos de exigencia que establecían
arduos ritos de paso. Las figuras profesorales
incluían inolvidables arquetipos de personas y
profesionales que hablaban con su ejemplo, con-
tagiaban con su carácter y dirigían tesis forman-
do espacios para la colaboración y la indagación.
Los primeros egresados encontraron fácilmente
un lugar para su ejercicio y enfrentaron retos
propios para impulsar nuevas propuestas en te-
mas como los tecnológicos, interdisciplinarios y
sociales. El crecimiento del programa fue muy
alto desde la segunda década, al cabo de la cual
se vivió la compleja prueba de la huelga que de-
mandaría reformas perdurables. Las relaciones
externas e internacionales empezaron a aportar
referentes y campos de prueba. Durante la terce-
ra década se vivió un malestar en la profesión,
que se sentía rezagada ante fenómenos naciona-
les y demandaba nuevo reconocimiento cuando
se tomaban partidos y se manifestaban nuevas
formas de producción del espacio construido.
Con nuevos marcos institucionales, el progra-
ma se inscribía gradualmente, después de tres
décadas, en preguntas que lo abocaban a estu-
dios avanzados y a nuevos modelos pedagógicos.
En la memoria de estos egresados se mantie-
nen vivos sitios, olores, compañeros, profesores,
ejercicios, estados de ánimo e ideales propios de
El hacer del Arquitecto javerianoSegunda muestra VOL I
Introducción
Para estudiar las primeras décadas del programa de Arquitectura
p. 9
Introdu
cción
Ingeniero civil de la Universidad de los Andes con maes-
trías en arquitectura y planeación urbana en el MIT.
Profesor titular en Arquitectura e Ingeniería Civil y
Ambiental, ha sido Decano de la Facultad de Arquitectura y
Diseño y coordina la Maestría en Ingeniería y Gerencia de la
Construcción en Uniandes. Fue Presidente de la Asociación
Colombiana de Facultades de Arquitectura, de la Unión de
Escuelas y Facultades de Arquitectura de América Latina y
miembro del Consejo Nacional Profesional de Arquitectura.
Es investigador sobre gerencia de proyectos e historia
de la técnica constructiva en Colombia; autor de artículos, ca-
pítulos y libros sobre arquitectura, urbanismo, construcción,
tecnología e historia de la construcción. Ha actuado como
editor y coautor de los libros Le Corbusier en Colombia, Cincuen-
ta años en la construcción de Colombia y Visión y voluntad: episodios
de Ingeniería. Recibió el Premio a la Excelencia Ilafa por su
destacada actuación en diseño, construcción y divulgación
de la construcción metálica, así como por su prolífica ac-
ción docente.
Ha ejercido como editor y coautor en revistas técni-
cas y par evaluador de programas académicos. Es miem-
bro honorario de la Sociedad Colombiana de Arquitectos
y de número de la Academia Colombiana de Historia de la
Ingeniería y Obras Públicas.
Práctica profesional en arquitectura, construcción,
diseño estructural y consultoría. Obra profesional seleccio-
nada en bienales colombianas de arquitectura.
su tiempo. En el ejercicio de la profesión, converge
esta formación con el aprendizaje práctico, sobre
el que reflexionan los autores en sus testimonios.
Arbeláez quería a los egresados fuertes e ín-
tegros, abriendo su campo a punta de pica inte-
lectual; personas analíticas capaces de construir
conclusiones concretas. Se presentan aquí ejem-
plos de ese esfuerzo.
Si bien existen estudios sobre las formas y
maduraciones de distintos tipos de tradiciones
académicas, el proyecto institucional que busca
vincular a los egresados del programa de Arquitec-
tura de la Pontificia Universidad Javeriana con su
alma máter ha reconocido el valor de relacionar la
memoria de estos grupos y su vida profesional con
la experiencia común de su tiempo como estudian-
tes o docentes. Para este fin, con el apoyo de docu-
mentación primaria y secundaria y de entrevistas a
egresados se planteó investigar sobre eventos y per-
sonajes precursores de esta comunidad, aportando
relaciones con su contexto para reconocer elemen-
tos relevantes de esa experiencia y su significado.
Sin duda, el cuerpo de egresados de toda la historia
de la facultad representa una materia de conoci-
miento esencial para reflexionar sobre la identidad
de la escuela y su impacto en el medio. Este trabajo
sostiene la necesidad de ahondar en la indagación
planteada, para la cual, los textos presentados a con-
tinuación esperan ser estimulantes.
Se propuso concentrar la atención en las
primeras tres décadas del programa, cuando se
establecieron orientaciones iniciales y elemen-
tos de organización. Se escogieron momentos,
temas y personas, cuyos aportes y experiencias
sirvieran para ejemplificar preocupaciones y pro-
puestas de su tiempo, así como para recoger in-
terpretaciones de su experiencia.
Como una facultad de la Universidad Javeriana
parte de una institución de alta tradición educativa
y se examinan situaciones sobre sus relaciones. Los
tiempos fundacionales aportan simultáneamente
los ideales y las dificultades prácticas para este em-
prendimiento, a la vez permiten reconocer rasgos
significativos de enfoques de los pioneros. A me-
dida que se manifiestan cohortes de egresados, se
hacen visibles sus producciones, predilecciones y
variadas dinámicas frente a un cambiante medio
de ejercicio profesional.
Hernando Vargas Caicedo
El hacer del Arquitecto javerianoSegunda muestra VOL. I
Antecedentes e inicios
1. Los jesuitas y la arquitectura p. 12
2. Principios de la Javeriana y su Facultad de Arquitectura p. 18
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1Los jesuitas y la arquitectura
Para situar a la comunidad fundadora de la
Javeriana como antecedente de su futura Fa-
cultad de Arquitectura, se proponen referen-
tes básicos que, en el marco de las relaciones
entre la orden y las actividades fundaciona-
les que emprendió, señalan ejemplos de ta-
reas misionales que implicaron vínculos con
la teoría y práctica de la arquitectura.
VIGNOLA Y EL GESÚ, LOS PROTOTIPOS
Giacomo Barozzi da Vignola (1507-1573) fue, jun-
to a Serlio y Palladio, uno de los impulsores de la
arquitectura renacentista italiana. Este se propuso,
después de dibujar ruinas romanas, publicar un
Vitruvio ilustrado. Estuvo en Francia con Serlio
y trabajó al lado de Miguel Ángel en las cúpu-
las laterales de San Pedro y Ammanati, desarro-
llando obras como Villa Giulia (1550), Villa Farnese
(1565-1575) y la iglesia de la Compañía de Jesús en
Roma, Il Gesù (1568). Su primer tratado publicado
en 1562, Regola delli cinque ordini d’architettura, de-
rivaba de sus propias observaciones y su claridad
lo popularizó por siglos. Póstumamente se publi-
có Le due regole della prospettiva pratica, sobre cons-
trucción de perspectiva.
Para el encargo del Gesù, el cardenal Farnesio
apoyó la obra iniciada en 1568 y concluida en 1580,
edificando el templo en el lugar donde había ora-
do San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas,
quien había ya imaginado su construcción hacia
1551. Dos arquitectos jesuitas, Tristano y de Rosis,
fueron allí asistentes de Vignola, donde se siguieron
los conceptos de Carlos Borromeo según la orienta-
ción que el Concilio de Trento daba a la nueva ar-
quitectura de la Contrarreforma. El proyecto del
Gesù se convirtió en referente para las iglesias je-
suíticas en Europa y América.
Ya en Colombia, y tiempo después, bajo la protec-
ción del arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero, y con
la autorización del Rey Felipe III, el 18 de octubre
de 1605 se firmó el acta de fundación del Colegio
de San Bartolomé en reemplazo del Seminario de
San Luis, donde hoy se encuentran el Palacio de San
Carlos, el Museo Colonial, la Iglesia de San Ignacio
y el Colegio Nacional de San Bartolomé. Las obras
fueron dirigidas por el padre jesuita Juan Bautista
Coluccini, quien había venido a Santafé en 1604
junto con los fundadores de la provincia jesuíti-
ca y había sido el encargado de los planos del Co-
legio-seminario y de la Iglesia de San Ignacio. La
iglesia, basada en el Gesù de Roma, fue construida
a continuación del colegio del cual solo se cons-
truyó el claustro principal. El instituto tenía tres
tipos de alumnos: seminaristas sostenidos por la
Iglesia, aspirantes a sacerdotes, convictores que
pagaban su pensión, y colegiados reales costeados
por el erario real.
Coluccini (1569-1641), nacido en Lucca, entre
múltiples ocupaciones, recorrió pueblos indíge-
nas, evangelizó y llegó a dominar la lengua muis-
ca de tal forma que predicó en ella. Se destacó por
sus conocimientos en astronomía, por construir el
órgano de Fontibón y el puente de Funza; además
de ello, fue el fundador y el rector del Colegio de
La Compañía de Jesús en Santafé.
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1. Los jesuitas y la arqu
itectura
1. Dibujo de Jaime Salcedo Salcedo. En Archivo
Histórico Javeriano. En 1604 llegaron los jesui-
tas a Cartagena, donde establecieron desde 1618
el colegio y claustro sobre la muralla en cons-
trucción, cuando se daba la misión de San Pedro
Claver, esclavo de los esclavos. El dibujo de Jaime
Salcedo recoge el conjunto de muralla, colegio e
iglesia coronada por la cúpula que Lelarge inter-
vino en 1921.
RATIO STUDIORUM, CIMIENTO DE LA ENSEÑANZA JESUITA
Una de las diez partes de la constitución de la
Orden Jesuita fue la Ratio studiorum, o sistema de
estudios, redactada en 1599 como fruto de la re-
copilación de aprendizajes en los lugares donde
tenía experiencia la institución. Su doctrina fun-
damental era la obediencia a la autoridad y se en-
focaba en tres áreas: letras humanas, filosofía y
estudios tecnológicos, que a su vez tenían otras
subdivisiones. La orden se había comprometido
a una intensa tarea educativa fundando activa-
mente instituciones formativas. En su primer si-
glo, los jesuitas fundaron más de 400 colegios y
al cabo del segundo, se acercaban a 700.
En la Ratio studiorum de 1599 se establecían
reglas para provincial, rector, prefecto de estu-
dios, profesores, escolásticos, academias, exáme-
nes, premios y estudiantes. Se proponía educación
de formación para quienes atendían los colegios.
Debía haber prefecto de estudios y se requería
formar grupos de estudio o academias en hebreo
y griego, manteniendo esas lenguas en alta esti-
ma, además de la práctica del latín.
En esa lengua, debían estudiarse retórica,
tragedias y comedias para ofrecer temas edifi-
cantes. Se otorgaban premios anuales, modera-
dos frente al tamaño del colegio y número de
estudiantes, con un discurso de apertura desta-
cado al principio de cada año. Era requerido con-
signar y conservar copias de los trabajos para
bibliotecas y archivos, de diálogos, discursos y
versos. Tenían que darse reuniones mensuales
de prefectos y profesores durante una tarde libre
en la semana y el rector debía dar el entusiasmo
académico a los profesores. En matemáticas se
debían explicar los elementos de Euclides, geo-
grafía, astronomía, problemas matemáticos no-
tables y realizar exámenes periódicos.
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1. Los jesuitas y la arqu
itectura
2. Plano fundación jesuita sobre el Orinoco. Reduc-
ción de San Juan Nepomuceno. Planta urbana. En
archivo histórico Juan Manuel Pacheco, Pontificia
Universidad Javeriana. Atribuible al alférez de navío
Ignacio Milhau, 1757. Explorando el Alto Orinoco, el
padre Román había descubierto en 1744 el insólito
Brazo Casiquiare, que une las cuencas del Río Ne-
gro y el Orinoco. La reducción de San Juan Nepomu-
ceno, una de las últimas de las establecidas por los
jesuitas sobre el Orinoco, fue fundada en 1747 reu-
niendo pobladores atures, maipures y avanes en el
estratégico raudal de Atures.
3. Portada libro. González-Mora, F. (2004). Reduc-
ciones y haciendas jesuíticas en Casanare, Meta y Ori-
noco, ss. XVII-XVIII. Arquitectura y urbanismo en el
Nuevo Reino de Granada. Editorial Pontificia Uni-
versidad Javeriana, Bogotá. En las doctrinas, re-
ducciones y haciendas plantadas por los jesuitas en
Casanare, Meta y Orinoco, se adaptaron programas
a medios materiales disponibles, en centros pobla-
dos con sus fraguas, carpinterías, escuelas, música,
tejedores y agricultores. Templo de la reducción de
Salvador del Puerto en Casanare 1661-1690 del pa-
dre Alonso de Neira, interpretado por Felipe Gon-
zález-Mora.
COLEGIOS COMO INNOVACIONES: JULI Y TEPOTZOTLÁN
En la región de Puno, en Juli, cerca al Titicaca, los
jesuitas habían sucedido a los dominicos en las
doctrinas de los aymaras, para esto instauraron
la imprenta y la publicación de obras bilingües,
establecieron colegio en 1636 y seminario de len-
guas con impulsores sobre sus vocabularios. Lima
contaba con un temprano colegio jesuita desde
1568 donde tuvieron notable actividad profeso-
res y escritores. Uno de ellos fue José de Acosta,
pionero antropólogo, con su Historia natural y mo-
ral de las Indias de 1590 que trata de los hechos e
historia de los indios antiguos y naturales habi-
tadores del nuevo orbe. Se contaba en esa ciudad
con una biblioteca que en 1750 llegaba a 43.000
ejemplares iniciadores, como en la Nueva Gra-
nada, de la biblioteca nacional del país y con far-
macia que servía a la red de colegios y haciendas.
En Juli actuaban pintores como Bitti, cabeza de
escuela de larga huella.
En México, la Iglesia de San Francisco Javier
en Tepotzotlán es un ejemplar extraordinario
de riqueza artística. Desde 1580 el colegio jesui-
ta originó una larga tradición educativa donde
se formaron grandes talentos de la comunidad,
como parte de un amplio conjunto de haciendas
y ranchos que impulsaban el desarrollo cultural
y económico. La Iglesia, empezada en 1670, con
su fachada concluida en 1762, expresa la madura-
ción que el movimiento churrigueresco alcanzaba
en la arquitectura jesuita de la Nueva España. El
sitio tenía un acueducto de arcos construido por
la Compañía con 42 kilómetros de largo y altura
hasta de 61 metros.
MISIONES: FUNDACIÓN DE COMUNIDADES EN EL NUEVO MUNDO
Autorizados para entrar a América desde 1566,
los jesuitas fueron desarrollando continuas adap-
taciones a los modelos de nuevos asentamientos.
Después de larga maduración en el continente,
entre otras misiones, el Estado jesuita de las re-
ducciones guaraníes era visto en 1743 como una
tentativa, nacida de la Contrarreforma, de reali-
zar una comunidad paleo-cristiana donde reina-
se la simplicidad de costumbres y donde fuese
desconocida o vedada la avidez por las riquezas
materiales. De larga y diversa cosecha, esa so-
ciedad original atestiguaba publicaciones en es-
pañol y guaraní de textos de cirugía, medicina,
farmacia y botánica; lecciones semanales de dan-
za, representaciones teatrales, música y canto;
policía indígena, astilleros, algodones, hilados,
textiles y sastrería; fundiciones de metales y ta-
lleres de carpintería, hornos para cocer tierras
y fabricar vajillas, usos colectivos, mixtos y pri-
vados de la tierra; gallineros comunitarios, tur-
nos de trabajo en la tierra comunal, con arados,
graneros, bestias y yuntas de propiedad pública,
entre diversas manifestaciones.
Indalecio Liévano Aguirre, bogotano, bartoli-
no y javeriano, recordaba la decisiva participación
de la Compañía de Jesús en la política europea
de los siglos XVI y XVII cuando se esbozaban gér-
menes de contraste entre democracias católicas y
burguesías calvinistas, con las ideas de la sobera-
nía popular. En las reducciones se buscaba el de-
sarrollo económico de los pueblos aborígenes en
un orden social bajo la noción cristiana de igual-
dad de los hombres.
Ya habían establecido colegio en Panamá
desde 1578 y, en 1604, abrieron el de Santa fé con
el discurso del padre Dadey y al año siguiente en
Cartagena. Siguieron en Tunja, Honda, Popayán,
Mompox, Buga, Antioquia, Pamplona y Pasto, has-
ta tener trece colegios antes de la expulsión en
1767. La fundación de colegios mayores, como
los de San Bartolomé (1604) y el Rosario (1653),
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así como la de instituciones universitarias como la
Javeriana (1623) y la Santo Tomás (1639), señalaba
el avance educativo. A nivel superior, los jesuitas
abrieron estudios de Filosofía en 1609, de Teolo-
gía en 1612; de Medicina en 1638 y de Cánones y
leyes en 1706. Por entonces, las notas en latín to-
madas en clase de los catedráticos se reconocían
como dictados o mamotretos. Lenguaraces como
los padres Dadey y Lugo fueron pioneros en vo-
cabulario y gramática del muisca, mientras que
el padre Neira, en los del achagua y el sáliva. A su
turno, el padre Sandoval, inspirador de San Pedro
Claver, publicaba De instauranda ethiopum salute en
defensa de los esclavos.
Felipe González-Mora explica en sus inves-
tigaciones para Colombia el proceso de estable-
cimiento de los asentamientos jesuíticos en los
llanos orientales del Nuevo Reino de Granada
durante los siglos XVI y XVII. Las conformacio-
nes de sus catorce reducciones, la base econó-
mica de sus cinco haciendas y la adopción de
técnicas constructivas y organizaciones espacia-
les, expresaban el orden de estas misiones fren-
te a los indígenas en los llanos orientales del
Nuevo Reino de Granada. Este especial mundo
seguía el método de evangelización dispuesto en
los estatutos de la Compañía donde los misione-
ros debían adaptarse al idioma, usos y costumbres
del país. Desde las doctrinas del altiplano como
Cajicá y Fontibón (1605 y 1608) se habían despla-
zado hacia el oriente neogranadino en una serie
de establecimientos como Tópaga (1636) llegando
al mismo balcón llanero desde 1624. Para concen-
trar la anterior dispersión de las parcialidades de
indígenas, las reducciones posibilitaban eficaces
procesos religiosos, culturales y económicos. A su
turno, las haciendas ofrecían ganado vacuno y ca-
ballar, y producciones organizadas sin par en la eco-
nomía colonial. Las misiones de Casanare, Meta y
Orinoco representaron la versión neogranadina del
esfuerzo jesuita para establecer su Ciudad de Dios
en las grandes áreas de frontera de América del
Sur con Maynas, Moxos, Chiquitos y el Paraguay,
donde se legaron evidentes lecciones de cultura,
sensatez y disciplina social. En vísperas de su ex-
pulsión en 1767, los jesuitas habían contribuido
a fijar un sentido de territorio en las grandes re-
giones de las fuentes del Orinoco, como geógrafos
y fundadores incansables. En el Urbanismo India-
no, como señala Salcedo, estaba sobreentendida
la idea de una Nueva Jerusalén.
Colegios jesuitas en Colombia
Rafael Maldonado resume, a través de la cronolo-
gía de los colegios jesuitas en el país, los altibajos
de estas fundaciones a lo largo de la historia. La
primera sede del Colegio San Bartolomé se auto-
rizó en 1605 pero, con la expulsión de la orden
en 1767 por Cédula de Carlos III, la Iglesia y el
Colegio fueron cedidos al Seminario Conciliar de
Bogotá. La Compañía de Jesús regresó en 1844
por invitación de Mariano Ospina Rodríguez y
fue nuevamente expulsada en 1851. Retornó en
la administración de Rafael Núñez (1880-1882)
recibiendo el edificio de la plaza de Bolívar don-
de en 1919 se inició la construcción de reformas.
En 1937 el edificio fue devuelto al gobierno y
se creó allí el Colegio Nacional de San Bartolomé
hasta que, en 1950, el gobierno de Laureano
Gómez lo devolvió a la comunidad. En 1939 la
Compañía contrató a Cuéllar Serrano Gómez
para diseñar el edificio del Colegio de La Mer-
ced, terminado en 1941 y en cuya construcción
intervino Martínez Cárdenas con una serie de
claustros sucesivos.
El Colegio de San Ignacio en Medellín fue
originalmente el de San Francisco, construido en
1803; en 1886 pasó a ser de los jesuitas. En 1925
tuvo remodelación de H. M. Rodríguez e hijos con
una torre para observatorio astronómico. Por otro
lado, el Colegio San Pedro Claver de Bucaramanga
inició su construcción en 1903 y se concluyó en
1911, con planos del padre rector que involucra-
ban conceptos higienistas. En 1939 se construyó
un nuevo edificio en el barrio de Sotomayor y re-
cientemente se hizo un nuevo conjunto en la vía
Bucaramanga-Piedecuesta. La comunidad jesuita
construyó, además, en 1920 el Colegio Biffi de
Barranquilla –por Luis Gutiérrez con participa-
ción de Alfredo Badenes–. Por último, se funda-
ron los colegios de San Francisco Javier en Pasto,
en 1919, y San Juan Berchmans en Cali, en 1933.
TRATADISTAS JESUITAS Y TEXTOS SOBRE ARQUITECTURA
Dos jesuitas del siglo XVI, Juan Bautista Villalpando
y Jerónimo Prado, sostuvieron que los tres órde-
nes arquitectónicos griegos descendieron de un
orden anterior confiado o dictado por Dios mis-
mo al rey Salomón, y arguyeron que los paganos
de la antigüedad, de alguna forma, los habían
usurpado, apropiándose de la gran revelación
que podría entonces buscarse, aguas arriba, en
la escritura y Vitruvio. Las ideas de Villalpando,
discípulo de Juan de Herrera, se vislumbran en
las estampas del arquitecto de El Escorial, forma-
do para el renacentista Felipe II como una recons-
trucción del Templo de Salomón.
Las incitantes posibilidades de establecer una
demarcación nítida en la historia de la creación
fueron aceptadas de manera entusiasta por pen-
sadores sintéticos y en particular por el sincretista
jesuita Athanasius Kircher, quien vio una excelen-
te oportunidad para tejer su constructo pancristia-
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1. Los jesuitas y la arqu
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4. Archivo Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá.
Colección José Vicente Ortega Ricaurte. El Colegio de
San Bartolomé restablecido en su claustro de origen.
5. Archivo Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá.
Colección José Vicente Ortega Ricaurte. Para enfren-
tar la presión sobre su permanencia en el claustro del
colegio en el centro de la capital, se adelantó la sede
del San Bartolomé en la finca La Merced, donde des-
de 1941 se iniciaron actividades educativas en nuevos
edificios. 6. Archivo Sociedad de Mejoras y Ornato
de Bogotá. Colección José Vicente Ortega Ricaurte.
La primera calle real de Bogotá se extendía como
camino de piedemonte desde San Diego hasta Tun-
ja. El general Reyes la había convertido en la carre-
tera central del norte, hasta su nativa Santa Rosa de
Viterbo y en inmediaciones de la actual Universidad
Javeriana se había dado en 1906 el fallido atentado
de Barro Colorado. Pavimentada, a principio del si-
glo XX, era escenario de competencias en la era de
los automóviles (proliferación de uso y fabricación
de autos en las ciudades).
no de micro y macrocosmos sobre tales patrones.
Kircher, como lingüista inventivo, tituló y subtitu-
ló su obra sobre la Torre de Babel como Turris Ba-
bel, sive Archontologia, publicada en Ámsterdam en
1679. Allí se mostraba a Babilonia como una ma-
ravilla del mundo, con sus legendarias murallas,
orden urbano y jardines colgantes. Kircher y sus
ilustradores holandeses evitaron mostrar a Babi-
lonia en su descomposición real para presentarla
en su fase precedente de callada magnificencia.
Posando más como científico que como teólogo,
Kircher quiso refutar los diseños de Nemrod y la
reina Semíramis con una torre nunca antes reali-
zada que alcanzaría el cielo. En su obra Mundus sub-
terraneus de 1682, con su Urbs Turritas o ciudad de
las torres, muestra el perfil irregular de tal ciudad.
Un jesuita francés, Marc Antoine Laugier, escribía
a mediados del siglo XVIII su influyente Essai como
reflexión sobre el origen de la arquitectura, donde,
desde sus gustos y aversiones, pudo revelar nuevas
opiniones, leyes fijas e inmutables, y proporcionar
una propia interpretación racional del clasicismo.
Dentro del amplio ámbito de conocimientos
que la Javeriana colonial en Bogotá poseía en su
biblioteca inventariada en 1767, como ha investi-
gado Felipe González-Mora, se recogía ya un am-
plio panorama de tratados publicados en Roma,
Venecia, Brescia, Madrid, Toledo y Alcalá que in-
cluía autores y obras clásicas impresas durante los
siglos XVI y XVIII como las de Vitruvio, Vegecio,
Serlio, Vignola, Palladio, Cataneo y Scamozzi,
entre otros.
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2Principios de la Javeriana y su Facultad de Arquitectura
Restablecida la Universidad Javeriana, la ar-
quitectura ya era un tema de su revista, desde
antes de la fundación de la Facultad, que em-
pezaba en 1951 con pequeños grupos de pro-
fesores y estudiantes.
ARQUITECTURA EN LA REVISTA JAVERIANA
Se atribuye al arzobispo Manuel José Mosquera,
desde 1842, un gran entusiasmo para promover
el regreso de los jesuitas al país que se expresaba
en el llamado de Mariano Ospina Rodríguez para
traer misioneros y maestros competentes. Des-
pués de convulsiones se dio el efectivo restable-
cimiento de la orden en Colombia, con un activo
proceso de fundación de colegios en las regiones.
En 1930, el padre Félix Restrepo, S. J. encabezó la
refundación de la Universidad Javeriana, que se
había establecido en Bogotá desde 1622, y cuya
primera unidad era la Facultad de Ciencias Eco-
nómicas y Jurídicas.
Según las publicaciones de la Revista Javeriana,
nuevamente se destacaban asuntos de arquitec-
tura. Por ejemplo, el padre Eduardo Ospina, S. J.
(1891-1965) especializado en Historia y Crítica del
arte y apologética, con estudios en España, Holan-
da y Alemania, frecuente autor sobre arte y arqui-
tectura en temas como los de los templos griegos
y góticos y la arquitectura moderna de las iglesias,
escribía sobre la propuesta del ingeniero Rambusch
de Nueva York para la Catedral de Manizales sobre
la decoración de ese templo ante la propuesta de
revestir, con mortero en su interior, sus grandes
cuerpos en concreto armado a la vista, insistiendo
en que “en la técnica constructiva puede haberse
formado ya un sistema de edificación en cemento
pero este sistema no es todavía un estilo en el arte
arquitectónico”. (Ospina, 1942, pp. 41-45).
A mediados de 1950, José Rafael Arboleda, S. J.
(1916-1992) escribía sobre el grupo de los prime-
ros hombres pálidos, desvalidos y temblorosos que,
según el relato de Viollet-le-Duc en su historia de
la habitación humana “se apretaban junto a un
árbol”; y citaba a ‘Dom’ Hélder Cámara, Obispo
auxiliar de Río, en su plan de rehabilitación de las
favelas por medio de una educación de vivienda,
lamentándose de que en nuestro medio los ensa-
yos de vivienda habían sido únicamente materiales
sin haber pensado en la reeducación de sus po-
seedores. Arboleda era uno de los scholars jesuitas
colombianos que dedicaron décadas a nuevas dis-
ciplinas como la antropología y la comunicación
social, devoto del mundo de los libros.
El problema de la vivienda es tan antiguo como
la existencia del hombre sobre la tierra. Abrió
un día sus ojos en el paraíso, la primera man-
sión que Dios le dio, y tomó posesión de él. Ha-
bía encontrado un albergue racional dotado de
todas las maravillas que su mente pudiera soñar,
y de las cuales podía disponer a su arbitrio. De
ese día a hoy el cambio sociológico ha sido muy
grande; la humanidad, igual creación de Dios,
está dividida en dos grandes campos; a un lado
los que viven en mansiones confortables, en las
que el esfuerzo de la inteligencia ha derrocha-
do los elementos transformados de la creación
para ayudar al hombre a cumplir su misión en
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un mundo nuevo; al otro la muchedumbre api-
ñada en tugurios en los que la inteligencia hu-
mana se niega a reconocer huellas de paraíso,
o posibilidades algunas de bienestar elemental.
(Arboleda, 1957, pp. 179-183)
LA NUEVAS FACULTADES EN 1951
Cuando se decidió en el Congreso Javeriano de
mayo de 1950 la fundación de nuevas facultades
como las de Arquitectura e Ingeniería, ya estaba
en marcha el innovador edificio para el Hospital
San Ignacio y la Facultad de Medicina que, con
diseño y construcción de Cuéllar, Serrano y Gó-
mez, aportaba lo último de su tecnología cons-
tructiva con el entrepiso reticular celulado que
había permitido levantar los nueve pisos en 89
días útiles, para ofrecer una planta de elogiada
distribución funcional.
La arquitectura y la edificación habían tenido
importantes mejoras en el país. En la Universidad
Nacional, una tradición inicial de formación en
ingeniería civil, estudiada por Alberto Mayor, fue
alojando desde 1867, de manera desigual, cursos
de arquitectura y edificación. Se registraban ma-
terias como Teoría de sombras y perspectiva en
1888, Composición de edificios en 1902 y Estereo-
tomía en 1907. En 1918 se establecieron carreras
y títulos diferenciados para Ingeniero civil, Inge-
niero-arquitecto e Ingeniero industrial, cada uno
de los cuales se obtenía después de seis años de
estudio. La Facultad de Matemáticas e Ingeniería
organizó, en 1920, el plan de estudios para la ca-
rrera de Ingeniero-arquitecto –aún no existía el
de arquitecto, por separado–, con cuatro años ini-
ciales idénticos a los de ingeniería civil, y durante
los dos últimos años la especialización como ar-
quitecto. Se trataba de un arquitecto fuertemente
matematizado, como en la escuela de Gaudí. Sin
embargo, se habían dado sustanciales cambios
en la formación desde 1936. Y así, en 1951, cuan-
do se inició la Facultad en la Javeriana, Arango y
Martínez resumían el ancestro de la formación y
ejercicio profesional de la arquitectura en el país:
En muy pocas partes del mundo se ha presen-
tado el movimiento de la arquitectura contem-
poránea con la fuerza y vigor desarrollados en
Colombia en los últimos años y muy pocos son
los países en que el movimiento ha logrado
colocarse en bases tan populares…Colombia
es un país de arquitectura contemporánea.
A lo largo y ancho del territorio, arquitectos
muy jóvenes hacen arquitectura muy joven.
Suramérica ha dado una acogida extraordina-
ria a la arquitectura funcional y a las nuevas
formas plásticas que le sirven de expresión. En
Colombia no puede decirse que una especial
haya sido la influencia dentro de las escuelas
contemporáneas del pensamiento arquitectó-
nico. Le Corbusier, gracias a sus numerosas
publicaciones, puede considerarse como la in-
fluencia más importante entre la nueva gene-
ración de arquitectos colombianos, pero muy
lejos está de ser la única. No existiendo facul-
tades de arquitectura hasta el año de 1936, la
mayoría de profesionales que crearon el mo-
vimiento contemporáneo en Colombia y que
fundaron y dieron rumbo a las actuales facul-
tades de arquitectura fueron formados en otros
países. De Francia llegaron las escuelas de Pe-
rret y Le Corbusier junto con las de reacción
a esas mismas ideas. Vinieron también arqui-
tectos preparados en Italia y en Inglaterra, en
Bélgica y Suiza, en Alemania y España. Otros
llegaron de escuelas norteamericanas influen-
ciadas por Frank Lloyd Wright, Gropius o Mies
van der Rohe y algunos que recibieron ense-
ñanza en escuelas distintas afiliadas al Beaux
Arts o en institutos técnicos donde se atiende
principalmente a la construcción. No pocos lle-
garon de Chile cuyas escuelas datan del siglo
pasado y donde la profesión ha estado sujeta a
un continuo proceso de integración...
Siendo muy nueva la arquitectura en Co-
lombia es muy nueva la construcción. A pesar
7. CUAN. Archivo Colección Paul Beer. Grandes
conjuntos de vivienda como el CUAN en 1952 re-
presentaban el propósito institucional de implan-
tar nuevas formas urbanas. Con catorce hectáreas y
789 apartamentos en torres de trece pisos, se con-
virtió en referente de la modernidad local.
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8. Banco de Bogotá. Archivo Colección Paul Beer. La
apertura de la carrera décima ofreció espacio para
grandes edificios donde se exhibían los avances del
estado del arte internacional.
PRIMERA DECANATURA CON UN INGENIERO-ARQUITECTO
En la memoria de Roberto Rodríguez Silva, “Tito li-
vio”, se conservaban datos de los primeros tiempos
de la Facultad. Graduado en 1948 como arquitecto
en la Universidad de Michigan con su compañero
de bachillerato Francisco Pizano, había empezado
a ser profesor de Taller en la Universidad Nacional.
También fue llamado a la Universidad de los Andes,
que acababa de fundar su Facultad a finales de
1948, para ayudar a Carlos Arbeláez con el curso
Historia de la vivienda humana, y apoyar al pri-
mer decano de esa Facultad, Jorge Gaitán Cortés,
en su curso de primer año Cultura de las ciudades,
basado en el texto de Lewis Mumford. Rodríguez
Silva propone que el comienzo del interés de
Arbelaéz en la historia de la arquitectura se gene-
ró con el libro de Viollet-le-Duc, donde, en sus pa-
labras, en forma casi novelesca, se habla de cómo
nació la vivienda.
Carlos Ortiz, S. J., rector entre 1935 y 1941,
tío segundo del arquitecto Francisco Pizano, había
propuesto colaborar a este y a Roberto Rodríguez
Silva, para organizar la nueva facultad, pero Pizano
estaba comprometido con la recién fundada en
los Andes. Rodríguez Silva se había empleado en
la sección de Edificios Nacionales en ese momen-
to bajo la dirección de Carlos Arbeláez Camacho.
En ese entonces se formó la oficina Domus, con
los antiguos compañeros de estudio: Francisco
Pizano, Hernán Vieco, Guillermo Bermúdez y Jaime
Ponce de León, cuya oficina existió por muy corto
tiempo. Después de esta experiencia, Rodríguez
viajó un año a Europa y a su regreso se asoció
nuevamente con Pizano.
En 1951 Rodríguez Silva era profesor de Taller
en la Nacional y junto a su monitor, Juan Ferroni,
se vincularon a la Javeriana. “Tito livio” tenía
a cargo conseguir profesores, hacer el plan de
estudios, y así, asumió el papel de primer pro-
fesor en Taller. Ese grupo inicial de profesores
de la Javeriana incluía a Carlos Arbeláez, Hans
Rother, Juan Ferroni, Luis Villaveces Martínez,
sobrino del decano Ignacio Martínez Cárdenas,
y Hans Drews.
Después de ofrecerle la decanatura de la
Javeriana a Gabriel Serrano, aceptó encargar-
se de ella Ignacio Martínez Cárdenas (1902-1960),
“Puntillón”, bachiller del San Bartolomé, ingenie-
ro-arquitecto, graduado en la Universidad Nacio-
nal. Con Santiago Trujillo Gómez (1905-1969), “El
Cojo”, ingeniero civil formado en Bélgica, se aso-
ciaron en la firma Trujillo Gómez y Martínez Cárde-
nas, desde 1932 hasta 1949, en una sucesión de
crecientes obras en la capital. Martínez Cárdenas
había participado en la fundación de la Sociedad
Colombiana de Arquitectos en 1934, y en junio de
1948 presidía el nuevo Colegio de Ingenieros y Ar-
quitectos creado para promover la acción gremial
en el activo tiempo de la reconstrucción posterior
al 9 de abril. El trabajo profesional de la compa-
ñía la ubicaba, junto con Urigar, antes del auge de
Cuéllar Serrano Gómez, en el rango más alto con
edificaciones como el Banco Hipotecario de Colom-
bia (1937) y el Colegio de San Bartolomé La Merced
(1940), del que señalaba la crónica:
En la parte oriental del moderno barrio residen-
cial de La Merced, contiguo al Parque Nacional,
sobre una altura que domina el barrio y ofrece a
la vista el más bello panorama acaba de terminar
la Compañía de Jesús la construcción del gran-
dioso edificio que servirá de nueva sede para el
antiquísimo colegio. La posición privilegiada de
que goza, mejorada aún más por la vecindad del
parque, su construcción moderna con plenitud
de luz y aire, los campos de recreo y deporte lo-
calizados dentro de las 30 fanegadas de terreno
que lo rodean hacen que éste sea el mejor edificio
para colegio con que cuenta la república. Al espí-
ritu progresista y constante esfuerzo de los Reve-
rendos Padres Alberto Moreno, Provincial de la
Comunidad y Carlos Ortiz, Rector del Colegio, se
debe la ejecución de esta obra que constituye un
nuevo motivo de orgullo para la ciudad capital.
(Revista Ingeniería y Arquitectura 18-19, pp. 31)
Desde 1949, cuando fue designado ministro de agri-
cultura, Trujillo se dedicó a la política y desempeñó
8
de que las facultades de arquitectura han flo-
recido en los últimos diez años (hoy hay seis
en Colombia, con más de 700 alumnos) no se
han formado escuelas de construcción ni com-
pañías constructoras propiamente dichas, de
manera que los arquitectos han venido cons-
truyendo sus propias obras. Tal vez este hecho
del arquitecto creador y realizador, casi único
en el mundo, se debe al hecho de que haya na-
cido en Colombia una arquitectura contempo-
ránea de alta calidad. (Martínez y Arango, 1951, p. 9)
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cargos como la alcaldía de Bogotá entre 1951 y
1952 donde, aparte del desarrollo del estudio del
plan de Bogotá a cargo de la OPRB que dirigía
Carlos Arbeláez, la obra principal de la adminis-
tración era la apertura de la carrera Décima, cuya
construcción había iniciado el alcalde Mazuera Vi-
llegas. La firma había seguido con Martínez Cár-
denas, desarrollando obras muy destacadas como
el Banco de Colombia donde se usaban esqueleto
de acero y aire acondicionado (1951), varios blo-
ques del Centro Urbano Antonio Nariño (1952) y
el Hospital Militar Central (1954) en larga carre-
ra de trabajos.
En la terraza del piso cuarto de la casa vecina
al San Ignacio, se había hecho media agua para te-
ner el primer salón de la Facultad. El primer gru-
po de cerca de 25 estudiantes era en su mayoría
de alumnos que venían de la Nacional.
En la Facultad de Arquitectura abierta el presen-
te año por la Universidad Javeriana se inscribie-
ron para el examen de admisión 74 candidatos
de los cuales 59 superaron esta prueba y se ma-
tricularon. En el mes de marzo se permitió el
traslado de un alumno a la Facultad de Ingenie-
ría y posteriormente se retiraron de la Facultad,
por diversos motivos, 4 alumnos de modo que
actualmente son 56. Es un grupo de jóvenes que
han tomado con verdadero empeño su carrera,
se distinguen por su corrección y docilidad y en
general asisten con puntualidad a sus clases.
El pénsum de la nueva Facultad se acomo-
da al de la Universidad Nacional, lo mismo
que, en líneas generales, los programas de
cada una de las materias. El cuerpo docente lo
forma una brillante nómina de profesionales:
• Dr. Carlos Arbelaéz Camacho, Desarrollo
de las comunidades
• Dr. Luis Caro, Construcción
• Dr. Roberto Rodríguez, en asocio con los
Dres. Juan Ferroni y Luis E. Villaveces, tie-
nen el Taller de Arquitectura
• Dr. Rafael Torres Quintero, Castellano
• Mr. Waldemar Bellon, Inglés
• P. Arturo Lozano, S. J., Cultura Religiosa y
• Lic. Ernesto Oliveros, Geometría Analítica
y Descriptiva, Algebra y Trigonometría
• Del Decanato de Estudios está encargado
el Dr. Ignacio Martínez Cárdenas y del de
Disciplina el P. Alberto Campillo, S. J.
No han faltado, como era natural tratándose de
una obra nueva, pequeños obstáculos de orden
material, como la falta de mesas de dibujo que,
si bien encargadas oportunamente por la Uni-
versidad, por dificultades de transporte no estu-
vieron a disposición de los alumnos a su debido
tiempo. Pero todo hace augurar que la nueva
Facultad de Arquitectura dará con el tiempo óp-
timos frutos, al igual que las otras facultades de
nuestra Pontificia Universidad Católica Javeriana
Dr. Ignacio Martínez C.
Bogotá, Junio 5 de 1951
(Informe sobre la Facultad de Arquitectura al Senado
de la Universidad, 1951)
BONILLA PLATA, DE LA ESCUELA DE EDIFICIOS NACIONALES
Hijo del abogado Luis Enrique Bonilla, goberna-
dor del Cauca, cónsul en Nueva York, San Nazario
y Liverpool, así como embajador en Berlín, Julio
Bonilla Plata se graduó como arquitecto en Munich
en 1933. Estuvo vinculado desde 1936 hasta 1946
a la excepcional tarea de la Sección de Edificios
Nacionales en varios cargos y con numerosos pro-
yectos; espacio que, como advierte Camilo Mendoza,
sumara a otros protagonistas de la Facultad como
Rother, Violi, Arbeláez y González Zuleta. En este
tiempo, de intensa actividad edificatoria estatal, se
dieron diseños y obras de escuelas, de artes y oficios,
rurales, industriales; colegios, teatros, aulas, colo-
nias de vacaciones, barrios obreros, y aduanas en
regiones como Boyacá, Atlántico, Nariño, Tolima,
Magdalena, Putumayo, Santander, Providencia,
Huila, Bolívar y Chocó. Se registra su actividad
como profesor en la Facultad de Arquitectura de
la Universidad Nacional desde 1936. Después de
Martínez Cárdenas, como segundo decano, dirigía
en septiembre de 1953 una carta al padre Emilio
Arango, S. J. con nota sobre el avance de la Facul-
tad. Agradecía su nombramiento, elogiaba la direc-
ción serena y eficiente y el especial don de gentes
del padre Alberto Campillo, Decano de Disciplina.
Quedó simplificado. Había 165 alumnos dividi-
dos en 60 del primer curso, 32 del segundo y 43
del primero. Registraba la adquisición de un mo-
biliario para crear ambientes más pequeños e in-
dependientes para el salón de Taller. (Carta de Julio
Bonilla Plata al padre Emilio Arango, S. J., 1952)
Después de la decanatura de Martínez, como
sucesor Bonilla Plata se dedicaba especialmente a
atender a los profesores de construcción y expre-
sión, y los de taller dependían de Rodríguez Silva.
El hacer del ARQUITECTO javerianoSegunda muestra VOL I
De maestros y egresados
Este libro fue diseñado con la familia tipográfica Swift,
creada por el diseñador holandés Gerard Unger en el
año 1985.
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