El Gran Libro Del Dibujo.docx13

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Fig. 509. Francesc Serra. Retrato a lápiz en el que cabe destacar la perfecta construcción y modelado de la cabeza y de las manos - éstas con un acabado más suelto-, en contraste con el dibujo lineal, sólo esbozado del cuerpo, y en el que llama la atención la pose realmente original, estudiada y realizada por el artista. Fig. 510. Francesc Serra dibuja aquí este espléndido retrato a lápiz plomo, realzando la cabeza magníficamente modela- da y dibujando el cuerpo con unas pocas pero seguras líneas. Vea el estilo clásico de contrastar el dibujo de la cabeza con el cuerpo. Observe en el dibujo del cuerpo, en el cuello de la camisa, solapa de la americana, hombrera, codo y mano, esa serie de trazos dibujados con el difumino, caracte- rísticos del estilo pictórico de Francesc Serra. Los dos retratos que ilustran estas páginas son obra de Francesc Serra, famoso pintor y dibujante español que murió hace pocos años. Francesc Serra era un buen amigo mío; habíamos publicado juntos dos libros. Era un maestro pintando figura al óleo y un dibujante excepcional, también de figura, con todos los medios. Estos retratos fueron realizados con lápices Koh-i-noor HB y 2B, sobre papel de dibujo satinado, dibujando con luz artificial, una lámpara de tungsteno de 100 watios a una distancia del modelo 1,5 a 2 metros. Para un retrato como éstos, Francesc Serra tardaba entre cinco y siete horas, repartidas en cinco poses o sesiones de una hora o una hora y media cada una. Durante algún tiempo, Francesc Serra se espe- cializó en el dibujo de retratos a lápiz plomo. «Dejé de hacerlos —me decía—, porque tenía demasiados encargos. ¡No tenía tiempo para pintar...! y además el retrato es un arte condi- cionado. Para el artista es importante el parecido, pero lo es tanto o más que el que sea en sí mismo una obra de arte. Para el retratado,- lo que más cuenta es la semblanza; una semblanza que él espera ver mejorada, favorecida... ¡Finalmente no eres libre, tienes que complacer al cliente!» La idea de Serra coincide con la opinión del escultor Rodin: «Por una ley extraña y fatal, el cliente que encarga un retrato va en contra del talento del artista que él mismo ha elegido». Pero la historia del arte no está muy de acuerdo con este criterio. Uno de los mejores cuadros de Velázquez es el retrato del papa Inocencio X que cientos de personas admiran todos los días en la Galería Doria de Roma y no precisamente por su parecido, que nadie sabe ni recuerda, sino por su calidad como obra de arte. Y como este retrato, son reconocidos todos los que han pasado a la historia de las Bellas Artes incluidos los de Francesc Serra. Uno de los artistas más famosos del arte de pintar y dibujar retratos es sin duda Jean- Auguste Dominique Ingres. A él se deben una serie de «consejos a unos discípulos» que constituyen una lección magistral sobre el arte del retrato. He aquí los más importantes: - El parecido depende de la fisonomía y ésta ofrece siempre una caricatura. - El cuerpo no debe seguir el movimiento de la cabeza. - Antes de empezar se ha de interrogar al modelo (en el sentido de conversar con él para conocerlo mejor). - Dibujad los ojos cuando os paseéis (en el sentido de no detenerse y «quedarse» acabando el ojo). Evitad el exceso de reflejos que podrían romper la masa. La primera sesión de un retrato debe destinarse exclusivamente al estudio de la pose, iluminación, parecido, etc. realizando este estudio mediante series de bocetos previos. El modelo ha de estar y sentirse cómodo, vestido y peinado con naturalidad, mirando al artista, con los ojos a la altura de los ojos del artista. Déjeme decirle, por último, que las medidas más corrientes del cuadro en un retrato dibujado son: cabeza sola o medio cuerpo: hoja de papel de unos 35X45 cm. Cuerpo entero: papel de unos 50x70 cm. Tamaño de la cabeza sola, de 12 a 15 cm de altura; Medio cuerpo: de 10 a 12 cm; Cuerpo entero: de 7 a 9 cm.

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Fig. 509. Francesc Serra. Re-trato a lápiz en el que cabe destacar la perfecta construc-ción y modelado de la cabeza y de las manos - éstas con un acabado más suelto-, en con-traste con el dibujo lineal, sólo esbozado del cuerpo, y en el que llama la atención la pose realmente original, estudiada y realizada por el artista.

Fig. 510. Francesc Serra dibu-ja aquí este espléndido retrato a lápiz plomo, realzando la ca-beza magníficamente modela-da y dibujando el cuerpo con unas pocas pero seguras lí-neas. Vea el estilo clásico de contrastar el dibujo de la cabeza con el cuerpo. Observe en el dibujo del cuerpo, en el cuello de la camisa, solapa de la ame-ricana, hombrera, codo y ma-no, esa serie de trazos dibuja-dos con el difumino, caracte-rísticos del estilo pictórico de Francesc Serra.

Los dos retratos que ilustran estas páginas son obra de Francesc Serra, famoso pintor y dibujante español que murió hace pocos años. Francesc Serra era un buen amigo mío; habíamos publicado juntos dos libros. Era un maestro pintando figura al óleo y un dibujante excep-cional, también de figura, con todos los medios. Estos retratos fueron realizados con lápices Koh-i-noor HB y 2B, sobre papel de dibujo satinado, dibujando con luz artificial, una lámpara de tungsteno de 100 watios a una distancia del modelo 1,5 a 2 metros. Para un retrato como éstos, Francesc Serra tardaba entre cinco y siete horas, repartidas en cinco poses o sesiones de una hora o una hora y media cada una. Durante algún tiempo, Francesc Serra se especializó en el dibujo de retratos a lápiz plomo. «Dejé de hacerlos —me decía—, porque tenía demasiados encargos. ¡No tenía tiempo para pintar...! y además el retrato es un arte condicionado. Para el artista es importante el parecido, pero lo es tanto o más que el que sea en sí mismo una obra de arte. Para el retratado,- lo que más cuenta es la semblanza; una semblan-za que él espera ver mejorada, favorecida... ¡Finalmente no eres libre, tienes que complacer al cliente!»La idea de Serra coincide con la opinión del escultor Rodin: «Por una ley extraña y fatal, el cliente que encarga un retrato va en contra del talento del artista que él mismo ha elegido». Pero la historia del arte no está muy de acuerdo con este criterio. Uno de los mejores cuadros de Velázquez es el retrato del papa Inocencio X que cientos de personas admiran todos los días en la Galería Doria de Roma y no precisamente por su parecido, que nadie sabe ni recuerda, sino por su calidad como obra de arte. Y como este retrato, son reconocidos todos los que han pasado a la historia de las Bellas Artes incluidos los de Francesc Serra.Uno de los artistas más famosos del arte de pintar y dibujar retratos es sin duda Jean- Auguste Dominique Ingres. A él se deben una serie de «consejos a unos discípulos» que constituyen una lección magistral sobre el arte del retrato. He aquí los más importantes:

- El parecido depende de la fisonomía y ésta ofrece siempre una caricatura.- El cuerpo no debe seguir el movimiento de la cabeza.- Antes de empezar se ha de interrogar al modelo (en el sentido de conversar con él para conocerlo mejor).- Dibujad los ojos cuando os paseéis (en el sentido de no detenerse y «quedarse» aca-bando el ojo).

— Evitad el exceso de reflejos que podrían romper la masa.

La primera sesión de un retrato debe destinarse exclusivamente al estudio de la pose, iluminación, parecido, etc. realizando este estudio mediante series de bocetos previos. El modelo ha de estar y sentirse cómodo, vestido y peinado con naturalidad, mirando al artista, con los ojos a la altura de los ojos del artista.Déjeme decirle, por último, que las medidas más corrientes del cuadro en un retrato dibujado son: cabeza sola o medio cuerpo: hoja de papel de unos 35X45 cm. Cuerpo entero: papel de unos 50x70 cm. Tamaño de la cabeza sola, de 12 a 15 cm de altura; Medio cuerpo: de 10 a 12 cm; Cuerpo entero: de 7 a 9 cm.

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Figs. 511. 512. Lacabezayla figura vestida es un tema ideal para dibujar apuntes del natu-ral. Los modelos pueden ser amigos o familiares, pero pue-den ser también personas des-conocidas que uno encuentra en todas partes: en el parque, en el tren, en la terraza de un bar, etc. Y conste que nadie se siente ofendido si ve que te están dibujando, cosa por otra parte, que no es tan difícil de llevar a cabo sin que el «modelo» se dé cuenta.

el apunteLápiz y papel: no hace falta más para estudiar, aprender, perfeccionar el arte del dibujo y la pintura. El papel que sea en bloque, algo más pequeño que este libro, encuadernado o encolado de manera que sea rígido, ahorrando el uso de tablero y permitiendo dibujar en cualquier parte. El lápiz que sea blando, tanto como un 4B o más, considerando la posibilidad de que sea un todo mina. Puede ser también un rotulador negro, e incluso un surtido de tres o cuatro rotuladores -negros, gris, ocre y siena, por ejemplo-, formando una gama que permita tomar apuntes con una tendencia de color.El tema tampoco es problema. Aquella famosa frase de Renoir «¿Temas?, ¿motivos....? ¡Yo me arreglo con un par de nalgas cualesquiera!», parece dicha para el que busca un tema en plan de apunte. Los hay en todas partes y son válidos todos los géneros: figura, cabezas, dibujo de animales, frutas, flores, objetos de toda clase y estilo, naturalezas muertas, paisajes, árboles, marinas, barcas... y un largo etcétera. En casa, en la calle, en el tren, en la sala de espera, en el hotel, en la granja, en el zoo,,, ¿Ha ido alguna vez al zoo, toda una mañana, para dibujar apuntes? Es sencillamente fascinante, es una prueba de capacidad artística, habilidad -los animales se mueven-, oportunidad, retentiva... ¡Es una diversión única, extraordinaria y exclusiva para artistas! Y conste que el zoo está también en una granja en la que, parodiando a Renoir, «...con un par de gallinas, tres o cuatro patos, un conejo, un gato y un perro nos podemos arreglar de maravilla».Pero, además de divertido, el apunte es el mejor de los ejercicios para perfeccionar nuestra capacidad artística. Como decía Van Gogh a su hermano Théo, «Dibujar esbozos es como sembrar, para recoger después cuadros». Re-cordando aquel antiguo refrán que dice «Lo bueno, si breve, dos veces bueno», un buen dibujo o una buena pintura, cuando son «breves», tratados con soltura, con oficio, con seguridad y espontaneidad son «dos veces buenos». Porque cuando se pinta un cuadro, preocupa el acabado, y surge la duda de todo lo que se hace como definitivo y se tiene miedo. Un miedo que sólo se resuelve pintando el cuadro con la filosofía del apunte, «una filosofía milagrosa nacida de la aventura no prevista, de la despreocupación total, de la espontaneidad y la libertad absoluta».