El Gato.docx

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En aquel entonces vivía en Caracas y me la pasaba con las narices hundidas en algún libro de Goethe, Hesse, Verne, Cortázar, Borges; cualquiera de ellos entre otros me servía de cómplice en las interminables noches de vigilia, aquella era una ciudad demasiado grande y masculina, andaba siempre sola y frecuentaba dos sitios únicamente por razones especificas, la Universidad Central donde compraba las películas, y el Museo de Bellas Artes donde estudiaba fotografía. Me había sumergido en una rutina resignada a la que sin embargo no terminaba de resignarme, entre las cuatro paredes de mi oscura habitación existía un constante proceso creativo, no había en aquella ciudad, un solo amigo, ni madre, ni hermano, nadie a quien abrazar o simplemente hablar, y sin embargo muy dentro de mi me sorprendía el extraño sentimiento de paz, la torturante certeza que en verdad esas personas queridas no me hacían falta, entonces me arrasaba una culpa absurda que provenía exclusivamente de un tonto prejuicio moral y que sin embargo me afectaba y entristecía de cuando en cuando. Pero digo que en el fondo no me resignaba porque a pesar todo siempre andaba en ensueños tal vez un tanto adolescentes pero hermosos, nunca olvidaré una de las maravillosas veces que se rompió esa rutina aunque no quedara luego de ello más que ausencia. Paso una noche de esas en las que me lanzaba a la calle a caminar cuando el encierro al fin terminaba por atormentarme, al regresar de una de esas largas caminatas me tumbé a fumarme un cigarrillo en el pequeño jardín de la casa, y mientras fumaba lentamente tendida en la grama por el muro que cercaba el jardín pasó un gato blanco recortando su bella silueta contra el fondo oscuro del cielo sin luna, en ese instante quise tener la cámara conmigo, pero estaba en la habitación y nada más al levantarme el gato ya había desaparecido. No pensé mucho en el tema hasta que dos noches después volví a ver al gato pasar por el muro y nuevamente lamenté no tener la cámara, pero a diferencia de la vez anterior esta vez no podía sacarme de la cabeza la imagen, así que lo comenté con mi profesor de fotografía quien me recomendó hacer una prueba de tiempos del muro y agregar otra luz para que al momento de tomar la foto definitiva no hubiesen errores, así que me entretuve casi

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En aquel entonces viva en Caracas y me la pasaba con las narices hundidas en algn libro de Goethe, Hesse, Verne, Cortzar, Borges; cualquiera de ellos entre otros me serva de cmplice en las interminables noches de vigilia, aquella era una ciudad demasiado grande y masculina, andaba siempre sola y frecuentaba dos sitios nicamente por razones especificas, la Universidad Central donde compraba las pelculas, y el Museo de Bellas Artes donde estudiaba fotografa. Me haba sumergido en una rutina resignada a la que sin embargo no terminaba de resignarme, entre las cuatro paredes de mi oscura habitacin exista un constante proceso creativo, no haba en aquella ciudad, un solo amigo, ni madre, ni hermano, nadie a quien abrazar o simplemente hablar, y sin embargo muy dentro de mi me sorprenda el extrao sentimiento de paz, la torturante certeza que en verdad esas personas queridas no me hacan falta, entonces me arrasaba una culpa absurda que provena exclusivamente de un tonto prejuicio moral y que sin embargo me afectaba y entristeca de cuando en cuando. Pero digo que en el fondo no me resignaba porque a pesar todo siempre andaba en ensueos tal vez un tanto adolescentes pero hermosos, nunca olvidar una de las maravillosas veces que se rompi esa rutina aunque no quedara luego de ello ms que ausencia. Paso una noche de esas en las que me lanzaba a la calle a caminar cuando el encierro al fin terminaba por atormentarme, al regresar de una de esas largas caminatas me tumb a fumarme un cigarrillo en el pequeo jardn de la casa, y mientras fumaba lentamente tendida en la grama por el muro que cercaba el jardn pas un gato blanco recortando su bella silueta contra el fondo oscuro del cielo sin luna, en ese instante quise tener la cmara conmigo, pero estaba en la habitacin y nada ms al levantarme el gato ya haba desaparecido. No pens mucho en el tema hasta que dos noches despus volv a ver al gato pasar por el muro y nuevamente lament no tener la cmara, pero a diferencia de la vez anterior esta vez no poda sacarme de la cabeza la imagen, as que lo coment con mi profesor de fotografa quien me recomend hacer una prueba de tiempos del muro y agregar otra luz para que al momento de tomar la foto definitiva no hubiesen errores, as que me entretuve casi toda una noche haciendo diferentes pruebas con diferentes luces y en la semana no volv a ver al gato. El fin de semana volv al laboratorio para ver clases, y lo primero que hice fue cargar la pelcula de las pruebas en el tanque para revelarla, tras terminar todo el proceso puse a secar los negativos y me puse a copiar cualquier cosa para distraerme mientras esperaba con ansias que se secaran, y sin embargo all la espera era perfecta, deliciosa: todo transcurra con un ritmo tranquilizador, no haba llegado nadie slo andaba por ah Carlos (mi profesor), quien permaneca sentado en la oscuridad rojiza y de cuando en cuando preguntaba algo o simplemente se limitaba a observarme trabajando aunque nadie observara nada muy claro en aquella dimensin, as como yo no vea claramente que l me vea pero era algo que se senta ya con certeza gracias a un extrao lenguaje metafsico que se desarrolla tras muchas horas de compartir en esa parcial oscuridad, as cuando iban llegando los dems les reconocamos por las voces o slo por las siluetas, me fascinaba la impersonalidad y a la vez complicidad con la que todos nos tratbamos y estbamos tan cmodos; esperaba, pensaba un montn de tonteras, copiaba mientras me carcoma la espera, esperaba espera, esperanza. Ya avanzada la tarde cuando el negativo se sec proced a hacer los contactos, cuando estos estuvieron debidamente revelados, fijados y lavados al fin pude sacarlos a la luz y tomar una decisin sobre el tiempo de exposicin, el corazn me lata a prisa y sin embargo luego me qued una sensacin como de zozobra esa noche no dorm esper toda la noche en el jardn por el gato que nunca apareci. As transcurrieron dos semanas sin que el gato apareciera y cada noche de esas dos semanas lo esper paciente con la cmara en el trpode, los cigarrillos a la mano y Pink Floyd en los odos para salvarme o seguirme atormentando, por esos das lea a Cortzar. Luego de esas dos semanas de espera fue cuando comenzaron a ocurrir cosas extraas, como que despus de haber esperado toda la noche en el jardn, al volver a la habitacin con luz de da conseguir al gato apaciblemente dormido sobre mi cama que sali disparado al advertir mi presencia. Le cont mi historia a Carlos que era lo que ms se pareca a un amigo.-tiene que ser ese gato?- Pregunt.-Si.- Contest secamente-Entonces espera una vez ms.-Una?- Si. Una.

Ese da volv cavilosa a mi casa estaba triste, ansiosa, me culpaba de haber arruinado todo con mi tonta preparacin, con mi necia presin, pero decid esperar por ltima vez. Cuando eran ya las cuatro de la maana estaba totalmente resignada, entonces apareci: el muy cnico pas por la calle y se detuvo frente a mi observndome a travs de la reja, entonces hice algo por lo cual me enviaran al manicomio de seguro: me puse a hablar con el gato. -juegas conmigo?, vamos termina de subirte al muro y acabamos con esto. Menos mal que no me respondi!, pero me miraba y juro que en esa mirada haba un dejo de burla, algo que no era totalmente animal, una especie de certeza de estarme molestando. -Qu esperas? Tienes miedo escnico? Te aseguro que no te va a ver mucha gente esa foto seguro ha de terminar donde las dems en mi portafolios. All gritar en silencio, murmur secndome dos lgrimas que me avergonzaron. Pero lo peor fue que esa foto nunca alcanz siquiera a suspirar porque en ese momento el gato se dio media vuelta y se fue para siempre.