El fiscal José María Mena, por Braulio García Jaén

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Este capítulo 30 de "Justicia poética" (Seix Barral) habla del papel del ex fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, en el caso Tommouhi-Mounib. Es la historia, básicamente, de una escandalosa dimisión, que incluye violaciones impunes en la cuneta gracias a la inacción de Mena. La violación doble cometida el 25 de noviembre de 1991 en Blanes (Girona), para ser exactos. Al fondo, el coro (mudo) de la prensa de Barcelona.

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30. El fiscal

Es que aquello era la tele y esto es un juicio.

ENRIQUE ANGLÉS, Enriquito, en: OLEAQUE, J. M., Desde las tinieblas. Un descenso al caso

Alcàsser, Diagonal, Barcelona, 2002, p. 267.

El ya ex fiscal jefe de Cataluña José María Mena sa-lía de la comisión de peticiones del parlamento catalány Pere Ríos remataba así la crónica de la comparecenciaen El País: «Todos los diputados elogiaron las explica-ciones de Mena y él respondió que el Parlament era “lacasa que representa al pueblo de Cataluña” y que acudi-ría cuando se le llamara, porque era su “obligación cívi-ca”. Al salir, nadie reparó en ello y el ex fiscal jefe hubode regresar a su domicilio a pie, pasadas las tres de latarde, con un sol de justicia.» Mena se alejaba del casoTommouhi como había llegado, entre aplausos.

El 1 de julio de 2008, el presidente de la comisión ypresentador de Mena, el diputado socialista Antoni Co-mín (PSC), había dejado claro, antes de cederle el tur-no, que él podía decidir lo que quería explicar o no, di-gamos, del proceso de Tommouhi, pero que debía refe-rirse, en todo caso, a los límites de la revisión penal enEspaña. Mena le tomó la palabra. Del proceso subrayósólo la firmeza de los reconocimientos y nada de lo quedijo, respecto de las posibles modificaciones legales, ve-nía al caso de Tommouhi y Mounib. Los periódicos, sinembargo, dieron la noticia de una supuesta reforma le-gislativa que abriría las puertas de la ley a Ahmed To -mmouhi. Esta versión concentrada de Pere Ríos:

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Mena propuso ayer que la única vía para revisaresas penas sería reformar la Ley de EnjuiciamientoCriminal para que haya una doble instancia penaly el Tribunal Supremo pudiera volver a juzgar aTommouhi. [El País, 2/7/2008.]

El día que charlamos en la ajardinada esquina de sucalle, Mena precisó el encaje de su propuesta: «Nada,nada, nada. En este caso, nada», dijo. Fue a mediados deoctubre de 2008, en el barrio alto de Barcelona, con unamañana espléndida y sentados, bajo el enorme paraguasde un hermoso y centenario almez, en la terraza de unacafetería. Había dejado la Fiscalía hacía año y medio yestaba jubilado, aunque todavía presidía una comisiónde expertos creada por la Generalitat y la Fiscalía para elestudio de la reinserción de los violadores. Llegó andan-do, con la americana abierta, nos sentamos y avisó:«Tengo para usted media hora.»

Los periodistas —en ese sentido informaron tam-bién ABC y El Periódico de Catalunya— no debieron deescuchar hasta el final. El compareciente, en su segundoturno de palabra, había rebajado el optimismo despuésde que la diputada Renom i Vallbona (CIU) interpreta-ra lo mismo que luego publicó la prensa:

No cantemos victoria, existe una necesidad objeti-va de seguridad jurídica para todos los ciudada-nos, también para las víctimas; existen necesidadesde plazos en la interposición de los recursos. Es de-cir, si se hace una propuesta que es la que yo su-giero, de reforma de la Ley de enjuiciamiento cri-minal, aquí tiene que haber unos problemas deplazos, la ley difícilmente va a dar plazos de cuatro,de ocho años para recurrir. [Acta de la compare-cencia.]

La reforma de la que habló Mena, abrir definitiva-mente la doble instancia penal, deja fuera a Ahmed

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Tommouhi por una razón inapelable: el tiempo. La víade apelación que sugirió nunca podrá ser retroactiva.Más allá de unos plazos razonables, no podrá aplicarse alas sentencias anteriores a su promulgación. Lo razona-ble jamás abarcará los más de catorce años transcurridosdesde que Tommouhi y Mounib, por hablar sólo de laúltima sentencia, fueron condenados en Tarragona.

En 1997, después de que el Supremo revisara lacondena de Olesa, los primeros aplausos le llegaron aMena de manos del abogado Xavier Castellvell: «Porqueen cuanto recibieron el informe de los investigadores nodudaron en presentar un recurso de revisión de senten-cia», se lee en La Vanguardia. Años después, la opiniónde Castellvell cambió radicalmente y siempre que se lepregunta por la impresión que le ha dejado la actuacióndel fiscal dice lo mismo: «Una gran decepción». Una evo-lución que hace pensar en el conflicto que pudo haberhabido detrás, pero del que nunca, bajo el estruendo depalmas con el que los periodistas se han batido siemprepara recibir a su autoridad en este asunto, supimos nada.Todavía en 2006, en Els Matins de TV3, con Tommouhicomo invitado, a una tertuliana se le ocurrió decir envoz alta que qué era eso de indultar a un inocente, quehabría que preguntarle al fiscal Mena qué había hechopara solucionar el enredo, y Mayka Navarro, la expertade El Periódico de Catalunya en el caso, entró al quite:«Ay, Mena, ay, ay, pero si Mena…», para acabar diciendolo de siempre: que Mena había hecho todo lo que se po-día hacer y que el indulto era la única salida legal.

No sólo Castellvell ha cambiado su visión de las co-sas desde 1997. Mena también y sabemos que amboscomparten un punto de inflexión: la solicitud de indul-to del 30 de abril de 1999. Pero antes de saber qué diceMena sobre lo que pasó en esos dos años, y qué es loque piensa ahora, vale la pena recordar lo que decía

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aquel 12 de junio de 1997, después de que el Supremohubiera revocado la condena de Olesa:

No tengo por qué recelar de los jueces que les con-denaron ni de los testigos que les identificaron.Tampoco del acierto de las sentencias condenato-rias, que fueron confirmadas por el Supremo. [LaVanguardia, 12/6/1997.]

No pensaba mover un dedo por las otras sentenciasque seguían vigentes. El periodista introdujo la cita afir-mando: «El fiscal jefe aseguró que, mientras no le de-muestren lo contrario, seguirá confiando en la justicia.»Quizá sea excesivo, vista la libertad de interpretacióncon que se mueven fuera de las comillas, atribuir aMena la plena responsabilidad de la expresión «mien-tras no le demuestren lo contrario», pero no deja de serinquietante que así se pasee, aunque sólo sea sobre elpapel, un fiscal por un periódico. ¿Piensa esperar senta-do?, cabría haberle preguntado.

Dos años después, La Vanguardia traía unas decla-raciones de Mena, después de pedir el indulto: «Estecaso lo estamos siguiendo al milímetro.» Una afirma-ción que contrasta con lo que el fiscal respondía luegocuando se le pedían detalles sobre el seguimiento, comohizo Manuel Borraz: no hay cauces legales para pedirexplicaciones al Gobierno, fue su respuesta. Así que leplanteé la contradicción al propio Mena:

—Yo, oficialmente, yo no podía pedir ninguna in-formación… Ahora, ya en el nivel de la conversación deamigos tomando un café…, pues se dicen cosas. For-malmente, no me correspondía porque ya le digo, el trá-mite es que yo le doy el informe al tribunal y el tribunallo manda a Madrid, al Gobierno. Por lo tanto el quetendría que decir, oiga, que ustedes se atrasan… es eltribunal.

Oficialmente. Otra cosa es lo que se puede decir en

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una conversación de café, dijo el fiscal, delante de uncortado. Me explicó cómo es que había llegado a tener«conocimiento de causa» de que la razón por la que elministerio de López Aguilar había decidido no resolverel indulto era «la tremenda, terrible no, pero tremendapresión beligerante de quienes estaban apoyando lo queluego ha sido la Ley integral contra la violencia de gé-nero», según había dicho en el Parlament, aunque mepidió que no mentara al santo.

Es realmente interesante la doble vida del fiscal,hombre público. En la comparecencia alardeó tambiénde ese ir y venir de la luz a la sombra al referirse a la ur-gencia con que se practicaron los análisis en 1996, des-pués del primer informe de la Guardia Civil:

Es muy loable que el Instituto de Toxicología con-servara la muestra biológica y fue posible, por lotanto, obtener con una cierta celeridad…, he dedecir, también, utilizando algo así como relacionespersonales extraprofesionales para saltarse el ordennormal —ahora ya está prescrito y se puede de-cir— que establecen las instituciones, se practicócon gran celeridad la prueba correspondiente delADN. [Acta de la comparecencia.]

Los análisis se habían acelerado gracias a «relacio-nes personales extraprofesionales» y, ahora que habíaprescrito, podía contarlo. España entera debería aplau-dirle, porque no hay como reconocerlo abiertamentepara que se vea que por encima de cualquier hecho di-ferencial, el compadreo nos hermana. Es en ese clima decamaradería cuando pueden airearse las angustias másíntimas:

—Yo le decía en la intimidad, en la conversaciónpersonal, al señor Tommouhi, pero lo puedo decirante sus señorías, que durante bastante tiempo es-tuve con la angustia personal de llegar a jubilarme

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sin haber conseguido que esta persona alcanzarauna situación objetiva y práctica de libertad.

Como compareciente admitió que había solicitadoel indulto y que luego quiso adelantarle el tercer gradopara sacarlo cuanto antes de la cárcel; en tanto que fis-cal, después de la primera causa revisada, se negó siem-pre a investigar ninguno de los cabos sueltos que habíaen las otras causas. No es esquizofrenia. Mena maneja-ba perfectamente el escenario. Así como sabía que a losperiodistas podía contarles los milímetros que no po-día deslizar ante la petición escrita de un ciudadano in-formado, así también en la comparecencia podía mos-trar sus desvelos entre bastidores para que Tommouhisaliera de la cárcel, porque nadie iba a preguntarle so-bre su renuncia a fiscalizar las condenas pendientes, deacuerdo con el escenario despejado por el presentadorComín.

Entre 1997 y 1999 algo pasó, por tanto, para que elfiscal, ahora sí, pensara que los jueces que condenaron aTommouhi, los testigos que lo identificaron y el Supre-mo que confirmó las otras sentencias, se habían equivo-cado. A finales de 2008, llevaba diez años pensándolo yestaba cada vez más convencido: «Con toda certeza, mideseo ferviente era responder a mi convicción profundade que muy probablemente este señor era inocente.»Preguntarle directamente por los motivos que explica-ban esa profunda reconsideración, al tiempo que semantuvo al margen de cualquier nueva pesquisa, era laúnica manera de que la conversación no acabara en undiálogo de micrófonos. Eso y saber de lo que el fiscal ha-blaba. Lo único que reconoció aquella mañana fue quese reunió varias veces con el cónsul de Marruecos de en-tonces, y que finalmente llegó a la conclusión de que pe-dir el indulto era la mejor solución, la única, para quesalieran de la cárcel. Y que había mirado los procedi-mientos con lupa. ¿Nada tuvo que ver en ese convenci-

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miento posterior el segundo informe de la Guardia Ci-vil?, le pregunté, y le recordé que uno de los letrados incluso se lo había solicitado cuando supo que ese in-forme había llegado a la Fiscalía. Mena ya había arre-metido contra el letrado. «Vino a verme un letrado doso tres veces, pero siempre tuve la impresión de que el le-trado lo que quería era que trabajara yo. En vez de él.»El letrado Castellvell, es cierto, quería que la Fiscalíaapoyara la revisión integral de las condenas, «que fueraa por todas», después del segundo informe de la Guar-dia Civil. Que lo hiciera para trabajar menos es una hi-pótesis del fiscal que no se corresponde con las gestio-nes que siguieron.

El 23 de marzo de 1999, Xavier Castellvell escribiósolicitando una copia del segundo informe que el equi-po de Policía Judicial de la Guardia Civil de Martorellhabía entregado, en relación con el Renault 5, a la Fis-calía. Castellvell pedía saber también si a raíz de ese in-forme se habían abierto diligencias de investigación. El31 de marzo, Mena respondió a lo segundo:

[…] en esta Fiscalía no se siguen diligencias de in-vestigación sobre las violaciones a que su comuni-cación se refiere […]

Un mes después pidió el indulto.Todo mi interés se centraba en saber qué significa-

ba «revisar los procedimientos con lupa», como insistióque había hecho antes de pedir el indulto. Así que lepregunté por qué después de tener el segundo informesobre su mesa no abrió pesquisas para rastrear el itine-rario del Renault 5, que en el informe de Reyes Benítezaparece descrito muy puntualmente (entre el tirón de

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Montornés y la recuperación de Mollet no hay nada).Pero también si consideró la posibilidad de buscar a losdos compañeros de pensión que Tommouhi citó comocoartada en la causa de Tarragona. Dijo el fiscal:

—Es que no es de mi incumbencia. Eso es incum-bencia del fiscal de Tarragona. En eso yo ya no entro.

—Pero a la hora de revisar las causas con lupa… —Mi revisión podía ser sólo de las causas de la

provincia de Barcelona. Bastante insuficiente es ya mi… —Tenía entendido que como fiscal jefe de Cata -

luña… —No, no, no. Eso es del fiscal jefe de Tarragona. Él

remite directamente las cosas a Madrid. O sea, yo eso nilo he leído. De Tarragona no sé nada. Pero en la provin-cia de Barcelona hubo más de un asunto. En esos, en losde la provincia de Barcelona, sí.

La memoria falla, es comprensible. Muchas veces,el recuerdo se parece más a una reconstrucción novela-da del pasado sobre el que proyectamos deseos actua-les, que a lo que en verdad ocurrió. ¿A quién no le pasa?Pero hay maneras de contrastarlo. Lo más sospechosode los aprietos para asumir acciones pasadas es la con-tundencia con que, desde el presente, se argumenta nosólo que algo no pasó, sino que era imposible que pa-sara. Los grandes hombres y sus grandes causas, enefecto. Sin embargo, pasó. El fiscal se ocupó también deTarragona. Basta con revisar sus escritos. La relación delas condenas para las que se pedía el indulto es ejem-plar.

El indulto parcial se interesa para ABDERRAZZAK

MOUNIB y AHMED TOMMOUCH, condenados en lassiguientes causas:ABDERRAZZAK MOUNIB fue condenado en las causascorrespondientes a:1.º Sumario 3/91 del Juzgado de Instrucción n.º 3de Tarragona.

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2.º D. Previas 646/91 del Juzgado de Instrucciónn.º 2 de Vilafranca del Penedès.3.º D. Previas 647/91 del Juzgado de Instrucciónn.º 2 de Vilafranca del Penedès.AHMED TOMMOUCH fue condenado en las causascorrespondientes a:1.º Sumario 3/91 del Juzgado de Instrucción n.º 3de Tarragona.2.º Sumario 1/91 del Juzgado de Instrucción n.º 1de Cornellà de Llobregat.3.º D. Previas 1152/91 del Juzgado de Instrucciónn.º 8 de Tarrasa.

Tarragona aparece en primer lugar. El fiscal Menaejercía, por tanto, como fiscal jefe de Cataluña, y no sólode Barcelona. Otra cosa es el nivel de atención y pro-fundidad con que las estudiara. Según él, cuando lo vol-ví a llamar para preguntarle sobre esta incongruencia, laincluyó «porque tenía la convicción personal» de queeran inocentes en todos los casos. Es así como el fiscaljefe se agarra a hechos fervientes, con una opinión. Haypruebas, sin embargo, de que también la revisión de lascausas de Barcelona fue profundamente superficial. Unaviolación impune. En el sumario de Olesa está encarta-do parte del expediente seguido por la de Blanes. Estapareja señaló a Mounib como el violador, aunque Mou-nib ya estaba entonces en la cárcel. Entre 1997 y 1999,

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cuando se supone que el fiscal se fajaba con cada uno delos sumarios, esa violación seguía impune, y se estaba atiempo todavía de que se analizaran los restos de semenenviados a Toxicología. La coincidencia del modus ope-randi, de las descripciones de las víctimas, así como quese hubieran confundido al señalar a Mounib, como yahabía ocurrido en Olesa, indicaban que García Carbo-nell era, por lo menos, una pista buena. Hoy, las mues-tras siguen intactas y ese delito ha prescrito. Su impuni-dad está directamente relacionada con la milimétricarevisión que el fiscal Mena, armado con su lupa, hizodel caso.

En 1997, Xavier Castellvell no había elogiado sólola actuación del fiscal. También la de la Guardia Civil.Eran aquellos días en que Mena y Castellvell estaban deacuerdo, según La Vanguardia de Marchena:

Mena coincidió con el abogado Castellvell en queel descubrimiento del error ha sido posible «por lavalentía de la Guardia Civil, ya que hace falta valorpara reunir datos contra las pruebas que los mis-mos agentes consiguieron y con las que lograronuna sentencia condenatoria. No dudaron en tirarpiedras contra su propio tejado». [La Vanguardia,12/6/2007.]

Las palabras del fiscal están escogidas con una pre-cisión de prestidigitador: es decir, sólo funcionan en di-recto. La insinceridad, releída a cámara lenta, refleja enla lengua su inconsciente desajuste con el mundo. Datoscontra pruebas, dice el fiscal, invirtiendo la escena.Pruebas fue lo que se reunió a partir del informe de laGuardia Civil de 1996: un análisis de ADN. En 1991,más allá del señalamiento de las víctimas, no había nadaque incriminara a los acusados, ni siquiera datos. Cuan-do añade, a esas pruebas, «que los mismos agentes con-siguieron», está subrayando que el análisis de ADN seconsiguió en cambio gracias a que él lo ordenó. La cla-

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ve, sin embargo, está en lo que sigue: «y con las que lo-graron una sentencia condenatoria». ¿Acaso los agentesse sentaban en el estrado los días de juicio, ejerciendo laacusación pública? ¿Eran ellos quienes jaleaban, comolos subordinados de Mena, al juez de instrucción? To-dos los fiscales que ejercieron la acusación, incluido elde Cornellà, que pidió un análisis de semen y luegomantuvo la acusación a pesar de que el resultado ex-cluía, científicamente, al acusado, han desaparecido deese escenario que el fiscal despliega con su magia lin-güística. Hoy, casi trece años después, la coletilla final:«No dudaron en tirar piedras contra su propio tejado»,asoma por debajo de la cortina.

El 7 de diciembre de 1998, el equipo de Policía Ju-dicial de Martorell elevó el segundo informe, cuyo con-tenido ya conoces, a la Fiscalía.

PREGUNTA: —Este segundo informe de la GuardiaCivil —le pregunté a Mena—, las defensas siempre sehan quejado de que usted no se lo facilitó a ellas.

MENA: —¿Que no facilité yo…?P.: —El segundo informe de la Guardia Civil.MENA: —Eso es una tontería. Eso demuestra, una

vez más, la insuficiente buena fe de las defensas.P.: —¿Por?MENA: —Pues porque eso es una tontería. Porque

yo no soy titular de ningún informe. El fiscal en ningúncaso tiene un informe de la Guardia Civil que pueda daro no dar a la defensa. Los informes están en la causa.

P.: —No, no. Pero el informe este es del año 98.MENA: —No. En ningún caso el fiscal dispone de

informes de Guardia Civil que no estén idénticamenteen manos de la defensa. En ningún caso. No hay ningúninforme de la Guardia Civil.

P.: —Cuando la causa está cerrada.MENA: —Entonces el fiscal no tiene informes.

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P.: —Un nuevo informe que eleva a la… MENA: —En absoluto.P.: —Aunque ese informe exista y se haya elevado.MENA: —No, ¿a quién?P.: —A la Fiscalía.MENA: —No, no, no. En absoluto. Eso es una men-

tira absoluta.P.: —¿Es mentira que la Guardia Civil le elevó un

segundo informe?MENA: —Mentira. Es mentira. Lo elevaría al tribu-

nal. Lo elevaría al tribunal.P.: —Y… MENA: —No, no. Eso lo niego en redondo, ¡eh! En

ningún caso el fiscal en un asunto tiene un informe enrégimen de, de secreto, salvo en las actuaciones previasa la incoación del sumario. Con la obligación, en todocaso, de incorporarlo al sumario. El fiscal no puede enningún caso guardarse un informe sin que lo conozcanlas partes en un proceso. Y lo niego en redondo que yodispusiera en ningún caso de un informe y no lo pasaraa las defensas. Lo niego radicalmente. Lo que tiene us-ted que tener es la percepción de que las defensas, porser defensas, no necesariamente le dicen a usted toda laverdad, ni que todo lo que le dicen sea verdad.

P.: —No, a mí no me lo ha dicho la defensa. Yo ten-go el informe. Y en el recurso de revisión de las defen-sas hacen constar que este informe, basado en un ates-tado…

MENA: —Pero esto se incorporaría a la causa.P.: —No, porque es un informe que, en su criterio,

no dio origen a ninguna actuación.MENA: —No lo creo ni por un momento.P.: —Bueno, pues… MENA: No lo creo ni por un momento que yo dis-

pusiera de un informe y además, niego radicalmente,que yo tuviera un informe que no pasara a las defensas.Que no le diera trámite.

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P.: —Pues hay una carta de uno de los letrados, quele dirige a usted, meses después de que él supiera que us-ted había recibido ese informe. Y esa carta consta.

MENA: —No, pero yo no me carteo con los letra-dos. Eso sí que… Ves, igual que le digo una cosa le digola otra: yo no me carteo con los letrados. O sea, las car-tas no son un sistema procesal de comunicación.

P.: —¿Ni siquiera cuando se ha juzgado la causa?MENA: —Nada, nada. La carta no es un modo de

comunicación. Una comunicación se hace con una petición formal dentro de un trámite, del que corres-ponda.

P.: —Vale, pues no tengo más preguntas.MENA: —Si le parece, son las diez.El señor Mena se levantó rápido y se metió en el

bar. Dentro, no había nadie en la barra y llegué a tiem-po para oír cómo preguntaba en voz alta:

—¿Hay alguien aquí para pagar o no?

El fiscal Mena si no se carteaba, sí que respondía almenos a las «comunicaciones escritas» de la defensa. Yaconoces su respuesta del 31 de marzo, y cómo pasó delargo sobre el requerimiento del letrado. Un mes des-pués de que pidiera el indulto, sin embargo, Castellvellhabía decidido seguir adelante con el recurso de revi-sión integral sin el respaldo de la Fiscalía. Así que le vol-vió a escribir, para insistir en que había recibido su res-puesta, pero

[…] sin que se hiciera referencia alguna a la exis-tencia de un nuevo informe efectuado por la Poli-cía Judicial de la Guardia Civil de Martorell, moti-vo por el cual entiendo que tal informe existe y pordicho motivo nuevamente reitero se me haga en-trega de una copia del mismo.

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La insistencia de Castellvell apuntaba a lo mismoque Mena insistía en negar diez años después. Mena ob-viaba entonces referirse al segundo informe del coche, yahora negaba incluso que hubiera existido —uno de susautores, Reyes Benítez, para responder sobre su conteni-do en relación con el recurso de revisión integral decla-ró por exhorto del Tribunal Supremo, el 5 de enero de2000—. Curiosamente, el propio Mena se había referidoa ese informe sin saberlo —y yo sin darme cuenta— aljuzgar, durante la conversación, las intenciones de Bení-tez: «Ahí había un guardia civil que con toda su buenavoluntad, pretendía una segunda instancia. Es decir, noaportaba hechos nuevos.» El primer informe de Benítezdesencadenó la revisión de Olesa. ¿En qué informe, sino en este segundo, Benítez habría «pretendido» una se-gunda instancia sin aportar hechos nuevos? La grabado-ra liquida el aura del mago y con ello su autoridad.

Que el informe existe y que llegó a la Fiscalía seprueba además porque Benítez tuvo que acudir allí adar explicaciones. Reyes Benítez fue citado en la sede dela Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña,Pau Claris, 160, de Barcelona, antes de que acabara elaño 1998. Compareció un día que tenía que declarar enun juicio, después de pasar por la Audiencia de Barcelo-na. «Tres o cuatro días antes de Navidad.» No iba solo.La reunión tuvo lugar en el despacho del jefe de la Uni-dad de Policía Judicial adscrita a la Fiscalía. La conver-sación, que empezó porque el sargento le pidió explica-ciones sobre a qué venía ese nuevo informe, «a que hanaparecido nuevos hechos», respondió él, «bueno, ahoraha aparecido esto, y mañana aparecerá otra cosa, y pa-sado otra: ¿qué vas a hacer, cuarenta informes?», recuer-

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da Benítez que le reprocharon, acabó con «golpes sobrela mesa». Los reproches, según Benítez y los dos compa-ñeros que estaban delante aquel día, tenían que ver conel fondo, con que siguiera investigando un caso que ofi-cialmente se había cerrado. «A este paso no pasas las na-vidades en casa», le dijo, según Benítez, el sargento. Losdos compañeros que entraron con él al despacho, unoes Miguel Ángel Naranjo, quien había firmado ese se-gundo informe junto a Benítez, el otro es Felipe R. Bus-tos; ambos confirman la versión de Benítez.

El informe llegó a la Fiscalía, el entonces fiscal jefeJosé María Mena decidió no investigar el itinerario cri-minal del Renault 5, dejando violaciones impunes en lacuneta, negó el informe a las defensas —y a diferenciade la solicitud de indulto, tampoco lo aportó a ningunacausa, por lo que aquéllas no podían por tanto recla-marlo en ningún otro lugar— y evacuó el indulto el 30de abril de 1999. Desde entonces repite que no habíapruebas de la inocencia. Él, desde luego, no las buscó, yasí debe constar.

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