El Feminismo Mexicano de Cara Al Siglo XXI

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    Estela SerretEl feminismo mexicano de cara al siglo XXI

    El Cotidiano, vol. 16, nm. 100, marzo-abril, 2000, pp. 42-51,

    Universidad Autnoma Metropolitana Azcapotzalco

    Mxico

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    El Cotidiano,

    ISSN (Versin impresa): 0186-1840

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    Universidad Autnoma Metropolitana

    Azcapotzalco

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    EEEEEl proceso de modernizacin del aejosistema poltico mexicano nos ha obli-gado a familiarizarnos con lenguajes, rostros,signos y modos de hacer novedosos en el mar-co de la poltica tradicional del pas. La trans-formacin de estas estructuras formales ha sidotan acelerada, que con frecuencia nos ha de-jado poco tiempo para reflexionar sobre susalcances y significados profundos. Entre estasmodificaciones, no nos cabe duda, ocupa unpapel preponderante en tiempos recientes, laapertura de los espacios de poder a lenguajes,demandas y agentes del feminismo que ape-nas hace unos aos se encontraban totalmen-te excluidos y marginados. A lo largo del pre-sente sexenio, efectivamente, hemos asistidoa un fenmeno indito: tanto en los mediosmasivos de comunicacin, como en los diver-

    sos rganos del gobierno; en los espacios depromulgacin de leyes e imparticin de la jus-ticia; en las campaas electorales de los parti-dos polticos o en las intervenciones pblicasde diversos actores polticos y sociales (de lossindicatos a la guerrilla), percibimos esfuerzospor manejar un lenguaje que interpele expl-

    l feminismo mexicano de cara

    al sigloXXI

    Estela Serret*

    El lenguaje de la equidad de gnero, construido por el feminismo, seutiliza ahora en algunos casos como si se tratase de una alternativa

    sensata frente a la insensatez feminista. El problema, para muchasfeministas, radica en saber hasta dnde puede tener una importan-cia efectiva en el diseo de polticas pblicas este desplazamiento(blanqueamiento) ideolgico o hasta dnde, es un costo mnimo quehay que pagar por la aceptacin amplia de los planteamientos defondo.

    citamente al gnero femenino y que muestresensibilidad hacia los problemas especficosde las mujeres.

    Sin proponernos juzgar, por lo pronto,la cantidad, calidad, profundidad, seriedad detan sbito reconocimiento de la existencia delas mujeres (o sus efectos reales); este textopretende avanzar algunas reflexiones sobre lascausas de tal fenmeno. En particular, quere-mos mostrar qu papel ha jugado en esta sen-sibilizacinhacia el tema de la subordinacinfemenina el movimiento feminista en Mxicopara, al mismo tiempo, realizar un diagnsti-co acerca del estado actual y las perspectivasdel feminismo mexicano. En este intento, pro-cederemos a identificar brevemente los ante-cedentes del movimiento y a definir su situa-

    cin actual para, finalmente, sealar cules sonsus perspectivas de desarrollo.

    Contexto: El feminismo internacionalContexto: El feminismo internacionalContexto: El feminismo internacionalContexto: El feminismo internacionalContexto: El feminismo internacionaly su influencia en el movimientoy su influencia en el movimientoy su influencia en el movimientoy su influencia en el movimientoy su influencia en el movimientomexicanomexicanomexicanomexicanomexicano

    Para poder analizar adecuadamente la especi-ficidad del feminismo mexicano en un sentido

    * Profesora-Investigadora del Departamento de Socio-loga de la UAM-A.

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    ms explicativo que descriptivo, nos pareceindispensable comentar, as sea someramente,

    cmo y por qu surge el feminismo en el mun-do, cul es el sentido de la lucha feminista ycules las distintas facetas que adopta, tantohistrica como sincrnicamente. Lacontrastacin con este panorama general nosayudar a comprender mejor la peculiar reali-dad del fenmeno en nuestro pas.

    La primera expresin social y polticadel feminismo (o la primera relevante), se pro-duce en el contexto de la Revolucin France-sa.1 Las feministas galas (fundamental, pero nonicamente, provenientes de las clases mediasy de la alta burguesa), amparndose en lasproclamas ilustradas de igualdad entendidacomo equivalencia y autarqua y libertad paratodos los seres racionales, se movilizaron delas ms diversas formas para demandar de losrevolucionarios coherencia poltica en su tra-to hacia las mujeres. Con este propsito, seabrieron clubes y salones, se publicaron gace-tas y revistas, se difundieron panfletos y se or-ganizaron mtines. A travs de todos estosmedios las feministas procuraron sensibilizartanto a las clases ilustradas como a las basescampesinas y obreras sobre lo injusto de lasubordinacin y exclusin social de las muje-

    res, adems de subrayar la enorme inconse-cuencia de un pensamiento revolucionarioque, explcitamente, exclua a la mitad de lapoblacin de sus ideales universalistasde li-bertad e igualdad. No salieron muy bien libra-das: sus proclamas fueron destruidas, sus mti-nes prohibidos, sus clubes cerrados, sus de-mandas ridiculizadas y algunas de sus lderesfueron encarceladas. Olympe de Gouges, au-tora de la Declaracin de Derechos de laMujer y la Ciudadana termin sus dasguillotinada.

    Hacia la segunda mitad del siglo XIX el

    feminismo se recompone y regresa por sus fue-ros. Tanto en los Estados Unidos como en Eu-ropa se organiza en torno a la demanda deigualdad de derechos civiles, jurdicos y pol-ticos para las mujeres. La ms visible entre estasdemandas, la reivindicacin del voto femeni-

    no, dar su nombre al movimiento, que habrde ser reconocido como sufragismo. La desca-lificacin facilista de que fueron objeto durantemucho tiempo las sufragistas (motivada por unaredefinicin del feminismo en este siglo, quenos ocupar ms adelante), se basaba en lacaracterizacin del movimiento como burgusy simplista: la mera consecucin del voto nogarantizaba, segn esta crtica, una transfor-macin de fondo de la opresin que sufranlas mujeres y s, en cambio, le haca el juegoal ideario liberal capitalista que tenda unacortina de humo sobre las verdaderas causaseconmicas de toda desigualdad social. Con-

    tra este diagnstico debemos decir que elsufragismo logr colocar sobre el tapete dediscusin a la subordinacin social femeninacomo un problema: un asunto de corte ticocon graves implicaciones polticas, jurdicas yeconmicas cuya prevalencia cuestionaba losprincipios de legitimidad del nuevo orden. Enambos lados del Atlntico, las sufragistas lle-varon el cuestionamiento de la dominacinmasculina a los parlamentos, a los diarios, alas fbricas, a la literatura y a las discusionespblicas, dondequiera que stas se produje-sen. La virulencia de la reaccin en su contrapor parte del establishmentes, quiz, el mejor

    signo de la penetracin social que lograron sustesis.

    No obstante, esta penetracin social nosignific al menos no de inmediato una bue-na acogida de las demandas feministas de equi-dad. Por el contrario, la reaccin misgina fuecruda y atraves todas las instancias sociales.El discurso antifeminista se puso de moda yprcticamente no hubo literato, poltico o fi-lsofo que no acudiese a la ridiculizacin del

    1 Un buen recuento sobre la historia del feminismo pue-de encontrarse en B. Anderson y J.P. Zinsser, Historia de lasmujeres: una historia propia, vol. 2, Crtica, Barcelona, 1992,pp. 379-580.

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    sufragismo para allegarse adeptos. Entre lasmujeres las cosas no fueron mucho mejor:

    mientras que en las clases medias exista unaabierta confrontacin entre sufragistas y con-servadoras, las mujeres de los sectores popu-lares, por diversos motivos que sera largo re-sear aqu, se mostraron casi siempre contra-rias a los postulados feministas.

    A pesar de lo anterior, y de que la ma-yora de las iniciadoras del movimiento mu-rieron sin ver cumplida su demanda ms fa-mosa, el sufragismo tuvo un impacto que seradecisivo para la futura configuracin de las so-ciedades democrticas al evidenciar que la ex-clusin poltica y la subordinacin social delas mujeres no podan seguir siendo conside-radas sin ms un hecho natural, lgico e in-cuestionable. Esto es, no podan negarse comorealidad conflictiva ni poda seguirse obvian-do la argumentacin para intentar justificar-las. Por otra parte, y aunque el voto no co-menz a otorgarse a las mujeres en Europa sinohasta despus de la Primera Guerra Mundial,el sufragismo tuvo muchos otros logros impor-tantes para las mujeres de los que poco se ha-bla, como la consecucin de derechos sobrelos hijos, la posibilidad de heredar y adminis-trar los propios bienes; el derecho a obtener

    una educacin universitaria, a solicitar el di-vorcio, a demandar al marido en igualdad decondiciones en caso de adulterio o el derechoa elegir por cuenta propia el sitio de residen-cia sin necesidad de la autorizacin de un pa-riente varn, entre muchos otros.

    Paralelamente al sufragismo, las socie-dades mencionadas vieron nacer un feminis-mo de corte diferente, que habra de tenergran influencia en el Movimiento de Libera-cin de la Mujer surgido hacia 1970. Comosuceder despus con este ltimo, el del si-glo XIX se vincula a diversas expresiones del

    socialismo. Sus primeras apariciones se pro-ducen en el seno del llamado socialismo ut-pico, particularmente entre el grupo de lossansimonianos. En este marco, vemos apare-cer un discurso novedoso que vincula porprimera vez la emancipacin de la mujer conel reclamo de su libertad sexual. Revelar unaesencia oprimida por las convenciones y losartificios de la sociedad, se convirti as enun objetivo prioritario para estas mujeres quehicieron del autoconocimiento un mtodo de

    lucha poltica. Este enfoque del feminismosufrira serios reveses y entusiastas reivindi-

    caciones al interior de los movimientos so-cialistas y comunistas posteriores: los prime-ros por imposicin de posturas fuertementeconservadoras de los cuadros dirigentes y lasbases masculinas, y las segundas a manos demuchas militantes que aprovechaban coyun-turas de fuerza femenina para hacer resurgiresta idea de emancipacin. No obstante, amedida que se desarroll el socialismo, fun-damentalmente su enfoque marxista, el temade la libertad sexual y la bsqueda de la nue-va mujer, fue perdiendo terreno progresiva-mente frente a la interpretacin economicistade la subordinacin femenina. De este modo,cualquier demanda o reivindicacin espec-ficamente feminista, era inmediatamente ta-chada de burguesa y divisionista y acalladacon el argumento de que la revolucin socia-lista traera automticamente la liberacin detodos los oprimidos, incluidas las mujeres.

    Curiosamente, el tema de la liberacinsexual encuentra canales de expresin por fue-ra del mundo socialista y se ir asociando pocoa poco con corrientes nihilistas de la burguesailustrada. La reivindicacin del placer, elcuestionamiento de la sexualidad tradicional,

    incluyendo la proscripcin de la homosexuali-dad, y la asociacin del autoconocimiento conla propia capacidad de goce, se vuelven etique-tas de identidad del movimiento intelectual dela primera posguerra.

    La transformacin cultural, econmicay poltica que sufren las sociedades occiden-tales al concluir la Segunda Guerra Mundial,afecta profundamente al feminismo occiden-tal, que haba pasado por una etapa de relati-vo inmovilismo. Al tiempo que sus propiasherencias se reconfiguran, se asocia progresi-vamente con nuevos modos de hacer poltica

    que encuentran su expresin ms depuradaveinte aos ms tarde, en los que seran lla-mados nuevos movimientos sociales. As, lavertiente ms destacada del feminismo haciala dcada de los setenta es, sin lugar a dudas,la que cobra forma en lo que se conoce gen-ricamente como el Movimiento por la Libe-racin de la Mujer (WL por sus siglas en in-gls), ideolgicamente vinculado con lanueva izquierda y los discursos del Gran Re-chazo.

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    Aunque se convierte en crisol de losplanteamientos feministas que lo precedieron,

    este movimiento, que involucr a miles demujeres en todo el mundo occidental, se de-sarroll sin recuperar conscientemente su his-toria; percibindose con frecuencia sus prota-gonistas como pioneras de un discursoemancipatorio y contestatario sobre las muje-res. Si bien esta ignorancia de la propia histo-ria impone lmites a la construccin de unaconciencia feminista, e induce a una defini-cin sesgada del WL, no puede negarse queesta nueva manifestacin del feminismo tuvocaractersticas peculiares. Bsicamente debe-mos mencionar el hecho de que se desarrollcomo un movimiento contracultural que pre-tenda incidir sobre los patrones ideolgicos yvalorativos que reproducen la condicin su-bordinada de las mujeres; en particular, seenfocan bateras contra diversas formas deldiscurso social, como el sexismo en el lengua-je, la imagen cosificada de las mujeres que sereproduce en los medios de comunicacin, lospatrones de conducta prescritos para hombresy mujeres, etctera. En este sentido, si bien esimportante para el WL incidir sobre la inequidadjurdica, civil y poltica entre los gneros, par-te de una interpretacin ms amplia del pro-blema de la desigualdad que lo lleva a cues-

    tionar, a travs de distintos mtodos propiosde las expresiones del Gran Rechazo, las pro-pias concepciones sociales de lo que significaser hombre o mujer y el juego de dominacinimplicado en tales significaciones.

    Una de las frmulas caractersticas deorganizacin del movimiento se da a travsde la constitucin de pequeos grupos en losque las participantes comparten sus experien-cias como mujeres. Gracias a la contrastacinde los propios conflictos con los de otras com-paeras, encuentran que problemas conside-rados privados o individuales son en realidad

    compartidos por muchas mujeres. Adems decontribuir a generar por primera vez un dis-curso femenino producido en un espacio pro-pio, estas vivencias en el pequeo grupo con-tribuyen a difundir la consciencia de que lasexperiencias de subordinacin, marginacin ysometimiento que se viven por el hecho de sermujer, lejos de explicarse por variables parti-culares y especficas, encuentran su causalidadltima en redes sociales de poder fcilmenteidentificables. Es as como se genera la con-

    viccin de que lo personal es poltico, fraseque habra de convertirse en eslogan del mo-

    vimiento.

    A pesar de su independencia respectode otros actores sociales, muchos grupos per-tenecientes al WL mantienen una importantevinculacin ideolgica con la izquierda mar-xista y con la nueva izquierda. Tales vnculosno dejaron de resultar conflictivos en virtudde la perseverante oposicin de la izquierdatradicional a mostrar su apoyo irrestricto a lasposiciones feministas. Por otra parte, la inter-pretacin terica de la subordinacin de lamujer avalada por el marxismo, remita todaexplicacin, en ltima instancia, a la lucha declases; es decir, a fin de cuentas, la reduca auna causal econmica. Y esto, desde luego,resultaba limitante y contradictorio con lasamplias implicaciones de transformacin cul-tural derivadas de las acciones del movimien-to por la liberacin de la mujer.

    Este rpido punteo de las ms destaca-das apariciones del movimiento feminista in-ternacional nos servir para contextualizar losantecedentes ideolgicos y el carcter delmovimiento feminista surgido en Mxico apartir de 1970.

    La formacin del nuevo feminismoLa formacin del nuevo feminismoLa formacin del nuevo feminismoLa formacin del nuevo feminismoLa formacin del nuevo feminismomexicanomexicanomexicanomexicanomexicano22222

    Lo que se conoce como movimiento feministaen Mxico surge en los aos setenta como re-sultado de la confluencia de dos factores bsi-cos: El proceso de construccin de una inci-

    2 Con esta breve recapitulacin no pretendemos tra-zar una historia del feminismo mexicano, en parte, por-

    que no es ese el objetivo de este trabajo y en parte porqueexisten diversos y excelentes estudios sobre el tema re-dactados por especialistas. Para quien se interese en pro-fundizar sobre ste incluimos la referencia a algunos deestos trabajos de distinto corte. Recuperamos de esta tra-dicin el calificativo de nuevopara distinguir al feminis-mo mexicano que surge en los aos setenta de sus ante-cedentes que se remontan al sigloXIX y continan en losperiodos pre y pos revolucionario mas o menos hasta laplena consecucin del voto femenino en 1953. Al res-pecto vase, entre otros, Esperanza Tun, Mujeres enescena: De la tramoya al protagonismo, Mxico, Miguelngel Porra/PUEG,UNAM/Ecosur, 1997; Marta Lamas, El

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    cero de los colectivos sealados, el nacientefeminismo mexicano de la segunda ola se cons-tituye principalmente siguiendo la idea delpequeo grupo, es decir, a travs de reunionesprivadas de un nmero reducido de mujeresque deciden compartir sus experiencias coti-

    dianas de marginalidad y opresin. A partir deeste proceso las mujeres participantes consi-guen, en primer lugar, mostrar que su expe-riencia personal de sometimiento no es nicasino que, por el contrario, se explica a partirde variables macrosociales. Esto les conduce,en segundo lugar, a procurar explicar esas va-riables y a disear estrategias para su supera-cin.

    De alguna manera, las participantes enestos nacientes grupos (con la excepcin delMNM, del que nos ocuparemos un poco msadelante), inauguran un modo de hacer polti-

    ca prcticamente improvisando sobre la mar-cha. Es decir, los grupos de mujeres universi-tarias y/o de sectores medios que buscan enprincipio construir una conciencia feministaentre ellas mismas, no se reconocen herede-ras de la tradicin (bsicamente sufragista) delfeminismo mexicano anterior. Y aunque sedeclaran explcitamente influidas por el WL, lamayor parte de sus miembros tampoco tenanmuy claro cmo enfrentar el desafo feministaen una sociedad con las peculiaridades de la

    movimiento feminista en la dcada de los ochenta, en Dela Garza (coord.), Crisis y sujetos sociales en Mxico, Mxi-co, Miguel ngel Porra/UNAM, 1992; Gisela Espinosa, Fe-minismo y movimientod de mujeres: encuentros ydesencuentros, en El Cotidiano, marzo-abril de 1993,Mxico, UNAM-Azcapotzalco, Ana Lau Jaiven, La nuevaola del feminismo en Mxico, Mxico, Planeta, 1987. Asi-mismo, remitimos al recuento de la historia escrito por susprotagonistas, vase particularmente los siguientes nme-ros de la Revista Fem: No. 5, octubre-diciembre de 1977;No. 163, octubre de 1996; No.165, diciembre de 1996;No. 167, Febrero de 1997; No. 182, mayo de 1998; No.192, marzo de 1999 y No. 199, octubre de 1999. Para unrecuento sobre la primera etapa del feminismomexicano,desde el siglo XIX a la obtencin del sufragio en1953, vase entre otros, Julia Tun, Mujeres en Mxico.Recordando una historia, Mxico, CONACULTA, 1998.

    piente conciencia ciudadana a partir de lasdemandas de democratizacin generadas porel movimiento estudiantil de 1968 y, por otrolado, la influencia progresiva del feminismoestadunidense, cuyos ecos se dejaron or enMxico con mayor claridad precisamente ha-

    cia finales de la dcada del sesenta. Una pre-gunta pertinente en este caso es qu tanto pue-de calificarse como movimientoel fenmenoproducido a partir de la creacin de gruposcomo Mujeres en Accin Solidaria (MAS), elMovimiento de liberacin de la Mujer (MLM),el Movimiento Nacional de Mujeres (MNM), olos congregados en torno a las publicacionesde las revistas FEMo La Revuelta. Salvo el ter-

    FOTO:ESFERA

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    mexicana. No slo deban enfrentarse a unpatriarcalismo profundamente arraigado en

    nuestra cultura, sino, en general, a unas es-tructuras polticas extremadamente rgidas queprcticamente no dejaban espacio para cana-les de participacin ciudadana alternativos alos que tradicionalmente manipulaba el Esta-do. De este modo, las tcticas ms eficacesdel movimiento norteamericano y europeo,que lograron inscribir de lleno al feminismoen la discusin pblica, como la manifesta-cin, el escndalo o la presencia en los me-dios de comunicacin y la literatura, estabanprcticamente vedados para el movimientomexicano. En cambio, a nuestras feministas lesquedaban pocas frmulas de expresin. Por laque optaron ms frecuentemente fue por re-ducir sus acciones casi exclusivamente a lageneracin de conciencia feminista en mbi-tos bien acotados (la academia o el arte uni-versitario, por ejemplo) a partir de la partici-pacin en el pequeo grupo.

    En la medida en que la mayor parte deestas incipientes militantes feministas prove-nan de una cultura de izquierda que en Mxi-co tena una vinculacin muy estrecha con lospartidos, en la poca bsicamente el PC y elPRT, sus organizaciones sufrieron la influen-

    cia de una cultura poltica favorecedora deactitudes sectarias y posiciones mecanicistas.Por otro lado, el discurso feminista de la po-ca, si bien implicaba prcticas y posicionesrefrescantes y novedosas, tambin introdujo unelemento que habra de resultar profundamenteconflictivo para el futuro de las organizacio-nes: En la medida en que muchas feministasdel WL reivindicaban para las mujeres un seryun quehacerespecficos, y combatan abierta-mente cualquier pretensin de parecerse a loshombres, particularmente en la construccinde sus organizaciones, el modo masculinodeejercer el poder estaba claramente proscrito

    del movimiento. Esto significaba enfrentar lasfrmulas verticales de regir cualquier organi-zacin y propugnar por la horizontalidad y elasamblesmo. Esta medida condujo a los gru-pos que la defendieron a enfrentar frecuente-mente la ineficacia y el inmovilismo; cualquierdecisin implicaba discusiones eternas ydesgastantes; luchas veladas por el poder quese producan sin el marco de una reglamenta-cin que las acotara. Este tipo de rgimen in-terno contribuy de modo decisivo a la frag-

    mentacin de los grupos y, con ello, a ladesagregacin de los objetivos del movimien-

    to.

    En cuanto a estos ltimos, el feminismomexicano encontr, durante su primera dca-da, escasos puntos de acuerdo. El debate te-rico, fuente imprescindible para la definicinde los objetivos polticos en otras latitudes, eraaqu prcticamente inexistente. Se conocapoco la produccin acadmica feminista delexterior y la propia tena, para esas pocas,todava un carcter ms de difusin que dereflexin sistemtica. En este sentido, eranpocos los puntos de acuerdo respecto de cu-les deban ser las demandas feministas haciala sociedad. Entre ellos, destac desde el prin-cipio la lucha por la despenalizacin del abor-to, aunque poco a poco se fueron consideran-do como temas del movimiento el combate ala violacin y, en general, a las diversas for-mas de violencia sufridas por las mujeres. Conestos tres puntos como base de lo que comen-z a conocerse como el ideario feminista poralgunos sectores de la opinin pblica, los di-versos grupos existentes hacia finales de ladcada de los setenta consiguen no slo con-solidar sus primeros esfuerzos de accin uni-taria, sino establecer una relacin novedosa

    con los partidos polticos de izquierda: En lamedida en que el movimiento logra que la iz-quierda parlamentaria presente a discusin enla Cmara de Diputados una ley elaboradapor las feministas sobre la despenalizacindel aborto, se produce un relevante cambiocualitativo en una relacin que sola ser dedependencia y/o subordinacin del feminismorespecto de los partidos polticos. A partir deah se marcar una lnea que, con susintermitencias, definir en adelante muchas delas actuaciones ms eficaces del feminismo.Efectivamente, durante el primer perodo desu existencia, el nuevo feminismo se vio fre-

    cuentemente entrampado en una lgica dediscusiones y fragmentaciones internas queimpidi trazar una estrategia y unas tcticasms influyentes en la sociedad en general.

    Como ya mencionamos, parte de lasrazones de este estilo pueden encontrarse enla herencia de la prctica poltica marxista quetrajeron consigo muchas de sus integrantes; otraparte provena de los propios modos de hacerprovenientes del WL. A esto hay que aunarle la

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    ausencia de una tradicin de participacinpoltica ciudadana en nuestro pas y la virtual

    cancelacin de los canales de expresin p-blica. Sin embargo, y aunque en su momentoesto fuese poco apreciado por sus protagonis-tas, el feminismo mexicano comenz a lograrcon sus propios medios que los partidos polti-cos tradicionalmente reacios a admitir la legi-timidad de la lucha que esa corriente repre-sentaba, se tornaran canales de comunicacinde sus demandas.

    En este punto, debemos acotar que, jun-to con la difcil labor de sensibilizacin socialemprendida por el feminismo de izquierda, quequiz tuvo sus mayores logros de difusin gra-cias a la publicacin de medios peridicos fe-ministas (La Revuelta y, muy, destacadamenteFem) un grupo de corte ms liberal (tachadode burgusen la poca) jug un papel impor-tante en la incipiente socializacin de la pro-blemtica feminista que se perciba a princi-pios de los ochenta. En efecto, como ya men-cionamos antes, el Movimiento Nacional deMujeres (MNM), surgido en 1973, se constituyecomo grupo siguiendo un modelo diferente alde aquellos ms vinculados ideolgicamentecon la izquierda marxista. Por principio,institucionalizan su agrupacin al constituirse

    en Asociacin Civil, siguiendo en consecuen-cia un modelo jerrquico inaceptable por losdems grupos. Entre sus objetivos declarados,se encuentran estudiar el porqu de la subor-dinacin jurdica poltica y social de la mujer,as como combatir la discriminacin en lasleyes y difundir la problemtica femenina en-tre la sociedad. Entre los propsitos no decla-rados se encuentra el de la despenalizacindel aborto. La relativa estabilidad lograda porel MNM gracias a su estructura interna contri-buye sin duda a sus logros. Entre los ms visi-bles se encuentra el hecho de que el grupoconsigue que la Secretara de Educacin P-

    blica tome a sus miembros como asesoras, paracambiar contenidos sexistas de los libros detexto gratuitos detectados y sealados por laspropias feministas. Al mismo tiempo, muchasde sus integrantes logran llegar a un pblicorelativamente ms amplio en la medida en quelaboran de manera individual en diversos me-dios de comunicacin.

    En este sentido, podemos recapitulardiciendo que a lo largo de su primera dcada

    el nuevomovimiento feminista mexicano, con-sigue, pese a sus avatares y fragmentaciones,

    y pese a las adversas condiciones que debeenfrentar, iniciar un proceso de sensibilizacinsocial frente a los problemas de la subordina-cin femenina, construir algunos acuerdospolticos unificndose en torno a la demandaspor la despenalizacin del aborto y contra laviolencia hacia las mujeres y mejorar consi-derablemente su posicin frente a los partidosde izquierda y, posteriormente, de centro.

    Consolidacin y diversificacinConsolidacin y diversificacinConsolidacin y diversificacinConsolidacin y diversificacinConsolidacin y diversificacindel movimientodel movimientodel movimientodel movimientodel movimiento

    Los aos ochenta marcan el inicio de una eta-pa importante en la vida poltica del pas en lamedida en que comienzan a producirse cam-bios, que posteriormente se revelaran impor-tantes; en la configuracin del sistema poltico.

    Para el feminismo mexicano es una eta-pa decisiva, a la vez productiva y confusa, alo largo de la cual surge una gran cantidad denuevos grupos que van modificando paulati-namente el perfil y los objetivos del movimien-to en su conjunto. De hecho, en esta etapa no

    puede desligarse al feminismo de movimien-tos de mujeres ms amplios con diversos obje-tivos a los que se ha visto vinculado desdeentonces y con los que ha mantenido una re-lacin de mutua influencia. En efecto, entrelas movilizaciones sociales que surgen en nues-tro pas a partir de la dcada de los ochenta,cobra una importancia decisiva para nuestrotema el movimiento urbano popular (MUP).Mucho se ha escrito sobre el peculiar rol queen este movimiento han jugado las mujeres:siendo una clara mayora en las bases, su par-ticipacin en los cuadros dirigentes ha sido re-lativamente escasa, aunque paulatinamentehan ganado fuerza y espacios. En cualquiercaso, y aunque el sentido de su lucha no tuvoen sus inicios un carcter feminista,3 la parti-cipacin masiva de las mujeres en el MUP atrajola atencin del feminismo, que comenz a rea-lizar un intenso trabajo entre las mujeres per-tenecientes a ese movimiento y entre otras que

    3 Sobre la relacin del feminismo con el MovimientoUrbano Popular, puede verse, entre otros, AlejandraMassolo, Polticas urbanas y mujer: una aproximacin

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    habitaban tambin colonias populares. De estemodo, las acciones del feminismo dejaron de

    estar centradas en incidir sobre la opinin p-blica: Muchos de los grupos ya constituidos yotros que habran de formarse en este periodose volcaron a hacer trabajo de apoyo y capa-citacin entre mujeres pertenecientes a diver-sos sectores marginados. As, comenzaron aproliferar ON G feministas que lograbanfinanciamientos internacionales de organismospreocupados por fomentar el desarrollo enpases del tercer mundo. Los apoyos fluyeronno slo para el trabajo de capacitacin y orien-tacin diversas a mujeres de grupos socialmen-te deprimidos, sino tambin para fomentar lalabor de los centros que daban atencin amujeres vctimas de la violencia sexual. Esteltimo punto es importante, porque incentivael trabajo feminista en uno de los terrenos re-conocidos desde la dcada anterior, tales comotemas develados y denunciados por el femi-nismo y problemas sociales con hondas racessexistas.

    De este modo, el feminismo en su se-gunda dcada, expande sus objetivos y cons-truye relaciones estratgicas con grupos queno necesariamente parten de una concienciasobre la subordinacin de gnero. Adems de

    sus vnculos con el MUP estrecha, en este sen-tido, relaciones con los partidos polticos, yasea a partir de ciertos colectivos, ya a travsde mujeres que tienen una doble militancia;en el movimiento y en algn partido. Por otrolado, algunas mujeres en la administracinpblica comienzan a encontrar plausible, eincluso redituable polticamente, impulsar de-mandas feministas en los proyectos de gobier-no a distintos niveles sobre todo en los terre-nos de la salud y el desarrollo. Surge as lo quese ha llamado el Movimiento Amplio de Mu-jeres,4 (MAM) es decir, la construccin de unfeminismo quizs menos visible como tal, pero

    con mucha mayor capacidad de incidir en es-pacios relevantes. Al interior del MUP se fuecreando una conciencia feminista que se tra-

    dujo, (pese a las severas resistencias de losmiembros masculinos y el entorno familiar de

    las participantes), en la creacin de sub/agru-paciones de carcter feminista. En los partidospolticos se fueron tambin abriendo espaciospara la inclusin de una agenda femenina enlos programas y proyectos y, paulatinamente,fue ganando terreno la peticin de incorporarcuotas tanto a nivel de las dirigencias, comode las candidaturas a puestos de eleccin po-pular.

    Por otra parte, el movimiento comenza ser ampliamente retroalimentado por la pre-sencia creciente del feminismo en institucio-nes de educacin superior, desde donde seempez a generar un mayor reconocimientohacia la problemtica de la subordinacin degnero, pero, sobre todo, se fueron creandoespacios de discusin, definicin y produccinterica que habran de revelarse indispensa-bles para reconfigurar las propias metas traza-das.

    De este modo, pese a que se mantienenlas primeras demandas sobre la despenaliza-cin del aborto y contra la violencia hacia lasmujeres; a travs del MAM el temario feministase ampla y se hace complejo de cara a la so-

    ciedad. Comienza a cobrar especial relevan-cia, sobre todo a principios de los noventa, laconceptualizacin sobre la subordinacin degnero y la consecuente demanda de polticasde equidad; se evidencia y cuestiona lafeminizacin de la pobreza; los graves proble-mas de salud pblica que sufren las mujeres acausa de estructuras de discriminacin; la de-sercin escolar y subalimentacin que sufrenmillones de nias, en beneficio de sus herma-nos varones, especialmente entre los sectorespopulares del campo y la ciudad; los proble-mas que enfrentan las mujeres como tales enel terreno laboral, desde la serie de mecanis-

    mos ms o menos sutiles que impidenacumulativamente su presencia en puestos dedireccin, hasta el evidente incumplimientode la ley en el pago de menores salarios amujeres que desempean las mismas laboresque los varones; pasando por los problemasde acoso y hostigamiento sexual, entre mu-chos otros.

    Por otra parte, si bien la incidencia delfeminismo se fue ampliando considerablemen-

    en Tarrs, comp. La voluntad de ser. Mujeres en los noven-ta, COLMEX, Mxico, 1992 y Norma Mogrovejo, Movimien-to urbano y feminismo popular en la ciudad de Mxico enMassolo, comp., Mujeres y ciudades; participacin social,vivienda y vida cotidiana, Mxico, COLMEX, 1992.

    4 Cfr. Esperanza Tun, Mujeres en escena. De la tra-moya al protagonismo, Miguel ngel Porra/PUEG, UNAM/Ecosur, 1997, pp. 69 y ss.

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    te a partir de tender puentes con otras organi-zaciones y de su entrada en el mbito guber-

    namental, el movimiento como tal ha tenidoque pagar ciertos costos. En primer lugar, susintegrantes han debido adaptarse a la lgicade aquellos espacios extrafeministas en los queparticipan para lograr impactarlos, lo cual seha traducido en una prdida de autonoma delmovimiento que muchas lamentan. En segun-do trmino, se ha producido un fenmeno cu-rioso: a medida que gana terreno en el mbitopblico un lenguaje sensible al gnero, lasdemandas parecen tender a neutralizarse po-lticamente despojndose de su procedenciafeminista.

    En efecto, esto ltimo parece haber idocobrando fuerza tanto debido al proceso deadaptacin al que hicimos referencia, como aotro fenmeno que merece mencin aparte.

    En la medida en que fue avanzando elproceso de modernizacin econmica y pos-teriormente poltica en nuestro pas, el go-bierno mexicano ha estrechado sus vnculoscon diversos organismos internacionales enaras de conseguir las mnimas garantas yavales, para la instrumentacin de su proyec-to. En este sentido, cabe destacar que se han

    ido incrementando paulatinamente los com-promisos contraidos en diversos foros; dedica-dos a disear estrategias para paliar las conse-cuencias de la subordinacin femenina. Deeste modo, los gobiernos que se han sucedidoparticularmente a partir del mandato de Mi-guel de la Madrid, han ido estableciendo pro-gramas que poco a poco han perdido su ca-rcter ficticio o de mero membrete en apoyode las mujeres.

    Ahora, si bien es cierto que la incorpo-racin de un lenguaje y una perspectiva femi-nistas a la administracin pblica, segn di-

    mos cuenta anteriormente, ha contribuido de-cisivamente para dotar de contenido esas po-lticas y evitar que se sigan estructurando pro-gramas de corte mujerista (con contenidospaternalistas y conservadores que pasan poralto el origen de la discriminacin y accionesde poder que tiene la situacin desventajosaque combaten), tambin es verdad que el pro-blema ltimo de la existencia de un sistemacultural de dominacin patriarcal que hay quecombatir ha ido desdibujndose. El lenguaje

    de la equidad de gnero, construido por el fe-minismo, se utiliza ahora en algunos casos

    como si se tratase de una alternativa sensatafrente a la insensatez feminista. El problema,para muchas feministas, radica en saber hastadnde puede tener una importancia efectivaen el diseo de polticas pblicas este despla-zamiento (blanqueamiento) ideolgico o has-ta dnde es un costo mnimo que hay que pa-gar por la aceptacin amplia de los plan-teamientos de fondo. Esto quiz porque enMxico se sigue identificando bsicamente alfeminismo con la demanda por la despenali-zacin del aborto y, en otro terreno, como unmovimiento plenamente asimilado a las posi-ciones polticas de la izquierda, lo cual haimpedido en ms de una ocasin, estableceracuerdos amplios con otras fuerzas (mayorita-rias) en torno a temas prioritarios que, sin em-bargo, no incluyen la consideracin sobre elaborto.5

    De cualquier manera, en los aos no-venta, a partir de la creacin de un verdaderosistema de partidos y la progresiva consolida-cin de procesos electorales competidos, lasfeministas han enfatizado cada vez ms su la-bor al interior de los partidos polticos conmiras a influir efectivamente sobre las polti-

    cas pblicas, de modo que stas incorporenprogresivamente un enfoque de gnero. De-bemos subrayar que en el presente sexenio sehan producido algunos hechos de gran tras-cendencia en este sentido. En primer lugar debemencionarse la creacin por el ejecutivo delPrograma Nacional de la Mujer (PRONAM) posteriormente transformado en la ComisinNacional de la Mujer, cuyos lineamientosgenerales se elaboran a partir de las directri-ces trazadas por un cuerpo de asesoras femi-nistas y la constitucin en el legislativo de laComisin de Equidad y Gnero y del Parla-mento de Mujeres. A travs de estas instancias

    se ha logrado no slo elaborar un diagnsticocertero de los problemas que viven las muje-res como grupo a nivel nacional por causa desu subordinacin; tambin se han puesto enmarcha, a partir de tal diagnstico, diversosprogramas que atienden las consecuencias dela desigualdad de gnero entre los grupos ms

    5 Cfr. Esperanza Tun, op cit, pp. 88-89.

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    afectados, siguiendo, bsicamente, loslineamientos adoptados por las organizacio-

    nes feministas en su historia de trabajo consectores especficos.

    Por otra parte, aunque los trabajos delParlamento de Mujeres y la Comisin de Equi-dad y Gnero, no se han traducido todava endemasiados resultados concretos (hasta aho-ra el logro ms tangible ha sido la Ley sobreviolencia intrafamiliar), no slo parece plau-sible pensar que stos habrn de multiplicar-se en el futuro, sino que su sola existencia haincidido sobre un fenmeno del que poco sehabla pero que tiene, a nuestro juicio, unaimportancia mayscula: la sensibilizacin deuna clase poltica bastante primitiva y tradi-cionalmente reacia a considerar siquiera losdiversos temas atinentes a la subordinacinfemenina.

    Atendiendo a su propia herencia ideo-lgica, podemos decir que una gran parte delas feministas en nuestro pas se cuestiona so-bre la pertinencia de este giro hacia lainstitucionalizacin del movimiento en su con-junto. La preocupacin fundamental de estasmilitantes, radica en lo que perciben como unacoptacin por parte del Estado y los partidos

    polticos con la consecuente prdida de auto-noma de los objetivos. De acuerdo con estediagnstico, el feminismo no slo estara limi-tando sus capacidades crticas al verse obliga-do al ingresar en la lgica de la negociacinpoltica, sino, de manera ms fundamental,estara ingresando en una lgica autodestruc-tiva al acceder a operar de acuerdo con loscnones tradicionales masculinistas y patriar-cales del poder poltico.

    Por otra parte, las feministas que hantendido puentes con las formas institucionalesde poder, encuentran que desde la marginali-

    dad, difcilmente pueden combatirse unas es-tructuras de dominacin que, aqu y ahora,producen graves consecuencias en la vida co-tidiana de millones de mujeres. Existe tambinla percepcin de que no fcilmente lacoptacin implique transigir respecto de losobjetivos ltimos del feminismo.

    A fin de cuentas, lo que se juega en unay otra postura sigue siendo la definicin lti-ma de ciertos temas que, desde sus inicios, han

    afectado a la autoconcepcin poltica del fe-minismo y que, en consecuencia, implican

    tambin a una compleja polmica terica.Entre estos temas, juegan un papel destacadolas definiciones sobre la identidad femeninay feminista, sobre la poltica, sobre el espa-cio pblico y sobre las concepciones ticasrelacionadas con las ideas anteriores.

    De cualquier modo, podemos sostenerque el balance sobre la trayectoria del femi-nismo mexicano es altamente positivo; no sloporque ha logrado desarrollar en muy cortotiempo amplias redes y canales de participa-cin y vinculacin con la sociedad, habiendopartido prcticamente de cero, sino porque estaincidencia no importa si ha estado reforzadapor factores externos se ha convertido, hoypor hoy, en uno de los principales referentesde la muy reciente modernizacin poltica. Elhecho de que incluso los polticos ms conser-vadores se sientan obligados a utilizar un len-guaje no sexista, y de que se produzcan reac-ciones en la opinin pblica cuando algunodeja aparecer sus concepciones misginas,contra lo que sostienen algunas,6 no es pocacosa.

    Quiz el feminismo en Mxico siga

    planteando problemas de unidad y conflictosinternos, pero, a estas alturas, slo puedenregatarsele conquistas desde la ignorancia ola mala fe.

    6 Es complejo y digno de tratarse por separado este fe-nmeno de descalificacin de las acciones o los progra-mas polticos a partir de las intenciones que, se dice, real-mente albergan. Por supuesto que, para seguir con el ejem-plo citado, no creemos que Vicente Fox, candidato presi-dencial por el Partido Accin Nacional, profese ningunaconviccin feminista cuando interpela a los mexicanos ylas mexicanas. Sin embargo, esto, ms all de las intencio-nes de la persona, produce efectos en el imaginario colec-tivo que van ms all de lo que determinado sujeto podraproponerse al desarrollar cierta accin. El hecho es que,incluso entre los miembros del PRI y del PAN acudimos cadavez con ms frecuencia al fenmeno de inclusin de lasmujeres en sus referencias pblicas, lo cual, sin importarque responda en buena medida a un clculo pragmtico,avala la progresiva relevancia de las demandas feministase influye en el progresivo reconocimiento social de la exis-tencia de las mujeres como sujetos.