El detective Almendros Nº 1

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Las increíbles aventuras de un detective fuera de serie en clave de humor.

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- EL DETECTIVE ALMENDROS N° 1 -Edita COMICS DEL ALTILLO, José E. Rodó 2282 bis - Montevideo - URUGUAY - Tel.094 024 548- Precio para Uruguay: $ 50 cada ejemplar .Queda prohibida la reproducción total o parcial de dibujos y textos publicadas eneste número sin el expreso consentimiento de COMICS DEL ALTILLO y susrespectivos autores.

Ediciones «Comics del Altillo»

Director y Editor Responsable :

Williams Gezzio

Guionista:

Omar De los Santos

Pedidos para distribución de esta revista:cel. 094 024 548BOLETIN DE SUSCRIPCION

EDICIONES COMICS DEL ALTILLO

JOSE E. RODO 2282 BIS-MONTEVIDEO-URUGUAY

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UN POCO DE DEPORTE...UN POCO DE DEPORTE...UN POCO DE DEPORTE...UN POCO DE DEPORTE...UN POCO DE DEPORTE...

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Los únicos cuatro pesos queel detective Almendrostenía, los había gastado en

esos dos panes con grasa quedevoraba con fruición.-Si ésto sigue así, tendré que de-dicarme a otra cosa...ningúnmarido cornudo, ninguna esposatraicionada...ningún jodido veje-te millonario acribillado...la ver-dad es que se me está poniendodifícil este negocio...Y en eso sonó el timbre de la en-trada. Y antes de que Almendrossaludara a la recién llegada...-¡Detective Almendros, vengapor mi cotorra!-Disculpe, señora, pero creo quedebería ir a un ginecólogo, no aun detec...!-¡No se haga el guarango! ¡Micotorra ha desaparecido! ¡No laencuentro por ningún lado y melo recomendaron a usted paraque la busque! Le pagaré bien.

¡Venga conmigo, ya!Almendros no lo podía creer.Hacía unos minutos que estabapor tirar la toalla; el diploma dedetective, empeñar el 22 en elBanco de Efectos Pignoraticios yahora marchaba a resolver uncaso...-Bueno, a buscar una cotorrapaqueta... –pensó- Pero, ¡algo esalgo!-Loro, cotorra o torcaza me daigual. Yo lo que quiero, es seguircomiendo todos los días...En cuanto llegaron a la casa, laseñora le mostró el lugar delposible “crimen”.-¡Aquí estaba ayer la pobreFelicia! ¡Ay, que desgracia!¡Cómo la extraño! ¡Sin mi coto-rra no se qué hacer!– gemía la mujer, mientras seña-laba el palo donde el ave pasabasus horas ociosas...-Mmmm...- Almendros hacíaeste sonido para impresionar asus clientes y les hacía creer queestaba resolviendo el problema.-¿Encuentra algo que le dé pis-tas? –inquirió la señora con losojos llorosos.

“El extraño caso de la“El extraño caso de la“El extraño caso de la“El extraño caso de la“El extraño caso de lacotorracotorracotorracotorracotorra desaparecidadesaparecidadesaparecidadesaparecidadesaparecida ”””””

Los GrandesCasos del

GenialDetective

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-Mmmm... –repetía Almendros yla verdad era que no veía nadaque le diera alguna maldita pista,salvo ese palo enchas-trado porlas deposiciones del ave...-Mmmm... –s i g u i ómascullandoy entonces lovió.-¿Y ese ga-to? –el olfatosagaz dedetective leestaba seña-lando un po-sible culpa-ble: un enor-me gatobarcino quese perdió enun jardín ale-daño.-Es del vecino de al lado. Es unbicho mugriento. Yo lo corro porFelicia...¡No me dirá que esesalvaje se comió a Felicia!-No. No nos adelantemos a losacontecimientos, señora. Ahorairé a hacer unas averiguaciones...El vecino lo miraba sin ver. Aun-

que llevaba bastante bien sus 82años, su carácter no era paranada amigable...-¡Detective, ya, usted ve muchatelevisión, jovencito!

-Gracias por lo de jovencito, se-ñor, pero si no le molesta, quisie-ra hacerle unas preguntas...-¿Tiene una orden del juez aca-so? ¡Yo no tengo porqué con-testar nada, jovencito!-Es por la cotorra de la vecina...-¡Atrevido! ¡Cuíde su lenguaje

vulgar! ¡Juventud perdida! ¡Enmi tiempo había más respetopor las damas!...-Le hablo del ave de la vecina...-Almendros trataba de mantener

la calma, peroaquél ancianoya le resultabadenso.-¡Ah, de esebicho mal ha-blado y maleducado! To-das las maña-nas, cuando es-cucho Clarín,empieza consus palabrotasdale que tedale y la dueñani se inmuta,nada, como sino la escu-

chara.-¡Yo no se para que traen pája-ros si después no los cuídan!¡Y para colmo de males, les en-señan malas palabras que re-pite como un loro!-Como una cotorra, dirá, señor...-¡Es lo mismo! ¡Loro o cotorra

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que ir a dar la vuelta a la manza-na por orden de mi médico!...-Creo que no podrá. Usted estámuy involucrado en la desapari-ción del plumífero....¿Desaparición? ¿De qué plume-ro me habla? ¡Salga, salga, quese me hace tarde!...- No, señor, lo mejor será que mediga qué hizo ayer, entre las 20y 23 horas...-¡Pero, qué atrevido! ¿Acaso yole pregunto qué hizo usted enesas horas? ¡No le importa! Yademás, ¿ usted quién es paraestar haciéndome preguntas enla puerta de mi casa? ¡Salga,salga o llamo a la policía!...-No le conviene llamarla, porquelo haré yo, señor. ¡Usted estásospechado de hacerle des-aparecer la cotorra a la vecina!-¡Habráse visto! ¿Yo? ¡Un ciuda-dano que apenas vive con su mi-serable jubilación de empleadoestatal! ¡Que nunca maté unagallina porque la sangre me danáuseas! ¡Y ahora me acusade...!-¡Y ese puede ser el asesino! –dijo Almendros, señalando el

gato barcino que llevaba unapaloma entre sus fauces.-¡Ahí está la prueba! ¡Ese gatoataca las aves, como atacó ydesplumó a la pobre Felicia! ¡Ud.es tan culpable como su gato!¡Caso resuel...!Almendros no terminó la frase,porque la nerviosa señora veníasofocada y levantando los brazoshacia él, dijo...-¡Detective, detective Almen-dros!En su mano izquierda traía unajaula con la cotorra dentro.-¡Jodete, jodete!- repetía lacotorra.-¡Qué cabeza la mía! –la señoracasi sofocada, comenzó a expli-car- ¡Me había olvidado que lepedí a mi hermana que mecuidara a Felicia unos días,mientras yo me dedicaba a unostrámites que tenía que hacer! ¡Yella se la había llevado! Así quecomo verá, mi preciosa cotorraestá conmigo otra vez...-¡Jodete, jodete!- parloteaba lacotorra.-Le pido mil disculpas ytome...cien pesos por la moles-

tia que le ocasioné y gracias,muchas gracias, detective. ¡Otravez será!-¡Jodete, jodete!- seguía la co-torra mientras la señora volvíafeliz a su casa. El viejito dio unportazo y Almendros empezó acaminar, arreglándose la gabar-dina...-Y bueno, por lo menos tengocien pesos para hoy...-pensó- Lomejor será que me vaya cami-nando así ahorro el boleto...-¡Jodete, jodete!- gritaba el vie-jito escondido en su jardín, mien-tras apuntaba a la cotorra conuna escopeta de caño recorta-do ante la mirada maliciosa delbarcino que se relamía.

Finale trágico.Finale trágico.Finale trágico.Finale trágico.Finale trágico.

por Omar De los Santos

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Cuando la voz del inspectorse hacía autoritaria, era porque el caso venía difícil y

entonces,éste recurría a su viejoamigo y compañero de escuela: An-gel Almendros, detective privado.CuandoAlmendros llegó al lugar delcrímen, el cadáver seguía en posi-ción de cúbito dorsal, y a su lado,había una pistola enorme, calibrecuarenta y cinco, con empuñadurade acero inoxidable, nacarada, conun visor telescópico, gatillosupersensible y en la recámara doscartuchos, de los treinta que podíadisparar.Una joyita, realmente.-Una joyita, inspector- dijo Almen-dros, mientras con guantes

desechables, observaba la costosapistola.-Un desperdicio, detective Almen-dros- dijo el inspector, que cuandose refería a su amigo en público, lotrataba de Ud. porque así lo habíavisto en las seriales televisivas...Yquedaba más in.

‘‘EL CASO DEL ARMA OLVIDADA’’‘‘EL CASO DEL ARMA OLVIDADA’’‘‘EL CASO DEL ARMA OLVIDADA’’‘‘EL CASO DEL ARMA OLVIDADA’’‘‘EL CASO DEL ARMA OLVIDADA’’

El detective Almendros estaba saboreando su mate número treinta cuando el sonido delteléfono lo sacó de sus cavilaciones...

-¡Venga ya!

POR

OM

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LO

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NTO

SLOS MAS DIFICILES CASOS DEL DETECTIVE

-Un verdadero desperdicio emplearesta pistola para matar a ese pobretipo que con un hondazo, igual lo hu-bieran liquidado...En fin, la mente hu-mana tiene esos vericuetos...-¿Algún testigo?- preguntó Almen-dros y el tipo que estaba a varios me-tros de ellos, a los ademanes, le gritóque era él, que había visto todo y que-inclusive- sabía hasta el color del trajeque llevaba el asesino.Almendros se dio cuenta que aquélera uno de esos especímenes a los quesiempre les gusta estar en primer pla-no, pero como era un testigo tuvo queescucharlo.El tipo era un charlatán axfisiante, delos que escupen y se enciman cuan-

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do hablan.-Menos mal que traje la gabardina-pensóAlmendros- sinó me empapa...El asesinato se había cometido a esode las siete menos veinte de la ma-ñana...-¿Por qué tan precisa la hora?- pre-guntó Almendros.-Es que anoche había tomado muchacerveza- explicó el testigo- y en unade mis idas al baño, escuché el dis-paro y el reloj marcaba esa hora. En-tonces abrí la ventana que- de des-cuidado nomás- no he aceitado lasbisagras, y fue por el ruído que hi-cieron, que el tipo corrió. Pero estoyseguro que vestía traje azul y era pe-lado... Bueno, no del todo; creo quetenía un poco de pelo a los costadosde las orejas...Almendros estaba ante un caso difí-cil. El cadáver seguía allí, como eltestigo, el inspector y algunos curio-sos que se empezaban a agrupar, con-tenidos por oficiales de la policía.Miró su reloj que marcaba las sietey veinte...-Se me enfrió definitivamente el mate

- masculló Almendros, pensando enlo que había dejado en su oficina dela Ciudad Vieja, y volvió a repasar elarma, tratando de adivinar cómo ha-bía actuado el asesino.-¡Seguro que fue así! - dijo en vozalta.-¿Qué halló, detective? - inquirió elinspector, ansioso de resolver el casopara volver al reparo de su escritorioy seguir escuchando los tangos ma-ñaneros.-El criminal es un tipo alto, de bigo-tes, posiblemente calvo, que vestía untraje de color azul, aunque con la luzde esos faroles, pudo confundir anuestro testigo; pero lo más impor-tante es que vive en la calle Mujicaal 2000; tiene una colección de CDde rock pesado, mira el programa deTinelli- le gustan las cámaras ocultasque fastidian a la gente preferente-mente- y se morfó a este tipo por pro-blemas del momento, que no fueronpor robo, porque la billetera está com-pleta...-Pero...¿Cómo sabe todoeso,detective? -preguntó el inspector

sin salir de su asombro.-Dedución lógica, mi estimado ins-pector - dijoAlmendros. Le encanta-ba ver la cara de estupor de su amigoy mucho más cuando lo superaba enalgo, porque aquél había llegado auna posición mejor que la suya y éltenía que dormir en el cubículo queusaba por oficina.- ¡Vamos para la calle Mujica al2000! Pero vamos todos, que no que-de nadie aquí...Bueno, el muerto pue-de quedarse...Total, ¿adónde va a ir?Toda la comitiva, con Almendros ala cabeza se puso en marcha de in-mediato, pero al doblar la esquina,éste se paró de golpe.-¡Esperen, no vamos a caminar tan-to! ¡Nos quedaremos aquí, escondi-dos!-¿Qué juego es éste, detective? ¡Yono tengo todo el d...!- el inspector noterminó de hablar, cuandoAlmendrosle señaló un tipo que venía escondién-dose entre las sombras de la calle...-¡Allí está el asesino!- gritó Almen-dros y rápidamente los policías loacorralaron y el extraño personaje,

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calvo y de traje azul, quedó deteni-do.-¿Cómo supo que era el asesino? -preguntó uno de los curiosos que nose había perdido detalle.-Técnica del oficio...Además ¿no leve la cara?- dijoAlmendros triunfan-te.-Sí, pero eso no es señal de que seael asesino, porque yo conozco a cadauno que tienen unas carasque,¡mamita querida!, la cara de estetipo es un poroto al lado de la deellos...-¿Pero cómo sabía dónde vivía eltipo?- interrumpió el inspector.-Me extraña, señor inspector que Ud.no se haya dado cuenta que eso fueuna picardía de mi parte, sólo parasacarlos del lugar del crímen y queel asesino llegara, como realmentellegó -explicó Almendros, mientrasse levantaba la solapa de la gabardi-na, porque así lo había visto tantasveces, cómo lo hacían en el cine.-¡Hay algo que no me cierra, detecti-ve! -el inspector estaba nervioso por-que veía que el mérito no era de él y

después ¿cómo llenaría el informe?-¿Cómo sabía que el criminal iba avolver? Me quiere decir que Ud. si-gue la teoría de que todo criminalvuelve al escenario del crímen...-¡Qué teoría ni que ocho cuartos! ¡Medí cuenta de que iba a volver cuandoobservé atentamente la pistola que el

tipo dejó olvidada, por estúpido o porapurado! ¡Vale como diez mil dóla-res por lo menos! ¿Y le parece queno iba a volver a buscarla?...¿Le pa-rece que no iba a volver?

Fin del capítulo

--Pero es que no se habían ido de vacaciones? ¡Me labatieron mal! ¡No voy a venir de vuelta, así que dénme

todo que se me hace tarde!!!

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Por más que te calientes con el costo de

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que no te alcanza, no vas a solucionar

nada, por eso, antes de comprarte una 45,

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