El desafío de buscar la unidad - Aire Nuevo

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DE SA FÍOS AC TUA LES Número 06 | Febrero 2021 El desafío de buscar la unidad: ¿Está Chile polarizado? Miguel Ángel Fernández 1* 1 Director Ejecutivo, Cientista Político Contacto Apoquindo 3001, Piso 9, Las Condes Email: [email protected] Web: www.airenuevo.org Parte del diagnóstico de la situación actual de un sector se fundamenta en la (supuesta) existencia de un proceso de polarización que se ha instalado en el corazón de la socie- dad chilena. Si bien pareciese que el conicto entre posi- ciones opuestas existe en la élite (políticos, analistas y co- municadores), la situación no es un reejo de lo que ocurre a nivel de la población del país. Es más, un análisis de in- dicadores obtenidos desde la Encuesta Mundial de Valores demostraría lo contrario, es decir, los chilenos se han insta- lado en posiciones más moderadas que hace dos décadas. Por consecuencia, el desafío está en evitar una infección desde los polarizados hacia la población en general, a n de evitar que el actual escenario emocional se solidique en una división profunda y permanente de los chilenos. PALABRAS CLAVE Polarización, Ciudadanía, Élites, Chile. 1 AireNuevoChile AireNuevoChile AireNuevoChile Fundación AireNuevo

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DE SA F Í O S AC TUA L E S

Número 06 | Feb re ro 2021

El desafío de buscar la unidad:¿Está Chile polarizado?

Miguel Ángel Fernández1*

1Director Ejecutivo, Cientista Político

ContactoApoquindo 3001, Piso 9, Las CondesEmail: [email protected]: www.airenuevo.org

Parte del diagnóstico de la situación actual de un sector sefundamenta en la (supuesta) existencia de un proceso depolarización que se ha instalado en el corazón de la socie-dad chilena. Si bien pareciese que el conflicto entre posi-ciones opuestas existe en la élite (políticos, analistas y co-municadores), la situación no es un reflejo de lo que ocurrea nivel de la población del país. Es más, un análisis de in-dicadores obtenidos desde la Encuesta Mundial de Valoresdemostraría lo contrario, es decir, los chilenos se han insta-lado en posiciones más moderadas que hace dos décadas.Por consecuencia, el desafío está en evitar una infeccióndesde los polarizados hacia la población en general, a finde evitar que el actual escenario emocional se solidifiqueen una división profunda y permanente de los chilenos.

PA L A B RA S C L AV E

Polarización, Ciudadanía, Élites, Chile.

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1 | LA SITUACIÓN ACTUAL

Conflictos en el congreso, un clima hostil en redes sociales y una sensación de dis-tanciamiento en el país se ha instalado como uno de los diagnósticos de los tiemposque corren. Baja aprobación presidencial, un declive preocupante de la confianza eninstituciones, y el auge de figuras que representan a sectores más extremos de la clasepolítica aliñan (aún más) la percepción de que Chile está, para algunos irremediable-mente, polarizado. Es decir, que estamos en presencia de visiones opuestas, principiosen conflicto, y puntos de vista que no dan espacio para acuerdos. Pero, ¿qué signifi-ca esto a nivel de las chilenas y chilenos? Un acuerdo entre académicos (Fiorina yAbrams, 2008) explica la diferencia entre polarización y no polarización con una sim-ple mirada a la distribución (posición agregada) de opiniones de los habitantes de unterritorio. De esta forma, para que existiese la presencia de visiones opuestas en claroconflicto deben existir dos polos, en sectores opuestos de una línea unidimensional,que concentran la percepción frente a un asunto (denominado distribución bimodalen estadística). Por el contrario, si existe una distribución de opiniones que se ase-meja más a una forma de campana (denominada distribución normal en estadística),entonces no estaríamos en presencia de dicha división. Sumado a esa ejemplificacióndel fenómeno, es bueno añadir una alternativa adicional: existe la posibilidad de quela distribución de opiniones este concentrada preferentemente en una de las posi-ciones, es decir, este cargada hacia la izquierda o derecha (denominada distribuciónasimétrica en estadística), y en ese caso tampoco sería correcto hablar de polarización,sino – tal vez – de la construcción de un nuevo consenso que estuviese alejado de po-siciones intermedias. La Figura 1 ilustra gráficamente la opción de polarización / nopolarización clásica, mientras la Figura 2 exhibe los casos donde se estaría dando unnuevo consenso alejado de la opción intermedia (asimetría hacia izquierda o derecha).Por definición entonces, para que el país esté realmente polarizado tendría que existiruna posición de las opiniones de los chilenos que se asemejara, y desplazara, mayo-ritariamente a la presentada en el panel A de la Figura 1. Es importante destacar eneste momento una nota metodológica: producto del diseño usual de las encuestas ysondeos de opinión pública en Chile (las cuales usualmente emplean categorías bina-rias o de acuerdo en cuatro o cinco dimensiones), se tendería a generar una divisiónartificial de la diversidad de opiniones respecto a un tema; por consecuencia, este tra-bajo emplea los datos recopilados por la Encuesta Mundial de Valores (WVS por sussiglas en inglés) que utilizando escalas de diferencial semántico con un total de 10alternativas, permiten observar de manera más robusta la variación en la opinión delos habitantes del país.

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F IGURA 1 Esquema clásico de polarización versus no polarización

F IGURA 2 Posiciones concentradas no polarizadas

Siguiendo la lógica anterior, este documento tiene por objetivo explorar la exis-tencia o no de polarización ciudadana en el país. Para ello, se revisarán datos obteni-dos desde la Encuesta Mundial de Valores para sus las olas número 4 (1999-2004) y7 (2017-2020), recopiladas para el caso de Chile en 2000 y 2018, respectivamente.Luego, se presenta una explicación del proceso que lleva a las sociedades a extremarposiciones, siguiendo la lógica de décadas de investigación en Ciencia Política. Comoreflexión final, se presenta una breve descripción de lo que podría significar para elfuturo del país caer en un estado de polarización.

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2 | ¿POLARIZADOS O EN DIRECCIÓN HACIA UNA NUEVA MODERACIÓN?UNA MIRADA A LA EVIDENCIA.

La cuestión entonces es responder a la pregunta de cómo estamos ordenados loschilenos en un eje de opinión frente a temáticas que marcan el curso de una socie-dad. Pero más allá de una visión estática al momento actual, es también importanteobservar la evolución de las posiciones en el tiempo; siguiendo a DiMaggio (1996), lapolarización puede ser bien un estado actual o un proceso que va emergiendo en eltiempo.

Para aproximarnos a la existencia o no de la polarización ciudadana se revisarántres preguntas obtenidas desde la Encuesta Mundial de Valores, y se explorará la cer-canía o lejanía a cada una de las alternativas de distribución de opinión explicadas enel apartado anterior. Estas preguntas incluyen: (1) percepciones sobre la preferenciade una sociedad con mayor igualdad de ingresos o mayor diferencia de ellos; (2) lapropiedad privada versus pública de empresas y negocios; y, (3) la responsabilidad delestado o de las personas en la provisión de servicios básicos. Estas tres preguntasexhiben parte fundamental de la construcción del pacto país para una sociedad, puesinterpretan la balanza entre distintos grupos de la sociedad y el rol que debe cum-plir el Estado tanto en el sector económico, como en el apoyo a las personas para eldesarrollo de su proyecto de vida.

En el caso de la pregunta sobre la percepción respecto a la igualdad de ingresos,las opciones de los opuestos apuntan a una sociedad con mayor igualdad versus unasociedad con mayores diferencias que operen como incentivo. Si bien a primera vis-ta pareciese que no existiese una distribución normal, y por consiguiente se podría(erróneamente) interpretar que el país se encontraría dividido, una revisión al procesoocurrido entre 2000 y 2018, y una mirada a los puntos altos de concentración de-muestran la existencia de un importante grado de consenso frente a la idea de que lasociedad chilena debería transitar hacia una distribución más equitativa de los ingre-sos (ver Figura 3). Esto se sustenta en dos observaciones: primero, siempre ha existidouna concentración modal (mayoritaria) en torno a la idea de que una mayor igualdades deseable; y, segundo, al comparar los resultados por medición, la curva ha tendi-do a disminuir las posiciones en los extremos, y se ha acentuado una posición máscentral frente al asunto. Así, la posición de una mayor igualdad ha disminuido en 11puntos porcentuales (28%), mientras la posición de mayor diferencia ha disminuidoen 5 puntos porcentuales (62%) entre ambos períodos.

El segundo indicador a observar es la opinión frente a la propiedad de empresas ynegocios. Para ello, la pregunta sitúa en posiciones divergentes una mayor propiedad

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F IGURA 3 Distribución de opiniones en torno a la igualdad de ingresos, Chile 2000 vs. 2018 (EVS, 2020)

estatal de la economía versus una mayor participación de privados. En este caso, ya diferencia de lo que ocurrió en la situación anterior, la respuesta es bastante másclara: existe un consenso frente a la posición moderada de un equilibrio entre ambasopciones (ver Figura 4). Es más, al analizar la evolución temporal de la percepciónfrente al asunto, se observa que la distribución ha tendido en el tiempo a asemejar– casi de manera perfecta – a lo que se esperaría de una sociedad no polarizada. Dedicha forma, se constata que las posiciones periféricas de la escala han disminuidoen 8 puntos porcentuales (54%), y 7 puntos porcentuales (60%) entre 2000 y 2018,respectivamente.

Por último, el tercer asunto a explorar es la opinión respecto a la responsabilidaddel estado o del individuo frente al aseguramiento de provisiones básicas para la vi-da. Al igual que en el primer caso, un examen superficial de la distribución pasaday actual podría llevar a concluir que existe una incipiente polarización que se instalaen un sector relevante de la población. Sin embargo, al comparar la evolución de lasopiniones de los chilenos entre 2000 y 2018, el panorama cambia radicalmente. Entérminos de la responsabilidad del estado o del individuo en torno al tema, el país haconvergido a posiciones más moderadas en el tiempo. Así, existe una disminución de11 puntos porcentuales (33%) entre quienes creen que el estado debería tener unaresponsabilidad mayor en el aseguramiento de condiciones básicas de soporte para

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F IGURA 4 Distribución de opiniones en torno a la propiedad de empresas, Chile 2000 vs. 2018 (EVS, 2020)

los miembros de la sociedad, mientras entre aquellos que creen que este tópico debeser abarcado con mayor fuerza por el individuo también muestran una disminución,aun cuando esta es solo marginal y no significativa. Ahora bien, lo relevante es que lasposiciones intermedias, aquellas que buscan una moderación entre ambos extremos,han incrementado sustancialmente en el período comparado.

El breve ejercicio expuesto en los párrafos anteriores demuestra una importantepremisa: los chilenos y chilenas no están más polarizados que hace décadas atrás, y,por el contrario, han tendido a converger a posiciones más moderadas en torno atemáticas de profunda relevancia para la construcción del país del futuro. Una últimamirada a tener en cuenta es que, así como se presenta mayor moderación en torno atemáticas socio-económicas, también existe una posición más intermedia en términosculturales. Por ejemplo, la Encuesta Mundial de valores exhibe que la justificación delaborto ha tendido a desplazarse a posiciones más intermedias entre las categorías denunca justificable (disminución de casi 30 puntos porcentuales entre 2000 y 2018), ysiempre justificable (aumento de 2 puntos porcentuales en el mismo período).

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F IGURA 5 Distribución de opiniones en torno al aseguramiento de provisiones básicas, Chile 2000 vs. 2018(EVS, 2020)

3 | EL PROCESO (Y PELIGRO) DE POLARIZACIÓN DESDE LAS ÉLITES A LASPERSONAS

Ya mencionada el tenor de la discusión, y la realidad de la población chilena frentea la polarización, bien cabe preguntarse ¿cómo se llega a dividir una sociedad y quéseñales de eso existe? La respuesta es variada, pero pareciese existir un grado de con-senso entre académicos de cómo una sociedad se transforma en una cuna de divisiónprofunda entre sus habitantes. Bajo la lógica de Zaller (1993) y su modelo de forma-ción de la opinión pública, serían las élites – actores políticos, miembros de los mediosde comunicación, y analistas de la contingencia nacional – quienes tienen que dar elprimer paso. De esta manera, la posición divergente que se da al interior de dichosgrupos de élite se podría traspasar a los ciudadanos y, dependiendo del encuadre quele den los medios de comunicación – como argumentan Robison y Mullinix (2016)– tener un efecto sobre la identificación con posiciones más extremas o inclusive eldesincentivo de grupos más moderados a participar de la discusión y acción políticanacional. Este proceso, siguiendo a Levendusky (2009), se daría en una transforma-ción paulatina y de largo plazo de las posiciones de la ciudadanía, las cuales de seguirun camino de distanciamiento podrían impactar en la polarización a nivel nacional. En

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ese sentido, una cuestión de fondo es qué tanto de la división en las cúpulas se trans-fiere a los ciudadanos. En este sentido, Banda y Cluverius (2018) argumentan que lasposiciones antagónicas en política infectan los sentimientos de las personas, estable-ciendo un manto de negatividad frente a quien se observa es el grupo contrario a laposición propia. En otras palabras, la disidente visión que tengan las élites del caminoque debe tomar una sociedad no infecta la visión de sociedad que tenga la ciudadanía,sino que contamina su evaluación emocional de quien siente no es su grupo político.En adición, las personas suelen percibir mayores niveles de polarización de los querealmente existen (Enders y Armaly, 2019). En línea con lo anterior, el surgimiento dela polarización sería entonces, en una primera etapa, un efecto emocional que tienela capacidad, en el largo plazo, de cimentarse en posiciones políticas opuestas y enconflicto. Bajo esta lógica, el proceso partiría en una creciente animosidad entre gru-pos que se identifican como contrarios, basados en buena parte en la construcciónde una identidad social con las posiciones que les presenta la élite (Iyengar y otros,2019). La consecuencia del fenómeno es, sin espacio a dudas, problemática para lasalud democrática de un país, y si a eso se le suma incentivos electorales por buscarvotos de nichos que tienen mayor probabilidad de participar (los cuales en sistemasvoluntarios son mayoritariamente activistas con posiciones más extremas), existe unriesgo real de deteriorar el sistema democrático fruto de la mirada cortoplacista deagentes políticos.

4 | REFLEXIONES FINALES

En momentos donde pareciese que comentaristas, analistas y actores políticos ex-plican el mundo basados en un antagonismo entre dos grupos, dejando de lado laverdadera diversidad del país y forzando con dicho discurso a la opinión pública aelegir identificarse con una de ellas y tomar posición por opciones de “blanco” y “ne-gro”, este documento trae luces de la realidad que ocurre al interior de la sociedadchilena. Chile tiene un toque de gris, que ha ido en aumento en las últimas décadas,y que nos caracterizaría en la actualidad. Si la construcción artificial de grupos bajola lógica de la identidad binaria (“nosotros versus ellos”) deja una sensación de queexiste poco espacio para los acuerdos y genera una sensación ambiente de alta pola-rización, los datos dictan una sentencia distinta y contundente: Chile ha convergidohacia posiciones más moderadas en las últimas dos décadas de lo que las agendasde algunos grupos extremo-activistas quieren hacernos creer. Si bien para algunos laubicación (mayoritaria) central podría ser incómoda, e inclusive podrían optar por una

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lógica de trincheras para mantener vivas sus posiciones, el país no ha caminado enesa dirección. El desafío real es entonces a converger hacia esa voluntad moderadaque se expresa en un desplazamiento de las percepciones hacia puntos de vista máscentrales, dejando de lado políticas que acrecientan la sensación de división profunday den espacio a soluciones que busquen el equilibrio. Queda pendiente, lo cual serátrabajo de otro documento, observar que ha pasado con los grupos activistas, y lasdiferencias generacionales que se pueden dar al interior del país. Mi intuición es queellas tenderán a mostrar lo contrario, es decir, posiciones más divergentes y más soli-dificadas en aquellos que dedican parte importante de su tiempo y energía a quererinfluir (sea mediante mecanismos convencionales o no convencionales) en la construc-ción de las políticas. Pero así también, es importante recordar que existe espacio paraun camino de construcción de propuestas que hagan sentido a la mayor cantidad dehabitantes del país, con el fin de representar fielmente a Chile y evitar que, fruto deltrabajo de grupos reducidos, las personas se vean obligadas a tomar posición frentea asuntos públicos en una dicotomía de nos separe entre quienes sienten están en locorrecto y quienes creen adhieren a lo incorrecto.

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Referencias

Abramowitz, A., y K. Saunders (2008). Is polarization a myth? The Journal of Politics 70, pp.542-555.Banda, K., y J. Cluverius (2018). Elite polarization, party extremity, and affective polariza-tion. Electoral Studies 56, pp. 90-101.Enders, A., yM. Armaly. (2019). The differential effects of actual and perceived polarization.Political Behavior 41, pp. 815-839.Fiorina, M., Abrams, S., y J. Pope (2008). Polarization in the American public: Misconcep-tions and misreadings. The Journal of Politics 70, pp. 556-560.Fiorina,M., y S. Abrams (2008). Political polarization in the American public. Annual Reviewof Political Science 11, pp. 563-588.Inglehart, R., y otros (2020). World Values Survey: Round Seven – Chile Datafile. Madrid:JD Systems Institute.Iyengar, S., Lelkes, Y., Levendusky, M., Malhotra, N., y S. Westwood (2019). The origins andconsequences of affective polarization in the United States. Annual Review of PoliticalScience 22, pp. 129-146.Levendusky, M. (2009). The microfoundations of mass polarization. Political Analysis 17,pp. 162-176.Robison, J., y K. Mullinix (2016). Elite polarization and public opinion: How polarization iscommunicated and its effects. Political Communication 33, pp. 261-282.