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1 El consenso de Washington y los efectos de la globalización en Latinoamérica: Notas sobre las crisis de México y Argentina Por: Nora Beatriz Lemmi Universidad Iberoamericana. México Mail: [email protected] Introducción: Después del simbólico derrumbe del Muro de Berlín en el año anterior, 1990 se presentaba como indicativo de grandes cambios. El mundo se alistaba para profundizar la globalización, bajo la hegemonía de Estados Unidos mientras John Williamson ideaba el término Consenso de Washington que iba a homogeneizar políticas a lo largo y a lo ancho de la mayoría de los países emergentes, sobre todo, en Latinoamérica. Detrás del término, el economista proponía diez medidas de política pública basadas en el neoliberalismo puesto en boga por los gobiernos de Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en Inglaterra. A pesar de que Chile y México se habían anticipado a las medidas propuestas por los organismos internacionales (Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial), los noventa marcan un punto de inflexión en la región. Las propuestas del Consenso fueron simplificadas por el Tesoro Americano y el Fondo Monetario de forma que proponían reducir déficits fiscales, privatizar, desregular, liberar mercados de bienes y capitales. La pregunta ante la rápida aceptación de estas pautas por parte de los países de América Latina podría ser: ¿qué movió a los países latinoamericanos, después de una década tan desfavorable con la crisis de la deuda, a aplicar las propuestas sin exigir reciprocidad? La presente investigación intenta hallar una respuesta a esa pregunta así como también explorar en las características del contexto mundial en el que se aplicó el Consenso, en las asimetrías en el comercio y en lo riesgoso de una apertura indiscriminada a capitales de especulación. Como primera aproximación, sería interesante recordar la teoría de desarrollo subyacente en estas nuevas medidas. El Consenso se basaba en la teoría del “derrame” que suponía que el crecimiento produciría, a la larga, un mejoramiento del nivel de vida. Por otro lado, aseguraba que los países avanzados habían sido los protagonistas exitosos del libre mercado delineado por Adam Smith y David Ricardo. ¿Se correspondían estas teorías con la realidad? La verificación empírica del crecimiento de países como Estados Unidos, Inglaterra o Japón arroja períodos iniciales de gran protección a las industrias incipientes y la aplicación de otro tipo de barreras y subsidios a las consideradas estratégicas ¿Por qué se exigía apertura total si no estaba probado el crecimiento, bajo esas condiciones, en ninguna parte del mundo? A pesar de los éxitos iniciales, Latinoamérica protagonizó tres de las cinco crisis más graves entre 1994 y el 2001 con la aplicación de las normas del Consenso. Las razones de

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El consenso de Washington y los efectos de la globalización en Latinoamérica: Notas sobre las crisis de México y ArgentinaPor: Nora Beatriz Lemmi Universidad Iberoamericana. México Mail: [email protected]

Introducción:

Después del simbólico derrumbe del Muro de Berlín en el año anterior, 1990 se presentaba como indicativo de grandes cambios. El mundo se alistaba para profundizar la globalización, bajo la hegemonía de Estados Unidos mientras John Williamson ideaba el término Consenso de Washington que iba a homogeneizar políticas a lo largo y a lo ancho de la mayoría de los países emergentes, sobre todo, en Latinoamérica. Detrás del término, el economista proponía diez medidas de política pública basadas en el neoliberalismo puesto en boga por los gobiernos de Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en Inglaterra. A pesar de que Chile y México se habían anticipado a las medidas propuestas por los organismos internacionales (Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial), los noventa marcan un punto de inflexión en la región. Las propuestas del Consenso fueron simplificadas por el Tesoro Americano y el Fondo Monetario de forma que proponían reducir déficits fiscales, privatizar, desregular, liberar mercados de bienes y capitales. La pregunta ante la rápida aceptación de estas pautas por parte de los países de América Latina podría ser: ¿qué movió a los países latinoamericanos, después de una década tan desfavorable con la crisis de la deuda, a aplicar las propuestas sin exigir reciprocidad? La presente investigación intenta hallar una respuesta a esa pregunta así como también explorar en las características del contexto mundial en el que se aplicó el Consenso, en las asimetrías en el comercio y en lo riesgoso de una apertura indiscriminada a capitales de especulación.

Como primera aproximación, sería interesante recordar la teoría de desarrollo subyacente en estas nuevas medidas. El Consenso se basaba en la teoría del “derrame” que suponía que el crecimiento produciría, a la larga, un mejoramiento del nivel de vida. Por otro lado, aseguraba que los países avanzados habían sido los protagonistas exitosos del libre mercado delineado por Adam Smith y David Ricardo. ¿Se correspondían estas teorías con la realidad? La verificación empírica del crecimiento de países como Estados Unidos, Inglaterra o Japón arroja períodos iniciales de gran protección a las industrias incipientes y la aplicación de otro tipo de barreras y subsidios a las consideradas estratégicas ¿Por qué se exigía apertura total si no estaba probado el crecimiento, bajo esas condiciones, en ninguna parte del mundo? A pesar de los éxitos iniciales, Latinoamérica protagonizó tres de las cinco crisis más graves entre 1994 y el 2001 con la aplicación de las normas del Consenso. Las razones de

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estos tropiezos fueron analizadas por estudiosos como Joseph Stiglitz (2004) (2006), el mismo Williamson (2003) o Guillermo Perry (1998), quienes intentar esbozar soluciones. A fin de confrontarlas, analizaremos las tres crisis de las mayores economías latinoamericanas, principalmente en factores fundamentales contenidos en el Consenso: la apertura de bienes y capitales y el déficit fiscal, intentando verificar la posibilidad de que las soluciones propuestas desde la teoría puedan ser viables.

Primera Parte:La aparición del Consenso de Washington:

1.1.Consideraciones previas:

Probablemente no sea posible analizar el Consenso de Washington y su aplicación en América Latina, sin detenernos en la realidad histórica que le dio forma. Por un lado, una Latinoamérica en busca de nuevas soluciones a sus problemas de siempre, agravados por la crisis de la deuda de los ochenta. Por otro, el contexto internacional después de la caída del Muro de Berlín, un momento particular en que el mundo ingresaba en el “fin de la historia”, según anunciaba Fukoyama (1992). Sin embargo, ese camino a la hegemonía no había sido fácil, tampoco, para los países avanzados. Los años setenta del Primer Mundo, por ejemplo, habían sido marcados por la superproducción de bienes terminados, la crisis del petróleo y la estanflación (estancamiento más inflación) lo que indicó el agotamiento de las teorías keynesianas para muchos:

El modelo de desarrollo elaborado después de la Segunda Guerra Mundial fue profundamente sacudido: una fuerte recesión económica sacudía a los países del Primer Mundo, un crecimiento bajo se alternaba con inflación alta. (.Mutsaku Kamilamba, 2002: 10)

Dentro de ese contexto, emergía el pensamiento de los neoliberales, seguidores de Friedrich von Hayek, quienes se habían mantenido en el campo de la teoría económica, hasta el momento:

Según este autor, el Estado y sus intervenciones tanto en lo económico como en lo social, es un obstáculo al desarrollo y la libertad, por lo que a este respecto deben limitarse las prerrogativas y promover, al contrario, la libertad de mercado (...) sus principales blancos fueron no sólo el Estado sino las organizaciones sindicales. Con el propósito de darle mayor consistencia, más desarrollo teórico y promoción del pensamiento, se convocó al llamado encuentro de Mont Pélerin (Suecia) en 1947; en el que participaron brillantes pensadores del neoliberalismo entre ellos: Milton Friedman, Walter Lippman, Ludwig von Mises, Michael Polanyi, Karl Popper, Wilhem Röpke etc. Críticos de los esfuerzos de la “justicia social”, los participantes del encuentro de Mont-Pélerin consideraban la desigualdad como un valor positivo, ineludible para el desarrollo de la sociedad (Houtart y Polet citados por Mutsaku Kamilamba, 2002: 9)

Las crisis suelen suponer cambios, y la necesidad de modificar la realidad adversa en el Hemisferio Norte hizo posible que los actores transnacionales (técnicos, empresas, instituciones) presionaran con éxito a los responsables de las políticas para que adoptaran

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medidas concretas relativas a las restricciones del presupuesto toleraran desempleos e hicieran “las pertinentes reformas fiscales a favor de las empresas”(Mutsaku Kamilamba: 2002, 10). Según Peter Haas:

Los cambios a lo largo del tiempo en las aspiraciones e instituciones humanas son producto de la forma en que el conocimiento sobre la naturaleza y la sociedad está ligado a objetivos e intereses políticos (...) Cuando el conocimiento científico se vuelve conocimiento consensuado y las innovaciones tecnológicas se institucionalizan, la forma de pensar política es afectada. En resumen, la ciencia afecta la manera de hacer política. (Traducción propia. Haas, 1990:11)

El conocimiento consensuado, sigue diciendo Haas, provee una relación causa-efecto “sobre cualquier fenómeno que afecte a la sociedad” (Haas, 21). Por supuesto, esa cadena causal puede ser probada en el tiempo, tal cual está pasando con la crisis de los países desarrollados en la actualidad (2009); sin embargo, en los ochenta, tras el ocaso del socialismo y el éxito en los países centrales de las nuevas teorías, el camino parecía único. De esta forma, el pensamiento neoliberal marcó los gobiernos de los países más ricos del mundo: Margaret Thatcher (1979) en Inglaterra (cuya frase “No hay alternativa” se haría famosa), de Ronald Reagan (1980) en Estados Unidos y de Helmut Khöl (1982) en Alemania. Las políticas generales no diferían demasiado, con limitaciones a la masa monetaria para reducir la inflación, suba de las tasas de interés con la idea de atraer capitales, baja de impuestos a las empresas y a los niveles altos para fomentar la inversión, apertura internacional del mercado de capitales. ¿El resultado? Como veremos más adelante, las altas tasas de interés, la reducción de controles para el ingreso de capitales y la baja de impuestos captó importantes masas de dinero hacia los países centrales de forma de eliminar la recesión de los setenta. En el caso latinoamericano, la presión fue muy perjudicial ya que resultó en una importante fuga de ahorros hacia Estados Unidos, mientras el aumento casi exponencial de las tasas de interés de la deuda externa contribuyó a la enorme falta de liquidez y crisis de solvencia. Veamos seguidamente, como este y otros factores, contribuyeron a la adopción final de medidas establecidas desde el Hemisferio Norte.

1.2. Algunos datos adicionales sobre la situación latinoamericana y la aparición del Consenso:

Durante los setenta, América Latina no pareció sentir con igual fuerza la crisis de los países desarrollados, mientras su deuda externa aumentaba ostensiblemente. Las Naciones avanzadas habían facilitado el endeudamiento latinoamericano, probablemente, como una forma de morigerar las dificultades originadas por la superproducción de bienes terminados, en un escenario de notable incremento de la productividad en medio de una desaceleración económica, tal como ya fue señalado. Mientras tanto, en el subcontinente, el Estado de bienestar se volvía infinanciable y el modelo de sustitución de importaciones se agotaba. El sistema suponía un desarrollo inducido por el Estado en las más diversas

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industrias con la finalidad de abastecer al mercado interno, sin consideraciones por las ventajas comparativas o la eficiencia internacional. En ese contexto, con gastos públicos que en muchos casos resultaban excesivos frente a los ingresos de las economías y un nivel de exportaciones afectado por los términos de intercambio, los países latinoamericanos optaron por la contratación de deuda externa, mientras los déficits en las balanzas de pagos se disparaban. Aunque, señala Naim (2000), hoy es obvio que importantes déficit fiscales y emisión desmedida conducen a la inflación, en Latinoamérica era común considerarla como el resultado de condiciones estructurales dadas por la distribución desigual de la riqueza. De ahí que los países latinoamericanos mantuvieran sus políticas expansivas desde el Estado:

A partir de la crisis del petróleo y la aparición de fuertes superávits en cuenta corriente de los países exportadores del combustible, los excedentes financieros se dirigieron a los grandes bancos del mundo industrial y crearon una capacidad de crédito inédita hasta ese momento. Los bancos, interesados en aprovechar la oferta de fondos disponibles iniciaron una campaña para la colocación de créditos, dando origen a una doble irresponsabilidad: la de los tomadores que se endeudaban más allá de su capacidad de pago, y la de los prestadores, que no tomaban en cuenta la capacidad de pago de los prestatarios y el riesgo que asumían Los grandes bancos estadounidenses llegaron a obtener la tercera parte de sus ingresos de sus préstamos a Latinoamérica (Resaltado propio. Kuttner citado por Sevares, 1998: 51)

Pero la situación cambiaría. Como ya recordamos, el inicio de los ochenta fue particularmente desfavorable para América Latina. La llamada “década pérdida” se caracterizaría por estancamiento, recesiones, por la baja de los precios de los commodities, los deterioros de los términos de intercambio, el encarecimiento de los créditos y la multiplicación del endeudamiento externo. Esta situación iba a hacer eclosión con el alza de las tasas de interés en Estados Unidos primero, seguida por la reticencia de los bancos internacionales a prestar a Latinoamérica ante el riesgo de default. La falta de solvencia se agregaba a los problemas de inflación internos, a la degradación del nivel de vida producido por lo que se dio en llamar “el impuesto a los más pobres”, los sectores de la población con menores defensas ante el alza de los precios. Mientras tanto, la quiebra económica iba acompañada por el quiebre de los regímenes “burocráticos autoritarios” del continente (O’Donnell, 1997) con el ingreso a la tercera ola democratización, alentada por las democracias occidentales, claras vencedoras ante la caída del Muro de Berlín:

Durante su dominio, las naciones occidentales se han justificado afirmando la universalidad de sus principios. Entre estos, la universalidad de la búsqueda del progreso mediante la ciencia y la técnica han permanecido como constantes. Este alegato de universalidad para el conocimiento científico es una posición típicamente dogmática del occidente (...) El cristianismo, la democracia, el libre mercado o la ciencia son banderas que en un momento u otro, occidente ha esgrimido como justificación de su imposición (Mihailovic y Nikolajevic,2002: 151).

El discurso de aliento y apoyo de los expertos, los organismos internacionales y los países desarrollados, originó una situación paradójica: palabras de entusiasmo político en medio de un ahorcamiento financiero dado por el aumento exponencial de las tasas de interés y el endurecimiento de los deudores.Mientras tanto, a lo largo del territorio latinoamericano se multiplicaban los problemas. Las complicaciones originadas por servicios de deuda casi imposibles de pagar eran

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acompañadas por la falta de crecimiento, una altísima inflación interna (que había desembocado en inversiones especulativas en los propios países), por un lado, y por otro, en la fuga de ahorros locales hacia el exterior, particularmente hacia Estados Unidos; país que vio, de esta forma, como ya señalamos, facilitada su recuperación. Tradicionalmente se asegura que uno de los grandes problemas latinoamericanos se concentra en la escasez del ahorro interno necesario para propiciar inversiones productivas. Sin embargo, la realidad parece exhibir otro dato adicional: mucho del ahorro acumulado se transfirió hacia los países desarrollados. ¿Cuáles son las razones? Probablemente dos, la ventaja de tasas de interés positivas y la seguridad frente a las inestabilidades e incertidumbres de los gobiernos latinoamericanos. Para verificarlo, podemos ilustrar el flujo de ahorros hacia el exterior en comparación con la deuda externa estimada en 1985, a través del siguiente cuadro en el que se detallan los principales países deudores:

País Depósitos externos privados deuda externa aproximadaArgentina 49,000 50,000Brasil 105,910 106,000México 96,900 97,000Venezuela 43,000 31,000Fuente: Rodolfo Gónzalez Molina “Balance de dos décadas” en www.redem.buap.mx/semgonzalez.htm Ante la sequía de los fondos externos, y la obligación de cumplir importantes servicios de deuda, en medio un gasto público casi inelástico, exportaciones limitadas a devaluadas commodities con poco valor agregado incluido, las economías locales parecían estrangularse. La emisión podía convertirse en el único remedio a mano para, por lo menos, hacer para frente a las obligaciones internas. ¿El efecto? El deterioro notable en el nivel de vida de la población con la aplicación del impuesto inflacionario dado por la disminución constante de los ingresos en términos reales.Aunque algunos países podían exhibir empresas públicas con superávit, podríamos señalar que, en general, la proliferación de empresas en poder del Estado se convertía en otro foco de requerimientos de fondos, por el momento, notablemente escasos. A pesar de que en la actualidad, suele recalcarse que las ineficiencias previas al Consenso fueron exageradas por los organismos internacionales para propiciar un cambio drástico, los datos históricos parecen indicar que los problemas eran muy profundos. La utilización de las compañías del Estado como mecanismo para neutralizar el desempleo, el atraso en la inversión en bienes de capital y la característica de la producción en mercados muy reducidos, solían sumergir a la región en pérdidas económicas, déficit financiero, pobre productividad y baja competitividad internacional. Esas características bastante masificadas a lo largo de Latinoamérica, sumada a la práctica habitual de evitar las quiebras nacionalizando, con el resultado de un Estado tenedor de empresas del más variado tipo, se convirtió en el flanco más débil a las críticas externas. Las fuentes de déficits debían ser drásticamente reducidas, decían los organismos internacionales, mientras internamente crecía la convicción de que la situación se había vuelto insostenible. A pesar de que, tal como señala Eric Toussaint (2004), la deuda externa latinoamericana era marginal en el contexto internacional, se la

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presentó como un gran elefante que ya no iba a ser alimentado. Elefante, que sin embargo, había recibido un sustento importante con las renegociaciones resultantes en intereses cada vez más onerosos debidos a las nuevas políticas de tasas del gobierno de Reagan:

Para los países del Tercer Mundo, esto implicó, en stock de deuda constante, una triplicación de las cargas del reembolso (...) Los préstamos contraídos en los años setenta contenían una cláusula que preveía la indexación de las tasas en función de la LIBOR o la Prime Rate(...) En América Latina , la tasa de interés real pasó de un promedio de – 3.4% entre 1970 y 1980 a una tasa de 19.9% en 1981, 27.5% en 1982 y 17.4% en 1983. (Toussaint, 2004: 173-175)

Ante esta situación, once países latinoamericanos fuertemente endeudados1, se reunieron en 1984 para firmar el Consenso de Cartagena con la finalidad de hacerse más fuertes desde la negociación regional:

Los países participantes protestaron en particular por el alto y creciente nivel de las tasas de interés, contra las barreras comerciales impuestas desde las naciones industrializadas y la brusca desaparición de los créditos ( Mc. Adam, Sukup y Katiz,1999: 35)

Pero el pacto estaba destinado a tener una vida muy corta, bastó que el Tesoro Americano y el FMI se sentaran a renegociar la deuda externa de México después de la declaración de default por parte del Presidente José López Portillo, en ese mismo año, 1984. El frente común había perdido una de sus mayores cartas, de forma que cada país optó por la búsqueda de la solución de emergencia a través de la negociación individual.

Mientras tanto, todo parecía confabularse para el desastre: términos de intercambio deteriorados que resultaban en menores ingresos por la exportación de productos primarios, una industria local que, como ya señalamos, había crecido protegida con baja productividad y poco competitiva, un Estado sobredimensionado, por lo menos, en relación a sus ingresos; la imposibilidad de fondos frescos, el ahorcamiento de los servicios de deuda creciente, la transferencia masiva de ahorros al exterior, la baja de precios del petróleo. Todos factores que contribuían a alimentar la inflación que, en algunos casos, derivaría en hiperinflación (Argentina, Bolivia, Ecuador, Brasil y México, como casos más significativos). Las medidas de coyuntura que habían servido de paliativo en el pasado, ya no lograban resultados para frenar la inflación o el deterioro en el nivel de vida. Ante el agotamiento de soluciones, parecía evidenciarse la necesidad de cambios. Por otro lado, los ministerios de economías de los países latinoamericanos empezaron a colmarse de profesionales educados en las mejores Universidades de Estados Unidos, instituciones transmisoras de las nuevas ideas2. Profesionales respetados por su formación e inteligencia, formaron la élite que se presentaba en los medios explicando la “única alternativa” al decir de Margaret Thatcher, de acuerdo a los criterios económicos generalmente aceptados mundialmente. Según Centeno “El sistema mundial de estados ayuda a determinar cuáles

1 Los países eran Argentina, Brasil, México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Uruguay, República Dominicana, Perú, Bolivia y Chile.

2 Los ejemplos abundan : en Harvard se formó Domingo de Argentina, en Chicago, varios miembros del Gabinete de Carlos Salinas en México, o los llamados “Chicago Boys” chilenos, con Hernan Büchi, formado en realidad en Columbia, a la cabeza.

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son los objetivos legítimos, las prioridades correctas y los costos y beneficios aceptables (...) Más aún, el medio internacional provee los lentes legítimos a través de los cuales los hacedores de políticas perciben las situaciones” (Traducción propia. Centeno: 1990: 23). De esta forma, con la anuencia de los organismos internacionales y la academia externamente, con la aprobación de la élite del pensamiento económico interno, y la desesperación de la crisis, el Consenso de Washington tenía el camino libre como un intento hacia lo diferente.

1.3. Los noventa y el Consenso de Washington:

A inicios de la década del noventa, las normas conocidas como el “Consenso de Washington”, se extendieron rápidamente por los países emergentes con el respaldo expreso del Banco Mundial y el Fondo Monetario, organismos internacionales que condicionaron la ayuda necesaria a la aplicación del grupo de políticas aconsejadas. El acuerdo general entre organismos internacionales y los países de América Latina, parece marcar uno de los puntos de inflexión más interesantes del conjunto de medidas aplicadas seguidamente. Como ya señalamos, hasta ese momento, muchos de los gobiernos latinoamericanos habían sido recelosos de los consejos del Norte, con la convicción de que “debían protegerse de un sistema internacional injusto y con tendencia a la explotación” (Naim, 2000: 99).

Como ya señalamos, los intentos de un frente común para negociar habían fracasado junto al Consenso de Cartagena de 1984, por lo cual la única alternativa parecía la negociación directa con Washington. De todas formas, las tradicionales suspicacias parecían mantenerse en una parte de la clase política. ¿Qué los hizo cambiar hacia la aceptación de la serie de medidas propuestas por el Consenso? ¿Qué los llevarían a abrir sus propios mercados sin la promesa siquiera de reciprocidad?

Como ya señalamos, la desesperación ante la falta de alternativa parecía emerger de un escenario tan desfavorable como para decidir cualquier opción inimaginable en el pasado. Las medidas de coyuntura que habían servido tradicionalmente de paliativo, ya no lograban resultados para frenar la inflación o el deterioro económico y social. Ante el agotamiento de soluciones generadas en la región, parecía evidenciarse la necesidad de cambios. De esta forma, en una especie de “manotazo de ahogado” el Consenso de Washington tenía el camino libre hacia un derrotero que eliminara lo que se percibían como errores del pasado:

Las prioridades de la región durante la crisis de la deuda se concentraron en lograr estabilidad económica y desmontar los elementos fundamentales del modelo proteccionista de desarrollo (Burki y Perry,1998:1) .

De la mano de la verificación del posible colapso, del descrédito de las soluciones generadas en la región, de la esperanza frente al éxito palpable en el Primer Mundo y su prosperidad luego de la crisis y de la propaganda de las nuevas medidas enunciadas por los

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“think thanks” autóctonos formados en las Universidades más prestigiosas de Estados Unidos, el Consenso de Washington encontro su bandera verde para ser aplicado en el territorio latinoamericano.

1.4. El Consenso de Washington : En 1989 el economista John Williamson acuñó el término “Consenso de Washington” para designar a una lista de diez recomendaciones de política pública destinadas a los países emergentes, particularmente a los latinoamericanos. Seguidamente transcribiremos el resumen de esas recomendaciones:

1. Disciplina Fiscal: Dado que amplios y persistentes déficits fiscales contribuían a la inflación y a la fuga de capitales, la recomendación se centraba en mantenernos a nivel mínimo.

2. Establecer prioridades en el gasto público: El gasto de los gobiernos, decía Williamson, se debía abocar a lo fundamental, o sea, salud, educación e infraestructura. Aconsejaba eliminar subsidios y gastos superfluos.

3. Reforma impositiva: Estimaba saludable un universo imponible extenso, sin exenciones. Así como la moderación en la utilización de impuestos especiales.

4. Tasas de interés: Los mercados domésticos debían determinar la tasa de interés. Agregaba que las tasas positivas reales fomentaban el ahorro y evitaban la fuga de capitales hacia mercados más atractivos.

5. Tipos de cambio: Williamson aseguraba que los países en desarrollo debían adoptar tipos de cambio que permitieran ser competitivas a sus exportaciones

6. Liberalización de mercados: Aconsejaba minimizar las tarifas de importación y exentar los bienes intermedios necesarios para las exportaciones

7. Inversión directa interna: Dado que la inversión directa puede proveer del capital faltante en los países en desarrollo, la idea era fomentarla.

8. Privatizaciones: La industria privada, señalaba el autor, opera más eficientemente que la estatalmente dirigida.

9. Desregulación: La reglamentación excesiva promueve la corrupción y discrimina a las empresas pequeñas con mínimo acceso a los niveles altos de la burocracia. Para facilitar negocios y asegurar la imparcialidad, los gobiernos debían desregular.

10. Derechos de propiedad: Los derechos de propiedad debían ser protegidos, ya que leyes pobres y malos sistemas judiciales reducen el incentivo al ahorro y a la acumulación de riqueza. (Traducción propia. 3)

En la aplicación propiciada por el Tesoro Americano, el Banco Mundial y el Fondo Monetario, los diez puntos de Williamson se redujeron a desregulación, austeridad fiscal, privatizaciones y apertura de mercados de bienes y capitales.

3 Para más información sobre Williamson y el Consenso de Washington ver Moisés Naim “”Washington consensus or Washington confusión?” en Foreign Policy . Spring 2000 No.118 p86-103 en http://jstor.org/view/0094582x/di013113701p0022b71?searchUrl=http%3a//www,jst…

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El primero en quejarse fue el mismo Williamson porque en el camino se perdieron muchos de los posibles contrapesos: la tasa de cambio que permitiera las exportaciones competitivas, la apertura de mercado con baja de tasas en productos terminados y eliminación selectiva para las importaciones contenidas en las exportaciones, desregulación como mecanismo de desarrollo a las industrias locales y no como método de negociación con empresas multinacionales para las privatizaciones, prioridades en el gasto público con cuidado en salud, educación e infraestructura, es decir, con atención al capital humano.

Mucho se le ha objetado a Williamson, sin embargo, que en sus diez recomendaciones no hubiera ninguna consideración a la desigualdad o la pobreza. La respuesta probable al “olvido” es que sus proposiciones subyace la teoría del “derrame” que supone una desigualdad inicial para fomentar el ahorro de los sectores más pudientes y la posterior inversión productiva 4 . Por otro, y como ya señalamos, el autor previó el suministro de bienes públicos además de inversión en infraestructura, probablemente con el objetivo de reducir la pobreza y neutralizar cierta desigualdad. De todas formas y dado que esas recomendaciones no se consideraron en los presupuestos del Consenso aplicado, no podemos dimensionar el resultado posible en las sociedades latinoamericanas.

Pero continuemos con la aplicación efectiva de la serie de políticas propuestas por los organismos internacionales. Las simplificaciones introducidas al Consenso real propiciado por Washington, se iban a hacer sentir en el futuro. Por lo pronto y como señalara, Stiglitz en su análisis comparativo con el desarrollo de los países avanzados, las reglas recomendadas por el Consenso de los organismos internacionales, no coincidían con las etapas de desarrollo de los países avanzados, que crecieron protegiendo inicialmente su industria.

1.5. El contexto internacional a Latinoamérica en la aplicación del Consenso de Washington:En los noventa, solía indicarse que los países asiáticos fueron los alumnos díscolos de los organismos internacionales. Preocupados en planificar a largo plazo, con el ejemplo de Japón muy cercano, eligieron establecer una estrategia industrial acorde con un perfil exportador de productos terminados. Con la crisis de julio de 1997 a lo largo de los círculos financieros, se proclamó la derrota de las estrategias asiáticas:

La crisis se inició con el ataque especulativo contra el Baht , moneda de Tailandia. Se propagó luego a los vecinos del Sudeste de Asia, que estaban experimentando desde hacia varias décadas rápidas tasas de desarrollo, y constituían un destino preferencial de las aplicaciones de los operadores financieros de los países centrales. En todos estos casos, la desregulación financiera promovió la ampliación del

4 Para más información sobre la teoría del “derrame” en el crecimiento económico ver “ The moral consequences of economic growth” de Benjamín Fiedman (2005) USA- Knopf

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crédito para operar en los mercados de acciones e inmobiliarios, y criterios poco rigurosos para los préstamos a empresas.(...) Supuestamente, los préstamos a tasa de interés variable denominados en divisas cubrían el riesgo de los bancos de tomar fondos externos a corto plazo para otorgar créditos a plazos largos a deudores que operaban en moneda local. Los gobiernos y los evaluadores internacionales de riesgo no advirtieron que se estaba generando una situación explosiva (Ferrer,1998:97-98)

A partir de la devaluación de Tailandia, el contagio asoló como una plaga a una buena porción del sudeste asiático:

Indonesia, Corea del Sur, Filipinas y Tailandia han sido los más acosados, mientras que otros países hacían frente a la tormenta en un contexto geopolítico demasiado sensible(...) más allá de las fuerzas económicas puras y estrictas, la expansión de la crisis se vio fuertemente afectada por un diagnóstico equivocado(...) La influencia predominante de terapias de choque para solucionar rápidamente problemas emergentes dejó de lado un sinmúmero de detalles claves ( Lascano,1998:152)

Tal como lo señalara Joseph Stiglitz(2004), la intervención del FMI pareció ayudar a la propagación en lugar de neutralizar la crisis:

De todos los errores cometidos por el FMI a medida que la crisis del Este Asiático se iba extendiendo de un país al otro en 1997 y 1998, uno de los más difíciles de escudriñar fue que el FMI no reconociera las importantes interacciones entre las políticas acometidas en los distintos países. Las políticas contractivas de un país no sólo deprimían la economía de ese país sino que ejercían efectos adversos en sus vecinos. Al insistir en recomendar políticas contractivas exacerbó el contagio, la extensión de la recesión de un país al siguiente (Stiglitz,2004:142)

En sus consejos sobre terapias de choque, el Fondo seguía empecinado en que la causa probable de la crisis se centraba en una deficiente aplicación de las políticas recomendadas. Sin embargo, una vez superada la eclosión, las explicaciones parecen ser otras. Las causas parecen centrarse en la aplicación concreta de la apertura del mercado de capitales aconsejada por el Fondo, lo que generó la incorporación de capitales “golondrina” o de especulación cuya utilización (probablemente con liviandad por parte de los países receptores) en préstamos e inversiones a largo plazo produjo insolvencia al corto plazo, sobre todo en el momento que los capitales especulativos comenzaron a retirarse masivamente. Como también iban a comprobar México en 1994 o Argentina en el 2001, la apertura indiscriminada a todo tipo de capitales, acompañada por su utilización interna irresponsable, se convierte en una base engañosa para el desarrollo y en un agente precipitante de crisis. Por el contrario, Chile, hoy ejemplo de aplicación de las políticas del Consenso, cuidó las condiciones para el ingreso de capitales de especulación, estableciendo mecanismos que los limitasen; los efectos positivos de esas restricciones parecen evidentes y son reconocidas por los propios promotores del Consenso:

Chile utilizó el encaje para prevenir que el peso chileno se sobrevaluase ante el flujo de fondos desde el exterior, este mecanismo evito utilizar la tasa de cambio como ancla nominal reduciendo la inflación gradualmente(...)el resultado fue una política fiscal anticíclica. Estas elecciones de política explican porqué Chile, a diferencia de la mayoría de sus vecinos, evitó una crisis en los noventas” (Traducción propia. Williamson,Kuczynski,2003:5)

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A través de este somero análisis hemos intentado identificar los posibles perjuicios de la apertura completa del mercado de capitales, pero el Consenso suponía la apertura comercial también y esa apertura se impuso en los países emergentes sin respuesta similar en los desarrollados. Recordemos que los países latinoamericanos habían mantenido mercados internos fuertemente protegidos y regulados por décadas, cuestión que sería atacada fuertemente por el Consenso. A pesar de que en los setenta, Argentina y Chile habían tenido una experiencia fallida con una apertura demasiado brusca que había perjudicado su industria local e inundado sus mercados internos de productos terminados de Asia, esas experiencias no se valoraron ya que pertenecían a períodos insertos en las dictaduras militares de los respectivos países. La idea era ingresar al mundo, y para hacerlo había que hacer frente a la competencia como medida para eficientar la producción local. De esa forma, se esgrimía, se entraría en el selecto grupo de las economías avanzadas:

Uno de las propuestas más antiguas en economía es que el comercio internacional irrestricto resulta beneficioso para todos los países participantes (..) Bajo ciertas restricciones, el factor precio (salarios y condiciones el comercio internacional actúa como un propulsor del crecimiento, aumentando los ingresos reales en todas partes y reduciendo las diferencias entre países ricos y pobres. (Traducción propia. Griffin, 1989:88)

Estas ideas parecen sustentadas por un lado, en la teoría en el liberalismo tradicional (Adam Smith y David Ricardo, entre otros), por otro, en las experiencias de países como Inglaterra y Estados Unidos. Un análisis más profundo, sin embargo, nos haría preguntarnos: ¿existen las condiciones generales enunciadas por Smith y Ricardo en el mundo contemporáneo? ¿Es verdad que las experiencias exitosas del capitalismo incluían mercados sin restricciones?

La teoría liberal tradicional se basa en un mercado perfecto que tiende al equilibrio donde la oferta y la demanda se hallan suficientemente fragmentadas para no influir en los precios, mientras la información es completa para ambas partes de la transacción. No vamos a detenernos en las innumerables refutaciones que esa teoría ha recibido, sobre lo imperfecto de los mercados, su tendencia a la concentración o a la información asimétrica. Lo que, por el momento, nos ocupa es la posibilidad, detrás de la teoría, de que la idea sobre los mercados de Smith se haya considerado posible en el Consenso original, aconsejando apertura sin tomar en cuenta el efecto de la insuficiente reciprocidad.

Por otro lado, existen otros referentes clásicos que aconsejaban la apertura en un mundo que podía diversificar su producción para lograr un mejor intercambio basado en las propias potencialidades. David Ricardo estableció su famosa “ley de ventajas comparativas” en 1812:

En un sistema de comercio perfectamente libre, cada país, naturalmente, dedica su capital y su trabajo a los empleos que le son más beneficiosos. Esta tendencia a la ventaja individual está admirablemente relacionada con el bien universal del mundo. Estimulando la industria, recompensando la laboriosidad y utilizando más eficazmente las facultades peculiares conferidas por la naturaleza, distribuye el trabajo más eficazmente y más económicamente; y a la vez, aumentando la masa general de

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producciones, difunde el beneficio general y une, por medio de los lazos de interés y el intercambio, la sociedad universal de naciones de todo el mundo civilizado”( Ricardo,1985:81)

Estas ideas de Ricardo sobre “una sociedad universal del mundo civilizado” o de un “sistema de comercio perfectamente libre” entrañan la misma asunción de Adam Smith sobre un mundo que compite para obtener el mejor servicio y que opera en colaboración. ¿Es este el mundo el que le abría los mercados a Latinoamérica?

Como ya señalamos, los fines de los ochenta encuentran a los países desarrollados con una superproducción de bienes terminados dados por el aumento de productividad. Por otro lado, los términos de intercambio se mantuvieron en declive por años, por lo menos hasta que el ingreso reciente de China como importante consumidor mundial:

El deterioro de la participación en el comercio mundial o en los precios de estos productos se debe a que el avance de la industrialización aumenta la participación relativa de los bienes industriales y de mayor componente tecnológico, así como los servicios financieros (...) Por otra parte, el progreso técnico tiende a mejorar la utilización de insumos basados en recursos naturales y a sustituirlos por bienes sintéticos de origen industrial ( Hopenhayn y Rojo citados por Sevares,1998:48)

Si se tienen en cuenta estos datos, es difícil predecir que la apertura de mercados latinoamericanos podría producir una medida de la misma naturaleza en los países avanzados. A pesar del deseo implícito de industrialización latinoamericana, la colaboración parece difícil cuando los objetivos más profundos de los países desarrollados y los en vía de desarrollo parecen contradecirse. Ambas partes buscaban expandirse, pero las fuerzas de presión no parecían parejas:

El primer principio de la política exterior estadounidense es que fue diseñada para crear y mantener un orden internacional en el que los negocios locales puedan prosperar en un mundo de sociedades abiertas, cuyo significado inmediato es el de sociedades abiertas a la inversión redituable, a la expansión de los mercados de exportación y la transferencia de capital y a la explotación de recursos materiales y humanos por parte de las subsidiarias y corporaciones norteamericanas. El verdadero significado de “sociedades abiertas” son sociedades abiertas a la penetración económica de Estados Unidos y al control político” ( Traducción propia. Chomsky 1997:6-7)

Más allá de la crítica de Chosmky, otros estudiosos plantearon los errores y las dificultades que acompañaron a la aplicación del Consenso en el tiempo, desde el país y los organismos que los propiciaron. Repasemos, entonces, las críticas del ex economista en jefe del Banco Mundial y premio Nobel de economía en 2001, Joseph Stiglitz.

1.6. Críticas al Consenso de Washington :1.6.1. Joseph StiglitzStiglitz (2004) comenzó sus críticas al Consenso desde una de las organizaciones dedicadas originalmente a su propagación, el Banco Mundial. Recordemos que el Banco tiene como misión “la reducción de la pobreza, y el aumento del nivel de vida de la población mundial” tal como reza su página web. Si bien el Fondo exhibe una lista de funciones

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múltiples entre las que se encuentra erradicar el desempleo, en la práctica, su propósito parece centrarse en la estabilidad financiera internacional, de ahí que opere como auditor de las medidas aplicadas en los países emergentes y que las políticas que propone se alejen de cualquier carácter anticíclico para asegurar la solvencia en el corto plazo. Stiglitz señala la siguiente paradoja: mientras en los países centrales se aplican políticas tales como reducción de impuestos o aumento del gasto público para reactivar las economías en problemas, las aconsejadas por el Fondo para países emergentes en caso de recesión, suelen ser medidas de “choque” para reducir el déficit fiscal, aumentar impuestos etc. que concluyen en una contracción mayor, profundizando el ciclo en lugar de revertirlo. Lógicamente, reducir las economías no es la mejor manera de asegurar la solvencia, por lo menos, en el largo plazo:

Durante más de setenta años ha habido una receta estándar para cuando un país se enfrente a una severa caída en la actividad económica. El gobierno debe estimular la demanda agregada mediante políticas monetarias o fiscales: recortar impuestos, subir gastos o flexibilizar las políticas monetarias(...) Las economías en crisis en la zona (Sudeste asiático) se veían amenazadas por una fuerte recesión y necesitaban estímulo. El FMI emprendió justo el camino contrario con las precisas consecuencias que habría cabido predecir(...) Durante la crisis Stanley Fisher, subdirector ejecutivo primero del FMI, defendió las políticas en el Financial Times y dijo que todo lo que el FMI pedía a los países era qué ¡ tuvieran un presupuesto equilibrado!. Durante setenta años ningún economista respetable ha creído que una economía que va hacia una recesión debe tener un presupuesto equilibrado (Stiglitz, 2004 :140)

A pesar de que el FMI y el Banco Mundial son organismos bastante relacionados, esas diferencias mencionadas en sus misiones pronto se traducirían en disparidad de criterios, sobre todo cuando las crisis entre los países emergentes comenzaron a apilarse desde distintos extremos del planeta (México 1994, Sudeste Asiático 1997, Rusia 1998, Brasil 1998-9, Argentina 2001-2) . Stiglitz parece haber sido el emisor más destacado de esa voz divergente desde el Banco Mundial.Para el autor, el problema fundamental del Consenso se centra en que las políticas recomendadas (un medio para el desarrollo) se convirtieron en fines en sí mismas, perdiendo toda posibilidad de flexibilización o de adaptación al contexto particular de cada país.Esta radicalización en las exigencias de aplicación, precipitó las condiciones para que los resultados estuvieran muy lejos de lo esperado. Stiglitz realiza una enumeración de las fallas más evidentes en cada una de las políticas consideradas como fines por el FMI de acuerdo a los lineamientos del Consenso de Washington A saber:

a. Privatizaciones: Si bien se iniciaron amplias privatizaciones de empresas públicas con el fin de reducir el Estado al mínimo y con la consideración de que el mercado podía operarlas eficientemente, el problema se centró en los mecanismos de privatización. En algunos casos, resultaron transferencias de monopolios del Estado a monopolios o oligopolios privados con el consiguiente efecto en el mercado. Por otro lado, no se introdujeron seguros de desempleo para paliar los efectos de los probables despidos, ni se establecieron reglas y penas para evitar la corrupción en las licitaciones. Como vimos, en la misma simplificación de las principales reglas del Consenso no se consideró la necesidad de asegurar que el Estado cumpliera

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cabalmente con la provisión de bienes públicos (educación, salud, infraestructura). Teniendo en cuenta las múltiples deficiencias de las políticas de privatización, Stiglitz señala que “El problema no es que el gobierno sea demasiado grande sino que esté haciendo lo que debe”.( Stiglitz,2004:299) En resumen, la cuestión no era la dimensión sino la eficiencia en el cumplimiento de los objetivos.

b. Liberalización: b.1.En el caso de la liberalización del mercado de bienes, el problema se centra en que no se produjo simétrica ni gradualmente (para darles protección inicial a las industrias locales). Como ya señalamos, la premisa que sustenta la imposición de apertura de mercados se basa en la teoría de las ventajas comparativas; teoría que establece el mecanismo en que operan las industrias en competencia para funcionar eficientemente. De acuerdo a esta teoría las actividades menos productivas se mueven hacia las más productivas, con fondos y capital humano. Sin embargo, en el día a día latinoamericano, las altas tasas de interés dificultaban los cambios y las nuevas inversiones.b.2. La liberalización de los capitales, por su parte, introdujo inestabilidad a través del ingreso de capitales golondrina, meramente especulativos, como ya fue señalado. En el caso de las inversiones genuinas, los problemas que se registraron fueron los siguientes: falta de leyes de competencia (en el caso de bancos extranjeros), falta de préstamos a PYMES (Argentina), corrupción, acuerdos injustos, presiones de los países de origen, revalorizaciones de la moneda.

a. Otros problemas relacionados: Las privatizaciones y la liberalización forzaron al desempleo antes de crear empleo. Las desregulaciones permitieron grandes conglomerados oligopólicos o monopólicos antes de crear competencia.

Después de este diagnóstico, Stiglitz proponen un “Post Consenso”, misma idea que sustenta el creador del término, John Williamson. Veremos seguidamente, cuales son sus propuestas, junto con las de otros autores, que ponen su acento en las fallas locales.

1.7. El Postconsenso de Washington. Un acento en fallas locales:

Shahid Javed Burki y Guillermo Perry (1998), funcionarios de relevancia en el Banco Mundial realizaron un informe sobre el funcionamiento del Consenso partiendo de la prioridad subyacente de obtener estabilidad económica:

Según una visión consensual, estas prioridades eran necesarias para aprovechar los posibles beneficios de los crecientes volúmenes de intercambio y flujos de capital. Experiencias posteriores han demostrado fehacientemente que las políticas prescriptas en el marco del Consenso de Washington están dando fruto. (...) se revisó la evidencia que existe y se concluyó que la reanudación del crecimiento económico de la región en la década del noventa estuvo estrechamente ligada a la aplicación de muchas de las políticas recomendadas en el marco del Consenso de Washington (Burki, Perry,1998:1)

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Sin embargo, señalan los autores, no disminuyeron “de manera significativa la pobreza y la inequidad” mientras “este resurgimiento del crecimiento no estuvo asociado a una fuerte demanda de mano de obra en el sector formal; el crecimiento de las exportaciones ha estado concentrado en los sectores de uso intensivo de recursos naturales; la brecha salarial entre la mano de obra calificada y no calificada parece haber aumentado” ( ibidem, 1-2).Si bien el diagnóstico parece coincidir con Stiglitz, la explicación difiere.

¿Cuál es la solución propuesta al dilema de la desigualdad y la pobreza latinoamericanas desde este informe del Banco Mundial? Los autores proponen emprender reformas adicionales que tienen que ver con un “cambio institucional” entendiendo por instituciones “las normas que configuran el comportamiento de las organizaciones e individuos dentro de una sociedad” (ibidem,3) El problema entonces, parece referirse al marco en el cual se desarrollan los mercados, las normas formales e informales, las asimetrías en la información siempre dentro del país emergente.

Unos años después, John Williamson (2003) escribió su “Después del consenso de Washington” tratando de identificar cuáles eran las razones de un nuevo período de estancamiento y crisis en Latinoamérica:

Los autores de este libro no se enrolan en la posición de considerar las reformas de liberalización de los últimos quince años, ni la globalización, como responsables de los renovados problemas en la región.(Traducción propia.Williamson,Kuczynski,2003:2)

¿Cuáles son las causas, entonces de que los resultados no estuvieran de acuerdo con las esperanzas de la región? La sobrevaluación del peso frente a un flujo de capitales sin restricciones, por un lado, una reformas de primera generación insuficientes o incompletas (flexibilidad laboral, reformas fiscales). Los autores agregan que no se tuvo cuidado en generar crecimiento con equidad, tema que, como ya señalamos, nunca fue considerado en el consenso original, bajo el supuesto de que el crecimiento generaría “derrame”. Es preciso, sin embargo, destacar que el propio Williamson estableció la necesidad de cuidar el gasto en salud, educación e infraestructura, pero eso solió interpretarse como una eficientización del gasto en sí más que en la mejoras de los resultados. De todas formas, el consejo de Williamson ante las posibles fallas en la aplicación del Consenso se centraron en completar las reformas de primera generación e iniciar las de segunda referidas al “cambio institucional” para asegurar, entre otros, un mejor desarrollo de los mercados, de provisión de bienes públicos y de respeto a los derechos de propiedad (Williamson, Kuczynski, 2003). A diferencia de Stiglitz, nada dijo de las asimetrías mundiales con mercados de productos agrícolas protegidos en los países desarrollados y barreras aduaneras subrepticias en los productos terminados, creadoras de asimetrías. En Latinoamérica, Pedro Vuskovic Bravo(1996) se refiere al tema indicando o señales de alarma para Latinoamérica post aplicación del Consenso:

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Así pues, en rigor, en la actualidad la promesa de afirmar una dinámica de crecimiento global es una expectativa no cumplida. Las experiencias ya recogidas en diferentes países de la región ofrecen elementos de juicio suficientes como para abrir serios cuestionamientos respecto a las capacidades de cumplir aquellas expectativas, más allá de sus efectos de corto plazo en los equilibrios financieros: la idoneidad y eficacia del modelo como expresión de las conveniencias nacionales sigue siendo más una promesa incumplible que una realidad constatada. Sus éxitos son parciales, no gratuitos, al combinar una recuperación mínima de crecimiento con graves problemas sociales. Aún en los casos nacionales relativamente más favorables, según se expresan en la contención de las presiones inflacionarias y la expansión de las exportaciones, no se logra afirmar nuevas dinámicas de crecimiento ni mucho menos generar capacidad para compensar los sacrificios que se impusieron a las masas trabajadoras, constituyendo por el contrario a los salarios deprimidos la condición para mantener la estabilidad y para preservar la competitividad externa. Y frente a todo ello, los procesos privatizadores, la apertura externa y la contracción de los recursos disponibles, han debilitado notoriamente la capacidad de conducción social de la economía cuyo funcionamiento queda entregado a unas fuerzas de mercado que en definitiva no son más que el resultado de las conductas que asumen las grandes concentraciones de intereses económicos nacionales y extranjeros” ( Vuskovic Bravo,1996:111-112).

Teniendo en cuenta estos factores de influencia nos dedicaremos a analizar someramente las crisis de las tres principales economías de América Latina y la posible influencia del Consenso.

Segunda parte2. Latinoamérica y sus crisis bajo el Consenso de Washington

Hemos transitado por las razones que precipitaron a los países avanzados a proponer el Consenso de Washington y por las de los países latinoamericanos para aceptar las medidas. Hemos intentado exponer las asimetrías que vician en la práctica la aplicación de las normas principales del Consenso y las distorsiones que provocan algunas de sus propuestas. Con la aclaración del dato verificable de que Latinoamérica ha sido tradicionalmente un territorio sujeto a crisis periódicas, seguidamente analizaremos las eclosiones particularmente virulentas que se produjeron en las tres economías principales de la región (México, Brasil en menor medida y Argentina). Ese detalle aparentemente local, se redimensiona si consideramos que la crisis de 1994 en México inicia el ciclo en los países emergentes, que culmina con Brasil y Argentina, resultando en que tres eclosiones de las cinco, se produjeron en la región, territorio específico de aplicación del Consenso de Washington. Seguidamente entonces, realizaremos un análisis somero de algunos de los principales detonantes de forma tal que nos permitan detectar algunos de los factores principales que le dieron origen, tal como la apertura del mercado de capitales.

2.1La crisis del Norte. México:Después de algunos años de aplicación de medidas “neoliberales”, 1994 fue un año de singular importancia para México. Un año de grandes cambios y complicaciones que se iniciaba el 1º de enero con dos eventos simultáneos, la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación en Chiapas y continuaba con el asesinato del carismático candidato a presidente Luis Donaldo Colosio

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(23/3/ 1994) y el Ruiz Massieu, cuñado de Carlos Salinas de Gortari, para terminar con la asunción de Ernesto Zedillo como presidente, y en el broche de oro de un 21 de diciembre marcado por el estallido de una profunda crisis:

México enfrenta, a finales de este siglo, una de las crisis económicas más graves de su historia. Se trata de una perturbación cuyos rasgos, característicos de un largo período de sobreendeudamiento, inflación y aletargamiento económico muestran claramente el rostro de un país agobiado por los excesos especulativos, los que, una vez activados, tienen un manejo difícil e incierto, desde el momento que provocan desconfianza e incertidumbre (Solís, 1996:7)

Como ya señalamos, México había sufrido una crisis importante en 1982 que precipitó la declaración del default por parte del Presidente López Portillo:

La crisis de liquidez de 1982 fue originada entre otras causas, por las elevadas tasas de interés de los mercados internacionales y la caída de los precios del petróleo, combinadas con un fuerte crecimiento del producto bruto interno, que se manifestó en el desequilibrio externo de la balanza comercial y en un aumento del déficit fiscal ( Solís,1996:83).

A partir de allí, con el Presidente Lamadrid y luego con Carlos Salinas de Gortari se iniciaron cambios estructurales enrolados en lo que se suele llamar neoliberalismo: saneamiento de las finanzas públicas, privatizaciones -incluida la Banca-, liberalización de mercados, desregularización y simplificación de normas:

México en vista de volver a ser un buen sujeto del crédito internacional se sometió a las exigencias de los acreedores y entró en la estrategia de poner la casa en orden (...) Era preciso un ajuste heterodoxo, una concertación política, un Pacto social parecido a los que los grupos sociales más dinámicos e importantes en la economía habían venido realizando en las etapas cruciales del capitalismo en México. Todo ello con el fin de mantener la estabilidad política que garantizara a largo plazo el crecimiento y desarrollo del país (Dávila, 1995: 226).

Las medidas se sucedían con las reediciones de pactos entre los diversos sectores, en medio de esfuerzos estabilizadores en un principio, de crecimiento moderado después:

A pesar de los fuertes ajustes heterodoxos a los que ha sido sometida la economía de México a partir de 1987, para lograr la estabilización el crecimiento de la misma ha sido muy lento, en promedio casi el 3% del PBI, en los últimos seis años (...) Su momento de mayor recuperación en 1990 con un crecimiento del 4.5% del PBI se vio acompañado por un repunte inflacionario del 30% que el gobierno sólo pudo controlar mediante políticas económicas restrictivas implícitas ( Dávila,1995:279)

En 1994, la apertura comercial se profundizaba con el Tratado de Libre comercio a través de una “baja arancelaria del 43% para las importaciones de los Estados Unidos y 41 % del Canadá” (Solís, 1996:92-93). Esa desgravación se vio acompañada por una sobrevaluación del peso mexicano, lo que favoreció a las importaciones:

Debido a la importante disminución pactada en la tasa arancelaria, durante 1994 se reforzó el proceso de sustitución de productos nacionales por importados, debilitando la producción interna y dando origen al aumento de la tasa de desempleo, cierre de empresas, la insolencia financiera de algunas pequeñas, medianas y microempresas, trastornos que se tradujeron en un aumento de la cartera vencida (Solis, 1995:93).

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El desequilibrio en la balanza comercial sumado a la sobrevaluación del peso (que en diciembre de 1994 se estimaba en un 32.4%) pronto traerían consigo una devaluación:

No obstante que se habían tomado estas medidas, paradójicamente se volvió a cometer el mismo error que en 1981 cuando se utilizaron 20.000 millones de dólares de corto plazo para financiar el déficit de cuenta corriente. Desde 1993 empezó a aumentar la emisión de Tesobonos (deuda de corto plazo denominada en dólares) (...) De aquí que en 1995 los tesobonos se hayan convertido en un problema adicional, ya que la amortización en el año llegó a los 40.000 millones de dólares y la mayor parte estaba en manos de extranjeros lo que representaba una presión enorme sobre el mercado de divisas en un escenario de inestabilidad cambiaria ( Solís,1995:94-95).

Pero estos problemas no eran los únicos. Además de la inestabilidad política generada por las acciones del subcomandante Marcos, el cambio de gobierno etc, podemos señalar los inconvenientes generados con la apertura del mercado de capitales. México venía de 4 años de importantes déficits en cuenta corriente (de alrededor del 7%), con lo cual podría concluirse que el país se financiaba fuertemente con ahorro externo. En los años anteriores a 1994, habían ingresado alrededor de 90.000 millones de dólares de los cuales se fueron aplicando a inversión directa unos 5.000 al año, ya que el resto se concentró en inversiones en el mercado financiero. Como en el Sudeste asiático, unos años más tarde, los fondos comenzaron a retirarse masivamente ante los primeros indicios de crisis, profundizando el ciclo.La inyección de 50.000 millones de dólares del Tesoro Americano bajo un acuerdo con el FMI, permitió morigerar la crisis y mantener el rumbo. Sin embargo, el crecimiento sigue siendo pobre, por lo menos, hasta principios del 2009. Podemos, sin embargo, relacionar la crisis mexicana con múltiples problemas endógenos pero también con acciones originadas en el propio Consenso que no fueron tomadas en forma gradual, como aconsejara Williamson, con la brusca apertura de los mercados de bienes y capitales.

2.2. Las crisis del Sur. Brasil y Argentina:2.2.1.Brasil:En enero de 1994 asumió como presidente brasileño Fernando H Cardoso (reelecto en 1998), luego de un incierto período de turbulencias políticas que había concluido con la destitución de Fernando Collor de Mello. Durante su presidencia el país ingresa de lleno en el Consenso de Washington, a través de un proceso de privatizaciones y estabilizaciones monetarias. El PBI brasileño creció a un promedio del 4% anual entre 1994 y 1997, mientras que la implementación del Plan Real permitió incrementar el flujo de capitales de 2.200 millones en 1994 a 22.000 en 1998, fecha en que se produjo la asistencia financiera del FMI, ante la inminencia de una crisis. Sin embargo, la situación financiera era complicada. Los coletazos de la crisis mexicana y rusa habían generado una emisión de bonos públicos a cuenta de futuras privatizaciones y una “asistencia financiera “del Fondo Monetario de 30.000 millones de dólares entre 1998 y 19995. El Plan real empezó a hacerse insostenible y concluyó en la devaluación de la moneda brasileña en marzo de 1999 en

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medio de la crisis. En el 2001, con la crisis argentina y con el objetivo de evitar un nuevo contagio al Brasil, el FMI otorgó 10.000 millones de dólares adicionales.

2.2.2 Argentina:La crisis brasileña fue el último efecto externo que sufrió Argentina antes de ingresar también en su propio período de crisis. El comercio exterior argentino dependía en un 70% de Brasil, de ahí el fuerte impacto de la devaluación brasileña que dejó al país imposibilitado de exportar en un momento particular de gran necesidad de divisas. ¿Por qué? Argentina mantenía un sistema de convertibilidad en el cual sólo podía emitirse con el respaldo de dólares. Con las crisis iniciadas por México en 1994, Argentina empezó a sentir retraerse su ingreso de fondos con lo cual se disminuía la liquidez en el mercado. En principio, el flujo de fondos del exterior supuso el ingreso de unos 56.800 millones entre 1991-1997 y el déficit fiscal, por fin, se reducía. A través de las políticas de privatización y la de desregulaciones, el número de empleados públicos argentinos, disminuyó de 347.240 en 1989 a 66.731 en 1991 (Orlansky, 1997). Argentina crecía a ritmo sostenido y se convertía en el alumno dilecto del FMI, luego que la crisis mexicana había apartado a México del candelero. Sin embargo, ciertos problemas ya se anunciaban: la tasa de desempleo iba en aumento (7.4% en 1990,17.5% en 1995,12.9% en 1998 según la CEPAL demostrando de que la teoría de que los empleados dejados cesantes por las privatizaciones serían absorbidos por el crecimiento no se produjo en la realidad. Los planes del gobierno suponían que la desocupación originada en retiros voluntarios y despidos de empresas públicas se iba a compensar con la inversión privada que fluía al país, pero las nuevas inversiones resultaron capital-intensivas, con renovación de bienes de capital interesante, pero sin incrementos significativos de empleo.Pero otra cuestión fundamental gestada en estos años haría posible la profundización de la crisis durante el gobierno de de la Rúa en el 2001. El aumento del gasto público. Después de la baja inicial apoyada en privatizaciones, cierta racionalización del gasto, la reforma fiscal y la persecución a la evasión, el gasto volvió a dispararse sobretodo en 1994 con la Reforma Constitucional y las negociaciones por el artículo que permitía la reelección directa de Menem en 1995. Era el momento de la crisis mexicana, y los flujos de fondos empezaron a espaciarse. En medio de un sistema de convertibilidad donde cada peso estaba respaldado por un dólar, el estrangulamiento parece ser la única posible consecuencia si se reducen los ingresos de divisas y se aumentan los gastos internos. A pesar de alguna zozobra financiera, Argentina pudo superar la crisis mexicana. A inicios de 1999, con la devaluación brasileña, la historia fue diferente. A la reducción de divisas por el ingreso de capitales se agregó la disminución de divisas por exportaciones, ya que como señalamos, las exportaciones argentinas se concentraban en Brasil. Esa percepción de ahorcamiento financiero se tradujo en la proliferación de pagos en bonos a los numerosos empleados públicos en las provincias, en alzas en las tasas de interés, en iliquidez y finalmente en fuga de capitales: entre el 2001 y el 2004 se produjeron transferencias netas de recursos a

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valores nominales por 56.700 millones según la CEPAL6, prácticamente los mismos montos que habían ingresado años antes. Es así como, con la salida de fondos de 15947 millones en el 2001, el mercado experimentaba cada ves menor liquidez, lo que llevó a normas desesperadas por parte del nuevamente ministro Cavallo. Su idea del “déficit cero” suponía que las provincias ajustaran los gastos a los ingresos, por otro lado, ante la necesidad de fondos frescos para el gobierno federal, el ministro estableció la obligación de invertir gran parte de las carteras de los fondos de pensión en deuda pública, el “corralito” que establecía restricciones para pagar en efectivo. La crisis, extrañamente, tuvo su eclosión el día de aniversario de la crisis mexicana: 21 de diciembre del 2001. El presidente renunció, se aplicó la ley de acefalía y luego de una sucesión de presidentes interinos, las cámaras designaron a Eduardo Duhalde para el Ejecutivo, paradójicamente el derrotado en las elecciones generales de 1999. Las medidas tomadas a inicios del 2002, sin embargo, contribuyeron a profundizar la crisis: declaración de default, devaluación al 200%, establecimiento de la pesificación asimétrica (donde los deudores en peso por deudas en dólares abonaban a cambio 1, aquellos con deuda en el exterior a 3, y los inversionistas locales de plazos fijos en moneda extranjera recibirían 1.4 a largo plazo) etc. La pobreza alcanzó un nivel inusitado del 53% y la indigencia del 24.8 % según el propio organismo argentino de Estadísticas y Censos (INDEC).

El cataclismo se produjo en el 2001. Primero una fenomenal corrida bancaria , secuela de la retirada presurosa de las inversiones financieras, llevó a la congelación de los depósitos y consecuentemente a una crisis económica vertiginosa, acentuada más tarde por la devaluación asimétrica que dejo un problema entre los deudores y acreedores insolubre en términos lógicos. Paralelamente las protestas sociales- algunas espontáneas , otras movidas por los aparatos partidarios peronistas- y finalmente la crisis política desencadenada por los gobernadores peronistas, provocando la renuncia del presidente, institucionalmente agravada por la renuncia del vicepresidente un año antes (...) Varios fueron los signos emergentes de la crisis. La falta de moneda nacional y la proliferación de bonos provinciales de dudoso valor. El cuestionamiento a los contratos comerciales. La creciente inseguridad pública y el recrudecimiento de los actos criminales (...) Y finalmente la dudosa existencia del orden jurídico, por la incapacidad estatal de hacer cumplir la ley” ( Romero 2003:108-109)

Después de las crisis de México, el Sudeste asiático, el default ruso y la de Brasil en la que el Fondo había intervenido activamente con planes para la recuperación dentro del marco de sus propias propuestas, se produjo la eclosión argentina. Esta vez, la preocupación central del Fondo y los Estados Unidos era minimizar el contagio:

Cada crisis es diferente, usted va de país en país, usted sabe, México con ciertos problemas de deuda denominada en dólares,; para Asia, los problemas deben situarse en el sector financiero, hay decenas de otras crisis derivadas por muchas diferentes causas, cuando se estudia una por una ¿ hay una posibilidad de contagio? Y cuando pasa esto: ¿qué conduce al contagio? ¿la vecindad o los vínculos financieros” (Traducción propia. Departamento de Investigación del Fondo Monetario Internacional,2001)

El caso de Argentina muestra que con la suficiente preparación la comunidad internacional no tiene que enfrentarse con el contagio cada vez que un gran prestatario tenga problemas. El Fondo tomó

6 ara más información ver el Anuario Estadístico para América Latina y el Caribe 2004Cuadro sobre transferencia neta de recursos

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medidas a través del programa existente en Brasil para brindar confianza de que el vecino más cercano de Argentina no caería víctima del contagio (Traducción propia,. K Dam, Subsecretario del Tesoro Americano,2002)

¡Lástima que no se les había ocurrido antes, para proteger a Argentina de Brasil! Por suerte para el país carioca, recibió ayuda sostenida antes, durante y después de su propia crisis. Mientras a Argentina ( y a sus casi 40 millones de habitantes) se los dejo solos a su suerte:

Nosotros entendemos que el desarrollo sostenido depende de las economías basadas en el mercado, de sólidas políticas monetarias y fiscales, y del comercio más libre en nuestro vecindario. Los recientes eventos en Argentina no hacen nada para cambiar esta realidad (...) Nosotros compartimos lazos de comercio, cultura y familia. América está esperanzada en que Argentina supere estos tiempos difíciles ( Traducción propia. George Bus h ( hijo) 2002)

Habría que preguntarse si ese dejar sola a Argentina resultó una ventaja para los mercados financieros a la larga. La renegociación de la deuda luego del default supuso un reintegro de alrededor de 38 centavos por dólar. Joseph Stiglitz valora esa dureza final argentina en la negociación, lo que le permitió un importante desahogo para seguir creciendo. Extrañamente con las elecciones en el 2007, vuelven los fantasmas del pasado. Un incremento importante del gasto público improductivo hace temer aquello que anunció Raúl Prebish en los años veinte con su teoría de los ciclos económicos argentinos, se repita. Prebish estableció un ciclo con períodos claramente diferenciados: unos de expansión y entradas de divisas y otros de retracción por circunstancias internacionales o propias. El problema, señalaba Prebish es que en épocas de prosperidad los privados importaban más y el Estado gastaba expansivamente convirtiendo los pagos al exterior y el gasto público en inelástico en momentos de recesión, de ahí que la crisis se disparara.Casi cien años después la teoría de Prebish parece seguir siendo vigente tanto para Argentina como para Latinoamérica. Así como Stiglitz comentaba el carácter procíclico de las medidas del Fondo en caso de recesiones, muchos países de Latinoamérica parece aplicar políticas prociclícas en momento de expansión, expandiendo el gasto y las importaciones en bienes terminados. De esta forma, así como las políticas del Fondo parecen precipitar a las crisis, las de muchos de nuestros países exhiben imprevisión en medio del crecimiento.

Conclusiones:

El propósito del somero relevamiento de eventos importantes en la historia más reciente de Latinoamérica a través de las expresiones de crisis era tratar de contrastar la teoría analizada en la primera parte con la realidad concreta en circunstancias extremas. Las tres crisis permiten detectar la influencia negativa del flujo de capitales especulativos sin restricciones y la combinación letal de su uso en operaciones que conviertan su devolución inmediata en dificultosa. La característica principal de estos fondos puede centrarse en su afluencia conjunta y su retiro también conjunto. La experiencia del Sudeste asiático, México y Argentina nos permiten claras lecciones del daño que pueden generar. Por supuesto, en un medio de ahorro limitado como el latinoamericano, la inversión externa

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(ante la escasez de la propia) puede resultar muy beneficiosa; pero establecer ciertos límites para acotar el ingreso de capitales golondrina no significa perjudicar los destinados a la inversión. Por ejemplo, Chile muestra un camino responsable a través de instituciones que priorizan los fondos externos para la inversión genuina, obteniendo como resultado una mayor estabilidad y resistencia a las crisis.Por otro lado, la influencia del deficit fiscal y la imposibilidad de seguir financiándolo pareció determinante en los tres casos, tal como lo indicara Williamson.Como ya señalamos, pensadores del Banco Mundial como Burki, Perry, Williamson y Kuczynski aconsejan a los países emergentes profundizar las reformas y producir un cambio institucional. Es evidente que el cambio constante en reglas de juego, las confiscaciones de ahorro (ya sea por la inflación, los desagios, ahorros forzosos, restricciones a acceso fondos etc) o las dificultades para hacer cumplir contratos, entre otras, atentan contra la inversión dentro de nuestros países. Sin embargo, como lo afirma Joseph Stiglitz, el problema de las deficiencias en la aplicación del Consenso de Washington exhibe culpas compartidas. Por un lado, errores en los propios gobiernos locales, por otro, graves dificultades en el contexto internacional que se ha ubicado en competencia frente a los países emergentes a quienes se percibe más como clientes que como proveedores de bienes con alto valor agregado.

A pesar de todas las complicaciones que la globalización y sus asimetrías imponen a los países emergentes, puede ser preciso recordar que ambas críticas deberían ser tomadas en cuenta y para originar revisiones. Después de todo un mercado global a sectores hoy excluidos permitiría cumplir lo que señalara David Ricardo con la “Ley de Ventajas Comparativas”: aumentar la masa general de producciones” y difundir “el beneficio general” además de unir” por medio de los lazos de interés y el intercambio, la sociedad universal de naciones de todo el mundo civilizado”( Ricardo,1985:81)

Por parte de Latinoamérica, dicha revisión debería ser complementada con la formulación de un proyecto de Nación a largo plazo ya que:

El desarrollo es siempre un proceso gestado desde dentro de la realidad de cada país y resulta de su capacidad de insertarse en el escenario mundial consolidado la capacidad de decidir el propio rumbo en el mundo global (Ferrer,1998: 93)

Ojalá, así sea...

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