El Comité de Etica | L. Justo. A. Macías, X. Sarrias...

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Comités de Ética en Neuquén: una propuesta democrática. Luis Justo y Andrea Macías Los comités de ética se vienen fundando en la últi- ma mitad de este siglo, en diferentes momentos. Su origen se centra en el problema de la tecnologiza- ción de la medicina. Una gran tecnificación de la medicina produce una deshumanización de la aten- ción médica, una sensación de vacío. Introducción Comités de Ética ¿para qué? Más allá de eventuales diferencias en los detalles, parece haber una coincidencia general en que los comités de ética hospitalarios deben cumplir con una función de protección del paciente. Pero ¿protección frente a quien, frente a que? En teoría los hospitales son sitios donde se acude en busca de auxilio, de cuidado, de solución a los problemas de salud que presenta quien recurre a ellos. ¿Cómo es que el paciente requiere protección, a tal grado que la institución debe crear un orga- nismo interno que garantice la misma? ¿Se han transformado los hospitales en sitios donde la salud y el bienestar del paciente corren mas riesgos que en su exterior? ¿Sería concebible que una madre requiriera de un vigilante permanentemente a su lado para evitar que le causara daño a su hijo? Algo funciona mal cuando leemos que: “en situa- ciones de cuidado agudo de la salud, las relacio- nes entre pacientes y médicos son, si bien no exac- tamente entre adversarios, por lo menos tales que los pacientes normalmente no deben suponer que ellos y sus médicos participan en una empresa co- mún con valores y objetivos comunes”[1] Algo funciona en forma perversa cuando se com- prueba que se hacen por año 850.000 cesáreas in necesarias en Latinoamérica[2] En nuestro país, Sorokin[3], en un lúcido trabajo sobre la relación médico-paciente, luego de reali- zar un pormenorizado análisis histórico afirma “El encuentro del equilibrio para que la Medicina Moderna logre promover nuevamente la aproxi- mación del médico y el enfermo está aún por lle- gar y todavía parece lejano.” Quizás, aportando otra lectura, podríamos plantear la alianza entre la medicina y el poder, tal como claramente la describe Foucault: “El poder político de la medicina consistía en distribuir a los indivi- duos unos al lado de otros, aislarlos, individuali- zarlos, vigilarlos uno a uno, verificar su estado de salud, comprobar si vivían o habían muerto, y en mantener así a la sociedad en un espacio dividido, inspeccionado, constantemente vigilado y contro- lado”[4] “...puede afirmarse que en el siglo XX los médicos están inventando una sociedad ya no de la ley, sino de la norma... los que gobiernan en la sociedad ya no son los códigos sino la perpetua Cátedra de Licenciatura en Kinesiología & Fisiatría Bioética Los Comités de Ética Bioetica Bioetica Bioetica Bioetica [email protected] 1

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Comités de Ética en Neuquén: una propuesta democrática. Luis Justo y Andrea Macías Los comités de ética se vienen fundando en la últi-ma mitad de este siglo, en diferentes momentos. Su origen se centra en el problema de la tecnologiza-ción de la medicina. Una gran tecnificación de la medicina produce una deshumanización de la aten-ción médica, una sensación de vacío. Introducción Comités de Ética ¿para qué? Más allá de eventuales diferencias en los detalles, parece haber una coincidencia general en que los comités de ética hospitalarios deben cumplir con una función de protección del paciente. Pero ¿protección frente a quien, frente a que? En teoría los hospitales son sitios donde se acude en busca de auxilio, de cuidado, de solución a los problemas de salud que presenta quien recurre a ellos. ¿Cómo es que el paciente requiere protección, a tal grado que la institución debe crear un orga-nismo interno que garantice la misma? ¿Se han transformado los hospitales en sitios donde la salud y el bienestar del paciente corren mas riesgos que en su exterior? ¿Sería concebible que una madre requiriera de un vigilante permanentemente a su lado para evitar que le causara daño a su hijo? Algo funciona mal cuando leemos que: “en situa-ciones de cuidado agudo de la salud, las relacio-nes entre pacientes y médicos son, si bien no exac-tamente entre adversarios, por lo menos tales que los pacientes normalmente no deben suponer que ellos y sus médicos participan en una empresa co- mún con valores y objetivos comunes”[1] Algo funciona en forma perversa cuando se com-prueba que se hacen por año 850.000 cesáreas in

necesarias en Latinoamérica[2] En nuestro país, Sorokin[3], en un lúcido trabajo sobre la relación médico-paciente, luego de reali-zar un pormenorizado análisis histórico afirma “El encuentro del equilibrio para que la Medicina Moderna logre promover nuevamente la aproxi-mación del médico y el enfermo está aún por lle-gar y todavía parece lejano.” Quizás, aportando otra lectura, podríamos plantear la alianza entre la medicina y el poder, tal como claramente la describe Foucault: “El poder político de la medicina consistía en distribuir a los indivi-duos unos al lado de otros, aislarlos, individuali-zarlos, vigilarlos uno a uno, verificar su estado de salud, comprobar si vivían o habían muerto, y en mantener así a la sociedad en un espacio dividido, inspeccionado, constantemente vigilado y contro-lado”[4] “...puede afirmarse que en el siglo XX los médicos están inventando una sociedad ya no de la ley, sino de la norma... los que gobiernan en la sociedad ya no son los códigos sino la perpetua

C á t e d r a d e

Licenciatura en Kinesiología & Fisiatría Bioética

Los Comités de Ética

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distinción entre lo normal y lo anormal”[5] En el campo de la salud se genera una tensión, una oposición entre los intereses del poder y los de la ciudadanía, reflejando el conflicto presente en una estructura social que produce concentración de las riquezas entre aquellos que detentan el poder y exclusión entre aquellos que carecen de él. No puede resultar sorprendente, en este contexto, que surja la necesidad de una instancia que medie entre los intereses del paciente y los de la medici-na. Tampoco puede resultar sorprendente que esto ocurra en el campo de la ética, si aceptamos que en la misma se proyectan precozmente las pugnas de valores que surgen de la lucha social como cuestionamiento del poder constituido. Aparecen así los comités de ética. Pero, puesto que esta aparición se debe más a los reclamos ciudadanos que a la demanda mé-dica, no sorprende que rápidamente la corpora-ción médica se apropie de los mismos y recomien-de que estén compuestos por “profesionales”, mu-chos de ellos médicos y otros afines, o por lo me-nos del mismo nivel social. Así veremos como recomendación que “el Comité de Ética Asistencial esté constituido por un tercio de médicos, un tercio de enfermeras y un tercio de otras personas, entre los que puede haber un espe-cialista de ética, un capellán, una asistente social, un abogado, un representante de la comunidad (¡!), y un psicólogo”[6]. Se advierte aquí gráficamente el carácter de élite dominante que esta representación propuesta posee, de forma tal que la estructura social de clases se reproduce al interior del Comité de Ética. La propuesta en la provincia de Neuquén Planteada hacia fines del 2000, la tarea de crear los Comités Hospitalarios de Ética (CHE) en la pro-vincia del Neuquén se pensó con la convicción de que sólo sería posible hacerlo si las personas que integraban los servicios de salud lo aceptaban co-mo una instancia útil y de aplicación factible. La Provincia del Neuquén cuenta con un sistema de salud de muy profundo arraigo, creado hace más de 30 años por los Dres. E. Moreno y N. Pe-rrone, con un decidido enfoque hacia la atención primaria de la salud, y que ha logrado una mejoría notable en las condiciones de salud, ubicando a la provincia entre los mejores distritos del país por sus indicadores. Este sistema de salud cuenta, por ejemplo, con dos

residencias completas que forman médicos genera-listas que suplen las necesidades provinciales, así como con residencias lineales que forman especia-listas en las clínicas básicas. La continuidad en la aplicación del plan de salud (rasgo poco habitual en nuestro país) a través de los sucesivos gobiernos del partido provincial hegemónico, permitió la formación y consolida-ción de cuadros medios de conducción técnica que mantienen el progreso de la atención, aún en medio de la innegable crisis actual. La población, en forma correspondiente, siente el sistema como propio y está, en general, bastante satisfecha con el nivel de las prestaciones[7]. El personal de salud, por otra parte, siente un legí-timo orgullo en pertenecer al “sistema”, cuyo nivel de atención supera francamente al del sector “privado” (en realidad de obras sociales).

En este marco la tarea de plantear la constitución de Comités de Ética, si bien se ve favorecida por el nivel institucional y técnico, enfrenta también un grado de capacidad crítica que, en algunas ocasio-nes, puede exacerbarse causando en el mismo per-sonal algún grado de daño en cuanto a las relacio-nes interpersonales. Además, la desocupación en aumento priva a cada vez mas gente de obra social, haciendo que la pre-sión de la demanda sobre el hospital público se incremente progresivamente. Debe también tenerse en cuenta el elevado grado de conflictividad social de la provincia, no casualmente cuna de los pique-tes en Cutral Co. En medio de este panorama, la empresa de recorrer la provincia proponiendo el debate sobre comités de ética, no parecía sencilla. Sin embargo precisa-mente momentos de crisis como el actual parecen haber favorecido, más que obstaculizado, la tarea de trabajar sobre el eje ético. El programa se estableció sobre algunas ideas sen-cillas: Realizar en una primera instancia talleres de sensibilización, para acercar a los trabajadores de la salud un primer conocimiento sobre los grandes temas de la bioética; Hacer convocatorias horizontales, de forma tal que todos los integrantes del sistema, sin diferencias jerárquicas ni por rama, fueran convocados a parti-cipar. Como lo planteáramos en diversos foros[8]-[9],

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¿COMITES DE ETICA EN NEUQUEN?

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partimos de la base de que todos los integrantes de un sistema de salud son profesionales por vocación y dedicación, tengan o no título universitario. El trabajo sobre casos reales, vividos por una de nosotros (A.M.) en su experiencia como médica generalista en la cordillera y en la capital provin-ciales. La comprobación de que los dilemas éticos se plantean en la actividad cotidiana a través de ejemplos sentidos como cercanos facilita la apro-piación de los planteos éticos sistemáticos. La edición de un material de trabajo especial para el programa.[10] El material requirió un cuidadoso trabajo con el lenguaje que permitiera adecuarlo a un público heterogéneo, lo que se logró sólo parcialmente (ver más adelante). Se realizaron durante en año 2001 ocho talleres, a los que concurrieron 138 personas, incluyendo mé-dicos, mucamas, enfermeros, administrativos, téc-nicos de laboratorio, choferes, psicólogos, trabaja-doras sociales, agentes sanitarios, personal de mantenimiento, fonoaudiólogas, odontólogos, etc. Se realizó una encuesta pre y una postaller, con fines de evaluación. La evaluación de los Talleres permitió concluir que: A) Resultaron en general satisfactorios para los participantes. B) Un porcentaje elevado concurrió porque “lo mandaron” (24%) y un 20% manifestó no saber a que concurría, lo que refleja serios problemas de comunicación dentro del sistema. C) A la mayoría le sirvió para aumentar sus cono-cimientos sobre la bioética (99%) y sobre los Co-mités Hospitalarios de Ética (96%). D) La totalidad (100%) consideró claro el material didáctico entregado, si bien hubo diferencias entre profesionales y no profesionales respecto al grado de claridad (en gran medida o moderadamente cla-ro). E) El 91% consideró la cantidad de información como adecuada. Entre el 9% que no lo consideró así hubo una mayor incidencia de profesionales. F) El 100% de los participantes consideró a los casos como representativos de la práctica diaria. G) La totalidad consideró clara la exposición de los docentes. H) El 97% consideró como positiva la implementa-ción de los Comités Hospitalarios de Ética para el sistema de salud y para la comunidad. I) En la encuesta postaller un 92% manifestó inte-

rés por formar parte de un Comité Hospitalario de Ética, en contraste con el 64% en la encuesta preta-ller. Los comentarios de las encuestas fueron de una riqueza extraordinaria. Citamos a continuación en forma textual algunos de ellos: - Creo que es necesario promover el encuentro de los Agentes de Salud para hablar. De que cosas, inicialmente no importa, el problema es que no existen canales y códigos comunes. A posteriori de lograr esto podemos empezar a poner el nombre a los contenidos: bioética (trabajadora social). - El taller realizado fue muy bueno, los temas trata-dos son muy interesantes y se relacionan muy pare-cidamente a los casos de la vida real y de nuestro trabajo diario. Me parecería muy importante que estos temas sean tratados mas seguidamente y so-bre todo con todo el personal de salud y con la po-blación en general (enfermero). - La participación fue libre y respetada. Me hubiera gustado hacer (role playing, que ya se hizo en ta-lleres en esa zona) y hubiera sido más participati-vo (mucama). - El taller tiene un lenguaje muy técnico, me pare-ció más dedicado a los profesionales, y el sector de no profesionales queda al margen de los comités (chofer). - Ninguna ley puede dar poder al Comité. El poder, si lo tiene, es el de influir por sí mismo, por su au-toridad moral, ser referente (técnico de laborato-rio). - Muy interesante todo lo planteado y el intercam-bio interdisciplinario. Lástima que al final una mé-dica plantea formar un comité solo con médicos. Esto demuestra lo difícil que es concretar lo plan-teado en el taller (fonoaudióloga). - La no aceptación de los profesionales de la inter-disciplinariedad es lo que puede retardar todo este proceso (mucamo). - Si los que participamos en el curso tuviéramos interés en formar un comité para mi no es muy fá-cil ya que muchas veces no hay comunicación des-de el agente de salud al profesional. Muchas veces se hace difícil que un profesional participe una o dos horas en una charla educativa de los agentes sanitarios (agente sanitario).

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- Es necesario mas personal profesional y no profe-sional con dedicación a los problemas de la comu-nidad (agente sanitario). - Sugerencia a los docentes: sería interesante poder compartir con el resto de nuestros compañeros de los distintos sectores, porque los casos que surgen (en nuestra zona) son muy diferentes a los que que suceden en la ciudad. Nuestra comunidad está muy ligada a las comunidades mapuches y por ende la cultura nos obstaculizaría la aplicación de princi-pios (auxiliar de estadística). - Ya basta de visiones verticalistas (enfermero). Comentario Intentar la implementación de Comités Hospitala-rios de Ética en el momento actual de nuestro país plantea varios desafíos. El primero es el de preguntarse si este es en realidad el momento ade-cuado para hacerlo. La respuesta puede provenir otra pregunta: ¿Hay un momento óptimo para comenzar tareas vinculadas a la ética? Quizás una situación en la que los valores y las conductas se ven amenazados por una realidad desolada sea el momento propicio. Se hace hoy mas visible que nunca la situación de injusticia, de abandono, de desesperanza[11]. Los pedidos de ayuda aumentan, y también la vio-lencia con que son hechos. El trato cotidiano se deteriora y el público se impacienta. La gente que trabaja en salud se siente agredida por los pacien-tes, por los bajos salarios, por la falta de recursos para un trabajo adecuado. Es en éste momento cuando son necesarios mas que nunca los valores éticos, los andamiajes mora-les. Habiendo concluido que el momento es opor-tuno se plantea un segundo interrogante: ¿cómo armar los comités, a quien convocar, con que obje-tivos? Nos hemos planteado unas respuestas opera-tivas, de carácter provisorio, pero basadas en la convicción democrática. Entendemos a los Comités Hospitalarios de Ética como espacios democráticos de deliberación y reflexión ética sobre las prácticas en salud com-partido por los trabajadores de la salud y la co-munidad a la que sirven. Apuntamos con esto a dos objetivos. El primero de ellos es el de reafirmar la concepción de que la salud es un problema de la gente, de la comuni-dad, y que su destino debe ser discutido conjun-

tamente con los técnicos y profesionales. Creemos que el pueblo debe tomar la salud en sus manos. El segundo apunta a sostener las reglas de la deli-beración democrática, que utiliza el respeto y la habilitación de todas las voces para lograr los consensos necesarios[12]. Pensamos, además, que la mejor manera de desig-nar a los integrantes de un comité es por elección entre aquellos que se propongan para hacerlo, ya que esto constituye una buena forma de seleccionar a las personas que tengan una trayectoria moral respetable. Entendemos también que la actividad de “atención de la salud” está conformada y llevada adelante por todos los integrantes del personal de las institucio-nes sin exclusión posible y que por lo tanto, cuan-do se plantea debatir sobre temas éticos en la prác-tica de esa atención deben ser convocados todos los sectores. Queda claro que no compartimos los criterios eli-tistas que mencionamos en la introducción, en cuanto a la composición de los comités por profe-sionales universitarios, religiosos y alguna “persona educada y culta” que represente a la comunidad. Creemos que manteniendo las dos ideas básicas recién mencionadas es difícil que se organicen co-mités que respondan a una concepción elitista de ese tipo. La protección contra el poder hegemónico de los médicos y la medicina, que citábamos al principio, se hace así mas factible. Otro desafío es el de trabajar sobre el lenguaje escrito. El hábito académico se hace a veces sofo-cante y dificulta la comunicación. Pero además, en la preparación de materiales se debe recurrir a ejemplos y vivencias habituales, cotidianas. Sin embargo no fue, aparentemente, suficiente. Parecería haber diferencias en lo que hace a la ac-cesibilidad del texto entre los grupos denominados como “profesionales” y “no profesionales, deno-minación que cuestionamos. El grupo de no profesionales encontró a los mate-riales accesibles en gran medida en un 61%, ci-fra que se elevó entre los profesionales al 81%. Esto puede deberse a dos causas básicas: 1) El lenguaje utilizado planteó diferente dificultad a los dos grupos; 2) El grupo “profesional” tiene un mayor entrena-miento permanente en lectura de textos formativos.

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La inserción de un pedido de sugerencias e ideas para modificar el material escrito al final del libro apunta a corregir este problema, por lo menos en futuras ediciones[13]. Un cuarto desafío es el que proponen los casos con los que se trabaja. El mero conocimiento teó-rico, alejado de la experiencia diaria, desvinculado de los afectos, es vivido como poco relevante, y resulta de escasa utilidad para estimular el debate necesario. Muchas veces obtiene como efecto el alejamiento del sujeto, quien ve lo planteado como ajeno e inal-canzable. No dudamos de la importancia de la dis-cusión sobre el status ontológico de los clones, pe-ro sí de su relevancia para quienes atienden la sa-lud en la cordillera patagónica. Existía el temor (por cierto fundado), de que la presencia en los grupos de debate de personal de distintas jerarquía laborales y profesionales in-hibiera la participación de aquellos situados en po-siciones “inferiores”. La construcción colectiva de conocimiento, a partir de las nociones previas de los participantes, resultó de una riqueza extraordinaria. Así, las respuestas a la pregunta ¿qué entiende por bioética? arrojaron un conjunto de respuestas que por razones de espa-cio no reproduciremos acá, pero que abarcan y de-finen ampliamente a la misma, superando las defi-niciones académicas. El conflicto entre el personal de salud y el pú-blico tuvo una presencia significativa en las opi-niones recogidas en las evaluaciones de los partici-pantes. Esta presencia fue también vehemente en los deba-tes sobre casos, y evidentemente es vivida afectiva-mente como un hecho por momentos inexplicable. Quienes se han preparado para ayudar a los de-más se sienten injustamente atacados por los mis-mos a quienes deben ayudar. Creemos encontrar explicaciones (quizás parciales e incompletas) vinculadas al grado de violencia social que la actual situación impone sobre los ciu-dadanos. Esta violencia encuentra cauce de expresión en unas instituciones no represivas, como lo son las que prestan servicios de salud y de educación. También estuvo presente, y mucho, el conflicto entre los integrantes del sistema de salud, a pun-to tal de que se constituyó en el primer tema que los participantes consideraron que debían tratar los comités, lo que no forma parte de su repertorio

tradicional de incumbencias. Es preciso encontrar espacios de reflexión común sobre estos fenómenos. Si los Comités Hospitala-rios de Ética son útiles en ese sentido, bienvenida sea su utilidad, en tanto se evite que se transformen en espacios de ventilación de rencores personales. De la prudencia de sus integrantes dependerá la moderación imprescindible para abordar estos te-mas. El objetivo final es el de que queden constituidos los comités para que, en forma autónoma, comien-cen a trabajar en la etapa de autoeducación, con nuestro apoyo a distancia y, en caso de ser necesa-rio, presencial. Creemos que la formación de espacios de discu-sión e intercambio sobre la problemática bioética en la atención en salud compartidos por el personal de salud y la comunidad a la que prestan servicios , no es tarea fácil pero si posible. Fácil sería formar un comité de notables. Pero no es nuestro objetivo. Esperamos que los resultados que obtengamos re-flejen este ideal. De esta forma el problema de la justicia, el más significativo de los que afrontamos en la Argentina y Latinoamérica, estará en manos de quienes legíti-mamente deben debatirlo en el ámbito de la aten-ción de la salud y podrá ser tratado con equidad. NOTAS: * Cátedra de Bioética, Universidad Nacional del Coma-hue ** Hospital H. Heller, Subsecretaría de Salud de la Pro-vincia del Neuquén [1] Blustein J. The family in medical decisionmaking. Life Choices, A Hastings Center Introduction to Bioet-hics, 2nd. Edition, Georgetown University Press, Was-hington, 2000, p. 165. [2] Belizán JM, Althabe F, Barros F, Alexander S. Rates and implications of caesarean sections in Latin Ameri-ca: ecological study. British Medical Journal;319:1397-1402, 1999. [3] Sorokin P. Relación intersubjetiva médico-paciente: en defensa propia. Cuadernos de Bioética, AdHoc Bs. As. No 6, 2000, p. 109. [4] Foucault M. La crisis de la medicina o la crisis de la antimedicina. En: La Vida de los Hombres Infames p.96, La Plata, Altamira, 1996. [5] Foucault M. Op. Cit. p. 76. [6] Página Web del Hospital Virtual de Morón, del Co-legio Médico de Morón, acceso 17/6/02. Para aclarar agrega: “Deseamos subrayar que esta persona (la que

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proviene de la comunidad) conviene que sea culta, pru-dente y dialogante”. Podríamos agregar que debe ser limpíta, prolija y respetuosa. [7] Grünmann JD. El Plan de Salud del Neuquén. En: Arrúe W, Kalinsky B. De “La Médica” y el Terapeuta. La gestión intercultural de la salud en el sur de la Pro-vincia del Neuquén. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1991. [8] Justo L, Macías A. Comités de Ética: ¿grupos de notables o instancia democrática? Presentado en las 1as. Jornadas de Medicina Social y Salud para la Lucha, La Matanza, 27 y 28/4/02. [9] Justo L, Macías A. Los Comités Hospitalarios de Ética en la Provincia del Neuquén: una nueva propuesta. Presentado en las XII Jornadas de la Sociedad de Medi-cina Rural del Neuquén, 23-25/5/02, Junín de los An-des, Neuquén. [10] Justo L, Acuña L y col. Bioética: Guía Práctica para el Personal de Salud. La Plata, Arte Médico, 2001. [11] Aguiar D. La desocupación : algunas reflexiones sobre sus repercusiones psicosociales”, Rev. de Ps. y Ps. de Grupo, T. XX, N° 1, 1997, Bs. As. [12] Cortina A. Ética aplicada y democracia radical. Madrid, Tecnos, 1998. [13] Adicionalmente nos ha llevado a pensar en la ade-cuación de los textos que escribimos para los estudian-tes de medicina, que deberíamos someter a este mismo proceso pues, en definitiva, son para el uso de ellos.

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Comités Éticos Asistenciales (CEA) Xavier Sarrias Lorenz Comité Ético Asistencial Hospital Universitario de Bellvitge. Barcelona 1- Introducción Con su trabajo, el médico efectúa el diagnóstico, pronóstico y tratamiento de la enfermedad. Su actividad profesional se dirige al ser humano en-fermo. Por ello debe mostrar en todo momento un comportamiento moral alto. La responsabilidad de sanar a otro le exige una conducta excelente. Sin embargo, la complejidad de la medicina mo-derna exige del profesional de la salud algo más que conocimientos científicos, empatía y buena voluntad. Los problemas que se le plantean son en ocasiones de extraordinaria complejidad y su solu-ción dista mucho de resultar evidente. El profesional no encuentra en primera instancia el apoyo del sentido común, y en el juicio de su conciencia no encuentra sino duda. Es por ello que el médico del siglo XXI necesita conocer en profundidad la ciencia ética, tanto en sus principios generales como en las aplicaciones específicas propias de su profesión. Es la única forma de encontrar la mejor solución para cada uno de sus pacientes. . Para facilitar al profesional de la salud la reflexión ético-legal, aparecen en los años 70 los Comités Éticos Asistenciales (CEA). Con su labor orienta-dora, estos comités prestan un valioso servicio al médico, al paciente y a la sociedad, ayudando en cada caso a tomar la decisión más adecuada y evi-tando así el conflicto entre estas diversas instan-cias. De hecho, con el paso de los años los CEA han ido adquiriendo un papel relevante en el campo de la ética profesional y hoy apenas hay en occidente un hospital con alguna complejidad tecnológica sin su propio comité. Podemos describir los CEA como "un grupo multidisciplinar de personas que, dentro de una institución sanitaria, ha recibido oficial-mente la misión de aconsejar a los profesiona-les sanitarios en sus decisiones sobre las cues-tiones éticas planteadas en el curso de la prácti-ca clínica". 2- Hechos históricos que motivaron su naci-miento Después de los juicios de Nüremberg, el Código de Núrenberg abordó el tema de la protección de

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los sujetos humanos en los estudios experimenta-les. Más tarde, la Declaración de Helsinki (Asociación Médica Mundial, 1968) insistió en la necesidad de crear organismos que se encargasen de asegurar la calidad de los protocolos de investi-gación. A partir de este momento nacieron los Co-mités de Ensayos Clínicos. Algunos sucesos desgraciados colaboraron en el a-sentamiento de estos comités. Uno de los más fa-mosos fue el nacimiento entre los años 1959-1962 de más de unos 8000 niños con malformaciones congénitas severas a consecuencia de la ingesta por la madre de Thalidomida durante la gestación. Se trataba de un medicamento estudiado en Alema-nia en 1953 y comercializado en 1957. Las embarazadas lo usaban para aliviar sus moles-tias. Tras descubrirse su acción teratógena se ave-riguó que actuaba entre las semanas 35 y 42 de gestación originando diversas malformaciones en dependencia de la semana en que se ingería, desta-cando las focomelias como las más llamativas y típicas. Sucesos relacionados con la investigación revolu-cionaron también la opinión pública mundial. En los años 40, en Alabama (Estados Unidos), fue-ron reclutados 600 enfermos sifilíticos de raza ne-gra para un estudio observacional auspiciado por instituciones asistenciales y universitarias nortea-mericanas públicas Para poder observar la evolu-ción natural de la enfermedad. estos pacientes fue-ron sometidos a controles seriados, evitándo tra-tarlos, incluso tras el descubrimiento de la peni-cilina, y efectuándo la autopsia a los que fallecí-an. En 1963, en un hospital judío de Brooklin, fueron inyectadas células cancerosas vivas a un grupo de ancianos. Finalmente, dentro de un protocolo de investigación, en Nueva York se inoculó el virus de la hepatitis a una serie de niños afectos de minusvalía psíquica. Aunque estos estudios fueron hecho públicos y los responsables castigados por faltas de ética, se hizo patente la necesidad imperiosa de controlar la investigación con seres humanos con el fin de protegerlos y asegurar su necesidad y la calidad de su ejecución. Aunque ya en los años 20 se habían creado en Es-tados Unidos comités dirigidos a examinar una eventual esterilización de personas con deficiencia mental con fines eugenésicos o para la evaluación de posibles casos de aborto terapéutico, etc., sin embargo los comités asistenciales de ética surgie-ron definitivamente con ocasión de dos hechos: la constitución del Comité de Seattle y el caso

legal alrededor de la paciente Ann Karen Quin-lan. Con un centro dotado de siete hemodializadores nació en Seattle la hemodiálisis periódica en los a-ños 60. Hubo que recurrir a un sistema que selec-cionase los pacientes a dializar de entre las innu-merables solicitudes recibidas. Para ello se crearon 2 comités: uno de ellos era clínico mientras el otro debía juzgar los aspectos éticos y se componía de un abogado, una ama de casa, un funcionario gubernamental, un sindicalis-ta, un religioso y un cirujano. Este último fue - podríamos decir- el primer comité ético de la historia y era conocido como Comité de la Vida y de la Muerte.

Por otro lado, Karen Kinlan, una mujer de 21 a-ños, había tomado en una fiesta Valium, Librium y barbitúricos, juntamente con alcohol. Perdió el conocimiento y sufrió una apnea de 30 minutos, que le produjo un coma vegetativo. Sus padres adoptivos solicitaron la desconexión de la ventilación asistida y sus médicos se negaron. Se produjo un proceso jurídico cuyo veredicto fue favorable a los padres. Después de desconectada, vivió 10 años más. Esta decisión de los Tribunales de Justicia, junta-mente con una solicitud del congreso de EEUU a tal efecto, condujo a principios de la década de los ochenta a la creación de los CEA hospitalarios. En Europa los CEA son mucho menos numerosos que en USA, si bien en algunos países - España entre ellos- cuentan con CEA prácticamente en todos los hospitales, tanto públicos como privados, existiendo una legislación bien determinada que determina su proceso de acreditación. 3- Tipos de Comités Como se deduce de lo ya comentado, podemos dis-

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Karen Kinlan

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tinguir diversos tipos de comités éticos: a- Centrados en la ética asistencial y en la forma-ción ética: son los CEA propiamente dichos. Po-seen una triple función: análisis de casos clínicos (para aconsejar a los profesionales que lo solici-ten), formación ética de los profesionales de la institución y estudio de las políticas sanitarias del centro. En la bibliografía citada al final del presen-te artículo se incluye un link de acceso a la orden de creación de los CEA en Cataluña. b- Centrados en la investigación: Son básicamen-te técnicos: Comités Éticos de Investigación Clíni-ca (CEIC) o simplemente Comités de Ensayos Clí-nicos. Su competencia fundamental es el estudio, seguimiento y autorización de protocolos de expe-rimentación de fármacos en persona humanas. En la bibliografía citada al final del presente artículo se incluye un link de acceso a la orden de creación de los CEIC en Cataluña. Otros comités se sitúan a un nivel intermedio: es el caso de los Comités de Pronóstico. Técnicos y éticos a la vez, evalúan el pronóstico de un paciente y determinan el tratamiento más ade-cuado (por ejemplo en oncología, en determinados problemas neonatológicos, etc.). Dependientes de los Comités Éticos Asistenciales, pueden hallarse integrados o no en los mismos pero deben dar cuenta al CEA de los criterios que utilizan y de las decisiones que toman. Nos detendremos en los Comités Éticos Asisten-ciales, dejando los CEIC para el artículo siguiente. 4- Funciones de los CEA Las funciones fundamentales de los CEA son tres: 4.1- La formación ética de los propios miembros del CEA y de los profesionales del centro. 4.2- Análisis de casos clínicos problemáticos y elaborar un informe para orientar a los profesiona-les, pacientes o familiares que lo soliciten. 4.3- Dar directrices sobre temas relacionados con la política sanitaria del centro. 4.1- La formación. El requisito fundamental para ser miembro de un CEA más que la formación pre-via, es el deseo de aprender bioética. Sólo después de haber aprendido, se puede enseñar a otros. Es lo que podríamos llamar la ética del comité de ética. Se pueden dar tres tipos de formación: a- Hay una función educativa interna dirigida a

todos los miembros del CEA, que son los primeros beneficiados. b- Hay otra función educativa externa enfocada a la formación del resto del personal hospitalario, sobretodo mediante la difusión razonada de sus decisiones. c- La llamada función modélica ejemplar. Es la que se realiza cuando las decisiones del comité sobrepasan el área hospitalaria propia y llegan a otros hospitales o a la población general. 4. 2- Los consejos que se esperan de un CEA son: -Ordenes de no reanimar. -Acciones ante neonatos con minusvalías graves. -Quien y cuando desconectar aparatos de soporte vital. -Creación de consentimiento informados (CI) váli-dos, para todo tipo de exploraciones y tratamien-tos. Un subgrupo especial es la creación de CI en nombre de ancianos, con disminución de su capaci-dad mental. -Determinación de la muerte. 4.3- Dar directrices, es el motivo por el cual sur-gieron los CEA. Consiste en el estudio y resolu-ción de casos concretos que se plantean en el hos-pital. El modo de acceso al CEA depende de cada cen-tro: unas son los miembros del personal que se di-rigen directamente; otras vienen por vía de la junta directiva del centro y en otras es el propio CEA, quien decide estudiar un tema concreto. La palabra clave alrededor de la cual giran todas las deliberaciones del CEA es la de tolerancia. Hay que crear reputación de competencia y no de intru-sismo. Funciones excluidas del CEA: -Amparo jurídico de los profesionales sanitarios. -Juicio sobre la conducta ética de los profesionales del centro. -Sustituir la toma de decisiones de otros. -Análisis de problemas socio-económicos. 5- Composición de los CEA Los CEA deben nacer de la base y no ser impues-tos por nadie. Deberían tener entre 5 y 25 compo-nentes y ser suficientemente multidisciplinarios. Un CEA bien dotado debería constar de los si-guientes componentes:

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-Un médico o varios. -Un miembro de la dirección de enfermería. -Una enfermera o varias. -Un adjunto al Director o Gerente, o algún otro cargo administrativo. -Un sacerdote, de la confesión religiosa más practi-cada. -Un especialista en Bioética clínica. -Un abogado experimentado en asuntos médicos. -Un usuario, que pueda expresar las expectativas de la comunidad. -Todos los consultores necesarios, para cada caso. -No hace falta que sean sanitarios. -No obstante, es mucho mejor que no haya CEA, que tener uno mal organizado y sin formación bio-ética. Es muy útil que haya un Subcomité de Urgencia, para cuando haya una auténtica emergencia y no sea posible una convocatoria extraordinaria inme-diata. 6- Papel que juegan en la Medicina actual El juez que falló el caso Karen Quinlan sugirió que tales casos deberían resolverse en el hospital en lu-gar de los tribunales, apuntando que fuera un CEA el que revisara los hechos y aconsejara a los res-ponsables de la toma de decisiones, o sea, pacien-tes, familiares y sanitarios. A partir de 1976, los CEA podrían tener entidad ju-rídica propia. El recurso a los jueces debería de re-servarse para las ocasiones en que las partes impli-cadas son incapaces de resolver sus desacuerdos acerca de materias de cierta importancia. Las instituciones sanitarias deberían explorar y e-valuar diversas instancias administrativas posibles (tales como los Comités de Ética) para revisar y consultar en materias no rutinarias acerca de la toma de decisiones. Disponer de un CEA es la me-jor manera de tener en cuenta la mayor parte de lo que es mejor para todos y de mediar racional y éti-camente entre usuarios-sanitarios (enfrentados) y terceras partes. 7- Epílogo Después de los hechos realizados por los nazis pri-mero y varios grupos de científicos americanos después, la humanidad dejó de pensar en que la ciencia siempre era buena y desinteresada. Los grandes avances médicos, como la aparición de la diálisis, los instrumentos de control cardiovascular, los inmuno-depresores y la fertilización in vitro. entre otros, han llevado a la aparición de los CEA como recursos éticos que la sociedad y el mismo

personal sanitario necesitan para hacer más eficaz sus acciones. El recurso a los jueces debería reservarse para las ocasiones en que las partes implicadas son incapa-ces de resolver sus desacuerdos acerca de materias de cierta importancia. Las instituciones sanitarias deberían explorar y evaluar diversas instancias ad-ministrativas posibles para revisar y consultar en materias no rutinarias acerca de la toma de decisio-nes. Los CEA serían la respuesta. Bibliografía 1- Ordre de creació del Comitès Ètics Assistencials (Generalitat de Catalunya, 1993) 2- Polaino-Lorente A. Manual de Bioética General. 3ª edición. Ed. Rialp. Madrid, 1997 3- González Cajal, Jesús. Manual de Bioética clíni-ca-práctica. Ed. Fuden. Madrid, 1998 4- Comitè de Bioètica de Catalunya (Consell As-sessor de la Generalitat de Catalunya) 5- Orden de Acreditación de los Comités éticos de Investigación Clínica en Cataluña (Generalitat de Cataluña, 1992). 6- CATALÀ: J. Vidal-Bota. "La Consciència Bioè-tica en la pràctica mèdica". Perfil històric sobre la bioètica i els seus orígens (PDF)

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