Juventud y expresiones juveniles.Un acercamiento al fenómeno juvenil en México

Rogelio Marcial Vázquez El Colegio de Michoacán

Mi verdad, mi carácter, mi nombre estaba en manos

de los adultos. Yo había aprendido a verme

con los ojos de los adultos; ahí estaba yo, el enjendro creado

por sus pesares.

Jean-Paul Sartre.

Introducción

El presente artículo intenta abordar una temática que, aun cuando estuvo de moda hace pocos tiempo, pareciera haber perdido presencia en las investigaciones sociales de los últimos tres años en México, aunque no en las calles de la mayoría de las ciudades del país.

Las llamadas bandas juveniles siguen siendo realidades cotidia­nas de muchos jóvenes, pero para la mayoría de la sociedad ellas son todavía un estigma que nos impide comprender expresiones, modas y actitudes de quienes las integran. Con la intención de acercarnos a este fenómeno social,1 revisaremos de manera rápida

el concepto de juventud en su construcción social. Luego, haremos un recuento de las expresiones de grupos juveniles en México durante los últimos cincuenta años para tener un marco general de este tipo de fenómenos. Enseguida se revisan críticamente las teorías que han encauzado las investigaciones en nuestro país sobre la problemática juvenil y sus manifestaciones. Al final, se incluye un apartado que busca abrir interrogantes sobre el estudio de los chavos-banda, que dirigen los objetivos de nuestra investi­gación.2

J u v e n t u d : u n c o n c e p t o s o c i a l

La palabra juventud trae a la mente ideas como inestabilidad, inquietud, confusión, camino por recorrer, fantasías, pre- funcionalidad, etc. Asimismo, para muchos implica la necesidad de esperar hasta la madurez en todos sus sentidos y, sobre todo, el compromiso de aprovechar el tiempo en el adiestramiento moral, intelectual y físico. Asu vez, juventud implica para algunos otros homogeneidad: un continum limitado de valores, gustos, normas e inquietudes, entre otros. A veces se olvida que también implica construcción, utopía, aventura, proyecto, cuestionamiento, curiosidad, etc. Desgraciadamente muchos reducen estos últimos aspectos en una palabra cargada ideológicamente: rebeldía, la cual debe ser controlada, castigada y erradicada.

De acuerdo con la edad, jóvenes han existido siempre. Sin embargo, juventud en tanto la relación social no es un concepto ahistórico.

El capitalismo, al necesitar para su funcionamiento mano de obra en plenas facultades, impulsó la disciplina y adiestramiento de la fuerza de trabajo para su incorporación a la producción. La familia colaboraría en ello en tanto institución, pero se creó una nueva: la escuela. A ella asistirían los que aún no fueran adultos, pero no sólo los niños, sino también los semi-adultos. Adolfo Blanqui se refiere en 1848 a estos últimos de la siguiente manera:

... una clase intermedia entre la infancia y la virilidad, que no tiene ni la ingenuidad de una ni la madurez de la otra, y que será durante mucho tiempo, si no se toman precauciones, la base del reclutamien­to de todos los perturbadores del orden social.3

Históricamente, las expresiones juveniles han existido en socie­dades muy diversas, en donde representaron fenómenos violentos documentados en revueltas, saqueos, motines, escaramuzas, etc. Pero es sólo a partir del siglo XVII que son vistas como ocasionadas por grupos delincuentes juveniles.'1 La delincuencia surge cuando se estructuran las leyes que necesita la sociedad con el objeto de establecer una disciplina requerida para el funcionamiento ade­cuado de las relaciones sociales. Pero la ley va imponiéndose y convierte -e n muchos sentidos- en delincuentes a los sujetos rebeldes al sistema.5

El aparato jurídico se va especializando conforme los requeri­mientos del capitalismo para controlar los problemas que surgen con el desarrollo social. Al no poder controlar a muchos grupos juveniles, el sistema exige a la familia de los involucrados la resolución satisfactoria del problema. Al fallar esta, en tanto institución, otra nueva se crea: los tribunales para menores infractores. La ley, al no conformarse con el castigo, busca poner a los jóvenes en posición de poder recibir procesamientos judicia­les para su control y readaptación social.

Amediados del presente siglo, cuando el concepto de juventud se encontraba ya socialmente construido, es que toma relevancia a nivel mundial. Durante la postguerra, tal concepto comenzó a cambiar hacia la búsqueda, -po r sus mismos actores- de espacios propios y el reconocimiento de una ciudadanía total con plenas facultades.6

Hoy es necesario reconocer que al referirnos a la juventud a pesar de aceptar que su conceptializacíón se construye socialmen­te, se está hablando de diferentes realidades que no encuentran su especificidad sólo en las distintas expresiones al nivel del consumo

y en maneras concretas de expresar/adaptar códigos y valores de la cultura juvenil en su sentido abstracto.7

Por su parte, el poder busca controlar los casos de rebeldía, y en cuanto a los jóvenes, busca culpar a los estos mismos, a la familia, al barrio, a la escuela, a las malas influencias, para hacer parecer que los problemas sociales surgen de los individuos, de los grupos o del mal funcionamiento de una institución debido al manejo que realiza sobre los sujetos; cuando en realidad, dichos problemas se originan en el sistema y la sociedad en su conjunto.

La esencia y el conjunto de problemas de una generación joven proceden del conjunto del medio social, de su estructura económica, de la situación política que exista en cada caso y del contenido y la forma de sus luchas de clase.8

En este sentido, se hace evidente que el concepto de juventud no puede desligarse de la realidad en la que el joven interactúa, y que el tiempo social se extiende y sobrepasa divisiones cerradas en los periodos de vida del hombre.9

El joven es un concepto asociado a un tiempo social, en el que no es suficiente la demarcación cronológica, sino que implica intensidades de vida diferenciadas, así como estilos de vida variados; es por ello que el concepto de juventud se encuentra fuertemente asociado al sector social de pertenencia.10

Esta es una conclusión que se presenta en estudios serios sobre la juventud. Cada vez es más evidente que los problemas del sector juvenil no se pueden entender y analizar sin tomar en cuenta los condicionantes económicos, políticos, sociales y culturales reinan­tes en la sociedad a la que pertenecen.

E x p r e s i o n e s j u v e n i l e s e n M é x i c o

La intención del presente apartado es repasar brevemente la historia de expresiones y grupos juveniles en el México de la postguerra.11 Es durante el último medio siglo que la juventud mundial ha presentado nuevas formas de organización, códigos de comunicación y pautas de comportamiento entre iguales que responden a los cambios en el nivel de la vida cotidiana que trajeron consigo las expectativas y desilusiones fincadas en la idea de un nuevo orden mundial. En el caso de México, no intentamos decir que los grupos juveniles y sus expresiones han sido un fenómeno lineal que se articula coherente en el tiempo social. Lo que se busca es tener una visión de este fenómeno en las condiciones en las que han ido surgiendo la variedad de las expresiones juveniles en nuestro país.

En la historia de México, tales expresiones han sido detectadas desde hace cincuenta años. Un posible inicio lo podemos ubicar, como lo hace Octavio Paz,12 a partir de 1940, cuando la juventud mexicana en su contacto con la sociedad norteamericana, a través del movimiento pachuco, cuestiona una realidad que les agrede y centra su atención en la búsqueda de la mexicanidad. Es una juventud heredera del enfrentamiento hostil de Estados Unidos con México desde un siglo atrás.

Se trata de ídolos inconmovibles que rinden tributo al valor, el pachuco debe ser cool y el reto se interioriza en la actitud, en el lenguaje, en la defensa del barrio o de la calle, en portar “las garras” que les estigmatizan, en el tronido de la filera que es el vaticinio súbito de violencia, en la cultura de la droga que se filtra a todos los resquicios sociales, en la construcción de redes informales de apoyo, en la incertidumbre que magnifica la solidaridad y el “carnalismo” como recurso necesario de sobrevivencia. En el asomobro ante la sentencia que dictamina una predisposición biológica a la delincuen­cia y el crimen, en la fatalidad epidérmica que en el color lleva la sospecha, en el asombro frente a la mirada periodística superficial

que sólo observa una figura de payaso: un clown que no termina de asimilarse.13

Los pachucos ven la necesidad de unirse para no entregarse de manera dócil como vencidos a la sociedad norteamericana. Este movimiento, en tanto fenómeno social, establece una diferencia­ción de sí mismo con el resto de los demás, buscando una forma de expresión muy propia, modo de vestir, hablar, bailar, etc.

Es verdad que el fenómeno del pachuco se presentó en aquella juventud por un contacto directo con la sociedad norteamericana. A pesar de ello, existe también el fenómeno de grupos naturales de jóvenes desde 1940-1950en lasociedad mexicana sin dicho contac­to extranacional.

Por el crecimiento anárquico de algunas ciudades del país, que responde tanto al crecimiento natural de la población como a las altas migraciones del campo a la ciudad, se incrementa la formación de las llamadas pandillas en vecindades de barrios pobres saturados de gente que llega a la gran ciudad en búsqueda de oportunidades de oro.14 Estos jóvenes -en su mayoría emigrados del campo- buscan una asociación que les permita ubicar su identidad a través del control del espacio inmediato -calle o barrio- aunque esto implique un continuo conflicto con otras pandillas o la policía. Ante la violencia que viven en la sociedad, la respuesta es también violenta a través de la delincuencia; pero la búsqueda va más allá, se intenta recuperar un espacio propio que la nueva metrópoli les niega: la calle, la vecindad, el barrio, la ciudad.

Para los años 1950-1960 estas pandillas que buscaban las bata­llas callejeras como símbolo de superioridad, se van transforman­do poco a poco en grupos juveniles que ahora buscan encontrarse pero a través de la música rock. El rock, en tanto fenómeno social, se convirtió en una bandera, una manera de decir —o gritar— las críticas sociales para la juventud mundial. México, con la gran influencia de la publicidad norteamericana que pronto convirtió esta corriente musical en un negocio muy rentable, no se quedó al margen de este fenómeno.

Lo primero que el rock evidencia es la lucha generacional de los jóvenes en contra de sus padres; y no es que antes no existiera, lo que pasa es que la expresión del rock nunca se cansa de cuestionar la autoridad de los padres y la estructura familiar por ser con lo que primeramente choca el joven rebelde en su realidad. A pesar de que se identifique generalmente a este movimiento musical con la violencia, el rock implica también fraternidad y no sólo entre jóvenes, sino fraternidad social. Ambos caminos fueron recorridos por los grupos juveniles de estos años, buscando una manera de expresarse. Muchos jóvenes que hicieron de la violen­cia su expresión, si no murieron, fueron incorporados a la policía, la policía judicial, el ejército o grupos paramilitares.

Aquellos que buscaron otro camino, dejaron un fuerte antece­dente de ese gran movimiento juvenil en México que se presentó entre los años 1965-1972 y quienes lo han estudiado lo identifican con el nombre de La Onda. Este movimiento buscó eliminar la violencia como forma de expresión juvenil, aun cuando no desapa­reciera del todo. Ahora se buscaba otro tipo de experiencias que, junto con la música, lo ofrecía el uso de la droga mas generalizado que antes y la liberación sexual.

La Onda es el primer movimiento del México contemporáneo que se rehúsa desde posiciones no políticas a las concepciones institucionales y nos revela con elocuencia la extinción de una hegemonía cultural.15

Este movimiento, influenciado por el hippismo norteamerica­no, tiene su momento álgido en el apoyo de grupos juveniles de barrios de la ciudad de México a la manifestación estudiantil de 1968 y el Festival Musical de Avándaro en 1971 -copia fiel del Festival de Woodstock, e u a , en 1969--. Las reivindicaciones, ex­presadas en la música, forma de vestir, bailar, etc., se centraron en la libertad del uso de las drogas, el pelo largo y el amor libre.

De esta forma, a partir de 1975 y sobre todo en la decada de los ochenta, se presenta un fenómeno de los grupos juveniles aglutinados en cholos, punks y chavos-banda. Ellos se presentan de

una manera diferente a los demás movimientos juveniles expuestos anteriormente. En sus actitudes y manera de expresarse se siente ahora la necesidad de introducir aquel elemento que hizo tanta falta anteriormente: la visión política de la problemática que les rodea.

Lo cualitativamente distinto de las bandas actuales son los gérmenes de organización que presentan algunas de ellas. Lo político, negado por representaciones delincuenciales, ahora comienza a revelarse como tal. De las bandas emerge una parte activa que busca organizar­se y expresarse, suscitando a su alrededor enormes expectativas de participación política. Las organizaciones que intentan acercarse a ellas se ven en la necesidad de replantear sus concepciones sobre la juventud.16

El fenómeno de los grupos juveniles se ha ramificado en muchas expresiones, sobre todo si le echamos un vistazo a nivel mundial. Fenómenos como los yippies,'1 el hippismo,IS los punk,w los hooligans,20 los mods,11 los skinheads,22 los blousons noirs,- los capelloines,24 los beatniks,25 y losprovos,26 muestran la diversidad de expresiones juveniles pero también la tendencia de la conforma­ción de grupos juveniles de barrio. Estas expresiones también existen en países como Japón, Alemania, Polonia, Cuba, etc.

En México, las peculiaridades que ha tomado el fenómeno de grupos juveniles durante la última década, lo definen en su estruc­tura y movimiento, sin dejar de observar que muchas característi­cas de otros grupos juveniles han sido readaptadas a la realidad de nuestro país.27 Lo que es evidente es que el fenómeno de grupos juveniles en México ha tenido una clara definición a partir de su última década de historia y se le reconoce como la existencia de bandas juveniles, chavos-banda o simplemente la banda.

LO S ESTUDIOS SOBRE GRUPOS JUVENILES EN M ÉXICO. U N A VISIÓN

CRÍTICA.

Los grupos juveniles -conocidos también como bandas juveniles- han sido estudiados desde diferentes ópticas. Estas coinciden en definirlos como un problema social y/o político surgido a partir del individuo.

Para poder comprender a estos grupos y sus manifestaciones, es importante revisar los enfoques producidos sobre investigaciones en nuestro país, intentando recuperar las aportaciones alcanzadas y señalar las limitaciones que presentan. Para ello, he procedido a reunir dichos enfoques de acuerdo a la forma en que definen y abordan el problema de los grupos juveniles.

Conducta Juvenil Desviada

A partir de la necesidad de estudiar científicamente aspectos sociales como el crimen y la delincuencia, la teoría de la desviación social avanza en la comprensión de estos fenómenos al encontrar que ellos —y para nuestro interés la delincuencia juvenil- pueden llegar a ser conductas sociológicamente muy variadas. Ver las situaciones delincuenciales como algo homogéneo en el plano de la conducta, se entiende, limita el conocimiento científico del comportamiento humano.

Se hace una clara distinción entre las conductas criminales y las conductas desviadas. Las primeras están referidas a la violación de códigos penales, las segundas 110 forzosamente tienen que violar tales códigos, sino más bien están referidas a la violación de otras normas sociales tales como los códigos morales y éticos de las buenas costumbres.

La teoría de la desviación social busca estudiar ambos tipos de conductas, esto es, no sólo trata sobre el crimen y la enfermedad mental, sino también sobre una serie de conductas distintas a la normalidad como el homosexualismo, la alternatividad cultural, el uso de las drogas y estilo de vida juvenil, entre otras.28

Teniendo esta aclaración como supuesto teórico, se pretende es encontrar las causas que originan que ciertos individuos presen­ten conductas desviadas. Cuando existe una disociación entre las metas socioculturales del individuo y el acceso efectivo a su reali­zación, entonces se manifiesta la anomia,29en la que el individuo se encuentra vulnerable a presentar una conducta del tipo de adap­tación divergente. El diferente grado de vulnerabilidad está deter­minado tanto por las distintas configuraciones de personalidad de cada individuo, como por la posición objetivamente desventajosa que tenga éste dentro del grupo social en el que se desenvuelve.

Cuando este tipo de conducta logra sus objetivos, existe el peligro de que cada vez más individuos colocados en una situación de anomia, busquen cumplir sus metas a través de conductas divergentes, lo cual resulta disfuncional para el sistema social si representan modos de adaptación social que no sean del tipo de conformidad o innovación.

La dificultad en la comprensión del fenómeno por parte de este enfoque teórico consiste en considerar al todo social como algo homogéneo y armónico, en el que las metas socioculturales deben ser iguales para todos los individuos y grupos que lo conforman. Esta perspectiva deja de lado las diferencias económicas, sociales y culturales de las clases o estratos de una sociedad, desde las que las visiones de mundo, dudas y expectativas de los jóvenes, se plantean diferentes.

T i p o l o g í a d e l o s m o d o s d e a d a p t a c i ó n i n d i v i d u a l ( * ) 30

MediosModos de adaptación Metas culturales institucionalizados

I. Conformidad (a) + +II. Innovación (b) + -

III. Ritualismo (b) - +IV. Retraimiento (b) - -

V. Rebelión (b) +/- + /-

(*) + “Aceptación”.- “Rechazo”.

+ /- “Rechazo de los valores vigentes y su sustitución por valoresnuevos.”

(a) Modo de adaptación con conductas de tipo no divergente.

G>) Modos de adaptación con conductas de tipo divergente.

Pareciera ser que lo importante para la teoría de la desviación social está centrado en la manera en que los individuos se adaptan al sistema social, y se califica de conducta desviada a las formas de adaptación que no aceptan las metas socioculturales dominantes y/o las formas institucionalizadas de lograr tales metas. Con ello, se oculta el cuestionamiento al orden establecido que pueden pre­sentar estas conductas desviadas, o incluso, que tales conductas no precisamente son formas divergentes de adaptación, sino expe­riencias concretas que se niegan a adaptarse al sistema social en el que se encuentran, es decir, son conductas de no-adaptación.

Es así que conductas como las de jóvenes aglutinados en bandas son calificadas a prioii de desviadas, perdiendo con ello la dimen­sión política que pudieran tener algunas y, lo que es peor, identi­ficadas con comportamientos de individuos anormales y peligro­sos.

... siempre se ha hecho una distinción entre conductas criminales y conductas desviantes... Sin embargo, la característica de la mayor parte de los estudios tradicionales -sobre todo norteamericanos- sobre la desviación social consiste, precisamente, en tomar en cuenta esta distinción sólo “de palabra” ya que, en los hechos, es decir en lo concreto del análisis, diversidad, desviación social y crimen, resultan unificados en la ambigua esfera de la patología social. Esto se torna posible debido al énfasis conferido a la normatividad del sistema social y a la peculiar interpretación que se da de la misma. Por otra parte, es interesante señalar que en los estudios más recientes esta unificación reaparece invertida en la esfera igualmente ambigua del disenso.31

A las conductas desviadas, entonces, les corresponde como única solución posible la perspectiva correctiva, consistente en la búsqueda de las causas de tales formas de actuar con el apremiante objetivo de proponer remedios prácticos, mediante la intervención de agencias y organismos gubernamentales, destinados a la solu­ción de estos problemas sociales,32 lo que ha hecho que cárceles y hospitales psiquiátricos sean los receptores correctores depersonas desviadas, entre los que se encuentran calificados los chavos- banda.

Subcultura y Contracultura Ju venil

Como una ramificación de los estudios norteamericanos de la desviación social, existen trabajos que se han enfocado directa­mente a la conducta de grupos juveniles conocidos como bandas o pandillas —gangs—, Estos estudios han calificado a las característi­cas psicosociales y expresiones de bandas juveniles como partes articuladas que conforman una subcultura, o incluso, una contracultura.

La subcultura es comprendida como una cultura inferior y subterránea mezclada entre otrassubculturas y subordinadas todas a la cultura dominante. En la subcultura las metas, las expectativas

y el estatus económico de los individuos o grupos que la confor­man, confeccionan una visión de mundo y estilo de vida que les dictará los patrones de conducta a seguir.33

Albert Cohén calificó a los grupos juveniles como integrantes de una subcultura delincuente,34 en los que las actividades delincuenciales eran expresiones de comportamiento que presen­taban estos jóvenes para intentar sofocar su frustración por perte­necer a la clase inferior —lower class- y tener aspiraciones que su situación socioeconómica nunca les permitirá alcanzar.

El esquema de la subcultura delincuente juvenil fue usado y hasta ampliado por estudiosos de lo social en distintas partes del mundo, pero básicamente en los Estados Unidos. Autores como Kobrin y Cloward y Ohlin llegaron a conformar un cuadro de las subculturas delincuentes en las que se pueden distinguir tres tipos: la subcultura criminal, representada por bandas que se consagran al robo, la extorsión y otros medios ilegales para hacerse de dinero; la subcultura conflictiva, en la que las bandas recurren a la violencia para lograr un cierto estatus; y la subcultura abstencionista, carac­terizada por bandas juveniles que hacen del consumo de drogas el centro de sus vidas.35

Al analizar a bandas juveniles como subculturas delincuentes, los estudios llegaron de distintas maneras a una conclusión general: la elección de ciertas conductas desviantes y la conformación de subculturas juveniles delincuentes se originan no en variables como la edad y el sexo, sino en el tipo de ambiente social en el que tienen lugar.

Por su parte, la contracultura se presenta como una cultura articulada que se contrapone a la cultura dominante, y es el resultado, según Yinger,36de la toma de conciencia de un grupo involucrado en situaciones frustrantes y conflictivas, elaborando un sistema propio en contraste con el dominante.

De esta manera, la contracultura sí representa un elemento disfuncional al sistema, ya que elabora esquemas de conducta que se oponen a los previstos por la cultura dominante, mientras que la subcultura no llega a hacerlo.

Los estudios norteamericanos sobre contracultura juvenil se centraron en la experiencia del hippismo en Estados Unidos durante los años sesentas.37 En México, el esquema sugirió varias ideas a estudios como el de García38 sobre el movimiento de los chavos de onda.39 Asimismo, y ya en la década de los ochenta, fueron retomados por estudios sobre bandas juveniles de cholos, las que fueron analizadas como una forma de contracultura juve­nil.40 Las bandas juveniles, entre ellas los cholos, viven realidades totalmente distintas. Tratar de agrupar todas esas manifestaciones en una idea ambigua de contracultura juvenil hace que la parte viva de la realidad se pierda dentro de un esquema teórico. Ello no nos permite comprender por qué muchas bandas juveniles en distintos ámbitos regionales cuestionan su realidad y abren espacios para su expresión, mientras que otras no sólo no están interesadas en tales cuestionamientos, sino que hasta pueden llegar a ser grupos de choque en manifestaciones juveniles y populares. Aún dentro del cholismo, no podemos hablar de una contracultura juvenil homo­génea cuando muchas bandas han logrado estructurar una con­ciencia crítica al sistema en el que se desenvuelven y otras, como en Chihuahua, son usadas para romper huelgas.41

De la misma manera, no comprendemos en qué parte se en­cuentra lo contra de la contracultura si muchas de las bandas juveniles, aun las cholas, reproducen vicios sociales de la cultura dominante -supuestamente contra la que se oponen, la que cues­tionan- como el machismo, la discriminación, el consumismo, la ley del más fuerte, etc.

Es así que los enfoques sobre subculturas y contraculturas juveniles no logran retomar la totalidad de características que conforman el fenómeno de las bandas juveniles. Al clasificarlas de manera homogénea, esta perspectiva teórica de antemano sugiere una paridad de características en la conducta de los que integran estos grupos, las cuales se diferencian con el resto de la sociedad en aspectos como la vida psicosocial, familiar, educativa, moral, entre otros.

Juventud Marginal

Por su parte, estudios sociológicos han caracterizado a estos grupos como la juventud de un segmento de la población que ha ido quedando al margen del proceso de modernización social que actualmente están viviendo las sociedades del tercer mundo. Esta población marginal, y en especial su juventud, está condenada a no poder acceder a mejores situaciones socio-económicas y cultura­les, o de poder hacerlo, tardará más tiempo en lograrlo que el resto de la sociedad.

El término de marginales nace con la ecología urbana de los años sesentas e intenta describir a aquellos habitantes de las grandes ciudades tercermundistas que se localizan en las zonas periféricas ocupando viviendas precarias, carentes de servicios y casi siempre levantadas sobre terrenos ilegalmente ocupados.

Debido a que tal población puede llegar a ser muy heterogénea -proletariado, lumpenproletariado, comerciantes, profesionistas, migrantes rurales, etc.-, el concepto evolucionó rápidamente de esta visión ecológica a un nivel sociológico, el cual engloba además cuestiones como la falta de participación en la toma de decisiones políticas y de integración al mercado y a la ciudadanía. El proceso de marginalización -parte integrante del proceso de desarrollo del modelo capitalista dependiente de países como los latinoamerica­nos- “... da cuenta de la manera indirecta, fragmentaria e inestable de inserción, a que crecientes segmentos de la población son sometidos, en las tendencias que el modo de producción capitalista asume como dominantes, y, por consecuencia de lo cual, esos segmentos pasan a ocupar el nivel más dominado del orden so­cial”.42 De esta manera, lo marginal queda definido de forma ambigua por buscar aglutinar en un concepto a una población dispar e intentarla sacar de la sociedad en su conjunto, de la que “... los ‘marginales’ o población ‘marginal’ son los habitantes de los centros urbanos que ocupan viviendas precarias, se incorporan de manera inestable al empleo, reciben exiguos ingresos, y, por consecuencia, tienen bajos niveles de vida, suelen ser inmigrantes

de reciente origen rural y participan escasamente en las organiza­ciones políticas y los valores urbanos”.43

Los más dominados entre los dominados, los pobres más explo­tados. Y si se trata de una población con esas características que se encuentran en zonas rurales de difícil acceso, entonces hablamos de los marginados entre los marginados.

Esta vaguedad teórica pronto fue revisada y se redefinió a la marginalidad como una forma —la peor— de integración, pero no una forma de no-integración. Además se le intentó dar su sentido histórico: corresponde al período monopolista e imperialista del sistema capitalista.

El concepto que explica ahora el proceso de marginalización es el de asincronía, el cual evidencia desfasajes psicosociales, cultura­les y geográficos que hacen que las distintas partes o niveles de la estructura social no evolucionen a un mismo ritmo o no poseen una misma velocidad.44

El problema no se resuelve. Al decir que hay un proceso de marginalización porque hay un proceso de asincronía, no se expli­can las causas del fenómeno. Entonces habría que preguntarse por qué hay asincronía, por qué grupos o individuos crecen, se desarrollan o se modernizan a menor velocidad que otros. Si las res­puestas apuntan hacia una mala planeación de la economía, -co ­mo se intentó resolver-, entonces pareciera que los problemas de los pobres tan sólo son administrativos y debemos seguir esperan­do una buena administración del gobierno para acabar con la pobreza, el retraso y la marginalización. Con ello, se oculta el origen económico, de clase, de los problemas sociales.

Bajo estas perspectivas, en América Latina se realizan estu­dios que buscan apuntar las formas de integración y participación posibles para la juventud. En primera instancia, la juventud es definida como otro grupo más que se halla marginado del progre­so social, debido a que como jóvenes aún no se tienen los elemen­tos suficientes para desarrollarse con éxito en una sociedad hecha y reglamentada por adultos.45

Si entendemos a los marginales como los que, entre otras cosas, no tienen acceso a la toma de decisiones, entonces sólo un pequeño grupo muy reducido de la sociedad no es marginal y las juventudes del resto de la sociedad quedan dos veces marginadas; y si además hablamos de la juventud de las clases o estratos populares de una sociedad --en donde se encuentran la mayoría de los adolescentes que integran las bandas juveniles- estaremos hablando de una triple marginación.

Como vemos, esta visión limita mucho un acercamiento al fenómeno de grupos y expresiones juveniles ya que, por un lado, pretende que el sistema social determina directamente la conducta de sus integrantes, es decir, se pierden de vista las voluntades individuales, que en el caso de la conformación de bandas juveniles puede resultar fundamental para su análisis, ya que no todo está determinado por una sociedad que te margina, te incluye o te ignora. Pero además, pretende segregar de la sociedad a grupos e individuos que son parte integrante de ella. Los jóvenes que se aglutinan en bandas forman parte de nuestra sociedad, y sus demandas -cuando existen- apuntan a la satisfacción de necesida­des como salud, vivienda, educación, trabajo, sexualidad, arte, espacios de expresión, etc., demandas que forman parte de las mayorías populares de nuestra sociedad. Si confundimos lo popu­lar con lo marginal hasta el fútbol resultaría ser un deporte margi­nal. Además, el hecho de encontrar chavos-banda estudiando en secundaria o nivel preparatoria nos dice que la educación no está cerrada para estos jóvenes, aunque estemos conscientes que la gran mayoría de ellos no estudian. Pero la explicación la debemos buscar en otro lado.

Juventud Alternativa y Revolucionaría

Con el inicio de la década de los ochenta, en la ciudad de México se presentaron los primeros estudios directos de expresiones juve­niles y grupos barriales. Al fracasar teorías como la desviación social y de la marginalización, algunos autores pretendieron acer­

carse al fenómeno intentando reivindicar a los jóvenes que se aglutinan en bandas. No se les quería ver como desviados, margi­nados y/o pertenecientes a subculturas criminales. La fuerte pro­liferación de estos grupos en zonas populares motivó al movimien­to de izquierda a buscar la forma de aglutinarlos como a todos los que fuera posible en un momento especial de coyuntura política en nuestro país.

Mediante artículos periodísticos, el fenómeno de bandas juve­niles tomó importancia dentro de publicaciones de. reconocimien­to nacional. Sin mayor reflexión teórica, las anécdotas déla banda de Santafás o de la banda de Nezayork, entre otras, se convirtieron en las aventuras épicas de la juventud alternativa de nuestro país. Estos artículos periodísticos culminaron en dos significativos even­tos. El primero, a fines de 1984, organizado por estudiantes de antropología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia ( e n a h ) y el Consejo Popular Juvenil ( c p j ) , con el nombre Jornadas ¿Qué tranza con las bandas?; y el segundo, el 10 de enero de 1985, organizado por el Consejo Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud ( c r e a ) bajo el nombre de Jomadas sobre problemas de la juventud. En estos eventos, y muchos otros en universidades de la ciudad, además de idolatrar de manera populista a la pobreza y a la juventud, se llegó a la conclusión de que la banda es la neta, lo demás vale madres y los cha vos-banda son la conjunción de la heroicidad barrial, lo postmoderno y lo revolucionario.46 Cabe men­cionar que este tipo de eventos contaron con la participación de los propios objetos de estudio vivientes (los chavos-banda) en el centro del debate.

Como podemos ver, estos estudios pretendían ver a los chavos- banda como la juventud alternativa, y revolucionaria, mitificando en mucho la imagen y el quehacer de estos grupos juveniles. Cabe mencionar también que son trabajos enfocados en la realidad del Distrito Federal o de las grandes urbes, que han buscado introducirse con los propios chavos-banda para comprender las inquietudes y necesidades de las bandas juveniles y reflexionar el papel que estos grupos juveniles juegan en la sociedad.

Sin embargo, estos estudios dejan de lado aspectos como la manera en que otros campos de la vida cotidiana de los adolescen­tes pertenecientes a bandas juveniles, tales como la escuela, el trabajo, entre otros, influyen en la visión de mundo de los chavos- banda; y también de qué manera sus expectativas y fantasías son interpretadas por la sociedad en su conjunto, haciendo que ella actúe de cierta forma en relación con los grupos juveniles. Y al intentar englobarlos en la misma acepción de juventud contestata­ria y revolucionaria, pierden de vista la terrible diversidad de bandas juveniles en las que sí existen jóvenes rebeldes, pero también otros que no lo son tanto y, desgraciadamente, muchos domesticables que suelen ser fácilmente convencidos de tomar actitudes totalmente opuestas a lo contestatario, radical o revolu­cionario.

Como se puede ver, los enfoques revisados presentan limitacio­nes para el estudio de grupos j uveniles y sus expresiones. A nuestro entender, el problema principal en la concepción de estos es que ellos son definidos desde afuera, esto es, desde una realidad que determina su existencia como sujetos, víctimas o aún más, como un estigma social. Las bandas juveniles quedan definidas, y otras veces predefinidas, como el resultado negativo de procesos de institucionalización social a los cuales se rebela o margina. El aspecto de la voluntad individual se entreteje en cuestiones como son lo que representa para los propios actores sociales el ser jóvenes inmersos en sociedades con características definidas, o lo que la banda juvenil como espacio socializador, de solidadridad o de mera compañía, representa para sus integrantes; queda some­tida a la voluntad de un todo social que castiga o margina a los sujetos que en uno de sus niveles (económico, psicosocial, cultural, etc.) se separan de la normatividad del sistema.

Por otro lado, estos enfoques insisten en tratar el fenómeno de bandas juveniles como una sola realidad que se presenta homogé­nea y no como una forma de identidad juvenil que puede llegar a tener una multiplicidad de concreciones empíricas. Entre otras

aspectos, como la moda en la música, la vestimenta o el caló son revisados de manera superficial y se distingue con ello el movimien­to cholo, del movimiento punk, del chavo-banda u otros más; pero se consideran que las causas son las mismas en áreas como la problemática familiar y social a la que se encaran, el significado de la formación de grupos barriales, el de los actos de defensa de territorio y compañeros, de la drogadicción y la delincuencia, la respuesta social a la que se enfrentan, etc., que hacen que su especificidad histórico-social no se contemple. Para muchos inte­resados en el fenómeno, la banda es el movimiento de chavos- banda del Distrito Federal, y las expresiones de grupos juveniles de otros contextos deben ser medidas desde ahí. Ello no deja recupe­rar lo significativo en cuanto a las historias personales, conflictos generacionales y contextos regionales que tienen lugar en otros espacios que no son la gran capital o, cuando mucho, grandes urbes como Monterrey, Guadalajara y Tijuana.

En otro orden de cosas, la dimensión política real del fenómeno no es recuperada. El significado del potencial de lo contestatario simplemente es negado por aspectos delincuenciales y, cuando se intenta recuperar, es entendido como una visión política conscien­te y estrategia clara en la totalidad de los jóvenes que forman bandas juveniles, sólo por el hecho de ser chavo-banda. Los orígenes de las expresiones violentas, delictivas o el uso de drogas pueden tener profundos significados o ser parte de respuestas conscientes o inconscientes de autodefensa espontánea u originar­se en necesidades reales de sobrevivencia económica o social. Es importante señalar, en este sentido, que las respuestas represivas, corporativas o de ignorancia intencionada del fenómeno por parte de los dispositivos de poder que actúan hacia los grupos juveniles tienen también su significado histórico-social y regional que haría falta determinar. No tratan de igual manera el fenómeno las autoridades de León, del d .f . o de Zamora; como tampoco las mismas autoridades lo han hecho en la conformación del fenóme­no (a inicios de los ochentas), durante e\Año Internacional de la

Juventud (1985), durante su apogeo (1985/1990), o con la adminis­tración salinista que hasta el c r e a desapareció por poner atención a la privatización y globalización de nuestra economía.

A manera de conclusión

Más que poder determinar en este espacio conclusiones acabadas sobre la problemática juvenil en nuestro país, las siguientes líneas intentan reflexionar sobre posibles vías de acercamiento y problematización de un fenómeno de suyo difícil de aprehender.

Las expresiones juveniles dan cuenta de situaciones empíricas en las que se entrelazan aspectos generacionales, psicosociales, culturales y de clase. Todo ello va construyendo, deconstruyendo y reconstruyendo características identitarias en el ámbito de la vida cotidiana de millones dejóvenes en entornos muchasveces disímiles. Es necesario, entonces, tener una visión real (por muy general que sea) del aspecto vivencial que va conformando una visión de mundo de los individuos, y su trascendencia hacia el grupo y la comunidad (entendida esta última como el barrio, la colonia, la unidad habitacional, etc.). De esta manera, debemos enfocarnos a tratar de resolver cuestionamientos básicos como pueden ser la manera en que se articulan aspectos como cultura juvenil y clase social. Pero es relevante preguntárnoslo desde situaciones históri­cas concretas. En este sentido, cobra especial importancia recons­truir la historia del barrio en el que se desenvuelve y expresa el grupo juvenil, los actores al interior del mismo y las estrategias de sobrevivencia económica que presentan los individuos y la comu­nidad en su conjunto.

Por su parte, es necesario determinar el papel que juegan las instituciones sociales que rodean al joven y buscan socializarlo (la familia, la escuela, la parroquia, la policía, etc.), así como el mercado destinado al consumo juvenil y los medios masivos de comunicación.

Con respecto al grupo juvenil, ya se ha discutido la manera adecuada de referirse a él. El término depandillas se ha hecho a un

lado debido a la connotación ideológica que implica. Tal término apunta de entrada hacia los aspectos delincuenciales de las expre­siones juveniles, predefiniendo características de comportamiento resultantes de la inclinación biológica-natural hacia lo malo, inde­cente e ilegal. El término de banda ha tenido sus dificultades debido también a su “... connotación peyorativa marcada por su origen policial [que] sugiere desviación, marginalidad y segregación de las instituciones sociales...”47 Sin embargo, muchos grupos juveniles en México se identifican plenamente con este término, el cual ha sido integrado como respuesta amenazante y orgullosa de una identidad juvenil.48 Independiente de ello, debemos hablar de bandas juveniles (en plural) para evitar asemejar distintas realida­des en un modelo preconcebido. Con todo, nos parece adecuado también el término de culturas juveniles acuñado por el propio Feixa o el de identidades juveniles que pueden tener concreciones empíricas muy variadas pero que responden a un mismo fenómeno social y cultural.

Para el interior del grupo es interesante construir los tipos de liderazgos que se dan y las formas en que se impone o cuestiona la autoridad del líder. Asimismo, las maneras de inserción a activida­des productivas intermitentes o estables de los jóvenes y el papel cada vez más participativo de las mujeres en este tipo de grupos.

Todo ello pretende cambiar la manera de acércanos al fenóme­no juvenil, porque ello implica transferir “...el énfasis de la marginación a la identidad, de las apariencias a las estrategias, de lo espectacular a la vida cotidiana, de la delincuencia al tiempo libre, de las imágenes a los actores”.19 Esta nueva manera de ver el fenómeno conlleva forzosamente un trabajo directo con los grupos juveniles, una investigación participativa y sistemática que nos permita entenderlo desde su propia lógica y desde el sentir de los jóvenes involucrados, que a pesar de portar una identidad peligro­sa, son los que van construyendo espacios propios de interacción; ya que como cantara Rockdrigo: Si alguna vez has estado al revés, sabrás bien a qué huelen tus pies.

N o t a s

1. Lo expuesto en el presente artículo forma parle de una investigación más amplia. Ella se titula La Banda Rifa, identidad y Socialización en Gntpos Juveniles de Zamora,

Michoacán, y es mi trabajo de tesis de maestría en el Centro de Estudios Rurales de

El Colegio de Michoacán.2. Agradezco aquí la disposición del Mtro. Gustavo López Castro, coordinador del

Centro de Estudios Rurales de El Colegio de Michoacán, para con el trabajo que

desarrollo; así como los innumerables e invaluables comentarios y aportaciones del director de la tesis Mtro. Miguel J. Hernández Madrid, profesor-investigador del

Centro.3. Citado en J. Danzelot, La Policía de las Familias, España, Pre-textos, 1979, pp. 73-

74.

4. A. Platt, Los “Salvadores de los Niños" o Ja Invención de la Delincuencia, México, Siglo XXI, 1982, p. 19.

5. Ver al respecto Michel Foucault, Vigilar y Castigar, México, Siglo XXI, 1980.

6. José Manuel Valenzuela, “Modernidad, postmodernidad y juventud”, en Revista

Mexicana de Sociología, 1/91, enero-marzo de 1991, México ISS-UNAM. p. 183.7. En el artículo citado de Valenzuela, se encuentra una interesante discusión que

entabla el autor con Heller (Agnes Heller, “Los movimientos culturales como vehí­culo de cambio”, en Nueva Sociedad, no. 96, julio-agosto de 1988.) sobre el intento

de la autora húngara de describir la manera de ser joven en el primer mundo como

la prevaleciente a nivel mundial, de acuerdo con el lugar que guarda este sector de

la población con respecto a la división funcional del trabajo en la sociedad capitalis­ta. El autor mexicano argumenta “...en los países dependientes, el concepto de

juventud comprende un abanico de estilos de vida que abarca desde modelos simila­res a los existentes en los países desarrollados y que prevalecen entre los ‘jóvenes de

altos ingresos’, hasta campesinos indios y miserables que no encuentran cabida en el

concepto de juventud, pues sus formas de identificación no pasan por los modelos

difundidos por las industrias culturales”. J.M. Valenzuela, op. cit., p. 184.

8. Ernst Fischer, Problemas de la Generación Joven. España, Ayuso, 1975. p. 16.9. La diferencia entre el concepto social de juventud y el concepto socio-biológico de

adolescencia es tratado en Erikson, Erik, Adolescencia y Sociedad, México, Siglo

XXI, 1979; y Pierre Bordieu, “La juventud no es más que una palabra”, en Sociolo­

gía y Cultura, México Grijalbo, 1990.10. Valenzuela, op. cit., p. 195.

11. Para una revisión histórica más detallada, ver Villafuerte, F., J. Nava e I. López,

“Jóvenes Banda: Rebeldes Imaginarios”, en Gómezjara, Francisco (et al), Las Ban­

das en Tiempo de Crisis, Ediciones Nueva Sociología, México 1987.

12. Paz, Octavio, “El pachuco y otros extremos” en El Laberinto de la Soledad, México,

FCE, 1984, pp. 9-25.

13. Valenzuela, op. cit., p. 185-186.

14. El cine nacional cuenta con una variada caracterización de estos asentamientos

urbanos y los grupos sociales que en ellos se presentan. Para el caso de los grupos

juveniles de la ciudad en esa época resulta ilustrativa la película “Los Olvidados” de

Luis Buñuel.

15. Monsiváis, Carlos, “La naturaleza de la Onda”, en Amor Perdido, ERA, México, 1977, p. 235.

16. Nava, J., Villafuerte, F. (et al), “Las olas del silencio. Análisis de estudios sobre

bandas juveniles en México”, en Gomezjara, Francisco, (et al), Pandillerisrno en el

Estallido Urbano, México, Fontamara. 1987, p. 66.17. Movimiento juvenil activo que, originado en los Estados Unidos y la Gran Bretaña,

intentó formar un partido político en el que se vinculara la juventud de todo el mundo -d e ahí su nombre: Youth International Party, Partido Internacional de la

Juventud--.

18. Movimiento pacifista de la juventud norteamericana que se expresaba profesando el lema de Peace and. Love, Paz y Amor.

19. Movimiento de la juventud inglesa que cuestiona fuertemente el sistema de poder

de su país -sus iniciales provienen de Pcoplc United Not Kingdom. Pueblo Unido, No

Reino-.20. Jóvenes ingleses, irlandeses, escoceses, holandeses, que forman grupos barriales y

se han dado a conocer por sus formas de expresión violentas alrededor de su afición

por el fútbol.

21. Movimiento de grupos juveniles en la Gran Bretaña identificados por una filosofía

narcisista que los hacía ver como jóvenes afeminados.22. O “cabezas rapadas”, grupos juveniles ingleses abiertamente racistas en contra de

inmigrantes jamaiquinos.

23. “Gamberros”, mal educados, desordenados. Movimiento juvenil en Francia que se

opuso a los inmigrantes provenientes del norte de Africa por considerar que les

quitaban oportunidades de educación y trabajo. El movimiento tomó actitudes ra­

cistas.24. Grupos juveniles en Italia aficionados al fútbol, la religión y las drogas ligeras.25. Grupos juveniles de barrio en Inglaterra que suelen oir música en sus calles y

cuentan con discotecas y bares para la misma actividad.

26. Grupos de jóvenes en Moscú que buscan espacios para oir música con influencia

occidental como el rock, el heavy metal, el free jazz. La moda de estas corrientes

musicales en la vestimenta busca ser retomada.

27. Es cierto que cuestiones como la moda en la música y el vestido a veces es reelaborado

de modelos extranjeros y adaptado a las realidades que viven nuestros jóvenes. Pero

también es cierto que muchas veces esta transportación de expresiones pierden las

razones de fondo para las que fueron creadas en su origen. Tal es el caso de las

expresiones de grupos punks en México, los cuales retoman la manera violenta de

protestar ya que al hippismo. con su paz y amor, nunca se le hizo caso; pero la parte

importante de la expresión punk, el cuestionamiento al poder con un grado de

conscientización elevado, no ha sabido ser retomado plenamente por la mayoría de

las bandas punks en México.

28. Pitch, Tamar., Teoría de la Desviación Social, México, Nueva Imagen, 1980, p. 19.29. Merton, Robert., Teoría y Estructura Sociales, México, FCE, 1965, p. 258.

30. Idem, p. 129.31. Pitch, op. cit., pp. 20-21. Subrayado mío.

32. Idem. p. 22.33. Yinger, Milton, “Contraculture and subculture”, en American Sociological Reviw,

vol. XXV no. 5, octubre de 1960, p. 626.34. Cohén, Albert, Delinquent Boys, the Culture ofthe Gang, Glencoe, 1955.

35. Las ideas son tomadas de Kobrin, S. “Sociological aspects of the development of a

Street comer group: an exploratory study”, en The American Journal o f Ortopsychiatry,

vol. XXXI no. 4, octubre de 1961, pp. 712-719; y Cloward, R. y Ohlin, L., Delincuency

and Opportunities. A Theoiy o f Delinquent Gangs, Glencoe, 1960, Citadas en Pitch,

op. cit., p. 120 y ss.36. Yinger, op. cit., p. 630.

37. Ver p.e. Roszak, Theodore, El Nacimiento de una Contracultura. Reflexión sobre

ima Sociedad Tecnocrática y la Posición Juvenil, México, CREA, 1980.38. García, Parménide, En la Ruta de la Onda, México, Diógenes, 1974.39. Mencionado en páginas anteriores.

40. Ver p.e. Valenzuela, J. M., ¿‘E1 cholismo en Tijuana (antecedentes y

conceptualización)., en Revista de Esmdios sobre la Juventud”. Nueva época no. 1, enero-marzo de 1984, México, pp. 37-68. López, Gustavo, “El cholismo en

Michoacán”, op. cit., Villela y Gastélum, Transculturación Chicana en Bandas Juve­

niles de Sinaloa, México, UAS. 1981.41. Ver Avilés, Víctor. “Los cholos apoyan al alcalde panista de Juárez: No vamos a

dejar que linchen a Pancho Barrio los comunistas”, en La Jomada, 22 de septiem­bre de 1984, México, pp. 15-16.

42. Quijano, Aníbal, “Redefinición de la dependencia y proceso de marginalización en

América Latina”, en Weffort, E. y Quijano, A., Populismo, Marginalidad y Depen­

dencia, EDUCA, Sin lugar de edición, 1973, p. 175.

43. Michel, Marco, “Dependencia y marginalidad”, en Héctor Díaz-Polanco (et al), Indigenismo, Modernización y Marginalidad. Una Revisión Crítica, México, Juan

Pablos, 1979. p. 153.

44. Allub, Leopoldo, “Modernización y marginalidad”, en Héctor Díaz-Polanco (et al), Indigenismo... op. cit., p. 120 y ss.

45. Mahler, Fred, “Juventud: de la marginación al compromiso”, en Revista de Estudios

sobre la Juventud, Año 1 no. 1, agosto de 1981, México, p. 38 y ss. Al respecto ver

también CREA, Acceso de la Juventud a la Educación y sus Efectos en el Empleo.

CREA, serie Empleo no. 3. México, 1982. CREA, Juventud\ Autoridad y Violencia.

CREA, serie Aspectos Teóricos no. 1. México, s/f. CREA, La Juventud y el Empleo. Aspectos Generales. CREA. México, 1979.

46. Un análisis de estos eventos se encuentra en Moreno, Octavio, “De la rebeldía a la

mitificación”, en La Guillotina, no. 9, enero-febrero de 1985, México. Este artículo

también se encuentra en Gomezjara, Francisco (et al), Pandillerismo en el Estallido

Urbano, México, Fontamara, 1988, pp. 71-80.47. Caries Feixa, De las Bandas a las Culturas Juveniles, mimeo.

48. Tal vez en España, de donde es originario C. Feixa, la connotación que le imprimen

los propios actores al término de banda sea otro.

49. Caries Feixa, op. cit.