El Centro Comercial: “Una burbuja de Cristal · 2012-07-18 · Este no es solamente una nueva...

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Federico Medina Cano El Centro Comercial: “Una burbuja de Cristal diá logos de la comunicación 111 Docente investigador de la Pontificia Universidad Bolivariana. Dirección: Apartado aéreo 56006, Medellín, Colombia. Fax: (57) 94 2502080.

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o El CentroComercial:

“Una burbujade Cristal

diálogosde la comunicación

111

Docente investigadorde la Pontificia Universidad Bolivariana.

Dirección: Apartado aéreo 56006,Medellín, Colombia.

Fax: (57) 94 2502080.

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“La ciudad es un discurso y este

discurso es verdaderamente un

lenguaje: la ciudad habla a sus

habitantes”

Roland Barthes

La ciudad no es sólo un organis-

mo que sobre la práctica demues-

tra su funcionalidad, es además

un texto muy complejo, una

escritura colectiva en la que se

puede leer la cultura de quienes

la habitan, las huellas que han

dejado sus moradores y los dife-

rentes sentidos que va constru-

yendo su dinámica social. Es un

texto histórico construido por

un número indefinido de sujetos

que da cuenta de las interac-

ciones y de las luchas por la

construcción social del sentido.

En ella son significantes tanto

sus espacios, calles, edificaciones

o en general los objetos que forman

el paisaje urbano, como las prác-

ticas que realizan los sujetos que la

habitan, los usos, la circulación, los

itinerarios y el comportamiento de

sus habitantes.

No está sólo hecha para la lectu-

ra del profesional, del antropó-

logo que busca interpretar los

sistemas de significación que no

aparecen en la superficie para

comprender los objetos y los

comportamientos. La ciudad es

inteligible para sus habitantes,

para aquellos que poseen los có-

digos para descifrarla. Sus

habitantes tienen la competen-

cia que les permite leer las

señales que ésta contiene y des-

cifrar el contenido del espacio

urbano en la apropiación que

hacen de la ciudad, y para actuar

con eficacia. Desde su historia

personal, familiar y barrial, y el

sitio que ocupan en la ciudad,

aprenden a interpretar las seña-

les que genera la ciudad para

orientar su conducta. Cada suje-

to que nace en ella, por canales

muy sutiles aprende a leer los

lenguajes y dialectos, los gestos

y signos que construyen la iden-

tidad del habitante de la ciudad

y de los miembros que habitan

los diferentes nichos espaciales

y culturales que forman la ciudad.

En este trabajo vamos a con-

centrar el interés en un fenó-

meno reciente, en un nuevo

espacio social: el centro comer-

cial. Este no es solamente una

nueva modalidad del consumo,

es además el espejo que refleja

las transformaciones actuales en

la disposición de la trama ur-

bana. Con el centro comercial

estamos dando el paso de la

ciudad tradicional, de la ciudad

centralizada a una ciudad

fragmentada y dispersa, y a una

nueva manera del habitante de

las ciudades de relacionarse con

lo público.

No es un fenómeno simple, las

relaciones que se tejen al interior

del centro comercial son muy

complejas y densas. Los usos y

apropiaciones que realizan de él

los habitantes de la ciudad le

confieren sentidos diferentes. El

objetivo de este trabajo es recon-

struir las relaciones sociales que

en él se simbolizan1 y hacer evi-

dentes algunos de los diferentes

sentidos que se le asignan. El

trabajo tiene varias partes. Los

orígenes del centro comercial y

la relación de su aparición con

el proceso de desarrollo de las

ciudades se exponen en la pri-

mera parte. El centro comercial

es expresión de los conflictos de

clase, de los procesos de exclu-

sión urbanos y de la privati-

zación de los espacios públicos,

este es el asunto que explora la

segunda. Los centros comercia-

les son ejemplos de la nueva

monumentalidad urbana y

además son signos de moderni-

zación; en la tercera parte se

analizará estos factores y el

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sentido utópico que encierran, el

ideal de sociedad que le propo-

nen al ciudadano. El centro co-

mercial es una de las formas del

simulacro, en la cuarta parte se

abordará sus códigos estéticos

y las propuestas estéticas de los

almacenes y vitrinas. En la última

parte se desarrollará dos de los

usos que este lugar permite, co-

mo espacio para intercambio,

para la convivencialidad (el con-

sumo como una práctica de inte-

gración) y para la diferenciación

social.

“Prohibido aburrirse... un

lugar perfecto para comprar

y divertirse, que se vuelve

toda una aventura”.

Mensaje publicitario

En la sociedad actual se

presentan dos tendencias

contradictorias en el

mercado: la diseminación

del consumo y la con-

centración. De un lado, la

fragmentación y atomi-

zación del consumo en

canales cada vez más

capilares que alcanzan

segmentos de la pobla-

ción particulares y res-

ponden a las variedades

de consumo más diversas.

De otro, la tendencia a

concentrar en lugares muy am-

plios diversos puntos de oferta2.

El centro comercial pertenece a

la segunda modalidad, el

espectro de productos y ser-

vicios que ofrece es muy amplio.

En su interior se concentra gran

cantidad de bienes de consumo

diferentes (los renglones clási-

cos -productos alimenticios,

prendas de vestir, artículos para

el hogar- y los productos exclu-

sivos) y los servicios más varia-

dos (en ellos hay peluquerías,

cines -salas múltiples- boleras,

discotecas, restaurantes, ban-

cos, cajeros electrónicos -las

veinticuatro horas-, entidades de

crédito, oficinas de seguros,

correos nacionales e internacio-

nales, agencias de viajes y

oficinas de información turística,

lugares para conseguir una

fotografía instantánea, guarde-

rías, parques de diversiones y

juegos mecánicos, salones de

videojuegos, pista de hielo,

viveros, relojerías, floristerías,

etc.). Son lugares que el hombre

urbano frecuenta para ir de

compras y para divertirse, para

buscar los objetos que su ritmo

de vida le demanda o para

satisfacer algunas de sus nece-

sidades. Allí encuentra “lo nue-

vo” (“nuevas técnicas de ven-

tas”, “un nuevo estilo”), “lo últi-

mo” (las propuestas de moda),

“lo moderno”, “lo práctico”, “el

diseño”, “la calidad”, “la garantía

de marca”.

Tradicionalmente el comercio en

las ciudades estaba ligado a la

plaza y la calle. La plaza era el

paradigma del espacio público,

era el núcleo de las actividades

urbanas y configuraba la imagen

del centro de la ciudad. Su marco

era la sede del poder guberna-

mental, religioso y social; en el

plano comercial agrupaba el

mercado ocasional, periódico o

el comercio general estable. Era

un espacio más o menos cerrado

y articulado con el exterior, en

él el habitante de la ciudad par-

ticipaba por una serie de peque-

ños recorridos o simplemente

permaneciendo en él, estando en

él (el ciudadano concurría a la

plaza y permanecía en ella. La

plaza era un espacio conformado

alrededor de un eje imaginario

vertical y central). La calle era

su opuesto, era una propuesta

abierta, era un espacio para

recorrer, para el desplazamiento

(de una dirección a otra), para

la circulación de los ciudadanos

y el encuentro, para caminar sin

límite de tiempo, para pasear3. Si

la plaza aglutinaba el mercado

semanal, las calles en la vida de

la ciudad representaban el

comercio jerarquizado y especia-

lizado. Su importancia dependía

del centro: en ellas el comercio

estaba dispuesto linealmente y

perdía importancia a medida que

se alejaba del centro de la ciudad.

Posteriormente a las ciudades

llega otra propuesta comercial

que se integra en el espacio

urbano sin ningún traumatismo

funcional o sin ningún cambio en

el sentido del espacio público: la

galería o el pasaje comercial

cubierto. Estos estaban situados

en el centro de la ciudad donde

más se sentía la vida de la ciudad

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tal y el flujo de público era mayor

(donde usualmente la gente iba

a encontrarse, de compras, a

caminar y a divertirse). No era

la continuación de las calles

lineales que se alejaban del

centro de la ciudad, los pasajes

comerciales crearon nuevas

calles peatonales cubiertas que

se integraron a la trama de las

ciudades, desviaron el tránsito

de peatones de las calles y en un

área mínima reunían para uso del

público un gran número de

almacenes y de espacios para la

recreación y el descanso (tea-

tros, bares, cafés, restaurantes,

hoteles, clubes, salones de expo-

sición). Eran el sitio de la mer-

cancía de lujo y de la moda; le

permitían al público burgués

admirar, comprar y utilizar los

productos de una industria de

lujo que estaba floreciendo4.

El centro comercial no es una

continuación de las formas tra-

dicionales del comercio, ni del

pasaje comercial. No es un esp-

acio abierto al uso, es un recinto

cerrado, un territorio aislado y

segregado de la estructura par-

ticipativa de la ciudad; es un

espacio encerrado sobre sí mis-

mo que no corresponde a la idea

de la calle urbana, ni a su fluir, ni

a la concentración vital y social

de la plaza por su alejamiento de

la trama y del centro de la

ciudad. Aunque despiertan en el

visitante la nostalgia por la calle

tradicional (la publicidad lo de-

scribe con alusiones metafóricas

que reviven la imagen de una

micro-ciudad tranquila y pací-

fica, armoniosa, pensada sólo

para el peatón y su disfrute. En

su interior el hombre encuentra

la unidad perdida entre él y la

ciudad, entre la ciudad y la na-

turaleza, entre la ciudad y la co-

munidad. Lo ofrecen como un

reducto imaginario donde es po-

sible la convivencia y la vida en

comunidad), sus pasajes interio-

res, sus corredores peatonales

no se pueden pensar como una

copia de las calles de la ciudad,

ni sus sitios de encuentro, con

sus cafés y lugares de descanso,

como un remedo de la plaza. El

centro comercial no reproduce

en pequeña escala los grandes

esquemas participativos urba-

nos, ni la vida en comunidad que

le da sentido a la ciudad.

Los centros comerciales apare-

cen cuando el protagonismo eco-

nómico, político y cultural del

centro de la ciudad desaparece,

pierde importancia el área cen-

tral de la ciudad5, el éxodo de los

habitantes hacia áreas suburba-

nas aumenta, y el morador de las

ciudades pierde el sentimiento

de vida en comunidad. Aparecen

con el proceso de “des-centra-

miento”6 de las ciudades, cuando

la ciudad vivida y gozada por los

ciudadanos se estrecha y pierde

sus usos, el centro de la ciudad

se desvaloriza, deja de ser un

referente simbólico de la ciudad

para sus habitantes, y no los

congrega (no existe un lugar geo-

gráfico preciso, con sus monu-

mentos, calles, avenidas, edifi-

cios, parques, servicios y activi-

dad, que represente la ciudad)7.

De la ciudad convergente y

centralizada, de disposición

espacial ordenada, que desarro-

llaba toda su actividad en su

centro, y de la ciudad funcional

zonificada, que el movimiento

moderno propuso (según las

cuatro funciones: habitar, tra-

bajar, circular y recrearse), se pa-

só a una ciudad dispersa con

centros periféricos, de una gran

extensión, con grandes barrios

apacibles habitados por las clas-

es adineradas, alejados de las zo-

nas industriales contaminadas y

de las avenidas ruidosas y den-

sas, que se pierden en el paisaje

rural (“Lo propio de la ciudad es

su avance voraz, su no recono-

cer fronteras”8: a la ciudad de un

desarrollo arquitectónico organi-

zado, de disposición concén-

trica, le sucede una ciudad que

crece desordenadamente, se

expande sin un proyecto deter-

minado, y se “fragmenta al

infinito”). Los centros comercia-

les aparecen en las afueras de la

ciudad9, en un descampado o en

los nuevos asentamientos (como

un anexo a los conjuntos resi-

denciales de las clases altas y de

la clase media floreciente), al

lado de las grandes vías o en las

cercanías de las autopistas (son

posibles porque en la ciudad

crecen los medios de movilidad,

porque aumenta el número de

vehículos10). Al lado de su estruc-

tura emerge el “auto-parking”.

“Es un edificio en un mar de

carros”11.

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Frente a la ciudad construida en

el tiempo, el centro comercial es

un territorio que se independiza

de las tradiciones urbanas y de

su entorno histórico. No se aco-

moda a la ciudad, ocurre la inver-

sa: la ciudad se acomoda a su

presencia. En los nuevos secto-

res urbanos la ciudad inventa un

“presente ahistórico, acultural y

amnésico”12. La ciudad está

formada por las huellas y señales

que dejaron sus habitantes en su

espacio: las casas y los edificios,

las calles, las plazas, los merca-

dos, los teatros, los monumen-

tos, los parques que sus habitan-

tes construyeron. La vida y la

historia que se desarrolló en

cada uno de estos espacios, los

usos, las funciones y las signifi-

caciones que sus moradores le

asignaron, conforman en la ciu-

dad su identidad cultural. El

patrimonio urbano reune tanto

aquellas señales físicas como la

vida y la historia que en ellas se

desarrolló. El centro comercial

representa las nuevas costum-

bres urbanas, no le rinde culto

al pasado, ni a la memoria de la

ciudad. No busca preservar el

ambiente urbano, ni actualizar

los significados de los lugares

que forman el patrimonio de la

ciudad: en su interior la historia

está ausente y no se vive el

conflicto entre el pasado y el

presente. En los centros

comerciales preservacionistas

que ocupan un espacio marcado

por la historia (construidos en

antiguas construcciones con las

tendencias arquitectónicas más

recientes) que reutilizan o

reciclan un territorio o una

edificación ya existente (un viejo

mercado, una barraca portuaria,

una estación ferroviaria, una

bodega en la zona comercial de

la ciudad, un palacio eclesiás-

tico, una universidad tradicional,

un edificio de gobierno, la

casona de una hacienda en las

afueras de la ciudad) la historia

es utilizada como decoración y

no como arquitectura. Sus

creadores no buscan restaurar el

ambiente urbano: sus referentes

históricos son fórmulas estéti-

cas, formas arquitectónicas ais-

ladas que perdieron sus raíces y

no evocan los usos y las signi-

ficaciones que en su época le

asignaron. En el centro comer-

cial preservacionista “la historia

es usada para roles serviles y se

convierte en una decoración ba-

nal... la historia es tratada como

souvenir y no como soporte mate-

rial de una identidad y

temporalidad que siempre le

plantean al presente su conflicto”13.

El mall no es el nuevo centro de

la ciudad (a la manera de las

ciudades tradicionales) sino uno

de los nuevos centros de la gran

ciudad. En la mayoría de las

nuevas ciudades o barrios el cen-

tro comercial es el punto central

del territorio, el lugar más con-

currido y significativo en el

plano mental que el habitante se

ha hecho de la localidad donde

vive. Es el mercado y el ágora de

las ciudades actuales: es el es-

pacio central de cohesión social.

Son espacios significantes de la

ciudad, en ellos se fusionan el

mercado (es el “templo del con-

sumo” donde se levantan los al-

tares secularizados de la mer-

cancía y del objeto) y las activi-

dades de relación.

“Las sociedades modernas

están marcadas por gran-

des desigualdades en el

control del espacio que dis-

frutan las diferentes clases”

Kevin Lynch

El poder no es sólo un

hecho masivo de domina-

ción, no existe sólo en las

instituciones o entidades

encargadas de la adminis-

tración o en los aparatos

del Estado. No sólo es ex-

clusivo de algunos actores

sociales, atravieza toda la orga-

nización social y determina las

relaciones de fuerza que le son

inmanentes. Es un elemento co-

constitutivo de las interaccio-

nes, de las relaciones intersubje-

tivas que se dan en el espacio ur-

bano14. En sus diferentes formas

influye decididamente en la

disposición y el desarrollo de la

ciudad. En su interior contribuye

a dibujar sus fronteras, a deli-

mitar los territorios y los modos

de interacción. Algunos ámbitos

urbanos específicos son lugares

donde se escenifican los conflic-

tos, donde se reproducen rela-

ciones particulares de domi-

nación15.

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tal La idea generalizada de que la

ciudad es una comunidad que

comparte un territorio común es

una falacia. Las nuevas ciudades

se dividen y polarizan en en-

claves de riqueza y “manchones

urbanos” de pobreza y margi-

nalidad; en ellas las distancias no

son sólo físicas, son expresión

de los conflictos sociales16. La

ciudad es cada vez menos un

bien común, un espacio com-

partido. La interacción, funda-

mento de la acción colectiva y

política, pierde su espacio pú-

blico. En las nuevas ciudades

hay una crisis de los lugares

comunes17 y una resignificación

de los espacios públicos. El

territorio común, los espacios

públicos son lugares en los que

se llevan a cabo procesos de

poder. En estos procesos la

diferencia entre lo público y lo

privado se desdibuja, el espacio

público se parcela, se fragmenta

y luego se privatiza. Los espacios

públicos (las plazas, las calles,

los barrios) se privatizan o se

transforman en espacios semi-

públicos de circulación restrin-

gida, en los que sólo se pueden

mover algunos grupos sociales y

otros están excluidos. En estos

lugares la socialidad está con-

dicionada, no todos son bienve-

nidos, las condiciones de ingreso

y las pautas de comportamiento

seleccionan al público. Son

lugares para pocos, son espacios

abiertamente hostiles para

aquellos que no son considera-

dos legítimos en este entorno. El

centro comercial es un espacio

social privatizado que en su

consolidación como un nuevo

territorio refleja “una crisis del

espacio público donde es difícil

construir sentidos”18.

Este nuevo escenario urbano

nace cuando las ciudades crecen

y albergan en su interior grupos

cada vez más heterogéneos y se

hace necesario diferenciarlos. En

la nueva espacialidad urbana

son espacios restringidos19, en

su interior se operan procesos

sutiles de segregación o de

exclusión. Pero estos procesos

no se originan simplemente en la

capacidad adquisitiva del

comprador, aunque a veces esto

cuenta (no lo frecuentan las per-

sonas que no pueden comprar,

por sus altos costos, los pro-

ductos que allí se venden). “La

ciudad emite señales, los signos

-de bienvenida o de rechazo, de

invitación o de exclusión-

influyen en los itinerarios

urbanos de los distintos sectores

sociales”20. En el centro comer-

cial se instala una nueva socia-

lidad condicionada por los men-

sajes que produce el lugar. Al

establecer condiciones de ingre-

so elige su público: las pautas de

comportamiento y las normas

que este espacio requiere para

los sujetos que lo visitan exclu-

yen a “los otros”. Las personas

que no se ajustan a los modelos

y a los patrones de conducta, a

la gestualidad (a la dramaturgia

que este sitio requiere), que no

comparten el código expresivo

del espacio se ven excluidos. El

shopping center 21 es un índice de

la nueva estratificación, es un

territorio en el que la ciudad ex-

presa las diferencias sociales y

nuevas formas de la distinción:

es un lugar cerrado organizado

bajo los nuevos rituales de la

moda y el consumo.

El centro comercial es un espa-

cio confiable, sus creadores lo

promocionan como un espacio

privado o semipúblico que ofre-

ce, frente a una sociedad “violen-

ta y enferma”, al desorden exte-

rior, seguridad, comodidad y

orden: “Me dan la oportunidad

de ver y hacer muchas cosas en

un medio agradable y tranquilo,

con mucha seguridad”22. Sus

creadores conciben al usuario

habitual como el ciudadano que

ve en la ciudad un medio hostil

e inseguro en el que abundan el

desorden y la amenaza. El visi-

tante le teme a los espacios

públicos, y sólo se mueve en un

sector de la misma que domina

y conoce: la otra parte de la

ciudad está llena de riesgos y no

la frecuenta, la desconoce y la

siente como ajena (es otra ciu-

dad diferente a la que él habita).

El hombre urbano abandona la

calle y los lugares tradicionales

del trato mercantil y se recluye

en un nuevo escenario urbano,

limpio y distante que no evoca

el entrecruzamiento natural de

gentes, ni el escenario público

que corresponde a todos23. En

su interior no se vive la deca-

dencia y el caos exterior, la inse-

guridad y la violencia de las

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grandes ciudades que trae como

consecuencia la desigualdad y la

heterogeneidad; en él se

disuelven los conflictos sociales

y se atenúan las diferencias

económicas y la rudeza del si-

stema productivo. En este micro-

mundo las comunidades de

consumidores de las que el indi-

viduo se siente miembro se

integran y el usuario experimen-

ta con ello la falsa vivencia de

una homogeneidad. En él el

sujeto vive la ilusión de la

expresión de sí mismo sin la

tensión que suponen la pre-

sencia, vigilancia o censura de

otros colectivos ajenos. La dife-

rencia es muy clara: en su inte-

rior encuentra la unidad y el

orden, en el exterior habitan la

diversidad social y el caos.

Como los lugares de trabajo y de

vivienda los centros comerciales

son localidades fortificadas24,

son territorios protegidos del ex-

terior en los que sus formas

arquitectónicas marcan el espa-

cio y establecen en él límites y

distancias, crean controles y

excluyen a algunos grupos del

uso del lugar. Estos no son me-

canismos evidentes o que fun-

cionan explícitamente, los usua-

rios no los perciben directamen-

te; estas formas arquitectónicas

actúan de una manera indirecta

e intensamente (no son sólo

medios físicos, muchas de estas

formas son barreras simbólicas,

muros invisibles que separan los

lugares de privilegio de los de

uso mayoritario en la ciudad).

En los centros comerciales se

encuentran dos modalidades:

algunos tienen una plaza interior

abierta, a la que sólo se puede

acceder por puertas pequeñas

dispuestas en los lados del cua-

drilátero; otros son fortalezas,

ciudadelas rodeadas de mura-

llas25. Los que pertenecen al pri-

mer tipo son espacios abiertos,

pero realmente sus vías no

conducen a ninguna parte y para

las personas que lo visitan sólo

existe una salida. Los “fortifi-

cados” están rodeados de mura-

llas y otras barreras para impe-

dir el acceso y el movimiento. El

tamaño, la monumentalidad, la

elevación y el distanciamiento

son mecanismos de control, le

dan cierto aire de grandeza,

cierta jerarquía al lugar, incluso

el nombre y la ubicación del

edificio confirman su rango, el

aire de esplendor y de

superioridad. Las paredes exte-

riores no tienen vitrinas, ni ven-

tanas (los almacenes trasladan

sus vitrinas hacia el interior del

centro comercial y con ellas la

actividad de los compradores.

En el exterior sólo se ven las

paredes lisas rodeadas de jar-

dines y de fuentes que hacen las

veces de foso como en los cas-

tillos medievales), las pocas

ventanas que miran hacia el ex-

terior están dispuestas como si

fueran las almenas de una

muralla (son castillos con mura-

llas coronadas de almenas pero

sin torres de flanqueo cilíndricas

o poligonales, torretas, atalayas

o fronteras). Poseen varias puer-

tas generales en las cuales los

vigilantes pueden tener el con-

trol de quien ingresa o quien sale

al exterior (de una manera con-

tradictoria con todo lo anterior,

sus puertas no son expresión

suprema de la autoridad, ni mue-

stran de una manera arrogante

los límites del territorio; no son

puertas pesadas, opacas impo-

nentes y abigarradas de cerrojos

y cerraduras como las ciuda-

delas del medioevo europeo; son

como las puertas posmoder-

nas26 transparentes -muchas de

ellas son de cristal, sin cerrojos,

ni grandes mecanismos de con-

trol, que comunican un mensaje

contradictorio: expresan a la vez

proximidad y distancia; de un

lado, una gran accesibilidad

(están hechas para circular), y

de otro, son una barrera no

menos enérgica que la que

manifiesta la primera forma de

puerta). Los parqueadores exte-

riores o subterráneos actúan

simbólicamente como la expla-

nada que rodeaba los castillos:

los exteriores son espacios

vacíos y abiertos visualmente

que sirven para aislarlo (son

islas rodeadas de automóviles),

los subterráneos los elevan del

nivel del piso y simbólicamente

dan una sensación de altura y

distancia frente a lo terreno y lo

mundano. Son una totalidad

cerrada: están construidos en

lugares aislados (en los límites

de la ciudad, en los extramuros

y en los barrios exclusivos

donde no hay pasado urbano) y

no tienen a su alrededor las zo-

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tal nas comerciales tradicionales (le

huyen al tráfico de peatones y a

los núcleos de congestión ur-

bana de las grandes ciudades

donde estaba tradicionalmente

concentrado el comercio y la

actividad administrativa y finan-

ciera). Además la administración

interna también ejerce el control

del tiempo y la permanencia de

los clientes y regula el uso

interno de los espacios: el centro

comercial establece el horario y

determina la hora de inicio de las

labores y de cierre, vigila que se

haga el uso programado por la

administración y trata de evitar

que los usuarios puedan hacer

otro uso de ellos o le cambien su

función.

Los centros comerciales

aparecen en el mapa co-

mo los “pulmones” de la

ciudad: son una maqueta

climatizada de un frag-

mento de ciudad, con ca-

lles, plazas y zonas ver-

des. Son palacios moder-

nos pletóricos de luz y

atmósfera, de intimidad y

naturaleza. Están forma-

dos por un conjunto de

edificios, por bloques de

edificaciones que se eri-

gen orgullosamente en el

paisaje y a lo lejos se ven

como el espejismo de una

iglesia que en lugar de campa-

narios y cúpulas luce sus tubos

de neón (lo que expresaba la

iglesia en las ciudades

tradicionales lo representa el

centro comercial). En la ciudad

actual los shopping center repre-

sentan el nuevo ideal estético, la

nueva concepción de la monu-

mentalidad urbana. Su carac-

terística principal su grandio-

sidad. Están concebidos como

espectáculo: desde fuera por su

forma cerrada y completa (apa-

recen como un edificio o un blo-

que de edificaciones único y

autosuficiente en el paisaje

urbano), desde dentro, por la

serie de elementos decorativos

(están poblados de espejos

coloreados, mármoles y pisos

lustrosos, jardines colgantes,

palmeras, árboles, flores y plan-

tas por doquier, anuncios alum-

brados y multicolores -de neón

como en la gloriosa época de los

cafés parisinos- y de fuentes

luminosas), y los gadgets mecá-

nicos y electrónicos (escaleras

eléctricas, ascensores panorá-

micos, televisores -con cadena

interna de televisión en la que se

promueven las tiendas y artícu-

los que se encuentran en él-,

videocámaras de seguridad, alto-

parlantes y centros de infor-

mación) que subrayan el carác-

ter refinado y moderno de la

edificación. No tienen el estilo

“industrial”, el estilo masculino,

rudo, frío y duro de los edificios

públicos de comienzos de siglo,

dedicados al comercio y a la

producción en serie; no están

construidos como los aburridos

monobloques de la arquitectura

moderna ni son el remedo de las

edificaciones abigarradas del

denso centro de las populosas

ciudades tradicionales. En su in-

terior disponen de grandes espa-

cios y permiten una vivencia del

territorio libre y no restringido.

Su arquitectura es femenina:

predominan sobre el gris y el

blanco “clásico” de las edificac-

iones públicas tradicionales, los

colores y los tonos pastel (el

blanco-rosa, el verde-menta, el

azul pálido, el lila y el salmón,

por ejemplo). Es una arquitec-

tura que anula el sentido del

tiempo y de la historia: no

continúa con una tradición o

plantea una ruptura con el estilo

de la arquitectura urbana ante-

rior , es una arquitectura eclécti-

ca que aglutina sin ninguna

coherencia fragmentos de for-

mas arquitectónicas arcaicas y

vanguardistas, populistas y eli-

tistas de todo país y de todo lu-

gar, sin respetar su contexto y su

sentido.

Están diseñados con pasajes al

aire libre o con senderos cubier-

tos con tejados de vidrio o con

materiales que permiten la entra-

da de luz solar abundante. Están

provistos de luz cenital: en su in-

terior, en sus pasajes y plazas

penetra un sol censurado,

indirecto, que le permite al visi-

tante, de una manera atenuada,

tener la vivencia del paso de las

horas y del ritmo del día. La

naturaleza está domesticada,

está reconstruida en su interior

de acuerdo con las especifi-

caciones del espacio y los prin-

cipios de la más calculada

UN

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disciplina ambiental. En su inte-

rior el verde urbano es pensado

no sólo como un espacio higiéni-

co, es un lugar privilegiado de

socialización, es la expresión cí-

vica de la transparencia y la dis-

ciplina. Están decorados con

fuentes de agua, falsos lagos o

canales, plantas tropicales, jardi-

nes colgantes, motivos orna-

mentales realizados con elemen-

tos vegetales, horizontes de

mármol, enlosados marinos.

No es sólo un signo de moderni-

zación: el shopping en las nuevas

ciudades le permite a su habitan-

te la vivencia de una utopía, es

un recinto aislado donde todo

funciona bien: hay aire clima-

tizado, música funcional, segu-

ridad y control. “El centro co-

mercial se cierra al exterior, es

como una cápsula o container

caído del cielo”27. Es un lugar

aislado que le ofrece a quien lo

visita un universo particular y

concreto al que tiene acceso con

sólo cruzar el umbral que lo se-

para del resto de la ciudad. Es

un objeto-monumento hacia

afuera y una cápsula-confort en

su interior28. Es un territorio que

expresa simbólicamente la dife-

rencia entre el exterior y el inte-

rior, entre lo real y lo ideal, lo

ordinario y el sueño, lo corriente

y la utopía. En el centro comer-

cial “todo está previsto”: reduce

la ciudad a un mundo privado,

suspendido en el tiempo, que

atrae a sus visitantes con sus

promesas de bienestar. Con la

fusión del confort, la belleza y la

eficacia, le ofrece al habitante de

la ciudad la paz y la armonía, las

condiciones materiales de la

felicidad que la ciudad anárquica

le niega. El amparo de sus “cie-

los” ofrecen al consumidor un

espacio protegido contra ruidos

molestos, el aire contaminado de

los automóviles o fábricas, la

inseguridad exterior, y el mal

tiempo: son una “burbuja de

cristal”, un mundo artificial pas-

teurizado de las bacterias “del

realismo ambiental”, un medio

aséptico en el cual puede pasear

e ir de compras.

En el centro comercial los ex-

tremos de lo urbano y los refe-

rentes espaciales del centro de

la ciudad se disuelven. En su in-

terior desaparecen los ruidos

desordenados y estridentes de la

vida agitada de la ciudad, el

claroscuro y el juego de luces y

de sombras de sus calles, el

contraste entre las grandes edi-

ficaciones y las pequeñas, los

monumentos con su belleza y

fealdad, las luces y avisos lumi-

nosos que llenan la parte alta de

las fachadas de las edificaciones,

las señales de tránsito, los textos

escritos y las imágenes que

colman las calles (afiches, vallas,

pancartas). Al paisaje del centro,

confuso y denso, opone un mun-

do embellecido por la estética

del mercado. En su interior desa-

parece totalmente la geografía

urbana, sus muros altos no per-

miten a sus visitantes ver el ex-

terior, las calles, las avenidas

o los barrios que lo rodean. Es

un espacio donde el mundo real

no entra, es un mundo puro: pu-

ro de miserias, de pobreza, del

deterioro de los espacios públi-

cos, de la violencia exterior, de

la decepción y la frustración. Es

un mundo regido por el orden,

la organización, los buenos mo-

dales, la disciplina, la limpieza y

la racionalidad. Nada de lo que

hay en su interior es ruin, feo,

abandonado o sufre el efecto de

la polución. Es un “enclave de

prosperidad”, un universo re-

pleto de signos que sólo tras-

miten positividad, una vida sin

conflictos o un mundo de sueños.

En su interior no existe lugar

para el poder o el culto. No es el

núcleo de la actividad admi-

nistrativa o religiosa: no con-

tiene como el centro de la ciudad

los edificios del gobierno, ni los

lugares del culto. Tampoco es el

sustituto de la plaza pública, no

congrega los grupos políticos,

las masas fervientes y delibe-

rativas. En él el único credo que

se practica es el del consumo. En

esa “burbuja”, en este mundo

amurallado no existe nada que

recuerde la disciplina, el rigor de

la producción, el paso del

tiempo, la miseria de la vida

cotidiana. Frente al mundo

laboral el centro comercial es un

ámbito donde se respira un aire

de vacaciones. Con su hospita-

lidad ofrece a quien lo visita la

posibilidad de vivir por unas

horas en un mundo alejado de la

austeridad y la parquedad que

rodean la vida cotidiana y de los

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diálogosde la comunicación

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tal conflictos que atraviesan la

lucha por la supervivencia. En su

interior “se han condensado

todos los elementos benévolos

y ociosos de la gran ciudad. Allí

no hay oficinas, ni hospitales, ni

escuelas ni comisarías. El mundo

de la enfermedad o la represión

ha sido extirpado y sólo queda

el ocio ungido por la facultad de

comprar”29.

El centro comercial es el

resultado de una arquitec-

tura que preconiza más

“el envase que el con-

tenido”, que enfatiza el

valor de la imagen, del

enmascaramiento, del

retocado o del maquillaje.

Es un edificio donde la

ecuación “forma-función-

constructividad” se altera

acentuando la estética, la

decoración. En su interior

“lo monofuncional sigue

imperando pero con un

decorado y un esteticis-

mo no funcionales, con simu-

lacros de fiestas y una simula-

ción de lo lúdico”30. Las condi-

ciones del clima interno son

falsas: “en su interior hay una

decoración de invierno, un

vestuario de invierno, una fiesta

cuando en el exterior nada de

ello está ocurriendo. Puede ser

primavera allí independiente-

mente de la gran nevada calleje-

ra, otoño al margen de una tem-

peratura estival a la intempe-

rie”31. Su esencia no es la

materialidad, su condición es el

simulacro, es “un mundo de apa-

riencias”, “un universo traves-

tido”, atravesado por la ilusión

y el engaño. Es una caja de

maravillas, un remedo del paraí-

so que vuelca su estridencia

hacia el interior. Es un lugar para

comprar confort o gozar de un

espectáculo brillante, confec-

cionado con una deslumbrante

escenografía fabricada con

materiales reales o simulados.

En sus pasillos y corredores,

dedicados exclusivamente a los

peatones (el ruido y el transitar

de los vehículos no incomoda ni

evita el pasear), abren sus

puertas al público tiendas con

vitrinas que exponen los objetos

más exquisitos, lujosos y

extravagantes, creando un mun-

do polícromo de artículos de

consumo de primerísima cate-

goría a disposición del que posea

el dinero necesario para su

adquisición. En el centro comer-

cial las tiendas utilizan nuevas

técnicas de exhibición: presen-

tan los objetos en lugares insóli-

tos, raros e inesperados al inte-

rior de la tienda o los exhiben en

espéndidas y llamativas compo-

siciones dentro de la tienda o los

escaparates interiores. Para

muchos de ellos se fabrica un

contexto lujoso y fácilmente

reconocible, se exhiben sobre un

fondo exótico para crear un

efecto de exclusividad. Algunas

vitrinas copian detalles de pin-

turas en los cuales resalta como

sentido adicional la abundancia

o la exclusividad; otras narran

historias o contienen fragmentos

de escenas a la manera de los

relatos cinematográficos o de los

comerciales de televisión. Algu-

nas acompañan los productos

que exhiben con obras de arte,

con pinturas, esculturas, piezas

de orfebrería y simulan el estu-

dio de un artista, el depósito de

un anticuario o el desván de una

mansión aristocrática; otras imi-

tan el escenario de un teatro o el

interior de una catedral con sus

nichos y sus íconos. Los objetos

que el almacén ofrece forman

parte de un teatro de objetos, de

una especie de teatro de la

mercancía. Las vitrinas y los

exteriores de los almacenes o su

interior están compuestos por

una mezcla de estilos, de dise-

ños, de ambientes que simulan

construcciones de estilos insos-

pechados o lejanos; remedan

desde los lugares idílicos de

nuestra nacionalidad, los este-

reotipos de la arquitectura colo-

nial, hasta los paraísos urbanos

de los países desarrollados, las

formas arquitectónicas de países

lejanos en el espacio o en el

tiempo o los ambientes más

exóticos de sus culturas. No son

réplicas que buscan la fidelidad,

su propósito es reproducir con

sus símbolos cierta imagen de

rusticidad, de antigüedad, de

europeidad, de orientalidad, por

ejemplo, y rodear al producto de

un halo de refinamiento o de

alcurnia. Son como sets de

películas, fragmentos de espa-

cios y culturas de los que se

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encuentran en los afiches de

promoción de las agencias de

turismo (el repertorio es muy

amplio, éste puede ir desde cha-

lets suizos hasta cervecerías

alemanas, tascas españolas, rui-

nas griegas, jardines japoneses,

templos egipcios, paisajes de las

“Mil y una noches”, una calle

parisina, el fragmento de un

bulevar, almacenes de antigüeda-

des de un puerto en el medite-

rráneo, un rincón de los Campos

Elíseos o secciones de Disney-

land, un cementerio precolom-

bino, un ángulo de un callejón en

el centro de New York, una

parada del metro). Son como en

las películas de Hollywood facha-

das con los vientres vacíos, pu-

ras ambientaciones, remedos de

los lugares más arquetípicos y

ficticios. Son fetiches descontex-

tualizados, imágenes sin espe-

sor, que se presentan alejadas de

su contexto y del momento

histórico y cultural en el que

surgieron. Están puestas allí para

crear una nueva naturaleza: una

naturaleza falsa, artificial,

ilusionista. Son espacios que le

permiten al visitante deleitarse

visualmente, remontarse a es-

pacios distantes de su insulso

mundo cotidiano32.

Sus vitrinas son espaciosas. No

están atiborradas de objetos ni

son simplemente exhibidores en

los que el producto se muestra

sin ambages y desnudo de con-

notaciones, como en los alma-

cenes populares (estos expresan

dos ideas básicas para atraer al

público: la cantidad y la diver-

sidad de productos -”aquí hay de

todo, sólo pregunte, y nosotros

se lo conseguimos”-, y el bajo

precio de los objetos). Lo impor-

tante no es el producto o la

mercancía que se ofrece, la

variedad de estilos o tamaños

(por eso no contienen textos

informando de los precios o

nombrando el material que

exhiben). En los centros

comerciales el buen gusto se

expresa a través de la presencia

de pocos objetos en la vitrina

que armonicen entre sí: lo fun-

damental es insinuar un estilo de

vida. El producto está embe-

llecido y rodeado de un entorno

que lo hace más deseable y le

asigna un poder social com-

plementario. El producto y lo

que lo rodea componen una

ficción, una situación imaginaria

(una ilusión, una fantasía) que lo

libera en parte del uso y la

funcionalidad que lo caracteriza

y lo sitúan en un plano poético u

onírico. Los almacenes disponen

de mucho espacio y de un gran

foco de visión; algunos además,

convierten el almacén en varias

vitrinas o exhibidores por las

cuales se pasean los visitantes

como en un museo (no están

saturados, ni tienen toda la

mercancía exhibida. General-

mente disponen de una bodega

a la que va el vendedor cuando

el cliente pide el objeto que

necesita. El consumidor que

deambula y mira las vitrinas en

los centros comerciales no es el

cazador que busca reconocer

entre la multiplicidad de objetos

el que él necesita y le conviene

por su precio. Es el paseante que

dispone de su tiempo libre sin

presiones o sentimientos de cul-

pa, es el soñador, el “esteta” que

al placer que le genera el con-

sumo, al placer lúdico de la com-

pra le une “el del gozar del espec-

táculo, es decir, de la puesta en

escena de las imágenes que

pretenden conquistarlo. Partici-

pando de la nueva cultura visual,

el consumidor saborea más y

más conscientemente que en el

pasado, la representación, el

rito, la pantomima que se inter-

preta con la intención de sedu-

cirlo y de incitarlo a comprar,

soportando de buena gana la

tiranía de su propio deseo”33.

La vitrina es heredera de una de

las convenciones de la pintura y

la tradición renacentista: la

convención del encuadre-marco.

La vitrina no se da en un espacio

abierto, su representación es

externa al espectador. Es un

ámbito espacial con límites reco-

nocibles que lo separan del

espacio circundante. El marco

delimita las imágenes o el espec-

táculo que en ella se realiza;

señala el territorio del espacio

escópico, e indica donde

empieza y acaba la ilusión. Es un

“significante de demarcación”,

establece una frontera entre dos

realidades: el espacio físico que

rodea al espectador, el espacio

circundante no teatral, y el

espacio propio del espectáculo,

donde se lleva a cabo el juego de

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tal la representación34. En las vitri-

nas es común encontrar, entre

varias formas, dos tipos de mar-

cos: el formato rectangular pro-

pio de la pintura narrativa occi-

dental y el formato vertical pro-

pio de la pintura de retratos. A

veces la propuesta pretende

romper con esta convención y

proyecta la vitrina hacia el exte-

rior y simula la forma de un

escenario abierto.

La decoración de las vitrinas no

es igual para todos los centros

comerciales, los objetos que

acompañan los productos cam-

bian según los códigos estéticos.

“Cada comunidad fabrica los

contenidos simbólicos de sus

vitrinas”35, cada ciudad crea su

estilística, y más aún, en cada

una de ellas es posible varios

tipos, una diversidad de criterios

estéticos según sus habitantes,

sus condiciones económicas, ét-

nicas y culturales. La vitrina se-

ñala cómo los usuarios conciben

el mundo, sus anhelos, sus inte-

reses, expresa una forma del

conocer y del sentir. Además los

almacenes no emplean la misma

distribución, ni la misma orga-

nización, cada tipo de producto

tiene su propia retórica. Los

almacenes de ropa, de prendas

deportivas, de discos y música,

las reposterías o charcuterías,

por ejemplo, tienen su propia

manera y un lenguaje específico

para promover los objetos que

venden. Pero a pesar de sus

particularidades en los diferen-

tes almacenes se pueden apre-

ciar algunas regularidades. Las

vitrinas están decoradas siguien-

do los ciclos del mercado, el

ritmo de las estaciones (prima-

vera, verano, invierno y otoño)

y el cambio que estas traen para

la moda, la actividad deportiva

y social, y las festividades

propias de cada una de ellas (la

navidad, las vacaciones, el

halloween, el día del padre o de

la madre, por ejemplo).

En algunas vitrinas sobre todo

las de los almacenes exclusivos

y de prendas de marca, es común

encontrar una distribución de

los objetos que es heredera de

las pinturas de bodegones36.

Como en los bodegones, el

diseñador de la vitrina reune

alrededor de las mercancías

objetos de uso común que los

extrae de la vida cotidiana, los

“fija” en la vitrina (les confiere

una dignidad y una presencia

incuestionable), detiene su

transitoriedad y los utiliza como

provocadores de imágenes artís-

ticas o asociaciones estéticas. En

la vitrina los objetos no impor-

tando su tamaño, ni su uso están

reunidos por una razón mera-

mente formal, más que lo que

cada uno pueda expresar en su

contexto propio. De los objetos

lo fundamental es su forma y en

un segundo plano su contenido

simbólico; la primera impresión

que producen en el transeúnte es

de tipo formal (el juego que

producen con las formas y el

aspecto inusual de composi-

ción), en una lectura profunda,

lo fundamental es su contenido

simbólico, además de sus valo-

res plásticos o pictóricos están

allí por las asociaciones y con-

notaciones que pueden desper-

tar. Los objetos que se ofrecen

para la venta en el almacén por

este proceso se mitifican, se

dignifican y se elevan a la cate-

goría de obra de arte. Se rodean

de valores simbólicos, de con-

notaciones existenciales, de sen-

tido estético, y ocultan con ello

su condición de ser productos

fabricados en serie y estanda-

rizados (la generalización for-

mal, la falta de creatividad que

hay en la ropa de marca, por

ejemplo). En su composición se

pueden encontrar dos tenden-

cias: en algunas vitrinas el di-

señador busca expresar cierta

racionalidad, los objetos están

organizados geométricamente

formando figuras y formas fá-

ciles de identificar, en otras, la

constante es la falta de simetría,

los objetos están dispuestos

desordenadamente en diferentes

planos, sin importar su tamaño

ni su afinidad. En el número de

objetos que puede reunir la vit-

rina, como en el bodegón, hay

dos tendencias: las vitrinas que

se caracterizan por su simpli-

cidad y sobria elegancia y reu-

nen un número limitado de obje-

tos y elementos, y las que agru-

pan en un ambiente saturado un

número amplio de objetos lujo-

sos y decorativos para producir

la impresión de un ambiente

suntuoso y opulento.

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A pesar de esta diversidad de

propuestas estéticas, en los

centros comerciales se encuen-

tran algunas constantes. La ten-

dencia más reciente busca fusio-

nar lo antiguo con lo moderno.

La concepción que tienen de lo

antiguo está cargada de nostal-

gia y embellecida; de lo moderno

tienen una visión apocalíptica.

Para expresar estas ideas

construyen bodegones (sintag-

mas) con objetos que agrupan y

acompañan el producto en la vit-

rina del almacén. No son bode-

gones de flores o alimentos -

como era lo usual- utilizan otro

tipo de materiales. Lo antiguo lo

expresan utilizando maderas sin

pulir, objetos hechos con paja,

espigas, flores secas, semillas de

pino, fragmentos de adobe de

demoliciones, murales sobre

paredes desvaídas o rústicas,

fotografías en color sepia, baúles

o maletas de cuero viejas, ruedas

de carretas, sillas y utensilios

para montar a caballo, hierro

forjado o pintado de verde (si-

mulando moho u óxido y con ello

el paso de los años), rejas metá-

licas, figuras de hierro cortadas

con soplete, vitrales, maderas

pirograbadas, cajas de cartón o

de madera vacías, fondos de

colores tierra (ocre o café) o ma-

rinos, algunos de ellos hechos

con guadua, cañabrava,costales

de fique. Para expresar lo moder-

no agrupan materiales de dese-

cho (fragmentos de metales,

cristales, acrílicos, plásticos), de

fondo emplean bloques de

cemento, columnas de alambre,

vigas de hierro, chatarra, recor-

tes de papel, (de periódicos o

revistas), láminas de cartón. La

referencia a lo urbano también

está cargada de nostalgia: en las

vitrinas reconstruyen un paisaje

urbano deteriorado o crean

entornos urbanos en los que

predominan los signos más tra-

dicionales del progreso y la mo-

dernización: surtidores de gaso-

lina, semáforos, buzones, máqui-

nas manuales de juego (como las

que usan en los casinos), par-

químetros, pedazos de grúas o

de maquinaria pesada, señales

urbanas de tránsito, cabinas de

teléfono, luces de neón, anun-

cios publicitarios de productos

tradicionales, etc. Además los

nombres del almacén o de las

marcas son copias de nombres

de productos industriales y es-

tán hechos con letras que no

tienen parentesco con las letras

de molde convencionales.

La gran mayoría de objetos que

aparecen en la vitrina-bodegón

son objetos viejos e inservibles,

materiales de desecho, de des-

carte e incluso basuras. Pero no

son sólo objetos inútiles, cum-

plen otro papel, son parte de la

memoria y al estar allí se pro-

duce su reactivación37. En el uso

de estos materiales hay una pro-

puesta cultural: “una profunda

reconciliación con la historia y

con las experiencias pasadas,

con las fuentes simbólicas de la

existencia social y cultural”38. Es

la necesidad de descubrir, más

allá del presente, las propias

raíces, de reconsiderar el pasado

como un depósito de estímulos

y elementos vitales. Lo nuevo (y

la búsqueda de la novedad)

desaparece como el mito cul-

tural dominante, la fascinación

por el pasado, por las formas de

vida más tradicionales se im-

pone como una nueva forma de

ideal. En su composición la vit-

rina es un viaje al pasado. Los

objetos que forman parte del

bodegón se han revalorizado, de

objetos funcionales cotidianos

pasan a ser referentes poéticos

que expresan simbólicamente

una nueva sensibilidad que

dirige la mirada hacia un tiempo

anterior y revelan la necesidad

de ahondar en el misterio del

origen.

“Para el fetichismo de las marcas

se despliega en el shopping una

escenografía riquísima donde,

por lo menos en teoría, no puede

faltar nada; por el contrario, se

necesita un exceso que sorpren-

da incluso a los entendidos más

eruditos”39. En la puesta en

escena de la vitrina aparece

como un personaje la marca que

el almacén vende en exclusi-

vidad en diversas formas y ta-

maños o el nombre del almacén

cuando éste ocupa el lugar de la

marca. La marca no sólo permite

identificar un tipo de producto,

es un objeto cultural, el símbolo

que resume un estilo de ser o

de sentir, una determinada

filosofía, una postura frente al

mundo40. La representación

icónica de la marca (la marca es

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diálogosde la comunicación

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Cris

tal un “símbolo tótem” no necesita

ser leída se percibe como

símbolo), acompaña el resto de

objetos que están en la vitrina y

ocupa un lugar visual muy

importante. Es común encon-

trarla en banderolas, estandar-

tes, pendones, escudos, cintas

que atraviesan la vitrina o en las

cajas, empaques, bolsas que

también se exhiben en ella o en

el papel que el almacén utiliza

para empacar sus productos. El

logo, con su tipo de letra, su

estilo y sus caracteres, sus co-

lores corporativos, las formas

geométricas que definen su

figura, el envase o el empaque

con su diseño singular (los dos

elementos forman parte de la

materialidad producto/signo)

sobresalen entre el conjunto de

objetos que forman el sintagma

de la vitrina.

De este teatro también parti-

cipan los maniquíes. El maniquí

no es el muñeco inanimado o el

figurín inactivo del pasado, es el

actor del espectáculo del comer-

cio visual: con su participación

humaniza las vitrinas y las con-

vierte en paisajes. Los modelos

de maniquíes son diversos, se

podrían situar entre dos

extremos: los que imitan el cuer-

po humano y tienen un aspecto

real, y los de estilo abstracto o

vanguardistas que rompen la

forma del cuerpo. En los prime-

ros el diseñador busca el realis-

mo en los cuerpos y le presta

atención al detalle y al acabado.

Las poses que pueden asumir

son diversas, en su construcción

son más fluidas, naturales y

atrevidas. En su gran mayoría re-

presentan la generación joven,

están a la moda y asumen

posiciones relajadas y un

aspecto atractivo (“vigorosos y

jóvenes se tornan similares a las

personas de carne y hueso, se

sientan, cruzan las piernas, se

levantan, se visten y desvisten

apenas con el correr de la

semana cuando no diariamente;

las modas, los vestuarios y es-

tilos ofrecidos corresponden,

por lo general, a modelos extran-

jeros, descubribles fácilmente en

las últimas revistas norteame-

ricanas o europeas”41. La repre-

sentación que llevan a cabo

suele estar relacionada con

actividades del tiempo libre

como pasear, correr, practicar

gimnasia y baile rítmico, pero sin

olvidar los deportes más popu-

lares (juegos de pelota, mon-

tañismo, ciclismo, esquí, depor-

tes acuáticos). Su apariencia es

la de un cuerpo sano, de ex-

tremidades bien cuidadas y

poses en consonancia. Cuando

se prescinde de la forma del

cuerpo, los maniquíes son for-

mas abstractas, son cuerpos sin

rostro o fragmentos solamente

(únicamente piernas, torso, por

ejemplo), siluetas, remedos o paro-

dias (formas humanas llenas de

paja, cartón o papeles de colo-

res), esqueletos metálicos sin

cabeza o cuerpos desnudos de

rasgos prolongados, pintados de

colores, que simulan ser parte de

una escenografía vanguardista.

En las tiendas de los centros

comerciales se reconsideran las

técnicas comerciales, se hace

énfasis en la decoración de los

escaparates, y se mejora y

moderniza el alumbrado. A dife-

rencia de los grandes almacenes

que llenan el escaparate sin

hacer distinción de las mercan-

cías e iluminan los estantes con

lámparas fluorescentes monta-

das sin más en el techo, en las

tiendas de los centros comer-

ciales se mejora el alumbrado

para realzar el carácter de la

arquitectura, dar fluidez y

estimular el interés del com-

prador. En las tiendas se mezcla

la iluminación general y la

iluminación de carácter deco-

rativo. El manejo de las luces

hace que la vitrina se vea más

atractiva y que el almacén sea un

lugar más sugestivo para los

clientes, un lugar visualmente

más provocativo para ir a

comprar. Con la iluminación se

destaca el almacén entre la

multitud de estímulos visuales

existentes, se expresa la per-

sonalidad de la tienda, y se

subraya su carácter individual.

En las vitrinas con la iluminación

se busca dar la máxima expre-

sión a la forma del objeto, a su

estructura, textura y color para

contrastarlo con los objetos que

le rodean. Los objetos aparecen

iluminados por una luz artificial

conscientemente dirigida que

busca crear sutiles efectos esté-

ticos con las diferentes tonali-

dades que producen los chorros

de luz o con el contrapunto en-

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tre trasparencia y opacidad (los

sentidos son variados: con la

creación de penumbras y de

espacios de media luz se puede

evocar una atmósfera lírica o

solemne alrededor de los obje-

tos; con el empleo de una ilumi-

nación directa sobre los objetos

que resalte las partes más

brillantes se puede producir la

impresión de un ambiente sun-

tuoso y vital, por ejemplo). En el

interior de la tienda la ilumina-

ción facilita la orientación y

enfatiza o acentúa en los escapa-

rates especiales los puntos de

interés para atraer los clientes a

algunos sectores del almacén.

Además de la iluminación se

puede hacer un uso simbólico:

con ella se puede crear un es-

pacio, un escenario propio para

cada producto (se puede cons-

truir por ejemplo, un ambiente

cálido, lujoso y amable, una

atmósfera de exclusividad). En

las tiendas se pasa de una

iluminación plana y uniforme a

una iluminación de realces y

contrastes. Acentuando o dismi-

nuyendo la intensidad de la

iluminación se puede crear un

variado patrón de luces y de

sombras, con contrastes que

sugieren dinamismo (cuanto

más duras sean las sombras,

más espectacular y agresivo será

el efecto logrado) y un efecto

dramático y teatral. En este

proceso no sólo se emplean

lámparas de techo, es usual que

se utilicen también elementos

decorativos de iluminación, no

sólo luminarias estables, de

pared o candelabros, sino también

elementos arquitectónicos como

las bovedillas de luz, las cornisas

y los zócalos iluminados.

El centro comercial per-

mite un juego simultáneo

de intercambios y distin-

ciones. De un lado, a su

interior el consumo fun-

ciona como “un sistema

de integración y comuni-

cación” que favorece la

sociabilidad de los in-

tegrantes del grupo, y de

otro, es una forma de

“diferenciación social y

de distinción simbólica

entre grupos”42.

De un lado, en el centro

comercial está “la feria, el

juego, la negociación ri-

tual, la producción de

sentido”43. Aunque el cen-

tro comercial es el “lugar

hiperbólico de la transac-

ción comercial” cumple otra

función: es el espacio donde los

grupos humanos y las personas

reafirman sus prácticas de

grupo, sus símbolos, sus gustos

y lenguaje; donde confirman la

imagen de sí mismos y por

diferencia la imagen de los

demás, y contemplan los otros

grupos o clases en su dinámica

y movilidad. Es un lugar de

integración: en la vida de la

ciudad y en la sociedad de con-

sumo las compras “son

verdaderas actividades eróti-

cas... la estación-tienda tiene

fundamentalmente una signifi-

cación única... esta significación

es erótica: compra y encuen-

tro”44. No son los lugares de la

compra obligatoria. No sólo se

visitan para satisfacer una nece-

sidad, se frecuentan con fines

lúdicos, son también un lugar de

reunión. En el centro comercial

la transacción de venta-compra

es completamente ocultada por

la actividad de “ir de compras”.

En la actualidad el consumo se

cotidianiza, abandona el carác-

ter que tenía en la sociedad tradi-

cional, siempre asociado a los

ciclos del trabajo o los procesos

productivos, a las celebraciones

festivas y rituales. El consumo se

involucra en el tiempo no pro-

ductivo. El negocio que antes era

negación del ocio es en la ac-

tualidad otra manera de poblar

el tiempo libre.

Son lugares de reunión, de

concentración. Estas catedrales

del comercio son lugares de

encuentro que aglutinan ritual-

mente los grupos o los segmen-

tos sociales y le brindan la opor-

tunidad al hombre urbano de

pasar su tiempo libre y llevar a

cabo una vida colectiva. Son

espacios que el hombre urbano

frecuenta en su inactividad, en

su estar a la deriva propio de sus

días libres (muchas veces los

visita en su afán de llenar sus

tiempos vacíos). La costumbre

de ir al parque, al teatro, al cine

o al espectáculo deportivo, o de

reunirse con sus amigos y

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tal callejear la reemplazan por la

actividad lúdica de “ir de

compras”. Los niños, los adoles-

centes y la familia encuentran en

el centro comercial un ambiente

festivo intenso y el esplendor de

la nueva estética urbana. Son

lugares que generan gran

atracción y congregan a otros

públicos de los que tradicio-

nalmente acudían a los mer-

cados de abastos, a los merca-

dos ambulantes o a las tiendas

monovalentes: en ellos el com-

prar no es una obligación, es una

actividad gratificante vinculada

con el esparcimiento (“es la

opción ideal para aquellos que

quieren alejarse de los trancones

citadinos y disfrutar de los atar-

deceres bogotanos”45). Más aún:

para acudir a ellos no es nece-

sario comprar nada, puede ser

simplemente ir para pasear, para

ver lo que está exhibido (para

“vitrinear”, como se llamaba a

esta actividad hace algunos

años), para comer helados,

encontrarse con amigos, probar-

se algún vestido, ir al cine, escu-

char música, caminar por el cen-

tro comercial en grupos o par-

ticipar de las novedades de la

moda o de las degustaciones que

le son ofrecidas gratuitamente46.

El mall no es otro agregado a los

circuitos de circulación de las

grandes ciudades, a sus auto-

pistas y a sus rutas rápidas47, es

un territorio propicio para las

formas nómadas del transitar. El

centro comercial con sus sen-

deros cubiertos, sus pasajes,

escaleras y plazas es el espacio

ideal para el paseante. Frente a

la ciudad con la monotonía de

sus edificaciones en hilera, sus

ríos de asfalto, el trazado geomé-

trico de sus calles, el ritmo ace-

lerado de su actividad (la ciudad

embotellada por la circulación

apretada de hombres y auto-

móviles que se desplazan), el

centro comercial ofrece, por

contraste, en sus jardines artifi-

ciales, en su naturaleza recons-

truida un territorio abierto para

el pasear, para el deambular sin

rumbo. El mall posee “una

estructura narrativa abierta”,

sus espacios interiores permiten

recorridos “a la carta” o el vaga-

bundear48. El sujeto que los visita

es un nómada49: realiza un

recorrido recreativo, fragmen-

tario, multidireccional o discon-

tinuo. No están pensados para

que el visitante los recorra de

principio a fin como una calle o

una galería, para que el visitante

realice un trayecto unidireccio-

nal o se desplace linealmente.

Tienen algo de tentacular, una

mezcla de orden y anarquía, la

forma de falsos laberintos en los

que se puede perder fácilmente

el sentido de orientación. Son

como una cinta de Mobelius: “se

pasa de una superficie a otra, de

un plano a otro sin darse cuenta

que está atravesando un lími-

te”50. “Lo que se ve desde un pun-

to es tan parecido a lo que se ve

desde su opuesto que sólo los

expertos, muy conocedores de

los pequeños detalles, o quienes

se mueven con un mapa, son

capaces de decir dónde están en

cada momento”51. Por su compe-

jidad requieren de una presencia

de redes de circulación, de seña-

les y mapas para facilitar el des-

plazamiento. El recorrido que

lleva a cabo el visitante es pun-

tual, está hecho de pequeños

recorridos y paradas, de movi-

mientos circulares en los que se

acepta, no del todo, las trampas

del azar. El centro comercial da

la idea de un recorrido libre: son

muy pocos los visitantes que

entran a comprar y salen inme-

diatamente cuando han logrado

su objetivo; la compra muchas

veces es el resultado de un en-

cuentro casual (el comprar es

una aventura: el comprador no

busca la mercancía, se tropieza

maravillosamente con ella, como

si fuera un acto de magia o el

resultado de un sortilegio). Su

territorio actúa imaginariamente

como un tablero de ajedrez en el

cual los avances, los retrocesos

y las repeticiones son posibles y

funcionan como una estrategia

de venta (el pasear es una

actividad lúdica, no simplemente

funcional. El paseante asume la

existencia como un fluir, como

un movimiento perpetuo52). Pero

el visitante habitual no sólo lo

recorre sin descanso, en su cami-

nar se puede detener, repetir

varias veces un mismo itinerario,

dedicarse a leer en uno de los

lugares de espera, a disfrutar de

la soledad, a tomar un café en

compañía de sus amigos en un

punto de venta, a “gastar el tiem-

po”. Esta forma de recorrer el

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centro comercial lo facilta su

arquitectura, la distribución

interna de sus almacenes, la

multiplicidad de espacios y de

usos que le ofrece a quien lo

visita. El centro comercial posee

zonas peatonales, lugares de

descanso y de permanencia, zo-

nas de aseo personal y asis-

tenciarias (lugares sanitarios),

sectores de servicio público y

puntos de encuentro (pequeños

parques o plazoletas, cafeterías,

restaurantes, bares), platafor-

mas y pasarelas para desfiles de

moda, lugares abiertos para

exposiciones, para actividades

musicales y espectáculos, y zo-

nas de comida (restaurantes de

atención rápida -”fast food”- y

patio de comidas -”food court”-

donde se ofrecen especialidades

culinarias).

De otro lado, el centro comercial

permite el espectáculo de

diferencias: el consumo es una

forma de resaltar en las socie-

dades democráticas, basadas en

la premisa de la igualdad natu-

ral entre los hombres, las dife-

rencias sociales. La sociedad de

consumo funciona como un pro-

ceso de clasificación y diferen-

ciación: el consumo de los

bienes materiales, por el conte-

nido simbólico que encierran,

contribuye a mantener la

desigualdad entre las clases

sociales, la jerarquía y el domi-

nio. El hombre urbano en el

centro comercial no experi-

menta la sensación de la diver-

sidad de los grandes almacenes,

vive el “brillo” de las prendas

únicas o exclusivas, la cercanía

de las prendas de marca y su

poder simbólico, de la van-

guardia y lo foráneo, de lo extra-

vagante y la anarquía del dise-

ño53. El que lo frecuenta sabe que

su conducta no puede ser igual

a la que emplea en los grandes

almacenes, el almacén del barrio

(en el que se puede fiar y pagar

por contado, “donde lo llaman

por su nombre”, conocen su con-

dición económica, su capacidad

de endeudamiento, sus tallas y

gustos), o en el almacén tradi-

cional en el centro de la ciudad

(que suministra la idea standard

de lo formal y un sentido res-

tringido de la moda). No pide

rebaja ni entra a discutir el pre-

cio, acepta las condiciones de

compra y para acceder al precio

que le ofrecen emplea la tarjeta

de crédito (es la llave plástica

para lograr la materialización de

sus deseos, el “ábrete Sésamo”).

Sabe el poder de las palabras:

comprende que los sentidos son

diferentes al llamar al centro

comercial por el nombre ge-

nérico (“voy para el centro co-

mercial”), llamarlo por el nom-

bre propio (“voy para el San Di-

ego o para Unicentro a encon-

trarme con mis amigos”, por

ejemplo), decir que se va de pa-

seo, de window shopping o ex-

presar ruidosamente que “voy

para el mall”. Cada una de estas

maneras de nombrarlo o de ex-

presar la actividad que se va a

realizar tiene una connotación

diferente, que va desde la viven-

cia de la plenitud democrática

del consumo hasta la sensación

de la exclusividad y la diferencia.

1. “Todos los espacios que

conocemos y habitamos en la

vida cotidiana tienen un vín-

culo fundante en las rela-

ciones sociales: el espacio

físico siempre es generado y

moldeado por el espacio de las rela-

ciones sociales y es efecto de su

compleja trayectoria” (GONZALEZ,

Jorge A. “Coordenadas de lo imagi-

nario: protocolo para el uso de car-

tografías culturales” Estudios de las

culturas contemporáneas, Vol. I, nº 2,

dic. 1995, p. 142). Todas las formas

espaciales y su sentido son generado

por la acción social. La ciudad con

sus equipamientos y sus cambios

sucesivos es el resultado de las lu-

chas entre actores sociales con posi-

ciones, intereses, valores y proyec-

tos de vida antagónicos.

2. PEREZ TORNERO, J.M. y otros. La

seducción de la opulencia. Barce-

lona, Ed. Paidós, 1992, p. 96.

3. PERGOLIS, Juan Carlos. “Diálogos

con Escala”, Escala, nº 125, 1985, p.

2,3. PERGOLIS, Juan Carlos.

“Significación de las plazas urbanas”

Gaceta nº 23, agosto 1994, p. 33.

4. GEIST, Johann Friedrich. “Pasajes

comerciales”, Escala nº 125, 1985, p. 8,9.

5. La ciudad en la llamada sociedad

postindustrial entra en crisis, su

centralidad económica y política se

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Cris

tal pierde. La importancia como mer-

cado, como lugar donde se produce

el intercambio regular de bienes y su

liderazgo político desaparecen. En

este proceso de crisis los medios de

masas absorben la función comuni-

cativa del mercado y “los automó-

viles desplazan los centros comer-

ciales a la periferia”. Aunque es aún

el almacén de los grandes símbolos

urbanos (catedrales, bancos, edi-

ficios públicos de gobierno y monu-

mentos del estado), las grandes

decisiones del poder no se toman en

estos lugares, pasan por otros cir-

cuitos. RUPERT DE VENTOS, Xavier.

Ensayos sobre el desorden, Barce-

lona, Ed. Kairos, 1986, p. 81.

6. MARTIN BARBERO, Jesús. “Media-

ciones urbanas y nuevos escenarios de

comunicación” Comunicación y

espacios culturales en América Latina,

Santafé de Bogotá, Pontificia

Universidad Javeriana, 1995, p. 154.

7. SARLO, Beatriz. Escenas de la vida

posmoderna. Buenos Aires, 1994, p. 13.

8. MONSIVAIS, Carlos. “La ciudad de

México y el gozo de las multitudes”

Número nº 8, diciembre 1995/enero-

feb. 1996, p. 61.

9. “A evidente erosao do espaco pub-

lico transferiu as atividades urbanas

para novos ‘territorios’ produzidos

segundo novos valores e utilizando

obligatoriamente novos instrumen-

tos. Os condominios fechados, os

shopping centers, os edificios sao

exemplos emblemáticos da nova

organizaçao física das atividades

urbanas, em que a rua é desinvestida

de suas funcones e papéis”. PROS-

PERI MEYER, Regina Maria. “O papel

da rua na urbanizaçao paulista”.

Cadernos de história de Sao Paulo nº

2, Janeiro-dezembro 1993.

10. Hasta la mitad del siglo XX la

forma de la ciudad en occidente

cambió. La ciudad encentrada desa-

pareció y fue sustituida por un tejido

urbano, o de apariencia urbana que

cubre inmensos espacios contiguos.

Los habitantes más ricos huyeron de

la ciudad aglomerada y densa, a la

que consideraban malsana y

peligrosa, y buscaron en los barrios

periféricos (en los “green suburb”)

un aire más puro y una vecindad más

decente. Esta evolución de la ciudad

“fue precipitada por el automóvil y

la televisión”, además del culto a la

privacidad a lo largo del siglo XIX.

ARIES, Philippe, Ensayos de la me-

moria 1943-1983. Santafé de Bogotá,

Ed. Norma, 1996, p. 321-323.

11. “Es la expresión de los hábitos

de consumo de los propietarios de

carros. Una persona acostumbrada

a circular en automóvil desarrolla

una forma específica de utilizar la

ciudad e inclusive una percepción

peculiar de lo urbano: las distancias

serán menos importantes y se me-

dirán a escala del automóvil... se pri-

vilegiará ciertas vías como ejes orde-

nadores y como puntos de referen-

cia, se evitará sistemáticamente

ciertos recorridos... en suma, confi-

gurará una imagen de la ciudad que

diferirá mucho de la que pueda for-

mar un ciudadano que es habitua-

lmente un peatón y un usuario de

bus”. ARANGO, Silvia. “A propósito

de Unicentro: una perspectiva se-

miológica” Escala, nº 87, p. 11.

12. PERGOLIS, Juan Carlos. “Señales

colectivas de la ciudad”. Magazin

Dominical El Espectador nº 381,

agosto 12, 1990, p. 6.

13. SARLO, Beatriz. Op.cit. p. 19.

14. REGUILLO, Rossana. “La ciudad

es el campo: una contradicción llena

de sentido”. Comunicación y Socie-

dad nº 14-15, enero-agosto 1992, p.

148, 152.

15. MELA, Antonio. “Ciudad,

comunicación, formas de raciona-

lidad”, Dia-logos de la comunicación

nº 23, marzo 1993, p. 15.

16. En las ciudades actuales las

minorías que rechazan la integración

crean microsociedades, cada una de

ellas individualiza un territorio y lo

convierte en su propio centro y al

cerrarse sobre él lo hace inaccesible.

De este proceso no sólo participan

las minorías, cuando las ciudades

por el exceso de población

(mezclado con el exceso de comuni-

caciones y de transporte) y la con-

taminación, se vuelven inhabitables,

las clases acomodadas también

responden a este espíritu de clan,

abandonan los barrios tradicionales

de la ciudad y “siguiendo el mito de

la naturaleza se retiran fuera de la

ciudad, al barrio ajardinado con

supermercados autónomos, con lo

que dan vida a otros tipos de micro-

sociedad”. ECO, Umberto, “La Edad

media ha comenzado ya.” En ECO,

Umberto y otros, La nueva Edad Me-

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dia, Madrid, Alianza Editorial, 1974, p. 19.

17. “El Buenos Aires de los noventa

es el resultado de la concentración

económica y de la crisis y la

fragmentación social y espacial:

involución industrial y económica

del país, economía informal, deso-

cupación, crisis de las utopías socia-

les y políticas, acceso diferencial a

bienes materiales y simbólicos,

configuran una nueva ciudad que se

escinde en enclaves de riqueza y

manchones de pobreza y margi-

nalidad”. SCHMUCLER, Héctor y

TERRERO, Patricia “Nuevas tecno-

logías y transformación del espacio

urbano” Telos nº 32, diciembre 1992/

febrero 1993, p. 30.

18. SARLO, Beatriz. Op.cit. p. 23.

19. TORRIJOS, Fernando. “Sobre el

uso estético del espacio”. En

FERNANDEZ ARENAS, José. Arte

efímero y espacio estético, Barce-

lona, Ed. Anthropos, 1988, p. 42.

20. MARGULIS, Mario. “Leer la

ciudad”, Topia nº 15, nov-marzo

1995/1996, p. 32.

21. La expresión shopping pertenece

al “idioma internacional de la mo-

dernización” (del que forman parte

también los parking, weekend, drug-

store, mobile-home, por ejemplo).

No es sólo una palabra tomada del

inglés que se universaliza por el

proceso de trasnacionalización de la

cultura, es una expresión que tra-

duce “las nuevas formas de vida y

movimiento” del mundo moderno.

BERMAN Marshall, Todo lo sólido se

desvanece en el aire, Santafé de

Bogotá, Siglo XXI, 1991, p. 161-162.

22. “Gastar y gozar: la nueva fórmula”

(publirreportaje) Cambio 16 nº 138

febrero 5 de 1996, Colombia, p. 37.

23. “El shopping -símbolo de la

abundancia en medio de la escasez-

convoca a la gente a un lugar ajeno”.

SCHMUCLER, Héctor y TERRERO,

Patricia, op. cit. p. 30.

24. COLOMBO, Furio. “Poder, grupos

y conflicto social” en ECO, Umberto

La nueva Edad Media, Madrid,

Alianza Editorial, 1974, p. 59.

25. “La lógica del diseño de estos

complejos es bastante similar a la de

un castillo fortificado rodeado por

todas partes de aparcamientos”

INGERSOLL, Richard, “Tres tesis

sobre la ciudad”. Revista de occidente

nº 185, octubre 1996, p. 38.

26. ABRIL, Gonzalo. “Puertas”.

Revista de occidente nº 170-171, julio-

agosto de 1995, p. 79.

27. PERGOLIS, Juan Carlos. “Deseo y

estética del fragmento en la ciudad

colombiana” Magazin Dominical El

Espectador nº 636, julio 23/1995, p. 10.

28. Idem.

29. VERDU, Vicente. “El sueño del

centro comercial”. Revista de occi-

dente nº 162, nov/1994, p. 148.

30. LEFEBVRE, Henri. Espacio y

política, Barcelona, Ed. Península,

1976, p. 35.

31. VERDU, Vicente, op.cit., p. 154.

32. MARCONDES, FILHO, Ciro. “Shop-

ping Center o LSD da clase média”

Comunicaçoes e artes año 12 nº 15/1986.

33. MORACE, Francesco. Contraten-

dencias. Una nueva cultura del con-

sumo, Madrid, Celeste Ediciones,

1993, p. 60.

34. SILVA, Armando. Imaginarios

urbanos. Santafé de Bogotá, Tercer

Mundo Editores, 1992, p. 65.

35. “El marco-encuadre constituye el

más eficaz delimitador entre la re-

presentación y el entorno, pues im-

pone una externalidad, una distinción

y una distancia psicológica y estética

entre el observador y lo observado”.

GUBERN, Román, “Las nuevas

fronteras de la imagen” Claves de la

razón práctica nº 58, dic. 1995, p. 42.

36. El bodegón o “la naturaleza muer-

ta” es un tipo especial de pintura que

se consolida como género pictórico

en el Siglo XVII (SCHNEIDER,

Norbert. Naturaleza muerta, Alema-

nia, Taschen, 1992, p. 7). Se caracte-

rizó por ser una pintura que no re-

presentaba escenas bíblicas o mito-

lógicas, actos estatales ejecutados

por príncipes y potentados, retratos,

animales o paisajes que eran los te-

mas en orden de importancia de la

pintura en esta época. Sus temas

eran más triviales: los pintores

reproducían con detalle “cosas en re-

poso”, “objetos inmóviles”. Era una

pintura de objetos inanimados que

se caracterizaba por su marcado

realismo, por su cromatismo y su

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Cris

tal carácter decorativo. Era una forma

de pintura en la cual los efectos

ilusionistas se empleaban con la

mayor radicalidad: la pintura

buscaba engañar al espectador por

su enorme parecido con la realidad.

El pintor estudiaba obsesivamente

los objetos y su calidad material para

reproducirlos con excesiva meticulo-

sidad (era notoria en esta forma de

pintura el estudio de la influencia de

la luz sobre el color de las cosas y la

forma como cambiaban según la

hora del día).

En ellos el hombre no era el centro

de la pintura, el objeto era el pro-

tagonista: los bodegones eran amal-

gamas de objetos de procedencias

diferentes. Los más comunes y tradi-

cionales en la pintura occidental son

las representaciones de alimentos

(puesto de mercado, interiores de

cocina, mesas y aparadores sobre

los que se han dispuesto cestas y

bandejas de frutas y verduras, de

pan, carne o pescado, postres y

dulces), de utensilios para el

banquete (cubiertos, platos de

materiales diversos -metal, cristal,

barro o porcelana-, bandejas,

jarrones, copas, etc.), escenas de

caza (de utensilios para la cacería y

trofeos que muchas veces no esta-

ban destinados para el consumo), la

pintura de motivos florales, museos,

gabinetes de curiosidades, estudios

zoológicos y botánicos, escenas de

música (con instrumentos musicales

empleados por la aristocracia: vio-

las, arpas, laúdes, violines, guitarras,

flautas, etc.), fiestas campestres,

armaduras y armas, calaveras y

huesos como símbolos de la vanidad

(en las “vanitas”), herramientas,

objetos domésticos (relojes, tinte-

ros, candelabros, pinceles, peinillas,

anteojos, monedas, alhajas, tijeras),

libros que se abren como abanicos,

documentos, hojas de papel, graba-

dos (revueltos, relegados y tirados

unos sobre otros sin el menor cui-

dado), pequeñas pinturas o ilus-

traciones, fotografías, etc.

Fue un género que “acompañó,

comentándola visualmente, la

transformación de la sociedad y la

cultura al comienzo de la moder-

nidad” (SCHNEIDER, Norbert, op.cit.,

p. 18). No eran pinturas vacías de

contenido, para el historiador son un

material de apoyo, son documentos

que le dan solidez a sus reflexiones:

en el tipo de objetos que representan

dan testimonio de los cambios

sufridos por la conciencia y las men-

talidades, las diferentes manifes-

taciones de la sensualidad, los inte-

reses culturales y económicos, las

escalas de valores y preferencias del

público, la penetración de los nue-

vos conocimientos de las ciencias

naturales en la cultura y la vida

cotidiana y la transformación del

modelo que se tenía de la realidad.

LUNA, Juan J. “Miscelánea sobre

bodegones de Melendez a Goya”

Goya, Revista de arte nº 183, Nov-dic.

1984. SERRANO, Eduardo. El bode-

gón en Colombia, Bogotá, Ed. Alfred

Wild, 1992.

37. En el objeto antiguo lo fundamen-

tal no es la vida práctica contenida

en él ni su funcionalidad ni su

eficacia. El objeto antiguo es un ser

consumado, significa el tiempo, es

“testimonio, recuerdo, nostalgia,

evasión”, “signo de una vida ante-

rior”. Tiene propiedades estéticas

simplemente porque ha sobrevivido

al paso del tiempo: frente al objeto

moderno que es vivido como “frío” el

objeto antiguo es “cálido”. En la vit-

rina los objetos antiguos con su

sentido nobiliario (su nobleza here-

ditaria) compensan la caducidad

precoz de los objetos modernos que

ofrece para la venta el almacén.

BAUDRILLARD, Jean. El sistema de los

objetos, México, Siglo XXI, 1981, p. 94.

38. MORACE, Francesco. Op.cit., p. 133.

39. SARLO, Beatriz. Op.cit., p. 22.

40. La marca es “uno de los escasos

vehículos de adhesión social que se

hallan realmente a disposición de los

individuos en las actuales socie-

dades desideologizadas... Conforme

las viejas entidades trascendentes

(llámese Dios, Patria o ejército) van

perdiendo su función en cuanto vehí-

culos de cohesión social... esta fun-

ción tiende a ser ejercida -aunque

todavía sea una mayoría quienes se

niegan a reconocer esta transforma-

ción- por una confusa y siempre

reemplazable turbamulta de marcas

comerciales”. CARO, Antonio. La

publicidad que vivimos, Madrid, Edi-

torial Eresma, 1994, p. 149.

41. SILVA, Armando. “La ciudad como

vitrina”. Magazin Dominical El

Espectador, nº 58, mayo 6/1984. p. 2.

42. Para ver con más detalle estos

dos sentidos del consumo GARCIA

CANCLINI, Néstor. “Los estudios

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131

F. Med

ina C

ano

130

sobre comunicación y consumo: el

trabajo interdisciplinario en tiempos

neoconservadores” (ponencia) Bogotá,

Seminario “Comunicación y ciencias

sociales en América Latina”, 1991.

43. LOZANO, Elizabeth. “Del sujeto

cautivo a los consumidores nóma-

dicos” Dia-logos de la comunicación

nº 30, junio/1991, p. 20.

44. BARTHES, Roland. La aventura

semiológica. Paidós, p. 265.

45. “Prohibido aburrirse” Publirre-

portaje Cambio 16 nº 138, febrero

1996, Colombia, p. 35.

46. “Las nuevas concepciones

comerciales inducen cambios en los

comportamientos usuales de los

sábados y festivos. Se sustituye el

parque, el teatro, el cine o el espec-

táculo deportivo por el centro co-

mercial y la realización lúdica de

compras”. El tiempo dedicado a la

compra deja de ser una actividad

tediosa para transformarse en una

actividad gratificante, vinculada al

esparcimiento y como una forma de

ocupar el tiempo libre. CASARES

RIPOL, Javier, “Influencia de las

marcas y de las formas comerciales

en el consumidor”. Revista de

occidente nº 162, nov. 1994, p. 115,116.

47. Como sí lo es el motel. Este es

inseparable de la red de autopistas

que atraviesan y comunican las

ciudades y de su tráfico incesante:

no es para el viajero el lugar del

descanso, “es más un relevo de

postas o un nudo de comunicaciones

que un lugar de encuentro entre

sujetos culturales coherentes... Los

moteles, a diferencia de los hoteles,

destruyen las formas establecidas de

percibir el lugar, el escenario y la

historia. Son únicamente monumen-

tos al movimiento, a la velocidad y

la circulación perpetua”. CLIFFORD,

James. “Las culturas del viaje”. Revis-

ta de occidente nº 170-171, julio-agos-

to 1995, p. 62.

48. IMBERT, Gerard. “La ciudad como

recorrido. (Aproximación figurativa

a a cotidianidad)” II Simposio Inter-

nacional de Semiótica, Universidad

de Oviedo, 1988, p. 248, 249.

49. El sujeto que lo visita no es el

peatón perdido en la masa o el tran-

seunte apresurado de la ciudad,

absorto en sus preocupaciones, que

no presta atención al espectáculo de

la calle, es como el flaneur, un an-

darín, un desocupado que explora la

vida de la ciudad,vaga sin rumbo fijo

por entre el trajín de la gran ciudad.

“La estación y sobre todo el gran

almacén, nuevo laberinto de mercan-

cía, proporcionarán un último refu-

gio a este personaje”. CORBIN, Alain.

“El secreto del individuo”. En ARIES,

P y G. DUBY, Historia de la vida

privada, Madrid, Ed. Taurus, 1989, p.

475. GAWOLL, Hans Jürgen “El paseo

(Ensayo sobre la anticuada usanza

del andar)”. Revista de occidente nº

160, set. 1994, p. 94, 05.

50. SARLO, Beatriz, op.cit. p. 16.

51. Idem.

52. El pasear es un libre deambular

a placer, es una actividad espontá-

nea y de repente es un movimiento

sustraido a cualquier planificación

intencionada. El paseante no busca

cumplir con una cita y a una hora

fijada de antemano: no se siente

apurado por nada ni por nadie. No

conoce ningún “adonde ir” sino que

elige a discreción un “‘dónde’ no

específico”, pero ya familiar, por el

que de nuevo encaminarse. El

vagabundeo que depende de la

iniciativa del propio paseante puede

describir un recorrido original y

puramente individual (Marc Augé,

Hacia una antropología de los

mundos contemporáneos, Barcelo-

na, Ed. Gidesa, 1995, p. 150). El

paseante lleva a cabo una “subver-

sión ingenua de la economía produc-

tivista de la ciudad y sus tiempos

acelerados” (Alberto Hernando.

“Flujos: vértigo circulatorio versus

deambular nómada”. El viejo topo nº

88, set. 1995, p. 67) de los tiempos

medidos, de la conformidad que lo

funcionaliza. Establece una distancia

entre él y el trabajo, rompe con la

actividad orientada al logro de fines,

que busca el cumplimiento de las

obligaciones (la ciudad del paseante

se opone “a la ciudad funcional, a la

ciudad planificada y rigurosamente

dibujada”. Marc Augé, op.cit. p. 149).

53. En el centro comercial “se afirma

con ostentación el prestigio de bie-

nes de diversos orígenes especial-

mente en el dominio de la comuni-

cación y del audiovisual (aparatos

de radio, televisores, cámaras...)”.

Marc Augé, op.cit., p. 158.

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Rafae

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diálogosde la comunicación

83

Losespacios

culturales y su

onomástica

Presidente de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias(AMARC) y profesor en las maestrías en comunicaciones de la

Pontificia Universidad Católica y de la Universidad de Lima.Dirección: Av. Dos de mayo 1609, 3rpiso, B, San Isidro.

Telefax: (511) 4405307 E-mail: [email protected]

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Agradezco de veras esta invita-

ción a charlar con estudiantes y

estudiosos latinoamericanos de

comunicación, acaso los que mejor

están situados para aprehender

y encarar los tiempos presente

y futuro: tiempos, ante todo, de

comunicación y globalización1.

Debo confesar que la invitación

me ha suscitado de inmediato una

infantil inquietud por la nomen-

clatura. Me empiezan a preocu-

par, cada vez más, los nombres

que utilizamos para denominar

las cosas que nos están ocurrien-

do, que se intenta describir en la

primera parte, y que todos conoce-

mos bien, puesto que las vivimos.

Quisiera entonces empezar tra-

tando de cumplir con lo que

concretamente se me ha pedido:

que reflexione sobre los espacios

e industrias culturales emergen-

tes. Dejo para luego, en una se-

gunda parte, mi disperso reco-

rrido por los nombres asignados

a estos cambios, y dentro de tal

recorrido, algunas pinceladas

impresionistas, meras “asocia-

ciones libres” mías, de naturale-

za más o menos controversial. Y

para una tercera parte un esbozo

de conclusiones que hacen a la

agenda próxima.

Tengo una suerte de

(primera) lista de

aquellos cambios que

me parece que afectan

más específicamente a

la configuración de los

espacios e industrias

culturales y, por lo tan-

to, al ejercicio profe-

sional de las comuni-

caciones en un futuro

imperfecto ya inicia-

do. Mi lista es la si-

guiente:

1. Un nuevo sector de

la economía mundial

Lo primero que se

detectó (y constituye

un dato cultural

“duro”), fue el sur-

gimiento y consoli-

dación de un nuevo

sector de la economía,

el sector de la infor-

mación y las comunicaciones,

que fue amputado al sector ser-

vicios y llamado el sector cua-

ternario. Este sector absorbía

algo más del 50% de la PEA de

los Estados Unidos, según los

cálculos de Marc Porat, ya a fines

de 19602. Sus puntales se han

vuelto tres elementos indesli-

gables entre sí: la informática, las

telecomunicaciones y las indus-

trias de la comunicación masiva.

Las características que explican

su importancia cultural son las

siguientes:

a) Sus crecimientos son los más

altos de la economía mundial, en

términos de empleo, producción

y productividad.

b) En términos relativos, los pre-

cios de sus productos finales no

sólo crecen menos que los de to-

do el resto de la economía, sino

que disminuyen. Según la ya clá-

sica ley, formulada hace más de

treinta años por Moore, el fun-

dador de INTEL, el precio del po-

der de cómputo se divide por

dos cada año. Algo parecido vale

para las antenas parabólicas o

los equipos de radiodifusión.

c) Su transparencia tecnológica

crece de manera sostenida, per-

mitiendo a los usuarios finales

prescindir de entrenamientos

previos y asesorías permanen-

tes3. Las empresas y organiza-

ciones siguen gastando más en

aprendizaje y sistemas, pero ello

se debe a la vastedad y com-

plejidad de las tareas encomen-I. N

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dadas a las máquinas, no a que

disminuya su amigabilidad.

d) La miniaturización de los

equipos sólo se ha detenido por

la ergometría humana, y esto

mismo será superado, en el caso

de las computadoras, tan pronto

empiece la producción industrial

de equipos que funcionen plena-

mente con voz, sin teclado.

Equipos baratos, transparentes

y pequeños vuelven al proceso

imparable, a pesar de las bien

fundadas advertencias iniciales,

en los años setentas y ochentas4.

A lo que asistimos hoy es a mo-

dificaciones sustantivas en la

estructura y condiciones del em-

pleo, de un lado, y en los tipos y

niveles de consumo, del otro; es

decir, modificaciones en los

sustentos mismos desde donde

se despliegan los espacios y las

prácticas culturales.

En este contexto de expansión

compulsiva, por un lado, y de

relativa fusión entre comunic-

ación social, informática y

telecomunicaciones por el otro,

la visión tradicional de los

medios como espacios cultura-

les bien diferenciados queda en

cuestión.

2. La aceleración histórica

Lo segundo tiene que ver con las

velocidades de emergencia de

nuevos inventos y de difusión

masiva de los equipos, que se

alimentan recíprocamente, de

manera que los plazos previstos

se acortan cada vez más. Esta

velocidad con que se multiplica

el conocimiento acumulado de la

humanidad es otro dato fuerte.5

No es cosa de los países ricos.

En el año 1999 no quedará ni un

solo estudiante universitario en

la ciudad de Lima que no dis-

ponga de una casilla electrónica

y acceso libre a Internet. En el

año 2000 toda la ciudad (inclui-

das las zonas marginales) estará

cubierta por redes de televisión

por cable, como ya están conec-

tados por una troncal de fibra

óptica los 3000 kilómetros de la

costa peruana desde la frontera

con Ecuador hasta la chilena (y

el Pacífico sur entero, desde el

Estrecho de Magallanes hasta

más allá del continente, en el

Caribe). Y ahora se anuncia el

satélite de los países andinos,

años después a pesar del pasma-

miento inicial que sufrió lo que

fue el proyecto andino del siste-

ma satelital Bolívar6.

Las cabinas públicas y comuni-

tarias de cómputo para la co-

nexión a Internet, que existen en

varios países de la región, se

están multiplicando7 junto con la

expansión de los teléfonos pú-

blicos, desvaneciendo los costos

económicos del factor distancia.

Por cierto, el gran negocio de la

privatización de la telefonía en

estos años ha consistido tam-

bién en entregar a las grandes

corporaciones los teléfonos, jus-

to cuando su rentabilidad se lan-

za a un crecimiento exponencial,

puesto que se trasladan a la

telefonía partes importantes del

tiempo libre y del tráfico comer-

cial: juegos, idas al banco y al

supermercado, envío de cartas,

para poner ejemplos contundentes

en países de fuertes migraciones

internas, como el Perú.

El proceso será mucho más len-

to, sin duda, en el campo. Pero

para el mundo urbano peruano

(70% de la población, en ascen-

so) esto ya es presente o futuro

inminente. Diré más: la tasa de

expansión mundial de Internet es

de 20% mensual, la del Perú 40%.

Y el Perú no es, por cierto, el país

que va más rápido en la región.

En Argentina casi uno de cada

dos hogares con televisión

disponen del servicio de tele-

visión por cable8. En algunos as-

pectos puntuales (al menos en

los más baratos), vamos más rá-

pido que los países desarro-

llados, a causa de cierta recupe-

ración compulsiva, indispens-

able en la globalización y corres-

pondiente a esta suerte de ley de

aceleramiento.

3. La multiplicación de las ofertas

culturales y comunicativas

La aparición de la FM multiplicó

la oferta de radio y debilitó la

barrera de ingreso al mercado

que era el capital inicial. Algo

similar ocurrió en la televisión

con la UHF. De hecho, la cantidad

de transmisiones no es función

directa del nivel de desarrollo

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ono

más

tica económico, como lo demuestra

Bolivia, el país de la región que

tiene más estaciones transmi-

soras de TV (75) por aparatos re-

ceptores (500,000 hogares9). Con

el cable, la transmisión satelital

directa, y sobre todo, con la fibra

óptica y la tecnología de las Re-

des Digitales de Servicios Inte-

grados (RDSI), la oferta podrá pro-

yectarse más allá de todo límite.

Los políticos y las administra-

ciones públicas actuales quedarían

agobiadas de sólo tener que ali-

mentar todas estas fuentes y atender

a todas estas miradas (habrá cámaras

y canales para todo).

Por lo menos para algunos sec-

tores urbanos, el nuevo paisaje co-

municacional terminará en un ca-

ble de fibra óptica, por donde

recibirán la televisión, la música,

las llamadas telefónicas y vide-

otelefónicas y todo tipo de men-

sajes, incluyendo diarios diseña-

dos para cada lector, noticieros de

televisión a la hora en que se de-

see y toda la información inte-

ractiva que se quiera, desde el

estado del tráfico en la carretera

que se va a tomar hasta la con-

firmación de las reservas del tea-

tro o del restaurante. El Minitel

francés, al lado de este servicio per-

sonalizado (“softer software”)

será un burro de carga. No es ca-

sualidad que el Primer Ministro

de Francia, Lionel Jospin, acabe

de anunciar su discontinuidad.

4. El consumo “a domicilio”

García Canclini y Piccini han

hecho la válida distinción entre

“bienes simbólicos situados, que

requieren la asistencia al lugar

(desde las universidades hasta

los cines y salones de baile), y

los medios de comunicación

electrónica que llevan los bienes

simbólicos a domicilio (radio,

televisión, etcétera).”10 La actual

transformación implica un

desplazamiento de los primeros

en beneficio de los segundos y,

por lo tanto, la reducción de los

espacios y mercados físicos de

la cultura. Este proceso se inició

masivamente con la radio, o qui-

zás antes, con la distribución de

periódicos a los domicilios de los

suscriptores, y tiene su última

expresión en las Redes Digitales

de Servicios Integrados.

5. El consumo “a la carta”

A tono con lo anterior, el consu-

mo de bienes simbólicos y espe-

cíficamente de medios masivos,

está pasando, quizá lenta y

parcial pero sostenidamente del

menú fijo o comida corrida al con-

sumo a la carta, dentro de un

proceso de fragmentación de

mercados, que podría llegar cer-

ca a la personalización12. Ello

implica que los periodistas y co-

municadores podrán sostener

relaciones interactivas con sus

audiencias y no sólo unidireccio-

nales como en la actualidad. No

bastará estar en el aire o en el

satélite. Habrá que conquistar al

público cada día de nuevo, den-

tro de una competencia crecien-

temente compulsiva. En conso-

nancia con las políticas neolibe-

rales que imponen su signo a

estos cambios, cada vez habrá

más comunicadores free-lance,

que venden sus productos a des-

tajo y (proporcionalmente) me-

nos asalariados.

6. Disminución de la fricción

La fricción se refiere a la parte

que corresponde a la interme-

diación (editor, distribuidor,

librería, etc.) en el precio final de

los bienes simbólicos (90% en la

industria editorial, 85% en la

discográfica). Este costo de la

fricción podrá disminuir si las

posibilidades técnicas se impo-

nen a los intereses económicos.

Más aún, la producción editorial

(en realidad cada día más multi-

mediática, como lo presagia el li-

bro de Laura Esquivel12 y los WWW

más recientes) podrá adaptarse

exactamente a la demanda. No

habrá tanta necesidad de tomar

riesgos mayores de inversión ni

de almacenar stocks invendibles.

Ello explica que las universi-

dades de los Estados Unidos y de

otras partes estén volviendo a

editar revistas, de producción y

distribución principal -aunque

no exclusivamente- virtuales, y

por lo tanto, exoneradas de los

antiguos costos prohibitivos13.

7. El nuevo mercado de autores

La reducción del costo de la

fricción podría implicar que los

derechos de autor se convir-

tieran en componente principal,

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y no secundario, del precio que

se pague por los bienes sim-

bólicos. Técnicamente hablan-

do, los beneficiarios podrían ser

el autor (mejor remunerado) y el

consumidor (con precios más

bajos). Pero aún es temprano

para predecir cómo funcionarán

comercialmente estos nuevos

mercados.

En todo caso, los derechos de

autor, nacidos con la imprenta,

enfrentan hoy una problemática

jurídica compleja por la amenaza

de disolución del concepto que

los funda: la originalidad. Indi-

vidualizar la creación, en efecto,

se ha vuelto un desafío jurídico

mayor, cuando se puede usar la

paleta de colores y el trazado de

líneas de Van Gogh para producir

(incluso aleatoriamente) una

nueva “obra de arte”. ¿Cuál es la

parte de cada cual? ¿Y cuál -más

complejo aún- en la producción

multimedia?

8. El fin de los mercados cul-

turales definidos por sus

soportes

Hasta ayer las empresas de bie-

nes y servicios culturales funcio-

naron en base a la concesión y/

o administración de uno u otro

tipo de soporte físico. Hoy, sin

emabrgo, estas especificidades

se diluyen. Hay dos ilustraciones

contundentes:

a) Estábamos acostumbrados a

que el vehículo de la televisión

era las ondas herzianas y el de

los teléfonos los cables. Ahora,

cada vez tenemos más televisión

terrestre y más telefonía aérea.

b) Comunicación social y comu-

nicación masiva significaron

siempre lanzamiento de mensa-

jes a un espectro amplio. Por eso

en inglés radiodifusión es broad-

casting. Análogamente, podría

pensarse en la telefonía como

narrowcasting. Pero ahora no

sólo las empresas de una y otra

cosa son, a menudo, las mismas,

sino que los medios llamados

masivos establecen toda suerte

de relaciones personalizadas

con sus receptores. Lo que ayer

fueron las “cartas de los lecto-

res” y las “llamadas de los radio-

escuchas” se transforman ahora,

de mero mecanismo de retroa-

limentación en parte sustantiva

de la operación empresarial.

9. Versatilidad y disolución de

fronteras entre medios

Un factor derivado de todo lo

anterior, que incidirá dramática-

mente en el ejercicio profesional

de los comunicadores (y ojalá en

su formación) es la posible flexi-

bilización de las fronteras entre

medios. Al transmitirse todo en

bits y bytes -técnicamente al

menos- la decisión sobre el

medio podría trasladarse del

punto de producción al de re-

cepción. Uno podrá escoger en-

tre recibir el mensaje como ra-

dio, televisión, diario o la com-

binación que quiera (volveremos

sobre ello)14.

No es que habrá obsolescencia

de medios, lo que la historia de

las comunicaciones no registra,

pues el diario no reemplazó al

libro, ni la fotografía a la pintura

(al contrario, la liberó de la so-

bre-influencia del realismo) ni el

cine al teatro, ni la televisión a

la radio, ni el video a la televisón.

Así, hoy el ciudadano latinoa-

mericano se entera por la radio,

confirma por la televisión y ana-

liza por los medios impresos, sin

tener que elegir entre medios

que se han vuelto, en este sen-

tido, especializados y comple-

mentarios15. De modo que todo

hace pensar que seguirá ha-

biendo libros, diarios, radio, te-

levisión, cine y escuelas, pero

sus dinámicas serán sustan-

tivamente diferentes (más ver-

sátiles) así como el concepto de

“documento” y el acto de leer se

vuelven mucho más variados.

De hecho, todos los principales

medios de la región ya se mue-

ven en una perspectiva de inte-

gración horizontal. Y es de el-

emental lógica comercial pues

no tendría ningún sentido econó-

mico mantener el negocio de la

telefonía, la televisión por cable,

los servicios de valor agregado,

o las comunicaciones vía Inter-

net, por separado. Todos estos

rubros usarán como soporte la

fibra óptica. Sería absurdo ten-

der esta fibra para brindar sólo

uno o algunos de ellos. Por eso

en países como el Perú las

compañías telefónicas y la IBM

emergen ahora al lado de las

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más

tica corporaciones de televisión

como nuevos gigantes de la

comunicación masiva.

Un buen ejemplo de esta

convergencia se da en el campo

de la televisión. Toda la discu-

sión entre europeos, de un lado

y norteamericanos y japoneses

del otro, en torno a la norma de

lo que sería la Televisión de Alta

Definición (HDTV) fue despla-

zada por la inminencia de la

televisión digital. La Federal

Communications Comission de

los Estados Unidos acaba de

adoptar para esta última el

patrón propuesto por la “gran

alianza”: Philips, Sony, MIT,

Microsoft, Apple, todos en el

mismo saco.

Su negocio principal, claro está,

no consiste sólo en la comuni-

cación masiva, ni mucho menos

en el acceso a Internet (que es

un rubro francamente menor), la

tajada importante es el conjunto

de servicios de valor agregado.

En tal sentido -conviene insistir

en ello- Internet es apenas la

punta del iceberg.

10. Ahorro de recursos y de

espacio doméstico

Con el tiempo es posible que

biblioteca, videoteca, discoteca,

CD-ROMs incluidos, no tengan

que ocupar tanto espacio domi-

ciliar, pues muchos bienes

culturales que se requieran en

un momento dado estarán

disponibles para usar y desechar

(o guardar) su soporte físico.

Parte de lo que antes deman-

daba transporte físico (de cosas

o personas) se podrá convertir

en comunicación (digital). Dismi-

nuirá todavía más la importancia

del papel en tanto que soporte

único o principal de información

y testimonios16.

Lo anterior implica que el abis-

mo pre-existente entre industria

y artesanía podrá diluirse al

conjuro de una lógica de pro-

ducción que vuelve posible y rent-

able acercar la oferta al volumen

de la demanda en cada momento;

y de un sistema de alma-

cenamiento y distribución que

permite pasar (rápida y econó-

micamente) del soporte virtual y

digital al producto real y físico.

11. Eventual liquidación de la

concepción bancaria de la

educación

En los años sesenta, la crítica

radical a la escuela, “vaca gorda

y sagrada” para Iván Illich, fue

alimentada por la propuesta de

Paulo Freire a favor de una

educación (alfabetización) libe-

radora, y contra la concepción

bancaria consistente en “co-

locar” conocimientos en la men-

te del alumno. De ahí partieron

los intentos de “comunicación

alternativa” o “alterativa”. Final-

mente ahora, aunque aparezca

paradójico para el recuerdo

sesentista, la educación, y en

particular la educación univer-

sitaria, será quizá lo que más

pueda cambiar. Si la voluntad de

los seres humanos, el control de

los intereses económicos y la

flexibilidad de las instituciones

lo permitieran, podría desvane-

cerse el valor instrumental de la

posesión individual de informa-

ción, como consecuencia de su

superabundancia. Si así ocurrie-

ra, ya no interesarían, en absoluto,

los datos que uno pueda me-

morizar, sino la capacidad de pro-

cesar inteligentemente la infor-

mación para fines específicos.

Todo lo anterior no quisiera ser

una dócil apología de la técnica

ni, mucho menos, la proclama de

una panacea para los males

sociales. La tecnología no re-

suelve la pobreza ni la injusticia,

para ser claros en cuanto a lo

más importante. Más aún, a na-

die escapa que el signo coyun-

tural de esta transformación es

un signo ajeno a los mejores

ideales humanistas (y también

liberales, en sentido estricto) y

favorable a la dominación.

Pero sí intentan estas palabras,

remarcar la impostergable ne-

cesidad de pensar el futuro con

realismo y sin nostalgia, sin en-

candilarse ni pasmarse, como

ocurre alternativamente con las

aproximaciones maniqueas (apo-

logéticas o satanizadoras, inte-

gradoras o apocalípticas). Final-

mente, está también en nuestras

propias manos subvertir y do-

mesticar aparatos creados para

la opresión, a fin de convertirlos

en herramientas de liberación.

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De chico coleccionaba

estampillas. Luego, cuan-

do empecé a viajar, mo-

nedas. Ahora se me ha

dado por coleccionar

los nombres que se

vuelven monedas co-

rrientes para denomi-

nar a lo que nos pasa a

nosotros y al mundo.

De manera que he tran-

sitado de la filatelia a la

numismática, y de ella

a esta curiosa onomás-

tica de nombres comu-

nes que, por abocarse

a cuestiones a la vez

tan internacionales y

tan corrientes, con-

serva algo de mis anti-

guas aficiones filatélica

y numismática.

Recorrer esta colección es, claro

está, una manera cómoda de asir

algunas de las discusiones prin-

cipales que aparecen como con-

troversias semánticas en la su-

perficie, pero que significan, en

el fondo, relevantes diferencias

analíticas y políticas. Es también

una forma de agregar bemoles y

precisiones, aun a riesgo de re-

dundancias y repeticiones, a mi

escueta lista anterior. Por eso

vale la pena la excursión.

Guardo registro de no menos de

doce denominaciones aplicables

al conjunto de los once cambios

recién anotados. Sin considerar

otras de menor fortuna en el ac-

tual mercado del lenguaje coti-

diano latinoamericano, tales co-

mo “ciberespacio” e “hiperespa-

cio”17. Ni tampoco algunas más

que pueden asimilarse a las ya

listadas (las tres olas de Toffler18,

los siete tsunamis de Tehra-

nian19). Y prescindiendo, en fin,

de varios otros términos20 y teo-

rías21 que resultan colaterales a

este ejercicio, puesto que no se

refieren a la totalidad de los

nuevos espacios económicos,

sociales y culturales.

Todas las palabras de esta colec-

ción se hallan bien fundamen-

tadas (digamos que son mone-

das fuertes, de buena ley y am-

plia circulación). pero no vienen,

claro está provistas de la misma

intención denotativa. Unas apun-

tan sobre todo a la dimensión

cultural, otras a la económica,

algunas más a la técnica, a la

poblacional-ocupacional o a la

espacial22; pero todas resultan

convergentes en la medida en

que pretenden definir la novedad

de este tiempo. Tales denomina-

ciones son, siguiendo su supues-

to, aparente, y harto discutible

orden de edades (o mejor dicho,

orden de acceso a mis oidos y

retinas), las siguientes:

1. Nuevas tecnologías:

Años atrás todos hablábamos

con inicial desconcierto, perple-

jidad y (algún) maniqueismo, de

las nuevas tecnologías. El

sintagma se puede utilizar siem-

pre, pero sus contenidos cam-

bian según los tiempos, los auto-

res y las latitudes. Así, no es de

extrañar que para Cees Hamelink23

la expresión “nuevas tecnolo-

gías” resulte altamente infeliz,

dadas su factura y finalidad e-

minentemente comerciales y pu-

blicitarias. De hecho, lo nuevo

connota lo novedoso, siempre

pasajero y frágil, ambiguo y pre-

cario. Baste con evocar al funcio-

nario de patentes de Estados

Unidos que en 1899 pidió que se

cerrara su oficina porque “todo

lo que se puede inventar se ha

inventado ya”24; o al profesor de

Oxford que rechazó en 1878 la

luz eléctrica, con el argumento

de que era “un mero artilugio”25.

El concepto de lo nuevo, como

es obvio, carece de toda pre-

tensión de exactitud. La tele-

visión por cable, por ejemplo, es

una muy vieja tecnología

utilizada en México desde el

comienzo de la televisión, sólo

que repotenciada gracias, prime-

ro a la combinación del cable

con las transmisiones satelitales,

y luego al creciente reemplazo

del cable coaxial por la fibra óp-

tica. No sorprende, por lo mis-

mo, que para McLuhan, como

para muchos campesinos latino-

americanos, las nuevas tecnolo-

gías arranquen con la electri-

cidad, el cine, la radio y la tele-

visión, mientras que para Gates

incluya Internet pero ya no la

computadora misma26. De modo

que definir un fenómeno por su

reciente y pasajera novedad no

predica nada de él. Es, con las

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más

tica justas, un término exploratorio

y mal descriptivo, que no se

justifica más. No alude, elude.27

Un ejemplo ilustrativo: Al inicio

de mi curso de Economía de las

Comunicaciones en la Univer-

sidad de Lima, este semestre,

pedí a mis alumnos que me

hicieran una lista de las “nuevas

tecnologías”. Las que aparecie-

ron con mayor frecuencia y

pertinencia incluían desde el fax

(que se remonta hasta el siglo

pasado y que la Xerox comer-

cializó en la década de 1960)28,

las micro-ondas y el sonido

estereofónico (ambos de los

años cincuenta) y la televisión

por cable, hasta, por supuesto,

las muy recientes telefonía

celular y TV interactiva. Buena

señal del escaso poder de

precisión de la expresión

“nuevas tecnologías”.

Carlos Eduardo Colina, bien

empeñado en desarrollar una

“sociología de las nuevas tecno-

logías de comunicación” recuer-

da, al admitir que las fronteras

del término son “frágiles y vario-

pintas”, que McLuhan “comienza

a hablar de nuevas tecnologías

a partir de la electricidad”29. El

esfuerzo de Colina es de méritos

y polendas, pues está defen-

diendo la pertinencia de estos

estudios frente a una posición

que pretende que el ININCO

(Instituto de Investigaciones de

la Comunicación de la Univer-

sidad Central de Venezuela) “no

debería estudiar, por ejemplo,

los efectos sociales específicos

de la informática sino la inciden-

cia de las tecnologías digitales en

la radio, cine, TV, prensa y dis-

co.”30 Pero hay que recordar, sim-

plemente, que toda la obra de

McLuhan fue producida antes de

la aparición de la computadora

personal en 1980. Su fascinación

(ejemplo de “integrado” lo con-

sidera Eco, “mitólogo” lo llama

Verón31), proviene de la televi-

sión. Y la televisión es, junto con

la radio, el producto cultural más

importante de una revolución

anterior a la que hoy vivimos, es

decir, la revolución de la electri-

cidad32. ¿Cómo podría McLuhan

haber tenido un concepto de

“nuevas tecnologías” que no re-

sultara caduco a los pocos años?33

Y, por si este nomadismo con-

ceptual no fuera ya motivo

suficiente para tomar distancia

de la expresión, conviene recor-

dar que las nuevas tecnologías

son sólo la base material e in-

strumental de la comunicación.

Y que nuestro interés como

comunicadores está sobre todo

asociado a los mensajes y a las cul-

turas olímpicamente ausentes en

la palabra “tecnología”34. Sin du-

da es la conciencia de todo ello la

que lleva a abandonar crecien-

temente el lenguaje del desconcier-

to inicial (“nuevas tecnologías”),

con sus mezclas de encandila-

mientos, escepticismos y alarmas,

en beneficio de conceptualizacio-

nes más precisas, como es el caso

de la utilizada en el lema de

nuestro encuentro: globalización35.

2. Globalización

En un sentido cultural y religioso

la globalización del mundo se

inicia, como profecía religiosa,

hace 2,000 años, con el cristia-

nismo. Y en un sentido político,

desde antes, con los primeros

imperios, hasta volverse pro-

yecto político y económico de

alcance realmente mundial en el

siglo quince, a caballo y a vela

de los descubrimientos geográ-

ficos y la expansión colonial e

industrial iniciada con la im-

prenta. Pero los imperios, como

lo advirtiera el maestro cana-

diense de McLuhan, Harold Innis

en su libro de 1950, constituyen

razón de ser y causa eficiente de

los transportes y comunicacio-

nes, es decir, de los caminos, vías

férreas y puertos, por un lado, y

de la escritura y sus soportes

(arcilla, pergamino, papiro,

papel o bits)36 por el otro.

La globalización, término prefe-

rido por los economistas de hoy37

se entiende como un proceso ini-

ciado desde los años setentas,

que envuelve a los mercados, la

producción, las finanzas y las

comunicaciones38. Lo que la

globalización actual agrega a la

vieja historia colonial e imperial

es, sobre todo, (a) el soporte

técnico de la informatización de

la sociedad; (b) un proyecto cul-

tural ya no sólo hegemonizador,

sino también homogenizador,

focalizado sobre todo en el con-

sumo39, y cuya existencia como

proyecto no implica que en la

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realidad las culturas resulten

mecánicamente homogeniza-

das40; (c) la dimensión económi-

ca de la transnacionalización

(sobre la cual volveré); y (d) el

momento político de erosión de

los Estados nacionales, que con-

vierte a las relaciones “inter”

(nacionales, civilizatorias o

culturales) en relaciones “intra”,

como afirma Renato Ortiz41 y

más todavía, “trans” (nacionales,

civilizatorias, culturales).

Pero son precisamente estos

rasgos inéditos, en su indivi-

dualidad y como conjunto, los

que vuelven pertinente el senti-

do contemporáneo de la globali-

zación, difícil de asir (y de dife-

renciar del impulso imperial),

desde las ciencias sociales, pues

éstas -como lo recuerda Ortiz42-

están fraguadas en las arenas

nacionales (y nacionalistas) que

les sirvieron de salas de parto a

fines del siglo pasado.

Por último, el adjetivo global

puede asociarse a la apología de

la Global Village que hace

McLuhan43. Una asociación forza-

da, puesto que el marco de refe-

rencia de McLuhan era una ana-

logía (casi una metáfora) cul-

tural, y no una visión integral de

la economía y la sociedad. Pero

también aparece la imagen de

globalidad en el Global Super-

market que subyace y explica la

Global Village en la convicente

presentación de Barnett y

Muller44. Más allá de estos y

otros recorridos, el éxito del

término parece corresponder a

su competencia para denominar

las transformaciones en curso.

3. Internacionalización

He aquí un término que empezó

a popularizarse ya en los años

sesenta para referirse a la mo-

vilidad inaudita del capital finan-

ciero e industrial en este mundo

que, desde entonces pertenece,

sobre todo, a las corporaciones

transnacionales. Pero el adjetivo

“internacional” alude a fenóme-

nos que existen desde siempre,

y connota la imagen de que las

naciones siguen siendo los suje-

tos de las relaciones exteriores.

Tal es la diferencia inequívoca

entre los prefijos “inter” y

“trans”. De ahí que el término

resulte estéril para designar lo

específico de estos tiempos

caracterizados precisamente

por el tránsito de las relaciones

internacionales a las transna-

cionales y globales, en que se

borran fronteras, se diluyen las

funciones tradicionales de los

Estados-nación y emergen los

netizens45 (ciudadanos de la red

y no de Estado particular alguno).

4. Transnacionalización

El concepto de transnacionali-

zación emergió precisamente,

para distinguir la fase actual de

sus seculares antecedentes en

materia de internacionalización

y concentración del capital. Así,

la transnacionalización es enten-

dida, ya en los años setenta,

como una nueva “fase” del capi-

talismo (distinta al imperialis-

mo), con dos características

centrales: (a) que se internacio-

naliza por vez primera, ya no

sólo la extracción de materias

primas, las finanzas, el comercio

o el consumo, sino el mismo pro-

ceso de producción, diluyéndose

la especialización de las na-

ciones dentro de las divisiones

internacionales del trabajo, es

decir, desnacionalizándose la

escala y el marco nacionales de

la actividad industrial; y (b) la

pérdida del poder de los Estados

(tanto de la periferia como del

centro) con relación a las corpo-

raciones, como lo señalan en un

artículo crucial y de síntesis,

Raúl Trajtenberg y Raúl

Vogorito46. “Trans” - “inter” + “in-

tra”, como la varianza total en

estadística, que equivale a la

suma de la varianza inter-grupos

más la varianza intra-grupos.

5. Tercera revolución indus-

trial

Se habla de una tercera revolu-

ción industrial, tomando como

analogía a las anteriores. Pero

ésta, la actual, tiene alcances

muy distintos y mayores que los

de la caldera a vapor o la faja de

transmisión pues esta vez no se

trata sólo de una innovación

puntual y específica en el proce-

so de producción (generación de

energía, transporte de piezas),

sino de una genuina revolución

cultural que abarca la totalidad

de la vida económica y no

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más

tica económica, relaciones cotidianas

y uso del tiempo libre incluidos47.

Para ejemplificar que se trata de

una genuina revolución cultural

y no sólo industrial, tomemos el

caso del cine: tenemos crisis en

la industria cinematográfica y

quiebras de las salas (cuando no

sub-divisiones) pero resulta que

hoy se ve más cine que nunca.

Lo que ocurre es que ya no se ve

tanto como antes el cine en los

cines. En general se asiste menos

a los centros culturales, y esto

constituye una transformación

de polendas, pues estamos tran-

sitando velozmente desde el

consumo de bienes simbólicos

en mercados físicos, a los cuales

el consumidor se desplaza, hacia

el reparto de bienes culturales a

domicilio, vía, sobre todo, los

medios electrónicos48. Ello, di-

cho sea de paso, implica también

una profunda transformación en

la cultura y la vida políticas. Las

relaciones políticas cara a cara

(la manifestación en la plaza, el

local partidario, la cédula), que

ayer eran el mercado, la arena y

el escenario de las confronta-

ciones partidarias, ya no funcio-

nan. Lo cual explica mejor las

crisis de los sistemas políticos

que la siempre mentada caduci-

dad de paradigmas ideológicos.

Es toda la cultura, no sólo la

producción ni sólo la economía,

ni mucho menos sólo las ideo-

logías lo que fermenta.

Y sobre todo, la imagen de una

revolución industrial número

tres adolece de una cierta miopía

histórica pues coloca el cambio

actual en el “corto” o “mediano”

periodo (diría Braudel) de los

últimos dos siglos, cuando ya

aparece claro: (a) que esta trans-

formación es de raíces mucho

más robustas y profundas; (b)

que incluso la serie real de revo-

luciones industriales fue ini-

ciada, no con la caldera a vapor

sino ¡con la imprenta!; y (c) last

but not least, que no estamos

frente a una nueva revolución

industrial sino a la revolución de

salida del periodo del indus-

trialismo hacia algo posterior.

6. Sociedad post-industrial

Fue Daniel Bell, a fines de los

años cincuenta, quien empezó a

divulgar este término49, tomado

del escritor inglés Arthur Penty,

quien lo incorporó ya en 191750

y probablemente fue Touraine

quien mejor y más temprano ex-

ploró su sociología51. Pero la ex-

presión goza de todas las caren-

cias de una definición por lo

negativo (“post”). No es de ex-

trañar por ello que Daniel Bell52

lo abandonara en beneficio de la

“información” y el “conocimien-

to”; y que Alain Touraine prefi-

riera la expresión “sociedad pro-

gramada” (por coincidencia, sus-

ceptible de ser utilizada con una

fuerte connotación informática).

En América Latina, que nunca

llegó a ser industrial en sentido

estricto, el hablar de sociedad

post-industrial adquiere por

cierto un dejo irónico, puesto

que realmente transitamos:

a) del pre-industrialismo al post-

industrialismo, sin haber pasado

por el industrialismo53;

b) de la pre-modernidad a la

post-modernidad, sin haber

pasado por la modernidad54;

c) del analfabetismo lingüístico

al alfabetismo tecnológico sin

haber pasado por la alfabeti-

zación masiva y prolongada;

Todos estos tránsitos compul-

sivos, sin mediación, han tenido

que producir especies de “sin-

cretismos” prácticos en los espa-

cios y formas culturales de Amé-

rica Latina.

7. Autopistas de la información

Sin duda, la popularidad del

término information highway

en los Estados Unidos (y quizá

también en América Latina) se

debe al vicepresidente Al Gore,

su principal vocero gubernamen-

tal, cuyo padre había patrocina-

do en 1956 la Federal Aid High-

way Act, base de la parrilla de

autopistas de los Estados Uni-

dos, metafóricamente equipara-

ble a la nueva red de comunica-

ciones y servicios digitales55.

Como lo ha sugerido el propio

Bill Gates, el término “informa-

tion highway” resulta también

inadecuado. La metáfora de la

autopista convoca desplaza-

mientos, recorridos y distancias,

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cuando lo más relevante del pro-

ceso en curso será la eliminación

de distancias y tiempos de

comunicación. Vía Internet una

comunicación de aquí a la otra

esquina cuesta el mismo tiempo

y dinero que una comunicación

hecha a Camboya. Así se gene-

raliza la posibilidad de asincro-

nía en los medios masivos

(podré ver el noticiero que quie-

ra, del país que prefiera, a la hora

que me dé la gana). Además, la

imagen de la autopista enfatiza

la infraestructura, cuando el soft-

ware siempre predomina sobre

el hardware, como recordaba

Calvino en su obra póstuma57. Y

por último, más que de autopis-

tas carrozables de lo que se trata

es de un mar navegable en el que

todas las rutas son viables y plau-

sibles. Navegamos, no circula-

mos. La metáfora de la autopista

termina siendo un apretado e

incómodo corsé.

8. Sociedad de la información

En Europa se prefiere, desde mu-

cho antes, el término “sociedad

de la información”, inaugurado

hace dos décadas en el marco de

una real explosión de neolo-

gismos (exigidos por las realida-

des, aunque resistidos por las

academias), tales como informa-

tización de la sociedad y tele-

mática en Francia (donde tuvo

un papel clave y precursor el fa-

moso Informe Nora-Minc58), y

“compunicaciones” en los Esta-

dos Unidos59. En “Sociedad de la

Información” habita, en todo

caso, la idea de que es la socie-

dad misma (y su cultura) la que

vive el proceso, no meramente

las tecnologías ni las vías de

transporte y comunicaciones.

Además, se trata de una expre-

sión que va al corazón mismo de

lo que está pasando: la trans-

formación de un mundo basado

en los átomos (en el que los

bienes culturales son “cosas”

físicas, tangibles), en otro cons-

truido sobre bits y bytes60. Los

sistemas de transmisión e

intercambio de bienes culturales

a través de cosas (libros, cua-

dros, partituras) estaban limita-

dos, como es obvio, por la capa-

cidad de producir y comercia-

lizar significantes analógicos

(tipografías, grados de luz,

escalas musicales, matices de

color, etc.). lo que resulta supe-

rado por los elencos de símbolos

de los sistemas digitales. El he-

cho cultural que “sociedad de la

información” convoca consiste

en que todas las tecas (cajas, en

griego) de la modernidad po-

drían ser reemplazadas por co-

nexiones telemáticas: biblioteca,

pinacoteca, discoteca, videoteca

(y las cajas de fichas, por su-

puesto en primer lugar). Repito:

¿qué necesidad habrá de

(comprar y) guardar todos los li-

bros que hace años a uno no le

interesan, todos los discos que

uno ya no escucha y los videos

de las películas clásicas, si se

puede obtener todo ello, a poco

costo, en el instante mismo en

que se vuelva a requerir?

Lo cierto es que “sociedad de la

información” permite pensar en

una serie de estadios sucesivos,

al gusto de Comte, y de todos los

“historiadores” que tratan de

explicar, privilegiando una y otra

dimensión del fenómeno, cómo

se ha llegado a esta sociedad

(McLuhan, Innis, Bell, Toffler,

Tehranian, Debray, etc., etc.). En

efecto, cada gran estadio de la

humanidad implica (y puede

expresarse en relación con) un

cambio radical en la tecnología

de las comunicaciones: cazado-

res y recolectores = oralidad. Agri-

cultura = escritura. Estadio in-

dustrial = imprenta. Sociedad

de la información = telemática.

No es casual, por eso, que para

comparar las teorías sobre esta

época, el británico Frank Webs-

ter haya titulado su libro “teorías

de la información”61.

9. Mundialización

Renato Ortiz sugiere que el tér-

mino mundialización equivale

para la cultura lo que el término

globalización para la sociedad62.

La verdad, no estoy muy seguro

de que necesitemos dos

sustantivos diferentes si tene-

mos los adjetivos (social y cul-

tural) y, sobre todo, si queremos

destacar la unidad multidimen-

sional del proceso. Sin embargo

“mundo” permite una serie de

imágenes muy ilustrativas del

proceso en marcha, las mismas

que han sido convincentemente

expuestas por Ortiz. Entre ellas

“ciudadanía mundial” (mucho

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más

tica más abrazante que la “ciuda-

danía de la red” de los netizens),

“sociedad civil mundial” y

“política interna mundial”.

Además, subraya bien el

fenómeno de “desterritorializa-

ción” de la cultura, tan importan-

te y tan bien analizado entre

nosotros63.

En definitiva, el marco de la

mundialización se presta para

resolver una serie de inútiles

dicotomías que aún subsisten

(nacional versus extranjero,

sobre todo), al sugerir que el

medio milenio de predominio de

los Estados nacionales (y de la

imprenta) se diluye ahora, no en

el regreso mcluhaniano a la

aldea, sino en la constitución,

por vez primera, de un verda-

dero escenario mundial. El “mun-

do” resuena más concreto y fa-

miliar que el “globo”, a pesar de

que se usa poco.

10. Tercera revolución cul-

tural64

Retomando a Daniel Bell (y en un

sentido limitado, a McLuhan), la

historia de la humanidad (como

ya se ha dicho en el acápite II.8)

puede concebirse en relación

con los cambios en las tecnolo-

gías de comunicación65: qui-

nientos milenios de oralidad

(que nace con el hombre mis-

mo), cinco milenios de escritura,

cinco siglos de imprenta y quin-

ce años de comunicación elec-

trónica (desde la primera PC),

todo lo cual puede plantearse en

términos de la “Ley Brunner”

que ha incorporado reciente-

mente entre nosotros Arturo

Salazar Larraín66. Cada una de

estas etapas alteró todo. Tanto,

que al tiempo anterior a la

escritura se lo llama, en la ins-

piración eurocéntrica de nuestra

escuela, pre-historia. Es con la

escritura que aparecen la his-

toria, las literaturas y la acu-

mulación sistemática de cono-

cimientos (filosofía, ciencias

formalizadas). Y con la imprenta

recién puede imaginarse la

alfabetización y educación ma-

sivas (antes no valía la pena leer

y escribir, simplemente no había

qué leer), los viajes masivos, el

libro tal como lo conocemos, los

derechos de autor (que reem-

plazaron a los derechos del te-

nedor, cuyo poder se ilustra tan

bien en “El nombre de la rosa”67)

e incluso la noción actual de los

niños como algo (mucho) más

que adultos pequeños y de la

infancia como etapa decisiva en

la psicología evolutiva. Lo que

hoy vivimos es una verdadera

revolución cultural, sólo compa-

rable a la de la escritura o la de

la imprenta.

Excelente ilustración de lo que

significa la escritura como revo-

lución cultural y no mera tecno-

logía computacional, se registra

en uno de los capítulos finales de

“Los comentarios reales de los

incas”, del Inca Garcilaso de la

Vega. Se trata de una anécdota

que retomó Ricardo Palma en

sus “Tradiciones peruanas” y

más recientemente el psicoana-

lista Max Hernández en su tra-

bajo de psicohistoria. Cuenta

Garcilaso que el primer español

que trajo a Lima melones los

sembró en su chacra, en las afue-

ras de Lima y ordenó al capataz

que le enviara a la ciudad la

primera cosecha. A los pocos

meses el capataz llama a dos

indígenas y les entrega ocho

melones, junto con una carta pa-

ra el Señor. “No se vayan a comer

ninguno” les dice, “porque si lo

hacen, la carta se lo hará saber

al Señor”. En el camino, curiosos,

los indios deciden probar la nue-

va fruta. Se comen primero una,

después otra, con buen sentido

de la justicia distributiva, para

equilibrar el peso correspon-

diente a cada uno. Pero antes

han escondido la carta detrás de

un muro para que no los vea. Lle-

gados a Lima y cumplida la en-

comienda, el Señor abre la carta,

la lee y les increpa: “Sé por la car-

ta que se han comido dos melo-

nes. Son ustedes unos ladrones.

Y termina Garcilaso, los indios

huyeron despavoridos “porque

la escritura no sólo veía, sino que

veía a través de las paredes”68.

Con el mismo propósito ilus-

trativo, cabe recordar las lamen-

taciones de Platón por los servi-

cios que la escritura prestaría a

los perezosos69; o el diálogo en-

tre el sabio Theut y el rey

Thamus, citado por Umberto Eco

en su clásico libro “Apocalíp-

ticos e integrados frente a la

cultura de masas”. El rey egipcio

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se oponía al invento de la escri-

tura, que le traía Theut, conside-

rándola profundamente anti-

educativa. Si la gente podía leer

las cosas -pensaba el rey Thamus-

ya no iban a querer aprenderlas.

Y quizá también el poder y el

prestigio de reyes y sabios podía

verse amenazado por su pérdida

del monopolio del conocimien-

to70. Sinonimia entre aprender y

memorizar que pareciera repro-

ducirse en muchas de las resis-

tencias contemporáneas más

banales frente a la innovación

técnica y su eventual aptitud pa-

ra combatir con eficacia la “con-

cepción bancaria de la educa-

ción” que criticaba Freire y la

ineficacia de un sistema educa-

tivo todavía fuertemente basado

en la memoria, la triquiñuela

(piénsese en los vetustos exá-

menes de ingreso a las univer-

sidades peruanas) y la reducción

del profesor a la categoría de

repetidor.

Las críticas nostálgicas hechas

a la innovación tecnológica re-

ciente, en nombre de ciertas tra-

diciones culturales (el libro em-

pastado y “el ratón de biblio-

teca”, por ejemplo), constituye

una actitud análoga a la crítica a

la imprenta efectuada desde el ti-

po ideal medieval, lo que Eco

también recuerda y cuestiona:

“valorar la función de la impren-

ta condicionándola a las medi-

das de un modelo de hombre

típico de una civilización basada

en la comunicación oral y visual,

es un gesto de miopía histórica

y antropológica que no pocos

han cometido”71.

En cuanto a la imprenta misma,

las cifras son elocuentes: antes

de Gutenberg había en toda

Europa 30,000 libros, en su ma-

yoría Biblias o comentarios bíbli-

cos. Eran esos los libros que co-

piaban los monjes de “El nombre

de la rosa”, verdaderos dueños

del ejemplar físico, de su conte-

nido, y del derecho a difundirlo

o negar su existencia, que es pre-

cisamente el tema de la novela

de Eco. Para el año 1.500 ya ha-

bía más de nueve millones de

libros, sobre los más variados te-

mas y en las más diversas “nue-

vas” lenguas”72. A guisa de com-

paración con lo que ocurre hoy:

en Estados Unidos, uno de los

países más telefonizados del

mundo, para una población de

264 millones de habitantes exis-

ten 126 millones de teléfonos, y

según algunas estimaciones, cer-

ca de 400 millones de computa-

doras, o sea, más de tres com-

putadoras por cada teléfono y

casi dos por cada habitante. En

quince años la industria informá-

tica ha triplicado en computa-

doras lo que el Estado y las em-

presas privadas lograron, en ma-

teria telefónica a lo largo de más

de un siglo. De esos 400 millones

de computadoras, por último, el

10% (¡40 millones!) están

conectadas a Internet. Ya hay

más flujos internacionales de

telecomunicaciones entre compu-

tadoras que entre teléfonos, co-

mo acaba de señalarlo el Direc-

tor General Adjunto de la

UNESCO para las Comunicacio-

nes, la Información y la Informá-

tica, Henrikas Yuskavitsus.

La consideración del término

“revolución cultural” se ha vuel-

to desmedida. Pero me ha pare-

cido necesario hacerlo así para

poder preguntarse con solven-

cia: ¿qué es esto? ¿solamente

tecnologías nuevas? ¿meras

autopistas de la información?

¿una revolución industrial más?

Por favor...73.

11. Videoesfera

En penúltimo lugar, una obra y

una terminología aún poco difun-

didas en América Latina: Regis

Debray, bien conocido entre no-

sotros por otras antiguas razo-

nes y obras militantes, ha inven-

tado entre varios otros, los neo-

logismos “mediología” y “video-

esfera”74. En diálogo con Comte,

Debray establece tres edades

históricas: la logósfera, que co-

rresponde a la edad de la escri-

tura; la grafósfera, edad de la

tipografía, y la videoesfera, edad

del audiovisual. Su perspectiva

es, en lo esencial, coincidente

con lo que se acaba de señalar,

aunque en coherencia con su

razonamiento mediológico su

nomenclatura pone el énfasis en

esta época más en lo audiovisual

que en lo telemático.

Me limito a registrarlo, sin entrar

a la densa y rica discusión que

supone caracterizar a la época

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más

tica actual por el audiovisual (como

también quería en un contexto

mucho menos atractivo, McLuhan)

o por lo multimediático (que

implica la multiplicidad y la

transitividad entre todos los

soportes de la mediación). El fu-

turo dirá si al tránsito académico

que se inició hace 25 años (de las

escuelas de periodismo a las fa-

cultades de comunicación) será

sucedido por este otro que iría

de las facultades de comunicación

a las de mediología, como quizás

correspondería a la apasionante

aventura intelectual emprendida

por Debray (enemigo con razón de

la mass-mediología).

12. Gatesismo

Por último, confieso mi deleite al

descubrir este “nuevo neologis-

mo” (valga la redundancia) en el

número 19 de la revista de

comunicaciones de la Universi-

dad Autónoma de Barcelona,

correspondiente a 199675. Más

aún, tratándose del artículo de

un canadiense de Quebec, Gaëtan

Tremblay, publicado en catalán,

clara expresión del vigor de las

culturas y las lenguas no domi-

nantes en este mundo global (al

menos, en la vida académica).

La comparación entre fordismo

y gatesismo que hace Tremblay

es muy atractiva y trae a la me-

moria a autores de la Escuela de

la Regulación antes citados.

Ahora bien, fordismo alude

comúnmente a una forma de

organización de la producción a

partir de la electricidad y la faja

transportadora, que impulsaron

la producción y el consumo ma-

sivos. Tremblay va mucho más

allá de ello, para incursionar en

todos los aspectos de la vida so-

cial. Pero este uso común confiere

a “fordismo” y “gatesismo” una

connotación restrictiva y valen

para este último término las limi-

taciones señaladas a propósito

de “tercera revolución indus-

trial” (en este lenguaje el fordis-

mo equivale a la segunda revo-

lución industrial). En otras pala-

bras, el simbolismo que Tremblay

atribuye a Gates simboliza mu-

cho más que el registrado en la

historia y en la lengua cotidiana,

para Ford. O lo que es lo mismo,

ni el software equivale a la faja

transportadora ni la transfor-

mación de principios de siglo es

equiparable a la actual.

1. Epoca de cambio o

cambio de época cul-

tural

Aunque ya sea un

lugar común, conviene

recordar que estamos

en un cambio de época

y no sólo en una época

de cambios. La prime-

ra parte de este tra-

bajo anuncia que asis-

timos a una genuina

revolución en todos

los dominios de la

cultura (no sólo en la

técnica), incluidos el

uso del tiempo libre, la educa-

ción y (por supuesto) las comu-

nicaciones. Sólo la invención de

la escritura y de la imprenta

constituyeron cambios epocales

equiparables al actual76.

2. La incertidumbre de los

nombres

La exploración onomástica que

hemos iniciado tiene sentido

pues nombrar es siempre una

manera de conocer. Nuestros

iniciales y largos titubeos con los

nombres anuncian la opacidad y

complejidad del objeto a ser

significado. Por eso nuestros

lenguajes, desde el argot de los

académicos hasta el lenguaje

colectivo de la vida cotidiana

han sido asediados por poli-

semias e imprecisiones. Empeza-

mos con nombres útiles pero

vagos, insuficientes o tangencia-

les a la cultura (nuevas tecnolo-

gías, tercera revolución indus-

trial, internacionalización, socie-

dad post-industrial, autopistas

de la información); luego fueron

quedando los que mejor conno-

tan el proceso en curso (globali-

zación, mundialización, revolu-

ción cultural) o su resultado (so-

ciedad de la información, quizás

videoesfera.

Vista la misma lista desde la

perspectiva de la pragmática

(relación del lenguaje con sus

usuarios), la idea de la revo-

lución cultural, la metáfora del

gatesismo, el neologismo de la

videoesfera, y aun la sugerente

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mundialización, no parecen

volverse monedas corrientes (al

menos no hasta ahora). Globa-

lización para el proceso y socie-

dad de la información para el

resultante son una buena pareja.

Por supuesto, no la única ni la

“perfecta” pues globalización

sigue adoleciendo de su

sonoridad más bien económica

y sociedad de la información de

su referente inicialmente téc-

nico. Pero felizmente, palabras

nos sobran. Y el problema no es

de los términos.

3. Los motivos de la expansión

Quizás la conclusión más polé-

mica a la que yo arribo puede

expresarse en los términos más

simples del mundo: los produc-

tos del sector cuaternario se

expanden porque son baratos,

porque con ellos se ahorra. La

globalización corresponde a la

presión compulsiva de corpora-

ciones y países, cierto, pero la

tecnología no se expande en

virtud de la conspiración ( o no

sólo) sino principalmente por-

que produce economías signifi-

cativas para las empresas, las

familias y los individuos. El Perú

es un país de emigrantes y mi-

grantes internos. Tan pronto co-

mo uno descubre que es más ba-

rato comunicarse por vía elec-

trónica prefiere hacerlo así (aun-

que con ello multiplique las ga-

nancias de las compañías telefó-

nicas). Lo que nos ocurre a noso-

tros, universitarios que usamos

el correo electrónico para no

gastar en faxes y llamadas ¿por

qué no le va a ocurrir al conjunto

de la ciudadanía? Para mirar esta

dinámica realidad conviene se-

guir los viejos consejos de Charles

Wright Mills77, zambullirse en la

promesa y realidad donde se

combinan experiencia personal

con cultura, y mirar lo que ya

está ocurriendo, aquí y ahora.

Es obvio, sin embargo, que esta

expansión no carece de graves

paradojas: incorpora trabajado-

res a su sector y genera desem-

pleo en todos los otros; produce

un nuevo tipo de analfabetismo,

el analfabetismo tecnológico,

más discriminatorio que el lite-

rario; introduce, en fin, nuevas

formas de estratificación social.

Todo esto hay que combatirlo,

no cabe duda. Y por eso existe

necesidad de promover concien-

cia, acción y organizaciones en

favor de una incorporación de-

mocrática y selectiva a la globa-

lización y del establecimiento de

políticas de la sociedad en ma-

teria de innovación y usos de la

técnica. He aquí una desafiante

agenda para nosotros mismos

como comunicadores.

4. ¿Dominación o liberación?

Sin duda, fueron poderosos inte-

reses económicos y políticos los

que lanzaron esta ola de inven-

tos y de comercialización de

productos finales nuevos, prác-

ticamente todos (como el saté-

lite, la computadora e Internet)

de origen militar y financiero; y

en América Latina, de temprano

uso policial y represivo. ¿Signi-

fica eso que su expansión se de-

be a la lógica imperial y debe-

mos, consecuentemente, comba-

tirla en todos sus alcances?

Me temo que tal postura puede

implicar tirar al niño con el agua

de la bañera. La historia del

progreso es, a la vez, historia de

la dominación e historia de la

liberación, de la domesticación

y de la subversión. Nuestros

caminos primero y luego nues-

tras vías férreas y teléfonos fue-

ron construidos e instalados pa-

ra asegurar la dominación espa-

ñola, británica o norteamerica-

na. Como advirtió Innis78, impe-

rio significa vías de comunicación

(y por eso era verdad que “todos

los caminos conducen a Roma).

Hubo en la historia movimientos

populares que quisieron destruir

los ferrocarriles (Gran Bretaña)

y otras manifestaciones de la

dominación y del progreso (de

ambos a la vez). Pero también

quienes, tomado al toro por las

astas (y no el rábano por las

hojas) utilizaron esos caminos y

teléfonos y computadoras para

que por ellos transiten trans-

formaciones sociales y movi-

mientos democráticos.

Lo que siento es que una dis-

cusión sobre la globalización

planteada en términos de sus

bondades y maldades, desembo-

ca siempre en los callejones

baladíes del encandilamiento o

la satanización. Lo que creo que

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más

tica resulta más pertinente, para

América Latina hoy, es pasar a

pensar los desafíos que ella plan-

tea, los quehaceres que se im-

ponen y las maneras de asumir-

los. Todo lo cual hace a la rela-

ción entre globalización y demo-

cracia.

5. Sociedad de la información

y democracia

En otros lugares79 me ha tocado

desarrollar algunas de las

relaciones, aquí implícitas, entre

estos nuevos espacios culturales

y la democracia. Quisiera recor-

dar, solamente, que la crisis de

representatividad y de los par-

tidos, un tema tan en boga, no

se reduce a las llamadas crisis de

los paradigmas, sino que se en-

marcan en la modificación sus-

tantiva de los espacios cultu-

rales. La política de antes estaba

tejida en mercados físicos de

bienes culturales (local parti-

dario, cédula, plaza pública).

Hoy se ha “mediatizado” y el

ciudadano no necesita trasladar-

se al acto político para semblan-

tear al candidato. Quizás la cri-

sis de la política y de los políti-

cos tenga que ver con sus limita-

ciones para actuar (y pensar) en

estos nuevos escenarios o espa-

cios culturales de la política.

Pesimismo de la realidad y de la

inteligencia; optimismo del ideal

y de la voluntad. Tales eran,

combinadas, las ideas fuerza de

Gramsci en Italia y de Vascon-

celos en México, que tanto y de

tan distintas maneras influyeron

en el pensamiento latinoame-

ricano contemporáneo. Algo de

esa dialéctica anima estas

páginas, encantadas del fracaso

(por ahora), de las profecías

autoritarias de Orwell80, deseo-

sas de que su amenaza sea deste-

rrada para siempre, y deudoras

de la invocación a la cordura de

Aldous Huxley81, para mencionar

a quienes ayer novelaron el pre-

sente con mal presagio.

Habrá que inventar los meca-

nismos para construir más parti-

cipación y más democracia, sub-

vertiendo las limitaciones y a-

provechando los recursos de la glo-

balización y de la sociedad de la

información (tema apasionante

que sobre-excede los ya aquí ex-

cedidos límites de la tolerancia).

1. El presente texto retoma

un conjunto de recientes pre-

sentaciones que le han ser-

vido (sólo) como punto de

partida:

(a) Seminario sobre “El ejercicio

profesional de la comunicación so-

cial y las regulaciones jurídicas”,

organizado por la Facultad de Comu-

nicaciones de la Universidad Central

del Ecuador, el ILDIS y la Friedrich

Ebert Stiftung, en Quito entre el 24 y

el 26 de abril de1996. Esta primera

versión se publicó en Chasqui nº 54,

Ciespal, Quito, junio de 1996, con el

título “El periodista en la quinta

revolución cultural” (ps.4 a 7).

(b) Seminario internacional sobre

“Derecho y políticas de comuni-

cación en tiempos de cambio”, orga-

nizado por la Pontificia Universidad

Javeriana y la Konrad Adenauer

Stiftung en Bogotá, entre el 6 y el 8

de mayo de 1996. Esta segunda

versión titulada “Nuevas tecnolo-

gías, derecho y políticas de comuni-

cación” está publicada en Contra-

texto nº 10, revista de la Facultad de

Ciencias de la Comunicación de la

Universidad de Lima, diciembre de

1996 (ps. 11 a 19).

(c) Reunión Técnica sobre Comuni-

cación e información administrativa

para el ciudadano” organizada por la

Comisión Presidencial para la Re-

forma del Estado (COPRE) de Ven-

ezuela y la UNESCO, en Caracas, el 7

de agosto de 1996. Esta intervención

está próxima a ser publicada bajo el

título “La transparencia democrática

en la sociedad de la información” Y

por último,

(d) III Encuentro Latinoamericano de la

Red de Jóvenes Comunicadores, Lima,

setiembre de 1996, Unión Católica Lati-

noamericana de Prensa (UCLAP).

Intervención publicada en forma de sín-

tesis (de los organizadores) y titulada

“Los grandes desafíos de la globalización

para la comunicación en América Lati-

na” en Solidaridad: un desafío ético en la

cultura de la comunicación, Red de

Jóvenes Comunicadores-Perú, Lima,

1997 (ps. 31 a 36).

Agradezco los valiosos comentarios

de Patricia Arévalo, Santiago

Roncagliolo, Eduardo Villanueva y

Rocío Villanueva.

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2. PORAT, Marc Uri, The Information

Economy: Definition and Measure-

ment, OT Special Publication 77-12,

US Department of Commerce, Office

of Telecommunications, Washington

D.C., May 1997.

3. Así, disminuye la importancia de

ciertas instituciones que al comien-

zo caracterizaron el proceso. Por

ejemplo, los “centros de cómputo”

como espacios físicos y laborales

específicos antes de que las compu-

tadoras entraran a todos los ambien-

tes empresariales y domésticos. Tam-

bién la imagen del Perú, años atrás

expuesta oralmente por Isaías Flit,

como el país de las academias de las

tres “c”: corte, confección y compu-

tación. No es que este aprendizaje y

estas academias desaparezcan, sino

que cada vez más el manejo de

equipos y programas forma parte de

toda enseñanza y de todo nivel edu-

cativo. Lo que era especializado se

vuelve común.

4. Particularmente valioso fue, en

este sentido, el libro de MATTELART,

Armand y SCHMUCLER, Héctor,

América Latina en la encrucijada

telemática, Paidós, Barcelona, 1983.

5. Véase HOWARD, Frederick, Global

Communications & International Re-

lations, Wadswoth, Belmont, Califor-

nia, 1993, 287 pp, p. 9.

6. En 1995 tuve oportunidad de

analizar las innovaciones en materia

de televisión por cable, comunica-

ciones “on line” y fibra óptica en el

Perú, en un estudio no publicado

para el Center for Communications

Programs de la Universidad Johns

Hopkins (“Perú: difusión de mensa-

jes de salud reproductiva a través de

las nuevas tecnologías de comuni-

cación”). Todas las previsiones de

entonces ya están superadas.

7. La Red Científica Peruana (RCP),

con un préstamo del BID, anuncia la

inminente instalación de mil esta-

ciones comunitarias de acceso a

Internet en el Perú.

8. Boletín de Industrias Culturales nº

2, Buenos Aires, setiembre de 1996,

p. 3. Según otras estimaciones, el

porcentaje de hogares argentinos

conectados al cable supera el 60% de

los que tienen televisión.

9. Ibidem.

10. GARCIA CANCLINI, Néstor y

PICCINI, Mabel, “Culturas de la ciu-

dad de México: símbolos colectivos

y uso del espacio urbano”, en

GARCIA CANCLINI, Néstor (coordina-

dor), El consumo cultural en México,

CONACULTA, México D.F., 1993, p. 47.

11. RICHERI, Giuseppe, “Nuevas tecno-

logías e investigación sobre las

comunicaciones de masas” en

MORAGAS, Miquel de, Sociología de la

comunicación de masas, 4 tomos, Gili,

Barcelona, 1985 (tomo IV, ps. 56 a 80),

propone que esta tendencia pasa por

tres fases: la fragmentación del público,

la segmentación y la individualización.

12. ESQUIVEL, Laura, La ley del amor,

Grijalbo, México D.F., 1995.

13. Según la investigación para su

tesis que ha iniciado el alumno de la

maestría en comunicaciones de la

PUC del Perú, Eduardo Villanueva.

14. Se anuncia que la Universidad de

Columbia ha creado ya un post-gra-

do en “journalism on-line”.

15. Véase RONCAGLIOLO, Rafael, El

leguaje de la radio, ponencia en el

Primer Congreso Internacional sobre

las Comunicaciones y la Lengua

Española (Zacatecas, abril de 1997),

próximo a ser publicado por la Aca-

demia Peruana de la Lengua y por

Chasqui (Quito).

16. Según GATES, Camino al futuro,

McGraw Hill, México D.F., 1995, toda

la Biblioteca del Congreso de los

Estados Unidos ya cabe en una me-

moria holográfica del tamaño de un

puño. Sobre la evolución de tirajes

de diarios y consumo de medios en

América Latina y el mundo, véase

RONCAGLIOLO, Rafael “La integra-

ción del audiovisual en América

Latina: Estados, empresas y produc-

tores independientes”, en GARCIA

CANCLINI, Néstor, Culturas en glo-

balización, Nueva Sociedad, Caracas,

1996, 261 ps., ps. 13 a 40.

17. “Ciberespacio” e “hiperespacio”

son los términos utilizados para cla-

sificar a la sociedad presente y futu-

ra, respectivamente, en TEHRANIAN,

Majid y KIA, Katharine, That recur-

rent suspicion: democratization in a

global perspective, texto mimeogra-

fiado de la ponencia presentada al

East West Philosophers Conference

(University of Hawaii, 12 de enero de

1995) y al Seminar on Religion, Val-

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s y su

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más

tica ues and International Relations

(Harvard University, 11 de abril de

1995); traducido al español y publi-

cado bajo el título de “Democracia y

globalización” en Scientia et Praxis nº

20, Revista de Investigación de la

Universidad de Lima, enero-junio de

1996, ps. 121 a 159. Por “ciberes-

pacio” puede entenderse “el ámbito

donde se realizan las interacciones

propias del uso de Internet. No es

tanto una referencia al espectro

electromagnético o a los cables, sino

más bien a los espacios para la inter-

acción humana creados por Inter-

net” (VILLANUEVA, Eduardo, Inter-

net: Breve guía de navegación en el

ciberespacio, PUC, Lima, 1996, 206

ps., p. 193. El término tiene un origen

literario en la novela de ciencia-

ficción de GIBSON, William,

Neuromancer, Ace, Nueva York, 1984.

“Hiperespacio” puede aludir restric-

tivamente a las conexiones inter-

hiper-textuales.

18. TOFFLER, Alvin, La Tercera ola,

Plaza & Janés, Barcelona, 1989, 494 ps.

19. TEHRANIAN, MAjid, op.cit.

20. “Sociedad virtual” es uno de

ellos, que no alude al conjunto de la

sociedad sino que “está emergiendo

al lado de la sociedad virtual” y que

no podría existir al margen de la

sociedad real, que es su soporte

material” (MANRIQUE, Nelson, La

sociedad virtual y otros ensayos,

PUC, Lima, 1997, 282 ps., p. 233).

21. Como la popularizada filosofía de

FUKUYAMA, Francis, (El fin de la

historia y el último hombre), Planeta,

Buenos Aires, 1994), tan bien desme-

nuzada en ANDERSON, Perry, Los

fines de la historia, Tercer Mundo,

Bogotá, 1995, dentro de una polémi-

ca que, por supuesto, desborda to-

talmente los límites de esta excur-

sión onomástica.

22. Según la clasificación de

WEBSTER, Theories of the Informa-

tion Society, Routledge, Londres,

1995, 257 ps. cap 1.

23. HAMELINK, Cees, “Informatiza-

ción: hacia una cultura binaria”, en

GOMEZ MONTT, Carmen, Nuevas

tecnologías de la comunicación,

México D.F., Trillas, 1991, ps. 18 -19.

24. Citado en GATES, Bill, op.cit., p. xiv.

25. Ibidem.

26. GATES, op. cit.

27. Así, en inglés se ha ido aban-

donando la expresión NICT (New In-

formation Communication Technolo-

gies) en beneficio del escueto ICT.

Véase, por ejemplo, DUTTON, Will-

iam H., Information and Communica-

tion Technologies, Visions and Pre-

dictions, Oxford University Press,

1996, 464 ps., con las últimas contri-

buciones de autores destacados en

este campo, William Melody, Robin

Mansel y Nicholas Garnham.

28. Para ubicar temporalmente las

reales o supuestas novedades tecno-

lógicas es particularmente útil el

libro de LUBAR, Steven, InfoCulture,

The Smithsonian Book of Informa-

tion Age Inventions, Houghton

Mifflin Company, Boston, 1993, 408

ps. Por ejemplo: la primera patente

de fax la registró en Gran Bretaña el

relojero Alexander Bain en 1843 y el

primer sistema comercial de fax se

estableció en Francia en 1865. El

papel carbón recién se inventó en

1855 (p. 150 y ss.).

29. COLINA, Carlos Eduardo, “Socio-

logía de las nuevas tecnologías de la

comunicación, legitimidad de un

campo de estudio”, en Anuario

Ininco, nº 5, Universidad Central de

Venezuela, Caracas, 1993, p. 50.

30. id., p. 49.

31. Véase ECO, Umberto, Apocalíp-

ticos e integrados ante la cultura de

masas, Lumen, Barcelona, 1968:

McLuhan es analizado como proto-

tipo de “integrado” y VERON, Eliseo,

Lenguaje y comunicación social,

Nueva Visión, Buenos Aires, 1971,

282 ps. p. 15: texto fundacional junto

con los (anteriores) de Pasquali y

con los (coetáneos) de Mattelart, de

la investigación latinoamericana en

comunicaciones.

32. Los censos nacionales del Perú

anuncian que del total de aparatos

electro-domésticos disponibles (que

constituyen la principal expresión de

la revolución de la electricidad en

términos de consumo), los más ex-

pandidos son los de comunicacio-

nes: en 1993 teníamos por cada 1,000

habitantes: 154 receptores de radio,

84 de televisión en blanco y negro,

47 de televisión a color, 35 equipos

de sonido y 19 videograbadoras, pe-

ro sólo 17 lavadoras, 58 refrigera-

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doras (con lo que implican para el

ahorro familiar), 10 aspiradoras, 15

lustradoras y 3 computadoras. Los

teléfonos eran 18, siempre para cada

1,000 habitantes. Fuente: Censos

nacionales 1993, (calculado a partir

de los cuadros 17 y 18). Estos datos

son indicio de que también la elec-

tricidad implicó, de modo abultado,

un efecto comunicacional: nada

menos que el surgimiento de las

industrias culturales contemporá-

neas y de la llamada cultura de ma-

sas, puntos de partida simultáneos

y antagónicos de las reflexiones de

la Escuela Crítica de Frankfurt y de

la tradición angloamericana de la

“Mass Communication Research”.

33. Véase al respecto, el artículo del

mismo Colina, en el mismo número

de la revista, titulado “McLuhan y las

tecnologías de la comunicación” (ps.

173 a 188).

34. La palabra “tecnología”, por cierto,

se remonta a 1777 y se atribuye al

alemán Beckman, según DEBRAY,

Régis, Course de médiologie genéra-

le, Gallimar, Paris, 1991, p. 13.

35. En el nombre de las nuevas tec-

nologías, sin embargo, se han escrito

algunas de las páginas más impor-

tantes para entender la dinámica en

curso. Por ejemplo, PICCINI, Mabel,

“Tiempos modernos: políticas

culturales y nuevas tecnologías” en

La comunicación desde las prácticas

sociales, OROZCO, Guillermo, (coor-

dinador), Cuadernos de Comunica-

ción y Prácticas Sociales nº 1, Univer-

sidad Iberoamericana, México D.F.,

1990, ps. 19 139.

36. INNIS, Harold, Empire and Commu-

nication, Toronto, 1972. Véase también

The bias of communication, University

of Toronto Press, 1955 (con introduc-

ción de Marshall McLuhan); y

MELODY, William, et al, Culture,

communication and dependence.

The tradition of H.A.Innis, Ablex,

New Jersey, 1981. Sobre las contribu-

ciones y relaciones conceptuales

entre Innis y McLuhan véase

PATTERSON, Graeme, History and

Communications, Harold Innis,

Marshall McLuhan, the Interpreta-

tion of History, University of Toronto

Press, Toronto, 1990, 251 ps.

37. Véase por ejemplo, el excelente

último libro de UGARTECHE, Oscar,

El falso dilema, América Latina en la

economía global, FES-Nueva Socie-

dad, Caracas, 1997, 264 ps.

38. Estas son las cuatro dimensiones

de la globalización que registra

WEBSTER, op.cit., ps. 140 y ss. a

propósito del fin del régimen de

acumulación del “fordismo” y en el

marco de su presentación de la

teoría de la Escuela de Regulación

(Anglietta Lipietz).

39. Ya en los años setenta, Madison Av-

enue simbolizaba el propósito y la

práctica de una publicidad idéntica para

todo el mundo, “global village” y “global

supermarket”. Véase RONCAGLIOLO,

Rafael y JANUS, Noreene, “Advertising

and the Democratization of Communica-

tions, en Development Dialogue nº 1981:2,

Uppsala, Suecia, ps. 31 a 40; y de los

mismos autores, Advertising mass me-

dia and dependency, ILET, México D.F.,

DEC/d/41/I, s.f.

40. Al contrario, la globalización

coexiste con la localización y la

dominación con la resistencia, como

lo demuestran la explosión de me-

dios comunitarios locales y de mino-

rías, precisamente en esta época.

Véase RONCAGLIOLO, Rafael “To-

ward the Year 2000: A Latin American

View”, en GERBNER, George, MOWLANA,

Hamid y NORDENSTRENG, Kaarle

(editores), The Global Media Debate:

its rise, fall and renewal, Ablex,

Norwood, New Jersey, 1993, 190 ps.,

ps 167-172; y “Latin America: Com-

munity Broadcasting as Public Broad-

casting”, en Public Broadcasting for

the 21st Century, RABOY, Marc (edi-

tor), University of Luton Press, 1996,

303 ps., ps. 297 a 301.

41. ORTIZ, Renato, Un outro territó-

rio, ensaios sobre a mundializaçao,

Olho d’agua, Sao Paulo, s.f., p. 15.

42. ORTIZ, Renato, op.cit.

43. McLUHAN, Marshall, The

Gutenberg Galaxy: The Making of Ty-

pographical Man, Toronto, 1962.

44. BARNET, Richard y MULLER,

Ronald E., Global Reach, New York,

Simon and Schuster, 1974.

45. MANRIQUE, Nelson, op.cit., p.

235. Véase la ponencia que presenta

a este mismo Encuentro de FELA-

FACS, Eduardo Villanueva: “Desafíos

éticos en el ciberespacio”.

46. TRAJTENBERG, Raúl y

VIGORITO, Raúl, “Economía política

en la fase transnacional”, en

Comercio Exterior, volumen 32 nº 7,

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diálogosde la comunicación

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más

tica México D.F., Banco Nacional de

Comercio Exterior, julio de 1982, ps.

712 a 734. Este número de la revista

cuyo tema fue “Las transnacionales

en América Latina”, sintetizó los

aportes del Instituto Latinoamerica-

no de Estudios Transnacionales

(ILET), cuyos colaboradores escri-

bieron la totalidad de los artículos.

Ellos fueron, además de Trajtenberg,

(Director de la División de Econo-

mía) y Vigorito (Sub-director),

Gonzalo Varela, Samuel Lichtensztejn,

Jorge Fontanals, Eduardo Basualdo,

Edgardo Lifschitz, Blanca Suarez, y

(de la División de Comunicaciones)

Noreene Janus y Rafael Roncagliolo.

47. Lo cual por supuesto, no implica

que las revoluciones industriales

previas carecieran de sub-productos

culturales. Por ejemplo, el reemplazo

de la navegación a vela por los bar-

cos a vapor, como parte culminante

del traslado de la hegemonía de las

marinas mercantes desde el Medi-

terráneo hacia Gran Bretaña, produ-

jo la primera y temprana emigración

en cadena de marineros de La Liguria

a las costas del Pacífico Sur latino-

americano, lo cual afectó la compo-

sición de las élites dominantes e

implicó aperturas ideológicas, pues

con los italianos del norte vendría,

tiempo después, el primer pensa-

miento anarquista (Bakunin,

Vandervelde, etc.). Véase BONFIGLIO,

Los italianos en la sociedad peruana,

Asociación Italianos del Perú - Unión

Latina, Lima, 1993, 334 ps. También

vale recordar, como otro ejemplo, la

explicación de HOBSBAWN, Erick, en

“Industria e imperio”, acerca del

origen de la tradicional puntualidad

británica: la puntualidad era la única

manera de manejar el denso tráfico

de los numerosos ferrocarriles perte-

necientes a diferentes compañías

privadas.

48. GARCIA CANCLINI, Néstor, y

PICCINI, Mabel, op.cit.

49. WEBSTER, Frank, op.cit., p. 30.

50. Según se registra en TOFFLER,

Alvin, op.cit., p. 433.

51. TOURAINE, Alain, (La sociedad

post-industrial, Ariel, Barcelona,

1969) la considera una manera de

definir a la sociedad por su praxis,

análoga a “sociedad tenocrática” y a

“sociedad programada”. Escribiendo

en 1969, Touraine considera que esta

praxis se da tanto en las sociedades

capitalistas como en las socialistas,

con lo que libera a su significado de

las formas entonces existentes de or-

ganización social.

52. BELL, Daniel, The coming of Post-

Industrial Society: A Venture in So-

cial Forecasting, Hardmonsworth,

Penguin: Peregrin Books, 1976. Un ar-

tículo de síntesis de las posiciones de

Bell (“La telecomunicación y el cam-

bio social” de 1981) está incluido en

la muy útil colección de MORAGAS,

Miquel de, Sociología de la comu-

nicación de masas, cuatro tomos, Gili,

Barcelona, 1985 (tomo IV, ps. 34-55).

53. Según la acertada expresión de

Oscar Ugarteche, en el Octavo Con-

greso Latinoamericano de Estudian-

tes de Comunicación Social (Lima 1

de setiembre de 1997).

54. GARCIA CANCLINI, Néstor, op.cit. Un

ejemplo es el inicio, en setiembre de

1997 de la transmisión de noticias

radiales en quechua hecha por la

agencia PULSAR, de AMARC, a través de

Internet, para Bolivia, Perú y Ecuador.

55. GATES, Bill, op.cit., p. 5.

56. GATES, Bill, op.cit., p. 8

57. CALVINO, Italo, Seis propuestas

para el próximo milenio, Siruela,

Madrid, 1989.

58. NORA, Simon, y MINC, Alain, La

informatización de la sociedad, FCE,

México D.F., 1981, 244 ps.

59. GETTINGER, Anthony, The An-

nual Reports of the Harvard Program

on Information Technology, 1976 y

1977 (citado por BELL en MORAGAS,

op.cit., p. 38); y MACHLUP, Fritz, The

production and distribution of know-

ledge in the United States, Princeton

University Press, 1962; PARKER,

Edwin, “Información es poder. Las

aplicaciones sociales de los sistemas

de computadoras y telecomunica-

ciones” en Cuadernos ININCO, nº 2,

UCV, Caracas, 1997, ps. 10 a 12.

60. NEGROPONTE, Nicholas, Being

Digital, Alfred A. Knopf Inc., Nueva

York, 1995.

61. WEBSTER, Frank, op.cit.

62. ORTIZ, Renato, po.cit. La imagen

es análoga a la de Lyotard, para quien

post-modernidad es a modernidad,

en la cultura, lo que post-indus-

trialismo es a industrialismo, en la

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liolo

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economía. (Lyotard, Jean-Francois, La

condición postmoderna: informe sobre

el saber, Rei, México D.F., 1990, 119 ps.

63. Véase por ejemplo, GARCIA

CANCLINI, Néstor, “Escenas sin terri-

torio, cultura de los migrantes e iden-

tidades en transición”, en OROZCO,

op.cit., ps. 40 a 58.

64. La expresión “tercera revolución

cultural” sin duda evoca la “tercera

ola” de Toffler (op.cit.), pero admi-

tamos que revolución cultural es

bastante más preciso que ola. Ade-

más, permite exonerarse del conjun-

to de elementos que forman parte de

la reflexión de este autor específico,

y que sería impertinente discutir

aquí. Por otro lado, “revolución cul-

tural” también implica un lúdico

ajuste de cuentas, por la vía de la iro-

nía, con el estatuto conceptual otor-

gado a la cultura en la ayer famosa

“revolución cultural” china.

65. Operación que puede practicarse

sin caer en los “comunicacionismos”

que con tanta razón han criticado MAR-

TIN BARBERO, Jesús (por ejemplo en-

tre otros libros y numerosos artículos

en “De los medios a las prácticas”, en

OROZCO, op.cit., ps. 9 a 18).

66. SALAZAR LARRAIN, Arturo,

Nuevos medios, nueva sociedad,

McLuhan, el síndrome “Sussy” y

otros, Universidad San Martín de

Porres, Lima, 1996, 89 ps. La “Ley

Brunner” aplicada a la velocidad de

los cambios se expresa en años de

antigüedad mediante el siguiente

cabalismo de productos de 5 por

potencias de 10:

5 por 100 5: inteligencia artificial

5 por 101 50: Radio / educación de

masas

5 por 102 500: Imprenta

5 por 103 5,000: Historia escrita

5 por 104 50,000: Grandes migracio-

nes glaciales

5 por 105 500,000: Hombre actual

(y sigue jugando para atrás con las

potencias de 10, hasta llegar a 5 por

109 = 5’000,000 de años = nacimiento

de la tierra).

67. ECO, Umberto, El nombre de la

rosa, Lumen, Barcelona, 1980. Muy

interesante -dicho sea de paso- la

incorporación de la informática (y

hasta de algunas líneas de un pro-

grama en BASIC) en la siguiente

novela de Eco (El péndulo de Fou-

cault, Bompiano-Lumen, Bogotá,

1989, ps. 35 y ss).

68. GARCILASO INCA DE LA VEGA,

Comentarios reales de los incas, Lima,

UNMSM, 1959, tomo III, ps. 243 y 244.

69. Citado en Bell, en MORAGAS,

op.cit., p. 36.

70. ECO, Umberto, Apocalípticos e

integrados frente a la cultura de masas,

Lumen, Barcelona, 1973, 403 ps., p. 39.

71. ECO, Umberto, op.cit., ps. 39 y 40.

72. GATES, Bill, op.cit., p. 8.

73, Que lo que realmente está en

juego es la cultura, aparece claro en

el libro de TURKLE, Sherry, The Sec-

ond Self, Computers and the Human

Spirit, Touchstone, New York, 1984.

Ella analiza tempranamente cómo la

relación de los niños con las com-

putadoras cambia sus concepciones

culturales acerca de conceptos bási-

cos como vida, verdad y bondad.

74. DEBRAY, Regis, op.cit., y también

Vie et mort de l’image, Gallimard,

Paris, 1992, 526 ps.

75. TREMBLAY, Gaetän, La societat

de la informació: del fordismo al ga-

tesismo” en Analisi, quaderns de co-

municació i cultura nº 19, Universidad

Autónoma de Barcelona, Bellaterra,

1996.

76. Acabo de recibir el sílabo del

curso que dicta (este mismo se-

mestre) Majid Tehranian en la Uni-

versidad de Hawaii (Manoa), titulado

“comunicación y civilización”. Su

periodización me parece muy intere-

sante y la traigo a colación precisa-

mente porque parece conceder a la

segunda revolución industrial (elec-

trónica, radio y televisión, fordismo)

un estatuto histórica más decisivo

(como pensó McLuhan). El esquema

de Tehranian es el siguiente:

I. Civilizaciones pre-modernas:

a) civilizaciones religiosas

b) imperios agrarios y

c) las rutas de las seda y

las especies.

II. Civilizaciones modernas:

a) la revolución de la imprenta

b) la revolución de la elec-

trónica y

c) la revolución de la com-

putadora

III. Post-modernidad.

77. WRIGHT MILLS, Charles, La

imaginación sociológica, FCE,

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tica México D.F., 1961.

78. INNIS, Harold, op.cit.

79. RONCAGLIOLO, Rafael, “Crisis de

participación y sociedad televisada”,

en Cuestiones de Estado nº 4-5, Lima,

setiembre-octubre de 1993, “La

política en la galaxia bit”, idem, nº

10, 1994' “Sociedad civil y radio

ciudadana”, idem, nº 20, abril de

1997; y “De políticas de comunica-

ción a la incomunicación de la

política”, en Nueva Sociedad nº 140,

Caracas, 11-12/1995.

80. Tanto en Animal Farm como en 1984.

81. En el “Prólogo” a Un mundo feliz,

(Plaza & Janés, Barcelona, 1969)

hace Huxley una advertencia que

conviene recordar: “Si ahora tuviera

que volver a escribir este libro,

ofrecería al Salvaje una tercera

alternativa. Entre los cuernos utópi-

co y primitivo de este dilema, yacería

la posibilidad de la cordura...” (p.9).

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Dirección: Transversal 1A Nº 69-25, apt. 203,Santafé de Bogotá, Colombia.

Teléfono: (571) 2174987Fax: (571) 2174967

Globalizacióncomunicacional ydescentramiento

cultural

diálogosde la comunicación

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¿Desde dónde pensar la globa-

lización si es el sentido mismo

del lugar el que con ella está

cambiando? ¿Qué saberes movi-

lizar cuando son categorías cen-

trales de las ciencias sociales las

que, según O. Ianni, pierden su

validez al asumir que “el globo

ha dejado de ser una figura astro-

nómica para adquirir plenamen-

te significación histórica”1? A los

desafíos teóricos se entrelazan

los políticos: ¿cómo pensar la en-

vergadura de los cambios que la

globalización produce en nues-

tras sociedades sin quedar atra-

pados en la ideología neoliberal

que orienta y legitima su actual

curso, sin convertirnos en “inte-

lectuales orgánicos de la globa-

lización”? Confundida por mu-

chos con el viejo y persistente

imperialismo, asimilada a la

transnacionalización, o mejor, a

la expansión acelerada de las

lógicas y las empresas transna-

cionales, identificada con la

revolución tecnológica y con el

impulso secreto de la postmo-

dernidad, la globalización diluye

sus contornos hasta hacerse

inasible en medio de una infinita

proliferación de artículos y li-

bros a cual más decepcionantes.

Los imaginarios de la globali-

zación preparan y refuerzan la

globalización de los imaginarios,

ya sean los que alientan su visión

como la última utopía o los que

la identifican con la más terro-

rífica de las pesadillas. Contem-

poráneos de un fin de siglo, y de

milenio, quizá de lo que habla el

vértigo de los discursos sea la

sensación del “fin del mundo” y

del brumoso horizonte de otro

que, por más oscuro y contra-

dictorio que aparezca, estamos

necesitados de pensar. Lo que

intento dibujar en lo que sigue

es otro de mis mapas nocturnos,

un mapa cuyas líneas de fuerza,

y de sentido, remiten al descen-

tramiento de tres órdenes, el de

los saberes, los territorios y los

relatos.

“La ciencia clásica privilegiaba el

orden, la estabilidad, mientras

que en todos los niveles de ob-

servación ahora reconocemos el

papel primordial de las fluctua-

ciones y la inestabilidad. Este

cambio traduce una

tensión profunda al in-

terior de nuestra tradi-

ción, situándonos en el

punto de partida de una

nueva racionalidad que

ya no identifica ciencia

y certeza, probabilidad

e ignorancia”.

Ilya Prigogine

Al desplegar el mapa lo

primero que se atisba

es el contraste entre la

densidad viscosa del

comunicar y la preca-

riedad de los saberes

que lo enuncian, su opacidad

epistemológica, en particular la

de los saberes desde los que

pensamos el mundo, la técnica.

Una primera incitación a pensar

el mundo nos viene de la geo-

grafía, desde la que Milton San-

tos afirma que la ausencia de ca-

tegorías analíticas y de historia

del presente nos mantienen men-

talmente anclados en el tiempo

de las relaciones internacionales

cuando lo que estamos necesi-

tando pensar es el mundo, esto

es, el paso de la internaciona-

lización a la mundialización2.

Proceso en el que las tecnologías

de la información tienen un

papel crucial. Pues a la vez que

intercomunican los lugares,

transforman el sentido del lugar

en el mundo; y al mismo tiempo

que hacen de la cultura el gran

vehículo del mercado transfor-

man al mundo en clave de un

1. S

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desafío epistemológico a las

disciplinas sociales, desde la

geografía de la historia y aun la

filosofía. Ya que en últimas de lo

que habla la globalidad del

mundo es de “una nueva manera

de estar en el mundo”3. Y ello

tanto en el sentido que la cate-

goría mundo ha tenido para los

filósofos como para los sociólo-

gos: la nueva significación del

mundo ya no es asimilable “a lo

real”4, ni derivable de la que has-

ta hace poco fue una de las cate-

gorías centrales de las ciencias

sociales, la del Estado-nación. La

globalización no se deja pensar

como mera extensión cuantita-

tiva o cualitativa de la sociedad

nacional5. No porque esa cate-

goría y esa sociedad no sigan

teniendo vigencia -la expansión

y exasperación de los nacionalis-

mos de toda laya así lo atestigua-

sino porque el conocimiento

acumulado sobre lo nacional re-

sponde a un paradigma que no

puede ya “dar cuenta ni histórica

ni teóricamente de toda la

realidad en la que se insertan

hoy individuos y clases, nacio-

nes y nacionalidades, culturas y

civilizaciones”6. Las resistencias

en las ciencias sociales a aceptar

que se trata de un objeto nuevo

son muy fuertes. De ahí la ten-

dencia a subsumir ese objeto en

los paradigmas clásicos del evo-

lucionismo al historicismo, y a

focalizar sólo aspectos parciales -

económicos o ecológicos- que pa-

recerían seguir siendo compren-

sibles desde una continuidad sin

traumas con la idea de lo nacional.

Es esa continuidad de la que se

nutren nociones como imperia-

lismo, dependencia e incluso in-

terdependencia, la que está en-

cubriendo la necesidad de some-

ter esas nociones a una profunda

reformulación a la luz de los

cambios radicales que atravie-

san tanto la idea de soberanía

como de hegemonía. El que hoy

siga habiendo dependencias e

imperialismos no significa que el

escenario no haya cambiado si-

no que los viejos tipos de víncu-

los se hallan subsumidos y atra-

vesados por otros nuevos que no

se dejan pensar desde la trans-

ferencia de categorías como las

de Estado, nación, territorio, re-

gión, etc. Las condiciones de de-

sigualdad entre naciones, regiones

y estados continúan e incluso se

agravan, pero ya no pueden ser

pensadas al margen de la aparición

de redes y alianzas que reorganizan

tanto las estructuras estatales

como los regímenes políticos y los

proyectos nacionales.

Una segunda incitación viene de

la visión de la tierra que nos pro-

curó la cámara de un satélite, esa

primera imagen que tuvimos del

mundo “desde el espacio”: tanto

de aquel por el que se mueven

los satélites y navegan los astro-

nautas como de ese otro que,

comprimido por la aceleración

del tiempo, está transtornando

nuestros modos de percibir y de

sentir. Esa primera imagen

condensó las tensiones e hibri-

daciones que atraviesan y sos-

tienen las relaciones de lo terri-

torial y lo global, del lugar y del

mundo, de la plaza y la televi-

sión. Al mismo tiempo el merca-

do ponía en marcha una globa-

lización del imaginario mediante

la cual, según una investigadora

brasileña, “se exporta territorio

-Amazonía, banano y carnaval-

mientras se importa la escena

global que produce la tecnología

(...) Estrategia que es respon-

sable de la curiosa máscara que

nos permite encontrar en el mun-

do la imagen de todos los terri-

torios7”. Y cuya contraparte es

el crecimiento acelerado del no-

lugar :ese espacio en que los

individuos son descargados del

peso de la identidad interpelante

o interpelada y exigidos única-

mente de interacción con infor-

maciones, textos o imágenes,

que se repiten incesantemente

de una punta a la otra del mundo.

Más lentos sin embargo que la

economía o la tecnología, los

imaginarios colectivos arrastran,

conservan huellas y restos del

lugar que intensifican las con-

tradicciones entre viejos hábitos

y destrezas nuevas, entre ritmos

locales y velocidades globales.

Y una tercera incitación viene de

la filosofía. El mundo, el universo

tecnológico y cultural contempo-

ráneo alumbra un nuevo univer-

sal no centrado, o cuyo centro

está en cualquier lugar: “univer-

so de la Pantopia”9 que, según

Michel Serres, concentra todos

los lugares en uno y cada uno es

replicado en todos los demás. El

viejo Leibniz podría ayudarnos

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a pensar las mediaciones que

introduce la simulación: ese jue-

go de ausencias” que aparece

“cuando la ciencia toma el lugar

de la Verdad y se deshace de su

propia ‘naturalidad’ aceptando

plenamente su operación como

potencia de artificio”10, esto es

capaz de inventar un mundo que

en lugar de dejarse representar

se da en la mediación que desde

la técnica lo transforma en vir-

tual. La pregunta de Heidegger

por la técnica como el último ava-

tar de la metafísica resulta hoy

mucho más reveladora que nega-

tiva: es hoy cuando la técnica ha

dejado de ser mero utensilio, y

nos habla de “su esencial rela-

ción con el develar en que se fun-

damenta todo producir”11. Lo

que, traducido por Habermas al

lenguaje sociológico significa

que “si la técnica se convierte en

la forma global de producción,

define entonces a toda una cul-

tura y proyecta una totalidad his-

tórica, un mundo”12.

La pregunta por la técnica se nos

vuelve cada día más crucial en

la medida en que la diversidad

de técnicas, constatada por los

antropólogos es aceleradamente

sustituida por una mundializa-

ción de la tecnología, por su tor-

narse global. Claro que esa acele-

ración actual es engañosa pues

encubre aquel largo proceso que

de la revolución industrial, la de

las máquinas, condujo a la de los

signos, la cibernética, y de ésta

a la informática, a la revolución

electrónica y digital. De todos

modos es la rapidez de su difu-

sión la que nos coloca en una si-

tuación nueva, caracterizada por

dos rasgos: la ausencia de víncu-

los entre tecnología y herencias

culturales, su instalarse no im-

porta en qué región o país como

elemento exógeno a las deman-

das locales, esto es como dispo-

sitivo de producción a escala

planetaria, como conector univer-

sal en lo global; y en segundo

lugar su fuerte incidencia en la

división internacional del tra-

bajo trastornando a la vez las

condiciones de producción y las

relaciones centro/periferia al

efectuar una rearticulación de

las relaciones entre países me-

diante una descentralización que

concentra el poder económico y

una deslocalización que hibrida

las culturas.

Tematizaremos aquí la primera

característica por ser el rasgo

más intrínseco a la nueva técni-

ca, ese mediante el cual la tecno-

logía habla del mundo, de su

transformarse en tecnoesfera: de

la técnica convertida en sistema

que opera a través de las redes

tecnológicas y la virtualidad que

producen.

“El mundo aparece por primera

vez como totalidad empírica por

intermedio de las redes (...) pues

en el proceso global de produc-

ción la circulación prevalece

sobre la producción propiamen-

te dicha. Incluso el patrón geo-

gráfico es definido por la circula-

ción, ya que ésta es más densa,

más extensa y detenta el coman-

do de los cambios de valor del

espacio”13. Lo que las redes po-

nen entonces en circulación son

a la vez flujos de información y

movimientos de integración a la

globalidad tecnoeconómica, la

producción de un nuevo tipo de

espacio reticulado que debilita

las fronteras de lo nacional y lo

local al mismo tiempo que con-

vierte esos territorios en puntos

de acceso y transmisión, de ac-

tivación y transformación del

sentido del comunicar. No pode-

mos entonces pensar las redes

sin su intrínseca relación con el

poder, tanto con el que según

Foucault se ejerce ya no desde

la verticalidad del trono sino

desde la retícula cotidiana que

ajusta los deseos, las expecta-

tivas y demandas de los ciudada-

nos a los regulados disfrutes del

consumidor, como de aquel otro

que al intensificar la división/es-

pecialización/descentralización

del trabajo intensifica la veloci-

dad de circulación del capital,

tanto del financiero como del

productivo, de las informacio-

nes, de las mercancías y los

valores.

Virtuales de entrada tanto en

cuanto tejido que da forma al

ciberespacio, como en el sentido

ontológico de la potencia14: las

redes se vuelven reales cuando

son activadas, usadas para nego-

ciar o gestionar, para conversar

o navegar. Frente a tanto tratado

sabiondamente cientificista e

irresponsablemente optimista

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sobre las virtudes del espacio

virtual me quedo con el gesto pe-

dagógico de Michel Serres al leer

la Odisea como el primer relato

sobre un navegante virtual que

nos cuenta “el deambular y los

naufragios de un marino osado

y astuto con el que su mujer se

reunía en sueños, día y noche,

tejiendo y destejiendo en su telar

el mapa de los viajes de su mari-

do. ¡El amante y la amante habían

dejado de estar presentes! Mien-

tras el primero navegaba por el

mar real, la segunda soñaba en

el espacio virtual de la red que

iba urdiendo. Penélope urdía en

el telar el atlas que Ulises atra-

vesaba a remo y vela, y que Ho-

mero cantaba con la lira o la cíta-

ra”15. La singularidad del mundo

que habitamos pasa por los

espacios virtuales que en otros

tiempos tejían los sueños y las

representaciones y ahora tejen

también las redes de comunica-

ción. Redes que no son sólo téc-

nicas sino sociales, pues por el

momento Internet sólo concier-

ne a menos de 1% de la pobla-

ción y aunque el crecimiento de

los usuarios en América Latina

es muy rápido, los tipos de usos

diferencian radicalmente el

significado social del estar en-

chufado a la red. Entre el peso

de la información estratégica

para la toma de decisiones finan-

cieras y la levedad del paseante

extasiado ante las vitrinas de los

bulevares virtuales ya hay un

buen trecho. Que se hace mucho

mayor cuando el crecimiento de

la riqueza interior a la red es

conectado con la acelerada pau-

perización social y psíquica que

se vive en su exterior: en el lugar

desde el que la gente se enchufa

a la red. Todo lo cual tiene poco

que ver con las tan repetidas y

gastadas denuncias de la homo-

genización de la vida o la deva-

luación de la lectura de libros.

Pues la virtualidad de las redes

escapa a la razón dualista con la

que estamos habituados a pen-

sar la técnica, haciéndolas a la

vez abiertas y cerradas, integra-

doras y desintegradoras, totali-

zadoras y destotalizantes, nicho

y pliegue en el que conviven y se

mezclan lógicas, velocidades y

temporalidades tan diversas co-

mo las que entrelazan las textu-

ras del relato oral, la intertextua-

lidad de las escrituras y las inter-

medialidades del hipertexto16.

¿Cuáles serían entonces los ele-

mentos a meter en un balance de

la mutación que experimenta-

mos? Una mirada crítica pero

desde dentro nos asegura que el

actual desarrollo tecnológico

está trastornando tanto la ima-

gen mental del mundo que

habitamos como las coordena-

das de la experiencia sensible:

“el espacio que atraviesan nues-

tros itinerarios perceptivos se

halla estratificado según la

velocidad del medio tecnológico

que usamos (...) pero la multipli-

cidad de temporalidades que

vivimos no se hallan reguladas

por la lógica interna del sistema

técnico”17. Ello significa entonces

que nuestra inserción en la

nueva mundanidad tecnológica

no puede ser pensada como un

automatismo de adaptación

socialmente inevitable sino más

bien como un proceso densa-

mente cargado de ambigüeda-

des, de avances y retrocesos. Un

complejo conjunto de filtros y

“membranas ósmóticas” regula

selectivamente la multiplicidad

de interacciones que entrelazan

los flujos entre los viejos y los

nuevos modos de habitar el

mundo.

Encuadrando el balance en el

marco ecológico de lo que él

denomina “el entorno artificial”,

E. Manzini retoma en positivo el

concepto de artefacto (lo hecho

con arte vs lo artificioso o en-

gañoso) para pensar los nuevos

modos en que las técnicas nos

hablan, el progresivo desplaza-

miento de la profundidad de la

materia y de las estructuras -des-

de la que nos interpelaban los

objetos antiguos- hacia la super-

ficie, desde la que nos hablan

hoy los objetos convertidos en

soportes de información. Lo ar-

tificial tiende así a devenir un

continum de superficies cada

vez más densamente interacti-

vas. La conversión de la realidad

en espectáculo arrancaría ahi: no

en el plano de la evasión o la

simulación tramposa sino en el

de una transformación tal de la

imagen de la realidad que hace

ineludible el preguntarnos “si

ella amenaza en profundidad la

existencia humana, hasta qué

punto, o si al contrario,

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representa una mutación antro-

pológica de las que han marcado

favorablemente la historia huma-

na”18. La toma de distancia críti-

ca indispensable del vértigo en

que nos sumergen las innova-

ciones tecnológicas empieza por

romper el espejismo producido

por el régimen de inmaterialidad

que rige el mundo de las comu-

nicaciones, de la cultura o del di-

nero, esto es la pérdida de espesor

físico de los objetos haciéndo-

nos olvidar que nuestro mundo

está a punto de naufragar bajo

el peso y el espesor de los dese-

chos acumulados de toda natu-

raleza. Pero al mismo tiempo cual-

quier cambio en esa situación

pasa por asumir la presencia y

la extensión irreversible del

entorno tecnológico que habitamos.

De otra parte, no es cierto que

la penetración y expansión de la

innovación tecnológica en el

entorno cotidiano implique la

sumisión automática a las

exigencias de la racionalidad tec-

nológica, de sus ritmos y sus

lenguajes. De hecho, lo que está

sucediendo es que la propia pre-

sión tecnológica está suscitando

la necesidad de encontrar y

desarrollar otras racionalidades,

otros ritmos de vida y de relacio-

nes tanto con los objetos como

con las personas, en las que la

densidad física y el espesor sen-

sorial son el valor primordial.

¿De qué habla la obsesión por los

deportes y los aeróbicos sino del

esfuerzo por salir del malestar y

reencontrarse con el propio

cuerpo? Y la búsqueda de las

medicinas alternativas o de

“terapias de relaciones”, más allá

de la rentabilidad que el merca-

do está sabiendo sacar de todo

ello, ¿no nos están señalando la

importancia que ha recobrado el

contacto y la inmediatez de la

comunicación?19. Cierto, la

mediación tecnológica se espesa

cada día más trastornando nues-

tra relación con el mundo, deste-

rrando quizá para siempre el

sueño griego de que el hombre

sea “la medida de todas las co-

sas”. Pero ese cambio no tiene su

origen en la técnica, él hace parte

de un proceso mucho más ancho

y largo: el de la secularizadora

racionalización del mundo que,

según Weber, constituye el núcleo

más duro y secreto del movi-

miento de la modernidad, pro-

ceso que tematizaremos después

de examinar las nuevas condicio-

nes del habitat humano que pro-

ducen los cambios en el espacio

y en el tiempo.

“En la disposición del territorio

el tiempo cuenta más que el

espacio, pero ya no se trata del

tiempo local y cronológico, sino

de un tiempo mundial que se

opone tanto al espacio local co-

mo al espacio mundial del pla-

neta. El espacio-mundo’ de la

geopolítica cede progresivamente

su pr ior idad estratégica al

“tiempo-mundo” de una proxi-

midad cronoestretégica sin inter-

valos ni antípodas”.

Paul Virilio

Las relaciones tiem-

po/espacio han ser-

vido de escenario a

una vieja pugna en-

tre las ciencias socia-

les, privilegiadoras

del tiempo -como

ámbito del cambio

social, de la revolu-

ción, de la moderni-

zación- sobre el es-

pacio y la estética,

valoradora de la

espacialidad en to-

das sus formas -es-

crita, plástica, esce-

nográfica- y de una

intemporalidad con

la que el arte ha bus-

cado defenderse del

desgaste y la finitud.

La filosofía por su

parte muestra hasta

nuestros días una permanente

oscilación: frente al Foucault que

mira el espacio como un

multiplicado panóptico, lugar de

la vigilancia, la disciplina y el

castigo, Michel de Certeau intro-

ducirá pioneramente una con-

cepción activa del espacio

inspirada en la distinción

lingüística entre lengua/habla: el

espacio se define por el entre-

cruzamiento de vectores de di-

rección y de velocidad (pre-

sencia del tiempo) y por lo tanto

como algo producido por o-

peraciones y movimientos, como

algo ‘practicado’; lugar en

cambio es el equivalente de la

palabra, ámbito de apropiación,

de prácticas ya sean del habitar

o el transitar20.

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33

El tiempo aparece en realidad

como elemento determinante de

cambios en el momento en que

la modernidad introduce el

valor-tiempo tanto en la acele-

ración del ritmo de los procesos

económicos, como en el de la

innovación técnica y estética,

poniendo en marcha una con-

tradicción central: la aceleración

de la novedad acelera también la

propia obsolescencia de lo

nuevo. La compresión tiempo-

espacio, que acelera el ritmo de

la vida a la vez que tiende a

borrar linderos y barreras espa-

ciales, está ya presente en la ex-

periencia temprana de la moder-

nidad. Pero un otro elemento

hace parte también de esa ex-

periencia: el impulso raciona-

lizador del espacio urbano tanto

en su expresión pública como en

su apropiación privada, esto es

la producción de espacio (para la

industria, los transportes, las

comunicaciones) como ámbito es-

pecífico de creación de riqueza y

de entrelazamiento entre raciona-

lización e innovación estética, que

es explícitamente el de la arqui-

tectura, ya sea en Le Corbusier o

en la Viena de fin de siglo.

David Harvey21 ha reconstruido

el recorrido que sigue el estre-

chamiento de los lazos entre la

compresión del tiempo/espacio

y las lógicas de desarrollo del

capitalismo. Recorrido del que

hacen parte tanto las grandes

Exposiciones de 1851 en Francia

y de 1893 en Estados Unidos, co-

mo la invención y aplicación de

“la línea de montaje” por Ford,

primera aparición del disposi-

tivo de fragmentación al servicio

de la aprehensión globalizada de

la producción en serie. También

el arte y la literatura que con

Picasso, Braque, Joyce, Proust

incorporarán muy pronto la frag-

mentación del espacio y del rela-

to abandonando tanto el espacio

plano de la pintura como la na-

rración lineal. El resultado de ese

entrelazamiento de lógicas va a

ser un proyecto de espacio nue-

vo, que rompiendo por primera

vez con nacionalismos y localis-

mos proclama al modernismo es-

tético como una dimensión del

internacionalismo revolucionario.

Pero no será hasta comienzos de

los años 70s cuando el sentido

de la espacialidad sufra cambios

de fondo. El ámbito determinan-

te de ese cambio son las nuevas

condiciones del capitalismo: “las

condiciones de una acumulación

flexible” hecha posible por las

nuevas tecnologías productivas

y las nueva formas organizacio-

nales conducentes a una descen-

tralización que es desintegración

vertical de la organización del

trabajo -multiplicación de las

sedes, subcontratación, multipli-

cación de los lugares de ensam-

blaje- y a una creciente centra-

lización financiera. Del otro lado,

aparecen por esos mismos años

los “mercados de masa” introdu-

ciendo nuevos estilos de vida

aparentemente democratiza-

dores pero cuyos productos son

la más clara expresión del pro-

ceso de racionalización del con-

sumo, pues aceleran la obsoles-

cencia no sólo de los productos

sino de los estilos de vida y de

moda, y hasta de las ideas y los

valores. “Lo que preocupa ahora

al capitalismo en forma predo-

minante es la producción de sig-

nos y de imágenes (...) La compe-

tencia en el mercado se centra

en la construcción de imágenes,

aspecto que se vuelve tan crucial

o más que el de la inversión en

nueva maquinaria”22. Las rees-

tructuraciones del espacio no

significarían entonces su deva-

luación frente al tiempo -como

piensa Virilio23- sino un cambio

profundo en su significación so-

cial: “la paradoja de que cuanto

menos decisivas se tornan las

barreras espaciales tanto mayor

es la sensibilidad del capital ha-

cia las diferencias del lugar y tan-

to mayor el incentivo para que

los lugares se esfuercen por dife-

renciarse como forma de atraer

el capital”24. La identidad local es

así conducida a convertirse en

una representación de la diferen-

cia que la haga comercializable,

esto es, sometida al torbellino de

los collages e hibridaciones que

impone el mercado.

Antes de pasar a examinar las

transformaciones concretas de

lo nacional y lo local, creo nece-

saria una reflexión sobre las se-

cretas complicidades entre el

sentido de lo universal que puso

en marcha la ilustración y la

globalización civilizatoria que el

etnocentrismo occidental ha

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hecho pasar por universal, esto

es “la idea de una universalidad

que se opone a (niega) toda otra

particularidad que no sea la del

individuo, que pasa entonces a re-

presentar la única forma de parti-

cularidad, haciendo que todas las

otras formas de realidad social

nazcan de la relación entre los

individuos”25. La mejor expresión

de esa complicidad fue la idea de

desarrollo que agenció la propia

ONU desde mediados de los años

cincuenta: dearrollarse para los

países del Tercer Mundo se iden-

tificó con asumir la negación/

superación de todas sus particula-

ridades culturales y civilizatorias.

Mirada desde el hoy la idea de

universalidad que nos legó la

ilustración revela lo que ésta

tenía a la vez de utopía emanci-

patoria y de universalización de

una particularidad: la europea.

Enfrentar el etnocentrismo civi-

lizatorio que propaga la globali-

zación nos exige contraponer a

una “globalización enferma por-

que en lugar de unir lo que busca

es unificar”26 una universalidad

descentrada, capaz de impulsar

el movimiento emancipador sin

imponer como requisito su propia

civilización. Las redes informacio-

nales se configuran así en esce-

nario estratégico de la lucha por

descentrar la mundialización no só-

lo del proceso de centralización

económica sino cultural, esto es

de la particularidad civilizatoria

que hoy orienta la globalización.

Escribe O. Ianni “Caminamos a lo

largo de los siglos, de la antigua

comunión de los lugares con el

Universo a la interdependencia

global de los lugares en el Mun-

do. En ese largo camino el Esta-

do-nación fue un divisor de a-

guas al entronizar la noción jurí-

dico-política de territorio”27.

Pero lo que va a dar sentido de

pertenencia a la colectividad que

habita ese nuevo territorio fue-

ron, según B. Anderson, dos for-

mas de la imaginación que flore-

cen en el siglo XVIII: la novela y

el periódico, ya que fueron ellas

las que “proveyeron los medios

técnicos necesarios para la ‘re-

presentación’ de la clase de

comunidad imaginada que es la

nación”28. Esa representación y

sus medios son hoy completa-

mente incapaces de dar cuenta

del doble des-anclaje que experi-

menta la nación, tanto en su

espacio como en su tiempo. En

una obra capital, que tematiza

dimensiones poco pensadas en

el discurso postmoderno, P.

Nora el sentido de una contradic-

ción crucial en este fin de siglo,

la que desentraña el desvane-

cimiento del sentimiento histó-

rico y el crecimiento de la pasión

por la memoria: “La nación de

Renan ha muerto y no volverá.

No volverá porque el relevo del

mito nacional por la memoria

supone una mutación profunda:

un pasado que ha perdido la co-

herencia organizativa de una

historia se convierte por comple-

to en un espacio patrimonial”29.

Es decir, un espacio más museo-

gráfico que histórico. Y una me-

moria nacional edificada sobre la

reivindicación patrimonial esta-

lla, se divide, se multiplica. Aho-

ra cada región, cada localidad,

cada grupo étnico o racial recla-

ma el derecho a su memoria. Lo

que complementa O. Monguin:

“Poniendo en escena una repre-

sentación fragmentada de la uni-

dad territorial de lo nacional los

lugares de memoria celebran pa-

radójicamente el fin de la novela

nacional”30. El cine, que durante

la primera mitad del siglo XX fue

el heredero de la vocación nacio-

nal de la novela -pues “el público,

como afirma C. Monsiváis, no iba

al cine a soñar sino a aprender,

sobre todo a aprender a ser me-

xicanos31”- lo ven ahora las ma-

yorías en el televisor de su casa.

Al mismo tiempo que la propia

televisión se convierte en un re-

clamo fundamental de las comu-

nidades regionales y locales en

su lucha por el derecho a la

construcción de su propia imagen,

que enlaza así con el derecho a

su memoria, de que habla P. Nora.

La percepción del tiempo de lo

nacional se va a ver aún más

perturbada por las radicales ex-

periencias de fragmentación que

introducen la simultaneidad de

lo actual y la instantánea.

Habitamos una contemporanei-

dad que confunde los tiempos y

los aplasta sobre la simultanei-

dad de lo actual, sobre el “culto

al presente” que alimentan en su

conjunto los medios y en especial

la televisión. Pues una tarea cla-

ve de los medios es fabricar pre-

sente: “un presente concebido

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bajo la forma de ‘golpes’ sucesi-

vos sin relación histórica entre

ellos. Un presente autista, que

cree poder bastarse a sí mis-

mo”32. La contemporaneidad de

tiempos que producen los me-

dios remite, por un lado, al debili-

tamiento del pasado que entraña

un reencuentro descontextuali-

zado, deshistorizado, reducido a

cita,33 que permite insertar en los

discursos de hoy, arquitectóni-

cos, plásticos o literarios, ele-

mentos y rasgos de estilos y for-

mas del pasado, en un pastiche

que es sólo “imitación de una

mueca, discurso que habla una

lengua muerta (...) la rapiña alea-

toria de todos los estilos del pa-

sado en la progresiva primacia

de lo neo, en la colonización del

presente por las modas de la

nostalgia”34. Y del otro remite a

la ausencia de futuro que, de vuel-

ta de las utopías, nos instala en

un presente continuo, en “una se-

cuencia de acontecimientos que

no alcanza a cristalizar en dura-

ción y sin la cual ninguna expe-

riencia logra crearse, más allá de

la retórica del momento, un hori-

zonte de futuro. Hay proyeccio-

nes pero no proyectos. El futuro

se restringe a un “más allá”: el

mesianismo es la otra cara del

ensimismamiento”.35

Los medios audiovisuales son a

la vez el discurso por antonoma-

sia del bricolage de los tiempos -

ese que, arrancándolo a las com-

plejidades y ambigüedades de su

época, nos familiariza sin esfuer-

zo con cualquier acontecimiento

del pasado- y el discurso que

mejor expresa la compresión del

presente, al transformar el tiem-

po extensivo de la historia en el

intensivo de la instantánea. In-

tensidad de un tiempo que alcan-

za su plenitud en el videoclip

musical o publicitario, cada día

más cercanos, cuya sintaxis es la

de la discontinuidad y cuya

estructura narrativa está tejida

de micro-relatos visualmente

fragmentados al infinito. De una

punta a la otra del espectro tele-

visivo la cultura de la fragmen-

tación36 impone la disolvencia de

los géneros y la exaltación

expresiva de lo efímero.

Mientras la “novela nacional”

muere a golpes del emborrona-

miento de los tiempos y la frag-

mentación de las memorias, hay

algo a lo que el proceso de globa-

lización le ha devuelto paradóji-

camente su valor: el territorio

del lugar. Tanto la última obra de

Milton Santos sobre las trans-

formaciones del espacio, como

las de Paul Virilio sobre los ava-

tares posthistóricos del tiempo,

nos alertan sobre las contradic-

ciones del retorno de y a lo lo-

cal. Para M. Santos se trata de la

imposibilidad de habitar el

mundo, y de insertarnos en lo

global sin ningún tipo de anclaje

en el espacio y en el tiempo37. El

lugar significa nuestro anclaje

primordial: la corporeidad de lo

cotidiano y la materialidad de la

acción, que son la base de la he-

terogeneidad humana y de la

reciprocidad, forma primaria de

la comunicación. Pues aun atra-

vesado por las redes de lo glo-

bal, el lugar sigue hecho del teji-

do y la proxemia de los paren-

tescos y las vecindades. Lo cual

exige poner en claro que el sen-

tido de lo local no es unívoco:

pues uno es el que resulta de la

fragmentación, producida por la

des-localización que impone lo

global y otro bien distinto el que

asume el lugar en los términos

de Michel de Certeau o de Marc

Augé. Que es el lugar que intro-

duce ruido en las redes, distor-

siones en el discurso de lo glo-

bal, a través de las cuales emerge

la palabra de otros, de muchos

otros. Ahí está -por más tópico

que resulte- la palabra del

comandante Marcos introdu-

ciendo (junto con el ruido de fon-

do que pone la sonoridad de la

selva Lacandona) la gravedad de

la utopía en la levedad de tanto

chismorreo como circula por la

Internet. Y los usos que de esa

misma red hacen hoy multitud

de minorías y comunidades mar-

ginadas o grupos anarquistas. Y

sobre todo la vuelta de tuerca

que evidencia en las grandes

ciudades el uso de las redes

electrónicas para construir

grupos que, virtuales en su naci-

miento, acaban territorializándo-

se, pasando de la conexión al

encuentro, y del encuentro a la

acción.

Para Virilio romper toda depen-

dencia local es quedarse sin la

indispensable perspectiva tempo-

ral, y hoy asistimos a la

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“aparición de un tiempo mundial

susceptible de eliminar la refe-

rencia concreta del tiempo local

de la geografía que hace la his-

toria”38. Primero fue el tiempo cí-

clico de los orígenes después el

lineal de la historia cronológica,

ahora entramos en un tiempo es-

férico que al desrealizar el espa-

cio liquida la memoria, su carga

histórica y su espesor geológico.

Entre la necesidad del lugar y la

inevitabilidad de lo global, cada

día más millones de hombres

habitamos la glocalidad de la

ciudad: ese espacio comunica-

cional que conecta entre sí sus

diversos territorios y los conecta

con el mundo, en una alianza

entre velocidades informacio-

nales y modalidades del habitar

cuya expresión cotidiana se halla

en “el aire de familia que vincula

la variedad de pantallas que reu-

nen nuestras experiencias labo-

rales, hogareñas y lúdicas”39.

Pero la fuerza de la ciudad vir-

tual reside menos en el poder de

las tecnologías que en su capaci-

dad de acelerar, de amplificar y

profundizar tendencias estructu-

rales de nuestra sociedad. Como

afirma F. Colombo, “hay un evi-

dente desnivel de vitalidad entre

el territorio real y el propuesto

por los massmedia. La posibili-

dad de desequilibrios no derivan

del exceso de vitalidad de los

media, antes bien provienen de

la débil, confusa y estancada

relación entre los ciudadanos del

territorio real”40. Lo que en Co-

lombia se ha visto reforzado en

los últimos años por una espe-

cial complicidad entre medios y

miedos. Tanto el peso social co-

mo la incidencia de la televisión

sobre la vida cotidiana tiene

menos que ver con lo que en ella

pasa que con lo que compele a

las gentes a resguardarse en el

espacio hogareño.” Es de los

miedos que viven los medios”41.

Miedos que provienen secreta-

mente de la pérdida del sentido

de pertenencia en unas ciudades

en las que la racionalidad formal

y comercial ha ido acabando con

el paisaje en que se apoyaba la

memoria colectiva. Y sin refe-

rentes a los que asir su recono-

cimiento los ciudadanos sienten

una inseguridad mucho más

honda que la que viene de la

agresión directa de los delin-

cuentes, una inseguridad que es

angustia cultural y pauperiza-

ción psíquica, la fuente más se-

creta y cierta de la agresividad

de todos.

Esa reconfiguración de la ex-

periencia urbana encuentra su

más decisivo escenario en la for-

mación de un nuevo sensorium:

frente a la dispersión y la imagen

múltiple que, según W. Benjamin,

conectaban las modificaciones

del aparato perceptivo del tran-

seúnte en el tráfico de la gran

urbe”42 con la experiencia del es-

pectador de cine, los dispositi-

vos que ahora conectan la es-

tructura comunicativa de la te-

levisión con las claves que orde-

nan la nueva ciudad son otros:

la fragmentación y el flujo. Pues

mientras el cine catalizaba la

“experiencia de la multitud” -era

en multitud que los ciudadanos

ejercían su derecho a la ciudad-

lo que ahora cataliza la televisión

es por el contrario la “experien-

cia doméstica” y privada de la

casa, que es desde donde cada

día más gente realiza hoy su

inserción en la ciudad.

Hablamos entonces de fragmen-

tación al referirnos no a la forma

del relato televisivo sino a la des-

agregación social, a la atomiza-

ción que la privatización de la

experiencia televisiva consagra.

Constituida en el centro de las

rutinas que ritman lo cotidiano,

en dispositivo de aseguramiento

de la identidad individual y en

terminal del videotexto, la video

compra, el correo electrónico y

la teleconferencia43, la llave

televisión/computador convier-

te el espacio doméstico en el

territorio virtual por excelencia:

aquel en que más hondamente se

reconfiguran las relaciones de lo

privado y lo público, esto es la

superposición entre ambos

espacios y el emborramiento de

sus fronteras. Del pueblo que se

tomaba la calle al público que iba

al teatro o al cine la transición

era transitiva y conservaba el

carácter colectivo de la expe-

riencia. De los públicos del cine

a las audiencias de televisión el

desplazamiento señala una pro-

funda transformación: la plu-

ralidad social sometida a la lógi-

ca de la desagregación hace de

la diferencia una mera estrategia

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de rating. Y no representada en

la política, la fragmentación de

la ciudadanía es tomada a cargo

por el mercado: ¡es de ese cam-

bio que la televisión es la princi-

pal mediación!

Por flujo televisivo entendemos

el dispositivo complementario

de la fragmentación: no sólo la

discontinuidad espacial de la

escena doméstica sino la pulve-

rización del tiempo que produce

la contracción de lo actual. Y que

afecta tanto al continum del pa-

limpsesto televisivo como a la

forma de la representación : lo

que retiene al telespectador es

más el ininterrumpido flujo de

las imágenes que el contenido de

la programación. Pero la

experiencia de flujo televisivo

estaba incompleta sin el zap-

ping,44 ese control remoto me-

diante el cual cada uno puede

nómadamente armarse su propia

programación con fragmentos o

“restos” de noticieros, telenove-

las, concursos o conciertos. Más

allá de la aparente democratiza-

ción que introduce la tecnología,

la metáfora del zappar ilumina

doblemente la escena social. Es

con pedazos, restos y desechos

de objetos y saberes que buena

parte de la población arma los

cambuches en que habita, teje el

rebusque con que sobrevive y

enfrenta la opacidad de la ciu-

dad. Y hay también una eficaz

travesía que liga los modos de

ver desde los que el televidente

explora y atraviesa el palimp-

sesto de los géneros y los relatos

con los modos nómadas de habi-

tar la ciudad. Tanto los del emi-

grante al que le toca seguir inde-

finidamente emigrando dentro

de la ciudad a medida que se van

urbanizando las invasiones y se

valorizan los terrenos, como los

de la banda juvenil que perió-

dicamente desplaza a lo largo y

lo ancho de la ciudad sus lugares

de encuentro. Adonde en últimas

remite el flujo televisivo es la

forma misma de la vida en la

ciudad, especialmente de los

más jóvenes, y es de ella de don-

de saca su verdadero sentido el

zappar: pues en nuestras barria-

das populares urbanas tenemos

camadas enteras de jóvenes cu-

yas cabezas dan cabida a la ma-

gia y a la hechicería, a las culpas

cristianas y a su intolerancia pia-

dosa, lo mismo que a utópicos

sueños de igualdad y libertad,

así como a sensaciones de vacío,

ausencia de ideologías, fragmen-

tación de la vida y tiranía de la

imagen fugaz y el duro sonido

musical como único lenguaje de

fondo45"

“Intelectual o no, ningún

ser humano viviente en

el Occidente del fin de

siglo XX escapa a la

angustia de la pérdida

de todo sentido, al des-

vanecimiento de la vida

privada, de la capacidad

de ser sujeto, por obra de

las publicidaddes y por

la degradación de la

sociedad en masas. ¿Podemos

vivir sin Dios? (...) El

pensamiento en este fin de siglo

se arranca lenta y difícilmente a

una nostalgia del Ser sostenida

únicamente en el rechazo de un

presente insoportable.”

Alain Touraine

Con la globalización el proceso

de racionalización parece estar

llegando a su límite: después de

la economía, la cultura, la políti-

ca, es el mundo mismo de la vida,

sus coordenadas espacio-tempo-

rales las racionalizadas. Pero así

como la globalización está pro-

duciendo un retorno de y hacia

lo local, la secularización está

despertando viejos demonios de

intolerancia religiosa -con fre-

cuencia asociados a reivindica-

ciones de lo local- a la vez que

asistimos a un poderoso revival

del pensamiento religioso, o

mejor a un inesperado encuentro

del pensamiento con lo religio-

so46. De manera que el vigoroso

movimiento de análisis de las pe-

culiaridades que atraviesa el pro-

ceso secularizador tanto en el

ámbito de lo público como de la

subjetividad, se ve cruzado por

una ancha y densa preocupación

intelectual por la ausencia de

sentido en la política, en la ética

y la cultura.

En su genealogía de las rela-

ciones entre secularización y po-

der47, G. Marramao centra su

reflexión sobre la obra de Weber

en la idea, compartida con F.

3.

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Tonnies de que la racionali-

zación constitutiva de la moder-

na sociedad significa la ruptura

con cualquier forma orgánico-

comunitaria de lo social y su

reorganización como “mundo

administrado” en el que la polí-

tica no puede comprenderse por

fuera de la burocracia que es el

modo “formalmente más racio-

nal de ejercicio del poder”. Lo

que implicará la pérdida de los

valores tradicionales de respeto

y autoridad, es decir la “ruptura

del monopolio de la interpre-

tación” que venía forjándose

desde la Reforma protestante.

Esa ruptura y pérdida harán

parte del largo proceso de con-

formación de una jurisdicción

secular de la soberanía estatal,

esto es de la constitución del

Estado moderno. Sólo a fines del

siglo XVIII la idea de seculari-

zación se convertirá en la cate-

goría que hace explícita la con-

cepción unitaria del tiempo

histórico”: del tiempo global de

la historia del mundo. Hegel ya

había llamado mundanización al

proceso formativo de la esfera

global mundana que es la que

hoy resulta del cruce del proceso

de secularización con el de

globalización. ¿Será el sistema-

mundo de la globalización el

punto de llegada del desencan-

tamiento del propio mundo de la

mano del desarrollo tecnológico

y de la racionalidad adminis-

trativa? Es lo que ha venido re-

flexionando N. Lechner al anali-

zar el desencanto de las izquier-

das, que se expresa en el

“enfriamiento de la política48”;

surgimiento de una nueva sensi-

bilidad marcada por el abandono

de las totalizaciones ideológicas,

la desacralización de los prin-

cipios políticos y la resignifi-

cación de la utopía en términos

de negociación como forma de

construcción colectiva del or-

den. Lo que implica la predomi-

nancia de la dimensión contrac-

tual y el predominio en la con-

cepción y la acción política mis-

ma, de la racionalidad instru-

mental y su profesionalización.

Es lo que Vazquez Montalbán re-

sume con su acostumbrada iro-

nía afirmando que hoy hacer po-

lítica es elaborar un Presupuesto

general del Estado lo más ajus-

tado posible al interés general.

Para lo cual los saberes que el

político necesita son dos: el jurí-

dico-administrativo y el de

comunicación publicitaria.

Primera paradoja: el

desencantamiento de la política

transforma el espacio público en

espacio publicitario, convirtien-

do al partido en un aparato-

medio especializado de comuni-

cación, y deslegitimando cual-

quier intento de reintroducir la

cuestión de los fines. ¿Para qué

si la “ética del poder” legitima la

doble verdad, la doble conta-

bilidad, la doble moral y el caris-

ma puede ser fabricado por la

ingeniería mediática? Segunda

paradoja: ¿después de la caída

del Muro tiene sentido seguir

hablando de democracia? Es un

agnóstico como Vazquez Montal-

bán quien introduce la cuestión

del sentido en la política: “Nece-

sitamos una idea de finalidad

que se parezca, sin serlo, a una

propuesta trascendente (...Y pa-

ra ello) hay que considerar la sa-

biduría de lo que nos ha dado el

negativo de esas ideas de finali-

dad, bien sea por la via religiosa

o la de las ideologías”.49

Pero la ausencia de sentido en la

política remite más allá de la

corrupción del poder y de la in-

geniería mediática a “la desa-

parición del nexo simbólico ca-

paz de constituir alteridad e

identidad”50. Desaparición que

es constatable en la acentuación

del carácter abstracto y desen-

carnado de la relación social, y

comprobable en la diferencia

entre el militante que se definía

por sus convicciones y esa abs-

tracción -las audiencias- a la que

se dirige el discurso político te-

levisado en su búsqueda no son

adhesiones sino de puntos en la

estadística de los posibles votan-

tes. Diferencia que remite menos

a la acción de la televisión que a

la abstracción de las relaciones

sociales operada por el proceso

de racionalización, que como

previó Weber, ha ido aboliendo

las dimensiones expresivomis-

téricas de la existencia humana

y convirtiendo al mundo todo de

la vida en algo predecible y do-

minable, pero también frío, insig-

nificante, insípido. La atomi-

zación de los públicos de la polí-

tica y su transformación en au-

diencias sondeables es insepara-

ble de la doble crisis que atravie-

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sa la representación: la que intro-

duce la política neoliberal dete-

riorando los mecanismos bási-

cos de la cohesión socio-política

y la del desgaste de las dimen-

siones simbólicas que la media-

ción tecnológica cataliza pero no

explica, pues remiten al déficit

de sentido que experimenta lo

social.

Ni siquiera el “retorno de la éti-

ca” escapa al desencanto. Para

Lipovetsky ese retorno marca

también el punto de llegada del

largo proceso de secularización,

cuya primera etapa (1700-1950)

emancipó a la ética del espíritu

de la religión pero conservando

“una de sus figuras claves: la

noción de deuda infinita, de

deber absoluto”51. Ahí está el

rigor kantiano y el patriotismo

republicano transfiriendo los

deberes religiosos al terreno pro-

fano de los deberes del hombre

y del ciudadano. Es sólo a partir

de los años cincuenta que una

lógica del proceso de seculariza-

ción conduce a la disolución de

“la forma religiosa del deber”: a

la entrada en la sociedad del

post-deber, que “devalua el ideal

de abnegación, estimulando sis-

temáticamente los deseos inme-

diatos, la pasión del ego, la fe-

licidad intimista y materialista”52.

El bienestar sustituye al deber

ser posibilitando la reconci-

liación de los imperativos del

futuro con la calidad del pre-

sente. Y todo ello a nombre de

la autenticidad que aranca la

máscara de hipocresía que

velaba el rostro de la sociedad

dejando a la vista el carácter

represivo de sus instituciones

fundantes: iglesia, sindicato, fa-

milia, escuela. Pero he aquí que

esa autenticidad tiene un efecto

demoledor sobre la democra-

cia53, a la que fragmenta y

debilita, mientras el individualis-

mo crece en todas las esferas. Y

si en las capas medias y altas el

individualismo se alía con el inte-

grismo consumista, en los secto-

res bajos los ghetos, la droga y

la violencia son su expresión. El

retorno de la ética se desinfla y

transforma en un eticismo que

sería la figura desencantada de

la mala conciencia. Al acabarse

la fase heroica y austera de la so-

ciedad moderna, tan lúcida-

mente analizada por D. Bell54, la

moral se transforma en comu-

nicación empresarial -que com-

bina generosidad y marketing,

ética y seducción- y en humani-

tarismo teledirigido: la teleca-

ridad que hace de los especta-

dores actores fraternales en el

Show del Bien.

El relato más expresivo del de-

sencanto es sin duda el de la ex-

periencia de sinsentido que vive

la conciencia occidental, la recu-

rrencia, en los textos que inten-

tan dar cuenta de la actual crisis

cultural, del tema de la “ausen-

cia” de trascendencia. Analizan-

do el sentimiento actual de de-

sorientación moral, de quiebra

de los valores del arte, de la de-

cadencia de los códigos de socia-

bilidad -y después de desmontar

el mito del siglo XIX como “jardín

imaginario de la cultura liberal”-

George Steiner plantea la nece-

sidad de comprender “la singula-

ridad, la extrañeza asombrosa de

la idea monoteista horadando el

psiquismo humano en sus raíces

más profundas. Y esa herida no

cicatrizó (...) La ruptura abierta

entre existencia secular y

escatológica era inconmensu-

rable. Y se rasgaba en una explo-

sión de la conciencia del in-

dividuo -Pascal, Kierkegaard,

Dostovievsky- y en un profundo

desequilibrio del eje de la cul-

tura occidental, en una acción de

corrosión subliminal”55. La con-

ciencia occidental se ha visto

permanentemente confrontada a

una “ausencia desmedida”, al

“chantaje de la transcendencia”.

Hasta el socialismo marxista se

ha alimentado de la escatología

mesiánica, lo que hizo de los geno-

cidios europeos un intento de

“suicidio de la civilización occi-

dental”. El diagnóstico no puede

ser más desencantado: “el epílo-

go de la creencia, la transforma-

ción de la fe religiosa en conven-

ción hueca resultan un proceso

más peligroso que lo previsto por

los ilustrados. Las formas de de-

gradación son tóxicas”56. Su toxi-

cidad sustenta hoy una utopía

tecnocrática que funciona al mar-

gen de las necesidades y las

posibilidades humanas, resulta-

do del fracaso de la creencia secu-

lar en el progreso moral y políti-

co, esto es en el paso natural del

cultivo de la inteligencia al com-

portamiento social constructivo.

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¿A dónde nos llevan los relatos

del desencanto? ¿Puede su lúci-

do pesimisno ayudarnos a afron-

tar las contradicciones que la

globalización envuelve? ¿o sus

argumentos son la legitimación

de los que se arrellanan en la pa-

sividad de un nihilismo escapis-

ta? En sus Notas para la defini-

ción de la cultura (de 1948) T. S.

Eliot concluye diciendo “Ha deja-

do de ser posible hallar consuelo

en el pesimismo profético”. A lo

que respondió G. Steiner en sus

Notas para una redefinición de la

cultura (de 1971) que “Una crítica

pesimista de la cultura es una

tarea positiva.” En América Lati-

na creo que necesitamos de am-

bas posiciones, y de una tercera

esbozada por J.J. Brunner, cuan-

do afirma que “La cuestión esen-

cial sigue siendo cómo explicar

el mundo social en orden a trans-

formarlo, y no cómo sacar prove-

cho de su negación informada”57.

Para los que vivimos el desen-

cantamiento del mundo sin que

ello nos convierta automática-

mente en seres desencantados -

y por lo tanto con derecho al

todo vale- hay una frase de Ben-

jamin que nos sigue desafiando

e iluminando: “Todo documento

de cultura es también un docu-

mento de barbarie”. La traigo a

propósito del dictamen de bar-

barie que Adorno, Steiner y Kun-

dera han proferido sobre el rock.

Para Adorno “alabar el jazz y el

rock and roll, en lugar de Beetho-

ven no sirve para desmontar la

mentira de la cultura sino que da

pretexto a la barbarie y a los

intereses de la industria cultu-

ral”58. Y continua exponiendo

acerca de las supuestas cuali-

dades vitales que esos ritmos

tendrían, para concluir que esas

cualidades están por completo

dañadas. Quien quiera entender

el desprecio que Adorno, el

experto musicólogo, sentía es-

pecialmente por el jazz, debe

leer lo que a ese propósito escri-

bieron Adorno y Horkheimer en

Dialéctica del Iluminismo. Desde

una perspectiva menos tajante

pero no menos radical, G. Steiner

ubica el rock en una nueva esfera

sonora que parece haberse con-

vertido en el esperanto, en la lin-

gua franca, de los más jóvenes, a

los que proporciona códigos de

comportamiento y formas de

solidaridad grupal. Y es en el

contexto de esa esfera sonora que

el rock es juzgado como un marti-

lleo estridente, un estrépito in-

terminable que, con su espacio

envolvente, ataca la vieja auto-

ridad del orden verbal”59; y al fo-

mentar la emoción y el gregaris-

mo socaba el silencioso aisla-

miento que la lectura requiere.

M. Kundera se pregunta si la

coincidencia entre la aparición

del rock y el momento en que el

siglo XX “vomitó su historia” se-

rá fortuita. A lo que responde

afirmando la existencia de un

sentido oculto entre el fin del

siglo y el éxtasis del rock: “En el

aullido extático ¿quiere el siglo

olvidarse de sí mismo? ¿Olvidar

sus utopías sumidas en el hor-

ror?, ¿Olvidar el arte?” (...) La

imagen acústica del éxtasis ha

pasado a ser el decorado cotidia-

no de nuestro hastío. (Y mientras)

se predica la severidad contra los

pecados del pensamiento, se pre-

dica el perdón para los crímenes

cometidos en el éxtasis emotivo”60.

La co-incidencia de esos tres tex-

tos me ha llevado a preguntarme

si la idea de Benjamin no es re-

versible, lo que nos autorizaría

a pensar que en estos oscuros

tiempos hay documentos de bar-

barie que podrían estar siendo

documentos de cultura, esto es

por lo que atraviesan movimien-

tos que minan y subvierten,

desde sus bajos fondos, la cultura

con que nuestras sociedades se

resguardan del sinsentido. Por-

que entonces más que al éxtasis,

el aullido del rock remitiría a la

rabia y la desazón de una juven-

tud que ha encontrado en esa

música el único idioma en el que

expresar su rechazo a una socie-

dad hipócritamente empeñada

en resolver sus miedos y zozo-

bras. Y en la medida en que hace

visible nuestras cohartadas y

nuestros miedos al cambio, el

rock hace cultura, hace parte del

arte que avizora un cambio de

época. Como en la exasperante

ilegibilidad de mucho del graffiti

callejero de los últimos años, en

la estridencia sonora del rock se

hibridan hoy los ruidos de nues-

tras ciudades con las sonori-

dades y los ritmos de las músicas

indígenas y negras, las estéticas

de lo desechable con las frágiles

utopías de la desazón moral, el

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vértigo audiovisual y la empatía

con una cultura tecnológica en

cuyos relatos e imágenes, frag-

mentaciones y velocidades, los

jóvenes de todas las clases pare-

cen haber encontrado su ritmo

y su idioma.

1. O. Ianni, Teorías de la glo-

balización, p. 3, Siglo XXI,

México, 1996.

2. M. Santos, “Espaço, mundo

globalizado, post-modernidade”, en

Margen Nº 1, p. 11, Sao Paulo, 1993.

3. R. Ortiz, Mundializaçao e cultura, p.

87 y ss., Brasiliense, Sao Paulo, 1994.

4. G. Vattimo (comp.), La seculari-

zación de la filosofía, Gedisa, Barce-

lona, 1992.

5. O. Ianni, “Naçao e globalizaçao” in

A era do globalismo, Civilizaçao Bra-

sileira, p. 97-125, Rio de Janeiro, 1996.

6. O. Ianni, Teorías de la globaliza-

ción, p. 160.

7. L. D’Alessio, “Do mundo como ima-

gen à imagen do mundo”, in M. San-

tos y otros, Territorio: globalizaçao

e fragmentaçao, p. 48, Hucite, Sao

Paulo, 1996.

8. M. Augé, Los ‘no lugares’. Espacios

de anonimato, ps. 81-119, Gedisa,

Barcelona, 1993.

9. M. Serres, Atlas, p. 122, Cátedra,

Madrid, 1995.

10. M. Tavares d’Amaral, Contempora-

neidade e Novas Tecnologías, p. 22,

UFRG-Sette Letras, Rio de Janeiro, 1996.

11. M. Heidegger, “La pregunta por

la técnica” in Revista Universidad de

Antioquia, Nº 205, ps. 48-67, Medellín,

1986.

12. J. Habermas, Ciencia y técnica como

ideología, p. 65, Tecnos, Madrid, 1986.

13. M. Santos, A naturaleza do espaço,

p. 215, Hucitec, Sao Paulo, 1996.

14. Ph. Quéau, “La potencia de lo vir-

tual” en Lo virtual, p. 51 y ss. Paidos,

Barcelona, 1995.

15. M. Serres, obra citada, p. 14.

16. P. Lévy, Les tecnologies de l’inte-

lligence, La Decouverte, Paris, 1990.

17. E. Manzini, Artefacts. Vers une

nouvelle écologie de l’environnement

artificiel, p. 27 y ss., Centre Pompi-

dou, Paris, 1991.

18. Ibidem, p. 57.

19. X. Rupert de Ventós, De la

modernidad, p. 12 y ss. Península,

Barcelona, 1980.

20. M. de Certeau, L’invention du quo-

tidien, p. 208, U.G.E.-10/18, Paris, 1980.

21. D. Harvey, “The experience of

space and time in The condition of

Postmodernity, ps. 201-327, Basil

Blackwell, Cambridge, 1989.

22. Ibidem, p. 288.

23. P. Virilio, Estética de la desa-

parición, Anagrama, Madrid, 1988.

24. D. Harvey, obra citada, p. 296.

25. Th. dos Santos, “A globalizaçao

reforça as particularidades”, in M.

Santos y otros, Territorio: globaliza-

çao e fragmentaçao, p. 72.

26. M. Santos, “La aceleración con-

temporánea: tiempo, mundo y espa-

cio-mundo. Los espacios de la globa-

lización” in Revista de la Universidad

del Valle Nº 10, ps. 22-42, Cali, 1995.

27. M. Santos, “O retorno do

territorio” en Territorio: globalizaçao

e fragmentaçao, p. 15.

28. B. Anderson, Comunidades

imaginadas, p. 47, F.C.E., México, 1993.

29. P. Nora, Les lieux de memoire, vol.

III, p. 1009, Gallimard, Paris, 1992.

30. O. Monguin, “¿Una memoria sin

historia?”, in Punto de vista, NP 49,

p. 26, Buenos Aires, 1994.

31. C. Monsiváis, “Notas sobre la

cultura mexicana en el siglo XX”, en

Historia general de México, vol. IV,

446, Colegio de México, 1976.

32. O. Monguin, Obra citada, p. 25.

33. U. Eco, “Apostilla a El nombre de

la Rosa”, en Analisi, Nº 9, p. 32, Barce-

lona, 1984.

34. F. Jameson, El postmodernismo o la

lógica cultural del capitalismo avan-

zado, p. 45, Paidos, Barcelona, 1992.

NO

TAS

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35. N. Lechner, “La democracia en el

contexto de una cultura postmoderna”

en Cultura política y democratización,

p. 260, Flacso, Buenos Aires, 1987.

36. A ese propósito: V. Sánchez

Biosca, Una cultura de la fragmen-

tación. Pastiche, relato y cuerpo en el

cine y la televisión, Filmoteca de

Valencia, 1995.

37. M. Santos, “A força do lugar”, en

A natureza do espaço, ps. 250-275.

Ver también a ese propósito: M.

Maffesoli, “De la proxemia” en El

tiempo de las tribus, ps. 231-259,

Icaria, Barcelona, 1990; y del mismo

autor: La contemplation du monde,

Grasset, Paris, 1993.

38. P. Virilio, La vitesse de liberation,

p. 150, Galilée, Paris, 1995.

39. C. Ferrer, “Taenia saginata o el

veneno en la red”, en Nueva Sociedad,

Nº 140, p. 155, Caracas, 1995.

40. F. Colombo, Rabia y televisión, p.

47, G. Gili, Barcelona, 1983.

41. J. Martín Barbero, “Comunica-

ción y ciudad: ente medios y

miedos”, en Pre-textos. Conversacio-

nes sobre la comunicación y sus con-

textos, p. 80, Univalle, Cali, 1995.

42. W. Benjamin, Discursos interrum-

pidos, p. 47, Taurus, Madrid, 1982.

43. R. Silverstone, “Donde lo global

se encuentra con lo local: apuntes

desde la sala de estar” en Televisión,

audiencias y estudios culturales, ps.

397-425, Amorrortu, Buenos Aires,

1996; también: D. Mell, La television

de l’intimité, Seuil, Paris, 1996; A.

Machado, Máquina e imaginario, Ed-

Usp, Sao Paulo, 1996.

44. Sobre esa “complementariedad

estructural” del zapping: ver B. Sarlo,

Escenas de la vida postmoderna, ps.

57-73, Ariel Buenos Aires.

45. F. Cruz Kronfly, “El intelectual en

la nueva Babel colombiana” en La

sombrilla planetaria, Planeta, Bogotá,

1994.

46. Una muestra de publicaciones en

los últimos años: J. Derrida, H.G.

Gadamer y otros, La religión, PPC

ed., Madrid, 1996; G. Vattimo, Creer

que se cree, Paidos, Barcelona, 1996;

U. Eco y C.M. Martini En qué creen

los que no creen. Taurus, Madrid,

1997; Luc Ferri, L’homme-Dieu ou le

sens de la vie, Grasset, Paris, 1996.

47. G. Marramao, Potere e

secolarizzazione-Le categorie del

tempo, Editori Reuniti, Milano, 1983;

Cielo e Terra: genealogia della

secolarizzazione, Laterza, Turin, 1994.

48. N. Lechner, Obra citada, p.

254 y ss.

49. M. Vazquez Montalbán, Panfleto

desde el planeta de los simios, p. 55-

92 Crítica-Grijalbo, Barcelona, 1995.

50. M. Augé, Hacia una antropología

de los mundos contemporáneos, p. 88,

Gedisa, Barcelona, 1995; también a

ese propósito: C. Castoriadis, El

mundo fragmentado, Altamira,

Montevideo, 1993.

51. G. Lipovetsky, Le crépuscule du

devoir, p. 13, Gallimard, Paris, 1992.

52. Ibidem, p. 14.

53. X. Rupert de Ventos, Etica sin

atributos, ps. 179 y ss. Anagrama,

Barcelona, 1996.

54. D. Bell, Las contradicciones cultu-

rales del capitalismo, Alianza,

Madrid, 1970.

55. G. Steiner, No castelo do Barba

Azul. Algumas notas para a rede-

finiçao da cultura, ps. 46-52, Antro-

pos, Lisboa, 1992.

56. Ibidem, p. 63.

57. T.S. Eliot. Notas para la definición

de la cultura, Bruguera, Barcelona,

1984, primera edición en inglés 1984;

J.J. Brunner, “Investigación social y

decisiones políticas” en Sociedad Nº

3, p. 42, Buenos Aires, 1993.

58. Th. Adorno, Teoría estética, p.

414, Taurus, Madrid, 1980.

59. G. Steiner, obra citada, ps. 118 y 121.

60. M. Kundera, Los testamentos

traicionados, ps. 247 y 249, Tusquets,

Barcelona, 1994.

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Ana

mar

ía F

adul La

internacio-nalización

de los gruposde medios enel Brasil delos años 90

diálogosde la comunicación

105

Investigadora y docente en la Universidad Metodistade Sao Paulo, Facultad de Comunicación Social

Dirección: Rua do Sacramento, 230 Rudge Ramos.09735-460 Sao Bernardo do Campo, SP, Brasil.

Teléfono: 4573733, Fax: 4553349.

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diálogosde la comunicación

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texto es examinar el

proceso de internaciona-

lización y regionalización

de los principales grupos

de medios en el Brasil en

el periódo de 1990-1997.

Los cambios en la econo-

mía y política brasileñas

en la década del 90 tuvie-

ron profunda influencia

en toda la economía brasileña y

como no podría dejar de ser,

también entre los grupos de me-

dios. Ellos son principalmente el

resultado, de un lado, de la crea-

ción del Mercosur a través del

Tratado de Asunción en 1991, y

de otro lado, la apertura de la e-

conomía brasileña y su inserción

en la economía mundial.

Los grupos de medios en el Bra-

sil tuvieron su mayor desarrollo

con el proceso de modernización

del país, que se inició con la Re-

volución del 30. Hasta ese mo-

mento existían solamente gru-

pos empresariales en el área del

periodismo impreso con expre-

sión en dos principales ciudades

del país, Rio de Janeiro y Sao

Paulo. Los primeros grupos de

medios con expresión verdade-

ramente nacional van a surgir,

por tanto, después de ese acon-

tecimiento político que tuvo

gran influencia en toda la his-

toria del país.

Como no es posible estudiar en

el momento los varios grupos y

empresas de medios escogimos

examinar tres grupos multime-

dias del eje Rio-Sao Paulo y un

grupo de Porto Alegre, debido a

varios factores. Son ellos el Gru-

po de Diarios y Emisoras Asocia-

das, las Organizaciones Roberto

Marinho, el Grupo Abril y la Red

Brasil Sul. Todos ellos tienen

expresión nacional y represen-

taron en el pasado y también en

el presente un importante papel

en la historia de las industrias

brasileñas de medios.

Las estrategias de esos grupos

para enfrentar los dos procesos

antes referidos fueron y aún son

muy diferentes, pues tienen

historias y culturas empresaria-

les muy diferentes entre sí.

Siguiendo las mismas estrategias

de otros grupos mediáticos,

ellos también comenzaron con

un proceso de concentración y

diversificación de sus empresas,

inicialmente constituidas a nivel

local y regional para después

llegar a una dimensión nacional,

regional e internacional, siguien-

do con todo las características

propias de cada grupo.

Otra importante característica

es que son grupos familiares, con

la excepción de los Asociados

que tienen una estructura muy

peculiar, pues su creador decidió

no dejar el grupo como herencia

para su familia, pero sí como un

condominio. Esa es una caracte-

rística de los principales grupos

de medios brasileños, que viene

desde el origen de la prensa en el

siglo XIX, cuando un grupo de

familias dominaba los principales

periódicos del país. Actualmente

se habla de nueve familias que

dominan los medios brasileños.

Juarez Bahia en su historia del

periodismo en Brasil resalta ese

aspecto. El dice: “la mayoría de

los periódicos, revistas, emiso-

ras de radio y de televisión sue-

len ser propiedad de organiza-

ciones que se transmiten here-

ditariamente. Una excepción es el

‘imperio Chateaubriand’ que an-

tes de desaparecer fue legado a

un condominio con participa-

ción y control llamado por el

donador ‘familia asociada’. La

tendencia de estructura familiar

de los medios de comunicación

de Brasil configura una tradición

y se busca a mantener el dominio

accionario al margen de influen-

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cias extrañas al grupo de parien-

tes. Lo que no impide la alocación

de servicios de ejecutivos con

poder de decisión en el directorio

de las empresas” (p. 243).

Tres de esos grupos mul-

timedia surgieron a partir

del medio impreso para

después incorporar emi-

soras de radio y/o la te-

levisión entre sus pro-

piedades. Ese fue el caso

de Diários e Emissoras

Associadas, de las Orga-

nizaçoes Roberto Marinho

y del Grupo Abril. Sola-

mente RBS surgió a partir

de la radio, incorporando

sólo después a las empre-

sas de medios impress y

televisivos.

Históricamente Grupo de los

Diários y Emissoras Associadas

es el primero que se constituyó

con una dimensión nacional y

multimedia. Surgió en 1924 con

la compra del O Jornal, una

empresa de Rio de Janeiro y fue

creado por Assis Cateaubriand.

Fue uno de los primeros grupos

brasileños en optar por la con-

centración de los periódicos en

la década del veinte y por la di-

versificación de sus empresas de

medios en la década del treinta.

Alcanzó su apogeo en las déca-

das del cincuenta y sesenta cuan-

do llegó a ser el más importante

grupo de medios, con una gran

influencia política.

Enfrentó una serie de dificul-

tades después de la muerte de

su propietario en 1968. Perdió

mucho de su prestigio anterior

pero se consolidó económica-

mente en la década del noventa.

No está actualmente entre los

mayores grupos de medios

brasileños, pero continúa tenien-

do una dimensión nacional e

incluye empresas de periódicos,

radio y televisión formando aún

un expresivo grupo multimedia.

El grupo de Roberto Marinho

surgió en 1923 cuando su padre

fundó el diario O Globo. Con la

muerte del padre él asumió el

comando de las empresas obte-

niendo concesiones de radio y

transformando ese grupo en un

importante grupo de medios en

el país. No obstante, va a ser

solamente con la instalación de

una televisora de VHF en 1965 -

aunque él ya poseía una con-

cesión obtenida anteriormente-

que su grupo se va a transformar

en el más importante grupo de

medios en el país en la década

de los setenta.

Su relación con el gobierno militar

le permitió hacer una alianza ope-

racional con el grupo extranjero Time-

Life, en un episodio muy contro-

vertido, pues la Constitución Brasi-

leña no permitía la participación de

grupos extranjeros en los medios del

país. En las décadas de los ochenta y

noventa se va a desarrollar más to-

davía, iniciando un proceso de con-

centración y diversificación cada vez

mayor.

El tercer mayor grupo multime-

dia del país, el Grupo Abril, po-

dría ser considerado un grupo re-

ciente, pues fue creado recién en

1950, con la llegada al país del

ítalo-americano Victor Civita, su

fundador. Comenzó con las revis-

tas infantiles de Disney, hoy e-

dita más de 200 revistas y posee

el mayor parque gráfico de Amé-

rica Latina.

Después de un largo período de

espera consiguió finalmente lle-

gar al medio televisivo. Debido

a su gran poder en el sector de

revistas al mismo tiempo que

editor de la mayor revista de

información y política del país,

Veja, -considerada una de las

cuatro mayores revistas del

mundo- él vio impedida su en-

trada en la televisión abierta por

el gobierno militar. Va a ser sólo

al final de la década de los

ochenta que entra oficialmente

en el medio televisivo, con la

concesión no de un canal abierto

en VHF como había solicitado en

1981, sino con un canal abierto

en UHF y en la década de los no-

venta con canales en MDS, dan-

do inicio así en el país a la tele-

visión por suscripción.

A pesar de esas dificultades

iniciales el grupo actualmente ya

enfrenta a las Organizaciones

Globo en su propio terreno,

aquel del medio televisivo.

El cuarto grupo escogido fue la

Red Brasil Sul. Su origen es

también reciente, habiendo

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0 surgido en la década del cincuen-

ta con la compra de una emisora

de radio en Porto Alegre, la capi-

tal de Rio Grande do Sul. Pos-

teriormente es anexado al grupo

de periódicos y emisoras de tele-

visión. Hoy es considerado el

mayor grupo multimedia del eje

Rio-Sao Paulo. Tuvo una gran

expansión en la década de los

noventa cuando invirtió fuerte-

mente en el sector de televisión

por suscripción, después de ha-

ber construido una red de tele-

visiones abiertas en los estados

del sur del país.

Además de su carácter

multimedia, lo que tam-

bién distingue a esos

grupos de los otros gru-

pos nacionales, es la ten-

tativa de internacionali-

zación y regionalización

efectuada en diferentes

momentos de sus historias.

El más antiguo de todos,

el grupo creado por Assis

Chateaubriand fue tam-

bién el que más pronto

tuvo experiencia profe-

sional. Después de crear

una revista semanal en el

año 1928, O Cruzeiro, en

la década del treinta fue

lanzada una edición inter-

nacional que duró ocho

años y era distribuida en

varios países de América

Latina. Debido a una serie

de dificultades -y entre las más

serias estaba la cuestión del

transporte- esa tentativa no tuvo

continuidad.

Más tarde, en la década del se-

senta hizo otra tentativa de

internacionalización con la dis-

tribución y venta de telenovelas

en América Latina. Sin embargo

con las dificultades que sobre-

vinieron a la muerte de su fun-

dador, ese grupo abandonó esa

tentativa de internacionaliza-

ción, estando hoy dedicado ex-

clusivamente a su consolidación

económica. Ya está lejos el tiem-

po en que las decisiones eran to-

madas en función de decisiones

políticas, su perfil actual es cada

vez más empresarial.

Va a ser por tanto el grupo de

Roberto Marinho el que actual-

mente tiene la más clara estrate-

gia de internacionalización.

Habiendo comenzado vendiendo

telenovelas en la década de los

setenta para América Latina y

Europa y después para todo el

mundo, con éxito, experimentó

su primer fracaso al iniciar otra

etapa de ese proceso con la com-

pra de un canal de televisión

abierta, la TV Montecarlo, que

emitía para Italia. Los grandes

prejuicios enfrentados desde su

inicio lo llevaron finalmente a la

venta en el inicio de la década

de los noventa.

Basada en esa experiencia, la

más nueva experiencia ahora fue

en Portugal, pero a través de una

asociación con un importante

grupo portugués de medios, de

propiedad del empresario Pinto

Balsemao. Las Organizaciones

Globo poseen solamente el 15%

de participación accionaria. Sin

embargo la gran esperanza de

internacionalización del grupo

no está propiamente en la te-

levisión abierta sino en la televi-

sión por suscripción. Con la

alianza del grupo internacional

News Corporation de R.

Murdoch, fue formada una em-

presa de televisión por sus-

cripción utilizando un satélite de

difusión directa. Existe la deci-

sión de competir en ese segmen-

to no solamente en América

Latina sino también en Europa.

El último grupo estudiado es el

de la familia Sirotsky, la Red de

Brasil Sul, que tiene una historia

muy diferente a la de los otros

grupos de medios, pues surgió

como un grupo con una fuerte

penetración local, después en el

estado y en la región sur del

Brasil. Es el típico caso de un

grupo que trazó una estrategia

de consolidación regional antes

de buscar su inserción nacional,

megaregional e internacional.

Por su localización en el sur del

país y su proximidad al Uruguay

y Argentina es el grupo que más

pronto tuvo conciencia de la

importancia del Mercosur para

la constitución de una integra-

ción regional también en los

medios.

Tiene varias alianzas en el área

de periódicos, radio y de la

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televisión con empresas perio-

dísticas, de radio y de televisión

de Argentina, Uruguay y Chile. La

más reciente es la formación de

una red de radios, la Red Conesul,

formada por Radio Gaúcha (Porto

Alegre), Radio Carvé

(Montevideo), Radio Cooperativa

(Santiago). Su inserción con

grupos europeos y norteameri-

canos se va a dar sin embargo en

el área de las telecomunicaciones.

Como la investigación

está aún desarrollán-

dose sus conclusiones

son provisorias. La pri-

mera está relacionada

principalmente con los

grupos Roberto Marinho,

Roberto Civita y Mauricio

Sirotsky y se refiere a las

asociaciones con otros grupos

de medios tanto internacionales

como megaregionales.

La segunda conclusión ya es

fruto de otro importante fenó-

menos de los medios en los últi-

mos años, la creciente conver-

gencia de los sectores audiovi-

sual (cinema, radio y televisión),

con aquellos de la informática y

telecomunicaciones. La entrada

de esos tres grupos en el sector

de la telefonía celular móvil e/o

fija de informática (equipamien-

to) e informatica y telecomunica-

ciones (servicios) en el área de

los proveedores de Internet, obe-

dece a esa nueva estrategia de

los grupos multimedia de entrar

también en el sector de los ser-

vicios de telecomunicaciones e

informática.

De esa forma, el crecimiento de

los grupos de medios del Brasil

a las mismas estrategias de otros

grupos internacionales de me-

dios, que tratan de crear siner-

gias entre los varios medios y las

varias tecnologías. Fue el proce-

so de internacionalización y

regionalización de la economía bra-

sileña que explica esos cambios

en el panorama de los medios bra-

sileños. Muchos otros desarro-

llos aun son esperados en otros

importantes grupos de medios

en el país, llamando especial

atención las estrategias de otros

grandes grupos del medio im-

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JUVENTUDES PERUANASY DIVERSIDAD CULTURAL

JAVIER PROTZEL

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constatar simplemente que dos de cada tres peruanos tiene menos de veinticinco años puede constituir una razón suficiente para afirmar que casicualquier tópico de la realidad peruana -y demográficamente hablando, de la la[¡ noamericanaestá necesariamente atravesado por algunaproblemática de juventudes. Atributo biológico genérico de nuestras poblaciones, en contraste con los abultados segmentos de vejez y edad madurahabitantes en los opulentos países M norte, que lucen tan alejados de nuestra circunstancia. El predominio de la población joven en nuestro medioestablece en cambio términos muy diferentes. Su presencia creciente en escuelas y universidades siempre incapaces de acoger a todos, su inestabley penosa inserción en el mundo M trabajo, sus modos inéditos de acceso al mercado M consumo resignificando el uso de la ciudad, en suma, lasseñas de un ubicuo luchar por la vida, más allá de asoc ¡aria a todas las formas deanomia y violencia que hoy en día abaten al Perú, disponenfácilmente al tratamiento estereotipado de esta categoría social.

El discurso convencional sobre la juventud había de un dios bifronte, bueno y bello, malo y feo al mismo tiempo, cuyo rostro se muestra según losolicite la moda o la necesidad: de protagonistas y destinatarios de paz, justicia y valores nacionales, o de edificantes depositarios M progresotécnico y científico en la retórica M spot televisivo, los jóvenes pasan a un equívoco estatuto entre delincuencia¡ y subversivo al ser representadosen las crónicas rojas: drogadictos, terroristas, vagos, esta vez ya sin la elegante agresividad M look vestimentarioque la publicidad les presta. Ydado

su número, los poderes no hacen a la juventud objeto de políticas parúculares, excepto deciaraúvamente y a su conveniencia, pues casi cualquierpolítica debería incluirla.

Sin menoscabo de la medición demográfica, la juventud no es solamente un dato biológico del desarrollo del ser humano, sino también unconstructor, es decir una serie de cualidades y comportamientos social y culturalmente atribuidos a una categoría de edad -dentro de límites muyvariables- merced a la relación que ésta guarda con otras. Relatividad cuya índole no es material sino sobremanera significante: una clase de edadse autovalora y valora a las otras, se representa a sí misma y representa, de la miona manera en que es valorada y representada. El establecimientode los límites de una clase de edad obedece a la tensión que subyace a la dinámica de la producción social y a un conflicto más o menos larvadopor espacios de poder material y simbólico.i Por ello, resulta evidente que la asignación y ejercicio de roles conferidos a una clase de edad vienen aser una dimensión constitutiva tanto de las culturas de la cotidiancidad como de las de la representación, llámcscies masivas o populares, y a cuyavariabilidad no siempre se es lo suficientemente sensihic. El presente ensayo intenta destacar cómola naturalezade lojuvenil debe ser vista comoformando parte de una historia cultura¡ particular, sin corresponder a los clichés impuestos por las modas y las mass-mediación; al contrario, éstosúltimos son lugares en quese ponen en juego las condiciones de su identificación.

1 - PASADO Y PRESENTE EN ADOLESCENTES, JOVENESY ADULTOS

1 - 1 No es casual que la valoración de lo juvenil alcance su apogeoen los últimos cuarenta años, testigos de espectacularcs aumentos en laesperanza de vida prácticamente en todo el mundo y M crecimiento exponencial de la industria cultural. En los países desarrollados, la

mayor importancia relativa de la vejez y la edad madura han corrido paralelas a la masific`ación de una prolija educación humanísúca yprofesional, antaño reservada a los hijos de las él ites. Ruptura progresiva de compartimientos estancos que no solamente ha garantizado lareproducción de saberes y roles adecuados a la expansión de economías industriales, sino que democratizó estilos de vida sin suprimirdesigualdades. El alza de las expectativas y M consumo han resquebrajado el ethos de disciplina y austeridad que caracterizó al capitalismodecimonónico -particularmente entre las clases subalternas- instaurando las figuras de permisividad, ocio y éxito, características de un largo proce-so de secularización. La intensificación de la cultura de masas ha marcado desde alrededor de la post-guerra un nuevo 11 espíritu de] tiempo",utilizando la expresión de Edgar Morin, que provee el substrato para la aparición de un mundojuvenil con simbólicas y orientaciones propias parala consolidación de diferencias frente al de los adultos, aunque sean recuperables por el mercado.A pesar de que en épocas (y sociedades) cuya esperanza de vida ha sido (o es) substancial mente menor, la oposición entrejóvenes y viejos no hayadejado de existir, el universo cultura¡ ha tendido a ser -por poco diferenciado- genéricamente "adulto", 2 con escaso relieve de las edades de"transición". Por ejemplo, las vanguardias de los movimientos revol uc ionarios -europeos en el siglo XIX eran a menudo conducidas por gentemuy joven (Robespierre era casi un adolescente); la creatividad de los grandes artistas del Romanticismo vio la 1 uz a edad temprana: Chopin yahabía compuesto sus dos conciertos para piano a los diecinueve años. Sin embargo, el ánimo anti-gerontocrático de los movimientos de renovaciónno impedía que sus actores, por pocos años que tuviesen, no dejasen de estar inmersos en una realidad de adultos, aunque esto se limitase en laEuropa del siglo XIX al ámbito de las clases superiores. Las tendencias a la innovación, propias de los periodos de crisis, al conocer de una mayorparticipación juvenil, permiten problemaúzar por primera vez a la ju

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ventud, bajo el prisma de la rivalidad entre una generación vieja y una joven. Esta visión, teorizada por Auguste Comte, pone sobre el tapetela antinomia innovación/conscrvadurismo, que no está exenta de hipótesis biologistas, propiasal positivismo de entonces. Pero la acompañansobre todo connotaciones románticas cuyo énfasis está en un "héroejuvenil" colectivo (la generación emergentc) encargado de marcarle susritmos a la historia.3

1.2 Y es que en Occidente esto es materia de una evolución de larga data. Como señala F. Lebrun, "La imagen de la infancia que el final de laEdad Media lega a los siglos siguientes es profundamente pesimista y negativa. El niño, ser humano todavía no desarrollado, provocamalestary desconfianza. Su versatilidad e inconsecuencia causan asombro; en suma, se le reprocha de no comportarse como adulto (.. .).

Una vez franqueado el estadio casi animal de los primeros años, los niños entran prácticamente de lleno al mundo de los adultos con quienescomparten el mismo tipo de vestimenta, hecha a sus medidas, y los alimentos, a base de pesadas sopas de pan o de ma7amoffas espesas".4 Laaparición de¡ modelo de¡ "niño-rey" hacia el siglo XVIII en Francia, en el cual los padres cuidan y engríen a los hijos como a tesoros, segúnafirma Lebrun, apunta a otra visión, más moderna de las categorías de edad. En ese modelo el cuidado del niño responde a la necesidad socialde educarlos, vale decir de hacerlos pasar por proccsos de aprendizaje para una socialización que ya no es mediada sólo por aquello quereproducen los saberes familiares.

Pero ese modelo, que apunta hacia el ascenso social y el progreso, va cobrando vigencia gradualmente de arriba hacia abajo, pues antes toca aricos y a citadinos que a los menesterosos, sobre todo si son del campo. Según Franco Rositi se va estableciendo en realidadun---mitoburgués" que reclama de las nuevas generaciones ser "mcjorcs" moral y cognoscitivamente que la precedente y constituir laesperanza de los

adultos. Son sociedades de fuertes contrastes -que como la francesa, por seguircon un ejemplo bien documentadotienen una esperanza de vidade escasamente unos cuarenta años a mediados del siglo pasado,5 mientras las nuevas clases dominantes y las vanguardias culturales ocupanla escena. Sin duda, élites jóvenes y diferenciadas de las edades maduras, pero que no dejan de actuar como adultos de cuello y corbata, loque demuestran a contrario imágenes de rebeldía como las del dandy y la de Baudelaire.

En general, la figura moderna del joven implica un elemento importante de autonomía frenteal grupo familiar: contiene individualismos ogregarismos cuya legitimaciónes tanto mayorencuantola escolariz,ación y el aprendizaje de oficios dejan de pasar por el hogar o la comunidadtradicional. De esta suerte, la distensión del marco prescriptivo conlleva un proceso mucho más largo y complejo de incorporación al mundode los adultos.

A ese respecto la ubicación de la ad(,I(- ~scencia aporta claridad. Estacategoríadeedades virtualmente inexistente hastaelsiglo XX según Morin, para quien "( ... )La adolescencia en cuanto tal no aparece sino cuando el rito social de la iniciación pierde su virtud operaúva ( ... )".6el abrupto paso de la situación de infante a la de adulto, que requería de un actoque diése sanción social a esta transición, asegurándole en su nuevo estado,ha venido siendo amortiguado en unanueva situación en la que se construyen.edades intermedias, perdiendo necesidad el rite de passage.

1.3 Pero lo interesante es la aparición de un nuevo campo de experiencia desde el cual se proveen espacios propios para valorar a la sociedadadulta: la afirmación de la propia identidad y la integración en la sociedad se vinculan ya no sólo por el derrotero fatal impuesto por losadultos próximos sino por la mediación de las instituciones del espacio público en la modernidad. Esto le da un nuevo cariz existencial a esevínculo, pues el espacio público es percibido a menudo como ajeno, hostil o corrompi-

do, lo que provoca el rechazo a las convenciones e hipocresías del mundo de los adultos o la rebelión contra sus injusticias. Edad en la que seconoce aún mal la distancia entre el deseo y su postergación, pero que también plantea la obligación de luchar y triunfar, dramatizando laoposición entre el yo y el mundo. El mundo-dc-vida del adolescente, es a fortiori candoroso y agresivo, cuando no idealista, atado a deseos ycausas insoslayables. Empero, si no naturalizamos a la condición juvenil, la agregación de esos rasgos y su conversión en un fenómeno socialestán mediadas siempre por los posibles discursos que se elaboran en tomo a la condición juvenil. Estos se gencran como los mitos y deacuerdo a condiciones de producción de las que los jóvenes son parte integrante. Por ende, si el acceso a la modernidad ha hecho alasjuventudes en general proclivcs a asentarse en la expresión simbólica, se puede asociar a los héroes que pueblan los imaginarios de las

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culturas de masa y que dinamizan el desarrollo de los medios justamente con la fundación de una mirada propia hacia la realidad en aquellashomadas juveniles o adolescentes que -inicialmente en Occidente- transitaron "enculturadas" de lo popular a lo MaSivo.7 Poblacionesjuveniles, albergadas en cuidades nuevas y de acelerada industrialización que, como en Estados Unidos, están mayoritariamente compuestasde m igrantes que dejaron la tierra de origen en pos del éxito. Condición ideal para que el naciente cine se prodigascen fabricar sueños deriqueza, poderío y pasión, traduciendo las aspiraciones de unos espectadores identificados con las hazañas de divos siempre jóvenes quetriunfan en un mundo de adultos. Es importante aludir al cine americano por su ubicación central en la historia de la industria culturak elestablecimiento de las grandes mitologías de género y del star system corresponden simultáneamente al procesamiento de los acervostradicionales de sus incipientes públicos y a la simbiosis cultural del "melting pot" que en las primeras décadas del siglo generó el estilode vida que integra a esa cultura nacional.8 S in embargo, el desarrollo posterior de esa nueva cultura juvenil a lo largo del New Dealame

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ricano la privó de su carga conflictiva inicial, haciéndola generadora de nuevos mitos en cuyo contenido hay una imagen conformista,espontánea y al mismo tiempo competitiva, que resulta atractiva para emulación por las generaciones mayores. Con Rositi podemos afirmarque "( ... ) Este modelo estadounidense es el que conseguirá consolidarse también más o menos lentamente en los países europeos a partir dela segunda guerra mundial ( ... )",9 extendiéndose a América Latina hasta su presente fase transnacional.

La connatural tendencia a la expansión, según muchos, de esa cultura de masas americana no es óbice para constatar que el mantenimiento ydesarrollo de los mitos juveniles y adolescentes es sumamente variable según la estructura social de la que se trate. En nuestros dependientespaíses se configura un panorama muy heterogéneo, a cuyas distintas formas culturales corresponde también una variada gama de condicionesjuveniles. Ello es actualmente consecuencia de lo que García Canclini denomina la "reproducción social desintegrada", en la que se "( ... )Organiza la distribución desigual de los bienes materiales y simbólicos, y al mismo tiempo organiza en los grupos y en los individuos larelación subjetiva con ellos, las aspiraciones, la conciencia de lo que cada uno puede apropiarse"jo que en el Perú se expresa, entre otros te-rrenos, en la singular constructividad histórica de la condición juvenil.

2. AiffECEDENTESNISMItICOS DE LO JUVENIL EN EL PERU

2.1 La herencia colonial ha lastrado las mentalidades hasta muy avanzada la historia de la república, en cierto modo hasta hoy. Elmantenimiento dediferencias profundas entre el campo y la ciudad, así como las desigualdades étnicoculturales y de clase harían de cualquiermapa de culturas juveniles una especie atípica frente a los modelos occidentales. Más allá de los estereotipos no existe verdaderamente unagregado juvenil «nacional", sino una serie de situaciones distintas para la misma categoría de edad, jalonadas cada una por diversas historiasculturales que evolucionan con ritmos propios desde un pasado en el que estaban seguramente mucho más alejadas entre síque en estas tresúltimas décadas de rápido cambio.

Una breve mirada al pasado nos muestra que la importancia numérica de las nuevas hornadas ha sido relativamente menor. Las altas tasas demortalidad infantil equilibraron la presencia de niños y adolescentes con respecto a las categorías mayores, las que a su vez se vieroncomprimidas por esperanzas de vida a menudo pordebajo de los cuarenta aflos: menos niños que sobreviven, adultos cuya edad no es muyprolongada. Recordemos que si la población de¡ Perú deja la relativa estabilidad que había mantenido desde fines de¡ siglo XVI paracomenzar a aumentar significaúvamente desde fines del siglo XIX,11 ello se debe probablemente a mejoras nutricionales y de salubridad encentros poblados, a medida que el lento desarrollo del capitalismo concentra gente en algunas localidades.12

Los desequilibrios entre la ciudad y el campo se manifiestan también en el

estatuto de los niños. Hasta el día de hoy en ciertos sectores del campesinado se di Ferencia entre los hijos "logrados", los que sobreviven a lasenfermedades de los primeros años, y todos aquellos otros q ne sucumbieron poco después de nacer. Los primeros comparten tareas útilesdesde temprano, socializándose en el ámbito comunal o familiar local, que los harán pasar al rol de adultos en un ciclo relativamente corto.Obviamente, dicha situación fué mucho más frecuente en el pasado, alcanzando menos a las élites, y en general a las ciudades.

La escolarización constituye a ese respecto un valioso indicador. En 1876 había más de 90% de analfabetos mayores de 6 años en losdepartamentos más pobres de la sierra, contra 53% en Lima y un promedio nacional de 81%.13 PeSe a cualquier otra idea sobre el gobiernocivilista de Manuel Pardo, se infiere que el acceso a la escuela no era absolutamente restringido en la capital. Un informe de L. F. Cisneroscon fecha de 1876 citado por Basadre,14 cuenta un total de 14,552 alumnos matriculados en 215 escuelas en el departamento de Lima,cuando en la capital vivían 120,994 personas, vale decir menos del 5% de la población nacional de cntonces, de acuerdo con el censo de1876.

Para 1908 la proporción de analfabetos había bajado a menos del 17%, que se reducen a aproximadamente 10% en 1931, mientras lapoblación de la capital había aumentado de 165,000 habitantes a 376,000. Según la historiadora Laura Miller,el70% delapoblación limeñadelas tres primeras décadas del siglo sabía leer y escribir. Esto significaría que

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"( ... ) Antes de la gran ola de migración de la Sierra, que solamente comienza a notarse en las últimas décadas del periodo, el sistema educacionalcubría las necesidades básicas de una población relativamente pequeña".i5 Constatamos que siendo la aparición de edades intermedias un rasgoimportante del crecimiento urbano y mercantil durante el periodo de la República Aristocrática, se trata no obstante de un fenómeno heterogéneo. Enél se combinan la franca diferenciación de la Lima criolla frente al campo precapitalista con el mantenimiento en esa misma vida urbana-comparativamente modemizadade una estructura social y mentalidades de corte patrimonialista con resabios estamentales. 16 De esta suertelajuventud no sólo va constituyéndose un atributo de citadinos y no de campesinos, sino de amos y patroncs y no de sirvientes y trahajadores, y encierta med ¡da de hombres y no de mujeres. De ello daba cuenta la duración de la escolarización, limitada para las capas populares a la instrucciónprimaria, por su obligación a incorporarse tempranamente al mundo del trabajo, mientras la secundaria y la universidad quedaban lógicamentereservadas a los hijos de las clases dirigentes.17 La separación de roles según el sexo es muy elocuente: la consagración de virtudes como elpudor, la inocencia y laabnegaciónde las mujercs,al margen de raratar el lado opuesto de un universo machista y represivo, supone un implícitoalejamiento femenino del "mundo", vale decir de cuando menos una parte del usufructo de la vida social. Lo suficiente para que la práctica de esasvirtudes conlleve la exclusión de la experiencia del adulto y del varón, confinando a las mujeres a una especie de perpetuación de la infancia que ga-rantice su "pureza". La condición de la mujer de las capas dominantes era la de "niñas", tal como sus sirvientes las llamaban: con poca instrucción,abocadas a las tareas domésticas de reproducción de la gens, transitaban'rápido, tras un corto periodo mibil, de la infancia a una monótona adultez.No era igual el caso de la mujer de sectores populares, de acuerdo con la investigación de Miller. Aunque compartiese con las hijas de laaristocracia uniones tempranas que de-

legaban esa infantilización de lo femenino (sinnúmero de matrimonios contraídos entre los 12 y los 15 años con hombres diez años mayores o másen el 75% de los casos), la mujer de medios populares vivía aplastada por una incongruencia de roles. Debía soportar simultáneamente la carga dela moral señorial impuesta y su penosa condición de trabajadora explotada, que podían obligarla a declararse viuda ante los registros censales paradisimular su situación de abandono, y resistirjomadas de trabajo de más de 15 horas.18

2.2 La condición juvenil de los varones también estaba estratificada. Recordemos al Niño Goyito de Pardo y Aliaga que sólo merced a su fortunatiene derecho a prolongar su adolescencia. Ese texto preludia satíricamentc con varias décadas de anticipación la formación de un ideal "ariclista" enlas vanguardias políticas e intelectuales peruanas en escena, casi constante desde fines de siglo hasta la generación del Centenario, incluso hasta elaprismo. La asociación de la edad juvenil con la innovación y la fuerza biopsicológica va formando uno de los tácitos sustentos de la reorganizacióndel país bajo una nueva hornada oligárquica tras la debacle moral y militar de la guerra del Pacífico. Con su lema "¡Los viejos a la tumba, los jóvenesa la obra!", Gonzales Prada ha dado implícito crédito en el Perú a los mitos decimonónicos europeos sobre las generaciones emergentes. Mito bur-gués, por cuanto esa esperanza de perfección y transformación ha consistido entonces en un proyecto de clase diri-, gente asumido por jóvenes deélite, aunque asentado -sin que ello sedijeseen un conjunto social en el que muchos coetáneos estaban privados de juventud, habida cuenta de suscondiciones materiales de existencia. Esta ecuación entrejuvcntud e innovación cobra vigor precisamente con el impulso modernizador del desarrollocapitalista de la época,19 pen-nitiendo el entronque con las culturas políticas de los países metropolitanos. Según Rositi sin embargo,laentronización romántica de lojuvenil para entonces ya perdía fuerza en Europa, para hacerse reemplazar ya sea por una primera visión crítica de la"situa-

ción de generación" (como la de Karl Mannheim), ya sea por un vitalismo de tufo autoritario, cuya expresión más acabada está sin duda en laconcepción fascista de la juventud. Esta evolución, se desprende de la capilarización hacia las clases subalternas del estatuto juvenil (es decir,de la formación de "edades intermedias") gracias a la masificación de la educación secundaria. La consecucricia de ello en Europa hasta la se-gundapost-guerrafuéelencuadramien-to político, en el que se asignaba a los jóvenes responqabilidadcs de acuerdo a cómo cada horizontedoctrinario definiese su condición, aunque siempre primando el criterio de la organización vertical, corolario de una ideología disciplinaria deabsorción de la "vitalidad" de la sociedad civil por un Estado "adulto" con un di -,curso severo y pedagógico, cuyas ilu.,,iraciones perversasson el fascismo y el stalinismo.

Semejante situaciónse plantea entonces a medias en América Latina y muy escasamente en el Perú. La generación que abre el movimientoestudiantil en la segunda década del siglo está inocultabiemente teñida de un componente romántico y elitista,2o que si bien se conecta conelementos clasistas tanto en los orígenes del socialismo como del aprismo, trasunta la seguridad de quienes como juventud dorada se sientenclase dirigente en ciernes. De ahí que en el Apra de los "años auroralcs" el carácter policiasista del movimiento recubriese la combinación deun 'Juvcnilismo" aristocrático en muchos de sus jerarcas fundadores -semejante al curopco decimonónico- (en el fondo, el mismo que llcvóaun grupo dccstudiantcs sanmarquinos a consagrar a Leguía "Maestro de la Juventud") y una concepción cncuadradora de las juventudes,acorde con la organización leniniana del partido. Mezcla ciertamente confusa que inevitablemente estratificó a ese partido, contribuyendo aestablecer una cultura política particular, arrastrada a lo largo de décadas y templada en una sofocante clandestinidad. Para muestra elocuente,los rígidos códigos disciplinarios dirigidos a la militancia juvcnil,21 que al asociar la salud física y moral con la buena conducta partida

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ria tipificaron una visión represiva del llím petu"juvenil, similaral de lascuropeas citadas más arriba.

2.3 Pero la historia del movimiento aprista es también interesante por la manera en que, viéndola de una generación o periodo a otro, conecta conla emergencia de las culturas de masas. En contraste con otros populismos laúnoamericanos, a través del aprismo en sus tres primeras décadas seexpresa principalmente una fuerza política resistiendo frente al poder establecido o buscando capturarlo. En realidad -quizá por los límites de larepresión o por su arraigo relaúvamente reducido en unasociedad civil entonces menos movilizabic o clientelizable- ese parúdo arrastró sóloLangencialmente una corriente o movimiento cultura¡ de mayor profundidad cuyas manifestaciones se pudiesen haber hecho visibles en simbólicasajenas a lo específicamente político-partidario.22

En tal virtud, la simbólica aprista no fué realmente pública, ni cubrió otros posibles tópicos de constitución del sujeto cultura¡; discurrió en cambiocargada de figuras de sacrificio y heroísmo vinculadas a la lucha política y colindantes con lo religioso, tal como lo ha mostrado Vega Centeno. Enuna sociedad muy segmentada por abismales diferencias, y con un mercado de medios muy reducido hasta entrada la década de los cincuenta,estamos lejos de las señas de identidad de las culturas de masas de Argentina o México de los treinta a los cincuenta, por CjCrnplo.23 En la diver-sidad de géneros que éstas despliegan, del bolero a la radionovela, pasando por el cine melodramático, se expresan la li-

hertad y los sentimientos propios a situaciones de "edades intermedias" a las que antes no había habido lugar. Sin duda se relacionan con procesosde modernización en los que se constituye una condición juvenil urbana muchos de cuyos rasgos difieren sin embargo de aquellos del modelonorteamericano, referido más arriba por F. Rositi. Así, en países como los mencionados, las temáticas de sus culturas de masas representanjuventudes cargadas de motivos nacionales y apegadas a valores familiares y religiosos, enfatizando la simbiosis de innovación y tradición portadapor los movimientos populistas. (Por el contrario, la integración competitiva y el "achievement motive" descritos en la mass-mediación americanaponen en primer plano simbólicas juveniles cuyo referente es una modernidad urbana en que las matrices culturales pre-industriales, en particularlas no anglosajonas, se esfuman u ocupan un lugar subaltemo).

En otros términos, la medida en que el mercado ha penneado lo popular mas¡ficándolo ha sido mayor (y muy anterior) en otros países de AméricaLatina que en el Perú. En este país la difusión de la cultura de masas ha estado disociada del proceso político de los populismos, sujetadirectamente al establecimiento de un mercado estratificado de arriba hacia abajo. Por lo tanto una realidad escindida, en que la industria culturalse despliega originalmente entre las élites pormediode la importación de productos extranjeros, sin asentarse en un movimiento cultural propio niabsorber hasta un momento relativamente tardío los acervos populares locales.

3. CONSMUCCION CONTEMPORANEA DE LAS CULTURAS JUVENILES

3.1 Corolario de lo anteriores laheterogénca representación de lo "juvenil" en el Perú en plena post-guerra, cuando ya los grandes géneros de laindustria cultural exhiben intemacionalmente situaciones y héroes esterotipados. Tomemos al "rocarirolero" limeño de fines de los cincuenta(cuyos atributos se aprecian en algunos relatos de M. Vargas Llosa y A. Bryce). Este personaje va encontrando en el imaginario filmico de JarnesDean o el musical de Elvis Presley sus Figuras arquetípicas, que pasan a ocupar en este tipo de sujeto cultural un lugar dominante frente a las delcriollismo tradicional o las de la mass-mediación latina, circunscrita en aquel momento al consumo musical. Es un joven de sectores medios y altosque no porta huellas de una cultura política populista-aprista (aunque su extracción socioeconómica podría apuntar a que así fuese). Ha heredadoen cambio la disponibilidad para diferir su incorporación al empleograciasa laeducación universitaria, a usar de una ciudad cuya burguesíarediseña y amplía hacia el sur como suburbio norteamericano (mientras los migrantes se asientan en barriadas hacia el norte y el centro), abando-nando la vieja idea del damero español, y acceder a medios masivos. Es un beneficiario del crecimiento económico desigual pero sostenido queexperimenta el Perú entre la década de los cuarenta y la de los sesenta (5% anual entre 195065). Aunque en la incorporación imitativa desimbólicas masivas de este

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11 rocanrolero" a fin de cuentas de lujo, se contrapongan el modelo americano de lo juvenil frente al "arielista" -patrimonialista queprobablemente vivieron sus padres, las figuras de modernidad se han construido irónicamente a costa del mantenimiento de un ordentradicionalista reproductor de privilegios pero generador de capacidades de consumo y tiempo libre, muy distinto, casi contrario, al contextode desarticulación social y familiar en el que fermentó la cultura de rebeldía juvenil americana y posteriormente europea.

Por otro lado este fenómeno es muy distinto al de la ampliación de las categorías juveniles populares. Circunscribiéndonos a Lima, debemosrecordar que su población aumenta de 376,000 habitantes en 1931 a más de T200,000 en 1961, con modificaciones substantivas en lapirámide de edades, particularmente el ensanchamiento de las categorías de 0 a 14 años y de 15 a 24.24 Inaemento formidable debidotambién al intenso flujo de migración hacia la capital, que le da su carácter multicultural.25 Es notable cómo a lo largo de cuatro dé~, lastasas deescolaridadjuveniles (15 a 19 años) aumentan constantemente, a pesar del aumento poblacional absoluto y relativo y de suconsiguiente costo: 20 en 1940, 50 en 1961, 61 en 1972 y 68 en 1981 a6 Estas cifras indicarían cómo la ampliación del sistema educativo,más acá de crear expectativas o capacitar para un trabajo, contribuye decisivamente a instaurar una cultura juvenil no elitista, como lo vemosen la evolución de la universitaria. A lo largo del movimiento estudiantú se hace visible la transici6n: del "arielisino" al que aludimos másarriba se pasa a canteras de radicalismojuvenil del cual incluso hasta los años cincuenta sale cierto estilo señorial (y adulto). Para entonces ésese quiebra, redefiniéndose más claramente en términos de clase y de rechazo a los lazos patrimoniales.

El mundo cerrado de los ~tos y de sus sirvientes va cediendo el paso al de los "rocanroleros" y de los estudiantes clasistas, aunque siempre seanecesario subrayar que educación y juventud son

asuntos asociados.

3.2 Constatamos que las categorías juveniles formadas hacia los años cincuenta difieren notablemente entre sí, a pesar del creciente accesopopular a la educación secundaria y superior.27 La ampliación del mercado de los medios masivos no conllevó (tal como se pudiese pensar enuna óptica funcionalista) un proceso de homogencización mecánica de públicos juveniles. El crecimiento de la radio, la prensa y también dela exhibición cinematográfica 28 inauguróporel contrario una diversidad de géneros y modos de uso correspondiente a la pluralidadsociocultural de las audiencias.

Un ejemplo ilustrativo es la recomposición del público cinematográfico, hacia el final de esa década. La marcada segmentación entre laproducción hollywoodense y la mexicana, prevaleciente desde los años cuarenta, se atenuó posteriormente hasta su virtual disolución. Existíaun corte no sólo por géneros, sino por referentes étnico -culturales que alienaban el consumo porclases. La frecuentación de salas por gruposde adolescentes y jóvenes ha sido inicialmente costumbre de sectores mediosaltos y a películas americanas, mientras las mexicanas,calificadas a menudo para mayores, contaban con una mayoría de espectadores populares. Más adelante, las preferencias del público se hanestablecido menos por criterios de referente étnico-cultural dada una supuesta disminución del sentimiento de alteridad cultural respecto aciertas simbólicas de los sectores altos. Con el tiempo -y al margen de los cambios mismos en la producción de los géneros o de ladisminución del público cinernatográfico en esta década- se puede afirmar que en el Perú, tal como en la tendencia universal, la edad mediade los espectadores no llega a los treinta años.3.3 Pero lo expuesto no autoriza a pensar en un universo juvenil unificado. Los indicadores de escolaridad o de urbanización que describen elproceso de secularización en que se accede a la condición juvenil deben ser confrontados al mantenimiento de (o aparición de

nuevas) diferencias en la estructura y organización de la familia y al de los obvios desniveles de ingresos que en cada caso configuranposturas de sujeto juvenil diversas. Aunque la tendencia al predominio de la familia nuclear se haya hecho evidente y el número de hijos queconviven bajo el mismo techo sea casi igual por estratos sociales, existen maúces que es necesario resaltar.Por un lado, en el tejido vecinal de los asentamientos humanos populares formado por migrantes llegados a Lima existen lazos de parentesco(y de cooperación y reciprocidad provenientes de la cultura de origen) entre una vivienda y la contigua, lo que relativiza la noción de familianuclear. Por otro, la edad del hijo mayor (dentro del mismo hogar) es -porcentualmente superior según la ocupación e ingreso del jefe defamilia. C. Amat y León encuentra el triple de hijos de 18 años y más en hogares de estratos altos (de ejecutivos) que en los sectores de menoringreso de Lima.29 Hipotéticamente, la fecha de realización de ese estudio (1982) dejaría pensar que las diferencias deben haber sido aúnmayores en las dos décadas anteriores.El campo de experiencia juvenil popular, desde su época de masificación en Lima -que situamos hacia el fin de la década de los cincuenta-implica una salida comparatívamente temprana del hogar para subsistir bajo penosas condiciones de ingreso, empleo o educación. Estetemprano comenzar a ganarse la vida, aunque similar al de antaño, ocurre en el contexto de una sociedad en plena secularización, con menostutelaje patrimonialista y menor reproducción en los hijos de la ocupación de los padres.

Por ende, la condición juvenil popular se ve enfrentada a una gama más amplia de alternativas que en el pasado. Con todos los matices ocombinaciones que puedan darse entre sus términos, podemos resumir la alternativa así: por una parte, abrirse paso en un universo laboral yurbano ex~ que requería de capacitación adecuada, lo que fue deviniendo en un fenómeno colectivo, o bien, particularmente en el caso de losmigrantes, usar del acervo y recursos organizativos del lugar de origen para

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refuncionalizar la cultura moderna de urbe. En ambos casos, desde los año cincuenta hasta los setenta, estamos rA una situación en que lostemas del apris mo en sus primeras décadas han perdido su antigua capacidad de convocatoria el ethos disciplinario de la juventud ymística partidaria del sacrificio no ope ran en una sociedad cuyo marco pres criptivo se relaja y ofrece en vi~ la simbólicas de lasmass-mediación inter nacional. Juventud renuente al tutelaj además porque deja de creer en la promesas revolucionarias apristas, gra cias a lainconsecuencia de sus lídern quepactan conv vencia"conladere cha tradicional en 1956.30 De ahí que partir de los años sesenta haya empezado a converger una nueva cultura políti ca con las otras simbólicas que integra ron a una nueva generación juvenil. L recusación del ordenoligárquico ei cuanto voluntad de cambio políticoeconómico se vinculaba con (aunque n( causaba) la afirmación de un nuevo úIx de sujeto cultural que asumía la moder nidad desde su propiaproblemática.

Este proceso incluía en parte a las clase.~ medias, en rápida expansión e insert& en un mercado de trabajo cuya diversi ficación admitía(como ocurre hasU hoy) una variedad de estrategias dt ubicación social y ocupacional. El ex clusivismo de las clases altas tradicionales fueperdiendo progresivamente si carácter de grupo dereferencia para estos sectores medios, que además ya nc reproducían la posición de lageneración anterior definida por o contra e movimiento aprista. Estas clases medias "modernas" además no formaban un sistema, sino másbien un heterogéneo conjunto con trayectorias de ascenso o declive, capaces de admitir simbólicas de identificación diversas, y en sus gruposde menor ingreso, de atar cabos con las capas populares. Ello es palpable si constatamos cómo este contexto se vigoriza desde 1968 por lasreformas del gobierno militar del General Velasco. Al afectarsit en ese periodo las bases del poder económico de la antigua clase dirigente,las clases medias abandonan su ubicación intersticial y apendiculrespecto a aquélla, precipitándose un descentramiento y una redefinición de

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sus referentes simbólicos que mengüan sus posibilidades de distinguirsc de los sectores populares urbanos, mientras en cambio algunos deéstos últimos disfrutan de un notable progreso. Es el caso del empleo industrial y de los salarios reales en la manufactura, que crecen cerca de40% entre 1970 y 1976. 3 1 Lo que antes había sido abismo deviene ahora en medible brecha: entre 1961 y 1981 el número de postulantcs a laUniversidad se multiplica por 18 32 (por 20 en Lima), agregando a una sociedad juvenil de un volumen sin precedente en la cual, no obstante,las diferencias no se amalgaman. Si se añade al alza de la población universitaria el cúmulo de entes de enseñanza técnica y semi-profesionalde ciclo corto fundados en los sesenta, se puede señalar sin riesgo que la educación post-escolar es un hecho generalizado. Ello se vincula conuna tasa de participación de los jóvenes de 15 a 24 años en el empleo, comparativamente baja para América Latina, y cuya exigücdad no sedebe sólo a la mayor proporción de jóvenes subcmpleados respecto al total de la fuerza de trabajo, sino también, como lo hace entender E.Flores Bcnavente, 33 a los frecuentes casos de trabajo y estudios simultáneos. Estudios que "llenan" el tiempo libre del subempleo, o a lainversa, tensa situación de empleo a medias cuya superación se vislumbra merced a un diploma. Es un entrampamiento que hace de las"edades intermedias" no un privilcgio, sino una forzada condición para la construcción de culturas juveniles a lo largo de las dos últimasdécadas.

La evolución del empleo y de la educación aporta elementos para explicar cómo en el clima de radicalismo político que rccoffe ese periodo,los proyectos colectivos de cambio (discursivizados por la clase política en el nacionalismo y el conflicto de clase) están asociados en filigranacon una microsociología del desplazamiento social (y en cierta medida del ascenso) de las nuevas generaciones, que pugnan por acceder,conservar o reapropiarse de aquellos bienes simbólicos capaces de identificarlos o distinguirlos. Fernando Rospigliosi ha detectado cómo acausa de la crisis económica y de la vuelta al régi-

men constitucional "( ... ) La juventud obrera del sector industrial limeño sería menos propensa a incorporarse a los partidos de izquierda quesus antecesores de los años '70", de lo que se ha desprendido"( ... ) La prórroga de la revolución, la corrosión de los mitos revolucionarios, eldecaimiento de la mística, el pluralismo y reconocimiento de los otros, (que) habría influido en la formación de una cultura política másescéptica y pragmática", 34 la cual lleva en la década actual, gracias al descenso del salario real y a la inestabilidad ¡ahora¡ a dejar lacondición obrera, (aunque todavía se vote más bien hacia la izquierda) y emprender estudios técnicos o profesionales, o bien instalar unnegocio informal propio.

4. NUEVOS USOS DE LA GRAN CIUDAD

4.1 Sin duda, el imaginario de una juventud hedónica abocada cufóricamente al éxito individual en un mundo ajeno al conflicto socialofertado por la industria cultura¡ transnacional no se aviene con los rasgos de la atribulada condición juvenil descritos más arriba. Pero crecrque la mass-mediación "aliena" es reducirla a una perspectiva purafnente contenidista. Distingamos entre un plano psicológico individual(que aquí nos interesa menos) y uno socio-cultura]. De un lado, el alto nivel de exposición inmediata de los adolescentes, que según Rositi loshace acceder a los medios en "( ... ) Una estructura de relacioncs menos marcadas por normas y por sanciones cotidianamente experi-mentadas...", 35 puede dejar una fase importante de su socialización desprovista de mediadores pedagógicos propiciando una interpretación"literal" de los textos emitidos. 36 Pero por otro lado, la experiencia juvenil de la industria cultura¡ está lejos de agotarse en los mediosmasivos. La recepción de éstos últimos se prolonga en un entomo social, del cual son parte los marcos prescriptivos emanados del hogar, dela escuela, del consumo, etc., y lo que es aquí pertinente. de la socialidad entre los

jóvenes. En todo caso, en ésta es que se actualizan las referencias simbólicas de los medios. Por ejemplo, subsisten notables diferencias deactitud entre adolescentes según niveles socio-económicos a pesar de que los sectores altos vean televisión sólo unos 45 minutosmásque lossectores bajos. 37 Como abundantemente se ha dicho, queda claro que en lo referente a este segundo plano, no hay un "efecto" imitativo ymecánico de estereotipos propuestos en los medios masivos; en cambio, conviene estudiar cómo estos se incorporan al habitus (en la acepciónde Bourdicu) juvenil, articulándose con sus culturas cotidianas (de la que son parte los dispositivos y bienes de la industria cultural), origi-nando diferentes estrategias de construcción de la identidad, que podrán asignar un rol mayor o menor a los medios. Y es además evidenteque la mass-mediación jamás ha sido capaz de presentar "modelos" genéricos para un público homogéneo. La relación funcional entre elmodelo de -cooperación antagonista" exhibido por la massmediación americana y descrito hace más de veinte años por D. Riesman, 38 yunajuventud individualista, triunfadora y ajena al conflicto histórico, se resquebrajó con la rebeldía de las bandas de adolescentes para estallarluego con Vietnam y la agitación universitaria, dando lugar a un amplio espectro juvenil que va desde lo contracultural hasta elneoconservadurismo, que en esta década reedita esa "cooperación antagonista".

4.2 Tal como en ese caso es imposible disociar las mitologías de lajuventud de sus condiciones sociales de generación y lectura, elconocimiento de lo juvenil en nuestro medio exige aprehenderlas en sus modalidades concretas de existencia material, y en sus consiguientessocialidades. Dentro de esta óptica, poco se ha estudiado la evolución del uso de la ciudad. Las posibilidades de encuentro o dediferenciación, los dispositivos de acceso y enunciación de los bienes culturales, etc. son parte de una historia de la vida urbana aún porhacerse. Ocurren procesos de desagregación y recomposición de los cualcs vale mencionar algunos de sus aspectos, por

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ser expresión de una múltiple y conflictiva dinámica cultural: la ubicación espacial de la actividad juvenil, la modificac ión de los roles poredades, cambios y contradicciones en la naturaleza M entretenimiento y del consumo, los reacomodos y oscilaciones del gusto.En primer lugar, la socialidad de grupo en relación al barrio, al centro educativo, etc. y el modo en que ésta se rcapropia y se sirve delrepertorio de la industria cultural se ha transformado. No son iguales los gruposjuveniles de barrio de los cincuenta a los de los ochenta, ni losseparan ahora diferencias semejantes. El significado del localismo barrial ha ido variando en más de una dirección, desde que el uso de zonasmás extensas de la ciudad deja de ser sólo asunto de adultos. Por una parte, ciertos compartimientos estancos se han roto, originando conmayor frecuencia el acceso a puntos distantes de la ciudad tomados como lugar de referencia y encuentro, que van de los espacios ocupadosen una mezcla de ocio y subcmpleo a amalgamas "policlasistas" (pronto abandonadas por los jóvenes ricos que migran a sitios másexclusivos), con mayor libertad de acción. Es el caso del antiguo centro, del Miraflores nocturno, como también el mundo de los centros deeducación superior. Pero por otra parte, en los Pueblosjóvenes se configura otro tipo de vida barrial, cuyo localismo es tributario de laspenosas condiciones de vida, del acervo migrante y de la necesaria organización de base: poblaciones que difícilmente acceden a los camposculturales de "edades intermedias" y que incluso por la temprana incursión al trabajo a veces ticricn sólo una muy corta niñez

En segundo lugar, a esta mayor movilidad física, vinculada con el aumento del número de fuentes de ingreso en una sola familia y ladesintensif icación de su vida interna, corresponden nuevos roles por edad: iniciación sexual más temprana que una generación atrás,decisiones de estudio o de trabajo independientes y ajenas a los derroteros fijados por el marco prescriptivo tradicional, pero siempre conmárgenes de inseguridad laboral o vocacional y de desencanto prematuro.

En tercer lugar, la incorporación también temprana al mercado de consumo activa este mundo urgente de jóvenes y adolescentes concurriendoa materializar sus rituales, en los cuales se manifiesta la ex igencia de elaborar referentes simbólicos para autoafirmarse en un status apenasretóricamente conferido por el sistema institucional. No se trata de "consumismo" per se, sino de la particular dinámica entre forma y funciónsocial, que configura una suerte de universo barroco en el cual la búsqueda de"fÓrmas" para suplir el vacíoque lega un orden adultodeficitario en los jóvenes deja de ser puramente ornamental y pasa a ser consubstancial para que la nueva 'Tunción" juvenil sea identificada.(Ello es muy diferente del fenómeno inverso de la juvenili7ación de la edad adulta, particularmente entre los sectores medios y altos, y del queno nos ocupamos aquí).

Ello conduce a diversas situaciones. De un lado, de repliegue, sumisión o ajuste a un marco tradicional de comportam ¡cntos por edad en elcual virtualmente no hay cultura juvenil, ilustradas en

las estrategias de sobrevivencia de sectores muy pauperizados cuyo acervo de origen se toma en forma de defensa, manteniendo distanciasfrente a un mercado simbólico inaccesible. Pero de otro lado, existen distintos grados de sobrecarga significante, manifiestos no sólo en lomás observable, sino en facetas minúsculas de la cultura cotidiana, que van desde la invención de jergas, pasando por la "negociación" desdela pobreza con la estereotipia presentada en el mercado simbólico de la presentación del sí mismo en la cotidiancidad, hasta la tendencia a lamímesis o incluso a la fuga, como en el caso de los drogadicLos, y finalmente la reproducción hiperreal del orden hegemónico de unageneración atrás por los hijos de la alta burguesía. La expansión de un mercado juvenil en el transcurso de los últimos años no es señal dehomogencización cultural: universo barroco, decíamos, basado en una confusa diferenciación de formas que refleja sin embargo un ordenestratificado. Efecto de ello es la importancia económica adquiridaporel sectorcomercial dedicadoa lajuventud, desarrollado prácticamente encualquier área: restaurantes, salsódromos y cafés, pero también vestimenta, música y todo tipo de espectáculos que le dan definitivamente otrorostro a la ciudad. A sus calles, y dramáticamente. La efervescenciajuvenil es al mismo tiempo un factor de expansión y retracción delespacio público, pues la tendencia a la actividad fuera del hogar contrarresta (y se contradice con) la tendencia de una parte de la población alrepliegue en la esfera privada por afán de seguridad, generada precisamente por temor a una delincuencia que a la sazón es frecuen

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temente vista como juvenil.

Con ello, y en Cuarto lugar, ambas tendencias crecen generando un movimiento de ¡da y vuelta entre ellas, una de cuyas ilustraciones puedeser la evolución e hibridación de los gustos musicales cara a las cambiantes orientaciones juveniles. Hay en los géneros musicales unmovimiento inicial de creación y difusión en el escenario vivo de la subcultura juvenil que, tras ser rechazado por los grandes medios eignorado por el gran público, es "recuperado por el sistemW' más adelante. La absorción por esos medios de comunicación los aleja de susorígenes recortándoles señas de identidad y castrándolos de su eventual fuerza subversiva.

Es importante subrayar que desde hace ya más de una década los géneros musicales juveniles dejan de ser imitativos. La adopción crecientede¡ castellano y de temas provenientes en la realidad inmediata -frente al quechua o el inglé&-, así como los préstamos instrumentales,armónicos y rítmicos, indican que una necesidad social de afirmación (y en cierta medida de protesta) encuentra canales de salida que (adiferencia de lo que a menudo se afuTna) no provienen directamente de los medios, sean éstos o no nacionales. Tal es el caso de la cumbiaandina o "chicha- desde hace diez años, y el más reciente de¡ rock, que, ayerjuzgado reaccionario y extranjerizante, expresa hoy también partede la problematizada realidad urbana, aunque sin convertirse, corno lo señaló Casullo para Argentina en "( ... ) Referencia nueva e inédita de¡tiempo polítiCO Y de la etapa de democratización(...)".39En suma, ni el rock, ni la música popular en general, ni cultura de masas alguna llegan a expresar en su globalidad los problemas de lajuventud en el Perú. Escaso o nulo es también el logro de las instituciones educativas, políticas o gubernativas para cuando menos tomarlos asu cargo.

Debe entenderse que, más allá de la violencia terrorista y de la hiperinflación, a través de la insatisfacciónjuvenil se está Procesando unacrisis cultural de

primera magnitud en la cual se traduce de otro modo la crisis de representación que hoy atormenta a la clase política y compromete alconjunto de los peruanos. Muestra de la incapacidad del Estado para recoger y defender las aspiraciones de la sociedad civil es su repliegueante la fuerza y el cinismo de Sendero Luminoso y del narcotráfico que desvertebran al país, haciendo posible entre otras cosas, esa atrozhemorragia social que es la migración masiva de jóvenes desesperanzados, anómicos, hacia los santuarios de la coca y la vesanía política.

Los términos de referencia del análisis social y cultural han variado. Menos obreros y muchos más estudiantes que hace nueve años son hoysigno no sólo de una recesión económica sino de una intensa Producción de nuevos actores sociales carentes de una escena reconocida. Sonprincipal pero no únicamente, portadores de culturas juveniles sobre quienes hay mucho que decir.

Notas.

1 Véase la relativización del concepto de juventud en BOURDIEU, PIERRE. LaJeunesse n'est qu'un moL En Questions de Sociologie. París, Ed. de MinuiL, 1980. p.143.2 MORIN, EDGAR. L'industria culturale. Bologna, Il Mulino, 1963.3 C. ROSITI, F. La Cultura Juvenil. EnHistoria y Crítica de la Cultura de Masas. Barcelona, Gustavo G4 1980. pp. 204-206.4 LEBRUN, FRANCOIS. La place de1'enfant dans la société ftancaise depuis la XVIerne siecle. En Communications, n.44. Paris, Ed. du seuil, 1986. pp. 247.252. 5 LE BRAS, HERVE. Coit interrompu,contrainte morale et héritage préférentiel. En Communicatims, n. 44. Paris, Ed. du Seuil, 1986. p. 63.6 MORIN, E. op. cit., p. 168.7 Cf. MARTIN-BARBERO, JESUS. De los Medios a las Mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. México,Gustavo Gil~ 1987. pp. 153-162.8 CE BELI, DANIEL. Modemidad y Sociedad de Masas: Variedad de la Experiencia Cultural. En La Industria de la Cultura. Ma~ Alberto Corazón, ed., 1969.pp.16-19.9 ROSrM FRANCO. op. cit., p. 209.

10 GARCIA CANCLINI, NESTOR. Bases Teórico-Metodológicas para laInvestigación. En GARCIA CANCLMN. y RONCAGLIOLO, R. CulturaTransnacional y Culturas Populares. Lima,IPAL, 1988. p. 66.11 Entre aproximadamente 1600 y 1850 lapoblación del Perú no alcanza los dosmillones y medio, llegando a su mínimo alpromediar 1700. cf. WICHT, JUAN J.

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Realidad demográfica y crisis de lasociedad peruana. En GUERRA-G., R.(ed.). Problemas poblacionales peruanos.Lima, AMIDEP, 1986. p. 24.12 La curva de aumento de la población esbrusca a partir del siglo XX, lo que nopuede afirmarse de la de los nacimientos,cuya tasa se incrementa significativamentea lo largo del siglo anterior, lo queevidenciaría una altísima mortalidadinfantil en ese periodo que luego irádisminuyendo. Ibid.13 Cf. FERNANDEZ, HERNAN. A~pwtos Sociales y Económicos de la Educación en el Perú. En GUERRA-G., R. (ed.).Problemas poblacionales peruanos. Lima,AMIDEP, 1986. p. 191.14 BASADRE, JORGE. Historia de laRepública del Perú. Quinta edición, tornoY. Lima Ed. historia, 1961. p. 2079.15 MILLER, LAURA. La Mujer Obreraen Lima. 1900-1930. En STEIN, STEVE.(comp.) Lima Obrera 1900-1930. Tomo Il.Lima, Ed. El Virrey. 1987. p. 19.16 Para STEVE STEIN existe en la dinámica social de la Lima de principios desiglo, incluso hasta el nacimiento delApra, un tinte de dominación/sumisiónseñorial que él denomina patrimonial:"Llamamos relaciones patrimoniales aaquellas caracterizadas por ser jerárquicasy verticales entre los grupos componentesde la sociedad peruana y apoyarse en laaceptación por parte de los sectorespopulares de una posición subordinada enla sociedad y la política". STEIN, STEVEy MONGE, CARLOS La Crisis del estadopatrimonial en el Perú. Lima, IEP,Universidad de Miarni, 1988, p. 13.17 STEIN, STEVE. Lima Obrera: 19001930. Tomo 1. Lima, Ed. El Virrey, 1986.p.16.18 MILLER, LAURA. op. cit., pp. 18-20.19 Nos referimos a las transformacionespolíticas e institucionales --con el cambioconsiguiente en la vida social- queeninarcan los años de crecimiento económico en la Capital al voltear el siglo, talcomo son interpretadas por ERNESTOYEPES en Perú 1820-1920: un siglo dedesarrollo capitalista. Lima, IEP, 1972.20 De 61 no escapa nadie en una sociedad

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tan rígidamente estratificada. A eserespecto, todavía está por hacerse unahistoria social y cultura¡ de la vanguardiaen el Perú. Sin duda, un esfuerzo decomprensión deberá incluir un análisisprolijo de su compleja autodefinición, dequé manera su iconoclastia denunciaba«situaciones de generación" o de clase, yqué conflictos se encerraban en suscampos de acción para resolverse de uno uotro modo. Los jóvenes Mariátegui yValdelomar frecuentaban junto con laaristocracia de la época el exclusivo PalaisConcert, pero ello no impidió que añosmás tarde el primero fuese un intelectualrevolucionario. Para percibir el clima de laépoca es interesante leer el primer tomodel Testimonio Personal de L. A. SANCHEZ. Lima, Mosca Azul Editores, 1972,2da. Edición.21 Normas de disciplina estricta que prescribían una conducta total de entrega ylealtad al partido, uniendo los roles de lavida privada con los del militante. Dichadisciplina se ha atemperado con el tiempopero aún existe. cf. PARTIDO APRISTAPERUANO. Código de Acción. Lima,Federación Aprista Juvenil, 1934. Cartillade Organización, Lima, 1957.22 Con ello no se niega el modo en que elaprismo se apoyó, sobre todo en épocas declandestinidad, en la vida cotidiana de susbases. Más aún, constituyó una eficaz redde información, llegando a construirformas propias de socialidad que implicaban al barrio, la familia y al lugar deorigen, en suma, una subcultura. Cabedestacar, incluso una 'visión popular" delheroísmo del partido y sus líderes,mitificándolos en un registro "realmaravilloso". Empero, desprovista demediaciories eficaces esta "cultura popularaprista"no cuajó más allá del ámbito delpartido. Véanse al respecto los interesantestrabajos de 1. VEGA CENTENO, Aprismopopular. Mito, cultura e historia. Lima, Ed.Tarea, 1986.23 Tal como por ejemplo CARLOSMONSIVAIS lo comenta a lo largo de suobra.24 WICHT, J.J. op cit., p. 16.25 "Mientras en 1940 el 28.5% de la población limeña estaba constituido pormigrantes, ya en 1%1 dicha proporciónhabía subido al 46.3%. Este porceritaje semantiene hasta principios de los añosseserita (1972.46.2% y enípieza a decrecer lentarriente a partir de ahí (198 1:42:7%)**. GOLTE, JORGEN y ADAMS,NORMA. Los Caballos de Troya de losInvasores. Lima, Instituto de EstudiosPeruanos, 1986.

26 CE FERNANDEZ, HERNAN. op. cit.,p. 178, cuadro n. 3.27 Si en 1940 el 5.5 de la población perua

na de más de 15 años había pasado por laeducación secundaria o superior, esaproporción es de 13.2% en 1961, aumen

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tando a 25.5% en 1972 y a 41.1% en 1981.cE Ibid. Cuadro 7 (sobre la base de losCensos nacionales), p. 182.28 Para el conocimiento de la evoluciónde la producción de los medios masivos esnecesario consultas el libro de JUANGARGUREVICH, la única reseña históri

ca global existente hasta la fecha. Prensa,radio y TV: Historia crítica. Lima, Ed.Horizonte, 1987.29 AMAT Y LEON, CARLOS. Nivelesde vida y grupos sociales en el Perú. Lima,Universidad del Pacífico, 1982. Cuadro13.p.99.30 JULIO COTI-ER señala que Laalianza del Apra con el bloque oligárquicoprovocó el desplazamiento de jóvenesdirigentes e intelecutales del partido haciaposiciones revolucionarias. Sectoresjuveniles de las clases populares y medias,especialmente universitarios y obreros deorigen provinciano desertaron de susafiliaciones La radicalización políticaque animó a esta juventud se caracterizópor el rechazo frontal a las prácticas deacomodo, negociación y elientelismo de lajefatura aprista En los PartidosPolíticos y la Democracia en el Perú.PASARA, L. y PARODI, J. (ed.) Dernocracia, Sociedad y Gobierno en el Peru.Lima, CEDYS, 1988. p. 160.31 Cf. ROSPIGLIOSI, Fernando. Juventud obrera y partidos de izquierda: de ladiciadura a la democracia. Lima, IEP,1988.P.SS.32 FERNANDEZ, HERNAN. op. cit., p.181, cuadro n. 6.33 FLORES BENAVENTE, E. Evolucióny perspectivas del empleo. En GUERRAG., R. op. cit., pp. 254-255.34 ROSPIGLIOSI, FERNANDO. op. cit.,pp. 103-104.35 ROSITI, F. op. cit., p. 21636 El carácter fantasmagórico que estalectura "literal'* reviste en algunos génerosentre niños y adolescentes es criticado poralgunos psicólogos.37 Los adolescentes de clase alta ven televisión 4.38 horas diarias contra 3.6 enpueblos jóvenes (barrios marginales deLima). QUIROZ T. Los medios: ¿Unaescuela paralela? Cuadernos CICOSUL n.1 . Lima, Universidad de Lima, 1984.38 Cf. RIESMAN, DAVID. La Muchedumbre Solitaria. Buenos Aires, Paidós,1968.

39 CASULLO, NICOLAS. Argentina: el rock en la sociedad política. En comunicaci6n y Cultura, n. 12. México, UAM Xochimilco, 1984. p. 42.

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Consultor del Instituto Nacional de Educación Tecnológica(INET, Ministerio de Educación), Silicon Graphics, Diario El Clarín,

Profesor Titular de la Carrera de Ciencias de la Comunicación dela Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires

y docente de cursos de post-grado de FLACSO.

Dirección: Coronel Díaz 1432 6º B, 1425 Buenos Aires.Teléfono: (541) 8248122, Fax: (541) 3942376.

E-mail: [email protected]

Ale

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ro P

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la venganza de la televisión

diálogosde la comunicación

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diálogosde la comunicación

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Al

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el

li

Howard Rheingold, cono-

cido por sus libros que

santificaron las Realida-

des Virtuales y las Comu-

nidades Virtuales es un

excelente escritor y entre

sus antecedentes figura

un notable librito titula-

do precisamente Tienen

una palabra para ello, en

el cual comenta y ejem-

plifica los usos transcul-

turales de términos origi-

nados en más de 20 idio-

mas tales como “brico-

leur”, “epater le bour-

geois”, “Gestalten”, “Post-

lach”, “Tao”, y otro cente-

nar mucho más abstruso

aún, cuya comunalidad les viene

tanto de su intraducibilidad -se

usan en el idioma original en cual-

quier otro que los importe- pero

también de su amplísima y rápi-

da difusión.

Hay dos palabras en nuestro vo-

cabulario que pueden pretender

competir con el inventario de

Rheingold, aun cuando aparen-

temente les falte la dimensión

social y cotidiana que tienen las

que figuran en su catálogo -

todavía. Se trata obviamente de

“Internet”, sustantivo descono-

cido hace tres o cuatro años y

que hoy se menciona más veces

que las bebidas colas más cono-

cidas, y el menos repetido pero

condenado a una difusión no

menos amplia de “Pull” (vs.

Push) como nueva modalidad de

interactuar con la información

en la Red.

Precisamente el pasaje de las

tecnologías de navegación y bús-

queda -el dominante hasta hoy

desde los inicios prácticos de la

Web alrededor de 1993, a las de

recepción e irradiación, o inten-

to de reconvertir a la Web en una

variante de la televisión- se ha con-

vertido en un tema que acapara

la mayoría de las revistas de

divulgación sobre la materia.1

En teoría la tecnología push

ofrece al usuario dos beneficios

evidentes: permite elegir qué ti-

po exacto de información se qui-

ere tener en el escrito-

rio, haciéndola llegar

rápido y eficientemente;

con la mayoría de las

tecnologías push exis-

tentes podríamos estu-

diar en detalle la infor-

mación así obtenida off-

line reduciendo el tiem-

po de conexión directa

a la Web2.

Desde el punto de vista

de los editores la existen-

cia de PointCast, del

Communicator de Nets-

cape y de Active Desktop

garantiza que los pesos

pesados logren “embo-

car” sus contenidos en las canas-

tas de los usuarios.

Por ahora si la Internet en sí no

es un mercado masivo, las tecno-

logías push lo son menos siendo

pocos millones los usuarios del

push.

Que la movida no es sencilla se

aprecia en los problemas que se

plantean en numerosos frentes.

Desde los problemas que plantea-

rá el intento de Microsoft por im-

poner como standard el Channel

Definition Format (CDF)3 hasta la

variedad de alternativas que los dos

browsers dominantes plantean.

El Communicator Netscaper -que

incluye provisión de información

de ABC News y de CNNfn- preten-

de ser nuestra próxima interfaz

en cuanto a información en línea.

Su shell basado en HTML-Java y1. TI

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JavaScript descansa sobre el sis-

tema operativo existente y hace

posible tres niveles de push: e-

mail HTML, sitios en vivo o sitios

empujados y canales basados en

Marimba que permiten empujar

sofisticadas aplicaciones Java.

El Microsoft Explorer 4.0 usa una es-

trategia levemente diferente, y

prontamente se fusionará con el

sistema operativo, aunque provee

la novedad de canales que em-

pujan el contenido de sitios -o

secciones o páginas de los mismos-

preseleccionados al Active Desktop.

Desde el punto de vista del clien-

te la dificultad proviene de las

metodologías excluyentes de los

dos gigantes de los browsers.

Porque si bien el Communicator

es trans-plataforma, está focali-

zado en empresas que tienen co-

nexiones punto a punto perma-

nentes en la red. En cuanto al

Active Desktop está enfocado

originalmente a los usuarios de

Windows95/NT.

Desde el punto de vista de las

empresas que quieren usar estas

tecnologías hay tres nichos dife-

renciados -en función de su ta-

maño, necesidades y requeri-

mientos: a) editores pequeños o

personales; b) editores y mar-

ketineros de mediana envergadu-

ra c) pioneros de alto nivel foca-

lizados en el uso intensivo del push.

Para el caso a) aún hoy la mejor

información que circula en la red

lo hace a través de listas de

suscripción de correo electró-

nico (ejemplos: DaveNet, Seid-

man´s on Line Insider, o las que

usamos nosotros como Extra-Net

o Edupage).

La novedad del push es que en

poco tiempo más estos boletines

podrían venir empaquetados en

lindos envases HTML. Microsoft

permite ya en la ventana del e-

mail (cosa que también sucede

en Eudora) hacer un click sobre

un link y navegar directamente

hasta el sitio en vivo.

Para clientes pequeños el mejor

sistema disponible es el canal

PointCast Connection que, a tra-

vés de un wizard, y en sólo cua-

tro pasos permite que el editor

configure su emisora a medida.

En el mismo rango es posible

utilizar el Communicator de Inter-

mind o el Webcast de Astound.

Para clientes medianos que

necesitan, no solo enviar la infor-

mación, sino también tener un

registro detallado de los intere-

ses de los usuarios y de su demo-

grafía, se abre un panorama muy

amplio de productos y servicios

que podrían cumplimentarlo con

precios más o menos accesibles.

El requerimiento básico es no

tener que redefinir los conteni-

dos para su difusión a través de

los canales. Por ello el uso de

templates aplicables al site es

obligatorio, y en cuanto al re-

gistro de la información por aho-

ra se hace tanto desde el centro

de administración del vendedor

como desde el site web del edi-

tor. Estando en los comienzos de

esta estrategia, hay muchos edi-

tores que trabajan codo a codo

con sus clientes y brindan mu-

cho valor agregado gratis con tal

de conseguirse socios en la ins-

talación de la nueva tecnología.

En cuanto a la mayoría de

quienes están en el segmento

más ambicioso, se trata obvia-

mente de editores de productos

impresos o de TV. Son pesos

pesados como CMP Media Inc,

CNN o The New York Times. Solo

hay dos empresas/productos

que se ocupan por ahora de este

mercado: Marimba y de Back-

Web (ver nota 7).

Mientras nosotros

jugamos con nuestros

browsers, y tanto

Microsoft como Nets-

cape quieren declara-

rse vencedores en

esta guerra, ¿no esta-

rá emergiendo una

nueva tecno-guerrilla

que busca quedarse

con el botín más gran-

de, a saber la recon-

versión televisiva de

la Internet?

El grupo de desarro-

lladores originales de

Java de Sun Microsis-

temas creó su propia

célula y apuesta a esto

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ónbajo la tutela sonriente, conven-

cida de lograrlo, de Kim Polese.

En vez de meter una PC dentro

de la TV -típico de la estrategia

de la Web/TV- Polese quiere, al

revés, proponer una experiencia

multimediática total (incluyendo

noticias, entretenimiento y publi-

cidad) en nuestras PC. Pero dife-

renciándose en esto de Point-

Cast que nos da información per-

sonalizada pero en un formato

exclusivo y cerrado, Marimba a-

puesta -como lo hiciera Berners-

Lee en su momento con la propia

Web- a una tecnología total-

mente abierta. Y esto nos gusta.

En octubre de 1997 Marimba sa-

cará al mercado Castañuelas, un

programa escrito en Java que, a

diferencia de todos los applets

existentes, no está basado en

HTML. Quienquiera tenga una

conexión a Internet podrá recibir

directamente las aplicaciones de

Castañuela -películas, software,

entornos interactivos. Se dispara

desde un browser como Nets-

cape -con el que vendrá incluido

a la brevedad- pero es indepen-

diente del browser y hasta puede

suceder en el futuro que compita

con ellos.

Los usuarios finales bajarán una

sección de Castañuelas llamada

“sintonizador” parecido a un se-

lector de canales de televisión -

distribuido gratuitamente como

los browsers de hoy.

Del lado del servidor los provee-

dores de contenido comprarán

un “transmisor” para irradiar sus

programas. La programación

que media entre el transmisor y

el receptor es un canal al que los

usuarios finales deberán suscri-

birse -en forma parecida a un

cable pay-per-view pero con “in-

finitas” opciones disponibles.

La principal diferencia con la

televisión actual es que el

contenido “irradiado” no será

sólo entretenimiento o progra-

mas convencionales pertene-

cientes a una parrilla más o me-

nos conocida, sino que será cual-

quier item transmisible (juegos,

catálogos, presentaciones multi-

mediáticas, colas de películas,

libros, diarios interactivos, lo que

se les ocurra y más aún todavía).

Cualquiera de los canales puede

ser bajado al disco duro y actua-

lizado automáticamente por el

transmisor de contenidos. Gran

parte de las aplicaciones resi-

dirán en los discos duros y sólo

usarán la Internet para las actua-

lizaciones y los módulos de pro-

gramas auxiliares.

Al principio la cosa empezará en

pequeño con sólo unos pocos

canales. Marimba ya está traba-

jando con compañías como

Dimensión X para tallar los pro-

gramas que necesitan clientes

corporativos como MCA, Intel y

otros pesos pesados.

Más llamativo aún es el empren-

dimiento que Marimba está desa-

rrollando con el Knowledge Me-

dia Institute un desprendimiento

de la sección virtual de la Open

University inglesa. Colaborati-

vamente buscan construir el Co-

liseo Romano de la Red con

100.000 participantes sintoniza-

dos tanto a conciertos de rock

como a clases universitarias con

video, sonido, animación y con-

versaciones textuales. Como en

el caso anterior y usando Casta-

ñuelas los usuarios bajan el Coli-

seo y los medios de irradiación de

video y sonido, sólo una vez, y

después sólo bajarán el contenido.

Es lindo y promete mucho pero

no garantiza para nada que el

producto tenga el consumo

masivo que estos nichos exigen.

Microsoft y Netscape

endosan abiertamente

la tecnología push y la

incluyen en sus nave-

gadores de cuarta gene-

ración. Las razones por

las cuales necesitaría-

mos pasar del pull al

push son tan evidentes

que casi parece una ex-

hibición de mal gusto de

nuestra parte tratar de

resistirnos. Supuesta-

mente, en un mundo con

un millón de canales (co-

mo es la cantidad de

URL’s que tenemos hoy),

nadie podría encontrar

absolutamente nada.

Lo que es peor, con la tecnología

4. D

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actual -y que fuera fundacional

de la Web- no habría manera de

centrarnos en el tipo de infor-

mación que necesitamos, obte-

nerla en el momento en que hace

falta y sobre todo, actualizar y

profundizar lo ya conocido con

lo mucho bueno e inesperado

que seguramente alguien está

cargando en este momento en

Internet. Que por otra parte

resultará obsoleto el día que lo

descubramos, con el agravante

de lo mucho que habremos per-

dido (simbólica, pero sobre todo

económicamente) por no haber

sabido utilizar los nuevos chi-

ches e instrumentos en el mo-

mento justo.

Se nos promete un entorno post-

HTML, en el cual habremos deja-

do atrás hace rato y para bien el

esquema o modelo de las pági-

nas que penetraron en la Web a

través del antecedente del papel,

perdiendo en el interin uno de

los inventos más queridos de

hoy: el video y al audio “strea-

med”. Y no nos olvidemos de las

150 millones de páginas que

inundan a la Web. Porque si ya

es imposible encontrar algo

valioso y útil, ¿qué haremos den-

tro de tres años cuando las pági-

nas sean 1,000 millones y ade-

más tengamos que lidiar con una

cantidad aún mayor de ítems no

paginables de información y en-

tretenimiento?

Claro las innumerables formas

que tendremos en el futuro

cercano de registrar e interac-

turar con el video que tapizará

nuestras pantallas, o cuanto ob-

jeto nos interese en el mejor es-

tilo de Total Recall, justifica todo

intento de “mejorar” la interfaz

actual. Después de todo la casi

Biblioteca del Congreso que

tenemos distribuida en esos 18

millones de hosts (y 1.100.000

sites) así como el browser que

usamos hoy para mirarlas no de-

saparecerán ya que estos últi-

mos en realidad migrarán.

Como en el caso de la interfaz a

secas y de la computadora, sólo

cuando el browser sea invisible

habrá triunfado plenamente. Al

metamorfosearse en otros

programas dejará de interferir

con nuestras conciencias, y se

convertirá en una figura tan

obsoleta como las operadoras

manuales de las centrales tele-

fónicas de antaño.

Las promesas se basan en pre-

tender superar la gran idea que

es la Web, pero que por el propio

peso de su éxito terminaría

siendo un vehículo de desinfor-

mación, llevándola a otros terri-

torios todavía más útiles y fecun-

dos en habilitación del poder de

los usuarios. Pero también impli-

ca reconocer limitaciones inhe-

rentes al paradigma de la Web

que sólo podrían superarse cam-

biando todavía más radicalmen-

te sus usos.

Porque los que recién ingresan

hoy a la Web todavía están es-

peranzados en los frutos de

páginas hipertextuales bidimen-

sionales, a las que se accede me-

diante clicks a ciegas y búsque-

das usando programas. Pero las

páginas, el clickeo y el mono-

polio de las PC parecerían estar

llegando a su fin. ¿En serio?

Contado así parecería que la Web

es lo peor que tenemos, y que lo

que la suplantaría sumaría a

todos los beneficios de los switch-

boards telefónicos, el contenido

personalizado de una televisión

que nunca existió, con el aña-

dido funcional y maravilloso de

que la información que fluiría

omnidireccionalmente podría

ser recuperada por receptores

de todos los tipos -desde el reloj

de Dick Tracy hasta la Reality En-

gine más atractiva que existe.

De acuerdo a estos cronistas

muy intencionados estaría sur-

giendo una post-Web en donde

todo fluiría desde todas partes,

un nuevo medio que no nece-

sitará esperar que nadie haga

clicks, que tampoco requeriría

en última instancia de las com-

putadoras, y que podría prescin-

dir hasta de la metáfora de las

páginas.

Este nuevo medio nos promete

acceso a la información cuando

la necesitemos, en su medida y

armoniosamente, a través de to-

do tipo de chrimbolos filo-infor-

macionales: titulares en pagers,

mapas de tráfico en el cristal de

cuarzo líquido de un teléfono

celular, con el añadido maravi-

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diálogosde la comunicación

Del

Pul

l al P

ush.

Inte

rnet

y la

ven

ganz

a de

la te

levisi

ónlloso (¿terrible?) de que la infor-

mación nos seguiría adonde quie-

ra que vayamos, y siempre apa-

recería en la forma en que la espe-

ramos y la necesitamos.4

Se vende como la combinación

ideal de una experiencia integral

(especialmente por la interfaz

háptica de la realidad virtual) de

emisión + reticulación. Su mejor

argumento del nuevo (¿antiquí-

simo?) medio es lo suave que es.

Mientras nosotros vemos la vida

pasar, la información llegaría

para permitírnosla aprovechar

del mejor modo posible5.

No es casual que

Microsoft y Netsca-

pe, David y Goliath

de la Web estén

pensando en liqui-

dar la interfaz, pero

no la del desktop,

sino la del browser y

sustituirla por una

nueva especie de

control remoto en

pantalla. Los nom-

bres de batalla pare-

cen salidos de la gue-

rra naval o espacial:

Constellation para

Netscape, Active Desk-

top para Microsoft.

La idea es tan inge-

niosa como maca-

bra: en vez de eli-

minar el desktop6 por

ser altamente incom-

patible con nuestras

nociones nativo-cerebrales de

cómo operar con la información,

estas innovaciones proponen

convertirlo en una multitud de

canales.

No hay que disparar ningún

programa, el contenido se dispa-

raría a sí mismo desde el nivel

del sistema operativo. Obvia-

mente el pasaje de los conteni-

dos invocados a los evocados es

posible gracias al uso de tec-

nologías orientadas hacia obje-

tos tales como Java, ActiveX y

WebObject cuya principal fun-

ción es homogeneizar y estan-

darizar contenidos y medios de

modo tal que el video pueda fluir

a través del teléfono.

El futuro de corto plazo entonces

nos presenta un escenario en el

cual visitando un sitio en 3D Web

pasaríamos a ver una película de

pantalla completa, o haciendo

cálculos de nuestras previsiones

a futuro en las inversiones, ten-

dríamos tiempo de descontarle

algún accidente que nos es no-

tificado en tiempo real por nues-

tro distribuidor automatizado de

noticias.

Es tan hilarante la forma en que

los fanáticos de la tecnología

pull-push (aunque en realidad es

push a secas y anti-pull) pre-

sentan a su hijo favorito que no

tienen empacho en tejer esce-

narios como el siguiente: esta-

mos en medio de una ciudad des-

conocida -¿por ejemplo Cutral-

Co?- y mientras las primeras

gotas empañan nuestros ante-

ojos en nuestro PDA con el mapa

de la ciudad aparecen lugares

que en dos cuadras a la redonda

venden paraguas. Emotivo ¿no?

Otros ejemplos incluyen alquilar

partes del cerebro para recibir

avisos en forma de rima que en-

tran directamente a la corteza.

El resultado es siempre el mis-

mo: una supuesta combinación

de una oferta inalcanzable por

otros medios, a cambio de l-

evantar los puentes de nuestra

atención, y dejar que quienes

quieran vender lleguen sin pro-

blemas y sin obstáculos a nues-

tros centros decisorios.

No casualmente quienes venden

este neo-narcótico se atajan de

nuestras previsibles críticas y

nos amonestan diciendo que

esto parece la venganza de la

televisión.

El Wall Street Journal fue el

primero en declarar desembo-

zadamente lo que los abogados

del pull/push continúan des-

mintiendo. Fue cuando sostuvo

con un candor a toda prueba que

la Internet era un medio a la bús-

queda de un modelo de negocios

viable y que por fin (con el push)

había encontrado uno: la TV.7

Wired cree que el WSJ está un

poco desorientado. Es cierto -

insisten- todos tenemos algo del

alma televisiva en el fondo -en

5. E

L M

OR

PHIN

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EL S

IST

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OPE

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IVO

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AVEG

AD

OR

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69

A.Pi

scite

lli

69

USA se consumen

seis horas promedio

de televisión- pero el

nuevo medio post-

Web no se parecerá

en nada a la televi-

sión -prometen- y

además, transforma-

rá a la televisión.8

La metáfora que nos

proponen es la del

parque de diversio-

nes, todo “up”, todo

alegría con una con-

dición: que esté siem-

pre prendida, que

siempre nos encuen-

tre dispuestos a reci-

bir lo que nos envían.

Porque sus abogados conside-

ran que el mal que afecta el fin

de siglo (los pocos oasis en don-

de Hollywood aún no logró po-

ner su impronta: el trabajo, la es-

cuela, la iglesia, las caminatas so-

litarias) es que el hombre esté

solo, es decir que no quiera que el

hermano Bill y sus cometas del

info/entretenimiento lo acom-

pañen.

¿Qué mejor que llegar a casa,

dicen los profetas del push y que

un agente inteligente se ocupe de

seleccionar, editar, digerir, sinte-

tizar y ponerle marca a los con-

tenidos que tan mal sabemos

aprovechar usando el zapping

manual? Estos medios híbridos

combinarían el mejor de todos

las mundos posibles: la expe-

riencia “programada” de la

televisión, con dos aspiraciones

que vienen añorándose desde

siempre y que nunca hemos lo-

grado obtener hasta el presente:

la navegación gozosa y fructífera

de la información y la conexión

con otra gente.

A quienes insistimos en que aun

cuando la información pueda

converger sobre el hogar, los

datos volverán a divergir según

el uso: los medios pull a medio

metro de una pantalla, a solas y

pensando; los medios pull a dos

metros de la pantalla junto a

otros y en relax; los gurúes de la

síntesis pull/push nos dicen que

somos unos infantiles porque

siempre estamos oscilando de

un modo al otro (pull/push) -

independientemente del medio

(pull/push) que estemos

utilizando.

Dan como ejemplo una revista o

libro que supuestamente sería la

encarnación del pull. Elegimos

qué leer, decidimos a quién votar

con nuestra compra, optamos

por citar a una idea o favorecer

la multiplicación de ciertos

memes. Pero -insisten los “pushó-

manos”- una vez que empezamos

a leer o nos situamos dentro de

una historia, es el autor o la

revista o el libro quienes mandan

y nosotros seguimos su curso.

Hasta las películas que serían el

paradigma del push, cuando son

reutilizadas por la televisión -

contando nosotros con el con-

trol remoto- se convertirán en

una nueva variante del pull.

Es raro que alguien use la

televisión en el trabajo.

Salvo que se trate de los

no pocos casos -sobre

todo en USA- de IntraTV

Corporativas, o el revés en

la Argentina como cuando

en cada campeonato mun-

dial de fútbol los ofici-

nistas aprovechan para

comprar un televisor que

a veces es sorteado entre

los compañeros o queda

confinado en la oficina del

cadete.

Sin embargo uno de los

grandes atractivos de los

canales de Push, tales los

que prometen PointCast,

Marimba y compañía (in-

cluyendo el japonés The Anata-

gonomy de NEC, literalmen-

te “Como gusteis” (<http://

w w w. J a p a n . B i z Te c h . c o m /

index.html>), es que no tienen

ninguna dificultad en aparecer y

hacerse un nidito acogedor en

todas las computadoras alojadas

en cada oficina.

Los gurúes de Seattle9 nos lo

advierten. Los medios push no

sólo aterrizarán en los desktop

corporativos sino que además

no tendrán empacho en aparecer

en cuanto soporte o receptor se

nos ocurra imaginar: relojes,

papel digital y sobre todo en las

pantallas de las computadoras;

en la tinta digital de las paredes,

en películas y animaciones que

6. LA

TEL

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UN

MO

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diálogosde la comunicación

Del

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y la

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a de

la te

levisi

ónguiarán nuestros coches y obvia-

mente en las poderosas y reno-

vadas televisiones de alta defini-

ción del futuro próximo, ahora

que la UIT santificó el formato

único A y B.

Después de muchas idas y vuel-

tas la venganza del push y la ne-

cesaria tregua que el pull debería

pactar con él, no sólo nos bene-

ficiaría a todos porque instalaría

un sueño (¿o la peor de las pesa-

dillas?): irradiación permanente,

omnidireccional, metamediática, la

forma más brutal de conexión

permanente que se pueda imaginar.10

Se vende la idea de que los medios

aborrecen el vacío y de que ocu-

parán -como en la célebre cade-

na 21 de Max Headroom- todos los

canales posibles de comunicación.

Y que una vez colonizado el medio,

después de los boy scouts vienen los

pioneros y con ellos la publicidad.

Con típico sentido de la post-pu-

blicidad11 se invoca a Mao y se sos-

tiene desvergonzadamente que

florecerán mil tipos de medios.

Quienes están detrás de esta

movida sueñan que del mismo

modo que las tecnologías pull de

la Web parasitaron un nicho

abierto por los carriers telefó-

nicos, brindándonos esta genial

innovación, dentro de meses no

más nos encontraremos con la

sorpresa de la sorpresa.

Y así como ya contamos con

redes pull, en instantes no más

veremos emerger las redes push,

sin que nadie pierda con el cam-

bio... siguiendo esa curiosa es-

trategia o consigna repetida tan-

to por Bill Gates como por el mis-

mo Negroponte de que la esca-

sez no cuenta en el mundo de los

bits (olvidando paradojalmente

que este mundo siempre se apo-

ya en el de los átomos donde las

leyes de las escasez cada vez son

más furibundas).

Recapitulemos cuales son las

condiciones de existencia de un

medio push en la Web:

1) presunción de multiplicación

del ancho de banda y de displays

de información multivariados;

2) aprovechamiento por parte de

los vendedores de contenido y

de los publicitarios de esta infra-

estructura;

3) transplante de la estructura

abierta de las redes telefónicas a

la nueva ecología;

4) preferencia del ready-made por

encima del hazlo/sé tú mismo.

Hay algunas pequeñas incerti-

dumbres en el camino, como que

los gobiernos tengan la pésima

idea de regular este nuevo

medio. Pero mucho más deses-

tabilizador es que la conexión a

canales presupone que el servi-

dor sabe quién es uno, puede

llegar a canibalizar el disco duro,

y eventualmente a convertirse

en un nuevo mini-big-brother.

Los vendedores del push dicen

que vivimos en riesgo y en

peligro desde que empezamos a

respirar, y que precisamente lo

fantástico del vivir (sobre todo

mediado tecnológicamente) es

apostar y ganar.

Se apoyan en una constatación

interesante. A saber que cada

nueva tecnología recapitula las

anteriores, y que los verdaderos

beneficios de la última andanada

comunicativa (¿granadas para la

mente?) no se aprecia en sus co-

mienzos sino en sus finales. Y

que si bien los tiempos se ace-

leran incesantemente, estamos

todavía a un año o dos de ver de

qué estamos hablando, y porque

todo lo podemos imaginar se

queda infinitamente corto res-

pecto de lo que sería la verdadera

navegación en un medio híbrido

post-televisión y post-web.

En el futuro inmediato veremos

pasar varios ciclos de extensión

y unificación: extensión de las

capacidades de los viejos me-

dios (PointCast que extendiendo

el pull lo convierte en push) o uni-

ficación como en el caso del chip

Intercast de Intel, que permite fu-

sionar a la Web con la televisión.

Los medios on-line habrían pasa-

do, según los editores de Wired,

de las señales de humo (con el

e-mail) a los libros y revistas (la

propia Web hasta hoy) y ahora

estarían ingresando en la etapa

del devenir televisión (con las

primeras variantes de las tecno-

logías push) pero recién llega-

rían a su climax con la fase de la

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interactividad plena satisfecha por

las tecnologías inmersivas, atrapan-

tes y sobre todo en un estado de in-

terconexión permanente.12

Nos encantan/aburren

esas formas de hablar tan

políticamente correctas

que tienen los vende-

dores cuando confunden

posibilidades con necesi-

dades. Porque se habla de

extensión de la Web (para

pasar del pull al push),

cuando está “involucio-

nando” desde una modali-

dad a otra que negaba en

sus comienzos. Porque se

habla de personalización

y lo que en realidad se

está haciendo es fomen-

tar el spamming. Porque

se habla de interactividad

-pero cuando se implemen-

te el modem cable la rela-

ción entre entrada de la

información por cable y

de salida por teléfono se-

rá de 100 a 1 o de 1000 a.

Con esta invasión de tec-

nologías y propuestas, que

en definitiva buscan en-

carnar en la Web las mismas

prácticas comerciales, de

masificación pero sobre todo de

conversión del medio en un canal

de venta, el privilegio de los ade-

lantados de obtener información

más o menos gratuitamente, y de

experimentar economías del don,

se ve fuertemente amenazado13.

Los promotores de los medios

combinados sostienen que lo que

la gente quiere no es más zapping,

control y manejo, sino nuevas y

variadas formas de zapear. Más

capacidad de interrumpir el flu-

jo, más variantes para combinar

una historia con lo que no es tal,

poder mezclar texto y juegos, y

capacidad de estacionarse en

más estados intermedios entre

manejar y ser manejado. Puede

que tengan razón. Cabe dudar

empero, de que su propuesta

push/pull sea solo eso, y no en

cambio una variante adocenada

y bien caballo de Troya de un

push disfrazado de pull.

Los provocadores/promotores de

lo nuevo dicen que su diagnóstico

no busca inventar(nos) nueva

formas de ganar/gastar plata, sino

que apunta a resolver las in-

consistencias y las debilidades de

la interfaz y las metáforas de

navegación de la información.

Que precisamente el hecho de que

en la sétima encuesta del Georgia

Visualization and Usability Center,

uno de los estudios más detalla-

dos de evolución de la Web <www.cc.

gatech.edu/gvu>, uno de los items

más mencionados haya sido el

extravío del ciberespacio, mos-

traría la necesidad urgente de aban-

donar la estructura/estrategia de

la Web, que combina lo mejor y lo

peor en su propia presencia/dis-

persión física: al ser una telaraña

nos puede llevar a todos lados,

pero también nos puede dejar

atascados en el primer cruce.

Quienes navegan seguido por la

Web o quienes a la inversa nav-

egan lo menos posible, precisa-

mente por esta estructura al

mismo tiempo atractiva por lo

desconocida, pero asfixiante por

lo poco práctica en el momento

de necesitar algo, sabemos de

qué están hablando. Además la

ventaja del push vendría del lado

de la confianza. Cada día abro la

puerta y el diario está ahí,

rituales compartidos que a

muchos nos hacen sentir bien. El

valor del conocimiento compar-

tido y recibido en simultaneidad.

He aquí un motivo más que

fuerte para descontar que la tele-

visión -con Internet o sin ella-

continuará para siempre.

¿Se imaginan una televisión que

tiene como aliada a la Internet,

en vez de encontrar en ésta el

límite que hace tanto tiempo

está necesitando? Es más que

dudoso que la combinación de

Red + televisión servirá para lo

que los abogados del matrimo-

nio sugieren: liberar a la tele-

visión de las miniseries y docu-

mentales y concentrarla en lo que

sabría hacer mejor, a saber depor-

tes y noticias de último momento.

Por último, no podemos dejar de

prestar atención en este baliza-

miento al rol que la publicidad

jugará en la metamorfosis de los

medios, en su integración o de-

finitiva desintegración. A lo me-

jor el uso de mini-comerciales de

30 segundos a medida por las

redes, no es la principal forma en

8. C

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CIO

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diálogosde la comunicación

Del

Pul

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Inte

rnet

y la

ven

ganz

a de

la te

levisi

ónque la publicidad se vengue de

nuestros intentos de neutralizarla

con el zapping. Tal vez haga falta

imaginar nuevos modos en que la

publicidad se instalará en el futuro14.

También hay que tomar en

cuenta que lo propio de la tele-

visión no es tanto la intensidad

y el realismo -como a veces exa-

gera Mauro Viale y obtiene cierto

rédito y rating- sino la omni-

presencia y especialmente la

desarticulación total del espacio

narrativo.15 Es un murmullo que

no dice nada pero que está siem-

pre presente. ¿Se imaginan poder

usar la omnipresencia y omni-

potencia de la televisión pero

teniendo como destinatario, no

ya un blanco fijo (el couch po-

tato del otro lado de la pantalla)

sino blancos móviles como las

pantallas ubicuas de Blade Run-

ner o de Total Recall o del Quinto

Elemento?

Por algo la consultora en market-

ing “The Yankee Group” de Bos-

ton predice que de los 19.000

millones de dólares que se gas-

tarán en la Internet en el año 2000

(que incluye publicidad, transac-

ciones y suscripciones), 1/3

provendrá de los medios push.

La pregunta de los exactamente

6.000 millones de dólares es ¿quién

va a controlar este negocio?

Por supuesto los promotores de

los medios híbridos sostienen

que la ubicuidad es más que la

superioridad y que una tecno-

logía que respete los estándares,

aunque sea inferior en calidad y

prestaciones a otras, tiene mu-

chas más chances de ganar que

al contrario. Y que esto que en

principio parecería ser un nuevo

argumento en favor de los gigan-

tes, no lo es porque el mismo ejem-

plo de la Web muestra que un

laboratorio perdido en Suiza, co-

mo el CERN que inventó la Web

puede lograr más que las

megacorporaciones del software.

Nadie debería temer que en el

futuro haya millones de canales

a medida que finalmente termi-

nen convirtiendo a cada recep-

tor en el sueño de todo marke-

tinero directo, y en la pesadilla

de quienes creemos que uno de

los peores narcóticos que fluyen

por el mundo no son solamente

los prohibidos y los penados,

sino sobre todo los estímulos

desesperados por cebar indefi-

nidamente y apocalípticamente

el consumo.

Por eso cuando los abogados del

pull/push toman como paradig-

ma algo inexistente hoy como es

el nichecasting o irradiación de

nichos, muchas de las cosas que

veníamos temiendo desde el

principio se aclaran en su dia-

fanidad y nos dejan ante el borde

del abismo.

Si los medios híbridos confirman

la nueva modalidad de transmi-

sión, a mitad de camino entre la

televisión y las mailing listas per-

sonalizadas, si afloran miles de

estaciones de televisión (¿todas

subsidiarias de MSNTV o de

WWWCNN o de quién?), ¿quié-

nes ganarán con este escenario?

las propuestas de los fanáticos

son realmente o bien ingenuas o

bien de un mal gusto atroz: ima-

gínense -nos dicen- una compa-

ñía que nos mande por correo

electrónico juegos interactivos

multiusuarios.

Para no sonar tan apocalípticos

y tecnofóbicos, estamos total-

mente de acuerdo con la nece-

sidad de dejar evolucionar al me-

dio, de complementar y reme-

diar sus enormes falencias, y de

la inutilidad y falta de perspec-

tiva de una red en la que hay

miles de millones de páginas (y

otros objetos inteligentes ) inacce-

sibles. Tampoco nos preocupa -

al contrario creemos que debe

existir- una Internet netamente

comercial, y que se deben hacer

todos los esfuerzos posibles

para que la Web genere ingresos

a montones16.

Nos disgusta, en cambio no lla-

mar a las cosas por su nombre,

invocar ventajas técnicas cuando

lo único que hay es ventajitas

económicas, y sobre todo aho-

gar la posibilidad de la multi-

expresión efectiva de multitudes

de personas -como sucederá cuan-

do se implemente el IPv6- porque

ya es norma en la historia que

haya no una sino mil tragedias

de los comunes y que una vez

más la mayoría tenga que pagar

el pato para que una minoría se

haga su agosto o su Billgosto.

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73

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lli

73

1. Wired en marzo de 1997;

The Red Herring en abril de

1997, Internet World y Net-

Guide de mayo del 97; Byte

e Internet World en caste-

llano de setiembre de 1997, etc.

2. Si esa es la idea por ahora -por un

largo rato aún- el resultado deja

bastante que desear. Porque si lo que

queremos es que la información llegue

instantáneamente a nosotros, en los

casos de dial up (casi el 100% de los

accesos a Internet todavía en la Argen-

tina son de este tipo) ello no es así, ya

que si no discamos la info duerme

eternamente en el servidor -con lo que

se viola la idea básica del push.

3. Aunque los informes más recien-

tes que hablan de un 50% del share

del mercado de browsers por parte

de Microsoft, y una licencia de más

de más de 300.00 canales de push

(pedidos aunque probablemente,

como los dominios reservados, ja-

más se adjudiquen) la sitúan obvia-

mente en una posición privilegiada

para imponer sus estrategias cuasi-

monopólicas.

4. Los avisos promisorios/ominosos

de AT&T “You will” vuelven a resonar

en el casco de la realidad real que

llevamos sobre los hombros desde

que nacimos, obligándonos a hacer-

nos la pregunta trivial: ¿para qué que-

remos estar siempre conectados?

5. Acreditarían lo exitoso de este

modelo las 1.7 millones de copias de

Pointcast que fueron bajadas en

menos de un año de vida del nuevo

canal. Claro, el hecho de que la

información que preseleccionamos -

y para la cual no existe ninguna

tecnología aún lo suficientemente

selectiva como para “empujarla” a

medida, y no en función de los 6 ó

1000, ó 300.000 canales disponibles,

venga cada vez más atada a la

publicidad, a ruido y a parásitos,

sería tan solo el precio que debería-

mos pagar por ser los conejos de

Indias recién llegados a esta nueva

América.

6. Ver las editoriales 761 y 763 “Mac

os interfaz que te quisimos tanto y nos

hiciste tanto mal” (3/3/1997) sobre el

tema en el Interlink Headline News.

También la interesante nota “The

greatest OS that (never) was”, de

G.Moody. Wired, 5.08, setiembre 1997.

7. Para diseños de negocios ver el

excelente libro de Adrian Slywotzky

Value Migration. How to think several

moves ahead of the competition,

recientemente traducido por la edi-

torial Paidós.

8. Entre los culpables que deberían

ir presos estaría el propio HTML.

Una variante del SGML, un lenguaje

de descripción de formatos de textos

usado originalmente por IBM y

posteriormente por todo el mundo

académico y de la imprenta, para

portar formatos idénticos a distintas

máquinas. Lenguaje que sirvió histó-

ricamente para generar el inmenso

archivo (o biblioteca Babel) en el

que se ha convertido la Web y que,

según los apóstatas post-web, la red

de multimedias que se está avizo-

rando en el horizonte (con el DVD,

el video digital, el VRML, el cable mo-

dem como algunos de sus niños mi-

mados), que supuestamente no ven-

drá en formato de archivo sino como

entorno inmersivo, logrará finalmen-

te superar.

9. Acaba de aparecer un Vademecum

que santifica estas promesas What

will be. How the new world informa-

tion will change our lives (Harper

Collins, 1997) de Michel Dertouzos -

que hará las veces de Ser Digital de

1997, y ¡oh casualidad! viene acom-

pañado por un prólogo del propio

hermano Bill.

10. Y todos nosotros nos habremos

convertido en una reencarnación del

malvado héroe de la curiosísima

película La ciudad de los niños perdi-

dos de Jean-Pierre Jeneut y Marc Caro

(directores de Delicatessen) en don-

de Krank el malvado-a-pesar-suyo no

puede dormir nunca y secuestra y mata

a los niños para robarles sus sueños.

11. La misma que llevó a que la

empresa multicolorida Benetton

convidara a Fidel Castro a conver-

tirse en el director de la Fábrica en

Venecia (ver edito 522 “La especia-

lización cerebral y los antídotos con-

tra la publicidad carroña”, 5/7/96,

ILHN) o a imaginar que el subco-

mandante Marcos podría publicitar

su movimiento acudiendo a la misma

firma como anticipó fantásticamente

Edgardo Bermejo Mora Marco´s Fash-

ion, México: Océano, 1996.

12. El inventario de los programas

efectivos está en los sitios de

NO

TAS

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diálogosde la comunicación

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levisi

ónBackweb; IFusion Com Corp; In-

Common, LCC; Intermind. Corp; Ma-

rimba Inc; Netdelivery Corp; Point-

Cast Inc y Wayfarer Communications

Inc -todos tienen direcciones www,

la empresa y terminan con .com). No

dejar de estudiar asimismo lo que

está haciendo Philippe Courtot, pre-

sidente y CEO de Verity, que acaba

de comprar Cognisoft, la persona

que más en serio se toma la perso-

nalización del push (Claymon, 1997).

13. Este autor acaba de publicar un

atractivo manifiesto acerca de las

maravillas de la economía del don

como motor de innovación en la red

<Webonomics. Nine essential prin-

ciples for growing your business on the

world wide web>. New York: Broad-

way Books, 1997.

14. Todavía no nació el Web-Toscani

que estamos esperando hace rato.

15. Ver especialmente editos: 871/2

“La TV contrataca un discurso que

no cesa de hablar para no decir

nada” del 18/6/97 en el ILHN.

16. En Net..Gain Expanding markets

through virtual communities. Hagel,

John III & Armstrong, A.G. muestran

como la Web inauguró un Tercer Sec-

tor -nada que ver con las ONGs y

expresiones asociadas- que combina

en forma inédita el mercado y el bien

y el interés públicos. Ello tuvo lugar

gracias a la feliz invención (auto-

organizada) de comunidades virtua-

les monetizadas.

Andrews, W. “Preparados,

listos, push ...”InternetWorld,

Año 2, nº 6. 1997.

Brockman, John. Digerati. En-

counteres with cyberelite. San

Francisco: Hardwired, 1996.

Casetti, F. & Odin, R. “De la

paleo a la neo-televisión. Approche

semio pragmatique”. Communica-

tions nº 51, 1990: 9-26 Televisions/

Mutations.

Claymon, D. “When push comes to

shove”. The Red Herring, nº 41, abril 1997.

Dertouzos, Michel What will be. How

the new world of information will

change our lives. New York: Harper

Collins, 1997.

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sión, los ordenadores, la tecnología

y la forma cultural”. En M.Lister (ed)

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digital. Barcelona, Paidós, 1997.

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ing push work for you”. Netguide,

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browser goodbye: the radical future

of media beyond the Web”. Wired

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Schwartz, Eric I. <Webonomics. Nine

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puter as dream and reality. Cam-

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REF

EREN

CIA

S

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Funcionario de CEPAL/ECLAC - United Comission forLatin America and the Caribbean

Dirección: Casilla 179 D-Santiago, Chile.Teléfono: 210-2000. Fax: 562 2081946, 562 2080252.

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hayn Sobre la

permanenciay mutabilidaddel sujeto

en tiempos desecularización

radical1

diálogosde la comunicación

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Abandonar la certeza de la uni-

dad interna del sujeto no es fácil.

Un raro desasosiego se filtra

cuando tiemblan los funda-

mentos que dan credibilidad a la

imagen de un yo consistente en

sus atributos y convincente en

sus certezas. Pero también nos

asalta la curiosidad por asistir a

esta fiesta orgiástica de la mo-

dernidad en llamas, en la cual la

vida pierde su odiosa gravedad

y todo se mezcla con todo. El

vértigo de la disolución conden-

sa las antípodas: allí se alternan

la angustia de la caida y el placer

de la autoexpansión. La muerte

de ese yo sustancial y continuo

puede ser, a la vez, liberación

respecto de la densidad acumu-

lada en él. En lugar de la unidad

del sujeto, la danza del devenir:

sensación de alta velocidad que

proveen los aires de la moder-

nidad tardía.

Si esta modernidad tiene inscrito

en su certificado de nacimiento

el destino de la aceleración y el

cambio incesantes, el vértigo no

debiera sorprender.2 Si hoy día

esta velocidad aumenta expo-

nencialmente, no es sólo atri-

buible a las innovaciones tecno-

lógicas. Más vertiginosa es la

nueva oleada de cambios cuya

ilustración gráfica es el derrum-

be del muro de Berlín. Allí no

sólo caen los socialismos reales:

toda imagen de totalización so-

cial se revela inoperante. La

muerte de Dios que vaticinó

Nietzsche tiene su aconteci-

miento emblemático un siglo

después, cuando cae todo el or-

den del Este sin que poder al-

guno pueda -o quiera- evitarlo. El

salto al vacío se produce ahora

que los dioses de la política y de

la razón han revelado su vul-

nerabilidad.

Con el muro de Berlín caen tam-

bién los últimos muros que cir-

cundaban la polis, le daban su

forma, su límite y su protección.

Difícil seguir inscribiendo las

pequeñas obras en grandes rela-

tos. La literatura sobre la post-

modernidad y el final de la his-

toria, con todos sus abusos se-

mánticos, abunda en esta disec-

ción de los metarrelatos que

cayeron del otro lado del muro

pero que resonaron también de

este lado, entendiendo muchas

cosas por el metarrelato que se

da por muerto: el socialismo, las

ideologías, el providencialismo o

redentorismo históricos, las epo-

peyas de masas, los teleologis-

mos racionalistas, las utopías

globales, la objetividad científica

y el Estado-nación. Y el derrum-

be de los grandes relatos tam-

bién mina los fundamentos mo-

rales de alcance universal: “Por

primera vez, ésta es una socie-

dad que, lejos de exaltar los ór-

denes superiores, los eufemiza y

los descredibiliza, una sociedad

que desvaloriza el ideal de abne-

gación estimulando sistemáti-

camente los deseos inmediatos,

la pasión del ego, la felicidad inti-

mista y materialista (...) la cul-

tura cotidiana ya no está irrigada

por los imperativos hiperbólicos

del deber sino por el bienestar y

la dinámica de los derechos sub-

jetivos; hemos dejado de reco-

nocer la obligación de unirnos a

algo que no seamos nosotros

mismos.”3

La nueva oleada secularizadora

tiene un efecto disolvente que es

difícil rastrear en sus versiones

precedentes. Entiendo aquí por

secularización la lucha del sujeto

moderno por liberarse de pre-

juicios, mitos y costumbres, y ga-

nar, en esta lucha, la libertad re-

querida para crearse una nueva

imagen de sí mismo. En este

sentido, la nueva oleada secula-

rizadora constituye una radica-

lización de la potencia desmisti-

ficadora de la modernidad. Ya

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no sólo se impugna, como en el

sentido clásico de la seculariza-

ción, el teocentrismo o el pre-

juicio moral. Ahora queda bajo

la luz de la sospecha todo discur-

so totalizador para aprehender

el mundo, y toda Gran Razón

para arbitrar las reglas del co-

nocimiento y de la acción huma-

nas. La secularización radical

adquiere doble filo: por una par-

te libera al sujeto de todo relato

que obstruya su poder para

redefinirse a discreción y cons-

truir su propia visión del mundo;

pero por otro lado sumerge a ese

mismo sujeto en la orfandad que

dicha libertad supone.

¿No reaparece hoy, debido pre-

cisamente a los riesgos que im-

pone la oleada disolutiva, una

tensión propia de la sensibilidad

moderna? ¿No estamos acaso

tensados entre la extatización

del cambio y la voluntad por

controlar categorialmente nues-

tro entorno, entre el deseo de

sumirnos en la vorágine de la

contingencia y el imperativo de

preservar nuestra memoria? ¿No

nos movemos entre un ideal de

sujeto jugado en los avatares de

su biografía singular? ¿No con-

viven en nuestra sensibilidad

dos mitos contrapuestos de

emancipación, uno adherido al

trascendentalismo meta-histó-

rico (la revolución, el reino de la

libertad a escala planetaria) y el

otro celebrando la intensidad

irreductible del instante? ¿Cómo

conjugar la plasticidad transfigu-

radora con la continuidad

progresiva, la irreductibilidad de

lo singular con la voluntad gene-

ral, la reciprocidad de derechos

con la individuación diferen-

ciante, la racionalización sisté-

mica con la multiplicidad expre-

siva? ¿Y no es esta conjugación, a

la vez irrealizable, parte medular

de la sensibilidad moderna

cuando en ella la secularización

adquiere nuevos ímpetus?

No por nada la tentación

disolutiva y el aire en-

rarecido aparecen como

clima de fondo en el vaivén de la

secularización postmoderna. En

un momento de derrumbe de

certezas y mutación de raciona-

lidades siempre se cuela el

deslumbrante relámpago de la

fisura. Ni el turismo existencial

postmoderno ni la búsqueda de

autorreconocimiento oceánico

son casuales. En este sentido

resulta sintomático un amplio

haz de tendencias que cobran

fuerza en las últimas décadas: la

experimentación con psicotró-

picos en busca de epifanías o de

autodisolución extática; la re-

currencia de rituales de fusión

que se oponen a la mentalidad

racionalista; el coqueteo con el

misticismo a través de los

encuentros Oriente-Occidente;

las tantas búsquedas de las

huellas de la tribu, sea en la selva

amazónica o en las subculturas

urbanas; y los discursos de la

Nueva Era con sus promesas de

liberación a la carta.

Dos pulsiones adquieren parale-

lamente un especial vigor entre

las brasas de la unidad del suje-

to. De una parte, una compulsión

por las formas, vale decir, un es-

teticismo llevado al paroxismo

en la publicidad, el video-juego,

el zapping televisivo, el shopping

y en general en la cultura me-

diática. En el otro extremo, la

recurrencia en la búsqueda de

“experiencias oceánicas” donde

la embriaguez libera de la

pesantez de la individualidad y

dispensa de tener que reinven-

tarse una historia sin metarre-

latos. Como el péndulo nietzsche-

ano entre lo apolíneo y lo dio-

nisíaco, el sujeto de la secula-

rización radical oscila entre esta

fascinación esteticista por las

formas, en un extremo, y la seduc-

ción de la fusión océanica en el

otro extremo.

Cuanto más se fisuran los me-

tarrelatos de la modernidad (y

con ellos todo su sustento moral-

metafísico) más presencia adquie-

ren ambas pulsiones. Los discur-

sos en boga van desde la exal-

tación apolínea de las figura-

ciones efímeras-y-bellas (inclui-

das la moda, la publicidad, el

escaparate) hasta la invocación

disolutiva en los muchos inte-

grismos mesiánicos que reco-

rren el mundo y violentan el plu-

ralismo por todas partes. Pero

en contraste con la matriz Dioni-

sio-Apolo que Nietzsche rescata

del mundo helénico, en la ver-

sión contemporánea la permuta-

bilidad pareciera entrabada.

II

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dica

l1Falta todavía una voluntad colec-

tiva en busca de mediaciones

entre el esteticismo liviano y la

viscosidad de la disolución. ¿Có-

mo ir más allá de la banalidad sin

caer en recetas morales o doc-

trinas absolutas?

De una parte, el esteticismo post-

histórico carece de plasticidad

justo cuando más la necesita, a

saber, al momento de transitar

hacia una experiencia más pro-

funda de fusión oceánica. La in-

sensibilidad postmoderna radica

en su renuencia a excavar, su re-

sistencia a sumergirse en expe-

riencias menos individuales como

pueden ser la profundidad del a-

mor o la entrega en la solidari-

dad. Atrapado en una infatigable

secuencia de siluetas, figuracio-

nes y recombinaciones hipercrea-

tivas, el conjunto (y el detalle) van

perdiendo sentido precisamente

porque redundan en una obesi-

dad de sentidos: falta de pausas,

marea que no cede, forma, plas-

ticidad incapaz de valorarse por-

que no se deja contrastar contra

un fondo-sin-forma, ni se atreve

a experimentar el carácter des-

garrador de la pérdida. La postmo-

dernidad parece suave, pero no

descansa. Sus habitantes “esca-

pan de sus propias metamor-

fosis. No están a la espera de e-

llas, las anticipan; prefieren serlo

todo menos lo que podrían ser.

Recorren en automóvil los paisa-

jes de su propia alma, y como

sólo se detienen en los puestos

de gasolina, piensan que están

hechos de gasolina.”4 Se defien-

den de la desidentidad arrancan-

do hacia adelante. No es un juego

de contrastes sino el miedo a en-

frentar la fuerza de los contras-

tes. El bajo perfil de las ideacio-

nes e imágenes nuevas permite

que el “continuum” de indivi-

duaciones no se agote, e impida

entonces la irrupción real de la

fisura, del desfondamiento o de

la plenitud. Todo lo convierte en

combinación ingeniosa. El placer

del espectáculo se impone sobre

la pesantez de la vida cotidiana

pero a la vez se niega a sí mismo

por el constante superávit de

creación, su rutinización que lo

consagra y disminuye a la vez.

Para algunos, sano contingen-

cialismo después de tantas déca-

das de hiper-Logos. Para otros,

banalidad enfermiza que resulta de

la pérdida de valores de referencia.

De otra parte, y en el reverso de

todo esto se perfila una voluntad

de fusión disolutiva en el mis-

ticismo, el fundamentalismo, el

holismo y algunos esoterismos

que tienden a explicarlo todo con

sus propias y excluyentes máqui-

nas de interpretar signos. En con-

traste con la variación ininte-

rrumpida de formas en la sen-

sibilidad postmoderna, la reite-

ración incesante de lo mismo, una

búsqueda de fusión del indi-

viduo en la doctrina a la que le

falta el costado de la singula-

ridad. Discurso fundamentalista

que siempre dice lo mismo y se

aferra a la disolución del devoto

en la masa o en el líder; eso-

terismo autorreferido que de

tanto perseguir el olvido oceá-

nico está siempre aniquilándolo

con la obsesión de conquistarlo;

misticismo que se niega a la riqu-

eza personalizante del lenguaje

y confunde la fusión con el mutis-

mo. La vida sólo se concibe en la

adscripción y en sus reglas. El

éxtasis se rompe por el reverso:

por falta de figuraciones y ausen-

cia de Olimpo. La invocación rei-

terada de lo Uno es tan entrópica

como la plasticidad que no se

permite silencios. Y no es casual

que la voluntad de singulariza-

ción conviva con esta otra volun-

tad moralizante que quiere ani-

quilar toda singularidad.

¿Por qué el desencuentro y la

incapacidad de mediación? ¿Por

qué cuando la secularización po-

dría flexibilizar la sensibilidad

moderna y predisponerla a la per-

mutabilidad entre individuación

y fusión que Nietzsche invoca a

través del perspectivismo, algo

traba esta potencia? ¿Por qué no

se produce ese juego de permu-

taciones que podría positivizar el

debilitamiento de las certezas y en-

riquecer la subjetividad? Tales

preguntas fuerzan a reinterpretar

la secularización a la luz de este

impasse, a saber, como una situa-

ción de fractura de los metarre-

latos (del Logos en la modernidad)

que sacrifica las certezas de la razón

sin por ello predisponer a la permu-

tabilidad en el juego heraclíteo de

individuación y fusión. De un lado

quedan las individuaciones frivo-

lizadas, del otro lado el repliegue en

el dogma o la tribu.

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Para explicar esta rigidez qui-

siera someter la aparente plasti-

cidad postmoderna a un ojo críti-

co. Bajo la apariencia de flexibi-

lidad rige una imposibilidad de

permutar racionalidad. La ratio

se impone en su versión más in-

strumental y mercantil. Bajo la

invocación esteticista de la

combinación de formas subyace

la voluntad de maximizar rendi-

mientos y conquistar mercados

cautivos. El rigor de la competiti-

vidad explica el hecho de que la

postmodernidad siempre tiende

a una maximización del desplie-

gue de bellas apariencias, a una

hiperproductividad de la forma.

La compulsión productivista no

se compensa sino que se consa-

gra con su embellecimiento. ¿Qué

más hegemonía de la racionali-

dad instrumental que esta hi-

perkinesia configurativa? ¿Y qué

mejor enmascaramiento para di-

cha hegemonía que la estetización-

extatización de los mercados?

La posibilidad de permutar se

inhibe allí donde más brilla la

plasticidad. El esteticismo hiper-

kinético no se transmuta en la

disolución dionisíaca, precisa-

mente porque ese esteticismo

guarda fidelidad a la espiral

progresiva de la racionalidad del

capital. No abandona la ratio y

por ende no penetra en el reino

de Dionisio donde “lo desmesu-

rado se revela como verdad”: el

neoindivualismo es simultánea-

mente hedonista y ordenado,

“enamorado de la autonomía y

poco inclinado a los excesos,

alérgico a las órdenes sublimes

y hostil al caos y a las transgre-

siones libertinas.”5 Acepta la

catástrofe como concepto epis-

temológico o como espectáculo,

pero no como experiencia auto-

disolvente. La relación con el mun-

do, en apariencia reapropiada

por la facultad creativa del suje-

to postmoral, perpetúa un vín-

culo en que ese sujeto yace su-

bordinado a la marcha raciona-

lizada de la productividad. El he-

cho de que la estética de la pro-

ducción se plasme también en

una hiperproducción estetizan-

te no mitiga esta situación sino

más bien la intensifica. Bajo la

mirada crítica, el incremento de

la plasticidad en las biografías de

las personas o en las formas de

expresión sigue regida por la

lógica de maximización en el uso

de los componentes. La estética

de la combinatoria no transita

fácilmente hacia una experiencia

de fusión porque el cálculo

persiste como parte medular de

sus figuraciones cotidianas. El

individualismo posesivo se

exacerba en este culto a la pro-

liferación de formas. Las invoca-

ciones de gasto inútil o gratui-

dad, recurrentes en la retórica

postmoral, distan mucho del

concepto de derroche en

Bataille: no operan como trans-

gresión a la lógica de la acumu-

lación sino que se incorporan a

la circulación mercantil bajo la

forma de contra-mercancía pu-

blicitaria. Un gasto excesivo se

valora al interior de la propia

estética publicitaria, adquiere

mayor peso simbólico y produce

efectos de irradiación que repor-

tan utilidades aún mayores. No

es la apuesta por el desborde si-

no la incorporación de la para-

doja en la lógica económica. Has-

ta con los juegos y los escenarios

se puede hacer teoría econó-

mica, y esto puede servir como

metáfora para comprender en

qué medida lo que se estetiza

sigue perteneciendo al discurso

de la ratio en su forma de

producción de utilidades.

Leída críticamente, la destreza

combinatoria aparece subordi-

nada a una lógica excluyente. Se

impone como efecto cultural de

una mutación en la estructura

productiva y en el intercambio

material. La razón instrumental

ha introducido originalmente en

la esfera de la producción y de

la competitividad económica la

exigencia de recombinar sin ce-

sar. Recrear o morir en la compe-

tencia: nueva máxima del capita-

lismo globalizado que se trans-

mite en imágenes. La lucha por

consumidores a escala planeta-

ria lleva a la diferenciación pro-

gresiva de los productos, y en

aras de ganar esa lucha la ratio

se desplaza hacia la maximiza-

ción de combinaciones y formas.

El ideal productivo, siempre inal-

canzable, es un modelo por cada

cliente. Desde allí se abren ani-

llos que trascienden la esfera del

comercio y generan, casi involun-

tariamente, una nueva forma de

esteticismo cultural por obra de

esta hipóstasis de la combi-

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dica

l1natoria. Nada que rompa con la ló-

gica productiva sino al contrario:

metástasis de productivismo en

el orden cultural.

Pero además de su lógica instru-

mental esta combinatoria que opti-

miza el uso de los componentes

alberga residuos de una con-

ciencia moral que huye de la des-

mesura. El rechazo a la fusión

dionisíaca no sólo obedece a una

lógica económica sino también a

una economía de la subjetividad

en que la racionalidad calcula-

dora se confunde con un miedo

atávico al desborde. En su defen-

sa de lo leve, la estética publici-

taria perpetúa bajo una elegante

apariencia el tabú de la desmesu-

ra. El delirio rápidamente se

estetiza para traducirlo al juego

de las formas, o bien se declara

catastrófico. La desmesura no es

un valor positivo dentro de la

nueva sensibilidad plástica salvo

que se incorpore a una lógica

publicitaria en la que encuentra

un lugar justo y acotado. La locu-

ra se celebra como singularidad

estética, pero no bien se la colo-

ca al mismo nivel de validez que

la ratio produce un efecto inquie-

tante del que será preciso salir

con nuevas individuaciones. Lo

innombrable debe traducirse cuan-

to antes en una nueva figura del

relato, conjurarse en el desfile ve-

loz de imágenes que casi nacen

obsolescentes.

En el otro extremo la versión

reactiva se atrinchera en dis-

cursos fundamentalistas, imper-

meable a la marcha de la secula-

rización. En contraste con la pro-

gresión esteticista de la sensibi-

lidad postmoderna, estas formas

cerradas no buscan figuración ni

combinatoria alguna: milenaris-

mo islámico, xenofobias neo-na-

zis o fascistas, o integrismo cató-

lico: no tranzan en sus puntos de

vista ni dialogan en busca de nue-

vas mediaciones. Quieren una

cierta forma de lo sublime y no

de lo bello: la emoción que reba-

sa la forma y trasciende todos

los argumentos; la certeza fusio-

nante que opera como un non plus

ultra de la subjetividad; la co-

nexión sin grandes argumentos

entre el alma y el cielo. Este atrin-

cheramiento disuelve las singu-

laridades en la masa compacta,

sea masa humana y/o doctrina-

ria: pertenencia acrítica a una doc-

trina, adhesión incondicional al

líder que la representa, y renun-

cia a los gustos personales en a-

ras de valores incuestionables.

La permutabilidad queda rotula-

da como pecado: más que impo-

sibilidad lógica, una violación

moral. Tal rigidez revela la vul-

nerabilidad de quien se funde en

su masa de referencia, y para

quien cualquier individuación se

vuelve riesgo de pérdida o even-

tual no-retorno al regazo de la fu-

sión en una fe. Las figuraciones,

como las imágenes en las religio-

nes que las prohiben, amenazan

con poblar este fondo-sin-forma

y desvirtuar su fundamento.

El nihilismo contemporáneo

reune elementos paradójicos en

su marcha secularizadora. De

una parte la racionalización in-

strumental (que disuelve la ra-

zón de fines y la moral sustan-

tiva) y de la otra en su contrario

-el atrincheramiento antisecular

que niega las singularidades-. En

el campo de la propia secula-

rización lo disolutivo se conjura

con la compulsión de figura-

ciones singulares que se suce-

den contra el reloj, mitigando

toda amenaza de disolución,

como si la vecindad de un es-

pacio vacío fuera la señal de una

pérdida irreversible. Puede pen-

sarse, en consecuencia, que el

sujeto expuesto a la seculariza-

ción radical oscila entre dos mie-

dos antitéticos: a la irreducti-

bilidad de lo singular, y a la irre-

versibilidad de la pérdida de lo

singular. Que en el corazón de

Occidente podamos observar

hoy, y casi a primera vista, cómo

se confronta la vida postmoder-

na (figuración sin fondo) con la

proliferación de racismos e inte-

grismos, constituye una señal de

las últimas muertes de Dios. De

una parte la vida pierde sentido

y proyecto, y queda arrojada a

una extroversión dispersa que

huye del vacío precisamente

porque lo lleva en su propia dis-

persión. De otra parte la vida se

relocaliza en la rigidez funda-

mentalista o en la violencia reactiva

de identidades rígidas que rechazan

los nuevos signos individualizantes

de la modernidad.

Pero esto no supone una permu-

tabilidad creativa. En jerga

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81

M.H

open

hayn

80

nietzscheana, que la disolución

pase del lado antisecular y el jue-

go de imágenes del lado secular,

no implica una permutación afir-

mativa sino una compulsión

reactiva en ambos extremos. El

pathos elusivo de la plasticidad

moderna revela una voluntad

negativa tal como la definía

Nietzsche en su propia versión fi-

nisecular, y tal como Horkheimer

y Adorno caracterizan la veta

más disolvente del Iluminismo.

La hipersecuencia de formas

delata la imposibilidad de apro-

piarse de una interpretación y

creer en ella. Precisamente esta

imposibilidad de identificarse es

el móvil anímico para no detener

el ritmo de la combinatoria. La

interpretación singular acaba

negándose a sí misma en una

plasticidad que en el fondo la

elude (y que elude el fondo).

Este juicio negativo que la arti-

llería nietzscheana permite for-

mular sobre la plasticidad post-

moderna no viene dado desde

una teoría humanista sino desde

una filosofía del devenir que se

asume como postmoral. Quiere

mostrar que en el escenario ac-

tual de caída de los muros, el

desfondamiento de los grandes

sentidos no logra traducirse en

una convicción en el pensamien-

to del devenir, sino en una huida

respecto de la evidencia desfon-

dada del devenir. No se trata

solamente de que una racionali-

dad administrativa o calculadora

hegemoniza el esteticismo de la

postmodernidad. Además de

ello, la compulsión plástica post-

moderna aparece como síntoma

reactivo. Su creatividad está

subordinada a la necesidad de

eludir toda experiencia profunda

de vaciedad o intimidad. No es

por superficial que se la objeta

desde una filosofía del devenir

(en la que todo es, en último tér-

mino, superficie) sino porque la

hiperproductividad que desplie-

ga también delata el miedo a la

“parte desnuda” del devenir.

¿Una vez más la crítica de la alie-

nación en la vida moderna? Es

posible. Pero ya no interpretada

como abandono de una esencia

genérica del sujeto (interpreta-

ción humanista de la alienación)

sino como huida frente a la

riqueza-sin-fondo de un devenir

que también ofrece la posibi-

lidad del reflujo dionisíaco, co-

mo tendencia elusiva del propio

sujeto secularizado que arranca

despavorido ante la “vivencia de

lo desprovisto”.

Nadie parece querer bajar a

confrontar el fondo-sin-forma.

Pero mientras el espíritu secula-

rizado de la nueva modernidad

se resista a hacer esta explora-

ción, seguirá atado a este sordo,

elegante y disimulado desencan-

to en que nada se permuta de

verdad.

1. Este texto está basado en

diversos pasajes del libro

del mismo autor en proceso

de edición (Martín Hopen-

hayn, Después del nihilismo: de

Nietzsche a Foucault, Barcelona,

Editorial Andres Bello, 1997).

2. Las palabras con que Marshall

Berman introduce su libro sobre la

modernidad ilustran la consonancia

entre esta apertura al vértigo del

devenir y el espíritu de la moder-

nidad: “Existe un modo de experien-

cia vital -experiencia del espacio y

del tiempo, del yo y de los otros, de

las posibilidades y peligros de la

vida- que comparten hoy día hom-

bres y mujeres de todo el mundo. Lla-

mo a este cuerpo experiencial la ‘mo-

dernidad’. Ser modernos es encon-

trarnos en un ambiente que nos

promete aventura, poder, alegría,

crecimiento, transformación de

nosotros y del mundo- y, al mismo

tiempo, amenaza con destruir todo

lo que tenemos, todo lo que cono-

cemos, todo lo que somos.” (Mar-

shall Berman, All that is Solid Melts

into Air: The Experience of Moder-

nity, Nueva York, Penguin Books,

edición de 1988, p. 15).

3. Giles Lipovetsky, El crepúsculo del

deber: la ética indolora de los nuevos

tiempos democráticos, Barcelona,

trad. de Juana Bignozzi, Ed. Ana-

grama, 1994, p. 12.

4. Elías Canetti, La provincia del

hombre (Carnet de notas, 1942-

1972), Madrid, trad. de Eustaquio

Barjau, Taurus, 1982, pp. 19-20.

5. Lipovetsky, op.cit., p. 49.

NO

TAS

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o Sa

njin

és Latelevisión

digital:Perspectivaspara su

introducciónen América

Latina

diálogosde la comunicación

133

Representante de Area para Centroamérica,México, Panamá, Cuba y República Dominicana

en la UIT - Unión Internacional de TelecomunicacionesDirección:Apartado Postal 976, Tegucigalpa, Honduras.

Teléfono: (504) 201074 Fax: (504) 201075E-mail: [email protected]

Internet: bdtfohndGitu.ch

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diálogosde la comunicación

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an

jin

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Hace once años, en el V

Encuentro Latinoame-

ricano de Facultades de

Comunicación Social

organizado por FELA-

FACS, que se realizó en

Bogotá del 6 al 10 de oc-

tubre de 1986, me tocó

tratar el tema de las nue-

vas tecnologías en el cam-

po de los Servicios de

Radiodifusión por Satélite y de

la Televisión de Alta Definición,

así como sobre la conveniencia

de establecer normas jurídicas

internacionales para las transmi-

siones internacionales.

Tres años antes, en 1983, se ha-

bía aprobado la Planificaicón del

Servicio de Radiodifusión por

Satélite, para la Región Améri-

cas, en la Conferencia Adminis-

trativa Regional de Radiocomu-

nicaciones realizada por la Unión

Internacional de Telecomunica-

ciones (UIT). En dicha conferen-

cia se aprobaron posiciones

orbitales geoestacionarias y fre-

cuencias en la banda ku (12-14

Ghz) para todos los países de

nuestro continente. Dicha plani-

ficación se encuentra vigente a

la fecha.

En la década de los 80 Japón,

Estados Unidos y la Unión Euro-

pea desarrollaron Sistemas de

Televisión de Alta Definición

(TVAD) con normas no compati-

bles entre sí, impulsadas princi-

palmente por las industrias elec-

trónicas de dichos países, intere-

sadas en capturar un importante

mercado. Se efectuaron algunas

transmisiones experimentales,

algunas de ellas utilizando saté-

lites de radiodifusión directa,

como el BS-2A del Japón que

inició transmisiones experimen-

tales en 1984.

La UIT realizó varios esfuerzos

para tratar de lograr una norma

de carácter mundial y así fue

como en 1985 el Comité Consul-

tivo Internacional de Radioco-

municaciones de la UIT aprobó

una Propuesta de Recomenda-

ción sobre la norma para el estu-

dio de la televisión de alta defi-

nición (TVDA).

Luego de doce años de estudios

y de conflictos de intereses en-

tre las industria de los países par-

ticipantes se aprobó en abril de

1997 una Norma Mundial para

TVDA.

Al iniciarse dichos estudios los

avances de la tecnología digital

eran aún incipientes. Recorde-

mos que en 1985 se estaban

introduciendo el servicio de

facsímil y las primeras computa-

doras personales. No existían

redes digitales de telecomuni-

caciones y las transmisiones por

satélite eran analógicas. Tampo-

co existían sistemas de transmi-

sión de fibra óptica ni cables

submarinos de fibra.

El concepto de multimedia era dis-

cutivo sólo a nivel académico. Las

redes de Internet utilizaban una

tecnología anticuada y cara y sólo

estaban disponibles en organismos

de gobierno y en algunas univer-

sidades norteamericanas.

En la década del noventa la tec-

nología digital tuvo un explosivo

desarrollo, tanto en los sistemas

de comunicación y transmisión

de telecomunicaciones como en

la informática. El desarrollo de

microprocesadores cada vez de

mayor capacidad y velocidad así

como de costos cada vez meno-

res, produjeron una revolución

que sorprendió a los analistas

más optimistas.

La televisión por cable, basada

principalmente en la transmisión

de señales por satélite, ha tenido

también un crecimiento explosi-

INT

ROD

UC

CIO

N

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C.R

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njiné

s

135

vo, con el uso de técnicas de com-

presión digital que permiten

acomodar de cuatro a seis cana-

les de TV en la banda de frecuen-

cias donde sólo se puede acomo-

dar un canal de TV analógico. Sin

embargo, la Revolución Digital

está todavía en sus inicios.

En abril de 1997 la Unión

Internacional de Telecomunica-

ciones definió dos normas

cruciales que cambiarán radica-

lmente los servicios de televi-

sión en los próximos años.

Se trata de la adopción de una

nueva Norma Mundial para la Te-

levisión Terrenal Digital (DTTB)

que abrirá las puertas a la tele-

visión digital de extremo a

extremo con calidad de alta de-

finición y que unificará los sis-

temas de radiodifusión de televi-

sión a nivel mundial. En esa

oportunidad también se llegó a

un acuerdo unánime sobre la

convergencia hacia una sola nor-

ma de producción de Televisión

de Alta Definición (TVAD), basa-

da en el formato común de ima-

gen de alta definición (HD-CIF).

2.1 Norma mundial para la

televisión terrenal digital

La norma describe una técnica

revolucionaria que proporcio-

nará una resolución dos veces

superior a la de los sistemas ha-

bituales de televisión a color. A-

demás, un sistema de color to-

talmente nuevo evitará

las “perturbaciones”

(distorsiones del color

y de la imagen) que

surgen algunas veces

con los sistemas analó-

gicos actuales.

La resolución que pro-

porciona el nuevo sis-

tema es igual o mejor

que la de una película

de 35 mm. Además, el

sistema soporta 16 ca-

nales de sonido, del mis-

mo nivel de calidad

que un sistema estereo-

fónico de uso domés-

tico. Además de ofre-

cer mejor calidad de

sonido que la tradi-

cional FM, el número

de canales permite

transmitir un programa

con varias pistas de so-

nido para diferentes

idiomas.

El trabajo sobre un

nuevo sistema de tele-

visión digital fue mo-

tivado por las múlti-

ples solicitudes efectua-

das a la UIT, especial-

mente la de la Unión

Mundial de Radiodifu-

sión, para elaborar una

nueva norma que pudiera utili-

zarse en todo el mundo.

Este paso sin precedentes en el

campo de la televisión da luz

verde a los fabricantes de equipo

para comenzar a ofrecer apara-

tos de televisión en cualquier

parte del mundo, propiciando

economías a escala nunca antes

alcanzadas.

Ninguna otra industria como la

electrónica da tanto valor a la

oferta libre y universal de sus

servicios. Las normas comunes

propician las economías de escala

y, por tanto, reducen al mínimo los

costes teconológicos para el con-

sumidor, que es condición nece-

saria para ofrecer los nuevos ser-

vicios y productos a un mayor

número de consumidores.

En la actualidad existen más de

cuarenta sistemas de televisión

diferentes, entre ellos los famo-

sos sistemas de color PAL,

SECAM y NTSC, con sus innume-

rables variantes monocromáti-

cas. Estos sistemas son incom-

patibles entre sí, lo que significa

que el equipo y las cintas de vi-

deo diseñadas para uno de ellos

no pueden utilizarse en un país

que emplea una norma de trans-

misión diferente. Esta situación

encarece la producción de los

receptores de televisión y de los

equipos periféricos asociados,

como las videograbadoras, y au-

menta el costo del intercambio

de programas para las redes de

televisión.

La nueva Recomendación

“marco” unifica dos normas “con-

currentes”: la ATSC, apoyada por

los Estados Unidos, y la DVB,

elaborada en Europa. En virtud

de la Recomendación, los dos

2. A

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ción

en A

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ica L

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a sistemas formarán un sólo sis-

tema compatible que pueda fun-

cionar en todo el mundo dentro

de los límites físicos que permite

el actual entorno de asignación

de canales.

Al elaborar el conjunto de

Recomendaciones la Comisión

de Estudio 11 de la UIT-R se pro-

ponía construir una arquitectura

digital para los servicios de

televisión de alta definición y de

televisión convencional dentro

del entorno de radiodifusión

terrenal, la cual pudiera inter-

funcionar al mismo tiempo con

la distribución por cable, la radio-

difusión por satélite y los medios

de grabación.

Además el nuevo sistema digital

permitirá la transmisión multipro-

gramas por los canales existen-

tes gracias a la tecnología de

compresión de la señal digital. La

compresión aumentará el núme-

ro de canales disponibles, mejo-

rará la calidad, y al mismo tiem-

po, optimizará la utilización del

espectro de radiofrecuencias, un

recurso cada vez más escaso.

Estas señales digitales compri-

midas pueden ir acompañadas

de sonido digital de alta calidad,

información de acceso condi-

cional codificado o canales de

datos auxiliares.

Una importante característica de

la norma es que se ha adoptado

gracias a acuerdos voluntarios

entre todas las partes involu-

cradas: gobiernos, industria

electrónica, empresas de tele-

visión, fabricantes de equipos

informáticos, productoras de

programas y otros, los que han

apostado por la tecnología digi-

tal en el futuro, la cual será cada

vez más importante a medida

que entremos en la era de los

multimedios y de las autopistas

de la información.

2.2 Norma mundial de pro-

ducción de programas de tele-

visión de alta definición (TVAD)

La Comisión de Estudio 11 de la

UIT-R adoptó también una nueva

versión de la Recomendación

sobre Producción de Programas

de Televisión de Alta Definición

(Recomendación 709). Todas las

administraciones y organiza-

ciones presentes en Ginebra en

abril de 1997 para las reuniones

del Grupo de Trabajo 11A y de la

Comisión de Estudio 11 apro-

baron por unanimidad la nueva

versión de esta Recomendación

que representa una nueva etapa

en la unificación mundial de la

televisión de alta definición.

Muchos creen que constituye la

auténtica señal de comienzo de

la era de la televisión de alta

definición, tanto tiempo anun-

ciada y esperada.

La antigua Recomendación

ofrecía dos especificaciones de

igual valor e incluía una nota de

reserva de los Estados Unidos.

La nueva versión contiene un

nuevo formato llamado HD-CIF,

que se indica como el preferido

para los nuevos modelos. Por

otro lado, los Estados Unidos han

retirado su reserva.

Ahora ya está abierto el camino

hacia la utilización en todo el

mundo del mismo tipo de equipo

para la producción de progra-

mas de TVAD.

El formato HD-CIF se caracteriza

por utilizar una sola matriz de

muestra (1080 por 1920) inde-

pendientemente de la frecuencia

de trama y de imagen utilizada.

Así pues, la matriz de 1080 por

1920 será el único formato de

captura de imágenes de alta

definición para cualquier apli-

cación. En el futuro, el Grupo de

Trabajo 11A y la Comisión de

Estudio 11 utilizarán este for-

mato HD-CIF como elemento pa-

ra la construcción de Sistemas de

Televisión de Definición Supere-

levada.

El Profesor Mark Krivocheev,

Presidente de la Comisión de

Estudio 11 señaló que “se trata

de un notable éxito del Grupo de

Trabajo 11A. Representa la cul-

minación de más de quince años

de debates sobre las normas de

producción de televisión de alta

definición. Este acuerdo pone de

manifiesto la eficacia sin igual de

la UIT-R como marco mundial para

las normas de radiodifusión”.

Se puede considerar que la adopción

de esta norma única mundial es un

efecto típico de la globalización de

los mercados y de la economía.

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137

C.R

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njiné

s

137

La televisión digital posee

múltiples ventajas, tanto

en lo que se refiere a la

calidad de la imagen y el

sonido, como a sus carac-

terísticas de propagación,

de cobertura y de uso del

espectro radioeléctrico.

3.1 Características de la

imagen y el sonido

•Resolución igual o mejor

que una película de 35

mm. La televisión ana-

lógica convencional tiene

una resolución inferior a

una película de 16 mm.

Esa baja resolución se

puede apreciar en la

televisión analógica con-

vencional cuando se usan pan-

tallas grandes o proyectores de TV.

•Libre de perturbaciones o ecos.

La televisión analógica conven-

cional, cuando se recibe por an-

tena, está sujeta a ecos que se

manifiestan como señales super-

puestas, con variaciones de co-

lor. Estos ecos son debidos a re-

flexiones de propagación de la

señal. Su efecto se agrava en el

sistema NTSC.

Este fenómeno pasa casi inad-

vertido en la televisión por ca-

ble, ya que la señal es guiada por

el mismo y no existen posibili-

dades de reflexión, salvo en el caso

de desadaptación de impedan-

cias entre el cable y el receptor.

• Calidad de sonido digital seme-

jante a los CD’s. La televisión con-

vencional modula el video en am-

plitud y el audio en FM. La diferen-

cia en calidad de sonido en la tele-

visión digital es la misma que la que

existe en una estación de audio en

FM y la que se obtiene en un ampli-

ficador de alta fidelidad con un disco

compacto (CD).

• Soporta hasta 16 canales de au-

dio digitales. Con lo cual pueden

obtenerse efectos semejantes a

los cinematográficos “sensoround”.

Permite también transmitir pro-

gramas en varios idiomas.

3.2. Características de propa-

gación y transmisión

a) De la Televisión Terrenal

Digital

•Presenta mayor inmunidad contra

interferencias y distorsión. Una señal

digital es prácticamente inmune a

las interferencias y no está sujeta

a distorsión.

• Requiere menor potencia de trans-

misión para cubrir una zona de

servicio. La televisión analógica nece-

sita mayor potencia de transmisión

para la misma zona de servicio.

* Posee mayor eficiencia en el uso

del espectro. El espectro radioeléc-

trico es un recurso escaso, la

televisión digital permite la

utilización de redes de frecuencia

única, que en la misma frecuencia

pueden cubrir áreas de servicio

diferentes.

La Televisión Terrena Digital

constituye, pues, un valioso

instrumento para una utilización

más eficaz del espectro, al re-

querir potencias de transmisión

más bajas y utilizar de manera

más eficaz la anchura de banda

del canal disponible en términos

de bits/Hz, con lo cual se puede

dar cabida a más emisiones de

televisión digital en las bandas

que las que permite la televisión

analógica.

b) De la Televisión Digital por

Satélite

• Ideal para el uso de compresión

digital, con lo cual se pueden

acomodar más de cuatro

señales de televisión digital en el

mismo ancho de banda de una

señal analógica.

• Permite emisiones multiprogra-

ma. Utilizando para ello la com-

presión digital.

Las transmisiones de televisión digi-

tal, al igual que las de televisión

analógica convencional, pueden

llegar al receptor por tres medios

diferentes: por transmisores

ubicados en la tierra (televisión

terrenal), por transmisores ubicados

en satélites (televisión directa por

satélite) o por cables físicos que

pueden ser coaxiales o de fibra

óptica (televisión por cable).

4.1. Televisión terrenal digital

(DTTV)

3. VE

NTA

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ción

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mér

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atin

a La televisión terrenal

digital (DTTV) se basa

en transmisores ubica-

dos sobre la tierra, (ge-

neralmente en sitios

elevados para poder

cubrir mayor área de

servicio), que transmi-

ten en forma digital la

señal de televisión. El

tipo de transmisión

terrenal es el más

usado en la televisión

analógica, aunque

cada vez es mayor el

número de usuarios

que utiliza el cable y en menor

número las transmisiones

directas de televisión por

satélite, que en su versión de

televisión convencional

(analógica), está en su fase de

introducción comercial en algu-

nos países de América Latina.

4.1.1. Consideraciones con

relación al espectro utilizado

Para la televisión terrenal digital

no se requieren bandas de fre-

cuencias especiales, ya que uti-

liza la parte alta de la banda con-

vencional de televisión en ban-

das decimétricas (UHF), pudien-

do coexistir con los canales analó-

gicos, que generalmente operan en

la parte inferior de dicha banda.

Debido a la estrecha relación en-

tre audiencia, población e

ingresos comerciales, se espera

que la demanda de la televisión

digital estará centrada principal-

mente en las grandes ciudades

con canales de cobertura local,

más que con coberturas regiona-

les. En consecuencia, es de espe-

rar que la demanda para frecuen-

cias adicionales para la televisión

digital se concentre en zonas

densamente pobladas, y esta nue-

va demanda coexistirá con las

estaciones analógicas existentes.

En este contexto, es imperativo

optimizar el uso del espectro de

frecuencias actualmente asignado

o disponible para poder planificar

en forma integrada el servicio de

televisión analógica convencional

y los futuros servicios digitales .

Para ello es conveniente que las

entidades reguladoras de las

telecomunicaciones, encargadas

de la planificación de los

servicios, tomen en cuenta las

siguientes recomendaciones:

• Establecer un Plan Nacional de

Frecuencias para el servicio de Tele-

visión, que considere la televisión

analógica convencional y los fu-

turos servicios digitales.

• Optimizar el uso del espectro

asignado actualmente al servicio

de televisión, antes de conceder

acceso a las partes no utilizadas

del espectro.

• Mantener disponible la parte

superior de la banda de ondas

decimétricas (UHF), para la fu-

tura introducción de la DTTV.

4.1.2. Técnicas de optimización

del uso del espectro

La optimización del uso del

espectro consiste en ubicar el

máximo número de estaciones o

canales en una área geográfica

determinada, sin que causen ni

reciban interferencias.

Las modernas técnicas de

planificación pueden lograr la

optimización global del espectro

para planificar los servicios de

televisión convencional analógi-

ca y los futuros servicios digita-

les. Estas técnicas se basan en:

• La reutilización de las frecuencias

en la mayor medida posible

• El funcionamiento de canales

adyacentes o canales “tabú”.

Las técnicas adecuadas de

reutilización de frecuencias que

han dado resultados eficaces, se

basan en el desglose de la plani-

ficación únicamente en cober-

turas locales (Método Celular).

Este método permite la reuti-

lización más sencilla de frecuen-

cias, basándose en las caracte-

rísticas de apantallamiento del

terreno entre los emplazamien-

tos de los transmisores y en el

uso de antenas directivas que

limitan la radiación en las direc-

ciones no deseadas. En conse-

cuencia aumenta el número de

canales disponibles en una zona

determinada y requiere menores

potencias de transmisión. Sin

embargo presenta también algu-

nos inconvenientes, ya que re-

quiere una planificación más pre-

cisa y coordinada y hace necesa-

4. T

IPO

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139

C.R

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njiné

s

139

ria una interconexión entre las

distintas estaciones de trans-

misión (células).

Bajo ciertas condiciones, pue-

den utilizarse canales adyacen-

tes. Para ello es necesario:

a) Que el sistema de antena co-

mún se diseñe de tal manera que

los diagramas de radiación ver-

tical y horizontal sean idénticos

en las frecuencias de canal de

funcionamiento.

b) Utilizar filtros de acopla-

miento especiales para funcio-

namiento en canal adyacente;

dichos filtros ya están disponi-

bles en el mercado.

c) Que las potencias de trans-

misión en los canales adyacentes

sean las mismas. La operación

en canal adyacente ha empezado

a utilizarse en ciertas regiones

de Europa en las cuales el espec-

tro está prácticamente agotado,

finalmente,

d) Es necesario también que los

receptores sean de última gene-

ración y posean una alta selec-

tividad.

4.1.3. Consideraciones en

cuanto a características de pro-

pagación

Como señalamos en el punto

3.2.a, una señal de televisión

terrenal digital comparada con

una señal de televisión analógica

convencional, presenta mayor

inmunidad contra interferencias,

requiere menor potencia de trans-

misión para cubrir una deter-

minada área de servicio y per-

mite un uso más eficiente del

espectro radioeléctrico.

4.2. Televisión digital por

satélite

La televisión digital por satélite

está basada en transmisores

ubicados en satélites de órbita

geoestacionaria, que transmiten

televisión con la norma mundial

de televisión digital para la

recepción directa en una

determinada área geográfica por

el público en general, sin la

participación de estaciones

transmisoras de televisión

terrenal.

4.2.1. Consideraciones relativas

al espectro y órbitas satelitales

El Servicio de Televisión por Sa-

télite (analógico o digital) opera

en las bandas y órbitas geoesta-

cionarias aprobadas por la UIT

para cada una de las tres Regio-

nes en que está dividido el mun-

do para fines de la planificación

de las radiocomunicaciones.

La Región Américas es la Región

2 de la UIT para estos propó-

sitos. En 1983 en la Conferencia

Administrativa Regional de

Radiocomunicaciones (CARR-

83) se aprobó el Plan para el

Servicio de Radiodifusión por

Satélite para los países america-

nos. En dicha Conferencia se

aprobaron frecuencias y posi-

ciones orbitales para cada uno

de los países americanos Este

servicio opera en la banda ku

(12- 14 Ghz). La Planificación

aprobada en la CARR-83 se

encuentra vigente y no se prevé

su modificación hasta el inicio

del próximo siglo.

En la CARR-83 se estableció que

los sistemas que se implementen

de acuerdo al Plan serán funda-

mentalmente para cobertura na-

cional.

Durante la planificación del ser-

vicio de radiodifusión por sa-

télite se tomó en cuenta tanto las

características del receptor co-

mo las del satélite. También se

consideró el efecto de atenua-

ción por la lluvia (dicha atenua-

ción es importante en la banda

ku, especialmente en zonas

tropicales donde las lluvias son

copiosas y frecuentes).

Estos satélites de difusión direc-

ta se caracterizan por utilizar

satélites de gran potencia, los

cuales irradian señales que

pueden ser recibidas por ante-

nas de pequeño diámetro (meno-

res de 1 m); estas antenas requie-

ren una interfase, que convierte

la señal del satélite (banda ku 12-

14 Ghz) a las frecuencias conven-

cionales de los receptores de

televisión (VHF-UHF). La gran

potencia de la señal en la tierra

se logra mediante antenas

altamente directivas ubicadas en

el satélite, que producen haces

puntuales, que en muchos casos

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diálogosde la comunicación

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a son capaces de cubrir el territo-

rio de un país. En el caso de

países de amplio territorio, se

recurre al uso de múltiples haces

puntuales en vez de uno de gran

tamaño, a fin de aprovechar la

gran ganancia de antena de los

haces puntuales.

A manera de ilustración, en el

Cuadro Nº.1 se muestran las

características de las frecuen-

cias y órbitas (para televisión

analógica), contenidos en el Plan

aprobado en la CARR-83.

En el caso de la televisión digital

por satélite, el número de cana-

les puede ser multiplicado por

cuatro o seis veces utilizando

técnicas de compresión.

4.2.2. Ventajas de la Televisión

Directa por Satélite

* Cobertura inmediata. La puesta

en operación de un sistema de

difusión directa por satélite

permite la operación del sistema

apenas el satélite entra en

operación, ya que no requiere

infraestructura terrestre.

* Costo menor que la implemen-

tación de una red terrenal de la

misma cobertura. Como hemos

visto, un haz de la antena trans-

misora del satélite puede cubrir

íntegramente un país. Lograr la

misma cobertura con un sistema

terrenal de televisión tiene un

costo mucho mayor.

* Permite la transmisión de Tele-

visión de Alta Definición (TVAD).

En el mismo ancho de banda de

un canal analógico se puede

introducir, con compresión digi-

tal, un canal de TVAD.

* Permite la transmisión de

Televisión Multiprograma de tele-

visión convencional. En el mismo

ancho de banda de un canal ana-

lógico, se puede transmitir de

cuatro a seis canales conven-

cionales. Con ello se puede con-

seguir un número significativo

de coberturas nacionales y des-

cargar las actuales redes de co-

bertura nacional, proporcio-

nando mayor espectro a las

estaciones locales o regionales.

4.3.4. Desventajas de la Difusión

Directa por Satélite

• Costo adicional en los

receptores. Estos requie-

ren de una pequeña

antena parabólica (60 a

80 cm) y un convertidor.

Estos accesorios no son

necesarios para la televi-

sión terrenal.

• Imposibilidad de

coberturas locales o

regionales. Por su propia

característica de radia-

ción, este sistema es

para cobertura nacio-

nal. Para cobertura local

o regional tienen que

usarse sistemas

terrenales.

PAIS POSICIONES ORBITALES Nº TOTALDE CANALES

ARGENTINA 54.8, 5.2, 93.8, 94.2, 88

BOLIVIA 87.2

BRASIL 44.8, 45.2, 63.8, 64.2, 73.8 400

74.2, 80.8, 81.2, 101.8

COLOMBIA 103.3 16

CHILE 106.2, 105.8 64

ECUADOR 94.8 32

MEXICO 69.2, 77.8, 78.2, 126.8, 112

127.2, 135.8, 136.2

PARAGUAY 99.2 16

PERU 85.8 16

URUGUAY 71.7 16

VENEZUELA 103.8 16

Posiciones Orbitales y Número de Canalespara algunos países latinoamericanos(CARR-83)

CUADRO 1

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• Carencia de una norma mundial

de decodificadores para la tele-

visión digital multiprograma. Los

sistemas multiprogramas en ac-

tual funcionamiento, operan con

diferentes sistemas de códigos,

por lo cual se necesitan diferen-

tes decodificadores según sea el

sistema utilizado.

La UIT ya ha aprobado reco-

mendaciones para normalizar un

único decodificador a nivel mun-

dial, tal como se ha logrado para

la televisión digital, con lo cual

se conseguiría reducir los costos

del equipo receptor.

4.3. Transmisión por cable

Los programas de televisión pue-

den llegar al receptor del usuario

por tres caminos distintos: median-

te señales emitidas por transmi-

sores ubicados en tierra (televi-

sión terrenal), con transmisiones

directas por satélite y, finalmen-

te, por medio del cable. Estos ti-

pos de transmisión son los mis-

mos, tanto para la televisión analó-

gica convencional como para la

televisión digital.

Para la transmisión por cable se

usan cables coaxiales que permi-

ten la transmisión de grandes an-

chos de banda. También se pueden

usar fibras ópticas, cuyo ancho de

banda es muchísimo mayor y son

ideales para transmitir todo tipo de

señales digitales: datos, audio y

video; es decir, permiten transmi-

siones multimedia que pueden a su

vez ser interactivas.

En la actualidad el cable coaxial

es el más usado en todo el mun-

do. En la última década los ser-

vicios de televisión por cable

han tenido una tasa compuesta

de crecimiento anual del 12%.

4.3.1 Ventajas de la televisión por

cable

La televisión por cable tiene las

siguientes ventajas ventajas

relativas respecto a la televisión

terrenal:

• No está sujeta a interferencias.

Por el hecho de viajar confinada

en un conductor unilineal no es-

tá sujeta a interferencias, ni pre-

senta problemas de doble ima-

gen, lo cual se puede presentar

en la televisión terrenal cuando

la señal no llega directamente de

la antena transmisora a la recep-

tora, sino que llega reflejada por

los obstáculos presentes entre

dichas antenas.

• Capacidad de conducir un alto

número de canales. Otra de sus

ventajas consiste en la capacidad

de poder conducir un número mu-

cho mayor de canales que la tele-

visión terrenal. Su calidad sólo

es superada por la televisión di-

recta por satélite, pues la señal

viaja directamente de la antena

transmisora del satélite a la an-

tena del receptor satelital.

4.3.2. Desventaja de la televisión

por cable

Su principal desventaja consiste

en el hecho de ser un servicio

cerrado, y por lo tanto es nece-

sario estar suscrito y pagar por él.

En la última década los

servicios de teleco-

municaciones han

tenido una impresio-

nante expansión, moti-

vada por factores de

política del sector y por

el explosivo desarrollo

tecnológico.

La política de telecomu-

nicaciones ha cambia-

do radicalmente en to-

do el mundo; por un la-

do los gobiernos están

dando al sector una

alta prioridad, ya que

están conscientes de

que las telecomunica-

ciones y la información

constituyen una de las

más valiosas herramientas para

el desarrollo. Por otro lado, est-

án liberalizando aquellos servi-

cios públicos de telecomunica-

ciones, como el telefónico, que

por décadas fueron conside-

rados monopolios naturales.

Los avances tecnológicos de la

última década han sido impre-

sionantes debido principalmente

a los avances de la microelectró-

nica y a la digitalización, los cual-

es permiten el transporte

conjunto o convergencia de se

jñales de audio, video y datos,

que constituyen la multimedia.

5. P

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DE

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a 5.1. Situación de la expansión

mundial de los servicios de te-

lecomunicaciones

A fines de 1994 existían en todo

el mundo 703 millones de acce-

sos telefónicos; de ellos, 648 millo-

nes eran líneas telefónicas alám-

bricas (fijas) y 55 millones acce-

sos inalámbricos de telefonía

celular (móviles). La tasa com-

puesta de crecimiento anual en

la década 1984 -1994 fue para las

líneas fijas de 5.1% y para las

móviles celulares de 68.9%. En

1994 el crecimiento de la tele-

fonía en China fue de 25%, en el

resto del Asia 13%, en Africa

8.4%, en Europa 4.2%, en Améri-

ca Latina 6% y en el Perú el creci-

miento fue de 25%. En los países

desarrollados se concentran el

67.5 % de los teléfonos fijos, así

como el 73% de los teléfonos

celulares.

Con relación a los servicios de

televisión, a fines de 1994 exis-

tían en el mundo 1,161 millones

de receptores de televisión, 174

millones de abonados de tele-

visión por cable, y 38.1 millones

de usuarios del servicio de

televisión directa por satélite.

En una década la tasa compuesta

de crecimiento anual de recep-

tores de televisión fue de 6.1%,

de los abonados de televisión

por cable 11.7 %, y la de los usua-

rios del servicio de televisión

directa por satélite 41.9%.

El servicio que tuvo un creci-

miento explosivo fue el de Inter-

net: en 1984 sólo existían 10,000

usuarios, los cuales pasaron a

ser 26.1 millones en 1994, con

una tasa compuesta de creci-

miento anual del 113.1%.

El Cuadro Nº 2 permite apreciar

mejor las cifras antes citadas.

Nótese que las tasas de creci-

miento de los nuevos servicios:

internet (113.1%), celular

(68.9%), y televisión directa por

satélite (41.9%), son muchísimo

mayores que la de los servicios

tradicionales: telefonía fija (5.1%)

y televisión analógica con-

vencional (6.1%). Se estima que

el número total de receptores en

1996 era de 1,306 millones.

5.2. Penetración del servicio

de televisión en América

Latina

El servicio de televisión en Amé-

rica Latina ha logrado un desa-

rrollo muy importante, tanto

desde el punto de vista de la

cobertura territorial, como por

el significativo parque de recep-

tores existente en cada uno de

los países.

La mayoría de los países,

especialmente los de mayor

extensión geográfica, distribu-

yen sus señales de televisión por

medio de satélites del servicio

fijo (no del servicio de recepción

directa), que transportan la

señal de los centros de pro-

ducción o estaciones madres a

las diferentes estaciones ubica-

das en su territorio. Mediante

este sistema de enlace por

satélite se logra una cobertura

del 100% del territorio nacional

y en muchos casos esa cobertura

SERVICIO Líneas/usuarios Líneas/usuarios TCCA(%)

Telefonía fija 388 645 5.1Telefonía celular 0.3 55 68.9Receptores TV 640 1,161 6.1Abonados en cable 58 174 11.7TV Directa Satélite 1.2 38.1 41.9Internet 0.01 26.1 113.1

CUAD

RO 2

EXPANSION MUNDIAL DE LAS TELECOMUNICACIONESFUENTE: Indicadores mundiales de Telecomunicaciones UIT, 1995 Internet Society, 1995

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es de tipo regional. En varios

países existen proyectos en los

cuales conjuntamente con la

instalación de servicios de

telefonía rural o los modernos

centros de teleservicios integra-

dos, se están instalando servi-

cios rurales de radio y televisión,

utilizando los enlaces satelitales

y pequeñas estaciones recep-

toras de satélite (TVRO), conec-

tadas a receptores comunales de

baja potencia.

De los 1,161 millones de recep-

tores de televisión existentes en

1994 en todo el mundo, el 8.6%

se encontraban en América Lati-

na, 17.4 en Norte América, 44%

en el Asia, 26% en Europa 3% en

Africa y el 1% en Oceanía.

Mientras que en América Latina

existían 97 millones de recep-

tores de televisión, el número de

líneas telefónicas apenas llegaba

a los 40 millones (41.2%), esta fi-

gura es común en los países en

desarrollo. En los países desa-

rrollados en cambio esa relación

es del 90%.

Dos de los indicadores más im-

portantes de la penetración del

servicio de televisión es el núme-

ro de televisores por cada 100 ha-

bitantes y el porcentaje de ho-

gares con televisión.

El Cuadro Nº 3 muestra la situa-

ción del parque de receptores de

televisión en América Latina

fines de 1994. En dicho cuadro

podemos apreciar para cada

PAISES RENTA Nº RX’s TV/100 TCCA(1) %hogaresMEDIA ALTA (miles) Habitantes CON TV

Argentina 11’000 32.2 58.8 90.5Brasil 39’000 24.5 6.9 84.2Chile 3’500 24.9 8.8 90.9México 16’500 19 7.9 77.4Puerto Rico 1’107 30.4 3 N/AUruguay 1’620 51.5 11.7 95Venezuela 3’900 18.2 6.1 91.9

PAISES RENTA Nº RX’s TV/100 TCCA(1) %hogaresMEDIA BAJA (miles) Habitantes CON TVBolivia 1’000 14.3 11.9 66.3Colombia 8’000 22.0 11.6 94.9Costa Rica 705 21.6 15.7 65.6Cuba 2’071 18.9 1.1 n/aR.Dominicana 650 6.9 n/a n/aEcuador 1’500 13.4 10 21.8El Salvador 1’271 22.5 14.1 39.4Guatemala 510 5.2 12.4 60Panamá 410 16.6 4.6 n/aParaguay 300 6.5 8.1 n/aPerú 2’150 9.8 8.1 45.1

PAISES RENTA Nº Rx’s TV/100 TCCA %hogaresBAJA (miles) Habitantes CON TV

Haití 31 0.5 6.8 n/aHonduras 435 7.9 6.6 31.1Nicaragua 660 15.4 13.6 16.1

PROMEDIOS Nº RX’s TV/100 TCCA %hogaresANUALES (miles) Habitantes CON TV

PAISES RENTA N/A 24.1 6 82MEDIA ALTAPAISES RENTA N/A 19.8 5.2 73.6MEDIA BAJAPAISES RENTA N/A 11.8 22.4 48.6BAJA

PARQUE DE RECPETORES DE TELEVISION EN AMERICA LATINA

CUAD

RO 3

(1) TCCA: Tasa Compuesta de Crecimiento Anual 1984 -1994(Fuente: UIT, Indicadores de las Telecomunicaciones Mundiales, 1995)

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a país, el número de receptores de

TV, la densidad televisiva (re-

ceptores de TV por 100 habitan-

tes) y el porcentaje de hogares

que cuentan con televisión.

Considerando las tasas com-

puestas de crecimiento anual, se

estima en 114 millones el número

de televisores existentes en 1997

en América Latina.

Si consideramos los indicadores

de América Latina y los compara-

mos con los promedios mundia-

les, podemos apreciar que los

países de renta media alta de

América Latina tienen un mayor

porcentaje de hogares con tele-

visor, así como una mayor pene-

tración de este servicio con respec-

to al promedio mundial; en el ca-

so de los países de renta media

baja estos indicadores coinciden

con los promedios mundiales, mien-

tras en el caso de los países de

renta baja, sus indicadores son

inferiores a los del promedio mun-

dial para dicha categoría.

Se estima que el mercado de la

televisión digital representará

centenares de miles de millones

de dólares en los próximos diez

años. Con las oportunidades de

mercado que ofrecerá una

norma única mundial, se espera

que un gran número de o-

peradores de radiodifusión

empiecen a transmitir con el

sistema de video digital en el

próximo año.

Esta importante deci-

sión pone fin a décadas

de fragmentación del

mercado de la televi-

sión, lo que beneficiará

a los consumidores de

todo el mundo.

Las transmisiones ana-

lógicas irán desapare-

ciendo poco a poco. En

los Estados Unidos se

ha propuesto un plazo

de diez años y en

Europa se espera que

esta transición dure un

mayor tiempo. Se ha

previsto que, según

vaya produciéndose el

tránsito de la

transmisión analógica a

digital, los receptores

analógicos se equipen

con dispositivos de

adaptación multimedia

para que puedan deco-

dificar y procesar la

señal digital. Esto prolongará la

vida del aparato y permitirá que

el mercado de equipos madure

antes de imponer a los consu-

midores el cambio.

Los fabricantes de microcir-

cuitos ya han anunciado que es-

tán preparados para comenzar la

producción en masa de los com-

ponentes necesarios para los

decodificadores que se inte-

grarán en los nuevos aparatos de

televisión. En la actualidad hay

en todo el mundo 1 288 millones

de aparatos de televisión que ha-

brá que reemplazar con el tiem-

po, lo que representa un enorme

mercado.

La FCC ha aprobado el inicio de

las transmisiones digitales de

televisión de alta definición en

los Estados Unidos para el año

1998 ; se espera que en un plazo

relativamente corto se deban

cambiar 230 millones de recep-

tores de TV, a un costo estimado

de 150,000 millones de dólares.

Al efectuar este anuncio, el Presi-

dente Clinton estimó que la re-

conversión de la televisión ana-

lógica convencional a la televi-

sión digital de alta definición se

efectuaría en un plazo de 8 a 10

años. En ese plazo los hogares

norteamericanos tendrán que

reemplazar sus receptores analó-

gicos por receptores digitales, a

riesgo de quedarse con la pan-

talla vacía.

En 1992, cuando se presentó el

primer plan tentativo para la

conversión de la televisión al

sistema digital de alta definición,

se previó un período de transi-

ción de 15 años. Durante ese

tiempo, se esperaba que cada

emisora debería operar dos

canales: el actual y uno nuevo

para la televisión digital de alta

definición, al que sólo podrían

acceder aquéllos que se hubie-

ran equipado con los nuevos

receptores. El plan daba por

sentado que en dicho período la

gran mayoría de hogares ya

habría descartado sus recep-

tores analógicos. Estados Unidos

6. E

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ATEG

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congeló dicho plan al aceptar en

la UIT retirar su norma y apoyar

la definición de la norma mundial

aprobada en abril de este año.

Al haberse tomado la decisión de

introducir la televisión de alta

definición con la norma mundial,

se espera que el gobierno nortea-

mericano convoque en breve la

licitación para los nuevos cana-

les. Se estima que el gobierno

podría obtener en dicha licitación

unos 15,000 millones de dólares.

Dos poderosos sectores industri-

ales se disputan el gran mercado

de los receptores digitales para

la televisión de alta definición.

Por un lado están los tradi-

cionales fabricantes transnacio-

nales de equipos electrónicos

domésticos que desean conquis-

tar este importante mercado.

Anuncian el lanzamiento en 1998

de receptores digitales capaces

de recibir la televisión de alta

definición y sonido con calidad

de CD. Se estima que dichos

receptores tendrán un costo

inicial de 2,000 a 3,000 dólares,

dependiendo de que tengan ac-

ceso a los sistemas de recepción

directa por satélite.

El otro sector industrial que ha

anunciado su entrada al merca-

do de los receptores digitales de

televisión de alta definición es la

industria de las computadoras,

que consideran tener ventajas

comparativas en este nuevo

mercado. Se están anunciado las

“PC’s Panorámicas” de gran pan-

talla que ofrecerán las ventajas

de la televisión y de la compu-

tadora en el mismo aparato.

Varios fabricantes norteame-

ricanos de computadoras esti-

man que un alto porcentaje de

los 15 millones de computadoras

que se venden en ese país in-

cluirán un receptor de televisión

digital. Se estima que los precios

de estos equipos serán, al inicio,

ligeramente superiores a los

receptores digitales producidos

por la industria de electrodo-

mésticos.

Ya se han iniciado los primeros

pasos de lo que parece ser una

batalla comercial de grandes

dimensiones. La industria de las

computadoras está interesada

en completar el equipo de

televisión de alta definición, con

posibilidades de poder incursio-

nar en internet y tener acceso a

juegos en línea, correo electró-

nico y otras diversiones inte-

ractivas.

La industria de electrodo-

mésticos confía en su dominio del

mercado y hace notar que el 99

% de los hogares en los Estados

Unidos tiene al menos un televi-

sor, mientras que a 15 años de su

introducción la industria de las

PCs ha logrado una penetración

de sólo el 35% de los hogares.

Los efectos de la globalización

harán que tarde o temprano la

televisión digital se introduzca en

nuestro continente y

probablemente se inicie

en aquellos países de

mayor desarrollo

relativo.

Las grandes ventajas

que tiene la televisión

digital con respecto a la

televisión analógica

hará que con el tiempo

esta última tienda a

desaparecer, como ya

ha sucedido con la te-

levisión en blanco y

negro y las transmi-

siones monofónicas en

FM. Así como en tecno-

logía existen las “tecno-

logías asesinas” que

eliminan aquellas que

ofrecen mejores pres-

taciones a menor pre-

cio, existen también las

“aplicaciones tecno-

lógicas asesinas”, que

van eliminando apli-

caciones, como las an-

tes mencionadas: tele-

visión monocromática

y transmisiones

monofónicas en FM.

Pese a los cambios regulatorios

producidos en los últimos años

en la Región, y a la tendencia de

liberalizar la prestación de los

servicios de telecomunica-

ciones, la introducción de este

servicio en cada uno de los

países requerirá de las autori-

zaciones respectivas, ya que al

hacer uso del espectro, debido

la regulación internacional,

7. A

SPEC

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ción

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a dichas estaciones requieren de

una licencia emitida por el esta-

do donde opera la estación.

Consideramos conveniente que

los centros académicos colabo-

ren con las administraciones de

telecomunicaciones nacionales,

estudiando, entre otros, los

siguientes aspectos que puedan

servir como guía para la intro-

ducción de la televisión en sus

respectivos países, o que en el

ámbito de FELAFACS se realicen

estos estudios a nivel regional o

subregional.

7.1. Aspectos técnicos

Los principales aspectos téc-

nicos a considerase en este estu-

dio figuran en los puntos 4.1.1 y

4.1.2 del presente documento.

Estos aspectos están relaciona-

dos con el establecimiento de un

Plan Nacional de Frecuencias

para el Servicio de Televisión,

que facilite la introducción de la

DTTV, optimizando la utiliza-

ción del espectro mediante

técnicas como las ya señaladas

de reutilización de frecuencias

y, en los casos que sea necesario,

mediante la utilización de cana-

les adyacentes.

Habrá que tener en cuenta que,

a diferencia de los factores que

se consideraron en la década de

los setenta cuando se tuvo que

optar por uno de los sistemas de

televisión a color, en el caso de

la televisión digital los recep-

tores analógicos no son com-

patibles con señales digitales,

como sí lo eran los televisores

monocromáticos con respecto a

las transmisiones a color. Lo que

significa tener que usar en una

fase de transición convertidores

que permitan recibir la señal

digital con un receptor analó-

gico, con lo cual se perderían las

ventajas intrínsecas de la señal

digital o tener que usar recep-

tores digitales, que en su fase de

introducción tendrían precios

elevados.

7.2. Aspectos económicos

Los principales aspectos econó-

micos a considerar serían los

siguientes:

* Costos de renovación del parque

de receptores. Como ya se ha

visto, se estima que en América

Latina existe un parque de

receptores de televisión analó-

gica del orden de los 114 millo-

nes; los porcentajes de hogares

con televisión varían de país en

país, pero en promedio están

encima del 60%. Hemos visto

también que el costo estimado

de cualquiera de los tipos de

receptores digitales, estará enci-

ma de los dos mil dólares. Estos

datos, entre otros, necesitan ser

considerados en un estudio

sobre costos de renovación del

parque de receptores.

• Costos de adecuación de los

transmisores terrenales para

transmisiones digitales. Los

transmisores analógicos requie-

ren de readecuaciones para po-

der operar con técnicas digita-

les. Los sistemas de antenas y

líneas de transmisión, no

requerirán de mayores modifica-

ciones. Este factor es de gran

importancia para los radio-

difusores nacionales, que basan

sus transmisiones en estaciones

terrenales.

• Costos de producción. Los equipos

de producción requieren también

ser renovados por equipos

digitales de alta definición.

7.3 Otros aspectos a considerar

Producción de programas. Otros

aspectos que podrían conside-

rarse en el estudio podrían estar

relacionados con los aspectos de

incremento de la producción

transnacional, ya que será muy

difícil a las productoras latino-

americanas entrar a producir

programas de televisión digital

de alta definición, si no se prevén

plazos razonables para el inicio

de las transmisiones en esta nue-

va tecnología.

Impacto de la televisión directa

por satélite. Algunos países

están condicionando las licen-

cias de operación a este servicio

a que por lo menos uno de los

canales que transmita estos saté-

lites sea un canal nacional; ello

es posible ya que la capacidad

de estos satélites puede llegar a

140 canales.

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147

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CIA

S

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AFACOS - Asociación de Facultades Argentinasde Comunicación SocialAna Celina Puebla - PresidentaDepartamento de Ciencias de la ComunicaciónFacultad de Ciencias SocialesUniversidad Nacional de San JuanCereceto y Meglioli,(5400) Rivadavia, San Juan, ArgentinaTelf.: (5464) 231949 Fax: (5464) 235663

ABECOM - Asociación Brasileña de Escuelasde Comunicación SocialTupá Gomes Corréa - PresidenteEscuela de Comunicaciones y ArtesUniversidad de Sao PauloRua Prof. Lúcio Martins Rodrigues, 443Ciudad Universitaria Armando Salles OliveiraCaixa postal 819105508-900 Sao Paulo, SP BrasilTelf.: (5511) 8184477 / 8184478Fax: (5511) 8130596 / 8144764E-mail: [email protected]

AFACOM - Asociación Colombiana de Facultadesde Comunicación SocialAlvaro Rojas - PresidenteDivisión de Comunicación SocialCorporación Universitaria Autónoma de OccidenteCalle 9B Nº 29A-67A.A. 2790 Santiago de Cali, ColombiaTelf.: (572) 5553746 Fax: (572) 5581233

ASOCOM - Asociación Costarricense de Facultades,Escuelas y Carreras de Comunicación Social y PeriodismoEnrique Villalobos - PresidenteEscuela de PeriodismoUniversidad Autónoma de CentroaméricaColegio Studium Generale CostarricenseCalle 22 Av. 11-13 Nº 1133 Barrio MéxicoApartado 7651, 1000 San José, Costa RicaTelf.: (506) 2236766 Fax: (506) 2226528

ASEPECS - Asociación de Escuelas de Periodismo yComunicación Social de ChileJuan Jorge Faundes - PresidenteEscuela de PeriodismoUniversidad de Santiago de ChileAv. Ecuador 3650, Estación Central, Santiago, ChileTelf.: (562) 7794648 Fax: (562) 7791302

ADECOM - Asociación Dominicana de Departamentosy Escuelas de Comunicación SocialOnofre de la Rosa - Presidente

Departamento de Comunicación SocialFacultad de HumanidadesUniversidad Autónoma de Santo DomingoCiudad UniversitariaA.P. 1355 Santo DomingoTelf.: (1809) 5352513 Fax: (1809) 6821754

AFECSE - Asociación de Facultades deComunicación Social del EcuadorMarcelo Pérez Albán - PresidenteEdificio U.N.P. Iñaquito y Unión Nacionalde Periodistas, Quito, EcuadorTelf.: (5932) 461618 Fax: (5932) 244623

CONEICC - Consejo Nacional para la Enseñanza yla Investigación de las Ciencias de la ComunicaciónCecilia Cervantes Barba- PresidentaDepartamento de Estudios de la Comunicación SocialUniversidad de GuadalajaraPaseo Poniente Nº 2093, Jardines del Country A.P. 6-21644210 Guadalajara, Jal. MéxicoTelefax: (523) 8237505 / 8237632

APFACOM - Asociación Peruana de Facultades deComunicación SocialMercedes Apraiz de Barrenechea - PresidentaFacultad de Traducción, Interpretacióny Ciencias de la ComunicaciónUniversidad Femenina del Sagrado CorazónAv. Los Frutales s/n, Urbanización Santa MagdalenaSofía BaratApartado 0005, Lima 12, PerúTelf.: (511) 4364641 Fax: 4363247E-mail: [email protected]

APPACS - Asociación Puertorriqueña de ProgramasAcadémicos de Comunicación SocialMax Dueñas - PresidenteDepartamento de ComunicaciónUniversidad de Puerto RicoColegio Universitario HumacaoA.P. CUH Humacao, Puerto Rico 00792Telf.: (787) 8509334 Fax: (787) 8509466

CONVEICC - Consejo Universitario para la Enseñanza yla Investigación de la Comunicación SocialAdolfo Herrera - PresidenteEscuela de Comunicación SocialFacultad de Humanidades y EducaciónUniversidad Central de VenezuelaCiudad Universitaria, Caracas 1040, VenezuelaTelf.: (582) 6934231 Fax: (582) 6052847A

SOC

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S

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Profesor investigador de la Université Paris 8 - FranciaDirección: 7, rue Payenne, 75003 París. Teléfono: (332) 99361021

Fax: (332) 99141588

Arm

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diálogosde la comunicación

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Utopía yrealidadesdel vínculo

global.Para unacrítica del

tecnoglobalismo

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“Organizar una entidad que abar-

ca el planeta no es una empresa

baladí (...) Twirl, cuya inteligen-

cia era lúcida, observó que el

Congreso presuponía un proble-

ma de índole filosófica. Planear

una asamblea que representase a

todos los hombres era como fijar

el número exacto de los arque-

tipos platónicos, enigma que ha

atareado durante siglos la per-

plejidad de los pensadores. Sugi-

rió que, sin ir más lejos, don

Alejandro Glencoe podía repre-

sentar a los hacendados, pero

también a los orientales y también

a los grandes precursores y tam-

bién a los hombres de barba roja

y a los que están sentados en un

sillón. Nora Erjford era noruega.

¿Representaría a las secretarias,

a las noruegas, o simplemente a

todas las mujeres hermosas?

¿Bastaba un ingeniero para

representar a todos los ingenieros,

incluso los de Nueva Zelanda?”

J.L.Borges, “El Congreso”,

El Libro de Arena.

La interconexión generalizada de

las economías y de las socie-

dades mediante las redes técni-

cas de información y de comu-

nicación señala un salto cualita-

tivo en la trayectoria secular de

la idea “prebabeliana” de “comu-

nidad universal”1. Durante mu-

cho tiempo, el proyecto de espa-

cio jurídico como obra exclusiva

de actores estatales ha esfuma-

do el rol que desempeñaba en la

formación del nexo “internacio-

nal” el proyecto de “taller único”

y de “República mercantil uni-

versal” formulado por Adam

Smith desde 1776. La palabra

“internacional” prestada de la

lengua inglesa, aparece precisa-

mente por la pluma de especia-

listas del derecho de gentes en

vísperas del siglo XIX. El desa-

rrollo del nacionalismo moder-

no, que hace del territorio el fun-

damento de la soberanía y de

una comunidad imaginaria, así

como las formas adoptadas por

la dominación imperial de las

potencias europeas, luego de Es-

tados Unidos, y sobre todo la

Guerra fría, son algunos de los

factores que han privilegiado

una visión geopolítica de la in-

tegración mundial como resulta-

do de una concertación entre

potencias gubernamentales.

Orientándose durante los años

ochenta hacia los fundamentos

institucionales de los Estados-

nación, las lógicas de construc-

ción del macrosistema tecno-

financiero han modificado la

topología de los actores de la

esfera transfronteriza. El fin de

la tensión bipolar ha excitado

este ascenso de las relaciones

mercantiles en la configuración

del espacio-mundo. El empalme

de los Estados-nación con las

normas de las redes planetarias

es el preludio de una mutación

profunda del modelo económico

y social, es decir de las formas

de organización del conjunto de

las relaciones sociales en cada

sociedad. Para el enfoque de ese

nuevo momento de la historia de

la integración mundial ha apa-

recido la noción de globaliza-

ción. Tomada ella misma tam-

bién del idioma inglés, la ambi-

ción de esta palabra es cubrir el

proceso de unificación del cam-

po económico y por extrapola-

ción abusiva, dar cuenta de la

situación general del planeta y

de su porvenir. Ciertamente,

nadie puede negar que el tér-

mino globalización recubre una

serie de realidades nuevas llama-

das a cambiar profundamente

los modos de vida. Pero también

remite a una ideología. Forma

parte de esos términos trampo-

sos que se han naturalizado con

las lógicas mercantiles y que

contribuyen a disimular lo que

se pone en juego en la compleji-

dad de las nuevas formas de

interacción y transacción a nivel

planetario. Retomar la genealo-

gía del término revela ser impor-

tante si se desea que no crezca

la dificultad para distinguir qui-

meras de realidades en un cam-

po de representaciones ya am-

pliamente abierto a la mitología.

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La tesis de los ocasos

El sintagma “global” de-

buta tímidamente en su

trayectoria civil desde fi-

nes de los años sesenta.

Hasta entonces era el

feudo de los estrategas

militares del Pentágono,

que lo aplicaban a la su-

perpotencia soviética, “el

enemigo global” por exce-

lencia. Los satélites de in-

formación encargados de

supervigilarlo serán bau-

tizados como Global Posi-

tioning System. Con oca-

sión de la guerra de Viet-

nam el mediólogo cana-

diense Marshall McLuhan

lanza la expresión “Aldea

global”. Esta primera gue-

rra televisiva en directo

demuestra, según él, la

potencia de la imagen

electrónica para hacer

historia. Gracias a la capacidad

de convocatoria de la televisión,

un “verdadero comunismo pla-

netario” está instaurándose, mu-

cho más auténtico que aquél rei-

vindicado por los regímenes pre-

tendidamente comunistas.2 De

ahora en adelante el conductor

del reacomodo político del pla-

neta es el imperativo tecnoló-

gico. La complejidad de las

culturas y de las sociedades en

las que los mensajes aterrizan

cargan con el pasivo de esta

tecno-utopía.

Paralelamente la geopolítica em-

prende, con Zbigniew Brzezinski,

futuro consejero del Presidente

Carter para asuntos de segu-

ridad nacional y fundador de la

Comisión Trilateral encargada

de contener la crisis de “gober-

nabilidad de las democracias

occidentales”, la tarea de pensar

la evolución del enfrentamiento

entre bloques bajo el efecto de

la revolución tecnotrónica, fruto

de la convergencia de la com-

putadora, de las telecomuni-

caciones y de la televisión.3 Su

argumento central: la unificación

del mundo se ha acelerado sin-

gularmente bajo el efecto de la

expansión de las redes de infor-

mación y de comunicación; el

dominio de los dispositivos de

información y de cultura tiene el

rol cada vez más estratégico en

la definición de una “potencia

mundial”, puesto que la “diplo-

macia de las redes “está sustitu-

yéndose a la “diplomacia de la

cañonera”, el planeta va a deve-

nir entonces en “sociedad glo-

bal”, pero hasta ahora el único

país que por su poder de irradi-

ación merece el nombre de “so-

ciedad global” es Estados Uni-

dos, puesto que “comunica más

que cualquier otra sociedad”;

por esta madurez la sociedad

americana se ha tornado en el

faro que alumbra el camino de

las otras naciones. En términos

políticos esto quiere decir que

de ahora en adelante ya no se

puede hablar de imperialismo

cultural de Estados Unidos fren-

te al resto del mundo -tema que

sin embargo va a movilizar en los

años setenta numerosas teorías

y movimientos críticos de la he-

gemonía americana- puesto que

sus industrias culturales y sus

modas se han hecho naturalmen-

te universales, y proponen mo-

delos de vida, de comporta-

miento y de organización que

imitar. La “sociedad global” -ex-

presión inaugurada en ese enton-

ces, será la extrapolación del ar-

quetipo nacido y logrado en los

Estados Unidos.

De hecho, Brzezinski capitaliza

las tesis sobre los “ocasos” o “fi-

nes” que desde hace unos diez

años vende la ciencia política

americana -sobre todo en Politi-

cal Man (1959) de Seymour Mar-

tin Lipset y The End of Ideology

(1962): fin de lo político, fin de

la ideología, fin de las clases, fin

de los enfrentamientos.

En el mundo de los negocios el

papa del management ameri-

cano, Peter Drucker, prefería

desde inicios de los setenta a la

nueva era de expansión de las

grandes unidades económicas la

edad del Global Shopping Center,

cuya prefiguración veía en la

redes de producción y de distri-

bución de la empresa IBM.4 A lo

largo de la década los profetas

transnacionales de la globali-

zación empresarial no han deja-

do de señalar al Estado-nación

como el principal, realizando así

una inversión a largo plazo. La

World Business Class o Global

Business Community -pues tal es

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oel nombre que escogerá en los

años noventa para identificarse-

percibirá los dividendos cuando

vengan las desregulaciones -otra

palabra con trampa, puesto que

no se trata más que de un nuevo

modo de regulación en que el

Estado se deshace de algunas de

sus funciones y arregla el marco

del dejar hacer comercial- en

serie de las telecomunicaciones

y de los sistemas audiovisuales.

El Estado-nación es atacado por

dos flancos: cuestionado por ser

demasiado grande para los

pequeños problemas, también se

le critica ser demasiado pequeño

para los grandes problemas.5

Estas sedimentaciones son

esenciales para comprender el

depósito de creencias que sub-

yace a los usos contemporáneos

de la palabra.

La empresa-red: una visión

cibernética del mundo

La entronización de la noción de

globalización no ocurrirá sino en

los años ochenta, bajo los aus-

picios de la geoeconomía, y no

bajo los de la geopolítica, bajo

el timón del pragmatismo del

mercado y no bajo las especu-

laciones de sociólogos o poli-

tólogos. La ocasión se debe a la

vez a una evolución de la gestión

de ciertas empresas trans-

nacionaels y a la globalización de

la esfera financiera, único sector

económico internacional en

haber realizado la interconexión

generalizada de sus actividades

y de sus redes de información y

de comunicación en tiempo real.

Antes de acabar esa década, esta

visión nacida en el corazón del

planeta de la geofinanza habrá

impregnado al conjunto de los

sectores de la geoeconomía y ha-

brá masificado sus audiencias.

Retrospectivamente los teóricos

de la gestión reivindican haber

estado en los orígenes de la idea.

Escuchemos a uno de ellos ex-

presarse en el diario Le Monde

en febrero de 1997 con ocasión

del Foro Económico de Davos

(Suiza) que reune anualmente a

los directivos de las empresas de

las grandes compañías llamadas

globales en torno al destino del

planeta: “desde hace tiempo el

gran proyecto de las empresas

que operan a escala interna-

cional es la mundialización, y

son ellas las que, sobre el te-

rreno, arman el discurso sobre

la globalización (...) Este trabajo

tiene diez años para las grandes

empresas. Para ellas, el término

globalización no es sólo un

concepto intelectual, sino una

realidad cotidiana. Lo que es

nuevo, es que hoy en día son los

políticos y los pensadores quie-

nes toman la posta para con-

ceptualizar ese fenómeno de

mundialización”.

El marco global inspira una

doctrina de la organización de la

empresa en la edad de las redes.

Es esta doctrina corporativa que

es extrapolada como fundamen-

to de la reorganización del plane-

ta, y por consiguiente presenta-

da como conforme al interés de

todos. Y es así que, repetida a lo

largo de una vasta red transn-

acional de enseñanza de ciencias

de la gestión, de best sellers

sobre el reengineering gerencial,

de workshops, de lobbying y de

organizaciones corporativas, la

Global Business Class se cons-

truye como elite mundial y no

deja de naturalizar nociones que

sirven a cualquiera para nom-

brar al mundo. Ironía de la his-

toria: ¡Es uno de los pocos gru-

pos sociales que todavía osa

reivindicar la calidad de “clase”!

La edad de las redes sucede al

modelo jerarquizado del fordis-

mo y sobre la vía a la “empresa-

red”. La firma global y “relacio-

nal” responde a una estructura

orgánica en la que cada parte

supuestamente sirve al todo.

Garante de la fluidez, la comuni-

cación -interna, como hacia el

exterior- debe estar omnipre-

sente. Toda falta de “interopera-

bilidad” entre las partes, toda

ausencia de intercambio de flu-

jos conlleva el riesgo de atascar

al sistema. La comunicación es

ennoblecida al juntarse con las

teorías de la organización. Un

lema rige esta lógica de la

empresa, la “integración”. Tra-

duce la visión cibernética que

tienen del mundo los gerentes.

Integración de escalas geográ-

ficas, pero también de la concep-

ción, de la producción y del

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consumo, incluso entre esferas

de actividad separadas. Pensan-

do, por ejemplo, en la búsqueda

desenfrenada de sinergias entre

las industrias del continente y

las del contenido, el hardware y

el software. Lo local, lo nacional,

lo internacional ya no son

niveles compartimentados, sino

interactivos. El consumidor

pierde su carácter de agente

pasivo para ser promovido al

rango de “co-productor” o “pro-

sumidor”, en revelador matrimo-

nio semántico.

El estilo de vida global

Los grandes grupos de comu-

nicación han contribuido am-

pliamente a la construcción del

tecnoglobalismo a lo largo de los

años ochenta, periodo bendito

de florecimiento del mito comu-

nicacional. A través de su visión

experimental de la cultura ha

comenzado a tener sentido un

discurso sobre la convergencia

“cultural” y el fin de la hetero-

geneidad cultural -declive del

discurso de los “fines” (de lo so-

cial, de lo político, de la historia,

de la ideología).

Citemos a modo de ilustración

un extracto de la literatura pro-

mocional de los discursos que

han acompañado a estos grupos

globales en sus sagas de con-

quista (a menudo jalonadas por

fracasos estentóreos cuyo em-

blema es el grupo Maxwell) del

mercado mundial: “Vivimos una

era de comunicaciones globales.

Científicos y tecnólogos han

realizado lo que desde hacía

tiempo los militares y los po-

líticos habían intentado estable-

cer sin lograrlo: el imperio glo-

bal (...) Mercado de capitales,

productos y servicios, gerencia

y técnicas de fabricación se

tornan en globales por natu-

raleza. Resultado, las empresas

ven que deben competir cada

vez más a través del mundo

entero en el global marketplace.

Este nuevo desarrollo emerge en

el mismo momento en que las

tecnologías avanzadas transfor-

man la información y la comu-

nicación”.6 Más allá de la mega-

lomanía de esta afirmación, se

juega la suerte de una batalla por

la interpretación de la historia en

torno a esta noción de “globa-

lización”.

Hechos explícitos por un teórico

del marketing y de la gerencia,

los presupuestos que subyacen

a esta prosa creadora de la ima-

gen del desempeño de una firma

son: “Lejos está el tiempo de las

diferencias regionales o nacio-

nales (...) Las diferencias debi-

das a la cultura, a las normas, a

las estructuras son vestigios del

pasado (...) La convergencia, ten-

dencia de cada cosa a volverse

como las otras, empuja al mer-

cado hacia una comunidad glo-

bal”. O más explícito todavía:

“Cada vez más en todos lados,

los deseos y los comportamien-

tos de los individuos tienden a

evolucionar de la misma manera,

ya se hable de Coca Cola, de mi-

croprocesadores, de jeans, de

películas, de pizzas, de produc-

tos de belleza o de máquinas

fresadoras”.7 Lo que permite el

advenimiento de esta converging

commonality, este espacio de

intercambios comerciales homo-

géneo, es el InfoTech, base de la

“República de la Tecnología”. No

se niega la existencia de mer-

cados segmentados, de merca-

dos compuestos por grupos so-

cial, económica y demográfi-

camente diferentes. Pero se pos-

tula que esos segmentos corres-

ponden más a una lógica global

que a lógicas nacionales. Grupos

de personas similares residentes

en países distintos pueden tener

las mismas necesidades y las

mismas demandas por los mis-

mos productos. Hay más seme-

janzas entre grupos que viven en

ciertos barrios de Milán, París,

Sao Paulo, Nueva York que entre

un habitante de Manhattan y uno

del Bronx. De ahí vino la decisión

de elaborar tipologías trans-

fronterizas de estilos de vida o

de “mentalidades socio-cultu-

rales” que agrupan y clasifican a

los individuos en consumption

communities (comunidades de

consumo) en base a sus con-

diciones de vida, sistemas de

valores, prioridades, gustos y

normas. Segmentación y globa-

lización aparecen por lo tanto

como dos facetas de un mismo

proceso que llevan al mundo

hacia esta commonality de la que

hablábamos más arriba. Nada

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osorprendente en esto, cuando se

sabe que desde sus primeras

aplicaciones bajo el fordismo de

los años veinte, el marketing se

definió como una operación tác-

tica de división y recorte del

mercado y de los blancos por to-

car a fin de alcanzar el objetivo

estratégico de cubrir el íntegro

de un territorio. La segmenta-

ción del campo del consumo -lo

que llamo la taylorización del

consumo- progresa a medida que

se perfeccionan la banca y las

bases de datos informatizadas y

otras técnicas del mapping o

cartografía socio-económico-cul-

tural de los blancos.8

La denominada cultura global

busca “universales”. El discurso

sobre el “mercado único de

imágenes” se apoya en la “capita-

lización de las referencias y de

los símbolos universalmente

reconocidos”. Si hay “conver-

gencia cultural de los consumi-

dores” o confluencia de actitu-

des y comportamientos hacia un

“estilo de vida global” es por que

antes ha habido inversiones en

“educación del consumidor” des-

tiladas a través de los años en la

publicidad, en películas y en pro-

gramas, especialmente los de

Estados Unidos considerados

“soportes naturales de univer-

salidad”.

Esta alfabetización mediática

con un gran denominador plane-

tario ha planteado las premisas

de la “Aldea global”, que se reto-

ma obviamente del profesor de

Toronto. Un fenómeno que viene

a culminar la multiplicación de

flujos alimentados por los viajes

de negocios, el turismo, la coci-

na, la moda o la decoración de

interiores. Pero según los de-

fensores de la idea globalitaria,

“el factor más importante en la

aceleración del desarrollo de un

estilo de vida global único (single

global lifestyle) sigue siendo la

lengua inglesa, agente de homo-

geneización por excelencia, que

es impuesta como lengua univer-

sal”.9 Subrayada por casos que

crean escuela, la epopeya de tal

o cual empresa o marca global -

Coke, Marlboro, Levi-Strauss,

Pepsi, IBM, McDonald’s, Nike -

pero también Adidas o Nestlé-

deviene así en el gran relato de

la ubicuidad de un estilo de vida

cuya globalización es enfatizada

por la expansión vertiginosa de

las redes de información y

comunicación.

Otros teóricos de este campo se

muestran más cautelosos. Pues

la mayoría de los fracasos de las

estrategias globales -anotan és-

tos- vienen precisamente de una

falta de sensibilidad cultural, de

reconocimiento de valores, o de

actitudes que hacen que una es-

trategia exitosa en un país revele

ser nefasta en otro. Así ha nacido

la idea de la necesidad de tomar

en cuenta los diferentes niveles,

local, regional, internacional, y

pensarlos simultáneamente. Es-

te imperativo es designado por

el neologismo glocalización, lan-

zado por los especialistas japo-

neses, fruto de una contracción

entre lo local y lo global. Pero en

esta querella casuística no está

el centro del problema. Después

de todo, lo que separa a unos de

otros no son más que divergen-

cias en cuanto al ritmo de la

construcción de este espacio

global y de las modalidades por

seguir para acceder a él. Con ese

término se está también apos-

tando a que la oscilación entre

lo macro y lo micro, entre la

lógica de los grandes conjuntos

y las lógicas de proximidad

permanecerá todavía mucho

tiempo como un rasgo consti-

tutivo del proceso de construc-

ción del mercado mundial in-

tegrado. La “masificación” alter-

na con “desmasificación”, con la

segunda contribuyendo a hacer

retroceder los límites de la pri-

mera, a vencer las resistencias a

la “estandardización universal”.

Las pan-televisiones tipo CNN se

han dado cuenta rápidamente

“descentralizando” sus emisio-

nes globales. Y no hablemos de

las redes globales de publicidad

que son maestras en combinar lo

macro con lo micro. La aproxima-

ción unificada en el nivel estra-

tégico se conjuga con las modali-

dades tácticas de una autonomía

capaz de enlazar los pliegues y

repliegues de territorios y de

contextos particulares.

La objeción más pertinente al

tecnoglobalismo viene de los

economistas críticos. “La empre-

sa global (y por consiguiente la

economía global que supues-

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tamente conduce) es un proyec-

to más que una realidad”, nos

dice Robert Boyer, quien preci-

samente titula su artículo “Las

palabras y las realidades” en el

que pasa revista a los señuelos

del pensamiento gerencial afilia-

do a la totalidad mundial.10 Aña-

damos por nuestro lado que por

ser incompleto (y forzosamente

por las incertidumbres que

resultan del futuro del proceso),

el discurso sobre la globaliza-

ción constituye una pieza clave

en el dispositivo de la gestión

simbólica del modelo económico

y social ligado a la nueva fase de

la desterritorialización de los

mercados. Todo ocurre como si

“comunicar” (es ahora una fun-

ción reconocida como “geren-

cial” por la empresa) provocase

el advenimiento de la realidad,

como si el efecto del anuncio

apurase el acontecimiento. El

imaginario gerencial tiene por

función “levantar” el proyecto

dándole a realidades parceladas

la coherencia de un orden

denominado global.

La libertad de expresión

comercial

Lo que confiere a esas visiones

empresariales del futuro del

mundo su importancia estraté-

gica, es el lugar hegemónico que

el actor Empresa ha adquirido en

la vida social. La doctrina ge-

rencial es una maquinaria de

guerra política al servicio de

intereses de la Global Business

Community que entiende reducir

a la “comunidad global” a su ú-

nica definición. La mirada es-

tratégica de los actores globales

del mercado no deja de modifi-

car las reglas de juego en materia

de regulación de las redes de

comunicación. Como prueba, las

tomas de posición y las acciones

de lobbying de sus organizacio-

nes corporativas para orientar

para sí las estrategias de regu-

lación pública de los flujos cul-

turales. El desplazamiento del

debate sobre ese asunto esencial

hacia el GATT (Acuerdo General

sobre Tarifas Aduaneras y Co-

merciales, rebautizado en 1994

OMC u Organización Mundial de

Comercio) como sede institu-

cional de la controversia es re-

velador. El hecho que la cultura

sea considerada en este orga-

nismo técnico de Naciones Uni-

das como un rubro de los flujos

inmateriales e invisibles catalo-

gado “servicios” pone de mani-

fiesto la centralidad adquirida

por la concepción economicista

de los intercambios culturales en

simbiosis con el tecnogloba-

lismo.

Las posiciones que se enfren-

taron en el seno del GATT y en

las discusiones entre la Unión

Europea y los Estados Unidos

desde los años ochenta en torno

a los flujos de información y de

comunicación son una lección

política. No hablo aquí sólo so-

bre los debates de productos au-

diovisuales, sino de los refe-

rentes a la expansión de los espa-

cios publicitarios y la consti-

tucion de bancos de datos sobre

perfiles socio-culturales indivi-

duales, esenciales para el mar-

keting de segmentación de públi-

co-objetivos y cuya expansión

mundial tropieza con el principio

del respeto a los datos perso-

nales. La protección de los datos

personales ha sido en efecto

objeto de una “directiva” de la

Unión Europea que Washington

juzgó ser inadmisible.

Una enseñanza mayor de esas

controversias es la que aporta la

tensión aparecida entre una

concepción de la libertad de

expresión trasladada a “libertad

de expresión comercial”, y la

libertad de expresión definida

por la declaración de los

derechos humanos. De un lado,

el derecho de dejar a la auto-

disciplina y la autoregulación de

los actores la responsabilidad de

determinar los espacios sociales

susceptibles de ser abiertos a la

expansión de la razón publi-

citaria. Del otro, la concepción

de la libertad de expresión como

condición de existencia de una

esfera pública y de instancias de

control democráticas. Es en este

contexto que ha emergido la

noción neopopulista de global

democratic marketplace, pieza

clave de legitimación del libre-

cambismo. Sólo el libre arbitrio

del consumidor en el mercado de

la oferta libre debe regir la circu-

lación de los flujos culturales. En

los debates en el seno del GATT

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oacerca de la necesidad de una

regulación de los flujos de pro-

gramas, este axioma sobre la

“soberanía absoluta del consu-

midor” ha llegado a la boca de

Jack Valenti, presidente de la

MPEEA (Motion Picture Export

Association of America): “Déjen-

los ver lo que quieran. Denles la

libertad de apreciar. Demos

confianza a su buen sentido. La

única sanción aplicada a un pro-

ducto cultural debe ser su fraca-

so o su éxito en el mercado”. O

más aún: “Déjenlos determinar lo

que quieren ver, así como de-

terminan por quien van a vo-

tar”.11 La mímesis de la lengua de

la mercancía en la de la esfera

pública es completa. Las obje-

ciones que se tiene derecho a

hacer a esta concepción mer-

cantil de la libertad son de in-

mediato calificadas por los lob-

bies de tentativas de establecer

la censura.

Semejantes argumentos hacen

caducar los numerosos debates

sobre la necesidad de formular

políticas públicas en este campo

y y dan nueva vida a la vieja

doctrina del free flow of informa-

tion. Es a partir de esos argumen-

tos que los organismos empre-

sariales se han tornado en partí-

cipes esenciales de la prepa-

ración de los expedientes y de la

toma de decisiones en el modelo

de implantación de los macro-

sistemas de información y de

comunicación. La decisión his-

tórica tomada en febrero de 1995

por los países del G7 reunidos en

Bruselas por primera vez en

torno a la cuestión de la “socie-

dad global de la información”, de

remitirse a los actores del mer-

cado para construir esta infraes-

tructura “vial” informatizada es

más que una seria advertencia.12

Tanto más cuando se sabe que

la sociedad civil organizada es a

lo sumo una convidada de pie-

dra en esas reuniones.

La tecnología redentora

A la tecnología se le pide redimir

al mundo. Celebrada en tanto

creadora de una “nueva agora”,

anuncia el fin de los grandes

desequilibrios sociales y eco-

nómicos del planeta. Punto de

convergencia de la geopolítica y

del discurso gerencial de la geo-

economía, esta concepción re-

dentora de las redes impregna el

proyecto de las autopistas de la

información, bautizado por su

conceptor, Albert Gore, vicepre-

sidente de los Estados Unidos,

Global Information Infrastructure

(GII). En su discurso a los delega-

dos de la Unión Internacional de

Telecomunicaciones (UIT) reu-

nidos en Buenos Aires, dijo en

1994: “La GII va a ofrecer una co-

municación instantánea a la gran

familia humana(...) No será sólo

una metáfora de la democracia

en marcha: en realidad estimu-

lará el funcionamiento de la de-

mocracia aumentando la parti-

cipación de los ciudadanos en la

toma de decisiones. Favorecerá

la capacidad de las naciones

para cooperar entre ellas (...)

Veo una Nueva Edad ateniense

de la democracia que se forjará

a través de los foros que la GII

cree”.13

Esta relación mítica entre la red

y la democracia directa no data

por cierto de hoy. En cada ge-

neración técnica, desde el telé-

grafo óptico y el ferrocarril, esta

creencia de connotación fran-

camente religiosa se ha reci-

clado. La comunicación ha com-

partido siempre con la religión

la misma función de religare,

decían los discípulos de Saint-

Simon en el siglo XIX.14 ¿La

invocación a la “gran familia hu-

mana” no ha dado acaso sus

primeros pasos bajo el signo de

la escatología de la Iglesia de

Roma?

Pero a proximidad del tercer

milenio, estamos lejos del tiem-

po en que la profecía podía aún

aparecer como monopolio de

reformadores o de francotira-

dores. La tecno-utopía se ha con-

vertido en un arma ideológica de

primer orden en los tráficos de

influencia, con miras a natu-

ralizar la visión librecambista del

orden mundial. La elaboración

de escenarios futuristas se ha

tornado en profesión lucrativa.

Como dicen los expertos, hay

que cuidar el “arte de propagan-

dizar (propagandize) el futuro”.

Todos los grandes gurús de la

informática tienen su propio

“think tank” que vende ese tipo

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de servicios profesionales. Aquél

en el que participa el profesor

del MIT Nicholas Negroponte,

accionista de la revista Wired,

biblia de los conectados, se lla-

ma simplemente Global Business

Network. Pero dura es la caída

del angelismo. El último discurso

de la administración americana

en julio de 1997, ha cambiado la

idea de los El dorados de la

democracia numérica por la del

espacio digitalizado del libre

intercambio de mercancías. El

imaginario del planeta segmen-

tado de las comunidades virtua-

les se junta con el pragmatismo

de las consumption communities

globales, predilectas de los

especialistas del marketing.

Esta naturalización de los

modelos económicos del neo-

liberalismo conlleva forzosa-

mente amnesia. Se omite que los

laboratorios de la economía de

mercado a los que hoy en día ha-

cen referencia los países que

quieren arrimarse al primer mun-

do no eran seguramente mode-

los de democracia, puesto que

eran propulsados por los más

feroces regímenes autoritarios.

Se olvida que, dado su costo so-

cial inconmensurable, el modelo

global de reorganización pone el

precio del refuerzo de la “segu-

ridad” (de clase, a escala nacio-

nal, como internacional) y que la

lógica pesada del ghetto seguri-

tario participa tambén ella en la

creación del uso de las nuevas

tecnologías de la información. A

fuerza de oir decir que el estado

está moribundo, esto se cree y

no se atribuye más importancia

al rol que asume en la reestruc-

turación de las industrias infor-

macionales de la defensa en los

grandes países industriales, co-

mo tampoco en las evoluciones

de la doctrina militar de segu-

ridad nacional en función del

nuevo contexto de la compe-

tencia en el mercado. La regla en

este terreno es la opacidad.

Contra el aburrimiento y la me-

diocridad: ¡Gerentes e Intelec-

tuales, unidos en la misma pelea!

¿Cómo interpretar de otro modo

el alegato vigoroso lanzado en

1993 por Peter Drucker en favor

de una vasta alianza alrededor

de la edificación de la “sociedad

post-capitalista”, o como Bill

Gates de un “capitalismo libera-

do de fricciones”: “Sus puntos de

vista se oponen, pero se oponen

como dos polos indisociables,

no contradictorios, afirma. (...)

Cada uno tiene necesidad del

otro (...) El intelectual, si no es

complementado por el gerente,

crea un mundo en el que cada

uno hace lo que quiere, pero en

el que nadie hace nada. El mundo

del gerente, si no es comple-

mentado por el intelectual se

torna en una burocracia de un

gris embrutecedor en el que

manda el hombre de la orga-

nización. Pero si encuentran su

equilibrio, pueden entonces na-

cer la creatividad y el orden, el

sentido de la misión y del lo-

gro”.15 Instrumental, la noción de

cultura en la era global remite a

una definición igualmente uti-

litarista del intelectual, que de

paso exhibe su connivencia con

la vulgaridad de un anti-intelec-

tualismo característico del popu-

lismo mercantil.

La comunicación-mundo

“La globalización significa

que usted nunca más se

verá obligado a pedir

disculpas”, ha escrito el

escritor y teórico de las

culturas populares mexi-

cano Carlos Monsiváis.

Símbolo del proceso gen-

eral de despersonaliza-

ción y de desnacionali-

zación, el vínculo está va-

ciando al mundo de sus

actores sociales. A fuerza

de pensarse como socie-

dades de responsabilidad

limitada, gestionarias de

la totalidad social, y de preten-

der regularla dándole confianza

a la autodisciplina del mercado,

las grandes unidades de la eco-

nomía mundial se han tornado

en sociedades desresponsabi-

lizadas. Al terminar los años cin-

cuenta, Roland Barthes hablaba

de la burguesía como “sociedad

anónima”.16 Hoy en día es la

World Business Class que convie-

ne aplicar esa patente. El aplo-

mo aparente de su proyecto

prometeico esconde en verdad

una fuga hacia adelante. Para

callar sus propias incertidum-

bres, los ideólogos del globalis-

II. L

AS

GR

IETA

S D

E LA

HIS

TOR

IA.

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omo plantean como verdades

científicas el resultado de un pro-

ceso cuyo futuro dista mucho de

estar inscrito en letras de már-

mol. En nombre del imperativo

categórico geo-tecno-financiero,

las sociedades se ven intimi-

dadas por la orden de aceptar la

desreglamentación del estado de

derecho como inexorable.

A fuerza de martillar que la

interdependencia creciente en-

tre las naciones, la multiplica-

ción de los actores y de las pues-

tas en juego y el así llamado de-

bilitamiento de las jerarquías en

el espacio mundial hace a tal

punto a la noción de poder “com-

pleja, volátil e interactiva”, que

se vuelve inconsistente y se

evade de todo análisis.17 Las res-

ponsabilidades en el sistema glo-

bal se diluyen al punto que ya no

hay medio de identificar a sus

actores, y por lo tanto no es posi-

ble ni necesario contemplar una

respuesta al proyecto globali-

tario. Así se termina de oscure-

cer la puesta en juego del poder

que implica la reorganización del

orden mundial que empezó bajo

el signo de la “Aldea global”,

como manera de negar las

diferenciaciones entre socieda-

des y la perdurabilidad de la

relaciones de fuerza y del interés

colectivo.

De la creencia globalista se

desprende una visión de la así

llamada sociedad de comunica-

ción como sociedad transparen-

te e igualitaria. En realidad, la

técnica y sus redes no han ce-

sado desde el inicio del siglo XIX

de cavar la separación entre el

mundo “desarrollado” y la otra

parte del planeta. Eso es lo que

han demostrado bien Fernand

Braudel y Emmanuel Wallerstein

en sus análisis sobre la forma-

ción de la economía-mundo.18

Esta ley del intercambio desigual

sigue un dato esencial para ana-

lizar las relaciones entre las eco-

nomías, las sociedades, las cul-

turas. Es de esas lógicas de ex-

clusión que trata de dar cuenta

ahora la noción de “comunica-

ción-mundo” una noción que re-

trotrae a la historia a la escena.19

Nuevas formas de competencia

por doquier oponen a los terri-

torios entre sí y generan usos

diferenciados. El proyecto de

globalización es portador de una

geografía social de dos veloci-

dades. “La guerra contra los po-

bres e incluso el genocidio de los

pobres está a la orden del día de

la modernidad”, decía el geopo-

lítico Joxe en un coloquio convo-

cado por el centro de estudios

interdisciplinarios de la UNAM

en enero de 1997.20 El horizonte

considerado insuperable es el

del “tecno-apartheid global” o de

la “economía de archipiélago”

con sus megalópolis de excelen-

cia tecnológica. Es ésta la reali-

dad que pintaba con lucidez el

comandante Marcos en agosto

de1997 al referirse a la guerra

generalizada contra los “deshe-

chables” del planeta neo-liberal

que abría la “cuarta guerra mun-

dial”: “La supresión de las fron-

teras comerciales -escribe- la

explosión de las telecomunica-

ciones, las autopistas de la infor-

mación, el potencial de los

mercados financieros, los acuer-

dos internacionales de libre co-

mercio, todo ello contribuye a

destruir a los estados-nación.

Paradójicamente, la mundia-

lización produce un mundo frag-

mentado, hecho de comparti-

mientos estancos apenas unidos

por puentes económicos. Un

mundo de espejos trizados que

reflejan la inútil unidad mundial

del rompecabezas neo-liberal.” Y

prosigue: “Es una de las para-

dojas de lo que llamo la cuarta

guerra mundial: destinada a

eliminar las fronteras y a unir las

naciones, provoca una multipli-

cación de las fronteras y una

pulverización de las naciones.

Pero el neo-liberalismo no

fragmenta sólo al mundo que

quisiera unificar, produce igual-

mente al centro político-econó-

mico que dirige esta guerra. Urge

hablar de la megapolítica.”21

Es sobre este mapa caótico de

fragmentaciones que se ins-

criben las nuevas modalidades

de oposición a la Realpolitik neo-

liberal. Lo que Marcos llama

“bolsones de resistencia”. Es

igualmente sobre este mapa que

trazan sus líneas lo que he lla-

mado las “redes parasitarias” y

lo que los geopolíticos bautizan

como “nuevos frentes planeta-

rios del desorden”, los “espacios

sombríos”, los “anti-mundos”.

Circuitos de la economía

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subterránea, redes mafiosas y

tráficos ilícitos (desde las drogas

hasta pedofilia pasando por el

contrabando electrónico), fren-

tes del integrismo, frentes de las

sectas, flujos transnacionales de

diásporas clandestinas.

Un sistema barroco

La representación tecnogloba-

lista es construida sobre una no-

ción de historia que recicla la

vieja ideología del progreso. “El

sentido de la historia está

amenazado a cada paso de des-

viarse y necesita ser incesan-

temente reinterpretado”, escri-

bía en 1955 Merleau-Ponty, refu-

tando el “esquema de la ma-

duración histórica” de la histo-

ria-modernidad-progreso o con-

cepción de la historia “en taja-

da”, como dirá más adelante

Braudel. “La corriente principal

no deja nunca de tener contraco-

rrientes o torbellinos. Ni siquiera

se da como un hecho. Se revela

sólo a través de asimetrías, so-

breviviencias, diversiones, regre-

siones; es comparable al sentido

de las cosas percibidas, a esos

relieves que cobran forma sólo

desde cierto punto de vista y

jamás excluye absolutamente

otros modos de percepción”.22 El

filósofo pionero de la fenomeno-

logía social responde a una vi-

sión compacta y abstracta del

sistema económico con la no-

ción de “sistema barroco”, más

adecuada para rendir cuenta de

la complejidad del sistema

económico concreto.

El globalismo niega esas grietas

de las historias desfasadas. Pe-

ter Drucker escribe: “El hombre

educado de mañana deberá

contar con vivir en un mundo

globalizado, que será un mundo

occidentalizado”.23 Revisadas y

corregidas por el nuevo dar-

winismo neo-liberal, vuelven a

aflorar las viejas doctrinas difu-

sionistas sobre el progreso lineal

formuladas por la etnología clá-

sica del siglo XIX y actualizadas

por las sociologías de la

modernización/westernization al

siglo siguiente en la batalla con-

tra el “subdesarrollo” de los años

sesenta y setenta. Los modelos

culturales de la modernidad sólo

pueden irradiar del centro hacia

la periferia. La modernidad del

primero cumple el rol de anti-

cipación del porvenir de la se-

gunda a condición que ésta siga

fielmente las fases canónicas de

la evolución por las cuales han

pasado las naciones adultas.

Las nuevas modalidades críticas

de aprehender la formación de

la modernidad que han emergido

en los ochenta contrabalancean

precisamente esta teoría de una

cultura de sentido único que le-

gitima la hegemonía ejercida en

la economía global por el “poder

triádico” (América del Norte, U-

nión Europea, Japón), otra ex-

presión de la concepción segre-

gacionista del mundo consagra-

da por el teórico nipón de la ge-

rencia Kenichi Ohmae.24 La idea

de progreso “necesario” definido

exclusivamente a partir de la ex-

periencia euro-americana de la

modernidad ha hecho crisis pre-

cipitando interrogantes acerca

de los procesos de apropiación

por culturas y territorios singula-

res de los flujos globales. Las

nuevas interrogantes en torno a

la alquimia de los cruces entre

lo “moderno” y lo “tradicional”

quiebra esta imagen de un ar-

quetipo de modernidad produc-

to del logocentrismo occiden-

tal.25 De Río a Bombay, de Tokio

a Singapur, de Seul a México, la

antropología cultural descubre

expresiones de modernidades

mestizas que fuerzan los anti-

guos polos de una modernidad

única a lanzar otra mirada sobre

su propia historia. Este cuestio-

namiento de un tipo ideal de mo-

dernidad lleva a ampliar la ob-

servación a un abanico más an-

cho de emisores de flujos globa-

les. No sólamente se toman en

cuenta las redes mediáticas, cre-

adoras de mediascapes, según la

expresión del antropólogo hindú

Arjun Appadurai calcada del

término inglés landscape, o pai-

saje, sino el conjunto de redes

que cortan el globo en ethnos-

capes, technoscapes, finanscapes

e ideoscapes.26 Piénsese por

ejemplo a los flujos y a los inter-

cambios culturales y financieros

desarrollados por las múltiples

diásporas -constantes o esporá-

dicas- legales o ilegales que

modelan los ethnoscapes trans-

fronterizos. El contrapunto de

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olos nuevos paisajes mestizos, pe-

ro ligadas inextricablemente a la

misma reconstrucción de los

procesos identitarios en la edad

de los flujos globales, hay insu-

rrecciones de la singularidad cul-

tural que responden a la amena-

za de homogeneización median-

te la recusación de la alteridad.

Estas vías de reflexión explora-

torias sobre la fragmentación y

la heterogeneidad del planeta in-

dican, si fuese necesario, los

límites del mediocentrismo que

caracteriza la tendencia a redu-

cir la ecuación cultural a un pro-

blema de cultura de masa, y a

inducir, a partir de la pan-difu-

sión de sus productos y de los

global events, la fusión de las

culturas bajo un coeficiente co-

mún de agrupamiento. Nunca se

repetirá lo suficiente: por un

lado, sólo el deseo es universa-

lizable, y no los bienes y los mo-

dos de vida que esas redes de

ubiqüidad comercial reflejan a

diario a través de las vitrinas de

los medios; por otro, es ilusorio

pensar que existe un isomor-

fismo de la emisión y la recep-

ción. El tiempo en que las socio-

logías de la modernización, cal-

cadas sobre la teoría matemática

de la información -formulada por

un ingeniero en telecomunica-

ciones- exaltaban a los medios

como agentes de la “revolución

de las expectativas crecientes”

ya pasó. En el horizonte se per-

fila el espectro de la “revolución

de las frustraciones crecientes”,

producto de la distancia que

separa las promesas de inte-

gración con estilo de vida global

de las situaciones de exclusión

en la vida concreta.

El retorno de las lógicas de

reterritorialización de los flujos

globales es obviamente ambi-

valente. El peligro reside en pre-

conizar a partir de ellas un rela-

tivismo cultural que se aviene

con la argumentación sobre el

libre arbitrio del individuo con-

sumidor. Alérgico a toda idea de

determinación social en nombre

del principio de la autorre-

gulación, el relativismo cultural

mostrado por el nuevo liberalis-

mo niega la necesidad de inter-

vención reguladora de parte de

las autoridades públicas como

de la sociedad civil en los asun-

tos de los actores de la geoeco-

nomía. Ese relativismo ha revela-

do ser paradójicamente un

aliado objetivo de las profesio-

nes de fe que refutan la univer-

salidad de los derechos huma-

nos en nombre de la diferencia

cultural. Así, el discurso del

oportunismo gerencial acerca

del respeto a las idiosincrasias

culturales se ha vuelto el sésamo

para la apertura de los nacio-

nalismos económicos al global

democratic marketplace.

La guerra semiótica

El término globalización sigue

siendo una noción gelatinosa.

Por cierto no rinde honor a la

“imaginación sociológica” que

reclamaba Wright Mills. Si bien

acoge tentativas críticas que lo

trabajan desde dentro y hacen

olvidar las connotaciones de su

origen gerencial, es también la

puerta por la cual ingresan los

discursos marcados por el com-

promiso con las lógicas estruc-

turantes del orden global. Protei-

forme, sirve sin embargo de

panacea. Se le comprende a Alain

Touraine, que en un coloquio

sobre globalización y democra-

cia organizado en Sao Paulo en-

tre las actividades del Congreso

latinoamericano de sociología en

agosto de 1997, decía a manera

de provocación “La gloabliza-

ción es el imperialismo con otro

nombre, purgado de la tensión

ideológica que el concepto

expresaba”.27 Tanto más com-

prensible la irritación del soció-

logo francés cuando desde los

años noventa han proliferado los

ensayos que reiteran como des-

de una antena liberadora: “El

imperialismo ha muerto. ¡Viva la

globalización!”, sobreestimando

el poder de un consumidor sobe-

ranamente libre en sus movi-

mientos y subestimando el peso

de las determinaciones que le

son ajenas en la nueva configura-

ción del planeta.28 En suma,

problematizando el tópico cen-

tral de la reformulación de las

formas de control de los afectos

y los impulsos en las grandes

multitudes que requiere la ex-

pansión del capitalismo mundial

integrado. A modo de respuesta

a esta nueva forma de confor-

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mismo que a menudo toma aires

de “radicalismo elegante”, nada

vale más que la ironía corrosiva

de Carlos Monsiváis citada más

arriba: “La globalización significa

que usted nunca más se verá

obligado a pedir disculpas”.

La confusión nace de la a-topía

social de las palabras que nos

sirven para nombrar al mundo.

El impulso actual de la ingenie-

ría social y cultural, lo que

Lazarsfeld llamaba “investiga-

ción administrativa”, que acerca

a la investigación (y a las teorías)

a la demanda operativa de los

actores económicos y da uso

acrítico a nociones lanzadas des-

de el mercado ahonda más la

ambigüedad. ¿Quién se atrevería

a negar que las lógicas tecni-

cistas y gerenciales sobrecargan

cada vez más nuestro campo de

estudio? ¿Quién puede negar que

el corolario es la disminución de

los espacios desde donde ejercer

la crítica de las instituciones

existentes? Sólo el cinismo o el

refugio en una torre de marfil

académica pueden impedir que

se admita que la market menta-

lity, según el término del histo-

riador Karl Polanyi, se ha vuelto

insidiosa en nuestra interdisci-

plina y que es una de las causas

del retorno de múltiples formas

de emprirismo. A falta de poder

cambiar el mundo, uno se con-

tenta con describirlo. La integra-

ción también está ahí a la orden

del día. El nuevo modelo econó-

mico exige la captación de vi-

veros de materia gris que habían

permanecido al margen de la

valoración capitalista. Es lo que

Antonio Gramsci llamaba el pro-

ceso de formación de intelec-

tuales orgánicos, esa categoría

que parece interesarle tanto a

Peter Drucker.

Será necesario aplicar algún día

las técnicas de la bibliometría

para evaluar los asincronismos

de la penetración de la semán-

tica de lo “global” en las diversas

realidades. Francia es uno de los

pocos países en donde la palabra

no está en olor de santidad. Se

ha optado masivamente por la

palabra “mundialización”. Sin

hacerme militante de esto (por

algo hablo de “comunicación-

mundo”), tendería sin embargo

a encontrarle al término “mun-

dialización” dos cualidades. Por

un lado, a diferencia del vocablo

desencarnado de globalización,

nacido a la sombra de las teorías

de organización de los sistemas,

se refiere explícitamente a la

palabra “mundo”. Esta presencia

es importante, pues nos dice que

en esta nueva fase de la historia

de la “asociación” de las socie-

dades humanas, no hay medio

de pensarse ni de pensar a la

nación sin pensar al mundo. Es

lo que hace decir al antropólogo

Marc Augé: “Todo individuo ha

tomado conciencia de perte-

necer al planeta. Todos son con-

temporáneos, pero en el seno de

una pluralidad. ¿Cómo pensar

juntos esta unidad del planeta y

esta diversidad de mundos que

lo constituye?”29 Por otro lado,

en el término mundialización

pesa sin embargo una memoria

histórica relacionada con la

historia de las redes sociales, in-

cluso si este aspecto es escasa-

mente mencionado en virtud de

que se le ignora. En efecto, la

noción data del comienzo de

este siglo y nació al medio de los

debates en torno a la necesidad

de instaurar una “comunidad de

naciones” que tradujese nuevas

solidaridades entre los pueblos.

Globalización connota unifica-

ción; mundialización reivindi-

caba unión. La diferencia es

grande. En todo caso, algo es

seguro: las grandes huelgas y

manifestaciones masivas france-

sas de fines de 1995 de los dife-

rentes sectores de los servicios

públicos (transportes, telecomu-

nicaciones, educación, hospi-

tales, electricidad), primera

rebelión de un país del G7 con-

tra el globalismo teleguiado por

los mercados financieros, han

hecho más para legitimar la no-

ción de mundialización que to-

dos los tratados académicos.

“Mal nombrar a las cosas es

añadir a la infelicidad del mun-

do”, decía el novelista Albert

Camus. Es muy probable que

estemos condenados por mucho

tiempo a comunicarnos entre

nosotros usando y abusando del

sintagma global. Pero como dice

Marcos, la “cuarta guerra mun-

dial” apenas empieza, y, añade,

esta guerra es también una

“guerra semiótica” contra todas

los discursos estereotipados.

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oEntre los numerosos términos

que, además del de globaliza-

ción, figuran a mi parecer con

rango de blancos en una guerra

declarada para la reconquista

del sentido, habrían tres nocio-

nes que en este último tiempo

han sido manoseadas por los

metadiscursos de la globaliza-

ción: la complejidad, el Todo, la

resistencia. Tres nociones indis-

pensables para volver a comen-

zar a “hablar de megapolítica”.

He aquí algunas notas de trabajo

a este respecto de las cuales he

hecho línea de conducta en mis

propias investigaciones.

• La complejidad. No usarla

como coartada. Hay que darle a

la idea toda su fuerza heurística,

la que permite superar la cau-

salidad unilineal e integrar la flui-

dez y la incertidumbre, sustitu-

yendo al paradigma disyunción/

reducción el paradigma disyun-

ción/conjunción.30 Hacerle la

guerra a los “discursos embudo”

que especulan profusamente

sobre la creciente complejidad

de nuestras sociedades pero en

la práctica alumbran una ecua-

ción de primer grado. La tesis

tecnoglobalista es un ejemplo de

la perversión de la noción. Reite-

rando que “las sociedades huma-

nas son cada vez más comple-

jas”, el discurso de sus opera-

dores permanece clasificador y

unidimensional. “I am optimistic”

clama Nicholas Negroponte,

goloso de complejidad en un

capítulo llamado “la edad del

optimismo” de su Being Digital.31

El positivismo optimista de los

profetas del ciberespacio, que

suponen que toda actitud crítica

sólo puede ser “pesimista” (y

por lo tanto “tecnófoba”), tradu-

ce un pensamiento maniqueo. El

proceso contradictorio de cons-

trucción de los usos sociales de

las tecnologías digitales desa-

parece para dar lugar a un evo-

lucionismo rudimentario.

• El Todo. No dejar la inter-

pretación de la historia del

mundo sólo al marco de la to-

talidad mercantil. Tratar de jun-

tar, de establecer “redes de signi-

ficaciones sociales” (de Cer-

teau). Intentar regresar de lo par-

ticular, de lo local, de lo frag-

mentario al “Todo”. El problema

no es por cierto de retomar los

esquemas de las totalidades abs-

tractas deifinidas por los Macro-

sujetos Poder/ Estado/ Sociedad

que marcaron las explicaciones

englobantes de antes de las rup-

turas con las concepciones mo-

nolíticas del poder que ocurrie-

ron a partir del fin de los setenta.

Ese trabajo es indisociable de un

retorno a la historia de larga du-

ración. Lo que implica tomar dis-

tancia frente a esta carrera por lo

actual en la que se han compro-

metido las ciencias de la infor-

mación y de la comunicación.

* La resistencia. Retirar la

noción de resistencia del univer-

so de la inconsistencia teórica y

del metabolismo neo-darwiniano

de la adaptación necesaria, sig-

nos de capitulación del intelecto,

tal nos parece ser uno de los de-

beres prioritarios del trabajo in-

telectual crítico. Despejar la am-

bigüedad generada por esas

fuertes tendencias que empujan

a muchas investigaciones, a ve-

ces sin saberlo, hacia el rol legi-

timador de un sistema global de

“dominación” (pues hay que de-

jar de ser pusilánime frente a ese

término, como de paso lo era

Michel de Certeau que hablaba

del consumidor como del “domi-

nado”).32 Se necesita cierta va-

lentía para preguntarse acerca

de la tendencia a ubicar exclusi-

vamente la “resistencia” en el

interfaz individuo/programa que

revelan muchos estudios etno-

gráficos sobre audiencias. Si sólo

se puede festejar la importante

ruptura que significó a partir del

final de los setenta el paradigma

de la recepción en relación al

funcionalismo de la recepción

fatal de las relaciones de suje-

ción a un orden social y pro-

ductivo, hay que atreverse tam-

bién a descalificar sus deriva-

ciones hacia el empirismo. Si no,

hay un riesgo de achatamiento

de las problemáticas de la co-

municación. Pioneros del estu-

dio de audiencias, como David

Morley en su último libro, en que

se asocia con un geógrafo, invita

por otro lado a esa reevalua-

ción.33 Resistir es tomar en cuen-

ta el hecho que, a diferencia de

lo que nos quiere hacer admitir

la doctrina del mercado sobre la

libertad del individuo-átomo,

una amplia parte de la interio-

ridad de la persona le es exterior,

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empedrada como está de rela-

ciones sociales e históricas.

En 1986, en la obra Penser les

médias, escrita con Michèle

Mattelart y traducida al cas-

tellano al año siguiente,

señalábamos ya las fuentes

posibles de ambivalencia del

nuevo paradigma de la

“postlinealidad” y del retorno al

sujeto ordinario sobre todo a

través de sus usos de los medios:

“Cosas que no se pueden

comprender y vivirse sino a la

luz de la reconciliación entre el

hombre pragmático del que

hablaba Kant, con la felicidad del

hombre concreto, pero también

el inicio de negociaciones

infinitas, es decir sin fin y sin

finalidad, puesto que nacieron

allá en donde acaban las

utopías”.34 Ahora bien, no hay

democracia posible sin

esperanza. La libertad del

consumidor o del usuario no es

una cosa dada, como lo pretende

el naturalismo neo-darwiniano;

ésta se construye. Mejor aún, se

conquista. Es lo que nos

recuerda oportunamente

Philippe Breton al hacer

epistemología: “La construcción

de las normas que garantizarían

la libertad de recepción (de la

comunicación mediatizada)

depende fundamentalmente de

una reflexión viva que sólo tiene

lugar en el seno de la cultura, es

decir de los sistemas de

educación, de enseñanza y de

investigación.”35 Ese es el desafío

que recogen las investigaciones

que comenzaron a replantear

sus interrogaciones acerca de

audiencias y géneros televisivos

en la puesta a punto de

metodologías pedagógicas

activas.36

La palabra Resistir cubre poco si

no se le conjuga con las palabras

Reflexionar y Realizar. Nunca

olvidar la serie de las tres R.

Reflexionar, es tratar de pensar

una “cultura de la responsa-

bilidad”, la única que puede ayu-

dar a repoblar a la sociedad de

sus múltiples actores, en sus

contradicciones. Una cultura

que combine los dos cabos de la

cadena. De una parte, toma de

conciencia de la dimensión mun-

dial de los problemas planteados

por el dispositivo de la comu-

nicación subyacente al proyecto

de un nuevo orden para el pla-

neta. Pensar en términos de re-

des de solidaridad y de asocia-

ción más allá de las fronteras. De

otra parte, seguir anclándose en

un territorio concretamente si-

tuado. Porque, salvo prueba en

contrario, ese territorio perma-

nece como el primer lugar de

ejercicio de la ciudadanía y del

contrato social. No jugar con la

noción de sociedad civil na-

cional o internacional haciendo

de ella el sitio ideal de liberación

de todas las espontaneidades y

de la comunicación perfecta,

contrastada frente al Leviathan

estatal, sino pensarla en su rela-

ción conflictual con el Estado.

Realizar es tratar de llenar el va-

cío que separa a los productores

del saber de los actores del mun-

do social. Al discurso de la expe-

rticia comercial y a los cantos de

sirena de los gurús conviene

oponer un nuevo tipo de de rela-

ción con esos actores. Para resis-

tir, reflexionar y realizar, hay que

aceptar el desafío de la ruptura.

Cómo combatir el empobreci-

miento de las palabras que desig-

nan al mundo es también poner-

se en contra del olvido. Por mi

parte, quisiera exhumar de la lar-

ga historia de las redes sociales

que se opusieron desde inicios

del siglo XIX a los doctrinas in-

dustrialistas y tecnicistas, la ex-

presión “cosmopolitismo demo-

crático”. Apareció en 1842, bajo

la pluma de la pionera del femi-

nismo Flora Tristán, que cinco

años antes del Manifiesto de

Marx y Engels lanzó la idea de la

necesaria internacionalidad de

los oprimidos. Pionera del femi-

nismo en el cruce de dos cultu-

ras, pues era de madre francesa

y padre peruano, vivió hasta el

agotamiento las tensiones de la

solidaridad y de la intercultu-

ralidad. “Cosmopolitismo demo-

crático”, he ahí una idea y un ide-

al por los cuales parece ser toda-

vía posible luchar más de ciento

cincuenta años más tarde.

Traducido del francés

por Javier Protzel.

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o1. Para mayor información

véase A. MATTELART, La

mondialisation de la commu-

nication. Paris, Presses Uni-

versitaires de France, 1997.

(Edición en castellano en Ed. Paidós,

Barcelona-Buenos Aires, 1988).

2. McLuhan, M. y FIORE, Q. War and

Peace in the Global Village. New

York, Bantam, 1968.

3. BRZEZINSKI, Z. Between two Ages.

America´s Role in the Technotronic

Era. New York, Viking Press, 1969.

(Traducción castellana en Ed. Pai-

dós, Barcelona-Buenos Aires).

4. DRUCKER, Peter. The Age os Dis-

content. London Books, 1971.

5. BELL, Daniel. Communications

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junio 1979.

6. SAATCHI & SAATCHI. Annual Re-

port 1986. London.

7. LEVITT, Theodore, The Marketing

Imagination. New York, The Free

Press, 1983. Del mismo autor: The

Globalization of Markets. Harvard

Business Review, junio 1983.

8. Véase MATTELART, Armand. La

internacional publicitaria. Madrid,

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9. NAISBITT, J. y ABURDENE, P. Mega-

trends 2000. Ten Directions for the 1990’s.

New York, Avon Books, 1990, p. 140.

10. BOYER, Robert. Les mots et les

réalités, En Mondialisation au-delà

des mythes. Paris, La Découverte,

Collection “Les Dossiers de l’Etat du

Monde”, 1996.

11. VALENTI, Jack. En Le Monde,

París, 11 y 24 de marzo de 1993.

12. Existen numerosos estudios crí-

ticos al respecto. Ver sobre todo

RABOY, M. La Global information In-

frastructure (GII): un projet impérial

pour l’ère de la globalisation, en

Communications et Stratégies, n. 25,

1997; SCHLESINGER, Ph. La política

europea de comunicación. En Telos

41, 1995; MATTELART, A. y PALMER,

M. Desregulación, regulación y espa-

cio público: el nuevo papel de la

publicidad. En Telos n. 23, 1990.

13. GORE, A. Discurso editado y di-

fundido por la USIA (United States

Information Agency). Marzo 1994.

14. DRUCKER, Peter. Post-capitalist

society. Oxford, Butterworth-Heine-

mann, 1993.

15. MATTELART, Armand. La inven-

ción de la comunicación. México,

Siglo XXI, 1996.

16. BARTHES, Roland. Mythologies.

Paris, Ed. du Seuil, 1970. (edición en

castellano en México, Siglo XXI).

17. Ver como ejemplo NYE Jr., J.S.

Understanding U.S. Strength. En For-

eign Policy nº 73, invierno 1988-89.

18. BRAUDEL, Fernand. La dyna-

mique du capitalisme. Paris,

Flammarion, 1992.

19. MATTELART, Armand. La Comuni-

cación-mundo. México, Siglo XXI, 1996.

20. JOXE, Alain. La science de la

guerre et la paix, ponencia presen-

tada en el Coloquio organizado por

el Centro de Estudios Interdisci-

plinarios. México, Universidad Na-

cional Autónoma de México, enero

de 1997.

21. SUB-COMANDANTE MARCOS. La

quatrième guerre mondiale acom-

mencé. En Le Monde Diplomatique,

Paris, agosto de1997.

22. MERLEAU-PONY, Maurice. Les

aventures de la dialectique. Paris,

Gallimard, 1955. pp. 61-62.

23. DRUCKER, Peter. Au-delà du

capitalisme. op.cit., p.229.

24. OHMAE, Kenichi. The Triad Power.

New York, The Free Press, 1985.

25. ORTIZ, Renato. A moderna tradi-

çao brasileira. Sao Paulo, Ed. Brasi-

liense, 1988.

26. APPADURAI, Arjun. Disjuncture and Di-

fference in the Global Cultural Economy.

En Public Culture, Vol 2, n. 2, 1990.

27. TOURAINE, A. Um diagnóstico do

Brasil. En Jornal do Brasil, 10 de se-

tiembre de 1997, B, p.1.

28. Dos obras típicas de esta

posición: TOMLINSON, J. Cultural

Imperialism: A Critical Introduction.

London, Pinter, 1991; ROBERTSON,

NO

TAS

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24

R. Globalization: Social Theory and

Global Culture. London, Sage, 1992.

Para una crítica del concepto de glo-

balización en los cultural studies,

véase MATTELART, A. y NEVEU, E.

Estudios culturales: ¿Hacia la domes-

ticación de un pensamiento salvaje?

En Cuadernos de causas y azares,

Buenos Aires, nº 1, 1997.

29. AUGÉ, Marc. Pour una Anthro-

pologie des mondes contemporains.

Paris, Aubier, 1994.

30. MORIN, E. Introduction à la

pensée complexe. Paris, ESF, 1990.

31. NEGROPONTE, N. Being Digital.

New York, Vintage, 1995.

32. CERTEAU, Michel de. Arts de

faire. L’invention du quotidien. Paris,

Ed. 10/18, 1980.

33. MORLEY, D. y ROBINS, K. Spaces

of Identity: Global Media, Electronic

Landscapes and Cultural Bound-

aries. London, Routledge, 1995.

34. MATTELART, Armand y Michèle.

Pensar sobre los medios. Madrid,

FUNDESCO, 1987.

35. BRETON, Ph. La parole mani-

pulée. Paris, La Découverte, 1997.

36. Las múltiples experiencias rea-

lizadas en América Latina son desde

ese punto de vista ricas en enseñan-

zas. Véase sobre todo: CENECA.

Educación para la comunicación.

Manual latinoamericano de educa-

ción para los medios de comuni-

cación. Santiago de Chile, UNESCO/

UNICEF/ CENECA, 1992; OROZCO

GOMEZ, Guillermo. Televisión y

audiencias: un enfoque cualitativo.

Madrid-México, Ed. de la Torre/ Uni-

versidad Iberoamericana, 1996;

OROZCO GOMEZ, Guillermo. Mira-

das latinoamericanas a la televisión.

México, Universidad Iberoame-

ricana, 1996.