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El «Canto de Erión» inserto en la Fttida de Montalvo Julián Arribas Rebollo Jesús Peñalva Gil El poeta portugués Jorge de Montemayor introdujo en su conocida pri- mera novela pastoril española, titulada Los siete libros de la Diana (Valencia, h. 1558), un poema que consta de cuarenta y tres octavas lla- mado «Canto de Orfeo». El poema inició uno de los componentes ca- racterísticos del género pastoril que lo marcarían a lo largo del siglo: el canto panegírico. Poco más de 20 años después, el poeta alcarreño Luis Gálvez de Montalvo insertó otro poema en alabanza de noventa y nue- ve damas en su obra El pastor de Füida, publicada en Madrid en 1582, llamado «Canto de Erión». Como se sabe, además, Gaspar Gil Polo y Miguel de Cervantes también introdujeron sus famosos «Canto del Turia» y «Canto de Calíope» en elogio de algunos poetas coetáneos en sus respectivas novelas pastoriles: Diana enamorada (Valencia, 1564) y La Galatea (Alcalá de Henares, 1585) 1 . El «Canto de Erión» está inserto en el libro sexto de El pastor de Fttida y consta de cincuenta y ocho octavas dispuestas en tres partes de la siguiente manera: Exordio (2), elogio a las damas de la familia real (3), transición (1), elogio a las damas escogidas para servir en la Corte de Felipe II (8), transición (1), elogio a las principales damas de la no- bleza castellana y aragonesa aliada de Felipe II (43). Las damas de la familia real que componen el primer grupo del poema son siete: las cua- tro esposas fallecidas de Felipe II y su hermana Juana de Austria, tam- bién desaparecida, además de sus dos hijas, Isabel Clara Eugenia y El Canto de Orfeo es un poema panegírico en alabanza de las damas admitidas en el templo de la diosa Diana por su castidad. Conforme con ésta, menciona a muje- res solteras, casadas y viudas (las especies que admite la castidad). Las octavas de este canto están dispuestas de la siguiente forma: Exordio (3), elogio a las damas castellanas (15), transición (1), elogio a las damas valencianas (24). En su edición de La Diana Juan Montero recoge en nota una valoración de los aspectos más des- tacados de estos cantos panegíricos (véase Montemayor, Jorge de, La Diana, Barcelona, Crítica, 1996, pp. 187-189 y 401-405). Conviene apuntar, sin embargo, que ni Alonso Pérez ni Bartolomé Ponce insertan cantos panegíricos en sus respec- tivas obras pastoriles: Segunda parte de la Diana (Salamanca y Valencia, 1563) y Clara Diana a lo divino (Épila, 1580). AISO. Actas VI (2002). Julián ARRIBAS REBOLLO y Jesús PEÑALVA GIL. El «Canto de ...

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El «Canto de Erión» inserto en la Fttida de Montalvo

Julián Arribas RebolloJesús Peñalva Gil

El poeta portugués Jorge de Montemayor introdujo en su conocida pri-mera novela pastoril española, titulada Los siete libros de la Diana(Valencia, h. 1558), un poema que consta de cuarenta y tres octavas lla-mado «Canto de Orfeo». El poema inició uno de los componentes ca-racterísticos del género pastoril que lo marcarían a lo largo del siglo: elcanto panegírico. Poco más de 20 años después, el poeta alcarreño LuisGálvez de Montalvo insertó otro poema en alabanza de noventa y nue-ve damas en su obra El pastor de Füida, publicada en Madrid en 1582,llamado «Canto de Erión». Como se sabe, además, Gaspar Gil Polo yMiguel de Cervantes también introdujeron sus famosos «Canto delTuria» y «Canto de Calíope» en elogio de algunos poetas coetáneos ensus respectivas novelas pastoriles: Diana enamorada (Valencia, 1564) yLa Galatea (Alcalá de Henares, 1585)1.

El «Canto de Erión» está inserto en el libro sexto de El pastor deFttida y consta de cincuenta y ocho octavas dispuestas en tres partes dela siguiente manera: Exordio (2), elogio a las damas de la familia real(3), transición (1), elogio a las damas escogidas para servir en la Cortede Felipe II (8), transición (1), elogio a las principales damas de la no-bleza castellana y aragonesa aliada de Felipe II (43). Las damas de lafamilia real que componen el primer grupo del poema son siete: las cua-tro esposas fallecidas de Felipe II y su hermana Juana de Austria, tam-bién desaparecida, además de sus dos hijas, Isabel Clara Eugenia y

El Canto de Orfeo es un poema panegírico en alabanza de las damas admitidas enel templo de la diosa Diana por su castidad. Conforme con ésta, menciona a muje-res solteras, casadas y viudas (las especies que admite la castidad). Las octavas deeste canto están dispuestas de la siguiente forma: Exordio (3), elogio a las damascastellanas (15), transición (1), elogio a las damas valencianas (24). En su ediciónde La Diana Juan Montero recoge en nota una valoración de los aspectos más des-tacados de estos cantos panegíricos (véase Montemayor, Jorge de, La Diana,Barcelona, Crítica, 1996, pp. 187-189 y 401-405). Conviene apuntar, sin embargo,que ni Alonso Pérez ni Bartolomé Ponce insertan cantos panegíricos en sus respec-tivas obras pastoriles: Segunda parte de la Diana (Salamanca y Valencia, 1563) yClara Diana a lo divino (Épila, 1580).

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Catalina Micaela, adolescentes entonces, de unos 15 y 14 años. Las da-mas de la corte escogidas por Felipe II, que componen el segundo gru-po de elogiadas, son dieciocho: entre ellas encontramos mujeres perte-necientes a poderosas familias castellanas, aragonesas, portuguesas yaustríacas, que representan fundamentalmente los ámbitos del poderpolítico, diplomático y militar de la Monarquía Católica hacia finalesdel año 1580. Entre las castellanas encontramos, por ejemplo, a losManrique de Lara, de las ramas de los marqueses de Aguilar de Campoo,de los duques de Medina de Rioseco y de los condes de Paredes deNava2, y a la poderosa y ascendente familia de los Fernández de Cabreray Bobadilla, condes de Chinchón3. Entre las familias aragonesasencontramos a los Bolea: Beatriz Bolea era hija del vicecanciller de la

Doña Ana Manrique de Lara, condesa de Salinas por matrimonio, era hija de JuanManrique de Lara, del Consejo de Estado, virrey de Cataluña, que murió en 1570(véase Dadson, Trevor J., Libros, lectores y lecturas. Estudios sobre bibliotecas par-ticulares españolas del Siglo de Oro, Madrid, Arco Libros, 1998, pp. 242-255). DoñaJuana Manrique fue hija del conde de Paredes. Estaba casada con el hermano del du-que de Medina de Rioseco (véase García Carraffa, Alberto y Arturo, Enciclopediaheráldica y genealógica hispano-americana, Madrid, Impr. de A. Marzo, 1919-1963,XXXI, p. 54). Doña Francisca de Rojas, hija de los marqueses de Denia, había sidoesposa de don Antonio Manrique de Lara, conde de Paredes de Nava. Ella, la con-desa de Barajas, y su esposo, el conde don Francisco Zapata de Cisneros, fueron losencargados de cuidar y acompañar al príncipe y a las infantas desde Badajoz de vuel-ta a Madrid tras la muerte de su madre, la reina Ana, el 26 de octubre de 1580 (vé-anse Cabrera de Córdoba, Luis, Historia de Felipe II, rey de España, ed. de JoséMartínez Millán y Carlos Javier de Carlos Morales, Salamanca, Junta de Castilla yLeón, 1998, II, pp. 950-951, y Bouza Álvarez, Fernando, Cartas de Felipe II a sushijas, Madrid, Akal, 1998, p. 49). La camarera mayor de la reina era la persona en-cargada de procurar, representar y regir el servicio doméstico palaciego de la reina.Ella era la única persona que podía acercarse a la soberana cuando ésta necesitabaalgún tipo de asistencia personal, como por ejemplo ajustarse el vestido o retocarsela falda, y la única que tenía autoridad para mandar y censurar a las damas en pre-sencia de la reina. También tenía un lugar preferente junto a ella en todo acto pala-tino al que asistiese (véase Válgoma y Díaz Várela, Dalmiro de la, Norma y cere-monia de las reinas de la Casa de Austria, Madrid, 1958, pp. 33 y ss.). José MartínezMillán («La corte de Felipe II: la casa de la reina Ana», en Ribot García, Luis A,ed., La monarquía de Felipe II a debate, Madrid, Sociedad Estatal, 2000, pp. 175 yss.) recoge en su artículo una nómina de la casa real de Ana de Austria que representaun momento algo anterior al que se refleja en nuestro poema, pues la condesa deParedes aún no es la camarera mayor de la reina.

Doña Mencía de la Cerda y Bobadilla era hija de don Pedro Fernández de Cabreray Bobadilla, que fue II conde de Chinchón, del Consejo de Estado y mayordomo ma-yor de Felipe II, y de su esposa doña Mencía de Mendoza y de la Cerda, hija de loscondes de Mélito, don Diego Hurtado de Mendoza y doña Ana de la Cerda. DoñaMencía también era hermana de don Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla, IIIconde de Chinchón desde 1576, personaje de gran transcendencia política en las dé-cadas de 1580 y 1590. Doña Mencía fue dama de la reina doña Ana, y se casó condon Fernando Cortés, III Marqués del Valle de Guaxaca, nieto del famoso conquis-

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Corona de Aragón y presidente del Consejo de Aragón4. Entre las por-tuguesas tenemos a los Manuel: doña María Manuel era dama de la rei-na Ana5. Y, finalmente, entre las familias austríacas encontramos a Anae Hipólita Dietrichstein, dama y menina de la reina Ana, respecti-vamente, dos de las hijas del embajador de la rama alemana de la Casade Austria en España, Adam Dietrichstein, fiel servidor de esta Casa6.Por último pasamos al tercer y más interesante grupo de damas elogia-das, que suman un total de setenta y cuatro: La lista de damas de fami-lias de Castilla y Aragón aliadas a Felipe II está encabezada por la VDuquesa del Infantado, doña Luisa Enríquez de Cabrera, y seguida porsu hija, sus cuñadas y otras damas de la misma familia Mendoza y delas familias que entroncaron con esta poderosa estirpe. Completa el cua-dro de damas una selección de familias de la aristocracia española querepresentan la cúpula de poder de la corte de Felipe de España. El he-cho de que la duquesa del Infantado esté a la cabeza de esta lista se ex-plica por la circunstancia de que el autor del poema, Luis Gálvez deMontalvo, era criado gentilhombre al servicio de esta casa7.

tador Hernán Cortés (véanse García Carraffa, op. cit., XVII, p. 171 y Fernández Conti,Santiago, «La nobleza cortesana: Don Diego de Cabrera y Bobadilla, III Conde deChinchón», en Martínez Millán, José, ed., La corte de Felipe II, Madrid, AlianzaEditorial, 1994, pp. 229-270).

4 Doña Beatriz de Bolea era hija de don Bernardo de Bolea, presidente del Consejo deAragón entre 1562 y 1581 al ser nombrado vicecanciller de la Corona de Aragón porFelipe II. Doña Beatriz de Bolea contrajo matrimonio en 1583 con don Pedro deVelasco Osorio, Señor de Coscorita, Silanes, Saldaña y Saldañuela, que era hijo dedon Pedro de Velasco y su esposa doña María de Rojas (véase Riba y García, Carlos,El Consejo Supremo de Aragón en el reinado de Felipe II. Estudio y transcripciónde los documentos originales e inéditos de este consejo, existentes en el Museo bri-tánico, Valencia, Tip. Moderna, 1914, p. XXXIV).

5 Véase Bouza Álvarez, Fernando, op. cit., p. 90.6 Ana e Hipólita Diatristán, castellanización del apellido alemán, eran hermanas e hijas

del barón Adam de Dietrichstein y de su esposa doña Margarita de Cardona, hija dedon Antonio Cardona, virrey de Cerdeña, y de su mujer María de Requesens, de la altanobleza aragonesa. Adam y Margarita tuvieron cuatro hijas: Ana, María, Hipólita yBeatriz. Ana se casó en Viena en 1572 con el conde de Villanueva (Antonio de Fonseca).María fue dama de la reina Ana de Austria y se casó con el conde de Galve, Baltasarde la Cerda, pero éste murió en 1578 —con lo cual estaba viuda en 1580—. Volvió acasarse en 1585 con don Juan de Borja, marqués de Navarras, comendador mayor deMontesa y futuro mayordomo mayor de la emperatriz María. Hipólita contrajo matri-monio con don Alvaro Fernández de Córdoba y Aragón, y Beatriz con el marqués deMondéjar. Ana e Hipólita eran damas de honor de las infantas Isabel Clara Eugenia yCatalina Micaela. Adam de Dietrichstein murió en el castillo de Mikulov el 5 de ene-ro de 1590 en presencia de su esposa, su hijo Maximiliano, su segunda hija, y dos sa-cerdotes jesuítas (véase Edelmayer, Fiedrich, «Honor y dinero. Adam Dietrichstein alservicio de la Casa de Austria», Studia Histórica, XI (1993), pp. 89-116).

7 El poeta nos presenta una nobleza hispánica coronada por la Casa del Infantado, ca-beza del linaje Mendoza. Sin embargo, como se sabe, ni el IV ni el V duque partí-

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En el contexto de la obra pastoril en que se inserta este canto, la ac-ción discurre de la siguiente forma: el mago y nigromántico Erión, unsabio personaje conocedor de los secretos de la filosofía oculta, mues-tra a tres de los pastores las grandezas de su inverosímil morada:

Entró con los tres por los secretos de su cueva, que para no laagraviar era de realísima fábrica, pero toda debajo de tierra conanchas lumbres que en vivas peñas se abrían a una parte del ris-co donde jamás humano pie llegaba.

Entre esos tres pastores se encuentra Mendino, bajo cuyo rústico dis-fraz se esconde don Enrique de Mendoza y Aragón, hermano del VDuque del Infantado y protector de nuestro autor8. Al salir de esta cue-va llegan a un precioso jardín flanqueado por una lonja, en cuya cabe-cera se levanta un altar presidido por la diosa Fama, y al lado de estealtar se ven «muchos retratos de damas de excesiva gracia y hermosu-ra». Entonces Erión sienta a los pastores frente a estos retratos y co-mienza a describirlos en su canto.

Desde el punto de vista de la historia de la literatura, el poema tieneinterés principalmente para precisar el momento en que el poeta terminóde componer su novela pastoril, pero también como evidencia del tiem-po que pasó componiéndola —al menos algunas de sus partes—, y qui-zás incluso de alguna de las motivaciones que tuvo nuestro autor al que-rer dar a esta obra un claro tono biográfico. Desde el punto de vistahistórico el poema interesa por el elocuente retrato que hace de los po-deres políticos y socioeconómicos establecidos por la clase aristocráticaen la corte de Felipe II de España. Ambos factores, el histórico y el lite-rario, están íntimamente relacionados. En el breve espacio que tenemosvamos a resaltar sucintamente las ideas fundamentales que apuntamos.

ciparon en las, pugnas por el poder político entre los nobles. Nada sacó en beneficiopersonal don Migo por acompañar al rey a Inglaterra en su boda con María Tudor,ni por celebrar los desposorios de Felipe con Isabel de Valois en Guadalajara. «Ni élni su nieto pasaron nunca de la segunda escena política, mientras que otros miem-bros de su parentela, como los marqueses de Mondéjar y condes de Mélito, sí inter-vinieron con asiduidad en las luchas por el poder y desempeñaron cargos de relieve,dentro y fuera de la península Ibérica» (véase Carrasco Martínez, Adolfo, «Los hom-bres del rey: letrados, nobles y eclesiásticos al servicio de Felipe II», en Felipe II:un monarca y su época. Las tierras y los hombres del rey, Valladolid, SociedadEstatal, 1998, p. 68). El sistema de mecenazgo de las artes y las letras, que con-vierte a los artistas en servidores de sus patronos, parece ser la razón por la que lospintores, poetas y humanistas presentan a sus señores en núcleos de grandeza.Véase Mayans, Antonio, «Introducción» en su edición de Luis Gálvez de Montalvo,El pastor de Fílida, Valencia, 1792.

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La función de este panegírico está probablemente muy relacionadacon los sucesos cortesanos en los que participaba la nobleza, y presu-miblemente también nuestro poeta. Fiestas, juegos y torneos, bautizos,bodas, etc. eran los puntos de encuentro social de las clases privilegia-das9. El acontecimiento fundamental que está en el fondo histórico denuestro poema es la incorporación del reino de Portugal a la corona es-pañola. Pero también otros acontecimientos, tales como la muerte deEscobedo y la de don Juan de Austria en 1578, el destierro del duquede Alba en 1579 y las prisiones del secretario de estado Antonio Pérezy de la princesa de Éboli el 28 de julio de 1579, están sigilosamente re-flejados en nuestro poema. Como se sabe, el rey Sebastián de Portugal,sobrino de Felipe II, había muerto el 4 de agosto de 1578 en la batallade Alcazarquivir, al norte de África. El cardenal-infante don Enrique, tíoabuelo de don Sebastián, subió al trono portugués el 27 de agosto de esemismo año, cuando tenía 66 años. Su avanzada edad planteó enseguidael problema de la sucesión. Felipe II, como hijo de la emperatriz Isabel,hija mayor del rey de Portugal don Manuel I, reclamó este reino en he-rencia. Sus principales competidores fueron doña Catalina, duquesa deBraganza por matrimonio e hija del Infante don Duarte, también hijo dedon Manuel I, y el prior de Crato, don Antonio, hijo del Infante donLuis, quien a su vez era hijo de don Manuel I. El cardenal don Enrique,que se inclinaba en su sucesión por los duques de Braganza, murió el31 de enero de 1580, y entonces Felipe II trasladó la corte a Badajozmientras resolvía la cuestión de Portugal. El duque de Osuna, don PedroGirón de La Cueva, embajador de España en Portugal, y el portuguésdon Cristóbal de Moura fueron los representantes de la diplomacia fili-pina. El anciano duque de Alba, don Fernando, fue llamado de su des-tierro en Uceda para dirigir las operaciones militares por tierra. El

9 En la década de los setenta se cuentan como acontecimientos cortesanos relevantes,en primer lugar, la boda de Felipe II con su sobrina, Ana de Austria, celebrada enSegovia en 1570. En diciembre de 1571 nace el infante don Fernando, primer hijodel matrimonio y heredero hasta su temprana muerte en 1577. Para conmemorar sunacimiento se realizaron las habituales fiestas cortesanas. Los padrinos fueron la prin-cesa doña Juana y el príncipe Wenceslao; el protocolo tuvo el rigor acostumbrado:los títulos más importantes portaron al príncipe (el duque de Béjar) y a otros gran-des las insignias del bautismo: la fuente con una toalla (el duque de Osuna), el jarrocon otra (el duque de Sessa), el salero (el duque de Nájera), la fuente con la vela (elconde de Benavente) y el capillo en una fuente y el mazapán en otra (el duque delInfantado). Con este motivo se celebraron justas, un torneo en el patio del palacio yjuegos de cañas. El protocolo y el boato cortesano volvieron a aparecer en 1573 cuan-do el infante don Fernando fue jurado Príncipe por los reinos de Castilla en la igle-sia de San Jerónimo de Madrid (véase Checa Cremades, Fernando, Felipe II: mece-nas de las artes, Madrid, Nerea, 1997, pp. 191-193).

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Marqués de Santa Cruz lo haría por mar10 (Fernández Álvarez, 1998).Y para completar el apoyo, en su Historia de Felipe II Luis Cabrera deCórdoba11 menciona los siguientes nombres:

En este tiempo ya había días que tenían rodeado el reino muchosseñores de Castilla, Galicia, Extremadura y Andalucía con gentede guerra de sus estados para impedir la entrada y salida a cual-quiera portugués o extranjero, comenzando por Galicia don Pedrode Castro, conde de Lemos, y don Gaspar de Fonseca, conde deMonterrey. Contra la comarca que llaman de Allá de los Montes,don Juan Pimentel, conde de Benavente, y don Diego Enríquezde Toledo, conde de Alba de Aliste, desde Zamora contra Mirandade Duero. En Extremadura, por Alburquerque, villa frontera, donBeltrán de la Cueva, duque, su señor, y don Hernando Enríquez,marqués de Villanueva del Río. Contra la Vera de Portugal, donJuan Pacheco, marqués de Cerralbo; en el Algarbe don Franciscode Zúñiga, duque de Béjar, por su marquesado de Gibraleón, ydon Alonso de Guzmán, duque de Medinasidonia.

Las esposas y/o las hijas de estas familias son alabadas en el «Cantode Erión». La novela pastoril El pastor de Fttida comienza haciendoalusión a un momento histórico de hegemonía de la nobleza castellana,al que se alude con la mención de la llegada de Mendino, oriundo deHenares, a la ribera del Tajo12. Creemos que este momento histórico nopuede ser anterior a la vuelta del duque de Alba a España en diciembrede 1573 tras el fracaso de su política en Flandes y el papel secundarioque tuvo en la corte desde entonces hasta su participación en la anexiónde Portugal13.

10 Fernández Álvarez, Manuel, Felipe II y su tiempo, Madrid, Espasa Calpe, 1998.11 Véase Cabrera de Córdoba, Luis, Historia de Felipe II, Madrid, 1619, II, p. 937.12 La obra comienza con estas palabras: «Cuando de más apuestos y lucidos pastores

florecía el Tajo, morada antigua de las sagradas musas, vino a su celebrada ribera elcaudaloso Mendino, nieto del gran rabadán Mendiano, con cuya llegada el claro ríoensoberbeció sus corrientes, los altos montes de luz y gloria se vistieron, el fértilcampo renovó su casi perdida hermosura; pues los pastores de él, incitados de aque-lla sobrenatural virtud, de manera siguieron sus pisadas que, invidioso Ebro, confu-so Tormes, Pisuerga y Guadalquivir admirados, inclinaron sus cabezas, y las hin-chadas urnas manaron con un silencio admirable. Sólo el felice Tajo resonaba, y lomejor de su son era Mendino, cuya ausencia sintió de suerte Henares, su nativo río,que con sus ojos acrecentó tributo a las arenas de oro».

13 Véanse Maltby, William S., Alba. A Biography of Fernando Álvarez de Toledo, TirdDuke ofAlba (1507-1582), Berkeley, University of California Press, 1983 y Kamen,Henry, Felipe de España, Madrid, Siglo XXI, 1997.

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La mención aquí a estos ríos unidos a sus epítetos —feliz Tajo, en-vidioso Ebro, confuso Tormes, y admirados Pisuerga y Guadalquivir pa-rece que hace clara alusión a algunas familias de la alta nobleza es-pañola. El «feliz» Tajo se erige triunfante sobre todos los demás ríos.En su cuenca se encuentran los ducados del Infantado y de Pastrana (elpríncipe de Éboli fue su primer duque), además de la emblemática ciu-dad de Toledo, que, aunque había perdido la capitalidad en 1561, aúnera sede de residencia de muchos nobles, y la segunda ciudad más po-blada del reino14. Entre esos nobles se cuenta el señor de nuestro poe-ma, don Enrique.

Don Enrique de Mendoza y Mendoza de Aragón, cuya personalidadse oculta bajo el nombre de Mendino en la obra, fue hijo de don DiegoHurtado de Mendoza, Conde de Saldaña, Marqués del Cañete, primo-génito de don íñigo López de Mendoza y doña Isabel de Aragón, CuartosDuques del Infantado. Don Diego murió en Toledo en 1560 como con-secuencia de una caída de caballo en unas fiestas que allí se celebrarontras el matrimonio de Felipe II e Isabel de Valois, acontecido enGuadalajara en la casa ducal del Infantado. Sucedió en la Casa, comoV Duque del Infantado, el primogénito de don Diego, llamado como suabuelo: don íñigo López de Mendoza. Don Enrique se crió enGuadalajara en la casa de sus abuelos tras la muerte de su padre, razónpor la que el texto dice que el Henares es su río nativo; después tuvo suresidencia en Toledo por algún tiempo15. El río Ebro, emblemático delreino de Aragón, aparece en segundo lugar. Ignoramos las razones delepíteto «envidioso», aunque pudiera referirse al antiguo pleito del con-dado de Ribagorza16. Aparece en tercer lugar el río Tormes, que escon-

14 Véase Martz, Linda y Porres Martín-Cleto, Julio, Toledo y los toledanos en 1561,Toledo, Diputación Provincial, 1974.

15 Véase Layna Serrano, Francisco, Historia de Guadalajara y sus Mendozas en los si-glos xv y xvi, Madrid, CSIC, 1942.

16 La envidia del Ebro puede que sea un eco del contencioso que el duque deVillahermosa sostenía con la Corona por el condado de Ribagorza. Don Martín deGurrea y Aragón, padre de don Fernando de Guinea y Aragón, duque de Villahermosa,ya había recibido sentencia contraria a sus pretensiones en 1554 en tiempos de CarlosV: la justicia dictaminó que el feudo había fenecido y que el territorio del condadopertenecía a la Corona. Sin embargo, don Martín no desistió y ganó en última ins-tancia el pleito ante los tribunales de justicia; pero a su muerte, en 1581, su hijo donFeriando no contó con suficiente apoyo para tomar posesión de estos territorios. Laenemistad familiar del conde de Chinchón con Villahermosa agravaría la tensión en-tre el rey y Aragón. Don Juan de Guinea y Aragón, conde de Ribagorza y hermanomayor de don Fernando, había sido ahorcado en la plaza pública de Torrejón deVelasco (señorío de los Puñoenrostro), acusado del pecado de sodomía con sus cria-dos. Este don Juan había matado a su mujer, doña Luisa Pacheco, hija de los mar-queses de Villena, al descubrir sus relaciones íntimas (adulterio) con el caballero to-

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de sin duda la Casa de Alba. El epíteto «confuso» debe referirse a al-gún momento posterior a la pérdida de poder del duque de Alba y desus partidarios en favor del partido «ebolista», que, como dijimos, nopodría ser anterior a 1573. Finalmente encontramos al Pisuerga, que pa-rece aludir entre otras a las rancias familias de los Manrique de Lara yde los Enríquez Girón, y al Guadalquivir, que puede aludir entre otrosa los Fernández de Córdoba y Medina-Sidonia, «admirados» de la gran-deza y el creciente poder de la nobleza del centro peninsular (quizá su-til admiración del triunfo ebolista). Encontramos mención de las damasde todas estas familias en el «Canto de Erión». La acción del argumen-to de la novela transcurre aproximadamente en un tiempo de seis años;la última de las «piezas» de esta novela que compuso el autor, LuisGálvez de Montalvo, es sin duda nuestro poema.

Podríamos precisar la fecha en que Montalvo finalizó la composi-ción de la obra y la entregó al Consejo Real para su aprobación y cen-sura entre los últimos días del mes de octubre de 1580 y los primerosdel mes de junio del año siguiente, por las razones que expondremos acontinuación. En enero de 1580, como dijimos, Felipe II trasladó la cor-te a Badajoz por la cuestión de Portugal. Unas fiebres atacaron prime-ro al rey (quien, temeroso de morir, dictaría testamento), y después a lareina17. La reina Ana de Austria, cuarta esposa de Felipe II, que apare-ce mencionada como difunta en el poema, murió en Badajoz el 26 deoctubre de 1580. La ceremonia de juramento de fidelidad de los nobles

ledano don Pedro de Silva. Tras el crimen huyó a Italia, donde fue apresado por losagentes del rey y, posteriormente, conducido a Castilla para su juicio y ejecución. Lahermana de doña Luisa, doña Inés Pacheco —alabada en este canto— era hermanade doña Luisa y mujer del Conde de Chinchón, personaje de influencia decisiva conFelipe II; ésta llevaría a cabo su venganza, aireando las acusaciones de homosexua-lidad que disculparían los amores de su hermana y clamando justicia por el crimen.Don Francisco de Gurrea y Aragón, conde de Luna y hermano de los anteriores, de-fendió generosamente a su hermano, reconociendo sus defectos, que venían de lapoca entereza de su carácter; con este fin preparó los Comentarios, que al fin no pu-blicó (véase Marañón, Gregorio, Antonio Pérez (el hombre, el drama, la época),Madrid, Espasa-Calpe, 1998, pp. 158-162). Las damas de estas familias de la noble-za aragonesa no están mencionadas en el canto.

17 Erasmo Buceta lo refiere de esta manera: «En 1580 hubo una especie de epidemiade gripe y Felipe, que estaba en Badajoz, enfermó gravemente e hizo testamento anteMateo Vázquez 'y no dexó a la Reina por Gobernadora'. Ella protestó al enterarse.'Hacía el Rey cargo gravísimo al secretario Vázquez de la revelación de tan gran se-creto, y su inocencia, apretada y favorecida de la fuerza de la verdad, supo inquiriry pudo averiguar... había sido el delator don Antonio de Padilla, presidente deOrdenes, que llevó su Majestad por gran letrado y sabio ministro para aquella expe-dición. Convirtió contra él la justa indignación, y la reprehensión y amenaza le pu-sieron brevemente en el sepulcro' (véase Cabrera de Córdoba, Luis, op. cit. (nota 11)II, p. 948). Luego se provisto el elevado cargo en don Francisco Zapata de Cisneros,

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portugueses tendría lugar en la ciudad portuguesa de Thomar el 16 deabril de 1581. Por otra parte, la censura que aparece en la edición deMadrid de 1590 y luego en las siguientes, que debió de ocupar el folioA2 del primer cuadernillo de la edición príncipe de Madrid de 1582, hoyperdido junto con la portada, está firmada por el poeta Pedro Laínez yfechada en Madrid a dos de junio de 1581. Éstas son las fechas a quodel momento en que Gálvez de Montalvo termina la composición del«Canto de Erión», y también, podemos añadir, lo son de su novela pas-toril18.

Pero, además, también podemos hacer una especulación poco común:que antes de septiembre de 1580 Montalvo ya habría iniciado el poema.En 1567 el Príncipe de Éboli había llegado a un acuerdo de matrimonio

I Conde de Barajas, mayordomo mayor que había sido de la reina Ana» (véase Buceta,Erasmo, Relación de la junta convocado por Felipe II el 24 de febrero de 1579 paratratar de su pretensión a la corona de Portugal, Madrid, Tipografía de Archivos,1931, p. 7, n. 3). Las hijas de don Francisco están alabadas en este canto.

18 La hermana de Felipe II, la emperatriz María de Austria, que se había casado con elemperador Maximiliano II de Austria, fallecido en 1576, llegó al convento de lasDescalzas Reales de Santa Clara, en Madrid, en marzo de 1582, después de haberpasado por Guadalajara el día 20 de febrero del mismo año (véase Cefial Llórente,Rafael, «Viaje de la emperatriz María de Austria a España con estancia prolongadaen las Descalzas Reales», Reales Sitios, 75 (1983), pp. 49-56). Algunos historiado-res, no obstante, señalan que la emperatriz llegó a España en marzo de 1581. La his-toria de la imprecisión de este dato es un ejemplo típico de las dificultades que he-mos encontrado en una investigación de esta naturaleza. Luis Cabrera de Córdobarelata en su Historia que al conocer la muerte de su hija Ana, la emperatriz «escri-bió al rey, su hermano, pidiéndole que dispusiese el viaje y cumplimiento de su buendeseo [de venir a reunirse con sus nietos y sobrinos]» (véase op. cit. (nota 11), p.955), pero no precisa la fecha. Los historiadores contemporáneos no ofrecen una fe-cha definitiva: Fernández Álvarez (véase op. cit. (nota 10), p. 868) dice que llegó aMadrid en marzo de 1582, pero Fernando Bouza dice que fue en 1581 (véase op.cit., p. 59, n. 96), y así mismo en el catálogo se dice: «planificó su regreso a España,hecho que tuvo lugar en 1581» ("véase op. cit. (nota 2), p. 203). La confusión estátan arraigada que hasta hemos encontrado bibliografía en que se mencionan distin-tas fechas en el mismo trabajo. Annemarie Jordán cita en su articulo a un autor que,en 1941, dice: «su regreso [de María] a España, que se produjo en 1582» (véaseJordán, Annemarie, «Las dos águilas del emperador Carlos V. Las colecciones y elmecenazgo de Juana y María de Austria en la corte de Felipe II», en Ribot García,Luis A., ed., La monarquía de Felipe II a debate, cit., p. 444); pero más adelante laautora dice: «En 1580 María regresó a España. Vivió primero con Felipe II, y consu hijo predilecto, el Archiduque Alberto, durante aproximadamente dos años; des-pués de anexionarse la corona portuguesa, vivió en Lisboa en el palacio real, la an-tigua residencia de Catalina de Austria» (véase art. cit., p. 463). La precisión de estafecha es importante para nuestro propósito, pues hubiera podido reducir unos mesesesta brecha de tiempo en que el autor terminó de componer el poema, ya que Gálvezde Montalvo hubiera añadido a María de Austria a la lista de damas de la familiareal de haber sabido de la presencia en la corte de la emperatriz viuda.

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para casar a su hijo Rodrigo, que había nacido en 1562 y sería el futuroII Duque de Pastrana, con Luisa de Cárdenas, la hija mayor de donBernardino de Cárdenas, señor de Colmenar de Oreja y Ocaña, estadosque colindaban con los terrenos de Éboli en la Alcarria. El matrimonioconvenía a las dos Casas, pues ambos estados eran ricos y Éboli ya ha-bía ganado solidez nobiliaria gracias al matrimonio de su hija Ana conel duque de Medina-Sidonia. Pero cuando don Bernardino murió en labatalla de Lepante en 1571, su viuda Inés de Zúñiga cambió de opinióny quiso casarla con el cuarto de los hijos de Éboli, de nombre Ruy Gómez,nacido en 1566. Los Éboli aceptaron, pero la muerte del Príncipe de Ébo-li en julio de 1573 volvió a cambiar la situación. Como no se habían ce-lebrado las palabras de presente por ser los novios muy jóvenes, laPrincesa de Éboli sustituyó a Ruy Gómez por su hermano Diego, nacidoen 1564. Las capitulaciones de matrimonio entre su hijo Diego, duquede Francavila por herencia de su abuelo, y Luisa de Cárdenas se hicieronel 17 de junio de 1577. El matrimonio duró 3 años y 3 meses, antes deque la pareja se separara y la dama pidiera la anulación19, con lo que lle-gamos a la fecha de septiembre de 1580. En el poema doña Luisa estácitada como duquesa de Francavila, y no como condesa de Aguilar —tí-tulo que adquirió tras sus segundas nupcias en 1590—, lo cual pareceevidenciar que Gálvez de Montalvo ya había iniciado el poema antes deseptiembre de 1580, fecha de la separación, y había previsto encajarlo ensu libro. Luisa de Cárdenas y su madre, Inés de Zúñiga, así como la hijade los príncipes de Éboli, Ana de Silva y Mendoza, duquesa deMedina-Sidonia, están elogiadas en el canto.

Las ausencias pueden ser tan elocuentes como las presencias. Entrelas ausencias más significativas que hemos notado destacan la de la du-quesa de Alba y la de la princesa de Éboli. Doña María Enríquez deGuzmán, esposa de don Fernando Álvarez de Toledo, III Duque de Alba,se casó en 1529 y murió en 1583, pero no está mencionada en el canto.Sus nueras, María y Brianda, sin embargo, sí lo están. Aunque no pode-mos asegurarlo, pues nos ha sido imposible conocer la edad de cada unade las damas mencionadas en este canto, creemos que la razón de su ex-clusión podría ser la edad de la misma20. Así parece declararlo el propio

19 Véase Dadson, Trevor J., op. cit. (nota 2), p. 149.20 Cf. Maltby, William S., op. cit. (nota 13). La investigación genealógica de la España

del siglo xvi aún presenta enormes dificultades. Las monografías de las grandes fami-lias son todavía escasas, y la información presentada en las colecciones enciclopédicasy en la bibliografía secundaria en general es imprecisa e incompleta. Los datos que en-contramos en ellas son con demasiada frecuencia contradictorios, tanto en cuanto a losnombres dinásticos como a las fechas de nacimiento, matrimonio y defunción: con fre-

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autor al introducir su poema diciendo que en él se presentan «retratos dedamas de excesiva gracia y hermosura». En la tercera parte del poema—dedicada a las familias aliadas de la monarquía—, no se citan damasmonjas, solteras ni viudas, sino aquéllas que simbolizan la cabeza feme-nina de un estado. Pero, además, hasta donde podemos afirmarlo, tam-poco se citan damas de avanzada edad. El poeta ha elegido a las hijas ynueras, y no a las esposas, para elogiar a una familia. De esta manera,también faltan, por ejemplo, las condesas de Barajas, Portalegre yBenavente, las marquesas de Berlanga, Almazán y Aguilar de Campoo,y las duquesas de Medinaceli y Alcalá. Es de destacar la ausencia de da-mas relacionadas con personajes de la alta nobleza que desempeñaroncargos entre octubre de 1580 y junio de 1581 en Flandes, Italia, las co-lonias americanas o la corte de Portugal. Este último dato nos hace sos-pechar que Gálvez de Montalvo pudo tener concluido el poema antes deque Felipe II fuera jurado rey de Portugal el 16 de abril de 1581.

La Princesa de Éboli, en cambio, doña Ana de Mendoza y de laCerda, está ausente de este canto por otra razón: por caer en desgraciacon el rey a consecuencia del asunto del secretario Antonio Pérez. DoñaAna fue encarcelada primero en el castillo de Pinto, en julio de 1579, yluego, desde febrero de 1580, en el castillo de Santorcaz hasta su des-tierro final en Pastrana en 1581. En esos años los hijos de la princesaencarcelada, Rodrigo, II duque de Pastrana, que tenía 18 años, y su her-mano Diego sufrieron las consecuencias del disfavor real. El duque deMedina-Sidonia, casado con la hija mayor de la princesa (que sí está in-cluida en el canto) y por tanto cuñado de Rodrigo y Diego y yerno dedoña Ana, intercedió por ella ante el rey hasta conseguir que saliera dela prisión de Santorcaz para recluirse en su palacio de Pastrana21.

En conclusión, por el estudio de este poema sabemos, primero, queel «Canto de Erión» es la última parte que compuso Gálvez Montalvode su novela pastoril El pastor de Fílida, así como las fechas precisasdel intervalo a quo de finalización de la misma. En segundo lugar, pa-rece haber una cierta correlación entre las familias elogiadas en el poe-ma, las personas reales ocultas bajo el disfraz pastoril y los protagonis-tas de la vida socio-política y cortesana del lustro anterior a lapublicación de la obra. Los Mendoza aparecen a la cabeza de la noble-

cuencia distintas fuentes ofrecen diferentes nombres y fechas al referirse a las mismaspersonas y sucesos. A todo ello añadiremos la confusión que nos produce en ocasio-nes la falta de acuerdo entre nuestro poeta y los genealogistas consultados acerca dealgunos nombres y títulos que no coinciden.

21 Véase Boyden, James M., The Courtier and the King: Ruy Gómez de Silva, PhilipII, and the court ofSpain, Berkeley, University of California Press, 1995.

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za, posiblemente por razones de mecenazgo, pero seguramente ello tam-bién refleja cierto protagonismo de este linaje en la vida de la corte. Lasfamilias que asistían a las celebraciones de la casa real, así como las queparticiparon en los eventos históricos más destacados del momento enfavor de Felipe II también están elogiadas en el canto. Finalmente, porlas ausencias podemos inducir la caída socio-política de algunas fami-lias e incluso la probable ideología partidista del mismo poeta.

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