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El cafetín es un laberinto. Nuestrodestino es extraviarnos en susencrucijadas. Pero algunospresienten una verdad aún másterrible: no se puede salir del bar, nopor la falta de puertas, sino porqueno hay otra cosa que el bar. Elafuera no existe.El hombre a quien llaman elNarrador de Historias está obligadoa contar un cuento cada noche,cuando el reloj da las doce. Nadie lepresta atención. Anda siempre conunos libros grasientos. En ellos hay—según se dice— infinitos relatos.

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Amores imposibles de la provinciade Buenos Aires, ciudades lejanasgobernadas por jaurías, santoslevitadores, mendigos impiadosos yseres insaciables que se devoran así mismos integran el curiosorepertorio.Pero el Narrador es tambiénpersonaje de otra historia que lomuestra involucrado en unaconspiración para salir del bar, deltiempo o del lenguaje. Otros sujetosvendrán —a su turno— a duplicar oa triplicar los relatos: el coro, quetraduce cada suceso a una obtusalengua poética, y los loros heréticos,

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cuya misión es tergiversar.Un lector melancólico podría hallaren estos textos unas ponenciasintimidatorias:• No tenemos tiempo de ser nadie.Todos los destinos son el mismo.• Expresados en fórmulas, losepisodios más dramáticos denuestra vida son irremediablementebanales.• No importa lo que hagamos. Sellega al infierno por casualidad.• Toda comunicación es imposible.Nadie ha conocido a nadie.Pero si uno alcanza a leer con la luzadecuada, el libro dice que para

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salir del infierno hay que amar másallá de las meras preferenciasfilisteas.O acaso lo que dice es que la únicaesperanza es cantar bien.

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Alejandro Dolina

Bar del Infierno

ePUB v1.1GONZALEZ 03.12.11

Corrección de erratas por Doña Jacinta

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Diseño de cubierta: Mario BlancoDiseño de interior: Orestes Pantelides

© 2005, Alejandro Dolina

© 2005, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C.Independencia 1668, C 1100 ABQ,Buenos Aires, Argentinawww.editorialplaneta.com.ar

1º edición: abril de 2005

ISBN 95049-1350-4

Impreso en Grafinor S. A.,Lamadrid 1576, Villa Ballester,en el mes de marzo de 2005.

Hecho el depósito que prevé la ley 11.723Impreso en la Argentina

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P

PRÓLOGO

rofesores de la cátedra de alquimiame han contado la enorme dificultad

que supone enseñar una normativa cuyoprecepto central es el secreto absoluto.El maestro debe ejercer al mismotiempo la divulgación y el ocultamiento.Para completar exitosamente ambasactividades no tendrá más remedio quedictar clases que tengan —por lo menos— dos significados. Uno de aparienciasy otro secreto, que el alumno deberá irdescifrando trabajosamente.

Tras largos siglos de penosas

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lecciones, se ha ido construyendo unlenguaje en donde lo que se dice no eslo que se quiere decir, en donde cadapalabra no es sino una imprecisaalegoría de otra que no ha sido dicha: elsol es el oro, pero también es el Padre yes Apolo y el calor del cuerpo y elcentro del Zodíaco. Los siete metalesson también las siete heridas de Cristo,las siete virtudes, los siete colores, losdías de la semana, las horas y la sumade la trinidad con los cuatro elementos,que vienen a ser —de paso— los cuatroevangelistas. Desde luego, el aprendizjamás tendrá la certeza de haberdescubierto las verdades escondidas,

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pues nunca se realiza la traduccióndefinitiva. Maestros y discípulos sehablan a través de los tiempos eninterminables diálogos y textos que sonsímbolos y emblemas de otros símbolosy emblemas, cuyo comienzo o cuyo finales imposible hallar.

Manuel Mandeb, el pensador deFlores, afirma que toda conversación esuna lección de alquimia. Nadie dice loque dice, nadie oye lo que oye, nadieescribe lo que escribe. Mandeb aclaraque este último juicio oculta en verdadotro, que es secreto.

¿Qué libro esconderá este libro?¿Qué tristezas desconocidas se ocultarán

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tras nuestras viejas y familiares penas?

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AGRADECIMIENTOS:

Ianina TrigoNicolás Tolcachier

Silvina DíazMaica Iglesias

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E

EL BAR DELINFIERNO

l bar es incesante. Esimposible alcanzar sus

confines. Del modo máscaprichoso se suceden salones,mostradores, pasillos yreservados.

Nadie ha podido establecernunca cuál es la puerta del bar.La opinión mayoritaria es queno hay forma de salir de él. Sinembargo, muchos buscan lasalida. Es el sueño romántico

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más frecuente de este tugurio.Hombres jóvenes, inconformes,beligerantes, eligen unadirección cualquiera y avanzandesaforadamente buscando lapuerta, o el centro, o laexplicación del bar.

Generalmente, nadie vuelvea verlos. Algunos regresanmucho tiempo después, casisiempre por el lado contrario alque eligieron para irse.

El cafetín es un laberinto.Nuestro destino es extraviarnosen sus encrucijadas. Peroalgunos presienten una verdad

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aún más terrible: no se puedesalir del bar no por la falta depuertas, ni por la disposicióncaprichosa de sus instalaciones,sino porque no hay otra cosaque el bar. El afuera no existe.

Si es verdad que losparroquianos están condenadosa vagar perpetuamente por losmismos lugares, también escierto que sus conductas serepiten del mismo modoinevitable. Pero ellos no losaben. Se mueven con soberbia,como si decidieran sus propiasacciones. Y no es así. Sólo

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cumplen con ajenas voluntades.Los mozos, los músicos, losborrachos, las prostitutas y losjugadores están aquí desde elcomienzo de los tiempos y aquípermanecerán, recorriendotrayectos ancestrales con airesde inauguración.

Cada tanto, un viento deloca esperanza entra en el bar.Misteriosamente losparroquianos empiezan a creerque todo tiene un propósito, quecada uno de sus patéticosesfuerzos está destinado a unlogro final y que fuera del bar

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hay cielos límpidos y amoresventurosos que darán sentidohasta al último de los versososcuros.

El hombre a quien llaman elNarrador de Historias estáobligado a contar un cuentocada noche, cuando el reloj dalas doce.

Nadie le presta atención.Anda siempre con unos librosgrasientos. En ellos hay —según se dice— infinitosrelatos.

Los libros son siete, o acasocinco. Existe la sensación de

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que cada uno sigue preceptosdiferentes.

Ada, la bruja, ha dicho queel Libro Rojo contiene un solorelato y que ese relato revelalos secretos de la libertad. Peroel Narrador jamás abre el LibroRojo.

El Libro Blanco contienefalsos secretos; el Libro VerdeClarito es igual al LibroAmarillo.

A veces, los ladrones robanlos libros del Narrador. Algunosparroquianos pagan por ellosunas monedas y tratan de

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leerlos. El desengaño esinevitable. Las páginas estánescritas con una tinta sutil quese borra al tomar contacto conel aire. Una y otra vez, elNarrador recupera los libros ylos ladrones vuelven a robarlos.

Con el tiempo se han hechotorpes duplicados y ya no sesabe si los textos que lee son losverdaderos, o copias fieles, orelatos falsos.[1]

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L

EL REGRESO

i regresó a su casa después delargos años de ausencia. En la

China, las guerras son prolongadas ycomplejas. Los ejércitos avanzaninterminablemente, a veces sin encontrarenemigos, pues el Imperio es inmenso yla política es oscilante.

Las noticias viajan con extremalentitud. Un correo puede tardar tresaños, o diez, en recorrer el país de puntaa punta. De este modo, los príncipesignoran la suerte corrida por sus tropasy, por lo general, los ejércitos noregresan nunca o regresan cuando el

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príncipe que los mandó se ha pasado aotro bando, a otro parecer o a otromundo.

El pueblo de Li era apenas una aldeasin nombre. Casi todos los hombreshabían marchado a la guerra treinta añosantes. Casi ninguno regresó.

Li podía considerarse afortunado. Elsolo hecho de no haberse perdido parasiempre en el impiadoso desierto de laChina central, o en el laberinto de ríos ycanales en cuyas riberas se hablan ciendialectos diferentes, podía ser vistocomo un favor infrecuente del destino.Pero tal vez Li no tenía por costumbrefilosofar acerca de la alternancia de

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sucesos fastos y nefastos. Para él, lavida era oscura, nebulosa,incomprensible, pero también fatal,incuestionable.

Cuando llegó al pueblo, estuvo apunto de pasar de largo. No es quehubiera cambiado mucho, pero despuésde treinta años de ausencia y deperegrinación por infinitas poblaciones,Li tenía ideas más bien confusas sobresu lugar de origen.

Por cierto, no reconoció a ningunapersona. Buscó su casa penosamente, encalles parecidas que morían en el río.En una de ellas reconoció un farol queen realidad había sido colgado mucho

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después de su partida. Llamó a la puertay lo recibió una mujer fatigada por lapobreza. No hubo gestos de alegría ni deamor. Aquellos seres desdichadosacataban las novedades con resignación,como sabiendo que cada una de ellas erael umbral de nuevos padecimientos.

Aunque el mecanismo derecordación de sus hijos estaba ligado alnúmero tres, fueron cinco los que Liencontró en el regreso. Todos ellos eranhombres grandes que trabajaban latierra, pero el menor ocupaba una ínfimafunción de limpieza en la administraciónprovincial.

Li no trabajó. Se sentaba largas

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horas junto a la puerta de su casa y alanochecer comía en silencio, junto a sufamilia. Se acostaba temprano y jamástocaba a su mujer. Muy de vez en cuandoiba a la taberna y se emborrachaba conalcohol barato. A veces peleaba conotros hombres, sin razón alguna. Alguienle preguntaba:

—¿Tú eres el que ha regresado de laguerra? —Y él le rompía una jarra en lacabeza.

Un día su mujer se atrevió ahablarle.

—Marido mío, ya no procedes comoantes de tu partida.

Él dijo que no recordaba cómo

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procedía antes de su partida.

Hü era un mercader de la capital quepasaba cuatro o cinco veces al año porla aldea.

La mujer de Li, y algunas otras queesperaban a sus maridos, lo habíantomado como amante. Hü despachabaaquellos encuentros bajo la forma deefímeros temblores en la hierbanocturna. En verdad, no recordaba conentera precisión cuáles de aquellasmujeres eran sus amantes. Confiaba enque ellas se iban a cruzar en su camino ylo iban a arrastrar a la espesura, llegadoel momento. Por eso se sorprendió

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cuando la mujer de Li corrió tras él enun callejón y le dijo agitadamente:

—Mi marido ha vuelto, ya no metomes.

—¿Quién es tu marido? —preguntóHü.

—Se llama Li.—Todos en la aldea se llaman Li.—Él fue a la guerra y es el hijo de

Li, el campesino.—Seré discreto —dijo Hü. Y se

marchó cantando una canción obscena.La mujer de Li sentía, algunas

noches, una oscura tendencia a desearque el hombre que dormía con ella fueraun impostor. Tal vez esperaba la llegada

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de otro Li, bajo la forma de un hombrejoven y ardoroso. Mientras tanto, elpropio Li solía preguntarse cómo habíaelegido para engendrar hijos a una mujertan sombría.

Una tarde, enfurecido por la falta deleña, Li le reprochó a su mujer lapromesa incumplida de su suegro deentregarle seis gallinas a modo decomisión nupcial. Ella no dijo nada,aunque creía recordar el solemnetraspaso de un cerdo.

Años después, pasó por el pueblo LiT'ieh-kuai, o sea Li, el de la muleta dehierro, uno de los ocho inmortales. Los

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lugareños le dieron limosna y él sedetuvo junto a un cedro, donde curó aunos ancianos enfermos con drogasmágicas. Al anochecer, encendió unfuego azul e hizo hervir allí un caldocuyos ingredientes secretos lanzabanvahos inspiradores. Los dioses hacían aLi T'ieh-kuai unas oportunasrevelaciones cuando el inmortal mirabael fondo del caldero. Un joven lepreguntó qué era la vida. Li T'ieh-kuaihizo beber un poco de caldo a un gatonegro. El gato murió y Li T'ieh-kuai dijoal joven:

—La vida consiste en no saber quées la vida.

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Alentada por un entusiasmocreciente, la mujer de Li se fueacercando al maestro y finalmente seatrevió a preguntar.

—Un hombre regresó a mi casa. ¿Esel mismo que se fue?

Li T'ieh-kuai miró el caldero y vioentre los vapores a Li, el verdaderomarido de aquella mujer, muerto en laguerra un mes después de haber partido.También vio al hombre que ahoradormía con ella, tal como era en sujuventud, recién casado con otramuchacha, en una casa parecida, en unacalle que iba muriendo hacia el río.

Comprendió entonces la

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equivocación del que había regresado.Comparó los destinos posibles, laspenas intercambiadas y vio el final detodos los caminos. Entonces dio a otrogato un poco de caldo. El gato murió.

—Todos los hombres que regresanes porque se han ido.

La mujer volvió a su casa y viviólargos años junto a Li. Después, todos sefueron muriendo. Hoy nadie los recuerdaen aquel pueblo. Y a decir verdad, nadiesabe cuál era aquel pueblo.

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EL JUEGO DE PELOTAEN RAMTAPUR

Informes del profesor RichardBancroft, corresponsal

de la Enciclopedia Británica.

INFORME 1

Más allá de los confines del Nepal,no lejos de Katmandú, la ciudad que fueun lago, fuera de los circuitos de lascaravanas, al sur o quizás al este del ríoque se llama Arum, se alzan las pardasmurallas de Ramtapur.

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Allí, desde hace siglos, se practicaun juego colectivo de pelota. Susorígenes son imposibles de rastrear.Probablemente se trate de una costumbremuy anterior a los tiempos deAmshurvarma, el rey más célebre de ladinastía de los Takuris.

Los complicados reglamentoscarecen de interés a los efectos de estamonografía. Basta decir que dos bandosde siete hombres cada uno se enfrentanpara disputar la posesión de unapequeña bola de cuero o madera, la quefinalmente debe ser depositada en unlugar predeterminado.

Los juegos se realizan en la Shanga,

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un antiguo estadio de piedra, cuyasamplias terrazas permiten la asistenciade casi todos los habitantes de laciudad.

Los atletas que practican el juego depelota son hombres admirados por sudestreza y vigor. Se les rinden toda clasede homenajes y les está permitidopermanecer sentados aún ante lapresencia del Khan de Ramtapur.

Los equipos se distinguen por elcolor de su kaupina, un breve taparrabosque los cubre durante la contienda. Losprincipales son cuatro: el verde, elnaranja, el azul y el azul oscuro.

Los habitantes de Ramtapur han

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venido desarrollando unaspredilecciones personales que losconducen a asociar sensaciones deorgullo y plenitud con el triunfo de unosolo de los equipos y la derrota delresto. La orientación de estaspreferencias no responde a razonesprevisibles, ni sus límites coinciden conlos de las castas, las razas o losdistritos.

Durante los primeros siglos de supráctica, el juego de pelota erasolamente una diversión de los príncipesociosos. Pero a partir de las NuevasReglas de la época de PrithvinarayanShah, la población se fue interesando

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cada vez más en los resultados del juegohasta convertirlo en el punto central dela actividad de la región.

El viajero que llega a Ramtapuradvierte inmediatamente que todas laspersonas se visten o se adornan con loscolores de aquel equipo al que hanhecho objeto de sus deseos de triunfo.

Las imágenes de los cultos deNarayana y Rudra son perturbadasmuchas veces por pañuelos y banderas.Los hinduistas murmuran el nombre desus atletas en interminables japas, cuyopropósito es, tal vez, lograr que losdioses influyan sobre el juego.

Los menos creyentes procuran

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ayudar ellos mismos al triunfo de suequipo concurriendo a la Shanga yadoptando una actitud de constanteamenaza hacia quienes se les oponen.Para su mejor intelección, talesamenazas se profieren bajo la forma decantos rítmicos cuyas normas deversificación todos conocen. Con grandificultad he traducido algunos:

«Más fácil le seráal ínfimo intocableser dueño de un palacioque a vosotros, atletas

verdes,

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salir hoy de la Shangavivos y triunfadores.»

«Un deseo hallará su tumbaen estas piedras.Es el deseo verde:el viento llevará noticiasde su menoscabada virilidadhasta las chozas indignasen las que moran.»

«Observen, observen,observen

esa muchedumbre dehombres ineptos

muy pronto, al egresar deeste recinto,

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invadiremos sus cuerposdel modo más humillante.»

«Verde, verde, verdeintolerancia, intolerancia,

intolerancia.»

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INFORME 2

Me permito recordar en esta páginaque en Bizancio las carreras de carrosentusiasmaban a las multitudes con lamisma desmesura. Los azules eran loscarros de los partidarios del emperador.Los verdes pertenecían a la oposición.Se decía que eran, además, monofisitas,es decir que negaban la naturalezahumana del Cristo. El emperadorJustiniano protegía a los azules, pero laemperatriz Teodora era verde. En enerodel 532, después de grandes disturbios ysaqueos, verdes y azules se unieron en

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una revuelta que hizo temblar alimperio.

En Ramtapur, los asuntos políticosno tienen suficiente dimensión comopara vincularse con el juego.

La población consiente la injusticiay soporta la pobreza, siempre que no seperturben sus peculiares anhelos degloria.

La idea del honor entre loshabitantes de Ramtapur es absolutamentedesaforada. Toda ofensa es irreparable ycasi cualquier cosa es una ofensa.Podría decirse que las cuestiones dehonor están relacionadas con la idea queun hombre tiene de sí mismo. En

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Ramtapur, todos son capaces de admitirsu condición limitada, salvo cuandoconsideran su simpatía por uno de losequipos del Juego. En ese caso, suspersonas son de un valor infinito y lasagravios que se les infieren, mortales.

Tomar en vano el nombre de unatleta es arriesgarse a ser asesinado porsus partidarios. Los objetosrelacionados con cada equipo sonsagrados y su profanación se paga con lavida.

Estas cuestiones dividen a lasfamilias y colocan muchas veces al hijocontra el padre, al hermano contra elhermano y al amigo contra el amigo.

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Casi todas las noches aparecencadáveres de personas que han ofendidola dignidad de algún color. Esta clase demuerte ocupa el segundo lugar entre lasmás frecuentes de Ramtapur, después delaplastamiento por aludes de nieve. Lasautoridades locales casi nuncaintervienen y las instancias superioresson imperceptibles a causa de lasdistancias y las dudas jurisdiccionales.

Los artistas han abandonado parasiempre los temas tradicionales. Lostalladores de maderas ya no se demoranen las arduas escenas de la lucha entrelos Pandava y los Káurava. Losmodeladores de arcilla dejaron de

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amasar las pintorescas estatuas del diosmono Hánumat. Todos ellos prefierenlas figuras de los atletas, casi siemprecomo avatares heréticos de Visnu.

Los pintores budistas de la ciudad secomplacen en representar a losjugadores de pelota con centenares debrazos y numerosas cabezas y ojos, a lamanera de Avalokitésvara. Losnarradores de historias desprecian a losdemonios, las princesas y los dragonesde las literaturas clásicas para referirlas hazañas de Bahadur Mukerji o de Elgran Birendra, aunque tengo para mí queel mejor de todos ha sido Narasimha, elmago de los azules.

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INFORME 3

He sabido que algunos mercaderesacostumbran a instalar su pira funerariaen el mismo estadio de la Shanga paraque sus cenizas se desparramen en eseforo y transmitan a los atletas amadosfuerza, coraje y determinación. Paraevitar que estos despojos vengan abeneficiar a la facción equivocada, cadaequipo reserva para sus ceremoniasfúnebres un sector del terreno, que losatletas pisan descalzos antes de cadajusta.

Los filósofos, los mandarines y los

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hombres santos, especialmente losverdes, los naranjas y los del azuloscuro, se han alejado de la vidya y delos senderos de salvación y se hanesforzado en construir unas falsasnoblezas, hijas de la sacralización delos gestos más vulgares de la plebe.

La comprensión del universo, laconquista de la sabiduría, el dominio denuestros impulsos indignos, son vistosen todas partes como desórdenesmentales. El amor ha sido reemplazadopor una modesta lujuria en los días devictoria. Toda energía debe serconsagrada al deseo. Y el único deseoes la victoria en el juego.

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Adivino el estupor de los doctoresal advertir en Ramtapur pasiones tanoccidentales. En Oriente, uno no es sudeseo y la idea agonal del triunfodesinteresado es siempre undespropósito. Conjeturo que el juego ysus tribulaciones fueron introducidospor alguna caravana de viajerosoccidentales.

Azules: el triunfo es nuestroglorioso pasado, nuestroinevitable futuro y nuestroilusorio presente.

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INFORME 4

El maleficio de la civilizaciónoccidental llegó a estas remotas alturasde un modo tardío e imperfecto, perotambién inexorable. La radio y latelevisión de Ramtapur son hospitalariascon las bagatelas internacionales. Sinembargo, casi todas las trasmisionesestán destinadas al juego de pelota y susasuntos anexos. A lo largo de los años,los nombres de los ganadores, las fechasde sus victorias y aun las mínimasincidencias del juego han ido formandoun gigantesco y superfluo corpus de

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nociones en cuyo dominio se ejercitantodos los gandules de Ramtapur.

Gentes piadosas que antañomemorizaban los interminables versosdel Rig-Veda se afanan ahora en repetirel nombre de los autores de las másremotas anotaciones. Alrededor de estavana erudición cunde la controversia. Elhomicidio no es el argumento menoscomún.

Escribo estas líneas sentado en elcafé Thákur. De pronto, irrumpe unapandilla con la divisa naranja. Llevan labarba recortada según la última moda,hacen sonar unas grandes matracas y seabren paso a empujones. Cuando ven mi

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pañuelo azul, me escupen y tumban mimesa.

Estos grupos salen a la calle acelebrar las victorias o lamentar lasderrotas cometiendo robos, violaciones,saqueos y asesinatos. Todos loscrímenes se cometen al son de unosinstrumentos, mientras se cantancanciones como las que hemos glosadoen el informe número uno.

Estos procedimientos dejan lailusión de un rito, lo cual, para loshabitantes de Ramtapur, es garantía deimpunidad. Las fechorías rítmicas noson castigadas por la ley. Muchossospechan que aprovechando este

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exotismo jurídico, las bandas dedelincuentes se hacen pasar porfanáticos, pero yo no creo eso.

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INFORME 5

Recién ahora comprendo lanaturaleza de la fuerza principal queempuja a los adictos al juego de pelota.Es el odio. Un odio perfecto, nocontaminado por los intereses, por elafán de lucro, por la lujuria negada opor la propiedad usurpada.

Este encono artificial, construido alo largo de generaciones, es más intensoque cualquier otro. No necesitaexplicación. No admitereconciliaciones. Las gentes deRamtapur, los ricos y los menesterosos,

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los brahamanes y los parias, van alestadio de la Shanga a odiar. Los pobresde espíritu, incapaces de cualquierenergía pasional, sienten correr por susangre una ira más grande que ellosmismos, un furor que los posee conmajestad foránea.

Reducido a su simple apariencia, asu mera caligrafía burguesa, el juego esinocente y anodino. Sólo quienes locomprenden de verdad pueden captar sumagnitud heroica. Y para comprenderlohay que odiar. Compadezco al meroinglés que se contenta con las emocionesdel crocket. El que ha oído el alaridosanguinario de la Shanga ya no puede

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regresar. Anoche, en el defectuosolupanar de Ramtapur, un mercader, talvez narcotizado con hierbas de lasalturas, denigró a los azules con gritosde la mayor obscenidad. Abandoné unosbrazos que me acariciaban en vano paraconstituirme ante el ofensor.

—El caballero puede arrastrarmepor el cieno, si es su deseo, ya que nosoy nadie. Pero la mínima afrenta a ladivisa azul se lava sólo con sangre.

Lo maté con mis manos, lentamente.

Gloria al pabellón azul,inmundicia de perro

sobre las otras banderas.

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S

MÁSCARAS

egún cuentan algunos, el corso de laavenida La Plata, en Santos

Lugares, era utilizado frecuentementepor ángeles y demonios cuando teníanque cumplir alguna misión terrestre.Solía decirse también que entre todaslas máscaras del corso, una era eldiablo. Los hechiceros de Lourdes yVilla Lynch aprovechaban aquellasjornadas para suscribir convenios detoda clase con los poderes de lastinieblas. Tras las caretas espeluznantesse ocultaba el verdadero horror de lascaras del mal.

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Los hombres sensibles de Floressolían pasearse por allí tratando dereconocer el sello de las Legiones, obien gritando frases ingeniosas en eloído de las muchachas. Cada vez quesospechaban el carácter sobrenatural dealgún enmascarado, comenzaban aacosarlo tratando de provocar algunareacción reveladora.

Nunca tuvieron suerte. Lasmascaritas eran muy diestras en laocultación de investiduras infernales oeran, lisa y llanamente, sifoneros oferroviarios disfrazados de Mandinga.

Una noche, un mozo alto, vestido deArlequín, les pareció el finado Antúnez,

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un pintor de la calle Morón que llevabadiez años muerto.

Indagada a fondo, aquella máscaranegó terminantemente la identidad quese le atribuía. El ruso Salzman, a quienAntúnez le debía sesenta pesos, exigióal hombre la exhibición plena de surostro y la devolución de la sumaprecitada. El finado Antúnez huyó a lacarrera y se perdió entre los vagones delos talleres del ferrocarril.

En la última jornada de aquellosmismos carnavales, una figura cubiertacon una capa negra se acercó a ManuelMandeb, que había llegado solo hasta elextremo del corso.

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—Soy la Muerte —dijo.Mandeb señaló su mediocre

indumentaria de pirata y declaró que erael Capitán Morgan. La figura insistió.

—Disculpe. No ha sido mi intencióndar título a mi disfraz. Soy la Muerte,más allá de cualquier metáfora. Y si mepermite la franqueza, vengo allevármelo.

Manuel Mandeb entornó los ojos ylevantó el índice, como quien se aprestaa una refutación. Después dio mediavuelta y salió corriendo por avenida LaPlata en dirección a Rodríguez Peña. Alcabo de una cuadra y media depersecución, la figura lo alcanzó.

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—Déjese de payasadas —dijojadeando—, venga conmigo. Lo únicoque falta es que me haga un escándalo enplena calle.

—Me va a tener que arrastrar —gritó Mandeb, muerto de miedo—Además, me parece que usted no es másque un sifonero, o quizás un ferroviariodisfrazado.

La Muerte alzó un brazo y Mandebquedó helado. Quiso moverse, pero nopudo.

Tal como suele ocurrir en estoscasos, pasaron por su mente losepisodios principales de toda una vida.Mandeb advirtió, sin embargo, que esa

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vida no era la suya. Se atrevió a unaobjeción desesperada.

—Me parece que usted estábuscando a otra persona.

—Yo busco al que encuentro. Nadiees otra persona.

—¿No podría ir a morirme a unlugar más discreto? Aquí está lleno degente y si hay algo que no soporto esestar muerto en medio del corso deavenida La Plata, frente a unamuchedumbre de curiosos.

—¡Basta! No trate de ganar tiempo.En ese momento apareció una

muchacha deslumbrante vestida deángel. Era Beatriz Velarde, el amor

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imposible de Mandeb, la novia ausente,la mujer que lo había amado sólo por unrato. Lucía unas alas de color celeste yun antifaz de plata ocultaba sus ojos.Mandeb la reconoció por las tetas.

—¿Qué es lo que pasa? —dijo elángel.

—Soy la Muerte y vengo a llevarmea este caballero.

El ángel se acercó a Mandeb y lobesó en la boca.

—Muy bien. Ahora no te lo podrásllevar. Si un ángel besa a un moribundo,la Parca debe retroceder.

La Muerte miró largamente a BeatrizVelarde. Era difícil no confundirla con

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un ángel. Sin decir una palabra, diomedia vuelta y desapareció detrás deuna murga. Mandeb quiso tomar la manode Beatriz, pero ella le tiró unaserpentina y salió corriendo.

Durante el resto de la noche, elpensador de Flores buscóinfructuosamente al ángel por todo elcorso. Se asomó a la pizzería «Losases», revisó los palcos, entró en laheladería «Pololo», preguntó a susamigos. Ya era de día cuando llegó a sucasa.

Después, durante toda su vida,siguió buscando a Beatriz. Pero ella novolvió a besarlo nunca más.

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E

CONVERSIONES

n el siglo XIII, Danubio abajo,mucho más allá de Hungría, vivían

unos gitanos cuyo caudillo se llamabaAnguil. Adoraban a Itoga y otrasconfusas divinidades de los Tártaros.Vivían en tiendas de cuero y basaban sueconomía en la caza, las ovejas o elsaqueo de caravanas.

Un día llegó hasta allí Giovanni DiPian Carpino, un franciscano que sedirigía a la China, por pedido expresodel Papa Inocencio IV.

Los hombres de Anguil lo tomaronpreso y como Giovanni se negara a

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honrar aquellos dioses montaraces,resolvieron quemarlo vivo.

No sin cierta dificultad se completóuna pira. La región era muy árida y lavegetación escasa. Giovanni fueamarrado a un poste y el propio Anguilpuso fuego a las ramas secas que lorodeaban. En ese momento, sin permitirsiquiera que el misionero empezara acalentarse, un súbito aguacero apagó lasllamas.

Hubo un gran estupor de lospresentes, pues en aquella región nollovía casi nunca. Anguil juzgó aquelhecho como milagroso. Desató aGiovanni y le preguntó en qué consistía

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exactamente la religión que predicaba,para ordenar a todos sus hombres que seconvirtieran a ella. Por fin, después deunas breves explicaciones de GiovanniDi Pian Carpino, todos se hicieroncristianos y prometieron construir unaiglesia, no bien pudieran hacerse de losmateriales indispensables.

Giovanni dio misa al pie del mismoposte al que lo habían atado, bautizóapresuradamente a los que pudo y partióhacia la China, llevando las alforjasllenas de obsequios y alimentos.

Diez años más tarde, pasó por allíAbdel El Salim, virtuoso embajador del

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Califa de Bagdad, que se dirigía a laChina para unirse a un grupo demusulmanes que se proponían instalarallí el Islam.

Anguil y sus hombres lo recibieronamistosamente y lo invitaron a rezar enel modesto templo que habíanconstruido. Como Abdel El Salim senegó terminantemente a hacerlo, locondenaron a ser decapitado.

Muy pronto prepararon una piedrapara que el embajador apoyara sucabeza y se designó a un veteranoguerrero para que cumpliera el trámitecon un hacha muy filosa. Pero en elinstante mismo en que el golpe final iba

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a caer sobre el condenado, el verdugoquedó inmóvil, petrificado con losbrazos en alto, como si fuera una estatua.Durante largos minutos trataron demoverlo, o de separar el hacha de susmanos, pero fue inútil. Finalmente,Anguil declaró que aquel milagro eramuy superior al que había fundado su fecristiana y resolvió que todos seconvirtieran al islamismo. Reciénentonces el verdugo recuperó elmovimiento.

Pasaron diez años de fe musulmana.Al cabo de ese lapso, llegó a la aldea elrabí Esdrás Gaon que, expulsado

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reiteradamente, se dirigía a la China —oquizás a Sumatra— en busca detolerancia y tranquilidad. Pensabaestablecer allí un yeshivot, es decir, unlugar de estudio. Convidado por Anguila reverenciar a Alá, se rehusó confirmeza. De inmediato resolvieronprecipitarlo desde una roca cercana, quese abría ante el abismo.

El propio Anguil empujó al rabí que,después de caer unos metros, se detuvoen el aire y regresó volando a la roca.Rápidamente, todos se convirtieron aljudaismo.

Transcurridos otros diez años, vino

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a dar en aquellos andurriales elmatemático y arquitecto Luiggi DeFosca, que marchaba hacia la China,creyendo que de allí provenían losconocimientos matemáticos que losárabes habían llevado a Venecia.

De Fosca era ateo y despreciaba porigual a todas las religiones. Los hombresde Anguil le propusieron cumplir conlos rituales establecidos. El matemáticose negó y, sin perder tiempo, locondenaron a morir lapidado.

A tal fin, lo instalaron junto a unacantera a la salida del pueblo. Laspiedras fueron cayendo sobre él y muypronto un certero adoquín le destrozó la

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cabeza.Luiggi De Fosca murió. Anguil se

paró sobre el cadáver y declaró queaquella muerte era el más prodigioso delos milagros que habían presenciado.

Presa de una frenética inspiración,ordenó a todos que dejaran de creer y,desde entonces, ninguna divinidad esreverenciada en aquella aldea.

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A

LOS ÁRBOLES DEL AZUL

pesar de los exasperantestestimonios de los traficantes de

yuyos y de los recitadores criollos,puede afirmarse enérgicamente que lagran mayoría de los árboles del pueblode Azul no presenta ningunasingularidad.

El interés de los botánicos y de lossupersticiosos proviene delcomportamiento heterodoxo de unospocos ejemplares.

Sería absurdo creer que todos losárboles del pueblo caminan de un ladopara otro. A decir verdad, un árbol

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peregrino es un fenómeno excepcional yhasta algunos incrédulos se atreven anegar de plano su existencia. Yo mismotengo en el fondo cuatro fieles naranjos,de lo más sedentarios, que permanecenen su puesto llueva o truene. Hay un datocentral que dificulta la certeza: losárboles se mueven en secreto, cuandonadie los ve. Peor aún, se dice que losinvoluntarios testigos pierden la razón ola memoria.

Los primeros indicios fueron másbien confusos: plátanos quedesaparecían de sus veredas; saucesllorones que cruzaban el arroyo; tilosinconstantes que emigraban hacia el

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norte. No había en realidad pruebasconcluyentes de que los árbolescaminaran. Nadie estaba seguro de queel nogal aparecido en un baldío fuera elmismo que faltaba en la plaza. Despuésde todo, la identificación de un árbol serealiza principalmente señalando ellugar donde está plantado y es raro quese puntualicen sus rasgos yparticularidades morfológicas.

El primero en denunciar un trasladocomprobable fue un enamorado. Elfarmacéutico Heraldo Barcalá dibujó sunombre y el de una clienta en un álamodel parque bajo el cual habíanintercambiado las caricias más vulgares.

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Tiempo más tarde vino a encontrar elálamo y la inscripción en la calleRivadavia, a casi seiscientos metros delemplazamiento original.

Debo admitir que el farmacéuticofue prolijo: tomó fotografías, convocó aun escribano y publicó un pequeñoartículo en el diario El Tiempo.

Ya sabemos que la superstición escontagiosa. Algunos vecinos empezarona contar historias de árboles inquietosque venían manteniendo en secreto portemor al ridículo.

El famoso automovilista CachoFranco me juró que, durante una carrera,marchó casi cien kilómetros detrás de un

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pino que siempre estaba en el horizonte.Los guardianes del parque

registraron siete árboles sobrantes cuyoorigen resultaba inexplicable.

La señora Esther Cristaldo, viuda deMontanari, denunció que la higuera quesiempre había tenido en el fondo de sucasa aparecía ahora, del modo másilegal, en el terreno de su vecino, sinque se despertaran en éste intencionesresarcitorias de ninguna clase. La viudade Montanari aprovechó para recordarque el citado vecino ya comía los frutosde aquella higuera en tiempos de sulocación anterior.

Tengo para mí que estos relatos, sin

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ser enteramente falsos, pueden ser hijosdel cansancio visual, de errores derecuento o de viejos resentimientoscontiguos.

Poco después, el farmacéuticoBarcalá y su clienta terminaron suromance. Quien conoce losprocedimientos conjeturales de laignorancia no se caerá de la silla alsaber que muchos indoctos creyeron quela razón de aquella ruptura estaba en elinflujo maléfico del álamo.

Los brujos de las sierras y lasOrganizaciones Supersticiosas de laregión vieron en el caso la confirmaciónde un disparate que siempre habían

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sostenido: existen precisas conexionesentre los árboles y los destinos humanos.Es posible averiguar el diseño de esasregularidades descifrando las claves quela naturaleza esconde hasta en los máshumildes sucesos cotidianos.

Según estos obtusos criterios, todoárbol que camina tiene un mensaje quedar o una misión que cumplir. Losastrólogos de la Municipalidad hablabande la existencia de un árbol del amor,bajo el cual nadie se resistía a nadie. Alparecer, las fragancias o el polen deaquel vegetal operaban como unformidable afrodisíaco, de modo que loscaminantes que pasaban bajo su sombra

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entraban en un estado de escandalosalujuria. No decían los astrólogos cuálera ese árbol. Recomendaban, eso sí, nobuscarlo, sino más bien esperarlo. Siuno era sincero en sus pasiones, el árbolse acercaría tarde o temprano. Debodecir que algunas parejas ansiosas serevolcaban a la sombra de frondasindiferentes y eludían de este modo laresponsabilidad de sus excesosvenéreos.

Muy pronto los charlatanesperdieron todo pudor. Instituyeronárboles del olvido y del recuerdo. Elolmo del rechazo aseguraba una negativaa cualquier ruego formulado bajo su

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influencia. El menos interesante eraquizás el árbol del aburrimiento:bastaba con recostarse contra su troncodurante cuatro o cinco horas para que eltedio se apoderara de uno.

Las viejas contaban que había en laplaza un caldén en cuyas hojas estabaescrito el porvenir. Cada habitante delpueblo tenía una hoja asignada y laescritura era sólo visible para él. Quienexaminara hojas ajenas no vería más quenervaduras sin sentido.

Nadie pudo jamás encontrar la hojaque le correspondía pero, otoño trasotoño, las muchachas del pueblopasaban las horas buscando una palabra

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reveladora. Algunos poetas incrédulosafirmaron que todas las hojas decían lomismo.

El anciano Nereo Fuentes, queadivina la suerte por dos pesos, me dijouna tarde, a los gritos, que los árbolesdel Azul tenían un plan y que ese planera malvado y fatal para los habitantesde la ciudad. Yo preferí no creerle, porpereza. Pero algunas noches más tarde,Inés, una criolla que a fuerza detrayectos repetidos llegué a considerarmi novia, me confesó que tenía miedo delos árboles y me pidió que en losucesivo camináramos siempre por elmedio de la calle. De todos modos, ella

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empezó a tornarse distante. Cada veznos veíamos menos, nuestra pasión ibaamainando y he de reconocer que lamayoría de las veces yo preferíaquedarme en casa.

Una mañana, demasiado tempranopara mi gusto, recibí la visita del viejoNereo.

—Váyase —me dijo—, váyase delAzul, usted que es empleado delferrocarril. Los ómnibus ya no circulan.Se acerca la catástrofe y la gente nisiquiera tiene espíritu para huir.

—¿Por qué no me explica qué es loque sucede? —alcancé a decir mediodormido.

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—No me diga que usted no se hadado cuenta. Son esos árboles. Ahoracaminan sin pudor. Anoche, yo mismome crucé con una tropilla de paraísosque andaban a paso redoblado por elbalneario. Y nadie hace nada. Losvigilantes ya ni salen de la comisaría,los vecinos miran todo el día latelevisión, los negocios están cerrados.Algo pasa, se lo juro. Yo me iría a pie,pero no tengo fuerzas. Vayamos a laestación y colémonos en el primer tren.

Lo despedí casi sin palabras. Yvolví a la cocina, a la silla de paja queempecé a preferir en los últimos días.Por la radio me enteré que las clases

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estaban suspendidas. Después, tuve queescuchar emisoras de Buenos Aires, lasde aquí estaban silenciosas. Ayer secortó la luz.

A veces trato de extrañar a Inés,pero no puedo. Hace rato que no tengonoticias de ella, ni en verdad de nadie.Por suerte no tengo hambre ni sed. Yacasi no escribo. El viejo Nereo estáloco... Yo no me muevo de Azul. Éste esmi pueblo, ésta es mi casa, ésta es misilla. El lugar exacto en que ha detranscurrir mi vida. Mi cuerpo saluda alamanecer inclinándose hacia la ventana.Frente a ella pasan mis cuatro naranjos,soberbios, agitados, chúcaros,

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galopando rumbo al centro.

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N

LA ESCUELA DE LAPIEDRA

DE LOYANG

o resulta sencillo indagar en elpasado de la Escuela de la Piedra

de Loyang. Los libros apenas si lamencionan. Los sinoístas prefierendesconfiar de su existencia y suelenarrojarla hacia otra dinastía cada vezque se la llevan por delante.

Los actuales funcionarios de lainstitución suelen resistirse a mostrar losarchivos y, vencida esa resistencia, casisiempre se encuentra uno con escritos

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contradictorios, escasos y más cercanosa la leyenda que al registro.

Por otra parte, es difícil conocer laverdadera jerarquía del empleado queatiende. Envolviendo a los maestrosilustres, hay un inextricable escalafón deautoridades secretas que deciden loscomplicados programas, las dificultosaspruebas, los implacables castigos, lasrecompensas lejanas y dudosas.

El vasto saber de los lectores deeste informe me exime del penoso deberpoético de fingir sorpresa ante cadanuevo dato.

Todos conocemos bien las enormesdificultades de los postulantes para

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ingresar a la escuela. Durante los diezprimeros años después de su fundación,en los lejanos tiempos del emperadorHan Ho-ti, nadie consiguió superar losexámenes.

Las pruebas eran secretas y losregistros se guardaban bajo siete llaves.Sin embargo, algunos historiadores hanconseguido reconstruir los ejercicioscumplidos por jóvenes aspirantes denueve años de edad.

Se dice que en la primera noche, otal vez en la segunda, cada postulantedebía dibujar un mapa del cielo y darnombre y colocación a tantas estrellascomo pudiera. Para complicar la tarea,

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los maestros astrónomos lanzabancohetes, fuegos de pólvora y globosluminosos, que engañaban a los alumnoscon falsas y efímeras constelaciones.

Al tercer día, les leían los antiguospoemas y les pedían que suspiraran enlos momentos de mayor intensidad. Losalumnos que se estremecían en elinstante equivocado, o que dejaban sinsuspiro los versos consagrados por latradición, eran desaprobados.

Se ha hecho célebre la prueba de lascortesanas. En la novena y última noche,los aspirantes recibían la visita de unnumeroso grupo de hetairas. El ejercicioconsistía en percibir el deseo ajeno. Si

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un alumno suponía que alguna de lasmujeres sentía impulsos de intimar conél, debía entregarle una rosa.

Dar una flor a una dama indiferenteacarreaba la reprobación por petulancia.

Dejar sin rosa a una enamorada,causaba la expulsión por humildaddesmedida.

Todos estos rigores sonprobablemente meros inventosdestinados a sorprender a las nuevasgeneraciones. El verdadero interés de laEscuela de la Piedra de Loyang está enlos sucesos que ocurrieron a partir delaño 974, cuando el maestro disidenteWu Chang asumió la dirección. La

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severidad inicial había devenido en unaespecie de indiferencia, tal como cabeesperar bajo la influencia del Tao, quedesprecia los ritos y propende a lainacción.

Wu Chang sostenía que ningúnhombre es nadie, que el sujeto es unhábito jurídico y que vivimos en unentrevero de predicados que pueden seratribuidos a cualquiera. El maestropensaba que la mayoría de los seres notenían ninguna idea, ni opinión, niconvicción acerca de ningún asunto.Sólo los sabios alcanzaban, al cabo dearduas jornadas, a construir unospensamientos dudosos y frágiles que

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solían desarmarse ante la menor brisa.

No importa lo que hagamos,nuestras acciones, en un sentidoo en otro, son perfectamentefútiles.Observando a las pluraleshormigas es posible quereparemos en alguna quepresente cierta heterodoxia ensu rumbo o en su carga. Pero alos pocos segundos, ya nosabremos si la hormiga queestamos viendo es la misma enla que antes reparamos. Al cabode los días, el destino de las

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hormigas será igualmentecasual, desordenado y carentede toda importancia.

Wu Chang ocultó las reglas yprefirió que los alumnos no supieran loque se esperaba de ellos. Fomentó laconfusión, de suerte que resultara muydifícil diferenciar a un alumno de otro.Ni siquiera se sabía con exactitudquiénes eran los profesores. Hasta loslímites físicos de la institución eranimprecisos. Muchos terrenos yconstrucciones pertenecían a la escuelade un modo secreto. El caminante jamássabía si estaba dentro o fuera de la

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Escuela de Loyang.El emperador T'ai-tsung juzgó

peligrosas aquellas enseñanzas, porquelas consideraba ciertas. Encargó a suministro Li Kuan que investigara lasactividades en Loyang.

La burocracia china, como la flechaeleática, siempre encuentra un pasoprevio a cada acción. Y como el imperioes tan vasto como la red de funcionarios,cuando Tsu-an, enviado del ministro,entró en la escuela por primera vez paracumplir las órdenes del emperador, T'ai-tsung ya había muerto y otro hombreocupaba su lugar.

Sin revelar su verdadera condición

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de delegado ministerial, Tsu-an asistióclandestinamente a lo que él pensabaeran clases de jardinería o de teatro.Algún tiempo después comprobó que setrataba de reuniones de vecinospreocupados por los demasiadosincendios.

Pasó largos meses sin poderformarse ni siquiera una mínima ideaacerca de la marcha de la escuela. Loshabitantes de Loyang eludían cualquierrespuesta, evitaban cualquier decisión,suspendían cualquier juicio. Esta actitudconvenció a Tsu-an de la existencia deuna vasta conspiración, que eranecesario neutralizar. Pero pasaba el

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tiempo y la Escuela de Loyang seguíasiendo invisible para el funcionario.Bastante preocupado, envió un informe ala capital:

A los dignos secretarios de lacorte de K'ai Feng: ya no esposible distinguir lo que es laEscuela de Loyang de lo que nolo es. No se puede decir siexiste o si no existe.Ante una situaciónadministrativa tan extrema yante la imposibilidad depercibir instancias superiores alas cuales remitirme, solicito

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nuevas instrucciones, como asítambién recursos abundantes enmetálico, por si resultaranecesario realizarincorporaciones mercenarias,transigir en adulaciones opagar sobornos.

Un año después de su llegada, Tsu-an consiguió asistir a una de las clasesdel joven profesor K'iai. Lo que vio allílo inquietó notablemente. K'iai se paseóen silencio por la sala durante casimedia hora. Después dijo:

Que nadie nombre ni cuente,

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porque es inútil diferenciar lascosas por las palabras o losnúmeros.Que nadie responda, porqueresponder es aceptar el poderde la pregunta.Hablemos poco, porque ellenguaje sostiene lasesclavitudes. Un tirano es unlenguaje persistente. Loscrímenes y las injusticiasparecen razonables cuando severbalizan.

K'iai recordó finalmente que el Taoera incognoscible y que nada podía

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decirse acerca de él. Después, siguiópaseándose por la sala durante otramedia hora, hasta que desapareció.

En clases sucesivas, Tsu-an tuvomotivos para acrecentar su alarma. Elastrónomo y poeta Yüé Ts'ing proponíanada menos que la abolición delhoróscopo, una actividad que ocupaba amiles de funcionarios. El argumento eraéste: «No es posible saber lo que le va aocurrir a cada uno».

Yüé Ts'ing soñaba con una paz, quesegún él, podía alcanzarse simplementeevitando la lucha. No se trataba denegociar ni de conciliar, bastaba coneludir perpetuamente la confrontación.

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Su arte poética se complacía en losllamados versos sin conflicto, queevitaban todo choque y a menudo todaanécdota.

Aquella sombra es Mién Shi,el vendedor de máscaras.Pero también podría ser un

pájaro,o un dragón o una torre

distante.

Tsu-an comprendió que todos estospensamientos configuraban una gravetraición al Emperador y que merecían uninmediato escarmiento. Envió nuevos

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correos a la capital.Una tarde en que Tsu-an creía estar

realizando abluciones en una casa debaños, comprobó que se encontrabaasistiendo a una importante reuniónpolítica. Un grupo de geómetras eintelectuales opositores a Wu Changmanifestaba su indignación y su encono.La pasividad de la escuela era causa denumerosas calamidades. Ya no sepublicaban calendarios y losagricultores equivocaban los tiempos dela siembra. Siguiendo la idea de queninguna conducta es preferible, lasmuchedumbres habían abandonado lasregularidades cotidianas que son

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indispensables para vivir en sociedad.Los intelectuales rebeldes

aprovecharon la presencia de Tsu-an ylo convidaron a formar parte del grupo.Le confesaron que su máxima aspiraciónera asesinar a Wu Chang y restaurar laantigua Escuela de Loyang.

Tsu-an se mostró de acuerdo conaquellos propósitos, pero les hizo notarque era imposible encontrar a WuChang, que se hallaba oculto en unbosque de secretarías, antesalas yjerarquías dilatorias. Nadie en Loyanghabía visto jamás al maestro. Unmatemático llamado Pa Ir-shi propusoasesinar a todos los ancianos de aspecto

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respetable que carecieran deinstrumentos para demostrar que no eranWu Chang.

Después, los conjurados gritaron quenada era casual en el mundo, ni siquieralos modestos caprichos de una hormiga.Había que volver a los tiempos doradosdel fatalismo oficial. Pa Ir-shi cerró losojos y dijo con nostalgia:

—Cuando ingresaba un alumno, losmaestros ya sabíamos los resultados desus pruebas futuras.

Tsu-an, mientras se secaba, les dijoque todo ser era alguien, aunque lanaturaleza de cada personalidad y aunlos hechos propios de la vida,

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estuvieran enteramente fuera de lavoluntad y de la decisión de cada uno.Agregó que el Estado Imperial debíahacerse cargo de la acuñación dedestinos funcionales a los deseos delHijo del Cielo que eran, por definición,aquellos que más convenían al mundotodo.

Tsu-an se unió a aquellos criminalesy envió urgentes mensajes a lossecretarios del emperador, que porentonces ya era Chen-tsung.

Inmediatamente, comenzaron losasesinatos de ancianos de aparienciarespetable. Tal cosa resultó más difícilde lo que parecía. Nadie era

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enteramente un anciano respetable enLoyang, como nadie era del todo unalumno, ni un ordenanza, ni un cocinero.Para no permanecer en una inacción quereputaban cómplice, los conjurados dela sala de baños cometieron algunoscrímenes sin preocuparse mucho de laidentidad de sus víctimas.

En K'ai Feng, la administraciónimperial se enredaba en su propiacomplejidad.

El mundo obedecía las órdenes delemperador, pero los caminos que seguíala voluntad del Hijo del Cielo erandemasiado largos y propensos alextravío. Muchas veces, el castigo o la

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recompensa alcanzaban a personas ycomarcas equivocadas.

Durante largos años, Tsu-an norecibió ninguna ayuda ni comunicaciónde la capital. En una ocasión, fuevisitado por un grupo de oficiales que lepidieron instrucciones para deponer algobernador. Tsu-an les explicó que él nohabía solicitado tal cosa y los hombresse marcharon hacia otras provincias.

Pasó el tiempo. El enviado imperialenvejeció esperando señales. Mientrastanto, asistía a todas las clases de laEscuela de la Piedra de Loyang. Seconvirtió en una de las personas másversadas en aquellas doctrinas. Las

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autoridades le ofrecieron una cátedra yle permitieron enseñar el pensamientode Wu Chang, sin sospechar que aquelhombre planeaba la aniquilación de laEscuela.

Por las noches, Tsu-an se reuníasecretamente con los criminales de lacasa de baños y, cada tanto, asesinabana un viejo.

Un día, vinieron a enterarse de queWu Chang había muerto mucho tiempoatrás, aplastado por un alud.

Las épocas siguientes fuerondesdichadas. Sequías e inundacionesempobrecieron la provincia. Loyang sellenó de mendigos. La Escuela casi

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desapareció. Los maestros emigraron ylos jóvenes perdieron interés encualquier tipo de educación.

Tsu-an enfermó. Tuvo que abandonartodas sus actividades. Sus antiguosdiscípulos solían visitarlo en suhabitación y le obsequiaban modestasgolosinas. Él los contemplaba ensilencio y al fin de la visita los despedíacon una sonrisa.

El día en que Tsu-an cumplíanoventa años, sus alumnos sepresentaron tumultuosamente ante él y lecontaron que habían llegado tropas deK'ai Feng. Los soldados veníanacompañados por funcionarios

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imperiales y maestros de laadministración que tenían orden dedestruir la Escuela de Loyang yreemplazarla por un nuevoestablecimiento. En verdad, noencontraron mucho que destruir, apenasun pabellón ruinoso y unos ancianosprofesores que vendían limones ycontestaban adivinanzas.

Tsu-an recibió aquellas noticias conindiferencia. Unos días después, sepresentó ante él el nuevo director de laEscuela de la Piedra de Loyang enpersona.

—El horóscopo y el calendario hansido restaurados —informó— La

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pasividad y la negación extrema seráncastigadas con rigor. Volveremos anombrar y a contar con la mayorprecisión. Sostendremos violentamenteque cada persona es distinta y quetodos cumplen exactamente un destino,que es irrenunciable o imposible demodificar o intercambiar.

Tsu-an hizo una reverencia ymurmuró:

—Alabado sea el Benefactor delMundo, el ilustre emperador T'ai-tsungy su ministro Li Kuan.

El nuevo director le explicó queT'ai-tsung ya no era el emperador y quetampoco Li Kuan era el ministro. En

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pocas palabras señaló los cambios quese habían producido en las más altasesferas del poder. Después le preguntóqué recompensa deseaba por su trabajo.Tsu-an le dijo que volviera al díasiguiente, ya que en ese momento susdeseos eran más bien inciertos.

Cuando el director regresó, Tsu-anhabía muerto. Sin embargo, algunoshistoriadores señalan que Tsu-an viviómuchos años más y que fue directorhonorario de la nueva Escuela deLoyang. Más recientemente, un gruporevisionista ha sostenido que la muertede Tsu-an se produjo mucho antes de lallegada de las tropas de K'ai Feng.

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Profesores franceses prefieren creerque Tsu-an no ha existido nunca y que esen realidad una comodidad destinada ahacer comprender pensamientosantagónicos.

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ELISA BROWN

ancho Drummond buscaba causasjustas por las cuales batirse. Era

escocés, pero luchaba en la marinainglesa. Peleó por la independencia deBrasil bajo las órdenes de LordCochrane, el enemigo de San Martín.Más tarde, quiso alistarse junto a lasfuerzas argentinas que combatían a susantiguos compañeros. Pero losbrasileños lo metieron preso enMontevideo. Después de nueve meses,Drummond consiguió escapar einmediatamente se incorporó a laescuadra argentina que comandaba el

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almirante Guillermo Brown. Se radicóen Buenos Aires y empezó a frecuentarla quinta del almirante en Barracas.

Allí conoció a Elisa, la hija mayorde Brown. Él tenía veinticuatro años yella, diecisiete. Despacharonvelozmente los penosos trámites queentonces imponía una seducción. Secomprometieron y planearon casarsecuando la guerra terminara.Ahorraremos al relato las elegantesconjeturas acerca de los encuentros y lossueños de los enamorados.

El 6 de abril de 1827, Drummondmarchó a la guerra con la flota deBrown. Muy pronto sobrevinieron

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grandes dificultades. Las cuatro navesargentinas enfrentaron a dieciséis barcosbrasileños. El Independencia,comandado por Drummond, quedóvarado en un banco, con grandes averíasy agotadas sus municiones. Siemprepropenso al arrojo, Drummond, que yaestaba herido, tomó un bote y fuearrimándose al resto de los barcos enbusca de municiones para continuar lalucha. En el momento de abordar lagoleta Sarandí, lo alcanzó una balaenemiga.

Drummond comprende que va amorir y, con la mayor premura, cumplesus deberes heroicos. Pronuncia unas

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palabras que evitan cuidadosamente laqueja; entrega a su amigo, el capitánCoe, el anillo nupcial para Elisa yalcanza a mantenerse vivo hasta lallegada del propio almirante, en cuyosbrazos muere.

Lo velaron en la comandancia demarina y lo enterraron con honores en elcementerio protestante. Elisa recibió lanoticia sin derramar una sola lágrima.Algunos dicen que la envolvió unasilenciosa demencia.

Pasaron los meses. Una tardecita dediciembre, se puso un inexplicable trajede novia y se metió en el río, cuyosjuncales llegaban hasta el fondo del

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parque. Ella se ahogó, por suicidio opor accidente.

El almirante Brown nunca pudoreponerse de aquella tragedia.Guillermo Enrique Hudson lo viomuchos años después, vestido de negroy parado en la puerta de su casa,mirando fijamente a la distancia. Lepareció un fantasma.

Cuando Hudson escribió sus líneas,la pena de Brown ante el recuerdo de suhija era ya otro recuerdo y otra pena.Hoy, el propio Hudson es un fantasma.La quinta de Brown, con sus sauces, susálamos y los dos cañones de Garibaldiadornando la puerta, forma parte del

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más perfecto olvido.En su lugar se alza la plazoleta Elisa

Brown, pálido homenaje municipal a sumemoria. Completan esta sustitución lafiambrería Il Parmigiano, el bar Elremanso y El emporio de la fruta y laverdura. El río, ahuyentado por tantoprogreso, ha retrocedido diez cuadras.La dicha de Francis Drummond y ElisaBrown duró tan poco que casipodríamos decir que fue una merapreparación de la pena, la penaincesante que fue de Brown y de Hudsony es ahora nuestra y será mañana deotros corazones sensibles, cuandoadviertan que somos sombras y que

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nuestras vidas son tumultos sin sentido.

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H

MAGOS

su Tang y Chao Ping tenían elpoder de obrar prodigios. Una

mañana se encontraron a orillas de unarroyo, en la región de Mingchong.

En el primer recodo de laconversación, Hsu Tang enfatizó unpensamiento ordenando al arroyo quedejara de fluir. El agua se detuvoinmediatamente. Chao Ping le retrucóentonces disponiendo el inmediatoflorecimiento de un sauce. El árbol seapresuró a cumplir. Los dos magos seentusiasmaron con aquel contrapunto yentre risas y vino siguieron demostrando

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su poder durante todo el día.Al llegar la noche, la región de

Mingchong se había transformadoenteramente. Los lugareños noreconocieron su propia tierra y pensaronque alguna fuerza mágica los habíaalejado de ella. Inmediatamente,emigraron en busca de su hogar. Sóloalgunos, deseosos de experienciasnuevas, permanecieron allí.

El maestro Wu Chang contó estahistoria a sus alumnos. Al terminar elrelato, les preguntó si habían entendidoalgo.

Uno respondió que la vida era unsueño de cambios vertiginosos y que

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nadie era nadie.Otro, mientras se alejaba al galope,

gritó que sólo podía regresarse haciaadelante.

El más joven recitó:—Quien quiera volver al primer

amor deberá buscarlo en otras mujeres.Wu Chang dijo entonces:—Me voy para siempre. —Y se

sentó en silencio.

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P

EL BAR II

uede decirse que losHombres Sabios no son más

que una vana multiplicación delNarrador. Recorren los salonesdel bar recitando máximas,pensamientos y nociones detoda índole para pedir a cambiouna moneda.

Son insistentes y violentos, yno se marchan ni siquieradespués de haber recibidolimosna.

Casi todos llevan un loro en

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el hombro. La función de estasaves es repetir las palabras desu dueño, para enfatizarlas opara facilitar su comprensión.Algunos, sin embargo, opinanque no hay tal repetición y quelos loros se limitan apronunciar unas palabrasconfusas, que se parecenlejanamente a las que acabande oír. Es el entendimientoturbio de los parroquianos, queno prestan atención ni a sabiosni a loros, el que da poridénticos a ambos discursos.

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E

ORGÍAS

n la ciudad de Benares, que es elcentro del mundo, hay una

construcción subterránea en cuyasocultas instalaciones se celebra unaorgía incesante. No se sabe cuál fue elprincipio de esta saturnalia. Cuandollegaron los ingleses ya hacía más demil años que había empezado. Loshombres sabios declaran que sólofinalizará en el último día de lostiempos.

El aspirante que logre ingresar a lasala de placeres encontrará —cualquiera sea la hora del día o la época

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del año— centenares y centenares depersonas anhelantes, rugientes,enloquecidas y entregadas a los gocesmás asombrosos.

A lo largo de la historia,generaciones de adeptos se han idosucediendo pero la fiesta no se hainterrumpido jamás.

No está claro cuál es elprocedimiento para ingresar a la sectade la Eterna Orgía. Los que hanconocido los salones están obligados aguardar secreto. La ubicación misma deestos salones es desconocida. Algunosafirman que están a la orilla del río, nolejos de la terraza escalonada de

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Bachraj, donde los fieles toman bañosrituales. Otros prefieren creer que laorgía se desarrolla exactamente bajo eltemplo de Durga, una ubicaciónconveniente para diseñar una simetría deausteridades superiores y disipacionesinferiores.

El periodista francés Jules Garnierafirmó haber ingresado a lasdependencias orgiásticas el 10 de juniode 1923. Garnier sostuvo que la entradaestá a una cuadra de la estación delferrocarril y que unos brahamanesvenales le abrieron la puerta por unasmonedas. Su informe es breve ydecepcionante.

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Los salones están muydeteriorados y sucios. Entrédesnudo y me encontré con doscincuentones obesos queempujaban a una mujerborracha. Pregunté en perfectosánscrito dónde estaba la orgíay me contestaron que aquéllaera la orgía perpetua. Loscincuentones se alegraron de millegada, que les permitiríamarcharse sin interrumpir lahistoria.Me quedé varias horasmanoseando a la mujerborracha, hasta que unos

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estudiantes coreanos llegaronruidosamente y me relevaron.

El antropólogo inglés HebertChorley conjetura que Jules Garnier fueengañado por granujas cualesquiera, deesos que cunden en las proximidades delas estaciones del ferrocarril.

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L

ORGÍAS II

a secta del Petardo de Bambúconsideraba muy conveniente morir

en el punto más intenso de la existencia.Sus maestros recomendaban adelantarsea la decadencia y a la enfermedad, perotambién a la serenidad y al tedio. No setrataba tan sólo de morir en plenitud,sino también de hacerlo en el momentoen que ésta se hacía más patente.

En la ciudad de K'ai Feng, una vezpor año o quizá dos, se reuníancentenares de adeptos en un ritoorgiástico de increíble violencia. Por logeneral, lo hacían en lujosos salones, ya

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que la secta del Petardo de Bambúestaba integrada por personas de lasfamilias más pudientes.

Un maestro de ceremonias ibaseñalando los diferentes pasos de lareunión. Al principio, se conversaba yse bebía un vino suave. Más tarde,servían unos manjares estimulantes.Después empezaban las danzas y al ratotodos probaban los afrodisíacospreparados por los maestros del Tao,unas sabias mezclas que dejaban alcuerpo en permanente disposiciónvenérea y soltaban al espíritu a fin deque abandonara los territorios de larazón y el decoro que tanto perjudican

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las acciones lujuriosas.Al comenzar las cópulas

indiscriminadas, unos músicos hacíansonar intensamente unas melodías que,según sus doctos compositores,expulsaban hasta el último vestigio dediscreción. Un coro, o quizá los mismosparticipantes, repetían a voz en cuelloversos obscenos que se mezclaban conlos gritos, los jadeos y las ampliassolicitudes de los fornicadores.

Los salones estaban custodiados porimplacables esbirros que evitaban laentrada de ajenos pero también la salidade propios. Estaba rigurosamenteprohibido abandonar la orgía.

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El poeta Li Wung, en 999, pudoescaparse de una de estas reuniones ydejó una descripción de lo que allísucedía.

Egresado ya de mi conciencia,me encontraba en un nuevoestado en el que las sensacionesresultaban menos nítidas peromás intensas. Las personas ibanperdiendo su identidad, o mejordicho, la iban transformando.Invadida por mi virilidad oquizá por la de algún otro, laprincesa Su Ling, sobrina delemperador Sung Chen-tsung y

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célebre por su castidad, acercóferozmente su rostro y comenzóa escupirme mientrasvociferaba unos insultos torpes.El maestro de ceremonias, conacento enloquecido, recitabaestos versos:

El último tramo en lamontaña del placer

es la maldad.Oh, daño.Oh, destrucción.Oh, envilecimiento.

Unos eunucos nos flagelabancon látigos provistos de bolas

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de metal. De pronto, ingresaronen aquel escenario dedepravación unas fieras, acasoleopardos o tigres. Todosgritábamos de dolor, de placer,de desesperación. Supe queíbamos a morir pero no meimportaba. En los abismos másdesmesurados del deseo el gocevale más que la vida.Un error en la organización dela orgía vino a salvarme. Laseñora Yung, estúpida ypresuntuosa, había sidoinvitada y fingía orgasmos antelos puntapiés de un joven

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guerrero. Mi tensión disminuyóy me lancé al río por unaventana.

Las reuniones de la secta delPetardo de Bambú terminaban con lamuerte de todos los participantes.Algunos dicen que el maestro deceremonias iba guiándolos hacia unéxtasis de placer colectivo, en el ápicedel cual él mismo se suicidaba. Ante esaseñal, los esbirros degollaban a laconcurrencia con la mayor velocidad,tratando de hacer coincidir la muertecon el momento cumbre del goce.

Se discute si los participantes

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conocían de antemano su destino. Elrelato de Li Wung acredita su ignoranciapero es evidente que el poeta nopertenecía a la secta y que estaba allí encarácter de colado. Quienes morían enaquellas festividades ascendíandirectamente al cielo de los inmortales.

Como siempre sucede, estascreencias fueron empalideciendo hastavolverse alegóricas. En el siglo XIV lamuerte general era reemplazadasimbólicamente por la aniquilación deuna oveja, aunque algunos maestros deceremonias seguían matándose. Ya cercade nuestros días, en el siglo XIX, lamisma orgía era metafórica y todo se

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reducía a unas danzas en la calle con laasistencia de niños y vendedores degolosinas.

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E

ORGÍAS III

l gran festival anual de Ashtarté enHierápolis se celebraba a

principios de la primavera. Lossacerdotes eunucos de la diosa hacíanofrenda de sangre, cortaban su piel connavajas y salpicaban el altar. Peroluego, la excitación iba apoderándose delos oficiantes de categoría inferior y mástarde de la muchedumbre. La músicainfernal de flautas, címbalos, tambores ycuernos, junto a los licores y los hongosestimulantes, producía un estado delocura general. Muchos hombresjóvenes, enardecidos por la sangre

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derramada, se arrancaban la ropa ytomando una cualquiera de las muchasespadas que estaban a disposición delpúblico, se castraban allí mismo. SirJames Frazer cuenta que estos sujetoscorrían por toda la ciudad revoleandosus mutiladas partes, hasta que al fin lasarrojaban dentro de una casa cualquiera.Ahora bien, el propietario de la casadebía agradecerle esa distinciónobsequiándole trajes, atavíos yornamentos de mujer que el flamantecastrado llevaría desde entonces parasiempre.

CORO

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Hagamos algo definitivo,no importa qué.El acto drástico emborrachay empuja nuestras

concienciasfuera del tedio prudente de

la vida vulgar.Hagamos algo definitivo,repudiemos a nuestra

amante,ofendamos a quienes nos

sostieneno cercenemos nuestras

partes virilescon filos rituales.Después vendrán los largos

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años del arrepentimientopero esta noche, por un

instante,nos sentiremos valientes.

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U

ORGÍAS IV

na orgía, hijo mío, separa el placerde sus consecuencias. Allí no hay

referencias a la vida pasada o a laposición social fuera de ese ámbito.Pero hay que decir que ciertos datosprevios iluminan el placer de un mododelicadamente perverso: observar eldesenfreno de alguien cuya castidad espública multiplica la voluptuosidad.

De todos modos, es deseable laaniquilación de las identidades. La luzdebe ser tenue; las palabras que seintercambien, impersonales. Los celos,el orgullo y la imposición de derechos

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adquiridos previamente están, desdeluego, fuera de toda orgía. Los turnos,las simetrías, la disposicióncoreográfica deben limitarse. Espreferible, querido mío, una sensaciónde caos, aunque es sabio procurar que lalujuria de los concurrentes vayacreciendo de un modo homogéneo. Esdecir, se reducirán al mínimo losestallidos precoces o tardíos. En algunascivilizaciones de la antigüedad clásicaexistían ocasiones especiales en las quetodo el pueblo participaba de una orgía.Sin embargo, en general, se exigía lapertenencia a un determinado grupo queperseguía idénticos fines y corría

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idénticos riesgos.Los partos, según el testimonio de

algunos viajeros, organizaban reunionesde desenfreno que sucedían en la máscompleta oscuridad para nocomprometer identidades, linajes ojerarquías. Algunos pensadoresconsideran esto un grueso error. La orgíano es imaginación ni elipsis sinojustamente la realización contante ysonante de disipaciones que alguna vezsoñamos.

Debo decirte que, a lo largo de lahistoria, se ha discutido mucho acercadel momento en que debe finalizar unaorgía. Desde un punto de vista clásico,

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el sueño y la relajación general, ladesordenada quietud en los salones y lossucesivos despertares con retiradasfurtivas son señales claras. Algunasveces, conforme a ciertas regulacionesrituales, la orgía finaliza en un instantemás filoso, marcado por un sucesopuntual como un sacrificio, el amanecero un incendio.

Alejandro de Macedoniaconsideraba como conducta criminal lacontinuación de las pretensioneslascivas después del fin de la orgía. Elemperador Calígula solía ensañarse conlos cortesanos que llegaban tarde aldesenfreno, pues sentía que

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contaminaban de cotidianidad un estadode conciencia que a veces resultabatrabajoso alcanzar.

Los años me han enseñado adespreciar el discurso amoroso de losburgueses: «Yo siempre creí que A,hasta que B. Me prometiste que X y sinembargo, Z. Pídeme si quieres que A,A', A" o A'", pero no me pidas que C».En la orgía no hace falta la explicacióndel deseo para legitimarlo. Y ése es elprimero de los goces.

Los licores y los afrodisíacos, niñode mi corazón, son indispensables nosólo para asegurar el desenfreno sinopara atribuir a las sustancias la

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responsabilidad de nuestras bajezas. Seentiende que estas preparaciones nosdominan, nos poseen y nos expulsan denuestro ser.

Como ya te habrá dicho tu madre, esperfectamente inútil aspirar a loorgiástico con la mera concreción deuna cita colectiva de expectativassexuales. Una verdadera orgíapresupone un estado de concienciadiferente y superior que debe seralcanzado por procedimientos queimplican, casi siempre, una ética y unaestética. Los mercaderes enriquecidosque fuman opio y se rodean deprostitutas en el barrio del Soho son

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solamente imbéciles y debe serlesprohibido el ingreso a cualquiersaturnalia. Y ahora ve, hijo mío, y séfeliz.

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E

ORGÍAS V

n tiempos del imperio Tsing, allápor el siglo IV, existía una

colección de normas protocolaresconocidas como El libro de lasprescripciones mensuales. Allí seestablecía que en los primeros días de laestación primaveral, el emperador, juntocon todas sus esposas y concubinas,debía trasladarse al campo y copularrepetidamente sobre la tierra sembradapara contagiarle fertilidad.

Se trataba, por cierto, de verdaderasorgías silvestres en las que elemperador estaba obligado a ejercer su

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virilidad con el mayor ímpetu yfrecuencia.

Los chinos creían que la conductadel emperador influía sobre losfenómenos naturales. De este modo,cualquier desmayo en la masculinidadimperial devenía en sequías, heladas,plagas de langosta, terremotos,inundaciones o erupción de volcanes.

Los ministros y funcionarios de lacorte, preocupados por el destino delImperio, elegían concubinas hermosas,disponían almohadones de plumas en losalmácigos rituales y procuraban que eltemor de producir una catástrofe noperturbara el deseo del Hijo del Cielo.

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F

ORGÍAS VI

elipe de Orleáns, regente de Franciadurante la niñez de Luis XV, era un

hombre muy vicioso. Una de susamantes, madame de Sabrán, semantenía en el ejercicio de susprerrogativas de favorita consiguiéndolea Felipe muchachas bien dispuestas.Casi todas eran bailarinas de la Ópera.Tenían cuerpos hermosos y sabíanaparentar el furor erótico, aunque —lamentablemente— casi todas llevabanconsigo alguna enfermedad venérea.

Los libertinos suelen tener cadatanto el capricho de un amor duradero.

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Madame de Sabrán captó esa inquietuden Felipe y empezó a buscar una amantemás sólida. Un día descubrió a FerrandD'Averne, una joven que reuníaevidentes condiciones pero que estabacasada con un teniente de la guardia.Madame organizó una sesión de sombraschinescas en la que un especialista, lejosde los cisnes, leones y peces de usocomún, animaba con sus manosproyecciones obscenas, entre lasrisotadas de la concurrencia.

Allí se conocieron Felipe deOrleáns y Ferrand D'Averne. El regentequedó muy enamorado y al día siguienteobsequió a la muchacha unas flores para

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ella y una capitanía de la guardia para elmarido. Ferrand rechazó el presente ypocos días después, junto a su marido,se marchó de Paris. Felipe envió unmensajero al galope. Llevaba una ofertade cincuenta mil libras. MadameD'Averne no respondió nada.

Felipe ya calculaba una tercerapropuesta cuando se presentó el señorD'Averne en persona. Con la mayordesvergüenza, ofreció el abandono de sumujer a cambio del nombramiento degobernador en Bearn y una alta suma dedinero. Felipe aceptó.

Los nuevos amantes se encontraronpor fin la noche del 12 de junio de 1721.

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A los pocos días, Felipe instaló aFerrand en una habitación muy cercana ala suya y empezó a visitarla todos losdías. Ella se entregó a todos losplaceres que el regente le propuso. Semostró especialmente interesada en unasreuniones orgiásticas que organizabaFelipe y que eran famosas en todo elreino. Madame D'Averne resolviódiseñar ella misma aquellas fiestas.Invitaba a centenares de personas yarmaba escenografías en medio de lascuales tenían lugar los más salvajesentreveros sexuales. Casi siempreexistía una consigna central que imponíauna vestimenta, una actitud, una

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condición a los participantes. A veces,se presentaban todos como romanos, ocomo tártaros, o imitando el celo dedeterminados animales.

Las mentes de estas desmesurasllegaron a los lejanos oídos del señorD'Averne. El hombre se arrepintió dehaberse sometido a la deshonra. Yempezó a pensar en redimirse.

Una noche, madame D'Averne invitóa sesenta personas. Recomendó a loshombres que se vistieran de mujer y alas mujeres que se vistieran de hombre.

Apenas comenzada la reunión,ordenó a todos que dieran salida a suinstinto y que olvidaran —al menos por

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unas horas— que pertenecían al génerohumano. Las consignas fueronenteramente cumplidas y, al rato, habíaprosperado una violentísima orgía.

En cierto momento, mientrasmadame D'Averne —en calzoncillos—era estrujada por dos muchachos en trajede campesina, se abrió la puerta y entrómonsieur D'Averne, espada en mano yacompañado por dos soldados. Tomódel brazo a madame y gritó a Felipe —aún sin saber dónde estaba a causa deltumulto— que se arrepentía de loconvenido. Rápidamente se fue del salóny dejó en la puerta el dinero, losobsequios y los nombramientos.

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Los presentes continuaron con laorgía, pero sólo por educación.

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S

UNA ISLA

egún Claudio Eliano, Anostus esuna isla situada en la entrada del

Mediterráneo, no lejos del estrecho deGibraltar.

Allí no puede saberse si es de nocheo de día. Una bruma luminosa produceel efecto de un ocaso perpetuo.

Hay también dos ríos en cuyasmárgenes crecen árboles frutales. Losque se hallan junto al río del dolor danfrutos que producen pena: el viajero quelos prueba pasa el resto de sus días enun hondo padecimiento. Los frutos delos árboles del río del placer dan al que

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los muerde un goce cierto pero que nodura casi nada.

El navegante portugués LourenzoGonçalves anduvo por allí muchasveces, y declaró que el dolorprolongado y el placer efímero no eranuna propiedad de los árboles, sino delos hombres.

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E

LA MUERTE

ntre los gitanos que al final de laEdad Media vivían en Bulgaria, la

Muerte solía aparecer bajo formasamables, gratas y aún tentadoras.

En ocasiones, era una hermosabailarina que extendía los brazos haciasu víctima en el momento más frenéticode la danza.

Otras veces era un músico, quetocaba en su cítara unos airesmelancólicos que convidaban a viajar alotro mundo.

En los meses de verano, la Muerteera visible, comía con las familias más

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poderosas y contaba historias depersonajes ilustres. Todos le rendíanhomenaje o le hacían obsequiosvaliosos. Tan deseable aparecía elÁngel, que muchos entregaban gustososla vida a cambio de un breve contacto.

Los gitanos y gitanas jóvenesempezaron a morir desmedidamente.Demasiado ocupada la muerte enaquellos decesos, no encontraba tiempopara llevarse a los viejos y a losenfermos.

El poder de aquel pueblo estabaseriamente resentido: escaseaban losguerreros, los trabajadores vigorosos ylos vientres fértiles. Cada primavera, la

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Muerte se llevaba a los más jóvenes y alos más hermosos.

El héroe Lug, que era valiente,agudo y poseedor de una salvaje energíavenérea, comprendió el funesto poderque tiene la belleza cuando sirve a lasfuerzas de la destrucción.

Una noche, citó a la Muerte en unbosque sagrado que crecía en la laderade una antigua loma. Ella acudió bajo laforma de la más hermosa de las mujeres.Lug comenzó a amarla ardorosamentepero, para sorpresa del Ángel, efectuóunas maniobras que había aprendido deunos taoístas chinos que había conocidoen una caravana. Aquellos hombres le

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habían enseñado la destreza prodigiosade prolongar la cópula indefinidamente,sin desembocar en las desaforadasculminaciones que los gitanosconsideraban fatales y urgentes.Acostumbrada la Muerte a llevarse a loshombres a caballo de su últimoespasmo, trató de conducir a sucompañero hasta el ápice del goce, perono lo logró. Lug, hablando por entre susdientes y tensando los músculos de susglúteos, le dijo:

—Puedo estar en el penúltimoescalón durante toda la existencia,puedo dar todos los saltos menos eldefinitivo, puedo galopar a toda

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velocidad y detenerme exactamente alborde del abismo.

Después, recordando unas astutasmanipulaciones que aconsejaban lossabios taoístas, Lug logró que la Muerteperdiera el equilibrio y cayera indefensaen territorios de placer. Entonces elángel recuperó su aspecto verdadero yhorripilante. El héroe la miró con ojosde fuego y le gritó:

—El amor y la pasión son másfuertes que la muerte. Ya no los usescomo armas y vuelve a tus antiguosprocederes de senectud, corrupción yenfermedad.

La Muerte se rió con dientes de

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calavera.—El amor y la pasión son la muerte

y tú, Lug, amas porque mueres y mueresporque amas.

Lug cayó fulminado, pero la muerteya no volvió a ser hermosa en aquellastribus y desde entonces volvieron amorirse sólo los viejos y los apestosos.Las personas jóvenes y fuertes siguieronsiendo, como en todas partes,inmortales.

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H

LOS JUSTICIEROS

ace muchos años se fundó enBuenos Aires, no sin formalidades

de estatuto y juramento, la Sociedad delos Reventadores, una patota deespectadores teatrales cuya finalidad erahostilizar al género chico español.

Los principios en nombre de loscuales procedían eran ciertamente dos:el primero, un disgusto artístico ante lasobras precitadas; el segundo, unresentimiento de criollo desplazado.

Los Reventadores asistían a lassalas teatrales a veces hasta en númerode cien. Pagaban la entrada para que los

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eventuales gestos de rechazo formaranparte de la protesta permitida alespectador defraudado. Debe señalarseque la indignación no surgía de lastorpezas artísticas que iban observando,sino que éstas eran la señal para hacerestallar unos enconos que ya traían de sucasa. Los procedimientos eran losusuales para arruinar una función:silbidos, abucheos, frases dereprobación, rimas con la última palabrade cada parlamento y, en los casos másgraves, estallido de petardos, invasióndel escenario, desalojo de los actores ydestrucción de las instalaciones.

Con los años, la Sociedad fue

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decayendo o, acaso, el género chicoespañol fue mejorando. Y en 1910 eranun recuerdo.

Pero mucho después iba a surgir otracofradía más rigurosa que la anterior ymás secreta: hablo de Los Justicieros delas Tablas.

Se ha dicho repetidamente que estegrupo fue una de las tantasconsecuencias de una patología clásicade los espectadores teatrales: laconfusión entre lo ficticio y lo real. Sinembargo, ha venido a saberse que el jefesecreto de aquellos conjurados era nadamenos que Enrique Argenti, elenloquecido director de Barracas.

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Los Justicieros se precipitaban alescenario cada vez que se producía unacto de maldad o de bajeza. Por reglageneral, trataban de impedir loscrímenes y las traiciones. Muchas vecesrevelaban al personaje cuya muerte setramaba lo que habían planeado losconspiradores en la escena anterior.

Cuando no podían impedir los actosviles, se conformaban con castigar a losresponsables. Pero hay un detallesingularísimo: durante sus invasionesejercían una impecable conducta teatral.Es decir, se conducían como actores,con impostaciones y movimientos denotable academicismo.

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Para evitar ser reconocidos ibanenmascarados o disfrazados. Algunoshistoriadores, desconociendo laparticipación de Enrique Argenti tenían,sin embargo, la vaga intuición de que laHermandad estaba integrada por actoresenfurecidos por la falta dereconocimiento. Otros han hablado deempresarios inescrupulosos queenviaban Justicieros para hacer fracasarlas obras de la competencia.

Actores o no, la violencia era casiinevitable. Los fratricidas eranespecialmente castigados. Críticosmemoriosos han conservado estefragmento de Hamlet. El rey Claudio,

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asesino de su hermano, está planeandola muerte de su sobrino:

CLAUDIO: —Dale, Inglaterra,a Hamlet pronta muerte.

Mientras no sepa que estádado el golpe,

por bien que me tratare lafortuna,

no hallaré paz ni dicha enparte alguna.

ENRIQUE ARGENTI: —¡Quédicha ni qué paz, juna gransiete!

Ahora Hamlet rumbo a su

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fin se embarca;detén a tus sicarios, vamos,

veteo a la primera patada en el

juanetevas a volar por toda

Dinamarca.

A Otelo llegaron a conversarlodurante media hora para hacerleentender que Desdémona no loengañaba. A Segismundo lo durmieronde una piña. Para aplacar a Antígona,Argenti representó el papel del finadoPolinices regresando de la muerte. Portemor a estas invasiones muchos

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directores modificaban los diálogos yaun los argumentos, para evitarcualquier infracción a la más estrictamoral.

Pero con el tiempo, los principioséticos del grupo se fueronresquebrajando. Se dice que, algunasveces, los Justicieros invadían elescenario sólo para sacar ventajaspersonales. En 1951, Enrique Argenti secoló en la cama de Julieta. En esemismo año, atropellaron a las bailarinasde la revista. Estos churros sonporteños. También se robaron unosjarrones egipcios de la escenografía deAntonio y Cleopatra.

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En el momento de su apogeo, elpúblico festejaba las apariciones de losJusticieros con impresionantesovaciones. Pero este éxito generó unaverdadera calamidad artística: ciertosempresarios voraces prepararon falsosjusticieros que, siguiendo un libreto,interrumpían las escenas. Estasintervenciones eran anunciadas en elprograma para atraer a los espectadores.A partir de entonces, resultó difícildistinguir entre los Justicieros originalesy sus mezquinos imitadores.

Allá por 1955, apareció un segundogrupo con fines opuestos. Se llamaron así mismos Los Guardaespaldas del

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Autor. Asistían a los teatros paragarantizar el cumplimiento del planoriginal de cada obra y sólo semovilizaban ante la eventual apariciónde los hombres de Argenti. En talescasos, subían también ellos al escenarioy empezaban las controversias verbales,los empujones y los sillazos. Cada obraera entonces un campo de batalla entrela ortodoxia y la heterodoxia, entre losque querían que Edipo se acostara consu madre y los que querían impedirlo atoda costa.

Algunos se entusiasmaron con estossucesos y declararon que nacía unanueva dramaturgia. Muy pronto se

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comprendió que ese nuevo teatro no eraotra cosa que el teatro de siempre, yaque toda obra es un encontronazo entreseres que tratan de hacer prevalecer susdeseos.

Los Justicieros y losGuardaespaldas se aniquilaron en supropia redundancia. Su declive fuelento: las invasiones del escenario sevolvieron esporádicas, el alto precio delas entradas redujo su número y unpúblico mayoritariamente conformistalos fue aplacando a fuerza de chistidos.

Hoy, ya domesticadas lasmuchedumbres burguesas por la vastaacción homogeneizante de la televisión,

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nadie se indigna ante las bajezasartísticas. Los Reventadores, LosJusticieros y aun los Guardaespaldashan desaparecido de los teatros.

De Enrique Argenti no se teníannoticias. Pero la otra noche, a la hora enque estaba a punto de terminar latelenovela más exitosa, mientras losvecinos obedientes de la ciudadaceptaban pasivamente un casamientoimperdonable, se oyó una voz queresonaba desde algún patio:

—¡Hijos de puta! ¡Despierten! Elarte es grande y la vida es breve.Apaguen el televisor y salgan a la callea vivir, a vivir que nos estamos

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muriendo...

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INFORME SOBRE ELPAYADOR

JULIÁN MAIDANA

Buenos Aires, 1 de julio de 1984

Señor director de la revista Tradicioneshistóricas,DR. MARIO P. LOZANO

Todos hemos oído decir que elinolvidable payador Julián Maidananació en Teodelina, provincia de SantaFe. Lo garantizaba la más célebre de suscomposiciones, una quintilla que solíaentonar a manera de saludo.

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Es paisaje en la neblinael canto que dejaré:soy una voz argentinahe nacido en Teodelina,provincia de Santa Fe.

Sin embargo, le aseguro que elhistoriador aficionado no tarda enllevarse por delante opinionesdiferentes. Algunos juran que Maidananació en Hurlingham, un pueblo cuyarima imposible lo indujo a falsificar suorigen. No falta el que sostiene que elverdadero apellido no era Maidana, sinoel itálico y prosaico Bolognini.

Unos talabarteros de San Pedro que

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organizaban domas de potros y carrerasde sortija me han dicho que el payadornació en ese pueblo y que se llamabaNardelli. En cambio, unos periodistasrosarinos se pronunciaron, durante unasado, por Arroyo Seco y el apelativoBejerman.

Ni siquiera es fácil encontrarcoincidencias en la descripción de susvirtudes artísticas. El musicólogo ÁngelBelahunde, en su obra Repentinos de miprovincia Buenos Aires 1920 ha escrito:«Julián Maidana es el más rápido de lospayadores que he conocido. Sus décimaspresentan desprolijidades pero sondespachadas a través de una milonga

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firme, sin calderones ni ritornellos. Pormomentos, parece que no pensara».

Como bien sabrá el señor director,la velocidad de Maidana ha sidosiempre un tópico en las conversacionesentre payadores y aficionados. Peroexisten testimonios en disidencia. El Díade La Plata, comentando unapresentación del año 1919, esterminante: «Julián Maidana estuvo muybien en las canciones preparadas. A lahora de improvisar, sus versos, acasointeresantes, se vieron menoscabadospor la exasperante lentitud del payador».

En 1954, el poeta Mario Alderete,que lo había conocido en su juventud,

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declaró a la revista Mundo argentinoque Maidana era veloz porque erafraudulento. Explicó que el hombremanejaba una colección de diez o quincedécimas con las cuales contestabacualquier pregunta, sin que lepreocupara mayormente la pertinenciade los versos que cantaba.

Como modesta contribución, hetenido la prolijidad de recopilarcentenares de versiones taquigráficasque se tomaban en aquel entonces en losdesafíos de contrapunto. Especialmenteútiles han sido los cuadernos deltaquígrafo de apellido Dubois, quesiguió a Maidana a lo largo de veinte

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años. En sus registros pueden hallarse—tal como opinaba Alderete— algunasdécimas que se repiten y contestanpreguntas muy diferentes.

La siguiente, con pequeñísimasvariantes, ha sido anotada por Dubois ennoventa y siete ocasiones.Sucesivamente ha servido pararesponder enigmas tales como: ¿qué esel silencio?, ¿qué es la nada?, ¿quiénapaga las estrellas?, ¿dónde se guardanlos vientos?, ¿a qué hora pasa el Cuyanopor Justo Daract?, ¿por qué no se da lauva en Tres Arroyos?

Compañero payador

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su espíritu indagatorioante este vasto auditorioha mostrado su esplendor.Pero este humilde cantorresponde, en sentido inversoque los vientos[2] y los

versos,la nieve, el fuego, el rosalsiguen de un modo fatalórdenes del universo.

Pero la taquigrafía, señor director,también muestra algunas veces versoscuyo carácter súbito resulta indiscutible.Algunos de ellos cumplen estrictamentelas reglas métricas de la décima pero

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carecen de todo sentido.

En la tiniebla silentedonde relincha el hornerohay una voz, compañeroque me grita: ¡viene gente!La pava gime, caliente,toca el cura su campana,en la laguna las ranasconstruyen su alegre nido,hasta que se oye un chistido¿Sabe quién era?: su

hermana.

Enfatizo ante el señor director elcarácter contradictorio de algunas

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afirmaciones sobre el arte de Maidana.El Faro de Azul lo ha presentado comoun guitarrista habilidoso pero de vozpequeña. El Diario de San Luis seatrevió a decir que era más cantor queguitarrista; el maestro Abel Zielinsky,que lo había escuchado en San Rafael,lo recordaba como un tenor de garganta;la Crónica de Banderaló lo describiócomo un barítono demasiado grave parael género. ¿A qué testimonios debemosatenernos? ¿Cómo cantaba Maidana?¿Era lento o era rápido? ¿Era agudo oera profundo?

El señor director podrá decir quelos juicios artísticos están teñidos de

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capricho y que varíanconsiderablemente de una persona aotra. Muy bien. Pero, ¿qué me dice delaspecto físico? A pesar de la carenciade fotografías, siempre se ha creído quelos versos de Maidana permitíanconjeturar su apariencia.

Soy un paisano morocho,de mirada arisca y dura,¿quiere saber mi estatura?Un metro sesenta y ocho.Aunque salud no derrocho,ando bien alimentao,me estoy quedando pelaoy en señas particulares

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anóteme dos lunaresy mi poncho colorao.

La descripción parece definitiva. Sinembargo, en la peña El rodeo de ElPalomar se conserva registrado uncontrapunto entre Maidana y unrepentino de apellido Cabrera. Cercadel final, Cabrera describe a suantagonista.

Le dejo mi admiración,por su valor y su arrojo,arde en su cabello rojoun fuego de inspiración...

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Como si estas contradicciones nofueran suficientes, hace algún tiempo sepresentó en mi estudio un tal RobertoLamotta, que dijo ser sobrino nieto deMaidana. Me mostró unos modestosrecortes y —por fin— una foto delpayador. Era una imagen tan borrosa yhabía tanta gente amontonada que lamancha señalada como Maidana podíapasar por cualquiera.

Lamotta me dijo que los numerososamores clandestinos de Maidana eranuna leyenda en la familia y queprobablemente hubieran dejado algúnrastro en los pueblos visitados por elcantor.

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Examinando los papeles de Duboispude reconstruir un itinerario y hastaalgunas fechas de 1923: Chivilcoy,Bragado, Pehuajó, 9 de Julio, TrenqueLauquen. Revisé los archivos de losdiarios, hablé con historiadores,pregunté en los museos y busqué en losregistros de los hoteles. Un día, recibíuna comunicación del comisario deCarlos Casares quien, recordando misinvestigaciones, dijo conocer a unaanciana, la señora Rosa Fittipaldi que—según ella misma contaba— habíatenido amores con Julián Maidana.Gracias a los datos del comisario mepuse en contacto epistolar con esta dama

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y ella, con elegante prosa, me hizoalgunas confidencias. Aprecie el señordirector estas cinco líneas:

Conocí a Maidana en 1924. Yoentonces era linda. La verdad esque todavía no me acostumbro aser una vieja. Perder la bellezay la atracción es como perder elnombre, es como dejar de seruna. Desde 1940 vivo algo asícomo un destino ajeno, en uncuerpo al que he venido a darmisteriosamente, después devaya a saber qué catástrofes.

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Doña Rosa me contó que estuvo dosnoches con Maidana. La primera, en losgalpones de la estación y la segunda enun hotel de 9 de Julio. Describió alpayador como un hombre de unoscuarenta años, robusto, moreno ysorprendentemente parco. También meanotó unos dodecasílabos en forma dehuella que, según dijo, tenía en su casa,escritos de puño y letra por el mismoMaidana.

A la huella, mi china,cuando me vaya

será inútil que digas lo queahora callas.

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A la huella, a la huella,cuando me quede

será inútil que digas que nose puede.

A la huella, a la huella,cuando regrese

has de decir al verme,¿quién será ése?

Hay una sola huella: la delolvido.

Es inútil que sepas que te hequerido.

Casualmente, reconocí esos versos

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por haberlos visto muchas veces en lospapeles de Dubois. Pero mi sorpresa fueaún mayor cuando, a las pocas semanas,recibí carta de una señora de O'Brienque —conociendo mi interés— novaciló en confesar unos entreveros conMaidana ocurridos en 1926. Voycalculando el asombro del señordirector cuando sepa que esta mujer medescribió al payador como más bienrubio y jovencito.

Para no ser redundante bastará condecir que junté hasta once novias delcantor. Ocho de ellas lo pintaban de tresmaneras diferentes. Pude apreciartambién una relación entre la geografía,

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el tiempo y las fisonomías. Al norte delferrocarril Pacífico, Maidana era joveny pelirrojo. En la línea del Oeste,moreno y robusto. Al sur, y después de1926, se convertía, redondamente, en unpelado de bigotes.

Sin ánimo de presumir, le informoque ordené la taquigrafía de los versossegún los pueblos y los años. Y ahítambién descubrí que ciertas coplas serepetían únicamente en algunas regiones.

La célebre décima «Soy hijo deMartín Fierro», con la que tropecéveinticuatro veces, nunca había sidocantada al norte del Río Salado. La quecomienza con el verso «Si pública es la

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mujer» no aparece jamás después de1920 y la quintilla «No me agacho pordos pesos» sólo aparece en los pueblosdel ferrocarril Sur.

La muerte de Maidana siempre fueun misterio para los aficionados.Después de 1940, su rastro se fueperdiendo. La última noticia cierta quese tiene de él proviene de la ciudad deMercedes, en la República Oriental,donde al parecer actuó en 1942. Jamásfue visto de nuevo y jamás nadieinformó acerca de su muerte. ¿Acasovive Maidana? La semana pasada, señordirector, recibí el último y definitivotestimonio acerca de estos asuntos que

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hoy pongo a su consideración. Al llegara mi estudio, me encontré con un ancianoque me esperaba desde hacía horas.Vestía solemnemente de negro y llevabaun prolijo estuche de guitarra.Imagíneselo bien, señor director, eracomo un funebrero. Me puso la mano enel hombro y me dijo:

—Así que usted está interesado enJulián Maidana... Si es inteligente, ya sehabrá dado cuenta de todo.

Entonces le dije lo que le estoydiciendo a usted ahora: que había másde un Maidana, que había usurpadoresque se hacían pasar por él o que existíauna sociedad de al menos tres payadores

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que se repartían el trabajo. El hombresacó dos recortes cuya fotocopia adjuntoal señor director. Como usted podráapreciar, se trata de la reseña de dosactuaciones de Julián Maidana en lanoche del 21 de junio de 1923. Una, enJames Craig, provincia de Córdoba. Laotra en González Chávez, provincia deBuenos Aires. Después, casi como quiendeclama, recordó:

—Todo empezó por casualidad. Unanoche, Maidana tenía que cantar enTapalqué y se sintió enfermo. A últimomomento, se le ocurrió mandar en sulugar a otro payador amigo. No estáclaro si se trataba del pardo Cingolani o

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de Anselmo Rufette. Nadie se dio cuentade nada. Después, cuando creció sufama, Julián tomó la costumbre dearreglar presentaciones en todas partes,aunque no pudiera ir, y mandaba acualquiera. En aquel entonces era fácilhacerlo, había pocas fotos y ningunatelevisión. Como Homero, Maidana fuemuchos cantores. Un hombre plural.Casi todos sus amigos payadores fueronMaidana alguna vez. Pero sucedió algoinesperado. Como usted sabrá, Maidanaera un seudónimo. En realidad, nadie sellamaba así. Muy pronto, algunos de losartistas que tomaban ese nombre ledisputaron al Maidana original el honor

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de haber creado aquel personaje. Y lohicieron con tanto éxito que hoy ya no sesabe cuál de ellos fue el primero. Estacontroversia fue aprovechada pornuevos Maidanas, muchas vecesinsolventes, que ocuparon aquellaidentidad vacante.

Quise reconstruir estas palabras enestilo directo para que el señor directorpudiera conjeturar mi emoción y misorpresa al escucharlas. Pero ahoraviene lo mejor. El hombre se me acercóhasta resultar indiscreto y me gritó en lacara:

—¡Maidana no ha muerto! Másaún... Maidana no morirá. Está en

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nosotros hacerlo vivir. Si muchoshombres han sido Julián Maidana,muchos otros pueden seguir siéndolo.¿Por qué interrumpir la serie? Usted yyo podemos reanudar la vida delpayador inmortal.

Le pregunté torpemente si él habíasido alguna vez Maidana, o si pensabaserlo ahora.

—Cualquiera es Maidana, si es unbuen payador.

Desenfundó la guitarra e improvisó—o repitió— para mí esta décima:

Me llamo Julián Maidana,soy el que usté está

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escuchando,o quizá el que anda

cantandopor otras tierras lejanas.Soy madre, novia y

hermana,soy recuerdo y soy olvido,soy el retrato queridode alguien que no volvió

más,soy el amigo que estáy soy el que ya se ha ido.

Hago mía esta décima, señordirector, y lo invito a usted y a losperiodistas de su destacada publicación

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al recital que ofrecerá el improvisadorJulián Maidana en el Teatro Marconi deSaladillo, el 14 de julio a las 21 horas.

Saludo al señor director con mimayor consideración.

Lauro FedelliREPRESENTANTE DE ARTISTAS

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L

LERNA

a Reina de las diosas desea nuestradesgracia. Pero no es eso lo que

debe preocuparnos, sobrino mío.Aunque los dioses todos se dispusierana favorecernos, nuestro destino siempresería desdichado.

Ve, incendia el bosque y preparacien tizones que ardan profundamente.El dragón que enfrentaremos tienemuchas cabezas. Algunos dicen quesiete, otros juran que nueve. Y lososcuros habitantes del pantano meprometieron cien. La verdad es que sunúmero es infinito, porque tan pronto

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uno las corta vuelven a crecer.Por eso debes preparar los tizones y

estar muy atento. Cada vez que yo corteuna cabeza, acercarás la brasa al muñónsangrante y quemarás la herida hastacauterizarla. Si los sabios del pantanono mienten, este proceder evitará elcrecimiento de nuevas cabezas. Pero noestoy seguro. Alguien me ha dicho queentre todas ellas hay una que es inmortaly que seguirá en beligerancia, aúnarrancada del cuerpo del dragón. Poreso deberemos enterrar profundamentecada cabeza cortada.

Debes tener cuidado. El pantano estálleno de ciénagas hambrientas. Otro

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peligro es el aliento del monstruo. Desus bocas numerosas proviene un hedor,cuya percepción es mortal para loshombres y para las bestias.

Algunos creen que el destino meserá propicio sólo por ser hijo de Jove.Has de saber que la paternidad nosignifica nada para un inmortal. Sólo losque van a morir se ocupan de sussucesores.

Maldito sea el nombre de nuestroprimo, ese hombre cobarde e incompletoque se esconde dentro de una jarra.

Ve, sobrino, incendia el bosque. Lasselvas ardientes agradan a Jove.

Eso sí, mira donde pisas. La diosa

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ha provisto al dragón de una ayudarastrera: la alimaña que llaman Cárcino.Yo afilaré el harpe y juro que su filoserá inexorable. Pero debes saber algo,joven amigo: todo es inútil. Tal vezpodamos matar a la serpiente. Tal vezpueda yo librarme del yugo de mi primocumpliendo las diez penitencias que losdioses le han autorizado a imponerme.Pero las desgracias son como lascabezas del dragón. Superada una, essustituida por otra. Matar a la Hidra ono matarla da lo mismo. La victoria o laderrota no cambian nada.

Nuestra sola respuesta es el furor.No hay justicia posible. No hay paz

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razonable. No hay felicidad que no seaengañosa. Sólo existe la ira, que hace alos hombres parecidos a los dioses.Incendia ya mismo el bosque entero yquema especialmente los árboles que nohas de usar. Asegúrate de que lainocencia no sea discriminada. ¡Ay denosotros, Yolao! Matemos y que nadieconjeture el método de nuestraferocidad. Perdonemos cada tanto, sólopara ser incomprensibles.

Quiero morir, quiero morir, Yolao.¿De qué sirve vivir si uno no es un dios?

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E

TREN

l tren pasa solamente dos veces poraño. Llega en la madrugada y se

detiene apenas unos segundos. Es un trenenorme, más largo que la distancia entrelas estaciones: cuando los primerosvagones llegan a un pueblo, los últimosaún están en el anterior. Nosotros nohemos visto nunca de cerca lalocomotora. Apenas si la presentimos,resoplando a tres o cuatro kilómetros dela estación.

Las ventanillas de los vagones estáncerradas y las cortinas siemprepermanecen bajas. No es posible ver

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qué hay dentro del tren. Nadie se baja ennuestro pueblo. Tampoco es posiblesaber de dónde viene o adónde va. Elferrocarril ha dejado de imprimirhorarios hace muchos años y susempleados hablan otro idioma y sonimpenetrables.

Los vecinos tratan de alejarse de laestación cuando el tren se detiene. Lasviejas se han encargado de establecer uncomplicado régimen de supersticionesalrededor del ferrocarril. Dicen que vera un pasajero equivale a morir, cuentanque a veces bajan del tren unas sombrassiniestras que raptan a los caminantes osi no, aseguran que el destino de

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aquellos trenes es el infierno.Hace muchos años, los hermanos

Stefan y Stavros Kodor subieron al treny nadie volvió a verlos jamás. Enverdad, se da por sentado quecualquiera que desaparece en el puebloes porque se lo llevó el ferrocarril.

En 1958 se apeó en nuestra estaciónun hombre misterioso. Pidió alojamientoen la posada que hay frente a la estacióny permaneció encerrado en su cuartodurante seis meses, hasta que pasó elsiguiente tren. No se fue solo. Laempleada de la posada, la pequeñaBerta, se marchó con él sin dar ningunaexplicación.

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Los trenes pasan siempre en lamisma dirección, de este a oeste. Jamásse vio ninguno circular en sentidocontrario. Se discute si los vagones dela formación son siempre los mismos osi se renuevan. Sabemos que son azules.No llevan ningún número ni inscripción,salvo unos signos, a modo de logotipo,por encima de las ventanillas.

Algunas veces —muy pocas, enverdad— el tren pasa por nuestropueblo sin detenerse. Este hecho esconsiderado de mal agüero y todosesperan con ansiedad la llegada y ladetención del tren siguiente, pararecobrar la calma y la fe en nuestro

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destino.Anoche, el tren se detuvo. Al oír el

silbato, sentí el impulso de acercarme alandén. Caminé por la plataformadesierta y hasta llegué a tocar con mimano los brillosos coches. De pronto, lacortina de una de las herméticasventanillas se abrió y apareció en ella lacara de una mujer hermosa. Yo ya laconocía, había soñado con ella muchasveces. La chica me miró profundamentey pegó sus manos al vidrio. Yo meacerqué cuanto pude y durante unosinstantes tratamos de comunicarnos. Ellamovió su boca y me dijo algo que noentendí pero que agradecí tiernamente.

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Tal vez le grité palabras urgentes que noalcanzaron a traspasar el cristal. El trense puso en movimiento, yo corrí a la par,al final del andén. Después, los vagonesse perdieron en la oscuridad.

Los vecinos del pueblo no saben porqué razón pasa el tren. Pero yo sí. Ahorano haré otra cosa que esperar trenes,aunque sepa que jamás volveré aencontrarme con la mujer de anoche.Aunque sepa que ya no habrá otraventanilla abierta para mí.

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T

TU TSIAN

u Tsian tenía muchas amantes. Lascomplacía, de modo sucesivo o

simultáneo, en un elegante jardín queposeía fuera de las murallas de laciudad de Lo, que algunos llamanLoyang.

Tu Tsian era muy entendido enpoesía, música y caligrafía. Sinembargo, no había ingresado en laadministración imperial. Utilizabaaquellos conocimientos para agradar alas mujeres. También era discreto yreservado, virtudes indispensables parael adulterio y el amor clandestino.

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Casi siempre lo acompañaba unacohorte de aprovechados quedisfrutaban de su generosidad y amenudo participaban de fiestas ybanquetes en el jardín de Lo. Tu Tsianles servía manjares, les ofrecía vinosantiguos y les presentaba bellezasexóticas de Tartaria o del Turquestán.

Los parientes de Tu Tsian seescandalizaban ante aquellos derrochesy le rogaban que arreglara un casamientoadecuado y buscara la felicidad por loscaminos que los sabios recomendaban.Uno de sus tíos era nada menos que elmaestro Tsian, un hombre que habíaocupado las más altas dignidades en la

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Escuela de Loyang. Cada vez que loveía, el anciano lo sometía a unasseveras amonestaciones.

—Afortunado el que, como tú, hacrecido en la vecindad de la sabiduría yha podido recibirla por la herencia de lasangre y la contigüidad de la vida bajoun mismo techo. Desdichado el que,como tú, desdeña la nobleza rígida deldeber y antepone a ella el estultodesorden del cuerpo dormido por lasdestilaciones alcohólicas y debilitadopor las asambleas venéreas.

Dichas estas palabras, Ho Tsianpropinaba a su sobrino un suavebastonazo y se marchaba a sus

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aposentos. Tu Tsian hacía una reverenciay luego olvidaba las palabras de su tío.

Un día apareció, durante una fiesta,la joven Wu. Era hija de campesinos,pero muy bella y desenvuelta. Alprincipio, fue una más en aquel alegregrupo. Sin embargo, a los pocos meses,Tu Tsian estaba enteramente enamoradode ella.

No bien le fue concedido ciertopoder, la muchacha sometió a Tu Tsian atodos sus caprichos. Le exigía unassumisiones humillantes. Lo obligaba alas formas más perversas de la gimnasiaamorosa. Lo instaba a alejarse de losrefinamientos de la alta poesía para

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hacerle compartir con ella el arteindecoroso de las canciones obscenas.

Tu Tsian descuidó el respeto a susmayores y los homenajes a losantepasados. En cambio, tomó porcostumbre hacer a su amada regalosdesmedidos que ella recibía conafectada indiferencia.

Muchas veces la joven se ausentabao se mostraba fría y desdeñosa. Anteaquellos eclipses, Tu Tsian perdía lacompostura y rogaba a Wu con palabrastorpes de adolescente. Lasreconciliaciones daban motivo a unasfiestas escandalosas, que duraban hastael desmayo del último de los invitados.

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Tu Tsian vivía en el mejor de losmundos y disfrutaba estas vulgaridades alas carcajadas. Sus parientes empezarona preocuparse seriamente. El nobleChang Ye, amigo de la familia y sobrinodel gobernador, se presentó una tardecon protocolo oficial y dijo alenamorado estas palabras:

—Esa mujer es mala, amigo mío.Como sobrino del gobernador de laprovincia y funcionario de laAdministración Imperial, te pido que tealejes de ella.

Tu Tsian prometió que trataría dehacerlo, pero al día siguiente regaló a suamante un rubí de la India que

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aumentaba el ímpetu amoroso hasta ellímite de la locura. Ella le dio un beso ylo amó en las escaleras de la entrada desu palacio, ante la vista de susservidores.

Enterado de estos sucesoshumillantes, su primo Pa Tsian, aspirantea encargado del Sello Real, lo increpócon la mayor severidad.

—Es acción impostergable laexpulsión de esa mujer, oh, primo cuyadesgracia es también la mía.

Tu Tsian quedó muy perturbado poraquella visita, pero Wu lo sacó de suscavilaciones al enseñarle un juego quelas prostitutas de la India practicaban

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para enloquecer a los jóvenes neófitosque habían jurado castidad en lostemplos de Durga.

La joven Wu se ausentómisteriosamente poco antes del verano.Los maledicentes hicieron correr elrumor de que tenía muchos otrosamantes. Pero ella regresó y Tu Tsian nole preguntó nada. Él sólo quería suproximidad y no estaba interesado enestablecer prohibiciones. La familiaconoció este episodio y fue la propiamadre de Tu Tsian la que se arrodillóante él.

—Tú, inquilino de mis entrañas; tú,bebedor insaciable de mi juventud,

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ennoblece ya mismo a esta humildemujer que se prosterna ante tu soberbiasacando de tu lecho a esa hiena queotros llaman Wu. Tu madre conoce aotra muchacha, digna de tu nobleza y tusméritos. Ella es pura y casta, borda conprimor, tañe el laúd, conoce los tres milsignos que consagró el PrimerEmperador y lee sin equivocarse losincisos más complicados del Shi-ki.

Tu Tsian rindió homenaje a sumadre, regó con llanto los pies de laanciana y prometió que dejaría deavergonzarla.

Sin embargo, cuando vio a Wu, quelo esperaba desnuda sobre un lecho de

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sábanas purpúreas, postergó suspromesas y se entregó a los placeresmenos dignos.

El siguiente familiar que se presentóante Tu Tsian fue su difunto padre, YonTsian. El fantasma, anoticiado por unosmagos de la conducta de su hijo,apareció al amanecer, al pie de unaestera sobre la que su hijo habíaquedado tendido, al cabo de una nochede excesos.

—Hasta el otro mundo han llegadolos ecos de tu insujeción. Tan sólo elnombre queda de mí y tú lo deshonrascon ese demonio lascivo. Te ordeno quela abandones ya mismo. Tus parientes ya

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han preparado para ti a una muchachadigna que, según se me ha jurado, tañe elviolín, conoce los cuatro mil signoscreados por el Gran Omnipotente yrecita sin equivocarse los Libros deBambú. Con ella conocerás la felicidady dejarás de sufrir el pupilaje de esamujer que te ha hecho su esclavo.

Para enfatizar sus órdenes, el finadoYon Tsian hizo aparecer un bastón defuego, con el que golpeó suavemente asu hijo.

Tu Tsian, atemorizado y horrorizadopor el fantasma y por el castigo ardienteque había recibido, fue hasta losaposentos de Wu, le contó lo sucedido y

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le pidió que se alejara para siempre.Ella le manifestó que, de todos modos,tenía pensado abandonarlo para huir conun joven pirata del río Lo. Tu Tsian cayóentonces a sus pies y le juró que no ladejaría jamás. Después bebieron juntosunos licores de Manchuria ycompusieron versos tomando en vano elnombre del emperador y algunos de susministros.

Pocas semanas después, Tu Tsiantomó por esposa legítima a la perversaWu. Sin embargo, los rituales clásicosno pudieron ser observados, en virtud dela ausencia de los familiares delflamante marido. Los padres de Wu

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presenciaron la ceremonia en silencio yse retiraron temprano, llevándose unosobsequios más bien modestos. La madrede Tu Tsian murió de pena y lo primeroque hizo, después de su fallecimiento,fue presentarse nuevamente ante su hijopara renovar sus reclamos. Él laescuchó con respeto y prometiócorregirse a la brevedad.

Así fue pasando el tiempo. Tu Tsianvivía junto a Wu una existencia dedicadaal placer y a las costumbres disolutas,mientras sus parientes y amigos seturnaban para protestar ante él, una odos veces al año.

Una tarde le informaron que había

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llegado hasta su casa un alto funcionariode la corte que había viajadoespecialmente desde K'ai Feng. Tu Tsiandispuso toda clase de homenajes yagasajos para recibir al visitante. Unavez cumplidos los rituales de lahospitalidad, el hombre de la capitaldijo ser nada menos que el príncipeCheng, heredero del trono e hijo delBenefactor del Mundo. Tu Tsian cayó asus pies y, desde el piso, escuchó estaspalabras:

—Como Príncipe del Imperio y envirtud de la movilización de toda clasede costosas influencias, te ordeno queabandones a la ramera que comparte tus

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noches y a la que todos llaman Wu. Losque deseamos tu dicha estamos segurosde que muy pronto nos agradecerás estasseveridades.

Tu Tsian no tuvo más remedio quecumplir con aquellas disposiciones, yaque no es posible eludir voluntades tanaltas. Inmediatamente se presentó anteWu, la colmó de riquezas y le ordenóque partiera.

Al día siguiente, sus familiares lepresentaron a la dama que habíanelegido para él. Era una mujer deaspecto sumiso y maneras dignas. Laacompañaba su padre, un noble muylocuaz que se apresuró a comunicar que

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su hija había estudiado la cría delgusano de la seda, era capaz de leer lostrigramas del Fu-hi y tocaba lascastañuelas.

Una semana después se realizó laboda. Por fin, prevalecieron las fuerzasde la armonía. Los familiares y losamigos del novio celebraron conmuestras de enorme dicha. Él conociólos privilegios de un matrimoniorazonable y recibió el homenaje y lareverencia de su digna esposa.

Tu Tsian fue amado hasta el últimode sus días, que fue exactamente elquinto después de la boda, cuandocometió suicidio clavándose en el pecho

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un puñal de plata.

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E

EL BAR III

n el bar todo estáprohibido, salvo algunas

cosas, nadie sabe cuáles. Todaslas acciones tienen, por esacausa, un aire declandestinidad.

Las autoridades no sonevidentes. Tal vez tienenapariencia de parroquianos. Talvez sus castigos estándisimulados entre la confusaserie de sucesos casuales.

Suele sospecharse de los

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mozos. Ellos jamás traen lo quese les pide. Aparecensúbitamente, sin ser llamados, eindefectiblemente cobrancuentas que pertenecen a otraspersonas. A veces, hacencircular rumores falsos,probablemente con la intenciónde enterarse, a cambio, deconspiraciones verdaderas.Muy a menudo, los mozosdesaparecen y sonreemplazados por otros,enteramente desconocidos.

Algunas mujeres,especialmente las prostitutas,

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tienen fama de informantes. Porcierto, es frecuente que, comopago de sus apurones eróticosbajo las mesas, acepten másgustosamente un secreto queuna moneda.

Los hombres mezquinosaprovechan este detalle einventan intrigas o planes deevasión, para solventar sulujuria.

Aquí hay que decir que lamayoría de las confabulacionesse hacen públicas por culpa delcoro. Este grupo ejerce unademencia polifónica que los

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impulsa a comentar cada relatodel Narrador y también arevelar toda intimidad, bajo laforma de un canto refinado.

Es probable que ellospiensen que la llave del bar esun acorde secreto, que laarmonía es la puerta y que susvoces acertarán un día lacombinación oculta.

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T

EL SUBTERRÁNEO

odos en la ciudad estamosorgullosos de nuestro ferrocarril

subterráneo. Cuando yo era niño, losmaestros me enseñaban que era el másextenso del mundo. Esta afirmación esverdadera, si bien hace ya muchos añosque la cabal extensión de nuestrosubterráneo es desconocida. Lasautoridades no permiten el acceso a losplanos y documentos, pues consideranque se trata de secretos relacionadoscon la seguridad.

Nadie sabe cuándo se excavaron losprimeros túneles, pero todos recuerdan a

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Iván Lanski, el alcalde loco, que destinótodo el presupuesto de la ciudad para laconstrucción de subterráneos. Según laleyenda, el primero de ellos atravesabala ciudad de este a oeste. Tenía sólo dosestaciones, ubicadas en suburbiosdistantes.

Algunos cuentan que la siguientelínea se construyó paralela a la primera,a cien metros de distancia. Lo cierto esque no hay rastros de ese túnel, o mejordicho, no hay manera de identificarlohoy, cuando hay más túneles que calles.

Muchas historias me han contadosobre Lanski. Casi todas son falsas. Susenemigos mencionan cuadrillas de

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presos políticos que horadaban la tierraa mano limpia. Los ingenieros ortodoxosme señalan, mientras ríenescandalizados, de los disparates deaquellas obras: galerías quedesembocaban abruptamente en un río;cloacas que se desplomaban sobre lasvías; estaciones cuya entrada estaba enel interior de las casas de los jerarcasdel partido.

Se dice que la corrupción eraincontrolable. Cada jefe tomaba suporción y, en consecuencia, ni losmateriales ni los procedimientosalcanzaban la calidad prometida.

En una de las líneas del norte, los

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vagones resultaron más anchos que eltúnel. Muchas estaciones carecían deiluminación, de azulejos y segúnexageran algunos, de escaleras. Comosabemos, se ha acusado a Iván Lanski deconstruir túneles privados que recorríaen lujosos vagones, en compañía de susqueridas. Nada de esto es verdadero,aunque es probable que el alcaldeestuviera involucrado en la emisiónclandestina de pasajes, que en 1948alcanzaban un volumen dos vecessuperior al de los boletos legítimos.

Una ley inexplicable de 1950 obligóa que cada línea tuviese dos túneles conidéntico trazado pero a distintas

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profundidades. Se dijo que el gobiernodeseaba dar a cada usuario laposibilidad de elegir entre un viajesuperficial y uno profundo.

En 1952 se construyó un tramo quepreveía la circulación de trenes a másde doscientos metros bajo tierra. Lasimpracticables escaleras, o tal vez lafalta de aire, causaron su rápidoabandono.

Sin embargo, el entusiasmo oficialcrecía.

Probablemente Lanski ya no era elalcalde, pero sus sucesores seguíanexcavando. Agotados los recursos, laadministración optó por vender algunos

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edificios públicos para poder continuarlas obras. Los poetas oficialistascantaban la gloria de diez mil trenesocultos que hacían vacilar nuestrospasos. En la universidad, se explicaba laescalera de Drummond, que atravesabael globo terráqueo y que sin interrupciónninguna de sus escalones nos hacía pasardel descenso al ascenso. El secretoestaba en el escalón del centro de laTierra. Allí el plano vertical pasaba aser horizontal. Guardo todavía entre mispapeles el dibujo que hizo para mí eldifunto profesor Kopa, antes de caer endesgracia.

En 1960, cuando ya todas las líneas

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estaban interconectadas en una tramainextricable, se tomaron dos medidasdecisivas. En primer lugar, se impuso elcarácter imprevisto del trayecto de lostrenes. Ni siquiera podían conocerlo lospropios conductores. Para completaresta ley se resolvió abolir el nombre detodas las estaciones y eliminar de ellascualquier característica que permitiesesu reconocimiento. Desapareció laconexión referencial entre la superficiey el ferrocarril subterráneo. El gobiernoexplicó que la demasiada previsión delos destinos era un vicio occidental quehabía que empezar a desterrar. Losjóvenes saludaron con entusiasmo estas

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ordenanzas. Los estudiantes escribían enlas paredes de la universidad: «El subteno es un medio de transporte».

Desde luego, siempre hubovagabundos y mendigos en nuestra red.Pero con el tiempo la poblaciónsubterránea fue creciendo. Algunoscomerciantes que vendían sus productosen pequeños locales de las estacionesresolvieron quedarse a vivir allí.Ciertos funcionarios se enriquecieronemitiendo autorizaciones para establecerviviendas familiares provisorias en lospasillos, recovecos y escaleras. Lasconstrucciones resultantes causaronenormes inconvenientes ya que

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invadieron espacios que eranindispensables para la circulación delos viajeros y en algunos casos llegarona alzarse sobre las vías. Pero algunas deesas viviendas eran bastanteconfortables. Yo mismo alquilé una en elentrepiso de una estación. La yaseñalada dificultad para diferenciar unaestación de otra modificó mis hábitos.Desde ese entonces casi no salgo de micasa. He sabido que ciertos gruposmarginales tienen unas marcas secretasque les permiten saber dónde seencuentran. No me atrevo a aprenderlas.Prefiero andar extraviado, pero seguro.

Los años de crisis y sequía afectaron

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hondamente a nuestra república. Lalucha entre facciones del ejército y elpartido acabó por empobrecernos atodos.

El barrio histórico de la ciudad fueincendiado por suboficialesnacionalistas. La universidad fueclausurada. Hace algunos años meaventuré en la superficie para ir a laBiblioteca Nacional. Ya no estaba.

Miles de fábricas cerraron suspuertas y la peste de 1971 redujo lapoblación dramáticamente.

Pero el subterráneo siguió creciendohasta hoy.

Es cierto que ya casi no circulan

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trenes. Por falta de corriente eléctrica,muchos de ellos funcionan gracias aunos motores de camión que envenenanel aire de las galerías. Ningún vagóntiene asientos y en algunos handesaparecido completamente lasparedes. Cuentan que en una de laslíneas más lejanas se usan caballos antelos cortes de energía. En aquellosandurriales, casi en el límite delferrocarril, la gente construye suspropios túneles. Son simples agujeros enla tierra viva que se desmoronancontinuamente. Muchos niños han nacidoen las galerías y no han visto jamás laciudad. Cuando les cuento la grandeza

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del Teatro de la Danza o la gracia de laspalomas de la Plaza Grande me mirancon agradecida incredulidad.

Sonia, la bella muchacha que vendelos boletos, no lejos de mi habitación,me juró no hace mucho que la ciudad yano existía. Me dijo —tal vez con el afánde hacerse interesante— que sóloquedaban unas ruinas y que todas lasdependencias oficiales funcionaban eninstalaciones del subterráneo. Measeguró también que nuestra estaciónestaba exactamente bajo el Parque de lasGrullas, que ahora no era más que unyuyal asolado por los lobos. Quedamosen subir las escaleras no bien

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tuviéramos tiempo, para certificar orefutar aquel dictamen. Pero después nosolvidamos. Ahora planeamos vivirjuntos. Un secretario me ofreció enalquiler una vivienda amplísima que fueantes una escalera mecánica. En nuestrotiempo libre pintamos con amor lascuatro habitaciones, sólidas, sucesivas,oblicuas.

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SECRETOS

I

Cuando Heracles moría abrasadopor haberse puesto una túnicaenvenenada, comenzó a gritar urgentesinstrucciones finales. Renuentes aaceptar responsabilidades penosas, losamigos presentes huyeron al galope.

Filoctetes, sin embargo, se quedó.Heracles aprovechó entonces paraobligarlo a que lo quemara en una pira.Después, mientras ardía, le hizo jurarque jamás revelaría a nadie elemplazamiento de aquellos fuegos. A

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cambio de estos servicios, lo nombróheredero de su arco y de sus flechas.

Por un tiempo, Filoctetes fuediscreto. Pero luego, harto de lainterrogación general, se trasladó a pasosolemne hasta el monte Eta, seguido poruna multitud. Allí, sin romper elsilencio, zapateó aparatosamente en ellugar de la pira.

Esto tranquilizó su conciencia.Tiempo después se anotó entre lospretendientes de Helena y formó partede la expedición contra Troya.

Jamás pudo llegar: los dioses locastigaron por su infidencia e hicieronque una de las flechas de Heracles se le

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clavara en un pie. Como es sabido,aquellas saetas ilustres estabanemponzoñadas con la sangre de la hidrade Lerna y causaban heridas incurables.A Filoctetes se le produjo una llaga queemanaba un olor espantoso y learrancaba gritos de dolor.

Viendo perturbados los sacrificiosrituales por ambas circunstancias,Agamenón —el jefe del ejército aqueo— resolvió abandonarlo en la isla deLemnos, que entonces estaba desierta.Allí vivió diez años solitarios ydolorosos.

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II

Escila era la bella hija de la diosaCrateis. Glauco, un pescador deAntedón que había comido la hierba dela inmortalidad, se enamoró de ella yempezó a cortejarla. Pero la maga Circe,que sentía una irrefrenable pasión porGlauco, se enteró de aquellosacercamientos y tuvo la idea de hechizara Escila. Una tarde, mezcló hierbasmágicas en el agua de la fuente dondeella se bañaba. Escila sufrió una penosametamorfosis: la parte superior de sucuerpo no cambió, pero en la ingle lecrecieron seis perros horrorosos. Ella

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trató de disimular estos dones y seacostumbró a usar unas túnicas ampliasque ocultaban sus crecimientos caninos.Pero no le resultaba fácil, ya que losperros no solamente eran grandes sinotambién movedizos y ladradores.

La psique de Escila se trastornó. Sucorazón se llenó de resentimiento y decrueldad. Resolvió dar muerte a todoaquel que conociera su secreto. Losperros se encargaban de ultimar a lostestigos.

Arruinada su existencia mundana, seretiró al estrecho de Mesina, donde susperros se habituaron a devorar todo loque se pusiera a su alcance.

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Cuando la nave de Ulises pasó poraquellas soledades, la jauría se comió aseis marineros: Anquimo, Órnito,Anfinomo, Sinopo, Estesio y Ormenio.

Aquellos escándalos terminaron concualquier disimulo.

Escila dejó de ocultar su cuerpo ycontinuó su vida, orgullosa, impúdica ydesnuda, como un monstruo auténtico.

III

Maldonado, un niño de 6º «B», sehabía enamorado de la alumna AnaCastro. Pero se avergonzaba mucho de

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aquel sentimiento y no se lo habíacomunicado a nadie.

—Ay, si pudiera decirle que laquiero... —pensaba el niño.

Ella a veces lo miraba pero no tantocomo para que se hiciera ilusiones. Sipor casualidad conversaban, erasiempre en presencia de otros.

Cuando sus amigos hablaban conafectada malevolencia de lascompañeras que más les gustaban, élmencionaba a Ana Castro, pero encuarto o quinto lugar, para no levantarsospechas.

Por un tiempo, sin ningún motivoconsistente, el niño dio en pensar que

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estaban peleados. Dejó entonces dehablarle y mostró, cada vez que pudo, unsemblante hostil. Ella tampoco le decíanada y su silencio fue entendido porMaldonado como prueba de un conflictoreal. Sus fantasías giraron entoncesalrededor de una reconciliación llena delágrimas y confesiones. Ana Castropermaneció ajena a todo esto.

Un día, en el recreo, un anónimoempujón precipitó a Maldonado contrael cuerpo de la niña. Por un segundo,vivió un contacto inconcebible, registróun perfume y acaso una respiración. Esanoche, escribió en su cuaderno elnombre de ella. Después lo tachó y más

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tarde arrancó la hoja.En el mes de octubre, durante un

juego de prendas, Maldonado se vioobligado a elegir una compañera paradarle un beso. El niño vio los ojos deAna, salió corriendo y abandonó eljuego.

Pasaron los meses y Maldonado nose atrevió a decirle nada. Terminaron lasclases y ya no volvieron a verse.

El niño Maldonado se hizo hombre.Siguió ocultando aquel amor hasta quese olvidó de todo, incluso de queguardaba un secreto.

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IV

Los discípulos de Pitágoras se ibanadiestrando en silencios de rigorcreciente. Toda divulgación de lasdoctrinas era sancionada con castigosconvenientemente terribles.

Hipaso de Metaponto, el másinteligente de los alumnos, reveló —acaso para hacerse pagar unas copas—los procedimientos para construir laesfera de doce pentágonos, es decir, eldodecaedro. Fue condenado a lasoledad. Nadie volvió a hablarle jamás.Atormentado por aquellos desaires,Hipaso se arrojó al mar y murió

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ahogado.

V

El rey santo Jahnu se hallabameditando a orillas del río Ganges.Como el ruido de la corriente loperturbaba, se bebió enteramenteaquellas aguas. El río se secó y lapoblación sufrió mucho por esa causa.El rey oía los lamentos de la gente ypensaba:

—Nadie debe saber que me hebebido el Ganges.

Por fin, se arrepintió de lo que había

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hecho y dejó salir la corriente por unaoreja.

CORO

Que nadie se entereque nadie sospecheque nadie sepa jamásnuestra total carencia de

secretos.

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E

EL SECRETODEL PROFESOR DÍAZ

l profesor Díaz ocupaba unahumilde vivienda de madera y

chapa en los confines de la calle Bilbao.El óxido, el tiempo —o tal vez el propioprofesor Díaz— abrieron un agujero enla pared de la cocina que daba justo allavadero de la casa contigua, tambiénmuy pobre. Allí, a falta de ducha, solíabañarse la hermosa Virginia Salvarezza,una joven viuda que vivía sola.

El profesor Díaz la espió porprimera vez el 10 de octubre de 1940.

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Siendo un hombre casto y solitario, elcuerpo jabonoso de Virginia, sumergidoen un fuentón, lo perturbó rotundamente.Nunca antes había visto una mujerdesnuda. Al día siguiente, faltó alcolegio donde dictaba clases. Temía nopoder resistir el deseo de contar lo quehabía visto. Y sus compañeros detrabajo no tenían con él ninguna clase deamistad que justificara la confidencia.Con el mayor cuidado, realizó mejorasen el agujero y lo cubrió con unalmanaque de tintorero para evitar quela luz de su cocina se filtrara en ellavadero de Virginia y denunciara laexistencia de aquella grieta.

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Le costó bastante al profesorefectuar el segundo avistamiento.

Durante la primera semana, ellavadero se le apareció siempredesierto. Díaz llegó a pensar que lamuchacha no se bañaba casi nunca o quecumplía sus enjuagadas precisamente enlas horas de su ausencia. Descuidandosus obligaciones, el profesor establecióun perpetuo turno de guardia, con el ojopegado a la hendidura. Finalmente,ciertas regularidades se le hicieronpatentes y no tardó en organizar su vidaalrededor de los baños de Virginia.Cambió su horario del colegio yrenunció al cine de los sábados a la

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tarde. Empezó a detestar el inviernocuando advirtió que, en los días de frío,Virginia renunciaba a la higiene general.

En los primeros meses, se hizo elpropósito de acercarse a la viuda yemprender unas cautelosas maniobras deseducción. Estaba enamorado. Pero a sunatural timidez se agregó un sentimientode culpa que le impedía sostener lamirada de Virginia. Cuando ella losaludaba, creía notar en su voz un tonode reproche. Cualquier palabra leparecía una alusión a su bochornosacondición de mirón. A veces, sentía latentación de confesárselo todo, depedirle perdón y de redimirse en el

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ejercicio de una amistad casta. Perotenía miedo de las consecuenciasescandalosas, de sus alumnos, de lasautoridades del colegio.

Algunas veces, mientras la espiaba,imaginó el efecto de una palabra, de unsusurro a través del hueco en la pared.

—Virginia, Virginia, soy yo... Elseñor de al lado.

Era inútil. No había forma decontinuar hablando sin pasar por elridículo o la humillación.

Con el tiempo, el asunto perdiódramatismo y fue convirtiéndose en unacostumbre que, aunque íntima y secreta,se hacía vulgar de tan repetida.

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Pasaron años. El profesor Díaznunca se casó ni tuvo novias. Su soloamor era Virginia. Durante muchísimotiempo, escribió y corrigióinterminablemente una carta para ella.Un día de 1954 llegó a meterla en unsobre. Después, lo guardó en el ropero.

Ella tampoco tuvo amores. Apenasuna efímera aventura pasional con ellechero, en el verano de 1952. Díaz losescuchaba a través de los murosdelgados. Pero aquello terminó pronto.

El agujero resistió las incursiones depintores y albañiles. El profesor llegó asospechar que la viuda conocía, tolerabay disfrutaba de aquellas indiscreciones.

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En ocasiones, le parecía que ella mirabafijamente al agujero. Su corazón seaceleraba y sentía la inminencia de undiálogo, que nunca sucedió.

Los dos fueron envejeciendosolitarios. Con la edad, Virginia vioamenguar la solidez de sus encantos y lafrecuencia de sus inmersiones. PeroDíaz se mantuvo constante. Era muydifícil que se perdiera una sesión. Enverdad, más que el goce, lo sostenía lainsensata esperanza de que algoextraordinario ocurriera.

Anciano ya, Díaz encontrabaestímulo para sus jornadas grises enaquellos ratitos de menesterosa

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intimidad. Después de tanto tiempo, yaestaba decidido que nadie iba aenterarse jamás de sus amores. Por otraparte, había atravesado la vida enterasin haber hecho un solo amigo. Pasabasemanas sin escuchar su propia voz.

Un día de 1981, el profesor Díazsalió a la calle y se encontró con uncamión del Expreso Villalonga. Unasurgentes averiguaciones lo pusieron alcorriente de su desventura: Virginia semudaba. Sin perder un segundo, corrió ala cocina, destapó el agujero y se puso aespiar para ver si su vecina decidía unúltimo lavado. Clausuradas susesperanzas, fue hasta la puerta. El

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camión ya se había ido. Ella no sedespidió. El viejo profesor se sentó enel umbral durante largas horas.

Un tiempo después, un matrimoniopasó a ocupar la vivienda de Virginia.La señora era bastante atractiva. PeroDíaz no volvió a la grieta de la cocina.Una tarde, sin siquiera echar una últimamirada al otro lado, tapó el agujero. Almes siguiente, se murió.

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E

MONTES ENCANTADOS

n las misteriosas aguas que existenal Este de Bohai, flotaban cinco

grandes montes encantados: T'ai-yu,Yüan-chiao, Fang hu, Ying-chou y P'eng-lai. Cada uno de ellos tenía una alturasuperior a los quince mil kilómetros.Los mitógrafos calculan que estabanseparados entre sí por distanciascercanas a los treinta y cinco milkilómetros.[3]

De todos modos, estos montesaparecían y desaparecían sin quepudiera saberse cuál de los dos estadosera hijo de una percepción errónea.

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Algunas veces, podían divisarseunos jardines en los que se alzabanpalacios majestuosos. Allí vivían losinmortales y también los genios, cuyamontura eran las nubes. Los árboles eranespecialmente generosos: uno de ellosdaba perlas grandes como moras, otroera nada menos que el famoso duraznerode la inmortalidad.

Los montes, pese a estos donesmaravillosos, padecían un grave defectogeológico: no estaban cimentadosadecuadamente y flotaban en el marcomo barcos a la deriva. Esto producíagravísimos trastornos. Muchas veceseran arrastrados por malignas corrientes

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que los llevaban hacia una región deperpetuas tinieblas, donde hacía muchofrío y no había soles, lunas ni estrellas.

Los ilustres vecinos se quejaron alSoberano del Cielo.

La divinidad dispuso quince tortugasgigantes para que cargaran a cuestas losmontes y procuraran mantenerlossiempre en el mismo sitio. A fin deevitar la fatiga de los quelonios,estableció turnos y reemplazos cadasesenta mil años.

Pero cerca del lugar en que habíananclado los montes, en el país de Lungpo, vivían unos titanes pescadores.Cierto día descubrieron a las tortugas y

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las tentaron con un cebo. Seis de ellasfueron atrapadas y se convirtieron ensuculentos manjares.

Poco después, dos de los cincomontes, el T'ai-yu y el Yüan-chiao,empezaron a derivar nuevamente. Losgenios que habitaban en ellos setrasladaron apresuradamente a los otros.Más tarde, el T'ai-yu y el Yüan-chiaofueron arrastrados por la corriente y sehundieron en el mar.

El Soberano del Cielo, indignadopor el proceder de los titanes, resolviócastigarlos reduciendo drásticamente sutamaño.

En el mar quedaron solamente tres

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montes, atendidos por las tortugassobrevivientes.

En el Período de los ReinosCombatientes, es decir, en los siglos IIIy IV AC, los reyes de Ch'in y Yanquisieron llegar hasta esos montes paraapropiarse de los frutos de lainmortalidad.

Dispusieron centenares deembarcaciones. Una terrible tempestaddestruyó la mayoría de ellas. Las pocasque se salvaron alcanzaron a divisar losmontes en la lejanía. Pero al acercarse,aquellas tierras mágicas se alejaronvelozmente.

El célebre Shih Huang Ti,

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constructor de la muralla china, soñabacon ser inmortal. Con enorme desplieguede recursos, preparó una expedición demil barcos al mando de Hsü Fu: ningunollegó a los montes. Ninguno regresó.

Siglos más tarde, en tiempos de ladinastía Han, un mago llamado LiShaojun dio noticias al emperador WuTi acerca de un genio llamado An QiShen, que había sido visto comiendo undurazno de enorme tamaño. El magoaseguró que aquél era uno de los frutosde la inmortalidad y que valía la pena ira buscarlo.

Wu Ti era un soberano inquieto, queya había enviado expediciones hacia el

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oeste. Cien capitanes salieroninmediatamente. Como no encontraronnada, resolvieron entregarle alemperador un durazno cualquiera. Wu Tise lo comió, adquirió la serenidad de uninmortal y murió lo más tranquilo seisaños más tarde.

CORO

Nadie llega a ninguna parte,las ciudades huyeny se esconden.

Ejércitos de caminantesseñalan falsos rumbos.

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Hemos nacido para nollegar.

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E

LA MUERTEAGRADECIDA

n el barrio de Flores, la personaque todos conocían como el

verdulero Cecilio Lamensa era enrealidad el Ángel de la Muerte. Desdeluego, nadie estaba al tanto de estacircunstancia. Es usual que en lospueblos y en los barrios el Ángel sehaga pasar por un vecino y asumaaspectos vulgares para no llamar laatención. Es cierto que, muy a menudo,la Muerte despierta sospechas por eltrato desdeñoso a los mortales. En el

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caso de Lamensa, su condición decomerciante minorista venía a justificarun cierto aire de superioridad.

Estos datos que estamosconsignando jamás se hubieran conocidoa no ser por un episodio casual,ocurrido una tarde en la avenidaRivadavia.

El distraído Lamensa iba a seratropellado por un ómnibus de la línea53 cuando un empujón del ruso Salzmanvino a salvarlo. Lamensa no era mortal,pero de algún modo se sintió en deudacon Salzman. Se hicieron amigos y unanoche, un poco mareado por unas tardíasHesperidinas, el verdulero confesó a

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Salzman su verdadera condición.Agregó además un amable ofrecimiento.

—Ya sabe, Bernardo, cualquiercosita me avisa... Siempre se puedehacer algo...

Salzman no era un hombre decreencias ni de escepticismos.Despreciaba los dictámenes. Todos losjuicios del ruso estaban suspendidos.Así, no comentó el caso con sus amigospara no tener que defender o atacar lasafirmaciones del verdulero. Muy prontose olvidó del asunto.

Años después, mientras jugaban a lagenerala en el Odeón, Lamensa loconsultó a la pasada.

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—¿Usted es amigo del tuertoEspina?

—No —dijo Salzman—, apenas loconozco. ¿Por qué?

—Por nada —respondió elverdulero— no tiene importancia.

Aquella noche, el tuerto Espinamurió repentinamente. Cuando se enteró,Salzman tembló de miedo.

Desde entonces trató de evitar aCecilio Lamensa pero el verdulero se leaparecía a cada momento con muestrasde simpatía y amistad.

Una madrugada, al bajar de un taxien la avenida Avellaneda, Lamensasurgió bruscamente desde atrás de un

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árbol. Perdido cualquier escrúpulomundano, Salzman salió corriendo. Elverdulero lo alcanzó un par de cuadrasmás adelante y le dijo, resoplando:

—No tema, Salzman, sólo deseoayudarlo. Usted sabe que le debo unfavor.

—No me debe nada —declaróSalzman.

Lamensa insistió:—Comprendo sus reparos pero si no

acepta pronto una compensacióncualquiera por su gesto, me tendráatrapado con un favor pendiente. Y esoes algo que no puedo admitir.

—¿Qué es lo que quiere? —preguntó

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Salzman, aterrorizado.—Nombre una persona cuya muerte

desee postergar razonablemente.En ese momento cruzó la calle el

viejo Vítale, un borracho que solíamendigar en los alrededores de laestación. Olvidando a amigos yparientes, Salzman gritó:

El viejo Vítale —y se escapóvelozmente entre las sombras.

Unos meses después, en un asado, elmúsico Ivés Castagnino tocó algunascanciones con su guitarra. El verduleroLamensa, que había escuchadosilenciosamente, se atrevió a hacer unpedido.

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—¿Conoce el vals Orillas delPlata?

Castagnino lo tocó limpiamente,desde el principio hasta el fin.

—Gracias —dijo Lamensa—. Yanadie toca ese vals.

Esa misma noche, perturbado estavez por la grapa Chissotti, el verduleroreveló su secreto a Castagnino y leofreció, a cambio de la emociónartística que había recibido, tener con élalguna consideración profesionalllegado el caso.

Castagnino también estaba un pocoborracho. Enseguida llamó a todos susamigos, incluido el ruso Salzman, y dijo

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a los gritos:—Señores, les presento a mi amigo

el Ángel de la Muerte. Aquí donde loven, el caballero está en condiciones deconseguirnos cualquier clase deacomodo, tanto sea para postergar laentrega de nuestros rosquetes como paraconseguir que las personas que nosmolestan espichen cuanto antes.

Todos rieron, pero Salzman vioalarma en los ojos de Lamensa.

Desde ese día, la muchachadaempezó a burlarse del verdulero: lollamaban «Cecilio La Parca» o «Ceciliola Muerte» y hacían pedorreta a susespaldas. Unos vigilantes de la

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Comisaría 50 resolvieron meterlo presocon cualquier pretexto. Y lo mantuvieronencerrado toda la semana. Durante eselapso, nadie se murió en el barrio deFlores.

Convertido en un personajeirrisorio, Lamensa perdió su airedesdeñoso y señorial. Cerró laverdulería y dejó de aparecer por losboliches y los bodegones. Una tardelluviosa se cruzó con el ruso Salzman.Con gesto abatido, le dio la mano y ledijo:

—Quería despedirme. Me voy deeste barrio. Por no ser ingrato he sidoimprudente. Le agradezco su discreción.

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Para mi desgracia, he sido trasladado aregiones inhóspitas, donde la muerte escruel y temprana. Adiós.

Cecilio Lamensa no fue visto nuncamás en el barrio de Flores. Otrapersona, tal vez un panadero o un mozode café, es ahora la Muerte en esascalles.

Cuando Salzman llegó a su casa, ledijeron que el viejo Vítale había muerto.

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E

CENSO

l imperio tiene 12.233.062 hogaresy 59.594.978 personas. Al menos,

ésos fueron los resultados del llamadoPrimer Gran Censo, que se realizó contoda minuciosidad en cada una de las1.587 provincias.

Sin embargo, al sur del río Yang-tzeel recuento no fue muy preciso. Muchoscampesinos, mendigos y bandoleros sepusieron a cubierto y ocultaron suexistencia. También es cierto que losfuncionarios, temerosos de recibirsanciones, solían engrosar las cifraspara presumir de diligentes.

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En nuestra amada ciudad de Ch'ang-an fueron contados 246.000 habitantes.

Ha sido trazada hace pocasgeneraciones y, sin embargo, es la máspopulosa del imperio. Entre losestudiantes corre el rumor de que laciudad tiene la forma de un cuadrado yque sigue la vieja planificación urbanaque se resume en las palabras viento yagua.[4]

Los funcionarios municipales tienencomo deber principal evitar que loshabitantes sean perturbados por losmalos espíritus, de modo que cadaángulo y cada dimensión cumple lasdisposiciones matemáticas que ese

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propósito exige.Viajeros que han caminado

alrededor de la muralla juran que suextensión es de veinticuatro kilómetros.Nosotros sabemos que la ciudad estádividida en barrios y que los barriosestán divididos en li, o distritospequeños. Cada uno de esos distritosestá rodeado de una muralla, y en cadamuralla sólo hay una puerta. Cada casaestá también rodeada de un muro, conuna sola puerta. Las puertas que dan alas avenidas que comunican con otrosdistritos se cierran por la noche, por esotodos se apresuran a volver a su barrioantes del ocaso.

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Las autoridades del imperio deseanque nadie se mueva demasiado. Elhombre que recorre mucha distancia esinsurrecto y conspirador. La sujeciónrequiere inmovilidad. El censo, también.Los ministros no dejan de quejarse antelas dificultades que presentan laspersonas itinerantes. Muchas veces, losagentes administrativos llegan a unpueblo y se encuentran con mercaderes,viajeros y vagabundos que ya han sidoanotados en el pueblo anterior.

El secretario Li es autor de uninforme en el que se denuncia laactividad de un grupo de juerguistas alnorte de Loyang, que salían una y otra

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vez al paso de los censores con el solofin de burlarse de ellos e impedir elhallazgo de las cifras verdaderas.

En algunas provincias de losdesiertos centrales, el censo esabsolutamente impreciso. Los agentes dela administración se pierden en lastormentas de arena, las aldeas soncubiertas por los médanos y los caminosdesaparecen después de cada viento.

Desde los tiempos del emperadorHo-ti, vivimos en Estado de CensoPermanente. La fugacidad de las cifrases descorazonadora. No terminan demarcharse los agentes administrativos,cuando una muerte, o un nacimiento, o

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una partida inutilizan su tarea.Cada día, salen de las capitales

nuevas cuadrillas de censores con suslibros enormes y sus pinceles oficiales.Cada grupo se propone corregir alanterior. Pero muchas veces, losregresos son desordenados y es elprimero el que corrige al último.

La dificultad de los traslados enCh'ang-an tiene como fin facilitar elcenso. Los jóvenes tratan de enamorarsede personas de su mismo barrio, y mejoraún de su mismo li. Siguen el viejoproverbio «Que ninguna dama te hagaatravesar más de dos puertas». Losguardianes nocturnos que vigilan la

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comunicación entre un barrio y otro,suelen aceptar sobornos de losenamorados y amantes clandestinos.Pero en general, una visita a un distritolejano implica pasar la noche en casadel anfitrión.

Hay una falta total de comunicaciónentre el mundo privado y el mundopúblico. No por tolerancia o alcanceexiguo de la administración, sino por laescasez de puertas.

Las hijas de los comerciantesprósperos suelen pasar la adolescenciaencerradas en una lujosa habitación.Cuando se casan, abandonan suconfinamiento y se trasladan a otra

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habitación, también lujosa, esta vezperteneciente a la casa de su marido.

Sabios disidentes han descubiertoque la comunicación entre los barrios esincompleta y que existen determinadosdistritos a los cuales no se puede llegardesde algunos otros. Se dice que hayseries o colecciones de barrios unidospor puertas, pasillos o calles, pero queestán absolutamente cerrados a otrasseries.

Algunos de los sabios, como porejemplo el anciano Pa'chung, hanllegado a decir que el censo es inútil.

La fórmula de Pa'chung —célebreentre los estudiantes rebeldes— es ésta:

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59.594.978 = 72.181.904. Significa quetodos los números son iguales.

Según cuentan, Pa'chung fue detenidoen cierta oportunidad por el comisariode su distrito, quien le hizo dar unainterminable serie de latigazos. Despuésde cada golpe, el verdugo pedíadisculpas al anciano, pues siendo todoslos números iguales no sabía cuándodetener la serie.

Algunos secretarios y calígrafos dela administración, han hecho circular enlas tabernas el rumor de que se avecinaun año de quietud obligatoria. Estarárigurosamente prohibido nacer,trasladarse o, incluso, morir.

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Los matemáticos calculan quedurante ese año —o a lo sumo en dos—podría realizarse un verdadero y exactorecuento de los habitantes del imperio.El peligro más grave es la superposiciónde jurisdicciones, por culpa de la cualmuchos ciudadanos son contados tres yhasta cuatro veces. También hay quemencionar la densidad de la poblaciónde algunas ciudades, que puede llegarhasta cincuenta mil individuos porkilómetro cuadrado. Pero lo que máspreocupa a los comisarios es laaparición de comedidos extraoficiales,que se ponen a contar sin autorización ysin método.

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El legendario Emperador Amarillonombró las cosas y las escribió delmodo correcto. Una buenaadministración necesita diferenciar loque es de lo que no es.

El día que consigamos saber cuántossomos, podremos disfrutar de esafelicidad que sólo puede brindar lacertidumbre.

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G

GUALICHO

ualicho o Walichu era el nombreque los indios pampas daban al

genio del mal, al diablo, al hermanorebelde del creador Chachao. Perotambién se llama gualicho a la hierba ofiltro que suele usarse para enamorarpor arte de hechicería.

Hoy ya casi nadie cree en estascosas. Pero en mi pueblo sí creíamos.

Hace muchos años, llegó de BuenosAires un joven farmacéutico llamadoBejerman. Su verdadero nombre eraTortorello, pero el hombre habíacomprado la antigua farmacia Bejerman

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y es sabido que los farmacéuticos llevanel nombre de su farmacia. Tortorellovenía de ser Katz en Azul y supe que elverdadero Bejerman es ahora Tepliskyen el pueblo de Pilar.

Pues bien, Bejerman vendía un yuyoque, agregado al mate, producía elenamoramiento súbito del que se lotomaba hacia el cebador.

En el pueblo empezó a comentarse laeficacia casi obscena de aquel productoque Bejerman vendía con fingidareserva.

Todas las tardes, los jóvenes sereunían a tomar mate en galponesapartados. Las ruedas se iban achicando

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vuelta tras vuelta, ya que los repentinosardores iban excluyendo del concurso alos sucesivos cebadores y a sus objetosde deseo que, a su turno, marchaban algalope hacia los yuyales de la vecindad.

Al parecer, el efecto del gualichoduraba apenas unas horas. Esto lo hacíamás atractivo porque permitía disfrutarde los deleites urgentes sin tener quesoportar los trámites penosos de laulterioridad.

Con el tiempo, las personas demayor edad y aun algunos grupos dematrimonios se aficionaron al uso delyuyo de Bejerman, hasta que llegó unmomento en que todo el pueblo andaba

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engualichado.Las idas y vueltas del mate

caprichoso solían dibujar fugaceslaberintos de amores cruzados.

En ocasiones, alguien recibía matessucesivos de distintos cebadores.

Otras veces el cebador queengualichaba a alguien era engualichadoa su vez por otra persona.

También había mates tomados porerror, manotazos usurpadores y hastachupadas por turno de un mismocimarrón.

Yo, en aquel tiempo, no sabía aquién amaba. Le había dado mate atodas las chicas del pueblo. Pero a decir

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verdad, todos habían mateado con todos.Un día cambiaron al comisario.

Nombraron a un tal Barrientos que, nibien se enteró de estos asuntos, prohibióredondamente el gualicho.

El pueblo se resistió. Las mateadasse hicieron clandestinas. Pero conBarrientos no se jugaba. En cualquiermomento aparecía en medio de la ruedacon cuatro o cinco vigilantes,secuestraba las pavas, las yerberas y losmates y si se hallaban rastros degualicho, los metía a todos en elcalabozo.

Por fin, el intendente negoció unacuerdo. El gualicho quedaría

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prohibido, salvo un día por año,dedicado a la celebración de la Fiestadel Mate. Durante toda esa jornada sepodría engualichar libremente.

Así en mi pueblo, todos los 11 deagosto nos enamorábamos una o variasveces. La gente tomaba mate en lascalles. Cualquier desconocido podía serconvidado.

Unos años más tarde, parasimplificar las cosas, se instaló ungigantesco mate en la plaza, con milesde pavas e innumerables bombillas, desuerte que todos cebaban y todostomaban. Es decir, todos se enamorabande todos.

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Las orgías de la Fiesta del Mate aúnse recuerdan. Y, por cierto, hay en elpueblo centenares de muchachos que nosaben de qué mate son hijos.

Una noche, no hace tanto tiempo,visité a Bejerman en su casa.

A falta de mate, tomamos un licorque nos sirvió su mujer. A la terceracopita, el farmacéutico cayó en estadoconfidencial.

—Si me promete no decírselo anadie, voy a contarle algo: el gualichono existe. Lo que traje a este pueblo esun yuyo cualquiera, creo que contra elresfrío. Pero la gente creyó queenamoraba. Y enamorarse es creer que

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uno se enamora. Todos pensaban quealgo los empujaba. Y era cierto. Peroese algo, si me permite el lugar común oacaso la grosería, lo llevaban dentro.Además, hay algo que lamentar entretanta polvareda. En todos estos añosnadie se enamoró de verdad. Todoscreían ser víctimas del gualicho y losamores eternos duraban dos horas. Elúnico que se salvó de esa desgracia fuiyo. Yo sabía que no había yuyo quevaliera y entonces viví amores puros,sin trampas ni gualichos. Y por eso estoyal lado de esta mujer, por una decisiónsoberana de mi corazón. Nadie mehechizó. Nadie me cebó un mate

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embrujado...En ese momento, la mujer, que

volvía de la cocina, le dijo mientras leponía la mano en el hombro: «Eso es loque vos te creés».

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E

INMORTALIDAD I

l canon taoísta que hoy se conservacomprende mil cuatrocientas

sesenta y siete obras en cinco milcuatrocientos ochenta y seis volúmenesque no son sino las páginas que se hanpodido salvar de una colección muchomás vasta, perdida en distintascatástrofes. Casi todos estos textos estándestinados a enseñarnos a alcanzar lainmortalidad.

El célebre Ko Hung escribió unaenciclopedia llamada Pao-p'u-tzu. Allíse informa que la inmortalidad puedealcanzarse única y exclusivamente por

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efecto del elixir. Los taoístas reconocíandos tipos de elixires: el waitan o elixirexterior, que era una droga elaboradacon oro y cinabrio, y el nei-tan o elixirinterno. Aquí, la concentración delpensamiento permite revertir losprocesos que conducen a la muerte. KoHung enseñó también a caminar sobre elagua, a resucitar difuntos y a lograr altoscargos en la carrera de funcionario.

En el Huang-t'ing ching o Libro dela Sala Amarilla se establece que lainmortalidad se alcanza recitando esamisma obra reiteradamente. Al parecer,esta declamación hace aparecer ante elojo interior las divinidades que habitan

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en el cuerpo. El practicante recibe deellas las instrucciones precisas para nomorirse nunca.

Se-ma Yen era un tejedor de Siang-yang que continuamente leía el Libro dela Sala Amarilla en voz alta o recitaba,mientras tejía, capítulos que se habíaaprendido de memoria. No se deteníanunca. Durante el sueño sus familiareslo oían murmurar. Ninguna conversaciónmundana interrumpió jamás su discurso.Una tarde, cuando Se-ma Yen ya habíaempezado a envejecer, se presentó antesu ojo interior T'ai-i, la UnidadSuprema, en persona. La voz de aquelladivinidad resonó en la calavera de Se-

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ma Yen:—¿Has dejado de recitar alguna

vez?Se-ma Yen adoptó una posición

ritual y contestó con el mayor respeto:—Jamás he dejado que nada me

interrumpiera.—Pues ahora yo te he interrumpido

—dijo el dios. Y desapareció.Se-ma Yen murió seis años después,

atropellado por el carro de un vendedorde limones.

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D

INMORTALIDAD II

esde los dudosos tiempos delEmperador Amarillo, las técnicas

sexuales fueron factor esencial en labúsqueda de la Ch'ang-sheng pu-szu, lavida perdurable.

El propio Emperador era entendidoen la práctica del huan-ching pu-nao,que consistía, en el caso de los varones,en evitar la culminación sexual pararetener en su cuerpo todo el ching oenergía. A la vez, era deseable que lacompañera asumiese la actitud inversa,es decir, que liberara su energía tantasveces como fuera posible. Llegado el

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caso, convenía ir cambiando decompañera.

Gracias a estas destrezas, el Hijodel Cielo podía homenajear a mildoscientas concubinas sin perjudicar susalud. Esta hazaña no debe extrañarnos yes acaso la menor de este ser legendarioque nació por generación espontánea,fue progenitor del género humano y creóla escritura, el orden social, la brújula,la rueda de alfarero y el gusano de seda.Según parece, a la edad de cien añosalcanzó la inmortalidad y se marchó alos cielos montado en un dragón.

Ya en tiempos históricos, losmaestros aconsejaban a los varones

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beber bajo la lengua y en los senos de lamujer unas esencias vigorizantes. Lasaliva femenina debía ser tambiénsorbida para incrementar la pasión. Seestablecía asimismo la ubicación de unpunto denominado p'ing-i, que seencuentra dos centímetros y medio sobreel pezón derecho y que debe seroprimido por el varón durante el juegoerótico.

Las escuelas taoístas del Camino dela Suprema Paz y de las Cinco Fanegasde Arroz buscaban la unión del ying ydel yang practicando unas orgíascolectivas llamadas ho-ch'i. Secelebraban los días de novilunio y

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plenilunio. Después de las danzas deldragón y el tigre, los participantes seunían sexualmente tantas veces comopodían.

Lamentablemente, no conocemos elritual preciso de estas farras pues loscomisarios confucianos ordenaronborrar del canon todas lasdescripciones.

Si por alguna razón las prácticassexuales no estaban a su alcance, elaspirante a inmortal podía ejercitarse enalguna técnica respiratoria. Lacirculación del hálito o hsing-ch'iconsiste en guiar el aliento con la mentey hacerlo circular por todas las partes

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del cuerpo.Ko Hung recomienda retirarse a un

aposento tranquilo y tirarse en un catresin pensar en nada. Una vez excluidatoda sensación, se inspira y se retiene elaire durante un latido cardíaco. Ensucesivas inspiraciones se prolonga laretención durante un mayor número delatidos, hasta alcanzar los mil. En esepunto, el oficiante se hace inmortal opoco menos.

CORO

Amar a mil doscientas

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mujereshospitalarias y

complacientesfue siempre más fácilque amar a unaque se niega a la cópula con

obstinación.La preferenciaes lo que mata,la obstinada preferenciapor alguien.Un verdadero inmortalno distingue a una amante

de otra.

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E

INMORTALIDAD III

n la corte del emperador Wu Wang,de la antiquísima dinastía Chow,

vivía el infame alquimista Fu-tsien. Estehombre había sido apresado porparticipar en una conspiración. Paraevitar que lo ejecutaran, prometióconseguirle al emperador la vida eterna.

Instalado en un gabinete al que nadiepodía entrar, Fu-tsien fingía destilarunos elixires a partir de las piedras dejade que, según creían los chinos, teníanpoderes benéficos. Wu Wang bebía conobediencia los brebajes que Fu-tsien lepreparaba.

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Pasaron los años. El emperadorconfiaba en no morirse. Tuvo ciertotemor de haber sido engañado cuando elfalso alquimista murió. Temió más aúncuando padeció los primeros achaquesde la vejez. Lleno de indignaciónimperial, hizo exhumar el cadáver deFu-tsien y mandó decapitarlo.

Luego, desesperado, fue hasta elgabinete del alquimista y se tragó unapiedra de jade de enorme tamaño. Elemperador Wu Wang murió asfixiadounos momentos después.

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K

INMORTALIDAD IV

o Hung divide a los inmortales endistintas jerarquías, que se

establecen al considerar losprocedimientos utilizados para alcanzarla vida perdurable.

En lo más alto están los que hantomado el elixir de oro o de jade y hanrealizado mil doscientas buenasacciones. Estos inmortales pueden optarentre la ascensión a los cielos en plenodía o la permanencia en la Tierra comomaestros de alquimia.

Al observar que algunos inmortalesse morían, el pensamiento taoísta

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formuló una explicación.Según la teoría del Shih-chieh o

separación del cadáver, el inmortalasume la apariencia de un muerto antesde efectuar la ascensión al cielo. Así, lamuerte es en verdad la liberación de loque es terrenal e innoble, la condiciónde la transformación esencial que lainmortalidad requiere. Para saber sialgún difunto era inmortal se abría elataúd un tiempo después del entierro.Señales positivas eran la desaparicióndel cadáver, su aspecto lozano o lasalida del cuerpo flotando en el aire.Los inmortales vivían en los montes, enlos bosques, en los cielos, en las islas

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del este o en la cordillera del K'un-lun,al oeste. Viajaban montados en grullas.

En épocas tardías, fueronconsiderados como inmortales algunospersonajes de la historia china.

Los más conocidos son los OchoInmortales. El arte los representó con elcuerpo emplumado tal vez comoreferencia al ideograma de la escrituraque los aludía. Este carácter consistía enun signo cuyo significado era «elevarseen el aire». Más tarde vino a utilizarseotro signo, formado por los ideogramashombre y montaña. Esto implica encierto modo que un inmortal es enverdad uno que busca la soledad de las

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montañas.

El primero de los Ocho Inmortaleses Li T'ieh-kuai, o sea Li, el de la muletade hierro. Se lo representa con caranegra, cabeza puntiaguda, cabelloenmarañado, una pierna renga yllevando una muleta y una calabaza quecontiene drogas mágicas. Parece quecierto día, Lao-tsé bajó del cielo paraenseñarle a Li los pormenores de ladoctrina taoísta. La docencia fueejercida con tal acierto que, al pocotiempo, Li alcanzó la inmortalidad. Unatarde, resolvió abandonar su cuerpopara dirigirse al monte Hua sin molestos

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contrapesos. Por precaución, encargó aun alumno que le cuidara el organismodurante su ausencia. Sin explicar porqué, ordenó a aquel discípulo que si élno regresaba al cabo de una semana,incinerara el cuerpo.

A los seis días, el alumno se enteróde que su madre estaba muy enferma.Entonces quemó el cuerpo de Li y corrióa cumplir con sus deberes de hijo. Liregresó al séptimo día y, después deencontrar sus propias cenizas, no tuvomás remedio que buscar un nuevocuerpo a los apurones. En unaencrucijada, pudo ocupar el cadáver deun mendigo feo y rengo. Li pensó en

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deshacerse de aquella envoltura carnaltan pronto como pudiera, pero Lao-tsébajó del cielo nuevamente para pedirleque no lo abandonara. Parece queacompañó esta solicitud con dosdiscretos obsequios: una banda de oropara sujetar las crenchas y una muleta dehierro.

El segundo inmortal se llamabaChang Kuo-lao. Era un funcionario de ladinastía T'ang. Su leyenda puede parecerconfusa e insatisfactoria. Dicen que elemperador sospechó que Chang era algomás que un hombre. Entonces indagó aun célebre maestro taoísta. El maestrodeclaró que él sabía quién era realmente

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Chang pero que no se atrevía a decirloporque esta revelación le costaría lavida. Había sin embargo unaposibilidad: si después de la respuestael emperador en persona, descalzo yrapado, acudía a Chang Kuo-lao paraque perdonara la infidencia, el maestropodría volver a la vida.

El emperador declaró que estabadispuesto a cumplir aquellascomisiones, con tal de saber quién erarealmente Chang Kuo-lao. Recibida estagarantía imperial, el maestro taoístadeclaró que Chang Kuo-lao era laencarnación del caos primordial y cayóredondo. El emperador cumplió su

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promesa minuciosamente y Changresucitó al maestro taoísta salpicándolocon un poco de agua. Algunos dicen queChang Kuo-lao tenía un burro blancoque podía recorrer mil millas en un día.Este animal podía además doblarsecomo si fuera un pañuelo y guardarse enel bolsillo. Los vikings hablaban de lanave Skithblathnir, que también tenía esecarácter plegable. Chang Kuo-lao muriósolo en las montañas. Años después, susdiscípulos abrieron el ataúd y loencontraron vacío.

El tercer inmortal es Chung Li-ch'üan. Su emblema es un abanico de

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plumas y se lo representa como unhombre corpulento, pelado y con unabarba hasta el ombligo. Algunos dicenque era un mariscal que en la vejez seretiró a las montañas. Allí encontró unossantos que lo ayudaron a alcanzar lainmortalidad. Otros dicen que mientrasmeditaba en una celda se derrumbó lapared y apareció una caja de jade quecontenía la receta de la vida eterna.Chung Li-ch'üan siguió las instruccionesy enseguida una nube multicolor lotransportó a la morada de losinmortales.

Después viene Lü Tung-pin. Nació

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en 798 en el norte de la China.Pertenecía a una familia de funcionarios.Siendo muy joven emprendió un viaje alos montes Lü, en el sur. Allí se cruzócon un dragón de fuego que le obsequióuna espada mágica.

En otro viaje, se encontró con el yacitado inmortal Chung Li-ch'üan, que enese momento estaba calentando un vino.Después de algunos tragos, Lü se quedódormido y soñó que era muy rico y queocupaba un alto cargo. También soñóque vivía cincuenta años deprosperidad. Finalmente soñó que undelito lo conducía al destierro y alexterminio de su familia. Entonces

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despertó y comprobó que sólo habíadormido unos minutos. Convencido deque este sueño era una advertencia, LüTung-pin resolvió eludir la carrera defuncionario que era tradición en sufamilia y se marchó a la montaña juntocon Chung Li-ch'üan. Allí aprendió losmisterios de la alquimia y el arte de laesgrima. Dicen que a los cien años LüTung-pin mantenía su aspecto juvenil ypodía recorrer cien millas en unmomento.

Lü Tung-pin fue el primero en usarel elixir interno y juraba que lamisericordia era el factor esencial parael logro de la perfección. Su espada

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mágica no es el símbolo de ladestrucción sino del triunfo sobre eldeseo, el encono y la ignorancia.

Ts'an kuo-chiu es el quinto inmortaly se lo representa con unas castañuelasen la mano. Era cuñado de un emperadorSung. Su hermano menor cometió unasesinato y Ts'ao, avergonzado, se retiróa las montañas para vivir como unermitaño. Un día se lo encontraronChung Li-ch'üan y Lü Tung-pin y lepreguntaron qué andaba haciendo enaquellos andurriales. Ts'ao contestó queestaba estudiando el Tao, es decir, elcamino. Los dos inmortales le

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preguntaron dónde estaba ese camino yTs'ao señaló el cielo. Inmediatamente sele preguntó dónde estaba el cielo y Ts'aoseñaló su corazón. Complacidos poraquellas respuestas, los maestrosresolvieron adiestrar a Ts'ao en el logrode la perfección. En pocas clases, elalumno se convirtió en un inmortal.

El sexto es Han Hsiang-tzu. Era elsobrino de Han Yu, el poeta antibudistade la dinastía T'ang. Se lo representa,por lo común, con algo en la mano, quepuede ser un ramillete, una flauta o undurazno.

Se le atribuye el prodigio de haber

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hecho florecer peonías en plenoinvierno. Todas estas flores llevaban ensus pétalos escrito un poema, siempre elmismo:

Las nubes ocultan la cumbredel Ch'in-ling

¿Dónde está tu hogar?La nieve es profunda en el

paso de LanLos caballos no avanzan.

Han Hsiang-tzu advirtió en estaslíneas un sentido profético. Su tío HanYu se burló de aquella idea. Sinembargo, poco tiempo después, Han Yu

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fue desterrado por el emperador SuiWen Ti, por burlarse de las reliquias delBuda. Al llegar al paso de Lan, la nievele impidió seguir adelante. Se acordóentonces del poema de las peonías de susobrino. Entonces apareció el propioHan Hsiang-tzu y limpió el camino en unmomento. Mientras tanto, aprovechópara predecir a su tío que prontorecuperaría su lugar en la corte.

Ho Hsien-ku es la única mujer de losocho inmortales. Siempre vivió retiradaen las montañas. Cuando tenía catorceaños, un espíritu le ordenó en sueñosmoler una piedra y comerse el polvoresultante. El espíritu aseguró que este

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procedimiento la volvería al mismotiempo liviana e inmortal. Ho Hsien-kucumplió aquella comisión, a la queagregó, como yapa, un voto de celibato.Desde ese momento tuvo el poder devolar entre las montañas. Además, ya nonecesitó alimentarse.

Los glosadores heterodoxosaseguran que el vuelo, la saciedad y lainmortalidad le fueron conferidos por undurazno que le convidó un maestro delTao con el que se cruzó mientras estabaperdida en la montaña. Aquel maestrono era otro que el ubicuo Lü Tung-pin.

El octavo inmortal es Lan Ts'ai-ho.

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Se lo dibuja rotoso, con un cinto demadera y con un pie descalzo. Enverano, andaba con mantos gruesos yenojosas bufandas. En invierno salía encamiseta. Su respiración ardía.Mendigaba por las calles, borracho,cantando y tocando las castañuelas. Undía, en la puerta de una posada, sedespojó de sus ropas, montó en unagrulla que pasaba por ahí y desaparecióentre las nubes.

Con el tiempo, las creencias deltaoísmo fueron adquiriendo un sentidometafórico. El elixir se convirtió en unapurificación del espíritu. Los vuelos por

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sobre las montañas empezaron aentenderse como hazañas delpensamiento. La inmortalidad mismaempezó a interpretarse como unasperfecciones que convenía buscar aunconociendo la imposibilidad de suhallazgo.

El camino del descreimiento sueleser éste: primero creemos algo de unmodo literal. Después creemos que es enverdad la metáfora de otra cosa. Mástarde, descubrimos que toda metáfora esun capricho y entonces dejamos decreer.

CORO

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Ah, vientos rojos del tiempoque soplan siempre en la

misma direccióny que no saben regresar.Todo es siempre nuevo,no hay una luna ni un sol,infinitos soles de un díase suceden a lo largo de las

edades.Todo ocaso es definitivo.

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E

SALVACIÓN

l monasterio de Monte Cassino fueconstruido en terrenos donados por

San Benito, creador de una orden y deuna regla que fueron modelo delmonaquismo de occidente. Según unacreencia oficializada por una opinióndel Papa Gregorio, todos los que moríanen Monte Cassino conseguían lasalvación.

A fines del siglo XVI, el ladróntoscano Carlo Tagliaferre sostuvo unaviolenta pelea con un hombre en unatimba. Tagliaferre mató a su oponentepero quedó bastante malherido.

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Presintiendo que iba a morir, calculóque lo esperaba la condenación eterna:su vida estaba llena de pecadosabominables. Tuvo entonces la idea detrasladarse a Monte Cassino yaprovechar la indulgencia que era usualcon los que allí morían.

Llegó a la abadía hecho un despojo.Cuando los abates vieron a aquelhombre, se asustaron y le cerraron lapuerta.

Tagliaferre suplicó que lo dejaranentrar pero los monjes fueroninflexibles. Entonces el moribundo sedejó caer y pasó un brazo a través de losbarrotes, confiando en que la salvación

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sería concedida si al menos una porciónde su cuerpo estaba dentro del lugarsanto en el momento de su muerte.

Carlo Tagliaferre murió y quedóinstalada una controversia leguleya.

Algunos sostienen que se salvóraspando y que su alma de ladrón secodea en el Paraíso con las de los santosmás piadosos. Otros, imaginan aTagliaferre en el infierno, sintiendo lasllamas en todo su cuerpo, excepto en elbrazo, que está en el cielo, apoyándoseen el hombro de los ángeles.

Finalmente, en el colmo de laextravagancia, hay quienes opinan que lasalvación prometida en Monte Cassino

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es una mentira de monjes supersticiososy que da lo mismo morirse en cualquierparte.

CORO

Si pudiéramos decidirel lugar de nuestra muerteelegiríamos la lejana Thuleo el helado estrecho de

Beheringo la superfina isla de Santa

Elenao cualquier lugaral que no iremos jamás.

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E

EL BAR IV

l que ingresa a ciertossalones del bar se mete en

el pasado. Pero se trata de unpasado muy próximo. Elvisitante apenas si retrocedediez minutos. De todas maneras,resulta interesante ver entrar alos mozos trayendo en susbandejas las cosas que losocupantes del salón les pediráninmediatamente después.

A dos días de camino denuestro mostrador, hay una

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serie de salones sucesivosunidos por grandes puertas. Encada uno de ellos sucede lo quesucedió un minuto antes en elanterior. Un mozo explica estedetalle a un visitante y lo invitaa asomarse al salón siguiente.El visitante se ve a sí mismorecibiendo la explicación delmozo y asomándose a otro salónpara ver allí, una vez más, laexplicación y el asomo.

Si alguien caminara através de los salones a lavelocidad de un minuto porhabitación, permanecería

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siempre en aquella escena delmozo y el visitante. Unavelocidad mayor nos conduciríaa tiempos donde el visitante aúnno ha llegado y el mozo tal vezse ocupa de otras tareas.

Según los ancianos, estaserie de salones es infinita ypuede recorrerse en ambossentidos.

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D

DOS PLATEAS

urante su exilio en Bruselas, eldirector teatral Enrique Argenti

consiguió instalarse en un viejo salónque tenía dos entradas opuestas quedaban a calles diferentes. Gracias avaya a saber qué influencias, logró queunos empresarios convirtieran el salónen dos teatros. El Terencio, sobre elBoulevard Anspach, y el Plauto Palace,sobre la Rue Neuve.

Hay que decir que ninguno de losdos tenía escenario. Las butacasocupaban casi toda la superficiedisponible. Las del Plauto Palace

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miraban al canal. Las del Terencio, endirección contraria, apuntaban al viejoThéâtre Flamand. Un lujoso telónseparaba ambas plateas.

Argenti concibió para estas dossalas una experiencia innovadora o,mejor dicho, dos: Arde Bruselas en elPlauto Palace y Las perplejidades deDon Juan en el Terencio. Las funcionesempezaban a la misma hora. Allevantarse el telón, los espectadores delTerencio veían ante sí a los del Plauto ylos tomaban por actores. El fenómenoinverso se verificaba en la otra sala. Asípermanecían, esperando cada grupo queel otro diera comienzo a la acción. En

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algún momento, un espectadorimpaciente se ponía de pie e insultaba alos del otro teatro, que era para él elescenario. Éstos, por su parte, creíanque este insulto era un parlamentoactoral.

Cada función era diferente. Algunasconsistían sólo en un largo silencioexpectante. Otras incluían incendio debutacas, agresión a los acomodadores ydesmayo de viejas.

Cuando le parecía oportuno, eldirector bajaba el telón y concluían losespectáculos. Algunas veces —casinunca, en realidad— había aplausos deun lado y del otro. Más inquietantes eran

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las noches donde un sector aplaudía y elotro abucheaba.

La idea de Argenti puede producirvarias colecciones de entusiasmos. Elconflicto es la duda. Aquí hay creenciasque pueden ser verdaderas y falsas almismo tiempo. Cada espectador estambién actor, la platea es el escenario,lo real es también ficción. El críticosevero del Plauto es actor mediocrepara el del Terencio.

Argenti nunca pagó el alquiler. Lospropietarios le ganaron un juicio dedesalojo y lo sacaron a patadas en elculo, en plena función, ante la ovaciónde las dos plateas.

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L

ELIXIRES DE AMOR

os filtros amorosos se proponen lapersuasión química e influyen sobre

la voluntad ajena instalando en ella unosdeseos, unas convicciones, una estéticaque resulte provechosa para el querealiza el hechizo.

Casi siempre es preferible que lavíctima ignore que ha tomado un elixirde amor. Lo más corriente es mezclarlocon bebidas de uso común para que elafectado crea que sus ansiedadesprovienen de fenómenos soberanos.

Algunos filtros producen efectossolamente temporarios. Las pasiones

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despertadas duran un tiempo y luego lavíctima vuelve a su anterior indiferenciao rechazo. Otros, más peligrosos, sondefinitivos y el damnificado sigue firmeen su pasión, cuando el que lo embrujóya se ha cansado.

En el antiguo Egipto, un joven noblellamado Imoteph se enamoró de lamenor de las hijas de un general deTebas. Consultó a unos hechiceros quehabían llegado del Delta y éstos,después de averiguar el nombre secretode la niña, le prepararon un filtro deamor perpetuo que —con toda malicia—disimularon en el interior de unagolosina. Imoteph se las compuso para

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obsequiar a la muchacha con el aviesomanjar y al poco tiempo ella lo amabacon furor.

Se encontraron varias veces en unososcuros jardines vecinos al río. Muypronto, el amor de Imoteph, queprovenía sólo de su carácter apasionadoy de su juventud, se fue apagando. Perolas pasiones despertadas por los filtrosmágicos son mucho más pertinaces y lamuchacha seguía ardiendo. Ella usó elpoder de su padre para casarse conImoteph. El muchacho, atemorizado, notuvo más remedio que ceder.

Vinieron años infernales. Ella loperseguía sin descanso. Besaba sus pies

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en los pasillos, lo acariciabaíntimamente en los banquetes,demandaba su pasión seis o siete vecespor jornada, le hacía obsequiossuperfluos y enojosos y ordenaba a lostañedores de cítara que cantarancanciones en su honor. A veces, logolpeaba o lo arañaba, a causa de unoscelos que abarcaban a todos los seresvivos de las dos regiones del Nilo.

Imoteph trató de encontrar a loshechiceros que le habían preparado elfiltro, pero éstos ya habían regresado alDelta.

Consultó entonces a los sacerdotesdel templo de Amón, quienes después de

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amonestarlo por su trato con los magos,le juraron que no había remedio para sumal y que, en todo caso, su vejez o la desu esposa iban a atenuar los fuegos quetanto lo molestaban.

Entonces, sucedió algo que empeorólas cosas. Una bailarina de Cabiros seenamoró de él y, según parece, lohechizó con algún elixir de amor.

Hubo varios encuentros en losjardines secretos. Una noche, saciada sulujuria, la dama se embarcó y no regresójamás. Imoteph, abandonado por lamujer que amaba y acorralado por laque no podía amar, se quitó la vida conuna espada en los jardines oscuros

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vecinos al Nilo, bajo la luz inherente delas estrellas.

El alcance de un filtro amorosopuede tener límites espaciales. Aunqueparezca extraño, ciertas pocionesmágicas sólo son eficaces en un áreadeterminada. A veces, se trata de forosrelativamente amplios, como un país ouna ciudad. Otras veces, el efecto de unfiltro se limita a un edificio o a unahabitación.

Bernardo Salzman insistía en que sulecho tenía propiedades mágicas.Quienes se acostaban en él seenamoraban. El mueble —una venerable

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cama turca con elástico de flejes—había sido adquirido por veinte pesos alpianista Christos Nicolaiev que unanoche, borracho, le juró a Salzman queera hechicero y búlgaro.

No estaba claro de quién seenamoraban los usuarios, ni cuántoduraba el efecto, ni si existían mueblesantídotos en la misma habitación. Enverdad, todos pensaban que aquel asuntoera un invento de Salzman destinado apresentar sus más vulgares fornicacionescomo cuentos de hadas.

Manuel Mandeb sostenía que unverdadero filtro amoroso debía ser

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estrictamente personal. Una poción deefectos generales, ineficaz para dirigirla pasión del embrujado hacia unbeneficiario preestablecido, era para élun simple afrodisíaco.

Sin embargo, no siempre loshechizos dan en el blanco.

Michel Ney, uno de los mariscalesde Napoleón, había planeado influirsobre el Emperador y ganar títulos ydistinciones entregándole a su esposa,Madame Auguié.

Ella estaba muy bien dispuesta yconfiaba absolutamente en el poder desu belleza. Muy pronto, empezó a

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seducir a Bonaparte del modo másvulgar: lo miraba con insistencia,abismaba sus escotes y se paseaba solapara facilitar encuentros clandestinos.

Como Napoleón ni la miraba, laseñora resolvió administrarle un filtroamoroso. Consultó a una hechicera quevivía cerca del Luxemburgo. La bruja lepreparó un horrible brebaje de sapos,murciélagos y cenizas. Para encajárseloal emperador, la pareja lo invitó a unbaile de máscaras. Napoleón se tomóunas cuantas copas de un vino fuerte enel que habían disimulado la pócima. Alrato, poseído por una lujuriaincontrolable, empezó a manosear a

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todas las damas presentes. Finalmentedesapareció en un jardín con la señoritaSofía Serrault y una criada llamadaEleonora.

El baile terminó y Madame Auguiéni siquiera había bailado con Bonaparte.Esa misma noche, le dijo al mariscalNey que renunciaba a su empresa deseducción.

Los Brujos de Chiclana hacencontinua referencia al Manual de FiltrosMágicos, un libro que probablemente noalcanzaron a escribir y cuya ausenciajustifican protestando que es secreto. Enel capítulo cuarto, o a veces en el

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octavo, se habla de las equivocacionesen la administración de elixires.

Por razones que nadie conoce, elError, que ronda todas las actividadeshumanas, es cien veces más frecuente enlos embrujos de amor. Es casi inevitableque en estas historias se confundan lascopas, se desvíen las flechas, sesustituyan las flores o se crucenhermanas menores. Los Brujosrecomiendan aceptar estos accidentescomo correcciones del saber oculto anuestros deseos vulgares.

Nicanor Guaita, un vendedor deempanadas de la calle Yerbal, seenamoró de la famosa actriz Inés del

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Cerro, que solía comprarle pasteles dedulce de membrillo.

Con la intención de abolir la clásicaincompatibilidad que se verifica entrelas actrices y los pasteleros, Guaita levendió un pastel engualichado.

Días más tarde supo que Inés nocomía pasteles y que en realidad se losconvidaba a sus alumnos de teatro.Decidido a no desperdiciar el rellenomágico, Guaita se anotó en aquellasclases para ver si descubría a la personaque se había comido el pastel.

Nadie parecía embrujado. Laschicas ni lo miraban. El hombre empezóa perturbarse poco a poco, hasta que su

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vida se convirtió en una perpetuabúsqueda.

Perdida la compostura, Guaita sepresentó ante Inés del Cerro y lepreguntó a los gritos qué había hechocon aquel pastel.

Ante las objeciones de la actrizacerca de la imposibilidad dediferenciar un pastel de otro, Guaitainsistió en que el suyo llevaba unamarca inconfundible en una de sus alas.

En los años siguientes, NicanorGuaita fue ingresando en terrenos dedemencia lisa y llana. Cada vez queconocía a una mujer le preguntaba porpasteles comidos en casa de Inés del

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Cerro. Algunas le ofrecieron amor, peroél las rechazaba. Sólo estaba interesadoen la que se había comido el pastel.

Fue envejeciendo solo ymelancólico.

En sus últimos días, dejó de creer enlos elixires de amor y no esperó más.

CORO

Los Brujos de Chiclanaconocen un filtro mágico.Nadie sabe quién lo vierteen nuestra copa,nadie sabe en qué dirección

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se manifestará su fuerza,nadie sabe cuál serála duración de su efecto.Amigos de la juventud:lo único que podemos saberes que a veces nos

enamoramos.

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A

MENDIGOS

l norte de la invisible Kitej, sealzan las viejas murallas de

Kirkay, la ciudad de los mendigos. Ya enlos tiempos prósperos del Khan deKipchak, los mercaderes y losconductores de camellos calculaban susprecios sabiendo que una parte de lasmercancías y el dinero acabarían enpoder de los limosneros.

Según cuentan, año a año crecían ennúmero y en ferocidad.

Johann Grueber y Heinrich Roth, dosviajeros jesuítas que volvían de laChina, les dieron monedas romanas en

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1663.Después de la caída de los

shaybanidas, hubo hambre y pobreza enKirkay. Los mendigos pasaron de lasúplica a la exigencia y hasta suspalabras de abordaje se hicieronamenazantes:

—Dame limosna, señor, para que tucamino no halle fin ante este humildesiervo.

Durante largos años, los habitantesde la ciudad no estuvieron seguros dequiénes eran sus amos. Llegabanórdenes de distintas administraciones yde distintos señores. Soldados delkhanato de Bujara se presentaban a

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reclamar el pago de un tributo. Despuésllegaban funcionarios rusos para haceruna leva. Más tarde, quizás en el mismodía, esbirros de Kokand organizaban unsaqueo oficial. Finalmente, Kirkayquedó fuera de todas las jurisdicciones.

El viajero inglés Percival Sheldondescribió las costumbres de losmendigos de la ciudad en 1770.

Andan en grupos muynumerosos. He contado hastacincuenta. Los pedidos se hacenen forma sucesiva hasta que elviajero, agotada su caridad o subolsa, se niega. Entonces, los

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mendigos enarbolan unosgarrotes a los que llaman palosde misericordia y atacan a subenefactor para apropiarse desus pertenencias. He sabido queen ínfimos suburbios de Kirkayse arrastran los geday,mendigos de mendigos, querecogen sobras de sobras yviven pidiendo a los que nadatienen.Es difícil establecer cuáles sonlas actividades económicas deesta región. Algunos pescan enel lejano Syr Daria, pero ningúnpescado llega fresco a la

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ciudad. La dieta de losmendigos se componebásicamente de perros salvajesque son trabajosamente cazadosa cuchillo. La limosna de losviajeros sirve, a veces, paracomprar harina en Nuqus. Porlo demás, ya no existe en Kirkayningún comercio.

En 1840, los mendigos de Kirkayaparecieron mencionados en un informepolicial de la ciudad de Yangibazar. Allíse recomendaba a los comerciantesingleses evitar la zona en razón del odiocerril de sus pobladores hacia los

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objetos de toda índole. Según el oficialescribiente, estas personas no deseabanposeer los bienes de los ricos, sinodestruirlos. Los carruajes, los objetos dearte, los palacios, los trajes costosos,eran considerados emblemas de unmundo tan detestado que no podíagozarse.

En 1907 fue habilitado un ramal deferrocarril que pasaba a pocoskilómetros. Los mendigos provocaban eldescarrilamiento de los trenes y luegopedían limosna entre los sobrevivientes.En 1909 el ramal fue clausurado.

En 1918, no sabiendo ya a quiénpedir, los bravíos pordioseros de Kirkay

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organizaron una expedición mendicantea Muynoq, Urganch y aun a Bukhoro.

En previsión de ajenasmezquindades, tuvieron la idea deprestar a los transeúntes de estasciudades unos modestos y obligatoriosservicios que vinieran a justificar unarecompensa. En Darganata, con lasmanos desnudas, limpiaban deinmundicias el camino de los poderosos.En Takhta abanicaban en los mercados alas personas más sudorosas. En todosestos lugares, fueron rechazados y hastacalumniados. Era frecuente que losacusaran de toda clase de crímenes yaun de la mala suerte que es proverbial

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en aquellos parajes.Diezmados por las persecuciones,

regresaron todos juntos a Kirkay, adonde arribaron la noche del 6 deoctubre de 1920. En la oscuridad, fueronabordados por bandas de nuevosmendigos que los confundieron conmercaderes persas. Muy pronto sedesató una confusa batalla en la quemurieron centenares.

Sin embargo, uno de aquellosexpedicionarios no regresó a Kirkay.Askar Uulu llegó a Londres en 1923,después de mendigar por medio mundo.En 1938 obtuvo el título de médico,ejerció su profesión en el hospital de

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Londres y alcanzó una cierta reputacióncomo gastroenterólogo. Pero jamás dejóde mendigar. Todas las noches,finalizadas sus consultas, recorría losrestaurantes del Soho vestido conharapos y afectando renqueras.

Uulu escribió en 1953 un artículopara el National Geographic en dondehay una breve referencia a los mendigosde su ciudad natal.

No hay en el mundo un ser másorgulloso que el miserable deKirkay. El se considera superiora las personas a las quesuplica. Piensa que

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acercándose a alguien estáotorgando un honor que nuncaalcanzará a pagar ningunalimosna. Por eso la negativa essiempre una afrenta. Un buenmendigo no perdona jamás ydebe vengarse siempre deaquellos que no han queridodarle. Asimismo, los hijos de losmendigos suelen cumplir conlos castigos que sus padresdejaron pendientes.Jamás un limosnero de Kirkayrenuncia a su condición, pormucho que prospere. Su máximaaspiración es pedir de a

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caballo, con armas al cinto yhasta cuatro ayudantes pararecoger las monedas. Si alguiense atreve a dar limosna antes deque se la pidan, corre riesgo demuerte por tal insulto. Losprogramas de ayuda dedistintos gobiernos fueronrechazados con la más altivaviolencia. Los antropólogossuelen atribuir a los mendigosde Kirkay infinidad desupersticiones. Se ha dichomuchas veces que no recibenlimosna de locos, bailarines,mujeres embarazadas,

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sepultureros, tuertos, santos,vendedores de elixir,resucitados, albinos yempleados del correo. Otroshan hablado de brutalesadiestramientos, de niñosmutilados y de distritos dondetodos se arrancan los ojos alcumplir quince años.La verdad es que no haymendigos más saludables quelos de Kirkay. El señor deSamarcanda se enfrentó una vezcon un pordiosero que lemostraba sus llagas. «Noexageres tu desgracia», le dijo,

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«mi caridad —como mivirilidad— se enciendeenseguida y no necesitaestímulos superfluos». EnKirkay siempre hemosdespreciado a los mendigosenfáticos.

Ya hace mucho tiempo que la ciudadde Kirkay es evitada por las caravanasque llevan la sal del mar de Aral aSamarcanda. Los mercaderes hanemigrado y los nobles y los burócratashan abandonado sus palacios. Lasantiguas fortalezas son ahora abrasadaspor los vientos oraculares de la región

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que antaño inspiraban a losclarividentes y enriquecían a losvendedores de talismanes. Es probableque todos los habitantes de Kirkay seanmendigos.

Sólo llegan hasta allí viajerosextraviados que no regresan jamás. Losrumores son alarmantes: centenares demendigos rodean al recién llegado y lesuplican a los gritos, las manosextendidas, los ojos desorbitados, lospuñales ansiosos bajo los andrajos.Ninguna limosna los calma. Poco apoco, la víctima entrega todos susbienes, hasta quedar desnuda entre lamuchedumbre. Entonces, en algún

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momento, los indigentes lo matan, perosiguen pidiendo, apremiantes, iracundos,incesantes.

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E

ERISICTÓN

risictón era un paisano de Tesaliaque no le tenía miedo a nada. Se

complacía en desafiar a los dioses conactos impíos y jactanciosos.

Un día, sólo para provocar, taló unbosque entero, que estaba consagrado aDeméter. La diosa no soportó semejantesacrilegio y resolvió castigarlo con elmayor rigor: hizo que sintiera en todomomento un hambre insaciable,imposible de calmar con ningúnalimento. Erisictón empezó a comer y enpoco tiempo gastó toda su riqueza.

Por suerte, su hija Mestra había

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sido, durante algún tiempo, novia dePosidón, el dios del mar. Esta poderosadivinidad le había dejado como regaloamoroso el don de cambiar deapariencia según se le antojara.Aprovechando su asombrosa facultad, lamuchacha pensó un astuto plan destinadoa solventar la dieta de su padre.

Mestra se vendía como esclava.Luego, cambiaba de forma y escapaba.Así, repitiendo las metamorfosis y lasventas, alimentaba a Erisictón. Pero elhombre estaba cada vez peor. No podíapasar un instante sin tragar algo.

Una noche, desesperado por latardanza de su hija, que había ido a

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buscarle unos manjares, Erisictón sedevoró a sí mismo.

Los historiadores y paradojistas handiscutido el significado del brusco finalde este mito. ¿Qué fue lo que encontróMestra al regresar a su casa?

El alejandrino Hipofrasto, en unpoema obsceno, responde audazmente:nada. Algunos de sus seguidores, másprolijos, prefieren creer que Mestrahalló las ropas de su padre que —segúnparece— había tenido el escrúpulo dedesnudarse antes de la comida. Otrosagregan una fuente y un cuchilloensangrentados.

No tardaron en aparecer glosadores

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más sagaces. Milo de Tarso, ya en laEdad Media, hizo notar que el que secome a sí mismo debe detenerse enalgún punto. Una versión para niños deesta misma historia contiene unainteresante precisión: «Erisictón se fuecomiendo a sí mismo cuidadosamente.Con un filoso puñal iba cortando laspartes de su cuerpo cuya falta no leimpidiera seguir con el banquete. Esdecir, que sólo quedaron de él losórganos más vitales y los relacionadoscon el acto de comer». Según estecuento, el protagonista murió mientrastrataba de arrancarse el corazón.

Entrometidos ulteriores han opinado

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que la oscuridad de este relato obedeceal hábito mental de considerar que todolo que es comido desaparece del mundo.

El físico de Flores ArquímedesNavarro afirmó que el mito de Erisictónno era sino una maniobra didácticadestinada a hacernos comprender que eluniverso se está comiendo a sí mismo,en la medida en que la materia se vatransformando en energía.

En su obra Mestra y Erisictón, elteatrista Enrique Argenti puso el acentosobre la piedad filial. Mestra, que fueinterpretada por dieciocho actrices, nose vendía como esclava sino que seprostituía. En este último caso, los

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cambios de aspecto servían para dar asus amantes la posibilidad de yacer concualquier mujer del mundo.

Erisictón, que ignoraba el sacrificiode su hija, la sorprendió una noche enbrazos de un obeso comerciante.Transcribimos esta escena inolvidable.

(Entra Erisictón comiendo unasandalia. Observa a su hija en brazosde Arión, el vendedor de caballos.Desde luego, no la reconoce.)

ERISICTÓN (sin dejar de comer):¿Quiénes son ustedes, que perturban consu lascivia la dignidad de mi morada?

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ARIÓN (sin dejar de fornicar): SoyArión, el vendedor de caballos, y hepagado por esta mujer.

ERISICTÓN: ¿Y tú, ramera inmunda,quién eres?

MESTRA: Soy tu hija.

ERISICTÓN (saca una flor del jarrón yempieza a comérsela): Ah, maldición delos dioses... Deméter, que me abre elapetito. Posidón, que habiéndometomado una hija me devuelve mil. Yahora tú, Mestra, que aprovechas lamuchedumbre de tus encantos paraprostituirte del modo más

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desvergonzado. ¿Por qué? Dime por quélo haces.

MESTRA (que continúa su cópula): ¿Ytú preguntas por qué? (Se incorpora,toma su túnica y grita en la cara de supadre.) ¡Pues para pagar tu comida!(Toma por el brazo a Arión y salenambos.)

ERISICTÓN: —Yo he sido el causantede todo. Yo talé los robles de Deméter.Yo tragué la fortuna de mi padre. Yopropicié la deshonra de mi hija. Peroesto terminará ahora mismo. (Se arrancauna mano de un mordiscón y empieza acomérsela. Mientras mastica, ríe dando

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muestra de la más absoluta demencia.Las luces se van atenuando. La escenaqueda a oscuras. Se oyen lascarcajadas y los gritos de dolor deErisictón. Luego, silencio. Al rato,vuelven a encenderse las luces. Elsalón está desierto. Entran Mestra yArión. Ella es ahora otra actriz.)

MESTRA (lleva en sus manos unjamón): —¿Dónde está mi padre...? (Lobusca por toda la estancia.) ¡Padremío! ¡Ven! Este hombre me ha regaladoun jamón a cambio de mis ternuras. ¡Acomer, padre!

(Arión descubre la túnica de Erisictón.)

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ARIÓN: —Es inútil, Mestra, él hamuerto. Se ha devorado a sí mismo.

Telón

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L

MÉDIUM

as llanuras del sur de América sonpoco propensas a la credulidad. En

Río Grande, en el Uruguay, en lasPampas, la desconfianza es una forma dela astucia. Las historias de fantasmas secuentan allí con más ironía que temor.Los milagros no fortalecen la fe sinomás bien la sed de explicaciones.

El espiritismo nunca hizo grandesprogresos entre los paisanos. Y aunqueen las áreas urbanas muchos intentaronel diálogo profesional con los difuntos,jamás se logró el suceso alcanzado enlos países protestantes.

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Por eso debemos considerar aFlorencio Oliva, el médium de VillaUrquiza, como una verdadera excepción.

Durante largos años, su salita de lacalle Altolaguirre se llenó de deudosafligidos, mirones metafísicos yvigilantes disfrazados.

En sus comienzos, Oliva trabajabacon un solo espíritu: el finado Gaitán, unpeluquero del barrio muerto en unchoque de trenes.

Gaitán se presentaba del modo máscontundente y respondía a cualquierconsulta con detalladas descripcionesdel más allá. También, a favor de sucondición de peluquero, solía contar

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viejos y sabrosos chismes de barrio.La verdad es que Gaitán estaba vivo.

Había aprovechado el accidente parahuir de sus acreedores hasta que Olivalo encontró casualmente en MonteHermoso y le propuso participar de susexperiencias parapsicológicas.

Para Gaitán el cielo era VillaUrquiza, con algunas correcciones queparecían venganzas.

En sus descripciones se limitaba adetalles tales como la ausencia deyuyos, el tango obligatorio, el caráctersubalterno de los ingleses y unacuriosidad capilar: el pelo siguecreciendo en la morada celestial.

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Apurado por unos novios cesantes,Gaitán dictaminó que en el cielo unoanda con quien quiere y para el caso deamores no correspondidos o personascodiciadas por más de uno, se creabanduplicados perfectos para que nadieanduviera molestando con lloriqueos.

El peluquero ayudó a Florenciohasta su verdadera muerte. Después sehizo imposible convocarlo.

Privado de su principal atracción, elbuen espiritista no tuvo más remedio queadiestrarse en tecnologías fraudulentas.La salita se llenó de cortinados,proyectores, parlantes, espejos, falsasparedes y máquinas de humo. Con el

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tiempo, sus fantasmas fueron realmenteirreprochables. Complicados serviciosde información le permitían responderaún a las requisitorias más específicas.

Otros médiums de la ciudad lopusieron a prueba. Florencio los engañóa todos, con sus infalibles aparatos demagia.

Jorge Allen, el poeta de Flores,asistió en calidad de escéptico a una delas sesiones.

En lo mejor de la noche, se presentó,en un rincón del cuarto, el espíritu deuna joven bailarina llamada Julia quehabía sido convocada por su hermana.Aún difuminados sus contornos,

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oscurecidas sus facciones y velados susatractivos, la presencia enamoró a JorgeAllen. Fastidiado por las indagacionesfamiliares de la hermana, el poetacambió el rumbo de la conversación yquiso saber cuál era el máximo contactoque podía establecerse entre seres dedistintos mundos. Astutamente, elespectro contestó que no lo sabía.

—Pues vamos a averiguarlo ahoramismo —gritó Jorge Allen y saltó de susilla.

El espíritu desapareció y Oliva nopudo concentrarse para volver aconvocarlo.

En noches subsiguientes, Allen

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regresó a la salita y reclamó lapresencia de Julia, la bailarina. En losprimeros intentos debieron conformarsecon poco: unos golpes codificados, unamano que recorría la habitación, unavela que se apagaba. En una ocasión,Florencio Oliva anunció que un besoandaba suelto por la sala. Jorge Allenpreparó su boca, pero una florista de LaPaternal se le adelantó y juró haber sidobesada por su difunto esposo.

Por fin, Julia apareció casienteramente durante siete nochesconsecutivas. En la última de ellasdeclaró que ya no volvería apresentarse. Después, se acercó

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lentamente al poeta y le dijo que porautorización expresa de fuerzassuperiores le concedería el privilegio deun beso, de un beso carnal. Allencontestó que harían bien las fuerzassuperiores en advertir que nuestro actomás espiritual es justamente el máscarnal. Acto seguido, se trenzó con Juliaen un rincón del cuarto y hubo abrazos ybesos de dos mundos.

A último momento, con disimulo, elespíritu puso en su mano un papel.

Julia se fue para siempre, la sesiónterminó y, ya en la vereda, Jorge Allenleyó ansioso el mensaje de ultratumba:«Estoy viva y te espero mañana a

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medianoche en el puente de la estaciónCoghlan».

La cita se cumplió. Julia resultó serMariela. Su belleza era más contundentede lo que parecía en el otro mundo.Allen la amó aquella noche con pasión ysupo de los fraudes de Florencio Oliva.Al despedirse, se sorprendió invadidopor una inesperada tristeza.

—No volveré a verte —le dijo—,una amante perfecta debe llevar elengaño hasta el final.

Allen no volvió a la salita de lacalle Altolaguirre. Florencio Oliva lolamentó de verdad. El propósitoaltruista de todas sus trampas era

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convencer a las personas de algo quepara él era indiscutible: el cielo existía.Oliva era un espiritista creyente. Eraconciente de su incapacidad para hablarcon los muertos, pero estaba seguro deque había otro mundo, cuyos habitantesdeseaban enseñar a la sociedad acomprender la naturaleza eterna de lavida.

Sus métodos se volvieron cada vezmenos sutiles. Se dejó tentar por losdifuntos célebres y no era extrañoescuchar en la salita las voces de Platón,Copérnico, Descartes, Pascal, Newton,Heisenberg o Ireneo Leguisamo. Unatarde de otoño, el mismo Albert Einstein

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explicó —no sin un sospechoso acentopampeano— que todo era relativo y queno valía la pena hacerse mala sangre pornada.

Los tiempos se pusieron difíciles.Los pocos que iban a la salita semostraban cada vez más suspicaces.Jorge Allen y sus amigotes solíanpresentarse disfrazados y estropeabanlas sesiones con maullidos, rimaschuscas y pedorretas.

Florencio Oliva perdió su clientela yacaso la fe. Los actores que utilizabapara sus representaciones loextorsionaron y le sacaron casi todo sudinero. En sus últimos años, ya

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gravemente enfermo, adivinaba la suertepor una moneda.

Una madrugada de invierno vio queuna figura misteriosa se sentaba a lospies de su cama. Enseguida comprendióque se trataba de un espíritu, ya que laaparición pronunció las palabrassecretas que sólo conocen los seres deultratumba. Oliva preguntó, del modomás solemne, quién era el visitante ycuál era su misión.

—Buen pensamiento, hermano —dijo el espíritu—. Traigo señales delotro mundo.

—¿Hay otro mundo? —preguntóOliva.

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—Sí. Y aunque nunca recibistenuestras respuestas, nosotros te hemosescuchado siempre.

El espíritu sacó trescientos pesosdel bolsillo y los puso sobre la mesa deluz.

—El mensaje es que el cielo existe yque desde allá mismo te mandan estoscuatrocientos pesos. Ahora, conpermiso, debo rajarme.

La presencia se esfumó y un ratodespués, casi totalmente encarnada, setomaba el 133 hasta la plaza Flores.

Florencio Oliva murió al messiguiente, retemplada su fe y pagas suscuentas.

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E

EL BAR V

l libro más confuso queutiliza el Narrador para

leer sus relatos es el LibroVioleta. Las páginas contienenunas inscripciones misteriosas,cuyo significado no es posibledescifrar.

La opinión general es que elNarrador recibe del libro unaespecie de inspiración, bajocuya influencia va completandolas historias.

Otros hablan de una lengua

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de metáfora incesante. Perocualquier idioma admite seriesmetafóricas en que cadapalabra es significante de laanterior. Y siempre es posibleconstruir una serie circular enla que ninguno de sus términossea el principio ni el final. En elLibro Violeta, la figura escritarepresenta cualquiera de lostérminos de la serie.

El signo que se usa paracielo es también el que seaplica a altura, azul,bienaventuranza, universo, luz,espacio, recompensa, límite,

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perfección, conocimiento,academia. Pero también nube,lluvia, refucilo, tormenta. Y apartir de estos significados,viento, nieve, helada, invierno,soledad, temor y oscuridad.

Cualquier signo puedeaproximarnos a cualquiersignificado. Leer es decidir.

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E

DISCIPLINA

n tiempos de Wang An-shih, laEscuela de la Administración de

K'ai Feng presionaba rigurosamente alos jóvenes alumnos.

La disciplina estaba directamenterelacionada con la injusticia: se infligíancastigos a quienes menos los merecían.O peor aún, se sancionaba o sepremiaba a un alumno en virtud de lasacciones de otro. De esta suerte, nadieera responsable por sus actos, pero sípor faltas ajenas.

Los reglamentos cambiaban cada díay sin notificación alguna. Los estudiantes

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no podían saber qué conducta seesperaba de ellos.

En 1071, el poeta Kin Ts'ingescribió Escena escolar en K'ai Feng,un breve texto que enfatiza laperplejidad ante la sanción imprevista.

El estudiante Li Wang, sobrinodel director de la Oficina deInventos del Imperio, seencontraba descansando en losjardines de la escuela.Mantenía la rigurosa posicióndel loto, mientras su índicederecho era rodeado por loscinco dedos de la mano

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izquierda, es decir, en la mudráde la Suprema Sabiduría. Depronto, apareció Shau, elpreceptor. Sin mediar palabra,golpeó la espalda del alumnocon su sable. Después dijo entono oficial:—¡Infracción, infracción!Prepárate, Li Wang, a recibircuarenta y dos azotes.Empleados menores dispusieronel moblaje indispensable parael castigo. Enseguida, Yen, elverdugo del turno tarde, diocomienzo a los azotes. Shau, elpreceptor, dirigía el

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escarmiento con precisiónacadémica.Al décimo latigazo, elestudiante Li Wang alzó apenassu voz:—Ilustre Shau, si me concedierausted la honra de revelar lanaturaleza de mi falta, podríayo colaborar abriendo laindignidad de mi cuerpo alsufrimiento más adecuado parala expiación.—Ésa es tu falta, oh, sobrinodel director de la Oficina deInventos del Imperio, lasoberbia de creer que hace falta

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un acto de tu mente o de tucuerpo para desatar la cólerasoberana de tus amadospreceptores.Li Wang comprendió. Y recibiólos latigazos como rayosprovenientes de una tormentasúbita.

Ha dicho el maestro Ho Chiang:

El castigo injusto o equivocadoproduce un efecto disuasivomuy superior al de la penajusta. Casi nadie cree en supropia culpa y las protestas deinocencia estorban los

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escarmientos. Es preferibleestablecer que la autoridad, talcomo lo hace el destino, aplicasu rigor sin necesidad de causa,sin pretensiones de lógica, sinveleidad de justicia.

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C

VOCACIÓN

uentan que el joven Pa Chieng,segundón de una familia de

guerreros, llegó, después de veinte años,hasta el último examen de la carrera deamanuense en la Escuela Administrativade Hang Cheu. El título presuponía elconocimiento de los Diez Mil Libros, elejercicio impecable de la poesíaclásica, el dominio de la geometría y elarte de construir sismógrafos, así comoel perfecto manejo de la cienciaalquímica. Cumplidas todas las pruebas,podía uno ingresar directamente a laAdministración Imperial, como ayudante

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del maestro redactor de citacionesjudiciales.

Pa Chieng se hallaba cabeza abajo,colgando de una soga y semisumergidoen las heladas aguas del estanque.Estaba a punto de completar el sexto delos nueve madrigales que le habíanencargado. Un alto funcionario de ladirección apareció de improviso ysuspendió la tarea.

—¡Infracción, infracción! —gritócon las manos en la cintura y las piernasmuy abiertas. Ordenó que descolgaran aPa Chieng, lo abofeteó repetidamente yluego le dijo:

—Te hemos estado observando, Pa

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Chieng, hijo y nieto de coroneles. Hasdeshonrado a los guerreros de tu famaesforzándote en no parecerte a ellos. Tuscalificaciones ha sido altas, eso hacemás grave la afrenta. Queríamos verhasta dónde eras capaz de llegar y hoysabemos que no hay límite para tudesvergüenza. Abolimos, pues, tuslogros académicos, como un gesto deperdón. Márchate y sé guerrero Si teapresuras, serás sargento antes de morir.

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L

LENGUAJE WEN

a dinastía T'ang gobernó el imperiode la China entre el 618 y el 906.

En esos años, se desarrolló un nuevosistema burocrático. Los T'angampliaron el sistema de exámenes queexistía para evaluar a los funcionarios.Hasta ese momento era indispensable laerudición. La emperatriz Wu establecióque la poesía también fuera un requisitoesencial para ingresar a laadministración pública.

En la ciudad de Ch'ang-an vivierondurante casi tres siglos extraordinariospoetas que se desempeñaban como

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empleados nacionales.Allá por el año 800, empezaron a

ponerse de moda unos paralelismos yartificios formales que llegaron a sermás importantes que el significado.

Los académicos hicieron unadistinción entre la escritura prácticallamada pi y el lenguaje literario o wen,que estaba lleno de firuletes.

Las obras de Confucio y del célebrehistoriador Ssu-ma Ch'ien eran pi. Lasde los jóvenes poetas eraninevitablemente wen. Algunosfuncionarios conservadoresreaccionaron y un gobernador fuecastigado por escribir informes en el

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nuevo estilo.A pesar de las objeciones de los

eruditos confucianos, el estilo wenprevaleció. El significado de los textosadministrativos empezó a resultar cadavez más oscuro. En 1935, el periodistafrancés Jules Garnier tuvo la ocurrenciade escribir en estilo wen la actual frase«Prohibido estacionar durante las 24hs».

Que nada se detenga nunca.Las horas, los vientos, las

pasionesno estarán mañana donde

están hoy.

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El viajero vuelve alaposento

donde quedó su amadapero su amada ya se ha idoy el aposento también.

El antropólogo HerbertChorley hizo lo mismo con«Prohibido escupir en el suelo».

De los portones del alma,de la morada del besodel manantial del lenguajeabsténganse de salirofensas líquidasa la dignidad horizontalque nos sostiene,

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manga de chanchos.

Han Yu era un prosista confucianoque odiaba a los budistas. Su estilo eralímpido y sereno, fiel a la más austeraortodoxia clásica. Junto a un grupo deseguidores se propuso enfrentar aquellosamaneramientos. Creó entonces la kuwen o prosa clásica. Pero la desgracialo estaba esperando.

En el año 819, el emperador SuiWen Ti, curiosamente interesado por elbudismo, dispuso que un dedo de Budafuera trasladado a la capital.

Las multitudes se enloquecieron: unsoldado se cortó el brazo izquierdo

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delante de la reliquia de Buda y,mientras lo sostenía con la mano que lequedaba, hacía reverencias.

Miles de personas andaban sobresus codos y rodillas, arrancándose losdedos con los dientes.

Estos hechos afectaronprofundamente a Han Yu.Inmediatamente envió al emperador unmemorial que se haría famoso. Setitulaba Sobre el hueso de Buda ydefendía el punto de vista escéptico yracional de la filosofía confuciana, enclara oposición a los seguidores delbudismo.

Han Yu lo escribió en estilo ku wen.

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Con frases precisas y tajantes afirmóque el budismo era una doctrina bárbaraque sólo ocasionaba perturbaciones.

Pidió que el dedo de Buda fueraarrojado al agua o al fuego y que seprohibiera definitivamente aquellasuperstición.

El emperador se enfureció ysentenció a Han Yu con la pena demuerte. Los sabios confucianosconsiguieron que la sentencia fueraconmutada por el destierro.

Con el paso de los años, la prosaclásica volvió a florecer en obras seriasy austeras. Pero Han Yu no pudo ver eltriunfo de sus principios. Se había

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muerto en el año 824.Mucho antes de eso, el poeta Li Tsu,

que cumplía funciones burocráticas enlas provincias occidentales vecinas aTufan, escribía sus versos en un lenguajeoblicuo que anticipaba el estilo wen.

En el otoño de 755, mientras elbárbaro An Lu-shan se rebelaba contrael emperador, unas tropas de tibetanosdejaban atrás Ch'eng-tu y marchabanhacia la capital.

Li Tsu resolvió informarinmediatamente a los soldados delemperador. Dispuso que cinco jinetesmarcharan por caminos distintos eintentaran los atajos más riesgosos para

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que las tropas imperiales pudieranpreparar la defensa de la ciudad deCh'ang-an. Demoró algunos días, eso sí,en redactar el mensaje. Después denumerosas modificaciones, el final decíaasí:

La columna que sostiene elmundo,

se ha precipitado.El tigre ataca al joven

cazadorarrancándole el corazón.¿Qué podrá hacer un

bárbarocon el anillo de una

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princesa?Llueve arena.

Dos de los jinetes llegaron a la cortedel emperador Hsuan-tsung mucho antesque los tibetanos.

Los funcionarios recibieron elmensaje pero no se pusieron de acuerdoen su interpretación. Al principio,juzgaron que la columna que sostenía elmundo era ciertamente el emperador,que su poder se había derrumbado, queel tigre era An Lu-shan, que el corazóndel joven cazador era la capital y que elanillo de la princesa era el sol naciendo,es decir, el este. Sobre el inciso «llueve

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arena», todos coincidieron en quesignificaba que el tiempo corría y hastahicieron comentarios de menoscabo anteuna metáfora tan vulgar.

Se reforzaron entonces lasposiciones que custodiaban los caminosque venían del oriente por el ríoAmarillo y se advirtió a una guarniciónque acampaba cerca de Loyang.

Pero apenas un día más tarde, otrogrupo de funcionarios opinó que lacolumna era el palacio, que el tigre erael destino, que el cazador era elemperador y que su corazón era suconcubina muerta, la hermosa YangKuei-fei. En cuanto a la pregunta acerca

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del bárbaro y los anillos, los exégetasconsideraron que aludía al desinterés deAn Lu-shan por instalarse en la corte. Lalluvia de arena fue despreciada comotorpe alegoría del tiempo.

Todo esto llevó a pensar que losmales de la dinastía estaban en lamelancolía del Hijo del Cielo, de modoque fueron convocados con urgencia losmejores músicos, bailarines, acróbatas,adiestradores de hormigas yremontadores de barriletes.

Todavía no habían llegado losartistas cuando el grupo másconservador de cortesanos juró que lacolumna que sostenía el mundo era

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literalmente una de las cuatro columnasque sostenían el mundo, pero eraimposible saber cuál. El tigre eraindudablemente Lin-fu, el aviesoministro que había confiado en An Lu-shan. El joven cazador era el imperio ysu corazón, el viejo canal de Cheng Kuo.En cuanto al verso del bárbaro y elanillo, fue considerado una adivinanzaobscena.

Justo cuando se burlaban de la toscaliteralidad de la lluvia de arena,llegaron los tibetanos y saquearon laciudad sin encontrar resistencia alguna.

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MINOS Y ESCILA

ESCENA TRÁGICA

Personajes:Sarpedón, hermano del rey

MinosMinos, rey de CretaDoncella IDoncella IIDoncella IIIEscila, hija del rey de

Mégara

El campamento del rey Minos durante

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el sitio de Mégara. Su hermanoSarpedón acaba de regresar de Creta,donde ha consultado al dios de lacaverna del monte Ida.

SARPEDÓN: —Minos, hermano mío,traigo noticias de Creta.

MINOS: —Habla sin demoras,Sarpedón. Mis ejércitos han estadoinmóviles esperando tu regreso. ¿Hasbajado a la caverna del monte Ida?

SARPEDÓN: —Sí, lo hice.

MINOS: —¿Has oído la voz infalible dela divinidad oracular?

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SARPEDÓN: —La oí.

MINOS: —¿Te has asegurado de que nose trataba de impostores ocultos entrelas rocas?

SARPEDÓN: —Lo hice.

MINOS: —¿Has preguntado a losescribanos del oráculo el verdaderosignificado de las palabras que hascreído oír?

SARPEDÓN: —Hice todo eso. El dioshabló, oye la traducción (lee de unrollo):

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Mégara es la ciudad másmilagrosa:

Apolo tocó allí su invictalira,

la piedra en que apoyaba elinstrumento

ha cobrado virtudesmusicales.

Si alguien la golpea, lapiedra canta,

pero otras magias hay máscomplicadas:

tiene el rey Niso en sucabeza un pelo

que es de oro o de púrpura,quién sabe.

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En ese solo pelo está lafuerza

que lo torna invencible. Masagrego

que su vida es aquel áureocabello.

Córtenlo y morirá, tal elsecreto.

MINOS: —¿Qué más ha dicho el dios?

SARPEDÓN: —Nada más, eso fue todo.

MINOS: —Pues te diré cuál es elverdadero mensaje. Se dice así: nuncapodremos derrotar a Niso.

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SARPEDÓN: —¿Y si alguien le cortarael pelo?

MINOS: —No hay tal pelo. Los dioses ylos oráculos se valen de historiasmaravillosas para hacernos comprenderverdades simples. Yo quise imponerleuna alianza a este rey, para que sustropas acompañaran a las mías en laguerra contra Atenas. Pero ahora sé quedebemos marcharnos de aquí. Mañanamismo zarparemos.

SARPEDÓN: —Como tú digas,hermano y Rey.

MINOS: —Algo más. Antes de

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abandonar Mégara deseo embriagarmecon su vino y sus mujeres. Ordena queme traigan tres jarras y tres prisioneras.

SARPEDÓN: —Así se hará. (Salerápidamente.)

MINOS: —Ah, esclavitud deljuramento... Ah, trabajoso afán de lavenganza... Yo he prometido llevar ladesgracia a Atenas, para cobrar lamuerte de mi hijo Androgeo. Ahora séque es inútil cualquier escarmiento, perono puedo retroceder. Ser rey es obrarcontinuamente sin sentido, es trasladarnuestro infortunio a otros miles.Quisiera ser pastor y cobarde, para que

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mi maldad fuera inoperante.

Mientras Minos habla, entrantrescientas cincuenta y cuatrodoncellas, cada una de ellas con untoro blanco. Avanzan hacia el fondo delescenario y se precipitan en un enormepozo en el que arde un fuego eterno.Inmediatamente después de estamaniobra, regresa Sarpedón junto atres muchachas que traen una jarra devino cada una.

SARPEDÓN: —Tus órdenes han sidocumplidas, mi señor.

MINOS: —Bien, bien. Ahora disfrutaré

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de los placeres de este vino y me beberéa las mujeres hasta la última gota.

LAS TRES MUJERES (espantadas): —¡¡NO!!

SARPEDÓN: —¿Qué sucede? ¿Nodesean disfrutar de los abrazos del reyMinos? Es un hombre apuesto y estambién el amante más vigoroso deCreta.

DONCELLA 1: —Estamos en vuestrasmanos, señores. Es cierto que el reyMinos es el más deseable de loshombres. Pero hemos oído decir que suesposa Parsifae le ha impuesto una

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maldición.

DONCELLA 2: —Todas sabemos lo quele sucede a Minos cuando alcanza elápice de su placer.

DONCELLA 3: —Digámoslo ya: de suvirilidad salen alacranes, escorpiones yserpientes.

DONCELLA 1: —Esas alimañas pican alas amantes de Minos y las matan.

DONCELLA 2: —No queremos morir.

MINOS (ha escuchado a las doncellasbebiendo vino de una jarra) —No hay

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tal cosa, criaturas. Los dioses hacencircular rumores de prodigios parahacernos comprender verdades simples.Mi mujer Parsifae es celosa. Acostarseconmigo puede ser tan peligroso comola picadura de un escorpión. Pero ahoraella está lejos.

Se acerca a las damas y comienza aacariciarlas. Sarpedón sale, sin ungesto de envidia. La atmósfera seimpregna de vapores coloridos yempiezan a llover arañas, serpientes,lagartos e insectos de juguete,sostenidos cada uno de ellos por hilosinvisibles, de suerte que una vez en

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tierra puedan remontarse nuevamente.Al mismo tiempo se abre una cortinaque permite ver a una orquesta deveintiocho flautistas que acompañaránlos movimientos eróticos de losactores. La escena se interrumpe con elregreso de Sarpedón.

SARPEDÓN: —Minos, Minos, deténpor un momento tu lujuria. Hay algo quedebo decirte.

MINOS (emergiendo entre los brazosde las doncellas): —¿Qué sucede?

SARPEDÓN: —Hermano mío, está aquípresente nada menos que Escila, la hija

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de Niso, rey de Mégara.

MINOS: —¿Qué desea?

SARPEDÓN: —Dice que trae unobsequio para ti.

MINOS: —Hazla pasar. Y haz que sevaya toda esta gente.

Todos abandonan la escenadespavoridos. Sarpedón corre a buscara Escila. Unos segundos después, lamuchacha ingresa sola. Estácompletamente desnuda.

MINOS: —Di ahora mismo cuál es el

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motivo de tu presencia.

ESCILA: —Soy Escila, hija de Niso,rey de Mégara. Desde la torre de mipalacio te he visto muchas veces. Heaprendido el nombre de todos tusguerreros, pero también he sidocautivada por tu belleza, tu dignidad y tuindumentaria. Estoy enamorada de ti, reyMinos, y te daré un regalo deincalculable valor si prometes llevarmea tu lecho.

MINOS: —Podría ser tu amante, sin otrarecompensa que la que tengo ante mivista. Pero de todos modos, dime cuálsería el obsequio.

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ESCILA: —Tal vez has oído decir quemi padre tiene en su cabeza un pelo deoro que es el secreto de suinvulnerabilidad. Si alguien cortara esepelo, mi padre moriría y la ciudadcaería indefensa. Ahora ya sabes cuál esmi regalo.

MINOS: —¿Debo entender que hastraído contigo el pelo de oro?

ESCILA: —No hay tal pelo. Los diosesse valen de cuentos maravillosos parahacernos comprender verdades simples.Mi padre ha muerto y yo te pertenezco.Las tropas de Mégara te acompañarán a

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Atenas para que puedas vengar la muertede tu hijo Androgeo.

Escila y Minos se abrazan. Trescientossesenta y cinco guerreros de Mégaradesfilan al son de tambores por elfondo del escenario y saludan a lapareja de amantes cuando pasan juntoa ella. Después, van quedando enperfecta formación y, en un instantedeterminado, levantan sus espadas ysus escudos y lanzan un grito devictoria. Minos y Escila abandonan ellecho. Entra Sarpedón.

SARPEDÓN: —Señor, señor, lossoldados de Mégara se han pasado a tu

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bando y lucharán contra Atenas.

ESCILA: —Yo iré contigo, mi señor.

MINOS: —Nada de eso, muchacha. Escierto que me has ayudado, es cierto queeres como una diosa en el lecho. Pero unrey no puede tolerar el parricidio. Teharé el favor de no matarte, peropermanecerás aquí para siempre.

Por un costado del escenario vaingresando la nave del rey Minos,impulsada por treinta y un remeros. Lostrescientos sesenta y cinco megarensessuben por una escala y trescientoscincuenta y cuatro cretenses por otra.

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Bajan de la parrilla, colgados cadauno de una soga, noventa y doscoreutas masculinos, vestidos conlargas togas. Abajo, noventa y doscantantes desnudas se arrojan al aguay luego todos cantan.

CORO

Vencer, vencer...Tu destino, Minos, es

vencer.Avísanos si es preciso

allanarlos caminos de tu voluntad.Adiós, adiós, Atenas verá

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el imperio de tu decisióny muchos jóvenes fuertes

moriránsin saber qué venganza se

está cumpliendo.

Minos y Sarpedón ya están en el puentede la nave.

MINOS: —¡Vamos, vámonos ya!

La nave empieza a moverse. Escila, entierra, llora desesperada.

ESCILA: —¡Llévame contigo, Minos!

MINOS: —Jamás. (Ríe.)

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Se desata una furiosa tormenta. Unosrayos cortan las sogas de coreutas, quecaen al agua y aprovechan para unirsea las cantantes femeninas que yaestaban allí. Una vez formadas lasparejas, salen apresuradamente delmar y abandonan la escena. La nave sealeja. Escila se arroja al agua yempieza a nadar en pos de ella.

ESCILA: —Te seguiré donde fueres.

Colgando de una soga, aparece unáguila de aspecto siniestro.

ESCILA: —¡detén la nave, Minos!

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MINOS: —Jamás.

El águila se acerca a Escila.

SARPEDÓN: —Observa, hermano mío,un pájaro enorme está a punto de ponersus garras sobre el cuerpo de Escila.

El águila desciende hasta donde estáEscila, la cubre con su cuerpo y lamata. El cuerpo de Escila se sumerge.El águila vuelve a remontar vuelo.

SARPEDÓN: —Minos, creo que ése noes un pájaro.

El águila se quita su traje de plumas y

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deja ver a Niso, rey de Mégara.

SARPEDÓN: —¡Es Niso, el rey deMégara, que se ha convertido en águilapara vengarse de su hija!

MINOS: —No hay tal cosa, Sarpedón,los dioses nos provocan visionesilusorias para hacernos comprenderverdades simples. Ella está muerta ynosotros nos vamos a Atenas.

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E

UN BAR

n la ciudad de Londres, en el barriode Stepney, hay un bar tan oscuro

que su descripción es casi imposible.Algunos opinan que en el salón principalse baila al son de una música estridentey horrorosa. Hay, evidentemente, unosbultos oscuros que se mueven con ciertaregularidad. Muchos hombres sinpreferencias se acercan a ese bar porquehan oído decir que los trámitesamorosos son simples y perentorios. Laverdad es que el pésimo licor, lacrueldad del sonido, la estrechez y lastinieblas perturban la percepción hasta

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tornarla casi nula. El defecto y la virtudson conceptos imposibles en ese antro.

En el piso superior hay unosreservados a los que las sombrasacceden no bien se les despierta lalujuria. Allí, la oscuridad íntima es de lamisma naturaleza que la penumbracolectiva. La música es todavía másfuerte y ante la imposibilidad depalabras confidenciales, las parejas sólose comunican por tacto, el sexo, elalcohol o la violencia; cada media hora,los hombres están obligados a salir delreservado para pagar en la caja elderecho a un nuevo período. Estamaniobra se hace con gran estrépito y en

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medio de empujones y estampidas. Alregreso, estos seres obnubilados suelenequivocarse de puerta y con todafrecuencia se meten en otro reservado.

Sin embargo, nadie advierte estasconfusiones, o nadie se molesta encorregirlas, y las nuevas parejasprosiguen su actividad haciendo suyoslos pasados ajenos.

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C

UN SALÓN DE BAILE

ierta noche, Manuel Mandeb, elruso Salzman y Jorge Allen se

dejaron arrastrar por Marcelo deBórtoli, un conductor de camionetas que—envalentonado por cuatro cañas— lesprometió unas deliciosas aventuras.

Deambularon largas horas porpatéticas confiterías, hasta que fueron adar a un salón de baile de la másmisteriosa índole. La músicaensordecía. En verdad, se trataba defuertes golpes de bombo, bajo los cualessonaban arpegios electrónicos y tenueslíneas de cuerdas simuladas. Las

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estructuras se repetían una y otra vez,como un tam-tam, con un efectohipnótico.

Centenares de personas se movíanen la penumbra, mecánicamente. Los queno bailaban hacían, a intervalosregulares, unos gestos de asentimiento eincluso señalaban con dedo alencargado de poner los discos. Esteempleado ocupaba un lugar deprivilegio, cuyo valor referencial era elde un escenario.

A pesar del aspecto pocohospitalario de aquellas instalaciones,los muchachos observaron con atencióna algunas damas cuya disposición de

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ánimo se propusieron indagar.Expertos como eran en la realización

de propuestas, completaron con lamayor ortodoxia las maniobras que sonusuales.

Pero las mujeres no les prestabanatención, ni siquiera los miraban.Permanecían firmes y lejanas en susejercicios rítmicos. Jorge Allen intentóunos abordajes directos, verbalizados,con preguntas concretas que exigíanrespuesta expresa. No consiguió nada.

Recorrieron el salón para ver siencontraban algún conocido, o —almenos— a alguien que les explicara lasreglas que allí se seguían para la

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seducción perentoria. Nadie les dirigióla palabra. Ni siquiera los mozos, unosseres con aires de superioridad queestaban interesados en hacer patente lacondición forastera de los hombres deFlores.

De Bórtoli les explicó que todos allíconsumían una droga, fuera de cuyosefectos era imposible ninguna clase dedisfrute. Hizo notar, sin embargo, que setrataba de un narcótico peligroso queobligaba a las personas a una imperiosaactividad de la que se tardaba mucho enegresar.

A falta de otro solaz, se quedaronlargo rato observando a la concurrencia.

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Jorge Allen estaba rigurosamenteenamorado de los saltos de unamorocha. Llegó a gritarle en el oído queestaba dispuesto a cualquier cosa, peroella siguió saltando.

Casi al amanecer trataron deemborracharse, pero De Bórtoli les dijoque en aquel lugar sólo servían aguamineral. Las sustancias que motorizabana esa muchedumbre provocaban unadeshidratación que debía remediarsetomando agua a cada momento. Lascanillas de los baños estaban selladaspara que los bailarines no tuvieran másremedio que pagar sus tragos.

Se hicieron las ocho de la mañana, y

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después las nueve y las diez. Con súbitaalarma, el ruso Salzman descubrió quealgo estaba ocurriendo.

—¿Por qué no nos fuimos todavía?Jorge Allen trató de contestar pero,

en cambio, apuntó su dedo haciaSalzman y lo señaló rítmicamente.Mandeb miró un espejo y se vio a símismo moviendo la cabeza. De Bórtolihabía desaparecido. Después de unabreve inspección, lo vieron en el mediode la pista, ya completamente integradoa la concurrencia, saltando y bebiendoagua. El ruso comprendió que eranecesario reaccionar. Se subió a unamesa y se puso a gritar como un loco.

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En la pampa legendariadonde relincha el peludohabía una yegua muertacon una flor en el culo.

Se llenó la boca de agua y empezó aescupir chorros finitos en la cara de laspersonas. Después, vació una botella enel escote de una rubia.

—¡Échenme! —gritaba—. ¡Échenmea patadas!

Nadie le prestó la más mínimaatención. Salzman se acercó a susamigos.

—¿Por qué no nos echan?—Porque no hemos venido —

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contestó Allen—. Corramos a la puertaahora mismo, porque si no,permaneceremos aquí toda la vida.

A empujones, fueron acercándose ala salida. En el camino trataron dearrastrar a De Bórtoli pero el hombre yano los escuchaba. Tuvieron que dejarloen medio del gentío y no volvieron averlo nunca más.

El sol brillaba en la vereda.Caminaron en silencio casi diez cuadras.Al llegar a una plaza, Salzman murmuró:

—¡Qué lugar!Y Mandeb respondió por lo bajo:—Así son todos los lugares.

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H

EL OTRO INFIERNO

ay más allá del infierno, otroinfierno imprevisto y posterior.

Durante un tiempo, el condenado seinstala en el tormento, lo incorpora a sushábitos y busca consuelo en la idea deque nada peor podrá ocurrirle. Esentonces cuando cae en otro infierno, elverdadero, cuyos sufrimientos sonimposibles de comprender y de calcular.

El infierno como castigo por lospecados es, al menos, razonable. Unoarde en ríos de fuego pero atesora unaconvicción inevitablemente dichosa: eluniverso tiene un propósito ético; en

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algún lugar están los bienaventurados;en algún lugar está Dios.

El verdadero infierno es, antes quenada, injusto. Uno no sabe por qué estáallí, ni cuáles son sus culpas, ni cuál esel Plan que está cumpliendo.

Infiernos benignos permiten conocerel camino para evitarlos.

Mucho peor es que cualquiera sesalve y cualquiera se condene.

Ignorar las consecuencias de lospropios actos, eso es el infierno.

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E

UN ARTISTA DE PALACIO

l príncipe Yu Kiang, de la provinciade Kiang-si, solía entretener sus

ocios convocando a su palacio a losartistas más renombrados de la región.

Por cierto, en aquellas lejaníasexistía una antiquísima tradición de artey sabiduría. Y algunos pensaban que allívivían los mejores poetas del Imperio.

Pero el príncipe tenía la drásticacostumbre de hacer cortar las cabezasde los artistas que no alcanzaban acomplacerlo. Y la verdad es que ningunole agradaba. Acaso pensaba, comomuchos poderosos, que un hombre sólo

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puede admirar lo que le es superior yque cualquier homenaje al mérito ajenoimplica un reconocimiento deinferioridad.

En diez años, centenares de artistashabían cantado y pintado frente alpríncipe Yu Kiang. Ninguno habíasobrevivido.

Al principio, esta crueldad fue unestímulo para los creadores jóvenes.Ellos pensaban que el príncipe estabaesperando nuevas formas de bellezapara saludarlas con un perdón. Pero muypronto resultó evidente que Yu Kiang nose conmovería jamás.

Pasaron los años. Ya no quedaban

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artistas en las tierras de Kiang-si.El príncipe solía enviar melifluos

embajadores a las provincias vecinaspara seducir con engaños a actoresremotos, que no conocían las costumbresde palacio.

Un día, se presentó ante Yu Kiang unrecitador de adivinanzas soeces.

Vestía del modo menos discreto, seacompañaba con las toscas panderetasde los bárbaros de Tartaria y mostrabasus posaderas cuando alguno de lospresentes equivocaba la solución de susenigmas. Se llamaba K'iau Ni.

El príncipe simpatizóinstantáneamente con aquel individuo.

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Recordó, al oírlo, los mecanismosinfantiles y vulgares que provocaban surisa y su admiración antes de que lospreceptores taoístas lo previnierancontra la pereza del alma.

Desde luego, le perdonó la vida.Pero además lo nombró ministro ycantor principal de la Administración dela Provincia.

Todas las noches, K'iau Ni recitabaversos ínfimos y avergonzaba a lasnobles doncellas con palabrasindecentes.

Su poder y su riqueza aumentabandía a día. Los jóvenes artistasregistraron esta consagración como una

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señal estética y desde entonces, en latierra de Kiang-si, todos los poetasquisieron ser como K'iau Ni. El lenguajeliterario fue el mismo que el de losvendedores de limones. Ya nadieempleó su vida en hallar la secretasimpatía que vincula palabras yconceptos aparentemente lejanos. El artetuvo un solo significado y no cuatro ocinco, como sostenían los poetasdecapitados por Yu Kiang. Reglasmilenarias como «La silla de al lado»,«El último ojal del Emperador», «El ojoque no ve», «Las siete similitudes» o«Lo que se dice distinto pero se escribeigual» fueron reemplazadas por incisos

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elementales, que remitían —por logeneral— a las funciones menos noblesdel cuerpo.

—¿Qué tiene el pescador en sumano? —preguntaban los seguidores deK'iau Ni. Inmediatamente los cortesanosy capitanes de la guardia caían al suelobabeando de risa.

El príncipe Yu Kiang ya no cortó lacabeza a ningún artista. Sus nochesfueron animadas por los poetas cerrilesde la escuela de K'iau Ni.

Muchos creyeron que aquélla erauna buena noticia y se alegraron por lasuerte de los nuevos cantores. Pero loshombres sabios vaticinaron cosechas

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insuficientes, inundaciones pertinaces,lluvias de sangre y terremotosejemplares, porque la cara del mal es lacara de la estupidez. Y porque ningúnreino puede ser digno si el complejomisterio del arte es reemplazado por lospasatiempos de los mercaderes.

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L

EL BAR VI

a esperanza prospera aunbajo las condiciones más

inadecuadas. Una noche, labruja más vieja del salónanunció que pronto llegaría unángel y que su llegada nospermitiría hallar una puerta.Nos recomendó queestuviéramos atentos a lasseñales: una lluvia interior,unos vientos de pasillo, unaspequeñas solemnidadesteatrales.

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Más tarde, circularonrumores subsidiarios: faltabapoco, la puerta estaría pintadade verde, el ángel sería enrealidad una mujer.

Una madrugada, en mediode uno de nuestros más densosaburrimientos, una vozanunció:

—Señores, ha llegado elángel.

Inmediatamente aparecióuna mujer, más bien terrestre, ala que no habíamos visto nunca.También pudimos registrar unabrisa helada, un mínimo rocío

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de yeso y un parpadeo de lasluces.

El ángel, llamémoslo así,encaró al rubio Bernardi y ledijo, dándose aires de esfinge,que iba a someterlo a unaspruebas, de cuyo resultado ibaa depender la suerte de todos.Entonces, comenzó una serie deínfimas adivinanzas, torpementemontadas como alegorías.

Señalando dos copas, lamujer dijo que una representabael determinismo y otra el librealbedrío. Enseguida, pidió aBernardi que eligiera. El rubio

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objetó que, si era cierto quepodía elegir, las dos copas eranlas del libre albedrío. Y se lastomó una tras otra.

Un poco borracho, elviolinista Graciani declaró quetal vez todo aquello estabaescrito, en cuyo caso, las doscopas eran las de la fatalidad.

Después, la mujer se refirióa las dos flores que adornabansu pelo. Y juró que una era elpasado y otra, el porvenir. Pidióentonces a Bernardi que tomarasólo una de ellas. Pero elhombre le había tomado el

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gusto a la astucia de suspenderel juicio y se apoderó de unaflor que el ángel tenía en elescote.

El resto fue fácil. La mujermostró los ya célebres libros dela verdad y la mentira, quedicen la misma cosa. Y tambiénlos dados de la suerte y ladesgracia. Bernardi, embalado,siguió floreándose en la simplenegación de dualidades, quesuele dar renombre de sabio enlos foros poco exigentes.

Finalmente, la mujer señalóa dos muchachas y prometió que

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una cerraba todas las puertascon sus besos y que la otra lasabría. El rubio fue convidado ala última y definitiva elección.Bernardi, que ya tenía bastantebesadas a las dos chicas, seprendió con el ángel, más alláde toda consideración deneutralidad.

Sosegadas las caricias, lamujer señaló una puertacualquiera y dijo que ésa era lasalida. Algunos se apresurarona atravesarla, entre ellos, elrubio Bernardi. Desde luego, lamayoría de nosotros ni se movió

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de su silla. La mujer se esfumó.Al rato, Bernardi y sus

seguidores regresaron. Nosmiraron como si no nosconocieran, se presentaronceremoniosamente y nos dijeronque habían escapado de un bar,del que era imposible salir.

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L

CARNAVALES DE MIPUEBLO

a preparación de una tristezanecesita de algunas alegrías.

Ciertos modestos apegos cotidianosrecién encuentran su verdadero y trágicosentido cuando nos vemos privados deellos. Algo así ha sucedido con loscélebres carnavales de mi pueblo.

Todos conocemos la historia. Talvez, en una época, nuestros festejos erancomo los de cualquier localidad de laprovincia: unas murgas, unas comparsas,un premio cualquiera, algún baile. Hasta

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que llegó el intendente GervasioOddone. Con un genio que elrevisionismo se empeña en negar, captóque el progreso del pueblo necesitabauna obsesión común. Otros hubieranpreferido una fábrica, unasexplotaciones agrícolas, o una mina decobre. Oddone eligió el carnaval.

Los historiadores locales siguen elclásico procedimiento de buscar señalespremonitorias en la remota niñez delhéroe.

Según parece, al pequeño Gervasiole gustaba disfrazarse. Anda por ahí unafoto de 1909 donde puede verse a unniño coloreado a mano, con bigotes de

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corcho quemado, antifaz de charol ybombachón escarlata.

Aún se discute qué clase de disfrazera aquél. Los menos rigurosos apuestanpor Robin Hood o el Zorro. La críticaactual niega el carácter fatalmentealusivo de todo disfraz y sostiene quepuede uno disfrazarse sin saber de qué.El propio don Gervasio, en el libroCarnavales de mi pueblo, que escribierabajo el seudónimo de Lucho Vaccari, hadicho: «las jóvenes mascaritas no tienenla obligación de buscar que suindumentaria los haga parecerse a unpersonaje determinado. Basta con queuna otredad se haga evidente al resto de

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los vecinos».En 1935, Oddone duplicó el número

de jornadas carnavalescas. En 1937,estableció el disfraz obligatorio paraesas jornadas.

La sociedad rígida de aquel entonceslo combatió. Su propio padre, donNazareno Oddone, se plantó ante laautoridad filial y resolvió pasearse sincareta por todo el corso. El intendenteatacó el problema con maestría:concedió a don Nazareno el premio a lamejor máscara.

Al principio, el anciano se resistió yno había forma de colgarle la medalla.Finalmente, la insistencia de una

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odalisca medio desnuda lo convenció y—según cuentan— ya estaba bien alto elsol cuando lo bajaron del último carro ylo llevaron a dormir.

En los años siguientes, el carnavalfue creciendo. Los visitantes de otrospueblos dejaban altos ingresos anuestros comerciantes. Buena parte de lapoblación pasaba el año preparándosepara aquellas jornadas.

En 1940 se dispuso que todos losdías de febrero y marzo fueranconsiderados de carnaval. En 1942,gracias a un subsidio del gobierno de laprovincia, se formó una comparsa deocho mil personas. Estaba allí la

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población íntegra, incluidas las zonasrurales. Niños, jóvenes, ancianosdesfilaban con paso de murga por laavenida Belgrano.

Mi padre me contó que aquellanoche conoció a mi madre mientrasambos cantaban a voz en cuello lacanción ésa del pájaro que cae en elpatio de un convento.

Todo el esfuerzo económico de lazona se dirigió a la produccióncarnavalesca. Se instalaron fábricas depitos, matracas, serpentinas, cornetas,papel picado, pomos perfumados,antifaces, caretas, disfraces, polvos depica-pica y otros productos festivos.

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Para sostener la actividad empresaria,Oddone instauró, el 12 de agosto de1956, el Carnaval Perpetuo.

El turista podía elegir a su antojo lafecha de sus saturnalias personales.Vinieron miles de suecos, o quizádinamarqueses. Algunos se quedaronentre nosotros y formaron nuevasfamilias. Pero hay que admitir que casitoda la información demográfica de esaépoca presenta una molesta ambigüedad,a causa del disfraz forzoso. La tendenciaa la impostura, que es propia de losenmascarados, distorsionaba lasdeclaraciones ante los funcionarios delregistro civil, quienes, por su parte,

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también estaban disfrazados.Yo era un niño y no alcanzaba a

comprender enteramente lo que sucedía.Creía, ingenuamente, que toda risa veníaprecedida de un antecedente. Lascarcajadas repentinas me resultabanmisteriosas.

El pueblo prosperó en aquellosaños. Sin embargo, los fondos públicosse dilapidaron en jocosasconstrucciones y carteles chuscos. En elacceso principal, un enorme payasoabría sus piernas, como el Coloso deRodas, y se agachaba sobre la avenida.En el centro de la plaza, una fuentemecánica arrojaba papel picado las

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veinticuatro horas del día. Elpresupuesto de guirnaldas y luces decolores era multimillonario.

Una voz se alzó en áspero tonodisidente. El director de la EscuelaPolitécnica, don Tulio Giacontini, seatrevió a denunciar que aquella fiestaescandalosa hacía prever un futuro deresaca y arrepentimiento. El puebloentero pudo escucharlo en la gélidacelebración de un 9 de julio, altivo degesto, inexorable su prosa, austero ygrave aun con su obligatorio disfraz decocoliche.

Unos pocos tuvieron el coraje deaprobar sus argumentos y pagaron su

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audacia con la muerte civil. La sociedadmurguera les dio la espalda y casi todosellos tuvieron que exiliarse. Mi padrefue uno de esos valientes. En 1960 nosmudamos a Buenos Aires. Y aunque nonos atrevíamos a comentarlo en voz alta,extrañábamos el pueblo. Nosadaptábamos a la grave solemnidad dela metrópoli, pero de entrecasausábamos caretas.

Yo estaba especialmente perturbado.Mi novia Edith había quedado allá. Yaunque habíamos roto nuestraspromesas, nos escribíamos cada tanto.Ella fue la primera en mencionar elaburrimiento. Aún guardo esa carta

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reveladora: «la oscuridad, querido mío,es indispensable a los faroles. Mi almaanhela unos terciopelos de tedio, pararesaltar las esmeraldas de la graciamundana. Nuestra sociedad local hadesdeñado la potencia del intervalo.Para decírtelo de una vez: estoy podridade tanto carnaval».

Algunos dicen que don Gervasio nofue capaz de advertir a tiempo que elveneno del aburrimiento contamina lasfrancachelas demasiado extensas. Yocreo que él fue el primero en aburrirse ytambién el primero en reaccionar. Perosus decisiones fueron las menosconvenientes para el pueblo: fingió y

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obligó a fingir unos entusiasmos que yase habían ido. Los turistas no seengañaron. Los japoneses notaron que uncierto manierismo asomaba en lasmurgas y que las canciones empezaban amirarse a sí mismas, a comentar supropia gloria y prosapia, como sucedecon todos los géneros en decadencia.

Giacontini denunció a unoscomerciantes inescrupulosos por laventa de papel picado que recogían delsuelo. Sus palabras fueron célebres:«hace treinta años que tiramos el mismopapel picado».

Mis vínculos con el pueblo se fuerondebilitando. Edith dejó de escribirme.

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Por suerte, el rechazo de otras mujeresme entretuvo en dolores distintos y asíme olvidé de ella.

La muerte del intendente Oddone, en1968, convirtió definitivamente elcarnaval en una causa irrenunciable, enuna bandera, en un motivo de orgulloregional, en una superstición. Es ciertoque ya no daba ganancias y que losextranjeros casi no se asomaban. A decirverdad, el corso era fuertementesubsidiado por el tesoro municipal. Perolas nuevas generaciones lo considerabanuna herencia cultural y sacralizabancualquier estupidez del pasado. Elpropio Giacontini, desde su venerable

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ancianidad, promovió la creación delMuseo del Carnaval, un discretoedificio municipal en el que se exhibíanfotografías, caretas y recortesperiodísticos.

Vinieron años de grandesdificultades económicas. Las fábricas decotillón cerraron sus puertas. Algunospobladores regresaron a las tareasagrícolas y muchos emigraron.

Yo viajé por el mundo durante largosaños y ya no tuve más noticias delpueblo. Me casé con una mujer deBudapest y allí me instalé durante muchotiempo.

El año pasado, después de un

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divorcio repentino, regresé a BuenosAires. Viví largos meses como unsolterón. Cuando llegó el carnaval, seme ocurrió la idea de volver al pueblo ydisfrutar de sus célebres festejos.

Tomé el tren y llegué cerca de lasnueve de la noche. Sin hacer ningunaescala, fui trotando hasta el corso. Parano desentonar, me puse una modestacareta de oso que encontré tirada.Mientras me acercaba, oía por losaltavoces una canción tropical. Por fin,desemboqué en la avenida Belgrano. Nohabía casi nadie. Las filas de lucesmostraban una mayoría de lámparasquemadas. Las guirnaldas desvencijadas

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se descolgaban hasta el piso. Un vientitomelancólico levantaba remolinos deantiguo papel picado. Caminé, o tal vezcorrí, dos o tres cuadras. Una mascaritase me acercó dando saltos.

—¿Qué haces? ¿Me conoces? Adiós,adiós, adiós...

Los que crecimos en el pueblo nosreconocemos aún bajo las más espesasmáscaras. Enseguida supe que ella eraEdith. Nos miramos en silencio.

—¡Alegría, alegría! —gritó ellocutor desde los altoparlantes—. ¡Quesiga la diversión y el frenesí!

Edith me arrojó un puñadito depapel picado.

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—Creí que estabas harta del corso—le dije.

—Ahora me gusta.—Hay poca gente.—No hay nadie —dijo ella. Me tiró

otro poco de papel picado y agregó:—Yo te quise...—¡Que no decaiga este jolgorio y

esta algarabía! —suplicó el locutor.—Nunca entendí el carnaval —dije

yo, mientras le tomaba la mano. Ella sesoltó.

—Pues te ha llegado el momento deentenderlo: a cierta edad, nada esventuroso. El carnaval es la juventud.No hay otro secreto —me mojó con un

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pomo y se alejó con paso de murga.Yo empecé a caminar de regreso a la

estación del ferrocarril. Tiré la careta enuna zanja. Todavía se oía al locutor.

—¡Que nunca muera esta fiesta, esteentusiasmo, esta felicidad!

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E

GALLO CIEGO

l joven tirano Piero de Médicis eraun hombre muy disoluto. Todas las

noches, junto a un grupo de damasflorentinas, organizaba el siguientejuego: se vendaba los ojos y recorría lahabitación dando manotazos y tratandode capturar a alguna de aquellasmujeres. La que era atrapada dormía conél.

Los cronistas cuentan que, al caerlas vendas, Piero solía enfatizar conmuecas de regocijo o de disgusto eldescubrimiento de la identidad de ladama. Tales gestos nos parecen de una

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insoportable grosería, pero tambiénabren la puerta a una perplejidad: ¿porqué permitir que participen del GalloCiego personas que en verdad nodeseamos atrapar?

La respuesta no es del todosuperflua. El juego gana en interéscuanto más variadas son las suertesposibles. Incluir una o varias mujeresmonstruosas en aquel grupo de bellezases un recurso destinado a que el temorvenga a figurar entre las emociones deestas maniobras. Más fuerte aún seríaque algunos personajes del desfileimplicaran suertes todavía más funestas:dormir solo, arrojarse al Arno,

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envenenarse, hacerse azotar.Estas últimas astucias hacen más

sabroso el juego, pero ponen en peligrolos goces del amor, de modo que antesde establecer las reglas, conviene sabersi uno está interesado en complicacioneslúdicas o en recompensas venéreas.

Manuel Mandeb ha afirmado que losprocedimientos del amor admiten comometáfora el Gallo Ciego: disminuidasnuestras percepciones, anulada nuestracapacidad de elección, perturbadosnuestros gustos por la casualidad, al finnos llevamos por delante a alguien. Lavenda que cae viene a completar laalegoría con un reconocimiento tardío,

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que es un tópico de las desventurassentimentales. Mandeb agrega que eljuego solamente es dichoso cuandosabemos —o creemos— que la mujerdeseada participa de él. Cada uno denuestros esfuerzos le está destinado.Pero hay que admitir que con muchafrecuencia ella ya se ha ido. Y el hombrevendado sigue empecinándose en saltosy agilidades que ella nunca verá. Másaún, si pudiéramos ver los nulosencantos de las muchachas de lahabitación, no jugaríamos más. El poetaJorge Allen aseguraba que él jugaba alGallo Ciego solo, en habitacionesvacías, y que eso era el amor.

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Expulsado del poder por losfranceses de Carlos VIII, Piero deMédicis abandonó la vida política, perono la vocación orgiástica. Siguiójugando hasta su vejez. Dicen que en susúltimos años, cansado de capturasinsatisfactorias, jugaba sin vendas.

Pero se equivocaba igual.

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E

ESPERAS

l joven K'uai estaba ansioso porhacerse mayor de edad. Sus padres

le habían prometido ricos obsequios yhabían previsto para él el ingreso a lacarrera de los honores administrativos.Pero el día tardaba en llegar y elmuchacho no soportaba tanta dilación.

Una noche se le presentó un genio yle ofreció como regalo un ovillo de hilosedoso.

—Este ovillo evita la espera —explicó—. Cuando quieras que algosuceda inmediatamente, suelta un pocode este hilo, que es el tiempo, y el futuro

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se hará presente. Eso sí, úsalo conmucho cuidado.

El joven aceptó el obsequio, tiró delhilo y se hizo mayor de edad en unafiesta deslumbrante. Allí conoció a unajoven que le dio esperanzas de amor.Entonces aflojó el cordel para queaquellas esperanzas se cumplieran. Searregló el matrimonio y el joven K'uaisiguió desenrollando el ovillo para quellegara el día de la boda. Después, lohizo para que naciera su hijo y paraverlo crecer.

Hubo otros hijos y sus hijos tuvieronhijos y todo sucedió sin esperas, graciasal ovillo prodigioso.

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Una tarde, ya viejo y enfermo, quisosoltar un poco de hilo para aliviar susdolores. Al hacerlo, vio que el cordel sehabía terminado.

Entonces apareció el genio, que erauna criatura demoníaca, y le dijo:

—Te recomendé que lo usaras conprudencia. Tu vida se acabó.

K'uai murió. Desde su primerencuentro con el genio había pasado unmes.

II

El maestro Wu Chang enseñaba que

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casi toda nuestra vida es espera.«Vivimos en vísperas perpetuas desucesos que, cuando ocurren, resultanser también vísperas. El tiempo quepasamos esperando es infinitamente másamplio que el tiempo que ocupan lossucesos esperados. Algunos reduceneste último tiempo a cero.»

Wu Chang negaba la existencia delplacer. Para él sólo había un deseocreciente y su abolición repentina. Ungoce desligado de la idea de tensionesprevias y alivios posteriores leresultaba inconcebible.

En el famoso lupanar del CiervoCeleste, en Loyang, los hombres

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aguardaban su turno en una antesaladonde se les servían unos delicadoslicores. Al mismo tiempo, unas damasles hablaban de los placeres que seavecinaban.

Nueve bailarinas —las máshermosas del imperio— danzabanalrededor de los visitantes de un modoque estimulaba a la vez el espíritu y elinstinto.

La cortesana Kóu Hei solía aparecerenvuelta en una leve túnica para recitarunos atrevidos poemas.

Después de varias horas, entrepromesas de futuros goces, los hombreseran invitados a retirarse y unos ásperos

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guardianes les informaban que susplaceres ya no estaban en el futuro sinoen el pasado.

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U

EXIGENCIAS

n joven persa llamado Daraiawase enamoró de Cira, la hija de un

comerciante de Susa. Ella no locorrespondió, pero para divertirse unrato, tuvo la idea de obligarlo a realizarhazañas imposibles o enojosas, con lapromesa de entregarle su amor si lascumplía exitosamente.

En primer lugar, Daraiawa fue abuscar los frutos del árbol de lasabiduría, que crecía no lejos del ríoIndo, en los confines del Imperio. Losfrutos provienen de una higuera que estárodeada de centenares de otras higueras,

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cuyos higos producen conocimientosfalsos.

El joven permaneció largo tiempo enuna enorme biblioteca que hay junto alos árboles. Allí indagó en los librossecretos la forma de diferenciar un frutode otro.

Después, tuvo que profanar eltemplo de Maharashtra, donde sólopueden entrar los monjes de la Ordendel Águila. Daraiawa cumplió durantesiete años las arduas tareas delnoviciado y finalmente fue ordenadomonje, entró al templo y robó unasreliquias que entregó luego a la jovenCira.

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A lo largo de los años, Daraiawa fuematando dragones, escalando montañas,resolviendo enigmas y desobedeciendoleyes sagradas.

A cada hazaña cumplida, Cira leencargaba otra, prometiendo que sería laúltima.

Finalmente, ella le dijo que nunca loamaría. A Daraiawa no le importómucho porque él ya estaba viejo y Ciratambién.

Murió poco después, creyendo queno había sido amado por la insuficienciade sus proezas.

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N

LA TORRE DE BABEL

oé fue el primer hombre que plantóuna viña. Cuando estaba en plena

tarea, se le acercó Samael y le propusoque la compartieran.

Noé accedió. Samael mató entoncesun cordero y lo enterró secretamentebajo la vid. Luego hizo lo mismo con unleón, con un cerdo y con un mono, demodo que la planta se nutrió con lasangre de estos cuatro animales.

Enterada de tales circunstancias, lasabiduría popular se ha complacido enrepetir este dictamen: aunque un hombresea menos valiente que un cordero antes

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de probar el vino, después de un trago,se jactará de ser fuerte como un león. Sisigue bebiendo, se parecerá a un cerdo ydespués a un mono.

Algunos escépticos se resisten aestablecer una relación deterministaentre los animales enterrados bajo lasplantas y la conducta de las personasque ingieren los frutos. Como quiera quesea, Noé se emborrachó y quedódesnudo en su tienda.

Cam, uno de sus hijos, tuvo ladesgracia de encontrarlo en ese estado.Aún antes de egresar de la sbornia, Noémaldijo a Cam: «Tus nietos serán negroscomo la noche. Sus cabellos serán

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ensortijados y sus ojos enrojecidos. Yya que tus labios se burlaron de mí, losde ellos se hincharán. Y ya quecontemplaste mi desnudez, ellos andarándesnudos».

Los antropólogos de la escuelabíblica explican de este modo el origende la raza negra.

Después de la maldición, Camanduvo vagando por distintas regiones.Tuvo muchos hijos, también errabundos,que casi siempre marchaban al este.

Nimrod era hijo de Kus, que era hijode Cam. Era un hombre muy poderoso.Después de dominar a todos losdescendientes de Noé, hizo construir una

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fortaleza en una roca redonda sobre laque se apoyaba un gran trono de maderade cedro.

Sobre el primer trono descansaba unsegundo, que era de hierro. Sobre éstehabía un tercero, de cobre. Y luegovenían uno de plata y uno de oro. En lacima de esta roca puso Nimrod unagema gigantesca desde la cual exigía elhomenaje universal.

Nimrod había heredado de su padreKus las vestimentas que Dios habíahecho para Adán y Eva. El legítimoheredero de ellas era Sem, pero Cam lasrobó y las dejó a su hijo Kus. Según laleyenda, quien se ponía estas ropas era

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indestructible.Después de algunos años pacíficos,

estalló una guerra entre los hijos de Camy de Jafet.

Nimrod, junto a cuatrocientossesenta hijos de Cam y ochenta hijos deSem, venció a los hijos de Jafet.

En su orgullo, Nimrod erigió ídolosde piedra y de madera que el mundoentero tenía que adorar. Lo ayudaba suhijo Mardón.

Entre los dos resolvieron erigir latorre en rebelión contra Dios.

Oigamos a Nimrod: «Me vengaré deÉl por haber ahogado a mis antepasados.Si enviase otro diluvio, mi torre será

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más alta que el Ararat».Se proponían atacar el cielo,

destruir a Dios y poner ídolos en sulugar. Pronto se elevó la torre a setentamillas de altura, con siete escaleras enel lado oriental, por donde subían lospeones y otras siete del lado occidental,por donde bajaban.

Abraham llegó a conocer la torre yla maldijo: «Si un ladrillo se rompe,todos se lamentan; si se cae un hombre,ni vuelven la cabeza».

Los soldados de Nimrod solíandisparar flechas al cielo. Los ángeles lastomaban y, para engañarlos, lasdevolvían goteando sangre. Entonces los

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arqueros se enardecían y gritaban quehabían matado a todos.

Un día, Dios ordenó a los setentaángeles más cercanos que hicieransetenta lenguas de una para confundir alos constructores.

Así se hizo y ya nadie se entendía.Un albañil le pedía al peón una tabla yel peón le daba un ladrillo. Entonces elalbañil mataba al peón. Hubo tantoshomicidios que la obra quedóparalizada. Se trataba de gente muyquisquillosa.

El padre Athanasius Kirchersostenía que en la antigüedad remotatodo el mundo hablaba hebreo. Esa

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homogeneidad se mantuvo hasta elepisodio de la torre. Kircher pensaba,sin embargo, que la confusión de lenguashabía sido superflua. El proyecto deNimrod jamás hubiera alcanzado unfinal exitoso. El padre Athanasiuscalculó la altura necesaria para alcanzarlos cielos y declaró que se trataba deuna distancia muy superior a la que nossepara de la órbita de la Luna. Es decir,que la torre iba a estar a merced deperiódicos lunazos que acabarían porderribarla.

Se dice que la tierra se tragó untercio de la enorme estructura, el fuegodel cielo destruyó otro tercio y el resto

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subsistió.Orosio de Tarragona, en el siglo V,

describió la torre. Dijo que tenía cincomillas y media de altura, diez decircunferencia, cien puertas de bronce ycuatrocientos ochenta pisos.

Durante largo tiempo se creyó que laalta torre de Birs Nimrud era la torre deBabel.

Después vino a saberse que no y seconvino en situarla en Babilonia.

San Jerónimo identificaba a la torrede Babel con Babilonia misma. Darío yJerjes destruyeron minuciosamente laciudad. Alejandro Magno pensóseriamente en restablecer la gloria

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babilónica pero calculó que diez milhombres serían necesarios solamentepara remover los escombros.

Los hititas contaban la historia deUli Kumni, que se proponía atacar a lossetenta dioses del cielo. Los griegosrelataron con toda minuciosidad la luchade los titanes contra los olímpicos.

Hoy, el tiempo y el olvidosepultaron la torre para siempre.

El reemplazo de los ángeles se hizoconforme a métodos diferentes.

Nuestro tiempo posee técnicas deconstrucción muy superiores a las queconocía Nimrod. Pero el cielo está máslejos.

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De todas maneras, algunos sabioscalculan que una invasión de la regiónceleste nos conduciría a unasinstalaciones deshabitadas, abandonadashace milenios por los protagonistas deun proyecto que fracasó.

CANTOR DE TANGOSSOLISTA:

Yo quise subir hasta tu almayo quise los soles de tu

mundoyo quise llegar y me perdíen nieblas de la

equivocación.

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Creí que tus ojos mellamaban,

pensé que tu pena meesperaba,

tuve que morir y no lleguéhasta el cielo de tu

juventud.

Naipes de mi torreruinas de mis versossiempre va conmigola más fiel desolación.

Nubes que se arrastranlluvias que se elevanya no habrá otro cielo

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para el alma que sederrumbó.

Te llamo en mis lenguasconfundidas

te buscan mis flechasextraviadas

tuve que escuchar y noentendí

la condena de tu desamor.

Presagios de milconstelaciones

burla de escalonesengañosos

nunca llegarás, nunca jamáshasta el cielo de su

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juventud.

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H

ÁRBOLES PARLANTES

ay que reconocer que entre losbotánicos, los biólogos y las

personas ilustradas en general resultadifícil encontrar quien crea en laexistencia de árboles parlantes.

El obstinado silencio en que suelepermanecer la aplastante mayoría de lapoblación forestal del mundo induce alos espíritus racionales a calcular elcarácter inflexible de esta regularidad.

Sin embargo, a lo largo de lahistoria, encontramos centenares detextos que dan cuenta de infinidad dediscursos arbóreos.

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En el bosque de Sherwood había unolmo enorme, al que solían consultar loscazadores. Aquel árbol aconsejaba lasconductas más convenientes para cobrarlas mejores piezas.

Sus respuestas, hay que reconocerlo,estaban veladas por la oscuridad de unestilo oracular o por la simplecomplicidad del olmo con los animalesdel bosque: «Si un viento del este hacevolar las hojas alrededor de tus pies,busca un conejo peludo».

El árbol vivió durante muchasgeneraciones hasta que murió aconsecuencia de la horrible enfermedadholandesa de los olmos.

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En los bosques de Irlanda, algunosárboles dialogan con los buscadores detesoros escondidos. Se conocen muchosrelatos acerca de estas conversaciones,pero ninguno sobre el descubrimiento deun tesoro, lo que viene a instalarnos enuna sospecha que se escribe así: losárboles de Irlanda hablan pero dicenmentiras.

El más conversador de los árbolesparece ser el saúco. Las brujas y loshechiceros suelen oír sus enseñanzasque les permiten elaborar ungüentos ypociones con las flores y la madera delpropio maestro.

Los poderes mágicos del saúco

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provienen quizá del infierno. JudasIscariote se ahorcó colgándose de unode estos árboles que pertenecen a lafamilia de las higueras. Con su maderase construyen las estacas para atravesarcorazones de vampiro, las varitasmágicas y toda clase de herramientas dehechicería. Sin embargo, el árbol seencarga de advertir enérgicamente a losque desean emprender otrasconstrucciones: «Un niño no se cría bienen una cuna de saúco, una casa de estamadera no puede conocer laprosperidad».

De la misma desventurada estirpe esel upas cuyo nombre, en javanés,

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significa veneno. Los primeros viajerosque llegaron a las islas Sondadictaminaron que aquel árbol era tanvenenoso que apestaba un área de treintakilómetros alrededor de su tronco.Ningún animal podía ingresar en esecírculo sin morir inmediatamente. Elveneno no dejaba rastros.

Los exploradores adivinaban laproximidad de un upas al descubriresqueletos esparcidos por el suelo. Estaalarma resultaba tardía. Muy pronto lasangre hervía en los oídos de losviajeros, su respiración se cortaba yfinalmente morían. Al parecer, el upasera un árbol locuaz. Pero no era posible

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acercarse lo suficiente para escucharlo.Por suerte, aquellas toxicidades

empezaron a decaer allá por el sigloXVI. En verdad, cuando los holandesescolonizaron las islas Sonda, los nativospodían pasear a la sombra árbol pero elupas ya no hablaba. Quedaba comomuestra de su anterior ferocidad lacondición letal de su savia, que erautilizada para humedecer las puntas delas flechas.

Se discute con frecuencia acerca delsonido de las voces de los árbolesparlantes. Previsiblemente, se lascompara con suspiros, murmullos ybrisas. Tal metáfora facilita al escéptico

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atribuir cada frase al viento y a laimaginación de los paseantes.

Sin embargo, hay quien sostiene quelos árboles no hablan por sí mismos sinoque están invadidos por espíritus queviven en sus troncos. O que no sonverdaderos árboles sino personas quehan sido víctimas de algún sortilegio.

El dios Apolo cortejaba a la ninfaDafne del modo más explícito y vulgar,de suerte que ella sólo podía evitar elencuentro amoroso huyendo a la grancarrera. Una tarde, agotadas sus fuerzase inminente la violación, la ninfa pidió asu padre, el dios-río Peneo, que

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acudiera en su ayuda. Peneo la convirtióen laurel, que en griego se dice Dafne.Hoy, los escépticos se rehúsan apasmarse ante la elocuencia de loslaureles. En verdad, la que habla esDafne.

A veces, debemos reconocerlo, losárboles hablan en virtud de un fraudeliso y llano.

En la afueras de Biblos, un cedrodaba respuestas oraculares. Miles deperegrinos llegaban hasta el lugar comosuplicantes para oír la voz vegetal quehablaba por inspiración divina.

Ofrendas de toda clase seamontonaban en un templete vecino,

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custodiado por los sacerdotes de Baal.En el siglo V, el árbol se murió, o fuepartido por un rayo, y quedó aldescubierto una oquedad que usaban lossacerdotes para instalarse en el interiordel árbol y hacer falsos vaticinios.

En el barrio de Flores, un antiguoarce tenía fama de parlanchín, aunquesolamente oía. Las hermanas Iglesiastenían por costumbre confiar al árbol suslaberínticos episodios amorosos. Comoen verdad estaban un poco locas,atribuían al arce unas opiniones que mástarde hacían valer ante los pretendientesque exoneraban. En cambio, en la calle

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Artigas, había un roble que hablaba delmodo más claro y contundente.

Podría objetarse que ya habíadejado de ser un árbol para convertirseen la puerta de la casa del doctorForlenza. Según los refutadores deleyendas, bastaba dar unos golpes sobrela noble madera para oír estasinvariables palabras:

—¿Quién es?Sin embargo, vecinos más ingenuos

opinaban que la puerta gemía,especialmente los martes y jueves por lanoche.

Manuel Mandeb y sus amigos nodudaban en atribuir esos gemidos a

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Lucía, la hija del doctor Forlenza, y asus novios fervorosos.

Según los caminantes nocturnos, lapuerta contaba historias, como la delsultán que compraba rimas a los poetasacadémicos o la del embajador delCeleste Imperio que se desgraciódurante la firma de un armisticio.

Hoy, ya casada y ausente Lucía, lapuerta permanece callada. Puede unopreferir la leyenda o el sentido comúnpara decir que el roble no hablará hastaque ella no vuelva.

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VEGETALESHETERODOXOS

I

Al oeste de la China, en un lugardonde no había ni sol ni luna, seextendía el estado de Sui Ming.

Era un lugar tibio, sin inviernos y sinnoche.

La explicación de estasparticularidades era ciertamente elnotable árbol llamado Sui Mu.

Era enorme. Varios miles depersonas con los brazos extendidos noalcanzaban a abrazar su tronco. Sus

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frondosas ramas se extendían porcentenares de li.

Pero había algo más prodigioso: elárbol ardía perpetuamente, sinconsumirse.

Gracias a aquella enorme fuente deluz y calor, la región no temía al frío ni ala oscuridad.

De las ramas caían frutos ígneos ysemillas ardientes, que eran muycodiciadas en todo el imperio. Paraconseguirlas, los pobladores de las otrasprovincias de la China, cruzaban milmontañas y atravesaban diez mil ríos.

Sin embargo, jamás podían llegarhasta el estado de Sui Ming. A decir

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verdad, un solo hombre pudo completarla jornada. El guerrero Sui Ren llegóhasta el pie del árbol encendido y pudollevar a su pueblo unos brotes de fuegoperpetuo. También contó a sus vecinosque el árbol Sui Mu estaba poblado porpájaros de fuego que hacían brotarchispas del tronco cuando lo picoteaban.Sui Ren dijo además que la lluvia noapagaba el árbol.

Centenares de años después de sumuerte, los descendientes de Sui Rentodavía mostraban una silla en llamasque, según decían, había sido construidacon la madera del árbol maravilloso.

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II

El katsura es un laurel, crece en laLuna y es el único árbol que hay allí.

En el Japón se piensa que algunas desus hojas, al desprenderse, caen a laTierra. El que se apodera de una hojadel katsura consigue encuentrosamorosos, tantas veces como se lopropone.

Siglos atrás, cuando llegaba elotoño, las chicas y los muchachosrecorrían los campos en cuatro patas,buscando una de aquellas hojas.

Los cronistas anotan el siguienteabuso: ante el hallazgo de cualquier

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hoja, los jóvenes declaraban supertenencia al katsura y reclamaban alas niñas el cumplimiento de lasconductas establecidas por la leyenda.

Las niñas no dudaban en absoluto dela veracidad de aquellos juiciosbotánicos.

III

Luciano de Samosata ha dicho queen la isla de Dioniso crecía una vid decepas enormes que en su parte superiorera una mujer de extraordinaria belleza.De la punta de sus dedos colgaban

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sarmientos cargados de uvas.Esas mujeres eran parlantes y muy

seductoras.Luciano recomendó a los viajeros no

permitir el abrazo de aquellas criaturas.El que se dejaba tentar caía en un sopory rápidamente olvidaba su familia y supatria. Y el que iba más allá y se uníacarnalmente con las damas, setransformaba él mismo en vid y echabaraíces en aquel lugar.

Se cuenta que un pirata de Megaradecidió desafiar la leyenda y, asistidopor unos compañeros, violó a una deaquellas mujeres arborescentes.Después ordenó a sus hombres que lo

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sacaran de allí a la carrera, sin dartiempo a la metamorfosis. El pirata llegóhasta Megara y siguió siendo un hombre,pero le salían del cuerpo brotes yracimos de un modo tan enojoso que nopudo soportarlo y se mató.

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BARES

I

A fines del siglo XIX funcionaba enLondres, en el siniestro barrio deWhitechapel, un bar frecuentado porsuicidas. Allí, cada noche, alguien eraobligado a matarse.

No está claro cuál era elprocedimiento para establecer cuál delos parroquianos debía morir. Algunoshablan de un sorteo, o de un juego denaipes, o de un licor envenenado.

Durante un tiempo, elestablecimiento estuvo de moda, no sólo

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entre los que buscaban la muerte, sinotambién entre jóvenes aristócratasdeseosos de emociones fuertes, que ibanallí a tomar una copa como quien juega ala ruleta rusa.

Pasado su momento de esplendor, elbar se hizo menos concurrido y, por lomismo, más peligroso.

Algunas noches no iba nadie y losaburridos mozos, por pura seriedadprofesional, se suicidaban.

II

Cerca del puerto de Nueva Tiro, en

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la antigüedad clásica, había una tabernaen donde se auspiciaba la embriaguez delos extranjeros para apresarlos yentregarlos a los piratas, que losvendían luego como esclavos en el surde Italia.

La codicia de los propietarios loscondujo a ampliar las capturas, de modoque fueron abolidos los requisitos delalcohol y el nacimiento lejano. Así, seprocedía a esclavizar directamente atodo el que entraba.

Ante ese trato descomedido, la gentedejó de ir.

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L

EL BAR VII

a tarea de custodiarsecretos genera unas

prerrogativas para quienes laejercen. Los sacerdotes deTebas, los hierofantes de losmisterios, los tesoreros, losconocedores de claves, los jefesde los servicios de espionaje,son personas cuya posición severía drásticamentemenoscabada en un mundo depuertas abiertas. Por estarazón, no sólo despliegan

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estrategias para impedir larevelación de asuntosconfidenciales, sino que ejercenpresión intelectual para que lamayor cantidad de nociones ydatos sean consideradossecretos.

En el Bar operan unosgitanos, vendedores de elixir,que aprovechan la unánimeconvicción de que lo crucial semantiene en secreto, para haceringresar en terrenos de misteriominucias para las que pideninmediatamente la jerarquía decruciales.

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Estos sofistas tratan delegitimar sus productos yargumentos presentándoloscomo la violación de un secreto.Cuanto más exótica es laguardia burlada, másinteresante parece lo revelado.

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L

PINTORES CHINOS

a pintura china estuvo, desde suscomienzos, relacionada con la

caligrafía. Los pintores dibujaban letras.Y los poetas acostumbraban a adornarsus escritos con dibujoscomplementarios.

Al parecer, primero nacía la estrofay en torno a ella se diseñaba el cuadro.Al principio, estos cuadros serealizaban únicamente con tinta negra.

En el siglo XII, el emperador HuiTsung hizo que la pintura formara partede las pruebas de ingreso a laadministración pública. A cada

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postulante se le recitaba una frasetomada de los clásicos o inventada porel propio emperador. Luego, elpostulante debía ilustrarla. A los juecesles importaba menos el parecido con losobjetos reales que el carácter alegóricode la obra. La traducción servil eradespreciada y las oraciones de losexámenes admitían siempre más de unsignificado.

En el año 1122, los aspirantes seencontraron con estos textos:

«Había en los cascos deaquel caballo olor a floresdestrozadas».

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«Cada tarde, el sol pasamás rápido frente a mi casa».

«Yo que he sido el verano yel otoño, ya no seré laprimavera».

Sólo sabemos que el primerenunciado fue resuelto exitosamente porun alumno que pintó un enjambre demariposas en torno a las patas de uncaballo.

En los Anales apareceninnumerables ejemplos de las complejasrelaciones que existían entre los pintoresy los príncipes. Se cuenta que unemperador de los tiempos míticos

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ordenó a sus artistas pintar el mundo entamaño natural. Ésta es una tautología dedifícil realización: el mundo es grande,el mundo cambia, el mundo contienedentro de sí a los pintores y a la pintura.

Otro emperador, llamado Kao Ch'in,ordenó a sus pintores que hicieran unfresco sobre el muro de su palacio.Terminada la ejecución, Kao Ch'in laencontró tan buena, tan perfecta yadmirable que hizo decapitar a losautores para que no hubiera otra obrasemejante a ésa en todo el imperio.

Durante la dinastía Hsia, el pintorLiang Chieh se entretenía pintando en lasalas de las mariposas el rostro de su

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bella hermana, Wang Li. Luego, dejabaque aquellos retratos voladores viajaranpor todo el imperio.

Una tarde, el legendario emperadorTa Yu, el perforador de cordilleras, cazóuna de aquellas mariposas, vio el rostrode Wang Li y se enamoró de ella.Inmediatamente, mandó que un ejércitorecorriera las provincias para encontrara aquella mujer. Se hicieron miles decopias de las alas de la mariposa quehalló Ta Yu. Pero Wang Li no aparecía.

Para evitar castigos, los oficialessolían presentar ante el emperadornumerosas jovencitas que se parecíanlejanamente a la chica de las alas de la

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mariposa. El emperador se indignabaante cada fracaso, pues no hay nada másenojoso que una dama que se parecemucho a la mujer que uno ama. Ta Yuempezó a ordenar la ejecución lisa yllana de los comisionados ineficaces,como así también de las jovencitas queno eran Wang Li.

Pasaron los años y Ta Yucomprendió que los sueños suelen nocumplirse aunque se trate de los sueñosde un emperador. Contrajo lamorbosidad intelectual de solazarsecuando algún suceso parecía comprobartan amargo dictamen. Así, ante cadanueva jovencita, deseaba que no fuera la

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mujer esperada, porque habíaenvejecido y se complacía más en tenerrazón que en ser dichoso.

Una tarde, unos capitanes le trajeronal pintor Liang Chieh junto a su hermanaWang Li. El emperador los creyó unosfarsantes y ordenó su ejecucióninmediata.

Mucho tiempo después, Ta Yu fingiócreer en la autenticidad de una muchachaque ni siquiera había nacido cuando elemperador cazó la mariposa. Se casócon ella y declaró, mediante un bandooficial, que los sueños finalmente secumplían. Los cronistas dicen que elbando fue derogado años más tarde.

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E

PINTORES CHINOS II

l duque Ling era un cruel tirano delEstado de Tsin que tenía la

costumbre de cazar a sus súbditos comosi fueran animales salvajes. Súbitamenteentusiasmado por las artes, convocó a supalacio a los mejores pintores de laregión y los obligó a trabajar día ynoche. Era su intención que las obras deaquellos artistas fueran las másperfectas de los estados chinos.

Todos los días, el duqueinspeccionaba las pinturas. Jamás lasencontraba de su gusto. Se complacía enseñalar a cada pintor la diferencia entre

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las ilustraciones y la realidad.—¿Por qué el ruiseñor parece más

grande que el perro? —preguntaba conironía—. ¿Dónde has visto solesverdes? ¿Por qué no puedes pintar lalluvia con cada una de sus gotas? Esemandarín jamás podrá entrar por lapuerta de la pagoda que se divisa en elfondo.

Muy frecuentemente los pintorespagaban su incompetencia con la vida.Finalmente, hizo traer desde Ch'u alpintor y calígrafo Hui, que tenía unprodigioso dominio del pincel y elestilete. Sus obras reproducían larealidad de un modo tan fiel que muchas

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veces se confundían con ella. Las abejassolían acercarse a los jazmines quedibujaba Hui. También realizabaestupendos trabajos de escultura yorfebrería. Había construido una jaulade plata con dos pájaros de oro en suinterior, tan perfectos que los servidoresdel palacio les acercaban mijo paraalimentarlos. Las frutas de ceraengañaban a los mirlos más astutos.

El tirano Ling, asombrado anteaquellas imitaciones, le ordenó que lehiciera un retrato. Hui, apartándose delas reglas tradicionales de la etiqueta yel dibujo, que recomendaban disimularlas asimetrías del modelo, terminó la

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obra con la mayor exactitud. Parecía tanreal que los cortesanos tomaron porcostumbre hacer una reverencia al pasarfrente al retrato. Todos dijeron que losdibujos de Hui formaban parte de lanaturaleza y que cualquier intento demejora en ellos sería una grave falta.

Una tarde, el sabio consejero yministro Chau Tun se atrevió acuestionar seriamente esta clase derealismo. Dijo, en presencia del duque,que el arte debe diferenciarse de larealidad, ya que esas diferencias sonprecisamente las que producen placer alos espíritus sensibles. Es el artista y nola naturaleza el que decide el rumbo a

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seguir. Es el poeta y no la flor el queelige las palabras que serán paranosotros una rosa.

El tirano Ling expulsó a Chau Tun dela corte. Pero no pudo impedir que suspreceptos fueran seguidos por todos losartistas. A partir de entonces, para pintaruna mariposa, se pintaba una joven. Paraaludir al tiempo, se dibujaba un llanto.Para nombrar un diamante, se hablabade una estrella. Los historiadores delEstado de Tsin comprendieron aquellaslecciones y cuando el tirano fueestrangulado por un pariente,escribieron que el Arquero Celestehabía clavado una flecha en el retrato de

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Ling y que éste había muerto al instante.Ahora mismo, yo les cuento esta

historia para decir que el cielo está grisy que nadie me ama.

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D

SÍFILIS

istintas naciones se han ocupadocon denuedo de desmentirse como

patria de la sífilis. En Francia se lallamó «el mal de Nápoles»; en Italia, «elmal francés»; en América se laconsideró europea; en Europa se dijoque era una enfermedad de los indiosamericanos, ocasionada por el comerciocarnal con las llamas.

Carlos VIII, rey de Francia, se habíacasado en 1491 con Ana de Bretaña.Carlos era un muchacho muy feo perobien dispuesto para el amor. Por cierto,su joven esposa lo acompañaba con el

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mayor entusiasmo y así los revolconesde la pareja real eran el comentario detoda la corte.

Como suele ocurrir con algunosenamorados ardientes, el rey se creyó enel caso de hacerse más interesante conactos de supuesta grandeza: mandó hacerreformas ostentosas en sus palacios,ofreció a Ana magníficos regalos yfinalmente resolvió emprender laconquista del reino de Nápoles para quela reina viera qué clase de sujeto teníaen su cama.

Carlos amaba a su esposa pero sucuerpo le reclamaba agrados venéreosvarias veces por día. Tales ardores lo

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obligaban a tener numerosas amantes,casi todas pechugonas.

En la expedición militar destinada aimpresionar a su esposa, llevó uncarruaje ocupado por las damas queconstituían su serrallo.

El viaje fue lento. Se quedó más deseis meses en Lyon disfrutando de lasmujeres de la ciudad. En Monferratosucedió lo mismo.

Al fin, el ejército de Carlos VIIIllegó a Nápoles. La ciudad se rindióenseguida. Pero al ver a las napolitanas,el rey supo que se iba a quedar largotiempo allí.

Fueron semanas maravillosas para

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aquel hombre enloquecido por la lujuria.Se organizaron interminables orgías. Lasmujeres concurrían a las fiestas casidesnudas. Todo el ejército parecíaposeído por el mismo demonio. Así eratodos los días.

Una mañana, un oficial sintió unapicazón. A la noche siguiente sintiódolores y pronto su cuerpo se cubrió depústulas. Llamó al médico y entonces seenteró de que casi todos los invitadosdel rey estaban atacados por el mismomal. Tenían el cuerpo cubierto de llagas.Algunos perdieron los labios; otros, untrozo de nariz; otros, los ojos.

Al cabo de un mes habían muerto

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centenares de personas. La mayoría delas napolitanas tenían la sangreenvenenada. Algunos farmacéuticosafirmaban que todo procedía de unamujer que había sido infectada por unleproso. Otros mantenían que la pesteera la consecuencia del ejercicio delcanibalismo.

En realidad era la sífilis. Losmarinos de Colón la habían traído deAmérica. Y los mercenarios deFernando de Aragón la habíandesparramado en Italia.

Carlos volvió a París, despavorido.Allí trató de seguir con sus orgías, peroel mal de Nápoles había castigado en tal

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forma a los franceses que el puebloempezó a sentir asco por el sexo. Huboun momento en que hasta las mujeresmás disolutas se hacían monjas para huirde la chinche.

Ante aquella tragedia, el rey intentóescribir un poema pero sólo alcanzó acompletar dos líneas.

Pour ruiner l'amour,la mort est arrivée...

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M

ORÁCULOS

i lejano señor y amigo: Llega esteinforme hasta tus azarosas tiendas

de campaña para prevenirte una vez másacerca del peligro de los oráculos y susembustes. Aprovechando tus ausencias yla tardanza de las noticias, una vastamorralla de conspiradores insiste enimitar la voz de las divinidades, paradarnos falsas profecías de tu muerte y tudesgracia.

Como sabrás, ya he dejado de creeren los dioses. Las cosas suceden porimpulso de una muchedumbre de fuerzasimposibles de calcular. Estamos solos

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en el mundo. Estoy de acuerdo, sinembargo, con tu sabia rutina de cumplircon los sacrificios y ritos que impone latradición para favorecer la sujeción delas tropas y los pueblos. Pero nodebemos permitir que la supersticiónguíe nuestras conductas y, menos aún,que sea utilizada para el menoscabo denuestro poder.

A principios del mes de bysios,junto a un grupo de jóvenes leales, mehe trasladado al templo de Delfos, máspara rastrear la traición y la corruptelaque para oír las clásicas predicciones.Debo decir que fuimos disfrazados demercaderes ingenuos para poder

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preguntarlo todo sin despertarsospechas.

Es sabido que la virtud oracular dela grieta de Delfos se reveló a loshombres gracias a las cabras. En ellugar donde hoy atienden las Pitias, laabertura dejaba escapar unos vahos quea nadie llamaban la atención. Sinembargo, unas cabras que pastaban enlas inmediaciones se ponían a saltar deun modo asombroso cuando seacercaban al agujero. Un pastor,impresionado por aquellas acrobacias,se aproximó a la grieta con finesindagatorios. No bien aspiró lasemanaciones, el hombre entró en estado

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de entusiasmo y se puso a predecir.Enterados de este prodigio, los

campesinos de la región tomaron porcostumbre asomarse a la rajadura y, alpoco tiempo, aquel paraje solitario seconvirtió en una verdadera asamblea derústicos clarividentes. Hombres máspretenciosos dieron tono de explicacióna la siguiente redundancia: los vaporesinvadían el cuerpo de los campesinos através de todos los orificios y losdotaban al instante de la virtudprofética.

Muy pronto se descubrió que no eraposible predecir el propio porvenir.Ante esta limitación, los visitantes

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acudían en grupo y se adivinabanmutuamente.

Algunos peregrinos, perturbadosenteramente, se arrojaban por el agujeroy se precipitaban en los abismos. Loshabitantes de la región decidieronentonces restringir el acceso a lasexhalaciones y designaron a una mujercomo profetisa única. Se construyó eltrípode de bronce que, ubicado sobre lagrieta, sirve hoy de asiento a la mujerelegida. Se estableció asimismo que,además de la aspiración de vapores,esta dama debía beber unas cuantastazas de agua del arroyo Cassotis quetambién tiene propiedades inspiradoras.

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Las primeras pitonisas eran vírgeneshermosas. Pero vino a suceder que untesalio llamado Ejécrates se enamoró dela Pitia de turno, la raptó y la violó. Apartir de entonces se estableció que losoráculos fueran despachados pormujeres mayores de cincuenta años.También se dispuso que se profetizarasólo una vez al año, en el aniversariodel nacimiento de Apolo. Después, seofrecieron oráculos el siete de cadames. Hoy en día, tres pitonisas recibenconsultas: dos están sobre la grieta y unapermanece en reserva, ya que sonfrecuentes los desmayos.

Como bien sabes, las consultas no

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son gratuitas. En otros tiempos bastabacon presentar una torta consagrada, elpelanas, una ofrenda previa queotorgaba el derecho a aproximarse alaltar para hacer un sacrificio. Pero latorta fue sustituida por una suma dedinero que sigue llamándose pelanós yque se entrega a los sacerdotes quecustodian el oráculo.

Antes de la consulta, tuvimos quepasar por unas enojosas pruebas parasaber si el dios Apolo consentía en serinterrogado. Unos burócratas arrojaronagua sobre una cabra. El animal seestremeció y se nos dijo entonces queeso significaba que el dios daba su

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aceptación. Después esperamos largashoras junto a centenares de visitantes, enun vasto patio de tierra. Losfuncionarios echaron suertes paraestablecer los turnos. Se nos explicó queal dios no le importaba el orden dellegada y que prefería asignarprioridades siguiendo los dictámenesdel destino. Más tarde, nos revelaronque los magistrados de la ciudad deDelfos otorgan un privilegio escrito quese llama promanteia y que es una cartade prioridad que favorece a consultantespoderosos. Los que poseen estedocumento son atendidosinmediatamente.

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A pesar de que las mujeres nopueden interrogar al oráculo, pudimosver a muchas de ellas instruyendo amiembros de su familia para quepreguntaran en su lugar.

Finalmente, fui admitido en eltemplo que cubre la grieta, que es ahorade mármol y bronce. Con la mayorsolemnidad, pregunté por el futuro deMacedonia y por la suerte de nuestroejército y de nuestro jefe. La Pitia, enverdad una vulgar campesina intoxicada,empezó a gemir y a pronunciar unaspalabras que no me fue posible entender.Un oráculo debe utilizar un lenguajeambiguo, oscuro, impreciso. Es

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deseable que los dictámenes admitanmás de un significado. Los tropos sonsiempre preferibles a la literalidad, talcomo sucede en la poesía. Por lo demás,cuanto más indeterminada sea unarespuesta, más improbable será que sehaga patente su desacierto. El oráculo noadivina el futuro: sólo ejerce un arte delenunciado en el que ningún hechosobreviniente puede contradecirlo.

A la salida del templo, pasé por elkhresmographion, u oficina de losoráculos. Allí, unos escribanos labran elacta oficial de la consulta y traducen enverso la respuesta de la pitonisa.

Las palabras reveladas fueron éstas:

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Los soldados, los reinos ylas alianzas serán dispersos.

Como dispersas serán lascenizas de su general,

cuando pise los dispersosrestos de Babilonia.

Como verás, todo es un engañopreparado para obtener dinero de laspersonas vulgares. A tu regreso, ilustrejefe, arrasaremos estas guaridas detruhanes o, mejor aún, haremos quemujeres leales profeticen la gloriaeterna de Alejandro de Macedonia.

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D

ORÁCULOS II

urante muchos años, se creyó quela estatua del Monje, que existe en

un rincón de la plaza Flores, teníavirtudes oraculares. La noticia de talprodigio era difundida por la bellahechicera y vidente Hilda M. deSormani.

El procedimiento para obtener undictamen de aquel bronce milagroso erabastante complicado. En primer lugar,había que presentarse en el domicilio dela señora de Sormani. La hermosa brujatomaba nota de los antecedentes delconsultante, lo anotaba en una lista de

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precedencia, le cobraba cincuenta pesosy le recomendaba una dieta rigurosa queduraba dos semanas. La noche anterior ala de la consulta comenzaba un estrictoayuno. A la hora señalada, animado talvez por un licor de mandarina quepreparaba la propia señora de Sormani,el postulante era conducido ante laestatua. Esto ocurría, casi siempre, a lamadrugada y —según la hechicera— elMonje era más locuaz cuando llovía.

Algunas veces, se vendaban los ojosdel peregrino. La pregunta debía serformulada en voz muy alta, casi a losgritos. Unos momentos después, eloráculo se pronunciaba con una voz

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extraña y con palabras que no siempreera posible entender. Por suerte, laseñora de Sormani se hallaba siemprepresente para interpretar los párrafososcuros de la respuesta.

El ruso Salzman, que sospechaba dela integridad de la hechicera, le preparóuna trampa. Después de algunosseguimientos y falsas consultas,descubrió que la voz del Monje era, enrealidad, el chueco Ordóñez, un mozo dela confitería Tourbillon al que habíandejado cesante por tartamudo.

Salzman se presentó ante la adivinay cuando llegó la noche de su consultaante la estatua, dispuso que sus amigos

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interceptaran a Ordóñez y loreemplazaran, escondidos detrás delmonumento. Manuel Mandeb, JorgeAllen e Ivés Castagnino se encargaronde tales comisiones.

A las tres de la mañana, BernardoSalzman, vendados sus ojos y sintiendoen sus hombros las manos de la señorade Sormani, gritó su indagatoria.

—Quiero saber, oh, Diosa, si podréencontrar el amor en la tarde de mi vida.¿Hay alguna mujer que me ame? ¿Hayalguna mujer que arda de pasión ylujuria por mí?

Inmediatamente se oyó la voz deJorge Allen, que tal vez hablaba

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apretándose la nariz.—La mu-mu-mujer que te ama está

cerca, ta-ta-ta-tan cerca que-que-que-que sus manos tocan ahora tus hombros.Da-da-date vuelta, tómala entre tusbrazos y hazle el amor aquí mismo, quela mina está de-de-desesperada.

Salzman se quitó la venda y sedispuso a asustar a la bruja con unosvisajes lujuriosos, pero la bella señorade Sormani ya había huido al galope.

Una semana más tarde, se cruzó conella atrás del hospital Alvarez. Lasaludó amablemente, pero con unasonrisa socarrona. Ella lo miró a losojos y le dijo:

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—La Diosa habla por boca decualquiera, tanto sea una estatua comoun ser humano. El que cree que se burlade la Diosa acaba por convertirse en suinstrumento.

Salzman reaccionó inmediatamente.—¿Quiere decir que la respuesta del

otro día fue verdadera?—Sí —dijo ella y lo arrastró contra

el paredón. Esa misma noche se hicieronamantes.

Bernardo Salzman empezó a creer enlos oráculos y siguió haciéndolo hasta lapascua siguiente, cuando la señora deSormani lo dejó, con el pretexto de queel marido sospechaba.

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ORÁCULOS III

El campamento de Jerjes, rey dePersia. Los soldados arrojan ante elrey a un hombre vestido con andrajos.

GUARDIA 1: —Ilustre Xaiarxa, rey dereyes, señor de Persia, este hombre esun griego. Ha desafiado nuestrasconsignas de vigilancia pues dice quetiene que contar una historia que puedeser decisiva para la batalla que seavecina.

JERJES: —Habla. Tal vez luegomueras.

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ESQUEDIO: —Como tú sabes, ilustreseñor del Asia, los reyes de Lidia, quedescienden de Heracles, gobernarondurante veintidós generaciones hasta quellegó al trono el desdichado Candaules.

Este rey encontraba placer en hacer queotros hombres vieran la desnudez de suesposa.Un día, hizo partícipe de tales placeres asu guardia favorito, un oscuro capitánllamado Giges. Los dos hombres seescondieron tras unas cortinas en losaposentos reales y espiaron a la reina,mientras ella se cambiaba de ropa. Elánimo de Giges se vio perturbado por

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inquietas sensaciones de lujuria y detemor. Al día siguiente, la reina loconvocó ante su presencia y le dijo:—Oh, Giges, tengo malas nuevas para ti.Sé que me has visto desnuda y, enconsecuencia, no podré permitir quesigas viviendo. Ahora mismo daré unasórdenes y te matarán como a un perro.Pero si eres valiente, puedes eludir esedestino. Yo ya estoy harta de los viciosdel rey. Tu opción es matarlo y casarteconmigo para gobernar el reino. Gigesno lo pensó mucho. Candaules fueasesinado y así empezó, señor, ladinastía de los mermnadas. El pueblo seindignó ante el asesinato. Pero Giges les

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pidió que mantuvieran la calma y oyeranel pronunciamiento del oráculo deDelfos. Antes de consultar a la pitonisa,Giges hizo llegar al templo unosvaliosos presentes. La respuestaoracular fue favorable para él, pero conuna cláusula de mala sombra queaseguraba que el rey de la quintageneración sería el último de la dinastía.Los sucesores de Giges se llamabanArdis, Sadiatas y Alyate. Entre los tressumaron ciento dieciocho años degobierno. Estos reyes de Lidia hicieronla guerra y extendieron el imperio.Fueron tiempos de gran prosperidad, yaque se cobraban fuertes tributos a las

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regiones conquistadas.El hijo de Alyate llegó al trono en plenajuventud. Se llamaba Creso. Era unhombre muy rico y muy astuto, peroencarnaba la generación marcada por eloráculo. Debe decirse que el pueblo deLidia, encandilado por la prosperidad,no recordaba ya la profecía. Te juro, reyXaiarxa, a quien los griegos llamanXerxes, que Creso reinó venturosamentedurante quince años. Entonces apareciótu ilustre antecesor, el gran Ciro. Elimperio persa estaba extendiendo supoder y las tropas ya estaban cerca delas fronteras orientales de Lidia. Aunquete cueste creerlo, Creso resolvió confiar

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el diseño de su estrategia a algúnoráculo. Como no sabía a cuál consultar,tuvo la idea de mandar un mensajero acada uno de ellos para comprobar laexactitud de las profecías. Los enviadostenían orden de presentarsepuntualmente en el centésimo díadespués de su partida y preguntar qué eslo que estaba haciendo Creso en esemomento. El rey había elegido unaacción infrecuente: despedazar unatortuga y un cordero y cocinarlos en uncaldero de bronce.Al regreso de los emisarios, Creso sesorprendió al ver que uno de ellos traíala respuesta correcta. Era el que venía

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de Delfos, precisamente el oráculo quehabía prometido el final de su estirpe.Inmediatamente, llegaron ante la pitonisasuntuosos regalos destinados a asegurarun dictamen favorable: un león de oroque pesaba más que cuatro hombresrobustos y ciento diecisiete lingotesrodeándolo. Además, se ordenó quetodos los habitantes de Lidia hicieran unsacrificio ritual por el oráculo.Una vez cumplidas estas maniobras desoborno, el rey se presentó ante lasacerdotisa.La respuesta fue la que todosconocemos: «Si atacas a Ciro, un granimperio se destruirá».

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Creso atacó y después de sangrientasbatallas sucedió lo que el oráculo decía.Cayó un gran imperio. El de Lidia. El deCreso.El rey Ciro quiso celebrar la victoriaquemando vivo a Creso. Se encendióuna enorme pira, que iba a servirademás como ofrenda a vaya a saber quédivinidades. Cuando el fuego ya loalcanzaba, Creso recordó a Solón, elsabio de Atenas que alguna vez le habíaaconsejado prudencia y gritó su nombrepor tres veces. El gran Ciro sintiócuriosidad y mandó a sacar al prisionerode las llamas sólo para que le explicaraquién era Solón. Creso habló. Después

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de contar la vida de Solón, dijo quetambién podía revelar al rey de lospersas todo lo que sucedía al otro ladodel Egeo, en Atenas, en Corinto, enÁulide, en Esparta, y logró que Ciro leperdonara la vida. El glorioso rey deLidia terminó sus días como esclavo einformante de los persas.Tú, venerable Xaiarxa, has venido asuceder a Ciro en sus victorias yconquistas. Yo también tengo deberes desucesión. Soy Esquedio, hijo de Mirón,que era nieto de Creso, la octavageneración de los mermnadas. Y si bienes tarde para que yo sea rey, no lo espara recuperar algo de la legendaria

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prosperidad de mi bisabuelo. Yotambién conozco los secretos militaresde los griegos y te los ofrezco a cambiode una ínfima parte del oro que lospersas tomaron de mi patria, oh,victorioso Xaiarxa.

JERJES: —Tus antepasados eran gentedemasiado supersticiosa. Giges creía enlas palabras huecas del oráculo deDelfos. Creso presumía de astuto y pusoa prueba a los farsantes para ver porcuál se dejaría embaucar. Pero la mayorestupidez es sobornar a losclarividentes. Eso es creer que el futuroes hijo de la profecía y que el profeta

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construye el porvenir con sus palabras.Ahora llegas tú, Esquedio, y te juro quepodrás ser el continuador de tubisabuelo. Yo seré un nuevo Ciro y túserás un nuevo Creso.Pero no te molestes en contarme lossecretos de los griegos, porque ya mepertenecen. Además, los persas nodamos a los traidores riquezas, sino lamuerte. Haremos una nueva pira y túarderás en ella, como bisnieto,reemplazante y sucesor de Creso, últimorey de Lidia.

Telón

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E

BRISAS DEL PLATA

l verdadero Hormiga Negra,anciano ya, despreció el libro de

Gutiérrez que lo había hecho inmortalcon una frase en la que vindicaba sucondición de homicida: «Una cosa esmatar un hombre en el papel y otra esmatarlo de endeveras».

El dictamen no es —como podríapensarse— un extravío entre el mundoreal y la invención artística, sino másbien una contundente degradación de lasegunda.

El teatrista Enrique Argentidiscrepaba abiertamente con los

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conceptos estéticos de Hormiga Negra.Él creía que la realidad eranotablemente inferior y que el arte era larebelión del hombre ante la malvadaestupidez de los sucesos cotidianos.

Para defenderse de quienesconsideraban al teatro como una meraimitación subalterna, Argenti se divertíasiguiendo unos procedimientos queconfundían ambos mundos. Comomuchos otros directores, buscó espaciosalternativos en donde espectadores yactores se hallaban en estrecha yequívoca vecindad.

La más audaz de sus invenciones aese respecto fue la compañía «Brisas

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del Plata». Los actores eran sometidos aun riguroso adiestramiento y, sin duda,debían estar dispuestos a abandonarlotodo por el arte.

«Brisas del Plata» era un grupopreparado para una sola e interminablefunción. La obra se llamaba Vidas.

La representación comenzó el 6 deoctubre de 1964, frente a la boletería dela estación Villa del Parque. Los actoreseran doce.

Los primeros diálogos eran unintercambio de recuerdos de juventud.Muy pronto, los personajes empezaron ainvolucrarse con el público, perotambién con pasajeros del ferrocarril y

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caminantes desprevenidos. Uno invitó auna señorita a tomar un café en unaconfitería de la calle Cuenca. Otro,discutió largamente con el diarieroacerca de la demencia de los poderososdel mundo. La actriz principal se subióal tren con un señor de bigotes que vivíaen San Miguel.

Todos estaban actuando y componíanpersonajes, aunque los seres reales conlos que se conectaban no lo sabían.

El escaso público se retiróenseguida, pero la función continuódurante años, en distintos foros yarborizando su argumento hasta loinconcebible.

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César del Prato, el actor másimportante, cometió homicidio y estuvomuchos años preso. Ni siquiera ante losjueces desmontó su actuación y pagó sinchistar las culpas de un personaje.

La bella Inés Sotelo se casó con uncanalla con el que cada noche manteníalos más vigorosos diálogos. El galánmaduro llegó a ministro. La talentosaCelia Codoro tuvo que ser reemplazadaen 1970.

Periódicamente, todos secomunicaban con Argenti, le referían losprogresos del personaje y las tramas quea su alrededor se urdían. Argentitrabajaba entonces con sus amigos

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dramaturgos y les hacía llegar nuevosparlamentos y sugerencias para seguiradelante con la representación.

Un día de 1972, Argenti los convocóa todos para el gran cuadro final, otravez en Villa del Parque. Allí, lossobrevivientes del grupo «Brisas delPlata» contaron sus aventuras,presentaron a sus nuevos familiares yamigos y juraron que el mundo noestallaba de puro milagro.

El último parlamento: «Vieja, vamosa tener que agrandar la mesa», fuerecitado por el ya veterano César delPrato.

Hubo pocos aplausos, ya que casi

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nadie sabía que se trataba de una obrateatral. Estaban presentes EnriqueArgenti, unos pocos directores amigos yel crítico oriental Wilson D. Pessano,que también había asistido al estreno.

Al finalizar la función, algunosactores preguntaron dónde estaban loscamarines, con la evidente intención deregresar a las personas que eran en suvida anterior. Pero a los pocos minutoscomprendieron que el propósito artísticode Argenti se había cumplidoinexorablemente: los compromisostomados por los personajes debían serhonrados por el actor.

Después de algunas vacilaciones,

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todos optaron por permanecer en sumundo ficcional, junto a sus mujeresteatrales o en el ejercicio de sus nuevasprofesiones.

La crítica de Wilson D. Pessano enEl País de Montevideo lamentó el finalde la obra Vidas: «La función debióprolongarse indefinidamente, sin telonesde clausura».

Argenti se indignó ante aquellaopinión: «Los artistas modificamos larealidad y triunfamos sobre ella. Sitomamos un palo y queremos que seauna espada, será una espada. Si ledecimos al público que estamosmuertos, la gente nos tendrá por finados,

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por muchos saltos que demos. Las obrasterminan cuando nosotros queremos. Lavida, en cambio, sigue más allá de lobello y de lo bueno y termina en elmomento menos conveniente,deshilachada, incompleta, prosaica».

Años después vino a saberse quePessano formaba parte del grupooriental «La Virazón», que conparecidas bases ideológicas se habíafundado en Montevideo. Más aún,Pesano no era un crítico sino un actorque representaba ese papel en la obra Elinterminable fluir del destino, dirigidapor el señor Nelson Covarrubias. Esafunción todavía no ha terminado.

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L

ALUCINACIONES

a alucinación o percepción de unobjeto que no existe es un asunto

que asegura la controversia perpetua.Elegir entre varias captaciones de larealidad no es tan sencillo como parece.Es clásica la terquedad del alucinadopara desconocer su carácter de tal. Yclásica es la desconfianza del filósofoante las herramientas del hombre paraenfrentar el conocimiento. Después detodo, el solipsismo, más que unaconvicción verdadera, es el ejercicio deun derecho, reclamado por quienesadvierten que muchas de nuestras

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creencias cotidianas se sostienen en laconjetura, en la comodidad, o en elengaño. Creer que el vecino de al ladoes una creación de nuestra mente no esmenos novelesco que considerarlo unser real.

Tal vez, toda la gnoseología no seasino una polémica entre víctimas dealucinaciones diferentes.

Manuel Mandeb relataba al bordedel desmayo esta simple historia, quepara él era la tragedia central delmundo: un hombre ve lo que todos ven,pero le asigna una importancia, unanaturaleza y un sentido diferentes. Ellenguaje impide comprender estas

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discrepancias, que son verbalizadascomo coincidencias. Por otra parte,Mandeb vivía desconfiando de todos losepisodios de su vida, sospechando quepodían ser alucinaciones.

Para algunos, la irresponsabilidaddel hombre de Flores ante suscompromisos económicos ysentimentales, encontraba sosténfilosófico en la duda precitada.

En una carta que alcanzó algunadifusión como prosa poética y que eraen realidad la negativa a solventar unascuotas del crédito Devoreal, Mandebescribió: «Nos vemos a nosotrosmismos como seres reales, pero quizá

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somos nuestro propio y engañosoespejismo. Yo, que me veo ahora densoy palpable, soy, sin embargo,alucinación de mí mismo».

Ixión era un traidor tesalio que habíaasesinado a su suegro. Según se dice,fue precursor en esta clase de crímenes:nadie antes había matado a un familiar.Zeus se apiadó de él cuando todos en laHélade se negaban a purificarlo. Elpríncipe de los dioses le permitióprobar la ambrosía, que garantizaba lainmortalidad.

Pero Ixión fue ingrato. Se enamoróde Hera y una noche quiso atropellarla

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en un yuyal. Hubo una breve persecucióny Zeus creó una nube que tenía la mismaapariencia de la diosa. Ixión se unió aese fantasma, mientras Hera, a las risas,se refugiaba en las casas.

Sin embargo, aquella cópulaespectral tuvo frutos contantes ysonantes: la estirpe de los centaurosnació de aquella nube. Por esta falta,Ixión fue condenado a girar eternamenteatado a una rueda de fuego. La historiaabre las puertas al siguiente argumento:cuando una ilusión, o un engaño, o unembeleso producen los mismos efectosque los objetos reales, entonces sonreales. Para Ixión aquella nube fue Hera,

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tanto por su goce como por sus hijos ysu castigo.

Una leyenda más rigurosa hubierahecho ilusorias las consecuencias delacto. Pero ese rigor hubiera privado aesta historia de su más alto sentidopoético.

El ingeniero Bruno Ferrantes sehabía vuelto loco en diciembre de 1963,cuando extravió un billete premiado.

En realidad, su conducta eravulgarmente razonable, salvo por Adela,su novia imaginaria. El ingeniero iba alas confiterías perfectamente solo, pedíados copetines y charlaba con una silla

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vacía. Pagaba entradas superfluas en losteatros, compraba fiambre de más ysorprendía a los bailarines del salón LaArgentina con solitarios pasos de tango.

Un día, Ferrantes empezó a pasearen silencio y con las manos en elbolsillo. Los vecinos conjeturaron quehabía egresado de la demencia. Sinembargo, Ferrantes le confesó a un mozodel Imperio de Chacarita que Adela lohabía dejado.

Su vida continuó normalmente, perocon una enorme pena. Una pena real quelo acompañó hasta su muerte, ocurridados meses después.

Manuel Mandeb y sus amigos

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estuvieron tentados de encargar un ramode flores con una cinta que dijera«Adela». Pero enseguida seavergonzaron de aquella extravagancia.

De todos modos, al velorio no fuenadie.

Elvira y Ema Carranza eran doshermanas solteronas que vivíanencerradas en una casita de la calleBacacay. Les gustaba presumir de susdolencias e incluso competían entreellas para ver cuál de las dos estaba másenferma.

En algún momento, empezaron acreerse víctimas de alucinaciones. Se

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trataba en verdad de una falsa creencia,pues las hermanas percibían los objetostal como eran. Sin embargo,desconfiaban del carácter real de todocuanto las rodeaba. Así, empezaban alos gritos al encontrarse con un simpleperchero, en la certeza de que se tratabade la creación de una mente al borde delcolapso.

Frecuentemente se deshacían demuebles, libros y adornos que daban porimaginarios. Los vecinos solíaninspeccionarles la basura para ver sihallaban algún objeto valioso.

Pero hay algo más extraño: cada unade ellas sostenía que la otra era una

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visión.Las discusiones eran muy violentas y

los argumentos se oían desde la esquina.Una mañana, tuvieron la idea de

consultar con Bernardo Salzman, eljugador de dados, que vivía enfrente. Lepreguntaron sin más trámites cuál de lasdos le parecía real. El ruso las miró uninstante y luego declaró en tono molesto:

—Ninguna.Las hermanas Carranza creyeron

desde ese día que Salzman era unaalucinación y dejaron de saludarlo.

El músico Fernando Marzán padecíaalucinaciones sonoras. A veces,

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mientras escuchaba alguna pieza,percibía nítidamente voces, contrapuntoso armonías de violín que no figuraban enla obra.

Cuando dirigía el Coro del HospitalPirovano siempre oía que alguiendesafinaba. Pero aún tomando losrecaudos policiales más minuciosos, noconseguía identificar al culpable.

Enterados de estos trastornos delmaestro, algunos integrantes del coro seequivocaban a propósito e inclusocambiaban la letra, incorporando incisosde la más vulgar grosería.

Marzán tampoco podía templar laguitarra. Según su testimonio, cuando

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uno tensaba las cuerdas de aquelfatídico instrumento, iba de unaafinación demasiado baja a unademasiado alta sin pasar jamás por elpunto justo.

Una noche, un ángel se le presentóen sueños y le reveló una hermosa obrapara piano. Marzán tuvo la suerte dedespertar enseguida, lo que le permitióanotar aquella música del modo másprolijo. Más tarde, sus amigos nodudaron en considerarla el tango Másallá de Joaquín Mora.

Fernando Marzán era un pianistaprodigioso, pero abandonó su carreraporque razonó que todos los malos

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músicos son víctimas de alucinacionessonoras: oyen un do donde suena un mi;perciben lo horroroso como sublime; seconmueven ante lo vulgar; sonindiferentes a cualquier genialidad.

CORO

La ley,la rigurosa leyque impide la destrucción

del mundose escribe así:Toda sensación es

verdadera.(Ahora sé que me amaron.)

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C

ASTRÓLOGOS

omo todos sabemos, ManuelMandeb, el polígrafo de Flores,

había sido abandonado por la bellísimaBeatriz Velarde. La pena le durósiempre pero el hombre resolvióabstenerse de todo suicidio. También seabstuvo de escribir poemas, de comentarel asunto con sus amigos y, ciertamente,de fastidiar a Beatriz Velarde con supresencia. Sin embargo, se atrevió aesperar en secreto, sin permitirse acciónalguna pero sin resignarse a dar elasunto por terminado.

Una tarde le contaron que el

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astrólogo Apolonio Cordero adivinabael futuro y, más aún, tenía el don deestablecer la posibilidad oimposibilidad de un romance. Con unasimple fotografía, Apolonio estaba encondiciones de dictaminar si la personaretratada se iba a entreverar o no con elconsultante.

Lo malo era que Mandeb tenía unapobre opinión de los hechiceros, lasbrujas, los videntes y los tarotistas.Pensaba que todos ellos eran simplescharlatanes y siempre se había negado asometerse a cualquier clase de atenciónmágica. Pero tantos años de tristezamuda lo impulsaron a acercarse al

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consultorio de la calle Bolivia, donde elastrólogo atendía del modo másaparatoso. La consulta no fue muyimpresionante. Apolonio lo limpió demalas influencias con unos pases demanos. Después le tiró las cartas yjuntos arribaron a la conclusión de queBeatriz Velarde era la sota de copas. Elvidente le explicó a Mandeb que debíaponerse contento de que no hubieraaparecido tras cartón el tres de espadasy sí el caballo de oros que indicaba laposibilidad de un triunfo. Como notóque Mandeb no daba muestras de mayorentusiasmo, Apolonio le dijo que casi nopodía aspirarse a una baraja mejor. Sin

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embargo, al rato las cartas se tornaronadversas y el tallador informóconfidencialmente a Mandeb que eramuy probable que Beatriz Velardeanduviera con otro. El polígrafo,malhumorado, respondió que no eranecesario ser adivino para formularaquella conjetura. Acto continuo, pagóla consulta y se fue.

En los días siguientes, anduvocoleccionando argumentos quedemostraran la incompetencia de losblacamanes en general y de Apolonio enparticular.

Dos meses después, en lapeluquería, oyó hablar del ruso Dimitri,

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un señor que tenía poderes de todaíndole y que recibía en sueños la visitaanticipada del porvenir. Mandeb sesometió a esta segunda opinión unsábado por la tarde.

El ruso confirmó el diagnóstico deApolonio después de enterarse de queMandeb había nacido a las once de lamañana.

Antes de despedirlo, a modo deconsuelo, Dimitri pronosticó viajes,distinciones y prosperidades. Manueldeclaró que aquellos dones eran para élla mala suerte y salió dando un portazo.

A partir de entonces, comenzó unainterminable peregrinación de hechicero

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en hechicero.El que más le gustó fue el tuerto

Barale, un hombre austero que selimitaba a profetizar poniéndose lasmanos sobre los ojos. El tuerto juró queBeatriz aún pensaba en Mandeb, perounas fuerzas extrañas se oponían. Hablóde la envidia de unos vecinos, de amigasque influían en las decisiones de ella yde planetas que se obstinaban en órbitastales que venían a joder enteramenteaquel romance. El enamorado escuchabaaburridísimo, hasta que algo le interesó.Barale prometió que todo cambiaríacuando un chingolo diera saltos sobre unretrato de Adolphe Menjou. Mandeb

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pidió inmediatamente al tuerto que leexplicara qué clase de determinismo erael que vinculaba los saltos de unpajarito y las preferencias amorosas deBeatriz. Barale se excusó diciendo queél era adivino y no epistemólogo. No leresultó sencillo al polígrafo de Floreshacerse de una foto del actor francésAdolphe Menjou. El mismo astrólogo leconsiguió una vieja tapa de Radiolandiaque fue a parar a un balconcito,aprisionada entre dos latas de malvones.

Los meses siguientes sóloconsistieron en la tediosa espera de unchingolo. Debe decirse en este mismomomento que estos pájaros baguales han

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sido espantados por el ferrocarril y elruido de las ciudades, de modo que sunúmero es muy escaso.

Unos meses más tarde, Mandebvolvió a consultar al tuerto Barale parapreguntarle si la expresión «cuandoaparezca un chingolo» era literal ometafórica. El hechicero contestó quetoda revelación es metafórica, pero lotranquilizó jurándole que, al menos,podía estar seguro de que no se tratabade una expresión como «cuando lossapos críen cola» u otras vulgaridadespor el estilo.

Renovada su fe, Manuel Mandeb sesentaba cada tarde frente a su ventana.

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Se había hecho experto en elreconocimiento de toda clase de avesurbanas como el gorrión, el mixto, eljilguero, el cabecita negra, el tordo yotros bicharracos. Se hizo suscriptor dealgunas revistas ornitológicas para queel instante de su dicha amorosa fueseestablecido sin lugar a ninguna duda.Averiguó cuáles eran las semillaspreferidas del chingolo para tentarloadecuadamente. Cada vez salía menos.Cuando alguien llamaba a su puerta sefastidiaba y atendía a sus visitantes sindejar de mirar la ventana.

Cada tanto, volvía al consultorio deltuerto para formular quejas impacientes.

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En una ocasión preguntó si no eraposible cambiar de pájaro ante laescasez de chingolos. El brujorespondió irónicamente que tambiénpodía pensarse en sustituir a BeatrizVelarde por otra dama mejor dispuesta.

El polígrafo de Flores fue razonandoque una espera demasiado larga eraindigna. Enojado por la dilación a queera sometido, resolvió hacer una últimavisita de reclamo al tuerto Barale. Lorecibió la mujer. Con palabras groserasle informó que el adivino se habíaescapado con una prestidigitadorachilena. Le dijo además que su maridoera un mentiroso y un farsante y que

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había que ser muy estúpido para creeren él.

El retrato de Adolphe Menjou se fuedestiñendo a causa del sol y la llovizna.Mucho tiempo después, un chingolosaltó sobre él. Pero ya era tarde.Mandeb no alcanzó a verlo pues habíadejado de prestar atención almovimiento de los pájaros en suventana.

Una noche, el poeta Jorge Allen lerecomendó un nuevo nigromante que sehabía instalado en la calle Morón.Mandeb corrió a visitarlo y se hizo tirarlas cartas. No salieron ni la sota de copani el caballo de oros. Después, Mandeb

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le mostró la foto de la mujer que lohacía penar.

Ya no era la foto de Beatriz Velarde.

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E

EL BAR VIII

l Hombre Sabio se sentó ensilencio. El loro dijo:

—El amor es una puerta yun beso es la llave. Eso explicael fervor amoroso de todos losparroquianos. Y el carácterefímero de todos los romances.Aquí nos amamos a paso debúsqueda. Sólo nos detenemos amirar al otro el tiempoindispensable para saber queno es el que buscábamos. Sinembargo, cada elección

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incorrecta refuerza laesperanza del amantedesengañado.

El secreto está en nocomprender, en no advertir queno importa cómo se repartan lasparejas. Ningún amor está porencima de los demás y todas lasllaves están falseadas. Peroconviene no saberlo.

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U

SOGAS

na tarde, en la ciudad deKapilavastu, donde transcurrió su

infancia y su juventud, SiddhárthaGáutama enfatizó uno de sus sermonescon una demostración de sus poderesmilagrosos: lanzó hacia lo alto unacuerda, que se sostuvo sola. Luego trepópor ella hasta desaparecer en las alturas.Fuera de la vista de sus discípulosdividió su cuerpo en pedazos, que dejócaer al suelo. Finalmente, los fragmentosse recompusieron y el Buda, enterito,sonrió a los pasmados espectadores.

En realidad, se trataba de un milagro

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muy usual en la magia tradicional de laIndia. Los faquires y sus discípulos lorealizaban en todas las ciudades, conligeras variantes. Algunos utilizabanhilos delgadísimos, casi invisibles.Otros prendían fuego a la cuerda. Lamayoría prefería dejar los riesgos de laelevación y el desmembramiento a losayudantes, mientras ellos permanecían alpie de la soga tocando la flauta oconversando a la muchedumbre.

Durante los siglos VIII y IX, todoslos que viajaban a la India dabantestimonio de aquellas maniobras. IbnBatuta advirtió que sólo era una ilusiónque los faquires producían en los

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testigos. El comentarista judío Simeónben Josef hizo notar que elevarse en elaire y caer despedazado no era másprodigioso que no hacerlo y lograr queotros juraran haberlo visto.

El místico Al Hallaj, un hombre quebuscaba continuamente señales de Dios,viajó a la India para que alguien leenseñara a hacer el milagro de lacuerda. Cuando llegó, le contaron quehabía una mujer que podía revelarle elsecreto. Al Hallaj se encontró con ellaen la orilla del mar. La mujer lanzó alaire una cuerda con nudos y trepó hastadesaparecer. Después, tiró de la soga ydejó al místico en completa soledad. La

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mujer no bajó jamás. Desde entonces, AlHallaj ya no esperó señales de Diossino de aquella dama. Pasaba díasenteros mirando al cielo, por si unacuerda se descolgaba. A veces, arrojabaél mismo sogas al aire que, sinengancharse en ningún sitio, caíanpesadamente sobre su cabeza.

Según las creencias arcaicas de laIndia y el Tíbet, hace mucho tiempo elcielo y la tierra estaban comunicados.Los dioses bajaban con frecuencia y losreyes, después de haber cumplido susmisiones terrenales, ascendían pormedio de sogas, árboles, escaleras omontañas. Pero hubo una catástrofe: la

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caída, que es común a tantascivilizaciones. Aquel cataclismomodificó la estructura del cosmos y lacondición humana: la comunicaciónentre la tierra y el cielo se cortó y elhombre se hizo mortal. Su cuerpo seseparó de su alma.

Después de aquel episodio, sóloalgunos seres privilegiados —como loshechiceros y los religiosos— pudieronsubir al cielo gracias al milagro de lacuerda.

Un sabio de la Antigüedad, llamadoJáimini, desplegaba su cuerda hacia lasalturas y luego, en lugar de elevarse,recibía a una criatura celestial que

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descendía de entre las nubes. Losglosadores posteriores consideran estemilagro muy superior al clásico ascensodel hechicero, toda vez que el reciénllegado puede aportar noticias odescripciones de un mundo superior queno conocemos.

El faquir de Flores DevendranáthBaccaro realizaba en los teatros unnúmero que consistía precisamente entrepar por una gruesa soga de cáñamoque previamente se elevaba a los sonesde una ocarina.

Los asistentes no dejaban de advertirque la cuerda ascendía tirada desde lasalturas por un hilo delgado y

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transparente que iban enrollando unosempleados desde la parrilla. Intuíantambién que la punta de la soga secolgaba de un gancho y que el faquir nollegaba al cielo, sino apenas a unandamio oculto tras los volados deltelón. Sin embargo, todos aplaudían yése era el verdadero prodigio.

Devendranáth explicaba que unasoga, un hilo, un cordel, es metáfora delo religioso, de lo que está ligado, de loque no está solo. El acto de la cuerda esun intento de unirse con Dios y tambiéncon los otros hombres. Pero es evidenteque para lograr unos pocos instantes decomunión, hace falta un milagro. Casi

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nadie puede subir por la soga, casi nadiepuede ser entendido.

Los discípulos del faquir no leprestaban mucha atención y leaconsejaban que reemplazara aquelnúmero por una cama de clavos o laingestión de un sable.

En la India, las imágenes del hilo, dela ligadura y del tejido expresan almismo tiempo el privilegio de estarunido a Dios y la tragedia de lapredestinación.

Entre los hinduistas, el demonioVritra y el antiguo dios Váruna erandueños de los nudos y estabanencargados de mantener sujetos a los

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muertos. Tal como en los afanes griegosde las parcas, vivir equivalía a sertejido por los dioses. Pero en la Indiaesa trama no se detenía con la muertedel individuo, sino que prolongaba susdiseños saltando de vida en vida.

El maestro y calígrafo VáliabhaRadhakrishnan jura que, cerca de lasruinas de Kusumapura, hay centenaresde sogas enhiestas que apuntan hacia elcielo esperando que algún caminantequiera subir por ellas. Pero los hombresno ven, o no entienden su significado, ohan perdido la fe en los milagros.

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E

SOLES CHINOS

n algunas regiones de la China secreía que una divinidad llamada Xi

He había engendrado diez hijos, queeran diez soles. Conforme a lasdisposiciones del Soberano del Mundo,los hermanos se turnaban en laimportante tarea de iluminar a loshombres, favorecer el crecimiento de lasplantas y establecer la duración de lasjornadas.

Los soles descansaban en la regiónde Tanggu, junto a un estanque quemarcaba el punto más oriental delUniverso. Los hermanos acostumbraban

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a bañarse en aquellas aguas que, por esarazón, se mantenían siempre calientes.

Junto al estanque, se alzaba el árbolllamado Fu Sang, que según se calculatenía una altura de varios miles demetros y cuyo tronco sólo podía serabarcado con los brazos unidos de milpersonas.[5] Cada hermano habíaelegido una rama para su descanso.

Pero los soles se aburrieron deaquel régimen y de las largas esperas.Pensaron entonces en salir todos juntoscada mañana y corretear por los cielos,formando grupos e inventando juegos.

Al día siguiente, los diez hermanosabandonaron el estanque de Tanggu y

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trastornaron las disposiciones delSoberano del Cielo. La Tierra secalcinó.[6] Ningún objeto pudoproyectar sombra. Los ríos se secaron,los campos se incendiaron y loshombres tuvieron que correr a refugiarseen el fondo de las cavernas.

El emperador Yao era un hombrevirtuoso que vivía humildemente en unacabaña rústica. Yao ordenó a los solessupernumerarios que abandonaran elcielo, pero su orden fue desoída.

Entonces, el Soberano del Cielodecidió intervenir. Convocó deinmediato a Hou Yi, el héroe celestial yle dijo las siguientes palabras:

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—Los hijos de Xi He hantraicionado mi voluntad y hacen alardede su poder en la altura. Toma este arcorojo y estas diez flechas blancas ycastígalos.

Hou Yi descendió a la Tierra y allípudo apreciar las calamidadesproducidas por los diez hermanos y elsufrimiento del pueblo. Lleno de furor,Hou Yi le lanzó una flecha a uno de lossoles. Hubo una gigantesca explosión yluego se vio caer una bola encendida.Los demás soles trataron de huir, peroHou Yi los fue derribando uno a uno.

Cuando preparaba su flecha parabajar al último, intervino el sabio

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emperador y le pidió que lo dejara,después de explicarle las ventajas de unsol único y previsible.[7]

El héroe guardó sus armas y semarchó a buscar otras aventuras.

En algunas regiones de la China seniega la gesta de Hou Yi y se sostiene lacosmología original de diez solesdistintos y sucesivos.

También puede pensarse que cadasol es diferente, que todos los díasamanece un astro recién nacido. Nada serepite, nadie regresará.

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D

SOMBRAS

iscutir la relación entre un cuerpoy la sombra que proyecta es un

asunto menos relacionado con la físicaque con la magia y la poesía.

Los hechiceros más ortodoxostienden a considerar a la sombra comouna prolongación del ser, de suerte quecualquier daño que se viniera a causaren ella afectaría directamente lacorporeidad.

El filósofo y asceta Sankaraabandonó el mundo a los ocho años yempezó a recorrer la India tratando derestaurar el hinduismo frente al avance

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de los budistas. Cuentan que habiendodiscutido con el Gran Lama, tuvo laocurrencia de enfatizar sus argumentoslevantando vuelo. El Lama percibió lasombra de Sankara arrugándose en lasdesigualdades del terreno y clavó sucuchillo en ella. El maestro Sankara,achurado, cayó muerto al suelo.

En los funerales de la China, cuandollegaba el momento de cerrar el féretro,todos se alejaban unos cuantos pasos y,de ser posible, pasaban a otrahabitación. Se pensaba que si unasombra quedaba atrapada por la tapa delataúd, la salud de su titular declinaríadramáticamente.

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En Arabia aseguraban que cuandouna hiena pisaba una sombra humana, lapersona quedaba petrificada.

La sombra de una cosa ya es la cosa.Pero también es su fantasma, su versiónimperfecta, su borrador, su estadodecadente.

Los Brujos de Chiclana, después deaños de paciente ejercicio de lassombras chinescas, llegaron a percibiralgunos casos que señalaron comoprodigiosos.

El ingeniero Domingo P. Bonfantetenía la sombra retrasada, de tal maneraque sus acciones se proyectaban en elsuelo y en las paredes unos diez minutos

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después de haber sucedido.Se trata de un caso mucho más

dramático que el de los caballos sinsombra de las cuchillas orientales, quepresentan esta anomalía a causa de suenorme rapidez.

Mucho más interesante es elfenómeno inverso, la sombra que seadelanta a los acontecimientos. Laspersonas que realizan esta clase deproyección están, naturalmente, encondiciones de profetizar.

Debemos reconocer, sin embargo,que no se trata de asuntos muycorrientes. La enorme mayoría de loshombres apenas si puede percibir la

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sombra de lo que está haciendo en esemomento. Pero aun en los vulgares casosde simultaneidad puede encontrarsealguna heterodoxia: Manuel Mandebaseguraba que su cuerpo seguía a susombra. La distinción no es temporalsino lógica. Para Mandeb, su sombradecidía y su cuerpo obedecíaservilmente. Más aún, el pensador deFlores creía que a todos les pasaba lomismo, pero que casi nadie tenía lacapacidad de establecer el lugar del queprovenían sus decisiones.

La separación de cuerpos y sombrases un asunto literario de relativo éxitocuyo punto culminante es la figura de

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Peter Pan. Pero si es raro que un hombrebusque su sombra, mucho más exótico esencontrar una sombra en busca de sucuerpo. Cerca de los baños del bar LaAcademia, hay una solitaria oscuridadsentada que anda rastreando a alguien.No tiene el menor dato sobre lo quebusca ni sobre lo que es.

Los mozos suelen confundirse alseñalarla y los poetas billaristas quecunden en ese lugar afirman que todossomos esa oscuridad.

El guerrero Tukaitawa tenía unpoder directamente proporcional a lalongitud de su sombra. Amanecíainvencible y se debilitaba

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progresivamente hasta el mediodía,momento en que quedaba exánime.Después, a la tardecita, su fuerza volvíaa crecer. Nadie explica lo que sucedía ala noche, tal vez para evitar unverdadero caos de fortalezas yflojedades entreveradas. Alguiendescubrió el secreto del vigor deTukaitawa y lo mató con el sol en lo másalto.

Los Brujos de Chiclana juran que lasombra del pájaro que se llama saviárestituye a los hombres provectos elentusiasmo venéreo. Sólo hay que correrbajo la sombra del pájaro en vuelo, sinque ninguna parte del cuerpo quede

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expuesta al sol. No es un asunto fácil, yaque el saviá es un ave pequeña y veloz.Además, hay que cuidarse mucho de noconfundirlo con el benteveo, que segúntodos sabemos, produce un efectoexactamente opuesto.

El que pisa la sombra de la estatuade Florencio Sánchez atrae sobre sí unacredulidad patológica que lo convierteen víctima de los gandules del barrio.

Se dice que un cierto duraznero deSáenz Peña produce unos frutos cuyasombra puede comerse. Los Brujosprevienen sobre la necesidad deasegurarse de no comer la sombra deduraznos verdes, que causan penurias

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que van desde el desengaño amorosohasta el apurón digestivo.

Si alguien se acuesta desnudo a lasombra de la señora Herminda C. deFitz, será casi inevitable que su cuerpose coloque en disposición lujuriosa.

El músico Ivés Castagnino hainsistido en que ciertas músicasproyectan sombra. Algunos han queridover en esta animación una astuta alegoríade la armonía y el contrapunto. Sinembargo, Castagnino aseguraba a susdiscípulos que si uno cantaba con fe, eraposible protegerse del solazo de enerobajo el fresquito benéfico del estilo Eltirador plateado.

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Se cree en algunos cafetines que lassombras de las novias fugitivas suelenregresar a sus antiguos amores. Algunospiensan que estos regresos parciales sonanticipos de la reanudación total deltráfico afectivo. Otros conjeturan que enestos casos la sombra es símbolo de lascenizas, de los restos, del oscuroexcipiente del fuego amoroso. Unanoche de mayo, se presentó en la piezade Manuel Mandeb la sombra de sunovia Beatriz Velarde, que lo habíaabandonado, según se dice, en otra vidao en el mismo momento de nacer, ya queMandeb no recordaba haber vivido unsolo instante que no estuviera teñido de

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pesar por la ausencia de Beatriz.La sombra se hizo repetir antiguas

confesiones, lloró un rato y luegoadmitió que una Beatriz Velarde contantey sonante se hallaba en ese mismomomento en compañía de otro señor.Después, enfatizó el poder poético delos recuerdos, la dignidad de lo caduco,la perfección de lo que no está.

Mandeb, con un pretexto cualquiera,fue hasta el patio y después de saltarunos alambrados pudo escapar a todavelocidad por el terreno de un vecino.No volvió a su casa hasta varios díasdespués. La sombra ya se había ido.

El gigante Gorrindo, como se sabe,

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arrebata la sombra de los peregrinoscortándolas con un facón luminoso.Otros ladrones de sombras son losEnanos Pelirrojos. Según la leyenda,estos diminutos seres roban fragmentosde sombras. Lo hacen del modo másimpune, pues casi nadie tiene elescrúpulo de comprobar periódicamenteque su sombra esté completa. Losenanos van guardando estos retazos enuna enorme cueva subterránea cuyoemplazamiento se discute. En el final delos tiempos, que no está lejano, losenanos zurcirán los fragmentos robadosy producirán una larga y extensa nocheen la que ocurrirán toda clase de

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desgracias.Los perversos Pelirrojos ven

facilitada su tarea cuando una sombrapresenta regiones peninsulares. Así, laspersonas que llevan objetos en la manoo sombreros puntiagudos o bufandas alviento, no hacen más que acercar el findel mundo.

Pero la revelación más siniestra delos Brujos se escribe así: nuestrodestino es convertirnos en nuestrapropia sombra. El universo se vaensombreciendo a cada instante.Nuestros cuerpos de tres dimensionesserán cada vez más insignificantes y, encambio, crecerán nuestras proyecciones

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oscuras. Al cabo, no habrá en Flores nien ninguna otra parte, otra cosa quesombras.

Para algunos, ese día ya ha llegado.En ciertas cuadras de la calleMembrillar ya viven únicamentesombras, cada vez más tenues, cada vezmenos perceptibles, arrastrándose haciala ausencia absoluta.

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E

LA CONVERSIÓNDE LOS DESCREÍDOS

ntre tantos amoríos como tuvo, elpoeta Jorge Allen solía encontrarse

con Adriana, una muchacha silenciosa yapasionada, con amplia vocación declandestinidad. Ella jamásproporcionaba ninguna clase deinformación mundana. Allen nunca suposu apellido, ni conoció a ninguna de susamistades. Tales lejanías entusiasmaronal poeta, de modo que sus citas sehicieron cada vez más frecuentes. Perono puso en ellas más que una pasión

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violenta. No sentía celos ni interés porlo que Adriana hiciera más allá de susencuentros. Él creía saber que ellaestaba de novia con un escribano o talvez con un esgrimista.

Una noche cualquiera, la hermosamuchacha le dijo:

—A partir de ahora nos veremosmenos. Tengo un novio.

Allen no se alarmó. Pero lo ciertofue que jamás volvieron a verse. Cuandocomprendió el carácter definitivo deaquel abandono, el poeta reparó en unastristezas nuevas, que no habíaexperimentado nunca, ni siquiera ante laausencia de sus novias más clásicas. Por

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un instante, sintió la tentación deescribirle o de llamarla por teléfonopara revelarle un amor que nunca sehabía verbalizado. Pero no lo hizo.Largos años de sabiduría amorosa ledecían que las personas que abandonanno desean oír declaraciones delabandonado. Se dispuso entonces asufrir el silencio sin molestar a nadiecon esperanzas.

Hubiera sido conveniente para estahistoria que Adriana tambiéndescubriera un amor profundo que nohabía podido ser percibido entre losapurones del furor erótico. Tal cosa nosucedió. Nadie supo más de ella. Jorge

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Allen era poco propenso a laconfidencia. Sin embargo, un añodespués, aburrido por el retraso de unostrenes, le contó a Manuel Mandeb lospormenores de su desventura. Mandebse subió a uno de los bancos de laestación y gritó:

—¡Milagro, milagro!Después abrazó a Allen y le dijo:—Hasta hoy no poseía la fe, pero al

oír esta historia, he comprendido que esinevitable que el cielo exista o quevolvamos a nacer de algún modo. Hacefalta otra vida, amigo Allen, sólo paraque esta mujer sepa que ha sido amadade un modo irrenunciable por el hombre

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menos constante. No hay nada superfluoen el universo. Y una pasión como lasuya no puede incendiarse sola, sinproducir consecuencias, sin que secaigan algunos imperios. Esta noche,cuando llegue a su casa, vayaescribiendo un poema. No cometa latorpeza de buscarla para entregárselo.Guárdelo para el día en que todos nosencontremos otra vez. Eso sí, recuerdeque ella tampoco lo amará en esa nuevaexistencia. Seguramente, encontrará unparaíso junto al escribano o alesgrimista. Usted sufrirá, en esta y entodas las vidas. Pero piense que, graciasa ese sufrimiento, hemos venido a saber

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que el mundo tiene un sentido.En ese momento llegó el tren y los

amigos ya no volvieron a hablar delasunto. Jorge Allen sólo escribió unalínea del poema:

Por dentro y por fuera, tucabeza ardía...

Manuel Mandeb mantuvo su fe hastaunos meses más tarde, cuando otrosamores y otros desengaños lo hicieronregresar a su viejo escepticismo.

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E

OJOS

l pensamiento de los siglos XV yXVI giraba alrededor de la

semejanza. Allí donde las cosas separecían, era posible descifrar algunaley de la naturaleza. En la filosofía, enla cosmología, en la física y en todas lasciencias, existía una complicada red desimilitudes que todo pensador debíatener en cuenta. En aquel entonces, casino podía mencionarse una cosa sin queotra resonara por simpatía. El universoera un enorme jeroglífico.

Los oculistas de hoy profesanconvicciones prácticas, aunque banales,

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acerca de lo que es un ojo. Loscabalistas, en cambio, aseguraban que elglobo ocular se componía de diez partesque correspondían a las dieznumeraciones o sephiroth. Losalquimistas hablaban de un Ojo delMundo, que en cierto modo lo creaba yque acaso era el mundo mismo. Lapupila de aquel ojo cósmicosimbolizaba el caos macroscópico delos cuatro elementos y el nervio ópticorepresentaba nada menos que el tetráktyspitagórico. Robert Fludd aseguraba queel ojo humano estaba hecho a imagen deluniverso y que los colores estaban en ély no fuera.

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La formidable potencia simbólica ymágica del ojo encuentra eco encentenares de historias referidas a ojoso miradas prodigiosas que tuvieronorigen en la Antigüedad clásica o en laEdad Media. Mirar a la GorgonaMedusa era volverse piedra, que es elpeor destino posible. Menos cruel, elBasilisco apenas si mata. Y la muerte espreferible a la petrificación, quepresupone la conciencia. El petrificadopiensa, odia, ama y desea, pero suspasiones no tienen efecto ni siquierasobre su cuerpo.

Medusa era la menor de treshermanas.

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Las dos mayores, Esteno y Euríale,eran inmortales. Ella no.

Vivían en el extremo occidente, muycerca del Reino de los Muertos.

El aspecto de Medusa eraconvenientemente horrible. Su cabelleraera un nido de serpientes, teníacolmillos de jabalí, manos de bronce yalas de oro que le garantizaban el másrápido de los vuelos.

El héroe Perseo se comprometió adecapitarla, según dicen algunos, paracompadrear ante el rey Polidectes que,harto de jactanciosos, lo obligó acumplir su promesa y le exigió ademásque le trajera como obsequio la cabeza

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de Medusa.Perseo debió marchar a enfrentarse

con un enemigo al que ni siquiera podríamirar. Hermes y Atenea acudieron en suayuda. Le señalaron el camino que lollevaría a conseguir unas sandaliasaladas —que eran el símbolo delpensamiento poético— el casco deHades, precursor del yelmo deMambrinus que utilizó Don Quijote, yuna bolsa llamada kibisis, para guardarla cabeza del monstruo durante el largoviaje de regreso. Además, Ateneapreparó un escudo de bronce pulido amodo de espejo.

La combinación de estas armas

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mágicas resultó fatal para la Gorgona.Perseo la decapitó, aunque muchosprefieren pensar que Medusa murió alverse en el espejo. Sus ojos fueronfatales también para ella misma.

En el barrio de Flores, todos sabíanque los ojos del licenciado AtilioBerdiales impedían las generalas y, adecir verdad, cualquier jugadaventurosa. Conocedor de su propiacondición maléfica, Berdiales se hacíapagar algún dinero para retirarse de lastimbas.

El perceptivo Argos tenía centenaresde ojos, distribuidos por todo el cuerpo.

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Cuando dormía, la mitad de ellospermanecían abiertos, rasgo que inclinósu vocación hacia profesionesvigilantes.

Menos afortunadas, las Grayas, treshermanas que habían nacido viejas,tenían un solo ojo en cuyo uso seturnaban, con las dificultades quecualquiera puede imaginar. Perseoaprovechó el instante ciego delintercambio para apoderarse del ojo yexigirles información como rescate.

Cuentan los hombres sabios que elnoble Abdel Al Hasim, valiente oficialque acompañó a Simbad en algunos de

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sus viajes, perdió un ojo durante unfrustrado abordaje a un barco pirata enel Mar Rojo.

Lo curioso es que el ojo, mezcladoentre las inconstantes pertenencias delos piratas, seguía viendo. Abdel recibíalas imágenes captadas con la mayornitidez. Concibió entonces la idea de iren busca de aquel órgano tanperseverante, aprovechando los indiciosque éste le proporcionaba. Pero, enverdad, los registros visuales ayudabanbien poco, pues es muy difícil que unojo a merced de la casualidad tenga lasuerte de captar los pocos detallestípicos que diferencian a un pueblo de

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otro.De todos modos, Abdel Al Hasim

empezó a recorrer la interminable rutade los piratas. A partir de cierto día, lavisión del ojo se detuvo en una paredamarilla, frente a la cual pasaba cadatanto algún caminante.

Aunque la quietud del ojo lotranquilizó un poco, el noble Abdelvivía atormentado por la posibilidad deque fuera destruido. Por lo demás, suvisión era peor que la de un tuerto, yaque coexistían en él las imágenes de loque veía en la vida diaria y aquellaimperturbable pared amarilla.

Pasaron los años, Abdel Al Hasim

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navegó junto a los traficantes de seda,recorrió las costas de Malabar, visitó elcuerno del África y llegó a Calcuta en elaño 104 del Profeta.

La pared amarilla se había idodescascarando y el hombre también. Yacasi a las puertas de su ancianidad,dobló una esquina en el barrio de lostintoreros y después de recorrer un cortotrecho vio su propia cara entre loscaminantes de aquel callejón. Se diovuelta y vio esta vez con los dos ojos lapared amarilla.

Lo demás fue sencillo: unosmovimientos de aproximación yfinalmente su propia mano callosa

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acercándose hasta oscurecer la mitad desu vista.

Algunas miradas mágicas proveníandel uso de ciertos anteojos. Se dice queel califa Harum Al Raschid usaba unoslentes que le permitían ver únicamente alos hombres justos. Sin embargo, aqueljuicio óptico era tan estricto que elcalifa jamás pudo ver a nadie, de suerteque resolvió deshacerse de los anteojos,pues prefería la traición a la soledad.

En el Tíbet se cree que los hombressabios tienen un tercer ojo, que es el dela clarividencia, o la sabiduría, o lasuperstición refinada. El maestro zen

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Tan-yuan Ying-chen, que fue servidordel maestro nacional Chung, señaló (ose olvidó de señalar) la conveniencia dedesconfiar del ojo.

Sus discípulos juraban que la vistaera el instrumento principal del engañocósmico. El mundo no es como lovemos. El ojo cambia los colores, lasformas y los movimientos. La jovenbella que nos seduce es acaso undemonio horripilante. La anciana quelava ropa en el río bien podría ser undragón. El río es tal vez un arco iris y elarco iris, un pájaro negro y opaco.

Jamás sabremos cómo es eluniverso. El resto de nuestros sentidos y

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el idioma contribuyen a completar estesueño de falsas apariencias que esnuestra percepción. Cuanto menossabemos, menos nos hundimos en elerror. Cuanto menos vemos, más cercaestamos de la verdad inconcebible.

Los adeptos de una rama herética deesta doctrina tenían por costumbrearrancarse los ojos para no engañarse.Hombres astutos del Japón han señaladoque tal vez lo que ellos creían que eransus ojos era otra cosa imposible desospechar.

Mientras los maestros relatan estashistorias con fines didácticos, losalumnos perciben significados diferentes

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y tal vez no ven maestros sino árboles,cerdos o miliarios de piedra erigidospor un antiguo emperador.

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A

ÓRDENES

lí Ben Moussar, príncipesubalterno de la región del

Turquestán, se negó a aceptar el tributoimpuesto a sus dominios por el emirAbdel Al Rasan. Enterado de lanegativa, el emir envió un batallón paraque hiciera prisionero al príncipe y loencarcelara. Las distancias eranenormes y las dificultades del caminocasi invencibles, pero las órdenes de unemir son más poderosas que las leyes dela naturaleza. El batallón padecióenormes penurias y se demoró meses, oquizás años, extraviado en los

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implacables desiertos cercanos al MarCaspio.

Mientras tanto, el príncipe Alí BenMoussar, aliado con otros caudillosregionales, alcanzó a establecer unliderazgo político sobre la región y seinstaló como regente en Basora. Paraproteger su flamante poder, mandó aencarcelar a sus principales enemigos,entre los que estaba Abdel Al Rasan. Nofue sencillo reducir al emir. Apoyadopor un grupo de fieles guerreros, resistiótenazmente en las inmediaciones dePalmira. Pero las órdenes de un regenteson inapelables. Con un alto costo desangre, Abdel Al Rasan fue detenido y

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confinado en la remota prisión deTammur, cuyos carceleros jamáspreguntan quiénes son los prisioneros.

Algún tiempo después, los hombresdel califa Omar desalojaron al príncipeAlí Ben Moussar y lo obligaron aregresar a sus tierras del Turquestán. Enel camino, fue interceptado por elrezagado batallón del emir, que no habíaolvidado sus instrucciones. Lossoldados de Abdel Al Rasan hicieronprisionero al príncipe y lo encerraron enla remota prisión de Tammur, cuyoscarceleros jamás preguntan.

Pasaron meses o años. Según latradición, quiso el destino que el

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príncipe Alí Ben Moussar y el emirAbdel Al Rasan vinieran a dar un día ala misma celda. Estuvieron juntos muchotiempo. Los dos se habían vueltotaciturnos. Al cabo de cuatro años, cadauno supo que estaba en prisión pororden del otro. Por un momento,pensaron en olvidar sus diferencias yconvenir una revocación que los pusieraa ambos en libertad.

Pero las órdenes de los emires y delos príncipes son más fuertes que losemires y los príncipes. El carcelero lesdijo:

—Cada gesto de nuestra voluntadnos esclaviza. Cada deseo cumplido es

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una cadena. Cada orden que damos hacecaer su peso sobre nosotros mismos.

Los hombres jamás salieron de laprisión de Tammur. Con el tiempo,fueron olvidando los pormenores de suenemistad. Muchas veces fueroncambiados de celda y de compañero, demodo que, al final de sus vidas,acusaban de su cautiverio a personasequivocadas.

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L

OLVIDO

a isla de Léucade, en el mar Jónico,tiene una punta altísima y escarpada

que penetra en el mar y se interrumpeabruptamente formando un abismo queproduce vértigo.

En la antigüedad, los enamorados nocorrespondidos acudían a ese sitio parabuscar remedio a su pena. Según laleyenda, era necesario arrojarse al mardesde aquel promontorio. El salto eratan peligroso que muchos morían. Peroel que tenía la suerte de sobrevivirolvidaba todos sus pesares. Algunospescadores del lugar se ganaban la vida

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rescatando de las aguas a quienes nomorían. Por esa tarea cobraban una sumamodesta.

En tiempos posteriores, se construyóun templo de Apolo. Antes de saltar, losenamorados sacrificaban un animal paraque el dios hiciera suave su caída.

Los mitógrafos explican que lasvirtudes de la roca fueron descubiertaspor el mismo Zeus. El príncipe delOlimpo, desolado por el rechazo de unaninfa, pasó largas horas sentado enaquella cumbre hasta que advirtió que unsaludable desinterés se apoderaba de sucorazón. Olvidada la pena y también sucausa, Zeus regresó a su palacio y

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recomendó a los otros dioses pasar porLéucade cuando anduvieran necesitadosde olvido.

Apolo escuchó con atención aquelconsejo. Tiempo después, cuando fueconsultado por Afrodita, que estabadesesperada por la muerte de su amadoAdonis, no vaciló en conducirla alabismo de Léucade. Siguiendo unainspiración, Apolo aseguró a Afroditaque si se arrojaba a las aguas, el olvidosería inmediato. La diosa obedeció y yano volvió a sufrir por Adonis.

Muchos personajes fueron a buscarolvido en aquel precipicio. Deucalión,hombre inaugural y marido de Pirra; el

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poeta Nicóstrato, rechazado porTetigidea; Carino, que se habíaenamorado de un eunuco de la corte deAntíoco Eupator, rey de Siria.

Dos mujeres célebres saltaron haciael olvido. La primera, Safo de Lesbos.La segunda, la malvada Artemisa, reinade Caria. Esta mujer había sidorechazada por un mancebo llamadoDardano. Para vengarse, Artemisa hizoque le arrancaran los ojos. Más tarde searrepintió. Un oráculo le sugirió que searrojara desde la roca de Léucade paraolvidar su culpa. Ella lo hizo y murió.

El más exitoso de los saltarines fueMaces, un hombre que, por haber sido

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exonerado repetidamente, tuvo quearrojarse al abismo siete veces.

En 1907, el médico argentinoAlberto Gutiérrez Lima oyó hablar delas propiedades de la roca de Léucade.Desde hacía años arrastraba una pena deamor. La señorita Catalina Sureda lohabía abandonado del modo másterminante.

Gutiérrez Lima viajó hasta las islasJónicas, se las ingenió para llegar alpromontorio y pegó el salto con tristedignidad. Ante la ausencia depescadores que lo rescataran, tuvo queganar la costa a nado. Después, regresótrabajosamente adonde había dejado sus

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cosas. Y allí mismo, todavía mojado yen calzoncillos, se pegó un tiro.

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S

MULTA

su-ma Ch'ien es el autor del ShihChi, es decir Notas de los

historiadores, la primera historia globalde la China. Trabajaba como astrólogoimperial y como tal se encargaba decoordinar los actos de su soberano conlos fenómenos de la naturaleza paraevitar terremotos, inundaciones ydesastres de toda índole.

Conforme con una clásica intimidadentre el hombre y el medio ambiente, seaceptaba en la Administración que lossucesos del cosmos estabanrelacionados con las conductas humanas

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y también con el capricho de los dioses.El departamento de astronomíaprocuraba anotar los fenómenosnaturales e interpretar su significado delmodo más favorable a las políticasimperiales. También se encargaba de laregulación del calendario, cuyaaceptación era símbolo de sumisión porparte de los súbditos.

Todas estas actividades eransecretos de estado y la difusión de suspormenores estaba absolutamenteprohibida.

Ssu-ma Ch'ien heredó el cargo de supadre, Ssu-ma T'an.

El Shih Chi fue escrito en forma

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privada, más allá de las obligacionesoficiales, y contiene opinionesheterodoxas que están fuera del rigurosoprotocolo imperial.

En el año 99 AC, el emperador HanWu-ti leyó un memorial de Ssu-maCh'ien acerca de las guerras nómadas yle pareció un poco crítico. Consultó asus secretarios y algunos de ellos —enemigos del historiador—convencieron al Hijo del Cielo de lamala fe de Ssu-ma Ch'ien. Se le hizo unbreve juicio y debió elegir entre pagaruna fuerte multa a la tesorería o sercastrado.

Ssu-ma Ch'ien resolvió evitar el

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empobrecimiento de su familia y eligióla mutilación.

CORO

Para el Estadoque necesita recursos

ilimitadossiempre son más útileslas monedas agujereadasque provienen de las multasque el triste rédito de una

castración.

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E

MUÑECOS

l príncipe Ianos era muy aficionadoa los autómatas, a los muñecos y a

los juguetes mecánicos. En su palaciohabía instalado unos talleres donde elfiel artesano Cirilo fabricaba para élaparatos maravillosos que se movían,hablaban y tocaban música. Ciriloconstruía con la mayor delicadezamecanismos con resortes, máquinas decuerda, molinos y series de engranajescapaces de convertir el fluir de un río enel galope de un caballo de plata.

El príncipe mostraba aquellostesoros a los embajadores y visitantes

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extranjeros que llegaban a la corte.Ianos sentía especial predilección

por unos leones enchapados en oro querugían estruendosamente al tirar de unacuerda. Algunas mujeres se desmayabanal oírlos.

También lo complacían doceguerreros de tamaño natural, queempuñaban unas filosas cimitarras. Erancapaces de marchar y agitar ferozmentesus armas cuando se hacía sonar unaespecie de corno. En los desfiles, estosmuñecos solían acompañar a laverdadera guardia, ante el estupor de lamuchedumbre. En las mañanas, Ciriloles daba cuerda para que presentaran su

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saludo ante el lecho del príncipe.En los aposentos reales nunca

faltaban unos músicos de bronce y papelque soplaban la flauta y tañían la guzla.Al amanecer, un gallo de metaldespertaba a todos los sirvientes. En sucofre más íntimo, Ianos guardaba uncaleidoscopio cuyos astutos cristales secombinaban al girarlo para dejar ver lasfiguras de dos amantes en invariablefornicación.

Fuera de aquel mundo de frívolosasombros, los tiempos eran agitados.Una trama laberíntica de faccionespolíticas y generales ambiciosos habíanvuelto demasiado inestable el trono de

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aquel principado. El asesinato formabaparte de los procedimientos para lasucesión en el poder. Cada usurpacióngeneraba rencores que sólo se aplacabancon nuevos crímenes.

El ministro Mousulis ambicionaba eltrono. Ianos solía humillarlo burlándosede su escasa estatura. El odio se sumó ala codicia. Pero había algo más:Mousulis sentía una pasión violenta porIrene, la bella favorita del príncipe. Aveces, durante los banquetes, ellabailaba brevemente. El ministro siemprecreía ver un gesto de invitación en sudanza y en su mirada.

Mousulis carecía de recursos para

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solventar un ejército. Tuvo queconformarse con una traición de costosmodestos y escaso número departicipantes. Eran apenas trecepersonas: sus doce hermanos y elartesano Cirilo. El pobre hombre, hartode los caprichos y los malos tratos,aceptó algún dinero de Mousulis y sedispuso a colaborar.

El plan era audaz. Se trataba dereemplazar a los soldados mecánicospor los hermanos de Mousulis. Con losdisfraces adecuados circularían por elpalacio sin suscitar sospechas, parallegar hasta los mismos aposentos delpríncipe. Allí, con sus cimitarras,

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matarían a Ianos sin despertarlo.El príncipe fue asesinado. Al recibir

la noticia, Mousulis impartió unasórdenes sanguinarias que le permitieronhacer pie en el mando de las tropas.

Después, buscó a sus hermanos,según dijo, para ofrecerles importantescargos. Los encontró en la posada dondese alojaban. Los doce habían muertoenvenenados y yacían inmóviles en suscatres.

Mousulis declaró entonces que lossoldados mecánicos habían matado alemperador siguiendo órdenes de Cirilo.

Era tal la fe que los cortesanostenían en las construcciones del

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ingeniero oficial que aceptaron aqueldictamen sin objeción. Cirilo fuedecapitado y los muñecos fuerondesarmados y encerradas sus partes ensólidos cofres de hierro.

Libre de compromisos y de testigos,Mousulis se dispuso a gobernar a suantojo.

Ya instalado en las habitaciones deIanos, se apresuró a convocar a la bellaIrene. Dos servidores silenciosos latrajeron inmediatamente. El nuevoemperador le ordenó que bailara. Ellano parecía afectada y Mousulis pudoadvertir el mismo gesto provocativo quehabía encendido su lujuria. De pronto, la

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abrazó estrechamente. Pudo sentir laseda de sus cabellos, su delicadoperfume, un zumbido en sus entrañas, ladureza del metal bajo su piel y lafrialdad de una de sus manos antes decaer al suelo.

Mousulis prohibió los muñecos entodos sus dominios y reinó con crueldadhasta que, un año más tarde, loasesinaron unos soldados de carne yhueso.

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L

LEVITACIONES

os Refutadores de leyendas no sehan ocupado suficientemente de la

levitación, un fenómeno registradocentenares de veces a lo largo de lahistoria.

Otros milagros permiten negar sucondición de tales mediante unaexplicación racional de los hechos: unanoche repentina es en realidad uneclipse; los poseídos son histéricos; lascuras milagrosas son sugestiones; laestrella de Belén es una nova. Lalevitación, en cambio, no puede serexplicada sino por percepción errónea,

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por fraude, o falso testimonio. Es decir,una levitación no se explica sino que seniega.

Pero algunos casos son tan notorios,tan clásicos, tan documentados, que paradesmentirlos es necesario suponer unaslargas cadenas de engaño yfalsificación.

Es de lamentar un rasgo común entodos los que han levitado: la demasiadadiscreción. Puede entenderse que lasinfrecuentes fuerzas espirituales quealzan a las personas del suelo semanifiesten más bien entre quienesejercen virtudes de humildad. Pero esinnegable que tales recatos impiden las

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pruebas de falsación y las diligenciasescribaniles que consolidan la fe de losburgueses suspicaces.

Desde la Antigüedad, la levitaciónes mencionada y considerada signo deposesión divina. Teodoreto y GregorioNacianceno relatan que durante suiniciación en los misterios de Diana, enÉfeso, el emperador Juliano se elevórepentinamente, junto con su maestro, elasceta Máximo. Filóstrato da cuenta deunos brahamanes que revoloteabandurante la oración.

Pero el paganismo, con sumuchedumbre de dioses y susdevociones burocráticas, no producía el

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fervor místico que —según parece— esindispensable para elevarse en el aire.La llegada del cristianismo multiplicólos vuelos.

Santa Teresa de Ávila rezongabacontra sus levitaciones. Incluso, tratabade evitarlas aferrándose a columnas,armarios, o compañeras del convento.En una ocasión, levantó con ella a unapriora que intentó sujetarla.

Un detalle cinético: las fuerzas deelevación no tiraban de ella desdearriba, sino que la empujaban desdeabajo.

La más notoria de las levitacionesde Teresa de Ávila es la que

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experimentó al mismo tiempo que Juande la Cruz. El santo estaba muy sentado,hablándole de la Trinidad, cuando seelevó en el aire con silla y todo.Entonces, Teresa levitó y los doscontinuaron la conversación a un metrodel suelo. En ese momento entró SorBeatriz de Jesús y casi muere del susto.Durante las indagaciones realizadaspara santificar a Teresa, unas cuantascarmelitas declararon haber presenciadoaquella escena.

El erudito jesuita Francisco Suárezrezaba en el aire. Su contemporáneo,Bernardino Realino dormía la siesta enestado de involuntaria levitación.

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Sin aspiración de catálogo,citaremos a otros santos volátiles.Claude Dhiere, director del seminariode Grenoble, levantó vuelo en 1810.

André Hubert Fournet hizo lo propioen 1793, pero fue perseguido por lapolicía. La época del Terror no tolerabasantidades tan elocuentes.

Mikael Garíkoitz, que murió en1863, se elevaba cada vez que decía lamisa.

La señora Gemma Galgani de Lucahabía desarrollado sus poderes de unmodo tan consistente que el padreConstanzo Salvi le pidió queaprovechara sus arrebatos místicos para

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pasarle un trapo a los vitrales de sucongregación. Gemma, muy ofendida,abandonó el lugar para siempre y ya novolvió a levitar.

Pero el más notable de los místicosaéreos fue Giusseppe da Copertino, elmonje volador.

Su biógrafo, Pastrovichi, nos relatauna infancia de ayunos y silencios.Cuando, en 1620, entró en la escuela delos capuchinos, estaba tan débil que muypronto lo echaron por inservible.

Tiempo más tarde, consiguió entraren la Orden Terciaria del convento deGrotella. Allí, fue rechazado porcompañeros y superiores a causa de sus

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milagros inoportunos. Es que Giuseppevolaba y estos desplazamientos nuncafueron bien vistos por la Inquisición.

Un día, durante una misa en la mismacapilla del Santo Oficio, Giuseppe lanzóun grito y se deslizó por el aire hasta ellugar donde estaban las flores del altar.Después voló hasta el fondo de laIglesia y se dejó caer suavemente,arrodillado. Lo metieron preso y lomandaron a Roma para que el PapaUrbano VIII lo examinara. El encuentrose hizo célebre: Giuseppe besó el piedel Pontífice e inmediatamente ascendióhasta el cielo raso. Urbano, que era muyescéptico, le ordenó que bajara al suelo,

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como todo el mundo.En abril de 1639 lo enviaron a Asís.

Allí sufrió todo tipo de vejaciones. Enesos tiempos no hubo prodigios. Elmonje aceptó los castigos con respeto yhumildad. El superior del conventoenvió una carta a Roma asegurando queDa Copertino era un impostor. Fueentonces cuando Giuseppe entró en labasílica, se elevó por encima de lamultitud y navegó por los aires los 18metros que lo separaban de una Virgenpintada en lo alto. La besó piadosamentey bajó lo más tranquilo.

A partir de entonces, Giuseppe volómil veces.

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Un día, para molestar a las monjasde Santa Clara, Giuseppe se apareciómientras estaban cantando la antífonaVeni Sponsa Christi. Después de cobraraltura, se lanzó en picada sobre una deellas, la tomó de la mano y la hizo girarpor los aires.

Pronto comenzaron a llegar curiosos.El embajador de España en Roma, JuanAlfonso Henríquez de Cabrera, duque deMedina y de Castilla, viajó hasta Asísjunto a su esposa para ver al monje. Loencontraron en su celda y quedaronimpresionados por su austeridad.Giuseppe voló y el duque, la duquesa yvarias personas del séquito se

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desmayaron.También fue visitado por el duque de

Sajonia, Juan Federico de Brunswick —que era luterano— y el filósofo ymatemático Gottfried Leibniz. Habíanllegado hasta Asís intrigados por losrumores de los milagros del fraile y selas ingeniaron para ver a Giuseppe sinque éste lo supiera. Por una escaleraprivada llegaron hasta la puerta de lacapilla donde el monje estaba orando.En un momento dado, lo vieron elevarseen el aire, volar hacia atrás y quedarseen éxtasis, de cara al altar, a dos metrosde altura.

Juan Federico de Brunswick quedó

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tan impresionado que decidióconvertirse al catolicismo.

Cien años más tarde, el PapaBenedicto XIV canonizó al monjevolador y recordó que testigos deindiscutible honestidad habíangarantizado los ascensos del Siervo daCopertino. Por orden del mismo Papa,se publicó la biografía de Pastrovichi, elCompendio de la vita, virtú e miracolidel beato Giuseppe da Copertino.

Estos relatos pueden servir parafortalecer la fe católica o para debilitarla fe en Leibniz, en el duque de Sajonia,en el Papa Urbano o en Beatriz de Jesús.

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En la ciudad de Kozhikode, había unmédico llamado Mohandas que no creíaen nada. Se burlaba de los faquires, delos encantadores de serpientes, de lossadhú brahamánicos y de los monjesbudistas. Cuando sus amigos le contabanque habían visto algo prodigioso, éljuraba que toda maravilla eraalucinatoria.

Una noche, mientras caminaba porlas calles cercanas al puerto, unasfiguras vestidas de blanco lo obligaron aentrar a una casa. Allí permaneciólargas horas encerrado en un cuartooscuro. En cierto momento, seencendieron unas antorchas y unos

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hombres desnudos y silenciosos seplantaron ante él. Uno de ellos selevantó en el aire y quedó suspendido aun metro de altura. Después, el propioMohandas sintió que una fuerza extrañalo alzaba del piso y se vio a sí mismolevitar rotundamente. Al cabo de un rato,el médico descendió, las antorchas seapagaron y unos brazos invisibles loempujaron hasta la calle.

Ante tales sucesos, Mohandasmodificó su pensamiento. Muy prontodeclaró a sus amigos que habíaexperimentado una anuvyavasaya, esdecir, una percepción directa, no filtradapor preconceptos. Tal experiencia le

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había hecho creer firmemente en lalevitación y otros prodigios por elestilo. Se hizo vishnuita y susdevociones fueron el centro de su vida.Renunció a la medicina y a los halagosmundanos. Vestía pobremente y vivía delimosnas.

Muchos años después, volvieron aasaltarlo unas figuras vestidas deblanco. Lo arrastraron hasta una casa ylo obligaron a entrar. Una vez más,permaneció algunas horas en laoscuridad, hasta que la luz de unasantorchas se encendió para alumbrar aunos hombres desnudos. Uno de ellos ledijo:

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—La primera vez, te trajimos aquíporque no creías en nada. Te hicimossentir que te elevabas en el aire yentonces creíste. Ahora, te decimos queaquello fue una ilusión. Pero antes deque vuelvas a tus negaciones, te diré queyo también soy ilusorio y que esta casaes una alucinación, como lo son tambiénla ciudad entera de Kozhikode, tu fe, tuincredulidad, tú mismo —oh, Mohandas— y estas enseñanzas que te estoyimpartiendo.

Mohandas fue arrojado a la calle ydesde entonces les dice a sus amigosque no importa mucho saber si lalevitación es real o ilusoria.

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I

PERROS

Informe del secretario Li al PrimerMinistro

en la capital del Imperio.

lustre depositario de la confianza delHijo del Cielo: Como secretario de

la Administración imperial y sin pasarpor alto ni una sola de las humillacionesque convienen al protocolo, pido, sinembargo, permiso para despacharlas ala carrera, en virtud de los graveshechos que me dispongo a denunciar.

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En cumplimiento de misiones derutina, he llegado a las cercanías de laantigua ciudad de K'uan-lo. Cuando nosestábamos aproximando, el jefe de lacaravana me advirtió que me perfumaracon unas esencias de fuerte aroma y meaconsejó que no perdiera la calma, nidemostrara temor ante cualquier sucesosobreviniente. Enseguida, formulé unaspreguntas e impresionado aquel hombrepor mi humilde investidura defuncionario imperial, me contó unahistoria, cuyos datos principales paso aconsignar.

Hace muchos años, la ciudad deK'uan-lo fue un lugar agradable y de

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enorme importancia comercial. Lascaravanas hoy tratan de no pasardemasiado cerca de sus murallas. Peroen tiempos de los Tang, era estaciónobligada en el camino hacia lasciudades marítimas del este. Sushabitantes, ensoberbecidos por unaprosperidad que acaso no merecían, seaficionaban fácilmente a cualquieramaneramiento o costumbre exótica conel propósito de parecer refinados. Estaafectación no solamente se daba entrelos mercaderes enriquecidos, sinotambién entre los nobles, losfuncionarios y hasta en los ancianossupuestamente respetables.

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Así, hace ya varios siglos, elpríncipe Yu Kang sintió nacer en él unarepentina devoción por los perros yencargó a sus secretarios viajeros que letrajeran ejemplares de todos losrincones del imperio.

Muy pronto, Yu Kang tenía en susperreras animales de la más exóticaprocedencia: enormes cuidadores deovejas de Manchuria, feroces perroslobo de Siberia, cazadores implacablesdel Afganistán, falderos venales dePekín. Ordenó que se tratara a aquellosanimales conforme a las prerrogativasde un viceministro. Asimismo, permitióque los perros ingresaran a sus

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aposentos más privados, los dejó retozaren sus finas sábanas, comer de susplatos y molestar a sus concubinas.

Los burgueses obsecuentes de K'uan-lo imitaron la conducta de su señor ytrataron de alojar en sus viviendas lamayor cantidad posible de perros.

Pronto empezó a considerarse que laprosperidad de una familia estabadirectamente relacionada con el númerode animales que poseía. Y, como elseñor ministro ya habrá adivinado, laostentación enfermiza llevó a muchos avivir pobremente sólo para poderalimentar a una vasta jauría.

Durante los paseos por los jardines

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públicos, los señores se hacíanacompañar por toda la perrada. Lasmuchachas casaderas trataban deimpresionar a sus pretendientesrodeándose de veinte o treinta perros, alos que llamaban continuamente por susnombres para establecer que no setrataba de una proximidad casual.

Mi informante me reveló que losmercaderes de las ciudades vecinasempezaron a capturar perros paravenderlos luego en K'uan-lo. En pocosaños, casi toda la población canina dediez provincias estaba en una solaciudad. Funcionarios del censo llegarona calcular —de un modo extraoficial—

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que en el interior de las murallas habíamás de quince perros por cada persona.

Como su siempre festejadainteligencia ya le habrá permitidocomprender, aquella situación no podíaprolongarse sin generar alguna clase detragedia. Muchas familias tuvieron quedeshacerse de sus animales por no poderalimentarlos. Las calles se llenaron deperros sin dueño desesperados dehambre. Las autoridades aconsejaban nocaminar llevando carne para no tentar aaquellos monstruos famélicos. Las cosasllegaron a tal extremo que nadie salía desu casa sin ser custodiado por unpequeño contingente de amigos armados.

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Un comerciante que vivía cerca delrío fue atacado por los perros que élmismo había expulsado unas semanasantes. Los animales se colaron por unaventana, comieron vorazmente todo loque encontraron y —en el entrevero—mataron a mordiscones a un ancianosirviente.

Algunos vecinos pidieron ayuda alpríncipe Yu Kang y le rogaron queenviara a sus tropas contra aquellaamenaza. El príncipe no se apeó de susobtusas inclinaciones y declaró quematar a un perro era tan grave como darmuerte a un ciudadano.

En algunos barrios, el peligro era

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mayor. En el distrito alto, que llamanT'ai-shang, prevalecían los ferocescarniceros de Ceilán, cuyos dientesproducen una mordida oblicua ydesgarradora. En los callejonesaledaños al mercado, los perrosacostumbraban a encerrar a loscaminantes solitarios entre dos gruposde ataque que aparecíansimultáneamente por una y otra esquina.

El día del cuadragésimo cumpleañosdel príncipe Yu Kang se organizaronfestejos en el palacio y en las calles. Sehicieron estallar petardos de bambú y selanzaron al aire fuegos de homenaje. Losestampidos enloquecieron a los perros.

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Perdidos ya los últimos rastros dedomesticidad, las bestias irrumpieron enla plaza de K'uan-lo y atacaron aquienes se hallaban festejando. Losniños, los ancianos y las personasdébiles fueron las presas predilectas deaquellos demonios. Los caballos de losguardias eran derribados con certerasdentelladas en los ijares. Luego, en elsuelo, los implacables chacales de Gobibuscaban la sangre generosa del cuello.

El poeta Tang Wu, que se hallabapresente en aquel lugar, compuso unosversos que, según la tradición, anotó enla pared con su sangre, antes de morir:

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La agonía perturba miestilo:

me insinúa versostemblorosos

e inevitablemente breves.Mi sangre es poca,el tiempo es interminable.

Un batallón que regresaba de unascampañas olvidadas se rebeló contra YuKang. Su propósito era deponer alpríncipe y luego ordenar la matanza oexpulsión de los perros asesinos.

Yu Kang recibió un ultimátum perono se rindió. Calculaba que los perrosde la ciudad lo reconocerían como su

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aliado y lo defenderían. Nada de esoocurrió. Los animales no tomaron parteen los combates, aunque sí recorrieronposteriormente el escenario de lasbatallas para mordisquear a muertos yheridos.

Los soldados leales al príncipeconsiguieron derrotar a los sublevadospero el costo fue altísimo: muchosmurieron y las familias que estaban encondiciones de hacerlo abandonaron laciudad. Algunos meses después, elvoluble Yu Kang cambió súbitamente supolítica. Unos maestros taoístas lehabían enseñado ciertas técnicas pararetener el aliento y conseguir la

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inmortalidad. El príncipe pasaba el díatratando de concentrarse en aquellosejercicios.

Pero el perro, señor ministro, es unanimal ruidoso. Por razones quedesconozco, su naturaleza lo impulsa aladrar por lo menos una vez cada diezsegundos. Tales bullicios acabaron porexasperar al flamante adepto que,olvidando sus anteriores deferencias,ordenó matar a todos los perros deK'uan-lo.

Ya era demasiado tarde. Losfatigados guerreros de palacio pocopudieron hacer. Los perros eran muydiestros en pequeñas retiradas

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individuales. Les bastaba correr unosmetros para ponerse a salvo, fuera delalcance del pesado hierro de la guardia.Además, ausentes los mercaderes y losproveedores, la tropa se quedó sinsuministros. Muy pronto comenzaron lasdeserciones.

A fines del verano, el príncipe YuKang abandonó la ciudad. Su caravanallevaba inicialmente cuarenta mulas yveinte carromatos cargados de riquezasy objetos de arte. Los perros —tal comolo hacen siempre— persiguieron alcortejo ladrando y metiéndose entre laspatas de los caballos. Pero antes de unalegua se pusieron tan hostiles y

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numerosos que fue necesario abandonarcasi toda la carga y marchar a paso dehuida en dirección al sur.

El resto ya lo estará anticipando laclarividencia ministerial. Los pocoshabitantes que aún quedaban en K'uan-lose fueron yendo de a poco. Dos añosdespués de la huida del príncipe, sólohabía perros en la ciudad. Ausentes loshombres, en cuya contigüidadencontraban sustento, los animalesretornaron a sus ancestrales instintos decaza. Se alimentaron de las pequeñasalimañas del campo, de vacas u ovejasextraviadas y —cada tanto— deviajeros solitarios que pasaban por allí.

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Las gentes de los pueblos vecinosempezaron a tomar precauciones: semantenían a distancias cautelosas y seencerraban en sus viviendas durante lanoche, temerosos de las excursiones quecon frecuencia realizaban los perros másaudaces de K'uan-lo.

Hasta aquí el relato que me hizo elguía. Los palacios y lujosas mansionesde la ciudad todavía están en pie. Nadiesabe lo que ocurre dentro de ellos. Talvez los antiguos salones pavimentadosde ónix y enfundados en seda, estén hoyrevestidos de suciedad y profanados porla inmundicia de centenares de miles deperros.

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Ahora estamos por pasar frente a lasmurallas. Nos hemos perfumado paraatenuar el olor de nuestro cansancio que—según se cree— atrae a los perroscazadores. Acabo de saber que muchascaravanas son asaltadas y destrozadaspor estas bestias. Con carácter oficial,le digo, señor ministro, que ya se hancomido a muchos mercaderes. Desde mihonrosa investidura de secretario, meatrevo a saltear los ritualesadministrativos que garantizan el ordendel Mundo para solicitar,perentoriamente, el envío de batallonesimperiales. Es indispensable aniquilaresta plaga.

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Paso por alto los procedimientos declausura porque el tiempo apremia,señor ministro. Puedo ver, en estemismo instante, la polvareda voraz quese aproxima. Percibo los ladridos,insigne funcionario que has oído la vozinconcebible. Confío en podercompletar este informe...

La agonía perturba miestilo:

me insinúa versostemblorosos

e inevitablemente breves.Mi sangre es poca,el tiempo es interminable.

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D

EL BAR IX

urante algunas noches novimos al Narrador. Unas

rubias que vinieron demostradores lejanos se lollevaron diciéndole que teníanel plano de una salida. UnHombre Sabio que casi nuncahablaba anunció que seacercaba el momento dedestruir el bar.

—¡Muerte a nuestroscarceleros! —gritó.

—No hay carceleros —

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repitió el loro.Después, el anciano leyó en

voz alta historias sacadas deuna copia del Libro Gris. Todoslos relatos tenían el mismotítulo.

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E

SUSTITUCIONES IEL ZIGURAT

n Babilonia, en la séptima terrazadel Zigurat, un hombre y una

doncella enmascarados se unensexualmente cada noche cumpliendo unviejo ritual. Los sacerdotes de Mardukse ocupan de mantener una completaoscuridad y de darles a beber un vinoespeso y estimulante.

Los amantes tienen prohibidoquitarse el antifaz, bajo pena de muerte.Los abrazos duran hasta el amanecer. Enese momento, el sonido de una trompa

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señala el fin del encuentro.Cada noche la doncella es sustituida.

Pero ése es un secreto que sólo conocenlas mujeres bellas de Babilonia. Enverdad todas ellas, por turno, serándurante una noche de su vida la amanteardiente del Zigurat, la encarnaciónmisma de Ashtarté.

El hombre que las posee no debesospechar la sustitución. Debe creer quees siempre la misma mujer, inmutable ensu pasión, en su juventud, en su entrega.

Pero hay que decir que el hombretambién es sustituido cada noche, aunqueéste es un secreto que sólo conocen losvarones apuestos de Babilonia.

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Cada noche, en la séptima terrazadel Zigurat, dos amantes efímeros sedicen palabras de permanencia yperpetuidad. Cada uno juzga al otroperdurable y trata de ocultar su propiacondición fugaz. Las bocas que sólo sebesarán por esa noche juran, y nomienten, un amor eterno.

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E

SUSTITUCIONES IIEL LICENCIADO RUBÉN

CARRASCO

l licenciado Rubén Carrascoalquilaba un departamento barato

en la calle Rivadavia. Para llegar a supuerta había que peregrinar por pasillostraicioneros y acertar con fórmulasprecisas de letras y números. Lasinstalaciones eran lamentables y losinquilinos no eran dueños de guardar elmínimo secreto sonoro.

Una noche, mientras trataba dedormirse, Carrasco oyó un canto de

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mujer en el departamento vecino.«Llueve, la calle está desierta...»El licenciado se durmió pensando

que tal vez tenía una vecina hermosa.Desde entonces, anduvo siempre atento,espiándole los ruidos a la mujer de allado y eligiendo para sus modestos actoscotidianos, sonidos dignos y prudentes.

En pocos días, ya casi no había unosolo de sus ruidos que no estuvieradestinado a la seducción. Habíaadquirido la costumbre de comentar envoz alta todas sus acciones y construíacon mucho trabajo unas frasespenetrantes que luego repetía a los gritoscomo si fueran una ocurrencia del

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momento.Cuando los silencios se prolongaban

demasiado, Carrasco se inquietaba.Temía que su vecina se ausentara parasiempre. Muchas veces, acercaba unacopa a la pared y permanecía largo ratoesperando un rumor que lo tranquilizara.

Cierta madrugada, un sollozodespertó a Rubén Carrasco. Encalzoncillos, corrió hasta la pared y conlos labios besando el revoque sentenció:

—Ninguna palabra explica el llanto.Y una voz le contestó:—Por eso lloro.Hubo un silencio demasiado largo.

Los sollozos cesaron. Carrasco sintió la

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alarma del payador y comprendió queera necesario decir algo en ese mismoinstante o callar definitivamente. Casicon desesperación manoteó el primerenunciado que pasó por su mente.

—Llueve, la calle está desierta.Ella le preguntó si le gustaban los

valses y entonces fueron construyendo através del muro una interminableconversación de fingidos asombros antecoincidencias que son inevitables entrelas personas vulgares. Ella le prometióque se llamaba Mara y que amaba lapintura.

Al otro día, reanudaron el diálogo yse entusiasmaron tanto en las mutuas

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descripciones que resolvieron demorarel encuentro personal y seguir con unjuego de suposiciones al que llamabanla fantasía. Y así, algo tan simple comosalir al pasillo y saludarse pasó a serpara ellos un sueño adolescente, unanhelo ennoblecido por laimprobabilidad.

—Algún día estaremos juntos —sejuraban a través de los ladrillos decanto.

Pasaron los meses. Mara y ellicenciado Carrasco no dejaban deconversar ni un solo día. Establecieronun código de golpes en el tabique quereemplazaba ventajosamente las

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palabras. Ella solía describirleminuciosamente los cuadros que decíapintar. Y él, en camiseta, le recitabaunos poemas de Almafuerte que habíaencontrado en una revista. Los amigosdejaron de visitar al licenciado, porqueles prohibía cualquier palabrota y losinstalaba en charlas insoportables cuyoúnico propósito era impresionar a Mara.

Por fin, casi a finales del invierno,empezaron a preparar un encuentro.Estuvieron de acuerdo en elegir laesquina de Cabildo y Juramento, paraevitar las habladurías del edificio.Después de varias postergaciones,Rubén Carrasco y su vecina Mara

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quedaron en verse a las cinco de la tardede un miércoles de noviembre.

Pero a último momento, ellicenciado tuvo miedo. Después de todo,el tabique era también la máscara y laprotección contra la miradapetrificadora de Medusa. Con todaprudencia, Carrasco pidió a su amigoJulio Páez que lo reemplazara. Páez fuede mala gana. Su testimonio posterior nole fue muy útil a Carrasco. Al parecer,tomaron el té ceremoniosamente y ellaera rubia.

Pasaron dos semanas de silencio. Undía, Mara dijo:

—Te hacía distinto.

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—No siempre soy igual.En los meses que siguieron, casi no

hablaron sobre la tarde de su encuentro.Recién en mayo se dieron otra cita. ACarrasco le costó convencer a Páez.Tuvo que elegir una esquina máscómoda para su amigo y también unhorario nocturno.

Según Páez, esa noche se besaron.Carrasco se puso celoso y exigió a suamigo que precisara bajo juramento elalcance de sus aproximaciones. Mástarde, junto a la pared, adoptó un tonomelosamente policial.

—Vamos, Mara, dígame... ¿qué fuelo que más le gustó la otra noche?

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Volvieron a encontrarse dos vecesmás. Después, Páez se negóenfáticamente a proseguir con aquellascitas donde tenía que responder porcosas que jamás había prometido.

Las conversaciones se hicieronmenos frecuentes. Un día, él creyó oíruna voz masculina. Pero no estabaseguro. Hasta que un 9 de julio, cincoaños después del primer diálogo, ellicenciado Rubén Carrasco decidióconfesarlo todo.

—Mara, usted no conoce alverdadero Rubén.

—Claro que no. Nadie conoce anadie, nuestras percepciones son

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engañosas, etcétera...—No es eso. Simplemente quiero

confesarle que nunca nos hemos visto.He mandado a otra persona en cada unade nuestras citas.

—Rubén... es extraño lo que medice. Pero tal vez usted, o sureemplazante, tampoco han visto a laverdadera Mara.

—Sospecho que usted no deseahablar sobre la ambigüedad delconocimiento.

—Sospecha bien. Mara jamás fue alas citas. En su lugar mandó a unacompañera de trabajo... Úrsula. Ellarecibió sus besos, Rubén, o mejor dicho,

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los de su amigo.—Salgamos al pasillo y veámonos

frente a frente, tal cual somos. Mara, miamor...

—Yo no soy Mara. Ella se mudóhace dos años y le dejó el departamentoy el encargo de seguir con estas charlasa su mejor amiga... Inés.

—No importa, necesito abrazarla,Inés...

—La verdad es que Inés también semudó. Yo soy Cristina. Vivo aquí haceapenas tres meses.

Las conversaciones se hicieron cadavez menos frecuentes. Un año más tarde,el licenciado Rubén Carrasco se mudó

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sin comunicárselo a su vecina.Ahora, el departamento es ocupado

por otro señor.

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E

SUSTITUCIONES IIIOCÉANO

n días como éste, el océano esimplacable. Los bañistas no se

atreven a internarse ni diez pasos. Lascorrientes entreveradas lo arrastran auno lejos de la costa. Si sigo avanzando,no podré regresar. Unos vientosperversos confunden mis pensamientos.Ya estoy más allá de la primerarompiente.

Temblando de frío miro hacia laorilla. Allí está Lorenza, tiernamenteabrazada a Michel De Vries. Pronto

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sabrán de qué clase de gesto soy capaz.En estos casos, no hay más remedio queprovocar situaciones extremas. Losepisodios de todos los días me condenana la insignificancia. Una familiamodesta, una inteligencia mediocre, unaspecto vulgar. El pobre AndrésDamonte. ¿Cómo no iba a rechazarmeLorenza? Lorenza, maldita, inalcanzable,ajena. Ahora que voy a morir, metomarás en serio.

Una ola me pasa por encima.¿Llorarán por mí? Debí dejar una carta,estos imbéciles pensarán que me ahoguépor accidente.

En la lejanía alcanzo a adivinar el

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pelo rubio de Michel De Vries, miamigo, mi benefactor, el hombre que másodio en el mundo. ¿Cómo no odiar suhumillante generosidad? ¿Cómo nodetestar sus invitaciones, sus perdonesdesdeñosos, su desprecio frívolo pormujeres que yo hubiera puesto en unaltar? Lorenza lo ama. Pero mi muerte sealzará ante ellos y perturbará su amor.

Ya casi no hago pie. Ahora nopodría volver ni aunque quisiera. Esraro que Michel no intente rescatarme,con ese estilo de afectado heroísmo quetodos admiran. ¡Tantas veces he queridoser él! ¡Cuánto rogué a los injustosdioses dejar de ser Andrés!

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La costa ya es invisible. Trago agua.El gusto es obsceno. Me ahogo. Aquíestán por fin los recuerdos veloces quese atribuyen a los moribundos. Mi vida,mi pobre vida. Veranos de la infancia,otoños escolares. La maestra que norecordaba mi nombre. Ahora se acerca yme besa tiernamente. A mi lado, uncompañero oscuro me mira con envidia.

Ya casi no puedo respirar. Sepresentan, urgentes, nuevas evocaciones.Aparece Lorenza, desnuda como anoche,besándome los hombros.

Miro la orilla por última vez.Lorenza ya advirtió la tragedia. A sulado, está ese imbécil de Andrés.

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Cobarde y mezquino, no se atreve ameterse en el agua. Las olas me cubren,Lorenza, amor mío de una sola noche. Lacorriente me arrastra hacia el fondo, laespuma hierve sobre mi pelo rubio.

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L

SUSTITUCIONES IVFABIOLA

a aparición de un hermano mellizoes siempre una pésima noticia

literaria. Los autores de novelaspoliciales suelen presentarlo al final,como explicación de misteriosasbilocaciones.

La historia de los trillizos Rinardelliparece invertir el método. Podríadecirse que el primer episodio ocurrióen un baile del Club Defensores deChacarita. Luis Rinardelli bailó toda lanoche con Fabiola Pizzi y al amanecer

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ya eran novios. Ella estaba harta de suspretendientes de Villa Ortúzar, unosmuchachones efímeros que pasaban sindejar huella e ingresaban luego en unterritorio de olvido y desprecio, dondeno tenían nombre o —algunas veces—tomaban el nombre de otro.

Luis y Fabiola se hacían la ilusiónde estar buscando experienciasinusuales. Muchas parejas construyenesa convicción y se instalan en lavíspera perpetua de heterodoxias quenunca ocurren.

Una noche, mientras Luis estaba deviaje, un hombre se presentó en la casade Fabiola. Ella lo confundió con Luis y

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hasta empezó a abrazarlo. El hombredeclinó amablemente aquellasintimidades y se apresuró a decir que noera Luis sino Carlos, su hermano. Veníaa cumplir con el encargo de traer unacarta. Fabiola lo hizo pasar y le dioconversación durante un rato. El hombrele contó que los Rinardelli eran trillizos:Luis, Carlos y Emilio. Dijo también quese veían muy poco y que teníanocupaciones e intereses muy diferentes.

En un instante cualquiera, él la tomóentre sus brazos. Ella lo besódesvergonzadamente y se hicieronamantes.

Aunque Fabiola no lo advirtió,

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Carlos no era otro que Luis. Se habíasustituido a sí mismo y siguióhaciéndolo, aprovechando sus propiasausencias, con clandestino fervor.Mientras tanto, Fabiola Pizzi vivía porfin la deliciosa certeza de tener una vidainteresante.

No tardó en aparecer EmilioRinardelli. Aquel hombre —a todasluces un miserable— no siguió elcamino convencional de los pretextos.Del modo más vulgar comunicó aFabiola que conocía sus entreveros conCarlos y que, a cambio de su discreción,se le antojaba justo reclamar unarecompensa venérea. Fabiola no puso

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ninguna objeción y lo metió en su camasin más trámites.

Aquellos días fueron para ellaintensos y dichosos. Sus tres hombres sesucedían en turnos de peligrosacontigüidad. A veces, Emilio llegabaapenas unos instantes después dehaberse marchado Luis. A decir verdad,era milagroso que no se produjeranencuentros fatales. Estos riesgos eranpara Fabiola tan placenteros como elamor.

Pasado el furor de los primerosencuentros, Luis Rinardelli hizo queEmilio y Carlos se pusieran celosos.Los dos reclamaban continuamente una

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atención más sostenida y acusaban aFabiola de preferir a los otros.

Una tarde, Carlos anunciópomposamente una decisión tomada decomún acuerdo con su hermano Emilio:para evitar el favoritismo y lashumillaciones de él derivadas, sepresentarían en adelante sin aclarar suidentidad. Fabiola no sabría si estaba enpresencia de su novio oficial o dealguno de sus amantes clandestinos.

Ella aceptó con fingida perturbación.No quiso decirles que no le resultabanecesario preguntar los nombres parasaber con quién estaba. Había aprendidoa reconocerlos.

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Una noche, después de una pelea,uno de los tres se marchó sin decir quiénera y juró no volver más. Al pocotiempo, regresó, del mismo discretomodo. Pero ella estaba segura de queera Emilio, ese ser violento, inconstantey perverso.

Tal vez se alegró de aquellareconciliación. Sin embargo, ya se lehabía hecho patente que su corazónpertenecía solamente a Carlos. Muchasveces, sentía la tentación de confesarlotodo y casarse con él. Pero jamás seatrevió.

Pasó el tiempo.Los fuegos de Fabiola se fueron

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apagando. Los Rinardelli empezaron aespaciar sus visitas y desaparecieron desu vida en episodios que hoy resultanimprecisos. Ella se casó con un médicode Colegiales y envejeció próspera.

Una tarde vio a uno de los tres en laplaza de las Barrancas, pero no pudosaber de cuál se trataba. Años despuéssaludó a Carlos en la puerta de lapizzería Imperio.

Fabiola Pizzi no extrañó a susamantes ni sintió dolor por susausencias. No conservó fotos, ni cartas,ni obsequios.

No es importante para este relatoaveriguar si ella supo que Luis

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Rinardelli no tenía hermanos. Porque, detodos modos, los tres habían ingresadoen un territorio de olvido y desprecio,donde no tenían nombre o —algunasveces— tomaban el nombre de otro.

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U

SUSTITUCIONES VEL FUNCIONARIO LI

na tarde, el funcionario Li tuvo laocurrencia de visitar la Escuela

Imperial de Hang Cheu en la que habíaestudiado la carrera de los honores.

Dos de sus amantes lo acompañarony se quedaron en la puerta, aguardandosu regreso.

Unos maestros lo recibieronsonrientes y le hicieron recorrer losvenerables salones. No eran, sinembargo, los maestros de Li, sino otrosmás jóvenes, que no lo conocían.

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Las aulas estaban llenas de alumnosbulliciosos que, aunque lo saludaron conreverencia, lo miraban con aire burlón.El que había sido su asiento estabaocupado por un estudiante de bajaestatura que hacía muecas cuando losmaestros no miraban.

Li preguntó por algunos de susantiguos preceptores, pero nadie habíaoído hablar de ellos. Finalmente, quisosaludar al ilustre director P'ing Fu. Losmaestros, un poco consternados, lehicieron saber que P'ing Fu habíaincurrido en el enojo del emperador yque había sido desterrado. Pudo, sinembargo, presentar su respeto a Huang

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Yi, un anciano silencioso que dirigía laescuela desde hacía cinco años.

Al llegar al jardín, pidió permisopara comer un durazno primaveral, conlos que se premiaban, según la tradición,los aciertos académicos. Susacompañantes le convidaron unasgolosinas. Los durazneros habíandesaparecido. En su lugar se alzaba unpabellón destinado al archivo dedocumentos.

El funcionario Li agradeció a susanfitriones con toda clase dereverencias. Uno de ellos propusocantar el himno de la escuela. Alcomenzar el primer verso, Li advirtió

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que se trataba de otro himno,absolutamente desconocido para él.Disimuló su ignorancia moviendo laboca y enfatizando las repeticiones.

Lleno de consternación, salió a lacalle. Buscó a sus amantes, pero éstas—aburridas de esperar— se habíanmarchado con el ayudante de un ministroque había pasado casualmente por allí.

Li tuvo una revelación: nuestro lugarestá siempre vacío u ocupado por otraspersonas. La serie de sustituciones estan vertiginosa que no tenemos tiempode ser nadie.

El funcionario se desprendió de susbienes y fue a las montañas, a vivir en

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soledad. Pero cuando llegó sóloencontró llanuras y muchedumbres.

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E

SUSTITUCIONES VIUN SUCESO EXTRAÑO

n el siglo III DC, Kan Pao completóuna antología de sucesos extraños

como resultado de sus investigaciones.No tenía intenciones literarias sinoescribaniles. Se proponía únicamenteestablecer un registro.

El siguiente es sólo uno de los milesde casos que este incansable notario seencargó de legalizar.

Yu Ting era un alto funcionario delpueblo de Yu-yao. Además de suprestigio en la administración, el

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hombre era reconocido por su portegentil y por la hermosura de sus rasgos.

En el mismo pueblo vivía el señorSu con su familia. La hija menor era, sinlugar a ninguna duda, la mujer máshermosa del pueblo. Una tarde, los Surecibieron la inesperada visita de YuTing. El dueño de casa lo trató conenorme cortesía y lo colmó de honores yagasajos. Cuando caía la noche, el señorSu rogó al funcionario que no searriesgara a regresar tan tarde a su casay que lo honrara quedándose a dormirbajo su techo. Yu Ting aceptó y fueservida entonces una tardía cena.

Agotadas las últimas cortesías, antes

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de acostarse, Yu Ting le confesó alseñor Su que se sentía muy atraído porla belleza de su hija. Con una franquezacercana al descaro preguntó si no podíayacer con ella hasta el día siguiente. Elpadre pasó por alto la inmoralidad de lapropuesta en atención al poder y alprestigio de Yu Ting. La hija menoraceptó con gusto las brevesinstrucciones de su padre y durmió conel funcionario.

A partir de aquella noche, Yu Tingtomó por costumbre visitar a los Su almenos una vez por semana. Comoagradecimiento a los dones que recibía,prometió al señor Su que lo ayudaría en

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caso de tener alguna dificultad con laadministración imperial.

Pasaron los meses. Un día, el señorSu fue demandado por el gobierno acausa de una deuda. Inmediatamente sepresentó en el despacho de Yu Ting parapedirle su intervención. El funcionariose mostró sorprendido e indignado.

—No lo conozco —dijo—. Nunca lohe visto. Nunca le formulé promesaalguna.

El señor Su recordó entoncesdetalles de las visitas semanales de YuTing, incluidos los encuentros con suhija. Enfurecido, Yu Ting le gritó:

—Si vuelvo a aparecer por su casa,

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máteme.Pocos días después, el señor Su

recibió en su casa al funcionario que,asustado por las amenazas, dejó bienpronto de ser Yu Ting para sersucesivamente un tigre, un zorro, otroseñor Su, un perro, un grito y despuésdisolverse en el aire.

El verdadero funcionario Yu Tingnunca se interesó por la hija del señorSu que, como se había enamorado,sufrió mucho.

CORO

El enamorado se transforma

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para alcanzar el objeto desu deseo.

Pero siempre será unatransformación creciente:

el sapo deviene dragón, elmendigo se hace príncipe,

la gallina se vuelveemperatriz.

¿Por qué tú, Ser cuyospoderes te permiten asumircualquier forma,

has condescendido al merofuncionario,

a la efímera belleza de unprovinciano?

La respuesta es que algunos

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amoresobligan a los príncipes a ser

reptilesy a las emperatrices a poner

huevos.

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C

BIOGRAFÍA

uando llegó a la mayoría de edad,el príncipe Li Wong pudo apreciar

que muchos hombres de enorme méritoeran cruelmente olvidados después de sumuerte. Para que tal cosa no leocurriera, resolvió que todos los hechosde su vida fueran consignados en unabiografía. Convocó a un grupo de poetase historiadores de intachable reputacióny les dijo que era necesario empezarinmediatamente para evitar los estragosde la desmemoria y para permitir que élmismo ejerciera un control diario de loque se iba escribiendo.

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Todos los letrados vivían en palacioy mantenían una estrecha vecindad conLi Wong. Al principio, los eunucos seencargaban de informar, al fin de cadajornada, cuáles habían sido losmovimientos del príncipe. Más tarde,fastidiado por la pereza de aquellosemisarios que —según él creía—reducían la extensión de su gloria, LiWong permitió a los historiadores unaintimidad inconcebible. Casi siempre sesentaban a su mesa y con frecuencia eraninvitados a presenciar los desbordesorgiásticos de aquel hombre poderoso.

Los poetas habían recibidoinstrucciones de referir los hechos del

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modo más literal. Cuando el príncipecondenaba a muerte a un espía enemigo,escribían:

El príncipe ordenó que eltraidor y espía llamado T'óuK'üán fuera decapitado alamanecer.

Cada mes se despachaban miles depáginas. Al principio Li Wong las leíacuidadosamente. Luego advirtió que ladescripción de aquellas lecturasocupaba una gran parte de los textos ylos desmerecía.

Entonces empezó a realizar grandes

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esfuerzos por hacer cosas literarias.Caminaba bajo la lluvia, pronunciabafrases sentenciosas, dictaba leyesparadójicas, tomaba decisiones deestado que lo mostraban más ingeniosoque prudente.

Cuando descubría que algún hechohabía sido pasado por alto, seencolerizaba con los historiadores.

—Anoche, al retirarme a misaposentos, subí las escaleras pisandouno de cada tres escalones. ¡Ninguno devosotros tuvo la prolijidad de anotarlo!

En cierto momento, acaso abrumadopor el crecimiento de aquel libromonstruoso, empezó a recortarlo. Los

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puntuales literatos le explicaron quecualquier omisión transformaba un textoen fantástico. Le dijeron también que, siquería aligerar el peso de la narración,no tendría más remedio que vivir de unmodo menos activo.

Li Wong hizo en verdad otra cosa.Llamó a un grupo de estilistas másrefinados, que estaban en la capital delimperio, y les pidió que reemplazaran alos anteriores poetas. Estos hombresconocían el arte de la elipsis, perotambién sabían adornar los textos concomparaciones, efectos de vecindad yocultaciones parciales. Por otra parte,estaban acostumbrados a la adulación

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que es hija de la etiqueta palaciega.Cuando el príncipe condenaba a muertea un espía enemigo, escribían:

El señor de nuestrosdestinos quiso que el sol de lamañana se encontrara alasomarse a nuestros camposcon la solitaria cabeza deltraidor y espía llamado T'óuK'üán.

La biografía ganó en belleza formalpero empezó a atrasarse. Cuando LiWong cumplió treinta y cinco años, losletrados todavía no habían contado el

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viaje a Hang Cheu que hizo a los treintay uno.

Hay que decir que el príncipe,cuidadoso de su renombre futuro, hizotachar algunos episodios deshonrosos:el saqueo de la ciudad por los tibetanosjamás fue mencionado; la bella Lu Wang,que había sido su amante durante más dequince años, fue borrada trabajosamentede miles y miles de hojas y se hizonecesario reconstruir centenares debanquetes, ceremonias, cópulas, paseosy baños en los que ella había estadopresente.

Los literatos de la capital tomaronpor costumbre inventar sucesos que no

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habían ocurrido jamás, para contentar aun hombre que, en la madurez, se habíavuelto más vanidoso. Sin objeciónfueron aceptadas una conquista deTartaria, un viaje en busca de las fuentesdel Yang Tsé y la doma de cuatrocaballos procedentes del Pamir.

Cuando Li Wong cumplió cincuentaaños, su inteligencia se habíadesarrollado notablemente. El estudio yla vecindad con el arte habíandespertado en él el hábito de la poesía ycada tanto escribía unos delicadosmadrigales sobre asuntos tales como elatardecer, el aroma de los campos o elaliento de los dragones brillando en el

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cielo nocturno. Y pudo comprender queaquellas obras eran también su alma,aunque no hablaran de ella.

Convocó entonces a un nuevo grupode poetas para que continuaran lahistoria de su vida. Estos hombresprovenían de una escuela de eruditos yrecibieron orden de que los textos nohicieran servil referencia a los hechos,sino que más bien los simbolizaran.Estas instrucciones fueron cumplidas.Cuando el príncipe condenaba a muertea un espía enemigo, escribían:

El pavo real luce coloresmaravillosos, pero ignora el

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sentido de su vida. La horriblesanguijuela ¿lo conoce, acaso?

La contigüidad entre los escritores yLi Wong ya no fue necesaria. Una vezpor año le acercaban unas pocas páginasy el noble las examinaba. Lascorrecciones eran cada vez más escasas.

—Habéis escrito que el vientotransforma las nubes sobre mi palacio.¿Qué pensarán de mí los hombres delfuturo cuando conozcan la inconstanciade mis pasiones?

En los años de su vejez, el príncipese hizo más sabio pero también un pocodesdeñoso. Ningún asunto alcanzaba a

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interesarle del todo, no por falta deaptitud para registrar agrados yplaceres, sino por defecto de los hechos,que jamás cumplían con las altasaspiraciones de su cuerpo y su espíritu.

Una tarde, ordenó a los literatos quedejaran de escribir.

—No quiero aburrir a losestudiantes con una vida demasiadolarga —explicó.

Unos días después, quemó labiografía en una hoguera semejante alincendio de un pequeño palacio.Mientras los papeles ardían, puso unamano en el hombro del más joven de lospoetas y le dijo unas palabras que se han

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perdido, o mejor dicho, que se hanconservado sólo en la versión delmuchacho:

Todo lo que se escribe en elincesante mundo

es la más personal de misconfesiones.

¿Quién cantará mañana enel arroyo de mi niñez?

Li Wong murió esa misma noche,cuando todavía no se habían extinguidolos últimos rescoldos de la historia desu vida.

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S

MILAGROS

an Agustín decía, sin temor a laparadoja, que los milagros no

estaban fuera de las leyes de lanaturaleza. En todo caso, Dios consentíaalgunos sucesos inhabituales paraimpresionar cada tanto a los hombresinsensibles a las maravillas de lacreación.

En los siglos siguientes fuecreciendo la sensación de que ladivinidad había abandonado talesprocedimientos, ya sea por descuido opor considerar que Su Presencia nonecesitaba ser enfatizada. Martín Lutero

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alegaba que los prodigios servían paraconvencer pero que resultabaninnecesarios una vez que la fe habíaquedado establecida.

Voltaire afirmó categóricamente queel tiempo de los milagros habíaterminado. Que ya no cabía esperarresurrecciones, ni retrocesos del sol, nipanificaciones exponenciales. El varónde Montaigne había dicho que losmilagros eran el producto de nuestraignorancia acerca de la intimidad de lanaturaleza. La ciencia, al avanzar sobreel territorio de la crasitud, contribuyósin duda a ubicar en sus escalafonesinfinidad de fenómenos con veleidades

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de prodigio. De este modo, los únicosmilagros que siguieron produciéndoseen los tiempos modernos fueronmilagros clandestinos, nuncaverificados, siempre sospechados defraude y peligrosamente vecinos a laastrología, la hechicería o la visita deseres de otros mundos.

Algunos espíritus trabajosamenteingenuos insisten en resaltar el caráctermilagroso de los fenómenos másespectaculares de la naturaleza. Elamanecer, la lluvia, el vuelo de lospájaros, una tela de araña, son paraestos pensadores un motivo de perpetuoasombro.

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Me atrevo a objetar que el puntocentral de un milagro es su carácterinusual. Es decir, lo milagroso sería queno amaneciera. Sin embargo, el Islamperfecciona y ennoblece esa idea: laexistencia de Dios se evidencia a travésdel orden y la belleza del mundo. Elmilagro es más bien algo pernicioso queviene a desordenar las cosas.

Un hombre llamado Al-Hosain-Ibn-Mansur, apodado Al-Hallaj, habíaconseguido alimentar a sus amigos enpleno desierto con unos pasteles de mielque hizo aparecer de la nada.

Por esa razón, en el año 922, fuesometido a un proceso y condenado a

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muerte por hacer milagros y no manteneren secreto los prodigios que Alá lehabía permitido realizar.

Algunos cristianos también hanadoptado una cierta cautela ante losacontecimientos maravillosos.

Cuenta Voltaire que un joven frailehacía tantos milagros que el prior de laorden se lo prohibió. El fraile obedeció,pero un día vio que un obrero caía a lacalle desde lo alto de un techo. Por uninstante, el muchacho vaciló. Deseabasalvar la vida de aquel desdichado perotambién quería cumplir las órdenes delprior.

Para resolver el dilema el fraile

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realizó el milagro a medias: ordenó queel hombre que caía quedara suspendidoen el aire hasta nuevo aviso y,corriendo, fue a contar al prior lo quesucedía.

El prior lo absolvió del pecado quehabía cometido al comenzar a hacer unmilagro sin su permiso y le permitió quelo terminara, con la condición de que novolviera a hacer ningún otro.

En la China, en una feria cercana aHang Cheu, un hombre había instaladoun alto palo resbaloso en cuya cúspidehabía colgado un valioso jarrón de jadecomo premio a quien pudiera alcanzarlo.Los mozos más ágiles del pueblo

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fracasaron. Un monje budista levantóvuelo y se llevó el jarrón. El jefe de sucongregación lo expulsó por gastarpólvora en chimangos.

Igualmente livianos eran losmilagros del famoso asceta Macario elViejo. En una oportunidad resucitó a unmuerto sólo para refutar a un sabio quedescreía de las resurrecciones. Después,ordenó al resucitado que volviera amorirse y no se preocupó más por él.

En otra ocasión, durante un juiciopor asesinato, Macario interrogó almuerto. El testigo, desde el fondo delsepulcro, declaró la inocencia delhombre al que habían acusado.

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Cumplido el trámite judicial, Macario—una vez más— impidió a la personaconvocada continuar con vida.

Policarpo, obispo de Esmirna, fuesentenciado a morir en la hoguera.Cuando las llamas ya estabanalcanzando su cuerpo, se oyó una vozque desde el Cielo gritaba: «Valor,Policarpo». Poco después, el fuego seextinguió milagrosamente.

Los guardias sacaron a Policarpo dela hoguera y le cortaron la cabeza.

El notario Pedro Ramírez Vilchescreía en milagros. Daba por buenastodas las historias que le contaban lasviejas del barrio y estaba suscripto a

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varias publicaciones de divulgaciónesotérica. Una noche soñó con unosduendes petisones que trataban dedecirle algo. El hombre se despertóasustado y entonces vio que los duendeshabían saltado fuera del sueño y sehabían instalado al pie de su cama. Unode ellos, con un trozo de carbón,escribió en la pared las siguientespalabras: «Los milagros no existen».

Desde entonces, el notario RamírezVilches ya no cree.

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S

MILAGROS ILEGALES

imón el Mago nació en Gitta,Samaría, aproximadamente en la

misma época que Cristo. Parapredisponernos en su contra, los oscurosredactores de los Hechos de losApóstoles hacen notar la ideadesmesurada que Simón tenía de símismo: se consideraba la emanacióndirecta y verdadera de Dios en la tierra.Le disputaba a Jesús la condición deauténtico Mesías y decía tener poderesaún más notables que los del Cristo.

Lo curioso es que ningún incisoniega tales poderes. La sola objeción

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que se le hace es la de atribuir susmilagros a la magia y la hechicería.

A nuestros ojos criollos, Simónaparece como un compadre, propenso ala jactancia y a la elegancia exagerada.

Según parece, predicaba su propiagrandeza en compañía de una prostitutallamada Helena. La hermosura de estamujer, también demasiado ostensible,enfatizaba los discursos de Simón. Lahabía comprado en un prostíbulo deAlejandría y sin embargo sus discípulosjuraban que esta mujer era laencarnación del pensamiento divino.

Clemente de Alejandría nos hadejado una lista de los prodigios de

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Simón el Mago:

1. Hacía caminar a lasestatuas.

2. Se acostaba sobre el fuegosin quemarse.

3. Volaba.4. Convertía las piedras en

pan.5. Se convertía en cabra, en

serpiente o en cualquier otroanimal.

6. Aparecía como Jano, condos rostros, uno anterior y otroposterior.

7. Convocaba fantasmas de

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toda clase.8. Lograba que los muebles

domésticos cumplieran susórdenes.

Berenice, la novia del emperadorTito, lo vio en las calles de Tirorodeado de una multitud de sombras que,según él decía, eran almas de losmuertos.

Se cuenta que unos escépticostrataban de descubrir fraudes oimposturas en sus procedimientos.Simón logró convencerlos de su poder yhacerlos sus discípulos. Pero luego loscastigó con espantosas enfermedades y

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finalmente los entregó a unos demoniosque tenía a su servicio.

Sin embargo, el suceso más célebrede la vida de Simón es más filológicoque milagroso. Se trata de su intento desoborno al apóstol Pedro, para que leconcediera el poder de imponer lasmanos. Desde entonces, esta clase deiniquidades llevan el nombre desimonía.

Después de aquel episodio, Pedro lotuvo entre ojos. A decir verdad, lorastreaba por todos los boliches paraenfrentarse con él. Un día, lo fue abuscar a la casa. En la puerta seencontró con un monstruoso perro

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guardián. Con la mayor tranquilidad,Pedro ordenó al animal que fuera abuscar a su amo y le informara, enperfecto arameo, que un señor queríahablar con él. El perro dio cumplimientoinmediato a aquella comisión. Simónretrucó indicando al perro que hicierapasar al visitante.

Mientras paseaban por el fondo,Simón levantó vuelo y Pedro lo hizocaer. El mago se fracturó las piernas.

Después se encontraron en el cortejofúnebre de un niño. Allí compitieron aver quién lo resucitaba mejor. Pedroconsiguió que el niño caminara, hablaray comiera. Pero a decir verdad, el que

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lo sacó de muerto fue Simón. De todosmodos, la muchedumbre se pronunció ensu contra y tuvo que huir al galope.

Simón murió, como buen mago, alfallarle una prueba. Como demostraciónde sus poderes, se hizo enterrar vivo yaseguró que saldría del sepulcro al cabode tres días. Nadie volvió a verlo jamás.

Oh, tiempos negligentes y perezosos.Oh, cronistas sin rigor ni curiosidad. Oh,papeles extraviados. Oh, bibliotecasincendiadas y relatos tergiversados.¿Dónde están los detalles de aquellossucesos? ¿Cómo se llamaba el chicoresucitado? ¿En qué calle vivía Simón?¿Qué escribanos dieron fe de sus

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vuelos? ¿Por qué los que deseamoscreer somos espantados por la estupidezy la torpeza?

CORO

Yo creía en ti, magomilagroso,

hasta que vi tu poder,tus palomas saliendo de la

nada,tus sillas inútilmente

flotantes,tus pañuelos multiplicados,en la ciudad que llora sus

penas.

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S

FALSAS RELIQUIAS

egún una leyenda musulmana,cuando Adán y Eva perdieron el

cielo por comer trigo, cayeron a laTierra junto con Satán, el pavo real y laserpiente. Al caer, se desparramaron unpoco, de modo que Eva cayó sobre elMonte Ararat, Satán se revolcó enBilbays, la serpiente fue a dar a Ispahan,el pavo real a Kabul y Adán a la cumbredel monte Sri Prada, que queda enCeilán y es conocido como «El pico deAdán».

En 1284, el Gran Khan Kubilaienvió a Marco Polo a Ceilán para

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comprarle al rey de aquella isla un rubíque, según se decía, era el más grandedel mundo. El trato no pudo hacersepero Marco Polo aprovechó para buscarreliquias de Adán. En el Libro delmillón, el viajero jura que consiguió dosdientes molares, unos pocos cabellos yel recipiente en el que Adán comía, queera verde y tenía el poder de multiplicarpor cinco el alimento que allí se ponía.Los escépticos dudan de Polo alegandoque Adán tenía un tamaño gigantesco.Dicen también que inmediatamentedespués de su caída se puso a buscar aEva, atravesando la India a grandeszancadas. Donde pisaba surgía una

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ciudad. Al llegar al monte Ararat,encontró a su mujer y cerca de allí, en lamezquita de Al Jayf, está su sepulcro. Lacabeza está en un extremo del templo ylos pies en el otro. Conforme a estaversión, los modestos despojos queMarco Polo consiguió en Ceilán eranfalsos. De cualquier modo, nadie sabedónde están.

Ceilán, Sri Lanka, «la islaresplandeciente», tiende a la veneracióndental. Las muchedumbres reverencianallí al dalada, o diente sagrado de Buda.

En la ciudad de Kandy se realizatodos los años una solemne procesión.

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Además del diente sagrado, participandel desfile cuatro deidades: Natha, ladivinidad tutelar de Kandy; Vishnú,miembro ilustre del panteónbrahamánico; Skanda, el dios enemigode los ignorantes que anda siempremontado en un pavo real, y Pattini, queprotege la salud y auspicia la castidad.

En 476 AC murió el Buda. Susdiscípulos lo incineraron a orillas delGanges. Uno de ellos, llamado Khema,después de escarbar un rato, alcanzó asalvar de las llamas un diente que, sindilaciones, fue considerado el caninosuperior izquierdo. El discípulo galopóhasta la ciudad de Dantapura, capital del

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reino de Kalinga, y entregó la reliquia alrey Brahmadata.

El diente permaneció ochocientosaños en aquel lugar. Pero un día, el reyGuhesimba fue derrocado por fieleshinduistas hartos de la persecuciónreligiosa. Guhesimba encargó a una desus hijas que huyera a Ceilán y llevaraconsigo el diente sagrado. Allí seguardó con gran cuidado y se erigió untemplo en su honor.

En el año 1560 llegaron losportugueses. Después de saquear eltemplo, entregaron el diente aConstantino de Braganza, virrey en Goa.Los portugueses trataban de imponer la

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fe católica y destruían todos los templosde Buda.

Los budistas de Ceilán hicieron unúltimo esfuerzo para rescatar el diente yofrecieron por él una enorme suma dedinero. Constantino iba a aceptar, peroel arzobispo de Goa, Leao Pereiro, seopuso a devolverlo. Adujo que aquelobjeto idolátrico conduciría a aquellaspobres gentes a una inexorablecondenación. Pereiro y variosinquisidores pusieron el diente en unmortero, lo machacaron y arrojaron elpolvo al río.

Pero un funcionario inescrupulosotuvo la idea de tomar un diente

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cualquiera y vendérselo al rey deCeilán. Los budistas dieron la reliquiapor buena y la llevaron a Kandy.

En 1815 llegaron los ingleses,secuestraron el diente falso y le pusieronguardia armada.

En mayo de 1828 fue sacado porprimera vez en procesión y, desdeentonces, cada año se repite la marcha.

Un elefante, entre los muchos quedesfilan, lleva sobre su lomo laKaranduwa, que es un recipiente dentrodel cual va el diente sagrado. Como seha dicho, éste no es el diente verdaderopero los fieles lo ignoran y para evitarque algo le suceda al falso diente, lo

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sustituyen por otro, cuya falsedad esampliamente reconocida.

El rey San Luis era fanático de lasreliquias. Había gastado una fortunapara comprar a los venecianos la coronade espinas de Jesús. Tenía también unpedazo de la cruz, gotas de sangre delCristo y el hierro de la lanza con que lohabían herido. Muchos de aquellosobjetos provenían del saqueo deConstantinopla, donde —según parece— se falsificaban las mejores reliquias.En una misma feria podían encontrarsediez o más fémures del Salvador.Algunos catálogos hablan de las mantas

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que se usaron como pañales del NiñoJesús, un pedazo de pan de la UltimaCena, fragmentos del catre de la Virgen,el velo de Verónica, la vara de Moisés yla mano del apóstol Santiago.

Luis tenía, aún en vida, reputaciónde santo. La gente se disputaba losobjetos que habían estado en suproximidad, calculando que tendríanpropiedades milagrosas. Si se sentabaen el suelo, los cortesanos guardabancuidadosamente la tierrita sobre la quese había posado. Los barberos vendíansus rulos y su barba.

Algunas reliquias de la colección deSan Luis estaban en el castillo de

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Vincennes. En 1791, los oficiales de laRevolución Francesa encontraron undiente de leche del Niño Jesús.Inmediatamente consideraron falso aquelobjeto y lo destruyeron en una solemnedemostración de celo republicano.

Pasada la época del Terror yrestituida la confianza en las reliquias,el diente fue exhibido en la capilla deVincennes. Algunos escépticos hicieronnotar la incongruencia de estaexhibición, dada la previa aniquilacióndel diente del Enviado. Mirabeaurespondió a esa objeción con unamonografía en la que se defendía elcarácter alegórico de las reliquias. No

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era tan importante la presencia de unverdadero diente como la fe quesuscitaba.

Después vino a saberse que aquelinforme no había sido escrito porMirabeau y que se trataba de unafalsificación posterior a su muerte.

En el año 624, después de serderrotados por Mahoma cerca del pozode Badr, los mequineses alistaron tresmil hombres y atacaron nuevamente alprofeta. El los esperó al pie del monteOhod con mil guerreros.

En medio del entrevero, un mequinésllamado Otba le acertó un piedrazo y le

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rompió un diente, que el juicio históricoha descripto como un central superior.El diente se perdió en el desierto. Sinembargo, en el museo Topkapi deEstambul, puede vérselo en el interiorde una cápsula convenientementeornamentada. En el museo explican queun sultán ordenó a sus hombres cernirtoda la arena de la región, hasta dar conel diente. Les juró que si no lo hallaban,los degollaría a todos. A los pocos díaslos hombres regresaron con el diente ylograron salvar sus vidas.

CORO

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Después de años deausencia

Alí, el mercader de Tiroregresa a su casa.Lleva dientes postizosy un ojo de vidrioy una peluca roja.Su madre, al verlo, le dice:«Este no es tu ojo,ni éstos, tus dientes,ni éste es tu pelo, Alí».El mercader contesta:«Tampoco soy Alí, madre».Y la anciana responde:«Tampoco soy tu madre».

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S

ZORROS CHINOS

e ha hablado mucho acerca de lasdestrezas de los zorros chinos. Se

dice que son capaces de producir vientocon las orejas, de encender fuego con lacola, o de retardar el paso del tiempocon sus garras.

Muchos suponen que estos animalesson en realidad almas transmigradas dehombres que han muerto violentamente.Suelen vivir cerca de los sepulcros y selos considera de mal agüero. Sulongevidad es prodigiosa: vivirochocientos años para ellos no es nada.

Pero lo que más asombra es su

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capacidad para las transformaciones.Con la mayor facilidad asumen elaspecto de guerreros, funcionarios,dragones, pájaros y —con todafrecuencia— mujeres hermosas. Bajoesa apariencia tienen por costumbreseducir a los hombres. Viven con elloslargos años y luego, de ser posible en elmomento en que ellos están másenamorados, toman su forma original o,lo que es peor, forma de mujerdesdeñosa.

Para completar estos engaños actúancon enorme paciencia. A veces, setransforman en niñas y van creciendo,conforme a los plazos usuales, hasta

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llegar a la edad más conveniente para laseducción.

Los sabios aconsejan el siguienteprocedimiento para saber si una mujeres en realidad un zorro: tirarle tresveces de la oreja derecha y luegobesarla. Ante estas acciones, el zorrodeberá egresar de sus fingimientos yrevelar su verdadera condición.

Los zorros chinos menos pacientessuelen aprovechar los viajes de lasmujeres para raptarlas, encerrarlas ysustituirlas en fingidos regresos. Losesposos y novios casi nunca adviertenestas usurpaciones.

Un funcionario de la ciudad de

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Ch'ang-an permitió a su esposa queviajara al norte a visitar a sus padres.Los zorros la capturaron y uno de ellostomó su lugar para regresar junto almarido. El hombre no sospechó nada ycontinuó su vida junto al zorro,siguiendo sus hábitos de siempre.

Tiempo después, el zorro chino,aburrido de su papel de esposa delfuncionario, solicitó permiso paravisitar nuevamente a sus padres e hizoliberar a la verdadera mujer para queregresara a Ch'ang-an.

Pero esta vez el funcionario entró ensospechas. La dama estaba cambiada: supiel estaba gris y sus ojos rojos.

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Además, hablaba todo el tiempo dezorros y cautiverios. El funcionarioconsultó a sus amigos de laadministración y éstos le aconsejaronque echara a su mujer, ya que con todaprobabilidad era un zorro.

Los empleados del censo hancalculado que un quinto de la poblacióndel mundo ha sido sustituida por zorros.A veces ocupan cargos de granimportancia. Y es posible que algunoshasta gobiernen provincias. Casi nadieefectúa denuncias porque los zorros quese han transformado en jueces se burlande ellas y persiguen a los acusadores.

El sabio Wei Hei escribió, durante

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la dinastía T'ang, un libro erudito yrevelador. En él se establece la falsedadde todas las creencias populares. Si bienno niega la existencia cierta de zorros,Wei Hei sostiene que la vida de estosanimales es perfectamente anodina y queno se diferencia mucho de seres tanpoco milagrosos como el perro o eldragón. Para desalentar la superstición,Wei Hei incluyó en el libro unashistorias edificantes que cuentan lasdesgracias que padecieron los que seatrevieron a creer en la magia del zorrochino.

El alfarero Tz'í acostumbraba a

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contar todas las nocheshistorias de zorros chinos a susamigos de la posada. Unanoche, al regresar a su casa,encontró en la puerta a unmonje armado con una espadade fuego. La figura, con vozmuy grave, le preguntó: «¿ Túeres el alfarero que cuentahistorias sobre zorros chinos?».«Sí», contestó el hombreaterrorizado. El monje le dijo:«Marcaré para siempre tu carnecon esta espada de fuego, paraque veas el destino que losdemonios tienen preparado

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para los supersticiosos, loshechiceros y losmistificadores».El alfarero descreyó de loszorros y dedicó largos años alestudio de las matemáticas, lahidráulica y la predicción delfuturo. Una noche, volvió aencontrarse con el monje que,suspendido en el aire, le dijoestas palabras: «Has seguido elcamino de la sensatez y larazón. La marca que te hicedesaparecerá».A la mañana siguiente, elcuerpo de Tz'iya no presentaba

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cicatrices. El alfarero viviómuchísimo tiempo y enseñó asus hijos a no hacerse eco delas leyendas que referían losignorantes.

El libro de Wei Hei afirma que todaslas historias de aparecidos forman enverdad un cuerpo de amenaza eintimidación, cuyo fin es abusar de laspersonas menos dotadas.

Sus enemigos hicieron ver a lasautoridades un sentido de rebeldía enesas ideas. Fue hostilizado y perseguidodurante mucho tiempo, hasta quefinalmente lo acusaron de promover la

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heterodoxia y la desobediencia. Su librofue quemado en un acto público,mientras unos ancianos repetían esterefrán: «Ser un zorro es deshonroso,pero más deshonroso es ser un necio queno cree en los zorros».

Después, el verdugo se dispuso aazotar al sabio. Pero cuando el látigoestaba en el aire, Wei Hei se convirtióen zorro y desapareció velozmente.

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E

GEOGRAFÍAFANTÁSTICA

n las afueras del pueblo de I Shi,justo al pie de una montaña, se

alzan unas estatuas misteriosas. Losnativos cuentan que, en tiempos remotos,un soldado enamorado debió marchar auna guerra lejana. La novia fue adespedirlo al pie de aquella montaña.Con lágrimas en los ojos vio cómo elguerrero se alejaba hasta perderse en elatardecer. Sin embargo, ella permanecióen ese lugar durante largas horas, largosdías y largos meses, hasta que

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finalmente se convirtió en piedra.En los años siguientes, en ese mismo

lugar, otras personas resultaronpetrificadas por despedirse demasiado.Hubo también quienes pudieron huir atiempo, pero con el corazón endurecidopara siempre.

Hoy, las gentes de I Shi, dicen queno debe despedirse a nadie al pie de lamontaña. El que lo hace no vuelve a verjamás al que se va. Nosotros sabemosmás que eso y decimos que todos lospueblos son I Shi, que nadie vuelve aver al que se va, que todo regreso esfalso, que toda despedida es definitiva.

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Luciano de Samosata ha dadotestimonio de la existencia de la Isla delos Dichosos. Está situada en el océanoAtlántico y tiene más de 700 kilómetrosde largo. No hay montañas: toda laextensión de la isla es una amablellanura. Sus habitantes no son, a decirverdad, personas de carne y hueso, sinoalmas recubiertas por una tenueapariencia corpórea. Las ropas estánconfeccionadas con telas de araña, queluego son teñidas con la más finapúrpura.

La capital, es decir la Ciudad de losDichosos, es de oro, excepción hechadel muro que la circunda, que ha sido

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edificado con ladrillos de esmeralda.El gobierno es ejercido por el

cretense Radamantis que, comosabemos, es también uno de los tresjueces del infierno. Esta superposiciónde funciones asegura una saludabledesidia en las acciones del estado.

Hay templos de todos los diosespaganos. La ciudad tiene siete puertas yestá rodeada por un río de mirra. Lacuriosa hidrografía de la isla registra,además, siete ríos de leche, ocho devino y algunos manantiales de miel. Elaseo de los sutiles ciudadanos se cumplecon rocío caliente.

No hay en esta región noches

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oscuras ni soles de mediodía.Perpetuamente la ilumina una luz suavecomo la del amanecer o el ocaso. En laIsla de los Dichosos siempre esprimavera y solamente sopla un viento:el céfiro.

Es de suponer que la dicha que seconsigue en estas latitudes sea tanhomogénea y accesible como lageografía y el clima. En el siglo V unosnobles romanos que huían de lasinvasiones bárbaras arribaron a suscostas, después de un viaje horrible.Vivieron un año de molicie y serenidadhasta que —cercanos a la locura— seembarcaron de regreso a Roma para

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hacerse matar por los visigodos.

Sin duda, la más ostentosa de lasciudades fue Iram Zat Al-Amad. Talcomo puede leerse en Las mil y unanoches, se alzaba en medio del desiertodel Yemen. Tenía sólo dos puertasenormes, incrustadas con toda clase depiedras preciosas, cuyo brillo erainmediatamente empalidecido porcentenares de castillos construidos conoro, plata y rubíes.

La ciudad fue fundada por Saddad,un rey aficionado a la lectura. Unadescripción literaria del Paraíso loentusiasmó de tal manera que decidió

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construir un lugar idéntico en la Tierra.El rey Saddad sojuzgaba a cien mil

reyes. Cada uno de estos reyes eraobedecido por cien mil jefes valientes.Y cada jefe valiente comandaba a cienmil soldados. Es propio del pensamientoárabe el encontrar solaz en el vértigo delos números: el tablero de ajedrez queduplica granos muestra la asombrosafacilidad con que puede llegarse a unacantidad inconcebible. Del mismomodo, los soldados de Saddad son100.0003, es decir, mucho másnumerosos que la población de cien milmundos actuales.

El caso es que el rey los convocó a

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todos y les ordenó que buscaran elmejor lugar de la Tierra para levantar laciudad dorada. Una vez establecida laubicación más apropiada, comenzó laconstrucción, que duró veinte años.Después, Saddad dispuso que se alzaranunas murallas inexpugnables. Esa obrase prolongó durante veinte años más.Entonces, el rey pidió a mil visires y asus esposas, esclavas y eunucos que loacompañaran a su paraíso.

Cuando les faltaba muy poco parallegar a Iram Zat Al-Amad, un gritoterrible descendió del cielo y su sonidofue tan poderoso que todos murieron. Laciudad está hoy deshabitada y si un

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viajero la encuentra, puede llevarsetodos los tesoros que hay en ella.

El emperador Han Wu Ti esrecordado por sus conquistas, por loscaballos que trajo del oeste, por lapolítica llamada i-i-fa-i, que consistíaen utilizar a los bárbaros para combatira los bárbaros y por la emisión de unosbilletes que valían cuatrocientas milmonedas de cobre y que estaban hechoscon piel de venado blanco.

Allá por el año 90 AC, Han Wu Tillegó a Hsuan, en el reino meridional.Los ancianos lugareños se apresuraron ainformarle que en ciertos campos de

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aquella región había hierbas de jade yplantas de oro. También le contaron quealgunos señores de Hsuan poseían unincienso notable, bajo cuyo influjo nadiemoría.

Así, en algunas casas, había unapermanente bruma que mantenía vivas alas personas. El emperador recibiócuatro onzas de aquella mágicasustancia. Pero por olvido oescepticismo jamás la usó.

En cambio, un funcionario de Hsuan,que se daba aires de inmortal, vivíaenvuelto en la niebla que manaba de suincensario. Jamás salía de su residenciay un ejército de servidores se encargaba

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de mantener encendidos los tizones.Pero una vez, por un descuido, entró unabrisa por la ventana y arrastró la brumade la vida perpetua.

El funcionario, que tenía más detrescientos años, respiró el aire fresco ymurió instantáneamente.

La ciudad de Kai, en la regióncentral de la China, está perpetuamentecubierta por una densa niebla. En losdías despejados, la visibilidad alcanza alos cinco metros, pero en la mayoría delas jornadas ningún hombre puede ver

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las palmas de sus manos.Es difícil llegar a Kai. Los jefes de

las caravanas que atraviesan el Asiajuran que en esa región todo cartel esinvisible. Es cierto que los conductoresde caravanas son analfabetos y tambiénes verdad que desde hace muchos añosno existe en la región cartel alguno. Así,muchos viajeros han atravesado laciudad de Kai sin verla. Estudiantes demeteorología han oído decir que laniebla de Kai es tan espesa que hay quehacer fuerza para atravesarla. Los niñosse dejan caer hacia adelante y llegan alsuelo suavemente, sin dañarse.

El periodista francés Jules Garnier

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escribió que la niebla existe inclusive enel interior de las viviendas. En una desus crónicas para Le Fígaro, Garnierdivierte a sus lectores contando lasdificultades que tuvo en una modestapieza de pensión para hallar su taza denoche. Este dato es seriamentecuestionado por el antropólogo inglésHerbert Chorley, quien garantiza que elepisodio no ocurrió en Kai sino en elhotel «Las cuatro plumas» de Calcuta,donde por temor a los robos no colocanescupideras en las habitaciones.

A principios del siglo XX, lapoblación de Kai aprovechaba los díasferiados para concurrir a la playa

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llamada Sha Kang, junto al río Wu.Llevaban botes de goma, trajes de bañoy disponían su ánimo para hacer todaclase de abluciones. En 1961, unosgeólogos holandeses descubrieron quepor allí no pasaba ningún río.

La decepción de los bañistas fuetotal. Hoy en día, casi nadie va a laplaya de Sha Kang.

Los habitantes de Kai tienenrelaciones interpersonales muy pobres yconfusas a causa de la enorme dificultadque existe para reconocer a losindividuos.

Los sabios del lugar consideran quees preferible no diferenciar a una

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persona de otra y que las relaciones deparentesco y amistad son —después detodo— una colección de prejuicios yprivilegios sin sentido.

Ni siquiera es necesario diferenciarel «yo»: en la región de Kai, se hablasin pronombres y la tendencia general esno poner nombres a los niños y dejarque la educación, la alimentación y elafecto sean obras del azar y de la niebla.

La propiedad privada fue abolida en1730. Cualquiera puede volver acualquier casa y dormir en cualquiercama.

En 1994, el gobierno de Pekín envióuna comisión de funcionarios para hacer

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un censo y poder cobrar impuestos. Losfuncionarios se perdieron y nadie supojamás de ellos.

Cuando los habitantes de Kai van aotras ciudades y observan caras ycuerpos y se observan a sí mismos,enloquecen por completo.

Los pocos viajeros que salen alexterior suelen llevar consigo unvaporizador que produce una densaniebla individual, en medio de la cual sehallan más a gusto.

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U

EL BAR X

na noche, el más viejo delos Hombres Sabios entró

tambaleándose a uno de lossalones. Con clásica voz deborracho declaró:

—Después que Orestes matóa su madre Clitemnestra, lasErinias lo volvieron loco. Elpobre muchacho mugía como untoro y ladraba como un perro.Había, si bien se mira, cenizasde racionalidad en su demencia.Un loco más completo hubiera

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mugido como un perro yladrado como un toro.

Los parroquianos le dieronmonedas pero los ladrones selas arrebataron y huyeron algalope. Entonces el viejo volvióa recitar.

—El bar es endeble. Susmuros parecen de piedra peroson de cartón. Para salir bastacon no aceptar los caminosseñalados por el arquitecto.Hay que desoír el régimen delas puertas y los pasillos yrecurrir al agujero liso y llano.Derribar paredes es la estricta

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solución.El loro repitió exactamente

aquellas palabras.—Violar las reglas es la

forma digna de resolverenigmas capciosos.

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E

PREMIOS

n las oscuras épocas anteriores alilustre emperador T'ang T'ai-tsung,

los premios, las recompensas ycondecoraciones eran consideradasgestos magnánimos y casuales de laautoridad y aún no se había establecidouna etiqueta, una pompa y una formaconsagrada para su entrega y aceptación.

Pero a partir de la reorganización dela administración pública, el auge de loshonores y las distinciones,particularmente en ámbitos artísticos oacadémicos, fue generandoregularidades, protocolos y códigos que

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poco a poco vinieron a desembocar enun nuevo género artístico: elagradecimiento de premios.

Al recibir cualquier clase de honra,era costumbre que el beneficiariopreparara una declaración de gratitud.Con el tiempo, estas piezas oratoriasfueron creciendo en complejidad yexigencia. Al principio, casi todos losdiscursos consistían en protestas dehumildad. Luego se comprendió quedeclararse indigno de un don de laAdministración era, en cierto modo,dudar de su justicia. Se hizo necesario,en consecuencia, mantener un delicadoequilibrio. Algunos poetas pensaron que

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las palabras de agradecimiento debíanmostrar inequívocamente el talento quese había distinguido. Escribieronentonces mejores versos para agradecerque para merecer. El público cultoprestaba atención aun a los más ínfimoscertámenes porque sabía que de allí ibana surgir palabras agradables.

Hasta tal punto llegó la fama deestas composiciones que muchos sabiosconsideraron que el trabajo previo a ladistinción, es decir, los libros escritos,los años consagrados a la enseñanza, lafunción pública, las obras hidráulicas, lainvención de adivinanzas o laconstrucción de jardines no eran sino un

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paso anterior, una mera preparación —indispensable, eso sí— de su verdaderadestreza artística, que no era otra que lade agradecer premios. Muchos vieronfrustrada esa vocación por la terquedadde autoridades, jurados y funcionariosque se negaban a reconocerlos,postergando el nacimiento de piezasexcelentes, a veces de un modoperpetuo. En vista de estas dificultades,algunos poetas resolvieron prescindir deesta primera y enojosa etapa, que aveces insumía la vida entera, paraencarar directa y valientemente elagradecimiento de medallas que nadiehabía pensado siquiera en otorgarles.

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Esto provocó la alarma de muchosfuncionarios de todo el Imperio, que seapresuraron a repartir galardones a finde que nadie viera frustrada suinclinación artística por un merorequisito burocrático.

En algunas provincias se llegaron aentregar, como estímulo a la juventud,condecoraciones a cuenta derealizaciones futuras. En el año 800, alobtener una alta calificación en susexámenes, el poeta T'ou Lo-t'o escribió:

La masculinidad se aprontaantes de la orgía,el ascenso administrativo es

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presagio del verso memorable.

En los años anteriores a la revueltade An Lu-shan, los artistas chinos vivíanpendientes de los premios. Losconsideraban como manifestacióninequívoca del destino y creían en ellossin ninguna clase de duda. En el año845, el emperador Hui-ch'ang estipulóun premio al mejor agradecimiento depremios. Pero la multiplicación dedistinciones, que es propia de lasadministraciones decadentes, fuedegradando el prestigio de esta clase dehonores que, en los últimos años de ladinastía T'ang, estaban al alcance de

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cualquiera.Las personas demasiado ingenuas

suelen creer que la relación entre losméritos profesionales y el laurel debeser exacta. La verdad es que ambossenderos siguen un recorridoindependiente y si alguna vez se cruzanes por pura casualidad.

Siendo adolescente, Manuel Mandebcopió un texto de Germán Berdiales yganó el premio a la mejor composiciónsobre el hornero. Abrumado por laculpa, rechazó la distinción con palabrasque aún hoy se recuerdan: «Dedicamostodo nuestro esfuerzo, señor rector, aconstruir una sombra que a veces es

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engañosa. Como los magos, movemostres dedos y producimos la ilusión de uncaballo. Y en algún punto la sombra esmás importante que nosotros mismos.Vivimos en tercera persona.Componemos unas conductas queaspiramos a que se proyecten comoadmirables para los demás. Y nosotrosmismos nos convertimos enespectadores de nuestra propia vida: nosmiramos el domingo a las siete de latarde, señores padres, y nos gusta lobien que quedamos tristes. Pero noestamos tristes. No es lo mismo estartriste que mirarnos y complacernos conla tristeza de esa sombra que somos

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nosotros. Ahora, ¿cómo advertir ladiferencia entre lo que unoverdaderamente siente y piensa y lo queuno ha construido para esa sombra, paraese él en que ha venido a convertirse elyo? Tal vez esto mismo que estoydiciendo no es lo que verdaderamentepienso sino lo que me parece elegantepensar. No, señor rector, no admitiré quemi sombra reciba un premio».

Diez años después, el mismo textosobre el hornero alcanzó un premio enlos Juegos Florales del Club Claridadde Ciudadela y el poeta Jorge Allen loaceptó con estas palabras: «La vida noes como el teatro. En el teatro todos los

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actos sirven a una simetría, a un acorde,a una señal previa. En el teatro losoráculos se cumplen, las últimaspalabras son dichas, la tragedia sedibuja nítida. La vida es desprolija ytermina en cualquier parte, mucho antesdel último acto. No siempre hayrecompensa para nuestros aciertos nicastigo para nuestras iniquidades. Anteesta realidad, las autoridades aquípresentes y aún las que están ausentesdeben ejercer una dramaturgiaedificante. Deben poetizar premiando».

En el siglo IX, en P'ing-ch'uan, eljardinero Fou, que era un artistaexcelente, construyó el célebre jardín

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del estadista Li Te-yu. Tenía montañasagrestes, árboles, flores de maravilla,riachuelos, estanques y canales quereflejaban el cielo y pabellonesconstruidos para entrar en contacto conlos inmortales. Li Te-yu quisorecompensar a Fou y su recompensa fueun permiso para visitar el jardín una vezpor año. Al principio lo recibían con lamayor ceremonia pero con el tiempo eltrato fue cada vez más distante, hastaque en el año 850, ya muerto Li Te-yu, leprohibieron la entrada y le explicaronque los jardines son obra de lanaturaleza.

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CORO

Nuestros méritos sonsecretos,

aun para nosotros mismos.Nunca sabremos lo que

hemos merecidoporque no hay un jardínpara los buenos versosni un fuego eterno para los

malos.

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PUERTAS

I

En el barrio de Floresta, bordeandolas vías del ferrocarril, hay un corredoroscuro al que dan los fondos de algunascasas. Si uno se cuela por un ciertoagujero del alambre tejido, aparece enel interior de un barrio oculto al que esimposible llegar transitando las callesconvencionales. El visitante seencuentra enseguida con unas magníficasmansiones rodeadas de árboles, conunas fuentes artísticas y con unossenderos de grava de curiosos diseños.

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Los hombres se cruzan, al poco rato, conunas deliciosas muchachas. Después debreves sonrisas, aparecen padresadinerados que ofrecen al peregrino aalguna de sus hijas en matrimonio. Loshombres aceptan y viven felices durantelargos años en aquel barrio.

A cada visitante le nacen cuatrohijos: todos ellos llegan a ser cantoresde tango o secretarios de algúnministerio. Ante tanta dicha, ningúnvisitante desea regresar a su mundoanterior. Pero un día cualquiera, unosfuncionarios lo expulsan violentamente ylo devuelven al anodino corredor deFloresta. Los hombres exonerados viven

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el resto de su vida llorando su desgraciay a veces son trasladados a otro barrio,también oculto pero triste, que les estáespecialmente destinado.

II

El mago Yehudi Ben Ramban vivíaen un palacio con cinco mil cientotreinta habitaciones. Muchas de ellaseran, en realidad, aposentos en los quese alojaba el pasado.

Todas las tardes el mago recorría lasEdades a su antojo. Le bastaba abrir unapuerta para dialogar con los antiguos

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profetas, para admirar la belleza de lareina de Saba o para escuchar el cantode Orfeo.

Cuando se hallaba melancólico,visitaba las habitaciones de su infancia,se veía a sí mismo como un niño y nuncadejaba de regalarse golosinas. Lashabitaciones de los pisos superioreseran el futuro, pero el mago casi nuncalas visitaba. No siempre se encontrabalo mismo en su interior. Casi todas lasluces estaban apagadas y las personasque las habitaban cambiabanconstantemente de aspecto y de forma.

El mago tenía una llave maestra queabría y cerraba con la mayor seguridad

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cada una de aquellas piezas. Un día tuvola desgracia de olvidar esta llave en unrincón de la antigua Roma. Unoscenturiones borrachos abrieron todas laspuertas del palacio. Los sucesos delpasado y del futuro se mezclaron en lospasillos y se presentaron en la alcoba deYehudi Ben Ramban que estaba ubicadaen el presente. El hechicero viocomparecer ante sí a todas las Horas enasamblea simultánea. Al observar aquelprodigio no tuvo más remedio que morir.Al poco rato, las figuras del pasado y elporvenir se fueron afantasmando y, alcaer la noche, el palacio estaba desierto.

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III

En su casa, vecina al lago Mareotis,el mago Apolonio guardaba en elinterior de un armario toda la ciudad deAlejandría. Cuando recibía a algúnvisitante ilustre entreabría las puertasdel mueble para que pudieranobservarse —siempre brevemente— lospalacios, el museo, el barrio deRhakotis y el faro. También podía elvisitante observar una finca junto al lagoy, en una de sus salas, un armario encuyo interior estaba toda la ciudad deAlejandría.

En el año 705 ab urbe condita,

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Apolonio se hallaba conversando con elsabio Socígenes cuando un humo oscuroempezó a salir del armario. El magocorrió hasta el mueble, echó un vistazo yluego regresó tranquilamente junto a suamigo.

—No es nada —dijo—. Se haquemado la biblioteca.

IV

En el desierto central de la Chinahay un inmenso corredor cuya extensiónno puede calcularse. Cada cincuentametros hay una puerta de doble hoja,

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siempre abierta de par en par. La galeríaparece extenderse infinitamente en línearecta pero los sabios dicen que hay unapequeña curva de un minuto por cadasesenta kilómetros y que el corredor esincesante, no por infinito sino porcircular. Muchos sostienen que suextensión es en verdad la de un círculomáximo, es decir, la circunferencia de laTierra.

V

En su juventud, el perito Fóng-hu-tziestuvo enamorado de dos mujeres. Una,

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llamada Han, pertenecía a la familia deun alto funcionario de la administración.La otra, cuyo nombre era Wei, era unadanzarina de encantos irresistibles.Fóng-hu-tzi se decidió por la primera, secasó con ella y fue muy favorecido porsu suegro.

Un día, recorriendo la ampliamansión donde vivía, abrió una puertapor error y se encontró con el mundo delo que pudo ser, con la vida que hubieravivido junto a la bella Wei. Pudoacceder a unos aposentos en los queardían pebeteros con esencias deexquisito aroma. Wei bailó para él ydespués le enseñó a encontrar unos

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placeres acerca de los cuales el peritoFóng-hu-tzi no estaba anoticiado.

Al amanecer, Fóng-hu-tzi regresó asu vida próspera junto a su mujer Han.Pero tomó la costumbre de atravesarcada tanto la puerta misteriosa. Con eltiempo, llegó a necesitar tanto de losestímulos de la danzarina que pasaba enaquel mundo días enteros, mientras surespetable familia lo buscaba por todaspartes.

Un día, al abrir la puerta de losplaceres, se encontró en medio de unaáspera orgía. Su amada Wei lo recibiócon entusiasmo y lo hizo participar detodos los excesos de la fiesta. Cuando

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todos estaban borrachos o trastornadosestalló una pelea y Fóng-hu-tzi fueherido. Despertó en un callejóndesconocido, recorrió las callestratando de encontrar su casa pero nadielo conocía, ni a él ni a su poderosafamilia. La ciudad misma era otra y losfuncionarios administrativos respondíana un emperador cuyo nombre nuncahabía oído.

Fóng-hu-tzi sintió hambre y frío ytuvo que mendigar. Solo y sin amigos,llamaba a las puertas de las casas parapedir un poco de mijo o una moneda.

Pasó el tiempo. Fóng-hu-tzienvejeció y se debilitó. Una tarde de

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invierno, unos mercaderes lo dejaronpasar la noche en su casa. En plenaoscuridad, abrió una puerta por error yvino a dar a uno de los pasillos de suvieja mansión, aquella que compartíacon la hija del funcionario imperial. Fuereconocido con enorme dificultad. Han,su esposa, estaba vieja y un pocodemente. Sus hijos habían tomado elcontrol de la casa y casi no lorecordaban. Por lo demás, nuncacreyeron del todo la historia de lo que lehabía sucedido en esos años.

Fóng-hu-tzi fue confinado a unashabitaciones lejanas y murió pocodespués. Uno de sus hijos buscó en vano

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la puerta que su padre citaba: todas lasque abrió daban a su mundo, a supresente, a su destino.

Una versión distinta de esta historiaaparece en el Registro de SucesosProdigiosos. Allí se cuenta que Fóng-hu-tzi debió decidir en su juventud entreuna carrera en la administración y unfuturo de cantor, poeta y limosnero.

A pesar de su espíritu libre, Fóng-hu-tzi cedió a las presiones familiares yemprendió el camino de los honoresburocráticos.

Anciano ya y desengañado delmundo de la política, se encontró con elmago Ts'üán, quien le ofreció ver en el

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fondo de una fuente el mundo de lo quepudo ser.

—Te mostraré dónde estarías ahorasi hubieras sido cantor y poeta.

Fóng-hu-tzi miró en el fondo de lasaguas y se vio a sí mismo, anciano ya,desengañado de las falsas libertades delcanto y la poesía y consultando alhechicero Ts'üán, para que le permitieraver qué hubiera sucedido de haberelegido el camino de la administraciónimperial.

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E

RESPUESTA

l conde Soderini, en las puertas dela vejez, mantenía un aspecto

lozano y digno. Había sido un guerrerotemible, un jugador valiente y un viajeroaplicado.

En la China, le habían enseñado unasdestrezas eróticas que —según se dice— le permitían honrar a docenas dedamas sin perder la disposición viril.

Los sacerdotes de Heliópolis lohabían adiestrado en la preparación deelixires y en el manejo de la cítara.

Los años no habían aplacado losfuegos de su alma. Sin embargo, en la

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tarde de la vida, había ido reemplazandolos duelos por la docencia. Algunasveces acudían a él jóvenes estudiantes oaventureros bisoños a pedirle algunaclase de consejo. El condeacostumbraba a recibirlos en laintimidad de su estudio. Allí tenía unespejo azul, en cuya luna podía ver elpasado y el porvenir.

Una noche, el príncipe Giuliano deMédicis le dijo con amargura:

—Los hombres más sabios queconozco describen el mundo como si notuviera sentido. Ninguna conductaparece suficientemente ventajosa, todoes pasajero y banal. Lo que más nos

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entusiasma es prolegómeno de ladesilusión. Se me ha enseñado que losreyes caen, que la ciencia nunca contestala última pregunta y que las riquezasoprimen a quien las posee. ¿Por qué lainteligencia nos aleja de la esperanza?¿Es que no hay en la vida algo que valgala pena? ¿Es que no hay una gloria cuyoprecio no parezca finalmente abusivo?Quiero apostar, conde Soderini. Tengodinero, poder, fuerza y juventud. Dígamepor favor en qué debo gastar estafortuna. Dígame cuál entre las cosas deeste mundo es la más valiosa.

—El amor —dijo el conde—. Sóloexiste el amor. Las otras cosas nobles

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apenas sirven para dignificarlo. El amores el que impulsa al artista a buscar loslenguajes que expresan la belleza. Elamor impulsa al héroe a retemplarse enel riesgo. Y el amor es la respuesta alindagador de secretos, porque es laexplicación de todos los misterios. Esallí, Giuliano, donde debemos gastarnuestros escudos y nuestros años.Algunos hombres jamás lo encuentran.Para otros es apenas una estrella fugazque ilumina un año, un mes, una semanao un día de sus vidas. Pero ese destelloefímero da significado a la existenciatoda. Bienaventurado el que puede sentiren su carne y en su espíritu el fuego de

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esa chispa.—¿Usted lo ha sentido? —preguntó

Giuliano.El conde miró el fondo del espejo y

vio los ojos de Lucía, la inconstanteLucía. Vio también su abandono unatarde de primavera, a orillas del Arno.Después, entre reflejos azulados, sedibujó la indiferencia de la hermosa antelas magias, los poemas y la música.Finalmente, Soderini alcanzó a percibir,perturbado por el prisma de suslágrimas, el desprecio irremediable, lahumillación, el insulto y los pasos deella acompañando a su marido, unmercader de Volterra. Entonces, con voz

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firme contestó:—Sí, lo he sentido. Por fortuna.

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L

EL BAR XI

os Hombres Sabios llegaronal anochecer. Estaban todos

los que conocíamos y tambiénalgunos a los que no habíamosvisto nunca.

—¡Silencio! —gritó un loro.—¡Silencio! —repitieron los

Hombres Sabios.El más anciano se subió a

una silla y leyó un papelarrugado.

—Dentro de unos instantes,unos estallidos simultáneos

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abrirán agujeros en estasinfinitas instalaciones. Duranteaños hemos rastreado lasparedes que lindan con elexterior. Sabemos cuáles son losmuros tras de los cuales está lalibertad. Todo será fácil.

—¡Basta de repeticiones! —dijo un sabio.

—¡Basta de repeticiones! —dijeron todos.

El anciano pidió silencio yluego, con aire solemne,preguntó:

—¿Quiénes quierenacompañarnos en nuestro viaje

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hacia la libertad?Algunos levantaron la mano.

Otros ni siquiera prestaronatención. El Narrador, el coro ylas prostitutas más hermosasestaban entre los másentusiasmados.

Al rato se oyó unmodestísimo estampido.

—¡Ha sido la explosión!—¡Aquí! ¡Aquí! —Ada, la

bruja, descubrió una aberturaen el fondo del salón.

—Vámonos, salgamos —dijoel sabio más anciano.

—¡Abajo el determinismo!

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—repitieron los loros.Uno a uno fueron pasando

por el hueco. La paredciertamente era muy endeble.Con unas cuantas patadas, elagujero se hizo tan grandecomo una puerta. Mientras losfugitivos lanzaban gritos devictoria y despedida, el resto delos parroquianos volvía a susholganzas habituales.

El grupo caminó un rato enla más profunda oscuridad.Después siguieron por un largosendero bordeado de árboles.Anduvieron junto a un arroyo y

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justo al amanecer llegaron auna cascada. Un poco más tardese detuvieron a descansar en unbosque. Reanudaron la marchaal anochecer. Cerca de lamedianoche encontraron unaplaya y se sentaron en la arena,bajo el brillo de las estrellas.

—Es inútil —se lamentó elmás viejo de los HombresSabios.

—Nunca saldremos de aquí—repitió el loro.

El Narrador, a la luz de unfósforo, empezó a leer con voztemblorosa.

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NOTAS

[1] Esta humilde edición provienede la copia de Dimas Santángelo, unanciano envidioso que tuvo en su poderlos libros del Narrador y que loscorrigió cruelmente, sólo paramenoscabarlos. Se molestó, eso sí, enanotar las improvisadas canciones conque retrucaban cada historia losbelicosos cantores del Coro del Bar.

[2] Esta palabra es reemplazada encada ocasión, conforme a lacircunstancias (trenes, uvas, astros,

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nada, calma, etc.).

[3] Ningún punto de la Tierra seencuentra a treinta y cinco milkilómetros de otro, en línea recta. Uncírculo máximo mide 40.074 km. Deeste modo, la máxima distancia posibleentre dos lugares es de 20.037 km. (Notade Dimas Santángelo)

[4] Es decir, Feng-shui.

[5] Significa que el árbol tenía undiámetro de casi cinco cuadras. (Notade Dimas Santángelo)

[6] Lo mismo sucedió cuando Helio

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permitió que su hijo Faetonte condujerael carro del Sol. (Nota de DimasSantángelo)

[7] Llama la atención que el detalleno hubiera sido previsto por ladivinidad. Bastaba con entregar nueveflechas. (Nota de Dimas Santángelo)