El baile de nuestra vida

26

Transcript of El baile de nuestra vida

“Hay quien dice que el destino está ligado a la tierra, que es tan parte de nosotros como nosotros de él. Otros dicen que el destino está tejido como una tela, para que el de uno se cruce con el de otros muchos. Es lo que todos buscamos o contra lo que todos luchamos. Hay quien nunca lo encuentra o quien es fatalmente atraído hacia él. Lo único predecible acerca de la vida, es que no hay nada predecible. Nuestro destino está con nosotros. Sólo tenemos que ser lo suficientemente valientes para verlo. Nunca sabrás si tu decisión es correcta si no te atreves a llevarla a cabo”.

En esta historia ninguno de nuestros protagonistas podía siquiera imaginar que su destino estaba esperándoles en un lugar tan sorprendente como el Bora Bora, entre pasos de salsa y ritmos latinos, con sabor a mojito y el rumor de las risas de fondo. Y es que, en ocasiones, lo inesperado, te cambia la vida.

Matilde había perdido la ilusión en el amor, hacía ya tres meses que su corazón se había lastimado y no tenía ganas de complicaciones. Pero ya era hora de animarse un poco y la casualidad quiso que aquella noche del 3 de mayo de 2012 saliera junto a sus amigos a un pub que acababa de descubrir en Murcia... Bora Bora se llamaba, un nombre cualquiera, sonoro, curioso... que iba a ser significativo en las vidas de Matilde y Juan Ángel. Bora Bora es una de las Islas de Sotavento, del archipiélago de la Sociedad, en la Polinesia francesa. La verdadera ortografía de su nombre es Pora Pora, o May ti pora y su significado no puede ser tan profundo y adecuado: “creada por dioses y relámpagos”.

Llevaban un rato en el local cuando de pronto, el dj se marcó el detalle de dedicar canciones a ese grupo de amigos de Albacete... Un gesto que cambió el cariz que iban a tomar los acontecimientos. Y ese chico guapo y solitario que entraría en el Bora Bora pasadas las 3 buscando ritmo después de una boda que le dejó con ganas de más, fijó su atención en aquel grupito de Albacete en busca de algún paisano conocido.

- Si no pareciera imposible, juraría que ese chico de ahí también es de Albacete y que el fin de semana pasado bailé con él en Puerto Príncipe. Merche miraba hacia la barra todavía dudando, pero Matilde la cortó rápido.

- Tú llevas muchos mojitos, pero si te atreves a ir a comprobarlo, el último corre de mi cuenta.

“En ocasiones, lo inesperado, te cambia la vida”

De nuevo el destino se portó y quiso que se propiciara un encuentro, aunque fuera con Merche. Efectivamente era de Albacete y la sorpresa no quedó ahí... ¡Tenía un hermano gemelo que bailó con Merche! Ella no dudó en sacarlo a él también a bailar para ganarse ese mojito bien merecido.

Cuando Matilde y Juan Ángel cruzaron sus primeras palabras nada hacía presagiar lo que pasaría después. Pocas palabras y parcas por su parte, y algo de orgullo por la de ella…

Ese baile que ambos deseaban no llegó y la noche pasó dejando a ambos un sabor agridulce en la boca. Pero Matilde no suele resignarse y es una mujer de carácter, y por eso optó por atajar la situación de frente y preguntarle sin más si es que acaso no pensaba sacarla a bailar.

- Ninguna canción me gusta lo suficiente para bailar contigo... Y además, no sé cómo bailas. No suelo sacar a desconocidas para que no se malin-terprete …lo dijo sin vacilar y sin prepotencia pero Matilde pensó: - Vaya, vaya, qué chulete este paisano...

Luego descubriría que no era soberbia, era experiencia... Y es que, ¡Cómo bailaba ese chico! En cambio, Matilde era aún inexperta, y no paró de bailar con unos y otros... Menos con él... Cerraron el bar y el sol terminó con las expectativas de su ansiado baile.

Aquel primer encuentro en el Bora Bora no fue igual para él que para ella. Juan Ángel la vio entrar y enseguida se fijó en ella, en su belleza. Nunca antes la había visto por allí, se acordaría, sin duda. Fue sacando la información poco a poco, con cautela, ¿Cómo iba a saber si esos chicos que la acompañaban eran amigos, o uno de ellos era su pareja? Ella no quería un hombre en su vida, se dedicaba a aprender salsa, a viajar.

Era su momento. Aunque, por qué no decirlo, Juan Ángel le pareció guapo. Además, ¡Cómo no iba a reparar en él si llevaba la camisa fosfores-cente! Y ese fin de semana, el color de aquella camisa lo iluminó todo. Fue la luz después de la niebla, de la soledad, del presentimiento que tuvo Matilde... ¿Y si su madre tenía razón y había sido un error irse a vivir a Murcia con su novio de entonces? Pero no lo fue...

“Siento volverte loca darte el veneno de mi boca siento tener que irme así sin decirte adiós”

Al día siguiente, Matilde había organizado una paella junto al dj del Bora Bora. El sueño y la resaca la tenían un poco aletargada y tuvo que mirar dos veces seguidas al hombre que se sentó a su lado para asegurarse de que era él - ella entonces no sabía que la noche anterior él se había guardado el teléfono de uno de sus amigos para quedar al día siguiente.

- Vaya, vaya, la salsera de Albacete... El día pasó soleado y agradecido entre risas, conversaciones y bailes... Ambos charlaron y se conocieron un poco mejor, les gustó lo poco que pudieron adivinar del otro. Matilde se quedó con las ganas de bailar con él y su amor propio no iba a perdonarle tan fácilmente ese desplante. Pero él sólo bailaba con Merche.

Ella por su parte, realizó los talleres de baile con sus amigos Chema y Dani, mientras él la escrutaba desde la barra. Todavía le quedaban muchas horas de baile con distintas parejas, pero nunca con él, que seguía impertérrito todos su meneos pero se mantenía sin sacarla, ni siquiera cuando ella bailó con un conocido suyo, cosa que al parecer a Juan Ángel no le hizo ninguna gracia.

Hasta que sonaron unos conocidos acordes...

“Si alguna vez te hice sonreír creíste poco a poco en mi fui yo lo sé, por eso y más perdóname...”

Y entonces sí que fue decidido y le espetó a su amigo Toni:

- ¿Me dejas a mí que baile esta con ella? Si la señorita quiere, claro.

Pablo Alborán en versión bachata sería su primer baile, una melodía dulce, esa que no iba a terminar nunca. La canción que esperó Juan Ángelpacientemente. No iba a dejar que cualquier música empañara sus primeros pasos de salsa con la mujer de su vida.

Él no paró de reír durante todo el baile, en el centro de la pista; ella, intimidada ante la mirada de todos: ¿De qué te ríes?- Tengo mucho trabajo contigo, ese golpe de cadera es de hace diez años lo menos, de la escuela de Santo Domingo.

Y sonaron otros acordes que fueron como un presagio (eso no se le dice a una dama, no me extraña que estés soltero...).

“Siento volverte loca darte el veneno de mi boca siento tener que irme así sin decirte adiós”

“Uno de los grandes retos de la vida es saber escoger, con quien ser recuerdo, con quien ser momento y con quien ser eterno”

Y los días pasaron perezosos sin noticias del bailarín desconocido y sin perspectivas de un nuevo encuentro. Matilde, centrada en sus estudios dejoyería, quería hacer borrón y cuenta nueva.

Pero Juan Ángel no es de los que se da por vencido y si la oportunidad no llama a su puerta, sale a buscarla: «Nuestro destino está con nosotros, sólo tenemos que ser lo suficientemente valientes para verlo. Nunca sabrás si tu decisión es correcta si no te atreves a llevarla a cabo».

Y así fue como encontró en Facebook a aquella chica rubia que se quedó plantada en el baile, su sonrisa burlona y esos ojos alegres y azules no se le quitaban de la cabeza...

Ella estaba tomando el sol en la terraza cuando él la abordó por el chat y le propuso quedar de nuevo. Matilde no mintió, había quedado para bailar un rato con su amigo Víctor en el Bora Bora. Pero Juan Ángel no aceptó la negativa y, como en ese horario acabaría su ensayo en un local cercano, le aseguró que si podía iría a saludarlos.

A las 10 de la noche nadie fue a su encuentro en el centro comercial Zigzag, ni a las 10 y cuarto, cuando recibió la llamada de Víctor avisando que no podrá llegar por una avería con el coche. Y de nuevo el destino, que quiso que Víctor no llegara y ella se entretuviera con el móvil hasta que a las 10 y media alguien tocó su hombro. Juan Ángel apareció esa noche como un ángel, al rescate de un plantón:

- No pensé que le tendría que agradecer a un amigo que deje plantada a una chica para pasar una buena noche con ella. Si yo fuera él nunca te dejaría plantada.

Y desde aquel día en el que compartieron algo más que buena conversación y una hamburguesa, en lo que fue su primera cita no planeada, nunca, nunca ha faltado a esa promesa. Por contra esa noche, Matilde rompió varias promesas por él:

1. Nunca quedarás con un chico a solas sin ser del trabajo o tu pareja (para evitar rumores y malentendidos)

2. Nunca comerás hamburguesa delante de un chico cuya opinión te importe

3. Y menos una hamburguesa será el menú de una primera cita.

Y todavía sería la primera vez de ambos en otra cosa, nunca habían hablado tantas horas por teléfono de madrugada a pesar de acabar de verse hacía un rato. No habían tenido bastante y todavía desayunaron juntos, porque Juan Ángel es obstinado cuando quiere algo y reservó un sitio para que ella aparcara rápido antes de clase y pudieran estar más tiempo juntos.

Pasados tres meses, con la locura de la falta de sueño y la energía de un amor recién estrenado, tocaba por fin presentarse en sociedad. Tan poco tiempo desde que se conocieron y ya no se separaban. Matilde no quería precipitarse para hacer oficial su noviazgo, pero decidió que antes de que entrara en la familia, lo llevaría a la boda de una de sus mejores amigas en Madrid. Cuando vieron la buena pareja que hacían, todos se alegraron por ellos y evitaron las preguntas incómodas. Fue entonces cuando pasaron su primera noche en un hotel cercano, y aquellos momentos no hicieron más que confirmar que ninguno de los dos se había equivocado y que lo suyo no había hecho más que empezar.

Juan Ángel escogió otro momento bien distinto para presentarle a sus amigos. Algo que a ella no le apasionaba, pero que era muy importante para él. Así que esperó el momento adecuado y en la final de un campeonato de fútbol, hizo los honores y presentó a Matilde a su pandilla de amigos. Lo pasaron genial, su equipo ganó el partido, ella se ganó a sus amigos y después salieron todos a celebrarlo.

En el mes de agosto, Juan Ángel aún seguía dándole a Matilde los buenos días, haciéndole el desayuno y durmiendo en el sofá... Había llegado el mo-mento de presentarlo en la familia: no podía ser en otro lugar ni mes, que en agosto, como siempre, y en la finca de Valcarrasco. Todos quedaron entusiasmados con el cambio, aquel bailarín de Albacete les conquistó enseguida y confiaron en que ella no lo iba a dejar escapar. La familia de Juan Ángel tuvo exactamente la misma sensación.

Después pasaron los meses y las horas del día no eran suficientes para su amor, hasta que por fin fueron a vivir juntos. Por eso, hace justo dos años, el día en que Matilde tenía que marcharse a Valencia para continuar la carrera superior de Joyería, él no tuvo dudas y se marchó con ella. Casualmente, Lucrecia, la madre de ella, tenía un piso vacío en Valencia, que además pertenecía a la abuela de Matilde, tan querida y especial.

Matilde tuvo miedo de tomar la decisión, ella ya lo había dejado todo por amor por su anterior pareja y ahora quería perseguir su sueño como joyera. ‘Lo que tenga que ser, será’ pensó. Y Juan Ángel, pese a tener su casa comprada, sus amigos y toda su vida hecha en Murcia, no se lo pensó dos veces y en junio pudo conseguir el traslado a Valencia en su misma especialidad.

Un diamante en bruto

Y Valencia los recibió, con sus calles, plazas, playas, horchaterías. Descubrieron poco a poco la ciudad, todos sus rincones y secretos. Y fue enValencia un 3 de mayo de 2015 cuando su vida dio otro nuevo giro. En la iglesia del Patriarca de Valencia, donde se casaron los padres de ella, bendecidos por los dioses (‘Bora, bora’...) Juan, su ángel, entregó a Matilde una carta cuyo final decía: “Quiero que me contestes a una pregunta”.

Y ahí, sentados en un banco de la primera fila de la iglesia, el día de la madre, el día que cumplían 3 años de novios y el día del cumpleaños del padre de Matilde, que los estaba mirando, seguro, desde el cielo, ella le dijo: ¿Ah, sí? ¿A cuál? Y Juan Ángel se arrodilló, buscó una caja de su americana y se la mostró, abriendo la tapa hacia ella.. Matilde, incrédula, le espetó: “Venga va, que me lo estaba creyendo y todo, para ensayar está muy bien” - y zanjó el asunto con una palmadita en su espalda.

Juan Ángel giró la caja, la vio vacía. Imposible describir su cara... Movió la caja, nervioso. ¡No había nada! Su cara era un poema, aun tratando de digerir la jugarreta que el destino, que siempre había estado de su parte, le había gastado esta vez.

A punto de llorar con el esfuerzo que había hecho, le contó qué había hecho desde que la cogió en casa. Volvieron al banco del final donde habían escuchado misa... y nada por el suelo. Buscaron por todos lados... ¡Menuda decepción!

Entonces, exactamente, pasito a paso desde la iglesia hasta casa, todo el camino por el mismo lado de la acera, desandaron el camino, DESPACITO mirándolo todo, hasta llegar al portal. Y de nuevo, nada. Subieron a casa para que ella se cambiara de zapatos, pero no encontraría ningún zapatito de cristal.

Eso sí, a cambio, como en los cuentos, al lado del armario donde cogió la americana y metió en el bolsillo la caja tras sacarla del escondite, ahí estaba...

Fue encender la luz y brillar Matilde le avisó y él fue corriendo por el pasillo, ¡Menuda cara de felicidad cuando lo vio!

- La mami me lo ha guardado, con lo que le gustaban las joyas no quería que lo perdiera por el camino.

“Querer quererte todos los días”

La mami era la abuela de Matilde, ya fallecida hace varios años y de la que ella heredó su pasión por las joyas, porque la mami tuvo una importante fábrica de 16 joyería con una amiga de joven y le encantaba llevar siempre mil cosas bonitas...

Era un diamante en bruto, con su forma natural de cristalización, un octaedro. Logró sorprender a una joyera, que ya es decir. Una pieza difícil de conseguir, que ella anhelaba para hacerse una sortija diferente a la que llevan todas. ¿Sería quizá una metáfora de un amor como el suyo, único y difícil de conseguir, que deberían aprender a tallar con tiempo?

- “Querer quererte todos los días de nuestra vida, seguir encadenando un paso tras otro juntos, burlando con un golpe de cadera (de Santo Do-mingo, ¿por qué no?) cada piedra del camino”.

Y la margarita dijo SÍ.

Poco después, en la finca familiar de Matilde, Valcarrasco, fue la pedida oficial con todos los hermanos, cuñados y sobrinos de ella, con su madre, su hermano José... Intercambiaron dos regalos muy simbólicos, para él un reloj que marcaría el paso de los días de amor que les quedaban por vivir. Para ella, un precioso brazalete que había sido de su querida abuela. Un clásico restaurado para la ocasión.

“Querer quererte todos los días”

Y durante aquel trayecto hasta su pedida de mano, se sucedieron los viajes, esos momentos tan brillantes como las joyas, que conforman, ni más ni menos, la felicidad.

En su primer aniversario ella quiso enseñarle a esquiar en Andorra, aprovechando que su hermano Carlos vivía por allí en aquel entonces. Después de horas de paciencia, sufrimiento, risas, golpes, hacer el trenecito con su cuñado, al final logró mantener el equilibrio sobre sus esquíes. Y le gustó tanto que a la primavera siguiente repitieron para ver aquel pequeño país durante el deshielo: lagos, pequeñas cabañas... Pero se quedaron con ganasde más, y volvieron a visitar ese trocito de Pirineos: cada año veían algo nuevo, huyendo de los horarios y los sitios típicos para turistas, de las pistas más explotadas a otras más vírgenes entre árboles y con menos gente.

En Bélgica descubrieron los bombones Leónidas, Gante, Brujas, Amberes, Bruselas, Deinze y el Atomium en Bruselas. Los besos viajeros, la amistad con Óscar y Alicia...

Alicante y su costa: Calpe, Altea, Villajoyosa... La Manga y sus calas, donde tanto disfrutaban del relax y del buen comer... Madrid y su bullicio, sus idas y venidas a esa ciudad que tanto les gustaba con motivo del Máster de Gemología...

Y para San Valentín otra sorpresa: un viaje a Amberes por trabajo, que se convirtió en un recorrido por puro placer.

Y así casi sin enterarse ha llegado, por fin, el día decisivo, después de nervios, preparativos, mil detalles que atender, emociones encontradas...Hoy es el momento y ya están aquí todos sus seres queridos. O casi todos, porque algunas almas buenas les están viendo desde allá arriba... El padre de Matilde está presente simbólicamente y al entrar a la iglesia, puede que ella lo mire en busca de sus ojos cómplices antes de dar el SÍ QUIERO. Él es la orquídea más bella de su ramo y destaca entre todas las flores.

Pero, ¡Lástima! Los grandes portones de la parroquia ya se han cerrado y no podemos ver lo que ocurre a partir de ahora...Quedará pendiente un beso, una mirada y otro baile juntos: el baile de su vida... Pero eso amigos, eso ya es otro cuento.

“Quiero que seas tú ese principio, al que jamás le vea el fin”