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El Arquitecto Alienado Publicado el 16 junio, 2014 *Publicado en Revista La Paja Teórica y Ciudad Atmosférica . Por Patricio De Stefani Robert and Shana ParkeHarrison, The Architect’s Brother, Sentinels, Lowtide, 2000. Hace un tiempo atrás, conversando sobre el estado de la arquitectura en Chile y su función en la actual estructura social, un colega y amigo hizo el siguiente comentario: “el arquitecto chileno es un sujeto escindido, disociado entre sus buenas intenciones y su práctica efectiva, una especie de esquizofrénico de personalidades múltiples y discordantes”. Sus palabras me quedaron dando vuelta… “¿No será un poco exagerado?”… “¡Pero si se han hecho y se siguen haciendo cosas buenas!”, y otras frases de tono similar podrían probablemente escucharse como hipotéticas respuestas. Pero más allá de las siempre diletantes y abstractas argumentaciones puramente psicológicas y/o moralizantes ¿Qué clase de sujeto es de hecho, objetivamente, el arquitecto chileno? Quisiera referirme de manera breve, aunque sustantiva, a un fenómeno relevante que considero poco discutido entre los que se dedican a pensar y hacer arquitectura. La idea, simple pero no menor, de que los arquitectos, operando en una sociedad como la nuestra y al igual que otros sujetos sociales, son sujetos alienados. Como el breve espacio de este escrito no permite desarrollar los fundamentos de esta idea a cabalidad, procederé a exponer una serie de conclusiones que se derivan de argumentos a la espera de su explicitación futura. Asimismo, me he dado la libertad de trabajar sobre una noción de imaginario quizás algo distinta de lo que plantea la editorial. Lo que propongo es pensar el imaginario que los propios arquitectos y los sujetos vinculados a su quehacer, construyen de sí mismos. Entenderé por imaginario entonces a la dimensión ideológica (en sentido moderno) de la arquitectura, y por ésta, a las formas de conciencia que se derivan de las contradicciones prácticas y reales de la sociedad. Dicho de otra manera, la ideología es el cuadro que la arquitectura ilustra de sí misma, la representación imaginaria –aunque real en sus efectos– que los arquitectos construyen respecto de las condiciones materialessociales que los constituyen y en las que operan. Un Orden Artificial Notas sobre Arquitectura, Capitalismo, y Política

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El Arquitecto AlienadoPublicado el 16 junio, 2014

*Publicado en Revista La Paja Teórica y Ciudad Atmosférica.

Por Patricio De Stefani

Robert and Shana ParkeHarrison, The Architect’sBrother, Sentinels, Lowtide, 2000.

Hace un tiempo atrás, conversando sobre el estado de la arquitectura en Chile y su función en la actual estructurasocial, un colega y amigo hizo el siguiente comentario: “el arquitecto chileno es un sujeto escindido, disociadoentre sus buenas intenciones y su práctica efectiva, una especie de esquizofrénico de personalidades múltiples ydiscordantes”. Sus palabras me quedaron dando vuelta… “¿No será un poco exagerado?”… “¡Pero si se han hecho yse siguen haciendo cosas buenas!”, y otras frases de tono similar podrían probablemente escucharse comohipotéticas respuestas. Pero más allá de las siempre diletantes y abstractas argumentaciones puramentepsicológicas y/o moralizantes ¿Qué clase de sujeto es de hecho, objetivamente, el arquitecto chileno?

Quisiera referirme de manera breve, aunque sustantiva, a un fenómeno relevante que considero poco discutidoentre los que se dedican a pensar y hacer arquitectura. La idea, simple pero no menor, de que los arquitectos,operando en una sociedad como la nuestra y al igual que otros sujetos sociales, son sujetos alienados. Como elbreve espacio de este escrito no permite desarrollar los fundamentos de esta idea a cabalidad, procederé a exponeruna serie de conclusiones que se derivan de argumentos a la espera de su explicitación futura.

Asimismo, me he dado la libertad de trabajar sobre una noción de imaginario quizás algo distinta de lo queplantea la editorial. Lo que propongo es pensar el imaginario que los propios arquitectos y los sujetos vinculados asu quehacer, construyen de sí mismos. Entenderé por imaginario entonces a la dimensión ideológica (en sentidomoderno) de la arquitectura, y por ésta, a las formas de conciencia que se derivan de las contradicciones prácticasy reales de la sociedad. Dicho de otra manera, la ideología es el cuadro que la arquitectura ilustra de sí misma, larepresentación imaginaria –aunque real en sus efectos– que los arquitectos construyen respecto de lascondiciones materialessociales que los constituyen y en las que operan.

Un Orden ArtificialNotas sobre Arquitectura, Capitalismo,y Política

Pretendo describir, de manera bastante libre, ciertas apreciaciones sobre la categoría “sujetoarquitecto”.Entiendo por “sujeto” algo que trasciende a las conciencias individuales y que es un producto social e histórico.Son sujetos los profesores, los jóvenes, los trabajadores, etc. No así Juanita Pérez, una ONG, la clase “alta” o“media”, etc. que corresponden a individuos, grupos de individuos, o estratos sociales, respectivamente. Mereferiré más bien al arquitecto como función social, como forma de conciencia, histórica e institucional, más que aarquitectos, grupos, escuelas, o prácticas profesionales particulares. La propuesta es simple: entender de quémanera el arquitecto chileno es un sujeto alienado. Con esto no me refiero a una condición psicológica o moral –amenudo asociada al concepto de alienación– sino más bien a una situación práctica y objetiva que deriva enciertas formas de conciencia sobre su función en lo social y sobre sí mismo. No me interesa, por tanto, meramentecontemplar o criticar estas formas, sino más bien, exponer sus raíces sociales. Planteo que esta situación, apartede seguirse de condiciones sociales generales, es particularmente consecuencia de dos hechos: el carácter de suformación doctrinal o disciplinar, y la forma que toma su práctica profesional. El primero se debe principalmentea una extrema burocratización y profesionalización de la enseñanza en general y de la arquitectura en particular.El segundo se debe a la inhabilidad del arquitecto (consecuencia de su formación académica) para relacionarsecrítica y autocríticamente (en teoría y práctica) con la realidad social de la que es parte integrante.

Pero estas afirmaciones descansan sobre ciertas premisas que conviene explicitar. Primero, supongo que elarquitecto, en tanto sujeto e individuo, es un producto social de las condiciones materiales existentes en las quedesenvuelve su práctica, y no a la inversa. Segundo, que su actividad y su conciencia están determinadas por elmodo de relación que establece con dichas condiciones. Tercero, que esta relación queda fijada por la modalidadde práctica arquitectónica en la que efectivamente se desenvuelve, y no por la conciencia que tenga o crea tenerde esa práctica (imaginario como ideología). Cuarto, que es arquitecto no el profesional o el académico dearquitectura, no el que realice muchos proyectos u obras (relevantes o no), ni siquiera el que sea reconocido comotal por la sociedad o institución en la que opera, sino quien sea capaz de realizar, colectivamente, la acciónarquitectónica fundamental que es transformar al individuo en objeto de la obra de arquitectura, pasando ésta ajugar el rol de sujeto activo y determinante. No me detendré en la evidente elaboración que requiere este últimopunto.

Para entender el sentido del concepto de alienación es necesaria una mínima comprensión de otros conceptosasociados como objetivación, extrañamiento, enajenación, cosificación, reificación, fetichismo.[1] Como dije, nome detendré en explicaciones generales y pasaré a ejemplificar directamente en el campo de la arquitectura. Sipensamos en la relación entre realidad social y academia, son relevantes dos tendencias generales que seexpresan de manera particular en la enseñanza de la arquitectura: la “burocratización” y la “profesionalización”del conocimiento.[2] Por burocratización, entiendo al proceso mediante el cual la producción de conocimiento essistemáticamente transformada y legitimada como un fin en sí mismo, es decir, como un mero instrumento de lareproducción académica, un instrumento de legitimación de conocimientos más que de su generación. O bien,esta producción es instrumentalizada hacia un fin ajeno a su propia naturaleza –que no es la erudición, sino quelos nuevos conocimientos sirvan para vehiculizar una práctica concreta. Este segundo caso da paso a laprofesionalización del conocimiento, o su instrumentalización en un saber tecnocrático o pretendidamentepragmático, funcional al poder político y/o económico.

Ambas tendencias apuntan hacia una creciente “cosificación” del conocimiento. Esto quiere decir que losconceptos pasan a ser entendidos como “cosas” autónomas y no como relaciones, hecho del que se siguenconsecuencias teóricas y prácticas. Un ejemplo de esto podría ser la fuerte concepción “espacialista” que dominala formación del arquitecto chileno –herencia de las teorías de la arquitectura moderna derivadas de la psicología

experimental, como también el creciente uso acrítico de medios digitales. Bajo esta noción, el espacio se entiendesimplemente como cosa, como volumen o vacío neutral, pasivo, dado, visual y apolítico, divorciado de lasprácticas sociales que lo producen –es decir, independiente del acto de la producción, o el trabajo como laconstante histórica constitutiva del ser humano y su mundo. Este hecho lleva a entender la arquitectura no comouna relación de mediación entre el organismo humano y su medio circundante, sino como un mero “soporte deactividades” sobre el cual la vida “sucede”. Esta base epistemológica se puede pensar como análoga a la de lasciencias sociales y la economía “convencionales” –por contraposición a su concepción “política”. La teoría esentendida aquí como externa y autónoma de la realidad social, produciendo una escisión insalvable entre el sujetoo individuo que conoce y el objeto conocido. La realidad social adquiere así un carácter de cosa –simple ocompleja– pero más bien dada y naturalizada. Si la realidad es dada y no producida socialmente, se sigue que noes posible ni necesario conocerla para transformarla de manera práctica, sino que sólo interpretarla de manerateórica.

Pero el fenómeno de la “cosificación conceptual” solo puede explicarse como consecuencia de la cosificación de larealidad misma, y ésta, a su vez, como efecto de la enajenación que implica el sistema de trabajo asalariado(extracción de la plusvalía producida por el trabajador directo, presentada como un intercambio válido y“equivalente”). Los arquitectos producen representaciones de objetos o “diseños” que pueden o no ser construidospor otros, y su formación se centra en este hecho. Si entendemos que “el producto del trabajo es trabajoencarnado en un objeto y convertido en cosa física” y que “la realización del trabajo es, al mismo tiempo, suobjetivación”[3], tenemos que el arquitecto objetiva, es decir, convierte su trabajo subjetivo –concebir proyectos–en un objeto. La forma particular que toma la objetivación en una sociedad capitalista globalizada como lanuestra, es una en que el objeto producido (mundo humano) se vuelve ajeno y extraño al sujeto que lo produjo, atal punto, que es dominado por éste como un “poder objetivo”: las mercancías. La objetivación, la producciónhumana encarnada en los objetos que produce, se convierte entonces en enajenación: el producto es apropiadoprecisamente por el sujeto que no lo produjo, pero que sin embargo controla la producción y distribución delproducto. En el caso de la arquitectura, la enajenación consiste principalmente en dos aspectos: enajenación delproducto y enajenación de la práctica del arquitecto. En el primer caso, el objeto producido por el arquitecto essubordinado a motivos y fuerzas completamente ajenas a su quehacer, haciéndolo aparecer como autónomorespecto de las relaciones sociales. En el segundo, la propia actividad productiva del arquitecto es entendida comoun requerimiento externo al cual se le debe dar “solución arquitectónica”, por lo que la arquitectura es concebidano como causa de su quehacer reflexivo y práctico, sino más bien como una consecuencia, algo a lo que se debe“llegar”.

El primer punto implica que el sujetoarquitecto es impedido de reconocerse en su propia creación, por el hechode que ese producto –en tanto mercancía elaborada para su intercambio en el mercado– escapa a su voluntad y loniega al pertenecer a una estructura social de clases a la que el arquitecto no puede hacer nada más quesubordinarse. Los proyectos deben “responder” a demandas de diverso tipo, a menudo presentadas como“necesidades” naturales o morales que, sin embargo, terminan siendo ajenas al cumplimiento de lo propio del artede la arquitectura: articular la relación entre el organismo humano y su medio circundante de maneradeterminante y activa. La obra arquitectónica, en lugar de ser entendida desde la humanidad que contiene (eltrabajo de todos los involucrados en su producción, incluyendo al arquitecto), se cosifica como un objeto en símismo, un mero “soporte” o “contenedor”, velando el hecho de que la “cristalización” del trabajo humano que dacomo resultado esa obra es, de hecho, el proceso vital que la constituye socialmente. El arquitecto pierde así elcontrol sobre su propia creación y, peor aún, no sólo él debe vivir con este hecho, sino que el resto de lahumanidad experimenta su medio como algo ajeno y mas allá de su control. Producimos un mundo humano

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(compuesto de relaciones productivas, de intercambio, instituciones sociales, y entornos físicos correspondientes)que experimentamos como dado e inamovible, como natural. Nuestro mundo parece determinado por fuerzasimpersonales –mercado, capital, dinero, estado, etc.– sobre las que no tenemos incidencia alguna, a pesar de queson sólo el producto de nuestra propia actividad.

Dado que nos interesa por sobre todo la situación objetiva de la alienación –y no como fenómeno psicológico– laenajenación y cosificación del proyecto/obra sólo pueden comprenderse sobre la base social de una prácticaenajenada de la arquitectura. Esto quiere decir, que la relación del sujetoarquitecto con su propia prácticaprofesional es experimentada como ajena a su control. La práctica arquitectónica es entendida como un mero“servicio”, como la satisfacción de necesidades y/o carencias sociales. Esto se da a tal punto que se entiende comoalgo obvio y por ende, incuestionable. Sin embargo, hasta el más incipiente análisis que considere la prácticaefectiva de la arquitectura –y no simplemente su apariencia ideológica– revela el hecho de que losproyectos/obras son concebidos primariamente para ser transados en el mercado en la forma de renta de bienesinmuebles, y sólo como consecuencia de este hecho poseen un valor de uso. La actividad del arquitecto resulta asíen una inversión de los términos, en la cual el sujeto creador no utiliza los medios y condiciones de trabajo a suvoluntad, sino al contrario, éstos lo utilizan a él. El sujeto es convertido en objeto de las condiciones sociales en lasque se desenvuelve, es objetivado y luego cosificado, producido por condiciones que escapan a su voluntad. Almismo tiempo, estas condiciones, que son el producto de su actividad, son subjetivadas, personificadas como sifueran autónomas y contaran con un poder intrínseco.

Operando en esta sociedad, y dejando de lado los idealismos románticos y éticas ilustradas que caracterizaron a laarquitectura del siglo XX, el arquitecto es básicamente un productor de mercancías. Deslumbrado por ilusionesestéticas convertidas en fetiches que adornan las publicaciones especializadas con un aire de autocomplacencia, elarquitecto concibe su actividad como la de un creador libre y autónomo, un sujeto pretendidamente culto y crítico.Sin embargo, la práctica concreta lo revela como un sujeto totalmente subordinado a las disposiciones de unespacio determinado por la clase social que posee control absoluto sobre la división del trabajo y, por ende, libreusufructo sobre la propiedad privada de los instrumentos de trabajo (máquinas, fábricas, oficinas, etc.). Hay queaceptar fría y lúcidamente el hecho de que el arquitecto no produce para sí mismo ni para el “ser humano” engeneral, sino que para una clase social en particular, y sus proyectos/obras reflejan esta situación.

La alienación objetiva del arquitecto consiste en que durante su propia actividad productiva, y como resultado deésta, él mismo resulta cosificado, es decir, autoenajenado. Incapaz de hacerse responsable de sus actos, quedafuera de sí, alejado de su propio ser, subordinado a fuerzas que no comprende y, peor aún, no sabe que nocomprende. Pero esta conclusión depende de una premisa que no muchos están dispuestos a aceptar: el hechoobjetivo de que las sociedades capitalistas se han constituido y se constituyen de manera violenta, sobre unarelación de explotación que genera una estructura de clases sociales con intereses contradictorios, y la producciónde la arquitectura juega un rol no menor dentro de este proceso. La arquitectura es parte de esta violenciaestructural e institucionalizada: la violencia de la vivienda social, de los proyectos inmobiliarios que destruyenimpunemente barrios enteros, de mega inversiones privadas o públicas concebidas únicamente a partir decriterios de rentabilidad económica o cultural. De esta manera, el arquitecto chileno parece distribuirse sobredistintas opciones: en el mejor de los casos se retrae hacia un fenomenologismo reaccionario y pretendidamenteautónomo, o bien hacia la impotencia de nuevas formas de moralidad que se asemejan a una “ética de negocios”(construcción “responsable”, sustentable o ecológicamente “respetuosa”); y, en el peor, se subordina a lasnecesidades creadas de una industria cultural multinacional (bajo pretextos autorreferenciales), o bien se resignacon descaro ante los dictados de la especulación inmobiliaria.

Esta situación de alienación da lugar a una forma de conciencia fundamentalmente cínica. El mundo académico esespecialmente susceptible a desarrollar ésta en base a una actitud “hipercrítica” donde se pierde contacto con larealidad social y donde la crítica misma se “academiza” en estériles debates pseudofilosóficos que sirvenmeramente para glorificar autores o ideas en sí mismas, desplazando y ocultando la situación real de laarquitectura. Argucias retóricas o estéticas que defienden el bien común al interior de las universidades mientraslo destruyen en las prácticas profesionales. Este cinismo se presenta a veces como un nihilismo radical yparalizante, un desencanto general hacia la posibilidad de transformación de las condiciones materialessocialesde la práctica arquitectónica. Si la relevancia social de la arquitectura es inversamente proporcional a suabstracción, su academización, y su mercantilización, ¿a qué puede aspirar realmente ésta en una sociedadcapitalista globalizada, más que a subordinarse servilmente a ilustrar el imaginario de las clases dominantes,capitalista o burocrática?

La práctica enajenada de la arquitectura sólo puede superarse a partir de la práctica misma, y no desde una teoríao un “cambio” en la conciencia. La reducción de la obra de arquitectura a un problema puramente estético,funcional, constructivo, sensorial, o cultural cumple la función política de ocultar su origen socialmente producidoe históricamente situado. El campo de actuación de la arquitectura no puede reducirse entonces a lo puramentematerial o perceptual, la obra actúa fundamentalmente a un nivel social o colectivo, es producto e instrumento dela práctica social. La condición alienada del arquitecto chileno, que se deriva de la burocratización de suformación disciplinar y la enajenación de su práctica profesional, solo puede ser superada por medio de latransformación radical de la práctica arquitectónica, entendida ésta como un determinado modo de relación queel arquitecto establece con las condiciones materialessociales en las que se encuentra inmerso. Salir de lasituación de alienación y enajenación sólo puede ser un proceso fundamentalmente político y social. La acciónpolítica en arquitectura debe tener lugar primero al nivel de sus métodos de producción y debe necesariamente irmás allá de los límites de la propia disciplina.

Sin renunciar a su autonomía, la arquitectura debe salir de sí misma para desentrañar las condiciones materialesde su propio proceso social de producción, no sólo con el objeto de comprenderlo teóricamente, sino detransformarlo prácticamente, orientándolo de manera estratégica hacia un horizonte de superación delcapitalismo y sus prácticas arquitectónicas enajenadas; abriendo así la posibilidad a una sociedad en que laexplotación y la lucha de clases no determinen la producción y reproducción de la vida, en que la división socialdel trabajo sea superada y el producto social sea administrado por sus propios productores, dando lugar a unaarquitectura que no sea determinada por los requerimientos abstractos del capital, la renta, o la burocraciaencubiertos bajo esteticismos triviales y falso confort programado.

Notas

[1] La diferencia conceptual entre estos conceptos no ha sido hasta ahora tratada de manera sistemática en latradición del pensamiento marxista. Estos se derivan de los conceptos hegelianos de Entäusserung(exteriorización) y Entfremdung (extrañación). Me apoyo en las aclaraciones que hacen al repecto Bertell Ollman,Carlos Pérez Soto, y Henri Lefebvre.

[2] Utilizo aquí la distinción que Lefebvre hace entre saber (savoir) como una mezcla entre conocimiento,ideología y poder; y conocimiento (connaissance) como práctica intelectual autocrítica, global e histórica. Ver:Henri Lefebvre, The Production of Space, trans. Donald NicholsonSmith. (Oxford: Blackwell Publishing Ltd,1991), 36768, 10n16.

[3] Karl Marx, “Manuscritos EconómicoFilosóficos”, en Marx y su Concepto del Hombre, por Erich Fromm.México Fondo de Cultura Económica, 1970), 105.

Referencias

García, Hugo y Carlos Jiménez. Del Espacio Arquitectónico a la Arquitectura como una Mercancía. Cali:Universidad del Valle, 1972.

Lefebvre, Henri. Espacio y Política: El Derecho a la Ciudad II. Barcelona: Península, 1972.

Lefebvre, Henri. The Production of Space. Traducido por Donald NicholsonSmith. Oxford: Blackwell PublishingLtd, 1991.

Marx, Karl. Manuscritos EconómicoFilosóficos. En Marx y su Concepto del Hombre, por Erich Fromm. MéxicoFondo de Cultura Económica, 1970.

Ollman, Bertell. Alienation: Marx’s Conception of Man in Capitalist Society. Cambridge, MA: CambridgeUniversity Press, 1996.

Pérez Soto, Carlos. Para una Crítica del Poder Burocrático: Comunistas Otra Vez. Santiago: LOM, 2008.

Pérez Soto, Carlos. Proposición de un Marxismo Hegeliano. Santiago: Arcis, 2008.

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Propuesta de Investigación Tema de Investigación Seminario Presentación: Juan Borchers,Arquitecto (19101975)

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