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1,A PROBLEM.47'ICX ?'lIt',-\N.r\E;I~ EN CIHILE: VISION RETROSPECTI'\'.-\ José Berenguer Rodriguez h lines tle 1978 se curripliráii 70 aííos de pro- bleniitica i'iwariaku en la arqueología cliile- na. Dede aquel lejaiio día tlc l9U8, en que don Kicardo La~c1i;iiii leyera eri el rv Congrc- so Científico el trabajo del l)r. Max Uhle, "La esfera de infl~iencia del país <le los liicas" (publicado en 191l), en el ciiíil se sugería por primera veL la posibilidad tle uiia iiitluencia <le la cultura 'I'iwanaku eii nuestro país, liari sido iiiuchas las investigacionc:, que han coii- firmado suficieiiteinente esa suposición inici~il, contándose en la actualidad con una ii~i~ricla bil>liografía sobre el tópico. Por otra parte, y corno un reconociinicnto de 12 importancia dcl problenia dentro de los estudios prcliis~briros del iior~e de í;liilc, 1x1- o-ia a ra el vrr Congreso Nacional rle Arqueolo,' celebrarse en Talca durante este año, se lia propuesto un simposio <letlicado a este inte- resante tema. Considei,tiitos propi<i,i 1'1 oc;isi<ín, eritori- ce5, pLira inteiit:tr ~iii 1i:tlance tlc lo que ha si- do el problema Tiwanakii en Cliile, detrás del cual existe el propósito de hacer reflexio- nar acerca del rumbo que deben toniar las investigaciones en el futuro próximo. Resulta evidente ;I través del estudio retros- pectivo, que pueden distinguirse nítidamente cuatro etapas en las investigaciones. La pri- iiiera (1908-1942) , constituye una aproxima- ción iiiicial al problenia, destacando en ella la sobresaliente labor de dos pioneros de la ;ii.queología clel Sorte Grande: el Dr. Friecl- 1.1~11 Max Uhie y doii Kicardo E. Latchani. El aiiálisis de la segunda etapa (1943-1957), arroja escasos avances, distinguiéndose las bre- ves 1oriiiiil;lcioiies del l)r. Junius Bird para la costa chilena 11or~e y el i.eplanteamiento de la arqueología <le1norte ile Chile hecho por Ri- cliar(1 1'. Sc1i;ieilel ) Cal-los Munizaga. La ter- cera etapa (1956-19'7U), inscrita en un perío- do de positiva eclosión de la arqueología chi- lena, y eii cf ciial el proi:leiiia estuvo defini- daiiiente crntrali~ado en su aspecto cronoló- gico, incluye el aporte valiosísimo de una plkyacle de iiue\.os arqueólogos, entre los cua- les estimamos de justicia destacar la prolífica labor del profesor Lauta1.o Núñez. La última etapa (1971 en adelante) es parte todavía de nuestro 1)1.~sciiic. !. si alguna conclusión pue- de extraerse desde tan cerca, es que existe una marcada tendencia a asumir la interpre- tación del fenómeno. Revisar los resultados de las investigaciones arq~ieológicas realizadas en sie~e decenios, irn- plica examinar el trabajo de las figuras mas selectas que lia producido la arqueología na- cional y de aquellos iliis~res extranjeros que han venido a cntrcgcir sil invaluable contri- bución científica a niiesti-o país. Deseo pedir disciilpas a ellos por los errores -involunta- rios, en cualquier caso- que en este trabajo pueda cometer, recabando, igualmente, su comprrnsi01i por las concesiories que me he

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1,A PROBLEM.47'ICX ?'lIt',-\N.r\E;I~ EN CIHILE: VISION

RETROSPECTI'\'.-\

José Berenguer Rodriguez

h lines tle 1978 se curripliráii 70 aííos de pro- bleniitica i'iwariaku en la arqueología cliile-

na. Dede aquel lejaiio día tlc l9U8, en que don Kicardo La~c1i;iiii leyera eri el rv Congrc-

so Científico el trabajo del l)r. Max Uhle, "La esfera de infl~iencia del país <le los liicas" (publicado en 191 l), en el ciiíil se sugería por

primera veL la posibilidad tle uiia iiitluencia

<le la cultura 'I'iwanaku eii nuestro país, liari sido iiiuchas las investigacionc:, que han coii-

firmado suficieiiteinente esa suposición inici~il, contándose en la actualidad con una ii~i~ricla

bil>liografía sobre el tópico.

Por otra parte, y corno un reconociinicnto

de 12 importancia dcl problenia dentro de los estudios prcliis~briros del i ior~e de í;liilc, 1x1-

o-ia a ra el vrr Congreso Nacional rle Arqueolo,' celebrarse en Talca durante este año, se lia propuesto un simposio <letlicado a este inte-

resante tema.

Considei,tiitos propi<i,i 1'1 oc;isi<ín, eritori- ce5, pLira inteiit:tr ~ i i i 1i:tlance tlc lo que ha si- do el problema Tiwanakii en Cliile, detrás

del cual existe el propósito de hacer reflexio- nar acerca del rumbo que deben toniar las investigaciones en el futuro próximo.

Resulta evidente ;I través del estudio retros- pectivo, que pueden distinguirse nítidamente cuatro etapas en las investigaciones. La pri-

iiiera (1908-1942) , constituye una aproxima-

ción iiiicial al problenia, destacando en ella la sobresaliente labor de dos pioneros de la

;ii.queología clel Sorte Grande: el Dr. Friecl-

1.1~11 Max Uhie y doii Kicardo E. Latchani.

El aiiálisis de la segunda etapa (1943-1957), arroja escasos avances, distinguiéndose las bre-

ves 1oriiiiil;lcioiies del l)r. Junius Bird para la

costa chilena 11or~e y el i.eplanteamiento de la

arqueología <le1 norte ile Chile hecho por Ri- cliar(1 1'. Sc1i;ieilel ) Cal-los Munizaga. La ter- cera etapa (1956-19'7U), inscrita en u n perío-

do de positiva eclosión de la arqueología chi- lena, y eii cf ciial el proi:leiiia estuvo defini-

daiiiente crntrali~ado en su aspecto cronoló- gico, incluye el aporte valiosísimo de una

plkyacle de iiue\.os arqueólogos, entre los cua-

les estimamos de justicia destacar la prolífica labor del profesor Lauta1.o Núñez. La última etapa (1971 en adelante) es parte todavía de nuestro 1)1.~sciiic. !. si alguna conclusión pue- de extraerse desde tan cerca, es que existe una marcada tendencia a asumir la interpre-

tación del fenómeno.

Revisar los resultados de las investigaciones

arq~ieológicas realizadas en s ie~e decenios, irn- plica examinar el trabajo de las figuras mas selectas que lia producido la arqueología na- cional y de aquellos iliis~res extranjeros que han venido a cntrcgcir sil invaluable contri- bución científica a niiesti-o país. Deseo pedir disciilpas a ellos por los errores -involunta-

rios, en cualquier caso- que en este trabajo pueda cometer, recabando, igualmente, su

comprrnsi01i por las concesiories que me he

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13:rin't:do hacer para satisfacer adecu idani .n - te la ecuación información-síntesis-exposi- c:ón.

1. PRIMERA ETAPA (1908 - 1942): Una apioximación al problema.

Al destacar al Dr. M. Uhle como precursor de la p.ob,emática Ti\variaku en Cl~ile es le- gitimo h a s t ~ ciLrto punto prcguritarse por qué no se le asignó semejante condicibn a don J o d Toribio Mzdina, o bien al Dr. Fran- cisco A. Fonck. Sin embargo, pensamos que L ~ s Abo~igenes de Clzi'e (R~EDIN \, 1882) iio ccnstiLuy2 el primer hito en la inkestigación, por cuanto su autor no podía suponer enton- ces la filiación T i w a n ~ k u del vaso de oro de Copiapó, ilustrado en una de sus lániinas, que Uhle, más tarde y con mayores elementos de juicio cllificara de parecido a los vasos ce1;i- micos de Tiwanaku (Cf. UHLE, 1911: 269).

De otro lado, si bien el trabajo dzl Dr. Fonck, La Rejión Prehistórica de Quilpué y su rc,aczÓn con a de Tz.rhi~anncil (1910), co- rrcspond: efectivamente a la primera publica- ción en la que se alude a una vincuilcibn en- tre Tiwanaku y nuestro territorio, no es en rigor, la inauguraci6n de la teniática, ) J q ~ i c el trabajo del Dr. Uhle se dio a c o n ~ e r en 1908, pero por razones ajenas a su voluntad tan sólo fue publicido en 191 1.

Hccha esta salvedad, consagrémonos al análisis de esta pr'merl etapa d! invxtign- ciones.

De cuerdo ccn M. Orellana (19733: 160), los cqmienzos de los estudios prehistóricos en Ch'le tien-n lugar en el siglo pasado como re- su1:ado del aporte de g~ógrafos, hi~toriarlores y naturalistas naciona!es y extr;injeros, que reún-n un:[ extraordinaria clnt'datl de infor- mación sobrc el pasado preco!omEino y sobre las costumbres de los indígenas contemporá- neos.

Los t rab~jos public:idos, antes de 1832, fue- ron rilaestramente utilirados por el estuclio- so José Toribio Xlcdina, quien publicó un libio que hasta hoy día tien? vigencia en muchos aspectos. Los Aborigrnes de Chi- le no debe ser considerado el texto que inicia los estudios prehistóricos en Chile, sino como la primera síntesis -creadora- de iiiuchas investigaciones lieclias en Cliile, y que se re1'1cionan con los estudios preliis- tóricos y etnogrfificos (Ibid. 161).

Con posteriorida~l a la obra de kledina, y hasta avanzado el l~iirrici clecenio de nuestro S-g!~, se ~ i v c u11 peiíodo clc iriíremento no- table del interés poi la prehistoria, la etno- grafía ) la antiopo1o;;ía física. En ~ísperas de la llegada de h i . ~LTlile, sin embargo, la ar- queología cliileria c:iicce aún de una profun- didad histórical.

Ciizndo Ulile llc.g,i 3 Cliile, contrat:ido por el gobierno de 1i &poca. trae consigo una idea muy clara de la croiiolo(-,,i~ y rlesairollo cultu- ral clel Perú precoloinbino, coino fruto de sus investigaciones en diversos valles y puntos del litoral norte, centro y sur peruanos.

En Cliile, logra demostrar su hipótesis so- bre una influencia de la cultuia Tiwanaku, con sus excavaciones en Pisagua, Arica y Tac- na, y a traves del exanien de las colecciones aiqueológicas de Saii Peclro de At.cama, Ca- lama y Chiu-Chiu pertenecientes a particu- lares.

Una de las primeras referencias concretas de Uhle en favor cle una iilfluencia de Tiwa- naku en nuestro país -que va más allá de su! suqerencias iniciales de 1908- la encontramos en su comentario a la obra de Thomas A. Joyce sobre la arqueología de la América del Sur2:

'Orellana (1975b: 13) . dice que es posible que Uhle h3).3. arribado a Cliile a. firies de 1911 o a a- mienzos de 1912.

T . A. Joycn, South Arnerican Archaeology, Lon- don, Macmillan and co., 1912.

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Ha reconocido debidamente la importante influencia de los incas eii el país, pero en las descripciones de las condiciones ante-

riores, noto la omisiún de las iilfliiencias

ejercidas por la civilización de Tial iu~naco

en el mismo sentido.

La excavación de Sbnéchal de la Grange en Calama, descrita por Boman, ha llevado a

la luz objetos atacanieños del niismo perio- do, aunque el infornie nada exprcsn en ese sentido. Una de las varias prucbas de la

edad tiahuanaqueña de esos objetos y de

las varias influencias ejercidas por esta ci- vilización en el norte de Chile la constitu-

ye la tableta de maclera (Fig. 4) de San Pedro de Atacama, de la colección del se-

íior Anibal Eclieverría y Reyes, y que aho-

ra se encuentra cn Santiago. Esta tableta, parecida a las excavadas por La Grange y a otras desenterradas por mí, da en relieve,

como en Tialiuanaco, una de las figuras alaclns de la puerta monolitica de aquel lu-

gar, coi1 poc:t alteración de detalles, según

el estilo local (UHLE, 1912a: 421)3.

A esta rnisrna &poca corresponden artículos

coino "Tabletas de madera de Chiu-Chiu"

(1913a), "Los indios a tacameños" (1913b),

"Las tabletas y tubos de rapé en Chile"

(1915) y "Los Aborígenes de Arica" (1917), que contribuyeron en buena medida a darle

un más sólido fundamento a su tesis de un

1 Periodo del Hombre Primordial (hasta el fin de la Era pasada) .

11 De los Aborígenes de Arica (primeros siglos de la Era de Cristo).

111 Período contemporáneo con los monu- mentos de Cliavín (cerca 400 a 6i)J tl

iiuestra Era).

IV Periodo de Tinhiinizaco y el sitbsrg,, ~ L L ~

epigonal (de 600 a 900 de nuehtra L I ~ ) ~

V Período de una Civilización At.:c', " . L , ,

Indígtna (de 900 a 1100).

VI Período de una Civiliz .ciúii C:i ,,~,ia

Atacameña (cerca de 1100 a 1350).

VI1 Período de los Incds (hasta el fin del período prehistórico) .

Estudios po~teriores han confirmado lnii- chas de las formulaciones del sabio alemán, dejando suficienteaente establecida su gran intuición y calidad científicas. Sirvan para co- rroborar lo dicho, las palabras del Prof~sor Orellanz al referirse al cuadro recién citado:

Digamos en primer lugar, que parcialmen- te estas fechas de Uhle no resistieron la crítica que surgió de las nuevas investiga- ciones y sobre todo de la introducción de los métodos radiactitos. Pero junto a lo anterior, d:be inmediatamente decirse qiie aunque es verdad que los dos primeros pe- ríodos retrocedieron algunos miles de años, y que el período de Chavín también retro- cedió 1500 años otras altas culturas fueron

período de influencias de Tiwanaku en el fechidas exactamente por Uhle: es el caso norte de Chile. de Moclie o Mochica (150 a 300 D.C.); co-

Con la base que le entregaron sus anterio- mo tsmbién el de Tiahuanaco (400 a 80'0 res trabajos en el Perú y los estudios llevados D.C.) (ORELLANA, 1975b: 32). a cabo en el iiorte de Chile, Uhle (1919 y 1922) da a conocer la que sería la primera Ricardo Latcham, por su parte, explorú

secuencia cultural para el Norte Grande. En algunas vías de trabajo nuevas e interesantes, ella destaca los siguientes períodos: como la delimitación meridional de las in-

'La tableta a la cual se refiere Uhle, ha si~do re- 'El cuarto periodo fue formulado, principalmen- producida tainbikn por A. Oyarzún (1931a: Fig 16) te, sobre la bare de los materiales encontrados por el y G . Le Paige (1963: LBm. 60). propio Uhle en Tacna y Pisagua.

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flueiicias. Su mérito mayor reside eii la coii- tii~iiacióii y fundamentación de una iiifiueii- cia de la cultura 'I'iwanaku en la ac~ua l 2s KcgiOii (Aiitofagaata). Como ya se ha lieclio preseiiLe, desde hace muchos arios se coriocíaii diversos artefactos de Calama, Chiu-Cliiu y San Pedro de Atacama pertenecientes a colec- ciones privadas que abonaban la tesis de una influencia de Tiwanaku, pero que carecían de dato:, precisos sobre su hallazgo. El descubii- iiiieiito y excavación por parte de Latcliaiii de los ceimiiterios de Ancachi y (;horrillos, y sus trabajos en Tchecar, entregarían la prueba deliriitiva que faltaba.

En sus dos volúmenes de preliistoria de Cliile (1928 y 1936) R. Latcham no introdu- ce modificaciones sustanciales al esqueina cronoiógico-cultural de Uhle, aplicándolo con ligeras adaptaciones a la región "atacameña" de Antofagasta. Igualmente, el historiador I 'o- más Guevara en su obra Historia de C h i k . Chile Prehispano (1929), sigue fielmente el

cuadro de Uhle y, en general, este esquema es aceptado sin criticas por todos los estudio- sos de la época.

En 1928, Latcham elabora una secuencia para las Provincias Diaguitas -que no ex- perimeritará cambios en su obra de 1936-, con validez hasta el río Cachapoal por el sur, y que es una adaptación de la secuencia que Uhle hiciera para el extremo norte. La im- ~or tanc ia de este cuadro, es que por primera vez se postula Io~i~ialniei-itr un período Tiu-

huanaco y el subsiguiente Epigonal en el Norte Chico y Chile Central, colocándolo en la secuencia histórica del hrea:

1 Hasta fines de la ,Era pasada. Período del Hombre Primordial.

11 Primeros siglos de la Era Cristiana. Pe- ríodo del Hombre Arcaico (pescadores) .

111 400-600 D.C. Periodo de las inmigra- ciones (aparición de los primeros pue- blos de cultura adelantada en la costa).

IV 500-900 D.C. Período & Tiahuanaco y el subsiguiente Epigonal. Aparición de los Diaguitas.

V 900-1 100 D.C. l'eríodo Diaguita-Chile- no. Desarrollo de culturas lowlea.

V1 1100-1450 D.C. Período Chinclia-Dia- guita. Extensión hacia el norte del pue- blo de los túiiiulos.

V11 1450-1460 D.C. Período de los Incaa.

Sin embargo, cabe señalar que tan teiii- prano como en 1912, el autor ya liabía sohte- nido que eiitre el líiiiite sur del desierto cle A~acama y el río Choapa, existió en un iiio-

mento un pueblo que

poseía una ciiltiira bastante avanzada y de- sarrollada en que son paLentes las inilueii-

cias del período de Tiahuanaco. Eatas iii- fluencias y las del período a que el prole- sor Max Uhle lia dado ei nombre de epi- gono, soir decisivas y perduraron durante las épocas posteriores. Se notan principal- mente en la ornamentación de la alfarería, en algunas de sus formas y en los escasos

objetos de iriadera y de ,bronce que llalla- mos en sus sepulturas (LATCHAM, 1911: 3253.

Gran parte del fundamento de esta liipóte- sis, debe buscarse en algunas aiirmaciones de Uhle que destacaban la siniilitud entre los exornados de los ojos de las figuras de la ~ u l - tura Tiwanaku y aquellas de las figuras de ciertas piezas de lllapel y Tongoy dibujadas en la obra de Medina (Cf. UHLE, 191 1: 269). También debieron influir en el iriisino senti- do las declaraciones del investigador alemán respecto a que

Parece que sera posible cieniohtiar sus efec- tos (los de la influencia de Tiwanaku) hasta 'la latitud de Valparaíso (UHLE, 1912a: 421)5.

Pero en Arqueología de la R,eglon Atuca- meña (1938), Latcham no hablaba ya de in-

parentesis es nuestro.

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fluencias de Tiwanaku en Chile Central, y ponía en tiuda la filiación Tiwanaku de al-

gunas piezas cerámicas del Norte Chico que en "Las influencias de la cultura Tiahuanaco en la antigua alfarería" (1927) colocara como tales.

Sabemos de la existencia de un último ma- nuscrito de Latcham sobre el Norte Chico (Cf. MOSTNY, 1969: 15). Sería importante co- nocer esa obra inédita para saber si Latcham mantuvo hasta el Einal su tesis acerca de una influencia tan meridional de Tiwanakue. Es- tamos en condiciones de decir, no obstante, que por lo menos a dos afios de su muerte, seguia manteniendo esa idea (Cf. LATCHAM, 1941: 6).

Los trabajos del Dr. Aureliano Oyarzún sobre cestería (1930), tabletas y tubos "ataca- meños" (1 931a), tejidos (1931b) y alfarería de Calama (1934), sólo inciden superficial- mente en nuestro tema. Teniendo indudable valor como información descriptiva, estos ar- ticulos en ningún momento ofrecen noveda- des que vengan a sumarse a los aportes verda- deramente ricos entregados por Ias investiga- ciones de Uhle y Latcham.

Como es lógico ante lo reciente de los ha- llazgos, el Dr. Uhle no alcanzó a configurar una hipótesis sobre la influencia de Tiwana- ku en Chile. Pensaba que los "atacameños" habían ocupado el extremo norte de Chile, se habían extendido por el altiplano boliviano y alcanzado el Perú hasta Ica por la costa y Ayacucho por la sierra. Uno de los funda- mentos de la hipótesis de Uhle era la toponi- mia de la región abarcada por la presunta in- vasión, la que, en sil opinión, incluiría nom- bres de origen "atacameño". Añadía que el motivo escalerado, "tan propio de Tiahuana- co", estaba presente en la cesteria encontrada en las sepulturas "atacameñas" de Pisagua, pertenecientes a períodos anteriores a Tiwa-

OLa Dra. Mostny nos ha dicho que una parte de e:e manuscrito está en los Archivos de la Biblioteca Nacional, y la otra estaba en poder de los hijos de Latcham, ya fallecidos.

naku. Enfatizaba, sin embargo, que si bien los "atacameños" influyeron en el arte cfc la c~il- tura altiplánica, fueron retribuidos posterior- mente (UHLE, 1919 y 1922).

Latcham (1938: 35), estimaba posiiile ac-p- tar provisoriamente la hipótesis de Uhle, pe- ro otros investigadores como Guevara y Oyar- zún la suscribieron sin mayores reservas.

El mismo Latcham (Ibid.: 224), alcan70 a pronunciarse parcialmente sobre las caracte- rísticas que asumía la influencia de Tiwaiia- ku en San Pedro de Atacama. Reparando en las semejanzas en la calidad, forma y decora- ción de unos keros cerárnicos de esta locali- dad, con otros del altiplano boliviano, seííaló ql!e la influencia de Tiwanaku en San Pedro de Atacama debió ser directa.

Mayor contenido teórico tiene su hipótesis para el mismo fenómeno en la región de Ta- ra pacá:

Con la expansión del imperio de Tiahua- naco, en el siglo VI a vir, la mayor parte de las quebradas fueron colonizadas por gru- pos collas de habla ayinará, procedentes de los altiplanos bolivianos (LATCH.~M, 1942: 11).

Durante la etapa cubierta por las investi- gaciones de Uhle y Latcham en el norte de Chile, tuvieron lugar muchas investigaciones sobre Tiwanaku en Bolivia y el Perú, como también en el noroeste de Argentina. Pode- mos destacar, entre otros, los trabajos de Adolph A. Bandelier, Arthur Posnnnsky, Sal- vador Debenedetti, Philip A. Means, el Bar6n Erland Nordenskjold y Wendell C. Rennett.

Los resultados obtenidos en esas naciones in- fluyeron en las investigaciones de nuestros autores, y en más de una oportunicixl se sus- citaron interesantes debates sobre el particu- lar (vid LATCHAM, 1938: 30-33). Existe el tes- timonio, por ejemplo, que las insólitas inter- pretaciones de Posnansky sobre la cultura Ti - wanaku, no fueron dejadas pasar por cientí- ficos serios como M. Uhle y R. Latcham, quie-

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n ~ s lis coil~b~itieron en sentlas pub:icacioi~cs (.!)121> ). 191 i, ie:pecti~anicnic).

S o q i i~da claio, einpcro, s i L;itcliCiin cono- cin !a fiinclamenial ohia de Bennett (1934), cuyo aj~ai-te inis significltivo fue la formula- ciUn de una primera pcriodificación de la cultura Tiwaiiaku sobre bases científicas (Teinprario, Cliisico y Decadente). En su mo- riografía sobre la región atacamciin, meilcio- na iina cci.áinic3 d.prntlcnte, t6rrniiio al cual concibe como siilcíiliino (le Ei)igo.rlcrl (1938: 41); cn otra parte de la misma obra, se relie- re "a la época clásica de Tiahuariacu" (Ibid.: 224); p x o nada indica que el uao tle estos conccptos por parte de Latcliani, pro\enga de la lectura del libro de Bennctt.

Sintetizando lo que fue esta piiniera etapa de iilvestigaciones, digamos qiie se confirin0, sin lugar a dudas, que Tiwanaku ejerció unn influencia en el Norte Grande dc Chile. Aun cuantlo L,:ttham ofreció algcnas 1;ruebas de una inlluencia de la rriisma cilltura cn el Sor- te Chico, la msyoría cle Csras no resultan con- v'ncrntes hoy en día; tampoco fueron conside- radas por sus conteiilporáneos. De vital iinpor- tancia fue la elaboracicin de secuencias cultu- rales para e1 norte de Chile, incluyendo un pcríodo de Tic~h~~nnaco y e1 sabs,.g~ti~?ttc Epi. gonnl, actulndo éste -al igiial qi:e el periodo rl? los Incas- corro iin pivote crono!bgico pa-

11. SEGUNDA ETAPA (1943-1957) : Un pe- ríodo de cstincamiento.

Teóricamente, los inicios de los trabajos de Junius Bird representan para la arqiieologí3 chilenl los comienzos de una niicva época. En la práctica, sus excivaciones estratigráfi- cas -sin precedentes en el país- no son con.. tinuadas por los investigatlores nicionales "y tendremos que esperar dos décadas inás antes que iin chileno nos entregue iina excavación estratigráfica" (MONT~NE, 1972: 36).

Por desgacia, el contacto de Bird con la prolslemática Tiwanaku en 13 costa norte fue breve y de pobres resultados. En sus excava-

ciones de Playa Miller no encontró evidencias claras de Tiwanaku. Reconoce sí, el caráctei- Tiwanaku de los objctos encontrados por Uhle en Pisagua y Arica. Sin embargo, es eil- fático al aclarar que en esas localidades "las raras piezas Tiahuanaco son exóticas al pa- trón general" (BIRD, 1943: 307).

Sostiene que la cerimica exhuinada de los depósitos de la costa. no apoyan la idea de Latcham (1938: 203), que relacioilaba la iil- troducción de la allarería en el norte cle Chile con la cultura Tiwanaku. En su opiiiibn, las piezas "atacameñas", que según Latcliaiii lia- bían desarrollado siis propios estilos y formas a partir de Tiwanaku, no guardan ilinguiia similitud con los objetos de esn cultura, y en Arica se encuentran tanto debajo como encim.a de los escasos fragmentos cerámicas cle Tiwanaku (BIRD, 1946: 590 y 593).

Además, los trabajos del Dr. Uird discuteii la secuencia cultural de Uhle, la cual, como viéramos, había sido aceptada sin reparos por los estudiosos de la ctapa precedente. Uno d~ los hechos más relevantes de su secuencia pa- ra el tramo costero nortc (le Chilc, es la oini- siOn de un período Tiwanakii, arrojantlo sc- rias dudas sobre las coilclusiones de Uhle a ese respecto, y de las cuales los arqueólogo~ cliilenos no lograrán despojarse cil casi los ~ e i n t e años siguientes.

Bennett (1946: 602), por su parte, afirina que algunos investigadorcs hnn criticado la secuencia del Dr. Uhle apoyados, sobre todo, en el hecho de que en el iiorie de Chile se encuentran diseños del Tiahiianaco Clásico en artefactos "atacameííos", y que algunas se- piilturas del rio Loa presentnn cerámica De- cadente. De suerte que el período Atncameiío 1ndí;ena que Uhle colocara como posterior al

período Tiahuanaco, sería contempor;ineo con el Tiahiianaco Clásico y, más tarde, en Cala- ma, con el Tialiuanaco Decadente.

Por lo qiie toca a las investigaciones de la Dra. Grete bIostny en el nortc de Chile du- rante esta etapa, si bien aluden al probleilia, no io abordan con profundidad. Su aporte está representado por lo que denomina cl

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"Cuarto Estilo" (1942 y 1944a) -al cual con- sidera como iiii estilo cerhnico "tiahuanacoi- de" del Nortc Chico-, y por algunos objrtos clescilterrados por ella en el Fu:ido S u e v a Chi- le. eii Ai-icn (194411), quc a!iorn atrilsuin~os a una probable filiación Tiwanaku. L a exca- vación de una tumba en Chiu-Chiu, en el mis- m o cementrrio en cl ciial P. D::uelsbc.r@ (CON- GRESO, 1963) . aislara clerneiltos Tiwanaku, n o e n t x g 0 riol.cd::des para el trnia quc tratamos (MOSTNY, 1956) .

E n 1953, e! Centro d e Estiidios Antropo- Iógicos de la Universidad de Chile renliza una

amb'cicza expzdición al norte d: Chi!e, entr:: Ar-ca y La Serena. Los rzsultados dc e ~ o s t r l - bajos, representan una esforzada labor de or- dcnamieiito y "estado dc sitliación" de los e,- tudios prehirtóricos principalmente en la c0st.i chilena norte. El producto inm diato dz esas investigaciones fue un cuadro cronológico ge- neral, en el cual las fases culturales pyopues- tas se h-yan corr~lacionadas crono!óg'cimcn!e con las fases del cles3rrollo altiplánico (SCHAE-

DEL, 1957: 35). Con el objeto de centrirnr>s en nue-ti-o tema, resumimos el cuadro citado de la riguient- manera:

Alt i~~lnlzo Aricn Pisagi~a Zona Atwameña Chilena

Inca Inca /Xrica ---- Inca/Pica Inca/Toconao Khonkho Arica 11 Atncamrño/Pisagua Atacameño/Toconao Tiahuanaro Dec. Arica 1 T i ~ h u a n a c o / , ~ t a c a m ~ ñ o / Atacameño, Toconao (Tiah. 3) Pislgua Tiahiianaco/Ancaclii Tiahuanaco Clásico Tiahuanaco/Pisagua (Tiah. 2) Piclialo 4

Pichalo 3 Tiahuanaco 1 Chiripá Pichalo 1

Pichalo 2

Como fácil de apreciar, en liigar de una fase "T i~ i l~uanaco ' .~ r i ca" , se coloca un gran signo de interrogación, conc1ii;ión coincidente con la cle J. Bird, pero contradictoiia con la aiirrnacitin del propio Schaerlcl (Ob. cit.: 20), en orden n que hay un periodo d e influencia "tiahuanacoicle" en Xrica. C. hIunizaga (1957: 122) , por sil lntlo, d i te encontrar e\ritlencias de Tirvaiia1:ii cn lo? ma te r i~ le s del Dr. Bird correspondiente3 a Xrica 1 "en forma in9s acu- sada y con mayores manifestaciones que las que Bird postula", hacta el punto de pcrmi- tirle "aislar en Aricn iina probable ocupación de Tiahuanaco". Y o obstante, admite la des- aparición de "Tiahiianaco y sus influencias" como período propiamente dicho.

Las conclusiones d e R. Schaedel (Ob. cit.:

33) sobre la penetración de Tiwanaku en la región d e Antofagasta y en la parte sur d e la región de Tarapacá, guardan, en líneas gene-

rales, cierta concordancia con los zciuales planteamientos:

La primera cultura expansionista, la tia- huanacoidr, que afectó en forma decisiva todo el territorio peruano, iiit!liyÓ ligera- mente a los atacameños. La evidencia indi- ca que no logró efectuar una verdadera conquista u ocup~c ión .

Investigadores como Francisco L. Cornely y Jorge I r i b ~ r r e n alcanzan a tocar en sus es- critos el prob!em~ de T iwan iku cn C1li:c. aunque siempre de u n modo tangmci : l y r:- ferido a las supuestas evidencias de e;a cillt!ir3 en el Norte Chico. Csrnzly (1956: 32) , por ejemplo, soztiene que

L7s influencias d e Tiahiian7co de que ha- blan algunos autores son mucho menos

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aparentes en la cultura diaguita-chilena )-

bien j>iietlen 1i;il)er sido traídas por los niis- mos <Jiincli;i, que habían estado en con-

(acto (.o11 71'i:iliii¿inaco. El iiutor no iiicluye un periodo 'l'iwanakii

en su cuadro cronol6gico para el llamado "te- rritorio Diaguitíi-Chileno" (Zbid.: 37) .

Refiriénclose ;i lo mismo, Iribarren (1957: 168). tlec1;ir;i qiie en el Norte Chico los "ves- tigios soii escasos e inci'ertos, qiic mejor 110- clrian ;ilribuirse a posteriores derivaciones ciil-

turales".

P;iralel;iiiieiite, se habían producido muclias iioved;itles eii 1:)s in\restigaciones sobre Titva- nakii eii el resto del Area Andin;~. Pririiera-

inente, se irrribti a irn consenso respecto de las notables clifevencias estilísticas entre los

resLos l~ertenerientes al "Tiahuanlico de la Costa" o "Tia1iii:inaco Peruano" y los del al-

~iplano de Boli~,ia. Por un tiempo la expre- sión "tialiuanacoide" pareció definir niejor esa circunstancia'.

A1 ir progres~ndo las investigaciories en el

Perú, se reparcí en que el "tiahuanacoide" in- terrumpía las tradiciones regionales, impo- niendo nilevos patrones ccrámicos y de asen- taiiiiento en iin;i vasta árc;i, ;il iiiisnio tiempo que con iina gran homogeneidatl. La teiis del directo origen Tiwanaku de la invasión "tia-

hiian¿icoitle", sin embargo, no liallaba ;il>oyo en las evidencias: los patrones impuestos rx- Iiihían gi.:iiitlcs diferencias con aqiiellos comu- nes a1 altip1:ino boliviano; conseriientemen-

te, sil origen parecia más acerlado pesquisarlo en otros liigares donde existieran centros ur-

banos y cerámica como los distribuidos. Las excavaciones de Bennett en Wari, cuyos resiil- tados se publicaron en 1953, vinieron a ases- tarle el golpe de gracia a la tesis de iin gran

Imperio Tiwanaku extendido por todos los Andes ,Centrales. En esa ocasibn, Bennett sus-

tituye la denominaci6n "tiahuanacoide" por

T l concepto "tiahuanacoide" que aiíri se emplca en Chile, fue introducido a nuestra literatura arqueo- ltgica por la Dra. Grete Mostny (Cf. 1944a:195).

la del sitio-tipo l,V;ii.i, scñ¿ilando que este es- tilo se relaciona tanto con Tiwanaku como

con el reslo de los estilos del "Tiah~i:inaco peruano", postu1;indo qiie desde IVari se dis- tribuyó el estilo hacia el centro y norte (le1 Períi (LUMBRERAS, 19693: 236).

Durante el mismo año 1953, se celebró lir Priniei-a Mcs;i Redont1;i tlc Arqiieolopía Bo- liviana, cuyas aclas se piiblicaron en 1957. A través de los ~r:ibajos presentados al even-

to, quedó de iiianifiesto qiie la arq~ieología dc 13 vecina República liahia experimentado i i i i :ivancc cii;il it:iti\;amentc importante. hleii- cióii cspeci;il iiiei.ec.cn "Iiiti-o(1~icriOii" (PON- cr;., 1957), ): "..2ntigüetl:itl y Cronología de Ti -

wanakii" ( IWAKKA, 1957), esta última iina re- fiitarión a las ide:is de A. Posnansky sobre la edad, origen. (1esari.0110 y fin de la c~iltiira Tiwan;iku en Bolivia.

Desde 1957 funciona el Centro de Inves- tigaciones Arqurológiray en Tiwanakii (c~AT), bajo la destac;id:i direccibn de Carlos Ponce Sangines. De rnodo especial, debe destacarse 1;i periodificación de la riiltura Tiwanaku so-

bre bases estrict~iniente estratigráficas, que romprende cinco épocas para e1 desarrollo de esa cultura.

Es indiidable que estos hechos acaecidos

en Perii y Bolivia, serán de gran importancia para el riimbo de las investigaciones en Chile

diirante la etapa sigiiiente. Pero el balance de la etapa qiie disciitimns en este capítulo ofrece muy escasos resultados. a saber: se des- virtúa la siigerencia de Latcham que conferia a Tiwanaku iin papel en la introducción de la alfarería en el norte de Chile: por otra parte, se omite un período de Tiwanaku en las seciiencias de Bird v de Schaedrl: por 1'11- timo, se plantean Tavei dudas sobre la su- puesta filiacibn Tiwanakii de alciinas piezas cerámicas del Norte Cliiro, desapareciendo

este como perfodo en la reqi6n. Asi, la que pudo ser Tina etapa rica en ha-

llazgos y plena de nuevas contribuciones, cons- tituye la etapa más pobre en 70 años de pro-

blemática. Sin demasfas. podemos afirmar que este periodo marca iin estancamiento en las

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iri\estigaciones bobic el tenia, haciendo ex- grul)o del Rlubto Kegional no han estado ccpción de las coiiclusiones del Dr. Uird y la exentos de críticas. L:Núñcz (1972: 28), ha Idboi de replanteo de la arqueología del nor- dicho: tc de Cliilc 1iech;i 1101 cl Dr. Schaetlel y el profebor Alunizaga. Hasta aliora en Arica se lia llevado acle-

111. TERCERA ETAPA (1957-1970) :

El problema cronológico

Diirante este periodo el problema Tiwanaku girh alrededor dc í i (í 7 figuras, no más, las

ciiales cn catl;i iina tlc siis zonas de trabajo,

o bien, tle'tle los csl~ecíí'icos campos de su especialidatl, comienzan :i tratar el tema en siis tliferentes ni;itices e implicancias. Deata- can las piiblic;ic.iones del R. P. Gust:lvo Le l'aige sobre San Pcdro de Atacaiiia y zonas

vecinas; los trabajos (le la Universidad de Clii- le dc Santiago, en la persona de investigrido- res como hfario Orellana y Juan h~liinizaga;

la labor (le los arqueólogos del Museo Re- gional clc Arica con Percy Dauelsberg y Gui-

llcrmo Focacci, principalinente; v las inves- tigaciones tanto de la Dra. Grete Mostny co- nio de Lautaro Nfiííez en gran parte del Nor- te Grande.

Especial referencia merece la obra del pro- fesor Núñe7, quien es el investigador que ma-

yor preocupación ha demostrado por el tema.

En casi todos los años del decenio pasado, y en lo que va corrido tle los setenta, ha pu- blicado diferentes trabajos que inciden, de iina u otra manera, en diversos aspectos de la infliiencia de Tiwanaku. Sin embargo, no

ha materializado aún ese interés por la pro- blemática en iin trabajo que integre la do- ciimentación obtenida a lo largo de estos años

redondee r i i propia concepcidn $obre la

natiirale72 de la penetración Tiwanaku en

Chile. Esperamos con impaciencia la apari- cidn de una obra que satisfaga esas expecta-

lante iina arqueología horizontal, con múl-

tiples tipos (cerámicas) que enfatizan cronologías carentes de verticalidad por

falta (le excavaciones sisteiuáticas en yaci-

mientos claves8.

Es tina arqueología cuantitativa, que des-

pués de 1961 no salt0 a la l~úsq~iecla (le

problemas, sino más bien al acumulamien- to de datos de yacimientos conocidos. Ni hablar, ni comentar sobre patrones de p.>- blamientos, énfasis en fechas de C 14, eco-

logia, etc.

Ta l \cz niiichas o todas las críticas q;ie liace Ntíííe/ sean legítimas, pero un hecho si

hay (lile reconocerles a los arqueólogos de Arica: han sido ellos los primeros en encon- trar e identificar evidencias Tiwanaku en el

extremo mis septentrional de nuestro país, en forma clara e inobjetable.

Recordemos qiie en la etapa pasada las conclusiones de Uhle habían sido puestas en tela de juicio (Cf. RIRD, 1943 y 1946; MUNI- ZAGA, 1957). Bird, lo dijimos, no encontró evidencias significativas en sus excavaciones

en Arica. Y Grete Mostny (1944b), no advir- tió la posible filiación Tiwanaku de alguno de siis hallazgos en el cementerio del Fundo

Nueva Chile (Valle de Azapa) . Tan sólo Schaedel y Munizaga, a raíz de la expedición

del Centro de Estudios Antropológicos al noy- te de Chile, sugieren una probable ocupación

"tiahuanacoide" en el entonces Departamento de Arica (V. gr.: Playa Miller, Playa de los

Gringos, Cerro Moreno y Valle de Camaro-

tivas. nes), pero las pruebas qiie entregan no son

concluyen tes.

Básicamente, son cinco las secuencias cul-

-

Iniciando esta revisión por Arica, vale la pe- na señalar que los trabajos y concliisiones del ' 'El parentesis es nuestro.

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turales confeccionadas para la zona de Arica secuencia, no st hace referencia a u n "Hori- diirante este períoclo ('L).AL~EI.SBERG, 1!)61a. zoiltc '~Ti~van::kii E s p n n i i ~ ~ o " como l~eriodo,

1961 b, 1969; ENCIIENTRO, 11161 ; I\iúÑEz, 1965) . rol~cailclo al tipo L,oreio v ie jo iiiiito al T r i - 1 : primera secuelicia d e D;iue!s'Jerg color del Siir "li:ist;i qiic poclaiiios separarlo

(19bla) representa u n momento de transiciiin cronolbgicrlnlente para esta zonau (DAUELS- de la problemática Tiwanaku en Arica. T o - BERG, , 9 6 1 ~ : 16). r l a~ ia están miiy frescas las conclusiones de C. ,llunizaga en orden a que Tiwanakii iio

const i tqe 1111 periodo en Arica. No obstante, \e admitc que la cerimica Loreto Viejo r n toiitratla en el corte d r Rird coirespoiitle 31 "Tiwanaku Exy>ni-isi\o", y que hla)tas, Chi- i ibaja y Sobraya son tipos "tiwanakoitles" tlecarrollacios de aciuélla.

En aquel momento, el problenia i ~ c l i c ~ ~ rii

la auzenciri d c pruebas cle supcrposicihn entre 1.1 cerríniica Loieto Viejo y el lianiado "Hori- ioiite Ti icolor del Sur" (con sus exl~oiien tei

icgionales ;\la) tai > C;hiribay;i) , io(la \cL que se los encuentra siempre asociaclos. Eii con-

Desde ese entonces, cualquiera tentativa (le situar en el tiempo las inanifcstacioir:.~ rle T i - ~vailaku en Chile, tenclrá como referencia el r 5 -

pcctro cronolUgico citado.

Sin embargo. eii el Cuadro Croiiolrjgiro General del Xrea Andiiia R~íeridioil:il, que c~irgih coino iino de los acuei.tlos (!el l i icuen-

i.ro tle 1961, se .asigna una feclia absoluta d r 460 A.C. para la Fase i r , ~ i i i raiigo de 103 n

279 D.C. para la Fase 111, Lin raiigo de Y69 ;i 5.36 D.C. para la EV y un:i data absoluta (le 1050 1l.C. para la Ultima fase.

Eii (:se inismo cuadi-o, aparece la que con- sideramos l a tercera secuencia culiiirnl para !;i 7onn clc Arica (iiicliiidos los valles del dc- 11"-tatmento) . Destaca u11 "Tiwanakii Clisi-

co" enti-e el 500 y el 1000 D.C. en Azapa, y iin "Tiu-anaku L:spail~ivo" hacia el 1000 D.C.

t:n este \.alle, cii Camarones y en Chiza. Sal1

E n ese mismo año, Dauelsberg (1961b),

rey~laiitca el asunto tliscriiniiiaiiclo 1111 "grupo

d e cerámica tiIiuanacoideM (Xlaytas, Sobrapa,

Loieto Viejo, Cl-iiriljayn, Cabiizn y Tialiua-

naco C:lásico), que ii11ic.a eii 1111 Horizont.c

Medio q c c liacc rlartir clcxle el 600 D.C.

En el Eiicuciitro Intei-nacional d e A4rqueo-

logia dc Xric;~, los ni.qiicrílogos chilenos co-

nocen Iiis dat;iciones por C 1 ~ l para las tlifc- rentes fasci cle la cultiira Ti~uanakii . entre-

gadas por el trabajo tlc (;. Poiice S:ingiiiés

"Rrcvc c ~ m e n t a r i o ;ic::,i.c;i tle las Eeclias iadio-

cai l)í>iiica, de Bolivia" ( 1 !)ti 1 ) .

Miguel e\ estimaclr) coiiio posterior 3 Tiwa- naku, pero antci-ior ;i las hlaytas.

Sobrc 1:i I;aic tlc los tral)ajo\ tlel hluseu Kc~ioii : i l cIr ;\rica otros. V I i):-olemr L. KU-

iicl (1965) , ciitr~'c;;i iiii;i accuc~ici;i (le1 i'erío- de Agi-oalfarei-o dc esa roiin que ofrece dos Iierlios iniportaiiics (le coiiieiit;ii.: l'? Saii ;\ li- guel es colocacIo, por 1)iiiilcr;i TTI, c.oiiio pos- terior al "Horiloiii: Tricoltir (lcl Sur", y 2. Se sitíia a las c s ~ ~ r c s i o ~ i c s "~Lx~~a~is ivas" clc Ai.ita entre el 700 y el 1000 D.C.

T;iil:ilrnentc. (.n el Congreso Nacion31 de

Xrqiieologia Chilena, Dauelsbcrfi ( 1 9G9) , presenta tina niieva secuencia ciiltural para Arica, que cuestiona y rectifica 1:is d e Uhle

OScgún Ponce. el coniienzo de la Epoca 1 ~ i o rq

m a s ~eciente de 600 A.C.

Page 11: E;I~ EN CIHILE: VISION

-ue opvqsaj la 93a.rd~a~rr!a~ '9-~oi!iib ap equIiil eun ap olxaluo3 la ua vp!iipu! r.Ial>eirr ap L'L~

-5aiiw euri r:.red za.1 ejsa ' ('d.\: 051 T 00~1 O

':).a as¿) operpaj opiiiilUas rin a.S!c,[ a7[ J!~!J

-3.1 le 'o~adwx ~~-.ro~og ap eu.rii ap i:iriloj rra 'se3!urpa3 seza!d SVUII ~e1ep e.[ctl ,11riaru1eri!Y

-!lo ?!.u!s 'eJapew ap eljsaiiw t:uii 31) (',i'\' O(1 -C ocg[) '3.a SOUV [[S 3P BLIJSj 1:7

.r!s.ra;\orj

-1103 1:[ I! sa3!3etrr sa~uej.rodw! o~iipo.nu! 'ri ar. -EA c[ 1: '.1~rraur!ed!3u!.rcí 'sope!3ose iiyi:rre~\i!~L.

so3!uy1d!i[c soSse~ ap aIqeuo!jsan.)ir! r:!~uss -s.id r:'~ 'i,Io.~l~ac~ U" ~.1nj[ii3 31 J[I (CLII:[~~.IO

31) '2!3113113JS 111 113) 11 1 S3SE3 SI:[ 0;) 1:.)!~\)[0il

-u.I.: uq!~!wcI ci3esa e1 ir orr.ro1 ir.) I::)!LLL?~IG i .) iriesalajii! vrin ,e JFY~I uo.ra!;) 'opi:~i:tl «ya > -al) Iap so7us!ruo3 so1 epr:ry a.%!i:~ :)J 't) .~u<l ccprrialqo se-~!uoq.re3o!pe~ sarro!.)iili:p ~I:J

.o~o!.IJ~ OLUOJ :iycLli:.\i! 1-

i: i:an.21~ rr?!3uaw 3jey ou 'e.reUa[[I 3s ajuarrr -[r!r>!rI! aU!ed 2-1 [En3 el L. ,( i?rIi:[l3i(i '~y .~ucI sel)i:[n1soci sasej sa.11 ap EJJO e11aiibii c.)!j!l>orrl

aiib 'e!>rian3as ajsT '09 1ap epe.:?]) i:[ al) sopyparri apsap -el!.1!gclx3 v.rarrerrr 313 01)r1a!u!j -211 e3riiirr anbuiii:- opriiifairew i:.ia!ri!,\ 3Y!e~ S'I anb <',e~arne3e1y r:.11111n3,, i:[ i:.rlid su.)

-o+ o.1jen3 ap e!3rran3as el la3orro3 L' LIOJ~!~)

(~LGL) i:~a~soYc~-~ .< selcS 'aiusmsirr,)!.3a~

.,:piItid vl'iau c3!ur!:.ra3 i: i!pi:!.)oct: -11 ,~sr:~l e[ ua 'aj.~eci uel8 ua 'ep!~)ua.rt~(iio> í oJpaj

rics e.rnj11in VI 3p SSBJ F.I~Z~I!.ICI I![ I: .I~!~,?I\CI([

<'3'a 000 [ 13 .4 (~(JL 1.1 311~3 '.o.\!+ti~:cIs>. (131:ii

-r;iir[c!~,, ti11 O[J~II23!C/li 'I?C{~.I.II! 51![)¡:[19i~.i ql:!

-rrarims se[ ap op!u.)~uo.) 13 ;)~u~ui~ii~o~~ .'(i!~)

-siis '('961 oye [al) zan?iN ap e!.)ri,in )as e-1 .ca~.t-.r~r~aU soiua!LileJu!I 511s o11

-irs!ua1ucw nnbune 'e!3uaii:>as .io!.ruiuc 11, ~1)

SEL~J~J suunY[e e3!j!lluur L'UL'IISIO .] ~)(il u2 'e.13 vijsanu ap 0001 [a epeq .II O-IIIJJ riri; 113

epqnd m8au e3!u1~.1a3 e ope!losc ,.o.i!s~icdx;~ o3euenqe!L,, 01LI?wOw rin opua13orio3a~ 'eue11

-ato ~od e~sando~d up!~e~!~!po!iad E[ elda~e

'eureDeJy ap oJpad tres ap osa.rSuo3 Iap IeJ

-aua3 O~!~?IOUOJ~ oiprin3 [a 'oge ows!w asx '3.a 00~1 [a eperl ngeue.MIL 211 se!3uari1ju!

e~rrasa~d salen3 se1 ap epun(o'as L.[ 'sasej sa.ri

ua e[opu?!p!A!p 'olpad ueS e~ri11ii3 e[ au!jap

' ($961) i:ue~~alo .IV 'ajuaw.ro!.IaIcod Sepqnd e.r(ooau ej.ralejle r:~ r: lo!.ralue ow!rlF ajsa '.3'a (i0cl1 Ia cper[ ,,o.\!~uedx:;~ 03t:ueiiyv!~~,, uii .( '3.a 005 1: OOP 13 e!wy aiuaw~:~~i:ni!no.rcIe ,,u3

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Page 12: E;I~ EN CIHILE: VISION

-ue opcy3aj [J ?~a.rd~aju!a.t <g-lo~!n¿j ap equIti1 eun ap o1saluo3 13 ua ~~)!III.ILI! C~J~I~~LI 311 e i~

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31) 1:!3rran:)ns 111 ixa) 11 X I sasea siil 2;) c.)!S~~~o;r -m.> uu!~!sod eiJexJ EI c or1.101 [l.) I:.)I~ZI?~C: Í

Jirrcsa.rJjri! euii e. leSn1 uola!;) l~p~!\vcI O!LIJI

-al> Iap sozrra!ruoJ sol e!Jríi! r~g!iij 97 .t) .rocl sep!iia~qo se21uoq~e~oype~ saucj!Jt:li:l) si:?

anb 'c!3uan23s c~sx '09 Iap E~Ic.)?~) i:~ q) sopc!parir apsap -ríj!2!1cIsa cJaueur ap opun!u!+ -al) ez~unu anburiv- opr~ii[aueui i!.ra!rr!.\ aY!e,1 JT aiib ',,e~aru-c~e~y c.riii[ti3,, i:~ ~!.rctl se.) -od? oJjrín2 ap rípuanxs e1 JaJorro.) i: rro.ra11,

' (t¿fj[) I!.l~l~tl~i?~~ :< Si?[l!s '~~U.>LU~UJ!.~.)~

.t:l~!~ild e.rSau rí3!ur~.r.>r> i: i!pi:!)osi: '11 "si::[

-azg lod ~lsandold uq!~e3!j!po!~ad el elda3c

'erue~sy ap olpad ueS ap osa.18~03 Iap [e1 -aua3 o~!S'~~ouor~ oolpcn3 la 'oue ours!ru as2 '3.a 00~1 la e!3cy nycueM!L ap seyx~aiigu!

e~rrasard salen3 se1 ap el)unYas VI 'sssej sal1 ua e~opu?!i~pi~p 'o~pad UES eJnlIii1 e1 Ju!jap

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terior, aduciendo que la muestra de Solor-6, manteniendo su opinión, se enfrentarían no correspondía a la época de las urnas (ari- con una dificultad aún más grande. Ten- terior a San Pedro I) , sino que, por el contra- rio, a la cerámica negra pulida, información que sólo fue conocida con posterioridad al Congreso de 1963.

De acuerdo con esto, el segundo fechado, como el primero, otorgaba mayor antigüedad que la supuesta hasta ese entonces a la ce- rámica negra pulida, característica de la Fa- se 11.

M. Orellana, cuyas concliisiones cronoló- gicas para la cultura San Pedro en el Con- greso de 1963, se habían sustentado en el he- cho que la fecha de Solor-6 databa la cerá-

.mica negra pulida y no a las piezas tipo ur- na, replicó a través de una pnl~licación en la qiie ponía de manifiesto este insólito he- 1-110, concluyendo:

Como es fácil observar, 1;i fecha de 263 D.C. (250 D.C.) para la tumba del cemen- terio de Quitor-6 se presenta huérfana de otro apoyo cronoldgico, y sin lograr, hasta ahora, un contexto cultiiral que correspon- da a tan temprana fecha (OREI.I,ANA, 1961: 102)'l.

El punto estaba en que como a la Fase 1 1

se la entendía asociada a elementoí "Tiwana- ku Expansivo", vale decii. ;i la Farc 1. (le T i - wanakic -datada en iinn fecha mil) posterior a los 250 años D.C.- rxistía un problema de discortlancia cronnlhrica. G. 1.e Paige (1963: l í 4 ) , encaró el asiinto de la siguiente ma- nera:

El 1113 tei-ilil i i i ti-usi~o tialiiianaco encontra- do, c~pet.i:i!mciitc eii Quitor-5, ha liecho creer a varios autores qiie la fase a 1;i ciial corresponden los tres cementerios dataría del siglo r I I (700 años D.C.) de 1;i Era Cris- tiana. Si, ;i pesar de la fecha aritei-ior o l ~ - tenida por C 14 (260 años D.C.) sigiiierari

"El parentesis ea nuestro.

- drían que explicar cónio la cultura del cen- tro d e recepción puede ser mucho más an- tigua (de cuatro siglos), que la del centro de difusidn, en especial en lo que concier- ne a la cerámica negra pulida. A esto hay que añadir que en San Pedro de Atacama hemos encontrado la única coleccidn de va- sos de oro de puro estilo tiahuanaco y ella en conexión directa con la cerimica roja pulida, es decir, en la época de la primera fase de San Pedro y seCpramente anterior a la momia N? 2.532 de la segunda fase.

Al final concluye: La cultura de Tiahuanaco no lia de con- siclerai-se expansiva varios siglos clespués de su apogeo, sino diirante el mismo.

X este respecto, L. Siíñe7 (1966: 34), sos- tuvo que la mayoría de los coritcxtos "tialiua- riacoicles" del nortc de Cliile son cxpniisi~os (700-1000 D.C.), por lo cii;rl no cabe siipo- ner la llegada (le Tiwanaku en el tiempo que I,e Paige (Irnornina el auge (400 a 700 D.C.). Con relación a los krros (le oro i-cpiijado aso- ciados a la hipotétic;imcntc iii,is .intigiia ce- rámica roja pulida, Kú1ie7 conjctiira que pue- den corresponder a l momento de transicicín entre las Fases r y rr (le la ciiltiira San Pedro.

De otro lado, Oren,ttia -y con 61 está de acuerdo Núñez-, dice qiie no hay restos de Tiwanaku 111 en San Pedro de Atacama, co- mo para aceptar la fecha de 250 D.C. Aun haciendo uso de la vnriaci6n sigma 1 (+ 150), vale decir, considerando tina edad calendario de 400 D.C., ésta resulta todavía demasiado temprana para datar los restos de San Pedro Ir. Reconociendo qiie h a y numerosas eviden- cias del "Tiwanaku Expansivo", esta fecha se- ría, más bien, contemporánea a Tiwanaku rv, no existiendo tampoco restos de esa fase en San Pedro de Atacama (ORELLANA, 1964:

103) . Atendiendo a todo lo dicho, estaremos de

acuerdo en que la preocupación de los ar- queólogos de esta tercera etapa estuvo marca-

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