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Editorial

La construcción del Sistema Vasco de Servi-cios Sociales atraviesa, en el momento en elque se publica este nuevo número de Zerbi-tzuan, un periodo de la máxima importan-cia, en la medida en que se están desarro-

llando muchas de las herramientas que la nueva Leyde Servicios Sociales establecía para la mejora y laconsolidación del sistema. De hecho, puede decirseque –en un contexto de severa crisis económica eincremento de la demanda de atención– se estándando en estos meses pasos importantes para orde-nar, reforzar, consolidar y legitimar un sistema sóli-do y maduro de Servicios Sociales en la CAPV.

El desarrollo del Decreto de Cartera, la creación delÓrgano Interinstitucional de Servicios Sociales, y dela Alta Inspección, la redacción del Plan Estratégicoy el Mapa de Servicios Sociales… son todas ellascuestiones recogidas en la Ley de Servicios Socialesy que, durante estos meses, están materializándoseen un contexto de razonable colaboración interinsti-tucional y a partir del esfuerzo de los técnicos y losprofesionales de las diversas instituciones.

Es en cualquier caso necesario seguir apostando, enesta fase, por la colaboración de todas las institucio-nes en la construcción de un modelo común. Comoseñala el documento para el debate presentado porel Departamento de Empleo y Asuntos Sociales enlas recientemente celebradas jornadas sobre eldesarrollo del nuevo modelo vasco de ServiciosSociales, “el indudable crecimiento que han experi-mentado los servicios sociales durante los últimosaños y la consolidación alcanzada, gracias a lasleyes de servicios sociales precedentes, de 1982 yde 1996, no deben hacernos olvidar que algunos delos aspectos que ambas normas señalaban no se lle-garon a materializar, y que el sistema aún tienecarencias, si se quiere presentar como un sistemacohesionado en todo el País. Por otro lado, el creci-miento experimentado en estos últimos años encuanto a los servicios y coberturas del SistemaVasco de Servicios Sociales ha supuesto un incre-mento importante de los recursos que cada una delas administraciones dedican al Sistema; sin embar-go este nivel de crecimiento deberá mantenersedurante los próximos años para alcanzar el objetivo

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de universalización que establece la Ley 12/2008. Lainfluencia que puede tener el actual contexto econó-mico de crisis habrá de analizarse desde una refle-xión general sobre las políticas públicas y su finan-ciación.

En este marco, es indudable que el modelo comuni-tario que propone la Ley y el desarrollo de los servi-cios que el catálogo establece de atención primaria,y por lo tanto de responsabilidad municipal, va aexigir de las instituciones locales un especial esfuer-zo con el que deben ser solidarias el resto de insti-tuciones y agentes implicados en el Sistema Vascode Servicios Sociales. Todo ello va a requerir laadopción de grandes acuerdos institucionales queposibiliten la suficiencia financiera de cada una delas Instituciones, y en especial de los Ayuntamien-tos. Igualmente va a exigir una reflexión sobre losniveles geográficos de atención, para asegurar lacobertura adecuada de los servicios en los munici-pios pequeños, incorporando la necesidad de articu-lar fórmulas de colaboración y cooperación intermu-nicipal o de otra índole”.

La consolidación del modelo va a requerir además,como ese mismo documento indica, la clarificacióny puesta en valor de los perfiles profesionales queel sistema demanda, así como su reconocimiento ydignificación. La puesta en valor de la prescripcióntécnica, la incorporación de profesionales de laeducación social, la consolidación de la figura delprofesional de referencia, entre otras, son tareasque habrán de acometerse en colaboración con losy las profesionales que desarrollan su trabajoactualmente en el sistema, prestando una atenciónprioritaria a los ámbitos públicos y privado, deforma que no se produzca una dualidad y, en algu-nos casos, precariedad en las condiciones labora-les. También será necesario, y volvemos a referir-nos a ese documento, “trabajar para que laslabores de cuidado a personas, aspecto central delmodelo por el que apuesta la Ley, alcancen elmerecido reconocimiento social y laboral. El Siste-ma de Servicios Sociales es un ámbito que va a exi-gir esfuerzo presupuestario por parte de las Insti-tuciones, pero es también un ámbito de generaciónde empleo y de riqueza, y por lo tanto de reversióneconómica, por lo que debemos de esforzarnos encomprender y hacer comprender que el gasto enservicios sociales representa una inversión alta-

mente productiva para la calidad de vida de lapoblación y el futuro del país”.

Paralelamente, recuerda también ese documento, elGobierno Vasco ha emprendido una operación degran trascendencia en la dirección de trasladar lagestión de las prestaciones económicas de garantíade ingresos hacia el sistema de empleo. Se conside-ra en ese sentido que ese cambio puede ser unaoportunidad para que los servicios sociales de proxi-midad concentren sus esfuerzos en su función espe-cífica, que se centra en la protección y promoción dela autonomía funcional e integración relacional ocomunitaria de todas las personas. Para que el cam-bio resulte exitoso es necesario articular los instru-mentos que posibiliten la relación de los serviciossociales con el sistema de empleo para, partiendodel importante trabajo realizado durante estos últi-mos años en el ámbito sociolaboral, establecer nue-vas formas de coordinación y trabajo en red, demodo que personas que han estado alejadas delmercado y el ámbito laboral y, sin embargo, cerca-nas a los servicios sociales, sean atendidas efectiva-mente por parte de los servicios de empleo en loque tiene que ver con los aspectos laborales y porlos servicios sociales en los aspectos relacionales.

Muchas de estas cuestiones, si no todas, han sidorecogidas en el reciente informe publicado por elArarteko sobre la situación de los Servicios Socialesde Base en la CAPV, de cuyos principales resultadosse ofrece un resumen en este número de Zerbitzuan.El informe, que se basa en una investigación previarealizada por el SIIS Centro de Documentación yEstudios de la Fundación Eguía Carega, pone demanifiesto una situación difícil, fundamentalmentederivada del desajuste existente entre las funcionesasignadas a los Servicios Sociales de Base y losrecursos puestos a su disposición para cumplirlas.El informe también pone de manifiesto la ausenciade un modelo homogéneo de intervención y abogapor ubicar, realmente, los Servicios Sociales de Baseen el centro del sistema de servicios sociales. Cabepensar en cualquier caso, como señala el propioinforme, que el desarrollo de la nueva Ley y de lasherramientas y mecanismos que trae aparejadaspermitirá avanzar en la resolución de los obstáculosdetectados y poner los Servicios Sociales de Base enla posición de centralidad que requieren para eldesempeño de sus funciones.

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7La situación de los Servicios Sociales de

Base en la Comunidad Autónoma del

País Vasco

SIIS Centro de Documentación y Estudios

37Atención sanitaria y de enfermería en las

residencias de mayores de Gipuzkoa

Pilar Lekuona Ancizar

Juan José Calvo Aguirre

49Análisis de la calidad de vida de la

familia antes y después de la apertura

de un servicio de vivienda por parte de

Gautena

Juan Jose Arrospide

Daniel Hermosilla

Xabier San Sebastian

Iñigo Calvo

Félix Yenes

63Exclusión, aislamiento social y personas

sin hogar. Aportes desde el método

etnográfico

Santiago Bachiller

75Debagoieneko eta Debabarrenako

gizarteratze-zerbitzuaren esperientzia

Sartu Federazioa, Gizarte Aholkularitza

Índice

85Oferta de oportunidades en la política de

participación institucionalizada de los

servicios sociales de atención primaria

Enrique Pastor Seller

95Análisis de la calidad de vida laboral en

trabajadores con discapacidad

Noelia Flores

Cristina Jenaro

Francisca González-Gil

Pedro M. García-Calvo

109El trabajo social sanitario en el marco de

la optimización y sostenibilidad del sis-

tema sanitario

Dolors Colom Masfret

121Violencia de género en las relaciones

de pareja de adolescentes y jóvenes de

Bilbao

Mila Amurrio Velez

Ane Larrinaga Renteria

Elisa Usategui Basozabal

Ana Irene del Valle Loroño

135Supervisión en tiempos de crisis, una

oportunidad para los profesionales de la

relación de ayuda

Ricardo J. Sánchez Cano

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En 1999, la Institución del Ararteko publicaba uninforme sobre la situación de los Servicios Socialesde Base en la CAPV. Diez años después, esa mismainstitución acaba de publicar una nueva investiga-ción sobre la situación y las posibilidades de inter-vención de estos servicios, en un contexto caracteri-zado por el crecimiento en la demanda y en la ofertade servicios sociales. El informe se basa en unainvestigación previa realizada por el SIIS Centro deDocumentación y Estudios, que realizó también elinforme base para el estudio de 1999, y pone demanifiesto una situación difícil, fundamentalmentederivada del desajuste existente entre las funcionesasignadas a los Servicios Sociales de Base y losrecursos puestos a su disposición para cumplirlas.El informe también pone de manifiesto la ausenciade un modelo homogéneo de intervención y abogapor ubicar, realmente, los Servicios Sociales deBase en el centro del sistema de servicios sociales.Este artículo resume los principales resultados de lainvestigación realizada, cuya versión íntegra puedeconsultarse en la página web www.ararteko.net.

1. Presentación, objetivos y metodologíautilizada

El Informe Extraordinario sobre la situación de losServicios Sociales de Base en la Comunidad Autóno-ma del País Vasco publicado en 1999 por la Institu-ción del Ararteko justificaba la necesidad de aquellainvestigación en la importancia de los serviciossociales de atención primaria y, en particular, de losServicios Sociales de Base, para el adecuado funcio-namiento del conjunto de los programas y serviciossociales.

Diez años más tarde, el funcionamiento y la capaci-dad de acción de los Servicios Sociales de Basesiguen siendo factores determinantes en el engrana-je de los servicios de atención a la dependencia, laexclusión o la desprotección; su importancia, dehecho, se ha visto reforzada como consecuenciatanto del notable crecimiento en el número de pres-taciones y programas sociales –a la gran mayoría delas cuales se accede a través de los Servicios Socia-les de Base– como del crecimiento en el número deusuarios y usuarias de estos servicios, cuya valora-ción inicial y posterior seguimiento es, en principio,competencia de estos servicios.

La normativa recientemente aprobada en materia deservicios sociales, garantía de ingresos e inclusiónsocial en nuestra Comunidad, ha venido también areforzar el papel de los Servicios Sociales de Base.En efecto, el artículo 29 de la Ley 12/2008, de 5 dediciembre, de Servicios Sociales en la ComunidadAutónoma del País Vasco define los Servicios Socia-les de Base como el primer punto de acceso de lapoblación al Sistema Vasco de Servicios Sociales,atribuyéndoles la función de coordinar y gestionar,en su zona geográfica de influencia, el acceso a lasdiversas instancias que conforman ese Sistema. Esemismo artículo atribuye a los Servicios Sociales de

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Base la función de garantizar la aplicación del proce-dimiento básico de intervención que la propianorma establece, y que consiste en la elaboraciónde un diagnóstico individual de necesidades y, si lasituación lo requiere, la realización de un plan deatención personalizada que contemple las medidasde acompañamiento e intervención social que seestimen adecuadas.

A pesar de su importancia para el funcionamientodel conjunto de los Servicios Sociales, los estudiosempíricos dedicados a analizar los Servicios Socia-les de Base son muy escasos en nuestro contextomás inmediato. El estudio realizado por la Institu-ción del Ararteko en 1999 sigue siendo un referenteimprescindible para el conocimiento de las condicio-nes en las que estas unidades de base realizan sulabor. Por ello, diez años después de su publicación,la institución del Ararteko se planteó la necesidadde realizar un nuevo informe, con tres objetivos prin-cipales: describir la situación actual de estos servi-cios y actualizar el diagnóstico que se hizo en 1999,valorar hasta qué punto los Servicios Sociales sehan adaptado a los cambios sociales, legales ydemográficos que ha experimentado la CAPV en laúltima década, y proponer recomendaciones y líneasde acción que permitan responder a esos requeri-mientos de manera adecuada.

El informe, recientemente publicado por el Ararteko,se divide en dos partes claramente diferenciadas. Laprimera, de carácter más teórico, presenta el contex-to en el que se enmarcan los Servicios Sociales deBase, y analiza tanto los aspectos relacionados conla organización administrativa y territorial como elnuevo marco jurídico en el que deben desenvolver-se. La segunda parte, de carácter eminentementeempírico, recoge los resultados de la investigaciónrealizada a lo largo de 2009 para conocer la situa-ción de los Servicios Sociales de Base en la CAPV. Lainvestigación se ha basado en cuatro estrategias otécnicas complementarias de recogida de informa-ción, con las cuales se ha querido no sólo recoger laopinión de todos los agentes implicados –personasusuarias, expertos y expertas, responsables de lasunidades sociales de base, trabajadores y trabaja-doras, personal de los servicios sociales especializa-dos que trabajan en contacto con las unidades debase...– sino, también, integrar las diferentes pers-pectivas y puntos de vista en el análisis de las cues-tiones objeto de estudio.

En concreto, las estrategias de recogida de datosutilizadas han sido las siguientes:

a) Cuestionario dirigido a las personas responsablesde las Unidades Sociales de Base

La principal herramienta de recogida de informaciónpara la elaboración del informe ha sido un cuestiona-rio autocumplimentado de 102 preguntas, remitido

en diciembre de 2008 a las 262 Unidades Socialesde Base que existen en la CAPV1. Para la investiga-ción realizada, se ha considerado como UnidadSocial de Base cualquier servicio o dependenciamunicipal desde la que un trabajador o trabajadorasocial contratada por un ayuntamiento o una agrupa-ción de ayuntamientos atiende de forma regular a lapoblación de un municipio o una zona determinada,aunque en muchos casos no se trate de dependen-cias específicas sino de dependencias compartidascon otros equipamientos comunitarios en las que el ola trabajadora social atiende a la ciudadanía duranteun número variable de horas a la semana. Es tambiénimportante destacar que al objeto de clarificar elobjeto de estudio, desde un primer momento seexcluyeron del análisis los programas específicos deintervención social, aunque dependieran de la propiaunidad de base, tales como programas de ayuda adomicilio, de intervención socioeducativa o psicoso-cial, de apoyo a personas cuidadoras, de teleasisten-cia, de atención diurna, de alojamiento, u otras. Elanálisis se refiere, por tanto, a los servicios munici-pales de atención primaria que asumen las funcionesde información, orientación, diagnóstico y segui-miento en el ámbito de los Servicios Sociales.

El cuestionario aborda ocho grandes áreas temáticas:ubicación, accesibilidad, instalaciones y medios tec-nológicos; acceso al servicio; aspectos relacionadoscon el personal: plantilla, funciones, coordinación,formación y seguridad laboral; intervención individualy familiar; política informativa y acción comunitaria;satisfacción de las personas usuarias y valoraciónfinal. Muchas de las preguntas del cuestionario serealizaron en los mismos términos que en el informedel Ararteko de 1999, lo que ha permitido compararcon la suficiente fiabilidad los resultados obtenidos afinales de los años 90 con los de 2009.

Un total de 216 unidades contestaron a la encuesta,lo que supone una tasa de respuesta del 82,4%; entérminos poblacionales, las unidades de base querespondieron concentran el 92,8% de la poblaciónde la CAPV, con lo que puede decirse que se haalcanzado la práctica totalidad del universo objetode análisis.

Como se observa en la tabla 1, la tasa de respuestaresultó algo más baja en Bizkaia que en Gipuzkoa y,

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1 Si bien los cuestionarios fueron remitidos a los respectivosayuntamientos, es también importante destacar que se solicitó quecada cuestionario fuera cumplimentado por la persona que ejercelas funciones de responsable técnico de cada Unidad Social deBase, es decir, por el o la profesional al cargo de cada unidad. Encaso de que tal figura no existiera, se solicitaba que el cuestionariofuera cumplimentado por el o la trabajadora social de más antigüe-dad. Las opiniones y valoraciones que se expresan en cada cuestio-nario corresponden por tanto a esa persona, y no necesariamente atodas las personas que integran la plantilla, ni a la institución de laque depende el servicio. En algunos casos, en la medida en quealgunas personas coordinan o dirigen más de una entidad, unamisma persona ha podido responder a más de un cuestionario.

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APVTabla 1. Distribución de las unidades sociales de base de la CAPV en función de la cumplimentación del cuestionario y tasas

de respuesta, por Territorio Histórico y tamaño de los municipiosUSBs que USBs que no Nº total de Tasa de % de población

han respondido han respondido USBs respuesta cubierta por las USBsque han respondido

Álava 57 5 62 91,9 98,5Bizkaia 76 27 103 73,8 91,6Gipuzkoa 83 14 97 85,6 92,2Total 216 46 262 82,4 92,8<1.000 60 18 78 76,9 71,11.001-5.000 62 17 79 78,5 73,95.001-10.000 19 8 27 70,4 70,710.001-50.000 37 1 38 97,4 98,2Más de 50.000 38 2 40 95,0 97,2Total 216 46 262 82,4 92,8

c) Estudio Delphi

Los Servicios Sociales de Base constituyen el sopor-te central de un Sistema de Servicios Sociales másamplio, que cuenta con otros servicios de atenciónprimaria y de atención secundaria. Conocer la situa-ción de los Servicios Sociales de Base requiere tam-bién, por tanto, pulsar la opinión de los y las profe-sionales del ‘otro lado’ de los Servicios Sociales, conquienes existe, necesariamente, una relación conti-nua de colaboración y coordinación. Para recabar laopinión de los profesionales de los Servicios Socia-les de atención especializada respecto a la situaciónde los Servicios Sociales de Base se recurrió a unEstudio Delphi, en el que se invitó a participar a untotal de 30 profesionales que trabajan en serviciossociales especializados o en entidades, tanto públi-cas como del Tercer Sector, responsables de su pres-tación. Finalmente, participaron en el estudio 24personas y seis declinaron, por diversas razones,hacerlo. En todos los casos, se solicitó a estas per-sonas su opinión a título personal y en calidad deexpertos o expertas en la materia, por lo que seentendía que su aportación no debía necesariamen-te coincidir con la postura oficial de la entidad en laque trabajaban o de los órganos de coordinación enlos que participaran.

Como en cualquier otro estudio Delphi, no puedeconsiderarse que las opiniones y valoraciones expre-sadas por los participantes en esta fase de la inves-tigación representen a la totalidad de las personasque trabajan en el ámbito de la atención especializa-da; tampoco que las valoraciones planteadas expli-quen por sí solas las relaciones que existen entre lared de atención primaria y la secundaria, ni, obvia-mente, la situación de los Servicios Sociales de Baseen la CAPV. Sí es posible pensar sin embargo que,dada la variedad de personas representadas, lasconclusiones obtenidas son indicativas de lo queopinan quienes trabajan en este campo en relacióna las cuestiones planteadas, y que, por tanto, refle-jan con cierta fidelidad la opinión de los profesiona-les de la atención secundaria con respecto a lasituación de los Servicios Sociales de Base.

sobre todo, que en Álava, donde se superó el 90%de las unidades sociales de base y se alcanzó prácti-camente el 100% de la población. Desde el punto devista del tamaño poblacional, la tasa de respuestaresulta tanto más alta, en líneas generales, a medi-da que crece el tamaño poblacional del municipio enel que se asienta cada unidad social de base, alcan-zándose, por ejemplo, una tasa de respuesta del95% en el caso de los municipios de más de 50.000habitantes.

b) Visitas de estudio

A la hora de diseñar la investigación, se considerónecesario combinar la perspectiva cuantitativa queofrece un cuestionario de estas características conuna perspectiva más cualitativa y más cercana a larealidad cotidiana de las unidades sociales de base.Por otra parte, la amplitud de temas y la variedad desituaciones abordadas hacía necesario un conoci-miento directo de la situación real de las unidadessociales de base por parte del equipo redactor delinforme. Por ello, se optó por realizar una serie devisitas de estudio a once unidades sociales de basede la CAPV, seleccionadas de forma aleatoria en fun-ción del Territorio Histórico y del tamaño de la pobla-ción. Durante las visitas, generalmente de un día deduración, se llevaron a cabo las siguientes acciones:observación directa de las instalaciones del centro,análisis de la documentación y de las herramientasprofesionales, entrevistas individuales con los res-ponsables de la unidad, y encuestas a personasusuarias de las unidades visitadas.

No todos los datos recogidos en las visitas de estu-dio han sido utilizados para la redacción del estu-dio, en la medida en que una parte de la informa-ción solicitada tenía como objeto fundamental el defamiliarizar suficientemente al equipo redactor delinforme con la gestión diaria de las unidades debase. Con todo, a lo largo de los diversos capítulosdel informe –y, aunque en menor medida, también alo largo de este artículo– se hace referencia a lasinformaciones recogidas en esas visitas y a la situa-ción concreta identificada en cada centro.

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d) Grupos de Discusión

El trabajo de campo y de recogida de informaciónpara la realización del informe extraordinario secompletó, en junio de 2009, con la celebración detres grupos de discusión en los que participaron untotal de 30 personas. Se trata en la mayor parte delos casos de personas que trabajan en los ServiciosSociales de Base de diversas localidades –de lostres territorios y de diferentes tamaños–, aunquetambién formaron parte de estos grupos algunaspersonas pertenecientes a colegios profesionales,agrupaciones de municipios, universidades y entida-des dedicadas a la investigación y la asesoría enmateria de Servicios Sociales.

Tanto la Institución del Ararteko como el equiporedactor del informe base quieren agradecer muysinceramente la colaboración desinteresada detodas las personas –cerca de 500, incluyendo a laspersonas usuarias– que han colaborado en la elabo-ración del informe en el que se basa este artículo, yasea cumplimentando el cuestionario, atendiendo alas personas encargadas de la realización de las visi-tas de estudio, participando en los grupos de discu-sión y en el estudio Delphi, o respondiendo a laspreguntas de las personas responsables de la reali-zación de la encuesta.

2. Magnitudes básicas relativas a losServicios Sociales de Base en la CAPV

Antes de describir los resultados de la investigaciónrealizada, conviene contextualizar a través de lasfuentes estadísticas disponibles, y desde una pers-pectiva eminentemente cuantitativa, las magnitudesbásicas relativas a los Servicios Sociales de la CAPVen lo que se sefiere al conocimiento de los serviciossociales de base por parte de la ciudadanía y algasto público que se destina al sostenimiento deestos servicios.

2.1. Conocimiento y uso de los Servicios Sociales deBase por parte de la ciudadanía

Según la Estadística de Demanda de Servicios Socia-les (EDDS) de 2006, únicamente un 57,3% de loshogares de la Comunidad Autónoma del País Vascoconoce la existencia de los Servicios Sociales deBase. De ellos, un 80,4% conoce además con exacti-tud dónde se encuentra el centro de Servicios Socia-les de Base al que le correspondería acudir en casode necesidad. Esto reduce al 46,1% la proporción dehogares con un conocimiento exacto de la realidadde los Servicios Sociales de Base como serviciopúblico de apoyo a la población residente. Pese a loselevados niveles de desconocimiento señalados, el20,3% de los hogares vascos han recurrido en algunaocasión a los Servicios Sociales de Base y el 15% lo

hizo en los tres años anteriores a la realización deesa encuesta (entre 2003 y 2006). Según la EDDS, enese plazo acudieron a ellos casi 120.000 hogares,por lo que cabe estimar que se atendió, directa oindirectamente, a al menos 250.000 personas.

Aunque sólo representan un 9,5% de las personasusuarias, los Servicios Sociales de Base fueron utili-zados en ese plazo casi por la mitad de los hogaresencabezados por personas originarias de otro Esta-do. Por otra parte, sólo un 40% de las personas conproblemas muy graves para la cobertura de susnecesidades básicas y de vivienda acudió en esemismo plazo a los Servicios Sociales de Base, mien-tras que el 70% de quienes lo hicieron no presenta-ban problemas graves para la cobertura de sus nece-sidades. Parece clara por tanto la idea de que elgrueso de las personas usuarias de los ServiciosSociales de la Comunidad Autónoma del País Vascoson personas cuya situación puede ser consideradaen cierta forma ‘normalizada’ o, al menos, no afecta-da por un nivel elevado de privación. La idea de losservicios sociales como gueto o refugio para las cla-ses más desfavorecidas queda pues claramente des-mentida por los datos.

2.2. Gasto público y financiación de los ServiciosSociales de Base

En lo que se refiere al gasto en los Servicios Socialesde Base, de acuerdo con los datos más recientes de laEncuesta de Servicios Sociales de Eustat (2007 en elmomento de redactar el informe), puede decirse que,aunque ha experimentado un incremento sustancial,crece por debajo del gasto en el conjunto de los Servi-cios Sociales, con modelos de financiación muy dife-rentes en cada Territorio y una gran desigualdad en elesfuerzo económico de los diversos Ayuntamientos.Esta situación tiene una importancia notable a la horade explicar la situación de los Servicios Sociales deBase, en la medida en que el dispositivo que actúacomo puerta de entrada al sistema ha crecido enmenor proporción que el conjunto del sistema.

El análisis del gasto realizado pone también demanifiesto que, además de diferentes niveles departicipación foral en la financiación de los ServiciosSociales de Base en cada Territorio, existen diferen-cias muy importantes en lo que se refiere a la finan-ciación municipal del gasto que originan estos servi-cios, con un grupo numeroso de ayuntamientos quegastan en ellos menos del 50% de lo que gastan losayuntamientos que realizan un esfuerzo mayor. Si aestas diferencias se une la existencia, como ense-guida veremos, de dos modelos en cuanto a lafinanciación foral de estos servicios –uno en Álava yotro en Bizkaia y Gipuzkoa–, se observa una variabi-lidad muy importante –excesiva para un sistema quese pretende homogéneo y común– en la disponibili-dad de recursos económicos de los Servicios Socia-les de Base.

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Desde el punto de vista de la financiación cabeseñalar que, hasta la fecha, los Servicios Socialesde Base han venido siendo financiados fundamen-talmente por los ayuntamientos, si bien el GobiernoVasco y las diputaciones forales participan tambiénen su financiación. La situación es sin embargo muydistinta en los tres territorios: así, en la seriesiguiente de gráficos se observa cómo casi la mitad–el 45,3%– del gasto en Servicios Sociales de Baseque se realiza en Álava es financiada por la Diputa-ción Foral, que ha ido, además, incrementando pro-gresivamente su aportación en este ámbito desdemediados de los años 90. En Bizkaia y en Gipuzkoa,por el contrario, las respectivas diputaciones deja-ron en 2001 de financiar el gasto en Servicios

Sociales de Base y desde entonces éstos se cofi-nancian entre los ayuntamientos y el GobiernoVasco (salvo en 2007, cuando se registra una redu-cida aportación de la Diputación Foral de Gipuzkoaal sostenimiento de los Servicios Sociales de Basede su Territorio).

Por otra parte, si bien el Gobierno Vasco financia losServicios Sociales de Base en los tres Territorios His-tóricos, asume en Bizkaia un porcentaje sensible-mente mayor de la financiación que en Gipuzkoa oen Álava. También cabe destacar que, en los tresterritorios, la financiación autonómica ha ido per-diendo peso relativo en los últimos años, pese alleve repunte experimentado en 2007.

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Gráfico 1. Evolución del gasto público corriente en la CAPV en Servicios Sociales y en Servicios Sociales de Base. 1995-2007

Servicios Sociales Total

Servicios Sociales de Base

1.000

600

200

0

400

800

100

60

20

0

40

80

1995

331

17

1999

391

16

2001

522

21

2002

615

23

2003

696

26

2004

791

28

2005

852

30

2006

972

32

2007

1.079

36

Nota: Los datos del gráfico se expresan en millones de euros. El eje izquierdo corresponde al conjunto de los Servicios Sociales, en una escalade 0 a 1.000, y el eje derecho a los Servicios Sociales de Base, en una escala de 0 a 100. Fuente: Elaboración propia a partir de la serie deEstudios sobre el Gasto Público en Servicios Sociales en la CAPV. Departamento de Empleo y Asuntos Sociales. Gobierno Vasco.

Tabla 2. Evolución del gasto público corriente por habitante en Servicios Sociales de Base y de la proporción del gasto públi-co en Servicios Sociales destinada a los Servicios Sociales de Base, por Territorio Histórico. 1995-2007

1995 1999 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 (%) 95-07

Gasto público corriente Álava 5,9 4,5 5,9 6,1 6,6 7,0 6,9 7,7 8,4 42,7en Servicios Sociales Bizkaia 5,7 6,1 9,0 10,1 11,0 11,9 13,3 13,8 15,1 163,6de Base Gipuzkoa 5,2 5,2 6,5 6,7 8,2 8,8 9,5 10,5 12,3 136,5(en millones de euros) CAPV 16,8 15,7 21,4 22,9 25,9 27,7 29,8 31,9 35,8 112,8Gasto per capita en Álava 20,9 15,8 20,3 20,8 22,5 23,8 23,1 25,5 27,6 32,2Servicios Sociales Bizkaia 4,9 5,3 7,9 8,9 9,7 10,5 11,7 12,1 13,2 168,8de Base (en euros) Gipuzkoa 7,6 7,7 9,6 9,8 12,0 12,8 13,8 15,1 17,7 132,8

CAPV 7,9 7,5 10,2 10,8 12,3 13,1 14,0 15,0 16,7 111,7% del gasto en Servicios Álava 8,7 5,5 5,8 5,0 4,8 4,6 4,4 4,4 4,3 -50,2Sociales destinado a los Bizkaia 3,6 3,2 3,4 3,2 3,1 2,9 2,9 2,6 2,6 -27,1Servicios Sociales de Base Gipuzkoa 5,1 4,3 4,2 3,8 4,2 3,9 4,0 3,8 4,0 -20,8

CAPV 5,1 4,0 4,1 3,7 3,7 3,5 3,5 3,3 3,3 -34,8

Fuente: Elaboración propia a partir de la serie de Estudios sobre el Gasto Público en Servicios Sociales en la CAPV. Departamento de Empleo yAsuntos Sociales. Gobierno Vasco.

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El análisis de los flujos de financiación pone tam-bién de manifiesto que los ayuntamientos vascos–al menos los de Gipuzkoa y, muy especialmente,Bizkaia– han incrementado en estos años de formaimportante el gasto que realizan en Servicios Socia-les de Base, con niveles de incremento del 366% enBizkaia y del 230% en Gipuzkoa. Los municipios ala-veses, por el contrario, han retrocedido en eseaspecto y, de acuerdo con los datos utilizados, des-tinaban en 2007 un presupuesto menor que en 1995al sostenimiento de los Servicios Sociales de Base,con un decremento del 21%. Desde el punto de vistade la aportación foral, y siempre de acuerdo con losdatos del Estudio del Gasto Público del GobiernoVasco, la evolución no ha podido ser más dispar: laDiputación alavesa ha incrementado su gasto parala financiación de los Servicios Sociales de Base enun 191%, mientras que las otras dos Diputaciones lohan reducido, en un 100%, en el caso de Bizkaia, yun 85%, en el de Gipuzkoa2.

3. Ubicación, accesibilidad, instalaciones ydotación tecnológica de los ServiciosSociales de Base

3.1. Ubicación e identificación de los centros

En relación a los aspectos relacionados con la acce-sibilidad y la ubicación de los Servicios Sociales deBase, debe hacerse en primer lugar referencia a losaspectos relacionados con la denominación de lospropios centros, que afectan tanto a la imagen –máso menos unificada– que ofrecen, como a las posibili-dades de ubicarlos en el mapa de equipamientospúblicos. En ese aspecto, el análisis realizado ponede manifiesto la existencia de múltiples denomina-ciones para un mismo servicio.

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Diputaciones Forales

Gobierno Vasco

Ayuntamientos

Gráfico 2. Evolución de la distribución de la financiación de los Servicios Sociales de Base, por Territorio Histórico y fuente de financiación (1995-2007)

100%

0%

10%

40%

60%

80%

100%

0%

10%

40%

60%

80%

Fuente: Elaboración propia a partir de la serie de Estudios sobre el Gasto Público en Servicios Sociales en la CAPV. Departamento deEmpleo y Asuntos Sociales. Gobierno Vasco.

1995

39,1

60,9

1999

48,6

51,4

2001

11,3

88,7

2002

15,7

84,3

2003

17,0

83,0

2004

17,0

83,0

2005

13,6

86,4

2006

11,9

88,1

2007

12,6

85,0

Gipuzkoa

2,4

100%

0%

10%

40%

60%

80%

1995

38,5

61,5

1999

49,3

50,7

2001

14,0

76,9

2002

17,7

73,5

2003

19,6

70,6

2004

18,3

70,5

2005

16,3

73,9

2006

14,1

75,7

2007

15,4

73,1

CAPV

11,510,29,711,39,88,89,0

1995

22,2

77,8

1999

37,4

62,6

2001

6,4

60,7

2002

6,9

59,9

2003

13,8

47,8

2004

11,3

44,4

2005

11,0

47,2

2006

8,7

48,8

2007

11,7

43,0

Álava

45,3

42,441,844,338,433,233,0

100%

0%

10%

40%

60%

80%

1995

54,7

45,3

1999

58,8

41,2

2001

21,0

79,0

2002

25,4

74,6

2003

25,0

75,0

2004

23,4

76,6

2005

21,1

78,9

2006

18,8

81,2

2007

19,8

80,2

Bizkaia

2 Debe decirse además que la reducción guipuzcoana, del85%, se debe a la reintroducción de una cierta cuota de financia-

ción foral de los Servicios Sociales de Base en 2007. En los seisaños anteriores, la Diputación no había destinado partida alguna aestos servicios, por lo que la reducción respecto al año 2001 eraigualmente del 100%.

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Efectivamente, a través de las once visitas de estu-dios realizadas a otras tantas unidades de ServiciosSociales de Base se ha puesto de manifiesto unavariedad de denominaciones impropia de una redhomogénea. No sólo no existe un logotipo, emblemao signo común que identifique a los Servicios Socia-les como parte de un sistema unificado, sino que encada ayuntamiento la identificación de los ServiciosSociales de Base se realiza de una forma diferente:en dos centros no existe señalización alguna, enotro se hace referencia al área de Bienestar Social–en tanto que área municipal– y en otros dos alAsistente Social o Gizarte Laguntzailea, equiparandopor tanto el servicio con uno de los perfiles profesio-nales que lo integran. En los demás centros, se hacereferencia genérica a los Servicios Sociales o, deforma más adecuada, al Servicio Social de Base o alCentro de Servicios Sociales de Base.

¿Están adecuadamente ubicados los Servicios Socia-les de Base en la CAPV? En 2008, prácticamentesiete de cada diez centros están ubicados en zonasbien situadas geográficamente y de fácil acceso. Sise suman los centros que, independientemente de laaccesibilidad de su entorno, se encuentran en zonasbien situadas, puede afirmarse que las unidades debase situadas en zonas céntricas han pasado derepresentar un 84,8% en 1998 a un 93,5% en 2008.Sin embargo, si se compara el porcentaje de centrosmal situados y de difícil acceso obtenido en 2008 –el6,5%– con el de centros ubicados en zonas no céntri-cas y mal comunicadas obtenido en 1998 –el 7,1%–,puede concluirse que la situación apenas ha variadoen este periodo. En cualquier caso, casi una cuartaparte de las personas responsables de las UnidadesSociales de Base consideran conveniente modificarel actual emplazamiento de su unidad.

Tabla 3. Distribución de las Unidades Sociales de Base enfunción de su ubicación y de su accesibilidad, por Territo-rio Histórico y tamaño de los municipios (%)

En una En una En una zona bien zona bien zona malsituada y situada situada y Totalde fácil pero de de difícilacceso difícil acceso

acceso

Álava 71,9 22,8 5,3 100,0

Bizkaia 72,4 22,4 5,3 100,0

Gipuzkoa 66,3 25,3 8,4 100,0

Total 69,9 23,6 6,5 100,0

<1.000 61,7 28,3 10,0 100,0

1.001-5.000 69,4 24,2 6,5 100,0

5.001-10.000 84,2 15,8 0,0 100,0

10.001-50.000 89,2 10,8 0,0 100,0

Más de 50.000 57,9 31,6 10,5 100,0

Total 69,9 23,6 6,5 100,0

(N) (151) (51) (14) (216)

3.2. Accesibilidad, instalaciones y derecho a la con-fidencialidad

El análisis realizado ha puesto también de manifies-to que la accesibilidad física –entendida como tal laausencia de barreras arquitectónicas que impidan elacceso a las personas que utilizan una silla de rue-das– a los centros ha mejorado sustancialmentedesde 1999, habiéndose triplicado el porcentaje decentros de Servicios Sociales de Base consideradosfísicamente accesibles (del 22% al 62%). A pesar deello, un 38% de las unidades son consideradas inac-cesibles por parte de sus responsables.

Con todo, pese a la relativamente positiva valora-ción que las personas responsables de las UnidadesSociales de Base realizan en relación al nivel deaccesibilidad de sus centros, no puede decirse queel uso de determinados elementos de ayuda a lamovilidad o a la comunicación esté en ellas muyextendido: el 72% de las unidades consultadas care-ce de barandilla a lo largo del recorrido de acceso alservicio, el 64,4% carece de suelo antideslizante y el89,8% de señalización adaptada a las personas conproblemas de visión. El 54,6% de las UnidadesSociales de Base carece de un aseo adaptado a lasnecesidades de las personas con movilidad reduci-da. El 36,1% carece de los cuatro elementos y sólo el12% dispone de al menos tres. La generalizada per-cepción de mejora de la accesibilidad es por tantocompatible con una situación real de carencia más omenos extendida de algunos elementos básicos eneste ámbito.

Tabla 4. Distribución de las Unidades Sociales de Base enfunción de los elementos de ayuda a la movilidad o comu-nicación de los que disponen

Tiene No tiene NS/NC TotalBarandilla a lo largo del recorrido de acceso al servicio 26,4 72,7 0,9 100,0Suelos de materialantideslizante 27,8 64,4 7,9 100,0Aseo adaptado 44,4 54,6 0,9 100,0Señalización adaptada a laspersonas con problemas de visión 8,8 89,8 1,4 100,0

Desde el punto de vista de la adecuación de las ins-talaciones, aunque en algunos casos concretosresultan claramente inadecuadas, en general puededecirse que las Unidades Sociales de Base se ubicanen locales apropiados y cuentan con instalacionesrazonablemente buenas. Algo más de la mitad de laspersonas consultadas (el 57,4%) consideran que lasinstalaciones de la unidad en la que trabajan sonadecuadas o muy adecuadas para los y las trabaja-doras, mientras que el 42,6% creen que son inade-cuadas o muy inadecuadas. Se da prácticamente lamisma situación en lo que se refiere a sus prestacio-nes de cara a las personas usuarias. En el mismo

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sentido, las visitas de estudio realizadas han puestode manifiesto una situación muy heterogénea encuanto a sus instalaciones y espacios básicos, sinbien sólo en uno de los centros la situación puedeconsiderarse claramente inadecuada, en la medidaen que el centro se ubica en un edificio antiguo consignos claros de deterioro.

La investigación realizada ha puesto también demanifiesto mejoras claras en relación a la garantíade la confidencialidad. El 95,4% de las UnidadesSociales de Base cuentan con al menos un espacioque garantice la intimidad y confidencialidad de lasentrevistas con las personas usuarias, y el 83,8%con al menos un archivador con cerradura que per-mita garantizar la confidencialidad de la documenta-ción archivada. Entre 1998 y 2008 el porcentaje decentros que cuentan con despachos que garanticenla privacidad de las entrevistas ha pasado del 69,5%al 83,8%. Las personas usuarias, preguntadas alrespecto, ponen de manifiesto un nivel elevado desatisfacción en relación a esta cuestión. Bastantemás deficitaria resulta sin embargo la situación enlo que se refiere a la primera acogida o el primercontacto que se ofrece a las personas usuarias: enla práctica totalidad de los centros visitados, ese pri-mer contacto –en el que se plantea una primerademanda de información, se conciertan citas, sesolicita orientación y/o se hace entrega de docu-mentación– se realiza en zonas relativamenteexpuestas, generalmente sin que exista una diferen-ciación entre la sala de espera y el mostrador deatención, en las que la confidencialidad de las con-versaciones es difícil de mantener y en las que, enocasiones, resulta inevitable escuchar las conversa-ciones telefónicas que mantiene el personal.

En lo que se refiere a la dotación tecnológica de loscentros analizados, cabe destacar que en el 84% delas unidades consultadas todos y todas las trabaja-doras sociales cuentan con un ordenador personalde uso individual, es decir, no compartido. En el4,2% de los centros sólo disponen de ordenadoralgunas de ellas. En un 11% de los casos todos lostrabajadores y trabajadoras sociales de la unidadcarecen de esa herramienta. La situación difiere sinembargo en las diferentes unidades. Si tomamos encuenta el tamaño poblacional, se observa claramenteque la situación es deficitaria –incluso preocupante–en los municipios de menos de 1.000 habitantes,donde en el 23% de las unidades ningún trabaja-dor/a cuenta con un ordenador de uso individual, enel 21,7% todos los profesionales y las profesionalescarecen de acceso a Internet y en el 31,7% todos/ascarecen de una dirección personal de correo electró-nico. La situación mejora a medida que aumenta eltamaño poblacional, con la excepción de los munici-pios de mayor tamaño. En cualquier caso, a pesar deestas mejoras, sólo un tercio de las personas respon-sables de las Unidades Sociales de Base consultadasestá de acuerdo con la afirmación de que los avances

técnicos e informáticos introducidos en los últimosaños han simplificado las tareas administrativas yhan facilitado el trabajo social.

Tabla 5. Porcentaje de Unidades Sociales de Base en las quela totalidad de los trabajadores y las trabajadoras socialescarecen de determinadas herramientas informáticas, porTerritorio Histórico y tamaño de los municipios (%)

Ordenador Acceso a Dirección Acceso a personal de Internet personal dirección

uso de correo generalindividual electrónico de correo

electrónicoÁlava 8,8 12,3 8,8 63,2Bizkaia 9,2 7,9 11,8 42,1Gipuzkoa 14,5 7,2 20,5 33,7Total 11,1 8,8 14,4 44,4<1.000 23,3 21,7 31,7 51,71.001-5.000 14,5 8,1 11,3 58,15.001-10.000 0,0 0,0 5,3 26,310.001-50.000 0,0 0,0 2,7 32,4Más de 50.000 2,6 2,6 7,9 31,6Total 11,1 8,8 14,4 44,4(N) (24) (19) (31) (96)

4. Despliegue territorial y fórmulas deacceso a los Servicios Sociales de Base

4.1. Distribución y número de centros por TerritorioHistórico

La red de servicios sociales de atención primaria hade tener, sin duda, una distribución territorial equili-brada, que le permita desarrollar sus funciones concriterios de proximidad, por una parte, y que esta-blezca, por otra, cargas poblacionales relativamentehomogéneas para los diversos territorios. El mapaterritorial de los Servicios Sociales de Base de lacomunidad Autónoma del País Vasco es sin embargomuy heterogéneo, con menos centros que en la redprimaria de salud y coberturas poblacionales máselevadas, sobre todo en los municipios más pobla-dos. El análisis realizado pone también de manifies-to que –especialmente en Gipuzkoa– las agrupacio-nes o mancomunidades de Servicios Sociales sonmuy escasas, y concentran una parte muy reducidade la población.

Efectivamente, de acuerdo a los datos recabados,existen actualmente en la CAPV 19 mancomunidadesde Servicios Sociales, que agrupan a 140 municipios(el 55,8% del total) y prestan servicios a casi230.000 personas (el 10,6% del total). En Álava, el94% de los municipios presta sus servicios de formamancomunada, frente al 68% de Bizkaia y el 17% deGipuzkoa. Sin embargo, se trata de mancomunida-des de pequeño tamaño, al menos si se comparancon las vizcaínas, que no sólo agrupan a más muni-cipios, sino también a municipios más poblados:por ello el 19,1% de la población vizcaína reside enmunicipios mancomunados, frente al 15,7% de Álava

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y el 1,4% de Gipuzkoa, donde la mancomunizaciónpuede considerarse una opción minoritaria. Por otraparte, con respecto a la atención que ofrecen estasunidades, en Bizkaia abundan las mancomunidadesgenéricas –en las que se prestan de forma conjuntaotros servicios adicionales a los Servicios Sociales,como los relacionados con la promoción del euske-ra, las actividades deportivas o el saneamiento–,mientras que en Gipuzkoa tienden a ser agrupacio-nes específicamente destinadas a la gestión de losServicios Sociales. En la zona rural alavesa la man-comunización responde –en gran medida– a supeculiar estructura comarcal mediante Cuadrillas.

En lo que se refiere al despliegue territorial de lasunidades sociales de base, la variabilidad y hetero-geneidad en las coberturas poblacionales de las uni-dades pueden calificarse de extraordinarias, conunidades que atienden a entre 93 y 60.914 perso-nas. Aun entre las unidades ubicadas en municipiosmedianos o grandes, la cobertura poblacional de lasunidades puede oscilar entre los dos o tres miles depersonas y, en los municipios de mayor tamaño, lassesenta mil personas. Por término medio, cada uni-dad social de base atiende a 8.265 personas, concoberturas poblacionales medias sustancialmentemás elevadas en Bizkaia (11.130 personas), que enGipuzkoa (7.277) y sobre todo Álava (5.076). Lógica-mente, cuanto mayor es el tamaño de la poblaciónen la que se ubica el centro, mayor es la coberturapoblacional media.

Tabla 7. Cobertura poblacional media, mínima y máxima delas Unidades Sociales de Base, por Territorio Histórico ytamaño de los municipios

Media Mínimo Máximo

Álava 5.076 176 32.772

Bizkaia 11.130 93 53.704

Gipuzkoa 7.227 100 60.914

Total 8.265 93 60.914

<1.000 465 93 2075

1.001-5.000 2.332 1.025 4.973

5.001-10.000 6.992 3.730 9.846

10.001-50.000 19.427 2.393 48.205

Más de 50.000 25.886 3.205 60.914

Total 8.265 93 60.914

La Ley de Servicios Sociales plantea la necesidad detener en cuenta la zonificación existente en el ámbitode los servicios de salud a la hora de establecer eldespliegue territorial correspondiente a los ServiciosSociales. ¿En qué medida son similares las redes deatención primaria de ambos sistemas? Como seobserva en la tabla 8, dejando al margen los ambula-torios, Osakidetza cuenta en la Comunidad Autónomadel País Vasco con 304 centros de salud y consulto-rios, frente a 262 Unidades Sociales de Base, con loque la red de atención primaria de servicios socialessería un 14% más reducida que la red de atención pri-maria de salud. Sin embargo, la situación es muy dife-rente en función del Territorio Histórico de referencia odel tamaño de población: desde el primer punto devista, las dos redes cuentan en Álava con una dotaciónsimilar; en Bizkaia la dotación de centros sociales esmucho más baja (sus centros representan el 62% delos sanitarios); y en Gipuzkoa, por el contrario, ladotación social es un 24% mayor que la sanitaria.

Desde el punto de vista del tamaño poblacional, lasdiferencias son bastante obvias: en los municipiospequeños, la dotación social resulta superior a lasanitaria, pero, a medida que crece el tamaño depoblación, la situación revierte y se amplían las dife-rencias entre una y otra red, de tal forma que en losmunicipios medianos y grandes, y en las grandesciudades, la dotación de la red primaria de serviciossociales apenas representa un 70% de la red deatención primaria de salud.

Tabla 8. Número de centros de salud y consultorios de Osa-kidetza y de unidades sociales de base, por Territorio His-tórico y tamaño de los municipios

Unidades Centros de Centrossociales de base salud de salud=100

Álava 62 60 103,3Bizkaia 103 166 62,0Gipuzkoa 97 78 124,4Total 262 304 86,2<1.000 78 69 113,01.001-5.000 79 89 88,85.001-10.000 27 34 79,410.001-50.000 38 55 69,1Más de 50.000 40 57 70,2Total 262 304 86,2

Nota: La última columna expresa en qué medida el número de uni-dades de Servicios Sociales de Base está por debajo o por encimadel número de centros de salud, representando la dotación sanita-ria el 100%.

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APVTabla 6. Indicadores básicos relativos a las agrupaciones municipales para la prestación de Servicios Sociales de Base en la

CAPVNº Población Media de % Población Nº % municipios Media de

agrupaciones cubierta personas cubierta en municipios mancomunados municipioscubierta por municipios mancomunados por

cada mancomunados mancomunidadmancomunidad

Álava 6 48.855 8.143 15,8 48 94,1 8,0Bizkaia 9 219.517 24.391 19,1 77 68,8 8,6Gipuzkoa 4 9.818 2.455 1,4 15 17,0 3,8Total 19 278.190 14.642 12,9 140 55,8 7,4

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4.2. Horarios de atención al público y días de aper-tura a la semana

Solamente un 36% de las Unidades Sociales deBase que han respondido a la encuesta –que, encualquier caso, cubren al 66% de la población anali-zada– abren los cinco días laborables de la semana.Un 18% de los centros que han respondido a laencuesta abren sus puertas entre tres y cuatro díasa la semana y el resto –que representan el 45% detodos los centros, pero apenas concentran a un6,6% de la población– abren dos días a la semana omenos3. Casi un 30% de todos los centros sóloabren un día a la semana, independientemente delnúmero de horas de apertura. Nos encontramos, portanto, ante un mapa de Servicios Sociales de Basemuy atomizado, en el que resultan mayoritarias lasunidades o micro-unidades que abren sus puertasdurante un periodo de tiempo muy limitado.

Tabla 9. Distribución de las Unidades Sociales de Base enfunción del número de días de apertura a la semana

Número % Unidades % Poblaciónsociales de base

Sin horario fijo o menos de un día a la semana 6 2,8 0,1Un día 64 29,6 2,8Dos días 28 13,0 2,5Tres días 20 9,3 7,7Cuatro días 20 9,3 20,5Cinco días 78 36,1 66,4Total 216 100,0 100,0

Desde el punto de vista territorial, en la línea de loesperado, las diferencias son significativas: en Álavaprácticamente siete de cada diez Unidades Socialesde Base abren durante, como mucho, dos días a lasemana, y sólo representan un 26,3% las que abrentodos los días de la semana. En Gipuzkoa y Bizkaia,por el contrario, prácticamente el 40% de las unida-des abren sus puertas al público los cinco días de lasemana. Con todo, dado el mayor número de munici-pios pequeños con los que cuenta ese Territorio, elporcentaje de micro-unidades –con dos días omenos de apertura a la semana– es algo mayor enGipuzkoa que en Bizkaia (39% en Gipuzkoa, frente a31% en Bizkaia).

En lo que se refiere al horario de apertura al público,la inmensa mayoría de las unidades sociales debase –el 96,3%– sólo abren sus puertas en horariode mañana, con los inconvenientes que ello puede

conllevar para las personas usuarias. Este restrictivohorario de apertura al público tiene sin duda comoconsecuencia una merma importante en la accesibi-lidad de los Servicios Sociales de Base y obliga amuchas personas –fundamentalmente a las que tra-bajan– a modificar la organización de su jornadapara adaptarse a las condiciones de apertura de losServicios Sociales de Base, o en su caso, a convenircon el o la profesional de referencia una cita fueradel horario de atención al público del centro.

Con respecto al número de horas en las que los cen-tros permanecen abiertos, los Servicios Sociales deBase analizados abren sus puertas al público unamedia de 15,7 horas a la semana; en los municipiosde mayor tamaño –a partir de cinco mil habitantes–el número medio de horas de atención al público ala semana es más bien bajo (entre 26 y 23 horas a lasemana, por término medio, dependiendo del tama-ño poblacional). El número medio de horas diariasde apertura al público, cada uno de los días en losque la unidad abre sus puertas, es de 4,64.

A pesar de estos datos, que indican un régimen deapertura al público limitado, la mayor parte de los ylas responsables de las unidades sociales de baseque han respondido a la encuesta consideran quelos horarios de apertura establecidos en su unidadson los adecuados. Tampoco los usuarios han pues-to de manifiesto problemas en ese sentido, si bienalgunas de las personas que han aportado unavisión más cualitativa a este estudio –en las visitas,en el estudio Delphi y en los grupos de discusión–han llamado la atención sobre la necesidad deampliar y flexibilizar los horarios de apertura de lasunidades.

4.3. Plazos de espera para la primera cita

Los plazos para la primera entrevista constituyen unfactor importantísimo de satisfacción o insatisfac-ción entre las personas usuarias, especialmente enuna época en la que estos plazos, al menos en algu-nas zonas, se han ido alargando5.

De acuerdo con los datos de la encuesta realizada, lamitad de los Servicios Sociales de Base aseguran con-certar la primera cita en un plazo inferior a siete días.

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3 De acuerdo con el cuestionario utilizado, los días de aperturaa la semana hacen referencia a los días en los que el centro perma-nece abierto a cualquier ciudadano o ciudadana, independiente-mente de que el horario de trabajo de los y las profesionales impli-cadas sea mayor.

4 Si tomamos de nuevo como referencia a los servicios de aten-ción sanitaria, podemos indicar que el número medio de horas deapertura de los centros de atención primaria dependientes de Osa-kidetza es de 38,6 horas, y la media de horas de atención por cadadía de apertura es de 7,39 horas, casi tres horas más que las unida-des sociales de base.

5 De hecho, esta es la cuestión que en las encuestas de satis-facción realizadas a las personas usuarias ha obtenido una peorpuntuación y aparece por tanto como más deficitaria a ojos de laspersonas usuarias.

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Esas unidades, no obstante, sólo concentran al 24,1%del conjunto de la población cubierta por las unida-des de base consultadas. Las unidades con plazos deespera superiores a los 30 días –32 unidades de las216 analizadas– representan el 14,8% del total, peroconcentran al 27% de la población.

Tabla 10. Distribución de las Unidades Sociales de Base en función del plazo medio de espera para la primeraentrevista

Número % Unidades % Poblaciónsociales de base

Siete días o menos 108 50,0 24,1

De 8 a 15 días 33 15,3 17,7

De 16 a 30 días 29 13,4 28,2

De 31 a 45 días 16 7,4 13,8

Más de 45 días 16 7,4 13,8

NS/NC 14 6,5 2,3

Total 216 100,0 100,0

Es en Gipuzkoa donde la situación parece más posi-tiva: en ese territorio dos de cada tres centros(68,7%) establecen un plazo inferior a los siete díaspara concertar la primera cita. En Bizkaia, el porcen-taje se reduce al 30% y en Álava, al 50%. Sin embar-go, en este territorio, las unidades que tardan másde 16 días en conceder una cita apenas superan el12%, frente al 52% de Bizkaia. Por tanto, cabe pen-sar en primera instancia que el problema de la tar-danza en la concesión de citas para una primeraentrevista se concentra muy especialmente en Biz-kaia y que en los otros dos territorios la situaciónpuede considerarse relativamente controlada, en lamedida en que en un 75% de las unidades socialesde base guipuzcoanas y alavesas los plazos deespera para la primera cita son inferiores a los quin-ce días.

Desde el punto de vista del tamaño poblacional, nocabe duda de que la situación menos problemáticaes la de los municipios de menor tamaño. A partir delos cinco mil habitantes, sin embargo, la situaciónes en líneas generales similar, por lo que no puededecirse que a mayor población el plazo de esperapara la primera entrevista crezca. De hecho, como seobserva en el gráfico siguiente, el plazo de esperapromedio (medido en días) es muy parecido a partirde los 5.000 habitantes (en torno a un mes, frente alos 19,1 días de media) y sólo los municipios demenor tamaño registran plazos medios más cortos:4,5 días de media en el caso de los municipios demenos de 1.000 habitantes y 12,7 en los de 1.000 a5.000. También en el caso de las diferencias territo-riales se observa cómo el plazo medio vizcaíno (30días) es muy superior al que se registra en Álava oen Gipuzkoa (12,9 y 12,0, respectivamente).

¿Cómo han reaccionado los Servicios Sociales deBase al incremento de la demanda? Las once visitasde estudio realizadas a otras tantas Unidades Socia-les de Base han puesto de manifiesto de qué formahan respondido los distintos ayuntamientos a la pre-sión de la demanda. En dos municipios –de carácterrural– el incremento no ha sido tal, y se ha seguidotrabajando con los mismos medios, sin que sedetectaran mayores necesidades. En tres munici-pios, el incremento de la demanda que se ha produ-cido se ha afrontado con los medios habituales. Enotros cuatro municipios se ha recurrido al incremen-to de las plantillas, si bien a través de contratacio-nes temporales y durante un plazo de tiempo relati-vamente corto. En otros dos municipios se haoptado, por último, por la creación de dispositivosespecíficos de carácter centralizado. Pese a las ven-tajas que hayan podido traer consigo, para unaparte de las personas consultadas algunos de estosdispositivos han tendido a debilitar los principiosbásicos de la atención social de base. En ese senti-do, algunas de las personas consultadas señalanrespecto a estos dispositivos, que tienden a crearconfusión entre las personas usuarias y que impidenel abordaje individualizado de los casos. En algúncaso se ha optado por combinar el incremento de laplantilla con una ampliación de los días de interven-ción individual, frente a la opinión, en ocasionescontraria, de las y los profesionales.

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5.001-10.000 29,4

1.001-5.000 12,7

<1.000 4,5

Gipuzkoa12,0

Bizkaia 30,6

Álava12,9

10.001-50.000 30,1

Más de 50.000 33,8

Total 19,1

Gráfico 3.Plazo medio de espera en días para la primeraentrevista con el o la trabajadora social, porTerritorio Histórico y tamaño de los municipios

0 403530252015105

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5. El personal de los Servicios Sociales deBase

5.1. Insatisfacción de los profesionales respecto a ladotación de personal

Una parte importante de las recomendaciones emiti-das en 1999 por el Ararteko hacían referencia a losrecursos humanos de los Servicios Sociales de Base,que se definían en aquel informe como el “capitalbásico de estos servicios”. En concreto, una deaquellas recomendaciones se centraba en la necesi-dad de clarificar los perfiles profesionales y lascoberturas de atención necesarias, y proceder a lanecesaria ampliación de plantillas. Diez años des-pués, sólo un 13,5% de las personas que han res-pondido a la encuesta consideran que en estos añoslos Servicios Sociales de Base hayan ampliado ydiversificado suficientemente sus plantillas parapoder hacer frente a las necesidades de atenciónexistentes. El 68% de las personas consultadas semuestra en desacuerdo con esta idea y consideranpor tanto que ni se han ampliado ni se han diversifi-cado suficientemente las plantillas de atención. Setrata de un resultado que cabe considerar esencialen el marco de este estudio, ya que pone de mani-fiesto en que medida la cuestión del personal y, másconcretamente, los problemas asociados a la esca-sez e inadecuación de las plantillas resultan funda-mentales para explicar la situación actual de los Ser-vicios Sociales de Base, al menos desde laperspectiva de sus profesionales6.

Desde un punto de vista cualitativo, las quejas odemandas de las personas profesionales se centranen la necesidad de ampliar la plantilla, en la sobre-carga asistencial, la saturación y la carga excesivade trabajo. Asimismo, son relativamente numerosaslas quejas relativas a la descompensación existenteentre las funciones asignadas a los Servicios Socia-les y su dotación de recursos, y a las dificultadescon las que se encuentran para poder realizar fun-ciones de intervención social. Pese a ello, es impor-tante señalar que la satisfacción de las personasusuarias en relación con el personal de los ServiciosSociales de Base es muy elevada, y alcanza los 9puntos sobre 10.

5.2. Dotación de personal y perfiles profesionales dela plantilla

En lo referente a la composición y los perfiles profe-sionales de la plantilla de los Servicios Sociales deBase, puede decirse que se dan tres modelos distin-tos en cuanto a su composición, uno en cada Territo-rio Histórico, y que la atención que se presta varíaclaramente en función del tamaño del municipio, loque supone un impedimento para una calidad de laatención homogénea.

En concreto, las 216 unidades sociales de base quehan respondido a la encuesta pueden dividirse encuatro grandes grupos de acuerdo con su disponibili-dad de perfiles profesionales: el 13,4% de las unida-des cuenta únicamente con trabajadoras sociales; el43,5% cuenta con trabajadoras sociales y personaladministrativo; el 13,0% cuenta, además de conestas figuras, con un director/a o coordinador/a, nonecesariamente a jornada completa; finalmente, el30,1% de las unidades –implantadas en municipiosen los que reside el 48,1% de la población cubiertapor las unidades sociales de base participantes en laencuesta– cuentan, además, con otro personal técni-co, ya sean educadores y educadoras, psicólogos ypsicólogas o personal técnico de empleo o inserción.

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6 De hecho, de las ocho recomendaciones respecto a cuyocumplimiento se solicitaba que opinaran a las personas encuesta-das, las dos relativas al personal son las que han puesto de mani-fiesto un grado de insatisfacción mayor. Desde ese punto de vista,puede decirse que es en lo que se refiere a la dotación, la organiza-ción y el apoyo prestado a los y las profesionales donde se concen-tran fundamentalmente las necesidades de mejora en el ámbito delos Servicios Sociales de Base. También se considera mayoritaria-mente, como veremos en el siguiente epígrafe, que se han incum-plido las recomendaciones relacionadas con el abordaje integral delas necesidades de los individuos y las familias, más allá de laadministración y la gestión de recursos.

Trabajadoras/es sociales, personal coordinador/director, personal administrativo y personal técnico

Trabajadoras/es sociales, personal coordinador/director y personal administrativo

Trabajadoras/es sociales y personal administrativo

Sólo trabajadoras/es sociales

Álava

8,8

64,9

3,5

22,8

Bizkaia

5,3

36,8

23,7

34,2

Gipuzkoa

24,1

34,9

9,6

31,3

Gráfico 4.Distribución de las Unidades Sociales de Baseen función de la composición de la plantilla,por Territorio Histórico (%)

100%

0%

20%

40%

60%

80%

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Según los datos recogidos a través del cuestionario,las Unidades Sociales de Base analizadas emplean aun total de 753 trabajadoras y trabajadores a dedica-ción plena equivalente. Algo más de la mitad deesas 753 personas (el 53,2%) son profesionales deltrabajo social y cerca del 30% personal de adminis-tración. Un 7,3% serían profesionales responsablesde la dirección o la coordinación de los centros yprácticamente un 10% personal técnico de otras dis-ciplinas. El informe de 1998, con una muestra decaracterísticas muy similares, reflejaba que la dota-ción de trabajadoras y trabajadores sociales era de221 profesionales a DPE y la de auxiliares de 113,con lo que el incremento habría sido del 81% y del97% respectivamente. La relación entre trabajadoraso trabajadores sociales y personal administrativoapenas ha variado, pasando de 0,48 trabajadores ytrabajadoras de administración por cada profesionaldel trabajo social en 1998 a 0,56 en 2008.

Por otra parte, el número medio de trabajadores ytrabajadoras a DPE en cada unidad oscila entre 8,8en los grandes municipios y 0,2 en los pequeños,con una media de 3,5 profesionales por unidad. El11,6% de las Unidades Sociales de Base de la Comu-nidad Autónoma del País Vasco son unipersonales;es decir, sólo trabaja en ellas una persona (indepen-dientemente de su dedicación horaria). En un 31%de los casos se trata de unidades bipersonales,generalmente compuestas por un o una trabajadorasocial y un o una administrativa. Un 42% de las Uni-dades Sociales de Base, por tanto, pueden ser con-sideradas micro-unidades, en la medida en quecuentan con un equipo de profesionales muy reduci-do compuesto, a lo sumo, por dos personas. Al con-trario, las unidades que cuentan con entre cinco ynueve profesionales suponen el 20,8% del total,mientras que las macro-unidades, con diez o másprofesionales, representan el 14,4%.

5.3. Ratios de atención, cargas de trabajo y necesi-dades adicionales de personal

También la heterogeneidad es la norma en lo que serefiere a las ratios de atención. Pese a que la deter-minación de ratios ideales no es sencilla, en lamedida en que dependen de variables como las fun-ciones realmente asignadas a las unidades o lascaracterísticas del territorio cubierto y de la pobla-ción atendida, las ratios de atención constituyen unindicador fundamental para valorar la adecuación dela dotación profesional de los Servicios Sociales deBase. Para analizar esta cuestión, la tabla siguienterecoge las ratios de atención que se derivan delnúmero de profesionales a dedicación plena equiva-lente en relación a la población existente en cadamunicipio. La tabla indica tanto la ratio de atencióncorrespondiente exclusivamente a los y las trabaja-dores sociales, como la correspondiente al total delpersonal. Por otra parte, para facilitar la interpreta-

ción de los datos, las ratios se expresan de dosmaneras: número de profesionales por cada milhabitantes y número de habitantes por cada profe-sional de los Servicios Sociales de Base.

Tabla 11. Ratios de atención en las Unidades Sociales deBase según perfil profesional, por Territorio Histórico ytamaño de los municipios (%)

Profesionales a DPE por Habitantes por cada cada 1.000 habitantes profesional a DPE

Sólo Plantilla Sólo Plantillatrabajador/a completa trabajador/a completa

social socialÁlava 0,23 0,44 4.325 2.255Bizkaia 0,18 0,33 5.674 3.025Gipuzkoa 0,22 0,42 4.448 2.357Total 0,20 0,38 4.992 2.645<1.000 0,37 0,56 2.686 1.7711.001-5.000 0,26 0,43 3.845 2.3065.001-10.000 0,21 0,39 4.807 2.55310.001-50.000 0,21 0,41 4.686 2.433Más de 50.000 0,18 0,34 5.657 2.949Total 0,20 0,38 4.992 2.645

Los datos de la tabla anterior ponen de manifiesto,en primer lugar, que las ratios de atención son enBizkaia más bajas que en Álava y en Gipuzkoa, tantoen lo que se refiere a la figura profesional de la tra-bajadora o del trabajador social como al conjunto delos y de las profesionales (en términos de habitantesen relación a la plantilla completa, por ejemplo, laratio vizcaína es un 28% más baja que la guipuzcoa-na y un 34% más baja que la alavesa). Desde elpunto de vista evolutivo, si se tiene en cuenta única-mente al personal de administración y a las y los tra-bajadores sociales, entre 1998 y 2008 la ratio con-junta ha pasado de 0,19 a 0,31 profesionales porcada mil habitantes, produciéndose un incrementode las ratios en ambas figuras y en todos los tiposde municipios analizados.

¿Son las actuales plantillas de las Unidades Socialesde Base suficientes para poder realizar las laboresque tienen encomendadas y para absorber la cargade trabajo existente? En ese sentido cabe señalar,por una parte, que un 62% de las unidades encues-tadas consideran que precisarían de más profesio-nales en plantilla7.

Las ratios actuales son, por otra parte, inferiores alas que se plantean como idóneas en la normativa

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7 Paradójicamente, las unidades mejor dotadas desde el puntode vista del personal son también las que plantean un mayor incre-mento de sus recursos humanos. En cualquier caso, según losdatos recogidos, serían necesarias 116 personas, adicionales a las753 registrados en la actualidad. El incremento demandado sería entotal de un 15,3% respecto a la situación actual, si bien, si las horassuplementarias necesarias se suman únicamente a las horas reali-zadas en las unidades que señalan tener necesidades de personaladicional, el incremento medio considerado necesario sería en esasunidades del 26%.

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que rige en otros ámbitos y/o en la literatura espe-cializada. Además, las ratios de atención se relacio-nan claramente con el retraso en los plazos de aten-ción para la primera cita a los que anteriormente seha hecho referencia, lo que justificaría un incremen-to en el número de profesionales disponibles. Si enlos municipios con ratios más altas (un trabajador otrabajadora social por cada dos mil habitantes omenos), el plazo de espera es de 2,4 días, en losmunicipios con ratios más bajas (por encima de7.000 habitantes por cada trabajador o trabajadorasocial) la espera se alarga hasta los 37,1 días demedia. La ratio mínima que permitiría establecercitas en un plazo inferior a siete días hábiles seríade un trabajador o trabajadora social por cada 3.000habitantes (o, en otros términos, 0,33 trabajadoraspor cada 1.000 habitantes). Es importante destacarque, en la actualidad, sólo el 26% de las unidadesconsultadas cuentan con ratios iguales o superioresa las que se acaban de señalar.

Otro dato de notable relevancia a la hora de valorarla adecuación de la dotación profesional de los Ser-vicios Sociales de Base es que casi en siete de cadadiez unidades sociales de base consultadas es nece-sario prolongar la jornada laboral más allá del hora-rio establecido para poder atender todo el trabajoexistente. En la mitad de los casos en los que seprolonga la jornada, las horas de trabajo adicionalno se compensan de ningún modo, en un 24% delos casos se compensan mediante la devolución detiempo por su mismo valor, y en un 9,3% por unvalor superior.

5.4. Dificultades para la delimitación de las tareasde intervención social y el trabajo administrativo

Esta situación puede deberse, en parte, a que lastrabajadoras sociales destinan el 15% de su jornadaa labores que podrían ser realizadas por personaladministrativo. En un 40% de los centros, las traba-jadoras sociales destinan más de un 20% de su jor-nada a las tareas administrativas. Según los datosrecogidos, la intervención social directa con perso-nas usuarias ocupa en torno a la mitad de la jorna-da: en concreto, los trabajadores y las trabajadorassociales de las unidades sociales de base que hanparticipado en el estudio destinan algo más de lamitad de su jornada de trabajo –el 52,7%, demedia– a la intervención directa con personas usua-rias. El 24% del tiempo se destina a tareas indirecta-mente relacionadas con las personas usuarias y el15% a tareas administrativas. Además, por términomedio, dedican un 6,8% del tiempo disponible a laintervención grupal o comunitaria.

Tabla 12. Distribución media de la jornada habitual de los trabajadores y las trabajadoras sociales por tipo deintervención (%)

Distribución media

Intervención directa con personas usuarias 52,7Intervención indirecta referida a personas usuarias 24,1Intervención grupal o comunitaria 6,8Tareas administrativas 15,0Otras actividades 1,4

Si bien es cierto que el personal de administraciónde las unidades sociales de base se ha incrementa-do en un 97% desde 1998, para la gran mayoría delas personas consultadas en los últimos años ha cre-cido la carga de trabajo administrativo que debenrealizar los y las profesionales del trabajo social: el80,6% de las personas consultadas es de esta opi-nión, frente al 10% de quienes piensan que se hamantenido y el 7,4% de quienes creen que se hareducido. En el mismo sentido, la mayor parte de laspersonas consultadas consideran que no se ha cum-plido una de las recomendaciones que se hacían enel Informe del Ararteko de 1999, en el sentido dedotar a los Servicios Sociales de Base de personaladministrativo suficiente para permitir una mayordedicación de los y las trabajadoras sociales al tra-bajo social. Casi el 70% de las personas consultadasestá totalmente o bastante en desacuerdo con esaidea, y quienes creen que esa recomendación se hacumplido apenas representan el 12% de todas laspersonas encuestadas.

A este respecto, las visitas de estudio realizadasponen de manifiesto una situación muy diversa en loque se refiere a la delimitación de las funciones deadministración, por una parte, y de intervenciónsocial, por otra. En general, ambos tipos de profe-sionales tienden a pensar que realizan funcionesque no les corresponden: en casi todos los casos,los/as trabajadores/as sociales consideran que susfunciones son excesivamente burocráticas, y, almismo tiempo, el personal administrativo consideraque en ocasiones realiza funciones más propias deun/a profesional de la intervención social.

5.5. Estructuras de apoyo y formación del personal

La investigación realizada ha puesto también derelieve las carencias que existen en lo que se refierea las estructuras de apoyo técnico y asesoría en lasunidades sociales de base. De hecho, sólo en el20% de las unidades se recibe, siempre que se soli-cita, el apoyo técnico o la asesoría que puede preci-sarse para la adecuada realización de las funcionesencomendadas. En el 42% de los casos ese apoyose recibe para determinadas cuestiones o áreas y seecha en falta en ocasiones, mientras que en el 34%de las unidades no se recibe la ayuda que resultaprecisa. Sólo seis unidades, que representan el

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2,8% del total, consideran que no precisan de apoyoo asesoramiento técnico alguno. En términos evolu-tivos, las valoraciones se han polarizado con respec-to a 1998: se ha incrementado notablemente el por-centaje de quienes consideran, sin matices, tantoque se recibe el apoyo necesario como que no serecibe, y han disminuido las consideraciones inter-medias.

La formación también resulta ser un aspecto básicopara el óptimo desarrollo de la labor de los profesio-nales de los Servicios Sociales, y sin embargo, en el79% de las unidades sociales de base consultadas,las personas que comienzan a trabajar en ellas noreciben, en el momento de incorporarse a su puestode trabajo, formación introductoria acerca de la filo-sofía y los objetivos del servicio, las directrices, losprocedimientos y las prácticas profesionales a apli-car. Además, en el 60% de las unidades sus profe-sionales no pueden acceder a cursos de formacióncontinua.

Tabla 13. Evolución de la distribución de las Unidades Socia-les de Base que ofrecen formación inicial, por TerritorioHistórico y tamaño de los municipios (%). 1998-2008

1998 2008Álava 32,7 7,0Bizkaia 12,7 11,8Gipuzkoa 11,8 30,1Total 17,7 17,6<1.000 25,7 20,01.001-5.000 10,0 4,85.001-10.000 0,0 15,810.001-50.000 16,7 32,4Más de 50.000 23,3 21,1Total 17,7 17,6(N) (37) (38)

En cualquier caso, al abordar la cuestión de la for-mación una de las demandas que en los grupos dediscusión y en las vistas de estudio surge con másclaridad es la relacionada con la necesidad de ofre-cer programas de supervisión de la labor profesionaly –estrechamente ligado al punto siguiente– lanecesidad de establecer medidas de ‘cuidado’ delos y las profesionales. En ese sentido no debe olvi-darse, por una parte, que el de los Servicios Socia-les es un ámbito en el que, tradicionalmente, el ries-go de agotamiento profesional o burnout ha sidomuy elevado. En las actuales circunstancias desobrecarga y saturación, muchas de las personasentrevistadas subrayan la importancia de los riesgoslaborales de tipo psicosocial y el peligro de que los ylas profesionales de la atención directa desarrollencuadros de estrés, ansiedad o angustia. De hecho,los datos aportados por algunas de las personasparticipantes en los grupos de discusión indicanque las bajas laborales del personal de los ServiciosSociales de Base se han multiplicado en los últimosaños, y ello incluso pese a que parte de sus profe-sionales se muestran reacios a pedir la baja por

temor a la acumulación de trabajo que en su ausen-cia se producirá.

Desde ese punto de vista, son muy numerosas laspropuestas en el sentido de introducir en el funcio-namiento de los Servicios Sociales de Base espaciosde supervisión, no necesariamente tutorizados poragentes externos, para reflexionar sobre la praxisdiaria que reviertan en la calidad del trabajo y en elbienestar de los y las profesionales. A partir de laidea de que el cuidado personal de los profesionalesy las profesionales debe considerarse un aspectoprioritario al que hay que dedicar una mayor aten-ción, se reclaman también con insistencia fórmulasque permitan a aquellos o aquellas profesionalesque se encuentren más saturados cambiar de fun-ciones, rotar de puesto, o disfrutar de periodossabáticos, de forma que se garantice una cierta des-compresión y se evite una acumulación excesiva dela carga psicológica que supone la atención perso-nal en los Servicios Sociales de Base.

5.6. Condiciones de trabajo y de seguridad

Dejando al margen la sobrecarga de trabajo asisten-cial y los problemas relacionados con la insuficien-cia de las plantillas, puede decirse que las condicio-nes de trabajo en las unidades sociales de base sonbuenas en cuanto a remuneración y derechos labo-rales, al menos en lo que se refiere al personaldirectamente contratado por los Ayuntamientos. Sinembargo, las condiciones laborales del personalsubcontratado –al que se recurre de forma práctica-mente generalizada– son sustancialmente peores.Se trata a menudo de situaciones muy deficitariasen lo que se refiere a remuneración, duración de lajornada, temporalidad, instalaciones y recursosmateriales, necesidad de trasladarse continuamenteentre diversos municipios... Todo ello tiene comoconsecuencia una peor atención, una menor valora-ción profesional, elevadas tasas de absentismo y derotación laboral y la consolidación de una fuerza detrabajo precaria, mal pagada y mal valorada, asícomo dificultades importantes para la integraciónefectiva de estos profesionales en las unidadessociales de base.

Algunas de las personas consultadas han puestotambién de manifiesto, en lo que se refiere a lascondiciones salariales y laborales, las diferenciasexistentes con otros trabajadores o trabajadorasmunicipales que, aun con titulaciones de gradomedio (ATS, arquitectos técnicos, delineantes, etc.),perciben salarios más elevados, en la medida enque se adscriben a niveles superiores en la escalafuncionarial municipal. Se han planteado igualmenteproblemas importantes en lo que se refiere a la pre-valencia del absentismo laboral –que muchas de laspersonas consultadas vinculan a la presión quesupone el incremento de la demanda y el insuficien-

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te crecimiento de las ratios de atención– y a las difi-cultades que se generan para poder cubrir esasbajas con la necesaria rapidez. También se han plan-teado en algunos centros problemas derivados de laexcesiva rotación del personal, que impiden consoli-dar adecuadamente los equipos de trabajo, suponenuna ruptura en lo que se refiere a la relación profe-sional con las personas usuarias y dificultan unaimplantación sólida en el tejido comunitario.

Una de las cuestiones más relevantes que se des-prenden del estudio realizado –y que no apareciócomo problema en 1998– es la relativa frecuenciacon la que los profesionales de los Servicios Socia-les de Base han de enfrentarse a situaciones deagresividad por parte de las personas usuarias: enefecto, en tres de cada cuatro Unidades Sociales deBase, sus profesionales han experimentado almenos de forma ocasional conductas agresivas porparte de las personas usuarias. Según los datos dela investigación, en apenas un 14% de las UnidadesSociales de Base analizadas sus profesionales nohan experimentado nunca conductas agresivas oamenazantes por parte de las personas usuarias. Enel 76,9% de los casos se han experimentado ocasio-nalmente y en 17 entidades –un 7,9% del total, en laque se concentra sin embargo el 19,3% de la pobla-ción analizada– estas situaciones se experimentan amenudo. En la mitad de los casos en los que se hanexperimentado este tipo de situaciones, además, nose han adoptado medidas correctoras de ningúntipo y, aunque sí se adoptaron, en un 16% de loscasos resultaron insuficientes. Sólo en un 29% delos casos en los que este tipo de situaciones se pro-ducen ocasionalmente o a menudo, se han puestoen marcha las medidas necesarias para abordarlas.

Tabla 14. Distribución de las Unidades Sociales de Base enfunción de frecuencia de situaciones de riesgo debidas aconductas agresivas o actitudes amenazadoras

Número % Unidadessociales de base % Población

Nunca 30 13,9 1,2

Ocasionalmente 166 76,9 78,9

A menudo 17 7,9 19,3

NS/NC 3 1,4 0,5

Total 216 100,0 100,0

Por último, cabe hacer también referencia en lo quese refiera a los aspectos relacionados con el perso-nal de los Servicios Sociales de Base, a los cambiosque pueden estar produciéndose en la identidad y/oen las prácticas de estos profesionales. Efectiva-mente, a juicio de algunas de las personas partici-pantes en los grupos de discusión, a medida que losServicios Sociales se han ido consolidando comoparte de la administración municipal, y a medidaque los propios Servicios Sociales se han ido conso-

lidando y han ido adquiriendo madurez, ha emergi-do un grupo de personas profesionales con un perfilmás prestacionista, más apegadas al trabajo de des-pacho, mucho más proclives a la gestión de recursosy expedientes que al trabajo individual con las per-sonas usuarias.

Según esta opinión, se habría producido en los últi-mos años un cambio cultural en virtud del cual sonmás numerosas que en el pasado las y los profesio-nales que perciben los Servicios Sociales como cual-quier otro ámbito de la administración pública,exclusivamente regulado por las normas del procedi-miento administrativo. Se trataría de personas quehan perdido en gran parte –o no han adquirido– lacultura del compromiso que en una época se asocia-ba a los Servicios Sociales, que se imbuyen consuma facilidad de una cierta ‘cultura del trámite’ yque, por ello, se resisten en la práctica a ceder fun-ciones administrativas. Frente a esa práctica profe-sional ‘desideologizada’, siempre basada en la apli-cación estricta de la normativa, estarían quienesabogan por dar prioridad al ‘criterio profesional’,aun cuando en ocasiones éste no coincida con lanormativa establecida, lo cual plantea, a su vez, pro-blemas e inconvenientes de otra índole.

6. La intervención familiar e individual

6.1. Evaluación de necesidades, planes de interven-ción y herramientas de apoyo

Dos de cada tres unidades sociales de base que hanrespondido al cuestionario cuentan con una aplica-ción informática específicamente diseñada para lacumplimentación y gestión de la ficha social de cadapersona o familia atendida, y cerca de un tercio delas unidades sociales –que agrupan en cualquiercaso únicamente al 8,7% de la población– carecende una herramienta de esas características. Lamayor parte (58,8%) de las unidades que cuentancon ellas consideran que su funcionamiento esbueno.

El análisis de las aplicaciones informáticas utiliza-das en las once unidades sociales de base visitadaspone de manifiesto una gran variedad de opciones,y la necesidad, en muchos casos, de tener que utili-zar más de una aplicación, en función de la institu-ción responsable de la concesión del servicio o pres-tación. En total, se han contabilizado hasta nueveprogramas o aplicaciones diferentes –en algunoscasos incompatibles entre sí– y al menos en cuatrocasos se utilizan herramientas de diseño propio. Enel mismo sentido, al solicitar a las personas encues-tadas que pongan de manifiesto, con sus propiaspalabras, las principales dificultades que observanen relación a los instrumentos de intervención, sehabla principalmente de la necesidad de unificar losdiversos modelos de informes sociales existente en

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la actualidad, así como de mejorar las posibilidadesde explotación de los datos que estos contienen.

La diversidad también es la norma en lo que serefiere a la forma en la que se realizan las evaluacio-nes de necesidades y los planes de intervención. Enel 81% de las unidades consultadas para la realiza-ción de este estudio se realiza, en primer lugar, unavaloración de necesidades a partir de la cual sedetermina cuál o cuáles son los recursos que mejorse adecuan a cada situación personal y familiar, y seestablecen las prioridades de intervención. Sinembargo, sólo en un 39% de las unidades se reali-zan estas valoraciones por escrito de forma sistemá-tica. En el 41% de los casos, que representan entorno a la mitad de las unidades que realizan valora-ciones, ésta no se realiza por escrito o no, al menos,de forma sistemática y generalizada.

Si tomamos en cuenta los datos recogidos en elinforme anterior, la evolución respecto a la realiza-ción de diagnósticos de necesidades –al margen deque se hagan por escrito o no– ha sido muy positi-va: desde 1998, el porcentaje de entidades que rea-lizan este tipo de evaluaciones ha pasado del 58,6%al 81%. La evolución en los tres territorios, sinembargo, no ha podido ser más diferente: en Álava,el porcentaje ha crecido de forma muy notable (del21,8% al 86%), en Bizkaia, de forma algo más ligera(del 63,3% al 78,9%) y en Gipuzkoa, por el contrario,apenas se han registrado cambios (del 80,3% al79,5%).

En lo que se refiere a los planes de atención indivi-dual, el 6% de las unidades de base consultadas norealiza ninguno de los tres tipos de planes indivi-duales analizados en el informe (convenios de inser-ción, PIAs y planes de intervención en situacionesde desamparo), mientras que un 36% realizaría lostres. En la mayoría de los casos, se realizan algunosde esos planes –generalmente convenios de inser-ción– pero no los tres. Álava es, con gran diferencia,el territorio en el que resulta más frecuente que lostrabajadores/as sociales elaboren planes individua-les de atención de los tres tipos (un 75,4% de las

unidades lo hace). En Bizkaia, sin embargo, el por-centaje baja al 27% y en Gipuzkoa al 16%.

¿Qué razones llevan a los Servicios Sociales de Basea no realizar este tipo de planes? En el caso de losconvenios de inserción, la principal razón es la faltade tiempo, si bien en un 20,8% de los casos en losque no se realizan convenios de inserción ello sedebe a que esa función ha sido encomendada a otraentidad. Esa es, precisamente, la razón mayoritariade no realizar el PIA que establece la Ley de Aten-ción a la Dependencia, si bien en un 26,6% de loscasos en los que no se elaboran PIAs la razón estri-ba en la falta de tiempo. En el caso de los planespara trabajar con menores en situación de riesgo,ambas razones tienen un peso similar.

6.2. Acompañamiento e intervención individual

Una de las recomendaciones básicas del InformeExtraordinario sobre la Situación de los ServiciosSociales de Base realizado por el Ararteko en 1999instaba a que los Servicios Sociales de Base realiza-ran “un importante esfuerzo en la reorientación desus actividades, no limitarse a la administración ygestión de recursos y centrarse más en el trabajosocial, en el abordaje integral de las necesidades delos individuos y las familias”. Ello obliga a desarro-llar, a través de lo que se ha dado en llamar profe-sional de referencia, funciones de seguimiento indi-vidual y de acompañamiento social, “a traducir enprácticas de intervención social una relación deayuda que no se limite a facilitar prestaciones yrecursos y que establezca un relación de cercaníadesde la que sea posible impulsar, en los casos enlos que se considere necesario, procesos de cambioy de incorporación social”8. En ese sentido, deacuerdo con los datos del estudio, si bien es ciertoque la figura del profesional de referencia está

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APVTabla 15. Distribución de las Unidades Sociales de Base en función de la realización de determinados planes y programas y

de los motivos aducidos para no realizarlosConvenios de Planes individuales Planes de atención a

inserción de atención (PIAs) menores en riesgoSí hacen planes 88,4 — 40,3 — 74,1 —No hacen planes 11,1 100,0 59,3 100,0 25,0 100,0

Por falta material de tiempo 5,6 50,0 15,7 26,6 6,0 24,1Porque no se ve su utilidad 0,0 0,0 3,7 6,3 0,9 3,7Porque la responsabilidad recae en otra sección, departamento o institución 2,3 20,8 25,9 43,8 7,4 29,6Por falta de formación 0,9 8,3 0,9 1,6 1,9 7,4Por otras razones 1,9 16,7 6,5 10,9 6,5 25,9NC — 4,2 — 10,9 — 9,3

No contesta 0,5 — 0,5 — 0,9 —Total 100,0 — 100,0 — 100,0 —

8 Dirección de Bienestar Social. Gobierno Vasco. El acompaña-miento y los procesos de incorporación social. Guía para su prácti-ca. 2001.

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ampliamente extendida en las unidades sociales debase, se observan dificultades muy importantespara llevar a cabo estas tareas por parte de los pro-fesionales.

Dejando al margen las unidades que sólo cuentancon un/a trabajador/a social (56% de los casos), enel 36% de las unidades esta figura se usa de formasistemática, en el 0,5% se utiliza, aunque no deforma sistemática, y en el 4,6% de los casos, no seutiliza. Del total de unidades con dos o más trabaja-doras, las unidades que no utilizan esta figura profe-sional representan el 10,5% del total. A pesar deello, parece evidente que existen serias dificultadespara llevar a cabo una labor de acompañamientoindividualizado y para el abordaje integral de lasnecesidades de las personas y las familias atendi-das; de hecho, la mayoría de las personas consulta-das que han respondido al cuestionario –el 61,6%–no están de acuerdo con la idea de que en estosaños los y las trabajadoras sociales de base hayanlogrado centrar su trabajo en el abordaje integral delas necesidades de las personas y las familias, másallá de la administración y gestión de recursos.

Tabla 16. Distribución de las Unidades Sociales de Base enfunción del grado de acuerdo con la idea de que losServicios Sociales de Base han logrado centrar su trabajoen el abordaje de las necesidades de los individuos y lasfamilias

Número % Unidades % Poblaciónsociales de base

Totalmente en desacuerdo 87 40,3 45,4Bastante en desacuerdo 46 21,3 19,3Ni de acuerdo, ni en desacuerdo 41 19,0 19,9Bastante de acuerdo 29 13,4 12,0Totalmente de acuerdo 5 2,3 0,5NS/NC 8 3,7 2,9Total 216 100,0 100,0

Los y las profesionales de la intervención socialsecundaria o especializada consultados para el estu-dio Delphi coinciden en poner de manifiesto las difi-cultades de los y las profesionales de los ServiciosSociales de Base para llevar a cabo un trabajo deacompañamiento y de intervención social. A diferen-cia de otras materias, en este ámbito el consenso delos y las profesionales de la atención secundariapuede considerarse alto. Así, planteada la preguntade en qué medida cuentan los Servicios Sociales deBase con los recursos humanos y organizativosnecesarios para hacer un trabajo de acompañamien-to e intervención social, la respuesta que alcanza unmayor grado de consenso es la que considera utópi-co pensar en acompañamiento social desde los Ser-vicios Sociales de Base, y hace referencia a la buro-

cratización y el excesivo volumen de trabajo de losServicios Sociales de Base. Esta respuesta es, de las73 sometidas a la consideración de los panelistas enel estudio Delphi, la que ha concitado un mayorgrado de consenso.

El consenso del personal de la atención secundariaes también muy alto cuando se reclama una mayorparticipación de las y los y las profesionales de lasentidades especializadas en la gestión y el acompa-ñamiento de los casos (lo cual no se consideraincompatible, a la vista de los resultados, con ladefensa de un papel esencial por parte de los Servi-cios Sociales de Base en ese proceso). De hecho, lasdos respuestas que plantean la conveniencia de dara las entidades del Tercer Sector un mayor protago-nismo en este aspecto se cuentan entre las afirma-ciones que concitan un mayor grado de acuerdoentre los profesionales de la atención social secun-daria consultados.

Ni siquiera las personas usuarias –reacias comohemos visto a valorar en términos negativos el servi-cio que reciben– valoran muy positivamente losaspectos relacionados con la intervención individual.Efectivamente, entre ellas son precisamente losaspectos relacionados con la intervención individuallos que reciben una puntuación más baja: frente a unnivel general de satisfacción de 8 puntos sobre 10, lasatisfacción general con el logro de objetivos alcanzauna puntuación de 7,1; más baja es aún la puntua-ción relativa al nivel de mejora de la situación desdeque la persona acude a los Servicios Sociales, que,con un 6,9, se valora de forma menos positiva que elresto de los ítems sometidos a la consideración delas personas usuarias. De hecho, de las catorce cues-tiones analizadas, la relacionada con la mejora de lasituación individual es –tras la relativa a los plazosde espera para la primera entrevista– la que obtieneuna puntuación más baja.

7. Política divulgativa, detección de lademanda, atención comunitaria ycoordinación con el resto de los sistemasde bienestar

7.1. Intervención comunitaria y acciones divulgativas

El trabajo en red, la relación con el entorno y laintervención comunitaria resultan fundamentalespara la detección de las necesidades y, en general,para poder llevar a cabo las funciones encomenda-das a los Servicios Sociales de Base. Apenas un 15%de las personas consultadas considera sin embargoque a lo largo de los diez últimos años los ServiciosSociales de Base hayan desarrollado sus funcionesde acción comunitaria contribuyendo a un mejoraprovechamiento de todos los recursos formales einformales de su zona de actuación, tal y como esta-blecía una de las recomendaciones del Informe del

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Ararteko sobre la Situación de los Servicios Socialesde Base publicado en 1999. Quienes consideran queesa recomendación no se ha cumplido representancasi un tercio de todas las personas consultadas,mientras que casi la mitad –el 48,6%– se sitúa enuna posición intermedia.

Por otra parte, casi la mitad de las unidades socialesde base consultadas señalan realizar en su zonaacciones divulgativas para dar a conocer a la pobla-ción en general o a colectivos concretos los serviciosque se prestan o a los que se accede a través de losServicios Sociales de Base. Asimismo, el 50,5% delas unidades sociales de base dispone de una memo-ria de actividades, el 59,3% cuenta con un folletoexplicativo de los servicios y prestaciones que ofre-ce, y el 50,9% dispone de una página web en la que–entre otros aspectos– se recogen las funciones yservicios que ofrece la unidad. Sin embargo, sólo el27,3% de los centros dispone de un catálogo en elque se detallan las características y condiciones deacceso de las prestaciones, servicios y programas alos que puede accederse desde la unidad. Tambiénhay que destacar que 36 unidades (el 16,7% deltotal) no cuentan con ninguno de estos materiales.

Por otra parte, los datos indican que cerca de un ter-cio de las unidades sociales de base utilizan deforma habitual algún sistema o estrategia para ladetección de personas en situación de necesidadque no acuden directamente a demandar servicios.El resto –140 unidades, en las que se concentra el69,3% de la población incluida en el estudio– noaplican este tipo de estrategias, a pesar de conside-rarlas convenientes (en 120 casos) o porque consi-deran que son innecesarias debido al volumen de lademanda espontánea (20 casos).

Es también reseñable que sólo el 20% de las unida-des sociales de base analizadas señalan que existeen su unidad o en su Ayuntamiento algún sistemaespecíficamente destinado a canalizar la participa-ción de las personas usuarias y/o de la ciudadaníaen el diseño de las políticas sociales. Se trata, entotal, de 45 unidades sociales de base. Sin embar-go, dada la mayor extensión de estas herramientasen los municipios más grandes, estas unidadesagrupan al 40,1% de la población considerada en elinforme.

¿A través de qué herramientas concretas se canalizala participación social de la ciudadanía? El 13% delas unidades consultadas cuentan con la existenciade un consejo local o similar, mientras que apenasun 3,2% cuentan con órganos de participación espe-cíficamente adscritos al departamento de ServiciosSociales o la unidad de Servicios Sociales de Base.El 9,3% de las unidades cuenta con otros mecanis-mos no especificados. Por otra parte, el 24% de lasUnidades Sociales de Base participa, a través deuno o varios de sus profesionales, en entidades,redes, federaciones o consejos, junto a otras entida-des, públicas o privadas, que trabajan en su mismoámbito territorial (asociaciones de vecinos, consejosescolares, federaciones de personas con discapaci-dad, comisiones populares, etc.). La participación enesas redes es mucho más frecuente en Álava (dondeel 42% de las unidades señala enviar algún repre-sentante a alguna de estas entidades), que en Biz-kaia (27%) y, sobre todo, que en Gipuzkoa, dondesólo lo hace un 8,4%. La participación en estosforos es también mucho más frecuente en los muni-cipios de mayor tamaño (50%), que en los medianosy, sobre todo, los pequeños (8,3%).

7.2. Coordinación con otros sistemas de bienestar

En lo que respecta a la coordinación con otros siste-mas de bienestar, se observa que el 59,7% de lasunidades mantienen un contacto frecuente con loscentros educativos y el 33,3% un contacto ocasional.En el caso de los centros de salud y de salud mentallos contactos frecuentes se reducen al 48% y el 31%de los casos, respectivamente, y en el caso de loscentros hospitalarios es apenas del 1%. Sólo un24% de las unidades consultadas señala mantener

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Gráfico 5.Distribución de las Unidades Sociales de Base enfunción de la realización periódica de accionesdivulgativas por Territorio Histórico (%)

80%

0%

10%

50%

60%

70%

40%

30%

20%

No

Álava

66,7

31,6

Bizkaia

53,9

43,4

Gipuzkoa

42,2

51,8

CAPV

52,8

43,5

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un contacto frecuente con las oficinas de empleo yhasta un 8,3% señala que no mantiene con estasoficinas ningún tipo de contacto. Tampoco resultamuy frecuente la aplicación de protocolos de coordi-nación con estos servicios. Si bien es cierto que encasi la mitad (el 48,1%) de los centros consultadosse señala tener un protocolo de colaboración con losservicios educativos, la existencia de estas herra-mientas se reduce al 29% en el caso de la Ertzaintzay la Policía, al 20% en el caso de las oficinas deempleo y al 16% en el caso de los centros de salud.De las 216 unidades sociales de base que han parti-cipado en la encuesta, un total de 85 (que suponenel 39,4% de los centros analizados y agrupan al 16%de la población) no cuentan con ningún tipo de pro-tocolo de colaboración, mientras que otras 124 uni-dades (el 57,4%) disponen de, al menos, un protoco-lo de colaboración con alguno de estos centros.

En las preguntas abiertas que se plantearon en elestudio, orientadas a ilustrar esta cuestión, las per-sonas profesionales consultadas subrayaron la insu-ficiencia de los mecanismos de coordinación exis-tentes, más que su inexistencia, y las dificultades–fundamentalmente la falta de tiempo y la satura-ción de los servicios, pero también la ausencia deprotocolos– para poder llevarlos a cabo. Los profe-sionales de la atención social secundaria tambiénvaloraron las relaciones de coordinación en térmi-nos negativos, debido fundamentalmente a la satu-ración de las unidades sociales de base.

8. Perfiles, expectativas y niveles desatisfacción de las personas usuarias

En párrafos anteriores de este artículo se hacía refe-rencia a que, según la Estadística de Demanda deServicios Sociales de 2006, sólo un 57,3% de loshogares de la comunidad autónoma del País Vascoconoce la existencia de los Servicios Sociales deBase. Aun así, las personas consultadas para la rea-lización de este estudio consideran, mayoritaria-mente, que ha aumentado el conocimiento de la ciu-dadanía respecto a las funciones de los ServiciosSociales de Base y los servicios que prestan: casidos tercios de las personas que han respondido a laencuesta están muy o bastante de acuerdo con esaafirmación, frente al 19,9% que no están ni de acuer-do ni en desacuerdo con ella, y el 11,6% que semuestran total o bastante en desacuerdo.

Desde un punto de vista más cualitativo, las perso-nas consultadas para la realización de este informehan puesto de manifiesto una mayor diversidadsocial entre las personas usuarias de los ServiciosSociales –con una mayor afluencia por tanto de lasclases medias y altas–, que ha contribuido a que losServicios Sociales sean más conocidos y menosestigmatizantes y, sobre todo, ha ‘normalizado’ elacceso a esos Servicios, de tal forma que acudir a

un centro público de Servicios Sociales empieza aser hoy tan común como utilizar un centro educativoo un centro de salud.

Al margen de este cambio, se han puesto tambiénde manifiesto algunas cuestiones problemáticas enrelación al perfil de las personas usuarias y a la ima-gen social de las unidades de base: problemas encuanto a la difusión errónea, prematura o superfi-cial, por parte de otras instituciones, de las presta-ciones que los Servicios Sociales de Base debengestionar; incremento de las reacciones contrarias ala concesión de prestaciones a determinados gru-pos, fundamentalmente minorías étnicas; e irrup-ción de un perfil de usuario muy consciente y celosode sus derechos, pero en gran medida ignorante desus deberes y responsabilidades (compatible, porotra parte, con la persistencia de un perfil confor-mista e incluso agradecido, no tanto o no sólo envirtud de la calidad del servicio prestado, sino debi-do a que considera que los Servicios Sociales sonuna prestación benéfica y graciable, sobre la cual nopuede plantearse exigencia alguna sino, en todocaso, agradecimiento por su concesión).

Con todo, debe decirse que –si nos atenemos a losresultados de la encuesta realizada en el marco deeste estudio a las personas usuarias de los servi-cios sociales de base– su nivel de satisfacción eselevado. En las visitas a las unidades que se hanllevado a cabo como parte del estudio, los usuariosencuestados han valorado de forma muy positiva laatención recibida en las unidades de ServiciosSociales de Base a las que acuden. En una escaladel 1 al 10, las personas consultadas otorgan unavaloración de 8,7 puntos al personal, de 7,7 a laorganización interna, de 7,1 al cumplimiento deobjetivos, y de 8 puntos al funcionamiento generalde los servicios. En casi todos los casos, el aspectomejor valorado es el correspondiente al personal,mientras que el que recibe una valoración másbaja suele ser el relacionado con el logro de losobjetivos.

Por otra parte, y pese a que la normativa vigente enla CAPV lo establece de forma taxativa, no son muyabundantes los centros de servicios sociales quecuentan con procedimientos específicos para la pre-sentación de quejas y sugerencias por parte de laspersonas usuarias: el 80% de las unidades socialesde base que han respondido a la encuesta carecende formularios de quejas a la vista de las personasusuarias. En el mismo sentido, sólo un 13,4% de lasunidades sociales de base cuenta con un buzón parala recogida de quejas y sugerencias. Tres de cadacuatro unidades sociales de base de la CAPV –el74,5%– carecen tanto de formularios como de buzo-nes de quejas, frente al 10% que dispone de amboselementos, y el 16,6% que dispone de uno de ellos.Entre 1998 y 2008, el número de centros que dispo-nen de formularios para la presentación de quejas

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ha pasado de 13 a 39 o, en términos relativos, del6,2% al 18%.

Tabla 17. Distribución de las Unidades Sociales de Base enfunción de la existencia un buzón de quejas y sugerenciasy formularios de quejas a la vista de las personas usuarias

Número % Unidadessociales de base % Población

Dispone de los dos 16 7,4 10,4Sólo dispone de formularios 23 10,6 9,4Sólo dispone de buzón 13 6,0 16,3No dispone de ninguno 161 74,5 63,5NS/NC 3 1,4 0,4Total 216 100,0 100,0

A pesar de las dificultades formales expuestas en elpárrafo anterior, la recepción de quejas escritas pre-sentadas por las personas usuarias no resulta infre-cuente. En 2008, el 35% de las unidades consulta-das recibieron alguna queja por escrito, frente al59,3% que no las recibió. Los motivos de queja–escrita o verbal– más frecuentes son los retrasosen la concesión del servicio o prestación (el 78,7%de los centros ha recibido quejas por esa razón), y ladenegación de prestación o la inadecuación de lamisma (74,7%). Le siguen las referidas a la compleji-dad de los trámites administrativos (63%) y losretrasos en la atención prestada por parte de la pro-pia unidad de servicios sociales de base (48%).

9. Marco normativo y organizacióncompetencial

9.1. Valoración del marco normativo

Desde 2008, La Comunidad Autónoma del PaísVasco cuenta con una nueva normativa de los Servi-cios Sociales (Ley 12/2008), que ha tratado de refor-zar el papel de los Servicios Sociales de Base. Apesar de ello, apenas una de cada cinco de las per-sonas que han respondido al cuestionario se mues-tra bastante o totalmente de acuerdo con la idea deque la normativa que regula en la actualidad el fun-cionamiento de los Servicios Sociales de Base defi-ne adecuadamente los objetivos, los recursos y lasfunciones que se les han asignado. Algo más de untercio de las personas consultadas (el 34,3%) noestá ni de acuerdo ni en desacuerdo con esa idea, ycasi un 40% estaría bastante o totalmente en desa-cuerdo con ella.

A la hora de valorar el impacto de las normas legalesmás importantes aplicadas en los últimos años ennuestro contexto, la afirmación que obtiene ungrado de apoyo mayor es la que, en relación a la Leyde Dependencia, considera que ha resultado benefi-

ciosa para el conjunto de la sociedad, porque haampliado derechos de la ciudadanía. La segundaafirmación con mayor grado de apoyo destaca queha acercado al sistema a personas con necesidadessociales que anteriormente no demandaban servi-cios. La tercera afirmación más secundada tambiénhace referencia, aunque en términos negativos, aesta Ley, debido a que se considera que no se hadotado a las unidades sociales de base de recursospara dar respuesta a las responsabilidades que seles han atribuido. La norma que en mayor medida seconsidera que no ha supuesto impacto alguno en elfuncionamiento de la unidad es la relativa a la Cartade Derechos y Obligaciones de las personas usua-rias y profesionales, mientras que la prestación queen mayor medida se considera que no debería sertramitada desde los Servicios Sociales es el comple-mento de pensiones.

Hay por otra parte una cuestión de notable interésque se ha puesto de relieve en las visitas y gruposde discusión, y que se refiere a determinados efec-tos negativos de la complejidad legislativa en mate-ria de Servicios Sociales y, sobre todo, de susfrecuentes modificaciones. Ello impide –según algu-nas de las personas consultadas– a los y las profe-sionales de los Servicios Sociales mantener un

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Gráfico 6.Distribución de las Unidades Sociales de Baseen función del grado de acuerdo con la idea deque la normativa vigente define adecuadamentelos objetivos, los recursos y las funcionesasignadas a los Servicios Sociales de Base,por Territorio Histórico (%)

Álava

59,6

24,6

12,3

3,5

Bizkaia

36,8

35,5

22,4

5,3

Gipuzkoa

26,5

39,8

26,5

7,2100%

0%

20%

40%

60%

80%

En desacuerdo

Ni acuerdo ni desacuerdo

De acuerdo

NS/NC

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conocimiento actualizado de la normativa vigente encada momento, y establece una situación de incerti-dumbre o inestabilidad como consecuencia de losfrecuentes cambios legislativos.

9.2. Marco normativo y cofinanciación de los Servi-cios Sociales de Base

Otra de las cuestiones relacionada con el marco nor-mativo que preocupa a las personas consultadaspara la realización de este estudio es la de la finan-ciación de los Servicios Sociales de Base. Efectiva-mente, la mayoría de los participantes en el estudiohan manifestado su preocupación por esta cuestión;de hecho, dar solución a la cuestión de la financia-ción de los Servicios Sociales de Base contribuiría aponer fin a lo que para muchas personas constituyeel factor que en primera instancia explica la situa-ción de saturación de los Servicios Sociales de Base.Así, en palabras de una de las personas que respon-dieron a la encuesta, “éste es el problema funda-mental: la demanda crece continuamente, cada leynueva asigna funciones a los servicios sociales y nose refuerzan los Servicios Sociales de Base”. Efecti-vamente, como han señalado los representantes delos municipios vascos9, buena parte de las dificulta-des relacionadas con la financiación municipal, tam-bién en el campo de los Servicios Sociales, se rela-cionan con el hecho de que la asignación de nuevasresponsabilidades a los ayuntamientos por las dis-tintas y sucesivas leyes sectoriales no ha venidoacompañada de la correspondiente asignación denuevos recursos. Desde ese punto de vista, parecerazonable la propuesta de los municipios vascos enel sentido de que “debería incorporarse en la legis-lación local una cláusula de cierre consistente en lagarantía de suficiencia financiera para el ejercicio delas competencias, concretada en la obligatoriedadde financiación suficiente de nuevas competenciasatribuidas con atribución de los mecanismos nece-sarios, en favor de los municipios, para hacer reali-dad su cumplimiento”10.

Resultaría por tanto aconsejable –teniendo en cuen-ta la situación puesta de manifiesto en este estu-dio– articular fórmulas de cofinanciación de los Ser-vicios Sociales de Base, de forma que losayuntamientos cuenten con la necesaria suficienciafinanciera para ejercer sus competencias en estecampo y puedan llevar a la práctica el modelo deintervención establecido por el ordenamiento jurídi-co vigente, condicionándose dicha cofinanciación ymodulándose su cuantía, en función del cumpli-miento de una serie de estándares de provisión(cobertura, intensidad u otros) y de indicadores decalidad de la atención, de gasto y de eficiencia en la

gestión, que se consensúen a nivel autonómico yque podrán matizarse en función de las característi-cas demográficas y socioeconómicas de los ayunta-mientos.

Un modelo de financiación de estas característicaspodría, igualmente, contribuir a reducir la inestabili-dad de la financiación provisional que ha sido, amenudo, la tónica general en lo que se refiere a lafinanciación de determinados programas11 y que,como se ha visto al analizar las cuestiones relacio-nadas con el personal, implican un grado de preca-riedad e inestabilidad para muchos programas y,sobre todo, para los y las profesionales que losdesarrollan. Finalmente, en la medida en que setrata de un modelo de financiación condicionado,supeditado al cumplimiento de una serie de indica-dores básicos en cuanto a cobertura, intensidad ogasto, cabe pensar que contribuiría a reducir lasdiferencias que en otro capítulo de este informe sehan puesto de manifiesto en relación a las diferen-cias intermunicipales respecto al gasto en ServiciosSociales y respecto a su dotación de recursos.

10. Valoración general respecto a lasituación de los Servicios Sociales de Base

10.1. Una lectura de conjunto

Una lectura de conjunto de los datos señaladoshasta ahora permite valorar la situación de los Servi-cios Sociales de Base de la CAPV en los siguientestérminos:

a) Un dispositivo que funciona

La primera idea que debe destacarse en relación conla situación de los Servicios Sociales de Base en laComunidad Autónoma del País Vasco es que nosencontramos ante un dispositivo que funciona y quees capaz de atender a un porcentaje muy importantede la población, cumpliendo sus funciones comopuerta de entrada al Sistema Vasco de ServiciosSociales. Al margen de las debilidades y disfuncio-

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9 Comparecencia del Presidente de Eudel en la Ponencia delSenado para el estudio de la financiación local, octubre 2008.

10 Ídem.

11 Según Eudel, “Gobierno Vasco y diputaciones han diseñado,promovido y puesto en marcha programas recabando la colabora-ción de los ayuntamientos, situando su participación en un modelode financiación condicionada: se otorgan subvenciones a losGobiernos locales para desarrollar estos programas o contratar porlos ayuntamientos personal vinculados a los mismos. En un princi-pio, sus gastos son financiados parcialmente por instituciones delámbito autonómico o foral. Sin embargo, a medio plazo, es frecuen-te observar cómo el coste completo de su prestación recae en elAyuntamiento, bien por cambios de programa (o de responsablespolíticos) en dichas Instituciones, o bien porque como consecuen-cia de los compromisos derivados de las infraestructuras financia-das de modo condicionado, se incurren necesariamente en unosgastos de funcionamientos para los que no hay ayudas. Una finan-ciación, por tanto, condicionada, inestable en el tiempo, en unmodelo que traslada a los ayuntamientos todos los riesgos, inclui-do el abandono del programa por parte del Gobierno o Diputación”.

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nes –algunas de ellas muy graves e, incluso, críticas– que se han puesto de manifiesto en esteartículo, no puede dejar de insistirse en que las 262unidades de Servicios Sociales de Base de la Comu-nidad Autónoma del País Vasco constituyen ya unared primaria de atención social consolidada y que,como tales, juegan un papel esencial para la provi-sión de Servicios Sociales en nuestra Comunidad. Es también necesario recordar que se trata de unared cada vez más utilizada, conocida y reconocidapor la ciudadanía –pese a que tampoco desde esepunto de vista la situación sea la deseable– y muypositivamente valorada por las personas que los uti-lizan (al margen de las limitaciones que estas perso-nas puedan tener para expresar su satisfacción enrelación a los Servicios Sociales de Base y, en gene-ral, al conjunto del Sistema).

Desde ese punto de vista, es importante destacarque no son pocas las Unidades Sociales de Base quecumplen adecuadamente con las funciones que lanormativa les ha encomendado, que cuentan con losrecursos humanos y materiales adecuados, queatienden puntualmente las necesidades de sus pro-fesionales y que, en definitiva, ofrecen a las perso-nas usuarias una atención de calidad, individualiza-da e integral. No parece, sin embargo, que esa sea lasituación mayoritaria en el conjunto de la ComunidadAutónoma del País Vasco. En todo caso, sin olvidaresas realidades positivas, el informe realizado –asícomo el presente artículo– se centran en la identifi-cación y el análisis de las cuestiones más problemá-ticas o peor resueltas, único modo de poder plantearunas recomendaciones que contribuyan a mejorar lasituación de los Servicios Sociales de Base.

b) Un dispositivo heterogéneo

El de los Servicios Sociales de Base es un dispositi-vo extremadamente diverso y heterogéneo, consituaciones, carencias, necesidades, fortalezas ydebilidades muy diferentes entre sí. Aunque, cierta-mente, la heterogeneidad constituye una caracterís-tica fundamental del conjunto del Sistema Vasco deServicios Sociales, en el caso de los Servicios Socia-les de Base la diversidad es aún mayor. Ello se debefundamentalmente a dos motivos. Por un lado, alhecho de que las Unidades Sociales de Base debanatender ámbitos geográficos con características ynecesidades sociales muy diferentes: lógicamente,ni en sus dimensiones, ni en sus plantillas, ni en susnecesidades pueden tener mucho en común una uni-dad social ubicada en un municipio rural con otraubicada en un barrio de una gran ciudad. Sin embar-go, más allá de esta diversidad, que cabe considerarnatural, la heterogeneidad de los Servicios Socialesde Base viene sobre todo derivada de un proceso dedesarrollo muy desigual, en el que cada uno de losayuntamientos de la Comunidad Autónoma del PaísVasco ha ido desarrollando –de acuerdo con sus cri-terios técnicos y políticos, sus posibilidades econó-

micas y organizativas, y las pautas establecidas encada Territorio Histórico– una modalidad de Servi-cios Sociales de Base propia, sin que desde las ins-tituciones comunes se hayan podido establecer pau-tas o criterios de armonización suficientementesólidos para toda la Comunidad Autónoma del PaísVasco. Este proceso de desarrollo divergente se haproducido durante un periodo de tiempo que ya esmuy dilatado –casi tres décadas–, con lo que lasdiferencias no han hecho sino ahondarse y agudi-zarse; lógicamente, la consolidación en el tiempo yen las estructuras organizativas municipales de esasdiferencias supone ahora una dificultad añadida quecomplica extraordinariamente cualquier intento dearmonización o estructuración de un sistema común.

Por ello, pese a que la diversidad pueda entenderseen un primer momento como una característica posi-tiva, en la medida en que permite adaptar las estruc-turas organizativas a las necesidades de cada zona,la heterogeneidad existente debe fundamentalmen-te valorarse en términos negativos: no sólo porqueimpide un diagnóstico global igualmente válido paratodas las situaciones, sino porque dificulta estable-cer medidas que puedan beneficiar por igual a todoslos Servicios Sociales de Base, porque complicaextraordinariamente la consolidación de un disposi-tivo común aplicable en toda la Comunidad Autóno-ma del País Vasco y, sobre todo, porque pone demanifiesto desigualdades muy importantes en elacceso de la ciudadanía a las prestaciones y los ser-vicios sociales. Esta heterogeneidad de los ServiciosSociales de Base debe entenderse por tanto, básica-mente, como un factor de debilidad.

c) Un dispositivo mejor dotado, pero que ha retroce-dido en términos de calidad

Sin duda, a lo largo de los últimos diez años, el dis-positivo de Servicios Sociales de Base ha crecido entérminos de recursos económicos y humanos, y hamejorado sustancialmente en muchos aspectos(ratios de atención, instalaciones, procedimientostécnicos, entre otros). Puede decirse que la inmensamayoría de las personas que han sido consultadaspara la realización de este estudio coinciden sinembargo al señalar que, en conjunto, el sistema haexperimentado un retroceso importante en términosde calidad de la atención. Desde ese punto de vista,si la cuestión se plantea en términos evolutivos,puede afirmarse que el proceso de burocratizaciónde la atención, ya identificado en el anterior informedel Ararteko, no se ha detenido, al contrario, y que,en la mayor parte de las Unidades Sociales de Base,son cada vez más evidentes las dificultades pararealizar una intervención individualizada que garan-tice el abordaje integral de las necesidades de laspersonas usuarias y de sus familias.

Desde ese punto de vista, se considera de formamuy mayoritaria que los Servicios Sociales de Base

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no son –incluso en los casos en los que están, com-parativamente, muy bien dotados– capaces de res-ponder a la complejidad de la intervención socioe-ducativa y psicosocial que se les ha encomendado, yque se encuentran con grandes dificultades paraproducir cambios en la situación y en las actitudesde aquella parte de las personas usuarias que lorequieren. Las propias personas usuarias son cons-cientes de esas carencias y –pese a que tienden aevaluar muy positivamente, quizás en exceso, el ser-vicio que prestan las Unidades Sociales de Base–,valoran de forma menos positiva los aspectos rela-cionados con la mejora de su situación y el logro desus objetivos.

Sin abandonar la perspectiva evolutiva, tambiénresulta necesario subrayar el incumplimiento debuena parte de las recomendaciones que el Arartekorealizó en su Informe Extraordinario sobre la Situa-ción de los Servicios Sociales de Base de 1999. Dehecho, puede decirse que la mayor parte de lasrecomendaciones realizadas en aquella ocasiónpodrían haberse emitido hoy y que siguen estandoabsolutamente vigentes; del mismo modo, debedecirse que algunos de los riesgos que se apunta-ban –como la burocratización de la atención y lainsuficiente atención prestada al abordaje integralde las necesidades individuales– son hoy, lamenta-blemente, realidades claramente consolidadas. Nopuede decirse por ello que los cambios experimen-tados en los últimos años –desde la promulgaciónde nuevas disposiciones normativas a la creación denuevos recursos o incluso la emergencia de la crisiseconómica, con el consiguiente incremento en lademanda de prestaciones– estén en la base de laactual situación; aunque lógicamente han tenido unimpacto importante en ella, muchos de los proble-mas o disfunciones que se detectan ya habían sidoidentificados diez años atrás.

d) Un dispositivo sometido a presión, que genera insatisfacción

Desde ese punto de vista, es necesario subrayar queen algunos de los aspectos analizados –quizá losmás cruciales– la situación de los Servicios Socialesde Base ha empeorado y se ha agravado en esteperiodo: no es sólo que se hayan desaprovechadodiez años para la adopción de las necesarias medi-das de mejora, con el lógico agravamiento de losproblemas detectados, sino que, por la combinaciónde determinados factores, se han generado nuevosproblemas y dificultades, distintos de los que seapuntaban hace diez años.

Así, al definir de forma resumida la situación de losServicios Sociales de Base en la Comunidad Autóno-ma del País Vasco, muchas personas han empleadotérminos como colapso, saturación, desbordamien-to, impotencia, desmotivación o desánimo. Cierta-mente, no puede decirse que sea ése el diagnóstico

que todas las personas consultadas hacen, ni que lasituación actual de los Servicios Sociales de Base enla Comunidad Autónoma del País Vasco deba valo-rarse únicamente en esos términos. Como se haseñalado al inicio de este apartado, nos encontra-mos ante un dispositivo que funciona, que cumplesu cometido (en ocasiones de forma óptima) y que,pese a la presión a la que ha sido sometido, no seha derrumbado. Y sin embargo, la percepción de laspersonas profesionales, tanto de los servicios socia-les de atención secundaria como, sobre todo, dequienes trabajan en los propios Servicios Socialesde Base, no es buena: al contrario, la mayoría se venincapaces de cumplir con las funciones que la nor-mativa les atribuye, sometidas a la presión de lademanda, mal cuidadas en ocasiones desde elpunto de vista psicosocial y escasamente apoyadasdesde el punto de vista técnico, obligadas, en suma,a cumplir unas funciones para las que no se les hadotado de medios.

El siguiente texto transcribe la valoración que ungrupo de profesionales hacía de la situación en unade las Unidades Sociales de Base visitadas en elmarco de este estudio: “La sobrecarga de trabajoque existe en la actualidad y que se arrastra desdehace años nos ha afectado a nivel personal y desalud, por lo tanto, exige cambios y urge una adecua-ción a la situación actual y futura. Se está realizandoun trabajo condicionado a la falta de tiempo. Seatiende a la demanda inmediata, sin poder llevar untrabajo individualizado elaborado, de seguimientode situaciones individuales y familiares que así lorequieran, limitándonos en la mayoría de los casos ala imprescindible tramitación”.

Obviamente, esta no es la situación de la totalidadde los Servicios Sociales de Base de la ComunidadAutónoma del País Vasco, probablemente tampocode la mayoría y, quizá, ni siquiera sea actualmente lasituación de las profesionales que en su día plantea-ron en estos términos su valoración. Puede decirsesin embargo que el texto coincide con un estado deopinión relativamente amplio, y con buena parte delos datos recogidos en esta investigación, y queresulta por tanto necesario adoptar las medidas quepermitan reconducir los problemas que se han pues-to de manifiesto12.

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12 No se trata en cualquier caso de una situación exclusiva dela CAPV. Para Aliena y Pérez Cosín, “los servicios sociales municipa-les presentan en la actualidad dos problemas fundamentales: a) su escasa capacidad para mejorar la vida de al menos una partede sus usuarios; b) la desmotivación y descontento de una parteimportante de su personal, así como la inseguridad y el espíriturutinario con el que desempeñan sus tareas profesionales”. Dehecho, para estos autores, “cualquiera que conozca los ServiciosSociales sabe que son éstos, hoy por hoy, un sistema humanoenfermo”.

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10.2. Tres elementos clave para explicar el deteriorode la situación de los Servicios Sociales de Base

Las razones fundamentales que explican esta situa-ción, que cabe considerar preocupante, son tres.

a) Desajuste entre las funciones asignadas y losrecursos disponibles

De una parte, resulta imprescindible subrayar eldesajuste que existe entre las funciones que la nor-mativa vigente atribuye a los Servicios Sociales deBase y los recursos técnicos y humanos que se hanpuesto su disposición para poder cumplirlas. A lolargo de los años, las necesidades que atiende el sis-tema de Servicios Sociales y los recursos que gestio-na se han multiplicado de forma exponencial, con unnotable incremento de los servicios y prestaciones alos que se accede, únicamente, desde los ServiciosSociales de Base. Al margen del hecho de que se lesha atribuido la gestión de prestaciones que podríanhaber sido atribuidas a otros sistemas, el incrementoen la oferta y en la demanda de Servicios Socialeshubiera requerido un incremento paralelo de losrecursos asignados al dispositivo que, en teoría,opera como puerta de acceso. Sin embargo, losrecursos de los Servicios Sociales de Base han creci-do en mucha menor medida, lo que ha producido unefecto de ‘cuello de botella’ para las personas usua-rias, y una presión muy importante para quienes tie-nen la responsabilidad de gestionar estos Servicios.La centralidad que, teóricamente, el sistema de Ser-vicios Sociales confiere a los Servicios Sociales deBase no ha venido, por tanto, acompañada de losmedios y recursos necesarios para materializarla.

El encargo institucional que se hace a los ServiciosSociales de Base no se limita, sin embargo, a supapel como ‘puerta de entrada’ al sistema. Serequiere también de los Servicios Sociales de Base–más expresamente tras la aprobación de la Ley deServicios Sociales actualmente vigente– que reali-cen un trabajo intenso de intervención individual, deacompañamiento social o de gestión de casos, asícomo su implicación en el desarrollo comunitario delas zonas en las que trabajan. Si la mera gestión deun catálogo cada vez más amplio y complejo deprestaciones, en un contexto determinado por elincremento de las necesidades de atención, resultade por sí difícil, el desarrollo de un trabajo de inter-vención socioeducativa y relacional –con unos nive-les mínimos de calidad e intensidad– resulta hoypor hoy en muchas Unidades Sociales de Base prác-ticamente imposible.

El problema no se limita a la descompensación queexiste entre las funciones asignadas y los recursosdisponibles: existe también un margen de incohe-rencia importante entre el encargo institucional quela normativa establece –una intervención social pró-xima y de calidad, el abordaje integral de las necesi-

dades de personas y familias– y el encargo concretoque los responsables institucionales trasladan, encada ayuntamiento, a los Servicios Sociales de Base:una atención rápida, si es necesario superficial, quepermita una gestión eficaz de las prestaciones y ser-vicios, y que impida la extensión de las listas deespera. En ese sentido, la inmensa mayoría de laspersonas consultadas han puesto de manifiesto laenorme distancia existente entre las funciones quese encomiendan a los Servicios Sociales de Base, yel papel esencial que en teoría se les atribuye, conlas funciones que en la realidad se les exigen y losmedios que se les asignan. Tampoco debe olvidarseque, probablemente, la ciudadanía y las personasusuarias también demandan a los Servicios Socialesde Base, frente a una intervención socioeducativaintegral o una implicación más sólida en el desarro-llo comunitario, una gestión rápida de su demandade prestaciones y servicios.

El desarrollo normativo de los últimos años no hacontribuido a reducir el desfase entre las funcionesque se atribuye a los Servicios Sociales de Base ylos medios que se les asignan. Por una parte, peseal intento que se produjo a comienzos de esta déca-da, varias veces referido, de regular los ServiciosSociales de Base y de definir, en ese marco, sus fun-ciones y los medios con que debían dotarse paraque dicho cometido fuera viable, no existe en laactualidad ninguna norma que refleje esos conteni-dos. Cierto es que, en algunos aspectos, la Carta deDerechos y Obligaciones de las Personas Usuarias yProfesionales aportaba definiciones, delimitacionesy criterios de actuación, pero, a pesar de llevar cincoaños vigente, su aplicación sigue pendiente. Tam-bién en el proceso de diseño y elaboración de lanueva Ley de Servicios Sociales intentaron marcarsealgunos requisitos funcionales y de personal paralos Servicios Sociales de Base pero los propiosAyuntamientos no aceptaron esta inclusión, alegan-do razones de autonomía organizativa.

De modo que, en esta materia, confluyen dos tiposde problemas: la dificultad para proceder a determi-nados desarrollos normativos por falta de acuerdosentre los tres niveles institucionales y la inaplica-ción de disposiciones vigentes, todo ello muy direc-tamente asociado a la falta de previsiones presu-puestarias serias sobre el coste que su aprobaciónimplica, así como a la inexistencia de una presiónsocial y política suficiente que fuerce al cumpli-miento efectivo de las normas. Este desfase se havisto agravado, en muchos casos, por el pequeñotamaño de los municipios, haciéndose necesario unrecurso mayor al modelo de agrupación municipal yla constitución, por esta vía, de zonas con una basepoblacional suficiente, lo que tendería a disminuirnotablemente el desfase entre el tamaño municipaly su nivel de recursos, y la amplitud de sus compe-tencias.

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También se ha visto muy marcado por el hecho deque tanto la financiación como la dotación de perso-nal de los Servicios Sociales de Base han crecidopor debajo de lo que lo han hecho ambos aspectosen el conjunto de los Servicios Sociales, con lo quese ha dificultado de forma muy marcada el desarro-llo de las funciones de los Servicios Sociales deBase como puerta de acceso al conjunto del siste-ma. Cabe pensar, en cualquier caso, que el reconoci-miento del carácter subjetivo del derecho a los Ser-vicios Sociales, así como el proceso de desarrollonormativo y de planificación que se deriva de la Ley12/2008 de Servicios Sociales, permitirán, siempreque los tres niveles administrativos asumen, deforma efectiva, la construcción del Sistema Vasco deServicios Sociales como un proyecto común, basadoen compromisos sólidos, que las carencias señala-das puedan ir corrigiéndose.

b) Ausencia de un modelo de intervención común

Junto a ese desajuste, es evidente también la ausen-cia de un modelo de intervención común, la carenciade una estructuración suficiente que dote de herra-mientas, equipos, procedimientos, instrumentos yprácticas profesionales comunes a los ServiciosSociales de Base en el conjunto de la ComunidadAutónoma del País Vasco. Se echa en falta en esesentido la existencia de corpus procedimental queoriente y delimite la práctica profesional, no sólo deltrabajo social y de la intervención socioeducativa,sino del conjunto de los Servicios Sociales de Base.

El crecimiento que en cuanto a recursos han experi-mentado los Servicios Sociales de Base –además deinsuficiente– ha sido desordenado, y no se ha acom-pañado del desarrollo de un modelo de intervencióncomún, capaz de clarificar las funciones de estosequipos, sus programas y sus procedimientos. Sinduda, la práctica ha obligado a muchos ayuntamien-tos a dotarse de un modelo propio: pocos han dis-puesto sin embargo de los medios necesarios paradesarrollar esos modelos de intervención con lanecesaria solvencia y, en todo caso, existen en laactualidad en Euskadi tantos modelos de interven-ción en Servicios Sociales de Base como ayunta-mientos han querido, y podido, desarrollarlos. Esacarencia de estructuración común se refleja en múl-tiples aspectos: no sólo en la diversidad a la queantes se ha hecho referencia, sino también en unaevidente sensación de desorientación sobre la formade organizar los Servicios o sobre cuáles deben sersus contenidos, e, incluso, en la ausencia de unaterminología común para medir o analizar las prácti-cas profesionales.

c) Ausencia de un liderazgo claro

El tercer elemento clave que explica las dificultadescon las que se encuentran los Servicios Sociales deBase es la ausencia de liderazgo en cuanto a su

desarrollo y a su mejora. En ese sentido, no cabeduda de que la peculiar estructuración competencialde los Servicios Sociales de Base y, fundamental-mente, la atomización de la capacidad de decisiónrespecto a su estructuración en más de 200 entida-des con intereses, capacidades, posibilidades y cri-terios de actuación diferentes, ha dificultado undesarrollo homogéneo y equilibrado del sistema, entanto en cuanto ninguna institución asume comopropia o exclusiva la problemática de los ServiciosSociales de Base en su conjunto.

Es importante destacar que el de los Servicios Socia-les de Base es, en el ámbito de los servicios públicosde bienestar, uno de los escasos dispositivos de aten-ción que forma parte, casi a partes iguales, de dosestructuras muy distintas: de una parte, pertenecefuncionalmente a los ayuntamientos, que determinan,salvo en los aspectos más generales, su funciona-miento (sin duda, para muchas de las personas usua-rias, los Servicios Sociales de Base no son sino unservicio más de los muchos, o pocos, que presta suAyuntamiento); de otra parte, sin embargo, los Servi-cios Sociales de Base constituyen una parte esencialde un sistema más amplio, el de Servicios Sociales,en el que intervienen el resto de las Administracio-nes. Probablemente este esquema tenga ventajasimportantes, si bien, a menudo, sus inconvenientesresultan más visibles, en la medida en que implicanun riesgo añadido de dispersión y dificultan que talesservicios avancen en una dirección homogénea.

Cabe pensar por último que quizá también influyaen este aspecto –aunque sin duda cada vez menos–la persistencia de una cierta consideración negativahacia los Servicios Sociales en general y, en particu-lar, hacia los Servicios Sociales de Base. En ese sen-tido, es frecuente entre los y las profesionales de lared primaria de atención escuchar quejas sobre laescasa relevancia que en el ámbito municipal seconcede a los Servicios Sociales y sobre la posterga-ción a la que se ven sometidos. Igualmente deberíahacerse referencia, a un nivel más general, a la difi-cultad para establecer, o para transmitir, la misión,la visión y los valores de esta red.

10.3. Otras dificultades básicas que impiden el adecuado desarrollo de los Servicios Socialesde Base

Estos tres factores constituyen el nudo gordiano queexplica la actual situación de los Servicios Socialesde Base. El resto de las dificultades o problemas quese han podido identificar se derivan –en su mayoría–de los tres factores ya señalados, si bien no siemprees posible distinguir entre las causas y las conse-cuencias de las carencias planteadas. Al margen delos aspectos que ya se han señalado, al resumir losprincipales resultados de la investigación realizada,es preciso insistir en los siguientes elementos:

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• Pese al proceso de normalización y visibilizaciónque han experimentado los Servicios Sociales deBase, el conocimiento de sus funciones por partede la ciudadanía es todavía limitado. La imagende estos servicios está todavía muy ligada a losprocedimientos y las rutinas administrativas, conuna cierta lejanía respecto al tejido comunitario ycon dificultades evidentes para acercarse a larealidad cotidiana de las personas usuarias. LosServicios Sociales de Base, por otra parte, enningún momento se reflejan como un dispositivoúnico, integrado en un sistema más amplio deServicios Sociales, sino, más bien, como un ser-vicio municipal más.

• Pese a la mejora generalizada en la calidad delos equipamientos físicos en los que se ubicanlas Unidades Sociales de Base, persisten todavíaalgunos centros que no reúnen las condicionesestructurales mínimas y/o que carecen de lasinstalaciones básicas.

• El despliegue territorial de la red de ServiciosSociales de Base no responde a criterios o pau-tas comunes para el conjunto de la ComunidadAutónoma del País Vasco y es en general másrestrictivo –tanto en número de centros como encoberturas poblacionales atendidas por cadared– que el sistema de atención primaria desalud.

• El régimen de apertura horaria de los centros esen general muy limitado, y dificulta tanto el tra-bajo en clave de acompañamiento individualcomo la implicación de las Unidades Sociales deBase en la dinamización de la comunidad, juntoal resto de los agentes sociales. La mayor partede las unidades tienen un horario muy limitadode apertura y, como en el caso de su despliegueterritorial, el régimen de horarios de atención delos Servicios Sociales de Base es en general másrestrictivo que el que corresponde a los serviciosde la red primaria de salud.

• Si bien en muchos casos la situación puede con-siderarse adecuada, entre otras razones debido alas medidas extraordinarias que se han puestoen marcha, el incremento en la demanda de aten-ción ha provocado en algunos casos retrasosexcesivos en la concertación de las entrevistasindividuales o primeras citas con las personasusuarias.

• La dotación de personal es, en la mayor parte delos casos, claramente insuficiente para atenderadecuadamente las funciones encomendadas alos Servicios Sociales de Base y el volumenactual de la demanda. Esta insuficiencia ha crea-do en algunos centros una sensación de colapsoo saturación que perjudica claramente la calidadde la atención y provoca entre las personas tra-

bajadoras situaciones de estrés, desmotivación ydesánimo.

• Se han incrementado en los últimos años loscasos de conductas agresivas o amenazantes porparte de las personas usuarias en los ServiciosSociales de Base, si bien en pocos casos puededecirse que esas situaciones resulten muy fre-cuentes. Además, no siempre se han adoptadolas medidas necesarias para responder adecua-damente a estas situaciones, y se reclama porparte de los y las profesionales programas desupervisión profesional y de atención psicosocialque permitan prevenir y abordar estos casos, así como los casos de estrés y desmotivaciónseñalados, y mejorar la calidad de la atenciónprestada.

• Aunque se ha mejorado en ese aspecto, la diver-sidad profesional de las plantillas profesionaleses aún insuficiente, con un excesivo recurso a lasubcontratación de determinados perfiles profe-sionales. En esos casos, las condiciones labora-les de estas personas son manifiestamente peo-res que las de las personas directamentecontratadas por los ayuntamientos. Todo ellotiene como consecuencia una menor valoraciónprofesional, elevadas tasas de absentismo y derotación laboral y la consolidación de una fuerzade trabajo precaria, mal pagada y mal valorada, ala que además se pide que realice un exigentetrabajo de intervención individual en situacionescomplejas, que generan desgaste.

• Es patente, por otra parte, la debilidad o ausen-cia de equipos profesionales de apoyo que, anivel municipal o comarcal, ofrezcan a los Servi-cios Sociales de Base asesoramiento técnicoespecializado.

• Los factores señalados impiden o dificultan–más aún que en la época en la que se realizó elprimer Informe Extraordinario del Ararteko sobrela Situación de los Servicios Sociales de Base–la realización desde estas unidades de un traba-jo de intervención individual y de abordaje inte-gral de las necesidades de las personas y lasfamilias. En ese contexto, y en ausencia demodificaciones en la situación actual, se antojamuy difícil que los Servicios Sociales de Basepuedan cumplir las funciones de gerencia de caso que la Ley de Servicios Sociales lesatribuye.

• La responsabilidad atribuida a los ServiciosSociales de Base en cuanto a la gestión y trami-tación de prestaciones económicas de garantíade ingresos ha tenido, junto a evidentes efectosbeneficiosos, efectos contraproducentes muyimportantes, como una mayor burocratización dela atención y el incremento de las dificultades

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para el abordaje de las necesidades de las perso-nas usuarias en clave de acompañamiento socialindividualizado.

• Es patente por otra parte la ausencia de instru-mentos técnicos, indicadores consensuados eincluso de una terminología común que permitaun desarrollo de unas prácticas profesionaleshomogéneas en el conjunto de la red de Servi-cios Sociales de Base.

• Las relaciones de coordinación con el resto delos sistemas públicos de bienestar no son engeneral malas, aunque sí se consideran en lamayor parte de los casos insuficientes. Aunquevaloran positivamente el esfuerzo y la dedicaciónde los y las profesionales de los Servicios Socia-les de Base, sus compañeros/as de la atenciónespecializada consideran mayoritariamente quela situación actual es de colapso, saturación ysobrecarga.

• Salvo en algunos casos que pueden considerarsede buena práctica, la implicación de los ServiciosSociales de Base en las tareas de dinamizacióncomunitaria es muy escasa.

Pese a que pueda resultar un lugar común, es preci-so insistir en que los Servicios Sociales de Base dela Comunidad Autónoma del País Vasco están hoy enuna encrucijada, en el sentido de que no es posibleseguir avanzando por el mismo camino. Resultadesde muchos aspectos insostenible seguir incre-mentando las responsabilidades de los ServiciosSociales de Base, en un contexto de crecimiento dela demanda, y exigirles además una labor de abor-daje individualizado e integral de las problemáticassociales, sin dotar a estas unidades de los recursosadecuados y de la estructuración y del marco organi-zativo necesario. Las recomendaciones que el infor-me del Ararteko contiene tienen por objetivo plante-ar, para su debate, propuestas que contribuyan ahacer realidad ese objetivo.

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En este artículo analizamos la población institucio-nalizada en centros residenciales para personasmayores en Gipuzkoa en el periodo 2001-2008 yevaluamos in situ la atención sanitaria y de enfer-mería a lo largo de seis meses (2008-2009). La ratiode atención de enfermería superaba el mínimo exi-gido por el Catálogo de Servicios Residenciales paraPersonas Mayores en Gipuzkoa (127,8% = 86 minu-tos semanales por enfermera/residente), mientrasque la ratio media de atención de médico no llegabaal mínimo exigido (84,3% = 13 minutos semanalespor médico/residente). El plan de atención indivi-dualizado estaba diseñado sólo en 42 residencias(79%). Existía una gran dispersión en la prevalenciadiagnóstica de entidades patológicas muy frecuen-tes en este sector de población, como la demencia,la depresión o la diabetes, lo que se interpretacomo un alto grado de infradiagnóstico. En 34 cen-tros no realizaban valoración nutricional de sus resi-dentes (65%). Existían diferencias entre las funcio-nes que realizaba la enfermera y en el materialsanitario disponible, con algunas carencias tanimportantes como no disponer de un peso para losresidentes. La tasa de mortalidad anual se mantuvoestable en los últimos ocho años (21-22%), con unatendencia al alza en la edad de fallecimiento (86,05años), lo que sugiere un previsible envejecimientopoblacional.

1. Introducción

La aprobación, en 2006, del Catálogo de ServiciosResidenciales para Personas Mayores en Gipuzkoa(Diputación Foral de Gipuzkoa, 2008a) supuso unpunto de inflexión en la exigencia de unos serviciosde obligada prestación por parte de todas las resi-dencias concertadas con la Diputación Foral deGipuzkoa. Estas obligaciones incluyen unos servi-cios que se han de dispensar, unos procesos clavesen la atención residencial y unos indicadores deseguimiento, unidos a unas ratios mínimas de profe-sionales de atención directa y sociosanitaria. Lasratios de atención se relacionan con el nivel dedependencia de los residentes. Este catálogo de ser-vicios ha tenido un periodo de implementación detres años, que finalizaba el 31 de diciembre de2009.

El catálogo de servicios referido fue el resultado deun grupo de trabajo constituido por técnicos delDepartamento para la Política Social de la Diputa-ción Foral de Gipuzkoa y de la Asociación Vasca deGeriatría y Gerontología-Zahartzaroa. Su aprobaciónsupuso un avance importante respecto a otros inten-tos de regulación (Reverte y Ródenas, 2003). La pro-pia resolución ministerial del 17 diciembre del 2008del BOE estaba muy por debajo de los niveles deexigencia y, por supuesto, de los niveles de control yseguimiento (Valcarce, 2008). En Bizkaia, en 2006se aprobaba por decreto foral el régimen de accesoa las unidades sociosanitarias, y aunque en el artí-culo 25 se refiere a los derechos de los usuarios, nodefine ni los servicios, ni las ratios de profesionales,ni los indicadores de seguimiento (Diputación Foralde Bizkaia, 2006). En Navarra, se definen aspectosbásicos en los servicios y sus características, asícomo principios de marketing de organización einvestigación en la gestión residencial, pero tampo-co se abordan ratios de profesionales ni indicadoresde seguimiento (Grande, 2001).

Atención sanitaria y de enfermería enlas residencias de mayores deGipuzkoaPilar Lekuona AncizarJuan José Calvo Aguirre

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Tabla 1. Plazas residenciales concertadas, según grado de dependencia de sus ocupantes. Gipuzkoa, 2001-2009Año Plazas Ocupación Autónomos Dependientes Gran dependientes

N % N % N % N %2001 3.476 99,4 853 24,5 685 19,7 1.938 55,72002 3.564 98,0 674 18,9 628 17,6 2.262 63,42003 3.632 93,0 455 12,5 700 19,2 2.222 61,12004 3.678 96,2 373 10,1 722 19,6 2.583 70,222005 3.734 96,1 348 9,3 741 19,8 2.645 72,22006 3.764 95,4 356 9,4 712 18,9 2.696 71,62007 3.779 94,0 298 8,3 769 21,6 2.484 69,92008 4.108 96,6 287 7,2 541 13,6 3.133 78,92009 4.262 99,6 235 5,5 543 12,8 3.449 81,2

Fuente: Elaboración propia.

La defensa de los derechos de las personas mayoresse está desarrollando en Europa de forma progresivay está orientada a proteger la dignidad y la autono-mía de los ancianos (Lagoutte, 2009). La preocupa-ción por la calidad de los cuidados de mayores tieneun referente claro en EE.UU., con la Omnibus ButgetRecontiliation Act (1987), que introduce un antes yun después a cómo debería realizarse la atención enlas nursing homes de aquel país (Joshua et al.,2007). La ley iba a dar lugar al desarrollo de un sis-tema de trabajo orientado a mejorar los serviciosasistenciales para atender las necesidades de laspersonas mayores. Este sistema de trabajo, definidocomo Resident Assessment Instrument (RAI), tuvouna incidencia importante en la atención de losmayores en el mundo occidental. En España, se rea-lizaron algunos intentos de implantar el RAI, conresultados parciales en Galicia (Carrillo et al., 1996),y los Resource Utilitation Groups versión III (RUG III)[Salinas et al., 2001] en otros territorios. En el PaísVasco, únicamente la Residencia Zorroaga (Donos-tia-San Sebastián) ha utilizado el sistema RAI duran-te ocho años, como método de evaluación integralde sus residentes.

Aunque la medida de la eficiencia en las organiza-ciones sanitarias aconseje disponer de un sistemade información integrado a escala estatal que supe-re las limitaciones actuales a escala interterritorial yautonómica (Martín Martín y López del Amo, 2007),actualmente no sucede así, y la dispersión normati-va y funcional genera importantes diferencias asis-tenciales. Hasta hace poco, Gipuzkoa no era unaexcepción. Era preciso homogeneizar la calidad deatención sociosanitaria en las residencias de mayo-res concertadas por la Diputación, y con ese objetivosurge y se definió el catálogo de servicios (Diputa-ción Foral de Gipuzkoa, 2008a).

En 2001, Gipuzkoa tenía una tasa de envejecimientodel 17% y 3.476 plazas residenciales concertadaspor la Diputación. En 2008, el índice de envejeci-miento había alcanzado el 19% y el número de pla-zas concertadas llegaba a 3.969, con una ratio muyestable de cobertura de plazas concertadas, deaproximadamente el 3% de los mayores de 65 años.Sin embargo, de 2001 a 2008 la composición cuali-

tativa de las residencias varió de forma muy impor-tante: la población institucionalizada calificadacomo ‘autónoma’ descendió de un 24% a un 7%, y lapoblación calificada como ‘gran dependiente’ subiódel 55% al 78% (Tabla 1). Este aumento del nivel dedependencia de la población institucionalizada nose relacionó con un aumento de la tasa de mortali-dad anual, que se mantuvo estable en el 21-22%;por otro lado, la edad media de fallecimientoaumentó de 85,25 años (2001-2004) a 86,05 años(2005-2008) [Diputación Foral de Gipuzkoa, 2008b].

Este cambio de la población residencial está gene-rando un cambio en las necesidades de atenciónsanitaria, que aumenta globalmente. Además, sobretodo en el área de enfermería, no están suficiente-mente definidas las tareas que se han de realizar ylos objetivos que se han de conseguir. La enfermeraen el medio residencial es una figura profesionalfundamental en la coordinación y gestión de los cui-dados, en la transmisión de la información y en lapropia gestión y dispensa de la atención sanitaria.Aunque estos principios ideológicos, en teoría,están bastante asumidos, no sabíamos cómo sedesarrollaban en la práctica. Consideramos, portanto, necesario conocer mejor la situación real de laatención sanitaria y de enfermería en las residenciasde ancianos de Gipuzkoa.

2. Objetivos

Este acercamiento a las residencias de ancianos deGipuzkoa tiene como principales objetivos:

• Conocer el perfil de usuario de las residencias deGipuzkoa, desde una perspectiva global sanitaria.

• Conocer in situ cómo se está realizando la aten-ción sanitaria y de enfermería en cada residencia.

• Conocer las ratios de profesionales sanitarios encada residencia y la distribución de la jornadalaboral y de cobertura sanitaria, diurna y nocturna.

• Conocer las funciones profesionales asumidas porla enfermera y las delegadas por la enfermera enotros profesionales.

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• Conocer la rotación de las plazas residenciales y latasa de mortalidad de los residentes.

• Conocer la prevalencia de los principales proble-mas de salud en el medio residencial.

3. Material y métodos

Este trabajo comenzó a diseñarse en septiembre2008, con la elaboración de un documento queconsta de los siguientes apartados principales:

• Datos generales de dependencia de los usuarios.

• Ratios de profesionales de atención sanitaria.

• Organización de la atención sanitaria.

• Registros y sistemas de sanidad.

• Estado de salud de los residentes.

• Intervenciones sanitarias y funciones.

• Material sanitario.

• Cobertura de atención sanitaria.

El documento abarcaba 192 cuestiones, en un mode-lo mixto de respuestas abiertas y cerradas. El univer-so de trabajo fue la población institucionalizada enGipuzkoa en medio residencial, que constituía, alfinal de 2008, 3.969 personas, distribuidas en 65residencias concertadas. Se excluyeron, por razonesoperativas, las menores de 25 plazas (nueve resi-dencias). Las 56 restantes representaban al 99% dela población institucionalizada de Gipuzkoa. El tra-bajo de campo se desarrolló durante un periodo deseis meses, entre noviembre del 2008 y abril del2009 inclusive. Lo realizó una enfermera geriátricacon experiencia profesional de veinte años en elmedio residencial y dedicación plena a este cometi-do durante el periodo mencionado. El trabajo decampo se realizó en cada una de las residencias deancianos de Gipuzkoa. Para ello, se llevó a cabo unprimer contacto por correo con la dirección del cen-tro, en el que se informó de los objetivos de trabajoy, de forma global, de la información que se precisa-ba. Posteriormente, la enfermera concertaba la visitade trabajo con plena disponibilidad respecto a lasnecesidades de cada residencia, en horario demañana o de tarde. En la visita y la entrevista, parti-cipaban al menos una enfermera del centro y aque-llos otros profesionales que la dirección del centroconsiderara convenientes. De las 56 residenciasseleccionadas, 54 aceptaron participar en el trabajo,permiteron la visita de su centro y mantuvieron unaentrevista dirigida a completar la recogida de datos.La duración de estas visitas-entrevistas dirigidasosciló entre tres y seis horas en cada residencia.

Hemos dispuesto de algunos datos parciales de las56 residencias, y aunque el trabajo de campo se rea-lizó en 54, no se pudo completar el cuestionario de

todas ellas, debido a que en algunas les faltabanregistros de determinadas cuestiones planteadas.Por ello, los resultados de cada apartado se refierenporcentualmente al número de residencias quepudieron responder a la cuestión planteada. Laamplitud del cuestionario y de los datos que se soli-citaban hizo que, en la mayoría de lo casos, fueranecesario completar la recogida de datos por teléfo-no o correo electrónico. Para la explotación de resul-tados, se elaboró una base de datos específica.

Previamente a la realización del trabajo y a la recogi-da de datos, se solicitó y consiguió el aval técnicodel Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa y de laAsociación Vasca de Geriatría y Gerontologia-Zahar-tzaroa, así como el apoyo del Departamento para laPolítica Social de la Diputación Foral de Gipuzkoa.

4. Resultados

4.1. Datos generales

Sobre una capacidad total residencial de 4.765 pla-zas, las plazas concertadas llegaban a 3.938 (87%),con un ocupación real de 3.839 (97,4%). La aplica-ción del case-mix del catálogo de servicios a la capa-cidad referida concertada, con sus niveles de depen-dencia, genera un resultado de cobertura mínima deenfermera de 4.334 horas semanales y una cobertu-ra mínima de atención médica de 1.014 horas sema-nales. A modo orientativo, podemos indicar que,según el catálogo de servicios, con unos niveles dedependencia medios y en una residencia de tipomedio de 88 plazas, sería necesario un mínimo de101 horas semanales de enfermera y un mínimo de16 horas semanales de médico.

En nuestra recogida de datos, las horas semanalescontratadas de enfermera eran 5.491, lo que suponíaun superávit de 1.207 horas (127,8%) respecto almínimo indicado por el catálogo. Únicamente encinco residencias no se alcanzaba esa ratio mínima.En cuanto a la atención médica, tenía una contrata-ción real de 855 horas semanales (a través de dife-rentes agentes contratadores), por debajo de las1.014 horas que requiere el catálogo de servicios, loque significa un déficit de 159 horas semanales, conuna ratio media del 84,3%. Superaban esa ratio úni-camente 12 de las residencias evaluadas.

En Gipuzkoa, 18 residencias tenían un tamaño supe-rior a 100 plazas, y comprobamos que la mitad tení-an cobertura de atención nocturna de enfermería, yla otra mitad, no. En estas 18 residencias, la ratio dehoras semanales de enfermera por residente eramuy variable (entre 0,93 y 2,04) y no guardabacorrelación con la cobertura nocturna de enfermería(Tabla 2). Por su parte, la figura profesional de lafisioterapeuta en el catálogo de servicios se consi-deraba muy recomendable, pero no era de obligado

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cumplimiento. Comprobamos que solamente 17 resi-dencias disponían de fisioterapeuta contratada(31%).

Tabla 2. Cobertura de horas semanales de enfermera/resi-dente en residencias de más de cien plazas

Residencia* Cobertura 24 h. Ratio enfermera/residente

44 sí 2,04

41 no 1,90

34 sí 1,83

18 sí 1,77

39 no 1,72

29 sí 1,57

38 sí 1,56

45 sí 1,56

36 no 1,40

12 sí 1,30

32 sí 1,27

16 no 1,17

7 no 1,11

3 no 1,07

28 no 1,00

10 no 0,97

26 no 0,95

2 sí 0,93

* Código de identificación.Fuente: Elaboración propia.

En resumen, la cobertura de ratios de profesionalesnos indica que las de enfermeras, médicos y fisiote-rapeutas se cumplían solamente en cinco residen-cias; y las de médicos y enfermeras, en 11. No secumplía la ratio mínima de enfermeras en cinco resi-dencias, y en cuatro no se cumplía la de enfermerasni de médicos.

El tamaño medio de las 54 residencias evaluadas erade 88 plazas, que estaban ocupadas por 303 perso-nas autónomas (7,8%), 758 con dependencia (19,7%)y 2.778 con gran dependencia (73,3%). De ese últi-mo grupo, 481 tenían la calificación administrativade pacientes psicogeriátricos.

4.2. Organización sanitaria

Como responsable de atención sanitaria, en 33 resi-dencias (62,3%) nos indicaron que quien asumía esafunción era la enfermera, mientras que en 5 (9,4%)lo hacía el médico, y en 11 (20,7%), la asumían deforma indistinta el médico o la enfermera. En cuatroresidencias (7,5%) nos indicaron que otra figura pro-fesional no sanitaria asumía la responsabilidad de laatención sanitaria. Por su parte, la enfermera era laresponsable del plan de cuidados en 48 residencias(90,5%), y en 5 (9,4%) lo eran otras figuras profesio-nales. En cuanto al plan de atención individualizado(PAI), lo tenían diseñado en 42 residencias (79,2%),y en 11 (20,7%), no.

Respecto al reconocimiento y los sistemas de cali-dad, en 34 residencias (61,4%) señalaban que teníanreconocimientos oficiales (EFQM, ISO), cuatro (7,5%)tenían un control de calidad propio de su grupo resi-dencial y tres (5,6%) estaban pendientes de la certifi-cación ISO. Doce residencias (22,6%) nos indicaronque no tenían ningún reconocimiento de los sistemasde calidad oficiales. La implicación y participación enlos sistemas de calidad de los profesionales sanita-rios era escasa, sobre todo por parte de los médicos,que no se sentían implicados en 35 residencias y noparticipaban en 33; pero también por parte de lasenfermeras, quienes no se sentían implicadas en 21residencias y no participaban en 18.

4.3. Estado de salud de los residentes

Los resultados de este apartado se corresponden alas respuestas de 47 residencias (3.577 residentes).Se consideraron como prevalencias orientativas lasde demencia, depresión, diabetes y otras psicopato-logías, así como las úlceras por presión (Tabla 3).

Tabla 3. Principales problemas de salud*Problema N %

Demencia 1.730 48,9

Diabetes 887 24,0

Depresión 759 22,5

Otros psiquiátricos 418 11,8

SARM 68 1,9

* Universo: 3.537 residentes (47 residencias). SARM: infección deestafilococos dorados resistentes a la meticilina.Fuente: Elaboración propia.

Detectamos una alta dispersión diagnóstica, y así,hallamos que la prevalencia de demencias en 10residencias superaba el 60% (61%-91%), y en dosera muy baja (11,6% y 20%). La prevalencia diagnós-tica media de depresión era del 22,5%, pero en 10de las residencias evaluadas no llegaba al 10%. Laprevalencia media de diabetes era del 25%, y en unade las residencias tenían un prevalencia del 11,1%.Con oxigenoterapia se encontraban 166 residentes(4,6%), y colonizados/infectados por estafilococosdorados resistentes a la meticilina (SARM), 68(1,9%). Con respecto a la valoración del estado nutri-cional, obtuvimos respuesta de 53 residencias: en34 no se realizaba (65,4%), y en las 19 restantes(35,4%), sí. Sobre 1.565 residentes en los que serealizaba, estaban bien nutridos 1.240 (79,2%), ymal nutridos, 325 (20,7%). Disponían de registro defracturas únicamente 32 residencias (72,9%); en2007 se habían producido 75 casos de fractura decadera (2,2%), y en 2008, 74 (2,2%). Se detectaron536 úlceras por presión en 428 residentes (12,1%).El estadio correspondiente a estas últimas se pre-senta en la Tabla 4.

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Tabla 4. Úlceras por presión: número de casos y prevalencia*Estadio N %

I 296 55,2II 129 24,0III 59 11,0IV 34 6,3NS 18 3,3

Total 536 100,0%

* Universo: 428 residentes (12,1%).Fuente: Elaboración propia.

Desde el medio residencial, en 2007 se produjeron1.429 hospitalizaciones (42% de la población), y en2008, 1.509 (45,2%), con una mortalidad intrahospi-talaria de 181 casos en 2007 (12,6% de las hospitali-zaciones), y de 201 en 2008 (13,35%).

La mortalidad global en 2007 fue de 803 fallecimien-tos (24% de la población), y de 822 en 2008(24,6%). Estos datos están referenciados al total dela población atendida en las residencias, y hay quetener en cuenta, que, como media, en Gipuzkoa,además de las plazas concertadas, existen un 8%aproximadamente de plazas privadas en estas resi-dencias, lo que disminuiría la tasa de mortalidadaproximadamente al 22%. Respecto al lugar de fallecimiento, ya hemos indicado que, en 2007, 181 residentes (22,5%) fallecieron en el hospital,mientras que 522 (77,5%) lo hicieron en las residen-cias. En 2008, fallecieron en los hospitales 201 resi-dentes sobre un total de 822 fallecimientos

(24,45%), y en las residencias se produjeron 621fallecimientos (75,6%).

4.4. Funciones de enfermería

En este apartado se intenta pormenorizar qué tareasrealizaba la enfermera y cuáles estaban delegadas.En la Tabla 5 se desglosa quiénes realizaban la dis-pensa de medicación en sus diferentes formas.

La indicación de modelo de absorbentes para el tra-tamiento de la incontinencia esfinteriana lo realiza-ba siempre la enfermera en 37 residencias (69,8%),mientras que en nueve lo podían hacer de maneraindistinta la enfermera o el auxiliar/gerocultor(16,9%), y en siete lo realizaba siempre el personalauxiliar o gerocultor (13,2%). La extracción manualde heces la realizaba siempre la enfermera en 41residencias (77,3%), mientras que en 10 (18,8%) lopodían realizar de forma indistinta la enfermera o elauxiliar/gerocultor; en otras dos residencias (3,6%)se recogieron otras respuestas.

En la Tabla 6 se expone qué profesionales realiza-ban determinadas intervenciones o tratamientos. En los casos de delegación de funciones de estasintervenciones, en todas las residencias nos indica-ron que la enfermera supervisaba el trabajo del per-sonal auxiliar/gerocultor. La supervisión del médicoen las curas mayores sólo se daba en tres residen-cias (6%).

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Tabla 5. Dispensa de medicación, por residencia: tareas ejecutadas por la enfermera, delegadas en auxiliares bajo supervi-sión enfermera o realizadas indistintamente por ambasTarea Profesional encargada Enfermera Auxiliar Una u otra

N % N % N %Medicación viales Subcutánea 50 94,3 3 5,6 – –

Intramuscular 52 98,1 1 1,8 – –Endovenosa 6 11,3 – – – –Sueroterapia 5 9,4 – – – –

Dispensa de medicación oral – 2 3,7 11,0 20,7 40,0 75,4Dispensa de medicación rectal Enemas de limpieza 37 69,8 16 30,1 – –

Fuente: Elaboración propia.

Tabla 6. Profesionales que intervienen en la aplicación de diferentes intervenciones o tratamientosIntervenciones DUE DUE/Aux. Otros

N % N % N %Curas menores Pomadas 9 17 42 79 2 4

Antisépticos 18 34 33 62 2 4Apósitos simples 15 28 36 68 2 4Micosis 11 21 39 74 3 5Protectores 19 36 32 60 2 4Puntos de papel 52 98 1 2 0 0

Curas mayores Úlceras 52 98 – – 1 2Ostomias 37 70 – – 16 30Tapones cerumen 48 90 – – 5 10Vendajes 50 94 – – 3 6Puntos de sutura 53 100 – – – –

DUE: diplomada universitaria en Enfermería. Aux.: auxiliar.Fuente: Elaboración propia.

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Solamente disponían de fisioterapeuta 17 residen-cias (32%), y así, era la enfermera quien indicaba lasayudas técnicas en 35 residencias (66%), ya fuerasola (14 residencias), o de forma indistinta con elmédico (18) o la fisioterapeuta (3). La tramitación dela gestión de ayudas técnicas la realizaba íntegra-mente la enfermera en 27 residencias (51%).

Del cuidado de las uñas de las manos se ocupabapreferentemente el personal auxiliar/gerocultor (N = 51; 96%), y el de los pies, el podólogo (N = 50;94%). La prescripción inicial de oxigenoterapia enuna situación de urgencia era una tarea habitual dela enfermera en 47 residencias (89%), así como latramitación y la gestión del oxígeno (N = 44; 83%).

En 22 residencias contaban con la colaboración defarmacias externas en la preparación de pastilleros(N = 22; 41%), que cortaban los blísteres (N = 15;28%), y tramitaban y ordenaban el pedido (N = 11;23%). La enfermera participaba en el pedido y la tra-mitación de medicación (N = 38; 72%), en ordenar elpedido (N = 41; 77%), y en la preparación de pasti-lleros (N = 31; 58%) o la medicación (N = 27; 51%).

En la Tabla 7 se recoge cómo, en mayor o menormedida, la enfermera participaba en la prescripciónterapéutica.

Tabla 7. Participación de la enfermera en la prescripciónterapéutica*Prescripción terapéutica N %Apósitos y material de curas 51 96Pomadas y cremas 50 94Analgésicos menores 45 85Antiinflamatorios tópicos 48 90Suplementos nutricionales 23 43Analgésicos mayores 0 0Antiinflamatorios ¿? ¿?Antibióticos ¿? ¿?Ansiolíticos ¿? ¿?Medicación inicial de urgencia 52 98

* Universo: 53 residencias.Fuente: Elaboración propia.

La toma de constantes clínicas era una labor deenfermería en la totalidad de los casos en lo referidoa la tensión arterial, pero diminuía en el control dela saturación de oxígeno (N = 42; 79%), el peso delresidente (N = 41; 77%) y el de la glucemia (N = 37;70%). Esta labor complementaria la realizaba el per-sonal auxiliar/gerocultor; es llamativo que en cincoresidencias (9%) nos indicasen que nunca pesabana los residentes. La toma de temperatura la realiza-ba de forma indistinta la auxiliar o la enfermera (N = 44; 83%), mientras que en seis residencias lohacía siempre la auxiliar (11%) y en tres (6%), laenfermera. La toma de valores antropométricos sólose realizaba en 14 residencias (26%). La obtención

de muestras orgánicas de sangre y frotis la realizabasiempre la enfermera, mientras que es más frecuen-te que lo realizase el auxiliar/gerocultor en el casode muestras de orina (N = 49; 92%) o de esputo (N = 41; 77%).

Las muestras recogidas para su análisis se gestiona-ban y trasladaban al centro de salud en 34 residen-cias (64%), mientras que en 19 (39%) el traslado sehacía directamente al hospital de referencia. El tras-porte de las muestras en 44 residencias (80%) lorealizaba un servicio contratado,mientras que ensiete (12,7%) lo llevaba a cabo la enfermera, y encuatro (7,2%), el personal auxiliar/gerocultor.

4.5. Material sanitario

En la Tabla 8 resumimos la disponibilidad de mate-rial sanitario en las diferentes residencias.

Tabla 8. Disponibilidad de material sanitario, por residenciasDisponibilidad Material sanitario100% Medidor capilar de glucemia, tiras de orina,

tensiómetro, bandejas pastilleros, pastillerosunidosis, carro de curas.

95% Material adecuado/suficiente para curas, otoscopio, peso para deambulantes, libros de consulta.

90-95% Camilla, lavabo en consulta, frigorífico propio, vademécum actualizado, salas de consulta adecuada.

80-90% Esterilizador y pulsímetro.70-80% Electrocardiógrafo, oftalmoscopio, gimnasio

de rehabilitación, máquina fotográfica y peso para dependientes.

Carencias Medidor de pliegues, oxígeno centralizado, importantes medidor capilar INR, tiras de orina para

detección de alcohol, programa informático adecuado a las necesidades.

Fuente: Elaboración propia.

Es destacable que, aunque en 52 residencias hubieraordenador de uso sanitario, únicamente en 14 (26%)expresaban un grado de satisfacción alto con su uso.

4.6. Coordinación sociosanitaria

Las consultas médicas externas programadas lasrealizaba siempre el médico en 45 residencias(85%), mientras que en ocho (15%) las podía realizarindistintamente el médico o la enfermera. Para eltraslado a otras residencias, los informes los realiza-ba la enfermera en 28 residencias, bien sola (N = 12;53%) o junto con el médico (N = 16). El informe inte-rresidencial lo realizaba sólo el médico en cincoresidencias (9,6%), mientras que en 19 (36%) se rea-lizaban informes de traslado multidisciplinares. Los

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traslados urgentes al hospital se realizaban siemprecon indicación médica en 19 residencias (36%),mientras que en 34 (64%) la decisión podía ser delmédico o de la enfermera. Informes actualizados detraslado a urgencias se realizaban en 47 residencias(89%), bien a cargo del médico, bien de la enferme-ra. En seis residencias (11%) no se realizaban infor-mes y se entregaba al ingreso la documentación pre-viamente preparada. En los informes de traslado deurgencia, se especificaba siempre el motivo de tras-lado en 39 residencias (73%), mientras que en 14(27%) se indicaban sólo antecedentes y tratamien-tos. El mantenimiento actualizado de la evoluciónclínica de los residentes, por su parte, era una tareahabitual del médico y la enfermera en 40 residen-cias (75%), mientras que en 11 (21%) lo realizabasólo la enfermera, y en dos (4%), nadie.

4.7. Fortalezas y debilidades

Las enfermeras que participaron en las entrevistasdirigidas y en la recogida de datos nos expresaronlas siguientes fortalezas y debilidades, que presen-tamos agrupadas en la Tabla 9.

5. Discusión

Es una realidad constatada que las ratios de profe-sionales de enfermería se relacionan con la estabili-dad clínica, la continuidad de cuidados y la adheren-cia al tratamiento (Hutt et al., 2008), y que debenrelacionarse con las necesidades del usuario. EnGipuzkoa la población residencial va aumentando sucarga sanitaria y su nivel de dependencia. La faltade camas de larga estancia en la red sanitaria hagenerado un desplazamiento de esta poblaciónhacia la red residencial, que está asumiendo condificultades una problemática creciente desde elpunto de vista sanitario.

La evaluación de deficiencias de ratios y el efectoque genera en la atención sanitaria y dispensaciónde cuidados han sido analizados en EE.UU. (Kim etal., 2009). A pesar del reciente fin del periodo de

implementación del catálogo de servicios en Gipuz-koa (31-XII-2009), comprobamos que el cumplimien-to de las ratios de profesionales, sobre todo en lasfiguras del médico y la fisioterapeuta, sigue siendoinsuficiente. Estas ratios, además, deben ser anali-zadas con precaución, debido a que en algunas resi-dencias hay un pequeño porcentaje de plazas priva-das que no están obligadas a cumplir unas ratiosmínimas y que imputan las ratios a las plazas con-certadas existentes, lo que puede desvirtuar el dato.El desvío de la ratio de profesionales de enfermeríapor encima de lo exigido puede explicarse por esto yporque la propia ratio de mínimos del catálogo deservicios ha resultado insuficiente para el cumpli-miento de las tareas de enfermera en la residenciasde ancianos de Gipuzkoa.

Otro aspecto que se ha de tener en cuenta es quelas tareas y funciones de la enfermera varían de unaresidencia a otra. En algunas se delegan, y en otras,no (Díaz González et al., 2000; Ruiz-Adame, 2009).En unas residencias se dispone de una plantilla mul-tidisciplinar (médico, trabajador social, psicólogo,fisioterapeuta), y en otras, no. En estas últimas, laenfermera asume un rol laboral más amplio, encometidos informativos y asistenciales que podríany deberían desarrollar otro perfil profesional. Tampo-co ayuda el escepticismo sobre el desarrollo tecno-lógico existente entre muchos profesionales de lageriatría (Rodríguez-Molinero y Escriche, 2009). Sor-prende la alta disponibilidad de ordenadores, quecontrasta con el bajo índice de satisfacción que tie-nen los profesionales sanitarios con los programasque tienen para la atención sanitaria y el seguimien-to de los residentes.

Debería crearse un marco adecuado para iniciar undebate abierto y realista sobre las funciones y tareasde la enfermera en el medio residencial, sobre lastareas delegables y no delegables y, sobre todo,para comprender y apoyar que el aporte principal dela enferma no es realizar en exclusiva una tarea uotra, sino aportar su conocimiento y su visión inte-gradora de las necesidades sanitarias y asistencia-les de los mayores.

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Tabla 9. Fortalezas y debilidades de las residencias, expresadas por las enfermeras entrevistadas*Fortalezas N % Debilidades N %Equipo de trabajo 32 60,3 Conflictos con auxiliares 30 56,6Ambiente interno 29 54,7 Formación insuficiente 25 47,1Espacios y ubicación 20 37,7 Organización interna 19 35,8Atención a residentes 17 32,0 Ratios suficientes 17 32,0Organización interna 12 22,6 Descoordinación interna 16 30,1Horario de trabajo 12 22,6 Falta profesionales sanitarios 13 24,5Reconocimiento profesional 6 11,3 Ambiente interno 12 22,6Formación continua 3 5,6 Habitaciones/espacios 11 20,7Condiciones económicas 2 3,7 Relación con Sanidad 10 18,8

Condiciones laborales 9 16,9

* Universo: 53 residencias.Fuente: Elaboración propia.

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La calidad de los cuidados en las residencias seintenta evaluar mediante factores estructurales,herramientas de seguimiento, exámenes longitudi-nales, intervenciones de enfermería e indicadoresde seguimiento (National Institute of Nursing Rese-arch, 2006). Sin embargo, existen diferencias entrelo que se consideran indicadores de buena calidaddel cuidado (Castle, 2001) que se orientan a aspec-tos clínicos (sondajes uretrales, úlceras por presión,trastornos de conducta activos) y las visiones geren-ciales de los sistemas de calidad, en las que no sesienten implicados muchos clínicos del área sanita-ria (Heras, Cilleruelo e Iradi, 2008). Es necesaria unamayor participación e implicación de los profesiona-les sanitarios de Gipuzkoa en los sistemas de cali-dad. La atención sanitaria y la dispensa de cuidadosdeben imbricarse en una calidad asistencial en laque crean los profesionales y de la que se benefi-cien los usuarios.

Acciones dirigidas a mejorar la comunicación inte-rresidencial permiten una mejor transmisión delconocimiento y un refuerzo del papel de algunosprofesionales que están actuando con cierto gradode aislamiento en el medio residencial (The PioneerNetwork, s/a). Seleccionar, consensuar y asegurarunos indicadores de calidad en las residenciasdebería ser un reto concebido con realismo y con elobjetivo de mejorar entre todos (Berg, 2002). Eneste sentido, la calidad asistencial debe apoyarse ytener como objetivo la calidad de vida de los resi-dentes, teniendo en cuenta que la propia institucio-nalización homogeneiza en cierta manera las necesi-dades, que no se diferencian según criterios deedad (Watt y Konnert, 2007). Los criterios de ingresoen residencias tienden a unificarse, respondiendo alas políticas sociosanitarias del país. En Gipuzkoa, laaplicación de la Ley de la Promoción de la Autono-mía y la Evaluación de la Dependencia está promo-viendo la institucionalización de mayores que tienenuna carga sanitaria y social conocida (trastornosconductuales, fragilidad y soledad, imposibilidadpara el autocuidado, patologías crónicas evoluciona-das, demencias avanzadas) [Belleau, 2007]. A pesarde que se está utilizando una versión del ResidentAssessment Instrument (RAI) para tramitar el ingresoen residencias, su aplicación no tiene una finalidadorientada al despliegue del plan de cuidados(Hawes et al. 1997), sino a la clasificación inicial delusuario, previa a su ingreso.

La morbilidad y la mortalidad constituyen los indica-dores básicos de la atención sanitaria. Para ello espreciso conocer qué problemas de salud existen y siel rango diagnóstico es adecuado (Holmes et al.,2008; Damián, Pastor-Barriuso y Valderama-Gama,2008). La esperanza de vida con o sin dependenciaes un indicador muy útil en la población anciana engeneral, como elemento de apoyo en la toma dedecisiones (Bermúdez y Guillén, 2008). Las interven-ciones orientadas a tratar los problemas de salud

tienen una premisa básica: que éstos se hayandetectado. En nuestro trabajo detectamos infradiag-nóstico, principalmente en demencia y depresión, y,derivado de ello, una calidad asistencial mejorable.

El estado de salud y lacapacidad funcional de laspersonas que viven en lasresidencias son loselementos básicos pararealizar un seguimiento de lapoblación institucionalizada yde la calidad de cuidadosdispensada

La valoración del riesgo nutricional es un objetivo enla atención de las personas mayores, tanto en elmedio domiciliario y residencial, como en el hospita-lario (Laforest et al., 2007). El bajo porcentaje deresidencias que declaran haber realizado una valora-ción nutricional de sus residentes nos indica que,bien por una insuficiencia de profesionales sanita-rios, bien por una dedicación de éstos a otras tare-as, no se está llevando a cabo una valoración básicaen el seguimiento a largo plazo de la poblacióngeriátrica. Otros problemas de salud, como el dolorcrónico, con repercusión directa tanto en el usuariocomo en el cuidador, no se han evaluado en este tra-bajo, pero tienen también un importante valor comoindicador de calidad asistencial (Blyth et al., 2008).

El estado de salud y la capacidad funcional de laspersonas que viven en las residencias son los ele-mentos básicos para realizar un seguimiento de lapoblación institucionalizada y de la calidad de cui-dados dispensada (Damián et al., 2004; Red2RedConsultores, 2009). Ésta debe correlacionarse con latasa de hospitalizaciones, la tasa de mortalidad y laedad media de fallecimiento. En relación a esto, sehan diseñado instrumentos para el seguimiento evo-lutivo de usuarios en residencias (Morris et al.,1990) que nos deberían permitir hacer un segui-miento más adecuado de las residencias y de supoblación, y detectar situaciones en las que se pro-duce una desviación de la media, para analizar lascircunstancias en las que ello sucede.

Nos ha sorprendido que, aunque la gran mayoría delos residentes fallecen en su propia residencia, aunen las residencias grandes puede haber cobertura deenfermería o no, y que ésta no se relaciona con laratio de enfermeras. Hay residencias con ratio alta de

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enfermeras que no tienen cobertura nocturna, y otrascon ratio baja (la mitad) que sí la tienen. La decisiónse toma de forma unilateral en cada residencia, yaque el catálogo de servicios de Gipuzkoa no regulaeste aspecto. Sería adecuado que lo hiciese.

La prescripción terapéutica de enfermería ha sidoaprobada en el Parlamento español el 22 diciembredel 2009. En las residencias de Gipuzkoa, ésta esuna realidad en la práctica habitual. Nos parece muyadecuado que se normalice por ley lo que se estárealizando en la práctica (Vilbrod y Douguet, 2007).

Un aspecto que no hemos encontrado en la coordi-nación sociosanitaria es el abordaje de la definicióndel material sanitario de control o intervención delque debe disponer una residencia de ancianos. Unavez definido, debería quedar claro y protocolizado aquién corresponde la responsabilidad de dispensa ocompra. Lo que resulta difícilmente comprensible esque en el siglo XXI y en Gipuzkoa, haya residenciasque nunca pesan a los residentes y que ni siquieradisponen de un peso.

La realización de informes y registros presentacarencias que deberían subsanarse, y creemos quesu mejora debería ir unida a un programa informáti-co que promoviera su realización conforme a unoscriterios de utilidad para el usuario y para el recep-tor de dicho informe.

El gasto en servicios sociales en Gipuzkoa es unapreocupación, por la tendencia al alza que se prevé

(Sanz y Zalakain, 2009). En estas estimaciones,debería tenerse muy en cuenta un cambio en la polí-tica global y local que tienda a minimizar las debili-dades que detectan las enfermeras de residencias ya aumentar las fortalezas. En este cambio, deberíaincluirse la mejora de la formación profesional deauxiliares/gerocultores, la promoción de la especia-lización de enfermeras en enfermeras geriátricas, lagarantía de la cobertura de ratios mínimas de todoslos profesionales y la mayor competitividad laboraldel sector residencial, con una mejora de condicio-nes laborales y una coordinación sociosanitaria efi-ciente, realista e integradora.

El futuro de la geriatría debe valorarse desde posi-ciones de fuerza, como especialidad joven y prome-tedora, con una concepción innovadora y holísticadel ser humano, una concepción interdisciplinar deltrabajo, un aseguramiento de la continuidad de cui-dados, un objetivo de mantenimiento y recuperaciónfuncional, y con ciertos pilares básicos en la aten-ción: seguridad, calidad asistencial, respeto y bioé-tica. La investigación en residencias debe promoverla innovación y, para que esto ocurra, la Administra-ción debe incentivarla (Michel y Cruz, 2009). La cali-dad asistencial (Schnelle, Osterweil y Simmons,2005; Dyck, 2005) en las residencias debe asentarseen la innovación y en la mejora continua, con planti-llas profesionales adecuadamente dimensionadas,con el apropiado nivel de formación y conocimientotécnico, con funciones bien definidas y con una posi-tiva percepción de la labor que realizan. Ése debeser el futuro.

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Este estudio tiene como objeto evaluar la eficacia deun programa de viviendas para adultos con discapa-cidad intelectual severa y pretende informar delcambio en la calidad de vida familiar y personal delas familias con algún miembro con discapacidadintelectual severa. Se ha llevado a cabo mediantecontacto directo con todas las familias que se hanincorporado en el programa de viviendas para adul-tos con discapacidad intelectual severa. Los resulta-dos muestran una mejoría tanto en la calidad devida familiar como en la personal. Dicha mejoría seaprecia en el adulto con discapacidad intelectualsevera y también en sus familiares. La evolución seha medido mediante un diseño pre-post. Los datosse han obtenido, por una parte, mediante entrevis-tas semiestructurada y, por otra, mediante un cues-tionario. Ambos instrumentos se han desarrolladocon base en el modelo de calidad de vida de Scha-lock y Verdugo (2003).

1. Introducción

En el ámbito de la discapacidad intelectual severa,y del autismo en particular, nos encontramos conun gran número de investigaciones sobre la condi-ción del autismo y un número más escaso sobre lasnecesidades de las personas con autismo (Tamarit,2006). Algunos planteamientos recientes puedenhacer variar esta situación. Por un lado, las organi-zaciones sociales a favor de las personas con disca-pacidad abogan por modelos en los que el centro loocupan las personas, y no su posible patología. Porotro, hay voces que apuntan a la necesaria reflexiónsobre el valor, como seres humanos completos, delas personas con discapacidad, portadoras de dere-chos y competencias, y no sólo exponentes de limi-taciones y deficiencias. En tercer lugar, también laciencia está desarrollando paradigmas que contem-plan a la persona con discapacidad en el centro, eninteracción permanente y significativa con su entor-no, y con competencias para la gestión de su propiodestino, para lo que dispone de los apoyos necesa-rios. Finalmente, el concepto de calidad de vida seestá configurando como un gran organizador de laspolíticas y movimientos sociales, y está teniendouna amplia repercusión en el mundo de la investi-gación.

Uno de los cambios de los últimos años ha sido elconsenso emergente de los elementos que constitu-yen las dimensiones centrales de una vida de cali-dad. Históricamente, los esfuerzos de los científicossociales por conceptuar las dimensiones de calidadde vida se han clasificado en las siguiente tres pers-pectivas: objetiva, subjetiva y bondad de ajuste. Losindicadores objetivos generalmente se refieren acondiciones externas. Estos indicadores puedendefinirse como datos normativos directos que facili-tan juicios concisos, comprensivos y equilibradossobre las condiciones de aspectos principales de lavida social o de cada uno. Los indicadores subjeti-

Análisis de la calidad de vida de lafamilia antes y después de la aperturade un servicio de vivienda por parte deGautena1

Juan Jose ArrospideDaniel HermosillaXabier San SebastianIñigo CalvoFélix YenesDpto. de Psicología Social y Metodología de las Ciencias del Comportamiento,Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

1 Este trabajo ha podido llevarse a cabo gracias a la colabora-ción entre Gautena-Asociación Guipuzcoana de Autismo y la Univer-sidad del País Vasco.

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vos, en cambio, se centran en las reacciones subjeti-vas de una persona ante las experiencias de la viday normalmente se miden desde una de estas dosperspectivas: bienestar psicológico o satisfacciónpersonal.

En la década pasada, se han realizado importantesesfuerzos para identificar las dimensiones centralesde la calidad de vida personal y familiar. Comodimensiones centrales de la calidad de vida perso-nal, se han considerado el bienestar emocional, lasrelaciones interpersonales, el bienestar material, eldesarrollo personal, el bienestar físico, la autode-terminación, la inclusión social y los derechos. Las dimensiones centrales de la calidad de vidacentrada en la familia, por su parte, se han definidocomo el bienestar emocional, la salud física, el bie-nestar económico, las relaciones o el funcionamien-to familiar, los apoyos, la productividad, la implica-ción en la comunidad, y el ocio y el tiempo libre.

Una vez consensuadas las dimensiones centrales decalidad de vida, será posible poner en práctica yevaluar el impacto de una serie de técnicas de mejo-ra de la calidad que reduzcan la discrepancia entrelas familias y sus entornos. Estos procesos estángenerando un cambio sustancial en los modos deentender y abordar las necesidades de las personascon discapacidades del desarrollo, tales como elautismo, y las de sus familias. Tradicionalmente, seve a la persona más como una patología que necesi-ta de los servicios profesionales, por separado, paraser curada, y no tanto como una persona íntegra connecesidades, deseos e intereses, más allá de lo quesupone la deficiencia que presente.

En una primera fase, los servicios se orientan a lacuración y requieren de instituciones, generalmenteen manos de profesionales singulares del ámbitosociosanitario, que atiendan a estas personas. Enuna segunda fase, se despliega la cultura de la inte-gración. Estos servicios están orientados a promoverlas habilidades de los usuarios, y su planificación ydesarrollo está generalmente en manos de un equi-po interdisciplinar, que toma decisiones por consen-so. La tercera fase se alcanza cuando los serviciosson inclusivos, son los de la comunidad, y los ciuda-danos con discapacidad que los utilizan tienen con-trol en su planificación y en las decisiones que lesafectan. En esta fase, el modelo orientador de lapráctica es el de calidad de vida, con especial énfa-sis en la autodeterminación individual y en la inclu-sión, y el paradigma es el de los apoyos.

En el momento actual, las prácticas profesionales ylas actitudes y valores culturales han de estar orien-tados hacia la persona con discapacidad como ciu-dadana con derechos, con poder de participación.En concreto, las prácticas profesionales han de teneren cuenta la voz de la propia persona, sus intereses

y deseos, sus derechos, considerando a la personapor encima de su patología. La participación de laspersonas con discapacidad intelectual severa, juntocon sus familias y otros grupos de interés, en la pla-nificación de las políticas sanitarias es algo que,afortunadamente, en algunos casos va siendo yauna realidad.

El modo en que la sociedad entiende las discapaci-dades es una construcción cultural. Las prácticas ylos servicios que genera la concepción actual estáncentrados en la persona, como ser humano total, conindependencia de su perfil de competencia y limita-ción. Desde este punto de vista, la clave de la inter-vención no es la discapacidad, sino el proyecto vitalde la persona con discapacidad. Las metodologíasque se agrupan bajo el denominador genérico de pla-nificación centrada en la persona apuntan a esteobjetivo finalista de apoyar a la persona, para que,desde su perspectiva, considerando sus deseos eintereses, y velando por su pleno desarrollo humano,pueda construir el futuro personal deseado.

The Council on Quality and Leadership in Supportsfor People with Disabilities, probablemente uno delos organismos de mayor prestigio en el campo delas discapacidades y con un planteamiento clara-mente centrado en las personas, propone la siguien-te categorización de los resultados, siendo todosellos relevantes para la persona:

• Resultados clínicos: centrados en la curación y lareducción de los síntomas.

• Resultados funcionales: se centran en el aumen-to de la conducta adaptativa necesaria para elfuncionamiento en el contexto y en la vida diaria.

• Resultados personales: centrados en los sueñosy prioridades de la persona, aquello que más leimporta para intentar lograr una vida plena (porejemplo, tener amistades, estar en un entornoamable y no amenazante). Estos resultados semiden en la persona en las diferentes situacio-nes de su vida.

Para indagar en los resultados, valorar las necesida-des y prioridades, y fomentar una mayor calidad devida, se necesita contar con la opinión de las perso-nas y de quienes tienen el mayor interés en ella. Lacalidad de vida no se impone con estándares, sefomenta llevando la propia persona el control, almenos parcialmente. Es necesario planificar la inter-vención pensando en las tres categorías de resulta-dos, pues del conjunto de ellos se deriva la mejoraen la calidad de vida de las personas. Sin embargo,en el campo de las discapacidades intelectualesseveras se ha desarrollado –más que en ningúnotro– la búsqueda de resultados de carácter clínicoy funcional, entendiendo que, por sí solos, esosresultados ya producirían mayor bienestar personal,

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siendo muy escasa la práctica que planifica la bús-queda activa e intencionada de resultados persona-les. Así pues, la educación de personas con discapa-cidad intelectual severa ha de centrarse en lapersona, y ha de desarrollar una planificación orien-tada a obtener resultados personales, funcionales yclínicos.

La calidad de vida es, en la actualidad, la gran orien-tadora de las políticas sociales y de la práctica. Elmodelo de calidad de vida asume, entre otros, lossiguientes principios esenciales:

• La calidad de vida para las personas con discapa-cidad se compone de los mismos factores y rela-ciones que para el resto de las personas.

• La calidad de vida mejora cuando las personasperciben que tienen poder para participar endecisiones que afectan a sus vidas.

• La calidad de vida aumenta mediante la acepta-ción y plena integración de la persona en sucomunidad.

Una persona experimenta calidad de vida cuando secumplen sus necesidades básicas y cuando tiene lasmismas oportunidades que el resto para perseguir ylograr metas en los contextos de vida principales,como son el hogar, la comunidad, la escuela y el tra-bajo.

En línea con la implementación de la concepción decalidad de vida expuesta previamente, se han venidodesarrollando programas de viviendas para adultoscon discapacidad intelectual severa. Los programasde viviendas para personas con discapacidad intelec-tual existen al menos desde hace dos siglos (Hilton,1987). Sin embargo, los primeros programas de abor-daje residencial diseñados específicamente paraadultos con discapacidad intelectual severa fuerondesarrollados en los años setenta y ochenta del siglopasado (CSAAC, 1995; Holmes, 1990; La Vigna, 1983;Van Bourgondien y Reichle, 1997). La mayoría de losprogramas enfatizan el uso de la educación especial,el desarrollo, y las técnicas conductuales para opti-mizar el desarrollo de nuevas destrezas y habilidadesen los residentes, que les permita un funcionamientomás independiente en la comunidad.

La investigación de la eficacia de estos modelos deabordaje residencial para personas con discapaci-dad intelectual es escasa. Unos pocos estudios handemostrado que destrezas específicas para la vidapueden ser aprendidas por adultos con discapaci-dad intelectual en contextos de viviendas protegidas(Smith y Belcher, 1985). Brown (1991) demuestracómo individualizando el esquema diario de unapersona con autismo, se impulsa su participación enactividades cotidianas y se reducen los cambios decomportamiento. Asimismo, se ha evidenciado que

el ejercicio físico reduce los problemas de conducta,y que el refuerzo de otras conductas reduce la fre-cuencia de las conductas agresivas en adultos condiscapacidad intelectual (Van Bourgondien, Reichley Schopler, 2003).

En la estrategia de impulso de la calidad de vida, seha desarrollado el programa de pisos de Gautenapara adultos con discapacidad intelectual severa.Las personas con trastornos del espectro autista(TEA) necesitan acceder, al igual que el resto de lapoblación, a una vivienda que les permita llevar unavida normalizada. Su diferencia estriba en que unagran mayoría requiere apoyos especiales, y así, con-seguir mantenerse en la comunidad durante todo suciclo vital. Las personas que creen que su familiarrequiere, o requerirá a corto o medio plazo, un servi-cio de este tipo, acuden al Servicio de Programas dela Diputación Foral de Gipuzkoa. El equipo de laDiputación decide, de acuerdo con Gautena, cuálesson los apoyos que cada persona necesita y autorizala solución indicada.

Desde Gautena, se va informando a las familiasacerca del servicio de vivienda en diferentesmomentos. Cuando cumplen 18 años, se les dainformación concreta de temas que son importantesde cara a la etapa adulta: incapacidad, futuro ocupa-cional, vivienda… Además, periódicamente (entrecinco y diez años) se realiza una jornada de puertasabiertas en la que se enseña a todas aquellas fami-lias que lo deseen el funcionamiento del servicio devivienda, visitando una de las viviendas de Gautena.

El hecho de que Gautena cuente con ocho unidadesde convivencia distribuidas en cinco viviendas facilitaque se puedan establecer diferentes grupos de con-vivencia. A la hora de abrir su última vivienda2, Goi-zalde, se ha querido hacer dos grupos lo más homo-géneos posibles. Esto ha supuesto que no todas laspersonas nuevas que han entrado en el servicio devivienda se han incorporado a ella. De las catorceplazas disponibles, ocho han sido ocupadas por nue-vos usuarios del servicio, y seis, por personas trasla-dadas desde otras viviendas, buscando en todomomento la mejor localización posible, según crite-rios de edad y necesidad de apoyo.

En todos los hogares de Gautena, sus inquilinossalen por la mañana y acuden a sus lugares de acti-vidad o trabajo, para volver al acabar su jornada. Seles apoya para que desarrollen, con el soporte delpersonal y de muchas otras personas de la comuni-dad, las facetas normales de una vida hogareña:hacer compras, cuidar la ropa y la casa, cocinar,relacionarse, escoger opciones, tener privacidad,disfrutar de sus intereses o del tiempo libre.

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La gran mayoría de las personas que viven en Goizal-de presentan una discapacidad intelectual severa,más o menos la tercera parte presenta autismo ytodos ellos tienen necesidades de apoyo generaliza-das. La mitad de los residentes presentan conductasheteroagresivas y una tercera parte, además, con-ductas autolesivas. En la vivienda de Goizalde hayuna distribución equitativa de hombres y mujeres. Encuanto a edad, hay diferencias significativas en lasdos unidades de Goizalde. En una de las plantas, laedad media es aproximadamente de 20 años, y en laotra, la edad media es de 35. El 90% de los residen-tes tiene tratamiento farmacológico; el seguimientode algunos se realiza fuera de Gautena (tratamientospara la epilepsia), y el del resto, desde Gautena.

Para el estudio del impacto del programa de vivien-das para adultos con discapacidad intelectual seve-ra, nos basamos en el modelo de calidad de vida deSchalock y Verdugo (2003), sintetizado en la figura 1.

2. Método

2.1. Meta, objetivos e hipótesis

El objetivo central del estudio es medir el grado enel que el programa fomenta una mejor calidad devida familiar, entendida ésta como la mejoría detodos sus miembros, tanto del adulto con discapaci-dad intelectual severa como del resto de los compo-nentes de la familia.

Las hipótesis del estudio son dos:

1. La calidad de vida familiar se verá mejorada por elprograma. Las familias informarán de una mejoraen las dimensiones del modelo de calidad de vidade Schalock y Verdugo (2003).

2. El comportamiento de las personas con discapaci-dad intelectual mejorará tras la incorporación alas viviendas de Gautena.

2.2. Población y muestra

El total de los adultos con discapacidad intelectualsevera que se han incorporado al programa deviviendas en esta fase ha sido de diez personas, y seha entrevistado a sus familias.

2.3. Instrumentos y procedimiento

A partir de las dimensiones del modelo de Schalocky Verdugo (Figura 1), hemos formulado los ítems quenos han permitido crear un cuestionario de 40 pre-guntas, formuladas de manera balanceada para elanálisis de la calidad de vida personal. El rango delcuestionario en todas sus preguntas va de ‘total-mente en desacuerdo’ (a) hasta ‘totalmente deacuerdo’ (d).

Por otro lado, y asimismo a partir del modelo deSchalock y Verdugo, se ha elaborado el guión de unaentrevista semiestructurada que contempla lasdimensiones de bienestar emocional, apoyos, rela-ciones y funcionamiento familiar, y recreo y ociopara analizar de esta forma la calidad de vida fami-liar. Además, se han añadido dos dimensiones máscon el objeto de obtener información de las expecta-tivas y de la situación actual del residente.

Una vez elaborados el guión de la entrevista y elcuestionario por parte del equipo investigador, Gautena citó en sus instalaciones a las familias para realizar la entrevista y administrar el cuestionario,tareas que también llevó cabo el mencionado equipo.

2.4. Diseño

Se ha adoptado un diseño pre-post, ya que lo quenos interesa conocer es la evolución del fenómenoque estudiamos. Hemos acudido a la población endos ocasiones con un intervalo de tres meses. Las

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Figura 1. Comparación de dimensiones de calidad de vida centrada en el individuo y la familia

Fuente: Schalock y Verdugo, 2003.

Bienestar emocional

Bienestar material

Bienestar físico

Inclusión social

Relaciones interpersonales

Desarrollo personal

Autodeterminación

Derechos

Centradas en la persona

Bienestar emocional

Salud física

Bienestar económico

Funcionamiento familiar

Apoyos

Productividad

Implicación en la comunidad

Ocio y tiempo libre

Centradas en la familia

Dimensiones de la calidad de vida

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familias han sido convocadas a dos reuniones conun miembro del equipo investigador en dos momen-tos puntuales, marzo y junio. En ambas ocasiones seha realizado una entrevista y se ha pasado un cues-tionario.

3. Análisis y resultados

3.1. Análisis de los datos obtenidos mediante cues-tionario

Para informarnos de los resultados proporcionadospor el cuestionario que recoge las dimensiones cen-tradas en la calidad de vida de la persona, nos fija-remos, por una parte, en los resultados obtenidosen las medias de los 40 ítems. Nos focalizaremostambién en las diferencias de los ítems en la situa-ción pre y post, aplicando la prueba de análisis noparamétrico U de Mann-Whitney para dos muestrasindependientes.

3.1.1. Resultados de las medias

Del total de 40 ítems del cuestionario, 32 presentanuna media superior en la segunda administración, siete presentan una media inferior y uno presenta lamisma puntuación en las dos administraciones. Ladiferencia entre los resultados de ambas administra-ciones es estadísticamente significativa en el ítem‘amistad 2’ (‘Es más fácil mantener amistades’),mientras que es tendencial en los ítems ‘intimidad’(‘Resulta más fácil tener tiempo/espacio de intimi-dad’), ‘habilidades’ (‘Tengo las suficientes oportuni-dades para poder desarrollar aquellas habilidades

necesarias’), ‘decisión’ (‘Me siento libre a la hora detomar decisiones’) y ‘trabajo 1’ (‘Me encuentro segu-ro/a en mi puesto de trabajo’).

Como conclusión, podemos señalar que la percep-ción de la calidad de vida es notablemente mayor enla segunda administración que en la primera, y demanera destacada en los siguientes aspectos: man-tener relaciones sociales, disponer de tiempo, tomardecisiones y en la opcionalidad ante el trabajo.

3.1.2. Resultados de las dimensiones. Rangos

Por otra parte, analizaremos los resultados corres-pondientes a las dimensiones de Schalock y Verdu-go, que se muestran en la Tabla 1, donde tenemoslos resultados de la prueba de Mann-Whitney, consu correspondiente asignación de rangos.

Los resultados muestran diferencias importantes enlos rangos atribuidos por la prueba en todas lasdimensiones del modelo de Schalock y Verdugosobre calidad de vida de las personas. En todos loscasos, la situación post obtiene resultados máspositivos que la situación pre. Es decir, que lasdimensiones bienestar emocional, relaciones inter-personales, bienestar material, desarrollo personal,bienestar físico, autodeterminación, inclusión socialy derechos son percibidas mejor en la segundaadministración que en la primera, al igual que des-cubrimos en el análisis de ítems.

Destacan las diferencias en las dimensiones autode-terminación e inclusión social, ya que son estadísti-camente significativas. Era previsible que, dentro de

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Tabla 1. Prueba U de Mann-WhitneyDimensiones Administración N Rango promedio Suma de rangosBienestar emocional pre 14 11,00 154,00

post 9 13,56 122,00total 23 – –

Relaciones interpersonales pre 14 10,46 146,50post 9 14,39 129,50total 23 – –

Bienestar material pre 11 8,50 93,50post 7 11,07 77,50total 18 – –

Desarrollo personal pre 14 10,25 143,50post 8 13,69 109,50total 22 – –

Bienestar físico pre 14 10,25 143,50post 8 13,69 109,50total 22 – –

Autodeterminación pre 14 9,11 127,50post 8 15,69 125,50total 22 – –

Inclusión social pre 11 7,55 83,00post 7 12,57 88,00total 18 – –

Derechos pre 14 10,36 145,00post 9 14,56 131,00total 23 – –

Fuente: Elaboración propia.

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las dimensiones de calidad de vida personal másobjetivas, no hubiera diferencias estadísticamentesignificativas, ya que es difícil imaginar que en tancorto periodo de tiempo (tres meses) pueda habervariaciones notorias en dimensiones como relacio-nes interpersonales, bienestar material, desarrollopersonal bienestar físico o en derechos, que consti-tuyen el núcleo de la representación social que sedenomina calidad de vida personal. Donde sí seobservan cambios estadísticamente significativos esen dimensiones como autodeterminación e inclusiónsocial, ya que constituyen elementos más subjetivosy, a la vez, forman parte de la periferia de la repre-sentación social. Aun y todo, apreciamos que larepresentación en su totalidad ha variado, tanto enla parte más central como en la periférica, aunquesólo sea esta última la que presenta un cambio sig-nificativo.

3.2. Análisis de los datos obtenidos mediante entre-vista

Para examinar la información obtenida medianteentrevistas, se ha realizado un análisis de contenido(Sierra Bravo, 1985). El objetivo de esta metodologíaconsiste en observar y reconocer el significado delos elementos que forman los documentos creados apartir de las entrevistas, y en clasificarlos adecuada-mente para su estudio y explicación posteriores.

3.2.1. Codificación de las unidades de información(respuestas)

La codificación de las unidades de información fuerealizada por dos jueces de manera independiente.A partir de la trascripción literal de las entrevistas ytomando como referencia la totalidad de las cuatrodimensiones de Shalock y Verdugo, y de las dosincorporadas por el equipo de investigación, se fue-ron identificando las respuestas correspondientes acada una de las dimensiones. Esta labor la hizo cadaentrevistador sobre las entrevistas realizadas porotro entrevistador, y no sobre las suyas. Una vezidentificadas las dimensiones y subdimensionespresentes en cada entrevista mediante unidades deinformación, se elaboró una tabla en la que se distri-buyeron las unidades de información según cadadimensión, subdimensión y situación pre-post delregistro de datos. En total, fueron identificadas untotal de 169 unidades de información en las 18entrevistas realizadas.

En la codificación, se estableció como criterio paraevaluar cada unidad de información estimar la medi-da del nivel de presencia de cada subdimensiónmediante el siguiente baremo: 0 = no ofrece infor-mación; 1 = no se da; 2 = se da en alguna medida; 3 = se da en gran medida. Para estimar la fiabilidaddel proceso de codificación, se calculó el grado de

acuerdo interjueces mediante el coeficiente kappade Cohen (Tabla 2).

Tabla 2. Índice kappa de las dimensiones de calidad de vidafamiliarDimensiones p k1. Bienestar emocional 0,000 0,7692. Apoyos 0,000 0,6853. Relaciones y funcionamiento familiar 0,000 0,4924. Recreo y ocio 0,000 0,6425. Expectativas 0,000 0,6226. Situación actual del residente 0,000 0,100

Fuente: Elaboración propia.

En la mayor parte de los contextos (Landis y Hoch,1977), valores por encima de 0,75 suelen reflejar unacuerdo excelente; valores entre 0,40 y 0,75, unbuen acuerdo; y valores por debajo de 0,40, unacuerdo más bien pobre. En nuestra investigación,se da un nivel de acuerdo bueno en cuatro de lasdimensiones (superándose el valor 0,60 en tres deellas) y un nivel de acuerdo excelente en dos deellas (en una, el acuerdo es total).

3.2.2. Análisis de contenido de las entrevistas:resultados

El análisis de contenido de las entrevistas tuvo comoobjetivo analizar de forma descriptiva las unidadesde información identificadas, obteniendo para elloel cálculo de las medias ponderadas por número derespuestas. La ponderación es el resultado de divi-dir la puntuación total asignada a una categoría porel número de frases en esa categoría. De formageneral, al analizar los resultados (Tabla 3) por cadasubdimensión se observó que, en la situación post(medición a los tres meses del inicio del programa),las medidas fueron más altas en todas las subdi-mensiones.

En la situación anterior a la incorporación del hijo ola hija a la vivienda, observamos en las medias pon-deradas (situación pre, Tabla 3) una baja puntuaciónen las dos subdimensiones de bienestar emocional(flexibilidad para realizar actividades fuera de casasin planificación, y tiempo personal), en apoyosocial (apoyos), en tiempo para la pareja, en el abor-daje de las diferencias y toma de decisiones (relacio-nes familiares y funcionamiento familiar), en activi-dades de recreo, en expectativas sobre el hijo(adaptación) y propias, y sobre los efectos del pro-grama en la mejora en diferentes aspectos del resi-dente (situación actual). Es decir, en 10 (66,6%) delas 15 subdimensiones, las puntuaciones indicanausencia, o casi ausencia, de la característica inclui-da en cada subdimensión. Sin embargo, en 12 se daun incremento relevante en la situación post (enotras tres, el incremento es menor).

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Tabla 3. Calidad de vida familiarDimensión Subdimensión Situación pre Situación post pBienestar emocional flexibilidad 1,28 3,00 0,03

tiempo personal 1,33 2,62Apoyos apoyo mutuo 2,22 –

apoyo social 1,80 3,00Relaciones familiares y comunicación 2,25 2,50 0,02funcionamiento familiar aceptación 2,25 3,00

tiempo juntos 1,71 2,80relaciones familiares 1,83 3,00

roles 1,28 1,33Recreo y ocio aficiones 3,00 – 0,00

actividades recreo 1,71 2,75Expectativas expectativas piso 2,25 2,75 0,00

expectativas hijo/a 1,77 2,85expectativas propias 1,80 2,85

Situación residente situación actual del residente 1,66 2,66

Fuente: Elaboración propia.

Fuente: Elaboración propia.

Gráfico 1. Medidas ponderadas de las dimensiones de calidad de vida familiar

Pre

Post

Flexibilidad

Tiempo personal

Apoyo mutuo

Apoyo social

Comunicación

Aceptación

Tiempo juntos

Relaciones familiares

Roles

Aficiones

Actividades de recreo

Expectativas piso

Expectativas hijo/a

Expectativas propias

Situación actual del residente

0,0 0,5 1,0 1,5 2,0 3,52,5 3,0

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Una vez observados los resultados, es necesariohacer una serie de puntualizaciones sobre tres subdi-mensiones. En primer lugar, en la diferencia pre-posten apoyo social, tenemos que considerar que, para lamayoría de las familias, el único apoyo socioinstitu-cional previo a la incorporación del familiar al progra-ma de vivienda ha sido Gautena (situación pre: 1,80)y que aunque lo sigue siendo en la situación post, laconsideración positiva hacia el apoyo recibido deGautena a través del programa es notoria (situaciónpost: 3). Por otro lado, en la subdimensión aficioneshay que destacar que las familias expresan sus aficio-nes en la situación pre (en la primera entrevista,antes del inicio del programa), no habiéndose inte-rrogado por este aspecto en la segunda administra-ción del cuestionario; es por ello por lo que no apare-ce ninguna puntuación en la situación post. Porúltimo, en lo referente a las expectativas sobre el hijoo la hija, hay que tener en cuenta que éstas se expre-san en términos relativos a dudas sobre su futuro,evolución general, integración y salud.

A pesar de que el incremento de la situación pre a lasituación post se da en todas las subdimensiones,hay dos en las cuales la diferencia es mínima. En lasubdimensión roles de ser padres (división de tare-as) el incremento es de 0,05, es decir, prácticamentese repite la puntuación. Ello es debido a que no hahabido apenas reorganización en la división de tare-as en el periodo entre la situación pre y post. La otrasubdimensión sin apenas incrementos es en comu-nicación. En relación a esta última, hay que mencio-nar que, en la situación post, uno de los temas cen-trales de conversación es el hijo o la hija que se haincorporado a la vivienda (motivado tanto por lasexpectativas de adaptación como por el hecho de laseparación), mientras en la situación pre la centrali-dad de la comunicación estaba más relacionada conlos cuidados y la atención.

Donde sí encontramos diferencias importantes entrelas situaciones pre-post es en las subdimensionesvinculadas a la recuperación de tiempo para unomismo (tiempo personal), ya que el servicio de vivien-da favorece una mayor flexibilidad a la hora de reali-zar actividades fuera de casa, estar juntos con mássosiego y tranquilidad –aunque sea en casa– o descansar. También parece que esta nueva situaciónde más tranquilidad permite un mejor abordaje de lasdiferencias y del logro de consenso ante diferentestemas o situaciones (relaciones familiares). Lasexpectativas sobre el piso, aun siendo buenas en lasituación pre, han mejorado después de tres meses.También ha habido cumplimiento de las expectativasde adaptación de los hijos o las hijas al piso y, enconsecuencia, las expectativas a los tres meses tam-bién son mejores. Las posibilidades individuales y depareja ante la nueva situación han generado igual-mente un importante incremento de las expectativaspropias. Finalmente, en la situación actual se observaun aumento en la puntuación, asociada con cambios

emocionales, de relación y comportamiento en el hijoo la hija no esperados antes del inicio del programa.El efecto de evolución y adaptación a la vivienda enlos tres meses ha transcurrido desde la expresión deagresividad o rechazo al inicio, hasta la creciente inte-gración, reflejada tanto en el deseo de ir a la viviendaal terminar el fin de semana como en el buen estadode los hijos o las hijas que constatan los padres.

3.2.3. Análisis comparativo de la tipología y conteni-do de las unidades de información en las situacio-nes pre-post

En este apartado reflejamos las variaciones registra-das entre las situaciones pre-post en relación al con-tenido de las unidades de información en cada sub-dimensión.

3.2.3.1. Bienestar emocional

a) Flexibilidad

Por un lado, las familias apuntan de forma clara lafalta de flexibilidad para hacer actividades fuera decasa sin planificación, afirmando que la mayoría deactividades externas, en el caso de realizarlas, lasllevan acabo con el hijo o la hija con discapacidad,lo que limita, por lo tanto, el abanico de actividadesa las opciones que facilite el nivel, grado o intensi-dad de discapacidad del hijo o la hija. En este senti-do, a mayor edad de éste/a, se reducen las posibili-dades de realizar actividades externas, ya sean cono sin planificación, debido a los mayores esfuerzosque las familias deben realizar en el ámbito de con-trol. Así, en la situación pre aluden a que todo lo tie-nen que hacer con el hijo o la hija, a que todo tieneque estar planificado, a que no tienen libertad. Sinembargo, en la situación post manifiestan una claraapertura en este ámbito, expresando una mayor fle-xibilidad para realizar actividades externas, parahacer lo que quieran, sobre todo entre semana.

Una vez incorporado el hijo o la hija a la vivienda, lasfamilias manifiestan abiertamente el sentimiento detener más libertad, la posibilidad de salir más queantes, además, para hacer cosas que antes no podíanhacer o, sencillamente, para hacer lo que quieran.Con esto aparece asociada una sensación de bienes-tar relacionada con el nivel de tranquilidad y sosiegoalcanzados en las familias tras iniciarse el programa.En cuanto a las actividades externas realizadas en finde semana, es decir, cuando el hijo o la hija vuelve asu casa, cambian de cualidad, debido a que el menortiempo compartido se vive con más intensidad y serodea de una mayor sensación placentera familiar.

b) Tiempo personal

Los cuidados y atención hacia el hijo derivan en unafalta de tiempo en todos los miembros de la familia

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para cuestiones personales de todo tipo, desdedesarrollar proyectos, llevar a la práctica aficiones oatender a otros hijos, hijas o familiares, hasta cues-tiones más simples, como organizar el desplaza-miento al trabajo, hacer compras con relativa tran-quilidad, ir a tomar un café o dar un paseo, dormirpor la noche o tomar pequeños descansos. En gene-ral, las familias responden de forma contundente aesta cuestión, indicando que no tienen tiempo paraellas, que pasan todo el tiempo con los hijos o lashijas, y en actitud vigilante (con la tensión añadidaque supone esta necesidad de control), llegando acalificar esta situación como un “sinvivir”.

En contraste con esta situación, en la entrevista rea-lizada a los tres meses se constata en los testimo-nios de las familias, y de forma generalizada, quetienen más tiempo libre, viven más relajadas, sinobligaciones, con más energía e incluso que duer-men mejor. Es destacable el valor otorgado al hechode disponer de tiempo libre. Así, adquieren un granvalor actividades que para otras personas seríansencillas, como pasear, tomar un café o ir al trabajoen bicicleta. Analizando el contenido de las entrevis-tas, observamos que el tiempo propio recuperadocomo consecuencia del programa tiene, como prime-ra incidencia, una mejora en el estado de salud, porhaberse reducido la tensión derivada del cuidado yla asistencia.

3.2.3.2. Apoyo mutuo y de agentes externos a lafamilia

a) Apoyo entre miembros de la familia

Destaca el alto nivel de afrontamiento de la situa-ción de las familias, que actúan bajo un criterio deunidad y de ‘ir hacia delante’, demostrando un altísi-mo grado de madurez y de complicidad a favor de lafamilia en su conjunto. Sin embargo, este cierre defilas en torno a la enfermedad no ha revertido entodas las familias en un reparto de tareas equilibra-do. En muchos casos, quien ha asumido la respon-sabilidad de los cuidados y la atención hacia el hijoo la hija ha sido la madre. En algunos casos, inclu-so, y tras largos análisis, pero con un consenso finalen la toma de decisiones, la madre ha dejado suactividad laboral con el fin de asegurar un nivel deatención adecuado. Por esto, a la problemática fami-liar de la enfermedad del hijo o la hija, habría queañadir otros factores de organización familiar (quedependen de factores no ligados al hecho de queexista una determinada discapacidad en uno de losmiembros de la familia), que, sin embargo, segúnlos resultados de las entrevistas, no han hipotecadola posibilidad de mostrar apoyo mutuo e incondicio-nal en diferentes planos (instrumental y afectivo,demandados ambos como necesarios para facilitaruna organización familiar compleja y llena de dificul-tades). Según parece, la demanda de apoyo afectivomutuo se presenta más necesaria al principio, cuan-

do los hijos son pequeños, siendo la demanda deapoyo instrumental más reconocida a medida sehacen mayores.

Una vez transcurridos tres meses, no se aprecianmodificaciones en el apoyo entre miembros de lafamilia. Parece prevalecer la necesidad de sentir quese tiene tiempo personal, y se modifican, en todocaso, las actividades que se realizan en el tiempoque pasan juntos, así como las que se llevan a caboindividualmente y en pareja. También hay que teneren cuenta el fenómeno de adaptación, según el cuallos patrones de apoyo afectivo e instrumental adqui-ridos durante muchos años han seguido funcionan-do igualmente en estos tres meses. Por último, elefecto del apoyo afectivo mutuo parece verse afecta-do por un desplazamiento hacia el estado de satis-facción del hijo o la hija en la vivienda, de tal formaque una buena adaptación al programa revierte enun mejor rapport entre los padres.

b) Apoyo de la red socioinstitucional

Tal y como ya apuntábamos al inicio del análisis deresultados, en la diferencia pre-post en apoyo socialtenemos que considerar que, para la mayoría de lasfamilias, aunque haya habido apoyo parcial de lafamilia extensa, o muy puntual por parte de amigos,el único apoyo socioinstitucional previo a la incorpo-ración del familiar al programa de vivienda ha sidoGautena (programas de viviendas y respiro, centrosde día, apoyo en momentos puntuales, asesora-miento) y que, aunque lo sigue siendo en la situa-ción post, la consideración positiva hacia el apoyorecibido de Gautena a través del programa se havisto considerablemente reforzada.

3.2.3.3. Relaciones y funcionamiento familiar

a) Comunicación

Es común al conjunto de familias la centralidad quela situación del hijo o la hija con discapacidad ocupaentre los temas de conversación habituales. La disca-pacidad –en función del grado de autonomía de lapersona afectada– hace que en el día a día se tenganque atender numerosos aspectos relacionados conlos cuidados, y que queden desplazados otros que-haceres. Por ello, es normal escuchar por parte delas familias que “no tienen temas de conversación” oque el hijo o la hija “siempre está presente entodos”. Relacionado con esto, es muy importante elvalor que las familias otorgan a la comunicación dela pareja hacia el hijo o la hija, que adquiere un pesomuy importante, por ejemplo, en la educación, en elesfuerzo por conocer su estado emocional, o ensaber cómo se adapta a la vivienda y cómo evolucio-na afectivamente en esta situación de cambio. Esteúltimo aspecto sería uno de los factores que explicanla centralidad del hijo o la hija en la comunicación dela vida familiar; hay una enorme inversión de esfuer-

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zos e implicación en lograr un nivel de comunicaciónadecuado o suficiente. En cuanto a la variación en elcontenido de la comunicación a los tres meses, lasfamilias reconocen que los temas de conversaciónson más variados y que también hablan más.

b) Aceptación

Las familias acaban aceptando la situación de tenerun miembro en la familia con discapacidad intelec-tual severa, pese al gran esfuerzo que supone. Reco-nocen, con un extraordinario grado de madurez, que“cuesta mucho afrontarlo”, que lo aceptan pero que“es un mazazo”, y que es algo “para toda la vida”.La aceptación de la enfermedad antes del programade vivienda se convierte, después de tres meses, enaceptación de la nueva situación, es decir, del nuevotiempo individual, familiar o de pareja, pero tambiénde la opción de que su hijo o hija pueda desarrollaruna vida propia a través del programa de vivienda.De las variaciones registradas tras la puesta en mar-cha del programa, son ilustrativas las siguientesafirmaciones en torno a la aceptación: “yo ahoracreo que estoy remontando un poco”, “yo estoy muytranquilo”, “me acuerdo de él, pero muy tranquilo”.

c) Tiempo juntos

Tener un familiar con discapacidad obliga a organi-zarse, prever y planificar los tiempos de atención ycuidados, y deja escaso margen para la convivencia,por ejemplo, en pareja. La actividad laboral de uno oalgunos miembros de la familia y las labores deatención al hijo o la hija discapacitado hacen quelos tiempos que se comparten se den al terminar lajornada, cuando la sensación de cansancio es alta omuy alta, y que disminuya la calidad del tiempocompartido por la situación de vigilancia permanen-te. En el fin de semana, debido a la presencia delhijo en el hogar familiar, el tiempo compartidoacoge a toda la familia, lo que dificulta cualquieractividad que quede al margen de los cuidados, lavigilancia, o la atención al hijo o la hija. En la entre-vista a los tres meses del inicio del programa, seconstata una recuperación de la vida en pareja y sehace hincapié en la sustancial mejoría del ambienteen casa, al menos entre semana.

d) Relaciones familiares

La toma de decisiones, que en ocasiones son degran calado, ha requerido largos periodos de análi-sis en los que, en todo momento, las familias hanbuscado lo mejor para el hijo o la hija. En ocasiones,esto ha supuesto llegar a acuerdos, resolviendodiferencias, hasta el punto de renunciar a un proyec-to personal/laboral de por vida; en otros, cambiarde residencia, dejando atrás amistades, un trabajo ouna serie de comodidades; o incluso viajar por dife-rentes países buscando la mejor de las circunstan-cias o los servicios médicos adecuados. Las familiashan llegado a resolver situaciones en las que uno de

los miembros ha llegado a asumir roles familiarespara los que no estaba preparado o que, sencilla-mente, no compartía. Constatamos que, tras estasdecisiones, diferencias y situaciones duras, estosconflictos, este riesgo, hay un altísimo nivel deimplicación y de generosidad hacia los hijos o lashijas, y que en estas familias se alcanza una calidadhumana difícilmente comparable. En general, a lostres meses de iniciado el programa de vivienda, enalgunas se indica que es la madre la que se sientemás relajada, pero en todas se apunta que no haytanta crispación como había antes y que, por lotanto, el ambiente es mucho más relajado.

e) Roles parentales

En este aspecto, apreciamos claramente en casitodos los casos cómo la madre (o la hermana o elhermano mayor en ausencia de aquélla, o en fami-lias monoparentales por separación o divorcio) esquien asume las tareas domésticas y de cuidado concierta rigidez. En los testimonios encontramos al ini-cio del programa que “toda la responsabilidad recaeen la madre”. Sin embargo, en la entrevista realiza-da a los tres meses no ha habido variaciones sus-tanciales. Es decir, se constata que la persona queasume mayormente la atención al hijo o la hija y lastareas domésticas tiene una mayor sensación delibertad, pero sigue sintiendo esa responsabilidadhacia aquél o aquélla, incluso afirman que “quierenseguir sintiendo esa responsabilidad” como unnexo. Desaparece la carga derivada de la rígida divi-sión de tareas, pero sin que lo haga la sensación deresponsabilidad, que aparece ahora bajo la impre-sión de responsabilidad compartida.

3.2.3.4. Recreo y ocio

a) Aficiones

Cuando los hijos o las hijas eran más pequeños, y porlo tanto, su control físico era relativamente más fácil,en muchos casos las familias llegaron a desarrollaractividades como viajar, ir al monte o esquiar. Sinembargo, las familias otorgan un extraordinario valora actividades cotidianas –pequeñas aficiones o actividades de recreo u ocio– que tampoco puedendesarrollar y que están al alcance de cualquier perso-na en una situación familiar ‘normal’, como puedenser dar un paseo, ir al cine o estar con los amigos.

b) Actividades de recreo

Observamos cómo las familias han evolucionado entres meses de estar habituadas a no poder hacergrandes cosas, o prácticamente nada, hasta constatarque ahora tienen, por lo menos, la posibilidad dehacer algo. Esta “opción de hacer” es el logro princi-pal a los tres meses. Tenemos que considerar a esterespecto que los procesos de cambio de hábitos sonlentos. Podemos afirmar que, antes del programa, lasfamilias realizaban aquellas actividades de recreo en

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las que el hijo o la hija podía participar, limitándosecasi en exclusiva a ellas, o rechazando hacer algo por-que siempre estaba él/ella. Después del programa, se constata la recuperación de actividades que sehabían perdido, y, sobre todo, la oportunidad dehacer cosas que antes no podían. No obstante, lasactividades que han recuperado o que han empezadoa hacer van acompañadas de una mezcla de sensacio-nes que van desde la extrañeza por poder hacerlohasta una tremenda emoción e ilusión por poderhacerlo, aunque sean cosas normales, como tomar uncafé sin prisa, pasear, o ir al cine a ver una película.

3.2.3.5. Expectativas

En esta dimensión, según el tipo de respuestasobtenidas hemos podido diferenciar entre expectati-vas sobre la vivienda, el hijo o la hija en la nuevasituación y sobre las propias expectativas de lapareja o familia, tanto antes del inicio del programacomo a los tres meses. De forma general, las fami-lias expresaban al principio temor a la respuesta ini-cial del hijo hacia la vivienda (más y diferentes acti-vidades, nuevo espacio y ubicación, nuevasrelaciones, asistencia y relaciones con los cuidado-res). A los tres meses, sin embargo, expresaban deforma unánime e inequívoca la enorme satisfacciónpor el paso dado. En relación al hijo o la hija, mos-traban al inicio la preocupación sobre su futuro, suevolución global, su capacidad de integración ysalud, su ajuste emocional y sobre la distancia res-pecto a la familia. A los tres meses, se mostrabanconvencidos de que era la mejor forma de encauzarsu futuro, de ofrecerle un futuro.

3.2.3.6. Situación actual del familiar residente en lavivienda

En este último punto, recogemos los efectos que lavivienda ha tenido en diferentes aspectos de lanueva vida de sus hijos y que, de forma clara, cons-tatan, no sin sorpresa, sus respectivas familias. Laadaptación, los ajustes necesarios, la importanciade la comunicación para facilitar el ajuste de lasfamilias y los hijos o las hijas residentes no han sidoobstáculo para que se observe una mejora generali-zada e inesperada. En definitiva, de la agresividad oel rechazo inicial se ha transitado hacia un estadopositivo, han ido apareciendo cambios y mejoras deforma paulatina, y los hijos o las hijas transmitenprogresivamente el deseo de ir a la vivienda, que seconvierte cada vez más en su lugar de referencia, alque van contentos y a gusto.

3.2.4. Resultados complementarios de lasentrevistas

Las entrevistas han estado muy cargadas en el planoemocional. El tono emocional ha seguido dos ten-

dencias. En una, la emoción ha sido de clara libera-ción y alegría íntima. Esta emoción ha sido compar-tida por todas las familias, al ver un buen resultadodel programa. En varias de las entrevistas, en cam-bio, las familias han mostrado vivencias y aspectosque hacen referencia, o son atribuibles, a sentimien-tos de pérdida de la anterior situación de estabili-dad, lograda con mucho esfuerzo y tiempo; una pér-dida que no se traduce claramente en palabras, peroque se muestra como un sentimiento o emoción queinvade. También aparecen elementos atribuibles a laculpa: culpa de abandonar al hijo o la hija y dejar sucuidado a una institución, culpa de no ser capacesde hacerse cargo del familiar con trastornos delespectro autista. Podría ser comprendido como unaherida narcisista, sobre todo, en el caso de algunosprogenitores masculinos. En suma, parece manifes-tarse una situación de duelo, algo previsible, aun-que lo más importante es su gestión.

Al margen de la conclusiones derivadas del estudiode las cuatro dimensiones de Schalock y Verdugo(bienestar emocional, apoyos, relaciones y funciona-miento familiar, y recreo y ocio), el análisis de lasdos dimensiones incorporadas por el equipo investi-gador (expectativas y situación del residente) nos hapermitido identificar con claridad la presencia delfenómeno de duelo por la separación entre la familiay el familiar con discapacidad que se incorpora alprograma residencial.

4. Conclusiones y discusión

Observando las puntuaciones de los ítems de loscuestionarios, nos damos cuenta de que son másaltas en la segunda administración, por lo que con-cluimos que la percepción de la calidad de vida per-sonal es mayor a los tres meses, y por tanto, el pro-grama de viviendas ha sido positivo y satisfactorio.Los ítems de contenido subjetivo, ‘autodetermina-ción’ e ‘inclusión social’, han tenido una mayor ymás significativa evolución positiva, a diferencia delos aspectos más objetivos, como ‘bienestar mate-rial’, ‘bienestar físico’ y ‘derechos’, los cuales nomuestran incremento significativo.

Vemos que en todas las dimensiones de Schalock yVerdugo ha habido una evolución positiva, en espe-cial en ‘autodeterminación’ e ‘inclusión social’. Porlo tanto, las familias presentan, como efecto del pro-grama, una mayor autonomía para elegir y tomardecisiones, bajo una perspectiva de mayor controlpersonal y una mayor orientación hacia metas per-sonales. Asimismo, podemos indicar que los con-ceptos mencionados previamente (dimensión deautodeterminación) derivan hacia una mayor inclu-sión social, que comprende mayor aceptación yapoyo por parte del medio social y de trabajo, y unamayor integración comunitaria. En suma, considera-mos que estos resultados muestran la evolución

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positiva en la percepción de la calidad de vida per-sonal, a partir del programa de viviendas.

A continuación, atendiendo a las conclusiones de lacalidad de vida familiar, los resultados del análisisde contenido, resumidos en la Tabla 3, nos muestranque tanto en las cuatro dimensiones de Schalock yVerdugo como en las que hemos añadido en torno alas expectativas y a la situación del residente, la per-cepción de la calidad de vida familiar es mejor a par-tir del programa de vivienda. El bienestar emocionalha mejorado significativamente, ya que las familiashan expresado una mayor flexibilidad para realizaractividades externas, y se ha constatado que tienenmás tiempo libre, viven más relajadas, con másenergía y que pueden descansar mejor (con la consi-guiente mejoría de su salud general); se valora deforma especial el hecho de disponer de tiempo libre.En relación a los apoyos, apreciamos que, fruto delfenómeno de adaptación, los patrones de apoyoafectivo e instrumental dentro de la familia, adquiri-dos durante muchos años, han seguido funcionandoigualmente durante esta fase inicial del programa devivienda. En cuanto al apoyo de la red socioinstitu-cional, el estudio confirma que el único apoyo recibi-do por las familias ha sido el de Gautena, cuya valo-ración se ha visto incrementada considerablementea los tres meses del inicio del programa.

Las relaciones familiares y el funcionamiento fami-liar, por su parte, han mejorado significativamenteen todas sus subdimensiones (comunicación, acep-tación, tiempo juntos, relaciones familiares y rolesde ser padres). La centralidad de la situación delhijo o la hija con discapacidad en la comunicaciónfamiliar ha dado paso a una mayor variedad en lostemas de conversación. Constatar que se encuentrabien en la vivienda ha permitido liberar tensión enlas familias, lo cual ha facilitado la comunicación.Las familias, en general, aceptan de buen grado lanueva situación, el nuevo tiempo individual, familiaro de pareja, y, sobre todo, la posibilidad de que suhijo o hija pueda desarrollar una vida propia a travésdel programa de vivienda. Fruto de la puesta en mar-cha del programa, la mejoría del ambiente en casapara las familias durante la semana hace que eltiempo compartido con el hijo discapacitado duranteel fin de semana mejore, y se llene con más energíae ilusión para aprovecharlo mejor.

Después del inicio del programa, en el ámbito de‘recreo y ocio’ hemos podido constatar la recupera-ción de actividades que se habían perdido, y sobretodo, que las familias valoran enormemente la opor-tunidad de hacer cosas que antes no podían. Por loque se refiere a las expectativas, han pasado debuenas a mejores en estos tres aspectos: vivienda,adaptación del hijo o la hija a la vivienda, y expecta-tivas familiares. Las familias se muestran satisfe-chas por el paso dado, convencidas de que es la

mejor forma de encauzar el futuro del familiar disca-pacitado y de que, a pesar del esfuerzo que realizanpara adaptarse a la nueva situación, ven que susexpectativas se van cumpliendo paulatinamente. Porúltimo, en cuanto a la situación del residente, lasdificultades iniciales de adaptación a la vivienda porparte de los familiares discapacitados han dadopaso a un estado positivo, acompañado de cambiosy mejoras de forma progresiva, hasta el punto deque trasmiten su deseo de ir a la vivienda, que seconvierte cada vez más en su lugar de referencia.

Vistos estos resultados, creemos importante que seplanifique la ayuda para elaborar la pérdida o elduelo de separación al que se ven sometidas lasfamilias. Pensamos en la conveniencia de presentara las familias la nueva situación como una copartici-pación en la atención de los residentes, además denegociar la comunicación e información que se hande desarrollar, sobre todo en los primeros meses,algo que las propias familias demandan en lasentrevistas. Los resultados confirman, además, lahipótesis de que las familias que se han incorpora-do al programa residencial han mejorado su calidadde vida familiar, medida a partir de modelo de Scha-lock y Verdugo. Comparando las dimensiones decalidad de vida familiar en la situación previa aincorporarse al programa y al cabo de tres meses departicipación, las familias se muestran mucho mássatisfechas. Aun siendo conscientes de que no sehan de esperar cambios altamente significativos enlos adultos con autismo en un periodo de tresmeses, disponemos de evidencias que reflejan lamejora percibida por los familiares en algunas con-ductas de las personas con discapacidad intelectualque participan en el programa.

Desde el punto de vista de la representatividad esta-dística de la muestra, su pequeño tamaño impidegeneralizar los resultados; pero desde la perspecti-va de la prototipicalidad de la muestra, no cabeduda de que éstos son altamente significativos ysustantivos.

A título de sugerencia, pensamos que, en muchoscasos, antes de que las familias tengan la oportuni-dad de beneficiarse de un programa de residenciacomo el aquí analizado, es importante impulsar pro-gramas para que puedan recibir un apoyo paliativo,a través de asesoramiento familiar, sobre cómoorganizarse mejor para disponer de más tiempo yespacio personal sin que decaiga la atención ni cui-dados hacia el familiar discapacitado, y ademásofrecer soporte psicosocial para que puedan mante-ner niveles de motivación adecuados que incidan enla necesidad de organizarse para realizar activida-des de tipo personal. Por último, debemos señalarque es patente la conveniencia de estudios futurospara el seguimiento de los resultados obtenidos enun plazo tan breve.

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Exclusión, aislamiento social ypersonas sin hogar. Aportes desde elmétodo etnográficoSantiago BachillerConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET) y Universidad Nacional Patagonia Austral (UNPA)

1. Introducción

El propósito de este artículo es el de presentar lainvestigación doctoral que he realizado (Bachiller,2008) basada en un trabajo etnográfico con perso-nas sin hogar –en adelante PSH– que residen enuna plaza de Madrid (España) –conocida como PlazaIsabel II, o Plaza Ópera–. El objetivo general de lainvestigación es analizar críticamente las visionesque equiparan al sinhogarismo1 con el aislamientosocial. Es por ello por lo que el concepto de desafi-liación ha sido el eje en torno al cual se ha articula-do el estudio.

En cuanto a la organización del artículo, en primerlugar me centraré en las tres variables que guían yestructuran la investigación: las teorías sobre laexclusión social, la dimensión espacial y los mode-los de análisis sobre el sinhogarismo. En el mismoapartado, haré alusión a los aspectos metodológi-cos. Es de destacar cómo las visiones que subrayanel aislamiento de los ‘excluidos’ se han basado puray exclusivamente en metodologías cuantitativas. Ental sentido, el método etnográfico posee un enormepotencial a la hora de obtener datos relevantes queahonden en la complejidad y complementen la infor-mación existente sobre el sinhogarismo, que provie-ne mayoritariamente de encuestas a los usuarios delos recursos sociales para PSH.

En el segundo apartado, desarrollaré algunos de losaspectos más relevantes detectados en la investiga-ción doctoral. En tal sección, se realiza una crítica a

Este artículo se basa en un trabajo etnográfico reali-zado con personas sin hogar que residen en Madrid.Tomando las teorías sobre la exclusión social, yespecíficamente la noción de desafiliación, comoeje estructurador, el objetivo de esta investigaciónconsiste en analizar críticamente las visiones queequiparan al sinhogarismo con el aislamientosocial. El trabajo de campo con personas sin hogarlleva a definir a la exclusión no en términos de ais-lamiento, sino de acuerdo a la socialización cotidia-na en un contexto de precariedad extrema. El tipode redes y arraigo territorial marcan el modo deexclusión que día tras día experimentan los home-less. Por último, el artículo destaca posibles apor-tes de la antropología, tanto en lo que respecta alos estudios sobre el sinhogarismo, como al diseñoe implementación de programas destinados a loshomeless.

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1 ‘Sinhogarismo’ supone una traducción literal del términohomelessness, frecuentemente utilizado en el inglés. Considerandoque la mayor producción académica sobre el tema se ha generadoen Estados Unidos, los especialistas de la materia de habla caste-llana incorporaron dicho término como propio. Por otra parte, en elartículo se utilizan los términos ‘persona sin hogar’, homeless o‘sin hogar’ como sinónimos.

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los enfoques desafiliatorios, que identifican laexclusión con el aislamiento social o con la confor-mación de grupos de excluidos que residen en mun-dos sociales paralelos. De la desafiliación daremospaso a la reafiliación. Es decir, el trabajo de campoetnográfico con PSH lleva a definir a la exclusión notanto en términos de aislamiento, sino de acuerdo ala socialización cotidiana en un contexto de preca-riedad extrema. El tipo de redes y arraigo territorialmarcan el modo de exclusión que día tras día experi-mentan los homeless. Asimismo, en la sección sediscuten otros supuestos que se desprenden delestereotipo central que equipara a la exclusión conel aislamiento –el nomadismo, la equiparación delsinhogarismo con la pobreza errante es un ejemploal respecto–.

Por último, las reflexiones finales giran en torno almodo en que la antropología puede contribuir a losestudios sobre el sinhogarismo. Específicamente, ental sección se destaca cómo algunos ejes centralesdel proceso etnográfico –resaltar el punto de vistanativo; o priorizar el contexto, lo cual, en este caso,es sinónimo a sostener la necesidad de indagar enel entorno de calle como espacio cotidiano de lasPSH– pueden ser muy útiles para quienes se dedi-can a diseñar e implementar programas destinadosa estas poblaciones.

2. Exclusión social, espacio, sinhogarismoy metodologías de investigación

La primera variable básica de la investigación con-siste en las denominadas teorías sobre la exclusiónsocial. Éstas surgieron en Francia, por lo cual operanbajo el influjo de la escuela de pensamiento deDurkheim y sus reflexiones en torno a la anomia y lacohesión social. El contexto de desempleo quesufrió Francia en la década de 1980 moldeó estasteorías, las cuales identifican la exclusión con losquiebres que distancian a determinados sujetos ogrupos del mercado formal de empleo y de los lazossociales primarios (Paugam, 2007; Autès, 2004).Robert Castel (1997), principal exponente de estasteorías, liga a la exclusión con la desafiliación o eldesmoronamiento de la sociedad salarial. El análisissociológico de Castel apunta a la disolución del teji-do social como consecuencia de la reestructuracióndel mercado de trabajo y del Estado social; la exclu-sión, en tanto sinónimo de desafiliación, es el espa-cio social donde se mueven los individuos despro-vistos de recursos económicos, soportesrelacionales y protección social. Estas perspectivasconsideran que la pobreza urbana va de la mano delaislamiento; la reestructuración del mercado de tra-bajo, conjuntamente con los procesos de urbaniza-ción y modernización, ha conducido a la individuali-zación, a una atomización que amenaza los lazostradicionales de solidaridad social.

La mayor parte de los estudios sobre sinhogarismohan sido generados en Estados Unidos, y el aisla-miento social de los homeless ha sido una de lasperspectivas dominantes en elllos. Ya en 1936, loshomeless eran descritos como “personas poco amis-tosas, aisladas de todo contacto social de naturale-za íntima y personal” (Snow y Anderson, 1993: 172).A principios de la década de 1970, Howard Bahr(1973) se convirtió en el investigador más popularsobre la materia, e interpretó al sinhogarismo entérminos de desafiliación. Aclaremos que, a diferen-cia de Castel, en la obra de Bahr la desafiliaciónadquiere un tinte psicológico, pues la situación decalle se encuentra ligada a la personalidad del suje-to que padece los procesos de exclusión. De talmodo, en los inicios de la reflexión académica sobreel tema, los factores destacados fueron el nomadis-mo, el desarraigo y la ausencia de una familia. Hastala década de 1980, el aislamiento social fue elaspecto predominante; debido a los procesos dedesinstitucionalización psiquiátrica, gentrificación ya las políticas de ajuste fiscal, a partir de los ochen-ta, la variable residencial pasó a dominar la escena(Shlay y Rossi, 1992). Sin embargo, el supuesto delaislamiento social continúa presente en la mayoríade los estudios contemporáneos2.

A pesar de provenir de tradiciones distintas, las teo-rías sobre la exclusión social y gran parte de losmodelos de interpretación del sinhogarismo coinci-den en un punto: ambos parten del supuesto delaislamiento social. El éxito de estos discursos ha lle-vado a poner un acento tan desmesurado en losquiebres de los vínculos sociales que ha dificultadola posibilidad de comprender cómo ciertos lazossociales persisten pese al entorno desfavorable–más de una PSH continúa ligada con algunos inte-grantes de su familia–. Al centrarse en ‘la caída’, enla disrupción abrupta de una supuesta normalidadque sumerge en la exclusión a los denominados‘nuevos pobres’, estos relatos obstaculizan la posi-bilidad de indagar en aquellas personas para quie-nes la exclusión es un lastre que se transmite degeneración en generación. Pero sobre todas lascosas, el énfasis en las rupturas ha supuesto silen-ciar los procesos de reafiliación o recomposición delas redes sociales en el contexto de exclusión resi-dencial.

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2 A partir de la década de 1970, la antropología social realizósu aporte más significativo a la materia. Basándose en el métodoetnográfico, el énfasis residió en analizar la vida diaria en la situa-ción de calle, caracterizar las tácticas de adaptación que desarro-llan los ‘sin hogar’ y demostrar cómo dichas tácticas se asocian conla conformación de redes sociales (Spradley, 1970; Rosenthal,1994; Liebow, 1993; Snow y Anderson, 1993). En España, la investi-gación sobre el sinhogarismo es bastante reciente. Existen infor-mes realizados por entidades como el Samur Social, fundacionescomo San Martín de Porres, Arrels, Rais o Solidarios para el Desa-rrollo. Entre los estudios académicos, destaca la labor de PedroCabrera (1998), Manuel Muñoz (et al., 2003) y María Sánchez Mora-les (1999).

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Paradójicamente, en ciertas ocasiones los estudiosbasados en la desafiliación dan un giro y reconocenla sociabilidad de quienes califican como excluidos.Entonces, la imagen del ser solitario es reemplazadapor otra igualmente estereotipada, que sostiene queestos grupos se conforman a partir de lógicas dia-metralmente opuestas a los valores que rigen al con-junto social. De hecho, es frecuente que las defini-ciones sobre la exclusión social surjan a partir de lacaracterización de grupos que, en los inicios mis-mos de la investigación, fueron definidos comoexcluidos. Es decir, las definiciones sobre la exclu-sión varían de acuerdo a si el eje de análisis se cen-tra en ‘los toxicómanos’, ‘los gitanos’ o ‘los inmi-grantes’. Procediendo de tal modo, son las cienciassociales las que diseccionan a estas poblaciones delconjunto social, las que etiquetan y estigmatizan adichos grupos en tanto ‘excluidos’, las que promue-ven las visiones de subculturas y mundos paralelos.Así, las interpretaciones se tiñen de característicasvalorativas y normativas: dichas poblaciones sonjuzgadas en función de cuánto se distancian dedeterminados criterios de ‘normalidad’ –respecto depautas de consumo, de parámetros familiares o deusos del espacio público, por ejemplo–.

Intentando escapar de esta lógica, en la investiga-ción se privilegió la dimensión territorial. La cues-tión pasó entonces por ver qué podía expresar lavariable espacial sobre los procesos de exclusión,sinhogarismo y desafiliación. Tomando al territoriocomo protagonista, se abordaron dimensiones comolos esfuerzos realizados por las PSH encaminados acontrolar la porción de espacio público donde resi-den, o el espacio público en tanto ámbito de socia-bilidad. El análisis espacial también condujo a dudarsobre las definiciones y clasificaciones, permitiócomprender que la figura del ‘sin techo’ –quien lite-ralmente duerme en la vía pública– es sólo la puntade un iceberg que se alimenta de situaciones menosextremas, como son otras formas de sinhogarismoen las cuales el sujeto encuentra un techo bajo elcual refugiarse temporalmente3. Asimismo, las pers-pectivas desafiliatorias que destacan el aspecto gre-gario, por lo general sólo se preguntan por las cone-xiones en el interior del grupo que previamente fuedefinido como ‘excluido’, sin evaluar la interacciónde los integrantes del grupo con la población gene-ral. De tal modo, los códigos internos mínimos y pro-pios del grupo de calle son exagerados e interpreta-dos como leyes que reglamentan la vida de un

mundo social paralelo. Por el contrario, la ventajaque posee un análisis territorial es que se preocupapor los contactos barriales, pero ampliando su radiode interés e indagando no sólo en la interacciónentre las PSH, sino también en los vínculos condeterminados vecinos que viven o trabajan en lazona.

El objetivo general de lainvestigación consistió enanalizar críticamente lasvisiones que equiparan alsinhogarismo con elaislamiento socialEn definitiva, a partir de un estudio etnográfico conun grupo de PSH que reside en la Plaza Isabel II deMadrid, el objetivo general de la investigación con-sistió en analizar críticamente las visiones que equi-paran al sinhogarismo con el aislamiento social. Alpretender indagar en la relación entre redes socialesy procesos de exclusión residencial, la noción dedesafiliación se constituyó en el eje articulador.

En el plano metodológico, lo primero que se ha dedestacar es que el trabajo de campo comenzó a prin-cipios de 2004 y concluyó a fines del 2007. Los este-reotipos con los que inicié el trabajo de campo fue-ron importantes para delimitar posteriormente elobjetivo de la tesis en torno a la sociabilidad de laspersonas sin hogar. En los primeros meses, esperabaencontrarme con PSH solitarias; estos supuestos sevieron reforzados al leer la bibliografía más relevantesobre el tema. No obstante, la observación en elterreno mostraba una evidente tendencia a congre-garse. Por otra parte, la perspectiva etnográfica mellevó a delimitar mi atención en un espacio y ungrupo concreto; así, las PSH que residían en PlazaÓpera se constituyeron en mi unidad de análisis4.

Probablemente, el principal aporte de la investiga-ción a los estudios sobre el sinhogarismo consistaen haber privilegiado el contexto de calle sobre losrecursos sociales. En España, la información exis-tente posee un límite metodológico: prácticamentela totalidad de los datos han surgido a partir deencuestas o, en el mejor de los casos, de entrevistas

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3 La etnografía ilumina la diversidad de una realidad social quees simplificada al apelar a etiquetas como las de ‘desafiliados’,‘transeúntes’, ‘sin techo’, o incluso ‘personas sin hogar’. El sinho-garismo debe ser entendido como un fenómeno amplio, que tras-ciende el mero pernoctar en la vía pública. Por lo general, equivalea un proceso con permanentes entradas y salidas de la situación decalle, antes que a un estado continuo de vida a la intemperie. Loque persiste es una condición de vulnerabilidad que se expresa enla figura del sin techo cuando las desgracias arrecian, y en la de unsin hogar –en sentido amplio– en los períodos de bonanza.

4 En líneas generales, el grupo estable de Plaza Ópera consisteen unos ocho hombres. Se trata de españoles, cuya edad oscilaentre los 50 y los 65 años, con un estado físico bastante deteriora-do, producto de una estadía prolongada en la situación de calle ylas altas tasas de ingesta alcohólica. A dicho grupo ocasionalmentese integran otras personas, que abandonan el sitio por distintosmotivos –escapan del contexto de calle, se mudan a otra ciudad, aotro espacio dentro de Madrid, o ingresan en algún albergue paraPSH–.

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estructuradas a usuarios de los recursos socialespara PSH. La información obtenida a partir de unaencuesta a un usuario de un recurso social es undato que suele carecer de una dimensión central: elcontexto en el cual se desenvuelven las conductas yque moldea las interpretaciones sobre el mundosocial. Y el contexto cotidiano de las PSH, estén alo-jadas en un recurso social o no, es la calle. Las sub-jetividades y la sociabilidad de las PSH se confor-man a partir de la experiencia diaria en la víapública; los códigos propios de los grupos de PSHno pueden ser recreados en toda su dimensión si notomamos a la calle como eje de análisis (Koegel,1998). De tal modo, la tesis supone un intento porcomplementar los datos existentes a partir de lasmetodologías cuantitativas con un enfoque cualitati-vo centrado en la observación participante.

Por otra parte, las imágenes de aislamiento enbuena medida son consecuencia de las metodologí-as con las que han trabajado los teóricos de la desa-filiación. Un ejemplo al respecto pasa por recordar elexcesivo énfasis que los precursores de la desafilia-ción han puesto en las instituciones clásicas. Estosestudios miden el nivel de afiliación de las PSH apartir del contacto que cotidianamente sostienencon instituciones básicas como la familia, el trabajo,los sindicatos o las iglesias. Luego comparan talesniveles de contacto con lo que ocurre con otraspoblaciones, para finalmente corroborar que nosencontramos frente a seres desafiliados. Sin embar-go, cuando adoptamos una técnica como la observa-ción participante, somos capaces de detectar otrotipo de conexiones. Entonces, localizamos redesinformales, como las barriales o las ligadas a la eco-nomía informal. Estas redes podrán ser tenues, perode hecho existen y son vitales para la subsistencia yadaptación cotidiana de las PSH. Por último, laobservación participante supone un análisis diacró-nico, y el análisis procesual permite considerar unaserie de cuestiones que difícilmente puedan ser cap-tadas en una encuesta. Esto es lo que ocurre con lainestabilidad de sus vidas y, más específicamente,de sus sociabilidades, en función del espacio resi-dencial; lo mismo sucede a la hora de considerar losajustes psicológicos en función del tiempo de calle–cómo la persona se va amoldando a la situación decalle y le es cada vez más difícil escapar del sinho-garismo (Snow y Anderson, 1993)–.

3. Principales resultados

El trabajo de campo etnográfico conduce a relativi-zar los discursos que asocian a la exclusión con ladisolución de las sociabilidades. Es cierto que másde una PSH opta por moverse en solitario; no obs-tante, la mayoría se integra temporalmente en gru-pos de homeless, así como entra en contacto conalgunos de los vecinos del barrio donde se han ins-talado. Los enfoques que destacan el aislamiento,

organizados en torno a encuestas, toman la desafi-liación como una variable discreta, fomentando lasvisiones dicotómicas expresadas en términos deincluidos/excluidos. Pero cuando consideramos ladesafiliación como una variable continua, el panora-ma es otro: existen múltiples formas de estar ‘den-tro’ o ‘fuera’ de las distintas dimensiones que com-ponen la realidad social.

Si bien los procesos que desembocan en una situa-ción de calle implican el quiebre de muchos vínculosafectivos, estas afirmaciones deben ser relativiza-das. El cuadro que sostiene una equivalencia entreel sinhogarismo y la ruptura familiar debe contem-plarse en su complejidad. En primer lugar, muchasPSH conservan parte de sus relaciones sociales conalgunos de sus familiares. En segunda instancia, laobservación participante confirma lo planteado porRosenthal (1994): la distancia familiar es, en granmedida, producto del estigma y de la incapacidadde reciprocar. Las PSH suelen relacionarse con indi-viduos que, al igual que ellos mismos y sus familias,provienen de los sectores populares. De tal modo,es difícil que las ayudas que aportan tales conocidospermitan romper el círculo de exclusión. En ciertasocasiones de precariedad, la expulsión de un miem-bro es la forma que encuentra el conjunto familiarde preservarse. A pesar de ello, es común que elsujeto reencauce parte de sus lazos cuando avanzade la zona de exclusión a la de vulnerabilidad. Esdecir, como consecuencia del estigma asociado conla condición de ‘sin hogar’, las épocas donde la per-sona pernocta en la vía pública equivalen a la mayordistancia familiar; por el contrario, cuando encuen-tra un techo bajo el cual refugiarse, las relacionesson más próximas.

Asimismo, las PSH establecen relaciones en elnuevo territorio de residencia. En consecuencia, enla investigación se privilegiaron los procesos de rea-filiación asociados con el ambiente de exclusión.Pretendiendo caracterizar la sociabilidad de las PSH,se consideraron las redes que esta gente estableceen el barrio donde se ha instalado. De hecho, seargumenta que dichos vínculos sociales son el prin-cipal recurso que disponen para su subsistencia yadaptación cotidiana, tanto en el ámbito materialcomo emotivo. Es en el barrio, y gracias a la interac-ción con quienes disfrutan de un hogar, que muchasde estas personas logran la subsistencia. Sus redes,basadas en la economía informal, se despliegan endichos territorios hasta tornar imposible escindir laeconomía de las redes sociales de los homeless(Snow y Anderson, 1993). Las relaciones con losvecinos que residen en la zona, con los comercian-tes y empleados que trabajan en los alrededoresdemuestra que la conexión no se circunscribe a ‘losgrupos de excluidos’. Más aún, los homeless expre-san una necesidad de asociarse con quienes disfru-tan de un domicilio. Y ello se debe no sólo a las tác-ticas materiales gracias a las cuales satisfacen su

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subsistencia, sino también a la sensación de ‘nor-malidad’ ligada a la inclusión en las dinámicasbarriales (Rowe y Wolch, 1990).

Pero no es posible llegar a tales conclusiones par-tiendo del supuesto de la desafiliación, menos aúndefiniendo la exclusión sobre la base de un determi-nado grupo social. Al delimitar los contornos de laexclusión a partir de una caracterización de las‘comunidades de homeless’ o de las ‘cuadrillas detoxicómanos’, restringimos la percepción en las rela-ciones en el interior del grupo, sobredimensionamoslos códigos que rigen a dichas agrupaciones. Por elcontrario, al tomar al espacio como eje de análisis,lo que observamos es que, si bien ‘los desafiliados’cotidianamente interactúan entre sí, también lohacen con empleados de seguridad, barrenderos,con quienes atienden en los comercios de la zona ocon porteros de edificios.

Los recursos sociales sonpercibidos como espaciosdegradados y degradantesde los que es precisodesligarse

Al indagar en los lazos territoriales, se tuvo en cuen-ta el contacto con los recursos sociales para PSH.Algunos homeless circunscriben su subsistenciacotidiana a la vinculación con ciertos albergues ocomedores, y más específicamente con determina-dos empleados que allí se desempeñan. Sin embar-go, lo más frecuente es que las PSH adopten unaactitud utilitaria y distante frente a dichos servicios.Una vez más, el estigma condiciona las sociabilida-des (Snow y Anderson, 1993). Sus rechazos traslu-cen un imaginario donde los recursos sociales sonpercibidos como espacios degradados y degradan-tes de los que es preciso desligarse. Pero la etnogra-fía ilustra la distancia entre lo dicho y lo hecho: apesar de los esfuerzos por separarse discursivamen-te de estos ámbitos, la mayoría de las PSH se venforzadas a aproximarse a los comedores para ali-mentarse, a los roperos para encontrar abrigo, a lasduchas públicas para asearse.

Destacar la existencia de redes sociales no debeconducirnos a imaginar que éstas satisfacen lasnecesidades de las PSH; de lo contrario, relativizarí-amos la tragedia cotidiana de verse forzado a viviren la vía pública. Las relaciones sociales existen,pero se recomponen en un entorno de exclusión. Lacalle, en tanto ámbito de residencia, posee sus diná-micas propias, es un espacio que condiciona lassociabilidades. Así, los vínculos que la comunidaddomiciliada establece con quienes viven en lascalles de sus barrios suelen encuadrarse bajo una

lógica jerárquica, paternalista, marcada por el estig-ma y el asistencialismo. De la sociabilidad pasamosa la socialización: los años en situación de calle lle-van a que la PSH adopte un patrón de victimización,donde la forma de subsistir se reduce a reproducir laimagen de ‘un pobre hombre desvalido’. Dichasocialización también afecta a los vecinos de buenavoluntad, a quienes repiten su papel de proveedoresde recursos materiales como almas caritativas que,de vez en cuando, se permiten recriminar a ‘un hijodescarriado’.

La enseñanza de la calle es que el homeless es unser vacío, sin nada para dar, sin utilidad social, unmero receptor de la solidaridad o desprecio ajeno.Las ayudas que permiten la subsistencia de estagente, centradas en los contactos barriales, llevan aque todo lo que el homeless gana en el plano mate-rial lo pierda en lo que a su autoestima se refiere.Además, es común que los vecinos se cansen desostener el rol de benefactores, mientras que losempleados de los comercios que les prestan ayudacambian de trabajo. En dichos casos, la PSH pierdesus fuentes de apoyo. En consecuencia, las redes delos homeless suelen ser erráticas, oscilan como unametáfora de sus propias vidas (Rowe y Wolch, 1990).El sinhogarismo es sinónimo de una enorme dificul-tad para planificar, no sólo por la escasez de recur-sos y porque los apoyos con los que se cuenta soninsuficientes, sino también por las característicasdel territorio en el que residen: el espacio público,siempre abierto al cambio y a la circulación, aportauna fuerte sensación de inestabilidad. La calle ense-ña a vivir el presente, a despreocuparse de un futurosobre el cual el sujeto no parece poder incidir; elloatenta contra las posibilidades de superar la situa-ción de extrema exclusión.

Al centrarnos en los problemas asociados con lasadicciones desde una perspectiva etnográfica, toma-mos conciencia de cómo las redes sociales y los pro-cesos de exclusión se encuentran indefectiblementeligados; pero dicha relación no necesariamente seexpresa en términos de aislamiento social. Por elcontrario, determinados bares de la ciudad se con-vierten en espacios de ayudas, donde el homelessfunda una serie de solidaridades no sólo con eldueño o empleado del comercio, sino también conciertas personas que viven o trabajan en la zona. Sialguien pretende abordar con éxito la rehabilitaciónde quien presenta altas tasas de ingesta alcohólica,debería ampliar su radio de acción considerando lassociabilidades que se generan en tales ámbitos. Esen dichos bares, o en las rondas de cartones de vinoque se celebran diariamente en la Plaza Isabel II,donde las PSH han conocido a más de un vecino.Estos entornos ligados al alcohol suponen un ‘espa-cio de reclutamiento de potenciales homeless’. Cuan-do un vecino que comparte su afición por la bebidacon las PSH de la zona cae en desgracia, es a Óperaadonde acude al comenzar su estadía en la calle.

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Tras el objetivo de profundizar en los procesos dereafiliación, se indagó en las redes de PSH y las con-secuencias propias de años de socialización en lavía pública. Estudiando la relación entre los home-less, se torna posible dar un nuevo paso en el análi-sis de los enfoques que, contradictoriamente, aso-cian a la desafiliación tanto con el aislamiento socialcomo con la conformación de ‘comunidades desvia-das’. La calle ha sido descrita como un espacio dealienación, donde sentidos contradictorios moldeanlas sociabilidades y afectan las orientaciones cogni-tivas de los sujetos. En las PSH se observa una ten-sión nunca resuelta satisfactoriamente entre coope-ración y desconfianza. Por un lado, la gente senecesita mutuamente para hacer más llevadera lacotidianidad. En particular, se han destacado dosfactores como esenciales en la conformación de unsentido de comunidad: la búsqueda de protecciónmutua ante la inseguridad nocturna, y la urgenciapor satisfacer otra necesidad básica, como es bebervarios litros de vino por día para quien corre el ries-go de padecer el síndrome de abstinencia5.

Simultáneamente, existe una fuerte predisposición adistanciarse de las demás PSH. Si el espacio dedegradación obliga a ciertas formas de cooperación,también genera la necesidad de desligarse de quie-nes afrontan el estigma inherente a la condición de‘sin hogar’. Numerosos homeless han sufrido agre-siones físicas, han sido robados o humillados enmás de una ocasión, y a veces el victimario es otraPSH. La calle es un ámbito donde opera el ‘sálvesequien pueda’, donde reina la desconfianza, inclusohacia las demás personas que integran el mismogrupo. Además, si en el pasado un hermano, lapareja o un padre nos han traicionado, ¿por qué nosospechar de quien es tildado como un ‘vagabun-do’? De tal modo, son pocos los que se autoidentifi-can como un ‘sin techo’ o un ‘sin hogar’. Los resi-dentes en Ópera pueden pasar juntos las 24 horasen la plaza, pero al hablar de sí mismos construyenun relato donde buscan preservarse. Para ello,reproducen los estereotipos sociales que menospre-cian a ‘los sin techo’ y sacrifican a sus compañerosde desgracias. Aunque no sea más que en el planodiscursivo, prevalece el esfuerzo por distanciarse delas demás PSH (Snow y Anderson, 1993). Esta acti-tud atenta contra la solidaridad entre quienes pade-cen las formas más extremas de exclusión, disminu-ye las posibilidades de conformar un colectivo, deapelar a una identidad común que una las vocesfragmentadas, reivindicando los derechos que se lesniega en tanto ciudadanos.

El panorama trazado es el de una relación ambiguaque oscila entre la aproximación y la distancia, locual supone relativizar la identificación de ‘los exclui-dos’ como integrantes de ‘comunidades de desafilia-dos’. Existen códigos propios del contexto de calle ydel grupo específico de homeless que apuntan a unaconvivencia más armoniosa. Sin embargo, suelen sermínimos y no siempre son respetados. No se trata deuna organización compleja y amplia de reglas con sucorrespondiente régimen de sanciones; dichos códi-gos no deberían conducirnos a concluir que nosencontramos frente a un mundo social paralelo quese rige por un sistema normativo propio. Suele ocu-rrir que los códigos, al responder a las necesidadestípicas de quienes residen en la calle, entren en ten-sión con las normas sociales hegemónicas. La víapública fuerza a sus habitantes a transgredir, a sal-tarse ciertos preceptos. Pero ello no significa que lasPSH vivan en un mundo aparte con reglas propias.Por el contrario, y pese a la estadía prolongada en elsinhogarismo, en la mentalidad de esta gente conti-núan operando los valores que rigen al conjuntosocial. De hecho, llama la atención los esfuerzos querealizan por destacar su propia dignidad en tantociudadanos que acatan la ley, que valoran la familia,o que conciben al trabajo como sinónimo de digni-dad. La imposibilidad de respetar los valores socia-les predominantes suele ser motivo de malestar.

Pero la estadía prolongada en la situación de calledeja huellas irreparables, y muchas personas termi-nan atrincherándose en el sinhogarismo (La Gory etal., 1991). Algunas llegan a sostener que la vía públi-ca, el sitio en concreto donde residen, es su hogar.Otras, y éste es el caso más común, niegan rotunda-mente dicha posibilidad. No obstante, esta gentemuestra una dificultad enorme a la hora de trazar unlímite claro entre calle y hogar. Cuando consiguenun techo bajo el cual refugiarse, vuelven a la plaza avisitar a ‘los colegas’, pues allí se localizan sus lazossociales más importantes. Es en los alrededores dela plaza donde continúan ganándose la vida a partirde las diversas maneras en que se expresa la econo-mía informal. Es en Ópera donde saben que tienenla posibilidad de beber pese a no disponer de dine-ro. Las experiencias previas los han advertido de losgolpes de fortuna, y cuando encuentran una vivien-da se muestran inseguros, sospechan que en pocotiempo todo se derrumbará y acabarán nuevamenteen la plaza. En definitiva, cuando consiguen unacasa no logran transformarla en un hogar. De talmodo, los años de socialización en la vía pública lle-van a que sea difícil escapar de la exclusión extre-ma, pero más duro aún resulta no reincidir en lasituación de calle.

De las visiones del desafiliado como un ser sin liga-duras sociales ni arraigo territorial, surgen otrossupuestos. Una de las particularidades de las PSHconsiste en haber sido históricamente asociados conel nomadismo, con la ‘pobreza errante’. Así, la condi-

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5 Resaltar estos aspectos no debe pasar por alto la voluntad desocializar, de escapar a la soledad, como otro elemento vital en lasdiversas formas que se expresa el intercambio social. Las prácticasde las PSH, como las de cualquier otro grupo social, no pueden serlimitadas a un aspecto utilitario.

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ción de sin hogar parecería equivaler a una predispo-sición hacia la vida trashumante, a una pulsión hacialos caminos. Existen sujetos que realizan una ferozcrítica a las formas predominantes de organizaciónsocial, por lo general basadas en instituciones queprecisan del sedentarismo para su correcto funciona-miento. Esta gente asocia la movilidad incesante concierta sensación de libertad. Pero se trata de casosaislados, de personas que, por lo general, comenza-ron a pensar de tal manera luego de años de trajinary acostumbrarse a la calle. Debemos desconfiar delos relatos que explican la situación de calle comouna devoción por la vida nómada. Por un lado, sue-len aportar una visión simplista y romántica de unfenómeno que quienes lo experimentan en carnepropia suelen vivir como dramático. Por el otro, sue-len ser motivo de autoexculpación para una sociedadque prefiere mirar hacia otro lado.

En el presente madrileño, la exclusión de las PSH seasocia, entre otras cuestiones, con un proceso demovilidad forzada. Ciertos espacios de la ciudadposeen valor económico, comercial, simbólico, políti-co, lo cual genera que distintos actores aboguen porla erradicación de los homeless de dichas zonas. Afir-mar que existan redes territoriales no equivale aesbozar un cuadro de vida barrial idílica. La mayoríade los vecinos deciden ignorar o mostrar su despre-cio ante la presencia de homeless en lo que conside-ran ‘su barrio’. Es entonces cuando se conforman lasorganizaciones de vecinos que presionan a las admi-nistraciones locales para que expulsen a las PSH delas zonas donde residen. El poder de turno respondecon medidas que suponen transformaciones en elmobiliario urbano, operaciones arquitectónicas queautores como Mitchell (2003) han denominado como‘barreras antihomeless’. En Madrid, tales medidas seexpresan a través de rejas que impiden el uso de unsoportal, o la sustitución de bancos de plaza dondeera posible extenderse por bancos donde sólo esposible permanecer sentado, por ejemplo. En la rela-ción entre sinhogarismo y espacio público, los dis-cursos oficiales cada vez más tienden a argumentaren términos de ‘usos inapropiados’ del espaciopúblico. Surgen voces que reclaman rescatar a losbarrios de la degradación expulsando a ‘los indesea-bles’. Tales discursos añoran la belleza perdida deunas calles ahora dominadas por el triste espectácu-lo de la miseria. Cuando esto ocurre, el sinhogarismopasa a ser leído en clave de ‘panorama’; el problemaes su visibilidad. Y para legitimar dichos discursosexpulsivos, las formas en que se define el espaciopúblico adquieren notable centralidad.

Por otra parte, a modo de hipótesis se sostuvo quelas pautas de movilidad promueven distintas formasde experimentar el proceso de sinhogarismo: quie-nes se decantan por el sedentarismo suelen basarsu cotidianidad en las redes sociales que tejen en elbarrio –más allá de que suelan ser obligadas por lasfuerzas de seguridad a moverse de un sitio al otro

como condición de permanencia en el espacio públi-co–. Por el contrario, las PSH más nómadas adoptanun patrón espacial fragmentado y toman la plazaÓpera como uno de los tantos territorios importan-tes en sus vidas. La elección de una u otra forma desinhogarismo y movilidad implica diversas tácticasmateriales de subsistencia, así como distintasmaneras de afrontar el estigma ligado con la condi-ción de ‘sin hogar’ (Wolch y Rowe, 1992).

Otro de los supuestos asociados con la desafiliaciónes el de la vagancia y apatía. No debemos olvidarque más de un sujeto reside en la calle pese a estartrabajando, y que muchos buscan empleo de formainfructuosa6; ambas cuestiones deberían hacernosreplantear el modo en que está funcionando el mer-cado de trabajo. Incluso los teóricos que señalan almercado de trabajo como el origen de los procesosde desafiliación adoptan a veces una lógica similar.Al asumir una visión institucional y oficial del traba-jo, identifican al ‘sin hogar’ con el desempleo, sinconsiderar las prácticas de economía informalmediante las cuales subsisten diariamente. EnÓpera, tratándose de gente deteriorada físicamente,la mayoría ha aceptado que no tiene posibilidadalguna de ser bien recibido por el mercado formalde trabajo. Pero su desempleo no necesariamentees sinónimo de pasividad. Es gracias a su propioesfuerzo que se sostienen en pie día a día, pese alcontexto hostil que los rodea. Bajo el término de‘chapuzas’ pueden incluirse actividades tan dispa-res como la mendicidad, vender lo que se obtiene dela basura, ayudar ocasionalmente a descargar mer-cadería de un camión o revender entradas de even-tos culturales o deportivos. A pesar de que dichasprácticas difícilmente les permitan superar exitosa-mente la situación de calle, constituyen los mecanis-mos más apropiados para hacer frente a las adversi-dades propias del entorno de exclusión donde lesha tocado vivir7.

De los supuestos sobre la desafiliación propuestospor Bahr (1973) en su explicación del sinhogarismo,el único confirmado plenamente en la investigaciónes el que apunta al estigma y la falta de poder.Dicha falta de poder se vincula con los límites

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6 Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE, 2005) el75,7% de las PSH son paradas; es decir, para un 14,3%, poseer untrabajo no ha garantizado el fin de la situación de calle. Entre losparados, nada menos que un 49,6% se encuentra buscando trabajo.

7 En el caso de Ópera, el sinhogarismo guarda relación con laforma en que se combinan la edad y los trabajos no cualificados. Aello hay que sumar la inmigración como una población que compitepor los mismos nichos ecológicos. Asimismo, sería preciso reflexio-nar sobre los programas de reinserción laboral, los cuales suelenoperar destacando la personalidad del sujeto, reencauzando suspautas de socialización en el marco del empleo. No es tan frecuen-te, en cambio, que en dichos programas se medite en torno a losmodos en que actualmente está operando el mercado de trabajo.Quien no tome conciencia de cuáles son los resquicios que el siste-ma productivo reserva para los segmentos menos cualificados, noentenderá el porqué de tantos fracasos y negativas a ‘reinsertarse’en el mundo laboral.

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ambientales, con las constricciones propias de resi-dir en un espacio público diseñado con fines y fun-ciones sociales específicos. El origen de los estig-mas que padece la PSH responde a verse forzada arealizar en el espacio público las actividades que lasociedad ha destinado al ámbito privado. Las defini-ciones normativas, los discursos que prescriben quéprácticas son correctas en el espacio público, deli-mitan el estigma de la PSH. Al orinar, beber o dormiren la calle, las PSH subvierten los valores dominan-tes sobre el espacio público, trastocan las represen-taciones hegemónicas sobre las conductas adecua-das en tales entornos. Los juzgamos o repudiamos,pues en el ámbito público uno no debería compor-tarse de tal manera. Pero entonces olvidamos quedichas personas carecen de un hogar, de un entornoapropiado donde desarrollar aquellas prácticas aso-ciadas con la privacidad (Mitchell, 2003).

4. Reflexiones finales: posibles aportes dela antropología social a los programas delucha contra el sinhogarismo

El presente apartado supone un esfuerzo por mos-trar el potencial que posee el método etnográfico enlo que a los estudios sobre el sinhogarismo se refie-re. En particular, la antropología supone el interéspor destacar el ‘punto de vista nativo’ de los gruposcon los que trabaja –las voz de los propios homelessno ha prevalecido a la hora de analizar cuestionescomo el funcionamiento de los recursos sociales– ycontextualizar las prácticas a partir de la observa-ción participante en los espacios cotidianos –privile-giar la calle como eje de análisis–.

En tal sentido, el primer punto que se ha de mencio-nar es que en Madrid los recursos sociales para PSHse caracterizan por haber sido privatizados, terciari-zados y por una tradición confesional, lo cual tienesus consecuencias. La administración pública hadelegado sus funciones de una manera tan brutal,que muchas veces los servicios sociales terminanoperando como microcosmos. El Estado no se haencargado de centralizar a las diversas entidades;en ocasiones, ni siquiera logra imponer criteriosbásicos a unos servicios que financia, pero que nogestiona. Así, se despilfarran esfuerzos y las inter-venciones son ineficientes. La falta de coordinacióntiende a ‘cronificar’ a una PSH que, para lograr satis-facer la subsistencia cotidiana, se ve forzada trans-currir su día moviéndose de una punta de la ciudada otra. Los homeless interpretan esta situación a sumodo: señalan la arbitrariedad de unos serviciossociales que son percibidos como un bingo, en elcual existen pocas posibilidades de salir airoso.

En segunda medida, el proceso de terciarización yprivatización se rige por la lógica de las licitaciones.La empresa que pasa a hacerse cargo de la gestiónde los servicios es aquella que ‘logra’ satisfacer los

requisitos indispensables a un menor costo econó-mico. A la mercantilización de ‘lo social’ hay quesumar la presencia masiva del voluntariado, que esinversamente proporcional a la cantidad de profesio-nales contratados. Con su buena voluntad, estagente posibilita que el Estado se ahorre una enormecantidad de dinero, y muchas veces terminan reali-zando de mal modo las tareas que deberían estardestinadas a psicólogos y trabajadores sociales –locual demuestra hasta qué punto los servicios estánfuncionando como simples parches dedicados a lomás básico, la alimentación y un techo bajo el cualrefugiarse8–.

Señalan la arbitrariedad deunos servicios sociales queson percibidos como unbingo, en el cual existenpocas posibilidades de salirairosoPor otra parte, los servicios sociales suelen funcio-nar con la rigidez de cualquier otra institución buro-crática. Es común que los empleados de tales cen-tros destaquen el rechazo de los homeless hacia losrecursos, sin detenerse a meditar si éstos son ade-cuados para las necesidades de la población sinhogar. Dos lógicas contradictorias chocan en unmismo espacio: la burocrática –estructurada e infle-xible–, y la de las PSH –cuyas vidas se caracterizan,justamente, por una incertidumbre constante–. Paratener un mayor éxito en los programas de interven-ción social, sería preciso una mayor flexibilidad ins-titucional: que no siempre la PSH deba adecuarse alservicio, sino que también las entidades sean capa-ces de amoldarse a las exigencias de una poblaciónque tiene requisitos específicos, producto del espa-cio de exclusión donde residen. En ciertas cuestio-nes, los recursos parecen haber sido diseñados pory para unos funcionarios que no conocen las dinámi-cas propias de la calle. Un ejemplo: da la sensaciónde que muchos horarios han sido dispuestos en fun-ción de la comodidad de los empleados, antes quebuscando facilitar la vida de las PSH. De tal manera,los homeless se quejan de que deben almorzar a lasdoce del mediodía, y que para ello deben comenzara formar cola para obtener el número indispensablepara ingresar en el comedor unas dos o tres horasantes. Así, una actividad básica como es alimentar-se le lleva la mañana entera a la PSH. Los recursos

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8 El peso del voluntariado es tan significativo que en agosto,cuando esta gente se marcha de vacaciones, muchos recursosdeben cerrar sus puertas, pues no cuentan con personal disponi-ble. Consecuentemente, las PSH no encuentran un baño públicodonde ducharse, quienes se alojan en un albergue deben pasar elmes en la calle, etc.

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‘cronifican’, pues fuerzan a que el tiempo que podríaser dedicado a la ‘reinserción’, a la búsqueda de unempleo, sea malgastado en la subsistencia.

Crear espacios de consignas podría ser de utilidadpara las PSH. Viviendo en la calle, es común que loshomeless pierdan sus pertenencias, o que se lasroben. Muchas PSH han extraviado su documenta-ción, y así luego tienen dificultades para buscarempleo o gestionar una renta mínima de inserción.Las consignas serían un sitio ideal para preservarsus bienes y papeles personales. La PSH podría des-preocuparse de sus pertenencias, y ello facilitaríasus traslados y garantizaría el derecho a la movili-dad. Las consignas también podrían actuar a modode una dirección donde la gente reciba correspon-dencia. Si dicho espacio preservarse el anonimatono haciendo alusión a una institución para home-less, también sería de interés para las PSH que acu-den a una entrevista laboral sin saber qué direcciónproporcionar.

Sería importante generar programas de ayuda a lostraslados. Moverse muchas veces es sinónimo debuscarse la vida, de un interés por mejorar, de quela persona no se ha dejado ganar por el autoaban-dono y la desidia. Subvencionar el coste de lostransportes, que significa el 22,6% del presupuestode los homeless (INE, 2005), mejoraría su vida mate-rial y emocional, facilitaría la búsqueda de empleo,las visitas a los familiares y amigos, las actividadesque en general guardan relación con la afiliación.Por el contrario, las formas de movilidad que se sue-len fomentar desde el poder de turno pasan por lostraslados forzados, los cuales atentan contra laautoestima de la persona, limitan sus posibilidadesde sociabilidad, desestructuran sus redes barriales yobstaculizan sus tácticas de subsistencia.

En muchas ocasiones, los recursos que dicen pro-mover la cohesión social contradictoriamente gene-ran la desafiliación de las PSH. Sería importantecrear albergues donde los homeless no se vean for-zados a desprenderse de sus mascotas. Sus perroso gatos son una fuente afectiva vital para estagente; prohibirles el acceso a un centro de acogidaequivale a forzarlos a elegir entre un techo o unafecto. Si los recursos contasen con un sitio dondedejar a los animales, entonces más personas acep-tarían acceder a los servicios sociales. Además, losalbergues se organizan según una división de géne-ro, en la cual no hay cabida para las parejas o lasrelaciones sexuales. Esta situación se acentúa enunos servicios que mayormente son administradospor diversas confesiones religiosas. Negar el dere-cho a la intimidad, a disfrutar de la sexualidad, esotro síntoma de cómo los recursos apuntan a lo másbásico, a la alimentación y al cobijo. Más de unapareja sin hogar se decanta por la calle, pues acudira los albergues significaría perder lo más valiosoque poseen: la compañía mutua. Por último, sería

importante la creación de albergues en los munici-pios más pequeños de la Comunidad de Madrid. Ladesafiliación de las PSH remite a que mucha gentevive en pueblos que no disponen de recursos; así,sus redes locales se rompen cuando se ven obliga-dos a trasladarse a Madrid buscando auxilio.

Para un mayor éxito en la lucha contra el sinhogaris-mo, resulta indispensable desarrollar el trabajo decalle. En la vía pública duermen muchos homelessque subsisten sin relacionarse con los recursossociales –el 45,6% de las PSH se encuentra en dichasituación, según datos del INE del 2005–. Si las PSHno se aproximan a los recursos, entonces no seráposible iniciar una intervención social que apunte ala ‘reinserción’. Es preciso reconocer que se handado pasos en esta materia: los equipos de calle delSamur o el grupo de psicólogos de Salud Mental yExclusión Social (SMES) apuntan en tal dirección.Pero las medidas adoptadas continúan siendo insu-ficientes. Faltan recursos, y tampoco se ha termina-do de tomar conciencia de la necesidad de iniciar lasintervenciones en el contexto de calle. Asimismo,reforzar el trabajo de calle supone detenerse en lasredes que estos sujetos han elaborado con loscomerciantes y residentes del barrio, las cualesdeben ser tenidas en cuenta a la hora de planificaruna intervención. Dichos vecinos pueden convertirseen importantes aliados para un trabajador social.

Al privilegiar el territorio como unidad de análisis,llama la atención la enorme diversidad que reinabajo lo que de manera simplista denominamoscomo sinhogarismo. Parte de los obstáculos quedeben afrontar las propuestas de actuación residenen la dificultad por amoldarse a cada situación enconcreto. Una mujer sin hogar tiene sus particulari-dades, un inmigrante sin papeles no demanda elmismo tipo de respuestas que un joven que ha sidoexpulsado de su hogar o que un toxicómano ensituación de calle. No puede haber una única moda-lidad de intervención frente a una población tan dis-par, y las estructuras rígidas tienen una enorme difi-cultad para adaptarse a dicha variabilidad. Enparticular, sería fundamental que las administracio-nes tuviesen la capacidad de generar distintos pro-gramas en función de los años que la PSH ha pasa-do en la vía pública. La estadía prolongada en elsinhogarismo trastoca las orientaciones cognitivasde los sujetos. A partir de entonces, los sentimien-tos de desconfianza generalizada, la pérdida deautoestima, las angustias e inseguridades se apode-ran del individuo y difícilmente logran ser desterra-das. Además, el sujeto reconstruye sus relacionessociales en la calle; es en dicho medio donde sesiente más seguro y sabe desenvolverse. Luego deaños en la vía pública, iniciar un proceso de ‘reinser-ción’ se torna especialmente difícil y muy costoso entérminos económicos. Los programas de lucha con-tra el sinhogarismo deberían ser capaces de detec-tar y actuar rápidamente cuando una persona

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comienza a pernoctar en la vía pública, y para elloes necesario apostar por el trabajo en el terreno.

Respecto de las PSH que llevan más tiempo en lacalle, vale la pena destacar que en Madrid sólo exis-te un centro de baja exigencia. Los albergues suelencondicionar la atención a requisitos que muchasPSH no logran cumplir: no ingresar ebrio ni haberconsumido drogas, respetar los horarios de ingresoy egreso, entre otros Para quienes son tildadoscomo ‘crónicos’, la inflexibilidad de tales directivases interpretada en términos de autoritarismo, deacciones que coartan su libertad. Dichas normativasgeneran la distancia de los homeless hacia las insti-tuciones. Por el contrario, estas barreras institucio-nales se reducen a un mínimo en los centros de bajaexigencia.

Al operar desde los recursos sociales y omitir lasdinámicas específicas de la calle, los discursos ofi-ciales sobre el sinhogarismo suelen reproducir lasvisiones desafiliatorias. A los servicios se aproximanindividuos aislados, mientras que en la vía públicaprevalecen los grupos de PSH. Estos enfoques restanimportancia a los procesos de reafiliación, y dichaactitud condiciona los modelos de intervención.Diseñados en función de una imagen estereotipadade los homeless como ‘sujetos solitarios’, sus fraca-sos en parte remiten a la idea de que es la sociabili-dad la que refuerza la situación de calle. Las dinámi-cas espaciales y los grupos de PSH conllevan unacotidianidad donde el individuo se socializa en unalógica propia del contexto de calle. Repitámoslo: ladificultad de acabar con el sinhogarismo responde aque, de hecho, esta gente cuenta con vínculos. Porconsiguiente, salir de la calle pondría en jaque susredes materiales y afectivas. Si cambiásemos deregistro y comenzásemos a pensar en términos degrupos de homeless y de la reafiliación en el contex-to de calle, entonces deberíamos replantearnos losmodelos de intervención actualmente vigentes.

En cuanto a los albergues y centros de acogida,deberían disponer de más plazas para garantizarque toda PSH cuente con la posibilidad de una camadonde pasar la noche. Pero resulta muy complicadoiniciar un ‘proceso de reinserción’ en un entornodeprimente, en un albergue masificado que recuer-da un depósito de personas. Sería más lógico apos-tar por muchos centros integrados por unas diez oquince PSH, en vez de unos pocos albergues desbor-

dados de homeless. Si hay algo que queda claroluego de más de tres años de trabajo de campo, esque es prácticamente imposible iniciar un ‘procesode reinserción’ sin un sitio adecuado, sin un espacioque el homeless pueda identificar como un ámbitosimilar a un hogar.

Esta situación se expresa con especial virulencia enlo que refiere a los tratamientos contra las adiccio-nes. Respecto del alcoholismo, en Madrid no existendispositivos específicos para homeless que trabajenesta cuestión. Las PSH que intentan dejar de beberasisten a los cursos de Alcohólicos Anónimos. Alfinal de cada sesión, la gente que disfruta de undomicilio vuelve a sus casas, y sus familiares losapoyan con el tratamiento. Por el contrario, la PSHdebe retornar a la calle o al albergue donde se hos-peda, en medio de un clima desmoralizante dondelos cartones de vino giran de mano en mano. Ensitios como la Plaza Isabel II, es evidente que no seacabará con el sinhogarismo si paralelamente no seafronta la situación de alcoholismo. En tal sentido,no queda otra posibilidad que abordar el problemadesde el terreno, desde la calle. Además, hay quetener en cuenta que los programas de desintoxica-ción implican alejarse de los sitios asociados con labebida. Como se afirmó anteriormente, en Óperaello equivaldría a la soledad del sujeto, a cortar consus redes de subsistencia material y emotiva.

Para terminar, sería básico fomentar formas alterna-tivas de alojamiento. El Estado debería subvencionarlas pensiones económicas y contar con más pisosprotegidos, por ejemplo. De acuerdo con las caracte-rísticas de cada persona, con variables como eltiempo de estadía en la calle o la edad, cada ámbitoresidencial puede suponer diversas ventajas o lími-tes de cara a iniciar un ‘proceso de reinserción’. Lobásico es que la PSH pueda apropiarse de estosespacios, que pueda personalizarlos, que los sientacomo un sitio que le garantiza intimidad y dondepuede recibir a sus visitas, un ambiente dondeencuentra estabilidad. Lo fundamental pasa por quela persona no se sienta amenazada, no perciba elsitio como algo temporal donde el futuro está siem-pre asociado con la calle. Cuando se hace alusión ala voluntad de estas personas de permanecer en lacalle, se omiten las posibilidades limitadas que seles presentan en sus opciones. Lo que los homelessrechazan no es un hogar, sino las plazas que actual-mente se les ofrecen en los albergues.

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Artikulu honen bitartez Sartu Federazioaren gizarte-ratze-zerbitzura hurbilduko gara, eta bereziki Zabal-tzen Elkarteak 2000. urteaz geroztik Debagoienaneta Debabarrenan eskaintzen duen zerbitzura. Espe-rientziaren sistematizazio-prozesuari esker, elemen-tu eta une batzuk funtsezkoak izan direla hautemandugu, eta horiek azpimarratuko ditugu. Haren histo-rian zehar ibilaldia egingo dugu laguntzaren meto-dologian eta ideologian barrena, eta abian jartzenditugun zerbitzuek administrazio publikoarekiko,parte-hartzaileekiko, eta abarrekiko duten zeregina-ri buruzko hausnarketa egingo dugu, euren funtzio-ei buruzkoa, alegia.

1. Sarrera

Gure inguruan egindako sistematizazio-esperientziabatzuen berri izan genuen unean (Eizaguirre, Urru-tia, eta Askunze, 2004; Alboan, Instituto de Dere-chos Humanos Padre Arrupe eta Hegoa, 2006),metodologia horrek guk egiten dugun lanean ekarlitzakeen gaitasunak aurreikusi genituen. Horrega-tik, “Sartu Federazioaren sistematizazio-abentura”2

deitzen dugun prozesu honetan murgildu ginen,federazioko Gizarte Aholkularitzak dinamizatutakoeta garatutako prozesua, hain zuzen ere. Hala, enti-tateak garatzen dituen hiru esperientzia sistematiza-tzea erabaki genuen, hain zuzen, Saregune (teknolo-gia berrien erabilera sozial eta komunitariorakoekimena), kontrataziorako laguntza zerbitzua, eta Debagoieneko eta Debabarreneko gizarteratze-zerbitzua. Azken horren berri ematen dugu artikuluhonetan.

Prozesuaren oinarriak finkatzeko nahitaezkoa irudituzitzaigun itxaropenak lantzea, horiek baitziren lehenurratsak, eta honela definitu genituen:

• Eguneroko praktika sakonduko duen prozesuada: gure lanaren egunerokotasunaren gainekogogoeta egitea ahalbidetuko digu.

• Esperientziaren alde subjektiboa objektibatukodu: esperientzian parte hartzen duten pertsonenezagupen eta interpretazio subjektiboak islatukoditu. Sustatzaileak nahiz onuradunak izan.

• Zailtasunez eta gertatutako ikaskuntzaz jabetze-ko balio du: gogoetak egunez egun ikasi dugunazeta horra iristea kostatu zaigunaz jabetzen lagun-tzen digu.

Debagoieneko eta Debabarrenakogizarteratze-zerbitzuaren esperientziaSartu Federazioa1, Gizarte Aholkularitza

2 Prozesu horretan Eusko Jaurlaritzako Justizia, Enplegu etaGizarte Segurantza Sailaren dirulaguntza jaso zen.

1 Sartu Federazioa irabazi-asmorik gabeko lau erakundek osa-tzen duten entitatea da. Erroak Donostian, Gaztaroa Bilbon, Sartu-Araba Gasteizen eta Zabaltzen Durangon. Gizarteratze-zerbitzuaazken horretan dago

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• Gure esperientzia komunikagarri bihurtuko du,bai gure artean bai Sartun eta inguruko besteesperientzia batzuekin: sistematizazioaren fun-tsetako bat gure esperientzia partekatzea etaezagutaraztea da.

• Prozesua ordenatuko du: esperientziaren konta-kizuna modu ordenatuan eta kronologikoki egi-tea ahalbidetuko du.

• Ahalegin eta lan handia eskatzen du: sistemati-zazioari denbora luze ematen diogu, eta egune-roko lan-zamari gehitu behar zaio.

• Parte-hartzaileengandik prestutasun handiaeskatzen du: guztiok parte hartu ahal izatekolaneko egutegia adostea lan nekeza izan da.

• Gizarte-zerbitzuen iritzia eta pertzepzioa jakitekoaukera: udaletako oinarrizko gizarte-zerbitzuekinbatera egiten dugu lan, eta sistematizazio-prozesuhonetan sor litezkeen gogoeta askotan haien ekar-pena oso interesgarria izan daitekeela uste dugu.

Artikulu honen bidez helarazi nahi duguna ez da sis-tematizazio-prozesua bere baitan, baizik eta prozesuhorrek ahalbidetu diguna. Gizarteratze-zerbitzuarenibilbidea eta elementuak deskribatzen saiatukogara. Horrez gain, protagonisten ikuskerak, iritziaketa bizipenak ere deskribatuko ditugu, hau da, zer-bitzuaren parte diren profesional taldearenak, etabatez ere, zerbitzuen jomuga diren pertsonenak.

Izan ere, prozesu honen bitartez lortu nahi genuenhelburua definitzean, honela deskribatu genuen:

Gogoeta partekatua egitea, esperientziatik ikas-teko eta gizarteratze-zerbitzua hobetzeko, espe-rientzia hori kanpora nahiz barrura komunikaga-rria izan dadin lortuz.

Eta helburu horri, beste maila bat gehitu diogu:

Gizarteratze-zerbitzuak erabiltzaileen gizartera-tze-ibilbideetan eta aldaketa-prozesuetan dueneragina eta inplikaturik dauden erakundeak eza-gutzea.

2. Gizarteratze-zerbitzuetara hurbilketa

Kasu gehienetan gizarte-proiektu bat abian jartzendenean, aldez aurreko ibilbideak bermatzen du.Hala, zerbitzu honen aurrekariak aztertzen hasizgero, 1999 urtera egingo dugu salto, hain zuzen,Eibarreko gizarteratze-planera. Proiektu hura anbi-zio handikoa zen, bertan esku hartzen zuten eragileguztien aldetik inplikazio-maila eta konpromiso han-dia exijitzen baitzituen. Zerbitzu bat emate hutsabaino askoz arlo gehiago hartzen zituen. Izan ere, ezzen zerbitzu hutsa, plana baitzen, hots, udalekohainbat saili eragiten zien, bai eta udaleko bestehainbat baliabideri ere. Hortaz, metodologia-

alorreko kontuak eta filosofiaren ikuspuntuaridagozkionak hasieratik diseinatu behar ziren. Oinarrizko gizarte-zerbitzuekin batera egindako lanafuntsezkoa izan zen.

Esperientzia hori kontuan hartu genuen Debagoiene-ko eta Debabarreneko gizarteratze-zerbitzua disei-natzeko orduan. Baliabide hori, proiektu partekatugisa, eskualde horietako udaletako gizarte-zerbi-tzuen esku uzten da, eta honako xede hauek ditu:

• Norberaren gizarteratzean inplikazioa lortzeko,norbanako bakoitzaren baliabide pertsonalaksustatzea.

• Gizarteratze-prozesuan laguntza integral eta per-tsonalizatua eskaintzea.

Zerbitzu hori 2000. urteko azken hiruhilekoaneskaintzen hasi ginen, eta funtsean urrakortasun-egoeran eta bazterkeria-egoeran dauden pertsoneieta Oinarrizko Errentak3 eta GLLak jasotzen dituzte-nei bideratuta dago, bai eta eskualde bakoitzekooinarrizko gizarte-zerbitzuek gizarteratzea edo lane-ratzea beharrezko dutela deritzen pertsonei ere.Azter ditzagun zenbait datu zerbitzu horretan arta-tzen diren pertsonen inguruko ideia egiteko. Deba-goienan esaterako, 2008an 123 pertsonari eskainizitzaien arreta (%49 emakumeak eta %51 gizonak).Debabarrenan, berriz, urte berean 47 pertsona arta-tu ziren (%57 emakumeak eta %43 gizonak). Gehien-goaren profila honako hau da: laguntza-ekonomiko-ak dituzten pertsonak, familia-zamak dituztenemakumeak eta atzerritarrak.

Baina zerbitzu hori martxan jartzea eta ondoren sen-dotzea, entitateak zonalde horretan duen presen-tzian ere oinarritzen da. Elkarte bezala, 1988tikdihardugu eremu horretan; lanbide-prestakuntzariburuzko ikasketak eta gizarte-trebetasunak irakatsigenituen, enplegu bilaketarako taldeak dinamizatugenituen, eta udaletako gizarte-zerbitzuekin, buru-osasuneko zerbitzuekin, hezkuntza-zerbitzuekin, etaabarrekin harreman estua izan genuen.

Hori guztia mintegia izan zen, eta harremana sortze-az gain, lankidetza ahalbidetu zuen. Tokiko adminis-trazioek egindako apustu irmoak eta gizarteratzekohitzarmenei4 buruzko urtarrilaren 11ko 1/2000dekretua sortzeak, gizarteratze-zerbitzua definitzeaeta abian jartzea ekarri zuten. Oinarrizko gizarte-zer-bitzuetan jarduteko administrari gehiago kontrata-tzeko diru-laguntzez baliatzea eskatu zuten udalek,

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3 Gaur egun, diru-sarrerak bermatzeko errenta.4 Maiatzaren 22ko 12/1998 Legean –gizarteratze-hitzarmenen

arloan gizarte-bazterkeriaren aurkakoa– xedatutakoa garatzen zuendekretu horrek. 2000. urteko urtarrilaren 31ko EHAAren 21. aleankontsulta daiteke.

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5 Laguntza horiek 2000. urteko uztailaren 31ko Aginduan arau-tzen ditu Justizia, Enplegu eta Gizarte Segurantzako Sailak, 2000koabuztuaren 30ean EHAAren 166.alean argitaratu zenaren arabera.Agindu horretan azaltzen denaren arabera, laguntza horiekin gizarte-zerbitzuetako berezkoak diren sustapen- eta prebentzio-jarduerakegiten dituzten profesional-taldeak hobetu eta indartu nahi zen,zonalde bakoitzeko artatzea egokia izateko.

Eusko Jaurlaritzako Justizia, Lan eta Gizarte Seguran-tza Sailak 2000. urteko uztailean egin zuen deialdia5

aintzat hartuta. Honenbestez, finantzazioa lortzeanlehen urratsak egiten hasi ginen. Hasteko Debaba-rrenan, eta ondoren, 2002. urtean Debagoienan.

3. Gizarteratze-zerbitzua, zerbitzuespezializatua

Gizarteratze-zerbitzua hasiera-hasieratik jo da zerbi-tzu espezializatutzat, gizarteratzea ahalbidetzekoeta horri laguntzeko xedea oinarri hartzen baitu aldebatetik, eta eragile bakoitzak bere gain hartu behardituen funtzioak definitzen dituelako bestetik. Halabada, gizarte-zerbitzuak kasuak hautemateaz,horiek deribatzeaz eta koordinatzeaz arduratukodira. Bestalde, Zabaltzen-Sartu entitatea gauzatzeazeta ebaluazioaz arduratuko da, eta horretarako,beharrezko langileak ipini eta zerbitzuan parte har-tzen duten pertsonei laguntza emango die.

Bi figurarekin hasi ginen lanean. Batetik gizarteratze-teknikaria, eta haren zerginen artean zeuden beste-ak beste, gizarteratze-zerbitzuetatik bideratutakopertsonak artatzea, diagnostikoak egitea, gizartera-tze ibilbideak finkatzea, beste baliabide batzuekinkoordinatzea, gizarteratze-hitzarmenak sinatzea, etaeskualdean jardutea. Eta beste alde batetik, proiek-tuaren arduraduna, eta haren zereginak dira, oina-rrizko gizarte-zerbitzuekin adostea, artatu beharrekopertsona kopurua estimatzea, laguntzarako tresnakzerbitzuaren esku uztea, kasuak ikuskatzea etaaztertzea, eta abar.

Zeregin hauetatik haratago, baina ildo berari jarrai-tuta, azken urteotako gure esperientziak zera ikusa-razi digu, profesionalok malgutasuna eta moldatze-ko trebezia izan behar dugula egoera zailenetan.Kontuan hartu behar da pertsonak dauden desaban-taila egoera oso delikatua dela, bai ikuspegi psikolo-gikotik, bai gizarte-ikuspegitik. Horren ondorioz,sarritan estres-egoerak sortzen dira, eta horiekbehar bezala konpondu behar dira. Finean, gizarte-zerbitzuen eskaerak, artatutako pertsonen beharraketa zerbitzuaren beraren filosofia bateratzen jakinbehar da.

Espezializazioaren balioa eta zereginen osagarrita-sunak, gizarte-langileek islatzen dute honako hauesatean:

Hasieran kasua gizarte-langileak jasotzen du.Hainbat eremu hartzen ditu kontuan: osasuna,lanaren alderdia, ohiturak… eta orduan, bideratubeharreko kasua dela erabakitzen badu, gizarteratze-teknikariarekin bilera egiten da.Berarekin hitz egiten da, eta hemen zer ikusidugun eta lanari nondik ekin dakiokeen jakina-razten zaio. Hurrengo bileran teknikariaren ikus-puntua kontuan hartuta hitz egiten da, eta zeregi-nak banatzen dira. Lan egiteko modu koordinatuada. Kasua bideratu egiten da, eta lehenengo urra-tsak sailetik egiten dira, baina gero, kasua tekni-kariaren esku geratzen da. Baina alde ona bilerahorietan, deietan, mezu elektronikoetan, osoinformazio baliagarria sortzen dela da.

Espezializazio hori gizarte-desabantailan daudenpertsonek eskatzen duten “laguntza pertsonaliza-tuan” ikus daiteke ondoen:

Gure konpromisoa (oinarrizko gizarte-zerbitzuak),beraz, laguntzaren bat eskatzen duten pertsonahoriek hartzea da, aldez aurreko diagnostiko bategitea, eta gizarteratze-hitzarmen bat sinatzekoegokiak diren ala ez pentsatzea. Une horretan,pertsona horiekin sakonago lan egin daitekeelauste dugunean, Sartuko langileengana bideratzenditugu. Pertsona hori da pertsonak artatzen ditue-na, elkarrizketak egin, informazioa bildu, zer hel-buru landu daitezkeen erabaki, eta nola orientadaitekeen une horretan dagoen egoeratik atera-tzeko. Lan beraren bi alderdi osagarri dira, etahorien helburua pertsonen gizarteratzea da, bizi-tzako alor desberdinetan.

Gizarteratze-prozesuetan denbora eman dezake-ena, eta […] ezinbestekoa da tramiteez arduratuordez, pertsonekin egoteaz eta prozesuak uler-tzeaz arduratuko den pertsona bat edukitzea.

Pertsonaren ibilbidea ikusarazteko, honako fluxu-grama hau aurkezten dizugu:

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Funtzioak finkatzean berebiziko garrantzia du zerbi-tzua ematean zer zeregin betetzen dugun une orojakitea. Hau da, zerbitzu-prestazioa ala partekatuta-ko proiektua al da? Zerbitzua zer izango da, eska-tzailearen eta eskaintzailearen arteko truke-harremana ala elkarlanean oinarrituko da bereziki?Galdera horien erantzunek haren filosofia jarrikodute kolokan. Egia da bi ikuspuntu horiek bateraga-rriak direla, eta zerbitzu bat eman daitekeela lanki-detzan eta sareko lanean oinarrituta harreman mer-kantilista batean erori gabe.

Halaber, beharrezkoa da zerbitzuaren itxaropenakmaila guztietan lantzea, hau da, zerbitzutik zer espe-ro den, gizarte-zerbitzuekin komunak ditugun xede-ak zein diren, horien bitartez zer lortu nahi dugun,zer lortu nahi duten, zerbitzua zuzentzen zaien per-tsonen itxaropenak, etab. jorratzea. Era berean, zer-bitzua emateko metodologia, egituraketa eta erabili-

ko diren baliabideak hasiera-hasieratik zehaztubehar dira.

Zerbitzuan parte hartu duen pertsona batek zeradiosku:

Industria-garbiketa ikasten hasteko esan zidate-nean iguripen handiak nituen. Zerbait egingo dut,zerbait ikasiko dut eta gero lan-eskaintzaren bathartu ahal izango dut, pentsatu nuen. Proposa-mena egin zidatenean gustura hartu nuen, ezeregiten ari ez banaiz, nahiago dudalako ikasi,gero erabili ahal izango dudan zerbait egin.Beraz, proposamena egin zidanean gustura hartunuen, eta ate handi bat zabaldu zitzaidan. Zori-txarrez ez neukan paperik. Hori izan zen eragoz-pen bakarra. Baina nik uste dut bukatzean pape-rak garaiz eduki izan banitu, ikastaroa osobaliagarria izango zitzaidala.

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1. irudia. Pertsonen ibilbidea azaltzen duen fluxugrama

Iturria: Egileen lana.

Zerbitzuabere

borondatezutzi du

GIZARTE-ZERBITZUAK

Erabiltzailealaguntzeko

eskaera(erabiltzailea

deribatzen du)

Gizarteratze-teknikariakerabiltzailea hartuko du

Gizarteratze-teknikariakerabiltzaileari elkarrizketa egingo dio.

Lehenengo balorazio profesionala

Gizarteratze-teknikariaren etagizarte-langilearen

arteko bilera:• Kasuaren azalpena

• Gizarte.net tresnaren bidezkodiagnostikoa

• Hasierako helburuenfinkapena

Gizarteratze-teknikariaren etaerabiltzailearen arteko elkarrizketa:• Kodiagnostikoa• Laneko plana egitea

IB Sartu fitxa betetaeta datu-basean sartuta

• Elkarrizketaren erregistroa• Laguntza-fitxa

GIZARTE-ZERBITZUAKProzesua amaitzen

duen pertsona

Zerbitzua bereborondatearenkontra utzi du(heriotza, etxe-

aldaketa)

Gizarte-zerbitzueierabiltzailea zerbitzutik

kanpo uztea proposatzenzaie, helburuak

bete ez dituelako

• Elkarrizketaren erregistroa• Laneko plana

Bai

Ez

Ez

Gizarte-zerbitzuek

onartzen duteproposamema?

Bai

Gizarte-langileakerabiltzaileak eta

gizarteratze-teknikariakhitzarmena

sinatuko dute

Udalaren eta erabiltzailearenasebetzea neurtu eta erregistratu

Gizarteratze-zerbitzutiko baja

Helburuakbetetzea

Laneko planaabian jarriko da

Laneko planaren jarraipena: gizarteratze-teknikariaren etaerabiltzailearen arteko elkarrizketa

• Gizarteratze-teknikariaren eta gizarte-langilearen arteko bilera• Erabakia zehaztea.

Gizarteratze-hitzarmena sinatzea

erabaki da?

• Elkarrizketaren erregistroa

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4. Laguntzaren metodologia eta ideologia

Laguntza eta gizarteratze-prozesuak. Praktikarakogida (Justizia, Lana eta Gizarte Segurantza Saila,2001)6 eta Laguntza-prozesuen esku-liburua (SartuFederazioa, 2001) gizarteratzeko oinarrizko tresnakizan ziren hasiera-hasieratik, eta oraindik ere horiekerabiltzen jarraitzen dugu (moldaketa egokiekin).Tresna zehatzak diren bi erreferentzia izateaz gain,ideiak eta gizarteratze-filosofia ematen digute.

Laguntzea zertan datzan:

• Kontzeptua baino, gizarte- eta hezkuntza-harremana ulertzeko modua da. Garapen pertso-nala, heltze soziala eta pertsonen autonomiaerrazteko baliabideekin, metodoekin eta askota-riko teknikekin lan egiteko era da.

• Langilearen eta artatutako pertsonaren artekoharremana ulertzeko modua da. Harreman horre-tan erabakiak hartzen dituen eta aldaketak eragi-ten dituen subjektu aktibotzat hartzen da pertso-na, baina horiek gauzatzen laguntzen zaio.

• Zeharka lan egiteko modua da, eta baliabide guz-tiei eragiteaz gain, landu behar ditugun ‘arazo’sozialen alderdi ugariri eragiten die.

Laguntza zertan datzan:

• Aldaketa-prozesu baten baitan laguntza etababesa eskaintzen dituen harremana da.

• Harreman hori eraikitzean hasten da, harrera onbatetik abiatuta.

• Une oro ibilbide pertsonala egitea du xede, parte-katutako lana oinarri hartuta, bai eta epe zehatzbatean berori ikuskatzea eta mantentzea ere.

• Beharretan eta aukeretan arreta jartzen da, etahelburuak eta jarraitu beharreko estrategiakadosten dira pertsona horrekin.

• Pertsonari baliabideak aurkitzeko eta mobiliza-tzeko aukerak eskaintzea da finean.

Pertsonarekin eta bere inguruekin egiten da lan:

• Laguntza horrek taldeko jardueretan parte-har-tzea ahalbidetzen du, eta era berean, baliabide-en, zerbitzuen, eta erakundeen bitartekari-lanakegitea.

• Gizarteratze-prozesuetan laguntza banakoarimugatzen zaio, baina haren globaltasuna kon-tuan hartzen da, bai eta bere inguruko sistemahandiago baten zati dela ere. Pertsonekin lan

egiten dugu gizarteratzearen ikuspegi komunita-rioa kontuan hartuta. Ezin dugu ahaztu inguruhori ere landu behar dugula benetako gizartera-tze-aktiboa ahalbidetzen duten egoerak aldatzeanahi badugu.

• Laguntza horrekin, dauden baliabideak, edotagainerako herritarren esku dauden mekanismoaketa gizarte-sareak aurkitzea eta mobilizatzeaerrazten zaio pertsonari. Laguntza ematen duenpertsona da erraztasunak ematen dizkiona, zubi-lana egiten duena, egoeren eta baliabideen arte-an bitartekaria dena.

• Gizarteratze-prozesu aktiboetan esku hartzenduten baliabide publikoen nahiz pribatuen arte-an estrategia komunak finkatzeari ekiten zaio,eta horrekin, inguruaren etengabeko irakurketansortzen diren beharrei erantzun globalak edointegralak ematen zaizkie.

• Banakako lanen eta sareko lanen sinergiez balia-tzea herritar guztientzat mesedegarria da, etagizarteratze-prozesuan dagoen pertsonari dago-kion sistematik haratago zeharkako onurak ekar-tzen ditu.

Konfiantza-harreman batetik abiatuta laguntzen da:

• Entzumen aktiboa, komunikazio argia eta garde-na, beste pertsonaren onarpena konfiantzazkoharremana sortzeko funtsezko elementuak dira,eta horietan oinarritzen da laguntza, hain zuen.Gainera, hori lortzeko hazkunde pertsonalaketengabea izan behar du.

Gizarteratze-prozesuan pertsona bakoitzak aurkitudituen zailtasunen konplexutasunaren arabera,laguntza-prozesuak eskatzen duen intentsitate-maila aldatu egingo da. Zailtasun pertsonal handie-nak dituzten pertsonak banakako elkarrizketak mai-zago egitea beharko dute, bai eta laguntzapertsonalak, gizarteratze-erritmo hedatuagoak, etaabar ere. Bestalde, bazterkeria-egoera arinean dau-den pertsonek gizarteratze-prozesuan behar dutenlaguntza intentsitate txikiagokoa izango da.

Ondorioz, laguntza jardueren eta ekintzen araberazehaztu ahal izango da, eta batzuetan pertsonekineurekin, besteetan ingurukoekin eta baliabideekin,eta beste batzuetan alde biekin lan egitea eskatukodute.

Baina, nola hautematen dute laguntza hori pertso-nek? Hona hemen horien aipamenenen adibidebatzuk:

Ikastarotik irtetean (Sartuk emandako industria-garbiketako ikastaroari buruz ari da), tailerra gar-bitzera joaten nintzen, eta esan nien haiei, pape-rak lortuz gero kontratua egin ahal zidatela.Baina ia ezinezkoa zen, erregularizatzeko denbo-ra galdua bainuen. Hala eta guztiz ere tailerrean

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6 Sartuko taldeak egin zuen Jaume Funes, Esther Raya etaNacho Martinezekin lankidetzan, 2001. urtean. Eusko JaurlaritzakoEnplegu eta Prestakuntza Zuzendaritzak eskatutako lana izan da.

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jarraitu nuen, bi ordu inguru ematen nituen.Geroago, paperak eman zizkidaten, baina lagun-du egin zidatelako. Ikastaroa amaitutakoan ezinizan nuen lana aurkitu paperik ez nuelako, bainagarai hartan hasiak geunden paperak egiten,2005ean hiru urte betetzen nituelako, eta errotzehorri esker paperak lortzeko aukera neukan.Paperak lortutakoan kontratuarekin lanean hasinintzen, baina Sartuko neskarekin jarraitzennuen, enplegu hobea lortzeko asmoz. Gero gizar-te-laguntzailearekin jarraitu nuen, nik lanabanuen eta suposatzen zen bertan ordutegialuzatuko zidatela eta hobera egingo nuela […].

Lehenengotan etortzeagatik etortzen nintzen.Den-dena dakizula uste duzu, eta kontua da ezdakizula ezer. Gainera ni gaizki nengoen, aita hilberri zitzaigun eta. Orduan, hasieran, etortzennintzen, baina ez nuen ezer espero, ez niongarrantzirik ematen. Gero konturatu nintzen nahi-kotxo ikasi nuela. Pintura-ikastaro baterako elka-rrizketa egin nuenean, konturatu nintzen xeheta-sunak zaindu nintuela, ikasitakoa erabili nuela,elkarrizketak egiteko eman zizkidaten jarraibide-ak erabilita.

5. Moldagarritasuna eta etengabekohobekuntza

Proiektu baten diseinua eta berori martxan jartzeabezain garrantzitsua da, etengabe hori hobetzenjarraitzea. Proiektua martxan egon den azken 10urteotan kontu ugari aldatu dira, eta horien arteanhurrengo datozenak azpimarratzekoak dira:

5.1. Gertutasuna

Zerbitzuaren biziraupenean funtsezkoa izan zenunea “deszentralizazioa” izan zen. Hasi zenetik2003. urtera, zerbitzua Debabarrena eskualdeanudalean bertan zegoen zentralizatuta. Horrek esannahi zuen erabiltzaileek arreta ematen zuten tokirajoan behar zutela, eta horrek irisgarritasun-arazoakeragiten zituen. Urte hartan, eta gizarte-zerbitzueneta Zabaltzen-Sarturen arteko gogoeta bateratuarenondorioz, zerbitzua deszentralizatu egin zen. Xedeaahalik eta pertsona gehien artatzea zen, irisgarrita-suna erraztea. Kontuan hartu behar da Soraluzeko,Mutrikuko, Debako eta Mendaroko erabiltzaileentzatahalegin handia zela Elgoibarreraino joatea. Garraio-bideek ez zituzten joan-etorriak errazten, eta gastuaeragiten zuten. Artatze-gunetik urrunen zeuden ere-muetan ez genuen zerbitzuaren indizea estaltzen,eta deszentralizazio horrek arrakasta handia izangozuela uste genuen.

Debabarreneko zerbitzuari esker ikasitakoa, Deba-goienan baliagarri izan zitzaigun, eta hasieratik des-zentralizatu genuen.

5.2. Lan-dinamikak

Zerbitzuaren deszentralizazioak lan egiteko bestemodu batzuk ekarri zituen; teknikaria udalez udaljoaten zen, eta egutegi baten bidez antolatzen zen.Hartara, astero hainbat egun zegozkion udal bakoi-tzari, eta lan-zama handiagoa bazen ere, eskaintzenzen zerbitzua asko hobetu zen, gizarte-zerbitzuekinkoordinazioa eraginkorragoa zen, eta ezin ahaztuharreman pertsonal jarioagoa ahalbidetzen zuela.Zerbitzua zentralizatuta egon zenean koordinazioazaila zen, eta zuzenean udaletara joateak testuingu-rua eta inguruko baliabideak hobeto ezagutzea ahal-bidetzen zuen.

5.3. Erkidegoko baliabideetan oinarritutako zerbitzua

Aurreko atal batean, laguntzaren metodologia, bes-teak beste, baliabideak, edota gainerako herritarrenesku dauden mekanismoak eta gizarte-sareak aurki-tu eta mobilizatzen erraztea zela esan dugu. 2004.urteaz geroztik, zeregin horrek indar gero eta han-diagoa hartu zuen. Une honetan, zonaldean zenbaitjarduera sozioedukatibo egiten dira. Izan ere, gureustez bizitzarako oinarrizko gizarte-gaitasunak etatrebeziak indartzen eta horien garapena ahalbide-tzen duten baliabideetan oinarritu behar da ezauga-rri horietako zerbitzua. Gizarteratzean eragitenduten harreman-jiteko eta garapen pertsonalekoarlo batzuk taldean landu ahal izatea zen helburua.Bakardadea eta isolamendua bezalako alderdienikuskera hobetu egiten da taldeko lanaren bitartez.

Horri dagokionez, gizarte-langile batek honako haudio:

Batzuetan, lortu nahi duguna taldeari begira,soslai desberdineko pertsonak biltzea, eta eure-kin talde mailan lan egitea da, eta horretan arigara. Esaterako, profil zehatza duten pertsoneizuzendutako prestakuntza-ikastaroa, auzolan batedo... Pertsonei arreta eskaintzea, ez banakabakarrik, baizik eta taldean ere.

5.4. Errealitate berriak

Urte guzti hauetan profilak aldatzeak zerbitzua mol-datu behar izatea ekarri du; behar berriak –eskuharzteko modu berriak–. Hasiera batean, artatutakopertsonen portzentaje handia kide bakarreko fami-liak ziren, beren ardurapean banatu gabeko ardurakdituzten emakumeak, oinarrizko errenta eta GLLjasotzen dutenak. 2006 eta 2007 urteen artean pro-fil horri atzerritarrak gehitzen hasi zitzaizkion. Per-tsonen profilaren eta horien beharren eta eskaerenaldaketak, langileen birziklapena dakarte, eta kasuhonetan esaterako, atzerritarrekin, kulturartekotasu-narekin, bizikidetasunarekin, eta abarrekin lotutakolege-alderdiak ere bai.

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Errealitateari doitu behar horri buruz honako haudiote gizarte-langileek:

[…] sasoi batzuetan izan ditugun erabiltzaileekgizarte-trebetasuneko oso oinarrizko beharriza-nak zituzten. Orduan, prestakuntza-ikastaroakantolatzen dira eskaera horri erantzuteko. Bestesasoi batzuetan erabiltzaile mota desberdinaizan da. Izan dugun bilakaeraren araberakoa daapur bat. Biztanleriaren eta zerbitzuan izandugun bilakaeraren arabera, beharrizanetaraegokituz joan gara apurka-apurka.

5.5. Hobekuntzarako eremu partekatuak

Gure gizarteratze-lanean funtsezkoa da hausnarke-tarako eta hobekuntzarako eremuak egotea. Halabehar dutelako, zailtasunagatik edo esanahi bere-ziagatik nabarmentzen diren kasuei buruz gogoetaegiteko eremuak. Eta espazio horretan ez da azter-keta hori soilik egingo –berez oso garrantzitsua izanarren–; tresnak, metodologiak eta une bakoitzeanbeharrezkotzat jotzen dena adosteko ere balio izanbehar du. Gogoeta bateratu horretatik proaktiboakizateko gaitasuna hobetzeko proposamenak eta eki-menak sortuko dira.

5.6. Ebaluazioa eta jarraipena

Zerbitzuaren egoera ezagutzea ahalbidetzen digunadierazle- eta tresna-sistema egokia edukitzeak hel-buruak lortu ditugun, horiek nola aldatu eta egokituditugun, eta abar ikusarazten lagunduko du.

Gizarteratze-zerbitzuak urteotan ildo honetako tres-nak7 garatu ditu:

• IB Sartu edo Erabiltzaileen fitxa: bertan erabil-tzaileari buruzko informazioa jasotzen da, orien-tazio-prozesua egin ahal izateko, esaterako pres-takuntza, interes laboralak nahiz prestakuntzaridagozkionak, lan-egoera, egoera ekonomikoa...

• Deribazio-fitxa: erabiltzailea deribatzen duen zer-bitzuarekin harremanetan egoteko behar direndatuak jasotzen dira, eta haren balorazio laburbat ere bai.

• Segimendu-fitxa: fitxa hori gizarte-zerbitzueibidaltzen die Zabaltzenek, eta zerbitzuak erabil-tzaileei buruz egiten duen balorazioa hartzen du.

• Balorazio bateraturako orria: erabiltzailearen etagizarteratze-teknikariaren arteko gogoeta jaso-tzen da eta hainbat arlo hartzen ditu: prestakuntza-arloa, lan-arloa eta arlo pertsonala,eta indarguneak, hobetu beharrekoak eta jarduera-premiak azpimarratzen dira. Horrezgain, elkarlanerako plana ere egiten da, eta ekintzak zehazten dira.

• Emaitzen adierazleak: erabiltzaile bakoitzariburuz, proposatutako helburuen lorpenaren gai-neko hainbat datu biltzen dira.

• Aldizkako jarraipen txostenak: izenak adieratzenduen bezala, prozesuaren adierazleen eta proiek-tu beraren emaitzen aldizkako jarraipena egitekoerabiltzen dira.

• Gizarte-zerbitzuei itzultzeko txostenak: horietan,zerbitzuaren nondik norakoaren berri edukitzekoadierazlerik eta daturik garrantzitsuenen berriematen da.

• Elkarrizketen erregistroa: erabiltzaile bakoitzare-kin aldizka egiten diren elkarrizketen berri ema-ten da, horrela, ahalik eta segimendurik osoenaegin daiteke.

Nahiz eta urteotan ildo horretatik ahalegin handiaegin dugun, oraindik hobetu beharreko hainbatalderdi daude.

Hala bada, gizarte-langileak honako hau proposa-tzen du:

Jarraipena ez dago guztiz protokolarizatuta. Bali-teke jarraipen egituratuagoa ezarri behar izatea.Agian, hobetu beharreko kontua da. Esaterako,hilean pare bat ordu uztea pertsonei eta behardenari buruz hitz egiteko.

Jarraipen hori ez da garrantzitsua pertsonei eta tek-nikei dagokienez bakarrik, aurretik azpimarrtu beza-la. Proiektuari arlo politikotik jarraipena egiteaestrategikoa da. Gure erakundean uste dugu garran-tzitsua dela maila politikoan zerbitzu honen berriedukitzea. Beti ahalegindu gara bai alkateek baizinegotziek zertan ari garen eta zein planteamendu-tik edo zer filosofiarekin lan egiten dugun jakindezaten. Gizarte integratzailea, eta kasu honetaninguru hurbilena eraikitzen diharduen entitate kola-boratzaile gisa ikus gaitzaten nahi dugu.

6. Gizarteratze-zerbitzuaren osagaiadierazgarrienak

Laburbilduz, esan genezake gizarteratze-zerbitzuaosatu izan duten eta osatzen duten elementu nagu-siak honako hauek direla:

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7 Tresna horiek erabili dira urte hauetan guztietan, eta gizarte-ratzean sustatzaileak izan dira, ondoren sortu ziren beste tresnabatzuekin batera.

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Iturria: Egileen lana.

Azken paragrafo hau Debabarreneko eta Debagoie-neko gizarte-zerbitzuek gugan izandako konfiantzanabarmentzeko utzi dugu. Azken urteotan izandugun baterako proiektua eraikitzean konfiantzahori gauzatu egin da. Horrez gain, zentzu guztietan

1. Taula. Gizarteratze-zerbitzuaren osagaiak

etengabeko irakaskuntza lortzea ahalbidetu digu.Egindako lanaren aintzatespena hauteman dugu, etahain zuzen, gizarte zerbitzuen baitan gizarteratze-arloak duen eta izan behar duena lekuarena. Lagun-tzarik gabe, esperientzia hau ezinezkoa litzatekeen.

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Aldez aurretiko gogoeta • Proiektuaren diseinua.• Aurkezpena.• Lehenengo erabakiak.• Gizarte-zerbitzuen eta Zabaltzenen

arteko harremana.• Finantzaketa.• Tresnak.

• Lanaren eta baliabideen antolamendua.• Zailtasunen ebazpena.• Aukerak eta kontaktuak jasotzea.• Zerbitzuaren segimendua.

Gizarteratze-zerbitzuan eragitenduten zerbitzu paraleloak

• Enplegua bilatzeko talde aktiboak(EBTA).

• Lanbide.• GAE proiektua (enpleguaren kudeaketa

aktiboa).• Txukunberri (IE).

• Tailerren sarea.• Kasuen azterketako taldeak.

Xedearen, helburuaren eta ardatzaren definizioa

• Xedea/Esperientzia: Zabaltzen-Sartukematen duen gizarteratze-zerbitzua.

• Eremu geografikoa: Debagoiena etaDebabarrena.

• Aldia: Debagoienan, 2002tik,Debabarrenan, 2000tik.

• Helburua: gogoeta partekatua egitea, espe-rientziatik ikasteko eta gizarteratze-zerbitzuahobetzeko, esperientzia hori kanpora nahizbarrura komunikagarria izan dadin.

• Ardatza: gizarteratze-zerbitzuearen eragina,erabiltzaileen gizarteratze-ibilbideetan etaaldaketa-prozesuetan, eta inplikaturik dau-den erakundeetan.

Zerbitzuaren aurrekariak: Eibarko Udaleko gizarteratze-plana

• Zerbitzu berria baino gehiago.• Espezializazioa.

• Debagoieneko eta Debabarrenako gizartera-tze-zerbitzuen oinarria.

Bizi izandako prozesuaren berreskurapena

• Zerbitzuaren hasiera.• Deszentralizazioa.• Prestakuntza-jardunaldiak.• Gure zerbitzura jotzen dutenen soslaia.

• Ekimenen planteamendua.• Etorkizunera begirako bultzada.• Tresna berriak.

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ALBOAN; INSTITUTO DE DERECHOS HUMANOS PADREARRUPE; eta HEGOA. (2006): La aventura de la sistematización. Cómo mirar y aprender denuestras prácticas desde nuestras prácticas,Bilbo, Alboan [<www.alboan.org/archivos/guiasistematiza2006_cas.pdf> webguneaneskuragarri].

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Bibliografía

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Oferta de oportunidades en la políticade participación institucionalizada delos servicios sociales de atenciónprimaria1

Enrique Pastor SellerEscuela de Trabajo SocialUniversidad de Murcia

1. Democratizar la democraciaintensificando la participación ciudadana

En la actualidad emerge una progresiva demandapor conciliar/compatibilizar la democracia represen-tativa (en crisis, según muchos autores) con lademocracia2 participativa/directa en la gestión delas políticas públicas. De esta forma, la participaciónadquiere un valor transversal y central en el debatepolítico, social y académico, con un significado sus-tantivo para políticos, organizaciones, instituciones,gestores y profesionales vinculados (directa o indi-rectamente) con las políticas públicas, en general, ysociales, en particular.

La complejidad e interdependencia de los fenóme-nos y hechos sociales, así como las situaciones dedificultad que atraviesan personas, familias, grupos,organizaciones y comunidades requieren de compro-misos, competencias e interacciones de los diferen-tes actores sociales (públicos y cívicos), y en estenuevo contexto pluralista y relacional, la participa-ción se convierte en un elemento sustancial.

La ciudadanía ‘reclama’ una nueva ‘forma’ de gober-nar y de relación e influencia recíproca y continuaentre administración local y ciudadanía. Una profun-dización democrática, entendida como ampliación,en términos cuantitativos y cualitativos, tanto de losactores (número y pluralidad representativa) quepueden intervenir en los procesos participativoscomo de las cuestiones y los ámbitos de influencia yproducción de políticas sociales por parte de losdiferentes actores implicados (políticos, organiza-

Este artículo presenta las políticas y formas institu-cionales de organizar la participación ciudadana enlos servicios sociales gestionados desde la escalalocal. Una aproximación al gobierno local relacional,como contexto favorable para intensificar la demo-cratización de los servicios sociales, mediante lainnovación en las políticas de participación orienta-das a reconocer, impulsar, desarrollar, integrar ocontrolar mecanismos, órganos y prácticas partici-pativas con las que implicar de manera directa a lasociedad civil (individual y colectiva) en las decisio-nes públicas locales, en general, y respecto a losasuntos sociales, en particular.

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1 El presente artículo es fruto de una investigación empíricarecogida ampliamente en el texto Participación ciudadana y gestiónde las políticas sociales municipales, editado en 2009 por Editum,el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia.

2 “Una democracia sólo hace honor a su nombre si los ciuda-danos tienen verdadero poder para actuar como tales, es decir, sison capaces de disfrutar de una serie de derechos que les permitandemandar participación democrática y considerar dicha participa-ción como un título” (Held, 2001: 355).

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ciones, técnicos y ciudadanos). De ahí el indiscutiblecrecimiento de las experiencias participativas y delas políticas orientadas a impulsar la participaciónde la ciudadanía en los asuntos públicos, especial-mente en la vida de las ciudades3. Una progresiva yevidente renovación y adaptación de las estructurasdemocráticas que por medio de la participación eimplicación más directa de la ciudadanía pretendemejorar la transparencia, legitimidad, eficacia, efi-ciencia e influencia en las decisiones públicas; opti-mizar el rendimiento institucional y formar a mejoresciudadanos y políticos. Pero este incremento en laoferta de oportunidades de participación en las polí-ticas públicas y de las propias prácticas participati-vas convive con contextos políticos e institucionalesreticentes4 al impulso de políticas orientadas a pro-mover la participación y la apertura de nuevos espa-cios y procesos participativos, que prefieren circuns-cribirse a mecanismos tradicionales de lademocracia representativa/delegativa.

2. Las oportunidades del gobierno localrelacional

Las novedades y debates en torno al municipalismose concretan en el tránsito desde el tradicionalgobierno local hasta la actual governance local–gobierno en red o gobierno/administración/muni-cipio relacional5–. El contexto municipal proporcionaun ámbito privilegiado para revitalizar la democra-cia; es donde encontramos los primeros y mejoresejemplos de las nuevas formas de entender lagobernación de los asuntos públicos desde el mode-lo de municipio relacional. Un gobierno local carac-terizado y legitimado por lo relacional, por la capaci-dad de crear e impulsar redes, por estimular laparticipación de la sociedad civil y ejercer su lideraz-go gubernamental (representatividad) desde unnuevo modelo de gestión municipal más relacional yabierto, y, por tanto, basado en la profundizacióndemocrática en clave más ciudadana y participativa.Este modelo de ‘hacer política y ciudades’ y de ges-tionar los asuntos públicos desde la proximidadlocal favorece la construcción de identidades/perte-nencias comunitarias, sentirnos implicados en losconflictos, en las necesidades y en la convivenciacomún, y, por tanto, en las alternativas y decisiones

finalmente adoptadas. Los gobiernos locales ya nodialogan con una comunidad homogénea, sino conmúltiples comunidades e identidades que conviveno se interrelacionan en, desde y con el territorio.

Por otra parte, la ciudadanía exige calidad y eficaciaen la prestación de los servicios públicos, pero tam-bién participar en la misma definición y articulaciónde las políticas públicas que orientan el desarrollolocal. De ahí que el reto sea crear condiciones políti-cas y espacios de participación/implicación ciudada-na que generen oportunidades reales y favorablespara la deliberación y construcción colectiva de laspolíticas sociales, a partir de la conformación depreferencias sólidas e informadas entre la ciudada-nía en el complejo universo relacional local.

Esta escala de gobierno menor facilita el desarrollo yla evaluación continua de políticas y prácticas parti-cipativas, en tanto que permite el diálogo y la inte-racción personal, interorganizacional e interinstitu-cional más cercana a los intereses e inquietudescotidianos. La proximidad de los temas a los ciuda-danos provoca una mayor disposición de éstos aimplicarse y participar, por lo que es necesario inno-var en órganos, mecanismos y prácticas participati-vos que permitan escuchar las voces de la ciudada-nía en los procesos de toma de decisiones a escalalocal, más allá de proveer de información al ciuda-dano sobre la actividad de la administración munici-pal (unidireccional) –por otra parte, requisito previo–, incidiendo en flujos multidireccionales enred que faciliten la vinculación e influencia ciudada-na en la toma de decisiones de su gobierno local. Lamayor parte de los gobiernos locales europeos sehallan, como señalan diferentes investigaciones yautores (entre otros, Ganuza y Francés, 2008; Colinoy del Pino, 2008), inmersos en procesos de reformadesde hace al menos dos decenios. Los objetivosque se han perseguido con estas reformas puedensintetizarse en dos: de un lado, las administrativas,orientadas a lograr la eficiencia, la eficacia y la cali-dad de las estructuras administrativas locales y susresultados en relación con los deseos ciudadanos; y,de otro, las políticas, que pretenden lograr el enri-quecimiento de la democracia local, normalmenteen forma de mayor inclusividad y acceso de la ciuda-danía a las decisiones públicas que la afectan.

El incremento de las oportunidades ciudadanas paraintervenir, en algún grado, en los asuntos locales nosignifica que siempre estas posibilidades puedancalificarse de auténtica participación. De hecho,para algunos autores sólo podría hablarse de autén-tica participación cuando existe realmente “un estilode interacción colaborativo de confianza, con unproceso de administración visible, en la que la parti-cipación es buscada incluso antes de que la agendahaya sido establecida” (Colino y del Pino,2008:252).

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3 Resulta de interés, entre otros, los estudios recientes deNavarro (2008) y Navarro, Cuesta y Font (2009).

4 Subirats (2001: 37-39) identifica algunas resistencias a la par-ticipación a partir de tópicos tales como la lentitud en toma dedecisiones, los costes, el insuficiente valor añadido o los particula-rismos.

5 Brugué, Font y Gomá (2003: 14) plantean, en este sentido, lasuperación del “municipio de bienestar” y la llegada del “municipiorelacional”, y revalorizan así el papel de la participación ciudadanaen el ámbito local.

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3. Niveles y expectativas de los procesosparticipativos

La participación ciudadana puede contener diferen-tes significaciones, atendiendo a los múltiples obje-tivos a los que puede dirigirse un proceso participa-tivo y, en razón de éstos, diseñar los mecanismos eindicadores que pueden facilitarlo y evaluarlo, res-pectivamente. La clasificación de los objetivos –delporqué– de la participación puede realizarse en fun-ción de diferentes criterios, entre los que destacandos: el papel otorgado a la ciudadanía y los resulta-dos que los gobernantes/responsables esperanobtener. Respecto al criterio de poder otorgado(niveles y procesos), la literatura especializada nosrefiere a las conocidas escaleras de la participación(Arnstein, 1969), donde en cada travesaño se sitúanlos diversos mecanismos de participación en fun-ción del papel que otorga a la ciudadanía y a susorganizaciones en las diferentes fases de produc-ción de las políticas públicas. En la parte más baja,se sitúan los instrumentos participativos que pre-tenden únicamente ofrecer información. En el nivelmedio, aparecen diversos mecanismos que quierendar voz, es decir, dirigidos a obtener, mediante laconsulta, la opinión de los ciudadanos o de susorganizaciones. Finalmente, en la parte más alta deesta escalera metafórica aparece la participaciónmás potente, aquella que permite trasladar el podery, por tanto, la capacidad para tomar decisiones a lasociedad civil. Estos tres objetivos se resumen comoel derecho a ser informado, a ser consultado y atomar parte.

La heterogeneidad de experiencias y las diversasconcepciones de la participación se constatan entorno a las diferentes clasificaciones (Bovaird et al.,2008; Kingston, 2007; Carver et al., 2000; entreotros) en torno a los niveles de participación: infor-mación (ascendente y descendente)6; consulta (dis-crecional o preceptiva; vinculante/no vinculante),co-decisión y co-gestión.

En cuanto a lo que esperan obtener los gobernantes,podemos distinguir dos objetivos: la legitimidad ymejora de las decisiones, y otros de nueva genera-ción, tales como disponer de colaboradores y gene-rar capital social. La legitimidad de una decisióndepende del grado de aceptación que genera entrela ciudadanía y, por lo tanto, si ésta ha sido informa-da y consultada, la legitimidad se verá reforzada. Deforma similar, especialmente en asuntos complejos,las decisiones adoptadas a partir de la escucha demúltiples voces y opiniones tendrán mayores posibi-lidades de éxito, no sólo por incorporar las diversas

perspectivas existentes, sino por el propio consensoalcanzado, que rebajará las resistencias y mejorarálas oportunidades de éxito respecto de la decisiónfinalmente adoptada. Por otra parte, se justifica laparticipación ciudadana por su capacidad para edu-car y concienciar a la ciudadanía. Disponer de estaciudadanía no sólo mejora el funcionamiento de losinstrumentos participativos, sino el conjunto de lacomunidad. Así, la participación ciudadana consi-gue, a su vez, generar el capital social que garanti-zará el buen funcionamiento de nuestra sociedad.Como señala Putnam (2002, 2003), el capital socialsupone un conjunto de características intangibles deuna comunidad (densidad asociativa, niveles deconfianza, etc.) útiles para explicar sus rendimientosinstitucionales, económicos y sociales. En este sen-tido, la participación ciudadana es un factor clave yla materia prima para desarrollar el capital social, alservir no sólo para facilitar la prestación de determi-nados servicios, o para legitimar determinadas deci-siones y políticas, sino para promocionar conductasy actitudes ciudadanas democráticas y solidarias.

4. Políticas de participación ciudadana enel ámbito local: referentes internacionalesy nacionales

En el ámbito supranacional, las reflexiones, reco-mendaciones y declaraciones en torno a la participa-ción de los ciudadanos en la vida de sus entidadeslocales tienen como referente importante las pro-puestas realizadas por la Unión Europea y la OCDE.Ambos organismos promueven acciones orientadasa fomentar la participación ciudadana en el ámbitolocal, compartiendo el mismo diagnóstico: la faltade interés por la política y las dificultades de impli-car al ciudadano en lo público a través de los meca-nismos tradicionales de participación.

Tanto la Unión Europea como la OCDE platean pro-puestas concretas, mediante recomendaciones, asícomo principios y medidas, para estimular la partici-pación de los ciudadanos. Respecto a la Unión Euro-pea, uno de los primeros actos públicos y normati-vos importantes referentes a estas cuestiones fue laRecomendación (81) 18 del Comité de Ministros a losEstados miembros, referente a la participación en elámbito municipal. Las líneas directrices de ésta mar-caron profundamente el marco estratégico de la par-ticipación en la vida local, entre otros aspectos, enla necesidad de: intensificar la comunicación entreciudadanía y representantes; mejorar las posibilida-des de participación –especialmente de ciudadanoscon mayores dificultades en participar activamente–y de incrementar la influencia de la ciudadanía en laplanificación municipal, en las decisiones estratégi-cas para la entidad local y en sus condiciones devida y de favorecer la participación de los residentesextranjeros. Esta recomendación fue reemplazadapor la Recomendación (2001) 19, aprobada por el

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6 Por ejemplo, el sistema de quejas y sugerencias, reconocidoy sustentado con una base legal, supone un sistema dinámico depoder participativo, al facilitar la comunicación entre la Administra-ción y las necesidades y preferencias de los administrados.

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Comité de Ministros el 6 de diciembre de 2001,sobre la participación de los ciudadanos en la vidapública en el ámbito local. Ésta tiene por finalidadproponer a los dirigentes políticos un conjunto cohe-rente y moderno de principios y líneas directivas,como base común de la acción de los Estados miem-bros del Consejo de Europa en este dominio esencialpara la democracia. Entre sus consideraciones, lacitada recomendación señala expresamente que esen el ámbito local donde el derecho democrático“puede ejercerse más directamente y que conviene,pues, actuar para implicar a los ciudadanos deforma más directa en la gestión de los asuntos loca-les, salvaguardando siempre la eficacia y la eficien-cia de la gestión” (Consejo de Europa, 2001). En tér-minos similares se pronuncian otras instituciones,como el Observatorio Internacional sobre la Demo-cracia Participativa o la Federación Española deMunicipios y Provincias, entre muchos otros.

El Consejo de Europa (2001) considera que la faltade interés por la política y las dificultades paraimplicar a los ciudadanos en lo público no implicanun declive de la participación de los ciudadanos enla política local, sino un cambio en los modos deimplicación que se expresa en la preferencia por for-mas directas, informales, flexibles y puntuales departicipación. De ahí que recomiende a los Gobier-nos que elaboren una verdadera política de promo-ción de la participación de los ciudadanos en la vidalocal, con el establecimiento de medidas normativasconcretas y de acciones que tengan en cuanta laimportancia de la sociedad civil y las estructurasasociativas. En el ámbito local, plantea la necesidadde adaptar los procesos de toma de decisiones, uti-lizando mecanismos de participación tanto indirectacomo directa y asociativa. Por otra parte, y atendien-do a las oportunidades y desafíos que plantea laactual sociedad de la información, el Consejo deEuropa viene impulsando recomendaciones vincula-das a la ‘e-democracia’, ante las oportunidades queésta ofrece para fortalecer la democracia, las institu-ciones y los procesos democráticos, y para vincularlas tecnologías de la información a la participación yla renovación del compromiso de los ciudadanos enla democracia7.

Por su parte, la OCDE (2001) plantea, además, lapreocupación por la capacidad de las entidadeslocales para asumir el papel que se les asigna en elcontexto de la sociedad global. Plantea tres nivelesde implicación de los ciudadanos en la política local:la información, la consulta y la participación activa.Según esta institución, los tres niveles se configurancomo pilares de todo buen gobierno, al permitir a

los poderes públicos obtener nuevas fuentes deinformación y recursos para la toma de decisiones, ycontribuyen a desarrollar la confianza del público enla Administración, lo que incrementa la calidad de lademocracia y fortalece el civismo.

Es necesario destacar que diferentes programaseuropeos incentivan la participación ciudadana ensu elaboración, gestión y evaluación8. Asimismo,existen organizaciones, grupos universitarios deinvestigación, asociaciones y redes de municipiosnacionales e internaciones que difunden e intercam-bian experiencias participativas, asesoran a losmunicipios, elaboran códigos de buenas prácticas yreglamentos-tipo de participación ciudadana, y pro-mueven acciones para dar viabilidad a las buenasprácticas en las cuales se han experimentado fórmu-las participativas.

En el ámbito nacional, la Constitución española de1978 realiza un mandato a los poderes públicos parapromover las condiciones para que la libertad y laigualdad del individuo y de los grupos en que seintegran sean reales y efectivas, para remover losobstáculos que impidan o dificulten su plenitud, ypara facilitar la participación de todos los ciudada-nos en la vida política, económica, cultural y social.Todos estos principios orientan el desarrollo un sis-tema de servicios sociales en el que la presencia delos ciudadanos no se limite a mera recepción deprestaciones, sino que incluya, además, la colabora-ción de éstos en el establecimiento de los criteriosde actuación en esta materia.

En el desarrollo de estos derechos, las referenciaslegales básicas en el ámbito estatal son la Ley7/1985, reguladora de las Bases de Régimen Local;el Real Decreto 2568/1986, de 28 de noviembre, porel que se aprueba el Reglamento de Organización,Funcionamiento y Régimen Jurídico de las EntidadesLocales, y la Ley 57/2003, de 16 de diciembre, deMedidas para la Modernización del Gobierno Local.Esta última, constituye, a los efectos del presenteartículo, un intento de desarrollar el tratamiento quese realiza en torno a la participación ciudadana en elámbito local.

Con esta nueva normativa, el Estado español tratade incorporarse a las tendencias europeas que pro-ponen reforzar las posibilidades de participación yde incidencia de los ciudadanos en el gobiernolocal, para evitar o corregir el alejamiento de éstosde la vida pública. Se destaca la necesidad de incre-mentar la participación y la implicación de los ciuda-danos en la vida local, por lo que se establecen unosestándares mínimos y concretos que permitan hacer

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7 La ‘e-Administración’ e Internet pueden ser canales de trans-formación relacional y organizativa, aumentar la eficiencia de lagestión pública, mejorar los servicios y proveer a las acciones degobierno de un marco más transparente (Recomendación 2009sobre ‘e-democracia’: <www.coe.int/democracy/>).

8 Tales como la Agenda Local 21, Urban, Leader+, Equal o Hábitat.

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efectiva esa participación. Concretamente, e inspi-rándose en la Recomendación (2001) 19 del Consejode Europa, mencionada anteriormente, esta nuevaley pretende mejorar los mecanismos de participa-ción, entre otros, establecer reglamentos orgánicosen materia de participación ciudadana que determi-nen y regulen los procedimientos y mecanismos par-ticipativos, impulsar la creación de nuevos mecanis-mos de participación ciudadana, combinar éstos yaplicar procedimientos más ágiles con la incorpora-ción de las nuevas tecnologías al servicio de la parti-cipación y la comunicación. La ley contempla, ade-más, tres novedades: la creación de distritos, delConsejo Social de la Ciudad y de una Comisión Espe-cial de Sugerencias y Reclamaciones.

Finalmente, la Federación Española de Municipios yProvincias ha venido desempeñando un papel fun-damental tanto en la defensa de los intereses delmunicipalismo español como en su esfuerzo decoordinación y cooperación con las otras adminis-traciones públicas del Estado. En este sentido, caberesaltar la Carta de Derechos Ciudadanos y, entresus contenidos, el Reglamento-Tipo de Participa-ción Ciudadana, aprobado en 2006 y canalizado a través de la Agenda Local de la Participación (ALARPAR), que contempla 45 líneas de actuación yrecoge las tareas que se han de acometer para suimplementación.

5. Política de participación en el sistemaautonómico de servicios sociales

El conjunto de leyes autonómicas de servicios socia-les contempla, aunque en diferentes ámbitos, elprincipio de participación ciudadana o cívica,mediante la creación de los cauces y las condicionespara impulsar la participación de la ciudadanía en lagestión del sistema público de servicios sociales,así como en la planificación, seguimiento, control yevaluación de los centros, planes y programas socia-les. Las leyes más recientes identifican la promociónde la participación como finalidad (Ley 2/2007 deCantabria, Ley 12/2008 del País Vasco), objetivo (Ley15/2006 de Navarra, Ley 12/2007 de Cataluña, Ley13/2008 de Galicia, Ley 5/2009 de Aragón, Ley4/2009 de Islas Baleares), prestación (Ley 1/2003Asturias) de las políticas de servicios sociales, com-petencia municipal o función específica de los servi-cios sociales de base.

Asimismo, contemplan la creación de mecanismosque canalicen los derechos y deberes de las perso-nas usuarias de centros, servicios y programas, biendirectamente de manera individual, o a través deentidades sociales representativas (no lucrativas,iniciativa social y voluntariado). Ambos ejercicios deciudadanía se plasman, especialmente en las leyespromulgadas a partir de 2005 que refuerzan la pro-tección de los usuarios, con un principio de garantía

de la participación y una descripción detallada dederechos y deberes, entre los que se identifica laparticipación de las personas como agentes de supropio cambio y de los grupos y entidades de lasociedad civil en el funcionamiento del sistema deservicios sociales. Con el fin de garantizar la partici-pación en la planificación y gestión del sistemapúblico de servicios sociales, contemplan la crea-ción de órganos asesores y consultivos de participa-ción ciudadana y asociativa: consejos locales de bie-nestar social, territoriales, locales y sectoriales deservicios sociales, según los casos.

Respecto a la participación de las personas usua-rias, las leyes de ‘segunda’ y ‘tercera’ generación lesatribuyen, al menos formalmente, un papel más acti-vo, concretamente participar en todas las decisionesque les afecten de forma directa o indirecta, indivi-dual o colectiva. Todas las entidades y centros deservicios sociales deberán contar con procedimien-tos de participación democrática de las personasusuarias o de sus representantes legales, de acuer-do con lo que se determine reglamentariamente; atal efecto, establecen como mecanismo el consejode usuarios.

6. Espacios y prácticas institucionalizadasde participación ciudadana en losservicios sociales municipales

El complejo, heterogéneo y dinámico escenario demecanismos y prácticas participativas existentes enel ámbito municipal suelen distinguirse en torno amecanismos de base asociativa (consejos municipa-les de participación ciudadana, consejos territoria-les o sectoriales, comités de usuarios de los servi-cios y agrupaciones de desarrollo local), personal–deliberativos o directos– (presupuestos participati-vos; jurados ciudadanos o núcleos de intervenciónparticipativa; asambleas de ciudadanos; reunionesvecinales, comunales o de servicios; referendos oconsultas populares; encuestas de satisfacción;encuestas deliberativas; grupos de discusión) y mix-tos (planes estratégicos territoriales; Agendas 21;consejos, foros o asambleas territoriales, sectorialeso de servicios; plataformas ciudadanas; talleres deprospectiva de territorios y servicios).

Centrándonos en los resultados del estudio empíricorealizado (Pastor, 2009) en torno a la participaciónen el sistema de servicios sociales municipales, yconsiderando el grado de formalización y el objetoprincipal adoptado por los mecanismos de participa-ción mayoritarios en las política de servicios socia-les, podemos distinguir varios mecanismos:

• Órganos de participación de base asociativa o con-sejos territoriales o sectoriales.

• Consejos de usuarios de centros y servicios.

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• Organismos públicos autónomos desconcentradoso institutos.

• Procesos o prácticas no formales de participaciónde base asociativa.

6.1. Órganos de participación de base asociativa oconsejos territoriales o sectoriales

Son espacios estables e institucionales de participa-ción de base asociativa, regulados normativamentey de ámbito municipal. Podemos distinguir aquellosde carácter territorial (municipal, distritos o pedaní-as) y de los sectoriales (personas mayores, mujer,juventud, inmigración, drogadicción, violenciadoméstica). Son consultivos, de carácter extensivo yfacilitadores de información, asesoramiento y capta-ción de propuestas. Sus objetivos y funciones forma-les son:

• Asesorar y proponer, con carácter no vinculante, laadopción de medidas de actuación de ámbito terri-torial o sectorial, en el marco de las políticassociales locales, incluida la posibilidad de priori-zar los programas de gasto.

• Promover la corresponsabilidad social de los ciu-dadanos. Canalizar y coordinar demandas e inicia-tivas de distintas organizaciones y asociaciones entorno a los servicios sociales en general, o bienpor sectores o problemáticas sociales. Fomentar yapoyar al movimiento asociativo, respetando suautonomía.

• Defender los derechos de los diferentes colectivossociales, propiciando, incluso, en determinadoscasos, la labor de denuncia, seguimiento y apoyotécnico, ante situaciones de discriminación.

• Fomentar la toma de conciencia sobre problemas.

• Potenciar la participación de los diferentes secto-res de población, de modo que se constituyancomo responsables y protagonistas de su propioproceso de desarrollo y promoción.

• Coordinar las acciones de los diferentes departa-mentos municipales y consejos sectoriales de laadministración local, y de éstos respecto a lasorganizaciones de carácter público o privado exis-tentes en la localidad.

• Asesorar a la concejalía respectiva, así como a losdistintos órganos de la administración local uotras administraciones o entidades sociales.

• Controlar los recursos existentes en el municipio.

• Recibir propuestas y necesidades de vecinos yusuarios, y emitir informes.

• Impulsar la elaboración de estudios, investigacio-nes e informes.

• Fomentar el voluntariado, las relaciones entrecolectivos y las asociaciones.

6.2. Consejos de usuarios de centros y servicios

Son órganos de base asociativa o individual, consul-tiva y circunscrita al centro o servicio del que depen-den orgánicamente. Facilitan la recogida de pro-puestas e información, la prevención y resolución deconflictos y la calidad prestacional. En similar cate-goría podríamos incluir el sistema de quejas y suge-rencias de centros y servicios.

6.3. Organismos públicos autónomos desconcentra-dos o institutos

Son mecanismos de desconcentración y descentrali-zación de las competencias municipales en materiade servicios sociales –delimitadas en sus propiosestatutos–, así como de participación ciudadana ypolítica. De manera general, disponen de un elevadogrado de autonomía en la gestión económico-admi-nistrativa y técnica de los servicios sociales en asun-tos tan relevantes como: proponer, seleccionar ygestionar el personal; administrar el presupuesto;convocar, publicar y otorgar ayudas y subvenciones(individuales y a organizaciones sociales); crear,gestionar, evaluar y modificar centros y equipamien-tos; contratar determinadas obras, suministros yservicios; constituir y dirigir comisiones territorialesy sectoriales; entre otras. Este elevado grado deautonomía en la gestión se vincula inexorablementecon la toma de decisiones sobre dichos aspectos, lacual coexiste con la facultad de tutela y control porparte de los órganos de gobierno de la CorporaciónMunicipal. En este sentido, son estos últimos, fun-damentalmente a través del Pleno de la Corpora-ción, los que tienen facultades propias de interven-ción y alta supervisión del instituto municipal, enaspectos tales como la aprobación de: presupuestoy memoria anual; reglamento interno del instituto,su modificación y disolución; plantilla y retribucio-nes del personal; adquisición, enajenación, alinea-ción o gravamen de bienes inmuebles; o suscripciónde determinados convenios y contratas.

El instituto tiene la capacidad de conciliar la gestióny toma de decisiones con la participación en undoble sentido. En primer lugar, incorporando en susórganos de decisión y gestión a organizacionessociales del municipio y, en segundo lugar, impul-sando en su seno órganos específicos de participa-ción, bien de ámbito territorial que afecten a todo elmunicipio o a sus diferentes distritos y pedanías, obien de carácter sectorial, con el fin de promover laparticipación de las diferentes organizaciones repre-sentativas de colectivos o problemáticas sociales.Por tanto, son mecanismos que combinan la adop-ción de decisiones de manera autónoma, la gestióny ejecución de los acuerdos adoptados y la partici-pación ciudadana en la vida política local. Para laconsecución de sus objetivos, los institutos adoptancriterios de gestión basados en la participación de

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todos los interesados sobre bases de: igualdad;descentralización; agilidad, eficacia, claridad ytransparencia; y ejecución y responsabilidad directaen competencias propias.

Los actores técnicos y políticos participantes de losinstitutos consideran que, en comparación con losconsejos, estas estructuras ofrecen unas cuotasmayores de participación directa en las políticassociales locales, entendida ésta como influencia realen dichas políticas. La representatividad de los dife-rentes grupos políticos municipales y la autonomíaen la adopción de decisiones vinculantes otorga alos institutos un sentido de ‘utilidad real’ en el cum-plimiento de objetivos y funciones. Por el contrario,su escasa representatividad social se cubre median-te otros mecanismos favorecedores de la participa-ción directa de las organizaciones, creados al efectoen la administración local.

De manera crítica, bien es cierto que el carácter emi-nentemente gestor de los institutos puede ser califi-cado por sus detractores como un mecanismo indi-recto de profesionalizar la política, o bien deconfundir los papeles de técnicos y políticos. Perotambién es cierto que los institutos recientementecreados al amparo de la legislación vigente propor-cionan un marco nítido de delimitación de las com-petencias de gestión y de toma de decisiones ejecu-tivas, entre el organismo autónomo local –y, dentrode éste, entre los órganos de los que se compone– yel propio Ayuntamiento.

6.4. Procesos o prácticas participativas no formalesde participación de base asociativa

La dimensión informal del ejercicio de facilitaciónpuede realizarse a través de reuniones, talleres oforos, periódicos o ad hoc, protagonizadas por téc-nicos de servicios sociales con organizaciones delterritorio o técnicos de otros sistemas de protec-ción. Estas prácticas suelen tener objetivos concre-tos, basados bien en sectores de población, en pro-blemáticas sociales o en usuarios de centros,servicios o programas adscritos a los centros deservicios sociales. La convocatoria, agenda y orga-nización de estas reuniones de trabajo se encuen-tran fundamentalmente en manos de los gestores(jefes de área o directores/as) de los centros o delos trabajadores sociales. Los actores sociales par-ticipantes son organizaciones (fundamentalmente,asociaciones) y técnicos vinculados con el sectorpoblacional en situación de dificultad. Los técnicospueden pertenecer al centro de servicios sociales(diferentes programas), a otros departamentos/con-cejalías de la administración local e incluso a otroscentros (centro de salud, centros educativos, Guar-dia Civil) dependientes de administraciones públi-cas diferentes a la local y ajenas al propio sistemade servicios sociales.

La práctica habitual es la realización de reunionesesporádicas y con objetivos concretos (elaboraciónde programas, solicitud de subvenciones) con cadauna de las organizaciones existentes en el territorioy representativas, fundamentalmente, de sectoresde población, tales como personas mayores, muje-res, discapacitados e inmigrantes. Es inusual eldesarrollo de reuniones donde participen todas lasorganizaciones sociales del municipio para asuntosde interés general. Los objetivos básicos y la meto-dología seguida en estas reuniones son:

• Ofrecer información respecto de centros, servicios,programas, proyectos, actividades y convocatoriasactuales o futuras del centro de servicios sociales,o bien de otros organismos o centros de la admi-nistración autonómica y central.

• Recoger información y captar necesidades y pro-blemáticas sociales con el fin de elaborar propues-tas de programas y proyectos, fundamentalmentesectoriales.

• Solicitar la participación de las organizacionessociales en actividades, proyectos y programasimpulsados desde los técnicos o políticos locales.

• Promover la cooperación interasociativa por terri-torios o sectores de población, con el fin de aunarcriterios y medidas de actuación muy concretas.

• Promover cauces de reflexión, deliberación y dis-cusión sobre problemáticas sociales y alternativasde solución.

• Generar redes y protocolos de colaboración técni-ca interinstitucional e interdisciplinar con las queabordar problemáticas complejas que afectan apersonas y colectivos (violencia doméstica, inmi-gración o drogodependencias).

• Asimismo, también existe una coordinación entreel ámbito técnico y el político que permite, en oca-siones, ‘elevar’ las propuestas técnicas a ‘estrate-gias’ políticas, aunque bien es cierto que suelenser reuniones demandadas desde el ámbito políti-co para disponer de determinada información deservicios, programas y usuarios, solicitar informa-ción y documentación que avale la petición desubvenciones, y la realización de mociones o larespuesta a éstas, por ejemplo.

7. Caracterización, valoración y tendenciasdesde los participantes: el caso de laRegión de Murcia

En el estudio empírico realizado en el contexto de laRegión de Murcia (Pastor, 2009), constatamos quede los 45 Ayuntamientos de la región, sólo 11(24,4%) disponen de mecanismos formales de des-concentración o participación en materia de bienes-tar social o servicios sociales en sentido amplio

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(general o sectorial), aunque los Ayuntamientos queen la práctica han puesto en marcha los citadosórganos participativos son ocho (17,7%). De éstos,dos disponen únicamente de consejos sectoriales,pero no de carácter general, y otros tres abarcan unobjeto más amplio al de los servicios sociales pro-piamente dichos, al ocuparse de diferentes áreas dela actividad pública de la Corporación Local (ConsejoMunicipal de Participación Ciudadana y de ONG).Por tanto, son cinco los Ayuntamientos que en laRegión de Murcia disponen de Consejo (tres) o Insti-tuto Municipal de Servicios Sociales (dos) de carác-ter general y que funcionan en la actualidad, lo querepresenta tan sólo el 11,1% de las CorporacionesLocales de la región.

Respecto de los consejos sectoriales, son seis losAyuntamientos que los han puesto en marcha, loque representa el 13,33 % de los Entidades Localesexistentes en la región. Se encuentran, en primerlugar, los de mujer y personas mayores, los cualesexisten en cuatro Ayuntamientos. Concretamente,uno dispone de ambos, dos tienen Consejos deMujer (igualdad de oportunidades y otro vinculadocon la violencia contra las mujeres) y otro de perso-nas mayores. Atendiendo a otros colectivos, dosAyuntamientos disponen de Consejos de Inmigra-ción y otros dos centrados en las Drogodependen-cias. Por consiguiente, únicamente cinco Ayunta-mientos disponen de Consejos Municipales (o deParticipación Ciudadana) y Sectoriales de manerasimultánea.

El análisis de la regulación normativa de los conse-jos e institutos constata que otorga a la Administra-ción una enorme y flexible capacidad de controlsobre la agenda y los procesos participativos. Losestatutos y reglamentos definen y determinan losámbitos y asuntos sobre los que es posible partici-par, lo cual limita el marco y las posibilidades realesde participación efectiva sobre los asuntos socialespúblicos, a la vez que permiten al responsable polí-tico/técnico introducir en la agenda de las sesionesaquellas cuestiones que le interesan. Se constata,así, un modelo participativo centrado en lo institu-cional y en procedimientos previstos y controladospor y para la Administración.

En cuanto a la composición y representatividad, losconsejos tienen una base de participación, funda-mentalmente, asociativa, con un claro protagonismode las federaciones, fundaciones y asociacionesfrente a los ciudadanos de forma individual, plata-formas y entidades minoritarias; a la vez que se pri-vilegia la representación sectorial a la territorial.Estas preferencias por las entidades sociales, sobretodo sectoriales (carácter especializado), como pro-tagonistas en la participación es una pauta interac-cional muy habitual en las políticas y experienciasparticipativas. En este sentido, se constata que lafragmentada y atomizada realidad asociativa dificul-

ta procesos de representación y participación plural,especialmente en los municipios de mayor tamaño,donde el tejido social es muy numeroso y diverso.

Los consejos e institutosfavorecen procesos deinteracción entre losactores, pero no garantizanuna democratización en laconstrucción de las políticassociales en el ámbito local,ni viceversaRespecto a los objetivos de los consejos, se consta-ta la existencia de una brecha entre los objetivos for-males y los que se alcanzan en la práctica, así comoen la distinta percepción de los actores implicadosacerca de los objetivos que tienen y que debierancumplir (expectativas). Los asuntos preferentementetratados se relacionan con la presentación e infor-mación de servicios, proyectos, actuaciones, presu-puestos, normativas reguladoras de prestaciones yayudas, y casos. Por tanto, los aspectostécnicos/administrativos de los asuntos socialesadquieren carácter preferente en la agenda, la orga-nización y el funcionamiento de estos mecanismos.Los participantes manifiestan en ocasiones dificul-tad en la comprensión y el análisis de los asuntostratados, debido al escaso tiempo previo, el elevadonúmero de temas y el lenguaje técnico empleado enel desarrollo de los asuntos que se tratan, lo queimpide elaborar, en tiempo y forma, una opiniónrazonada y expuesta públicamente acerca de lostemas tratados.

Por otra parte, se observa que la ciudadanía engeneral y las organizaciones sociales no participan-tes desconocen la existencia o el funcionamiento delos consejos, dado que el proceso de formalización yfuncionamiento no ha estado acompañado de actua-ciones, previas y posteriores, suficientes de informa-ción, difusión, consulta, propuesta y debate.En conclusión, los resultados del estudio empíricoinforman que el modelo de consejos e institutos noha cumplido sus objetivos cuantitativos de cobertu-ra ni cualitativos en referencia a la calidad de parti-cipación ofrecida y percibida. Asimismo, se observauna escasa implicación/participación activa de losmiembros, entendida ésta como la formulación razo-nada de propuestas e iniciativas concretas sobre losasuntos sociales públicos que se tratan en ellos.Comprobamos estandarización metodológica, unaparticipación poco pluralista y muy segmentada, yuna limitada transversalidad e incidencia en las polí-ticas sociales.

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Los consejos e institutos favorecen procesos de inte-racción entre los actores, pero no garantizan por símismos y de forma automática una democratizaciónen la construcción de las políticas sociales en el ámbi-to local, ni viceversa. No favorecen la posibilidad derealizar un ejercicio de poder efectivo, no ya en laactivación de la agenda, sino en la discusión en tornoa los problemas que ésta debe, o no debe, incluir. Deahí que más allá de su regulación, precisan de undiseño, una organización y un funcionamiento quepermitan condiciones y oportunidades reales paraacceder e influir en los procesos de toma de decisio-nes respecto de las políticas sociales. La eficacia en lagestión de los asuntos sociales no debe dejar en unsegundo plano la concepción de estos mecanismoscomo instrumentos de democratización.

La transparencia e innovación real y efectiva de laparticipación ciudadana en el diseño, la gestión y laevaluación de las políticas públicas de proximidadse configura como elemento esencial para generar/reforzar/reconstruir la calidad democrática en elámbito territorial y organizacional más próximo. Su incorporación permitirá mejorar la eficacia yeficiencia de las políticas públicas y la prestaciónde los servicios personales, y adoptar decisionessignificativas y vinculantes para los actores socialesy usuarios de centros/servicios, y provocará unaprogresiva revitalización del capital social de losmunicipios, las empresas y las organizacionessociales donde trabajamos desde las sinergiastransaccionales.

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Los trabajadores con discapacidad han de hacerfrente, al igual que cualquier otro trabajador, a fac-tores psicosociales presentes en su entorno laboral.El desequilibrio entre las demandas laborales y losrecursos de que disponen sitúa a los trabajadoresen una posición de riesgo y reduce su calidad devida en el trabajo. El objetivo de este trabajo consis-te en dar a conocer un campo de estudio novedosoen la investigación sobre discapacidad intelectual:la calidad de vida laboral. Concretamente, se pre-sentan los resultados obtenidos tras la evaluaciónde 428 trabajadores de centros especiales deempleo e iniciativas de empleo con apoyo. Losresultados ponen de manifiesto que los trabajado-res con discapacidad intelectual también percibenriesgos psicosociales laborales (estrés, burnout) yque los recursos (apoyo social) ayudan a mejorar subienestar en el trabajo. Finalmente, se proponendiferentes estrategias de intervención individuales yorganizacionales para potenciar la salud y la calidadde vida laboral.

1. Introducción

En nuestra sociedad, el empleo representa uno delos aspectos más importantes que condiciona nues-tra vida, nuestras relaciones e incluso nuestra salud.Se puede decir que es un pilar fundamental y una delas principales actividades en las sociedades indus-trializadas (Salanova, Gracia y Peiró, 1996). El traba-jo organiza la vida de las personas y contribuye tam-bién a su desarrollo económico y al bienestar socialde la comunidad (Super, 1980). En este sentido, lanaturaleza del trabajo, es decir, sus características ylas condiciones en que se den, determinarán enparte las consecuencias o los efectos de éste sobrelas personas y las organizaciones.

El concepto de calidad de vida laboral tiene que vercon la satisfacción, la salud y el bienestar del traba-jador, y también con todo lo relacionado con suentorno laboral. Es un concepto que pretende recon-ciliar aspectos del trabajo que tienen que ver con lasexperiencias individuales y con los objetivos organi-zacionales. Es, por tanto, un concepto multidimen-sional, formado por indicadores objetivos y subjeti-vos que tienen en cuenta tanto al individuo como elcontexto en el que se desenvuelve (Elizur y Shye,1990; Flores et al., 2010; Martel y Dupuis, 2006).

Tradicionalmente, el estudio de la calidad de vidalaboral se ha realizado atendiendo a dos perspecti-vas teórico-metodológicas: la calidad de vida delentorno de trabajo o perspectiva objetiva, y la cali-dad de vida laboral psicológica o perspectiva subje-tiva (Segurado y Agulló, 2002). Ambas presentandiferencias en los modos de considerar la calidad devida en el trabajo. La calidad de vida del entorno detrabajo tiene como meta mejorar la calidad de vidalaboral mediante la consecución de los interesesorganizacionales. El centro de su análisis es el con-junto de la organización, entendida como un siste-ma. Por lo tanto, analiza el macrosistema. El foco de

Análisis de la calidad de vida laboral entrabajadores con discapacidadNoelia Flores1

Cristina JenaroFrancisca González-GilPedro M. García-CalvoInstituto Universitario de Integración en la Comunidad (INICO),Universidad de Salamanca

1 Correspondencia: Facultad de Psicología. Avda. de la Merced,109-131. 37005 Salamanca. Tfno.: +34 923 294 695. Fax: +34 923 2946 85. <[email protected]>.

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interés se sitúa en la organización, en sus condicio-nes físicas, objetivas e intrínsecas al puesto de tra-bajo y en cómo éstas afectan al rendimiento. Desdeesta perspectiva, se pretende alcanzar una mayorproductividad y eficacia organizacional, como pasoprevio sin el cual no sería posible satisfacer lasnecesidades de cada trabajador.

Por otro lado, la calidad de vida laboral psicológicamuestra un mayor interés por los aspectos subjeti-vos de la vida laboral y persigue, fundamentalmen-te, la satisfacción, la salud y el bienestar del trabaja-dor, anteponiendo los intereses individuales a losde la organización. Así, su foco de análisis se centraen el microsistema. Por tanto, cómo experimentecada trabajador su ambiente de trabajo determinaráen gran medida su calidad de vida laboral.

En resumen, la calidad del entorno laboral influye enla calidad de vida laboral psicológica que experi-mentan los trabajadores, por lo que es preciso aten-der tanto a los criterios objetivos como a los subjeti-vos cuando se analiza este constructo (González etal., 1996).

En el ámbito de la discapacidad intelectual, la rela-ción entre empleo y calidad de vida se ha puesto demanifiesto en multitud de estudios. Muchos handemostrado que las personas con discapacidad inte-lectual pueden desempeñar con éxito un trabajo ycontribuir a la comunidad (Mank, Cioffi y Yovanoff,1997). También se ha constatado que el trabajomejora la autoestima y la valoración social de estaspersonas (Farris y Stancliffe, 2001; Jenaro, 2004) yque además el empleo es un factor que mejora lacalidad de vida de este colectivo (Eggleton et al.;Kober y Eggleton, 2005).

No obstante, si bien el concepto de ‘calidad de vida’(quality of life) ha podido en ocasiones considerarsesimilar al de ‘calidad de vida laboral’ (quality of worklife), ambos tienen un origen y desarrollo científicocompletamente diferenciado (Jenaro et al., en pren-sa). El propio tesauro de Psychological Abstractsincluye ambos como conceptos diferenciados. Lostérminos asociados a la calidad de vida laboral son:características del trabajo, satisfacción laboral,estrés ocupacional, características organizativas,clima organizacional y condiciones de trabajo. Por elcontrario, los términos asociados al concepto decalidad de vida que ofrece el tesauro son: cambiosvitales, satisfacción vital, estilo de vida, cambios deestilo de vida y bienestar. De hecho, la evidenciaempírica indica que los trabajadores ofrecen valora-ciones distintas cuando se les pide que califiquen sucalidad de vida y su calidad de vida laboral, tantocuando se trata de trabajadores con discapacidadintelectual (Flores, Jenaro y Arias, 2006; Jenaro etal., 2006) como en trabajadores sin discapacidad(Flores et al., 2010; Jenaro, Flores y Arias, 2007). Portanto, en el campo de la discapacidad, el concepto

más restringido de calidad de la vida laboral es rela-tivamente nuevo y existen pocas investigacionesque lo hayan analizado como tal (algunas excepcio-nes lo constituyen los trabajos de Flores, 2008; Flo-res y Jenaro, 2008, 2009; Flores, Jenaro y Arias,2006; Jenaro y Flores, 2006, 2009).

Al igual que ha ocurrido con el concepto de calidadde vida (Goode, 1990; Schalock y Verdugo, 2002), lacalidad de vida laboral en las personas con discapa-cidad intelectual se compone de los mismos facto-res e indicadores que son relevantes para la pobla-ción en general. Pese a ello, el indicador másanalizado en este ámbito ha sido el de satisfacciónlaboral. Respecto a ésta, la mayoría de los estudiosse caracterizan por haberse centrado en aspectosparciales de la satisfacción, como la obtención de untrabajo, o el acceso a modalidades de empleo másinclusivas y normalizadas en la comunidad.

Desde este punto de vista, se ha asumido que el tra-bajador con discapacidad intelectual experimentasatisfacción laboral por el mero hecho de obtener unempleo (Chioccio, 2001; Test, 1993) y no como resul-tado de su bienestar respecto a otras dimensionesdel trabajo, como las propias condiciones laborales.Bajo nuestro punto de vista, es bastante predecible,sin necesidad de plantear complejos estudios empí-ricos, prever un incremento en la satisfacción vital(calidad de vida) y en la satisfacción con el trabajo(calidad de vida laboral) en una persona, con o sindiscapacidad, que obtiene un empleo tras encontrar-se previamente desempleada. Si queremos mejorarlos aspectos más cualitativos, creemos, por tanto,que la cuestión no es comparar situaciones extre-mas (con empleo frente a sin empleo), sino centrar-nos en aquellas personas que se encuentran emple-adas. Así, defendemos la opinión de que, parapotenciar la calidad de vida laboral, es precisoactuar en los indicadores individuales, asegurandola existencia de un ajuste entre el trabajador y el tra-bajo, tanto en lo que se refiere a los valores, necesi-dades, aptitudes, actitudes (Chiocchio y Frigon,2006; Dawis y Lofquist, 1984) como en las variablesobjetivas o del entorno de trabajo (aspectos ergonó-micos, características del puesto de trabajo, condi-ciones laborales, entre otros).

Dicha línea viene también apoyada por los trabajosprecedentes de Farris y Stancliffe (2001) o de Jenaroet al. (2002), en los que se pone de manifiesto queobtener un empleo no es suficiente para garantizarla satisfacción del trabajador con discapacidad inte-lectual. Es necesario, además, conseguir un adecua-do equilibrio entre normalización –semejanza de lascondiciones de trabajo con los trabajadores sin discapacidad– y los apoyos, o dicho de otro modo,entre las demandas y los recursos. Por tanto, lasatisfacción laboral de un trabajador con discapaci-dad intelectual va más allá de la mera obtención deun empleo, o del tipo de entorno donde se encuen-

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tre trabajando. Estará determinada también por elambiente de trabajo experimentado por el trabaja-dor, por la flexibilidad de dicho ambiente y por eladecuado equilibrio entre las características de latarea y las habilidades del trabajador (Flores, 2008;Jenaro et al., 2002).

Estas evidencias nos llevan a dar un paso más en lainvestigación sobre calidad de vida laboral en elcampo de la discapacidad, y a intentar profundizaren el conocimiento de todos los factores que formanparte de ella. Además, también estamos obligadosde alguna manera a contemplar el diseño de pues-tos y la organización y ordenación del trabajo, asícomo todas aquellas condiciones laborales suscepti-bles de producir riesgos y que puedan amenazar lasalud y calidad de vida del trabajador. Estudios rea-lizados en el ámbito anglosajón han constatado quelos trabajadores con discapacidad se exponen asituaciones de riesgo (estrés) en sus lugares de tra-bajo (Hatton y Emerson, 2004; Lunsky y Bramston,2006) y que, además, les afecta el mismo tipo deestresores que a la población en general (Bramstony Fogarty, 1995). En Europa, por ejemplo, la AgenciaEuropea para la Seguridad y Salud en el Trabajo(2004) ha señalado que las personas con discapaci-dad deben recibir un tratamiento equitativo en eltrabajo, particularmente en lo que se refiere a lasalud y seguridad laboral. En este sentido, toda eva-luación de riesgos que se lleve a cabo en el lugar detrabajo debe contemplar el análisis de los riesgospsicosociales, y el estudio de éstos en trabajadorescon discapacidad intelectual no ha de constituir unaexcepción.

Pese a ello, en nuestro país, no constan estudios deeste tipo, aunque la actual Ley de Prevención deRiesgos Laborales (Ley 31/1995, de 8 de noviembre),en su artículo 25.1, establece que:

El empresario garantizará de manera específicala protección de los trabajadores que, por suspropias características personales o estado bio-lógico conocido, incluidos aquellos que tenganreconocida la situación de discapacidad física,psíquica o sensorial, sean especialmente sensi-bles a los riesgos derivados del trabajo. A tal fin,deberá tener en cuenta dichos aspectos en lasevaluaciones de los riesgos y, en función deéstas, adoptará las medidas preventivas y deprotección necesarias.

Por tanto, el análisis de los principales riesgos psi-cosociales a los que pueden estar expuestos los tra-bajadores con discapacidad intelectual tambiéndebe ser un objetivo para todas aquellas organiza-ciones preocupadas por la mejora de la salud y lacalidad de vida laboral de sus trabajadores.

En la actualidad, existe consenso en considerar quelos factores de riesgo psicosocial presentes en cual-

quier contexto laboral se agrupan en dos categorías(Bakker et al., 2003; Agencia Europea para la Saludy la Seguridad en el Trabajo, 2002): las demandaslaborales y los recursos disponibles. Las demandasson aquellos aspectos físicos, psicológicos, organi-zacionales y sociales del trabajo que requieren unesfuerzo para el trabajador y les suponen un coste(físico o psicológico). Ejemplos de demandas seríanla sobrecarga cuantitativa (tener demasiado trabajoque hacer y poco tiempo disponible para realizarlo),el conflicto y la ambigüedad de rol, y los trabajosrepetitivos o monótonos, entre otras. Por su parte,los recursos se definen como aquellos aspectos físi-cos, psicológicos, sociales y organizacionales, tantodel trabajo como personales, caracterizados porreducir las demandas laborales, estimular el creci-miento personal, el aprendizaje y el desarrollo deltrabajador, y fomentar el compromiso e implicaciónen el trabajo. Como ejemplos de recursos, cabe des-tacar el nivel de autonomía en el trabajo, el controlsobre el contenido de las tareas y el apoyo social delos compañeros o de los supervisores.

Existen evidencias (Fernet, Guay y Senécal, 2004;Jenaro y Flores, 2006) de que los recursos favorecenel ajuste y la implicación del trabajador, además deincrementar su satisfacción laboral y constituir unfactor protector ante determinados riesgos psicoso-ciales. Por el contrario, una combinación de altasdemandas laborales y pocos recursos puede tenerconsecuencias en la salud física y psicológica deltrabajador (O’Connor y Vallerant, 1994) y suponer unobstáculo en su calidad de vida laboral. En este sen-tido, la exposición a dichos factores de riesgo pro-ducirá estrés en todas aquellas situaciones en lasque el individuo perciba que las demandas delentorno superan sus capacidades o recursos paraafrontarlas, y cuando el individuo valore dicha situa-ción como una amenaza para su estabilidad. Ade-más, si el desequilibrio percibido persiste en eltiempo y el individuo fracasa en sus intentos porreestablecer la situación, el estrés se cronificará ydará lugar al denominado síndrome de burnout osíndrome de ‘quemarse’ por el trabajo (Schaufeli yBuunk, 2003; Schaufeli y Enzmann, 1998).

El burnout se define como una respuesta al estréslaboral crónico caracterizada por sentimientos deagotamiento emocional, despersonalización o cinis-mo y baja eficacia profesional (Shaufeli et al., 1996).El agotamiento hace referencia a sentimientos defatiga y pérdida de energía experimentados por eltrabajo en general. La despersonalización o el cinis-mo, por su parte, reflejan la actitud fría y distantedel trabajador y su indiferencia respecto al conteni-do del trabajo y hacia el propio trabajo en sí. Final-mente, la eficacia profesional evalúa aspectos rela-cionados con la autoeficacia y con los sentimientosde éxito relacionados con el trabajo. Se dice, portanto, que un trabajador está quemado en su trabajocuando experimenta un elevado agotamiento, un

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elevado cinismo y una baja eficacia profesional. Enlos últimos años, la investigación sobre el burnoutha experimentado un notable aumento. No obstante,en el ámbito de la discapacidad intelectual, y con lasalvedad de los estudios realizados por Flores(2008), y Jenaro y Flores (2006), no existen investi-gaciones que hayan aportado datos al respecto. Portanto, conocer si los trabajadores con discapacidadintelectual pueden llegar a ‘quemarse’ en sus traba-jos será necesario si nuestro objetivo es mejorar susalud y, por ende, su calidad de vida laboral.

Por otro lado, conviene decir que también reciente-mente los investigadores que habían centrado suatención en el estudio del burnout se están intere-sando por un constructo considerado como el poloopuesto. Éste se ha denominado work engagement yha sido traducido como ‘ilusión por el trabajo’ (Mas-lach, Schaufeli y Leiter, 2001). Tal interés coincidecon un movimiento más amplio, que tiene que vercon la psicología positiva, cuyo foco de interés secentra en el estudio de las fortalezas y en el funcio-namiento óptimo del ser humano, y no tanto en susdebilidades y disfunciones (Seligman y Csikszent-mihalyi, 2000). La ilusión por el trabajo, por tanto,se define como un “estado mental positivo relacio-nado con el trabajo y caracterizado por vigor, dedi-cación y absorción” (Schaufeli y Bakker, 2003: 4).Así, de modo contrario al agotamiento y al cinismoexperimentados por los trabajadores quemados, losindividuos ilusionados con el trabajo (engaged) sesienten capaces, se perciben con más recursos paraafrontar las demandas laborales del día a día y, ade-más, manifiestan sentirse entusiasmados en sus tra-bajos. Por tanto, el fomento del engagement se per-cibe como un elemento importante de cara apromover entornos laborales saludables y a mejorarla calidad de vida laboral.

Debido a que el engagement es un concepto bastan-te reciente en el ámbito de la psicología de las orga-nizaciones (Mauno et al., 2007), en el ámbito de ladiscapacidad en general, y de la discapacidad inte-lectual en particular, no existen investigaciones quehayan dado cuenta de dicho constructo desde estaperspectiva. Por tanto, el presente trabajo pretendecontribuir al conocimiento de los factores asociadosa la calidad de vida laboral, tanto de tipo negativo(demandas, burnout) como positivo (recursos, enga-gement). Concretamente, los objetivos que han guia-do este trabajo fueron:

• Conocer los factores de riesgo psicosocial (deman-das y recursos), el estrés laboral, los niveles deburnout y engagement experimentados por los tra-bajadores con discapacidad intelectual.

• Determinar semejanzas y diferencias en calidad devida laboral en función de los riesgos laborales(burnout) y del engagement.

• Identificar semejanzas y diferencias en satisfacciónlaboral, burnout y engagement, en virtud de laopción laboral en la que se inscriba el trabajador.

• Determinar el impacto de las demandas, los recur-sos, el burnout y el engagement en la calidad devida laboral.

Nos planteamos además cuatro hipótesis:

• Los trabajadores percibirán demandas y recursosen sus lugares de trabajo, y quienes experimentenestrés laboral percibirán con mayor intensidad lasdemandas de su trabajo y experimentarán, a suvez, menores recursos y una menor calidad de vidalaboral

• Existirán diferencias significativas entre los traba-jadores en función del síndrome de burnout yengagement experimentado. En este sentido,quienes estén quemados en sus trabajos experi-mentarán una menor calidad de vida, laboral yquienes presenten engagement tendrán unamayor calidad de vida en el trabajo

• Existirán diferencias significativas en burnout,engagement y calidad de vida laboral, en funciónde la alternativa laboral a la que pertenezca el tra-bajador, siendo los trabajadores de alternativaslaborales más inclusivas quienes experimentenmenos burnout, mayor engagement y mayor cali-dad de vida laboral.

• Demandas, recursos, burnout y engagement con-tribuirán a predecir la calidad de vida laboral.

2. Método

2.1. Participantes

Los participantes en esta investigación fueron unamuestra de conveniencia formada por 428 trabajado-res con discapacidad intelectual de diferentes cen-tros especiales de empleo e iniciativas de empleocon apoyo ubicados en Cantabria, Cataluña y Andalu-cía. Todos presentaban discapacidad intelectualcomo diagnóstico principal y sus niveles de discapa-cidad oscilaban entre límites y ligeros. Estudios pre-vios con este tipo de trabajadores han constatadoque estos niveles de discapacidad no afectan dife-rencialmente de manera significativa a los resultadosobtenidos en el empleo, ni a la capacidad del traba-jador para adaptarse a las condiciones del trabajo yafrontar adecuadamente las demandas de aquél(Jenaro et al., 2006; Verdugo, Jordán de Urríes y Bell-ver, 1998). Respecto al sexo de los participantes, 262(61,2%) eran hombres frente a 165 (38,6 %) mujeres.Predominaban los trabajadores con edades compren-didas entre los 31 y 40 años (36,2%), seguidos dequienes tenían entre 22 y 30 años (28%). Del total, el84,6% trabajaba en centros especiales de empleo,frente al 15,4% que lo hacía en diferentes alternati-

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vas de empleo con apoyo. Destacan los trabajadoresa tiempo completo (409, el 95,6%) frente a aquellosque trabajaban a tiempo parcial (19, el 4,4%). Ade-más, 149 (34,8%) trabajadores tenían turno de traba-jo de mañana, frente a 238 (55,6%) que manifiesta-ban desempeñar su trabajo en jornada partida(mañana y tarde). Respecto a la antigüedad, un granporcentaje de los participantes (35,3%) se caracteri-zaban por llevar más 11 de años trabajando, segui-dos de quienes llevan menos de un año (20%). Deltotal, 115 (27%) trabajaban en Cantabria, 210 (49,1%)lo hacían en Cataluña, y 103 (24,1%), en Andalucía. Eltipo de trabajo desempeñado por los participantescubría áreas muy diversas, como manipulados, orde-nanzas de administración y oficinas, imprenta, seri-grafía y artes gráficas, jardinería y limpieza.

2.2. Procedimiento

Los datos se recogieron durante los meses denoviembre y diciembre de 2006, y enero y febrero de2007. El contacto con los centros se realizó por telé-fono, correo postal y correo electrónico. Una vezconfirmada la participación de éstos, los miembrosdel equipo de investigación se desplazaron paraevaluar a los trabajadores con discapacidad intelec-tual. Así, un total de 428 trabajadores con discapaci-dad intelectual de nueve centros especiales deempleo y cuatro iniciativas empleo con apoyo acce-dieron a participar en el estudio. Todos los trabaja-dores colaboraron de forma voluntaria y ofrecieronsu consentimiento informado. En todos los casos, segarantizó el anonimato y la confidencialidad de lasrespuestas emitidas.

2.3. Instrumentos

Para la evaluación de las demandas y recursos labo-rales, se empleó el Job Content Questionnarie (tra-ducido y adaptado de Karasek [1985] y por Flores yJenaro [2005]). Este instrumento ha sido ampliamen-te utilizado en los contextos laborales y permite unaevaluación válida y fiable de los aspectos más signi-ficativos que hacen referencia al contenido del tra-bajo (Karasek, 1979; Vermeulen y Mustard, 2000). Elcuestionario está compuesto por 34 ítems, que seresponden en una escala tipo Likert de cuatro pun-tos, que refleja el grado de acuerdo respecto a unaserie de situaciones relacionadas con el contenidodel trabajo. Las categorías de respuesta se distribu-yen desde el ‘total desacuerdo’ (1) hasta el ‘totalacuerdo’ (4). El instrumento está compuesto porocho factores (empleo de habilidades, control sobrela tarea, demandas psicológicas, demandas físicas,apoyo social de compañeros, apoyo social delsupervisor, apoyo social y control sobre el contenidodel trabajo) que hacen referencia a las demandas yrecursos laborales presentes en cualquier tipo detrabajo. Es un instrumento válido y fiable, con unos

coeficientes de consistencia interna α de Cronbachsuperiores a 0,70 en todas las escalas (Karasek,1979). Cabe decir que, para la aplicación de este ins-trumento a trabajadores con discapacidad intelec-tual, se simplificaron los enunciados de siete ítems.Cuatro jueces expertos valoraron su equivalencia ycontribuyeron a la redacción final de los ítems, conlo que se garantizó la validez de contenido.

También se utilizó la Encuesta sobre Indicadores deCalidad de Vida Laboral diseñada por Jenaro y Flores(2005) y empleada en estudios previos con trabajado-res con discapacidad intelectual (Flores, Jenaro yArias, 2006; Flores, 2008; Jenaro et al., 2006). Laencuesta contiene preguntas relacionadas con diver-sos factores de calidad de vida laboral, tales como lavaloración de estresores laborales (12 ítems a los quese responde en una escala tipo Likert de 10 puntos; α = 0,84), la satisfacción laboral (formado por cuatroítems a los que se responden en una escala tipo Likertde cuatro puntos; α = 0,79). Además, posee dos pre-guntas destinadas a conocer la valoración subjetivadel trabajador sobre su calidad de vida y su calidad devida laboral. En cada uno de los ítems, se le pide altrabajador que puntúe su calidad de vida y su calidadde vida laboral en una escala continua de 10 puntos,donde uno es la mínima puntuación y 10, la máxima.Finalmente, la encuesta incluye apartados referidos adatos sociodemográficos y otras variables relaciona-das con características contextuales del trabajo.

Asimismo, en la evaluación del burnout se usó elCuestionario Burnout de Maslach-General Survey(MBI-GS, Schaufeli et al., 1996). Este cuestionario deautoinforme está compuesto por 16 ítems destina-dos a evaluar el síndrome de quemarse por el traba-jo en cualquier tipo de trabajo, y puede ser comple-tado por cualquier tipo de trabajador. Los 16 ítemsse agrupan, a su vez, en tres subescalas: agota-miento, cinismo y eficacia profesional. Dichos ítemsse puntúan según una escala tipo Likert de 0(‘nunca’) a 6 (‘siempre’) puntos que indica la fre-cuencia con que cada uno de los ítems es experi-mentado. Puntuaciones elevadas en agotamiento,elevadas en cinismo y bajas en eficacia profesionalson indicativas de burnout. En el presente estudio,se obtuvieron unos índices de fiabilidad con valoresα de Cronbach de entre 0,61 y 0,80, lo que apoya suconsistencia interna. El instrumento se adaptó paraser aplicado a trabajadores con discapacidad.

Finalmente, se utilizó la versión de nueve ítems delCuestionario WES de Engagement (Schaufeli y Bak-ker, 2003). Esta versión del instrumento se componede nueve ítems, a los que se responde en una escalatipo Likert de siete puntos, que se distribuyen desdecero ‘nunca’ a 6 ‘siempre’, según la frecuencia conque el sujeto experimenta los sentimientos plasma-dos en cada uno de ellos. Los ítems se agrupan entres subescalas, denominadas ‘vigor’, ‘dedicación’ y‘absorción’. La obtención de puntuaciones elevadas

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en todas las escalas son indicativas de engagementdel trabajador. En este estudio, la escala ha mostra-do una adecuada consistencia interna, con valores αde Cronbach de entre 0,80 y 0,85, siendo la fiabili-dad total de la escala igual a 0,91. Para su aplicacióncon trabajadores con discapacidad intelectual, pro-cedimos también a simplificar los enunciados decuatro de sus nueve ítems.

3. Resultados

Para el contraste de hipótesis, se emplearon esta-dísticos de contraste univariados (análisis de varian-za) y estadísticos descriptivos y correlacionales, fun-damentalmente. Los datos fueron analizados con elprograma SPSS versión 11.5 (2002). El nivel de con-fianza establecido fue de α = 0,05.

En primer lugar, y respecto al porcentaje de trabaja-dores que experimentan estrés en su lugar de traba-jo, cabe destacar que el 41% contesta afirmativa-mente a la pregunta ‘¿Consideras que tu trabajo esestresante?’, frente al 59% que manifiesta no experi-

mentar estrés laboral. Por lo que se refiere a la pre-sencia de diferencias significativas en la percepciónde demandas o estresores laborales, recursos y cali-dad de vida laboral en función de si el trabajo esconsiderado, o no, como estresante, en la Tabla 1 seofrecen los resultados obtenidos tras el análisis devarianza. Se puede observar la existencia de diferen-cias significativas en todas las demandas analiza-das. En este sentido, los trabajadores que manifies-tan experimentar estrés en su lugar de trabajoperciben con mayor intensidad todas las demandaslaborales (por ejemplo, cantidad de tareas, pocotiempo de descanso diario, escasez de formación,tareas repetitivas) y perciben, por su parte, unamenor calidad de vida laboral. Respecto a los recur-sos, no se encontraron diferencias significativasentre estrés y empleo de habilidades (F(1,426) =3,288, p > 0,05), control sobre la tarea (F(1,426) =3,770, p > 0,05) y apoyo social del supervisor (F(1,426)= 2,993, p > 0,05). Sin embargo, el apoyo social delos compañeros sí difirió significativamente entrequienes percibían estrés en su lugar de trabajo,siendo los trabajadores que experimentaban estrésquienes percibían un menor apoyo por parte de sus

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Tabla 1. Estadísticos descriptivos y significación de las diferencias (ANOVA) entre las demandas laborales y calidad de vidalaboral en función de la percepción de estrés laboralDemandas laborales Estrés N x̄ σσ F pTurnos 41,960 0,000

sí 175 3,69 3,14no 253 2,10 1,94

Cantidad de tareas 98,538 0,000sí 175 5,21 3,01no 253 2,69 2,22

Exceso de responsabilidad 26,327 0,000sí 175 4,13 2,91no 253 2,80 2,40

Tareas repetitivas 70,201 0,000sí 175 5,44 3,25no 253 3,06 2,60

Escasez de formación 7,807 0,005sí 175 2,85 2,63no 253 2,20 2,14

Producción diaria 26,350 0,000sí 175 3,70 2,83no 253 2,41 2,32

Poco tiempo de descanso 10,673 0,001sí 175 4,29 3,17no 253 3,32 2,89

Relación con el jefe 25,663 0,000sí 175 3,79 2,96no 253 2,48 2,38

Falta de información 19,264 0,000sobre el desempeño sí 175 3,41 2,69

no 253 2,34 2,28Relación con los compañeros 9,338 0,002

sí 175 3,74 2,98no 253 2,90 2,69

Demandas psicológicas 38,055 0,000sí 175 2,60 0,45no 253 2,32 0,48

Demandas físicas 16,939 0,000sí 175 2,46 0,61no 253 2,20 0,63 24,796 0,000

Calidad de vida laboralsí 175 6,67 2,60no 252 7,84 2,23

Fuente: Elaboración propia.

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compañeros (F(1,426) = 4,928, p < 0,05). Estos resulta-dos confirman ampliamente nuestra hipótesis 1.

Respecto a la presencia de riesgos psicosociales(burnout) y engagement en la muestra de trabajado-res con discapacidad, las puntuaciones obtenidas encada una de las dimensiones del síndrome de bur-nout y del engagement fueron recodificadas en losniveles alto, medio y bajo, atendiendo a los baremospropuestos por los autores originales del instrumen-to. Así, en el Gráfico 1 se observa cómo un 22,4% delos trabajadores presentan elevado agotamiento, un25,2% muestra un elevado cinismo o despersonaliza-ción, y un 30,4%, una baja eficacia profesional. Másconcretamente, de los 428 entrevistados, 28 trabaja-dores (6,82%) cumplen con los tres criterios definito-rios del síndrome de burnout, esto es, puntuacioneselevadas en agotamiento y cinismo, y bajas en efica-cia profesional. Todos ellos trabajan en centros espe-ciales de empleo, un 82,1% son hombres, y un 17,9%,mujeres. Se trata, además, de trabajadores de entrelos 31 y los 40 años (32,1%), solteros (96,4%) y sincargas familiares (96,4%), con contrato indefinido(92,9%), que trabajan en manipulados (46,4%), enjornada completa (95,4%), con jornada de mañana ytarde (82,1%), que llevan desarrollando el mismo tra-bajo más de 11 años (39,3%) y que llevan en lamisma empresa más de 16 años.

Respecto a los niveles de engagement, las puntua-ciones en cada una de las dimensiones también fue-ron recodificadas según los baremos establecidospara la muestra de trabajadores españoles. En elGráfico 2, vemos, en este caso, cómo un 29,9%experimenta un alto vigor, un 33,9% muestra unaelevada dedicación y un 46% siente una alta absor-ción. Además, 91 trabajadores (22,3%) del totalestudiado cumplen con los tres criterios de engage-ment, esto es, puntuaciones elevadas en las tresdimensiones.

El perfil de estos participantes se corresponde contrabajadores en centros especiales de empleo(83,5%), hombres (63,7%), de edades entre los 31 ylos 40 años (30,8%), solteros (89%), sin cargasfamiliares (84,6%), con contrato indefinido (72,5%),que trabajan en manipulados (33%), a jornada com-pleta (98,9%), sin turnos (93,4%), en jornada demañana y tarde (50,5%), que llevan trabajando másde 11 años (40,7%) y en la misma empresa más de16 años (39,6%). Es interesante observar cómoestos datos no difieren del perfil del profesional‘quemado’, previamente expuesto. Es posible aven-turar que las diferencias entre un perfil y otro seencuentren en otras variables organizacionales,especialmente las relacionadas con la percepción dedemandas y recursos.

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20%

40%

60%

80%

Agotamiento

22,419,2

58,4

Cinismo Eficacia profesional

40,7

34,1

25,230,4

33,236,4

Gráfico 1. Distribución de frecuencias según los nivelesde burnout

Bajo

Medio

Alto

Fuente: Elaboración propia.

100%

0%

10%

40%

60%

80%

Vigor

29,928,3

41,8

Dedicación Absorción

45,3

33,9

20,8

12,1

41,846,0

Gráfico 2.Distribución de frecuencias según los nivelesde engagement

Bajo

Medio

Alto

Fuente: Elaboración propia.

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Asimismo, para contrastar la hipótesis 2 se realiza-ron los correspondientes análisis de varianza de unfactor (ANOVA) en función del nivel de burnout yengagement experimentado por el trabajador y lapercepción de calidad de vida en el trabajo. Losresultados se presentan en la Tabla 2. A la vista deéstos, es posible indicar que el síndrome de bur-nout afecta diferencialmente a la calidad de vidalaboral, siendo los trabajadores ‘quemados’ (altoagotamiento, alto cinismo y baja eficacia profesio-nal) quienes experimentan una peor calidad de vidaen su trabajo. Por otro lado, el engagement afectapositivamente a la calidad de vida en el trabajo. Eneste sentido, los trabajadores con alto vigor, altadedicación y elevada absorción están más satisfe-chos con su vida laboral frente a sus iguales conpuntuaciones bajas en cada una de las tres dimen-siones de este constructo. Dichos resultados confir-man la hipótesis 2.

Por su parte, con objeto de verificar si la alternativalaboral afectaría diferencialmente al burnout, elengagement y a la calidad de vida laboral experi-mentada por los trabajadores, se llevó a cabo unanálisis de varianza de un factor (ANOVA) con lasvariables mencionadas. Los resultados obtenidos sepresentan en la Tabla 3. Se constata cómo la alterna-tiva laboral afecta diferencialmente al burnout, al

engagement (salvo a la dimensión de absorción,donde no se encontraron diferencias estadística-mente significativas) y a la calidad de vida laboralpercibida por los trabajadores. Más concretamente,los trabajadores de empleo con apoyo están menosquemados por sus trabajos y manifiestan un mayorengagement y una mayor calidad de vida laboralfrente a sus iguales de alternativas laborales menosinclusivas (centros especiales de empleo). Dichosresultados avalan ampliamente la hipótesis 3.

Finalmente, y con objeto de de contrastar el gradoen que las demandas, los recursos, el burnout y elengagement contribuyen a predecir la calidad devida laboral (hipótesis 4), se realizaron correlacio-nes de Pearson entre las diferentes variables y elfactor de calidad de vida laboral. Los datos pusieronde manifiesto un elevado número de correlacionessignificativas. Seguidamente, procedimos a realizarun análisis de regresión múltiple por el método pasoa paso (stepwise), para así seleccionar el ‘mejor’modelo para predecir la satisfacción laboral. En laTabla 4, se puede observar cómo un 41% de la mitadde la varianza de la calidad de vida laboral satisfac-ción laboral es explicada por el modelo. Las varia-bles que entraron en el modelo fueron las siguien-tes: cinismo, demandas laborales, vigor, absorción,apoyo social del supervisor.

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Tabla 2. Estadísticos descriptivos y significación de las diferencias (ANOVA) entre la calidad de vida laboral en función de losniveles de burnout y engagement experimentadosCalidad de vida laboral, según niveles deburnout y engagement

N x̄ σσ F p

Agotamiento 32,233 0,000

Bajo 250 8,04 2,03

Medio 82 7,04 2,24

Alto 95 5,85 2,91

Cinismo 60,906 0,000

Bajo 174 8,45 1,84

Medio 146 7,42 2,24

Alto 107 5,50 2,55

Eficacia profesional 18,933 0,000

Bajo 130 6,39 2,55

Medio 141 7,42 2,34

Alto 156 8,12 2,21

Vigor 36,559 0,000

Bajo 179 6,28 2,56

Medio 120 7,86 1,97

Alto 128 8,41 2,11

Dedicación 60,899 0,000

Bajo 88 5,31 2,40

Medio 194 7,41 2,20

Alto 145 8,54 1,98

Absorción 29,116 0,000

Bajo 52 5,27 2,64

Medio 178 7,26 2,22

Alto 197 8,01 2,29

Fuente: Elaboración propia.

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En la Tabla 5, se puede identificar la importanciarelativa de los predictores, atendiendo a los coefi-cientes estandarizados. En definitiva, se puede decirque la calidad de vida laboral es predicha, en esteorden, por la percepción de:

• Un bajo cinismo o despersonalización.

• Una baja intensidad de las demandas laborales(tareas repetitivas, escasez de formación, no tenertiempo para descansar, realizar una gran cantidadde tareas diariamente, no poder cambiar/rotar enel trabajo).

• Un elevado vigor en el trabajo.

• Una elevada absorción o sensación de que el tiem-po ‘pasa volando’ mientras se está trabajando.

• Un bajo agotamiento emocional.

Es decir, la calidad de vida laboral consiste en eladecuado equilibrio entre las demandas, los riesgospsicosociales (cinismo) y los recursos percibidospara hacerles frente (apoyo social, vigor, absorción).Estos resultados corroboran la hipótesis 4.

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ajad

ores

con

dis

capa

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dTabla 3. Estadísticos descriptivos y significación de las diferencias (ANOVA) entre el burnout, el engagement y la calidad devida laboral en función de la alternativa laboralBurnout, engagement, calidad de vida laboral

Alternativa laboral N x̄ σσ F p

Agotamiento 20,411 0,000CEE 362 2,08 1,49ECA 66 1,19 1,29

Cinismo 31,649 0,000CEE 362 1,63 1,17ECA 66 0,78 0,94

Eficacia profesional 14,995 0,000CEE 362 4,43 0,91ECA 66 4,89 0,76

Vigor 5,309 0,022CEE 362 3,53 1,70ECA 66 4,04 1,53

Dedicación 8,966 0,003CEE 362 3,94 1,55ECA 66 4,54 1,28

Absorción 0,037 0,847CEE 362 4,05 1,44ECA 66 4,01 1,44

Calidad de vida laboral 5,330 0,021CEE 361 7,24 2,46ECA 66 8,00 2,38

CEE: centros especiales de empleo. ECA: empleo con apoyo.Fuente: Elaboración propia.

Tabla 4. Resumen del modelo de predictores de la calidad de vida laboral*Modelo R R2 R2 ajustado Error típico Cambio en R2 Cambio en F gl1 gl2 p1 0,513 0,263 0,261 2,114 0,263 151,595 1 425 0,0002 0,588 0,346 0,343 1,993 0,083 53, 919 1 424 0,0003 0,628 0,395 0,391 1,920 0,049 34,098 1 423 0,0004 0,637 0,406 0,401 1,904 0,011 8,069 1 422 0,0055 0,643 0,413 0,406 1,895 0,007 5,022 1 421 0,026

* Variable dependiente: calidad de vida laboral. 1 Predictores: constante, cinismo. 2. Predictores: constante, cinismo, demandas laborales. 3.Predictores: constante, cinismo, demandas laborales, vigor. 4. Predictores: constante, cinismo, demandas laborales, vigor, absorción. 5. Pre-dictores: constante, cinismo, demandas laborales, vigor, absorción, apoyo social del supervisor.Fuente: Elaboración propia.

Tabla 5. Coeficientes del modelo de regresión (predicción de la calidad de vida laboral)*Coeficientes no estandarizados Coeficientes estandarizados

t pB Error típico ββConstante 8,973 0,166 – 53,992 0,000 Cinismo 1,074 0,087 -0,513 -7,906 0,000 Demandas laborales -0,540 0,074 -0,329 -6,722 0,000 Vigor 0,354 0,061 0,244 3,339 0,000 Absorción 0,228 0,080 0,134 2,841 0,005 Apoyo social del supervisor 0,400 0,178 0,095 -2,241 0,026

* Variable dependiente: calidad de vida laboral.Fuente: Elaboración propia.

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4. Conclusiones

En este trabajo, hemos constatado que la calidad devida laboral del trabajador con discapacidad intelec-tual va más allá de la mera obtención de un empleo.Los trabajadores con discapacidad intelectual encentros especiales de empleo y en empleo conapoyo, al igual que otros trabajadores, estánexpuestos a demandas laborales en sus lugares detrabajo, y que experimenten estrés laboral, sinduda, es un factor que afecta a su calidad de vida enel trabajo. Asimismo, los resultados también ponende manifiesto que, si la situación de estrés se man-tiene en el tiempo, tiende a cronificarse y da lugar alsíndrome de burnout, o quemarse por el trabajo. Eneste sentido, los resultados de este estudio mues-tran la existencia de burnout en los trabajadorespertenecientes a los centros especiales de empleo ylas iniciativas de empleo con apoyo analizadas. Con-cretamente, 28 trabajadores están ‘quemados’, esdecir, experimentan estrés laboral crónico. Por otrolado, para un 41% de los trabajadores, su trabajo esestresante. Del mismo modo, se evidencia cómo elsentimiento de quemarse por el trabajo afecta nega-tivamente a la calidad de vida laboral. Estos resulta-dos nos permiten corroborar que los trabajadorescon discapacidad intelectual no constituyen unaexcepción ante los riesgos laborales psicosociales.Es más, suponen un grupo de riesgo con el que sedebe intervenir para prevenir dichos riesgos.

En esta investigación, no obstante, hemos queridodar un paso más y analizar también la vertientepositiva del burnout, o lo que es lo mismo, el enga-gement o la ilusión por el trabajo. En este sentido,nuestros resultados permiten constatar la existenciade condiciones que favorecen el vigor, la dedicacióny la absorción del trabajador y que, por tanto, opti-mizan la calidad de vida laboral percibida por lostrabajadores. En concreto, 91 trabajadores con dis-capacidad intelectual (21,26%) de la muestra seencuentran ‘ilusionados con el trabajo’ y experimen-tan elevado vigor, elevada dedicación y elevadaabsorción. Similares conclusiones se han obtenidoen población sin discapacidad (Laschinger, Wong yGreco, 2006; Leiter y Laschinger, 2006; Tuuli y Kari-salmi, 1999).

También nuestros resultados apoyan la consideraciónde que el acceso a modalidades de empleo más nor-malizadas en la comunidad (empleo con apoyo) favo-rece la satisfacción y la calidad de vida laboral del tra-bajador. Aspectos como las propias condicioneslaborales de cada una de las alternativas (remunera-ción, realización de trabajos más rutinarios en centrosespeciales de empleo) podrían contribuir, de algunamanera, a explicar dichas diferencias. No obstante,será preciso realizar otros estudios que evalúen losaspectos diferenciales de ambas modalidades deempleo y su relación con la calidad de vida laboral.

Pese a estas diferencias, nuestros resultados hanpuesto de manifiesto la existencia de demandas,riesgos psicosociales y recursos en las dos alterna-tivas laborales, y cómo el desequilibrio percibidopor el trabajador afecta a su calidad de vida labo-ral. Por tanto, realizar intervenciones que tengancomo objeto reducir las demandas y potenciar losrecursos debe ser una tarea de obligado cumpli-miento para todas aquellas empresas y organiza-ciones comprometidas con la calidad y con la mejo-ra de la salud de sus trabajadores. Dichasintervenciones requerirán una modificación deaspectos individuales y organizacionales. Entre lasintervenciones individuales que se pueden poneren marcha para reducir los riesgos en estos traba-jadores, destacan las siguientes: entrenamiento enrelajación y solución de problemas, mejora de lashabilidades sociales para favorecer el apoyo socialcon los compañeros, organización del tiempo,mantener estilos de vida saludable, buscar el ladopositivo de los problemas, centrarse más en loslogros que en los fracasos, aprender la técnica del‘ensayo cognitivo’, reestructuración cognitiva ydetención del pensamiento, y ayuda en la planifica-ción y desarrollo de carrera. Por su parte, entre lasmuchas intervenciones organizacionales que sepueden llevar a cabo con el mismo fin, cabe citar larealización de acciones formativas para los trabaja-dores en temas como gestión del tiempo y preven-ción de riesgos psicosociales; ofrecer retroalimen-tación sobre el desempeño profesional; permitir altrabajador que asuma el control sobre el contenidode la tarea; implicarlo en la toma de decisioneslaborales de la empresa; plantear la posibilidad dehacer variaciones en las tareas o rotaciones en ellugar de trabajo; ofrecer oportunidades de asumirresponsabilidades a aquellos trabajadores máscompetentes; ofrecer información al trabajadorsobre sus funciones, responsabilidades y obliga-ciones; y cuantas otras intervenciones tengancomo objetivo potenciar los recursos y mejorar elclima de trabajo.

Finalmente, no queremos terminar sin señalar unaserie de limitaciones del presente trabajo, comolas relacionadas con la obtención de datos a partirde muestras incidentales, que no permiten genera-lizar los resultados obtenidos más allá de la mues-tra empleada. Otra de las limitaciones alude a lanaturaleza transversal de los datos. Por tanto, espreciso utilizar diseños longitudinales que permi-tan corroborar las relaciones causales a través deltiempo y que nos permitan ponen en marcha inter-venciones y evaluar su eficacia en la reducción delos riesgos psicosociales. Pese a las limitacionesindicadas, el presente trabajo constituye un pasomás en la investigación sobre la calidad de vidalaboral de los trabajadores con discapacidad inte-lectual, campo aún necesitado de esfuerzos inves-tigadores para lograr el bienestar biopsicosocial enestos trabajadores.

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El trabajo social sanitario es la especialización deltrabajo social ejercido en el sistema sanitario. Esteartículo señala la necesidad de diferenciar la ayudaespecífica que se presta desde la profesión de laque obedece a los principios generales de la filan-tropía, centrando dicha diferencia en la elaboracióndel diagnóstico social sanitario. Además, expone lanecesidad de definir, desde el trabajo social sanita-rio, el catálogo de prestaciones y la cartera de servi-cios para evitar, en este caso, que su acción y fun-ciones se confundan con la del trabajo socialgeneral que se practica en otros ámbitos. A juicio dela autora, la puesta en marcha en España del primerpostgrado de trabajo social sanitario abre un nuevohorizonte a la profesión que, por primera vez, seencuentra avalada por el mundo académico y uni-versitario.

1. Introducción breve al concepto detrabajo social sanitario

El trabajo social sanitario es la especialidad del tra-bajo social que se desarrolla y se ejerce dentro delsistema sanitario: en la atención primaria, la aten-ción sociosanitaria o la atención especializada. Eluso del término sanitario frente al de salud obedecea la necesidad de establecer los perímetros exactosen los que se desenvuelve la disciplina y el sistemadel Estado del bienestar dentro del cual se inscribe.La correcta denominación y ubicación de la profe-sión es importante para comprender el factor dife-rencial que se desprende de sus intervenciones,asumiendo las funciones que le son propias, y nootras. Es preciso evitar la confusión del trabajosocial sanitario con el practicado en otros ámbitos,como los servicios sociales, la educación, el trabajoo la justicia.

Igualmente, el concepto de salud traspasa los lími-tes y las acciones particulares del sistema sanitario,y sería un reduccionismo funcional imperdonableconstreñir la salud de la población a lo exclusiva-mente sanitario. La salud, tal como la definió la OMS(1978), se extiende a lo largo de todo del arco vitalde la persona, la familia, la comunidad con la que serelaciona. Y aparte de la responsabilidad individual,todos los sistemas del Estado del bienestar porigual, bajo una gestión y planificación eficaz, promo-cionan y contribuyen, directa o indirectamente, a lamejora o mantenimiento de la salud individual ycolectiva.

El ejercicio del trabajo social sanitario engloba, comotoda profesión sanitaria, servicios y prestaciones y,por otra parte, procedimientos y técnicas que se apli-can para facilitar los primeros. Este esquema organi-zativo básico para presentar dicho servicio cala, pocoa poco, entre las y los profesionales que lo confor-

El trabajo social sanitario en el marcode la optimización y sostenibilidad delsistema sanitarioDolors Colom Masfret1

Institut de Serveis Sanitaris i Socials (ISSIS)

1 Dolors Colom (<[email protected]>) es direc-tora de la revista Agathos. Atención Sociosanitaria y Bienestar ydirectora académica del posgrado Trabajo Social Sanitario, del Áreade Ciencias de la Salud del Instituto Internacional de Posgrado dela Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

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man. Ello se inscribe en la Ley 16/2003, de 28 demayo, de Cohesión y Calidad del Sistema Nacional deSalud, que define los contenidos del catálogo deprestaciones2 y de la cartera servicios3 de éste. Esimportante ver y comprender la diferencia entreambos conceptos, el catálogo y la cartera, saber apli-carlos y darles contenido práctico, para que la ciuda-danía sepa qué es el trabajo social sanitario y pueda,a su vez, solicitar sus servicios y beneficiarse deellos. La comprensión de ambos conceptos, la habili-dad para dotarlos de contenidos prácticos, evitaráerrores funcionales y valoraciones sesgadas en losresultados. La ley no obliga en concreto al servicio detrabajo social sanitario a aplicar dicho esquema,pero, como profesión que se desarrolla en el sistemasanitario, es una obviedad que debe asumirlo motuproprio para ir caminando el camino que correspon-de al momento actual. La legislación es el pilar sobreel que se acotan realidades en un momento determi-nado, pero la legislación no es un corsé; la propiadinámica y transformación de la sociedad, la cons-tante generación de conocimiento, la creación denuevos servicios obliga a la adecuación de la legisla-ción a las nuevas realidades (Brezmes, 2009). Ladefinición del catálogo de prestaciones y de la carte-ra de servicios, por ejemplo, se modificó tres añosmás tarde en el Real Decreto 1.030/2006, que esta-blecía “la cartera de servicios comunes del SistemaNacional de Salud y el procedimiento para su actuali-zación”. En el propio título surge el hecho necesariode la actualización.

Algunos servicios y prestaciones identitarias del tra-bajo social sanitario son, entre otros y a modo deejemplo (Bracht, 1983):

• la ayuda en la elaboración del duelo;

• la intervención de crisis en los cuidados deenfermos agudos ante determinadas enfermeda-des;

• el fomento y el apoyo a los grupos de ayuda for-mados por personas con diagnósticos médicosespecíficos (diabetes, insuficiencia renal, AVC uotros);

• el apoyo, la educación y la promoción de conduc-tas sanas para mantener la salud ganada con eltratamiento médico;

• la planificación del alta sanitaria;

• el diseño y aplicación de programan preventivos.

Todos estos servicios y prestaciones se ofrecensiguiendo procedimientos y técnicas, siempre ade-cuadas a los objetivos del trabajo social sanitario.También a modo de ejemplo se citan los más comu-nes: procedimiento de trabajo social sanitario decaso (casework), procedimiento de trabajo socialsanitario de familia, procedimiento de trabajo socialsanitario de grupo, procedimiento de trabajo socialsanitario comunitario, técnicas de diagnóstico socialprecoz (screening), etc.

Los beneficiarios de todo ello son la población, lospacientes y los usuarios, según los define la Ley41/2002 de 15 de noviembre, Básica Reguladora dela Autonomía del Paciente y de Derechos y Obliga-ciones en Materia de Información y DocumentaciónClínica. Por tanto, asumiendo dicha dinámica natu-ral, cada servicio de trabajo social sanitario, dentrodel establecimiento en el que se encuentre, contarácon el catálogo de prestaciones propias, las suyas,las que ofrece a la población que atiende el estable-cimiento4 y la cartera de servicios, que incluye todoslos procedimientos y técnicas que aplica. Lejos deser un instrumento cerrado, resulta, por lo general,altamente dinámico.

El objetivo de este artículo es ofrecer una visiónclara y amplia del trabajo social sanitario, así comode las características principales que entraña suejercicio, que puede, con una buena gestión ydependencia de las gerencias, contribuir a la optimi-zación de los recursos sanitarios en general y, espe-cialmente, a evitar usos indebidos derivados de lasdificultades psicosociales de las personas enfermasy de sus familias.

2. Aspectos diferenciales de laintervención desde el trabajo socialsanitario

Los espacios y las competencias intrínsecas a estadisciplina tienen como centro de gravedad la aten-ción a los aspectos psicosociales de la personaenferma en el momento en que su enfermedad estásiendo tratada médicamente, o cuando, una vezfinalizado el tratamiento, se requiere un seguimien-to. La intervención desde el trabajo social sanitariosiempre toma como punto de partida la enfermedadque sufre la persona, el diagnóstico médico quemotiva su consulta sanitaria o, incluso, el ingresohospitalario, su vivencia. Contextualiza este hecho yelabora el diagnóstico social sanitario, centro entor-no al cual se articularán los diferentes procesos deatención y apoyo. Siempre con la mirada puesta enla transformación de realidades, la modificación de

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2 Catálogo de prestaciones: “Conjunto de servicios preventi-vos, diagnósticos, terapéuticos, rehabilitadores y de promoción dela salud dirigidos a los ciudadanos, que comprende las prestacio-nes de salud pública, atención primaria y especializada, sociosani-taria, urgencias, farmacia, ortoprótesis, productos dietéticos ytransporte sanitario”.

3 Cartera de servicios: “Las prestaciones incluidas en el catálo-go se hacen efectivas a través de un conjunto de técnicas, tecnolo-gías y procedimientos que integran la cartera de servicios”.

4 Considerando la epidemiología, la demografía y la economíade la zona, entre otros factores.

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percepciones y la gestión del entorno, el plan de tra-bajo estará condicionado por el pronóstico médico,las necesidades de asistencia y las probabilidadesde la persona para recuperar su itinerario vital. Así,se combina la atención de lo sanitario con lo social,y resulta un tercer elemento que integra y permitever a la persona como un todo, y no como la sumade partes.

Es una evidencia que el plan de trabajo social sani-tario de una persona que se diagnóstica de demen-cia tipo alzhéimer (Cox, 2007) no puede ser elmismo que el de una persona diagnosticada de dia-betes (Engelmann, 1976), o de otra que ha sufridoun accidente de trabajo con grandes quemaduras(Brodland y Andreasen, 1976). Aunque todas ellaspresenten variables sociales iguales –estado civil,ingresos económicos, problemas de trabajo, caracte-rísticas de la vivienda, demanda de ayuda–, la enfer-medad particular imprime particulares itinerarios.Los anteriores son sólo algunos ejemplos ilustrati-vos para señalar la importancia del diagnósticomédico en la elaboración del diagnóstico socialsanitario y, por consiguiente, en la intervención quede él se derive.

Así pues, un elemento diferencial, ciertamente pococontemplado, de la intervención desde el trabajosocial sanitario es que para atender los aspectospsicosociales de la persona enferma en tratamientomédico, también los de su familia, o red social pró-xima, que conforma su núcleo habitual de conviven-cia, el diagnóstico médico es un elemento esencial.El pronóstico, por su parte, es donde se dibuja elhorizonte adyacente que marcará el camino singularde las ayudas para cada persona.

3. La especialización y formaciónacadémica en el trabajado social sanitario

Desde octubre de 2009, cuando se inició el primerpostgrado en España de Trabajo Social Sanitario, elhorizonte profesional se abre a grandes posibilida-des, entre otras el reconocimiento de la disciplinacomo profesión sanitaria5. El postgrado, dirigido enexclusiva a diplomados o graduados en TrabajoSocial, o a estudiantes de la disciplina, significa laintroducción progresiva de cambios asistenciales enla praxis profesional, que quedará enmarcada pro-gresivamente dentro de lo académico. Desde 2009,el trabajo social sanitario está avalado por un méto-do formativo comunicable –tal como reclamaba en1915 Abraham Flexner–, que siguen las y los estu-diantes por igual. El postgrado, además, está impar-

tido en un 70% por profesionales del trabajo socialsanitario, lo cual evita la desviación de la disciplinahacia otras materias que, bebiendo de fuentes pare-cidas, no son trabajo social sanitario. Con este post-grado, finalmente, se está dando una estructura for-mal y universitaria, un currículo, a los fundamentosteóricos y prácticos de esta disciplina que, sin sernueva, en España sigue siendo una gran desconoci-da.

El postgrado, como no podía ser de otra manera,mira a 2011, fecha en la que se prevé el inicio delmáster oficial de Trabajo Social Sanitario. Ése será elverdadero ecuador de la profesión, y su ejercicio severá progresivamente respaldado por la investiga-ción aplicada, que, obviamente, se realizará desdela Universidad. Hasta ahora en España no existía laformación universitaria especializada en trabajosocial sanitario. La falta de formación reglada, noobstante, no ha impedido a las y los profesionalesformarse por diferentes vías: mediante seminariosde formación profesional, realizando investigacio-nes en sanidad, realizando las prácticas de la diplo-matura o el grado en el sistema sanitario, visitandocomo observadores hospitales y centros de salud deotros países y aprendiendo de sus buenas prácticas,accediendo a la literatura científica de trabajo socialsanitario publicada en otros países (sobre todo enEstados Unidos y Gran Bretaña). Y, por supuesto,aprendiendo de la experiencia de las pioneras,aquellas profesionales que, allá por los años sesen-ta y setenta, muchas veces en soledad (Vilas, 1992)–no se debe olvidar que ello ocurría en una dictadu-ra– abrieron los primeros caminos para la profesiónen el sistema sanitario. Algunos de esos primerosnombres fueron Montserrat Gramunt, María Asun-ción Martínez, María Jesús Chico, Elisa Pérez deAyala, Montserrat Colomer, María Estrada, Montse-rrat Castells, Rosa Roca, Mercé Fontanilles, GloriaRubiol, Montserrat Bacardit, Josefina Bassets, MaríaPalet, Teresa Codinach o Montserrat Solé, entreotras. La historia del trabajo social sanitario, duran-te años denominado en salud, a partir de los ochen-ta la presentó muy clara Emma Sobremonte en el XCongreso Nacional de la Asociación Española de Tra-bajo Social y Salud (Sobremonte, 2009).

Todo ello ha permitido estructurar en 2009 un plandocente de Trabajo Social Sanitario adecuado a lasnecesidades y exigencias de los sistemas sanitarioseuropeos del siglo XXI. Las características de laUOC, universidad desde la cual se imparte el post-grado, universidad líder en e-learning, rompe paramuchos profesionales los muros de los cursos pre-senciales. La formación en línea permite la tan cita-da conciliación entre la vida familiar, profesional y,se puede añadir, académica. No se puede negar lagran presencia femenina en el trabajo social sanita-rio. En esta primera edición, todas las alumnas sonmujeres. Es por ello por lo que la formación en líneaofrece grandes posibilidades.

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5 Postgrado de Trabajo Social Sanitario adscrito al Área deCiencias de la Salud del Instituto Internacional de Postgrado de laUniversitat Oberta de Catalunya (UOC) [<www.uoc.edu>].

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El trabajo social sanitario es la disciplina. Las y lostrabajadores sociales sanitarios, quienes la ejercen,aplican sus teorías, especifican sus procedimientos,definen y redefinen los procesos clásicos y los nue-vos, investigan sobre caminos innovadores de pre-vención e intervención, forman a nuevos profesiona-les y, con la información que generan, resultan ungran apoyo a las gerencias y a los planificadores.

4. El trabajo social sanitario comopromotor del bienestar psicosocial de laspersonas enfermas y sus familias

Se habla de familia, si bien se contempla en estadimensión las redes sociales próximas a la persona.El principio del que se parte es que la enfermedadsiempre rompe las dinámicas personales propias eintroduce interrupciones de diferente magnitud enlos aconteceres vitales (Fitzpatrick et al., 1990). Estaruptura se hace más evidente cuando la atenciónrequiere de la estructura hospitalaria, un entorno,sin pretenderlo naturalmente, adverso y desconoci-do, al que nadie acude por gusto. Dichas roturasserán temporales o indefinidas, dependiendo, deltipo de patología y sus secuelas. Pero ante ello, seponen en juego los recursos psíquicos de las perso-nas y el soporte social del que disponen, la capaci-dad para recuperarse o afrontar las circunstanciasque se irán sucediendo. La enfermedad es una deellas, y su presencia le afecta en todas las esferasde su existencia. Altera sus rutinas, interrumpe elafrontamiento de sus responsabilidades diarias(laborales, económicas, estudios, familiares), gene-ra unas vivencias y experiencias que surgen directa-mente del hecho de haber enfermado. La vulnerabili-dad de la persona está expuesta a sí misma y a losdemás, como lo están sus fortalezas, en las cualesse apoya el trabajo social sanitario.

La vida no es un recorrido lineal ni previsible; porello, la intervención, desde el trabajo social sanita-rio, se nutre de la realidad del momento presente enel que se contextualiza a la persona enferma, consi-dera sus actitudes pasadas y también sus expectati-vas futuras. La enfermedad, en cualquiera de susvariantes, motiva en la persona que la sufre, en suentorno, vivencias y experiencias que se desbordanen sentimientos y emociones. Todo ello pauta, tinta,tamiza y condiciona la manera –más o menos eficaz,más o menos eficiente– con la que cada personasobrellevará y resolverá las nuevas dificultades oproblemas (Hamilton, 1951). Las estadísticas de losservicios de trabajo social que intervienen por pro-gramas ponen de relieve que la mayoría de las perso-nas, de sus familias, resuelven por sí mismas, solaso con los suyos, con mayor o menor acierto, esosdesajustes sobrevenidos a la vivencia de la enferme-dad. El papel que desempeñan hoy las y los trabaja-dores sociales sanitarios es el de adelantarse a lasnecesidades. Los modelos de intervención proactivos

toman como punto de inicio del estudio social losriesgos, y sobre ellos diagnostican la existencia deproblemas, si los hubiere. La intervención proactivaevita, en gran medida, la improvisación y las presio-nes, las prisas y sobresaltos de última hora.

El acceso a la ayuda profesional que brinda el servi-cio de trabajo social sanitario permite, metafórica-mente hablando, el encauce de las diferentes reali-dades antes de que se desborden. Así, se optimizanlos recursos, materiales y humanos, no sólo los per-sonales y familiares, sino también los colectivos ypúblicos, todos los empleados para restablecer a lapersona. El trabajo social sanitario contempla todoel núcleo de convivencia, asume las proporciones odesproporciones que toman las circunstancias amedida que la enfermedad evoluciona o involuciona,e interviene según las necesidades diagnósticas yno sólo las necesidades expresadas.

Las y los trabajadores sociales sanitarios que apli-can modelos proactivos se apoyan en técnicas dediagnóstico precoz (screening) primario que les per-miten identificar a la población de más riesgo denecesitar su ayuda y apoyos. Y técnicas de diagnós-tico precoz (screening) secundario que, sobre losriesgos y datos reales, con un breve estudio, descar-tan o certifican la necesidad de ayuda. La interven-ción proactiva en el sistema sanitario es muy facti-ble, pues la población está plenamente identificada.Con dichas técnicas, las y los profesionales se ade-lantan a las dificultades que, con gran probabilidad,surgirán por la presencia de la enfermedad, la decada persona en concreto. Ello conforma la interven-ción en el caso social sanitario.

En el diagnóstico social sanitario se definen las difi-cultades que obstaculizarán la cobertura eficientede las necesidades terapéuticas y asistenciales de lapersona cuando deje el establecimiento sanitario yla manera como se van a solventar. Por ejemplo, elplan de cuidados domiciliario puede verse afectadosi no se ha garantizado previamente la presencia dealgún miembro de la familia cuando tenga lugar lavisita de enfermería. Una buena gestión de lo psico-social, en tiempo real y en paralelo al desarrollo yevolución del tratamiento médico, supone una opti-mización tangible de los recursos sanitarios y evita,por poner ejemplos estudiados, los reingresos hos-pitalarios injustificados o la hiperfrecuentación enlos servicios (Calvo et al., 2009).

Así surge otro argumento que justifica la presenciadel trabajo social sanitario como profesión queaporta eficacia al propio sistema sanitario, y evitaactividad extra derivada de soportes psicosocialesdébiles de las personas enfermas. Dicho de otromodo, lo psicosocial abraza lo sanitario, que siem-pre es una parte del caso social. En el caso socialsanitario, además de lo sanitario, está lo familiar, lolaboral o lo económico. El servicio de trabajo social

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sanitario, sus profesionales, se apoyan en los pun-tos positivos y fuertes de las personas que confor-man el caso social sanitario (Munford y Sanders,2005). Cuando su intervención se da dentro de unaestructura organizativa formal, contribuye a solven-tar las dificultades personales que desembocan,intrínsecamente, en una mala utilización de losrecursos sanitarios, la cual a veces puede compro-meter, incluso, los beneficios ganados en la aten-ción médica. El cumplimiento terapéutico (Carulla yMergarejo, 2002) es una realidad que está ahí pre-sente y, dicho sea de paso, lamentablemente des-pierta poco interés entre los gestores, políticos y losmismos profesionales. En su estudio social, las y lostrabajadores sociales sanitarios incluyen la valora-ción de las capacidades para seguir el tratamiento ysi es conveniente gestionar las ayudas.

5. El procedimiento clásico del trabajosocial sanitario

El procedimiento básico y elemental que vertebra laacción desde el trabajo social sanitario siempreconsta de tres fases: el estudio, el diagnóstico y eltratamiento. Cada fase se dividirá en múltiples sub-fases que vienen determinadas por el tipo de proce-dimiento o protocolo del que se trate. Sin el estudioprevio, sin la investigación de las realidades, no sepuede establecer el diagnóstico social sanitario y,sin éste, no se puede prescribir ningún proceso, niplasmar ningún plan de trabajo y tratamiento fiable.

Se estudia la vivencia de la enfermedad, cómo éstainterfiere y afecta a la cotidianeidad de cada perso-na y lo que ello supone e implica en cuanto a ayudasconcretas. Lejos de lo narrativo, el trabajo socialsanitario se mueve en lo empírico de lo cotidiano.Se diagnostica la vivencia, la interferencia; se deta-llan las dificultades y disfunciones existentes; seanaliza el rol que desempeñan las diferentes perso-nas implicadas en el caso social sanitario; y se valo-ra los caminos y pasos que se seguirán para elapoyo y, si es necesario, la orientación a otro servi-cio. El tratamiento social sanitario –en argotprofesional, el plan de trabajo–, materializa losapoyos, materiales y humanos, establece y asumelas gestiones que se requieren para prestar el servi-cio. Uno de los errores más comunes entre quienesdesconocen los fundamentos del ejercicio del traba-jo social sanitario es minimizar su función a la trami-tación de recursos que, además, dependen de losservicios sociales. Ese hilo argumental lleva a que, a veces, se prescinda del trabajo social sanitario.Cada establecimiento sanitario tendrá sus propiosnúmeros, pero las realidades empíricas muestranque son muy pocas las personas que, cuando dejanel sistema sanitario, continúan el seguimiento en losservicios sociales. Éstos igualmente pueden estu-diar las demandas de apoyo que reciben provenien-tes del sistema sanitario y su cobertura.

El error equivalente en la medicina sería pensar quesu función es la tramitación de la receta médica que,además, suele escribir la enfermería. Un reduccio-nismo funcional que, en la práctica, resulta muycaro, pues, para realizar trámites, sólo se requierenconocimientos acerca de lo que dichos trámitesimplican y las habilidades y actitudes que son dese-ables en todos los profesionales del sistema sanita-rio. Para realizar trámites, ciertamente no se requie-re estudiar cuatro años, lo que dura el grado, ni tres,lo que hasta ahora ocupaba la diplomatura.

Uno de los errores máscomunes es minimizar lafunción del trabajo socialsanitario a la tramitación derecursos que, además,dependen de los serviciossociales

El diagnóstico social sanitario equivale, para las ylos trabajadores sociales sanitarios, a lo que el diag-nóstico médico significa para los médicos. En eldiagnóstico, sea médico o social sanitario, se apoyatodo tratamiento. En una situación, el tratamientosocial sanitario, y en la otra, el tratamiento médico.

Las y los trabajadores sociales sanitarios promue-ven, en primera instancia, los recursos internos delas personas, para que ellas mismas transformen lassituaciones y superen las circunstancias adversasrelacionadas con la presencia de la enfermedad,aguda o crónica, tratada dentro del sistema sanita-rio. La ayuda desde el trabajo social sanitario aplicamétodos científicos; sus teorías provienen de laciencia experimental y aplicada, del estudio decasos, de la observación y la interpretación demuchas realidades documentadas y codificadas parasu investigación. El trabajo social sanitario, como lamedicina o la enfermería, no es una ciencia exacta.Está sujeto al factor humano y su acción siempreimplica, activamente, a las personas afectadas. Suobjetivo final es la autonomía personal y social.

6. La ayuda desde el trabajo socialsanitario frente otros tipos de ayuda

Éste es el verdadero talón de Aquiles: el estableci-miento de la diferencia de los tipos de ayuda esesencial para respetar la identidad y función del tra-bajo social sanitario. Cualquier tipo de ayuda novale para calificarla como de trabajo social en gene-ral, o el sanitario en particular. Cuando no se aplican

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las teorías o los procedimientos de trabajo socialsanitario, no se puede considerar como tal.

¿Qué es ayudar? Éste sería un gran debate. La rela-ción de ayuda entre personas es muy antigua, formaparte de su naturaleza y de la dinámica social en susentido más amplio. Ha atravesado los siglos y ahísigue presente en todas las sociedades. Lo que haido cambiando son las formas y los papeles quedesempeñan los diferentes actores, los prestadoresy los receptores. Por ejemplo, ante un mismo casosocial sanitario –una persona con enfermedad terminal–, desde la medicina se desarrolla una prác-tica, desde la enfermería, otra, y desde el trabajosocial sanitario, otra. Las tres disciplinas se comple-mentan en la teoría y deben extender dicha comple-mentación en la práctica. Deben compartir objetivos,pero la medicina es la medicina, la enfermería es laenfermería, y el trabajo social sanitario es el trabajosocial sanitario. Compartir objetivos no significamezclar papeles, confundir responsabilidades profe-sionales o hacer dejación de ellas. Detrás de todaintervención existe una formación que faculta a cadauno para responsabilizarse de dicha intervención. Yase sabe: hay que correr como un pato, volar como unpato y graznar como un pato para asegurar que sees un pato.

En el último tercio del siglo XIX, la ‘ayuda al otro’ vadiversificándose en forma y contenido. Así, va dife-renciándose la ayuda ordinaria, la ayuda convencio-nal y espontánea, la que surge de cualquier dinámi-ca de necesidad y que puede prestar toda persona uorganización, de la ayuda prestada desde el trabajosocial sanitario, la cual se gesta desde el diagnósti-co social sanitario y sigue un plan de intervención.¿Cómo se dio ese paso desde la filantropía al ámbi-to profesional? ¿Cómo se fue organizando la ayudaprofesional y conformando el conjunto de conoci-mientos que daría origen al trabajo social sanitario?¿Cómo se fueron dando los primeros cambios desdela ayuda de las organizaciones de la caridad a laayuda desde instituciones profesionales? (Rich-mond, 1899; Agnew, 2004).

La mayoría de los debates que promovieron esterelevante cambio señalaban la necesidad de ir másallá de la atención inmediata suscitada por la nece-sidad que se manifestaba. Ésta debía atenderse,pero también debían estudiarse sus causas, susrazones, y actuar sobre ellas. Para los ideólogos, crí-ticos, estudiosos, analistas de la sociedad delmomento, acuciada por la desmesura derivada delos cambios provocados por la revolución industrial,era necesario ver que la persona necesitaba ayuda yayudarla, pero sobre todo era preciso trabajar conella, con la persona, con su familia, desde sus posi-bilidades y las de su entorno: había que procurarsanar la comunidad. Así, ella misma, la personapodría superar la precariedad, la merma de la queera víctima.

Algunas figuras ilustres y líderes de este movimientosentaron las bases del trabajo social sanitario,entonces denominado trabajo social médico, alseñalar que era preciso conocer el ambiente en elque se movían y vivían las personas enfermas queacudían a los hospitales, pensando sobre todo ensu regreso después del alta a ese ambiente, gene-ralmente preñado de insalubridad y pobreza, en elque habían enfermado. Ello también dio pie al traba-jo social sanitario comunitario. No es lo mismo aten-der a un niño desnutrido que, viendo el incrementode población infantil desnutrida en la comunidad,diseñar un programa de nutrición infantil para esacomunidad. Son dos intervenciones desde el trabajosocial sanitario que se desarrollan en planos dife-rentes, pero paralelos. Y si bien puede sorprenderdicha intervención, está documentado que los gran-des movimientos preventivos de la tuberculosis, fue-ron promovidos por las trabajadoras sociales sanita-rias, que enseguida tuvieron el apoyo de losmédicos. La iniciativa, no obstante, partió del traba-jo social sanitario (Cabot, 1917).

Las primeras National Conference on Social Welfare,celebradas en Estados Unidos, son un ejemplo dedebate público camino de la profesionalización de laayuda. En ellas destacan figuras como Z. D. Smith(1884), C. R. Henderson (1895) o C. S. Loch (1885).

7. Algunos pilares que sostienen lahistoria del trabajo social sanitario

La historia sitúa el principio en los Estados Unidos,especialmente en Estados de la costa Este. Algunasde las figuras más representativas e influyentes6 enla configuración de los primeros servicios de trabajosocial sanitario –como se ha señalado, por entoncesllamado médico u hospitalario– fueron el Dr. WilliamOsler, el Dr. Charles P. Emerson, el Dr. Richard C.Cabot, Mary E. Richmond, Garnet Isabel Pelton, IdaM. Cannon, James Minnick, Jane Addams, el Dr.Michael M. Davis o Gordon Hamilton.

Muy resumidamente, la historia se desarrolló comosigue: Garnet Isabel Pelton, trabajadora social médi-ca, formada además como visitadora cuidadora, fuela primera persona a la que el Dr. Cabot acudió en1903 para crear esta plaza pionera en la atenciónhospitalaria, introduciéndola en su clínica de medi-cina en el Massachussets General Hospital de Bos-ton. Ello ocurría, sin embargo, después de una visitadel doctor al Johns Hopkins Hospital de Baltimore

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6 Se habla de las más representativas a sabiendas de que elacceso a nuevos archivos puede revelar otros nombres no contem-plados. La experiencia de estos últimos años así lo pone de relieve.Por tanto, dar unos nombres no excluye que puedan aparecer denuevo y ocupen espacios importantes en esas bases de construc-ción del trabajo social sanitario.

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para conocer el programa de visita domiciliaria queen 1889 había impulsado otro médico, WilliamOsler. En el programa del Dr. Olser, los estudiantesde Medicina se interesaban, realizando una visitapersonal, por las condiciones sociales de los pacien-tes que habían atendido. Uno de estos estudiantesfue el Dr. Charles P. Emerson, quien, a su vez, viendola importancia que los aspectos sociales adquiríanen las personas enfermas y hospitalizadas, introdujola visita domiciliaria de estudiantes de Medicina enla Charity Organization Society (COS) de Baltimore.El Dr. Cabot, sensibilizado en extremo por la impor-tancia de lo social en la evolución de la enfermedad,vio la importancia de este programa de visitas adomicilio y su valor en la mejora de la eficacia desus tratamientos.

Su puesta en marcha garantizaba el estudio y laatención de los aspectos sociales de los enfermos,sobre todo de los más pobres, para que esta situa-ción social adversa se pudiera tratar. A este respec-to, años antes, en 1897, Jane Addams abrió la discu-sión de la vigésimo cuarta Conferencia de BienestarSocial (EE.UU.) refiriéndose a la necesidad de contarcon casas de convalecencia para las personas nece-sitadas que dejaban los hospitales y cuyas viviendascarecían de las mínimas condiciones de habitabili-dad para asegurar su recuperación (Addams, 1897).Fue en 1905 cuando Garnet Isabel Pelton puso enmarcha esta primera plaza de trabajadora socialhospitalaria y, debido a la tuberculosis que sufrióunos meses más tarde, tuvo que ser sustituida porIda M. Cannon, una de las figuras más relevantesque ha dado la historia del trabajo social sanitario.Ello ocurría en el mismo año 1905. Ida M. Cannon seconvirtió al poco tiempo en jefe de servicio y, a par-tir de 1906 se empezaron a crear nuevas plazas deesta profesión, siempre vinculadas a servicios médi-cos. La Escuela de Medicina de la Universidad deHarvard puso en marcha un programa de formaciónpara médicos con el fin de que conocieran la impor-tancia de los aspectos sociales de las personas quetrataban (Nacman, 1990).

El trabajo social sanitario experimentó un crecimien-to exponencial en ciudades como Nueva York o Chi-cago, cuyos hospitales copiaron el esquema de tra-bajo del Massachussets General Hospital de Boston,al considerarlo una nueva fórmula asistencial delbienestar. Cada pocos meses se creaban nuevas pla-zas, casi siempre vinculadas a especialidades médi-cas y también a grandes temas de carácter socialque afectaban transversalmente a la salud de laspoblaciones.

Las principales divisiones iniciales del trabajo socialmédico fueron, textualmente y según folletos de laépoca: la tuberculosis; la educación e higiene; la ali-mentación infantil y el cuidado de los niños delica-dos; las vacaciones; las excursiones y casas de con-valecencia; el cuidado de jóvenes solteras, mujeres

embarazadas, moralmente expuestas o enfermasmentales; la ayuda a los pacientes que necesitabantrabajo o un cambio de trabajo; el suministro y lasdisposiciones para los pacientes objeto de dumpingen el hospital; o la asistencia a los pacientes quenecesitan tratamiento después del alta, entre otras.

El trabajo social sanitario había empezado su desa-rrollo imparable. A partir de este momento, los prin-cipales hospitales de Estado Unidos, entre ellos elMount Sinai Medical Center de Nueva York y el Hos-pital de Bellevue, también en Nueva York, empeza-ron a crear plazas y departamentos con servicios detrabajo social sanitario especializado y participabanen la National Conference on Social Welfare, que secelebraba todos los años.

En 1910, Garnet IsabelPelton establecía ladiferencia entre la ayudadesde el trabajo socialhospitalario, y otros tipos deayuda que llegaban de lamano de la filantropía o delas cuidadoras clínicas

Por ejemplo, en 1908 James Minnick, secretario dela COS de Providence, hablaba, en dicha conferen-cia, de la importancia de contar en los hospitales(en este concepto se incluía hospitalización y clíni-cas) con un adecuado servicio de trabajo social sani-tario para completar las atenciones médicas y qui-rúrgicas, contextualizando las circunstancias de lapersona y su entorno (Minnick, 1908). Unos añosmás tarde, en 1911, el Dr. Michael M. Davis, directordel Dispensario de Boston, ponía sobre la mesa elhecho de que había que ir más allá de la enferme-dad misma; cabía ver, estudiar y tratar el entornosocial de las personas que estaban atendiendo losmédicos, puesto que, si no se actuaba, era a eseambiente enfermo al que volvían (Davis, 1911).Sobraban las explicaciones de lo que ello suponía.Davis, junto con la trabajadora social, estableció dosclasificaciones: en la primera, incluía las condicio-nes y los problemas sociales de los enfermos; en lasegunda, diferenciaba el perfil psicosocial de cuatrotipos de pacientes (Davis, 1912).

En 1910, Garnet Isabel Pelton establecía, quizás porprimera vez y de manera clara, la diferencia entre laayuda desde el trabajo social, en este caso hospita-lario, y otros tipos de ayuda que, aunque se dieranen el hospital, llegaban de la mano de la filantropíao de las cuidadoras clínicas. Aquello, señalaba ella,

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no era trabajo social sanitario. En aquella conferen-cia pautó que el objetivo del trabajo social hospita-lario era el “diagnóstico social, el pronóstico y el tra-tamiento” (Pelton, 1910). Pelton terminó suexposición mencionando el lema que rezaba sobrela puerta del Hospital Virchow de Berlín: “Trata a laenfermedad, pero no olvides tratar al hombre”. Unprincipio que, al menos en lo narrativo, hoy siguenasumiendo prácticamente por unanimidad profesio-nales y políticos sanitarios: “se tratan enfermos, noenfermedades”. Un principio que implica atender,profesionalmente, los aspectos psicosociales de laspersonas atendidas.

En 1917, Ida M. Cannon –como se ha mencionado,una de la figuras más representativas del trabajosocial sanitario–, publicaba Social Work in Hospi-tals: A Contribution to Progressive Medicine, un tra-tado del trabajo social sanitario sin precedentes. Sulegado crece a medida que van apareciendo archi-vos de su tiempo y textos descatalogados, siendo elsuyo uno de los discursos narrativos más exactos ypertinaces para entender el trabajo social sanitario(Cannon, 1908). Ese mismo año, Mary E. Richmondpublicaba su Social Diagnosis, el libro básico para eltrabajo social en general, y el sanitario en particular.

Más tarde, en 1931 Gordon Hamilton se refirió al tra-bajo social hospitalario reflexionando sobre la ges-tión de casos (casework) en dicho ámbito, y señalan-do la necesidad de conocer aquello de lo social quehabía afectado y contribuido a la enfermedad yque podía afectar y contribuir a su recuperación.Llamó la atención sobre que todos los aspectossociales condicionados por la enfermedad o ladolencia médica que la o el trabajador social sanita-rio de caso (caseworker) debían considerar en suintervención (Hamilton, 1931). Un texto sencillo, pero crucial para comprender la estructura internadel trabajo social sanitario, en donde se relaciona laenfermedad con los aspectos psicosociales de lapersona, de la familia, de su entorno, y señala ladiferencia con cualquier otro tipo de trabajo socialmás general.

8. El diagnóstico diferencial y eltratamiento en el trabajo social sanitario

En 2002, Turner definió el diagnóstico social comosigue:

“La palabra diagnóstico designa el proceso en elcual una opinión profesional proviene de la valo-ración de una situación que emerge en nuestrainteracción con los clientes y sus ambientes sig-nificativos, una opinión en la que nosotros basa-mos nuestras acciones y para la cual estamospreparados para actuar con una profesionalidadresponsable. La esencia de esta definición es:nuestro diagnóstico está basado en los juicios

que hacemos. Tales juicios constituyen la basede nuestras actividades profesionales. Estamospreparados para responsabilizarnos de dichosjuicios”.

Dicha definición, similar a la que en 1917 elaboróMary E. Richmond, pone de manifiesto que el diag-nóstico social sanitario no se puede confundir conuna enumeración de problemas o dificultades. Laelaboración del diagnóstico social sanitario es com-pleja, pues, entre otros aspectos, estos problemas odificultades existentes se interpretan, se contextua-lizan, se acompañan de lo que cabe trabajar parasolventarlos.

Una de las características más importantes del diag-nóstico social sanitario es que no se puede codifi-car, porque en su construcción resulta único en cadacaso. Las necesidades de investigación se resuelvenfraccionando el diagnóstico social sanitario en laspartes relevantes del caso; entonces sí se tomancategorías de circunstancias. Pero el diagnósticosocial sanitario no es una clasificación, no es unaescala, no son indicadores. Es importante no con-fundirlo con dichos instrumentos que, en algunoscasos, han acabado suplantando el diagnósticosocial sanitario.

La unicidad de la persona es uno de los principiosbásicos del trabajo social sanitario. Por ello, lainvestigación de los aspectos psicosociales en dife-rentes situaciones y circunstancias vitales que atra-viesan los seres humanos ha nutrido numerosas teo-rías que permiten, desde trabajo social sanitario,ajustar sus intervenciones a aquellas realidadesgeneradas por la enfermedad, la cual, modela cadacaso.

Uno de los autores más relevantes en esta línea detrabajo, ya citado, es Francis J. Turner, quien en 1968publicó el libro Differential Diagnosis and Treatmentin Social Work [Diagnóstico diferencial y tratamientoen trabajo social]. La primera edición fue prologadapor Florence Hollis, señalando con cierta ironía loextraño que le resultaba el hecho de que hubierantenido que pasar cincuenta años desde que sepublicara la obra más conocida de Mary E. Richmondpara que apareciera un libro con el título señalado.Hollis señalaba la aportación de Mary E. Richmondcuando habló del diagnóstico social y, por aquelentonces (1917), suponía una nueva idea de enfocary diferenciar el trabajo social sanitario. La idea cen-tral que pivotaba en el discurso de Richmond eraque, de la misma forma que el médico necesitabadel diagnóstico médico para entender la naturalezadel desorden que estaba tratando, para saber cómoaliviarlo, las trabajadoras sociales sanitarias necesi-taban del diagnóstico social para entender la natu-raleza del desorden social del caso social que esta-ban tratando y saber cómo aliviarlo (Hollis, 1968).

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Turner establece una clasificación de diferentesfamilias de circunstancias en las que el trabajosocial en general –en algunos casos, el sanitario enparticular–, sugiere, debe especializarse. De todasellas, y con la ayuda de diferentes autores, profesio-nales del trabajo social, presenta investigaciones yestudios que avalan el diagnóstico y el tratamientodiferencial en trabajo social sanitario. Es decir, lapresencia de aquella circunstancia ya abre la puertaa un procedimiento específico que viene avalado porinvestigaciones y estudios específicos. Las especia-lidades propuestas por Turner, la mayoría de ellasvinculadas estrechamente el sistema sanitario, son:

• Los estadios del desarrollo humano: la infancia,la juventud, los adultos, el matrimonio, lospadres, la familia, la mediana edad, la vejez, lamuerte.

• Los trastornos psicosociales: los trastornos afec-tivos, la depresión, los trastornos de ansiedad,los trastornos por el uso de drogas, la enferme-dad ficticia, los trastornos mentales orgánicos,los trastornos paranoides, los trastornos de per-sonalidad, los trastornos psicosexuales, la esqui-zofrenia.

• Los trastornos físicos: la artritis, la ceguera, lospacientes quemados, el cáncer, los trastornoscardíacos, la sordera, la diabetes, la epilepsia,los problemas genéticos, la hemofilia, las enfer-medades del riñón, la esclerosis múltiple, lasenfermedades neurológicas, la pérdida de órga-nos, el dolor, el retraso, la anemia de células fal-ciformes, el accidente vascular cerebral, los tras-plantes.

• Los factores socioculturales: la etnia, la claseeconómica, los valores, la religión.

• Las circunstancias que presentan problemas psi-cosociales: el aborto, el abuso infantil, la ano-

mia, los desastres, el divorcio, la enuresis, elincesto, la obesidad, la violación, la fobia esco-lar, la crianza de los hijos, el suicidio, las madressolteras, la vasectomía.

Algunas de estas circunstancias en la actualidad hanmodificado su peso moral, pero individualmentecabe valorar el peso particular que suponen para lapersona.

9. De lo narrativo a lo empírico en eltrabajo social sanitario

La sociedad del conocimiento, tal como se denomi-na a la sociedad actual, se encuentra cada vez máscon grandes aprietos para que ese conocimientogenerado desde la investigación básica o aplicadarepercuta en la ciudadanía y que ésta lo perciba. Elgran reto es el bienestar de las personas, no comolema, sino como algo tangible que se vivencia cuan-do éstas necesitan atención en alguno de los esta-blecimientos sanitarios, ya sea atención primaria oespecializada. Un bienestar que, pensando en lanaturaleza del trabajo social sanitario, no se puedereducir, obviamente, a un simple papeleo o burocracia de lujo para realizar un trámite. Ese bienestar se teje en lo diario, en lo mínimo, en lobásico y el trabajo social sanitario está ahí para evitar roturas.

La exigencia del diagnóstico social sanitario es elaval de una intervención de calidad y supone elhecho diferencial de la ayuda prestada desde el tra-bajo social sanitario, que, como se ha venido seña-lando, no puede confundirse con otros tipos deayuda vinculadas a la filantropía. El trabajo socialsanitario, en su concepción y función, es una profe-sión de futuro, pues materializa la acción profesio-nal apoyada en la participación de las personas.

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En este artículo se dan a conocer los resultados másrelevantes de la investigación “Violencia de géneroen las relaciones de pareja de adolescentes y jóve-nes de Bilbao”, que se realizó durante el curso2007-2008, financiada por el Área de la Mujer yCooperación al Desarrollo del Ayuntamiento de Bil-bao. El objetivo de esta investigación ha sido cono-cer las creencias, actitudes y prácticas que expresanen sus discursos adolescentes y jóvenes de Bilbaosobre la relación de pareja y la violencia de género,así como los vínculos que establecen entre esta vio-lencia y las relaciones afectivas que mantienen,hayan mantenido o puedan mantener en un futuropróximo. La investigación se ha abordado desdeuna perspectiva metodológica cuantitativa y cualita-tiva; es decir, el análisis del sujeto/objeto de estu-dio se ha realizado desde ambas perspectivas y deforma simultánea.

1. Introducción

La violencia, en un sentido amplio, puede ser enten-dida como una acción que entraña un abuso depoder, en el que se transgreden, por lo menos, unoo dos derechos humanos fundamentales: el derechoa determinar qué hacemos con nuestro cuerpo y quése hace con él, y el derecho a tomar nuestras pro-pias decisiones y a afrontar las consecuencias denuestros propios actos (Flores Bernal, 2005).

Generalmente, la literatura sobre el tema hace refe-rencia a la violencia ejercida por quien posee unpoder legitimado desde una posición de autoridad,siguiendo la definición de Max Weber (1944). Segúneste clásico de la sociología, el “poder es toda posi-bilidad de imponer la voluntad propia sobre la delos demás, así como el ejercicio de la influencia”. Yagrega que, en los ámbitos político y social, “el tér-mino más preciso es el de dominación, entendidocomo la posibilidad de encontrar obediencia frente aun mandato, basándose en la creencia de la legiti-midad de la dominación”.

La violencia de género es el ejercicio de la violenciaque refleja la asimetría existente en las relacionesde poder entre hombres y mujeres, puesto que esuna violencia ejercida por quien posee –o cree poseer– un poder legitimado desde una posición dedominación. Esa asimetría de poder en las relacio-nes entre hombres y mujeres viene definida por losgéneros femenino y masculino, construidos social-mente, constantemente afectados por el podersocial que impone un tipo de feminidad y masculini-dad, que, a su vez, definen comportamientos y acti-tudes diferenciados y que afectan a la totalidad dela vida social. En este sentido, hasta hace relativa-mente poco tiempo la norma social establecía lapreeminencia del varón en el reparto de poder –es decir, en el reparto de papeles y posicionessociales–, norma legitimada por la tesis naturalista.

Violencia de género en las relacionesde pareja de adolescentes y jóvenes deBilbaoMila Amurrio VelezAne Larrinaga RenteriaElisa Usategui BasozabalAna Irene del Valle LoroñoDepartamento de Sociología,Facultad de Ciencias Sociales y de la ComunicaciónUniversidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea

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Dicha fuente de legitimación, como ya es sabido, hasido refutada por la teoría y la investigación feminis-tas, lo que ha hecho posible el comienzo del cambiodel orden patriarcal occidental. Sin embargo, siguehabiendo en nuestras sociedades todo un ordensimbólico que reproduce la dominación masculina.Dominación mantenida por instituciones básicas denuestra sociedad –familia, Estado, Iglesia yescuela–, y que está representada en la produccióncultural, que, a través del proceso de socialización,es introducida en la estructura de la personalidad dehombres y mujeres.

Un elemento fundamental de reproducción de ladominación masculina es la norma cultural sobre elimaginario social del amor y de las relaciones afecti-vas y sexuales. La violencia de género está intrínsica-mente ligada al imaginario social sobre el amor, losmodelos amorosos y los modelos de atractivo en losque hemos sido socializados/as y seguimos continua-mente siendo socializados/as. La cultura y el contextocotidiano en el que vivimos nos transmite en ocasio-nes una idea del amor ligada al sufrimiento, mientrasque explícitamente se nos enseña que violencia yamor son dos conceptos opuestos. En este sentido,prevenir la violencia de género significa contribuir auna nueva socialización, donde aportemos otrasideas y valores que consideremos deseables y másconvenientes sobre el amor, los modelos amorosos, ylos modelos femeninos y masculinos que considera-mos atractivos (Flecha et al., 2005).

Entre las instituciones antes consideradas comoreproductoras de las estructuras de dominaciónmasculina, sólo la escuela parece haber iniciado ese largo camino de intentar transformar los actua-les modelos de socialización. La familia, influencia-da por los cambios estructurales –económicosfundamentalmente– que se han producido en nues-tras sociedades en torno a la construcción social delgénero, es decir, en torno a la división sexual deltrabajo, si bien ha comenzado su transformación,aún no ha abordado una nueva socialización sobrelas relaciones afectivas y sexuales que transforme elorden simbólico dominante, y su inhibición en estamateria provoca la reproducción de aquél. Losmedios de comunicación y las interacciones conotras personas y, sobre todo, con el grupo de igua-les refuerzan el orden simbólico dominante.

La educación en valores es el eje sobre el que se fun-damenta el sistema educativo vasco no universitario,eje que ha permitido la implementación de diferentesproyectos de innovación educativa en todo el sistema,aunque no de forma generalizada. Los y las profesio-nales del sistema educativo vasco son quienes handado comienzo a esa nueva acción socializadora.Pero a pesar de los esfuerzos realizados cuando se haabordado el tema de las relaciones afectivas y sexua-les, en el caso de que se haya hecho, quizás se hayarealizado de una manera desenfocada; porque comoha puesto de manifiesto la investigación feminista y

la propia práctica educativa, lo que fomenta el riesgoy las malas experiencias en las relaciones afectivo-sexuales de los y las adolescentes/jóvenes no estanto el desconocimiento de los métodos anticoncep-tivos como la existencia de toda una serie de ideassobre qué es ser un hombre de verdad y qué es seruna buena chica (Sanchís, 2006).

Así, la hipótesis general que dirige esta investigaciónen su conjunto ha sido formulada de la siguientemanera: los y las jóvenes universitarios bilbaínoshan sido socializados en un contexto cultural dondese reproducen las ideas y valores sobre el amor, losmodelos amorosos y los modelos femeninos y mas-culinos de atractivo propios de las estructuras dedominación masculinas, ideas y valores que orientansus relaciones afectivas, sexuales o de pareja.

Esta hipótesis general es el punto de partida de lainvestigación que hemos realizado (Amurrio Velez,M., et al., 2008) a solicitud del Área de la Mujer yCooperación al Desarrollo del Ayuntamiento de Bil-bao, y cuyo objetivo ha sido conocer las creencias,actitudes y prácticas que expresan en sus discursosadolescentes y jóvenes de Bilbao sobre la relaciónde pareja y la violencia de género, así como los vín-culos que establecen entre esta violencia y las rela-ciones afectivas que mantienen, hayan mantenido opuedan mantener en un futuro próximo. La estrate-gia metodológica utilizada es la triangulación entremétodos. Hemos abordado la investigación tantodesde una perspectiva metodológica cuantitativacomo cualitativa; es decir, el análisis delsujeto/objeto de estudio se ha realizado desdeambas perspectivas y de forma simultánea.

El objetivo de la parte cuantitativa del estudio hasido realizar un diagnóstico de la presencia de laviolencia de género en las relaciones afectivo-sexuales que establecen los y las jóvenes universita-rios de entre 18-20 años –diagnóstico que puedepermitir ampliar la intervención de las institucionesy profesionales en la atención y prevención de loscasos de violencia de género observados a esegrupo de edad–. Además, se ha tratado de aportarel marco explicativo de tal diagnóstico. La técnica deproducción de datos utilizada ha sido el cuestiona-rio estructurado cerrado y el universo de estudio, lapoblación universitaria de primer curso de las facul-tades y escuelas universitarias de la UPV/EHU deBilbao del curso 2007-08 (2.303 alumnos/as). Eldiseño muestral para un nivel de confianza del95,5% y un error muestral de ±3%, con p = 40 yq = 60, requería un tamaño mínimo de 700 perso-nas, si bien el tamaño definitivo de la muestra hasido de 832 personas: 701 de 18-20 años y 131 de21-28 años. La administración de la encuesta se rea-lizó entre los meses de abril y mayo de 2008.

En lo que se refiere a la parte cualitativa, el objetivofundamental ha sido, por un lado, explorar la inter-pretación que hacen los/as jóvenes y adolescentes

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de la violencia de género y, por otro, ahondar en elsentido que otorgan a sus experiencias y vivenciasen el mundo de los sentimientos y las relaciones depareja. Esto es, en esta parte de la investigación, nose ha buscado obtener una descripción y un análisisestadísticamente representativo de las opiniones delos y las jóvenes y adolescentes sobre la violenciade género y el mundo de los afectos o sus concep-ciones de la pareja. Lo que se ha pretendido esindagar en el significado que atribuyen a todo ello.La técnica de producción de datos utilizada ha sidoel grupo de discusión. Se han realizado seis grupos,en los que han participado 50 adolescentes de 4ºcurso de la ESO, de 1º Bachillerato y de 1º de CiclosFormativos, y cinco grupos con jóvenes universita-rios/as, en los que han participado 40 jóvenes delas facultades y escuelas de la UPV/EHU en Bilbao.El trabajo de campo se ha realizado entre los mesesde abril y mayo de 2008.

A continuación daremos a conocer las conclusionesmás relevantes del estudio en su doble perspectivametodológica.

2. Los ámbitos de socialización de los ylas jóvenes universitarias

Las agencias o ámbitos de socialización considera-dos, donde nos proponíamos indagar sobre elmundo de valores del que participan y que orientalas elecciones que realizan en su biografía –entreellas, las relacionadas con el mundo de la afectivi-dad, la sexualidad y la pareja– han sido la familia, laescuela y los medios de comunicación.

2.1. La socialización del orden social y simbólico degénero en la familia

En lo referente a cuestiones de organización del tra-bajo familiar y doméstico, las familias de las queprovienen estas y estos jóvenes se encuentran entransición a relaciones más igualitarias, pero enellas aún perduran desigualdades muy importantes,originadas y promovidas por los estereotipos degénero, que definen dichas actividades como feme-ninas y masculinas. Son familias en las que existennormas de convivencia que remiten a una autoridadcompartida por los dos miembros de la pareja,modelo que confirma el cambio de modelo familiaral que antes hacíamos referencia. Sin embargo, enese contexto familiar en transición, es la madrequien exige mayormente la aplicación de las nor-mas; aplicación percibida por la mayoría como igualpara hermanos y hermanas. Sólo un 16% percibeque las normas se aplican de forma desigual–normas diferentes las elegidas por ellas y ellos–, loque apunta a una socialización donde los estereoti-pos de género tradicionales se reproducen. Así, lanecesidad de proteger/dar seguridad, la exigencia

de mayor responsabilidad, la mayor participación entareas domésticas para las jóvenes fortalecería elmodelo de feminidad tradicional, y la jerarquía (dife-rencia) de edad como criterio de asignación demayor libertad para los jóvenes, el modelo masculi-no tradicional. Por otra parte, la pobre participaciónen el trabajo doméstico y familiar refleja la inexis-tencia de una socialización/aprendizaje orientado acompartir dichas responsabilidades. En ese sentido,podemos decir que no hay asimetría de género yque la escasa participación en el trabajo domésticoy familiar poco favorece a la autonomía que estas yestos jóvenes necesitarán en la vida adulta.

En lo que se refiere a la socialización del orden sim-bólico y, sobre todo, al que es objeto de este estudio,el de los valores sobre los que se construyen las rela-ciones afectivas, se observa que, como viene siendotradición, los sentimientos pertenecen al ámbito de lamadre. Las jóvenes manifiestan tener más confianzacon la madre; los jóvenes también, aunque en menorproporción, y entre ellos son más quienes confían enlos dos miembros de la pareja. La confianza con elpadre es algo más importante para todos y todas,pero sigue siendo anecdótica. Los datos obtenidoscon respecto a la comunicación y las relaciones deafecto que mantienen estas y estos jóvenes con suspadres indican que, si bien el clima de confianza esimportante con sus padres, es mayor con la madre.Así, hablan más con la madre sobre sentimientos yrelaciones afectivas, sobre relaciones y conflictos conlos amigos, e incluso sobre relaciones sexuales –másellas que ellos, pero también ellos, aunque en menorproporción–, tema todavía tabú en la mayoría de lasfamilias. Esto nos indica que el aprendizaje de lasrelaciones sexuales, más que ninguna otra cosa,depende de otras agencias socializadoras –sobretodo, en el 59% de las jóvenes y en el 73% de losjóvenes, que manifiestan no hablar de ese tema conninguno de los dos progenitores–.

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aoGráfico 1. ‘¿Con quién hablas más sobre las relaciones

sexuales?’

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30%

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Fuente: Elaboración propia.

Más conmi madre

Con los dospor igual

Más conmi padre

Con ningunode los dos

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Los temas más relacionados con el mundo de laracionalidad –tanto para las chicas como para loschicos–, los modelos de estar, pensar, comportar-se... son más variados que los asignados tradicio-nalmente por los estereotipos de género, puestoque se comparten más con los dos progenitores.Con todo, el protagonismo que adquiere la madre enla producción de ese clima de confianza y comunica-ción nos muestra un modelo familiar donde éstasigue representando la sublimación de la emociona-lidad: cuidar de otros, dar y entregarse, integrandoespacios sobre los que las mujeres construyen suidentidad social, sin espacio propio. A su vez, elpadre sigue representando la racionalidad, la sepa-ración de ámbitos, que determina que su identidadsocial se construya sobre el trabajo, los gustos y lasaficiones, independientemente de la pareja y de lafamilia.

Por tanto, si el modelo familiar, en lo que se refierea la división sexual del trabajo, y a las relaciones yposiciones que de ella se derivan, parece ir evolu-cionando hacia relaciones más igualitarias, no pode-mos decir lo mismo de la transmisión de los valoresasignados a los géneros en las estructuras simbóli-cas. En ese sentido, podemos afirmar que, en elmarco familiar, no existe una acción socializadoradeconstructora del orden simbólico dominante, loque nos lleva a pensar que la familia no está presen-te, no transmite nuevas formas de pensar y hacer enel mundo de las relaciones afectivas y sexuales, yreproduce así los modelos construidos desde lasestructuras de dominación masculina.

2.2. La educación en valores

La escuela, sin embargo, sí que ha pretendido ini-ciar una nueva acción socializadora. El recuerdo delcolectivo estudiado de su experiencia escolar nosmuestra que la mayoría de ellas y ellos recuerdanlos proyectos o programas que se les citaban –sobreprevención de drogodependencias, respeto al medioambiente, afectividad y sexualidad entre adolescen-tes, e igualdad entre hombres y mujeres, más del80%; sobre violencia en las aulas, violencia en lasociedad, resolución de conflictos y violencia degénero, más del 60%–. En el mismo sentido seexpresan en referencia a los valores transmitidospor la escuela –más del 60% manifiesta que se le hatransmitido bastante/mucho la solidaridad y el com-promiso, la responsabilidad, la igualdad entre hom-bres y mujeres, y el respeto al diferente; más del 50% manifiesta que le ha transmitido bastante/mucho la autonomía, la autoestima, elautocontrol y el sentido de la justicia–. Pero, en estecaso, es mayor la proporción de mujeres jóvenesque admiten que se les ha transmitido mucho/bas-tante todos los valores citados. Los datos parecenindicar que las nuevas estrategias socializadorashan calado más en ellas que en ellos, y quizá cabría

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prioritario de la mayoría de esos proyectos.

2.3. La socialización anónima y difusa de los mediosde comunicación

El consumo mediático de las y los jóvenes entrevis-tados también nos remite a un mundo de valoresque, en la mayoría de los casos, refuerza el ordensimbólico dominante de la sociedad en la que están.Los consumos más frecuentes de estas y estos jóve-nes son la prensa gratuita (54%), la música en laRed (40%) y los informativos televisivos (35%), sibien sólo el consumo frecuente de prensa gratuitasupera el 50% de las respuestas. En los productosmediáticos consumidos con frecuencia, no existendiferencias entre ellas y ellos, pero sí en los produc-tos más esteriotipados que unos y otras consumen:programas de TV deportivos y películas de acción, el80% de los jóvenes; reality shows, el 60% de lasjóvenes; prensa o TV rosa, el 40% de las jóvenes; yrevistas o páginas electrónicas de moda, el 45% delas jóvenes. Tendencia que también se observa en elconsumo de publicaciones –que el 40% compra–, ytanto cuando citan a personajes conocidos (hom-bres o mujeres) del mundo del cine, la TV, de lamúsica, el deporte, la literatura, la historia... comocuando explicitan lo que más valoran en dichos per-sonajes. La categoría ‘atractivo físico’ es la más ele-gida por ellas. Ellos eligen más las categorías ‘sedivierten’, ‘el dinero que ganan’, ‘creatividad/bri-llantez’ y ‘formas de pensar / ideas’. Estas eleccio-nes, tomadas en su conjunto, nos remiten a unmundo de valores sobre los que se que construyenel éxito diferente para hombres y mujeres: paraéstas últimas, es un éxito social construido sobre elatractivo físico, la belleza; para los hombres, seconstruye sobre la racionalidad y las habilidadessociales.

2.4. Su vida cotidiana proyectada en actividades ytiempos sociales

Tras acercarnos al mundo de valores en los que sehan socializado, y se siguen socializando, estos yestas jóvenes, les solicitamos una proyección de suvida cotidiana a corto plazo en actividades que afec-tan a su intimidad y a su vida social asociadas atiempos sociales. Llama la atención el dato de queel 95% de todas las personas entrevistadas dicenque dedicarán más tiempo a la pareja. La relaciónde pareja cobra, pues, un protagonismo digno demención, y lo cierto es que esa respuesta tan con-tundente y simétrica con respecto al sexo/género nodeja de sorprendernos. Quizás más la simetría degénero que la contundencia de la respuesta, sobretodo en el caso de los chicos, que, como hemosobservado con anterioridad, parecen reproducir encierta medida el esteriotipo masculino, cuya identi-

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dad social se construye sobre la separación de losespacios íntimo, relacional y social, y sobre todo,por separación de la pareja, lo que da lugar a mode-los de pareja como el de la interdependencia, en elmejor de los casos. En el caso de las chicas, sinembargo, estaríamos ante algo esperado, la res-puesta a la exigencia del rol femenino que conllevael de ‘pareja fusional’, donde esos espacios se inte-gran de manera tal que dificulta la percepción delespacio propio.

Desde la proyección de futuro, nos acercamos a laexperiencia actual y a la vivida en un pasado cerca-no: las relaciones que mantienen o han mantenido,y lo que nos cuentan de ellas.

3. Las relaciones afectivas y sexuales delos y las jóvenes universitarios

Casi la mitad del colectivo tenía algún tipo de rela-ción cuando realizamos el estudio. Eran más lasjóvenes quienes tenían algún tipo de relación, lassuyas eran más largas en el tiempo y el 70% delcolectivo consideraba que se trataba de relacionesestables.

Ese tipo de relación ha sido definida por ellas y ellosen los grupos de discusión de la siguiente manera:una relación prolongada, pero carente de responsa-bilidades y compromisos mutuos. Además de laatracción, existe un afecto. No hay un proyecto defuturo, y en este tipo de relación, los jóvenes pue-den relacionarse sentimentalmente con alguiendurante algunos días, semanas o meses sin que ten-gan que adquirir, por ejemplo, un compromiso deencontrarse o verse con regularidad. Ahora bien,está presente el compromiso tácito de no manteneren paralelo alguna relación sentimental o sexual conotra persona.

No tienen mucha experiencia, y las experienciasmás compartidas son los ‘rollos’ de una noche/díay los ligues de temporada. En consecuencia, pode-mos pensar que la expresión de sus ideas sobre elamor y los modos de entender la relación de parejaparten de los valores en que han sido socializa-das/os más que de su experiencia, o más bien dela falta de ella. Así, comparten una visión románti-ca del amor y la relación de pareja en la medida enque expresan que el fundamento de esta últimason el sentimiento y el compromiso para con laotra persona, pero en la que aparecen elementosimportantes y compartidos por ellos y ellas, pro-pios de una idea de la relación no dependiente,sino igualitaria. No obstante, los discursos de losgrupos de discusión evidencian que las aproxima-ciones iniciales –el ritual del cortejo– de las y losjóvenes, relacionados con la fiesta y la ingestiónde alcohol, presentan un carácter marcadamentesexual más que romántico; especialmente para losvarones, que son quienes casi siempre toman lainiciativa. En ese sentido, el grupo de iguales cons-tituye para los chicos el lugar de exhibición de los‘trofeos obtenidos’, que les reportaban prestigio.Para las chicas, el grupo de iguales es un ámbitode expresión de sentimientos, pero también derivalidad. Su comportamiento en el cortejo es casisiempre pasivo, de espera; no expresan deseo y,en caso de hacerlo, son estigmatizadas y despres-tigiadas. Ambos comportamientos responden aestereotipos que propician y legitiman conductasde abuso y violencia.

3.1. La pareja ideal

Por otra parte, cuando eligen las características dela pareja ideal, en su mayoría plantean una rela-ción entre iguales, pero de nuevo y con gran pre-sencia concurren elementos propios de una rela-ción dependiente, donde las mujeres jóvenesquieren ser protegidas y que les den seguridad, ylos hombres jóvenes, que las mujeres sean atracti-vas y guapas para garantizar el éxito de la relaciónsexual.

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Gráfico 2.‘¿Mantienes en estos momentos algún tipode relación?’

No

100%

0%

20%

20%

60%

80%

Chicas

43,3%

56,2%

Chicas

33,2%

66,4%

Fuente: Elaboración propia.

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4.1. Los modelos de relación y comportamiento dehombres y mujeres

En cuanto a las ideas sobre los modelos de relación yel comportamiento de hombres y mujeres, se haobservado que el 80% de los/as jóvenes rechazanque, para el buen funcionamiento de la relación, lamujer haya de ser sumisa y, por el contrario, compar-ten la convicción de que ser el único proveedor nootorga el poder en el hogar, y de que las mujeres noestán obligadas a satisfacer sexualmente a los mari-dos siempre que les apetezca. Este nivel de rechazoindica ruptura con visiones tradicionales sobre ladependencia y sumisión de las mujeres que, en últi-ma instancia, dan cobertura a la violencia de género.En este sentido, se produce una coincidencia con losresultados del estudio cualitativo, ya que las jóvenesde los grupos de discusión subrayan la importanciade la autonomía y la autorrealización, es decir, consi-deran que deben tener un espacio de reserva propiodentro de la relación de pareja (amistades, estudios,trabajo). Ello aumenta considerablemente las exigen-cias de las jóvenes en el seno de la relación y lasdesvincula de los roles tradicionales familiares,puesto que las chicas se plantean actualmente pro-yectos de vida independientes de sus roles dentro dela pareja, la familia y el hogar.

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Gráfico 3. ‘De tu pareja ideal es importante…’

Que se adapte a mis gustos yaficiones

38,2

52,3

Que sea atractiva y guapa

80,2

48,1

Que comparta mi idea depareja y de familia

62,5

73,0

Que me apoye en mis estudios

58,7

78,9

Que me proteja y me dé seguridad

56,5

90,0

Que comparta las tareasde la casa

73,1

88,3

Que comparta el cuidadode los/as hijos/as

85,2

96,4

Que me tenga en cuentaen la toma de decisiones

87,6

95,7

0,0 20,0 4o0,0 60,0 80,0 100,0

Chicas

Chicos

Fuente: Elaboración propia.

Esta cuestión las jóvenes la consideran irrelevante,lo mismo que la relación sexual. El arraigo de deter-minados estereotipos de género que otorgan a hom-bres y mujeres diferentes roles y comportamientosque reproducen la relación romántica desigual cons-truida desde el orden simbólico patriarcal confirmala pervivencia de esos elementos en la socializaciónde estas y estos jóvenes universitarios. Si bien eldiscurso de las relaciones entre iguales va ganandoterreno, más entre las jóvenes que entre los jóve-nes, lo cierto es que la pervivencia de esos estereo-tipos de género indica que aún queda un caminomuy importante por recorrer con el fin de evitarsituaciones de riesgo de violencia psicológica tolera-das, detener el ciclo de la violencia de género y evi-tar así su última expresión: la violencia física ysexual.

4. La violencia de género en las relacionesafectivas de los y las jóvenes

Veamos a continuación cuáles son los vínculos quepodemos entrever entre las relaciones que estas yestos jóvenes mantienen, o han mantenido, y la vio-lencia de género.

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Esta ruptura con la tradición también se manifiesta,aunque de forma más contenida, en las creenciassobre el carácter y atractivo de hombres y mujeres.Sin embargo, el rechazo se relaja un poco más cuan-do la agresividad en el hombre se presenta como uncomponente de atracción. De hecho, en las doscuestiones sobre la agresividad de los varones elestereotipo se mantiene en uno de cada diez jóve-nes. La visión de conjunto queda matizada cuandose observan las diferencias entre chicos y chicas. Eneste conjunto de estereotipos, son también ellosquienes manifiestan niveles de desacuerdo másmoderados y, por lo tanto, un menor alejamiento oruptura hacia las imágenes estereotipadas de loshombres y las mujeres. Se demuestra que son ellaslas que lideran la deconstrucción de los estereoti-pos, a una considerable distancia de los varones.

Ésta es una pauta común para todos ellos. Ahorabien, cabe resaltar que, en el caso del estereotiposobre la naturaleza agresiva de los varones, la dis-tancia se acorta, lo cual evidencia la fuerza quetiene aún esta imagen tanto para ellos como paraellas. Los datos parecen indicar que la agresividadcomo elemento de atracción es considerada todavíacomo un valor positivo.

4.2. Conocimiento de la violencia de género

Veamos a continuación si el colectivo estudiado dis-pone o no de recursos para identificar las actitudesy comportamientos que conducen a situaciones demaltrato.

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0% 20% 40% 60% 80% 100%

Si el marido trae el dinero a casa, es lógico que él mande 52,396,03,6

Una mujer que trabaja fuera de casa no puede atender a sus hijos/as 52,386,213,1

Si en una relación no se la da al hombre lo que pide,es normal que la deje 52,385,613,2

Los hombres son más independientes que las mujeres 52,380,018,6

Si una mujer sale con muchos hombres, es una mujer fácil 52,371,628,0

Cuando las mujeres dicen no, quieren decir sí 52,369,228,6

Los hombres son competitivos y agresivos 52,359,138,9

Los hombres necesitan más el sexo que las mujeres 52,357,041,2

Las mujeres son sensibles y cariñosas 52,322,875,4

A las mujeres les gusta sentirse protegidas 52,316,982,0

Gráfico 4. Estereotipos de género en las relaciones de pareja

De acuerdo

En desacuerdo

Fuente: Elaboración propia.

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La gradación de las puntuaciones obtenidas por lassituaciones expuestas confirman que los y las jóve-nes universitarias conciben el maltrato como unaacción que admite diferentes niveles de intensidady, por consiguiente, de tolerancia. Además, la varia-bilidad en las respuestas obtenidas confirma que,en la definición de un determinado comportamientocomo maltrato, hay cabida para los matices. Comosuponíamos, la dificultad para identificar como mal-trato determinados comportamientos es más acusa-da cuando no hay, o se difumina, el componente deacoso o violencia física, pero es reseñable tambiénque, incluso en aquellos comportamientos querepresentan una violencia más explícita, el criteriono sea único.

Pues bien, como decíamos, el nivel de percepcióndel maltrato en las relaciones de pareja presentamatices y variaciones según el tipo de situaciones alas que se enfrentan los individuos. Es evidente quela sensibilidad hacia el maltrato y su percepciónganan en intensidad y nitidez en situaciones de vio-lencia o acoso explícito. La indeterminación afloracuando se trata de situaciones en las que la agre-sión no es explícita, el daño se ejerce por omisión,

de manera tácita, y el maltrato es psicológico. Esetramo intermedio de la escala compone el tipo desituaciones de riesgo para las y los jóvenes entrevis-tados, ya que pueden ser comportamientos mástolerados en su desarrollo o padecimiento.

Contrariamente a lo esperado, la variable sexo/géne-ro no introduce grandes diferencias en el conocimien-to de las distintas expresiones de maltrato. El examencomparativo de las medias no permite concluir quelas chicas, en general, sean más sensibles o tenganun conocimiento más preciso que los chicos, ni queéstos muestren una percepción más relajada. La edadno introduce diferencias significativas en la identifica-ción del maltrato. Tampoco lo hacen otras variablesde mentalidad que podrían explicar visiones distintasde las relaciones entre los sexos y en la pareja, comola ideología política o la religiosidad.

Además de diferencias en las variables básicas, seha querido comprobar si otras circunstancias vitalesde socialización escolar y situación de pareja inci-den en la identificación y percepción del maltrato.Los datos manifiestan que la percepción del maltra-

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0% 20% 40% 60% 80% 100%

Alta

Es claramente maltrato

No es maltrato en absoluto

Baja

Media

Discutir abiertamente sobre algo en lo que se discrepa 52,3

No compartir todos los gustos y aficiones de la otra persona 52,3

Dejar de hablar durante días a tu pareja porque ha hechoalgo que no te gusta 52,3

Dejar habitualmente a la otra persona con la palabra en la boca 52,3

No tener en cuenta las opiniones o deseos de la otra persona 52,3

Controlar el dinero y exigir cuentas de gastos más insignificantes 52,3

Vigilar constantemente a la pareja 52,3

Hacer sistemáticamente cosas que se sabe molesta a la pareja 52,3

Negar afecto y apoyo como castigo 52,3

Presionar a la pareja para el abandono de estudios o trabajo 52,3

Zarandear habitualmente a la otra persona cuando se discute 52,3

Insultar, humillar y hacer callar a la otra persona en público y privado 52,3

Obligarla a tener relaciones sexuales en contra de su voluntad 52,3

Gráfico 5. Conocimiento de la violencia de género: ‘¿es expresión de maltrato…?’

Fuente: Elaboración propia.

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tos violentos en las relaciones afectivas de la pobla-ción joven. Revelar que se ha sido objeto de maltratoen la relación de pareja pasa por reconocer que undeterminado comportamiento constituye una acciónviolenta, y como se ha visto, los límites de la identifi-cación del maltrato no están tan claros entre los y lasjóvenes universitarias. Tales dificultades de identifi-cación se han puesto de manifiesto una y otra vez enlos grupos de discusión. Las incongruencias entre elrechazo explícito de la violencia y la asunción implíci-ta de actitudes que defienden el uso de la fuerza enlas relaciones personales es una constante en el dis-curso de muchos jóvenes y adolescentes. En conse-cuencia, la fuerza, en sus diversas manifestaciones eintensidades, es percibida por ellas y ellos como unrecurso aceptable en las relaciones humanas en cier-tas ocasiones. Por lo general, reconocerse como vícti-ma supone un proceso lento y doloroso en el queestán en juego la autoestima y la imagen social. Losresultados confirman la presencia de comportamien-tos violentos en las relaciones de la población jovenuniversitaria. Son las conductas que conllevan unmaltrato en el plano emocional-afectivo, y que supo-nen coacción y limitación de la autonomía y libertad,las que más se producen en las relaciones de parejade los y las jóvenes universitarios.

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0% 20% 40% 60% 80% 100%NCSí

No

No es sincera contigo, te oculta información 52,3

Se ha comportado de forma agresiva por una cuestiónque para ti no tenía demasiada importancia 52,3

Hace gestos de desprecio cuando haces/dices algoque no le gusta 52,3

Te ha dicho cómo debes vestirte, comportarte 52,3

Te llama constantemente, es muy celosa 52,3

Se enfada si sales con amigos/as, te quiere sólo para ella 52,3

Controla tus pertenencias, llamadas móvil, quiere saberlo todo 52,3

Te ha amenazado con dejar la relación cada vez que se enfada 52,3

A veces tu pareja ha sido agresiva y te ha hecho dañoen el juego amoroso y sexual 52,3

Te ha empujado o abofeteado en el trascurso de una discusión 52,3

Te ridiculiza o menosprecia tu aspecto físico, tu cuerpo 52,3

Has mantenido relaciones sexuales no consentidas con tu pareja 52,3

Te ha agredido físicamente 52,3

Gráfico 6. Vivencia de maltrato en la relación de pareja: ‘En tu relación o relaciones, ¿has vivido esta situación? Tu pareja…’

Fuente: Elaboración propia.

to es la misma independientemente de cuál sea lasituación de pareja y el tipo de relación que se man-tenga. En cuanto a la socialización escolar, al igualque con los estereotipos de la violencia de género,los resultados de nuestro trabajo no aportan infor-mación relevante en este sentido. Con los datos deque disponemos, no puede decirse que haber recibi-do formación en esas cuestiones y valores –y,supuestamente, tener más recursos para percibir eidentificarla– suponga una mayor sensibilidad o niti-dez en la percepción del maltrato.

No deja de ser interesante observar que los jóvenesuniversitarios que declaran haber recibido forma-ción relevante para interpretar y afrontar cuestionesde igualdad y violencia en las relaciones sociales yentre los sexos no tengan un criterio más claro ensus respuestas –especialmente, en aquellassituaciones de maltrato más ‘confusas’–, que losjóvenes que dicen no haberla recibido.

4.3. La vivencia de la violencia de género: el maltra-to en las relaciones afectivas y sexuales

En este estudio también pretendíamos comprobar enqué medida se practican actitudes y comportamien-

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Es verdad que los resultados no aclaran ni el nivel detolerancia de quienes han vivido esas situaciones, nisu frecuencia. Pero su incidencia sí constituye unclaro indicador de riesgo, especialmente en ese tipode conductas que, como se ha visto, los jóvenes noidentifican con tanta nitidez como expresiones demaltrato y que suelen preceder, o acompañar, a laviolencia más explícita. Pese a tratarse de un porcen-taje minoritario de jóvenes, resulta preocupante suprevalencia en un estadio temprano de la vida afecti-vo-sexual en la que generalmente la relación no vaacompañada de convivencia. Tener pareja no es unacircunstancia asociada a la vivencia de situacionesde maltrato, pero sí lo es el tipo de relación. La pre-sencia de algunas de ellas –en concreto, quererordenar sobre cómo vestirse y comportarse, amena-zar con el abandono, la agresividad en las relacionessexuales y las relaciones sexuales no consentidas–es significativamente más alta entre quienes definensu relación como ‘informal/un ligue’. Pero, en reali-dad, en todas se aprecia una incidencia menor en lasrelaciones definidas como ‘estable’ o ‘compromisoformal’. Con la cautela que demanda el análisis consubmuestras tan pequeñas, creemos que los datossugieren una línea interpretativa: la mayor vivenciade maltrato en quienes mantienen relaciones másinformales o esporádicas. No sabemos si esa viven-cia se refiere a la relación actual, o a experienciasanteriores; en cualquier caso, es un colectivo que seve más afectado por el problema.

Sin embargo, el análisis del nexo entre los modosde entender la relación de pareja y las concepcionesdel amor con la experiencia de maltrato no aporta

datos concluyentes sobre la presencia de creenciastradicionales sobre el amor y la pareja en quienespresentan una mayor incidencia de la violencia degénero. Sí se aprecia que, entre quienes declaranmayor número de vivencias de maltrato, es menor elporcentaje de quienes creen que el amor conllevaconfiar plenamente y respetar en todo a la pareja, ymayor el de quienes lo asocian con la idea de com-placer en todo a la pareja. No es exactamente unavisión tradicional, pero sí resulta coherente en quienha tenido una experiencia de maltrato.

4.4. Las representaciones sociales de la violencia degénero

En lo que se refiere a las representaciones socialesde la violencia de género, podemos decir que latotalidad de los entrevistados están en desacuerdocon que ésta no represente un problema grave, seaun fenómeno propio de las clases más desfavoreci-das y en su manifestación psicológica sea menosgrave que en la física, lo cual, sin duda, indica queestamos ante un colectivo que tiene conciencia de lagravedad del problema y ciertas nociones sobre sudimensión social. Sin embargo, son menos quienesdiscrepan y más los quienes dudan o se muestranconvencidos de que se trata de un asunto privado y,sobre todo, de que es más frecuente en las parejasadultas. Precisamente, se trata de dos estereotiposque encierran un riesgo evidente en la identificacióndel problema en las relaciones afectivas de los/asjóvenes.

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Fuente: Elaboración propia.

Gráfico 7. Estereotipos sobre la violencia de género: representaciones sociales

Los casos de violencia de género son escasos:no representan un problema grave

El maltrato psicológico no es tan grave como la violencia física

La violencia de género es un asunto privado

Es un fenómeno que sólo ocurre en las clases más desfavorecidas

Los casos de violencia de género son más frecuentesentre las personas adultas

Muy en desacuerdo

Ni acuerdo ni desacuerdo

Desacuerdo

Acuerdo / muy de acuerdo

0% 20% 40% 60% 80% 100%

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Sin embargo, la posición del colectivo con relación alos estereotipos del maltratador no es tan clara.Destaca el menor rechazo provocado por las imáge-nes del maltratador como alguien enajenado, enúltima instancia no responsable directo de susactos.

A ello se añade la debilidad de las explicaciones delmaltrato como producto de la desigualdad entrehombres y mujeres. Tratándose de un colectivo deuniversitarios, sorprende que sólo uno de cada trescomparta la idea de que la violencia de género tienesu origen en la diferencia de poder entre ambossexos, y que a duras penas llegue a la mitad el por-centaje de quienes vean en ella un producto de lacreencia en la inferioridad de las mujeres. La acusa-da variabilidad de las respuestas evidencia que laargumentación de este fenómeno en términos dedesigualdad suscita divergencia de criterio y confu-sión en el colectivo. Si bien es cierto que estas yestos jóvenes se distancian de las creencias quemás daño pueden hacer a las mujeres maltratadas,la prevalencia de estereotipos que enfatizan y redu-cen la explicación del fenómeno al ámbito de la con-ducta patológica –en un colectivo que participadébilmente de la visión del problema de la violenciade género como una manifestación de la diferente ydesigual posición de poder de hombres y mujeres–prueba que queda camino por recorrer en la forma-ción y concienciación de la población joven en cues-tiones de género.

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y jó

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s de

Bilb

aoAl segregar los datos en función del sexo/género, seobserva que la ruptura con las visiones estereotipa-das de la violencia de género es más rotunda y níti-da, y está más extendida entre las mujeres, mien-tras que la confusión y la prevalencia de aquéllas sedetecta más acusada en el colectivo masculino. Enlos grupos de discusión, la división por sexo ofreceuna ruptura mucho más acentuada en las represen-taciones de la violencia de género: en tanto que laschicas lo definen de manera casi unánime como un‘problema social relevante’, los varones opinan quese ha exagerado en relación a la repercusión socialdel problema y critican que se ‘hable demasiado’ dela muerte de las mujeres, ya que existen otros pro-blemas sociales de mayor importancia.

4.5. Las causas de la violencia de género

La posición del colectivo ante las causas de la vio-lencia de género es bastante clara en relación al per-fil de las mujeres maltratadas: no participan de losestereotipos que naturalizan la conducta de los mal-tratadores, ni asocian las agresiones a la sumisión,indiferencia, provocación u otra conducta de lasmujeres que las haga responsables de la situaciónen la que viven. Al contrario, ven a las mujeres mal-tratadas atrapadas en su dependencia, por miedo,amor, familia y dinero.

Fuente: Elaboración propia.

Muy en desacuerdo

Acuerdo

Desacuerdo

Muy acuerdo

Ni acuerdo ni desacuerdo

NS/NC

La violencia de género se asienta en la diferencia de poderentre el hombre y la mujer

A las mujeres que son maltratadas por sus parejas no les debe importarmucho, de lo contrario no permanecerían en el hogar

Las víctimas de maltrato muchas veces provocan al maltratador

Cuando un hombre pega a una mujer, ella sabe por qué lo hace

La violencia de género es producto de algún tipo de enfermedad mental

La violencia de género es producto de la creencia en la inferioridad delas mujeres respecto de los hombres

El alcohol es la causa principal de la mayoría de las conductasviolentas por parte del hombre en el hogar

Gráfico 8. Estereotipos de la violencia de género: causas y perfiles de víctimas y maltratadores

0% 20% 40% 60% 80% 100%

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De todas formas, como se viene destacando, tam-bién aquí las diferencias que introduce elsexo/género son relevantes. Los estereotipos sehallan más arraigados en el colectivo masculino,aunque no en todos los casos. Las diferencias des-puntan en los estereotipos que representan el mal-trato como una respuesta o reacción al comporta-miento de las mujeres. Ahí, como era de esperar, laschicas se muestran más radicales a la hora de mani-festar su desacuerdo. Por el contrario, no hay dife-rencias significativas a la hora de opinar sobre elconsumo de alcohol como causa de la violencia degénero. Tampoco puede decirse que entre las chicashaya una mayor conciencia sobre la violencia degénero como producto de la desigualdad de género,ni que ellos compartan más la idea del maltratadorcomo enfermo mental. Así pues, como se esperaba,el género sitúa diferencialmente a las y los jóvenesuniversitarios frente a las ideas preestablecidasacerca de lo que representa y origina el maltrato.

Por otro lado, el estudio cualitativo realizado a tra-vés de los grupos de discusión presenta ciertas dis-crepancias respecto a las conclusiones del informecuantitativo. Recordemos que, en dichos grupos, nose ofrecen a los participantes respuestas cerradaspara su elección, sino que son los propios partici-pantes quienes generan un discurso a través de lostemas de debate propuestos. Pues bien, el discursoproducido por las y los jóvenes participantes endichos grupos evidencia una mayor inclinación aatribuir los fenómenos de maltrato y violencia degénero a la manifestación de conductas individualesde carácter patógeno y excepcional que escapan alcontrol de sus protagonistas, conductas que, en suopinión, son precipitadas en muchas ocasiones porla ingestión de alcohol y de drogas. La falta de igual-dad entre hombres y mujeres apenas se mencionaen un único grupo como causa última de la violenciade género. Ello muestra que los estereotipos sobrela violencia de género –aquellos que, como en estecaso, exculpan al agresor de sus actos y disuelven yocultan el problema social, reduciéndolo al ámbitode lo personal– surgen de forma más clara y eviden-te en los discursos informales.

4.6. Las medidas propuestas contra la violencia degénero

Por último, entre las posibles medidas para terminarcon la violencia de género las y los jóvenes universi-tarios optan mayoritariamente por las que tienencomo objetivo al agresor y a la víctima, con protec-ción para ella y castigo para él. Con menor apoyo,las siguientes serían las medidas de prevención yreeducación, junto con la denuncia o el rechazosocial. Que confíen en las medidas represivas ypaliativas más que en el trabajo educativo orientadoa la prevención de este tipo de comportamientos esun indicio de algo que ya se viene observando en

este trabajo: la tendencia a situar el problema de laviolencia de género y sus causas en el plano indivi-dual, y la dificultad para ver las situaciones y expre-siones del maltrato como un problema estructural.

5. A modo de conclusión

Como apuntábamos al comienzo de este artículo, esla escuela la única agencia socializadora que ha ini-ciado de forma explícita nuevas formas de socializa-ción, una educación en valores que nos permitaintroducir cambios en diversos ámbitos de la vida,pero también en las estructuras simbólicas dedominación masculina que normativizan las relacio-nes afectivas y sexuales de nuestra juventud y danlugar a situaciones de riesgo que, como hemoscomprobado, nuestros jóvenes no identifican connitidez como expresiones de maltrato, y que suelenpreceder o acompañar a la violencia más explícita,la física y sexual. Sin embargo, la educación es unproceso complejo. Hablar de las cuestiones nogarantiza que se interioricen creencias y actitudes,pero con todo, convendría también reflexionarsobre la forma en que estas cuestiones están sien-do trabajadas en el ámbito escolar y, ante todo,sobre las contradicciones que rodean a esa sociali-zación y la debilitan.

No cabe ninguna duda de que, en la investigaciónrealizada con el colectivo de estudiantes universita-rios/as sujeto y objeto de nuestro estudio, hemoscomprobado todas nuestras hipótesis de trabajo: losy las jóvenes universitarias bilbaínas han sido socia-lizadas en un contexto cultural donde se reproducenlas ideas y valores sobre el amor, los modelos amo-rosos y los modelos femeninos y masculinos deatractivo propios de las estructuras de dominaciónmasculinas, ideas y valores que orientan sus relacio-nes afectivas, sexuales o de pareja. Las y los jóve-nes de entre 18 y 20 años no poseen las estrategiasadecuadas para detectar, comprender y reaccionarante la violencia de género en sus relaciones. Ade-más, relacionan la violencia de género con las rela-ciones de pareja que tienen lugar en la vida adulta,relaciones caracterizadas por el compromiso, la con-vivencia y la paternidad.

Haber confirmado nuestras hipótesis en un colectivoque comienza su transición hacia la vida adulta conunas determinadas expectativas de vida nos lleva apensar que las y los adolescentes vascos puedentener aun mayores dificultades para identificar lassituaciones de riesgo que puedan estar viviendo ensus relaciones afectivas y sexuales. Sin duda, cono-cer la realidad que vive ese colectivo, realizar undiagnóstico de la presencia de la violencia de géne-ro en él es una tarea urgente. Así lo demuestran losdiscursos que tanto adolescentes como jóvenesmantienen, donde incorporan modelos de conductade sometimiento y dominio que implican relaciones

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y actitudes violentas. Actitudes violentas de los chi-cos hacia las chicas en las aulas, en la calle, en loslugares de encuentro, en las relaciones entre ellos ycon ellas.

Los modelos de pareja, los estereotipos de género,las creencias sobre el amor y la sexualidad estánimpregnados de altas dosis de agresividad que favo-recen conductas y actitudes violentas ante las muje-res. En los grupos de discusión, se dibujan unasrelaciones afectivas y sexuales marcadas por la desi-gualdad y el dominio de los chicos sobre las chicas.

Se naturalizan las diferencias de género, al mismotiempo que se desvaloriza todo lo referente almundo de las mujeres. Y en el horizonte del mundodel amor y de la sexualidad, aparece el abuso, laprepotencia, la manipulación, el chantaje del varónsobre la mujer y, consecuencia de todo lo anterior,la justificación, en ocasiones, de la propia violenciade género. Chicos y chicas han interiorizado unasrelaciones de género en la esfera afectiva que expli-can no sólo la agresividad violenta de muchos varo-nes, sino también el amor de muchas mujeres haciaestos varones terribles.

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Este artículo reflexiona sobre la supervisión en elcontexto actual de crisis, que se entiende como unaoportunidad. Para ello, comienza recuperando algu-nos rasgos históricos que ponen en valor la relaciónentre el trabajo social y la pedagogía social con lasupervisión. El autor defiende que la práctica de la supervisión, como respuesta para las organiza-ciones ante una sociedad compleja, debe orientarsehacia los problemas, e implementarse desde unaposición de libertad y neutralidad de los superviso-res. Igualmente, preconiza que el contexto europeoha sido, y es, un referente para los profesionales dela supervisión, y que el asesoramiento, la forma-ción, la capacitación y los criterios éticos definen unmarco referencial al que dedica algunas reflexionesde orden práctico. El artículo termina con algunaspautas que pueden ayudar al contacto de los profe-sionales de relación de ayuda con la supervisión.

1. Introducción

La crisis es una oportunidad. Los profesionales de larelación de ayuda redimensionan su labor en tiem-pos de dificultad. Para ello necesitan pararse a pen-sar. No vale actuar como siempre. Decía Albert Eins-tein: “en los momentos de crisis, sólo la imaginaciónes más importante que el conocimiento”. Hace 150años, en tiempos de crisis y pobreza, los primerostrabajadores sociales imaginaron formas genuinaspara responder a sus necesidades. En el presenteartículo, se presentará de forma sucinta una reflexiónque parte recuperando algunos rasgos históricos queponen en valor la relación entre el trabajo social y lapedagogía social con la supervisión. El trabajo socialy la pedagogía social desarrollan la supervisión comoaportación genuina a la sociedad. Un poco más ade-lante caracterizamos, mediante algunas reflexiones,la supervisión como respuesta para las organizacio-nes en una sociedad caracterizada por la compleji-dad. En estas caracterizaciones, incluimos algunoselementos sustanciales para ejercer la supervisiónhoy, como son la orientación hacia los problemascomo posibilidades en la práctica de la supervisión,y la posición de libertad y neutralidad que debenasumir los supervisores. El contexto europeo ha sido,y es, un referente para los profesionales de la super-visión, y el asesoramiento, la formación, la capacita-ción y los criterios éticos definen un marco referen-cial al que se dedican algunas reflexiones de ordenpráctico. Finalizamos con unas aportaciones que, amodo de síntesis, presentan algunas pautas que ayu-den al contacto de los profesionales de relación deayuda con la supervisión.

2. El trabajo social y la pedagogía social,palancas de desarrollo de la supervisión

Vivimos en una sociedad que está marcada, entreotros rasgos, por una fuerza y dinámica globalizado-

Supervisión en tiempos de crisis, unaoportunidad para los profesionales dela relación de ayudaRicardo J. Sánchez Cano1

HZ Consultoría-Aholkularitza

1 Coordinador de HZ Consultoría-Aholkularitza (<www.hzconsul-toria.org>). Presidente del Instituto de Supervisores/as Profesiona-les Asociados/as (<www.ispa-supervision.org>).

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ra. Uno de los factores emergentes que marca nues-tra vida cotidiana es la crisis económica. En el casode los profesionales en relación de ayuda2, estasituación toma especiales dimensiones en nuestraperspectiva de intervención y actuación profesional.Sabemos que hemos perdido una posición debonanza económica, una época de crecimiento yapasó. Las restricciones nos amenazan y el clima deincertidumbre es algo más denso que el que mane-jamos habitualmente. La sociedad se convulsionapor la crisis económica y ello tiene especial inciden-cia en las clases sociales más desfavorecidas. Tene-mos la certeza de que el proceso de expansión y decomplejización de los servicios sociales y sociosani-tarios continuará, pero no con la misma atribuciónde recursos y crecimiento efectivo a la que hemosasistido en los últimos diez años.

Lejos de buscar generalizaciones, de querer hacerun argumento fácil, uno de los rasgos determinantesde los servicios sociales en nuestro ámbito ha sido,precisamente, la progresiva inversión de recursoseconómicos. Otro, la estructuración –mediante diferentes procesos– como respuesta a una socie-dad compleja y diversificada. En este proceso deconstrucción, en diferentes sectores o ámbitos deatención a las personas, el acompañamiento a laspersonas es un valor. La restricción de recursos eco-nómicos hace que las personas que participan enlos sistemas profesionales de la relación de ayudaemerjan con más valor si cabe. En el momentoactual, el propio profesional de la relación de ayuda se redescubre como recurso. La crisis setorna como posibilidad.

Centrémonos en la supervisión y la relación profe-sional de ayuda. Llama la atención que esta vivenciacrítica se pueda definir como un bucle recursivo enla historia del trabajo social y la pedagogía social enEuropa, en relación con el proceso genuino de lasupervisión. Dicho de otra forma, la historia de lasupervisión es la historia del trabajo social y lapedagogía social en Europa3. La supervisión, el tra-bajo social y la pedagogía social, desde finales delsiglo XIX hasta nuestros días, han entablado unarelación muy interesante y productiva. Gestión decrisis y necesidades sociales agudas, formación yaprendizaje para la socialización de las personashan sido tándems que han acompañado a la super-visión en su desarrollo. Blas Campos Hernández4

(2009), hace una selección de los hitos más relevan-tes en esa historia. Citamos a modo de esquemaalgunos de ellos:

• Finales del siglo de XIX en Inglaterra, consecuen-cias socioeconómicas de la industrialización. Enese momento encontramos la primera relaciónentre caridad, ayuda y sistemas de supervisión.El concepto de supervisión equivalía a control yformación. Aparece la figura del visitor, volunta-rios que controlaban las ayudas económicas delas sociedades caritativas. Su crecimiento requi-rió formación y asesoramiento. “Así surge lasupervisión en el ámbito anglosajón, en losEE.UU. los llamarán asesoramiento práctico”(ibíd.).

• Un segundo momento, en el que también hayaspectos críticos, por la época histórica en la quetranscurre, son las primeras décadas del sigloXX, donde destacan los aspectos psicosociales yla emergencia del psicoanálisis como corrienteque influencia toda relación de ayuda. Estainfluencia llega al trabajo social, y Mary Rich-mond realiza sus aportaciones sobre la ayudasocial en el plano individual (gestión de casos).Europa se mueve entre las dos grandes guerras ylos movimientos totalitarios crispan los derechossociales. Las migraciones a EE.UU. marcarán losfuturos modelos de supervisión y asesoramiento.

• Después de la II Guerra Mundial, el plan Marshalltrajo a Europa modelos y propuestas de forma-ción para el trabajo social y la pedagogía social.También para los supervisores. Modelos de tra-bajo innovador y provocador. Los trabajadoressociales holandeses, de forma súbita, introducenen Centroeuropa un saber hacer propio que rápi-damente se desarrolló como una profesióngenuina en el ámbito grupal o en los equiposde trabajo.

• Durante el último tercio del siglo XX, la supervi-sión se convierte en una profesión. La supervi-sión se institucionaliza, esto es, ofrece serviciosa sus clientes. Se independiza, es un agenteexterno a las instituciones u organizaciones, sediversifica en sus formas y productos. En el pro-ceso de complejización de la sociedad, de diver-sificación de roles funciones y tareas, la supervi-sión es la aportación del trabajo y la pedagogíasocial a una sociedad de mercado. Supervisión oasesoramiento individualizado, en grupos deprofesionales independientes que así lo eligen,porque se lo reconocen sus derechos sociales opor exigencias profesionales. Supervisión de equipos en contextos organizacionales–complementarios a los planes y políticas decalidad–, coaching/entrenamiento de los rolesde liderazgo, desarrollo organizacional, etc. Estegrado de complejización es un reflejo de una

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2 En este artículo utilizo la denominación ‘profesional de larelación ayuda’ en bastantes ocasiones. Me remito a la definiciónque sobre la relación de ayuda hace Jesús Madrid Soriano en suobra Los procesos de la relación de ayuda (2005).

3 En una reciente tesis doctoral sobre supervisión, CarminaPuig i Cruels (2009) hace un recorrido histórico sobre la relaciónentre el trabajo social y la práctica de la supervisión.

4 Blas Campos Hernández es coordinador de la revista Supervi-sión, editada por el Instituto de Supervisores/as Profesionales Aso-ciados/as (ISPA).

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sociedad emergente, en crecimiento, diversificada.La supervisión en el ámbito europeo se desarrollaa partir de procesos formativos, institutos, asocia-ciones profesionales y estándares de calidad.

En el marco del liderazgo político y del ‘sueño euro-peo’, el impulso de la supervisión como una prácticaprofesional se consolida con fuerza desde los añosochenta, empezando en Países Bajos, Suiza, Alema-nia o Austria. En 1998, se funda la Association ofNational Organisations for Supervisión in Europe(ANSE)5, cuyo fin inicial es desarrollar y fortalecer el carácter profesional de la supervisión.

3. Práctica de la supervisión hoy: algunascaracterizaciones

Para los profesionales de la supervisión, hablar oescribir sobre esta cuestión suele representar unadificultad. Los supervisores preferimos practicar lasupervisión que hablar o escribir sobre ella. Super-visar es un verbo polisémico que se remite a situa-ciones complejas, a interpretaciones y versionespersonales, entre las que cada uno elige la que másle gusta, lo que teme o desea. En esta emoción, ennuestra cultura profesional, una carencia de expe-riencias y el deseo de supervisión definen un mapade posibilidades.

Decimos que a los profesionales de la supervisiónnos cuesta hablar de nuestra experiencia; cuando lohacemos, nuestro relato se remite a procesos yvivencias genuinas, a situaciones únicas que estánsujetas a confidencialidad. Nos debatimos entre la protección que debemos a nuestros clientes–contrato de confidencialidad– y el deseo de comu-nicación para aportar nuestro saber hacer a la socie-dad. Aunque, realmente, el mejor comunicadorsobre este tipo de procesos es el cliente. La propiaexperiencia en las sesiones de supervisión, la tras-misión de vivencias individuales o la percepciónsubjetiva de un proceso dentro de un equipo que hasido supervisado es la mejor presentación.

Una cultura más extendida, más presente en nues-tras prácticas, haría que la comunicación sobre eltema fuera más normalizada. En nuestro contexto,en el ámbito de los servicios sociales, sociosanita-rios o socioeducativos, quizás la inhibición de estacomunicación venga marcada por un sesgo de lasupervisión y el asesoramiento orientados a dar res-puestas a las dificultades y problemas, a sistemas

en contextos complejos. La complejidad definenuestra sociedad y todos los sectores de actividaden los que se insertan diferentes actividades profe-sionales. Procesos de respuesta a las necesidadesdel entorno, innovación y complejidad van de lamano (Darceles, 2009). Los servicios a las personasno se escapan de esta dinámica. Los sistemas profe-sionales en los que están insertos profesionales derelación de ayuda están condicionados por un entor-no complejo. Mi percepción de complejidad sobreestos sistemas tiene que ver con su continuo desa-rrollo. Percibo estos sistemas en continua evolución,en continua adaptación a las necesidades que pre-senta el medio con el que interactúan. Esta mirada ala complejidad es sinónimo de evolución, de versati-lidad, de adaptabilidad.

La complejidad también define a las organizacionescomo sistemas complejos, que, a su vez, se desarro-llan en contextos complejos. Veamos algunos rasgosde estas organizaciones:

• La multitud de interlocutores e intermediariosque hay entre organización y tema de trabajo(algo similar a lo que ocurre en otros sectores deactividad económica).

• La codependencia, que se define por una mermaen la autonomía a la hora de actuar.

• La aparición de jerarquías solapadas.

• La puesta en juego de distintos proyectos o for-mas de visión del mundo.

Las relaciones profesionales de ayuda hoy no seprestan en un continuo. Para definirlas podemos uti-lizar la metáfora del ‘mosaico institucional’, en elque el encargo social se fragmenta, se compone dediferentes piezas. En cualquier caso, cada vez más,la supervisión y su demanda están presente entodos los espacios del mosaico, en los diferentesplanos del encargo social.

A pesar de que hay una carencia cultural en muchosentornos profesionales, y una falta de experienciassistemáticas que acerquen a las organizaciones a‘miradas externas’, algunas de éstas buscan respues-tas para manejar la complejidad y aumentar las posi-bilidades. Presentamos algunas situaciones en lasque la supervisión ha sido utilizada como recurso:

• Organizaciones que quieren iniciar un nuevo pro-yecto con cambio de personas (directivos) y quesolicitan un asesoramiento a equipos de trabajo.

• Organizaciones que incluyen la supervisión y elasesoramiento a la dirección en un plan de cali-dad.

• Centros/Organizaciones privadas concertadas detratamiento vinculadas al espacio sociosanitarioque utilizan la supervisión de equipo comoherramienta de reflexión y de regulación.

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5 Asociación de Organizaciones Nacionales para la Supervisiónen Europa. Promueve la profesionalización y la divulgación de estetipo de asesoramiento/orientación profesional por medio de la coo-peración europea, a través del intercambio de información entre lasasociaciones nacionales y sus miembros, instituciones de forma-ción y otro tipo de entidades (<www.anse.eu>).

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• Centros de acogimiento residencial e interven-ción socioeducativa que utilizan la supervisiónexterna de equipo, como requerimiento dentrode su plan de mejora o por exigencia del conve-nio con las instituciones.

• Centros de día del espacio sociosanitario que uti-lizan la supervisión de equipo y el acompaña-miento a líderes (coaching) para elaborar estrate-gias a medio y largo plazo.

• Organizaciones que realizan un plan de forma-ción anual y utilizan la supervisión de equiposcomo mecanismo de formación permanente.

• Organismos públicos que quieren mejorar la efi-cacia de equipos de distintos sectores de activi-dad.

• Organizaciones que quieren afrontar una fuertecrisis.

• Organizaciones que quieren afrontar un plan dedesarrollo en diferentes niveles: asesoramiento ala dirección, supervisión de equipos, supervisiónde casos y formación.

Supervisar es mirar desde fuera, mirar desde la dis-tancia al sistema. Un ‘gran mentor’ en mi proceso deformación como supervisor me regaló una metáforapara facilitar la definición de este rol. Desde que elsupervisor interactúa con el sistema, el equipo o elgrupo de profesionales, se da una relación muyespecial: podemos definir al supervisor mediante laimagen de un ‘extraño aceptado’. Es una sensaciónextraña, es como una ilusión. Estamos con el siste-ma, formamos parte de él por momentos; se da unaespecie de ‘intermitencia’. Entramos y salimos delsistema. Normalmente, cuando inicio un procesocon un equipo o un grupo que me solicita un servi-cio, utilizo la metáfora del ‘extraño aceptado’. Melibera, y me ayuda a tomar contacto y a que losclientes sientan y se acerquen al proceso que vamosa iniciar. Las metáforas son imágenes y facilitan larelación inicial. Añado: “durante un tiempo, seré elpariente, el visitante… que va y viene. Luego desapa-receré”. La idea de estar dentro y fuera, de entrar ysalir, de mirar desde diferentes posiciones, da a losequipos y a los profesionales una dimensión de símismos diferentes.

Está definición, interactiva, es muy práctica en elplano relacional. No obstante, necesitamos otra untanto más ortodoxa para presentarnos (SánchezCano, 2004):

Concepto de supervisión: palabra polisémica consignificados bien diferentes en función del con-texto donde es utilizada. Nosotros hacemos refe-rencia a un proceso de reflexión sobre las dificul-tades que aparecen en el ejercicio profesional. Lasupervisión está sujeta a la demanda de ayudadel profesional, en solitario o en compañía deotros profesionales y de forma específica, en este

trabajo, en el contexto profesional que es el equi-po profesional. La supervisión se entiende comoun proceso de comunicación, como un espacio decrecimiento y desarrollo profesional: como unespacio de formación ligado a la práctica queposibilita cambios. Nos referimos fundamental-mente a profesionales de la acción social: trabajosocial, educación social, intervención psicoso-cial, etc.

Como se puede apreciar, crisis y dificultades sonconceptos muy presentes para los profesionales dela relación de ayuda, tanto que se traslada a lossupervisores. Hay una mirada en el supervisor quese centra en las demandas de los propios profesio-nales. Metodológicamente, para los supervisores,escuchar la demanda, saber qué se espera de noso-tros, es algo esencial. Algo que compartimos conmuchos profesionales de la relación de ayuda. Estoes un punto de entrada en la actuación profesional ycobra una especial dimensión en los momentos desociales que estamos viviendo.

Vayamos a la ortodoxia de nuevo. Las demandas desupervisión están basadas en las dificultades quetienen las personas en el ámbito laboral o en el con-texto de las relaciones profesionales. Una miradasistémica considera cada contexto como un sistema.Lo interesante es que cada equipo de trabajo, cadaorganización, funciona de hecho como un sistema,como un conjunto de elementos que evolucionan enel tiempo, que están interrelacionados, que tienencrisis predecibles, en los que, para que cambie eltodo –y como un conjunto–, basta con que cambieun elemento. A veces, un cambio mínimo suscitacadenas de modificaciones imparables.

Algo más que teoría:

Supervisamos un equipo de servicios sociales deuna mancomunidad. La complejidad se hace pre-sente, como una riqueza, la apuesta en el tiempode los municipios por ir cumpliendo con las nece-sidades del entorno ha hecho que aparezcandiferentes programas y profesionales que losdesarrollan. En la supervisión de equipo estánlos profesionales de los distintos programas, tra-bajadores sociales, educadores sociales, trabaja-doras familiares, etc. El servicio es muy producti-vo, altamente eficaz, pero la satisfaccióncolectiva es baja. Tras varias sesiones, el equipoconecta con sus deseos, con sus retos. Lossupervisores proponemos un cambio mínimo alalcance de todos-as, algo tangible y evaluable. Elclima emocional de los profesionales ante laperspectiva de la propuesta es positivo. Práctica-mente todos y todas pueden hacer algo por mejo-rar, algo que está en sus manos. Ya al finalizar lasesión se perciben indicadores emocionales,deseos… el cambio se ha lanzado. Y cada profe-sional es responsable de sus efectos.

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Hay diferentes modelos y evoluciones en el pensa-miento sistémico; personalmente me interesan parala práctica de asesoramiento y supervisión losmodelos constructivistas, basados en la posibilidadde construcciones alternativas a partir de las reali-dades que se definen como problemáticas. Lo pro-blemático, lo crítico, es un elemento emergente paraconstruir y desarrollar nuevas posibilidades. Unaidea central, por tanto, es que los supervisores bus-camos los problemas como una posibilidad. Si somos críticos, durante algún tiempo –como decíamos al principio– esto no ha sido una buenaidea en términos de marketing. En la fase de creci-miento y de expansión de algunos servicios, en lafase de estructuración y de ‘complejización’ de losservicios profesionales de la relación de ayuda,nadie quería –ni quiere– tener un problema. Losproblemas son un estigma. Tener un problema es unproblema.

Nos encontramos con una paradoja: el supervisortrabaja con los problemas de sus clientes; si no hayproblemas –o demandas–, no tiene sentido su tra-bajo. Algo parecido le ocurre al profesional deayuda, de nuevo. El supervisor no puede inventarselos problemas, no puede señalarlos, porque pierdesu posición de libertad y su posición de neutralidad.Ambos conceptos son importantes en supervisión ytambién en las relaciones profesionales de ayuda.

Todo profesional de ayuda sabe que tan importantecomo saber ayudar es saber manejarse y gestionarlas relaciones con los usuarios (Sánchez Cano,2009). De nuevo, supervisión y relación profesionalde ayuda comparten estructuras de relación:

• Neutralidad. La neutralidad se estructura a partirdel tipo de relación que mantengo con los usua-rios/as. El tipo de preguntas que hago, y quepermito que me hagan (en supervisión)6. Lasupervisión es un sistema de asesoramientodonde más que obtener respuestas, me permitohacerme preguntas. Aprendo a manejar el silen-cio, a formular hipótesis. Me ayudo a buscarsoluciones para trasladar este estilo de pensa-miento a mi campo de acción.

• Libertad. Tengo el convencimiento de que noshacemos profesionales de ayuda porque busca-mos ser libres. En nuestros actos, en nuestrasrelaciones de ayuda. Un profesional de ayuda nodefiende una idea –al hacerlo, se convertiría enun ‘ideólogo’–. Quizás en nuestros días uno delos problemas del crecimiento y de la complejiza-ción es que hayamos olvidado esta perspectiva.Los sistemas políticos y administrativos donde seinsertan los profesionales de ayuda, estando en

constante crecimiento y cambio, necesitan unaargumentación y definición, una justificación ide-ológica que, en ocasiones, asumen los profesio-nales de ayuda.

Si al ayudar a personas en dificultad nos converti-mos en ideólogos, perdemos nuestra posición delibertad. Y no permitimos a nuestros usuarios/ascambios en libertad. Esto es lo que hace tan impor-tante y valiosa una posición de libertad, a veces noreconocida conscientemente o no presente con larotundidad necesaria. De nuevo, algo similar nosocurre en la supervisión como proceso de asesora-miento y acompañamiento. Ser y percibirse libre esesencial –en el sentido descrito– para el supervisor.Generamos procesos de neutralidad y libertad,desde la neutralidad y la libertad.

Es evidente que las demandas de supervisión siem-pre van unidas a una percepción crítica de la situa-ción, del contexto. Esta idea tiene que ver con unapercepción de mejora. Cuando alguien necesitamejorar sus recursos, tiene que economizarlos, irmás allá de la vivencia del problema. Por tantopodemos afirmar con rotundidad que la visión pro-blemática en las profesiones de ayuda, tener proble-mas y posibilidades de canalizarlos, es una granoportunidad de crecimiento para las personas en losdiferentes sistemas que se nutren de profesionalesde ayuda.

Volvamos al ‘extraño aceptado’, a la metáfora y a lailusión del visitante. Al extraño que se le permite,desde la aceptación y desde su libertad y neutrali-dad, hacer preguntas. Conectemos aquí con unaidea genial de Maturana y Varela (1990): rescatemosel concepto de ‘diferenciación del exterior’, derivadode su teoría de la autopoiesis. Esencialmente, lavida de un organismo depende de la capacidad demantener una diferencia, de cómo los organismos, através de su estructura, sus capacidades, sus posi-bilidades, de sus potencialidades, se diferencian delmedio en que se desarrollan.

Las preguntas que no me hago frecuentementerepresentan una diferencia y permiten el acceso auna diferencia. Un proceso de supervisión facilita alos profesionales diferenciación sobre el medio,estrategia ante situaciones críticas, fortalecimientode su identidad y reconocimiento de su propia hete-rogeneidad. Un proceso de supervisión facilita a lasorganizaciones caminar en la línea de ser gruposcon capacidades de autoorganización y de ‘autorre-paración’, y así preserva su identidad y la de susmiembros. Un proceso de supervisión es un procesode fortalecimiento de la identidad profesional.

Si avanzamos un poco más en esta idea y en losbeneficios que aporta la definición de complejidadcon la que hemos comenzado, podríamos concretaralgunos aspectos, para llegar a definir algunas pau-

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6 La neutralidad, en ocasiones, es saber hacer preguntas y, enocasiones, saber reprimir la tendencia a la reparación frente a lademanda que se nos presenta.

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tas de actuación. En supervisión y asesoramiento,desde el modelo que sugerimos, aprovechamos losproblemas como oportunidades, porque aprende-mos a obtener beneficios de las dificultades profe-sionales. En la base de este concepto ligado a lapráctica y asumiendo un proceso de comunicaciónsobre ésta, hay dos ideas centrales que definen lasupervisión y la situación de asesoramiento:

• La autopercepción, es decir, qué identidad profe-sional obtengo a partir de mis prácticas, quéautoimagen profesional me da hacer lo quehago.

• La satisfacción: en supervisión, intentamos des-cubrir cómo, o con qué, los profesionales puedendisfrutar con sus prácticas. Así de sencillo y asíde complicado.

Una de las situaciones que lleva a las organizacio-nes a demandar asesoramiento y supervisión tieneque ver con el contexto donde desarrollan el encar-go social que reciben, con los cambios sociales y lasnecesidades en estos sectores, con la nueva formade organización en el sector social. No olvidemos,en relación al asesoramiento y a la supervisión, queha habido otro tipo de demandas más objetivables,más públicas y más acordes con el flujo de estructu-ración de las políticas de servicios. Me refiero a laimplantación de sistemas de calidad en los serviciossociales, educativos y sociosanitarios, entre otros7.

En relación a la calidad, en el mapa general de servi-cios a las personas la respuesta es diversa. Los sis-temas implantados en diferentes ámbitos y sectoresdependen de diferentes variables. En un mundo deservicios profesionales de ayuda a las personascada vez más competitivo, más mediatizado, conmás concursos públicos, la calidad es una garantíaen los procedimientos. Su desarrollo e implantaciónse está desarrollando de forma desigual en el mapade servicios de atención a las personas. Supervisióny asesoramiento externo, una vez implantado lossistemas de calidad, son complementarios.

4. Ser supervisor: formación ycapacitación

Como hemos visto al principio de este artículo alreconstruir los hitos y historia de la supervisión, elmarco europeo ha sido, y es, un referente para lasprácticas profesionales. Durante los últimos diezaños, se han abordado cuestiones clave en la cons-trucción de la supervisión, el asesoramiento y elcoaching como profesiones.

Rescatamos aquí la importancia del trabajo social yla pedagogía social como procesos de acompaña-miento a las personas. Como métodos y técnicas,aportan a la sociedad un saber más allá de los con-textos clásicos en los que se desarrollan, la relaciónde ayuda por encargo social, y se validan como for-mas que permiten, con la adaptación pertinente,una aplicación a grupos, personas y equipos de tra-bajo. Esta aportación y este desarrollo han supues-to, para la supervisión, crecimiento e investigación.

La Asociación de Organizaciones Nacionales para laSupervisión en Europa (ANSE)8, con sede en Viena,se ocupa de los intereses profesionales de escalasupranacional y está en contacto con las organiza-ciones profesionales para la supervisión y coachingen todo el mundo. ANSE se ha ocupado de la forma-ción y la capacitación de los profesionales de lasupervisión y el coaching en términos de calidad.Desde 2005 a 2008, ha desarrollado un proceso de debate –basado en elementos como la intercultu-ralidad, la diversidad de procesos o las diferentesrealidades socioeconómicas– que ha culminado conla definición de estándares mínimos para elaborarun programa de formación y para acceder a él, unprograma aprobado por la asamblea de ANSE en2008 y por el Instituto de Supervisores/as Profesio-nales Asociados/as (ISPA, asociación española) en2009.

Los procesos de formación tienen, de partida, crite-rios comunes en los países del entorno europeo quepermiten, desde la experiencia acumulada de añosde formación, una definición común de programas yunos criterios para acceder a un programa de forma-ción. Veamos cuáles son9:

• El programa tiene que ser de postgrado y delarga duración.

• El método de formación contiene un aprendizajeexperiencial (‘aprendizaje de acción’ y ‘aprendi-zaje concurrente’: formación combinada con lapráctica) y está basado en un concepto de ense-ñanza-aprendizaje. Por lo tanto, el currículo inte-gra los siguientes elementos:

– Experiencias de aprendizaje que corres-ponden a la supervisión individual, lasupervisión grupal, la supervisión y eldesarrollo de equipos, y la supervisióndesarrollada en organizaciones.

– Aprender el rol del supervisor y aplicardiferentes formas de supervisión en lapráctica (aprendizaje de la supervisión).

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7 Sobre el tema, revísese Barbero, I.; y Díez Arámburu, V.(2009): “Orientaciones para una implantación progresiva de siste-mas de calidad en los servicios sociales locales de la CAPV”, Zerbi-tzuan, nº 45, págs. 39-47.

8 ANSE representa a más de 8.000 supervisores y coachs entoda Europa, a un total de 22 asociaciones profesionales para lasupervisión y el coaching, y a 80 institutos de formación.

9 Puede descargarse el documento completo en la sede elec-trónica de ISPA (<www.ispa-supervision.org>).

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– Reflexión y conceptualización de la propiapráctica, partiendo de sesiones de supervi-sión sobre la práctica de supervisión(metasupervisión).

• La formación está basada en un concepto teóricoreconocible, el cual: a) considera que la supervi-sión es una forma de aprendizaje personal ysocial integrado con un enfoque en la realizacióndel papel profesional de un modo más compe-tente; y b) integra las dinámicas de la persona(papel profesional, campo/organización). Así, elcontenido del currículo implica dinámicas profe-sionales, dinámicas de campo, dinámicas derelación y dinámicas de organizaciones.

• Un programa de formación para ser supervisortiene la finalidad de desarrollar e incrementar lascompetencias de los participantes, y se enfoca aldesarrollo de las competencias personales(introspecciones, desarrollo personal, a aprendera realizar el papel profesional), de trabajar congrupos y equipos, la competencia intercultural, lacompetencia en campos distintos, la competen-cia de la profesionalización, la competencia de laacción y la competencia de la organización.

• La formación para convertirse en supervisor secompone de diferentes partes, las cuales se lle-varán a cabo en diferentes entornos. Los princi-pios esenciales son:

– Un entramado de contenido y proceso.– Integración de teoría y práctica.– Actividades reflexivas.– Participación continua y activa en un grupo

de aprendizaje.– Aprendizaje ‘autodirigido’.– Corresponsabilidad de los participantes

respecto al programa de formación.

• Los principios de la profesionalización comomarco guía. El desarrollo de los conceptos sobreprogramas de formación para ser supervisor, y eldesarrollo de la supervisión en los diferentes paí-ses europeos está apoyado por las siguientescaracterísticas de la profesionalización, las cua-les requieren una reflexión crítica de parte de lasasociaciones nacionales y sus programas acredi-tados para ser supervisor:

– Condiciones sociales, educacionales y polí-ticas.

– Contar con la teoría sobre la supervisión yla teoría inclusiva sobre la metodología dela supervisión.

– Contar con conceptos definidos de lasupervisión.

– Código ético para supervisores.– Análisis de la demanda del mercado y

empleo para supervisores.– Criterios de calidad, su garantía, su control

y su desarrollo.– Demarcación y coincidencias con otras for-

mas de consultoría y asesoramiento.

Tabla 1. Estándares mínimos de un programa para formarsupervisoresCondiciones de acceso al programa de formación en supervisiónEducación previa • Universidad (profesional) o (nivel y diploma) equivalente acreditado.

• Humanidades/ciencias socialeso equivalente documentado.

Tiempo de experiencia como profesional después de Al menos cuatro años.terminar los estudiosFormación continua Participación documentada en

actividades, grupos y ámbitosdiferentes y en procesos más o menos continuos (60-300 horasde formación).

Experiencia como supervisado • Documentar 30-60 horas de participación como supervisado.

• Participación en las formasdiferentes de supervisión ycoaching (díada, tríada, grupo).

• (Recomendación por escrito de un supervisor).

Programa de formación en supervisiónDuración del programa Al menos dos años.Tutoría (excluidos losapartados 3 y 4) Entre 300 y 375 horas.Práctica como estudio de Al menos 45 horassupervisor (aprendizaje de (individualmente, como en supervisión) dinámicas y en ajuste grupal).Participación en procesos Al menos 35 horas de formación de metasupervisión (una serie en ajuste/setting

individual, una segunda serie en un formato de grupo).

Tesis Detallar la integración de losaspectos principales de teoría de supervisión y de la propia práctica de supervisión.

Coloquio Detallar las habilidades de comunicación tratadas en la propia tesis.

Certificación Registrado por la asociación nacional de supervisión.

Fuente: Asociación de Organizaciones Nacionales para la Supervi-sión en Europa (ANSE).

La ratificación de este marco de mínimos para lamayoría de los países ha supuesto la posibilidad demejorar sus estrategias de formación y capacitación.La implantación de la práctica profesional de la supervisión, su desarrollo, condiciona una aplicación plena de este mínimo común. En nuestrocontexto, los supervisores/as que se han venido formando en los distintos institutos y losprofesionales que –desde el ejercicio profesional yel reconocimiento– vienen ejerciendo como supervi-sores/as en el marco del ISPA nos hemos dado unplazo de cinco años –desde la ratificación de estosestándares, en 2009– para su plena aplicación, sibien hay que decir que los procesos formativos yase acomodaban a ellos en prácticamente la mayorparte de sus requerimientos.

Como en otros sectores de actividad, los códigosdeontológicos son otro de los puntos de convergen-cia profesional de los supervisores europeos. Paralos profesionales, en tanto que colectivo, suponen

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un proceso de reflexión y de clarificación interna. Unmarco de derechos y obligaciones para con los clien-tes y la sociedad. En términos de proceso, una aper-tura a la mejora desde las buenas prácticas.

ANSE, en el marco de de sus Universidades de Vera-no, favorece la interacción entre profesionales, insti-tutos de formación y organizaciones que contratanservicios de supervisores y asesores. En estosencuentros, un elemento en constante debate yconstrucción es el código ético de los supervisoresen Europa. Por su parte, cada país construye unmarco deontológico que orienta las prácticas profe-sionales.

La relación entre conflicto y relación profesional deayuda nos obliga, como profesionales de la supervi-sión y el asesoramiento, a manejarnos con la mayorclaridad posible en términos de ética. En este senti-do, me gustaría recuperar, para mantener una refle-xión dinámica y abierta, la valiosa aportación quenos hace François Aballea (2001). Este autor nospropone algunas diferenciaciones que representanun marco conceptual muy operativo, tanto para pro-fesionales de los servicios dirigidos a las personascomo para supervisores y asesores. En concreto,afirma que el debate sobre la ética y la deontologíaen el trabajo social y la intervención social es recu-rrente y está a la orden del día. Planteado por losprofesionales, se tilda de “corporativismo”, y plan-teado por las instituciones o las empresas, grupospolíticos o grupos responsables de la intervención,como “una cuestión de control”. Así, nos ofreceestas definiciones10:

• Moral. Está en relación a los imperativos cate-góricos universales e intemporales, no contex-tualizados. Entendida así, vale para todos loshombres –y mujeres– y todos los tiempos.Tiene que ver con las solicitudes.

• Ética personal. Nos lleva a los valores propiosde un individuo, se alimenta de sus conviccio-nes o de sus referencias personales filosóficas,religiosas o políticas. Tiene como referenciauna cierta noción de lo justo y lo injusto, delbien y el mal, de lo verdadero y lo falso, etc.Tiene que ver con las convicciones.

• Deontología. Se relaciona esencialmente conlos principios y valores que guían la puesta enpráctica de la acción: secreto profesional, obli-gación de medios, respeto absoluto de lavoluntad de las personas, anticipación y conse-cuencia de los efectos de las actuaciones profe-sionales, desinterés, rechazo de la instrumen-talización de las personas por las necesidadesde una causa, etc. La deontología se expresa entérminos de obligaciones.

• Ética profesional. Son un conjunto de valoresque orientan la acción. Nos dirigen a una ciertaconcepción del hombre y de la sociedad que elgrupo profesional se forja por la confrontaciónde principios morales con la experiencia desituaciones en el respeto de la ética personal.La ética profesional se expresa en términos dederechos, no tanto para uno mismo como paralos otros.

La confusión entre estos cuatro planos oscurece yentorpece el debate. La posición de los profesiona-les de la relación de ayuda y la de los supervisoresen los próximos años, los cambios que se sucedenen el marco de intervención, obligan a una adapta-ción y una clarificación personal en estos términos,en los debates, los procesos de cambio, las inter-venciones y las reflexiones sobre las diferentes prác-ticas. Una observación y revisión permanentes decódigos deontológicos, una adaptación permanentede forma constructiva al contexto parece necesaria.

5. Diferencias que hacen diferencias

Para terminar, se plantean algunas propuestas paraacercarse a la supervisión y el coaching en contex-tos profesionales de relación de ayuda:

• Trabajo social, pedagogía social, supervisión ytiempos de crisis. Una pregunta inevitable que sehace todo profesional en la relación de ayuda essi hay posibilidad de aprovechar la situación decrisis económica como una oportunidad en térmi-nos profesionales. Sé que esta afirmación puederesultar provocadora. En esta lógica, y con eldeseo de aprovechar la palanca de la crisis comooportunidad para los profesionales de la relaciónde ayuda, la historia nos demuestra que, cuandose han permitido introducir una mirada externaen su práctica, individualmente, en equipo o engrupo, se han iniciado procesos reflexivos tre-mendamente productivos, con oportunidades decrecimiento. La supervisión en los contextos pro-fesionales de relación de ayuda, con esta finali-dad, es una herramienta privilegiada.

• Complejidad y tipos de sistemas en la relación deayuda. Siguiendo con la lógica anterior, ante ladificultad, ante los retos… nuestra sociedad evo-luciona y nos ofrece un encargo social que vaevolucionando, que cambia. Ante las nuevasdemandas sociales, observémoslas y observe-mos cómo nos definen diferentes tipos dedemanda. Así: “¡Ayuda para ampliar las posibili-dades!” nos define como instructores; “¡Ayudapara aprovechar nuestras posibilidades!”, comoasesores para los clientes; y con “¡Ayúdanos asoportar nuestra situación!” nos piden acompa-ñamiento. Tal vez nos pidan “¡Ayuda para ponerfin a nuestro sufrimiento!”, definiéndonos como

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10 Ibídem. La traducción es nuestra.

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terapeutas11. En cualquiera de los casos, un sis-tema no puede clarificarse por sí mismo, necesi-ta realizar un proceso de confrontación con elexterior, basado en miradas externas, en ‘extra-ños aceptados’ que le faciliten feedback sobre eltipo de relación que tiene con sus clientes.

• Supervisión y asesoramiento técnico. El asesora-miento técnico es un tipo de asesoría ligada al‘saber hacer’. Es un acompañamiento concreto ydeterminado, en el que las respuestas son preci-sas. El asesor es valorado por sus competencias.La toma de decisiones del usuario/a no es rele-vante, salvo que se proponga más de una alter-nativa. En el asesoramiento técnico, lo esenciales facilitar la acción o los métodos y recursosnecesarios para la puesta en marcha de nuevasacciones clave. Hay dos aspectos que diferenciansupervisión y asesoramiento técnico: el valor dela ‘reflexividad’ de los procesos que se dan encualquier formato de supervisión. Y la orienta-ción de ésta fundamentalmente a ‘saber estar’ y‘saber ser’, y desde estos saberes a la toma dedecisiones oportuna para ‘saber hacer’ con auto-nomía.

• Supervisión y coaching. Ambas son modalidadesde asesoramiento. En un correlato histórico, lasupervisión es la heredera del trabajo social. Enmuchos países europeos, en las asociacionesprofesionales de supervisión y coaching, los pro-fesionales de ambas disciplinas comparten unespacio profesional, reflexión y debates científi-cos. El coaching está dirigido de forma preferen-te a desarrollar el liderazgo. Comparte con lasupervisión individual el formato, en tanto quese trata de marcos de intervención individuales.El coaching está experimentando un crecimientodesmesurado; dentro de él aparecen ofertas paratrabajar con equipos y otras que trascienden delos espacios profesionales. La supervisión sepuede desarrollar tanto en grupo (diferentes pro-fesionales de diferentes contextos profesionales)como en equipo (todos los participantes son pro-fesionales de la misma institución e individual).La supervisión, como modalidad de asesora-miento, se desarrolla en ámbitos diversos. Coa-ching y supervisión comparten muchas técnicas,pero son diferentes en aplicación metodológica.Un coach no puede hacer de supervisor, salvoque se forme como supervisor.

• Supervisión y desarrollo organizacional. Pornorma general, cuando se plantea una estrategiade desarrollo organizacional hay una expectativade comunicación y mejora que afecta al conjuntode la organización. En términos de proceso, setrata de desarrollar un cambio planificado y

orientado hacia mejoras. Contempla diferentestipos de actuaciones acordadas con los distintosactores en juego. Las dinámicas de desarrolloorganizacional implican cambios culturales yestructurales, tanto en las relaciones con elentorno como entre las personas que son actoresdentro del sistema que quiere renovarse a símismo para lograr y cumplir la misión que persi-gue. Una de estas estrategias o formatos puedeser la supervisión a equipos concretos de laorganización, en forma de procesos, que ayudana conseguir el fin planteado. En este caso, lasupervisión es una más de las herramientas,dentro de un plan de desarrollo organizacional.

• Supervisión, secreto profesional y confidenciali-dad. La mayoría de los procesos de supervisiónse articulan mediante un contrato. Los contratosentre supervisores y clientes están indicados enlos códigos deontológicos. Una de las garantíascentrales que debe ofrecer el supervisor o lasupervisora a sus clientes es que, entre todoslos participantes, durante el proceso y más alládel tiempo de duración de las sesiones, construi-rán un espacio de confidencialidad. Igualmente,los asesores se obligarán a mantener secretoprofesional.

• Supervisión y coaching, capacitación y garantías.Los profesionales de la supervisión y el coachingestán obligados a seguir una formación que leshabilite para su ejercicio profesional. Todas lascertificaciones y acreditaciones existentes estánreconocidas por una asociación de rango superior.Es importante conocer cuál es el plan de forma-ción y capacitación que se ha seguido, así como siun profesional de la supervisión o el coaching estáen activo –puede acreditar práctica profesional– ysi sigue, tras su formación básica, participando ensesiones de formación continuada.

• Supervisión, coachings e intervisión12. Los profe-sionales del asesoramiento dan garantías de suprofesionalidad participando en procesos decomunicación sobre su práctica como asesores,supervisores o coach. Esto cobra especial impor-tancia en los casos en los que el supervisor o elcoach trabajan solos. La soledad acrecienta ladificultad de comunicar y compartir con otroscolegas temas profesionales recurrentes en elejercicio como asesor. Hay varias posibilidades:

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11 Basado en los sistemas clínicos de ayuda de Ludewig (1998).

12 Sobre prácticas de intervisión, véase el eje “Los cinco senti-dos del trabajo social. La mirada” dentro de Zaramillo, T; et al.(2009): Ponencias del XI Congreso Estatal de Trabajo Social, Zarago-za 2009, Zaragoza, Colegio Profesional de Trabajadores Sociales deAragón. Igualmente, pueden consultarse Aragonés, T. (2009): “Lasupervisión y la intervisión como estrategia para la práctica del tra-bajo social”, Supervisión, nº 12. Otro artículo de interés es Rico, A.R; y García Ramírez, O. (2009): “Intervisión: una apuesta para unbienestar profesional” Supervisión, nº 12.

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la contratación de servicios de supervisión indivi-dual o grupal para presentar situaciones y reali-zar metasupervisión o, mediante una metodolo-gía específica, desarrollar prácticas cooperativasen grupos de intervisión. Esta orientación consti-tuye uno de los ejes de la ANSE para favorecerencuentros entre supervisores de diferentes paí-ses desde hace años. En este sentido, y financia-do por la Unión Europea, se ha configurado en elGrundtvig Program13 basado en la interculturali-dad y la intervisión.

• Supervisión, fondo y forma. Aunque esta refle-xión se puede trasladar a otras formas de rela-ción en la asesoría –coaching, mentoring, etc.–,no quiero dejar de traerla a este texto como unaaportación diferenciadora más. Los procesosde supervisión y de acompañamiento a los profe-

sionales de relación de ayuda –o en otroscontextos– se centran en las necesidades deaquéllos. Desde un profundo respeto por la soli-citud expresada, la supervisión tiene una estruc-tura, un fondo que le otorga una diferencia sobreotro tipo de procesos. Las formas de respuesta,por su parte, configuran la capacidad creativa decada supervisor, las herramientas que adecuacada profesional de la supervisión a una situa-ción dada. Conviene no confundir fondo y for-mas. En supervisión, como proceso, utilizamosherramientas que se adquieren en otros ámbitos(educativos o terapéuticos, por ejemplo). Lariqueza de un supervisor viene determinada porla capacidad de utilizar una variedad de herra-mientas adecuadas a la diversidad de demandasque se le presentan. Las herramientas no definennunca el marco.

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13 Se puede consultar información adicional en<www.anse.eu/html/activities.html>.

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Normas de presentación de originales para Zerbitzuan

• Zerbitzuan está abierta a la publicación de artículossobre servicios y políticas sociales por parte de pro-fesionales, investigadores, representantes institu-cionales y de todas aquellas personas interesadasen las políticas de bienestar social.

• Todos los artículos deberán ser inéditos y girar entorno a los ejes temáticos básicos de la revista (servicios sociales y políticas de bienestar social,participación social, inmigración, pobreza y exclu-sión social, discapacidad, atención a las personasmayores, infancia y menores en situación de des-protección, drogodependencias e intervenciónsocial en general). Una vez recibidos, los artículosserán sometidos a la consideración de los miem-bros del Consejo de Redacción, que decidirán sobresu publicación de acuerdo a criterios de calidadcientífica y oportunidad editorial.

• Una vez aceptados los artículos para su publica-ción, la dirección de la revista se reserva el derechode modificar el título y epígrafes de los textos, asícomo de realizar las correcciones de estilo que seestimen convenientes, de acuerdo con las normasde estilo de la revista.

• Los artículos se enviarán en un documento de Wordy por correo electrónico.

• Los artículos pueden redactarse tanto en euskeracomo en castellano, y serán publicados en el idiomaen el que se reciba el original.

• Desde el punto de vista formal, se ruega atenerse alas siguientes pautas:

– La extensión del contenido de cada artículoserá de entre 4.500 y 9.000 palabras, contandolas posibles tablas, cuadros, gráficos y biblio-grafía. Se ruega adjuntar sólo las tablas y gráfi-cos que se consideren imprescindibles.

– En la primera página se hará constar el títulodel artículo, el nombre del autor o autores, y elcargo o centro de referencia que se quierahacer constar, así como la dirección y el teléfo-no de contacto del autor/a. Se añadirá tambiénun breve resumen o sumario del artículo (máxi-mo 150 palabras).

– Las citas o notas irán a pie de página.

– Las referencias bibliográficas de los artículosseguirán las Normas ISO 690/1987.

La dirección y teléfono de contacto de la revista son los siguientes:

ZerbitzuanSIIS Centro de Documentación y EstudiosSIIS Dokumentazio eta Ikerketa ZentruaGeneral Etxague 10 bajo 20003 Donostia-San SebastiánTel. 943 423656 Fax 943 [email protected]

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