Efímera juventud
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7/31/2019 Efímera juventud
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Efímera juventud.
Cansado, se limpió el sudor con la manga del abrigo; ya no era tan joven, debería
admitirlo de una vez por todas. Decidió tomarse un breve descanso para recuperar el
aliento, un par de minutos sí acaso; estaba amaneciendo y quería regresar a casa antes
de que nadie pudiera advertir su ausencia.
Contempló el aterciopelado paisaje que le rodeaba y aspirando el sutil perfume aagua y tierra, sonrió.
Se hallaba en mitad de una explanada, tapizada con una mullida capa de hierba,
húmeda de escarcha, que moría mansamente en los márgenes del lago. A su espalda, el
perfil de las montañas recortaba un cielo blanquecino que parecía querer engullir a la
púrpura madrugada, obstinada en no extinguirse. Las hayas que se alineaban erguidas a
lo largo del sendero, demasiado alejadas del lago para mirarse en él, exhibían sin pudor
sus desnudas ramas invernales. Frente a él, en la orilla, un viejo roble fornido, con
abundante ramaje en su deshojada copa, se inclinaba sobre las inmóviles aguas
recreándose en su perfecto reflejo, al igual que hacía un solitario serval, joven, de tronco
huesudo y ramas delgadas, que crecía unos metros más abajo.
Chasqueó la lengua, molesto. De alguna manera había olvidado lo hermoso que era
aquel solitario rincón del mundo y eso resultaba imperdonable. ¿Acaso no se trataba de
una pieza fundamental del gran proyecto? ¿No regresaba cada año, desde hacía diez, en
la misma fecha y no en otra, para compartir su belleza temporal con sus elegidos, para
hacerles participe y protagonistas de aquel espíritu de imperturbable sosiego que tanto le
había fascinado la primera vez?
Suspiró.
Sí, debía de estar haciéndose viejo si olvidaba algo tan importante.
Bajó la vista hacia la pala que sostenía, sucia de barro y tierra, y la fosa abierta a sus
pies. Aún le quedaban unas cuantas paladas para terminar de cubrirla; al final no iba a
llegar a tiempo para desayunar con los niños.
Escuchó un murmullo ahogado que procedía del fondo de la sepultura, se asomó y
vio que la tierra húmeda y oscura se agitaba débilmente.—Tranquilo, tranquilo —rezongó hundiendo la pala en un montículo de tierra
próximo—. Termino en un momento. Ten un poco de paciencia, ya no soy tan joven.
Julio 2010.