Educación Femenina y Nobleza Aragonesa en La Edad Moderna

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    Laura Malo Barranco

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    Educacin femenina y nobleza

    aragonesa en la Edad Moderna1

    Laura Malo Barranco

    Introduccin

    Las damas privilegiadas que ocupaban los puestos ms altos de la sociedadmoderna fueron tambin, una vez, las nias de la casa; muchachas y jvenes don-cellas que tuvieron la oportunidad de recibir una formacin que no se encontraba alalcance de cualquiera. Ellas fueron educadas en la correccin y en la moral, prepa-

    radas para ocupar dignamente la posicin que les corresponda en su crculo social.Adems, disfrutaron de la posibilidad de recibir una instruccin intelectual que nosolo las capacitaba para el buen ejercicio de su papel en la familia, sino que les po-sibilitaba un desarrollo individual en las materias del conocimiento.

    Las lneas siguientes parten de una hiptesis de trabajo que plantea la exis-tencia de una formacin femenina en evolucin a lo largo de la modernidad, quemantuvo sus lneas bsicas de actuacin durante todo el periodo. Una prctica dela educacin e instruccin de la mujer que, exclusiva de las clases ms acomodadas,comparta ciertas enseanzas con el modelo masculino y, sin embargo, presentabauna especificidad en sus tareas y materias de aprendizaje caracterstica de la forma-cin de las doncellas.

    1 Este trabajo se realiza en el marco de una beca predoctoral de Formacin de PersonalUniversitario (FPU) vinculada al Proyecto de Investigacin HAR2011-28732-C03-03Celebrar las glorias. Publicstica sagrada y devociones en la Iglesia Hispnica de la EdadModerna, con el profesor don Eliseo Serrano Martn como investigador principal, y alGrupo de Investigacin Consolidado Blancas de la Universidad de Zaragoza.

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    A travs de un anlisis guiado por la historiografa reciente vinculada a la his-toria de las mujeres y la historia cultural, en su dedicacin al estudio de la educacin,la vida cotidiana y las mentalidades, este trabajo busca acercarse a la prctica de laenseanza femenina entre las nias y jvenes de la nobleza aragonesa en la Edad

    Moderna.No es la intencin de este texto plantear un estudio de las obras de los

    moralistas que trataron de regular la educacin femenina, sino que su objetivo esproponer, por medio de los testimonios que ofrecen las fuentes, una idea de cmo,dnde y quines desarrollaban la instruccin de las ms pequeas de las familiasnobles. En este caso, la documentacin trabajada tendr como protagonistas a losmiembros de los linajes Hjar y Aranda. Ambas casas, por medio de enlaces y heren-cias, se entremezclaron con otras familias nobles del propio Aragn o de fuera delas fronteras del Reino, que enriquecieron el linaje y, evidentemente, ampliaron el

    alcance de la documentacin a trabajar. Por medio de su estudio y lectura, siempreconscientes de la escasez de informacin referente al mundo educativo por estarvinculado a la niez, se proyecta una bsqueda de pruebas de alfabetizacin feme-nina, de una relacin de las mujeres nobles con los establecimientos escolares y detestimonios de las propias damas en referencia a su educacin. Unida, esta infor-macin mostrar una realidad de enseanza privilegiada y femenina, que, iniciada atierna edad, formaba parte fundamental del futuro desarrollo individual de la mujernoble.

    La crianza y las nias

    Las jvenes de la nobleza durante la Edad Moderna fueron afortunadas nosolo en los aspectos sociales y econmicos que les facilitaron una vida privilegia-da, sino tambin en la oportunidad que dicha situacin les ofreca para romper dealgn modo los moldes sociales y adquirir una visibilidad pblica. El acceso a unaformacin bsica, a las claves con que poder resolver los obstculos de un estudiointelectual o artstico posterior, permiti a algunas de estas damas destacar gracias

    a sus capacidades personales. Desde el nacimiento, la vida de las nias se encon-traba marcada por su naturaleza femenina. Como mujer, la nia naca vinculada alas convenciones propias de su sexo, puntos que evolucionaron y cambiaron con lasociedad, pero que siguieron manteniendo muy bien limitadas las esferas de accinde los conjuntos masculino y femenino.

    Con el objetivo de trabajar sobre la educacin de las damas nobles es preci-so comenzar por plantear cmo se iniciaba la formacin de las nias. La primerainstruccin estaba muy relacionada con las atenciones dadas a los recin nacidosdentro de los espacios femeninos de la casa, en los que la madre tena un papel

    fundamental. Las pautas de crianza aconsejaban a las progenitoras mantener un

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    contacto muy estrecho con sus hijas, por lo que la lactancia se convirti en el primerpaso hacia la creacin de una intimidad femenina. La leche era considerada, con-servando la tradicin medieval, como un elemento conductor de costumbres haciael lactante, un fuerte medio de vinculacin entre el pequeo y quien lo criaba. Para

    esta tarea, adems de la madre, que en muchos casos delegaba en otra persona, eracomn la contratacin de nodrizas o amas de cra. Dicha costumbre, arraigada en lasociedad, era una de las muchas actividades que las mujeres ejercan en el mundo deltrabajo extragremial. Las familias nobles solan contratar amas para amamantar alos nios de la casa. Estas podan ser viudas o tener a sus maridos ausentes y solanemplearse internas, dejando a sus hijos a cargo de otras personas2. La eleccin delama era una tarea delicada, pues se buscaba en ella a una persona sana y limpia,de buen carcter y trabajadora, que ofreciera a los nios buenas palabras de las queaprender.

    Esta atencin, centrada en la bsqueda de la compaa perfecta para lospequeos, resultaba todava ms significativa en el caso de las muchachas. Espaciosvitales y tareas femeninas eran compartidos por la nia con la mujer que la criaba,construyendo as una relacin muy cercana que superaba en muchos casos las fron-teras de la niez. El aprecio por el ama propia quedaba reflejado en las palabras delas mujeres nobles que, en sus ltimas voluntades, mostraban su preocupacin porel bienestar futuro de su ama y el de sus familiares. As, la condesa de Galve, doaAna de la Cerda y Mendoza, otorgaba en 1579 a Agueda Riaza, mi ama, por los

    buenos servicios que me ha hecho y mucho amor que le tengo, 20 000 sueldosjaqueses3, contemplando tambin al hijo de esta, Pedro Lin, beneficiado con2000 sueldos. Dicho vnculo entre la dama y su ama quedaba marcado tambin enlas gracias especiales que las primeras les otorgaban como recuerdo de su cario.De este modo, doa Luisa Ana de Moncada y Benavides, hija de los marquesesde Aytona y duquesa de Hjar, declaraba en 1716 al dictar su testamento: Al amaRepo, en seal de mi cario se le d una joyita que tengo guarnecida de esmeraldasy otras piedras con el retrato de san Nicols4.

    2 M. BOLUFER, Representaciones y prcticas de vida: las mujeres en Espaa a finalesdel siglo XVIII, en Cuadernos de Ilustracin y Romanticismo, 11 (2003), p. 11.

    3 Archivo Histrico Provincial de Zaragoza, Casa Ducal de Hjar (en adelante: AHPZ,CDH), P/5-95/1-1. Testamento de doa Ana de la Cerda y Mendoza, condesa deGalve y duquesa de Hjar; por Juan de Escartn, notario de Zaragoza, a 28 de septiem-bre de 1579.

    4 AHPZ, CDH, P/1-263-8. Testamento de doa Luisa Ana de Moncada y Benavides,duquesa de Hjar; por Silvestre del Barrio, secretario de Provincia en la Villa de Ma-drid, a 23 de agosto de 1716.

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    El ama, como puede apreciarse, era una figura importante en la vida de lamujer noble5, una persona muy cercana que la acompaaba y cuidaba a lo largo desu infancia y, en muchos casos, permaneca a su lado hasta tomar estado:

    A Josepha Montares, ama que ha criado a mi hija doa Manuela, y a quienest asistiendo interin que dicha mi hija toma estado, y mientras estubiere en sucompaa se la d la racin que hoy goza y si volviere a la villa de Hjar, de donde esnatural, se la den dos reales de velln en cada un da por todos los de su vida 6.

    La relacin de una dama con la mujer que la haba criado no tena por quterminar en el momento del matrimonio. Posiblemente, ciertas amas permanecanal lado de sus pupilas durante la vida adulta de las mismas, con quienes mantenanun importante vnculo afectivo. Este es el caso del ama de doa Prudenciana Porto-carrero, esposa del VII duque de Hjar7, de quien solo conocemos el apellido, Lpez,

    puesto que su nombre queda oculto por una rasgadura en el documento. Dichamujer, ama de mi seora la duquesa, era empleada de la casa de Hjar en 1725,momento en que la nia a quien crio cumpla 29 aos y era madre de tres hijos8.

    5 A diferencia de lo que ocurre en el caso femenino, en las fuentes consultadas, los varo-nes no mencionan, a ttulo personal, el nombre de la mujer que los crio en su infancia.Sin embargo, conocemos su existencia a travs de las palabras de las madres, que no

    solo recordaban a sus amas, sino tambin valoraban el trabajo de aquellas mujeres quecuidaban a sus hijos varones. Doa Juana Petronila Silva Fernndez de Hjar, cuyotestamento se cita posteriormente, dejaba mandado que: () al ama que cra a mihijo don Joseph, interin que le asistiere se la d su racin y encargo a dicha ama, quese llama Mara, asista a dicho mi hijo por la mucha satisfaccin que de la susodichatengo.

    6 AHPZ, CDH, P/4-283-6 y 7. Testamento de doa Juana Petronila Silva Fernndezde Hjar, VI duquesa de Hjar; por Francisco de Mora, en Villarubia de los Ojos delGuadiana a 2 de agosto de 1700. De este modo la duquesa doa Juana dejaba man-dada la compaa adecuada para su hija hasta el momento de su matrimonio. Una

    compaa que, en este caso, provena de la localidad de origen del ttulo que ostentabala duquesa, estableciendo un vnculo todava mayor entre la educacin de la nia y elespacio que nominaba a la familia.

    7 Doa Prudenciana Portocarrero y Funes de Villalpando (1696-1764) era hija de losIV condes de Montijo. Contrajo matrimonio en 1717 con don Isidro Francisco Fadri-que Fernndez de Hjar (1690-1749), VII duque de Hjar.

    8 AHPZ, CDH, P/1-2-89. Salarios de los empleados de los duques de Hjar entre 1721y 1725. La mayor de los tres hijos que la duquesa doa Prudenciana tena en dichomomento era una mujer, Ana Mara del Pilar. A diferencia de sus dos hermanos varo-nes, que s posean amas y ayas nombradas entre los empleados de la casa, doa Anacareca de las mismas, planteando la posibilidad de que su crianza estuviese al cargo

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    Dichas mujeres eran, por tanto, las encargadas de criar a las ms pequeasde la casa y adentrarlas en los primeros pasos de la formacin que iban a recibirdurante su infancia y juventud. La bsqueda del ama o aya adecuada se centraba,adems de en sus caractersticas fsicas, en su rango dentro de la sociedad. La exis-

    tencia o no del tratamiento doa, utilizado de forma variable para describir a estasmujeres, puede verse como un indicador de la pertenencia social de las mismas9.Su estatus es clave a la hora de plantear la posible alfabetizacin de las amas, que,aunque menos importante en un primer momento dedicado a la lactancia, resultarade gran inters para las familias privilegiadas en vistas a la futura educacin de laspequeas de la casa. En su compaa y dentro de los espacios femeninos, la niapoda beneficiarse de los conocimientos de su ama, quien posiblemente supiera leere incluso manejara los rudimentos de la escritura, aprendiendo y practicando de sumano las primeras letras.

    Junto al ama, todas las mujeres de la casa formaban un grupo dentro delque la nia comenzaba a formarse a travs de la observacin. As, doa Luisa dePadilla, condesa de Aranda, en su obra Nobleza virtuosa(1673), aconsejaba a lasmadres cmo a las hijas ms con el ejemplo que con palabras les habis de ensear.Tenedlas a vuestro lado todo el tiempo que podis; que esta ser para ellas doctrinamuy provechosa10. Imitar las acciones y actitudes de una madre, una ta o una her-mana favoreca la educacin de las pequeas de una forma sencilla y familiar. Lasmuchachas aprendan en su entorno, donde la curiosidad y la pregunta constituanuna va segura para irlas instruyendo. El ejemplo, eje fundamental del aprendizaje,

    tena en la figura materna su principal autoridad y el modelo a seguir por parte dela nia. De ella se esperaba que

    entablase con su hija una estrecha relacin afectiva, que estructurase sus sen-timientos y conductas hasta conocerla tan bien como a s misma y que moldeara supersonalidad con la nica (y poderosa) arma del influjo moral11.

    del ama de su madre, quedando la formacin de la nia encargada a una persona degran confianza.

    9 Don Pedro de Alcntara Silva Fernndez de Hjar, IX duque de Hjar, nombraba altestar por su esposa doa Rafaela Palafox en 1777 a doa Catalina Varnenville, ayade sus hijas; doa Mariana Badules, aya juvilada, en AHPZ, CDH, P/1-259-1. Tes-tamento de doa Rafaela Palafox, duquesa de Hjar, por Mateo lvarez de la Fuente.Madrid, a 21 de agosto de 1777.

    10 Citada en J. AMAR Y BORBN, Discurso sobre la educacin fsica y moral de lasmujeres (1790); edicin de M. Victoria Lpez-Cordn, Madrid, Ctedra, 1994, p.137.

    11 M. BOLUFER, Mujeres e Ilustracin. La construccin de la feminidad en la Espa-a del siglo XVIII, Valencia, Instituci Alfons el Magnnim, pp. 142-143.

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    De este modo, las mujeres de la casa abran para las nias nobles las puertasde la enseanza, una posibilidad de aprendizaje que no todos tenan en la EdadModerna.

    La posibilidad de aprender

    Entre los siglos XVI y XVIII, el acceso a la educacin era todava un privilegio.Este quedaba reservado a personas con una posicin social acomodada y a aquellosque, por su profesin, necesitaban y podan permitirse una formacin intelectual.Los ms pequeos de las familias nobles, pertenecientes a la lite social y econmi-ca del Reino, tenan la posibilidad de obtener un aprendizaje que comenzaba en susprimeros aos. Los nios y nias de la nobleza eran educados con sumo cuidado en

    busca de fomentar en ellos unas cualidades propias de su clase y, evidentemente,de su naturaleza individual. La dualidad existente en el trabajo realizado a la horade educar a los descendientes del linaje quedaba marcada por las diferencias que elgnero impona en la materializacin de las pautas educativas, las cuales dirigan ala mujer o al varn por el camino que delimitaban los estndares sociales del mo-mento.

    Esta educacin de minoras se encontraba tradicionalmente vinculada a laenseanza del conjunto masculino. Los jvenes nobles invertan en la formacin

    intelectual y en la mejora de su destreza fsica con el objetivo de gobernar adecua-damente sus posesiones patrimoniales y de preservar, con sus actuaciones, el buennombre de su casa. En esta tarea, la mujer, componente fundamental de las estruc-turas familiares nobiliarias basadas en el matrimonio, comenz a ser cada vez msvalorada, ya que se una a la funcin reproductora su consideracin como compa-era y aliada. Esta nueva percepcin de la esposa justificaba el acceso femenino a laeducacin, que fue, poco a poco, desarrollndose en las capas ms altas de la socie-dad moderna. Formar a las nias y a las jvenes resultaba positivo para el conjuntofamiliar. Las mujeres de la casa se encontraban a cargo de la primera educacin de

    sus hijos y, a falta de varn, podan ser tutoras, administradoras y cabezas visiblesdel linaje. La realizacin de estos cometidos requera, al menos, la obtencin de unaformacin cultural bsica, que comenzaba con la alfabetizacin.

    Lectura y escritura como base del conocimiento

    La primera fase educativa se encontraba protagonizada por el proceso dealfabetizacin, que parta del aprendizaje de la lectura y la escritura.

    Su enseanza duraba uno o dos aos, y solo cuando ya se lea de corrido eracuando se iniciaba el aprendizaje de la escritura, si los padres estaban dispuestos a

    prolongar la educacin de sus hijos y a pagar un mayor estipendio. Se trataba, pues,

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    de aprendizajes diferentes sin que en muchos casos se pasara del primero al segundopor la duracin del uno y el mayor coste del otro 12.

    El acceso al texto escrito sola iniciarse a partir de los cuatro o cinco aos deedad, cuando se enseaba a reconocer el alfabeto, las slabas y la formacin de pa-labras, mostrando a los ms pequeos sencillas reglas de gramtica con las que po-dan comenzar a practicar la lectura13. Esta se realizaba casi siempre a travs de lascartillas para ensear a leer, unos breves manuales impresos que se extendierondesde comienzos del siglo XVI por toda la Pennsula. Se trataba de textos dedicadosal aprendizaje lector bsico destinado a la primera edad de los nios y, tambin,de las nias. A ellas, que en muchos casos no continuaban con una formacin pos-terior como la de sus hermanos varones, tambin iban dedicadas gran nmero deestas cartillas, hecho que, segn Vctor Infantes, justifica la participacin femeninaen la adquisicin del proceso lector. Este aprendizaje de la lectura se encontraba en

    numerosas ocasiones vinculado a la religin, bien por la aparicin en ciertas cartillasde espacios dedicados a la doctrina cristiana y el catecismo, bien por la especialrelacin que posiblemente exista en el caso femenino entre la enseanza de las le-tras y los textos religiosos, principalmente a lo largo de los siglos XVI y XVII. Entreellos, el libro de horas, obra de lectura femenina por excelencia, era un importantevehculo de alfabetizacin.

    De hecho, se aprenda a leer sobre el salterio y el oficio de la Virgen, siguiendocon los ojos y silabeando, adems de pronunciando en voz alta las letras y uniendotodo esto a la comprensin del texto14.

    En este proceso de aprendizaje derivado de la tradicin medieval y, mejoradocon la aparicin de la imprenta, existan dos posibilidades de alfabetizacin corres-pondientes a las fases de desarrollo de la capacidad lectora. En primer lugar, se en-contraba la lectura fontica, que permita descifrar los textos de forma oral, leyendolas letras y las slabas, pero sin comprender aquello que se recitaba. A pesar de loimperfecto de esta lectura, resultaba aceptable desde el punto de vista del ritual, yaque permita a la mujer realizar sus oraciones latinas en una lengua que le era desco-nocida y, sin embargo, llevarlas a cabo de la forma ms pura, sin alterar de ningn

    modo el texto original que tena en sus manos. En segundo lugar, apareca la lectura

    12 V. INFANTES y A. VIAO, La lectura de la formacin y el didactismo, en V. IN-FANTES, F. LPEZ y J. F. BOTREL (dirs.), Historia de la edicin y de la lectura enEspaa: 1492-1914, Madrid, Fundacin Germn Snchez Ruiprez, 2003, p. 190.

    13 Ver V. INFANTES, La educacin impresa, en Cuadernos de Historia Moderna.Anejos, 3 (2004), p. 232.

    14 P. M. CTEDRA y A. ROJO, Bibliotecas y lecturas de mujeres. Siglo XVI, Sala-manca, Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2004, p. 121.

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    rrero17. A las obras en propiedad deba de sumarse tambin la lectura de ejemplaresque habran sido intercambiados, donados, prestados o regalados, as como los deescaso valor, no mencionados en los inventarios de bienes, y todos aquellos impre-sos de corta vida que llegaban a las manos de las damas. La lectura resultaba una

    habilidad de gran inters, ya que el acercamiento a los libros en estas mujeres quedesempean un papel social tan relevante no se puede considerar como una actitudmeramente curiosa, sino tambin como una necesidad prctica para hacer frente alas exigencias cotidianas18.

    Superado el aprendizaje de las letras y la comprensin de los textos, eranecesario dar un paso ms para completar el proceso de alfabetizacin obteniendola capacidad de escritura. Sin embargo, la enseanza a la mujer de la tcnica de loescrito no era del todo bien aceptada por numerosos moralistas de la poca. Estos,favorables a la prctica de una lectura dirigida y acotada, no vean con buenos ojos

    la posibilidad que se entregaba al conjunto femenino para crear nuevos textos quequedaran fuera del control del varn censor. El hecho de que las mujeres pudiesenlanzarse a escribir billetes, cartas, poemas, recuerdos o sentencias asustaba a mu-chos autores que sospechaban de las escribanas. La causa de esta sospecha era elpresentimiento de que dichas mujeres seran proclives a abandonar el cuidado dela casa y de sus hijos y podran escribir billetes con los que se abra la posibilidadde engaar a sus maridos, citar a sus amantes, romper, en suma, la paz de la casatraspasando sus muros mediante los renglones malhadados19.

    Sin embargo, la escritura form parte de la educacin de las damas privile-

    giadas. A pesar de las reticencias, presentes de forma constante en la sociedad, elprimer humanismo haba planteado el hecho de escribir como una habilidad quedeba ser obtenida por ambos sexos. Evidentemente, esta consideracin iba dirigidaa un pblico femenino muy reducido, el cual quedaba en teora censurado a la horade practicar la escritura, que deba ser utilizada de forma individual y en el mbitoprivado. La enseanza de la caligrafa, del dibujo de las letras y palabras a las queconferir sentido por medio del discurso escrito, poda realizarse a travs de los de-nominados manuales de escribientes.Entre ellos es preciso destacar el publicadopor el vizcano Juan de Ycar, maestro de escritura en Zaragoza, cuya Orthografa

    17 AHPZ, CDH, P/1- 357-31. Inventariopost mortemde los bienes de doa Pruden-ciana Portocarrero, duquesa de Hjar. Zaragoza y Villamayor, del 9 a 12 de junio de1764.

    18 N. BARANDA, Cortejo a lo prohibido. Lectoras y escritoras en la Espaa Moder-na, Madrid, Arco Libros, 2005, p. 63.

    19 F. BOUZA, Memorias de la lectura y escritura de las mujeres en el Siglo de Oro, enI. MORANT (dir.), Historia de las mujeres en Espaa y Amrica latina. El mundomoderno, Madrid, Ctedra, 2006, pp. 180-181.

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    Prtica: por la qual se ensea a escrivir perfectamente (1548), puede presumirde ser la primera que se escribe sobre el particular en Espaa20y ejemplo sobreel que se produciran y evolucionarn numerosos manuales posteriores cuya publi-cacin y uso se extiende ms all del siglo XVIII. Este tipo de escritos, dirigidos a

    maestros y alumnos, planteaban definiciones del buen uso del material de escrituray presentaban grafas a imitar en busca de un correcto modo de escritura.

    El aprendizaje se alternaba con juegos protagonizados con letras cortadas enmetal o madera, naipes y dados de letras, o ruedas giratorias que ayudaban a memo-rizar las normas de gramtica21. La aplicacin de estos conocimientos se realizaba atravs de la prctica con ejemplos obtenidos

    de la sagrada escritura o alguna sentencia de castidad tomada de los preceptosde filosofa, la cual, escribindola una y muchas veces se la imprima (la muchacha)

    firmemente en la memoria

    22

    .Este temprano consejo de Vives sobre los textos con los que deban realizarse

    las primeras prcticas de escritura femenina coincida con las sentencias morales,oraciones, refranes o dichos que aparecan en los manuales como modelos de lacaligrafa a imitar. Con la repeticin de las grafas se consegua, adems de perfec-cionar el trazo, profundizar en la comprensin de textos religiosos y ejemplos dedecencia, que quedaban memorizados por las jvenes favoreciendo su formacinmoral.

    Las mujeres de la nobleza se sirvieron de la escritura para defender sus inte-reses patrimoniales, mantener relaciones familiares a distancia, crear obras literariasy, por supuesto, expresar sus sentimientos a travs de las cartas. El conocimientodel mtodo, no nicamente del dibujo de la firma, sino de la produccin de un trazoconsciente que permitiese expresar las ideas, ofreci a estas damas la posibilidad deaprobar acuerdos, de plasmar sus opiniones y composiciones artsticas, as como deutilizar las letras cual voz silenciosa para conversar con aquellos que estaban lejos.Es muy complicado plantear cmo se desarrollaba este aprendizaje infantil, que muy

    20 Ver A. EGIDO, Los manuales de escribientes desde el Siglo de Oro, en BulletinHispanique, 97-1 (1995), pp. 67-94.

    21 [] Pedro de Guevara, discpulo de El Brocense, destin sus esfuerzos de la instruc-cin gramatical a disear unas ruedas giratorias para facilitar el aprendizaje, en estecaso destinado a las Infantas reales: Nueva y sutil invencin, en seys instrumentos,intituladosJuego y exercicio de letras, en V. INFANTES, La educacin impre-sa, op. cit, p. 236.

    22 J. L. VIVES, Instruccin de la mujer cristiana (1523), traduccin de Juan Justiniano(Valencia, 1528), introduccin, revisin y anotacin de Elizabeth Teresa Howe, Ma-drid, Universidad Pontificia de Salamanca, 1995, pp. 56 y 57.

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    probablemente se mezclaba con lo cotidiano, en un da a da en el que con frutas obizcochos se dibujaban letras para ensear a las ms pequeas23. Sin embargo, gra-cias a la documentacin, es posible afirmar la capacidad de escritura entre las damasde la nobleza que, evidentemente, variaba dependiendo del carcter y disposicin

    individual de cada una de ellas.Entre las posesiones personales de las damas nobles no faltaban objetos rela-

    cionados con la prctica del escrito, algunos de los cuales haban sido regalados porotras seoras de la aristocracia. A los talleres de escritura con su can para plu-mas, con tintero, salvadera y para poner oblea, se unan escritorios y escribanas,todos ellos fabricados en materiales nobles:

    Un escritorio de terciopelo carmes por afuera guarnecido con su franjn deoro y una bidriera por delante y por adentro guarnecido todo l de plata, muy rica-

    mente, con sus dos asas de plata por fuera. () Y, en dicho cofre, una escrivana decapa guarnecida por afuera de plata y por adentro es de raso carmes con salbadera ytintero de plata y es la que dio la marquesa de Camarasa a mi seora 24.

    Su caligrafa se distingue en la documentacin a travs de sus firmas, queaprueban transacciones y finalizan misivas personales. En la correspondencia tra-bajada, solo hay algunos casos en los que la mano de la firmante redact la cartacompleta.

    Aunque capaces de escribir, es probable que estas grandes damas dictaransus cartas a otras personas de confianza que se encargaban de la caligrafa del textoprincipal. Para s mismas reservaban la despedida y firma del documento, dondepuede observarse el trato respetuoso o carioso, que variaba en relacin con losdestinatarios de sus palabras.

    23 Luisa Miglio cita en su trabajo sobre la mujer y la escritura en la Toscana del Quattro-cento unas palabras del humanista italiano Giovanni Rucelai (1475-1525), que desta-can la cotidianeidad del aprendizaje de las letras: formate delle lettere in frutte, ber-lingozi, zucherini e [...] iniciate il fanciullo [...] diciendoli: questo torto uno S, questotondo uno O, questo mezo tondo uno C, en L. MIGLIO, Governare lalfabeto.Donne, scrittura e libri nel Medioevo, Roma, Viella, 2008, p. 63.

    24 AHPZ, CDH, P/001510/000015. Inventario post mortemde los bienes de doaMariana Pignatelli de Aragn, hija del duque de Montelen y la duquesa de Terranova,esposa del V duque de Hjar, don Jaime Silva Fernndez de Hjar. Zaragoza, a 3 de

    junio de 1681.

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    Mil gracias te doi [h]ermano mioy espero salga todo con felizidad median-te dios y tu buena voluntad y carignio

    A mi [h]ermana la Duquesa darasmis memorias y a mis sobrinos tanbien

    Mis [h]yjos se ponen a tus pies yDoa Margarita tanbien

    Exmo. Sr.

    Tu [h]ermana q[ue] mas te quierey estima

    Maria Manuela25.

    Privilegiadas por su posibilidad de acceso a una alfabetizacin completa, lasdamas nobles podan servirse de su formacin bsica para avanzar en una instruc-cin que les permitiera acceder a niveles ms amplios de conocimiento. Lectoras ycapaces de escribir, las mujeres de la nobleza desarrollaron sus habilidades de formaindividual a lo largo de su adolescencia y vida adulta descubriendo las favorablesconsecuencias del mundo educativo femenino.

    Habilidades de mujeres y materias de estudio

    La temprana formacin de las nias inclua, adems del proceso de alfabe-tizacin, la prctica de actividades tradicionalmente femeninas vinculadas a la vidadomstica. Las pequeas aprendan pronto las tareas de manos, como el hilado, eltejido y el bordado, con las que ocupaban los tiempos de ocio en compaa de otrasmujeres, confeccionando vestidos y adornos, bien para uso familiar, limosna u hon-

    ra de altar. Estos momentos de costura eran tambin aprovechados para practicarla lectura en voz alta, en la que se compartan oralmente las lneas de un libro nicocon las damas de la casa.

    Adems de las tareas de costura, la nia segua el ejemplo de su madre paraaprender de ella los trucos del gobierno domstico, pues era necesario que las jve-

    25 AHPZ, CDH, P/1-263-46. Carta dirigida a don Isidro Silva Fernndez de Hjar, VIIduque de Hjar, firmada por su hermana Manuela, esposa del prncipe de Masiconoro.Npoles, 27 de abril de 1745.

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    nes conociesen el buen uso en las tareas cuya supervisin ocupara su tiempo en laedad adulta. Al llegar a los doce aos las muchachas deban tener la capacidad deadministrar dichas faenas y avituallar la casa, aplicndose en el trabajo como modode dar ejemplo a las criadas que tenan a su cargo. A dicha edad las madres podan

    comenzar a fiarles, en ciertas ocasiones, las llaves de la casa, observando su formade actuar y pidindoles cuentas de los errores cometidos. De este modo las niasponan en prctica los conocimientos aprendidos y mostraban su nivel de prepara-cin para dirigir la vida domstica.

    El da a da de las jvenes nobles estaba tambin marcado por la educacinmoral y el aprendizaje de la doctrina cristiana, que se inclua de un modo sencilloy natural en la cotidianeidad de las jvenes por medio de las costumbres religiosasde sus familiares. Desde nias, eran educadas en el respeto a Dios y las muestrasbsicas del mismo y se les enseaba a reservar un tiempo preciso para el rezo y

    las prcticas devotas. Esta educacin moral se funda, a la vez, con la instruccincultural de las muchachas, donde, como se ha indicado, la doctrina cristiana era elejemplo sobre el que se trabajaba y desarrollaba la alfabetizacin.

    En los casos en los que la enseanza femenina superaba el aprendizaje de lalectura y la escritura se una, siempre de forma excepcional en la formacin culturalde las nias nobles, el estudio de las lenguas. En l se desarrollaba la enseanza delas lenguas clsicas y la de idiomas como el francs, o, en menor medida, el italianoy el ingls. Adems, las muchachas reciban nociones de Geografa e Historia, civily sagrada, y ciertas tinturas de Filosofa y Ciencias26. Esta instruccin intelectual se

    completaba con las prcticas que toda joven deba aprender para conseguir desen-volverse con soltura en sociedad, con los principios de civilidad que le seran tilespara poseer unas actitudes y comportamientos en perfecta sintona con su posicinsocial. La imagen adecuada que deba proyectar la doncella inclua el aprendizajeque le permitiera adornarse con moderacin y con juicio () [para saber], al mismotiempo, despreciar las galas y no desvanecerse con ellas, como el pavo real con suhermosa cola27. A todas estas enseanzas se una la posibilidad del aprendizaje dela danza, la msica o la pintura28, disciplinas artsticas cuya prctica ensalzaba lascualidades de una seorita.

    26 M. BOLUFER, Representaciones y prcticas, op. cit., p. 18.

    27 J. AMAR Y BORBN, Discurso sobre la educacin, op. cit., p. 202.

    28 Doa Teresa de Silva Fernndez de Hjar, duquesa de Bjar, que test en 1712, seconvirti en una excelente pintora durante su juventud. A ella le dedic fray JuanAndrs Ricci un bello tratado de pintura, La pintura sabia (1659), que compusomientras le enseaba a dibujar y que recoge algunos trazos de dicha dama. Ver J.A. RICCI DE GUEVARA, La pintura sabia, edicin a cargo de Fernando Maras yEnrique Pereda, Toledo, Fundacin Lzaro Galdiano, 2002.

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    Todos estos puntos configuraban la educacin e instruccin de las jvenes dela nobleza, con el objeto de moldear la personalidad de las muchachas y ofrecerlesla posibilidad de un desarrollo intelectual. La puesta en prctica de dichas ensean-zas se realizaba en distintos entornos educativos, los cuales favorecan y definan la

    adquisicin de los conocimientos.

    Espacios de educacin

    Las mujeres de la nobleza durante la Edad Moderna se educaron, principal-mente, en tres espacios distintos: el conventual, el escolar y el familiar. Cada unode ellos posea unas caractersticas propias, influenciadas de forma muy importantepor las personas que rodeaban a la nia en su etapa educativa.

    Vida conventual y aprendizaje

    Mucho puede el amor que se cobra a los puestos donde uno recibe la prime-ra enseana. Pues sin reparar en lo grande de sus mritos se le atreve el cario,escriba la religiosa doa Ana Francisca Abarca de Bolea en el proemio a su obraCatorze vidas de santas de la Orden del Cister29. Su ejemplo, el de mujer letraday autora reconocida en su tiempo como miembro del crculo cultural oscense, esel ejemplo de una nia educada en un convento desde su ms tierna infancia, quemuestra la posibilidad de formacin de las mujeres de alta cuna dentro de los esta-

    blecimientos religiosos.Esta va de aprendizaje resultaba ser una de las ms exclusivas en el pano-

    rama educativo. Solo las hijas de las familias ms acomodadas podan optar por laentrada en el convento como va de formacin, debido a las elevadsimas pensionesque era necesario pagar para mantener a las nias dentro del espacio religioso. Lastarifas vigentes hacan que el convento fuera un lugar educativo virtual para unanfima franja de ricos, aristcratas o grandes burgueses30.

    Aquellas jvenes de la nobleza para las que se haba elegido una vida religiosasolan ser puestas, antes de entrar en el monasterio elegido, bajo la tutela de un

    clrigo, que les enseaba a leer y a escribir e incluso ciertas nociones de gramticalatina. Este caso puede ser ilustrado con el testimonio de doa Beatriz de Esps,seora de Bureta, quien nombraba, comenzando la segunda mitad del siglo XVI, a

    29 A. F. ABARCA DE BOLEA, Catorze vidas de santas de la Orden del Cister, Zara-goza, Herederos de Pedro Lanaja y Lamarca, 1655, Proemio, p. 4.

    30 M. SONNET, La educacin de una joven, en A. FARGE y N. ZEMON DAVIES(dirs.), t. 3, Del Renacimiento a la Edad Moderna, en G. DUBY y M. PERROT(dirs.), Historia de las mujeres en Occidente, Madrid, Taurus, 1992, p. 144.

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    Bartolom de la Torre, mi capelln y maestro que es de mis hijos31, cuya hija Isa-bel, dedic su vida al convento de dominicas de Santa Ins de Zaragoza, donde testsiendo monja novicia antes de tomar los votos32. Aunque no en todos los casos, lamayora de las rdenes religiosas exigan un determinado nivel de alfabetizacin en

    las aspirantes, que evidentemente variaba dependiendo de la categora social delas mismas33. Las hijas de las familias poderosas solan pertenecer a las monjas decoro o de velo negro que ocupaban los puestos ms importantes del gobierno yadministracin, tales como abadesa o maestra de novicias y consejera de la abadesa.Estas posiciones requeran un alto nivel de habilidad de lectura y escritura con el finde poder llevar a cabo los negocios necesarios para el convento 34, adems de unconocimiento bsico del latn que les permitiera leer y recitar la liturgia como partede sus tareas.

    Estos centros religiosos fueron, en un primer momento, lugares de retiro y

    guardera para las nias, que se iniciaban all en la vida monstica. Muchas de ellaspasaran de ser internas a novicias, sin salir del recinto conventual, ya que las rde-nes femeninas se nutran en gran medida de la cantera del internado. Sin embargo,con el paso del tiempo, las familias comenzaron a entregar a las religiosas la custo-dia de sus hijas solo por un tiempo limitado. De este modo, las monjas educaban alas nias que dejaban despus el convento en busca de contraer matrimonio.

    Entre aquellas muchas nias para las que se elega la va matrimonial se en-contraba la anteriormente mencionada y tambin escritora, doa Luisa de Padilla(1646), esposa del V conde de Aranda, don Antonio Ximnez de Urrea. Hija de

    los primeros condes de Santa Gadea, su infancia haba transcurrido en un conventoburgals fundacin de su familia35. Ella misma as lo reconoca en la redaccin de sutestamento en el que dejaba al hogar de su infancia una detallada gracia especial:

    31 AHPZ, CDH, P/1-146-19. Testamento de doa Beatriz de Esps, seora de Bureta.

    32 AHPZ, CDH, P/1-146- 19. Testamento de doa Isabel de Francia que acompaa, enel mismo legajo, al de su abuela, madre y hermanos.

    33 Las diferencias de origen social quedaban reflejadas en la divisin interna de los con-ventos entre las monjas de coro o monjas de velo negro, formadas y de origen socialalto, y las monjas de casa o de velo blanco, provenientes de clases bajas y de orge-nes rurales, las cuales se encargaban de las tareas domsticas de la comunidad.

    34 D. R. DONAHUE, Wondrous words: miraculous literacy in the convents of Earl Mo-dern Spain, en A. J. CRUZ y R. HERNNDEZ, Womens Literacy in Early ModernSpain and the New World, Ashgate, 2011, p. 107.

    35 L. HUIDOBRO Y SERNA, El Convento de Religiosas Franciscanas Concepcio-nistas de S. Luis de Burgos, consultado online en http://dspace.ubu.es:8080/e-prints/bitstream/10259.4/630/1/1133-9276_n077_p619-627.pdf.

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    Al convento de Religiosas de la Concepcin de Sant Luys de la ciudad deBurgos, por el afectuoso amor que les tengo y reconozimiento del tiempo de mi niezque passe all, y por ser fundacin de las Cassas de mis padres, la suma y cantidadde 1.000 libras Jaquesas, han de emplear en haer un ornamento de tela de oro conlas armas del conde mi seor y mias, y mas les dexo otras 100 libra Jaquesas parafundacin de un aniversario cantado con oficio de difuntos en tal da como el que yohubiere muerto36.

    Dicha entrega de las jvenes de la familia a centros religiosos de importanterelacin con el linaje paterno y materno, o bien a establecimientos de gran fama,result una constante durante la modernidad. Dos monasterios oscenses, SantaMara de Sigena y Santa Mara de Casbas, fueron, por ejemplo, los lugares elegidospor don Martn Abarca de Bolea, I conde de las Almunias, y su segunda esposa,doa Ana de Mur, como destino de sus dos hijas pequeas: Lorenza y Ana Francis-

    ca. Ambos monasterios, ejemplo de muchos otros, realizaban una importante labordocente en sus escuelas monacales para las muchachas aragonesas ms acomoda-das que vivan internas en ellos. Se conoce, por ejemplo, cmo la citada doa AnaFrancisca Abarca de Bolea ( circa 1686) vivi desde los tres aos en el conventode Casbas y fue all donde recibi la formacin espiritual y la educacin propia deuna mujer de su poca y nivel social37. Ella misma, en su obra, ofrece referencias aesta costumbre educativa:

    Tan antiguo como acertado es el uso de criar Donzellitas en los Monasterios,pues se libra en ese retiro la enseanza y seguridad de sus aciertos. Las que tienen

    inclinacin y vocacin para la reclusin Religiosa se les hace muy en breve, pero lasque eligen el retiro ms por comodidad que por voluntad, ni aprovechan ni vivencontentas, mas siempre es bueno el exemplo, que tal la emulacin facilita lo que elgusto no apetece38.

    Para guardar doncellas

    La formacin basada en el ejemplo dado por comunidades femeninas seextenda a otro tipo de establecimientos escolares entre los que destacan, en laformacin de las damas nobles, los denominados colegios de doncellas. En ellos, la

    entrada quedaba reservada a las jvenes privilegiadas y de buena familia, a quienesse exiga la justificacin de su limpieza de sangre. Sin embargo, la primitiva labor

    36 AHPZ, CDH, P/1-370-30. Testamento de doa Luisa de Padilla, condesa de Aranda;por Martn Duarte, notario de pila, a 18 de febrero de 1645.

    37 M. A. CAMPO GUIRAL, Doa Ana Francisca Abarca de Bolea, Zaragoza, DGA,1993, p. 32.

    38 A. F. ABARCA DE BOLEA, Catorze vidas, op. cit., p. 197.

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    asistencial de las comunidades que los regentaban favoreca tambin el acceso a losmismos de cierto nmero de doncellas hurfanas o pobres.

    En estos colegios residan las alumnas, ya pasada su primera educacin: des-de los 10 o 12 aos de edad hasta el momento de su boda o su entrada en religin.

    Dirigidos por comunidades religiosas femeninas, ya fuese por grupos autnomos demujeres beatas o por colectivos regulados, dichos centros tenan una relacin muyprxima con el mundo monstico39. Dentro del colegio la nia maduraba fsica ypsicolgicamente, dando paso a la preocupacin por su virginidad y el desarrollo desu fe. All, las doncellas eran guardadas, es decir, educadas en el cultivo de la vir-tud, permaneciendo recluidas sin apenas salir del recinto y siguiendo unas estrictasnormas y ordinaciones, que hacan su clausura muy semejante a la practicada porlas religiosas.

    Dentro del espacio aragons y en los testimonios de las damas trabajados semenciona en varios casos una vinculacin con el Colegio de las Vrgenes de Zarago-za, fundado a finales de la dcada de 1520 por Juan Gonzlez de Villasimpliz40. Enl, las colegialas de la cruz, mujeres que haban renunciado al mundo para compro-meterse en perpetuidad con el colegio zaragozano, cuidaban de las muchachas conquienes compartan el da a da, cultivando la vida espiritual, el canto y la msica 41.En un posible recuerdo, el nombre del colegio aparece en las ltimas voluntades dealgunas damas nobles:

    Se den al Colegio de las Vrgenes de Zaragoza ciento cincuenta escudos, los

    quales carguen a censal sobre parte segura para que de la renta que dellos procedierehagan en cada un ao en el sabado que estuviere ms cerca del segundo domingo delmes de diciembre la fiesta del Santsimo Sacramento con su solemnidad de msica ypredicador como se acostumbra42.

    39 Los colegios de doncellas surgieron de la mano de grupos de mujeres beatas que vi-van en comunidad sin regla y llevaban a cabo actividades asistenciales, como el cuida-do de enfermos o la educacin de nios. Algunas de ellas renunciaban al mundo y secomprometan de forma perpetua con un colegio, como, por ejemplo, las colegialasde la cruz del Colegio de las Vrgenes de Zaragoza, quienes prometan hacer vida ymuerte en el colegio. Poco a poco, la institucionalizacin de estos grupos femeninosculmin con su monacalizacin y la direccin de los colegios de doncellas por partede rdenes religiosas.

    40 T. AZCONA, El Colegio de las Vrgenes de Zaragoza en el siglo XVI, MemoriaEcclesiae, 20 (2002), p. 58.

    41 Ibidem, pp. 66-67.

    42 AHPZ, CDH, P/4-95-1. Testamento de doa Ana de la Cerda y Mendoza, II condesade Galve y duquesa de Hjar; por Juan de Escartn, notario de Zaragoza, a 28 de sep-tiembre de 1579.

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    piertas podan, en ocasiones, conseguir el permiso de sus padres para aprovecharlas lecciones dadas a sus hermanos. Por ejemplo, doa Mara Engracia y doa MaraFrancisca Abarca de Bolea, nacidas en 1721 y 1722, respectivamente, pudieronquizs beneficiarse del maestro de escribir y contar a Seoritos y Pajes49que su

    padre contrat para educar a sus hermanos. En otras ocasiones, las nias poseanpersonas empleadas especficamente para su educacin. De este modo, Manuel deSanchristobal, maestro de la seorita50ense a doa Ana Mara del Pilar Silva Fer-nndez de Hjar, futura condesa de Aranda51, y goz de tres reales de sueldo desde el1 de diciembre de 1721, cuando la nia tena tan solo cuatro aos de edad.

    Esta enseanza privada dirigida a las jvenes se caracteriza en la documen-tacin por la excepcional aparicin, a finales del siglo XVIII, de la figura de la ins-titutriz, como maestra asalariada de las nias de la nobleza. La llegada de las nue-vas ideas ilustradas sobre la educacin femenina y su puesta en prctica en los

    ambientes ms cultos y privilegiados de la poca dirige tambin la mirada hacia laaristocracia aragonesa. Es en esta coyuntura en la que puede afirmarse, con mayorclaridad, el modo en que la influencia del pensamiento y las decisiones de los proge-nitores haban sido en todo momento fundamentales en relacin con la posibilidadde educacin de las nias. Ellos eran los responsables de ofrecer a las muchachasuna va de formacin y adecuarla a los modelos que consideraban mejores paraellas. Este es el caso de don Pedro de Alcntara Silva Fernndez de Hjar (1741-1808), IX duque de Hjar y Rafaela Palafox (1714-1777), quienes haban elegidocomo institutriz para sus hijas a una de las discpulas ms instruidas de Mme. Le

    Prince Beaumont52. La autora francesa, defensora de la educacin femenina, goz

    49 AHPZ, CDH, P/1-235-78. El sueldo de este maestro se citaba entre los gastos ex-traordinarios del IX conde de Aranda, Buenaventura Pedro Abarca de Bolea (1699-1742), de los ltimos aos de la dcada de 1720. El maestro cobraba 3 libras jaquesasy 4 sueldos, el mismo salario que la lavandera de la casa, citada a continuacin, yhaba sido empleado para ensear a don Pedro Ignacio y don Pedro Pablo Abarca deBolea, este ltimo, futuro X conde de Aranda.

    50 AHPZ, CDH, P/1-2-89. Salarios de los empleados de los duques de Hjar entre 1721y 1725.

    51 Doa Ana Mara Silva Fernndez de Hjar (1717- 1783) fue la primera esposa del Xconde de Aranda, don Pedro Pablo Abarca de Bolea.

    52 I. OBREGN, Elogio histrico de Madama Mara le Prince Beaumont, Madrid,Imprenta de Pedro Marn, 1784. Mme. Le Prince Beaumont fue alojada, en uno desus viajes a Madrid, en la residencia de los duques de Hjar, quienes () deseabancontratarla como preceptora de sus hijas, pero ante su negativa hubieron de confor-marse con una de sus discpulas. Ver M. BOLUFER, Pedagoga y moral en el Siglode las Luces: las escritoras francesas y su recepcin en Espaa, en Revista de histo-ria moderna. Anales de la Universidad de Alicante, 20, (2002), p. 72.

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    de gran aprecio en la Espaa del momento y su mtodo educativo se perpetu pormedio de sus pupilas. La influencia de la educadora en el pas y, ms concretamenteen la casa de los duques de Hjar, es relevante al sealar la obra del padre IgnacioObregn, Elogio histrico de Madama le Prince Beaumont (Madrid, 1784), una

    breve biografa de la dama francesa dedicada a doa Mara Teresa Silva Fernndezde Hjar (1772-1818), tercera hija de los duques.

    De este modo, madres, amas y mujeres de la casa se entremezclaron conmaestros e institutrices dentro de los espacios privados, principales protagonistasde la educacin e instruccin recibida por las nias y jvenes nobles durante la EdadModerna.

    A modo de conclusin

    Desde su niez, las mujeres pertenecientes a la nobleza aragonesa de la mo-dernidad disfrutaron de unas atenciones esmeradas que velaban por el correctodesarrollo de su personalidad y por su aprendizaje. Su educacin, privilegiada y aco-tada, les ofreca las ventajas del acceso a una enseanza dirigida al mismo tiempoque marcaba los lmites impuestos por la diferencia de sexos. Las muchachas, quecompartan con sus hermanos varones los primeros pasos de la alfabetizacin, eranen ocasiones apartadas de una instruccin ms completa en beneficio de la prcticade tareas tradicionalmente consideradas como femeninas. Sin embargo, la actividady educacin de estas mujeres no terminaba en el mundo domstico, las labores de

    costura o los libros religiosos. Muchas damas nobles invirtieron su esfuerzo en mejo-rar su nivel cultural e intelectual en beneficio de un desarrollo personal e ntimo queabra las puertas a nuevos espacios y conocimientos.

    Esta adquisicin de habilidades formativas y culturales serva a las mujeres dela nobleza como base para ejercer correctamente sus funciones dentro del linaje yadquirir, a su vez, una visibilidad pblica justificada en su capacidad. Acorde con larealidad histrica y heredera de la prctica medieval, la enseanza femenina en laEdad Moderna evolucion entre los dictados humanistas, la religiosidad barroca ylas nuevas ideas ilustradas. Vinculada estrechamente con el tiempo y el espacio en el

    que era impartida, la educacin de la mujer se encontraba marcada por los distintosescenarios donde se llevaba a cabo y, evidentemente, por las personas encargadasde transmitir los conocimientos a las nias. Esta educacin, planteada dentro de lainfluencia paterna como principal responsable de su existencia, ofreca a la jovennoble la posibilidad de aprender y, con ella, las claves de un conocimiento a desa-rrollar en su vida adulta.

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