Economia Politica Apuntes definitivos 2013

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TEMA 1. LA ECONOMIA Y EL MERCADO La escasez identifica un problema como económico, porque obliga a elegir entre distintas alternativas. La Economía se configura así como la ciencia de la elección y ésta como un proceso de decisión en el que se intentan evaluar las ventajas y los inconvenientes de cada una de las posibilidades. Toda elección supone una renuncia a otras posibilidades. La actuación conjunta de la demanda (conducta de los compradores) y de la oferta (conducta de los vendedores) determina el precio de los bienes y servicios y la cantidad de los mismos que se produce y vende. 1.1 LA ESCASEZ Y LA ELECCIÓN Satisfacción de necesidades El hombre siente necesidades de naturaleza diversa: - Materiales, como alimentarse o vestirse (bienes propiamente dichos). - Inmateriales, como el ocio y la cultura (servicios). Todas las necesidades, por ser propias o sentidas por el hombre, podrán calificarse como necesidades humanas y todas ellas tienen la consideración de bienes, aunque es más apropiado reservar el término propio de bienes para los materiales y de servicios para los inmateriales. Bien: todo aquello, material o inmaterial, que permita satisfacer una necesidad humana. Los de carácter inmaterial reciben habitualmente el nombre de servicios. Consumo: acción de adquirir los bienes y disponer de ellos. El consumo es el camino que hay que seguir para satisfacer nuestras necesidades. Si los bienes fueran ilimitados todas las necesidades humanas se podrían satisfacer sin ningún problema. Sin embargo, mientras que las necesidades humanas son ilimitadas (al fin y al cabo los deseos del hombre son infinitos), los bienes que nos permiten satisfacerlas son escasos, comenzando por el tiempo de que disponemos para ello. Bienes sustitutivos: aquellos que pueden satisfacer, en mayor o menor grado, la misma necesidad. Por ejemplo, desplazarse a Madrid en automóvil, autobús, tren o avión. Bienes complementarios: los que se utilizan conjuntamente para satisfacer una misma necesidad. Afirmar o reconocer que los bienes con los que se satisfacen las necesidades humanas son limitados es lo mismo que considerar que los recursos o factores son escasos, ya que la mayor parte de los bienes son consecuencia de un proceso de producción, es decir: - De una transformación de unos bienes en otros (por ejemplo, la harina en pan). - De una combinación de bienes para alcanzar el que se desea (leche, huevos, harina, azúcar, etc. para hacer una tarta). - De un conjunto de acciones para que un bien, que no necesita de ninguna trasformación o combinación con otros, pueda ser apto para el consumo directo que se desea (que un pescado llegue desde alta mar hasta la mesa en que se vaya a consumir). Producción: conjunto de acciones necesarias para que, a partir de unos recursos básicos, un bien pueda ser objeto de consumo y satisfacer necesidades. Englobamos en el concepto de producción no solo la obtención de bienes físicos, sino también otras actividades necesarias para que los bienes lleguen al consumidor final, como el almacenaje, la distribución, etc. Recursos o factores productivos: todos los bienes que sirven para producir otros. Considerarlos como limitados nos lleva a situarnos en los dos núcleos centrales de la problemática económica: la escasez y la elección. Definición de Economía: La Economía es la ciencia que estudia la forma en que los hombres y la sociedad eligen y deciden cómo utilizar los recursos que son escasos y que se podrán usar para producir bienes distintos con los que satisfacer, mediante su consumo, necesidades alternativas. La Economía forma parte de las llamadas ciencias sociales, que son las que estudian el comportamiento de los seres humanos. La Economía estudia la actividad humana en su totalidad, pero centrándose en la problemática de la escasez. Este aspecto es fundamental, ya

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TEMA 1. LA ECONOMIA Y EL MERCADO

La escasez identifica un problema como económico, porque obliga a elegir entre distintas alternativas. La Economía se configura así como la ciencia de la elección y ésta como un proceso de decisión en el que se intentan evaluar las ventajas y los inconvenientes de cada una de las posibilidades. Toda elección supone una renuncia a otras posibilidades. La actuación conjunta de la demanda (conducta de los compradores) y de la oferta (conducta de los vendedores) determina el precio de los bienes y servicios y la cantidad de los mismos que se produce y vende.

1.1 LA ESCASEZ Y LA ELECCIÓN Satisfacción de necesidades El hombre siente necesidades de naturaleza diversa: - Materiales, como alimentarse o vestirse (bienes propiamente dichos). - Inmateriales, como el ocio y la cultura (servicios). Todas las necesidades, por ser propias o sentidas por el hombre, podrán calificarse como necesidades humanas y todas ellas tienen la consideración de bienes, aunque es más

apropiado reservar el término propio de bienes para los materiales y de servicios para los inmateriales. Bien: todo aquello, material o inmaterial, que permita satisfacer una necesidad humana. Los de carácter inmaterial reciben habitualmente el nombre de servicios. Consumo: acción de adquirir los bienes y disponer de ellos. El consumo es el camino que hay que seguir para satisfacer nuestras necesidades. Si los bienes fueran ilimitados todas las necesidades humanas se podrían satisfacer sin ningún problema. Sin embargo, mientras que las necesidades humanas son ilimitadas (al fin y al cabo los deseos del hombre son infinitos), los bienes que nos permiten satisfacerlas son escasos, comenzando por el tiempo de que disponemos para ello. Bienes sustitutivos: aquellos que pueden satisfacer, en mayor o menor grado, la misma necesidad. Por ejemplo, desplazarse a Madrid en automóvil, autobús, tren o avión. Bienes complementarios: los que se utilizan conjuntamente para satisfacer una misma necesidad. Afirmar o reconocer que los bienes con los que se satisfacen las necesidades humanas son limitados es lo mismo que considerar que los recursos o factores son escasos, ya que la mayor parte de los bienes son consecuencia de un proceso de producción, es decir: - De una transformación de unos bienes en otros (por ejemplo, la harina en pan). - De una combinación de bienes para alcanzar el que se desea (leche, huevos, harina, azúcar, etc. para hacer una tarta). - De un conjunto de acciones para que un bien, que no necesita de ninguna trasformación o combinación con otros, pueda ser apto para el consumo directo que se desea (que un pescado llegue desde alta mar hasta la mesa en que se vaya a consumir). Producción: conjunto de acciones necesarias para que, a partir de unos recursos básicos, un bien pueda ser objeto de consumo y satisfacer necesidades. Englobamos en el concepto de producción no solo la obtención de bienes físicos, sino también otras actividades necesarias para que los bienes lleguen al consumidor final, como el almacenaje, la distribución, etc. Recursos o factores productivos: todos los bienes que sirven para producir otros. Considerarlos como limitados nos lleva a situarnos en los dos núcleos centrales de la problemática económica: la escasez y la elección. Definición de Economía: La Economía es la ciencia que estudia la forma en que los hombres y la sociedad eligen y deciden cómo utilizar los recursos que son escasos y que se podrán usar para

producir bienes distintos con los que satisfacer, mediante su consumo, necesidades alternativas. La Economía forma parte de las llamadas ciencias sociales, que son las que estudian el comportamiento de los seres humanos. La Economía estudia la actividad humana en su totalidad, pero centrándose en la problemática de la escasez. Este aspecto es fundamental, ya

que de acuerdo con ello una misma actividad podrá ser calificada, según las circunstancias, de económica o de no económica. Por ejemplo: para respirar se necesita el bien aire, pero éste podemos encontrarlo en situaciones dispares: - Por un lado, en su forma más habitual, como bien libre, es decir, abundante o ilimitado, sin que se pueda adscribir su propiedad a nadie. - Por otro, como un bien económico cuando se encuentre, por ejemplo, embotellado para practicar el submarinismo; es decir, escaso o limitado y propiedad de alguien. En este ejemplo, la actividad fisiológica humana de respirar solo será de naturaleza económica en la segunda circunstancia, cuando se satisfaga mediante un bien económico, y no lo será, o dejará de serlo, cuando el bien con el que se consiga satisfacerlo no sea escaso. La escasez de recursos frente a necesidades ilimitadas obliga a elegir entre las opciones posibles. Los problemas económicos básicos podrían resumirse en tres preguntas:

Preguntas Respuestas

1 ¿Qué se va a producir y en qué cantidad? Teoría de las decisiones y del crecimiento económico.

2 ¿Cómo se van a producir esos bienes? Teoría de la producción y de la empresa y análisis de eficiencia.

3 ¿Para quién se van a producir? Teoría de la distribución o la denominada Economía del Bienestar.

Teorías y modelos

La Economía, al igual que el resto de las ciencias sociales, utiliza como instrumento de análisis la observación de los datos que se dan en la realidad y, a partir de éstos, elaborará teorías que permitan explicar el comportamiento humano en materia económica, así como predecir cómo será éste en el futuro. Una teoría científica es una estructura lógica que permite, a partir de unos supuestos, extraer determinadas conclusiones. Las teorías económicas tratan de analizar y predecir el comportamiento de las personas. En ese comportamiento influyen numerosos elementos o variables. Por ello, los economistas recurren frecuentemente a modelos para analizar la realidad y elaborar sus teorías. Un modelo es una simplificación y abstracción de la realidad, en la que: Se han seleccionado aquellos elementos que se consideran que influyen significativamente en la cuestión que se desea analizar. Se han excluido aquellos que se estiman poco relevantes. Para comprobar si la selección efectuada ha sido correcta, deberán contrastarse las predicciones establecidas por el modelo con lo que realmente ocurre en la realidad. Si las variables importantes que influyen en esa demanda no han sido consideradas, el comportamiento de los sujetos no será acorde con lo que pronosticará el modelo y, por lo tanto, éste no será válido. Todos los modelos que intentan describir la realidad parten de unos supuestos previos que condicionan el análisis y limitan su validez. Una primera exigencia de cualquier modelo es hacer explícitas de forma clara cuáles son esas posiciones previas. Al aislar los aspectos que se consideran fundamentales, se presuponen dados otros cuya consideraci6n haría que el análisis resultara extremadamente complejo. Por ello, implícita o explícitamente, se utiliza la cláusula caeteris paribus. Según la cláusula caeteris paribus, los efectos descritos en un modelo sólo son válidos si “las demás circunstancias no varían”. Si esas circunstancias pasan a ser

diferentes, deberemos modificar algún aspecto del modelo. Los economistas estudian el comportamiento de los agentes económicos como si respondieran a unos determinados supuestos, independientemente de que así lo hagan o no todos y cada uno de los sujetos. Rara vez una teoría económica se atreverá a asegurar cual es la reacción de cada sujeto aisladamente considerado. En cada caso se intenta describir el que se supone que será el comportamiento medio de los agentes considerados, que quizás no coincida exactamente con ninguno de ellos. Es más, sabemos que buena parte de los sujetos se desviarán probablemente de ese comportamiento medio. En las teorías económicas se confía que la descripción de los comportamientos sea razonablemente coincidente con los valores medios, de forma que los pronósticos referidos a las reacciones colectivas (más que a las individuales) no difieran en exceso de la realidad.

Variables económicas

El análisis económico se centra en elegir, describir y relacionar las variables económicas, entendiendo por tales toda circunstancia que influye en las decisiones relacionadas con los problemas económicos fundamentales. Las variables econ6micas son infinitas. P.e. la inflación o el desempleo, ventas de una empresa, coste de un factor, conjunto de precios, etc. Debemos distinguir entre los dos siguientes tipos de variables: Variables stock o fondo. Están referidas a un momento concreto en el tiempo, como una fotografía instantánea de cuál es la situación en el día de referencia. P.e. población de un país a 1 de enero de 2000; deudas de una empresa el día de cierre del ejercicio económico. Variables flujo. Están referidas a un período temporal, a lo que ha ocurrido a lo largo de un cierto tiempo que es necesario especificar. P.e. el salario. No tiene sentido decir que se ganan 20.000 euros sin hacer referencia al tiempo en que son ganados (por semana, mes, afro...). Economía positiva y economía normativa Economía positiva. Pretende describir la realidad, hace referencia a lo que es, a un hecho que se ha producido y que es posible demostrar que existe como tal. Economía normativa. Pretende ofrecer posibles cambios a esa realidad, hace referencia al debe ser. Está más fácilmente relacionada con las creencias personales y los juicios de valor, con un mayor componente subjetivo. La distinción entre economía positiva y normativa es muy importante, pero a veces resultará difícil trazar una frontera nítida entre ellas, ya que cuando se analiza la actividad económica y se observan fallos, la tentación lógica es buscar seguidamente soluciones para tales fallos. Es más, eso es precisamente lo que la sociedad demanda de los economistas. Incluso, los doctores en medicina no sólo estudian y describen las enfermedades, sus síntomas y su evolución, sino que también la sociedad les exige que hagan cuanto esté en sus manos por sanar a los enfermos, por erradicar esas enfermedades y aliviar el dolor. También cuando la actividad económica aparece enferma, los economistas deben proponer remedios adecuados para sanarla. 1.2 LA ACTIVIDAD ECONÓMICA Y EL FLUJO CIRCULAR DE LA RENTA División del trabajo y especialización La actividad económica no puede entenderse sin una referencia inicial a la división del trabajo y a la especialización de los individuos. Incluso en un nivel básico, como es el de la unidad familiar, se produce espontáneamente una atribución de tareas por la cual cada uno de los integrantes asume, de mejor o peor grado, unas responsabilidades concretas. Los sujetos entienden que resulta más ventajoso especializarse en aquello en lo que cada uno puede ser más eficaz, de forma que se obtenga el máximo producto y rendimiento para luego poder intercambiarlo por bienes y servicios que otros producen, al especializarse también éstos en la actividad elegida y que mejor pueden desarrollar. Gracias a ese esquema de funcionamiento, las sociedades han podido ir aumentando significativamente la producción de bienes y servicios. Si cada individuo tuviera que procurarse los bienes que necesita, es evidente que su capacidad de consumo se vería muy limitada. La especializaci6n permite conseguir niveles superiores de habilidad en aquello en lo que cada cual es profesional y la divisi6n del trabajo permite, además de potenciar esa especializaci6n, una organizaci6n de la producción más eficaz, aprovechando al máximo el tiempo, los espacios, las herramientas, etc. Para que pueda funcionar ese esquema de divisi6n del trabajo y de especializaci6n es

imprescindible el intercambio. Muy originariamente existía el trueque como un intercambio directo de bienes por bienes: si yo tengo ovejas, debo ir al mercado y entregar la leche, los quesos y la carne a quienes deseen adquirirlos y ofrezcan a cambio los bienes que han producido, que no tengo y necesito. Es evidente que ese esquema dificultaba enormemente el intercambio, ya que deberían coincidir exactamente mis bienes y mis necesidades con las necesidades y los bienes de otro sujeto. Por ello, ya en las economías más primitivas surgi6 el dinero, como bien que cumple la doble misión de ser aceptado como medio general de pago y, a la vez, servir de unidad de cuenta. Lo importante es que yo pueda vender los productos de mis ovejas a cualquier sujeto que quiera comprarlos y recibir a cambio dinero con el que tengo la seguridad de poder comprar a cualesquiera otros sujetos los bienes que yo necesito.

Agentes económicos: economías domésticas, empresas y Estado. Economías domésticas El agente econ6mico más básico son las economías domésticas. El esquema de funcionamiento de la actividad econ6mica apunta la presencia de dos sujetos o agentes económicos básicos: los productores de los bienes y los consumidores de los mismos. Los individuos fácilmente cumplen también los dos papeles, puesto que las economías domésticas son también las propietarias de los factores de producción. Por eso en una economía muy sencilla las transacciones se producen entre unas economías domésticas y otras.

Economías domésticas. Unidades de análisis económico (familias) protagonistas de la

demanda de bienes para satisfacer sus necesidades y de la oferta de factores productivos para que las empresas puedan producir dichos bienes y les compensen con

el pago de unas remuneraciones con las que poder adquirir los bienes en el mercado.

Empresas Según la actividad económica se va haciendo más compleja y la especialización más fuerte, la división del trabajo supera las estrictas fronteras de lo próximo y se hace incluso internacional. La producción se torna más y más compleja, la organización de los factores productivos pasa a exigir una estructura estable y con vida propia que recibe el nombre de

empresa. Las economías domésticas mantienen su papel de consumidores y detentan la propiedad última de los factores productivos. Para producir bienes y servicios las empresas necesitan utilizar mano de obra, materias primas, maquinaria, terrenos, etc. A estos elementos productivos se les denomina factores productivos o inputs. Tradicionalmente se han considerado tres factores productivos por excelencia: la tierra (recursos naturales), el trabajo y el capital. La tierra. Denominación clásica que engloba el conjunto de bienes naturales. En este grupo podrían incluirse, por ejemplo, la tierra propiamente dicha dedicada al cultivo, un manantial, una mina o un solar urbanizado. Su retribución recibió el nombre originario de renta. El trabajo. Utilización de las capacidades humanas aplicadas al proceso productivo. El peón albañil, el ingeniero, el maestro y el jugador de fútbol prestan su fuerza de trabajo, su tiempo y su habilidad específica a cambio de una retribución. La retribución viene a ser el precio del trabajo, que recibe el nombre genérico de salario (sueldos y salarios). El capital. Incluye todo el conjunto de bienes producidos por el hombre que se utilizan como instrumentos para producir otros bienes y servicios. Por ejemplo, máquinas, herramientas, infraestructuras necesarias para la producción, recursos financieros (el dinero), etc. La denominación genérica de la retribución del capital es el interés. Con el desarrollo tecnológico el capital ha ido ganando una creciente importancia, mientras que la tierra ha ido perdiendo protagonismo. De ahí que se incluya la tierra en el concepto genérico de capital y que se consideren tan sólo dos grandes factores: el trabajo y el capital. Estado En el término Estado los economistas engloban todo el conjunto de agentes que tienen encomendada la administración de los intereses colectivos a través de tres grandes funciones básicas: 1) Establecer el marco normativo, las reglas básicas de funcionamiento de la actividad económica. 2) Detraer recursos de los procesos de producción y consumo que protagonizan las economías domésticas y las empresas, a través de tributos (fundamentalmente los impuestos) que exige coactivamente del Sector Privado. 3) Inyectar recursos, en principio los mismos que antes detrajo pero sin que necesariamente tengan que ser equivalentes, a través de la prestación directa de bienes y servicios (desde la Defensa y la Seguridad a la Educación, Sanidad o la construcción de vías de comunicación) o de transferencias monetarias a las empresas y a las economías domésticas. Los economistas utilizan con frecuencia el término de Estado indistintamente con otras denominaciones como Gobierno, Administración o Sector Público, aunque cada una de esas palabras encierra realidades notoriamente distintas. Sistema de mercado Denominamos sistema de mercado al acuerdo libre de precios y cantidades por productores y consumidores (intercambio libre entre economías domésticas y entre éstas y las empresas). Los compradores querrán siempre conseguir el máximo posible de bienes al menor precio

posible; los vendedores intentarán conseguir el máximo precio para obtener el mayor rendimiento de su producción. El sistema de mercado es una primera forma de decisión que tiene importantes virtudes como el automatismo de su funcionamiento, aunque también puede implicar resultados socialmente indeseables o necesitar largos plazos de tiempo para garantizar un resultado eficiente. Por ello, surge la posibilidad de que sea la autoridad la que tome las grandes decisiones de que, como y para quien producir. Se pretende así garantizar que los resultados coincidan con los intereses colectivos y que la acción pública evite la larga espera hasta el equilibrio óptimo que garantizaría el mercado. En el caso de una intervención pública masiva estaríamos ante un sistema de dirección

central. En este caso el automatismo ha sido sustituido por la decisión de unos agentes. Durante décadas el criterio de distinción básico entre los sistemas económicos no ha sido el descrito, sino el de la propiedad de los medios de producción distintos de la fuerza de trabajo: - Si se reconoce el derecho a la propiedad privada de la tierra y el capital y, por lo tanto, a la apropiación por parte de los correspondientes propietarios de los frutos de la actividad productiva en la que esos medios participen, estaríamos ante un sistema capitalista. - Si por el contrario la propiedad de los citados medios de producción es colectiva y no individual, estaríamos ante un sistema socialista. El hecho de que las experiencias históricas de este segundo modelo hayan plasmado esta propiedad colectiva en términos de propiedad estatal ha llevado a confundir ambos términos y a que se identificara con frecuencia socialismo con estatalización. Sin embargo, la propiedad colectiva podría revestir formas muy diversas como cooperativas, sociedades auto gestionadas, etc. El enfrentamiento entre estos dos modelos ha perdido buena parte de su relevancia en la actualidad: - Porque el Estado interviene de una u otra forma en todas las economías de mercado. - Porque las economías de Dirección Central han mostrado su dificultad para contestar con agilidad y acierto las cuestiones económicas que plantean las economías contemporáneas. Flujo circular de la renta Vamos a estudiar un esquema de funcionamiento económico elemental. En él, recogemos las actividades básicas de producción y consumo, realizadas por los agentes básicos, que son las economías domésticas y las empresas. El Estado queda, por ahora, fuera de este modelo. El flujo circular de la renta es ese modelo económico simplificado en el que se describe el funcionamiento básico de la actividad económica. Se trata de una economía monetaria en la que los intercambios de bienes y factores se realizan mediante contraprestaciones dinerarias. Las economías domésticas son los propietarios de los factores de producción básicos y las empresas son las que producen los bienes a partir de los factores productivos. De acuerdo con este planteamiento y como se puede observar en el gráfico 1.1 (p9), en esta economía se producirán las siguientes relaciones: Mercado de factores productivos (doble circulación: real y dineraria) - Las empresas acudirán al mercado de los factores productivos para contratar aquellos que necesiten para producir los bienes que deseen. Para conseguirlos estarán dispuestos a pagar a los propietarios de los factores con dinero, ya que nos encontramos en una economía monetaria. - Las economías domésticas también acudirán a ese mercado de factores con el deseo de vender o alquilar los factores productivos de los que son propietarios y obtener de este modo unidades monetarias con las que comprar bienes con los que satisfacer sus necesidades económicas. En este mercado de factores se producirá un intercambio de tierra, trabajo y capital por dinero. Las retribuciones obtenidas constituyen la renta de las economías domésticas. La incorporación de aquellos factores productivos a la elaboración de bienes y servicios supone el valor añadido que cada uno de ellos aporta a lo largo del proceso hasta conseguirse el producto final. Mercado de bienes y servicios (doble circulación: real y dineraria) - Las empresas trasforman los factores productivos que adquirieron en bienes y tratarán ahora de venderlos (cambiarlos por unidades monetarias) ofreciendo su producci6n. - Las economías domésticas también acudirán a ese mercado para adquirir los bienes con los que poder satisfacer sus necesidades económicas. Para llevar a cabo esa adquisición deberán

pagar a las empresas con dinero, gastando así la renta que obtuvieron en el mercado de factores productivos. - Este pago de las economías domésticas a las empresas permitirá a éstas obtener rentas, las cuales serán destinadas a la compra de los factores productivos que necesitan para producir los bienes. De este modo, como se puede observar en el gráfico 1.1 (p9), se producirán dos flujos circulares, permanentes y de sentido contrario entre los dos agentes económicos: Uno, en forma de dinero, conformado por la renta en su doble dimensión de obtención y disposición o gasto de ésta. Otro, en forma de factores productivos o de bienes (valor añadido y producción). Aunque hablemos ahora de un mercado de bienes, de un mercado de factores, en realidad nos encontramos con un sinfín de mercados parciales en cada uno de los cuales se fijan los precios y las cantidades para los diversos bienes, servicios o factores. La interrelación entre todos esos mercados es muy fuerte, por lo que no es exagerado hablar de un solo mercado global. Si no existieran más complicaciones, el flujo circular de la renta implicaría un equilibrio permanente de la economía puesto que todo lo que ingresan los distintos sujetos lo revierten inmediatamente a ese flujo. Sin embargo, según vayamos complicando ese flujo e incorporando a otros agentes económicos como el Estado o el sector exterior (las relaciones con otras economías), así como el ahorro y la inversión, el funcionamiento de la economía aparecerá como algo más complejo.

Gráfico del flujo circular de la renta

Las economías domésticas y las empresas se relacionan: En el mercado de bienes, donde hay una doble circulación: la real (representada en el sentido

inverso a las agujas del reloj) y la dineraria (en sentido de las agujas del reloj). En el mercado de factores, donde también hay una doble circulación en los sentidos que acabamos de indicar: real y dineraria. Ejemplo: confección de trajes

Empresa: confecciona los trajes Economías domésticas: poseen el hilo, telas, agujas, máquinas de coser, etc. para hacer los trajes. Mecánica: Mercado de factores productivos: la empresa acudirá al mercado para contratar las máquinas de coser, las telas, etc. para producir los trajes, pagando con dinero; las economías domésticas acudirán a ese mercado con el deseo de vender o alquilar las telas, el hilo, las

máquinas de coser, etc. y obtener dinero con los que comprar bienes para satisfacer sus necesidades. Mercado de bienes y servicios: las empresas transformarán las telas que compraron en trajes y tratarán ahora de venderlos, ofreciendo su producción; las economías domésticas también acudirán a ese mercado para comprar los trajes, pagando a la empresa igualmente con dinero y gastando así la renta que obtuvieron al vender o alquilar sus bienes (máquinas de coser, telas, hilo, etc.); el pago de las economías domésticas a la empresa le permitirá a esta obtener rentas, que destinarán a la compra de otras telas, hilo, etc. para seguir produciendo bienes. 1.3 LA FRONTERA DE POSIBILIDADES DE PRODUCCIÓN (FPP) Y LA EFICIENCIA En Economía, los recursos son siempre escasos y esto significa que las sociedades, a la hora de producir bienes con los que satisfacer las necesidades económicas, solo podrán hacerlo de forma limitada. Consideremos un ejemplo de una economía muy simplificada en la que todos sus recursos productivos se destinan únicamente a la producción de dos tipos de bienes: alimentos o vestidos. Algunas de las combinaciones posibles, siempre que se utilicen todos los recursos disponibles, se recogen en el cuadro 1.1. En él se plantean cinco opciones alternativas, deliberadamente simétricas. En los dos casos extremos, opciones A y E, se opta por la producción en exclusiva de uno de los dos bienes, mientras que en las otras tres la producción es una combinación de cantidades de ambos bienes. Cuadro 1.1. Posibilidades máximas de producción

Opciones Alimentos (Toneladas) Vestidos (Toneladas)

A 10 0

B 9 4

C 7 7

D 4 9

E 0 10

En el gráfico 1.2 se representa la producción posible de esa economía, utilizando para ello dos ejes de coordenadas: en el horizontal representamos las unidades posibles de producción de alimentos y en el vertical las unidades posibles de prendas de vestir. La unión de todas las opciones posibles será una curva, a la que se denominará Frontera de Posibilidades de

Producción (FPP), que nos indica cual es el límite (la frontera) hasta el que puede llegar la producción en esa economía. Este límite de producción viene marcado básicamente por los recursos de que dispone y por el nivel tecnológico alcanzado que, cuanto más elevado sea, más permitirá la utilización eficiente de aquéllos.

Gráfico 1.2. Frontera de posibilidades de producción

Eficiencia, ineficiencia y situaciones inalcanzables. Eficiencia Como existen recursos limitados, tenemos que conseguir utilizarlos de la mejor forma posible para poder satisfacer el máximo de necesidades. Es decir, tenemos que ser eficientes. La eficiencia es un término consustancial en el análisis económico y supone que somos capaces de obtener: En primer lugar, el máximo de objetivos con el mínimo coste. De otra forma, conseguir el máximo de objetivos a partir de un coste dado o un objetivo prefijado con el mínimo coste posible. No debemos confundir eficiencia y eficacia. La eficacia implica que nos marquemos un objetivo y lo consigamos. Un ejemplo típico es el de “matar moscas a cañonazos”. Es un método eficaz (si lo hemos conseguido) pero no eficiente porque hay métodos alternativos con costes mucho menores. Precisamente, porque los recursos son escasos, debemos tener en cuenta otro concepto de gran importancia: los costes de oportunidad. Coste de oportunidad es la cantidad de un bien a la que es preciso renunciar para poder obtener algo más de otro bien. P.e. quien renuncia a unas vacaciones para ahorrar un dinero con el que afrontar otros gastos imprescindibles durante ese mes; quien decide trabajar más horas está renunciando a más tiempo de ocio; la empresa que destina sus factores productivos a fabricar el bien A, podía haberlos dedicado al bien B, etc. La eficiencia exige tomar en consideraci6n esos costes de oportunidad. Si podíamos haber conseguido los mismos objetivos con menos costes, la opci6n elegida no es eficiente, porque ha implicado mayores costes de oportunidad, mayor renuncia a otros bienes y servicios de la que habría sido necesaria. La Frontera de Posibilidades de Producci6n (FPP) se convierte así en la representación

del coste de oportunidad y en la frontera eficiente de la sociedad correspondiente. El coste de oportunidad viene dado por lo que supone pasar de una combinación a otra en la curva de la FPP. En el ejemplo anterior de los alimentos y los vestidos, para producir 4 unidades de alimentos hay que renunciar a 1 unidad de prendas de vestir, gráficamente pasar del punto E al D. Todos los puntos de la curva AE del grafico 1.2 son situaciones eficientes ya que para producir más prendas de vestir es necesario renunciar a una parte de la producción de alimentos, y viceversa. Cuanto más nos acercamos a los extremos de la curva más difícil es sustituir un bien por otro, porque perdemos la ventaja que supone la especialización. En otras palabras, el coste de oportunidad tendera a ser creciente según nos acerquemos a los extremos de las elecciones posibles. Por ejemplo, existirán unas tierras más adecuadas para un tipo de cultivos y otras para otros. Obtendremos el máximo de producción si dedicamos cada una a aquel producto que es más idóneo. Pero si pretendemos producir el mismo tipo de bien en todos los terrenos, es evidente que la productividad de los que incorporemos será relativamente menor y cada vez compensara menos sustituir una producción por otra. Las situaciones por debajo de la curva AE serán situaciones de ineficiencia.

Ineficiencia Serán situaciones ineficientes todas aquellas en las que sea posible incrementar el

nivel de producción de un bien sin tener que reducir la producción del otro. Si el nivel de producción de la economía se encuentra en 4 prendas de vestir y 4 alimentos (punto H), será posible incrementar la producción de unas u otros sin necesidad de reducir la del otro bien: sin renunciar a la producción de 4 prendas de vestir podemos incrementar la producción de alimentos hasta 9. Situaciones inalcanzables Los puntos situados más allá de la FPP (pe, el punto I) son, por definición, inalcanzables para esa economía en las circunstancias presentes. Necesitaremos que aumenten nuestros recursos o la forma en que los utilizamos para que la curva pueda desplazarse hacia la derecha (crecimiento económico). Se identifica el crecimiento o decrecimiento económico como un aumento o disminución del número de bienes que una economía puede producir, de forma que un desplazamiento a la

derecha de la FPP supondrá un crecimiento en el nivel máximo posible de producción. Todos los niveles de producción representados en la superficie AEPQ (por encima de la curva AE) serán ahora posibles, mientras que antes eran inalcanzables. En general, los aumentos descritos permitirán que aumente tanto la producci6n de unos bienes como de otros. Sin embargo, cuando afecten a algunos de forma específica, la curva se desplazara especialmente para ese tipo de bienes: así, la incorporación de telares más eficientes permitirá aumentar la producción de las prendas de vestir, sin que experimente variación el máximo posible de producción de alimentos. 1.4 LOS MERCADOS Y LOS PRECIOS Podemos partir de la primera imagen del mercado como un lugar en el que la gente se reúne para comprar y vender algo, regateando los precios. No obstante, aunque esa imagen es válida, el término mercado tiene un significado más amplio, pues se refiere a cualquier mecanismo que permite acordar precios y cantidades de intercambio. Un mercado es un conjunto de mecanismos mediante los cuales los compradores y vendedores de un bien o servicio entran en contacto y acuerdan el precio y la cantidad

del mismo. Las características de los bienes y servicios y de quienes los compran y venden en cada caso, son muy diferentes. Por eso, nos encontramos con estructuras de mercado muy distintas: - La compra de bienes usados en un mercadillo callejero enfrenta normalmente a un comprador y a un vendedor que negocian y pactan particularmente el precio final. - En una subasta, son los compradores los que compiten entre sí y el vendedor suele limitarse a fijar un precio mínimo por debajo del cual la transacción no le interesa. - Los mercados financieros, como la Bolsa de Valores, operan a través de intermediarios o agentes especializados que, frecuentemente, hacen sus pedidos a través de teléfonos y conexiones informáticas. - En los supermercados, y de forma similar en la mayor parte del comercio minorista, los vendedores ofertan sus productos a unos precios por ellos fijados y los compradores deciden si les interesa y en qué cantidad. - La contratación de trabajadores por parte de las empresas es muy diferente de las anteriores y, a su vez, podemos encontrar grandes divergencias entre como se contrata a un trabajador eventual del campo, a un director de una empresa o a un afamado futbolista. A pesar de las diferencias, todas estas situaciones tienen un núcleo económico básico común. En todos ellos se enfrentan los intereses de compradores, que quieren el mayor número de bienes y servicios al menor precio posible, y de vendedores, que aspiran a aplicar el precio más elevado que aquellos estén dispuestos a pagar. El acuerdo entre las partes determina que se comercia, que cantidad y a qué precio. La demanda La demanda de un bien o servicio es la cantidad del mismo que desean adquirir los compradores a los diferentes precios, en un mercado concreto y durante un período de

tiempo determinado. No es una cantidad única, por ejemplo, tres kilos de naranjas, sino más bien una descripción completa de la reacción de un conjunto de compradores ante los diferentes precios. Por ejemplo, los datos contenidos en el cuadro 1.2

Precio (euros por kilo)

Demanda (millones de kilos al mes)

Oferta (millones de kilos)

0 80 0

1 60 0

2 50 10

3 40 20

4 30 30

5 20 40

6 10 50

7 5 60

8 0 70

9 0 80

La primera columna muestra una hipotética gama de precios, que va desde el 0 (las naranjas se ofrecerían gratuitamente) hasta 9 euros por kilo de naranjas. A cada precio le correspondería, al menos teóricamente, una cantidad demandada de naranjas. Para casi todos los bienes y servicios existe un punto de saturación a partir del cual no compensa consumir más, ni aun siendo gratuito. Sin embargo, podemos encontrar bienes para los cuales el punto de saturación no existe o está tan alejado de las posibilidades reales de consumo que, en la práctica, no llega a producirse. Por ello podría admitirse una afirmación general que señalara que cuando el precio es igual a cero la cantidad demandada tiende al infinito. En nuestro ejemplo de las naranjas, suponemos que sí existe ese punto de saturación: si se ofreciera gratuitamente, la cantidad demandada sería de 80 millones de kilos al mes; cantidad elevada, pero no ilimitada, porque nadie desearía consumir solamente naranjas o tener muchísimas almacenadas, más allá de lo que fuera posible guardar sin temor a que se estropearan. Pero si el precio sube a 3 euros, la cantidad desciende a la mitad, porque los consumidores sustituirán progresivamente las naranjas por otras frutas. A partir de los ocho euros, los demandantes consideran que el producto es excesivamente caro y está fuera de sus posibilidades, o prefieren comprar otros bienes. Las dos primeras columnas, conjuntamente, describen la demanda de naranjas, caeteris paribus. Si variaran esas circunstancias, sería necesaria una nueva tabla de demanda que reflejara los cambios producidos. Por ejemplo, si el precio de las mandarinas descendiera sustancialmente, cabe esperar que las cantidades demandadas de naranjas para cada precio se redujeran también de forma importante. Sin embargo, este patrón de demanda que hemos visto en el ejemplo tiene carácter universal y permite elevarlo a la categoría de Ley de la

demanda. Cuanto más bajo es el precio de un determinado bien, mayor es la cantidad demandada del mismo (ley de la demanda). La oferta La oferta de un bien o servicio es la cantidad del mismo que desean vender los oferentes o vendedores a los diferentes precios, en un mercado concreto y para un período de tiempo determinado.

Precio (euros por kilo)

Demanda (millones de kilos al mes)

Oferta (millones de kilos)

0 80 0

1 60 0

2 50 10

3 40 20

4 30 30

5 20 40

6 10 50

7 5 60

8 0 70

9 0 80

Como en el caso de la demanda, la oferta es una descripción completa de la cantidad que desearían vender los oferentes a los diferentes precios. En el ejemplo contenido en el cuadro 1.2 vemos como por debajo de 2 euros por kilo, no existe ningún oferente dispuesto a poner sus productos a la venta en el mercado. Para cualquiera de ellos, los costes que exigiría esa producción serían superiores a lo que pudieran obtener vendiendo las naranjas, por lo que preferirían dedicarse a otras actividades rentables. Sólo si al menos esperan obtener esos 2 euros, que suponemos que es el mínimo indispensable para que compense la producción, se ofertarán naranjas. A medida que el precio vaya creciendo los oferentes estarán dispuestos a hacer llegar más cantidad al mercado: utilizando más intensivamente sus medios (mejores clases de naranjas o abonos, trabajo...), extendiendo la superficie dedicada a estos frutales, adquiriendo naranjas en otros lugares... La primera y tercera columna describen conjuntamente la oferta. También en este caso

caeteris paribus porque sí varían los precios de otros productos o los costes del cultivo, de la recolección o de la distribución de la naranja, los cambios se reflejarán en una nueva tabla de oferta. Como en el caso de la demanda podemos inferir una ley de la oferta que se cumple con carácter general. Como regla general, cuanto más alto es el precio de un determinado bien o servicio,

mayor es la cantidad ofrecida del mismo (ley de la oferta). El mercado y el precio de equilibrio Utilizando el Cuadro 1.2 podemos analizar la relación entre la oferta y la demanda. Cuando los precios son bajos (en el ej. entre 0 y 3 euros), la cantidad demandada es

superior a la ofrecida, es decir, se produce un exceso de demanda. Como las naranjas son muy baratas, serian muchos los consumidores que desearían comprar una gran cantidad de las mismas. Por el contrario, los bajos ingresos que obtendrían los oferentes motiva que sean muy pocos los dispuestos a producir a precios tan reducidos. Las naranjas se agotarían antes de que pudiera comprarlas todo el que lo desea. Sería necesario algún tipo de racionamiento o se formarían grandes colas en los lugares en que se ofertaran. Cuando los precios son altos (en el ej. por encima de 4 euros), la cantidad ofrecida es

superior a la demandada. En esta situación hay un exceso de oferta. Como los precios son altos, los oferentes ven atractivo dedicar esfuerzos a llevar más naranjas al mercado, pero los demandantes lo encuentran demasiado caro y prefieren desplazar su dieta hacia otros alimentos alternativos, relativamente más baratos. Se producirían excedentes de naranjas, porque los demandantes no absorberían toda la oferta disponible. Sin embargo, hay un precio intermedio (en el ej. 4 euros) para el cual la cantidad ofrecida y la cantidad demandada son iguales. En nuestro ejemplo, si el precio del kilogramo de naranjas es de 4 euros, los oferentes querrán vender treinta millones de kilos al mes, que es precisamente la cifra que los demandantes están dispuestos a comprar a ese precio. El precio de equilibrio en un mercado determinado es aquel que, caeteris paribus,

permite que el mercado se vacíe porque la cantidad demandada y la ofrecida se igualan.

La pregunta obligada es porque razón podemos esperar que 4 euros sea realmente el precio de equilibrio y, si es así, cual es el proceso y la razón por los que se alcanza ese valor. La respuesta es clara: el precio tenderá de hecho hacia el nivel de equilibrio debido a que cuando no está en ese nivel existen razones para que cambie. Imaginemos que el precio fijado inicialmente por los oferentes fuera de 5 euros. Consecuentemente, llevarían al mercado 40 millones de kilos de naranjas. Sin embargo, a ese precio se encontrarían con que sólo consiguen vender 20 millones de kilos, que es lo que los demandantes aceptan comprar. Los oferentes se encontrarían con un excedente de otros 20 millones de kilos, por lo que tendrían que bajar el precio si no quieren quedarse con ese exceso de oferta. Si el precio baja hasta los 4 euros, los demandantes estarían dispuestos a comprar 30 millones de kilos. Al mismo tiempo, los oferentes estarían menos interesados que antes en producir cantidades tan elevadas y reducirían la cantidad ofertada hasta 30 millones de kilos. Al coincidir esta cantidad con la absorbida por los demandantes, los vendedores conseguirían dar salida a todos sus productos. El precio tendería a mantenerse en los 4 euros, si no varían las demás circunstancias, porque no hay ninguna fuerza que tienda a alterarlo, ni por el lado de los demandantes ni por el lado de los oferentes. Las reacciones de los oferentes están condicionadas por el tiempo y las posibilidades de conservación de sus productos. Supongamos ahora el caso contrario. Los oferentes salen al mercado con 20 millones de kilos

a un precio de 3 euros. Los demandantes encuentran muy barata esa oferta y desean comprar hasta 40 millones de kilos. Los vendedores se verían abrumados ante la afluencia de compradores en busca de la pequeña cantidad ofrecida de naranjas. Reaccionarían subiendo el precio y tratando de conseguir más naranjas para satisfacer la demanda. De nuevo, el equilibrio se alcanzaría cuando el precio quedara fijado en 4 euros. Es probable que en determinados momentos la cantidad demandada y la ofrecida no sean iguales y que el precio no coincida con el de equilibrio. Quizás aumente repentinamente la demanda de naranjas y los oferentes no ajusten, o quizás, no puedan ajustar, los precios y las cantidades lo suficientemente deprisa. En este caso, se agotarían las naranjas o, quizás, el mal tiempo mantenga alejados a los clientes y queden naranjas sin vender. Aun así, al menos en teoría, se mantienen los incentivos para que varíe el precio hacia el equilibrio.

En la vida real podemos afirmar que las restantes condiciones están variando con muchísima frecuencia. La demanda y la oferta, en sí mismas consideradas, están sujetas a continuos movimientos que hacen que el punto de equilibrio varíe permanentemente. Ello producirá desajustes momentáneos cotidianamente. Sin embargo, los excesos temporales de oferta o de demanda tienden a corregirse automáticamente (en el sentido de que no es necesaria ninguna decisión externa) porque el mecanismo de mercado empuja precios y cantidades hacia la posición del nuevo equilibrio. Las curvas de oferta y de demanda A través del cuadro 1.2 pudimos ver como las condiciones de demanda y oferta del mercado de naranjas nos permitían hallar el precio y la cantidad de equilibrio. Esa misma situación puede contemplarse a través de otro instrumento: la representación grafica de las curvas de oferta y demanda. Si trazamos un grafico de dos ejes, en los que reflejamos la cantidad demandada (eje horizontal) y los precios (eje vertical), podemos trasladar los datos del mencionado cuadro a una línea que nos muestra cual es la cantidad demandada para cada precio. Así, se hace en el grafico 1.3 en el que hemos unido los puntos para mostrar la curva de demanda.

Gráfico 1.3 Curva de demanda

Los precios y cantidades demandadas reflejados en el cuadro 1.2 pueden representarse en un grafico de dos ejes y obtenerse así una curva de demanda. El eje vertical (ordenadas) mide el precio y el horizontal (abscisas) la cantidad demandada. Si el precio es de 3 euros, la cantidad demandada es de 40 millones (de Kg. al mes); el punto A refleja esa combinación de precio y cantidad demandada. La combinación de un precio de 6 euros y la correspondiente cantidad demandada, 10 millones de kilos, vendría reflejada por el punto B. Si fijamos de la misma forma todos los puntos que resultan del cuadro y los unimos entre sí, obtenemos la curva de demanda. Dado que cuando crece una de las magnitudes comparadas la otra decrece, la curva aparece con pendiente negativa, es decir, el valor del eje horizontal es

tanto más alto cuanto más bajo es el del vertical y viceversa. La curva de demanda divide el espacio de posibilidades de intercambio en dos partes y nos dice que sólo serán posibles las combinaciones de precio y cantidad que se encuentran

en la curva (lo más normal) o a la izquierda de la misma. Efectivamente, los demandantes no están dispuestos a pagar precios más elevados, para cada cantidad, ni a comprar, para cada precio, cantidades superiores a las que refleja la curva. Tomemos, por ejemplo, el punto A del grafico. Ese punto nos informa de que si el precio es de 3 euros, la demanda podrá absorber hasta 40 millones de kilos, pero ni uno más; o que si queremos dar salida a 40 millones de kilos, el precio máximo que podrá fijarse es de 3 euros. Por encima de ese precio, la cantidad efectivamente vendida será siempre inferior a los 40 millones de kilos.

Aunque lo normal será que el punto de equilibrio se sitúe en la curva de demanda, sería posible alguna otra combinación, siempre que se situara a la izquierda de la curva. Si los oferentes llegaran al mercado con una cantidad de 20 millones de kilos y fijaran el precio en 3 euros (punto C del grafico), agotarían todas sus existencias. A ese precio, los demandantes habrían estado dispuestos a comprar el doble de cantidad, y habrían absorbido también toda la cantidad ofrecida aunque el precio hubiera sido de 5 euros. Pero, en este supuesto concreto, el hecho cierto es que la cantidad efectivamente intercambiada habría sido de 20 millones y a un precio de 3 euros. De la misma forma, podemos trasladar a un gráfico las condiciones de oferta del cuadro 1.2, y así lo hacemos en el gráfico 1.4. Gráfico 1.4 Curva de oferta

De la misma forma que hemos hecho en el gráfico 1.3 podemos trasladar las cantidades ofrecidas para cada precio, que se contenían en el cuadro 1.2 y obtener la correspondiente curva de oferta. Dado que cuando crece una de las magnitudes comparadas la otra también crece, la curva aparece con pendiente positiva, es decir, aumenta el valor del eje vertical según avanzamos por el eje horizontal. Como en el caso de la demanda, la curva de oferta marca el mínimo precio que los vendedores están dispuestos a aceptar y las máximas cantidades, para cada precio, que pondrían a la venta. Por tanto, divide el campo de combinaciones posibles en dos partes. La situada a la derecha de la curva es inaceptable, pero serían posibles cualquiera de las posibilidades por encima de la misma: los oferentes aceptarían gustosos precios superiores a los que consideran mínimos. Las curvas de demanda y de oferta pueden combinarse en el mismo diagrama, como hacemos en el gráfico 1.5. Gráfico 1.5 Equilibrio del mercado

En el punto E, en el que coinciden oferta (SS) y demanda (DD), se produce el equilibrio. A ese precio las cantidades demandadas coinciden con las que los vendedores están dispuestos a ofertar. Si el precio fuera superior, se produce un exceso de oferta (como CF) que empuja el precio a la baja, para dar salida a los excedentes. Si el precio fuera inferior, se produce un exceso de demanda (como AB) y la escasez hace que el precio tienda a subir. En el punto E se encuentra el equilibrio del mercado, pues a ese precio de 4 euros, se venden 30 millones de kilos de naranjas al mes, que es, exactamente, lo que desean ofertar los vendedores. El mercado se vacía y no hay ninguna razón para que varíe ese punto de equilibrio, mientras no cambien las demás circunstancias.

Ese punto de equilibrio implica una consecuencia interesante. Como hemos visto, los consumidores habrían estado dispuestos a pagar precios más elevados por las primeras unidades de bien: porque los más ricos aceptaban comprar el bien a un precio superior o porque cada consumidor valora más las primeras unidades del bien y va perdiendo interés respecto a las unidades adicionales. En nuestro ejemplo, hemos visto que por los 5 primeros millones de kilos los demandantes habrían aceptado un precio de 7 euros. El hecho de que se vendan todas las naranjas a 4 euros viene a significar un ahorro de 3 euros por cada kilo para aquellos consumidores que habrían adquirido los 5 millones citados. Excedente del consumidor y del oferente Denominamos excedente del consumidor a la diferencia existente entre el precio

máximo que los demandantes habrían estado dispuestos a pagar por cada unidad comprada y el precio de equilibrio realmente aplicado. Podríamos decir lo mismo para el lado de la oferta (excedente del oferente) puesto que también los oferentes habrían aceptado vender cantidades inferiores a la de equilibrio a precios más bajos. En el ejemplo utilizado, los primeros 10 millones de kilos podrían haberse vendido a 2 euros en vez de 4. Sin embargo, la evolución de los costes puede justificar el precio superior que ahora se exige por lo que el excedente no siempre se produce de la misma forma que en el caso de los demandantes. Mientras que los demandantes es más que probable que estuvieran dispuestos a pagar los precios superiores por las primeras unidades (siempre que ello no afecte sustancialmente a sus posibilidades presupuestarias), los oferentes no podrían mantener los precios bajos para las primera unidades si el incremento de producción ha hecho elevarse sus costes. Gráficamente es fácil trasladar este concepto de excedente. En el gráfico 1.6 (p17) repetimos el gráfico anterior y destacamos en color los respectivos excedentes de consumidores y oferentes que no son sino las áreas que aparecen entre las curvas de demanda y oferta y el precio de equilibrio. Grafico 1.6 Excedentes de consumidores y oferentes

Excedentes de Consumidores y Oferentes. El área comprendida entre la curva de demanda y el precio de equilibrio representa el excedente de los consumidores. De alguna forma esa superficie equivale al “ahorro” que obtienen los consumidores por el hecho de que el precio no sea diferente para cada cantidad, sino igual para todas las unidades vendidas. El área comprendida entre la curva de oferta y el precio de equilibrio (trama clara) representaría el excedente de los oferentes, si bien con un significado más relativo.

1.5 LOS DESPLAZAMIENTOS DEL EQUILIBRIO Desplazamientos de la curva de demanda Estamos suponiendo siempre que se cumple la condición caeteris paribus. Mientras no varíen las restantes circunstancias, un cambio en el precio de un bien hará variar la cantidad demandada del mismo, pero su demanda seguirá siendo la misma, es decir, que nos movemos a lo largo de la curva. Sin embargo, existen una serie de circunstancias cuyo cambio provoca el desplazamiento de la curva, y que, por el lado de la demanda, son las siguientes: Los precios de los demás bienes. El nivel de renta. Un conjunto heterogéneo de variables que englobaríamos bajo la denominación genérica de factores sociológicos y psicológicos. La demanda de un bien aumentará y su curva se desplazará a la derecha, si suben los precios de los bienes sustitutivos, bajan los de los complementarios, aumenta la renta o juegan a su favor otros factores sociales como los gustos, las modas, el trato recibido de los poderes públicos, etc. Desplazamientos de la curva de oferta También en el caso de la oferta podemos destacar algunos factores relevantes que influyen decisivamente en la misma y que suponemos invariados cuando trazamos la curva correspondiente: Los costes de los factores. La tecnología. Los precios de los restantes bienes. Otros factores que englobamos bajo la denominaci6n genérica de sociológicos y psicológicos. Los costes de los factores

Señalábamos que la curva de oferta marcaba los mínimos precios que estaban dispuestos a aceptar los vendedores, pero ¿porqué ese límite? Porque por debajo de esos precios no se cubren los costes que han sido necesarios para la producción de esos bienes. Esa producción se ha realizado a través de la utilización de unos factores productivos (maquinaria, trabajo, tierra, compra de materiales, préstamos...) cuya remuneración supone unos costes que el vendedor aspira a recuperar a través de las ventas correspondientes. Cualquier aumento de los costes supone:

- Que los vendedores tienen que exigir mayores precios para vender la misma cantidad. - Que están dispuestos a ofrecer menos cantidad de producto para igual precio. En nuestro ejemplo de las naranjas, una subida del precio de los combustibles, de los abonos, de los seguros agrarios o del salario de los trabajadores agrarios supone que los oferentes sólo puedan conseguir la misma cantidad de naranjas a un coste superior al que antes lo podían obtener. Consecuentemente, sólo llevarán al mercado la misma cantidad de naranjas si el precio es más alto que antes. Ello significa que la curva de oferta se desplaza hacia

arriba y hacia la izquierda, tal como se representa en el gráfico 1.7. Una reducción de

los costes desplazará la curva de oferta hacia abajo y hacia la derecha. Los cambios de los precios de estos factores afectarán a los costes de producción y, por tanto, a la cantidad que están dispuestas a ofrecer las empresas a cada precio. Gráfico 1.7 El nuevo equilibrio del mercado tras el aumento de los costes de los

factores

Nuevo Equilibrio del Mercado tras el Aumento de los Costes de los Factores. Los mayores costes de producción implican que los oferentes sólo llevarán al mercado la misma cantidad de naranjas que antes llevaban si el precio es más elevado y compensa esos gastos mayores. La curva de oferta se desplaza a S´ S´. El precio de equilibrio aumenta de P0 a P1 y la cantidad de equilibrio desciende de Q0 a Q1. La tecnología La curva de oferta es el reflejo de unos determinados costes de producción que, a su vez, dependen de las características del proceso productivo y del nivel tecnológico que en él se aplica. Por lo tanto, los cambios de tecnología desplazarán también la curva de oferta de forma significativa. Tras una mejora tecnológica, normalmente, la curva de oferta se desplaza hacia la derecha (a cada precio las empresas están dispuestas a ofertar más cantidad) y hacia abajo (la reducción de los costes permite menores precios para igual cantidad de producto). La tecnología alude a la combinación de factores de producción en cada momento de tiempo. Por eso, los efectos de los cambios de tecnología pueden confundirse con las variaciones de los costes. Los precios de los demás bienes Los empresarios pueden dedicar sus factores productivos a diversas alternativas. Entre todas las posibles, elegirán aquellas que sean más atractivas. Si suben los precios de determinados bienes, en principio, resultará más interesante su producción porque podrían dejar más margen de beneficio. El dato relevante aquí es la medida en que puede sustituirse la producción de un bien por la de otros. La influencia de los precios de unos bienes sobre la oferta de otros será especialmente relevante en aquellos casos en los que, por utilizar parecidos procesos técnicos y/o las mismas materias primas, resulte relativamente sencillo desplazar los factores de producción de unos a otros. También encontramos casos de productos con oferta conjunta, es decir, que tienden a producirse, por razones técnicas, de forma simultánea. Una empresa de productos lácteos, trabaja no sólo en la producción de leche, sino también de mantequilla, quesos y yogures. Factores sociológicos y psicológicos Como en el caso de la demanda, detrás de la oferta hay un buen número de factores que, en determinados casos, pueden resultar más importantes incluso que los que acabamos de ver. Un ejemplo típico es la influencia de los cambios climáticos en la oferta de productos agrícolas. El Estado tiene aquí una importancia muy relevante: - Las regulaciones estatales que limitan las formas de producción peligrosas o socialmente perjudiciales tienden a elevar los costes de las empresas y, por lo tanto, a desplazar la curva de oferta hacia arriba y hacia la izquierda. - Si, por ejemplo, el Estado subvenciona a los productores pagándoles una cantidad dada por unidad producida, cabe esperar que aumente la cantidad ofrecida en el mercado a cada uno de los precios. La curva de oferta se desplazara hacia la derecha. - Si, por ejemplo, el Estado establece un impuesto sobre el precio de los bienes o sobre los productores de los mismos, éstos tenderán a considerarlo como un coste adicional. Consecuentemente, la curva de oferta se desplazara hacia arriba: los oferentes estarán dispuestos a vender menos a cada precio, ya que ahora una parte de sus ingresos va a parar a las arcas del Estado. Siempre que hablemos de decisiones empresariales tendremos que tener en mente un factor de capital relevancia en su comportamiento: las expectativas. Como sabemos, buena parte de las decisiones requieren un tiempo antes de llevarse totalmente a cabo. Por lo tanto, cuando un empresario esta eligiendo que productos sacar al mercado, que inversiones realizar, que factores productivos contratar, con que características y en qué condiciones, está pensando más en las condiciones de equilibrio futuras que en las presentes. Está buscando la situación óptima para ejercicios sucesivos, sobre la base de los precios, de los costes, de los tipos de interés, de la evolución tecnológica, de las políticas económicas, de los gustos de los consumidores... que estima que dominaran en ese tiempo por venir. Naturalmente las condiciones futuras no son conocidas sino que responden a una estimación que puede ser o no acertada. En un mundo económico cambiante, el acierto o el error en adelantarse al futuro suele ser un factor determinante del éxito o del fracaso de la actividad

empresarial. Es importante la distinción entre los movimientos que puedan producirse a lo largo de las curvas y los desplazamientos de éstas. Si varía el precio de un bien y las restantes circunstancias se mantienen iguales, los oferentes o los demandantes ajustaran su comportamiento a los nuevos precios, pero la demanda o la oferta no habrán variado: si el precio volviera a su posición inicial el punto de equilibrio sería otra vez el anterior. Es importante precisar el plazo de tiempo a que se refiere el análisis. Para delimitarlo, atenderemos preferentemente a las condiciones de la producción. Así, podemos fijar hasta cuatro períodos distintos: Cortísimo plazo o inmediato Son ejemplo de esta situación las ofertas del supermercado o las entradas para un espectáculo. El cortísimo plazo será aquel en el que no es posible variar ninguno de los factores que intervienen en la producción. El volumen total de producto no puede variarse y la curva de oferta resultaría totalmente vertical. Cualquier variación de la demanda se traduciría en cambio del precio, dada la imposibilidad de ajuste a través de las cantidades de equilibrio. Si el precio no se adapta, sería necesario algún tipo de racionamiento. Lo más probable es que, si se trata de un fenómeno repentino y quizás excepcional, los últimos en llegar se encontraran sin producto y/o que surgiera algún tipo de reventa que lo ofreciera a un precio superior al marcado. Corto plazo Existen determinados factores productivos que tienen el carácter de fijos, cuya cuantía y utilización no puede variarse, pero existen también otra serie de factores variables que pueden incrementarse, adaptándose en funci6n de las necesidades de la producción. Éste será el marco en el que se inscribirá inicialmente nuestro análisis. Largo plazo No existen factores fijos sino que todos tienen el carácter de variables, todos pueden adaptarse a las dimensiones que se consideren óptimas. El largo plazo es un período que podemos planificar con los datos hoy disponibles. Larguísimo plazo Período de carácter mas aleatorio que incluye no sólo el paso del tiempo sino también la existencia de innovaciones tecnológicas, es decir, de condiciones básicas que cambian sustancialmente, de forma más o menos importante según el carácter de la innovación concreta, la situación preexistente. Podríamos decir que el largo plazo es un período que podemos planificar con los datos hoy disponibles, mientras que el larguísimo plazo incluye variables impredecibles y/o incuantificables. Imaginemos un único pastelero en una determinada población. Tiene el obrador abierto durante la madrugada para producir los pasteles que habitualmente le demandan. Si algún día aumenta la demanda, a partir de una cierta hora tendrá que decir que se han acabado los pasteles (plazo inmediato). Si la demanda elevada se mantiene o convierte en habitual, quizás suba algo el precio, quizás trabaje más horas, quizás contrate algún ayudante (corto plazo). Si el éxito continúa, incluso con vecinos de otras poblaciones que vienen a comprar sus pasteles, quizás se decida por utilizar un local, un horno, etc. mayores o tecnológicamente más avanzados para poder fabricar un número superior de pasteles sin que se le disparen los costes (largo plazo). La llegada de un nuevo pastelero alteraría las condiciones del mercado, en un ámbito temporal que podríamos incluir dentro del largo plazo.

El larguísimo plazo puede implicar cambios tan importantes y tan diferentes como el descubrimiento de mejoras tecnológicas relevantes (porque las mejoras tecnológicas conocidas se consideran dentro del horizonte previsible del largo plazo), la utilización de ingredientes artificiales que modifican radicalmente la elaboración tradicional, la generalización de una mentalidad contraria a los pasteles por motivos de salud o de figura estilizada, etc. La separación entre el largo y el larguísimo plazo no siempre es clara por lo que optaremos por hablar tan sólo del largo plazo, en el que incluimos unas y otras modificaciones. El concepto de corto o largo plazo variara según el tipo de producción o actividad de que se trate: - Normalmente, en la agricultura es el ciclo natural el que marca los períodos de adaptación. - En la industria se observan las mayores diferencias: mientras actividades artesanas o de

pequeña dimensión pueden ampliarse con relativa facilidad, unos altos hornos no se improvisan fácilmente y ni siquiera permiten una fácil adaptación a corto plazo. - En el sector servicios lo más frecuente es la rápida adaptación, salvo en actividades necesitadas de una especial tecnología o infraestructura.

TEMA 2. PRECIOS, RENTA Y CANTIDADES DEMANDADAS

La elasticidad va a permitirnos medir la sensibilidad de los demandantes ante los cambios que se puedan producir en los factores que más les influyen. La demanda de los factores productivos es realizada por las empresas, mientras que las economías domésticas pasan a ser oferentes en ese mercado.

2.1 LA UTILIDAD Podemos aceptar un principio general según el cual toda persona persigue su máximo bienestar. En la concepción que cada uno tenga de bienestar pueden integrarse valores tan

diferentes como el altruismo, el amor, la felicidad de la familia o el consumo de los bienes más de moda. Algunos de los factores que influyen en el bienestar son inmateriales y no podemos medirlos ni cuantificarlos, pero un buen número de ellos están ligados al disfrute de bienes y servicios, por lo que podemos suponer que este aspecto, sin ser el único, es un componente muy importante del bienestar de las personas. Por otra parte, los bienes de carácter más inmaterial rara vez se comercializan, por lo que no invalidan el análisis que los excluye cuando intentamos comprender el funcionamiento del mercado. El bienestar de un sujeto está muy relacionado con los bienes y servicios de los que puede disfrutar. A medida que se consumen más bienes y servicios podemos suponer que la utilidad total del individuo aumenta. Cuanto mayor sea la cantidad de bienes y servicios disfrutada por una persona, mayor será la utilidad total que le aporten y mayor será

su bienestar. Sin embargo, ese mayor bienestar ligado al consumo, no crece ilimitadamente ni siempre de la misma forma. Por ejemplo, el primer vaso de agua, cuando estamos sedientos, nos resulta extremadamente “útil”, pero los sucesivos vasos nos aportarán un bienestar mucho menor y no seguiría aumentando nuestra utilidad total por el hecho de que bebiéramos litros y litros de agua. Por ello, será útil fijarnos en la utilidad marginal, que es un concepto de gran importancia. La utilidad marginal de un determinado bien es el aumento (o disminución) en la

utilidad total que nos supone el hecho de consumir una unidad adicional del mismo. Cuando tenemos que decidir si adquirimos un determinado bien, compararemos (de forma consciente o inconsciente) si el aumento de utilidad que nos va a significar compensa el precio que tenemos que pagar por el mismo. Por tanto, ese análisis de “compensación” se realiza unidad por unidad. En la decisión de comprar un bien o de comprar una unidad más de éste o no hacerlo, el factor decisivo no es la utilidad total sino la utilidad marginal, la utilidad “nueva” que me va a aportar ese determinado bien o, en su caso, esa nueva unidad. En esa valoración del aumento de utilidad es un factor muy importante el dato de cuál es mi situación previa. Ya hemos visto como la utilidad que me aportaba el primer vaso de agua era mayor que la que pudieran añadir los sucesivos. Esta regla es válida para el consumo de cualquier bien porque en todos, al menos a partir de un cierto punto no muy elevado, se cumplirá la Ley de la utilidad marginal decreciente: cuanto mayor es la cantidad que

consumimos de un bien, menor es la utilidad marginal que nos aporta cada nueva

unidad consumida del mismo. Esta ley nos permite entender porque pagamos un precio más bajo por bienes que son imprescindibles mientras que estamos dispuestos a pagar precios muy superiores por otros que parecen superfluos. Si el agua, el aire o los alimentos básicos fueran bienes tan escasos que no hubiera suficiente para todos estaríamos probablemente dispuestos a pagar por ellos mucho más que por una preciada joya o por el coche más extraordinario. Sin embargo, cuando se dispone de cantidades abundantes de los bienes mencionados en primer lugar, la

utilidad marginal ha descendido de tal forma que sólo compraremos unidades adicionales cuando el precio sea suficientemente bajo en relación con la utilidad marginal que va a aportar esa nueva unidad. Tenemos también una primera explicación que justifica el carácter descendente de la curva de demanda. Dado que las primeras unidades de un bien nos suponen una utilidad marginal muy alta, estamos dispuestos a pagar un alto precio por ellas. Pero si compramos nuevas unidades la utilidad marginal que vamos a obtener de éstas es menor por lo que sólo nos compensará su adquisición si el precio baja en la misma proporción. Si el precio es alto, sólo nos compensará consumir las primeras unidades que también tienen una utilidad marginal alta. La relación entre precio y cantidad demandada es por eso inversa y la curva de demanda que representa dicha relación resulta decreciente. ¿Porqué, alcanzado un determinado nivel, no compramos más de un bien, aunque el precio sea alto, si la utilidad total seguiría aumentando cuanta más cantidad tuviéramos de ese bien? Porque, por el mismo dinero, podemos obtener mayor incremento de utilidad si lo destinamos a la adquisición de otros bienes. Mis decisiones de consumo no se limitan a comparar el precio de un bien con la utilidad que me van a suponer las sucesivas unidades que consuma del mismo. Si yo quiero hacer máxima mi utilidad total (obtenida de la cantidad total de los diferentes bienes y servicios que consumo) deberé estudiar si puedo hacerla aumentar de forma más barata, consumiendo otros bienes distintos. Implícitamente, cada vez que tomamos una decisión de consumo, estamos eligiendo un destino para nuestro dinero de entre las muchas alternativas de que disponemos. Esta decisión supone renunciar a comprar otros bienes o a aumentar el nivel de consumo de los mismos. Consideraremos cuánto va aumentar nuestra utilidad por cada nuevo euro (por cada nueva unidad monetaria) que vayamos a gastar, en un bien o en otro: si ese aumento (utilidad marginal) es menor en el bien A que en el B, elegiremos éste. O, dicho de otra forma, si las unidades adicionales de dos bienes nos van a hacer aumentar de igual forma nuestro bienestar, preferiremos aquel que pueda hacerlo con menor coste. Por lo tanto, estamos comparando la utilidad adicional que nos van a reportar las diferentes unidades de los distintos bienes en función de su precio: nos decidimos por consumir

aquella unidad de aquel bien que pueda hacernos aumentar nuestra utilidad total con menor coste. En las decisiones de consumo atendemos a la utilidad marginal, ponderada por su precio, que nos reportarían las distintas alternativas y elegimos la más alta de todas ellas. Cuadro 2.1 Las utilidades de los bienes PA = PB = 1 € PB = 2 € Euros destinados a A

Utilidad marginal de A

Utilidad total de A

Euros destinados a B

Utilidad marginal de B

Utilidad total de B

Utilidad marginal euros dedicados a B 1 50 50 1 100 100 50

2 47 97 2 96 196 48 3 44 141 3 92 288 46 4 41 182 4 88 376 44 5 38 220 5 84 460 42 6 35 255 6 80 540 40 7 32 287 7 76 616 38 8 29 316 8 72 688 36 9 26 342 9 68 756 34 10 23 365 10 64 820 32 11 20 385 11 60 880 30 12 17 402 12 56 936 28 13 14 416 13 52 988 26 14 11 427 14 48 1036 24 15 8 435 15 44 1080 22 16 5 440 16 40 1120 20 17 2 442 17 36 1156 18 18 -1 441 18 32 1188 16

Aunque sabemos que no es posible medir la utilidad, vamos a imaginar que somos capaces de cuantificarla, con el fin de poder ilustrar con un ejemplo cuanto acaba de decirse. Supongamos dos bienes, A y B, que, con el fin de facilitar la comprensión del cuadro 2. 1, se venden al precio idéntico de un euro por unidad (seis primeras columnas del cuadro). Imaginemos que el consumo de esos dos bienes le proporcionan a nuestro hipotético consumidor las utilidades que se reflejan en el cuadro. Si dedica un euro al bien A, consume una unidad del mismo y le supone una utilidad (total y marginal) de 50. Una segunda unidad

le añadiría 47 de utilidad (marginal), por lo que la total pasaría a ser de 97, y así sucesivamente. Vemos en este ejemplo que la unidad número 18 del bien A implicaría una disminución de la utilidad; tanto marginal (-1) como total (que pasa de 442 a 441) nuestro consumidor estaría saturado y cualquier incremento en el consumo del bien A reduciría su bienestar en vez de aumentarlo. Las dos primeras unidades de B le supondrían utilidades marginales de 100 y 96, respectivamente (196 de utilidad total). Nuestro consumidor destinaria sus euros a la compra de aquellas unidades de bien que le implicaran mayor incremento de bienestar. Si sólo tuviera 13 euros los utilizará íntegramente en comprar el bien B, dado que un euro que dedicara a A sólo le aumentaría su utilidad en 50, cifra inferior a la que le permiten sus recursos si los dedica a B. Si tuviera 18 euros, dedicaría 15 a B y 3 a A. Como vemos, el consumidor ha utilizado sus euros repartiéndolos entre sus opciones de forma que se igualen las utilidades marginales de la última unidad de cada una de ellas. Cualquier otra combinación le habría supuesto una utilidad total menor, un bienestar menor. Asi, si hubiera dedicado un euro adicional a A en vez de a B, su utilidad total no habría aumentado en 44 sino sólo en 41. Supongamos ahora que el precio de B pasa a ser de dos euros, doble del inicial, doble del de A (columna siete del cuadro). En esta situación, necesitamos el doble de esfuerzo (de unidades

monetarias) para obtener la misma utilidad. Las 100 de utilidad que antes nos permitía nuestro euro destinado a B nos cuestan ahora dos euros; cada uno de éstos nos aporta por consiguiente sólo 50 de utilidad. Lo mismo ocurre con los dos euros siguientes destinados a B: las 96 de utilidad que nos reporta la segunda unidad del mismo que consumimos, suponen 48 para cada uno de los 2 euros que nos cuesta esa unidad adicional, y así sucesivamente. La utilidad marginal de cada euro dedicado al consumo del bien B pasa a ser, como antes se indicaba, la de la última columna. La utilidad marginal de ese consumo (por ejemplo, la primera unidad del bien B=100) ponderada por su precio (ahora = 2) se ha dividido por dos (pasa a ser igual a 50) pues es ahora el doble de caro. ¿Cómo gastaría ahora nuestro consumidor 17 euros? Destinaría 10 al bien B y 7 al bien A (en este caso el último euro sería indiferente usarlo en A o en B) de forma que se igualaran de nuevo las utilidades marginales del último euro dedicado a cada uno de esos bienes. (OJO: en el cuadro 2.1 de la p25 están mal reflejadas las cantidades de la última columna). Al ponderar (corregir) la utilidad por el precio, el consumidor disminuye el consumo del bien que se ha encarecido (la curva de demanda descendente) y aumenta el consumo del bien que se abarata en términos relativos (su demanda se ha desplazado a la derecha al subir el precio de un bien que actúa como sustitutivo). 2.2 LA RESTRICCION PRESUPUESTARIA Para cualquier decisión de compra el coste es un factor decisivo. Si un bien es más caro, la utilidad de cada unidad monetaria que el consumidor dedica al mismo es menor. Además, los recursos dedicados a un determinado bien o servicio ya no pueden dedicarse a otros (coste de oportunidad): la compra de algo implica renunciar a otro bien o servicio alternativo, tanto más, cuanto más reducido sea el presupuesto total, cuantos menos recursos existan para dedicar al consumo. Esta circunstancia se representa a través de la denominada restricción presupuestaria. La restricción presupuestaria delimita las distintas combinaciones de bienes y servicios que, dados los precios de aquellos, puede alcanzar como máximo un

consumidor para un nivel de recursos determinado (normalmente su renta).

Vamos a ver un ejemplo referido a la opción entre dos bienes. Supongamos que un joven dispone de 20 euros al mes para su tiempo de ocio. Las posibilidades que se plantea son dos: ir al cine o a la discoteca. Las entradas para el cine cuestan 5 euros y las de la discoteca 10 (consumición incluida). Con tales recursos las posibilidades asequibles para nuestro joven son las que se reflejan en el cuadro 2.2. Ese cuadro es idéntico para toda persona que cuente con la misma cantidad de euros para estos fines. Cuadro 2.2 Restricción presupuestaria

Para un presupuesto mensual de 20 euros y precios de 5 euros (cine) y 10 euros (discoteca). Número de veces mensuales que puede acudirse a uno u otro.

Opciones Cine Discoteca

A 4 0

B 3 0,5

C 2 1

D 1 1,5

E 0 2

El joven tiene dos opciones extremas, la A y la E. En la primera, optaría por ir sólo al cine, con lo que podría hacerlo hasta cuatro veces al mes. Si por el contrario prefiriera la opción E, al ser más caro el acceso a la discoteca, tan sólo podría permitírselo dos veces en el mismo período de tiempo. Puede también elegir una opción intermedia como la C, de forma que acude dos veces al cine y una a la discoteca o cualquiera de las dos restantes, como ir una vez al cine y otra a la discoteca, reservándose los 5 euros restantes. Estas opciones nos están subrayando, de nuevo, el concepto de coste de oportunidad y nos permiten introducir otro igualmente importante como es el de la relación de intercambio. La relación de intercambio entre dos bienes nos indica a qué cantidad de uno de ellos

tenemos que renunciar si queremos una unidad más del otro, en función de los precios de ambos.

Como hemos visto, cada asistencia a la discoteca implica renunciar a dos sesiones de cine.

Dados los precios vigentes, la relación de intercambio entre cine y discoteca es de uno a dos, lo que refleja simplemente que la segunda tiene un precio que es el doble que el del primero. Los puntos correspondientes a las cinco opciones del cuadro 2.2 pueden reflejarse en un sencillo grafico como el 2.1. La recta que resulta marca la frontera máxima de lo que puede comprarse con esa cantidad de euros a los precios vigentes. Nuestro consumidor puede elegir cualquiera de las posibilidades que refleja esa recta, así como cualquier de las situadas a la izquierda de la misma (triangulo A0E). Por ejemplo, podría optar por un punto como el F, en el que renuncia a gastar parte de su renta disponible (recursos disponibles) para estos fines, pero lo que nunca podrá nuestro protagonista es elegir una opción como la que refleja el punto G (fuera del triangulo A0E) mientras no disponga de más recursos o se reduzcan los precios de alguna de las dos diversiones. Gráfico 2.1 Restricción presupuestaria

La Restricción Presupuestaria Dados unos recursos monetarios y unos precios de las opciones que se nos ofrecen, podemos acotar cuales son las combinaciones posibles. Entre las opciones extremas (todo al cine o todo a la discoteca) aparecen las intermedias en las que se observa cómo podemos aumentar una de las posibilidades, pero siempre a costa de disminuir la otra. La elección de uno de los muchos puntos posibles dependerá de la utilidad que le reporten uno y otro bien a cada consumidor concreto. Lo que a su vez vendrá influido por todos aquellos factores que veíamos que están detrás de la demanda: los gustos, la moda, las costumbres... Tendríamos sujetos como Luison Bailon que se inclinaría por el punto E, mientras que Margarita Filmita, optaría habitualmente por la combinación A. Ahora bien, si ambos pretendieran salir juntos habitualmente, deberían buscar alguna solución de compromiso intermedio y es posible que, salvo predominio notorio de una de las partes,

acabaran acudiendo, por ejemplo, dos veces al cine y una a la discoteca (punto C intermedio). Cada uno de los sujetos comparara la utilidad relativa que le reportan los bienes con la relación de intercambio entre los mismos y, en función de esa comparación, se inclinara más hacia uno o hacia otro. Como siempre, todo lo dicho es válido caeteris paribus. La restricción descrita supone que disponemos de 20 euros, pero resulta evidente que las opciones serían distintas si dispusiéramos de más o de menos medios. Supongamos que nuestros dos amigos disponen ahora de 40 euros para emplear en estas salidas, porque se han puesto a trabajar por las tardes, porque han dejado de fumar y pueden destinar a salir lo que antes gastaban en tabaco o por cualquier otra razón. Luison podrá ir ahora no dos, sino hasta cuatro veces mensuales a la discoteca.

Para un presupuesto mensual de 40 euros y precios de 5 euros (cine) y 10 euros (discoteca). Número de veces mensuales que puede acudirse a uno u otro.

Opciones Cine Discoteca

H 8 0

I 7 0,5

J 6 1

K 5 1,5

L 4 2

M 3 2,5

N 2 3

O 1 3,5

P 0 4

Gráfico 2.2 Restricción presupuestaria cuando varía la renta

La Restricción Presupuestaria (cuando varía la renta real) Un incremento de la renta real desplaza paralelamente la restricción presupuestaria a la derecha: del límite ACE pasamos a otro HLP que posibilita más combinaciones que las que podíamos permitirnos con una renta inferior. Por el contrario, una disminución de la renta real desplaza, también paralelamente, la restricción presupuestaria a la izquierda (QRS) reflejando el hecho de que ahora son menos las posibilidades de consumo. En el gráfico 2.2 vemos como Luison Bailon ha pasado del punto E que escogía inicialmente al

punto P, antes inalcanzable. Margarita Filmita puede permitirse ahora el doble de sesiones cinematográficas: puede pasar del punto A (cuatro ocasiones mensuales), al punto H (ocho veces). Si el romance de nuestros protagonistas persiste, la situación de compromiso C (dos cines y una discoteca) puede pasar ahora a otra más ventajosa para ambos como la que representa L (cuatro veces al cine y dos a la discoteca). Si, por el contrario, disminuyera la renta destinada a estos bienes y, por ejemplo, sólo tuvieran 10 euros, las posibilidades se habrían reducido a la mitad. Luison tendría que conformarse con una sesión mensual de discoteca (pasaría de E a S) y Margarita con dos tardes de cine (pasaría de A a Q). La opción de compromiso de nuestra pareja tendría que reducirse igualmente, pasando de C a, probablemente R, de forma que sólo podrían ir una día al cine y tendrían que conformarse con una sesión de baile cada dos meses.

Para un presupuesto mensual de 10 euros y precios de 5 euros (cine) y 10 euros (discoteca). Número de veces mensuales que puede acudirse a uno u otro.

Opciones Cine Discoteca

Q 2 0

R 1 0,5

S 0 1

Un aumento de la renta real permitiría incrementar el consumo de todos los bienes en la misma proporción, lo que se refleja gráficamente en un desplazamiento en paralelo

de la restricción presupuestaria a la derecha. Inversamente, una disminución de la

renta real implica la reducción proporcional de las opciones de consumo, desplazándose la restricción presupuestaria, siempre en paralelo, a la izquierda.

La renta que nos interesa es la renta real. El dato relevante no es tanto el importe monetario de nuestra renta, sino lo que realmente podemos adquirir con ella. Si los recursos de nuestros jóvenes se mantienen anclados en los 20 euros, pero se duplican simultáneamente los precios de cine y discotecas, las opciones efectivas se reducen a la mitad. El efecto es exactamente el mismo que si la renta se hubiera reducido a 10. El paso de la restricción ACE, del gráfico 2.2, a la más restrictiva QRS, se produce tanto si disminuye la renta a la mitad, sin variar los precios de los bienes afectados, como si se duplican éstos y la renta no varía. Ahora bien, puede ocurrir que varíe el precio de uno de los bienes, pero no el del otro, o que lo hagan en distinta proporción o dirección, pero en ambos casos no modificándose la renta nominal o recursos disponibles. Para simplificar la exposición, nos centraremos en la primera posibilidad: supongamos que el precio del cine sube a 10 euros. Las posibilidades que reflejaba el cuadro 2.2 han variado y ahora se recogen en el cuadro 2.3. Cuadro 2.3 Restricción presupuestaria

Para un presupuesto mensual de 20 euros y precios de 10 euros (tanto para el cine como para la discoteca). Número de veces mensuales que puede acudirse a uno u otra.

Opciones Cine Discoteca

T (Q) 2 0

U 1 1

V (E) 0 2

Nuestro amigo Luison Bailon puede mantener su opción E. Al no variar el precio de las discotecas, sigue siendo posible, con el mismo presupuesto, asistir dos días a su entretenimiento favorito. No es ese el caso de Margarita Filmita, que ya sólo puede acudir dos veces al mes cuando antes, con los mismos veinte euros, iba un total de cuatro. Gráfico 2.3 Restricción presupuestaria cuando sube el precio de uno de los bienes y los

recursos monetarios no varían

En el gráfico 2.3 se observa como la inicial restricción presupuestaria ACE se ha desplazado hacia la izquierda (han disminuido las opciones posibles), pero ya no paralelamente: mientras

la opción extrema a favor de la discoteca E no ha variado, la opción extrema a favor del cine A ahora es inalcanzable y el nuevo límite se sitúa en T. La opción C que mantenía la pareja en las circunstancias anteriores es también inalcanzable y deberán conformarse con una menos favorable, como podría ser la U. La elevación del precio de un bien deteriora su relación de intercambio con los restantes bienes y, por lo tanto, modifica la pendiente de la restricción

presupuestaria, disminuyendo las posibilidades de consumo de ese bien. La reducción

del precio de un bien provoca los efectos opuestos. 2.3 LOS FACTORES QUE AFECTAN A LA CANTIDAD DEMANDADA DE UN BIEN Variaciones de la demanda. Variaciones a lo largo de la curva de demanda. Factores que influyen en la demanda. De cuánto hemos visto hasta ahora, pueden deducirse cuáles son los principales factores que influyen en la curva de demanda de un bien (representación gráfica de la relación entre la cantidad demandada del mismo y su precio) sea de una o de otra forma y aumente o disminuya, según como varíen determinadas circunstancias. Hemos visto que un bien se demanda porque proporciona utilidad y en la medida en que hace aumentar nuestro bienestar y que esa utilidad adicional de bienestar que nos proporciona se relaciona también con el precio que debemos pagar por cada unidad de bien. Por ello, a mayor precio menor cantidad demandada de un bien, como pronosticaba la ley de demanda y se reflejaba en la correspondiente curva decreciente. Suponiendo siempre que se cumple la condición caeteris paribus, mientras no varíen otras circunstancias, un cambio en el precio de un bien hará variar la cantidad demandada del mismo, pero su demanda (y su curva representativa) seguirá siendo la misma. La demanda (no la cantidad demandada del bien, que son cosas distintas) sólo cambia si lo hacen alguno de los otros factores subyacentes en la misma. Estos factores o circunstancias, cuyo cambio provoca que nos movamos a lo largo de la curva o que generan su desplazamiento, son los precios de los demás bienes, el nivel de renta y un conjunto heterogéneo de variables que englobamos bajo la denominación genérica de factores sociológicos y psicológicos. Los precios de los demás bienes

La primera condición que exigimos para que no varíe la demanda de un bien es que no varíen los precios de los restantes bienes, especialmente de aquellos que están más relacionados con el que estamos estudiando. Las variaciones de los precios de todos los bienes pueden afectar a la demanda de un bien en concreto. Además, resultarán más relevantes cuanto más relación exista entre el consumo de los dos bienes a que nos referimos. Cuanto más perfectamente sustitutivos en su conjunto sean dos bienes, mayor será la relación que exista entre sus respectivas demandas. Todos los alimentos pueden considerarse sustitutivos entre sí, pero entre ellos existen unos más que otros. Por ejemplo, las verduras serán mejores sustitutivas entre sí que respecto a la carne. La carne puede considerarse un buen sustitutivo del pescado, pero dentro de la carne o del pescado es todavía más sustitutivo cualquier especie entre ellas (carne de cerdo o vacuno; salmón o merluza). Los ejemplos de bienes sustitutivos son infinitos, porque, en el fondo, todos compiten entre sí por encontrar un hueco en el presupuesto familiar. Son ejemplos también de bienes sustitutivos el cine o teatro; el trasporte público, tren, avión o vehículo particular, etc. Si sube el precio de un bien, es probable que se produzca un aumento en la demanda

de los bienes sustitutivos del mismo, tanto más probable y tanto más acusado cuanto más perfectamente sustitutivos sean los bienes entre sí y más importante sea la

elevación del precio. Si baja el precio, es probable que se produzca el efecto contrario.

Por ejemplo, si acudo al mercado con la idea de comprar carne y compruebo que su precio ha experimentado una fuerte subida, probablemente cambie de idea y me decida a llevar pescado, si el precio de éste no ha variado o lo ha hecho en menor medida. La demanda entre bienes sustitutivos tenderá a ajustarse a favor de aquellos que ahora resulten más baratos en términos relativos. Estamos ante el reparto de la restricción presupuestaria que vimos en el párrafo anterior y como variaba la pendiente al alterarse los precios relativos. Encontraremos el fenómeno opuesto en el caso de los bienes complementarios en su consumo: la demanda conjunta implica que cualquier factor que afecte negativamente al consumo de uno de ellos implicará efectos en la misma direcci6n para los restantes. Si sube el precio de un bien es probable que se produzca una disminución en la demanda de los bienes complementarios del mismo, tanto más probable y tanto más acusada

cuanto más indisoluble sea el consumo de los bienes entre sí y más importante sea la elevación del precio. Si baja el precio de un bien es probable que se produzca el efecto contrario. Dado que un bien puede satisfacer necesidades diferentes, suele ocurrir que dos bienes son complementarios en un aspecto (en la satisfacci6n de una de las necesidades), pero no lo son en otros. Por ejemplo, el azúcar sirve como complemento para endulzar el café o para realizar postres con huevos (bizcochos, tartas, helados, etc.). Un aumento en el precio del azúcar podría llevar a la gente a consumir menos huevos para la confecci6n de postres (lo que muestra que ambos bienes son complementarios), pero un aumento en el precio de los huevos podría llevar a consumir más azúcar (efecto típico de los bienes sustitutivos). Supongamos que los huevos son sustituidos por otros postres de repostería (fresas con nata, requesón, etc.). Se seguirá utilizando el azúcar, aunque en menor proporción, para endulzar los huevos, ya que estos han disminuido su demanda, pero crecerá el consumo del azúcar para la elaboración de otros postres de repostería. El nivel de renta Los deseos de consumir bienes y servicios resultan prácticamente ilimitados, porque ilimitadas son las necesidades. En diversidad, en cantidad o en calidad, cualquier deseo es susceptible de verse mejorado. Sin embargo, esa tendencia al infinito encuentra un límite: los medios de que disponemos para satisfacerlas. En una economía de autosuficiencia, en la que cada cual satisface sus propias necesidades, los limites vendrían marcados por el tiempo disponible para trabajar y los recursos (tierra, ganado, etc.) de que se disponga. En una economía en la que predomina la división del trabajo, una persona aporta los factores productivos de que dispone, fundamentalmente su fuerza de trabajo y recibe a cambio una renta en dinero, que posteriormente utiliza para comprar los bienes y servicios que necesita. Podemos representar en la renta (en la restricción presupuestaria que conocemos) el limite general que encuentran los demandantes a la hora de decidir que bienes consumen y en que cuantía. Como regla general, cuando aumenta la renta aumenta también la demanda de la

mayoría de los bienes. No lo hará en la misma proporción en todos los bienes, pero prácticamente todos experimentarán una variación al alza. Hay algunas excepciones: algunos bienes de escasa calidad o que satisfacen imperfectamente las necesidades van siendo sustituidos por otros mejores cuando el nivel de renta lo permite: su demanda va disminuyendo cuando la renta aumenta porque van dejando de consumirse paulatinamente (todos los bienes que se han utilizado en épocas pasadas y que hemos visto desaparecer o reducir su presencia paulatinamente: los zuecos, la moto sidecar, la malta o la chicoria (como alternativa al café), etc.). - Un bien normal es aquel cuya demanda aumenta cuando aumenta la renta. - Un bien inferior es aquel cuya demanda disminuye cuando aumenta la renta. - Decimos que estamos ante un bien superior cuando un aumento de la renta conlleva

un aumento de consumo de un bien, no sólo en términos absolutos, sino también en proporción de la renta utilizada para el mismo. Igualmente, podríamos decir que cuando baja la renta tenderá a disminuir la demanda de los bienes normales y a aumentar la de los bienes inferiores. Sin embargo, se ha constatado que existe una tendencia a intentar mantener las pautas de consumo ya conseguidas. Por tanto, si el descenso es leve o se considera temporal, es probable que no disminuya la demanda de los bienes normales (o lo haga en muy pequeña medida) y, sobre todo, es improbable que vuelva a crecer la demanda de los bienes inferiores.

Sin embargo, si la disminución de la renta es fuerte o prolongada, cabe esperar no sólo que baje la demanda de casi todos los bienes sino que, incluso, aumente la de los inferiores. La renta nos importa ahora en cuanto a que es el límite de nuestro poder adquisitivo, de lo que podemos comprar realmente. Por tanto, el factor relevante es la capacidad de compra que esa renta nos permite y no su valor nominal más o menos alto. Por la misma razón, si se produce una subida, general e importante, del nivel de precios, aunque yo tenga nominalmente la misma renta, mi poder adquisitivo ha disminuido o, en otras palabras, ha disminuido mi renta real. (Ojo, ojito: diferenciar bien entre renta nominal y real. Aquí está bien clara la diferencia.) Así puede entenderse nuestra afirmación anterior de que todos los bienes son en cierta medida sustitutivos entre sí. Una fuerte subida en los precios de los productos alimenticios

puede provocar un descenso en la demanda de bienes tan aparentemente independientes de aquéllos como el cine o los viajes. Como la alimentación tiene un carácter necesario, nos vemos obligados a dedicar más recursos para cubrir esa necesidad, somos más pobres en términos reales y disminuimos nuestro consumo de bienes no tan imprescindibles. Un aspecto muy importante, tanto más cuanto más desarrollada se encuentra una economía, es la posibilidad del crédito. A través del endeudamiento podemos adquirir hoy bienes más allá de cuál sea nuestra renta actual. Cuanto más cómodas y baratas sean las condiciones de los créditos, mayor será la tendencia a adelantar el consumo de bienes y servicios con cargo a los ingresos futuros. También es importante en nivel relativo de renta. Factores sociológicos y psicológicos

Además de los factores citados, existen un gran número de circunstancias que afectan de forma decisiva a la demanda de unos determinados bienes o servicios. A veces, incluso de forma más determinante que los he hemos estudiado. La diferencia fundamental es que mientras los precios o la renta afectan a todos los bienes y servicios de forma bastante semejante, los aspectos que incluimos en este epígrafe ejercen una influencia muy diferente según los casos y según cada bien o servicio. Alguno de los factores que vamos a ver será irrelevante para unos bienes, pero decisivo para otros. Incluso su trascendencia puede ser muy diferente según qué mercados o circunstancias estemos considerando. Gustos de los consumidores Es un determinante importante de la demanda, que afecta a la totalidad de los bienes y servicios. Se ven modelados, con más o menos relevancia según los casos, por factores tan diversos como la costumbre, la cultura, la publicidad, la religión o la posición social... Este factor es especialmente notorio en las prendas de vestir donde las “modas” desempeñan un papel decisivo y evidente. Por el simple uso las prendas podrían satisfacer la necesidad de los consumidores por varios años. La demanda sería más reducida de lo que sucede en la práctica, porque estrictamente no hay necesidad de comprar más. No obstante si cada temporada varían sustancialmente las pautas dominantes, la prenda comprada el año anterior queda desfasada, vieja en términos de moda, aunque esté físicamente nueva. Con ello se consigue que la demanda sea mayor de lo que sería estrictamente necesario. Al mismo tiempo el oferente se encuentra con un género que, de no encontrar salida en la temporada, puede resultar invendible en la siguiente, pues, por causa de la moda, su demanda habrá caído radicalmente. Las conocidas “rebajas por fin de temporada” encontraron en esta circunstancia su inicial justificación. Podrían ofrecerse innumerables ejemplos de este tipo de influencias. La importancia que ahora se da a la salud y a la forma física ha incrementado la demanda de productos relacionados con el deporte y puede estar afectando negativamente al consumo de tabaco. En buen número de países en los que predomina la religión islámica, la carne de cerdo está proscrita. La demanda de bienes culturales varía significativamente de unos países a otros. El fútbol es espectáculo de masas en unas zonas, mientras en otras hay más afición al béisbol o al baloncesto... Factores demográficos

El predominio de jóvenes o de personas jubiladas implica unas pautas de consumo muy diferentes. Son notorias las diferencias entre las comunidades urbanas y las rurales. La tasa de crecimiento de la población afecta a la demanda total del mercado, pues es evidente que mayor número de demandantes implica una cantidad mayor de productos que desean adquirirse. Estado Tiene una influencia muy importante en la orientación de la demanda. La prestación gratuita o a precios muy inferiores a los del mercado de bienes como la atención sanitaria o la educación; las campañas de concienciación respecto a determinados consumos; los impuestos especiales sobre bienes que pretenden penalizarse y las subvenciones a otros que pretenden favorecerse; la prohibición y sanción de determinados consumos... son ejemplos de actuaciones que inciden de forma muy importante en la elección de los consumidores, en la demanda de los bienes. Expectativas Los sujetos se comportan frecuentemente más en función de los datos que esperan, que de los que se dan en la realidad. Si se espera que el precio de un determinado producto vaya a subir es probable que aumente sustancialmente la demanda del mismo, con el fin de aprovechar el

bajo precio relativo actual. Si, por el contrario, se espera que baje, se aplazará en la medida de lo posible su consumo, y, por tanto, disminuirá transitoriamente su demanda. En ambos casos, pasado un tiempo, la demanda se ajustará a los nuevos precios y la situación será más próxima a la que regía antes del cambio de expectativas. Las previsiones pueden afectar a factores distintos del propio precio. Si se espera un verano especialmente caluroso, aumentará la demanda de bienes o servicios susceptibles de aminorar sus efectos, como aparatos de aire acondicionado o toldos con los que protegerse del sol. Si se espera una renta futura, puede solicitarse un préstamo y anticipar consumos acordes con el nuevo nivel que se espera. Cuando la realidad no coincide con las previsiones, los resultados pueden aparecer como sorprendentes. Se observarán cambios en la demanda que no responden aparentemente a ninguno de los factores señalados como decisivos y que se explican porque los consumidores actuaron anticipando un fenómeno que luego no se produjo. Innovación La invención de nuevos productos como el automóvil, la televisión, el ordenador personal, han afectado no sólo a los gustos y a los hábitos, sino también a la demanda. Todos estos factores pueden ser (y a largo plazo lo son), más importantes que los precios o las rentas e implican variaciones en la demanda de los bienes y servicios. Todos ellos suponemos que se mantienen invariados cuando invocamos la cláusula caeteris paribus. Desplazamientos de la curva de demanda Podemos trasladar todo lo anterior a la representación gráfica y comprobar que pasa con la curva de demanda cuando varía alguno de los factores que hemos visto. Examinaremos de nuevo el mercado de naranjas y recordemos que pasaba cuando aumentaba el precio de las mandarinas. Dado que ambos bienes pueden considerarse sustitutivos, los consumidores estarán dispuestos a comprar menos mandarinas y más naranjas. Para los mismos precios que antes, la cantidad demandada de naranjas será mayor. El cuadro 2.5 (p34) muestra como ha aumentado la demanda en Ecolandia, en 2002, respecto a 2001 por causa, en este ejemplo, de la subida del precio de las mandarinas. Hemos añadido al cuadro del capítulo anterior una nueva columna que recoge las cantidades demandadas de naranjas ante el cambio de circunstancias. Aunque lo más probable es que los aumentos fueran mayores en los precios bajos que en los altos, hemos optado por un desplazamiento uniforme con el fin de facilitar la visualización de los cambios que queremos describir. Nuestro interés se centra por ahora en saber cómo cambia y no cuanto cambia. Cuadro 2.5 Ejemplo de aumento de la demanda de naranjas como consecuencia de la variación en los precios del bien sustitutivo mandarinas (en Ecolandia 2002)

Precio (euros por kilo) 2001=2002

Demanda (millones de kilos al mes) (2001)

Demanda (millones de kilos al mes) (2002)

Oferta (millones de kilos) (2001=2002)

0 80 100 0 1 60 80 0 2 50 70 10 3 40 60 20 4 30 50 30 5 20 40 40 6 10 30 50 7 5 20 60 8 0 10 70 9 0 5 80 10 0 0 90

Gráfico 2.5 Aumento de la demanda de naranjas

Toda la curva de demanda se ha desplazado a la derecha: DD, en 2001, a D´D´, en 2002. En el gráfico 2.5 hemos añadido a la curva que conocíamos la nueva curva de demanda que ahora denominamos D´D´. Hay un aumento de la cantidad demandada de naranjas para cada precio y ello se refleja en que toda la curva de demanda se ha desplazado a la derecha. Lógicamente, esta variación de la demanda implica que varíen también el precio y la cantidad de equilibrio. En el cuadro puede verse que, al enfrentar la oferta (invariada) con la demanda (mayor), el equilibrio se encuentra ahora en el precio de 5 euros, cuando oferentes y demandantes coinciden en 40 millones de kilos mensuales de naranjas. El cambio se refleja en el gráfico 2.6. Gráfico 2.6 Nuevo equilibrio del mercado tras un aumento de demanda

La subida del precio de las mandarinas ha desplazado la curva de demanda a la derecha. Al precio anterior de 4 euros, la cantidad demandada es ahora de 50 millones de kilos (punto G del gráfico). Como la oferta no ha variado, se produce un exceso de demanda de 20 millones de kilos al mes que los vendedores no pueden atender. Para eliminar este exceso, los vendedores suben el precio de las naranjas y, al mismo tiempo, tratan de vender mayor cantidad. El precio y la cantidad se van desplazando paulatinamente (la rapidez mayor o menor del ajuste depende de cada tipo de producto) a lo largo de la curva de oferta, hasta llegar al nuevo punto de equilibro E´. Como se ve, el efecto final de una subida del precio de las mandarinas es que también sube el precio de las naranjas. Los consumidores han disminuido la cantidad consumida de mandarinas, más caras (recuérdese la ley de la demanda) y han aumentado su consumo de naranjas (que son ahora más baratas en términos relativos): sustituyen parcialmente el consumo de aquéllas por el de éstas, pero esta reacci6n provoca que se encarezcan también las naranjas. En resumen, la curva de demanda de un bien se desplazará a la derecha (aumenta): Si sube el precio de sus bienes sustitutivos.

Si baja el precio de sus bienes complementarios. Si sube la renta y se trata de un bien normal (o baja la renta y se trata de un bien

inferior).

En general, si varían a favor de su consumo los factores sociológicos y psicológicos

que son relevantes para el mismo.

El desplazamiento a la derecha de la curva de demanda de un bien provocará, caeteris paribus, una elevación de su precio y de la cantidad de equilibrio.

Naturalmente, si el precio de las mandarinas hubiera bajado, los efectos habrían sido los inversos: los consumidores habrían sustituido parte de su consumo de naranjas por mandarinas, la curva de demanda de naranjas se habría desplazado a la izquierda y el consiguiente exceso de oferta provocaría una reducción de su precio y de la cantidad de equilibrio. Lo mismo podemos decir si la renta disminuye, si el producto deja de estar de moda, si varían desfavorablemente cualquiera de las circunstancias que le afectan. Todas las causas que veíamos que desplazaban a la derecha la curva de demanda pueden aplicarse, en sentido inverso, para los desplazamientos hacia la izquierda. 2.4 EFECTO RENTA Y EFECTO SUSTITUCIÓN Para entender este apartado, debemos volver al concepto de restricción presupuestaria. En su análisis comparábamos solamente dos bienes (cine y discoteca). Ahora debemos comparar cada bien, no con otro bien, sino con todos los demás bienes susceptibles de consumir. La pendiente de la restricción presupuestaria vendrá determinada por el precio del bien. Cuanto más caro sea éste, mayor será la renuncia de otros bienes que implica su consumo. Así, en el gráfico 2.7 (p37), si disponemos de una renta de 10.000 euros, la restricción presupuestaría será: - I - si el precio del bien X (supongamos, una cesta de alimentos) es de 200 euros. - II - si el precio sube a 500 euros. - III - si se reduce a 100 euros. Puede verse fácilmente que si dedicamos la mitad de los ingresos (5.000 euros) al bien X: - En el caso I podemos adquirir 25 unidades. - En el caso II sólo 10 unidades - En el caso III hasta 50 unidades. Adquirir 25 unidades del bien X, que en la situaci6n I suponía la mitad de nuestra renta, cuando baja el precio a 100 euros, significa tan sólo el 25 por 100 (nos quedan 7.500 euros para el resto de los bienes). Si el precio sube a 500 euros ni siquiera tenemos la posibilidad de alcanzar ese nivel de consumo. Suponiendo que la opción de nuestro consumidor fuera precisamente la de adquirir 25 unidades para un precio de 100 euros, una línea como la PP podría representar perfectamente una de las posibles evoluciones de sus elecciones sucesivas, según fuera ascendiendo el precio del bien (la explicación tradicional de la elección del consumidor se efectúa a través de las denominadas curvas de indiferencia, que se explican en un anexo de este mismo tema e p47). Gráfico 2.7 (p37), Restricción presupuestaria para un bien ante las variaciones de su

precio

Si no consumimos un bien, por definición dedicamos nuestra renta a “todos los demás bienes”. Esta opción la

mediremos en euros. El punto de partida en el eje vertical será siempre igual al nivel de renta (10.000 euros en el ejemplo). Desde una posición de partida, como I (precio de X=200); dedicamos 4.000 euros a X, 6.000 al resto). Si sube el precio del bien a 500 euros, pasaremos a II, dado que ahora cada unidad consumida del mismo implica una mayor renuncia en términos de otros bienes. Por el contrario, si baja el precio a 100 pasaremos a III, porque podemos incrementar nuestro consumo con menor coste. Si los puntos A, B y C representan las sucesivas opciones ante cada supuesto, la línea PP nos mostraría las

reacciones del sujeto ante las variaciones en el precio del bien X, si no varían las demás circunstancias.

En el gráfico 2.8 el precio del bien X no varía y es la cifra de ingresos la que suponemos que se modifica. En la situación inicial la renta es igual a 10.000 euros, el precio de X es de 200 euros y la opción escogida es consumir 20 unidades de X (y, por tanto, reservar 6.000 para los restantes bienes). Si la renta aumenta hasta 14.000 euros, la nueva restricción presupuestaria, desplazada como sabemos en paralelo hacia la derecha, será la V. Podemos mantener nuestro consumo del resto de los bienes y duplicar (de 20 a 40) el consumo de X o mantener el 20 el consumo de X incrementando el de los restantes bienes hasta 10.000 o, lo que es más probable, podremos aumentar tanto el consumo de X como el de los restantes bienes.

Gráfico 2.8 (p38).

Restricción presupuestaria de un bien cuando varía la renta permaneciendo constante

el precio de aquel. El punto de origen será más alto o más bajo según lo sea el nivel de renta, pero la pendiente de la restricción presupuestaria será la misma mientras no varíe el precio del bien. La recta 00´ muestra las sucesivas opciones en el supuesto de que a una variación en la renta le siguiera otra del consumo del bien X en idéntica dirección y porcentaje. Si nuestra renta disminuye a 6.000 euros, la nueva restricción presupuestaria será IV, que probablemente nos obligue a reducir nuestro nivel de consumo de X. De hecho, puede comprobarse (punto e) que mantener el mismo consumo de los restantes bienes (6.000 euros) implicaría renunciar por completo al consumo de X. Podemos destacar ahora dos consecuencias diferenciadas de una variación en el precio de un bien que permiten enriquecer la comprensión de porque la demanda es decreciente. Tales consecuencias son denominadas efecto renta y efectos sustitución. Cuando sube el precio de un bien, el efecto más evidente es que resulta más caro relativamente que los demás bienes, menos atractivo que antes de la subida. En términos de utilidad, obtener la misma utilidad que antes a través de este bien, ahora resulta más caro o, visto de otra forma, cada euro que se dedica a X reporta menos utilidad de la que suponía antes. Consecuentemente, una primera reacción será sustituir, en la medida de lo posible, algo del consumo del bien encarecido por bienes que son ahora más baratos en términos relativos. El efecto sustitución derivado de las variaciones de precios de algunos bienes supone

que se tienda a desviar el consumo a favor de los bienes que han visto descender sus precios en términos relativos y en contra de aquellos que se han encarecido

relativamente. La curva PP nos va indicando como desplazamos el consumo del bien X hacia los restantes bienes cuando el primero se va encareciendo respecto de los segundos. Sin embargo, no todo ese desplazamiento es debido al hecho de que el bien X es ahora más caro relativamente. La recta presupuestaria no sólo ha variado su pendiente, sino que también se encuentra más a la izquierda que antes para todas las combinaciones posibles (en las que intervenga el bien X, por supuesto). Una variación del precio supone también una alteración de nuestra renta real. Si todos los precios se duplican, el efecto es idéntico al de una reducción de nuestra renta real a la mitad. Por lo tanto, si suben los precios (de todos o de alguno de los bienes), somos más pobres que antes y podemos consumir, en principio, menos de todos los bienes. El efecto renta derivado de las variaciones de precios de algunos bienes supone que se tienda a acomodar el consumo de todos los bienes al nuevo nivel de renta real. Salvo

en el caso de los bienes inferiores, las elevaciones de precios implicarán una tendencia al descenso de las cantidades consumidas de todos los bienes y las reducciones de

precios a un incremento.

Por lo tanto, al incremento de precio de un bien normal o superior le sigue un doble efecto reductor de la cantidad consumida del mismo: - Por una parte, la disminuci6n del poder adquisitivo provoca un efecto renta: al ser más pobres tendemos a consumir menos. - Por otra parte, el encarecimiento relativo del bien provoca un efecto sustitución: al ser más caro relativamente el bien, tendemos a consumir menos. Tanto uno como otro efecto juegan en la misma dirección: tendencia a disminuir la cantidad consumida del bien cuyo precio ha subido. Por ello, puede asegurarse que si sube el precio de

un bien (normal o superior), la cantidad demandada del mismo disminuirá. Y viceversa. En los bienes inferiores, sin embargo, un incremento del precio provoca simultáneamente: Un efecto sustitución por el cual, al ser el producto más caro, tendera a consumirse menos del mismo, exactamente igual a lo que ocurría con el resto de los bienes. Un efecto renta por el cual, al ser el consumidor más pobre, tendera a consumir más cantidad de ese bien, en cuanto que inferior, a diferencia de lo que ocurre con los restantes bienes. Por tanto, nos encontramos ante dos efectos contradictorios y el efecto final dependerá de cuál de los dos prevalezca. En la casi totalidad de los casos podemos suponer que el consumo de un bien nunca tiene un peso tan relevante en el presupuesto de los consumidores (ni una carencia absoluta de bienes sustitutivos) como para que un incremento de su precio tenga un efecto “empobrecedor” notorio. O, lo que es lo mismo, puede pronosticarse que el efecto

sustitución (descenso de la cantidad) será más importante que el efecto renta (aumento de la cantidad) y también en este caso se cumplirá la ley de la demanda: si sube el precio de un bien inferior normalmente disminuirá la cantidad demandada del mismo. Tras una elevación del precio de un bien inferior podría suceder que el efecto renta

fuera superior al efecto sustitución y la cantidad demandada del mismo aumentara en vez de disminuir. Sin embargo, lo normal es que también en estos casos disminuya la

cantidad demandada.

Un ejemplo excepcional es el que recibe el nombre de bienes “Giffen”, así llamados por la supuesta experiencia que este autor sitúa en la Irlanda del siglo XIX. Un incremento del precio de las patatas fue seguido de un incremento de la cantidad demandada de las mismas. Dado que suponían el componente fundamental de la alimentaci6n de la poblaci6n con menores ingresos, ese precio mayor supuso un fuerte empobrecimiento en términos reales (un importante efecto renta). El ejemplo puede simplificarse en términos más coloquiales: quienes habían introducido alguna variación en el menú semanal, por ejemplo, los domingos y días de celebración, tuvieron que renunciar a sus “lujos” y volver al consumo habitual de los días laborables. El efecto renta (más pobres) predomina sobre el efecto sustitución (más caro) y, consecuentemente, se rompe la regla general (gráfico 2.9, p39). Este ejemplo es una excepción de difícil repetición. Gráfico 2.9 (p39). Demanda de los bienes “Giffen” DEMANDA DE LOS BIENES “GIFFEN”

En algunos bienes inferiores, excepcionalmente, podría darse el supuesto de que un incremento excesivo del precio (por encima de P1 en el gráfico) provocara un efecto renta muy importante que, al predominar sobre el efecto sustitución, llevara a una torsión de la curva de demanda y esta pasara a ser creciente, contraviniendo la ley general. Si contemplamos una disminución de precios, en vez de un incremento, todos los efectos jugarán en dirección opuesta a la que hemos visto en los párrafos anteriores. Por ejemplo, podría darse teóricamente el caso de un bien inferior cuyo precio disminuyera y se redujera también la cantidad demandada del mismo. El efecto renta (el consumidor es “más rico” y tiende a consumir menos del bien inferior) resultaría superior al efecto sustitución (aumento del consumo del bien abaratado). La regla general será la contraria. 2.5 LA ELASTICIDAD-PRECIO DE LA DEMANDA

La sensibilidad de la demanda ante los cambios de precios La regla general es que si aumenta el precio de un bien disminuirá la cantidad demandada del mismo y si baja el precio, aumentará la cantidad. Sin embargo, la reacción de los consumidores ante las variaciones en el precio no van a ser las mismas para todos los bienes y servicios. En unos casos el efecto va a ser prácticamente imperceptible; en otros, puede suponer incluso dejar de consumirlo, si su precio se considera excesivamente alto. Por ello, nos interesará saber cuánto varía la cantidad demandada. Denominamos elasticidad -precio o, más simplemente, elasticidad de la demanda, a la

sensibilidad al cambio en la cantidad demandada de un bien ante las variaciones en

su precio, todo ello expresado en términos porcentuales. Si sube el precio un pequeño porcentaje y se reduce a la mitad la cantidad demandada, los consumidores son muy sensibles al precio y decimos que la demanda es muy elástica. Si sube el precio en un porcentaje importante y, sin embargo, la cantidad demandada apenas varía, los consumidores son poco sensibles al precio y la demanda es poco elástica o bastante rígida.

La elasticidad se medirá comparando el porcentaje en que varía la cantidad demandada con el porcentaje en que ha variado el precio. El concepto de elasticidad se emplea en muchos ámbitos para cuantificar la intensidad de la relación entre dos variables. Los símbolos representan respectivamente el incremento o decremento experimentado por la variable a que se refiere. Sería igual, por tanto, a la diferencia entre el valor actual de esa variable y el anterior al cambio que estudiamos o valor inicial.

Dado que a un incremento del precio le sigue una disminución de la cantidad demandada y

que ante una bajada del precio un aumento de demanda, en la fórmula anterior, cuando el numerador es negativo, el denominador es positivo, y cuando el numerador es positivo, el denominador es negativo. En otras palabras, la elasticidad-precio de la demanda tendrá siempre un valor

negativo. Sin embargo, normalmente utilizamos el valor absoluto, es decir, prescindiendo del signo negativo que damos por supuesto. Cuando calculamos el valor de la elasticidad, tenemos básicamente tres posibilidades: Que el porcentaje en que varía la cantidad sea superior al porcentaje en que varió el precio. En este caso, la demanda es muy sensible a las variaciones del precio, el cociente nos dará un valor (absoluto) superior a la unidad y diremos que la demanda es elástica. Que el porcentaje en que varía la cantidad sea inferior al porcentaje en que varió el

precio. En este caso, la demanda es muy poco sensible a las variaciones del precio, el cociente nos dará un valor (absoluto) inferior a la unidad y diremos que la demanda es inelástica (rígida cuando la elasticidad es igual a 0). Que el porcentaje en que varían la cantidad demandada y el precio sean exactamente iguales. En este caso, el cociente es igual a la unidad y diremos que la demanda tiene una elasticidad unitaria. Ejemplo: supongamos que la cantidad demandada de un bien es de 1.000 unidades al mes para un precio de 100 euros. El precio sube a 110 y observamos que la cantidad demandada pasa a ser de 800. Tendríamos entonces que:

Precios Cantidades

Inicial 100 € 1.000 U

Final 110 € 800 U

% en que varía la cantidad 800 – 1.000 /1.000 - 200 /1.000 - 20% ePx = ---------------------------------- = -------------------- = --------------- = ----- = - 2 % en que varía el precio 110 – 100 / 100 10/100 + 10% o lo que es lo mismo /ePx/ = 2 Por tanto, si decimos que la elasticidad de la demanda de este bien es igual a 2 debemos entender habitualmente: Que nos estamos refiriendo a la elasticidad-precio. Que la elasticidad es, en realidad, igual a -2 o, lo que es lo mismo, que el valor de 2 se expresa en términos absolutos. Que si el precio de ese bien sube un 10 por 100, la cantidad demandada disminuirá dos veces ese porcentaje, es decir, un 20 por 100. Que estamos ante una demanda elástica. Una de las utilidades más importantes de conocer la elasticidad de una demanda es poder evaluar las consecuencias de la variación en el precio de un bien sobre el gasto total en el mismo. En el ejemplo anterior, antes de producirse la modificación del precio, el gasto total en el bien era igual a 100.000 euros mensuales (1.000 unidades x 100 € que costaba cada una). Tras la variación en el precio, el gasto mensual pasa a ser de 88.000 euros (800 unidades x 110 €). Por lo tanto, el precio más alto se ha encontrado con una demanda muy sensible (elástica): la cantidad demandada se reduce en mayor proporción y, consecuentemente, el gasto total disminuye. Si, por el contrario, el precio bajara, la reacción de la cantidad demandada sería muy fuerte, incrementándose el gasto total. En el caso de un bien con demanda inelástica nos encontraríamos con resultados opuestos. La subida del precio provocaría una reducción de la cantidad proporcionalmente menor y, por lo tanto, predominaría el efecto alcista del precio sobre el bajista de la cantidad: la cantidad total gastada aumentaría. Lo opuesto sucedería ante un descenso del precio. Ver cuadro 2.6.

Cuadro 2.6 Elasticidad de la demanda y gasto total

Demanda Elasticidad Precio Gasto total Elástica Mayor que 1(absoluto) Sube

Baja Baja Sube

Inelástica Menor que 1 (absoluto) Sube Baja

Sube Baja

Unitaria Igual a 1(absoluto) Sube Baja

Novaría No varía

La elasticidad de los distintos bienes El que elasticidad de la demanda de un bien o servicio sea mayor o menor depende de diversos factores, entre los que se encuentran: Existencia o no de buenos bienes sustitutivos Cuanto mejores sustitutivos existan de un determinado bien, más elástica será la

demanda del mismo. Cuanto más difícil resulte encontrar buenos sustitutivos, más rígida será la correspondiente demanda.

Se entiende que un bien tiene buenos sustitutivos cuando la misma necesidad puede ser satisfecha por otros bienes con un coste similar. Parece evidente que si sube el precio de un bien y existe otro que, por el mismo precio anterior, puede proporcionar exactamente la misma utilidad que reportaba aquel, los demandantes abandonaran el producto más caro y optaran por el más barato. Por el contrario, si no existe más que una posibilidad de satisfacer una necesidad, porque cualquier otra alternativa la cubre imperfectamente o lo hace a un precio muy superior, los demandantes soportaran estoicamente las subidas de precio, mientras éste no alcance niveles

similares a los precios de los potenciales sustitutivos. La facilidad para encontrar sustitutivos depende en buena medida de la mayor o menor amplitud con que hayamos definido el bien correspondiente. Si hablamos de la demanda de alimentos, evidentemente es muy inelástica, pero lo es menos si hablamos de la demanda de carne y será aún mas elástica la demanda de vacuno, porque podrá comprarse otra carne si aquella sube excesivamente. La demanda de coches puede tener una demanda relativamente inelástica, que se irá flexibilizando según vayamos descendiendo en la concreción de factores como volúmenes, potencia, marca o color de la carrocería. Una estrategia empresarial será conseguir para sus productos o servicios una demanda poco elástica (que los clientes tiendan a no considerar buenos sustitutivos a los competidores), con el consiguiente margen para hacer variar los precios sin merma de los ingresos totales. Efecto renta El efecto renta potencia el efecto sustitución, tanto más, cuanto más lujo o menos necesario sea el bien de que se trate. Por lo tanto, cuanto más innecesario sea un bien, mas fácil es que su demanda sea elástica y cuanto más necesario sea, más probablemente tendera su demanda a ser inelástica. El peso que suponga el bien en el presupuesto del consumidor Un incremento en el precio de un bien que pasa prácticamente desapercibido en el conjunto de los gastos familiares tiene más probabilidades de no afectar a la cantidad consumida del mismo, que si ese precio mayor obliga a replantearse todos los gastos, dado que mantener el consumo invariado resulta ya notoriamente imposible. Las cantidades que tomemos en consideración No es lo mismo hablar de un bien o servicio del que disponemos en gran cantidad que de otro que tiene un carácter único o excepcional. En unos casos resulta sencillo regular la cantidad que vamos a comprar, mientras que en otros se trata de una opción de todo o nada. Sera muy diferente la reacción ante una leve subida del precio que si ésta es sustancial. De hecho podemos afirmar que rara vez la elasticidad será la misma a lo largo de toda la curva de demanda, como sucede en los casos extremos que se ofrecen en el gráfico 2.10, p41.

Gráfico 2.10 Casos extremos de elasticidad de la demanda

Sin embargo, una demanda lineal mostrará siempre una elasticidad superior a la unidad (+1) cuando el precio sea elevado y menor que uno (- 1) cuando es la cantidad consumida la que presenta altos valores relativos. Consecuentemente, el ingreso total correspondiente a esa demanda seguirá siempre la evolución que refleja la parte inferior del gráfico 2.11.

Gráfico 2.11 (p43). Elasticidad de una demanda lineal Parte superior del gráfico Eje horizontal (cantidad) y eje vertical (precio). Cuando la demanda es una línea recta la elasticidad disminuye según nos movemos hacia la derecha. Cuando el precio es alto y la cantidad reducida (lado izquierdo) cualquier variación en el precio es un porcentaje muy bajo y cualquier variación en la cantidad es un porcentaje muy alto. El valor de la elasticidad será, entonces, muy alto. Pero las tornas se van cambiando según vamos descendiendo a lo largo de la curva hasta llegar al extremo opuesto. Parte interior del gráfico Eje horizontal (cantidad) y eje vertical (ingresos totales en euros). Por eso, el ingreso total que se deriva de una demanda lineal asciende cuando baja el precio mientras la elasticidad es superior a la unidad y disminuye cuando pasa a ser inferior a uno. Alcanza el máximo precisamente cuando la elasticidad es igual a uno: hasta ese punto ha crecido y a partir del mismo empezará a decrecer. Una curva de demanda será tanto más elástica cuanto más se acerque a la horizontal y tanto más rígida o inelástica cuanto más vertical. De todas formas, no siempre resultará fácil, a simple vista, afirmar cual es la elasticidad en un punto concreto de la demanda. Adicción

Algunos bienes o servicios pueden tener un cierto aspecto de adicción para el consumidor. Cuanto más presente esté ese factor, más rígida será la correspondiente demanda. Son ejemplos de la adicción la droga, el café, el periódico favorito, el fútbol, etc. Salvo casos

extremos, estos ejemplos afectan a un determinado número de ciudadanos, pero es difícil que impliquen a todos los consumidores del bien o servicio de que se trate. Por lo tanto, la demanda del mercado reaccionará ante variaciones en los precios, aunque parte de los demandantes sean insensibles a las mismas. Plazo de tiempo

La elasticidad de la demanda será mayor cuanto mayor sea el plazo de tiempo que consideremos. A corto plazo, la información puede ser deficiente y romper con la inercia de los comportamientos habituales requiere un cierto tiempo. Pero según pasa el tiempo, más fácil es que el consumidor reaccione ante el encarecimiento o abaratamiento relativo de unos productos frente a otros o, incluso, que resulte rentable poner en el mercado productos alternativos que, a precios más elevados, resulten ya

competitivos. 2.6 OTRAS ELASTICIDADES DE LA DEMANDA

La medida de la elasticidad es extremadamente útil a la hora de evaluar su impacto por parte de un empresario o de un gobierno, dado que de esa forma puede estimarse como se alterarán los comportamientos de los consumidores tras la variación de alguno de los factores que en ellos influyen. Por ejemplo, como varía la cantidad demandada de un bien ante una campaña publicitaria o por la cantidad de lluvias, si estos son factores que pueden ser relevantes para los mismos. De todas estas posibles elasticidades hay dos que destacan sobre las demás. Elasticidad cruzada Uno de los factores más relevantes para explicar el desplazamiento de una curva de demanda es el de la variación en el precio de los restantes bienes. En la comparación que tenemos en cuenta para calcular la elasticidad podemos utilizar ahora como agente desencadenante, no la variación en el precio del propio bien, sino en el precio de alguno de los restantes bienes. Por ejemplo, si queremos medir la elasticidad de la demanda del bien X en relación con las variaciones en el precio del bien Y, la ecuación sería:

La elasticidad cruzada de la demanda de un bien X respecto a otro bien Y es el

resultado de comparar la variación porcentual de la cantidad demandada del bien X

respecto a la variación porcentual del precio de Y. Nos permite medir la reacción de los demandantes de un bien ante las variaciones en el precio de otro, así como la

relación existente entre ambos. Si en el caso de la elasticidad de la demanda teníamos prácticamente la certeza de que el signo resultante iba a ser negativo, ahora podemos encontrarnos tanto un valor positivo como negativo. De acuerdo con lo que hemos visto, la subida del precio de un bien provoca: Una disminución en la demanda de los bienes complementarios. El numerador y el denominador de nuestra ecuaci6n tendrían signos opuestos y el valor de la elasticidad cruzada resultaría negativo. Un aumento en la demanda de los bienes sustitutivos. El numerador y el denominador de la ecuación tendrían el mismo signo y el valor de la elasticidad resultaría positivo. Ningún efecto o imperceptible en los bienes independientes. El valor del numerador y de la elasticidad cruzada, sería igual a cero. Por lo tanto, el valor de la elasticidad cruzada de dos bienes nos permite saber qué relación existe entre ambos, así como la importancia de la reacción que se deriva de la misma. Podemos resumir los distintos valores en el cuadro 2.7. Cuadro 2.7 Elasticidad cruzada de la demanda

Elasticidad-renta También podemos relacionar los cambios en la cantidad demandada con las variaciones en la renta. La ecuación será:

La elasticidad-renta de la demanda de un bien es el resultado de comparar la

variación porcentual de la cantidad demandada del bien X respecto a la variaci6n porcentual de la renta. Nos permite medir la reacción de los demandantes de un bien

ante las variaciones en su renta, así como determinar el tipo de bien de que se trata. También aquí nos podemos encontrar tanto un valor positivo como uno negativo. De acuerdo con lo que hemos visto, la elevación de la renta provoca: Una disminución en la demanda de los bienes inferiores. El numerador y el denominador de nuestra ecuación tendrían signos opuestos y el valor de la elasticidad cruzada resultaría negativo. Un aumento en la demanda de los bienes normales, si bien menos que proporcional. La coincidencia de signos entre numerador y denominador nos daría una elasticidad positiva, pero al ser el numerador (la reacción en la cantidad) inferior al denominador (la variación porcentual de la renta), el valor del cociente sería menor que uno. Un aumento más que proporcional en el caso de los bienes superiores. El numerador y el denominador de la ecuación tendrían el mismo signo y un valor mayor. La elasticidad sería positiva y superior a la unidad. El valor de la elasticidad-renta de un bien nos permite definirlo como normal, superior o inferior de forma objetiva, así como valorar la importancia de la reacción de la demanda ante las variaciones en la renta. Se resumen los distintos valores en el cuadro 2.8.

Cuadro 2.8 Elasticidad-renta

Aunque exista relación, no puede equipararse estrictamente la calificación anterior a la de los bienes de lujo y de primera necesidad. Aquellos están ligados a niveles superiores de renta y estos a los hogares con menores recursos. En todos los casos estamos relacionando consumo de un bien y nivel de renta. Sin embargo, la distinción entre bienes inferiores, normales o superiores tiene un carácter dinámico (observamos cómo evolucionan unos y otros según lo hace la renta), referida al mismo sujeto o grupo de sujetos a lo largo del tiempo. Por el contrario, la calificación de lujo o primera necesidad tiene un carácter estático transversal: comparamos el comportamiento de distintos sujetos que, en el mismo momento, tienen pautas de consumo diferentes según cuál sea el nivel de renta. Así, los productos alimenticios suponen una proporción más importante del presupuesto de gastos de los hogares con menores niveles de renta que en los de mayor capacidad adquisitiva. Lo contrario que ocurre con los bienes y servicios ligados al ocio y la cultura. La calificación de los bienes como de lujo o de primera necesidad es siempre relativa y

cambiante a lo largo del tiempo en función de cómo evolucionen el nivel de vida y las costumbres de cada sociedad concreta. En los primeros tiempos de la introducción de la televisión en un país o mercado, tenía la consideración de lujo, pero actualmente se ha convertido en un bien de consumo masivo y prácticamente imprescindible en todos los hogares. Pueden calificarse como bienes de lujo aquellos cuyo consumo en los hogares crece cuanto mayor es la renta de los mismos y como de primera necesidad aquellos que

representan un componente muy importante del consumo de los hogares con menores ingresos.

Sin embargo, tampoco puede considerarse que esa definición sea válida a todos los efectos y con carácter universal: según cuál sea el objetivo perseguido con la calificación de los bienes

será preciso algún tipo de matización. Por ejemplo, la educación, especialmente la superior y la cultura, aparecen frecuentemente como bienes de lujo de acuerdo con el criterio anterior. El consumo de bebidas alcohólicas o de tabaco puede responder a las características apuntadas para los bienes de primera necesidad dado su elevado consumo, en términos proporcionales, en los niveles más bajo de renta. Por ello, los criterios técnicos sólo son una pista, pero difícilmente anularán la necesidad de tomar en cuenta otros aspectos y objetivos, que requerirán en última instancia opciones y ponderaciones de carácter valorativo.

2.7 LAS CURVAS DE INDIFERENCIA Vimos como el consumidor se enfrenta a un amplio número de opciones en función de su nivel de renta y de los precios de los distintos bienes y servicios. De entre todas esas opciones posibles elige uno de los puntos de la recta de restricción presupuestaria (recordar, cine y discoteca) que suponemos que le proporciona el máximo de utilidad posible. ¿Cabe explicar el porqué de esa elección? La vía tradicional que utilizan los economistas para explicar este aspecto es la que proporcionan las llamadas curvas de indiferencia. Sea cual sea la opción elegida por un consumidor, podemos asegurar que estará dispuesto a

renunciar a sucesivas unidades de cada uno de los bienes de que disfruta siempre que el compense adecuadamente a el consumidor aceptaría sustituir su consumo actual de A por un mayor consumo de B: probablemente exigiría más cantidad de B que la que prescinde de A para que le compense el cambio y cuanto menos le quede de A, más requerirá de B para aceptar el paso de una situación a otra. Supongamos que el consumidor X tiene presupuesto y tiempo para 20 días de vacaciones y debe decidir entre unos días de playa y otros de montaña. Con precios similares y parecidas preferencias entre una posibilidad y otra, el consumidor elige 10 días en cada lugar porque prefiere cambiar y no agotar sus vacaciones en un sitio sólo. Probablemente aceptaría, sin demasiados problemas, renunciar a uno de los días de playa aumentando en uno sus días de montaña. Las dos combinaciones le resultarían prácticamente indiferentes, pero a medida que se le pidiera que renunciara a días adicionales de playa, es más que probable que la sustitución por días de montaña ya no le resultara indiferente. Para mantener el mismo nivel de bienestar, el consumidor exigiría que como compensación se le asegurasen más días de montaña: la pérdida de utilidad derivada de la reducción de playa en un día se compensaría con otro día de montaña, pero quizás la pérdida de cinco días de playa exigiría una compensación de diez de montaña. La presunción de que la utilidad marginal es decreciente exige que la renuncia de

unidades sucesivas de un bien a cambio de nuevas unidades de otro deba compensarse con cuantías crecientes de este último para mantener igual el nivel de satisfacción. Podríamos ir definiendo todas las combinaciones entre las dos posibilidades que supondrían para el consumidor idéntica utilidad, todas las que le resultarían indiferentes. Si unimos esas combinaciones entre sí, obtenemos unas curvas de indiferencia, como las que se dibujan en el gráfico 2.12 (p48). Las curvas de indiferencia representan las combinaciones de bienes que proporcionan

idéntica utilidad a un consumidor. Se supone que el bienestar será tanto mayor

cuanto más alejada esté la curva del origen.

Gráfico 2.12 (p48. Las curvas de indiferencia

Cada curva de indiferencia I une todas las posibles combinaciones entre los dos bienes que proporcionan al consumidor idéntica utilidad. Asi, la curva I2 nos indicaría que a este consumidor le resultaría indiferente la combinación A (10 días de playa y 10 de montaña) respecto a las combinaciones B (7 de playa y 15 de montaña), C (5 y 20) o D (17 y 6). Cuanto más disminuimos la presencia de uno de los bienes, mayor es la compensación necesaria del otro para mantener el mismo nivel de bienestar. Cuanto más cercana al origen esté la curva, menor consumo permite y suponemos que menor es el bienestar del consumidor: las combinaciones E y F pertenecen a la curva de indiferencia I1 y obligan a

menores días de vacaciones en ambos destinos respecto a combinaciones como D y C. La combinación G permitiría una estancia más prolongada en la playa y en la montaña que la combinación A: por ello todas las combinaciones de I3 proporcionarán mayor bienestar que las contenidas en I2. Si PP representa la restricción presupuestaria, las opciones B, C, D y G resultan inalcanzables. La elección posible es entre combinaciones como las que representan A, E y F. De las tres, A es la que proporciona mayor bienestar (pertenece a una curva de indiferencia más alejada del origen) y será la elegida. Dadas las infinitas combinaciones posibles, el consumidor elegirá aquella que le proporcione mayor bienestar (curva de indiferencia más alejada del origen) dentro de sus posibilidades de compra (restricción presupuestaria). Si los dos bienes no resultan indiferentes entre sí, las curvas de indiferencia se inclinarán en mayor medida hacia aquellos que proporcionen más utilidad. La combinación óptima estará más cerca de los bienes preferidos que de los menos atractivos (recordemos a Luisón Bailón y a Margarita Filmita). Si los precios no son similares sabemos que la elección se corregirá a favor de los bienes relativamente más baratos. La combinación óptima es el punto de tangencia de la recta presupuestaria con la mejor de las curvas de indiferencia posibles (la más alejada del origen de

coordenadas). Elasticidad. Concepto que permite cuantificar la sensibilidad de una variable al cambio en las distintas variaciones que determinan su comportamiento. Cruzada. Mide la respuesta de la cantidad demandada de un bien ante variaciones en el precio de los bienes con los que está relacionado. Precio. Mide la respuesta de la reacción de la cantidad demandada u ofrecida de un bien ante cambios en su propio precio. Renta. Mide la respuesta de la reacción de la cantidad demandada u ofrecida de un bien ante cambios en el nivel de renta.

TEMA 3. LA PRODUCCIÓN Y LOS COSTES

La empresa es la protagonista de la oferta, por lo que discutiremos si su objetivo es hacer máxima su cifra de beneficios, es decir, la diferencia entre sus ingresos y sus costes, o bien se plantea otros objetivos alternativos. La actividad empresarial tiene: - Un componente económico: combinación eficiente de factores productivos con la finalidad de lograr el máximo beneficio. - Una contrapartida financiera: obtención de los recursos financieros necesarios en las mejores condiciones y consecución de la máxima rentabilidad posible para los recursos propios. El análisis de la interrelación existente entre ambos componentes puede constituir un instrumento útil para profundizar en el conocimiento del comportamiento empresarial. Veremos que aspectos están detrás de la producción y de los costes, porque serán los que determinarán, en última instancia, la forma de la curva de oferta.

3.1 LA EMPRESA Y LOS OBJETIVOS EMPRESARIALES La oferta de bienes y servicios supone la existencia de unos sujetos que dedican sus esfuerzos

y recursos a su producción. Esa producción exige la aportación previa de un capital (con el consiguiente riesgo de perderlo), la contratación de unos factores productivos, la adquisición de otros bienes y servicios, la coordinación de todos los medios utilizados, etc. Ese conjunto de complejas tareas puede englobarse bajo la denominación genérica de actividad empresarial. Por eso suponemos que la oferta de bienes y servicios está protagonizada por las empresas. Las empresas se organizan de diferentes maneras, según el entorno en el que se tengan que desenvolver o del tipo de actividad a la que se dediquen. Por ello, se puede hablar de una tipología empresarial que permite agrupar las empresas a partir de diferentes criterios. Dentro de la denominación genérica de empresa se engloban realidades muy diferentes según cuál sea su forma jurídica, su tamaño, el sector en el que actúe... Clasificación de empresas

Por su tamaño No existe una definición unánime de cuál es la variable más adecuada para ordenar las empresas en grandes o pequeñas. En ocasiones se clasifican por la cifra de ventas, por la cuantía de los beneficios, por el volumen de capital, etc. No obstante, uno de los criterios más frecuentes de distinción es el que se refiere al número de empleados. Según el mismo, las empresas pueden clasificarse en: Pequeñas: menos de 50 empleados. Medianas: entre 50 y 250 empleados. Grandes: más de 250 empleados. Los límites han de entenderse tan sólo como indicativos porque pueden variar según los sectores y los países. No hay que olvidar que la mayor eficiencia en la organización del trabajo depende en gran medida de la estructura del aparato productivo y de la disponibilidad de recursos, así como de las características sociales y culturales del sistema económico de que se trate. Por su utilidad Privadas (capitalistas): la propiedad es íntegramente de los particulares y el poder de decisión se relaciona con el capital aportado por cada uno de ellos. La gran mayoría de las que existen en el mercado se encuadran en este grupo. Salvo que se diga otra cosa, todos los análisis de comportamiento empresarial se refieren a este tipo de empresas. Públicas y semipúblicas Públicas: son organizaciones, habitualmente con personalidad jurídica propia, que producen bienes y servicios para el mercado, en las que al menos el 51 por 100 del capital social o del patrimonio es propiedad de las Administraciones Públicas. Semipúblicas: empresas en las que la participación en la propiedad no es mayoritaria, pero en las cuales la Administración conserva el control de las decisiones fundamentales. De economía social: la propiedad es de los trabajadores que aportan su capital y/o su trabajo para realizar una actividad económica (Cooperativas o Sociedades Laborales, Mutualidades o Entidades de Ahorro Popular, entidades sin fines de lucro (fundaciones, asociaciones, ONG). El objetivo de conseguir beneficios máximos Los empresarios privados sólo estarán dispuestos a arriesgar sus recursos si esperan conseguir una compensación adecuada. Si en el caso de los consumidores suponíamos que tras la decisión de consumo se escondía un deseo de hacer máximo el bienestar (la utilidad total) ahora podemos suponer que tras las decisiones empresariales se plantea el mismo deseo de maximización. El empresario toma sus decisiones pensando en obtener los máximos beneficios posibles: adquiere los servicios de los factores productivos y utiliza unos recursos que ordena de la forma más eficiente posible para obtener la mayor cifra de producción que le suponga el menor coste posible.

Costes totales = pago factores productivos + costes de oportunidad

Coste medio= costes totales / núm. de unidades producidas

Ingresos totales = cantidad vendida x precio

Ingreso medio (ingresos totales / cantidad vendida) = precio Si suponemos que todos los bienes son vendidos al mismo precio, el ingreso medio (ingresos totales divididos por la cantidad vendida) es igual al precio.

Beneficio = ingresos totales – costes totales

Beneficio medio = ingreso medio – coste medio

Recordar del tema 1:

Recursos o factores productivos Todos los bienes que sirven para producir otros.

Costes de oportunidad Cantidad de un bien a la que es preciso renunciar para poder obtener algo más de otro bien. P.e. yo no alquilo mi garaje para utilizarlo para guardar mi coche o como almacén.

Ejemplo: tengo una empresa dedicada a la elaboraci6n de peluches y deseo sacar al mercado

en la Navidad 2007 la perrita Kim. Costes totales=Pago factores productivos + costes de oportunidad

CT = PFP + CO = 3.000 € + 2.000 € = 5.000 €

Coste medio = costes totales / núm. de

unidades producidas

CM = CT / UP = 5.000 € /1.000 muñecos = 5 €

Ingresos totales = cantidad vendida x precio IT= CV x P = 1.000 muñecos x 20 €/cu = 20.000 €

Ingresomedio(ingresostotales/cantidadvendida) = precio

IM = IT / CV = 20.000 €/ 1.000 muñecos = 20 € = P

Beneficio = ingresos totales – costes totales BT = 20.000 € - 5.000 € = 15.000 €

Beneficio medio = ingreso medio – coste medio

BM = IM – CM = 20 € - 5 € = 15 €

El coste relevante total incluye también el coste de oportunidad y no sólo los gastos monetarios. El beneficio no incluye habitualmente determinados costes que no se pagan pero que dejan de ganarse y que, por lo tanto, deben considerarse perdidos, deben restarse de los ingresos que obtengamos. Tan incorrecto es no contabilizar como ingreso el “pago” que alguien realiza no cobrando un determinado servicio, como no considerar un coste, por ejemplo, la renta que dejamos de percibir por utilizar para una actividad un local de nuestra propiedad o los intereses que podríamos obtener por el capital invertido en la misma. (Por ejemplo, utilizo de

almacén de peluches Kim el garaje de la Calle Nicolás Cora, pero estoy perdiendo, ya que el utilizarlo me supone el no poder alquilarlo para otra actividad a esa pérdida debo computarla, ya que yo tenía pensado alquilar el garaje a otra empresa por 300 €). Si tenemos en cuenta los costes de oportunidad, un beneficio nulo equivale a decir que se obtiene un rendimiento de todos los recursos similar al que podría obtenerse en

cualquiera de los mejores usos alternativos (definición superimportante). Por ejemplo, con la utilización de mi garaje como almacén de peluches tengo un beneficio nulo, pero realmente obtengo un rendimiento similar al que podría obtener con cualquier uso alternativo (por ejemplo, alquilándolo por 300 € a cualquier arrendatario, ya que si yo arriendo este garaje para almacén, tendría que lograr ser arrendatario de otro en el que poder almacenar mis peluches). Por tanto, debemos computar este coste de oportunidad, que en teoría equivale a un gasto y representa un beneficio nulo porque no obtengo ningún ingreso por él, pero, al final representa un rendimiento, un beneficio. Por esta razón, en la teoría económica diremos frecuentemente que se alcanza el equilibrio cuando el beneficio es igual a cero, lo que equivale a decir que se obtienen los beneficios “normales” (incluyendo la retribución normal de la actividad empresarial) para esa economía en ese momento. En tal situación, no existen incentivos para dedicar los recursos a otra actividad (porque en cualquier otra se obtendrán probablemente muy parecidos resultados) ni es fácil que otras empresas quieran entrar en un mercado con beneficios “normales” ante el riesgo de que la llegada de nuevos competidores los haga descender por debajo de la normalidad. Debemos conocer cuál es el nivel de producción que elegirá un empresario para maximizar su beneficio, lo que nos permitirá determinar cuál es su curva de oferta. Las decisiones de producción se toman en el margen. Es decir, estamos en una determinada situación y debemos decidir si cambiamos o no. Por ello, tendremos que comparar el ingreso marginal derivado de la nueva unidad que vamos a producir (aumento del ingreso total por la venta del nuevo producto) con el coste marginal (aumento del coste total derivado de la producción de la última unidad). Si un empresario quiere hacer máximos sus beneficios, solamente le compensará aumentar la producción del correspondiente bien o servicio si las nuevas unidades que va a producir implican: Que aumenten sus beneficios: porque si van a disminuir es absurdo incrementar la producción. O, lo que es lo mismo, que aumenten sus ingresos totales más que sus costes totales: porque si aumentan más los costes que los ingresos van a disminuir sus beneficios, O, lo que es lo mismo, el ingreso marginal sea superior al coste marginal. Recordemos que el concepto marginal se refiere a lo que varían ingreso y coste al aumentar la producción. Si digo que el ingreso marginal es superior al coste marginal, es que los ingresos están aumentando más que los costes. O lo que es lo mismo, el beneficio marginal sea positivo, que es otra forma de decir que

aumentan los beneficios. El empresario irá aumentando su producci6n mientras se cumplan las condiciones anteriores, que suponen que sus beneficios siguen aumentando y se detendrá cuando el beneficio alcance su máximo, lo que se dará en el punto en el que pare de crecer y antes de que empiece a disminuir. Por lo tanto, el beneficio máximo se obtiene para cualquier empresa y en cualquier condición, cuando el beneficio marginal es igual a cero, es decir, cuando el

ingreso marginal y el coste marginal se igualan. Evidentemente, todo lo anterior es cierto si hasta ese punto el ingreso marginal ha sido superior al coste marginal. En caso contrario, lo que habría aumentado hasta alcanzar su máximo son las pérdidas, pero tal supuesto es prácticamente imposible en los tramos de decisión relevantes. Sí puede ocurrir que se alcance ese nivel de producción y, sin embargo, la empresa no obtenga beneficios, sino pérdidas. En tal caso, hablaremos de que el punto es de “mínima pérdida posible”, pero, en principio, sigue siendo el óptimo (el mejor o el menos malo de los posibles) para esa empresa. Un objetivo aproximado La búsqueda de beneficios es una regla general de comportamiento empresarial, entre otras razones porque las pérdidas continuadas resultan insoportables a largo plazo, ya que hacen disminuir el patrimonio que las financia. La búsqueda de beneficios se aproxima al objetivo de que sean los máximos posibles. El objetivo de la maximización de beneficios por parte de una empresa puede admitirse como una aproximación: No siempre se persigue directamente, sino indirectamente. No siempre los empresarios disponen de toda la información necesaria para poder garantizarlo. Vamos a fijarnos en las dos siguientes matizaciones: Maximización a corto o a largo plazo Suponemos la búsqueda del máximo beneficio ya desde el corto plazo, pero cabe admitir pérdidas si las expectativas futuras permiten prever un cambio en la situaci6n. Más de una vez se admitirá la renuncia a los máximos beneficios en el presente con el objetivo de asegurar beneficios mayores en el largo plazo. Compleja valoración de la estrategia adecuada para el largo plazo

Las propias decisiones que hoy tomamos afectan a las condiciones futuras de oferta y demanda. El largo plazo se verá también alterado por las decisiones de los competidores y de todos los demás agentes de la economía, de factores exógenos que incluyen desde los naturales hasta los tecnológicos o políticos. La incertidumbre sobre el futuro es todavía mayor que la que se deriva del imperfecto conocimiento que tenemos del propio presente. Lo normal es que los empresarios tengan que conformarse con aproximaciones suficientes porque no tienen la información completa (y esta puede ser muy costosa) para optar a la perfecta delimitación del objetivo de máximo beneficio. Por ejemplo, en la práctica, resulta difícil que un empresario conozca con exactitud su coste marginal o su curva de demanda. En el mejor de los casos podría tener estimaciones aproximadas que, la mayor parte de las veces, diferirán notoriamente de las que luego se darán realmente. Por ello, el criterio teórico de maximización de beneficios (coste marginal igual a ingreso marginal) resulta una entelequia en el funcionamiento de la empresa. Las dos variables citadas no aparecen en la contabilidad ni en el lenguaje cotidiano de la gestión, aunque pueden admitirse implícitas en las grandes decisiones de inversión o en las elecciones fundamentales entre procesos tecnológicos, ya que en esos casos sí tiende a valorarse en cuanto crecerán los gastos y en cuanto lo harán los ingresos. En el corto plazo no parece que pueda aceptarse que el empresario siga el comportamiento te6rico.

Posible razonamiento del empresario medio Sabemos que los beneficios son la diferencia entre ingresos y costes. Por lo tanto, si yo hago máximos mis ingresos y hago mínimos mis costes habré conseguido probablemente maximizar los beneficios. Dado que cuanto más produzca mayores serán mis costes totales, es obvio que el objetivo de minimizar costes se referirá siempre a los costes medios por unidad de producto. En la práctica, el objetivo de conseguir beneficios máximos se transforma frecuentemente en la doble meta de maximizar ingresos y minimizar costes.

Grandes sociedades Las grandes sociedades, especialmente en nuestros días, se caracterizan por una progresiva separación entre los propietarios de las empresas y los gestores de las mismas. La hipótesis de que los empresarios intentan maximizar los beneficios se basa en presuponer su lógico deseo

de extraer el máximo rendimiento del capital empleado en la propia empresa, pero si quien toma las decisiones no es propietario sino un experto o conjunto de expertos contratados para gestionar la empresa, los intereses del principal (accionista) pueden no coincidir con los del agente (gestor). Se habla de una relación principal-agente cuando un determinado sujeto (principal) encomienda a otro (agente) las decisiones en un aspecto concreto de interés del

primero que se supone que el segundo conoce mejor o puede gestionar más

eficientemente. El problema se plantea cuando los agentes pueden tener intereses propios que no resulten estrictamente coincidentes con los del principal. Los gestores asalariados estarán interesados en maximizar sus sueldos, su seguridad, su poder, su prestigio, su comodidad en el trabajo (mejores despachos, coches, comidas y viajes...). Para estos gestores el beneficio deja de ser un objetivo en sí mismo, salvo cuando sea la parte fundamental de su retribución. No obstante, no será fácil que así ocurra, porque contradice otro de sus objetivos prioritarios, la seguridad. El beneficio tiene dos utilidades fundamentales para el gestor: Por un lado, es la garantía de que los propietarios estarán contentos con su gestión y no lo removerán de su puesto. Por otro, permite la acumulación de fondos y reservas con los que la empresa se aleje de riesgos y sea cada vez más poderosa. Consecuentemente, el principal objetivo que perseguirá el gestor será el de maximizar el tamaño de la empresa porque, cuanto mayor sea ésta, es más probable que consiga sus auténticos deseos de acrecentar su retribución, seguridad, status, etc., pero también lograra una cifra de beneficios razonable que mantenga satisfechos a sus accionistas y financieramente saneada a la empresa. En resumen, podemos considerar que el objetivo básico de la empresa será, de forma más o menos aproximada, la búsqueda de los máximos beneficios. Sobre esa base analizaremos el comportamiento normal de sus gestores. 3.2 BALANCE Y CUENTA DE RESULTADOS. El Balance. Al igual que sucede con las familias, el patrimonio o riqueza de la empresa es el medio del que dispone para la realizaci6n de sus actividades. El patrimonio o riqueza de la empresa es el conjunto de bienes, derechos y obligaciones de que dispone en un momento dado, susceptibles de valoración cuantitativa. Es una variable fondo por lo que su cálculo debe estar referido a una fecha determinada. El reflejo contable de esa valoración es el Balance de la empresa. Para iniciar su actividad productiva la empresa necesita una serie de instrumentos (locales, materias primas, maquinaria...) y conforme realiza su actividad adquiere una serie de derechos (que los clientes les paguen lo adquirido...), que constituyen lo que llamamos activos. El activo patrimonial refleja los medios económicos con los que cuenta la empresa

para desarrollar su actividad. Para realizar su política de adquisición de activos necesita unos recursos financieros. Una parte son recursos propios que proceden de las aportaciones de los propietarios y que denominamos capital. Si la empresa ya está en funcionamiento pueden proceder de beneficios obtenidos en períodos anteriores que no se hayan repartido y constituyen las reservas. Los recursos propios – capital y reservas – constituyen el neto patrimonial. También pueden obtenerse recursos ajenos (pasivo patrimonial) si se contraen obligaciones con terceros a través de compras a crédito a los proveedores, se contratan trabajadores a los

que tendrá que pagar, se piden préstamos a corto o largo plazo a las entidades financieras, se emiten obligaciones para captar ahorros de los particulares .... La igualdad (Activo = Pasivo + Neto) nos indica en qué se han materializado (activo) los

fondos que ha recibido la empresa bien de sus propietarios (neto) bien de otras fuentes externas (pasivo).

El inventario del patrimonio de la empresa se recoge en el Balance de Situación. Contablemente se distingue entre activo fijo, que incluye los elementos del activo que se conservan y utilizan más de un ejercicio (inmuebles, mobiliario, maquinaria…) y activo o capital circulante, referido a los elementos que se agotan en el período o, más exactamente, se agotan cuando se utilizan en el ciclo productivo (existencias, clientes, cajas y bancos...) En el pasivo se distingue entre el exigible y el no exigible según que los fondos sean ajenos o

propios, respectivamente. El pasivo no exigible coincide con el neto patrimonial. Después de un período de actividad, si queremos conocer la composición y valoración del patrimonio empresarial, es necesario disponer de información sobre el balance al inicio de ese período y sobre las operaciones realizadas por la empresa durante el mismo. Si una empresa tiene beneficio durante un ejercicio económico, su patrimonio habrá aumentado al final de ese período. Si tiene pérdidas su patrimonio será menor.

Obsérvese en el Balance recogido más arriba que los beneficios aparecen en el pasivo porque están pendientes de distribución. Una parte se destinará al pago de impuestos y el resto puede distribuirse entre los propietarios (si es una sociedad a través de dividendos), o bien mantenerse en la empresa como ahorro empresarial (reservas). Los cambios ordinarios en el patrimonio neto de la empresa se reflejan en las reservas y en los fondos. Uno de los fondos más habituales es el de amortización. Un buen número de elementos del activo figuran en el mismo al precio de adquisición. Sabemos que según se van utilizando van perdiendo valor e incluso llega el momento en que dejan de ser útiles y es preciso darlos de baja en el activo. Si no se toma la precaución de descontar esa depreciación que van sufriendo los activos el empresario se encontrará con la desagradable sorpresa de que de golpe su patrimonio ha sufrido una pérdida importante. Junto al fondo de amortización pueden habilitarse diversos Fondos de provisión que buscan cubrir a la empresa ante posibles riesgos futuros. En el proceso de depreciación, es preciso contemplar no sólo el envejecimiento físico sino también el económico que denominamos obsolescencia. Ésta supone que algunos elementos de nuestro activo en perfecto uso pueden tener que ser desechados porque se han quedado anticuados. Por último debe reseñarse que los Fondos y Reservas son meras figuras contables. La Cuenta de Resultados. La cifra de beneficios de un ejercicio no resulta simplemente de la diferencia entre activo, pasivo y resto de los recursos propios. Hay determinadas operaciones financieras que afectan a las reservas, a las aportaciones o reducciones de capital, etc, que alterarían el Balance sin que la causa fuera necesariamente el resultado del ejercicio. El resultado económico de un período es una magnitud flujo que se mide, por lo tanto, entre dos fechas (inicial y final del ejercicio económico) y vendrá dado, como sabemos,

por la diferencia entre Ingresos y Costes de ese período. Cuando queremos conocer el coste de la actividad global de la empresa el problema se reduce a valorar los factores utilizados, adquiridos en el exterior, y el valor total añadido en el interior de ésta a lo largo del período. Pero si lo que queremos es calcular el coste total de un único producto o de una sección nos encontramos con que hay consumos de los que no sabemos con certeza qué parte es imputable a ese producto o sección. De aquí surge una clasificación de costes que distingue entre costes directos o proporcionales y costes indirectos o generales. Los primeros son los que corresponden específicamente al producto o centro de coste que se quiere analizar. Los segundos son los que afectan a más de un producto o Centro de Coste. El documento contable que refleja el resultado obtenido por la empresa en un período

es la Cuenta de Resultados, también llamada Cuenta de Pérdidas y Ganancias.

3.3 LIQUIDEZ Y SOLVENCIA

Una cifra fundamental para el conocimiento de la marcha de la empresa es la que refleja los recursos efectivamente generados a lo largo del ejercicio. Esta magnitud recibe el nombre de flujo de caja o cash-flow que es la diferencia entre los ingresos y los gastos realizados

por la empresa a lo largo del ejercicio. El flujo de caja es una aproximación al concepto de beneficio pero antes de deducir las dotaciones para las distintas provisiones y para los impuestos que recaigan sobre los mismos beneficios. También es posible calcular el flujo de caja con un estricto criterio de tesorería. Es frecuente que, de forma obligada o voluntaria, las cuentas vayan acompañadas de un Informe de auditoría externa, elaborado por expertos ajenos a la empresa que garantizan que el Balance y la Cuenta de Resultados reflejan la imagen de la sociedad de acuerdo con los principios de contabilidad generalmente aceptados. En los balances y cuentas anuales se recogen una serie de datos de los que se pueden extraer informaciones muy útiles para conocer la marcha de una empresa. Las técnicas tradicionales se basan en la elaboración de coeficientes o ratios y números índices, es decir, en establecer proporciones entre determinadas variables del activo, del pasivo, de la cuenta de resultados, para analizar el peso relativo de cada una de ellas y extraer conclusiones. La diferencia entre activo circulante y pasivo circulante se denomina fondo de

maniobra y es el capital que permite que la empresa pueda atender su actividad

operativa normal. Es importante que el fondo de maniobra sea adecuado. Si es muy elevado supone un exceso de recursos a largo plazo y, por lo tanto, una estructura financiera más cara y una pérdida de rentabilidad. Un fondo de maniobra escaso supone el peligro de no poder hacer frente a los compromisos y, por lo tanto, de una eventual situación de la suspensión de pagos. Cuando una empresa no tiene liquidez suficiente para hacer frente a sus obligaciones a corto plazo se verá obligada a suspender pagos. Normalmente puede continuar su actividad en la confianza de superar los problemas temporales de tesorería. La elasticidad de la demanda de un factor La elasticidad de demanda de un factor productivo es la sensibilidad de la cantidad

demandada del mismo ante modificaciones en su precio. La elasticidad de la demanda de un factor productivo será tanto mayor cuanto: Más fácil sea su sustitución por otros. Cuantas más posibilidades existan en el mercado para sustituir el factor que se está utilizando, más sensible será la demanda a cualquier cambio en su precio. P.e.: caso de aquellos trabajadores con tareas muy poco especializadas y que requieren escasa preparación para el desarrollo de las mismas, frente a aquellos trabajos donde se requiere una gran formación y especialización para su desempeño (es mas fácilmente sustituir un empleado de gasolinera que un piloto de líneas aéreas). Mayor sea la elasticidad de la oferta de los otros servicios productivos. Si los posibles sustitutivos presentan una notable rigidez en su oferta, cualquier intento de sustitución implicara un incremento de sus costes tan fuerte que esa presunta facilidad se convertirá en inalcanzable. También es importante la elasticidad de los factores o servicios productivos complementarios. Más elástica sea la demanda del producto que ayuda a fabricar. Dado que la disminución en la cantidad demandada del bien final será tanto mayor cuanto más elástica sea la demanda del mismo, una disminución importante en la demanda producirá una disminución igualmente grande en la demanda de los factores productivos utilizados. P.e. si la demanda de los asistentes a funciones de teatro es muy elástica también lo será la demanda del trabajo de los actores. Una elevación salarial muy significativa provocaría una subida de los precios que haría caer la asistencia al teatro, por ser la demanda muy elástica, con lo que decaería también de forma importante la contratación de actores. Mayor sea la fracción del coste total que representa el servicio. Si el coste de un factor productivo es escaso, también es reducida su repercusión sobre los costes, sobre las magnitudes en las que el empresario va a basar sus decisiones de contratación, pero cualquier pequeño cambio en las condiciones de los factores que representan un gran peso en la producción será analizado al detalle por la gran repercusión que tiene sobre las cifras globales de costes y beneficios.

Más amplio sea el tiempo de posible adaptación a las nuevas circunstancias. Un abaratamiento de la mano de obra o la aparición de una nueva maquinaria extraordinariamente productiva quizás no pueda ser incorporada a corto plazo, donde buena parte de los costes son fijos, pero, paulatinamente, las empresas irán sustituyendo los métodos productivos más caros o anticuados por otros más baratos o/y más productivos. 3.4 LA PRODUCCIÓN Y LOS COSTES EN EL CORTO PLAZO La función de producción El empresario debe utilizar los factores productivos de la forma más eficiente posible. Igual que el consumidor, elige aquella combinación de factores productivos que le permitan obtener la mayor producción posible en relación con el precio que implica su utilización. Esta decisión tiene un componente técnico importante, de acuerdo con el tipo de producto y el nivel tecnológico existente. En el corto plazo existen factores fijos y factores variables: Factores fijos, entre los que se encuentran los edificios, máquinas, contratos, etc. que

implican para la empresa una serie de gastos independientes de que produzcan o no. Factores variables, como las materias primas, la electricidad, las horas de trabajo, etc. que sólo utilizarán en función del nivel de producción. Los gastos ligados a estos factores serán nulos si la producción es cero. Cualquier variación en el nivel de producción ha de hacerse reduciendo o aumentando la utilización de los factores variables ya que, por definición, ello no es posible con los factores fijos. Dada una dotación de factores fijos, podemos suponer que la productividad de los variables crece hasta alcanzar su combinación óptima para esa cuantía dada de factores fijos. Sin embargo, a partir de ese punto, probablemente se cumpla la ley de la productividad

marginal decreciente. Según ella, a partir de un cierto punto, dada una cantidad de factores productivos fijos, el aumento de los factores productivos variables llevarán a

un incremento de la producción cada vez menor, porque la limitación de los factores

fijos frenará el aumento de la producción, pese al incremento de los factores variables. Lo normal es que sea imposible incrementar la producción más allá de un determinado

nivel, sin modificar la cantidad de los factores fijos. Función de producción Relación entre la utilizaci6n de factores productivos y producci6nresultante.

Con las características descritas, adoptará una forma similar a la reflejada en el gráfico 3.1 (p61).

Productividad de un factor Relación existente entre la cantidad de producto que se obtiene con la producción y el grado de utilizaci6n del factor (cantidades utilizadas del factor).

Productividad media (PMe) Se calcula dividiendo el producto total por las unidades totales utilizadas del correspondiente factor productivo.

Productividad marginal (PMa) Representa el incremento de la producción total que se obtiene incrementando la utilización de un factor productivo en una unidad, caeteris paribus.

Factor productivo:

-Todos los bienes que sirven para producir otros. -Elementos que, debidamente combinados, permiten obtener los bienes con los que satisfacer necesidades.

Tradicionalmente se agrupan en tierra y recursos naturales, trabajo o mano de obra y capital.

Grafico 3.1 (p61) Función de producción en el corto plazo

FUNCIÓN DE PRODUCCIÓN EN EL CORTO PLAZO Relacionamos cómo evoluciona la producción total (medida en el eje vertical) cuando variamos la cantidad utilizada de los factores variables (que medimos en el eje horizontal). Dado que existen unos factores fijos (que, por definición, no varían) según incrementamos la utilización de los factores variables irá aumentando la producción de forma creciente hasta que se alcance la combinación óptima para esa dimensión (punto A, cantidad producida XA). A partir de ese punto, la producción sigue aumentando, pero cada vez a un ritmo menor.

Podría suceder que se alcanzara un punto como el B (producción igual a XB) en el cual no aumentara la

producción (I) por mucho que se incrementara la utilización de los factores variables o, incluso, que cualquier aumento de éstos llevara a una disminuci6n de las cifras de producto obtenido (II). Todo ello se refleja en los correspondientes valores medios y marginales (parte inferior del gráfico). La producción media (o productividad) sube hasta el punto A, que reflejaba la combinación óptima. En ese punto, las productividades media y marginal coinciden. A partir de XA, como los nuevos aportes de producción (PMa) son inferiores a la media previa, ésta necesariamente tiene que descender. En el punto B la productividad marginal se iguala a cero y puede hacerse negativa si la producci6n total incluso disminuye, como ocurre en el supuesto II.

La función de costes Las condiciones de producción tienen su repercusión en los costes, que es la expresión monetaria de las cantidades que se utilizan de los factores productivos: Tendremos unos costes fijos ligados a los factores que tienen carácter de fijos. Los factores fijos son independientes del nivel de producción, por lo que tendremos la misma cuantía de costes fijos para un nivel de producción cero, de cien o de mil, mientras no variemos esos factores fijos (y si los cambiamos salimos del corto plazo para entrar en el largo plazo). Si representáramos en un eje horizontal el nivel de producción (en unidades) y en el vertical el

coste del mismo (en euros), los costes fijos se representarían con una línea horizontal. Los costes fijos serán mayores, cuanto mayor sea la dimensión de la empresa y el precio de los factores fijos y, menor, según sea el plazo de tiempo al que nos refiramos. Los costes variables están ligados a la utilización de los factores productivos de carácter variable. La cuantía de factores variables, necesaria para obtener una determinada cantidad de producto, depende no sólo del volumen de producción que se desee, sino también de su productividad. Para producir más, necesitaremos más factores variables, pero cuanto más productivos sean éstos, menos necesitaremos para producir lo mismo. Consecuentemente, los costes de la producción dependen de la cantidad de factores productivos utilizados, así como del precio y de la productividad de éstos. Por lo tanto, el coste variable se incrementará según aumentemos la cifra de

producción y, tanto más, cuanto menos productivos sean los factores que utilizamos o/y más elevado sean sus precios. Lógicamente, la función de costes evolucionará de la misma forma en que lo hace la productividad. Mientras la productividad media crece, los costes crecen despacio porque cada elevación del coste va acompañada de un incremento mayor de la producción, pero si la productividad empieza a decrecer, los costes variables crecerán más y más deprisa. En sentido inverso, puede deducirse que existen tres vías para disminuir los costes de producción: - Reducir la utilización (la cuantía, el número) de factores productivos. - Reducir el precio de esos factores. - Incrementar la productividad de los mismos. Los costes pueden mantenerse iguales si las variaciones en uno de los aspectos que influyen en los mismos se compensan con las que se den en otro de los aspectos, pero en sentido opuesto. Así, si el precio de los factores productivos crece exactamente en la misma proporción en la que lo ha hecho su productividad, el coste se mantendrá invariado. Si admitimos la ley de la productividad marginal decreciente, las funciones de costes serán como las reflejadas en el gráfico 3.2 (p62). Los costes variables crecerán despacio en los primeros niveles de producción, pero a partir de un cierto punto lo harán cada vez más deprisa al decrecer la productividad de los factores involucrados. Lo mismo pasará con los costes totales puesto que resultan de sumar a los variables una cantidad fija, la correspondiente a los costes fijos.

Conceptos

-Ley (económica). Relación o fenómeno que se considera demostrado a partir de la observación de los datos, siempre que se cumplan unas determinadas circunstancias: -Ley de la productividad marginal decreciente. Esta ley establece que, dada una cantidad fija de unos factores productivos, a partir de un determinado nivel, el aumento de los otros factores variables producirá un incremento de la producción cada vez menor. -Ley de la utilidad marginal decreciente. Esta ley económica describe un comportamiento general en virtud del cual el consumo de unidades adicionales de un determinado bien proporciona un grado de satisfacci6n (utilidad) cada vez menor, llegando incluso a la saturación.

Costes -de oportunidad. Concepto económico que no tiene reflejo contable y que representa el valor de aquello a lo que se renuncia. Su consideración es importante y pone de manifiesto que, dado que los recursos productivos son limitados y las necesidades ilimitadas, es preciso elegir y renunciar. -Fijo. Cuantificación monetaria de los factores fijos utilizados en un proceso productivo. No varía al variar el nivel de producci6n. -Marginal. Es el aumento de coste derivado de producir una unidad más del bien o servicio. -Medio. Es el cociente entre los costes totales y el número de unidades producidas.

-Variable. Son la cuantificación monetaria de los factores variables utilizados en un proceso productivo. Varían al variar el nivel de producción. Gráfico 3.2 (p62) Función de costes en el corto plazo

FUNCIÓN DE COSTES EN EL CORTO PLAZO Los costes variables CV surgen del origen, porque, si la producción es nula, también lo serán los costes que dependen de ella y evolucionan de forma inversa a como lo haga la productividad de los factores variables. Inicialmente los costes variables crecen muy lentamente, porque suponemos que la productividad marginal es creciente. Después los costes crecen algo más deprisa. La productividad marginal ha pasado a ser decreciente. A partir del momento en que tanto los rendimientos medios como los marginales son decrecientes los costes crecen cada vez más rápidamente. Dado que existen unos factores fijos, el coste de los mismos (costes fijos) dependerá de su cuantía y de su precio, pero no del nivel de producción. Como aquéllos serán siempre los mismos (a corto plazo) sea cual sea el valor de X, la representación gráfica será simplemente una línea horizontal. Por ejemplo, la CF, que representa los costes fijos de la empresa para la dimensión existente. La curva de los costes totales (curva CT) será el resultado de sumar verticalmente, para cada nivel de producción, los costes variables y los costes fijos.

De la misma forma que hicimos con la función de producción, podemos deducir de la función de costes los correspondientes valores medios y marginales, y así se hace en el gráfico 3.3 (p63). Gráfico 3.3 (p63). Costes medios y marginales COSTES MEDIOS Y MARGINALES

Los costes fijos medios (CFMe) se representan como una curva descendente, que tiende a cero en el infinito.

Los costes variables medios (CVMe) decrecen en la fase en la que crecía la productividad media, pero empiezan a crecer cuando aquella disminuye. Los costes totales medios CTMe (o, simplemente, costes medios, CMe) tienen la misma forma que los CVMe y resultan también de la suma de éstos y de los CFMe. Dado que los costes fijos medios tienden a cero en el infinito, los costes variables medios y costes totales medios tienden también a unirse cuanto más elevado es el nivel de producción. Los costes marginales (CMa) son iguales para los variables y para los totales, puesto que los costes fijos marginales son nulos.

Los costes marginales miden la velocidad a la que evolucionan los costes variables: descienden mientras el crecimiento de los costes es cada vez más lento, pero crecen cuando el crecimiento se hace más rápido. Cruzan a los costes variables medios y totales medios en el punto inferior de los mismos, por la misma raz6n que vimos en la relaci6n entre productividad media y

marginal.

Los costes fijos medios (CFMe) son menores cuanto mayor es la producción: si dividimos una cantidad fija (coste fijo) entre un número mayor de unidades producidas es obvio que el resultado será cada vez menor. Los costes marginales (CMa) descienden inicialmente, pero comienzan a crecer tan pronto como los costes variables (de los que dependen) crecen cada vez más deprisa. Cuando decrece la productividad marginal de los factores productivos, cada vez será más caro producir una unidad adicional del bien. Los costes variables medios (CVMe) decrecen mientras los marginales son inferiores, alcanzan su mínimo valor cuando se cruzan con ellos y crecen a partir de ese punto. Mientras el coste de la nueva unidad (marginal) es menor que la media anterior, la media baja, pero el valor medio empieza a subir cuando ya el coste de la nueva unidad es mayor que la media preexistente.

Exactamente la misma evolución siguen los costes totales medios (CTMe o costes medios CMe) que equivalen a la suma de los costes fijos y variables medios. Dado que los costes fijos medios tienden a ser mínimos cuando incrementamos la producción, los costes variables medios y los costes totales medios se acercan cada vez más. Los costes fijos tienden a perder importancia cuando el volumen de producción es muy elevado, pero si los costes fijos son mucho más relevantes que los costes variables, éstos, los variables, serán los irrelevantes. Por ejemplo, en la producción de energía eléctrica el coste de cada nuevo kilovatio (coste variable) es prácticamente despreciable dado que lo realmente costoso es la construcción, amortización y mantenimiento de las centrales eléctricas e infraestructuras de transporte que posibilitan el suministro (costes fijos). En el gráfico 3.2 (p62), la curva de costes fijos se situaría mucho más arriba. En el gráfico 3.3 (p63), la curva de costes fijos medios (CFMe) estaría por encima de la de costes variables medios (CVMe) y la de costes totales medios (CTMe) se asemejaría mucho más a la descendente de aquellos que a la U que representa en su forma a los segundos. Los costes totales medios comenzarán a crecer cuando el aumento de los costes

variables medios, ligado al incremento de la producción, sea superior al descenso que experimentan paralelamente los costes fijos medios.

Existe un punto en el que, para la dimensión que tiene la empresa, se alcanza la óptima combinación de los factores productivos y, por lo tanto, se consigue producir al menor coste medio posible. A partir de ese punto, si aumentamos la producción, los costes medios crecen como consecuencia de la ley de la productividad marginal decreciente. El punto de coste medio mínimo, coincide l6gicamente con el del máximo de la productividad, dado que en ese punto se consigue la máxima cantidad de producto por cada unidad monetaria utilizada. Conocida la funci6n de costes tipo de una empresa, necesitaremos incorporar cómo evolucionan sus ingresos porque, si no conocemos ese dato, difícilmente podríamos estimar ni la cifra de beneficios ni el punto óptimo de producci6n para la empresa, ni siquiera si existen o no beneficios. Los ingresos dependerán de la demanda y del tipo de mercado con que se enfrente cada empresa. Sólo conociendo ese aspecto podremos precisar donde se encuentra su óptimo. 3.5 LA DEMANDA DE LOS FACTORES PRODUCTIVOS La demanda de factores La tarea del empresario consiste en conseguir la máxima diferencia entre la cifra de ventas (valor de la producción u output) y el coste de los factores que utiliza para dicha producción. El mecanismo que influye en la demanda, oferta y formación del precio de los factores productivos guarda grandes similitudes con el de los bienes y servicios finales, aunque encierra algunas particularidades: Cambio de papeles respecto a los mercados de bienes. En los mercados de factores productivos son las economías domésticas las que pasan a asumir el papel de oferentes (porque suya es la propiedad de los factores), mientras que la demanda compete a las

empresas, porque son ellas las interesadas en utilizar sus servicios. Ese cambio de la perspectiva es esencial para comprender la similitud del juego de oferta y demanda, aunque los protagonistas jueguen ahora en campos intercambiados. La demanda de los factores productivos es una demanda derivada. Los bienes y servicios sirven para satisfacer necesidades finales. Son demandados por las economías domésticas que con su consumo directo buscan hacer máxima su utilidad, su bienestar. Los factores productivos, como regla general, no sirven para satisfacer directamente necesidades, sino que son instrumentos que, adecuadamente combinados, permiten producir bienes y servicios. Las empresas están interesadas en los factores productivos para obtener productos que vender. Por lo tanto, solamente les interesa demandar factores productivos en la medida en que éstos produzcan bienes que luego se vendan y generen ingresos. Estas circunstancias permiten adelantar que la evolución del mercado de factores productivos en una empresa o un sector va a estar estrechamente relacionada con los avatares del mercado del producto final correspondiente, y viceversa: - Si las empresas ven aumentar sus ventas adquirirán un mayor volumen de factores productivos (demandarán más trabajo, maquinaria, etc.) para poder hacer frente al incremento de la demanda final. Por el contrario, si las ventas se reducen, disminuirán la producción y la demanda de factores. Por otro lado, una elevación del coste de los factores de producción elevará los costes, desplazando la curva de oferta en el mercado de bienes hacia arriba y hacia la izquierda, con los efectos correspondientes. Una empresa estará interesada en contratar más cantidad de un factor productivo, sólo si con ello aumenta sus beneficios. O dicho de otra forma: sólo le interesará contratar una unidad adicional de un factor productivo en la medida en que el incremento de coste que implique esa contratación (coste marginal) sea inferior al incremento de ingresos que vaya a obtenerse con su utilización (ingreso marginal). El factor productivo se seguirá demandando hasta el punto a partir del cual esa comparación resulte negativa. Es decir, que la cantidad demandada

óptima de un factor productivo vendrá dada, como siempre, por el punto donde se igualen su coste marginal y su ingreso marginal.

Si suponemos que para cada empresa el precio de los factores productivos viene dado por el mercado, cada unidad adicional de un factor productivo incrementa el coste total exactamente en el importe del precio de ese factor. O lo que es lo mismo, el coste marginal de un factor

productivo es, en principio, igual a su precio. El incremento de ingresos que se deriva de la utilización de una unidad adicional de un factor productivo dependerá de dos factores: - De la mayor o menor capacidad de ese factor productivo para hacer aumentar la

producción total, es decir, de su productividad marginal. Es evidente que cuanto más eficaz sea un trabajador, una tierra o una maquina más dispuesto estará el empresario a pagar más por su utilización, porque podrá obtener más producto. - No basta con tener el producto. Lugo hay que venderlo. Al empresario solo le interesa tener más producto, siempre que se traduzca en mas ventas y en más ingresos. Por ejemplo, ¿de qué sirve producir cada día más automóviles si luego no se venden? Crecerían los pagos (por materiales, por costes de almacenamiento, etc.) pero no los ingresos. La empresa perdería cada vez más dinero. Por ello, el dato relevante no va a ser propiamente la productividad marginal del factor, sino el valor al que se vende ese incremento de producción, el valor de ese producto marginal, es decir, lo que realmente aporta a la cifra de ingresos totales. El ingreso marginal derivado de la utilización de un factor productivo es igual al valor

del producto marginal del mismo, el cual se obtiene multiplicando la productividad marginal por el precio del producto final.

3.6 LA OFERTA DE LOS FACTORES PRODUCTIVOS La oferta de los factores productivos corresponde a las economías domésticas que son, de una forma u otra, sus propietarias. Buena parte de los inputs utilizados por las empresas son en realidad bienes intermedios, es decir, productos finales para otras empresas que son utilizados para producir otros bienes o servicios o para sufrir algún tipo de transformación antes de ser puestos a la venta directa de los consumidores. En tales casos, la oferta será idéntica a la que estudiamos en el mercado de bienes, porque, en principio, a los oferentes les resulta indiferente que los destinatarios sean

consumidores intermedios o finales. En este epígrafe analizaremos la oferta básicamente desde la perspectiva de los oferentes domésticos. La regla general es que se ofertan los servicios de los factores productivos de que se dispone, en cuanto que se consiguen los recursos con los que adquirir los bienes y servicios que permiten satisfacer necesidades. Las economías domésticas ofertan factores productivos en la medida en que con ellos

obtienen los recursos necesarios para adquirir bienes y servicios. Por tanto, en cierta

medida, la oferta de factores productivos es también una oferta derivada. Todo potencial oferente estará dispuesto a sacar al mercado el factor productivo de que disponga si tal decisión le compensa, es decir, si los beneficios que va a obtener son superiores a los costes que se derivan de su decisión. Es decir, comparara el ingreso marginal con el coste marginal de su decisión. Por ello, con carácter general, pondrá en relación dos datos básicos: El precio. Representa el ingreso marginal derivado de la decisión de ofertar una unidad adicional del factor productivo. Por lo tanto, en principio, cuanto más elevado sea, mayor será la posibilidad de que crezca la cantidad ofrecida del factor, porque mayor será la probabilidad de que se compensen los costes correspondientes. El coste. A su vez, incluye: Inversión previa. Cada unidad del factor productivo requiere normalmente unas determinadas inversiones previas (en estudios, en regadíos, en recursos de cualquier tipo). Cualquier propietario de un factor productivo deseara recuperar esa inversión al sacarlo al mercado. Coste de oportunidad. Poner un factor productivo a disposición de los demandantes supone frecuentemente renunciar a otras posibilidades. Un trabajador renuncia a tiempo de ocio y un terrateniente al uso de la tierra para el propio disfrute. El precio debe compensar esa renuncia, o el propietario del factor optara por no ofertarlo. Obviamente, cuando más alto sea el precio mas fácil es que el coste de oportunidad quede compensado. Puede admitirse que la cantidad ofrecida de un factor productivo será tanto más elevada cuanto más alto sea el precio que se pague por su utilización, porque ello hará que queden compensados los costes de adquisición y de oportunidad para un mayor número de propietarios. Sin embargo, esta regla general puede tener excepciones. El consumidor en sus decisiones, tras cualquier cambio en las circunstancias del mercado, se enfrentaba a dos efectos:

Efecto sustitución, entre las distintas opciones tendera hacia aquella que resulte más atractiva que en la situación anterior. Por lo tanto, cualquier elevación del precio hará mas atractivo que antes sacar al mercado el factor productivo cuya remuneración se eleva. Efecto renta, cuanto más alta es la retribución de los factores productivos, mas ingresos tienen sus propietarios y, por lo tanto, menos necesitados de ofertar aquéllos. Cuanto más baja es la retribución de un factor productivo, más necesitados pueden estar sus propietarios de sacarlos al mercado, especialmente si constituye su única fuente de supervivencia. Si recordamos el carácter de oferta derivada que se resaltaba más arriba, puede entenderse que precios ínfimos difícilmente compensan todos los costes que se han mencionado, pero sean aceptados porque la alternativa es el hambre. Puede entenderse también que precios muy elevados no sólo no estimulen incrementos de la cantidad ofertada, sino que tengan el efecto opuesto, porque los potenciales oferentes tengan sobradamente cubiertas sus necesidades y prefieran reservar parte de su oferta. Por ello podríamos encontrarnos curvas de oferta tan dispares como las que se ofrecen en el gráfico 3.5 (p68). Gráfico 3.5 (p68). Oferta de factores productivos

1. La curva de oferta de un factor productivo tendrá habitualmente la forma creciente normal que conocemos. 2. No obstante, como en el mercado de bienes, puede existir un precio mínimo por debajo del cual no compense la oferta. 3. También puede ocurrir que exista una cantidad ofertada mínima para la cual un ingreso bajo es mejor que nada. 4. Y no sería de extrañar una curva de oferta que, para niveles altos de precios, sufriera una torsión porque el efecto renta compensara al efecto sustitución.

TEMA 4. EL FUNCIONAMIENTO DE LOS MERCADOS:

LA COMPETENCIA PERFECTA Las estructuras de costes que hemos visto son aplicables a cualquier empresa, sea cual sea el mercado en el que se desenvuelva. Por el contrario, la estructura de ingresos y las posibilidades de actuar sobre los mismos, van a variar sustancialmente según el tipo de mercado y la situación de competencia. El modelo de competencia perfecta estudia la forma de cómo funcionan las empresas y los diferentes mercados tomando como referencia unas reglas que se consideran óptimas. La competencia perfecta parece llevar a largo plazo el mejor de los equilibrios posibles en cada mercado concreto. No obstante, detrás del equilibrio de cada mercado se esconden otras muchas variables que dependen a su vez de los equilibrios que se dan simultáneamente en los precios y en las cantidades de los restantes bienes y de los factores productivos. Ello no significa que siempre y en todos los casos el mercado sea la garantía de que el equilibrio se consiga perfectamente. En unos casos, necesitaremos un tiempo para que el ajuste se produzca. En otros, las reacciones de los agentes económicos pueden no ser las adecuadas y hacer difícil la obtención del equilibrio. La experiencia demuestra que el mercado no soluciona correctamente todos los problemas y que en todas las economías llamadas de mercado aparece el Estado que interviene en el funcionamiento de las mismas. Veremos que ocurre con una modalidad de intervención pública más directa en el equilibrio del mercado, como es el hecho de que se fije un precio mínimo con carácter obligatorio y como las consecuencias de esa medida pueden ser incluso opuestas a las que se pretendían conseguir. Por otra parte, los mercados reales no suelen cumplir las condiciones de la competencia perfecta. Analizaremos una clasificación elemental y las características básicas de los mercados imperfectamente competitivos que serán objeto de estudio en el tema siguiente. 4.1 LA COMPETENCIA PERFECTA Las condiciones de la competencia perfecta Cuando decimos que una empresa o mercado está funcionando en condiciones de competencia perfecta estamos exigiendo unas determinadas características estrictas que resulta difícil que puedan encontrarse, en su integridad, en la realidad. Un mercado de competencia perfecta tiene como características más relevantes las siguientes: Elevado número de oferentes y de demandantes. Ninguno de los oferentes y demandantes puede tener un poder suficiente como para influir decisivamente en el mercado. La insignificancia de las decisiones individuales en el conjunto del mercado es el dato que define la expresión de elevado número: será suficientemente elevado cuando cada uno aisladamente no influya en el conjunto y será insuficiente en caso contrario. Por esta razón decimos que todos los sujetos participantes en el mercado son precio-aceptantes, es decir, toman el precio que resulta del equilibrio de oferta y demanda como un dato externo a ellos, como una realidad que no pueden cambiar y a la que deben adecuar sus comportamientos. Saben que, hagan lo que hagan, su importancia aislada es tan ínfima que no alterará para nada ese equilibrio. Que todos los sujetos de una economía puedan entrar y salir libremente de cualquiera de los mercados. Si en un mercado concreto las condiciones no son favorables, no hay ningún obstáculo para abandonarlo y trasladarse a otro con mejores perspectivas. Este aspecto es fundamental para garantizar la máxima eficiencia en la asignación de los recursos a largo plazo. Que los productos ofrecidos por todos los oferentes sean homogéneos y perfectamente sustituibles entre sí. Para los demandantes no debe existir ningún obstáculo para desviar su elección a la alternativa más barata dentro de las que satisfagan la misma necesidad. Información completa de las alternativas existentes y perfecta movilidad de sujetos,

factores y recursos. Para que la elección de todos los sujetos y la asignación de todos los recursos sea la óptima debe existir una información completa de las alternativas existentes, así como una perfecta movilidad de sujetos, factores y recursos de forma que puedan desplazarse rápidamente en cada momento a la mejor de las alternativas posibles. Principio de exclusión. El mercado necesita que se cumpla el principio de exclusión, es decir, que sólo quien pague el

precio pueda disfrutar del bien o servicio. Principio de la correspondencia. Debe cumplirse el principio de la correspondencia entre el precio de un bien y los costes que supone su producción, así como los beneficios que se derivan de su consumo. Es decir, se supone que el mercado y el tipo de bien permiten que todos y cada uno de los sujetos tenga en cuenta la totalidad de los costes y beneficios y en función de su valoración permitan el equilibrio óptimo que hagan mínimos los costes y máximos los beneficios. Que todos los sujetos actúen con racionalidad. Los individuos buscan maximizar su bienestar y los empresarios sus beneficios. No es relevante la existencia de sujetos que no sigan esta pauta: mientras los excesos de unos se compensen con los defectos de otros la media se ajustará a ese comportamiento racional. En resumen, un mercado de competencia perfecta tiene como características más

relevantes las siguientes:

1 Elevado número de compradores y vendedores.

2 Irrelevancia de las decisiones individuales en las magnitudes del mercado.

3 Cada oferente y cada demandante es precio-aceptante.

4 Libre entrada y salida del mercado.

5 El producto ofrecido por cada empresa es homogéneo y perfectamente sustituible por el

ofrecido por otra.

6 La información es perfecta, incluso respecto al futuro, y la movilidad es total para todos los

sujetos y factores.

7 Se da el principio de exclusión por el cual sólo accede a un bien o servicio quien paga el precio correspondiente.

8 Existe el principio de la correspondencia del precio con los costes y beneficios que se

derivan de la producción y el consumo de los bienes y servicios.

9 Se ha de dar la maximización del bienestar y de los beneficios como objetivos de los

consumidores y de los empresarios, respectivamente.

El óptimo de la empresa en competencia perfecta Cumpliéndose las condiciones de la competencia perfecta, la empresa individual se encontrará con que existe un precio que le fija el mercado y sabe que puede vender la cantidad que desee a ese precio: No puede vender por encima de ese precio porque, al ser sus productos perfectamente sustituibles, los demandantes optarían por los que la competencia vende más baratos. No puede vender más barato porque suponemos que todas las empresas funcionan con condiciones similares de costes y, por debajo del precio de mercado, no maximizaría beneficios o, incluso, obtendría pérdidas. Puede vender toda la cantidad que desee porque, por elevada que sea, será siempre irrelevante en el conjunto del mercado (por definici6n de la competencia perfecta). La demanda de una empresa individual en competencia perfecta es totalmente elástica y se representa gráficamente por una recta horizontal al nivel del precio de equilibrio fijado por el mercado. Con este dato podemos ya definir el punto 6ptimo para la empresa en competencia perfecta. Tenemos su estructura de costes y el dato de sus ingresos, por lo que resultará sencillo definir su punto de máximo beneficio.

1) Dado que el precio es fijo e invariable, el ingreso marginal y el ingreso medio son iguales al precio porque: - Por cada unidad que vendo mi ingreso aumenta (ingreso marginal) lo que cobro por ella (que es su precio). - Como media yo ingreso por las unidades que vendo exactamente su precio, ya que es el mismo para todas ellas. Recordar que es ingreso medio = ingresos totales / cantidad vendida = precio.

2) Dado que sabemos cuál es la condición general de máximo beneficio (CMa=IMa), para la empresa en competencia perfecta el nivel óptimo de producción es aquel en el cual el precio y el coste marginal se igualan. Si la condición de máximo beneficio es que el precio sea igual al coste marginal, para saber si ese punto supone pérdidas o beneficios deberemos comparar ingresos totales y costes totales

o, lo que es lo mismo, ingresos medios y costes medios. Recordemos que una empresa tiene beneficios cuando sus ingresos medios son superiores a sus costes medios y pérdidas cuando sus costes medios son superiores a sus ingresos medios. ¿A partir de que situación interesa producir?

Parece claro que si el precio de un bien es demasiado bajo en relación con lo que nos cuesta producirlo, no compensara ser oferente. Para contestar a esta cuestión debemos recordar que existen unos costes fijos que la empresa tendrá que afrontar sea cual sea el nivel de producción y que no puede evitar en ningún caso en el corto plazo, que es el período que analizamos. Cuanto más elevados sean los costes fijos mas se resistirá el empresario a abandonar la actividad y mas difícil será que tome la decisi6n de iniciarla. La empresa sólo iniciara o mantendrá la producción si con ello consigue una situación mejor o menos mala que si tiene paradas sus instalaciones. En este caso, de tener paradas las instalaciones, las pérdidas son equivalentes a los costes fijos, dado que tiene que pagarlos en cualquier caso y carecería de ingresos. Dicho de otra forma, si el empresario tiene cerrada su fabrica tiene cero ingresos y debe, sin embargo, pagar los costes fijos como gastos inevitables. Si decide producir, incurre en los costes variables e ingresa la producci6n que venda. Si los costes nuevos son mayores que los ingresos nuevos, más le vale quedarse como estaba y soportar sólo los costes fijos como pérdidas. El empresario necesita obtener por su posible actividad unos ingresos que cubran al menos los costes nuevos en los que va a incurrir, es decir, los costes variables. Por lo tanto, compensara iniciar o mantener la producción a corto plazo siempre que las pérdidas sean inferiores (como máximo, iguales) a los costes fijos. El punto de cierre para una empresa, a corto plazo, es aquel en el que los ingresos no cubren los costes variables, pues así las pérdidas se limitarían a los inevitables costes

fijos. Si los ingresos son superiores a los costes variables permitirían cubrir al menos parte de los costes fijos y, por lo tanto, sería mejor producir (aún con pérdidas) que no

producir.

Si traducimos esos mismos principios a costes medios y marginales, una empresa en competencia perfecta ofrecerá sus productos si el precio que marca el mercado es igual o superior al coste variable medio y a partir de ese momento, aumentara su producci6n s6lo si va a ingresar más de lo que va a gastar, es decir, siempre que el precio (ingreso marginal) sea superior al coste marginal y hasta que ambos valores se igualen. El grafico 4.1 (p77) permite comprobar y subrayar el comportamiento de una empresa en competencia perfecta.

Gráfico 4.1 (p77). Equilibrio de la empresa en competencia perfecta Retomamos la representación de costes que conocemos. Si el precio de mercado es P1, sólo hay un nivel de producción que podría compensar la producción: con X1 se consiguen unas pérdidas (diferencia entre coste medio e ingreso medio) equivalentes a los costes fijos (que tendría en todo caso) y cubre totalmente los costes variables. Resulta indiferente producir o no producir. Si el precio fuera inferior a P1, no interesa producir porque no existe ningún nivel de producción que permita cubrir al menos los costes variables. Si el precio fuera subiendo, compensaría ir aumentando la producción siguiendo la curva CMa. El cruce de la misma con el precio nos da en cada caso la igualdad entre ingreso marginal y coste marginal que garantiza el máximo beneficio (en este caso, la mínima pérdida). Si el precio llegara hasta P0, la producción óptima sería X0. Ese punto representa el nivel en el que ingreso y el coste se igualan. Supone la igualdad del Precio P0 (como ingreso marginal) y el coste marginal (condición de máximo beneficio) así como del precio (ingreso medio) y el coste medio (condición de inexistencia de beneficios). También es el punto mínimo del coste medio (igual al coste marginal) y, por lo tanto, de máxima eficiencia. Si el precio fuera superior a P0 la producción también sería más elevada y posibilitaría beneficios extraordinarios porque el ingreso medio sería superior al coste medio. Podemos comprobar cómo la curva de costes marginales nos marca, para cada precio, la cantidad óptima de producción, por lo que la curva de oferta de la empresa coincidirá con dicha curva siempre que el precio sea igual o superior al coste variable medio. Sabemos que la oferta de una empresa nos muestra cual es la cantidad de producto que está dispuesta a producir para cada nivel de precios y que, para maximizar su beneficio, la empresa elegirá siempre un punto en que el precio sea igual al coste marginal. Por lo tanto, la curva de coste marginal nos indicará cual es el nivel de producción que la empresa saca al mercado para

cada precio. De donde podemos deducir que la curva de oferta de una empresa en

competencia perfecta, a corto plazo, coincide con la curva de costes marginales a

partir del punto en el que el precio es igual al coste variable medio. La comparación entre el precio (en cuanto que ingreso medio) y el coste medio nos permitirá deducir si la empresa está en una situaci6n de pérdidas o de beneficios. De lo visto hasta ahora se deduce que puede ocurrir que el precio fijado en el mercado esté por encima o por debajo del nivel de equilibrio. Como sabemos, si el precio es superior la empresa obtendrá beneficios extraordinarios. Si es inferior tendrá pérdidas e incluso cerrará si las mismas son superiores a los costes fijos. Aunque las reglas de equilibrio son las mismas en todos los casos los resultados de la empresa variarán según cuál sea el precio del mercado. 4.2 EL MERCADO EN EL CORTO PLAZO El precio de mercado de un bien o servicio resulta del juego conjunto de la oferta y de la demanda. La oferta y la demanda globales de un bien resultarán: -De la suma de las cantidades ofrecidas por cada una de las empresas que componen la industria. -De las cantidades demandadas por todos los potenciales compradores del producto, para cada uno de los posibles precios del mismo. Imaginemos que coexisten tres empresas. La suma de las cantidades ofertadas por las tres nos daría la oferta total del correspondiente mercado. Su cruce con la demanda total del mismo marcaría el precio de equilibrio que conlleva que cada una de estas empresas se encuentre en una de las tres posibles situaciones vistas en el epígrafe anterior: 1.- Beneficios. 2.- Ausencia de beneficios. 3.- Pérdidas (inferiores a los costes fijos). En el corto plazo podemos encontrarnos con situaciones como la descrita. Sin embargo, vemos también la precariedad de las empresas marginales (aquellas que se mantienen en el mercado a duras penas, con beneficios muy por debajo de los normales o incluso con pérdidas). Tan pronto como la demanda, y, por tanto, el precio y los ingresos, cae levemente, se ven expulsadas del mercado. El mercado de factores productivos El comportamiento del mercado de los factores productivos será muy similar, fijándose el precio por la interacción de la oferta y la demanda. Sin perjuicio de los casos excepcionales que se han visto, la regla general será la de una curva de oferta ascendente. Cuanto mayor sea la demanda que existe de un determinado factor, mayor será el precio que se pague por él, y viceversa. En el precio de equilibrio coinciden la cantidad ofertada y la demandada: Si el precio es superior, la cantidad ofertada será superior a la demandada y habrá un exceso de oferta. Este exceso de oferta en el mercado de los factores productivos implica que parte de la oferta disponible no se está utilizando. En tal caso existiría desempleo de ese factor productivo y nos situaríamos en un punto que no pertenecería a la curva de la Frontera de Posibilidades de Producción (FPP). Estaríamos produciendo a niveles inferiores a los teóricamente posibles (estaríamos por debajo de la curva de la Frontera de Posibilidades de Producción). Si por el contrario, el precio fuera inferior al de equilibrio, la cantidad demandada sería superior a la ofertada y habría un exceso de demanda. O ese exceso se cubre con factores adicionales (por ejemplo, procedentes de otros mercados) o los precios de ese factor productivos se dispararían. En competencia perfecta, la movilidad perfecta de los factores productivos y la

flexibilidad de los precios haría que los mercados se vaciaran y que no existiera el desempleo. Sólo si los precios no son flexibles, el ajuste deberá producirse a través de cantidades. El análisis desarrollado hasta este momento se basa en describir la actuación de una empresa que prácticamente utiliza un único factor variable y produce un solo bien o servicio. Aunque la realidad es evidentemente más compleja, debe señalarse que, en lo sustancial, este esquema elemental no deja de ser válido.

En primer lugar, la empresa tiene que elegir que recursos utiliza para producir y, para ello, la elección no sólo se da entre factores productivos (trabajo o capital), sino incluso dentro de ellos (trabajadores más o menos especializados o unas maquinas frente a otras) o entre producción propia o ajena. Una empresa puede tener sus camiones de reparto y sus conductores o contratar esta tarea con una empresa de transportes. Y este ejemplo es válido absolutamente para todo: prácticamente cualquiera de las actividades del proceso pueden realizarse en el seno de la empresa o comprarse hechas. En cualquiera de estas elecciones la comparación será siempre la misma: como obtener el máximo producto con el menor coste. Detrás de la decisión encontraremos, como en el caso de los consumidores, un efecto renta (aquí efecto producto) y un efecto sustitución. - Efecto producto. No existe una relación clara y universal respecto a la utilización de factores productivos en relación con la cifra de producto. Sin embargo parece predominar una cierta tendencia, según aumentan las cifras de producto, hacia la utilización más intensiva del capital frente al trabajo y, dentro de éste, del más cualificado frente al menos cualificado. - Efecto substitución. Siempre que sea técnicamente posible, la alternativa que se encarezca en términos relativos tenderá a ser sustituida por la que resulte más barata. Como regla general, el encarecimiento relativo de un factor productivo respecto a los

demás provocará un efecto sustitución por el cual tenderá a prescindirse del factor encarecido a favor de los que ahora resultan comparativamente más baratos.

Es muy frecuente que una empresa no se dedique tan sólo a producir un bien o servicio. De hecho, ocurre a menudo que la producción conjunta de dos bienes implica ventajas mutuas que abaratan la producción de uno y otro. En tal caso se dice que se producen unas determinadas economías en la producción que podríamos asimilar al término de sinergias: se producen sinergias en la producción cuando resulta menos costoso producir dos o más

bienes conjuntamente que cada uno de ellos por separado. Los ejemplos son numerosos, porque es frecuente observar como las empresas lecheras producen también mantequilla, nata, yogures o quesos; las empresas fabricantes de coches, en numerosos casos también tienen una divisi6n de camiones o de autobuses... También aquí nos encontraremos con el conocido efecto sustitución, de forma que las empresas desplazarán parte de sus esfuerzos a la producción de aquellos bienes o servicios cuyos precios sean más elevados, en detrimento de aquellos que proporcionen, para igual esfuerzo, menores ingresos que antes. En suma, que las empresas buscan la forma más eficiente de producir buscando la combinación mejor de los factores productivos, lo que afecta a su vez al equilibrio en los mercados de esos factores. Veremos que esos ajustes son decisivos en el largo plazo. 4.3 EL EQUILIBRIO EN EL LARGO PLAZO Los costes en el largo plazo La producción puede no ser igualmente eficiente en todas las empresas que compiten en el mercado. La productividad puede ser muy diferente, por lo que también lo serán sus funciones de producción, sus costes y sus resultados. La realidad nos muestra permanentemente situaciones como esta. Probablemente, las diferentes curvas de costes a corto plazo, pueden estar asociadas no a la mejor o peor gestión sino, a que la dimensión de la empresa sea más o menos correcta, más o menos adecuada al nivel del mercado. Quizás la empresa está correctamente gestionada y extrae de los recursos disponibles la máxima potencialidad. Pero quizás se ha quedado pequeña, no ha crecido conforme lo hacía el mercado y se encuentra con que los incrementos

de la producción le implican unos aumentos de los costes que le dejan fuera de la competencia. O, por el contrario, está sobredimensionada y no alcanza su nivel óptimo de producción o no puede absorber los elevados costes fijos en los que incurre. A largo plazo existe la posibilidad de adaptar la estructura, ya no existen costes fijos y todas las empresas pueden buscar la mejor de las dimensiones. Precisamente la frontera entre el corto plazo y el largo plazo viene determinada por la existencia o no de factores fijos. Podemos suponer que en todo proceso productivo, al menos al nivel tecnológico existente, puede definirse una cierta dimensión óptima, una combinación de los factores productivos que posibilita la producción del bien de la forma más eficiente. Dado que a largo plazo es posible adaptar la dimensión de las empresas a la óptima

en cada caso, la curva de costes a largo plazo resultaría de unir los puntos mínimos

de cada dimensión óptima para cada nivel de producción.

Economías y deseconomías de escala Existen economías de escala cuando un aumento de la dimensión empresarial origina un incremento de la producción más que proporcional y, por lo tanto, una disminución de los costes medios. Existen deseconomías de escala cuando un aumento de la dimensión empresarial origina un incremento de la producción menos que proporcional y, por lo tanto, un aumento de los costes medios. Economías de escala. Comentarios Especialización e indivisibilidad. Existen economías de escala porque la mayor dimensión permite la especialización de todos los factores productivos. Podemos dedicar a cada trabajador a una tarea específica en la que pueda alcanzar un rendimiento muy elevado, superior al que sería capaz de obtener si atendiera a varias tareas que exigen aptitudes distintas. Pero también podemos incorporar máquinas más adecuadas para cada tarea, de dimensiones o precios inalcanzables cuando el nivel de producción es bajo. La indivisibilidad de determinados factores implica que sólo pueden adaptarse o ser rentables a partir de elevadas cifras de producción. Costes. Con mucha frecuencia esa indivisibilidad implica que el coste correspondiente sea prácticamente idéntico para cualquier nivel de actividad, lo que equivale a un coste medio más elevado cuanto menor sea el nivel de producción. Una compañía suministradora de un servicio por cable o conducto (telefónico, gas, televisión, electricidad ... ) podrá ofrecer la instalación a un coste muy inferior si el número de usuarios es muy elevado que si debe realizarla para un reducido número de clientes. Costes de dirección y control. Existen unos costes de dirección y control relativamente independientes del nivel de producción, en parte también indivisibles. Necesitaremos, por ejemplo, un gerente, un contable y un supervisor en cuanto haya un cierto número de trabajadores y de operaciones algo complejas. Pero es más que probable que un volumen de actividad varias veces superior pudiera ser absorbido por los mismos sin esfuerzo exagerado. Mayor poder de elección. La empresa podrá optar entre todas las alternativas tecnológicamente posibles, entre mercados diferentes, entre procesos diferentes... mientras que algunas de esas opciones serán inalcanzables para empresas de menor tamaño. Producción estable. La ley de los grandes números permite mantener mas establemente las cifras de producci6n, porque el fallo de alguna maquina, la ausencia de algunos trabajadores... se suple con la actividad de los demás. En una empresa de menor dimensión, el fallo de una maquina o de alguno de los hombres puede significar la paralizaci6n de todo el proceso. Disminución de costes fijos. La reflexión que hicimos para los costes fijos sigue siendo válida, porque determinadas actividades requieren inversiones muy elevadas que se van diluyendo y amortizando tanto más, cuanto mayor sea la cantidad de producto. Gastos de investigación y desarrollo. Los gastos en investigación y desarrollo son tanto más posibles y potencialmente rentables cuanto mayor sea la organización e incrementaran la probabilidad de incorporar mejoras tecnol6gicas reductoras de costes. Poder de negociación. Una empresa de grandes dimensiones será probablemente un cliente fundamental para sus proveedores o sus entidades financieras, por lo que fácilmente conseguirá mejores precios y condiciones que un competidor menos poderoso. Incluso ante las Administraciones Públicas es posible que consiga mejores condiciones o facilidades para la instalación o el mantenimiento de su actividad. Deseconomías de escala. Comentarios Nacimiento de desorganización y mayores costes. Las tareas de dirección, coordinación, supervisión e información se hacen cada vez más complejas, lentas, costosas e improductivas, según aumenta la dimensión de la organización. Según el número de unidades va creciendo, se hacen necesarios los coordinadores de los coordinadores, los jefes de los jefes, los vigilantes de los vigilantes... y la pirámide organizativa crece y se hace más compleja. Las directrices llegan tarde y mal. Los costes generales, no ligados directamente a la producción de bienes y servicios finales, sino dedicados al servicio de la organización, adquieren un peso creciente en detrimento de la productividad global. Desmotivación y falta de productividad. Cuanto mayor es el tamaño de una organización

mas difícilmente se consigue la motivación de los integrantes de la misma, disminuyen la creatividad y la flexibilidad, aumentan la despersonalización, el absentismo y la rutina. La productividad desciende en el corto y en el largo plazo. Contradicciones: conflictos y mejores salarios. Son más frecuentes en las grandes empresas los conflictos laborales y tienden a ser también mejores las condiciones salariales y laborales, con lo que los mayores costes salariales pueden llegar a compensar o incluso superar las ganancias derivadas de otras economías de escala. Incapacidad de reacción. La capacidad de reacción es también menor, generalmente, en la gran organización, frente a la mayor capacidad de adaptación de la pequeña empresa, por lo que ésta suele ser más eficaz en mercados muy cambiantes. Fuerte demanda de factores productivos y suministros. La gran dimensión implica también una fuerte demanda de factores productivos y suministros en general. Si ello puede suponer una ventaja de negociación en buen número de casos, también puede suponer problemas de abastecimiento y almacenaje en mercados reducidos, incapaces de atender tan importantes cifras demandadas, con los consiguientes encarecimientos. Ésta es una de las razones por las que las grandes empresas estudian con máximo cuidado su localización y por la que tienden a concentrarse en determinadas zonas, de forma que entre todas esas empresas garanticen la consolidación de una oferta suficiente de factores y servicios. La regla general es que las economías de escala predominen hasta alcanzar el mínimo óptimo. En cada caso, en cada proceso productivo, nos encontraremos situaciones diferentes. Así, existirán procesos en los cuales todavía no se ha alcanzado ese mínimo óptimo por lo que la industria funcionará con rendimientos crecientes de escala (en la parte descendente de la curva de costes). Cuanto mayor sea la cifra de producción más reducido será el coste medio: es el caso de la mayor parte de los procesos industriales a gran escala. Dado que el mayor tamaño posibilita menores costes, se produce una tendencia natural hacia la reducción del número de oferentes, con el consiguiente detrimento de la primera condición de la competencia perfecta. Dado que economías y deseconomías de escala conviven normalmente en todas las actividades (sólo que unas predominan sobre las otras) muchas empresas tratan de compatibilizarlas. Así, una gran empresa tiende a descentralizar buena parte de la actividad en pequeñas unidades con cuentas propias y una cierta competencia entre sí pero mantienen centralizadas aquellas actividades en las que las economías de escala son más poderosas, como planificación estratégica, investigación, relaciones con los gobiernos... Por el lado opuesto, las pequeñas empresas de distribución tienden a agruparse para determinadas actividades como compras centralizadas, publicidad en televisión, etc. En ambos casos, se busca o mantiene la pequeña dimensión en aquellos aspectos en los que predominan las ventajas sobre los inconvenientes y se aprovecha el mayor tamaño cuando así lo aconsejan las evidentes ventajas de escala. Mantendremos una curva de costes a largo plazo con la forma pr6xima a la U abierta, porque las conclusiones que se derivan de ella van a ser válidas para cualquiera de los otros supuestos. El equilibrio en el largo plazo Pensemos en tres empresas: Tipo A. Empresa ideal a Dimensión óptima. Producción eficiente. Mínimo coste. Aprovechamiento de factores productivos a Beneficios extraordinarios. Tipo B. Empresa intermedia, que va saliendo adelante. Tiene beneficios ordinarios. Tipo C. Empresa que funciona con costes elevados. A corto plazo funciona con pérdidas. Sólo las empresas que tengan la dimensión óptima, como la empresa A, pueden producir el bien con la máxima eficiencia, al mínimo coste posible y aprovechando al máximo los factores productivos que utilizan. Estas empresas eficientes son las que tienen margen para obtener beneficios extraordinarios o para mantenerlos si caen los precios. En todo caso, las empresas como la C de nuestro ejemplo, que a corto plazo estaban funcionando con pérdidas, abandonarán el mercado: bien porque cualquier caída del mercado las expulsa o bien porque los propietarios abandonan voluntariamente el mercado. A corto plazo estuvieron dispuestos a aceptar pérdidas porque los costes fijos eran inevitables, pero tan pronto como puedan desprenderse de los mismos o reconvertirlos hacia otra actividad no dudaran en hacerlo. Las pérdidas pueden asumirse temporalmente, pero no eternamente. A largo plazo, las empresas con pérdidas tenderán a abandonar el mercado. Otra posibilidad es que empresas tipo C readapten su estructura y pasen a engrosar el grupo de las empresas eficientes, tipo A. En todo caso, las empresas marginales tipo C o reajustan

su dimensión y sus costes o desaparecen y las de tipo B pasan a ser las nuevas marginales. Su futuro será el mismo que las del tipo C, ahora desaparecidas: deberán adaptar su producción a la estructura más eficiente o acabaran siendo arrojadas del mercado. ¿Podría mantenerse indefinidamente una situación cómo la inicialmente descrita en la cual una parte de las empresas no obtiene más beneficios que los ordinarios mientras otras tienen beneficios extraordinarios? La respuesta ha de ser negativa. Si hay empresas que están obteniendo beneficios extraordinarios, otras se sentirán atraídas por unos beneficios superiores a los que obtienen. Consecuentemente, aumentara el número de empresas que, con la estructura rentable tipo A, incrementara la oferta del bien o servicio correspondiente. El aumento de la oferta hará bajar el precio de equilibrio y el beneficio extraordinario tenderá a anularse, porque mientras se mantenga seguirá existiendo el incentivo para que entren nuevos oferentes: mientras entren nuevos oferentes el precio seguirá cayendo; si el precio cae, el beneficio extraordinario disminuye. Solamente se detendrá el proceso en el momento en que los beneficios extraordinarios desaparezcan, porque ya no existirá incentivo alguno para entrar en un sector que carece de especial atractivo respecto a todos los demás. A largo plazo la competencia hace desaparecer las empresas ineficientes y lleva a las

supervivientes a producir con la estructura óptima que garantiza el menor coste posible y la mejor asignación de factores dado el nivel tecnológico existente. Obsérvese que en el punto de equilibrio alcanzado: Los empresarios están produciendo de la forma más eficiente de las posibles porque, los que no lo hacen, son expulsados del mercado. Los productos se están vendiendo al mínimo precio posible, sin que existan más beneficios que los compensatorios de los costes de oportunidad en que se ha incurrido. En ese punto (de equilibrio) coinciden precio (y, por lo tanto, ingreso marginal y medio) con el coste medio y el coste marginal. Lógicamente, también con la valoración marginal de los demandantes, que coinciden en pagar en compensación a la utilidad que reciben. En suma, la fuerza de la competencia y el juego de la oferta y la demanda parecen garantizar a largo plazo la máxima eficiencia en el aprovechamiento de los recursos utilizados en el mercado estudiado, siempre que se den las condiciones de la competencia perfecta. Del equilibrio parcial al equilibrio general El término equilibrio general hace referencia a la situación simultánea en todos los mercados, para todos los bienes y para todos los factores productivos, en la cual la totalidad de los intervinientes, compradores y vendedores, han alcanzado su óptimo y, por lo tanto, no tiene ningún incentivo para cambiar su posición ni su comportamiento. Un aumento de la demanda de los consumidores en el mercado de un bien X implica que aumente la demanda de los complementarios y, probablemente, baje la de los sustitutivos, pero también que suban los precios de los primeros y bajen los de los segundos. Ello afecta a la demanda de los factores productivos implicados en los correspondientes sectores y a los precios y empleo relativo de los mismos. También se ven afectadas, para bien o para mal, las cuentas de resultados de las empresas, lo que implica que las marginales de los sectores en baja tenderán a desaparecer paulatinamente y que los recursos liberados pasen a los sectores en alza, que están ofreciendo precios y beneficios más atractivos. Todo ello afecta a la renta de los sujetos y, consecuentemente, a sus decisiones de consumo y ahorro. El proceso sólo se detiene cuando se consigue de nuevo el equilibrio y desaparecen los beneficios extraordinarios en todos los mercados. El proceso de ajuste afecta igualmente a la movilidad de los factores productivos. De esta forma, en un efecto encadenado, el mercado va empujando a todos y cada uno de los sectores hacia la producción más eficiente, restando recursos de los sectores en

baja y moviéndolos hacia los sectores en alza. 4.4 EL MERCADO, LA ASIGNACIÓN DE RECURSOS Y EL BIENESTAR Problemas dinámicos Los procesos de ajuste que acabamos de ver requieren, además de que se cumplan las condiciones de competencia perfecta, un cierto tiempo. Asimismo implican nuevos cambios en las circunstancias originales que parecen llevar a un desequilibrio permanente. Podríamos decir que el mercado, como un péndulo o un muñeco de pesada base redondeada, puede estar siempre tendiendo al equilibrio, pero en constante movimiento, en constante desequilibrio provisional.

En otros supuestos, las circunstancias específicas de un determinado sector pueden motivar que la evolución hacia el equilibrio no sea automática e, incluso, que tienda a no producirse. Un ejemplo típico es el llamado modelo de la telaraña.

Modelo de la telaraña Este modelo supone una perspectiva dinámica, es decir, que se introduce el tiempo como un factor importante en el proceso de fijación de precios y cantidades. En concreto, este modelo incorpora el problema de los retardos en los ajustes entre oferta y demanda. Frecuentemente la producción de un bien, no puede ajustarse automáticamente a los cambios de demanda, sino que requiere un cierto tiempo de adaptación. Los ejemplos más claros se encuentran en el sector agrícola y ganadero. Supongamos que una epidemia provoca un cierto año una escasez repentina del producto de que se trate. La demanda de patatas o de carne de cerdo, por ejemplo, se encontraría con una producción disponible limitada. Para poder atender esa mayor demanda, muchos productores, atraídos por los precios más altos, cambiarán sus antiguos cultivos por el de patatas o se dedicarán a la crianza de cerdos, pero hasta pasado el tiempo necesario para recolectar las nuevas cosechas o para que el ganado alcance la edad y tamaño suficiente, los productos no llegarán al mercado. El reflejo de este comportamiento puede apreciarse en el gráfico 4.6 (p86). Las cantidades ofertadas cada año dependen del precio que regía el año anterior, que es cuando se toma la decisión de incrementar o disminuir la producción del bien correspondiente. Ese retraso en la adaptación provoca excesos periódicos de oferta o de demanda, con los consiguientes efectos sobre los precios de cada período. Podemos esperar que el equilibrio del mercado se produzca a largo plazo. Dependiendo de las condiciones concretas de cada mercado, a corto plazo pueden producirse

desajustes que sólo a través de aproximaciones sucesivas acaben llevando a ese

equilibrio. En otras palabras, el equilibrio no siempre es automático ni instantáneo. Eficiencia y bienestar Según el economista italiano W. Pareto, una situación determinada puede calificarse como eficiente cuando ya no es posible mejorar la situación de nadie, si no es a costa de perjudicar a alguien. Mientras podamos cambiar de una situación a otra y alguien mejore, sin que nadie empeore, podemos afirmar objetivamente que la segunda opción es socialmente preferible a la primera. Ahora bien, en el momento en que el cambio signifique perjuicio para alguien, aunque implique también la mejora de otros, ya no podemos saber si la nueva situación es socialmente mejor o peor. En otras palabras, existen infinitos puntos eficientes y la elección entre unos u otros es una decisión social que lleva implícita una determinada valoración de cuál es la distribución de la renta que se desea y que la calificación de una situación como eficiente no implica juicio alguno sobre si la situación subyacente de distribución de la renta es correcta o no lo es. Esto nos permite volver a la pregunta de si el juego del libre mercado es un método adecuado para resolver los tres problemas económicos básicos: ¿qué se produce, cómo y para quién? ¿Que se produce? El mercado de competencia perfecta decide que producir en función de la demanda de los consumidores que votan diariamente en sus decisiones de compra, a favor de unos bienes y en contra de otros, rechazando con mayor o menor radicalidad las elevaciones de determinados precios y orientando las decisiones de producción y a que sectores deben encaminar los empresarios sus esfuerzos productivos. Si a cada precio los consumidores demandan una cantidad mayor, la curva de demanda se sitúa más a la derecha y la cantidad de equilibrio será mayor y el precio se eleva. Los mayores precios servirán como elemento de información y como incentivo para los oferentes, que desplazaran sus recursos hacia los bienes y servicios cuyos precios van resultando más atractivos, en detrimento de la producción de bienes y servicios cuyos precios están cayendo porque la sociedad tiende a valorarlos cada vez menos. Dado que este proceso tiene su base en las decisiones de los consumidores, se ha afirmado que el mercado responde al principio de soberanía del consumidor, en cuanto que éste es el rey que, en última instancia, toma las decisiones del mercado. Recordemos que todo cuanto hasta ahora se viene viendo responde a un mercado de competencia perfecta. Cuando estudiemos otras estructuras menos perfectas, quizás este principio deba ponerse algo más en

cuestión. ¿Cómo se produce? El mercado también nos dice como se producen los bienes, estimulando además la producción más barata y eficiente. Ya hemos visto como producir al menor coste posible es condición de supervivencia y como la esperanza de poder vender más y más barato (o con mayores beneficios) es también un incentivo para la introducción de innovaciones tecnológicas. Para quién se produce El libre mercado nos dice también para quien se producen los bienes. Se producen para quienes estén dispuestos a pagar el precio de equilibrio por unidad del bien. Pero, en éste como en otros aspectos, la respuesta dada por el mercado puede no ser aceptable para todos. El libre mercado proporciona suficientes bienes para quienes están dispuestos a pagarlos y pueden hacerlo, pero ello significara con mucha probabilidad que no proporcione suficientes alimentos para que nadie se muera de hambre, ni suficiente asistencia sanitaria para que todo el mundo tenga un nivel adecuado de cuidados médicos. Las respuestas dadas por el mercado pueden diferir de la asignación de los recursos que quizá desee la sociedad. El mercado es un mecanismo automático para la asignación de recursos, pero ello no

significa que la asignación resultante sea considerada socialmente óptima, ni que el mercado sea eficiente para resolver todos los problemas. Todo lo anterior no significa que quepa esperar del mercado la solución a todos los problemas. Aparte de las posibles discrepancias de sus resultados, en determinados casos el mercado no será el instrumento óptimo para garantizar la mejor asignación de los recursos. Por ejemplo, en la provisión de bienes colectivos como la Defensa, la Justicia o la seguridad ciudadana, ámbitos en los que parece que está más justificada la intervención del Estado. Monopolio Mercado de competencia imperfecta en el que se dan determinadas características,

especialmente que hay un solo oferente.

Monopsonio Monopolio de demanda.

Oligopolio Mercado de competencia imperfecta en el que hay pocos oferentes y una gran interrelación entre ellos.

Oligopsonio Oligopolio de demanda.

Empresa precio-aceptante Empresa que, por su escasa dimensión relativa en el mercado, se enfrenta a una curva de demanda absolutamente elástica y se ve obligada a aceptar los precios fijados exógenamente.

Empresa precio-determinante Empresa que tiene algún poder monopolístico, suficiente para poder fijar los precios de los bienes que ofrece, dentro de los márgenes tolerables por el mercado.

4.5 MERCADOS IMPERFECTAMENTE COMPETITIVOS Los mercados intervenidos Como el mercado no garantiza la respuesta adecuada a todos los problemas, el Estado interviene de diversas maneras y con diferente alcance en los diversos mercados. Podríamos decir que estamos ante un mercado intervenido siempre que el Estado introdujese algún tipo de traba al libre juego del mismo. Sin embargo, esa es la característica de prácticamente todos los mercados de la actualidad ya que, por pequeño que sea, siempre existirá algún tipo de control público de las actividades de los particulares. Por ello, reservamos la calificación de mercado intervenido a aquellas situaciones en las que el precio no permite el ajuste entre las cantidades ofrecidas y las demandadas porque existe alguna intervención exterior, normalmente por parte del Estado. Precios tope El Estado puede imponer precios tope para determinados bienes o servicios. En tales casos, será ilegal que los vendedores cobren un precio superior al máximo autorizado. Obviamente, si el precio tope fuera igual o superior al de equilibrio, no tendría ninguna consecuencia. Suponemos siempre que el precio tope se sitúa por debajo del que resultaría del libre juego de la oferta y de la demanda. Los precios tope se suelen introducir cuando existe una escasez relativa del bien o servicio, que llevaría a precios que se consideran excesivos. La subida del precio reduciría el nivel de vida de los que compran el bien o lo harían inaccesible para muchos ciudadanos. Los controles de precios se suelen establecer cuando se trata de bienes como los alimentos, la

vivienda o la educaci6n que se consideran necesarios o muy convenientes. El abaratamiento obligado permite el acceso a tales bienes de las personas con menor poder adquisitivo. Vamos a estudiar cuales son los resultados de los precios tope. En el gráfico 4.8 retomamos de nuevo el mercado de naranjas del tema primero, pero suponemos que el Estado ha impuesto un precio tope de 3 euros.

Gráfico 4.8. Efectos de un precio tope El Gobierno impone un precio máximo de 3 euros. A ese precio la cantidad ofrecida viene dada por el punto A (20 millones de kilos al mes), pero la cantidad demandada es de 40 millones, como muestra el punto B. La distancia AB representa el exceso de demanda. Las naranjas existentes deben racionarse de alguna manera. A ese precio, máximo permitido, la cantidad demandada asciende hasta 40 millones de kilos mensuales, pero la oferta será tan sólo de 20 millones. Hay, por lo tanto, un exceso de demanda de 20 millones de kilos. En ausencia de controles el precio subiría y reduciría así la cantidad demandada y aumentaría la ofrecida. Sin embargo, la existencia de controles fomenta la demanda y desalienta la oferta. El control de precios ha provocado una escasez. Aunque un precio más alto perjudicaría claramente a los consumidores, que ahora pueden adquirir las naranjas a menor precio, también es cierto que provocaría un aumento de la cantidad ofrecida y, por lo tanto, algunos de los consumidores que ahora se quedan sin naranjas podrían comprarlas aunque el precio de equilibrio fuera superior. La existencia de un exceso de demanda significa, además, que se debe utilizar algún sistema de racionamiento para distribuir las naranjas disponibles. Estos sistemas pueden ser muy variados: Un sistema de colas, los primeros que llegan consiguen el producto. Un sorteo aleatorio, las unidades disponibles se rifan entre los que las solicitan. Un sistema arbitrario, los proveedores proporcionan su existencia a quienes desean. Un racionamiento dirigido, cartillas o reparto más o menos igual entre los sujetos u hogares. Probablemente, sea cual sea el sistema utilizado, aparecerá alguna forma de mercado negro o/y de reventa, vendiéndose clandestinamente parte de los productos a precios superiores a los permitidos, dado que hay demandantes dispuestos a pagar esos precios superiores. Un control de precios frecuente es el que afecta a los alquileres de viviendas. Si los controles son muy duros y no permiten que el casero eleve los alquileres cuando aumentan los costes de mantenimiento, el alquiler puede dejar de ser rentable. En tal caso, muchos propietarios dejarán que se deterioren los edificios. Es posible que la disminución de las expectativas de beneficio haga descender también la oferta de viviendas en alquiler y reduzca los incentivos para edificar nuevas viviendas, porque hay menos personas, con capacidad adquisitiva suficiente, interesadas en comprar ante esas menores expectativas. Podría ocurrir así que se consiguieran efectos contrarios a los que se perseguían, si la población con menos ingresos no encuentra quien quiera alquilar los pisos y los pocos existentes se fueran deteriorando paulatinamente. Precios mínimos Otra posibilidad es que el Gobierno marque un precio mínimo. Aquí el objetivo es garantizar a los oferentes que el precio se va a mantener por encima de un determinado nivel que les garantice una retribución adecuada. En este caso un precio mínimo que fuera igual o inferior al de equilibrio tampoco tendría consecuencia alguna. Por ello, supondremos siempre que el precio mínimo es superior al resultante del libre mercado. Supongamos que ahora el Gobierno quiere proteger a los agricultores y garantiza por ello un precio mínimo para las naranjas de 5 euros por kilogramo. Tal como se refleja en el gráfico 4.9 (p90) se producirá un exceso de oferta: los oferentes sacan al mercado 40 millones de kilos, pero a ese precio los demandantes no comprarán más que 20. La cantidad que sale al mercado es aparentemente superior a la que habría existido sin precio mínimo, pero de hecho los demandantes tienen acceso a una cantidad inferior. Aquí el racionamiento viene impuesto por el precio más alto: tendrá acceso al producto aquel que pueda pagarlo. Grafico 4.9. Efectos de un precio mínimo

El Gobierno impone un precio mínimo de 5 euros. A ese precio la cantidad ofrecida viene dada por el punto A (40 millones de kilos al mes), pero la cantidad demandada es de 20 millones, como muestra el punto B. La distancia AB representa el exceso de oferta. Se plantea el problema de qué hacer con los excedentes. Si el precio pudiera variar libremente, los oferentes que no pudieran vender reducirían el precio hasta alcanzar el equilibrio, pero el precio mínimo no lo permite y debe encontrarse algún mecanismo para dar salida a los excedentes que se producen. Un mecanismo habitual es que la misma autoridad que impone el precio mínimo se comprometa a adquirir los excedentes que ha provocado. Ello planteará periódicamente la cuestión de qué hacer con las existencias que se van acumulando. Podrán destruirse, repartirse entre los necesitados o enviarse a otros lugares donde pudieran encontrar salida. Los ejemplos como este son muy numerosos, especialmente en los sectores agrícola y ganadero. La Política Agrícola Común europea ha generado con frecuencia este tipo de situaciones. En determinados casos, el Gobierno fija un precio mínimo pero no garantiza la absorción de los excedentes. Puede ser el caso de los salarios mínimos. En tales supuestos el exceso de oferta queda sin cubrir y supone la existencia de personas que estarían dispuestas a trabajar por ese salario mínimo, pero no encuentran quien demande su fuerza de trabajo. Como en el

caso anterior, también aquí puede aparecer un mercado negro en el que, clandestinamente, se pacten precios inferiores al marcado legalmente. El ejemplo de los salarios mínimos ilustra mejor que otros la presencia de consideraciones valorativas distintas de la pura eficiencia del mercado. Aunque la teoría econ6mica diga que el paro dejaría de existir si los salarios bajaran lo suficiente, la sociedad puede oponerse frontalmente a admitir situaciones que consideraría más próximas a la esclavitud que a la dignidad de la persona en la escala valorativa dominante. Hemos visto que el mercado da respuesta a los grandes problemas económicos aunque ello no signifique que siempre garantice el óptimo automáticamente, por unas u otras causas, ni que los equilibrios que se alcancen sean aceptables para todos los ciudadanos. Las intervenciones externas, por ejemplo, del Estado, alteran las condiciones de la competencia y el juego del mercado, una veces para corregir alguna de sus deficiencias, otras interfiriendo su funcionamiento por razones de muy diversa índole. Por otra parte, las condiciones exigidas para que se produzca el equilibrio óptimo, para que el mercado pueda considerarse de competencia perfecta, son difícilmente garantizables en la realidad. En ella encontraremos más frecuentemente mercados imperfectamente competitivos. La competencia imperfecta Pueden calificarse como mercados imperfectamente competitivos aquellos en los

cuales los sujetos individuales tienen capacidad para influir decisivamente en el

precio del mercado o/y para decidir el precio que aplican a su propia producción. En la vida real podemos diferenciar dos tipos de empresas: Las que tienen un margen muy reducido para fijar los precios, para las cuales podría ser válida la simplificación de que son precio-aceptantes. Otras, al menos las de mayor tamaño o importancia, que tienen un margen más amplio para decidir o influir de forma importante sobre los precios de los productos y que podemos llamar precio-determinantes. Esta distinción es tan importante que, para algunos autores, es una frontera entre situaciones de competencia más clara que la que se basa en las características de los mercados. Es perfectamente posible que en un mismo mercado coexistan empresas precio-aceptantes con

otras que tienen esa capacidad para influir en el precio y que llamaremos precio-determinantes o fijadoras de precios. Son empresas precio-determinantes aquellas que no toman el precio como un dato

forzado por el mercado, sino que tienen en cuenta su capacidad para influir en el mismo como una de las variables estratégicas sujetas a su decisión. Esa capacidad viene data, bien porque el número de empresas es muy reducido, bien porque el producto que ofrecen cada una de ellas se diferencia de los ofertados por las competidoras lo suficiente como para que no puedan considerarse perfectamente sustituibles. Podemos definir tres grandes tipos de mercado dentro de la competencia imperfecta, aunque no siempre la realidad pueda encuadrarse inequívocamente en ellos: - El monopolio,

- El oligopolio - La competencia monopolística. Cuadro 4.1. Comparación de los principales tipos de mercado

El caso más claro de empresa precio-determinante y modelo opuesto al de la competencia perfecta seria el del monopolio, dado que un solo vendedor absorbe la totalidad del mercado sin competencia directa. La demanda del mercado, que en competencia perfecta se repartía entre las numerosas empresas participantes en el mismo, aqui se corresponde con la demanda de la empresa. Ésta, por tanto, tiene en principio la libertad más absoluta para fijar el precio que desee dentro de lo que le permitan sus demandantes. Un monopolio es aquel mercado en el que existe un único oferente del bien o servicio

correspondiente y cualquier alternativa para los demandantes resulta inadecuada o costosa.

Podría decirse que no existe estrictamente ningún monopolio, porque todo bien o servicio (salvo los obligatorios) tiene algún sustitutivo. Si una empresa tiene el monopolio del ferrocarril compite con todas las posibles alternativas para el transporte como el avión, el autocar o el automóvil particular. Si un empresario tiene la única tienda (farmacia, pastelería o funeraria) en una localidad, cualquier vecino puede optar por desplazarse a la población vecina si considera insatisfactorios los servicios de aquella. Al mismo tiempo todo oferente tiene ciertas características de monopolio porque no existe ninguna tienda idéntica a las restantes; porque todo producto tiene alguna diferencia respecto a los restantes en el color, la clase, el tacto o el nombre; porque cada sujeto es diferente a los demás y sus servicios serán diferenciables de los de cualquier otro; porque ningún oferente estará tan cerca de los vecinos de un inmueble como el que está localizado en su planta baja. En otras palabras, que muchas veces la calificación de un mercado o de una empresa dependerá del ámbito de referencia que definamos (industrial, comercial, espacial).

Las mismas imperfecciones que se han señalado por el lado de la oferta pueden encontrarse por el lado de la demanda. En muchos casos de forma paralela: La compañía que es monopolio como oferente de trasporte por ferrocarril es también monopolio como demandante de material ferroviario, aunque puede verse limitado por la ampliación internacional del mercado. Las empresas automovilísticas tienen la misma característica de oligopolistas como vendedores que como clientes de las empresas fabricantes de componentes de los autos que fabrican. Sin embargo, no tienen porqué coincidir ambas circunstancias.

El monopolio y el oligopolio por el lado de la demanda reciben técnicamente los

nombres de monopsonio y oligopsonio, respectivamente.

Es frecuente que una misma empresa comparta simultáneamente varios de los tipos que se han definido. Así, puede actuar como monopolista en la zona en la que está radicada, como oligopolista en el país y como competidor (monopolístico o perfecto) en el mercado internacional. Al mismo tiempo podría tener la condición de monopsonista de mano de obra en la zona en la que produce, oligoposonista de alguna de las materias primas que necesita y precioaceptante en el resto de los factores y materias que utiliza. Un monopolio o un oligopolio podrían encontrarse con parecidas circunstancias simultáneas por el lado de la demanda. La empresa agraria monopsonista puede tratar con un sindicato de jornaleros que controle la oferta de trabajo: estaríamos ante un supuesto de monopolio bilateral. Es también bilateral el oligopolio que representan las compañías aéreas y los fabricantes de aviones.

TEMA 5 - LA COMPETENCIA IMPERFECTA: EMPRESAS PRECIO-DETERMINANTES

Las empresas que actúan en mercados de competencia imperfecta tienen la posibilidad de

influir en el precio final, a diferencia de las que actúan en competencia perfecta. Vamos a estudiar cómo puede maximizar su beneficio una empresa precio-determinante, a partir del modelo del monopolio, teniendo en cuenta que ahora cualquier aumento en el precio es posible, pero a costa de perder ventas, es decir, el empresario siempre está limitado por la propia curva de demanda. Intentaremos diferenciar la situación de las empresas monopolistas frente a las que actúan en competencia monopolística, sujetas a mayores restricciones. También veremos una primera aproximación a los costes y a los beneficios de las situaciones monopolísticas. Mercado oligopolístico es aquel en el que son muy pocas las empresas que controlan el mercado. Si en el resto de los mercados los competidores son lejanos y anónimos, en el oligopolio, por el contrario, cada decisión de uno afecta a los demás, por lo que un elemento esencial del comportamiento individual es el seguimiento de lo que están haciendo los competidores. Por ello, en el oligopolio se encuentra frecuentemente una mayor “competencia” en el sentido más usual de esta palabra. En la competencia imperfecta las vías para conseguir mayores cuotas de mercado son diferentes de la competencia en precios. 5.1 LA MAXIMIZACIÓN DE BENEFICIOS POR LA EMPRESA PRECIO-DETERMINANTE Las empresas precio-determinantes tienen un margen de actuación para subir o bajar los precios y ello se traduce en una reducción o en un alza de su cifra de ventas. Es decir, con una demanda individual, que ya no es la línea horizontal que veíamos para la competencia perfecta, sino que ésta tiene una cierta pendiente. El modelo más claro en este sentido es el monopolio. Por ello, estudiar su comportamiento es válido, con los matices que correspondan, para el resto de las empresas precio-determinantes. Para el monopolista, el ingreso marginal ya no será igual al precio. Recordemos que el ingreso marginal nos indica cuanto varía el ingreso total cuando las ventas aumentan en una unidad. Intuitivamente diríamos que si vendemos una unidad adicional de producto a un precio P, el ingreso total aumentará en esa cifra de P. Así ocurría en la competencia perfecta. Sin embargo, en este caso no podemos olvidar que para vender esa unidad adicional hemos tenido que bajar el precio que antes aplicábamos. Por lo tanto, en el período de tiempo posterior al descenso del precio, el ingreso total aumentará en una cuantía igual al precio de las nuevas ventas... pero simultáneamente disminuirá en el descuento que aplicamos respecto a las ventas que hacíamos al precio antiguo. Para una empresa precio-determinante el ingreso marginal es inferior al precio y al

ingreso medio. Vamos a comprobarlo con un ejemplo numérico y su correspondiente reflejo gráfico: Cuadro 5.1. Ingresos de la empresa precio-determinante

Las dos primeras columnas del cuadro equivalen a la descripción de una curva de demanda que relaciona precios y cantidades. Para cada caso el ingreso total resulta de multiplicar las

cantidades vendidas por el precio que se ha aplicado. Para calcular el ingreso marginal, recordamos su definición. La definición de ingreso marginal dice que es igual a la variación del ingreso total dividido por la variación de la cantidad. Partiendo de esta definición obtenemos los resultados (100, 80, 60, 40, 20, 0, -20, -40, -60, - 80). Dado que vender más exige bajar el precio, si reducimos éste de 60 a 50 euros las ventas pasan de 500 a 600 unidades. Nuestro ingreso total aumenta en lo que vendemos de más (unidades nuevas por el ingreso medio, 100 unidades por 50 euros) pero disminuye en lo que ingresamos de menos por la cantidad que antes vendíamos (10 euros por 500 unidades). En ese caso, una cantidad se compensa con la otra y el ingreso total no varía. El ingreso marginal es igual a cero, obviamente inferior al medio (50 euros). Siempre tendremos que descontar del ingreso medio (aumento) la pérdida de ingreso por vender ahora más baratas las unidades que antes vendíamos a un precio superior. Por esa razón el ingreso marginal (lo que aumenta nuestro ingreso por lo que vendemos de más) es inferior al medio (el precio de esas nuevas unidades). Recordemos la relación entre ingresos totales y elasticidades que veíamos en los primeros temas. En la primera parte de nuestra curva de demanda la elasticidad es superior a la unidad y el ingreso total aumenta. El ingreso total no varía cuando la elasticidad es igual a la unidad, es decir, si aumentan las ventas exactamente en la misma proporción en que disminuye el precio. La elasticidad es inferior a la unidad en el último tramo: un descenso del precio conlleva un incremento de las ventas proporcionalmente menor; lo que aumentan los ingresos por una parte, es inferior a lo que disminuyen por otra y el ingreso total desciende. Para una empresa precio-determinante el ingreso total se hace máximo cuando la

elasticidad de la demanda se iguala a la unidad, punto en el cual el ingreso marginal

es igual a cero. También sabemos que ese punto de máximo ingreso no significa el máximo beneficio. Será necesario estudiar en cada caso cual es la estructura de costes para poder comparar las dos magnitudes, ingresos y costes, de las que resultan pérdidas o ganancias. La capacidad para influir en el precio de venta de los productos implica que los ingresos de las empresas precio-determinantes han de evolucionar de forma diferente a como lo hacen los de las empresas precio-aceptantes. Pero ese poder no afecta al lado de los costes (salvo que habláramos de monopsonios y oligopsonios). Gráfico 5.1. Ingresos de las empresas precio-determinantes La curva IMe (parte superior) no es sino la curva de demanda de la empresa que indica que cantidades puede vender a cada precio. Y en cada caso ese precio equivale al ingreso medio.

La curva de ingreso marginal (IMa en la parte superior) va siempre por debajo de la de ingreso medio, porque toda disminución del precio supone un incremento de los ingresos (zona en azul +) pero exige también una disminuci6n (zona en naranja -). Mientras el ingreso marginal (Ima en la parte superior) es positivo (gráficamente, por encima de la línea horizontal) los ingresos totales (IT en la parte inferior) crecen; éstos alcanzan su máximo cuando el ingreso marginal es igual a cero y cuando éste pasa a ser negativo los totales disminuyen. Costes e ingresos La regla de máximo beneficio será para la empresa precio-determinante, como para cualquier empresa, buscar el nivel de producción en el cual se igualan el ingreso y el coste marginal. Por lo tanto, decide la cantidad de producto óptima y es el mercado, la demanda, la que señala el precio al que puede dar salida a esa cantidad. El vendedor monopolista puede determinar la cantidad que quiere vender o el precio

que considera conveniente, pero nunca libremente las dos variables, puesto que será la demanda la que determine la relación entre ambas. El monopolista maximiza sus beneficios si fija el precio adecuado para que la

demanda absorba el nivel de producción en el cual coinciden ingreso marginal y coste marginal. ¿implica el monopolio siempre beneficios extraordinarios? Evidentemente no. Si nuestro producto no tuviera demanda suficiente como para cubrir los costes de producción, el monopolio tendría pérdidas o no produciría nada en absoluto. Sólo interesará producir si los ingresos que obtiene el monopolista le permiten cubrir,

a corto plazo, al menos los costes variables y a largo plazo los costes totales, incluidos

los costes de oportunidad. Para el monopolista son aplicables los mismos criterios que describíamos para la empresa perfectamente competitiva. El monopolista, sin embargo, no tiene propiamente una curva de oferta porque no existe una correspondencia necesaria entre precios y cantidades ofrecidas pero, como en la competencia perfecta, puede vaticinarse que a un aumento de la demanda le seguirá un incremento de los precios y de las cantidades de equilibrio. También puede esperarse que el precio será tanto menor (y las cantidades de equilibrio tanto mayores) cuanto mayor sea la elasticidad de la demanda, porque ello refleja un peligro mayor de que nuestros clientes opten por otros productos sustitutivos si nuestro precio es excesivamente elevado. De hecho, el monopolista intentará separar sus mercados cuando le sea posible, para subir el precio a aquellos demandantes con demanda más rígida. Esa política recibe el nombre de discriminación de precios. La discriminación de precios consiste en aplicar precios diferentes a los mismos

productos en función de alguna característica de los consumidores. La discriminación más frecuente consiste en aplicar precios diferentes a mercados distintos. Para poder aplicar con éxito total esta discriminación son necesarios algunos requisitos: - Que sean mercados perfectamente separables, tanto en la identificación de sus integrantes como en la prestación del servicio. - Que sea imposible, extremadamente difícil o muy costoso el almacenamiento o la reventa del producto, puesto que, en caso contrario, los clientes de precio más bajo podrían vender a los del mercado con precio más alto con provecho para ellos y perjuicio para el oferente discriminador. Que las demandas en los mercados separados presenten elasticidades diferentes. Si las

demandas fueran iguales la discriminaci6n no supondría ventaja alguna. El beneficio se deriva precisamente de la posibilidad de aplicar precios superiores en el mercado con demanda más rígida. En la medida en que ésta refleja la mayor dificultad para sustituir el producto ofrecido por otros alternativos, el discriminador puede subir el precio porque apenas si se reducirán sus ventas. Consiguientemente, aumentarán sus ingresos. Por el contrario, en el mercado con demanda más elástica, la elevación del precio llevaría a un descenso importante de las cantidades vendidas, porque los demandantes tendrían mayor facilidad o predisposici6n para desplazar su consumo hacia alternativas relativamente más baratas. Cuando tiene posibilidad de diferenciar mercados, el monopolista aplicará un precio

superior en aquellos con demanda más rígida.

Los ejemplos son numerosos. El más general es intentar separar los clientes institucionales (empresas o asimiladas) de los consumidores particulares. Normalmente los precios aplicados a los primeros son más reducidos por diversas razones: al tener mayor capacidad de información y conocimiento de ofertas alternativas el riesgo de perder a tal tipo de clientes es mayor (suministros en general); si el precio es excesivo la empresa demandante puede encontrar atractivo organizarse ella misma el suministro; el mayor consumo que suponen hace rentable aplicar la discriminación, etc. Pero también hay ejemplos en dirección opuesta. Así las compañías aéreas saben que la demanda de las familias es mucho más elástica que la de las empresas: mientras en las familias el comportamiento del demandante se justifica por motivos de placer y con muy diversas alternativas, en las empresas son escasas las posibles vías sustitutivas de conseguir desplazamientos necesarios en poco tiempo y para fechas concretas inamovibles. Las tarifas de fin de semana, reservadas con antelaci6n (planificación de vacaciones difícil de conseguir en la actividad empresarial), son notoriamente más bajas que las normales, reservadas de hecho casi en exclusiva para los viajes de negocios. 5.2 EL PODER MONOPOLÍSTICO Y LAS BARRERAS DE ENTRADA El coste social del monopolio En el análisis de la competencia perfecta vimos como a largo plazo los beneficios extraordinarios se reducían a cero y se producía al mínimo coste tecnológicamente posible. También vimos que la mayor eficiencia de algunas empresas podía suponerles unos beneficios extraordinarios y como a largo plazo las empresas marginales se verían obligadas a abandonar el mercado y sólo podrían sobrevivir aquellas que supieron adaptarse a la forma de producci6n más eficiente. Por el contrario, toda empresa con poder monopolístico (precio-determinante) fija un precio superior al óptimo y, consecuentemente, reduce la cantidad de equilibrio. Como puede verse en el gráfico 5.4, el monopolio implica una pérdida de bienestar en relaci6n con el equilibrio que existiría de darse las condiciones de la competencia perfecta. Gráfico 5.4. Coste social del monopolio

En el mercado competitivo el precio (que representa la valoración de los demandantes de la “última” unidad que compran), es igual al coste marginal (que representa el valor de la “última” unidad producida). La igualdad entre esas dos valoraciones nos daría el punto de equilibrio A, representante del óptimo social. Sabemos que el monopolista, para maximizar su beneficio, fijará su equilibrio en el punto B en el que se igualan el ingreso y el coste marginal. Consecuentemente la cantidad que le interesa sacar al mercado es X1 (inferior a X0 que representaba el equilibrio de competencia perfecta) y el precio será ahora P1, superior a P0. El área sombreada ABC muestra el coste social del monopolio, puesto que es el excedente del consumidor perdido y no recuperado por los oferentes. Obsérvese que ese coste social es independiente de los beneficios que pudiera obtener el monopolista (para conocerlo necesitaríamos saber por donde discurre la curva de coste medio). Para buen número de consumidores la idea negativa respecto a los monopolios aparece ligada a los beneficios extraordinarios que se les supone y que reflejarían una “explotación” de los consumidores que se ven obligados a pagar precios más elevados al mismo tiempo que disfrutan de menores cantidades. Es evidente que el área P0DCP1 en el gráfico 5.4 representa una pérdida de excedente de los consumidores que se incorpora a los ingresos del monopolista. El monopolio supone un coste social al restringir la producción y elevar los precios respecto a la competencia perfecta, independientemente de que obtenga o no

beneficios extraordinarios. El poder monopolístico El bajo número de competidores que pueda tener una empresa monopolística, conlleva un poder monopolístico y cuanto menos competidores tenga, mayor será ese poder. En el mercado de competencia perfecta las empresas se enfrentan a una demanda completamente horizontal, por lo que una subida del precio supondría la pérdida de todos sus

clientes. La elasticidad de la demanda de su producto tiende a ser infinita y ello denota que carecen totalmente de poder de mercado. Sin embargo, en la competencia imperfecta la demanda tiene una cierta pendiente negativa: cuanto menos elástica, más capacidad tiene la empresa para elevar el precio sin pérdida de ingreso. El poder monopolístico de una empresa será tanto mayor, cuanto más inelástica sea la demanda de sus productos. Las causas que favorecen el poder monopolístico, las podemos resumir en la reducida presencia de bienes sustitutivos: - Existen barreras de entrada y, por lo tanto, un reducido número de empresas en el mercado correspondiente. - Existe diferenciación del producto ofrecido por los distintos competidores, lo que conlleva que los bienes o servicios sean sustitutivos imperfectos. Las barreras de entrada Las barreras de entrada son los obstáculos que impiden o dificultan el acceso a un mercado de nuevos competidores.

Barreras naturales Control de las fuentes naturales. Sólo en algunas zonas del planeta se encuentran reservas de petr6leo, oro o diamantes. Los que tienen acceso a estas producciones son muy pocos. Talento y creatividad. Una empresa editorial que consigue la exclusiva respecto a la producción de un escritor o un músico afamado tiene una posición monopolista respecto a otros. Evidentemente existe la competencia con otros creadores, lo que implica una cierta limitación para este monopolista, que no podrá disparar el precio como quisiera. Localización. Sólo en Panamá existe un paso marítimo entre el Atlántico y el Pacífico que evite rodear el continente americano; una farmacia situada a la salida de un centro de salud tiene una posición de privilegio respecto a otra ubicada en otros lugares; en poblaciones pequeñas es frecuente la existencia de un único oferente y que cualquier alternativa resulte excesivamente costosa (en tiempo, desplazamientos, molestias...). Fuertes economías de escala (aviones, automóviles, electrodomésticos, etc.). La tendencia en estos mercados es a que la producción se concentre en pocas empresas, porque las pequeñas se enfrentarían a costes fijos muy elevados. Barreras legales Frecuentemente la razón de que exista un monopolio proviene de una expresa decisión estatal, bien reconociendo derechos u otorgando autorizaciones o bien reservándose para sí mismo unos derechos de explotación y distribución. Patentes. En este caso, el Estado reconoce un derecho de explotación monopolística para producir o distribuir un descubrimiento o innovación. La empresa que registra un determinado producto, que es resultado de sus propias investigaciones, dispondrá de un tiempo en el que podrá explotarlo con carácter exclusivo; el autor de una melodía o de un texto tendrá también derechos monopolísticos sobre su comercialización. Con estos privilegios se trata de estimular la investigación, la innovación tecnológica y la capacidad creativa ante el incentivo a obtener beneficios extraordinarios si los resultados son realmente atractivos para el público. Concesión de licencias. Es frecuente que el Estado sólo permita realizar determinadas actividades si previamente se dispone de las oportunas licencias que otorga. Por ejemplo, solicitud de licencia para la apertura de un banco, una televisión o una universidad.

Reserva de derechos de explotación o distribución a favor del Estado. En este caso es el propio Estado el que crea situaciones de monopolio, reservándose el derecho a la explotación o distribución de un determinado sector. Los ejemplos son numerosos. Barreras de mercado Son las barreras artificiales establecidas por las propias empresas para desalentar la entrada de nuevos competidores. Como sabemos, las empresas precio-determinantes tienen un margen discrecional para fijar sus precios. Fijarán los que maximicen sus beneficios y éstos serán extraordinarios (sino no fuera así no habría empresas interesadas en entrar). El potencial competidor pensará no sólo en esos atractivos beneficios a corto plazo, sino, sobre

todo, en cuales podrían ser a largo plazo, una vez que haya entrado en el mercado correspondiente. Las empresas ya instaladas tendrán un gran interés en que quienes puedan pensar en la entrada sean conscientes de que los beneficios actuales no serán tales si se arriesga a ello. La estrategia para evitar la entrada de nuevas empresas puede adoptar diversas formas: Política de exceso de capacidad. Las empresas instaladas pueden hacer campañas anuales de reducci6n de precios, lo que implicara a su vez, un incremento de las cantidades vendidas. La propia existencia de esa capacidad desanima previamente a quien pueda estar pensando en la entrada, puesto que esta barrera actúa como aviso de que es más que probable la posterior reacci6n depredadora hacia la nueva empresa que intente entrar en ese mercado. Política depredadora de precios. Aprovechando el margen de beneficio que tienen, las empresas instaladas responden con una fuerte reducción de precios que expulse del mercado a la nueva empresa, así como, indirectamente, desanime cualquier posterior intento de entrada. Las empresas instaladas pueden incluso aceptar pérdidas a corto plazo, con ánimo de demostrar que la competencia le resultara imposible al nuevo competidor y acabe expulsándolo. Los precios volverán a subir posteriormente, pero la experiencia, a parte de expulsar a la nueva empresa, habrá desanimado futuros proyectos de entrada. Fijación directa de un precio inferior al que maximizaría el beneficio. De antemano, la

expectativa de beneficios parece más reducida y el incentivo a la entrada de una nueva empresa es menor. Elevado coste e imperfecciones de la información. Esta medida convierte a la publicidad es un elemento esencial para poder entrar en algunos mercados. Cuando existe una cierta diversidad en la posible oferta los consumidores pueden estar acostumbrados a los productos ofrecidos por las empresas instaladas y no resulta fácil convencerles de que merece la pena cambiar al nuevo. Incluso un precio inferior puede hacer pensar en que la calidad es también más reducida. Sólo un elevado gasto en promoción publicitaria puede romper esa barrera, que funciona como un impedimento a la entrada de nuevas empresas en muchos sectores. Conviene destacar que algunos de los factores señalados para explicar las barreras de entrada funcionan también como barreras de salida. Unos elevados costes fijos o una fuerte inversión publicitaria conllevan una atadura a mantenerse en la producción ante la necesidad de amortizar la inversión realizada, en la esperanza de recuperar los gastos realizados en el futuro. En estos casos, es posible que la empresa mantenga las pérdidas por más tiempo del esperado, desde una perspectiva estricta de eficiencia o de maximización de beneficios. 5.3 LA COMPETENCIA MONOPOLÍSTICA La característica fundamental que separa la competencia monopolística respecto a la competencia perfecta es que en la monopolística existe diferenciación de producto. Existe diferenciación de producto cuando, en un mismo mercado, los demandantes consideran que los bienes o servicios ofrecidos por los distintos vendedores son

sustitutivos imperfectos entre sí. De alguna forma podemos considerar a cualquier oferente como un monopolista. Una marca es diferente de otra, un establecimiento está más próximo que otros, unas personas son mas simpáticas o eficientes que otras... Todas las peluquerías ofrecen similares servicios, pero muchos consumidores acudirán siempre a su peluquero habitual, incluso aunque sea algo más caro; todos los bares tienen idénticos productos y entre los de parecidas características no tienen por qué ser los más baratos los más frecuentados; dos prendas pueden parecer idénticas pero la marca de una de ellas supone que un buen número de consumidores estén

dispuestos a pagar por ella un precio considerablemente más alto. La competencia monopolística es un mercado en el que existe un elevado número de

oferentes, con tanta mayor capacidad de influencia sobre el precio de sus productos,

cuanta mayor sea la diferenciación que consigan de los mismos. La diferenciación de producto implica que las empresas ya no son necesariamente precio-aceptantes, sino que tienen un margen de actuación tanto más amplio cuanto más consigan diferenciarse de las restantes. En otras palabras, cuando mas predomine el adjetivo (monopolística) sobre el sustantivo (competencia). En este aspecto juega un papel relevante la valoración subjetiva que puedan realizar los consumidores. Al existir diferenciación de producto, la demanda de cada uno de los que intervienen en este tipo de mercado no es plana, sino levemente inclinada. La elasticidad será elevada porque,

aunque no perfectos, existen muchos sustitutivos próximos. La demanda inclinada implica un pequeño poder monopolístico. El punto de equilibrio a corto plazo se fijara con idéntico razonamiento al que hemos visto para el monopolio: la cantidad óptima será aquélla para la que ingreso marginal y coste marginal coincidan y el precio aplicado será el que determine la demanda correspondiente. Es probable que las empresas estén consiguiendo unos beneficios extraordinarios. Dado que no existen barreras de entrada, rápidamente surgirán nuevos competidores atraídos por esa posibilidad de rendimientos superiores a los normales. Ahora el proceso se parece más al que veíamos para las empresas perfectamente competitivas en el largo plazo. La entrada de nuevas empresas desplaza la demanda individual de cada empresa hacia la izquierda y, probablemente, aunque no con total seguridad, la hace un poco más elástica. Como ocurría en la competencia perfecta, el proceso se detendrá cuando desaparezca el incentivo, es decir, cuando el beneficio extraordinario se anule. La diferencia fundamental es que, al tener la curva de demanda una cierta inclinación, el punto de contacto con los costes medios no se produce en el punto inferior de éstos, sino a un nivel algo superior (grafico 5.5, p106, lado derecho).

En el punto de equilibrio a largo plazo, las empresas de competencia monopolística no obtienen beneficios extraordinarios, pero no se produce al mínimo coste posible, el

precio es superior al de competencia perfecta y las cantidades intercambiadas son menores. Podríamos decir que ese sobreprecio supone una compensación por el derecho a poder elegir: la no diferenciación del producto, principal característica de la competencia perfecta, que no se cumple en la competencia monopolística, permitiría un precio algo más reducido en los productos, pero sin posibilidad alguna de elegir entre alternativas diferentes. En la práctica, este modelo puede matizarse desde el momento en que la diferenciación de producto actúa eficazmente, hasta el punto de que la imagen de marca, el servicio esmerado, la garantía más efectiva, la comodidad, la proximidad, el local de moda, una adecuada campaña de publicidad, consiguen que los consumidores mantenga una fidelidad a determinados oferentes superior a la media. En tales casos, la curva de demanda con la que se enfrenta cada empresa tiene una pendiente diferente. Algunas gozaran de una fidelidad de la clientela mayor que las restantes, es decir, con una elasticidad inferior a la general o, lo que es lo mismo, con un mayor poder monopolístico. Lógicamente, ello repercute en su cifra de resultados. Junto a una probable mayoría de empresas que responden al modelo general, las empresas que han conseguido un mayor poder monopolístico pueden permitirse precios mayores y, según en qué actividades, incluso cifras de ventas mayores. La lucha por conseguir maximizar beneficios se convierte frecuentemente en el empeño

por conseguir el máximo poder monopolístico en el mercado. De ahí que el Estado se

plantee entre sus objetivos la defensa de la competencia. 5.4 EL OLIGOPOLIO Y LA INTERDEPENDENCIA El oligopolio podría calificarse como un tipo intermedio entre el monopolio y la competencia monopolística, si bien más cerca del primero, porque aquí un pequeño grupo de competidores se reparten el mercado. En alguna medida, los monopolios podrían entenderse como oligopolistas de mercados más ampliamente definidos (el ferrocarril en el mercado de transporte de viajeros). Los competidores monopolísticos presentan más de un rasgo común con el oligopolio cuando existe algún conjunto de competidores especialmente próximo (las tiendas del barrio o pueblo). Si bien suele existir en el oligopolio algún tipo de diferenciación entre los bienes o servicios de cada una de las empresas, la situación más frecuente es que para los demandantes prime la idea de la igualdad en el producto, más que la de las diferencias accesorias. El consumidor busca un viaje en avión de un origen a un destino en el menor tiempo posible y al menor coste; sólo si las condiciones son similares quizás preste atención a las compañías concretas entre las que se tiene que elegir. Algo parecido le ocurrirá si pretende comprar un electrodoméstico. La igualdad es aún mayor si hablamos de mercados como los de materias primas, a menudo controlados por muy pocos oferentes, pero con productos totalmente

intercambiables. Sólo en algunos casos la diferenciación de producto será importante y la marca se convertirá en elemento decisivo a la hora de elegir. En tal caso, deberemos aplicar al mercado oligopolístico algunas de las reflexiones planteadas en relación con la competencia monopolística. La interdependencia El rasgo más característico del oligopolio es la interdependencia entre los consumidores. Al ser tan pocos los oferentes que se disputan el mercado y tan próximos los productos que ofrecen, las actuaciones de todos y cada uno de ellos repercuten decisivamente sobre los restantes. El oligopolista tiene en teoría una libertad parecida a la del monopolista a la hora de fijar los precios, pero tal libertad se verá enormemente condicionada, no sólo por la respuesta de la demanda, sino además por el temor a cuál pueda ser la reacción de los competidores. Barreras de entrada También este mercado sólo puede mantenerse si existe alguna barrera de entrada a nuevas empresas, porque en otro caso la presumible presencia de beneficios extraordinarios atraería a inversores de otros mercados y los pocos competidores pasarían a ser muchos. Estas barreras serán menos impermeables que en el caso del monopolio, ya que si hay pocas empresas es porque han podido entrar en ese mercado. Si se incorpora una nueva empresa, el mercado seguirá funcionando, aunque lógicamente con menores beneficios. Precio-determinantes Que los competidores sean pocos implica que todos ellos tienen influencia en el mercado, por lo que pueden ser considerados precio-determinantes. Pero implica, sobre todo, que la actuación de cada uno de ellos afecta también de forma notoria a todos los demás. El equilibrio de cada competidor oligopolístico depende no sólo de los aspectos que hemos visto hasta el momento, sino, todavía más, de cómo se comporten las restantes empresas. En el juego de la competencia oligopolística las múltiples estrategias posibles se enfrentan a las aún más numerosas respuestas potenciales por parte de los restantes jugadores y a los diversos escenarios externos, que no dependen de quienes participan en el juego. Por ello el cuadro de posibles situaciones es tan amplio que hace difícil hablar de un equilibrio predeterminado. Supongamos que los competidores oligopolísticos compitieran en el precio. Cada uno piensa que la forma más eficaz de luchar contra el competidor es vender algo más barato. En tal caso, la competencia llevaría hasta el punto en el que desaparecieran los beneficios extraordinarios. Más allá de esa rebaja, la consecuencia sería incurrir en pérdidas y, en principio, podemos pensar que no llegue a darse tal comportamiento. Si los oligopolistas compiten en precios, el resultado final llevaría a la inexistencia de beneficios extraordinarios. Por ello, es poco probable ese tipo de competencia en un

mercado oligopolístico. 5.5 COLUSIÓN Y ESTABILIDAD DE PRECIOS Los oligopolistas comprueban rápidamente que la competencia en precios resulta perjudicial para sus intereses puesto que, normalmente, hace disminuir sus beneficios e introduce un factor de inestabilidad en el mercado. Consecuentemente, las empresas se plantearán como encontrar una salida al problema que les permita hacer máximos sus beneficios. Dado que el máximo beneficio del mercado se conseguiría con un monopolio, la primera solución evidente sería conseguir actuar como si se tratara de un monopolio. Descartaremos la fusión entre las empresas en una sola, porque en tal caso estaríamos realmente ante un monopolio. Sin llegar a la unión absoluta, las empresas intentarán algún tipo de acuerdo entre ellas, que llamamos colusión, que permita limitar la competencia y acercar su situaci6n lo más posible a la del monopolio. Colusión es el acuerdo entre empresas encaminado a limitar la competencia entre ellas en beneficio propio. La colusión puede ser:

Explícita. Cuando existe un pacto con cláusulas inequívocas. La forma “dura” de fijar el pacto es la constitución de un cártel que viene a ser como una federación de los oligopolistas en la que unos pocos temas han de resolverse necesariamente por acuerdo entre ellos. El ejemplo más habitual es el de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo).

Tácita. Cuando sin que exista realmente un pacto entre los oferentes, éstos tienden de hecho a aceptar unas reglas de juego marcadas por la costumbre. La obligación de respetar tales reglas carece de cualquier respaldo coercitivo, salvo el reproche moral del colectivo. El pacto, explícito o no, puede estar referido a muchos aspectos: precios, cifras de producción, criterios de calidad, cláusulas de contratos, etc. De todas formas, conviene subrayar que, tan pronto como un mercado alcanza un

mínimo de desarrollo, las autoridades públicas tienden a prohibir cualquier tipo de

pacto que limite la libre competencia entre las empresas, ya sea tácito, ya sea explícito. Dado que cuanto menor es el número de competidores, mayor es la probabilidad del pacto, el oligopolio es siempre objeto de especial atención por parte de los organismos encargados de la defensa de la competencia. Factores que facilitan la existencia de pactos La colusión será tanto más probable: Cuanto más permisivo con los pactos sea el sistema legal. Dentro de este sistema legal se incluye no sólo la normativa aplicable, sino también la forma es que es vigilada, interpretada y sancionada por quienes son responsables de su aplicación. Cuanto menor sea el número de los competidores. Cuanto menores sean las diferencias entre las empresas. Cuanto más estable sea el mercado. Cuanto más regulado esté un sector. Cuanto más difícil sea conocer la vulneración secreta de los pactos. Cuanto más difícil sea que aparezcan competidores ajenos al pacto que lo hagan fracasar. Cuanto mayor sea la diferencia entre el beneficio de mantener el pacto y el que podría obtenerse rompiéndolo. La maximización conjunta Un pacto fuerte intentará conseguir una situación similar a la del monopolio. Por lo tanto, una decisión que debería tomar el cartel es la de fijar el nivel de producción conjunto de las empresas que maximice el beneficio total, con idénticos criterios a los de un monopolio. El liderazgo En muy frecuente que dentro de este tipo de mercados alguna de las empresas ostente claramente una condición de líder que le permite asumir un poder de decisión muy superior al resto. Ese liderazgo puede ejercerse de forma explícita, pero es más frecuente su funcionamiento tácito, sin necesidad de pacto alguno. Normalmente el papel de líder corresponde a la mayor de las empresas del sector o a la más eficiente (no es extraño que ambas circunstancias coincidan). A la empresa líder corresponde la iniciativa en las variaciones de los precios y las

demás reaccionan a partir de esa decisión. Según el modelo que hemos descrito, tendríamos: Por un lado a la empresa líder, con un comportamiento idéntico al de un monopolista. La demanda será normalmente algo más elástica, porque los bienes ofertados por el resto de los oligopolistas serían sustitutivos muy próximos a los suyos. Las restantes empresas tendrían un comportamiento prácticamente idéntico al previsto para la competencia perfecta, al actuar como precio-aceptantes del que fije la empresa líder. El supuesto de la empresa líder viene a ser una variante del supuesto de competencia

monopolística. La estabilidad de precios La experiencia muestra que en muchos mercados de estructura oligopolista los precios tienden a ser rígidos y no parecen adaptarse inmediatamente a las variaciones que puedan producirse en los costes o en la demanda. Las razones por las cuales se justifica esta circunstancia, son: La competencia en precios es poco atractiva para los empresarios, porque puede llevar a la pérdida de beneficios. Si existe un acuerdo será mejor no renegociarlo mientras no resulte imprescindible, manteniendo los precios pactados el máximo tiempo posible.

Ver los siguientes apartados: - La estructura de costes. - El coste de alterar los precios. - La demanda quebrada. El dilema del oligopolista Calificamos el oligopolio como inestable, porque todo oligopolista se enfrenta al siguiente dilema: - Mantener la colusión (explícita o tácita), lo que le permite un nivel de beneficios no muy elevado, pero razonable. - Romper la colusión unilateralmente y por sorpresa, en la confianza de que ello le suponga obtener una posición más ventajosa en el mercado. Ejemplo a Mercado de créditos hipotecarios, que se conceden por las entidades financieras (los bancos) con la garantía de un inmueble, normalmente para facilitar la compra del mismo. Los bancos se mueven normalmente en un entorno claramente oligopolístico. Los tipos de interés que aplican a esta clase de créditos serán probablemente muy similares entre unos bancos y otros. Repentinamente un banco lanza, con un fuerte apoyo publicitario, un nuevo crédito hipotecario más barato que los que habitualmente se ofrecen. Aquellos que tenían sus créditos en otras entidades se apresuran a trasladarlos al banco más agresivo. Los restantes bancos responden rápidamente y, en pocas semanas, todos ellos ofrecen productos en condiciones muy similares e incluso algo más favorables a las del crédito inicialmente novedoso. De no hacerlo así, la pérdida de clientes podría ser muy grave. Pero en la nueva situación se observa que la entidad que inició la batalla ha visto aumentar probablemente su cuota en el mercado de forma notoria: gana algo menos en cada crédito, pero tiene ahora mucho más volumen de negocio, por lo que sus beneficios aumentan. Naturalmente, las restantes entidades han visto como disminuían tanto sus márgenes como sus clientes. El factor sorpresa, en este caso, ha sido favorable para quien optó por la ruptura. Sin embargo, no siempre existe la seguridad del éxito. La hipótesis de la inestabilidad parece confirmada porque siempre existe el incentivo para que cualquier oligopolista busque una nueva vía de competencia con la que sorprender a sus rivales. 5.6 EL CAMPO DE LA COMPETENCIA La estabilidad de precios y la frecuente existencia de pactos más o menos implícitos, obliga a buscar otras formas de competencia. Cada una de las empresas deberá buscar instrumentos distintos al precio, con los que mejorar sus resultados. Cada empresa procurara buscar la forma de aumentar su cuota de mercado y conseguir una clientela cada vez más fiel, de forma que la demanda individual sea lo más rígida posible. Sabemos que, de alguna forma, la lucha por maximizar el beneficio se convierte frecuentemente en la lucha por obtener el máximo poder monopolístico; que en muchos casos los costes medios no varían en un amplio intervalo, por lo que, a un precio dado, cuanto mayores sean las ventas, mayor será el beneficio; que la empresa líder de un sector tiene un margen de maniobra superior para fijar las condiciones de juego... Entre las formas habituales de competencia, tenemos: Diferenciación de producto. Siempre que sea posible se comenzara por diferenciar el producto propio, de forma que los potenciales clientes aprecien que no es estrictamente igual a los ofrecidos por los competidores que, por lo tanto, dejan de ser sustitutivos perfectos. Publicidad. A partir del paso anterior, el siguiente más utilizado es el de la publicidad, fenómeno generalizado hasta la saciedad en las economías capitalistas. En todo caso, la publicidad es un ejemplo más de la interdependencia de los oligopolistas porque, el gasto necesario en publicidad, va a venir también marcado en buena medida por lo que hagan los competidores. Búsqueda del ingenio. Las actividades de venta que realizan las empresas no se reducen estrictamente a la publicidad. Hay otros muchos mecanismos que buscan parecidos efectos: la oferta de regalos, los vales descuento si se acumulan compras cuantiosas, las tarjetas clientes, las ventajas especiales y tantas otras cuentas encuentran el ingenio de los publicistas y vendedores. Distribución. Un aspecto relevante en estas actividades es la distribución. De nada sirve un

buen producto a un buen precio si no hay canales adecuados para su venta. En muchos casos, la compra de un producto depende más de su accesibilidad que de sus calidades diferenciales. Las ventas de un buen vino nacional en el extranjero dependerá más de los esfuerzos dedicados a distribuirlo en los mercados internacionales. Promoción entre los vendedores. En muchos casos puede ser más eficaz la promoción entre los vendedores. Conseguirá mejores ventas quien disponga en la gran superficie comercial de un espacio privilegiado que aquel otro competidor cuyos productos están casi escondidos en la parte baja de un estante al fondo del establecimiento. Exclusivas. Un instrumento habitual en este campo es el de las exclusivas, de forma que se intenta conseguir que en un determinado local, en una determinada zona, no exista más oferta que la propia. Así un fabricante con una bebida de cola negociara con cuantos establecimientos pueda para que no exista mas bebida de cola que la suya, quizás regalando sombrillas o mesas, quizás ofreciendo ventajas en precios o servicio, quizás mediante el pago de una cantidad. El coste de la exclusiva se verá compensado por el importante volumen de ventas que le garantiza. El margen para la competencia es muy amplio. No obstante, siempre queda abierta la incógnita de cual será la reacción de nuestros competidores ante nuestras actividades de ventas. El largo plazo En el largo plazo cabe esperar que el precio medio vigente en un mercado oligopolista sea superior al que regiría en un mercado con competencia perfecta y que los oferentes disfruten de beneficios extraordinarios. No obstante, también es probable que ni el precio ni los beneficios sean exageradamente elevados. Dado que se pronostica la inexistencia de competencia en precios, serán importantes las restantes vías de competencia. Habitualmente, los precios y los gastos de publicidad y en promoción de ventas serán superiores a los de los mercados con gran número de competidores. Costes ¿Estarán los oligopolistas produciendo al mínimo coste posible? Aunque no existe garantía absoluta, el análisis que hasta ahora se ha venido haciendo permite aventurar que muy probablemente sí. Beneficios Dependen de dos datos fundamentales: el volumen de productos vendidos y el margen unitario que se obtiene por cada uno de éstos. Un objetivo prioritario de la empresa oligopolística será reducir al máximo sus costes a través de las tecnologías más eficaces, presionando a sus proveedores. El poder oligopolístico probablemente le aporte una fuerza considerable a la hora de negociar. Los recursos que la empresa oligopolística puede dedicar a promoción y publicidad dependen de la amplitud de su margen entre ingresos y costes, es decir, de su capacidad para reducir éstos. Recursos para investigación de nuevas técnicas Todo oligopolista tiene sobre su futuro la permanente amenaza de que se desencadene una ruptura de hostilidades. Una empresa oligopolística destinará probablemente más recursos a la investigación de nuevas técnicas y nuevos productos que ninguna otra. El incentivo para considerar prioritario este tipo de actividades es importante para el oligopolista, incluso mayor que para el monopolista. El descubrimiento de tecnologías más eficaces para obtener los productos finales supondría una importante reducción de costes, lo que conlleva mayores beneficios y mayor fuerza ante la posibilidad de nuevas batallas competitivas posteriores. Probablemente podría significar adquirir o mantener la condición de líder en el mercado. Mantener su propia esencia El reto fundamental del oligopolio en el largo plazo es mantener su propia esencia, que no es otra que el número reducido de competidores. La ampliación de los oferentes supone perder paulatinamente su naturaleza para acercarse a la competencia monopolística, lo cual implica una pérdida progresiva de los beneficios extraordinarios que posibilita el status oligopolista.

Barreras El oligopolista reforzará las barreras de entrada y creará otras artificiales, incluso renunciará a beneficios a corto plazo, con el fin de asegurarse el mantenimiento a largo plazo de su poder monopolístico. En conclusión, la valoración del oligopolio, desde la perspectiva del bienestar general, se sitúa en un lugar intermedio entre el monopolio y la competencia monopolística con los que comparte buen número de luces y de sombras.

TEMA 5 - LA COMPETENCIA IMPERFECTA: EMPRESAS PRECIO-DETERMINANTES

Las empresas que actúan en mercados de competencia imperfecta tienen la posibilidad de influir en el precio final, a diferencia de las que actúan en competencia perfecta. Vamos a estudiar cómo puede maximizar su beneficio una empresa precio-determinante, a partir del modelo del monopolio, teniendo en cuenta que ahora cualquier aumento en el precio

es posible, pero a costa de perder ventas, es decir, el empresario siempre está limitado por la propia curva de demanda. Intentaremos diferenciar la situación de las empresas monopolistas frente a las que actúan en competencia monopolística, sujetas a mayores restricciones. También veremos una primera aproximación a los costes y a los beneficios de las situaciones monopolísticas. Mercado oligopolístico es aquel en el que son muy pocas las empresas que controlan el mercado. Si en el resto de los mercados los competidores son lejanos y anónimos, en el oligopolio, por el contrario, cada decisión de uno afecta a los demás, por lo que un elemento esencial del comportamiento individual es el seguimiento de lo que están haciendo los competidores. Por ello, en el oligopolio se encuentra frecuentemente una mayor “competencia” en el sentido más usual de esta palabra. En la competencia imperfecta las vías para conseguir mayores cuotas de mercado son diferentes de la competencia en precios. 5.1 LA MAXIMIZACIÓN DE BENEFICIOS POR LA EMPRESA PRECIO-DETERMINANTE

Las empresas precio-determinantes tienen un margen de actuación para subir o bajar los precios y ello se traduce en una reducción o en un alza de su cifra de ventas. Es decir, con una demanda individual, que ya no es la línea horizontal que veíamos para la competencia perfecta, sino que ésta tiene una cierta pendiente. El modelo más claro en este sentido es el monopolio. Por ello, estudiar su comportamiento es válido, con los matices que correspondan, para el resto de las empresas precio-determinantes. Para el monopolista, el ingreso marginal ya no será igual al precio. Recordemos que el ingreso marginal nos indica cuanto varía el ingreso total cuando las ventas aumentan en una unidad. Intuitivamente diríamos que si vendemos una unidad adicional de producto a un precio P, el ingreso total aumentará en esa cifra de P. Así ocurría en la competencia perfecta. Sin embargo, en este caso no podemos olvidar que para vender esa unidad adicional hemos tenido que bajar el precio que antes aplicábamos. Por lo tanto, en el período de tiempo posterior al descenso del precio, el ingreso total aumentará en una cuantía igual al precio de las nuevas ventas... pero simultáneamente disminuirá en el descuento que aplicamos respecto a las ventas que hacíamos al precio antiguo. Para una empresa precio-determinante el ingreso marginal es inferior al precio y al ingreso medio. Vamos a comprobarlo con un ejemplo numérico y su correspondiente reflejo gráfico: Cuadro 5.1. Ingresos de la empresa precio-determinante

Las dos primeras columnas del cuadro equivalen a la descripción de una curva de demanda que relaciona precios y cantidades. Para cada caso el ingreso total resulta de multiplicar las

cantidades vendidas por el precio que se ha aplicado. Para calcular el ingreso marginal, recordamos su definición. La definición de ingreso marginal dice que es igual a la variación del ingreso total dividido por la variación de la cantidad. Partiendo de esta definición obtenemos los resultados (100, 80, 60, 40, 20, 0, -20, -40, -60, - 80). Dado que vender más exige bajar el precio, si reducimos éste de 60 a 50 euros las ventas pasan de 500 a 600 unidades. Nuestro ingreso total aumenta en lo que vendemos de más (unidades nuevas por el ingreso medio, 100 unidades por 50 euros) pero disminuye en lo que ingresamos de menos por la cantidad que antes vendíamos (10 euros por 500 unidades). En ese caso, una cantidad se compensa con la otra y el ingreso total no varía. El ingreso marginal es igual a cero, obviamente inferior al medio (50 euros). Siempre tendremos que descontar del ingreso medio (aumento) la pérdida de ingreso por vender ahora más baratas las unidades que antes vendíamos a un precio superior. Por esa razón el ingreso marginal (lo que aumenta nuestro ingreso por lo que vendemos de más) es inferior al medio (el precio de esas nuevas unidades). Recordemos la relación entre ingresos totales y elasticidades que veíamos en los primeros temas. En la primera parte de nuestra curva de demanda la elasticidad es superior a la unidad y el ingreso total aumenta. El ingreso total no varía cuando la elasticidad es igual a la unidad, es decir, si aumentan las ventas exactamente en la misma proporción en que disminuye el precio. La elasticidad es inferior a la unidad en el último tramo: un descenso del precio conlleva un incremento de las ventas proporcionalmente menor; lo que aumentan los ingresos por una parte, es inferior a lo que disminuyen por otra y el ingreso total desciende. Para una empresa precio-determinante el ingreso total se hace máximo cuando la

elasticidad de la demanda se iguala a la unidad, punto en el cual el ingreso marginal

es igual a cero. También sabemos que ese punto de máximo ingreso no significa el máximo beneficio. Será necesario estudiar en cada caso cual es la estructura de costes para poder comparar las dos magnitudes, ingresos y costes, de las que resultan pérdidas o ganancias. La capacidad para influir en el precio de venta de los productos implica que los ingresos de las empresas precio-determinantes han de evolucionar de forma diferente a como lo hacen los de las empresas precio-aceptantes. Pero ese poder no afecta al lado de los costes (salvo que habláramos de monopsonios y oligopsonios). Gráfico 5.1. Ingresos de las empresas precio-determinantes La curva IMe (parte superior) no es sino la curva de demanda de la empresa que indica que cantidades puede vender a cada precio. Y en cada caso ese precio equivale al ingreso medio.

La curva de ingreso marginal (IMa en la parte superior) va siempre por debajo de la de ingreso medio, porque toda disminución del precio supone un incremento de los ingresos (zona en azul +) pero exige también una disminuci6n (zona en naranja -). Mientras el ingreso marginal (Ima en la parte superior) es positivo (gráficamente, por encima de la línea horizontal) los ingresos totales (IT en la parte inferior) crecen; éstos alcanzan su máximo cuando el ingreso marginal es igual a cero y cuando éste pasa a ser negativo los totales disminuyen. Costes e ingresos La regla de máximo beneficio será para la empresa precio-determinante, como para cualquier empresa, buscar el nivel de producción en el cual se igualan el ingreso y el coste marginal. Por lo tanto, decide la cantidad de producto óptima y es el mercado, la demanda, la que señala el precio al que puede dar salida a esa cantidad. El vendedor monopolista puede determinar la cantidad que quiere vender o el precio

que considera conveniente, pero nunca libremente las dos variables, puesto que será la demanda la que determine la relación entre ambas. El monopolista maximiza sus beneficios si fija el precio adecuado para que la

demanda absorba el nivel de producción en el cual coinciden ingreso marginal y coste marginal. ¿implica el monopolio siempre beneficios extraordinarios? Evidentemente no. Si nuestro producto no tuviera demanda suficiente como para cubrir los costes de producción, el monopolio tendría pérdidas o no produciría nada en absoluto. Sólo interesará producir si los ingresos que obtiene el monopolista le permiten cubrir,

a corto plazo, al menos los costes variables y a largo plazo los costes totales, incluidos

los costes de oportunidad. Para el monopolista son aplicables los mismos criterios que describíamos para la empresa perfectamente competitiva. El monopolista, sin embargo, no tiene propiamente una curva de oferta porque no existe una correspondencia necesaria entre precios y cantidades ofrecidas pero, como en la competencia perfecta, puede vaticinarse que a un aumento de la demanda le seguirá un incremento de los precios y de las cantidades de equilibrio. También puede esperarse que el precio será tanto menor (y las cantidades de equilibrio tanto mayores) cuanto mayor sea la elasticidad de la demanda, porque ello refleja un peligro mayor de que nuestros clientes opten por otros productos sustitutivos si nuestro precio es excesivamente elevado. De hecho, el monopolista intentará separar sus mercados cuando le sea posible, para subir el precio a aquellos demandantes con demanda más rígida. Esa política recibe el nombre de discriminación de precios. La discriminación de precios consiste en aplicar precios diferentes a los mismos

productos en función de alguna característica de los consumidores. La discriminación más frecuente consiste en aplicar precios diferentes a mercados distintos. Para poder aplicar con éxito total esta discriminación son necesarios algunos requisitos: - Que sean mercados perfectamente separables, tanto en la identificación de sus integrantes como en la prestación del servicio. - Que sea imposible, extremadamente difícil o muy costoso el almacenamiento o la reventa del producto, puesto que, en caso contrario, los clientes de precio más bajo podrían vender a los del mercado con precio más alto con provecho para ellos y perjuicio para el oferente discriminador. Que las demandas en los mercados separados presenten elasticidades diferentes. Si las

demandas fueran iguales la discriminaci6n no supondría ventaja alguna. El beneficio se deriva precisamente de la posibilidad de aplicar precios superiores en el mercado con demanda más rígida. En la medida en que ésta refleja la mayor dificultad para sustituir el producto ofrecido por otros alternativos, el discriminador puede subir el precio porque apenas si se reducirán sus ventas. Consiguientemente, aumentarán sus ingresos. Por el contrario, en el mercado con demanda más elástica, la elevación del precio llevaría a un descenso importante de las cantidades vendidas, porque los demandantes tendrían mayor facilidad o predisposici6n para desplazar su consumo hacia alternativas relativamente más baratas. Cuando tiene posibilidad de diferenciar mercados, el monopolista aplicará un precio

superior en aquellos con demanda más rígida.

Los ejemplos son numerosos. El más general es intentar separar los clientes institucionales (empresas o asimiladas) de los consumidores particulares. Normalmente los precios aplicados a los primeros son más reducidos por diversas razones: al tener mayor capacidad de información y conocimiento de ofertas alternativas el riesgo de perder a tal tipo de clientes es mayor (suministros en general); si el precio es excesivo la empresa demandante puede encontrar atractivo organizarse ella misma el suministro; el mayor consumo que suponen hace rentable aplicar la discriminación, etc. Pero también hay ejemplos en dirección opuesta. Así las compañías aéreas saben que la demanda de las familias es mucho más elástica que la de las empresas: mientras en las familias el comportamiento del demandante se justifica por motivos de placer y con muy diversas alternativas, en las empresas son escasas las posibles vías sustitutivas de conseguir desplazamientos necesarios en poco tiempo y para fechas concretas inamovibles. Las tarifas de fin de semana, reservadas con antelaci6n (planificación de vacaciones difícil de conseguir en la actividad empresarial), son notoriamente más bajas que las normales, reservadas de hecho casi en exclusiva para los viajes de negocios. 5.2 EL PODER MONOPOLÍSTICO Y LAS BARRERAS DE ENTRADA El coste social del monopolio En el análisis de la competencia perfecta vimos como a largo plazo los beneficios extraordinarios se reducían a cero y se producía al mínimo coste tecnológicamente posible. También vimos que la mayor eficiencia de algunas empresas podía suponerles unos beneficios extraordinarios y como a largo plazo las empresas marginales se verían obligadas a abandonar el mercado y sólo podrían sobrevivir aquellas que supieron adaptarse a la forma de producci6n más eficiente. Por el contrario, toda empresa con poder monopolístico (precio-determinante) fija un precio superior al óptimo y, consecuentemente, reduce la cantidad de equilibrio. Como puede verse en el gráfico 5.4, el monopolio implica una pérdida de bienestar en relaci6n con el equilibrio que existiría de darse las condiciones de la competencia perfecta. Gráfico 5.4. Coste social del monopolio

En el mercado competitivo el precio (que representa la valoración de los demandantes de la “última” unidad que compran), es igual al coste marginal (que representa el valor de la “última” unidad producida). La igualdad entre esas dos valoraciones nos daría el punto de equilibrio A, representante del óptimo social. Sabemos que el monopolista, para maximizar su beneficio, fijará su equilibrio en el punto B en el que se igualan el ingreso y el coste marginal. Consecuentemente la cantidad que le interesa sacar al mercado es X1 (inferior a X0 que representaba el equilibrio de competencia perfecta) y el precio será ahora P1, superior a P0. El área sombreada ABC muestra el coste social del monopolio, puesto que es el excedente del consumidor perdido y no recuperado por los oferentes. Obsérvese que ese coste social es independiente de los beneficios que pudiera obtener el monopolista (para conocerlo necesitaríamos saber por donde discurre la curva de coste medio). Para buen número de consumidores la idea negativa respecto a los monopolios aparece ligada a los beneficios extraordinarios que se les supone y que reflejarían una “explotación” de los consumidores que se ven obligados a pagar precios más elevados al mismo tiempo que disfrutan de menores cantidades. Es evidente que el área P0DCP1 en el gráfico 5.4 representa una pérdida de excedente de los consumidores que se incorpora a los ingresos del monopolista. El monopolio supone un coste social al restringir la producción y elevar los precios respecto a la competencia perfecta, independientemente de que obtenga o no

beneficios extraordinarios. El poder monopolístico El bajo número de competidores que pueda tener una empresa monopolística, conlleva un poder monopolístico y cuanto menos competidores tenga, mayor será ese poder. En el mercado de competencia perfecta las empresas se enfrentan a una demanda completamente horizontal, por lo que una subida del precio supondría la pérdida de todos sus

clientes. La elasticidad de la demanda de su producto tiende a ser infinita y ello denota que carecen totalmente de poder de mercado. Sin embargo, en la competencia imperfecta la demanda tiene una cierta pendiente negativa: cuanto menos elástica, más capacidad tiene la empresa para elevar el precio sin pérdida de ingreso. El poder monopolístico de una empresa será tanto mayor, cuanto más inelástica sea la demanda de sus productos. Las causas que favorecen el poder monopolístico, las podemos resumir en la reducida presencia de bienes sustitutivos: - Existen barreras de entrada y, por lo tanto, un reducido número de empresas en el mercado correspondiente. - Existe diferenciación del producto ofrecido por los distintos competidores, lo que conlleva que los bienes o servicios sean sustitutivos imperfectos. Las barreras de entrada Las barreras de entrada son los obstáculos que impiden o dificultan el acceso a un mercado de nuevos competidores.

Barreras naturales Control de las fuentes naturales. Sólo en algunas zonas del planeta se encuentran reservas de petr6leo, oro o diamantes. Los que tienen acceso a estas producciones son muy pocos. Talento y creatividad. Una empresa editorial que consigue la exclusiva respecto a la producción de un escritor o un músico afamado tiene una posición monopolista respecto a otros. Evidentemente existe la competencia con otros creadores, lo que implica una cierta limitación para este monopolista, que no podrá disparar el precio como quisiera. Localización. Sólo en Panamá existe un paso marítimo entre el Atlántico y el Pacífico que evite rodear el continente americano; una farmacia situada a la salida de un centro de salud tiene una posición de privilegio respecto a otra ubicada en otros lugares; en poblaciones pequeñas es frecuente la existencia de un único oferente y que cualquier alternativa resulte excesivamente costosa (en tiempo, desplazamientos, molestias...). Fuertes economías de escala (aviones, automóviles, electrodomésticos, etc.). La tendencia en estos mercados es a que la producción se concentre en pocas empresas, porque las pequeñas se enfrentarían a costes fijos muy elevados. Barreras legales Frecuentemente la razón de que exista un monopolio proviene de una expresa decisión estatal, bien reconociendo derechos u otorgando autorizaciones o bien reservándose para sí mismo unos derechos de explotación y distribución. Patentes. En este caso, el Estado reconoce un derecho de explotación monopolística para producir o distribuir un descubrimiento o innovación. La empresa que registra un determinado producto, que es resultado de sus propias investigaciones, dispondrá de un tiempo en el que podrá explotarlo con carácter exclusivo; el autor de una melodía o de un texto tendrá también derechos monopolísticos sobre su comercialización. Con estos privilegios se trata de estimular la investigación, la innovación tecnológica y la capacidad creativa ante el incentivo a obtener beneficios extraordinarios si los resultados son realmente atractivos para el público. Concesión de licencias. Es frecuente que el Estado sólo permita realizar determinadas actividades si previamente se dispone de las oportunas licencias que otorga. Por ejemplo, solicitud de licencia para la apertura de un banco, una televisión o una universidad.

Reserva de derechos de explotación o distribución a favor del Estado. En este caso es el propio Estado el que crea situaciones de monopolio, reservándose el derecho a la explotación o distribución de un determinado sector. Los ejemplos son numerosos. Barreras de mercado Son las barreras artificiales establecidas por las propias empresas para desalentar la entrada de nuevos competidores. Como sabemos, las empresas precio-determinantes tienen un margen discrecional para fijar sus precios. Fijarán los que maximicen sus beneficios y éstos serán extraordinarios (sino no fuera así no habría empresas interesadas en entrar). El potencial competidor pensará no sólo en esos atractivos beneficios a corto plazo, sino, sobre

todo, en cuales podrían ser a largo plazo, una vez que haya entrado en el mercado correspondiente. Las empresas ya instaladas tendrán un gran interés en que quienes puedan pensar en la entrada sean conscientes de que los beneficios actuales no serán tales si se arriesga a ello. La estrategia para evitar la entrada de nuevas empresas puede adoptar diversas formas: Política de exceso de capacidad. Las empresas instaladas pueden hacer campañas anuales de reducci6n de precios, lo que implicara a su vez, un incremento de las cantidades vendidas. La propia existencia de esa capacidad desanima previamente a quien pueda estar pensando en la entrada, puesto que esta barrera actúa como aviso de que es más que probable la posterior reacci6n depredadora hacia la nueva empresa que intente entrar en ese mercado. Política depredadora de precios. Aprovechando el margen de beneficio que tienen, las empresas instaladas responden con una fuerte reducción de precios que expulse del mercado a la nueva empresa, así como, indirectamente, desanime cualquier posterior intento de entrada. Las empresas instaladas pueden incluso aceptar pérdidas a corto plazo, con ánimo de demostrar que la competencia le resultara imposible al nuevo competidor y acabe expulsándolo. Los precios volverán a subir posteriormente, pero la experiencia, a parte de expulsar a la nueva empresa, habrá desanimado futuros proyectos de entrada. Fijación directa de un precio inferior al que maximizaría el beneficio. De antemano, la

expectativa de beneficios parece más reducida y el incentivo a la entrada de una nueva empresa es menor. Elevado coste e imperfecciones de la información. Esta medida convierte a la publicidad es un elemento esencial para poder entrar en algunos mercados. Cuando existe una cierta diversidad en la posible oferta los consumidores pueden estar acostumbrados a los productos ofrecidos por las empresas instaladas y no resulta fácil convencerles de que merece la pena cambiar al nuevo. Incluso un precio inferior puede hacer pensar en que la calidad es también más reducida. Sólo un elevado gasto en promoción publicitaria puede romper esa barrera, que funciona como un impedimento a la entrada de nuevas empresas en muchos sectores. Conviene destacar que algunos de los factores señalados para explicar las barreras de entrada funcionan también como barreras de salida. Unos elevados costes fijos o una fuerte inversión publicitaria conllevan una atadura a mantenerse en la producción ante la necesidad de amortizar la inversión realizada, en la esperanza de recuperar los gastos realizados en el futuro. En estos casos, es posible que la empresa mantenga las pérdidas por más tiempo del esperado, desde una perspectiva estricta de eficiencia o de maximización de beneficios. 5.3 LA COMPETENCIA MONOPOLÍSTICA La característica fundamental que separa la competencia monopolística respecto a la competencia perfecta es que en la monopolística existe diferenciación de producto. Existe diferenciación de producto cuando, en un mismo mercado, los demandantes consideran que los bienes o servicios ofrecidos por los distintos vendedores son

sustitutivos imperfectos entre sí. De alguna forma podemos considerar a cualquier oferente como un monopolista. Una marca es diferente de otra, un establecimiento está más próximo que otros, unas personas son mas simpáticas o eficientes que otras... Todas las peluquerías ofrecen similares servicios, pero muchos consumidores acudirán siempre a su peluquero habitual, incluso aunque sea algo más caro; todos los bares tienen idénticos productos y entre los de parecidas características no tienen por qué ser los más baratos los más frecuentados; dos prendas pueden parecer idénticas pero la marca de una de ellas supone que un buen número de consumidores estén

dispuestos a pagar por ella un precio considerablemente más alto. La competencia monopolística es un mercado en el que existe un elevado número de

oferentes, con tanta mayor capacidad de influencia sobre el precio de sus productos,

cuanta mayor sea la diferenciación que consigan de los mismos. La diferenciación de producto implica que las empresas ya no son necesariamente precio-aceptantes, sino que tienen un margen de actuación tanto más amplio cuanto más consigan diferenciarse de las restantes. En otras palabras, cuando mas predomine el adjetivo (monopolística) sobre el sustantivo (competencia). En este aspecto juega un papel relevante la valoración subjetiva que puedan realizar los consumidores. Al existir diferenciación de producto, la demanda de cada uno de los que intervienen en este tipo de mercado no es plana, sino levemente inclinada. La elasticidad será elevada porque,

aunque no perfectos, existen muchos sustitutivos próximos. La demanda inclinada implica un pequeño poder monopolístico. El punto de equilibrio a corto plazo se fijara con idéntico razonamiento al que hemos visto para el monopolio: la cantidad óptima será aquélla para la que ingreso marginal y coste marginal coincidan y el precio aplicado será el que determine la demanda correspondiente. Es probable que las empresas estén consiguiendo unos beneficios extraordinarios. Dado que no existen barreras de entrada, rápidamente surgirán nuevos competidores atraídos por esa posibilidad de rendimientos superiores a los normales. Ahora el proceso se parece más al que veíamos para las empresas perfectamente competitivas en el largo plazo. La entrada de nuevas empresas desplaza la demanda individual de cada empresa hacia la izquierda y, probablemente, aunque no con total seguridad, la hace un poco más elástica. Como ocurría en la competencia perfecta, el proceso se detendrá cuando desaparezca el incentivo, es decir, cuando el beneficio extraordinario se anule. La diferencia fundamental es que, al tener la curva de demanda una cierta inclinación, el punto de contacto con los costes medios no se produce en el punto inferior de éstos, sino a un nivel algo superior (grafico 5.5, p106, lado derecho).

En el punto de equilibrio a largo plazo, las empresas de competencia monopolística no obtienen beneficios extraordinarios, pero no se produce al mínimo coste posible, el

precio es superior al de competencia perfecta y las cantidades intercambiadas son menores. Podríamos decir que ese sobreprecio supone una compensación por el derecho a poder elegir: la no diferenciación del producto, principal característica de la competencia perfecta, que no se cumple en la competencia monopolística, permitiría un precio algo más reducido en los productos, pero sin posibilidad alguna de elegir entre alternativas diferentes. En la práctica, este modelo puede matizarse desde el momento en que la diferenciación de producto actúa eficazmente, hasta el punto de que la imagen de marca, el servicio esmerado, la garantía más efectiva, la comodidad, la proximidad, el local de moda, una adecuada campaña de publicidad, consiguen que los consumidores mantenga una fidelidad a determinados oferentes superior a la media. En tales casos, la curva de demanda con la que se enfrenta cada empresa tiene una pendiente diferente. Algunas gozaran de una fidelidad de la clientela mayor que las restantes, es decir, con una elasticidad inferior a la general o, lo que es lo mismo, con un mayor poder monopolístico. Lógicamente, ello repercute en su cifra de resultados. Junto a una probable mayoría de empresas que responden al modelo general, las empresas que han conseguido un mayor poder monopolístico pueden permitirse precios mayores y, según en qué actividades, incluso cifras de ventas mayores. La lucha por conseguir maximizar beneficios se convierte frecuentemente en el empeño

por conseguir el máximo poder monopolístico en el mercado. De ahí que el Estado se

plantee entre sus objetivos la defensa de la competencia. 5.4 EL OLIGOPOLIO Y LA INTERDEPENDENCIA El oligopolio podría calificarse como un tipo intermedio entre el monopolio y la competencia monopolística, si bien más cerca del primero, porque aquí un pequeño grupo de competidores se reparten el mercado. En alguna medida, los monopolios podrían entenderse como oligopolistas de mercados más ampliamente definidos (el ferrocarril en el mercado de transporte de viajeros). Los competidores monopolísticos presentan más de un rasgo común con el oligopolio cuando existe algún conjunto de competidores especialmente próximo (las tiendas del barrio o pueblo). Si bien suele existir en el oligopolio algún tipo de diferenciación entre los bienes o servicios de cada una de las empresas, la situación más frecuente es que para los demandantes prime la idea de la igualdad en el producto, más que la de las diferencias accesorias. El consumidor busca un viaje en avión de un origen a un destino en el menor tiempo posible y al menor coste; sólo si las condiciones son similares quizás preste atención a las compañías concretas entre las que se tiene que elegir. Algo parecido le ocurrirá si pretende comprar un electrodoméstico. La igualdad es aún mayor si hablamos de mercados como los de materias primas, a menudo controlados por muy pocos oferentes, pero con productos totalmente

intercambiables. Sólo en algunos casos la diferenciación de producto será importante y la marca se convertirá en elemento decisivo a la hora de elegir. En tal caso, deberemos aplicar al mercado oligopolístico algunas de las reflexiones planteadas en relación con la competencia monopolística. La interdependencia El rasgo más característico del oligopolio es la interdependencia entre los consumidores. Al ser tan pocos los oferentes que se disputan el mercado y tan próximos los productos que ofrecen, las actuaciones de todos y cada uno de ellos repercuten decisivamente sobre los restantes. El oligopolista tiene en teoría una libertad parecida a la del monopolista a la hora de fijar los precios, pero tal libertad se verá enormemente condicionada, no sólo por la respuesta de la demanda, sino además por el temor a cuál pueda ser la reacción de los competidores. Barreras de entrada También este mercado sólo puede mantenerse si existe alguna barrera de entrada a nuevas empresas, porque en otro caso la presumible presencia de beneficios extraordinarios atraería a inversores de otros mercados y los pocos competidores pasarían a ser muchos. Estas barreras serán menos impermeables que en el caso del monopolio, ya que si hay pocas empresas es porque han podido entrar en ese mercado. Si se incorpora una nueva empresa, el mercado seguirá funcionando, aunque lógicamente con menores beneficios. Precio-determinantes Que los competidores sean pocos implica que todos ellos tienen influencia en el mercado, por lo que pueden ser considerados precio-determinantes. Pero implica, sobre todo, que la actuación de cada uno de ellos afecta también de forma notoria a todos los demás. El equilibrio de cada competidor oligopolístico depende no sólo de los aspectos que hemos visto hasta el momento, sino, todavía más, de cómo se comporten las restantes empresas. En el juego de la competencia oligopolística las múltiples estrategias posibles se enfrentan a las aún más numerosas respuestas potenciales por parte de los restantes jugadores y a los diversos escenarios externos, que no dependen de quienes participan en el juego. Por ello el cuadro de posibles situaciones es tan amplio que hace difícil hablar de un equilibrio predeterminado. Supongamos que los competidores oligopolísticos compitieran en el precio. Cada uno piensa que la forma más eficaz de luchar contra el competidor es vender algo más barato. En tal caso, la competencia llevaría hasta el punto en el que desaparecieran los beneficios extraordinarios. Más allá de esa rebaja, la consecuencia sería incurrir en pérdidas y, en principio, podemos pensar que no llegue a darse tal comportamiento. Si los oligopolistas compiten en precios, el resultado final llevaría a la inexistencia de beneficios extraordinarios. Por ello, es poco probable ese tipo de competencia en un

mercado oligopolístico. 5.5 COLUSIÓN Y ESTABILIDAD DE PRECIOS Los oligopolistas comprueban rápidamente que la competencia en precios resulta perjudicial para sus intereses puesto que, normalmente, hace disminuir sus beneficios e introduce un factor de inestabilidad en el mercado. Consecuentemente, las empresas se plantearán como encontrar una salida al problema que les permita hacer máximos sus beneficios. Dado que el máximo beneficio del mercado se conseguiría con un monopolio, la primera solución evidente sería conseguir actuar como si se tratara de un monopolio. Descartaremos la fusión entre las empresas en una sola, porque en tal caso estaríamos realmente ante un monopolio. Sin llegar a la unión absoluta, las empresas intentarán algún tipo de acuerdo entre ellas, que llamamos colusión, que permita limitar la competencia y acercar su situaci6n lo más posible a la del monopolio. Colusión es el acuerdo entre empresas encaminado a limitar la competencia entre ellas en beneficio propio. La colusión puede ser:

Explícita. Cuando existe un pacto con cláusulas inequívocas. La forma “dura” de fijar el pacto es la constitución de un cártel que viene a ser como una federación de los oligopolistas en la que unos pocos temas han de resolverse necesariamente por acuerdo entre ellos. El ejemplo más habitual es el de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo).

Tácita. Cuando sin que exista realmente un pacto entre los oferentes, éstos tienden de hecho a aceptar unas reglas de juego marcadas por la costumbre. La obligación de respetar tales reglas carece de cualquier respaldo coercitivo, salvo el reproche moral del colectivo. El pacto, explícito o no, puede estar referido a muchos aspectos: precios, cifras de producción, criterios de calidad, cláusulas de contratos, etc. De todas formas, conviene subrayar que, tan pronto como un mercado alcanza un

mínimo de desarrollo, las autoridades públicas tienden a prohibir cualquier tipo de

pacto que limite la libre competencia entre las empresas, ya sea tácito, ya sea explícito. Dado que cuanto menor es el número de competidores, mayor es la probabilidad del pacto, el oligopolio es siempre objeto de especial atención por parte de los organismos encargados de la defensa de la competencia. Factores que facilitan la existencia de pactos La colusión será tanto más probable: Cuanto más permisivo con los pactos sea el sistema legal. Dentro de este sistema legal se incluye no sólo la normativa aplicable, sino también la forma es que es vigilada, interpretada y sancionada por quienes son responsables de su aplicación. Cuanto menor sea el número de los competidores. Cuanto menores sean las diferencias entre las empresas. Cuanto más estable sea el mercado. Cuanto más regulado esté un sector. Cuanto más difícil sea conocer la vulneración secreta de los pactos. Cuanto más difícil sea que aparezcan competidores ajenos al pacto que lo hagan fracasar. Cuanto mayor sea la diferencia entre el beneficio de mantener el pacto y el que podría obtenerse rompiéndolo. La maximización conjunta Un pacto fuerte intentará conseguir una situación similar a la del monopolio. Por lo tanto, una decisión que debería tomar el cartel es la de fijar el nivel de producción conjunto de las empresas que maximice el beneficio total, con idénticos criterios a los de un monopolio. El liderazgo En muy frecuente que dentro de este tipo de mercados alguna de las empresas ostente claramente una condición de líder que le permite asumir un poder de decisión muy superior al resto. Ese liderazgo puede ejercerse de forma explícita, pero es más frecuente su funcionamiento tácito, sin necesidad de pacto alguno. Normalmente el papel de líder corresponde a la mayor de las empresas del sector o a la más eficiente (no es extraño que ambas circunstancias coincidan). A la empresa líder corresponde la iniciativa en las variaciones de los precios y las

demás reaccionan a partir de esa decisión. Según el modelo que hemos descrito, tendríamos: Por un lado a la empresa líder, con un comportamiento idéntico al de un monopolista. La demanda será normalmente algo más elástica, porque los bienes ofertados por el resto de los oligopolistas serían sustitutivos muy próximos a los suyos. Las restantes empresas tendrían un comportamiento prácticamente idéntico al previsto para la competencia perfecta, al actuar como precio-aceptantes del que fije la empresa líder. El supuesto de la empresa líder viene a ser una variante del supuesto de competencia

monopolística. La estabilidad de precios La experiencia muestra que en muchos mercados de estructura oligopolista los precios tienden a ser rígidos y no parecen adaptarse inmediatamente a las variaciones que puedan producirse en los costes o en la demanda. Las razones por las cuales se justifica esta circunstancia, son: La competencia en precios es poco atractiva para los empresarios, porque puede llevar a la pérdida de beneficios. Si existe un acuerdo será mejor no renegociarlo mientras no resulte imprescindible, manteniendo los precios pactados el máximo tiempo posible.

Ver los siguientes apartados: - La estructura de costes. - El coste de alterar los precios. - La demanda quebrada. El dilema del oligopolista Calificamos el oligopolio como inestable, porque todo oligopolista se enfrenta al siguiente dilema: - Mantener la colusión (explícita o tácita), lo que le permite un nivel de beneficios no muy elevado, pero razonable. - Romper la colusión unilateralmente y por sorpresa, en la confianza de que ello le suponga obtener una posición más ventajosa en el mercado. Ejemplo a Mercado de créditos hipotecarios, que se conceden por las entidades financieras (los bancos) con la garantía de un inmueble, normalmente para facilitar la compra del mismo. Los bancos se mueven normalmente en un entorno claramente oligopolístico. Los tipos de interés que aplican a esta clase de créditos serán probablemente muy similares entre unos bancos y otros. Repentinamente un banco lanza, con un fuerte apoyo publicitario, un nuevo crédito hipotecario más barato que los que habitualmente se ofrecen. Aquellos que tenían sus créditos en otras entidades se apresuran a trasladarlos al banco más agresivo. Los restantes bancos responden rápidamente y, en pocas semanas, todos ellos ofrecen productos en condiciones muy similares e incluso algo más favorables a las del crédito inicialmente novedoso. De no hacerlo así, la pérdida de clientes podría ser muy grave. Pero en la nueva situación se observa que la entidad que inició la batalla ha visto aumentar probablemente su cuota en el mercado de forma notoria: gana algo menos en cada crédito, pero tiene ahora mucho más volumen de negocio, por lo que sus beneficios aumentan. Naturalmente, las restantes entidades han visto como disminuían tanto sus márgenes como sus clientes. El factor sorpresa, en este caso, ha sido favorable para quien optó por la ruptura. Sin embargo, no siempre existe la seguridad del éxito. La hipótesis de la inestabilidad parece confirmada porque siempre existe el incentivo para que cualquier oligopolista busque una nueva vía de competencia con la que sorprender a sus rivales. 5.6 EL CAMPO DE LA COMPETENCIA La estabilidad de precios y la frecuente existencia de pactos más o menos implícitos, obliga a buscar otras formas de competencia. Cada una de las empresas deberá buscar instrumentos distintos al precio, con los que mejorar sus resultados. Cada empresa procurara buscar la forma de aumentar su cuota de mercado y conseguir una clientela cada vez más fiel, de forma que la demanda individual sea lo más rígida posible. Sabemos que, de alguna forma, la lucha por maximizar el beneficio se convierte frecuentemente en la lucha por obtener el máximo poder monopolístico; que en muchos casos los costes medios no varían en un amplio intervalo, por lo que, a un precio dado, cuanto mayores sean las ventas, mayor será el beneficio; que la empresa líder de un sector tiene un margen de maniobra superior para fijar las condiciones de juego... Entre las formas habituales de competencia, tenemos: Diferenciación de producto. Siempre que sea posible se comenzara por diferenciar el producto propio, de forma que los potenciales clientes aprecien que no es estrictamente igual a los ofrecidos por los competidores que, por lo tanto, dejan de ser sustitutivos perfectos. Publicidad. A partir del paso anterior, el siguiente más utilizado es el de la publicidad, fenómeno generalizado hasta la saciedad en las economías capitalistas. En todo caso, la publicidad es un ejemplo más de la interdependencia de los oligopolistas porque, el gasto necesario en publicidad, va a venir también marcado en buena medida por lo que hagan los competidores. Búsqueda del ingenio. Las actividades de venta que realizan las empresas no se reducen estrictamente a la publicidad. Hay otros muchos mecanismos que buscan parecidos efectos: la oferta de regalos, los vales descuento si se acumulan compras cuantiosas, las tarjetas clientes, las ventajas especiales y tantas otras cuentas encuentran el ingenio de los publicistas y vendedores. Distribución. Un aspecto relevante en estas actividades es la distribución. De nada sirve un

buen producto a un buen precio si no hay canales adecuados para su venta. En muchos casos, la compra de un producto depende más de su accesibilidad que de sus calidades diferenciales. Las ventas de un buen vino nacional en el extranjero dependerá más de los esfuerzos dedicados a distribuirlo en los mercados internacionales. Promoción entre los vendedores. En muchos casos puede ser más eficaz la promoción entre los vendedores. Conseguirá mejores ventas quien disponga en la gran superficie comercial de un espacio privilegiado que aquel otro competidor cuyos productos están casi escondidos en la parte baja de un estante al fondo del establecimiento. Exclusivas. Un instrumento habitual en este campo es el de las exclusivas, de forma que se intenta conseguir que en un determinado local, en una determinada zona, no exista más oferta que la propia. Así un fabricante con una bebida de cola negociara con cuantos establecimientos pueda para que no exista mas bebida de cola que la suya, quizás regalando sombrillas o mesas, quizás ofreciendo ventajas en precios o servicio, quizás mediante el pago de una cantidad. El coste de la exclusiva se verá compensado por el importante volumen de ventas que le garantiza. El margen para la competencia es muy amplio. No obstante, siempre queda abierta la incógnita de cual será la reacción de nuestros competidores ante nuestras actividades de ventas. El largo plazo En el largo plazo cabe esperar que el precio medio vigente en un mercado oligopolista sea superior al que regiría en un mercado con competencia perfecta y que los oferentes disfruten de beneficios extraordinarios. No obstante, también es probable que ni el precio ni los beneficios sean exageradamente elevados. Dado que se pronostica la inexistencia de competencia en precios, serán importantes las restantes vías de competencia. Habitualmente, los precios y los gastos de publicidad y en promoción de ventas serán superiores a los de los mercados con gran número de competidores. Costes ¿Estarán los oligopolistas produciendo al mínimo coste posible? Aunque no existe garantía absoluta, el análisis que hasta ahora se ha venido haciendo permite aventurar que muy probablemente sí. Beneficios Dependen de dos datos fundamentales: el volumen de productos vendidos y el margen unitario que se obtiene por cada uno de éstos. Un objetivo prioritario de la empresa oligopolística será reducir al máximo sus costes a través de las tecnologías más eficaces, presionando a sus proveedores. El poder oligopolístico probablemente le aporte una fuerza considerable a la hora de negociar. Los recursos que la empresa oligopolística puede dedicar a promoción y publicidad dependen de la amplitud de su margen entre ingresos y costes, es decir, de su capacidad para reducir éstos. Recursos para investigación de nuevas técnicas Todo oligopolista tiene sobre su futuro la permanente amenaza de que se desencadene una ruptura de hostilidades. Una empresa oligopolística destinará probablemente más recursos a la investigación de nuevas técnicas y nuevos productos que ninguna otra. El incentivo para considerar prioritario este tipo de actividades es importante para el oligopolista, incluso mayor que para el monopolista. El descubrimiento de tecnologías más eficaces para obtener los productos finales supondría una importante reducción de costes, lo que conlleva mayores beneficios y mayor fuerza ante la posibilidad de nuevas batallas competitivas posteriores. Probablemente podría significar adquirir o mantener la condición de líder en el mercado. Mantener su propia esencia El reto fundamental del oligopolio en el largo plazo es mantener su propia esencia, que no es otra que el número reducido de competidores. La ampliación de los oferentes supone perder paulatinamente su naturaleza para acercarse a la competencia monopolística, lo cual implica una pérdida progresiva de los beneficios extraordinarios que posibilita el status oligopolista.

Barreras El oligopolista reforzará las barreras de entrada y creará otras artificiales, incluso renunciará a beneficios a corto plazo, con el fin de asegurarse el mantenimiento a largo plazo de su poder monopolístico. En conclusión, la valoración del oligopolio, desde la perspectiva del bienestar general, se sitúa en un lugar intermedio entre el monopolio y la competencia monopolística con los que comparte buen número de luces y de sombras.

TEMA 7- DISTRIBUCIÓN DE LA RENTA Y DESIGUALDAD 7.1 EFICIENCIA Y DISTRIBUCIÓN Con carácter general, cabe afrontar los estudios sobre la distribución de la renta desde cinco aproximaciones: Distribución funcional o factorial

Estudia cómo se reparte la renta entre los agentes de una sociedad, según la función que desempeñen en el engranaje económico o la disponibilidad de factores que posean. A partir de este concepto, lo que interesa conocer es la parte de la renta total que llega a los trabajadores en forma de salarios, la que reciben los empresarios en sus diversas modalidades o la que obtienen los propietarios de otros recursos. Distribución personal Se trata de estudiar cómo se distribuye la renta entre las personas o las familias que integran un país o un territorio cualquiera. Los problemas relacionados con la equidad de la distribución alcanzan aquí todo su significado y también su mayor dificultad. Para conseguir la finalidad pretendida habremos de investigar todas las fuentes de ingresos de cada unidad familiar y no sólo las asociadas a la posesión de un determinado factor productivo. Distribución institucional Con este término se hace referencia a los agentes institucionales, en términos de Contabilidad Nacional, que reciben las rentas generadas por los factores de producción. En cierto sentido se trataría de un concepto que podría servir como puente entre los dos anteriores, al pretender suministrar información sobre las rentas que llegan a las familias, a las empresas, o a otras instituciones. Distribución sectorial Reparto de la renta entre los sectores productivos de un territorio determinado y que se ha empleado en ocasiones para calificar los procesos de crecimiento económico. Distribución espacial o territorial El concepto se utiliza para medir grados de crecimiento relativo de unos territorios respecto a otros o respecto a la media de un conjunto superior (por ejemplo, las CCAA en relaci6n a España o los países respecto a Europa). De todos estos posibles enfoques aquí nos centraremos en el análisis de la distribución personal: cuando la mayoría de los ciudadanos hablan de distribución de la renta están pensando en la perspectiva personal, es decir, en su posici6n relativa en términos de capacidad económica respecto a los demás. Es inevitable referirse a la adecuación de la distribución de la renta respecto a un cierto objetivo de equidad y este objetivo no puede definirse sin hacer referencia al objetivo de eficiencia. ¿Son realmente incompatibles equidad y eficiencia?

Equidad. Concepto normativo que incorpora la idea de justicia. En materia distributiva, la equidad supone repartir la renta de forma correcta y justa. Eficiencia. Término económico que recoge la idea de que no sólo se ha alcanzado el objetivo propuesto, sino que, además, se ha incurrido en el menor coste posible. Según el economista italiano W. Pareto, una situación puede calificarse de eficiente cuando no es posible mejorar la situación de alguien sin que empeore la de otro (eficiencia paretiana). Parece que estos dos objetivos no son opuestos, sino que se complementan.

Para unos economistas, la mejor política distributiva es aquella que garantiza el máximo crecimiento: “Hagamos que la tarta sea tan grande como podamos y así cada porción individual será mayor.” Para otros economistas, la atemperación de la desigualdad es lo que posibilita un mayor crecimiento. Las fuerzas del mercado, si funcionan sin contrapeso alguno, llevan por sí solas hacia desigualdades crecientes. Siguiendo a W. Pareto, toda medida que permita que alguien mejore, sin que nadie empeore, implica una mejora del bienestar general y es defendible sin problemas. Sin embargo, si alguien pierde, carecemos de criterio suficiente para saber si su perjuicio es mayor, menor o igual que el beneficio de los favorecidos. Podríamos hablar de que una medida redistributiva supone un efecto sustitución y un efecto renta: Por el efecto sustitución, una parte de la población pierde en beneficio de otra. Por el efecto renta, deberá evaluarse el efecto sobre la producción total. Si éste aumenta, todos los ciudadanos podrán beneficiarse; si disminuye, el perjuicio se repartirá también entre todos. En la práctica, no tenemos de un lado a defensores de la máxima desigualdad y a otro a

quienes propugnan la igualdad absoluta. En la mayor parte de los casos nos encontraremos ante posturas que ponen el acento en una u otra dirección, pero dentro de un campo de acuerdos mínimos. En los supuestos de máxima igualdad o desigualdad, los objetivos de equidad y

eficiencia coinciden, porque pueden aumentar simultáneamente la producción total y

el bienestar de la población con menores recursos. En los restantes casos entran en juego los juicios de valor. Un exceso de desigualdad tiene efectos negativos sobre la producción por deficiencias en la salud, la preparación y la capacidad de buena parte de la población, así como aspectos adicionales, como los desórdenes sociales y la seguridad del propio sistema. Un exceso de igualdad provoca un importante desincentivo al esfuerzo: cualquier intento de producir por encima de lo normal se encontrará con una fuerte penalización redistribuidora. El empobrecimiento general puede llegar a ser tal que no sólo los ricos perdieran, sino también los pobres.

7.2 DE LA DISTRIBUCIÓN FUNCIONAL A LA DISTRIBUCIÓN PERSONAL La distribución final de la renta entre personas o familias es la consecuencia de los cambios que sobre esa distribución inicial o primaria imponen los gobiernos mediante diferentes exacciones y transferencia de renta. En economías abiertas también influyen los desplazamientos de rentas entre distintos países. Así del valor añadido o producto interior, que conforma la distribución primaria de la renta, se pasa a la renta nacional. A su vez, la renta nacional se modifica por el efecto de las transferencias de renta, tanto las realizadas entre particulares como de las fijadas por el estado con los impuestos y las cotizaciones sociales, de un lado, y las prestaciones sociales, de otro. El resultado último de ese proceso redistributivo es la renta nacional disponible o conjunto de rentas del que se dispone libremente para el gasto. El examen del reparto de dicha renta entre los miembros del conjunto de la población, individuos o familias es lo que se designa como distribución personal o familiar de la renta. El análisis de esa distribución personal se estructura en dos partes, una se centra en el grado

de desigualdad y la segunda en como el Estado trata de paliar dicha desigualdad y de eliminar las situaciones extremas de pobreza. Aunque la retribución de los factores productivos esté en el origen de la distribución, parece claro que sólo con ese aspecto no conseguimos explicar la distribución personal. Difieren los destinatarios de cada distribución. En el primer caso, son los factores productivos. En el segundo, se intentan investigar las rentas que obtienen los sujetos que componen una sociedad a partir de cualquier fuente. Normalmente las familias no suelen disponer de una única fuente de obtención de renta. Como consecuencia, la correspondencia entre los grandes agregados funcionales y los diversos grupos sociales se diluye en gran medida. Además, hay individuos y familias que no perciben renta alguna procedente del mercado

En el Gráfico 11.2 se recoge el proceso de formación de rentas y su distribución. El primer dato relevante es el mercado, en el cual se generan las distintas rentas. Las desigualdades que se producen en el mercado y entre los distintos mercados [1] (de trabajo y de capital…) son la base fundamental para entender y explicar los resultados visibles. Por eso se denomina distribución primaria de la renta entre individuos [2]. Los fenómenos demográficos [3] implican variaciones importantes en la estructura de la población, el peso de los activos y de los inactivos o los movimientos migratorios (afectan a la oferta y demanda de factores productivos) y en composición y estructura de los hogares. Los individuos viven habitualmente agrupados en familias, dentro de las cuales se comparten todos o buena parte de los ingresos y de los gastos. Hay, por tanto, un proceso de redistribución interno de los hogares [4], tanto intergeneracional (entre padres e hijos) como intrageneracional (entre integrantes de una pareja) que afectan decisivamente al bienestar de los individuos que integran la unidad correspondiente. Las fuerzas del mercado provocan desigualdades no siempre tolerables por la sociedad, aparece el Sector Público que intenta corregirlas, tanto influyendo en el propio proceso de formación de rentas primarias como “a posteriori” a través de los impuestos progresivos [5] y de las transferencias públicas (subsidios, desempleo, pensiones…) destinadas, en su mayoría y al menos como deseo, a la población con menores recursos. Ese juego de detracciones y entregas consigue normalmente que la distribución de la renta familiar disponible [6] (después de la actuación redistributiva) se distribuya menos desigualmente que la renta primaria. Las políticas redistributivas no terminan ahí. El Sector Público provee a los ciudadanos de una serie de prestaciones públicas en especie [7] (educación y sanidad…) gratuitamente o a precios subvencionados. En la medida en que se consideran necesidades de carácter preferente, se favorece el acceso a todos los ciudadanos a lo que incide de forma especialmente positiva en los hogares e individuos con menos ingresos. Ya vimos, en los Sistemas de Cuentas Nacionales, el concepto de renta disponible ajustada [8] que tiene en consideración este tipo de prestaciones.

De juego del conjunto de todos esos factores resulta una determinada distribución personal o familiar de la renta.

Nos encontramos habitualmente con una distribución que presenta una larga cola a la derecha, es decir, una distribución casi normal para la mayor parte de la población pero con hogares (o personas) que obtienen rentas muy superiores a las modales. En una distribución normal moda, media y media coinciden. La presencia de esta cola para las rentas altas implica que la mediana (es el valor que divide exactamente en dos partes a la población observada: un 50% de la población tendría una renta superior al valor mediano, y un 50% tendría una renta inferior. La moda es el valar más frecuente. La media resulta de dividir el total de las rentas por la población) se sitúe a la derecha de la moda y que la media esté en un nivel de renta todavía más elevado. Es decir, que la mayor parte de la población tiene un nivel de renta inferior a la renta media. Aun aceptando la estabilidad de la forma de la curva, ésta puede adoptar formas muy diversas. Las diferencias entre la cola superior y las rentas inferiores pueden ser muy elevadas o reducidas. Por tanto, aunque la distribución de la renta tenga unas características relativamente constantes, las diferencias pueden ser muy apreciables 7.3 IGUALDAD Y DESIGUALDAD Concepto de igualdad La igualdad se interpreta como la ausencia total de discriminación entre los seres humanos. En temas redistributivos, la igualdad absoluta comporta la asignación de la misma proporción de renta a cada uno de los miembros de la economía. No debemos confundir la igualdad con la equidad:

La igualdad es un concepto de economía positiva, objetivo y susceptible de medición. La equidad es un concepto normativo e implica una valoración previa.

Si tenemos 50 niños en una clase y repartimos 100 caramelos asignando 2 a cada uno de los niños, podemos decir que hemos efectuado un reparto igual. El concepto de igualdad tiene una dimensión objetiva y susceptible de contrastación.

Por el contrario, el concepto de equidad se plantea desde postulados normativos, vinculado a alguna concepción sobre lo que es justo. En relación al tema con que ocupa, la equidad implica determinar la distribución de la renta de forma correcta y justa. No obstante, en relación a ello, las opiniones pueden ser diversas: - Para unos, el reparto equitativo debería tender hacia la igualdad absoluta, de modo que todos los sujetos o todas las familias tenga la misma renta. - Para otros, lo justo y correcto será que tenga más renta aquel que más trabajo o más esfuerzo ha aplicado. - Otro grupo puede ser partidario de repartir las rentas en función de las necesidades de cada cual, de manera que la distribuci6n debe ser desigual porque las necesidades también son desiguales.

- Otros pueden estimar que debe ganar más quien sea más eficiente en el desarrollo de sus actividades. Si se defendiera la igualdad como gran objetivo, se plantearían algunos problemas importantes. Por otro lado, existen también graves problemas para definir lo que es equitativo o justo. Las diferencias de partida hacen que el problema sea aún más complejo. Medición de la desigualdad. Aspectos de la distribución de la renta Para calcular la desigualdad económica a través de la distribución de la renta (o distribución del ingreso) se usan los siguientes puntos: Análisis: Esta distribución puede ser analizada con diferentes enfoques: a) Geográfico-espacial: mide las diferencias de renta entre los habitantes de diversas regiones; b) Distribución funcional: mide las diferencias entre los estamentos productivos: industria-agricultura- servicios, trabajo-capital. Medida: La herramienta usada para medir la distribución del ingreso es la Curva de Lorenz. Impacto social: En el sistema neoliberal existe una pugna ideológica respecto a si el mercado puede regularse solo y distribuir de manera equilibrada la riqueza de un país o si deben intervenir agentes externos a él, es decir si el Estado debe dictar sus normas. Detrás de esta discusión está la desigualdad social, que en ciertos países es un tema sensible en la

relación entre las élites y el resto de la población. El neoliberalismo radical postulará que el Estado debe desentenderse totalmente de la actividad empresarial y servir sólo como garante de estabilidad. El socialismo renovado y sectores de centro forman parte de un neoliberalismo más templado que promueve un Estado más preocupado de temas sociales, pero sin abandonar la ideología del liberalismo contemporáneo. Existe consenso, a pesar del fuerte tenor de las discusiones al respecto, en que la educación es un factor de relevancia extraordinaria para promover la movilidad social y con esto, superar gradualmente la desigualdad. Para estudiar la distribución de la renta es habitual utilizar un instrumento específico que es la curva de Lorenz, que nos dice el porcentaje de renta que acumulan diferentes porcentajes de población, desde los más pobres a los más favorecidos. Para construir la curva de Lorenz, debemos seguir los siguientes pasos: - Es preciso contar con la información de las rentas recibidas por las familias que componen la población, una vez tenido en cuenta el tamaño de cada hogar. - Con esta información previa, ya podemos ordenar a todas las familias según su nivel de renta y analizar la parte de la renta total que tienen los diferentes grupos de familias. Para representar la curva, podemos partir de cada dato individual o dividir a la población en grupos del mismo tamaño. Según el porcentaje de población que empleemos, esas agrupaciones reciben nombres diversos: por ejemplo, si los grupos integran al 10 por 100 de la población hablamos de decilas, que es una división muy habitual. Ordenamos a toda la población en los grupos que hayamos definido de menor a mayor nivel de renta. - A continuación obtenemos el porcentaje de la renta total que tiene cada uno de estos grupos de población y calculamos la distribución acumulada de frecuencias. El cuadro 7.1 muestra este tipo de información para dos hipotéticos países (son datos reales y se corresponden, respectivamente, a Estados Unidos en 1986 y a Finlandia en 1987). Cuadro 7.1. Distribución porcentual de la renta por decilas de población

Decilas de población PAIS A PAIS B

% renta % acumulado % renta % acumulado

Primera 1,9 1,9 4,5 4,5

Segunda 3,8 5,7 6,3 10,8

Tercera 5,5 11,2 7,3 18,1

Cuarta 6,8 18,0 8,3 26,4

Quinta 8,2 26,2 9,2 35,6

Sexta 9,5 35,7 10,0 45,6

Séptima 11,2 46,9 11,0 56,6

Octava 13,3 60,2 12,0 68,6

Novena 16,1 76,3 13,6 82,2

Décima 23,7 100,0 17,8 100,0

Ese cuadro nos señala que el 10 por 100 de la población del país A con menores ingresos

tiene, en su conjunto, tan sólo un 1,9 por 100 de la renta total. La decila siguiente ya disfruta de un 3,8 por 100. Como media, la población de la segunda decila tiene el doble de renta que la de la primera. Aunque, naturalmente, las personas con más renta de la primera decila tendrán casi los mismos ingresos que las personas con menos renta de la segunda decila. La tabla nos dice también que el 20 por 100 de la población del país A con menores ingresos tiene un 5,7 por 100 de la renta total, que es la cifra acumulada que aparece en la siguiente columna. Es esta columna la que utilizamos para dibujar la correspondiente curva de Lorenz. Podemos ver, destacado en rojo, que en el país A la mitad más pobre de la población disponía de poco más de la cuarta parte de la renta total (más del 35 por 100 en el país B), mientras que el 10 por 100 más adinerado recibía casi el 24 por 100 del total de ingresos (el 18 por 100 en el segundo país). La curva de Lorenz se construye representando los porcentajes acumulativos de renta que corresponden a los distintos grupos de población, como aparece reflejado en el gráfico 7.4 de la página 152. En el eje de abscisas se recoge la población acumulada y ordenada por niveles de ingresos: comenzamos por la decila más pobre y terminamos incorporando la decila superior. En el eje vertical se sitúan los datos de la renta acumulada. El último punto de la curva de Lorenz es el correspondiente al 100 por 100 de población y de renta, en el cual los dos ejes se cierran para formar una “caja”.

Gráfico 7.4. Curva de Lorenz

La curva de Lorenz es una forma gráfica de mostrar la distribución de la renta en una

población. En ella se relacionan los porcentajes acumulados de población con porcentajes acumulados de la renta que esta población recibe. En el eje de abcisas se representa la población "ordenada" de forma que los percentiles de renta más baja quedan a la izquierda y los de renta más alta quedan a la derecha. El eje de ordenadas representa las rentas. En la gráfica se muestran como ejemplo la representación de dos países imaginarios, uno en azul y otro en rojo. La distribución de la renta en el país azul es más desigual que en el país rojo. En el caso del país azul, el cuarenta por ciento más pobre de la población recibe una renta inferior al veinte por ciento del total del país. En cambio, en el país rojo, el cuarenta por ciento más pobre recibe más del veinte por ciento de la renta. La línea diagonal negra muestra la situación de un país en el que todos y cada uno de los individuos obtuviese exactamente la misma renta; sería la equidad absoluta. Cuanto más próxima esté la curva de Lorenz de la

diagonal, más equitativa será la distribución de la renta de ese país.

Otra forma de observarla curva de Lorenz es estimando el área de la superficie que se encuentra entre la curva y la diagonal. Esa superficie se llama área de concentración. En la gráfica de la izquierda la hemos rellenado de color rosado. Cuanto mayor sea esta área más concentrada estará la riqueza; cuanta más pequeña sea esta área, más equitativa será la distribución de la renta del país representado. El índice Gini, es un índice de concentración de la riqueza y equivale al doble del área de concentración. Su valor estará entre cero y uno. Cuanto más próximo a uno sea el índice Gini, mayor será la concentración de la riqueza; cuanto más próximo a cero, más equitativa es la distribución de la renta en ese país.

La línea de 45 grados que divide la caja en dos partes iguales recibe el nombre de línea de equidistribución: es la forma que tendría la curva si no hubiera desigualdad alguna, es decir, si todas las familias dispusieran de la misma renta. En este caso, el 10 por 100 más pobre (que es cualquier 10 por 100) de la población dispondría del 10 por 100 de la renta, el 20 por 100 más pobre tendría exactamente el 20 por 100 de la renta, y así sucesivamente. La curva de Lorenz resulta de unir los diversos puntos de población y renta acumulada y tiene la forma abombada de la figura. Siempre está debajo de la diagonal porque el 10 por 100 más pobre sólo puede aspirar como máximo al 10 por 100 de la renta: en caso contrario dejaría de ser la decila más pobre porque habría otros hogares con rentas más bajas. Deberíamos reordenar adecuadamente los hogares. En el extremo opuesto, el 10 por 100 más rico ha de tener necesariamente un porcentaje superior al 10 por 100. Cuando más alejada se encuentre la curva de la diagonal, más desigual es la distribución de la renta.

Existen diversos índices de desigualdad que resumen en un número el grado de desigualdad que presenta una distribución. El más utilizado es el coeficiente de Gini que mide el cociente entre el área existente entre la curva y la recta de equidistribución (área de desigualdad) y la del triángulo formado por dicha recta y los dos ejes (área de desigualdad máxima). Si la curva de Lorenz coincidiera con la diagonal, el índice de Gini sería igual a 0. En el extremo, si coincidiera con los lados inferior y derecho de la caja (toda la renta en manos de un único individuo), el coeficiente seria igual a 1. Por lo tanto, el coeficiente de Gini, utilizado para medir la desigualdad, oscila entre cero (máxima igualdad) y uno (máxima desigualdad). Con la curva de Lorenz y los índices podemos comparar la desigualdad entre territorios o en dos momentos de tiempo. Gráficamente nos ha bastado con dibujar simultáneamente las curvas de Lorenz correspondientes a los dos países del ejemplo del cuadro para ver fácilmente

cual se acerca más a la diagonal. La misma operación puede hacerse para analizar el impacto de la acción del Gobierno sobre la distribución. Si dicha acción es eficazmente redistributiva, la curva posterior a la acción gubernamental estará más próxima a la diagonal. Así suele suceder en la mayor parte de los países. Cuando las diferencias entre las situaciones objetos de comparación no son muy llamativas la curva es una información insuficiente y resulta más útil el índice que refleja cualquier diferencia por pequeña que sea. Frecuentemente los análisis se completan con otros detalles. Por ejemplo, es habitual estudiar la diferencia entre las decilas extremas. Así, diríamos que en el país A la decila superior tiene una renta 12,5 veces superior a la decila de menores ingresos, mientras que en el país B es sólo 4 veces más elevada. Lo que parece ratificar que las diferencias en la distribución son en el primer país mayores que en el segundo. Causas de desigualdad Algunos factores que explican las diferencias en la renta son: Diferencias en las habilidades Las personas que componen la sociedad difieren considerablemente en sus rasgos y habilidades físicas y mentales. Hay individuos que poseen especial destreza para realizar algunas actividades y carecen, en cambio, de aptitudes para desempeñar con éxito otras distintas. Sin embargo, esta diversidad en los “talentos” iniciales juega un papel limitado en la explicación de las desigualdades de renta en las complejas economías contemporáneas

Diferencias en riqueza La desigual distribución de la riqueza explica una parte de las desigualdades de renta y, en especial, los elevados ingresos que reciben las personas situadas en el extremo superior de la escala de rentas. Cuando se investiga quienes son los individuos y familias más ricos, es frecuente hallar que se trata de personas que obtienen la mayor parte de sus ingresos no del trabajo, sino de la propiedad de un extenso patrimonio que, en muchos casos, se ha recibido en herencia de la generación anterior. Diferencias en la intensidad del trabajo Una parte de las diferencias en los ingresos del trabajo puede deberse a la intensidad del esfuerzo laboral realizado. Mientras que una persona que valora intensamente el ocio puede preferir trabajar menos, aunque ello le lleve a ocupar una posición inferior en la escala de renta, un adicto al trabajo puede soportar jornadas laborales interminables y reducir al mínimo su tiempo de ocio. Diferencias en el capital humano Las diferencias en los niveles de educación y cualificación laboral constituyen el factor explicativo individual más poderoso de las diferencias de renta. Las personas con escasas cualificaciones tienen mayor probabilidad de estar desempleadas, así como de estar ocupadas en empleos precarios y mal remunerados. Discriminación La discriminación puede provocar que personas con las mismas capacidades y el mismo esfuerzo laboral perciban, sin embargo, rentas muy diferentes. 7.4 TENDENCIAS HISTÓRICAS En todas las épocas, aparecen grandes diferencias en el nivel de desigualdad de ingresos entre los distintos países. No obstante, estos niveles se han ido reduciendo de forma paulatina a lo largo del siglo XX en la mayor parte del mundo occidental, tras los aumentos inicialmente producidos en la etapa posterior a la Revolución Industrial. El economista Simon Kuznets, tras observar el cumplimiento de esta tendencia en una amplia serie de países, formuló la hipótesis de que la desigualdad tiende a crecer en los primeros momentos del proceso de desarrollo económico, cuando se inicia el proceso de

industrialización, para descender luego de forma continua, conforme aumenta la renta per cápita de los países. En general, hoy predomina la idea de que la relación entre desarrollo económico y descenso de la desigualdad es menos simple de lo que se suponía y que ha variado su evolución en las últimas décadas. Salvo casos extremos, cuando se parte de una desigualdad mayor hay más probabilidad de que se observe una reducción, mientras que ocurre lo contrario cuando la distribución de partida es menos desigual.

Merece atención relacionar distribución y nivel de renta. Un individuo considerado pobre en un país rico, puede tener un nivel de bienestar más elevado que el que disfruten buena parte de los ciudadanos de otros países con menor nivel de renta media. Así, las personas de bajos ingresos de los hogares de la decila más pobre de los Estados Unidos tienen un nivel de vida inferior al de las personas situadas en similar posición en la mayoría de los países de la OCDE, a pesar de la cara ventaja de los EEUU en la media. 7.5 LA POBREZA El cuarto mundo La pobreza constituye un problema econ6mico y social no resuelto en el mundo actual, no ya en los países subdesarrollados que recibieron el apelativo del “tercer mundo”, sino especialmente en los países occidentales desarrollados, hasta el punto de que se ha dado el nombre de cuarto mundo a las bolsas de pobreza y marginación existentes en los

países desarrollados, especialmente en el entorno de sus grandes ciudades. ¿Qué es la pobreza? Podemos hablar de dos tipos de pobreza: la absoluta y la relativa. Para algunos economistas, los pobres pueden ser quienes tienen dificultades para cubrir una serie de necesidades vitales básicas. Otros, pueden considerar pobres también a los que, sin llegar a sufrir privaciones tan extremas, viven al margen de las continuas mejoras en las condiciones de vida disfrutadas por la mayoría de la población. En el primer caso, se estaría entendiendo la pobreza de forma absoluta y en el segundo de forma relativa. Se consideran en pobreza absoluta aquellas personas cuyos recursos resultan insuficientes para satisfacer una serie de necesidades básicas en el terreno de la

alimentación, el vestido, la vivienda y otros aspectos fundamentales de la vida

cotidiana. La pobreza absoluta supone quedar por debajo de un “mínimo vital” que se puede determinar de forma objetiva, analizando el coste de una cesta mínima de bienes y servicios que se considera necesaria para poder cubrir esas necesidades básicas. La pobreza absoluta es una situación especialmente relevante en países poco desarrollados y su erradicación va ligada más a problemas de crecimiento que de redistribución. Por decirlo de alguna forma, los beneficios del efecto renta serían muy superiores en tales situaciones a los del efecto sustitución. Se consideran en pobreza relativa aquellas personas cuyos recursos son tan limitados que les hacen quedar excluidos de las pautas de consumo y las actividades sociales

que configuran el modo de vida considerado aceptable en la sociedad en la que viven. Según este enfoque, la pobreza no consiste simplemente en no poder satisfacer una serie de necesidades básicas en el terreno de la alimentación, el vestido o la vivienda, sino en carecer de los recursos económicos suficientes para poder integrarse en la sociedad a la que se pertenece. Puesto que las necesidades aumentan constantemente conforme las sociedades evolucionan tecnológica, económica y socialmente, el umbral de pobreza no debe permanecer invariable, sino que debe definirse en relación a los niveles medios existente en cada país y en cada momento histórico. En los países desarrollados la pobreza relativa ha mostrado ser más persistente y difícil de eliminar que la pobreza absoluta. Si esta última ha ido reduciéndose de forma continua conforme se eleva la renta per cápita, la pobreza relativa lo ha hecho sólo en la medida en que se han logrado acortar las diferencias de renta entre las clases medias y los grupos menos favorecidos de la sociedad.

Tanto si entendemos la pobreza en términos absolutos como relativos, para identificar la población pobre es preciso contar con algún indicador que resuma la posición económica de las personas. El indicador más comúnmente utilizado es la renta monetaria disponible, constituida por la suma de todos los ingresos anuales obtenidos del trabajo, la propiedad, las transferencias públicas o privadas o cualquier otra fuente, netos de los impuestos y cotizaciones pagados. La mayoría de las estadísticas de pobreza clasifican como pobres a aquellos cuyos ingresos se sitúan por debajo del umbral de pobreza. Duración de los periodos de pobreza Es interesante valorar si la mayoría de las personas y familias que en un momento dado están por debajo del umbral de pobreza permanecen en esa situación durante largos años o, por el

contrario, la pobreza representa para muchos una situación transitoria de la que saldrán en un período breve. Esta valoración puede tener una enorme importancia a la hora de diseñar medidas adecuadas para ayudar a los diferentes grupos de pobres. Los estudios han permitido comprobar que una parte importante de la población tiene en algún momento de su vida ingresos inferiores al umbral, como consecuencia de alguna circunstancia que empeora transitoriamente su situación económica. Paralelamente, por debajo del umbral de pobreza, existe un grupo importante de familias que se mantiene en esa situación durante periodos más o menos largos, o consigue obtener ingresos superiores sólo durante breves periodos de tiempo. Las características de la pobreza de larga duración son diferentes a las de la pobreza transitoria y su solución exige medidas de muy distinto carácter y más difícil éxito. Tipos de índices de valoración

Un aspecto relacionado con la medición de la pobreza es el del tipo de índices que se pueden utilizar para resumir el “nivel” de pobreza de un país o región en un momento dado. El índice más comúnmente utilizado es simplemente el porcentaje de población que se sitúa por debajo del umbral de pobreza. Sin embargo, la tasa de pobreza así construida no tiene en cuenta algunos aspectos importantes, como la desigualdad entre la poblaci6n pobre o la intensidad de la pobreza. Si la mayoría de los pobres tiene rentas cercanas a la línea de pobreza podemos considerar que la situación es menos grave que si, por el contrario, han de vivir con ingresos muy inferiores al umbral. Por ello, los economistas que trabajan en el campo de la medición de la pobreza han desarrollado índices complementarios al porcentaje de población pobre, que incorporan de diversas formas las dimensiones de desigualdad e intensidad de pobreza. Incidencia y causas de la pobreza

El riesgo de pobreza no se distribuye por igual entre los diversos grupos que componen la población, sino que afecta de forma desproporcionada a determinados colectivos. Los grupos en los cuales se concentra la pobreza varían de un país a otro y a lo largo del tiempo. Sin embargo, hay una serie de colectivos que con gran frecuencia resultan ser los de mayor incidencia de la pobreza en los estudios actuales: - Las personas mayores y, en especial, las mujeres mayores que viven solas. - Las familias monoparentales encabezadas por mujeres, es decir, los hogares formados por una mujer y uno o varios niños a su cargo. - Las minorías étnicas, como los negros y los hispanos en EEUU, o los gitanos y los inmigrantes procedentes de los países pobres en España y otros países europeos. - Las personas con bajos niveles de educación. - Los desempleados, en especial los de larga duración. - Los trabajadores con bajos salarios y empleos precarios o sumergidos.

TEMA 8 - LA PERSPECTIVA AGREGADA

Macroeconomía Temas 8 a 13

Parte de la economía que se dedica al análisis de las magnitudes económicas colectivas o globales, como la renta nacional, el empleo, la inflación, el producto interior, etc. Análisis económico que centra su atención en el comportamiento de la economía en su conjunto.

El análisis macroeconómico, especialmente bajo los supuestos de la competencia perfecta, llegaba a la conclusión de que el libre juego del mercado permitía que se vaciaran los mercados y que se consiguiera el equilibrio simultáneo en todos ellos. El enfoque macroeconómico, que va a compartir muchos planteamientos con el microeconómico, se centrará en el análisis del conjunto de los individuos y de los mercados, como si estuviéramos ante un único gran mercado, y reconocerá el hecho de que en la realidad el equilibrio puede no llevar a que se vacíen los mercados. El desequilibrio va a convertirse en centro de nuestra atención y, consecuentemente, habrá que reflexionar sobre qué puede hacerse para corregirlo. En este primer tema prestaremos atención a cuáles son los fenómenos agregados que nos interesan de forma especial, a los instrumentos de que disponemos para medirlos y a los términos que describen los grandes flujos de la economía en un país.

8.1 EL ENFOQUE MACROECONÓMICO La tradición macroeconómica es relativamente moderna, ya que nace sobre los años cuarenta del pasado siglo. Hasta esa época el análisis habitual era el que hoy denominamos microeconómico, que es el que estudia el comportamiento individualizado de los distintos sujetos económicos en los diferentes mercados. Para ello, se supone que los restantes mercados y sujetos se encuentran en equilibrio, aplicándose la cláusula caeteris paribus (si todo lo demás no varía). La oferta y la demanda de los sujetos económicos, en un entorno de libre juego del mercado en competencia perfecta, nos daban el equilibrio parcial en cada una de las industrias, tanto para el mercado de bienes como para el de los factores productivos. La interacción de todos esos mercados parciales permitía que, al menos a largo plazo, se consiguiera el equilibrio general en el que se alcanzaba la máxima eficiencia del sistema. Sin embargo, en los años treinta se produce en el mundo desarrollado una grave crisis económica que eleva las cifras de desempleo hasta niveles socialmente insoportables. El modelo explicativo hasta entonces dominante se revela claramente insuficiente. Surge entonces paulatinamente un amplio grupo de economistas, entre los que destaca el británico John Keynes, que intentan ofrecer un cambio de perspectiva. Para ellos, que el mercado garantice el equilibrio a largo plazo no puede ser solución aceptable porque, a largo plazo, todos muertos. Es preciso buscar alternativas que permitan ofrecer salidas a corto plazo, que permitan solucionar los graves problemas que aquejan a los ciudadanos. Por tanto, se pretende buscar instrumentos de análisis que simplifiquen la compleja realidad económica y permitan a los gobiernos tomar medidas correctoras cuando la economía nacional no funcione adecuadamente, utilizando unos modelos que aíslen los rasgos más relevantes del conjunto de una Economía para saber que magnitudes son las decisivas y como actuar sobre ellas. La macroeconomía se refiere al análisis económico que centra su atención en el comportamiento de la economía en su conjunto. Ya no interesa tanto el comportamiento del consumidor individual, como hace la microeconomía, sino cómo evoluciona el consumo nacional en su conjunto. Ya no interesa tanto como se comporta el precio de este bien o aquel servicio, sino cómo evolucionan los precios en el conjunto de la economía. En microeconomía son fundamentales los aspectos relativos: las variaciones diferentes de precios en cada mercado individual motivan cambios muy relevantes en el comportamiento de los sujetos. Así, unos sectores entran en pérdidas y otros en beneficios extraordinarios, los cuales actúan como desincentivos o incentivos que llevan al progresivo desplazamiento de factores productivos de los primeros sectores hacia los segundos. Sin embargo, desde la perspectiva macroeconómica lo importante es si la producción total de la economía crece adecuadamente, independientemente de que unos sectores lo hagan a costa de otros. La macroeconomía se va a centrar en el todo y no en la parte, en el bosque y no en los árboles. Entre otras razones, porque millones de datos de relevancia económica son difícilmente asimilables. Porque es necesaria su agrupación en unas pocas variables muy significativas que permitan rápidamente detectar la evolución de la economía nacional. Lo que afirmamos no significa que la macroeconomía suponga una ciencia distinta a la microeconomía o que desprecie los factores que inciden sobre los comportamientos individuales. Estamos ante dos ramas de la misma ciencia, que comparten un cuerpo común de análisis y de conocimientos. Una importante corriente de opinión entre los economistas defiende una visión de la macroeconomía a partir del análisis de los fundamentos microeconómicos. Desde esa perspectiva, sólo conociendo cómo se comportan las partes podremos explicar y entender

cómo reacciona el todo. Podríamos decir que el análisis macroeconómico permite detectar si el paciente tiene fiebre y, probablemente, en que parte del cuerpo radica la enfermedad que le aqueja. A veces ello resulta suficiente para aplicar la terapia adecuada, pero, en muchas ocasiones, será necesario acudir al especialista (microeconómico) para que practique una analítica más detallada y, en funci6n de las particularidades del caso, aplique remedios específicos. Por lo tanto, las dos ramas son necesariamente complementarias y se han ido enriqueciendo mutuamente. Según el aspecto concreto que pretendemos analizar necesitaremos uno u otro enfoque. El problema que plantea el equilibrio microeconómico es que se consigue por aproximaciones sucesivas. Como un muñeco de base redondeada y pesada, cada vez que recibe un golpe

comienza a bambolearse, a moverse hacia un lado y hacia otro. El peso de su base le retorna al equilibrio vertical. El problema es que los mercados están recibiendo goles, mayores o menores, todos los días. Constantemente está variando algún precio en algún mercado, lo que genera constantes adaptaciones en cadena de los restantes mercados sin que la cadena llegue nunca a detenerse. Los caetera nunca se mantienen invariados. El enfoque macroeconómico, especialmente el postkeynesiano, va a suponer, entre

otras diferencias, que no todos los mercados son tan flexibles, al menos en el corto

plazo, como para permitir la vuelta natural al equilibrio. Las rigideces e imperfecciones de los mercados, especialmente la resistencia de los precios a bajar, van a motivar que esa tendencia a la verticalidad no siempre se cumpla. El muñeco puede quedar torcido por mucho tiempo si una piedra impide su movimiento en alguna de las direcciones. El equilibrio entre la demanda agregada y la oferta agregada de la economía (resultado cada una de ellas de la suma de todos los respectivos componentes individuales) nos mostraría los niveles de producción y de precios de equilibrio en un momento determinado (gráfico 8.1), pero no existe ninguna garantía de que ese nivel de equilibrio coincida con el nivel de pleno empleo. Gráfico 8.1 Equilibrio macroeconómico La intersección de oferta y demanda agregadas nos da el punto de equilibrio macroeconómico con un

nivel de producción en la economía de Y0, que implica un nivel general de precios P0. Ese punto puede

encontrarse alejado del nivel de producción de pleno empleo potencial, Yp.

El nivel de producción de pleno empleo supone situarse en la Frontera de Posibilidades de Producción, es decir, conseguir la máxima eficiencia en la economía en función de sus recursos productivos y su nivel tecnológico. En macroeconomía puede aceptarse que existe una tendencia a alcanzar ese nivel en el muy largo plazo, pero que los desequilibrios pueden mantenerse incluso en el medio-largo plazo. En macroeconomía los plazos de tiempo no tienen exactamente el mismo significado que en microeconomía, aunque sí semejantes: El corto plazo supone un período de tiempo de unos dos o tres años, en el que las variaciones de las variables se entienden por espacios cortos (meses o trimestres). En el medio-largo plazo estamos hablando de siete u otros años, los precios se presuponen más flexibles, pero capital, fuerza de trabajo y tecnología, se consideran todavía fijos. En el muy largo plazo todos los aspectos mencionados pasan a considerarse variables y los períodos de tiempo relevantes pasan a ser las décadas, porque hablamos de espacios de tiempo que comprenden varias de ellas. Cuanto más largo es el plazo del tiempo más relevante es el crecimiento de la economía y los aspectos estructurales de la misma, es decir, los que se refieren a las características estables de la economía nacional. Por el contrario, si nos fijamos en el corto plazo las oscilaciones son muy relevantes y pondremos especial atenci6n en los aspectos coyunturales, es decir, en como varían mes a mes las variables macroeconómicas más significativas. 8.2 LOS CICLOS ECONÓMICOS Expansión y recesión La observación de cómo evolucionan las economías nacionales muestra que las mismas tienden a crecer, a largo plazo, en torno a la senda que hemos denominado de producción de pleno empleo (gráfico 8.2), pero con períodos de fuerte crecimiento (períodos de auge o expansivos) que se alternan con otros en los que la economía se ralentiza e, incluso, puede llegar a decrecer (períodos contractivos o recesivos). Grafico 8.2 Ciclos económicos A lo largo del tiempo, que medimos en el eje horizontal, las economías nacionales crecen en torno a una

línea como YP, representativa de la produccion potencial de pleno empleo, pero se comprueba que

alternan períodos de rápido crecimiento (expansión) como AB o CD en el gráfico, con otros de

estancamiento (BC) o incluso recesión (DE).

Esa evolución de las economías, caracterizada por la sucesión de períodos expansivos

y recesivos, conforma lo que tradicionalmente se han denominado ciclos económicos. Los ciclos económicos han sido objeto de buen número de análisis en la historia del pensamiento económico. Así, se hablaba de la existencia de ciclos largos, de unos cincuenta afros, dentro de los cuales encontrábamos ciclos medios, de unos ocho o diez años y ciclos menores cada tres o cuatro años. O lo que es lo mismo, que cada tres o cuatro años habría

una pequeña crisis (una ralentización de las tasas de crecimiento de la economía), cada ocho o diez años una crisis algo más importante (quizá un estancamiento de la actividad económica) y cada cincuenta años una grave crisis, incluso con descensos en la produccion nacional.

Causas de los ciclos Se han dado un gran número de posibles explicaciones respecto a cuales pueden ser las causas de los ciclos económicos. En unos casos, pueden existir razones como guerras, desastres naturales, innovaciones tecnológicas. En otros, los excesos de capacidad productiva pueden llevar a un freno de la inversión (iniciando la contracción), mientras que la necesidad de renovación del capital instalado puede estimular una reacción expansiva. Frecuentemente, las rigideces en unos mercados inician un freno sectorial que acaba afectando al resto y generalizándose, y viceversa. Habitualmente, los procesos se inician en un sector y se van extendiendo paulatinamente a toda la economía. Los factores psicológicos juegan un papel relevante, pues las expectativas optimistas o pesimistas llevan a los agentes económicos a tomar decisiones que estimulan el auge o los aspectos recesivos. Todos los gobiernos modernos intentan arbitrar medidas de política económica de carácter compensatorio. El objetivo teórico es conseguir que las oscilaciones cíclicas, inevitables, reduzcan sus márgenes de variación. Las medidas encaminadas a tal objetivo reciben el nombre de políticas estabilizadoras. En función de los datos que aportan las variables descriptivas de la situación económica general, los gobiernos tienden a estimular (en épocas recesivas) o a frenar (en épocas expansivas) la actividad económica privada, de forma que ni el empleo ni los precios sufran variaciones excesivas. Variables políticas El empleo y la estabilidad de precios son dos importantes variables macroeconómicas.

Debemos centrar nuestra atención en cómo evoluciona la producción nacional, tanto en sus tasas de variación como en su discurrir a lo largo de los años. El mayor o menor crecimiento en cada año nos permitirá detectar la marcha del ciclo económico. Si estamos creciendo razonablemente, la actividad económica permite absorber las incorporaciones netas al mercado de trabajo y mantener los niveles de empleo o incluso reducir el posible desempleo. Un descenso en las tasas de crecimiento implica que la fase expansiva está llegando a su techo y empiezan a encenderse señales de alarma. Un crecimiento casi nulo denota un estancamiento productivo y normalmente supone un incremento de las cifras de paro. El decrecimiento supondría ya una grave recesión, una crisis importante que requiere medidas muy enérgicas para romper una inercia negativa que tiende a autoalimentarse. El descenso de la producción supone una reducción en el empleo y, por lo tanto, en las rentas de los factores productivos. Ello provoca a su vez una caída del consumo, de la demanda de bienes y servicios, lo cual lleva a nuevas reducciones en la producción, y así sucesivamente. Aunque hay factores que por sí solos llevarían en el largo plazo a la recuperación económica, las políticas estabilizadoras pretenden acortar ese período de crisis. Sin embargo, es preciso también que nuestro producto potencial vaya creciendo en el tiempo. No sólo es interesante la evolución en el corto plazo, sino también observar cómo se comporta la economía en el largo plazo, cómo evoluciona la YP del gráfico. Esa tendencia nos indica cual es el crecimiento de la economía correspondiente y de ese crecimiento depende la evoluci6n del nivel de empleo y las mejoras en el bienestar de los ciudadanos. Desde 1930, el pleno empleo se convirtió en el objetivo por excelencia de las políticas económicas. No sólo por sus repercusiones sociales y distributivas, sino también porque ello supone que la economía se sitúa en su Frontera de Posibilidades de Producción, asegura la óptima y eficiente utilización de sus recursos y provee a sus integrantes del máximo nivel posible de bienestar material. La inflación, entendida como la elevaci6n continua y generalizada de los precios, provoca efectos redistributivos perversos, introduce inseguridad en las relaciones comerciales y se ve acompañada frecuentemente de burbujas especulativas con el consiguiente riesgo para los mercados financieros. Naturalmente, tanto más cuanto más elevada sea. Dado que le pleno empleo genera fácilmente tensiones inflacionistas, porque la oferta no puede responder con agilidad a la fuerte demanda, el doble objetivo del pleno empleo y la estabilidad de precios quizás sea difícilmente alcanzable. En tales casos, la política económica

deberá optar por un equilibrio razonable entre ambas metas. Medidas de estabilización de la política económica La política económica intentará conseguir sus objetivos estabilizadores y a favor del crecimiento a través de diversas medidas. Podemos hacer una clasificación inicial de las mismas según que actúen sobre factores de la demanda o sobre factores de la oferta. Las políticas de demanda se encaminan a estimular o ralentizar, directa o indirectamente, las compras de bienes y servicios por parte del conjunto de los agentes económicos. Para ello cuenta con las siguientes políticas: Con la política fiscal, que se concreta en la utilización de los ingresos y gastos públicos. Con la política monetaria, que permite regular la evolución de la cantidad de dinero en circulación y de los tipos de interés. Con la política cambiaria, es decir, conjunto de actuaciones encaminadas a mantener el equilibrio exterior y la estabilidad en la cotización de la moneda nacional respecto a las de los restantes países. Las políticas de oferta inciden fundamentalmente sobre los costes de producción y pueden concretarse de muy diversas formas: Políticas de rentas, intentando moderar su crecimiento por encima de los aumentos en la productividad. Políticas de mercado, en defensa de la competencia, la liberalización y la desregulación. Políticas específicas presupuestarias y cambiarias, como inversiones públicas en infraestructuras o en educación, que incrementen la productividad general del sistema; reducciones de impuestos que incidan especialmente sobre la actividad productiva; el mantenimiento deliberadamente alto de la cotización de la moneda para abaratar los productos importados, etc. 8.3 LA CONTABILIDAD NACIONAL: SECTORES Y CUENTAS Agentes y operaciones La Contabilidad Nacional es el conjunto de registros contables que define, ordena y cuantifica las magnitudes agregadas básicas de una economía, según un sistema

convencional que tiende a asemejarse en todos los países. Con el fin de posibilitar las comparaciones internacionales, los organismos internacionales como la ONU elaboran periódicamente directrices a las que van adaptándose los sistemas nacionales. Agentes La primera tarea que requiere un sistema de cuentas agregadas es definir cuáles son los agentes económicos en los que nos vamos a centrar. La macroeconomía estudia el comportamiento de los sujetos en su conjunto. Por tanto, necesitamos delimitar como y conforme a que criterios vamos a agruparlos. La clasificación más habitual diferencia los siguientes agentes o unidades institucionales: Los hogares. Las economías domésticas que detentan los factores productivos y son los sujetos relevantes del consumo final de la economía. Hay que destacar que parte de ellos realizan también directamente actividades de producción de bienes y servicios. Es frecuente incluir en este grupo a las instituciones privadas sin fines de lucro, al servicio de los hogares, sin personalidad jurídica o de escasa importancia comercial, como sindicatos, partidos políticos, iglesias, clubes sociales, asociaciones de beneficencia, etc. Sociedades y cuasi sociedades no financieras, es decir, las empresas destinadas a la producción de bienes y servicios no financieros, privadas o públicas, nacionales o bajo control extranjero. Instituciones de crédito y empresas de seguro, que se dedican principalmente a la intermediación financiera, canalizando el ahorro de unos agentes económicos hacia la financiación de las necesidades de otros. Incluyen también fondos de pensiones y de inversión. Administraciones Públicas, que comprenden tanto la Administración central (el Estado y sus organismos), como la Seguridad Social y las Administraciones territoriales (en nuestro caso, las Comunidades Autónomas, Ayuntamientos e instituciones provinciales e insulares). Resto del mundo, que agrupa el conjunto de relaciones que los residentes del país tienen con residentes extranjeros.

En la Contabilidad Nacional la economía nacional se refiere al conjunto de unidades residentes en el país y estas son las que tienen un centro de interés en el territorio econ6mico correspondiente. Para considerar que una unidad tiene interés en el territorio nacional se exige que realice operaciones económicas durante, o más de un año. Por lo tanto, un trabajador que preste sus servicios o un turista que consuma durante unos meses en otro país, no pierde su condici6n de residente en España, pero pasa a ser considerado no residente si prolonga su estancia más allá del año. Las tablas intersectoriales o tablas input-output constituyen un elemento muy importante en el sistema de la Contabilidad Nacional y ofrecen la información sobre el origen y el destino de las operaciones y servicios y sobre el reparto del valor añadido entre las distintas unidades funcionales. Al mostrar las ventas y compras de todos los agentes, suponen una aproximación al modelo microeconómico del equilibrio general entre la oferta y la demanda en todos los sectores económicos. Operaciones El segundo paso de la Contabilidad Nacional es la definición y clasificación de las operaciones que realizan esos agentes económicos. Podemos diferenciar tres grandes categorías de operaciones: Operaciones de bienes y servicios. Describen el origen y utilización de los bienes y

servicios por las unidades residentes. Incluyen, por tanto, las operaciones ligadas a la producción, el consumo y el intercambio con el resto del mundo. Operaciones de distribución. Describen el destino de la renta generada durante el

proceso productivo y la intercambiada con el resto del mundo. Describen también los flujos que dan lugar a la formación de la renta disponible y del patrimonio (los recursos con los que cuentan) de las unidades residentes. Operaciones financieras. Describen las modificaciones en los activos y pasivos

financieros de los sujetos, es decir, de las posiciones acreedoras o deudoras en los mismos. Dentro de cada uno de estos grandes bloques, podemos englobar las magnitudes agregadas que tienen interés para el análisis macroeconómico. Operaciones de bienes y servicios Nos interesa contabilizar el conjunto de bienes y servicios que la economía nacional ha obtenido y puede utilizar. El principal componente vendrá dado por la producción de bienes y servicios, es decir, por el resultado de la actividad económica de las unidades residentes, destinada a la creación de productos, estén o no destinados a la venta. Importaciones. Además de la producción nacional disponemos de un conjunto adicional de bienes y servicios que entran definitivamente en el territorio nacional procedentes del resto del mundo. Las importaciones, junto con la producción de bienes y servicios, constituyen los recursos, los bienes y servicios disponibles. La mayor parte de estos bienes y servicios se dedican: Al consumo, tanto al consumo final (que satisface directamente necesidades humanas, individuales o colectivas) como al consumo intermedio (utilizados para producir otros bienes o servicios). Otra parte se destina a la formación bruta de capital, lo que tradicionalmente denominamos inversión. Exportación. Parte de la producción nacional se destinará a la exportación, es decir, saldrá definitivamente del país con destino a residentes del resto del mundo. Operaciones de distribución

La producción de los bienes y servicios ha generado unas rentas, unos ingresos para quienes han participado en ese proceso. Asimismo, el Estado interviene en el mercado detrayendo parte de esos ingresos a través de los impuestos y reintegrándolos al flujo de rentas a través de las distintas partidas de gasto público. Las operaciones de distribución en la Contabilidad Nacional intentan reflejar quienes son los beneficiarios de esas rentas que, directa o indirectamente, se han generado en el proceso económico. Remuneración de los asalariados (salarios). Comprende todos los pagos realizados por los empleadores en concepto de contraprestación por el trabajo realizado por sus empleados durante un período considerado. Este grupo incluye no sólo los sueldos y salarios propiamente dichos, sino también las cotizaciones realizadas por los mismos empleadores,

fundamentalmente a la Seguridad Social. Rentas de la propiedad y de la empresa. Recogen el resto de remuneraciones a los factores productivos distintos del trabajo. Se incluyen los intereses, las rentas de la tierra y de los activos inmateriales y los dividendos y repartos de beneficios de las empresas. Estos dos capítulos abarcarían todas las operaciones de renta si no existiera la intervención pública. Sin embargo, no todos los recursos generados en la producción y venta de los bienes y servicios van a parar directamente a los bolsillos de los propietarios de los factores productivos. Impuestos indirectos. El precio que se paga por los bienes y servicios lleva incorporado unos impuestos indirectos. Por lo tanto, del precio de venta, la parte fundamental es un ingreso efectivo para las empresas que utilizarán para retribuir a sus factores productivos, pero otra parte se destina a la hacienda pública para pagar los impuestos sobre la producción y las importaciones, como el IVA, impuestos sobre productos importados, impuestos municipales sobre la actividad empresarial, tasas, etc. Subvenciones. En sentido opuesto, las empresas reciben también en determinados casos unas ayudas a la producción, que denominamos subvenciones de explotación. Éstas son transferencias corrientes que las Administraciones públicas efectúan a las unidades residentes que producen bienes y servicios con el fin de influir en sus niveles de producción, en sus precios o en la retribución de los factores de producción. Podríamos considerarlas como unos impuestos indirectos negativos puesto que reflejan el mismo concepto de pago sin contrapartida en el proceso productivo, pero en dirección opuesta: de las Administraciones públicas a las empresas. Impuestos corrientes sobre la renta y el patrimonio. De las rentas dirigidas a los factores productivos también el Estado detrae unas cantidades a través de los impuestos directos, que se engloban en la rúbrica de impuestos corrientes sobre la renta y el patrimonio. Aquí se incluyen no sólo los impuestos conocidos con esa denominación, sino también todos aquellos que afecten a la renta de las familias como el Impuesto de Sociedades o los impuestos locales sobre los hogares. Subsidios o prestaciones sociales. Pagos sin contrapartida directa que las Administraciones públicas proporcionan a los hogares en concepto de subsidios de enfermedad, vejez, desempleo, invalidez, enseñanza (becas), etc. Transferencias sociales en especie. Comprenden los bienes y servicios individuales proporcionados por unidades de las Administraciones Públicas a los hogares de forma gratuita o a precios económicamente no significativos. Se trata, en su mayoría, de servicios de enseñanza y sanidad, pero frecuentemente se prestan también otros como servicios de alojamiento, culturales, recreativos, etc. Otras transferencias corrientes. Pueden abarcar diferentes pagos sin contraprestación no incluidos en los grupos anteriores, como primas e indemnizaciones de seguros diversos, transferencias entre Administraciones, cooperación internacional, loterías, etc.

Transferencias de capital. Recogerían los pagos sin contrapartida directa que implican la adquisición o cesión de activos por parte de alguna de las partes intervinientes, normalmente entre las Administraciones públicas o el resto del mundo y las unidades residentes. Impuestos del capital. Se refieren a las detracciones obligatorias sobre el capital o el patrimonio percibidas por las Administraciones públicas de manera no periódica, como el Impuesto de sucesiones y donaciones. La contrapartida son las ayudas a la inversión, que son los pagos que realizan a fondo perdido las Administraciones Públicas, nacionales o internacionales, para financiar total o parcialmente la formación bruta de capital fijo por parte

de otras unidades. Consumo de capital fijo. En este grupo estamos contabilizando la pérdida de valor que han experimentado los bienes de inversión de que dispone la economía nacional, ya sea por su envejecimiento, ya porque se han quedado anticuados, ya porque se han destruido accidentalmente. Operaciones financieras Mediante las operaciones financieras se crea o se liquida una deuda en sentido amplio de un agente respecto de otro; deuda que puede materializarse en instrumentos financieros diversos: desde un depósito bancario hasta bonos, acciones, etc. Las operaciones financieras implican variaciones en los balances de las distintas unidades, puesto que aumentan o reducen sus derechos o sus deudas. El valor de los balances puede

experimentar modificaciones también por otras causas como revalorizaciones, pérdidas por catástrofes, expropiaciones sin indemnizaci6n, etc. 8.4 EL PRODUCTO NACIONAL

El flujo circular de la renta En la versión sencilla del flujo circular de la renta, las empresas producen bienes y servicios que consumen los hogares (mercado de bienes), utilizando los factores que las economías domésticas han aportado al proceso productivo y por los que son retribuidas (mercados de factores). Aunque sabemos que la realidad es más compleja que este simple esquema, podemos partir de él para ir introduciendo paulatinamente las correcciones más importantes. Ese flujo básico nos señala que la primera magnitud que debemos medir es precisamente la cantidad de líquido que circula por los canales de ese flujo. Pues bien, a ese volumen lo llamaremos genéricamente producto nacional y lo definimos como el conjunto total de

bienes y servicios generados en una economía en un período de tiempo determinado. Dado que la producción de esos bienes y servicios se materializa en el pago de los factores productivos que intervienen en ella, esos pagos representan lo que denominamos Renta

Nacional. La utilización de ambas denominaciones subraya que podemos medir este flujo básico desde diversos enfoques: La producción pone el acento en los bienes y servicios producidos. La renta pone el acento en lo que las empresas han tenido que pagar para producir esos bienes y servicios. Podríamos fijarnos en lo que los hogares han tenido que pagar por los bienes y servicios y entonces hablaríamos de gasto nacional, puesto que ahí estamos midiendo el consumo total, único gasto contemplado hasta el momento. Producto, renta y gastos son tres enfoques distintos para el mismo concepto

fundamental. Mientras no compliquemos el análisis, los tres nos han de dar exactamente el mismo resultado. Una última opción sería fijarnos en la suma de todos los factores productivos utilizados en el proceso productivo. Estaríamos hablando de valor añadido bruto de la economía. El valor añadido por una empresa vendría dado por la diferencia entre su producción total y la suma de todos los bienes y servicios producidos por otras empresas que ha utilizado para obtener esa producción propia. El cálculo del producto nacional La producción se refleja siempre en euros, siempre traducida a la unidad monetaria correspondiente. La razón es evidente: si queremos obtener la producción nacional total, nos encontramos con que tendríamos que sumar naranjas con automóviles, con viajes en avión, con clases de educación... Innumerables bienes y servicios que sólo pueden sumarse si los reducimos a una unidad común: la unidad de cuenta convencional que es el dinero, la moneda de uso corriente. Para ello, utilizaremos como regla general el expediente de multiplicar cada bien que se produce por su precio de venta en el mercado: ni la columna de unidades ni la de precio pueden sumarse porque utilizan distintos patrones de medida. Sólo la columna final, expresada en euros, permite la suma y el total correspondiente que, en este ejemplo, coincidiría con la producción nacional del período que estemos midiendo.

8.5 LAS MAGNITUDES AGREGADAS Las magnitudes agregadas de la Contabilidad Nacional son las cifras de síntesis que permiten medir el resultado de una economía nacional, la importancia de sus

componentes más relevantes y la evolución de todo ello. La primera magnitud de la que parte todo nuestro análisis es el PIB (Producto Interior Bruto) que se calcula siempre a precios de mercado. El PIB equivale al Valor Añadido Bruto e incluye, con limitaciones, el conjunto de bienes y servicios producidos por los residentes en el país a la largo del período que se

considere, habitualmente un año. Podríamos decir, como aproximación, que el PIB español de 2002 nos dice lo que se ha producido en España a lo largo de ese año. En epígrafes anteriores hemos utilizado este concepto como razonablemente equiparable al de Renta Nacional. Es decir, el valor añadido bruto se corresponde con la renta percibida por los factores productivos. Sin embargo, conforme a los criterios y nomenclatura de la Contabilidad Nacional, esto no es cierto. Veamos como pasar de uno a otro concepto. En primer lugar, debemos dar el paso del criterio geográfico (interior) al concepto personal (nacional): El concepto de nacional pone el acento en quien se apropia de los pagos que ha generado la producción, porque parte de los pagos a los factores productivos no se van a quedar en nuestro país, sino que, por pertenecer a extranjeros, serán rentas para los agentes de esos países, pero no propiamente para el nuestro. En sentido contrario, rentas generadas en otros países (por lo tanto, que no forman parte de nuestro PIB), por factores productivos españoles, deberemos considerarlas si queremos estimar cual es nuestra renta nacional, la suma de las rentas generadas por todos nuestros

factores nacionales. Aunque el concepto de PNB desaparece en el sistema moderno de Contabilidad Nacional, parece útil seguir utilizándolo para referirnos a este paso intermedio del cálculo de la Renta Nacional. Para obtener el PNB bastaría con sumar al PIB las rentas obtenidas por los factores españoles (nacionales) en el extranjero (rfne) y restar las rentas obtenidas por los factores extranjeros en el interior en España (rfei). Tan solo tomamos en cuenta los movimientos efectivos de estas rentas a favor de residentes españoles o viceversa, pero no la produccion total. Si una empresa de capital español produce bienes en una fábrica radicada en Argentina, la produccion correspondiente forma parte del PIB de Argentina. Los pagos a los factores productivos que allí se realicen formarían parte también del PNB argentino, y no del español. Si esa fábrica no produce beneficios, el PNB no

contendría ni un solo euro por causa de esa fábrica. Si esa empresa generara unos beneficios para la empresa española matriz, entonces sí que nos encontramos ante unas rentas obtenidas en el exterior que, tan solo por ese importe y no por la produccion total, deberían integrarse en el PNB español. El PNB nos indicaría de alguna manera el conjunto de recursos obtenidos por las unidades residentes a lo largo del período, tanto en el interior como fuera del país, pero una parte de esa produccion no ha significado realmente la produccion de nuevos recursos, sino tan solo ha servido para mantener el capital fijo disponible en el mismo estado en el que estaba. La depreciación (en términos de Contabilidad Nacional, el consumo de capital fijo) debe descontarse si no queremos engañarnos sobre lo que realmente hemos generado a lo largo del año. El consumo de capital fijo no ha incrementado el bienestar de nadie, sino que simplemente ha cubierto una pérdida que se había producido. Si existe depreciación, cualquier cifra de produccion o de inversión que no tenga en cuenta esa pérdida encubierta de valor estaría inflando el importe real. La deducción de la depreciación permite siempre el paso de la valoración bruta a la neta. Ese producto neto todavía no es la Renta Nacional, porque parte de él no se corresponde con rentas efectivamente percibidas por los factores productivos. Sabemos que los precios de mercado son superiores a los estrictamente derivados del coste de produccion, del pago a todos los factores, porque están gravados por una serie de impuestos; aquellos que genéricamente denominábamos impuestos indirectos. Igualmente, las empresas reciben unas subvenciones que les permiten reducir los precios finales para unos costes datos. Por tanto, deberemos restar de la cifra que teníamos de los impuestos indirectos y sumarle las subvenciones de explotación para obtener finalmente la Renta Nacional. El valor obtenido recoge todos los pagos efectuados a los factores productivos por su contribución a la produccion nacional o lo que es lo mismo, las rentas percibidas por ellos. La Renta Nacional no representa el conjunto de recursos que las economías domésticas tienen a su disposición para tomar libremente sus decisiones de consumo y ahorro, porque no todas las retribuciones devengadas por los factores productivos llegan efectivamente a los bolsillos de sus propietarios. Debemos descontar, en primer lugar, los impuestos que soportan esas rentas (impuestos directos, en los que incluimos a estos efectos los que recaen sobre la renta y el patrimonio, así como las cotizaciones a la seguridad social) puesto que la parte correspondiente de los mismos minora las rentas inicialmente percibidas. En sentido opuesto, hay que sumar el importe de los subsidios, las transferencias que el sector público hace a los hogares a través de los programas de pensiones, apoyo a los desempleados, supuestos de invalidez, etc. Estas transferencias suponen evidentemente recursos disponibles para quienes los perciben, aunque no se hayan generado directamente en el proceso productivo. La última partida que hay que tomar en consideración es la que se refiere a los beneficios no

distribuidos por las empresas. La cifra total de los beneficios empresariales netos (descontando los impuestos que recaen sobre ellos) se descompone en dos partes: la que se distribuye entre los propietarios a través de los dividendos o participaciones en beneficios y la que queda en la empresa como ahorro empresarial, nutriendo las reservas para las distintas provisiones. Esta última parte no llega tampoco a los hogares y, por lo tanto, también tenemos que restarla de la Renta Nacional. Una vez efectuadas todas las operaciones citadas, obtendríamos la Renta Nacional Disponible o Renta Disponible, que representa el volumen total de ingresos de que

disponen los hogares para utilizar libremente, ya en bienes de consumo, ya dedicándolo al ahorro con vistas al consumo futuro. Esta Renta Disponible nos permite conocer razonablemente el nivel de recursos con el que cuentan los ciudadanos de un país y es un aparente buen indicador de su nivel de vida. Para las comparaciones internacionales, será conveniente reducir esa cifra a términos per cápita, es decir, dividir el total de la magnitud correspondiente por el número de habitantes. Obtenemos así la renta media, los recursos disponibles que corresponden teóricamente a cada uno de los ciudadanos del país en cuestión durante el período de que se trate. Todavía podemos añadir un paso más. El nivel de vida de los naturales de un país no sólo depende de los bienes y servicios que pueden adquirir en el mercado. En las economías mixtas desarrolladas, en las que el sector público tiene un papel importante, existe también una relevante oferta de bienes y servicios de los que los sujetos disfrutan libremente porque son

PIB = VAB

1.000

prestados gratuitamente por el Estado. El desarrollo del llamado Estado de bienestar ha motivado que el gasto público en bienes como Educación y Sanidad, los conceptos más cuantiosos, o transportes, guarderías y otros servicios hayan alcanzado niveles muy elevados. Estas prestaciones públicas afectan notoriamente al bienestar de los ciudadanos que los disfrutan. Por ello, la ONU ha introducido el concepto de Renta Disponible Ajustada, que pretende incorporar estas prestaciones públicas en especie. Para obtenerla deberíamos sumar a la Renta Disponible el importe del gasto público en estas partidas.

Cuadro 8.2 Magnitudes agregadas de Contabilidad Nacional

Renta factores nacionales Subvenciones (a empresas)

+150

Subsidios (transferencias a familias)

+70

Prestaciones públicas en especie

+80 en el extranjero +13

PNB 1.008 (1.000+13-5)

RN 850 (1.008+150-250-58)

RD 720 (850+70-170-30)

RDA 800 (720+80)

Renta factores extranjeros Impuestos indirectos -250 Consumo de capital fijo -58

Impuestos directos -170 Ahorro empresas -30

Consumo de prestaciones públicas 80 Ahorro

(economías domésticas) 60 Consumo

(economías domésticas) 660

en el interior -5

PNB = PIB + rfne – rfei RDA = RD + ppe Rn = PNB + subv – Iind – Ccf RD = RN + subs – Idir – Aempr

Gráfico 8.4 Flujos monetarios de la renta

Gráfico 8.5 Entradas y salidas del flujo básico

Podemos resumir los flujos monetarios agrupando por una parte las salidas de recursos del flujo básico (la parte de las rentas que se ahorra, se destina al pago de impuestos o se gasta en el exterior) y por otra las entradas (por el gasto de inversión y el que realiza el sector público, así como los ingresos derivados de las ventas al exterior).

Del glosario: PIB (Producto Interior Bruto). Conjunto de bienes y servicios finales producidos en un

territorio en un período de tiempo. PNB (Producto Nacional Bruto). A diferencia del producto Interior, se toman en consideración las rentas de los factores residentes que se obtienen en el exterior y se descuentan las obtenidas por los no residentes en el territorio propio. Este concepto, tradicional en los sistemas de Contabilidad Nacional, desaparece en las últimas versiones de la ONU y del sistema europeo. Inflación. Aumento generalizado y persistente de los precios. De costes. Proceso inflacionario desencadenado por el incremento de los precios de las materias primas y de los factores productivos. De demanda. Proceso inflacionario desencadenado por un crecimiento de la demanda superior al que es capaz de absorber la capacidad productiva. Estructural. Rigideces sectoriales y organizativas en una economía que provocan la generalización y multiplicación de los incrementos de precios ante cualquier aumento de la actividad económica o de algún componente de los costes. Galopante. Crecimiento generalizado de los precios a tasas anuales elevadas, incluso de tres dígitos. Moderada. Tasas oficiales de crecimiento de los precios inferiores a 3 o 4 por 100, que pueden considerarse aceptables y asimilables a la estabilidad de precios. Monetaria. Crecimiento de los precios provocado por un incremento excesivo de la oferta monetaria. Todo proceso inflacionario tiene un competente monetario hasta el punto de que para los monetaristas (y para buen número de economistas) la inflación es un fen6meno estrictamente monetario. Producción potencial o de pleno empleo. Nivel de producción que puede alcanzar una economía cuando utiliza eficientemente todos sus recursos, sin causar elevadas presiones inflacionistas.

TEMA 9. LA DEMANDA INTERIOR En este tema vamos a estudiar la forma en que se comportan los diferentes sectores que demandan bienes, es decir, que realizan gasto. Se trata de saber de qué factores depende la cantidad total de bienes y servicios que todas las unidades de gasto de la economía desean adquirir. Las economías domésticas demandan bienes de consumo, las empresas demandan bienes de inversión y el sector público demanda unos y otros. Dejaremos por ahora fuera al resto del mundo, aunque también contribuye a la demanda agregada de bienes. Analizaremos cuales son las teorías que explican el comportamiento del consumo y de la inversi6n, así como una ligera aproximaci6n al sector público. Como no tenemos en cuenta las relaciones comerciales con el resto del mundo, el modelo ha de calificarse como “cerrado”.

9.1 LA FUNCIÓN DE CONSUMO La función Keynesiana La renta personal disponible puede destinarse a consumir o ahorrar. Vamos a estudiar cuales son los factores fundamentales que influyen en esa decisión. La explicación del comportamiento del consumo explica la del ahorro, en la medida en que éste absorbe la parte de la renta que no se destina al consumo. De hecho, algunos autores consideran que el ahorro es simplemente la parte de la renta que “sobra” después de cubrir los objetivos de consumo presente en función del nivel de la renta, y que permite consumir en el futuro.

La función de consumo describe la relación entre el gasto planeado por las familias y el conjunto de fuerzas que lo determinan, especialmente el nivel de renta. La representación más simple parte de la primera formulación Keynesiana que relacionaba el consumo corriente con la renta corriente. El consumo dependería de la renta, creciendo

con ella aunque menos que proporcionalmente. Según esta teoría, cuando se trata de describir como varía el consumo cuando cambia la renta a lo largo del tiempo, la función de consumo tendría la siguiente expresión: C = C0 + (PMC x Yd)

Siendo: Yd = renta disponible C0 = consumo autónomo

PMC = propensión marginal a consumir Ya conocemos el concepto de marginal, por lo que la propensión marginal a consumir mide la relación entre los cambios en la renta disponible y los cambios en el consumo. Nos indica que parte de cada unidad adicional de renta dedicamos a incrementar el consumo. En principio, esta propensión marginal a consumir se supone inferior a la unidad. Es decir, que de cada nuevo euro en que se incrementara nuestra renta, dedicaríamos sólo una parte a elevar el consumo y el resto se ahorraría. Una PCM igual a 0,9 nos diría que si aumenta la renta en 100 euros, 90 se destinarían al consumo y 10 al ahorro. La función de consumo de la fórmula anterior nos está señalando que hay un componente fijo C0 que no depende del nivel de renta, un mínimo de consumo que no se perdería aunque bajara muchísimo la renta y que, según aumenta ésta, se eleva también nuestro consumo, en tanta mayor proporción cuanto mayor sea la propensión marginal a consumir. Gráfico 9.1 La función de consumo La cuantía del consumo autónomo determina su ordenada en el origen. Es decir, el consumo autónomo

nos dice cuánto vale el consumo cuando la renta corriente es nula. Cuanto mayor sea la propensi6n

marginal a consumir, mayor será la pendiente de la funci6n de consumo. El movimiento a lo largo de la

función de consumo (paso de A a B) es debido a que se ha producido un cambio en la renta (de Y1 a

Y2). Los desplazamientos de toda la función de consumo se deberían a cambios en alguno de los

factores de los que depende el consumo, pero distintos de la renta.

Esta función de consumo se caracteriza por los siguientes elementos: Existe un umbral en el nivel de renta en el cual las familias planean consumir toda su renta, es decir, el ahorro agregado de la economía sería nulo. Por debajo de ese umbral las familias realizan un consumo que excede su renta (el consumo autónomo que se ha citado); consumo financiado bien mediante préstamos, bien utilizando su riqueza acumulada previamente (desahorrando). Por encima de dicho umbral las familias planean consumir una parte de su renta y ahorrar el resto. Cualquier cambio en la renta provoca un cambio en el consumo de menor cuantía, al ser la propensión marginal a consumir menos que 1 (PMC < 1). Una consecuencia de estas hipótesis es que según aumenta el nivel de renta, aumenta el nivel absoluto del consumo, pero disminuye la propensión media a consumir, es decir, el porcentaje de la renta que se destina al consumo. La función Keynesiana de consumo refleja una relación caeteris paribus. El consumo depende de otros factores además de la renta. Son los siguientes: Las variaciones en la distribución de la renta. Cualquier cambio en la distribución de la renta provocará una variación en el consumo agregado correspondiente a cada nivel de renta. Sin embargo, sucede que los cambios en la distribución de la renta son bastante lentos a lo largo del tiempo y por eso no afectan apenas a la relación estable entre consumo y renta. Los cambios en las condiciones de los créditos. Cuando el crédito resulta más difícil o más costoso de obtener, las economías domésticas suelen aplazar sus planes de compra financiados a crédito y, por tanto, el gasto de consumo tiende a disminuir. Los cambios en las existencias de bienes duraderos. Tras un período durante el cual los bienes duraderos son difíciles o imposibles de adquirir (después de un conflicto bélico, período de grave desempleo o profunda crisis económica) suele venir una explosión en el gasto de este tipo de bienes que da lugar a un aumento de consumo agregado. Las expectativas sobre los precios. Los cambios esperados en los precios alteran las pautas de consumo. Cuando se espera que los precios suban se anticipa el consumo de bienes que de otro modo se habrían adquirido en el futuro. Por el contrario, las expectativas deflacionistas hacen retrasar el consumo de bienes, para aprovechar de este modo el descenso de su precio. Ello es especialmente claro en el caso de los bienes duraderos. La renta permanente Aunque la relación determinante entre consumo y nivel de renta es admitida universalmente, la experiencia muestra que el comportamiento del consumo no puede explicarse relacionándolo exclusivamente con la renta corriente de cada año. Por ello, han surgido otras explicaciones que enriquecen esa relación básica. La hipótesis de la renta permanente sostiene que cualquier variación en la renta corriente no implica automáticamente un reflejo en el consumo, sino que éste se planifica en funci6n de lo que cada familia considera que es su renta normal o permanente. Los ingresos

extraordinarios o esporádicos no alteran así las pautas habituales de consumo, que tienen un fuerte componente de inercia. La hipótesis del ciclo vital relaciona las decisiones de consumo, no con la renta corriente, sino con la renta normal esperada a lo largo de la vida. La pauta normal de ingresos sería creciente a lo largo de la vida activa, hasta un techo que se alcanza en edades próximas a la jubilación, para caer a partir de ese momento. Conscientes de esa evolución, los hogares planifican su consumo intentando mantener un nivel de vida razonablemente similar, acorde con su renta permanente esperada. Si la adecuación fuera perfecta, consumirían una cantidad constante igual a su renta permanente: aumentarán su deuda cuando la renta corriente sea inferior a la renta permanente, pero, cuando la renta corriente sea superior a la permanente, aumentarán sus activos o reducirán su deuda. Al final de su vida no se acumularán activos ni se traspasarán deudas a los herederos. Aunque la igualación nunca es absoluta, porque existe incertidumbre sobre los ingresos futuros, sí es cierto que las familias tienden a endeudarse en la primera fase de la vida activa y, en los períodos más fructíferos de ésta, a ahorrar para la jubilación. La existencia del ahorro, introduce otro factor importante en las decisiones de consumo, que es el efecto riqueza. Según vimos, el ahorro es una decisión de aplazamiento del consumo. El equilibrio que vimos entre consumo presente y consumo futuro es una forma de adaptar el consumo de cada período a la renta permanente esperada en el tiempo. Un aumento de la riqueza (por ejemplo, por una revalorización importante de nuestros activos) llevaría así a un estímulo del consumo presente. Por una parte, porque ha aumentado el conjunto de recursos disponibles para el consumo a lo largo de la vida. Por otra, porque disponemos de más ahorro del que teníamos planeado y es menos necesario aumentarlo. En cualquier caso, unidades domésticas con igual renta corriente tendrán pautas de consumo muy diferentes según jueguen los diversos factores apuntados. Sólo cuando los cambios en la renta corriente alteren la renta permanente tendrá un reflejo en el comportamiento del consumo. Es decir, cualquier cambio en la renta corriente que se considere temporal no alterará la renta permanente y, por lo tanto, no afectará al consumo.

9.2 EL AHORRO Y LA INVERSIÓN El ahorro Si la renta personal disponible puede dedicarse al consumo o al ahorro, existe una estrecha relación entre la función de ahorro y la función de consumo. La elección de las economías domésticas entre consumo presente y consumo futuro (ahorro) vendría determinada fundamentalmente por el nivel de renta. Ello determinará la existencia de una función de ahorro agregado de toda la economía. Como la suma del consumo más el ahorro es igual a la renta disponible, la propensión marginal a ahorrar, la parte que de cada unidad adicional de renta disponible se ahorra, tiene que ser igual a 1 menos la propensión marginal a consumir. PMA = 1 - PMC Consecuentemente, cuando la renta es nula, el ahorro es negativo y de cuantía igual a lo que hemos denominado consumo autónomo o mínimo de subsistencia. Ello viene explicado por el hecho de que cuando las familias consumen por encima del umbral de renta lo hacen desahorrando, es decir, a costa de endeudarse o de reducir el ahorro de períodos anteriores.

Como sabemos, el ahorro depende fundamentalmente de la renta disponible, pero también de otros factores como son la existencia o no de un mecanismo público de seguridad social, de las prestaciones públicas en especie, de la inseguridad respecto al futuro, el acceso a los mercados de capitales, la evolución de la inflación y/o presión impositiva e, incluso, de otros factores sociológicos como las expectativas de vida o el tránsito de una familia extensa a una familia nuclear, a veces monoparental. En todo caso, el ahorro es la otra cara del consumo, es decir, un no gasto en términos corrientes. La parte de la renta que se destina al ahorro es una salida del flujo circular de la renta y no forma parte de la demanda agregada pero, al mismo tiempo es la fuente de financiación del segundo gran componente de la demanda, la inversión.

La inversión

La inversión es un gasto que permite mantener o aumentar las dotaciones de capital de una economía. Bruta. Total del gasto en inversión, incluyendo tanto el aumento de capital como el destinado a compensar su pérdida por depreciación. Neta. Gasto que permite aumentar las dotaciones de capital de una economía. Es igual a la inversión bruta menos la depreciación del capital. La depreciación es la pérdida de valor que experimentan los bienes de capital como consecuencia del desgaste físico, fruto de su uso o del envejecimiento o de la obsolescencia consecuencia del mero transcurso del tiempo o provocada por otras razones como, por ejemplo, los cambios en los precios de los factores productivos (así, por ejemplo, una subida brusca del precio del petróleo provoca la obsolescencia de la maquinaria que utiliza derivados de aquél como fuerza motriz). La inversión es un gasto, una entrada en el flujo circular de la renta, un componente de la demanda agregada. De hecho, los ciclos económicos se relacionan en buena medida con las fluctuaciones de esta magnitud y con sus tres componentes fundamentales: La adición de equipo capital como maquinaria, edificios... el aumento de bienes que permitirán incrementar la producción en el futuro. Su evolución condiciona el llamado ciclo de los negocios, con una duración tópica en torno a los diez años. La variación de existencias. Se consideran existencias las materias primas, los bienes utilizados en el proceso productivo y los ya terminados, que las empresas tienen en previsión de ventas. Las existencias de bienes ya producidos se consideran inversión porque permiten a las empresas hacer frente a los pedidos y evitar fluctuaciones temporales e inesperadas en la producción o en las ventas y porque les puede resultar más ventajoso adquirir grandes cantidades de inputs, que pequeñas cantidades con mayor frecuencia. Por este motivo, suele tener un importante componente planeado, pero cuando la empresa produce bienes que espera vender y no vende, porque los pedidos esperados no se materializan, entonces la inversión será no planeada o no deseada. Las viviendas, ya que al tratarse de un activo muy duradero que permite obtener utilidad durante muchos años, su construcción se contabiliza como un gasto de inversión en lugar de un gasto de consumo. Esta consideración supone que la inversi6n la realiza la empresa que construye la vivienda y que la venta a los usuarios es una mera transferencia de propiedad. De ahí que se computen como inversión las nuevas viviendas y no la transmisión de las ya edificadas en períodos anteriores. El ciclo de la construcción tendría una duración media estimada de unos veinte años, poco más o menos. Factores determinantes Las oportunidades de realizar inversiones rentables dependen de muchos factores: de los nuevos descubrimientos, de la aparición de nuevos productos, del dominio de nuevos territorios y fronteras, del control de nuevos recursos, de la propia evolución de la población y de la mayor producción y renta. De ahí que la inversión varíe enormemente al estar sometida a la influencia de elementos dinámicos y relativamente impredecibles o ajenos al propio sistema económico como son la técnica, la política, las expectativas, etc. Es decir, la inversión es un componente de la demanda agregada muy volátil. Los beneficios proporcionan el incentivo básico para invertir, ya que se afrontará una nueva inversión cuando los rendimientos derivados de la misma superen a sus costes. Por ello, los elementos que influyen en la determinación de las expectativas relativas a los beneficios son también los relevantes para las decisiones de inversión. Podemos destacar los siguientes: El tipo de interés. Existe una estrecha relación entre el tipo de interés y la inversión, ya que aquel representa el coste de oportunidad del capital para la empresa. Cuando una empresa se endeuda para financiar sus inversiones, asume el coste del tipo de interés que debe pagar por los préstamos recibidos. Obviamente, cuanto mayor sea el tipo de interés, mayor será el coste del capital y menores serán las inversiones. A medida que éste desciende se hacen rentables inversiones que antes no lo eran y la inversión agregada aumenta. La relación entre los tipos de interés y los diferentes componentes de la inversión

(equipo capital, existencias y vivienda) es inversa: cuanto mayor es el tipo de interés, menor será el gasto en inversión. El precio y la productividad de los bienes de capital. A la hora de decidir, la comparación básica está entre el coste de la inversión y los rendimientos esperados de la misma. Si baja el

precio o/y aumenta la productividad, es obvio que el valor esperado de la inversión también aumenta. Al ser más rentables, las inversiones aumentarán. Las expectativas acerca de la futura demanda y la evolución de los costes. Tanto las expectativas sobre la demanda futura como sobre los costes determinan los beneficios esperados de la producción y éstos condicionan, a su vez, la demanda de inversión. En el mismo sentido, la incertidumbre sobre el futuro aparecería como uno de los principales obstáculos a la inversión. Las innovaciones. Ya sea la incorporación de nuevas formas de producir viejos productos, como la obtención de nuevos productos, favorecen la inversión. Los beneficios. La obtención de beneficios es el objetivo último perseguido por los proyectos de inversión. Además, influye en las decisiones de invertir, porque la existencia de fondos propios permite financiar más fácilmente los proyectos de inversión. Cuanto mayores sean los beneficios de las empresas, mayor será el flujo de fondos disponible para reinvertir sin necesidad de recurrir al endeudamiento. Las variaciones en la renta. Esta influencia se recoge a través del denominado principio del acelerador en virtud del cual el gasto en inversión varía proporcionalmente más en relación con las fluctuaciones de la producción que con las del tipo de interés. Según esta teoría, la inversión crece cuando lo hace la producción, mientras que se estanca o, incluso, puede ser

negativa cuando la producción disminuye. 9.3 EL SECTOR PÚBLICO EN LA DEMANDA AGREGADA Junto al consumo y la inversión privada, el sector público también es responsable de un gasto importante en consumo y en inversión, que se incorporarían como integrantes adicionales a la demanda agregada. El sector público es un demandante más, por lo que, al hablar de consumo e inversión estarían incluidos tanto el componente privado como el público. No obstante, las motivaciones entre uno y otros son muy diferentes. El nivel general de gasto público es una decisión política, aunque existen determinadas partidas de gasto que son sensibles a la marcha general de la actividad económica como los subsidios al desempleo o determinadas subvenciones a empresas que tienden a crecer en las fases recesivas y a disminuir cuando el ciclo econ6mico recupera tasas de crecimiento más elevadas. Por otra parte, el gasto público se financia básicamente con impuestos. Si sumamos en la demanda el efecto adicional que representa la inyección del gasto, debemos coherentemente restar el efecto opuesto que conlleva su financiación vía impuestos. Recordemos que el Gasto Público es una entrada en el flujo circular de la renta, pero los impuestos son una salida del mismo. Como el ahorro, éstos son un NO GASTO. Dentro del término gasto público estamos integrando conceptos muy diferentes. No sólo la distinción entre gasto de consumo y gastos de inversión. También será muy importante separar dos tipos de gastos públicos: Gastos bilaterales. Las compras de bienes y servicios en las que la Administración paga, a cambio de una contraprestación inmediata. Gastos unilaterales o transferencias (subsidios y subvenciones). El pago no va ligado a una contraprestación inmediata, sino que suponen un incremento gratuito de la renta del perceptor. En el Gasto Público que sumemos a la demanda agregada, estamos incluyendo tan sólo

la demanda pública directa en consumo e inversión (gasto público bilateral), pero

debemos descontar las transferencias para evitar su doble contabilización. Son los perceptores (consumidores o empresas) de esas transferencias los que hacen efectivos el gasto, quienes realmente materializan la demanda final correspondiente. Saldo presupuestario El saldo presupuestario vendría definido como la diferencia entre los ingresos y los gastos públicos: Si el saldo es positivo, los ingresos son mayores que los gastos y estamos ante una situación de superávit presupuestario. Si los gastos superan a los ingresos, el saldo es negativo y hablamos de un déficit

presupuestario. El saldo presupuestario será negativo cuando el nivel de renta es bajo y será positivo cuando el nivel de renta es elevado. Siempre, naturalmente, caeteris paribus. El saldo presupuestario debe incorporarse a la Demanda Agregada con signo negativo. Debemos sumar el Gasto Público y restar los Impuestos, pero el saldo es precisamente la operación contraria: Saldo presupuestario: impuestos - gastos

Si existe un déficit presupuestario es que los gastos públicos (la entrada en el flujo circular) son superiores a los ingresos (la salida del flujo). Como el Sector Público está gastando más de lo que detrae, la Demanda Agregada total habrá crecido. El superávit significa que el Sector Público estará detrayendo de la demanda agregada privada más de lo que devuelve, por lo que dicha demanda se reducirá. 9.4 LA DEMANDA REAL Y EL EQUILIBRIO AHORRO-INVERSIÓN El equilibrio básico

La demanda agregada interior es el resultado de sumar consumo, inversión y gasto

público neto. DA = C + I + (GP – T)

Donde GP representa el Gasto Público y T los ingresos públicos a través básicamente de tributos. Podemos simplificar el paréntesis denominándolo gasto público neto. En ese sencillo modelo, podemos decir que una economía está en equilibrio cuando con su nivel de producción se satisfacen todos los componentes de la demanda agregada. Estamos todavía contemplando una economía cerrada (sin sector exterior) y, por ahora, dejamos fuera la incidencia de los cambios en los precios. Para determinar el equilibrio básico, podemos seguir el gráfico 9.6 de la página 196. La identidad ahorro-inversión El equilibro de oferta y demanda en el mercado de bienes puede presentarse de una forma alternativa mediante el esquema básico del flujo circular de la renta. Comencemos por el supuesto más simple en el que toda la renta se consume o se ahorra y, no existe, por ahora, ninguna otra complicación. Por lo tanto, podemos decir que: Y = C + A

En una economía cerrada y sin sector público como la que hemos descrito hasta ahora, los únicos agentes que ahorran son los consumidores, es decir, ni hay ahorro empresarial, ni ahorro exterior, ni ahorro del sector público. También hemos señalado que bajo estas hipótesis, la economía estará en equilibrio cuando sea capaz de satisfacer con su producción la demanda de consumo y la de inversión o, lo que es lo mismo, si se cumple que: Y = C + I

Si igualamos ambas expresiones obtenemos que: Y = C + A = C + I

Por lo que necesariamente, A = I

Que es una forma alternativa de presentar la condición de equilibrio. Esto equivale a decir que la renta es de equilibrio cuando el ahorro coincide con el valor necesario para financiar la inversión planeada.

Si incorporamos la salida que representan los impuestos y la entrada que es el gasto público, tendríamos que la renta (el pago a los factores utilizados en la producción) se destina a consumo, ahorro y pago de impuestos, lo que ha de equivaler a la demanda agregada que integran consumo, inversión y gasto público. Por lo tanto: Y = C + A + T = C + I + GP Por lo que necesariamente, A + T = I + GP Que no es sino la conocida igualdad entre las salidas (ahorro e impuestos, dado que no

hay sector exterior) y las entradas (inversión y gasto público). Tanto un aumento de las entradas como una disminución de las salidas provocan un efecto expansivo (aumenta la renta de equilibrio), porque equivalen a un aumento en la demanda agregada.

Por otra parte, si disminuyen el ahorro o los impuestos (caeteris paribus) aumenta la parte de la renta que se destina al consumo, por lo que también supone un aumento en la demanda agregada. La financiación interna de la inversión, privada y pública, proviene del ahorro,

privado y público. 9.5 LOS MULTIPLICADORES El multiplicador simple de la inversión El efecto multiplicador hace que un incremento autónomo de los componentes de la

demanda agregada provoque una elevación de la renta varias veces superior. La multiplicación del efecto expansivo se debe a que el aumento de la inversión o del gasto, no sólo se incorpora automáticamente a la demanda agregada, sino que, además, provocan una cadena de incrementos en el gasto de los distintos agentes, por lo que el impacto sobre la demanda agregada es mucho mayor. Un aumento de la inversión supone automáticamente un aumento de la renta por igual cuantía. Con esta mayor renta, las familias pueden destinar los mayores ingresos al consumo y al ahorro. Si el consumo crece, será necesario producir más bienes para satisfacer esa

mayor demanda. El aumento inicial de la inversión provoca una cadena de incrementos de la renta en sucesivos sujetos, con los consiguientes nuevos consumos y ahorros. Llamamos multiplicador K a la relación que existe entre el aumento de la renta y el incremento inicial de la variable que lo ha provocado. K =? Y/? I

Si la PMC es igual a cero, la cadena no llega a producirse, ya que el primer grupo preceptor de la nueva renta no gasta nada de lo que ha recibido. Si la PMC fuera igual a 1, todas las nuevas rentas se consumirán, no existiría nuevo ahorro y la cadena se prolongaría hasta el infinito. El valor del multiplicador simple de la inversión es igual al inverso de la PMA. K = 1 / PMA = 1 / (1 – PMC)

El efecto multiplicador manifiesta que los cambios en los componentes de la demanda agregada afectan de forma amplificada al nivel de producción y la renta de equilibrio de la economía, tanto en sentido expansivo como contractivo. Podemos ver la interrelación del efecto multiplicador con el acelerador. Un aumento autónomo de la inversión provoca, vía efecto multiplicador, un impacto expansivo sobre la renta, pero este aumento de la renta, a su vez, vía efecto acelerador, estimula nuevas inversiones que ponen en marcha de nuevo el efecto multiplicador. Esta rueda se autoalimenta en un proceso sin límites, pero los aumentos en el consumo puestos en marcha por el efecto multiplicador son decrecientes, van perdiendo fuerza hasta detenerse. El multiplicador con presencia del sector público Lo que hemos visto para la inversión puede aplicarse exactamente a los aumentos en el Gasto Público. Tendremos un efecto multiplicador del gasto público que poco diferirá del observado para la inversión privada. Cualquier aumento del gasto público en bienes y servicios hace aumentar la demanda agregada en esa cuantía de forma directa. Además, pone en marcha un efecto multiplicador a través de la cadena de sucesivos consumos inducidos, lo que implica un aumento final de la renta superior al aumento del gasto que ha desencadenado el proceso. Gasto en transferencias El gasto en transferencias presenta una diferencia fundamental. En la medida en que ese

gasto se incorpora a la renta disponible de los hogares, no entra a formar parte directamente de la demanda agregada, sino a través del consumo. Tan sólo se incorporará a la demanda agregada en la medida en que los ciudadanos decidan consumir esos nuevos ingresos, es decir, en la cuantía que indique la PMC y, entonces, sí que se provocará una cadena similar aunque de menor valor. El multiplicador de este tipo de gasto será algo inferior al de la inversión y al del gasto bilateral realizado directamente por el sector público. Impuestos

Hay que tener en cuenta también que existen impuestos. Al introducir los impuestos se produce una salida que frena ese impulso multiplicador. Cuanto mayor sea la presión impositiva, menor será el valor del multiplicador. El efecto multiplicador será tanto menor cuanto mayor sea la propensión marginal a ahorrar,

es decir, cuanto mayor sea la salida del flujo circular de la renta. Como los impuestos son también otra salida, cuanto mayor sea la presión impositiva menor será el valor del

multiplicador. Es fácil deducir que lo mismo sucederá con la propensión marginal a importar. Si el nuevo gasto inicial o el consumo inducido se realizará íntegramente en el exterior, no habría efecto multiplicador en el interior. Toda la parte de las nuevas renta que se gaste fuera del país impedirá que la cadena correspondiente beneficie a los residentes y a la producción interior. El aumento en las entradas del flujo circular tiene un efecto expansivo sobre la renta, tanto mayor cuanto menor sea la pendiente de las salidas, cuanto menos fuerza pierda la cadena de incrementos en el consumo por causa del ahorro, de los impuestos o de las importaciones. ¿Qué ocurre si el gobierno acuerda reducir la presión fiscal? Podemos desglosar los dos efectos que se producen: Aumenta la renta disponible en la medida en que se detraen menos impuestos. El efecto es similar a un aumento en las transferencias recibidas por los ciudadanos, es decir, a través de la parte de esa nueva renta disponible que se destina al consumo. Los impuestos no son sino transferencias negativas. Aumento del consumo por las nuevas rentas, una vez deducidos los impuestos. También ahora

la renta aumentará como consecuencia de la cadena de incrementos del consumo generada por la mayor renta disponible. Un aumento de la presi6n fiscal tiene un efecto contractivo, provoca una reducción en el nivel de renta, mientras que una disminución de la presión impositiva tiene un efecto expansivo elevando el nivel de renta de equilibrio. Los impuestos son una salida del flujo circular de la renta: todo aumento en una salida es un freno para la actividad interna y toda disminución provoca el efecto estimulador opuesto. Estamos suponiendo que estamos en una economía cerrada y que tanto la oferta monetaria como la de bienes y servicios son perfectamente elásticas y no sufren ningún tipo de presión por causa de las variaciones inducidas por las medidas de política fiscal. Teóricamente, los multiplicadores analizados juegan tanto en una como en otra dirección. Podríamos esperar que si disminuye el gasto público o se elevan los impuestos se produciría una disminución de la demanda agregada tanto directa como indirectamente. Sin embargo, el consumo presenta una rigidez a la baja y los consumidores tienden más fácilmente a considerar permanentes los aumentos que las disminuciones en sus rentas. En otras palabras, que se resisten en mayor medida a reducir los niveles de consumo alcanzados que a elevarlos y que los multiplicadores juegan más eficazmente al alza que a la baja o, al menos, que los efectos de una política fiscal contractiva serían bastante más lentos que los derivados de medidas expansivas. El saldo presupuestario tiene dos componentes: Un componente automático, en la medida en que la recaudación evoluciona con la renta. Un componente discrecional, en la medida en que el gobierno decida variar cualquiera de las magnitudes fiscales. Cualquier variación discrecional del gasto público tendrá un efecto expansivo que, a su vez, generará un aumento automático de la recaudaci6n impositiva. Una consecuencia importante es que el saldo presupuestario es automáticamente deficitario en los períodos de crisis, en los que baja la renta, y superavitario en los años de auge y alta renta. Por ello, se dice que cumple un papel de estabilización automática, al compensar los años en que decae la demanda privada con un gasto mayor y unos ingresos menores y frenando el recalentamiento excesivo en tiempos de auge con una mayor recaudación y un

gasto menor. ¿Qué ocurre si pretendemos mantener siempre equilibrado el presupuestario? Que los años de crisis, al caer la recaudación, será preciso reducir también el gasto público, frenando aún más la actividad económica y los años de auge será necesario aumentar el gasto de forma discrecional para utilizar los mayores ingresos. El objetivo déficit cero tiene un efecto procíclico, es decir, tiende a estimular las crisis y los auges en lugar de frenarlos. Estamos hablando siempre en el corto plazo, en las variaciones de año en año, porque, en el largo plazo, sí es exigible el equilibrio presupuestario. Un déficit continuado haría crecer sin límite el endeudamiento público hasta que la carga de la deuda fuera insostenible y un superávit permanente implicaría que se están detrayendo del flujo circular más recursos de

los necesarios, con el consiguiente freno para la economía que crecería por debajo de su potencial. Cualquier aumento discrecional del gasto público hace aumentar el déficit o disminuir el superávit presupuestario, mientras no variemos los ingresos. Cualquier disminución

supone el efecto contrario. Cualquier elevación de los tipos impositivos tiende no sólo a disminuir el déficit o

aumentar el superávit, sino que además hace que el saldo presupuestario sea más

sensible a las variaciones del nivel de renta y, viceversa, si se trata de una reducción impositiva.

Inversión. Gasto que permite mantener o aumentar las dotaciones de capital de una economía. Bruta. Total del gasto en inversión, incluyendo tanto el aumento de capital como el destinado a compensar su pérdida por depreciación. Neta. Gasto que permite aumentar las dotaciones de capital de una economía. Es igual a la inversión bruta menos la depreciación del capital. Planeada. La prevista por las empresas para atender a las ventas esperadas de sus productos. Se compone tanto de materias primas como de bienes utilizados en el proceso productivo y de los ya terminados. Demanda. Variable que, en términos microeconómicos, mide la cantidad de un bien o de un factor que se desea adquirir a los distintos niveles de precios. Gráfica y analíticamente se obtiene considerando la relación (inversa) que existe entre el precio de un bien o la remuneración de un factor y la cantidad demandada del mismo. Agregada. En términos agregados representa la utilización de bienes que llevan a cabo los diferentes agentes económicos (familias, empresas, sector público, sector exterior) con el fin de satisfacer sus necesidades. La integran el consumo, la inversión, el gasto público (demanda

agregada interior) y las exportaciones netas. Derivada. Es la demanda de bienes o servicios que realizan los agentes económicos, no por un interés directo en ellos, sino en otros bienes.

9.6 LA CURVA IS.

El equilibrio en el mercado real. En el modelo de demanda agregada que hemos utilizado, la inversión aparecía como un dato fijo al no aparecer el tipo de interés como variable endógena. Por otra parte, hemos apuntado que nos interesara ver qué ocurre con los factores monetarios para tener una idea más completa de cómo funciona la demanda agregada en su conjunto. Por todo ello, nos interesa buscar un modelo que incorpore no sólo el nivel de renta sino también el tipo de interés. En el mercado de bienes y servicios la condición básica del equilibrio es que se igualen las entradas y las salidas del flujo circular de la renta. La suma de inversión,

exportaciones y gasto público (SALIDAS) ha de coincidir con la de ahorro,

importaciones e ingresos públicos (ENTRADAS). Seguiremos en una economía cerrada, dejando fuera las importaciones y exportaciones, incorporando sólo las restantes magnitudes. Dado que el ahorro como la inversión pueden englobar el componente privado y el público; podríamos decir que la igualdad entre el ahorro y la inversión es la condición para el

equilibrio en el mercado real o de bienes y servicios en una economía cerrada. El análisis se refiere al corto plazo, por lo que las expresiones de nivel de renta alto o bajo hacen referencia a la situación de auge o de recesión en la economía que estudiemos y no al nivel de desarrollo del país. Cuanto más alto es el nivel de renta, las salidas tienden a ser más elevadas. Una renta mayor permite un ahorro más elevado y conlleva un crecimiento de la recaudación fiscal. Este crecimiento, dado un nivel de gasto público, supone también un mayor nivel de ahorro público. En cambio, las entradas, son relativamente independientes del nivel de renta; aunque la inversión y el gasto público puedan verse influidas por la evolución y el nivel de la producción y la renta, exigen decisiones autónomas que dependen de otros factores. Uno de esos factores sería el tipo de interés. Un tipo de interés alto desanima a los inversores y un tipo de interés bajo hace posible proyectos con rentabilidad moderada. Los tipos de interés altos pueden influir en otras

variables: puede subir levemente la propensión marginal al ahorro, en la medida en que el coste de oportunidad del consumo es mayor. Ahora bien, ese efecto es reducido lo que permite prescindir de ese aspecto sin grave repercusión en la validez del modelo. Con lo cual, cuanto más alto es el nivel de renta más elevadas son las salidas del flujo

circular de la renta que estamos contemplando. Y cuanto más bajos son los tipos de interés más elevadas son las entradas, especialmente la inversión. Y viceversa. Es fácil deducir que el equilibrio en el mercado de bienes y servicios, que implica el de las entradas y las salidas, obliga a que los tipos de interés sean bajos si el nivel de renta es elevado. Así, la inversión estará suficientemente estimulada como para compensar los mayores niveles del ahorro y de la recaudación tributaria. En cambio, un bajo nivel de renta exige tipos de interés elevados que restrinjan los niveles de inversión de acuerdo con la reducción paralela en las salidas de flujo circular por causa del menor nivel de actividad. Hasta ahora, se quiere reflejar las condiciones para que el equilibrio se produzca; cuando se dice que una situación exige un tipo de interés se hace desde una perspectiva positiva, no normativa, pues sólo se quiere reflejar un hecho. Con todo esto ya se puede construir la curva IS (inversión y ahorro) que relacione los tipos de interés y los niveles de renta compatibles con el equilibrio del mercado global de bienes y servicios. La curva IS refleja el tipo de interés que, para cada nivel de renta, hace posible que se

vacíen los mercados, sin que haya excesos de oferta ni de demanda, por lo que podemos denominarla también como la curva de equilibrio del mercado de bienes. La pendiente y la posición de la curva IS. La curva IS tiene pendiente negativa: los tipos altos de interés implican una reducción de la inversión, de efectos recesivos con el consiguiente menor nivel de renta. Los tipos reducidos estimulan la actividad. En el mercado de bienes los tipos de interés y el nivel de renta tienen una relaci6n inversa. ¿De qué dependerá la pendiente de la curva IS? De los dos aspectos que recoge: De la sensibilidad de la inversión a las variaciones en los tipos de interés. Si la inversi6n es muy sensible a las variaciones en los tipos de interés, una modificación de estos provocará una fuerte respuesta de la inversión que tendrá un impacto muy relevante sobre la demanda agregada y el nivel de producción y renta. Es decir, la renta es también muy sensible a los tipos de interés lo que se refleja en una curva IS más bien horizontal. Por el contrario, si la inversión es poco sensible, apenas reacciona ante las variaciones de los tipos de interés, tampoco se verán afectadas ni la demanda agregada ni el nivel de renta. Por lo que se reflejaría una curva IS más vertical. De la sensibilidad de las salidas a las variaciones de la renta. Conviene recordar que el impacto expansivo o recesivo de las variaciones en la inversión se materializaba a través del efecto multiplicador; y que la fuerza mayor o menor de este dependía principalmente del valor de las propensiones marginales de las salidas: la propensión marginal al ahorro y la presión tributaria. Si la propensión marginal de las salidas es elevada, un descenso en los tipos de interés provoca un impacto sobre la inversión que afecta poco al nivel de renta. La mayor parte del potencial efecto multiplicador se pierde a través de las salidas: se ahorra o se destina al pago de tributos, pero no a alimentar la cadena sucesiva de incrementos en el consumo interior. Por lo que, la relación entre tipos de interés y nivel de renta es relativamente reducida y ello se refleja en una curva IS más vertical. Si la propensión marginal de las salidas es reducida, un descenso en los tipos de interés provoca un impacto sobre la inversión que afecta de forma importante al nivel de renta. El

potencial efecto multiplicador juega casi en su integridad porque apenas sí pierde fuerza a través de las salidas mencionadas. Por tanto, la relación entre tipos de interés y nivel de renta es relativamente elevada y ello se refleja en una curva IS más horizontal. Los datos anteriores afectarán por tanto a la forma y pendiente de la curva IS. En función de esa pendiente, las variaciones de los tipos de interés tendrán un reflejo mayor o menor en el nivel de renta. La curva, nos permite ver la importancia de esa relación que se materializa a través de movimientos a lo largo de la curva IS. Conviene recordar que: dado que la curva nos indica la relación entre tipo de interés y nivel de renta en el mercado de bienes, cualquier variación en una de las magnitudes relacionadas repercute sobre la otra pero no modifica ni altera la curva IS. Para que la curva IS cambie su posición es necesario que varíen algunas de las

circunstancias que nos han ayudado a definirla. Se ha visto, por una parte que si varían las propensiones relacionadas con las diferentes salidas varía la pendiente de la curva, la inclinación de la misma. Pero dado que podemos considerar tales propensiones relativamente estables, la razón más habitual para explicar un desplazamiento de la curva IS vendrá dada por una variación de cualquiera de las entradas en el flujo circular de la renta. Siempre que esa variación no esté provocada por una modificación en los tipos de interés, porque ese supuesto es precisamente el que ya recoge la propia curva IS: Si por ejemplo, se produce un aumento en el gasto público, se pone en marcha el efecto multiplicador expansivo que ya conocemos. Sin que haya variado el tipo de interés, el nivel de renta de equilibrio en el mercado de bienes es ahora más elevado que lo era antes del aumento autónomo de esa entrada en el flujo circular de la renta. El mismo tipo de interés permite niveles superiores de renta (o los mismos niveles de renta exigirían tipos de interés más elevados para esterilizar el aumento producido en las entradas). Que es lo mismo que decir que la curva IS se ha desplazado a la derecha. O en sentido inverso: si se reduce el gasto público, se pone en marcha el efecto multiplicador, pero ahora en sentido contractivo. Sin que haya variado el tipo de interés, el nivel de renta de equilibrio en el mercado de bienes es ahora más reducido que lo era antes de la reducción de esa entrada en el flujo circular de la renta. El mismo tipo de interés exige niveles inferiores de renta (o los mismos niveles de renta pueden ser compatibles con tipos de interés más reducidos). Que es lo mismo que decir que la curva IS se ha desplazado a la izquierda. La cuantía del desplazamiento de la curva viene marcada por el valor del multiplicador. La curva se desplaza de forma que, para el mismo nivel del tipo de interés, la renta es ahora más elevada. La renta habrá aumentado en la cuantía en que se hubiera incrementado la entrada multiplicada por el valor del multiplicador correspondiente. Por lo tanto, cuanto más elevado sea el valor del multiplicador, mayor será también el desplazamiento de la curva IS. Con todos los datos que corresponden, tendremos pues una curva IS que nos señala,

ceteris paribus, las combinaciones de tipo de interés y nivel de renta que permiten el equilibrio en el mercado de bienes y servicios, el mercado real.

TEMA 10 - EL DINERO Y EL SISTEMA FINANCIERO

En este tema vamos a analizar cómo se financia la actividad económica, el papel del dinero, los aspectos monetarios y financieros. La aparición del dinero supuso el paso de una economía de trueque, en la que los intercambios se basaban en la doble coincidencia de necesidades y eran, por lo tanto, escasos, a una economía monetaria menos rígida y más dinámica. El concepto de dinero ha venido modificándose y ampliándose a lo largo del tiempo como consecuencia de la incorporación de nuevos y más modernos medios de pago. En este entramado de relaciones entre los que prestan y los que necesitan financiación para su actividad, surgen los intermediarios financieros, que transforman los activos financieros para conseguir así una mejor adaptaci6n a las necesidades de la economía. El sistema financiero de un país está formado por el conjunto de instituciones, medios y mercados cuyo fin primordial es el de canalizar el ahorro que generan las unidades económicas de gasto con superávit hacia los prestatarios o unidades económicas con déficit. Los Bancos Centrales, como habituales creadores del dinero legal y prestamistas en última instancia, desempeñan un papel protagonista en todo el sistema financiero. En sus manos

están las diversas medidas de política monetaria, que completan el abanico de las políticas de demanda. En la Unión Monetaria Europea esas funciones han sido asumidas por el Banco Central Europeo. 10.1 EL DINERO. CONCEPTO, FUNCIONES Y MEDICIÓN Concepto El dinero es un activo que se utiliza en las transacciones como medio de pago de

aceptación inmediata. Los activos son las diferentes formas alternativas en que se puede materializar el ahorro. Tradicionalmente se clasifican en:

Activos líquidos: el dinero. Activos reales: inmuebles, obras de arte, máquinas, etc. Activos financieros: valores que representan un derecho contractual a recibir pagos en el futuro, a participar en la gesti6n de la empresa, etc. Un activo financiero es un documento que reconoce una deuda a favor de su tenedor o poseedor, ya que éste ha puesto sus fondos (ahorros) a disposici6n de los prestatarios. La liquidez de un activo se mide por la facilidad y certeza de poder realizar (convertir en dinero) dicho activo a corto plazo sin sufrir pérdidas, por lo que el dinero es el activo líquido por excelencia. El dinero, desempeña diversas funciones: El dinero como medio de cambio La utilización de una mercancía aceptada con carácter general, tanto para la venta de la propia producción, como para la adquisición de la producción ajena, comportó la superación de la economía de trueque, ya que el requisito de que existiera una mutua coincidencia de necesidades entorpecía los intercambios. De este modo, el dinero contribuyó a multiplicar los intercambios y propició una mayor especialización de la economía, favoreciendo tanto la producción, como el consumo. El dinero como unidad de cuenta El dinero actúa como unidad de medida para determinar los precios relativos de los diferentes bienes con efectos contables, de forma que todas las mercancías tengan una misma unidad de referencia. El dinero como depósito de valor El dinero es un depósito de valor, es decir, un activo, una forma en la cual las familias y las empresas pueden mantener su patrimonio. Esta función no es exclusiva del dinero, puesto que en momentos de inflación (elevación generalizada y persistente de los precios) el poder futuro de compra puede garantizarse mejor que con dinero, con otro tipo de activos (reales, por ejemplo). Sin embargo, ninguno de los restantes activos (ya sean reales o financieros) posee la liquidez, es decir, la facilidad de usarlo para comprar directamente, virtud esta que caracteriza al dinero. El dinero es el activo líquido por excelencia, aunque pueden utilizarse otros activos como depósito de valor. Clases de dinero Dinero mercancía La mercancía empleada como dinero tiene un papel dual: - Como tal mercancía (cacao, grano, ganado, metales preciosos). - Como medio de pago generalmente aceptado (dinero), para lo cual dicha mercancía ha de cumplir características como ser duradera, de oferta limitada, fácilmente transportable y divisible, homogénea y de alto valor con relación a su peso. Dinero signo Es aquel medio de pago que tiene mayor valor como dinero que en cualquiera de sus otros usos. El dinero papel es dinero signo y las actuales monedas también, ya que el valor de los metales que incorporan y su coste de producción son sensiblemente menores que el valor que se les otorga como dinero. Lo que hace que el dinero signo se acepte como tal es que esté controlado el derecho a producirlo (emisión) y que su valor esté refrendado por quien lo emite. Se trata de un dinero basado en la confianza (dinero fiduciario). A veces la creencia en el poder liberatorio del dinero va acompañada de una declaración oficial de su validez como medio de cambio y como forma legal de cancelar las deudas. En este caso, el dinero es, además, dinero legal. Dinero pagaré La mayor parte del dinero empleado en las economías modernas es dinero pagaré, es decir, un medio de cambio utilizado en la deuda de una empresa o de una persona, como por ejemplo, los depósitos bancarios, ya que éstos son deudas del banco que se compromete a entregar al depositante dinero en efectivo siempre que lo solicite. El dinero pagaré es la deuda del banco, la anotación contable en sus libros o en su ordenador por la que reconoce su deuda a favor del depositante. Dinero bancario. Aquel creado como consecuencia del papel de intermediación de los bancos y que adopta la forma de activos financieros indirectos aceptados generalmente como medios de pago. Los diferentes agregados monetarios

El dinero puede ser guardado de diferentes formas: - Podemos tener una parte en casa o “en caja” (efectivo en manos del público). - Depositada en un banco (cuenta corriente o cuenta a plazo). - Materializarlo en la adquisición de algún activo bastante líquido (bonos, pagarés de empresas, etc.). El dinero de una economía se define como la suma del efectivo en manos del público (billetes y monedas) y los depósitos bancarios. La cantidad de dinero suele representarse por la letra M u oferta monetaria. Como existe una gran variedad de depósitos bancarios y no todos ellos gozan de la misma liquidez, suelen distinguirse diferentes agregados monetarios, numerados de menor a mayor amplitud. El más frecuentemente utilizado es el M3 o disponibilidades líquidas. Más recientemente se ha incorporado a la oferta monetaria el denominado “cuasidinero ”, es decir, los pagarés del tesoro, los certificados de dep6sito y otros activos de alta liquidez. En este caso, obtenemos M4 o activos líquidos en manos del público (ALP). 10.2 LA DEMANDA DE DINERO El dinero es una mercancía que, como cualquier otra, tiene una oferta, una demanda y

un precio (que es, precisamente, el tipo de interés). Las funciones del dinero nos permiten deducir fácilmente los motivos por los que puede interesar demandar dinero: - Como medio de pago para realizar las transacciones, las compras que necesitemos. - Como reserva para transacciones futuras. - Para conservar la riqueza (depósito de valor), en forma perfectamente líquida, quizás menos rentable, pero en ocasiones más segura que otros activos reales financieros. Podemos sistematizar los componentes de la demanda de dinero en los tres siguientes: La demanda de dinero para transacciones, que es la que realizan los individuos para poder realizar sus compras. La demanda de dinero por precaución, que es la que realizan los individuos para poder hacer frente a los pagos que deban realizarse de forma más o menos imprevista en el corto plazo. La demanda de dinero como reserva de riqueza, que es la que realizan los individuos como activo, en comparación con otros menos líquidos pero, probablemente, más rentables y menos opacos para el control fiscal (bonos). Los aspectos de los que dependerá la demanda de dinero, son: La renta real. Un cambio en la renta real, es decir, en el poder adquisitivo, altera el deseo de gasto. Si la renta real crece, lo hace también el gasto, lo cual conlleva un aumento de la demanda de dinero para transacciones. El nivel de precios. Si el dinero se emplea para comprar bienes y servicios, las variaciones en los precios de los mismos alterarán los deseos de liquidez de los individuos, puesto que si desean mantener su poder de compra cuando los precios suben, demandarán más dinero y, cuando los precios bajan, ajustarán sus tenencias de dinero a la baja. Ello es debido a que la demanda de dinero es una demanda de saldos reales. El tipo de interés. Los individuos diversifican sus carteras de activos, manteniendo simultáneamente dinero y bonos. Aunque la rentabilidad esperada de los bonos sea mayor que la de mantener dinero, la de éste es cierta y la de los bonos es incierta, pero existe una relación directa entre los tipos de interés y la demanda de bonos, e inversa entre aquellos y la demanda de dinero como activo: si aumenta el tipo de interés, crece la demanda de bonos al elevarse su rentabilidad y disminuye la demanda de dinero como activo al incrementarse su coste de oportunidad. La riqueza. Cuando la riqueza aumenta también lo hace la demanda de dinero, aunque menos que proporcionalmente. Esto nos permite acudir al concepto de elasticidad-riqueza de la demanda de activos, que determina cuanto aumenta ésta en términos porcentuales en respuesta a un cambio porcentual en la riqueza. Su valor es siempre mayor que cero (positiva). Cuando es inferior a la unidad el activo es necesario y si es superior a la unidad es de lujo. Por ello, la demanda de dinero (activo necesario) tiene una elasticidad riqueza positiva, pero inferior a la unidad. El riesgo y las expectativas. La mayoría de los individuos son renuentes al riesgo. Si las expectativas inflacionarias son altas, el dinero pierde valor real, por lo que es preferible

mantener el ahorro en otros activos alternativos y tener en efectivo la mínima cantidad posible de dinero. 10.3 LA BASE MONETARIA Y LA CREACIÓN DE DINERO.

Relación entre la base monetaria y la oferta monetaria. La oferta monetaria en sentido genérico (M) es la suma del efectivo en manos del público (E) más los depósitos de todo tipo en el sistema bancario (D). El punto de partida de esa oferta monetaria es el dinero legal, el emitido por quien tiene autoridad para ello. A la totalidad del dinero emitido lo denominamos base monetaria (B). En la mayor parte de los países existe un Banco Central, habitualmente público, que tiene el monopolio de emisión de dinero legal. No obstante, el Banco Central no tiene libertad absoluta para emitir dinero. ¿Qué destino tiene el dinero puesto en circulación? El dinero legal está: - En la caja de los hogares. - En las empresas no financieras. - En la caja de los bancos y demás entidades financieras. La base monetaria (B) equivaldrá a la suma del efectivo en manos del público (E) y los

activos de caja del sistema bancario (AC). No obstante, esa base monetaria, como su nombre indica, es sólo una parte de la oferta total, del dinero que realmente se está utilizando en la economía. Los intermediarios financieros bancarios, a través del denominado proceso de expansi6n bancaria, crean dinero bancario y proporcionan así más flujos financieros al sistema. Manejo del dinero por los bancos Del dinero depositado en los bancos, éstos hacen uso para préstamos, porque comprueban que buena parte de los recursos depositados no son recogidos jamás. En prevención de esos pagos para créditos, guardarán unas reservas. Parte de los depósitos que reciben los bancos (que son de su pasivo, pues es una deuda con sus clientes) la guardarán en dinero líquido. Esas reservas pueden ser: Legales, porque la autoridad monetaria obliga a mantener un porcentaje determinado para garantizar la liquidez y como garantía de solvencia. Voluntarias, en la medida en que los propios bancos deciden mantener una liquidez determinada más allá de la estrictamente obligatoria. Estas reservas voluntarias, en situación normal, tenderán a ser mínimas porque disminuyen la capacidad de negocio de la entidad. ¿Qué hace el banco con la parte de los depósitos que no necesita mantener en caja? Conceder un préstamo a otro cliente, que hace aumentar su activo y se materializa en un depósito a nombre de ese cliente. De igual forma, el banco privado ha monetizado también un activo a través del nuevo depósito y ha creado dinero, porque además del dinero legal inicial, el nuevo cliente considera que dispone ahora de un dinero adicional. Ejemplo, supongamos que un particular ha recibido un pago de 1.000 euros en dinero legal, que equivale a la base monetaria. Supongamos que todos los sujetos deciden mantener en efectivo un 5% y depositar el resto en un banco comercial. En tal caso, se queda con 50 euros (efectivo en casa o en caja) y deposita 950 euros. De acuerdo con el proceso que hemos vista, el banco mantiene un porcentaje de reservas (supongamos un 10%) y presta el resto, abriendo un nuevo depósito a favor del solicitante del préstamo ¿Y qué ocurre con ese nuevo depósito? Siguiendo el comportamiento general, un 5% (42,75 euros) se mantendrá en manos del público y el resto quedará como

depósito en ese o en otro banco. El proceso seguirá, más o menos, como se refleja en la Tabla 8.1.

Como vemos la oferta monetaria es bastante más elevada que la base monetaria inicial. Denominamos multiplicador monetario a la relación entre la base monetaria (B) y la

oferta monetaria (M), de forma que la Oferta Monetaria (M) será igual a la Base

Monetaria (B) por el multiplicador monetario. De la Tabla 8.1 se desprende que el multiplicador será tanto mayor cuanto menores sean: La proporción que los particulares desean mantener en efectivo. Si todo el dinero legal se depositara en los bancos, éstos podrían jugar con una mayor cantidad para sus operaciones de crédito. El coeficiente de reservas. Como pasaba en el caso del multiplicador real, cuanto menor sea la cantidad que se retire del proceso, más elevada será la cuantía de cada paso y más durará el proceso. Cuanto más desarrollado está un sistema financiero, más elevado será el valor del multiplicador, con una mayor diferencia entre el dinero legal emitido y la oferta monetaria efectiva de la economía. De lo anterior se desprende que la oferta monetaria (M) depende de tres factores: — La base monetaria (B). — La proporción de la oferta monetaria (M) que los particulares desean mantener en efectivo. — El coeficiente de reservas, ya sean éstas legales o voluntarias. El proceso de intermediación bancaria pone a disposición de los agentes más dinero, contribuyendo de este modo, a financiar la actividad económica. De ahí que la carencia de intermediarios bancarios o su insuficiente desarrollo puedan ser una de las causas del estrangulamiento de una economía. 10.4 LOS BANCOS CENTRALES Y LA POLÍTICA MONETARIA. El papel de un Banco Central Los Bancos Centrales nacen para regular la creación de dinero fiduciario y para

supervisar el sistema bancario. La generalización del dinero fiduciario en las modernas economías ha hecho necesaria la existencia de una institución encargada de su regulación. Son los llamados Bancos Centrales los que en cada país vienen desempeñando esta función, unida a la supervisión del sistema bancario. Es el caso del Banco de Inglaterra, del Banco de Japón, La Reserva Federal

Americana o del Banco de España. En los países de la Unión Monetaria Europea, buena parte de las funciones de los Bancos Centrales han sido asumidas por el Banco Central Europeo (BCE).

El Banco Central asume el monopolio de la emisión del dinero legal, que constituye la base monetaria que puede encontrarse en manos del público o en los depósitos bancarios. Los Bancos Centrales nacionales y el Banco Central Europeo confluyen en el Sistema Europeo

de Bancos Centrales (SEBC), formado por el BCE y los Bancos Centrales nacionales de los quince países miembros de la UE y que tiene las siguientes funciones: -Definir y ejecutar la política monetaria de la Comunidad. -Realizar las operaciones de cambio de divisas que sean coherentes con las disposiciones del Tratado en esa materia. -Poseer y gestionar las reservas oficiales de divisas de los Estados miembros. -Promover el buen funcionamiento de los sistemas de pagos. Se debe garantizar la independencia de los Bancos Centrales nacionales, de modo que los Estados miembros no puedan influir en las decisiones adoptadas por los órganos de gobierno del SEBC. No todos los países de la Unión están integrados en el área euro, bien por no desearlo, bien por no cumplir las condiciones exigidas de estabilidad. La asignación competencial en materia monetaria en el seno de la Unión Europea entre los distintos niveles de administración varía para los países que han asumido el euro y los que no, pero puede resumirse en los siguientes aspectos: - Billetes. El Consejo de gobierno del BCE tiene el derecho exclusivo a autorizar la emisión de billetes. Por lo tanto, sobre él recae el monopolio emisor de euros en última instancia. - Monedas. Anteriormente era el Banco de España el que determinaba la cuantía de sus emisiones, pero ahora es el BCE el que aprueba el volumen de emisión de monedas, aunque los Estados miembros puedan emitirlas. - Gestión de reservas oficiales de divisas. El BCE tiene la función de poseer y gestionar las reservas oficiales de divisas de los Estados miembros. Además, los Bancos Centrales nacionales deben dotar al BCE con una parte de sus fondos de reservas oficiales, en proporción al número de acciones suscritas del capital del BCE. - Política de tipo de cambio. La responsabilidad de la política de tipo de cambio corresponde al Consejo de la Unión, en estrecha colaboración con el BCE.

- Política monetaria. El SEBC será el encargado de ejercer las competencias monetarias, sin perjuicio de que también apoye las políticas económicas generales con el fin de contribuir a la realización de los objetivos comunitarios generales. En el Sistema Europeo de Bancos Centrales se consagra el principio de centralización de las decisiones políticas, al mismo tiempo que la descentralización de su ejecución e instrumentación con una única excepción: la reserva a favor del propio BCE para intervenir en los mercados monetarios en circunstancias excepcionales, si lo juzga oportuno. Objetivos e instrumentos de la política monetaria Se denomina política monetaria al conjunto de actuaciones de las autoridades monetarias, orientadas a controlar los cambios en la cantidad o en el coste del dinero,

con el propósito de lograr ciertos objetivos macroeconómicos. El Banco Central Europeo tiene marcado el objetivo central de controlar la inflación. En otros Bancos Centrales se observa como ese objetivo se complementa con los de pleno empleo o estabilidad cambiaria. El diseño de la política monetaria contempla el establecimiento de unos objetivos finales y la elección de unos instrumentos. Sin embargo, es frecuente que la relación entre unos y otros esté mediatizada por el papel de ciertas variables: Objetivos intermedios. Son variables que guardan una relación fiable y estable con los objetivos finales y cuyo control, mediante los instrumentos monetarios, es clave para lograr el objetivo final. Por ejemplo, la cantidad de dinero, los tipos de interés a largo plazo, el tipo de cambio... — Variables operativas. Facilitan el control del objetivo intermedio. Actúan como tales la base monetaria o el tipo de interés a corto plazo. — Indicadores. Son variables cuya evolución permite conocer con más detalle el funcionamiento real de los mercados financieros. La elección de unas variables u otras es una decisión de las autoridades monetarias al diseñar la estrategia específica de su política monetaria. El BCE se ha decantado por la adopción de una estrategia mixta en la que se combinan el

control de las disponibilidades líquidas (M3) y el seguimiento de la inflación, asignando a este último el carácter de objetivo final y al primero el de objetivo monetario intermedio. Como variable operativa utiliza el tipo de interés a corto plazo. Para controlar esas variables y conseguir sus objetivos el BCE, como cualquier Banco Central, dispone de los siguientes instrumentos: - Operaciones de mercado abierto. Consisten en la compra o venta de títulos. - Facilidades permanentes. Los Bancos Centrales actúan como prestamistas en última instancia del sistema financiero. Estas operaciones se conceden a un tipo de interés penalizado. En circunstancias normales, no existen límites a este crédito u otras restricciones de acceso. - Coeficiente de caja. El Banco Central tiene la capacidad de determinar el mantenimiento de un montante de reservas obligatorias mínimas de los activos de caja de las entidades de crédito. El coeficiente de caja se sitúa actualmente en el 2 por 100. En el caso de incumplimiento de este coeficiente, el BCE puede imponer sanciones a la institución afectada. Cuando el BCE fija el tipo de interés que servirá de base para sus operaciones está marcando indirectamente los tipos de interés que aplicarán los restantes agentes del

sistema financiero. De alguna forma, éstos son intermediarios que reciben el dinero a un precio fijado por el BCE, le aplican un margen, y lo prestan al tipo de interés incrementado. Dinero. Medio de pago generalmente aceptado para la cancelación de deudas, es decir, un activo financiero con poder liberatorio. - Bancario. Dinero creado como consecuencia del papel de intermediación de los bancos, que adopta la forma de activos financieros indirectos aceptados generalmente como medio de pago. - Fiduciario. Dinero cuyo valor se basa en la confianza, porque es superior al de la mercancía en que se materializa. - Legal. El emitido por quien tiene reconocida legalmente la capacidad para hacerlo (normalmente, el Banco Central). - Mercancía. Dinero cuyo valor deriva del material que los sustenta. - Signo. Medio de pago que tiene mayor valor como dinero que en cualquiera de sus otros usos.

10.5 LOS INTERMEDIARIOS FINANCIEROS. El sistema financiero. Por el sistema financiero entendemos el conjunto de instituciones especializadas en la

mediación entre los prestamistas y los prestatarios últimos de la economía. Los intermediarios financieros adquieren activos como forma de inversión y a partir de ellos crean activos nuevos que colocan entre los ahorradores, obteniendo de estos los fondos necesarios para la realización de sus inversiones. Los intermediarios financieros bancarios se caracterizan porque alguno de sus pasivos (billetes o depósitos a la vista) son pasivos monetarios, es decir, son aceptados generalmente

por el público como medio de pago y, por lo tanto, son dinero. Incluiremos aquí, además del propio Banco Central y los bancos comerciales, otras instituciones muy semejantes como pueden ser las Cajas de ahorro, las Cooperativas de Crédito y las Cajas rurales. Pueden existir bancos públicos actuando en el mercado de forma similar a los intermediarios citados. En España la única institución asimilable sería el Instituto de Crédito Oficial (ICO), encargado de financiar aquellos proyectos de largo plazo que se consideren necesarios para el desarrollo de determinados sectores y/o regiones que no sean satisfactoriamente cubiertos por el resto del sistema financiero. Los establecimientos financieros de crédito tienen como objeto social la financiación especializada. Algunos de los más destacados son los siguientes: - Sociedades de crédito hipotecario; Son intermediarios financieros especializados cuyo activo está constituido por préstamos hipotecarios y cuyo pasivo procede de la captación de recursos mediante depósitos a largo plazo, ahorro vinculado y emisi6n de títulos hipotecarios. El crédito hipotecario está garantizado con una vivienda, una finca rústica, etc. - Las entidades de Leasing o arrendamiento financiero realizan un contrato mercantil en virtud del cual un empresario compra en nombre propio determinados bienes muebles o inmuebles para alquilarlos al arrendatario y que este los utilice por un período a cuyo término tendrá la opción de comprar la totalidad o parte de esos bienes arrendados, por un precio convenido previamente. - Las entidades Factoring llevan a cabo un contrato en el que intervienen tres agentes: el cliente o fabricante, el deudor o comprador del cliente y el factor. Pero el sistema financiero se completa con otros intermediarios financieros muy

variados como los siguientes:

- Las compañías aseguradoras. Emiten como activos financieros específicos las pólizas de seguros, lo que les permite ofrecer determinadas indemnizaciones en el caso de que se produzca el evento asegurado. - Los fondos de pensiones. Tanto los públicos como los privados tienen como misi6n complementar las pensiones públicas de jubilación. - Las sociedades y los Fondos de inversión mobiliaria son entidades, bajo la forma de Sociedades Anónimas o de patrimonios cuyo derecho de propiedad se representa mediante un certificado de participación. - Las sociedades mediadoras en el mercado de dinero están especializadas en la gesti6n de activos de alta liquidez. Se limitan a poner en contacto a compradores y vendedores a cambio de una comisión se llaman brokers. Si compran y venden activos financieros para mantener su patrimonio, no originando con su actividad ningún cambio financiero, se llaman dealers. - Las sociedades de garantía reciproca favorecen el acceso a la financiación de sus asociados al garantizar la devolución de los créditos que obtengan para financiar sus actividades dentro del giro o tráfico de las empresas de las que sean titulares. La Bolsa de Valores. La bolsa de valores es un mercado de títulos cuya oferta está constituida por las

emisiones de valores nuevos (mercado primario) o la venta de títulos ya existentes

(mercado secundario). Aunque el objeto de contratación en las bolsas es muy amplio (activos financieros, metales preciosos, materias primas ... ) su actividad se centra especialmente en los activos financieros mobiliarios como acciones, derechos de suscripción, obligaciones y efectos públicos. En el mercado primario, las entidades admitidas a cotizaci6n en Bolsa emiten títulos (acciones, obligaciones ... ) para cubrir sus necesidades de financiaci6n. En el mercado secundario, los ahorradores que compraron títulos en Bolsa y quieren desprenderse de ellos actúan como oferentes que son también demandados por ahorradores con exceso de liquidez. Los títulos de renta fija representan una parte de un préstamo que viene a solicitar por esta vía la entidad emisora. El único riesgo es la insolvencia del emisor. Los títulos de renta variable (las acciones) representan una parte del capital de la sociedad. Las cotizaciones bursátiles reflejan el juego de la oferta y la demanda, básicamente como mercado secundario. Como son muchos los títulos que se negocian, es útil disponer de algún índice que resuma la marcha global de cada mercado. Así, suele existir un índice general, que refleja la evolución de todos los títulos, ponderados en función del peso relativo de cada uno. Además hay otros

índices más selectivos como, en España, el IBEX-35, que incluye los 35 valores más importantes de la Bolsa Española, u otros índices específicos como los que se refieren a los valores de nuevas tecnologías.

10.6 LA CURVA LM. El equilibrio en el mercado de activos financieros. Una curva LM que nos indique, cuál es el tipo de interés que, para cada nivel de renta, garantiza el equilibrio en el mercado monetario, entre la oferta monetaria disponible y la demanda de liquidez que ha de absorberla. Ese equilibrio en el mercado monetario puede considerarse que incluye también al conjunto de los activos financieros puesto que el equilibrio en el primero implica también el del segundo. La oferta monetaria, depende de decisiones autónomas de la autoridad monetaria. Por lo que no varía por el hecho de que lo haga el nivel de renta y que, mientras no se produzca la

correspondiente decisión exógena, serán las oscilaciones de la demanda de dinero las

que provocarán las oscilaciones de los tipos de interés. Sabemos que la demanda de dinero está ligada al nivel de renta: cuanto mayor es la actividad, la producción y la demanda agregada que la absorbe, más elevado ha de ser el montante de recursos líquidos necesarios para cubrir los pagos que se generan. Pero también se demanda dinero como medio de mantener riqueza. El dinero es un activo en el que podemos mantener parte de nuestra riqueza, del ahorro acumulado. El resto de la misma se destina a otros activos, ya de carácter financiero, ya de carácter real. Para simplificar vamos a suponer que el dinero se enfrenta a todo el resto de las alternativas; con la peculiaridad de ser el más líquido de todos ellos, aunque con rentabilidad prácticamente nula, mientras que los restantes ofrecen una rentabilidad relacionada con el nivel de los tipos de interés. Desde esta segunda perspectiva, el motivo especulativo, la demanda de dinero será una función inversa del tipo de interés: cuando más elevado sea este mayor será el coste de oportunidad de mantener nuestra riqueza en dinero en vez de colocarla en activos más rentables. Por el contrario, unos tipos de interés muy reducidos hacen escasamente atractivas las alternativas y la demanda de dinero líquido tiende a ser mayor a ante la ausencia de competidores. Un modelo elemental nos permite ver el carácter complementario de las demandas de dinero como activo y de otros activos rentables que denominaremos bonos. Cada individuo debe decidir situar su riqueza total R entre demandar dinero líquido L o demandar los restantes activos DB. Por lo tanto, y para el conjunto de la economía: R = L + DB Por otra parte, la riqueza total de la economía se plasma, bien en dinero (la oferta monetaria M), bien en conjunto de activos disponibles (oferta de bonos OB). O sea que: R = M + OB Si igualamos ambas ecuaciones entre sí: L + DB = M + OB O lo que es lo mismo: (L - M) + (DB - OB) = 0 Esta ecuación refleja el carácter complementario de los dos mercados, el de dinero y el de bonos. La expresión implica que si el primer paréntesis es igual a cero también ha de serlo el segundo. Es decir, que si el mercado monetario se encuentra en equilibrio (L = M), necesariamente también ha de estarlo el mercado de bonos (DB = OB). Si existe un exceso de demanda en el mercado monetario (L > M) (el primer paréntesis tiene un valor positivo),

existirá un exceso de oferta compensatorio en el mercado de bonos (OB > DB) (el segundo paréntesis debe alcanzar un valor negativo de idéntica cuantía). De ahí que podemos decir que el equilibrio en el mercado monetario, entre oferta y demanda de dinero, implica también el equilibrio en el mercado de activos en su conjunto. Nos encontramos ante una restricción presupuestaria, la riqueza total, que ha de repartirse entre el dinero y los restantes activos. El tipo de interés actúa como incentivo para la demanda mayor o menor de otros activos rentables, lo que repercute en contra del dinero cuando aquel es elevado, a favor cuando es reducido. Se concluye de todo lo anterior que la curva LM ha de tener una pendiente positiva. Lo cual es el reflejo del hecho de que el equilibrio en el mercado monetario exige tipos elevados cuando la renta es alta y tipos reducidos cuando la renta es baja. La curva LM tiene pendiente positiva,

ya que una elevación del nivel de renta conlleva un aumento de la demanda de dinero y un alza de los tipos de interés. Una reducción de la renta provoca el efecto contrario. En el mercado de activos los tipos de interés y el nivel de renta tienen una relación directa.

La Pendiente y Posición de la Curva LM. ¿De qué dependerá la pendiente de la curva LM? De los dos aspectos que recoge: De la sensibilidad de la demanda de dinero a las variaciones de la renta. Si la demanda de dinero es muy poco sensible a las variaciones en la renta, un aumento de esta apenas sí repercute en aquella. Si apenas aumenta la demanda de dinero, tampoco experimentaran variaciones apreciables los tipos de interés. Por lo tanto, la relación entre las variaciones y el nivel de renta es muy reducida y ello se refleja en una curva LM más horizontal. Al revés, si la demanda de dinero es muy sensible, una pequeña variación en el nivel de renta dispara la demanda de dinero y esta presiona fuertemente al alza los tipos de interés. Éstos son, pues, muy sensibles a las variaciones de renta y la curva LM tiende a ser vertical. De la sensibilidad de la demanda de dinero a las variaciones en los tipos de interés. Pero también es importante la sensibilidad de los mercados de activos a los tipos de interés. Si es alta, una pequeña elevación en estos desplaza la demanda hacia los bonos y disminuye la

demanda especulativa de dinero, este descenso amortigua el impacto inicial del aumento de la demanda para transacciones. La curva LM es así relativamente más horizontal porque el impacto del mayor nivel de renta se traduce en elevaciones más suaves de los tipos de interés. Por el contrario si es baja, una elevación de los tipos de interés no provoca apenas reacciones en el mercado de activos, no existe amortiguación y la curva LM es relativamente más vertical. Los datos anteriores afectaran a la forma y pendiente de la curva LM. En función de esa pendiente, las variaciones en el nivel de renta tendrán un reflejo mayor o menor en los tipos de interés. Si la curva es casi horizontal, una gran variación del nivel de renta repercute en una pequeña variación del tipo de interés manteniéndose el equilibrio en el mercado de dinero y de activos. Si la curva es vertical, la relación es la contraria: cualquier variación en la renta tiene un reflejo muy importante en los tipos de interés para mantener el citado equilibrio. Para que la curva LM cambie su posición es necesario que varíen algunas de las circunstancias que nos han ayudado a definirla. La razón más habitual para explicar un desplazamiento de la curva LM vendrá dada por una variación de la oferta monetaria. Si se produce un aumento en la oferta monetaria, la mayor liquidez en el mercado empuja el precio del dinero a la baja. El tipo de interés tiene que ser menor para inducir a los individuos a tener una cantidad mayor de dinero líquido al perder incentivo relativo los restantes activos. Ello se refleja en un desplazamiento a la derecha de la curva LM: el mismo tipo de interés permite niveles superiores de renta o los mismos niveles de renta exigirían tipos de interés mas reducidos para esterilizar el aumento producido en la cantidad de dinero disponible. Es fácil repetir el razonamiento en sentido inverso: si se reduce la oferta monetaria se produce una escasez relativa de dinero que empuja al alza los tipos de interés. Conviene recordar que estamos todavía prescindiendo de las variaciones en el nivel de precios que, por lo tanto, consideramos estable: estamos hablando de oferta monetaria en términos reales. Es obvio que la misma cantidad de dinero medido en términos nominales se reduce a la mitad en términos reales si los precios se duplican. Con la misma cantidad de dinero podemos comprar la mitad de bienes. Por ello una elevación de los precios tendrá el mismo efecto que una reducción de la oferta monetaria en el porcentaje correspondiente.

Recordemos que el equilibrio en el mercado de dinero se relaciona con el más general en el mercado de activos. Por eso, el exceso de demanda de dinero se corresponde con un exceso de oferta de bonos y activos asimilados. La rentabilidad de un activo financiero depende no sólo de los intereses que ofrece nominalmente sino también de su propio valor en el mercado. Imaginemos que compramos un activo con un vencimiento a muy largo plazo, un nominal de 60.000 euros y una rentabilidad del 10 por 100. Si un año más tarde los tipos de interés se han reducido al 5 por 100, aquel activo se ha revalorizado prácticamente al doble de su valor. Porque para obtener una rentabilidad de 6.000 euros como la que ofrece nuestro activo ahora es preciso desembolsar no 60.000 sino 120.000 euros. Si los tipos de interés están muy altos los bonos resultan especialmente atractivos: las

reducciones futuras se traducirán en una revalorización de los mismos. Por el contrario, si los tipos de interés se sitúan en niveles muy bajos, el deseo de comprar bonos será ínfimo porque existe un fuerte riesgo de que los tipos suban en el futuro y tales activos se deprecien. En este supuesto más vale mantener el dinero líquido que en activos condenados a valer menos en cuanto suban los tipos de interés. Por ello, el exceso de demanda de dinero provocaría un aumento en los tipos de interés que hará paulatinamente más atractivos los bonos y menos el dinero líquido.

TEMA 11 - DEMANDA Y OFERTAS AGREGADAS 11.1 EL EQUILIBRIO EN EL MODELO IS-LM Y LAS POLÍTICAS DE DEMANDA. El Modelo. Veamos cómo se consigue el equilibrio simultáneo en los mercados de bienes y de activos: es decir, cuál es el tipo de interés y el nivel de renta que posibilita la condici6n de equilibrio de uno y otro. Evidentemente ese punto ha de ser la intersección de las dos curvas que hemos analizado. Des los supuestos que venimos manteniendo (fundamentalmente, economía cerrada y precios estables), ese punto nos aseguraría: (Curva IS) el tipo de interés es el adecuado para que, dado ese nivel de renta, el ahorro iguales a la inversi6n, el gasto planeado sea igual a la producci6n planeada, la demanda agregada absorba íntegramente la producción planeada. (Curva LM) el tipo de interés es el adecuado para, dado ese nivel de renta y una determinada oferta monetaria, la demanda de dinero sea igual a la oferta de dinero y la demanda de bonos y otros activos sea iguala la oferta de los mismos. Evidentemente, cualquier desplazamiento de las curvas IS o LM provocará también un

cambio en el punto de equilibrio. Si la curva LM fuese totalmente horizontal (si la demanda de dinero fuera muy poco sensible a la variaci6n de la renta o/y el más leve incremento en el tipo de interés desplazara la demanda de activos hacia otros activos diferentes de dinero) el impacto sobre el precio del dinero sería despreciable. El efecto multiplicador jugaría su impacto expansivo en su

totalidad. Si la curva LM fuese totalmente vertical (si la demanda de dinero fuera muy sensible a la variación de la renta o el mercado de activos no reaccionase ante las variaciones de los tipos de interés) el impacto sobre el precio del dinero sería tan importante que la inversión desanimada equivaldría a la incorporada. El efecto multiplicador sobre el nivel de renta sería nulo.

Los tipos de interés se ajustan con gran velocidad a las variaciones en la oferta y la demanda del dinero y de los restantes activos. El ajuste en la producción y en la renta es necesariamente más lento pues implica decisiones empresariales. Por ello, puede admitirse que el mercado de activos se encontrará habitualmente en equilibrio. Por tanto, el modelo IS-LM refleja cómo, en una economía cerrada, los excesos de oferta o de demanda en los mercados de bienes y en los de activos provocan automáticamente

(aunque no inmediatamente) los ajustes necesarios, en el nivel de renta o/y en el de tipos de interés, para que se restablezca el equilibrio. La Política Monetaria. El Banco Central es la autoridad que ejecuta la política monetaria.

Un aumento de la oferta monetaria desplaza la curva LM as la derecha. La consiguiente reducción de los tipos de interés estimula la inversión lo que provoca un efecto expansivo aunque también que se recuperen en parte los tipos de interés. ¿De qué dependerá la mayor o menor eficacia de la política monetaria? Fundamentalmente de la elasticidad de la curva LM: Una curva LM absolutamente elástica implicará una eficacia nula sobre el nivel de actividad mientras que una curva LM vertical garantizaría una repercusión íntegra de

cualquier medida de política monetaria sobre el nivel de renta.

La trampa de la liquidez, haría referencia al caso en el cual los tipos de interés se hubieran reducido de tal forma que cualquier incremento de la cantidad de dinero carecería de repercusión sobre las carteras particulares y sobre los tipos de interés.

En la medida en que el pronóstico sea unánime, cualquier inyección de liquidez en el sistema será absorbida por los particulares sin repercusión alguna sobre los tipos de interés. La curva LM sería en este caso absolutamente horizontal. En el supuesto contrario sería una curva LM totalmente vertical. Se supone que la demanda de dinero es absolutamente insensible a los tipos de interés. Bajo tales supuestos, cualquier variación en la cantidad de dinero provoca un desplazamiento de la curva LM que se traduce íntegramente en una modificación del nivel de renta. La experiencia parece confirmar, que la política monetaria es más eficaz como freno

que como estímulo de la actividad económica real. La Política Fiscal. Además de la política monetaria, sabemos que otro grupo de instrumentos susceptibles de ser utilizados para incidir sobre la demanda agregada es el que se encuadra en la denominación genérica de política fiscal. Un aumento del gasto público o/y una reducción de los impuestos serán instrumentos que los gobiernos pueden utilizar para expandir la demanda agregada y estimular el crecimiento de la economía. Pero el juego conjunto de las curvas IS y LM implica que esa expansión de la demanda de bienes y servicio conlleve a su vez una mayor demanda de dinero para hacer frente a las correspondientes transacciones. Si suponemos que no varía la oferta monetaria (ni la correspondiente curva LM), la mayor demanda provoca una elevación de los tipos de interés que, a su vez, implica un efecto reductor de la demanda agregada, especialmente de la inversión privada y de las compras a plazos. Ese efecto sobre la inversión privada recibe el nombre de efecto expulsión. Si la curva LM es totalmente horizontal, el supuesto de la trampa de liquidez, los desplazamientos de la curva IS se encuentran con una liquidez no utilizada, por lo que no se provoca escasez ni incremento de los tipos de interés. La demanda de dinero adicional no compite realmente con la inversión privada porque simplemente absorbe recursos ociosos. Por el contrario, si la curva es totalmente vertical el desplazamiento de la curva IS se traduce íntegramente en una elevación de los tipos de interés sin consecuencia sobre el nivel de renta. La escasez de dinero implica que toda la necesidad adicional de dinero por causa de la expansión compite con la financiación de la inversión privada. El efecto expulsión es tan importante que compensa íntegramente el impacto expansivo de la política fiscal. Con los datos que conocemos, puede entonces aventurarse un criterio general según el

cual el efecto expulsión será tanto más probable cuanto más cerca se halle la economía del pleno empleo o/y cuando más restrictiva sea la política monetaria. Si la curva LM es horizontal la política fiscal será muy eficaz mientras que será inútil el recurso a la política monetaria. Si la curva LM es vertical la política fiscal es inútil porque tan solo se conseguirá alterar la composición de la demanda agregada, fundamentalmente entre inversión privada y gasto público, pero sin efecto alguno sobre el nivel de actividad. 11.2 LA DEMANDA AGREGADA Y EL NIVEL DE PRECIOS. Los Precios, la Oferta de Saldos Reales y los Tipos de Interés. La curva de demanda agregada muestra las combinaciones del nivel de precios y el nivel de producción en los que los mercados real y monetario se encuentran en equilibrio. ¿Cómo afectan las variaciones de los precios al gasto agregado de la economía? La oferta de saldos reales es igual a la oferta monetaria dividida por el nivel de precios. Una

elevación de los precios equivale a una contracción monetaria, por lo que se producirán aumentos en los tipos de interés. La subida de precios reduce la oferta de saldos reales, lo que se traduce en un desplazamiento de la curva LM hacia arriba y hacia la izquierda, que presiona al alza a los tipos de interés. Esta subida de tipos contrae la inversión privada que, a través del proceso multiplicador, provoca una reducción mayor de la demanda agregada y del nivel de actividad económica. Aun mayor nivel de precios, el nivel de producción será menor. Todas las alteraciones de de la Demanda Agregada (DA) que no provengan de variaciones en los precios van a provocar desplazamientos de la curva de demanda. Las posibles causas son: - Variaciones de los componentes autónomos de la demanda agregada. Un aumento del

consumo o de la inversión autónoma va a provocar una expansión de DA. Gráficamente DA se desplazará hacia la derecha. Una reducción de esas variables tendrá el efecto contrario. - Política fiscal o presupuestaria. Un aumento del gasto público o una disminución de los impuestos provocará una expansión de DA a través del proceso multiplicador correspondiente. Gráficamente la curva de DA se desplazará a la derecha. Una reducción del gasto público o un aumento de impuestos tendrá el efecto contrario. - Política monetaria. Un aumento de la oferta monetaria provocará una expansión de DA y un desplazamiento de la curva a la derecha. Por el contrario, una reducción de la oferta monetaria tendrá el efecto contrario. 11.3 LA OFERTA AGREGADA La oferta agregada en el corto plazo Las restricciones que afectan al proceso productivo son de tres tipos: 1.Función de producci6n de la economía. Factores disponibles y nivel de tecnología. La tecnología existente debe ser entendida como capacidad técnica para obtener el mejor rendimiento posible de los factores de producción. En este sentido, es importante no olvidar que, a corto plazo (período de tiempo en el que nos movemos) el stock de capital está dado y

representa una limitación para la producción. Por eso hablamos de capacidad máxima de producción. 2.Características del mercado de trabajo. El mercado de trabajo se entiende en este contexto como la representación teórica de las relaciones de los trabajadores y los empresarios de un país, que pretenden acordar el volumen de contratación de mano de obra y los salarios que sirvan para retribuir a la misma. 3.Sistema de fijación de precios. En este ámbito las alternativas pueden variar entre la determinación de precios en un marco de competencia perfecta y, por tanto, bajo el supuesto de que ningún agente tiene capacidad autónoma para condicionar los precios y el sistema propio de los modelos de la competencia imperfecta. El resultado combinado de los tres factores anteriores se refleja en la curva de oferta agregada, que representa las diversas combinaciones de producción y niveles de precios que los agentes productivos plantean en la economía entendida en su conjunto. Modelo neoclásico

En el modelo neoclásico la interacción de la oferta y la demanda de trabajo determina el salario real y el nivel de pleno empleo, que se alcanzará automáticamente si el mercado de trabajo funciona libremente y de modo competitivo. El nivel de pleno empleo, resultante de la negociación entre empresarios y trabajadores, determina el nivel de producción máxima que, dada la función de producción, puede alcanzar la economía. Ello quiere decir que la producción de equilibrio se fija independientemente del nivel de precios y que las variaciones de los mismos no alterarán el nivel de producción ni siquiera en el corto plazo, porque suponemos que existe flexibilidad absoluta de precios y salarios. Si aumentara el nivel de precios, los salarios monetarios se ajustarían automáticamente al laza (y lo contrario ocurriría si aquél descendiera) de forma que el salario real se mantuviera inalterado y, por tanto, también el nivel de producción y empleo. Ello implica la forma vertical de la Oferta Agregada neoclásica. Los neoclásicos creen que el desempleo existente se debe fundamentalmente a fricciones en el mercado de trabajo debido a los ajustes de plantilla en las empresas y a los procesos de búsqueda de empleo por parte de los trabajadores. En todo momento hay algunas empresas

que reducen empleos como consecuencia de ajustes en la producción, mientras que otras demandan nuevos trabajadores. Por otro lado, constantemente se incorporan nuevos trabajadores al mercado en busca de su primer empleo. Encontrar un puesto de trabajo puede no ser fácil si no se cuenta con información adecuada sobre las vacantes disponibles o si éstas se localizan en áreas geográficas alejadas de la residencia de los buscadores de empleo. El desempleo friccional o de búsqueda es aquel asociado al cambio de empleo de algunos trabajadores y a la incorporación de otros al mercado de trabajo. La tasa natural de desempleo es la tasa de paro vinculada al desempleo friccional existente en el mercado de trabajo cuando éste se encuentra en equilibrio y, por tanto, cuando la economía se encuentra en el nivel de producción de pleno empleo. Modelo keynesiano

En los modelos Keynesianos, por el contrario, se parte de un funcionamiento imperfecto de los mercados. Por ejemplo, no se cumple la ley de productividad marginal decreciente, los empresarios no siguen la regla del coste marginal a la hora de fijar sus precios y existen importantes rigideces en los mercados, como ejemplos contradictorios con el modelo de competencia perfecta. En tales supuestos, mientras no se alcance el nivel de pleno empleo de la economía la curva de oferta tiende a ser horizontal en el corto plazo, porque los precios no se ajustan con la flexibilidad y rapidez que suponían los neoclásicos, sino que los desequilibrios suponen ajustes a través de las cantidades (es decir, desempleo en vez de reducción de salarios). Las políticas de demanda que pretenden corregir el desempleo son, por lo tanto, totalmente eficaces sin impacto apreciable sobre la inflaci6n. En la actualidad, la mayor parte de los economistas se inclinan por suponer, al menos a corto plazo, una oferta con pendiente creciente (no totalmente horizontal, salvo,

quizás, elevadísimos niveles de desempleo) que tiende a hacerse vertical cuando se

alcanza la tasa natural de desempleo. Las rigideces provienen de fallos en la información, del sistema de determinación de los salarios (donde las decisiones son concertadas a través de la negociación y la presión de los sindicatos, más que por un funcionamiento espontáneo del mercado), así como de la intervención pública en los mercados de trabajo. Es el caso de las regulaciones sobre el salario mínimo, de los mecanismos de financiación de las prestaciones sociales y de las formas de contratación y despido, variables que ayudan también a entender el grado de flexibilidad del mercado de trabajo. Las rigideces existentes explican por qué los ajustes no se producen sólo vía precios,

como suponían los neoclásicos, sino también a través de los ajustes en las cantidades. A largo plazo, los crecimientos de la demanda inducen mayores precios y éstos alzas salariales, lo que implicaría que la oferta a corto plazo se iría desplazando hacia arriba, resultando una oferta a largo plazo más vertical. Pero esa mayor demanda también estimula la inversión, desplazando la curva de oferta hacia la izquierda, con lo que la oferta a largo plazo podría ser más horizontal. Para los neoclásicos, a largo plazo, la curva de oferta agregada es vertical. Una vez más suponen que los precios y los salarios son flexibles a largo plazo, incluso admitiendo que a corto plazo puedan existir ciertas rigideces debido al funcionamiento administrado del mercado de trabajo. La producción se mantendrá en el nivel de equilibrio inicial con la tasa natural de desempleo que conocemos. El nivel de producción de equilibrio o potencial sólo podrá incrementarse por factores exógenos que hagan desplazarse a la oferta agregada, la FPP que conocemos. Para los keynesianos, la oferta agregada tiene pendiente creciente también a largo

plazo, porque precios y salarios siguen siendo rígidos a la baja y las empresas reducen más fácilmente empleo que salarios. La pendiente será positiva pero no vertical. Una de las implicaciones más importantes es que una contracción de la demanda agregada en el corto plazo puede provocar una recesi6n que persista en el largo plazo: pueden darse situaciones de equilibrio a largo plazo con un nivel de producción bajo y una elevada tasa de desempleo. La mayor parte de los economistas aseguran que la oferta en el corto plazo se acerca más a los planteamientos keynesianos y en que en el largo plazo puede estar más

cerca de los planteamientos neoclásicos. Las políticas de oferta

Existen dos enfoques respecto a las políticas de oferta: El enfoque intervencionista defiende políticas públicas activas que corrijan o contrarresten las imperfecciones de los mercados. El enfoque liberal se basa en la confianza en el sistema de libre empresa y el funcionamiento competitivo de los mercados. Políticas de oferta intervencionistas La justificación de la intervención pública en el sector productivo se basa en la idea de que es probable que la iniciativa privada destine recursos insuficientes a investigación y desarrollo, formación e inversión, que son factores esenciales del crecimiento económico. El gasto en tales casos, aunque es altamente beneficioso para la sociedad, puede resultar poco rentable o atractivo para el sector privado debido a factores diversos (ausencia de competencia

en muchos sectores, elevado riesgo de la inversión, imperfecciones del mercado de capitales). Por ello, para corregir estos fallos del mercado, la intervención pública puede emplear las siguientes formulas: Nacionalizar empresas que se encuentran en dificultades financieras, normalmente de importancia estratégica, con el fin de evitar los costes sociales derivados de la pérdida de puestos de trabajo y de invertir en ellas para hacerlas rentables a largo plazo. Subvencionar programas de investigación y desarrollo en ciertas industrias, sectores o programas de inversión que se consideren beneficiosos para la economía nacional. Racionalizar sectores a través de fusiones o reorganizaciones empresariales que conduzcan a una mayor eficiencia o niveles de inversión más elevados. Informar, asesorar y proporcionar asistencia técnica a empresas para que introduzcan así innovaciones tecnológicas que incrementen la eficiencia, creando al tiempo un clima de certidumbre propicio para la inversión. Provisión directa de infraestructuras que beneficien a la economía en su conjunto (carreteras) o a determinados sectores o empresas (construir fábricas, proporcionar equipos). Planificación económica indicativa, creando foros de encuentro entre los distintos sectores económicos para coordinar los planes individuales y recomendar objetivos realistas de inversión y produccion consistentes entre sí, de modo que se eviten tanto la escasez como el

exceso de capacidad. Políticas de oferta orientadas hacia el mercado

La idea principal que inspira este tipo de políticas es la confianza en los mercados, la iniciativa individual, la competencia y la inversión privada, como fuentes de estabilidad y crecimiento económico, y la creencia de que la regulación y la intervención del sector público en la economía es ineficaz, cuando no contraproducente. Los aspectos fundamentales de esta nueva economía de la oferta son los siguientes: Reducción del gasto público. Desde las posiciones liberales se piensa que el Sector Público es más burocrático e ineficiente que el sector privado, por lo que una reducción de sus programas de gasto liberaría recursos para la inversión privada. Sin embargo, en la práctica, esta medida provocaría recortes en los servicios públicos y a que se redujese la eficiencia global. Reducción del impuesto sobre la renta y las cotizaciones sociales. El objetivo sería incentivar el trabajo. Reducción de los impuestos sobre beneficios y aumento de los incentivos a la inversión. La reducción del impuesto sobre los beneficios de las empresas libera fondos para la inversión. Además, tanto la reducción de impuestos como las deducciones fiscales por inversión elevan la tasa de rendimiento de la misma, lo cual estimula su crecimiento. Desregulación laboral. Se trata de reducir derechos laborales (condiciones de contratación, estabilidad de empleo...) y debilitar a los sindicatos (restringiendo los derechos de intervención y de huelga...) con el fin de reducir rigideces de mercado de trabajo. Reducción de las prestaciones sociales del Estado del bienestar. La existencia de programas de rentas mínimas y los subsidios por desempleo hacen que la diferencia entre las prestaciones que reciben los desempleados y el salario neto de los empleados sea muy pequeña, lo cual provoca desempleo voluntario y empleo sumergido. Una reducción de tales prestaciones incrementaría la oferta de trabajo y se produciría una reducción del desempleo. Políticas de fomento de la competencia. Se piensa que la introducción de competencia en los mercados conduce al crecimiento y a la reducción de la inflación. Las políticas más significativas en este sentido son: - La contratación de servicios públicos con el sector privado.

- La desregulación de mercados para eliminar monopolios. - La introducción de mercados internos en el sector público (competencia entre distintas entidades públicas) para aumentar la eficiencia de los servicios públicos. - La liberalización del mercado de capitales. Las políticas pueden obtener resultados, tanto en términos de crecimiento y empleo, como de contención de la inflación, disminuyendo incluso la tasa natural de desempleo. Sin embargo, muchas de ellas suelen ir acompañadas de importantes costes sociales, con incrementos en los índices de desigualdad y pobreza. Algunos autores destacan igualmente que la mayor libertad del mercado suele implicar otros costes a largo plazo, como inseguridad para los consumidores y los trabajadores, al disminuir los controles públicos y primar los intereses privados sobre los colectivos.

11.4 LA INFLACIÓN Concepto

La inflaci6ón es un proceso en el que los precios de una economía crecen a lo largo del tiempo de forma continua y generalizada. Causas explicativas Las dos explicaciones básicas de una elevación de precios son: Inflación de demanda. Cuando al nivel de precios preexistente los deseos de compra de todos los agentes de la economía (la demanda agregada) son superiores a la capacidad de producci6n (oferta agregada). En principio, la presión alcista sobre los precios será muy reducida si existen muchos recursos ociosos y tanto más fuerte cuanto más nos acerquemos a los niveles de pleno empleo. Esta afirmación suele calificarse como la explicación keynesiana de la inflación. Se destaca el componente cíclico de este tipo de inflación, puesto que se supone ligada a los períodos expansivos. Las fases de auge implicarían un crecimiento de la demanda y una mayor presión de la misma sobre los precios. Por el contrario, en las fases recesivas del ciclo económico, la consecuente caída de la demanda implicaría la desaparici6n de las presiones

inflacionistas. Inflación de costes. Cuando el incremento de los precios viene motivado por un encarecimiento de los procesos productivos. Una elevación de los costes salariales, del coste del capital, de las materias primas, de los productos importados... supone un desplazamiento hacia arriba de la curva de oferta y, por tanto, una elevación de los precios, tanto más extendida cuanto más general sea la utilización del factor o factores afectados por aquella elevación. También podría existir una relación entre este tipo de inflaci6n y el ciclo económico. En épocas de crisis y desempleo agudo de los factores productivos, no existirán presiones al alza de los costes. Por el contrario, cuanto más cerca estemos del pleno empleo de los recursos, mayor será la escasez. Lucha de rentas La inflación es, en realidad, un proceso de lucha de rentas. Independientemente de cuál sea la razón por la que los precios sufren una variaci6n al alza, el resultado es que las rentas reales de la mayoría de los sujetos han descendido. Inflación estructural En toda economía, tanto más cuanto menos desarrollada esté, son frecuentes las rigideces en determinados sectores, a menudo claves para el crecimiento de esa economía. Ello implica que cualquier aumento en la demanda, por leve que éste sea, provoca elevaciones de precios en el sector financiero, en los transportes, en los alimentos, en los bienes de capital... incluso aunque la economía en su conjunto se encuentre lejos de su nivel de pleno empleo. Estos desequilibrios provocan la que se ha denominado inflación estructural. El dinero Buen número de autores otorga al dinero un papel protagonista, hasta el punto de que se describe frecuentemente la inflación como un fenómeno estrictamente monetario. Es evidente que el dinero, en cuanto medio general de pago, es el instrumento necesario para que la demanda pueda materializarse. Ello ha llevado a la conclusión de que la tasa de crecimiento de la cantidad de dinero es la condición necesaria para que la inflación pueda darse, sean cuales sean las restantes circunstancias. Las transacciones que se realizan en una economía, valoradas a precios de mercado

(producción x nivel de precios), tendrán que ser equivalentes a los medios de pago utilizados para su pago (dinero x velocidad de circulación). Definimos V como la velocidad de circulación de dinero o número de veces que teóricamente se utiliza el dinero y se calcula como el cociente: Producción x nivel precios Y x P

V= ------------------------------------------------------------------------- = ----------------------

Cantidad de dinero M

Que no es sino otra forma de expresar la identidad destacada en el párrafo anterior: Y x P = M x V

Las consecuencias

Los efectos derivados de la inflaci6n dependen en buena medida de la intensidad de la misma. No puede ser lo mismo una inflación moderada, cuando el nivel medio de precios crece levemente, que una inflación galopante, con tasas superiores al 100 por 100 y que fácilmente degenera en la hiperinflación. Los efectos serán tanto más importantes, cuanto más elevado sea el ritmo de

crecimiento de los precios. La inflación: Altera radicalmente todo el sistema de precios relativos, porque las adaptaciones no serán nunca idénticas para todos, ni en la rapidez de la respuesta, ni en la cuantía de la misma. Provoca una desconfianza creciente hacia el dinero y una elevación de la propensión a consumir. Por una parte, porque la expectativa de subidas de precios hace más atractivo adelantar el consumo en la medida de lo posible: “mañana costará más”. En segundo lugar, porque el ahorro pierde atractivo ante los reducidos incentivos del tipo de interés y el temor a la pérdida de valor de los activos en que pueda materializarse. Eleva la inseguridad sobre los valores futuros, lo que hace descender el valor esperado de cualquier proyecto. El menor atractivo provocará una reducción de la inversión, especialmente en los proyectos a más largo plazo.

Deteriora la competitividad nacional, en la medida en que los precios nacionales estén creciendo a ritmos superiores a los de los países del entorno. Consecuentemente, crecerán las importaciones y decrecerán nuestras exportaciones, la moneda nacional tenderá a depreciarse, se verá reforzado el proceso inflacionista y la producción interior se resentirá. Hemos definido el proceso inflacionario como una lucha de rentas: genéricamente, puesto que de una lucha se trata, el pronóstico será que ganarán los fuertes y perderán los débiles. Serán fuertes, desde una perspectiva social, aquellos sujetos o colectivos con posibilidad de defender sus intereses con eficacia en las negociaciones políticas o empresariales. Así, por ejemplo, los trabajadores serán fuertes si lo son los sindicatos del sector correspondiente que es capaz de imponer revisiones de los salarios nominales por encima incluso de las tasas de inflación. Serán débiles, si carecen de fuerza o posibilidad de negociación. Ver otros comentarios en relación entre las elasticidades de los oferentes y demandantes; rapidez de la

respuesta; perjuicio para acreedores y beneficio para deudores; Estado como beneficiario de los

procesos inflacionistas.

11.5 EL DESEMPLEO El término desempleo hace referencia a que existen recursos productivos que no están

siendo utilizados por la sociedad. Por tanto, en teoría, debería entenderse que afecta a todos los factores productivos, si bien se aplica casi con exclusividad al factor trabajo. Se considera que una persona puede calificarse como parado cuando, siendo capaz de

trabajar, no tiene empleo, lo busca y no lo encuentra. Por tanto, no consideramos parados a quienes no forman parte de la población activa como los niños o los ancianos, o las personas que estando en posibilidad teórica de trabajar, sin embargo, no desean hacerlo por cualquier causa como estudios, tareas domésticas, vivir de rentas, etc. Tampoco consideramos desempleados a quienes buscan empleo pero están trabajando, porque desean mejorar o cambiar. No es fácil la medición del desempleo. Existen dos mecanismos: El más habitual es la realización de una encuesta en la que se pregunta respecto a la

situación laboral en los últimos días y los esfuerzos realizados por buscar trabajo. Suele destacarse que este tipo de medición tiende a infravalorar el número de empleados y a elevar el de desempleados. Otra vía de medici6n es la utilización de registros administrativos y considerar parados a aquellos que se inscriben como tales en las oficinas públicas de empleo. Esta vía infravalora el número de personas en situación de desempleo. Personas desanimadas o recién llegadas al mundo laboral, pueden no aparecer en estos registros. Si la tasa de desempleo es la proporción de parados en relación con la población activa, podemos suponer que la cifra proporcionada por la encuesta será algo más elevada que la real y que la derivada del paro registrado estará muy por debajo. En la medida en que los flujos de desempleo son frecuentes y tienden a serlo cada vez más, es

también más probable que un trabajador integre en algún momento de su vida el colectivo de parados, pero existe bastante consenso en que si el período de desempleo es breve, la situación no es realmente problemática. Como ocurría en el caso de la inflación, estos pasos rápidos por el desempleo antes de encontrar un nuevo empleo, que conocemos como paro friccional, pueden considerarse incluso positivos. Esta flexibilidad de los mercados laborales permite que la economía se vaya adaptando, reduciendo la dedicación de los factores en empresas y sectores en declive e incorporándolos a las empresas y sectores en auge. El número de desempleados no depende sólo de la frecuencia con la que los trabajadores pierden su empleo o el ritmo al que nuevos colectivos integran las cifras de la población activa, sino también de la duración del desempleo. La realidad muestra que la mayoría de quienes pierden su empleo encuentra rápidamente uno nuevo, pero que muchas de las personas que estaban paradas al comenzar el mes, no volverá a trabajar nunca. Personas de edad madura, trabajadores escasamente cualificados o con problemas de integración, muchas veces las mujeres... son colectivos sobre los que el paro de larga duración incide con más frecuencia. Desaprovechamiento de recursos. Desde una perspectiva fríamente económica, el coste fundamental y evidente del desempleo es que existen recursos disponibles que la sociedad no está utilizando. La economía crece, si es que lo hace, a ritmos inferiores a los potenciales. Esa menor produccion genera efectos negativos en cadena. Efecto redistributivo. El desempleo implica un efecto redistributivo claramente progresivo. El desempleo no se distribuye homogéneamente entre toda la población, sino que afecta normalmente en mucha mayor medida a los hogares con menores ingresos, a las personas con menores cualificaciones, a los colectivos marginales, a trabajadores de mayor edad independientemente de sus posibles cargas familiares. El desempleo, especialmente el de larga duración, es en nuestros días uno de los factores explicativos más importantes de las diferencias de renta entre los hogares y de las situaciones de pobreza. Efectos altamente negativos. El desempleo de larga duración puede generar aspectos muy desfavorables. En la medida en que el trabajo es el camino habitual de inserción social, de obtención de ingresos y de empleo del tiempo en el período activo de la vida, el desempleo puede dañar gravemente valores muy diversos como la cohesión social, la integración de los jóvenes en la sociedad, la autoestima personal del parado e, incluso, su salud física, las relaciones familiares, la seguridad ciudadana o la estabilidad democrática. Seguro de desempleo. Existe en la casi totalidad de los países desarrollados e implica que los trabajadores paguen una pequeña porción de su sueldo o salario, asegurando así el cobro de un subsidio en el caso de que pierdan involuntariamente su puesto de trabajo, temporal o indefinidamente. Normalmente la prestación que se recibe es inferior al ingreso que se percibía durante el período activo y suele tener un límite en el tiempo. El paro aumenta en los períodos recesivos y disminuye en épocas de auge. La mayoría de las salidas del mercado de trabajo tiende a aumentar cuando la actividad económica se ralentiza y las entradas crecen en los períodos en que la produccion crece a ritmos adecuados. Para impedir que aumente la tasa de desempleo es necesario que el PIB real crezca por encima de un determinado porcentaje. Tipos de paro Paro es la situación en la que se encuentran quienes, en edad laboral, deseando trabajar, no encuentran empleo. Paro cíclico. Dado que la población activa está creciendo normalmente y que también crece la productividad de los trabajadores, un nivel de producción estabilizado generaría un paro creciente, porque no absorbería los nuevos activos e incluso prescindiría de una parte creciente de los empleados. El paro cíclico está ligado a las depresiones económicas, pero se corrige teóricamente cuando reaparece la fase de auge correspondiente. Paro estacional. Desempleo que se produce en aquellos sectores productivos (como el agrario o el turístico) en los que las necesidades de trabajo se concentran en determinados períodos del año y se reducen drásticamente en otras. Paro friccional. Desempleados “transitorios” por haber dejado un empleo y hallarse a la

búsqueda de otro. Paro keynesiano. Desempleo provocado por un bajo nivel de la demanda agregada. Paro neoclásico. Desempleo provocado por la rigidez a la baja de los salarios. Paro voluntario. Situación en la que una persona potencialmente activa y con posibilidades de estar empleado, renuncia deliberadamente a trabajar. Para algunos autores liberales, puede calificarse como voluntario todo desempleo que podría solucionarse aceptando salarios más bajos. Paro involuntario. Porque no depende de la voluntad de los trabajadores, sino del conjunto de factores estructurales de los mercados que implican rigideces en los mismos. La dualización En los últimos tiempos se observa un fenómeno en el mercado laboral de gran importancia: la denominada dualización del mercado. La dualización hace referencia al hecho de que junto a unos trabajadores con empleos estables y razonablemente retribuidos, existe un colectivo importante de asalariados sujetos a una precarización creciente, que entran y salen de la situación de empleados con gran frecuencia y con retribuciones medias inferiores a las del primer colectivo. Ver otros conceptos como teoría de la búsqueda de empleo, salario de reserva, movilidad...

11.6 ¿INFLACIÓN O DESEMPLEO? En el análisis de oferta y demanda agregadas parece evidente que si nos acercamos a los niveles de pleno empleo nos encontramos con tensiones inflacionistas y que la estabilidad de precios parece exigir una cierta atonía de la demanda que implica probables cifras de desempleo elevadas. ¿Es preciso, entonces, elegir entre pleno empleo o estabilidad de precios? ¿Estamos ante dos objetivos incompatibles entre sí? La curva de Phillips En 1958 Phillips publicó un trabajo en el que ponía de manifiesto la relación estadística entre inflación de salarios y desempleo en el Reino Unido entre 1861 y 1957. A lo largo del tiempo podría observarse una relación inversa entre inflación y desempleo (gráfico 11.17). Gráfico 11.17. Curva de Phillips

Cerca del pleno empleo los precios tienden a subir, tanto porque la oferta es casi vertical, como por el hecho de que las demandas retributivas de los factores productivos son más fuertes, al no existir riesgo de desempleo. Por el contrario, en época de crisis, no existe escasez por el lado de la oferta y el temor al paro permite una mayor estabilidad de los precios. No obstante, el panorama empezó a cambiar cuando en la gran mayoría de los países comenzaron a darse simultáneamente problemas de elevada inflación y altas tasas de desempleo. El fenómeno conocido como estanflación, podría explicarse como un desplazamiento hacia arriba y hacia la derecha de la curva de Phillips, para poner de manifiesto que las tensiones entre paro e inflación se producirían en niveles más elevados de ambas variables. Cuando los individuos tienen expectativas de inflación, negocian sus rentas en función de

esas previsiones, pensando en términos reales de poder adquisitivo, y no meramente nominales... La deflación La deflación consistiría en el fenómeno inverso a la inflación: un declive generalizado y continuado de los precios. Teóricamente, los incrementos en la productividad permitirían una reducción de precios y ello sería beneficioso. En este caso, la oferta agregada se está desplazando hacia abajo y hacia la derecha, permitiendo ese proceso. Sin embargo, la experiencia muestra que esos procesos se dan con carácter sectorial, pero rara vez, de forma simultánea en el conjunto de la economía. Al compensarse unos procesos al alza y otros a la baja, el resultado general puede resultar equilibrado. Es más frecuente y peligrosa la deflación que procede de reducciones de la demanda agregada. En el deseo de controlar la inflación, con medidas monetarias restrictivas o/y reducciones del gasto público, puede caerse en un exceso que frene fuertemente la demanda, quizás deprimida autónomamente por un empobrecimiento generalizado o/y una caída del comercio internacional. Si la demanda cae, puede generarse un proceso deflacionista recesivo.

TEMA 12. UNA ECONOMÍA ABIERTA

Hasta el momento hemos estudiado los fenómenos económicos desde la perspectiva de economías cerradas, como si no existiera sector exterior. Sin embargo, en las economías modernas es evidente la extraordinaria importancia de los intercambios entre residentes de distintos Estados, es decir, del comercio internacional. Por otro lado, resulta cada vez más frecuente la estrecha interrelación entre las economías de diferentes países. Esta interdependencia hace impensable que los gobiernos intenten adoptar medidas de política económica sin tener en cuenta el contexto en el que tales medidas se aplican. El registro sistemático de los intercambios entre residentes y no residentes se lleva a cabo en un documento contable que es la Balanza de Pagos. La técnica contable de la partida doble con la que se registran estas operaciones hace que el saldo formal de la balanza sea cero, es decir, que ésta esté siempre equilibrada. Sin embargo, a efectos de estudiar sus componentes y de analizar los posibles efectos económicos derivados del comercio internacional, es frecuente dividir la Balanza de Pagos en sub-balanzas o cuentas, las cuales sí pueden arrojar un saldo deficitario o superavitario. El hecho de que estos intercambios entre residentes y no residentes tengan lugar en monedas diferentes nos remite al tipo de cambio, es decir, al número de monedas nacionales necesario para adquirir una moneda extranjera. La adopción de un modelo de tipo de cambio fijo o flexible también tiene importantes consecuencias para la economía interna del país, ya que el precio de la moneda nacional en relación al resto de monedas del mundo condiciona el volumen de comercio, exportaciones e importaciones y éstas afectan a la demanda agregada y, a través de ella, a la producción, la renta, el empleo, el nivel de precios, los tipos de interés...

12.1 LAS VENTAJAS DEL COMERCIO INTERNACIONAL El comercio internacional se define como el conjunto de intercambios que se produce

entre residentes de dos o más países diferentes. Lo consustancial al carácter internacional de comercio es la diferente residencia, con independencia de cuál sea la nacionalidad de los mismos. Un país podría optar por un modelo de autarquía, es decir, intentar producir en el interior de su territorio la totalidad de los bienes que necesita, pero la experiencia demuestra que ese modelo dificulta enormemente el desarrollo. Además, resulta imposible, puesto que raro es el país que dispone de todas las materias primas necesarias. Por ello, a lo largo de toda la historia, el comercio se ha ido extendiendo y desarrollando, alcanzando épocas como la actual, en la que la casi totalidad de los países dependen del comercio exterior para satisfacer su consumo y como salida de niveles importantes de su producción.

En la actualidad, el comercio internacional presenta dos rasgos importantes: Importancia creciente del comercio intraindustrial. Es aquel que tiene lugar cuando se realizan exportaciones e importaciones de bienes que son producidos por una misma industria (España exporta e importa simultáneamente automóviles). El peso del comercio de servicios (comercio invisible). El mero hecho de que existan diferencias en las capacidades o habilidades de las personas o países es ya un argumento poderoso para justificar la existencia de la conveniencia de un comercio internacional. A esta razón se uniría el dato de que con frecuencia resulta más eficiente concentrar la producción en un lugar y/o empresa, puesto que ello permite abaratar significativamente los costes unitarios de producción, es decir, aprovechar las economías de escala. Adam Smith, en el modelo conocido como ventaja absoluta señaló que los países deberían especializarse en la producción de los bienes que son capaces de producir a menor coste que los demás. No obstante, este modelo no era capaz de predecir qué sucedería si un mismo país goza de ventaja en la producción de todos o casi todos los bienes. David Ricardo expuso su teoría de ventaja comparativa, según la cual cada país se especializará en la producción y exportación de los bienes que puede producir con un coste más bajo en términos relativos. Es decir, preferirá centrarse en los bienes en cuya producción

es relativamente más eficiente, e importará los bienes que produzca con un coste relativamente elevado, en los cuales es comparativamente menos eficiente que los demás. Cuando cada país se ha especializado en la producción del bien en la que tiene ventaja comparativa, el intercambio permite el acceso a mejores combinaciones de bienes. Las posibilidades de consumo después del intercambio y de la especialización son mayores que las posibilidades de producci6n y de consumo en régimen de autarquía. Ver ejemplo de Inglaterra y Portugal en gráficos 12.1 y 12.2. 12.2 LAS RESTRICCIONES AL COMERCIO INTERNACIONAL Aunque nadie parece discutir las ventajas del comercio internacional, sin embargo, existen diferentes restricciones al mismo, entre las que cabe destacar las siguientes: El arancel Es un impuesto que grava la importación de bienes y es el más típico de los instrumentos proteccionistas. Se pueden distinguir los siguientes tipos: Aranceles fijos, cuando la cantidad exigida por cada unidad de bien importado es constante. Aranceles ad valorem, exigidos como porcentaje del precio de los bienes importados. En ambos casos el efecto básico es el mismo: incrementar el coste de los bienes importados. Si el arancel fuese tan elevado que ahogara por completo las importaciones hablaríamos de aranceles prohibitivos, aunque no habituales. Además del efecto penalizador sobre la libre entrada de productos, el arancel tiene una finalidad recaudatoria. Es una fuente de ingresos para el erario público. La introducción de un arancel altera el esquema de oferta y demanda, al menos en los siguientes aspectos: Los productores nacionales toman como referencia un nuevo precio: el precio mundial más el arancel. Esto les beneficia, ya que pueden vender a un precio más elevado que puede rentabilizar procesos que antes no lo eran. En definitiva, el arancel protege la industria nacional al reducir la competencia exterior. Comparativamente, la situación de las empresas nacionales mejora por el solo hecho de que los precios de los productos extranjeros se han incrementado como consecuencia del

establecimiento del arancel. Este mayor precio retrae el consumo. Si las compras de los consumidores disminuyen y las ventas de los oferentes nacionales aumentan, las importaciones se reducen. Si el país que ha aplicado el arancel es lo suficientemente importante en el mercado mundial, la reducción de compras puede deprimir el precio del resto de los mercados mundiales, mejorando así la relación real de intercambio que viene determinada por el cociente entre los precios de exportación y los precios de importación. Si el país es pequeño, este efecto es imperceptible. Consecuencia del establecimiento del arancel es la obtención por parte del Estado de unos ingresos adicionales, cuyo volumen será tanto mayor, cuanto mayores sean las importaciones y el porcentaje aplicado como arancel.

Por tanto, el arancel perjudica a los consumidores. Parte de esa pérdida de bienestar se recupera a través de la mayor producción nacional y de los ingresos del Estado, pero otra parte no se recupera por las distorsiones provocadas en el consumo y en la producción. El bienestar nacional ha disminuido. Si el país que aplica la protección es un demandante importante en el mercado mundial del producto afectado, la reducción de las importaciones provocará un descenso del precio mundial compensando el efecto interno del arancel, normalmente sólo en parte. De ahí que sea frecuente que las grandes potencias económicas defiendan el libre comercio, pero apliquen aranceles proteccionistas en cuanto interesa a sus productores nacionales. Otros instrumentos del proteccionismo Los contingentes

Consisten en fijar restricciones cuantitativas autorizando un número máximo de unidades susceptibles de importación. La diferencia esencial con el arancel es que el contingente no aporta ingresos al Estado. Los contingentes benefician a quienes disfrutan de la licencia para importar, que compran fuera más barato de lo que se exige en el mercado interno y venden dentro más caro. De este modo, la diferencia entre los precios exteriores bajos y los interiores más altos permite a los propietarios de licencias de importación obtener ciertos beneficios conocidos como rentas de la cuota. Los subsidios a la exportación

Con este instrumento se pretende apoyar a las empresas nacionales en los mercados internacionales. Como la concesión de ayudas directas se considera una práctica desleal, los subsidios a la exportación pueden aparecer encubiertos bajo ciertas medidas más sutiles como, por ejemplo, a través de las subvenciones a la investigaci6n necesaria en sectores orientados a la exportación. Las empresas nacionales podrán vender más en el extranjero gracias a esas ayudas, pero sólo estarán dispuestas a vender en el mercado interior si es a ese mismo precio exterior (precio mundial + subsidio), es decir, se encarecerán los precios nacionales. Este mayor precio retrae las compras a los consumidores nacionales. Los perdedores de esta política son de nuevo estos últimos, así como el Estado, que tiene que desembolsar el subsidio. Las restricciones voluntarias a la exportación

Consisten en la fijación de una cuota al comercio impuesta por el país exportador, en lugar del país importador. Generalmente su establecimiento obedece a un convenio con el país importador, con el fin de evitar otras restricciones comerciales. Una diferencia importante es que los ingresos no son para el país importador (como lo habrían sido en el caso de que se hubiera aplicado un arancel), sino para el país exportador. Por ello, es también posible que sean los propios países exportadores, cuando controlan significativamente la oferta mundial de un producto, los que voluntariamente restrinjan las cantidades que sacan al mercado. Otras barreras no arancelarias Estos instrumentos pueden consistir en la exigencia de requisitos técnicos, sanitarios, de etiquetado... cuya especificación pretende (bajo la apariencia de garantizar la calidad de los productos y defender a los consumidores, la salud pública o el medio ambiente) dejar fuera del mercado y/o imponer costes adicionales a los productos extranjeros. Argumentos a favor del proteccionismo Las exportaciones suponen el desarrollo de la industria nacional y las importaciones lo debilitan. Por lo tanto, la tentación evidente de toda nación es proteger a los productores nacionales poniendo trabas a las importaciones y favoreciendo su salida al exterior. Ese trasfondo de fortalecimiento nacional es el que puede encontrarse detrás de los diferentes argumentos que pretenden justificar el proteccionismo, que podrían resumirse en los siguientes: Estímulo de la producción nacional, el empleo y las exportaciones, al menos a corto plazo. La protección aumenta el volumen de contratación de trabajadores al elevar los precios de las importaciones y/o desviar la demanda hacia la producción nacional. Lucha contra el dumping, ya que aunque éste parece beneficiar inicialmente a los consumidores del país importador, en forma de precios más bajos, a medio plazo, amenaza con provocar la ruina de la industria nacional. El dumping es una práctica que consiste en vender en los mercados exteriores a precio inferior

al coste o al precio nacional. Protección de las denominadas industrias nacientes para permitir que éstas puedan superar con éxito el período inicial de su puesta en marcha. 12.3 LA BALANZA DE PAGOS Concepto La Balanza de Pagos es un documento contable en el que se registran sistemáticamente, siguiendo la técnica de la partida doble, todos los intercambios realizados entre residentes y no residentes en un período de tiempo que, normalmente, es de un afro natural. De este modo, es posible conocer como se están utilizando los factores productivos nacionales y cuál es el impacto para la propia estructura productiva del país de los intercambios que se realizan con el exterior. Tanto las exportaciones como las importaciones afectan a la demanda agregada y, los movimientos monetarios a ellas asociados, tienen también sus efectos sobre la masa monetaria en circulación y sobre el control de la inflación. El hecho de que se emplee la técnica contable de la partida doble implica que, formalmente, la Balanza de Pagos esté siempre equilibrada; es decir, su saldo es cero o, si se prefiere, la suma de la columna de ingresos es igual a la suma de la columna de pagos. Supuesto el equilibrio contable, es frecuente que se agrupen distintas operaciones al objeto de analizar el comportamiento de determinados saldos. El criterio empleado para considerar la operación susceptible de registro contable en la Balanza de Pagos es el de residencia, basado en el centro de interés económico de la unidad que interviene en la transacción, independientemente de su nacionalidad, según vimos en la Contabilidad Nacional. Por tanto, no es una cuestión de fronteras geográficas ni territoriales, sino que lo relevante es el lugar desde el que se realiza y se tiene intención de seguir realizando actividades y/o transacciones económicas durante un largo período de tiempo (un año o más). Conviene tener presente además que, en el caso de España, al formar parte del mercado único desde su puesta en marcha en enero de 1993, es necesario distinguir entre comercio extracomunitario y comercio intracomunitario. Con el propósito de no confundir estos términos se propuso hablar de expediciones e introducciones para referirse respectivamente a las ventas y a las compras de bienes, servicios y capitales entre los países miembros. Las exportaciones o importaciones se agrupan en las sub-balanzas siguientes: Balanza por cuenta corriente Recoge la exportación e importación de mercancías, servicios, rentas de trabajo y de capital y las transferencias corrientes. En general, en las operaciones corrientes, las anotaciones que implican ingresos para residentes en el país son entradas con efecto expansivo, mientras que las que implican pagos a residentes en el exterior son salidas, con efecto contractivo. Ver conceptos de mercancías, servicios, rentas y transferencias corrientes. Balanza por cuenta de capital En ella se incluyen: Las transferencias de capital unilaterales. La adquisición y enajenación de activos no financieros no productivos. Cuenta financiera Las operaciones anotadas en esta cuenta afectan a la posición acreedora o deudora del país y se clasifican según la clase de inversión de que se trate o haciendo un desglose funcional.

Las entradas de capital se anotan en ingresos y las salidas de capital se anotan en pagos. Las anotaciones se hacen en términos netos, tanto en variación de activos como de pasivos, es decir, inversiones menos desinversiones. Se distinguen los siguientes componentes en la cuenta financiera: Inversión directa. Inversión en cartera. Otra inversión. El análisis de la Balanza de Pagos Será preciso analizar la evolución de nuestra Balanza Comercial, es decir, el saldo de las importaciones y exportaciones de Bienes y Servicios.

Tasa de cobertura. Indica la proporción del valor de las importaciones de un país que puede financiarse con el valor de sus exportaciones en un período de tiempo determinado. Su cálculo se obtiene dividiendo el valor de las exportaciones entre el valor de las importaciones de esa misma clase, expresando el resultado de dicho cociente en tanto por ciento. Si la tasa es inferior a la unidad, las exportaciones son menores que las importaciones y, por tanto, estaremos ante un déficit comercial y si es superior a la unidad, ante un superávit comercial. Relación real de intercambio. Es el cociente entre el índice de precios de las importaciones y el índice de precios de las exportaciones. Si los precios interiores crecen más deprisa que los de los países con los que nos relacionamos comercialmente, se deteriorará la relación de intercambio, lo que será síntoma de nuestra progresiva pérdida de competitividad y la previsible evolución negativa de nuestra tasa de cobertura y, por consiguiente, del saldo de la Balanza Comercial. Saldo negativo o positivo. Si el saldo por cuente corriente es positivo, es decir, si hay superávit, el ahorro nacional es suficiente para financiar la inversión nacional. Un saldo deficitario, al contrario, pone de manifiesto que el ahorro nacional es insuficiente para financiar la inversión nacional. Recordemos que el equilibrio real exige la igualdad entre las entradas y las salidas. En una economía cerrada, ello exigía la igualdad ahorro/inversión, incluyendo en ambos su

componente, tanto público como privado. En una economía abierta, debemos añadir importaciones y exportaciones, y resultaría entonces que: Ahorro + importaciones = inversión + exportaciones

O, lo que es lo mismo, Ahorro – inversión = exportaciones – importaciones = saldo de balanza corriente

Si la diferencia entre ahorro e inversión es positiva, tendremos superávit corriente en nuestra Balanza de Pagos y ello indica que el exceso de ahorro interior (respecto a la inversión interior) está financiando a los residentes en el exterior. Por el contrario, un déficit corriente se correspondería con que la inversión interior es superior al ahorro interior y, por lo tanto, que la financiación exterior está cubriendo esa diferencia. El saldo corriente puede verse compensado, parcial o totalmente, o agravado por los movimientos de la cuenta de capital. Por eso, incorporamos al saldo por cuenta

corriente el saldo de la cuenta de capital y obtenemos la capacidad o necesidad de

financiación: Cuando la suma de la cuenta corriente y de la cuenta de capital registra un saldo positivo, nuestra economía presta al resto del mundo porque tiene capacidad de financiación. Este préstamo se registra a través de la cuenta financiera. Si el saldo es negativo revela la necesita de financiación, que es cubierta mediante préstamos recibidos del resto del mundo. 12.4 LOS TIPOS DE CAMBIO Principales sistemas de tipos de cambio El hecho de que el comercio internacional se realice entre residentes de dos o más países diferentes hace que intervengan en él monedas distintas. Esto comporta la necesidad de establecer la equivalencia de la moneda nacional con relación al resto de monedas del mundo o, si se prefiere, definir su tipo de cambio, así como la existencia de unos mercados para que dichos intercambios se produzcan y unas reglas de juego que regulen el comportamiento de los agentes del comercio internacional. El tipo de cambio determina el precio de una moneda en relaci6n con otra, afectando, por tanto, a los precios relativos de los bienes y servicios producidos en un país en comparación con los producidos en otros. El tipo de cambio se expresa como la relación que hay entre la moneda nacional y la moneda extranjera que se toma como referencia, es decir, cuantas unidades de la moneda nacional son necesarias para adquirir una extranjera. Se distinguen los siguientes tipos de cambio: Tipo de cambio fijo. Cuando su valor viene determinado por las autoridades económicas. Ante cualquier variación del mismo, las autoridades se comprometen a mantenerlo en el nivel que previamente hubieran fijado. Por ejemplo, el patrón oro. Tipo de cambio flexible. Son los propios mercados de divisas los que determinan el valor de una moneda con relación a las demás. De este modo, las variaciones del tipo de cambio

absorben los déficit o superávit de la Balanza de Pagos. Así: - Cuando un país tiene un exceso de ingresos sobre los pagos (superávit) el tipo de cambio descenderá o, lo que es lo mismo, su moneda se aprecia en relación con los demás. - Cuando los pagos exceden a los ingresos (déficit) la moneda nacional se deprecia. Si los Bancos Centrales no intervienen para controlar la evolución del tipo de cambio, los mercados actúan libremente, pero no es infrecuente la intervención para evitar fluctuaciones. Oferta y demanda de divisas La demanda de divisas viene determinada por las importaciones de mercancías, servicios y rentas y por las transferencias pagadas, así como por las exportaciones de capital. Desde España, un importador de petróleo o un turista que se desplaza a Norteamérica, demanda dólares y oferta a cambio euros, porque es en aquella moneda en la que debe pagar la mercancía o los servicios. Lo mismo ocurre si quiere invertir en otro país. La oferta de divisas depende fundamentalmente de las exportaciones de mercancías, servicios y rentas y de las transferencias recibidas, así como de las importaciones de capital. El mercado de divisas enfrenta ese juego de oferta y demanda, del que resulta el precio que no es otro que el tipo de cambio (gráfico 12.5). A largo plazo, el factor decisivo de la cotización de una moneda vendrá marcado por la evolución de la relación real de intercambio, es decir, por la evolución de la competitividad en relación con el resto del mundo, pero a corto plazo, son mucho más decisivos los movimientos de capital, con un fuerte componente especulativo. Si el sistema es flexible: Un aumento de la oferta de divisas (es decir, un aumento de nuestras exportaciones de bienes y servicios o de las importaciones de capital) se refleja en un desplazamiento de la curva de oferta hacia la derecha: el nuevo tipo de cambio de equilibrio se sitúa a un nivel inferior, es decir, necesitamos menos moneda nacional para comprar cualquier moneda extrajera o, lo que es lo mismo, nuestra moneda se ha apreciado con relación a las demás. Si lo que ocurre es que ha crecido la demanda de divisas (porque han aumentado nuestras importaciones o porque se ha producido una mayor salida de capital español hacia el extranjero) el efecto será el contrario. La curva de demanda se desplaza hacia la derecha y esto determina un nuevo tipo de cambio mayor que el inicial). En este caso decimos que nuestra moneda se ha depreciado. 12.5 EL EQUILIBRIO MACROECONÓMICO EN UNA ECONOMÍA ABIERTA

La introducción de las relaciones con el exterior implica matizaciones importantes en los modelos que hemos visto para una economía cerrada. La propensión marginal a importar actúa como un freno para el efecto multiplicador. En cambio, las exportaciones son entradas en el flujo circular y su aumento o disminución tiene un efecto expansivo o contractivo interior. Cualquier movimiento de las curvas de demanda u oferta que implicaran incrementos de precios por encima de la inflación de los países del entorno comercial, tendría importantes consecuencias sobre la competitividad exterior. Al deteriorarse la relación real de intercambio, las exportaciones sería menos competitivas y las importaciones más atractivas, con el consiguiente deterioro de nuestra balanza comercial. Ese deterioro perjudicaría a las expectativas sobre el tipo de cambio de nuestra moneda, por lo que también los capitales extranjeros tenderían a salir en busca de otras monedas con mejores perspectivas. Consecuentemente: Si el tipo de cambio es flexible se elevaría, corrigiendo la pérdida de competitividad porque la

depreciaci6n de nuestra moneda vuelve a hacer más competitivas nuestras exportaciones, pero a costa de que las importaciones resultarían más caras y la inflaci6n interna se agravaría, realimentando el proceso. Si el tipo de cambio es fijo, el Banco Central se vería obligado a sostener la cotizaci6n, comprando la divisa nacional para cubrir el exceso de oferta, soportando pérdidas importantes (porque compra un valor en baja) y agotando sus reservas. Cuando esto ocurre tendrá que devaluar. La inflación interna más elevada que en el entorno provoca una pérdida de competitividad que presiona inevitablemente hacia la depreciación o hacia la devaluación. Aparentemente con efectos compensatorios automáticos. Sin embargo, aunque el aumento del tipo de cambio, o la pérdida de valor de la moneda frente a las del resto del mundo, abarata los productos del país

y encarece los productos extranjeros, su efecto sobre el saldo de la balanza comercial depende de las elasticidades respecto al tipo de cambio real de las importaciones y de las exportaciones. Para que la devaluación permita mejorar el saldo por cuenta corriente, es necesario que los volúmenes de exportaciones y de importaciones sean lo suficientemente elásticos al tipo de cambio real. Las medidas políticas internas pueden en algún caso verse reforzadas por los comportamientos exteriores. Por ejemplo, una política monetaria restrictiva con el objetivo de reducir las presiones inflacionistas eleva los tipos de interés. En conclusión, las políticas de demanda expansivas no coordinadas en una economía abierta pueden no sólo perder eficacia sino, incluso, provocar un efecto contrario al deteriorarse la Balanza de Pagos, generándose inflación y desempleo. Por el contrario, las políticas restrictivas podrían encontrar un refuerzo en las reacciones exteriores. 12. 6 LOS PROCESOS DE INTEGRACIÓN ECONÓMICA. ESPECIAL REFEERENCIA A LA UNIÓN EUROPEA. Niveles de Integración Económica. La integración económica. Es una forma avanzada de cooperación internacional que persigue la supresión de las barreras comerciales entre un grupo de países, con diversos grados de avance que pueden llegar hasta la creación de un mercado único. Entre las distintas formas posibles podemos destacar las siguientes: Las preferencias aduaneras. Los territorios aduaneros participantes se conceden recíprocamente ciertas ventajas aduaneras no aplicables a terceros países debido a la suspensión internacionalmente aceptada de la cláusula de nación más favorecida, P.e. la Commonwealth británica. Las zonas de libre comercio. Se caracterizan por la supresión – desarme arancelario – de las trabas aduaneras y comerciales en el área integrada y por el mantenimiento de los aranceles propios frente a terceros países. Es poco estable y de naturaleza transitoria. Este tipo de integración puede provocar situaciones de desvío de comercio al pretender introducir mercancías de terceros países en el territorio integrado a través del país que mantenga una menor protecci6n exterior, para luego llevarlas sin pagar derecho aduanero alguno a cualquier otro país miembro con mayor arancel frente al exterior. Ejemplo sería la EFTA (Asociaci6n Europea de Libre Comercio). Las uniones aduaneras. Son una forma más completa de integración económica. Su creación supone la supresión de las trabas arancelarias y comerciales intracomunitarias. Es difícil que este tipo de integraci6n se dé en la realidad. Ejemplo sería el tratado para la creación del Benelux El mercado común. Añade a las características de la unión aduanera la libre circulación de los factores de producci6n. Este fue el propósito del Tratado de Roma por el que se creó la CEE La integración económica plena. Incorpora al mercado común la existencia de políticas económicas únicas, incluyendo la posibilidad de una moneda única. Se habla entonces de Unión Económica y Monetaria de la cual se derivan importantes implicaciones políticas que se

concretan en la necesaria cesión de soberanía nacional a favor de las instituciones comunitarias. La Economía de la Unión Europea. Uno de los procesos más avanzados de integración económica lo constituye el proyecto europeo que está consolidándose en una Unión Económica y Monetaria. La Unión Europea surgió para tratar de superar los desoladores efectos de la Segunda Guerra Mundial y garantizar la paz y la prosperidad. Su antecedente más inmediato fue la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) que se creó en 1952. Los países fundadores suscribieron en 1957 los Tratados Constitutivos de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (EURATOM) y de la Comunidad Económica Europea (CEE). Veinte años después los avances se

consolidaron con la implantación en 1979 de un sistema monetario Europeo (SME) y más tarde (1987) con la firma del Acta Única Europea y el Tratado de la Unión Europea (1992)

más conocido como Tratado de Maastricht. Con posterioridad se ha firmado el tratado de Ámsterdam (2 de octubre de 1997). La política Agrícola Común (PAC) Son objetivos de la misma incrementar la productividad de la agricultura para garantizar un nivel de vida equitativo a los agricultores, estabilizar los mercados, garantizar la seguridad de los abastecimientos y asegurar al consumidor los suministros a precios razonables. Los instrumentos son las organizaciones comunes de mercado – con una fuerte protección de los precios mediante la intervención en el mercado interior - , las exacciones reguladoras de las importaciones, los límites de produccion (para leche y azúcar), la mejora de las condiciones de produccion mediante ayudas a las explotaciones agrarias, la mejora de estructura des de comercialización, las ayudas para compensar las desventajas naturales y los programas especiales para las zonas desfavorecidas y las regiones mediterráneas. La PAC absorbe casi el 50% del presupuesto comunitario y el 90% de las normas comunitarias. La PAC es una política controvertida porque es excesivamente proteccionista frente al exterior y

ha generado importantes excedentes de productos que el mercado interno no puede absorber y que encuentra difícil salida en los mercados mundiales. Además ha propiciado la aparición de los buscadores de rentas, es decir, individuos cuyo único objetivo es conseguir la subvención. La política comercial común Es la encargada de convertir a la UE, en una zona de intercambios delimitada frente a terceros y en cuyo interior sean de plena aplicación los siguientes elementos: El establecimiento de un mercado común, la eliminación de los derechos de aduana, de las restricciones cuantitativas y demás medidas de efecto equivalente y la supresión de los obstáculos a la libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales. Para ello, se ha ido articulando en torno a cuatro principios: Un arancel común frente a terceros países, unidad de comportamiento al adoptar medidas liberalizadoras, identidad formal al concluir acuerdos arancelarios e igualdad de actuación a la hora de implantar medidas a favor de la exportación o de la defensa comercial, cuya paulatina aplicación conducirá al denominado “mercado interior”. La libre circulación de mercancías ha alcanzado un alto grado de realización, muy superior al del resto de libertades comunitarias, como las relativas a la libertad de circulación de las personas y servicios. La política Común del Transporte Es su objetivo conseguir la libre movilidad de personas y de mercancías en el mercado interior europeo y desde y hacia terceros países, actuando de manera respetuosa con el medio ambiente. La política de competencia Los objetivos se centran en la creación de las condiciones adecuadas para que los mercados funcionen de forma perfectamente competitiva, evitando la formación de monopolios y otras prácticas restrictivas de la competencia que permitan la fijación de precios en perjuicio de los consumidores. Para ello la UE, solo admite la existencia de monopolios estatales en los

servicios postales, cuenta con instrumentos para prohibir los cárteles en el mercado interior europeo, así como el abuso de posiciones dominantes en el mercado y para garantizar la igualdad de trato a la empresa pública y a la privada, estableciendo controles sobre las operaciones de concentración y las ayudas públicas. La Política medioambiental Los primeros pasos en este campo tienen lugar en 1971, como consecuencia de los deseos de regular determinados aspectos ambientales como requisito para evitar ciertas distorsiones de la competencia en el mercado. Esta preocupación se mantiene en el Tratado de Maastricht, que incorporo como principal objetivo comunitario promover un crecimiento sostenible que respetara el medio ambiente.

La aplicación de los principios de prevención y preservación, así como del de que “quien contamina paga” y el de corrección en la fuente, ha estado presente en las acciones comunitarias en esta materia, reconociéndose que los Estados miembros son libres de adoptar sus medidas. Políticas a favor de la cohesión La cohesión supone, tanto la atenuación de las disparidades regionales, como una mayor democratización en la adopción de decisiones y la percepción del sentimiento de ciudadanía comunitaria por los habitantes de toda la UE, incluidos los de las regiones más desfavorecidas. Una cohesión, tanto económica como social. En el seno de la UE se ha previsto un amplio conjunto de instrumentos orientado a reducir las divergencias entre los Estados miembros. Estos instrumentos FEDER, FEOGA Orientación, FSE e IFOP, buscan potenciar la cohesión económica y social. El FEDER (Fondo Europeo de Desarrollo Regional, 1975). Su propósito inicial era la corrección de los principales desequilibrios regionales. Dicho propósito se ha ido ampliando dando lugar a una auténtica política regional comunitaria. El FSE (Fondo Social Europeo, 1960). Es el instrumento más importante de la política social comunitaria cuyo objetivo es la supresión de obstáculos a la libre circulación de trabajadores de modo que las diferentes condiciones laborales de los mismos no sean causa de distorsiones en la competencia entre los Estados miembros. Progresivamente se ha ido ampliando su campo de acción, coordinándose con las actuaciones en materias de empleo y formación profesional o incorporando el fomento de la movilidad de los trabajadores y de las oportunidades de empleo. El FEOGA Orientación. Esta sección del Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agrícola se encarga de racionalizar, modernizar y mejorar las estructuras agrícolas, para lo cual subvenciona proyectos nacionales. Sus acciones pueden revestir un carácter regional o general. El IFOP (Instrumento Financiero de Orientación Pesquera). Agrupa bajo esta denominación los instrumentos comunitarios para la pesca. Su aplicación se extiende a todas las regiones y su tarea primordial es favorecer la competitividad de las estructuras y contribuir al desarrollo de empresas económicas viables en el sector pesquero, haciendo compatibles las exigencias de la capacidad pesquera con la conservación de los recursos. Desde el 30 de marzo de 1993 se ha puesto en funcionamiento un instrumento adicional que es el fondo de cohesión cuya misión es reforzar la cohesión económica y social de la Comunidad para lo cual sus recursos (de los que se benefician exclusivamente los países con un PIB per cápita inferior al 90 por 100 del medio europeo) se destinan prioritariamente a la financiación de obras de infraestructura de transporte y medio ambiente con el objetivo de reducir las divergencias entre las economías de los países de la Unión europea. La principal debilidad de todos los programas que hemos visto, y de la unión europea en general, deriva de la escasa importancia cuantitativa de los Presupuestos

Comunitarios, que no alcanzan el 2 por 100 del PIB de los países integrados.

TEMA 13. CRECIMIENTO Y DESARROLLO

En este tema vamos a enfrentarnos con la perspectiva del largo plazo, con el crecimiento y el desarrollo. Ahora queremos profundizar en cuestiones como saber porque unos países son más ricos y avanzados, porque determinados fenómenos son frecuentes en unos países y no en otros, o cuáles son las relaciones entre los ricos y los pobres en el ámbito internacional. Frente a la hipótesis implícita hasta ahora de que no variaba la frontera de posibilidades de producción, intentaremos saber de qué depende el que esa frontera esté más o menos alejada del origen. Los procesos se medirán aqui por décadas. Intentaremos comprender que factores obstaculizan el crecimiento o lo favorecen y como analizar adecuadamente los problemas del subdesarrollo.

13.1 EL CRECIMIENTO ECONÓMICO Y SUS CONDICIONANTES

Concepto y medición Existe crecimiento económico cuando aumenta la capacidad productiva real de un país a lo largo del tiempo. La primera forma de medir el crecimiento de un país es atender a la tasa media de aumento de su PIB en términos reales, a lo largo de un amplio período de tiempo.

PIB (Producto Interior Bruto) Conjunto de bienes y servicios finales producidos en un territorio en un período de tiempo.

Mientras en el corto plazo podemos considerar poco relevante el dato de la población que obtiene ese Producto, en el largo plazo tenemos que tomar en consideración la evolución demográfica porque las variaciones pueden ser muy significativas. Salvo caso de crisis graves, es normal que el PIB real de cualquier país presente un perfil creciente si tomamos un lapso de tiempo suficientemente amplio, pero no siempre ello supone una evidente mejora en las condiciones de vida de los ciudadanos de ese país. Supongamos dos economías que han duplicado su PIB en el período comprendido entre 1969 y 1999. En una de ellas la población se ha mantenido estacionaria entre ambos años. En la otra, la población se ha multiplicado por dos. Podemos afirmar que los ciudadanos del primero de los países han mejorado notoriamente su nivel de vida, pero albergaremos seria dudas

sobre el posible avance en el segundo, dado que la producción ha crecido al mismo ritmo que la población que vive de ella. Mientras cada ciudadano del primer caso dispone en 1999, como media, del doble de producto que en 1969, en el segundo caso, los ciudadanos no han visto variar su media de producto entre ambos años. Por ello, es importante acudir al PIB real por habitante (per cápita) para hacernos una idea más aproximada de cómo ha podido variar realmente el nivel de vida de los ciudadanos de un país a lo largo del tiempo. No obstante, los problemas se complican cuando queremos llevar esos índices a la comparación internacional. Las dificultades de medición y las convenciones obligadas pueden llevar a desviaciones de gran envergadura en las cifras estimadas. Factores condicionantes El crecimiento de una economía depende: 1) De la evolución de los factores productivos de que dispone 2) Del aumento de la productividad de los mismos. Dado que la productividad suele medirse en relación con el factor trabajo, podemos resumir todo en la siguiente fórmula: Tasa de crecimiento de la producción = tasa de aumento de las horas trabajadas +

tasas de aumento de la productividad (por hora trabajada)

Número de horas trabajadas El número de horas trabajadas totales, depende fundamentalmente de: Factores demográficos. El crecimiento o decrecimiento de la población implica una mayor o menor disponibilidad potencial de fuerza de trabajo. La evolución de la población en edad laboral repercute muy directamente en las cifras de población activa. En algunos períodos pueden ser significativos los movimientos migratorios de población activa (emigratorios o inmigratorios, según los casos). La tasa de actividad. No toda la población en edad teórica de trabajar desea incorporarse a la vida laboral. Las cifras de población activa pueden variar de forma importante según cuál sea la tasa de incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, la tendencia hacia jubilaciones anticipadas o retrasadas, la prolongación o acortamiento de los procesos educativos, etc. La jornada laboral. La tendencia clara del siglo XX, al menos en los países desarrollados, ha sido la del decrecimiento del número de horas de trabajo per cápita, tanto por la reducción general de la jornada laboral semanal, como por el aumento de trabajadores con dedicación a tiempo parcial. Ambos cambios reflejan tanto los incrementos en la productividad, como los cambios sociales referentes a nuevos modelos de familia y a la consolidación creciente de una civilización de ocio. Estos procesos distan de presentarse tan claramente en países con menores niveles de vida. Evolución de la productividad

El segundo factor relevante para explicar el crecimiento económico es la evolución de la productividad, en la que tiene una repercusión importante el aumento del capital utilizado en

la produccion. Podemos destacar algunos factores especialmente relevantes para explicar los factores condicionantes de la productividad y las tasas de crecimiento: La inversión. Condición necesaria para mantener e incrementar el capital utilizado en la produccion. En la medida en que aumente la inversión con relación al PIB puede aumentar también el capital por trabajador e incorporar procesos más eficientes que repercutan en una mayor productividad por cada persona ocupada. El capital humano. El gasto en educación y formación mejora la cualificación de los trabajadores, favorece su capacidad para adaptarse y asimilar las innovaciones y aparece en numerosos estudios como la principal fuente explicativa del crecimiento económico. La educación obligatoria y su extensión en el tiempo son un primer factor relevante para elevar el capital humano de las naciones. La innovación tecnológica. Es posiblemente el factor explicativo más importante del crecimiento económico observado en el siglo XX. En nuestros días, la mayor parte de los avances tecnológicos son el resultado de fuertes inversiones previas en I + D + I (investigación + desarrollo + innovación). La adaptación sectorial. El proceso de crecimiento exige que los recursos disponibles se dirijan hacia los sectores más productivos, propiciando la elevación de la productividad media del

sistema. El primer salto experimentado por los países desarrollados está ligado a la transformación de las sociedades agrícolas primero en economías industriales y, posteriormente, en sociedades de servicios. En los modelos más recientes, el progreso técnico aparece como el auténtico generador

del crecimiento, mientras que la acumulación de capital es simplemente la

incorporación de aquel al proceso productivo. 13.2 LOS BENEFICIOS Y LOS COSTES DE CRECIMIENTO El crecimiento económico permite la mejora del nivel de vida y el acceso a más y

mejores bienes y servicios, genera puestos de trabajo y posibilita más fácilmente la solución de conflictos sociales y mejoras en la distribución de la renta. No obstante, el crecimiento comporta unos costes que es preciso valorar y poner en comparación con los beneficios: Costes de oportunidad. La opción por el crecimiento tiene unos costes de oportunidad. Es necesario el ahorro, la renuncia al consumo presente, para financiar las inversiones que permitan el crecimiento, el mayor consumo futuro. De alguna forma, solo podemos crecer con alguna renuncia al bienestar presente. Colectivos perjudicados. Todo proceso de crecimiento conlleva ajustes desiguales, con colectivos beneficiados y colectivos perjudicados. Todo avance tecnológico crea un buen número de empleos, pero implica la destrucción de otros muchos. El crecimiento industrial se hizo a costa de una fuerte caída del empleo en el sector agrario y los avances de la robótica y la informática están suponiendo la amortización de miles de puestos de trabajo tradicionales. La historia conoce frecuentes episodios de destrucción de máquinas por parte de trabajadores que las veían como implacables enemigos. Tampoco el crecimiento garantiza mejoras en la distribución en la renta. De hecho, la historia parece mostrar que los períodos iniciales de crecimiento acelerado van acompañados de desigualdades muy importantes en la renta y de concentración del poder económico y la riqueza en pocas manos. Las preocupaciones que vienen manifestándose respecto a las consecuencias del crecimiento

económico sobre el entorno natural pueden agruparse en tres aspectos fundamentales: El agotamiento de los recursos naturales La preocupación por este problema se relaciona popularmente con el nombre de Malthus, quien ya en los comienzos del siglo XIX manifestaba su temor de que los recursos existentes en la naturaleza llegaran a ser insuficientes para permitir la supervivencia humana sobre la tierra, dado que la población crecía a ritmos muy superiores a los que experimentaba la producción de alimentos. Esta idea inicial de Malthus se ha ido trasformando. La vieja preocupación maltusiana de insuficiencia de la producción de alimentos se ha visto sustituida por el temor al agotamiento de las reservas de materias primas básicas, preocupación no compartida por la mayoría de los economistas que confía en las reacciones tecnológicas y en el juego de incentivos del mercado. A partir de la experiencia, se supone que cualquier peligro

de escasez genera incrementos de precios que por sí mismos racionarán el correspondiente consumo. Se buscarán productos alternativos, se utilizarán procesos y se fabricarán bienes con consumos inferiores. Actualmente el problema en este sector lo representa el supuesto de determinados recursos naturales que responden a un proceso de reproducción. En este caso la preocupación se basa en la dudosa capacidad de la propia naturaleza para seguir produciendo en el futuro los recursos necesarios. Puede ser imprescindible algún tipo de medida restrictiva que garantice esos procesos de reproducción natural. Por ejemplo, la sobreexplotación agraria, que no respeta los tradicionales años de barbecho para la regeneración de la tierra, puede llevar a una reducción progresiva de su fertilidad; la caza o pesca ilimitada que impida la conservación de las especies. La generación de desechos El hombre no puede crear ni destruir la materia o la energía, sólo transformarlas. El ciclo producción-consumo aparecería así como un proceso que utiliza recursos naturales y genera desperdicios, una transformaci6n de la naturaleza consistente en la sustitución progresiva de recursos valiosos por desechos inservibles. El crecimiento supone un beneficio a corto plazo, pero un grave perjuicio para las generaciones futuras. Sólo un menor crecimiento y el reciclaje pueden paliar el proceso.

La solución para detener este proceso de deterioro exige que se reduzca no sólo la utilización de recursos naturales, sino también que disminuya el vertido de desperdicios, a través de la reducción de los ritmos de crecimiento y reciclaje. El deterioro medioambiental Los dos puntos anteriores pueden condensarse en este último, puesto que uno y otro aspecto son datos parciales del problema general que es el progresivo empeoramiento de las condiciones naturales. Las emisiones de CO2, la contaminación de los ríos y de los mares (especialmente acelerada en los interiores), el efecto invernadero, el calentamiento de la atmósfera, el deterioro de la capa de ozono, los cambios climáticos en general... son algunos de los temas que fuentes ecologistas denuncian permanentemente, con la circunstancia agravante adicional de que algunos de esos procesos son peligrosamente irreversibles: el daño causado quedará para siempre, porque ya no es posible restaurar el estado precedente. El coste del deterioro se está ya pagando, especialmente con perjuicios importantes para la salud, con enfermedades que se generalizan o incluso de nueva aparición, con desastres naturales de consecuencias cada vez más catastr6ficas. Los últimos esfuerzos por conseguir un equilibrio entre las distintas posturas y entre las ventajas y los costes del crecimiento aparecen ligados al concepto de desarrollo

sostenible. Se partiría de la aceptación de que el crecimiento es deseable, pero la discusión se referiría, no a si se crece o no se crece, sino a como se crece. Desde esta perspectiva, la primera medida necesaria seria abandonar el Producto Nacional como índice utilizado para medir el nivel de crecimiento y dar paso a otras medidas que incorporen aspectos cualitativos. El desarrollo sostenible pone el acento en el crecimiento cualitativo. Por ello, se propone buscar indicadores de crecimiento, potenciar los sectores productivos dedicados a la protecci6n del medio ambiente y fijar unos límites ecológicos al crecimiento. Unos y otros límites podrían ser los siguientes: El ritmo de explotación de los recursos renovables no debe exceder al de regeneración. El ritmo de explotación de los recursos no renovables no debe exceder al de creación de sustitutos renovables. La emisión de desechos no debe exceder a la capacidad asimiladora del ambiente. Las soluciones medioambientales requieren medidas a escala planetaria. Los acuerdos son problemáticos por las distintas situaciones de los diferentes países y por la dificultad de controlar eficazmente su cumplimiento. 13.3 EL DESARROLLO ECONÓMICO. Problemas terminológicos Mientras el crecimiento se refiere tan sólo al aumento de la producción, el concepto de desarrollo incorpora, además, aspectos cualitativos y estructurales. El desarrollo supondría al mismo tiempo el crecimiento económico y las transformaciones técnicas e institucionales necesarias para que se produzca. En la medida en que los países económicamente más ricos disfrutan de las condiciones y

estructuras más avanzadas para el crecimiento, el término desarrollo se relaciona con los países de menor riqueza, con deficiencias estructurales significativas, sin cuya reforma el crecimiento encuentra obstáculos importantes. Desde hace muchos años, era frecuente la utilización del término Tercer Mundo para referirse a los países más pobres de la tierra. También era frecuente la calificación directa de subdesarrollados, que reflejaba con claridad su situación comparativa en relación con los desarrollados. Sin embargo, ambas expresiones han caído en cierto desuso. Ya antes de que la caída del muro de Berlín convirtiera en obsoleta la dialéctica entre los dos primeros mundos, se popularizó la dicotomía Norte-Sur como representativa del contraste entre los países ricos, mayoritariamente situados en el hemisferio norte, y los países pobres, que predominan en el hemisferio sur. Así, se ha consolidado como una de las denominaciones más frecuentes la de referirse a los países del sur, o, más sencillamente, Sur. Con un sentido parecido, los economistas utilizan también la dicotomía Centro-Periferia para referirse respectivamente a los países que controlan el comercio mundial frente a los que se relacionan con ellos desde una posición de inferioridad. Estas opciones, muy utilizadas entre Organizaciones de Cooperación y Economistas del Sur, no se encuentran sino rara vez en los escritos económicos o en la terminología de los Organismos Institucionales. El término subdesarrollo implica una descripción excesivamente dura. De ahí que se optara por expresiones más abiertas como países en vías de desarrollo (PVD) o países menos desarrollados (PMD), que son hoy las más habituales. No obstante, dentro del conjunto de países que no integran el mundo desarrollado podemos encontrar situaciones muy diferentes: algunos con tasas de crecimiento muy importantes y elementos propios de países industrialmente avanzados, frente a otros donde la pobreza afecta a la casi totalidad de su poblaci6n y es difícil hallar esperanza de mejora en un futuro cercado. Naciones Unidas clasifica los países en tres categorías: De renta alta, también llamados industrialmente avanzados o PIA. Son un conjunto de naciones en el norte de América, Europa occidental, Japón, Australia y Nueva Zelanda. De renta media. Naciones a las que sería apropiado considerar PVD, en la Europa oriental, la costa del Pacífico asiática, Latinoamérica, norte de África y Oriente Medio. De renta baja. Concentrados en su mayor parte en el sur de Asia y en la África subsahariana, algunos también en Centroamérica y la región andina. A ellos les correspondería especialmente el término PMD, e incluso el tradicional de subdesarrollados. La brecha entre los países ricos y los países pobres sólo podrá acortarse en la medida en que la producción real per cápita de los segundos crezca a tasas significativamente más altas que los PIA. La experiencia muestra que esa circunstancia puede darse en los PVD, donde existen importantes potencialidades de crecimiento, aprovechadas tan pronto se remueven algunos de los obstáculos. Sin embargo, en los PMD dichos obstáculos tienen tal peso que lo que encontramos son tasas de crecimiento más bajas que en el resto de los grupos e, incluso, más negativas. Aunque se ha hecho referencia a la renta per cápita, conviene señalar que, para medir el grado de desarrollo, es frecuente utilizar otros índices que incorporen factores cualitativos: - IDH (Índice de Desarrollo Humano). - Índice de Pobreza Humana (IPH), que permitiría delimitar aquellos países en especiales circunstancias de subdesarrollo. Las variables utilizadas por el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) para

su cálculo, son: - La probabilidad de muerte antes de los 40 afros. - El porcentaje de adultos analfabetos. - Las personas sin acceso a servicios de salud y agua potable. - El porcentaje de niños menores de 5 años con peso insuficiente. Datos todos ellos que muestran una realidad de pobreza no sólo relativa (en relación con el resto de los países), sino absoluta, con condiciones de vida gravemente insuficientes. Etapa o dependencia De alguna forma, denominaciones como PMD o PVD responden a una visión del desarrollo como un proceso: partiendo de una sociedad tradicional, atrasada y prácticamente estancada, el desarrollo aparecería como una sucesión de etapas prácticamente obligadas que es

conveniente atravesar a la mayor velocidad posible. La descripción de la historia económica ha utilizado muy frecuentemente la división en etapas para ordenar y explicar la evolución económica. Por ejemplo: - Marx hablaba de feudalismo, capitalismo y socialismo. - List subrayaba el paso de la vida pastoril y agrícola a la incorporación de la industria y el posterior auge del comercio y de servicios. - Otros autores han subrayado el sucesivo paso de la economía doméstica a la aldea, ciudad, nación, uniones supranacionales y el mundo como áreas en la que se desarrolla la actividad económica. Una de las descripciones más directamente aplicadas al desarrollo es la que presentara Rostow en 1960. Distingue cinco etapas: Sociedad tradicional. Regida por la tradición, estancada, sin cambios tecnológicos y predominio de rendimientos crecientes. Condiciones previas. Comienza a quebrarse la rigidez tradicional, con cambios lentos en actitudes y organizacion. Mejora y se abarata el transporte, se extiende el comercio y se observa una cierta movilidad sectores y geográfica. Despegue. Se generaliza la opción por el desarrollo, se deja sentir claramente el cambio técnico, las tasas de inversión se duplican y el ritmo de cambio supone una ruptura clara con

las tendencias dominantes hasta el momento. Camino hacia la madurez. El cambio técnico y organizativo se extiende de los sectores líderes al conjunto de la economía, el ritmo de crecimiento se eleva sustancialmente y se eleva la renta media. Una vez que el crecimiento regular se hace normal en todos los sectores, se alcanza la madurez. Consumo de masas. El crecimiento posibilita la generalización de los frutos de forma que estén al alcance de toda la población los bienes de consumo duradero, la educación, la vivienda y la salud. Las tasas de crecimiento se ralentizan. Esta teoría ha sido muy criticada por determinista y por suponer que el modelo de evolución de los países desarrollados habría de repetirse sin variación en el resto de los países. La etapa del despegue puede darse tan pronto como las condiciones institucionales lo permitan, sea cual sea el grado de desarrollo del país. No todos los autores admiten pacíficamente la concepción del desarrollo como una simple sucesión de etapas. El subdesarrollo no es una etapa anterior al desarrollo. Economistas neomarxistas y de estos países sostienen que el desarrollo y el subdesarrollo son las dos caras opuestas de la misma moneda, pues éste es el resultado del capitalismo monopolista y el imperialismo económico. El crecimiento del Centro se produce a expensas del atraso de la Periferia. El comercio internacional supone un intercambio desigual entre los países pobres y los países ricos. Los países industrializados, productores de bienes elaborados, organizan el comercio mundial al servicio de sus intereses y en contra de las materias primas que constituyen las exportaciones de la Periferia. Se registra así un proceso histórico, desde la revolución industrial hasta nuestros días, de deterioro de los términos de intercambio entre unos y otros. Cada vez son necesarias más exportaciones de los países pobres para obtener las mismas importaciones de los productos elaborados en los países ricos. Las condiciones del mercado internacional sólo llevarán a un agravamiento de las diferencias entre ricos y pobres. Por lo tanto, es necesaria la intervención de los gobiernos y aplicar reglas proteccionistas que defiendan la industrializaci6n interna, al menos hasta que se equilibren las condiciones y el intercambio pueda realizarse en condiciones de reciprocidad. En todo caso, la crítica fundamental a las perspectivas economicistas subraya que el subdesarrollo no es un fenómeno simplemente económico que pueda reducirse a la dicotomía pobres-ricos. Los aspectos sociales son incluso más definitorios y decisivos que los puramente materiales a la hora de explicar las causas y características del subdesarrollo. Las barreras al desarrollo Es preciso repasar algunas de las características que nos permiten excluir a un país del grupo de los desarrollados, más allá de su nivel de renta. Nos servirán también para analizar en qué medida esos rasgos suponen un freno de desarrollo y apuntar algunas ideas sobre su posible superación. Factores naturales. Durante siglos, los recursos naturales fueron un factor decisivo para explicar la riqueza de

unas zonas del planeta frente a otras. Hoy ese aspecto sigue siendo importante para analizar la situación de los PMD. Algunos países poseen importantes reservas de materias primas. Unos han podido utilizarlas para lograr sustanciosos ingresos (como los productores de petróleo), pero no es ese el caso de la mayoría. En muchos casos, los recursos naturales de que disponen estos países son explotados por empresas de los países industrializados, con lo que los beneficios resultantes se desvían al extranjero. Otros países carecen de reservas minerales, fuentes de energía o tierras cultivables. Buena parte de los países más atrasados se encuentran en zonas de climas tropicales, con desastres naturales periódicos que arruinan cosechas e infraestructuras, enfermedades e infecciones que afectan a los humanos, al ganado y a la agricultura. En algunos es el clima desértico y la carencia de agua el primer problema, no ya para el desarrollo, sino para la misma supervivencia. Los factores naturales afectan también a aspectos tan básicos para el desarrollo como son las comunicaciones. Mientras las llanuras y los puertos marítimos son vías que facilitan el transporte, las cadenas montañosas o la jungla son obstáculos que lo dificultan. La mayoría de los aspectos negativos citados pueden obviarse con grandes inversiones de capital y avances tecnol6gicos. El problema está en que el capital es precisamente uno de los factores escasos en estas economías y, en todo caso, que el esfuerzo requerido para crecer será mayor que en las zonas del planeta en las que la naturaleza no es un obstáculo para el desarrollo. Factores demográficos. Una nota característica de la mayor parte de los PLAD es que presentan las tasas más elevadas de densidad y de crecimiento de la población. La población juega así un papel decisivo en el mantenimiento de los niveles de pobreza. Los países con menos recursos deben alimentar a tal número de habitantes que los niveles medios se reducen a los de subsistencia y, en los casos extremos, la propia desnutrición y las altas tasas de mortalidad subsiguientes, mantienen los ingresos en ese nivel de subsistencia. Como vimos, la renta per cápita depende de la producción, pero también del número de personas entre las que debe repartirse. Mientras la población crezca a niveles superiores a los que lo hace la renta, los niveles de vida sufrirán un progresivo deterioro. Por otro lado, los avances sanitarios, impulsados por los programas internacionales, reducen drásticamente las tasas de mortalidad (especialmente la infantil) mientras se mantienen las de natalidad y la pobreza no se reduce. Otro dato muy característico de estos países es el proceso de concentraci6n humana en grandes urbes. El crecimiento de la productividad en el sector agrícola es demasiado lento para poder atender tan fuertes aumentos de demanda y se producen movimientos migratorios muy fuertes hacia las ciudades. Las previsiones de Naciones Unidas son que en año 2025 habrá 26 megaciudades de más de 10 millones de habitantes, 22 de ellas en países pobres. El alojamiento infrahumano, la ausencia de servicios públicos, la contaminación, el crecimiento de la inseguridad ciudadana, la marginación social... son fenómenos asociados a esos procesos rápidos de inmigración procedentes de zonas rurales. La emigración se produce también hacia los países ricos, en un proceso natural y tradicional de equilibrio a escala planetaria. Con ello, los países emisores, elevan a corto plazo su renta per cápita, ven aliviada la presión sobre su mercado de trabajo y encuentran frecuentemente una vía de entrada de ingresos desde el exterior. Los países receptores encuentran mano de obra disponible para los trabajos penosos y de menor cualificación y la compensación de la tendencia al estancamiento de la población. El temor a una llegada masiva que no pudiera

resultar absorbible, apoyado a veces con sentimientos próximos a la xenofobia, motiva que la mayor parte de los países desarrollados aplique fuertes restricciones a la entrada de inmigrantes. La mayoría de los autores y de las autoridades defienden el control de la natalidad como medio para superar el problema de la superpoblación. Sin embargo, no siempre resulta fácil su aplicación. La asimilación voluntaria por parte de las familias encuentra problemas por las deficiencias educativas y por la concepción favorable a la procreación. En algunos casos, concepciones religiosas o culturales se oponen a políticas de planificación familiar. Las tasas de incremento demográfico tan elevadas de las últimas décadas del siglo XX se han reducido drásticamente. Si en 1970 el ritmo de crecimiento medio mundial era del 2,4 por 100, la media actual se sitúa en el 1,3 por 100, aunque concentrado como hemos visto en los

países pobres. En los países africanos menos desarrollados se ha producido un descenso notorio de la esperanza de vida, incluso de población, por causa de las hambrunas, las guerras y las enfermedades (el SIDA en primer lugar). De todas formas, hay que huir del determinismo: ni un país superpoblado está condenado a la pobreza (Japón), ni una población reducida garantiza la riqueza (países desérticos o con amplias zonas prácticamente inhabitables). Recursos humanos

Las inversiones en capital humano (educación y capacitación, sanidad) son factores determinantes para los incrementos de la productividad y son reconocidas como un elemento clave para el desarrollo económico. Pocos datos son más significativos para medir el grado de desarrollo de un país que sus cifras educativas y sanitarias. En los casos más extremos, las tasas de analfabetismo llegan a afectar a dos tercios de la población, el consumo de calorías por habitante es apenas superior a la mitad del de los países desarrollados, la mortalidad infantil supera cifras del 10 por 100 y la esperanza de vida no alcanza los 50 años. La desnutrición y la ausencia de cualificación repercuten en bajos niveles de productividad. La superpoblación y el hacinamiento urbano propician niveles salariales ínfimos que favorecen la contratación de mucha mano de obra barata, pero sin preocupación alguna por su productividad. Aunque las cifras de desempleo suelen ser elevadas, especialmente en las zonas urbanas, es más frecuente el subempleo, con diez trabajadores para una tarea que podrían realizar quizás sólo dos. Esta situación desincentiva cualquier esfuerzo racionalizador de los procesos productivos y generaliza una mano de obra desmotivada y acostumbrada a bajos niveles de esfuerzo. El bajo nivel educativo y el peso de la tradici6n impiden la presencia de una clase empresarial dinámica dispuesta a asumir riesgos y a liderar el despegue de empresas y sectores que puedan actuar de motor del desarrollo. Aunque es frecuente la pequeña actividad empresarial, artesanal o de microcomercio, su motivación se reduce prácticamente a la supervivencia, sin ápice alguno de modernidad o energía inversora. El esfuerzo en el ámbito educativo y sanitario aparecen como condiciones necesarias para propiciar el despegue hacia el desarrollo. La dificultad está en conseguir una evolución paralela entre capacitación y oportunidades en el mercado de trabajo. Si se avanza en la primera, especialmente en los niveles superiores, sin garantizar las segundas, se corre el peligro de la fuga de cerebros porque los profesionales mejor preparados buscan mejor suerte en los países desarrollados. Acumulación de capital

El ahorro y la inversión son vías para conseguir la acumulación de capital y la incorporaci6n de los avances tecnológicos, condici6n a su vez necesaria para propiciar los incrementos de productividad. Todos los países menos desarrollados parten de una notoria escasez de bienes de capital que afecta especialmente al denominado “capital fijo social” (infraestructuras de transporte y comunicaciones, de servicios educativos y sanitarios ... ) que tiene un efecto multiplicador sobre la productividad de todos los sectores económicos y cualquier avance en algún sector se estrangulará sin remedio si no existen infraestructuras adecuadas. Incrementar el stock de capital es la condición necesaria para el despegue y para el mantenimiento del proceso, porque el incremento de la producci6n propiciará un margen disponible para el ahorro. La pobreza de la población no permite tasas suficientes de ahorro. Esta carencia sólo puede cubrirse con un ahorro forzado por el sector público (como puede ser el caso de China) o por

la entrada de capital y ayuda extranjera. El cuadro descrito dibuja lo que se ha denominado el círculo vicioso de la pobreza: El bajo nivel de renta per cápita viene provocado, entre los factores fundamentales, por el rápido crecimiento de la población y la baja productividad y motiva bajos niveles de consumo y de ahorro. Los bajos niveles de consumo y ahorro, a su vez, conllevan escasos atractivos para la inversión, por lo que ésta es reducida y los capitales disponibles tienden a desplazarse hacia los países desarrollados. La reducida inversión interior no permite que aumente la baja productividad, con lo que se cierra el círculo de la pobreza. Factores institucionales

Las sociedades atrasadas, especialmente en los PVD, presentan como uno de sus rasgos más características el dualismo: Las ciudades, asimilables en su centro a la de los países ricos, frente a la periferia de miseria. Las empresas modernas (normalmente de capital extranjero) frente a un sistema dominante de comercio y producción arcaico. Grandes fortunas, frente a la mayoría de la población sumida en pobreza. Es frecuente que una pequeña minoría controle los medios de producción, la riqueza y los resortes del poder. Los gobiernos son simples instrumentos de esa oligarquía para mantener las situaciones de privilegio. La corrupción y la cleptocracia son la norma y motivan un expolio sistemático de los fondos públicos a favor de los gobernantes y de sus familias. Los fondos procedentes del exterior se pierden en los patrimonios privados que, lejos de invertirse en el interior, se depositan en cuentas bancarias en paraísos fiscales. Se consolidan monopolios a favor de los miembros de las elites gobernantes en detrimento de su funcionamiento correcto de los mercados. La distribución de la renta es extremadamente desigual y los índices de concentración de riqueza elevadísimos. La pobreza generalizada y la imposibilidad de aplicar una presión tributaria sobre quienes detentan simultáneamente la capacidad de pago y el poder político generan un nuevo círculo vicioso: el sector público carece de ingresos y dimensión, las inversiones en infraestructuras, en sanidad o en educci6n son inviables, la actuación redistributiva imposible. El sistema político es muy inestable. El control democrático es prácticamente inexistente y los golpes de Estado, incluso la guerra civil, un fenómeno periódico. El capital nacional y extranjero encuentran en esa circunstancia un factor adicional de riesgo que hace menos atractiva la posible inversión. El repaso a los principales obstáculos al desarrollo permite deducir cuales pueden ser las estrategias fundamentales para salir de esa situación. El control democrático, el ahorro y la inversión (especialmente en infraestructuras), educación y sanidad son posiblemente los rasgos básicos de una estrategia para el desarrollo. El papel activo en el proceso puede atribuirse bien al mercado, bien al Estado: El primero choca con un obstáculo fundamental de la ausencia de una auténtica clase empresarial con la suficiente preparación y dinamismo, amén de la escasez de incentivos en los momentos iniciales. El segundo, con los problemas citados de corrupción y de escasez de medios. Aunque no existen opiniones unánimes ni cabe hablar de un modelo único aplicable a todos los países, cuya diversidad de situaciones ya se ha subrayado, puede apuntarse un posible esquema óptimo basado en un papel importante del Estado democrático en el proceso de despegue y un posterior criterio de subsidiariedad, según el cual aquel cubre tan sólo los aspectos que el mercado no ocupa satisfactoriamente. Las empresas públicas y la planificación económica podrían ser protagonistas en una primera fase, para dejar paso después a la iniciativa empresarial, la defensa de la competencia y la privatización progresiva de los sectores nacionalizados. En la medida en que hemos visto que el comercio internacional juega un papel muy importante en el desarrollo económico, uno de los aspectos más importantes es la atención al mismo. Se habla de que existen dos estrategias básicas: La política de sustituci6n de importaciones Busca reducir la dependencia, reemplazando parte de las importaciones por producción nacional y apoyando un fuerte proceso de industrialización interior. Normalmente, esta opción implica un fuerte proteccionismo arancelario que permita la consolidación de las industrias incipientes frente a la competencia exterior. Muchos autores admiten que puede ser una estrategia satisfactoria para la fase de despegue y como paso previo a la siguiente perspectiva. El crecimiento basado en las exportaciones Opta por financiar las importaciones, mejorando la eficiencia y la competitividad y potenciando la producción de bienes para la exportación. Las características básicas de este modelo son el mantenimiento de un tipo de cambio deliberadamente competitivo, atención prioritaria a la estabilidad macroeconómica, crédito fácil para la producción, incentivos a la exportación, presión fiscal muy baja sobre la actividad empresarial, salarios reducidos y la práctica ausencia de regulación de la producción y de las relaciones laborales. Durante muchos años este modelo de desarrollo se ha puesto como ejemplo de eficacia. Las

críticas iniciales se referían sobre todo a los aspectos sociales, con acusaciones de dumping social, explotación infantil y retroceso en los derechos de los trabajadores hasta los niveles de los primeros tiempos del capitalismo y de la revolución industrial. Recientes crisis financieras han mostrado otras debilidades del modelo como la dependencia financiera y tecnológica, el componente especulativo o la inestabilidad social. 13.4 EL DEBATE SOBRE EL DESARROLLO Y LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL. Los Objetivos de la Cooperación. Esta política de cooperación internacional al desarrollo se define como “el conjunto de recursos y capacidades que los países desarrollados ponen a disposición de los países en vía de desarrollo con el fin de facilitar e impulsar su progreso económico y social y para contribuir a la erradicación de la pobreza en el mundo en todas sus manifestaciones”. La inestabilidad política y social de amplias zonas del planeta propicia fenómenos como el narcotráfico, el terrorismo y las guerras. La estabilidad mundial exige como condición

necesaria la reducción de las desigualdades existentes entre países y en el seno de cada país. La democracia y el desarrollo con, según hemos visto, las mejores armas para combatir las desigualdades. La capacidad productiva de los países industrializados crece a ritmo superior que la demanda de los consumidores del mundo desarrollado. Por lo que se hace necesario ampliar mercados, encontrar nuevos consumidores. El desarrollo de los países en vía de desarrollo (PVD) es así un camino para mantener las tasas de crecimiento económico en las economías avanzadas. La cooperación internacional ha sido objeto de numerosas críticas, al menos en lo que se refiere a la forma en que se ha materializado con frecuencia: La ayuda de los países ricos ha respondido la más de las veces al propio interés de los donantes y no al de los receptores. Buena parte de esa cooperación internacional revierte directamente hacia los países desarrollados, como por ejemplo para la contratación de expertos internacionales que elaboran programas que frecuentemente son inaplicables. En parte como consecuencia de lo anterior, la ayuda no ha propiciado un desarrollo autosostenido, sino que ha elevado la dependencia de los países industrializados. La ayuda no sigue criterios de pobreza o de necesidad sino las expectativas de rentabilidad a los países ricos. La cooperación internacional ha ignorado frecuentemente las consecuencias de las actuaciones emprendidas. La canalización de la cooperación internacional a través de gobiernos ha propiciado, por una parte, la potenciación de unas burocracias centralizadas y, por otra, la presencia de elevados índices de corrupción y de desviación de fondos hacia patrimonios de las familias gobernantes. El espectacular aumento de la presencia de las ONG se explica en parte como intento de evitar este peligro. Una de las razones explicativas del escaso impacto de la cooperación internacional puede ser el escaso volumen de la misma. La ONU marco como objetivo destinar a este propósito el mítico 0,7 por 100 del PIB de los países más ricos, objetivo que se cumple solo en casos excepcionales.

Para que la cooperación internacional resulte eficaz es necesario, amén de elevar la cuantía de los fondos utilizados, poner el acento en el fortalecimiento de la autonomía de los países receptores de forma que se propicie un auténtico proceso de desarrollo equilibrado y autosostenido. El objetivo de toda política de cooperación habría de ser convertirse en innecesaria. La cooperación internacional se canaliza en parte a través de diversos organismos internacionales y en tal caso se califica como multilateral. Para los presupuestos nacionales, suele ser más importante la cooperación bilateral, es decir, la que se arbitra directamente de un país desarrollado a otro en vías de desarrollo. La Deuda Externa. El endeudamiento externo (con gobiernos, empresas e instituciones financieras de los países desarrollados) es una vía tradicional para suplir con financiación externa la escasez de ahorro interior.

La carga de la deuda externa de los PVD ha alcanzado unos niveles insostenibles hasta convertirse en el principal obstáculo al desarrollo de los países afectados. Los pagos derivados de esa Deuda, intereses y devoluciones, superan a menudo los ingresos totales por exportaciones y con creces al conjunto de ayudas oficiales recibidas, lo que implica el absurdo resultado de que el conjunto de los países afectados sean exportadores netos de capital. Mientras la carga de la Deuda Externa se mantenga en niveles como los descritos, es evidente que cualquier política de desarrollo está condenada al fracaso. Y no es infrecuente, desde 1982 en que estallo la crisis mexicana, que países concretos se vean en la imposibilidad de atender a los pagos y se ven obligados a la renegociación, posponiendo pagos. Entre las causas por las que se ha llegado a esta situación pueden citarse las siguientes: La elevación de precios del petróleo en 1973 primero y en 1979 después, supuso que en pocos años un barril multiplicara su precio casi por quince. Las políticas monetarias restrictivas de los años 80 en los países desarrollados provocaron una elevación de los tipos de interés que encareció la deuda externa de los PVD y un descenso de las exportaciones de los PVD con la consiguiente merma de entrada de divisas. La apreciación del dólar en los años 80 provoco un agravamiento de la situación de los países endeudados. Especulación de los inversores financieros internacionales. La deficiente utilización de la Deuda debido en algunos casos a la corrupción, a la mala gestión, etc. Debido a todos estos factores los PVD se encuentran que su endeudamiento no disminuye y que incluso a veces aumenta. Los sectores más radicales en los PVD consideran que esa deuda es debido a la dependencia, al intercambio desigual y al imperialismo económico, se justifican considerar pagada esa deuda en términos de plusvalía generada y arrebatada por el mundo desarrollado. Sin embargo los gobernantes de los PVD prefieren otras vías ante la imposibilidad de que en futuro y caso de que les hiciera falta nuevos préstamos vieran la imposibilidad de conseguirlos o de un encarecimiento prohibitivo de los fondos que quisieran obtener. Los principales acreedores se reúnen en el denominado Club de París foro en el que se acuerda la refinanciación de la deuda o, en los casos más graves, reducciones multilaterales. Se fija una fecha de corte (cut off date) que es aquella en que se firma por primera vez un acuerdo de renegociación, a partir de la cual no es posible solicitar condonaciones multilaterales. Esta renegociación exige el sometimiento del país deudor a las condiciones fijadas por el FMI que en rasgos generales pretenden adecuar la carga de la deuda a las posibilidades efectivas del país deudor y que la política económica del mismo propicie cumplir las obligaciones fijadas. Esta condonación tiene sobre todo la finalidad de que los países destinen la deuda perdonada a su desarrollo, de un decidido compromiso a favor de la inversión productiva y la erradicación de la pobreza con cargo a los fondos así liberados.

13.5 GLOBALIZACIÓN Y SISTEMA ECONÓMICO INTERNACIONAL. LUCES Y SOMBRAS DE LA GLOBALIZACIÓN.

La globalización significa una internacionalización de la producción de bienes y

servicios así como de los flujos de capital. Supone que las decisiones de producción se toman a escala de todo el planeta y que los capitales se desplazan con enorme facilidad y en cuestión de segundos. Junto al incremento experimentado por el comercio mundial de mercancías, los volúmenes de contrataci6n en los mercados financieros han sido todavía mayores, ya que la mayoría de los intercambios en los mercados financieros no responden a transacciones reales. Buena parte de las inversiones son realizadas por empresas multinacionales cuyas cifras de facturación en buen número de casos es mayor que el producto nacional de muchos países en desarrollo. Una característica esencial de las multinacionales es su movilidad, es decir, la capacidad que tienen de trasladar rápidamente su producción en busca de la combinación

ideal de mano de obra barata y cualificada, legislación laboral permisiva, tratamiento fiscal favorable, infraestructura, débil protección medioambiental.... Más que por el incremento del comercio o de la deslocalización productiva, la globalización se caracteriza por la internacionalización de la actividad financiera. La primera consecuencia de esta situación es que las crisis financieras son cada vez más frecuentes y con una demostrada capacidad de propagación. La segunda es la fragilidad del sistema ante su fundamentaci6n financiera. A todo esto hay que añadir que el crecimiento de la riqueza y el comercio se está repartiendo muy desigualmente. Las Instituciones Económicas Internacionales. Tres grandes organizaciones internacionales juegan un papel protagonista en todos estos procesos que venimos describiendo: La Organización Mundial del Comercio, El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. El Fondo Monetario Internacional.

Se crea como agencia especializada de las Naciones Unidas en la creación de un código de conducta económico internacional para ayudar a los países con déficit exterior. Establece normas del sistema monetario internacional, presta asistencia financiera a los países miembros, vinculando dicha ayuda a la solución de sus desequilibrios y promueve la estabilidad de los tipos de cambio. Para valorar positivamente el papel del FMI se han puesto de ejemplo los nuevos países industrializados del sudeste asiático, pero no faltan ejemplos de países donde los planes no han funcionado y en los que la pobreza se ha incrementado. A este hecho se une la incuestionable falta de democracia interna del FMI, ya que el número de votos asignados a cada país miembro depende de la cuantía de las aportaciones que realice al propio Fondo, con el consiguiente peso decisivo de los países del norte y, en especial, de los Estados Unidos. El Banco Mundial.

En realidad se trata del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) o Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (BIRD). Es una institución complementaria del FMI que atiende a las dificultades estructurales de los países miembros del Fondo ya que éste se centra en los problemas transitorios de balanza de pagos. Es un banco especializado en la financiación a largo plazo y dos son los fines que se le asignan en su propio convenio constitutivo, y a cuyo logró ha orientado todos sus esfuerzos: La reconstrucción de los países afectados por la Segunda guerra Mundial. La ayuda al desarrollo, mediante el fomento de los recursos y elementos de producción de los países menos desarrollados. Del GATT a la OMC.

En 1947, 23 países firman en Ginebra el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) un Acuerdo Comercial Multilateral que suple la Organización Internacional del Comercio, prevista en Bretón Woods pero que no cristaliza en la organización Mundial del Comercio (OMC) hasta 1994. El objetivo de la OMC es establecer un sistema mundial de comercio mediante la expansión del actual sistema multilateral, presidido por el principio de liberalizar los flujos económicos, para lo cual se deberían suprimir los impedimentos a la libre circulación y garantizar la seguridad jurídica de las operaciones.